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ECLESIOLOGÍA
INTRODUCCIÓN
Para muchos hombres de nuestro tiempo, la Iglesia puede aparecer, sin duda,
como un cúmulo de contradicciones: santa y llena de pecadores, mirando al
cielo y ocupada en múltiples tareas humanas, abierta al diálogo y cerrada en
la Tradición, presuntamente inmutable y zarandeada, sin embargo, por las
olas de cada tiempo y lugar.
Pero sólo cuando se mira a la Iglesia con los ojos de la fe, aparece en su
auténtica y profunda realidad. La Iglesia, como el misterio mismo de Cristo, es
divina y humana, en ella actúa el Espíritu que la mantiene fiel, sin dejar de ser
una realidad humana y próxima. Está en medio de los tiempos y se mantiene
fiel a los orígenes por la fuerza del Espíritu que la anima. Es universal y se
realiza, en su plenitud, en cada Iglesia particular que se encuentre en
comunión con Roma. Es universal y católica y se ciñe a los límites de lo local
y particular.
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TEMA 1
1. LA IGLESIA Y LA TRINIDAD
Así las cosas, se entiende que Belarmino, en el siglo XVI, nos diera su
conocida definición de la Iglesia como sociedad perfecta, aunque lo que
pretendía era evitar toda separación posible entre lo visible y lo invisible. Decía
así Belarmino: «La Iglesia es una sola, no dos, y es única y verdadera
comunidad de los hombres congregados mediante la profesión de la
verdadera fe, la comunión con los mismos sacramentos, bajo el gobierno de
los legítimos pastores y, principalmente, del vicario de Cristo en la tierra, el
Romano Pontífice». Y dice también a continuación; «Para que uno pueda ser
declarado miembro de esta verdadera Iglesia, de la que hablan las Escrituras,
no creemos que haya de exigirse de él ninguna virtud interior. Basta la
profesión exterior de la fe y la comunión de los sacramentos, cosas que
podemos constatar con los sentidos. En efecto, la Iglesia es una comunidad
tan visible y palpable como la comunidad del pueblo romano o del reino de
Francia o de la república de Venezuela».
Tema 2
EL MISTERIO DE LA IGLESIA
La palabra Misterio viene del griego y del latín y significa dos cosas: primero,
un signo visible y segunda, una realidad oculta de la salvación. Aplicada a la
Iglesia decimos que el grupo humano es el signo visible y la obra de Dios por
medio de la Iglesia es la realidad oculta de la salvación, está oculta y solo la
descubre el que tiene fe.
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El concilio vuelve a la teología del misterio. La Iglesia sólo puede ser entendida
como lo que es, como el misterio de salvación que, naciendo en el seno de la
Trinidad, se realiza en Cristo por obra del Espíritu para introducir a los
hombres en la familia de Dios, superando el pecado y la muerte. La Iglesia,
en efecto, sólo puede ser entendida de arriba hacia abajo, pues no nace de
iniciativa humana alguna ni de intento de superar los límites y sufrimientos de
la vida. No es una fraternidad puramente social ni consecuencia de fuerzas
puramente humanas. La Iglesia es anterior al tiempo y está preparada desde
toda la eternidad en el designio salvador de Dios Padre en Cristo.
Misterios eran los ritos paganos importados del Oriente y en los que sólo
podían participar los iniciados. En el cristianismo, se habla del misterio de
Cristo que el hombre no puede conquistar por su inteligencia, sino recibir sólo
como don.
Este misterio no es otra cosa que el plan de salvación, escondido durante toda
la eternidad y ahora revelado, por el cual Dios establece a Cristo como centro
de la nueva economía (economía: designio e historia de salvación),
constituyéndolo, por su muerte y resurrección, en único principio de salvación
tanto para los gentiles como para los judíos. Concretamente, el misterio, el
plan salvífico de Dios, es Cristo (Rm 16, 25; Col 1, 26-27; 1 Tm 3,16).
2.- En una segunda fase, este misterio es revelado en Cristo (Rm 16, 25-
27; Col 1, 26). Mediante la vida, muerte y resurrección de Cristo, el misterio
entra en su fase de realización, pues en Cristo se cumple y desvela, a un
tiempo, el designio salvífico de Dios (Ef l, 7-9).
A veces, también San Pablo designa el contenido del mensaje cristiano con el
término de «palabra» (Col 1, 25-26), «palabra de Dios» (l Ts 2, 13) o del Señor
(l Ts 1, 8) o de Cristo (Rm 10, 14. 15) y da gracias a Dios porque la palabra
por él anunciada ha sido recibida no como palabra humana, sino como palabra
de Dios (1 Ts 1, 13), de cuya autoridad participa. Es palabra de salvación (Ef
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5.- Quinta fase: para San Pablo, la revelación del misterio tiene lugar
ahora ya {Rm 16, 25-26. Él y los apóstoles han recibido la misión de
anunciarlo; pero la revelación, que ha tenido en Cristo el culmen de su
realización, nos ha sido comunicada, en esta fase histórica, bajo el ropaje de
los signos humanos, los cuales, al mismo tiempo que revelan, ocultan la
realidad por ellos significada. Sólo en la fase final o escatológica llegaremos
al cara a cara del misterio de Dios, sin el ropaje de los signos. Ésta será la
plenitud de la revelación (1 Co 1, 7; 2 Ts 1, 7), en la que aparecerá también la
gloria de todos los que se han configurado a Cristo (Rm 8, 17-19). Hay ya
desde ahora una tensión entre la revelación histórica y la final.
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En la Iglesia se hace presente, sin duda, la pascua del Señor, que es nuestra
salvación. Y es, sobre todo, en el misterio de la Eucaristía donde la Iglesia se
genera como Iglesia y como cuerpo de Cristo. En efecto, dice San Pablo que,
«puesto que todos nos alimentamos del mismo pan, formamos la misma
familia» (l Co 10,17). Y de la Eucaristía nace el concepto de Iglesia particular
en la Iglesia antigua. El misterio de la Iglesia se realiza allí donde se reúnen
los fieles mediante la predicación y se alimentan del cuerpo del Señor bajo la
presidencia del pastor (LG 26).
Tema 3
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La Iglesia es el Pueblo "de Dios", es decir un pueblo que Dios "elige" y llama
de entre los pueblos, su propio pueblo, con el que establece una alianza. Es
un pueblo universal abierto a todos los pueblos, razas y clases. Es también un
pueblo santo. Por ello pertenecemos a la Iglesia por la fe y el bautismo (cf Jn
3,5). La Iglesia es la comunidad de los creyentes que celebra su fe en la acción
de gracias (Eucaristía). La promesa más importante del Antiguo Testamento
es: "Yo seré vuestro Dios y vosotros sois mi pueblo" (Lev 26,11-12; cf Ez
37,27; 2 Cor 6,16; Heb 8,10; Ap 21,3). San Pablo en Rom 9-11 vincula a la
Iglesia con Israel. El Vaticano II reconoce esta historia común entre
cristianismo y judaísmo. Al Pueblo de Dios de nuevo y verdadero Israel
pertenecen también los gentiles, que originalmente no fueron Pueblo de Dios
(cf 1 Pe 2,10). En Cristo ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos
y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús (Gál 3,28;
1 Cor 12,13; Col 3,11).
Yahvé eligió, pues, a Israel para pueblo suyo, hizo una alianza con él y lo fue
educando poco a poco. Le fue revelando su persona y su plan a lo largo de su
historia y lo fue santificando.
Pero todo esto lo realizó Dios como preparación y figura de la Nueva Alianza
perfecta que había de nacer por el mismo Verbo de Dios hecho carne. "He
aquí que llega el tiempo, dice el Señor, y haré una nueva alianza con la casa
de Israel y con la casa de Judá. Pondré mi ley en sus entrañas y la escribiré
en sus corazones y seré Dios para ellos, y ellos serán mi pueblo… Todos,
desde el pequeño al mayor me conocerán, afirma el Señor. (Jer 31, 31-34).
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Sacerdotal:
Pueblo profético:
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La Iglesia no es un cuerpo mutilado, sino que tiene una cabeza, Cristo, que la
guía y provee a su crecimiento. Cristo y la Iglesia son, por tanto, el CRISTO
TOTAL, la Iglesia es una con Cristo. Este es el sentido de esta imagen bíblica
para que entendamos un poco lo que es la Iglesia.
Lo más importante es que todos y cada uno de los miembros de este cuerpo
estamos invitados a vivir una comunión personal con Jesús. El desarrollo de
esta comunión - unión personal con Jesús, se llama proceso de vida espiritual
y lo conduce el Espíritu Santo.
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"Yo no soy el Cristo -dice a los que le escuchan-, sino que he sido enviado
delante de Él. El que tiene a la esposa es el esposo; pero el amigo del esposo,
el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del esposo" (Jn 3,28-29).
"¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el esposo está con
ellos?. Mientras tengan consigo al esposo no pueden ayunar, días vendrán en
que les será arrebatado el esposo; entonces ayunarán, en aquel día" (Mc 2,
19-20)
Con esta respuesta, Jesús da a entender que el anuncio de los profetas sobre
el Dios-Esposo, sobre "El Redentor, el Santo de Israel", encuentra en Él
mismo su cumplimiento.
Asimismo, el apóstol Pablo nos dijo que "Cristo amó a la Iglesia y se entregó
a sí mismo por ella" (Ef 5,25). Esta verdad fundamental de la eclesiología
paulina, que se refiere al misterio del amor nupcial del Redentor hacia su
Iglesia, queda recogida y confirmada en el Apocalipsis, en el que Juan habla
de la esposa del Cordero
"Ven, que te voy a enseñar a la novia, a la esposa del Cordero" (Ap 21,9).
nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,20). Por tanto la Iglesia es el
edificio espiritual de piedras vivas, cuya piedra angular es Cristo (cf 1 Pe 2,4-
5).
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en
vosotros? El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros" (1 Cor 3,16-
17; cf 2 Cor 6,16; Ef 2,21). El Espíritu Santo es como el alma del cuerpo, es el
principio viviente de la Iglesia. Ella vive en el Espíritu Santo, y se renueva en
Él. El es el que la rejuvenece, la renueva., fecunda y vitaliza. El la mantiene
en la verdad (cf. Jn 14,26; 16,13-14; DV 7-9), la guía en el camino de la
actividad misionera (cf AG 4) y la santifica, junto con todos sus miembros (cf.
LG 39-40). El Espíritu Santo es el principio de la unidad de la Iglesia en la
multiplicidad de sus carismas (cf 1 Cor 12,4-31; Ef 4,3; LG 12; UR 2). El
Espíritu sopla donde quiere (cf Jn 3,8). De ahí que la renovación en la Iglesia
no se puede"programar y organizar" simplemente. Lo decisivo en la Iglesia no
está en nuestras manos. Por ello la Iglesia debe pedir constantemente el
Espíritu Santo, que la vivifica, rejuvenece y la hece fecunda.
"Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio
de ellos" (Mt 18,20).
"Habéis olvidado que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en
vosotros"
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● Prepara a los hombres, los previene por su gracia para atraerlos hacia
Cristo
● Manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente
para entender su Muerte y Resurrección.
● Hace presente el Misterio de Cristo, sobre todo en la Eucaristía, para
reconciliarlos, para conducirlos a la comunión con Dios, para que den mucho
fruto.
El Espíritu Santo hace de la Iglesia "el Templo de Dios vivo" (2 Cor 6,16).
Actúa de múltiples maneras en la edificación de todo el Cuerpo en la caridad:
● Por la Palabra de Dios
● Por el Bautismo, mediante el cual forma el Cuerpo de Cristo
● Por los sacramentos que hacen crecer y curan a los miembros de Cristo
● Por las virtudes que hacen obrar según el bien.
● Por las múltiples gracias especiales llamadas "carismas", mediante las
cuales los fieles quedan preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o
ministerios que contribuyen a renovar y construir más y más a la Iglesia.
Afirma San Agustín: "Lo que nuestro espíritu, es decir, nuestra alma, es para
nuestros miembros, eso mismo es el Espíritu Santo para los miembros de
Cristo, para el cuerpo de Cristo que es la Iglesia".
Es decir, así como nuestra alma vivifica nuestro cuerpo, así el Espíritu Santo
vivifica el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. La vivifica habitando en ella como
en un templo. La renueva, rejuvenece y fecunda; la mantiene misionera y la
hace santa. Es el mismo Espíritu quien derrama sus diferentes dones sobre
ella para enriquecerla, haciéndola el lugar de la presencia activa de Dios en el
mundo
Los siguientes aspectos están tomados directamente del libro “El espíritu del
Señor que da la vida” de Carlos Ignacio González S.I.
De suyo no es posible ofrecer una lista completa. Son tantos, cuantos los
dones que el Espíritu conceda a una persona para el provecho común. Más,
por una parte, no hay dos seres humanos iguales y, por otra, son irrepetibles
las circunstancias históricas y los problemas que se presentan cada día y
requieren la intervención divina: unas son más comunes y ordinarias, otras
salen de la norma. Aún San Pablo, no pudiendo hacer una enumeración
exhaustiva de los mismos, sólo ofreció ejemplos de los diversos tipos de
dones del Espíritu. Para ilustrar esta riqueza puede observarse la diferencia
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entre las series que presenta en Romanos 12 y en Corintios 12, y se verá que
ambas coinciden sólo en uno de ellos.
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En realidad, la acción del Espíritu Santo, que sopla donde quiere, no siempre
es fácil de reconocer y de acoger. Sabemos que Dios actúa en todos los fieles
cristianos y somos conscientes de los beneficios que provienen de los
carismas, tanto para los individuos como para toda la comunidad cristiana. Sin
embargo, somos también conscientes de la potencia del pecado y de sus
esfuerzos tendientes a turbar y confundir la vida de los fieles y de la
comunidad. Por tanto, ningún carisma dispensa de la relación y sumisión a los
Pastores de la Iglesia. Ahora bien especialmente los párrocos, vicarios y
sacerdotes al frente de comunidades cristianas tienen que aprender a ejercer
el carisma de discernimiento que recibieron en la ordenación. La mayoría
prefieren no hacerlo y privan a sus comunidades de la vitalidad del Espíritu,
pero esperamos que estas reflexiones les mostrarán el camino para dar el
servicio en el descubrimiento y discernimiento de los carismas así como en su
ejercicio.
2° Tanto en los sacerdotes y laicos se requiere una gran apertura pues hay
una diversidad enorme de carismas que se orientarán a la gran diversidad de
servicios o ministerios que existen en la misión de la Iglesia y concretamente
en los planes diocesanos de pastoral.
Pues, “A cada uno de nosotros, sin embargo, le ha sido dada la gracia según
la medida del don de Cristo”, nos dice Efesios 4,7. Hay por tanto, pluralidad,
diversidad y complementariedad en los carismas y en los servicios que de
ellos originan en el Cuerpo de Cristo.
4° Para detectar mis propios carismas o los carismas de los demás debemos
detectar primero nuestras propias CUALIDADES NATURALES con las que
hemos nacido y que hemos cultivado en nuestra vida humana. Son estas
cualidades naturales en donde el Espíritu Santo hace enraizar los carismas.
Santo Tomás lo explica diciendo una ley de la vida cristiana: LA GRACIA NO
DETRUYE LA NATURALEZA, SINO QUE LA PRESUPONE, ELEVA Y
PERFECCIONA. Se requiere, pues, el conocimiento sano de sí mismo y de
los dones naturales recibidos de Dios, que deben ser cultivados. En la misma
línea de mis cualidades naturales están los carismas que el Espíritu Santo me
da y en esa misma línea está el servicio o ministerio que debo ejercer en el
campo místico de Cristo.
Por lo tanto, un líder de nuestra Iglesia, sea ordenado o laico, está invitado a
descubrir y cultivar las cualidades naturales de los miembros de su comunidad
observando qué carisma brota de ahí y motivarlo a que dé su servicio a la
comunidad, es decir, a convertirse en agente de pastoral.
Conclusión:
Todo bautizado está invitado a ser miembro vivo y activo del Cuerpo místico
de Cristo ejerciendo un ministerio o servicio según el carisma que ha recibido.
Es decir, los presbíteros y laicos tenemos la convicción de que, con una
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Por otra parte, como laicos no podemos ser sacados del mundo, sino más
bien preservados del mal por eso queremos tener un agudo discernimiento
frente a todo lo que ofertan los MCS, a este propósito afirma el documento:
“Frente a los MCS, discriminantes y no accesibles como vínculos de
comunicación para la sociedad civil, están empezando a surgir
manifestaciones y movilizaciones populares convocadas por la red
computacional (internet), existen centrales de información eclesial y se
generan algunas organizaciones solidarias desde las bases populares.
Tema 4
1.-JESÚS Y LA IGLESIA
Lo que hace Cristo antes de Pascua es ir poniendo las bases de lo que será
realidad sólo a partir de Pentecostés. Sin Pascua no hay Iglesia; aunque
tampoco la habría sin las bases que Cristo puso antes de Pascua.
El problema tiene, sin duda, su dificultad. No se puede negar que Jesús dice
frases que parecen aludir a una venida inminente del reino en poder y gloria
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(.Mí 10, 23; Me 9, 1; Le 9, 27; Mí 16, 28). Contó, a la vez, con la llegada
inminente de ese reino en poder y gloria, entonces la idea de una Iglesia como
institución queda excluida de antemano».
Dicho de otro modo, la Iglesia habría surgido por iniciativa de los hombres y
ante el retraso de la llegada gloriosa del Mesías, que se esperaba inminente,
de ahí que todas sus estructuras sean coyunturales y sujetas, por ello mismo,
a una posible revisión.
La Iglesia primitiva contaba, al parecer, con una venida próxima del Señor. Sin
embargo, lo cierto es que el retraso de la parusía del Señor no supuso un
trauma para la Iglesia primitiva ni una crisis de identidad. «si la expectación
inminente hubiera sido el punto central y decisivo del mensaje de Jesús, no
se comprende cómo la no realización de la parusía, esperada de esa manera,
hubiera podido darse sin grandes conmociones en la fe. De lo cual se sigue
que el fundamento y contenido de la fe en el mensaje del reino de Dios no
desaparecen ni sufren mengua alguna porque no tenga lugar la parusía».
La Iglesia era consciente de que el reino tenía que llegar a todo el mundo por
imperativo mismo del Señor, y se limitó, en consecuencia, a prolongar en el
tiempo la misma estructura dada por Cristo a su Iglesia. Incluso desde el punto
de vista espiritual, la transición se hizo sin traumas. San Pedro interpreta el
retraso de la parusía como signo de la paciencia divina, que quiere que nadie
perezca, sino que todos lleguen a la conversión (2 P 3, 9). En una palabra, la
Iglesia sabia que el reino había» irrumpido, incluso victorioso, en la
resurrección de Cristo. Pero esperaba la llegada última de Cristo en poder y
gloria para un tiempo cercano.
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La Iglesia primitiva (esto es lo importante) había distinguido con san Pablo los
dos momentos del reino ya iniciado en Cristo y a consumar en la gloría.
Esperaba una próxima venida de Cristo y el caso es que el retraso de la misma
no supuso trauma alguno en las primeras comunidades cristianas. Pero ¿qué
dijo Jesucristo de su venida?
para sacar a esos textos del terreno de lo falso y lo verdadero y colocarlos así
en el marco de la vigilancia y la espera que les es propio. Decir que el fin va a
ocurrir en esta generación expresa la seguridad del mismo y hace a la
generación presente consciente de que puede ser destinataria del mismo.
Por otro lado, en textos como el sermón escatológico, Cristo se refiere a dos
acontecimientos distintos; la destrucción del templo y la venida final del Hijo
del hombre. En interpretaciones judías de orientación apocalíptica, era
frecuente la convicción de que la llegada final del Hijo del hombre iría
precedida de la destrucción del templo y de la ciudad (Dn 9, 27; 11, 31-12,
11). Por ello, la destrucción del templo la presenta Cristo como signo
anunciador de su venida final, distinguiendo los dos acontecimientos, incluso
la exégesis avala la interpretación de que la frase conflictiva «no pasará esta
generación,..» se refiere al fin de la alianza antigua y comienzo de la nueva
era con la resurrección de Cristo: mientras todas estas cosas se le había
preguntado al principio cuándo será la destrucción del templo, tendrán lugar
en el marco de esta generación. En cambio, de la llegada última del Mesías,
Jesús dice no saber nada. Lo decisivo es que, inaugurado el nuevo Eón con
la muerte y resurrección de Cristo, la Iglesia espera su venida final sin saber
a ciencia cierta cuando tendrá lugar. Los sinópticos distinguen los dos
acontecimientos; la destrucción del templo y la venida final del Señor. Mientras
Marcos, hablando del templo, se limita a dar una indicación vaga («en esos
días»: Mc 13, 24) de la venida de] Señor y Mateo apela a una indicación
redaccional; «Inmediatamente después de aquellos días» (Mt 24, 29), Lucas
habla del tiempo de los gentiles, el tiempo de la iglesia, que va desde la
resurrección de Cristo hasta la segunda venida del Señor (Lc 21, 24).
En efecto, el reino que Cristo predica tiene que ver con la comunidad, con el
pueblo de Israel. El reino llega para el viejo Israel; y, ante el rechazo que hace
de él, nace el nuevo Israel que lo acoge. Dicho de otra forma, el reino no puede
entenderse al margen de una comunidad que es el nuevo Israel y con vistas
a él.
Jesús se dirige a las ovejas perdidas de la casa de Israel San Pablo llamará a
la Iglesia «Iglesia de Dios» (Ga 6, 16) que coincide con el pueblo cristiano
heredero por la fe de las promesas hechas a Abrahán (Ga 3, 9. 29). El pueblo
judío es Israel según la carne (7 Co 10, 18); pero la Iglesia es simplemente el
Israel de Dios que entronca por la fe con la promesa hecha a Abrahán (Rm 4,
11-17; 9, 6-8). San Pablo llama a la Iglesia universal y a las Iglesias
particulares «Iglesia o Iglesias de Dios» (l Co 1,2; 11, 16; 10,32; 15, í9; Ga 1,
13; 1 Tm 3, 5- 15), con lo cual está reproduciendo la perspectiva del Antiguo
Testamento, que presenta a Israel como asamblea (qehal) de Yahvé. Por ello,
«lo que muchos parecen olvidar, hablando del reino, es que Cristo, para
fundarlo, no partió de cero, sino de un dato ya existente, el antiguo Israel, que
era precisamente un misterio espiritual y sociológico a la vez». Cuando Mt 10,
6 habla delas ovejas perdidas, no se refiere sólo a una parte del pueblo (los
pecadores, por ejemplo) sino a la totalidad del pueblo que se encuentra como
un rebano extraviado y roto. Y esto significa que Jesús está convencido de
que la reunión escatológica de las ovejas extraviadas, prometida por Ezequiel,
ha comenzado ahora. Dios mismo reúne ahora a su pueblo sirviéndose de su
pastor mesiánico (cfr. Ez 34, 23ss).
Una vez que Israel rechaza a Jesús, el maestro se separa del pueblo de Dios
para poner fundamentos del nuevo pueblo de Dios. En un principio el envío
de los discípulos queda circunscrito a las ciudades de Israel: «No vayáis a los
gentiles». «Lo cual, no es una prohibición exclusivista para todos los tiempos.
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No hay, por ello, oposición entre el reino que Cristo buscó y la Iglesia que
convocó. La Iglesia y el reino nacen juntos, pues Jesús dio comienzo a la
Iglesia predicando la buena noticia. La Iglesia es fruto de la presencia del
reino. El anuncio de Jesús de la salvación del reino no se dirige a un individuo
sino que va a todo el pueblo de Israel. El destinatario de ese reino es la
comunidad. La Iglesia y el reino crecen también juntos, pues cuantos
escuchan con fe la palabra de Cristo y la unen a la congregación por él
convocada acogen el reino de Dios. Y es claro, por otro lado, que reino y
Iglesia coincidirán según la mente de Jesús, en la venida final. Aquí, en este
mundo. Iglesia y reino no coinciden plenamente, pues es claro también que
puede haber miembros en la Iglesia que no vivan en gracia, que no acojan el
reino; y fuera de ella puede haber, como veremos más adelante, hombres que
vivan en gracia. Mientras tanto, la Iglesia viene a ser el germen y el principio
del reino, la presencia y la comunidad que el reino se crea.
Esto mismo resulta aún más claro, si tenemos en cuenta que Jesús tuvo
conciencia de ser el Mesías. Pero no se concibe el Mesías al margen de una
comunidad mesiánica. «La solución del problema de si Jesús intentó y fundó
una Iglesia se deriva de su conciencia mesiánica. Si la reconocemos como
histórica (y todos los hechos lo permiten y justifican), entonces Jesús ha tenido
que reunir también en torno a sí una comunidad mesiánica como el pueblo de
Dios de los últimos tiempos que se inician con él». Sí tuvo conciencia de su
mesianidad, no tuvo más remedio que pensar en la comunidad mesiánica. En
este sentido; ¿Acaso su misión mesiánica no consiste en reunir a Israel? Pero
el hecho es que Israel se niega. Cristo no puede evitarlas consecuencias de
esta negativa. Con su rechazo, la Jerusalén oficial se excluye a sí misma del
reino mesiánico (Lc 19, 43-44; Mt 23, 39). Levantando como un acta de este
hecho, Jesús manifiesta luego su intención de organizar con este pequeño
resto fiel, agrupado en tomo a su persona, un nuevo Israel, sociológicamente
distinto del primero, aun cuando sea de hecho, religiosamente hablando, su
prolongación y su cabal realización. Este nuevo Israel será realmente su
Iglesia (Mt 16, 18).
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Y cuando Jesús hace suyo e! título de Hijo del hombre con la evidente
intención de expresar su pretensión mesiánica, evitando todo malentendido
político, como tenía el título de Mesías, no podemos olvidar que el Hijo del
hombre, en la profecía de Daniel, hace referencia a una comunidad: el pueblo
de los santos del Altísimo (Dn 7, 18ss), que es la comunidad mesiánica a la
que libra de sus enemigos. En el título de Hijo del hombre, hay implícita una
sociedad, una comunidad, un pueblo. Lo mismo podemos decir del Siervo de
Yahvé (ls 49, 6; 53, 12), al que Dios dará las multitudes como parte suya. Es
el siervo que viene a dar la vida en rescate de muchos (Me 10, 45), de modo
que «cabe decir que en las designaciones de Mesías, Hijo del hombre y Siervo
de Dios, así como en la pretensión aneja a las mismas, están dadas la idea
de una realidad y de una comunidad perteneciente a Jesús, de una ecclesia,
entendida como sociedad de los que han sido llamados por él».
Se puede entender la llegada del reino del Dios como un hecho individual que
se da sólo en las almas. El reino de Dios afecta, no a la comunidad sino al
individuo y no tiene nada que ver con el exterior sino con el hombre puramente
interior. Pero no se puede olvidar la idea de comunidad que aparece en él N.
Tes. unida al reino de Dios. El movimiento cristiano que surge de la
predicación del reino se consideró a sí mismo como Iglesia desde que rompió
con la comunidad judía interpretándose a sí misma como el verdadero Israel.
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La elección de los doce discípulos sólo puede referirse a las doce tribus de
Israel. El tema de las doce tribus es uno de los puntos centrales de la
esperanza escatológica de Israel. En efecto, aunque el sistema de las doce
tribus había desaparecido bastantes siglos antes (según los contemporáneos
de Jesús, sólo existían la tribu de Judá, la de Benjamín y medía tribu de Leví),
se espera que el tiempo escatológico de la salvación traerá consigo la
restauración de las doce tribus de Israel. Ya los capítulos finales del libro de
Ezequiel describen cómo revivirán las doce tribus y su participación en la
tierra».
Ocurre, por otro lado, que en la Iglesia primitiva había toda una técnica de
memorización de los nombres de los apóstoles, pues se comprueba por el
modo como son enumerados en los evangelios. Comienza con Pedro y
termina con Judas Iscariote.
Cada lista supone tres cuaternas, y, en todos los casos, dichas cuaternas van
comenzadas por los mismos nombres: Pedro, Felipe, Santiago Alfeo, con
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Todo esto nos hace caer en la cuenta de que el grupo de los doce es un grupo
estable, bien definido; una institución que hay que hacer remontar, sin duda,
a la elección misma de Cristo. En efecto, por el criterio de explicación
necesaria es preciso preguntarse cómo es posible que se hable de los doce
en todas las partes como de una institución. Es imposible pensar que tuvieran
un rango así en todas las Iglesias, si Cristo no los nombró apóstoles. Por otro
lado, el esfuerzo mnemotécnico evidencia un interés tal en la conservación de
los nombres, que no se entiende si Cristo no los eligió personalmente. No se
entiende, por tanto, esta fijación de nombres, esta existencia de esquemas.
De esta firme disposición y rítmica concatenación de las listas de los Apóstoles
se deduce que, antes de la composición de los evangelios, era elemento
esencial de la tradición oral.
a) En el caso de los apóstoles, no son éstos los que eligen a Jesús, sino
que él les elige. Es lo contrario de lo que hacen los discípulos de los rabinos.
Hay, pues, algo nuevo y insólito en este discipulado de Jesús, tal como
aparece en el evangelio y que no responde de los usos de la época.
Lucas identifica a los apóstoles con los doce. Los «doce» es más antiguo que
el término de «apóstoles». Lucas es el que los identifica y, para pertenecer a
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● Los apóstoles son los enviados de Cristo. Son enviado; por Cristo para
continuar su misión: «Como tú me has enviado al mundo, así los he enviado
yo al mundo» {Jn 37, 18); «Como el Padre me ha enviado, así os envío a
vosotros» (Jn 20, 21). En una palabra, los apóstoles participan de la misma
misión de Cristo, y reciben la tarea de continuar la misma misión en la tierra.
Hay una misión que continuar; y ésta la realizan los apóstoles por encargo de
Cristo; pero se trata de la misma misión: si Cristo ha dicho que quien a él le
ve, ve al Padre (Jn 14, 9), ahora dice que el que escucha a los apóstoles, a él
le escucha, y el que desprecia a los apóstoles a él le desprecia (Lc 10, 16).
a Jesús allí donde él no estaba presente, pero donde él quería que su palabra
y su obra, 'su causa, estuviera viva y presente ».
Ocurre, con todo, que los apóstoles de Jesús tienen una especial
característica: mientras que el schaliach judío terminaba su misión una vez
cumplido el encargo del mandante, Cristo envía a los suyos para una misión
que no termina.
Por eso, para garantizar su misión, les promete su presencia eficaz hasta la
consumación de los tiempos. Éste es el sentido bíblico, de la fórmula «estaré
contigo: una asistencia eficaz de Dios para el cumplimiento de la misión que
encarga. Si el Padre que ha enviado al Hijo está en él (Jn 8, 19), de forma que
el que le recibe a él recibe al Padre que le envió, quien rechaza a Cristo
rechaza al Padre que le envió (Jn 13, 20), ahora Cristo dice lo siguiente a los
apóstoles: «sabed que estoy con vosotros hasta el final de los tiempos».
«Quien a vosotros os recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a
aquel que me ha enviado» (Mt JO, 40; Lc10, 16; Jn 13,20).
35
PADRE ANDRES MAURICIO
Cristo prometió a los suyos el Espíritu de la verdad, que les enseñaría todo
cuanto les había dicho; «Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre
enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os
he dicho» {Jn 14, 26). Hay una garantía por parte de Jesús: el envío del
Espíritu Santo que asistirá a los suyos en la enseñanza de la doctrina, hasta
el punto de que esa
doctrina podrá ser impuesta a todos los hombres con la autoridad del mismo
Cristo: «El que no crea, se condenará» (Mt 16, 16). Hay, por lo tanto, para los
apóstoles, una garantía de fidelidad a la enseñanza de Cristo.
Recordemos que la fórmula «yo estaré contigo» se emplea más de cien veces
en la Sagrada Escritura con el sentido de una asistencia eficaz por parte de
Dios para el cumplimiento de la misión a la que él envía.
Es así como Jesús dice a los suyos; «Yo os aseguro; todo lo que atéis sobre
la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará
desatado en el cielo» (Mt 18,18). Esta fórmula «atar-desatar», que luego
encontraremos también aplicada al ministerio de Pedro, tiene en el mundo
rabínico varios significados que es preciso describir:
significa que el perdón de los pecados o su retención es real, pues tiene valor
delante de Dios.
He aquí, por tanto, que se da una transmisión a los apóstoles de todos los
poderes que Cristo ha sustentado en la tierra y con los que ha ejercido la
misión recibida del Padre. Esta transmisión les viene a los apóstoles
directamente de Cristo no por mediación de la comunidad. Es una misión que
nace del Padre y no de la comunidad, que no tiene otra mediación que la de
Cristo, sí bien, como la misma misión de Cristo, está al servicio de la
comunidad.
Se trata, por otro lado, de una misión que ha de durar hasta el final de los
tiempos (Mt 28, 20), pues la misión de Cristo es la misión definitiva y perpetua
de salvación para toda la humanidad. Si la misión del schaliach en el mundo
hebreo terminaba con el cumplimento de la tarea encomendada aquí la misión
de los apóstoles, idéntica a la misión de Cristo durará tanto cuanto la misión
de Cristo.
Ciertamente hay algo aquí de capital importancia: en las otras religiones, los
sacerdotes son, en el fondo, delegados de la comunidad que se encargan de
la función del culto, son un don que la comunidad se da a sí misma. En el
cristianismo, por el contrario, el sacerdocio viene de arriba, responde a una
elección de Cristo y consiste en una participación en su único sacerdocio, de
modo que el sacerdote cristiano es Cristo entre los hombres. Él perdona los
pecados en nombre de Cristo y ofrece la Eucaristía también en su nombre,
con la garantía de que la acción de Cristo está en él.
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PADRE ANDRES MAURICIO
Por ello, la perspectiva del sacerdocio cambia totalmente. No hay más que un
sacerdocio, el de Cristo (Hb 7-8-9); y el sacerdocio de los apóstoles no es sino
una participación en él.
Cristo eligió a los apóstoles para que le representen, como hemos visto. Pero
da un paso más; entre ellos elige a Pedro para que ejerza la función de cabeza
del cuerpo apostólico. Comencemos por algunos datos históricos.
Tiene también indudable relieve el hecho de que Pablo vaya a Jerusalén a ver
a Pedro (Ga 1, 18), pasando quince días en su compañía. Catorce años más
39
PADRE ANDRES MAURICIO
tarde, Pablo vuelve de nuevo a la ciudad para confrontar su evangelio con las
columnas de la Iglesia, Pedro, Santiago y Juan (Ga 2, 9). Sólo existe un
evangelio común y la certeza de predicar el mensaje auténtico está ligada a
la comunión con las columnas.
Por otro lado, es constante el hecho de que pedro tiene una posición especial
en el grupo de los doce. Si estamos atentos, veremos que los otros discípulos
aparecen asociados a el: Simón y los que estaban con el. (Lc 9,32). Es
también significativo que Jesús tenga con el una relación especial: paga el
tributo por cristo (Mt 27,24ss), Jesús toma la casa de Pedro como propia (Mt
8, 14) y predica desde su barca
(Lc 5 1-12).
Pedro, en su relación con los doce, aparece muchas veces como portavoz de
los doce (Mt 16, 16; Me 9, 5). Es el portavoz principal de los doce en el día de
Pentecostés. También es el que acoge en la Iglesia al primer no judío, al
centurión romano Cornelio (Hch 10, 1ss). Pero es también, junto con Santiago,
la figura dirigente de la Iglesia de Jerusalén,
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PADRE ANDRES MAURICIO
La promesa del primado a Pedro es una escena que nos narra Mateo (Mt 16,
17-19). Es el momento en que Jesús, después de su predicación en Galilea,
se retira al norte, a Cesárea de Filipo, y pregunta a los suyos quién dice la
gente que es él. Simón contesta diciendo: «Tú eres el Mesías, e] Hijo de
Dios»,a lo que responde Jesús: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás,
porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que
está en los cielos. Y yo, a mi vez, te digo que tú eres Pedro {Kefas} y sobre
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PADRE ANDRES MAURICIO
La pregunta que ahora nos hacemos es sí el texto proviene del mismo Jesús
o fue inventado por la primitiva comunidad, que lo redactó así en el evangelio
de Mateo.
42
PADRE ANDRES MAURICIO
Se dice que, en efecto, es un texto que no puede deberse ala triple tradición
(no viene ni en Lucas ni en Marcos), pues el material particular de un
evangelista puede tener valor histórico igual al de las fuentes comunes.
Por otro lado, no carece de importancia el hecho de que sobre la roca que
dominaba la ciudad de Cesárea hubiera edificado Herodes el Grande un
templo de mármol a Augusto. Es probable que Jesús hubiera utilizado aquella
vista de la roca-templo para expresar la nueva roca sobre la que sustenta la
iglesia. Era su estilo pedagógico.
Tú eres la roca sobre la que edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno
no prevalecerán contra ella.
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PADRE ANDRES MAURICIO
Pedro, que ha sido el primero en confesar a Jesús, será la roca que sustente
a la iglesia. Todos los embates del infierno no podrán contra ella. Las puertas
es la expresión que significa el poder, ya que las puertas de una ciudad eran
la parte más fortificada de la misma. El Hades, sede de los muertos, sobre
todo de los malvados, viene a significar el imperio de Satanás.
Recordemos, por otro lado, para que podamos entender el texto, que ya Isaías
había anunciado la fundación de la comunidad mesiánica «sobre una piedra
escogida, angular, preciosa, fundamental. El que creyere, no vacilará» (Is 28,
16-18).
Las puertas del infierno, según la Biblia de Jerusalén, evocan las potencias
del mal, las cuales, tras haber encadenado a los hombres en la muerte y en
el pecado, los encadenan definitivamente en la muerte eterna.
Con las llaves del reino (la expresión «cielos» en Mateo es sustitutiva de
«Dios») se usa una expresión semítica que significa la investidura del jefe de
palacio, el que administraba la corte en nombre del rey.
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PADRE ANDRES MAURICIO
7). Por ello, el texto viene a dar a entender la intención de Cristo de dejar a
Pedro como vicario suyo en la Iglesia.
Ya hemos hablado de esta metáfora a propósito del poder conferido por Cristo
a los apóstoles. Ahora Cristo lo confiere aquí a Pedro solo, pues le ha elegido
para que sea la roca de la Iglesia, sobre la cual se edificará incluso el cimiento
de los apóstoles. La voluntad de Cristo, por lo tanto, que quiere construir la
Iglesia sobre la estructura de los doce apóstoles, no mira a la constitución de
un colegio igualitario, sino un colegio diferenciado, en el que Pedro tiene la
responsabilidad de ser la roca de toda la Iglesia y sobre la que se apoyen
incluso los apóstoles. Si aquí dice Cristo que el poder del infierno no podrá
contra la roca, en Lc 22, 31, Cristo ruega para que la fe de Pedro no
desfallezca ante los embates de Satanás y pueda confirmar a sus hermanos
en la fe. Hay entre ambos textos un claro paralelismo.
Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos» (Lc 22, 31-32). Una
disputa entre los discípulos, inspirada por la ambición y el afán de poder, dio
ocasión a Jesús para proclamar la ley del evangelio que es el espíritu de
servicio. Jesús promete aquí a Pedro una misión especial para cuyo
cumplimiento le asegura su oración. Satanás pondrá a prueba la fe de los
discípulos. Tampoco Pedro fue preservado de la crisis de fe (Lc 22, 33ss),
pero la oración de Jesús le ayudará a recuperarse de nuevo. Por ello, Pedro
podrá confirmar a los demás.
ha dado su vida por las ovejas (Jn 10, 11), y ahora requiere de Pedro una triple
confesión de amor para entregarle la totalidad de su rebaño.
La función apostólica dada por Cristo a los apóstoles (Mt 18, 18) ha de durar
hasta el fin de los siglos: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.
Id, pues, y enseñad a todos los pueblos. Y sabed que yo estoy con vosotros
hasta la consumación de los siglos» (Mt 28, 18-20). Lo que Jesús buscaba era
construir su Iglesia, de modo que la construcción permaneciese y, si esta
construcción necesita de un fundamento, la Iglesia tiene necesidad de una
dirección fundamental.
Además, las potencias infernales han de luchar de por vida contra la Iglesia.
¿Cómo, entonces, la Iglesia no necesitará para todo tiempo el fundamento
puesto por Cristo contra ellas? ¿Habría que decir, por tanto, que la Iglesia
necesitaba al principio un fundamento de unidad que no necesitaría
posteriormente?
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PADRE ANDRES MAURICIO
Cristo, con este gesto, cancela la antigua alianza del Sinaí se inaugura la
nueva. Lo que era un mero anuncio queda rebasado en la cena por su
realización.
Pero hay más; hoy en día, aun prescindiendo de cuándo celebró Cristo la
última cena (los sinópticos la colocan el día primero de los ázimos, mientras
que Juan la adelanta un día), no cabe duda de que el rito realizado por Cristo
está influenciado por el sentido pascual tanto ritual como teológicamente, por
lo que la última cena de Jesús con los suyos reúne en sí los dos elementos
fundamentales que estaban en el origen del pueblo de Dios; el de la Pascua
y el de la alianza, es decir, la liberación de la esclavitud mediante la sangre
del cordero (Juan señala que la muerte de Cristo coincide con el sacrificio de
los corderos pascuales en el templo) y la constitución del pueblo de la alianza
de la nueva sangre.
Por ello: «La cena puede ser considerada bajo múltiples aspectos.
Creemos, con muchos exegetas, que hay que ver en ella mucho más que
la institución de un sacramento; en realidad, se ha realizado en esta
circunstancia un gesto de institución de una nueva religión y de la
fundación de la iglesia. Es el acto eminentemente fundacional de
Iglesia».
Por esto vemos que la nueva comunidad no se funda, tanto, mediante un acto
Jurídico o simbólico de la comuna de Dios con los hombres, sino por la
participación interior la misma vida de Jesús: «Sí no coméis mí carne y no
bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros» {Jn 6, 53).
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PADRE ANDRES MAURICIO
Por otro lado, difícilmente se puede admitir que una comunidad judía invente
el rito de beber la sangre, que era una abominación para los judíos (criterio de
discontinuidad. Finalmente hay que explicar (criterio de explicación necesaria)
en virtud de qué principio, si no es por institución de Cristo, se puede explicar
el hecho de que todas las comunidades cristianas primitivas contaran desde
un principio con Ja institución de la Eucaristía que suplía a la vieja Pascua.
¿Cómo consiguió desplazar a la vieja pascua desde un principio en todas
partes?
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PADRE ANDRES MAURICIO
La mayor parte de los exegetas han visto en la sangre y en el agua que manan
del costado de Cristo símbolos de los dos mayores sacramentos, que son la
Eucaristía y el bautismo.
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PADRE ANDRES MAURICIO
Los mismos Padres ven ahí el tema de la Iglesia, que nace del costado abierto
de Jesús. Cristo ya había dicho; «Cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré
todo hacia mí» (Jn 12, 32).
Los SS. Padres han visto en el agua el símbolo del bautismo y, en la sangre,
el símbolo de la Eucaristía, los dos sacramentos que constituyen el
sacramento de la Iglesia, la nueva Eva que nace del costado del nuevo Adán
( Ef 5, 23-32). A modo de ejemplo, recordemos estas palabras de San Agustín:
Hay, pues, vida para la humanidad, vida en Cristo, vida de Iglesia, vida de
sacramentos, porque el Padre ha aceptado el sacrificio redentor de Cristo.
Para eso muere Cristo; para que nazca la Iglesia. Pretender, por tanto, que
Cristo no pensó en la Iglesia es pretender que su muerte fue inútil. Pero si hay
resurrección (aceptación del sacrificio de Cristo por parte del Padre, entonces
hay perdón de los pecados, hay Eucaristía, hay Iglesia.
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PADRE ANDRES MAURICIO
7.- PENTECOSTÉS
Dice san Juan que, durante la vida pública de Jesús, todavía no había Espíritu,
pues todavía no había sido glorificado (Jn 1, 39). El Espíritu Santo, en la
Iglesia, es por antonomasia el fruto del misterio pascual de Cristo. Cristo, que
había venido a dar su vida por las ovejas (Jn 10, 10-15), la da en abundancia
mediante el don de su Espíritu. Esto es Pentecostés, de tal manera que la
efusión del Espíritu es el tiempo de la Iglesia.
«Con esto entendemos ya una razón de por qué no había venido antes el
Espíritu Santo; él es el don escatológico, y no pudo otorgarse hasta que hubo
irrumpido la era escatológica. Pero, por su parte, la era escatológica requiere
'la nueva alianza' perenne, y ésta se instituye 'en la sangre de Jesucristo', en
la sangre con la que él penetró en el santuario celestial, por su muerte y
resurrección (cfr. 1 Co 13, 25; Hb 13, 20; 9, 12). Por lo tanto, la presencia del
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PADRE ANDRES MAURICIO
En la Eucaristía pedimos que el Espíritu transforme las ofrendas del pan y del
vino (epíclesis) en el cuerpo y la sangre de Cristo; pero este Cristo, ya
presente entre nosotros, será el que nos da abundantemente el Espíritu como
don. En los demás sacramentos hay también una invocación al Espíritu, para
que dé al signo sagrado su eficacia.
Pero el Espíritu, en la medida en que nos hace presente a Cristo y nos une a
él, nos abre en Cristo el acceso al Padre. Él es el artífice de nuestra vida filial
(Rm 8, 14ss); nos entronca en Cristo haciéndonos participar de su filiación
divina, de modo que, en Cristo, el Padre nos ama ya como hi- jos en el Hijo.
Esto es la vida de la gracia: ser hijos en el Hijo. Por ello podemos clamar
«Abba» en un mismo Espíritu.
Esta Iglesia, que nació del designio salvador del Padre, que Cristo inició en la
tierra con su predicación y que consumó en su muerte y resurrección, es
constituida por el Espíritu en permanente fidelidad a Cristo y a la espera de su
venida gloriosa. El Espíritu no nos toma en sus manos para separarnos de
Cristo, sino, justamente al revés, para incorporamos a Cristo, a su palabra, a
su ejemplo y a su vida. El Espíritu es la garantía de que permanecemos
fundamentados siempre en la verdad de Cristo. Lo había dicho así el mismo
Cristo: «Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad
completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os
anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os
lo comunicará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho:
'recibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros'» (Jn 16, 13-15).
(Apéndice)
LA SUCESIÓN APOSTÓLICA
rebaño”. Tiene especial importancia el hecho de Hch 20, 28, conocido como
el testamento de Pablo. Pablo manda llamar a Mileto a los ancianos de Efeso
y describe su cometido con estas palabras: «Mirad por vosotros mismos y por
vuestra grey, en la cual el Espíritu Santo os ha constituido vigilantes u obispos
para pastorear la Iglesia de Dios que él se adquirió con su propia sangre». Los
ancianos son, pues, llamados obispos, con lo cual se funden dos conceptos o
estructuras: presbítero, que proviene de la sinagoga, y el epíscopos, tomado
del derecho griego. El término epíscopos, aplicado ahora a la función de rector
de la comunidad cristiana, viene a ser sinónimo de pastor. En 1 P 2, 25 se le
designa al propio Cristo con el término de “pastor y epíscopos”.
Con todo, hay en la misma Escritura una indicación preciosa sobre el asunto.
Las cartas pastorales, las dirigidas a Tito y a timoteo, vienen a ser como el
anillo entre la situación de los colaboradores elegidos por los apóstoles y los
obispos como sucesores de estos últimos. Aunque se discute la autenticidad
paulina de las pastorales, que serían pseudónimas, cabe la posibilidad de que
recojan textos de Pablo. De todos modos, ésta es una cuestión que no afecta
a la naturaleza del argumento. Para la importancia objetiva y teológica de las
pastorales, no es decisiva la cuestión del autor.
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PADRE ANDRES MAURICIO
El testimonio de la Tradición
Es la Tradición la que más nos va a instruir sobre el tema dado que se trata
de una realidad que se lleva a cabo en la práctica y que no se tiene en cuenta
en describir por escrito. Los hechos son los que se van dando, sin que se
sienta la necesidad de consignarlos por escrito. Sólo circunstancialmente
tenemos referencia de los hechos.
«También los apóstoles supieron que habría discusiones acerca del ministerio
episcopal; por ello dieron una instrucción precisa para que, cuando muera un
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PADRE ANDRES MAURICIO
Ignacio de Antioquia
El testimonio de Hipólito
1. Que el obispo ordenado sea en todo sin tacha, elegido por todo el pueblo.
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PADRE ANDRES MAURICIO
El Conflicto de Efeso
El Papa León
y en cuanto sucesor de Pedro, una autoridad análoga a la que Pedro tuvo con
los otros apóstoles. Para León, «el muy bendito apóstol Pedro no cesa de
presidir en su sede». Dice así León Magno: «Es perpetua la solidez de esta fe
por la que Cristo alabó al primero de los apóstoles. Y asimismo siempre
permanece lo que Pedro creyó en Cristo, de la misma manera permanece
siempre lo que Cristo, en la persona de Pedro, instituyó. (...) San Pedro,
preservando siempre la solidez de la piedra que le fue otorgada, no abandonó
el timón que le fue confiado en la Iglesia.
Tema 5
NOTAS CARACTERÍSTICAS DE LA IGLESIA
63
PADRE ANDRES MAURICIO
La Iglesia es Una. Cristo no fundó muchas, sino UNA Iglesia, dijo que quería
formar un solo rebaño bajo la guía de un solo pastor (Cfr.Jn. 10) La única
Iglesia de Cristo, Nuestro Salvador, después de su resurrección, la entregó a
Pedro para que la pastoreara. Le encargó a él y a los demás Apóstoles que la
extendieran la gobernaran. Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo
como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor
de Pedro y por los obispos en comunión con él.
Sin embargo, esta diversidad tiene unas fronteras que, si se traspasan anulan
la unidad. Así aparecen los cismas y las herejías. Cuando se rompe la
comunión vital, especialmente en la comunión en el culto, estamos hablando
de un cisma. Si la ruptura se produce en el ámbito de la unidad de la fe, que
a su vez provoca una separación en el culto, nos encontramos ante una
herejía.
La Iglesia es Santa, porque Cristo "la amó y dio su vida por ella". Esto lo hizo
para consagrarla. En Ella dejó el Señor todo el tesoro de su santidad adquirido
por su muerte y resurrección y así la Iglesia es dispensadora de santidad y
santifica a todos sus miembros desde el bautismo hasta la última despedida,
luchando siempre por purificarla del pecado
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PADRE ANDRES MAURICIO
Por todo lo anterior, podemos concluir que la Iglesia es Santa en su ser más
profundo, pero pecadora y en constante conversión en su visibilización en el
mundo.
Porque la salvación que Cristo nos trajo se dirige a todos los hombres sin
excepción. Es Universal. Por esto la Iglesia es Católica. A partir de la
Ascensión del Señor, se rompieron las fronteras de Israel para "ir por todo el
mundo y anunciar el Evangelio a todas las gentes" Y en orden histórico los
apóstoles serían los testigos de Jesús en Jerusalén en Judea y Samaria y
hasta las regiones más lejanas de la tierra" (Hch 1,8)
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PADRE ANDRES MAURICIO
Apóstol quiere decir enviado. Los cuatro evangelios señalan que Dios, el
Padre, ha enviado a Jesús, su hijo como Salvador del mundo. A su vez,
Jesucristo confió a los apóstoles la misión que había recibido del Padre,
encargándoles predicar en su lugar el Evangelio a todos los pueblos, con el
poder del Espíritu Santo, hasta la consumación del mundo:"Se me ha dado
plena autoridad en el cielo y en la tierra, Id y haced discípulos de todas las
naciones, bautizadlos y consagrárselos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
y enseñadles a guardar todo lo que os he mandado, mirad que yo estoy con
vosotros cada día hasta el fin del mundo" ( Mt 28, 18-20; Mc 16, 15-20; Lc. 24,
47-48; Hch 1,8).
● Fundamentos de la Iglesia
Desde los orígenes de la Iglesia hasta hoy, y así sucederá hasta siempre, la
Fe y la misión de los Apóstoles se han mantenido íntegras y vivas mediante
la sucesión apostólica de los obispos, asistida por el Espíritu Santo. Un
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PADRE ANDRES MAURICIO
(Apéndice)
Un hecho histórico vino a poner esta nota en la Iglesia de Cristo: San Pedro,
el primero entre los Apóstoles, fue a Roma y ahí murió. En los Evangelios
aparece San Pedro con un lugar muy importante entre sus compañeros
apóstoles, esta primacía es confirmada por Cristo resucitado. En los Hechos
es quien tiene la dirección principal de la Iglesia naciente. Así se le consideró
como signo de ser la Iglesia de Cristo el estar en comunión con Pedro. San
Pablo mismo que tiene una parte tan importante en la propagación del
cristianismo primitivo, confiesa que después de su conversión fue a estar unos
15 días con Pedro, no fuera a suceder que su mensaje no estuviera de
acuerdo con él.Este puesto importante de Pedro en toda la Iglesia lo sigue
teniendo el sucesor de Él en Roma, porque ahí murió en el año 67 dando su
vida por Cristo como testimonio final de su amor al Maestro. Conocemos los
nombres de todos los sucesores de Pedro hasta el presente. Hoy también los
cristianos conservamos la comunión con la Iglesia de Roma. Por eso decimos
que la Iglesia es Romana.
¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la
Iglesia? Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de
Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su cuerpo:
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PADRE ANDRES MAURICIO
Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y
a su Iglesia: "Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su
Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la
ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les
dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna" (L.G. 16)
Tema 6
Introducción
"Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia (evangelio) a toda criatura"
(Mc 16,15)
La Misión:
● Surge del envío que Jesús hace a sus discípulos para anunciar y
significar la Buena Nueva (Mt 10,5-8)
● Tiene una importancia decisiva para los discípulos. Esta importancia
queda confirmada por la abundancia de textos misioneros que aparecen en
los Evangelios (Mt5,13; 13,31.33.47; Mc 3,14; Mt 28,19).
● Tiene como contenido fundamental a Jesucristo como Salvador (Hch
5,31) Por medio de Él, Dios ofrece a todos los hombres una vida nueva.
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PADRE ANDRES MAURICIO
En breve recorrido que hemos hecho por la vida de las primeras comunidades
cristianas, nos permite afirmar:
● La misión de la Iglesia se fundamenta en la misión de Jesús como
enviado del Padre para la liberación de la humanidad.
● La razón histórica del ser de la Iglesia es prolongar la misión de Cristo y
hacerla visible en la historia de los hombres.
● La misión es la verdadera y única tarea de la Iglesia.
San Pablo nos expresa muy bien en qué consiste esta buena noticia, cuando
afirma:
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PADRE ANDRES MAURICIO
" Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para que se
salve todo el que cree, tanto si es judío como si no lo es. Porque en él se
manifiesta la fuerza salvadora de Dios a través de una fe en continuo
crecimiento, como dice la Escritura -quien alcance la salvación por la fe, ese
vivirá (Rom 1,16-17).
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La conversión
La liberación
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Los Sujetos
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Esta actuación del Espíritu, que la conduce a la verdad plena (Cfr.Jn 15,12-
14), se realiza a través de diversas mediaciones como:
● La acogida valiente de la Palabra de Dios, que al penetrar en los
corazones cuestiona las estructuras, actuaciones y comportamientos.
● Los signos de los tiempos, es decir, los deseos y aspiraciones profundas
de las personas de la sociedad actual, que se ven plasmados en el esfuerzo
a favor de la paz, la justicia, los derechos humanos, la ecología...
● Las voces que se elevan desde la opresión, la marginación la pobreza
extrema "el clamor de los sin voz"
Tema 7
LA IGLESIA COMUNIÓN
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PADRE ANDRES MAURICIO
b) Un segundo nivel, para distinguir (e, incluso separar) lo que pueda ser
expresión inequívoca de comunión en Cristo y en el Espíritu de todo lo que
pueda ser expresión ambigua o de doble sentido en las relaciones
interpersonales, de todo lo que pueda llevar consigo una carga de egoísmo,
de manipulación, de falta de tacto en el respeto a los demás, de interés
espurio.
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(Aspecto teológico)
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PADRE ANDRES MAURICIO
sustituir a nadie en ese trato personal con Dios. Pero hay otro nivel que lo
estableció Cristo mismo: el nivel del “nosotros” cara a Dios Padre: "Cuando
oren, digan: “Padre nuestro". Cuando la Iglesia ora al Padre invoca el Nombre
de su Hijo como título que abre las puertas a lo divino. La conclusión completa
de la oración cristiana al Padre es: “por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de
los siglos”. También la Iglesia se dirige de modo directo a Jesús y al Espíritu
Santo, en otras oraciones.
Ahora bien, esta comunión nos viene explícitamente revelada por Jesús, él
mismo se hizo uno de nosotros, en todo menos en el pecado, ha asumido
nuestra naturaleza. Él se ha inculturado; es decir, se ha metido y ha asumido
una cultura concreta y a una naturaleza concreta. La comunión con Dios ha
llegado a su plenitud en la realidad “Jesucristo”, quien es uno de nosotros.
(Dimensión Pastoral)
Esto nos lleva a interesarnos por los problemas, liberación a los cautivos (Is
61,1-4;Lc 4,18). Esto exige analizar las necesidades más urgentes. Aportar
sugerencias con respeto nos ayuda a madurar y a superar deficiencias. No
existe cultura perfecta, ninguna cultura debe imponer sus normas a las otras.
La novedad cristiana llega a una nueva cultura surgiendo manifestaciones
culturales tipificadas para expresar los símbolos litúrgicos, formulaciones
doctrinales, los tipos de santidad, pero todo esto lejos de dividir a las
diferentes iglesias locales, debe conducir a un mutuo reconocimiento en la fe
apostólica y a la solidaridad en el amor.
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La comunión de los cristianos con Jesús tiene como modelo, fuente y meta la
misma comunión del Hijo con el Padre en el don del Espíritu Santo: los
cristianos se unen al Padre al unirse al Hijo en el vínculo amoroso del Espíritu.
Jesús continúa: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos» (Jn 15, 5). La
comunión de los cristianos entre sí nace de su comunión con Cristo: todos
somos sarmientos de la única Vid, que es Cristo. El Señor Jesús nos indica
que esta comunión fraterna es el reflejo maravilloso y la misteriosa
participación en la vida íntima de amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Por ella Jesús pide: «Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti,
que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me
has enviado» (Jn 17, 21).
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vida de Cristo se derrama en los creyentes (...). Como todos los miembros del
cuerpo humano, aunque numerosos, forman un solo cuerpo, así también los
fieles en Cristo (cf. 1 Co 12, 12). También en la edificación del cuerpo de Cristo
vige la diversidad de miembros y funciones. Uno es el Espíritu que, para la
utilidad de la Iglesia, distribuye sus múltiples dones con magnificencia
proporcionada a su riqueza y a las necesidades de los servicios (cf. 1 Co 12,
1-11). Entre estos dones ocupa el primer puesto la gracia de los Apóstoles, a
cuya autoridad el mismo Espíritu somete incluso los carismáticos (cf. 1 Co 14).
Y es también el mismo Espíritu que, con su fuerza y mediante la íntima
conexión de los miembros, produce y estimula la caridad entre todos los fieles.
Y por tanto, si un miembro sufre, sufren con él todos los demás miembros; si
a un miembro lo honoran, de ello se gozan con él todos los demás miembros
(cf. 1 Co 12, 26)».
La comunión eclesial es, por tanto, un don; un gran don del Espíritu Santo,
que los fieles laicos están llamados a acoger con gratitud y, al mismo tiempo,
a vivir con profundo sentido de responsabilidad. El modo concreto de actuarlo
es a través de la participación en la vida y misión de la Iglesia, a cuyo servicio
los fieles laicos contribuyen con sus diversas y complementarias funciones y
carismas.
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
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