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Denise Dresser: Gracias al PRI

Cada vez que Beatriz Paredes abre la boca es para vanagloriarse de lo que el PRI ha
hecho por México. Gracias al PRI hay estabilidad política, dice. Gracias al PRI no hay
polarización, insiste. Gracias al PRI el país no se ha hundido aún más ante el fracaso de
los panistas, repite. La lideresa recorre la República buscando palmadas en la espalda
mientras pide regresar al poder a un partido responsable de sus peores vicios. La priista
denuncia la ineficacia y la inexperiencia de diversos funcionarios panistas incapaces de
limpiar el tiradero que su partido dejó tras de sí. Hay mucho de paradójico en su
proceder porque existe otra lista de cosas vinculadas con el PRI que valdría la pena
recordar. Hay otras contribuciones por las cuales el electorado debería estar menos
agradecido. México arrastra un legado que no debería ser motivo de aplausos; México
carga con una herencia de la cual los priistas se distancian pero de la cual son
responsables.

Gracias al PRI, el narcotráfico infiltra al Estado y se enquista allí. A partir de la década


de los ochenta, el negocio de la droga comienza a crecer y lo hace con protección
política. Con la complicidad de miembros de la Policía Judicial Federal y de agentes de
la Dirección Federal de Seguridad. Con la colusión de gobernadores como Mario
Villanueva y otros dirigentes priistas de narcomunicipios y estados fronterizos. A lo
largo de los años, la estructura política del priismo provee un caparazón al crimen
organizado, que avanza no a pesar del gobierno, sino –en buena medida– gracias a él.
Cuando los panistas llegan a la Presidencia se encuentran un Estado rebasado, se
enfrentan a autoridades estatales cómplices, se topan con policías infiltradas, apelan a
procuradurías indolentes. Y, sin duda, tanto la administración de Vicente Fox como la
de Felipe Calderón no han encarado el reto de la mejor manera; el primero por omisión
y el segundo por falta de previsión. Pero lo innegable es que no son responsables del
problema: lo heredan. Hoy los priistas culpan al gobierno panista de aquello que ellos
mismos engendraron.

Gracias al PRI hay alguien como Joaquín Gamboa Pascoe y lo que representa. Líder
vitalicio, elegido –en un evento reciente– para liderar la central obrera hasta 2016.
Líder hasta la muerte, encumbrado después de una votación fast track y por aclamación.
Rodeado de mujeres bailando en biquini, meciéndose al son de las maracas y las
fanfarrias y las porras. Impasible ante los reclamos por los lujos que despliega y los
relojes que ostenta. Y, en esa misma reunión, Beatriz Paredes no alza la voz para
cuestionar las prácticas antidemocráticas del corporativismo, sino que niega su
existencia. Argumenta que México ha cambiado y que los trabajadores son libres y
merecen respeto, cuando lo ocurrido en ese evento es señal de la podredumbre de
siempre. La genuflexión de siempre. La alianza de siempre. El pacto de siempre. El
liderazgo del PRI ofrece prebendas a cambio de apoyo político. Tan es así que, sin
ningún rubor, Gamboa Pascoe sostiene que “hizo cuentas con Paredes” para
incrementar, en el próximo proceso electoral, el número de posiciones en el Congreso
de integrantes cetemistas. Así, el PRI ratifica su preferencia por las prácticas del
pleistoceno.

Gracias al PRI el gobierno se percibe como botín compartido. No hay frase que resuma
mejor esta visión que la atribuida a Carlos Hank González: “un político pobre es un
pobre político”. El PRI permite que quien llegue a algún puesto –desde hace décadas–
piense que está allí para enriquecerse. Para hacer negocios. Para firmar contratos. Para
embolsarse partidas secretas. Para otorgar concesiones y recibir algo a cambio. Sólo así
se explica la Colina del Perro construida por José López Portillo. Sólo así se explica la
fortuna acumulada en las cuentas suizas de Raúl Salinas de Gortari. Sólo así se entiende
el reloj de 70 mil dólares que porta Carlos Romero Deschamps. Sólo así se comprende
el guardarropa de Elba Esther Gordillo. Gracias al PRI gran parte de la población
considera que la corrupción es una conducta habitual y aceptable que acompaña a la
función pública.

Gracias al PRI la impunidad se vuelve una forma de vida. El PRI inaugura un sistema
para compartir el poder basado en la protección política a sus miembros, al margen de
las leyes que violan, los estudiantes que asesinan, los desfalcos que cometen, los robos
que encabezan, los desvíos que ordenan. La lista es larga y escandalosa: Gustavo Díaz
Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari, Raúl Salinas de
Gortari, Mario Marín, Arturo Montiel, Jorge Hank Rhon, Roberto Madrazo, Emilio
Gamboa, José Murat, Ulises Ruiz. Y para protegerse a sí mismos promulgan leyes a
modo, saltan de puesto en puesto, intimidan a periodistas, negocian amparos, compran
apoyos y corrompen jueces. Entonces no sorprende que en la lista de candidatos del PRI
se encuentren varios excolaboradores de Arturo Montiel –acusado de peculado y
enriquecimiento ilícito– encargados de exonerarlo.
Quizás Felipe Calderón entiende lo que el PRI le ha hecho al país y por ello exclama:
“Dios quiera y no regresen a la Presidencia”, como lo hizo en una reunión reciente. Pero
si eso ocurre, tanto él como su predecesor habrán producido ese desenlace al optar por
un “pacto de no agresión” desde hace ocho años. Al suponer que bastaría sacar al PRI
de Los Pinos sin modificar sustancialmente su modus operandi. El gran error del PAN
ha sido tratar de operar políticamente dentro de la estructura que el PRI creó, en vez de
romperla. El gran error del PAN ha sido creer que podría jugar mejor el juego diseñado
por el PRI, en vez de abocarse a cambiar sus reglas. El gran error ha sido emular a los
priistas en vez de rechazar la manera de hacer política que instauraron.

Por ello ahora que el PRI denuncia el fracaso del PAN, en cierta medida tiene razón.
Los aprendices son fustigados por los maestros experimentados. Los panistas han
fracasado en el intento de gobernar como lo hacían los priistas. Los panistas han
fracasado en su intento por adaptarse a las reglas de instituciones que el PRI torció. Los
panistas no han logrado pactar eficazmente con los narcotraficantes; no han logrado
comprar eficazmente a los líderes sindicales; no han logrado beneficiar eficazmente a
los grandes empresarios; no han logrado ocultar eficazmente los negocios que han
hecho en su paso por el poder; no han logrado combatir eficazmente la impunidad
porque también se volvieron cómplices de ella. Gracias al PRI el país padeció tantos
años de mal gobierno. Gracias al PAN es probable que la historia se repita.

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