Sei sulla pagina 1di 17

Biblia de los LXX

http://es.wikipedia.org/wiki/Septuaginta

http://ec.aciprensa.com/wiki/Versi%C3%B3n_de_los_Setenta

Aparte de los 22 libros del Antiguo Testamento hebreo, la Biblia en sdu


traducción de los LXX contiene unas 250 citas del Antiguo Testamento
empleadas en el Nuevo. De aquí viene su importancia para el texto
sagrado dfe los cristianos. Esta Biblia “Septuaginta” fue el texto utilizado
por las comunidades judías de todo el mundo antiguo más allá de Judea, y
luego por la iglesia cristiana primitiva, de habla y cultura griega. Junto con
la Biblia hebrea, constituye la base y la fuente del Antiguo Testamento de la
gran mayoría de las Biblias cristianas. De hecho, la partición, la
clasificación, el orden y los nombres de los libros del Viejo Testamento de
las Biblias cristianas (cristianas ortodoxas en Oriente, católicas y
protestantes en Occidente) no viene del Tanaj o Biblia hebrea, sino que
proviene de los códices judíos y cristianos de la Septuaginta.

El más significativo usuario de esta traducción griega de Alejandría puede ser


considerado Lucas, por ser de cultura griega y haberse movido junto a Pablo en
las comunidades de la diáspora, en las cuales se usaba el lenguaje griego,
incluso para leer y comentar los textos bíblicos

Que es la Biblia de los LXX

La septuaginta (a veces abreviada LXX) es el nombre dado a la traducción


griega de las Escrituras judías. Tuvo su origen en Alejandría, Egipto y fue ela
borada entre el 300 y el 200 aC. Usada ampliamente por los judíos helenísticos,
dispersados por el imperio, los cuales comenzaron a perder su idioma hebreo y
el arameo. El proceso de traducción del hebreo al griego le permitió a muchas
personas no judías echar una ojeada al judaísmo.

De acuerdo a un documento antiguo llamado La Carta de Aristeas, se cree


que entre 70 o 72 estudiosos judíos fueron comisionados durante el reino de
Ptolomeo Philadelphus para llevar a cabo esta traducción.
Influencia en el Cristianismo

La Septuaginta fue también un recurso del Antiguo Testamento para los


cristianos de los primeros siglos después de Cristo. Muchos cristianos
primitivos hablaban y escribían griego, por tanto se dejaban llevar por la
Septuaginta para la mayor parte de su entendimiento del Antiguo Testamento.

El Nuevo Testamento también fue influenciado por la Septuaginta ya que la


mayor parte de las citas del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento son
citas directas de la Septuaginta (también hay algunas citas de los textos
hebreos). Los padres griegos de la iglesia cristiana también son conocidos por
citar la Septuaginta. Hoy día, la Iglesia Ortodoxa Oriental también basa sus
enseñazas del Antiguo Testamento en la Septuaginta. Algunas traducciones
modernas de la Biblia usan la Septuaginta junto a textos hebreos como su
recurso.

¿Qué contiene?

Contiene los 39 libros del canón del Antiguo Testamento así como algunos
libros apócrifos. El término “Apócrifos” fue acuñado por el estudioso de la Biblia
del siglo quinto, Jerome, y generalmente se refiere a un grupo de antiguas
escrituras judías escritas durante el período del último libro de las Escrituras
Judías, Malaquías, y la llegada de Jesús Cristo. Los libros apócrifos incluyen a
Judith, Tobit, Baruc, Sirac (o Eclesiástico), la Sabiduría de Salomón, 1 y 2 de
Macabeos, los dos libros de Esdras, fragmentos del libro de Ester, y otros del
libro de Daniel y la Oración de Manases.

Los textos apócrifos fueron incluidos en la septuaginta por motivos


históricos y culturales pero no han sido reconocidos como canóniocos
(inspirados por Dios) por los judíos ortodoxos o los cristianos protestantes.
Muchos maestros de la reforma hacen notar que los escritores del Nuevo
Testamento nunca citan los libros Apócrifos y que nunca fueron considerados
parte de la escritura canónica judía. Sin embargo, los Católicos Romanos y las
iglesias Ortodoxas incluyen esos Apócrifos en su Biblia (con la excepción de los
dos posteriores de Esdras y la Oración de Manases)

También en este caso se discute cuál era la verdadera opinión de Orígenes


sobre el tema. Muchos consideran válidas las conclusiones defensivas de J.
RUWET, Les «antilegomena» dans les oeuvres d’Origène, Bib 23 (1942) 18-42; 24
(1943) 18-58; IDEM, Les apocryphes dans les oeuvres d’Origène, Bib 25 (1944)
143-166; 311-334. Alguna observación crítica a Ruwet se encuentra en el estudio
de E. JUNOD, La formation, 116-124. Ambos autores sostienen que Orígenes
siguió una doble vía: el canon amplio en las discusiones teológicas y el canon
hebreo en las polémicas con los judíos.

Importancia Histórica de Los Setenta

La importancia de la Versión de los Setenta se muestra en las siguientes


consideraciones:

1. Los Setenta es la más antigua traducción del Antiguo Testamento y por


consiguiente de valor incalculable para los críticos para entender y corregir el
texto hebreo (llamado Masora), tal como nos ha llegado, siendo el texto
establecido por los masoretas en el siglo VI d.C. Muchas corrupciones textuales,
adiciones, omisiones o transposiciones deben haberse introducido en el texto
hebreo entre los siglos III y II a. C. y los siglos VI y VII de nuestra era; por
consiguiente, los manuscritos de que dispusieron los Setenta pueden haber sido
mejores que los manuscritos masoréticos.

2. La Versión de los Setenta fue aceptada primero por los judíos de Alejandría
y después por todos los países de habla griega, y ayudó a extender entre los
gentiles la idea de la expectación del Mesías y a introducir en el griego la
terminología teológica que lo convirtió en el mejor instrumento para la
propagación del Evangelio de Cristo.

3. Los judíos la usaron mucho tiempo antes de la era cristiana y en tiempos de


Cristo era reconocida como un texto legítimo, empleado en Palestina por los
rabinos. Los Apóstoles y los Evangelistas también la usaron y hasta tomaron
prestadas citas del Antiguo Testamento, especialmente relacionadas con las
profecías. Los Padres y otros escritores eclesiásticos de la Iglesia primitiva la
aprovecharon ya directamente, como en el caso del los Padres Griegos o
indirectamente como los Padres Latinos y escritores que empleaban las
versiones latinas, siríacas, etíopes, árabes y góticas. Todos la tenían en gran
estima y algunos hasta la consideraban inspirada. Por lo tanto, el conocimiento
de la Versión de los Setenta ayuda a perfeccionar el entendimiento de estas
literaturas.

4. Actualmente, los Setenta es el texto oficial en la Iglesia Griega y las antiguas


versiones latinas usadas en la iglesia occidental se hicieron a partir de ella. La
traducción más antigua adoptada en la Iglesia Latina, la Vetus Itala, salió
directamente de los Setenta: los significados que se adoptaron en ella, los
nombres griegos y las palabras empleadas (tales como Génesis, Éxodo,
Levítico, Números [Arithmoi], Deuteronomio) y finalmente la pronunciación dada
al texto hebreo, pasó muy frecuentemente a la Itala y desde ella, a veces, a la
Vulgata, que da algunos signos de la influencia de la Vetus Itala, especialmente
en los Salmos, ya que la traducción de la Vulgata es simplemente la Vetus Itala
corregida por San Jerónimo de acuerdo con el texto hexaplar de los Setenta.

Origen de la Versión de los Setenta

Según la Tradición

La Versión de los Setenta se menciona por primera vez en una carta de


Aristeas a su hermano Filócrates. En sustancia, esto es lo que se lee sobre el
origen de la versión: Ptolomeo II Filadelfo, rey de Egipto (287-47 a. C.) había
establecido recientemente una valiosa biblioteca en Alejandría.
Demetrio de Falaro, bibliotecario principal, lo convenció de que la enriqueciera
con una copia del libro sagrado de los hebreos. Para ganarse el favor de esta
gente, por consejo de Aristeas, un oficial de la guardia real, egipcio de
nacimiento y pagano de religión, Ptolomeo emancipó a cien mil esclavos en
diferentes partes de su reino. Luego envió delegados a Jerusalén, entre los que
estaba Aristeas, para pedir a Eleazar, sumo sacerdote judío, que le proveyera
con una copia de la ley y judíos capaces de traducirla al griego. La embajada
tuvo éxito, pues se le envió una copia de la Ley ricamente ornamentada y
setenta y dos israelitas, seis de cada tribu, encargados de ir a Egipto a realizar la
voluntad del rey.
Fueron recibidos con gran honor y durante siete días asombraron a todos por
la sabiduría que mostraron al contestar setenta y dos preguntas que se les
hicieron. A continuación fueron llevados a la solitaria isla de Faros donde
comenzaron su labor de traducir la Ley, ayudándose unos a otros y comparando
las traducciones a medida que las iban terminando. Al final de setenta y dos días
el trabajo estaba completado.
La traducción se leyó en presencia de los sacerdotes judíos, príncipes y de la
gente reunida en Alejandría, quienes reconocieron y alabaron su perfecta
conformidad con el original hebreo. El rey quedó muy complacido con el trabajo
y lo entregó a la biblioteca.

A pesar de su carácter legendario, el relato de Aristeas logró ganar crédito;


Aristóbulo (170-50 a.C.), en un pasaje conservado por Eusebio de Cesarea, dice
que “por el esfuerzo de Demetrio y de Falero se realizó una traducción completa
de la legislación judía en los días de Ptolomeo”. Flavio Josefo (Ant. Jud., XII, ll)
repite casi literalmente la historia de Aristeas y también Filo Judeo de Alejandría
(De Vita Moysis, II, VI) sustancialmente, aunque con la omisión del nombre de
Aristeas.

Muchos Padres y escritores eclesiásticos aceptaron como genuinas la carta y


la historia hasta principios del siglo XVI. Y para enfatizar el extraordinario origen
de la versión, se fueron añadiendo detalles al relato de Aristeas”. Los setenta y
dos intérpretes fueron inspirados por Dios (Tertuliano, San Agustín, el autor de
"Cohortatio ad Graecos" [¿San Justino?], y otros); al traducir ninguno consultó
con los otros, porque habían sido encerrados en distintas celdas, ya solos ya de
dos en dos, y cuando sus traducciones se compararon se vio que coincidían con
el texto original y unos con otros en el sentido y en las expresiones empleadas
(Cohortatio ad Graecos, San Ireneo, Clemente de Alejandría).
San Jerónimo rechazó la historia de las celdas como fabulosa y no verdadera
("Praef. in Pentateuchum";"Adv. Rufinum", II, XXV) y otro tanto respecto a la
supuesta inspiración de los Setenta.
Finalmente los setenta y dos intérpretes tradujeron no sólo los cinco libros del
Pentateuco sino todo el Antiguo Testamento hebreo. Hoy día se niega
universalmente la autenticidad de la carta, que fue puesta en duda por primera
vez por Luis Vives (1492-1540), profesor en Lovaina (Ad S. August. Civ. Dei, XVIII,
XLII), después por J. Scaliger (m. 1609), y especialmente por H. Hody (m. 1705) y
Dupin (m.1719).

Crítica

(1) La carta de Aristeas es ciertamente apócrifa. El escritor que se llama a sí


mismo Aristeas y dice que es un griego pagano muestra en todo su trabajo que
es un judío piadoso y celoso que reconoce al Dios de los judíos como el único
verdadero, que declara que Dios es el autor de la legislación mosaica.
Es un entusiasta admirador del Templo de Jerusalén, de la tierra de los judíos
y de su gente, de sus sagradas leyes y de sus sabios.

(2) El relato de la carta ha de ser considerado como fabuloso y legendario, al


menos en algunas de sus partes. Algunos de los detalles, tales como la
intervención oficial del rey y del sumo sacerdote, el número de 72 traductores,
las 72 preguntas que tuvieron que responder, los 72 días que les costó realizar el
trabajo, claramente son afirmaciones arbitrarias; además, es difícil admitir que
los judíos alejandrinos aceptaran para su culto público una versión de la Ley,
hecha a petición de un rey pagano.

Por último, el mismo lenguaje de la versión de los Setenta demuestra en


algunos lugares un conocimiento imperfecto tanto del griego como del hebreo y
de la topografía de Palestina y corresponde más estrechamente con el idioma
vulgar de Alejandría. Sin embargo, no es cierto que todo lo contenido en la carta
sea legendario y los estudiosos se preguntan si no hay un fundamento histórico
bajo los detalles legendarios. De hecho es probable---como parece por el
carácter peculiar del idioma, así como por lo que sabemos del origen e historia
de la versión---que el Pentateuco fue traducido en Alejandría.

Parece también verdad que data de tiempo de Ptolomeo Filadelfo y por


consiguiente de mediados del siglo III a.C. Porque si, como se cree
normalmente, la carta de Aristeas se escribió alrededor del 200 a.C. cincuenta
años tras la muerte de Filadelfo y con la intención de incrementar la autoridad de
la versión griega de la Ley, ¿hubiera sido aceptada tan fácilmente y extendida
por todas partes si hubiera sido ficticia y si el tiempo de la composición no
coincidiera con la realidad? Más aún, es posible que Ptolomeo tuviera algo que
ver con la preparación o la publicación de la traducción, aunque no podamos
determinar cómo ni por qué. ¿Fue para el propósito de enriquecer la biblioteca
como dice el Pseudo–Aristeas? Esto es posible, pero no probado, como se
mostrará abajo y podemos muy dar cuenta del origen de la versión
independientemente del rey.

(3) Los pocos detalles que se han añadido al relato de Aristeas con el correr
del tiempo no pueden ser aceptados; tal como la historia de las celdas (San
Jerónimo la rechaza explícitamente), la inspiración de los traductores, una
opinión basada en la leyenda de las celdas, el número de traductores, setenta y
dos, (ver abajo), la afirmación de que se tradujeron todos los libros hebreos al
mismo tiempo. Aristeas habla de la traducción de la Ley (nomos), de la
legislación (nomothesia), de los libros del legislador; ahora bien, estas
expresiones, especialmente las dos últimas, ciertamente significan el
Pentateuco, excluyendo otros libros del Antiguo Testamento.

San Jerónimo (Comment. in Mich.) dice: “Josefo escribe y los hebreos nos
informan que sólo los cinco libros de Moisés fueron traducidos por ellos
(setenta y dos) y entregados al rey Ptolomeo”. Además, las versiones de los
varios libros del Antiguo Testamento difieren tanto en vocabulario, estilo, forma
y carácter, a veces libre a veces extremadamente literal, que no pueden ser la
obra de los mismos traductores. Sin embargo, a pesar de estas divergencias el
nombre de Versión de los Setenta se aplica universalmente a la colección
completa de los libros del Antiguo Testamento de la Biblia Griega adoptada por
la Iglesia Oriental.
Origen según la Opinión Comúnmente Aceptada

Respecto al Pentateuco, el siguiente punto de vista parece plausible y es


aceptado comúnmente en líneas generales: los judíos de los dos últimos siglos
a.C. eran tan numerosos en Egipto, especialmente en Alejandría, que en un
momento dado llegaron a ser dos quintos de toda la población.

Poco a poco la mayoría dejó de usar y hasta olvidaron en gran parte el idioma
hebreo y corrían el peligro de olvidar la Ley. Por ello se convirtió en una
costumbre interpretar en griego la ley que se leía en las sinagogas y era muy
natural que después de algún tiempo, algunos hombres celosos de la ley
tomaran la iniciativa de compilar una traducción griega del Pentateuco. Esto
sucedió a mediados del siglo III a.C.

Respecto a los otros libros hebreos---proféticos e históricos---era natural que


los judíos alejandrinos, que ya usaban el Pentateuco traducido al griego en sus
reuniones litúrgicas, deseasen leer los libros restantes y poco a poco hacer que
se tradujeran al griego, que se había convertido en su idioma materno. Y esto es
mucho más probable puesto que cada día disminuía su conocimiento del
hebreo. No es posible determinar con precisión el momento o la ocasión en la
que se hicieron las distintas traducciones, pero es cierto que la ley y los
Profetas, y al menos parte de otros libros, es decir, las hagiografías, existían en
griego antes del año 130 a.C., como aparece en el prólogo del Eclesiástico, que
no es posterior a ese año. También es difícil decir donde se hicieron las
diferentes traducciones, ya que los datos son tan escasos, pero a juzgar por las
palabras y expresiones egipcias que aparecen en la versión, la mayoría de los
libros deben haber sido traducidos en Egipto, y muy probablemente en
Alejandría. Sin embargo, Ester fue traducido en Jerusalén (XI, I).

¿Quienes y cuántos fueron los traductores? ¿Hay algún fundamento para el


número 70 ó 72, como cuenta la leyenda (Brassac-Vigouroux, n. 105)? Parece
imposible decidir claramente. Los talmudistas nos dicen que fueron cinco
(Sopherim, c. I.). La Historia no nos da detalles, pero un examen del texto
muestra que en general los autores no fueron judíos palestinos llamados a
Egipto; y diferencias de terminología, método etc. prueban claramente que los
traductores no fueron los mismos para los diferentes libros. Es imposible decir
si el trabajo fue ejecutado por encargo oficial o fue una iniciativa privada, como
parece ser el caso del Eclesiástico, pero los diferentes libros traducidos fueron
pronto puestos juntos---el traductor del Eclesiástico conocía la colección---y
fueron recibidos como oficiales por los judíos greco parlntes.
Historia posterior

Recensiones: La versión griega, conocida como Los Setenta, bien acogida por
los judíos de Alejandría, se extendió rápidamente por los países de habla griega,
fue utilizada por diferentes escritores y suplantó al texto original en los servicios
litúrgicos. Filón de Alejandría la usó en sus escritos y consideró a los
traductores como profetas inspirados. Finalmente, fue recibida hasta por los
judíos de Palestina y fue empleada notablemente por Flavio Josefo, el
historiador palestino judío. Sabemos también que los escritores del Nuevo
Testamento hicieron uso de ella, tomando de ella la mayoría de sus citas.

Se convirtió en el Antiguo Testamento de la Iglesia y se la tenían en tan alta


estima por los primitivos cristianos que muchos escritores y Padres declararon
que era inspirada. Los cristianos habían recurrido a ella constantemente en sus
controversias con los judíos, que pronto reconocieron sus imperfecciones, y
finalmente la rechazaron a favor del texto hebreo o de traducciones más literales
(Aquila, Teodoción)..

Correcciones críticas de Orígenes, Luciano y Hesiquio: Debido a su difusión


sólo entre los judíos helenizantes y los primeros cristianos, las copias de Los
Setenta se multiplicaron; y como era de esperar, se colaron muchos cambios
deliberados o involuntarios. Se sentía la necesidad de restaurar el texto en lo
posible a su prístina pureza.

La siguiente es una relación de esos intentos de corrección:

A. Orígenes reprodujo el texto de los Setenta en la quinta columna de su


Hexapla, marcando con obeliscos los textos que ocurrían en los Setenta que no
estaban en el original; y añadía según la versión de Teodoción, y distinguía con
asteriscos y “metobeliscos” los textos del original que no estaban en los
Setenta adoptando de las variantes de la versión griega los textos que eran más
cercanos al hebreo; y finalmente trasponiendo el texto allí donde el orden de los
Setenta no correspondía con el orden del hebreo. Su recensión, copiada por
Pánfilo y Eusebio se llama hexaplar, para distinguirla de la previamente
empleada y que se llama común, Vulgata, koiné o ante- hexaplar. Fue adoptada
en Palestina.

B. San Luciano, sacerdote de Antioquia y mártir, a principios del siglo IV,


publicó una edición corregida de acuerdo con el hebreo, que retuvo el nombre
de koiné, edición vulgata y a veces llamada Loukianos por su autor. En tiempos
de San Jerónimo se utilizaba en Constantinopla y Antioquía.

C. Finalmente Hesiquio de Alejandría, un obispo egipcio, publicó por el mismo


tiempo una nueva recensión empleada principalmente en Egipto
Manuscritos: Los tres más famosos manuscritos conocidos de los Setenta son
el Códice Vaticano (siglo IV), el Códice Alejandrino (siglo V), ahora en el Museo
Británico de Londres, y el Códice Sinaítico (siglo IV) encontrado por Tischendorf
en el convento de Santa Catalina en el Monte Sinaí en 1844 y 1849, y que ahora
está parte en Leipzig y parte en San Petersburgo. Todos ellos escritos en
unciales.

El Códice Vaticano es el más puro de los tres; generalmente da el texto más


antiguo, mientras que el Códice Alejandrino toma prestado mucho del texto
hexaplar y está cambiado siguiendo el texto masorético (Al Códice Vaticano se
le asigna la letra B, al Alejandrino la A y al Sinaítico la primera letra del alfabeto
hebreo Alef o la S). La Biblioteca Nacional de París posee también un importante
manuscrito palimpsesto de los Setenta, el Códice Efrén Rescripto (designado
con la letra C), y dos manuscritos de menos valor (64 y 114), en cursivas, uno
perteneciente al siglo X u XI y el otro al XIII (Bacuez y Vigouroux, 12da ed., n.
109).

Ediciones Impresas: Todas las ediciones impresas de los Setenta se derivan de


las tres recensiones mencionadas arriba

- La editio princeps es la complutense o de Alcalá. Fue impresa en 1514-18 del


texto hexaplar de Orígenes y no fue publicada hasta que apareció en la Biblia
Políglota del cardenal Jiménez de Cisneros en 1520.

- La Edición Aldina (comenzada por Aldo Manucio) apareció en Venecia en


1518. El texto es más puro que el de la edición Complutense y está más cercano
al Códice B. El editor dice que cotejó manuscritos antiguos pero no los
especifica. Se ha reimpreso varias veces.

- La edición más importante es la Romana o Sixtina que reproduce el Códice


Vaticano casi exclusivamente. Se publicó bajo la dirección del cardenal Caraffa
con la ayuda de varios hombres de letras en 1586, por la autoridad de Sixto V,
para asistir a los que estaban revisando que preparaban una edición de la
Vulgata latina ordenada por el Concilio de Trento. Se ha convertido en el textus
receptus del Antiguo Testamento Griego y ha tenido muchas nuevas ediciones,
como la de Holmes y Pearsons (Oxford, 1798-1827), las siete ediciones de
Tischendorf que aparecieron en Leipzig entre 1850 y 1887, las dos últimas
publicadas tras la muerte del autor y revisadas por Nestle, las cuatro ediciones
de Swete (Cambridge, 1887-95, 1901, 1909), etc.

- La edición de Grabe fue publicada en Oxford, de 1707 a 1720, y reproducía


imperfectamente el Códice Alejandrino de Londres. Para las ediciones parciales
ver Vigouroux, "Dicc. de la Biblia", 1643 ss.
Valor Crítico y Lenguaje

Valor Crítico: La Versión de los Setenta, mientras que daba exactamente tanto
en la forma como en la sustancia el verdadero sentido de los Libros Sagrados,
difiere considerablemente de nuestro texto hebreo actual. Estas discrepancias,
sin embargo, no son de gran importancia y son sólo cuestión de interpretación.
Pueden clasificarse así: Algunas resultan de los traductores que tenían a su
disposición recensiones hebreas que diferían de las que eran conocidas por los
Masoretas. Algunas veces los textos variaban, otras eran idénticos, pero leídos
en diferente orden. Otras diferencias se deben a los mismos traductores, por no
hablar de la influencia ejercida sobre su trabajo por sus métodos de
interpretación, las dificultades inherentes al trabajo, su mayor o menor
conocimiento del griego y del hebreo, de vez en cuando traducían de forma
diferente de los Masoretas, porque leían los textos de forma diferente, lo que era
natural ya que el hebreo, escrito en caracteres cuadrados y con ciertas
consonantes que eran iguales en la forma, era fácil confundirlas ocasionalmente
y por ello dar una traducción errónea; más aún, como el texto hebreo se escribía
sin espacios entre las palabras, podían fácilmente cometer un error en la
separación de las palabras; y finalmente, el texto hebreo que tenían a su
disposición no llevaba vocales y podían poner vocales diferentes de las que
después usaron los Masoretas.
Es más, no debemos pensar que tenemos actualmente el texto griego tal como
fue escrito por los traductores; las frecuentes transcripciones durante los
primeros siglos, de la misma forma que las correcciones y ediciones de
Orígenes, Luciano y Hesiquio, perjudicaron la pureza del texto. Voluntaria o
involuntariamente los copistas permitieron que muchas corruptelas textuales,
transposiciones, adiciones y omisiones se colaran en el texto primitivo de los
Setenta. En particular podemos notar la adición de pasajes paralelos, notas
explicativas o traducciones dobles causadas por notas al margen. Sobre esto,
consultar Dicc. de la Biblia, art. cit. y Swete, "Introducción al Antiguo Testamento
en Griego".

Lenguaje: Todos admiten que la versión de los Setenta se hizo en griego


popular, el “koine dislektos”. ¿Pero es el griego de Antiguo Testamento un
idioma especial? Muchas autoridades así lo afirman, aunque estén en
desacuerdo respecto a su carácter real. El "Dict. de la Bible", s.v. Grec biblique,
afirma que era “el griego hebraizante hablado por la comunidad judía de
Alejandría”, el griego popular de Alejandría “con una gran mezcla de
hebraicismos”, El mismo diccionario, s.v. Septante, menciona la más reciente
opinión de Deissmann que el griego de los Setenta es meramente el griego
ordinario vernáculo, el puro koiné de su tiempo. Deissmann basa su teoría en el
perfecto parecido del idioma de los Setenta y el de los papiros e inscripciones
de la misma época; cree que las peculiaridades sintácticas de los Setenta, que al
principio parecen favorecer la teoría del idioma especial, un griego hebraizante,
se explican suficientemente por el hecho de que los Setenta son una traducción
de libros hebreos

Añadir a quitar desde aqui

La Biblia griega, comúnmente llamada Biblia Septuaginta o Biblia de los


Setenta, y generalmente abreviada simplemente LXX, fue traducida de textos
hebreos y arameos más antiguos que las posteriores series de ediciones que
siglos más tarde fueron asentadas en la forma actual del texto hebreo-arameo
del Tanaj o Biblia hebrea. Representa una síntesis en que se subraya el
monoteísmo judío e israelita, así como el carácter universalista de su ética. 1

Etimología

El nombre de Septuaginta, se debe a que solía redondearse a 70 el número


total de sus 72 presuntos traductores. La Carta de Aristeas presenta como un
hecho histórico una antigua versión de acuerdo con la cual, por instrucciones
de Ptolomeo II Filadelfo (284-246 a.C.), monarca griego de Egipto, 72 sabios
judíos enviados por el Sumo sacerdote de Jerusalén, trabajaron por separado
en la traducción de los textos sagrados del pueblo judío. Según la misma
leyenda, la comparación del trabajo de todos reveló que los sabios habían
coincidido en su trabajo de forma milagrosa.
Sin embargo, al presente sabemos que uno de los criterios de autoridad más
frecuentemente implementados en esos contextos histórico-geográficos,
consistía en atribuir a los textos sagrados algún supuesto origen que se pudiera
remontar a hechos extraordinarios. Aunque en general se trataba de textos
vertidos de lenguas semíticas, (hebreo y arameo), algunos de estos escritos
fueron redactados de forma originaria en lengua griega. 3

En general se piensa que la LXX habría sido formada con el objetivo de cultivar
la fe de las comunidades de israelitas piadosos que vivían en la Diáspora, y
que se comunicaban en la lengua griega común (koiné). En aquella época,
residía en Alejandría una muy nutrida y numerosa comunidad de inmigrantes
hebreos. Sin embargo, dado que la orden habría provenido del rey Ptolomeo II
Filadelfo, también es probable que el fin de la misma fuera proveer a la
Biblioteca de Alejandría de una versión griega de los textos sagrados hebreos.

Para su formación, la mayoría de los escritos sagrados judíos debieron ser


vertidos de sus originales hebreos y arameos al griego. Su traducción inició en
el Siglo III a.C. (c. 280 a.C.), y concluyó hacia finales del (c. Siglo II a.C.).
Inicialmente fue traducida la Torá,4 Libro de la Ley o Pentateuco y el resto del
trabajo se completó paulatinamente, en los dos o tres siglos siguientes. El
filósofo judío Aristóbulo, quien vivió en Alejandría durante el reinado de
Ptolomeo VI Filometor (181-145 a.C.), confirma este dato al referirse a ella en
una carta al rey en los siguientes términos:

“[...] la completa traducción de todos los Libros de la Ley (el Pentateuco), en los
tiempos del rey Filadelfo, ancestro vuestro [...]”

Aunque no se conoce exactamente la fecha y el lugar de estas traducciones,


los estudiosos proponen que una escuela de traductores se ocupó de verter el
Libro de los Salmos de David, en Alejandría, hacia el año 185 a.C. Más tarde
tradujeron los Libros de Ezequiel y Jeremías, así como el Dodecaprofetón, o
Libro de los XII Profetas [Menores]. Más tarde tradujeron los escritos históricos:
(Josué, Jueces y Reyes), y, luego, finalmente, el Libro de Isaías. El Libro de
Daniel fue traducido alrededor del año 150 a.C. Los Libros de los Macabeos,
Sabiduría y Eclesiástico, fueron incorporados en el curso de los Siglos II y I
a.C. Algunos eruditos sitúan en Palestina, durante el Siglo I de la Era Cristiana,
la traducción al griego de los libros de Ester, Rut, Eclesiastés, Lamentaciones,
y el Cantar de los Cantares, acaso por Aquila.4

Los escritos y textos hebreos y arameos, que sirvieron de base para la


formación de la Biblia Septuaginta, carecían de gramemas dotados de valores
fonéticos vocales, capitalización (alternancia mayúsculas/minúsculas), signos
de puntuación y acentuación, algunos ciertos tipos de conectores lógicos, y
algunas conjunciones, artículos, prefijos y sufijos adverbiales y/o
preposicionales. (Más tarde, se agregaron al idioma hebreo algunos signos con
valores fonéticos vocálicos, surgiendo así el llamado Texto Masorético.) Estos
antecedentes podrían contribuir a explicar algunas diferencias interpretativas
entre la Biblia griega de los LXX y el texto hebreo-arameo conocido, y el hecho
de que algún tiempo después, en ambientes judíos, algunos revisores hubieran
procedido a tratar de “corregir” la Biblia alejandrina a fin de asimilarla a este
último.

Esta compilación de textos y de escritos sagrados judíos traducidos al griego


fue, desde un principio, bastante socorrida para ilustrar la fe de las
comunidades judías e israelitas de la Diáspora, permitiendo el acceso a los
textos sagrados de sus padres y ancestros a las comunidades de israelitas
piadosos que no hablaban hebreo, ni arameo.

Y hay algunos indicios que sugieren que Cristo y sus discípulos habrían
utilizado, además de los Tárgum arameos, la Septuaginta; tal como se
desprende del hecho fácilmente comprobable de que la mayoría de las citas
explícitas del Viejo Testamento en el Nuevo Testamento reproducen el texto de
la Versión LXX, y solamente una de cada siete citas ha sido retomada del Texto
Masorético.

Historia del texto


Los manuscritos más antiguos de los LXX conocidos hasta ahora, son
fragmentos del Siglo II a.C. del Levítico y el Deuteronomio (Rahlfs, Núms. 801,
819, y 957), y fragmentos del Siglo I a.C. del Génesis, Éxodo, Levítico,
Números, Deuteronomio y los profetas menores (Rahlfs, Núms. 802, 803, 805,
848, 942, y 943).

En Qumrán fueron hallados rollos con fragmentos griegos de Éxodo (7Q1),


Levítico (4Q119-120), Números (4Q121), y Deuteronomio (4Q120,122); así
como porciones de algunos de los libros deuterocanónicos: las dos terceras
partes de Sirácides (Gruta 2), porciones de Tobías (Gruta 4), de Baruc (Gruta
7), de la Epístola de Jeremías (7Q2), y, muy probablemente, de Susana
(4Q551).
Al realizar el trabajo filológico, se observan variaciones, a veces muy
importantes, entre los textos encontrados en los diferentes códices de la
Septuaginta y entre estos y el Texto Masorético. Durante muchos siglos, los
estudiosos bíblicos pensaron que todas las variantes textuales y estilísticas
entre la Septuaginta y la Tanaj tan sólo eran producto de malas traducciones,
del desconocimiento cabal de la Tanaj, de errores de copistas, o incluso de la
falta de interés en la fidelidad al texto hebreo-arameo.

Sin embargo, cuando a partir de los descubrimientos de Qumrán los estudiosos


finalmente tuvieron a su alcance los rollos manuscritos del Mar Muerto,
pudieron darse cuenta de que las variaciones propias de la Septuaginta se
hallaban reflejadas también en manuscritos hebreos y arameos bastante más
antiguos que las formas actuales de la Tanaj judía; las cuales se derivan del
texto masorético, que data de los Siglos IV al VIII de la Era Cristiana.

Una lectura atenta de los Códices griegos revela que los textos asentados en la
Biblia LXX representan fielmente, con certeza total, textos en un estado
“primitivo”, carente de un estilo pulido y acabado, mucho más primario y
primigenio, que el actual texto hebreo-arameo masorético, bastante más pulido
y editado en el curso de los siglos posteriores. Y tales diferencias se perciben
de un modo sumamente especial en libros que presentan variantes
consistentes en el orden de versos, ideas inacabadas o faltas de pulido,
presentes en la versión LXX de los Libros de Samuel, Reyes, Ester, Job,
Proverbios, Isaías, Jeremías, Lamentaciones, y Daniel. El actual texto hebreo-
arameo masorético refleja numerosas correcciones en términos de estilo, que
incluyen variaciones en el orden de numerosos versos y pasajes, y redondeo
de ideas que no habían sido asentadas de forma digerida, correcta o elegante
en los antiguos textos hebreos y arameos premasoréticos, de donde fue
tomada, de forma más temprana, la Biblia Septuaginta.

Ante las controversias suscitadas en torno de estos hechos, algunos


estudiosos señalan que, en numerosos casos, en Qumrán se han hallado
manuscritos hebreos que avalan la versión griega de los LXX, y otros que
respaldan al texto masorético. Se ha determinado finalmente, que aquellos
manuscritos que avalan la Septuaginta son mucho más antiguos que aquellos
que respaldan al texto masorético.5

Hacia el año 70 de la Era Cristiana, un grupo de rabinos que habían escapado


del asedio de Jerusalén, se reunieron en Yamnia, y fundaron una escuela. Y
hacia el 95 de la Era Cristiana, llegaron a un consenso sobre la lista (o canon)
de los libros hebreos que habrían de ser parte de la Tanaj judía, quedando
establecido así el llamado Canon Palestinense para la mayoría de los judíos de
habla y cultura hebrea, a principios del Siglo II de la Era Cristiana. El Canon
Palestinense significó el rechazo de una serie de textos que grupos de
maestros judíos de habla griega habían incluido en el llamado Canon
Alejandrino, o Biblia de los Setenta, en los Siglos II y I a.C. El Canon
Alejandrino sigue siendo utilizado por la escuela rabínica de Alejandría. Por una
tradición histórica que data del Siglo XVI, se llama protocanónicos a todos los
escritos comúnmente admitidos en el Tanaj hebreo, así como en la Biblia griega
de los LXX, y deuterocanónicos a todos los escritos presentes en la Biblia
griega de los LXX, pero no en el Tanaj. La voz “deuterocanónico” significa “del
segundo canon”, en contraposición a la voz “protocanónico”, que significa “del
primer canon”. Sin embargo, hoy se sabe que, en orden cronológico, el Canon
Alejandrino fue primero que el Palestinense.

Hacia fines del Siglo I, y principios del Siglo II, el judío Teodoción hizo una
revisión de la LXX, tratando en lo posible de hacerla coincidir con los textos
hebreo-arameos con ciertas ediciones propias de esa época, los cuales hoy se
llaman los “protomasoréticos” —debido a que de ellos se derivan los “textos
masoréticos” de siglos subsecuentes—, los cuales ya incluían algunas
importantes “revisiones” tempranas de grupos de rabinos de esos siglos. Entre
123 d.C. y 130 d.C., Aquila de Sinope hizo una nueva traducción, siguiendo
textos hebreos de manera literal. Símaco hizo una nueva traducción hacia el
170 d.C., en la que buscaba mejorar la calidad de la redacción griega. 4 Hasta
ese momento, todavía los libros más tarde compilados bajo el término “Biblia”
solían circular por separado.

En el Siglo III, Orígenes compuso la Hexapla, en donde compara en forma de


columnas seis versiones enteras del Antiguo Testamento, la quinta de las
cuales corresponde a la Septuaginta. A partir de ésta, y tras cotejarla con
nuevas traducciones, Orígenes editó una versión completa, en la cual indicó las
diferencias con el texto masorético hebreo-arameo, llenando los pasajes
omitidos de forma primigenia con textos procedentes de la edición tardía (del
Siglo II) del judío Teodoción.4 Aunque la Hexapla como conjunto se perdió, se
conservan fragmentos importantes. Otras ediciones de la Septuaginta, han sido
atribuidas a Hesiquio de Jerusalén y a Luciano de Antioquía.6

Los manuscritos bíblicos extensos más antiguos que incluyen la Versión de los
LXX en la parte de sus textos correspondiente al Antiguo Testamento de las
Biblias cristianas, son el Códex Sinaíticus y el Códex Vaticanus, del Siglo IV, y
el Códex Alexandrinus, de la primera mitad del Siglo V. Existen algunas
diferencias textuales, de número y de orden de los libros, entre estos tres
Códices: El Códex Sinaíticus omite algunos textos, aún protocanónicos, e
incluye I y IV Macabeos. El Códex Vaticanus omite los cuatro Libros de los
Macabeos, e incluye algunas partes y pasajes propios del texto griego conocido
del Libro de Enoc.7 Y el Códex Alexandrinus incluye los cuatro Libros de los
Macabeos, el Libro de las Odas y el Libro de los Salmos de Salomón.4

El “Plus de los LXX”


La Biblia Septuaginta contiene los 24 libros que conforman el canon de la Tanaj
judía (Biblia hebrea-aramea), los cuales, ordenados según la usanza griega y
reparticionados, llegando a un total de 39, constituyen los textos más
comúnmente aceptados del Antiguo Testamento de las Biblias cristianas
(católica, ortodoxa, protestante, etc.).

Además de los textos del Tanaj o Biblia hebrea, la Biblia Septuaginta incluye
algunos otros que no son incluidos en aquélla, pero sí en ésta. Estos textos
reciben varias nomenclaturas: las iglesias cristianas ortodoxas los llaman
“anagignoscomenos”, la iglesia católica romana los llama “deuterocanónicos”, y
la mayoría de grupos protestantes actuales los llaman “apócrifos”. Fueron
incorporados al texto de la Biblia por maestros judíos de habla y cultura griega
de los Siglos II y I a.C., y usados desde entonces, y en siglos subsecuentes,
por las comunidades judías de habla griega, y, en siglos sucesivos, por las
comunidades cristianas primitivas. La mayoría son reconocidos e incluidos
hasta la actualidad por todas las iglesias cristianas ortodoxas (calcedonianas y
no calcedonianas), y también por la iglesia católica romana. Algunas
importantes ramas del protestantismo, como los luteranos, anglicanos,
episcopalianos y anabaptistas, incluyen estos libros en sus Biblias, y los
consideran lecturas recomendables ricas en enseñanzas, aunque no como
textos de autoridad normativa o dogmática.

Existen cuando menos unos cinco libros en la Biblia LXX que -por influencia de
Jerónimo- no son reconocidos por la Iglesia católica romana como
deuterocanónicos. Ellos son 1 Esdras (llamado en la Vulgata 3 Esdras), 3
Macabeos, 4 Macabeos, Odas y Salmos de Salomón. Los primeros dos
libros, sin embargo, sí son reconocidos por la Iglesia ortodoxa.

Dichas series de textos, algunos de los cuales fueron redactados de forma


original en lengua griega, hoy son reconocidas y agrupadas por múltiples
autores bajo el nombre conjunto de “Plus de los LXX” o “Plus de la
Septuaginta”. Para efectos de estudio, en las siguientes líneas se ha
desarrollado de forma detallada un listado muy primario de estos documentos:

1. El Libro III de Esdras [E]8 En la</ref>9


2. El Libro de Tobit —en algunas versiones llamado “Libro de Tobías”—
[EW]
3. El Libro de Judit [EW]
4. El Libro de la Sabiduría [EW]
5. El Libro del Eclesiástico —en algunas versiones llamado “Libro de
Sirácides”, o “Libro del Sirácida”—, junto a su respectivo “Prólogo del
traductor griego” (Capítulo 1a)10 [EW]
6. El Libro de Baruc propiamente dicho (Baruc 1:15'—5:9), junto a su
respectivo Exordio (Baruc 1:1-15') [EW]
7. La Epístola de Jeremías —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo
6” del Libro de Baruc—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1a, ó 1bis)
[EW]
8. Los Libros I y II de los Macabeos [EW]
9. Los Libros III y IV de los Macabeos [E]
10. El Libro de las Odas; que incluye la Oración de Manasés [C] y el Himno
Matutino [C], y otros 13 textos [C] retomados de otros libros bíblicos
canónicos, junto con sus epígrafes [C]
11. El Libro de los Salmos de Salomón, junto con sus Epígrafes [C]
12. Numerosas variantes aditivas, substractivas y ordinales a varios de los
libros protocanónicos del Antiguo Testamento, más o menos mayores en
el caso del texto de los Libros de Samuel, los Reyes, Ester, Job, los
Salmos de David, los Proverbios, Isaías, Jeremías, y las Lamentaciones
[EH]

Entre estas variantes se destacan, de manera especial:


1. Variantes aditivas, substractivas y/o substitutivas mayores consistentes
al Libro de Ester —comúnmente agrupadas bajo el nombre conjunto de
“Resto de Ester”—, junto a su respectivo Colofón (Ester 10:3l, ó 10:14)
[EW]
2. El Resto del Epílogo al Libro de Job (Job 42:17a-17e, ó 42:18-22) [E]
3. Varios de los Epígrafes propios de los Capítulos del Libro de los Salmos
de David11 [E]
4. El Salmo 151 o Capítulo 151 del Libro de los Salmos de David, junto a
su respectivo Epígrafe (Salmos 151:1a) [E]
5. El Introito del Libro de las Lamentaciones (Lamentaciones 1:1a) [E]
6. El texto griego antiguo, OG, 12 del Libro de Daniel, conteniendo variantes
aditivas, substractivas y ordinales más o menos mayores a varios de los
textos, pasajes y capítulos de dicho documento [CH]

Entre estas variantes se destacan, de forma peculiarmente especial:

1. El texto griego antiguo, OG, del pasaje Daniel 3:24bis-90; que incluye la
Oración de Azarías y el Himno de los 3 Jóvenes, junto a sus respectivas
Notas complementarias [EWT]
2. El texto griego antiguo, OG, de la Historia de Susana —nomenclaturada,
en la Biblia Latina, “Capítulo 13” del Libro de Daniel—, junto a su
respectivo Epílogo (Verso 63 OG, según el numeral de Alfred Rahlfs)
[EWT]
3. El texto griego antiguo, OG, de la Historia de Bel y el Dragón —
nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 14” del Libro de Daniel—,
junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1 OG, según el numeral de Alfred
Rahlfs) [EWT]

Algunos importantes manuscritos de la Biblia Septuaginta incluyen, así mismo,


las partes y pasajes propios del texto griego conocido de:

1. El Libro de Enoc [C]


2. El Libro de los Jubileos [C]
3. Las Apocalipsis de Baruc [C]
4. Los Paralipómenos de Baruc [C]
Citas de los Salmos en los libros del Nuevo Testamento
P = posible; ¿ alusión incierta; x de labios de Jesus
Salmo Mt Mc Lc Jn Hech Pablo Hebr Otros
2, 1-2
2.2 22, 34 ?
26, 3
2, 7 3, 17 1.11
17, 5 9.7
6, 4
6.9 7, 23 x
8.3 21.16 x
8, 5-7
8.7
110.1
110.410.
16
16,8-11
16, 10
22, 2 27.46 15.34 x
22, 8a
22. 8b 27.39 15.29
22, 9 27.43
22, 16
22.19 27,35 15.24
22, 23
24, 4 5.8 x
26, 6 27.24 p
27, 12 26.60? 14.56
31, 6
31, 14 26.3
34.21
35. 11 26.60 ‘ 14.56 s?
35. 19
37. 11 5.4 X
38, 12
40, 6-8
41.10 14.18 xp
42, 6 26.38 xp 14.34 xp
42, 7
45, 7-9
48, 3 5.35. xp
62, 13 16.27 xp
65.8
68.10
69.4
69.10
69.22 27.34
69.22 27.48 15.36
73.13
78.2 13.35
82.6
90.21
91.11 4.6
104.27 24.45
107.3 8.11
109.25 27.39 ¿ 15.29?
110.1 22.44 x 12.36 x
110.4 26.64 x 14.62
x16.19
118.22
118.225 22.42 12.10
118.26 23.39 11.9
132.11

°i 1. 41
40*.17
102 . E M
4091 J Ŷ-V
_ 440 , 4
440 ,!‘~
K HO. ‘¢
A1]? , 22.
»f†E. `·'ï?ß“
413 . 26
132 . M

Col 2

,_.×,_ ,
27, 463 X 4
27, 39
27, 43
27,-, 35. ,,.,
5, 8 X?
27, 24 p
26, 60 ?
26, 3 ?
5, 4 X
*,26, Sîïí
5, 35‛Xp
16, 27 Xp
‛ÏŶ'ŽÏ_-
° 27. "=z¢
VS, 3S
»¿l1;|'|Ï X
..-,
L7, æá 'Ï
2.2,*1*; X
2C, 64 X
` 21, uz w
25,34 X

Col 3

1, 11
9, 7
15, 29
.24. 1
14, 56 ?
.1É;..1.ŠL?$P_..-.
14, 34 Xp
m—Í«T'Ï’ŠÏŷ$'
JS.2·ă 2
N'. Sé ví
IL;. ga ><
já \}1q J
42,:0 X
H, CI

Potrebbero piacerti anche