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T.v.D.
Agosto de 1993
INTRODUCCION
Los estudios sobre normatividad o costumbre jurídica en México
eran, hasta hace muy poco tiempo, escasos y pioneros. Hoy se
puede decir que existen avances importantes y mayor claridad
para abordarlos. Es probable, incluso, que pueda hablarse de una
construcción paulatina de programa de investigación sobre el
tema. De allí que me pareciera necesario exponer las ideas, discu-
siones, propuestas, datos y casos etnográficos que varios investi-
gadores han aportado en los últimos años para la edificación de u n
campo de estudio que había sido abandonado, al menos por la
antropología mexicana.
El lector observará, entonces, que más que una introducción
general al libro que tiene en sus manos, me propuse escribir u n
ensayo q u e permitiera introducirlo a l problema. Inicio con
u n breve recuento sobre antecedentes y problemas concep-
tuales, puesto que en ese marco se inscribió la elaboración de la
presente antología. En este sentido, tales ideas forman el campo
conceptual teórico y práctico del que partimos para la selección de
los materiales compilados. Posteriormente, anoto algunos ejemplos
de usos y costumbres indigenas que develan campos de conflicto
con la ley nacional, y concluyo comentando sucintamente los ar-
tículos antologados.
Antecedentes
Hace aproximadamente siete años u n grupo de investigadores con-
vocados por Rodolfo Stavenhagen,' e interesados en trabajar el
,\
Y concluye que:
En mayo de 1992 se llevó a cabo una reunión con las autoridades indígenas
tradicionales del estado de Oaxaca para recabar sus opiniones en relación con la
ley reglamentaria al Artículo 40. constitucional. En esa ocasión un grupo de seño-
res provenientes de la Mixteca Alta dijeron: "está bien que el gobierno del estado
impuso el tequio obligatorio. Está bien. Pero ahora pasa que a los señores mayores,
a los que tienen más de sesenta años, s e les está obligando también para que lo
cumplan [...] Nosotros decimos que no; no podemos obligar a los ancianos a que
trabajen para la comunidad, ellos ya hicieron mucho ... Queremos que el gobierno
no obligue a los ancianos con el tequio". (Olvera, Poliakoff y Valdivia, 1994.)
' Donde no hay abogado (coautora con Claudia Olvera), que h a tenido dos reim-
presiones y Se h a n distribuido 53 000 ejemplares; Conoce tus derechos para exigir
su respeto, con 8 000 ejemplares distribuidos; Derechos indígenas. Los pueblos indi-
genas en la Constitución mexicana (Artículo 30.. párrafo primero), con 1 5 000 ejem-
plares distribuidos, y Derechos indígenas. Lectura comentada del Convenio 169 de
22 Introducción
1. Autoridades indígenas.
2. Normas jurídicas.
3. Procedimientos en la administración de justicia.
4. Delitos y sanciones.
5. Relaciones de poder en la justicia.
Problemas conceptuales
Partimos de la definición de derecho consuetudinario propuesta en las
ciencias jurídicas. Aunque existen varias posiciones teóricas en esa
disciplina, en general, aceptan la costumbre juridica o derecho con-
suetudinario como fuente del derecho (García Máynez, 1988: 336).
En cuanto a la definición de 'costumbre jurídica' o 'derecho con-
suetudinario' hay consenso en la determinación de algunas de s u s
características:
.- -
García Máynez (1988:--381-382) 'agrega -que, si bien la costum-
bre está considerada por la ley mexicana como fuente de derecho.
ésta no puede derogar la ley nacional, ni puede ser fundamexito
para alegar desuso, costumbre o práctica en contrario. Además:
l3 El Código Civil establece que el matrimonio entre menores de edad debe ser auto-
rizado por los padres. En los datos etnográficos que hemos compilado, invariablemente
aparece como parte de la costumbre el consentimiento de los padres para el matrimonio,
pero éste no depende de la edad de los contrayentes, sino de que los novios observen
cierta conducta apropiada que denote su capacidad de ser responsables con este com-
promiso. Véase: Escalante Betancourt, 1994b; Escalante y Gutiérrez, 1994; Martínez
Coria, 1994a y 1994b; Ymes, 1994b.
l4 Segiin el Código Civil, la persona puede heredar a quien desee. Sin embargo,
la decisión también puede ser impugnada por quienes son considerados por la ley
como los sujetos de ese derecho. Lo que hemos encontrado a trzvés de nuestra in-
vestigación es que puede ser impugnada la herencia sobre norma general reconoci-
da. pero en la mayoría de los casos ésta no es la misma que la establecida en la ley
nacional.
32 Introducción
El preso
Un hecho muy significativo que habla de la forma en que u n indí-
gena queda sujeto a las pautas que determinan s u propia cultura,
es el que me comentó el médico veterinario Alberto Aguilar, del
Centro Coordinador Indigenista de Zacapoaxtla, Puebla, quien
refiere que en u n a comunidad huichola de Nayarit, durante uno de
sus recorridos para promover una clínica de salud, encontró en la
44 Derecho consuetudinario indígena
dar o alcalde mayor del pueblo 'A', para que citado el común del
pueblo averigüe si don 'B' e s cacique y señor de él, y si lo fueron
s u s padres [...] y me informe con parecer jurado, para promover lo
conveniente". Si la información era favorable al peticionario, el
virrey lo declaraba heredero, aunque se hubieran presentado con-
tradictores, y comenzaba inmediatamente a ejercer s u s funciones.
Pero si alguno o algunos querían discutirle s u derecho, la declara-
ción del virrey no era óbice para que el asunto de la sucesión se
convirtiera en contencioso y s e ventilara, como ordenaba la ley,
ante la Audiencia.
¿Cuáles fueron las formas consuetudinarias aplicadas en la su-
cesión de los cacicazgos? La principal o dominante fue la de la he-
rencia en la línea directa y, a falta de ésta, e n la colateral, por
orden de edad y con preferencia de los varones sobre las mujeres
en cada línea, y de los aptos sobre los ineptos. Pero, junto a ella,
hubo muchas otras formas. Una, no rara, fue la de la elección: en
Teozacoalco, según una orden expedida por Mendoza eri 1542, el
cacique era elegido por los principales y naturales; y también en
Ocopetlayuca, conforme a otro mandamiento del mismo virrey y
del mismo año, elegían al cacique "los indios de una conformidad".
Otra forma, muy especial, fue la de Tilantongo, donde el cacique
que carecía de herederos en la línea directa podía designar a la
persona que había de sucederle entre los caciques y principales de
dicho pueblo. Al menor no s e le excluía de la sucesión; pero el vi-
rrey le nombraba coadjutor para que ejerciera s u s funciones hasta
que llegara a la mayoría de edad.
Los principalazgos perdieron importancia desde que los caci-
ques fueron privados de s u s funciones gubernativas. A partir de
entonces apenas percibieron retribución alguna; a lo sumo, una
pequeña cantidad de maíz que se les fija en el reparto de las so-
bras de tributos o de los fondos de comunidad. En los siglos XVII y
XVIII siguió hablándose de ellos, pero sólo para referirse a u n a s
personas que h a n heredado u n a calidad, la nobiliaria, que casi no
les da otro derecho que el de acceso a los cargos de consejo allí
donde se exigía dicha calidad para poder ser elegido.
La institución del principalazgo sirvió para distinguir a la nueva
aristocracia gubernamental y elevarla de rango, pues en muchos
pueblos indígenas s e d a el título de principales a los ex gobernado-
48 Política indigenista de la Corona
La tutela y la protección
Ya dijimos que los indígenas, debido a s u situación real -de infe-
rioridad- e n el nuevo medio (la sociedad colonial), fueron someti-
dos a u n régimen d e tutela y protección, régimen que fue pensado
y planeado n o sólo para defender al indio contra los a b u s o s de los
52 Politica indigenista de la Corona
Las normas
Las normas de protección fueron infinitas. S u número dependió de
los abusos, cuya relación exigiría larguísimo espacio; contra cada
abuso denunciado con más o menos reiteración a los monarcas, s e
forjaba por éstos uno o varios escudos, una o varias normas pro-
tectoras. y como los abusos se irían extendiendo paulatinamente a
nuevos campos y colocándose entre las brechas del valladar defen-
sor, al cabo de los tres siglos de dominación las piezas legales del
aparato protector constituirían u n enorme y abigarrado mosaico,
del q u e sólo u n a p a r t e h a tenido cabida e n la Recopilación de
Indias.
Está de m a s citar aquí normas de protección, ni siquiera como
ejemplo, porque las m á s importantes, que son las que pudieran in-
teresarnos, salen a relucir -y algunas, más de u n a vez- en dife-
rentes partes de este trabajo. Sólo es de señalar que las de más
trascendencia para los indios fueron las que se refieren a la pro-
piedad, a la contratación y al trabajo.
Los órganos
La defensa de los indios era función encomendada por las leyes a
todas las autoridades generales u ordinarias: virreyes, gobernado-
res, audiencias, corregidores y alcaldes mayores. Pero como los
monarcas vieran que el amparo de los naturales por los órganos
generales de la Colonia era insuficiente o débil, creyeron necesario
reforzarlo instituyendo u n a magistratura especia1.0 exclusiva para
dicho amparo; y dieron el nombre de protectores a las personas
encargadas de tal magistratura.
Pusiéronse en u n principio m u c h a s esperanzas en estos car-
gos, para los que fueron elegidos sujetos de gran celo y pureza de
vida, pertenecientes por lo general a las a l t a s filas del cuerpo
eclesiástico.
Silvio Zavala y José Miranda 5 3
La justicia
Respecto de los indios, la administración de justicia ofreció, dentro
del orden judicial indiano, organización y formas peculiares: giró prin-
cipalmente en torno de u n juzgado especial -el Juzgado General de
Indios-, careció casi de formalidades y fue sostenida mediante u n
fondo que alimentaban con u n a aportación igual todos los indios
tributarios del reino.
En el sistema judicial para los indígenas cabe distinguir dos
sectores: el de la justicia administrada por autoridades propias, es
decir, indígenas, y el de la justicia administrada por autoridades
españolas.
Las penas
Los indios no podían ser castigados a penas pecuniarias -judicial-
mente, s e entiende-, sólo a la de azotes, trabajo forzoso, mutila-
ción y privación de la vida. La condena a trabajo forzoso no era
purgada por ellos en galeras o establecimientos del Estado (presi-
dios u otros), sino en establecimientos privados (obrajes, tocinerias,
panaderías, etcétera), a cuyos dueños se vendía el servicio de los
reos por el tiempo que durase la condena. Estos reos.-que podían
ser también negros o mestizos- eran llamados "de collera", por la
forma e n que se les llevaba a vender. En el siglo mii, el precio en
que s e vendía s u trabajo oscilaba entre treinta y seis pesos por u n
año, y ciento ochenta por diez años. A fines de dicho siglo decretó-
se la abolición de las colleras, y los condenados a trabajos forzosos
fueron destinados a presidios -como el de S a n Carlos, que se
60 Política indigenista d e la Corona
El virrey
En el territorio de la Nueva España era el virrey, por lo que con-
cierne al gobierno de los indios, el centro de donde podía partir
todo y adonde podía venir todo. Con esta frase exagerada quere-
mos expresar el h e c h o s u s t a n c i a l d e que el virrey, a d e m á s de
conocer privativamente muchos a s u n t o s guber~lativosindígenas,
podía tener conocimiento de casi todos los que estaban atribuidos
68 Política indigenista de La Corona
cercanos a aquélla (algo así como los arrabales -estos barrios son
distintos de las secciones o partes en que solían dividirse las cabe-
ceras y que llevaban ese mismo nombre-); las estancias o pue-
blos, más o menos apartados de la cabecera; y los minúsculos gru-
pos de población esparcida, esto es, los de los "indios rancheados",
como se decía entonces. Conviene señalar de paso que la relación
entre cabeceras y sujetos fue en la época colonial u n semillero de
conflictos, a causa de la supeditación en que estuvieron los segun-
dos respecto de las primeras: como la cabecera dominaba por lo
general e n el gobierno, imponía s u voluntad a s u s sujetos y, sobre
todo, procuraba echar sobre éstos u n mayor peso de cargas, y dar-
les una participación menor de la proporcionalmente debida e n los
fondos de comunidad. Por eso, los sujetos, s i e r a n de bastante
población, luchaban denodadamente por conseguir la separación
de s u cabecera, convirtiéndose en consejo independiente; y l a s
cabeceras, al contrario, por mantener unidos a los sujetos que
aspiraban a desligarse de ellas.
Los cabildos indígenas tuvieron una composici8n algo variada.
Sus principales miembros fueron el gobernador, los alcaldes ordi-
narios, los regidores y el alguacil mayor; ellos integraban normal-
mente el verdadero cabildo. Pero al mismo tiempo que éstos, eran
elegidos en casi todos los pueblos indígenas ciertos funcionarios
de dicho cuerpo, a saber, los mayordomos, los escribanos y los
alguaciles de doctrina, algunos de los cuales probablemente for-
maron parte del cabildo e n los pequeños consejos. En Toluca y
otros lugares, los tequitlatos eran elegidos al hacerse la renovación
anual de las magistraturas concejiles.
El número de los alcaldes y regidores de los cabildos indígenas
fue distinto del fijado por la Recopilación de Indias: casi todos los
pueblos grandes rebasaron el límite máximo por ella señalado; y
así por ejemplo, Toluca tuvo tres alcaldes y más de seis regidores;
Tepetlaoztoc, seis regidores; Achiutla, tres alcaldes y seis regido-
res; y Texcoco, tres alcaldes y diez regidores: la mayoria de los
pueblos pequeños tuvieron dos alcaldes y unos cuatro regidores.
La variada composición de los consejos s e reflejó en la forma de
repartimiento de los cargos entre los grupos, o lo que es lo mismo,
en las maneras de atribuir la elección de los cargos a dichos gru-
pos. Si, como en Tlaxcala, había en el consejo varias cabeceras, el
7 4 Politica indigenista d e la Corona
tar desórdenes. Sin embargo, así los unos como los otros intervinie-
ran sin orden superior en las elecciones, tan a menudo que el rarno
de Indios, del Archivo General de la Nación, está lleno de manda-
m i e n t o ~de los virreyes a aquellas autoridades civiles y religiosas
para que dejasen a los indios hacer libremente s u s elecciones.
LOS cargos de república eran obligatorios y, además de la buena
conducta, sólo para el de gobernador se exigió saber el español. A
fines del siglo XVIII se exigió también este requisito para todos los
demás cargos concejiles, pero dudamos mucho que pudiera hacer-
se efectivo en los pueblos pequeños y remotos. La condición de ser
indio fue siempre requerida; mas como de cuando en cuando se
infiltraban a dichos cargos los mestizos, u n a ordenanza de 1642
crey6 necesario declarar que sólo los "indios de padre y madre"
podrían ocupar por elección oficios municipales en los pueblos
indígenas.
En los cargos concejiles de elección, el mandato duraba u n año,
sin que pudiesen los oficiales salientes ser reelegidos hasta pasados
dos años, contados desde el día de la cesación en s u s funciones. La
no reelección hasta pasados dos años fue costumbre especial de la
Nueva España, que introdujeron en algunas partes los indios y
extendieron a todos los virreyes.
En los cabildos indígenas, las funciones se distribuyeron apro-
ximadamente de la misma manera que en los cabildos de los pue-
blos españoles en que había corregidor o alcalde mayor: al gober-
nador correspondieron, como al corregidor, funciones de gobierno
y judiciales, y la presidencia del cabildo; a los alcaldes, funciones
judiciales; a los regidores, funciones administrativas (de limpieza,
ornato, mercados, etcétera); a los alguaciles, fuiiciones de policía;
y a los mayordomos, funciones económicas (velar por los fondos
públicos, llevar las cuentas, etcétera). Los cabildos de pueblos im-
portantes tuvieron infinidad de empleados: los escribanos, los
alguaciles especiales (para los tianguis, por ejemplo), los fiscales
de doctrina (uno por cada cien indios), los tequitlatos (en relación
con los tributos y las cargas, pero utilizados también para otros
menesteres; uno por cada cien indios), los capitanes mandones, o
simplemente mandones (para el servicio personal; uno por cada
cien indios), los músicos y cantores (para la iglesia y las fiestas
públicas), y hasta los relojeros.
76 Política indigenista de la Corona
' Nash (1957: 826) dice: "La parte de la población que participa de la variedad
nacional de cultura es, de hecho, la sociedad nacional; esta distribuida por todo el
territorio nacional; e s el eslabón entre la nación y otras naciones del mundo y es
el segmento de población en el que reside el control político y entre el cual el con-
trol político e s disputado. E s también la parte de la población cuyas decisiones
económicas tienen repercusiones nacionales".
Gonzalo Aguirre Beltrán 8 7
La república de indios
Las discusiones y controversias a que h a dado origen el problema
de las nacionalidades deriva, en gran medida, de u n a interpreta-
ción inadecuada o inauténtica de lo que e s la comunidad indígena.
Adams, u n poco injustamente, h a llegado a llamar a la comunidad
u n mito.4 Para s u debida comprensión tendremos necesidad de
dad integral reside en las relaciones sociales de las que la comunidad se compone.
Clásicamente, la comunidad indígena de América Latina h a sido mostrad2 como la comu-
nidad típica de esta clase. S u s relaciones se han considerado que derivan directainente de
relaciones precolombinas y, puesto que ha sobrevivido tan largo tiempo, se dice que la
comunidad indígena es eterna. El mito alcanza el clímax de s u argumentación cuando se
a f m a que deben tomarse medidas mayores para preservar estas comunidades. ¿Por qué,
preguntamos nosotros, es tan serio problema la presercración de lo eterno?"
5 García (1948: 269) agrega: "La comunidad no e s realmente u n a forma de orde-
nación del trabajo social, ni u n sistema de uso de las energías comunes, sino u n
régimen de defensas negativas: en lo económico impide la pérdida del patrimonio
territorial: en lo fiscal, el pago de impuestos ordinarios; en lo demográfico, la dis-
persión de las familias emparentadas. y en lo cultural, la desaparición de las len-
guas, de ciertas tradiciones y leyendas vinculadas al valor expresivo de las lenguas
y de ciertas prácticas médico-sanitarias".
90 Jerarquía del poder: universos distintos
Wolf (1959: 213) dice justamente: "Los nobles que permanecieron en las villas,
por otra parte, fueron reducidos mediante la pérdida de la riqueza y de la posición
superior que mantenían sobre los ciiidadanos indios. Debido a que s u s personas a ú n
estaban embebidas del poder mágico pasado, un antiguo sacerdote o u n jefe local,
a q u í y allá, asumieron puestos de mando e n la comunidad local, pero pronto
perdieron s u habilidad para regular el tributo o el trabajo cooperativo de q u e
disponían s u s antepasados. Las nuevas comiinidades indias eran comunidades for-
madas por gente pobre, demasiado sobrecargada para sost.ener u n a clase que había
perdido s u función".
Gonzalo Aguirre Beltrán 9 1
Carrasco (1961: 485) dice: "El propósito de esta comunicación es discutir los l
i
La base territorial
L a s comunidades indias supérstites pueden acomodarse e n d o s
casilleros separados; e n el primero caben las llamadas comunida-
des de origen, que son las comunidades por antonomasia e n la
conservación de u n a autonomía política formal que l a s convierte
en pequeñas repúblicas independientes o células políticas meno-
res e n la estructura del Estado nacional. E n el segundo s e ubican
las comunidades de hacienda, que s e caracteriza11 por s u estable-
cimiento e n u n a base territorial enajenada y porque el hacendado
o s u r e p r e s e n t a n t e o c u p a n el cargo d e mayor j e r a r q u í a e n l a
estructura del poder. El1 la comunidad de hacienda los indios tie-
nen derechos reconocidos sobre la tierra, y el hacendado tiene
obligaciones reconocidas respecto a los indios (Urquidi, 1962).
Bien visto, el hacendado e s u n sustituto del cacique o curuca e n
s u s relaciones c o n los acasillados, huasipungueros y a n a p a s ;
terrazgueros que componen la comunidad sierva. E n aquellos paí-
ses mestizoamericanos que h a n experimentado u n proceso efecti-
vo de redistribución agraria, l a s comunidades de hacienda h a n
revertido a la forma primitiva de comunidades de origen mediante
la restitución, a l o s pueblos, d e l a s t i e r r a s u s u r p a d a s p o r l a
hacienda y la liberación de la servidumbre que sufrían los peones.
La comuna indígena fue tempranamente dotada de u n a b a s e
territorial que, por lo general, coincide con la extensión superficial
que el grupo étnico ocupaba e n el momento de la Conquista. Las
descripciones geográficas del siglo XVI d a n noticias sobre la juris-
9 4 Jerarquía del poder: universos distintos
Murra (1959) dice: "La discusión que se h a suscitado sobre la tenencia inca de
la tierra está dominada por la controversia sobre la propiedad comunal o individual.
Ambas pueden ser documentadas en fuentes del siglo xvr; ambas s o n afirmaciones
yerdaderas aunque incompletas de la realidad andina puesto que intentan aplicar a
la experiencia americana categorías y conceptos de la historia económica europea
derivados de circunstaricias totalmente distintas [.. .] La antropología moderna de
sociedades contemporáneas del tipo inca en otras partes del mundo h a puesto énfasis
no ya en la propiedad, que inevitablemente tiene tonalidades de la economía de mer-
cado europea, sino sobre la jerarquía, frecuentemente contradictoria y traslapada, de
derechos sobre la tierra ejercidos por u n a gran variedad de grupos y de individuos".
9 6 Jerarquía del poder: universos distintos
Dualidad complementaria
El geronte -pariente m á s anciano o más prominente del grupo
doméstico- es quien representa al grupo hacia afuera, esto es, el
que toma las decisiones en lo que concierne al trato con otros gru-
pos domíisticos emparentados o, simplemeiite, de la propia vecin-
dad; en él recae la autoridad, el poder institucionalizado. Las deci-
siones, en lo que respecta al gobierno interior del grupo doméstico.
son tomadas por la mujer de mayor edad y experiencia; es la auto-
9 8 Jerarquía del poder: universos distintos
La escala jerárquica
N esbozar el modelo de estructura política de la comunidad indí-
gens no debemos perder de vista que representa sólo una cons-
trucción ideal que al aplicarse a u n a comunidad concreta no
ajusta e n todas s u s partes. Factores numerosos, como la presen-
cia de enclaves ladinos o cholos, la densidad demográfica, el nivel
de la tecnología, el volumen y la calidad de las especializaciones,
la importancia relativa de la esfera económica de mercado res-
pecto a las esferas de subsistencia y prestigio. el grado y monto
de actividad de los mecanismos dominicales que mantienen la
segregacióri, y otros más, introducen variaciones considerables.
~l modelo, consecuentemente, sólo puede incluir los rasgos sig-
nificativos que con mayor frecuencia se recogen.
Los integrantes de una comunidad indigena organizan s u vida
pública en .torno a u n a serie de cargos escalonados que constitu-
yen la jerarquía del poder. Todos los integrantes de la comunidad
al llegar a la edad adulta, esto es, al contraer matrimonio, tienen
el derecho y la obligación de formar parte de la jerarquía del poder.
Solaniente los física o mentalmente incapacitados, los forasteros
avecindados en la comunidad y los comuneros que migran a las
plantaciones en procura de u n salario, quedan excluidos de parti-
cipar en la jerarquia. Esta característica de inclusión comprensiva
es uno de los rasgos mas constantes de la estructura politica de la
comunidad indígena. Nash (1956) lo considera t a n significativo
que no duda en asignarle, según ya lo hicimos notar, la cardinal
importancia que en otros grupos humanos tienen las relaciones de
parentesco o el sistema de clases sociales.
Desde el punto de vista de los miembros de la comunidad, la
jerarquia e s el instrumento por medio del cual el individuo, como
representante de una familia nuclear, de u n a familia extensa, de
un linaje o de u n a fratria se encuentra obligado a prestar servicios
a la comunidad y a redistribuir los bienes de capital que pueda
haber acumulado e n exceso durante los anos activos de su vida.
Cada comurrero, sin excepción, sirve u n cargo que no le es remu-
nerado con privilegios de beneficio sino con privilegios de honra y
estima. Ello quiere decir que, por los servicios q u e rinde a la
comunidad, el carguero no recibe retribución alguna en especie o
102 ~ e r a r k i adel poder: uniuersos distintos
" Lipset (1963: 25) define: "La democracia en u n a sociedad compleja puede defi-
nirse como u n sistena político que suministra oportunidades constitircionales regu-
lares para el cambio de los dirigentes gobernantes, y u n mecanismo social que per-
mite a la parte m á s grande posible de la población influir sobre las decisiones más
importantes, mediante la elección entre contendientes para los cargos políticos".
FORMAS DE GOBIERNO Y
ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA
Administración de justicia en el valle
de Teotihuacán
hlanuel Gamio
La policía
E n l a s cabeceras de la municipalidad existen dos o tres gendarmes
cuyas atribuciones no tienen límites precisos. Adeinás de ser car-
celeros, s e encargan de llevar citas y circulares a los pueblos co-
marcanos, vigilan a los presos encargados d e alguna faena, corn-
ponen los jardines y calzadas y e n s u s ratos de ocio s e dedican a
cuidar el orden público.
E n otros pueblos las autoridades organizan servicios de rondas
por todos los vecinos del pueblo, sin distinción de escalas sociales,
los cuales e n realidad son los gendarmes, sin que tenga que ero-
garse u n solo centavo. La denominación de topiles h a desaparecido
e n la comarca.
No existe policía de oficio e n los pequeños pueblos y, e n cambio,
los vecinos tienen la obligación de serlo por turno. Regularmente
c a d a mes, según el número de habitantes, los adultos dejan s u s
a s u n t o s pendientes para hacer s u guardia, que dura u n día com-
pleto. Tienen que ponerse a las órdenes del juez auxiliar, y en rea-
lidad sólo sirven d e estafetas. Este servicio obligatorio no c a u s a
placer a los vecinos, que continuamente solicitan los exceptúen de
las guardias.
Autoridades legales
[. ..] Ocotepec forma parte del municipio de Cuernavaca, y las auto-
ridades que le corresponden, de acuerdo con las leyes del estado
de Morelos, son las siguientes: u n ayudante municipal con s u
suplente, u n juez de paz con s u suplente, u n secretario de ayu-
dantía municipal, u n comandante (con funciones de jefe de poli-
cía), y de cinco a diez vecinos del pueblo que hacen los servicios de
policía, obras públicas, mozos, correos, etcétera.
La denominación y las relaciones de estas autoridades con el
gobierno del estado son perfectamente legales, pero examinando
s u verdadero funcionamiento caemos e n l a c u e n t a de q u e el
gobierno y la administración del pueblo se desarrollan, en reali-
dad, en forma tradicional.
Autoridades tradicionales
Existen otras autoridades que pudiéramos llamar tradicionales
puesto que recuerdan la forma y la organización de los pueblos de
México de antes de la Conquista, forma y organización que perdu-
raron en muchos aspectos en toda la época colonial. Son precisa-
mente esas autoridades las que preponderantemente gobiernan al
pueblo, pues a u n cuando no tienen una representación legal son
ellas quienes designan a las otras autoridades, o sea, al ayudante
municipal, al juez, etcétera; y más todavía, no se puede tomar nin-
guna determinación, de cualquier carácter que sea: asuntos 'civi-
les, políticos, religiosos, de servicios públicos, etcétera, sin previa
discusión y aprobación de los representantes del pueblo.
Los representantes del pueblo forman u n verdadero consejo de
120 Derecho civil y derecho penal entre tlahuicas
Vida cívica
Además de las obligaciones y derechos que señalan para todo ciu-
d a d a n o mexicano l a s leyes d e n u e s t r o p a í s , los vecinos de
Ocotepec tienen los que fijan las leyes del estado de Morelos, y
como algo particular e n cuanto a obligaciones, las ya enumeradas
que s e refieren a la prestación de servicios personales con motivo
de la veintena. Las otras obligacio~iesa que aludimos y que se
refieren a los servicios que prestan en los templos, etcétera, desde
luego no son legales; pero en cambio, están fuertemente afianza-
d a s y arraigadas dentro de las reglas y costumbres sociales que
rigen a este pueblo. No hay vecino que s e atreva a rehusarse a
colaborar en cualquier asunto que le imponga la iglesia por medio
del cura, del fiscal o de los mayordomos; primero, porque significa-
ría u n a rebelión a lo establecido por la tradición, y segundo, por la
presión que ejercen sobre él, por una parte, el cura con s u s anate-
p a s y, por la otra, la conciencia pública, que reprobaría u n a acti-
tud de esa naturaleza.
En el aspecto propiamente cívico, es decir, el del ejercicio de los
derechos que como ciudadanos tienen los tlahuicas, d e hecho
viven al margen y como meros espectadores de las luchas políticas
para la elección de representantes o mandatarios, y sólo de vez en
vez, movidos por propagandistas que llegan de Cuernavaca, toman
parte como comparsas e n manifestaciones, etcétera. Votan en
forma automática, sin tener conciencia de este acto y sólo porque
s e los ordena el gobierno. Sin embargo, en la elección de las auto-
ridades del pueblo: ayudante municipal, juez, etcétera, los vecinos
sí toman parte, aunque en forma indirecta, pues la elección s e
hace por medio de los representantes, quienes llevando amplios
poderes de los habitantes de Ocotepec, s e presentan ante el presi-
dente municipal de Cuernavaca y proponen cada año a las perso-
n a s que ellos de antemano han designado, las cuales por lo gene-
r a l s o n aceptadas y nombradas por l a s autoridades de Cuer-
navaca.
Estcis indios viven sumidos en una absoluta ignorancia de los
derechos cívicos del mexicano en general; siempre ven con temor y
suspicacia las leyes, reglamentos y disposiciones que emanan de
los gobiernos; guardan una constante posición defensiva y recu-
Carlos Basauri 123
gobierno?"
En cambio, conocen perfectamente s u s derechos y obligaciones
en cuanto a la organización tradicional de s u pueblo; las cumplen
devotamente y exigen s u cumplimiento en forma estricta. Un veci-
no en funciones de miembro de la veintena s e hace respetar, y
muchas veces con exagerada autoridad.
Tienen u n provincialismo exagerado y ven con malos ojos a
cualquier extraño que s e presenta en s u pueblo, al grado de que
han llegado a expulsar a personas que h a n tratado de establecerse
en Ocotepec con comercios y negocios, y que no lian sido gratas a
la comunidad: Sienten fuertemente s u derecho de posesión o de
propiedad de s u pueblo, y si alguna vez guardan alguna indulgen-
cia para las faltas cometidas por s u s connaturales, llevan al extre-
mo s u s exigencias cuando algún extraño al pueblo las comete.
No hay diferencias ni categorías sociales; todos los vecinos per-
tenecen a u n a sola clase, la única que existe en el pueblo. Varían
las condiciones económicas de unos y otros, pues existen unos
cuantos relativamente ricos y otros pocos extremadamente pobres;
pero la masa principal corresponde a u n solo tipo económico, sin
ocasionar estos matices económicos variaciones en cuanto a posi-
ción social de los individuos.
Derecho civil
Debemos exponer como antecedente dentro de u n aspecto funda-
mental del derecho civil de este pueblo, el origen de la documenta-
ciOn que acredita la propiedad, tanto urbana como de los terrenos
destinados a la agricultura. Pudimos ver algunos títulos de propie-
124 Derecho civil y derecho penal entre tlahuicas
Autoridades
Los grupos n a h u a , mixteco y tlapaneco tienen s u s autoridades
civiles, representadas en cada localidad por u n grupo de personas
de gran prestigio.
Las autoridades constitucionales están representadas por los
jueces de primera instancia, agentes del Ministerio Público, presi-
dentes municipales, comisarios municipales, autoridades ejidales
y representantes de bienes comunales, según la categoría política
de la localidad correspondiente.
En la mayoría de las cabeceras municipales la población está
integrada por personas no indígenas, cuyas opiniones influyen e n
la designación de las autoridades de la municipalidad. Algunas
veces se h a n encontrado pueblos con u n a gran mayoría de habi-
tantes indígenas, cuyos ayuntamientos están formados casi exclu-
sivamente pór personas no indígenas. Esto s e debe e n parte al
poco conocimiento que la masa indígena tiene de las leyes y el
control administrativo, que resultan demasiado complicados para
personas que e n s u inmensa mayoría no saben leer ni escribir. En
130 Autoridad y justicia nahua, mixteca y tlapaneca
Justicia
En las cabeceras de los distritos de Chilapa, 'Flapa y Huamuxtitlán,
la justicia se imparte por jueces de primera instancia. Hay también
agentes del Ministerio Público, de quienes con frecuencia se quejan
respecto a la forma en que actúan con los indígenas y en general
con la gente pobre. En las cabeceras municipales, principalmente de
aquellos municipios aislados, la justicia se imparte por los presiden-
tes municipales, quienes muchas veces carecen de conocimientos
legales y muchos de ellos no tienen capacidad suficiente para levan-
tar actas y hacer otros trámites legales; sin embargo, casi no hay
quejas de los habitantes respecto de la justicia que imparten.
En los pueblos pequeños y cuadrillas, la justicia s e imparte
por los Consejos de Principales, los cuales ordenan a los comi-
sarios lo qiie deben hacer con los reos: de la justicia impartida
por los principales no hay quejas entre los habitantes de los
pueblos; no obstante, algunos jueces de primera instancia creen
encontrar muchos defectos en esta clase de justicia.
Maurilio Mufioz 133
' Esta caracterización de los mixes tiene a ú n cierta validez actual con referencia
a algunas rifias individuales, pero no en otras situaciones. El crimen ya h a dejado
de ser raro en el mixe.
Se da como "origen" de los partidos yalaltecos a la rivalidad de dos individuos
por una cantina, pequeiia pero productiva, situada cerca de la iglesia, a fines del
siglo pasado; el sacerdote local tomó el partido del propietario de ella, y varias per-
sonas del lugar, el de u n real o supuesto agente fiscal que la deseaba y que consi-
guió, finalmente, apropiarse de ella. No se recuerda que el poblado se dividiera.
como fue comUn eri Oaxaca, en partidos "rojo" (conservador) y "verde" (liberal).
140 Delitos y sanciones en el sistema zapoteco d e Yalálag
El poco deseo d e ofender a otros de que habla Parsons [1936: 481) al referirse
a los mitleños, puede deberse e n mucho a esta situación que puede calificarse co-
mo de inestabilidad permanente.
La pena de muerte. Se ahorca o se fusila al a.bigeo, aunque ni los "pueblos" ni
sus autoridades ni los miembros de la Defensa están legalmente autorizados para
imponer tal pena, ni llevarla a ejecución.
144 Delitos y sanciones e n el sistema zapoteco de Yalálag
En 1935, la muerte simultánea del líder principal, jefe de la Defensa y del par-
tido oficial, y la de s u s dos hermanos. En 1939 y 1944. l a de dos líderes e n turno.
innovados en el caso anterior y antiguos subordinados del anterior jefe. E n 1938, la
de u n joven tendero. En 1943, la de otro joven también tendero, urbanizado y diri-
gente de l a Sociedad Progresista, como el anterior. En 1945, la simultánea del jefe
en turno del pueblo y la Defensa (comerciante cafetalero). el señor Samuel Vargas,
y otras personas.
146 Delitos y sanciones en el sistema zapoteco de Yalálag
Castigos y su evasión
Se ha dicho que se recurre a las autoridades locales para ajustar
diferencias, y que éstas intervienen por sí y para guardar el orden.
realmente quería hacer las paces, djjo varias veces: "no, compa-
dre". De todos modos, pelearse con el propio compadre e s doble-
mente grave.
Lucas s e enfureció tanto que acabó por darle u n puñetazo e n
la cara al joven. El muchacho extrajo u n puñal corto con el que
mantuvo a distancia a Lilcas, pero éste estaba t a n borracho que,
al t r a t a r de abatir la guardia de la m a n o a r m a d a del joven, s e
cortó s u propia mano. Prontamente entraron e n escena los topi-
les, que desarmaron al muchacho, y mientras ellos lo sujetaban,
Lucas le dio u n cobarde puñetazo e n la cara. A continuación, el
ex gobernador fue maniatado y llevado a los cepos como cualquier
delincuente común.
En el banco no s e hallaba el gobernador Senobia y solamente
estaban sentados allí el alguacil y Basilio, el juez del año anterior.
Este último estaba t a n borracho que no s e había dado cuenta de
que ya no le correspondía ocupar ese lugar. E1 joven maniatado
fue conducido ante el funcionario del banco y u n amigo de él hizo
una apasionada defensa diciendo que sólo Lucas debía ser castiga-
do como agresor.
Sin embargo, puesto q u e Lucas era u n ex gobernador y u n dig-
natario, no le faltaron partidarios, que se juntaron antes de que s e
le asegurara al cepo. Santos, u n pariente lejano de Lucas y hom-
bre muy respetado cuando estaba sobrio, s e acercó tambaleante al
mareado alguacil y pronunció u n a arenga acompañada de muchos
gestos amenazadores a favor de s u pariente Lucas. Los ojos le cen-
telleaban de ira alcohólica, mientras dos amigos lo sostenían con
s u s brazos pasados sobre los hombros. Todos los que formaban el
grupo de borrachos de veinte o treinta individuos que intervenía e n
ese juicio expresaban apasionadamente, e n palabras y airados
ademanes, s u s opiniones a favor de uno u otro de los dos bandos.
El capitán permanecía silencioso, sentado sobre s u piedra apar-
tada del banco de los funcionarios, y tres o cuatro topfles estaban
parados y en actitud alerta al lado del muchacho que había sido
atacado por Lucas. Pero el alguacil estaba paralizado y, lo que era
peor a ú n , había sido totalmente obnubilado por el borracho Basilio
quien aparte de que no tenía ningún derecho a estar allí, carecía
de toda autoridad al haberse transformado de u n individuo digno y
sensato e n u n loco enfurecido.
17 8 Procedimiento judicial huichol
Delitos y castigo
Los delitos m á s comunes entre los huicholes s o n el robo, el atra-
co, el asesinato y los agravios sexuales contra l a s mujeres. No se
hace ninguna distinción entre delitos públicos y priva-dos. En la
mayoria de los casos los funcionarios no imponen ningún casti-
go, si el culpable s e aviene a pagar u n a indemnización. Sin em-
bargo, e n los casos de atraco y robo, luego que el delincuente es
llevado a n t e los funcionarios de la Casa Real, debe resarcir a la
víctima por los daños, pagar honorarios a los funcionarios y s u -
frir la pena del cepo. Antaño, los azotes eran el castigo añadido
cuando no s e pagaban los daños.
Robert 111. Zingg 183
Robo
Un ladrón de ganado es descubierto siguiendo el rastro de los ani-
males, puesto que todo huichol conoce las huellas de todos s u s
animales. C u a n d o e s t a s llegan h a s t a el corral de otro huichol
constituyen u n a evidencia primufacie de robo. Si los animales son
vendidos, s e siguen s u s rastros hasta hallar al comprador, que es
obligado a devolverlos si11 indemnización.
El dueño debe presentar s u denuncia ante el gobernador. éste
envía a los topiles para que traigan al acusado quien, ante claras
pruebas, e s atado a l cepo. Según me informaron, el castigo por
este delito, considerado grave, es muy severo. Puede dejarse atado
al cepo a l culpable por u n mes, s i n comida ni a g u a , h a s t a que
pierde el habla. Si tiene dinero, puede salvarse de este castigo
pagando el doble por los animales y los trastornos ocasionados, así
como también dos pesos a los topiles por haberse molestado e n
traerlo. E n otros tiempos, cuando el culpable no tenía dinero p a r a
pagar la multa, era castigado con veinticinco azotes dados con u n
látigo.'
En los casos de robos menores, por ejemplo de mantas, camisas
de lana, etcétera, solían darse golpes, mientras que actualmente
bastan los cepos.
Agresión
Pelear cuando s e e s t á borracho, no e s delito entre los huicholes, s i
bien los espectadores interrumpen este tipo de riñas. S a c a r u n
puñal o u n machete merece u n a noche en los cepos, mientras que
el delito de agresión s e define por el hecho de producir u n a herida
sangrante con u n arma. Mi informante, cuya virtuosa .dignidad d e
la edad d e s m i e n t e s u p a s a d o de joven rebelde, m e contó q u e
Crimen
Rara vez s e cometen crímenes entre los huicholes y sólo durante o
después de riñas de borrachos. No h a habido ningún crimen desde
q u e el padre d e mi informante era joven. Sin embargo, al poco
tiempo d e h a b e r salido del territorio huichol, u n a p e r s o n a de
Bolaños me dijo q u e mi b u e n amigo J e s ú s , el mayordomo del
Santo Cristo, había sido asesinado. Los datos sobre el crimen no
eran t a n importantes como s u interés etnogsáfico, sobre todo por-
que s u esposa, a quien yo conocía muy bien y que e r a la hermana
del gobernador, adoptó la vestimenta masculina e n s u s viajes a
Bolaños. El asesino fue remitido a las autoridades judiciales, pero
desapareció y mi corresponsal no estaba seguro si el hombre había
logrado escaparse o s i había sido despachado mediante la ley fuga,
generalmente aplicada por l a s autoridades municipales en esta
clase de casos de los indios, sobre todo desde la Revolución, según
me dijo u n informante indio.
Este informante indio me dijo que u n criminal huichol e s atado
al cepo sin comida ni agua hasta que, casi al borde de la muerte,
lo remiten a las autoridades municipales, las cuales lo envían ofi-
cialmente a la penitenciaría por seis años, o bien, lo ejecutan de
modo extraoficial según la ley fuga.
El anterior crimen, cometido e n Tuxpan, cuando el padre de mi
informante era joven, ocurrió durante la fiesta d e la lluvia, cuando
los s a n t o s y mayordomos del importante pueblo vecino de S a n
Sebastián estaban allí. Se produjo u n a discusión d e borrachos por
Robert M. Zingg 185
* N. ed. El autor sugiere que, al respecto, s e consulten las páginas 247 y 248
del mismo libro. De ahí, reproduzco el siguiente fragmento: "Así como el bautismo
e n a g u a sagrada e s purificación asociada con 12s madres d e la temporada húmeda,
como la forma positiva de lo sagrado mediante la cual u n a persona o cosa participa
de la sagrada naturaleza del dios e n s u aspecto d e divinidad, así también en la
quema les huicholes asocian la purificación con la índole destructiva de las deida-
d e s de l a temporada seca. Esto último se refiere a la cualidad negativa de lo sagra-
do, e s decir, a la impureza o suciedad ritual. La técnica consiste e n frotar al trans-
gresor con hierba, con lo cual s e le quita s u impureza ritual. La hierba e s quemada
y así destruida la condición o estado sagrado negativo".
Robert M. Zingg 187
* N. ed. Al igual que en el caso anterior, el autor remite a las páginas 274 y 275,
de las cuales extraje las ideas centrales: "[ ...] el divorcio es algo que ocurre con fre-
cuencia y que s e resuelve fácilmente [...] Podría ser igualmente posible para una
mujer abandonar a s u marido y regresar junto a s u s parientes [...] Las mujeres hui-
cholas son t a n trabajadoras que constituyen u n a ventaja económica para los
parientes, de modo que en esta tribu no hay motivos para no desear el.retorno de
una mujer apta para el trabajo".
1 88 Procedimientojudicial huichol
Están libres para votar por la gente que crean mas capacita-
d a y conocedora del asunto. Si las autoridades que elijan son
buenas, si hacen u n trabajo positivo y legal, ustedes van a
s e r los beneficiados. S i seleccionan u n a persona que, por
desgracia, haga u n mal trabajo, los perjudicados siempre
serán ustedes. Ninguno de los que estan aquí hoy tiene iilte-
r é s e n quién sale especificamente de comisariado ejidal.
Nosotros vamos a respetar por completo la voluntad de uste-
d e s como v a m o s a r e s p e t a r t o d o lo d e l ejido. ¡ M u c h a s
Gracias! (Aplaus.os.)
planilla I
Filo, soltero, desde unos años antes, tenia amistad íntima con la
unidad familiar de don Peto. Éste estuvo casado con una hermana
de David, candidato de los opositores, y volvió a casarse al quedar
Filo, huérfano a los quince años, come con la unidad fami-
liar de Peto, quien lo trata como si fuera de la familia. Aunque no
paga s u s alimentos, corresponde con compras esporádicas de maíz
y alimentos básicos que entrega a la familia. Como lo hace por
voluntad propia, él decide cuándo y cuánto compra para entregar
a la familia.
Filo escogió a Francisco, yerno de Peto, para tesorero (T#) de s u
planilla. S u elección se fundó en la amistad y el respeto mutuo
(que puede observarse en s u s relaciones), y se refuerza con la pro-
ximidad de la residencia y el parentesco entre Francisco y la fami-
lia adoptiva de Filo. Como ni uno ni otro tienen-hijos, no h a habido
ocasión de reforzar los lazos de amistad mediante el compadrazgo.
Filo escogió también a dos tíos matemos (5 y 1 e n la gráfica).
Ambos habían invitado a Filo para apadrinar el hetzrnek de s u s
hijos, y uno de aquéllos, el primer suplente (1 en la gráfica), tam-
bién lo invitó para que fuera padrino de primera comunión. El tío
que Filo escogió para primer suplente estaba casado con la hija de
Peto, la cual era pariente de David (hija de s u hermana). El segun-
do suplente de Filo no era nativo del lugar, pero desde hacía algún
tiempo era miembro del ejido. Estaba casado con u n a mujer de
San Antonio y era vecino y amigo de Filo y de Francisco.
Para completar s u planilla, Filo escogió al actual escribiente del
ejido para tercer suplente (3 en la gráfica). Rodrigo, el escribiente y
también soltero, era hijo de u n hermano de David, el candidato
opositor, y de u n a tía materna de Filo. Éste e s compadre del papá
de Rodrigo y de s u hermano Máximo, de quien también es amigo
íntimo. Filo fue padrino d e hetzrnek d e u n o d e los hermanos
pequeños de éstos y padrino de bautizo de dos hijos de Máximo.
Probablemente Máximo habría formado parte de la planilla, pero
prefirió e l p u e s t o a s a l a r i a d o d e i n s p e c t o r d e t r a b a j o s . El
Banagrario sólo autoriza salario para el presidente de una planilla.
Los vínculos existentes entre Filo y s u s compañeros de planilla
muestran u n a mezcla de variables muy difusa, como el parentesco,
la residencia, los vínculos rituales y Ia amistad. De los miembros
274 J'usticia y tácticas d e protección entre los mayas d e Yucatan
Planilla 11
En la integración de s u planilla, David Pech dependió menos de
s u s parientes inmediatos y más de la proximidad de residencia y el
compadrazgo. El secretario era s u sobrino, hijo de una hermana, y
el tesorero era el marido de la nieta de s u hermana. Los dos tenían
parentesco con David y lo habian elegido para padrino de bautizo
de s u s hijos. El hecho de que ambos estuviesen emparentados con
Peto y Filo (el secretario era hijo de Peto, y el tesorero, marido de
una nieta de Peto, hija de u n tío materno de Filo), da la pauta de las
tácticas dirigidas contra la facción de Filo.
Los tres suplentes vivían muy cerca de David. Se observó que
éste tenía relaciones más estrechas con el segundo suplente, hijo
de s u hermana, que con el primero y el tercero, quien estaba casa-
do con una hermana de la mujer de David. El primer suplente no
era pariente cercano de David, pero era compadre de dos herrna-
nos de éste, quienes, a s u vez, habian invitado a David para apa-
drinar a algunos de s u s hijos. El tercer suplente tenía parentesco
por afinidad tanto con David como con Francisco (eran concuña-
dos, pues se habian casado con tres hermanas). El tercer suplente
era compadre de Francisco y fue uno de los invitados que David
quiso utilizar para dividir a los partidarios de Filo.
Parece que la estrategia de David era formar una planilla ecléc-
tica que minara los cimientos de la alianza de los otros candidatos.
Al buscar u n a representación espacial, David, quien vive en el
extremo del poblado más cercano a Xamach, nombró un secretario
que vivía a orillas de la plaza, y u n tesorero que vivía en el lado
mas cercano a Maax. Como vimos antes, estos individuos también
tenían parentesco cercano con Filo, el principal candidato oposi-
tor. La estrategia de David solo tuvo éxito parcial; de hecho, uno
de los hermanos de David y por lo menos dos de s u s sobrinos
(hijos de s u hermano] votaron por Filo.
Planilla 111
El tercer candidato, Marcelino, recibió menos votos que los otros
dos. Se había apoyado en las relaciones de parentesco dentro de
u n círculo familiar relativamente cerrado y esto le restó oportuni-
dades de ganar las elecciones. Marcelino escogió a s u hermano
Carlos R. Kirk 277
w
ii
5
A Maax
En los diez meses del estudio de campo, sólo presencié tres pleitos de David.
En dos ocasiones llegaron a las manos, pero las peleas fueron relativamente cortas,
y ninguno de los contendientes recibió lesiones serias.
Carlos R.Kirk 28 1
influencia del alcohol, e n los tres casos hubo golpes, pero amigos
y parientes intervinieron de inmediato para separar a los rijosos y
conducirlos a s u s c a s a s 7
M á s que la violencia física, el alcohol es el vehículo que libera
las tensiones acumuladas por antipatías mutuas, o porque el trato
recibido parece injusto o, sencillamente, por la agobiante lucha por
la existencia con u n salario miserable. No se aprueban ni s e justifi-
can las borracheras y las disputas, pero sí se toleran mientras los
daños sean temporales y sin rebasar cierto punto. Los límites de
tolerancia en S a n Antonio s e aprecian mejor en el caso de la pedra-
da que dio David a la hermana de Francisco. David quería desqui-
tarse del marido y no tenía intención de hacer daño a la mujer.
Toda la comunidad aceptó que fue u n "accidente", pero esto no
resultó u n a atenuante sino u n agravante en opinión de los demás.
Asimismo, el incidente de la plaza casi rebasó los limites de la tole-
rancia, igual que los del día siguiente. Filo declaró que no toleraría
más abusos de David, que lo acusaría ante las autoridades muni-
cipales y que informaría a l DAAC para que lo destituyeran de s u
puesto, y que si no modificaba s u conducta, recurriría a la violen-
cia física. Filo, e n s u capacidad de comisario ejidal y comisario
municipal, tenía más acceso que David a las fuentes extracomuna-
les de poder y, como era más joven y fuerte, este último se sometió
dócilmente a las exigencias de aquél. David estaba verdaderamente
avergonzado y durante varios días no salió de s u casa.
Conclusiones
En este capítulo se describieron aspectos de la estructura y del
proceso de interacción, ajuste y alianza que existe entre los ejida-
tarios de S a n Antonio y las principales instituciones extracomuna-
les: l a pequefía propiedad privada, el gobierno municipal y el
Banco Agrario de Yucatán. En todos los casos presentados, se hizo
hincapié en las tácticas que adoptan los ejidatarios y en la forma
en que manipulan el dominio múltiple de poder para aumentar s u s
propias oportunidades de supervivencia, y en las modalidades que
adoptan al tratar con cada sector.
Dentro de la comunidad, los miembros se distinguen, discuten
y s e tratan como individuos con distintas cualidades y defectos.
Como queda demostrado en el análisis de la política de la candida-
t u r a , los individuos se perciben, ante todo, como mayas dentro de
u n a estrecha red de lazos sociales. Estos lazos incluyen extensos
vínculos de consanguinidad y parentesco por afinidad, que se
refuerzan y complementan mediante el mecanismo del pareritesco
ritual o compadrazgo, y s e incrementan con la amistad y la proxi-
midad del vecindario. La aversión personal normalmente está su-
Carlos R. Kirk 29 1
Sabían que la "palabra" del director del banco era u n arma podero-
sa para obtener el préstamo solicitado. El director, en sus declara-
ciones a ejidatarios y a la prensa, había insistido mucho en la
honradez, la verdad y la sinceridad en s u s tratos con los ejidata-
rios y con los yucatecos en general. Tinajero, director del banco,
quien comenzaba a formular la política de reestructuración del
banco, no tenía manera honorable de eludir la promesa hecha a
los ejidatarios delante de don Manuel, personaje prominente e
influyente de la sociedad yucateca.
Los ejidatarios han aceptado tácitamente una modalidad pater-
nalista de ajuste impuesta por el dueño de la pequeña propiedad.
Los esfuerzos para mejorar la producción del ejido benefician a
ambos: el dueño con la desfibración de las pencas de henequén, JT
los ejidatarios con l a s tareas adicionales autorizadas por el
Banagrario. Más importante aún es la ganancia material del ingre-
so derivado de la propiedad privada y la ayuda que brinda el
dueño, ya sea en forma de préstamo o de ayuda para beneficio de
la comunidad. Probablemente, después de los salarios recibidos, el
beneficio mayor fue la electrificación de las casas y el alumbrado
público de San h t o n i o . En sentido amplio, el ajuste entre el sec-
tor privado y el sector ejidal redunda en una especie de alianza
productiva que beneficia a los dos sectores. Aunque perduren los
patrones de interacción que recuerdan el paternalismo de la época
de las haciendas, apenas encubren las adaptaciones de los ejidata-
rios a los cambios ocurridos en el contexto institucional sobre-
puesto de esta comunidad ejidal.
2 2 d e o c t u b r e d e 1958. Al l e v a n t a r s e el mol d e
Tzontehuitz hacia las cuatro de la mañana de ese día, encon-
tró ante s u puerta un niño de unos diez años que parecía
aterrorizado. Lo hizo entrar en su casa y le dio atole para re-
confortarlo. El niño contó entonces que hacia las once de la
noche toda s u familia había sido masacrada y s u casa
quemada a n t e s u s ojos. Él habia podido escapar a los
asesinos escondiéndose detrás de una olla de maíz y huyen-
do después a través de los campos. Dio el nombre de los cul-
pables, a los que había reconocido: Manuel Díaz Kusket
(veinte años), su cuñado Domingo B. y un amigo de los pre-
cedentes, Domingo A.
El m01 pidió inmediatamente a los habitantes del paraje
que capturaran a esas tres personas; sorprendidas en s u s
casas, no ofrecieron resistencia alguna. Después, el mol fue
al lugar del crimen. En el emplazamiento de la casa de Pedro
Díaz Kusket no habia más que un montón de cenizas, entre
las que se encontraron algunos huesos medio calcinados:
eran los restos de las víctimas: Pedro Díaz Kusket (cincuenta
y seis años), su mujer Catarina Díaz Teltuk (cincuenta y cua-
tro a ñ o s ) , s u s hijos J u a n (quince años), Dominga (trece
años), Pascuala (nueve años), Rosa (cuatro años) y un infante
que por no haber sido bautizado carecía de nombre.
En Bohom, Manuel Díaz Kusket, el principal acusado,
explicó que, algunos meses antes, s u padre y s u madre
habían muerto de un mal extraño, con pocos días de interva-
lo. El 'ilol al que se había hecho venir declaró que un malefi-
cio había caído sobre ellos, pero que no podía descubrir al
culpable. Manuel fue entonces a Mitontic, donde vivía un 'ilol
famoso. Después de haber quemado los cirios y haber bebido
una botella de aguardiente, el 'ilol descubrió que la enfer-
medad que había provocado la muerte de los padres de
Manuel habia sido enviada por Pedro Díaz Kusket. Aconsejó
a Manuel que tuviera cuidado, porque Pedro preparaba otro
maleficio en contra suya, y Pedro tenía fama de ser él.mismo
u n 'ilol poderoso.
A s u regreso a Tzontehuitz, Manuel confió a su amigo
Domingo A. y a s u cuñado Domingo B., s u intención de
matar a Pedro para no reunirse con sus padres en la tumba.
Al principio, ambos le negaron s u colaboración. Después,
Domingo A. recibió cincuenta pesos, y Domingo B. aceptó
3 10 Autoridad y control social: el espíritu tzeltal-tzotzil
Hechicería
Hay personas en Larráinzar que son tenidas por servidoras de las
fuerzas del mal. Los que tienen relaciones con los dioses de la
muerte dejan de ser hijos de Dios porque s u espíritu pertenece al
pukuj. A cambio de hacer u n pacto para servir a las fuerzas del
mal, el brujo (ak' chamel, "el que arroja la enfermedad") recibe
conocimientos mágicos y poderes ocultos con los que daña a otros;
se transforma en u n facsímil humano del pukuj y, en adelante, las
actividades de ambos son complementarias.
Aunque los brujos sirven a las fuerzas del mal y h a n hecho u n
pacto con el pukuj, de hecho manejan a todas las diversas clases
de deidades. E n la misma oración invocan a varios dioses del
cielo, de la tierra, del mundo inferior y a los dioses del linaje y a
los ancestrales.
Se cree, generalmente, que las personas se transforman en bru-
jos por alguno de los siguientes métodos: algunos indios explican
que el pukuj seduce subrepticiamente a las mujeres dormidas y que
el resultado de estas uniones son los brujos por naturaleza. Otros
creen que el pukuj introduce secretamente algunas gotas de s u san-
gre e n las venas de los niños, y cuando éstos crecen se convierten
en brujos. Muchos tzotziles sostienen la opinión de que los niños,
destinados a convertirse en brujos, no comienzan a serlo sino hasta
la edad de trece años. A esa edad empiezan a dar varias pruebas de
s u poder; cuando están solos en las montañas toman una roca y
comienzan a rezar; si tienen u n poder sobrenatural, la roca se
rompe repentinamente en cuatro pedazos. Después de tener éxito
en la primera prueba, la segunda consiste en rezar frente a unos
pinos; si los árboles se secan rápidamente y mueren, el candidato
alcanza este nivel de poder y pasa entonces a la siguiente prueba,
3 12 Hechicería, nagualisrno y control social
puede suceder son los de una fiesta o los de la inevitable orgía que
sigue al mercado dominical en Larráinzar, pues es entonces cuan-
do la gente pierde s u habitual reserva con el alcohol y, por la
tarde, cuando la borrachera cunde, surgen peleas y pendencias de
toda clase. Nadie puede estar nunca seguro de quién es u n brujo
al que ocasionalmente pueda ofender en s u ebriedad y del que
pueda ser fácil víctima y ser infectado por el pos Zom colocado en
su aguardiente o en s u chicha.
Es bastante extendida la creencia de que los brujos arrojan ani-
males a s u s víctimas; estos animales pueden ser culebras, sapos,
ranas, gusanos, perros, puercos, ratas, lagartijas, armadillos o
marmotas, que son enviados mediante oraciones como la siguiente:
Trece diablos,
trece dioses de la muerte,
u n a culebra amarilla,
u n a culebra verde,
u n a vez las mando,
nueve veces las mando,
u n a culebra pintada,
nueve culebras pintadas,
u n a culebra de cuatro narices,
nueve culebras de cuatro narices,
u n a culebra de cola negra,
nueve culebras de cola negra,
u n a ponzoña,
nueve ponzoñas,
trece veces las llamo,
nueve veces las llamo,
u n a vez las preparo,
nueve veces las preparo,
u n a vez las arreglo,
nueve veces las arreglo,
para que s u s dolores
y s u s ardores
penetren nueve veces
en el cuerpo de fulano,
sagrado apóstol, patrón mío.*
* N. ed. Idern.
3 18 Hechicería, nagualismo y control social
Nagualismo
Las inseguridades e inquietudes de la vida tzotzil encuentran su
expresión en el nagualismo. De acuerdo con la creencia quiché
prehispánica (Goetz y Morley, 1950: n. 841, los ancianos que son
brujos aparecen ante s u s enemigos convertidos en diversos anima-
les o en fenómenos naturales. Para los indígenas, estas formas son
la representación de los brujos mismos o los fenómenos que ellos
controlan directamente. Los animales naguales más comunes son
el águila (ich'in), el zopilote rey (ua'kos), el colibrí (tsunun), el paja-
ro carpintero (ti'), dos tipos de búho (k'ush k'ush y shoch), el grillo,
la mariposa, la paloma y casi todos los tipos de animales domésti-
cos, como vacas, caballos, cabras, puercos, perros, etcétera.
Cualquier animal que aparece por la noche, y especialmente los
William R. Holland 3 19
Cortar la hora
La mas temible forma de la brujería practicada por los tzotziles se
conoce como "cortar la hora" (tuch'bil ora), cuyo resultado inevita-
ble es, según se cree, u n a muerte de lenta agonía. Cualquier lugar
privado es adecuado para la realización del ritual necesario; algu-
n a s veces se hace en casa y en presencia de la familia del hechice-
ro, pero éste debe mantener oculta s u identidad, pues, si s u vlcti-
m a descubre quién h a maldecido s u vida, puede matarlo para sal-
varse. Generalmente el ritual se lleva a cabo cuando el hechicero
está solo y bajo el manto de la noche para no ser descubierto; un
lugar oscuro en las montañas, la orilla de un río o el sendero más
frecuentado por la víctima, son los lugares usuales. Más comunes
a ú n son las supuestas moradas de los poderosos seres sobrenatu-
r a l e s -un charco, u n cementerio, u n a cueva o u n a montaña
sagrada-, y la gente que h a visto los restos de pequeñas velas de
colores ante las imágenes de los santos, piensa que el ritual se
realiza a ú n e n la iglesia del pueblo.
Los métodos usados para cortar la hora son muy variados; la
cantidad de velas y el tamaño de las mismas varían según las pre-
ferencias del brujo, las deidades que invoque y la prisa que tenga
e n alcanzar el efecto deseado. E n promedio, t r e s docenas de
pequeñas velas, la mitad de ellas cortadas en tres pedazos, se
emplean para este ritual; se usan casi siempre las de color blanco,
negro, verde, rojo y naranja, que simbolizan los colores de los dio-
s e s de la tierra, pero el hechicero generalmente trata de incluir
todos los colores del arco iris. Cuando las velas están cortadas y
listas, son cuidadosamente colocadas en hileras a lo largo de una
o dos tablas. El copal, el aguardiente y algunas ramas de pino son
necesarios para el ritual.
C u a n d o el b r u j o h a terminado de arreglar y de encender
todas las velas, comienza a rezar. Las velas blancas y el incienso
s o n ofrendas a los dioses del cielo; las velas de color represen-
t a n los distintos tipos de pos lom que el brujo pide que sean
enviados a la victima, ya sea aisladamente o todos juntos en el
arco iris. E n la oración, el brujo relata el daño que la victima le
hizo y pide a. los dioses del cielo, a los dioses de la tierra y de 10s
cuatro puntos cardinales, y a los dioses del linaje y ancestrales,
u n castigo para estas acciones. Si las velas s e consumen bien,
significa que la ofrenda h a sido aceptada por los dioses y que el
favor será concedido; cuando las velas se extinguen al final de la
ceremonia, el brujo suele enterrarlas como símbolo de s u s ene-
migos. Algunos llevan a ú n más lejos esta forma de magia simpá-
tica, sepultando u n poco de carne o u n mechón de cabello de la
persona o u n a prenda de s u vestido, completando así el rito al
incluir algo muy apegado a s u espíritu y a s u vida.
Caso tepehuano
E n u n poblado de esta índole, e n el mes de diciembre de 1984
s u c e d i ó u n hecho q u e requeriría de u n estudio especial: e n
Taxicaringa dos personas fueron sentenciadas por las autoridades
tradicionales indígenas a ser ahorcadas y, posteriormente, que-
m a d a s con leña verde por dedicarse a la brujería. A s u vez, el
Supremo Tribunal de Justicia del estado de Durango dictó auto de
formal prisión contra esas mismas autoridades tradicionales de la
comunidad por lo que desde s u perspectiva configuró el delito de
doble homicidio.
E n el intento de hacer justicia, varias son las alternativas que
ofrecen casos complicados como éste: la más expedita e s la marca-
d a por la prensa local en alguno de s u s comentarios cuando ocu-
rrió el incidente: "actuar con todo el rigor de la ley contra los
responsables de t a n bárbaro crimen, increíble en pleno siglo m".
Empero, el fanatismo que reveló ese periodismo caracterizado por
12 b ú s q u e d a feroz de l a noticia alarmante, a l exacerbar a la
opinión pública satanizando a u n pueblo, paradójicamente hace lo
mismo, sólo que mientras ese pueblo denominado "bárbaro" come-
tió el acto motivado por u n pensamiento mágico, el periodismo de-
sencadena la violencia por las altas divisas que el amarillismo pro-
Beatriz Escalante y Magdalena Gómez 337
Caso tepehuano
Santa María de Taxicaringa, Durango (Expediente 2 10/84)
Hechos
El 16 de diciembre de 1984, mediante asamblea convocada por el
señor Florentino Díaz Rangel, gobernador tradicional de S a n t a
María de Taxicaringa, s e acordó ahorcar y quemar con leña verde a
Alejandro Barraza Sosa y MatiIde Díaz Rangel, quienes supuestsi-
mente s e dedicaban a la práctica de la brujería. La decisión busca-
b a liberar de la hechicería a la comunidad tepehuana.
La resolución se tomó al hacer u n recuento de varias muertes
que en los últimos meses habían ocurrido, todas presentando sín-
tomas similares, a los que los médicos no encontraron explicación.
Con los mismos síntomas de los difuntos se encontraba una seño-
r a de la comunidad, de nombre María Padilla, quien días antes
había tomado u n café que le ofreció Matilde Díaz.
El 19 de diciembre de 1984 s e ejecutó la sentencia en los térmi-
nos acordados, con la participación de una docena de miembros de
la comunidad. Previamente, habían encerrado a Matilde Díaz e n
u n cuarto que usan como cárcel; horas antes, la llevaron frente a
l a enferma María, a n t e quien Matilde reconoció que la había
embrujado, y afirmó que sólo la podría curar Alejandro Barraza.
Esto apresuró la ejecución de la decisión tomada previamente.
Los hechos fueron denunciados e n la capital del estado de
Durango, por ello se enviaron policías para detener a los involucra-
dos. En total se aprehendieron a catorce miembros de la comu-
nidad, entre ellos al gobernador tradicional, Florentino Díaz Rangel.
Consignaciones
Fueron consignados Florentino Díaz [gobernador), Salvador Peña y
Nicolás de la Cruz (suplentes del gobernador, u bien, segundo y ter-
cer gobernadores), Fernando Barraza {que ejercía el cargo de "pasar
l a s órdenes del gobernador a los comuneros") y Plácido Díaz
Hernández (hijo del gobernador]. De las primeras declaraciones
resulta que fueron ellos quienes participaron de manera directa en
el ahorcamiento de Matilde y Alejandro.
Declaración preparatoria
A. El gobernador Florentino Díaz expreso que:
Comentarios
En este caso, el gobernador tepel-iuano consideró que eran las
autoridades de la comunidad quienes deberían asumir las conse-
cuencias de s u decisión. Esta posición llevó a que se liberaran,
"por falta de elementos", a nueve de los indígenas detenidos.
Es evidente que participó toda la comunidad. En las declara-
ciones iniciales hay continuas menciones a que "participaron
muchos más pero no. se recuerdan sus nombres". Al revisar la va-
riación de contenido respecto a la primera declaración, se observa
cómo "la realidad jurídica" impulsó sus normas y valores, a las
cuales se sometió el propio defensor del INr en el interés de atenuar
una probable penalidad a sus defensas.
La declaración de Plácido Díaz buscaba exonerarlo a él y a
Fernando, ya que en las primeras declaraciones s e dijo que
Alejandro Barraza estaba aún vivo cuzndo lo quemaron; es decir,
que el juez debería suponer que Alejandro murió a consecuencia
de las quemaduras y no por ahorcamiento.
En términos jurídicos, el caso no ofrecía mayores posibilidades
Beatriz Escalante y Magdalena G6rnez 343
para la defensa, por lo que se optó por hacer una campaña extraju-
dicial, a través de mesas redondas en las que especialistas en el
conocimiento de la cultura de los tepehuanos explicaron los hechos
a la opinion pública. En esta estrategia de la defensa se recurrió
incluso a la argumentación de que el tipo de sanción que apljcaron
los tepehuanos no está necesariamente ligada a que -como se
dijo- son ajenos a "la civilización", ejemplificando esto con el caso
de Estados Unidos, donde se utilizan la cámara de gases y la silla
eléctrica.
Resolución judicial
Se dictó sentencia condenando a los cinco tepehuanos a trece años
de cárcel (20 de junio de 1986). Fue apelada y ratificada en segun-
da instancia (15 de enero de 1987). Por gestiones del INI se obtu-
vieron dos indultos a favor de los indígenas sentenciados, se redujo
la pena y se hicieron trámites para que obtuvieran s u libertad pre-
liberacional (ésta se logró a principios de 1988), acudirán mensual-
mente a firmar al distrito de El Mezquital, cercano a s u comunidad.
Caso tasahumara
Rancheria de Santa Rita, Batopilas, Chihuahua (Expediente 8/82)
Hechos
La madrugada del 25 de octubre de 1981, Jesús Villegas se pre-
sentó en la casa de Marcela Villegas y Jacinto Torres, dio muerte a
Marcela utilizando una tabla de madera, y lesionó a Jacinto con
unas piedras. J e s ú s Villegas fue aprehendido u n día después por
familiares y vecinos de la ranchería, quienes Bo presentaron ante el
presidente seccional del municipio de Cerro Colorado (en funciones
de agentes del Ministerio Público).
La consignacion
El 13 de noviembre de 1981 fue remitido al juzgado penal de
Guachochi, donde se le instauró formal proceso. Dos hijas de las
víctimas dieron s u testimonio, asentando que s u s padres estaban
dormidos al momento de ser atacados. Ellas no presenciaron los
hechos, s e enteraron de los mismos, según dijeron, "por boca de
otras personas". Posteriormente, en careos con J e s ú s Villegas, sos-
tuvieron s u versión y agregaron que s u tío J e s ú s ya debía tres
muertes, por lo que pedían s u castigo.
J e s ú s Villegas modificó s u primera versión en la declaración
preparatoria diciendo "que él no mató a Marcela, que la dejó heri-
d a y que ella salió corriendo, que entonces se levantó el esposo
Jacinto Torres, que en la noche le cantaba que se iba a morir, que
el propio Jacinto fue quien privó de la vida a Marcelan. Según pala-
bras de J e s ú s Villegas, "no reconoció ni las piedras ni la tabla; la
que usó era más delgadaw.
Por s u parte, Jacinto Torres, esposo de la víctima, quien sufrió
lesiones, declaró: "Jesús Villegas cuenta puras mentiras, que él no
tiene nada de todo eso, y que eso de l a s raíces y de los pelos
negros son puras locuras, son imaginaciones de la misma locura y
que eso le resultó q raíz de u n a enfermedad de viruela que azotó la
ranchería y mató a doce o trece miembros de la familia de Jesús;
de ahí para adelante empezó la locuran (se corroboró que existió tal
epidemia de viruela).
La defensa
El proceso tuvo múltiples irreguiaridades. J e s ú s Villegas hablaba
muy p-oco español y no tuvo intérprete al realizar s u s declara-
ciones. El juez tardó más de tres años en dictar sentencia y lo hizo
porque al iniciarse el programa de defensoria jurídica del INI se
tuvo conocimiento del caso y se interpuso amparo contra el juez
Beatriz Escalante y Magdalena Garnez 345
La sentencia
Argumentos de los jueces de primera y segunda instancia en torno
al caso:
a) Se aceptó la validez del testimonio de las hijas de Marcela
Villegas, no obstante que no presenciaron los hechos y que
únicamente vieron las lesiones ocasionadas a s u padre e
identificaron el cadáver de s u madre.
b) No se reconoció validez a la versión distinta que Jesús Vi-
llegas dio en los careos y en la declaración preparatoria.
c) Calificaron de brutal ferocidad porque "el homicidio así
como las lesiones fueron producidas sin motivo que las
explique y con una saña tal que revelan en el sentenciado
u n profundo desprecio por la vida humana, ya que su ver-
sión de que los agredidos le hacían amenazas y hechizos
no se encuentra acreditada en manera alguna, y suponien-
do que así fuera, no es explicable la manera tan brutal en
que se cometió el homicidio, ya que la occisa quedó con la
cabeza destrozada y el lesionado muy grave. Además, es u n
indicio lo que dice Aniceta Torres: que s u tío debe como
tres muertes, y en ,el proceso consta que cometió u n homi-
cidio en 1954. De lo expuesto se deduce, como manifiesta
el representante social, que el sentenciado actuó con tal
cólera, furia y coraje que revela en él una personalidad
atávica y salvaje que pone de manifiesto un evidente des-
precio por la vida humana".
d) Pese a lo anterior, concluyeron que hay en el acusado "te-
mibilidad social mínima", porque consta que en 1954 fue
procesado por u n homicidio contra Felipe Mendoza. Han
transcurrido muchos años y por lo tanto ya no es reinci-
dente, argumentaron.
346 Homicidio por br$ería
Comentarios
Durante el tiempo de estancia en la cárcel, ,Jesús fue visto como
persona afectada mentalmente, pues se mantenía aislado, negáii-
dose a relacionarse con los demás. "Me muero sin ver la luz", era
s u frase recurrente. Se gestionó s u traslado a la capital del estado
de Chihuahua, para ser sometido a exámenes psicológicos. Quedó
en observación en u n a granja-hospital (en el área de enfermos
benignos), lugar donde permanece. Aparentemente, se ha recupe-
rado de s u s crisis nerviosas, por lo que se evaluó la posibilidad de
gestionar u n indulto para que regrese a s u comunidad. En la
misma se investigó cómo sería recibido Jesús, pero el resultado
fue desfavorable. Actualmente cuenta con setenta y ocho años de
edad, por lo que se ha preferido detenerlo en la granja-hospital,
mientras no sea reclamado por la cárcel de Guachochi.
Todo este cuadro no fue tomado en cuenta por los jueces al
emitir s u fallo, mucho menos lo fueron los factores culturales
específicos del indígena (el abogado del INI intentó referirse a ellos
sin lograr rebasar el ámbito de la declaración de pobreza, ignoran-
cia y atraso del indígena).
Llama la atención cómo, para el juez, habia "motivos" para matas
a Marcela Villegas; sin embargo, en su resolución dichos motivos no
fueron considerados para atenuar la sanción que impuso.
Caso zapoteco
Ranchería de San Pablo Lachiriega9Tlacolula, Oaxaca
(Expediente 381/86)
Hechos
La madrugada del 13 de octubre de 1986, Hipólito López López y
Andrés Martínez se presentaron en el domicilio que Margarita
López compartía con s u hijo de diez años, Aquileo López, en la
ranchería de San Pablo Lachiriega, y los mataron a machetazos.
Beatriz Escalante y Magdalena Gómez 347
Los occisos, según versiones del pueblo, habían sido amante e hijo
d e Hipólito López. Horas d e s p u é s , e s t e ultimo acudió a n t e el
agente municipal d e S a n Pablo Lachiriega, ofreciéndole dinero
p a r a que ordenara enterrar los cadáveres y no investigar. El agente
s e negó y en compañia de los vecinos de la ranchería detuvo a los
presuntos homicidas, los cuales fueron trasladados ante el sindico
municipal de S a n Pedro Quiatoni.
La consignación
El juez, al consignar a los acusados, manifestó que "llega a la
348 Homicidio por brujería
Comentarios
La continua presencia d e las autoridades (que si bien son munici-
pales, es evidente que son indigenas) expresa claramente el interés
de la ranchería de San Pablo Lachiriega e n que s e castigue a los
procesados. Por o t r a p a r t e , la mención sobre los golpes q u e
Hipólito López y Andrés Martínez recibieron al ser detenidos reafir-
ma la posición de la comunidad.
El INI no asumió la defensa de estos indigenas, por negativa
expresa de los mismos, pues argumentaron que pagarían u n abo-
gado. El proceso está próximo a concluir y todo indica que será
coincidente con la opinión de la comunidad en torno a la culpabili-
dad de los procesados.
Por otra parte, ek importante observar la mezcla de factores cul-
turales y prácticas que no son propias del medio indígena. Ejemplo
de ello es la corrupción que intentó Hipólito Lídpez hacia la autori-
dad indígena, así como el pago que hizo a s u cómplice. Sin embargo,
sigue planteado el problema sobre el papel que debe jugar el sistema
de creencias en brujerías, muy arraigado en algunas regiones. El ca-
so nos muestra también cómo las comunidades indigenas a ú n reac-
cionan y funcionan como entes colectivos, sin permanecer al margen
de hechós que atentan contra alguno de s u s miembros.
Presentacion
#
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9
Nota de la editora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1 í
>
Introduccion . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .13
Teresa Valdivia Dounce
Panorama histórico
Derecho consuetudinario indígena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .39
Magdalena Górnez
I
Exposición de casos
Delincuencia e n u n pueblo otomí . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..225
Carlos Basauri
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .349
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 369
.
/
Indice analítico
Usos y costumbres de la población indígena
de México. Fuentes para el estudio d e la
normativiclad (antología)s e terminó de
imprimir el mes de diciembre de 1994 en los
talleres de Multidiseño Gráfico, S. A., Oaxaca
1, S a n Jerónimo Aculco, México, D. F. El
tiraje consta de tres mil ejemplares.