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Arquetipos
Recordemos que la noción de Arquetipo fue usada por Carl Gustav Jung en la
Psicología Analítica, para designar la forma tangible a la cual tienden a
amoldarse los fenómenos psíquicos. Es decir, los Arquetipos son los modelos
innatos que sirven de matriz para el desarrollo de la psiquis. Son una tendencia
innata (no aprendida) a experimentar las cosas de una determinada manera. El
arquetipo carece de forma en sí mismo, pero actúa como un “principio
organizador” sobre las cosas que vemos o hacemos.
Existen cuatro arquetipos básicos que constituyen, por decirlo así, nuestra
familia interna, y son: El Padre, La Madre, El Niño y La Niña. Nuestros
arquetipos familiares internos influyen profundamente en nuestras vidas
gobernando como reaccionamos con las personas y situaciones. Ellos trabajan
juntos dentro de nosotros de forma tanto amorosa, como no amorosa, o bien de
forma luminosa u oscura, siguiendo secuencias específicas que llegan a ser
nuestros patrones de respuesta automática para muchas circunstancias de la
vida. Todos poseemos estos cuatro arquetipos en alguna medida. En algunos
hombres el Arquetipo de La Madre puede ser fundamental o el de La Niña,
como también hay mujeres muy relacionadas con El Padre o El Niño. Con los
Arquetipos no hay barreras de género; hombres y mujeres manifestamos
Arquetipos cuyo género puede ser masculino o femenino sin ninguna
implicación con la orientación sexual. Añadir: “LA SAGRADA FAMILIA”
La influencia del padre en el desarrollo de sus hijos se extiende mucho más allá
de la cuestión de la identidad sexual y las relaciones. En la mayoría de las
sociedades, actúa como puente entre la vida familiar y la vida de la sociedad en
general, en contraste con el papel más expresivo de las madres, preocupado
por el hogar y la familia. Él alienta el desarrollo de las habilidades necesarias
para el éxito en la adaptación adulta, mientras que al mismo tiempo comunica a
los niños los valores y costumbres que prevalecen en el sistema social.
La Madre
Por su parte, la función expresiva de La Madre es prestar apoyo emocional
para permitirle al niño salir y encontrarse con los desafíos de la vida. Es
importante destacar una diferencia básica en la forma de amar de El Padre y
La Madre. Arquetípicamente el amor de la madre es incondicional; el amor de
El Padre tiene que ser ganado a través de logros. La Madre luminosa o
amorosa es la manifestación del amor incondicional que existe en nuestra
propia naturaleza. Ella es cálida y amorosa. Proporciona visión a la familia
interna, suministrando maternidad, nutrición y aportando la visión con
sabiduría. Ella nutre emocionalmente, enseña, guía y explica el quién, el qué, el
dónde, el cuándo y el porqué de las cosas. Mientras El Padre protege, por
ejemplo, de riesgos o amenazas externos, La Madre brinda cálidamente
cuidados y atención. También explica las reglas y el orden dados por el Padre y
por lo tanto el niño entiende las razones por las que debe de obedecer y
porqué la disciplina tiene sentido. Cuando La Madre cumple con su función
nutricia, activa la dinámica interna de nuestra familia interna. Ella es la
generadora de la energía para la dinámica de la familia interior. Desde su
función nutricia de la Madre Amorosa, nosotros sabemos el cómo (Niño) hacer
las cosas (Padre) y con cuidado (Niña). La función clave de la Madre Amorosa
es: Visión y perspectiva con sabiduría.
Como mujer, Demeter tiende a encontrar hombres tipo hijo-amante, a los que
sobreprotege y trata como niños. Ella puede continuamente justificar los actos
infantiles de su pareja, quien generalmente es un hombre sensible, soñador,
dependiente e incomprendido socialmente, con dificultad para concretar los
aspectos prácticos de la vida. Es un hombre que busca a una mujer maternal
que sea una buena madre para él, y la encuentra en mujeres con un fuerte
componente de Demeter.
Este arquetipo femenino también puede ser blanco fácil de hombres que se
aprovechen de su amor incondicional: el hombre explotador, únicamente
preocupado por sus necesidades, incapaz de intimidad emocional y exigente.
Es un hombre/niño narcisista que encuentra el amor de una madre preocupada
en complacerlo, sin pedir nada a cambio.
El hombre ideal para Demeter es aquel que tiene sus mismas necesidades:
formar una familia, tener hijos y construir una vida hogareña. Este hombre le
ayuda a canalizar sus deseos maternales a través de la crianza de los hijos, es
un buen padre y al mismo tiempo cuida de ella. Es el hombre que se siente a
gusto con la esposa/madre más que con la esposa/amante.
Su depresión por el síndrome del nido vacío puede ser superada si comprende
que la expresión de la maternidad abarca ámbitos más amplios de los que ella
pudo haber imaginado.
Una variante de este último tipo es aquella madre que controla a través de
evitar a sus hijos, de alejarse de ellos o de mantenerse bajo reserva. Algunas
son demasiado blandas para desempeñar sus funciones básicas de nutrir y dar
guía, siendo permisivas y flojas. Cuando la Madre Abandonadora está
operando en una persona, ella ignora las necesidades de los otros para evitar
darse personalmente. Todos los comportamientos de Madre blanda, como dar
dinero, dulces, demasiada atención a los niños, ropa, juguetes reemplazan el
verdadero e incondicional darse de ella misma.
Los diferentes arquetipos del niño te impulsan a actuar más allá de tus
limitaciones. Este arquetipo atrae y se relaciona mejor con personas
protectoras con arquetipos como la madre, el rescatador o el padre. Pero por
su indefensión puede caer en las manos de arquetipos más negativos, como el
vampiro, o de los arquetipos anteriores pero en sus aspectos negativos.
El Niño Varón
La Niña Amorosa