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Cuando Evan aún era muy joven, su padre se lesionó en un accidente en las
minas. Por lo tanto, Evan debió dejar de estudiar para ayudarlo en el trabajo
minero. Pero nunca se quejó por esto. Pronto, Evan desarrolló el hábito
familiar de memorizar la Biblia. Nunca se lo veía sin su Biblia. Se ha dicho que
solía esconderla en hendiduras de la mina donde trabajaba. Un día se produjo
un enorme incendio que quemó todo a su paso todo, excepto la Biblia de
Evan. Sus páginas sólo fueron algo chamuscadas, por lo que él pudo
continuar llevándola todos los días y memorizando pasajes de ella.
Los negocios locales cerraban durante el culto para que los empleados
pudiesen asistir. Es bien conocida la anécdota de que ante la conversión de
muchísimos mineros que trabajaban en las minas de carbón, los caballos
debieron ser reeducados. Pues habían sido adiestrados a obedecer órdenes en
forma de malas palabras, pero ahora como el vocabulario de los mineros había
cambiado hubo que enseñarles a reaccionar a un “nuevo lenguaje”. Estas
cosas, aunque pudieran parecernos detalles menores, son las que dan fe de un
genuino avivamiento; pues si sólo cambia la congregación pero la sociedad no
es impactada en hechos concretos, es de temer que no sea un avivamiento
sino un simple emocionalismo.
Por medio de su iglesia, recibía invitaciones para predicar en las doce iglesias
afiliadas, y sus sermones eran recibidos con gran aprobación. Evan confió a un
amigo que su secreto celestial era: “Pide, y te será dado. Practica una fe
completa y definitiva en la promesa de Dios en el Espíritu“. Durante este
período, Evan escribió a un amigo diciéndole: “He orado para que el Señor nos
bautice a ti y a mí con el Espíritu Santo“.
Poco después, fue sacudido tan profundamente por el Señor, que su cama
tembló. Después de esto, cada noche a la 1:00 de la madrugada, Evan
despertaba “para tener comunión con Dios”. Oraba durante cuatro horas, se
dormía a las 5:00 de la mañana, durante otras cuatro horas, y nuevamente
oraba desde las 9:00 hasta el mediodía.
Evan no solía tener visiones con frecuencia. Tuvo su primera visión en octubre
de 1904. Mientras paseaba por un jardín con Sidney Evans, Evan notó
que Sidney estaba como absorto, observando la Luna. Entonces él miró hacia
el cielo y preguntó: “¿Qué estás mirando? ¿Qué ves?”
Entonces, repentinamente, Evan lo vio también. Vio un brazo que parecía estar
extendido desde la Luna, apuntando hacia Gales. Evan había estado orando
fervientemente para que cien mil almas se agregaran al reino de Dios, y recibió
esta rara visión como respuesta directa a sus oraciones.
Ahora estaba más decidido que nunca a lanzar su ministerio. Estaba dispuesto
a dar todo su tiempo y todo su dinero para la obra que tenía por delante. Su
afirmación: “No podemos hacer nada sin el Espíritu Santo“, marcó el
precedente para el resto de su ministerio, que algunas veces fue efectivo, y
otras fue extremista.
Esto era algo inaudito para aquella época. El objetivo de aquellas primeras
reuniones era dedicar y capacitar a los intercesores para el avivamiento que se
acercaba. Evan lo logró exitosamente. Él creía que el avivamiento vendría por
el conocimiento del Espíritu Santo, y que se debe cooperar con el Espíritu para
poder operar con poder. Incluso niños fueron entrenados para orar de mañana
y de noche para que Dios envíe su Espíritu a Moriah, por el amor de Jesús
Pronto, los cultos se volvieron más fervorosos, y Evan pidió más obreros al
instituto bíblico. Fuertes oleadas de intercesión inundaban el salón durante
cada culto, y muchas veces las reuniones se extendían hasta pasada la
medianoche. Una vez, Evan oró toda la noche con una congregación y no
regresó a su casa hasta la mañana siguiente. Este pequeño grupo de
intercesores liderados por el joven evangelista transformó la comunidad entera.
Aun las mujeres podían participar. Hasta ese momento, las mujeres de Gales
tenían prohibido participar en cualquier rol público en la vida de la iglesia, pero
ahora podían ser vistas orando y alabando abiertamente. Finalmente, Evan
llegó a abogar porque las banderas nacionales y raciales fueran derribadas.
En 1905. Evan Roberts sufrió una gran confusión mental. Muchas veces decía
que deseaba participar de “los padecimientos del Maestro”. Algunas veces
comenzaba un culto con gran gozo, y repentinamente saltaba, agitando los
brazos, y reprendía severamente a quienes no eran de corazón puro. Luego
amenazaba con abandonar el culto. Le comentaba a su amigo, Sidney Evans,
que tenía miedo de hablar palabras que no fueran de Dios. Escuchaba muchas
voces, y algunas veces no estaba seguro de cuál era de Dios, y cuál era la
suya
Realmente, Evan Roberts fue un gran líder del avivamiento, que tuvo las claves
del despertar espiritual. Fue pionero de un tremendo mover del Espíritu de Dios
en Gales. Pero cuarenta años después, ni siquiera restos de ese avivamiento
podían encontrarse en su tierra natal. Este sería solamente un recuerdo en los
corazones de quienes lo experimentaron.
Pero ¿por qué sólo un recuerdo? Porque un hombre no puede llevar todo el
peso de un avivamiento por sí solo. Puede liderar un mover de Dios, pero el
pueblo también tiene que hacer su parte. Si el mover de Dios se desvanece, es
en parte porque el pueblo nunca continuó avanzando en lo que había
recibido. Por eso, nos equivocamos si echamos toda la culpa sobre el
líder. Hay una multitud de preguntas sin respuesta sobre la vida de
Evan Roberts. Algunos creen que Evan recibió de Dios un ministerio público de
dos años, y luego fue llamado a pasar el resto de su vida en oración e
intercesión por el mundo entero. Si esto fuera totalmente cierto, creo que
habría muerto feliz
AVIVAMIENTO DE ASIA
Según J. Herbert Kane, él fue “el evangelista más extraordinario de China”. Ese
país fue el centro de operaciones de Goforth, pero también ministró en Corea y
Manchuria. Por dondequiera que viajaba había avivamientos
Fue llamado por Dios al servicio misionero cuando se sintió conmovido por el
mensaje del doctor George J. Mackay, un misionero veterano de Formosa.
Mackay había viajado durante dos años por todo Canadá tratando de persuadir
a algunos jóvenes a ir a Formosa pero, como le decía a su auditorio, todos sus
viajes habían sido en vano. El tendría que volver a Formosa sin una persona
que continuara la obra que él había comenzado.
Con el correr del tiempo cambiaron las actitudes, y cuando se graduó ya era
uno de los estudiantes más respetados de la universidad.
Mientras estaba activo en una obra misionera urbana en 1885, Goforth conoció
a Rosalinda Smith, una talentosa estudiante de arte que no parecía buena
candidata para esposa de misionero. Rosalinda no se fijo en la mala apariencia
de la ropa de él sino en su gran capacidad como siervo de Dios. Para ella, el
suyo fue un amor a primera vista.
En ese mismo año se comprometieron. En esa ocasión hizo Rosalinda el
primer sacrificio de los muchos que tendría que hacer el resto de su vida como
esposa de Jonatán Goforth. Sus deseos de un anillo de compromiso se
desvanecieron cuando él le dijo que el dinero se invertiría más bien en literatura
cristiana.
Desde sus primeros años en China, Goforth fue conocido como un poderoso
evangelista. Algunas veces habló a multitudes de más de 25.000 personas. Su
mensaje era sencillo: “Jesucristo crucificado.” A principios de su ministerio otro
misionero le aconsejó que no mencionara el nombre de Jesús la primera vez
que le predicara a un grupo de paganos, porque ellos tenían prejuicios contra el
nombre de Jesús. Goforth no siguió ese consejo. El método directo era el único
que él conocía.
Los esfuerzos de los Goforth para alcanzar a los chinos no seguían las normas
misioneras generales, en especial su evangelismo de casa abierta. Su casa, de
diseño interior y muebles al estilo europeo (entre los que se incluían una estufa,
una máquina de coser y un órgano), despertaba la curiosidad de los chinos.
Los Goforth limitaban su vida privada y usaban su casa como medio para hacer
amigos y para comunicarse con la gente de la provincia. Venían visitantes de
muchos kilómetros a la redonda. Una vez vinieron más de 2.000 en un solo día
y visitaron la casa por grupitos. Antes de comenzar cada gira, Goforth daba un
mensaje del evangelio. Algunas veces los visitantes se quedaban después de
la gira para oír más. El predicaba un promedio de ocho horas diarias. En el
lapso de cinco meses, unas 25.000 personas vinieron a visitarlos.
El ministerio ambulante que Goforth comenzó en los primeros años del siglo
veinte fue un punto de apoyo para impulsar los grandes avivamientos que
condujo en los años siguientes. Su ministerio de avivamientos comenzó en
1907 cuando otro misionero y él realizaron una gira por Corea. Ellos dieron
inicio al movimiento de avivamiento que tuvo lugar en las iglesias de allí. Esto
produjo “un asombroso aumento en conversiones” y el fortalecimiento de las
iglesias y escuelas locales. De Corea pasaron a Manchuria “con el corazón
lleno de entusiasmo por lo que habían visto”, y también hubo poderosos
avivamientos allí. Según su esposa “Jonatán Goforth fue a Manchuria como un
misionero desconocido. Retornó unas semanas después como alguien
conocido por todo el mundo cristiano.”
Debido a los viajes de Goforth por China en los años siguientes, su ministerio
de avivamiento se multiplicó. Algunos de sus colegas y patrocinadores en
Canadá se preocupaban por su celo evangelístico. Les incomodaba oír los
informes de gente que confesaba sus pecados con abundantes lágrimas, y del
derramamiento del Espíritu Santo. Algunos decían que ese movimiento no era
más que “fanatismo” y “pentecostalismo”.
Con los éxitos, Goforth también tuvo sus fracasos y problemas. Al comenzar su
ministerio confrontó un peligro que amenaza con absorber la nueva iglesia de
Honan del Norte, una invasión romanista. Los católicos romanos parecían ir
siguiendo sus pisadas y en un pueblo ganaron a casi todos los simpatizantes
del evangelio y destruyeron así, en una semana, la obra de años.
Aunque Goforth no hizo como los católicos, la mayoría de los que se habían
apartado volvieron después a su congregación. Goforth también tuvo
problemas con su junta misionera. Era más importante para él la guía del
Espíritu Santo que las reglas inflexibles y duras del presbiterio bajo el cual
servía. Según su esposa, por sus convicciones en lo concerniente a la guía
divina de sí mismo, como es natural, entraba en conflicto frecuente con otros
miembros del presbiterio de Honan, lo cual hacía que no fuera fácil relacionarse
con él.
Goforth no pedía privilegios especiales para él, pero insistía en que todo
misionero debería tener libertad para realizar su obra como se sintiera guiado.
El problema era complicado. Goforth a menudo se hallaba impedido – por el
presbiterio- para hacer lo que le parecía que era la guía del Espíritu Santo para
él.
A los setenta y cuatro volvió a Canadá. Allí pasó los últimos dieciocho meses
de su vida en viajes para hablar en más de quinientas reuniones. Se mantuvo
activo hasta el fin. Un domingo predicó en cuatro reuniones y después murió en
paz durante el sueño.