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Schutz, A. (2003). El problema de la realidad social. Buenos Aires: Amorrortu editores.

[36-37] Todo nuestro conocimiento del mundo, tanto en el sentido comun como en el
pensamiento científico, supone construcciones, es decir, conjuntos de abstracciones,
generalizaciones, formalizaciones e idealizaciones propias del nivel respectivo de organización del
pensamiento, En términos estrictos, los hechos puros y simples no existen. Desde un primer
momento todo hecho es un hecho extraído de un contexto universal por la actividad de nuestra
mente, Por consiguiente, se trata siempre de hechos interpretados, ya sea que se los considere
separados de su contexto mediante una abstracción artificial, o bien insertos en él.

[37]En cambio, los hechos, sucesos y datos que aborda el especialista en ciencias sociales tienen
una estructura totalmente distinta. Su campo de observación, el mundo social, no es
esencialmente inestructurado. Tiene un sentido particular y una estructura de significatividades
para los seres humanos que viven, piensan y actúan dentro de él. Estos han preseleccionado y
preinterpretado este mundo mediante una seria de construcciones de sentido común acerca de la
realidad cotidiana, y esos objetos de pensamiento determinan su conducta, definen el objetivo de
su acción, los medios disponibles para alcanzarlo; en resumen, los ayudan a orientarse dentro de
su medio natural y sociocultural y a relacionarse con él.

[37-38]Las construcciones usadas por el especialista en ciencias sociales son, pues, por así decir,
construcciones de segundo grado, o sea, construcciones de las construcciones hechas por los
actores en la sociedad misma, actores cuya conducta el investigador observa y procura explicar de
acuerdo con las reglas de procedimiento de su ciencia.

[38-39] Tratemos de caracterizar el modo en que el adulto alerta contempla el mundo


intersubjetivo de la vida cotidiana, en cuyo interior y sobre el cual actúa como un hombre entre
sus semejantes. Ese mundo existía antes de nacer nosotros, y era experimentado e interpretado
por otros, nuestros predecesores, como un mundo organizado. Ahora es ofrecido a nuestra
experiencia e interpretación.

Toda interpretación de este mundo se basa en un acervo de experiencias previas sobre él, que son
nuestras o nos han sido transmitidas por padres o maestros; esas experiencias funcionan como un
esquema de referencia en forma de “conocimiento a mano”.

A este acervo de conocimiento a mano pertenece nuestro conocimiento de que el mundo en que
vivimos es un mundo de objetos más o menos bien determinados, con cualidades más o menos
definidas, entre los cuales nos vemos, que se nos resisten y sobre los cuales podemos actuar. Sin
embargo ninguno de esos objetos es percibido como si estuviera aislado, sino como situado desde
un primer momento dentro de un horizonte de familiaridad y trato previo, que, como tal, se
presupone hasta nuevo aviso como el acervo incuestionado – aunque cuestionable en cualquier
momento- de conocimiento inmediato. Sin embargo, también las experiencias previas indiscutidas
están a mano desde un primer momento como típicas, o sea que presentan horizontes abiertos de
experiencias similares anticipadas.
[40] De tal modo, en la actitud natural de la vida cotidiana, nos interesan únicamente
determinados objetos, que se destacan contra el campo cuestionado de otros experimentados
previamente, y el resultado de la actividad selectiva de nuestra mente es determinar cuáles de las
características particulares de tal objeto son individuales y cuales las típicas. Más en general,
solamente nos interesan algunos aspectos de este objeto particular tipificado.

Decir que esta definición de la situación esta biográficamente determinada equivale a decir que
tiene su historia; es la sedimentación de todas las experiencias previas del hombre, organizada en
el patrimonio corriente de su acervo de conocimiento a mano, y, como tal, es su posesión
exclusiva, dada a él y solo a él.

[40-41] Esta situación biográficamente determinada incluye ciertas posibilidades de actividades


practicas o teóricas futuras a las que, para resumir, denominaremos “propósito a mano”. Este
propósito es el que define aquellos elementos, entre todos los demás contenidos en tal situación,
que son significativos respecto a él. Este sistema de significatividades determina, a su vez, qué
elementos deben ser convertidos en un sustrato de tipificación generalizadora, qué características
de esos elementos deben ser elegidas como características típicas, y cuales como exclusivas e
individuales; en otras palabras, hasta que punto debemos penetrar en el horizonte abierto de la
tipicidad.

[41] Es intersubjetivo porque vivimos en él como hombres entre otros hombres, con quienes nos
vinculan influencias y labores comunes, comprendiendo a los demás y siendo comprendido por
ellos. Es un mundo de cultura porque, desde el principio, el mundo de la vida cotidiana es un
universo de significación para nosotros, vale decir, una textura de sentido que debemos
interpretar para orientarnos y conducirnos en él. Pero esta textura de sentido… se origna en
acciones humanas y ha sido instituido por ellas, por las nuestras y las de nuestros semejantes,
contemporáneos y predecesores.

Por esta razón, somos siempre conscientes de la historicidad de la cultura que encontramos en las
tradiciones y las costumbres. Esta historicidad es posible de ser examinada en su referencia a
actividades humanas cuyo sedimento constituye.

…si tomamos en cuenta que este mundo no es mi mundo privado, sino un mundo intersubjetivo, y
que, por lo tanto, mi conocimiento de él no es asunto mío privado, sino intersubjetivo o
socializado desde el principio.

[43] Todos estos términos se refieren a construcciones de un conocimiento tipificado y una


estructura muy socializada, que reemplazan a los objetos de pensamiento del conocimiento
privado mío y de mi semejante con respecto al mundo presupuesto. Sin embargo, este
conocimiento tiene su historia, es una parte de nuestra “herencia social”…

[44] Solo una parte muy pequeña de mi conocimiento del mundo se origina dentro de mi
experiencia personal. En su mayor parte es de origen social, me ha sido transmitido por mis
amigos, padres, maestros y los maestros de mis maestros. Se me enseña no solo a definir el
ambiente (es decir, las características típicas del aspecto natural relativo del mundo que
predomina en el endogrupo como la suma total incuestionada, pero siempre cuestionable, de
cosas que se presuponen hasta nuevo aviso) si no también a elaborar construcciones típicas de
acuerdo con el sistema de significatividades aceptado por el punto de vista anónimo unificado del
endogrupo.

[45] Todo acervo de conocimiento que un individuo tiene a mano en un momento cualquiera de
su vida está estructurado en zonas de diversos grados de claridad, nitidez y precisión. Esta
estructura se origina en el sistema de significatividades vigente y, por ende, está biográficamente
determinado.

[46] Compartir una comunidad de espacio implica que cierto sector del mundo externo está por
igual al alcance de cada coparticipe, y contiene objetos de interés y significatividad que les son
comunes.

[46-47] …el sí-mismo del semejante solo puede ser captado mediante una “contribución de la
imaginación de presentaciones hipotéticas de sentido”… o sea elaborando una construcción de
una forma típica de conducta, una pauta típica de motivos subyacentes, de actitudes típicas de un
tipo de personalidad, de las cuales no son sino casos o ejemplos del Otro y la conducta suya que se
examina, ambas fuera del alcance de mi observación.

[47] Si distinguimos entre los tipos personales (subjetivos) y tipos de cursos de acción (objetivos),
podemos decir que la creciente anonimia de la construcción conduce al reemplazo de los primeros
por los segundos. En la anonimia completa, se supone que los individuos son intercambiables, y el
tipo de curso de acción se refiere a la conducta de “cualquiera” que actué de la manera definida
como típica por la construcción.

[47-48] En las construcciones del pensamiento de sentido común, el Otro aparece, a lo sumo,
como un sí mismo parcial, forma parte incluso de la pura relación Nosotros solo con una parte de
su personalidad.

[50-51] Podemos decir que el asesino ha sido motivado a cometer el hecho porque creció en tal o
cual ambiente, tuvo tales o cuales experiencias infantiles, etc. Desde el punto de vista del actor,
esta clase de motivos a los que llamaremos “motivos porque (genuinos)”, se refiere a sus
experiencias pasadas, que lo han llevado a actuar como lo izo. Lo que en una acción está motivado
en forma del “porque” es el proyecto de la acción misma.

[51] Solo volviendo a su acto realizado, o a las fases iniciales pasadas de su acción aún en curso, o
al proyecto antes establecido que prevé el acto modo futuri exacti, puede el actor aprehender
retrospectivamente el motivo “porque” que lo impulso a hacer lo que hizo o proyecto hacer. Pero
entonces, el actor ya no actúa; es un observador de sí mismo.

[52-53] Ahora está claro que el sentido de una acción difiere inevitablemente a) para el actor; b)
para su asociado, que participa con él en una interacción y por consiguiente comparte con él un
conjunto de significatividades y propósitos, y c) para el observador que no toma parte en tal
relación. Este hecho tiene dos consecuencias importantes: primero, que en el pensamiento de
sentido común solo tenemos la posibilidad de comprender la acción del Otro de manera suficiente
para nuestro propósito a mano; segundo, que para aumentar esta posibilidad, debemos investigar
el sentido que tiene la acción para el actor. Así, el postulado de la “interpretación subjetiva del
sentido”, según reza la infortunada expresión, no es una particularidad de la sociología de Max
Weber ni de la metodología de las ciencias sociales en general, sino un principio de la construcción
de tipos de cursos de acción en la experiencia de sentido común.

[54] En otras palabras, el observador no participa en los complicados reflejos especulares que en la
pauta de interacción entre contemporáneos permiten que los motivos “para” del actor se hagan
comprensibles para el asociado como sus propios motivos “porque” y viceversa. Precisamente
este hecho constituye el llamado “desinteres” o distanciamiento del observador. Este comparte
las esperanzas y temores del actor acerca de si se comprenderán uno al otro y lograran su objetivo
mediante el entrelazamiento de motivos. Así, su sistema de significatividades difere del de las
partes interesadas y le permite ver al mismo tiempo más y menos de lo que estas ven.

Para comprenderlos, el observador tiene que valerse de su conocimiento de pautas típicamente


similares de interacción en encuadres situacionales típicamente similares, y tiene que construir
los motivos de los actores a partir de ese fragmento del curso de acción que está abierto a su
observación.

Que el observador pueda, en la vida cotidiana, captar el sentido subjetivo de los actos del actor es
una mera probabilidad. Esa probabilidad aumenta con el grado de anonimia y estandarización de
la conducta observada. Para que sus construcciones sean aplicables a la interpretación del sentido
subjetivo que los actos observados tienen para los actores, el observador científico de los sistemas
de interrelación humana, el especialista en ciencias sociales, necesita elaborar métodos
específicos para lograrlas.

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