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TEMA 1

CONCEPTO, FUNDAMENTOS Y EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA


INTERVENCIÓN SOCIOCOMUNITARIA

Mª del Pilar Quicios García


pquicios@edu.uned.es

Resumen: En los últimos tiempos se acostumbra a utilizar la locución ​intervención


sociocomunitaria para designar la mediación técnica de un experto en el devenir
relacional de los ciudadanos que conforman una colectividad.

La expresión ​intervención sociocomunitaria puede resultar novedosa. El concepto en


absoluto. Este tipo de mediación —con una u otra denominación— ha existido,
continuamente, a lo largo de la historia de la humanidad y se ha ejercitado,
invariablemente, desde la autoridad organizativa de cada agrupación humana que
aspirara a alcanzar cierta calidad de vida.

Sus formas externas han ido acomodándose a las demandas de los nuevos tiempos pero
su objetivo intrínseco ha permanecido invariable buscando una doble riqueza tanto
individual como colectiva. Esto es, por un lado la ​intervención sociocomunitaria ha
perseguido y persigue (usando una terminología aristotélica) el mayor bien común
posible y, por otro lado, lucha por desencadenar el mayor bien individual para cada
miembro de la colectividad.

Palabras clave:​ mediación, calidad de vida, bien común, autoridad, presencia técnica

TEMA 1. CONCEPTO, FUNDAMENTOS Y EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA


INTERVENCIÓN SOCIOCOMUNITARIA

1.- INTRODUCCIÓN

Con el término ​intervención sociocomunitaria se ha querido designar la mediación


técnica de un experto en el devenir relacional de los ciudadanos que conforman una
determinada colectividad.

Para designar esta mediación técnica se han buscado múltiples denominaciones que
denotaran una acción constructiva y una connotación positiva hacia la presencia activa
de un técnico educativo en la vida de la colectividad. Es comprensible esta
preocupación lingüística puesto que, la interposición, intrusión o ingerencia de un ser
ajeno —en la cotidianeidad de una determinada ciudadanía— siempre ha generado duda
o sospecha.

La intervención sociocomunitaria no produce ese sentimiento de desazón puesto que el


objetivo de sus acciones —de naturaleza social, génesis organizativa y finalidad
equitativa—gira en torno a la búsqueda del mayor bien posible, tanto del individuo
como de la colectividad sabiendo que la suma de este amplio bienestar desemboca en
una cierta calidad de vida para todos los ciudadanos.

2.- HACIA UNA DEFINICIÓN DE INTERVENCIÓN SOCIOCOMUNITARIA

Generar una definición propia y completa de una realidad social resulta siempre difícil y
comprometedor. Difícil por las connotaciones que encierran las palabras utilizadas, es
decir, dependiendo de la terminología utilizada en una definición pueden sugerirse —de
manera totalmente inconsciente— unos significados u otros. Comprometedor por la
cantidad de aspectos interrelacionados en los que se debe incidir para construir una
definición unívoca y completa.

Aún así, desde estas páginas se va a intentar construir una definición propia de
intervención sociocomunitaria siguiendo el proceso lógico para llevarlo a efecto. Este
proceso, en un primer momento, atiende exclusivamente a la significación primaria de
las palabras encerradas en la expresión. Según este criterio, se ha divido la locución
intervención sociocomunitaria en las tres partes que la conforman, a saber:
intervención, social, comunitaria.

Centrándose en la primera palabra, es decir, en la intervención es preciso reseñar que


esta acción se caracterizaría en primer lugar por: tomar parte en, interceder por,
interponer la autoridad en, mediar por, interponerse entre dos o más, dirigir, limitar, o
suspender una autoridad el libre ejercicio de actividades o funciones (R.A.E., 2002).

Delimitada conceptualmente, de forma general, la primera parte de la expresión, se


observa que la definición dada resulta incompleta para describir la función de
intervención en el campo humanístico. Ante esta deficiencia se busca una definición
más afín en el trabajo de Gil (1997). En él, se afirma que con la palabra intervención se
quiere indicar la acción intencional y sistematizada de influir en un proceso o en alguno
de los elementos en orden a inducir determinados efectos en las personas que participan
en el mismo.

Igualmente, en líneas sucesivas se afirma que “cuando se recurre al término


intervención […] se está indicando, en cualquier caso, un tipo de influencia intencional
a través de secuencias de acción sistematizadas, esto es, acotadas espacial y
temporalmente y elaboradas partiendo de los saberse” necesarios. (Gil, 1997, 18)

En el proceso de generar una definición propia se agrupan las palabras claves utilizadas
en las definiciones que han servido de base atendiendo a su sintaxis y se observa que un
primer conjunto de palabras claves se expresan en forma de infinitivos verbales.

Estas formas verbales, lingüísticamente, denotan acción. La acción en Ciencias de la


Educación se relaciona con la práctica, luego la intervención va directamente dirigida a
la acción como demuestran las siguientes voces:
● Tomar parte en ● Interponer la autoridad ● Mediar por
● Influir ● Inducir efectos ● Dirigir

Otro conjunto de palabras claves utilizadas en las denominaciones son agrupadas


atendiendo a su semántica. Estas expresiones indican preparación y reflexión para esa
acción

● Acción intencional ● Acción sistematizada

El tercer conjunto de palabras claves señalan las coordenadas de la acción, es decir, el


modo como se realizará la acción. En este caso, las acciones se realizarán de manera
ordenada, secuenciada y referenciadas a un espacio y a un tiempo.

● Secuencias ● Acotada espacialmente ● Acotada temporalmente

Por último, se incide en todo aquello que puede enriquecer la descripción. En este caso
en uno de los epígrafes definitorios aparece la palabra saberes, es decir ciencia,
conocimiento.

Al añadirse esta condición a todas las anteriores, es fácil de entender que en la


intervención se fusionan la teoría con la práctica y el conocimiento con la acción. Es
lógico que así sea puesto que en todos los sabes, y más todavía en las ciencias sociales,
el hacer por hacer sin reflexión y sin conocimiento se convierte en un estéril activismo y
la reflexión por la reflexión, sin acción concatenada puede confundirse con una simple y
pura elucubración.

Analizado el primer término de la locución, se pasa a seguir un proceso similar con el


segundo y tercero. Llega el momento de definir el campo de actuación de esta presencia
externa, es decir, hay que concretar su escenario de acción y ver qué se entiende por el
adjetivo calificativo ​sociocomunitario.

Ahora se puede actuar de dos formas:

● Acudiendo, nuevamente, a la significación originaria de las palabras que


conforman la expresión, es decir, definir qué es lo social y qué se entiende por
comunitario en el Diccionario de la Lengua española
● Ir a la voz natural que hasta 1900 fue común para las denominaciones social y
comunitario como se verá más adelante.

Para guardar la sistematización en la exposición se va a acudir a la definición


generalista que ofrece el diccionario de la lengua y así social será lo relativo a la
sociedad entendida como ​“agrupación natural o pactada de personas, que constituyen
unidad distinta de cada uno de sus individuos, con el fin de cumplir, mediante la mutua
cooperación, todos o algunos de los fines de la vida.” (R.A.E., 2002, 1894).

Nuevamente esta definición resulta incompleta por lo que se va a acudir a Fermoso


(1997) para hacerse eco de varias definiciones de sociedad que complementan y
enriquecen la definición del Diccionario de la Lengua española. Citando a Fichter
(1969:147) Fermoso afirma (1997:522): “la sociedad es una estructura formada por los
grupos mayores interconectados entre sí, considerados como una unidad y participando
todos de una cultura común”​.

Para proponer su propia definición de sociedad, Fermoso consultó numerosas


definiciones y de ellas extrajo los siguientes aspectos que servían para significarla. Así
señaló que la sociedad presentaba las siguientes características:

● Unidad demográfica, es decir, todos los miembros constituyen una población


total dividida en clases sociales.
● Territorio común, señalizado por límites geográficos.
● Existencia de grandes grupos diferenciados por sus funciones sociales. Estos
grupos son, la familia, la escuela, la economía, la política, la religión y el ocio.
● Cultura semejante, teóricamente, posen la misma lengua, una escala de valores
parecida, comparten el mismo código ético y han recibido con orgullo el mismo
legado transmitido por sus antepasados.

Por lo tanto, el adjetivo social de la locución sociocomunitario podría hacer referencia,


cuando menos, a cada uno de los grupos diferenciados que viven en una misma zona
compartiendo una cultura semejante.

Llega, ahora, el momento de determinar qué se entiende por comunitario o relativo a la


comunidad. Para ello no se va a acudir, como en las palabras anteriores a la definición
generalista. En este caso, ya se sabe que aportaría pocos datos valiosos. Para elaborar la
definición de comunitario, o relativo a la comunidad, se va a acudir al estudio de
Bárcena (1997) quien afirma que sociológicamente, la comunidad es una forma peculiar
de agrupamiento social y que fue el sociólogo alemán F. Tönnies quien hizo la
distinción entre comunidad —Gemeinschaft— y sociedad —Gesselschaft— partiendo
de un vocablo, hasta ese momento unitario.

Bárcena siguiendo a Tönnies afirma que la sociedad es “una forma artificial de


agrupación humana en la que predomina el carácter funcional e institucional y en la que,
debido a la concurrencia económica y a los conflictos sociales, los hombre tienden a
estar desunidos”. Bárcena (1997: 112). En el mismo trabajo continúa afirmando que las
relaciones en la sociedad forman asociaciones con vistas a conseguir un propósito
concreto y que los lazos sociales están sujetos a una limitación temporal orientándose a
la consecución de un objetivo específico.

Nuevamente, siguiendo a Tönnies define la comunidad como:


[la comunidad es] un producto de la naturaleza y constituye una forma orgánica o espiritual de
convivencia fundada en unas costumbres, una lengua, unas tradiciones y en relaciones de
parentesco y amistad, elementos que pasan a tener una fuerte significación moral. En definitiva,
la comunidad es una forma de agrupación social basada en relaciones naturales y constituye una
forma orgánica de existencia social. En ellas, las relaciones más importantes son las familiares,
y los vínculos paradigmáticos son los que se establecen entre madre e hijo, entre padre e hijo, es
decir, los vínculos basados en el instinto, la emoción, la autoridad y el respeto. La relación de
los miembros de la comunidad es debida, fundamentalmente, a un sentimiento de solidaridad y
de unidad, y descansa en unas raíces sentimentales muy profundas.
Como se está comprobando, la forma de enriquecer el conocimiento pasa por la
adquisición de información, el proceso de esa información y la reelaboración personal
de la información adquirida. ¡Anímese a construir su propia definición de intervención
sociocomunitaria como actividad uno de esta unidad introductoria!

Para que le sea más fácil realizar esta tarea de síntesis conceptual y enriquecimiento
documental parta de la siguiente definición, a propósito incompleta: “la intervención
sociocomunitaria es una forma de dirigir la vida social de una colectividad con el
objetivo de aumentar el bienestar de la población uniendo para ello teoría y práctica”.
No olvide utilizar las palabras claves reseñadas, incidir en la intencionalidad que
conlleva y distinguir oportunamente entre social (proveniente de la sociedad) y
comunitario (originario de la comunidad).

3.- FUNDAMENTOS DE LA INTERVENCIÓN SOCIOCOMUNITARIA

Con el objetivo de dar una visión lo más cercana y clara posible de los principios sobre
los que se asienta la intervención sociocomunitaria se va a ofrecer un decálogo de
fundamentos fruto de la investigación y de la práctica profesional. Así, y desde esta
doble perspectiva se ha concluido que una de las características fundamentales de la
intervención sociocomunitaria es que debe adaptarse totalmente a las coordenadas en las
que se va a producir su acción. Es decir, grosso modo, la intervención sociocomunitaria
debe fundamentarse para

● Un lugar ● Un momento ● Una acción


● Unos elementos ● Unos destinatarios ● Una cicunstancia

Esto es, obligatoriamente debe contextualizarse. Con un ejemplo puede entenderse más
fácilmente:

La intervención sociocomunitaria que pretenda ponerse en marcha en territorio español


en la primera década del siglo XXI ha de clavar sus raíces en las notas distintivas de
esta sociedad caracterizada por el cambio constante y el desigual acceso a las
oportunidades que ofrece la vida.

Sobre estos dos principios ha de diseñar su labor atendiendo a:

● La prevención del riesgo social tanto de forma individual como colectiva


● La activación de un nivel suficiente de calidad de vida en cada momento o
circunstancia
● La promoción del bienestar comunitario en una sociedad cambiante

Como segundo fundamento, la intervención sociocomunitaria debe realizarse dentro de


la mayor normalidad posible. Igualmente un tercer fundamento aconseja que debe
unificar teoría y práctica, es decir, tiene que caracterizarse por ser una acción meditada
y sopesada tanto desde el mundo de la ciencia como el de la experiencia en la acción
por lo que el trabajo en equipo multidisciplinar resulta herramienta más efectiva.
El cuarto fundamento de la intervención sociocomunitaria se basa en la obligatoriedad
estatal de intervenir ante los múltiples factores desencadenante de riesgo social.
Complementa este cuarto fundamento un quinto que afirma que el sujeto receptor de la
intervención tiene libertad para aceptarla y colaborar en ella o para rechazarla.

Un ejemplo puede ayudar a comprender esta dualidad complementaria.

Suponga que en las noches gélidas de invierno, la Policía municipal recorre las calles de
las ciudades ofreciendo cobijo, mantas o alimento caliente a los sin techo. Los grupos a
los que se dirigen invariablemente están formados, siempre, por las mismas personas.
Los destinatarios de la intervención tienen la libertad de aceptar cualquiera de las
opciones ofrecidas por la Policía municipal o rechazarlas, sin embargo, la
administración está obligada a ofrecer ese servicio cada vez que se repita la misma
situación aunque sepan de antemano que va a ser rechazada.

El sexto fundamento de la intervención sociocomunitaria es el aceptar, asumir y


desplegar el código deontológico de todo educador y un elenco de buenas prácticas en
su actuación.

El séptimo fundamento se caracteriza por la relación de mediación que se debe


establecer en la intervención aclarando que:

● Debe respetarse la relación desigual o jerárquica en la que se fundamenta


● Debe reconocerse la autoridad que tiene el mediador
● Debe saberse que el mediador actúa con una intencionalidad clara producto de
su profesionalización.
● Debe asumirse la imparcialidad del mediador.

El mediador, por su parte debe buscar desencadenar resiliencia en el usuario de la


acción pero alejándose afectivamente tanto del destinatario como de la acción en la que
intervenga. Si no puede llevar a efecto este compromiso deberá alejarse del caso y
ponerlo en manos de otro profesional menos sensible.

El octavo fundamento incide en el objetivo de la intervención sociocomunitaria. Este


fundamento no contradice al quinto sino que lo amplia y enrique al considerar que el
campo de actuación de la intervención sociocomunitaria no es solamente de carácter
reparador o terapéutico, sino que su campo de acción puede también centrarse en:

● Reducir los efectos de un hecho ya cristalizado


● Prevenir que se produzca algún conflicto
● Consolidar alguna situación positiva
● Impulsar la calidad de vida

Esto es, la intervención sociocomunitaria no existe solamente para remediar acciones


negativas sino también —y con mucha actividad— para impulsar y garantizar la mayor
estabilidad, el mayor bienestar posible y la máxima calidad de vida. Un ejemplo puede
ayudar a comprender este abanico de actuaciones.
En muchos lugares de nuestras ciudades y pueblos junto a las instalaciones de los
parques infantiles se están ubicando aparatos gimnásticos pensados y diseñados para las
personas mayores. Esta acción sociocomunitaria no se encamina ni a reducir los efectos
de un hecho desgraciado, ni a prevenir ningún tipo de conflicto ni siquiera a consolidar
una situación positiva. Exclusivamente se dirige a impulsar la máxima calidad de vida
en las personas mayores.

El noveno fundamento recalca que toda intervención sociocomunitaria produce cambio


y el cambio puede desencadenar conflicto.

El décimo fundamento de la intervención sociocomunitaria asegura que su efecto será


tanto mayor cuanto más profunda y sincera sea la implicación y colaboración del
destinatario.

4.- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA INTERVENCIÓN


SOCIOCOMUNITARIA

Se está afirmando que la intervención sociocomunitaria es una realidad atemporal


presente en todas las relaciones convivenciales y que su objetivo es buscar la máxima
calidad de vida tanto de forma individual como colectiva. También se ha afirmado, en
líneas precedentes, que una manera eficaz de conseguir un cierto estado de bienestar
pasa por acotar, lo máximo posible, los factores que pueden desencadenar cualquier
atisbo de riesgo social.

Buscando la evolución histórica de la intervención sociocomunitaria se va a fijar la


mirada en dos de las civilizaciones cuna de la cultura actual, Grecia y Roma. En la
Grecia del siglo III a d C. se encuentran algunos ejemplos de intervención
sociocomunitaria dentro de los hogares de algunos ciudadanos griegos puesto que en el
ámbito de la casa griega vivían además de los padres y los hijos otros miembros
denominados ​no familiares o​ ​ajenos.​

Los ajenos eran niños adoptados, hijos de otras familias amigas del mismo estatus
social, que en época de crisis o en caso de fallecimiento por muerte natural o accidente
de uno de sus padres eran atendidos y educados por otros miembros de la colectividad
como muestra de amistad.

Esta norma general de auxilio mutuo no puede ocultar la existencia de un modo de


intervención sociocomunitaria específica para algunas viudas y huérfanos como recogen
Gutiérrez y Pernil (2004: 45)
En el caso de que los padres murieran en el campo de batalla, los niños resultaban favorecidos
ya que el Estado ateniense premiaba este acto de servicio a la patria ayudando especialmente a
su familia, potenciando su bienestar de manera que tal muerte favorecería a su familia, evitando
que fueran a la ruina. Se asignaba un magistrado que velara por estos derechos, que se extendían
hasta los 13 años para la niña y 18 del niño. Tenían la asignación de un óbolo diario por niño

Pero tampoco esta ayuda asistencial ceñida a casos muy concretos puede crear la
sensación de que la infancia estaba protegida socialmente en el mundo griego.
Nuevamente Gutiérrez y Pernil (2004: 43-44) denuncian:
La infancia ateniense estaba muy poco protegida por la ley ya que no existía un acusador
público, defensor de sus derechos inexistentes, ni ellos podían acceder a los tribunales, por ser
menores.
El niño estaba bajo el control de sus padres o guardián legal y, al menos, hasta la época de
Solón, al comienzo del s. IV a. C., podían ser vendidos en esclavitud.
…/…
Si un niño era objeto de un abuso sexual o daño físico, dentro de la propia familia, no tenía
ninguna protección legal que le diera amparo. Sin embargo si se cometía una injusticia civil, por
ejemplo, el despilfarro o venta de su herencia por parte de su tutor, en este caso podía ser
defendido por un ciudadano adulto varón. El único recurso eficaz para una atención legal era
esperar la mayoría de edad a los 18 años.

La mujer tampoco estaba socialmente protegida puesto que al quedar viuda una mujer
griega, igual que el niño huérfano perdía su estatus social, ​polités o​ ciudadanía de pleno
derecho teniendo que ser auxiliada por la familia, los amigos o un nuevo esposo.

Vallés (2009) refiriéndose a la vida en Roma hace un rápido recorrido histórico de la


atención sociocomunitaria a las poblaciones desfavorecidas señalando que hasta el siglo
IV a. C. en Roma el infanticidio era un práctica normalizada —Plinio, Plauto y Terencio
indican en sus escritos que el abandono de niños no deseados era una práctica muy
extendida en Roma— a la que el emperador Trajano entre los años 98 y 117 puso freno
abriendo ​un asilo para niños alimentarios evitando así que estos niños fueran arrojados
al Tíber.

El Cristianismo extendido por Roma también ayudó a que en el año 374 d. C.


emperadores como Valerio y Graciano cuidaran de que se cumpliera la norma que
prohibía el asesinato de niños y niñas en Roma. En el siglo III d. C. la legislación
romana consideraba asesino a quien indujera al aborto o a quien abandonara a un niño o
no lo mantuviera.

En el siglo II d. C. el emperador Adriano dictó pena de destierro para los padres que
mataran a sus hijos. Entre unas medidas y otras y la influencia del cristianismo parece
ser que en el año 374 d. C. el infanticidio en Roma cesó. Aún así, dando un paso más,
en el año 442 d. C., se convocó y celebró el Concilio de Vaison en el que se acordó
proteger a la infancia a través de la comunicación y la recogida de niños abandonados
(Vallés, 2009). Como se está observando, en la Edad Antigua, la intervención
sociocomunitaria se desarrollaba, mayoritariamente, desde la familia, la vecindad o la
iglesia.

En la Edad Media nacen los primeros hospicios, creándose por iniciativa del Papa
Inocencio III en el año 1198 los primeros tornos para entregar a los niños que se
abandonaban. Navajo (2004) en un breve pero sistemático estudio señala que en la Edad
Media, existía otra forma de intervención sociocomunitaria basada en relaciones de
buena vecindad, la ejercida por los señores feudales. Estos, a cambio de explotar a sus
vasallos, les ofrecían cierta protección social totalmente graciable siempre que los
vasallos mantuvieran una relación de absoluta sumisión.

Los gremios ofrecían otra forma de intervención sociocomunitaria no basada ni en la


familiaridad ni en la buena vecindad. Según Navajo (2004), los gremios eran
corporaciones formadas por maestros, oficiales y aprendices de una misma profesión u
oficio que se regían por unos estatutos u ordenanzas especiales para, entre otras
acciones, establecer mecanismos de protección para sus afiliados ante situaciones de
necesidad. Estas acciones de socorro podían llevarla a cabo utilizando para ello el
dinero recaudado a través de las cuotas aportadas por los miembros.

De entre toda las formas de intervención sociocomunitaria presentadas, deben


destacarse, especialmente, las acciones caritativas cuyos beneficiarios no eran los
miembros de una familia, un feudo o un gremio, sino las poblaciones desfavorecidas
que no estaban sujetas a la protección de los sistemas anteriores. En la Edad Media, la
intervención sociocomunitaria se desarrollaba a través de la caridad de los ciudadanos
que daban limosna, los ayuntamientos que abrían y mantenían albergues y casas de
misericordia, o las organizaciones religiosas que atendían sus hospitales eclesiásticos.

Estas formas de caridad estaban ligadas a sentimientos religiosos y piadosos, siendo


fundamentalmente la Iglesia quien se ocupaba de la atención de pobres y marginados
ayudada en su labor por algunos nobles bienhechores.

También de esta época son las primeras leyes respecto a la pobreza, realidad molesta
para la colectividad por lo que se intentaba erradicarla, castigando al pobre inactivo que
pedía limosna. La legislación, igualmente, se centró en la infancia desatendida
mereciendo la pena destacar la labor proteccionista de Ramón Llull (1232-1315) y de
Alfonso X el sabio (1232-1315).

Gutiérrez y Pernil (2004: 149) centrándose en la infancia abandonada afirman.


Desde los primeros años de la Edad Media, la Iglesia hizo grandes esfuerzos para procurar
mantener con vida a los huérfanos y a los niños abandonados, pero los datos que nos llegan a
partir del siglo XII, proceden de hospitales que acogían a expósitos, que eran fundados por
instituciones eclesiásticas y también seculares.
La preocupación por los huérfanos y abandonados llevó a la creación de instituciones, en cuyos
estatutos se contempla lo relativo a la acogida y crianza e instrucción de los niños. En hospitales
de Francia e Inglaterra se contempla, en los estatutos, que si una mujer moría en el parto, o si el
hijo que dejaba, era bastardo, el niño que nacía se quedaba en el hospital, si el padre no podía
ser localizado pero la madre revelaba su nombre y era localizado, tenía que pagar la crianza del
niño. Las autoridades del hospital eran responsables de la crianza del niño hasta los 7 años, y de
darles un oficio con un artesano que garantizaría su futuro.
.../…
Como el número de niños expósitos era muy grande, los recursos no llegaban para cubrir tantos
gastos y tanto las parroquias como las autoridades municipales tuvieron que involucrarse y
buscar soluciones para asumir la atención de niños abandonados.

En cuadro adjunto se facilita un resumen de las acciones de intervención


sociocomunitaria desplegadas durante la Edad Media

CUADRO I

Fuente: Navajo (2004) disponible en www.iniciativasocial.net

En la Edad Moderna, se va reduciendo la protección feudal y eclesiástica comenzando a


tomar cuerpo la beneficencia pública. Esta implicación pública tiene dos caras, por un
lado trata de reprimir la pobreza y la mendicidad —ampliándose la legislación represora
de épocas anteriores— y por otro lado comienza a considerarse la necesidad de
establecer una ayuda social pública que pueda cubrir las situaciones de necesidad. Este
interés cristaliza en las leyes de beneficencia, siendo el ayuntamiento de Brujas en 1526
el primer organismo público que convierte la asistencia caritativa a los pobres en el
primer plan municipal de beneficencia pública. Erasmo de Rótterdam (1469-1536) y
Juan Luis Vives se mueven por esta preocupación.

Vives (en Vallés, 2009) defiende que los mendigos inválidos se establezcan en una casa
o en muchas, las que hicieran falta y que fuesen allí recogidos y atendidos de médicos,
boticarios, criados y criadas. Los niños expósitos, indica, deberían tener su hospital en
donde se alimenten.

En definitiva, en esta época, la beneficencia supone una forma de superación de la


caridad basada en el simple altruismo o generosidad del benefactor. Su carácter altruista
implica discrecionalidad de la ayuda solicitada sin ser un derecho propio del ciudadano
y manteniéndose como una acción graciable.

España asume tardíamente la beneficencia y no es hasta 1849 cuando se decreta la Ley


General de Beneficencia.

En cuadro adjunto se facilita un resumen de las acciones de intervención


sociocomunitaria desplegadas durante la Edad Moderna

CUADRO II

Fuente: Navajo (2004) disponible en www.iniciativasocial.net


A partir de la Revolución Francesa comienza a considerarse al marginado como un
ciudadano más con derechos y deberes. Aparece la Asistencia Social como segundo
sistema de protección social.
El Estado empieza a ocuparse de los problemas de los pobres y marginados como una
obligación inherente a su propia concepción y no como una tarea residual, esto provoca
que progresivamente se vaya desplazando la acción de la Iglesia en beneficio de la
acción pública (España no se incorpora a esta forma pública de acción social hasta
1934).
La asistencia social aparece como un conjunto, más o menos sistematizado, de
principios, normas y procedimientos para ayudar a individuos, grupos y comunidades a
satisfacer sus necesidades y resolver sus problemas. La consolidación del concepto de
asistencia social va parejo al nacimiento del Estado liberal y a la introducción del
capitalismo industrial, y plasma el inicio de la preocupación de los poderes públicos por
la acción social..
El desarrollo industrial de la segunda mitad del XIX provocó un agravamiento de la
marginación, sobre todo en los cinturones de las grandes ciudades pudiéndose, en este
momento, considerar la intervención como filantrópico-asistencial.
Continúa afirmando Navajo que estas asociaciones filantrópicas crean colegios,
orfanatos, comedores, etc. Gran parte de estas estructuras, creadas al final del XIX
fueron recogidas por la Administración y han sentado las bases de la política de
asistencia social en España. En definitiva, es un medio de control y de asegurar la
dependencia de aquellos a los que se da asistencia, pero, si el sujeto que recibe
asistencia desarrolla un comportamiento que no sigue aquel que le es puesto como
modelo a imitar, dejará de recibir asistencia y se tomarán medias represivas para
reconducir su comportamiento.
A pesar de sus limitaciones, este tipo de acciones palió en alguna medida el abandono y
miseria que sufrían grandes sectores de población. Es cierto que su filosofía hoy no es
aceptable, pero sin embargo, sirvió para humanizar la situación de grupos marginados,
aunque sin atacar las raíces de sus problemas.
En cuadro adjunto se facilita un resumen de las acciones de intervención
sociocomunitaria desplegadas durante la Edad Contemporánea.

Cuadro III

Fuente: Navajo. (2004) disponible en www.iniciativasocial.net


Vallés (2009) dibuja sucintamente el momento actual de la intervención
sociocomunitaria afirmando que en la década de los años 70 se comenzó a
desinstitucionalizar los procesos de atención y se trabajó desde la pedagogía de lo
cotidiano a través de una metodología de intervención específica como es la animación
sociocultural ejercida por los educadores de calle.

Estos nuevos aires cimentaron procesos de desarrollo comunitario a través de los que
una comunidad toma conciencia de su propia situación, la analiza y busca soluciones a
sus propios problemas. Siguiendo esta línea se comenzó a trabajar en la labor
preventiva, la detección de niños y adolescentes con dificultad, el trabajo de calle, el
educador familiar, el animador de personas mayores, el educador de adultos, el
animador de escuelas de padres, el educador de personas con minusvalía, el promotor de
iniciativas comunitarias, el promotor de empleo, el educador de prevención de
drogodependencias, el educador de la comunidad terapéutica, el educador sociolaboral.

Muchos perfiles para un mismo objetivo, dar respuestas a las necesidades que se
detectan en la comunidad desde una misma dirección, la dirección de intervenir con la
comunidad, desde la comunidad y para la comunidad.

4.- BIBLIOGRAFÍA

BARCENA, F. (1997) Comunidad en: GIL, R. (ed.) ​Filosofía de la educación hoy.


Diccionario​ (Madrid, Dykinson) pp. 112-113
FERMOSO, P: (1997) Sociedad en: GIL, R. (ed.) ​Filosofía de la educación hoy.
Diccionario​ (Madrid, Dykinson) pp. 522)
GIL, F. (1997) Intervención educativa, en GIL, R. (ed.) ​Filosofía de la educación hoy.
Diccionario​ (Madrid, Dykinson) pp. 337-338
GUTIERREZ, A. y PERNIL P. (2004): Historia de la infancia. Itinerarios educativos
(Madrid, Ediciones UNED)
HOMBRADOS, I., GARCÍA, M. Á., LÓPEZ, T. (Coord.)(2006): Intervención Social y
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NAVAJO, P. (2004) De la caridad al Estado de bienestar en www.iniciativasocial.net
QUICIOS, Mª del P. (2002): Fundamentos filosóficos de la pedagogía antigua. La
educación griega, romana y judeocristiana (Madrid, Ediciones UNED)
VALLÉS, J. (2009): Manual del educador social. Intervención en Servicios Sociales
(Madrid, Pirámide)

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