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Ius et Praxis

ISSN: 0717-2877
revista-praxis@utalca.cl
Universidad de Talca
Chile

Cifuentes Muñoz, Eduardo


LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN COLOMBIA
Ius et Praxis, vol. 6, núm. 1, 2000, pp. 195-271
Universidad de Talca
Talca, Chile

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=19760114

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LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN COLOMBIA

Eduardo Cifuentes Muñoz (*)

LIBERTAD DE EXPRESIÓN. GENERALIDADES

1. EL CONTENIDO DEL ARTÍCULO 20 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA

1.1. La Corte ha distinguido cada uno de los derechos reconocidos por el artículo
20 de la C.P., cuya singular formulación obliga al intérprete a determinar la existencia
de tres derechos - libertad de expresión, derecho de informar, derecho a recibir
información -, no obstante íntimamente relacionados entre sí y pertenecientes a una
misma matriz. En una de las primeras sentencias en las que la Corte se reveló consciente
de la coexistencia de tres derechos, cuya consagración independiente no reniega de su
común parentesco ni de sus insuprimibles nexos, se anotó que la libertad de expresión
tenía una extensión mayor que la de las otras libertades enunciadas en el texto, que
giraban sólo en torno de la información1, mientras que la primera tenía por objeto el
pensamiento y las opiniones, “sobre los cuales lo único que puede recaer es la libertad
responsable”. La libertad de expresión, en consecuencia, acota un ámbito del sujeto y
de su capacidad comunicativa, refractario jurídicamente a sufrir restricciones que, en
todo caso, por su propia naturaleza no serán “tantas como las que tienen el derecho a
2
la información y el derecho a informar” .

(*) Ministro y Ex Presidente de la Corte Constitucional en 1999.


1
Sentencia C-488 de 1993.
2
Sentencia C-488 de 1993.

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1.2. Libertad de opinión (o de expresión propiamente dicha)

1.2.1. Los tribunales de ética profesional autorizados por la ley para imponer
sanciones por conductas relacionadas con el ejercicio de la profesión, exceden su
competencia y violan la libertad de expresión si penalizan el comportamiento de un
profesional que se ha limitado a manifestar públicamente su opinión crítica sobre el
funcionamiento de dichos tribunales y la integridad moral de los miembros que los
3
componen. En el caso Miranda Arroyo contra el tribunal de ética médica del Valle ,
la Corte tuteló el derecho a la libertad de expresión de un médico, sancionado
disciplinariamente por un tribunal de ética médica, por el hecho de haber censurado
públicamente, a través de una carta dirigida al director de un periódico, tanto el
funcionamiento real del tribunal como la conducta de algunos de sus miembros. Según
la Corte la competencia de un tribunal de ética médica se contrae a aplicar las normas
que conforman estos códigos de ética a los profesionales que practiquen la profesión
respectiva y sólo en razón de su ejercicio. Ni la ley ni el tribunal pueden concederle
tratamiento de falta disciplinaria a lo que genuinamente corresponde al ejercicio de un
derecho fundamental, como lo es la emisión de una opinión libre sobre cualquier
materia.

1.2.2. Un ejercicio específico de la libertad de expresión consiste en plasmar en


libros las más variadas creaciones espirituales que puedan producirse en el campo
literario, artístico, científico y técnico. Al autor se le debe asegurar, además de los
derechos que se derivan de la creación intelectual, el derecho a la integridad de la obra
y a su difusión pública. En particular, la obra literaria no puede ser objeto de
rectificación, ni de censura. Ningún juez podría, sin violar la libertad de expresión y la
intangibilidad de la obra que constituye una unidad inescindible, disponer unilateralmente
modificaciones o supresiones a su texto. El autor no puede quedar sometido a la
dirección literaria del juez. La obra literaria y las demás creaciones del espíritu que son
objeto de difusión entre el público, quedan cobijadas por la libertad de expresión que,
a diferencia de la libertad de información, no está limitada por el derecho a la
rectificación, pues, la creatividad, el arte, la imaginación y la opinión no son suscep-
tibles de someterse a un juicio de verdad e imparcialidad. Lo anterior sin perjuicio de
los derechos que contra el autor puedan esgrimir las personas que se consideren
lesionadas en su intimidad, honra y buen nombre.

En el caso La bruja4, la Corte Constitucional revocó las sentencias de instancia que


ordenaban, entre otras cosas, recoger las primeras ediciones del libro La Bruja- Coca,
3
Sentencia T-597 de 1994.
4
Sentencia SU-56 de 1995.

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Política y Demonio, escrito por el autor colombiano Germán Castro Caycedo, y, para
las futuras ediciones, sustituir los nombres de algunos personajes de la obra por otros
que fueran ficticios. Según las demandantes, los hechos relatados en el libro lesionaban
la intimidad y el buen nombre de las personas que en la vida real correspondían a los
personajes de la narración, los cuales se encontraban vivos y eran descritos de manera
exacta hasta el punto de que podrían fácilmente ser identificados por cualquier
habitante del pueblo. De otro lado, las demandantes, familiares de los personajes vivos,
se consideraban lesionadas, pues los hechos descritos pertenecían al ámbito íntimo de
la familia y, en todo caso, resultaban denigrantes en cuanto que el trasfondo de los
hechos ocurridos en el municipio de Fredonia, Antioquia, combinaba actividades de
narcotráfico, espiritismo y política.

En la sentencia, la Corte descarta que se haya podido violar el derecho a la


intimidad. De una parte, el autor no obtuvo dolosamente la información privada que
requirió para elaborar su obra, calificada como literaria pese a usar el género del
testimonio periodístico. De otro lado, las actuaciones de los personajes de la obra
pertenecían al dominio público en el medio donde se desenvolvía el relato, puesto que
habían trascendido la intimidad y eran ampliamente conocidas. La doctrina sentada en
este fallo ya ha sido sintetizada. La intangibilidad de la obra literaria, se sostiene en los
siguientes términos: “el libro que es objeto de censura a través de las acciones de tutela,
aun cuando podría afirmarse que utiliza en esencia el género testimonio periodístico,
es una obra literaria que no se puede asimilar a una noticia, razón por la cual no es viable
introducir modificaciones a su contenido narrativo, porque autorizarlas implicaría
desnaturalizar la esencia material de la obra, aparte de que convertiría al juez de tutela
en un crítico de la creación intelectual de la misma, lo cual, por ser una cuestión
metajurídica rebasa obviamente su competencia. Además, es posible que las órdenes
del juez al autor de la obra para que cambie aspectos esenciales de su contenido sean
de imposible cumplimiento, porque obligarían al escritor a reescribir su obra no
conforme a su libre expresión, sino acorde con la del juzgador”. Con todo, en otro pasaje
de la sentencia se afirma que la intangibilidad de la obra literaria “se desvanece”, “si
revela datos personales no susceptibles de ser conocidos de otro modo”.

1.2.3. (libertad de expresión artística) La libertad de expresión, entre sus múltiples


manifestaciones, se proyecta en el campo del arte en el que la creatividad humana puede
desplegarse apelando a los más diversos medios, formas y procedimientos. La protec-
ción a la libre expresión artística genéricamente se comprende en la formulación más
general de la libertad de expresión (C.P. art. 20) pero, además, ha merecido una
mención específica en el artículo 71 de la Carta: “La búsqueda del conocimiento y la
expresión artística son libres. Los planes de desarrollo económico y social incluirán el
fomento a las ciencias y, en general, a la cultura. El Estado creará incentivos para

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personas e instituciones que desarrollen y fomenten la ciencia y la tecnología y las
demás manifestaciones culturales y ofrecerá estímulos especiales a personas e institu-
ciones que ejercen estas actividades”.

La Corte ha distinguido en la libertad de expresión artística dos facetas, que deben


diferenciarse desde el punto de vista de su tratamiento jurídico (caso desnudos
5
descolgados) . La primera está constituida por el derecho de las personas a crear o
proyectar artísticamente su pensamiento, el cual en el plano jurídico tiene carácter
absoluto. Ninguna autoridad puede restringir en ningún sentido esta libertad. La
decisión sobre la obra, su contenido, los medios empleados y, en general, sobre todo lo
que a ella concierna, es soberana de la persona, cuyos únicos límites tendrán que ver
con sus deseos, capacidad y creatividad.

La segunda se relaciona con el derecho a difundir y dar a conocer las obras al


público. Este aspecto de la libertad de expresión artística, en cambio, sí puede ser objeto
de ciertas limitaciones o restricciones que sean compatibles con este derecho y se
inspiren en los valores y principios constitucionales. De una parte, el Estado debe
garantizar a las personas igualdad de acceso a los lugares y medios públicos de difusión,
con base en criterios de selección objetivos y a tono con una Constitución que profesa
el pluralismo cultural y no asume como propia una determinada axiología moral o
estética. No viola la Constitución que una determinada exposición en un medio público
de difusión, por ejemplo, se someta a un trámite de autorización por parte de la
autoridad que aplique este tipo de criterios. De otra parte, al Estado le está vedado
impedir la difusión de una obra por su autor o el acceso a ella por parte de las personas
que desean conocerla y apreciarla, por rechazar su contenido moral o estético. “El
hacerlo - señala la Corte -, entrañaría un acto de censura, proscrito de nuestro
ordenamiento constitucional y violatorio del derecho a la difusión de la expresión
artística, contenido en los artículos 20 y 71 de la Carta política. La censura consiste,
precisamente, en prohibir o recortar la difusión de cualquier idea por la sola razón de
ser contraria a una ideología determinada, incluso si dicha ideología es acogida por la
6
mayoría de habitantes de una región o de todo el territorio colombiano” .

En la sentencia citada, la Corte Constitucional encontró que el director de una


entidad pública (Instituto de Cultura y Turismo de Valledupar), violó el derecho a la
difusión pública de una obra de arte de un artista local e incurrió en un acto de censura.
Luego de que el artista recibió del director la autorización para exponer en la sala de

5
Sentencia T-104 de 1996.
6
Sentencia T-104 de 1996.

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exhibición una serie de fotografías, este último procedió intempestivamente a retirar,
contrariando la voluntad del primero, aquellas cuyo tema central era el desnudo, las
cuales, en su concepto, resultaban impúdicas, pornográficas y contrarias a la moral
pública imperante en el medio. A juicio de la Corte, el funcionario público, no aplicó
ningún criterio objetivo de selección, sino que impuso su propia concepción subjetiva
del arte conforme a una opción ideológica opuesta al principio del pluralismo y la
tolerancia, desconociendo los derechos del artista y del público que ha debido decidir
con entera libertad si accedía o no a la exposición y si acogía o rechazaba su obra.

1.3. Derecho a la información

1.3.1. El derecho a la información, según la Corte, consiste en el derecho que tiene


“toda persona a ser informada e informarse de la verdad, para juzgar por sí misma sobre
7
la realidad con conocimiento suficiente” . El objeto de este derecho es la información
veraz e imparcial, es decir, “la que adecue el intelecto con la realidad”. Gracias a este
derecho se procura que la persona sea sujeto autónomo del conocimiento y miembro
de la comunidad política. La finalidad a la que tiende este derecho es ambiciosa - “que
la persona juzgue sobre la realidad con conocimiento suficiente “-, ya que de ella pende
que la persona devenga partícipe de los diferentes discursos que conforman el mundo
de vida de la comunidad y que controle su propia existencia. La Corte en la sentencia
citada, reaccionó contra una ley que, en su concepto, al impedir la divulgación de las
encuestas de opinión, arrebataba a las personas un elemento de juicio valioso para
tomar una decisión autónoma y consciente en materia política: “resulta no sólo injusto,
sino altamente inconveniente, el que se prive a la comunidad del conocimiento de los
comportamientos políticos que reflejan las encuestas, porque todo ser humano que vive
en sociedad tiene el derecho a saber lo que sus conciudadanos piensan sobre el devenir
político, entre otras cosas, porque le sirve como elemento de juicio para su reflexión
8
política y para sus propias decisiones” .

1.3.2. La Corte Constitucional, en la sentencia C-488 de 1993, aunque parte de la


premisa constitucional de que toda persona tiene el derecho a informar, concluye que
resulta razonable que un grupo especializado se encargue de esta labor, que demanda
pericia y acarrea un tipo especial de responsabilidad. Precisa la Corte: “es razonable que
un grupo especializado se encargue de asumir, como profesión, el deber de informar los
asuntos de interés general a la colectividad, y dicho deber genera el derecho de informar
profesionalmente. Es por ello que, en sentido estricto, cuando se asume como profesión

7
Sentencia C-488 de 1993.
8
Sentencia C-488 de 1993.

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el deber de informar, este derecho recae sobre un sujeto activo especializado. Es un
derecho con un sujeto determinado, porque también la responsabilidad profesional es
determinada, y así se establece la proporcionalidad”9. En esta sentencia, por este
aspecto, se señala que ante la exigencia de la colectividad de contar con una informa-
ción oportuna sobre las preferencias electorales derivadas de las encuestas, la prohibi-
ción de divulgar su contenido, atenta contra el derecho de informar en cabeza de los
profesionales del periodismo que disponen de estos datos y que deben difundirlos de
manera responsable, esto es, con ciertas cautelas, como la de advertir que ellas no
necesariamente reflejan el comportamiento inexorable de los futuros electores.

1.3.3. El contenido del derecho a informar abarca una serie de acciones que se
inscriben en su objeto: “recibir, buscar, investigar y difundir informaciones, concepto
éste genérico que cubre todas las noticias de interés para la totalidad del conglomerado
como los informes científicos, técnicos, académicos, deportivos o de cualquier otra
índole y los datos almacenados y procesados por archivos y centrales informáticas”10.

2. EL DERECHO A LA INFORMACIÓN COMO DERECHO


DE DOBLE VÍA

El artículo 20 de la C.P., garantiza a toda persona el derecho de informar y el de


recibir información veraz e imparcial. El reconocimiento del derecho a la información,
desde la propia formulación constitucional, integra los dos intereses constitucional-
mente protegidos: el del emisor de la información y el de su receptor. La anotada
característica de este derecho, determina que el alcance de los derechos de los emisores
de informaciones, en cierta medida esté condicionado por las exigencias de veracidad
e imparcialidad, que la propia Constitución impone como garantía del derecho a la
información de los receptores (C.f.r., Sentencia T-512 de 1992). En otras palabras, la
libertad de informar está en función del derecho a recibir información veraz e imparcial,
el cual le sirve de contrapartida (C.f.r., Sentencia T-080 de 1993).

La Constitución directamente establece un nexo entre los dos derechos que


comparten en la información su presupuesto común. La jurisprudencia sostiene que la
11
relación Emisor-Receptor, tiene una clara connotación jurídica . La libertad de
información protege el interés y el ámbito del emisor que se proyecta en distintas

9
En sentido contrario se pronunció la Corte en la sentencia C-087 de 1998, en la que se declaró la inexequibilidad
que restringía el ejercicio del periodismo a quienes obtuvieran la respectiva tarjeta profesional.
10
Sentencia C-073 de 1996.
11
Sentencia C-033 de 1993.

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actividades, desde la recolección y búsqueda de información, hasta su elaboración y
difusión; pero este quehacer está sujeto a cargas y limitaciones, cuyo contenido y
alcance no pueden fijarse sin tomar en consideración al receptor de la información, cuyo
derecho a la información exige, según la Corte, que ésta sea verídica (corresponda a la
12
realidad), objetiva (ausente de tergiversación, manipulación o arbitrariedad) y oportuna .

3. FUNDAMENTO DEL DERECHO A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

3.1. La Corte Constitucional en algunos pronunciamientos de sus salas de revisión,


le ha conferido a la libertad de expresión el status de derecho natural. A este respecto,
en la sentencia T-512 de 1992 se afirma que todos los derechos fundamentales “se
tienen como derivados de la esencial condición racional del hombre y, por ende,
anteceden a cualquier declaración positiva que los reconozca”.

En este mismo sentido, se ha dicho del derecho a la información que, por fundarse
en la “esencia humana”, es universal, inalienable, irrenunciable y reconocido - no
creado - por la legislación positiva13.

4. FUNCIONES Y FINES

La libertad de expresión y el derecho a informar y ser informado, cumplen en la


vida política y social y, desde luego, en el desarrollo del individuo, una importancia
cardinal que no sobra destacar en una exposición sobre su régimen jurídico. Aunque la
fundamentación de un derecho y su positivización correspondan a dos momentos
distintos, la interpretación de los derechos ya incorporados en la Constitución y la
resolución de los conflictos a que dan lugar, no puede prescindir de su fundamentación
o justificación moral o política que, entonces, se recupera jurídicamente como universo
de comprensión que ayuda a determinar los confines de un determinado derecho, su
contenido, alcance y fuerza expansiva. La justificación puede realizarse de muchos
modos. Tal vez lo más indicado será intentar responder a la pregunta: ¿para qué nos
sirve la libertad de expresión?14.

12
Sentencia C-033 de 1993.
13
Sentencia C-488 de 1993.
14
Las afirmaciones siguientes siguen muy de cerca el texto de la aclaración de voto a la sentencia C-425 de 1994,
redactada por el autor con base en la ponencia a su cargo que, sin embargo, no fue acogida por la mayoría. Allí
se condensan las justificaciones clásicas que se han ofrecido en favor de la libertad de expresión, desde John Stuart
Mill hasta las expuestas por los filósofos contemporáneos.

IUS ET PRAXIS 201


4.1. Estimula la búsqueda cooperativa de la verdad. Esta libertad es el alimento
esencial de todo intercambio permanente y fructífero de conocimientos y puntos de
vista. Contra la infatuación de pareceres dominantes y de dogmas o prejuicios, el debate
abierto permite confrontar ideas y someter a escrutinio las diferentes posturas, estimu-
lando de manera constante la superación de lo existente y la obtención de logros cada
vez más ambiciosos.

4.2. Promueve la estabilidad y la paz social. La libertad de expresión representa


el único procedimiento eficaz para que la sociedad hable consigo misma. La libre
exposición de intereses, concepciones, necesidades y exigencias por parte de los
individuos y grupos sociales, tiene un impacto notable en la apertura del sistema
político a las distintas demandas e induce a que los conflictos se reconozcan y
resuelvan, oportuna y pacíficamente. En lugar de la frustración y la violencia,
desencadenar la palabra, promueve una sana articulación del tejido social y propicia un
acomodamiento dentro de la sociedad entre tendencias e intereses divergentes o
nuevos.

4.3. Fiscaliza el ejercicio del poder público o social. El constitucionalismo es la


reacción del pueblo y del individuo contra la arbitrariedad del poder. Si esto último no
se hubiera dado o si se tuviera la seguridad en cierto momento sobre su completa
erradicación, el derecho constitucional no se habría creado y en el futuro sería ocioso
ocuparse de esta materia. Sin embargo, la evidencia histórica y la condición humana,
obran en sentido exactamente contrario a estas ingenuas suposiciones. El
constitucionalismo, hijo de la desconfianza en el poder, justamente ha depositado toda
su fe en la libertad de expresión con el objeto de que ella sirva a modo de antídoto contra
el abuso y la arbitrariedad de los gobernantes y de los sujetos privados que detentan
posiciones de control social. “La libertad de expresión y de información - se dice en la
aclaración de voto a la sentencia C-425 de 1994 -, ejercidas a plenitud, obran como
levadura de una cultura cívica que cimentada sobre ellas reaccionará con prontitud y
vigor contra el despotismo y la corrupción de quienes ejercen el poder. Ausente este
factor disuasivo, la posibilidad de abuso y de daño social por parte de quienes ejercen
el poder en la esfera pública o privada, se acrecienta de manera superlativa e
indeseable”.

4.4. Posibilita la autonomía individual. El individuo se hace persona en el proceso


de comunicación intersubjetiva. Una necesidad radical e insuprimible del sujeto y de
los grupos sociales es la de expresar y recibir ideas, mensajes, informaciones, senti-
mientos, imágenes, sonidos. La configuración del individuo y su socialización, no se
producen al margen de los discursos que se desarrollan en la sociedad, puesto que éstos
ayudan a conformarlo y a moldearlo de manera decisiva. El patrimonio lingüístico,

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cultural y axiológico de una comunidad, descansa en la libre e incesante transmisión y
recreación de la palabra, trasfondo que permite, al individuo, adoptar y modificar sus
planes de vida y, a la sociedad, como un todo, adquirir conciencia histórica y
autodeterminarse colectivamente. “La libertad de expresión - señala la aclaración -no
conduce indefectiblemente a un mundo de sujetos maduros y autónomos. Pero, su
extinción, aleja toda posibilidad de lograrlo”.

4.5. Profundiza y perfecciona la democracia y el pluralismo político. La libertad


de expresión es vital para que en la sociedad se forme una opinión pública libre e
informada, sustento de la democracia y de la activa participación de las personas en los
asuntos que interesan a la comunidad. Si el individuo no tiene la oportunidad de conocer
el pensamiento de otros y a su turno exponer el suyo propio, decae la participación
social en la conformación, ejercicio y control del poder político. La legitimidad
democrática requiere que en torno de lo público se celebre diariamente un diálogo
social fecundo en el que intervengan el mayor número de personas y se sopesen todas
las ideas y los intereses.

4.6. Contribuye a crear una cultura de tolerancia hacia las ideas, expresiones y
sentimientos ajenos. La práctica constante de la libertad de expresión en todos los
campos fomenta una actitud de respeto mutuo entre las personas que se traduce en
tolerancia con otros puntos de vista, concepciones de vida o expresiones heterodoxas
o nuevas, lo cual es esencial en sociedades como las actuales que distan de ser
homogéneas y que cifran su evolución en la riqueza que encierra el pluralismo y el
ejercicio de la autonomía.

4.7. Ofrece las condiciones para que el gobierno se asiente sobre una base de
legitimidad. El consenso básico que soporta la democracia y la actuación de los
gobernantes, debe ser tanto informado como consciente. Esto no se produce si los
ciudadanos no tienen acceso a informaciones y opiniones que sean relevantes para
adoptar una posición fundada sobre lo que se debate y aprueba en el escenario público.

4.8. Reconoce y afirma la racionalidad y la dignidad de toda persona. En la


mencionada aclaración se dice a este respecto: “Las libertades de expresión y de
información, tienen como premisa básica la existencia de una persona racional, capaz
de emitir juicios e ideas y de recibirlos y, además, por tener esa característica y
predisposición congénitas, necesitada de hacerlo. De otro lado, actuar como emisor o
interlocutor en el proceso comunicativo social, acredita la igual dignidad de toda
persona humana. Silenciar algunas voces o suprimir pensamientos, en este contexto,
representa una afrenta a la dignidad de la persona, que no se mitiga dejando supérstites
las voces y sentimientos contrarios”.

IUS ET PRAXIS 203


- En las sentencias de la Corte Constitucional se han identificado los fines y las
funciones a las que apunta la libertad de expresión y, con mayor o menor extensión, se
han avanzado argumentos en ese sentido.

- La libertad de expresión - se ha sostenido - “promueve el intercambio de ideas,


permite la formación de una opinión pública libre, constituye la base para el ejercicio
15
de los derechos de participación y ejerce un control frente a las autoridades” .

- El periodismo “cuando es ejercido con responsabilidad y criterio, se constituye


en instrumento de gran eficacia para el control del poder político y para la defensa de
16
los intereses colectivos” .

5. LIBRE MERCADO DE LAS IDEAS

Según la Corte Constitucional la libertad de expresar y difundir los propios


pensamientos y opiniones resulta esencial para nutrir el “libre mercado de las ideas”,
sustento de una sociedad democrática, participativa y pluralista (C.f.r., Sentencia T-
403 de 1992).

El libre mercado de ideas, como bien social, debe asegurarse contra las manifes-
taciones monopólicas de la opinión, particularmente en los debates de interés político,
social o cultural, en los que se debe auspiciar la concurrencia del mayor número y
variedad de voces y de ideas. El derecho a la rectificación, entre otras funciones, cumple
la de garantizar “el transparente mercado e intercambio de las ideas y de las opiniones”
(C.f.r., Sentencia T-048 de 1993).

6. TITULAR DEL DERECHO

Los derechos reconocidos en el artículo 20 de la C.P., se garantizan a “toda


persona”.

6.1. No se puede prohibir a las personas que estén al margen de la ley que
divulguen públicamente información sobre la violación a los derechos humanos. Las
libertades consagradas en el artículo 20 de la Carta se predican de “toda persona”, “sin

15
Sentencia T-080 de 1993.
16
Sentencia T-332 de 1993.

204 IUS ET PRAXIS


distinciones de ninguna clase”. Este derecho a la denuncia pública, no puede ser
limitado ni siquiera durante los estados de excepción, sin que se violen los artículos 20
y 13 de la C.P.17.

6.2. Los internos en los centros de reclusión, privados de la libertad, están


sometidos a una relación de especial sujeción con la administración, en cuya virtud se
insertan dentro de la organización penitenciaria que, en los términos de la ley, apareja
restricciones necesarias - nunca arbitrarias - para el logro de su resocialización y la
conservación del orden, la seguridad y la disciplina. Mientras que ciertos derechos de
los internos tienen plena vigencia (v. gr., vida e integridad personal) y otros se
encuentran temporalmente suspendidos ( libertad ), un conjunto de derechos funda-
mentales puede ser ejercido por los reclusos, pero aplicándose a éstos el régimen legal
de restricciones propio de la relación de especial sujeción. En este último grupo, se
encuentra la libertad de expresión, la que con base en la ley, puede sufrir limitaciones
y restricciones que además de probarse necesarias y perseguir un fin legítimo, sean a
la vez razonables y proporcionadas a la situación y a los propósitos del confinamiento
carcelario o penitenciario. Según la Corte “hace parte del núcleo esencial del derecho
fundamental a la libertad de expresión, la posibilidad de que los reclusos disientan de
las decisiones de las directivas de los centros carcelarios en que se encuentran recluidos
y manifiesten su inconformidad a las autoridades de mayor jerarquía del orden nacional
o territorial, siempre y cuando el disentimiento se manifieste de manera pacífica,
respetando las normas sobre orden y disciplina interna y, especialmente, las normas
18
penitenciarias y carcelarias en materia de comunicaciones con el mundo exterior” .
19
6.3. En el caso tanga mortal , la Corte consideró que los derechos a la intimidad,
a la honra, al honor y al buen nombre, no se extinguen con la muerte de su titular, sino
que se proyectan a sus familiares, que pueden eventualmente resultar afectados
injustamente en su propio patrimonio moral a raíz de la divulgación de informaciones
falsas sobre la persona fallecida, lo mismo que de juicios negativos que lesionen su
reputación o invadan su intimidad. Aquellos pueden entonces solicitar la protección del
buen nombre de la persona fallecida y de la familia.

6.4. En la sentencia C-087 de 1998, en la que se resolvió declarar inexequible la


totalidad de la ley 51 de 1975 (estatuto del periodista), la Corte se detuvo a analizar el
tema de la titularidad activa de los derechos enunciados en el artículo 20 de la C.P. En

17
Sentencia C-179 de 1994.
18
Sentencia T-705 de 1996.
19
Sentencia T-259 de 1994.

IUS ET PRAXIS 205


esta ley, entre otras cosas, se creaba la tarjeta profesional de periodista y se exigía para
ejercer en forma permanente dicha actividad, uno cualquiera de los siguientes requisi-
tos: (1) poseer un título en la especialidad de periodismo, expedido por una facultad o
escuela aprobada por el gobierno, o bien obtenido en el extranjero en un país con el cual
Colombia tuviere celebrado un convenio sobre el particular (de no concurrir esto
último, el interesado laureado en el exterior debía someterse a un examen de Estado);
(2) haber ejercido el periodismo durante un lapso no inferior a cinco años con
anterioridad a la vigencia de la ley o durante un término continuo de tres años, pero en
este evento el aspirante debía presentar un examen de Estado. De otro lado, la ley
establecía multas pecuniarias a cargo de la persona que ejerciera en forma permanente
la profesión de periodista, sin haber obtenido la tarjeta profesional, las que se propinaban
también a la persona natural o jurídica que la hubiere vinculado ilegalmente.

La Corte declaró la inexequibilidad integral de la citada ley. En concepto de la


Corte, la ley no puede exigir formación académica, como cualificación especial, a
quienes se dedican habitualmente a opinar y a informar, puesto que los derechos
reconocidos en el artículo 20 de la C.P., se predican de toda persona y, fijado en estos
términos universales, su ámbito de validez personal, aquélla carece de potestad para
reducirlo.

La democracia no es compatible con la virtual monopolización de la actividad de


opinar por parte de quienes acrediten poseer ciertos conocimientos. La condición que
pretende establecer la ley, referida a una competencia intelectual específica, obligaría,
por las mismas razones, a que se restringiera también el derecho al sufragio.

La Corte descarta que el legislador pueda sujetar el derecho a opinar a la previa


obtención de un título de idoneidad, lo que sólo sería posible si se tratara de precaver
un riesgo social, no así cuando lo que se busca es asegurarse frente a un “riesgo ínsito”
del sistema, característico de éste, como es el caso de esta libertad, postulado a la vez
inherente e irrenunciable del régimen democrático. Pero, inclusive, presuponiendo que
existiera un riesgo social, si la opinión se da en la esfera del saber, la exigencia de título
debería enderezarse a garantizar una adecuada competencia intelectual en el preciso
campo de conocimiento relacionado con la opinión y no en la simple técnica o forma
de opinar o de comunicar. Si, en cambio, la opinión se emite en el campo de la política,
el gobernante no podría, sin incurrir en censura, determinar si ella a priori entraña o no
peligro social.

En lo que concierne a la libertad de información, en la que prevalece la formulación


de juicios de ser - no de juicios de valor como en la libertad de opinión -, sostiene la
Corte que ella no puede tampoco subordinarse a la verificación de una determinada

206 IUS ET PRAXIS


capacitación, ya que toda persona puede ejercitar la mencionada libertad. Pero,
admitiendo en gracia de discusión, que alguna capacidad debiera exigirse a la actividad
de informar, ésta en rigor no debiera recaer sobre el modo como se informa sino sobre
“la destreza del comunicador en el campo acerca del cual informa”. Por otra parte, el
riesgo social que pudiera derivarse de la libertad de información, en una sociedad
democrática, se afronta, sin tener que acudir a la exigencia de un título de idoneidad o
estableciendo una restricción general para precaverlo: “no hay duda de que impedirle
a alguien que opine o informe habitualmente (“en forma permanente”, dice la ley),
oponiéndole su incompetencia intelectual para hacerlo, es una modalidad de censura,
así se la maquille con razones de conveniencia, incompatible con un sistema democrá-
tico y específicamente con una constitución como la colombiana, que la rechaza
incondicionalmente, en términos categóricos: no habrá censura”.

La Corte cita como abono a su tesis la opinión consultiva de la Corte Interamericana


de Derechos Humanos, relacionada con el requisito legal de colegiación de periodistas
para ejercer su actividad, emitida a petición del gobierno de Costa Rica. Como se sabe,
en esta ocasión se desechó esta restricción por no ajustarse a lo previsto en el artículo
13.2 de la Convención. A juicio de la Corte Interamericana, la limitación contenida en
la ley resultaba “violatoria tanto del derecho de toda persona a buscar y difundir
informaciones e ideas por cualquier medio de su elección, como del derecho de la
colectividad en general a recibir información sin trabas”.

Finalmente, la Corte concluye que si bien los estudios académicos en el área de las
comunicaciones, son útiles para adquirir destreza y habilidad, no pueden transformarse
en barrera para que los que no han sido formados en ese oficio libremente concurran
con los primeros. En su lugar, serán los resultados y la competencia los que determinen
el acceso, la permanencia y el buen suceso que pueda cosecharse en esta actividad,
siempre abierta a todos sin distinciones ni restricciones.

En la aclaración de voto a esta sentencia, suscrita por el autor, se formulan distintas


críticas contra el planteamiento metodológico de la sentencia, aunque se comparte la
decisión de inconstitucionalidad por otras razones. En síntesis, se anota que la
restricción legal ha debido someterse a un juicio estricto de proporcionalidad, en lugar
del discurso abstracto y de sesgo literario en el que se empeña la Corte, el cual se
estructura a partir de premisas absolutas que renuncian a plantear el problema jurídico
en toda su complejidad. Naturalmente, el planteamiento no va más allá de encontrar las
respuestas obvias con las que el tribunal responde a las preguntas elementales que él
mismo se formula. El ardid hermenéutico de potenciar al máximo la restricción y de
aminorar en el mismo grado el riesgo social, hizo que el problema neurálgico a tratar
escapara a la Corte. El punto central, en nuestro concepto, no era otro distinto que el de

IUS ET PRAXIS 207


determinar las condiciones bajo las cuales podía el legislador regular la profesión de
periodista - reconocida así expresamente por la Constitución -, sin afectar la libertad de
expresión y de información. La Corte no advirtió la particularidad del ejercicio del
periodismo, el cual si bien se proyecta sobre el espacio que acotan las libertades de
expresión y de información - cuyo titular activo sin duda alguna es universal -, puede
no obstante ser objeto de regulación legal específica en su carácter de profesión
constitucionalmente reconocida, sujetándola a restricciones que no vulneren el núcleo
esencial de las libertades que alientan el libre proceso de comunicación social y que
sean razonables y proporcionadas a la necesidad de contar con un estatuto diferenciado.
Si para configurar y profundizar el carácter profesional que la Constitución le concede
a la actividad del periodista, no se puede dictar una ley, pues cualquier pretensión de
diferenciación, por débil que sea, se expone a ser aplacada ante la contundente
universalidad de los derechos enunciados en el artículo 20 de la C.P., no se alcanza a
vislumbrar cómo podrá ser desarrollado el artículo 73 de la Carta que ordena proteger
la actividad periodística “para garantizar su libertad e independencia profesional”. La
Corte confunde dos planos que debían ser distinguidos sin que por ello fatalmente se
deban dar por extinguidas las libertades del artículo 20 de la Constitución: el ejercicio
de esas libertades por cualquier persona y el ejercicio de esas libertades por un
periodista. Por lo menos para proteger la libertad y la independencia profesional de este
último, puede el legislador dictar un estatuto diferenciado. Si este lamentable estado de
confusión de la Corte se mantiene en el futuro, nunca podrá el legislador afrontar la
resolución de los problemas especiales que enfrenta el periodista como periodista - no
como sujeto universal -, tanto dentro de la empresa comunicativa como su entorno. Esta
pretensión universalista, adoptada como postura filosófica, no se justifica por fuera de
su ámbito natural donde ella sí opera como rasgo estructural de unos derechos.

El exceso de la Corte explica los notorios errores de apreciación en que incurre.


De una parte, confunde universalidad de un derecho con su intangibilidad, como si la
ley no pudiere regular su ejercicio y establecer restricciones razonables y proporciona-
das que no afecten su núcleo esencial. De otra parte, la perspectiva abstracta y
universalista que asume como ideología, no le permite a la Corte advertir los peligros
que surgen de la asimetría de poder tecnológico y económico que se experimenta en el
proceso comunicativo nacional y mundial - progresivamente interconectados -, fenó-
menos que terminan por ser legitimados como manifestaciones de un derecho universal
en su esencia y que se ubican por fuera de los poderes de regulación del legislador,
incapaz constitucionalmente para penetrar en el mundo mediático cuyo espectro de
riesgo se desvanece a los ojos de una Corte que sólo capta en esta materia fulgores
universales.

6.5. Con fundamento en los mismos argumentos expuestos en la sentencia C-087

208 IUS ET PRAXIS


de 1998, la Corte declaró la inconstitucionalidad de la disposición legal que exigía
requisitos de idoneidad a las personas que aspiraran a dirigir programas informativos
o periodísticos radiales (Ley 74 de 1966, art. 7). En efecto, la libertad de expresión como
derecho universal no puede reservarse únicamente a los que acrediten un título o una
experiencia determinada. Ningún menester de la actividad periodística, ni siquiera el
relacionado con la dirección de un programa informativo - que bien puede dar lugar a
responsabilidades especiales -, puede subordinarse a la demostración de idoneidad
20
profesional o a la realización de una práctica durante un cierto número de años .

6.6. La libertad de fundar medios de comunicación masiva que hagan uso del
espectro electromagnético, tiene un alcance más limitado y menos universal que el
ordinario cuando no se requiere acceder a éste para enviar mensajes21. De manera
análoga, desde el punto de vista subjetivo, la simple constatación del limitado número
de frecuencias y de espacios habilitables para la transmisión, obliga a pensar que el
número de sujetos que pueda acceder al espectro con el objeto de operarlas en virtud
de contrato o licencia celebrados o concedidos por el Estado, por fuerza habrá de ser
limitado, aunque naturalmente los procedimientos para seleccionar a las personas
deben ser abiertos y no discriminatorios.

La Corte, a este respecto, declaró la exequibilidad de dos normas de la ley 182 de


1995 que restringían el concepto de operador del servicio de televisión y de concesio-
nario para la prestación del servicio, a las personas jurídicas y a las sociedades anónimas
inscritas en bolsa respectivamente, excluyendo por ende a las personas naturales como
tales. La sentencia de la Corte parte de la premisa de que no es fácticamente posible
garantizar a todas las personas la posibilidad real de fundar medios de comunicación
que hagan uso del espectro; además, se señala que los artículos 20 y 75 de la C.P., deben
interpretarse armoniosamente.

Dada la finitud del recurso, la restricción legal consulta, a juicio de la Corte, el


principio de efectividad y de proporcionalidad, en cuanto que ofrece, a las personas en
general, al menos una oportunidad real de ejercicio de este derecho, así ello se mediatice
a través de la participación en el capital o en la gestión de una persona jurídica. El
sacrificio que la medida supone para el universo teórico de las personas, resulta siempre
inferior al beneficio que se obtiene con la aplicación del esquema societario o colectivo,
“pues en el primer caso sólo pocos privilegiados podrían acceder al espectro electro-

20
Sentencia C-010 de 2000.
21
Sentencia T-081 de 1993.

IUS ET PRAXIS 209


magnético, y en el segundo, lo harían todas las personas que decidieran concurrir a la
22
oferta pública de acciones, cuotas o partes de interés” .

También el diseño legal como presupuesto para obtener del Estado la licencia o
concesión, en concepto de la Corte, promueve una práctica democratizadora de las
oportunidades o ventajas sociales, dado que ella más que otras alternativas, convoca
una mayor participación de los eventuales beneficiarios.

La sentencia de la Corte, finalmente, condiciona la constitucionalidad de las


normas, a la concurrencia de un presupuesto que no podría faltar sin anular la
plausibilidad de la tesis prohijada. Las personas jurídicas, a las que aluden las
disposiciones, deben ser de capital abierto, esto es, constituirse mediante un procedi-
miento de oferta pública de sus acciones y mantener esta característica pública a lo largo
de su existencia societaria. La presencia de estos operadores corporativos de la
televisión, siempre que su capital sea abierto, facilita que el mayor número de personas
naturales, fungiendo como socios de aquéllos, puedan fundar medios de comunicación
que utilicen el espectro.

La Corte, de otro lado, no considera que se vulnere la libertad asociativa - la que


supone el libre derecho de entrada y salida -, puesto que excepcionalmente cabe admitir
que sea la misma ley la que promueva vehículos asociativos cuando ello se requiera para
superar problemas de coordinación social por defectos imputables a las dificultades de
“autoconvocatoria de las fuerzas sociales”.

6.7. La ley 335 de 1996 en punto a los límites de la propiedad accionaria en los
canales nacionales de operación privada - en el lenguaje de la precedente ley 182 de
1995, se usaba la expresión “canal zonal o canales zonales” -, introdujo una modifica-
ción que no podía pasar desapercibida y que motivó un debate constitucional sobre si
ésta podía conducir a que la televisión pudiera quedar sometida al control de los poderes
económicos. A voces del artículo 13 de la ley, “los concesionarios de los canales
nacionales de operación privada deberán ser sociedades anónimas con un mínimo de
trescientos (300) accionistas. Dichas sociedades deberán inscribir sus acciones en las
Bolsas de Valores”.

En relación con la disposición anterior resultaba claro que se mantenían los


mismos requisitos, salvo el límite a la máxima posesión accionaria permitida que se
había establecido en el 30%. Eliminando este límite cabía preguntarse si la televisión

22
Sentencia C-093 de 1996.

210 IUS ET PRAXIS


privada podía quedar a merced del control de los grandes grupos económicos,
pervirtiéndose su condición de bien social al servicio de las libertades públicas y de la
democracia. La Corte en la sentencia reiteró los argumentos ya expuestos a propósito
de la declaración de exequibilidad del artículo 56 de la ley 182 de 1995. Por eso sólo
aceptó la exequibilidad bajo el entendido de que la composición accionaria de la
sociedad respectiva, “en términos de sus beneficiarios reales, no dé lugar a una práctica
23
monopolística en el uso del espectro electromagnético” . En los fundamentos de la
sentencia se precisa que “para la Corte, la norma atacada es constitucional en el
entendido de que las sociedades anónimas a las que ella se refiere son sociedades cuyo
capital en su totalidad se integra mediante ofertas destinadas al público en general, y
siempre que conserven ese carácter”.

En este pronunciamiento se reitera la doctrina ya sentada en la sentencia C-093 de


1996. Lo que se pretende, en primer término, es evitar que no exista una pluralidad
formal de accionistas, sino que el capital accionario, en la realidad, pertenezca al
público en general. En efecto, a través de una aparente dispersión accionaria, se podría
mimetizar el control de un grupo económico o de un único controlador. De ahí la
insistencia de la Corte en emplear la categoría del beneficiario real, esto es, predicar la
titularidad accionaria y el control no del accionista nominal, sino de quien tiene la
capacidad real de disponer de la acción. De otro lado, no parece que para la Corte la
supresión del límite del 30%, por sí sólo, comporte la inconstitucionalidad de la norma,
siempre y cuando que ello no signifique que la sociedad individualmente considerada
deje de ser pública o abierta, esto es, que la mayoría de su capital se encuentre en manos
del público por fuera de todo patrón identificable de control, puesto que de lo contrario
se evidenciaría una práctica monopolística en el acceso al uso del espectro electromag-
nético.

7. LA RESERVA DE LEY ESTATUTARIA PARA REGULAR LA LIBERTAD


DE EXPRESIÓN, LOS PROCEDIMIENTOS Y LOS RECURSOS PARA SU
PROTECCIÓN

Dispone el artículo 152-a de la C.P., que corresponde la Congreso, mediante leyes


estatutarias, regular, entre otras, las siguientes materias: “Derechos y deberes funda-
mentales de las personas y los procedimientos y recursos para su protección”.

7.1. La ley 104 de 1993, con ligeras variaciones, convirtió en legislación perma-

23
Sentencia C-350 de 1997.

IUS ET PRAXIS 211


nente, una serie de restricciones a la libertad de información, inicialmente expedidas
por el gobierno al amparo de un estado de excepción y en su oportunidad halladas
exequibles por la Corte Constitucional24. Las normas acusadas prohibían la difusión,
sin autorización previa del Ministro de Comunicaciones, por medios de radiodifusión
sonora o visual, de comunicados atribuidos o provenientes de grupos guerrilleros y
demás organizaciones delincuenciales vinculadas al narcoterrorismo y al narcotráfico,
aunque se facultaba a dichos medios para “informar al respecto”. Igualmente se
prohibía divulgar entrevistas con miembros activos de tales organizaciones, lo mismo
que transmitir hechos de terrorismo, subversión o narcotráfico, mientras estuvieran
ocurriendo.

La Corte en esta sentencia no entró en el fondo y se limitó a declarar la


inconstitucionalidad de las disposiciones legales demandadas por no haber sido ellas
expedidas a través del procedimiento reservado por la Carta para las leyes estatutarias.
En la sentencia se acoge la interpretación restrictiva que la Corte ha mantenido sobre
25
el alcance de este tipo de leyes - la reserva de ley estatutaria sólo se contrae a la
regulación de los aspectos básicos de los derechos fundamentales, entendiéndose por
ellos “los contenidos más cercanos al [respectivo] núcleo esencial -, pero aún así se
considera que las normas legales examinadas plasmadas en una ley ordinaria acreditan
una flagrante violación de dicha reserva de ley.

Descubre la Corte que el objetivo específico de la ley obliga a concluir que el


“designio” del legislador fue el de “regular, por la vía de la restricción, el derecho a la
información”, lo que se ha operado mediante el establecimiento de reglas imperativas
que inciden en el ejercicio activo del derecho (medios) como en el pasivo (receptores).
Se parte de la premisa en la sentencia de que “la regulación de aspectos inherentes al
ejercicio mismo de los derechos y primordialmente de la que signifique consagración
de límites, restricciones, excepciones y prohibiciones, en cuya virtud se afecte el núcleo
esencial de los mismos, únicamente procede, en términos constitucionales, mediante
el trámite de ley estatutaria”. En la aclaración de voto a esta sentencia se sostiene -
además del argumento formal sobre la reserva de ley estatutaria, que soporta la
inexequibilidad de las normas - que su inconstitucionalidad se deriva del método de
censura que se consagra en ellas.

7.2. La ley que con arreglo a lo dispuesto en los artículos 75, 76 y 77 de la C.P.,
regula el servicio público de la televisión, así esta materia se relacione con las libertades

24
Sentencia- C-313 de 1993.
25
Sentencias C-013 de 1993; C-311 de 1994; C-408 de 1994.

212 IUS ET PRAXIS


de expresión y de información - que se sirven de ésta como soporte y vehículo de
transmisión comunicativa -, no necesita expedirse como ley estatutaria. Para la Corte
Constitucional no se puede confundir la libertad con el medio de comunicación que
permite su materialización. En suma, la televisión tiene el carácter de servicio público
y, en los términos de los artículos 76, 77, 365 y 369 de la C.P., su régimen debe ser fijado
por la ley ordinaria, la cual se ocupa de establecer los derechos y deberes de los usuarios
26
y operadores y demás aspectos atinentes a su prestación .

8. LA LIBERTAD DE FUNDAR MEDIOS DE COMUNICACIÓN MASIVA

El artículo 20 de la C.P., garantiza a toda persona la libertad de fundar medios de


comunicación masiva. Los medios de comunicación - prensa, radio, televisión etc. -
constituyen el soporte de la libertad de expresión. En su conjunto representan la
infraestructura del proceso de comunicación social de un país. Muchas de las restric-
ciones a la libertad de expresión, afectan primariamente el vehículo o conducto a través
del cual se transmiten mensajes e ideas. La libertad de expresión, en sus distintas
proyecciones, quedaría corta si no ampliase su protección a los aspectos instrumentales
que la hacen posible y la potencian. Aunque la disposición constitucional incorpora
dentro del núcleo esencial de la libertad de expresión, la actividad de fundar medios de
comunicación, debe entenderse que igualmente comprende su conservación y gestión,
para lo cual también concurren la libertad de empresa y el derecho de propiedad a
ofrecer su respaldo constitucional.
27
8.1. En el caso Tele-5 contra Ministerio de Comunicaciones , la Corte introdujo
una distinción, derivada de la propia Constitución, que tiene repercusiones importantes
en el alcance de la libertad de fundar medios de comunicación. Los medios de
comunicación masiva, según la Corte, pueden clasificarse según hagan o no uso del
espectro electromagnético. Cuando no lo hacen, el ámbito de esta libertad es
significativamente mayor. En este caso, el ejercicio del derecho dependerá de los
recursos o posibilidades económicas de la persona. La compra o el arrendamiento de
una imprenta, por ejemplo, son actos que podrían servir de base material para fundar
un periódico, cuya realización o no realización dependen del individuo. En cambio, si
el medio de comunicación para tener aptitud comunicativa requiere del acceso al
espectro electromagnético, el derecho de fundarlo con el fin de ejercitar la libertad de
expresión, resulta ser sensiblemente de menor alcance, dado que el uso de este bien

26
Sentencia C-350 de 1997.
27
Sentencia T-081 de 1993.

IUS ET PRAXIS 213


público se gobierna por las regulaciones dictadas por el Estado. No obstante que el
Legislador debe intervenir en materia del uso del espectro, procurando que éste brinde
las mayores oportunidades de acceso y desarrollo a la libertad de expresión, no cabe
duda de que este hecho implica que la libertad de fundar medios de este tipo no es
enteramente libre, sino que se supedita a un marco regulatorio y a la necesidad de
sujetarse a técnicas autorizatorias.

8.2. La Corte Constitucional en la sentencia C-189 de 1994, declaró la


constitucionalidad de varias disposiciones del D-L 1900 de 1990 que supeditaban a la
obtención de un permiso, autorización previa o concesión el ejercicio de una serie de
actividades relacionadas con la prestación de servicios de telecomunicación, uso de
frecuencias radioeléctricas y utilización y explotación de redes. De conformidad con
estas normas, la prestación de servicios de telecomunicaciones y la operación de redes,
sin autorización previa, se consideraba clandestina y era objeto de severas sanciones,
entre ellas, la suspensión inmediata y el decomiso de equipos.

La Corte refuta la tesis de la demanda que descansaba en la idea de que el derecho


de fundar medios no estaba sujeto a regulación legal alguna y que, por tanto, las
exigencias legales relativas a la concesión o autorización previa, violaban la Constitu-
ción. En primer término, deduce de la Constitución diversos títulos para que la ley
intervenga y regule los servicios de las telecomunicaciones, por tratarse de un servicio
público, caracterización ésta de tiempo atrás hecha por el legislador (C.P., arts 365 y
150-23) y, además, porque ellos hacen uso del espectro electromagnético cuya
regulación y gestión corresponde al Estado (C.P. art., 75).

Concluye la Corte que los medios que necesitan hacer uso del espectro - radio,
televisión, telégrafo, télex etc. -, tienen que “subordinarse necesariamente a las normas
que lo reglamentan” y a lo que disponen los tratados internacionales suscritos por
Colombia. La libertad de fundar estos medios es limitada y, por ende, sólo se ejercita con
arreglo a las normas legales que regulan las telecomunicaciones y el uso del espectro.

A nuestro juicio, debe advertirse que en Colombia, la Constitución en su propio


texto se ocupa de regular con cierto detalle el tema de los servicios públicos. La
actividad considerada servicio público entra en la esfera de la intervención y regulación
del Estado, así su gestión se realice por los particulares. Aunque la intervención del
Estado, en estricto rigor, no requiere que la actividad sobre la que recae tenga ese
carácter o se califique como tal, en todo caso la categoría servicio público genera por
sí misma una fuente de expansión del poder de regulación o de control del Estado.
Muchas restricciones que limitan los derechos fundamentales - como la libertad de
expresión -, pueden en principio justificarse como regulaciones referidas a un servicio

214 IUS ET PRAXIS


público, lo que se pone de manifiesto en el campo de las telecomunicaciones. De este
modo, las garantías de los derechos fundamentales - por ejemplo, la reserva de ley
estatutaria y la existencia de un núcleo esencial -, podrían en algunos casos ser
fácilmente eludidas, si por otra parte no se limita el alcance de la intervención a los
aspectos que sean verdaderamente neurálgicos para el interés general, pero entendido éste
como la creación del entorno más propicio para el desarrollo de la libertad y la igualdad.

9. LA PROHIBICIÓN DE LA CENSURA

El artículo 20 de la Constitución Política consagra una interdicción absoluta a la


censura: “No habrá censura”. La Constitución ha identificado en la censura un género
de limitación o restricción de la libertad de expresión y de los derechos a informar y ser
informado, pero con el único propósito de proscribirla. En la Carta igualmente se
recogen bajo forma de mandatos absolutos de exclusión comportamientos o acciones
que en ningún caso pueden tolerarse sin abandonar todo asomo de respeto por la
dignidad de la persona humana, tales como la interdicción a la esclavitud, la servidum-
bre, la trata de seres humanos, la desaparición forzada, la pena de muerte, las torturas
y los tratos o penas crueles o degradantes. Estas prohibiciones no pueden relativizarse,
mediante la formulación de excepciones. A la tajante prohibición de la censura,
corresponde un derecho categórico e incondicional de todos a que ningún acto
comunicativo, expresión u opinión se sujeten a ese procedimiento.

La prohibición que recae sobre la censura tiene ese carácter, pues de lo que se trata
es de enfrentar con ella al mayor cercenamiento posible de que pueda ser objeto la
libertad de expresión, si se descuenta de las afrentas la eliminación física de quien emite
la expresión o la opinión. Esta prohibición, en suma, previene la muerte de la palabra.
Se pretende garantizar - ordenando como comportamiento obligatorio del Estado la
abstención absoluta -, que éste se inhiba de sustraer del conocimiento público las ideas,
expresiones, informaciones y datos que considere inconvenientes. La técnica a la que
se suele apelar para este efecto - el control previo del Estado -, al igual que el
empobrecimiento que en el mundo de las ideas genera esta manifestación abusiva del
poder, justifican ampliamente la prohibición de la censura.

La libertad de expresión, como cualquier otro derecho, puede ser objeto de


limitaciones y restricciones, que no afecten su núcleo esencial y que sean razonables
y proporcionadas. Sin embargo, la censura dista de cumplir con estos presupuestos. La
administración que gestiona la censura obra de manera discrecional, por fuera de pautas
y criterios, salvo los que emanen del régimen o camarilla que la imponga. Dado que el
control se establece con carácter previo, la injerencia en la esfera de la libertad se torna

IUS ET PRAXIS 215


mayúscula, lo que aumenta su capacidad manipulativa para inducir al silencio colectivo
y a la pasividad social.

La prohibición de la censura no significa que la ley no pueda establecer


restricciones puntuales a la libertad de expresión, siempre que ellas - como lo ordena
el artículo 13-2 del Pacto de San José de Costa Rica - se sometan a las condiciones
anotadas y sólo comporten “responsabilidades ulteriores”. Este no es el caso de la
censura que por desencadenar un procedimiento previo de escrutinio estatal, abarca
virtualmente todo el universo de las comunicaciones, que se entrega a los filtros de los
censores, lo que se traduce en una restricción total. La censura por obliterar el proceso
comunicativo en su fuente, impide que ideas y expresiones ingresen al foro público,
o permite que lo hagan pero cuando ya han perdido interés y relevancia. Sobra destacar
que la censura, como mecanismo de ejercicio autoritario del poder, suprime ideas e
informaciones sin sujetar al Estado a un proceso en el que acredite los efectos
supuestamente nocivos que asocia a su divulgación entre el público. La expansión del
poder estatal, proporcional al miedo a la libertad, encuentra en el censor un estímulo
casi infinito, ya que la exclusión de informaciones y la obsesión del peligro justifican
su empeño e importancia. La censura, de otro lado, se autotutela pues si la audiencia
no tiene acceso a la verdad ni a las informaciones, se aniquila la reacción que de otro
modo podría sobrevenir. Desde la perspectiva del poder no democrático, es evidente
que la censura por su carácter previo, a diferencia del sistema de sanciones y
responsabilidades ulteriores, resulta ser un expediente funcional a los intereses e
ideologías dominantes. Sin embargo, el paso a la democracia no se da sin erradicar
completamente la censura, ya que el daño a la libertad de expresión que ésta causa,
también la destruye.

9.1. En el caso sexo y violencia28, la Corte Constitucional resolvió revocar las


sentencias de tutela dictadas por los jueces de instancia que habían accedido a la tutela
impetrada por la madre de unos menores contra el Instituto Nacional de Radio y
Televisión (Inravisión) y el Consejo Nacional de Televisión, por permitir a diferentes
programadoras durante las franjas diurnas transmitir telenovelas y seriales - entre otros,
Lucerito, Pasión de Vivir, Pasionaria, Pobre Diabla, La Mujer del Puerto, Cara Sucia,
La Extraña Dama -, de contenido morboso y violento, que afectaban la formación moral
de estos últimos y, por consiguiente, vulneraban los derechos de los niños a la educación
y a un desarrollo armónico de su personalidad.

Los jueces de instancia impartieron distintas órdenes a las entidades públicas


demandadas, con el objeto de restablecer los derechos conculcados. La primera

28
Sentencia T-321 de 1993.

216 IUS ET PRAXIS


consistía en prohibir la transmisión, en programas diurnos, correspondientes a la franja
familiar, de escenas de sexo y violencia no aptas para menores como los hijos de la
demandante.

Según la Corte no concurrían los requisitos procesales para la procedencia de la


acción de tutela, puesto que ésta sólo produce efectos interpartes y, por lo demás, no
es aplicable a los actos de carácter general, impersonal y abstracto (D. 2591, art. 6-5).
La actora planteaba una cuestión general, que no podía definirse sin extenderse a la
generalidad de las personas, para lo cual la acción de tutela - a diferencia de otros medios
de defensa de la Constitución - no resultaba idónea: “lo único sensato que podría hacer
el juez de tutela, si estuviera probada la amenaza o la violación de alguno de los
derechos fundamentales invocados por la actora, sería impedir que los programas
censurados llegaran a su receptor, mas no que se impidiera su emisión para el resto de
los colombianos”. En este orden de ideas, las órdenes dadas por los jueces, que obraron
como “legisladores”, carecían de fundamento. Desde el punto de vista probatorio, no
se había logrado acreditar la existencia de un daño singular y concreto que afectara a
los menores y que pudiera imputarse a la abstención objeto de la demanda; menos
todavía se podía afirmar que en abstracto el contenido de los programas fuere estimado
como dañino y repudiable por el conjunto de la población. En el plano moral y de la
eficacia práctica, la Corte estima más apropiado que el jefe del hogar eduque al menor
según sus valores y que prescinda de la televisión durante la programación que
considera objetable y deletérea.

En el fondo, la Corte rechaza que a través de la tutela los ciudadanos articulen


estrategias para decidir los contenidos de la comunicación social que resultan admisi-
bles y los que deben proscribirse, a partir de visiones particulares de lo bueno,
difícilmente compartidas por todos en una sociedad pluralista, obligando de esta
manera a los jueces a juzgar y a calificar dichos contenidos como potenciales censores
de los medios. Concluye la Corte: “No basta, pues, la nuda afirmación de un ciudadano
acerca de los peligros morales que para sus hijos menores puede entrañar la transmisión
de ciertos programas, señalados por él mismo a su arbitrio y según su personal manera
de enjuiciar, para que por ese solo hecho tenga que variarse, por vía de disposición
general, toda una programación, en un país donde la censura está proscrita de modo
terminante por una norma prohibitiva de la más alta jerarquía, cuyo texto no deja
margen a las dudas interpretativas: “No habrá censura”, reza en su frase final el artículo
20 de la Carta Política”.
29
En el caso desnudos descolgados , la Corte se refiere incidentalmente al derecho

29
Sentencia T-104 de 1996.

IUS ET PRAXIS 217


a la libre difusión de una obra erótica en una sala de exhibición, a la que eventualmente
podrían concurrir los niños. Según la Corte si las especificaciones y la calidad artística
razonablemente exigidas permiten la exposición, adelantar ésta no es incompatible con
su contemplación por los menores si a éstos se les suministra suficiente información y
dirección con el fin de que su experiencia estética tenga valor formativo. Sin embargo,
los padres de acuerdo con su propia moral pueden adoptar frente a esta materia la actitud
que consideren más apropiada, ya sea educando a sus hijos para estimular una elección
libre de su parte o eliminando estímulos externos juzgados nocivos. “Lo que en ningún
momento - aclara la Corte - pueden exigir del Estado es una tutela tal de sus derechos,
que impida a las demás personas el ejercicio de los propios, como ocurriría si se llegara
a vetar una obra de arte cuya exhibición, según los parámetros indicados en esta
sentencia, debiera ser autorizada”.

9.2. La Corte declaró inconstitucional el inciso segundo de la Ley 58 de 1958 que


disponía que durante los treinta días anteriores a una elección, ningún medio de difusión
social podía difundir encuestas de opinión, que mostraran el grado de apoyo ciudadano
a los candidatos o previeran el resultado de la elección. En la sentencia no se analiza
si la restricción equivale a una previa censura o si la prohibición legal aunque sujeta a
una responsabilidad ulterior afecta de manera desproporcionada la libertad de expre-
sión o el derecho a informar y ser informado. Simplemente la Corte concluye que “El
acto de prohibir la difusión de encuestas, sobre asuntos que - se repite - son públicos
por naturaleza, por un término de treinta días anteriores a una elección, constituye un
acto de censura, por cuanto impide la expresión de determinadas opiniones, aunque
éstas no vulneren el orden público. Es, pues, una discriminación, un acto que impide
por una parte, que a la opinión pública se le informe de algo que le interesa
legítimamente, y por otra a los medios de comunicación ejercer su derecho a informar,
esto es, a transmitir y difundir oportunamente las noticias de que dispone”30.

A nuestro juicio, la sentencia sugiere que la censura contra las opiniones podría
imponerse si éstas llegaren ciertamente a vulnerar el orden público, lo que no puede
compartirse dado el carácter absoluto de la prohibición de la censura y el ámbito propio
de la libertad de expresión. En nuestro concepto, el análisis de una restricción cuya
transgresión desata con posterioridad un comportamiento reactivo de índole
sancionatoria, pese a no implicar censura previa, primero, puede considerarse violatorio
de la libertad de expresión en todas sus acepciones, si afecta su núcleo esencial o
restringe el derecho de manera desproporcionada e irrazonable y, segundo, en algunos
casos puede asimilarse materialmente a censura previa cuando las sanciones sean tan

30
Sentencia C-488 de 1993.

218 IUS ET PRAXIS


drásticas o medien circunstancias que induzcan a un comportamiento inhibitorio de los
emisores o comunicadores. En la sentencia, en el fondo, el análisis se enfoca más que
a sustentar la existencia de una censura prohibida, a demostrar la falta de proporciona-
lidad de la restricción. En efecto, se afirma que la finalidad de la medida legal desconoce
las exigencias de una sociedad democrática y participativa, que demanda el flujo
constante de informaciones y opiniones de interés general como el relacionado con la
opinión de los electores sobre los candidatos y los programas. De otro lado, se cuestiona
la oportunidad de la restricción, como quiera que no deja de ser irrazonable que se
suprima la información acerca de las encuestas justo en la época en que su conocimiento
se torna más útil y decisivo. Finalmente, la Corte advierte que la prohibición es inocua,
pues la tecnología informativa permite que la información vedada, a través de fuentes
internacionales, termine siendo conocida en el país. Estas consideraciones le restan
plausibilidad a la restricción que, carente de justificación, no podría afectar la libertad
de expresión en ninguna de sus formas.

9.3. Prohibir legalmente ciertas conductas reprochables de los comunicadores y


consagrar específicas sanciones por esta causa, en principio no entraña censura, sino
ejercicio de la potestad punitiva del Estado, que no hace imposible su realización, pero
sujeta a los actores que incurren en la falta a sufrir una determinada penalización. La
Corte declaró la constitucionalidad de las sanciones que durante el estado de guerra
pueden imponerse a los medios de comunicación que divulguen informaciones que
entorpezcan el eficaz desarrollo de las operaciones bélicas o que coloquen en peligro
31
la vida de las personas o contribuyan a mejorar la posición del enemigo .

9.4. La ley no puede atribuir a la Comisión Nacional de Televisión, sin consagrar


una forma de censura rechazada por la Constitución, la función de evaluar semestral-
mente la información suministrada por los noticieros y programas de opinión desde el
punto de vista de su contenido teniendo en cuenta los criterios de equilibrio informa-
tivo, veracidad, imparcialidad, responsabilidad social y preeminencia del interés
público sobre el privado, todo lo anterior con el objeto de establecer un puntaje con
miras a optar por la declaratoria de caducidad de la concesión o permiso si éste resulta
32
ser inferior al indicado en la norma .

Según la Corte, a pesar de que no se instituya una forma de revisión previa de la


información que se transmite al público, se somete en todo caso al comunicador a una
evaluación posterior de su actividad informativa, con base en criterios subjetivos no

31
Sentencia C-179 de 1994.
32
Sentencia C-350 de 1997.

IUS ET PRAXIS 219


controlables, que anticipan - por realizarse cada seis meses - una decisión definitiva-
mente adversa contra el medio si luego del examen no se ajusta al modelo o paradigma
unilateralmente formulado por el órgano fiscalizador.

La norma contenida en el artículo 25 de la ley 335 de 1996, fue declarada


inexequible por la Corte Constitucional, por introducir un ilegítimo condicionamiento
y una restricción arbitraria a la libertad informativa y al derecho a la libertad de
expresión. La Corte no duda en señalar que tratándose de concesionarios, el cumpli-
miento de los contratos como tal puede ser objeto de examen, no así el contenido de la
información suministrada por los comunicadores - censura -, puesto que entonces se
estaría concediendo al Estado el arbitrario poder de aplicar unilateralmente criterios
subjetivos para coartar y amenazar la libertad de expresión y decidir quién tiene derecho
y quién no para continuar gozando de una determinada concesión. Armado con este
inmenso poder, el Estado podría arbitrariamente interferir el proceso de libre comuni-
cación social y de formación de la opinión pública, ya que estimularía fenómenos de
“sub-información” y de “pseudo-información”, lo que entrañaría un grave e irreparable
daño a la democracia que se alimenta de la libertad de expresión y de la libertad
informativa, cuyos núcleos esenciales se vulneran con un mecanismo de control como
el analizado.

9.5. La Corte Constitucional ha insistido en la diferencia que existe entre la censura


y la prohibición previa de ciertos mensajes. En una ocasión al analizar una norma legal
que prohibía usar un tono de arenga, discurso o declamación en la transmisión de
programas radiales informativos o periodísticos, la Corte señaló que en ella no se
consagraba una forma de censura. Aunque la disposición legal fue declarada incons-
titucional por otros motivos, se desechó el cargo de censura, puesto que la limitación
legal simplemente consistía en una imposición de una sanción por la infracción de una
prohibición previamente establecida en la ley. A diferencia de la censura que comporta
un control preventivo, la norma examinada se fundaba en el principio de responsabi-
lidad posterior por la inobservancia de una restricción tipificada con antelación por la
ley. Según la Corte, “es claro que la norma acusada no está imponiendo una censura
previa, pues no obliga a los programas de radio a que envíen las grabaciones de la emisión
que se pretende hacer, a fin de que las autoridades determinen si ésta se autoriza o no”33.

9.6. La consagración de una junta de censores encargada de revisar previamente


el contenido de los escritos que lleguen a ella, para determinar si pueden o no publicarse,
corresponde a un método burdo de restricción de la libertad de expresión y de
información. Han surgido mecanismos indirectos de limitación abusiva de estas

33
Sentencia C-010 de 2000.

220 IUS ET PRAXIS


libertades, tanto o más eficaces que los instrumentos clásicos de represión. De ahí que
la Convención interamericana, prohiba con idéntico rigor los medios indirectos que
terminan por tener el mismo efecto o similar al de la censura previa, tales como los
controles oficiales excesivos (art. 13-3). En vista de lo anterior, la Corte ha sujetado al
escrutinio más estricto de constitucionalidad las medidas que imponen controles
indirectos preventivos, o que de entrada califica como sospechosos34. Precisamente, en
la sentencia citada se declaró inconstitucional la disposición legal que sujetaba la
transmisión de conferencias o discursos políticos en los servicios privados de radiodi-
fusión, al previo aviso por escrito enviado al ministerio de comunicaciones35. No
encontró la Corte que la restricción sirviera para obtener “finalidades constitucionales
trascendentales”. En efecto, la única justificación material de la medida estaría ligada
a un examen previo del contenido del discurso ya sea para impedir su divulgación o para
prevenir sus efectos perturbadores, pero en los dos casos se trataría de aplicar un
mecanismo prohibido de censura y de exámenes previos no permitidos por la Conven-
ción Interamericana. Esta restricción previa de carácter indirecto, a juicio de la Corte,
equivale a censura y, por ello, resulta inconstitucional.

9.7. Según la Corte Constitucional la citación o emplazamiento que se haga a


periodistas para que bajo juramento respondan ante una célula del congreso por sus
opiniones, constituye censura, así se presente externamente como desarrollo de las
facultades de las comisiones permanentes para decretar indagaciones públicas en
desarrollo del artículo 137 de la C.P. (Auto 003 de 1993, caso Plinio Apuleyo Mendoza
contra Comisión V del Senado), cuando lo que se persigue con la indagación en el fondo
no es más que someter al periodista a una virtual rendición de cuentas por parte de los
parlamentarios que reaccionan a través de este mecanismo contra las críticas de que han
sido objeto, lo que se presenta es una desviación clara de poder que se manifiesta en el
uso ilegítimo de la coacción estatal.

10. CONFLICTOS Y COLISIONES CON OTROS DERECHOS

10.1. La posición preferente de la libertad de expresión

10.1.1. La libertad de expresión, como ocurre con todo derecho constitucional,


suele entrar en conflicto con otros derechos, en especial con el derecho a la intimidad,
y los derechos a la honra y al buen nombre. El tema dominante de las controversias

34
Sentencia C-010 de 2000.
35
Ley 74 de 1966, art. 6.

IUS ET PRAXIS 221


constitucionales gira en torno de la resolución de estas colisiones. Al hilo de este
quehacer judicial, constantemente se definen y actualizan en la realidad concreta los
límites de los derechos fundamentales.

La Corte Constitucional en la sentencia C-403 de 1992, se anticipó a rechazar la


existencia de criterios constitucionales que a priori fueran suficientes para determinar
36
la jerarquía y las reglas de prelación entre los diversos derechos fundamentales .

No obstante la reticencia de la Corte para comprometerse con una rígida regla de


resolución de conflictos entre los diversos derechos, ha reconocido la posición
preferente que cabe atribuir a la libertad de expresión en el universo de los derechos
fundamentales, en atención a la función cardinal que cumple como medio de formación
de la opinión pública y sustento de los derechos de participación que sirven de base a
la conservación y desarrollo de la democracia, no menos que a la existencia de una
sociedad abierta y tolerante.

Aunque en algunos fallos de la Corte se adopta una postura más tímida o incluso
contraria, en la sentencia T-080 de 1993, se dijo: “La importancia para la vida
democrática y para el intercambio libre de ideas, justifica que la jurisprudencia
constitucional le haya otorgado a la libertad de expresión primacía sobre los derechos
a la honra y al buen nombre, salvo que se demuestre por el afectado la intención dañina
o la negligencia al presentar hechos falsos, parciales, incompletos o inexactos que
vulneran o amenazan sus derechos fundamentales”.

Contrasta este planteamiento con la tesis sostenida en la sentencia T-414 de 1992,


en la cual se fijaron los contornos fundamentales del hábeas data. Allí se postula de
manera general que, en caso de conflicto entre el derecho a la intimidad y el derecho
a la información, prevalece el primero, en cuanto traduce una exigencia suprema de la
dignidad humana, principio fundamental consagrado en la Constitución. Esta regla de
solución de conflictos iusfundamentales se ha reiterado en otras sentencias. En este
sentido, en la sentencia T-110 de 1993, con base en las mismas premisas, se sostiene
que los gestores de bancos de recolección y distribución de datos comerciales sobre los
clientes de las instituciones financieras realizan una actividad comprendida dentro del
derecho a informar consagrado en el artículo 20 de la C.P., el cual de poner en peligro
o entrar en conflicto con el derecho a la intimidad de las personas cuyos datos se hacen

36
Esta afirmación debe matizarse en el caso de los derechos de los niños que, en virtud de lo estipulado en el artículo
42 de la C.P., tienen prelación sobre los derechos de los demás. El contenido de esta regla de resolución de
conflictos entre los derechos, se analiza en la sentencia C-041 de 1994. En este fallo la Corte prefirió deferir a la
definición del juez la solución del conflicto, entre los derechos de los demás y los del menor, debiendo éste “hacer
una cuidadosa ponderación de los intereses en juego teniendo en cuenta las circunstancias concretas”.

222 IUS ET PRAXIS


circular, no prevalece contra los intereses legítimos amparados por este último derecho.
En la sentencia citada, en consecuencia, se considera violatorio del derecho a la
intimidad la permanencia del dato relativo a la persona que, no obstante haber sido
morosa, posteriormente canceló la obligación espectiva.

Recientemente, la Corte en un fallo de tutela37, expresamente reiteró la fórmula de


solución de conflictos que reconoce la primacía al derecho a informar y a ser informado
sobre los derechos a la vida privada, “lo cual - advierte - no significa que un ejercicio
arbitrario del derecho a la información pueda hacer prácticamente nugatorio el derecho
a la vida privada”. En este fallo se insinúa un test para determinar la prevalencia del
derecho de información sobre los derechos a la honra y a la intimidad, que básicamente
consiste en establecer en el caso concreto, primero, si la información tiene relevancia
pública y, segundo, si los hechos y afirmaciones son veraces.

A nuestro juicio, estos criterios generales de solución de conflictos, no dejan de ser


inútiles e inconvenientes. De una parte, no ahorran el necesario esfuerzo hermenéutico
de armonización concreta entre los derechos en conflicto. De otra parte, no se pueden
hacer cargo de la complejidad de las situaciones individuales que se presentan. El test
de la Corte, que se ha indicado, tiene además el problema de que pese a reunirse todos
los requisitos, un dato de la vida íntima no podría lícitamente ser revelado, así sea de
interés público y corresponda a la verdad.

La consecuencia de este atributo predicable de la libertad de expresión, puede


condensarse en las siguientes palabras de la Corte Constitucional: “Esta posición
preferente de la libertad de expresión como garantía de la opinión pública sirve para
resolver las dudas a favor de tal libertad (in dubio pro libertate); sin embargo, el valor
preferente de esta libertad declina cuando su ejercicio no se realiza por los cauces
normales de formación de la opinión pública, sino a través de medios, tan anormales
e irregulares que atentan o vulneran otros derechos fundamentales también reconocidos
y protegidos por la Constitución38.

10.1.2. Igualmente, en la sentencia T-609 de 1992 se reconoce la posición


preferente que ocupa la libertad de expresión - en dicha decisión todavía denominada
“libertad de prensa” comprensiva de toda publicación y difusión de ideas por cualquier
medio gráfico - en el cuadro de las regulaciones constitucionales, “ante los poderes
públicos y ante otros derechos fundamentales autodisponibles”, en atención a que esta

37
Sentencia T-094 de 2000.
38
Sentencia C-403 de 1992.

IUS ET PRAXIS 223


libertad caracteriza el régimen democrático y asegura el pluralismo político e ideoló-
gico, amén de permitir el control del poder.

10.1.3. El carácter preferente de la libertad de expresión, no sólo se manifiesta en


la prelación que en principio se le otorga en las situaciones de colisión de derechos - lo
que dista de ser una posición inflexible pues deben analizarse las circunstancias
concretas -, sino también en el examen constitucional a que se someten las limitaciones
legales aplicables a esta libertad, el cual por regla general es caracterizadamente
39
estricto . Como todo derecho fundamental, las limitaciones impuestas por la ley deben
ser objeto de interpretación restrictiva. La Corte en la sentencia citada, señaló: “entre
dos interpretaciones posibles y razonables de una norma legal, debe siempre preferirse
aquellas que favorezca un ejercicio más amplio de la libertad de expresión”.

10.2. Conflictos con principios generales

10.2.1. La Corte ha rechazado que la autoridad pueda acudir a valores o principios


abstractos tales como el “orden público”, “el orden social”, el “orden jurídico”, la
“tranquilidad pública”, el “interés general”, “los deberes generales” con el fin de
restringir, en virtud de su simple invocación, los derechos fundamentales. Esto no
quiere decir que los principios y valores plasmados en la Constitución, no puedan ser
fuente de limitaciones a los derechos fundamentales. La restricción, sin embargo, sólo
podrá efectuarse luego de que en el caso concreto se sopesen de manera cuidadosa y
razonada los principios constitucionales en juego (C.fr. sentencia 403 de 1992).

Desde una perspectiva hermenéutica, los derechos fundamentales reciben el


tratamiento de principios constitucionales. Muchas veces el juez constitucional debe
establecer, en una situación concreta, cuál derecho desplaza a otro de la misma jerarquía
constitucional, lo que debe realizar con arreglo a una justificación inspirada en los
principios de razonabilidad y proporcionalidad y tomando en consideración los efectos
derivados de la restricción.

11. CONFLICTOS Y LIMITACIONES

11.1. Conflictos con el derecho a la honra y al buen nombre


40
11.1.1. En el caso cadáveres flotantes , aunque se declaró improcedente la acción

39
Sentencia C-010 de 2000.
40
Sentencia T-512 de 1992.

224 IUS ET PRAXIS


de tutela solicitada por el actor, a quien diversos medios de comunicación imputaban
la autoría de varios crímenes, luego de que fueran hallados 31 cadáveres flotando en las
aguas del río Cauca, la Corte consideró que la conducta periodística que representara
una condena pública contra quien era juzgado por el Estado, antes de que su responsa-
bilidad fuese determinada por los jueces o tribunales competentes, constituía violación
del buen nombre y de la honra de la persona así señalada, salvo que la información
suministrada se apoyase en los fallos judiciales o en los informes de las autoridades.
“No puede sacrificarse impunemente la honra de ninguno de los asociados, ni tampoco
sustituir a los jueces en el ejercicio de la función de administrar justicia, definiendo
quiénes son culpables y quiénes inocentes, so pretexto de la libertad de información”.

11.1.2. En el caso caricaturas denigrantes41, diarios locales y medios radiales


publicaron informaciones y comentarios sobre la supuesta participación de la contralora
general del departamento del Quindío en sobornos, tráfico de influencias y otras
conductas irregulares relacionadas con la adjudicación del contrato “sorteo extraordi-
nario lotería del Quindío-Armenia”, a pesar de que contra la funcionaria no se había
elevado ningún cargo disciplinario ni tampoco formulado imputación penal por parte
de las autoridades competentes. En particular, un periódico hizo la denuncia pública
utilizando fotomontajes y caricaturas en las que la figura de la funcionaria ocupa un
lugar central dentro de una composición que pretende mostrar su comportamiento
criminal, bajo el título “irregularidades en la Lotería del Quindío”. Aunque la Corte no
entró en el fondo por razones procesales, consideró que el empleo de caricaturas
desconsideradas e irrespetuosas para calificar la conducta de funcionarios y personas
que no han sido formalmente vinculados a ningún proceso o que “son ya objeto de un
juicio público sancionatorio”, quebranta la exigencia de imparcialidad de la informa-
ción prescrita por el artículo 20 de la C.P. Precisa que el abuso de la libertad de prensa,
cuando el medio utilizado es la caricatura o la fotocomposición, se agrava puesto que
“es muy difícil si no imposible rectificar, en el caso de que lesione la honra, el buen
nombre y la imagen de las personas”.

Honra y buen nombre de la persona que interviene en la política y del servidor


público
42
11.1.3. En el caso Dager contra Q.A.P. , la Corte trató el tema de las expresiones
descalificatorias e insultantes enderezadas contra personas que, como los parlamenta-
rios, intervienen en la vida política. La necesidad de que la función fiscalizadora

41
Sentencia T-909 de 1992.
42
Sentencia T-080 de 1993.

IUS ET PRAXIS 225


aplicada al poder político y a quienes lo ejercen, se desembarace de las menores
restricciones posibles con el objeto de que pueda la libertad de expresión cumplir una
de sus más preciosas funciones, explica que la Corte haya admitido que, en cierto grado,
el ámbito de protección de la honra y del buen nombre del personaje político, se reduce
“por existir un interés público relevante y ser exigible a dichas personas un mayor grado
de tolerancia frente al cuestionamiento típico de la controversia política”. La reducción
de la esfera privada y de los indicados derechos de la personalidad, habilita a los
miembros de la comunidad para someter a un escrutinio más exigente la conducta y la
actividad de los servidores públicos que ostentan cargos de representación popular.
Agrega la Corte: “el personaje político debe estar dispuesto a soportar ataques o
afirmaciones caústicas usuales en la batalla política, ya que él mismo tiene la
posibilidad de contrarrestar las críticas mediante el empleo de otros medios políticos”.
No obstante, lo anterior no significa que no se mantenga en favor del personaje público
un espacio de protección contra ataques desproporcionados carentes de sustento y
deletéreos de su imagen ante la opinión pública. En el caso analizado, precisamente, se
concedió la tutela solicitada por el senador ordenando al noticiero la rectificación de la
información. A juicio de la Corte, “la aseveración del incumplimiento de sus funciones
por parte de un medio masivo de comunicación, cuando se encuentra plenamente
probado que su ausencia obedece a una razón legítima vinculada con el ejercicio
público de tales funciones”, constituye lesión desproporcionada de los derechos al buen
nombre y a la honra del servidor público.

11.1.4. La conducta de los funcionarios del Estado, en especial de los que


administran justicia, relacionada con el ejercicio de sus funciones no puede escapar al
conocimiento del público, que tiene derecho a reclamar una información completa,
siempre que no involucre aspectos de su intimidad. Precisamente, uno de los principios
conforme a los cuales debe desenvolverse la función pública es el de la publicidad (C.P.
art. 209). Ha sostenido la Corte que resulta “razonable una disminución en la protección
del derecho a la honra y al honor de una persona pública, en aras de una mayor
transparencia en el ejercicio del poder en un Estado democrático, sin perjuicio del
43
respeto del derecho al debido proceso” . En esta sentencia se consideró por ello
legítima la actuación del presidente de la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la
Judicatura que, antes de notificar la resolución que ordenaba hacer traslado de cargos
a la entonces presidenta del Tribunal de Orden Público, por haber librado de manera
irregular una boleta de libertad, informó sobre esta providencia a los medios de
comunicación. Para la Corte, además de las razones expuestas, fue determinante que
la decisión con anterioridad a su divulgación hubiese sido formalmente adoptada -
suscrita aunque no notificada -, aparte de que la información suministrada por el

43
Sentencia T-213 de 1993.

226 IUS ET PRAXIS


presidente, que no estaba cubierta legalmente por la reserva, se sujetaba a los patrones
de veracidad (en efecto se había decidido formular pliego de cargos contra la
magistrada), objetividad (el presidente del Consejo se había abstenido de emitir
cualquier género de calificación personal) y exactitud (el dato divulgado correspondía
a la decisión tomada). Llama la atención que la Corte en esta sentencia, en lugar de
analizar, el tema del debido proceso, haya resuelto la tensión de derechos en juego
asignando al presidente del Consejo el papel de emisor de una determinada informa-
ción, cuando en realidad también cumplía con la función de juzgador. El derecho de
defensa, en últimas, es desplazado por el derecho a informar y a ser informado sobre
el comportamiento de los servidores públicos en el ejercicio de sus cargos y responsa-
bilidades, máxime cuando los datos se revelan con arreglo a la verdad, a la objetividad
y a la exactitud.

11.1.5. La Corte ha considerado que exceden el ámbito protegido por la libertad


de expresión las manifestaciones externas que constituyen maltrato o injuria en contra
de otra persona. En estos casos, el legislador puede, válidamente, limitar estas
conductas a fin de proteger los derechos de las personas que son objeto de violencia
verbal. En el contexto laboral la Corte encontró ajustada a la Constitución la norma que
consagraba como justa causa para dar por terminado unilateralmente el contrato de
trabajo, todo acto grave de violencia, injuria o malos tratos en que incurra el trabajador
fuera de servicio, en contra del patrono, los miembros de su familia, representantes,
44
socios, jefes de taller, vigilantes o celadores . El demandante, entre otras normas de
la carta violadas por este precepto, mencionaba la libertad de expresión, pues estimaba
que se trataba de una restricción excesiva, habida cuenta de que los actos a los que se
refería la disposición acusada tomaban lugar por fuera del servicio y, por lo tanto,
interfería la órbita de libertad, eliminando en la persona del trabajador todo asomo de
peculiaridad y originalidad. La Corte replicó este argumento, señalando que la
Constitución no ampara conductas o comportamientos ilícitos y que no podía concluir-
se que “al cometer un delito o una actuación reprochable en contra de la honra o la
integridad física de una persona se está ejerciendo un derecho”. En suma, en el contexto
del trabajo, el legislador puede establecer prohibiciones y restricciones dirigidas a
evitar que se entorpezcan las relaciones entre trabajadores y empleadores y, por
supuesto, un extremo de la regulación puede ser la proscripción del uso del lenguaje
injurioso, inclusive por fuera de la relación de servicio.

Pero aún por fuera de las relaciones laborales, la Corte ha rechazado la sola idea
45
de que pueda existir un pretendido “derecho al insulto” . Según la Corte, la ley puede
44
Sentencia C-299 de 1998.
45
Sentencia C-010 de 2000.

IUS ET PRAXIS 227


proteger la honra y, por consiguiente, limitar “las expresiones manifiestamente
injuriosas y despectivas, e innecesarias a la divulgación de una opinión o información
(...) ya que se encuentran por fuera del ámbito constitucionalmente protegido de la
libertad de expresión”.

11.1.6. Las personas jurídicas y, en especial, las sociedades comerciales, pueden


sufrir menoscabo de su imagen comercial o de su good will, como consecuencia de
informaciones falsas o inexactas que se publiquen por los medios de comunicación.
Aunque a la libertad de información puede oponerse como límite estos legítimos
derechos e intereses de la empresa - cuya naturaleza no es constitucional -, la Corte ha
señalado que su protección no puede canalizarse a través de la acción de tutela, sino de
la jurisdicción ordinaria. En efecto, en el caso Sociedad Portuaria contra Hoy Diario
46
del Magdalena , la Corte señaló que los derechos a la honra y al buen nombre eran
exclusivos de la persona humana, por constituir derechos de la personalidad en los que
se manifestaba de manera directa el principio de dignidad humana, la cual no tiene
asiento corporativo.

Empero, en otras sentencias la Corte ha admitido que las personas jurídicas son
titulares activos del derecho al buen nombre, el cual para efectos de su protección queda
47
asimilado al denominado “good will” . Las personas jurídicas pueden, en consecuen-
cia, reclamar la tutela de este derecho cuando quiera que sean objeto de difamación en
razón de expresiones injustamente ofensivas o injuriosas. Justamente, con base en este
precedente la Corte protegió el derecho al buen nombre y a la imagen de la “Salsamentaría
San Martín Ltda.”, vulnerados por un operador de la televisión48.

A nuestro juicio, esta línea jurisprudencial nos parece equivocada. La dignidad


humana que sirve de fundamento al derecho al buen nombre y a la honra, no puede
extenderse a las corporaciones y demás personas jurídicas, menos todavía recurriendo
como lo hace la Corte a una supuesta exigencia derivada del principio de igualdad, que
no puede consentir la homologación desde el punto de vista de la reputación y el
merecimiento entre la persona humana y los entes creados por el derecho. Por lo demás,
en el derecho comercial y civil, lo que se conoce como “good will” recibe suficiente
protección patrimonial.

11.1.7. Los sujetos pasivos del derecho al hábeas data, es decir, las personas

46
Sentencia T-472 de 1996.
47
Sentencia T-412 de 1992.
48
Sentencia T-094 de 2000.

228 IUS ET PRAXIS


naturales o jurídicas que crean bancos de datos, recogen información, la registran, todo
con miras a ponerla en circulación valiéndose de procedimientos automatizados,
ejercen una actividad que se apoya en la libertad de empresa y en la libertad de
información. La Corte se ha ocupado extensamente de precisar los límites de una
modalidad específica del derecho a informar que se cumple a través de las denominadas
centrales de riesgo que recolectan y ponen a circular datos sobre el desempeño
crediticio de los clientes del sistema financiero. En la sentencia SU-089 de 1995, la
Corte sentó su doctrina más general sobre esta materia y estableció pautas interpretativas
sobre el conflicto que suele suscitarse en ocasiones entre el derecho a la información
y el derecho al buen nombre. La Corte concluyó que los establecimientos de crédito
tenían derecho a recibir información completa y veraz sobre la conducta crediticia de
sus eventuales deudores y que, de otra parte, el deudor, no tenía derecho a obstaculizar
o impedir que el acreedor informara a otros y, en particular, a la central de riesgos, sobre
la manera como cumplió su obligación. Según la Corte, la información sobre el
cumplimiento crediticio, siempre que sea veraz, no involucra únicamente al deudor ni
se relaciona con un asunto que pertenezca al plano de la intimidad personal y, por tanto,
puede ser objeto de divulgación pública. Dice la Corte: “mientras la información sea
veraz, es decir, verdadera y completa, no se puede afirmar que el suministrarla a quienes
tienen un interés legítimo en conocerla, vulnera el buen nombre del deudor. Si
realmente éste tiene ese buen nombre, la información no hará sino reafirmarlo; y si no
lo tiene, no podrá alegar que se le vulnera”49. Por lo demás, la Corte insiste en la
necesidad de que la información sea veraz y completa. La información parcial, sólo
referida a la temporal situación de paz y salvo de un deudor, por ejemplo, no satisface
este requisito, pues, eclipsa datos relevantes para que el establecimiento bancario pueda
trazar el perfil de riesgo del eventual cliente, para lo cual es importante conocer si ha
o no incurrido en mora en el pasado y por cuanto tiempo, lo mismo que los procedimien-
tos que se emplearon para obtener el pago de la acreencia.

11.2. Libertad de expresión e intimidad (conflictos)

11.2.1. La libertad de expresión que se plasma en la creación y difusión de obras


literarias, artísticas, científicas y técnicas, no viola el derecho a la intimidad, si las
informaciones o datos que bajo cualquier forma pueden incorporarse en el respectivo
libro, provienen “no de actos intencionados tendientes a obtener dolosamente la
información”, sino de la propia y libre revelación de la persona concernida o de
actuaciones suyas que hayan logrado trascender los confines del dominio público y
50
sean por lo tanto de conocimiento general .
49
Sentencia SU-089 de 1995.
50
Sentencia SU-056 de 1995.

IUS ET PRAXIS 229


11.2.2. Las informaciones que recogen las centrales de riesgo y que difunden a los
bancos y demás intermediarios financieros a través de procedimientos automatizados,
referentes a los datos relacionados con el desempeño crediticio de sus clientes actuales
o potenciales, no violan el derecho a la intimidad, siempre que se ajusten a la verdad.
El comportamiento crediticio, no hace parte de la esfera íntima y no sólo interesa e
involucra al deudor. De otro lado, el conocimiento sobre el comportamiento del deudor
permite a las instituciones financieras determinar el perfil de riesgo del potencial
deudor y obrar, en consecuencia, con la debida diligencia en lo que respecta a la
colocación de los fondos de los depositantes y ahorradores, lo cual consulta el interés
público que la propia Constitución le reconoce a la actividad financiera (C.P., arts. 150;
189-24 y 335). “Mal puede sostenerse - concluye la Corte - (...), que un erróneo
concepto de la intimidad prevalezca sobre la obligación que tienen quienes manejan
recursos captados del público, de velar por éstos. Obligación, como ya se dijo, fundada
51
en el interés general” .

11.2.3. Una manifestación del derecho a la intimidad, en los términos del artículo
15 de la C.P., lo constituye la correspondencia y demás formas de comunicación
privada, las cuales sólo pueden ser interceptadas o registradas mediante orden judicial,
en los casos y con las formalidades que establezca la ley. La Corte ha entendido por
correspondencia “toda forma de comunicación de pensamientos, noticias, sentimientos
o propósitos, sostenidas por cualquier medio entre personas determinadas”52. En el
fallo citado la Corte consideró que la correspondencia de carácter privado podía tener
lugar en un recinto público, independientemente de que el remitente y su destinatario
fueran personajes con proyección pública. La protección constitucional a las comuni-
caciones privadas que se intercambien personajes públicos, siempre que ellas no
consientan en revelar su contenido a terceros, pertenece a su intimidad. Los extraños
a la relación que se origina por la correspondencia entre sujetos determinados, no tienen
derecho a conocerla, pese a que se haya producido en un recinto público, en ella
intervengan como partes personajes con proyección pública y la misma contenga datos
o informaciones de interés general53.

Por estas razones, la Corte condenó el acto de un camarógrafo de un noticiero de


televisión que con este instrumento captó una toma que no solamente permitía observar
cómo el abogado del presidente de la República en una sesión plenaria de la Cámara

51
Sentencia SU-089 de 1995.
52
Sentencia T-696 de 1996.
53
Sentencia T-696 de 1996.

230 IUS ET PRAXIS


de Representantes - en la que se ventilaba la investigación contra el entonces presidente
de la República Ernesto Samper Pizano- escribía de su puño y letra una nota dirigida
al representante-investigador Heine Mogollón, sino también leer su contenido. Tanto
el camarógrafo como el medio que posteriormente divulgó las imágenes de este acto,
fueron señalados por la Corte como agentes invasores de la intimidad a la que tenían
derechos los dos personajes públicos (el abogado del presidente y el representante). La
vulneración del derecho a la intimidad, por parte del camarógrafo, se verificó bajo la
modalidad de la “simple intrusión”, o sea por la intromisión en la órbita reservada a cada
persona y donde no caben las injerencias materiales de ningún tipo de extraños, lo que
en este caso se extiende al canal de comunicación empleado. El medio quebrantó el
reducto de intimidad de los dos personajes por publicar hechos ciertos, pero pertene-
cientes a la intimidad, que no podían ser publicados sin contar con su autorización.

La Corte coincide con el demandante de la tutela - el abogado del presidente - en


que éste en ningún momento dio su autorización para que pudiese divulgarse un hecho
de su intimidad: “el doctor Nieto Roa oculta rápidamente la nota dentro de su portafolio,
en el preciso instante en que se percata de la presencia de alguien, quien se acercó para
hacerle entrega de unos documentos, sino también de la posición de sus brazos al
escribirla y de la forma en que desprende la hoja de la libreta para inmediatamente
ponerla boca abajo, con el fin, naturalmente, de que nadie distinto al destinatario se
enterara del mensaje. ¿Puede inferirse de ello intención alguna de dar conocimiento
público al escrito, teniendo presente que, como arriba se anotó, antes de llegar a su
destino, su privacidad depende única y exclusivamente de la voluntad del remitente”.

A nuestro juicio, esta sentencia ignora la doctrina sobre el foro público. En un


debate público, la familiaridad del abogado del presidente que envía notas personales
a quien dirige el procedimiento de investigación contra su poderdante, no podía ni debía
pasar inadvertida para la opinión pública. En el Foro Público, se invierte la regla y
prepondera el derecho a la mirada sobre lo que allí acontece, máxime si se investiga al
primer mandatario. Resulta difícil admitir que si la pretensión de mantener correspon-
dencia se hizo frente a todos, se llegue a considerar que el escrutinio de la colectividad
que ofició como testigo debe proscribirse porque termina por invadir un ámbito de
reserva.

11.2.4. Se admite que la esfera de la intimidad del personaje público no tiene la


misma extensión de la persona que no se proyecta con sus actos o su posición de manera
penetrante en la vida social o política. No obstante, la Corte se ha negado a aceptar que
por fuera del círculo público de la actuación directamente vinculada con el rol social
o político del personaje, no pueda predicarse también en su caso la titularidad activa del
derecho a la intimidad personal y familiar. En el caso Nieto Roa contra Noticiero AM-

IUS ET PRAXIS 231


54
PM , el espacio donde legítimamente se desdibuja el derecho a la intimidad del
personaje público, fue obtenido con base en la aplicación conjunta de los dos siguientes
criterios: (1) acto o conducta que se conectan de manera directa con un ámbito público;
(2) siempre que se realicen “con la intención” de ser vistos y escuchados por los demás.
Se observa que estos dos criterios se insinuaron por la Corte con el objeto de encajar
en este test, el comportamiento de Nieto Roa. En el ámbito público - para usar la
expresión de la Corte -, los hechos adquieren visibilidad y salen de la “zona privada”,
justamente porque se realizan en el “ámbito público”, independientemente de la
intención de los actores que, por lo demás, voluntariamente se desplazaron a este
territorio o dimensión de la vida colectiva, efectuado lo cual se torna inoficioso inquirir
por el consentimiento asociado a cada acto, gesto o comportamiento que en aquél se
lleven a cabo.

11.2.5. Si no media el consentimiento de la persona para que hechos de su vida


privada sean conocidos por terceros, su divulgación por un medio de comunicación, en
la mayoría de los supuestos apareja violación del derecho a la intimidad. La libertad de
disposición del titular del derecho a la intimidad, le permite franquear a otros el umbral
de su vida privada. A juicio de la Corte este poder de disposición debe interpretarse de
manera restrictiva. Las revelaciones públicas de actos y hechos pertenecientes a la
esfera privada, no pueden ir más allá de las autorizaciones específicas dadas por el
particular. En el caso parto bajo el agua55, la Corte estableció que un comunicador no
podía reproducir ni difundir un filme en el que se mostraban hechos de la vida privada
de una persona, cuando la exposición excedía los propósitos y las finalidades a las
cuales ésta restringió su divulgación. La violación del derecho a la intimidad se verifica
en el instante mismo en que la reproducción de las imágenes y escenas de la vida
privada, dejan de estar soportadas en el consentimiento original. En la sentencia se
destaca que la demandante había consentido que el parto bajo el agua que iba a
protagonizar en la vida real, fuese filmado y hecho público con el objeto de difundir esta
forma de alumbramiento y, además, con el fin de rendirle un “homenaje a la vida”.
Empero, la programadora de la televisión, utilizó las imágenes tomadas y los diálogos,
para hacer un agudo contraste con la forma como en Colombia las mujeres pobres
dan a luz. La actora, efectuado este contraste, reaccionó airada contra la imagen de
“madre burguesa”, lo que desvirtuaba su imagen real.

11.2.6. La Corte ha señalado que en ciertas situaciones la intimidad y el honor de


la persona, pueden resultar afectados cuando se viola su derecho a la propia imagen, la

54
Sentencia T-696 de 1996.
55
Sentencia T-090 de 1996.

232 IUS ET PRAXIS


cual “comprende la facultad de disponer de su apariencia y de su privacidad, autorizan-
56
do o no la captación y difusión de ella” . En particular, la Corte identifica un supuesto
de abuso del derecho a informar cuando, sin el consentimiento y autorización de la
persona, mediante el uso de cámaras escondidas, teleobjetivos u otros instrumentos, se
publican fotografías, imágenes y videos grabados con violación de su intimidad y
privacidad57. En estos casos se trata de intromisiones arbitrarias en la vida privada de
las personas. La información resultante de esta ilícita invasión del espacio reservado,
se ha de calificar como indebidamente obtenida y se excluye por completo de la
protección constitucional.

La Corte, en la sentencia citada, pese a admitir que los consultorios, despachos,


oficinas o establecimientos de los profesionales o personas que realizan actividades que
entrañan riesgo social, no son baluartes impenetrables de la intimidad en la misma
medida en que lo pueden ser otros espacios donde se llevan a cabo actividades distintas,
considera que también el periodismo investigativo en su comprensible celo de buscar
información no puede incurrir en intromisiones ilegítimas como serían las de obtener
información de manera ilegal, “sin la debida constatación acerca de la veracidad o sin
el consentimiento de la persona cuyas imágenes van a ser publicadas”. Esta tesis se
sostuvo por la Corte con ocasión de la revisión de una sentencia de tutela referida al caso
de un médico en cuyo consultorio ingresó una periodista que llevaba una cámara
escondida y que pretendía determinar un comportamiento ilegal por parte del médico,
todo lo cual se divulgó en un programa televisivo con el nombre “abortos en mujeres
que no están embarazadas”.

11.3. Libertad de expresión e igualdad

11.3.1. No viola la igualdad, el concesionario privado de un canal público que


organice en época electoral en un noticiero informativo un debate al que sólo invite a
los candidatos a la presidencia que tuvieren a su favor al menos el 10% de las
preferencias en las encuestas de opinión, dejando por fuera a los demás58. En cambio,
tratándose del acceso gratuito a los medios de comunicación social del Estado (ley 230
de 1994, art. 25), no se pueden producir exclusiones entre los diferentes candidatos. En
la sentencia la Corte afirma que “la prohibición de la censura, y la libertad de prensa,
se violan cuando se impone al periodista la obligación de publicar una información u

56
Sentencia T-094 de 2000.
57
Sentencia T-094 de 2000.
58
Sentencia T-484 de 1994.

IUS ET PRAXIS 233


opinión, del mismo modo que cuando se le impide su difusión”. Los periodistas obran
razonablemente si dan a conocer las opiniones de quienes encabezan las preferencias
de los ciudadanos y concentran el mayor interés de la opinión. No pueden pretender los
candidatos, se destaca en el fallo, que los medios y los periodistas les concedan
“exactamente” el mismo tratamiento. El “equilibrio informativo”, en este caso,
consiste en darles a los candidatos “un tratamiento acorde con las simpatías que
despierten entre la población”.

A nuestro juicio, aunque el tratamiento que los periodistas y medios particulares


deban a ofrecer a los candidatos que compiten en un certamen electoral no puede ser
semejante al que debe procurarles el Estado a través de los medios de comunicación
social, en todo caso las exigencias constitucionales relacionadas con la “imparcialidad”
y la “responsabilidad social”, obligan a adoptar un comportamiento más ajustado a la
democracia y a formación de una opinión pública libre. La doctrina sentada en la
sentencia requiere ser revisada y matizada. No consulta el equilibrio informativo que
los medios le den ingreso a la escena pública - vital en la vida política - únicamente a
los candidatos que aparentemente concentran las mayores simpatías. No se puede
establecer si los medios con este procedimiento refuerzan una opción previa del
electorado, o lo más seguro, la determinan positivamente. La clausura de los medios y
de los periodistas, o su excesiva concentración, dependiendo de los personajes y de las
ideas, le restan fuerza, vivacidad y contenido a la competencia democrática. Esta es una
materia en la que el legislador debe desarrollar criterios y pautas de conducta
vinculantes - concretando el concepto de “responsabilidad social” y de “igualdad de
acceso” - tanto para los medios públicos como privados, de modo que no se
predetermine el resultado electoral con base en las preferencias previas de quienes
controlan los medios de comunicación social.

11.3.2. En la práctica la posibilidad de que el Estado adjudique una frecuencia o


celebre un contrato de concesión para operar un canal privado de televisión, constituye
la principal barrera de acceso para el ejercicio de la libertad de expresión y de la libertad
informativa cuando quiera que su exteriorización material requiera de un medio de
comunicación que deba hacer uso del espectro electromagnético sujeto a su gestión y
control. Las condiciones que fije la ley para seleccionar a los participantes en el proceso
de escogencia de operadores de televisión para los canales de operación privada, ha
dicho la Corte Constitucional, no pueden ser discriminatorias y consagrar privilegios.
La Corte declaró inexequible la disposición legal que con este fin reconocía un puntaje
del 70% a la experiencia, capacidad y profesionalismo de los aspirantes, lo cual, en su
concepto, sólo favorecía a los actuales operadores que serían los únicos que podrían
acreditar ese requisito, en perjuicio de los aspirantes nuevos que desearen ingresar a esta
actividad. Además de violar el artículo 13 de la C.P. - desigualdad de oportunidades en

234 IUS ET PRAXIS


el acceso al uso del espectro electromagnético -, ese criterio legal para adjudicar
concesiones televisivas, configuraría, según la Corte, una clara práctica monopolística
en el servicio de la televisión59.

11.3.3. La ley debe promover el principio de igualdad de oportunidades para


acceder al uso del espectro electromagnético. Por esta razón la Corte consideró que el
sistema de prórrogas de las concesiones otorgadas para programación general y
realización de noticieros en canales nacionales de operación pública, previsto en el
artículo 40 de la ley 14 de 1991, violaba dicho principio, pues, en la práctica, el
concesionario podía automáticamente obtener la prórroga de la adjudicación si la
calificación le era favorable, cercenando indefinidamente las oportunidades de las
personas que pretendieran prestar el mismo servicio. La modificación que a este
respecto introdujo el artículo 10 de la ley 335 de 1996, en el sentido de establecer un
término improrrogable de seis años para los contratos de concesión de espacios de
televisión pública - aplicable inclusive a los concesionarios de noticieros vigentes en
el momento en que la ley entró a regir -, fue declarada exequible por permitir al mayor
número de personas el acceso democrático al espectro electromagnético para fundar
medios de comunicación masiva y mejorar la libre competencia entre los aspirantes a
60
celebrar con el Estado los ya mencionados contratos de concesión .

11.3.4. En el caso lengua curripaco61, un indígena que se había postulado como


candidato a la cámara de representantes por la circunscripción del departamento del
Guainía - en esta entidad territorial cuya población indígena cubre el 90% de su
extensión, las lenguas oficiales son el castellano y el curripaco -, pretendía la
inaplicación de la circular expedida por la autoridad departamental que, con el fin del
garantizar “la imparcialidad absoluta en los próximos debates electorales, había
dispuesto prohibir el uso de los equipos radiales oficiales, usados para transmitir
mensajes entre la población, cuando se tratara de conferencias y charlas en las que
hablara en otro idioma distinto del castellano. El actor alegaba que se violaba con esta
prohibición su derecho a difundir ampliamente sus ideas y programas en condiciones
de igualdad. La Corte en el fallo amparó el derecho a la igualdad y a la no discriminación
del demandante del solicitante de la tutela. A juicio de la Corte, el curripaco en ese
departamento tiene el carácter de lengua oficial y, “la discriminación en razón de la
lengua deviene, entonces, discriminación racial”. La Corte agrega que la medida
oficial ha causado la “incomunicación entre grupos y personas indígenas”, ya que éstos

59
Sentencia C- 310 de 1996.
60
Sentencia C-350 de 1997.
61
Sentencia T-384 de 1994.

IUS ET PRAXIS 235


se relacionan a través de los equipos que posee el departamento. Dispone, en conse-
cuencia, la Corte que cuando el actor “solicite el servicio de los equipos de la
administración departamental, se le permita hacerlo en su lengua materna, la curripaco,
que también es lengua oficial en esa entidad territorial, para cualquier fin permitido a
aquellos que se expresan en español”.

11.4. Libertad de expresión y derecho a la vida

Límites constitucionales del discurso religioso

El discurso religioso goza en la Constitución de una protección reforzada. De una


parte, la difusión de las ideas y creencias religiosas, integra el núcleo esencial de la
libertad de cultos. De otra parte, esta misma acción queda comprendida dentro del
núcleo esencial de la libertad de expresión, en su acepción más genérica. La ley 133 de
1994, estatutaria sobre libertad religiosa y de cultos, precisa el alcance de esta libertad
y determina su proyección en el campo de la enseñanza (art. 6-g) y de la libre
comunicación y difusión de los mensajes religiosos (art. 7-f). La posición preferente de
la libertad de expresión, tiene en lo atingente al mundo de lo religioso, un espacio
dilatado de protección, hasta el punto de que manifestaciones externas que en otros
casos estarían vedadas por intolerantes, resultan admisibles y más resistentes a ser
eliminadas aún frente a derechos como la intimidad, la honra y el buen nombre62.

Empero, la Corte ha destacado hasta el cansancio, que ningún derecho fundamen-


tal es absoluto, lo que ha venido a ser reiterado por la mencionada ley estatutaria, en los
siguientes términos: “el ejercicio de los derechos dimanantes de la libertad religiosa y
de cultos, tiene como único límite la protección del derecho de los demás al ejercicio
de sus libertades públicas y derechos fundamentales, así como la salvaguarda de la
seguridad, de la salud y de la moralidad pública, elementos constitutivos del orden
público protegido por la ley en una sociedad democrática” (Ley 133 de 1994, art. 4).
63
La Corte Constitucional en el caso prácticas esotéricas , estableció la existencia
de límites excepcionales al discurso religioso cuando el contexto de violencia imperante
en una comunidad pudiera conducir efectivamente a que el mensaje estigmatizador de
la autoridad de un culto pudiera poner en peligro la vida de la persona injustamente
anatematizada por ella. Es evidente que esta restricción excepcional, no puede dar curso

62
Sentencias T-028 de 1996; T-459 de 1997 y T-322 de 1996.
63
Sentencia T-263 de 1998.

236 IUS ET PRAXIS


a una línea jurisprudencial expansiva, puesto que sólo se explica por la presencia de
circunstancias específicas de intolerancia exacerbada como las que se perciben en
varios lugares de Colombia. Ausentes estas condiciones, la doctrina de la Corte carece
de asidero, ya que podría ser usada para penetrar en el contenido de lo que se expresa.

Con las reservas anteriores, cabe ahora enunciar la doctrina de la Corte, limitativa
del discurso religioso en situaciones de violencia extrema: “a quien emite opiniones o
califica conductas conforme a los postulados y dogmas de una específica cosmovisión
religiosa le está vedado imputar falsamente (1) hechos que constituyan delitos; (2) que,
en razón de su distanciamiento de la realidad, comprometan el prestigio o la propia
imagen de las personas que son objeto de tales opiniones; o, (3) calificaciones
tendenciosas, que dentro de contextos de violencia o intolerancia, resulten susceptibles
de producir una amenaza real y efectiva de los derechos a la vida y a la integridad
personal de la persona afectada”.

La Corte reitera que el juez carece de competencia para evaluar y rechazar


creencias religiosas o juzgar hechos a la luz de los dogmas internos de un culto
determinado. Sin embargo, sostiene que un discurso religioso puede ser objeto de un
pronunciamiento judicial, sin que esto signifique intromisión del Estado en la esfera
religiosa, cuando afecte los derechos de terceros y, particularmente, cuando se
produzca este resultado por infringir normas válidas del derecho positivo o normas de
conducta comúnmente aceptadas por los miembros de la sociedad. “En estos casos -
dice la Corte -, las afirmaciones eventualmente ofensivas para la honra o el buen
nombre de un tercero, deben necesariamente estar fundadas en hechos ciertos o
empíricamente verificables por un observador imparcial, pues de otra manera, se estaría
produciendo una mella injustificada en el prestigio de quien resulta falsamente
implicado”.

Excepcionalmente, advierte la Corte, en los casos en los que la grave afectación


a la reputación de una persona o la amenaza a su vida, se originen en la grave y
equivocada estigmatización de que ella sea objeto en un mensaje religioso basado en
la transgresión de pautas de comportamiento determinadas por un culto o religión, el
control constitucional del discurso religioso puede ser posible, siempre que el escruti-
nio que se lleve a cabo sea “particularmente leve”. La intensidad de este examen
dependerá de varios factores: (1) poder social del autor de la manifestación religiosa y
posibilidades reales de defensa de la persona lesionada; (2) claridad de la imputación
y de sus consecuencias vejatorias para la persona en la consideración general; (3)
gravedad del calificativo empleado.

La situación analizada por la Corte ilustra el supuesto absolutamente excepcional

IUS ET PRAXIS 237


al que se aplica esta doctrina. En el municipio El Santuario (Antioquía), un sacerdote
católico, que gozaba de enorme aceptación por la población local, reconocidamente
tradicional y católica, descalificó públicamente a un profesor de colegio a quien trató
como “profesorcillo de pacotilla” que con sus creencias “satánicas” estaba enloque-
ciendo a algunos estudiantes, por lo cual se hacía necesario “cerrar filas” para defender
las creencias católicas y expulsar a esta persona de la comunidad. Los comportamientos
extraños de los estudiantes, aparentemente motivados no por el profesor sino por su hijo
adoptivo, se relacionaban con la realización de prácticas esotéricas, sesiones de
espiritismo e intercambio de conjuros, que por lo menos en el caso de una alumna
habían producido trastornos nerviosos y cambios en su comportamiento habitual.

La Corte comprobó que las aseveraciones del sacerdote no tenían ningún asidero
en la realidad de los hechos. Se trataba en últimas de una falsa adscripción de
responsabilidad que no sólo afectaba gravemente la reputación del profesor, sino que
ante todo ponía en peligro su vida y su integridad personal, dadas las condiciones de
violencia y de intolerancia existentes en el municipio.

La Corte anota que el discurso religioso dirigido a orientar a los fieles sobre el
preciso alcance de un dogma o creencia y el rechazo de ideas, actitudes o comporta-
mientos contrarios a éstos, no afecta ningún derecho fundamental. Es normal, en
consecuencia, que la manifestación religiosa se exteriorice mediante descalificaciones
amparadas por el derecho a la libre expresión y difusión de las ideas religiosas,
independientemente de que éstas sean más o menos intolerantes. En el presente caso,
sin embargo, el sacerdote no hizo ninguna precisión sobre los vocablos empleados o
acerca del sentido que tenían a la luz de la religión católica. En estas condiciones las
expresiones usadas para acusar a una persona de la comunidad como promotora de
prácticas de satanismo, hechicería o brujería, tenía por fuerza que juzgarse con base en
el significado social que el medio les atribuye y que, como se sabe, se asocian en éste
a actuaciones del más diverso género y de las cuales no se excluyen actos verdadera-
mente delictivos.

Por eso la Corte concluyó: “Las afirmaciones antes anotadas, pese a haber sido
efectuadas por un ministro de la Iglesia Católica, no pueden ser consideradas como una
forma de discurso religioso, como quiera que no constituyen la calificación de una serie
de hechos conforme a los postulados de una cierta dogmática sagrada. Por el contrario,
ellas constituyen tan sólo la descripción de eventos que, se supone, ocurrieron en la
realidad. En esta medida, como antes se vio, su validez constitucional depende de que
tal descripción refleje la realidad tal como ella sucedió”. En la sentencia se dispone que
el sacerdote debe proceder a aclarar, corregir o rectificar sus afirmaciones a fin de
garantizar la integridad de los derechos del actor.

238 IUS ET PRAXIS


En el salvamento de voto se critica esta posición de la mayoría. En primer lugar,
se aduce que el sacerdote hizo una crítica genérica, sin precisar el sujeto al cual ella
específicamente se dirigía. En segundo lugar, se considera que es legítima la conducta
del sacerdote que desde la perspectiva de su religión denuncia comportamientos que no
se ajustan a sus dogmas. En tercer lugar, no era procedente la tutela contra el sacerdote
como particular, toda vez que no se había acreditado ninguna relación de subordinación
o indefensión respecto del actor. Finalmente, la rectificación ordenada no resulta clara,
ni pertinente y, además, viola el fuero y la independencia de la Iglesia Católica.

11.5. Libertad de expresión y propiedad

La Corte ha sostenido que de producirse una insalvable colisión entre las libertades
de expresión y de información y un derecho pecuniario “como el que se deriva de la
propiedad de los derechos de transmisión de un determinado espectáculo”, prevalecen
los primeros, por su carácter de derechos fundamentales. Esta tesis se sostuvo por la
Corte en un proceso de tutela en el que se enfrentaban dos comunicadores contra el
presunto propietario de derechos sobre un espectáculo deportivo. En este caso (comen-
taristas deportivos contra el club Atlético Huila)64, las directivas del club de fútbol,
alegaban que éste en su condición de propietario y responsable del espectáculo
deportivo ofrecido por los partidos a disputarse en el estadio municipal del que era
arrendatario, podía por razones preventivas prohibir a los actores - periodistas depor-
tivos -, ingresar al estadio y efectuar las transmisiones radiales que hasta ese momento
realizaban, en vista de la agresividad del lenguaje empleado que lograba exacerbar el
ánimo de los espectadores y atentaba contra la seguridad de los eventos, exponiendo
incluso a que dicha plaza pudiere ser sancionada con la suspensión. La carencia de
pruebas sobre la propiedad del espectáculo y acerca de la irresponsabilidad real
atribuida a los comentaristas, llevó a la Corte a plantear en términos rotundos un
conflicto que, en otras condiciones, seguramente habría podido formularse de manera
más matizada o diferente. La Corte, en la sentencia, señala que las restricciones -
prohibición para acceder al estadio y transmitir los partidos -, por incidir sobre el
ejercicio de derechos fundamentales, sólo podían aplicarse a los comunicadores
incursos en actos de irresponsabilidad por parte de autoridades competentes y de
acuerdo con lo dispuesto por la ley. La fuente de estas restricciones y las condignas
sanciones, en consecuencia, no podía ubicarse en la zona de los poderes privados.

11.6. Libertad de expresión y contrato

En la teoría general de los derechos fundamentales se discute, respecto de algunos

64
Sentencia T- 368 de 1998.

IUS ET PRAXIS 239


derechos - es claro que ciertas libertades o garantías se sustraen absolutamente a esta
posibilidad - el poder de disposición que cabe reconocer a sus titulares. Este debate
puede trasladarse a nuestro campo de estudio. No pocas veces se estipula entre las partes
de un contrato, mantener el deber de reserva en relación con ciertos asuntos que se
revelan en el curso de la relación jurídica. No se trata simplemente de convenir esferas
de privacidad intraspasables, sino en ciertos eventos de establecer límites a la libertad
de información que, de otro modo, podría con mayor latitud ejercitar la persona
cobijada por el pacto. Esta suerte de “cláusulas de silencio”, no pueden proscribirse a
priori, puesto que en muchos casos se justifican en la autonomía de las personas que
las suscriben y en la índole misma de la materia que se pretende mantener cubierta por
el sigilo. A este respecto puede argumentarse que adoptar esa conducta corresponde
precisamente a una modalidad de ejercicio del derecho.

La Corte Constitucional se ha inhibido de descalificar de plano este género de


restricciones contractuales a la libertad de informar, sin antes estudiar las particulari-
65
dades de cada situación. En el caso parque de la roca , los compradores de viviendas
subsidiadas se habían comprometido en el contrato de compraventa, so pena de
cancelar una multa casi igual al del precio del respectivo inmueble, a abstenerse de
expresar e informar a la comunidad sobre la mala calidad o las dotaciones defectuosas
o deficientes de los inmuebles o sobre el incumplimiento de los convenios celebrados.
Empero, problemas de suelos, afectaron la estructura de las viviendas y generaron
situaciones de peligro en los residentes, que obligarían a deducir la responsabilidad a
cargo del vendedor de las unidades habitacionales deficientemente construidas. A
juicio de la Corte, esta cláusula contractual no provino en ningún momento del libre
consentimiento de los compradores, personas de modestos recursos que simplemente
adhirieron a las condiciones contractuales previamente dispuestas e impuestas por la
otra parte que detentaba un incontrastable predominio. De otro lado, los compradores
desconocían los defectos de construcción. La parte vendedora ha dejado percibir su
posición dominante y ha hecho uso excesivo y dañino de su poder negociador. En
definitiva, el sustento de la cláusula contractual decae cuando se verifica que no ha sido
el resultado de la autonomía de la parte obligada y, además, cuando se observa que ella
quebranta la libertad de expresión y de información. La Corte, protege el derecho a la
libertad de expresión, pero antes ordena inaplicar la estipulación contractual por reñir
con dicho derecho, es decir, de oficio procede a hacer uso de la excepción de
inconstitucionalidad frente a la cláusula contractual (C.P. art., 4).

65
Sentencia T-411 de 1999.

240 IUS ET PRAXIS


12. RESTRICCIONES Y LIMITACIONES

12.1. Como quiera que los derechos y deberes consagrados en la Carta, se


interpretan de conformidad con los tratados internacionales sobre derechos humanos
ratificados por Colombia (C.P. art., 93), resulta obligada la referencia a las restricciones
que según tales pactos pueden ser impuestas por el derecho interno.

La libertad de expresión, según lo dispone el artículo 19-3 del Pacto Internacional


de Derechos Civiles y Políticos, “puede estar sujeta a ciertas restricciones, que deberán,
sin embargo, estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para: a. Asegurar el
respeto a los derechos o la reputación de los demás, y b. La protección de la seguridad
nacional, el orden público o la salud o la moral públicas”.

Por su parte, La Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San


José), en su artículo 13-2, ordena: “El ejercicio del derecho previsto en el inciso
precedente no puede estar sujeto a previa censura sino a responsabilidades ulteriores,
las que deben estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para asegurar: a. El
respeto a los derechos o la reputación de los demás, o b. La protección de la seguridad
nacional, el orden público o la salud o la moral públicas”.

La Corte reiteradamente ha sostenido la relevancia de la doctrina elaborada por


la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En esta materia la jurisprudencia del
alto órgano de justicia internacional y sus opiniones, se toman en consideración como
pautas interpretativas que contribuyen a esclarecer el sentido tanto de las normas de la
convención interamericana sobre derechos humanos como el alcance de las propias
normas de derecho interno. En particular, el criterio estricto sobre los requisitos que
deben reunir las restricciones para que puedan válidamente afectar a la libertad de
expresión - legalidad; taxatividad; claridad; necesidad; consagración previa; responsa-
bilidad ulterior; prohibición de la censura directa e indirecta etc. -, ha seguido muy de
cerca los parámetros hermenéuticos trazados por dicha Corte. De hecho en la sentencia
C-010 de 2000, la Corte prohíja la opinión consultiva Nº 05 del 13 de noviembre de
1985 y, en especial, subraya la trascendencia de su párrafo 56, el cual es del siguiente
tenor:

«En el presente caso, la Corte comienza por resaltar que la medida es muy
severa, puesto que la ley no está simplemente limitando, o restringiendo, o
condicionando, la publicidad radial para estas actividades, sino que prohibe,
en este medio, toda propaganda en favor de ellas. La pregunta natural que
surge es si las finalidades constitucionales perseguidas por la disposición
justifican un mandato tan estricto.

IUS ET PRAXIS 241


Ahora bien, la norma parece perseguir dos objetivos relevantes: (i) desestimular
que las personas acudan a espiritistas, hechiceros, pitonisas, adivinos y
similares, por considerar que esas actividades son en sí mismas riesgosas y
dañinas; y (ii) evitar que el público sea engañado por una publicidad
exagerada de parte de esas personas. Sin embargo, en ninguno de los dos
casos, la justificación es suficientemente convincente.

Así, en primer término, si la ley considera que esas actividades deben ser
desestimuladas, la única razón válida, por ser compatible con el pluralismo
que la Constitución prohíja (CP art. 7), es argumentar que esos oficios
generan riesgos sociales y ponen en peligro derechos de terceros. Pero si ello
es así, entonces lo lógico es que esas ocupaciones sean reglamentadas y la ley
exija los correspondientes títulos de idoneidad para su ejercicio; en cambio,
resulta irrazonable que esas labores sean libres, lo cual significa que el
legislador ha considerado que no presentan riesgos sociales, pero que no
puedan ser promocionadas. Y en todo caso, lo cierto es que los daños sociales
ligados a esas actividades distan de ser evidentes.

De otro lado, es válido que la ley pretenda asegurar una información


comercial adecuada al consumidor, a fin de impedir engaños, puesto que,
como ya se señaló en esta sentencia, la Carta ordena reglamentar la informa-
ción que se debe suministrar al público relativa a la comercialización de los
bienes y servicios (CP art. 78). Por ende, bien puede la ley regular la
publicidad de los servicios ofrecidos por los espiritistas, hechiceros, pitoni-
sas, adivinos y similares, a fin de evitar falsas expectativas en los eventuales
clientes. Por ejemplo, podría la ley ordenar que esas propagandas sean
precedidas de ciertas advertencias, o sólo puedan ser divulgadas en determi-
nados espacios radiales, pero lo que resulta desproporcionado es que para
evitar eventuales engaños publicitarios, la ley prohiba toda propaganda radial
de estos oficios, que son en sí mismo legales, y no presentan riegos sociales
evidentes.

En tercer término, en el caso de las comunidades indígenas, la medida es


también susceptible de afectar el pluralismo étnico (CP art. 7º) puesto que
podría entenderse como una interdicción de la promoción de una ocupación,
que en relación con esos grupos sociales, es no sólo legítima sino que tiene
protección constitucional. En efecto, en la sentencia C-377 de 1994, MP Jorge
Arango Mejía, esta Corte precisó que era válido que la ley reglamentara la
medicina y la cirugía, y exigiera de títulos de idoneidad para ejercer esas
actividades, pero aclaró que esa normatividad no implicaba que en “algunos

242 IUS ET PRAXIS


grupos especiales, tales como las tribus indígenas, no puedan existir brujos,
chamanes o curanderos que se dediquen a su oficio según sus prácticas
ancestrales. Su actividad está protegida por el artículo 7º de la Constitución,
que asigna al Estado la obligación de reconocer y proteger la diversidad étnica
y cultural.”

Finalmente, el exceso de esta medida es todavía más claro si se tiene en cuenta que
la mayor parte de los eventuales riesgos que podría tener esta publicidad se encuentran
ya cubierto por la primera prohibición, contenida en este mismo artículo 13 de esta ley,
que será declarada exequible, y según la cual no puede haber propaganda radial para
profesionales que carezcan del correspondiente título de idoneidad. En efecto, si fuera
del caso de los chamanes de una comunidad indígena, una persona se anuncia como
“hechicero” y promueve por radio su actividad, argumentando que es capaz de curar los
más disímiles males de la salud, entonces esa publicidad se encuentran prohibida por
la ley, pero no porque se trate de la propaganda comercial de un “hechicero”, sino por
cuanto este particular está violando la primera parte del artículo 13 de la ley, en la
medida en que estaría haciendo publicidad para una actividad, como es la medicina,
para cuyo ejercicio carece del título de idoneidad que la ley exige.

Por todo lo anterior, la Corte concluye que la prohibición de toda forma de


propaganda radial para “espiritistas, hechiceros pitonisas, adivinos y demás personas
dedicadas a actividades similares” resulta desproporcionada, y será entonces retirada
del ordenamiento.

12.2. El concepto de información veraz e imparcial (limitaciones o restricciones


internas)

La Constitución Política garantiza la libertad de informar y recibir informa-


ción veraz e imparcial.
66
12.2.1. En el caso Dager contra Q.A.P , a propósito del límite implícito que los
derechos a la honra y al buen nombre le fijan a la libertad de expresión, sintéticamente
y de manera no taxativa enunció supuestos genéricos a los que se refieren varias
categorías de información: información veraz, la que no está basada en hechos falsos;
información imparcial, la que se suministra sin que pueda atribuirse al periodista el
conocimiento de su falsedad en el momento de su divulgación; información completa,
la que se entrega luego de agotar los parámetros existentes de responsabilidad

66
Sentencia T-080 de 1993.

IUS ET PRAXIS 243


periodística, pues aún de comprobarse con posterioridad su falsedad, es claro que ésta
no habría podido detectarse en el momento de su emisión con un mínimo de investiga-
ción; información exacta, la que corresponde fielmente a los hechos y sucesos reales.

12.2.2. La Corte Constitucional ha establecido que si el medio de comunicación


al que una persona le solicita rectificación de una información que reputa falsa o
revelada de manera inexacta o imparcial, decide no hacerlo, debe en todo caso ofrecer
67
las pruebas que demuestren la veracidad e imparcialidad de los mensajes publicados .
Ahora, si la información inicial atribuía a la persona la comisión de hechos delictivos
o la participación en su realización, la negativa a rectificar debe acompañarse de la
prueba que sea capaz de desvirtuar su presunción de inocencia: “la prueba admisible
a este respecto sería la proveniente de decisiones judiciales definitivas que hayan
establecido tal hecho desvirtuando la presunción de inocencia”. En el caso examinado
el noticiero demandado había informado a la opinión que la demandada había sido
removida de su cargo de secretaría de hacienda del Arauca por pertenecer a la guerrilla.
La Corte en la sentencia señaló que si el noticiero se negaba a rectificar, debía entonces
probar la verdad de su imputación, en lo tocante al delito de la manera indicada y en lo
referente a la desvinculación del cargo, “con la exhibición del acto administrativo sobre
separación del servicio u otros documentos o declaraciones en los cuales conste que,
en efecto, fue ese y no otro el motivo de aquella”.

12.2.3. Para calificar la veracidad y la imparcialidad de una información, la Corte


ha introducido el concepto de “unidad informativa”. La información contiene varios
elementos y factores - por ejemplo título y contenido -, que se analizan de manera
unitaria y, por consiguiente, todos deben contribuir a transmitir cabalmente el mensaje
en términos de verdad e imparcialidad. Un elemento o factor viciado de falsedad o
imparcialidad, fatalmente comunica el defecto a toda la información. Títulos falsos o
sesgados, así el contenido sea cierto, distorsionan la información que recibe el receptor
68
y obligan a desestimarla en su integridad .

La relevancia del título de una noticia tiene destacada importancia. El lector o


receptor captura por esta vía la esencia, conclusión o síntesis de la información o del
hecho que se relata. Su lectura ofrece una fácil pre-comprensión del contenido
noticioso, que inclusive en muchos casos no se realiza en su integridad pues se entiende
hecha con la mera notificación de su titular o encabezado.

El medio a través de un titular o del subtítulo puede, en ocasiones, equívocamente


67
Sentencia T-332 de 1993.
68
Sentencia T-259 de 1994.

244 IUS ET PRAXIS


reforzar o avalar la veracidad de los hechos que se describen o narran y que se remiten
69
a una fuente externa. En el caso los alcaldes de la guerrilla , la Corte Constitucional
determinó que la revista Semana, pese a alegar que no respondía por la veracidad del
informe del ejército que reproducía, en el que se incriminaba a varios alcaldes de tener
nexos con la guerrilla, con la titulación dada al artículo - “Los alcaldes de la Guerrilla”-
“Un informe militar revela que 139 alcaldes tienen vínculos directos con la subversión
y otros 412 son colaboradores” -, avalaba el contenido del documento del ejército y
respaldaba las imputaciones que se endilgaban a los mencionados servidores públicos.

12.2.4. No puede considerarse veraz la información que no es oportuna y que no


obstante esta circunstancia presenta los hechos como pertenecientes a la actualidad.
Tampoco es veraz la información que alude a hechos probables o a simples expectativas
70
como si en efecto se hubiesen cumplido o realizado .

12.2.5. Con el fin de ajustarse al criterio de exactitud, la información que se divulga


debe ser confirmada. “El ideal de la primicia, que acredita la agilidad del medio y la
oportunidad de la información, no puede conducir a extremos en los cuales es
sacrificada la exactitud de los hechos narrados”71.

En realidad, no se exige al periodista que antes de difundir una determinada


información, disponga, como si fuese juez infalible - que no lo es -, de la prueba plena
e incontestable sobre el acaecimiento del hecho. Pero, sin excepción, tratándose de
cualquier noticia, su divulgación debe estar presidida de una investigación seria,
adelantada con prudencia y diligencia. La Corte no ha encontrado ajustado a derecho
el comportamiento del medio o del periodista que se limita a divulgar, sin realizar
ningún esfuerzo de comprobación, la información que le suministra un tercero (C.f.r.
sentencia T-206 de 1995).

La exigencia de la previa confirmación de lo que es objeto de divulgación, es


todavía mayor cuando lo que se publica es susceptible de afectar la honra o el buen
nombre de una determinada persona. El medio o el periodista que decide simplemente
atenerse a la credibilidad que le merece el tercero que le provee la información, sin
sujetarla al necesario proceso de comprobación, corre con las consecuencias y, en estas
condiciones, asume plena responsabilidad por la publicación de los datos errados,
falsos o inexactos.

69
Sentencia T-066 de 1998.
70
Sentencia T-259 de 1994.
71
Sentencia T-259 de 1994.

IUS ET PRAXIS 245


72
En el caso pelota caliente , en el que la Corte confirmó la procedencia de la
rectificación, por haber aseverado la revista Semana que el actor, directivo de la
escuadra Deportes Tolima, se encontraba solicitado en extradición, cuando ello distaba
de ser verdadero, se anotó que el medio fácilmente habría podido verificar el dato con
las autoridades competentes y, en consecuencia abstenerse de incurrir en una falsedad
e inexactitud graves. Lo anterior llevó a la Corte a afirmar: “La práctica de confirmar
las noticias que se difunden es un comportamiento que se desprende de la ética
periodística y de la indispensable lealtad hacia los receptores de ellas. Desde el punto
de vista jurídico, tiene que ver con la responsabilidad social incorporada a todo ejercicio
del derecho a informar. La confirmación salvaguarda la credibilidad del informador y
simultáneamente neutraliza la eventual reacción de quien temerariamente aspire a
rectificar lo que encuentra sustento en hechos reales y probados. A juicio de la Corte,
representa una verdadera garantía del derecho a la información en cuanto fortalece y
afirma la certeza colectiva”.

La confirmación de la veracidad de una noticia, no puede adelantarse por medios


73
fraudulentos o deshonestos. En el caso carne de caballo , la Corte rechaza dos
procedimientos utilizados por los periodistas de un programa de televisión que
perseguían a toda costa mostrar a su audiencia cómo una salsamentaría ocultaba a los
compradores que la carne bovina que vendía, provenía de las compras que ella hacía
de carne de caballo. El primero consistía en la utilización de cámaras de vídeo
escondidas que llevaban consigo los periodistas que acudían al establecimiento de
comercio como simples miembros de la comunidad. El segundo estaba referido a la
simulación protagonizada por un periodista que se presenta como vendedor de carne de
caballo, la que ofrece a uno de los gestores de la salsamentaría que conviene en que “se
la traiga para examinarla”, lo que hace como lo reconoció más tarde ante los jueces
“presionado por una serie de factores, como el constante boleteo de que ha sido objeto
por parte de un grupo guerrillero”. La Corte objetó el empleo de cámaras secretas, en
razón de que no se obtuvo el consentimiento de los perjudicados cuyas imágenes se
captaron subrepticiamente y, además, porque no se verificó de manera fehaciente la
correspondencia de los hechos con la realidad. De otro lado, se tacha el segundo
mecanismo, puesto que adquiere a juicio de la Corte el carácter de verdadero “acoso”
y se presenta como prueba central siendo incompleta dado que no se comprobó que la
carne de caballo ofrecida finalmente fuese recibida, procesada y vendida al público,
aparte de que los otros administradores de la salsamentaría negaron que se utilizara
carne de caballo para la elaboración de los productos. En estas condiciones, no podía

72
Sentencia T-074 de 1995.
73
Sentencia T-094 de 2000.

246 IUS ET PRAXIS


divulgarse como cierta la especie de que dicho negocio elaboraba sus productos con
carne de caballo, en lugar de hacerlo con carne bovina.

El deber de confirmación se exige con mayor rigor cuando la noticia por su propio
74
contenido entraña la imputación de una falta o delito. En el caso carne de caballo , la
Corte advirtió la existencia de una falencia en el proceso investigativo previo a la
divulgación de un informe según el cual una salsamentaría vendía carne bovina
ocultando a su clientela que en ella mezclaba carne de caballo. Señaló la Corte: “el
medio (...) ha debido constatar que lo informado era cierto, acudiendo ante la autoridad
administrativa correspondiente - la Secretaría de Salud del Distrito -, que es la
competente para determinar la calidad y las condiciones de la carne que en esa
salsamentaría se vende; al no hacerlo el medio, ignorando el conducto y el procedimien-
to para adquirir la certeza necesaria de que la noticia es veraz, violó abiertamente los
75
derechos fundamentales de la accionante” .

A nuestro juicio, sin perjuicio del necesario deber de diligencia en la indagación


de los hechos, sostenemos que el periodismo no puede estar supeditado a las fuentes
oficiales, pues se trata de una actividad independiente que muchas veces se anticipa a
las investigaciones estatales que luego siguen su rastro. Esta subordinación que insinúa
la sentencia, impide que se potencie la función de control al poder público y privado que
es inherente a la libertad de expresión y de información.

12.2.6. Por fuera de los casos en los que el parámetro de la veracidad puede exigirse
de manera estricta - como cuando lo publicado se aparta visiblemente de la realidad y
esta divergencia resulta fácilmente perceptible desde un comienzo aún para el periodis-
ta o informador menos avisado o diligente -, en las demás hipótesis su aplicación no
puede obedecer a un juicio mecánico de concordancia o disconformidad objetiva entre
lo divulgado y los hechos reales. Por el contrario, el juicio debe basarse en la situación
o hecho materia de la información, su mayor o menor complejidad y el momento en el
que este contexto es apreciado por el informador. Si se exigiera que sólo las noticias
absolutamente confirmadas y perfectamente coincidentes con los hechos, fuesen las
únicas que pudiesen ser objeto de publicación, la libertad de informar y de ser
informado, quedaría notablemente reducida y las funciones que estas libertades
cumplen en una sociedad democrática no podrían nunca ser satisfechas. Este empobre-
cimiento del espectro informativo, no lo ampara ni lo patrocina la Constitución, pese
a que lamentablemente se pueda inferir de algunas sentencias de la Corte que sólo la

74
Sentencia T-094 de 2000.
75
Sentencia T-094 de 2000.

IUS ET PRAXIS 247


información verídica es la que tiene y merece protección constitucional. Este aserto
debe ser formulado de una manera distinta: la Constitución protege al informador y a
la información que, independientemente de que coincida o no con los hechos reales,
haya sido recogida y divulgada de manera responsable, esto es, luego de cumplir los
procedimientos de búsqueda, verificación y confrontación normalmente exigibles y
adecuados en cada caso a la complejidad del asunto específicamente tratado.

Los últimos pronunciamientos de la Corte apuntan en esta dirección. En el caso los


alcaldes de la guerrilla76, la Corte se aleja de la pretensión metafísica de la verdad y,
en su lugar, prefiere optar por establecer la veracidad e imparcialidad, no a partir de una
supuesta y siempre discutible verdad final de los hechos - por lo general definida a
posteriori, es decir, desligada del contexto y de la perspectiva cognoscitiva en los que
estaba insertado forzosamente el informador al captar el hecho -, sino del patrón de
diligencia efectivamente observado por el medio a todo lo largo del iter informativo que
se inicia con la búsqueda del dato y concluye con su divulgación. En esta sentencia la
Corte, dijo: “la definición en cada caso concreto de lo que es veraz pueda arrojar muchas
dificultades. Aun cuando en algunas situaciones se podrá concluir fácilmente que una
información no es veraz, en un buen número de casos pueden existir diferentes
apreciaciones sobre una noticia. Pero aún más, en muchos eventos puede ser imposible
para el informador determinar con precisión si el hecho que llega a su conocimiento es
absolutamente cierto o no. Si en este último caso se aplicara una noción absolutamente
estricta de veracidad se podría paralizar la actividad investigativa de los medios de
comunicación, con lo cual se afectaría en forma fundamental su labor de control de las
instancias de poder”.

En la sentencia citada el test para determinar si el informador se ajustó a los


parámetros de veracidad e imparcialidad exigidos por la Constitución, distingue tres
situaciones: (1) escrutinio estricto, cuando el dato revelado difiere notoriamente del
hecho real. En este caso el juzgador fácilmente podrá apreciar la discrepancia entre los
dos extremos y aplicará un criterio estricto para calificar la conducta del medio o del
informador. (2) escrutinio de precisión, cuando la información corresponde genérica-
mente al hecho real, pero resulta incompleta. Para evitar que la información sea
equívoca, el juzgador puede exigir que el medio precise la información suministrada.
(3) escrutinio de diligencia, cuando es imposible determinar la veracidad total del hecho
o suceso. El juzgador debe evaluar la diligencia con que el comunicador se ha
empeñado en la búsqueda de la verdad, sin demandar de éste que haya debido acertar
en la definición exacta del hecho objeto de la información. A este respecto, la Corte ha

76
Sentencia T-066 de 1998.

248 IUS ET PRAXIS


destacado la importancia de que el comunicador se caracterice por su respeto por la
verdad: “Si se puede comprobar que la información difundida está debidamente
contrastada, con adecuadas fuentes, el uso del derecho puede ser legítimo, aunque la
77
noticia no sea totalmente exacta” .

En las situaciones 1 y 2, en los términos de la sentencia de la Corte, resulta


definitivo que el medio haya obrado con imparcialidad, lo cual se establece de
conformidad con el comportamiento observado. La Corte, en este punto, insiste en el
patrón de diligencia exigible del profesional del periodismo. En efecto, la imparciali-
dad se asocia a una serie de comportamientos prudentes. El primero alude a la necesaria
distancia crítica que debe guardar el informador respecto de sus fuentes, que lo debe
llevar a no aceptar irreflexivamente todo lo que le es referido o trasmitido. El segundo
se refiere a la necesidad de contrastar y confrontar las informaciones recibidas,
apelando a las más diversas versiones de los hechos, entre ellas, las de las personas
involucradas o conocedoras de los sucesos o fenómenos tratados. La tercera, por
último, alienta una suerte de auto-depuración del informador, que en lo posible deberá
“cuestionar sus propias impresiones y preconceptos, con miras a evitar que sus
preferencias y prejuicios afecten su percepción de los hechos”.

12.2.7. La información judicial debe revelarse de manera equilibrada, evitando en


absoluto que los análisis y especulaciones, carentes de fundamento o sustento en la
verdad de los hechos, inclinen en un sentido o en otro la opinión de la audiencia, con
lo cual se afecta la presunción de inocencia del sindicado o se causa agravio a su
reputación caso tanga mortal,78. En este caso, la Corte ordenó al director del diario El
Espacio, abstenerse de publicar en el futuro las fotografías en las que aparecía el
cadáver del hijo de la demandante y no conjeturarse sobre las causas de su muerte
mientras ellas no fueran establecidas por la autoridad judicial competente. De manera
sensacionalista el mencionado diario, en su primera página, había publicado la
fotografía del occiso, cuyo cadáver reposaba en la parte trasera de un camión, portando
como única prenda de vestir una tanga, exhibición ésta que buscaba causar un impacto
en el lector e inducirlo sin fundamento alguno a creer que las causas de su muerte - aún
por establecer - estaban de una o de otra manera vinculadas con el uso de la indicada
prenda. La Corte enfáticamente señala en la sentencia: “Las informaciones judiciales
no pueden estar basadas en especulaciones sobre hechos inciertos ni en conclusiones
decididas apresuradamente por los periodistas, pues se corre el riesgo de tergiversar los
hechos, tornando la información en falsa o engañosa, o de lesionar el buen nombre, la

77
Sentencia T-094 de 2000.
78
Sentencia T-259 de 1994.

IUS ET PRAXIS 249


honra, la intimidad o la dignidad de personas o instituciones (...) Hacer que el lector,
oyente o televidente considere verdadero algo que no ha sido establecido, merced al uso
sesgado de titulares, comentarios, interrogantes o inferencias periodísticas, equivale a
mentir y si, al hacerlo, el medio de prensa involucra a personas en concreto de manera
irresponsable, no hace uso del derecho a informar sino que viola derechos del afectado.
Ello significa, a la vez, que se defrauda a la comunidad en cuanto se le transmite
información errónea o falsa: el ente social, receptor de las informaciones, las exige
veraces y objetivas, lo cual excluye toda presentación amañada o torcida de los hechos
narrados y hace inadmisible también las verdades incompletas o parcializadas. El
medio que desinforma desconoce la garantía a que tiene derecho el público sobre la
calidad del producto recibido”.

12.2.8. En la sentencia C-350 de 1997, la Corte asocia el concepto de información


veraz e imparcial al resultado de la aplicación del principio de equilibrio informativo.
Este principio es fruto, a su vez, de un delicado balance que por una parte busca evitar
la “sobre-información” - exceso de datos que se proyectan de manera desordenada y
masiva sobre un receptor que en estas condiciones ve saturada su capacidad de
asimilación y de juzgamiento propios - y, también, la “sub-información” - información
superficial y escasa que no permite a su destinatario percibir el trasfondo de la realidad
que se le oculta - y, por supuesto, la “pseudo-información”, o sea, la falsa información
cuya sola emisión trasluce la violación de un imperativo ético y jurídico.

12.2.9. Más allá de la distinción entre hecho y opinión, la Corte ha considerado


conveniente, en aras de mantener los parámetros veracidad e imparcialidad, distinguir
la noticia como tal de cualquier otro contenido. Esta pauta interpretativa no se aplica
con el mismo rigor en todos los casos. En los programas radiales dedicados a transmitir
noticias, por ejemplo, la actitud del receptor, que asume como ciertas las informaciones
suministradas, debe ser tomada en cuenta por el medio, puesto que fácilmente puede
aquél ser inducido a error si en los programas de esta naturaleza se caracteriza a otra
persona mediante la imitación de la voz, sin que se le ofrezcan elementos para discernir
claramente que se trata de la imitación o parodia de un personaje público con sentido
79
puramente humorístico o crítico .

La Corte Constitucional declaró la constitucionalidad de la disposición legal que


prohibía en los noticieros radiales caracterizar a otra persona mediante la imitación de
la voz, puesto que la finalidad de la restricción - “asegurar la veracidad de la
información- era constitucionalmente legítima. La Corte argumentó que “la prohibi-
ción de que en los programas periodísticos o informativos no se caracterice a otra

79
Sentencia C-010 de 2000.

250 IUS ET PRAXIS


persona mediante la imitación de la voz encuentra claro sustento constitucional, pues
constituye una simple aplicación de deberes más generales de los medios de informa-
ción masiva, los cuales, en desarrollo de su responsabilidad social, y para asegurar el
derecho de todos a una información veraz (C.P., art. 20), tienen la obligación de no
80
inducir a las personas a conclusiones falsas o erróneas sobre hechos o sucesos” . Con
todo, la declaración de constitucionalidad se hizo en términos condicionados, dado que
aún en este tipo de programas la imitación de voces podría ser admisible siempre que
se pueda diferenciar la noticia del ingrediente paródico que se introduce, circunscri-
biéndose por lo tanto la prohibición al caso de que la presentación de la noticia induce
dolosamente a confusión del oyente.

12.3. Restricciones neutrales y restricciones que afectan el contenido

Las limitaciones pueden restringir varias facetas del proceso comunicativo. El


mensaje, la comunicación, la idea, el dato, la información, que integran el contenido de
lo que se transmite, expresa o divulga, pueden como tales constituir la materia sobre la
que recae directamente la medida limitadora. Pero, teóricamente, las condiciones,
formas, procedimientos y circunstancias modales, que determinan el contexto del acto
comunicativo, pueden ser los elementos que se tomen en cuenta por parte del órgano
regulador para limitar la libertad de expresión, con independencia del contenido de lo
que se comunica o pretende comunicar.

Tanto la restricción que se basa en el contenido del mensaje, como la que respecto
de éste se comporta de manera neutral - porque se concentra en las otras condiciones
que acompañan a la emisión del mensaje -, pueden ser violatorias de la libertad de
expresión. Por las dos vías, vedando o poniendo barreras a “lo que se dice” o al “cómo
se dice”, se puede cercenar esta libertad.

Sin embargo, el primer tipo de limitación, propio de los regímenes autoritarios,


supone la existencia de un poder con capacidad para seleccionar según su arbitrio qué
mensajes ingresan al circuito de la comunicación social y cuáles no, qué ideas
alimentan el debate público y cuáles habrán de ser excluidas. La Corte no ha dudado
en descalificar este método y práctica de restringir la libertad de expresión: “las
restricciones fundadas en el contenido del discurso en principio deben presumirse
inconstitucionales, pues constituyen el prototipo de control autoritario de la libertad, ya
que favorecen ciertas opiniones, y marginan otras”81.

80
Sentencia C-010 de 2000.
81
Sentencia C-010 de 2000.

IUS ET PRAXIS 251


Un medio muy socorrido para coordinar y armonizar el ejercicio de varios
derechos y prevenir o resolver colisiones, ha sido el de establecer límites a la libertad
de expresión, no fundadas en el contenido de las comunicaciones, sino en su forma o
condiciones de emisión y transmisión. Aunque el hecho de no atacar el contenido de
la comunicación o el mensaje, no garantiza la constitucionalidad de la medida, por lo
menos se reduce la probabilidad de que la lesión a la libertad de expresión sea
manifiesta. La Corte, a diferencia de las restricciones que afectan el contenido, en este
caso no presume la inconstitucionalidad de la medida, pese a que el examen que emplea
para su análisis es bastante estricto. Anota la Corte: “las limitaciones que son neutrales
e imparciales frente al mensaje son más admisibles, por cuanto no implican una
dirección estatal del pensamiento y pueden encontrar justificación en la protección de
otros bienes constitucionales, como puede ser la tranquilidad doméstica o el propio
82
desarrollo ordenado de un debate público” .

En la sentencia citada la Corte declaró la inconstitucionalidad de una disposición


legal que ordenaba en los programas radiales atender los dictados universales del
decoro y del buen gusto (Ley 74 de 1966, art. 2). Según la Corte la norma no consagraba
una restricción neutral, pese a aplicarse a todas las emisiones radiales, puesto que en una
sociedad pluralista no es posible identificar ni imponer una concepción comúnmente
aceptada de decoro y buen gusto. En estas condiciones, se terminaría por privilegiar
la visión subjetiva de las autoridades de turno, las cuales podrían valerse de este
pretexto para enmascarar su oposición a las opiniones e ideas contrarias a las prohijadas
por ellos y así quedar libres para perseguirlas y proscribirlas. Este tipo de esquemas
permiten, ciertamente, enfrentar a la palabra con delirantes regímenes policivos.

12.4. Restricciones y limitaciones que afectan la forma

La restricción que se funda en la forma de la comunicación, al igual que la


limitación que se basa en el contenido, debe examinarse con atención, puesto que de ella
puede derivarse una lesión a las libertades de expresión y de información. Muchas
veces las limitaciones formales, pueden ser mucho más invasivas que las que se ocupan
de restringir el contenido del mensaje. La Corte, en una sentencia dividida, declaró la
exequibilidad de una norma legal que prohibía a las personas autorizadas por el Estado
para operar ciertos sistemas de radio-comunicaciones, enviar a través de sus equipos
- buscapersonas, “portátiles handys”, equipos de radiotelefonía móvil -, mensajes
cifrados o en lenguaje ininteligible, so pena de que la autoridad competente procediese
a suspender el servicio y a incautar los aparatos, previa solicitud e intervención de la

82
Sentencia C-010 de 2000.

252 IUS ET PRAXIS


Policía Nacional, a la que se confiaba la vigilancia de la debida observancia de este
deber legal. La Corte considera que la persecución del delito justifica plenamente la
restricción, dado que la experiencia ha demostrado que las organizaciones se valen del
lenguaje cifrado o en clave para cometer todo tipo de actos antisociales. En estas
condiciones la policía debe contar con este tipo de instrumentos para prevenir las
acciones ilícitas y develar a los responsables. La limitación, a juicio de la Corte, no viola
el núcleo esencial de la libertad de expresión, puesto que no afecta la libertad de quien
hace uso del lenguaje normal y, de otra parte, aquélla se contrae a imponer una regla
elemental sobre el correcto uso del espectro electromagnético cuyas frecuencias no
pueden utilizarse para atacar el interés general. Los magistrados disidentes, en su
salvamento de voto, exponen una tesis contraria. En su concepto, la medida legal resulta
desproporcionada para las personas que acuden a un lenguaje cifrado sin intención
delictiva, las cuales se exponen a que un funcionario de policía, por fuera de los
procedimientos de rigor para interceptar comunicaciones privadas, pueda rastrear en
todo momento las comunicaciones privadas. La medida legal - cuya eficacia se pone
en cuestión -, pretende eliminar una forma de comunicación que puede vincularse a la
comisión de crímenes, pero somete a todos al control de la policía, a la que se encarga
vigilar que no se use lenguaje cifrado en las conversaciones que se sostengan por
determinados medios de comunicación.

12.5. Prohibición de restricciones o limitaciones ambiguas

En términos generales, las restricciones legales a un derecho fundamental deben


ser razonables y proporcionadas y, además, habrán de poder ser justificadas en términos
de la necesidad de protección que demandan otros bienes y principios constitucionales,
hasta el punto de que no cabe admitirlas cuando el sacrificio o gravamen es superior al
beneficio que reportan. Cuando el lenguaje de la norma que plasma la restricción, es
ambiguo o equívoco, se potencia de manera desproporcionada la limitación con
menoscabo injustificado del derecho fundamental, como quiera que se suprimen o
limitan un mayor número de posibilidades y modalidades de ejercicio, aún de aquéllas
que resultarían indiferentes desde el punto de vista de la finalidad de la ley. De otro lado,
no se compagina esta suerte de restricción con el carácter preferente de los derechos
fundamentales, que obliga a interpretar de manera restrictiva las limitaciones de que
sean objeto, aún de aquellas correctamente fundadas. Si la limitación se ajusta a la
Constitución, ésta debe definirse de la manera más precisa y clara posible, y ajustarse
estrechamente a su finalidad, la que puede perseguirse siempre que la medida arbitrada
se haya configurado de modo tal que sea la que menor sacrificio irroga al derecho. Esto
sólo se verifica cuando el legislador se informa de la filosofía que pregona la economía
extrema en materia de restricciones a los derechos fundamentales. Según esta filosofía
la restricción se impone únicamente cuando no haya una medida alternativa igualmente

IUS ET PRAXIS 253


eficaz para obtener la protección impostergable de bienes constitucionales y siempre
que la norma adoptada sólo recorte aquella parte del derecho que bajo ninguna
circunstancia pueda mantenerse sin poner en serio y grave riesgo la obtención de una
finalidad constitucionalmente legítima.

La Corte Constitucional ha aportado una razón adicional para descartar las


restricciones ambiguas a la libertad de expresión. A juicio de la Corte, este tipo de
limitaciones se reflejan en la reducción de la “cantidad” del discurso disponible en una
sociedad democrática83. Es evidente que la posición preferente de esta libertad obedece
a su nexo genético con la democracia. Ésta es el reino de la palabra y de la libre
manifestación de todas las ideas y de todos los intereses. La restricción ambigua al
proyectar la limitación - de suyo legítima dentro de ciertos y precisos contornos -, más
allá de sus márgenes razonables, propicia la supresión de manifestaciones, mensajes e
ideas, que en estricto rigor no deberían haber sido eliminadas. Esta cancelación
injustificada del discurso, erosiona la democracia que se expande con el mayor número
de voces y de ideas que ingresan al foro público y decae cuando se imponen aduanas
innecesarias a la palabra y se constituyen poderes discrecionales que las ponen en
acción.

En la sentencia citada, la Corte declaró inconstitucional la disposición legal que


prohibía la realización de programas radiales de carácter informativo o periodístico en
tono de arenga, discurso o declamación. Aunque esta restricción, a juicio de la Corte,
resultaba general y neutra respecto del contenido, violaba la Constitución, puesto que
entrañaba una grado tal de indeterminación semántica y práctica que no alcanzaba a
ajustarse a los requisitos exigibles de toda limitación legal a la libertad de expresión,
esto es, su claridad y taxatividad. De otro lado, en el fallo se anota que la restricción
supone un gravamen excesivo para la libertad de expresión, que está lejos de compen-
sarse con el cumplimiento efectivo de un objetivo constitucional de importancia; por
el contrario, la limitación no está estrechamente vinculada con el logro de una finalidad
constitucional legítima ni es la que restringe en menor grado la libertad de expresión.

13. EL DERECHO A LA RECTIFICACIÓN EN CONDICIONES


DE EQUIDAD

13.1. El artículo 20 de la C.P., garantiza el derecho a la rectificación en condiciones


de equidad. La defensa de este derecho puede ejercitarse a través de la acción de tutela.

83
Sentencia C- 010 de 2000.

254 IUS ET PRAXIS


En efecto, uno de los eventos excepcionales contemplados por la ley en los que resulta
procedente la tutela contra particulares, se determina en el numeral 7 del artículo 42 del
D. 2591 de 1991: “Cuando se solicite rectificación de informaciones inexactas o
erróneas. En este caso se deberá anexar la transcripción de la información o la copia de
la publicación y de la rectificación solicitada que no fue publicada en condiciones que
aseguren la eficacia de la misma”.

De conformidad con la norma legal, la acción de tutela sólo puede incoarse


después de que la persona afectada con la información inexacta o errónea, haya
solicitado al medio respectivo la rectificación de la publicación en condiciones de
equidad, sin que esto se haya cumplido (C.f.r., Sentencia T-512 de 1992). De este modo,
como lo sostiene la Corte, se brinda al medio que ha podido actuar de buena sin
intención o voluntad de agravio, que corrija, rectifique o aclare la información, en cuyo
caso se evitaría el litigio constitucional.

El derecho a la rectificación en condiciones de equidad, referido a informaciones


difundidas a través de programas televisivos, fue regulado a través del artículo 30 de
la Ley 182 de 1995, declarado parcialmente inexequible por la Corte Constitucional84.

El derecho a la rectificación, dentro de su ámbito, constituye una fuente de


limitaciones a los medios y al derecho de informar. La Constitución ofrece a la persona
una garantía para enfrentar el poder de los medios. El abuso del emisor, puede entonces
ser contrarrestado con el derecho de rectificación al que puede apelar la persona
agraviada. Este derecho se garantiza mediante la acción de tutela que, en este caso,
procede contra particulares para equilibrar la asimetría del hombre común respecto de
85
los medios de comunicación .

El derecho a la rectificación puede enderezarse judicialmente contra el medio de


comunicación o contra el autor de la publicación, o contra ambos (C.f.r., sentencia T-
074 de 1995). Cuando quiera que la información se divulgue sin que se especifique su
autor, la responsabilidad debe entenderse radicada en cabeza del medio respectivo y
contra su director, “en cuanto ha asumido su representación desde el punto de vista
informativo y tiene a su cargo las responsabilidades inherentes a la difusión de
86
informaciones” . Esta solución previene la impunidad y la irresponsabilidad en el
campo de la información.

84
Sentencia C-162 de 2000.
85
Sentencias T-251 de 1993 y T-332 de 1993.
86
Sentencia T-074 de 1995.

IUS ET PRAXIS 255


13.1.1. En la sentencia T-332 de 1993, la Corte parte de la premisa de que la
persona se encuentra ante los medios masivos de comunicación en situación de
indefensión. Circunstancia ésta que justifica la tutela contra estos sujetos que ocupan
una posición de poder en la sociedad. En la sentencia T-611 de 1992, se ilustra el
anotado estado de indefensión: “ellos [los medios de comunicación] - analizada la
situación desde el punto de vista de su potencialidad -, aparte de la mayor o menor
cobertura que pueden exhibir, ora en el ámbito nacional, ya en el local, tienen el
formidable poder del impacto noticioso; cuentan con la capacidad de la presentación
unilateral de cualquier acontecimiento; gozan de la ventaja que representa la posibili-
dad de repetición y ampliación de las informaciones sin límite alguno; manejan
potentes instrumentos que pueden orientar y condicionar las reacciones psicológicas
del público, resaltar u opacar datos e informaciones y, por si fuera poco, aún en el
momento de cumplir con su obligación de rectificar cuando hay lugar a ello, disponen
del excepcional atributo de conducir la respuesta para publicar la rectificación y contra-
argumentar en el mismo acto, bien mediante las “notas de redacción” en el caso de la
prensa escrita, ya por conducto de los comentarios o glosas del periodista en los medios
audiovisuales, sin ocasión de nueva intervención por parte del ofendido. Este conjunto
de elementos confiere, a los medios, incalculables posibilidades de apabullar al
individuo, dejándolo inerme frente a los ataques de que pueda ser objeto”.

13.1.2 Lo que se expresa en libros y obras de carácter literario, artístico, científico


o técnico, por su propia naturaleza se excluye del derecho a la rectificación. Esa
actividad del espíritu se enmarca dentro de la libertad de expresión, la cual a este
respecto exhibe claras diferencias con la libertad de información, ésta sí limitada por
la veracidad y la imparcialidad. Empero, la Corte en una oportunidad señaló que “la
intangibilidad de la obra [literaria], si revela datos personales no susceptibles de ser
conocidos de otro modo, se desvanece si ella afecta dichos derechos”87.

13.2. La distinción entre hechos y opiniones

El derecho a la rectificación sólo se aplica a las informaciones sobre hechos,


circunstancias, acontecimientos, sucesos o fenómenos en general, susceptibles de
verificarse o confrontarse con criterios razonablemente objetivos sobre su real ocurren-
cia o verdad. En tanto que las opiniones por su carácter eminentemente subjetivo, no
pueden sujetarse a este tipo de escrutinio. Esta distinción no desconoce que el factor
subjetivo concurre en las dos manifestaciones de la libertad tratada. Sin embargo, se ha
considerado que el mayor peso que asume el criterio personal en la emisión de una

87
Sentencia SU-056 de 1995.

256 IUS ET PRAXIS


opinión y la necesidad de reconocerle un espacio decididamente mayor a su exteriori-
zación social, no hace posible ni conveniente que el derecho a difundir el pensamiento
y la opinión, se somete a un juicio exógeno, que no dejará de ser igualmente subjetivo.
El derecho a informar, en cambio, como derecho contenido en el artículo 20 de la C.P.,
al admitir este examen en lo relativo a los hechos sobre los que versa su ejercicio y tener
el medio una responsabilidad social ineludible, sí se expone a sufrir la limitación que
comporta el derecho a la rectificación.

“Por la propia Constitución se consagra el (derecho a la rectificación en condicio-


nes de equidad) - precisa la Corte en la sentencia T-048 de 1993 -, el cual sólo es
predicable de las informaciones, mas no de los pensamientos y opiniones que, según
el uso de que de ellos se haga, pueden dar lugar a la reparación de daños causados y a
la consecuente responsabilidad conforme a las leyes civiles y/o penales, mientras que,
se insiste, es un imposible material pedir que se rectifique un pensamiento u opinión,
porque sólo es posible rectificar lo falso o parcial, mas no las apreciaciones subjetivas
que sobre los hechos permitan la manifestación de pensamientos y opiniones”. La
distinción efectuada por la Corte se torna necesaria para delimitar correctamente el
derecho a la rectificación que, de abarcar también el campo de la opinión, significaría
socavar por entero la libertad de expresión. Empero, reservar para la difusión de
pensamientos y opiniones el estatuto civil y penal de responsabilidad, como regla de
principio que la Corte ni siquiera se preocupa de matizar, desvirtúa la razón de ser de
la distinción pues supedita esta actividad al arbitrio legal y judicial.

13.2.1 El escrito que se difunde a través de un artículo o editorial de un periódico,


puede suministrar a la vez información sobre hechos e incorporar los comentarios
88
correspondientes. La Corte en el caso los urbanizadores piratas , encontró que en el
editorial de un periódico se conjugaban hechos (informaciones) y conceptos (opinio-
nes). Los hechos tenían que ver con la venta de lotes a adquirentes de escasos recursos
por parte del actor de la tutela y la imposibilidad de que pudieran gozar de servicios,
no obstante que se enajenaron como parte de un supuesto plan de vivienda. La opinión
se dirigía a descalificar la conducta del urbanizador por haber fraguado el engaño
colectivo. La Corte concluye que en este caso los hechos aunque aparecen mezclados
con las opiniones, pueden distinguirse de éstas, y por corresponder a la verdad, no
dispone la rectificación.

A nuestro juicio, esta cirugía no siempre puede llevarse a cabo; tampoco conviene
realizarla cuando el propósito central del acto comunicativo gira en torno de la

88
Sentencia T-048 de 1993.

IUS ET PRAXIS 257


manifestación de una opinión, para lo cual casi que indefectiblemente se requiere
introducir premisas fácticas. El pronunciamiento de la Corte presupone la existencia de
opiniones puras y opiniones que se combinan con hechos. Sin embargo, toda opinión
está ligada a un objeto sobre el que recae y, por tanto, de la misma puede extraerse
generalmente el dato real expreso o implícito que le sirve de apoyo o de tema. Lo
anterior invita a tomar esta distinción - hecho y opinión - como simple guía, en ningún
caso concluyente por sí misma, sobre todo si se considera que en el sujeto y en el acto
de habla concurren ambos extremos. La función y el contexto del acto comunicativo,
pueden ofrecer criterios adicionales más seguros89.

13.2.2 La presentación indiferenciada de hechos y opiniones, puede en algunos


casos, sin embargo, imposibilitar de manera absoluta la distinción entre el hecho
informado y la opinión que sobre el mismo se formula y dar lugar a que la información
en su conjunto se tache de inexacta, lo que configura una causal de rectificación a cargo
del medio cuando este defecto efectivamente lesiona los derechos a la honra o al buen
nombre de las personas. Según la Corte Constitucional “La simultánea e inescindible
coexistencia de hecho y opinión en una determinada presentación noticiosa puede
constituir una información inexacta y generar el deber legal de rectificación (D. 2591
de 1991, art., 42-7) en caso de demostrarse la vulneración o amenaza de los derechos
90
fundamentales” (Caso Dager contra Q.A.P,) . En la referida sentencia, la Corte
encontró que la descalificación de la conducta del senador Gustavo Dager Chadid, a la
que se refería el comentario periodístico, por la forma como se anunció - “revelan en
el Senado los nombres de los campeones del ausentismo parlamentario” -, impidió una
clara diferenciación entre el hecho informado (inasistencia de algunos senadores , entre
ellos, el senador Dager, a las sesiones plenarias) y la correlativa opinión de las
directoras del noticiero sobre el mismo, esto es, la valoración negativa del comporta-
miento parlamentario y de las excusas más o menos válidas aducidas por los parlamen-
tarios. En suma, la opinión se presentó como hecho y éste como opinión. En la sentencia
no se pretende acallar la función fiscalizadora de la prensa hablada o escrita, sino
reivindicar los derechos de los receptores de la información cuya capacidad crítica se
anula o restringe cuando las opiniones se les son reveladas como hechos ciertos e
incontrovertibles, restringiendo excesivamente la esfera de autodeterminación
cognoscitiva. De ahí que en la sentencia, finalmente se aclare que la rectificación que
se ordena “no obsta para que el noticiero luego de precisado el presupuesto fáctico de

89
En un debate político, por ejemplo, no sería conducente, en principio, descontar de los escritos ideológicos
publicados en un diario, las partes referidas a los hechos que sirven de soporte a las calificaciones que se hacen,
con el objeto de someterlos al procedimiento de rectificación parcial.
90
Sentencia T-080 de 1993.

258 IUS ET PRAXIS


la noticia proceda a presentar libremente la opinión que le merezca esta clase de
justificaciones y los parlamentarios que apelan a ellas, inclusive calificándolas de
“simples excusas”, si ello es en verdad su opinión editorial”. Por lo que respecta al
senador Dager la rectificación se consideró procedente en razón de la necesidad de que
los hechos referidos a su inasistencia a las plenarias, se presentara en términos
coincidentes con la realidad, sin perjuicio del juicio negativo que a continuación
pudiera exponer el medio de comunicación.

13.2.3 El juicio o parecer que un periodista de un noticiero radial manifieste sobre


una encuesta de opinión relacionada con la calificación de un alcalde, constituye una
opinión y no una información. En este caso, el periodista insinuó que las “presuntas
sindicaciones de compras de conciencia”, que vinculaban a la administración munici-
pal con los concejales, podría haber incidido en los resultados negativos de la
91
encuesta . Según la Corte este uso de la libertad de expresión, contribuye a refrenar el
excesivo e impúdico ejercicio del poder público y se apoya en el principio de
responsabilidad social que corresponde desarrollar a los medios.

13.2.4 Los juicios de valor pueden descansar en hechos que a la postre se


demuestren carentes de veracidad, pero que de buena fe se han podido asumir como
ciertos. Sin embargo, la opinión o calificación que se haya podido manifestar, no por
ello puede dar lugar a una obligación de rectificación. Si se exigiera que toda opinión
se apoyara en hechos ciertos o correctamente apreciados, se restringiría de manera
inconveniente y excesiva la libertad de expresar ideas, críticas y comentarios. Las
opiniones así se funden en datos fácticos errados, siguen siendo opiniones y no pueden
sujetarse al patrón de control que se aplica al suministro de información sobre hechos.
La Corte Constitucional, en la sentencia pronunciada en el caso Sociedad Portuaria
contra Hoy Diario del Magdalena92, incurrió en el desacierto de no limitarse a glosar
la divulgación de hechos no coincidentes aparentemente con la verdad, sino que más
allá de esto lo hizo con el mismo ejercicio crítico del diario que, en estricto rigor, debería
haber quedado cubierto bajo el manto protector de la libertad de opinión. La proceden-
cia de la rectificación - por fuerza circunscrita a las informaciones -, no puede
automáticamente conducir a cercenar la libertad de opinión. En la sentencia citada, la
Corte anuda hecho y opinión y, por lo tanto, extiende la condena a ésta última cuando
los datos reales en que se funda ameritan rectificación por parte del informador: “el
periódico “Hoy Diario del Magdalena”, vulneró el buen nombre del señor Julián
Palacio Salcedo, al proferir serias acusaciones en su contra, con fundamento en

91
Sentencia T- 369 de 1993.
92
Sentencia T-472 de 1996.

IUS ET PRAXIS 259


informaciones presuntamente reveladas por autoridades públicas que, posteriormente,
concurrieron a desmentirlas”.

A nuestro juicio, esta sentencia, en nuestro concepto, no escapa a dos críticas. La


primera, la reiteración de la doctrina de la rectificación como acto forzado de
reconocimiento del presunto error o falsedad en la entrega de la información, pone de
presente una escasa comprensión de este instituto y de sus fines, tal y como se explicó
en su lugar. La segunda, la providencia, sin habérselo propuesto, terminó por limitar
a su mínima expresión el periodismo crítico y de denuncia, absolutamente necesario en
una sociedad democrática.

El periódico local a través de varios editoriales había denunciado una situación que
le parecía censurable: El puerto de Santa Marta, convertido en primer exportador de
cocaína a nivel nacional - según el diario -, gracias a la complicidad de ciertos
empleados del terminal marítimo administrado por la sociedad portuaria. En apoyo de
la denuncia y de las apreciaciones que se hacían en los diversos artículos en los que se
trató el tema, se aludía a informes de ciertas autoridades y a la cantidad de decomisos
de cocaína llevados a cabo por la policía. Las acusaciones del periódico apuntaban a la
existencia de una aparente complicidad o negligencia de los empleados de la sociedad
portuaria, puesto que sin ella, se aducía por éste, no se podría explicar por qué y cómo
ingresaba al puerto tanta cantidad de heroína, sospecha que se acrecentaba con la actitud
hostil de los directivos de la empresa para con los periodistas que infructuosamente
intentaban averiguar lo que ocurría dentro del puerto y sus instalaciones.

La Corte consideró en la sentencia que la rectificación se imponía, puesto que las


autoridades citadas en los artículos, negaron haber suministrado al diario las informa-
ciones publicadas y, por su parte, afirmaron que la sociedad portuaria administradora
del Puerto colaboraba con ellas en el establecimiento de controles a la introducción de
cocaína en los muelles. No obstante, el tratamiento que se da a las opiniones vertidas
por el diario, sujetándolas al mismo control que se otorga a los hechos, muestra lo lábil
que en algunos casos se revela la distinción entre opiniones y hechos.

Las declaraciones de las autoridades - incómodas con el diario - no negaban que


algún problema con el narcotráfico podía de verdad existir, aunque de menores
dimensiones de las que se describían en la denuncia periodística. Pero el hecho de que
las fuentes citadas le restaran fuerza a los hechos narrados, no podía anular el poder de
opinión del medio que mostraba su desasosiego con un puerto a través del cual se
despachaban cargas de cocaína.

La Corte ha debido en esa oportunidad preguntarse si los juicios de valor, podían

260 IUS ET PRAXIS


continuar teniendo sustento fáctico, así las fuentes hubieren afirmado que ellas no
suministraron la correspondiente información al periódico o que sus mensajes fueron
erróneamente interpretados. Aquí se percibe que tan pronto la Corte advierte que las
fuentes citadas se retractan, se apresura a restarle validez al juicio crítico del periódico,
sin importarle que aún en estas condiciones podría haberse dado una realidad, no tan
abultada pero suficientemente grave, como para justificar la alerta que el periódico se
proponía dar a la sociedad. Los datos errados o no confirmados, generan una onda
expansiva que llega hasta el nivel de la opinión que igualmente sucumbe, así ésta
todavía conserve cierto grado de plausibilidad a la luz de la realidad social: todo se
aprecia como hecho y se descalifica como hecho. En otras palabras, la distinción hecho-
opinión, no puede tener carácter absoluto; pero tampoco se puede expandir el concepto
de hecho hasta el punto de entrar a imponer una censura a las opiniones, en este caso,
por la vía del derecho a la rectificación, aprovechando que parte del presupuesto fáctico
no fue plenamente acreditado a juicio del juez, sin detenerse a examinar si la realidad
libremente apreciada podía no obstante servir de fundamento a las apreciaciones
críticas.

13.3. ¿Quién es el sujeto que rectifica? ¿El medio o el perjudicado?


93
13.3.1 La Corte Constitucional (caso Jeannette Durán contra TV Hoy), precisó:
“quien rectifica es el medio, no el perjudicado con la información por aquel suminis-
trada”. No se rectifica por el medio cuando éste simplemente sirve de conducto para
transmitir la versión del agraviado con la información falsa, inexacta o imparcial. La
rectificación en equidad, sostiene la Corte, sólo admite dos comportamientos posibles.
El primero, el medio se niega a concederla e insiste en su posición inicial, lo cual es
enteramente posible siempre que aporte las pruebas que soportan la veracidad e
imparcialidad de la información suministrada. El segundo, el medio acepta el error
cometido y procede públicamente por sí mismo a rectificar el mensaje que adolezca de
uno cualquiera de los anotados defectos.

La procedencia del derecho a la rectificación sólo es posible cuando objetivamente


el medio ha incurrido en una equivocación o publicado una información carente de
respaldo en la realidad de los hechos. Para la Corte, en este caso, la rectificación tiene
carácter perentorio y ella no obedece a la concesión graciosa del medio. Agrega la
Corte: “Bien se sabe que, de todas maneras, algo queda de la especie difundida y, por
tanto, el resarcimiento no es total, pero, por lo menos, se facilita al perjudicado su futura
defensa a través de una constancia originada en quien causó el agravio” (C.f.r.,

93
Sentencia T-332 de 1993.

IUS ET PRAXIS 261


sentencia T-074 de 1995). El proceso de tutela, en consecuencia, no pone término al
restablecimiento integral del derecho con la sentencia que ordena la rectificación. Esta
última y, en particular, el acto de reconocimiento del error o de la falsedad o inexactitud
por parte del medio o del periodista, constituyen el presupuesto para deducir comple-
tamente, a través de procesos judiciales ulteriores, las responsabilidades civiles y
penales a que haya lugar.

La aplicación de esta doctrina puede resultar plausible en casos en los que de


manera patente el medio ha obrado con imprudencia y publicado noticias que generan
un enorme impacto en la opinión pública, pese a no responder a los parámetros mínimos
94
de veracidad e imparcialidad. En el caso los alcaldes de la guerrilla , los alcaldes de
quienes se asevera estaban vinculados con las fuerzas subversivas quedaban expuestos
injustamente no sólo a la crítica colectiva sino al peligro de ser objeto de retaliaciones
de distinto orden por parte de los actores armados del conflicto interno. Ante la
manifiesta falta de respaldo de la información y el descomunal impacto que ésta
producía, la simple publicación de aclaraciones o cartas de los alcaldes involucrados
por la especie no confirmada, no alcanzaba a restablecer el equilibrio informativo - por
lo demás potencialmente peligroso incluso para la vida de las personas - en una sociedad
convulsionada y polarizada. De otro lado, la instauración de procesos judiciales
ordinarios, no podía tampoco suministrar la rápida respuesta requerida en estas
ocasiones. La Corte, por esta razón, expresó: “la mencionada aclaración no es
suficiente para reparar el acto imprudente de la revista [la falta de confirmación de la
noticia]. Las acusaciones contenidas en el artículo mantienen su permanencia en la
conciencia del público, a pesar de que luego se señale que en el documento transcrito
no existían pruebas contra los alcaldes. Por eso, en estas situaciones es necesario que
el impacto de un artículo como el que se debate sea contrastado con la fuerza del
reconocimiento público por parte de la revista de que se equivocó en el tratamiento
periodístico de la noticia, en razón de que no intentó establecer la veracidad de las
afirmaciones contenidas en el informe, ni las contrastó con las opiniones de los
afectados o de otras fuentes”.

A nuestro juicio, ni la Constitución ni la ley ofrecen argumentos convincentes en


el sentido de que el sujeto pasivo del derecho a la rectificación sea aquel que debe
llevarla a cabo. En la Asamblea Constituyente, las ponencias y los debates, suponen que
la rectificación corresponde al relato de los hechos que formula el sujeto lesionado con
la información falsa o imparcial, para cuya publicación se impone el concurso del

94
Sentencia T-066 de 1998.

262 IUS ET PRAXIS


medio que debe divulgarla en condiciones de equidad, lo que es distinto a prohijarla
como propia. Este criterio coincide con la disposición del numeral 7 del D. 2591 de
1991, que alude a “la rectificación solicitada que no fue publicada en condiciones que
aseguren la eficacia de la misma”. La rectificación, de prosperar, mediando la anuencia
del medio o por orden judicial, permitiría, según esta tesis, que los receptores de la
información conocieran las dos versiones de los hechos, sin perjuicio de que el medio
de comunicación, si así lo considerare pertinente, además de prestar el respectivo
espacio para publicar la rectificación, aceptare haber presentado una noticia o dato falso
o haberlo hecho de manera imparcial, tergiversada o inexacta.

Como se explica más adelante, en esta materia la sentencia C-162 de 2000 produce
un viraje radical en torno del significado e implicaciones de la rectificación, la cual por
dirigirse básicamente a permitir que se garantice un adecuado e imparcial equilibrio
informativo, cuando prospera no le resta per se verosimilitud a la versión del comunicador
sino que concurre con ésta. La rectificación, la hace el rectificante, valiéndose del
espacio que en el propio medio le facilita el comunicador por decisión propia o del juez
que lo obliga a ello. La Corte erróneamente había supuesto que la estimación de la
demanda de rectificación, aparejaba la previa destrucción en términos de verdad de la
versión del medio. De ahí que en todos los casos señalara que era el medio - derrotado
en el proceso - el que debía reconocer la falsedad o inexactitud de sus informaciones.
De este modo se desvirtuaba la finalidad de la rectificación y, al mismo tiempo, se
sobrecargaba un procedimiento sumario no diseñado para establecer en días hábiles la
única verdad subyacente a un acontecimiento respecto del cual competían dos versio-
nes: la del medio y la de la persona que cuestionaba el mensaje divulgado. La carga
impuesta al solicitante de la rectificación - probar la falsedad o inexactitud de la especie
publicada -, no dejaba tampoco de ser agobiante y excesiva. Lo mismo puede afirmarse
respecto del juez que como conductor de un proceso sumario, asumía la responsabilidad
de establecer cuál de las dos versiones correspondía a la verdad de los hechos. La nueva
doctrina de la Corte se formula luego de precisar la función de la rectificación y las
posibilidades y rendimientos que cabe razonablemente esperar de un procedimiento
sumario y cautelar, que se ha establecido no para hallar la única verdad existente y darle
a su declaración fuerza de cosa juzgada, sino para perseguir la más modesta pero
relevante constitucionalmente de equilibrar el proceso de comunicación social.

13.3.2 Aunque por lo general el derecho a la rectificación se ejerce contra el


responsable del medio de comunicación, en ocasiones el derecho se endereza contra la
persona que al hacer uso del derecho a la libertad de expresión o a la libertad
informativa, incurre en un comportamiento que puede traducirse en la lesión de un
derecho fundamental de otra persona.

IUS ET PRAXIS 263


95
13.3.3. En el caso prácticas esotéricas , la Corte ordenó a un sacerdote - que había
estigmatizado a un profesor de un colegio, asociándolo a la realización de prácticas de
satanismo, hechicería y brujería, sin que ello correspondiera a la realidad de los
hechos-, aclarar, corregir o rectificar sus afirmaciones, las cuales habían lastimado su
reputación y, además, por las condiciones de violencia y de intolerancia del lugar,
ponían en serio peligro su vida e integridad física.

13.4. Carga de la prueba en la rectificación

Corresponde al presunto lesionado con la información asumir la carga de demos-


trar que la información o noticia publicada no corresponde a la realidad de los hechos
por no ser veraz o imparcial. A este respecto, se pronunció la Corte en el caso ONGS
96
contra El Tiempo , “El principio de oro de derecho procesal de la carga de la prueba,
contemplado en el artículo 177 del C. de P.C., conserva toda su vigencia, es decir, que
corresponde a quien pretenda desvirtuar una afirmación y amparar su derecho en una
norma que lo subsuma (derecho a la rectificación en el evento sub examine), presentar
las probanzas que enerven tal aseveración”. De otro lado, si se acepta la regla de la
primacía prima facie de la libertad de expresión sobre los derechos a la honra y al buen
nombre, se concluye que es el presunto afectado quien debe probar la intención dañina
o la negligencia del emisor de la información que se manifiesta en la presentación de
hechos falsos, parciales, incompletos o inexactos97. A este mismo resultado se llega, si
se asume como regla de principio, aplicable a la conducta del informador, el principio
de buena fe.

Esta regla conoce una excepción, que la misma sentencia primeramente citada se
encargó de mencionar. La Corte se refiere a las informaciones que se soportan en
afirmaciones de carácter indefinido, que por serlo colocan a los agraviados en
imposibilidad de desvirtuarlas. En este evento la carga de la prueba recae sobre el
comunicador que deberá probar la verdad de la información transmitida. En el caso, el
periódico El Tiempo había publicado un artículo y un editorial, en los cuales de manera
genérica, se criticaba la actividad de las organizaciones de defensa de los derechos
humanos que, en su concepto, de buena fe o de manera sutil, mediante la formulación
de denuncias (“estrategia de guerra jurídica de los grupos subversivos que operan en
el país”), terminaban por favorecer los intereses de los grupos guerrilleros y entorpecer

95
Sentencia T-263 de 1998.
96
Sentencia T-050 de 1993.
97
Sentencia T-080 de 1993.

264 IUS ET PRAXIS


la reacción legítima de la fuerza pública. Aunque en la sentencia, la Corte no precisa
cuáles sean en concreto las “afirmaciones de carácter indefinido”, dispone en la parte
resolutiva, lo siguiente: “Se ordena al diario El Tiempo que suministre al juzgado 18
civil del circuito las probanzas que sustenten las afirmaciones a que se refiere la parte
motiva de esta providencia respecto de las asociaciones demandantes (...) Dicho
despacho judicial apreciará la suficiencia del acervo probatorio aportado. De lo
contrario habrá de efectuar las rectificaciones en relación con dichas asociaciones y con
el mismo despliegue de la publicación original”.

En la sentencia C-162 de 2000, la Corte Constitucional profundizó en el tema de


la rectificación. A pesar de que el tema se refería a la televisión, creemos que en este
punto las conclusiones pueden extenderse a los demás medios. En el fallo, se señala que
la finalidad del derecho a la rectificación es el de restablecer “en tiempo oportuno y bajo
condiciones de equidad, el equilibrio informativo”, de modo que junto a la versión del
comunicador la opinión pública pueda conocer el relato de la persona que se considera
agraviada por una información que juzga falsa o inexacta y que la perjudica. Si el
responsable no le permite al perjudicado acceder a la audiencia - a la cual se quiere
esclarecer la noticia - a través del mismo medio, entonces el juez debe resolver sobre
su procedencia. El procedimiento, en este caso, es de carácter eminentemente cautelar
y sumario.

Dada la finalidad de la rectificación - equilibrio informativo -, la Corte sostiene que


ésta se impondrá “salvo que las pruebas aportadas indicaren claramente que el relato
del actor carece de todo sustento o resulta ser manifiestamente no ajustado a la verdad”.
Lo anterior, sin perjuicio de que con posterioridad la persona afectada pueda solicitar
y obtener del juez competente la condena civil o penal que quepa pronunciar contra el
responsable de la noticia inexacta, falsa o injuriosa que lo haya perjudicado. Precisa la
Corte que “en el proceso ordinario, a diferencia del primero, se indaga exhaustivamente
sobre la verdad o la exactitud de la información, puesto que sólo así podrá deducirse o
negarse la condigna responsabilidad. El fallo de tutela sobre la rectificación, en
consecuencia, no produce cosa juzgada respecto del proceso judicial ordinario que se
dirija a establecer la responsabilidad eventual del comunicador, que podrá llegar a
conclusiones distintas sobre los extremos inicialmente discutidos”98.

En lo que concierne al proceso de tutela, se deduce de la sentencia que, en


principio, el actor debe ofrecer su propia versión sobre los hechos, efectuado lo cual
procede la rectificación, salvo que el comunicador logre demostrar que ese relato es

98
Sentencia C-162 de 2000.

IUS ET PRAXIS 265


manifiestamente carente de verdad o cuando el juez llegue a esa misma conclusión y
a la ausencia de perjuicio con base en las pruebas sumarias que se practiquen. Esto pone
de presente que la procedencia de la rectificación, no quiere decir que su contenido sea
necesariamente verdadero; significa, simplemente, que su publicación resulta equita-
tiva para garantizar el equilibrio informativo. Esta sentencia, igualmente rectifica la
doctrina anterior - expuesta al inicio de este apartado-, sobre la carga de la prueba,
puesto que el actor no debe demostrar, como presupuesto para el éxito de su pretensión,
que la información publicada es inexacta o falsa. Igualmente, esta doctrina, si se
entiende de manera correcta, no permite que se siga sosteniendo que la rectificación
entraña siempre la corrección de la versión del medio que dejaría de estar sustentada
en la verdad, en cuyo caso el comunicador debería, públicamente, confesar el error en
que incurrió de buena o de mala fe.

13.5. Legitimación en la causa

Solamente la persona afectada por la información que no cumpla con los parámetros
exigidos por la Constitución, puede recurrir a la acción de tutela con el objeto de obligar
a que el comunicador o medio renuente procedan a hacer la rectificación solicitada99.
Es cierto que una publicación puede ser objeto de tacha o repudio por un vasto número
de personas. No obstante, la Corte ha rechazado que la acción de tutela sirva de medio
para la defensa de intereses difusos. Se ha exigido a este respecto que la persona que
instaura la acción de tutela sea aquella que esté en capacidad de demostrar que la
publicación le ha generado un daño y que entre estos dos extremos se acredite una
relación de causalidad. Por esta razón en el caso imágenes escabrosas100- en la primera
página de un periódico se publicaba la fotografía del cuerpo mutilado de un menor que
había perecido en la tragedia colectiva producida por el desbordamiento de las aguas
del río Tapartó -, ratificó la improcedencia de la tutela por haber sido interpuesta por
una persona que no tenía ninguna relación con el menor: “caso distinto hubiera sido,
por ejemplo, el de los padres del menor cuyas fotografías aparecen en el diario El
Espacio pues ellos sufrieron directamente el perjuicio ocasionado por su publicación”.

13.6. Cómo debe llevarse a cabo la rectificación

Definida la procedencia de la rectificación, debe precisarse la forma cómo ésta


debe realizarse. Es evidente que las condiciones de equidad sólo pueden establecerse
a la luz de las circunstancias concretas y de las características de la emisión inicial de

99
Sentencias T-321 de 1993 y T-479 de 1993.
100
Sentencia T-479 de 1993.

266 IUS ET PRAXIS


la información que causó el agravio que pretende remediarse. Ha dicho la Corte “que
la equidad obra, cuando examinadas y estimadas todas las características y circunstan-
cias propias del caso concreto, la aclaración que sobre los hechos se hace, permite
concluir, dentro de un juicio espontáneo, que dicha rectificación ha sido eficaz y
equitativa, esto es, que resultó ser un procedimiento adecuado para lograr el propósito
perseguido, cual es, el de que se informe la verdad de los hechos y de esta forma, se
protejan los derechos que con la información inexacta o errónea fueron lesionados u
101
ofendidos” . En la jurisprudencia se pueden identificar varias modalidades de
rectificación.
102
13.6.1 En el caso López Caballero contra Caracol , el juez de instancia que halló
procedente la rectificación, impuso al noticiero el texto que debería ser divulgado a
título. En la sentencia de revisión, la Corte prefirió confiar en el profesionalismo y
responsabilidad social del comunicador y se limitó a establecer las pautas generales
conforme a las cuales ésta debería realizarse, con el objeto de no interferir en el campo
de su autonomía y libertad de expresión.

13.6.2 La rectificación dispuesta por el juez de tutela debe efectuarse con arreglo
a lo ordenado cabalmente en ella, sin incluir adiciones o agregados que descalifiquen
la providencia judicial o que lesionen injustamente a la persona cuya pretensión de
rectificación ha prosperado. En el caso Manuel Francisco Becerra contra responsables
103
del noticiero Q.A.P. , no obstante que el juez ordenara la rectificación de una noticia
probadamente falsa e inexacta, el noticiero al llevar a cabo la rectificación criticó la
sentencia por haberse producido supuestamente en condiciones de indefensión respec-
to de las directoras del informativo y, de otro lado, aprovechó la ocasión para lastimar
la reputación del demandante, lo que hizo sacando a relucir una antigua fotografía suya
en la que aparecía en compañía de un cabecilla del narcotráfico. Finalmente, el juez de
tutela de segunda instancia, so pena de desacato, obligó a las directoras del noticiero a
cumplir la rectificación en los términos ordenados inicialmente. Seguidamente, el
noticiero reconoció públicamente su error y señaló que se había equivocado al darle
mérito a la información suministrada por un parlamentario, a la sazón vocero de la liga
ciudadana contra la corrupción, quien a su vez había sostenido que el ex contralor
Becerra “habría dejado listo para ser adjudicado un contrato de auditoría externa que
favorecería a la empresa de la que es socia la esposa”. En consecuencia, agregó el
noticiero en la rectificación: “no es cierto que el ex contralor le haya querido meter un

101
Sentencia T-369 de 1993.
102
Sentencia T-369 de 1993.
103
Sentencia T-206 de 1995.

IUS ET PRAXIS 267


gol al país como lo dijo el noticiero en la emisión del 15 de septiembre”. La Corte
Constitucional censuró la posición inicial asumida por el noticiero. En su concepto, las
partes de un proceso tienen a su disposición los mecanismos para expresar su
inconformidad y obtener su revocación o modificación; por fuera de este escenario, una
parte no puede abusivamente hacer uso de los medios de comunicación para desacre-
ditar las providencias judiciales que le son adversas e irrespetar a los jueces que las han
proferido: “Lo que se hizo el 14 de octubre, señala la Corte -, so pretexto de cumplir una
sentencia, es inaceptable, porque implica una conducta contraria al orden jurídico. De
una parte, se presentó ante la opinión pública la sentencia como una torpeza e
insensatez, faltándole el respeto a quien la había dictado; y de la otra, diciendo hacer
uso del derecho de réplica, se intentó agraviar a quien había sido víctima de la
información falsa”.
104
En el caso pelota caliente , la Corte observó que la revista Semana, en lugar de
ceñirse a la rectificación ordenada por el juez de tutela, en el sentido de reconocer de
manera clara y directa que el demandante no había sido solicitado en extradición por
el gobierno peruano, se limitó a transcribir oficios en los que se certificaba la ausencia
de antecedentes penales, “dejando de lado lo concerniente a la extradición”. La Corte
anota que la rectificación se cumple sólo cuando ella recae de manera precisa sobre el
objeto del error o equívoco. La rectificación debe cumplir con el requisito de precisión
y, en consecuencia, no ha de ser aprovechada por el medio para aludir a hechos nuevos
no comprobados.

13.6.3 La rectificación debe realizarse en un término razonable. La rectificación


que no sea oportuna, no restablece los derechos del afectado y conculca el derecho de
105
la audiencia del respectivo medio a recibir una información que sea veraz e imparcial .

13.6.4 La equidad con que ha obrado el medio para efectuar la rectificación,


tratándose de la prensa escrita, se establece verificando el lugar y características
gráficas del texto que recoge la versión del ratificante, aceptada por el medio, y
confrontando el resultado de este examen con las condiciones de la publicación inicial.
Las condiciones de la rectificación, para que cumpla con el parámetro de la equidad
deben ser semejantes o incluso mejores que las del escrito o divulgación que dieron
lugar a la misma. No es objetable la rectificación que se publica en la parte o sección
más importante del periódico; o la que se hace visible al lector, por el uso de ciertas

104
Sentencia T-074 de 1995.
105
Sentencia T-074 de 1995.

268 IUS ET PRAXIS


técnicas como las de resaltar ciertas frases o emplear recuadros explicativos o
106
descriptivos de los hechos .

13.6.5 La rectificación en condiciones de equidad debe tomar en cuenta como


patrón de referencia el grado de atención que la nota aclaratoria pueda normalmente
merecer al lector o receptor desprevenido de la noticia. De otro modo, no sería posible
alcanzar la finalidad que anima a este derecho en el sentido de restablecer el equilibrio
107
informativo. En el caso de los alcaldes de la guerrilla , las notas aclaratorias
aparecieron en la sección Cartas de la revista que, a juicio de la Corte, no era la indicada
en vista de que en ese apartado y con distintos títulos se publicaban asuntos de la más
diversa índole y, bajo esas condiciones de indiferenciación, el lector desprevenido
difícilmente podría establecer la relación entre la información inicial y su respectiva
rectificación, máxime cuando en este caso la primera tuvo un despliegue mayor por
anunciarse en la portada del semanario y ocupar un sitio destacado en la sección Nación.

13.7. El derecho a la rectificación por informaciones divulgadas a través de la


televisión

13.7.1. La ley 182 de 1995 se ocupa de regular en su artículo 30 el derecho a la


rectificación por informaciones transmitidas en programas de televisión, que el
afectado considere inexactas, injuriosas o falsas. El procedimiento de rectificación, en
este caso, se divide en dos etapas. La primera, se surte ante el medio; la segunda, ante
la Comisión Nacional de Televisión, si en aquélla no prospera la petición elevada por
el presunto agraviado. Las normas relativas a esta última, fueron declaradas inexequibles
108
por la Corte Constitucional .

Eliminadas, a raíz de la citada sentencia, algunas disposiciones de la ley, en


síntesis, el régimen vigente contempla dos etapas - como el originario -, salvo que la
segunda ya no se tramita ante la Comisión Nacional de Televisión, sino ante el juez de
tutela, siguiendo la regla general. En primer término, el interesado o legitimado [el
afectado o su representante legal; si hubiere fallecido, sus herederos o representantes],
dentro de los diez días hábiles siguientes a la transmisión del mensaje, puede solicitar
por escrito al director o responsable del programa su rectificación. La rectificación debe
hacerse dentro de los siete días hábiles siguientes a la solicitud, en el mismo espacio y

106
Sentencia T-404 de 1996.
107
Sentencia T-066 de 1998.
108
Sentencia C-162 de 2000.

IUS ET PRAXIS 269


hora en que se realizó la transmisión y en la fecha que elija el perjudicado, sin que en
ella pueda adicionarse declaración o comentario alguno. En caso de que la solicitud se
niegue o ésta no se conteste dentro del indicado término, el responsable del programa
debe por escrito dirigido al solicitante, dentro de los tres días hábiles siguientes,
justificar su decisión y acompañar las pruebas que respalden su información. Finalmen-
te, si recibida la solicitud de rectificación no se produce pronunciamiento del respon-
sable de la información o del director del programa, “la solicitud se entenderá como
aceptada, para efectos de cumplir con la rectificación”. Este trámite previo que se
cumple ante el comunicador, antes de que se eleve una demanda judicial de protección
constitucional, fue declarada exequible por la Corte.

En cambio, la segunda parte de la norma, en la que se establecía un procedimiento


especial de carácter opcional que se surtía ante la Comisión Nacional de Televisión, en
el evento de que el comunicador rechazase o no respondiese a la petición de rectifica-
ción, fue declarado inexequible. Se pretendía atribuir competencia administrativa a este
organismo para decidir en sede administrativa la procedencia o improcedencia de la
rectificación, sin perjuicio de las acciones judiciales previstas en la Constitución y en
la ley. La actuación de la comisión, de otro lado, se soportaba en un régimen
sancionatorio severo, que incluía entre otras penas la revocatoria de las licencias y
permisos y la suspensión de las transmisiones por un término de uno a diez días.

A juicio de la Corte la intervención de un órgano administrativo, al cual se le


otorgaba la función de decidir la controversia entre el perjudicado y el comunicador,
significaba concederle el poder de definir lo que debía o no publicarse y no simplemente
el poder de establecer responsabilidades ulteriores a la emisión de información. A juicio
de la Corte, este poder no puede legalmente radicarse en cabeza de la administración,
sin poner en serio peligro el sistema de comunicación social. No en vano se recuerda
que contra la intervención de la administración “la libertad de expresión se construyó
originariamente como derecho de libertad”.

Ahora, desde el punto de vista del derecho al debido proceso, si bien para el
presunto agraviado con la información, la existencia de un procedimiento administra-
tivo, opcional al mecanismo de defensa judicial, comporta un reforzamiento de sus
garantías, para el comunicador que, en cambio, se ve expuesto directamente al poder
administrativo y a la amenaza de severas sanciones si no acata sus órdenes, lo que se
presenta no es cosa distinta que una degradación de sus derechos fundamentales. Según
la Corte, tratándose de una disputa referida a derechos fundamentales - qué se publica
y qué no se publica -, ella debe ser resuelta por el órgano judicial como defensor de los
derechos fundamentales que, en un término razonable y con las debidas garantías, debe
determinar los derechos y obligaciones constitucionales (C.P. art., 29; art., 8 de la

270 IUS ET PRAXIS


Convención Interamericana de Derechos Humanos).

En estas condiciones, suprimido el trámite opcional de carácter administrativo, por


las razones expuestas, mientras no se establezca otro medio de defensa judicial
suficientemente idóneo para obtener la rectificación solicitada ante el comunicador y
negada por éste, se impone la necesidad de acudir a la acción de tutela.

13.7.2. La información divulgada por un medio, puede de manera ilegítima violar


el derecho a la intimidad de una persona. En este caso, si se acude a la acción de tutela
su propósito será el de proteger este derecho, antes de lograr la rectificación de la
información. El dato, aún siendo exacto, no deja de causar agravio constitucional
(C.f.r., Sentencia T-512 de 1992).

En esta hipótesis, a la que se pueden agregar otras en las que lo que se reclama es
la violación de un derecho fundamental vulnerado con la divulgación de una informa-
ción - independientemente de que sea o no exacta -, no es necesario solicitar la previa
rectificación del medio de comunicación, puesto que lo que se debe conceder es la
protección inmediata del derecho que se conculca. En estas situaciones la rectificación
sólo representa una protección parcial o carece inclusive de relevancia ante la
existencia de otra lesión principal que de inmediato debe hacerse cesar (caso tanga
mortal)109.

109
Sentencia T-259 de 1994.

IUS ET PRAXIS 271

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