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LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA: UNA PERSPECTIVA DESDE LA IGLESIA

NACIONAL PRESBITERIANA DE MEXICO Y EL REINO DE DIOS


Reflexiones desde la identidad reformada.

Por Cuauhtémoc Angulo Pineda*

Conceptos claves: Participación, Reino de Dios, INPM, Ciudadanía, Perspectiva.

La Iglesia Nacional Presbiteriana de Mexico y su perspectiva social

La Iglesia Nacional Presbiteriana de Mexico como toda entidad religiosa, ha pasado por etapas
teológicas en su historia, desde su fundación. Desde la llegada de los primeros misioneros
americanos, la iglesia estuvo enfocada hacia la necesidad espiritual y social de los mexicanos de ese
tiempo (1870´s), abarcando varias décadas hasta 1950´s aproximadamente. Desarrollaba el
trabajo misionero (fundando iglesias), evangelístico (predicando a Cristo con la Biblia), y de ayuda
social con las escuelas diarias (primarias, secundarias y técnicas), los dispensarios médicos y
hospitales (Hospital la Luz de Morelia) y la promoción de la temperancia (abstención de los vicios
como el alcohol, cigarro, etc.). Además, los presbiterianos estaban formados para estar involucrados
en la vida social y política, en el servicio y la función pública. Así se definía y funcionaba la Iglesia
Nacional Presbiteriana de México como una iglesia socialmente participativa. Su teología era
calvinista (Trinitaria) en esencia.

Con la llegada de la “segunda ola” de los misioneros americanos a México (1940´s), la teología
aceptada por la Iglesia Nacional Presbiteriana de México fue la fundamentalista y un poco más tarde
(1960-70´s) la teología “evangelicalista”, que promovían a la iglesia más cultocéntrica,
templocéntrica y separatista, es decir, más ensimismada y ausente de la vida social y política del
país. La Iglesia Nacional Presbiteriana de México “desapareció” de la vida social de México, como
promotora de cambios culturales, dejando de ser influencia en muchos niveles de la estructura
social sin presentar proyectos de profundidad estructural hacia la sociedad mexicana.

A lo más representativo que llegó socialmente la Iglesia Presbiteriana, fue a tener en el Gobierno
Federal y en la Secretaria de Educación Pública al Dr. Moisés Sáenz, quien como educador,
diplomático y político mexicano de origen regiomontano, realizó una destacada labor a favor del
indigenismo, y se le considera fundador del Sistema de Segunda Enseñanza en México (educación
secundaria).

Es entendible que los miembros de la Iglesia hemos asumido una “vida cristiana” fundada en las
teologías en turno. Inclusive, nuestra interpretación bíblica se ha enfocado solo a la “vida espiritual”
más templocéntrica, cultocéntrica, salvacionista y adoracionista, que a la vida espiritual que hace
impacto por su misión en el mundo.

Por muchas décadas ha sido una dinámica dualista (ser profesionista o ciudadano mexicano nada
tiene que ver con ser presbiteriano o cristiano en el mundo y viceversa). Esa idea teológica de “ser
cristiano” y no participar en el “mundo” con la visión y convicción misionera, (trabajo,
responsabilidades cívicas o comunitarias, fiestas, reuniones, diversiones, política, etc.) nos han
marcado como iglesia ausente en la vida social y política de Mexico. Todavía hasta hace poco años
seguimos creyendo que participar en la política o movimientos sociales es diabólico.
Sin embargo, nos quejamos de las condiciones en las que se encuentra moral, social, económica y
educativa y políticamente nuestro país, claro es una queja endémica también.

Pero, ¿Qué enseña Jesús de la “participación del cristiano” en el mundo, la sociedad y su


comunidad? En el evangelio de Juan capítulo 17:14 y siguientes, se encuentra lo que Jesús enseña:
“… porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15 No ruego que los quites del mundo, sino
que los guardes del mal. 16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17 Santifícalos en tu verdad:
tu palabra es verdad. 18 Como tú me enviaste al mundo, también los he enviado al mundo”

Primero, hay que entender en “Plan de Dios” en las Escrituras y su plan es establecer su Reino.
Establecer su Reino es la obediencia a su voz, como creador, rey y sustentador de la vida,
instituyendo en la vida humana, social y políticamente, su gobierno. En la experiencia del pueblo de
Israel, según enseña el Antiguo Testamento, esto fue parte del proceso, llamando a individuos,
instituyendo familias, tribus y por ultimo estableciendo una nación (que finalmente se alejó de los
propósitos del plan de Dios).

Pero también, es el mismo “Plan revelado en Jesucristo”, según nos enseña el Nuevo Testamento.
La Biblia no solo enseña de la “salvación del hombre”, sino también del establecimiento del Reino
de Dios por la acción de su pueblo escogido. El pueblo, la iglesia de Jesucristo, que convive en medio
de las naciones, en medio de una humanidad corrompida, en medio de comunidades y sociedades
civiles, sistemas y estados organizados, que desconociendo la voluntad de Dios, imponen sus propias
formas y agendas de gobierno, fuera de la voluntad de Dios, está llamado a implantar el Reino de
Dios en medio de esa situación y condición.

Segundo, la iglesia de Jesucristo, es decir, los creyentes que le han aceptado y han sido adheridos a
su cuerpo, tienen una agenda establecida por Jesucristo mismo. Establecer su Reino, según el
ejemplo dado por Él. Jesús, enseñó sobre el Reino, predicó del Reino, sanó por el Reino y liberó por
el Reino. La misión de la Iglesia cristiana es seguir el ejemplo de Jesús, PREDICAR, ENSEÑAR, SANAR
Y LIBERAR. En esta dinámica, establecida por Jesús el contenido de estas acciones son el amor, la
justicia, la equidad, la unidad y la paz.

Esta segunda noción de que la iglesia cumple su misión, implica una participación total, abierta,
individual, estructural, corporativa, en todas las esferas de la sociedad o de la comunidad, donde se
encuentra inmersa la iglesia de Cristo. La iglesia debe participar en las esferas de la sociedad, tales
como la educativa, religiosa, económica, política, científica, ecológica, etc.

Tercero, cada creyente debe estar preparado para toda buena obra (2 Tim. 3:16-17). Esta noción
paulina, de la formación del creyente fundamentado en las Escrituras, con un pensamiento
teocéntrico, direccionado por Cristo e impulsado por la inteligente obra del Espíritu Santo, es la
condición, básica espiritual y existencial de la participación del creyente en la sociedad.

Por otra parte, es importante entender el concepto de ciudadano y ciudadanía.

El adjetivo “ciudadano” describe a una persona inmersa por nacimiento y derecho, en una sociedad
o estado o ciudad, ejerciendo sus privilegios y obligaciones. Este ejercicio, social y político de sus
derechos están basados en la libertad que implica la convivencia para el bienestar (equidad, justicia,
igualdad, paz).
Ser ciudadano del Reino de Dios es tener una “ciudadanía en los cielos” (Fil. 3:20, politeuma en
ouranois), pues Jesús está en el cielo. Pero el “ciudadano del cielo”, el cristiano, mientras está en la
tierra, tiene un ejercicio que desempeñar como ciudadano político por parte del Reino de Cristo. La
ciudadanía, se refiere al comportamiento propio de un buen ciudadano (el que cumple con las leyes,
preceptos, procedimientos, obligaciones y tanto deberes como los privilegios).

Un ciudadano del Reino de Dios tiene presente la palabra de Cristo, la ley de Cristo, la misión de
Cristo. La identidad, aplicación y comportamiento de un buen ciudadano del Reino se observa en la
obediencia a la agenda establecida por Cristo (Luc. 9:2).

Los ciudadanos del Reino hacen la diferencia de los ciudadanos del estado mexicano. ¿Cuál es la
diferencia?

Los ciudadanos del Reino de Dios están identificados con los valores del Reino de Cristo (Mat. 5:1-
12), por encima de los valores de la cultura mexicana. Aunque la Constitución Política de los Estados
Unidos mexicanos, pronuncia y enarbola los principios de libertad, justicia, igualdad, en el espíritu y
letra en sus Artículos y Capítulos, etcétera; las formas están mediadas por el derecho individual en
la ciudadanía por nacimiento o naturalización.

La ciudadanía del Reino de Dios se adquiere a través de la obra mediadora y vicaria de Cristo quien
nos escoge, llama y redime (Efesios 1) y al reconocerlo como Rey, Señor y Salvador para ser
adoptados por Dios como hijos (Juan 1:12) y así entrar en su Reino. El apóstol Pablo escribe a los
cristianos diciendo que hemos adquirido la ciudadanía del Reino (Efesios 2:19).

La Iglesia Presbiteriana en la estructura de la sociedad mexicana.

La Iglesia presbiteriana está ubicada en el estrato social y legal como una “Asociación Religiosa”
jurisdiccionada a la Subsecretaria de Población, Migración y Asuntos Religiosos, regulada por la
leyes del Estado mexicano, y controlada por la Ley de Asociaciones Religiosas y culto Público y su
Reglamento. Como entidad se puede definir como “una asociación religiosa es aquella que se dedica
preponderantemente a la práctica, propagación o instrucción de una doctrina religiosa o de un
cuerpo de creencias religiosas, así como a la realización de actos de culto público religioso, inclusive
los celebrados en locales cerrados. (Arts. 7o., fracción I; 9o., fracción III, y 23, fracción III, Ley de
Asociaciones Religiosas y Culto Público).

Como tal, en la estructura social la iglesia tiene una función o un objeto, lo cual la misma ley le
permite y es “participar por si o asociadas con personas físicas o morales en la constitución,
administración, sostenimiento y funcionamiento de instituciones de asistencia privada, planteles
educativos e instituciones de salud, siempre que no persigan fines de lucro y sujetándose además
de a la presente, a las leyes que regulan esas materias” (Art. 9º, Frac. V, Ley de Asociaciones
Religiosas y Culto Público y su Reglamento). Por eso la participación de la Iglesia presbiteriana y de
sus miembros incluye no solo la participación como ciudadano en las distintas áreas laborales, de
gobierno o iniciativa privada, sino que además, la ley permite que la iglesia como “asociación
religiosa” pueda estructurar e instituir, formas organizadas de trabajo para cumplir con su objeto
(desde la perspectiva legal) o su misión (desde la perspectiva bíblica-teológica).

La Iglesia Nacional Presbiteriana, como institución Centenaria y Nacional, no ha creado, ni


organizado, ni instituido desde hace décadas, alguna forma de trabajo misional, que responda las
necesidades contextuales de la sociedad mexicana. La participación social como Institución,
organización o entidad empresarial (además de ser el cuerpo espiritual de Cristo), en ninguna de sus
formas o Cortes colegiales, como Iglesia local, Presbiterio, Sínodo, o Asamblea General, ha sido nula,
desde la perspectiva organizacional para hacer presencia en el espectro de las problemáticas
sociales actuales.

La mentalidad teológica de ser “iglesia espiritual” no ha rebasado el entendimiento de que además


de ser una iglesia espiritualmente definida como cuerpo de Cristo, es una fuerza humana
socialmente transformadora que puede y debe responder al llamado de los necesitados,
desprotegidos, ultrajados, abandonados, hambrientos, enfermos, marginados, desplazados, etc., e
inclusive, puede responder a la formación de cuadros vocacionales entre sus miembros que aspiren
a ejercer la vocación política, administrativa en las altas esferas de la organización social de nuestra
sociedad y gobierno.

Poe último, hay frases entre el lenguaje popular evangélico que se usan y que en realidad son de
relevancia bíblica, y que hemos escuchado con frecuencia y muchos lo han comprendido dado el
contexto actual de la iglesia: “Y te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola: y estarás encima
solamente, y no estarás debajo; cuando obedecieres a los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo
te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas” (Deut.28:13). Muchos refieren a este texto
señalando que la situación del país es resultado de la nula participación de la Iglesia en la
organización, dirección y administración en las esferas de gobierno.

Tiene cierto de sentido, pero históricamente, la Iglesia Nacional Presbiteriana ha dejado en el vacío
espacios de acción que antes eran foco de su misión y ministerio.

Urge una participación de todos para movilizar la iglesia al establecimiento del Reino!!

Urge una participación, intencionada, planeada, estructurada, estratégicamente articulada, no solo


como “actividad mensual” de la iglesia local, ni como reuniones presbiteriales de planeación
administrativa, ni cursos o congresos anuales de capacitación o motivación intraecelsiásticas!!

Urge hacer participar a los diáconos como servidores de la comunidad que rodea a la iglesia!!

Urge hacer participar a la juventud universitaria y Esforzadora de acuerdo a sus dones y profesiones
en el ministerio y la misión como iglesia presbiteriana hacia los más necesitados!!

Urge hacer participar a los médicos de nuestras iglesias en la integración y formación de clínicas en
zonas de extrema necesidad!!

Urge hacer participar a los abogados presbiterianos al complimiento de la misión por los que sufren
la injusticia

Urge hacer participar a los jóvenes con vocación política en las esferas de gobierno en todos los
niveles de la sociedad!!

Urge hacer participar a los maestros formando escuelas de todos los niveles y de alto nivel
académico!!

Urge hacer participar a las sociedades femeniles en el auxilio de las madres solteras y mujeres
maltratadas, explotadas!!
Urge participar haciendo que los niños de nuestra iglesia reciban atención y educación para ser
líderes, no solo los domingos de 10-11 de la mañana, sino todos los días en nuestras aulas que solo
usamos los domingos!!

Urge un liderazgo proactivo, visionario, empoderado que lleve a la Iglesia Nacional Presbiteriana a
mostrar el Reino de Dios en todas sus dimensiones en este país.

Solo a Dios la Gloria

*Pbro. Cuauhtémoc Angulo Pineda. Tabasqueño. Esforzador de toda la vida. Ha servido en los
distintos cuerpos eclesiásticos de la INPM. Fundador de la UNMI. Ha sido profesor del STPS de
Tabasco, profesor invitado del STPSP de Yucatán y profesor universitario. Autor de dos libros
históricos de la Iglesia Presbiteriana en Tabasco. Dedicado los últimos 10 año a la investigación en
la INPM. Actualmente inmerso en el estudio de la Teología Política.

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