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La alquimia de aprender y enseñar, el arte como la vida. Alejandro Naranjo.

Una bonita manera de aprender arte en la escuela sería que una de las
premisas de la educación artística en esta etapa tan fundamental del desarrollo
del ser humano, fuera que la voz del estudiante pudiera ser escuchada y
promovida como eje fundamental de las maneras de aprender y enseñar, y que
no fuera solo la voz de la teoría o de las fórmulas que se repiten una y otra vez,
que se diluyen como la arena entre las manos, que no tocan la historia, la vida
de los estudiantes, sus sueños, sus dificultades, que rico sería que en la
escuela pudiera ser escuchada mi voz, mi singularidad, eso que me hace ser
yo y no un número, sino un Manuel, un Benjamín, una Linda, una María Ángel,
una Salomé, un Alejandro.

La experiencia de la formación con el arte, que me habitará y cuestionará mi


relación conmigo mismo y el mundo que me rodea. Una relación con la praxis
de las manifestaciones artísticas, que me cuestionara, me retara, cruzando mis
sentidos, mi mente y mi espíritu, para poder lograr ser yo, para ser nombrado,
para ser reconocido.

Basándome en la lectura del texto “La Sociedad desescolarizada de Iván Illich,


quien nos habla del papel de la escuela en la formación de la sociedad, la
escuela como institución que dirige la sociedad y la manera en la que los
individuos se forman para la vida, la escuela es un espacio formal, legislado, es
el mecanismo que nos define y define el tipo de seres que seremos y los que
quiere formar una sociedad en particular, esto nos remite al taller del maestro,
el maestro quiere formar un aprendiz con sus habilidades, que dé continuidad a
los valores y sentidos de su arte, a la escuela como taller y espacio para
aprender y enseñar, leemos lo siguiente en el texto antes mencionado, nos dice
lo siguiente sobre la escuela formal, el espacio escolarizado: “Tanto el pobre
como el rico dependen de escuelas y hospitales que guían sus vidas, forman
su visión del mundo y definen para ellos qué es legítimo y qué no lo es” Iván
Illich, La sociedad desescolarizada, 1985, esto me hace pensar en las maneras
en las que he aprendido y posteriormente como he enseñado, las maneras
como he rechazado la escolarización y como la he abrazado, tanto como
aprendiz y como maestro, en la experiencia vivida tanto en la escuela formal y
en la escuela informal, ambas han guiado mi manera de ser aprendiz e
instructor, ambos espacios han brindado las maneras en las que esto ha
alimentado mi hacer y mi concepción de la enseñanza y el aprendizaje, ambas
esferas de la escuela son y han sido vitales para mi formación en ambos
sentidos,. han guiado mis maneras de enseñar, han permitido forjar al aprendiz
y luego al maestro, también nos trae a pensar este texto que la escuela, como
mecanismo de una sociedad escolarizada, parece limitar en vez de expandir,
puede ser útil para lograr una mejor adaptación de los estudiantes al sistema
de la escuela, y de la sociedad, pero también me permite pensar en el espacio
informal del taller donde el maestro y el aprendiz pueden tener más libertad en
su relación de enseñanza y de aprendizaje, me permite también negociar que
ambas pueden de alguna manera complementarse.

El arte por el arte, el arte una herramienta para lograr estabilidad, armonía,
para que los individuos puedan reconocer y entender cómo navegar, cómo
habitar su tiempo y su espacio, gestionando elementos muy importantes para la
supervivencia en un mundo que exige mayores compromisos y sacrificios por
parte del ser humano contemporáneo, para que pueda convertirse en un actor
con una sensibilidad potenciada, refinada, sincronizada, para la vida social, la
vida política, la económica y la cultura de su momento histórico, pero ante todo
el arte en la escuela para que el ser humano pueda visionarse creador y libre.
"El niño, guiado por un maestro interior trabaja infatigablemente con alegría
para construir al hombre. Nosotros educadores, solo podemos ayudar... Así
daremos testimonio del nacimiento del hombre nuevo." María Montessori.

Arte en mi escuela, me lleva a pensarme, sentirme, transformarme, a ser único,


valoro mi vida, mi experiencia es importante, no es una abstracción de algo
lejano, ajeno a mí, mi realidad se convierte en fuente de inspiración, de
expresión, y de indagación, la leo, la interpreto, se hace expresión a través de
mi sensibilidad, puedo gestionarla y leerla, y también puedo recomponerla. Mi
mirada sensible, es capaz de reconocer mi núcleo, mi familia, mi barrio, mi
escuela, mi entorno, el arte en la escuela me da herramientas para hacerlo,
para interpretarlo desde mi capacidad creadora, potenciando mis talentos,
superando mis temores a la expresión, a reconocerme hábil, creativo,
propositivo, a decir lo que tiene que decir mi propia voz, ya no hay verdades
superiores, ya no soy un lacayo, soy interlocutor, actor y gestor, mi
conocimiento, mi experiencia hacen parte del conocimiento humano.

El arte en la escuela nos permite hablar de una comunidad de seres únicos,


seres que están aprendiendo a decir y a nombrar los fenómenos de su espíritu
y de su mundo; nos dice Paulo Freire: El gesto del profesor valió más que la
propia nota de diez que le dio a mi redacción. El gesto del profesor me daba
una confianza aun obviamente desconfiada de que era posible trabajar y
producir. De que era posible confiar en mí, pero que sería tan equivocado
confiar más allá de los límites como era en ese momento equivocado no
confiar.

¿Lo que aprendo en la escuela, tiene que ver conmigo? ¿Tiene que ver con mi
singularidad? ¿Con mi capacidad para adaptarme? ¿Con mi posibilidad de
navegar por el entorno sin perderme? ¿Me permite divagar para crear y
expresarme? ¿Me permite revelarme y luego poder enfocarme? ¿Me permite
ser yo, ser seguro y tener confianza, en mí y en los demás? "Tocar al niño es
tocar el punto más delicado y vital, donde todo puede decidirse y renovarse,
donde todo está lleno de vida, donde se hallan encerrados los secretos del
alma, por ahí se elabora la educación del hombre del mañana." María
Montessori.

La educación artística en la escuela para el empoderamiento del ser, formación


de seres con carácter, posibilitando la comunicación, la escritura, la lectura, las
expresiones plásticas y artísticas en general, la escucha, la riqueza de la
experimentación, la motivación, la gestión de la sensibilidad, el disfrute del
sentir, la alquimia de la creación.

Retomando la idea de la educación sensible, una formación para la formación


de seres con carácter, que puedan apreciar a los otros, diríamos que sería rico
poder aprender a escuchar la voz de los demás en la escuela, a entender la
importancia y la utilidad de la cooperación, de la solidaridad, del reconocimiento
de los demás como únicos y al mismo tiempo como mis compañeros de viaje.

Arte en la escuela para poder ser disciplinado, a tener autocontrol, a entender


lo que implica ser creativo, ser expresivo y ser auto-reflexivo, a
comprometerme con el grupo y al mismo tiempo a entender la importancia de
mi trabajo individual como apoyo para la comunidad y a mi propia realización,
mi proyecto de vida. “Ser libre o morir”. María Montessori.

El arte en la escuela me enseña que soy único, a reconocer la singularidad de


los otros, que vivimos en un periodo de espacio y de tiempo en particular, y nos
enseña que podemos transformarlos y habitarlos de maneras más conscientes
y más sensibles, y que existen y han existido otros tiempos y otros espacios,
que han sido habitados igualmente de maneras más conscientes y más
sensibles, todo esto gracias a la sensibilidad humana. El arte en la escuela una
herramienta para expandir mis posibilidades, se convierte en una manera para
vivir de manera dinámica y con mayor sensibilidad.

Recordando a la maestra María Acaso, el arte no solo son manualidades, el


arte es gestión del conocimiento humano desde la sensibilidad, por ende,
permite gestionarla, y hacernos gestores de nuestras propias maneras de
aprender a aprender. Nos dice Paulo Freire, “la educación para la liberación del
ser, para sacar a flote la voz del oprimido, en nuestras escuelas el arte para
dinamizar la voz de los estudiantes “oprimidos” en una escuela donde el
estudiante es pasivo, reacio, incomprendido, violentado, una “educación
bancaria” (Freire, la educación problematizadora), que no pregunta, que solo
dirige y obliga a repetir más no a crear y a expresarse, a no recomponerse.
“Los movimientos no solo los hacemos simplemente por movernos, cada
movimiento tiene su propósito, siempre tiene alguna intención.” María
Montessori.

Paulo Freire, sobre su propuesta para la enseñanza, la “Educación


Problematizadora” niega el sistema unidireccional propuesto por la “educación
bancaria”, ya que la “educación problematizadora” es la que da existencia a
una comunicación de ida y vuelta.

La visita al taller del maestro como metáfora para enlazarlo con la experiencia
de aprender, nos remite a la importancia de esa visita, como imagen del hacer,
de la habilidad, de la destreza, de la sabiduría y de la experiencia, de la
transformación que deriva en expresión, en impronta y en la voz del que
aprende, quien visita el taller, inicia balbuceando e imitando los sonidos del
maestro, los cuales luego se convertirán en palabras, luego en frases y
finalmente en expresiones refinadas de su propia voz, la seducción del espacio
desconocido, que comienza a ser explorado por el aprendiz, el maestro se
convierte en un mito a descifrar, un acertijo a resolver, a entender y conocer
sus habilidades, las cuales se presentan mágicas, inalcanzables para el
aprendiz, poco a poco, el que visita el taller recorre ese espacio, que le
permitirá saber si posee el interés por el arte del maestro, que le permitirá
decidir poco a poco, si seguir sus pasos o no, para luego ser en sí mismo un
maestro. “De secreto, de arte, apariencia, aprendemos, o por inducción, o por
demostración. La demostración parte de lo universal; la inducción de lo
particular “Aristóteles.

Inmersión con arte, la escuela, la visita al taller, la ciudad escuela, el entorno


como escuela, permiten que durante el proceso de aprender, los aprendices
vayan a estar en contacto directo con el producto que surge del conocimiento,
la visita, la inmersión, les pone de manifiesto ante los elementos constitutivos
de la creación (pensamiento, diseño), la materialización, la expresión (la voz
del creador), y el objeto-resultado, (lo que deriva de los elementos que
componen una tradición de cocimiento y de hacer).

El contacto con el arte y con el artista, como manera de aprender, volverlo


familiar, cotidiano, acercarse al conocimiento y sus producciones, el contacto
directo del aprendiz, con aquellos “objetos” que produce, con lo que resulta de
la experticia del maestro, son los que poco a poco se aprenden, el que aprende
comienza a imitar, recorre el taller, observa su quehacer, observa sus teorías,
las intenta solucionar, puede interactuar de manera directa con el objeto de su
aprendizaje.

Ese contacto desde la praxis puede entregar al estudiante herramientas de


creación que le permitirán explorar desde el diseño, la planificación, la
disciplina, el método, función, y la matematización; estos conceptos son muy
enriquecedores en la formación de los estudiantes, hablamos de la educación
artística en nuestro caso como una herramienta para la sensibilidad, el espíritu,
la liberación de la voz de los sin voz, es allí donde estos conceptos, tienen un
papel muy importante para que a futuro, los aprendices sean otros individuos,
que la manera de manifestarse posea al igual que la sensibilidad otras
posturas y construcciones desde su saber mejor estructuradas, más refinadas.
El aprendizaje y la enseñanza, como formas recíprocas desde la posibilidad de
viajar (a la biblioteca, al museo, al parque del pueblo, a la cuadra, al mundo
interior, al mundo exterior, al otro, a los libros, a las tradiciones, a los mitos, a
los deseos, etc), la creación como reflexión y como praxis, desde el aprender a
hacer a transformar a la reflexión y la convicción de la enseñanza, la
transmisión de conocimientos, de sentidos y de posturas frente a cómo
mediante la expresión damos forma al mundo, de cómo podemos llegar a la
creación, desde nuestra propia manera, con nuestra voz, con nuestra impronta
“la educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el
mundo para transformarlo” Freire, La educación como práctica de la libertad (
pág. VII)

Todos estos elementos que son mencionados sobre el aprendizaje y la


enseñanza, desde las propias maneras de hacerlo, entenderlo, vivirlo y
accionarlo, se traduce en la acción de caminar, de ir recorriendo, construyendo
la bitácora del viaje de la vida, de las experiencias ,del caminar, como imagen,
como símbolo, como reflexión y significado de la experiencia, de la poesía de la
transformación del aprendiz en aprendiz y luego en maestro, y de maestro en
maestro (el viaje, la observación, como aprendizaje-enseñanza), el aprender y
el enseñar como expedición, expedicionar como ruta, como peregrinación,
como búsqueda de lo deseado, el aprender y el enseñar impulsados por el
aliento de la motivación, la conquista, la seducción de entregar lo aprendido-
enseñado, retar a buscar aquello que se desea poseer, dominar y transformar.
“Aprendemos, o por inducción o por demostración. La demostración parte de lo
universal; la inducción de lo particular”. Aristóteles.

El taller, el espacio para la enseñanza, el diálogo entre praxis y teoría, entre ver
hacer y hacer para enseñar, el diálogo maestro aprendiz, la búsqueda de la
transmisión, es fricción, es intercambio, es resolución, es sonrisa, es escucha,
es conceder, implica conexión. La educación es un acto de amor, por tanto, un
acto de valor. Paulo Freire. La enseñanza como procreación, como siembra de
formas de entender el mundo, emancipación, traslado de la memoria, del
conocimiento, de la poesía de la vida “Un hombre sabio no solo conoce todas
las causas de un suceso en un determinado campo de investigación; además,
sabe transmitir su conocimiento a través de la enseñanza”. Aristóteles.

Inventar la vida, la enseñanza del arte como una posibilidad que se tiene para
inventar la vida, aprender a conocer y enseñar a conocer, a develar la
pregunta, expresando la respuesta, Freire en su texto la Pedagogía del
Oprimido: “El educador ya no es solo el que educa sino aquel que, en tanto que
educa, es educado a través del diálogo con el educando, quien, al ser educado,
también educa.” (pág. 72 )

La Creación artística en la vida y en la escuela como praxis y concepción de la


enseñanza, para la vida y para la escuela, por el maestro que encuentra su
razón, su lugar del deseo, para el estudiante que se motiva mediante la
enseñanza para saber cuál es su lugar del deseo, y la enseñanza para la
liberación del instructor y del aprendiz. La educación de la juventud no es ni
poco ni muy importante; tiene una repercusión universal y absoluta.
Aristóteles.*

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