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LOS ARQUETIPOS DE

NUESTRA FAMILIA INTERNA

Arquetipos
Recordemos que la noción de Arquetipo fue usada por Carl Gustav Jung en la
Psicología Analítica, para designar la forma tangible a la cual tienden a
amoldarse los fenómenos psíquicos. Es decir, los Arquetipos son los modelos
innatos que sirven de matriz para el desarrollo de la psiquis. Son una tendencia
innata (no aprendida) a experimentar las cosas de una determinada manera. El
arquetipo carece de forma en sí mismo, pero actúa como un “principio
organizador” sobre las cosas que vemos o hacemos.

Por lo tanto no existen Arquetipos del Tarot, ni el Arquetipo de Isis, ni el


Arquetipo del León, ni otros absurdos que se difunden por ahí. Los arquetipos
están en una franja mucho más profunda y amorfa. Si no fuese así, ya no
serían Arquetipos, sino mitos particulares creados para que podamos lidiar con
ellos dentro de una referencia cultural o simbólica.

El concepto original formulado por Jung establece que el Arquetipo es el que


crea a los dioses. Es como el agujero del molde que da la forma al cubo de
hielo. No hay, por tanto, Arquetipo de María, ni de Pacha Mamma, ni de Isis, ni
de Lakshimi, ni de la Diosa, ni de la Emperatriz del tarot. Pero sí hay un
Arquetipo Universal de la Gran Madre, algo sin forma, sin mito, que está
presente en el inconsciente colectivo de la humanidad, y que hará que
cualquier pueblo de cualquier lugar, aunque se encuentre aislado en una isla o
planeta, de aquí a algún tiempo, se haga con alguna diosa o figura similar para
rellenar el agujero psíquico dejado por este arquetipo.

La encarnación de un Arquetipo, sea en un dios, sea en una carta de tarot, sea


en la parte del Todo que atribuimos a un signo zodiacal, a un personaje de una
saga de ficción, a uno de los tipos del eneagrama, a un santo del catolicismo,
ya no son ARQUETIPOS. Son mitos.

Arquetipos y conducta humana


Nuestra vida está controlada con mucha fuerza por nuestros arquetipos. Los
arquetipos funcionan como patrones subyacentes a partir de los cuales se
configura la estructura individual; funcionan como modelos psicológicos,
emocionales, de conducta y relacionales, que influyen y determinan, por lo
tanto, nuestra psicología, nuestras emociones, nuestra conducta y nuestras
relaciones. Actúan como patrones de respuesta automática porque ellos son
parte de nosotros, de lo más profundo que hay en nuestra mente inconsciente,
y reforzados por su uso habitual. Reconocer tales patrones es un proceso que
nos brinda libertad y poder, porque nos permite observar el origen de nuestra
conducta negativa o destructiva, nuestra “programación interna”, poner al
descubierto nuestros imagos o arquetipos, para que pierdan su fuerza con la
que nos avasallan. Esta es la alternativa a seguir para lograr nuestra evolución
amorosa.

Los Cuatro Arquetipos de Nuestra Familia Interna

Existen cuatro arquetipos básicos que constituyen, por decirlo así, nuestra
familia interna, y son: El Padre, La Madre, El Niño y La Niña. Nuestros
arquetipos familiares internos influyen profundamente en nuestras vidas
gobernando como reaccionamos con las personas y situaciones. Ellos trabajan
juntos dentro de nosotros de forma tanto amorosa, como no amorosa, o bien de
forma luminosa u oscura, siguiendo secuencias específicas que llegan a ser
nuestros patrones de respuesta automática para muchas circunstancias de la
vida. Todos poseemos estos cuatro arquetipos en alguna medida. En algunos
hombres el Arquetipo de La Madre puede ser fundamental o el de La Niña,
como también hay mujeres muy relacionadas con El Padre o El Niño. Con los
Arquetipos no hay barreras de género; hombres y mujeres manifestamos
Arquetipos cuyo género puede ser masculino o femenino sin ninguna
implicación con la orientación sexual. Añadir: “LA SAGRADA FAMILIA”

La Dinámica Arquetípica de la Familia Interna


El arquetipo de los padres se diferencia en sus polos paterno y materno hasta
que el infante ha crecido y desarrollado conciencia del Yo y la formación de los
apegos con ambos padres.

Es a través de la relación padre-hijo que emerge la conciencia de género. Poco


a poco, el niño (varón) reemplaza su identidad-materna, cuando se da cuenta
que el vínculo con el padre está basado en equivalencias (“Yo y papá somos
uno”). Esta transformación es crucial si el niño está llevando a cabo su
potencial masculino. La niña distingue que su vínculo con el padre se basa en
la diferencia. El padre constituye, tanto espiritual como sexualmente, su
primera experiencia profunda de la “otredad de los hombres”, lo que confirma
su feminidad.

La influencia del padre en el desarrollo de sus hijos se extiende mucho más allá
de la cuestión de la identidad sexual y las relaciones. En la mayoría de las
sociedades, actúa como puente entre la vida familiar y la vida de la sociedad en
general, en contraste con el papel más expresivo de las madres, preocupado
por el hogar y la familia. Él alienta el desarrollo de las habilidades necesarias
para el éxito en la adaptación adulta, mientras que al mismo tiempo comunica a
los niños los valores y costumbres que prevalecen en el sistema social.

Mientras que el arquetipo de la madre se encuentra fuera del tiempo y domina


el ámbito de los sentimientos, instintos y el inconsciente, el Padre se refiere a
hechos ocurridos en el mundo tangible, en el contexto del espacio y del tiempo.
Eventos en los que hay acercamiento, controlados y modificados a través de la
conciencia y el uso de la voluntad.

Para entender las dinámicas de nuestra familia interna necesitamos conocer un


poco más las cualidades principales de los arquetipos que la forman. Cada uno
de ellos puede existir en su forma luminosa o en su fase oscura.

El Arquetipo del Padre


Como Defensor de la Fe y del Reino, él es el guardián del estatus quo y el
bastión en contra de los enemigos. Sus atributos son la actividad y la
penetración, diferenciación y juicio, fecundidad y destrucción. El Padre en su
aspecto luminoso dentro de nosotros cuida, protege, dirige, disciplina y nos
dicta lo que debemos hacer. El Padre representa la autoridad y la ley. El
establece las reglas para él mismo, su contrapunto femenino, La Madre y su
Yo- niño. El establece el orden, la organización y la habilidad para gobernar de
una persona. El manifiesta la impersonalidad y ejercita el amor condicional. Su
palabra clave para el diálogo es: TÚ.

El Padre representa la ley de causa y efecto, el tiene la última palabra y es fiel


a su palabra. Él es el aspecto del hombre que dice: " tú cosecharás lo que
sembraste". Sus funciones fundamentales son:
a) Proteger
b) Hacer
c) Dirigir

Nuestro arquetipo del Padre nos ayuda a funcionar efectiva y productivamente


en el mundo, dándonos la dirección de lo que tenemos que cumplir y el poder
para llevarlo a cabo. Es nuestro arquetipo del Padre quién acaba todo lo que
empieza. El Padre para ser realmente amoroso, su amor condicional siempre
tiene que estar en consonancia con el amor incondicional de la Madre
amorosa.

El Padre en su aspecto oscuro o no amoroso es tiránico. Opera a través del


uso del poder del ego. Rechaza la sabiduría y el amor incondicional de la
Madre amorosa. Se abandona a su propio ego. El se sienta como juez y
controla a través de la crítica y la intimidación. Lo único que lo mueve es el
poder y busca a toda costa ejercerlo sobre los demás. El condena a los demás
para cumplir sus objetivos. Es el crítico interno que nos pone etiquetas o
apodos, como: estúpido, fracasado, patético y ridículo. Es inconsistente, no es
fiable y además es muy arbitrario. Y podemos estar seguros de que
únicamente será maléfico.

La Madre
Por su parte, la función expresiva de La Madre es prestar apoyo emocional
para permitirle al niño salir y encontrarse con los desafíos de la vida. Es
importante destacar una diferencia básica en la forma de amar de El Padre y
La Madre. Arquetípicamente el amor de la madre es incondicional; el amor de
El Padre tiene que ser ganado a través de logros. La Madre luminosa o
amorosa es la manifestación del amor incondicional que existe en nuestra
propia naturaleza. Ella es cálida y amorosa. Proporciona visión a la familia
interna, suministrando maternidad, nutrición y aportando la visión con
sabiduría. Ella nutre emocionalmente, enseña, guía y explica el quién, el qué, el
dónde, el cuándo y el porqué de las cosas. Mientras El Padre protege, por
ejemplo, de riesgos o amenazas externos, La Madre brinda cálidamente
cuidados y atención. También explica las reglas y el orden dados por el Padre y
por lo tanto el niño entiende las razones por las que debe de obedecer y
porqué la disciplina tiene sentido. Cuando La Madre cumple con su función
nutricia, activa la dinámica interna de nuestra familia interna. Ella es la
generadora de la energía para la dinámica de la familia interior. Desde su
función nutricia de la Madre Amorosa, nosotros sabemos el cómo (Niño) hacer
las cosas (Padre) y con cuidado (Niña). La función clave de la Madre Amorosa
es: Visión y perspectiva con sabiduría.

Sus palabras diálogo claves son NOSOTROS y NUESTRO.

El arquetipo de la madre comprende la idea de la nutrición desde un nivel vital


básico -alimento- hasta las necesidades de nutrición relacionadas con el
espíritu.

¿Cómo saber si tienes el Arquetipo de La Madre?

En la mujer, una fuerte presencia de este arquetipo representa la necesidad


urgente de ser madre, estando la feminidad íntimamente relacionada con la
idea de la maternidad. Procrear y cuidar de los hijos representa el rol y la
misión más importante. En la mitología griega está representada por Demeter
expresa su potencial creativo, tiende a vivir su vida a través de la vida de sus
hijos, experimentando las alegrías y tristezas de los mismos como propias. Sin
embargo esta capacidad de alimentar a otros y dar sustento puede canalizarla
a través de vías que van más allá de la maternidad, tales como profesiones de
ayuda y el cuidado de otras personas.
Demeter es la proveedora en sentido amplio, en ella está presente el rasgo de
la abundancia, sea este alimento, apoyo emocional o espiritual. Siempre y
cuando tenga cerca a quienes ama será generosa y cálida, dispuesta a dar sin
necesidad de recibir. Se sentirá completa ayudando a otros y cuidando de las
necesidades ajenas, las que siente como propias.

Su visión de la feminidad está restringida al rol de madre, pudiendo establecer


relaciones de afinidad con otras “mujeres Demeter” con las cuales los temas
principales girarán en torno a la educación de los hijos y el cuidado de los
mismos, sin importar si son hijos biológicos o “adoptados”. Su papel es el
tradicional femenino, el de la madre protectora y proveedora. Muchas mujeres
actuando bajo el fuerte influjo de este arquetipo olvidan otros aspectos de su
femineidad, como su relación con el sexo opuesto, su sensualidad, etc. Ella
considera el desarrollo profesional y la salida al mundo laboral como un
descuido de sus actividades hogareñas siendo el feminismo para ella un tema
ajeno y desconocido.

Como mujer, Demeter tiende a encontrar hombres tipo hijo-amante, a los que
sobreprotege y trata como niños. Ella puede continuamente justificar los actos
infantiles de su pareja, quien generalmente es un hombre sensible, soñador,
dependiente e incomprendido socialmente, con dificultad para concretar los
aspectos prácticos de la vida. Es un hombre que busca a una mujer maternal
que sea una buena madre para él, y la encuentra en mujeres con un fuerte
componente de Demeter.

Este arquetipo femenino también puede ser blanco fácil de hombres que se
aprovechen de su amor incondicional: el hombre explotador, únicamente
preocupado por sus necesidades, incapaz de intimidad emocional y exigente.
Es un hombre/niño narcisista que encuentra el amor de una madre preocupada
en complacerlo, sin pedir nada a cambio.

El hombre ideal para Demeter es aquel que tiene sus mismas necesidades:
formar una familia, tener hijos y construir una vida hogareña. Este hombre le
ayuda a canalizar sus deseos maternales a través de la crianza de los hijos, es
un buen padre y al mismo tiempo cuida de ella. Es el hombre que se siente a
gusto con la esposa/madre más que con la esposa/amante.

Las dificultades de Demeter aparecen una vez que su función materna ha


cumplido su ciclo, los hijos han crecido y llega el momento que salgan de casa.
Ella tenderá a volverse controladora y posesiva, tratando de evitar el momento
de la separación. Como los hijos son la razón de su vida, la ausencia de los
mismos le generará un vacío enorme que no podrá ser llenado por nadie.
Demeter en esta circunstancia se entristece, pierde el sentido de vivir y su rabia
cubierta por un velo de tristeza estará dirigida no sólo hacia ella misma sino
hacia quienes intenten ayudarla. Se sentirá víctima, sin interés por nada más,
se quedará “detenida”: así como Demeter en el templo de Eleusis, negada a
producir vida, seca por dentro y estéril de emoción. Bajo estas circunstancias
puede aparecer el aspecto oscuro y sombrío de lo femenino materno: la
necesidad de controlar y poseer sin considerar la individualidad y singularidad
de los suyos, la sobreprotección sofocante que se torna destructiva. Son
mujeres que han dedicado su vida a los hijos, a verlos crecer y muchas veces a
vivir sus deseos frustrados a través de los mismos. Cuando los hijos intentan
romper el cordón para salir de casa -lo que generalmente ocurre de forma
violenta, ya que ella no permite una salida pacífica y sin traumas- quedará
resentida, incomprendida, sintiendo que no se le ha reconocido el “sacrificio de
una vida”. La depresión de Demeter encierra un aspecto agresivo/destructivo
que no se expresa de forma franca y directa, recordemos que en el mito, por su
dolor y pérdida, deja a la humanidad bajo la amenaza de una hambruna. Ella
puede castigar con su rabia a quienes nada tienen que ver con su aflicción.
Pero Demeter puede también canalizar su tristeza de una forma creativa, si ya
no tiene a los hijos cerca para cuidarlos porque ya son adultos y seres
independientes, tiene la opción de buscar actividades donde pueda cuidar de
otros que sí la necesiten, realizando así un servicio social con un sentido
trascendente.

Su depresión por el síndrome del nido vacío puede ser superada si comprende
que la expresión de la maternidad abarca ámbitos más amplios de los que ella
pudo haber imaginado.

La Madre en su aspecto oscuro puede tomar la forma de la Madre Trabajadora


la Madre Devoradora, la Madre Abusiva y la Madre Abandonadora. La Madre
Trabajadora es una madre que pone sus necesidades personales primero
antes que la de sus hijos. Esta es la crisis arquetípica de muchas mujeres.
Prefieren el éxito laboral y económico, antes que satisfacer las necesidades
afectivas de sus hijos.

La Madre Devoradora "consume" a sus hijos psicológicamente y


emocionalmente y frecuentemente instiga en ellos sentimientos de culpa
cuando intentan dejarla o se hacen independientes. La Madre Abusiva violan
la ley natural al lastimar, abusar física o verbalmente de sus hijos. Mientras la
Madre Abandonadora descuida a sus propios hijos, ya sea por su propia
neurosis, alguna dependencia, evasión, o por su incapacidad para amar.

Una variante de este último tipo es aquella madre que controla a través de
evitar a sus hijos, de alejarse de ellos o de mantenerse bajo reserva. Algunas
son demasiado blandas para desempeñar sus funciones básicas de nutrir y dar
guía, siendo permisivas y flojas. Cuando la Madre Abandonadora está
operando en una persona, ella ignora las necesidades de los otros para evitar
darse personalmente. Todos los comportamientos de Madre blanda, como dar
dinero, dulces, demasiada atención a los niños, ropa, juguetes reemplazan el
verdadero e incondicional darse de ella misma.

El Arquetipo del Niño

Es el guardián de la inocencia. El arquetipo del niño está dividido en niño


mágico, niño herido, niño abandonado, niño natural, etc. Este arquetipo
condiciona nuestra percepción de la vida, la seguridad, la educación, la lealtad
y la familia. Su energía puede surgir como consecuencia de diversas
situaciones que hayas vivido. Los niños son en general espontáneos,
inocentes, naturales, felices, simples, curiosos, directos y alegres. Las
características negativas de los arquetipos del niño son la dependencia, la
vulnerabilidad, la irresponsabilidad y la indefensión.

El reto de esos arquetipos es aprender a asumir responsabilidades y saber


determinar cuándo es sano depender de los demás, y cuando hay que
enfrentarse al grupo. El niño no puede vivir solo, ni puede sostenerse, ni ver
por sí mismo. Cuando estamos frente a un adulto que es vulnerable o
irresponsable o dependiente, sabemos que está manifestando este arquetipo.
La persona está jugando este rol polarizado en sus aspectos negativos.

El niño también experimento miedo. En este caso es miedo a sus propios


“fantasmas”, miedo a desobedecer las reglas de los adultos, miedo a
experimentar y vivir las etapas naturales de la vida, miedo a probar nuevas
experiencias. El niño vive desfasado viviendo etapas previas que no
corresponden a su edad.

Los diferentes arquetipos del niño te impulsan a actuar más allá de tus
limitaciones. Este arquetipo atrae y se relaciona mejor con personas
protectoras con arquetipos como la madre, el rescatador o el padre. Pero por
su indefensión puede caer en las manos de arquetipos más negativos, como el
vampiro, o de los arquetipos anteriores pero en sus aspectos negativos.

El Niño Varón

El Niño varón es el héroe, el científico, el guerrero, el aventurero y el


explorador. Es asertivo, valeroso y sin miedo durante la batalla. Es también
curioso, investigador, le gusta experimentar y quiere conocer como las cosas
funcionan. Busca expresar maestría sobre las cosas y es competitivo para
perfeccionar sus habilidades. Le gusta jugar y tener desafíos, es auto-
confidente y auto- suficiente. Su carisma, encanto y sentido del humor le hacen
muy atractivo. Su palabra clave es COMO, Su función clave es ACCIÓN y su
palabra diálogo clave son YO, MI, y MÍO

El Niño Varón Oscuro o no Amoroso


En este Niño se desarrolla el orgullo y la competencia negativa. No satisfecho
de ser grande, necesita ser el más grande, ser más grande que los demás y
tiene que controlarlos. Este Niño controla a través de la competición negativa.
Cuando el Niño no Amoroso está operando en nosotros, está siempre midiendo
quién es superior y quién es inferior. El es rebelde, enfadado y agresivo. Es
engañoso y cuestionador. Sólo hace preguntas a las que ya sabe las
respuestas o que son subjetivas. Hace rabiar a la Niña. El es envidioso y quiere
que todo salga a su gusto, a toda costa. Siempre tiene que tener la última
palabra; porque frecuentemente está frustrado y a menudo desarrolla
obsesiones y comportamientos compulsivos

La Niña Amorosa

La Niña Amorosa es el epítome de belleza, dulzura, amabilidad, inocencia,


buena voluntad, santidad, sensibilidad, diplomacia, finura, intuición, compasión
y docilidad. Ella termina todo con un fino detalle. Ella es la impersonalidad
personal. Un vehículo para el Espíritu Santo, que permite que nos integremos
en la vida con más sensibilidad, oír con nuestra voz interna y conectar con la
esencia de las cosas. Es la más espiritual, el lado místico de nuestra naturaleza
y puede contactar con lo trascendental. De muchas maneras es indefinible.
Como la Madre Teresa, ella buscó salvar a todos los que parecen
insalvables. La palabra clave de la Niña Amorosa es CUIDAR, su función clave
es CONFORTAR, BELLEZA, FINURA Y CONVERSION y sus palabras diálogo
claves son YO, MI Y MÍO

La Niña Oscura o no Amorosa


La Niña Oscura o no Amorosa es la víctima/ mártir. Cuando la Niña no
Amorosa opera en nosotros podemos pensar o sentirnos abusados,
victimizados y sin poder. Por su patrón de víctima, la Niña no Amorosa a
menudo lloriquea, se queja y se paraliza con el miedo. Las personas que
operan desde su Arquetipo de Niña no Amorosa, son a menudo emocionales y
físicamente abusados. Paradójicamente su identificación con el abuso las hace
sentir moralmente superiores. Esto lo realiza su mecanismo de defensa que
dice: " Si tu abusas de mí, prueba que yo tenía razón, porque yo nunca me
rebajaría a tu nivel."

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