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Matías Behety

Las fiestas que se han hecho en la Concepción del atención por su indumentaria, allí donde el traje de
Urugiiaj-, conmemorando la fundación del ti histórico» «frac» era de rigurosa etiqueta. Y no tanto la del
Colegio, me traen á la memoria el recuerdo de aquel poeta, que al fin pocos eran los que no sabían el «ca-
«chiciuilín prodigioso», que tanto quisimos y que fuera prich¡)» de Guido; pero «aquel o t r o » . . . jquiéu e r a ? . . .
el discípulo de estudios mayores más predilecto del ¿quién era aquel otro tipo raro con su levitín raído, su
rector Larroque. Fué de allí que se vino á la metrópoli corbata incolora, el cuello de la camisa no muy pre-
argentina cubierto su cuerpo, como siempre lo hizo, con sentable, el cabeílo despeinado y su cara de muñeco de
la desarreglada indumentaria del bohemio estudiantil, porcelana? ¿Un periodista? P'ues bien pudo, si no lo
cuando apenas contaba quince años. Ingresó en nuestra tenía, pedirlo prestado ó alquilar un frac y demás
universidad donde aprendió la teoría del derecho sin prendas á cualquier ropavejero. . . Y todos miraban con
llegar á ser borlado, Goyena, Estrada, Quintana, Guido desagrado á aquel «buey corneta» que parecía un lam-
Spano, Héctor Várela, Mansilla y cuanto intelectual linrón en el raso, hasta que llegado el momento de los
había por aquel entonces, fueron los amigos íntimos de brindis, el dueño de casa pidió á Guido que hiciera uso
aquel «hombrecito», cuya opinión llegó á respetarse co- de la p a l a b r a : — M e va á permitir, el señor ministro,
mo la de un maestro. (|ue se la ceda á mi distinguido amigo el <idoctori) Behe-
Matías era pobre y vivió i>obre, casi en la miseria, ty, — contestó el poeta señalando á Matías. Todas las
frecuentando diariamente la redacción de casi todos los miradas convergieron á éste, los unos curiosos, los
diarios, en las que ayudaba al condimento de los edi- otros con altivez, los demás con demostraciones de ad-
toriales, á zurcir sueltos, á improvisar folletines ó ver- miración burlesca; pero, Matías cambia la suya con la
^'*s, — íjuc para él todo era li> mismo. Inclinado por de sn amií^o, (jue lo anima en el gesto. Behety habla y
temperamento y escuela al ro- concluye de hacerlo de manera
inanticismo «lamartiniano», so- tan magistral, que las burlas y
lía acercarse á las tendenciits los gestos desagradables se tro-
de Edgardo Poe, con cuyo autnr caron en las más entusiastas
^ubo quien lo comparara por... demostraciones de respeto y
las aventuras de su vida, un verdadera admiración. Desde ese
tanto desordenada. Matías po- instante todos se disputaban el
día haber destacado, á ese rc^ honor de hablarle, de ir con
Pecto, entre los «Adolfos» do é l . . , ¿Y la indumentaria?
Henri Murger.
Su delicadeza llegaba al ex-
Como llevo dicho, Behety es tremo... Pasó hasta tres días
tudiaba derecho y llegó á ser el sin comer, sin que á nadie se
«pasante» indispensable en el lo dijera. Fundada la ciudad de
estudio del doctor don Manuel La Plata, se fué á vivir allí.
Quintana, su amigo y su maes- Un fondero, al que uno de sus
^^f». que en él depositara toda clientes embrollaba, le encomen-
su confianza, al extremo de que dó el asunto, y le salió tan bien
^ 8 t e jurisconsulto entregó, en qxie el fondero, agradecido, le
^ á s de una ocasión, á su crite pidió que fuera á vivir á su es-
fio las más arduas cuestínni's tablecimiento sin pagar nada.
judiciales. Behety se las extrac- Y tanto y tanto suplicó, sabien-
taba, citándole los artículos per <• dí> la triste situación porque
tinentes ó concordantes de los Matías pi.saba, que una tardt;
códigos y aun, á veces, por en ^ I ^^ Matías se hizo mostrar las pie-
*^argo del mismo abogado, le hu *
cía los borradores de escritos j \ ' zas desocupadas y deteniéndose
que luego formulaba. Un día * en la más pequeña y aislada, le
"J^^isaron al doctor Quintana que / d i j o : — B i e n , aquí vendré á vi-
a las tres de la tarde debía in- vir; pero con una condición.—
rormar in voce en uno de aque- Digi. — Que usted me pase to-
¡í'^s pleitos resonantes. El doc- díis los meses la cuenta que yo
tor Quintana, para recordar an- le abonaré con toda puntuali-
tecedentes de ese pleito, hace llamar á Behety; Behety dad. — Mas, señor don ^ratías.
^o estaba y el expediente lo tení'ri él. KI caso era verda- — le contestó el fondero suplicante, — si yo quiero que
deramente serio y fué esta una de las rarísimas excep- tisted venga á vivir conmigo sin cobrarle. —- Nada; ó
<:iones en la que el semblante del imperturbable juris- usted me presenta la cuenta todos los meses 6 no vengo
consulto expresó de lleno la contrariedad de su espíritu. á vivir á su fonda. — Está bueno. Matías vivió por
^ '^r fin, Behety ai)areci6 cuando no faltaba más que espacio de algunos meses allí. Comía poco; pero bebía...
^íia hora para que el informe in voce se hiciera ante Llegaba fin de mes y pedía su cuenta. Una noche se
^a cámara. — ¿ D ó n d e está ese expediente? — le pre- presento al fondero con el r<istro abotagado. Llevaba
guntó Quintana después del consalñdo «café», como aho- en la m-ino las cuentas que aun no había satisfecho:
^a decimos. — Aquí está, — r e p l i c ó Behety, mostrándo- — Tome, ahí tiene sus cuentas, — le dijo, —- reconoci-
selo. ^— ¿Y qué hago, sin antecedentes?—Tampoco yo das por mi bajo mi firma. No puedo pagarle por ahora
os tengo. — lY qué hacer ahora? — Por poco te apu- y me marcho. — Ma, don Matías, si yo no quiero co-
.^8. Manuel. — ¿Y cómo crees que yo pueda informar? brarle. — No sé nada. Volveré cuando pueda pagarle.
Quince días después volvió á la fonda, pidió su cuen-
yijiposible ! — í, No puedes? — No. — Pues entonces po- ta, y la abonó íntegra. Le sobraban algunos pes>s,
rJt y » — a ñ a d i ó Behety, y calándose el sombrero y po- pidió el importe de ellos en licores y se hizo acompañar
léndose el mamotreto debajo del brazo, salió del estu- á beberlns por el fondero.
í" con dirección á la cámara, llevando en su «perso- El i'iltimo período de su vida, se alejó de sus ami-
gos que estaban en auge y sólo se le encontraba en los
ilao el aire de suficiencia que lo caracterizaba. Pocos fondines, tabernas ó bodegones. . . Allí se hallaba en
j. '^'"cntos después se encontraba ante los señores minis- su centro, á su anchas, como él decía, usando de su
^ "^ de justicia y un numeroso auditorio, pues habiendo lenguaje persuasivo, salpicado de figuras bellísimas,
1 '^dido la noticia de (lue Behety iba á informar, legu- C(tmpartiendo con los pobres lo pobre de su bolsa. Y,
aeudie cosa rara, los que escuchaban sus frases, siempre ori-
• °^> ron
_Quiíi allí. y Behety
letrados cuanta disculpó
persona sela encontraba
ausencia del
en !adoctor
casa, ginales,—aquella gente ruda é ignorante,—sentían por él
er r^^"^ ^' *^^'*^i'ando al informe lo hizo con tan pasmosa
el mayor respeto. Al pasar una noche por un almacén
^J^y^'ión que, al terminarlo, jueces y auditorio, faltan- oí su voz en la trastienda y entré: allí me lo hallé con
. a los usos, no pudieron menos que aplaudirlo estre- hombres de baja estofa que lo escuchaban admirados. Me
™ ^ f K i e n t e . ¡Qué Pico de la Miránd<da!. . . pico de miró y, al reconocerme, me dijo, con aquella gravedad
"' 'e pusieron, y el mote se le quedó. propia de su carácter:-—¡Aquí me tienes ilustrando las
Y í masas!
en 1 ^^'^ respecto me viene á la memoria otro caso Allá, en La Plata, hace tiempo, se mostraba un cuar-
Carf ^^^' ^^^^^^'*^ venerable maestro en la gaya ciencia fujo pequeño, f'esmantelado y vacío, d i c i e n d o ; — A q u í
cont A ^uido Spano, su íntimo amigo, fué actor. En- murió Matías Behety.
Kunt- 2"^^ cierta t a r d e : — ¿A dónde vas? — le pre- Sí, allí murió Matías Behety en el más profundo ais-
- p'* Behety. — A la recepción del ministro brasileño. lamiento. Cuando sus amigos íntimos fueron á buscar
ten~^**"^" gusto 'tendría en acompañarte. — Ven. — Ko su sepultura señalada por una modesta cruz en el ce-
ef. f*^ ^ o p a . — M i r a cómo yo voy. — Tu vas así porque menterio, el pampero la había derribado, lo que hizo
discí 1 ^^^^ usual; pero y o . . . — T e n , hombre, y ya te exclamar al poeta Lamberti:
Qiift P^^*^- — Vamos, que lo más que puede pasar es « Hasta las cruces qiie levanta el pobre
earon y, naturalmente, «los invitados» llamaron la Son las prim.eras que derriba el v i e n t o !»
Kaíael BAKKEBA.

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