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3er programa. Capitalismo cognitivo y de plataformas.

Querides oyentes de radio fibra, soy pablo delgado y nuevamente les doy
la bienvenida a DEL FRAGMENTO A LA SITUACION y esta vez con un
temaiken bien arriba de la gran Marilina Bertoldi, fumar de día se llama el
tema. Espero lo disfruten, y de paso hago extensiva la invitación a conocer
su música. No se la pierdan.
Bien, sin más preámbulos, en este tercer episodio quiero hacerles una
reseña de un libro editado en 2018 que tiene varias cosas para decirnos, al
son de lo que estuvimos comentando en el segundo episodio y que tiene
que ver con un tópico en apariencia nuevo dada la emergencia de empresas
como Glovo, Rappi, Pedidos YA, etc… El libro se llama “Capitalismo de
plataformas”, de Nick Srnicek, de la editorial caja negra.
Nacido en Canadá, allá por el año 1982, Srnicek es profesor de Economía
Digital del Departamento de Humanidades Digitales de King’s College en
Londres. Sus investigaciones están basadas en la interacción de la economía
política y la tecnología, y se encarga de analizar tanto las amenazas como
las oportunidades que surgen de esa relación. Además, es coautor del
Manifiesto Aceleracionista junto con Alex Williams, que tuvo una gran
repercusión mundial y fue traducido a varias lenguas, con quien también
publicó el libro “Inventar el futuro. Poscapitalismo y un mundo sin trabajo”.
Y bien, ¿qué podemos encontrar en “Capitalismo de plataformas”?
Hay una materia prima sobre la que cada vez más empresas centran su
atención: los datos. En este marco, este libro se propone realizar un análisis
económico sobre los modelos de negocios de las plataformas, su relación
con la historia y sus perspectivas a futuro… un futuro que de ninguna
manera se acerca al cuadro que pinta la “ideología de Silicon Valley” a la
que nos quieren hacer creer. En este recorrido, el autor centrará su mirada
en la economía digital, esto es, en como gran cantidad de negocios
dependen cada vez más de la tecnología de información, datos e internet
para su funcionamiento. Y más aún, en como internet se convirtió en una
condición de existencia. Todo lo cual, atraviesa áreas tradicionales como el
sector manufacturero, servicios, transporte, minería, etc., y se está
volviendo esencial para gran parte de la economía como también lo están
haciendo las finanzas. Por ende, no es conveniente reducir esta economía
a su aspecto sectorial… la economía digital entonces constituye una
infraestructura que se va expandiendo por toda la economía
contemporánea. Y, además, se está volviendo todo un modelo a seguir: las
ciudades deben ser inteligentes, los negocios disruptivos, les trabajadores
flexibles, y los gobiernos austeros y capaces.
Entonces, el argumento de este libro es que, dada la prolongada caída de la
rentabilidad de la manufactura, el capitalismo se volcó hacia los datos como
un modo de mantener el crecimiento y la vitalidad. Lo cual tiene que ver
también con la necesidad que tienen los capitalistas de trasformar
continuamente el proceso de trabajo para acortar costos, eliminar
competidores, reducir los tiempos muertos y ganar participación en el
mercado. Allí emerge la plataforma como nuevo modelo de negocios, capaz
de controlar enormes volúmenes de datos y de generar grandes compañías
monopólicas. Dicho esto, el propósito del autor es ubicar estas plataformas
en una historia más amplia.
Y esa historia tiene tres momentos fundamentales para el tema que hoy
nos convoca.
1) La respuesta a la recesión de los 70: después de la devastación de la
segunda guerra mundial, recordemos que la manufactura
estadounidense estaba en una posición globalmente dominante y
que las grandes empresas manufactureras marcaban el paisaje con
sus líneas de producción fordista, orientadas a la producción masiva,
con un control gerencial verticalista cuyo proceso laboral estaba
organizado según principios tayloristas, es decir, fragmentando las
tareas para reducirlas a pequeñas operaciones no calificadas. Eran
épocas del trabajador de masas, representado por sindicatos
poderosos que, en la negociación con el capital, aseguraban salarios
elevados, trabajos relativamente permanentes y jubilaciones
garantizadas, a la par de una cantidad importante de políticas
sociales para lxs menos favorecidxs o excluidxs de este acuerdo. Este
momento excepcional tuvo varias denominaciones: consenso
socialdemócrata, compromiso fordista-keynesiano, Estado de
Bienestar Keynesiano.
Pero las manufacturas estadounidenses no eran las únicas y al
tiempo debieron enfrentarse con la competencia de Alemania y
Japón, lo cual produjo llegado los 70 una crisis de sobrecapacidad y
sobreproducción que presionó para que bajaran los precios de los
productos, por ende, comienza a desplegarse una crisis de
rentabilidad para las firmas nacionales. Al tiempo se sumaron a la
competencia Taiwán, Corea, Singapur y China.
El modelo fordista dejaba de funcionar como paradigma y fue
reemplazado por el posfordismo y el toyotismo japonés, dado que la
producción debía ser optimizada.
Y de la producción en masa de productos homogéneos, las firmas se
fueron acercando hacia productos cada vez más customizados que
respondían a la demanda del consumidor.
En este marco hubo un ataque directo y sin cuartel al poder laboral:
trabas legales, crisis de la sociedad industrial y caída de la cantidad
de afiliadxs, reducción de salarios, tercerización cada vez más
pronunciada, represión y criminalización de la protesta hasta llegar a
la ola de dictaduras que azotaron América latina.
2) El boom y la caída en los 90: Estancada la industria, a mediados de
los ‘90, el capital financiero apostó a las telecomunicaciones: las
empresas para comercializar internet (empresas punto-com)
florecieron y recibieron miles de millones de dólares en inversiones.
Ello se reflejó en un fenomenal crecimiento del capital fijo para este
sector: se instalaron millones de kilómetros de fibra óptica y cables
submarinos, se hicieron grandes avances en software y diseño de red,
y se realizaron fuertes inversiones en servidores y bases de datos.
Todo lo cual también aceleró múltiples procesos de deslocalización y
tercerización de las empresas. Este boom, además, fue alentado por
grandes procesos de especulación financiera y capitales de riesgo
que no tardaron en desanclarse de la llamada “economía real”. Así,
esta “nueva economía” prometida por las empresas en base a
internet generó una burbuja que terminó explotando durante los
años 2000, pero que también dejo en pie “la instalación de un base
de infraestructura para la economía digital” muy importante.
3) Crisis del 2008: durante 1998, mientras la crisis del sudeste asiático
se aceleraba, en estados unidos también el boom de las punto-com
trastabillaba. Por ende, se recurrió a una serie de estímulos fiscales,
el más importante, una rápida reducción de la tasa de interés para
así aumentar la propensión al consumo y a la inversión. Pero a menor
tasa de interés, menor retorno de las inversiones financieras, por
ende, esos capitales deben buscar nuevos nichos y los encontraron
en las hipotecas subprime. Lo demás es historia ya sabida: caen los
precios de los inmuebles a partir de 2006, decrece así el patrimonio
de los particulares, baja el consumo y, por consiguiente, empieza a
haber falta de pagos de los créditos hipotecarios. Muy pronto esto
afectó a toda la economía dado que el sistema financiero estaba cada
vez más ligado al mercado de las hipotecas. Así, fondos de cobertura
empiezan a quebrar y todo estalla con la quiebra de Lehman
Brothers. La reserva federal de estados unidos salió a rescatar bancos
por 700.000 millones de dólares, proporciono asistencia en líquido e
incluso tomo posesión de bancos claves. Con otros gigantescos
rescates, salvo empresas al borde de la quiebra y realizaron recortes
impositivos para contener lo peor de la crisis. Resultado: los altos
niveles de deuda privada antes de la crisis se transformaron en altos
niveles de deuda publica luego de la crisis. Simultáneamente el orden
financiero internacional entraba en crisis y las acciones frente a este
contexto fueron de la misma magnitud. Así, las tasas de interés claves
del mundo, todas cayeron estrepitosamente. Varios gobiernos
quedaron en una posición precaria, y una vez más, los sectores
populares y trabajadores fueron los más afectados en la crisis. En ese
sentido, el desempleo se disparó a tal punto de obligar a miles y miles
de personas a aceptar cualquier trabajo en condiciones paupérrimas,
sentando las bases para trabajos precarios como los de Rappi o Uber.
En este contexto, se opta por recurrir a políticas monetarias
extraordinarias y la doxa de la “austeridad”, conocida en Argentina
como el “ajuste”, empieza a ser generalizada en varias partes de
mundo.
Lo que me parece interesante a destacar acá luego de este recorrido, es que
Srnicek sostiene que cada uno de estos momentos fue preparando el
escenario para la economía digital de hoy. Y hoy somos testigos de muchos
nuevos términos que intentan caracterizar nuestra época: economía del
trabajo temporal, economía compartida, economía app, economía on-
demand, economía de la vigilancia y un largo etc.
Muchxs han sostenido que esto se debe a que vivimos cada vez más en un
capitalismo cognitivo. Y eso no es menor dado que se trata de una mutación
que ha trastocado varias categorías de la economía política hasta
desestabilizarlas como la categoría de valor, trabajo e incluso Capital.
Siguiendo al autor italiano Carlo vercellone: “en el origen de tal mutación
se encuentra la creciente importancia de la dimensión cognitiva e
inmaterial del trabajo y más globalmente del rol del conocimiento”. Como
muestran Marazzi y Antonio Negri, en el capitalismo cognitivo el nuevo y
principal capital fijo es la inteligencia colectiva, y, por lo tanto, la nueva
fuente de valor es el saber y la capacidad creativa del trabajo vivo. Y eso
tiene una cuota de verdad muy importante pero no es todo. “Capitalismo
de plataformas” viene a sostener que también nuestro sistema se centra en
la extracción de un tipo particular de materia prima: los datos. Y que los
mismos para ser extraídos necesitan una gran infraestructura para ser
detectados, grabados y analizados donde su fuente son la actividad de los
usuarios. Es decir, al igual que el petróleo, los datos también deben
extraerse y refinarse, para ser utilizados de diferentes maneras. Mientras
más datos tenés, más usos les podés dar, por ejemplo: optimizan la
producción, permite conocer las preferencias de les consumidores,
permiten controlar y vigilar trabajadores como también coordinarlos y
deslocalizarlos, educan y dan ventaja competitiva a los algoritmos, generan
cimientos para nuevos servicios y productos, y son utilizados hasta para las
elecciones. Además, el análisis de los mismos datos, es generador de
nuevos datos.
Entonces de esta producción gigantesca de datos surge un nuevo modelo
compañía: las plataformas. Y están son utilizadas por Google, Amazon,
Facebook pasando por Uber, siemens, general electric hasta llegar a John
Deere y Monsanto. Nos animamos a decir que hay una suerte de devenir
algorítmico de la vida cotidiana.

¿Qué es una plataforma?


Las plataformas, dice Srnicek, son infraestructuras digitales que permiten
que dos o más grupos interactúen. De esta manera se posicionan como
intermediarias entre diferentes usuarios: clientes, anunciantes, proveedor
de servicios, distribuidores, y hasta objetos físicos. Además, incorporan
herramientas para que el propio cliente customice, digamos, el servicio, casi
como quiera. Por lo tanto, en vez de construir un mercado desde cero, lo
que hacen las plataformas es mediar entre diferentes grupos. Otra
característica, es que dependen de la producción de “efectos de red”, esto
es, mientras más usuarios utilicen determinada plataforma, más valiosa se
vuelve la misma para los demás. El ejemplo de Facebook es clarísimo, como
también Instagram. En el caso de Google tenemos un claro ejemplo de
cómo van mejorando sus algoritmos mientras más es utilizado. Ahora bien,
esto conlleva una tendencia cuasi natural a que dichas plataformas también
devengan en monopólicas. Una tercera característica tiene que ver con las
tácticas que se dan estas empresas para sumar más usuarios, aquí aparecen
las subvenciones cruzadas, es decir, la prestación gratuita de algunos
servicios que se compensa con el cobro de otros, en pos de captar
diferentes grupos de usuarios. Por ejemplo, Google proporciona gratis el
servicio de correo electrónico, pero cobra por publicidad, y ahí mueve miles
de millones de dólares. Por último, no es menor mencionar que si bien las
plataformas se presentan como espacios vacíos para que interactúen ahí,
las reglas para el desarrollo de productos y servicios como también las
interacciones en el espacio de negocios, son establecidos por el dueño de
la plataforma, es decir, hay una arquitectura centra establecida que
controla las posibilidades de interacción.
Dicho esto, vale una aclaración. Esta continua extracción de datos no debe
ser interpretada como un proceso que se alimenta del “trabajo gratis” de
millones de usuarios, dado que no toda acción humana es directamente
trabajo y porque la mayoría de las interacciones sociales no entran en el
proceso de valorización capitalista que supone una plataforma, por ende,
de ahí la necesidad constante de construir nuevas plataformas para
competir.

Luego de esa vasta definición, Srnicek propone algunas herramientas


analíticas para pensar las diferencias entre las plataformas. En este sentido,
postula cinco tipos de infraestructuras digitales: a) plataformas
publicitarias (como Google y Facebook, ejemplos paradigmáticos y
vanguardia de esta tipología), que extraen información de los usuarios, la
procesan y luego usan esos datos para vender espacios de publicidad, de
hecho, la publicidad es su mayor fuente de ingresos. A principios de 2016,
el 89% de los ingresos de Google y el 96,6% de Facebook provenían de
anunciantes. Ahora bien, lo que se le vende a esos anunciantes no son datos
personalizados sino “la promesa de que el software de google va a conectar
de manera eficiente a dicho anunciante con los usuarios correctos en el
momento indicado”, es decir, datos trabajados. Y este modelo está siendo
replicado a una variedad de industrias importantes, no solo en el mundo
online sino también en el offline; b) plataformas de la nube
(Amazon Web Services, Salesforce), que alquilan hardware y software a
otras empresas. La utilidad de este servicio radica en que evita que otros
negocios inviertan tiempo y dinero en desarrollar sus propios sistema de
hardware, su propio kit de desarrollo de software o sus propias
aplicaciones, en otras palabras, las plataformas de la nube permiten la
tercerización de gran parte de lo que constituiría del departamento de
tecnología de información de una empresa, entonces se alquila según se
necesita; c) plataformas industriales (General Electric, Siemens),
que producen el hardware y software necesarios para transformar la
manufactura clásica en procesos conectados por internet, lo que baja los
costos de producción. En el nivel más básico esto incluye la inserción de
sensores y chips de computadoras al proceso de producción y de
rastreadores al proceso de logística, todos vinculados mediante conexiones
de internet. La idea es reducir costos y tiempos muertos, pero también la
customizacion masiva; d) plataformas de productos (Spotify, Rolls Royce),
que transforman un bien tradicional en un servicio y cobran una suscripción
o un alquiler. Aquí los datos son tan importantes como en cualquier otra
plataforma dado que puede otorgar ventajas competitivas muy
sustanciosas para contrarrestar a otros competidores. En este sentido, los
datos extraídos se pueden utilizar para estimar desde condiciones
climáticas hasta monitorear desgastes de un motor, mejorar un
combustible, etc.; e) plataformas austeras (Airbnb, Uber, Glovo,
Rappi), que proveen un servicio sin ser dueñas del capital fijo, por ejemplo,
Uber no tiene una flota de taxis, Airbnb no tiene departamentos y Rappi no
tiene bicis, y cuyo modelo es “primero crecimiento, ganancias después”.
Estas plataformas abarcan desde compañías especializadas en algún
servicio (limpieza, medico, plomería, etc.) hasta mercados más generales
TaskRabbit o Mechanical Turk. Se podría pensar que se trata solo de
plataformas virtuales dado que no tienen activos y los que utilizan están
hipertercerizados y deslocalizados, pero, por el contrario, son dueñas de un
activo muy importante, la plataforma de software y análisis de datos. Otra
característica es que aquí se paga por tarea, por ejemplo, un porcentaje por
cada viaje en Uber.

Competencia
Hacia el final del libro, el autor pone el eje en la competencia
intracapitalista, preguntándose cuáles son las consecuencias más generales
que las empresas digitales están generando para el capitalismo. El autor
señala que, por los efectos de red, hay una tendencia natural hacia la
monopolización que está inscripta en el ADN de estas empresas.
Esto deriva en un cambio en la forma de competir: ya no solo importa la
relación costos-precios, sino que entra en juego la cantidad de datos que
acopian las empresas y el tipo de análisis que hacen de ellos. Ello significa
que hay algo así como una nueva carrera colonialista por descubrir nuevos
terrenos de donde extraer datos: quien más datos acumule, mejor
posicionado estará.
Por otro lado, Srnicek identifica una tendencia de estas empresas hacia el
cerramiento: buscan que los usuarios no salgan de sus aplicaciones, en
orden de capturar sus datos y dañar a la competencia; de allí se explica, por
ejemplo, que Uber esté invirtiendo para desprenderse de Google Maps.
Para ir cerrando, debemos decir que se trata de un modelo de negocios que
deja varias dudas en muchos aspectos. Por ejemplo, al igual que otras
empresas de la mal llamada “economía colaborativa”, Uber está ganando
mercados a través de una política agresiva de reducción de precios, que
solo se sostiene, por un lado, vulnerando derechos laborales bajo el mantra
de considerar a sus trabajadores no en relación de dependencia sino como
“colaboradores”, como sus propios jefes, como socixs o héroes y heroínas.
En este sentido, las plataformas llevan este proceso de subcontratación y
precarización iniciado de manera abrupta desde los 70 a un nuevo nivel: se
trata de empleadores que directamente no se reconocen como tales. El
resultado es básicamente una nueva escalada en la fragmentación del
mundo del Trabajo, poniendo a les subalternxs a merced de empresas de
carácter monopólico o casi monopólico, con salarios muy bajos. Pero
también, en segundo lugar, gracias a los millonarios subsidios del sector
financiero… recordemos que esta empresa registró pérdidas casi todos los
años y en 2018 el rojo llegó a los 4 billones de dólares. En un artículo de la
Nación al respecto, sostenían que: “A pesar de todas estas contradicciones,
a las plataformas les llueven las inversiones. La gran pregunta es cuánto de
este dinero va a innovaciones que nos cambian la manera de vivir y cuánto
a bicicleta financiera disfrazada de start-up.”
Tal es así que, no es para nada descabellado preguntarse: ¿Es posible que
se esté generando una burbuja tecnológica similar a la de las puntocom en
el 2000?

CIERRE.

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