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En un esfuerzo por lograr una mejor comprensión de la ética en nuestro mundo moderno, es
beneficioso dar un paso atrás y evaluar las circunstancias en las que se desarrollan las filosofías éticas y
cómo se relacionan con la práctica moderna de la psicología. En su libro Ética y psicología, la Sra. Alfaro
detalla el progreso de la ética y las virtudes morales desde la edad de los antiguos griegos hasta la era
moderna.
Es importante tener en cuenta que las filosofías éticas de un período de tiempo determinado están
vinculadas a los desafíos específicos que enfrenta una población en sus respectivas épocas y también que
cada principio ético sucesivo toma prestado de los demás que lo precedieron (Alfaro, 2012). Debido a
esto, podemos seguir la evolución de la ética y la moral occidentales y cómo las poblaciones se adaptan a
contribuciones de grandes mentes e ideas filosóficas, sentaron las bases de nuestra interpretación moderna
de la moral y la ética (Alfaro, 2012). Los sofistas, por ejemplo, estaban menos enfocados en comprender
el mundo natural que los rodeaba y, en cambio, estaban más interesados en las interacciones
interpersonales y el debate (Alfaro, 2012). Aunque Sócrates también se enfocaba en sí mismo, su filosofía
era distinta de la de los sofistas. Sócrates fue pionero en la doctrina conocida como racionalismo, cuyo
objetivo final era encontrar la felicidad significativa del alma, perseguir el conocimiento y resistir los
vicios (Alfaro, 2012). Según Sócrates, este fue el camino hacia una vida feliz, moral y buena (Alfaro,
2012). Platón, un estudiante de Sócrates, fue un pionero en su único derecho. Enseñó que las virtudes de
la razón, la voluntad y las necesidades corporales eran lo que se necesitaba para llevar una buena vida,
una que finalmente resulte en una vida de justicia (Alfaro, 2012). El enfoque de Platón era colectivo, e
incluía un enfoque de arriba hacia abajo que necesitaba la ayuda del Estado o de una comunidad política
(Alfaro, 2012). Así como Platón fue alumno de Sócrates, Aristóteles fue alumno de Platón (Alfaro, 2012).
Aristóteles también creía en el poder de la influencia política, pero fue más lejos al sugerir que el hombre,
como animal social y político, se adapta mejor a la vida dentro de una comunidad y que el hombre no
podía encontrar la verdadera felicidad viviendo una vida de aislamiento (Alfaro, 2012 ).
La filosofía griega dominó el mundo antiguo, pero luego fue superada durante y después de la
caída del Imperio Romano, después de que Constantino, emperador de Roma de 306 a 337, expandió
enormemente la influencia y los poderes del cristianismo (Artemi, 2014). Aunque el imperio había caído,
el poder de la iglesia creció, asegurando la unidad entre los fieles e introdujo nuevas formas de pensar
sobre el mundo. En lugar de buscar ser buenos para uno mismo, la ética religiosa enseñó que uno debe ser
bueno para vivir a imagen de Dios, proyectando prudencia, fortaleza, templanza y justicia, junto con la fe,
la esperanza y la caridad (Alfaro, 2012). Al ajustarse a estas virtudes, se creía que el espíritu de uno
dejaría atrás el dolor y la injusticia del mundo terrenal por la felicidad en el más allá (Alfaro, 2012). Lo
que es notable acerca de esta creencia es que todos los hombres eran iguales ante los ojos de Dios, lo que
significa que no importa cuál sea el estatus social de una persona, él o ella todavía podría alcanzar la
divinidad (Alfaro, 2012). Durante esta era, todo el poder estaba centralizado en la creencia en Dios y en el
poder de la Iglesia (Alfaro, 2012). A medida que el cristianismo continuó creciendo en poder e influencia,
los filósofos comenzaron a usar las enseñanzas del cristianismo para explicar el mundo que los rodeaba y
cómo tratar las inconsistencias teológicas (Alfaro, 2012). San Agustín (354-430) y, más tarde, Santo
Tomás de Aquino (1226-1274) fueron dos hombres importantes que moldearon la moralidad y la filosofía
durante esta era (Alfaro, 2012). San Agustín enseñó la reflexión interna y los valores de la voluntad y el
amor, mientras que Santo Tomás creyó que fue Dios quien en última instancia fue el proveedor de la
A medida que la influencia de la Iglesia disminuía a principios del siglo XVI, empezaron a surgir
nuevos conceptos de ética y moralidad (Alfaro, 2012). En lugar de ser bueno por el amor de Dios, estas
nuevas prácticas se fijaron en las ideologías antropocéntricas o centradas en el ser humano. Una nueva
sociedad estaba tomando forma (Alfaro, 2012). Esta nueva sociedad puso énfasis en valorar a la
época de ilustración en la que se hicieron grandes progresos en muchos campos (Kant, 2013). Aunque la
creencia en Dios todavía persistía, el cambio de poder de la Iglesia al hombre común tuvo profundos
efectos en lo que se creía bueno y moral (Alfaro, 2012). Las enseñanzas de Immanuel Kant reflejan las
opiniones del día. Kant creía que, en última instancia, era el hombre el responsable de su propio
conocimiento y moral, no la iglesia ni ninguna otra entidad divina (Alfaro, 2012). Kant estaba interesado
en descubrir el significado verdadero de lo que significaba ser bueno y enseñó que los actos de bondad,
buena voluntad y deber conducen al desarrollo de una persona moral (Alfaro, 2012). La doctrina de Kant
Referencias Bibliograficas
ALFARO, K. D. R. (2012). Ética y psicología. Red Tercer Milenio. ISBN 978-607-733-079-0. Primera
edición. México.
Artemi, E. (2014). Emperor Constantine and the theology of Christianity from onhis autocracy to the