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El vacío y el sujeto
“El maestro interrumpe el silencio con cualquier cosa, un sarcasmo, una patada. Así
procede en la técnica zen, el maestro budista en la búsqueda de sentido. A los alumnos
les toca buscar las respuestas a sus propias preguntas. El maestro no enseña ex cathedra
una ciencia ya constituida, da la respuesta a sus cuando los alumnos están a punto de
encontrarla.”[2]
No hay que equivocarse, estas líneas no conciernen solamente la forma que debe tomar
la enseñanza en general, apuntan a la interpretación analítica en su práctica más
enraizada en la experiencia de la cura. Lo veremos más adelante. Admitamos ese lazo
entre la interpretación y el “cualquier cosa”, en el sentido más vasto, lo heterogéneo.
Seguiremos así más fácilmente el desarrollo de la reflexión de Lacan sobre la
interpretación desde su primera enseñanza hasta lo que fue conducido, por su última
enseñanza a “pasar al reverso” de la interpretación, según la problemática actualizada
por Jacques-Alain Miller. En el horizonte más radical de esta nueva perspectiva, Lacan
será conducido a fundar la posibilidad misma de la interpretación sobre una nueva
dicho-mansión, mezcla heterogénea del significante y de la letra. Esa nueva dimensión,
aporte específico del psicoanálisis, añade funciones de la lengua desapercibida de la
lingüística, aún aquella de Jakobson, tan palpable en la función poética, que engancha la
interpretación a la definición del síntoma como acontecimiento de cuerpo. La
interpretación se vuelve así acontecimiento del decir, que puede elevarse a la dignidad
del síntoma, o según la expresión críptica de Lacan, apagarlo. Es ese recorrido lo que
abordaremos en este artículo. Después expondremos el pasaje al reverso de la
interpretación. Luego consideraremos la interpretación como jaculación, entre oral y
escrito. Terminaremos con ciertos aspectos de la práctica de la nueva dicho-mansión así
revelada, y cómo ella nos permite circular entre los diferentes niveles de la
interpretación que son movilizados en el curso de la experiencia analítica.
Cuando Lacan aísla el “cualquier cosa” del maestro zen[3], Lacan no habla de la técnica
zen en general, sino específicamente de aquella de uno de los fundadores de una escuela
cuya influencia fue central en la transmisión del Budismo Chan en el Japón. Este autor
era querido por aquel que Lacan llamaba su “buen maestro”[4], Paul Demiéville, que
acababa de publicar en 1947 un estudio fundamental, “el espejo espiritual”, sobre el
cual Lacan se apoyará. El sinólogo, que leía sanscrito y especialista del budismo, es
aquel que define la diferencia entre budismo indio y chino, oponiendo el gradualismo
indio al subitismo chino[5]. El acento puesto por Chan de Linji sobre la producción
súbita de la vacuidad por ruptura es el ejemplo mismo de este subitismo. Las referencias
lacanianas en relación con el relámpago deben en este sentido tanto al relámpago de la
vacuidad de Linji como al relámpago heracliteano de Heidegger. Jacques-Alain Miller
insistió sobre esta vertiente de la enseñanza de Lacan, queriendo
“[…] dejarse conducir así por la letra de Freud hasta el relámpago que ella necesita sin
darle cita de antemano, no retroceder ante el residuo, recobrado al final, de su punto de
partida de enigma, e incluso no considerarse satisfecho al término de la trayectoria del
asombro por el cual se entró […].”[6]
Estamos autorizados a poner en relación la intervención del maestro Zen para liberar al
practicante de sus hábitos mentales, con la interpretación analítica por el dicho de
Lacan, según el cual la interpretación debe apuntar al objeto, y especialmente bajo la
guisa del vacío. “Cada uno sabe que un ejercicio Zen tiene alguna relación, aunque no
sepamos que es lo que eso quiere decir, con la realización subjetiva de un vacío.”[7]
Es por ello por lo que Lacan se interesa, en los años ’50, en las consideraciones del
psicoanalista inglés heterodoxo Edwar Glover, en los año ’30, sirviéndose de sus
desarrollos de la interpretación inexacta. “Un artículo que les aconsejo la lectura en este
tema es aquel de Glover que se titula Therapeutic Effects of the inexact interpretation”.
El tema es muy interesante y lleva a Glover a erigir una situación general de todas las
posiciones tomadas por aquel que se encuentra en posición de consultante en relación
con un problema cualquiera. De esta manera, generaliza, extiende la posición de
interpretación a toda posición articulada tomada por aquel que se lo consulta, y hace la
escala de las diferentes posiciones del médico en relación con el enfermo. Hay allí una
anticipación de la relación médico-enfermo”[9]. Glover se interesa en las aporías de los
recorridos de la interpretación, pero no toma en cuenta la puesta en función del lugar de
la verdad como tal. El fluido flogístico del cual se trata es de hecho el sentido tal como
se presenta escapando de la relación entre seres humanos espontáneamente sin ninguna
relación y ningún principio.
Pero lo que Lacan acentúa es que el nivel de oposición entre lo verdadero y lo falso,
insuficiente para calificar aquello de lo que se trata en la experiencia analítica, es el
lugar en reserva de la verdad como lo que puede hacer agujero, hacer vacío en el
discurso y que este lugar está ocupado por el psicoanalista con el término connotado
históricamente como asociación, para simplemente calificarlo como discurso libre.
“En ese discurso analítico destinado a cautivar la verdad, es la repuesta -interpretación,
interpretativa, que representa la verdad, la interpretación […] como siento ahí posible
[…] el discurso que hemos comandado como discurso libre tiene por función el de
hacerle lugar. No tiende a nada más que a instaurar un lugar de reserva para que ella se
inscriba, esa interpretación, como lugar reservado a la verdad. Ese lugar es aquel que
ocupa el analista. Les hago subrayar que él lo ocupa, ¡pero que no es ahí que el paciente
lo pone! Está ahí el interés de la definición que doy de la transferencia […] Él está en
posición de sujeto supuesto saber.”[12]
La interpretación analítica es así tomada entre el saber supuesto sobre lo que es el lazo
misterioso entre el inconsciente y el goce, y la vacuidad efectiva que se trata de
producir.
“Es decir que está entre dos cajas, entre la posición falsa de ser el sujeto supuesto saber
(lo que sabe bien que no es), y aquella de tener que rectificar los efectos de esa
suposición de la parte del sujeto, y éste al nombre de la verdad. Es en esto que la
transferencia es fuente de lo que se llama resistencia.”[13]
A la interpretación que produce sentido y que se comprende, sin límite alguno, Lacan
opone el efecto de verdad de la interpretación en tanto que ella reenvía a un vacío
fundamental, una ausencia primera. La interpretación encuentra así su fundamento
como la recuperación de la inserción en el significante de lo que llama, de manera
remarcable, la vida.
“La significación no emana de la vida en mayor medida que el flogisto se escapa de los
cuerpos en la combustión. Antes bien habría que hablar de ella como de la combinación
de la vida con el átomo O del signo, 8 del signo en cuanto que en primer lugar connota
la presencia o la ausencia, aportando esencialmente el y que las liga, puesto que,
connotando la presencia o la ausencia, instituye la presencia sobre fondo de ausencia,
como constituye la ausencia en la presencia.”[14]
Y Lacan da como figura de ese momento inaugural de la conjunción del lugar del Cero
de posición del sujeto incluido en el significante con la vida en el juego del Fort-Da.
“Punto de inseminación de un orden simbólico que preexiste al sujeto infantil y según el
cual va a ser preciso estructurarse.”[15]
“La apalabra es un monologo. Este tema del monólogo atormenta al Lacan de los años
’70 -la advertencia que la palabra es sobre todo monólogo. Propongo aquí la apalabra
como el concepto que responde a lo que se actualiza en el Seminario Aún, cuando Lacan
interroga de manera retórica –¿Lalengua sirve primeramente para el diálogo? Nada es
menos seguro.”[18]
Si, para lalengua, lo útil no es adecuado es porque ella tiene un parte ligada con el goce.
“Lo que responde a la fórmula que Lacan da en su Seminario Aún, –Ahí donde eso
habla, eso goza. Eso quiere decir, en su contexto, eso goza de hablar”[19]. Mientras
que la interpretación semántica quería hacer que se vuelva a lanzar, la interpretación que
se afronta al goce apunta, al contrario, a un no-relanzamiento. “Es necesario un límite al
monólogo autista del goce. Y encuentro muy iluminador decir –La interpretación
analítica hace límite. La interpretación, al contrario, tiene una potencialidad
infinita”[20]. La potencialidad infinita del discurso libre no plantea como único límite
al goce sino aquel del principio del placer. El límite de la interpretación es otra cosa.
“Decir cualquier cosa lleva siempre al principio del placer, al Lustprinzip. Es decir que
allí donde eso habla, eso goza. Es el comentario de ello. En particular porque se pone
entre paréntesis las prohibiciones, las inhibiciones, los prejuicios, etc., cuando eso se
pone verdaderamente a dar vueltas a ese nivel, hay una satisfacción de la palabra.”[21]
Por la introducción de esta modalidad que rompe con la asociación libre de la palabra,
por la puesta en lugar de un “cierto eso no quiere decir nada”[23], la interpretación, que
pasa por la palabra, pasa del lado de lo escrito, único capaz de tomar a cargo el agujero
del sentido y lo imposible.
“Del mismo modo que la formalización, la interpretación, […] está más bien del lado de
lo escrito antes que del lado de la palabra. En todo caso, ella debe hacerse a porfía de lo
escrito, en la medida en que la formalización supone lo escrito.”[24]
“La interpretación analítica […] conlleva de una manera que va más lejos que la
palabra. La palabra es un objeto de elaboración para el analizante, pero en ello tiene
efectos de lo que dice el analista -ya que él dice. No es poco el formular que la
transferencia juega allí un rol, pero no esclarece nada. Se trataría de explicar cómo la
interpretación tiene un alcance, y que no implica forzadamente una enunciación.”[25]
El sujeto supuesto saber es la ilusión estructural según la cual lo que se dice reenvía al
pasado, a lo que tuvo lugar, como si estuviera ya ahí antes de la experiencia de la sesión
analítica, antes de hablar. Atrapemos esta idea, como lo hace Jacques-Alain Miller, ¡en
su fuerza máxima! Se trata en nuestra interpretación de transformar la ilusión del sujeto
supuesto saber, ligada a la cadena significante, mostrando que esa ilusión está fundada
sobre un régimen inédito, nuevo, de la instancia de la letra: el ‘estaba escrito’.
En la primera enseñanza de Lacan, la interpretación tenía por efecto el dar acceso a los
capítulos borrados de mi historia, a lo que estaba escrito en los capítulos de la historia.
En el segundo, Lacan se deshace de esta referencia a la historia para no guardar más que
la referencia al ‘estaba escrito’. El efecto de supuesto saber, su generalización, debe ser
mantenido a partir de la potencia del ‘estaba escrito’. Una nueva concepción de la
interpretación se desprende: “La interpretación, cuya esencia es el juego de palabras
homofónicas, es el reenvío de la palabra a la escritura, es decir, el reenvío de cada
enunciado presente a su inscripción, a su enunciación por el sujeto supuesto saber.”[27]
La relación a la enunciación en el régimen del sujeto supuesto saber pasa a aquel del
“estaba escrito en el equívoco” gracias a la nueva concepción de la interpretación en la
segunda enseñanza. La interpretación en tanto que homofonía (primera enseñanza) está
tomada en la generalización del equívoco que supone un reenvío al estaba escrito, ella
convoca la relación muy compleja entre palabra y escritura. En el Seminario XXIII,
Lacan desarrolla la escritura como apoyo de la palabra, rechazando el seguir a Jacques
Derrida en su idea de la escritura como impresión, trama, huella. Lacan se sirve de la
escritura y la define a partir de la experiencia analítica, que reenvía la palabra al escrito,
a la ilusión estructural generalizada del “estaba escrito”. Construye una literalidad, una
relación a la instancia de la letra a partir de la experiencia.
“Una interpretación siempre quiere decir “Has leído mal lo que estaba escrito”. En este
sentido, la interpretación es una rectificación de la lectura del supuesto saber. La
interpretación supone que la palabra en sí es una lectura, que ella reconduce la palabra
al “texto original”.”[28]
El sujeto barrado, identificado a la flecha del tiempo, “aquel que suporta todas las
paradojas del ahora”, no sabe situarse y quiere abrochar los agujeros de la falta-de-ser
por las pasiones del ser: el odio, el amor. Y hay las pasiones del alma, es decir las
pasiones del objeto a, del cuerpo afectado por el goce. La interpretación del “estaba
escrito” interviene en el registro de los “pathos del alma: […] la fluctuación de los
estados del alma, con su duración, con sus sustituciones, con el margen que es dejado al
sujeto para hacerles durar o para intentar reabsorberlos”[29]. Interpretar significa leer en
ese margen, intervenir sobre ese margen.
En este sentido, la producción del relámpago interpretativo debe decirse en plural. Los
relámpagos de los inconscientes, los relámpagos del parlêtre, no incluyen solamente el
relámpago que depende de la cadena significante. El relámpago los rige a todos, el
relámpago rige todos los significantes en cadena compacta. Al final del análisis, éste se
deshace en “piezas sueltas” -como indica Jacques-Alain Miller- S1, S1, S1, un enjambre
que no está ya ligado, compactado en una cadena, sino rendido al azar fundamental. El
relámpago es también el acontecimiento de cuerpo que viene a marcar al LOM que tiene
un cuerpo y que sufre por ello. El acontecimiento de goce que viene a marcar ese cuerpo
al hierro vivo es también un relámpago, pero diferente del precedente. Como Lacan lo
hace notar en el Seminario XXIII, el relámpago del acontecimiento de cuerpo introduce
un equívoco, una fisura en el ser del cuerpo, a veces de manera instantánea. A propósito
de los fenómenos de creencia y de radicalización, por ejemplo, se habla de
radicalización express: el momento anterior, no estaba radicalizado, el momento
después, lo está –un poco más y la bomba habría explotado. Cuando se trata de
creencia, el sujeto se sostiene por un hilo: la creencia está ligada, por un lado, a la
cadena significante y al ideal y, por otro lado, al registro del acontecimiento de cuerpo.
Estos dos regímenes de la interpretación, con sus registros infinitamente variados,
constituyen una piedra de toque que guía nuestra práctica.
La interpretación como jaculación
El decir del analista, que responde al decir del inconsciente convertido en híbrido,
Lacan pudo llamarlo jaculación.
Para conservar ese lazo de un efecto de sentido que permanece, sin por lo tanto creer en
un la dimensión de una enunciación, Lacan viene a plantear con ello la existencia de un
efecto de sentido real. “El efecto de sentido exigible al discurso analítico no es
imaginario. Tampoco es simbólico. Es necesario que sea real. De lo que me ocupo este
año, es de pensar cuál puede ser lo real de un efecto de sentido.”[31]
Lacan ya había utilizado ese término de jaculación para dar cuenta del texto poético, sea
a propósito de Pindare[33] o de Ángelus Silesius y sus jaculaciones místicas[34]. O más
aún, hace del Poordjeli de Serge Leclaire, formalización fuera-de-sentido de diferentes
elementos del fantasma, “una jaculación secreta, una fórmula jubilatoria, una
onomatopeya”[35], y así como hace del Fort-Da una jaculación. En el Seminario sobre
El objeto del psicoanálisis, retoma las primeras frases del primer Seminario sobre la
acción del maestro zen:
“[…] cada uno sabe que un ejercicio zen, eso tiene alguna relación, aunque no sepamos
bien lo que quiere decir, con la realización subjetiva de un vacío…el vacío mental que e
trata de obtener y que sería obtenido, ese momento singular que sigue a la espera, que se
realiza a veces por un vocablo, una frase, una jaculación, incluso una grosería, un palmo
de narices, una patada al culo. Es muy cierto que ese tipo de payasadas o bufonadas no
tienen más sentido que en el panorama de una larga preparación subjetiva”[36].
Podemos agregar ahora que Linji fue, en el zen el inventor y aquel que supo mejor
practicar lo que Demiéville traduce por eructación. “Una eructación, procedimiento
inimitable de la mayéutica Chan; Lin-tsi llega más allá de haber sido el virtuoso más
consumido sino a ser el inventor.”[37]
Jacques-Alain Miller dio de esta jaculación una versión renovada que le da toda su
dimensión. Considera que Lacan pasa más allá del átomo saussureano que liga el sonido
y el sentido haciendo recurso a la voz.
“Un enunciado está sometido a la matriz binaria del enunciado y de la enunciación, que
hacen dos. Diría hoy que la vociferación, del cual hago el tercer término después de
aquel de proposición y aquel de enunciado, va más allá de la división del enunciado y
de la enunciación. La vociferación es enunciado-enunciación de manera indivisible. […]
No se pone a distancia de quien vocifera. Y cuando no hay de quien, eso se dice todo
junto. Dicho de otra manera, la vociferación incluye su punto de emisión.”[38]
De la verdad a la escritura
Al final del análisis, llega un momento donde eso no se interpreta más. Viene un sueño
donde una formulación del síntoma se impone. Los textos del pase dan testimonio de
ello y recientemente, se puede reenviar al testimonio de Clotilde Leguil. Es el
equivalente de un axioma, para las teorías formales, salvo que el axioma está ahí desde
el principio, como el decir que no puede ser interpretado. Que estará fuera del universo
de discurso que se va a construir. Siendo dados un cierto número de axiomas sobre los
cuales nada será dicho, entonces de construye un universo de discurso que engendra
proposiciones que se deducen de los axiomas. Después, todo se interpreta, todo se
deduce, las proposiciones engendradas van a poder revelar lo verdadero y lo falso. Al
final de los romances con la verdad, se tiene como un axioma. Algo viene a escribirse
sobre lo cual no hay gran cosa que decir. Eso dice todo. Es el efecto “eso dice todo” que
es como un axioma. El texto de Clotilde Leguil[40] termina con un sueño que retoma
diferentes relatos sobre las malas aguas que pueden causar la muerte. Esas diferentes
significaciones se condensan en la letra O. Pero en un sueño suplementario, el padre
muerto regresa inscribiendo un número de teléfono en una tentativa de darlo a su hija.
No queda más de ese número de celular que las cifras 0 y 1. La O en la cual se reducen
los efectos de sentido de los relatos sobre la muerte, se reduce aún más. No es el O de
una letra, es el 0 de una cifra. Tocamos con el dedo ahí el átomo de significación
evocado por Lacan a propósito de Glover. Se pasa del O de una letra que puede
equivocar con el agua que no se bebe, la O del grupo sanguíneo, que viene a marcar la
filiación reducida a una letra. Y la letra O puede hacer pasar el sujeto de un sentimiento
de miseria al momento en que separa del analista, a la urgencia de la miseria. Una letra
hace bascular el sentido. Más profundamente, en el sueño, en el cual el padre muerto
deja un número para llamarle, el mensaje se reduce a 0#1. Es la oposición fundamental
entre la anda y alguna cosa. Ella inscribe bajo la forma más resumida todo lo que se
jugaba alrededor del hecho de ser la primera hija, transformada en exigencia superyoica
de ser la primera. Ahí incluso reducida a una escritura. Luego, el 0, viene a marcar la
alternancia mínima de lo que puede venir al ser. Eso hace valer que, para Lacan, bajo el
nombre de la letra y de su instancia, mucho más que el grafema, viene la cifra, la letra
matemática.
“la contingencia la encarné del cesa de no escribirse, ya que no hay nada más que
encuentro, el encuentro con el partener de los síntomas, de los afectos de todo lo que en
cada uno marca la huella de su exilio, no como sujeto sino como hablante, de su exilio
de la relación sexual.”[41]
“Es por lo que Lacan puede escribir… “El sujeto recibe ciertamente su propio mensaje
bajo una forma invertida. Eso quiere decir aquí su propio goce bajo la forma del goce
del Otro”. Es decir que lo que aquí es logrado, bajo esa forma todavía entrevista, no
desarrollada, la corporización de la dialéctica del sujeto y del Otro.”[44]
Lacan se pregunta entonces cómo dar cuenta del hecho que si el significante es causa
del goce, hay que preguntarse cómo ese goce puede escapar al autoerotismo del cuerpo
y aun responder a la jaculación interpretativa. “Aún así hay que subrayar la cuestión de
saber si el psicoanálisis…¿no es lo que se puede llamar un autismo de dos? Aun así, hay
una cosa que permite forzar ese autismo, es justamente que la lengua es una asunto
común”[46]. El goce es autoerótico, pero la lengua no es un asunto privado. Ella es
común. Y Lacan explora los recursos de lo que puede permitir al analista hacer resonar
otro cosa que el sentido, alguna cosa que evoca el goce en la lengua común.
Primeramente, hay la poesía.
“Esos forzamientos por donde un psicoanalista puede hacer sonar otra cosa, otra cosa
que el sentido, ya que el sentido, es lo que resuena con ayuda del significante, pero lo
que resuena no va lejos…[en] lo que se llama escritura poética, pueden tener la
dimensión de lo que podría ser la interpretación analítica […] Los poetas chinos no
pueden hacer otra cosa sino escribir.”[47]
Ese nuevo uso en esa nueva mira define bien al significante en un uso nuevo, incluso la
posibilidad de producción de un significante nuevo, bajo medida. “¿Por qué es que
inventaríamos un significante nuevo? Nuestros significantes son siempre recibidos. Un
significante por ejemplo que no tendría, como lo Real, ninguna especie de sentido. No
se sabe, eso podría ser fecundo. Sería tal vez fecundo, sería tal vez un medio, un medio
de sideración en todo caso.”
El poder que Lacan atribuye a ese nuevo uso del significante es una acción directa sobre
el síntoma. Para ese propósito utiliza una curiosa expresión, aquella de “apagar” el
síntoma. “Es en la medida que una interpretación justa apague un síntoma, que la verdad
se especifica de ser poética.”[52]
¿Cómo comprender ese verbo ‘apagar’? Propondría regresar al “estadio espiritual” que
abría nuestro texto y de releer ahora un párrafo que concierne el impacto del decir, y
donde se anudan el destello y una extinción de la esquirla. “Cuando el hombre, en busca
del vacío del pensamiento, avanza por el fulgor sin sombra del espacio imaginario,
absteniéndose hasta de aguardar lo que en él va a surgir, un espejo sin brillo le muestra
una superficie en la que no se refleja nada.”[53] El significante nuevo viene a
inscribirse sobre una superficie en la que ningún destello de sentido viene a inscribirse.
Queda la pura huella de un fuera-de-sentido que terminó por apagar los falsos titileos de
la creencia en el síntoma.
[1] Lacan, Jacques. “Posición del inconsciente”, in Escritos, tomo 2. Buenos Aires:
Paidós, 2009, p. 793.
[2] Lacan, Jacques. El seminario, libro I, Los escritos técnicos de Freud. Buenos Aires:
Paidós, 2017, p. 11.
[3] Ídem.
[4] Lacan, Jacques. El Seminario, libro X, La angustia. Buenos Aires: Paidós, 2016, p.
244.
[5]Diény, J.-P.. Paul Demiéville (1894-1979), in École pratique des hautes études, 4ta
sección, Libreta 2. Reporte sobre las conferencias de los años 1981-1982, pp. 23-29.
[6] Lacan, Jacques. “De un designio”, in Escritos, tomo 1. Buenos Aires: Paidós, 2009,
p. 348.
[7] Lacan, Jacques. El Seminario, libro XIII, El objeto del psicoanálisis. Inédito.
[9] Lacan, Jacques. El Seminario, libro V, Las formaciones del inconsciente. Buenos
Aires: Paidós, 2016, pp. 466, 467.
[10] Lacan, Jacques. “La dirección de la cura y los principios de su poder”, in Escritos,
tomo 1. Buenos Aires: Paidós, 2009, pp. 566-567.
[11] Lacan, Jacques. El Seminario, libro XIV, La lógica del fantasma. Lección del 21 de
junio de 1967. Inédito.
[12] Ibid.
[13] Ibid.
[14] Lacan, Jacques. “La dirección de la cura y los principios de su poder”, in Escritos,
tomo 2. Buenos Aires: Paidós, 2009, p. 567.
[16] Ídem.
[18] Miller, Jacques-Alain. La fuga de sentido. Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 149.
[21] Ibid.,
[22] Ibid.,
[23] Ibid.,
[24] Ibid.,
[27] Ibid.
[31] Ibid.
[33] Lacan, Jacques. El Seminario, libro VIII, La transferencia. Buenos Aires: Paidós,
2013.
[34] Lacan, Jacques. El Seminario, libro XIII, El objeto del psicoanálisis. Sesión del
1ero de diciembre de 1965.
[35] Lacan, Jacques. El Seminario, libro XII, Problemas cruciales para el psicoanálisis.
Lección del 27 de febrero de 1965. Inédito.
[36] Lacan, Jacques. El Seminario, libro XIII, El objeto del psicoanálisis. Inédito.
[37] Cf. Demiéville P., Entretiens de Linji, Fayard, Paris, 1972, citado por Nathalie
Charraud, “Lacan et le Buddhisme Chan”, in La Cause freudienne, n° 79 (2011/2013),
p. 123.
[38] Miller, Jacques-Alain. Nullibiété. Curso del 11 de junio del 2008. Inédito.
[40] Me apoyo en la versión de este testimonio presentado en la noche del pase del 21
de mayo del 2019, inédito aún. Pero otras versiones ya publicadas están disponibles
para seguir el razonamiento.
[41] Lacan, Jacques. El Seminario, libro XX, Aun. Buenos Aires: Paidós, 2016.
[43] Ibid.
[44] Ibid.
[45] Ibid.
[46] Lacan, Jacques. El Seminario, libro XXIV, L’insu qui sait de l’une-bévue s’aile à
mourre. Lección del 19 de abril de 1977. Inédito.
[47] Ibid.
[48] Ibid.
[49] Ibid.
[50] Ibid.
[51] Lacan, Jacques. El Seminario, libro XXI, Les non-dupes errent. Lección del 18 de
diciembre de 1973. Inédito.
[52] Ibid.