Sei sulla pagina 1di 202

© Maite Vallet, 2006.

© Wolters Kluwer España, S.A., 2006


c/ Collado Mediano, 9
28230 Las Rozas (Madrid)
Colección: MONOGRAFÍAS ESCUELA ESPAÑOLA
EDUCACIÓN AL DÍA
Primera edición: Noviembre 2006
Los autores y editores no asumen responsabilidad alguna por los daños
o perjuicios que pudieran sufrir los usuarios derivados de su actuación
o falta de actuación como consecuencia de cualquier información
contenida en esta publicación.
El objeto de esta publicación es proporcionar información al usuario,
por tanto no existe obligación por parte de la editorial de resolver
consultas o de facilitar asesoramiento jurídico o profesional de
cualquier tipo relacionado con las informaciones en ella contenidas.
La editorial advierte al usuario que la información contenida en esta
publicación puede estar elaborada con base en criterios opinables, o
bien elaborada a partir de datos suministrados por fuentes sobre las
que ésta no tiene control y cuya verificación no siempre es posible a
pesar de que la editorial pone todos los medios materiales, humanos y
técnicos a su alcance para procurar una información exhaustiva,
completa, exacta y actualizada.
Todos los derechos reservados. A los efectos del art. 32 del Real
Decreto Legislativo 1/1996, de 12 de abril, por el que se aprueba la
Ley de Propiedad Intelectual, Wolters Kluwer España, S.A., se opone
expresamente a cualquier utilización con fines comerciales del
contenido de esta publicación sin su expresa autorización, lo cual
incluye especialmente cualquier reproducción, modificación, registro,
copia, distribución, comunicación, transmisión, envío, reutilización,
publicación, tratamiento o cualquier otra utilización total o parcial en
cualquier modo, medio o formato de esta publicación.
ISBN: 978- 84-7197-872-1
ISBN Digital: 978-84-7197-994-0
Depósito Legal:
Impreso en España - Printed in Spain

2
Impresión:

Gráficas Muriel, S.A.


Buhigas, s/n.
Polígono Industrial El Rosón
28903 Getafe (Madrid)

3
Este libro va dirigido a los padres y demás educadores que deseen
ayudar al adolescente a vivir intensamente esta etapa de su vida, a
los que estén dispuestos a ayudarle a dar el paso de la niñez a la
juventud tomando decisiones responsables, caminando hacia su
autonomía y sabiendo respetar a todos y hacerse respetar por todos.
Les ayudará a comprender al adolescente y a comunicarse con él para
ofrecerle la ayuda que necesita. También va dirigido a los propios
adolescentes. A ellos les facilitará la comprensión de la etapa que van
a recorrer. Será una guía, un apoyo en su recorrido a través de esta
complicada etapa de la adolescencia.

4
5
Introducción
No compartir las mismas actividades familiares de cuando era niño,
querer estar el mayor tiempo posible con sus amigos, aislarse en su
cuarto, arreglarse de una manera diferente, tener opinión propia,
tomar decisiones que no siempre coinciden con las del adulto, sus
enamoramientos, su curiosidad por las relaciones sexuales... son
comportamientos normales por los que pasamos todos los seres
humanos. Solo que, cuando con el paso del tiempo nuestras vidas se
alejan de la adolescencia, nos escandalizamos por lo que los
adolescentes hacen, por lo que opinan, por cómo cambian.
Es cierto que todo ese impulso que les mueve a cambiar, a dejar de
ser niños, necesita ser equilibrado estableciendo límites. Límites que el
adolescente sabe aceptar cuando parten de la comprensión y el
diálogo. Si no se siente comprendido, es normal que se rebele. Si
siente que se considera anormal su deseo de libertad, su rebeldía se
vuelve agresiva.
Muchas personas ven en los adolescentes a seres inadaptados,
egoístas, agresivos e insolidarios. Algunos les rechazan, no les
soportan, otros les temen. No comprenden que están pasando una
etapa de cambio que les resulta difícil, muy difícil en muchas
ocasiones, y que les provoca crisis, momentos depresivos y
situaciones de descontrol, pero que, a su vez, son perfectamente
capaces de dialogar, de asumir responsabilidades y de tomar
decisiones coherentes, aunque les cueste.
Es importante reivindicar la normalidad de esta etapa. Porque si bien
es cierto que hay muchos adolescentes egoístas, agresivos e
irresponsables, ese comportamiento no es consustancial con la
adolescencia sino con una manera de educar que les ha ido
encaminando a serlo.
Si consideramos normal el cambio que se da en esta etapa y sabemos
apoyarles para que lo afronten con responsabilidad, conviviremos con
personas llenas de ganas de comunicarse, de disfrutar la vida y de
ilusión por transformar el mundo.
Para no perdernos el encanto de la adolescencia, debemos dejar de

6
escandalizarnos, rechazarla o temerla. Los adolescentes necesitan
nuestra comprensión para descubrirse como seres independientes, con
identidad propia.

7
8
La adolescencia, etapa de búsqueda, de
crisis
1. ¿QUÉ SENTIMIENTOS GENERA ESTA ETAPA DE SU
VIDA EN LOS ADOLESCENTES? ¿SE SIENTEN
COMPRENDIDOS?
La adolescencia es una etapa plena de vitalidad, de entusiasmo, de
deseos de reconocerse como seres autónomos, independientes de la
familia a la que se pertenece, de deseos de conocer todas la
oportunidades que el mundo ofrece. El niño de la etapa anterior
descubre un mundo lleno de nuevas oportunidades: la oportunidad de
descubrir la amistad, de enamorarse, de disfrutar del tiempo libre con
los amigos elegidos y de acuerdo con sus gustos personales, de crear
un espacio íntimo dentro de casa para vivir su soledad, de decidir lo
que desea estudiar...
La adolescencia es también una etapa de inestabilidad emocional. El
adolescente busca su propia identidad, y esa búsqueda le provoca
sentimientos contradictorios. Siente que su cuerpo y todo su ser se
transforma en adulto, y, aunque se da cuenta de que todavía no lo es,
ya no se siente niño. Quiere crecer. Algo en su interior le impulsa a ser
independiente, a dejar de pertenecer al mundo infantil, a dar los pasos
necesarios para integrarse en la sociedad adulta. Desea ser reconocido
como un ser con personalidad propia, capaz de tener una opinión
personal y de discrepar de la opinión de los adultos, capaz de asumir
sus propias decisiones.
Necesita nuestro apoyo para avanzar seguro. Realizar su proyecto de
vida le va a costar, tendrá que esforzarse para asumir sus
responsabilidades. Va a necesitar límites, también refuerzos. Si no
encuentra apoyo dentro de casa, lo buscará fuera. Buscará a alguien
que crea en él, en su capacidad para opinar y tener un criterio propio,
alguien que le valore, que le refuerce. Se refugiará en su grupo de
amigos o en cualquier grupo en el que se sienta aceptado.
Necesita que le tengamos en cuenta, que le escuchemos. Si no se
siente comprendido, dejará de comunicarse con nosotros, viviremos
una relación amarga cargada de incomprensión, incomunicación y

9
peleas frecuentes; se volverá inconformista y retador. Pero si sabemos
apoyarle, su rebeldía no provocará enfrentamientos agresivos.
La adolescencia puede ser una etapa costosísima si no estamos
preparados para afrontarla, si no sabemos cómo ayudar a nuestro
hijo, cómo actuar. Pero si aceptamos los cambios que se van a
producir en su vida y nos preparamos para ayudarle a afrontar su
adolescencia, aunque en ocasiones nos cueste comunicarnos,
podremos disfrutar de esta etapa.
2. EL ADOLESCENTE BUSCA SU PROPIA IDENTIDAD,
VIVE UNA ETAPA DE CRISIS
La adolescencia es una etapa de crisis, de cambios muy bruscos, de
búsqueda de la propia identidad. Pero nosotros podemos contribuir a
acentuar el aspecto rebelde, inconformista y retador, o contribuir a
que el adolescente encuentre su identidad, a que se reconozca como
un ser capaz de sacar adelante su propio proyecto de vida, el suyo, no
el que otros quieren que acepte como suyo.
Tenemos que admitir que, efectivamente, nuestro hijo ha dejado de
ser niño y que, aunque todavía no sea adulto, ni siquiera joven, tiene
una identidad propia, específica, concreta; es un adolescente. Sin
embargo, la sociedad en general desconoce el proceso de crecer del
ser humano. Muchas personas temen la llegada de la adolescencia, y
la padecen como si fuese una enfermedad que desean que pase cuanto
antes. No creen en el adolescente, simplemente lo soportan mientras
crece. No le comprenden, le siguen tratando como al niño de la etapa
anterior. No comprenden que el papel del adolescente a lo largo de
esta etapa va a consistir en descubrirse, en saber quién es, cómo es,
qué quiere y hacia dónde desea encaminar sus pasos. No le
proporcionan el espacio que necesita, no le ayudan a encontrar su
lugar y acentúan su crisis, la llamada crisis de identidad que deben
vivir todos los adolescentes: "¿Quién soy"? "Si no soy ni niño ni adulto,
¿a qué mundo pertenezco?" "¿Por qué no me siento bien con mis
padres y a la vez los necesito?" "¿Por qué deseo tanto ser
independiente y a la vez dependo tanto de ellos?"
Es normal que no se comporte como en la etapa anterior. Es normal
que desee aislarse en su cuarto, salir con sus amigos sin obstáculos,

10
que respetemos sus gustos a la hora de arreglarse... También es
normal que rechace el esfuerzo que suponen sus reivindicaciones:
ocuparse de su habitación, comprometerse con los horarios, ganarse
lo que pide... Debemos aceptar su necesidad de independencia y
ayudarle a asumir las responsabilidades que le permitirán ser
realmente independiente.
A menudo, le seguimos resolviendo su vida cotidiana dentro de casa,
le exigimos madurez únicamente en los estudios y, aunque nos
quejemos, nos volvemos permisivos respecto a sus salidas con
amigos; no le exigimos la madurez que es capaz de manifestar en
todas las actividades de su vida.
Otras veces le exigimos una madurez impropia de su etapa, le
exigimos una identidad adulta. Le culpamos por no saber lo que
quiere, por ser inconstante, por no tomar decisiones eternas. No
comprendemos que necesita dudar antes de elegir y tomar decisiones.
Está en una etapa de búsqueda, no puede tener una conducta rígida,
permanente.
Al principio de la etapa el adolescente no sabe lo que quiere. Su misión
es buscar caminos, reflexionar, cuestionarse, dudar. Al final de la
adolescencia, cuando inicie su juventud, tendrá que haber tomado
decisiones de gran trascendencia en su vida sobre estudios, amistades,
pareja y ocupaciones en su tiempo libre, entre otras. Tendrá que
buscar, tantear, equivocarse, rectificar y continuar su búsqueda hasta
tomar la decisión acertada. Necesita nuestra comprensión, también
nuestra exigencia, para apoyar su búsqueda.
No le resultará fácil elegir porque elegir supone renunciar, renunciar a
lo que no se elige. El adolescente no está seguro de querer renunciar a
esos estudios que no elige, o a esas amistades y a esas actividades
que tanto le atraen, aunque por otra parte sepa que no son las
acertadas para él. Le cuesta elegir, le cuesta renunciar, le cuesta
decidirse, le cuesta rectificar cuando se equivoca. Su búsqueda debe
continuar a lo largo de la etapa hasta que sienta la seguridad de dar el
paso acertado.
3. LA REBELDÍA DEL ADOLESCENTE. SU DESEO DE
INDEPENDENCIA

11
El adolescente se debe preparar para vivir sin sus padres, aunque en
esta etapa todavía dependa de ellos en muchos aspectos. En su
interior siente el impulso de desprenderse de ellos, para vivir un
proyecto de vida que se corresponda con las necesidades de su etapa.
Si los adultos le siguen tratando como al niño que fue y no le conceden
la libertad que necesita, se rebela. No acepta ser tratado como no le
corresponde. Su lugar ya no está entre los niños. Quiere sentirse parte
de su mundo, que le permitan crecer. Desea opinar, poder expresar lo
que siente. Necesita libertad para afrontar las responsabilidades de su
vida.
El adolescente es rebelde, debe serlo. Necesita rebelarse contra un
mundo que considera injusto porque no le permite tener una identidad
propia. Su rebeldía es sana, legal, deseable. No debe aceptar, sumiso,
que no le permitan crecer. Se debe rebelar contra las injusticias del
mundo, y contra las personas que le opriman. Sin embargo, a
menudo, la rebeldía del adolescente no responde al deseo de ser él
mismo, a la lucha por conseguir un lugar propio, sin dependencias,
asumiendo las responsabilidades de su vida, eligiendo su destino sin
someterse a los planes que otros sueñan para él. Cuando consigue
todo lo que desea sin esforzarse, su rebeldía responde al deseo de
tener. Lejos de buscar su independencia, pretende depender de quien
le proporciona lo que quiere conseguir sin esfuerzo, sin asumir
responsabilidades.
Pretende ser independiente, pero se somete fácilmente a las modas y
se deja arrastrar por su grupo de amigos. Se viste como ellos y fuma
o bebe porque otros lo hacen. Dice que quiere tomar sus propias
decisiones, pero imita con facilidad a sus líderes, a sus ídolos. Le gusta
que le respeten pero le cuesta muchísimo contradecir a sus amigos, no
se hace respetar por ellos, se somete con suma facilidad.
Cuando nos oponemos a sus deseos de libertad provocamos una
rebeldía agresiva. Cuando permitimos que obtenga lo que desea, sin
asumir responsabilidades, provocamos su tiranía. Ambas situaciones
sumen la relación padres-adolescente en un ambiente hostil, cargado
de incomprensión, donde la comunicación deja de existir. Pero si se
siente comprendido mantendremos una buena comunicación, aunque

12
en ocasiones resulte costosa. Cuando aceptamos su deseo de libertad
no provocamos su agresividad. Su rebeldía se centra en lograr ser
autónomo asumiendo responsabilidades, no en obtener sin esforzarse.
4. CÓMO SE SIENTEN LOS ADULTOS. ETAPA
CONFLICTIVA PARA LOS PADRES
Todas las etapas tienen su encanto y todas las podemos disfrutar si
conocemos, y sabemos apoyar, el proceso de crecer del ser humano.
Pero cuando nuestro hijo se acerca a la adolescencia, "temblamos".
Los cambios que se provocan en su vida nos desconciertan, nos aterra
su rebeldía.
La adolescencia es una etapa conflictiva también para los padres si no
estamos preparados para afrontarla. El paso de la niñez a la
adolescencia hace que nos sintamos desconcertados, no sabemos
cómo actuar ante los cambios de nuestro hijo. De repente es otro,
aunque a nosotros nos sigue pareciendo un niño. Quiere salir con sus
amigos, ¡sin nosotros! Se viste y se arregla "a su estilo", un estilo que
nos espanta. Le gusta encerrarse en su cuarto y escuchar música a
todo volumen, o permanecer tumbado, totalmente inactivo o viendo la
televisión, durante horas. Toda la familia pasa a un segundo plano.
Habla por teléfono sin parar, pero a nosotros apenas nos dirige la
palabra. A menudo nos trata despectivamente o nos contesta mal. No
colabora, se cree que estamos para servirle.
Sus cambios de humor nos desconciertan. Pasa, en poco tiempo, de la
depresión a la euforia. Su vida es un mar de dudas; saber lo que
realmente quiere le supone un tremendo esfuerzo. Sus diferentes
estados de ánimo hacen que en ocasiones no se aguante ni a él
mismo. Puede ser introvertido y extrovertido a la vez, dependiendo de
con quién esté. Puede pasar de contarnos todo a no dirigirnos la
palabra. Se nos pegará como una lapa a ratos, y en otros momentos
no querrá ni saludarnos. Necesita nuestro apoyo, nuestros consejos,
nuestra exigencia, pero aparentemente los rechaza; dirá que le parece
ridículo lo que le decimos. Busca nuestra aprobación, pero hará como
si no le pareciera importante.
Sin embargo, aunque parece que rechaza nuestro afecto y resulta
difícil hablar con él, nos necesita. Es importante que sepa que cuenta

13
con nosotros, que comprendemos su deseo de libertad y que le
queremos ayudar a ser independiente. Para lograrlo, nuestra relación
se debe basar en el diálogo. Tendremos que pactar constantemente
con nuestro hijo adolescente.
Como decíamos, ante sus cambios y contradicciones no sabemos cómo
actuar, nos sentimos desconcertados, llenos de dudas y en ocasiones
hasta culpables: "¿Hago bien dejándole volver a casa tan tarde? ¿Está
bien que se aísle o debería obligarle a estar con nosotros? ¿Por qué se
ha convertido nuestra vida en una batalla continua? ¿Por qué se porta
así? ¿Qué hemos hecho mal?"...
La adolescencia no sería una etapa tan extremadamente difícil, tanto
para los padres como para los adolescentes, si ambos conociesen el
proceso de crecer del ser humano en esta etapa y, en lugar de
enfrentarse, recorriera cada uno el camino que le corresponde. Los
adolescentes, asumiendo las responsabilidades que les permitirán ser
independientes. Los padres y demás adultos, ayudándoles a asumirlas
para que puedan independizarse en la etapa siguiente, para que
afronten su vida, la suya, la que ellos elijan, sin evitarles esfuerzos,
sin darles todo resuelto. No debemos ser autoritarios impidiendo que
se independicen, ni sobreprotectores impidiendo que se
responsabilicen. Debemos impulsarles a vivir su etapa plenamente,
comprendiendo sus necesidades, dialogando, pactando, exigiendo,
poniendo límites, dejando que vivan las consecuencias de su manera
de actuar.
5. SER BUENOS PADRES NO ES "DESVIVIRSE"
Para ser "buenos padres" muchas veces la sociedad nos exige
desvivirnos por los hijos. Sin embargo, "desvivirse" por el hijo es "no
vivir" el propio proyecto de vida o permitir que el propio proyecto pase
a un segundo plano. Cuando digo: "Dejé lo que deseaba hacer para
ocuparme de mis hijos" o "Yo no importo, los importantes son ellos";
cuando doy a entender que he renunciado a mi vida por ellos, hago
que se sientan en deuda conmigo. Me lo deben todo: lo que son, lo que
hacen, lo que tienen... Empieza la dependencia emocional. Más
adelante les pasaremos factura, querremos depender de ellos, que se
ocupen de nosotros.

14
Ya en la adolescencia empezamos a reclamarles: "Con lo cariñoso que
eras de niño, qué arisco te estás volviendo." "¿Así que prefieres ver la
película con tus amigos? Ya no nos quieres." "Todos estos años
trabajando para ti, para que tuvieses lo mejor, y mira qué notas me
traes." "Yo estoy deseando que tengamos una sobremesa larga y tú
sueñas con terminar de comer rápido para ir a encerrarte a tu
cuarto"...
Los hijos no son de nuestra propiedad, no son para realizar nuestros
sueños, sino que tienen que realizar los suyos. Cuando recriminamos
al adolescente que quiera ser él, que quiera volar en lugar de dejarse
atrapar, hacemos que se sienta mal, desconcertado, culpable, y a la
vez incomprendido. Ya comentamos que su naturaleza le impulsa a
crecer. Para realizar su proyecto de vida necesita desprenderse de
nosotros, vivir menos tiempo en nuestra compañía. Y, sin embargo,
pretendemos que no vuele, que siga atado a la familia.
También nosotros deberíamos realizar nuestro propio proyecto. No
somos sólo padres. No tenemos que desvivirnos por nuestro hijo,
tenemos que ayudarle a vivir su propio proyecto de vida sin dejar de
vivir el nuestro. Nuestro proyecto son en realidad tres proyectos: el de
paternidad-maternidad, que es el que vivimos con nuestro hijo; el de
pareja, independiente del de paternidad; y el personal, independiente
de los otros dos proyectos.
Nuestro hijo tiene que respetar nuestro tiempo, nuestras actividades
sin él. Nosotros tenemos que respetar las suyas. No debemos ser un
impedimento para que pueda vivir su adolescencia siendo cada vez
más independiente y responsable. Tampoco él debe impedirnos vivir
nuestra etapa con plena autonomía.
6. DEJAR LOS AFECTOS A SALVO
Como venimos comentando, los padres se sienten desconcertados
ante los cambios del adolescente, y el adolescente siente que no le
comprenden, que no le aceptan. Padres e hijos se hacen muchísimo
daño por no comprenderse, por no aceptarse como son, por no
dialogar buscando soluciones sin chantajes emocionales, sin
entremezclar afectos.
Hay que poner las cosas en su sitio y dejar los afectos a salvo, porque

15
lo están. Muchos padres piensan que su hijo ha dejado de quererlos y
el adolescente piensa que sus padres no le quieren. Este es un error
gravísimo. El desconcierto que provoca la incomprensión mutua y la
no aceptación del otro, les hace sentir que ya no hay afecto entre
ambos; sin embargo no es así. El adolescente quiere y necesita, quizá
más que nunca, a sus padres o a alguna persona adulta que le oriente,
que le ayude a encontrar respuestas a sus dudas, que le ayude a
entenderse a sí mismo y a entender ese mundo del que muy pronto
formará parte como adulto. El hecho del rechazo hacia sus padres
tiene que ver con la incomprensión que siente, no con falta de amor. A
veces confunde el rechazo hacia lo que sus padres le transmiten con un
sentimiento de odio hacia ellos. Pero no hay odio, hay rechazo a la
incomprensión.
Los padres, cuando no saben cómo afrontar el cambio de su hijo
adolescente, se hartan de una situación de conflicto cotidiano que a
menudo les desborda. Pero no deben confundir el rechazo a esa
situación y el hecho de estar hartos con la falta de cariño.
Ambos deben afrontar la etapa teniendo claro que su mutuo afecto
está a salvo. No han dejado de quererse, lo que sucede es que están
pasando por una etapa de mutua incomprensión, y no se aceptan el
uno al otro. El adolescente nos quiere y nos necesita como guías en
esta etapa tan crítica de su vida, aunque pasemos de ser adorables a
resultarles odiosos, sin haber transcurrido apenas unas horas entre
una y otra situación. Nosotros también le queremos, aunque
deseemos perderlo de vista en muchas ocasiones.

16
17
Las etapas de la vida
1. ACTIVIDADES DE AUTONOMÍA PROPIAS DE CADA
ETAPA
En cada etapa de la vida, todas las personas somos capaces de
aprender determinadas actividades de autonomía que nos permitirán
ser cada vez más independientes. En el siguiente cuadro se enumera
lo que podemos aprender, y, por lo tanto, lo que deberíamos enseñar a
nuestros hijos en cada etapa.
Etapas Aprenden a:
Infancia 0-6 • Realizar las actividades cotidianas personales: comer, lavarse y vestirse
años sólo, dormir en su cuarto, ordenar sus juguetes…
• Organizar su espacio dentro de casa, su cuarto.
• Colaborar con quienes conviven.
Niñez 6-12
• Organizar su horario personal.
años
• Organizar su estudio y su tiempo libre.
• Dialogar y resolver sus conflictos sin agresividad.
• Pactar su horario personal, teniendo en cuenta a las personas con las que
convive.
• Pactar las actividades de colaboración.
• Crear su espacio personal dentro de casa. Mantenerlo organizado y en
orden.
Adolescencia • Quedarse solo en casa, afrontando todas las tareas caseras.
• Elegir qué estudiar pensando en su futuro profesional.
• Elegir amigos.
• Elegir sus actividades de tiempo libre en soledad y con amigos.
• Afrontar los riesgos de su vida cuando sale sin sus padres.
• Afrontar su sexualidad con responsabilidad.
• Organizar su vida, independizándola de sus padres.
• Prepararse para afrontar el mundo laboral.
Juventud
• Vivir su tiempo libre en soledad y con amigos.
• Prepararse para convivir con quien elija.
• Independizarse totalmente de los padres. Crear un hogar propio.
• Afrontar el mundo laboral.
Adultez
• Convivir con las personas elegidas.
• Afrontar la paternidad, si desean tener hijos.
2. TODOS RECORREMOS LAS MISMAS ETAPAS
Todos los seres humanos recorremos las mismas etapas a lo largo de
nuestra vida. Nuestro hijo adolescente ya ha recorrido dos, la infancia
y la niñez, y va a recorrer la tercera, la adolescencia, que acaba
cuando se inicia la juventud. En su juventud se preparará para afrontar
una profesión y lograr unos ingresos económicos que le permitan
independizarse totalmente de sus padres. Algunos jóvenes, además de

18
prepararse para desarrollar la profesión elegida, trabajan
independizándose parcialmente en esta etapa, pero no es lo habitual.
En cualquier caso, la tarea educativa de los padres termina cuando los
hijos trabajan y cuentan con una economía propia. Entonces inician su
etapa adulta. Ya pueden ser totalmente independientes, trabajar,
afrontar sus gastos, vivir en su propia casa, asumir todas las
responsabilidades que conlleva vivir en una casa propia, compartir su
vida con quien elijan, afrontar la paternidad o la maternidad si desean
tener hijos...
¡Qué diferente a la realidad actual es el panorama que acabamos de
describir! Los hijos permanecen sin asumir sus responsabilidades en la
adolescencia, pasan la etapa de la juventud con idéntica actitud
irresponsable, y llegan a la etapa adulta convencidos de que pueden
continuar viviendo con y de sus padres, quienes se deben seguir
ocupando de solucionar su vida cotidiana.
Muchos adultos se quejan: "¡Cómo pueden ser tan desconsiderados,
tan egoístas! Viven en casa como quien vive en un hotel, con todo
resuelto, la casa limpia, la cama hecha, la comida preparada, la ropa
planchada, pero sin colaborar mínimamente. No dan ni las gracias, al
contrario, siempre están exigiendo. Apenas se comunican, salen
cuando quieren y vuelven cuando les parece, sin contar con nadie."
Las quejas podrían seguir hasta el infinito. Sin embargo, lo que está
sucediendo es la consecuencia de la educación que recibieron, estamos
recogiendo lo que hemos sembrado.
Cargados de buena voluntad resolvimos su adolescencia evitándoles
esfuerzos, quejándonos, eso sí, de lo poco que estudiaban, de la
cantidad de televisión que veían, de lo mucho que salían, de lo tarde
que llegaban, de todo lo que gastaban...
Pero, a pesar de nuestras constantes quejas y de las peleas diarias,
seguíamos afrontando sus responsabilidades, su vida estaba resuelta.
Tenían libertad para hacer lo que quisieran sin realizar esfuerzos.
Los adolescentes necesitan dar pasos para lograr independizarse de
sus padres. Ello supone permitir que caminen hacia una libertad cada
vez mayor, aunque el camino sea costoso. Supone permitir que
afronten las responsabilidades que implica ser libre, sin evitarles

19
esfuerzos.
3. INFANCIA Y NIÑEZ, ¿DOS ETAPAS SUPERADAS?
Para saber si nuestro hijo está preparado para afrontar la etapa de su
adolescencia, conviene que echemos un vistazo a las etapas que ya ha
recorrido. ¿Consiguió los objetivos de la infancia y la niñez? Si creció
sin lograrlos, necesitará aprobar las asignaturas pendientes.
La infancia es una etapa de cambios inmensos. El niño pasa de la
dependencia total a valerse por sí mismo en todas las actividades
cotidianas. Si le enseñamos, se independiza de sus padres y demás
adultos comiendo solo, vistiéndose solo, ocupándose de su higiene
personal, ordenando sus juguetes, sus cuentos y su ropa, durmiendo
en su cuarto a la hora acordada y contribuyendo en actividades de
colaboración familiar. Pasó de no poder decir ni una palabra y de no
poder ni siquiera arrastrarse, a hablar perfectamente y a saltar, trepar
y coordinar todos sus movimientos. Tuvo que realizar grandes
esfuerzos para superar su inicial dependencia. Necesitó ser
egocéntrico, centrarse en él, para lograr su objetivo: ser
independiente en sus actividades cotidianas; una vez logrado ese
objetivo, pudo abrirse al mundo de los demás, inició su niñez.
La niñez le abrió nuevas puertas. Fue una etapa sin crisis, tranquila,
equilibrada. Adquirió mayor autonomía. Aprendió, si le enseñaron, a
organizar su espacio personal, su cuarto. También aprendió a
organizar su horario, un horario que compartía con su familia, pero
que incluía actividades únicamente suyas. Al terminar su niñez se
levanta y se acuesta sin que tengan que decírselo. Por la mañana se
ducha, se viste, se prepara el desayuno y va a la parada del autobús
escolar. Cuando vuelve del colegio también sabe organizarse. Se
prepara la merienda, estudia y juega. Se entretiene muy bien jugando
solo y le encanta jugar con otros niños. Colabora realizando
actividades caseras. Es capaz de dialogar, de razonar, de tener en
cuenta puntos de vista diferentes al suyo. Comprende la necesidad de
normas y límites, para convivir teniendo en cuenta a los demás.
4. INICIA LA ADOLESCENCIA
Al iniciar la adolescencia, necesita dar un paso más en su caminar
hacia el logro de su autonomía. Necesita desprenderse de sus padres

20
un poco más. Primero aprendió a ocuparse de sus actividades
cotidianas: comer solo, vestirse, ordenar sus juguetes... Después
aprendió a organizar su vida personal dentro de casa, ahora debe
afrontar su vida fuera de casa. Pero no la va a afrontar de golpe, lo
hará paulatinamente.
Dentro de casa, el adolescente necesita un espacio personal donde
poder aislarse. De ese espacio se debe ocupar él. La organización y el
orden de su cuarto son tareas suyas. En su cuarto quiere ser libre,
vivir su soledad, leer, escribir, pensar, oír música, estudiar; no quiere
que interfieran en su intimidad. Le gusta decorarlo a su estilo y,
aunque le cueste, no necesita depender de nadie para mantenerlo
ordenado.
El adolescente se siente lo suficientemente mayor como para quedarse
solo en casa, sin nadie que le vigile. Podrá conseguir la libertad que
pretende si asume la responsabilidad de vivir solo en casa, o lo que es
lo mismo, de afrontar las tareas de la casa. Para ello, habitualmente
deberá colaborar con las personas con las que convive. Tendrá que
saber manejar todos los electrodomésticos, preparar comidas,
ocuparse de la ropa, comprar y organizar los productos de higiene,
limpieza o comida, mantener la casa limpia y ordenada...
También es capaz de organizar su horario. Puede realizar todas sus
actividades cotidianas, desde que se levanta hasta que se acuesta, sin
que nadie se las recuerde ni supervise. Le resultará mucho más
sencillo ocuparse de su cuarto, colaborar en casa y organizar su
horario si en la etapa anterior, en su niñez, le enseñaron a asumir sus
responsabilidades cotidianas. Si le resolvieron la vida, ahora le costará
afrontarla, pero lo puede conseguir. En otro capítulo veremos cómo
impulsarle para que lo logre.
Fuera de casa se inicia la nueva vida del adolescente, y tiene que
aprender a afrontarla. Quiere salir con sus amigos, sin adultos. Quiere
tener amigos y formar parte de grupos afines a él. Para afrontar su
necesidad de hacer una vida independiente, fuera de casa, le
enseñaremos a asumir las responsabilidades correspondientes.
Responsabilidades relacionadas con las actividades de tiempo libre y
con las personas con quienes las comparte. Necesitará descubrir sus

21
intereses, conocer sus gustos personales, para elegir las actividades
que desea realizar (sin someterse a los intereses de otros), y decidir
con quién desea compartirlas. Tendrá que saber elegir a sus amigos,
en lugar de someterse a personas que no le permiten ser él. También
necesitará adquirir aprendizajes como moverse en los transportes
públicos (para ir y volver, adonde vaya, por sus propios medios),
manejar dinero y ganárselo, comprometerse con los horarios de
regreso a casa y evitar riesgos: drogas, alcohol, violencia...
Respecto a su estudio, tendrá que decidir a qué se quiere dedicar en su
vida profesional, hacia dónde quiere encaminarse.
En su relación con los demás necesita aprender a hacerse respetar.
Tendrá que expresar lo que quiere y saber decir "no", aunque le
cueste. Deberá respetar a todos, aunque no comparta sus ideas. Con
familiares y amigos necesita saber dialogar, pactar acuerdos y
cumplirlos, o asumir las consecuencias por no haberlos cumplido.
5. CAMINA HACIA LA JUVENTUD
Al final de la adolescencia, etapa inestable y conflictiva, aparece la
juventud, etapa equilibrada, sin crisis. Se acabó la etapa indecisa, de
búsqueda, de dudas. El joven sabe tomar decisiones respecto a sus
estudios, su tiempo libre, sus amistades. Ha aprendido a afrontar su
vida, sus responsabilidades. En casa ya tiene creado su mundo
personal. En su cuarto organiza su vida. Su relación familiar se sigue
modificando en función de sus propias necesidades, pero sin
convulsiones. Sabe dialogar con serenidad, tiene en cuenta a las
personas con las que convive, acepta colaborar. Ya no necesita pactar,
ya no son necesarias las negociaciones de la etapa anterior, ahora
hace propuestas que podemos aceptar. Sabe asumir sus
responsabilidades, maneja bien su libertad. Es responsable en sus
estudios, en su trabajo, en su tiempo libre, en sus relaciones con
amigos y desconocidos. Puede que estudie en otra ciudad o puede que
siga viviendo en la casa familiar, pero en breve podrá independizarse
al lograr su autonomía económica.
Pero si no le ayudamos a afrontar la adolescencia, en su juventud
seguirá siendo un adolescente, inseguro, indeciso... No habrá asumido
las responsabilidades de su vida, no habrá logrado la autonomía

22
necesaria para vivir sin depender de sus padres. Seguirá dependiendo
de ellos y sus padres de él.
Gran parte de la humanidad se quedó anclada en la adolescencia. Son
personas que trabajan, han formado una familia y viven sin sus
padres, pero siguen siendo dependientes. No tienen criterio propio, se
someten a lo que otros deciden o tratan de imponerse a los demás. No
toman sus propias decisiones ni permiten que las tomen otros. Todavía
resuelven sus conflictos sin diálogo, con agresividad. Siguen siendo
adolescentes.

23
24
El proyecto de vida del adolescente. Su
proceso de crecer. La tarea de los padres
1. QUÉ NECESITA EL ADOLESCENTE
Ya hemos comentado que la adolescencia es una etapa de toma de
decisiones vitales y por lo tanto cargada de búsquedas y dudas; una
etapa de crisis, de grandes cambios, y por lo tanto, conflictiva e
inestable. La crisis se acentúa porque la sociedad no comprende al
adolescente y no le ofrece lo que necesita.
Necesita descubrirse a sí mismo, y descubrir su lugar en la vida. Debe
tomar decisiones vitales sobre sus estudios, sus amistades y las
actividades que llenen su tiempo libre. Tiene que desprenderse de la
niñez y caminar hacia la juventud, para aprender a vivir sin sus
padres.
No debemos poner trabas a la libertad que el adolescente necesita,
pero es él quien debe conquistarla, día a día, a través de su vida
cotidiana. Para ello le tendremos que ayudar a asumir las
responsabilidades que le permitirán ser independiente, proponerse
metas y actuar para lograrlas. En los siguientes capítulos
analizaremos, uno a uno, los diferentes aspectos de la vida cotidiana
del adolescente; veremos cómo ayudarle a afrontar su proyecto de
vida.
2. EL ADOLESCENTE PIDE LIBERTAD. NECESITA MÁS
AUTONOMÍA
El proyecto de vida del adolescente le induce a pedir más libertad.
Libertad para quedarse solo en casa, salir con sus amigos, manejar
dinero, vestirse a su gusto... Pero hay novedades que no le producen
el menor entusiasmo: tener que dejar la casa recogida y en orden,
comprometerse con los horarios de salida, ganarse el dinero para sus
gastos personales, ceñirse a un presupuesto para vestirse...
El adolescente desea libertad para crear un mundo propio. Debemos
comprender su deseo de intimidad, de aislarse, de salir con sus
amigos sin nosotros. Su deseo de independencia no es un capricho, es
una necesidad vital.
Le gusta liberarse de las ataduras que le impiden alcanzar la

25
independencia que desea conseguir en esta etapa. Le gusta dejar de
ser un niño, para poder hacer vida de mayor y salir fuera de casa.
Pero no le gusta dejar de depender de sus padres cuando tiene que
asumir responsabilidades y esfuerzos. Quiere independizarse, pero a
menudo se comporta como un niño irresponsable. Es normal, le cuesta
dar el paso de la niñez a la juventud. Sin embargo, para crecer, para
afrontar el propio proyecto de vida en cada etapa, para ser autónomo,
tendrá que aceptar los cambios, las novedades, los esfuerzos, tendrá
que asumir sus responsabilidades.
Necesita nuestra comprensión, pero también nuestra exigencia,
nuestro "empujón", para lograr la independencia que tanto desea y
que tanto le cuesta conseguir. Necesita límites y que le dejemos vivir
las consecuencias de su manera de actuar. En su cuarto, por ejemplo,
se puede sentir totalmente independiente, si se ocupa de manterlo
ordenado. Pero si no asume esa responsabilidad, si no lo deja
recogido, se lo encontrará sin recoger. Asimismo, si no deja la ropa
sucia donde corresponde, no se la lavarán y cuando la necesite estará
sucia. Si no se prepara la merienda se quedará sin merendar. Si no
controla sus llamadas telefónicas tendrá que pagarlas de sus ahorros...
Para poder realizar su proyecto de vida, para asumir las
responsabilidades que le resulten costosas, necesita vivir las
consecuencias de su forma de actuar. Los límites y las consecuencias
no son amenazas que no se cumplen, se establecen dialogando con el
adolescente y se cumplen siempre. No varían en función de nuestro
estado de ánimo, están establecidas con el adolescente. Ambos
conocemos sus límites: lo que no debe hacer, y las consecuencias: lo
que sucederá según actúe.
3. QUÉ PEDIMOS A LOS ADOLESCENTES. ¿PERMITIMOS
QUE ASUMAN SUS RESPONSABILIDADES?
Los adolescentes piden libertad, nosotros les pedimos responsabilidad.
Ciertamente al adolescente le cuesta asumir las responsabilidades de
su vida. Pero con frecuencia lo que sucede es que no puede asumirlas,
porque cometemos la incongruencia de asumirlas nosotros. Nos dice:
"No me despertaste y por tu culpa llegué tarde", y nosotros nos
sentimos culpables, cuando despertarse es una responsabilidad suya,

26
no nuestra; llegó tarde porque no se despertó. Hay un sinfín de
ejemplos relacionados con su vida cotidiana que nos hacen caer en la
cuenta de hasta qué punto afrontamos nosotros la vida de nuestro
hijo. Nos dice, por ejemplo, que la ropa que pensaba ponerse no se la
hemos planchado, o que le preparemos la cena, o que le compremos
la crema facial que utiliza... No permitimos que se responsabilice de su
vida y acaba exigiéndonos que asumamos nosotros sus
responsabilidades.
La tarea de los padres del adolescente es ayudarle a crecer, a vivir su
etapa, en lugar de impedirle afrontarla resolviéndole la vida.
4. AMBOS PEDIMOS LO MISMO
Si los adolescentes quieren que no se les trate como niños y que se les
dé más libertad, tendrán que aceptar sus responsabilidades, o dicho de
otra manera, si aceptan sus responsabilidades podrán exigir
independencia para:

. Tener un espacio propio sin interferencias del adulto, un espacio


donde respeten su deseo de soledad, de aislarse.
. Organizar su horario, elegir sus actividades de tiempo libre, salir
con sus amigos...
. Los adolescentes reconocen que son capaces de asumir sus
responsabilidades personales, familiares y escolares. También
reconocen que, como les cuesta asumirlas, a menudo son
desordenados e irresponsables.

Hice a diferentes grupos de adolescentes esta pregunta: "¿Cómo


queréis que os traten vuestros padres?" Y estas fueron las respuestas:
"Queremos que nos traten como personas maduras y responsables,
que tengan confianza en nosotros, que no nos vigilen, que nos den
más libertad, que nos dejen salir más y vestirnos como queramos, que
no se metan en la elección de nuestras amistades, que no nos
sobreprotejan, que comprendan que estamos en otra etapa, que nos
traten con respeto, que nos tengan en cuenta, que acepten nuestras
opiniones y apoyen nuestras decisiones, que nos dejen ser lo que
queramos en la vida, que no nos castiguen por cualquier cosa, que nos
hablen con sinceridad, que mantengan sus promesas, que comprendan

27
cuando estamos deprimidos, que sean cariñosos..."
Pregunté a los mismos grupos de adolescentes cómo creían que
deberían comportarse para que sus padres confiasen en ellos y les
concediesen lo que pedían. Contestaron: "Deberíamos ser
responsables, consecuentes, sinceros. Si queremos que nos den dinero
deberíamos ganárnoslo, manteniendo un buen comportamiento.
Deberíamos tratar de obtener buenas notas y cumplir nuestros
compromisos o explicar el motivo si no lo cumplimos". "Tendríamos
que comunicarnos más con nuestros padres, hablarles de nuestros
problemas, escuchar sus consejos, confiar en ellos, aceptar sus
decisiones. Les deberíamos comprender, nuestros padres también
tienen problemas, deberíamos ser cariñosos..." Admiten que exigen
demasiado a sus padres, que les mienten para obtener lo que desean,
que en muchas ocasiones no son razonables. Pero afirman que no ven
una solución fácil, puesto que sus padres no les comprenden y se
muestran agresivos o decepcionados con ellos.
Ambos, padres y adolescentes, piden lo mismo; falla la comunicación,
no saben escucharse y pactar cediendo ambos.
5. EL PROYECTO DE VIDA DEL ADOLESCENTE
El proyecto de vida del adolescente consiste en lograr la libertad que
necesita, asumiendo las responsabilidades que le van a permitir ser
independiente.
Responsabilidades que necesita
Desea libertad para:
asumir:
Organizar su espacio personal.
Vivir su soledad. Que respeten su intimidad en Ocuparse de su cuarto, ropa,
su espacio personal. libros,etc. Mantenerlo limpio y
ordenado.
Saber ocuparse de todas las
actividades caseras.
Quedarse solo en casa.
Colaborar normalmente en las
actividades caseras.
Planificar las actividades de su vida
Organizar su vida.
cotidiana, y llevarlas a la práctica.
Elegir su destino, más o menos inmediato, al
Organizar su estudio.
terminar sus estudios escolares. Saber a qué se
Buscar orientación profesional.
quiere dedicar profesionalmente.
Modificar sus actividades familiares. Pactar las nuevas relaciones familiares.
Planificar actividades de tiempo libre.
Pactar las salidas con sus padres.
Tener más tiempo libre propio y con sus amigos. Ganarse la paga. Moverse en

28
transportes públicos.
Afrontar riesgos: drogas, violencia...
Hacerse respetar. Expresar lo que
quiere y saber decir "no”.
Elegir a sus amigos. Respetar a todos, saber compartir y
ceder sin someterse.
Resolver conflictos sin agredirse.
Enamorarse. Encaminarse hacia el amor maduro.
Aceptar los cambios de su cuerpo.
Relaciones sexuales responsables.
Desarrollar su sexualidad.
Paternidad-maternidad responsable.
Afrontar la sexualidad sin riesgos.
6. LA TAREA DE LOS PADRES
Nuestro papel consiste en impulsarle a crecer, a desprenderse de
nosotros, a realizar su proyecto. Pero el esfuerzo de realizarlo le
corresponde a él. Cometerá errores, fallará, le podemos ayudar a dar
pasos hacia su autonomía, a corregir errores, pero no podemos evitar
que los cometa. No tenemos que culpabilizarnos por lo que no hace,
por lo que no consigue. No podemos vivir su etapa por él. Como
decíamos, nosotros tenemos nuestro papel: ayudarle a realizar su
proyecto. Nuestros hijos el suyo: realizarlo.
El adolescente necesita que le impulsemos a crecer, ayudándole a
superar las dificultades, en lugar de ser un freno en su desarrollo. Pero
no le podemos dejar solo. No podemos dejar que viva su vida
desentendiéndonos de lo que haga. Todavía nos necesita. Necesita
nuestra guía, nuestro control. Necesita límites.
Nuestro hijo adolescente es como un caballo desbocado, si no tiramos
de las riendas a tiempo se puede precipitar al vacío. Necesita libertad
para caminar, correr, trotar, pero necesita también a alguien que, en
ocasiones, lleve las riendas. Si imaginamos que nuestro hijo
adolescente sujeta el extremo de una cuerda y nosotros el otro, la
cuerda no necesita estar siempre tensa, pero tendremos que tirar con
fuerza en muchas ocasiones. En esta etapa no podemos soltar la
cuerda. Si asume las responsabilidades de su vida, podemos aflojarla,
darle libertad; pero si no las asume, necesita nuestro tirón, necesita
límites. Debe asumir sus responsabilidades para conseguir la libertad
que necesita.
7. IMPULSAR A CRECER, A DESPRENDERSE DE LA NIÑEZ
Nuestra tarea es ayudar a crecer a nuestros hijos. Ahora necesitan que

29
les ayudemos a desprenderse de su niñez, etapa segura y ya conocida,
para caminar hacia una autonomía todavía por descubrir, y por lo
tanto insegura. A algunos padres les cuesta desprenderse de su niño y
aceptar a su hijo transformado en adolescente. Les da pena que
crezca, porque va a afrontar una vida con más responsabilidades y
peligros y porque ven que al independizarse, se aleja. Este tipo de
padres, en lugar de impulsarle a crecer, a responsabilizarse, a
madurar, frenan o dificultan su proceso de crecimiento.
Al adolescente también le cuesta desprenderse de su niñez, aunque le
atraiga la nueva etapa. Hay novedades que el adolescente recibe
encantado, pero a veces le cuesta crecer. Algunos lo manifiestan
claramente: "No quiero crecer, no quiero dejar mi vida sin
responsabilidades, mimado y consentido por todos." Cuando está en la
frontera entre la niñez y la adolescencia, se despide de la etapa que
termina retomando juegos que ya había dejado; todavía, a
escondidas, o cuando cree que nadie le ve, juega con sus muñecos o
hace volar su avión favorito; o recibe la nueva etapa con
comportamientos infantiles: molesta a sus compañeros, les esconde
sus pertenencias, gasta bromas que pueden resultar pesadas, se toma
a juego situaciones serias...
Para vivir su adolescencia tendrá que aceptar las novedades de la
etapa que comienza y desprenderse de la anterior. Cambiar de etapa
cuesta, supone desprenderse de lo conocido y avanzar hacia lo
desconocido. A veces le cuesta tanto que le produce angustia y se
aferra a lo anterior, sigue siendo un niño.
Para provocar su cambio de niño a adolescente, y después a joven, a
veces bastará con permitirle crecer, con permitirle asumir sus
responsabilidades; con no resolverle la vida, con dejarle hacer, en
lugar de hacer nosotros. Pero otras veces tendremos que impulsarle a
crecer, tendremos que "empujarle" para que camine hacia delante,
para que pueda disfrutar de las novedades de la etapa que tanto le
atraen, aunque en ocasiones le cueste aceptar las responsabilidades
que implican.
Pasar de una etapa a otra le puede resultar costoso y hasta doloroso.
Pero no sólo al adolescente, también al adulto. Podemos comparar su

30
proceso de cambio con un parto, por la crisis que supone, por el
desprendimiento. Le debemos ayudar a desprenderse "empujándole",
animándole a crecer. No debemos regañarle por dejar lo seguro, el
útero, por desear dejar de ser niño, por querer salir con sus amigos, o
por desear aislarse en su cuarto en lugar de estar con nosotros.
Cuando tropiece no debemos reprocharle: "Ya te lo decía yo, no
deberías haber salido con tus amigos, si te hubieses quedado en
casa..." Cuando un niño come alimentos sólidos por primera vez y los
escupe, no le decimos: "Si no hubieses salido del útero materno no te
pasaría esto, allí podías comer sin tener estos problemas".
Necesita desprenderse de sus padres y adquirir más autonomía. Al
final de la etapa siguiente deberá ser totalmente independiente.
Merece la pena afrontar la adolescencia con todo su costo, por parte
de adultos y adolescentes, para poder vivir serenamente, sin
sobresaltos, las siguientes etapas.

31
32
El deseo de soledad en la adolescencia
1. EL DESEO DE SOLEDAD DEL ADOLESCENTE.
RESPETAR SU INTIMIDAD
El adolescente necesita aislarse para aprender a vivir sin nosotros. Su
relación familiar debe cambiar. Poco a poco saldrá más con sus amigos
y menos con sus padres. Necesita vivir su soledad, y por lo tanto que
respetemos su intimidad. Se aísla paseando o mirando las estrellas,
pero sobre todo se aísla en su cuarto. Tiene que reflexionar sobre sus
sentimientos, sus sueños, sus ideales, sus descubrimientos, sus
proyectos...
Pregunté a varios grupos de adolescentes para qué necesitaban
aislarse y resumo las respuestas:
Para pensar en nuestros problemas, en todo lo que nos pasa.
Para pensar en las estupideces que hacemos, y arrepentirnos.
Para pensar en nuestros grandes deseos.
Escribía una adolescente: Porque vivo soñando despierta en lo que
quisiera que me pasase y no me gusta que me despierten de mis
fantasías.
Para no tener que aguantar a nuestros hermanos y a nuestros padres
a veces.
Para conocernos mejor.
Para llorar a solas nuestras frustraciones y nuestras tristezas.
Para disfrutar las cosas sanas y normales de un adolescente, que a los
mayores les incomoda.
Para escribir nuestro diario.
Para sentir que tenemos un espacio nuestro donde sentirnos
independientes.
Para leer, oír música, pintar...
2. A MENUDO SE ENCIERRA EN SU CUARTO
"A menudo se encierra en su cuarto. No quiere estar con nosotros". Es
normal. En su cuarto vive en su mundo. Es su refugio, su espacio
personal, un espacio que no desea compartir, que no debe compartir.
Está creciendo. Necesita crear un ambiente íntimo donde poder
reflexionar, escribir sus reflexiones, leer, oír música, charlar con algún

33
amigo...
Los adultos, cuando no comprendemos su necesidad de aislarse, le
prohibimos que se encierre en su cuarto o se lo reprochamos
sintiéndonos víctimas de un hijo que nos abandona. No debemos
reprochárselo ni culpabilizarle, porque le confundimos. No pretende
abandonarnos. En su interior siente el deseo de aislarse, un deseo que
debemos respetar. Está creciendo, se tiene que desprender de
nosotros y de su vida de niño. Si se lo reprochamos siente
incomprensión y a su vez culpabilidad. Incomprensión porque no
puede evitar su deseo de aislarse. Culpabilidad por nuestro
victimismo: "Ya no quieres estar con nosotros, ya no te importamos,
has dejado de querernos, sólo piensas en ti..." Si se lo prohibimos, es
el adolescente quien se siente víctima: "Me proh iben hacer mi vida, es
injusto, me tratan como a un bebé, no me comprenden, les detesto..."
Algunas personas no le prohíben que se aísle en su cuarto, se limitan a
consentir el cambio del adolescente en silencio para evitar
enfrentamientos. El adolescente se levanta de la mesa y se va a su
cuarto, donde pasa la tarde, sin el menor comentario por parte de sus
padres, pero el reproche está latente.
No basta con no prohibirle ni reprocharle que se aísle en su cuarto.
Hay que "legalizar" la situación para que no sienta que le está
sucediendo algo extraño, anormal, sino todo lo contrario: "Quieres
estar en tu cuarto. Es normal que quieras aislarte, que quieras estar
menos con nosotros. Ya no eres un niño, eres un adolescente".
3. ¿QUIÉN ASUME LAS RESPONSABILIDADES DEL
CUARTO DEL ADOLESCENTE?
¿Permitimos que organice su cuarto, su pequeño mundo dentro de
casa, o lo seguimos organizando nosotros?
Tenemos que hablar. Ha llegado el momento de hacerle caer en la
cuenta de que únicamente conseguirá ser independiente si asume sus
responsabilidades. Su cuarto es su pequeño mundo. Lo quiere
organizar a su manera. No le gusta que decidamos cómo debe
organizarlo, ni que "fisguemos" en sus pertenencias. Tiene razón, pero
seguirá dependiendo de nosotros si tenemos que ocuparnos de
ordenar su ropa, sus libros, la cama...

34
Le debemos comunicar que vamos a dejar de intervenir en su espacio
personal porque, para no depender de nosotros, deberá ser él quien
organice y cuide su cuarto, su pequeño mundo. Si él asume la
responsabilidad de cuidarlo, no dependerá de quién se ocupaba de
hacerlo; pero si no asume sus responsabilidades, seguirá siendo
dependiente. Los adolescentes comprenden que, para liberarse de
nuestra intromisión, deben asumir la responsabilidad de ocuparse de
todo lo que tiene que ver con su mundo personal.
Cuando hablemos con nuestro adolescente le diremos que puede
organizar su cuarto a su gusto, aunque mientras viva con nosotros
tendrá que contar con nuestro consentimiento. En primer lugar, se
tendrá que desprender de su cuarto de niño, de sus juguetes y de su
ropa de la etapa anterior. Después lo deberá organizar pensando que
no es únicamente para dormir; es su lugar personal dentro de casa, un
lugar donde pasará bastantes horas de su vida. Organizará la
distribución de los muebles, de su ropa, de sus libros y demás efectos
personales; y si hubiese que cambiar algún mueble, o las cortinas, o la
colcha, o cualquier otro objeto, debemos ir a comprarlo con él. Así le
ayudamos a sentir que dispone de un espacio personal, organizado
como a él le gusta, aunque como comentamos anteriormente, deberá
tener en cuenta nuestra opinión, todavía vive en nuestra casa.
Cuando haya organizado los muebles, la ropa y todo lo demás, le
diremos que ya no necesita depender de nadie para que su cuarto esté
ordenado. Estableceremos las normas y los límites. Él se ocupará de
su cuarto, es la norma. Nadie se va a ocupar de ordenárselo, es el
límite. El límite no es sólo para el adolescente, es también para
nosotros. Si hemos quedado en que lo ordena él, no recogeremos su
ropa porque la dejó tirada, ni la organizaremos en su armario porque
él no lo hace. A menudo nos quejamos del comportamiento de
nuestros hijos, pero asumimos sus responsabilidades. Así no pueden
cambiar.
4. ¿SOMOS CÓMPLICES DE SU DESORDEN?
Si nuestro hijo no cumple la norma, si deja su cuarto hecho una
leonera, en lugar de enfadarnos y recoger su desorden deberemos
hablar con él. Hablaremos con tranquilidad, sin gritar ni descalificarle:

35
"Desastre, vago, desordenado". Sin victimismo: "Con todo el tiempo
que dediqué a ayudarte a organizarlo, no te importo nada..." Si nos
quejamos de su desorden, pero recogemos su cuarto, seremos
cómplices de su falta de autonomía. Dialogaremos cordialmente, sin
amenazarle, sin quejarnos, estableciendo lo que tiene que hacer y las
consecuencias que le ayudarán a cumplir lo que le cuesta.
La consecuencia, cuando deje la ropa tirada, será no tener ropa limpia
cuando la necesite, puesto que nadie la va a recoger. Si deja la ropa
limpia fuera del armario se le arrugará. A veces se acumula tanta ropa
en su habitación que le da pereza guardarla, y lleva toda la ropa, la
limpia y la sucia, al cesto de la ropa para lavar. En ese caso
revisaremos la ropa, antes de meterla en la lavadora, y se la
volveremos a dejar en su cuarto, tal cual esté.
Nuestro adolescente comprende que, si quiere ser independiente, no
debe depender de nosotros en todo aquello que es capaz de hacer él.
Pero a veces quiere disfrutar de la independencia que siente en su
cuarto sin asumir la responsabilidad de ocuparse de su cuarto. Es
normal que le cueste. Todavía nos necesita. Necesita límites y que le
dejemos vivir las consecuencias de su manera de actuar. El límite, ya
lo dijimos, es que nadie se va a ocupar de ordenárselo. Las
consecuencias no son castigos, tienen que ver con su manera de
actuar: "Si echo la ropa sucia a lavar, me la lavan; si la dejo tirada, no
me la lavan".
5. ¿DE QUÉ SE DEBE RESPONSABILIZAR EN SU CUARTO?
Repasemos todo lo que supone responsabilizarse del cuidado de su
cuarto. Lo ideal es hablar con nuestro hijo adolescente y que sea él
quien nos lo diga. Después, si hiciese falta añadir algo, nosotros lo
completamos. Se tiene que ocupar de:

- Organizarlo de acuerdo a su gusto personal y a sus necesidades


prácticas.
- Mantenerlo limpio. Aun teniendo a alguien que se ocupe de la
limpieza de la casa, debe saber limpiarlo. Le estamos preparando
para ser independiente.
- Mantenerlo ordenado. La ropa limpia y planchada no la guardamos

36
nosotros, la sucia no la recogemos; se ocupa él. Ordena sus libros y
demás objetos personales. Hace su cama y cambia las sábanas el día
que corresponda...

6. NORMAS, LÍMITES Y CONSECUENCIAS QUE LE


AYUDAN A OCUPARSE DE SU CUARTO
No debemos pelearnos con nuestro hijo adolescente. Su desorden no
debe ser motivo de discusiones constantes. Podemos razonar con él.
Cuando sintamos que nos desquiciamos porque parece que ha pasado
un huracán por el cuarto de nuestro hijo, no es el momento de hablar;
más vale que no digamos nada y que esperemos a tranquilizarnos.
Con el ánimo sereno y dispuesto al diálogo, hablaremos con él
estableciendo las normas, los límites y las consecuencias. A partir de
esa conversación procuraremos no desquiciarnos, ni gritarle,
descalificarle, chantajearle emocionalmente o amenazarle con
castigos; simplemente aplicaremos los límites y las consecuencias
establecidas.
Lo venimos comentando, nuestro hijo está aprendiendo a
responsabilizarse de su vida y le está costando. Necesita que
comprendamos que a veces le cuesta asumir sus responsabilidades.
Necesita que seamos coherentes y que cumplamos lo pactado con él.
Debemos cumplir los límites, no hacer nosotros lo que debe hacer él, y
dejarle vivir las consecuencias de su forma de actuar. Esa es la mejor
ayuda que podemos darle. Las consecuencias no son castigos, no son
arbitrarias, están pactadas con el adolescente.
Recordemos aquí que si no hubiese asignaturas pendientes de la etapa
anterior, al adolescente no le costaría tanto mantener el orden en su
cuarto. En el libro dedicado a la niñez vimos cómo enseñar a los niños
a organizar y mantener ordenada su habitación. De todos modos, en
la adolescencia es normal que descuiden este aspecto de su vida. Sin
embargo, el problema mayor no es la desidia del adolescente para
mantener sus pertenencias en orden, sino nuestra constante actitud de
queja y reproche a la vez que seguimos solucionando su vida. Nos
ocupamos de lo que se debería ocupar él, recogemos su desorden.
Vivimos nosotros las consecuencias de su vida, no dejamos que las
viva él encontrándose el cuarto desordenado.

37
El adolescente es muy razonable y comprende que es él quien debe
ocuparse del orden de todo lo que utiliza. Y cuando le cuesta aceptarlo,
no es nuestra agresividad lo que le ayuda, sino nuestra coherencia
cumpliendo lo establecido tras dialogar con él.
7. ¿PUEDE QUEDARSE SOLO EN CASA?
Hay padres que bajo ningún concepto están dispuestos a dejar solo a
su hijo, no se fían de él. Otros padres le dejan quedarse solo sin haber
pactado nada; eso sí, le imponen lo que debe o no debe hacer: "En la
nevera tienes la cena preparada, saca la basura, acuéstate pronto...,
ya sabes que tienes que madrugar para estudiar toda la mañana y
mejorar tus notas, este trimestre vas fatal..." El adolescente no dice
nada, sólo escucha "como quien oye llover". Cuando sus padres
vuelven de pasar el fin de semana fuera, no ha probado la comida que
le prepararon, ha dejado la cocina a rebosar de vajilla y cacharrería
sucia; en el salón se ven por todas partes los restos de la comida-
basura que encargó por teléfono; se pasó toda la noche enganchado a
Internet, no ha abierto los libros, bueno sí, sí los ha abierto, están
abiertos y tirados por el suelo (se le debieron caer mientras los leía
tumbado frente al televisor); en el cuarto de baño no hay ni una toalla
en su sitio... En fin, los padres, ante ese panorama, se enfadan, le
regañan, le amenazan con no volver a dejarle solo, le descalifican:
"Eres un desastre", le comparan: "Si fueras como tu hermano...", le
chantajean emocionalmente: "Me molesté en prepararte la comida
para que tuvieses todo lo que necesitabas y ni siquiera la has probado;
te damos permiso para quedarte solo, confiamos en ti, y así nos lo
pagas..."
Un adolescente debe estar preparado para quedarse solo en casa.
Aunque no nos pida quedarse solo, debe poder hacerlo. Es un paso
más en su proceso de crecer hacia la autonomía que debe conseguir.
Es en esta etapa cuando se debe preparar, dé o no el paso de
quedarse solo.
Como siempre que tenga que dar un paso más en su vida, hablaremos
con él, le explicaremos que se debe preparar para poder vivir sin
depender de nadie, y que, aunque todavía dependa de nosotros, cada
vez dispondrá de más libertad si asume sus responsabilidades. Veamos

38
todo lo que debe aprender en esta etapa para vivir en una casa sin
depender de nadie.
8. ¿SABE OCUPARSE DE TODAS LAS ACTIVIDADES
CASERAS RELACIONADAS CON EL CUARTO DE BAÑO?
Ya hemos hablado de su cuarto. Pasemos ahora a hablar del cuarto de
baño. Se supone que en la etapa anterior aprendió a dejar el cuarto de
baño limpio y ordenado cada vez que utilizaba el inodoro, el lavabo o
la ducha. Si no le enseñamos en su momento, ahora costará más que
acepte ocuparse de lo que hasta hoy se encargó otra persona; sin
embargo, no debemos esperar más.
Nuestro hijo comprende, aunque no quiera aceptarlo y hasta se
oponga reiterativamente, que todos debemos dejar el cuarto de baño
limpio y recogido cada vez que lo usamos. Hablando con él tiene que
quedar claro todo lo que le corresponde hacer para no depender de
nadie. Tendrá que dejar el inodoro limpio y tirar de la cadena después
de utilizarlo, además de comprobar que no ha manchado el suelo (a
veces se escapa alguna gota, aun teniendo cuidado). Si se acaba el
rollo de papel higiénico, deberá cambiarlo, llevando el que se acabó a
la basura.
Cuando utilice el lavabo, tanto para lavarse la cara, las manos o los
dientes, como para afeitarse, peinarse, aplicarse crema o maquillarse,
tendrá que dejarlo limpio y colocar cada cosa en su sitio: el jabón, la
pasta y el cepillo de dientes, el peine, la maquinilla de afeitar, las
cremas, la toalla... También tendrá que organizar los recambios de los
productos de higiene y cuidado personal que utilice. Muchos
adolescentes se enfadan con sus padres porque se les acabó la crema
o la colonia y no hay repuestos en casa. Tienen que saber que son
ellos quienes se deben ocupar de organizar todo lo que necesitan y de
pedirlo con tiempo cuando no queden repuestos. También se pueden
ocupar de comprarlos, pero los compren o no, se encargarán de
guardarlos en el lugar convenido.
Cada vez que el adolescente utilice la ducha, dejará limpios la ducha y
el suelo y colocará la esponja, la toalla y todo lo que utilice en el lugar
que corresponda. Como en los casos anteriores, si se acaba algún
producto lo sustituirá por otro y llevará el envase acabado a la basura.

39
Comprobará que hay repuesto para la próxima vez que se acabe, y si
no fuese así, lo pedirá o lo comprará, según hayamos acordado.
¡Cuántos enfados, regañinas y discusiones estériles nos ahorraríamos
si en lugar de quejarnos del adolescente por lo desastroso que es, a la
vez que asumimos sus responsabilidades, se las trasladásemos
aceptando sus fallos! Está aprendiendo a no depender, es normal que
falle, pero para rectificar sus fallos debemos dejar que viva las
consecuencias de lo que hace: se encontrará su toalla en el suelo, le
faltará pasta de dientes, se le acabará la crema que utiliza...
9. ¿SABE OCUPARSE DE TODAS LAS ACTIVIDADES
CASERAS RELACIONADAS CON LA COCINA?
Para no depender de nadie en la cocina, debe saber prepararse el
desayuno, la comida, la merienda y la cena. Aunque en la etapa
anterior le hayamos enseñando a cocinar, seguiremos enseñándole; a
muchos adolescentes les encanta apuntarse a algún curso de cocina,
disfrutan de esta actividad y del hecho de aprender en grupo. Pero le
guste o no cocinar a nuestro hijo, cada vez que utilice la cocina debe
dejar todo limpio y recogido. Tendrá que saber lavar los utensilios de
cocina y limpiar las encimeras y el suelo con las bayetas y los
productos adecuados. Además de saber utilizar el microondas, la
vitrocerámica, la cocina tradicional o el horno, tendrá que saber cómo
se limpian y qué productos se utilizan.
También deberá saber dónde guardar tanto los utensilios de cocina
como la comida. Cuando volvamos de la compra, puede organizar la
comida en la nevera o donde corresponda. Si no lo hicimos en la etapa
anterior, le enseñaremos a anotar los alimentos que se acaben y a ir a
la compra. Los adolescentes pueden comprar todo lo que se necesita
en una casa: comida y productos de higiene y limpieza. Después
pueden organizar lo que han comprado, colocando cada cosa en su
sitio.
10. ¿SABE LAVAR Y LIMPIAR?
Para no depender de nadie en la organización y cuidado de una casa,
necesita saber cómo se limpia. Cómo utilizar la aspiradora, barrer y
pasar la fregona, cómo limpiar el polvo y los cristales, qué trapos y
productos utilizar.

40
También tiene que saber lavar la ropa a mano y en la lavadora,
planchar y coser lo imprescindible. Muchas veces nuestro hijo
adolescente se desespera: "La camisa que me quiero poner está
arrugada; tengo una mancha en la falda; se me ha caído un botón..."
y pretende que solucionemos su problema. Podemos hacerle algún
favor de vez en cuando, pero necesita saber cómo solucionar ese tipo
de problemas sin desesperarse. No hace falta llegar a situaciones
extremas para que aprenda.
Si no le enseñamos en la etapa anterior, tendremos que hacerlo en
ésta. Necesita saber ocuparse de todas las actividades caseras para
poderse quedar solos. Podemos pactar con él: se podrá quedar solo en
casa si aprende a responsabilizarse de todas las actividades que
hemos mencionado. Él mismo puede comprobar si está preparado o
no lo está. Diariamente se ocupará de las actividades caseras
personales, mantendrá su cuarto ordenado, la ropa recogida, el cuarto
de baño limpio; si se prepara algo en la cocina, dejará todo en orden;
si se lleva un vaso de agua al salón, lo volverá a llevar a la cocina...
También se ocupará de las actividades de colaboración que pactemos.
11. ¿DEBEMOS COLABORAR, TODOS, CON LAS
PERSONAS CON LAS QUE CONVIVIMOS?
Convivir con personas colaboradoras es un privilegio. El hecho de
colaborar nos permite convivir a gusto. Si el adolescente colabora
preparando la cena, su ayuda le resultará agradable a quien se la
prepara. Si no colabora, añadirá trabajo a otros. Colaborar supone
tener en cuenta a las personas con quienes convivimos. Supone crecer
con la idea de que podemos aportar nuestra ayuda a esas personas,
en lugar de considerar que nos deben resolver la vida. Deberíamos
enseñar a nuestros hijos a ser colaboradores. Si no les enseñamos
sufrirán la queja y el rechazo de quienes convivan con ellos. Si les
enseñamos serán aceptados, a los demás les resultará agradable
convivir con ellos, harán agradable su propia convivencia y la
convivencia de todos.
Si no incentivamos al adolescente a colaborar, se convertirá en nuestro
parásito. Recordemos que el adolescente quiere sentirse útil, necesita
sentirse útil. Nosotros le reprochamos su vaguería, su desidia, su

41
egoísmo, pero no le asignamos ninguna tarea. En lugar de
culpabilizarle o de quejarnos por su falta de colaboración, deberíamos
invitarle a reflexionar: "¿Qué pides que hagan por ti, qué haces por los
demás, cómo puedes colaborar, de qué actividades puedes ocuparte
para colaborar?..."
Cuando se propone esta reflexión a los adolescentes, tienen muy claro
que lo justo es colaborar; sin embargo reconocen que les cuesta, sobre
todo si hasta ese momento alguien les ha resuelto su vida cotidiana, si
no han tenido que responsabilizarse de ninguna actividad casera. Pero
si en lugar de imponernos les proponemos que reflexionen,
comprenderán que colaborar supone realizar actividades que
benefician a todos aquellos con los que conviven, no únicamente a
ellos mismos. Comprenderán que no es una actividad de colaboración
recoger su cuarto, hacerse la cama o guardar su ropa. Cuando se les
pregunta cómo consideran que pueden colaborar en casa, sus
propuestas son: "Preparar el desayuno de toda la familia, cocinar algo
para todos, poner y quitar la mesa y el lavaplatos, poner la lavadora,
colgar la ropa, doblarla o plancharla, pasar la aspiradora, quitar el
polvo, limpiar cristales, hacer la compra y organizarla, regar las
plantas, sacar al perro, cuidar al hermano pequeño..."
12. ¿POR QUÉ NO COLABORAN?
¿Por qué no colaboran si comprenden que deben colaborar y se
consideran capaces de realizar la mayoría de las actividades caseras?
Para responder a esta pregunta reflexionemos nosotros: ¿enseñamos
en la etapa anterior, en la niñez, a nuestro hijo a realizar las
actividades de colaboración? ¿Le asignamos diferentes tareas de
colaboración o resolvimos su vida cotidiana sin que tuviese que asumir
ninguna responsabilidad con las personas con las que convivía, y
probablemente ni siquiera consigo mismo porque tampoco se ocupaba
de su cuarto?
De repente consideramos que ya está bien de no hacer nada, de ser
un desordenado total, de no colaborar en absoluto y de exigirnos todo
a cambio de nada. Y nos enfrentamos a un adolescente que
quisiéramos que fuese colaborador sin haberle preparado para serlo.
No le hemos educado para ser colaborador y, además, utilizamos la

42
queja, el reproche, la incomprensión: "Parece mentira que te portes
así...", cuando en realidad es lo normal tal como le hemos educado.
Somos incoherentes: nos quejamos de su falta de colaboración, pero
seguimos resolviendo su vida, no le ponemos límites, a menudo le
amenazamos, a veces le ofrecemos algún premio, le chantajeamos...
pero todas las propuestas son arbitrarias.
13. ¿CÓMO ENSEÑARLES A COLABORAR?
Tendremos que hablar con nuestro hijo adolescente cuando estemos
tranquilos. Debemos reconocer que no le hemos enseñado a colaborar,
que únicamente se lo hemos exigido y de manera inadecuada. Le
diremos que en adelante no se lo vamos a exigir imponiéndonos,
porque sabemos que comprende que cuando convivimos con alguien
todos debemos colaborar. Reconoceremos, también, que es normal
que le cueste colaborar, sobre todo si hasta ahora no ha tenido que
hacerlo: "Aunque comprendas que debes colaborar, que es lo justo, es
normal que te cueste".
Si en la etapa anterior aprendió a realizar todas las actividades
caseras, le diremos que elija en cuál prefiere colaborar; si no aprendió
tendremos que enseñarle, una a una, todas las actividades de
colaboración, y tras practicar un tiempo cada una, podrá elegir la que
sea de su preferencia. Él elige, y después pactamos.
Pactamos lo que va a hacer: va a preparar el desayuno, de todos, los
fines de semana; a poner y quitar el lavaplatos... Si no cumple lo
pactado, porque le está costando colaborar, estableceremos alguna
consecuencia que le ayude. La consecuencia debería proponerla el
adolescente. Él sabe mejor que nadie qué le puede ayudar a cumplir lo
que se propone cuando le resulta difícil lograrlo. Por ejemplo: "Si no
pongo el lavaplatos, nadie lo pone por mí". Pero si no propone nada, lo
propondremos nosotros. Si no colabora en lo que pactamos, no nos
quejaremos ni se lo reprocharemos, simplemente seremos coherentes
y cumpliremos lo pactado: no pondremos el lavaplatos.
Muchas personas, al leer lo anterior, pensarán que así lo único que
conseguimos es acumular cacharros sucios y acabar poniendo nosotros
el lavaplatos. ¡Qué poco conocemos a nuestros adolescentes, qué poco
creemos en ellos! Si han reflexionado dialogando con nosotros, si han

43
comprendido que deben colaborar y pactaron lo que debían hacer, lo
van a hacer aunque les cueste. Necesitan nuestra comprensión: les
cuesta. Quedamos en que no le íbamos a agredir, que no nos íbamos a
imponer, pero que no pondríamos el lavaplatos. Esa es la parte del
acuerdo que debemos cumplir, y que nos va a costar mucho cumplir.
Nosotros queremos que ponga el lavaplatos al terminar de comer,
pero él se toma su tiempo para cumplir lo pactado y se va a su cuarto
a descansar, nos dice que lo pondrá después. No lo podemos soportar,
vuelve la lluvia de quejas, de reproches y chantajes emocionales: "Ya
sabía yo que no ibas a cumplirlo, no puedo confiar en ti, eres un vago,
egoísta, todo lo tengo que hacer yo, nadie piensa en mí..." No
podemos soportar que los cacharros estén sin lavar y ponemos el
lavaplatos a pesar de haber pactado no ponerlo. Así no puede
aprender. Si tenemos paciencia, cuando termine de descansar y
compruebe que nadie lavó los platos, se ocupará de ponerlo. Cumplirá
lo pactado "a su ritmo". Tendremos que reconocer su colaboración;
también podemos decirle que nos gustaría que pusiese el lavaplatos al
acabar de comer. Pero si no lo hace, aceptaremos que colabore con
cierta dificultad, que no colabore como nos gustaría, desde el primer
momento. Va a colaborar a su ritmo, no al nuestro. Después tendrá
que enfrentarse a una vajilla más difícil de limpiar porque lleva varias
horas sucia. Llegamos a un acuerdo con nuestro hijo, no debemos
poner el lavaplatos; tenemos que ser coherentes con lo pactado,
aunque nos cueste. Nos costará muchísimo no recriminarle y esperar a
que lo ponga él; sin embargo, si queremos ayudarle a cumplir su parte
del pacto, debemos ser coherentes.
Una vez superado el periodo de aprendizaje, el adolescente aceptará
colaborar. Puede ser un magnífico colaborador si se siente
comprendido, si aceptamos que es diferente a nosotros, que hace las
cosas a su manera, no a la nuestra.

44
45
Los adolescentes quieren libertad para
organizar su vida
El deseo de libertad del adolescente le impulsa a pedirnos que no nos
metamos en su vida. Es normal, necesita sentir mayor protagonismo.
Le debemos transmitir que comprendemos y aceptamos su deseo de
mayor libertad para organizar sus actividades cotidianas. Pero nos
tenemos que poner de acuerdo acerca de las actividades que desea
realizar, porque todavía vive con nosotros. Nuevamente dialogaremos
con él.
1. ¿PLANIFICAN LAS ACTIVIDADES DE SU VIDA
COTIDIANA? ¿LAS LLEVAN A LA PRÁCTICA?
En la etapa anterior, en la niñez, tendríamos que haber enseñado a
nuestro hijo a organizar su horario, a planificar las actividades de su
vida cotidiana. Si aprendió en su niñez, sólo tendrá que poner al día un
horario que necesitará modificar de acuerdo a sus necesidades
actuales. Pero si no le enseñamos entonces, debemos hacerlo ahora.
Los adolescentes que no aprendieron a organizar su horario y que se
acostumbraron a seguir nuestras directrices: "Levántate, es la hora;
date prisa o llegarás tarde; estudia, deja de ver la tele; acuéstate o
mañana no habrá quien te levante...", esos adolescentes suelen pedir
que no nos metamos en su vida, pero sin organizarla ellos; pretenden
que les dejemos hacer lo que quieran, sin asumir responsabilidad
alguna. Es normal que lo pretendan, no les enseñamos a afrontar su
vida.
Hablaremos con nuestro hijo. Empezaremos por reconocer su
necesidad de libertad para organizar su vida, y le diremos que para no
depender de nuestras órdenes repetidas a diario debe planificar sus
actividades cotidianas, su horario. Comprenderá perfectamente que
para que no nos metamos en su vida, debe organizarla él. Una vez
escrito, nos enseñará su horario. Tenemos que ponernos de acuerdo
respecto a las actividades que quiere realizar y al horario programado;
todavía vive con nosotros. Sin embargo, si lleva a la práctica las
actividades planificadas por él y consensuadas con nosotros, nos
comprometeremos a no meternos en su vida, podrá ser "libre", no

46
dependerá de nadie para realizarlas.
Al planificar las actividades de su vida cotidiana debe reflexionar
acerca de lo que necesita hacer diariamente y las responsabilidades-
libertades que necesita asumir para no depender de nuestras órdenes,
reproches, quejas... Le tenemos que proponer que piense:

- ¿Qué actividades necesito hacer, diariamente, desde que me


levanto hasta que me acuesto?
- ¿Qué responsabilidades conlleva cada actividad para no depender
de nadie?
- ¿Qué consecuencias me pueden ayudar a asumir mis
responsabilidades?

2. CÓMO PACTAR EL HORARIO DEL ADOLESCENTE. SUS


NORMAS Y CONSECUENCIAS
El adolescente debe organizar su horario reflexionando solo, sin
nosotros. Debe pensar a qué hora necesita levantarse y qué
actividades necesita realizar antes de ir al instituto, y también las
actividades que realizará desde que salga del instituto hasta la hora de
acostarse. Cuando organice sus actividades cotidianas las
comentamos.
Debe caer en la cuenta de las responsabilidades que conlleva cada
actividad. Imaginemos que ha programado levantarse y después
ducharse, vestirse, desayunar, lavarse los dientes y marcharse al
instituto. Le ayudaremos a darse cuenta de que tras ducharse,
afeitarse o lavarse los dientes, debe dejar cada cosa en su sitio y el
cuarto de baño limpio y en orden. Cuando termine de vestirse, no
debe dejar ropa esparcida por todas partes. También la cocina, tras su
desayuno, debe quedar recogida para no cargar a otros con su
desorden. Antes de salir de casa, su habitación tiene que quedar
recogida. No exigiremos un orden a nuestro gusto, es su espacio, pero
sí debe saber que la organización y el orden de su cuarto le
corresponden a él, no a quienes conviven con él.
Por la tarde, si programa merendar al llegar a casa, se ocupará de
prepararse la merienda y de recoger todo lo que utilice. Nadie
recogerá lo que él utilizó, ni él tendrá que depender de nadie para

47
organizar su merienda. Lo mismo sucederá con el resto de las
actividades que planifique.
También programará su tiempo libre y el tiempo de estudio (de ambos
hablaremos más adelante). Por último, pensará a qué hora necesita
acostarse; lo pensará él, en función de las horas que necesite dormir y
teniendo en cuenta la hora a la que se tiene que levantar.
Le ayudaremos a caer en la cuenta de que, si quiere que no nos
metamos en su vida porque quiere sentirse independiente, algo con lo
que estamos totalmente de acuerdo, tendrá que responsabilizarse de
realizar las actividades señaladas en su horario. Si necesita levantarse
a las 7,30 h. y es él quien pone el despertador y se levanta a su hora,
no dependerá de nadie para levantarse. Si planificó quedarse un rato
con su grupo de amigos a la salida del colegio y volver a casa a una
hora determinada para estudiar, y lo cumple, no dependerá de nuestra
constante intromisión en su vida: "¿Has estudiado?, ¿todavía no?, ¿a
qué esperas para estudiar?, ¿por qué no llegaste antes a casa?..." Si le
cuesta llevar a la práctica lo acordado, pactaremos las consecuencias.
Veamos un ejemplo. Si quedó en levantarse a una hora determinada,
pero le cuesta cumplirlo, pactaremos la consecuencia. Tendrá que
establecer qué sucederá si no se levanta, qué consecuencia le ayudará
a asumir esa necesidad de su vida. El adolescente sabe, mejor que
nadie, qué le puede ayudar. Podemos pactar no despertarle y que
llegue tarde al instituto, lo que le puede suponer tener que enterarse
después de lo que explicaron en clase, que se le acumulen las tareas
escolares, menos puntos para la nota final, quedarse sin recreo..., en
fin, enfrentarse a lo que cada institución tenga establecido, o lo que es
lo mismo, afrontar las consecuencias de su vida, afrontar su realidad,
para decidir cómo le compensa actuar. En lugar de despertarle
nosotros, debemos permitir que sea él quien lleve a la práctica su
horario y quien asuma las consecuencias de cumplirlo o no cumplirlo.
En lugar de evitar que afronte su vida, deberíamos ayudarle a
reflexionar para que sea él quién decida cómo desea que transcurra su
vida y qué hacer para lograrlo. Las consecuencias positivas o
negativas que se derivan de su manera de actuar le ayudan a
reflexionar y a decidir si debe seguir por ese camino o rectificar.

48
49
50
La relación del adolescente con su familia
1. LA RELACIÓN DEL ADOLESCENTE CON SU FAMILIA
DEBE CAMBIAR. ACEPTAR QUE CAMBIE
Ya hemos comentado que la relación del adolescente con su familia
debe cambiar, que debemos respetar su deseo de aislarse y de no
compartir algunas actividades con nosotros. El adolescente necesita
afianzar su personalidad e identificarse con su grupo, por lo tanto debe
independizarse cada vez más de sus padres y de toda su familia. Si no
comprendemos esa necesidad vital en esta etapa de su vida, los
enfrentamientos serán constantes. Pero si le sabemos comprender,
tendremos que pactar la nueva relación familiar. Tendremos que
dialogar para ponernos de acuerdo. Para que la comunicación con el
adolescente sea posible, para que resulte tranquila, debemos aceptar
que le corresponde vivir una etapa nueva, diferente. Se lo
expresaremos con toda claridad: "Ya eres un adolescente, no te
vamos a seguir tratando como si fueses un niño. Durante esta etapa
necesitas conseguir ser más autónomo". Y le explicaremos: "Vas a
necesitar mayor libertad, y por lo tanto tendrás que asumir más
responsabilidades; para ponernos de acuerdo tendremos que dialogar,
pactaremos".
Necesita mayor libertad en su cuarto prescindiendo de nuestra
intromisión. Ya hemos visto como concederle la libertad que necesita,
ayudándole a asumir sus responsabilidades en cuanto a la organización
y orden de su espacio y de sus objetos personales.
Necesita mayor libertad en la planificación de sus actividades
cotidianas. También hemos visto cómo darle mayor autonomía,
interfiriendo menos en la organización de su vida, ayudándole a
asumir sus responsabilidades, programando su horario de acuerdo a
sus necesidades, pero teniéndonos en cuenta, puesto que todavía vive
con nosotros.
Es fundamental que reconozcamos que nuestro hijo está en una etapa
en la que necesita mayor independencia. Quiere permanecer mucho
más tiempo en su cuarto, cerrar la puerta, escuchar la música que le
gusta, acortar la duración de las comidas familiares, hablar por

51
teléfono y compartir el mayor tiempo posible con sus amigos...
Cuando manifieste que desea aislarse, o que ya no desea compartir su
tiempo con el nuestro como lo hacía en la etapa anterior, o cuando
inicie nuevas actividades, le diremos que comprendemos que necesita
mayor independencia y que no se la vamos a negar, pero que como
todavía vive con nosotros tenemos que ponernos de acuerdo en los
cambios que desea provocar. Como decíamos, se lo debemos
transmitir con toda claridad: "Necesitas un espacio tuyo, un tiempo
para ti, un horario propio, actividades diferentes, más tiempo con tus
amigos, menos tiempo con nosotros... Pero vives con nosotros,
tenemos que ponernos de acuerdo. Nosotros también necesitamos que
respetes nuestro espacio, nuestro horario, nuestras actividades...".
2. PACTAR PARA PONERNOS DE ACUERDO
2.1. Tenemos diferentes puntos de vista
Vivimos etapas diferentes, somos diferentes, no pensamos ni sentimos
lo mismo, tenemos diferentes gustos, pero ambos podemos
comprendernos y respetarnos. Tendremos que negociar la nueva
convivencia para respetar sus necesidades y que él respete las
nuestras. El diálogo es fundamental. Debemos expresar claramente lo
que queremos cada uno y ponernos de acuerdo. Las diferencias van a
ser cada vez mayores. La personalidad del adolescente se va
definiendo a medida que crece. Se definen sus gustos, sus deseos, sus
sentimientos. Podemos discutir y convertir nuestra vida en una pelea
continua cada vez que no coincidan sus deseos con los nuestros, o
podemos ponernos de acuerdo tras dialogar y pactar. Si respetamos su
forma de ser, de pensar y sentir, si le ayudamos a respetarnos,
aprenderá a respetar a los demás y a hacerse respetar.
Ya hemos comentado cómo ayudar al adolescente a sentir mayor
independencia dentro de casa, en su cuarto, y en la organización de su
horario personal. Pero, además, en esta etapa tendremos que
"ajustar" frecuentemente su horario y sus actividades a las nuestras,
sus gustos a los nuestros. Con los adolescentes podemos discutir
constantemente porque tienen la música muy alta, porque van
vestidos o peinados de una manera que no nos gusta, porque hablan
demasiado por teléfono, porque llegan tarde a comer, porque se

52
levantan pronto de la mesa, por cómo han dejado el cuarto de baño,
por no recoger su ropa, por no colaborar, y un larguísimo etc., o
podemos pactar. Si no dialogamos para ponernos de acuerdo, el
adolescente vive enfrentado a los adultos, nos considera agresivos y
tiranos. Pero si dialogamos nos pondremos de acuerdo, y la
convivencia, aunque difícil en determinados momentos, puede resultar
bastante llevadera en general, y muy agradable en muchas ocasiones.
A menudo cerramos las puertas de la comunicación en lugar de
dialogar y pactar abriendo caminos de encuentro, en lugar de abrir el
camino del respeto mutuo. Cuando convivimos con alguien con quien
no compartimos el mismo punto de vista, el esfuerzo no debe hacerse
para pensar igual, sino para ponernos de acuerdo respetando nuestras
diferencias. Exponer lo que quiere cada uno y pactar sabiendo ceder
ambos es lo que nos ayuda a llegar a acuerdos y a convivir sin
agredirnos. El respeto debe ser recíproco. Debemos utilizar el diálogo,
no los gritos, el enfado, las descalificaciones, las prohibiciones.
Pactaremos todo lo que consideremos oportuno. Lo importante es
transmitir nuestra comprensión, expresar con claridad y sin
agresividad los diferentes puntos de vista y ponernos de acuerdo.
Antes de pactar tendremos siempre en cuenta su punto de vista y el
nuestro. Si a él le encanta invitar constantemente a sus amigos y a
nosotros no nos gusta que estén constantemente en casa, pactaremos
cuándo pueden venir y cuándo no. Al pactar debe quedar claro lo que
puede hacer y lo que no aceptamos. Así queda claro también lo que no
debe hacer, los límites: "Acepto que no quieras hacer sobremesa, pero
podemos seguir comiendo juntos". "Comprendemos que te encante
hablar por teléfono, pero no estamos dispuestos a pagar tus cuentas".
"Acepto que invites a tus amigos, pero no que me suponga un trabajo
extra porque ensucian, desordenan, comen sin consultar..."
2.2. Dejar abierta la puerta de la comunicación, del
diálogo
El adolescente nos necesita, no debemos cortar la comunicación con
él. Necesita nuestra comprensión y nuestro apoyo para crecer.
Necesita nuestra exigencia para vivir intensamente su etapa,
asumiendo sus responsabilidades. No debemos dejar que pase la

53
adolescencia sin pena ni gloria. Tampoco podemos convertir nuestra
relación en una pelea continua.
Nos tenemos que comunicar con nuestro hijo adolescente, dialogar con
él, pactar. No debemos dejar de hablar con nuestro hijo. Puede que él
no quiera hablarnos, puede que no estemos pasando un buen
momento en nuestra relación, pero no debemos cortar la
comunicación. Él es el adolescente, nosotros no. Le hablaremos con
toda sinceridad: "A mí también me cuesta hablar contigo, no me
resulta nada fácil, sé que no siempre actúo bien o que a veces te
incomoda lo que te digo, pero quiero que hablemos, no quiero dejar
de hablar contigo". La puerta de la comunicación la debemos dejar
siempre abierta. Es de adolescentes cortar la comunicación de un
portazo. Nosotros somos personas adultas, debemos dejar la puerta
abierta a la comunicación.
Cuesta muchísimo porque no nos han educado ni para comprender
esta etapa ni para dialogar, pero si queremos seguir comunicándonos
con nuestro hijo adolescente, se lo debemos manifestar: "Dices que no
quieres hablar, pero yo sí, cuando estés dispuesto, aquí me tienes."
Aunque sintamos su rechazo en un primer momento: "Pues por mí te
puedes quedar esperando toda la vida...", acabará acudiendo a
nosotros, porque nos necesita. Necesita nuestro apoyo para ayudarle a
reflexionar, aclarar sus dudas y tomar decisiones responsables.
2.3. Dialogar tranquilos, sin descontrolarnos, sin
quejarnos ni culpabilizarle
Cuando nos dirigimos al adolescente, ¿qué le decimos, en qué tono le
hablamos? ¿Y cuando él se dirige a nosotros? A veces, ni nos
hablamos. El tono culpabilizador, nuestra queja constante, nos
distancia. Al quejarnos y culpabilizarle se siente incomprendido,
aumenta la incomunicación. Al no haber diálogo, tampoco hay
exigencia, ni límites; nosotros seguimos quejándonos y resolviendo su
vida; él no asume sus responsabilidades. La situación no cambia.
Vamos a evitar darle órdenes, hacer discursos, culpabilizarle,
amenazarle o utilizar chantajes emocionales. Vamos a dialogar y a
pactar con él.
Siempre debemos hablar en momentos de tranquilidad. Expondremos

54
nuestro punto de vista tras escuchar el suyo. Él quiere independencia,
nosotros no queremos depender de él. Necesitamos que no invada
nuestra vida con su música, con sus amigos, monopolizando el
teléfono, comiendo cuando quiere sin contar con nosotros...
Dialogar con tranquilidad y pactar ayuda a convivir en armonía. No se
debe dialogar en el momento del conflicto, debemos esperar a estar
tranquilos. En la adolescencia no faltarán los momentos en que
nuestros nervios lleguen al límite. Antes de desquiciarnos es mejor
decirle al adolescente: "Ahora no es el momento de seguir hablando.
Yo también estoy a punto de estallar". Cuando al confrontar su opinión
con la nuestra se enfade, nos grite o se descontrole de cualquier
manera, debemos retirarle nuestra atención. Marcaremos el límite con
claridad: "Así no hablo contigo. Hasta que no te tranquilices no te hago
caso. Cuando te tranquilices, hablamos". Si trata de provocarnos: "Tú
siempre dices que hay que hablar y ahora, como a ti no te interesa,
decides que es mejor callarse", no debemos caer en su provocación.
Recordemos que está histérico, descontrolado, no consiguió lo que
quería. Es mejor callarse y esperar a que nuestro sistema nervioso, y
el suyo, se tranquilicen.
Tenemos que comprender que en ocasiones proteste, que se
manifieste en contra, incluso que se descontrole, pero no debemos
tratar de convencerle, él entiende nuestros argumentos aunque le
disgusten. Tampoco debemos comportarnos como adolescentes
descontrolándonos nosotros. Dejaremos que se le pase el enfado, que
se tranquilice. Si le hablamos, provocamos aún más su descontrol. Si
nos descontrolamos, la situación se vuelve ofensiva. No somos
adolescentes, vivimos etapas diferentes. Tiene que aprender a aceptar
que sus padres no estén dispuestos a hacer, siempre, lo que él desea.
Tiene que aprender a controlar su rabia. Nosotros ya superamos la
adolescencia, deberíamos saber controlarnos en esas situaciones. Pero
si nos supera la situación, lo mejor es no entrar a pelearnos con el
adolescente. Es el momento de no hablar, de esperar a que se nos
pase la rabia que sentimos.
3. ALGUNOS EJEMPLOS DE PACTOS CON EL
ADOLESCENTE

55
3.1. No nos parece bien el comportamiento de sus
amigos
Supongamos que llegan a casa los amigos de nuestro hijo adolescente.
No nos saludan, deciden ver una película y se adueñan del salón;
después se preparan la merienda, sacando de la nevera lo que les
parece, y dejan todo sin recoger... Podemos reprochar a nuestro hijo y
criticar a sus amigos: "Son unos groseros, no quiero que tengas esa
clase de amigos. No quiero que vuelvan a poner los pies en esta casa.
¿No has encontrado otros que sean educados? Supongo que tú no
harás lo mismo cuando vayas a sus casas..." Seguramente sí hace lo
mismo. Le reprochamos lo que no nos parece bien, le pedimos un
imposible, que deje a sus amigos; cortamos la comunicación con su
mundo, no queremos que vuelvan a casa. En lugar de prohibirle salir
con esos amigos y volver con ellos a casa, en lugar de decirle lo que
no queremos que haga, debemos decirle lo que desearíamos que
hiciera. Ya sabemos lo que quiere él: estar en casa con sus amigos,
ver una película, merendar... Ahora podemos exponer nuestro punto
de vista, pero hablando con tranquilidad, sin agredirle: "Comprendo
que te guste venir a casa con tus amigos, me parece muy bien que
vengan, pero coméntamelo antes. También quiero que me los
presentes, sólo quiero conocerlos, saludarlos, después os dejo
tranquilos. Podéis prepararos la merienda, pero siempre que no
cojáis... y siempre que después dejéis todo recogido". Pactaremos:
pueden venir sus amigos si se respetan las condiciones pactadas. A
veces cederá más él y otras veces nosotros. Le puede costar aceptar
que nos tiene que pedir permiso cuando quiera que vayan sus amigos
a casa, o que no puedan coger lo que se les antoje de la nevera, o que
deban dejar la cocina recogida si se preparan algo... Si le cuesta
cumplir lo pactado, necesita que establezcamos las consecuencias que
le ayuden a cumplir lo que le cuesta: "No podrán venir tus amigos si
no respetan lo pactado; aunque siempre tendrán las puertas abiertas
si están dispuestos a cumplirlo."
3.2. Nos molesta su música
Si la música del adolescente nos molesta y le decimos, a gritos, que la
baje, el conflicto se agrava. Puede no hacernos caso, rebelarse

56
subiendo más la música o marcharse de casa dando un portazo. Si
elige lo último, puede que nos culpabilicemos por haberle gritado; si
no, probablemente le gritemos más, agravando el conflicto. Pero si le
decimos con serenidad: "Me molesta la música tan alta, bájala por
favor," probablemente nos haga más caso. Y todavía será más fácil
llegar a un acuerdo con él si hablamos cuando no esté escuchando
música.
Al dialogar con nuestro hijo, debemos escuchar su punto de vista y
exponer el nuestro; después pactamos. En lugar de quejarnos porque
se encierra en su cuarto y pone la música muy alta, debemos
comprender su deseo de aislarse, de vivir su soledad encerrado en su
cuarto, escuchando la música que le gusta. Después manifestaremos
nuestros sentimientos, expondremos nuestro punto de vista. Le
diremos que comprendemos que a él le guste esa música pero que a
nosotros nos molesta; y pactaremos qué hacer para no molestarnos
mutuamente, para convivir respetando nuestros gustos diferentes:
"Puede escuchar su música si no la pone tan alta".
3.3. No nos gusta cómo se viste
A menudo, cuando nuestros gustos no coinciden, nos agredimos en
lugar de dialogar y pactar. Podemos agredirnos mutuamente por
asuntos triviales a los que damos una importancia desmesurada. No
debemos tomarnos su manera de arreglarse como una ofensa
personal: "Lo hace para molestarme. Sabe que detesto que se vista
así". No lo hace para molestar a nadie, quiere identificarse con su
grupo de adolescentes, diferenciarse de las otras etapas. Si nuestros
gustos no coinciden respecto a su forma de vestirse, peinarse o
arreglarse, les criticamos: "No sé cómo no te da vergüenza ir con esas
pintas". Ellos hacen lo mismo respecto a nosotros: "No pensarás
saludarme cuando esté con mis amigos, sobre todo cuando vayas
vestida así..." En fin, que todo sería más sencillo si en lugar de
reprocharnos nuestros gustos diferentes, admitiésemos que no
tenemos por qué coincidir en nuestros gustos personales. Somos
diferentes, además de vivir diferentes etapas de la vida. Podemos
aceptar nuestras diferencias en lugar de reprochárnoslas. Podemos
aceptar que se arregle "a su manera", que nos parece de pésimo

57
gusto, y establecer los límites. Podemos respetar nuestros gustos
diferentes y llegar a determinados acuerdos: "Cuando vayas a casa de
los tíos me gustaría que te pusieses..." Seguro que estará dispuesto a
aceptarlo, si normalmente aceptamos que se vista "a su manera".
3.4. No quiere ir al cine con nosotros
"Le propuse ir al cine, para ver una película que le apetecía mucho y
me dijo que prefería ir con sus amigos. Me quedé destrozado, prefiere
salir con sus amigos, ya no nos quiere". Sí nos quiere, no debemos
confundirle. Nos sigue queriendo, pero ahora necesita ser más
independiente, desprenderse de su familia y formar parte de su grupo.
Debemos aceptar que esté menos con nosotros. Sus actividades
familiares deben variar dentro y fuera de casa. Nos ha expresado con
sinceridad, y de buenas maneras, que prefiere ver la película con sus
amigos. No debemos confundirle reprochándole que no nos quiere.
Debemos comprender su deseo de vivir su nueva etapa; debemos
expresar nuestro deseo y poner los límites que sean necesarios: "Me
parece bien que la veas con tus amigos, pero nos gustaría que vinieses
con nosotros alguna vez". No tendrá ningún inconveniente en
acompañarnos, nos pondremos de acuerdo. La incomprensión, los
reproches, las prohibiciones dan como resultado la incomunicación.
Dejará de expresar lo que desea. Cuando hable utilizará pésimos
modales, gritos, actitudes histéricas, reproches. Nos mentirá, nos
engañará para salir con sus amigos. Sin embargo, si le
comprendemos, seguirá expresando lo que desea, nos escuchará y
aceptará los límites. Podremos pactar los días que puede salir con sus
amigos y las actividades que compartirá con nosotros...
3.5. No quiere que le acompañe de compras
En muchas ocasiones no quiere que le acompañemos, no quiere salir
con nosotros. Si necesita comprarse algo nos dice: "No quiero que
vengas conmigo a comprarme la ropa. Te empeñas en que me vista
como tú quieres y tienes un gusto pésimo". Me puedo quedar
destrozada y sufrir sintiéndome víctima de las críticas y la
incomprensión de mi hija, o asumir que está cambiando, que no
coincidimos en gustos, y aceptar que vaya a comprar sin mí. Eso no
impide que manifieste mi punto de vista: "Comprendo que prefieras ir

58
a comprar sin mí, pero no hace falta que me lo digas así.
Efectivamente, tenemos gustos diferentes, eso es lo normal". También
es importante que limitemos la cantidad de dinero que le vamos a dar
y que le digamos para qué se la damos. Si se compra algo que no
necesita, y nos vuelve a pedir dinero para comprar lo que realmente
necesitaba, la consecuencia puede ser, por ejemplo, devolver lo que
compró. No hay que agredirle ni enfadarnos, lo debe devolver, aunque
le cueste.
4. EL PACTO TIENE QUE QUEDAR CLARAMENTE
EXPRESADO
Antes de pactar, tendremos en cuenta los sentimientos del adolescente
y los nuestros, pero el pacto tiene que quedar claramente expresado:

."Puedo ir a mi cuarto nada más acabar de comer, pero como con


mis padres" o "Los martes y jueves puedo comer solo, pero los
demás días comemos juntos"...
."Puedo escuchar la música que me gusta, pero no tan alta que
moleste a otros. Si está excesivamente alta, no podré escuchar
música cada tarde".
."Puedo hablar por teléfono, pero si la factura pasa de la cantidad
acordada, no podré utilizar el teléfono durante varios días" o
"...tendré que pagar la cuenta del teléfono con mis ahorros".
."Pueden venir mis amigos a casa, pero únicamente si recogen todo
lo que utilizan, si no desordenan y si no cogen de la nevera lo
preparado para otro momento".
."Mis amigos pueden pasar el fin de semana con nosotros, pero no
los puedo invitar sin consultar; a veces a mis padres no les viene
bien que los invite. Si se presentan sin consultar, no se podrán
quedar."

5. AL PACTAR QUEDAN ESTABLECIDOS LAS NORMAS Y


LÍMITES DE SU VIDA
Al pactar quedan establecidas las normas de su vida, lo que puede
hacer; los límites, lo que no debe hacer; y las consecuencias, lo que
sucederá según actúe.

59
Tanto las normas y límites como las consecuencias las puede
establecer el propio adolescente. Tiene capacidad para dialogar,
reflexionar y pactar, teniendo en cuenta su punto de vista y el nuestro.
En lugar de regañarle por lo que hace mal, le expondremos aquello
con lo que no estamos de acuerdo, comprendiendo que tenga un punto
de vista diferente al nuestro. Después, cuando pactemos, es
importante aceptar que ambos tenemos que ceder. Ni él se va a
someter siempre a nuestro criterio ni nosotros al suyo. Vamos a
procurar complacerle, pero a veces tendrá que ceder porque nuestro
proyecto de vida también es importante.
Hay que hablar claramente, exponiendo nuestro punto de vista y
escuchando el suyo. Debemos pactar lo que estamos dispuestos a
conceder y lo que deben conceder ellos. Los adolescentes son muy
razonables si sienten nuestra comprensión, aun cuando no les
concedamos todo lo que deseen, y aunque en ocasiones les cueste
aceptarlo.
6. ¿PERMITIMOS QUE VIVA LAS CONSECUENCIAS DE SU
MANERA DE ACTUAR?
A menudo utilizamos el chantaje emocional, culpabilizamos al
adolescente o nos quejamos de su comportamiento, pero no
permitimos que viva las consecuencias de su manera de actuar. La
queja suele ir acompañada de un doble mensaje. Me quejo de que
gasta mucho, pero le sigo dando lo que me pide. Le digo que tiene que
recoger el cuarto, pero se lo encuentra recogido. Me quejo porque no
colabora, pero yo hago todo sin consecuencias para él. Le digo que ve
mucha televisión, pero no impido que la vea, y hasta permito que
tenga una televisión en su cuarto.
Cuando le enviamos dobles mensajes, mandamos dos mensajes
contradictorios: le pido que haga algo y a su vez que no lo haga,
puesto que lo hago yo. Nos quejamos del adolescente, pero no
actuamos para provocar el cambio, no le ayudamos a cambiar.
Necesita que le ayudemos a reflexionar y a pactar: "¿Qué debo hacer?
¿Qué no debo hacer?" Las normas y los límites tienen que estar
pactados, establecidos: "Esta es la cantidad que tengo asignada para
mis gastos". "Yo me encargo de ordenar mi cuarto". "Únicamente

60
puedo ver los programas de TV que hemos acordado..." Los límites los
debemos respetar tanto el adolescente como los adultos: "No me
darán más dinero que el asignado aunque lo pida insistentemente".
"No recogerán mi cuarto cuando no lo ordene yo". "No puedo ver los
programas no acordados..." Si respetamos los límites, no
transmitimos dobles mensajes o mensajes contradictorios, somos
coherentes con lo pactado. Los límites, si están claros, dan seguridad;
tanto el adolescente como el adulto saben lo que no deben hacer.
¿Son dobles mensajes los chantajes y las amenazas? Le decimos que
si estudia le regalaremos..., o que se quedará sin... Los chantajes y
las amenazas no suelen cumplirse. Si se cumplen se convierten en
premios y castigos porque están impuestos, no están pactados. En
cualquier caso mandamos al adolescente un mensaje contradictorio.
Le decimos que estudie, se supone que estudiar es lo importante, pero
le transmitimos a su vez que lo importante no es que estudie, sino el
premio o castigo que obtendrá por imposición nuestra. Si le decimos:
"Si no estudias, no te dejo ver TV", le estamos amenazando; si lo
cumplimos le estamos imponiendo un castigo. Normalmente se utiliza
la amenaza, el doble mensaje. Digo: "Vete a estudiar, apaga la TV",
pero el adolescente sigue viéndola mientras repetimos el mismo
mensaje infinidad de veces. Le decimos que vamos a apagar la TV,
pero no actuamos para que deje de verla.
Deberíamos ayudarle a reflexionar y pactar con él las consecuencias
de estudiar o de no hacerlo: "¿Crees que tienes que estudiar?, ¿debes
estar viendo televisión? Si te cuesta estudiar y no ver la TV, ¿qué
tendrías que hacer?, ¿qué te ayudaría a conseguirlo?" Una vez
pactado, debemos actuar con coherencia. En lugar de quejarnos y de
enviar dobles mensajes, debemos aplicar las consecuencias pactadas
con el adolescente.
7. LOS PREMIOS Y CASTIGOS SON ARBITRARIOS. LAS
CONSECUENCIAS SON COHERENTES
Enfadarnos y actuar con comportamientos agresivos no le ayuda a
sentirse aceptado y a rectificar su conducta. Más bien se siente
rechazado. Nos evitará, tratará de engañarnos para que no le
agredamos.

61
Los premios y castigos son arbitrarios, porque están en función del
estado de ánimo del adulto que premia o castiga. El adolescente sólo
tendrá que agudizar su sensibilidad para apreciar de qué humor
estamos y así saber si será castigado o premiado: "No recogí el
cuarto, no puse la lavadora, no compré lo que me encargaron..., pero
hoy no hay problema, mamá está de magnífico humor". "Mejor recojo
el cuarto o, tal como está hoy, me castiga sin salir todo el fin de
semana". "No creo que me castigue sin paga, aunque no haya
colaborado en nada; tiene día depresivo, así que se quejará, pero ahí
quedará todo". "Voy a ordenar mi cuarto porque hoy seguro de que
me regala el patín que le pedí, está contentísima con su nuevo ascenso
en el trabajo"...
Todas las situaciones anteriores tienen que ver con el adulto, no con el
comportamiento del adolescente. Para sentirse valorado en función de
sí mismo, de su conducta, y no en función del estado de ánimo de sus
padres, se deben establecer las consecuencias de su forma de actuar,
con él. Podemos comprender que le cueste mantener ordenado su
cuarto, seguir su horario o colaborar en casa, pero él sabe que todo
ello forma parte de su proyecto de vida, de sus necesidades como
adolescente. Por lo tanto le diremos que piense qué le podría ayudar a
conseguir todo aquello que le cuesta. Con él podríamos acordar: "No
salgo el fin de semana si no recojo mi cuarto", o "No podré ver el
programa de TV seleccionado si no colaboro". Esa consecuencia incluye
el refuerzo: "Puedo salir si recojo mi cuarto", o "Podré ver el programa
seleccionado si colaboro".
8. LAS CONSECUENCIAS DEBEN IR ACOMPAÑADAS DE
REFUERZO Y CUMPLIRSE SIEMPRE
La consecuencia siempre debe ir acompañada de refuerzo: "No puedes
salir, pero sabes que lo podrás hacer si recoges. Inténtalo, aunque te
cueste, tú sabes que puedes". "Te puedes quedar solo en casa si
asumes tus responsabilidades. Estás muy cerca de conseguirlo. Te está
costando, pero cada vez colaboras mejor"...
La mejor recompensa a sus esfuerzos es sentirse valorado. Valorar lo
que va logrando es el refuerzo primordial. Las consecuencias y nuestra
actitud dialogante le ayudan a asumir esfuerzos. Las consecuencias

62
deben estar pactadas con el adolescente y se cumplen siempre.
Debemos ser coherentes y hacer que se cumplan, pero sin gritos, sin
enfados, sin reproches. No le debemos echar un discurso, ni
descalificarle, ni repetirle lo que ya sabe. Es suficiente con ser fieles a
lo pactado con él, animándole siempre a conseguirlo la próxima vez.
9. ¿ANIMAMOS A NUESTRO HIJO O LE
DESCALIFICAMOS?
Dialogar no es un hábito social, no se dialoga habitualmente. Estamos
mucho más acostumbrados a culpabilizar y a descalificar con frases
como estas: "No tienes arreglo". "Vas de mal en peor". "Siempre has
sido un desastre". "No entiendes más que a gritos". "Jamás
cambiarás". "Eres un auténtico vago". "Desde pequeño fue el más
desordenado de sus hermanos". "Nunca te esfuerzas". "Eres igual que
el inútil de tu tío"...
Al descalificar transmitimos: "Eres así, no puedes ser de otra manera,
no puedes cambiar..." Dejamos su autoestima por los suelos. Sin
embargo, sí puede cambiar. Deberíamos transmitirle que es capaz de
conseguirlo si se esfuerza por lograrlo. Al animarle comprende que
creemos en él, en su capacidad de aprender, de cambiar, de mejorar.
Al descalificarle comprende que no le creemos capaz y seguirá
comportándose de acuerdo a la imagen de sí mismo que estamos
transmitiéndole.
Los adolescentes deben saber que hay muchas más personas que les
juzgarán por su conducta que personas dispuestas a creer que pueden
modificar sus comportamientos inadecuados. Les debemos decir que
no escuchen a los que les descalifican; no les deben hacer caso. Todos
podemos cambiar si aceptamos que debemos cambiar y nos
esforzamos por conseguirlo. Quedándonos en la descalificación no
cambiamos, pero con buena disposición siempre podemos. Que nos
animen los demás es estupendo, pero si no lo hacen tendremos que
tener una buena autoestima para desechar descalificaciones y
animarnos nosotros mismos.
10. A VECES NO DEBEMOS CEDER
Cuando dialoguemos con el adolescente es importante que sepa que
cuando alguna de sus propuestas nos parezca inadmisible, no la vamos

63
a aceptar: "Quiere ir todas las tardes a casa de sus amigos y llegar a
casa prácticamente a dormir". Aunque lo habitual sea dialogar y
sepamos ceder para llegar a acuerdos, no faltarán ocasiones en las
que tengamos que hacer prevalecer nuestro criterio. Esas situaciones
son normales en la adolescencia. Por ejemplo, Álvaro quiere que le
compre unas zapatillas de marca, pero yo no estoy de acuerdo en
pagar marcas. Él defiende su punto de vista argumentando que
"todos" sus amigos usan ropa de marca. Yo estoy en desacuerdo con
hacer lo que me pide porque "todos" lo hagan. Le dejo claro que no
pago marcas, no porque no tenga dinero (eso es aparte), sino porque
no quiero contribuir a que valore las apariencias, la imagen externa y
lo material por encima del verdadero valor de las cosas. También le
dejo claro que no quiero contribuir a que piense que lo que hagan los
demás es lo que debe hacer él. No voy a ceder, es un criterio al que
voy a ser fiel.
Procuraremos ceder siempre que podamos, pero habrá ocasiones en
que no cedamos. Aunque no esté de acuerdo lo tendrá que aceptar.
Todavía está bajo nuestra responsabilidad. Está dando pasos para
hacerse cada vez más independiente, pero todavía depende de
nosotros. Le explicaremos los motivos y, si habitualmente sabemos
ceder, aceptará que, en esa ocasión, se imponga nuestro criterio.
Puede ser que en un primer momento se sienta molesto y que rechace
nuestra decisión y también a nosotros. Su enfado es normal. En el tira
y afloja que mantenemos con los adolescentes, es normal que algunos
tirones le sienten mal. No debemos tratar de convencerle de nuestras
razones, porque las entiende, aunque no las comparta en ese
momento y le cueste aceptarlas.
11. NO PONERNOS EN UN PLANO DE IGUALDAD NI
JUSTIFICAR NUESTROS ERRORES
Para el adolescente, sus iguales son sus amigos. Nosotros no somos
sus amigos, somos sus padres. Nos necesita como padres. Necesita
que le ayudemos a organizar y a afrontar su vida, a controlarse, a
asumir sus responsabilidades. Necesita que seamos personas con
autoridad, seguras, que controlemos la situación, sabiéndonos
controlar nosotros. Sí, por ejemplo, el adolescente decide no

64
hablarnos y nosotros argumentamos: "No quieres hablarme, pues yo
tampoco", nos estamos comportando como si fuésemos, nosotros
también, adolescentes. Si no sabemos controlarnos, si actuamos como
si fuésemos adolescentes, si nos ponemos a su altura y le gritamos, le
insultamos o damos portazos, no le estamos ayudando.
A veces nos cuesta muchísimo ser afectivos con nuestron hijo
adolescente porque se muestra distante, esquivo, aparentemente nos
rechaza; pero recordemos que el adolescente es él, nosotros no somos
adolescentes. Podemos retirar nuestra atención de sus gestos hostiles,
en lugar de reprochárselos. No debemos suplicarle, ni sentirnos
víctimas de su maltrato emocional, basta con alejarnos y dejar que
supere su mal humor.
Ser personas con autoridad, no actuar como si fuésemos adolescentes,
no supone que impongamos nuestro punto de vista. Cuando
dialoguemos con nuestro hijo, al escuchar su punto de vista, podemos
rectificar el nuestro. Aceptar sus indicaciones, rectificar las nuestras,
no nos hace perder autoridad.
Necesita que dominemos la situación, que actuemos con seguridad; sin
embargo fallamos. Es normal que fallemos, somos seres humanos;
pero debemos admitir nuestros fallos, nunca justificarlos. No se debe
justificar jamás un mal comportamiento: "Tuve que pegarte". "Me
obligaste a ponerme histérica". Tampoco debemos tratar de
"compensarle" permitiendo que haga lo que quiera para justificar
nuestro mal comportamiento: "Anda, sal con tus amigos" o "puedes
ver la TV"... Debemos admitir que fallamos: "Hice mal, no debí
gritarte, insultarte, pegarte..." Y aclarar la situación: "Hice mal, pero
sabes que no puedes ver TV hasta que no cuelgues la ropa". Reconocer
nuestros errores no nos hace perder autoridad, tratar de justificarlos
sí.
12. LA RELACIÓN DEL ADOLESCENTE CON LA FAMILIA
CON LA QUE NO CONVIVE A DIARIO
La relación del adolescente con la familia con la que no convive
diariamente en casa también va a variar. La relación con sus tíos, con
sus abuelos o con los amigos de sus padres no puede seguir siendo la
misma que mantenía en la etapa anterior. Ahora su relación con todos

65
ellos debe madurar. Su relación madura cuando es consciente de su
propia manera de ser y de cómo son los demás; cuando descubre de
quién se siente más afín, con quién comparte sus gustos, quién lo
necesita... Descubrirá, por ejemplo, que le aburren las sobremesas
familiares, pero que disfruta jugando al tenis con su tía, que a su
abuelo le encanta que le acompañe en sus caminatas...
La negociación con el adolescente a veces resulta costosa, pero por
muy costosa que resulte, siempre es posible. Debemos tener en
cuenta que al aprender a relacionarse con su familia aprende también
a relacionarse con cualquier persona. Puede aprender a hacer respetar
su punto de vista y a respetar el de los demás; o puede aprender a
tratar de imponerse o someterse porque es lo que hacen con él.
13. ALGUNOS EJEMPLOS DE REUNIONES FAMILIARES
QUE EL ADOLESCENTE RECHAZA
13.1. Le aburren las comidas de los domingos
Si al manifestar que le aburren las comidas de los domingos en casa
de los tíos le tildamos de egoísta y le obligamos a acompañarnos, no
le comprendemos. Quiere crecer, pero no le dejamos. Le obligamos a
seguir comportándose como el niño de la etapa anterior. Pero como no
lo es, se rebelará, actuará en contra nuestra. Irá a casa de sus tíos,
pero estará ausente, nos desquiciará con su actitud. Si le
comprendemos, podemos pactar qué días irá con nosotros y cuándo se
puede quedar en casa. No cortará la comunicación ni con nosotros ni
con sus tíos.
13.2. No quiere ir a la boda de su primo
Imaginemos que le invitan a la boda de un primo con el que casi no ha
tenido relación. No tiene ganas de ir a "esa" boda, no quiere ir.
Podemos comprender que no desee ir, no conoce a casi nadie.
Podemos explicarle que a sus tíos les hace muchísima ilusión que se
reúna toda la familia ese día. Si le obligamos a ir, nos amargará la
boda. Si le comprendemos y le ayudamos a comprender el punto de
vista de sus tíos, aceptará ir y aceptará también "vestirse de boda", a
nuestro gusto. Además estará encantador, porque no tuvo que
someterse a nuestra imposición.
En este caso cedió él, pero sabe que no siempre es él quien cede. En

66
otras ocasiones prevalece su punto de vista. Cuando le invitaron a las
bodas de plata de sus tíos y coincidió con la final de baloncesto de la
liga escolar, sus padres aceptaron que no fuese al festejo familiar.
Aunque, eso sí, fue él quien llamó a los tíos para felicitarles y
explicarles por qué no iría a su fiesta. Si son los padres los que le
disculpan, no aprende a expresar sus sentimientos. Aprende a mentir
cuando quiere conseguir algo no aceptado por otros, o a someterse a
lo que quieren otros por temor a decir que no está de acuerdo.
13.3. El cumpleaños de la abuela
Supongamos que es el cumpleaños de la abuela y que el adolescente
no quiere ir a la fiesta que ha organizado. Podemos ayudarle a
comprender el punto de vista de la abuela: "Le hace muchísima ilusión
celebrarlo con todos sus nietos". El adolescente aceptará, si nosotros
aceptamos que no asista a las reuniones familiares de todos los fines
de semana. No sólo aceptará, sino que puede ir encantado y hasta
participar en la organización de la fiesta.
Si comprendemos su punto de vista: ya no desea asistir a todas las
reuniones familiares porque necesita realizar otras actividades,
comprenderá mejor a los demás. Comprenderá que a ellos también
les gusta que se cumplan sus deseos, y sabrá ceder. Llegar a este
punto puede resultar muy costoso, pero merece la pena ayudarle a
tener en cuenta los sentimientos de los demás, y a hacer respetar los
suyos. Así aprende a basar sus relaciones de convivencia en el afecto y
el respeto, no en el sometimiento a los deseos de otros o a la
hipocresía de fingir lo que no siente.
14. ¿LES ENSEÑAMOS A MENTIR PARA EVITAR
DISGUSTOS? ¿SOMOS CÓMPLICES DE SUS MENTIRAS?
Ahora imaginemos que, el día del cumpleaños de su abuela, César y
sus amigos tenían programada una excursión y no pueden cambiarla.
La prepararon con una ilusión inmensa y César no se la quiere perder.
Sus padres le comprenden, comprenden que puede felicitar a su
abuela y decirle que no irá a su cumpleaños porque se va de
excursión. Pero no solemos reaccionar así. Se suele recriminar al
adolescente considerándole egoísta por preferir salir con sus amigos y
dar un disgusto a su abuela y a sus padres, que se consideran víctimas

67
de un hijo desaprensivo.
Algunas personas comprenden que el adolescente no quiera perderse
una excursión preparada con tanta ilusión y deciden encubrirle
mintiendo: "Le diré a tu abuela que te has quedado estudiando porque
tienes un examen importantísimo". Le enseñan a mentir para no
disgustar. No le enseñan a expresar sus sentimientos con sinceridad y
buenas maneras y a aceptar que algunos se puedan sentir ofendidos a
pesar de no ofenderles. Si al comunicar a su abuela su ilusión por ir
con sus amigos y su decisión de ir a verla al día siguiente para
felicitarla personalmente, ella no le comprende, se siente ofendida, y
se enfada con él, César debe aceptarlo. Su abuela no está de acuerdo,
quiere imponer su criterio, no está dispuesta a ceder. En este caso no
es él quien debe ceder. Necesita aprender a defender lo que quiere y lo
que no, utilizando buenas maneras, aunque no estén de acuerdo con
él. Necesita aprender a no someterse a los que piensan diferente a él,
a no caer en chantajes emocionales, ni en imposiciones de ningún tipo.
Debe aprender a exponer su punto de vista con sinceridad. No debe
aprender a engañar, a mentir, a las personas que quiere, a las
personas cercanas, a las personas con quienes convive, para poder
hacer lo que realmente desea.
Si nos pide que le digamos a su abuela que no le dejamos ir al
cumpleaños porque tiene que estudiar, no debemos convertirnos en
sus cómplices, no debemos mentir por él, ni aceptar que él mienta.
Debe expresar lo que siente y aceptar que no estén de acuerdo con él.
Las personas cercanas y de la familia que no acepten que está
cambiando y que sus actividades personales no son las mismas que
antes, acabarán aceptándolo cuando comprendan que no pretendía
ofenderles sino disfrutar con sus amigos. Cuando se den cuenta de que
sigue compartiendo su tiempo con la familia, pero de otra manera, y
que su comportamiento es respetuoso y cariñoso, acabarán
aceptándolo, respetándolo; y si no lo hacen, es por inmadurez de esas
personas, no debe someterse al criterio de personas inmaduras,
aunque le superen en edad.
15. ¿POR QUÉ RESULTA TAN COSTOSO COMUNICARNOS
CON SINCERIDAD CON LA FAMILIA?

68
¿Por qué resulta tan costoso enseñar a convivir sin hipocresía? Hay
varios motivos: nos han enseñado a ocultar lo que pensamos si no
coincide con lo que quieren nuestros familiares. Manifestar un punto de
vista diferente al aceptado socialmente, o manifestar nuestro
desacuerdo, se considera una falta de educación, una grosería, una
insolencia. No nos han enseñado a dialogar, a exponer nuestro punto
de vista y a escuchar el de otros. Los padres exponen lo que quieren
que haga el adolescente y esperan que les obedezca. El adolescente no
ha sido escuchado y, como hacen sus padres, tratará de imponer su
punto de vista, haciendo lo que quiere sin contar con ellos, les
engañará o se rebelará de malas maneras.
Sin embargo, si dialogamos con nuestro hijo adolescente podemos
ponernos de acuerdo. Podemos pactar que no va a venir con nosotros
a todas las reuniones familiares. Nos va a seguir acompañando, pero
no siempre; a veces se quedará en casa o saldrá con sus amigos.
16. APRENDER A DECIR "NO" A SUS FAMILIARES Y A
CEDER SIN SOMETERSE
Tiene que aprender a decir "no". Tiene que aprender a hacerse
respetar, a hacer respetar sus sentimientos, sus pensamientos, a tener
criterio propio, a no dejarse arrastrar. Para lograrlo debe aprender a
decir "no" en su propia familia. En lugar de obligarle a asistir a
reuniones familiares o a hacer visitas que no desea, debemos pedirle
que diga que no va a ir, pero expresándolo de buenas maneras. Tiene
que aprender a defender sus preferencias respecto a las actividades de
tiempo libre y a las personas con quienes compartirlas. Si le obligamos
en contra de su voluntad, irá amargado y nos amargará a nosotros. Si
le obligamos a decir "sí" cuando no quiere ir, se acostumbrará a
someterse a la voluntad de otros, no aprenderá a expresar lo que no
quiere, no aprenderá a expresar sus sentimientos ni a tener en cuenta
los sentimientos de los demás. A él le obligan a hacer lo que no quiere,
no le tienen en cuenta, él hará lo mismo, tratará de hacer lo que él
quiere, engañando y sin tener en cuenta a nadie.
17. LA RELACIÓN FAMILIAR MARCA LAS PAUTAS DE LA
CONVIVENCIA
Si con la familia le enseñamos a ocultar sus sentimientos y a
someterse, ¿cómo podemos pretender que con sus amigos sea

69
sincero, que no se deje arrastrar, que sepa decir "no"? A nosotros nos
costará muchísimo aceptar que nuestro hijo deje de asistir a
determinadas reuniones o festejos familiares y que diga con sinceridad
que no desea ir. Al adolescente le costará horrores expresarlo sin
mentir, sin ánimo de ofender; y aceptando que no le comprendan y
hasta que se sientan ofendidos. Pero es un paso que, por costoso que
le resulte, debe dar.
la familia marca las pautas de la convivencia. Nuestro hijo aprende a
convivir conviviendo con nosotros, con su familia; y durante su
adolescencia sienta las bases de la convivencia con sus amigos y con
los que no lo son.
Si en familia se acostumbra a no expresar lo que desea o a que sean
sus padres quienes le disculpen, así se comportará con sus amigos:
"Me han invitado a una fiesta y no quiero ir, pero ¿cómo voy a decirles
que no voy? ¡Son mis amigos!" Parece que hace un gran esfuerzo
pensando en los demás, cuando lo que sucede es que no está
dispuesto a hacer el verdadero esfuerzo, el de decir que no quiere ir.
No quiere enfrentarse a una situación costosa, le da miedo enfrentarse
a opiniones diferentes a la suya. No aprendió a afrontar este tipo de
situaciones con la familia y no sabe afrontarlas con nadie. Fácilmente
se someterá o someterá a otros. No aprendió a confrontar puntos de
vista diferentes a los suyos, ni a ceder a veces y a no ceder otras
veces, sabiendo decir "no" bien dicho.
18. DESPRENDERNOS DE LA FAMILIA Y ABRIRNOS A
LOS DEMÁS
El adolescente tiene que aprender a confrontar su punto de vista con el
nuestro, tendremos que ponernos de acuerdo y pactar. Nosotros
también tenemos que aprender. Al adolescente le cuesta dialogar,
escuchar, ceder, no someterse... A nosotros también. Pero el esfuerzo
merece la pena. Tiene que descubrir sus preferencias y hacer que los
demás las respeten; nosotros los primeros. Tendremos que respetar
sus gustos en lugar de criticarles por tenerlos. Si prefiere estar con sus
amigos en lugar de estar con nosotros, es normal, lo que no implica
que vaya a dejar de estar o de salir definitivamente con nosotros.
Dialogando con él acordaremos cuándo y para qué puede salir con sus

70
amigos, y cuándo con nosotros.
A menudo transmitimos la idea de que vivir en familia es estar todos
juntos, a todas horas. No querer estar con la familia parece un acto de
egoísmo, una falta de amor. Sin embargo, todos debemos
desprendernos de nuestros padres para realizar nuestro proyecto
personal y abrirnos a los demás. El adolescente necesita aislarse y
vivir más tiempo con sus amigos. También necesita a su familia. Pero
sus relaciones familiares, tanto con sus padres y hermanos como con
el resto de su familia, deben cambiar. Deben madurar haciéndose más
intensas, más profundas en muchos casos, pero también más
independientes. Nuestro horario y nuestras actividades serán
diferentes y, aunque todavía compartamos muchas, irán disminuyendo
a medida que nuestro hijo crezca.
El adolescente aprende a vivir sin nosotros cuando todavía vive con
nosotros. Tiene que aprender a desprenderse de su familia y a convivir
con sus amigos. Esto supone una apertura hacia los demás, no un
abandono familiar.
La familia marca las pautas de la convivencia. Nuestro hijo aprende a
convivir conviviendo con nosotros, con su familia; y durante su
adolescencia, sienta las bases de la convivencia con sus amigos y con
los que no lo son.
Pensemos:

. ¿Les exigimos que digan que sí cuando no quieren, sí a las


reuniones o a las salidas familiares que nosotros queremos pero que
ellos no quieren, sin dejar que se expresen o sin escucharles cuando
nos lo expresan, sin pactar cediendo ambos?
. ¿Les dejamos que hagan lo que quieren, encubriéndoles?
¿Mentimos, o somos cómplices de sus mentiras, para evitarles el
esfuerzo que supone aceptar las críticas de familiares que no están
de acuerdo con ellos?
. ¿Les enseñamos a saber ceder teniendo en cuenta a las personas
con las que conviven?
. ¿Les ayudamos a afrontar la incomprensión y la crítica de sus
famialiares expresando con sinceridad su punto de v ista y aceptando

71
que no les comprendan?
. ¿Les enseñamos a no ser siempre el que cede, a no someterse a lo
que quieran los demás?

72
73
El estudio y su proyección profesional en la
adolescencia
1. AUMENTAN SUS FACULTADES INTELECTUALES.
DISMINUYE SU RENDIMIENTO ESCOLAR
En la adolescencia aumentan las facultades intelectuales del ser
humano. No sólo es capaz de investigar y deducir, también puede
establecer hipótesis. Si la etapa de la niñez es la etapa del niño sabio,
porque todo le interesa, todo lo quiere saber y conocer, la de la
adolescencia es la del filósofo: piensa, duda, reflexiona, da vueltas a
las diferentes posibilidades.... Esta facultad supone un nivel superior
en el desarrollo intelectual de los seres humanos. Muchos se
preguntarán: si realmente aumentan las facultades intelectuales del
adolescente, ¿por qué disminuye su rendimiento escolar? Lo que
sucede es que emocionalmente no está tranquilo. Los cambios que se
están produciendo en su vida le provocan inestabilidad emocional. Se
distrae más, se concentra peor. Su mente atiende mucho más a las
situaciones emotivas que a las exigencias del estudio. A menudo no
utiliza sus capacidades intelectuales porque su vida afectiva interfiere
en sus pensamientos. Es importante comprender que, en
circunstancias determinadas, rinda menos. Podrá recuperar su
rendimiento académico y utilizar su capacidad intelectual a medida
que equilibre sus emociones. Le podemos ayudar a lograr la
tranquilidad que necesita, en lugar de motivar su desestabilidad
emocional.
La adolescencia es una etapa de dudas. A menudo el adolescente deja
de encontrar sentido a lo que estudia, ya no le interesa aprender
cualquier cosa como sucedía en la etapa anterior. Ahora se plantea qué
sentido tiene estudiar, sobre todo cuando lo que estudia no le provoca
el menor interés. Todavía no sabe qué quiere hacer en el futuro y, por
lo tanto, lo que le conviene estudiar ahora; sin embargo, al final de
esta etapa tendrá que decidir hacia dónde encaminar sus pasos para
formarse profesionalmente. Es tan importante comprender sus dudas
y que en ocasiones no encuentre sentido a sus estudios, como
animarle a esforzarse, puesto que necesita avanzar, hasta que logre

74
aclararse. Para avanzar en sus estudios le será de gran ayuda saber
organizarse.
2. ¿SABEN ORGANIZAR SU ESTUDIO? ¿CÓMO LES
PODEMOS AYUDAR?
Los adolescentes deberían haber aprendido a organizar su estudio en
casa en la etapa anterior. Pero si no les enseñamos durante su niñez,
necesitan aprender cuanto antes. Para que aprendan a organizarse no
hay que imponerles nuestra organización. Solemos darles todo
pensado, decidimos por ellos tratando de imponerles lo que creemos
que deben hacer, y sin embargo, necesitan reflexionar para tomar
decisiones y actuar de acuerdo a lo que desean hacer. Son ellos
quienes deben reflexionar acerca de las condiciones que favorecen o
dificultan su estudio y quienes deben tomar las medidas necesarias
para aprovechar mejor su tiempo y rendir más académicamente.
Les diremos que piensen:

.Dónde pueden estudiar mejor, dónde se concentran con mayor


facilidad, qué ambiente les hará menos costoso el estudio.
Comprenderán que necesitan crear un ambiente propicio para sacar
rendimiento al esfuerzo que hacen al estudiar. Seguramente
decidirán estudiar en su cuarto, en su mesa de estudio. Si en lugar
de imponérselo les ayudamos a reflexionar, comprenderán que se
concentran mejor sentados frente a su mesa de estudio que
tumbados en la cama. También comprenderán que necesitan tener
organizado el material que van a utilizar: libros, apuntes, agenda,
bolígrafo, rotuladores..., así no tendrán que levantarse
constantemente interrumpiendo su trabajo. Comprenderán también
que, si evitan lo que les distrae, no les costará tanto concentrarse.
En lugar de exigirles que estudien sin música, ellos mismos pueden
caer en la cuenta de qué tipo de música les invita más a bailar o a
seguirla mentalmente que a centrarse en el estudio. Cada
adolescente sabe lo que le distrae y por lo tanto lo que debe evitar:
la música, la TV, el ordenador, el teléfono, comer mientras estudia,
interferencias de sus hermanos, del perro... Tendrá que pensar qué
hacer para impedir que le distraigan.
.Cuándo les resulta más fácil, o menos difícil, estudiar. Si

75
reflexionan, comprenderán que resulta más sencillo adquirir el
hábito de estudio si estudian todos los días a la misma hora, si
establecen una rutina.
.Cómo estudiar y afrontar sus problemas de estudio. El estudio es
una actividad personal. Sin embargo, muchos llegan a la
adolescencia sin haber aprendido a afrontarla solos. Cada vez que
tenían una duda alguien se la resolvía. Les corregían los trabajos, les
tomaban la lección. Son dependientes respecto a su estudio. Tendrán
que aprender a ser autónomos para adquirir la seguridad que
necesitan para afrontar sus actividades académicas.

3. ¿PERMITIMOS QUE VIVAN LAS CONSECUENCIAS DE


SU DESORGANIZACIÓN?
Probablemente no les enseñamos, en la etapa anterior, a organizar su
estudio en casa. Están acostumbrados a que les resolvamos hasta la
logística de su estudio: organizamos su mesa de estudio, compramos
nosotros lo que necesitan ellos, hablamos con el profesor para que
"nos" anote lo que deben estudiar... Les deberíamos ayudar a afrontar
sus dificultades, a resolverlas, en lugar de resolverlas nosotros. Si al
organizar su mesa de estudio comprueban que les falta algún material,
es importante que lo compren ellos y que lo coloquen en el lugar que
consideren más adecuado para su manejo.
Si todavía llegan a casa sin saber qué deberes tienen o qué tienen que
estudiar, no les daremos ideas que les hagan cada vez más
dependientes: "Llama a tu amigo Jaime, él siempre sabe qué deberes
tenéis". No nos convertiremos en cómplices de sus fallos: "No pierdas
el tiempo, yo me encargo de llamar a Jaime mientras tú preparas el
material". Si pretendemos que sean autónomos en su estudio, que
crezcan con la seguridad de poder afrontar su estudio sin depender de
nadie, en lugar de resolverles la vida, les pediremos que piensen:
¿Qué tendrías que hacer para saber que tareas te han puesto? Sin
duda saben que para acordarse deberían anotar en su agenda las
tareas, los trabajos, las evaluaciones, las fiestas... Si lo anotan
tendrán la información que necesitan, si no lo anotan tendrán que
afrontar las consecuencias, ellos mismos, no nosotros. "¿Pero le
bajarán la nota, le castigarán?" Muchos padres hacen este tipo de

76
comentarios como si las consecuencias fuesen para ellos. Se toman los
suspensos de su hijo como un problema personal. Dicen: "Luis me ha
suspendido las matemáticas" o "A ver si aprobamos la física" o "Me
gustaría que no tuviésemos que estudiar estas vacaciones".
El adolescente vive sus fallos en el estudio como un problema nuestro:
"Otra vez me olvidé el libro de matemáticas en el colegio, cómo se va
a poner mi padre". No piensa en el problema que supone para él
haberlo olvidado, sino en lo mal que se sentirán en su casa. Al evitar
que afronte los problemas relacionados con su estudio, aprende a
depender de sus padres, de sus amigos, de sus profesores... Todos le
resuelven la vida. Necesita reconocer sus fallos como errores suyos.
Primero debería pensar: "Cómo puedo solucionar esto, qué debo
hacer..." Después debería actuar afrontando las consecuencias: "Si no
anoto las tareas, o se me olvidan los libros en el colegio, no podré
estudiar ni hacer los trabajos escolares, la consecuencia será que me
bajarán la nota, y tendré que estudiar más o hacer el trabajo el fin de
semana". No somos indiferentes a lo que le suceda, pero no debemos
evitar que viva sus consecuencias, que asuma sus responsabilidades.
Le ayudaremos a reflexionar para que decida qué debe hacer, y le
animaremos a hacerlo, pero necesitará afrontar las consecuencias de
lo que haga para rectificar sus errores. Necesita que le apoyemos
animándole a rectificarlos, no que le evitemos esfuerzos.
4. ¿ESTUDIAMOS CON ÉL?
"Si no me siento con él, no estudia, se distrae, se pasa la tarde
delante del libro pero no hace nada". Pretendemos que por imposición,
por obediencia, por pesados, en fin, por nuestro empeño, nuestro hijo
estudie. Necesita que le ayudemos a reflexionar: "¿Cómo puedes
aprender lo que tienes que aprobar?" Él tiene la respuesta. Sabe que
lo que tiene que hacer es atender en clase, preguntar al profesor o a
algún amigo, estudiar más... Si en algún momento, para que le
expliquemos un tema o para facilitarle el aprendizaje de alguna
asignatura necesita una ayuda especial, nos la puede pedir. Pero si
necesita ayuda constante y diaria para hacer las tareas escolares y nos
sentamos con él, le hacemos dependiente, no le estamos ayudando a
afrontar su estudio. Podemos ayudarle a resolver algunas dudas, pero

77
siempre que nos lo pida y que sus dudas no sean tan constantes como
para acabar haciendo las tareas nosotros. No debemos hacer los
deberes con él. Debe resolver sus dudas consultando su libro,
preguntando en clase al profesor o a algún compañero, buscando
información en enciclopedias, atlas, diccionarios... También podemos
dedicar algún tiempo a enseñarle a estudiar: a subrayar las ideas
principales, a organizar los datos en cuadros, a resumir... Se lo
deberían enseñar en el colegio, pero puede que no lo hagan. En
cualquier caso, tenemos que conseguir no intervenir en absoluto en su
estudio, aunque para ello hayamos tenido que enseñarle a afrontar su
estudio durante algún tiempo.
Recordemos que nuestra misión no es imponer nuestro criterio y
forzarle a estudiar, sino ayudarle a reflexionar para que asuma sus
responsabilidades. Le podemos ofrecer nuestra ayuda para que sepa
cómo estudiar, pero no debemos resolver su vida ni evitarle las
consecuencias que debe afrontar. Sus fallos los debe rectificar él, y las
consecuencias es él quien debe afrontarlas.
5. A MI HIJO NO LE GUSTA ESTUDIAR
Diego es un adolescente que, como muchos otros, está desmotivado,
no siente interés por lo que estudia, no le encuentra sentido al hecho
de estudiar algo que a él no le interesa. En clase se distrae, no
atiende. En casa no se concentra cuando hace las tareas escolares.
Su madre está preocupadísima, considera que Diego es una magnífica
persona y le quiere ayudar. Continuamente le recuerda que está
perdiendo la oportunidad de tener un porvenir brillante, y que si sigue
así, no llegará a ser nadie. Le insiste: "Estudiar es tu obligación, es tu
único deber". Ella se ocupa de todo lo demás: "Yo me ocupo de tu
cuarto para que no pierdas el tiempo y estudies". Le organiza el
horario, se encarga de despertarlo por la mañana, le dice que se
duche, que desayune, que no se olvide de llevar los libros al colegio...
Diego la obedece, pero no toma decisiones. En lugar de ser él quien
decide lo que debe hacer en cada momento, es su madre quien se
encarga.
En cuanto a su tiempo libre, Diego disfruta montando en bicicleta y
arreglando todo tipo de electrodomésticos: la TV, el vídeo, la radio, la

78
plancha... Pero su madre prefiere que no arregle nada y que se
dedique a estudiar matemáticas. Respecto a la bici, casi no la utiliza
porque suele estar castigado por sus malos resultados académicos.
Diego lo acepta, pero la situación académica no cambia.
La madre de Diego, cargada de buena voluntad, expone su punto de
vista, repite constantemente a su hijo lo que debe hacer, pero no le
escucha, no le comprende. No comprende que Diego puede no sentir
inclinación por las matemáticas y que lo que estudia puede no
resultarle interesante. Pretende, además, que sea responsable en sus
estudios sin asumir ninguna de las responsabilidades de su vida, sin
elaborar un horario de acuerdo a sus necesidades, sin ser él quien
decida cómo organizar y mantener ordenado su espacio. No valora su
habilidad para reparar electrodomésticos, no da la menor importancia
a su destreza en ese campo ni agradece su colaboración. Y le castiga
sin bici, cuando, además de ser una manera sanísima de utilizar su
tiempo libre, algo de lo que no debe prescindir, podría servirle de
motivación para estudiar.
Debería ser Diego quien decidiera cómo actuar, en lugar de sentirse
presionado y dirigido por una madre que toma las decisiones por él. En
lugar de hablar su madre, imponiéndole su punto de vista, debería
escucharle, ayudándole a reflexionar. Es importante que piense, que
reflexione. Le tendría que preguntar cómo se siente, qué necesita, qué
decisiones debe adoptar. Puede comprender que no le guste lo que
estudia, y ayudarle a caer en la cuenta de que, puesto que la
enseñanza es obligatoria, hasta que pueda elegir qué hacer
profesionalmente, quizá le interese hacer su "sufrimiento" más corto,
no perdiendo tanto tiempo delante de los libros o teniendo que repetir
una y otra vez las evaluaciones.
Cuando reflexione sobre lo que debería hacer para mejorar sus
resultados, debe pensar también qué consecuencias le pueden ayudar
a conseguir lo que se propone. Diego puede y debe organizar las
actividades de su vida, entre ellas, su horario de estudio. Se podría
proponer montar en bicicleta todas las tardes después de estudiar, o
quedarse sin bicicleta si no estudia. Es más eficaz animarle a ir en
bicicleta porque ha estudiado, que castigarle sin bici porque no

79
estudia. Aunque lo más importante es que lo decida él, que se lo
imponga a sí mismo.
Aunque le cueste, conseguirá mejores resultados académicos si
aprende a organizar su vida planificando su estudio y su tiempo libre,
si piensa cómo cambiar proponiéndose un plan de trabajo. Será mucho
más fácil lograrlo así, que imponiéndoselo su madre,
sobreprotegiéndole, resolviendo su vida, decidiendo por él. Un
adolescente tiene que sentir que es capaz de organizar su vida sin
depender de sus padres, aunque le cueste conseguirlo. Necesita que le
ayudemos a organizar su espacio y su tiempo de estudio, que
dialoguemos sobre sus inquietudes, sus preocupaciones, sobre lo que
le puede ayudar a sacar el curso. Tiene que sentirse útil, capaz,
independiente.
6. QUÉ LE DECIMOS CUANDO SUSPENDE
Imaginemos la escena: nuestro adolescente ha suspendido, ¿qué suele
suceder? Puede haber una reacción agresiva: gritos, enfados,
amenazas, castigos, descalificaciones: "Eres un vago, no te da la gana
de estudiar, no sirves para nada, como sigas así no llegarás a ninguna
parte..." Sus padres le critican, dejan la autoestima de su hijo por los
suelos, se disgustan...; pero no hay reflexión por parte del
adolescente, ni se marcan exigencias. El adolescente tratará de evitar
esta reacción, no dudará en ocultar los malos resultados o en mentir
descaradamente. En lugar de sentir la necesidad de afrontar una
situación que debe cambiar, siente el deseo de ocultar lo que va a
provocar la agresividad o el disgusto de sus padres. Sin embargo, lo
importante no es que sus padres no se disgusten, sino que se
responsabilice de su estudio, que piense qué va a hacer para cambiar
su mal rendimiento. Lo importante es ayudarle a caer en la cuenta de
lo que le está sucediendo, de las consecuencias que se derivan de su
actitud ante el estudio, y de cómo tendría que actuar en adelante.
Le podemos ayudar a caer en la cuenta de su capacidad para sacar
adelante lo que se proponga; pero se lo debe proponer él, no debemos
imponérselo. Lo que sí debemos hacer, es comprender que le cueste
esforzarse, especialmente cuando lo que tenga que estudiar no sea de
su interés. Necesitará que le ayudemos a planificar lo que se proponga

80
hacer en adelante, para rectificar su trayectoria académica. Al
planificar lo que debe hacer, sus normas; quedan definidos los límites,
lo que no debe hacer. También hay que establecer las consecuencias,
lo que sucederá según actúe de una u otra manera.
Las consecuencias se suelen plantear, a menudo, como amenazas: "Te
voy a mandar interno". "Si sigues así, este fin de semana no sales"...
Otras veces las consecuencias son para el adulto: les controlamos, les
vigilamos mientras estudian para que no se distraigan, nos sentamos a
estudiar con ellos, les dedicamos nuestro tiempo libre los fines de
semana, en vacaciones... Hablamos en estos términos: "Se nos
fastidiaron las vacaciones, Diego ha tenido tres suspensos" o "Natalia
me ha suspendido la física"... El adolescente se acostumbra a que las
consecuencias de su vida, en este caso de su estudio, las vivan sus
padres, que son quienes se enfadan y disgustan; pero su vida personal
sigue igual, él sigue sin estudiar. Las consecuencias de los suspensos
las debe vivir él. No "nos" suspende, suspende él. No debemos
castigarnos por los malos resultados académicos del adolescente, es él
quien debe vivir las consecuencias de sus resultados. Si Diego tiene
que estudiar en vacaciones será un fastidio para él, pero no para sus
padres. Las consecuencias de sus errores no las debemos vivir los
adultos.
RECUERDA
Cuando suspenda le debemos preguntar:

. Cómo se siente ante ese resultado.


. Qué cree que debería hacer para mejorarlo.
. Qué consecuencias le ayudarán a conseguirlo.

Sin enfados, sin agresividad, debemos hablar con el adolescente del


momento actual, no de un futuro hipotético. Hablaremos con él de lo
que necesita conseguir para que decida qué debe hacer para lograrlo,
en qué debe cambiar. No lo decidimos nosotros, lo decide él. Después
pactamos las consecuencias. Recordemos que las consecuencias no son
amenazas, se cumplen siempre, tenemos que ser coherentes.
7. EL PROYECTO PROFESIONAL DEL ADOLESCENTE.
¿QUIÉN ELIGE SU FUTURA PROFESIÓN?

81
Les corresponde a los adolescentes decidir hacia dónde quieren
encaminar los pasos de su futuro profesional. Pero en muchísimas
ocasiones no deciden ellos, sino sus padres. A los padres, les preocupa
la orientación profesional de sus hijos. Temen que elijan una carrera
que no se corresponda con lo que ellos desean. Temen que elijan una
profesión que no les dé una seguridad económica. Ven el fantasma de
la competitividad, de la "titulitis", de los contratos precarios, del
paro... Temen que estudien fuera, por no poder controlarles y, a su
vez, que no reciban una formación adecuada si no salen fuera. En
definitiva, las dudas y reflexiones que deberían trasladar al hijo, las
asumen como propias y se las dan resueltas al adolescente. Sin
embargo, es él quien debe pensar y decidir qué desea hacer, cómo
quiere ganarse la vida, dónde debería estudiar, y la situación social y
laboral que deberá afrontar según elija una profesión u otra. Le
tendremos que ayudar a ser consciente de que cuando se acabe esta
etapa, iniciará sus estudios en función de la profesión elegida.
Algunos adolescentes saben hacia donde quieren encaminar sus pasos
profesionales, pero a menudo sus padres deciden que el camino
elegido por su hijo no es el adecuado. En contra de sus inquietudes, le
obligan a seguir unos estudios que no desea. En otras ocasiones, el
adolescente evade su responsabilidad de elegir y deja que otros
decidan por él.
Dialogando con el adolescente le podemos ayudar a descubrir las
diferentes posibilidades que le ofrece nuestra sociedad, para que
reflexione y decida lo que desea hacer. Analizaremos lo que suponen
sus decisiones a corto plazo, respecto a los próximos cursos; y a largo
plazo, respecto a su futura profesión. En lugar de intentar solucionar
su vida presentándole una vía única por la que debe encaminarse,
trataremos de ayudarle a conocer diferentes caminos para encauzar
sus inquietudes profesionales.
8. LAS DUDAS Y LA ANGUSTIA SON NORMALES. ELEGIR
TAMBIÉN SUPONE RENUNCIAR.
Algunos adolescentes saben a qué quieren dedicarse profesionalmente
desde el principio de la adolescencia; pero es normal que muchos no lo
sepan. Les debemos ayudar a ser conscientes de que el próximo curso

82
tendrán que decidir hacia dónde quieren encaminar sus pasos
profesionales. Pero, hasta que no sepan qué desean hacer en el futuro,
es normal que duden, que elijan cada día una profesión diferente, y
que no se decidan por una en concreto. No les debemos calificar de
inconstantes, volubles, indecisos. Ya dijimos que la adolescencia es
una etapa de crisis, tienen que tomar decisiones que van a provocar
cambios trascendentales en su vida. Necesitan dudar y reflexionar
para salir de sus dudas. Sus dudas, y la reflexión, les ayudarán a
descubrir lo que desean hacer.
Elegir aquello a lo que se quieren dedicar profesionalmente supone
tener claro lo que desean estudiar en función de sus aptitudes y sus
inquietudes personales. Pero también supone renunciar. Se renuncia a
lo que no se ha elegido. A veces tienen tan claro lo que desean hacer
que no les resulta angustioso elegir. Pero en otras ocasiones, tienen
que tomar una decisión sin tener claro que quieran renunciar a lo que
no elijen. En esos casos no resulta sencillo elegir.
En cualquier caso les tenemos que ayudar a decidirse en función de sí
mismos, de sus inquietudes, no en función de lo que quieran para ellos
sus padres, sus profesores o sus amigos. Está bien que escuchen
diferentes opiniones, pero los sueños de los padres no los tienen que
realizar sus hijos. Los adolescentes tienen que descubrir sus propios
sueños, sus inquietudes, y tratar de hacerlos realidad.
Como decíamos, para elegir deben tener en cuenta,
fundamentalmente, sus inquietudes y sus aptitudes: qué sienten que
les gustaría hacer, en qué se imaginan trabajando, en qué no, hacia
dónde les encaminan sus aptitudes. Necesitarán conocerse a sí
mismos, su forma de ser, sus intereses, sus gustos, sus aficiones, sus
valores personales. Y además de conocerse, deberán informarse,
reflexionar, dudar, decidirse, elegir...
9. DEBEMOS RESPETAR SUS INQUIETUDES, SU
TENDENCIA HACIA UNA PROFESIÓN DETERMINADA
Ya comentamos que debemos comprender que el adolescente no sepa
a qué se quiere dedicar en su vida laboral, que dude, que cambie de
opinión. No debemos apremiarle ni culpabilizarle haciéndole sentir que
tendría que estar seguro o de lo contrario no merece nuestra

83
aprobación. Pero, lo que resulta más costoso a los padres, es aceptar
que su hijo, o su hija, elija algo que no es de su agrado. Ya dijimos que
los hijos no tienen que realizar los sueños de sus padres, sino sus
propios sueños. Pero muchos padres desean que sus hijos encaminen
sus pasos hacia donde ellos consideran que es el lugar más adecuado y
no aceptan una opción diferente, sobre todo, cuando no eligen una
carrera universitaria, o cuando su opción les encamina hacia
actividades relacionadas con el arte, el deporte, o la formación
profesional no universitaria.
Les podemos animar a seguir estudiando si deciden abandonar sus
estudios, cuando comprendemos que están en un momento bajo y
necesitan nuestro "empujón". También les podemos sugerir lo que
consideremos que sería una buena elección para ellos teniendo en
cuenta sus intereses, no los nuestros. Pero, los que deben elegir y
decidir, son ellos. Nos cuesta aceptar que estudiar una carrera
universitaria es una opción, pero sólo una opción más, no la única. A
menudo, en lugar de valorar sus inquietudes, aquello para lo que
nuestros hijos son útiles para sí mismos y para la sociedad, valoramos
determinadas carreras universitarias y queremos que se ajusten a un
patrón que no les va.
Vivimos en una sociedad que sobrevalora los estudios universitarios. Si
el adolescente, él o ella, decide prepararse para desarrollar alguna
actividad artística, seguramente le exigirán estudiar, además, una
carrera universitaria. ¡Cuántos artistas y deportistas tuvieron que
estudiar en la universidad algo que no era de su interés, además de
prepararse y luchar por conseguir un lugar en la profesión con la que
soñaban! ¡Qué injusticia! Cuando los adolescentes eligen arquitectura,
alguna ingeniería, derecho, empresariales... no les exigen que se
preparen, además, para actuar, cantar, pintar, modelar, bailar, tocar
algún instrumento o ser un profesional del deporte.
Los adolescentes se deben plantear sus estudios universitarios, o su
preparación para desarrollar la profesión que deseen, en función de
sus aptitudes y de sus inquietudes personales. Nuestros sentimientos,
nuestras inquietudes, están en nuestro interior; nadie nos los puede
imponer. En muchísimos casos los adolescentes tratan de ajustarse a

84
lo que sus padres quieren; les dicen: "Lo que te interesa es..."
"Deberías estudiar...", y asumen: "He comprendido que del deporte no
se puede vivir...voy a hacer alguna ingeniería..." Es cierto que hasta la
etapa siguiente, hasta la juventud, no se tendrán que preparar
intensamente para afrontar su futuro laboral, pero ya en esta etapa
podemos apoyar, o ayudarles a descubrir, sus intereses profesionales;
o imponerles los nuestros.
Sus inquietudes las deben descubrir en su interior, ese es el trabajo del
adolescente. Nadie puede imponérselas. Les podemos imponer que
estudien lo que no desean, pero sus inquietudes irán por otros
derroteros; se sentirán insatisfechos. Algunos se convertirán en
"eternos estudiantes" y posiblemente no terminarán la carrera. Otros
se ajustarán al patrón exigido, se someterán a las inquietudes de
otros, desaprovechando sus aptitudes; éstos, seguramente, tratarán
de someter a las personas con las que convivan (se suelen repetir los
patrones agresivos cuando hemos sido agredidos). Otros ni siquiera se
darán cuenta de que no eligieron lo que deseaban de acuerdo a su
personalidad, simplemente porque nunca reflexionaron acerca de sus
cualidades personales, sometiéndose irreflexivamente a lo que otros
decidieron.
10. QUÉ ELIGEN NUESTROS HIJOS. ¿LES ANIMAMOS?
Blanca quiere ser veterinaria, pero no le gustan las matemáticas. Sus
padres la recriminan: "Nunca podrás estudiar veterinaria, ya puedes ir
pensando en otra carrera, siempre has sido un desastre para las
matemáticas..." Blanca soñó con ser veterinaria desde pequeña y
sigue siendo su sueño en la adolescencia. Podrían animarla: "Para ser
veterinaria, tendrás que estudiar matemáticas. Merece la pena que
hagas el esfuerzo de aprenderlas, no vas a dejar de realizar tu sueño
por una asignatura."
Alberto dice que no quiere estudiar, le gustaría tener una tienda de
deportes. Le entusiasman las bicicletas. Él mismo repara la suya, si
tiene una avería. Su padre le prohíbe "perder el tiempo" con la bici,
sus calificaciones no son buenas. Le ha advertido que deberá estudiar
una carrera universitaria y olvidarse de ser un "tendero". Sin
embargo, podría aprovechar el entusiasmo de Alberto por las bicis. Le

85
puede proponer que haga un plan de trabajo para sacar unas
calificaciones aceptables, sin tener que dedicar más trabajo del que
desea a unos estudios que no le interesan, pero que todavía son
obligatorios. Puesto que no le gusta estudiar, debería planificarse para
no tener que repetir los trabajos y las evaluaciones, para no tener que
estudiar en vacaciones. Si se planifica bien, tendrá más tiempo para
montar en bici. Más adelante deberá pensar cómo conseguir ese
comercio de bicicletas que tanto desea tener.
11. ÉXITO ECONÓMICO Y ACEPTACIÓN SOCIAL
Lucía quiere estudiar fuera de su país. Está dispuesta a gestionar una
beca que sabe puede conseguir, pero sus padres no la dejan: no
quieren que viva sin su control, temen que se quede a vivir allá
cuando termine sus estudios.
Marta quiere pilotar aviones. Se lo prohíben. "No es un trabajo para
una mujer, ya puedes ir pensando en otra profesión..."
David quiere ser músico. Tiene unas excelentes cualidades para la
música. Sus padres no valoran sus aptitudes: "De la música no se
vive. Utilízala como hobby, pero no como profesión, ¿o quieres ser un
muerto de hambre? Ya te imagino tocando en la calle..."
Paula quiere aprender hostelería. Sueña con tener su propio
restaurante. Sus padres le dicen que no le han pagado un colegio
privado para que acabe siendo cocinera...
En la tabla de valores de una gran mayoría de adultos figuran en
primer plano el éxito económico y la aceptación social por encima de
las aptitudes, las inquietudes y los sentimientos de sus hijos. Sus
intenciones son buenas, no quieren que sus hijos fracasen, quieren que
no les falten los medios económicos y que estén bien considerados
socialmente, pero parten de unos valores, aceptados por la mayoría
de la sociedad, que van en contra de los valores reales, personales,
internos, de cada ser humano.
Cuando una persona elige lo que desea hacer y se prepara en función
de sus deseos internos, de sus inquietudes personales, consigue los
logros económicos y sociales que necesita. Los que no consiga,
seguramente no serán de su interés. Si elige algo que no le va a
permitir vivir con grandes recursos económicos, no será un problema

86
para él, puesto que no los desea. Si elige algo que no está considerado
de éxito social, pero que es de su agrado, lo disfrutará, aunque haya
personas que no lo valoren.
Aunque para independizarse necesitan ser autónomos en el aspecto
económico, ganar dinero no debe ser el argumento prioritario para
decidir su futuro profesional. Lo prioritario es dar respuesta a sus
inquietudes personales y prepararse profesionalmente en función de
esas inquietudes; si así lo hacen, lograrán, sin duda, cubrir sus
necesidades económicas.
12. SE PUEDEN EQUIVOCAR
En la juventud se preparan para iniciar su vida laboral, pero es al
finalizar la adolescencia cuando deben elegir lo que desean hacer. Sin
embargo, aún habiéndolo elegido ellos, se pueden equivocar; pueden
elegir una profesión y, al prepararse para afrontar su futuro
profesional, descubrir que no les gusta lo elegido. Esto sucede mucho
menos si se informaron y reflexionaron acerca de sus intereses
personales, si no iniciaron unos estudios que eligieron otros en lugar
de ellos. Pero, en cualquier caso, tanto si el motivo es que no eligieron
ellos, como si al poner en práctica su decisión descubren que no les
gusta, lo cierto es que se pueden equivocar.
Si se equivocaron al elegir no debemos hacer que carguen con su error
eternamente: "Lo que se empieza se acaba". "Vas a perder un año"...
Deben rectificar, no todo lo que se empieza merece la pena acabarlo;
y no debemos considerar que perdió un año, lo necesitó para
comprender por dónde debía encaminarse. Si una vez iniciados sus
estudios deciden cambiar, deben asumir sus responsabilidades. Les
podemos ayudar ofreciéndoles nuestra comprensión y nuestro apoyo,
pero las consecuencias del cambio deben asumirlas ellos. A veces
tendrán que "volver a empezar", otras sólo modificar lo iniciado, pero
siempre deberán asumir un gran esfuerzo responsabilizándose de lo
que eligieron.
13. ASUMIR LA RESPONSABILIDAD DE LO ELEGIDO
Como venimos comentando, a menudo los adultos elegimos lo que
deben estudiar los adolescentes, lo que deben llegar a ser en el futuro;
y ellos nos obedecen iniciando la carrera universitaria que les

87
elegimos, pero no estudian. Esto puede suceder también eligiéndola
ellos; quizá decidieron ir a la misma universidad que sus amigos o se
dejaron influenciar por alguien, e iniciaron una carrera que enseguida
convierten en eterna.
Deben saber que no les vamos a permitir ser estudiantes eternos.
Queremos que aprendan a responsabilizarse de su vida, que asuman
las responsabilidades de su estudio. La primera gran responsabilidad
es decidir a qué quieren dedicar su vida profesional. La siguiente gran
responsabilidad es prepararse para afrontar su futura profesión, de
acuerdo a lo elegido.
Apoyar económicamente, durante su juventud, su formación para
afrontar su futura vida laboral, tendrá que ver con su realidad familiar:
¿pueden o no pueden apoyarle económicamente sus padres? Pero, aun
en el caso de disponer de medios económicos suficientes, los padres
deberían marcar límites muy claros, dialogando con el hijo.
Es fundamental ayudarles a asumir sus responsabilidades, desde el
inicio de su preparación profesional. Una vez elegida su futura
formación, son ellos los que deben informarse, inscribirse, llenar los
formularios, efectuar los pagos, etc. Si asumieron sus
responsabilidades en su adolescencia, estarán preparados para
afrontar su preparación profesional, sin dependencias, en su juventud.
Sabrán desarrollar, con autonomía, lo que eligieron en la adolescencia,
nos sabrán comunicar su evolución: cómo van, cómo se sienten, qué
consideran que deben hacer, qué ayudan necesitan... No necesitarán
que estemos pendientes de su evolución en los estudios. En lugar de
ser los padres quienes se informen de cómo va su hijo, será el hijo
quien les informe.
Sin embargo, en la adolescencia, los padres deben seguir muy de
cerca la evolución de su hijo respecto a sus estudios. Tendrán que
dialogar con absoluta claridad, acerca de lo que se propone hacer al
final de la adolescencia, para prepararse profesionalmente. El
adolescente tendrá que asumir su preparación con responsabilidad.
Debe saber que tras su preparación empezará su vida laboral y que
hay límites para el tiempo de su preparación. Cuando asumimos que
tenemos un hijo vago y que será nuestro "parásito" hasta no se sabe

88
cuándo, no le ayudamos nada en absoluto. Es importante hablar con
nuestro hijo para que reflexione sobre lo que quiere hacer y delimitar
con él sus responsabilidades, sus límites y las consecuencias de su
manera de actuar. Si no estudia, no debemos seguir financiando sus
estudios, ni debemos proporcionarle una vida económicamente
resuelta, porque quien debe aprender a resolverla es él.
14. LA ORIENTACIÓN PROFESIONAL DE ÉL Y DE ELLA
Socialmente, se tiene el sentimiento de haber superado la desigualdad
en la formación profesional de los y las adolescentes. Sin embargo, los
mensajes que les enviamos siguen siendo diferentes según
pertenezcan a uno u otro sexo. A él se le exige, mucho más que a ella,
que elija una profesión de supuesto éxito social y económico. Todavía
se supone que es él quien debe responsabilizarse del bienestar
económico de toda la familia. Si ella elige una profesión relacionada
con actividades artísticas, artesanales, culturales... no muy bien
remunerada, se considera aceptable, pero no porque se acepte que
sus aptitudes le encaminan hacia el mundo del arte y de la cultura,
sino porque se supone que no dependerá de ella su futura
manutención económica. Sin embargo, ella debe elegir su futura
profesión en función de sus intereses y aptitudes, pensando que esa
profesión le tendrá que servir para mantenerse a sí misma,
consiguiendo, además de su realización personal, su independencia
económica y la de los suyos.
Ambos deben poder elegir su futura profesión teniendo en cuenta sus
intereses y sus aptitudes, sabiendo, ambos, que deben aprender a ser
independientes económicamente. Tienen que elegirla siguiendo sus
inquietudes personales, nunca deberán sacrificar su proyecto personal
sometiéndose a los deseos de otros. Ir en contra de uno mismo no
beneficia a los que nos rodean. Ir a favor del propio proyecto es un
beneficio para todos. Más adelante, si viven en pareja, podrán ponerse
de acuerdo y decidir qué trabajo realizará cada uno dentro y fuera de
casa, qué trabajos van a compartir, de quién dependerá la
manutención de la familia que formen... Pero esta es una decisión que
deberán afrontar en la etapa adulta. En la adolescencia lo importante
es elegir qué desean hacer para desarrollar su proyecto personal en el

89
aspecto profesional y para lograr su independencia económica. En la
juventud deberán afrontar su formación profesional, de acuerdo a lo
elegido.
Es importantísimo ser conscientes de que podemos orientar
equivocadamente a nuestros hijos cuando predominan nuestros gustos
personales sobre sus capacidades e inquietudes. No deberíamos
valorar las calificaciones de las áreas de aprendizaje consideradas
intelectuales, por encima de las relacionadas con educación física, que
sin duda exigen esfuerzo; las actividades artísticas, que exigen
creatividad; o las actividades técnicas, comerciales..., que pueden ser
el enfoque profesional de su vida, aunque no lo sea de la nuestra.
15. EL PAPEL DE ÉL Y EL DE ELLA, EN EL HOGAR, LO
DEBE ELEGIR CADA UNO.
El papel que él y ella quieren ocupar en la sociedad lo tiene que elegir
cada uno, no debe venir impuesto por la sociedad. Esto, hoy en día,
parece obvio. Ya se acabaron, supuestamente, los tiempos en los que
la mujer centraba su vida en el hogar y los hijos, a la sombra de su
marido. Se considera a la mujer capaz de desarrollar sus habilidades
intelectuales, dedicándose a una profesión. Por otra parte, se
considera que el hombre se debe ocupar del hogar y de sus hijos, que
su tarea no se debe limitar a llevar dinero a casa. Pero ambos
planteamientos, el de la posibilidad de desarrollo profesional de la
mujer y la obligatoriedad de ayudar en casa el hombre, son
planteamientos poco profundos.
Se ha buscado la igualdad del hombre y la mujer basándose en lo más
negativo de la situación de ambos. Se supone que ocuparse del hogar
y de los hijos es una esclavitud, y se pretende que la mujer debe dejar
de ser tan esclava esclavizando un poquito al hombre, quien le
"ayuda" a pesar de seguir siendo ella la responsable de que todo
funcione bien en casa y con los hijos. Se debería enseñar a organizar
la casa y a cuidar a los niños a los dos, no con la idea de que se
esclavicen ambos, sino de que ambos disfruten de su hogar y a sus
hijos. La responsabilidad la podrían compartir ayudándose
mutuamente, colaborando entre ellos. Si entre los dos deciden que
uno de ellos va a ocuparse de la casa y los niños, deberá ser una

90
decisión reflexionada por ambos y no asumida por mandato social.
Entre los dos tendrán que decidir lo que quiere o no quiere hacer cada
uno, y quién se ocupará de los trabajos caseros y del cuidado cotidiano
de los hijos. Es la pareja quien lo debe decidir y no la sociedad
imponiendo unos patrones establecidos.
La responsabilidad profunda de la paternidad-maternidad es de
ambos. Los dos deben responsabilizarse de ayudar a sus hijos a ser
autónomos, a valerse por sí mismos en su vida.
16. LA VIDA PROFESIONAL DE ÉL Y ELLA LA DEBE
ELEGIR CADA UNO
Es cierto, actualmente la mujer puede estudiar y prepararse para
desarrollar una profesión. Pero se piensa mucho más en que la mujer
no tiene que estar encerrada en casa y que hoy en día la vida exige
dos sueldos para mantener una familia, que en el hecho de disfrutar
una profesión elegida en función de sus gustos profesionales, de su
desarrollo personal.
A él se le exige elegir una carrera de supuesto éxito social y
económico, porque se sigue dando por hecho que la responsabilidad de
mantener a la familia es del hombre; la mujer únicamente le ayuda
con su "aporte" económico. Otra vez se busca la igualdad del hombre y
la mujer basándose en el aspecto más superficial, menos profundo, en
el aspecto económico, no en la realización de sus deseos, de su
inquietud por realizar un trabajo concreto, por ser útil disfrutando de
una necesidad interna, personal.
El hombre no es una máquina de hacer dinero, y no debería aceptar
estudiar lo que no desea para dedicarse a una profesión que no le
interesa. La mujer no es un complemento de nadie, es un ser
completo que no tiene que crecer con la idea de depender
económicamente de quien "trabaja de verdad". Sus sueldos se podrán
complementar y distribuir como ambos decidan, pero ella, como él,
debe elegir su futuro profesional en función de sus intereses
profesionales. Ambos tienen que elegir su futuro profesional pensando
en lo que desean hacer para sentirse satisfechos trabajando en lo que
les gusta, en lo que puedan sentirse útiles. Y ambos tienen que
aprender a ser independientes sabiéndose mantener económicamente.

91
Más adelante podrán decidir si prefieren vivir con el sueldo de uno,
pero no porque el otro no sea capaz de ser independiente
económicamente, sino porque así lo eligen, tomando esa decisión de
mutuo acuerdo.
Los adolescentes viven inmersos en un mundo que les hace sentirse
libres para elegir lo que desean estudiar, pero no es así. La presión
social les induce a seleccionar únicamente los estudios que les
permitirán obtener el bienestar económico que dicta la sociedad
consumista. Sin embargo, todos no necesitamos lo mismo para
disfrutar la vida. Por otra parte, los trabajos que son una realidad hoy,
pueden no existir en el futuro o aparecer otros nuevos. Quien se
prepara para trabajar en lo que desea, se encontrará satisfecho
profesionalmente, sabrá efectuar los cambios profesionales necesarios
y logrará vivir a gusto con lo que consiga económicamente. Él no debe
pensar en prepararse para ser una máquina de hacer dinero, ni ella en
ser el complemento salarial de alguien. Los dos se deben preparar
para trabajar en lo que deseen para lograr su independencia
económica y su satisfacción personal, sólo así podrán sentirse útiles a
los demás.

92
93
Actividades de tiempo libre en la
adolescencia
1. EL TIEMPO LIBRE DEL ADOLESCENTE
A lo largo de nuestra vida, todos los seres destinamos un tiempo a las
actividades básicas: ocuparnos de nuestra higiene y arreglo personal,
comer, y dormir; otro tiempo lo dedicamos a trabajar o a estudiar, y el
resto del tiempo constituye nuestro tiempo libre. Disponer de un
tiempo personal para realizar actividades que elegimos en función de
nuestra personalidad, de nuestros gustos e intereses, es vital para
todos nosotros. La persona que no sabe emplear su tiempo libre con
plena autonomía, es un lastre para los seres que la rodean. Quien no
sabe cómo emplear su tiempo libre exigirá a los demás que llenen ese
tiempo. Todos conocemos a personas que demandan constantemente
la presencia de otros para que les entretengan, porque no saben en
qué ocuparse, no saben cómo llenar su vida. Son personas
dependientes; se aburren y pretenden que los demás dependan de
ellos, entreteniéndoles.
En la primera etapa de la vida, en la infancia, debimos dejar que el
niño llenara su tiempo libre jugando él solo y con otros niños, en lugar
de que le entretuviera siempre alguna persona adulta o el televisor. En
la segunda etapa, en la niñez, el juego sigue ocupando un lugar
prioritario en la vida del niño; es la etapa de proporcionarle una gama,
lo más amplia posible, de actividades de tiempo libre. La adolescencia
es la etapa de elegir, de decidir qué actividades son las que prefiere
realizar en su tiempo libre, porque se ajustan mejor a su personalidad,
a sus gustos personales.
A pesar de las imágenes que nos ofrecen los medios de comunicación,
y los propios adolescentes cuando se reúnen en grupos
multitudinarios, beber, fumar o consumir drogas, no son las
actividades que desean realizar la mayoría de los adolescentes. La
característica común respecto a lo que desean hacer los adolescentes,
en su tiempo libre, se refiere fundamentalmente a dos aspectos: vivir
su soledad y disfrutar con su grupo de amigos. Vivir su soledad,
aislarse, es una novedad generalizada en esta etapa. Les gusta

94
quedarse en casa solos, sin sus padres; no desean compartir las
actividades familiares de la etapa anterior, y quieren aislarse en su
cuarto. Pero cada adolescente disfrutará su soledad a su manera: leer,
escribir, oír música, pensar, caminar, correr, pasear en bicicleta, jugar
con el patín, hacer maquetas, tocar un instrumento, pintar... También
desean identificarse con un grupo determinado de amigos, no con
cualquier grupo. Cada adolescente tendrá que descubrir con qué grupo
se siente más identificado, más a gusto para compartir su tiempo
libre.
Una de nuestras mayores preocupaciones surge cuando nuestro hijo
sale con sus amigos: "¿Con quién va, a dónde va?", y nos disgustamos
cuando no nos gusta con quien sale. Sin embargo, lo realmente
importante es ayudarle a madurar para que sepa elegir a sus amigos.
Pero este será el tema del próximo capítulo; aquí nos centraremos en
las actividades que elige el adolescente, ya que su grupo de amigos
surgirá al compartir esas actividades.
2. QUÉ ACTIVIDADES LES GUSTA REALIZAR EN GRUPO
Empecemos enumerando las diferentes actividades que pueden elegir
los adolescentes en función de sus gustos personales.
2.1. Actividades deportivas y en contacto con la
naturaleza
Hacer deporte les ayuda a mantenerse sanos y a convivir. Tienen que
aceptar las normas del juego y aprender a controlarse, y sin embargo
disfrutan. Les gusta formar parte de un equipo y competir, o
simplemente reunirse con su grupo de amigos para disfrutar jugando
fútbol, baloncesto, béisbol, voleibol, rugby, natación, tenis, ping-pong
o a los bolos...
Muchos disfrutan yéndose con su mochila a recorrer una zona natural.
Con grupos organizados caminan, escalan, recorren ríos, van a
esquiar, organizan acampadas, paseos en bicicleta...
2.2. Actividades recreativas, artísticas y culturales
A muchos adolescentes les gusta reunirse para formar un grupo de
teatro, musical o de baile. Les puede gustar formar parte de un grupo
organizado, o simplemente tocar la guitarra y cantar con sus amigos,
o bailar mientras escuchan su música favorita.

95
Otra forma de disfrutar es hacer recorridos turísticos, para conocer
diferentes lugares, tanto dentro como fuera de su ciudad.
2.3. Reunirse para estar juntos
Son variadísimas y muy numerosas las actividades que pueden elegir.
Se reúnen para ver una película juntos o simplemente para hablar,
hablar y hablar. Hablan, filosofan acerca de temas que les atañen
íntimamente o que se refieren a la humanidad. Hablan de lo justo y lo
injusto, del bien y del mal, de cómo deberían ser los demás, el
mundo, la vida, las relaciones humanas... y también hablan de
asuntos triviales, hechos cotidianos, la moda, acontecimientos sin
importancia... Les gusta el hecho de estar juntos, de reunirse con su
grupo, con ese grupo con el que se sienten identificados,
comprendidos, aceptados y distintos, con identidad propia.
2.4. Actividades altruistas
El altruismo aparece por primera vez en esta etapa. Los adolescentes
quieren sentirse útiles, quieren contribuir, poner su granito de arena,
para que el mundo sea mejor. Desean hacer algo por los demás, por el
placer de ayudar a otros. El altruismo se puede desarrollar a lo largo
de toda la vida, pero hay dos etapas en las que el ser humano vive
con especial intensidad su deseo de altruismo: la adolescencia y la
última etapa de la vida. Cuando somos mayores disponemos de todo
nuestro tiempo y podemos sentir un inmenso placer al dedicar parte
de ese tiempo a ayudar a otros.
La sociedad hace que el adolescente se sienta inútil en muchas
ocasiones. Pero cuando ayuda a otros, se siente valorado, se siente
útil, siente que cuentan con él. Muchos adolescentes no llegan a sentir
el placer de dedicar parte de su tiempo en beneficio de personas que
les necesitan, que no les van a dar a cambio bienes materiales, pero
que conseguirán que se sientan útiles, satisfechos, felices. No llegan a
sentir ese placer, porque los adultos con los que conviven no dan
importancia a una actividad fundamental para el adolescente, e incluso
critican o se mofan de su deseo altruista. "¿Pretendes enseñar a leer a
los niños hospitalizados? Más valdría que estudiaras y te ocuparas de ti
mismo". "Tú con tal de salir, no sabes que inventarte. No eres capaz
de ocuparte de tus cosas y quieres ayudar a otros". "Nos tratas mal a

96
nosotros, y quieres hacerte el buenecito fuera de casa"...
No le comprendemos, es cierto que se debe responsabilizar de su vida,
y que debe estudiar y tratar bien a las personas con las que convive,
¡por supuesto! Pero mientras aprende a afrontar todas esas
situaciones, puede desarrollar su deseo de altruismo; es mucho más
sencillo comportarse bien con quien no se convive.
Debemos respetar su deseo de realizar actividades altruistas y, si no
se le ocurren, fomentarlas nosotros. Les podemos dar ideas. Les
gustará ir con sus amigos a hospitales o a hogares infantiles, para
jugar o realizar alguna actividad con los niños enfermos o con
problemas familiares. A otros les puede gustar acompañar o ayudar a
personas mayores. Otros prefieren colaborar en campañas contra el
hambre, el cáncer..., o a favor del medio ambiente: reforestan,
recolectan basura, reciclan... Todos pueden contribuir a mejorar el
mundo con actividades que les hacen sentirse a gusto consigo mismos
y con las personas a quienes ayudan, son actividades que no sólo no
les debemos negar, sino que debemos potenciar.
El adolescente también puede ser altruista en el ambiente familiar. Le
gustará echar una mano a su hermana que ha tenido un bebé,
disfrutará ocupándose de su sobrino. Ayudará encantado a su abuelo
ordenando el garaje o el trastero, o echará una mano a su abuela
moviendo macetas y arreglando plantas. Nos ayudará en casa, sin
quejarse, por el placer de sentirse útil, cuando hagamos un cambio de
muebles o cuando necesitemos que arregle algo.
Seguramente le costará más afrontar sus responsabilidades cotidianas,
que realizar las actividades altruistas. Éstas compensan su esfuerzo, le
hacen un bien inmenso; se siente útil ante personas que, en lugar de
criticarle, reconocen sus méritos.
2.5. Televisión, ordenador, juegos audiovisuales
Esta es la actividad a la que dedican más tiempo los niños, los
adolescentes y las personas adultas. Es cierto que tanto la TV como el
ordenador son dos adelantos técnicos que tienen mucho que ofrecer a
los adolescentes, pero si se saben dosificar. Si les dedican su tiempo
libre en exclusividad, se harán dependientes de una actividad única, no
podrán descubrir actividades que les permitirán disfrutar y sentirse

97
muy a gusto con otras personas. El exceso de TV favorece su desidia,
su pereza, su desinterés, no les estimula a estar activos, ni siquiera en
su tiempo de ocio.
A muchos adolescentes les cuesta muchísimo dosificar su tiempo de
ver TV. Para ayudar a nuestro hijo, cuando planifique su horario
pactaremos las actividades de tiempo libre que puede realizar, entre
ellas, el tiempo que puede ver TV o estar ante el ordenador. Pero lo
primordial no es pactar únicamente el tiempo, sino los programas que
puede ver. No debemos sentir el menor temor en poner límites a lo
que puede ver. Primero escuchamos al adolescente: "¿Qué quieres
ver?", después expresamos nuestra opinión, y, por último, pactamos.
No debemos ceder cuando lo que desea ver son programas o películas
que fomentan la agresividad, la violencia, la pornografía o la
vulgaridad.
Debemos tener en cuenta que los adolescentes buscan líderes con los
que identificarse y si ven programas donde se destaca la labor de
protagonistas de escándalos políticos, financieros, familiares..., sus
modelos serán consumistas, vulgares, zafios, deshonestos, agresivos,
corruptos, violentos. No se suele destacar la labor de personas
humanitarias, científicos, artistas, o verdaderos reformadores. Les
podemos decir claramente que no queremos que se identifiquen con
unos modelos con los que no estamos de acuerdo.
Hasta la etapa siguiente, el control de la TV nos corresponde a los
padres. Los adolescentes no tienen la madurez ni el control suficiente
como para disponer, sin nuestro consenso, qué ver. No deberían tener
TV en su cuarto y deberíamos bloquear los programas a los que no
conviene que tengan acceso en la televisión y por internet.
Hablaremos con nuestro hijo, le diremos lo que aceptamos que vea y
los programas a los que no debe acceder porque no estamos de
acuerdo con su filosofía. Más adelante, en su juventud, dispondrá de la
madurez necesaria para decidir qué ver y de qué prescindir.
El hecho de que fuera de casa pueda ver lo que en casa hemos
pactado que no debe ver, forma parte de las decisiones que tendrá que
tomar cuando no esté con nosotros. Le diremos que en casa le
podemos ayudar a controlarse, pero fuera de casa es él quien tendrá

98
que saber decir "no". Aunque en ocasiones se deje arrastrar por lo que
quieran otros, dialogar con él, ayudarle a organizar su tiempo libre y
ponerle límites en su vida cotidiana en casa, serán una base
importantísima para su comportamiento fuera de casa.
3. CÓMO PLANIFICA EL ADOLESCENTE SU TIEMPO LIBRE
A menudo exigimos al adolescente que estudie. Sin embargo, no
existe una exigencia en cuanto a la utilización de su tiempo libre. Al
contrario, le prohibimos actividades de tiempo libre que le encantan:
practicar su deporte favorito, ensayar con su grupo de teatro, o
realizar actividades altruistas..., porque no estudia lo suficiente.
En el proyecto de vida del adolescente, tan importante es que se
responsabilice de su estudio para afrontar su futuro profesional, como
que se responsabilice de sus actividades lúdicas para afrontar su
tiempo libre sin ser dependiente y sin hacer dependientes a otros. Su
personalidad no se forja sólo cuando estudia, también cuando utiliza su
tiempo libre. Su relación con los demás tendrá mucho que ver con sus
actividades de tiempo libre. Será más o menos autónomo, según sepa
llenar o no su tiempo libre. Tenemos que dialogar con el adolescente y
decírselo. Tenemos que decirle que en su horario debe incluir, además
de sus actividades cotidianas personales, las de colaboración, las
remuneradas, las de estudio y las actividades de tiempo libre.
Su programa de tiempo libre debe incluir:

. Actividades en soledad: leer, escribir, pensar, oír música, pasear,


hacer maquetas, tocar un instrumento, pintar...
. Actividades familiares: practicar algún deporte, pasear, hablar,
visitar algún lugar, hacer alguna excursión, ir a la playa...
. Actividades con su grupo de amigos:
- Deportivas y en contacto con la naturaleza.
- Recreativas: actividades artístico- culturales o simplemente
recreativas.
- Altruistas.
. Elegir qué ver en TV y limitar su tiempo de TV, Internet y
videojuegos.

99
Si en la niñez aprendió a limitar su tiempo de TV y supo disfrutar
diferentes actividades de tiempo libre, no le costará tanto elegir qué
hacer, y decidir cuándo, dónde y con quién compartir sus actividades.
Pero si tenemos que afrontar este tema con el adolescente por
primera vez, la negociación puede resultar muy costosa. Sin embargo,
por costosa que resulte, podremos ponernos de acuerdo.
Dialogaremos con el adolescente. Podrá elegir el deporte que desee
practicar y las actividades de tiempo libre que le gustaría realizar.
Nosotros aceptaremos sus propuestas si incluyen todas las actividades
que forman parte del proyecto de vida de un adolescente; no
aceptaremos que se reduzcan a TV, Internet, videojuegos, móvil... y
demás actividades pasivas.
4. EL TIEMPO LIBRE NO ES UN PREMIO, ES UNA
NECESIDAD
Las actividades de tiempo libre descritas, no las realiza el adolescente
a diario. Quizás pueda realizar diariamente algunas, pero otras
únicamente los fines de semana o en vacaciones. Hay actividades que
elegirá al principio de la etapa y otras cuando la etapa termine. Pero
siempre otorgaremos una gran importancia a su tiempo libre.
El tiempo libre no es un premio, es una necesidad de todo ser
humano. No hay que castigarle sin tiempo libre, sino enseñarle a
organizar, a planificar su tiempo, y a ser él quien decida las
consecuencias del cumplimiento o incumplimiento de las actividades
planificadas. Ya comentamos en el capítulo del estudio que no se le
debe castigar sin deporte. Él puede planificar estudiar y jugar al
baloncesto. También puede decidir no salir a jugar hasta que no
termine de estudiar. Pero no le vamos a castigar sin salir a jugar, sino
que le vamos a animar a salir, para lo cual debe estudiar antes. Si
dialogamos con el adolescente, es capaz de ser consecuente. Se
quedará sin jugar algún día, pero sabe que no pretendemos que se
quede encerrado en casa, sabe que le animamos a cumplir lo pactado:
estudiar y salir. Debemos dialogar para que reflexione, tome
decisiones, se comprometa y se responsabilice. Debemos ayudarle a
afrontar su vida en lugar de darle la vida resuelta.
5. SALIR DE NOCHE

100
Las salidas nocturnas de nuestro hijo nos inquietan: "¿Con quién sale,
adónde va, qué hace, cuándo volverá, qué le puede suceder?" Sin
embargo, la solución a su deseo de independencia no es privarle de
libertad, sino fortalecer la comunicación para que asuma sus
responsabilidades, tanto si sale de día como de noche.
Responsabilidades que necesita asumir para salir, sin sus padres, con
sus amigos:

. Ser capaz de ir solo por la calle y utilizar los transportes públicos.


. Administrar su dinero y ganárselo.
. Saber qué actividades desea realizar y elegir con quién
compartirlas.
. Comprometerse con el horario pactado.
. Afrontar riesgos: alcohol, drogas, violencia.
. Adoptar una actitud responsable frente a su sexualidad.

Le debemos ayudar a tomar decisiones responsables y a asumir las


consecuencias de su forma de actuar. Veamos cómo podemos
ayudarle.
6. IR SOLO POR LA CALLE Y UTILIZAR LOS
TRANSPORTES PÚBLICOS
El adolescente, para ser independiente en sus salidas, necesita saber ir
y volver solo a su casa, al colegio, a las casas de sus amigos, al cine...
El adolescente siente que da un paso hacia su autonomía cuando le
permitimos darse de baja en la ruta escolar y utilizar el transporte
público. A nosotros nos puede parecer mucho más cómodo utilizar el
coche o la ruta que el transporte público, pero él siente que se
desprende de su niñez, y que le aceptamos como adolescente, cuando
le permitimos realizar actividades que no le permitíamos cuando era
niño.
Si nuestro temor a que le ocurra "algo" hace que nos neguemos a
dejarle ir solo, empeñándonos en acompañarle, no le ayudamos a
madurar. Debió aprender a ir solo por la calle y a utilizar los
transportes públicos en la etapa anterior, pero si no lo hizo, no
debemos esperar más. Debe saber cómo moverse sin problemas por

101
la calle, necesita aprender cuanto antes para poder ser autónomo en
sus salidas, de lo contrario dependerá de nosotros que somos quienes
le llevamos y recogemos.
7. CÓMO ENSEÑARLES A SER INDEPENDIENTES EN SU
ECONOMÍA
Para lograr ser independiente en este aspecto, el adolescente necesita
aprender que el dinero se gana trabajando y que puede vivir muy a
gusto si sabe administrar lo que gana. También, que si gasta más de lo
que tiene se endeuda, y que las deudas las debe afrontar él mismo.
Tiene que aprender además, que gastar el dinero de otros no es ser
generoso, y que si no sabe ganar ni administrar su dinero dependerá
de quien le "saque las castañas del fuego".
Los adolescentes desean afrontar sus propios gastos, pero a menudo
lo quieren conseguir con el dinero de sus padres. Necesitan aprender
que la autonomía para gastar en lo que deseen, supone la
responsabilidad de ganar el dinero para sus gastos. Les tendremos que
enseñar a ganarse el dinero que necesitan para sus gastos personales
y para las salidas con sus amigos, aunque todavía se lo
complementemos nosotros.
7.1. Gastar el dinero de sus padres no es ser generoso
En muchas ocasiones permitimos que nuestros hijos asuman unos
gastos personales, en sus salidas sin nosotros, que jamás podrán
afrontar cuando se independicen; permitimos que vivan fuera de la
realidad. Algunos adolescentes consideran que son muy generosos al
invitar a cenar a sus amigos, gastándose la cantidad que tenían
asignada para todo el mes; después piden más dinero. Hay padres que
consideran a este tipo de hijos realmente generosos: "El dinero no le
preocupa, se gasta todo lo que le doy en sus amigos". Pero, no es
generoso, no es su dinero, no se lo ha ganado él; y se lo gasta porque
sabe que siempre le dan más. Así no puede aprender a ponerse en la
realidad, ni a ser responsable respecto a sus gastos y a la
administración del dinero. Más adelante no se querrá independizar, no
estará preparado para afrontar una vida con un nivel económico
inferior al llevado hasta ese momento.
Lo mismo sucede con los regalos a amigos o familiares. Julio quiere

102
hacer un regalo a su madre y pide dinero a su padre, éste se lo da
enseguida, pero Julio comenta: "¡Qué poco, estírate un poco padre, no
seas tacaño!" Considera que el generoso es él, que no pone nada, y el
tacaño su padre, que pone todo. Están fuera de la realidad, y somos
nosotros quienes contribuimos a que lo estén. Si Julio quiere hacer un
regalo a alguien, lo tendrá que hacer ahorrando él, y el tipo de regalo
que haga se ajustará a ese presupuesto, no al de su padre.
7.2. Administrar su dinero. ¿Para qué lo necesita?
Para poder administrar su dinero, nuestro hijo necesita ajustarse a un
presupuesto. Así sabrá cuánto se puede gastar, que no se puede gastar
más de lo presupuestado a menos que pida dinero prestado, que si
pide dinero prestado tendrá que devolverlo, y que si gasta menos de
lo presupuestado podrá ahorrar.
El primer paso que debemos dar para asignar una cantidad a nuestro
adolescente es preguntarnos: ¿para qué necesita dinero mi hijo?
Solemos asignarle una cantidad determinada, sin haber reflexionado
sobre cuestiones básicas: ¿para qué lo necesita, cuánto necesita, qué
gastos estamos dispuestos a subvencionar? A menudo, realizamos una
encuesta familiar o de vecindario: "¿Tú cuánto le das?" Y tras
preguntar a la cuñada, a otras madres y consultar con la pareja,
decidimos lo que le vamos a dar. Otras veces no le asignamos ninguna
cantidad, le damos diferentes cantidades, según nos las va pidiendo.
En ese caso el adolescente no puede aprender a administrarse porque
no se tiene que ajustar a ningún presupuesto. Con frecuencia nos
quejamos de lo mucho que nos pide, realizando la incongruencia de
seguir dándoselo a pesar de seguir quejándonos. ¿Cómo va a dejar de
pedir, si se lo seguimos dando a pesar de quejarnos?
Como decíamos, no debemos hacer una encuesta a personas ajenas a
él, sino a él mismo: "¿Para qué necesitas dinero, cuánto cuesta lo que
quieres hacer?" Le escucharemos, tendremos en cuenta sus
necesidades, y le asignaremos una cantidad para los gastos que
estamos dispuestos a subvencionar. Es importante que piense, que
reflexione: "Qué necesito, cuánto cuesta lo que necesito, con cuánto
dinero cuento". Viven sin reflexionar sobre todas estas cuestiones
porque no les hacemos reflexionar. Resolvemos su vida, pensamos por

103
ellos, cuando están perfectamente capacitados para empezar a
afrontar las responsabilidades que se derivan de sus salidas y de sus
gastos.
Cuando nos diga para qué quiere dinero y cuánto necesita, le
expondremos lo que estamos dispuestos a financiar y lo que no
estamos dispuestos. El criterio a seguir no se debe basar, únicamente,
en el dinero de que dispongamos. El argumento de tener o no dinero
es obvio. Pero, aún teniendo mucho dinero, el criterio a seguir se debe
relacionar con cubrir sus necesidades de tiempo libre; no con tener lo
que tienen sus amigos, ni con disponer de todo lo que se le antoje.
Disponer de todo lo que se le antoje acaba yendo contra él. Conseguir
todo sin esfuerzo, solo deseándolo, le convierte en un caprichoso. No
aceptará la menor frustración, el menor contratiempo. No estará
preparado para afrontar su vida económica ajustándose a la cantidad
que gane.
7.3. El dinero se gana trabajando. ¿Gana lo que necesita
para sus gastos personales?
Debe saber de cuánto dispone, para administrarse afrontando las
consecuencias de salirse de su presupuesto.
Susana pide a su madre dinero para comprarse ropa. Se gasta más de
la cantidad asignada utilizando sus ahorros. Al llegar a casa pretende
que su madre reponga lo que se gastó de más. No hay que gritar ni
descalificar a Susana, hay que decirla que la que se ha endeudado es
ella, y que por lo tanto es ella quien deberá reponer sus ahorros
ahorrando, no su madre. Susana nos provoca: "Pues tú te compras
toda la ropa que quieres". No debemos caer en su provocación, no
somos adolescentes. Susana debe aprender a ganar y administrar el
dinero que necesite. Le debemos explicar que no es exigiéndonos
dinero como podrá cubrir sus gastos, sino ganándoselo y sabiendo
administrar lo que le damos, sabiendo ajustarse a su presupuesto.
Como venimos diciendo, para que se administre independizándose de
nosotros le asignaremos una cantidad de acuerdo a lo que necesite, y
le explicaremos que esa cantidad debe ganársela. Les debemos
ayudar a ponerse en la realidad: el dinero se gana trabajando; hay
que asumir determinadas responsabilidades para obtener dinero. Si

104
dialogamos con los adolescentes, comprenden perfectamente que se lo
deben ganar y que pueden ganárselo. Si les hemos hecho
dependientes, les costará aceptar que el dinero no se pide, se gana.
Sin embargo, aunque se opongan a ganárselo, aunque les cueste
aceptarlo, comprenden que deben hacerlo. Cuando pregunto a los
adolescentes cómo pueden ganarse el dinero para sus gastos
personales, lo tienen muy claro: "Cuidando a mi hermano pequeño,
arreglando el jardín, lavando el coche, limpiando el garaje..." Al final
de la etapa pueden dar clases particulares, cuidar a los hijos pequeños
de sus amigos, hacer algún trabajo administrativo para sus padres...
No debemos confundir el trabajo de colaboración, con el trabajo para
ganarse el dinero que necesita para sus gastos personales. Sigue
dependiendo de nosotros en sus gastos caseros, ahora le estamos
enseñando a afrontar sus gastos no familiares. En la etapa siguiente,
en su juventud, podrá estudiar y trabajar fuera de casa. Ahora, en la
adolescencia, puede hacer pequeños trabajos caseros para empezar a
afrontar sus gastos con responsabilidad.
Ganarse el dinero que necesita para sus gastos personales supone,
además, asumir la responsabilidad de su trabajo. Si se encarga de
lavar el coche o de regar el jardín, no debe dejar de hacerlo porque no
necesite dinero (quizás el día de su cumpleaños sus abuelos le regalan
lo suficiente para cubrir sus gastos de ese mes). Al aceptar un trabajo
asume la responsabilidad de la tarea asignada. Si pactamos que dos
viernes al mes cuidará a su hermanito para que podamos salir
nosotros, debe cumplirlo, aunque disponga de fondos. En cualquier
caso, si no realiza el trabajo pactado, sabe que no tiene paga;
mientras que si lo realiza, recibe su paga.
De todo lo anterior: cuánto necesita, para qué lo necesita, qué
estamos dispuestos a sufragar, qué no estamos dispuestos, cuál será
su paga semanal o mensual, qué trabajo puede hacer para ganarse su
paga..., se debe dialogar con serenidad con el adolescente. No nos
imponemos, pactamos escuchándole a él primero. Como en tantas
otras situaciones, si en la etapa anterior, en la niñez, le enseñamos a
administrar el dinero (no la paga, porque en esa etapa no se les da
paga, todavía no tienen los gastos propios del adolescente), en esta

105
etapa no le resultará tan costoso organizar sus gastos y ganar lo que
se gasta.
8. ¿A QUÉ HORA DEBE REGRESAR A CASA?
La primera vez que nos pide llegar tarde, no sabemos cómo actuar. A
veces consideramos que no le debemos dejar salir, pero nos crea
cierta culpabilidad no dejarlo. Volvemos a hacer una encuesta de
vecindario, como hicimos para decidir qué paga darle, y preguntamos
a familiares y amigos hasta qué hora dejan salir a su hijo. A veces
discutimos con nuestra pareja porque no nos ponemos de acuerdo
respecto a la hora que debe volver a casa. Sin embargo, no es con
otros sino con nuestro hijo, con quien debemos negociar su hora de
regreso a casa. Para ello, lo importante es saber qué actividad desea
realizar, adónde va y con quién.
En la adolescencia, nuestro hijo quiere libertad para salir solo, pero
necesita aprender a asumir las responsabilidades que le permitirán
salir, con total autonomía, al final de la etapa y durante la etapa
siguiente. Las responsabilidades que debe asumir para ser autónomo
en sus salidas sin nosotros son: saber ir y volver solo, ganar y
administrar lo que gasta, y afrontar situaciones conflictivas. Todas
estas responsabilidades no las puede asumir en pocos días, sin previa
preparación. Tendrá que adquirir confianza en sí mismo, y nosotros en
él, para salir sin límites. El adolescente necesita límites y él lo sabe;
aunque parezca no aceptarlos, reconoce que sin límites se descontrola.
Supongamos que Juan pide salir a celebrar el cumpleaños de alguno
de sus amigos. Han decidido celebrarlo cenando varios amigos juntos.
Es la primera vez que van a salir a tomarse algo "por la noche" y están
entusiasmados con la idea. Se sienten mayores y quieren llegar tarde.
Cuando nos pregunte a qué hora debe volver, le preguntaremos a qué
hora quiere volver, y si nos parece una hora prudente, aceptamos.
Pero si entre el final de la cena y la hora que nos propone de regresar
hay varias horas de diferencia, le diremos que no aceptamos esa hora;
necesita saber afrontar las diferentes situaciones, más o menos
conflictivas, que se le presentarán al salir de noche, y lo irá logrando
poco a poco, no desde la primera vez que salga.
Seguramente Juan argumentará que ya es mayor, o tratará de

106
culpabilizarnos diciendo que no confiamos en él. Finalmente nos
suplicará que no le dejemos ser "el único" que tiene que llegar pronto
a casa, porque a "todos" sus amigos les han dejado dos horas más que
a él.
Juan debe saber que el argumento de que "a todos" les dejan y a él
no, nunca será lo que nos haga cambiar de opinión. No queremos que
haga lo que hacen todos, sino lo que creemos que debe hacer y para
eso vamos a tener en cuenta su opinión y la nuestra, no la de "todos".
Con algunos adolescentes no tendremos problemas. Razonan,
exponen sus argumentos, nos escuchan, saben pactar y,
habitualmente, cumplen lo pactado. Con otros costará más pactar y
establecer los límites con firmeza. Juan querrá argumentar, durante
horas, para convencernos. No debemos entrar en su juego
argumentando, también nosotros, durante horas. No somos
adolescentes, el adolescente es Juan. Bastará decirle: "Juan, ya quedó
claro que puedes salir con tus amigos, podrás estar con ellos cuatro
horas, pero a la hora acordada tendrás que estar en casa. Sé que lo
has entendido, y comprendo que te cueste aceptarlo. Conseguirás salir
hasta la hora que tú quieras, cuando aprendas a afrontar las diferentes
situaciones que se te pueden presentar". Hasta entonces pactaremos:
"Si llegas a la hora pactada podrás seguir saliendo, en caso contrario,
la próxima vez que quieras salir, no podrás hacerlo".
9. ¿ADÓNDE VA? A VECES NOS ENGAÑA. ¿DEBEMOS
CONFIAR EN LOS ADOLESCENTES?

"Silvia nos miente. Cuando cree que no le vamos a dar permiso


para salir, no nos dice a dónde quiere ir, nos engaña. Insiste en
que llamemos a los padres de sus amigas, para que comprobemos
que es verdad lo que nos dice, cuando sabe que es mentira. Es
capaz de pedir al hermano de su amiga que finja ser el padre,
para engañarnos".

Hay padres que piensan que a los adolescentes hay que mostrarles
que confiamos en ellos, siempre: "Yo confío en ti. Tú verás lo que
haces". Pero confiar, cuando no son confiables, no tiene sentido. En
muchas ocasiones, el adolescente, cuando quiere conseguir algo y

107
sabe que podemos no concedérselo, trata de engañarnos. En este caso
comprende que lo normal es que no confiemos en él; y sabe que la
manera de lograr nuestra confianza, es no engañándonos. Cuando nos
dice a gritos: "¡No confías en mí!", no está dolido por nuestra
incomprensión, sino furioso porque le hemos descubierto. No tiene
sentido decirle en ese momento: "Claro que confío en ti, pero no me
mientas". Habrá que decirle: "Quiero confiar en ti, y lo haré cuando no
me engañes. De momento, te cuesta tanto aceptar que no te deje
salir, que tratas de engañarme. Pero sé que eres capaz de ser sincero;
cuando lo seas, confiaré en ti."
Cuando nuestra actitud es autoritaria: "No sales porque lo digo yo,
todavía eres un niño". O cuando somos sobreprotectores: "No me
atrevo a dejarte salir, sufro mucho cuando sales, hay tantos peligros...
y todavía eres un niño". Cuando el adolescente no se siente aceptado
como una persona que ya no pertenece a la niñez y que debe dar
pasos para independizarse de sus padres saliendo con sus amigos,
tratará de engañarnos para poder crecer en el sentido más profundo
de la palabra, para poder realizar su proyecto de vida.
Sin embargo, cuando no somos ni autoritarios ni sobreprotectores,
cuando somos personas con autoridad que ayudamos a nuestros hijos
a crecer, a desprenderse de nosotros, y a vivir su propio proyecto;
cuando comprendemos que debe salir con sus amigos y les ayudamos
a asumir sus responsabilidades y a afrontar las diferentes situaciones
conflictivas que se le pueden presentar, el adolescente acepta los
límites y dialoga con nosotros con franqueza.
Que acepte los límites no quiere decir que no se rebele cuando los
establecemos. En el momento siente rabia, se enfada: "No hay
derecho, no es justo, a todos les dejan y a mí no..." y puede que
sienta la tentación de engañarnos. Pero cuando se le pasa la furia
comprende que necesita límites, así como comprende que no
confiemos en él cuando nos engaña. Acabará aceptando los límites, si
habitualmente somos abiertos, dejamos que salga con sus amigos y
sabemos ceder. Pero será un proceso costoso, y a veces largo. Al
principio de la adolescencia nuestro hijo considera que puede salir con
sus amigos sin límites, se cree capaz de afrontar todo lo que se

108
encuentre en su camino. Su vitalidad desbordante le hace creerse
capaz de llevar una vida independiente, sin ningún control. Desconoce
los riesgos, es un caballo desbocado. Cree que somos de otra época,
que ignoramos todo lo que él sabe...
En fin, puede que tenga razón. Hay muchos adultos que no aceptan
que su hijo crezca y le impiden volar, quieren protegerle cortándole las
alas. Pero aún los que le permiten volar, los que pretenden que pueda
ser libre, no deben soltar las riendas. Hasta que no aprenda a
controlar su caminar, su trote y su galopar por la vida, hasta que no
sepa medir y afrontar los riesgos, necesita que alguien se ocupe de
que no se desboque. Necesita libertad, para poder salir sin nosotros,
pero también necesita límites y vivir las consecuencias de su manera
de actuar. Si nos habla con sinceridad confiaremos en él, pero si nos
engaña debe saber que trataremos de averiguar la verdad.

"Mi hijo Antonio me dice que si llamo a la madre de su amigo para


averiguar si es verdad lo que me cuenta, no me vuelve a dirigir la
palabra, ¿qué debo hacer?" No debemos aceptar su amenaza.
Como venimos comentando hay que decirle: "Cuando seas fiable,
no llamaré a nadie, mientras tanto, debo hacerlo. Es mi obligación
y mi deseo ayudarte a salir sabiendo evitar y afrontar posibles
riesgos; y para que te pueda ayudar a afrontarlos, tenemos que
hablar con sinceridad".

10. PACTAMOS. ¿LE EXIGIMOS QUE CUMPLA LO


ACORDADO?
A menudo nos quejamos de nuestro adolescente: "Hace lo que le da la
gana, no cumple lo pactado. Dice que va a volver a una hora y nos
tiene sin poder dormir toda la noche. Después nos promete que no
volverá a suceder, pero vuelve a llegar tarde".
Con frecuencia al adolescente le cuesta cumplir lo pactado. Lo más
probable es que al comprometerse a regresar a una hora determinada
pensara cumplir el pacto, pero a la hora de volver se le hizo
demasiado costoso ser coherente. Necesita que le ayudemos a cumplir
lo que le cuesta. Tenemos que establecer consecuencias. Cuando
pactemos puede establecerlas él mismo, comprometiéndose a cumplir

109
lo pactado: "Si llego a la hora acordada puedo salir la próxima vez, si
llego tarde la próxima vez no salgo".
Si llega tarde tenemos que ser coherentes, la próxima vez no puede
salir. Para madurar, para ser autónomo, debe asumir las consecuencias
de su vida. Las consecuencias de su vida no las debemos vivir nosotros
quedándonos sin dormir, angustiándonos... Tampoco debemos utilizar
argumentos que pretendan el chantaje emocional: "Hazlo por mí, no
puedo vivir con esta angustia, siempre pensando que te ha pasado
algo..." Ni debemos gritar, descalificarle, o desquiciarnos, ni por él ni
por nosotros. Es normal que le cueste cumplir lo acordado. La mejor
ayuda que podemos darle es ser coherentes y dejar que asuma sus
consecuencias. Habíamos pactado que la próxima vez no saldría y eso
es lo que debe hacer, no salir. No debemos amenazarle diciéndole que
no le vamos a dejar salir. Sin amenazas, sin quejas, debemos cumplir
lo pactado. Si nos dice: "Perdóname, te prometo que no volverá a
ocurrir", tenemos que ser coherentes. Debemos aclarar: "Yo no te
perdono ni te castigo. Salir o no salir depende de ti. Quedamos que si
llegabas a tu hora saldrías, y que, en caso contrario, no podrías salir la
próxima vez. Tú sabes lo que debes hacer para salir. Depende de ti".
Supongamos que el adolescente dice: "De todos modos pienso salir",
no hay que discutir con él ni medir fuerzas. Basta con recordarle: "Si
te vas, no cumples el pacto". Si sabe que le comprendemos, que
somos dialogantes, que sabemos ceder y que cumplimos los pactos,
no se irá; y si se va no se sentirá bien. Está actuando en contra de lo
que él mismo decidió. Se arrepentirá. Los adolescentes son
absolutamente nobles y honestos cuando se sienten apoyados y
comprendidos.
Si no somos firmes en la exigencia del cumplimiento de lo acordado y
decidimos darle otra oportunidad, el hecho de que salga dependerá de
nuestra benevolencia, no de lo pactado con él. Dependerá de nuestro
estado de ánimo, no de cómo actúe; así no le ayudamos a ser
autónomo asumiendo sus responsabilidades, sus compromisos.
RECUERDA

. Cuando pactemos, debemos acordar con el adolescente:

110
- A dónde va, con quién y a qué.
- La hora de regreso. La hora de regreso se calcula en función de la
actividad que vaya a hacer, no de que sus amigos tengan permiso
hasta una hora determinada.
. El adolescente tiene que saber a qué se compromete, los límites de
su compromiso y las consecuencias al cumplirlo o incumplirlo.
. Las consecuencias se deben pactar antes de que salga, para que
sepa qué sucederá si se salta el límite. Le servirán de ayuda si le
cuesta cumplir lo pactado.
. Debemos comprender que es normal que cometa errores, que
asumir sus compromisos puede resultarle costoso y que, hasta que
consiga asumirlos, necesitará nuestra ayuda cumpliendo, también
nosotros, los límites y las consecuencias. Durante todo el proceso,
hasta que consiga cumplir lo pactado, debemos ser coherentes.

111
112
Drogas y violencia: dos riesgos que deben
saber afrontar los adolescentes
1. LAS DROGAS
Actualmente, los adolescentes tienen que saber afrontar el riesgo del
tabaco, el alcohol y otras drogas, porque con toda seguridad, se las
van a facilitar.
Fumar y beber se presenta a los ojos del adolescente como una
manera de incorporarse al mundo de los adultos, a un mundo al que él
quiere acceder. Pero aunque los adultos las consuman, como saben
que crean adicción, y dañan su salud, a los adolescentes no les está
permitido consumirlas. Para evitar el riesgo de las drogas los padres
se las prohíben a sus hijos, y tratan de atemorizarles con los terribles
perjuicios a los que se pueden ver sometidos.
Prohibir es una de las tácticas más absurdas para convencer al
adolescente. Tratará de engañarnos. No aceptará que los adultos
fumen y beban, y a él, que quiere ser adulto, se le niegue. Ni siquiera
le gusta fumar, al principio detesta el sabor del alcohol, pero con tal de
parecer mayor, hará esfuerzos para meterse el humo del cigarrillo o
para tragarse bebidas que en un primer momento le provocan
náuseas.
¿Por qué fuman, beben o consumen drogas?

. Por curiosidad, quieren probar.


. Porque se sienten presionados por su grupo y quieren ganar
aceptación.
. Para evadirse, si se sienten rechazados o incomprendidos.
. Para sentirse mayores.
. Por inconsciencia. No son conscientes del perjuicio que pueden
causarles.
. O simplemente para llevar la contraria a sus padres, si son
autoritarios y se lo han prohibido.

Ya hemos dicho que prohibir no es buena táctica. Adoctrinar tampoco.


Debemos comprender su deseo de crecer, de ser mayores, y

113
apoyarles para que consigan más libertad sin dirigir sus pasos hacia las
drogas. Analizaremos con ellos la presión que ejercen la publicidad, la
oferta directa y la presión de su grupo. Nuestro adolescente tiene que
saber que le van a incitar a fumar, a beber y a consumir drogas, y que
pueden ser una gran tentación para él, pero que nosotros no vamos a
estar ahí para impedir que las consuma. Debe saber que el único que
puede prohibirse a sí mismo consumir cualquier tipo de droga es él, y
que no va a ser fácil porque la presión social será muy fuerte.
Dialogaremos con ellos acerca de cada droga y sus consecuencias.
Debe quedar claro que probar no es ser drogadicto. Algunos
adolescentes consideran que al probarlas no hay marcha atrás, que su
camino es continuar. Lo que deben saber es que, si las siguen
probando, se habituarán y entonces sí serán dependientes. El
adolescente necesita información acerca de las consecuencias de
beber, fumar y consumir drogas para comprender los perjuicios que
conllevan y decidir no consumirlas; para poder decir "no" a cualquier
droga, porque comprende que le crean dependencia y le perjudican,
no porque se las prohíben sus padres. Él es el único que va a estar
siempre consigo mismo, sus padres no. Le podemos indicar que ojalá
pudiésemos prohibírselas y conseguir que no las consumiera, pero que
somos conscientes de que sólo él puede hacerlo; por eso queremos
que esté informado y que reflexione acerca de lo que le beneficia o le
perjudica, para que tome sus propias decisiones. El esfuerzo para
evitar el riesgo de las drogas lo tendrá que hacer por voluntad propia,
no por prohibición nuestra.
Podemos poner límites al consumo de alcohol, tabaco y drogas cuando
esté con nosotros. Le diremos que en casa no se las permitimos,
porque que le perjudican, pero que fuera de casa no le podemos
controlar. Se tendrá que controlar él.
También debemos decirle que si en algún momento siente curiosidad y
prueba alguna sustancia o bebe algo que le sienta mal, que no dude en
regresar a casa o en avisarnos para que le vayamos a buscar. Hay
padres que desconocen que su hijo bebe o consume alguna droga
porque el adolescente no comenta nada al respecto, y si se lo
preguntan lo niega. Esto sucede cuando el diálogo con sus padres es

114
inexistente y se comunican partiendo de la mutua incomprensión, del
mutuo reproche. Ese tipo de adolescente, cuando bebe más de la
cuenta o consume alguna sustancia que le sienta mal, no vuelve a su
casa hasta que no se le pasa el efecto de lo que le hizo encontrarse
mal. Cuando regresa a su casa, bastantes horas después de la hora
acordada, sabe que le caerá una buena bronca, pero por llegar tarde,
no por consumir drogas; sus padres desconocerán el estado en que se
encontraba varias horas antes. Lo ideal es que no consuma nada que
le siente mal, pero si se da ese caso, es mucho mejor que
comprendamos su error y que tengamos la oportunidad de hablar con
él, con absoluta sinceridad, para ayudarle a rectificar su mal paso.
2. CUANDO EL ADOLESCENTE LLEGA BEBIDO
¿Qué suele suceder si nuestro hijo se presenta con una o varias copas
de más en casa? Podemos imaginar la escena: gritos, enfados,
descalificaciones, amenazas, castigos..., en fin, todo tipo de
agresiones verbales o de chantajes emocionales: "Me matas, no puedo
seguir viviendo con esta angustia, qué habré hecho yo para merecer
un hijo así..." Otras veces nos limitamos a recriminarle: "¿No te da
vergüenza volver en este estado, ¿qué habrán pensado de ti los que te
han visto?, ¿qué pensarán tus amigos? Supongo que no volverá a
suceder, de lo contrario menuda imagen tendrán de ti..."
Cuando llegue en mal estado es mucho mejor que se acueste.
Dialogaremos con él al día siguiente. Empezaremos por escucharle; le
preguntaremos qué pasó, cómo se siente. Si se siente comprendido, si
sabe que comprendemos que lo sucedido, aunque no sea en absoluto
deseable, le puede suceder, nos hablará con total sinceridad. Le puede
suceder, por lo vulnerables que son los adolescentes debido a su
inexperiencia en el beber, a lo que les cuesta decir "no" cuando les
ofrecen otra copa... Cuando le preguntemos cómo se sintió, nos dirá
todo lo que le hubiésemos reprochado, si en lugar de escucharle
hubiésemos hablado nosotros. Pero lo dirá él. Manifestará sus
sentimientos, en lugar de escuchar nuestros reproches sintiéndose
agredido. Nos dirá: "Me siento avergonzado, fue horrible, ¿qué habrán
pensado de mí?, no recuerdo ni lo que dije..."
También debemos hablar de sus propósitos: "¿Cómo puedes evitar que

115
vuelva a suceder?, ¿qué tendrías que hacer?, ¿quién te puede
ayudar?" Según lo que haya sucedido, sabe que la solución es no
mezclar bebidas, o no aceptar una copa más por mucho que le
presionen, o pedir francamente a sus amigos que no le presionen, o
pedirles que le ayuden a controlarse si es él quien actúa
inconscientemente... También debemos establecer la consecuencia que
le ayude: "Si no me controlo, me quedo sin salir la próxima vez..."
Algunas personas pensarán que una actitud dialogante, hará que el
adolescente se descontrole más al no sentirse presionado. Pero no es
así, no debemos ser autoritarios, no le ayudamos con prohibiciones. Le
ayudamos facilitando su reflexión acerca de lo que le conviene o no le
conviene, y de cómo rectificar sus fallos. El adolescente no es un
borracho ni un drogadicto. En esta etapa le pueden llamar la atención,
por primera vez en su vida, el alcohol y las drogas. Necesita pensar
qué consecuencias conlleva consumirlas, para que él mismo evite
acabar siendo adicto. Tampoco debemos ser sobreprotectores: "Pobre
hijo, ¡cómo llegó anoche!, que nadie le moleste, no le digáis nada,
seguro que sus amigos le jugaron una mala pasada..." Si somos
personas con autoridad, le ayudaremos a reflexionar sobre lo que pasó
y sobre cómo evitar que vuelva a suceder. Le animaremos a buscar
soluciones para rectificar su error y estableceremos consecuencias que
le ayuden a conseguirlo. No le dejaremos a su libre albedrío. Deberá
asumir sus compromisos para aprender a controlarse y disfrutar sus
salidas.
3. EL PROBLEMA NO ESTÁ EN LAS DROGAS
Realmente, el problema de las drogas no se soluciona tratando de
evitar situaciones concretas en las que pueden consumir alcohol o
drogas, porque hoy en día las tienen al alcance de la mano hasta en
los centros escolares. No son las situaciones concretas, sino el tipo de
vida, lo que nos debe preocupar. Hay un tipo de vida que conduce a la
droga. De acuerdo con su tipo de vida, podríamos hablar de tres
grupos de adolescentes:

. Los que se comprometen con su proyecto personal


Se saben organizar de acuerdo a las necesidades de su etapa y
asumen sus responsabilidades. En casa se desligan de algunas

116
actividades familiares de la etapa anterior, pero son colaboradores.
Saben organizar su estudio y su vida en general. Son activos en su
tiempo libre personal y con sus amigos. Forman parte de grupos
deportivos, en contacto con la naturaleza, artísticos, culturales,
recreativos y altruistas... Dialogan defendiendo su punto de vista sin
agresividad y aceptando puntos de vista diferentes al suyo.
. Los que se dejan arrastrar por su grupo.
Son pasivos. Están guiados por padres en parte autoritarios y en
parte sobreprotectores; padres que deciden qué debería hacer su
hijo, que le organizan su vida, y cubren todas sus necesidades sin
exigirle el menor esfuerzo. Son adolescentes que no desarrollan un
proyecto personal elegido por ellos, que no asumen
responsabilidades. En casa no colaboran. Consentidos, dependientes,
se insertan pasivamente en la vida adulta. No toman decisiones. En
su tiempo libre se tumban frente al televisor o se dejan arrastrar por
la corriente que esté de moda: botellón...
. Los que se sienten rechazados.
Los que sienten el rechazo de unos padres que no les exigen ni les
valoran, que les descalifican. Son los adolescentes que se sienten
marginados, extremamente incomprendidos. No luchan por
desarrollar un proyecto de vida propio, sino que pretenden evadirse
de una realidad que les agrede y a la que no se saben enfrentar.
Buscan refugio en la droga. Las drogas se convierten en una evasión,
para no tener que enfrentarse a ese mundo adulto por el que se
sienten despreciados, y al que desprecian.

Los adolescentes del primer grupo, los comprometidos con su etapa,


afrontarán con éxito el riesgo de consumir drogas. Los del tercer grupo
necesitan una terapia que les ayude a valorarse y a hacer un gran
esfuerzo para salir del mundo de la droga. Los del segundo grupo, el
grupo mayoritario, fuman, beben... porque se dejan arrastrar, porque
está de moda, porque les hace sentirse mayores. Son dependientes.
No reflexionan, no toman decisiones, simplemente se dejan arrastrar.
Pero estamos a tiempo, podemos ayudarles a comprometerse con un
proyecto de vida personal, de manera que asuman sus propias

117
decisiones y elijan un tipo de vida que les dirija hacia el primer grupo.
Nosotros tenemos una tarea fundamental. Podemos ayudarles a
organizar sus actividades, para que se comprometan a asumir sus
responsabilidades y a vivir las consecuencias de su vida, o podemos
organizarles la vida y asumir nosotros sus responsabilidades. Si en
lugar de quejarnos y darles todo resuelto, dialogamos
transmitiéndoles comprensión y exigencia, no se dejarán arrastrar;
tendrán un proyecto propio con el que se sentirán comprometidos, y
que sabrán defender, aunque en ocasiones les resulte costoso.
4. AYUDARLES A VIVIR, INTENSAMENTE, SU TIEMPO
LIBRE
En lo que más hay que incidir, para que afronten el riesgo de las
drogas, es en la utilización de su tiempo libre. Es importante que nos
preocupemos por su futuro profesional y, por lo tanto, de su tiempo de
estudio actual. Pero igual, o todavía más importante, es que encauce
sus actividades de tiempo libre. Si cuando está en casa se apoltrona
delante del televisor o del ordenador, si desconoce qué deporte le
puede gustar o cuáles son las actividades que le pueden hacer
disfrutar; si no ha descubierto sus intereses, sus aficiones, sus gustos
personales..., se dejará arrastrar con suma facilidad. Por el contrario,
si sabe qué le gusta, se encaminará hacia lo que le llena de
satisfacción, sabrá defender las actividades que le interesen y
desechará las que no van con su personalidad.
Debemos recordar aquí que el adolescente necesita, en ocasiones, que
llevemos las riendas de su vida. Si practica algún deporte, realiza
actividades en contacto con la naturaleza, forma parte de grupos
dinámicos que organizan actividades que impliquen algún compromiso
o simplemente recreativas, podemos aflojar la cuerda. Mientras
asuma sus responsabilidades y sus compromisos cuando salga, le
podemos dar libertad. Pero si se aburre, no sabe qué hacer y espera
siempre a que otros decidan por él, debemos intervenir. Tendremos
que decirle que su tiempo libre es tan importante, o más, que el resto
de su tiempo, que debe descubrir sus propios intereses y que si él no
elige lo que desea hacer, seremos nosotros quienes tomemos la
iniciativa. Sobre todo al iniciar su adolescencia, es imprescindible que

118
llevemos las riendas de su vida, en determinados momentos. Tenemos
que exigirle que practique algún deporte, igual que le exigimos
estudiar; el deporte que él desee, pero uno. Sin agresividad, pero con
firmeza, le diremos que si no lo elige, le inscribiremos en el club
deportivo o en el deporte que consideremos más adecuado para él.
También le tenemos que impulsar a participar en algún proyecto
altruista, a formar parte de algún grupo de teatro, baile, música o
pintura..., a realizar acampadas, excursiones y otras actividades
recreativas.
El aburrimiento, la inactividad, la desidia, son el primer paso para caer
tontamente en la droga, pero sobre todo, es el paso que facilita caer
en la dependencia de otros. Muchas personas, en la adolescencia,
aprendieron a depender de otros para no aburrirse. Los adolescentes
dependientes fuman, beben y consumen las drogas de moda porque
los demás lo hacen, o porque se las ofrecen y se dejan arrastrar con
suma facilidad. El problema no está en la persona que se las ofrece,
sino en no saber decir "no" cuando no les interesa hacer lo que otros
quieren, en no ser ellos los que deciden lo que desean hacer, y en no
elegir actividades que no admiten drogas. En definitiva, en no tener un
programa de tiempo libre interesante.
En muchos casos no hace falta que les impulsemos a ocupar su tiempo
libre de acuerdo a sus intereses. Basta con permitirles seguir su
impulso, no prohibiéndoles realizar actividades de tiempo libre. A
menudo se las prohibimos considerándolas una pérdida de tiempo,
puesto que se debe dedicar a estudiar. Ya hemos comentado que las
actividades de tiempo libre deberían servir como incentivo y no como
castigo. En lugar de castigarles sin actividades recreativas,
deberíamos enseñarles a planificar su horario y a comprometerse con
sus actividades de estudio y tiempo libre.
Seguramente necesitará orientación, ánimo y límites, pero al final de
la etapa habrá aprendido a disfrutar su tiempo libre, en soledad y con
otros, sin que decidan por él, sin depender, sin dejarse arrastrar, sin
drogas, comprometido con su proyecto de vida.
RECUERDA

. La droga no es el problema, sino el tipo de vida que conduce a la

119
droga.
. Prohibirles la droga no es la solución, atemorizarles tampoco.
. Debemos informarles, sin adoctrinar, sobre las consecuencias de los
diferentes tipos de drogas, y analizar con ellos la presión de la
publicidad, de su grupo...
. Les debemos ayudar a reflexionar para que saquen conclusiones y
adquieran compromisos. Su decisión debe ser personal: "No quiero
consumirlas", en lugar de: "Me las prohíben". Las drogas están en su
ambiente. La decisión de no consumirlas debe ser suya, si es de sus
padres tratarán de engañarles.
. Debemos ayudarles a organizar su vida, su proyecto personal y,
muy especialmente su tiempo libre con su grupo de amigos,
realizando actividades deportivas, en contacto con la naturaleza,
artísticas, culturales y recreativas.
. Si fallan, necesitan nuestra ayuda, no nuestro rechazo. Debemos
permanecer abiertos a la comunicación, al diálogo:
- Permitir que expresen cómo se sintieron, cómo se sienten.
- Pedirles que reflexionen: cómo piensan evitar que vuelva a
suceder.
- Pactar: a qué se comprometen, qué consecuencias asumirán si
vuelve a suceder.
- Animarles a lograr lo que deben conseguir con su esfuerzo.
. No temer a la droga sino:
- A que tenga su vida resuelta sin esfuerzo por su parte, sin asumir
responsabilidades.
- A que no sepa qué hacer en su tiempo libre.
- A que no dialoguemos.

5. LA VIOLENCIA: OTRO RIESGO QUE DEBEN AFRONTAR


Cada vez es más frecuente tener que afrontar situaciones que implican
agresividad. En el siguiente capítulo trataremos la amistad y
comentaremos cómo solucionar los conflictos con personas conocidas.
Aquí nos referimos a las situaciones agresivas con desconocidos.

120
Hay personas que pretenden divertirse molestando a otros. Otras
veces el exceso de alcohol y de otras drogas, sobre todo en ambientes
nocturnos, hace que se provoquen absurdas situaciones violentas: un
adolescente considera que otro le mira de una manera inadecuada:
"¿Qué miras, por qué me miras así, de qué te ríes?..." y por un motivo
así de trivial, de absurdo, empuja, da una patada o pega a otro que
supuestamente le molestó, éste le devuelve la agresión, intervienen
los amigos de ambos y se organiza una pelea de la que salen mal
parados unos cuantos.
¿Mereció la pena caer en la provocación de un suspicaz, de alguien con
varias copas de más, de uno que pretende agredirnos? Estamos
acostumbrados a defendernos agrediéndonos: "No me iba a quedar
parado, tenía que defenderme, quería pelea y la tuvo". ¡Qué absurdo!
Hay diferentes maneras de defenderse. Agredir a alguien que quiere
pelea, no es una forma inteligente de defenderse. Cuando se cae en la
provocación, el que provocó consigue lo que pretende, que haya
pelea. Es infinitamente más inteligente no caer en la provocación, no
hacerle caso, evitarle, incluso marcharse. No es de cobardes, es de
inteligentes. Solo un estúpido se pelea porque otro quiere. El
inteligente hace lo que él quiere, no lo que pretende el otro. No se
somete a los deseos agresivos de quien viene a desestabilizar su
noche.
Con nuestros adolescentes tenemos que hablar de este riesgo, tan
frecuente hoy en día. Muchas veces son los propios padres quienes
aconsejan a sus hijos hacerse respetar "a golpes". Se requiere un
control y una valía personal mucho más profunda cuando, para
defendernos, utilizamos nuestras cualidades humanas en lugar de
nuestros instintos animales.
Al adolescente, tanto a él como a ella, le cuesta controlarse, sobre
todo si no le hemos enseñado a solucionar sus conflictos dialogando.
Sin embargo, aun costándole, es capaz de utilizar su inteligencia y
comprender que no debe correr el riesgo de enfrentarse, con
violencia, a quienes quieren provocar su agresividad. Tendremos que
dialogar de las posibles situaciones que quizá tendrá que afrontar, para
que llegado el momento, sepa controlarse. Además, deberá hablar con

121
su grupo, para ponerse de acuerdo entre ellos y no caer en
provocaciones.

122
123
Los amigos. La convivencia. Resolver
conflictos
1. LA AMISTAD EN ESTA ETAPA
La adolescencia es la etapa del descubrimiento de la amistad. En la
niñez resulta sencillo entablar amistad con otros niños a los que se
acaba de conocer. No sucede así en la adolescencia. En esta etapa, el
descubrimiento de sí mismo, de una identidad única, de unas
cualidades, unos gustos y unos intereses propios, hace que el
adolescente se identifique con las personas con las que tiene
sentimientos afines, con las que comparte ideas, actividades, tipo de
vida. El niño que se relacionaba con todos en la etapa anterior, ahora,
convertido en adolescente, es selectivo. Sólo crea vínculos de amistad
profunda con unos pocos, por muy numeroso que sea su grupo de
amigos. Ya no crea esos vínculos con cualquier persona, se vuelve
realmente selectivo. En esta etapa debe descubrir a sus amigos, debe
saber elegirlos.
Nosotros deberíamos aceptar que elijan a sus amigos, en lugar de
asumir esa responsabilidad decidiendo quienes deberían serlo y
quienes no. Enseguida veremos cuál tendría que ser nuestra
intervención, para que ellos asuman una responsabilidad tan profunda
como la de decidir con quién compartir parte de su vida y con quién no
compartirla. Pero antes, analizaremos nuestros sentimientos.
2. ¿NOS SENTIMOS MENOS IMPORTANTES QUE SUS
AMIGOS?
El hecho de estar menos tiempo con sus padres, y más con sus
amigos, no reduce el cariño del adolescente hacia nosotros. Lo
transforma en un afecto más maduro, más intenso. Sus afectos se
amplían.
Nos han enseñado a desvivirnos por los hijos. No nos han enseñado a
desprendernos de nuestros hijos, y a dejar que se desprendan de
nosotros. Pretendemos que sean a nuestro gusto, como nosotros
queremos, en lugar de aceptar que somos diferentes y que, por lo
tanto, en muchos aspectos, sus gustos no van a coincidir con los
nuestros. Si nos hubiesen enseñado a conocer el proceso de crecer del

124
ser humano, comprenderíamos que los adolescentes no rechazan a sus
padres, por dedicar mucho más tiempo a sus amigos. Sus padres
siguen siendo importantísimos, precisamente para ayudarles a ser
independientes y a afrontar su vida. Ahora tienen que ser cada vez
más autónomos, más autosuficientes. Tienen que dejar de ser niños e
incorporarse al mundo adulto. Necesitan crear vínculos mucho más
sólidos, más profundos, más intensos, con las personas con quienes se
incorporarán a la edad adulta. Tienen que aprender a desprenderse de
nosotros para vivir con las personas que elijan; y es precisamente en
esta etapa, mientras todavía viven con nosotros, cuando aprenden a
elegir con quién compartir su tiempo libre y con quién no deberían
compartirlo.
En la mayoría de los casos, en lugar de animarles a seleccionar sus
amistades, queremos elegírselas y que estén siempre bajo nuestro
control. Queremos evitarles el peligro de las malas compañías, evitar
que "se nos tuerzan", en lugar de enseñarles a afrontarlo y aceptar
que cometan errores. En lugar de ayudarles a desprenderse, ponemos
los medios para que no se vayan, para que no tomen decisiones. Les
hacemos dependientes, crecen inseguros.
Deberíamos cortar el cordón umbilical psicológico que nos mantiene
atados a nuestros hijos. Nuestro temor a las malas compañías, hace
que no les dejemos cortar el cordón que les mantiene dependientes de
nuestras decisiones y de nuestras emociones: "Ya no nos quieres,
prefieres salir con tus amigos, no quieres estar con nosotros..."
Acostumbrados a no elegir, a que sus padres decidan por ellos, no
consiguen desprenderse, siguen atados, dependientes. Y aún cuando
aparentan ser independientes, porque pasan mucho tiempo con sus
amigos, realmente no lo son. Pasan del chupete a la litrona, dejan de
depender de sus padres para pasar a depender de su grupo, un grupo
que se somete sumiso a las actividades que estén de moda.
Para desprenderse de nosotros, les tendremos que ayudar a descubrir
su identidad, a definir su proyecto de vida, a elegir qué desean hacer y
con quién, a resolver sus conflictos de convivencia. En definitiva, a
conseguir su autonomía, sabiendo elegir a las personas con quienes
compartir su vida, y afrontando sus errores cunado no los elijan

125
adecuadamente.
3. ¿SON DEPENDIENTES DE SUS AMIGOS?
Si hacemos dependiente a nuestro hijo, asumiendo nosotros sus
responsabilidades, decidiendo lo que debe hacer, eligiendo por él..., es
muy probable que se haga dependiente de otros: amigos, ídolos,
modas... Su independencia es sólo aparente. Estuvo atado a sus
padres y ahora lo está a un grupo con el que cree identificarse.
Realmente es un grupo por el que se deja arrastrar, al que se somete,
puesto que al no haber elaborado su propio proyecto de vida, al no
haber elegido qué actividades realizar, al haberse sometido a lo que
decidían sus padres, no sabe qué le gusta, qué quiere...
Los adolescentes que no han descubierto sus gustos personales, que
no saben organizar su tiempo libre de acuerdo a sus intereses
personales, que aprendieron a depender de sus padres para no
aburrirse..., dependen de las propuestas de su grupo para
entretenerse. Más adelante seguirán sin saber qué hacer en su tiempo
libre y pretenderán que sean otros quienes les entretengan.
Demandarán a su pareja o a sus hijos que les hagan constante
compañía, porque nunca aprendieron a organizar su tiempo libre de
acuerdo a sus intereses personales. Tampoco tendrán amigos porque
no supieron, y no saben, elegirlos. Si queremos que nuestros hijos
sepan disfrutar su tiempo libre sin depender de sus supuestos amigos,
les tendremos que ayudar a descubrir sus gustos personales y a ser
ellos quienes los elijan.
4. CONOCER A LOS AMIGOS DE NUESTROS HIJOS
Para ayudar a nuestro hijo a relacionarse son sus amigos, deberíamos
conocerlos. Es conveniente que vengan a casa, y que, de vez en
cuando, puedan compartir alguna actividad con nosotros: una comida,
un deporte, un paseo familiar... Conocer a los amigos de nuestro hijo
nos ayuda a ofrecerle nuestra opinión acerca de ellos y facilita la
comunicación cuando dialogamos sobre su convivencia y sus conflictos.
Debemos evitar los prejuicios del tipo: "Ese amigo tuyo no me gusta
porque tiene un arito en la oreja, o porque lleva el pelo recogido en
una coleta, o porque no saluda, o porque no me gustan sus padres, o
porque deja las cosas sin recoger, o porque estudia danza..."

126
Conocer a los amigos de nuestro hijo no quiere decir que nos hagamos
amigos de sus amigos. Nosotros no somos adolescentes y, aunque
tengamos una magnífica relación con nuestro adolescente y sus
amigos, no tenemos por qué compartir sus gustos y sus actividades.
No nos tiene por qué gustar la misma música ni tenemos que ir a la
discoteca con ellos. Se puede dar, y de hecho se da, el coincidir en
ocasiones. A los dos nos puede gustar un determinado tipo de música,
un deporte, un tipo de película..., pero lo más probable es que
nuestros proyectos de vida y, por lo tanto, nuestros intereses, difieran.
No es necesario que hagamos esfuerzos para parecer jóvenes.
Podemos tener un espíritu abierto, comunicativo, jovial, sin que sea
necesario compartir con nuestro hijo adolescente actividades que ya
no nos corresponden. Estamos en otra etapa, y al madurar nuestros
intereses cambian, no son los mismos que teníamos cuando éramos
adolescentes.
5. ELEGIR AMIGOS. CÓMO SE ELIGEN
Nuestro adolescente conocía, ya en su niñez, a un buen número de
compañeros del colegio y de fuera del colegio. En esta etapa, seguirá
conociendo nuevos compañeros. Entre las personas que conocía, y las
que está conociendo, tendrá que elegir a sus amigos. Unos serán
simplemente compañeros porque, aunque estudian en el mismo
instituto o coinciden en alguna actividad deportiva o de otra índole, no
hay una relación de amistad. Entre los compañeros habrá algunos con
los que se encuentre a gusto, aun sin ser amigos, y otros con los que
no le agrade estar. En cualquier caso, sean sus sentimientos los que
sean, a todos debe respetar y de todos debe hacerse respetar.
En primer lugar vamos a definir quienes son los amigos. Los amigos
son las personas con quienes nos sentimos a gusto compartiendo
nuestro tiempo y nuestras actividades. El adolescente suele tener un
amigo, que es su amigo del alma, con quien le gusta compartir sus
ideas y opiniones, a quien le gusta contarle todo lo que piensa y
siente. Pero tiene también su grupo o grupos de amigos. La amistad se
basa en compartir. Se comparten, fundamentalmente, sentimientos y
actividades. Les puede gustar practicar los mismos deportes, viajar,
hacer excursiones, ir a bailar, escuchar la misma música, ver el mismo

127
tipo de películas...
Los amigos no piensan ni sienten exactamente igual. Seguramente no
comparten algunas opiniones, en ocasiones no se ponen de acuerdo,
sus aficiones no siempre coinciden... Pero tienen bastantes cosas en
común, y cuando sus intereses no son comunes se respetan
mutuamente. Permiten que el otro realice su proyecto de vida, no
tratan de someterlo, se ayudan mutuamente.
Los adolescentes que se conocen a sí mismos, que conocen sus
aficiones, encuentran a sus amigos entre las personas que realizan las
actividades que les interesan. Los que no saben cuáles son sus
intereses, se dejan arrastrar por las aficiones de otros. Para que
nuestro hijo sepa elegir a sus amigos, no nos debería preocupar cómo
serán sus posibles amigos, sino cómo es nuestro hijo; porque la
elección de sus amigos está en función de cómo es él. Nunca buscará a
sus amigos entre aquellos con los que no tiene intereses o aficiones
comunes, o un tipo de vida más o menos afín; ni entre los que no
respeten sus diferencias.
Cuando ayudamos a nuestro hijo a organizar su vida de acuerdo a un
proyecto interesante, que le permita ser autónomo, asumir sus
responsabilidades y llenar su tiempo libre de una forma activa,
creativa, sana..., le estamos ayudando a elegir amigos también
autónomos y responsables, con un proyecto de vida personal
interesante. Cuando les hacemos dependientes, buscan amigos
dependientes, sin proyecto de vida, de los que se someten con suma
facilidad a las actividades de moda y a las personas que quieren
dominarlos.
6. NI PROHIBIR AMIGOS NI FORZAR UNA AMISTAD
Prohibir a un adolescente determinados amigos sirve para provocar su
deseo de llevarnos la contraria. Los límites, tras un diálogo, los
acepta; pero ante la prohibición se siente incomprendido, no le hemos
escuchado y se rebela desobedeciendo, mintiendo. Nos dirá que no se
ven, cuando los sigue viendo; o hará mayor alarde de esos amigos
que no nos gustan, para manifestar su oposición a nuestro criterio.
Obtendremos el mismo resultado, si tratamos de imponerle como
amigo a alguien que nos gusta. Basta que sienta que queremos

128
imponérselo para que lo rechace. No se puede forzar una amistad;
podemos proponérsela, pero no imponérsela.
Si consideramos que los supuestos amigos del adolescente no son una
buena compañía para él, podemos ayudarle a descubrirlo, pero es él
quien lo debe descubrir y quien debe dar el paso para dejar esa
amistad. Como decíamos, prohibir es contraproducente, podemos
conseguir lo contrario de lo que nos proponemos. Sin embargo,
dialogando le podemos ayudar a reflexionar para que descubra si
cuenta con verdaderos amigos, o si no es así.
Para descubrir si alguien es o no es su amigo, tiene que pensar si
respeta su vida, su forma de ser, y las actividades que no comparten;
o si por lo contrario pretende que deje de ser como le gusta, o trata de
someterle a un tipo de vida que no le va. Le podemos ayudar a caer
en la cuenta de que ha dejado de hacer deporte, o que ya no va con su
grupo de teatro porque su "amigo" se enfada si va a esas actividades
en lugar de estar con él. Le podemos hacer caer en la cuenta de que
un amigo comparte las actividades que pueden disfrutar juntos, y
respeta las que no comparten. Seguramente no nos hará caso en un
primer momento, pero sabrá dejar a quien no le conviene si, en lugar
de sentirse obligado a dejarle, le ayudamos a reflexionar y le damos
tiempo para rectificar su error. Cuesta aceptar errores que nos duelen,
pero es rectificando sus propios errores como aprende a evitarlos.
Evitárselos nosotros le hace cada vez más vulnerable.
7. DEFENDER EL PROPIO PROYECTO DE VIDA. ACEPTAR
EL DE LOS DEMÁS
Como decíamos, la amistad supone un sentimiento de confianza
mutua, de estar muy a gusto con el amigo, de comunicación de ideas
y opiniones, de compartir vivencias. Pero supone también respetar lo
no común, lo que no se comparte. Patricia respetará que su amiga
Carolina vaya a jugar al voleibol, aunque ella prefiera hacer atletismo.
No tratará de convencerla para que deje de practicarlo. Como no
comparten el mismo deporte, cada una forma parte de un grupo
diferente con quien comparte sus aficiones deportivas. Tampoco han
elegido estudiar lo mismo. Patricia quiere estudiar una ingeniería y
Carolina se inclina por el arte, quiere ser pintora. Cuando dejen el

129
instituto, cada una tendrá un grupo de compañeros diferentes con
quien entablará amistad. A las dos les gustan las excursiones y se
apuntan a todas las que pueden. También ayudan en un hogar infantil
y les encanta ir al cine juntas. Comentan los libros que leen,
intercambian opiniones y hablan, hablan y hablan, durante horas...
En la amistad es tan importante el hecho de compartir como el de
sentirse respetado, aceptado y apoyado en lo que no se comparte. Si
Carolina pretende que Patricia deje de hacer atletismo porque a ella
no le gusta, y porque al no coincidir en el deporte no pueden estar
tanto tiempo juntas, está tratando de someter a su amiga a sus gustos
personales. No está respetando que sea diferente, no está aceptando
que no coincidan en todo. Tendría que actuar no sólo respetando y
aceptando los intereses de su amiga, sino apoyándolos, motivándola a
continuar practicando aquello que le satisface.
Si Carolina pretendiese someter a su amiga, Patricia debería hacerse
respetar, no se debería someter a los gustos de nadie. Renunciar a ser
ella misma, para ser como quiere su amiga, es ir en contra suya. Para
que la respeten tiene que hacerse respetar. Para no ser víctima, no
debe someterse. Defender nuestro proyecto de vida, y aceptar que
nuestros amigos tengan proyectos de vida diferentes al nuestro, es la
base de una convivencia armónica. Si pretendemos que los demás
sean a nuestro gusto, o nos sometemos al gusto de los demás, la
convivencia se convierte en una batalla constante por no aceptar
nuestras diferencias, nuestra forma diferente de pensar, de sentir, de
enfocar la vida.
Para hacer que respeten nuestro proyecto de vida, tenemos que tener
un proyecto de vida propio. ¿Cómo lo van a respetar o lo vamos a
defender, si ni siquiera lo tenemos? Los que no tienen proyecto
personal, se dejan arrastrar. Los que tienen proyecto de vida propio, lo
llevan a cabo sin someterse a proyectos de otros. En lugar de
lamentarnos porque los amigos de nuestro hijo pretenden someterle,
"llevándole por mal camino", deberíamos enseñarle a defender su
proyecto, exponiendo lo que quiere y expresando claramente lo que
no quiere. Tiene que saber decir "no". Puede ceder, pero sólo
circunstancialmente, no como sistema de vida.

130
8. SABER DECIR "NO" UTILIZANDO BUENAS MANERAS
Quizás este sea uno de los capítulos más difíciles para los seres
humanos: saber decir "no" utilizando buenos modales. Muchísimas
personas mienten porque supuestamente su "buena educación" no les
permite decir la verdad, o por evitar disgustos a las personas
cercanas. Ya lo comentamos al hablar de nuestras relaciones
familiares. A los adolescentes les cuesta muchísimo decir a sus amigos
que no quieren complacerles, cuando les proponen algo que no desean
hacer. Están dispuestos a ir en contra de sus deseos, por dar gusto a
sus amigos. Afirman: "A un amigo hay que decirle siempre que sí, sino
no eres su amigo". Dicen frases como la anterior con pleno
convencimiento. Hablando con los adolescentes, reconocen que
muchas veces actúan con sus amigos, en contra de lo que desearían
hacer. "Se sacrifican" haciendo lo contrario de lo que quisieran hacer.
En realidad, les falta valor para decir lo que piensan. Reconocen que a
veces se visten, se peinan, se arreglan de una manera que no es la
que les gusta, pero que no se sienten capaces de decírselo a sus
amigos. Reconocen que van a ver películas que no les gustan, o de
compras sin apetecerles, o que se quedan en la discoteca más tiempo
del que quisieran, a veces ni siquiera tenían ganas de ir a la
discoteca...; pero que lo hacen porque: "A un amigo no se le dice que
no".
Al adolescente le resulta tremendamente fácil caer en la dependencia
de modas y amigos. Dice "no", con suma facilidad, a sus padres y
profesores, pero le cuesta muchísimo decir "no" a sus iguales. A
menudo miente para no disgustarles y hasta pretende que seamos sus
cómplices. Si le llama Pablo para ir al cine y en ese momento no tiene
ganas de ir, nos implorará: "Por favor, mamá, dile que no me dejas
salir, que tengo que pasar la tarde estudiando". Pero no debemos
convertirnos en cómplices de sus mentiras. Debe aprender a expresar
con sinceridad lo que siente, no debe aceptar lo que no desea. Tendrá
que dar el paso de atreverse a comunicar lo que no quiere. Le diremos
que le diga a Pablo la verdad. Es su amigo, y los amigos aceptan que
no queramos compartir todas sus actividades. Si Pablo se enfada
tendrá que aceptar su enfado, sin duda se le pasará. Pero como norma

131
de vida no debe hacer lo contrario de lo que desea para dar gusto a
alguien. Si lo hace, acabará sintiéndose mal consigo mismo y con su
amigo. Tendrá que ser sincero con Pablo: "Hoy necesito quedarme a
estudiar, a ti no te hace falta, pero a mí sí, necesito mejorar la nota".
Suponiendo que Pablo sienta rabia y le cueste aceptar que no salga
con él, ni siquiera el rato de la película; cuando se le pase la rabia,
seguramente aceptará la negativa de su amigo. Pero si no acepta que
no compartan todas sus actividades, descubrirá que Pablo no es un
buen amigo, puesto que no lo respeta, ya que pretende que se
someta, siempre, a sus decisiones. Le tenemos que ayudar a
descubrirlo.
No vamos a mentir por él, no vamos a ser cómplices de sus mentiras.
Pero tampoco le vamos a decir que Pablo no es un buen amigo. En
primer lugar animaremos a nuestro hijo a expresar con sinceridad, a
su amigo Pablo, lo que necesita hacer, estudiar, y lo que no va a hacer,
salir. Le animaremos a expresar lo que desea, para que Pablo le
comprenda y lo acepte. Pero si no lo acepta y pretende someterle,
tendrá que descubrir que no le interesa ser su amigo. Le podemos
ayudar a reflexionar, pero las conclusiones de su reflexión serán suyas,
no nuestras. Podemos ayudarle a pensar con preguntas dirigidas a sus
sentimientos, a sus opiniones: "¿Cómo te sientes cuando se niega a
aceptar lo que necesitas hacer?¿Le has expresado con sinceridad lo
mucho que te perjudicaría ir con él al cine en lugar de estudiar? ¿Crees
que sabe respetarte, que tiene en cuenta tus necesidades, o sólo las
suyas? ¿Qué podrías hacer para sentirte bien con él sin someterte a
sus intereses? ¿Qué tendrías que hacer si pretende que seas tú quien
ceda siempre?"
Le animaremos a comprobar que sus verdaderos amigos, aunque
rechacen su negativa en un primer momento, acabarán aceptándolo.
Tendrá que aprender a expresar lo que quiere y lo que no desea:
"Quiero ser tu amigo, pero no quiero hacerme un tatuaje". "Voy a la
discoteca pero vuelvo pronto a casa". "Esta noche no salgo, mañana
tenemos partido". "Este fin de semana me voy fuera con mis padres,
no podré estar con vosotros".
9. ACEPTAR EL "NO" DE OTROS

132
A veces tienen que saber decir "no", y otras veces tienen que aceptar
el "no" de otros. Ana insiste a su amiga Inés: "Me tienes que
acompañar, me dijiste que iríamos juntas a matricularnos y ahora,
porque vienen tus primos, cambias de opinión". Cuando Ana llegue a
casa, furiosa, no tendríamos que hacernos cómplices de su furia: "Si
fuese tu amiga, dejaría a sus primos y te acompañaría, tal como
quedó". Le ayudaremos a reflexionar: "¿Crees que no ha querido
acompañarte? ¿No crees que a ti te ve casi a diario y a sus primos sólo
cuando vienen al país? ¿Puedes matricularte aunque no te acompañe?
¿Qué crees que podrías hacer?"... Ana puede pensar que nos ponemos
a favor de su amiga "traidora" y en contra suya, pero si sabe que
normalmente procuramos que exprese su punto de vista y que
escuche el de los demás, aceptará nuestra ayuda, reflexionará,
aunque en el momento aparente rechazarla.
Los adolescentes necesitan saber expresar "no", con firmeza, en
situaciones de suma importancia en su vida. Tienen que elegir estudiar
aquello que vaya con su personalidad, tendrán que saber decir "no" a
los estudios que no deseen. Tienen que elegir a sus amigos, tendrán
que decir "no" a las amistades que no les permitan ser ellos, que no
acepten su proyecto de vida, que pretendan someterlos. Tienen que
elegir sus actividades de tiempo libre, tendrán que saber decir "no" a
las drogas, a la violencia, al sexo no deseado... Saber decir "no" a
cuestiones de tanta importancia no les resultará nada fácil si cuando
debían decir "no", en su vida más rutinaria, se callaban y hacían lo que
querían otros.
Los adolescentes se quejan de que no les entienden y es verdad; pero
suelen ser poco comprensivos y extremistas en sus juicios acerca de
las personas que no piensan como ellos. Es la consecuencia normal de
no ser comprendidos. Sin embargo, tienen una gran capacidad para
comprender a los demás. Si les ayudamos a reflexionar acerca de sus
sentimientos y los sentimientos de los otros, pueden aceptar cualquier
punto de vista, aunque sólo compartan los que sean afines al suyo, y
saben hacerse respetar.
Tenemos que hacerles reflexionar sin hacer nuestro el problema de
nuestro hijo, sin comportarnos como si fuésemos adolescentes.

133
Nuestro comportamiento no debe ser el de un adolescente egocéntrico
que solo tiene en cuenta su punto de vista. No deberíamos decir a
nuestra hija, si su amiga no le quiso prestar los apuntes: "No la
vuelvas a mirar a la cara después de lo que te ha hecho". Tendrá que
ser ella quien decida seguir comunicándose o cortar la relación con la
compañera que no le prestó los apuntes. Nosotros le ayudaremos a
pensar si su amiga debía dejárselos o realmente tenía motivos para no
hacerlo, y cómo considera que debería actuar sin ser radical,
comprendiendo el punto de vista de su compañera, aunque no lo
comparta.
10. NO SER RADICAL
Si no les ayudamos a comprender diferentes puntos de vista, los
adolescentes son tremendamente radicales, extremistas: O conmigo o
contra mí. A los que no piensan como ellos, los tachan de la lista de su
vida: "Me dijo que no le gustaba mi vestido, ¡qué grosera!, no la
vuelvo a dirigir la palabra". "No quiso venir a mi fiesta, no le vuelvo a
invitar, en la vida"... Con la misma radicalidad se someten a modas o
signos de identidad de su grupo. Se visten con determinadas marcas,
se peinan siguiendo el corte "a la última", se hacen un tatuaje o se
ponen un "piercing" porque hay que ponérselo, porque todos se lo
ponen. Necesitan que les ayudemos a reflexionar: "¿Desprecio a los
que no piensen como yo o trato con respeto a los que piensan
diferente?" "¿Debería actuar como quieren otros o puedo hacerme
respetar, aunque les cueste aceptarme?" Su conclusión puede ser
errónea bajo nuestro punto de vista, pero tendremos que aceptar su
error, aunque no lo compartamos. Su error lo tienen que rectificar
ellos.
A veces también nosotros somos muy radicales en nuestras opiniones.
Juzgamos a los amigos de nuestro hijo por su aspecto externo y le
prohibimos que vuelva a traer a casa a alguien con "esas pintas". O
decidimos, que su amiga es una grosera porque no saluda, cuando
quizá sea tímida, o simplemente no se dio cuenta. O nos desquiciamos
porque se prepararon la merienda y no recogieron la cocina, cuando
hablando con el adolescente y pactando los límites y las
consecuencias, todo puede arreglarse.

134
Debemos tratar de no ser radicales, de dialogar en lugar de
imponernos. Si tratamos de imponernos criticando a nuestro hijo y a
sus amigos, se opondrá a nosotros con fuerza, sometiéndose
sumisamente a las imposiciones de su grupo: forma de vestir, tipo de
música, bebidas, tabaco...; se entregará sin límites al grupo de
"amigos" en el que se apoya. Con ellos es dócil, porque no se atreve a
oponerse. Aunque con su grupo se envalentona y aparenta que "pasa"
de formas sociales, no es así, está sometido a otras formas sociales y
a su grupo.
Dialoga y razona sin problemas, si se siente comprendido y respetado.
Pero si siente que no le comprendemos, que le prohibimos y criticamos
todo lo que hace, se refugia en su grupo de amigos. Busca seguridad y
apoyo en su grupo, porque en casa no los encuentra.
11. RESOLVER CONFLICTOS SIN AGRESIVIDAD
Los conflictos surgen porque tenemos diferentes formas de pensar y
no estamos de acuerdo. Para resolverlos tenemos que aceptar que no
pretendemos lo mismo, y que necesitamos ponernos de acuerdo
cediendo uno de los dos o ambos. Seguramente, a lo largo de su vida,
el adolescente ha aprendido a resolver sus conflictos con agresividad.
Es la manera que utiliza la sociedad para resolverlos. Seguramente
aprendió que, cuando le agreden, lo que tiene que hacer es agredir él
también. La niñez fue la etapa de aprender a dialogar y a ponerse de
acuerdo. Pero si no le enseñamos en la etapa anterior a dialogar en
lugar de agredir, aunque ahora le costará algo más, puede aprender;
cuenta con su gran capacidad para reflexionar y pactar.
12. DIALOGAR PARA PONERNOS DE ACUERDO
Estamos estableciendo las bases de la convivencia, de la amistad, del
respeto mutuo. Nuestros hijos pueden aprender a convivir resolviendo
sus diferencias, partiendo de la comprensión y del respeto a los
diferentes puntos de vista, o siguiendo los esquemas agresivos que
propone la sociedad en general.
Nosotros queremos partir de la comprensión y el respeto. Todos somos
diferentes y por lo tanto es normal que no siempre coincidan nuestros
deseos, nuestros intereses. Tenemos diferentes puntos de vista, es
normal que no coincidamos en muchos aspectos de la vida. Cuando

135
esto suceda, en ocasiones cada uno podrá actuar de acuerdo a sus
intereses, bastará con aceptar que es normal que pensemos diferente,
que no queramos lo mismo, que no compartamos todo. Pero otras
veces tendremos que ponernos de acuerdo para evitar conflictos; en
esos casos, a veces cederá uno, otras veces cederá otro, y a veces
cederemos los dos.
Si Laura tiene que presentar un trabajo en el colegio, y prefiere comer
cuando lo termine, no habrá conflicto si sus padres aceptan que realice
la actividad que necesita y que no coma con ellos; pero tendrán que
acordar que sea ella quien organice su comida, y deje todo recogido.
El conflicto puede estallar si sus padres se niegan a aceptar que los
intereses de su hija y los suyos no coinciden, y la obligan a comer con
ellos; o si se someten a los intereses de su hija cambiando su hora de
comer. También si en lugar de acordar que Laura organice y recoja su
comida, preparan y recogen lo que le corresponde hacer a ella.
El conflicto: "Laura no quiere comer todavía, sus padres sí", se
resuelve básicamente:

. Teniendo en cuenta los dos puntos de vista.


. Llegando a un acuerdo, en el que ambos asumen un compromiso.

Para tener en cuenta los dos puntos de vista, tiene que quedar claro lo
que quiere cada uno. Debemos partir de la comprensión. En lugar de
intentar imponer nuestro punto de vista, deberíamos escuchar el
deseo del otro, tratando de comprenderle. Para llegar a un acuerdo
cedemos ambos, o uno de los dos, pero no siempre el mismo. Si
siempre cede el mismo, ya lo hemos comentado, se consigue que el
que cede siempre aprenda a someterse, y el otro a tiranizar.
Cuando los conflictos de nuestro hijo sean con sus amigos, fuera de
casa, podemos tener un papel fundamental para ayudarle a
resolverlos sin agresividad. Aprender a resolver conflictos en casa,
utilizando el diálogo y el pacto para resolverlos, es la base para saber
resolverlos también fuera de casa. Si Daniel nos comenta furioso que
Alicia no le prestó los apuntes y que quiere vengarse, le diremos que
piense primero por qué cree que no se los prestó. Después de tener en
cuenta sus sentimientos y su punto de vista, y los de Alicia, le diremos

136
que piense en alguna solución no agresiva. Es mejor buscar soluciones
que nos ayuden a hacer más agradable la convivencia, que convivir
agrediéndonos o distanciándonos. Daniel puede decidir hablar con
Alicia en lugar de vengarse, porque al reflexionar sobre el punto de
vista de Alicia, recuerda que realmente no le pidió los apuntes, sino
que se los cogió sin decírselo, y eso a Alicia la sentó fatal, se pasó dos
horas buscándolos pensando que los había perdido. O puede caer en la
cuenta de que Alicia no se los prestó porque ella también los
necesitaba. O quizá comprenda que Alicia nunca quiere dejar nada a
nadie, porque aunque todos la critican, nadie le ha hablado
sinceramente. Puede ser que tenga que decidir que no merece la pena
pedir los apuntes a Alicia... En fin, la solución, el acuerdo al que llegue
Daniel, sea el que sea, deberá acordarlo después de reflexionar acerca
de los diferentes sentimientos y puntos de vista, los suyos y los de
Alicia. Y siempre buscando soluciones no agresivas, soluciones que
mejoren la convivencia en lugar de empeorarla.
13. CONFLICTOS ENTRE HERMANOS
Cuando surge un conflicto entre hermanos lo habitual es que los
padres, en lugar de proponerles resolver su conflicto hablando entre
ellos, hagan de intermediarios: "¡Mamá, Raúl me ha vuelto a quitar los
CD´s sin permiso!" Mamá se dirige a Raúl: "Devuelve los CD´s a tu
hermana". Entra en el conflicto, lo resuelve como ella considera. Raúl
se enfada con su madre: "Tú siempre das la razón a Carmen. Ella me
quitó tres CD´s la semana pasada y no me los ha devuelto, ni siquiera
sabe dónde los ha dejado. Pero tú nunca la dices nada, siempre me
regañas a mí". La madre sigue insistiendo, ya metida en el conflicto:
"¿Y yo qué sabía? Tú no me dijiste nada". Raúl: "Claro, cómo te lo iba
a decir si estabais las dos de compras cuando me di cuenta de que me
los había quitado. Siempre estás con ella, nunca sales conmigo"... El
conflicto de los CD´s se complica y acaba siendo un conflicto de celos,
que lejos de resolverse, se sigue complicando.
¿Cómo debería actuar la madre de Raúl y Carmen? No debe hacer
suyo el conflicto, porque no es suyo, es de sus hijos. Su papel no es
tomar partido por ninguno de sus hijos, ni decidir lo que deben hacer.
Debería enseñarles a expresar y escuchar lo que quiere cada uno,

137
para ponerse de acuerdo acerca de cómo actuar en adelante. Cuando
Carmen dice a su madre que Raúl le ha quitado sus CD´s. Tendría que
haber dicho a su hija: "Si quieres que te los devuelva, pídeselos a tu
hermano". Seguramente Carmen dirá que a ella no la hace caso. La
madre debe dirigirse a los dos y pedirles que exprese cada uno lo que
quiere y que escuche lo que quiere el otro. Carmen dirá: "Yo tampoco
quiero que me quites los CD´s cuando no estoy". Entonces la madre
les pedirá que se pongan de acuerdo sobre cómo deben actuar la
próxima vez que uno quiera los CD´s del otro. Pueden acordar que
cuando uno quiera algún CD del otro tiene que pedirlo, y después de
utilizarlo, volverlo a dejar en su sitio. Si no lo hace, no se lo prestará.
Así les enseña a hablar entre ellos. Deja de hacer de intermediaria de
sus hijos, como si no pudieran entenderse. Al hablar entre ellos
aprenden a expresar su opinión y a escucharse, aprenden a establecer
los acuerdos que necesitan. Aprenden, en definitiva, a convivir si
agredirse, dialogando.
Enseñar a los hijos a resolver sus conflictos, en lugar de resolverlos
nosotros, favorece la comunicación entre hermanos y evita los celos.
Los celos los alimentamos cuando decidimos nosotros lo que deberían
decidir ellos. Carmen puede sentir que la decisión de su madre
favorece a Raúl, y Raúl puede sentir lo contrario. Si la decisión es de
ambos, la madre no toma partido, su papel consiste en ayudarles a
comunicarse y a ponerse de acuerdo. En lugar de celos provoca un
buen entendimiento entre los hermanos, aunque para lograrlo surjan
las discusiones lógicas al presentar cada uno un punto de vista
diferente. Acabarán poniéndose de acuerdo. Tendrán una buena
relación de hermanos y les servirá para resolver conflictos con
cualquier persona que convivan.
14. RESOLVER SUS CONFLICTOS EN CASA ES LA MEJOR
AYUDA PARA RESOLVERLOS CON SUS AMIGOS
Con las personas que no conocemos, los conflictos no se resuelven
dialogando. No debemos caer en su provocación, ni responder a sus
insultos, a su deseo de pelea. Como comentamos en el capítulo
anterior, alejarnos de la persona que nos quiere provocar, es la
manera más inteligente de evitar cualquier tipo de agresividad. Sin

138
embargo, con las personas conocidas no debemos evitar la
comunicación.
Con los adolescentes no faltarán situaciones conflictivas. El
entrenamiento para aprender a resolverlas, sin agresividad, puede ser
casi diario. Así que, si les entrenamos bien, al final de la etapa serán
unos campeones, dialogando y pactando, para resolver conflictos con
sus padres, con el resto de la familia y con sus amigos. Veamos unos
cuantos ejemplos.
María nos cuenta que Carmen le ha dicho que no la sientan bien los
pantalones vaqueros que se acaba de comprar. Si le decimos: "No le
hagas caso, es una mala amiga, una buena amiga nunca te diría eso",
no la ayudamos a mejorar la convivencia, sino a empeorarla.
Podríamos ayudarla a comprender que Carmen tiene una opinión
diferente a la suya respecto a sus pantalones, y que tener en cuenta
opiniones diferentes a la nuestra puede resultar de gran ayuda en
muchas ocasiones.
Paula quiere salir con sus amigas. Su madre quiere que se quede
porque van a venir los abuelos; le prohíbe salir. Sería mucho más
eficaz hacerla reflexionar. A sus abuelos no los ve casi nunca porque
viven fuera, a sus amigas las puede ver casi a diario. La podemos
ofrecer el punto de vista de sus abuelos: "Les hace mucha ilusión
verte". Si a pesar de todo decide no ver a sus abuelos y salir con sus
amigas, nos tendremos que plantear si merece la pena que se quede
en casa amargando la reunión familiar. No se trata de ceder siempre a
los deseos de Paula, ni de "pasar" olímpicamente de nuestra hija que,
a ratos, nos parece insoportable, sino de decidir lo que realmente
merece la pena hacer, y pactar con coherencia.
Alfonso quiere que sus padres le dejen las llaves de un apartamento
que tienen en la playa, para ir con sus amigos. Sus padres se las
niegan. Él las coge y se va dando un portazo. Sus padres deciden
castigarle un mes sin paga. Este es un caso típico de respuesta
agresiva a otra agresión. En lugar de agredirle, podrían establecer las
condiciones en las que sí estarían dispuestos a dejarle el apartamento;
y expresar claramente los límites, en qué casos no estarían
dispuestos. Si no cumple lo establecido, la consecuencia será no

139
dejarle ir al apartamento, pero si lo cumple, podrá ir con sus amigos.
Si no puede ir porque no cumplió lo pactado, aunque en el momento
dé un portazo, sabrá aceptar las consecuencias. El conflicto surge,
cargado de agresividad, cuando los padres no exponen su punto de
vista ni escuchan el de su hijo y, sin pactar nada, pretenden imponerse
con prohibiciones; Alfonso dejará de comunicarse con sus padres,
tratará de engañarles y se refugiará en sus amigos.
Guillermo entra en casa con unos amigos y pide dinero a sus padres
para irse al cine y a cenar. Sus padres le dicen que se pueden quedar a
cenar en casa, pero el hijo insiste en salir y acaban dándole lo que
pide. Tendremos que exponer, a nuestro hijo, nuestro punto de vista
respecto al dinero. Guillermo debe saber que no le vamos a dar dinero
cada vez que nos lo pida, aunque nos lo pida cuando vaya
acompañado. Pero si pretende sorprendernos delante de sus amigos,
debemos ser coherentes y actuar de acuerdo a lo pactado. La cantidad
que le damos debe estar acordada, también cómo debe ganársela. Si
no hemos llegado a ningún acuerdo con él debemos hacerlo cuanto
antes, por su propia autonomía y para evitar conflictos.
Cuando resolvemos los conflictos, pactando con el adolescente lo que
debe hacer, y establecemos límites y consecuencias que siempre se
cumplen, le cuesta mucho menos resolver los conflictos con sus
amigos sin someterse a ellos, y sin tratar de someterles. Aprende a
establecer límites, a saber decir "no". Aprende a respetar que
comparten algunas actividades, pero no todas, porque comprende que
cada uno tiene un proyecto propio, personal, además del proyecto
común.
RECUERDA
Para resolver conflictos hay que:

. Dialogar
- Exponer el propio punto de vista: nuestros sentimientos, lo que
queremos, lo que no queremos...
- Escuchar el punto de vista del otro: sus sentimientos, lo que
quiere, lo que no quiere...
. Llegar a acuerdos

140
- Pactar cómo actuar la próxima vez que surja la situación
conflictiva.
- No someterse al criterio del otro, ni someter al otro.
- Saber ceder y no ceder. Saber aceptar el "no" del otro y saber
decir "no".

15. CUANDO LOS PADRES NO ESTÁN DE ACUERDO


ENTRE ELLOS
A veces son los padres los que tienen que resolver, entre ellos, el
conflicto de ponerse de acuerdo respecto a lo que pretenden exigir a
su hijo. Normalmente no dialogan, sino que discuten acerca de lo que
debería hacer su hijo, sin tener en cuenta la opinión de cada uno. Con
frecuencia uno de los dos culpabiliza al otro del comportamiento del
adolescente: "Tu hijo ha llegado tarde, no ha abierto un libro en todo
el día, vino apestando a alcohol ..., no me extraña, como a ti te
parece normal que actúe así, seguro que tú fuiste igual a su edad...
Podrías preocuparte un poco más de tu hijo". Tanto si llega tarde,
como si no estudia, como si se excede bebiendo..., tendremos que
hablar con el adolescente, ofrecerle nuestro punto de vista, escuchar
el suyo, y llegar al acuerdo que nos permita saber cómo actuar, si se
provoca nuevamente esa situación conflictiva. Le podemos hablar los
dos, el padre y la madre, si estamos de acuerdo, o sólo uno de los
dos, el que tenga claro como dialogar. El adolescente, aunque para
cuestiones superficiales se aproveche del padre permisivo que se
queja constantemente de su comportamiento, pero del que consigue lo
que quiere sin que le exija nada; cuando necesite alguien que le
impulse a madurar y a resolver situaciones fundamentales en su vida,
se dirigirá al que le sepa poner límites y le ayude a asumir las
consecuencias de su manera de actuar.
A veces los padres se ponen de acuerdo entre ellos para algo
supuestamente positivo: "Habría que subirle la paga, le tenemos que
dejar salir más...", o para algo supuestamente negativo: "No le vamos
a dejar salir porque no es responsable, su cuarto siempre está
desordenado, saca malas notas..." Está bien que se pongan de
acuerdo entre ellos, pero siempre deberán hablar con su hijo. Es él

141
quien debe reflexionar acerca de si necesita más paga, o salir más,
acerca de cómo debe vestirse, quién debe ordenar su cuarto, qué y
cuánto debe estudiar... Después tendrá que pactar con sus padres qué
puede y qué no debe hacer. No debemos decidir castigarle sin salir con
su monopatín o con sus amigos, aunque podría ser una consecuencia
pactada con el adolescente. Podemos acordar que no saldrá con el
patín o con sus amigos hasta que no termine de estudiar, pero si
estudia sí podrá hacerlo.
Otras veces los padres no se pueden poner de acuerdo porque están
en total desacuerdo. Son padres separados que han dejado de
comunicarse o que aunque se comuniquen piensan de forma opuesta.
En ese caso, la madre o el padre, el que esté dispuesto a ayudar a su
hijo a ser autónomo y a resolver sus conflictos sin agresividad, será
quien deba dar los pasos que venimos indicando. No es cierto que lo
que hace uno, el otro lo deshace. Cada uno muestra un camino
diferente. Nosotros no educamos para que nuestros hijos sigan nuestro
camino, sino el que ellos decidan. Lo que hacemos es animarles a
seguir el camino que les conduce a valerse por sí mismos y a convivir
respetando a todos y haciéndose respetar, pero la decisión del camino
a seguir es suya. El padre, o madre, que educa en la autonomía y el
respeto a todos, no impone un tipo de vida, lo propone.
Como comentamos en párrafos anteriores, el adolescente, cuando
necesite a alguien que lo impulse a madurar y a resolver situaciones
fundamentales en su vida, se dirigirá siempre al que le ayuda a tomar
decisiones responsables.

142
143
Enamorarse
1. ENAMORARSE. OTRA NOVEDAD DE ESTA ETAPA
El hecho de que nuestro hijo se enamore, por una parte nos preocupa
y por otra nos hace gracia. Nos preocupa que se incorpore demasiado
pronto a unas experiencias para las que le sentimos inmaduro, sin
preparar, demasiado pequeño. Nos hace gracia lo que para nosotros
son chiquillerías: que se quede absorto cuando escucha la música con
la que bailaron juntos por primera vez; que se esconda para hablar
con ella, muy bajito, por teléfono; que mire a la luna con expresión
embelesada...
Nos preocupa que baje su rendimiento escolar, que estudie menos, que
quiera salir más. "Ya tendrás tiempo de enamorarte, ahora dedícate a
estudiar". "No pierdas el tiempo enamorándote tan pronto, ahora
diviértete". Frases así dan a entender al adolescente que no le
comprendemos, que no comprendemos que enamorarse no es un acto
voluntario, sino que responde a un sentimiento que surge
espontáneamente. Es cierto que nuestro hijo no está preparado para
vivir un amor maduro, pero necesita dar los primeros pasos hacia el
amor maduro, por eso surge el amor en esta etapa. Es la etapa de
aprender a madurar, y lo hará cuando todavía comparte la vida con
sus padres. Durante esta etapa, y la siguiente, deberá aprender a
dejar de ser inmaduro en sus relaciones amorosas. Necesita
prepararse para vivir con madurez su futura relación de pareja, si
decide compartir su vida con alguien a quien tendrá que saber elegir.
2. SE ENAMORA SIN PROPONÉRSELO
Tenemos que aceptar la realidad: se enamora sin proponérselo, siente
una emoción especial por otra persona, no puede evitarlo. De hecho,
si le preguntamos una semana antes de enamorarse por primera vez,
si ya se ha enamorado, siente que le estamos haciendo una pregunta
estúpida: ni está enamorado ni se piensa enamorar, eso no le va a
suceder a él. Elena dice que los chicos son tontos y Antonio piensa lo
mismo de las chicas. Pero un día se miran y descubren que acude a
ellos un sentimiento especial, diferente, desconocido hasta ese
momento. Ese sentimiento ni ellos lo pueden evitar, ni nadie se lo

144
puede prohibir. Está ahí, ha aparecido por primera vez en su vida para
que lo puedan vivir con mayor profundidad, con mayor madurez,
cuando llegue el día de compartir la vida con la persona elegida. Pero
hasta que llegue ese día pasarán la adolescencia y la juventud
aprendiendo a conocerse a sí mismos y a las personas de las que se
enamoren, y aprendiendo a elegir a las personas con quienes
compartir su amor. Necesitan aprender a renunciar, a desprenderse de
las personas de las que se creyeron enamorados pero no lo están, y
de las que no les convenían. También tendrán que aprender a aceptar
que no les correspondan en sus sentimientos. Necesitarán madurar su
relación amorosa. Deberán reflexionar y tomar decisiones muy
profundas para elegir adecuadamente. Pero en este momento, en su
adolescencia, acaba de surgir un sentimiento que nadie les puede
negar.
3. NO NEGAR NI PROHIBIR QUE SE ENAMOREN
Pretender que no piense en él o en ella, pretender que se dedique
únicamente a estudiar, olvidándose de quien le ha hecho sentir algo
tan especial, no tiene sentido. Si le trasmitimos que no aceptamos su
sentimiento: "Olvídate de esas cosas, ya tendrás tiempo, la vida es
larguísima, yo empecé prontísimo y ahora me arrepiento..." Si le
trasmitimos mensajes que en lugar de ayudarle a desarrollar su
sentimiento recién descubierto, pretenden que ese sentimiento deje de
existir, dejará de comunicarse con nosotros, puesto que no le
comprendemos; pero no podrá frenarlo, simplemente lo ocultará o lo
negará, no nos expresará lo que siente.
Es importantísimo, para no romper la comunicación, para poderle
ayudar a vivir con madurez su proyecto de vida, que aceptemos lo que
le está sucediendo. Si aceptamos su sentimiento podremos dialogar y
profundizar en un aspecto vital en esta etapa, y en todas las sucesivas
hasta el final de su vida. Le podremos ayudar a equilibrar su
sentimiento.
4. AYUDARLES A EQUILIBRAR SU SENTIMIENTO
En muchas ocasiones su descubrimiento le hace vivir con tal intensidad
el enamoramiento, que descuida el resto de las actividades que
forman parte de su etapa. Cuando estudia se desconcentra pensando

145
en la persona amada, le habla por teléfono o le manda mensajes
continuamente. Su único deseo es estar lo más cerca posible de esa
persona, aunque sólo sea con el pensamiento.
Como decíamos, es importantísimo aceptar que se ha enamorado.
Pero necesita que le ayudemos a caer en la cuenta de que está
atendiendo, únicamente, a un aspecto de su proyecto de vida. Lo que
le ha sucedido, enamorarse, no invalida el resto de las actividades de
su etapa. Sigue siendo importante su vida familiar, su estudio, y sus
aficiones personales, y las actividades y recreativas que comparte con
sus amigos. No debe renunciar a realizar su propio proyecto, ni
impedir que la persona de quien se ha enamorado deje de realizar el
suyo. Enamorarse no debe suponer frenar, retroceder o empequeñecer
su vida, sino todo lo contrario. Al enamorarse entra a formar parte de
su vida un sentimiento nuevo que puede ayudarle a avanzar,
engrandecer y mejorar toda su vida y la de la persona que ama.
No debe dejar de estudiar. Tampoco debe dejar de salir con su grupo
de amigos para dedicarse únicamente a una persona. Esa persona se
puede incorporar a su grupo para compartir algunas actividades,
aunque no se debe pretender que comparta todas, ni debe suprimir las
que no compartan. Cada uno seguirá con su grupo de amigos y con sus
actividades recreativas, incorporándose únicamente a las que deseen
compartir.
5. NO DAR AL ENAMORAMIENTO DE LOS ADOLESCENTES
MÁS IMPORTANCIA DE LA QUE TIENE
Cuando él, o ella, se enamoran, su enamoramiento, esa emoción
especial que siente, es un sentimiento importantísimo. Pero acaba de
iniciarse, está dando los primeros pasos. Su sentimiento es
tambaleante, necesita equilibrio, madurez. Se desequilibrará,
tropezará, y se caerá bastantes veces, hasta ponerse de pie
definitivamente y andar con paso firme y seguro en su vida amorosa.
No es el momento de planificar la vida de nuestro hijo, y de organizar
la nuestra, como si hubiese dado un paso definitivo en su caminar
hacia el amor maduro. Algunos padres entablan relaciones con la
"futura familia política" de su adolescente, sin venir a cuento. Podemos
conocer a la persona que provocó su enamoramiento y

146
circunstancialmente a su familia, pero sin crear lazos que no nos
corresponde crear a nosotros. Lazos que en ocasiones tendrán que
cortar ellos porque, al conocerse mejor, comprendieron que no era la
persona con quien compartir su vida y decidieron acabar su relación.
Muchas veces, al sufrimiento que produce acabar su relación, tiene
que añadir el disgusto familiar porque sus padres se habían
entusiasmado con la persona elegida. En esos casos el
desprendimiento se dificulta tanto, que algunos adolescentes siguen,
aunque solo sea parcialmente, enganchados a la persona de la que
necesitan alejarse. No se atreven a dejarla, alargando y complicando
un proceso ya de por sí doloroso.
No hay que impedir ni forzar relaciones. Únicamente debemos
acompañar al adolescente en su proceso de crecer, en este caso, en su
proceso de madurar su sentimiento amoroso. Debemos ayudarle a
reflexionar para que sea él, o ella, quien decida y elija. No debemos
negar ni imponer su sentimiento, sino aceptarlo. Nuestra misión es
ayudarle a reflexionar. La decisión de seguir adelante, o de terminar
una relación debe ser suya, no nuestra. Pero necesita nuestra guía,
nuestro apoyo, para reflexionar. Si no le ofrecemos nuestro apoyo en
ese sentido, probablemente se dejará arrastrar por su sentimiento sin
equilibrarlo, sin madurarlo; o se dejará arrastrar por nuestras
decisiones o las decisiones de otros. A veces se someterá a lo que
pensemos nosotros o los demás, y otras veces tratará de llevarnos la
contraria, aunque eso suponga ir en contra de sí mismo. Si no
reflexiona actuará dejándose llevar por su sentimiento tambaleante,
poco equilibrado.
Si no les ayudamos a reflexionar, sin imponer nuestro criterio; si no les
ayudamos a elegir, a decidir, tropiezan continuamente en su
adolescencia, y siguen cayéndose indefinidamente a lo largo de su
vida. Muchas personas siguen siendo "eternos adolescentes" en sus
relaciones amorosas. No piensan, no toman decisiones maduras,
reflexionadas, porque nadie les ayudó a tomar decisiones; les dieron
la vida pensada, decidieron por ellos.
Los adolescentes no son pequeños para enamorarse, están en la edad
perfecta para empezar a vivir el amor. Un amor que conseguirá

147
madurar al final de la etapa y durante su juventud. A partir de la etapa
adulta, podrán vivir un amor profundamente maduro, con la persona
con quien decidan compartir su vida.
6. AMOR ADOLESCENTE Y AMOR MADURO
Estamos diferenciando el amor de los comienzos, el que venimos
denominando "amor inmaduro o adolescente", del "amor maduro",
pero..., ¿a qué llamamos amor maduro? Llamamos amor maduro, al
sentimiento especialísimo que experimentan dos personas que desean
compartir su vida, sin renunciar a su proyecto personal. Las personas
que viven un amor maduro comparten un sentimiento común que les
hace desear compartir su vida, sin renunciar a ser ellos mismos. La
persona que comparte un amor maduro acepta a la otra persona sin
someterla, la ayuda a desarrollar su proyecto de vida sin renunciar al
propio. Comparten sentimientos, ideas, amigos y aficiones; pero no
todos sus sentimientos, ideas, amigos y aficiones son comunes.
La persona que ama con amor maduro no sólo respeta, sino que
valora y admira a la persona amada, por lo tanto, la ayuda a
desarrollar su proyecto personal. Cuando respetamos el proyecto de
vida de alguien a quien no admiramos, simplemente aceptamos que lo
desarrolle; cuando admiramos su proyecto, le impulsamos a
desarrollarlo, le ofrecemos nuestro apoyo. Muchas parejas comparten
su vida, pero, no sólo no admiran, sino que ni siquiera respetan el
proyecto del otro. No sólo no le animan a seguir adelante con su
proyecto, sino que critican lo que hace y le ponen impedimentos y
barreras. No le pueden animar, puesto que no desean que avance en
un proyecto que no admiran ni respetan. La persona que ama con
amor maduro, anima a la persona amada a estudiar, a hacer deporte,
a continuar con sus actividades familiares, con sus aficiones
personales, con su grupo de amistades...; no pretende que deje de ser
ella, que olvide sus deseos, sus sueños, sus ilusiones, para estar a su
disposición, siempre juntos.
7. NUESTRA SOCIEDAD NO IMPULSA EL AMOR MADURO
Nuestra sociedad no impulsa el amor maduro, impulsa el amor
adolescente, inmaduro, posesivo; el amor del sometimiento, del
sacrificio, de la anulación de la personalidad. Ofrece como modelo de

148
amor, la renuncia a ser uno mismo para compartir la vida del otro: "Yo
ya no importo, ahora el importante es él". "He dejado de hacer
deporte con mis amigos, para compartir todo mi tiempo con ella". "Me
ofrecieron el trabajo de mis sueños, pero no lo acepté. Tenía que
viajar con frecuencia y él no estaba dispuesto a que nos separásemos
ni un solo día de la semana. Me quiere tanto..."
Ella "lo quiere tanto" que le impide disfrutar haciendo deporte con sus
amigos. Y él "la quiere tanto" que la impide aceptar el trabajo con el
que soñó... ¿Se puede llamar a eso amor? Y ella lo acepta convencida
de que él la ama. Efectivamente, en este ejemplo, los dos se aman,
pero su amor es adolescente, inmaduro, posesivo. Es el amor de: "Si
me quieres... no te separes de mí, no aceptes ese trabajo, no salgas
con tus amigos, ven a visitar a mis padres cuando ellos lo deseen...
Haz lo que a mí me parece que debes hacer, deja de hacer lo que a ti
te gusta hacer, actúa a mi gusto, deja de ser tú".
Actualmente muchos adolescentes siguen saliendo con su grupo de
amigos o realizan actividades sin la persona de la que se sienten
enamorados. En esos casos, el comentario de los adultos suele ser:
"Mucho no se deben querer porque cada uno hace su vida... No creo
que duren mucho, ayer la vi a ella en el cine, con sus amigas,
mientras él jugaba baloncesto, con sus amigos; si empiezan así..."
El modelo social enseña a ser dos medias naranjas, dos seres
mutilados, en lugar de ser dos personas completas, dos naranjas
enteras que pueden rodar libremente, a veces en diferentes
direcciones y otras veces en una dirección común. Nos enseña que:
"Amar es... querer los dos lo mismo, estar de acuerdo en todo, no
enfadarse nunca, no discutir jamás, desear estar siempre juntos,
compartir todo, hacer lo que el otro desee aunque no lo desee uno
mismo..." La mayoría de las parejas, sin mayor reflexión, tratan de
ajustarnos a ese modelo, supuestamente ideal. Se someten
desviviéndose por su pareja, pero constantemente se quedan y
demandan sometimiento. Tratan de hacer lo que quiere el otro, dejan
de hacer lo que quiere cada uno. Intentan que su pareja cambie, que
deje de hacer lo que le gusta. Pero dejar de ser uno mismo hace que
nos sintamos mal con nosotros mismos y nuestra vida deja de

149
gustarnos. Por eso se quejan y por eso la mayoría de las personas
trata de hacer lo que le gusta a espaldas de su pareja, mienten: "Tuve
mucho trabajo, salimos tarde", cuando en realidad se fue un rato a
charlas con sus amigos. En ocasiones, hartas de vivir sometidas,
"explotan" tratando de imponerse a su pareja, aunque sólo sea de vez
en cuando: "Estoy harta. Hoy te quedas tú con los niños. Yo me voy a
tomar el aperitivo con mis amigas".
8. AMARSE NO ES COMPARTIR TODO
Los adolescentes, cuando descubren el amor, no quieren separarse ni
un instante de la persona amada; quieren compartir todo, estar todo
el día juntos, pensar constantemente en él, o en ella. Nuestra sociedad
presenta este tipo de amor, posesivo, que pretende tener a la persona
amada en exclusiva, como modelo de amor. Cuando pasan los años y
conviven en el hogar común, se recriminan: "Ya no es como antes, no
quieres estar conmigo a todas horas, no me acompañas a todas
partes, antes íbamos siempre juntos, no queríamos separarnos
nunca...". El amor adolescente es inmaduro porque acaba de nacer. Su
descubrimiento del amor desata los sentimientos y los expande con
una fuerza intensísima, pero sin equilibrio ni control. Más adelante, si
su amor madura, comprenderán que el proyecto personal de ambos es
importantísimo, y se ayudarán mutuamente a desarrollarlo.
Disfrutarán su vida en común, sin someterse uno al otro, ayudándose,
sin pretender que la otra persona deje de hacer su vida, que deje de
ser ella, que viva en función del otro, que se desviva por el otro; sin
pretender que no progrese, que se quede anclada en la adolescencia,
que desee seguir haciendo las actividades que les encantaban cuando
estaban en esa etapa.
Los adolescentes oyen quejarse a los adultos de que su pareja ha
cambiado, que ya no le gusta hacer lo que les gustaba cuando eran
jóvenes, que no quiere estar siempre a su lado como cuando eran
adolescentes; y consideran que a ellos, que aman intensamente, no
les va a suceder. El modelo social les manda mensajes erróneos. Lo
más probable es que el amor de muchos adultos, que conviven con los
adolescentes, sea un amor inmaduro; por eso se reclaman mutua
dependencia. Pero los adolescentes necesitan saber que ese deseo de

150
compartirlo todo, y de estar siempre juntos, se corresponde con el
amor incipiente, inmaduro, propio de la adolescencia y que, aunque es
natural que así comience, no es deseable que así continúe. Porque no
vivimos aislados, necesitamos a los demás y los demás nos necesitan.
No somos únicamente de nuestra pareja, no le pertenecemos.
Tenemos un proyecto personal que desarrollar para podernos sentir a
gusto con nosotros mismos y con los demás, también con nuestra
pareja.
9. ¿AYUDAMOS A LOS ADOLESCENTES A CAMINAR
HACIA EL AMOR MADURO?
El amor adolescente, inmaduro, posesivo, es el modelo social. Los
adolescentes creen que los adultos no se aman porque, efectivamente,
no quieren estar siempre juntos, no desean hacer los dos lo mismo, no
están de acuerdo en todo, discuten... Pero se someten al modelo
social porque piensan que ellos sí quieren compartirlo todo, quieren
estar todo el día juntos y están dispuestos a renunciar a sus gustos
personales para dar gusto al otro. Confunden el verdadero amor, el
que acepta las diferencias y comparte lo común, con ese amor
inmaduro y posesivo que la sociedad reclama.
En la adolescencia el amor suele ser posesivo. Unos someten: "Si me
quieres... no hablas con otros, sales sólo conmigo, vienes a verme
jugar, dejas de jugar el sábado con tus amigos, vienes a comprar
conmigo, pasas el fin de semana con mis padres, me acompañas a ver
la película que me gusta..." Otros se someten: "Lo quiero tanto que no
puedo decirle que no, haría por él todo lo que me pidiese". Los que
someten, tratan de que el otro cambie al gusto de uno; los que se
someten, tratan de adaptarse al gusto del otro.
Tendríamos que enseñar: "Si le quieres, no debes pedirle que deje a
sus amigos, sus aficiones, sus intereses, que deje de ser él. Si te
quiere, no te debe pedir que dejes de salir con las personas que
quieres, que renuncies a tus intereses, que dejes de ser tú".
Tendríamos que enseñarles que quien ama no debe someter a la
persona amada, ni permitir que le sometan.
Tendríamos que ayudarles a reflexionar para que caigan en la cuenta
de algo evidente: por mucho que nos amemos no coincidimos en todo,

151
por lo tanto, no todo lo deseamos compartir. Si pretendemos
compartirlo nos sentiremos mal, a disgusto, aunque al principio del
mutuo conocimiento renunciemos encantados a nuestros gustos
personales.
Francisco ha pasado varios fines de semana seguidos, en la casa que
tienen en la sierra los padres de su novia. Las tres primeras veces
estuvo encantado, le trataron de maravilla y él disfrutó todo: la
simpatía del matrimonio, la comida, los paseos, las conversaciones,
los juegos de mesa... Pero a partir del cuarto fin de semana, sin saber
porqué, porque todos siguieron tratándole espléndidamente, empezó a
no sentirse a gusto. Lo que sucede es que ha dejado de ver a su grupo
de amigos, con los que compartía actividades, conversaciones,
sentimientos..., ha renunciado también a su tiempo de soledad, ya no
se encierra en su cuarto a escuchar música mientras elabora las
maquetas que tanto le gustan. Cuando Francisco nos diga que ya no
quiere a su novia, o cuando comprendamos que está en crisis,
tendríamos que ayudarle a reflexionar: "Puede que sí la quieras,
quizás lo que sucede es que has dejado de hacer lo que a ti te hacía
disfrutar. Quizás podrías hablar con ella y explicarle qué deseas
compartir y lo que no deseas compartir". Si Francisco comenta que
teme que ella se enfade, deberíamos ayudarle a seguir reflexionando:
"¿No crees que deberíais aclarar que os queréis muchísimo, pero que
no queréis compartir todo; que tenéis muchas cosas en común, pero
no todas, y que por lo tanto es tan importante saber compartir lo
común, como saber renunciar a compartir lo que son gustos
únicamente de uno de los dos?" Si Francisco argumenta que saber
ceder es importante cuando amamos a alguien le podemos seguir
ayudando a reflexionar: "Es cierto, ceder es muy importante, pero ¿no
crees que las dos personas que aman deben ceder, a veces una, otras
veces otra, y otras veces las dos? ¿No crees que cuando sólo cede una
la otra se somete y que, cuando nos sometemos a alguien o
sometemos a alguien, no nos podemos sentir a gusto porque
actuamos forzados, sin libertad?"
No sólo a Francisco, también a Ana le sería de gran ayuda que alguien
la hiciera reflexionar. Les podemos ofrecer nuestro punto de vista a

152
ambos: "¿Crees que por el hecho de amar a alguien dejamos de ser
nosotros mismos, que deja de gustarnos lo que nos gustó hasta ese
momento, que deja de interesarnos lo que nos interesaba?" "Si crees
que amar a otro nos hace dejar de ser nosotros mismos y desear ser
como el otro quiere, lo crees porque es lo que la sociedad nos vende
como modelo de amor, pero realmente no es así. Únicamente las
personas que permiten al otro ser independiente, siéndolo también
ellas, y que comparten lo que realmente desean compartir, viven un
amor que les hace sentirse felices. Las personas que se someten a su
pareja viven infelices, sacrificadas, quejándose de su sacrificio, de no
ser correspondidas, agrediendo por sentirse agredidas".
Francisco y Ana tendrán que descubrir si su enamoramiento les hace
disfrutar su vida en común, sin abandonar su propio proyecto o, si por
el contrario, su vida en común les impide realizar sus proyectos
personales. Tendrán que descubrir si desean ayudar al otro a
desarrollar su proyecto personal o, por el contrario, no les parece bien
lo que el otro hace. El noviazgo es la etapa en la que deberán
descubrir cómo es el otro, cuál es su proyecto de vida, y si desean
compartir su vida con alguien que tiene ese proyecto. Si descubren
que no podrían desarrollar su proyecto personal, o que no les gusta el
proyecto personal del otro, o que su proyecto común no les satisface,
es el momento de terminar con esa relación. Pero una relación formal
no surgirá, seguramente, hasta el final de la adolescencia o en la
juventud.
Al iniciarse la adolescencia, lo que descubren es esa emoción especial
que les lleva a desear estar, lo más posible, con la otra persona. A
medida que avance su relación, les ayudaremos a reflexionar y
expresaremos nuestra opinión en los términos que venimos
comentando. Si no les ayudamos a pensar adquirirá fuerza la opinión
social, considerarán que: "Amarse es entregarse al otro sin
condiciones; pensar en el otro, olvidándose de uno mismo; dar todo a
cambio de nada..." Aunque dialoguemos con los adolescentes,
debemos tener en cuenta que la opinión de la sociedad ejercerá una
gran presión sobre ellos. Sin embargo, aunque les cueste, podrán
actuar en contra de la opinión de la mayoría, y a favor del amor

153
maduro, si les ayudamos a reflexionar para que no utilicen ni acepten
los chantajes emocionales propios del amor inmaduro: "Si me
quieres..."
10. LOS ADOLESCENTES, ¿PUEDEN VIVIR UN AMOR
MADURO?
¿Podemos vivir un amor maduro?, se preguntarán los adolescentes
reflexivos. La respuesta es: "Pueden, claro que pueden". Están en la
etapa perfecta para comprender todo lo que venimos comentando
acerca del amor maduro y el amor inmaduro. Pero también deben
saber que, aunque lo comprendan perfectamente, les resultará
costoso, a veces costosísimo, llevarlo a la práctica. Porque la sociedad
no ayuda, ya que dificulta el desarrollo del amor maduro y facilita el
del amor inmaduro. Los mensajes sociales a través de la publicidad,
de las películas o de las tarjetas del día de los enamorados, refuerzan
la idea del amor inmaduro, asegurando que amar es dejar de ser uno
mismo y someterse al otro por "amor". La mayoría de la sociedad
deja que su vida transcurra soñando con el amor inmaduro, con ese
amor que se olvida de sí mismo para ser posesión del otro. Sueñan,
en definitiva, con un amor egoísta, disfrazado de generosidad.
Sin embargo, si les ayudamos a reflexionar, los adolescentes pueden
dar los primeros pasos hacia el amor generoso, espléndido, que apoya
el proyecto personal de la persona amada y comparte el proyecto
común que satisface a ambos. La mejor ayuda para caminar hacia el
amor maduro es contar con un proyecto de vida propio: "Qué me
gusta, qué quiero hacer respecto a mis estudios, a mi tiempo libre, a
mi vida en general, qué me interesa, qué no me interesa..." Si no
tengo un proyecto de vida propio, no lo puedo hacer respetar, ni seré
capaz de respetar los proyectos de otros. Será facilísimo dejarme
arrastrar, someterme a otros y tratar de someterles. Nuestra relación
será de dependencia. No sabré elegir a la persona que me ayudará a
ser libre, elegiré a alguien de quien depender o que dependa de mí.
11. ES NORMAL QUE SE ENAMOREN VARIAS VECES
Durante el noviazgo deben descubrir si la persona de la que se han
enamorado es compatible con su proyecto de vida, y es probable que
descubran que no es la persona idónea. En ese caso se enamorarán de

154
otra persona, y de nuevo tendrán que descubrir si es la persona con
quien compartir su vida.
La etapa del noviazgo, la del conocimiento profundo de la otra
persona, es la juventud, aunque en muchos casos se inicia al final de la
adolescencia. La adolescencia no es la etapa del noviazgo, sino la del
enamoramiento, ese sentimiento que aparece, en muchos casos, con
la misma rapidez que desaparece. Todavía no viven un amor maduro,
únicamente lo están iniciando.
A todos los adolescentes no les sucede lo mismo, pero es frecuente
que conozcan a alguna persona por quien sienten algo muy especial y
que en breve, seguramente sin llegar a conocerla demasiado, la
relación se termine. Enseguida les llamará la atención otra persona.
No son veletas, su desorientación es normal. Están estrenando un
sentimiento hasta ahora desconocido, están iniciando el desarrollo de
ese sentimiento.
Es la etapa de conocer para poder elegir, más adelante, con madurez.
Es normal que cambien, es normal que sufran. Les costará no ser
posesivos, no hacerse dependientes el uno del otro, continuar su
proyecto individual y con su grupo de amigos. Tendrán que equilibrar
su vida familiar, sus estudios y su tiempo libre, con su relación
amorosa. Tendrán que descubrir si esa relación amorosa les satisface y
por lo tanto debe continuar, o si por el contrario debe terminar.
12. CUANDO UNA RELACIÓN AMOROSA TERMINA...
Cuando termina una relación amorosa, muchos adolescentes se
desploman, sienten que el mundo deja de tener sentido, que no
volverán a enamorarse jamás, que las personas del otro sexo son
despreciables, que el amor no existe. Se deprimen... Para ayudarles
cometemos un error gravísimo, les hablamos mal de la persona que
les dejó: "No te convenía, tú vales mucho más, no te llegaba ni a la
suela de los zapatos..." Pero el adolescente que sufre porque su
historia de amor ha llegado a su fin necesita que le comprendamos,
que comprendamos su dolor, no que le hablemos mal de la persona a
quien todavía ama. Debemos comprenderle. Le debemos escuchar,
necesita comunicar sus sentimientos, sacar fuera su dolor. Le podemos
decir: "Comprendo que lo estés pasando tan mal, duele horrores

155
perder a la persona que amamos..." Después podemos decirle que:
"Aunque en estos momentos te parezca imposible, encontrarás a otra
persona, te volverás a enamorar. Lo que te está sucediendo es normal
en esta etapa de tu vida".
Es fundamental que manifieste sus sentimientos. Su dolor no debe
quedar encerrado en el interior del adolescente. Tampoco debemos
fomentar que se regodee en su dolor dándole más importancia de la
que tiene. El final de lo que creían amor es doloroso, pero es
absolutamente normal que en la adolescencia se enamoren sin ser
correspondidos, o que se inicien enamoramientos que acaben en
ruptura. Si le comprendemos, le escuchamos, no criticamos a la
persona motivo de su dolor, y le animamos a hacer el esfuerzo de
continuar su proyecto de vida, pronto recuperará las ganas de vivir.
Recordemos que no somos sus compañeros, no somos adolescentes,
somos sus padres, personas adultas que podemos tener una visión
mucho más amplia de la vida. Si no nos comportamos como si
también nosotros fuésemos adolescentes emitiendo juicios mezquinos,
le podemos ayudar a ver más allá de su situación en este momento de
su vida. Le podemos ayudar a equilibrar sentimiento y razón. Le
podemos ayudar a comprender que en la adolescencia es normal que
se sienta atraído por alguien que al conocerle mejor, no le guste para
compartir su vida. Y que esa persona no tiene por qué ser mala
persona, incluso puede ser una magnífica persona, pero no la que
necesita elegir. Está en una etapa de búsqueda, tenían que conocerse
para descubrir que no era la persona adecuada. Ni se acaba el mundo,
ni la otra persona era un ser indeseable.
13. AYUDARLES A ELEGIR EN FUNCIÓN DE SU FORMA
DE "SER"
A menudo les hablamos de la persona de quien se sienten enamorados
en función del "tener" no del "ser". Les decimos, hablando de la otra
persona, frases como esta: "Ha elegido una profesión sin porvenir, su
familia no tiene dinero..." Cuando lo realmente importante es conocer
a la otra persona en función de su forma de "ser", para descubrir si es
la persona con quien compartir la propia manera de ser. Sin renunciar
a su proyecto personal (sus estudios, sus amigos, sus aficiones

156
personales) deben aceptar y admirar la forma de "ser" del otro, no lo
que "tenga" el otro.
Cuando no nos gusta la persona de quien se ha enamorado nuestro
adolescente le podemos ayudar a descubrir por qué no le conviene.
Puede ser porque trata de someterle, porque no le ayuda a desarrollar
su proyecto de vida, o porque no comparten los mismos intereses...
Pero valoraremos siempre la forma de "ser", no lo que tiene ni su
aspecto externo. En cualquier caso, es él, o ella, quien lo debe
descubrir. Nosotros podemos ayudarles a reflexionar para que lleguen
a descubrirlo, pero no les debemos prohibir que sigan conociéndose.
En la adolescencia deben descubrir y decidir con quien continuar o
concluir una relación amorosa. Se equivocarán y tendrán que rectificar,
seguramente, más de una vez.
Si rectifican no es el momento de reclamarles: "Si me hubieses hecho
caso..., ya te decía yo que no te convenía..." Ha rectificado, es el
momento de felicitarle: "Me alegra que te hayas dado cuenta..."
Hablar con ellos, hacerles pensar, aceptar sus fallos, animarles a
rectificarlos..., son las ayudas que necesitan para elegir a la persona
adecuada. Prohibirles salir con la persona que no nos gusta, equivale a
darles permiso inmediato. El adolescente no acepta imposiciones, nos
retará descaradamente o nos engañará para hacer lo que quiere a
nuestras espaldas. Para que no se rebele contra nuestra
incomprensión y se alíe con quien no nos gusta ni le conviene,
debemos permitir que lo descubra por sí mismo, sin cortar la
comunicación con nuestro hijo. Está aprendiendo a elegir, es normal
que se equivoque y que necesite rectificar. Pero recordemos: le
ayudaremos a elegir, a descubrir a su pareja, (seguramente lo
descubrirá en la próxima etapa), en función de su forma de ser, de su
proyecto personal y de la forma de ser de la otra persona, del
proyecto personal de la otra persona, y de sus sentimientos e
intereses comunes.

157
158
La sexualidad en la adolescencia
1. EL TABÚ SIGUE PRESENTE
Hoy en día da la sensación de que nuestros hijos, especialmente los
adolescentes, saben todo acerca de la sexualidad de los seres
humanos. "Ya no es como antes, ahora se habla", dicen muchos. Pero
no es así, el tabú sigue presente. Antes estaba prohibido hablar de
todo lo relacionado con el sexo, los padres no hablaban con sus hijos
de las relaciones sexuales; ahora tampoco. Ya no está prohibido, pero
no se habla de sexualidad, con naturalidad, entre padres e hijos. Se da
por hecho que hay tanta información, que lo saben todo y no es
necesario hablar. Lo que sucede es que las mismas personas que
teníamos prohibido hablar de sexo, ahora tenemos el deber de hablar
del tema con nuestros hijos, pero no sabemos cómo. Sentimos pudor,
y a menudo temor, porque es un tema que no sabemos cómo abordar.
Nos escudamos en el hecho de que hay más información, y concluimos
que saben más que nosotros, por lo que no necesitamos hablar con
ellos. Sin embargo, los adolescentes necesitan hablar con alguien de
un tema que va a ser fundamental en su vida, a partir de esta etapa.
Su cuerpo se transforma, pueden tener hijos, y sus sentimientos les
van a inducir a tener relaciones sexuales. No podemos permanecer
callados, necesitan que superemos el tabú para dialogar de sus
cambios hormonales, y de la vinculación de esos cambios con sus
afectos. Necesitan que les orientemos para que tomen decisiones
maduras.
Ellos, si pretendemos hablar de sexualidad, también sienten pudor.
Pueden decirnos que no quieren que hablemos, que se lo saben todo.
Sin embargo, debemos insistir: "A mí también me cuesta, pero es
necesario que hablemos".
2. Educar no es prohibir, tampoco dejar hacer.
Es cierto que hoy en día se puede acceder a todo tipo de información
relacionada con sexualidad, pero la información que llega a los
adolescentes es insuficiente, y en algunos casos improcedente, para
asumir decisiones responsables y llevarlas a la práctica. Necesitan a
alguien que no se limite a informarles, alguien que, además, les ayude

159
a reflexionar para tomar decisiones responsables respecto a su vida
sexual.
Comentábamos que los adolescentes necesitan a alguien que les
informe y les haga pensar. Pero como la mayoría de los padres supone
que sus hijos reciben esa información con creces, fuera de casa, no es
habitual que les ayuden a reflexionar acerca de su sexualidad.
Únicamente les infunden el temor al embarazo, y algunos padres se
limitan a recomendar a sus hijos el uso del preservativo.
Hoy en día, no se dogmatiza ni se adoctrina como hace años. Incluso
se acepta un embarazo no previsto, sin que se organice un escándalo
como los de antaño. Antes se prohibían las relaciones sexuales, y un
embarazo fuera del matrimonio era un escándalo. Ahora, aunque
siguen sin admitirse abiertamente, se aceptan con resignación tanto
las relaciones sexuales como los embarazos fuera del matrimonio...
Sin embargo, no se trata de prohibir, ni de dejar hacer. No debemos
decidir lo que tienen que hacer. La decisión debe ser suya. La
educación sexual no se debe limitar al uso del preservativo. Les
tenemos que ayudar a reflexionar, para que tomen decisiones
responsables y para que asuman sus responsabilidades.
3. INFORMACIÓN CIENTÍFICA UNIDA A SUS
SENTIMIENTOS
Los adolescentes necesitan información acerca de sus cambios
fisiológicos, de los cambios hormonales que provocarán su deseo de
sentir y manifestar placer, de cómo se procrea, de los anticonceptivos,
del SIDA y otras enfermedades... Pero también de la manifestación de
afecto unida al deseo sexual, de amor y respeto, de paternidad
responsable... El adolescente necesita información científica, unida a
los sentimientos que experimenta.
Tienen curiosidad, deseo de conocer... y un montón de dudas, de
cuestiones que resolver; pero al no hablar con personas que les
ayuden a comprender el desarrollo de la sexualidad del ser humano,
con una mente abierta y sana, buscan información en la pornografía.
Su curiosidad se vuelve mezquina, vulgar; algunos intentan provocar o
escandalizar, utilizando un lenguaje soez o realizando pintadas
obscenas. Muchos disocian sus sentimientos amorosos del deseo

160
sexual, y se someten a una sexualidad obligada; tener relaciones
sexuales se convierte en una obligación: "¡¿Todavía eres virgen?!"
"¡¿Sólo lo has hecho con una persona?!"...
Para poder vivir una sexualidad sana, libre, deseada, responsable, una
sexualidad que tenga en cuenta sus sentimientos unidos a su deseo
sexual, necesitan hablar con alguien que les informe en profundidad y
les permita tener un criterio propio. No debemos permitir que se
sometan al criterio social, que lejos de aclarar confunde, porque
transmite mensajes que no se ajustan a los sentimientos del ser
humano, sino a estereotipos establecidos para uno y otro sexo.
Tenemos que asegurarnos de que tienen la información correcta. Si no
hablan con adultos que les informen ayudándoles a pensar, sus fuentes
de información, probablemente sean, como decíamos, de lo más
vulgar: pornografía a través de revistas, Internet o televisión, o
conversaciones con sus compañeros tan mal informados como ellos
mismos... Existe una buena cantidad de magníficos libros dedicados a
la educación sexual de los adolescentes, que les informan de todos los
temas que les preocupan relacionados con su sexualidad. Esos libros
ayudan a los padres a saber qué les interesa a los adolescentes y
cómo hablar con ellos de sus inquietudes sexuales, tanto desde el
punto de vista científico como afectivo.
4. LOS CAMBIOS FISIOLÓGICOS DE AMBOS
Antes de que se produzcan los cambios fisiológicos que provocarán la
menstruación en la adolescente y la eyaculación en el adolescente,
tendremos que informarles, en la niñez, de la evolución de sus cuerpos
en la siguiente etapa. Pero si no les informamos entonces, tendremos
que hacerlo ahora. Y si les informamos en su niñez. Ahora tendremos
que seguir haciéndolo, pero con diferente enfoque. En la niñez, la
curiosidad por conocer la evolución fisiológica del ser humano, es
científica; en la adolescencia, el interés científico se une a sus
sentimientos.
4.1. La menstruación
En la adolescencia, les interesa saber por qué se produce la
menstruación. Pero no les basta saber que al no producirse un
embarazo, los líquidos y fluidos preparados para llevar oxígeno y

161
alimento al embrión, son expulsados por la vagina. Ahora quieren
saber cómo se sienten al tener la menstruación y si son normales sus
sentimientos. Muchas adolescentes viven trágicamente esos días. Es
cierto que el cambio hormonal puede provocar, antes o durante la
menstruación, mayor cansancio físico, sueño, irascibilidad, un cuerpo
más hinchado, dolores abdominales..., pero también es cierto que si la
adolescente, en lugar de ponerse furiosa con su cuerpo, aprende a
conocerlo, sabrá aceptar los cambios que experimenta cada veintiocho
días conviviendo, con una situación absolutamente normal en su vida;
al no ponerse tensa, no serán días trágicos. Pero si no tiene una
información en el sentido que acabamos de comentar, y su información
viene de personas que la hacen sentirse víctima de su cuerpo, se
sentirá realmente mal esos días. Pretenderá que las personas que
convivan con ella la compadezcan y sobreprotejan, y si no hacen caso
de su victimismo les culpabilizará por no atenderla, por no
compadecerla. Debemos hablar sobre lo que sucede en su cuerpo,
para que pueda aceptarlo adoptando las medidas que le permitan
sentirse bien. Si se cansa más o tiene más sueño es importante que
duerma más horas, si está hinchada debe saber que no ha engordado,
si está irascible deberá aprender a relajarse...
4.2. La eyaculación
Los adolescentes hablan de sus eyaculaciones con sus compañeros, sin
haber mantenido ninguna conversación con personas responsables
acerca de su cambio fisiológico. Nadie les ha explicado que ellos
también necesitan renovar los fluidos que intervienen en la
procreación. Si no se renuevan voluntariamente a través de la
masturbación, se renovarán mientras duermen. No es cierto que la
eyaculación se produce mientras duermen porque tienen sueños
eróticos. Aunque no los tengan, se producirá la eyaculación porque el
semen necesita renovarse.
La eyaculación es un hecho tan natural como la menstruación, pero al
no hablar de este hecho con ellos, sus fuentes de información suelen
estar cargadas de vulgaridad. No comentan sus sentimientos con
adultos que les pueden ayudar a conocer y comprender las reacciones
de su cuerpo, y tratan de ajustarse a lo que se cuentan entre ellos.

162
Hablan con vulgaridad de las "pajas" que se hacen, y fantasean acerca
del número de "pajas" que consiguen. Sus conversaciones son
vulgares, no les proporcionan un conocimiento real de su capacidad
sexual, y dejan al margen sus sentimientos. Necesitan saber que
eyacular es normal, pero que el deseo de eyacular se corresponde con
un sentimiento y una necesidad fisiológica personal. No tiene sentido
tratar de ajustarse a unos patrones, que les someten absurdamente a
una especie de concurso, para ver quien llega a un número mayor de
eyaculaciones.
5. LA MASTURBACIÓN
Este es otro de los tabús al que nos enfrentamos. La masturbación es
necesaria para liberar energía sexual, sin embargo, se sigue
considerando un deseo prohibido, o del que no se habla con los
adolescentes. Tanto ellos como ellas sienten el deseo, la necesidad, de
liberar una energía que les hará sentirse a gusto, relajados, tranquilos.
Si no liberan su energía sexual estarán tensos, desasosegados,
inquietos, se sentirán mal. En los libros de educación sexual para
adolescentes les hablan de la normalidad de la masturbación, un deseo
que ellas y ellos no se inventan por perversidad moral, sino que
responde a una necesidad íntima, personal, que sienten sin
proponérselo.
6. NUESTRO TEMOR A SU EMBARAZO
La posibilidad del embarazo adolescente aterra a la mayoría de los
padres. Sabemos que los adolescentes no están preparados para
atender a un hijo, aunque su cuerpo les permita engendrarlo. La
solución que se nos ocurre es que no tengan relaciones sexuales, o que
utilicen preservativos. Es cierto que son dos maneras de evitar los
embarazos, pero la solución se la hemos impuesto. No lo han decidido
ellos y no nos hacen caso. Así, imponiéndoles soluciones no les
ayudamos a afrontar su incipiente vida sexual. Al llegar a la
adolescencia sus hormonas se revolucionan, el instinto se desata, y se
encuentran con hechos consumados, sin asumir responsabilidades. No
es el freno, sino el desarrollo de su vida sexual, lo que ahora
necesitan. Volvemos a adoctrinar, a dogmatizar, les indicamos lo que
deberían hacer, pero no les ayudamos a reflexionar para que sean

163
ellos mismos los que lleguen a la conclusión de las responsabilidades
que deben asumir, y de los límites que deben ponerse a sí mismos.
Son ellos quienes deben afrontar unas relaciones sexuales respetuosas
y responsables. Tendremos que hablar de sus sentimientos, de las
relaciones sexuales, de la posibilidad de engendrar hijos, de la
paternidad responsable...
7. RESPETAR NO ES NO TOCAR
Todavía se sigue relacionando el respeto con "no tocar". Se prohíben
las relaciones prematrimoniales en ciertos sectores. Se considera que:
"Si te ama debe respetarte"... o lo que es lo mismo: "No debe tener
relaciones sexuales contigo." Cuando en realidad sucede todo lo
contrario. Precisamente cuando uno se enamora, es cuando desea
manifestar ese amor con demostraciones de cariño: abrazos, besos,
caricias...
Respetar a la otra persona, ya lo hemos comentado pero es
importante volver a insistir, es aceptar su manera de ser, sus
sentimientos, sus pensamientos, sus gustos, aficiones e intereses. Es,
en definitiva, aceptar su proyecto de vida. Un proyecto de vida que,
aunque en algunos aspectos coincida con el de la otra persona, en
otros aspectos es un proyecto diferente. Los adolescentes deben saber
que respetan a la persona que aman, cuando aceptan que no
comparta su vida "a todas horas", porque, aunque tengan un proyecto
común, también tienen proyectos personales independientes, que no
comparten.
Deben saber que se hacen respetar cuando defienden su proyecto de
vida, sus sentimientos, sus pensamientos, sus gustos, sus aficiones,
sus intereses; cuando actúan de acuerdo a su manera de ser, cuando
no actúan como no quieren, cuando no se dejan arrastrar ni se
someten, cuando saben poner límites y decir "no". Las personas que
aman, sin dejar de ser ellas mismas, saben apoyar al ser amado, no
tratan de someterlo, le ayudan a desarrollarse como ser humano, y
comparten un proyecto común.
Todas las personas debemos respetarnos: aceptar nuestras
diferencias, no tratar de someter al otro a las propias ideas o
sentimientos. Con algunas personas, además de respetarnos podemos

164
ser amigos, en ese caso compartimos un proyecto común, respetando
nuestros proyectos personales. En contadas ocasiones, además de
compartir amistad, podemos enamorarnos; lo que supone compartir
un sentimiento muy especial, que nos induce a desear compartir
nuestra vida. Compartir nuestra vida, amándonos, no implica que
compartamos todo, seguiremos teniendo un proyecto de vida
personal, que debemos respetar.
Amor y respeto deben ir juntos. Si el amor es maduro, se ayuda a la
persona que se ama a ser ella misma, a desarrollar su proyecto de
vida. Si es inmaduro, nos sometemos a la otra persona o la forzamos
a ser como nosotros queremos. Ya comentamos que el amor
adolescente suele ser inmaduro, posesivo, absorbente: "Si me
quieres..., deja de ser tú". "Como te quiero..., renuncio a ser yo".
Como venimos comentando, amor y respeto no se limitan a las
manifestaciones sexuales, tienen que ver con los sentimientos y los
proyectos de vida de dos personas. Las manifestaciones físicas de
amor no suponen, en principio, falta de respeto, sino todo lo contrario.
Si se aman, lo normal es que deseen manifestarse ese amor también
físicamente. El amor adolescente comienza sin roce físico. Al descubrir
su sentimiento "especial" les basta verse, mirarse, estar el uno frente
al otro, pensar en el otro, escribirse, hablarse, ensimismarse... Más
adelante, cuando se hayan comunicado su sentimiento, son normales
las manifestaciones de afecto: besos, abrazos, caricias, palabras y
gestos de cariño... Después llega el turno de las relaciones sexuales
completas, las caricias son más íntimas y la manifestación de amor
une sentimiento y pasión, deseo y afecto.
8. PUEDEN ENGENDRAR UN HIJO
Nuestros adolescentes deben reflexionar acerca de lo que puede
suceder cuando su manifestación de amor les induce a tener relaciones
sexuales completas. Saben que tememos un embarazo, que les
amenazamos y atemorizamos: "Ten cuidado si no quieres arruinar tu
vida". Pero no han pensado en la posibilidad de engendrar un hijo, sin
desearlo. Creen, sin reflexionar, que a ellos no les va a suceder.
Asumimos sus responsabilidades y decidimos por ellos lo que deben o
no deben hacer. No les inducimos a pensar qué es lo que realmente

165
desean, y lo que puede suceder. Desean amarse, pero no desean ser
padres, y sin embargo, sin una reflexión profunda, sin tomar
decisiones responsables al respecto, pueden engendrar un hijo sin
desearlo. Creyendo que a ellos no les sucederá nunca, el embarazo
aparece.
9. ¿Estás preparado para ser padre?
"¿Estoy preparado para tener un hijo?" Esta es la pregunta sobre la
que deben reflexionar. "¿Qué necesita un niño? ¿Estoy preparado para
cubrir sus necesidades en esta etapa de mi vida? ¿Qué necesito yo en
esta etapa? ¿Forma parte de mi proyecto de vida ser padre, o madre,
en la adolescencia?" Si reflexionan, comprenden que en esta etapa, ni
están preparados para ocuparse de un hijo, ni forma parte de su
proyecto ser padres. No debemos imponernos con prohibiciones o
adoctrinándoles, son ellos quienes tienen que decidir lo que deben o no
deben hacer. De lo contrario, no piensan en lo que les puede suceder,
no lo piensan, por lo tanto no ponen los medios para que no suceda.
Sin embargo, si reflexionan, comprenden que en esta etapa ni están
preparados para ocuparse de un hijo ni forma parte de su proyecto ser
padres.
10. CONTROLAR LAS RELACIONES SEXUALES
Hay padres que ni les hablan de respeto, ni les prohíben las relaciones
sexuales. Dan por hecho que las van a tener, y les insisten en el uso
del preservativo. Así no les educan para ser responsables respecto a
su desarrollo sexual. Les imponen lo que deben hacer: usar el
preservativo, en lugar de informarles y hacerles reflexionar para que
tomen sus propias decisiones.
El adolescente necesita llegar a la conclusión de que no está preparado
para afrontar la paternidad en esta etapa, por lo tanto tendrá que
evitar un embarazo no deseado y decidir cómo evitarlo. Deberá ser
totalmente consciente de la necesidad de controlar sus relaciones
sexuales de manera que el embarazo no se produzca. Tendrá que vivir
su sexualidad sin perjudicar a nadie. Por respeto a sí mismo (no está
en la etapa de ser padre), por respeto a su pareja (tampoco lo está), y
por respeto a su hijo (no dispone de la madurez necesaria para cubrir
sus necesidades), deberá esperar a ser padre cuando esté en la etapa

166
adulta. Hasta entonces tendrá que utilizar algún método de control (el
más recomendado es el preservativo, porque evita el embarazo y la
transmisión de enfermedades). Pero lo deberá decidir él, tras
reflexionar. Ella también necesita seguir el mismo proceso de
reflexión.
11. LAS CONSECUENCIAS DEL EMBARAZO, ¿SON PARA
ELLA?
Decíamos que ambos deben afrontar, con responsabilidad, sus
relaciones sexuales. Pero muchas personas piensan que, quien de
verdad debería ser responsable frente al embarazo, es ella, puesto
que para ella son las consecuencias: el hijo.
Pretender que las consecuencias son para ella, es eliminar la
responsabilidad de la paternidad. A ella se la adoctrina atemorizándola
y la previenen en contra del hombre, en lugar de ayudarla a
reflexionar acerca de la posibilidad de ser madre, de manera que
tome las medidas necesarias para evitar un embarazo no deseado, no
porque: "Ellos, si te quedas embarazada, si te he visto no me
acuerdo...", sino por respeto a sí misma y al hijo que no puede cuidar.
Si consideramos que ella es la que debe "comportarse" de manera que
el embarazo no se produzca, a él no le ayudamos a asumir la
responsabilidad de la paternidad poniendo los medios para no ser
padre. Si al quedarse embarazada decidimos que pretendía "cazarle" y
consideramos que él es una pobre víctima, nadie le induce a pensar
sobre la posibilidad de ser padre y la necesidad de tomar medidas
para evitar un embarazo no deseado, por respeto a sí mismo y al hijo
que no puede cuidar. Al pretender que él es una víctima: "Ella quiso
cazarle, a saber con cuántos habrá estado...", no le hacemos
reflexionar acerca de su responsabilidad; no tomará precauciones,
porque las precauciones se supone que no las tiene que tomar él, sino
ella. Sin embargo, si reflexiona y decide que no debe ser padre,
deberá evitar él los embarazos no deseados, en lugar de colocarse en
una situación de desventaja, permitiendo que una decisión
fundamental en su vida la pueda tomar ella, sin contar con él. Si no
desea ser padre, la responsabilidad de no serlo es suya, no de ella.
12. NO ESTÁN BIEN INFORMADOS RESPECTO A LOS
ANTICONCEPTIVOS

167
No están bien informados respecto a los anticonceptivos ni a las
posibilidades de provocar un embarazo. Algunos afirman que utilizaron
preservativo y que, sin embargo, se produjo el embarazo. Lo que
sucedió fue que no lo utilizaron a tiempo. Él eyaculó con el
preservativo puesto, pero introdujo el pene, sin preservativo, antes de
eyacular, y el fluido que segregó antes de la eyaculación, contenía
algún espermatozoide. Todavía hoy en día siguen desconociendo la
posibilidad de procrear, antes de eyacular, debido a los
espermatozoides contenidos en ese fluido. Si estuvieran bien
informados, sabrían que el jugueteo pene-vagina previo a la
eyaculación, sin preservativo, se debe evitar totalmente si pretenden
evitar el embarazo. Es fundamental que graben en su mente que no se
debe introducir el pene en la vagina sin anticonceptivo, que no debe
haber ni eyaculación ni ninguna actividad previa a la eyaculación que
suponga la introducción parcial o total del pene. Ni siquiera "la
puntita", como comentan a veces: "No me lo explico, sólo fue la
puntita"; ni "la puntita", ni ningún tipo de jugueteo pene-vagina.
Pueden disfrutar sus relaciones amorosas sin correr riesgos, no
necesitan introducir el pene en la vagina para sentir el placer de
amarse.
Hay una gran cantidad de falsedades que siguen creyéndose un buen
número de adolescentes. Creen que no se produce un embarazo las
primeras veces que tienen relaciones sexuales, o los supuestos días no
fértiles de la mujer (supuestos porque los ciclos no siempre son
exactos, suelen variar con relativa frecuencia), o que evitan el
embarazo al lavarse la vagina tras tener relaciones... Si no hablamos
con nuestros adolescentes, desconocemos la cantidad de mala
información que acumulan. Si no les escuchamos, si únicamente les
adoctrinamos pretendiendo que sigan nuestros consejos sin hacerles
reflexionar, no reflexionan, y por lo tanto no toman las medidas
preventivas necesarias.
Dialogar, informarles e inducirles a reflexionar, les ayuda a tomar
decisiones responsables respecto a su paternidad y a sus relaciones
sexuales.
13. ESTEREOTIPOS ESTABLECIDOS PARA CADA SEXO

168
Da la sensación de que ya no existe el tabú, que los estereotipos que
establecían diferencias entre el comportamiento sexual de ellos y ellas
es historia pasada, sin embargo, no es así. Se han dado pasos, pero la
confusión persiste.
Antes se disociaba el sentimiento de enamoramiento, del deseo
sexual. Al hombre se le adjudicaba el deseo, a la mujer el sentimiento.
Él era el bruto, el que daba rienda suelta a su instinto sin poder
controlarse. Ella, en cambio, no sentía ese deseo desenfrenado, su
sentimiento tenía que ver con la ternura. En las relaciones sexuales él
era el que sabía, decidía y dominaba; ella la ignorante, sin iniciativa,
sometida al hombre.
Aunque ha cambiado el panorama, después lo comentaremos, todavía
sigue vigente, con mayor o menor fuerza, el esquema anterior. Se
siguen transmitiendo las ideas que encierran algunas frases que oímos
con frecuencia: "Los hombres, cuando salen con una mujer, solo
piensan en acostarse con ella". "Me gustan todas, no puedo evitarlo,
soy hombre". "Nosotras, ya se sabe, somos más tiernas..."
Ambos, hombres y mujeres, sienten deseo sexual y ternura. Los dos
sentimientos van unidos, y los poseen ambos. El instinto sexual es tan
femenino como masculino. La mujer siente placer sexual, y desea dar
y recibir placer. En una relación amorosa él o ella desearán llevar la
iniciativa, dependiendo del momento. Ni él tiene por qué ser
impotente ni ella frígida, ambos pueden disfrutar la relación amorosa y
llegar al orgasmo.
14. EL SENTIMIENTO DE TERNURA NO ES PATRIMONIO
DE LA MUJER
La ternura no es patrimonio de la mujer. El hombre es capaz de
manifestar sentimientos y de transmitir una inmensa ternura. El
adolescente es tremendamente tierno, sus sentimientos se agudizan
notablemente al enamorarse. Sueña despierto con ella, repite su
nombre mil veces, espera horas para verla pasar, se emociona al
mirarla, le embarga la felicidad si le hace caso, le encanta atenderla,
llora si ella no le corresponde... Pero la sociedad le transmite que no
es de hombres ser tierno; que ellos son más bien insensibles al dolor
amoroso: "Ninguna merece la pena, son todas unas..." "Olvídala,

169
puedes conseguir las que quieras"...
El amor adolescente es tierno. Ambos, él y ella, sienten esa ternura,
ese sentimiento limpio, ingenuo, cargado de emoción hacia la otra
persona. Tenemos que ayudarles a defender su ternura, sobre todo a
ellos, a no sentirse ridículos si la manifiestan.
La educación machista, todavía muy vigente, considera que el hombre
se debe dedicar a conquistar mujeres, que no debe conformarse con
una. Sin embargo el adolescente no es mujeriego, se enamora y
desea ser correspondido. También es cierto que se desenamora y se
vuelve a enamorar con relativa facilidad, pero lo mismo le sucede a
ella. Están en una etapa de búsqueda, necesitan encontrar a la
persona con quien compenetrarse. Ahora bien, mientras se siente
enamorado ella es la única, y si su historia de amor se acaba, el
mundo se desploma en su interior y la vida deja de tener sentido.
El mujeriego no es el adolescente, es el adulto inmaduro. Pero la
sociedad considera normal que el hombre conquiste, o se deje
conquistar, con suma facilidad. Si una mujer es seducida por un
hombre que solo desea poseerla, se hace hincapié en la culpabilidad
de la mujer: "Ella debió tener más cuidado, ya sabía a lo que se
exponía con un hombre así". El hombre está exento de culpa: "Ya se
sabe cómo son los hombres, todos van a lo mismo..." Se da a
entender que la naturaleza del hombre les impide ser fieles a su
sentimiento amoroso, dispuestos siempre a seguir el instinto del deseo
sexual, sea con quien sea.
No es cierto que la infidelidad y la ausencia de ternura sean
consustanciales con la naturaleza del hombre. El adolescente es
intensamente tierno y fiel. Sus sentimientos hacia la persona de quien
se ha enamorado le hacen sentir una felicidad inmensa, únicamente
con esa persona, y un dolor profundísimo cuando la pierde. Pero la
fuerza de la educación que recibe: "No te merecía", "tendrás todas las
que quieras"..., contraria a sus sentimientos, le enseñan a dejar de
manifestar lo que siente. Muchos acaban ajustándose al modelo social,
se olvidan de su ternura, dejan de ser fieles a sus sentimientos y
emprenden una vida sexual donde el instinto se disocia del deseo
amoroso. Los adolescentes no deberían permitir que les arrancásemos

170
su ternura. Madurez y ternura pueden caminar juntas a lo largo de
toda su vida.
15. EL DESEO DE PLACER NO ES PATRIMONIO DEL
HOMBRE
Amor, ternura y placer son patrimonio de ambos. Sentimiento y deseo
van unidos. Sentir amor por alguien, y desear a esa persona, es lo
natural. Hoy en día muchas adolescentes saben que son capaces de
sentir deseo sexual, y no consideran que deban estar a la espera de
que él sea quien dé el primer paso. No están dispuestas a subordinarse
a ellos. Pero la sociedad todavía no acepta que ellas tengan iniciativa y
expresen sus deseos: "Son unas desvergonzadas". Da la sensación, en
muchas ocasiones, de que ellos se han convertido en víctimas de las
malas artes femeninas, que quieren complicar la existencia al
"indefenso" adolescente.
Los adolescentes no deberían aceptar el papel de brutos, insensibles,
carentes de ternura, dispuestos siempre al placer con cualquiera; ni de
víctimas de unas arpías que pretenden "cazarlos" a toda costa. Las
adolescentes no deberían aceptar el papel de frígidas, dispuestas
siempre a la ternura, pero incapaces de sentir placer; ni el de mujeres
dispuestas a todo con cualquiera.
Tendríamos que dejar de hablarles mal a ellos de ellas y a ellas de
ellos. Cada adolescente tiene que saber que está en la etapa del
descubrimiento de dos sentimientos que van a ser importantísimos en
su vida: el del enamoramiento y el del placer sexual. Si amor y deseo
van unidos, su satisfacción será infinitamente mayor que si disocian
ternura y placer. Están en una etapa de búsqueda y deben ser él y
ella, ambos, quienes se elijan uno al otro, compartiendo amor en
todas sus relaciones. Ambos pueden tomar la iniciativa y ambos
deberán saber aceptar el "no" del otro. Ambos pueden manifestar
ternura y sentir placer. Ambos, no sólo ella, deben afrontar, con
responsabilidad, sus relaciones sexuales.

171
172
Tras la adolescencia llega la juventud
1. LA JUVENTUD PUEDE SER UNA ETAPA TRANQUILA,
EQUILIBRADA.
La juventud se sitúa entre la adolescencia y la etapa adulta. Se suelen
utilizar los términos adolescencia y juventud como sinónimos, sin
embargo son dos etapas con características diferentes. La adolescencia
es una etapa conflictiva, de crisis, de dudas, de búsqueda..., la
juventud es una etapa equilibrada, tranquila. Si nuestro hijo aprendió
en la adolescencia a asumir sus responsabilidades, si no le resolvimos
la vida como si continuase siendo un niño, llegará a la juventud
tranquilo, dispuesto a afrontar su nueva etapa preparándose para
lograr su total independencia. Las constantes dudas, las crisis del
adolescente quedaron atrás. El joven, la joven, ya ha elegido, sabe lo
que quiere, ha tomado las decisiones que le encaminan hacia la
independencia definitiva de sus padres, hacia una vida que deberá
crear, organizar y financiar con autonomía.
2. ¿QUÉ APRENDIERON EN SU ADOLESCENCIA?
Recordemos que los adolescentes aprendieron a ser responsables, y
por lo tanto independientes, dentro de casa. Crearon en su cuarto un
espacio personal, íntimo, un lugar para disfrutar su soledad. También
aprendieron a quedarse solos, haciéndose cargo de todas las
actividades que forman parte de la organización de una casa. Lo que
significa que, en su juventud, podrán afrontar la vida sin sus padres si
deciden estudiar en otra ciudad, viajar para conocer otros lugares...
Dejar de vivir en la casa de sus padres se puede convertir en una
tragedia, si en la adolescencia no asumieron ninguna responsabilidad
casera; pero si supieron organizar su espacio personal y colaborar en
todas las actividades caseras, les resultará sencillo compartir piso o
residencia con otros jóvenes.
El adolescente también aprendió a organizar su vida fuera de casa,
cuando salía con sus amigos. La relación con sus padres y demás
familiares cambió. Su vida familiar se fue transformando poco a poco.
Dejó de asistir a las mismas actividades familiares que mantuvo en su
niñez. Aprendió a ponerse de acuerdo con sus padres cuando salía sin

173
ellos. Supo elegir las actividades de tiempo libre que le hacían
disfrutar y a las personas con quienes compartirlas. Si así se
comportó, en su juventud sólo debe seguir adelante por el camino
trazado en su adolescencia. Ahora ya sabe qué le gusta hacer y qué no
desea hacer. Sabrá aceptar las propuestas que le interesen y desechar
las que no desee. Sabrá decir "no" y aceptar el "no" de otros. Sabrá
ceder sin someterse. Si nos dice que va a pasar unos días con unos
amigos, podremos confiar en él. Asumirá sus responsabilidades, no
necesitaremos estar pendientes, como lo hicimos en la adolescencia,
de lo que hace, a dónde va, con quién sale... Pero si asumimos las
responsabilidades de su vida decidiendo por él, decidiendo lo que debía
o no debía hacer, si no le permitimos afrontar las consecuencias de su
manera de actuar..., seguirá siendo un adolescente en su juventud. No
podremos confiar en lo que nos diga, porque no será fiable. No sabrá
lo que quiere, se someterá a lo que decidan otros con suma facilidad.
En la adolescencia, recordemos, debimos enseñarle a ganarse, dentro
de casa, lo que necesitaba para sus gastos personales. Si así lo
hicimos, en su juventud encontrará trabajos eventuales para
estudiantes y sabrá ganar lo que necesite para cubrir sus gastos de
tiempo libre. Pero si en su adolescencia fue totalmente dependiente de
sus padres en el aspecto económico, tendrá que emprender en su
juventud el inicio de su independencia económica (está en una etapa
óptima para iniciarla o continuarla).
Respecto a su preparación profesional, si en la adolescencia supo
elegir lo que realmente deseaba hacer, si no eligieron por él, en la
juventud se puede dedicar a aprender lo que eligió sin que nadie le
tenga que presionar para que asista a clase y estudie. Sabrá organizar
su vida en general y sus estudios en concreto. Si falta a clase por
algún motivo, recuperará lo que necesite. Sabrá organizarse y asumir
la responsabilidad de prepararse para su vida laboral. No necesita que
le vigilemos.
Su vida amorosa ya no debe preocuparnos. Si aprendió en la
adolescencia a encaminarse hacia el amor maduro y hacia la
paternidad-maternidad responsables, en su juventud podemos estar
tranquilos, sabrá afrontar su o sus relaciones amorosas con madurez.

174
Pero si todavía sigue siendo posesivo, si no respeta el proyecto de vida
de la persona a quien dice amar o se somete a esa persona sin
respetar su propio proyecto de vida, si no asume responsablemente
sus relaciones sexuales y se arriesga a un embarazo no deseado, lo
que sucede es que sigue siendo un adolescente.
3. SI APRENDIERON A SER INDEPENDIENTES, NO
NECESITAN QUE LES CONTROLEMOS
La etapa realmente dura, difícil, es la adolescencia. La juventud
resulta tranquila. Es la etapa de llevar a la práctica sus decisiones, lo
elegido al final de la adolescencia. No necesitamos pactar ni negociar
continuamente. Nuestro hijo ya no es un caballo desbocado, podemos
soltar las riendas, sabe por qué camino quiere ir, no es necesario que
le guiemos constantemente. Cuando necesite consejos, opiniones,
asesoramiento, sabrá acudir a quien le pueda ayudar. Se acabó lo de
estar el adolescente en un extremo de la cuerda y nosotros en el otro,
tensándola a cada rato porque no le podemos conceder la libertad que
nos pide, porque todavía no asume sus responsabilidades. Ahora
ambos podemos soltar la cuerda. Le podemos conceder la libertad que
nos pedía en la adolescencia, porque aprendió a asumir sus
responsabilidades.
No necesita que le controlemos. Sabe organizar su vida. Por lo tanto,
cuando nos comunique lo que desea hacer podemos apoyarle, sus
decisiones están bien tomadas. No es que no se equivoque o que no
nos necesite. Su familia sigue siendo muy importante, nuestro
asesoramiento también, pero si se equivoca sabe rectificar, y si
necesita consultar algo con nosotros sabrá pedirnos ayuda. Atrás
quedó el constante tira y afloja de la adolescencia, la rebeldía porque
no quería negociar, el sentirse incomprendido cuando defendíamos un
punto de vista diferente al suyo, los pactos incumplidos porque le
costaba respetar los acuerdos... Empieza una etapa de comunicación
fluida, en la que en lugar de ir detrás del adolescente para
comunicarnos con él, podemos esperar que acuda a nosotros cuando lo
necesite.
4. ¿LLEGAN A SU JUVENTUD SIENDO TODAVÍA
ADOLESCENTES?
Es una lástima que la mayoría de los jóvenes sigan siendo

175
adolescentes al llegar a su juventud. Si a nuestro hijo, cuando fue
adolescente, no le ayudamos a asumir las responsabilidades propias
de la adolescencia, si le dimos libertad sin responsabilidad, resolvimos
su vida o decidimos por él..., no está preparado para afrontar su
juventud.
En casa no colabora, ni siquiera se ocupa de su cuarto, pero pretende
que alguien se ocupe de su desorden. Si se queda solo puede suceder
cualquier cosa, depende de lo que se le ocurra, actúa por impulsos.
Puede invitar a sus amigos y celebrar una fiesta sin considerar que
deberá ocuparse de que todo quede en orden, o puede vivir como un
pordiosero los días que esté solo sin pasársele por la cabeza que es él
quien debe mantener la casa limpia.
Probablemente no sabe lo que quiere hacer, a qué se quiere dedicar
profesionalmente. Si se matricula en la universidad (seguramente no
se matriculará él, esperará a que le matriculen) no acudirá a clase, ni
estudiará, ni se presentará a los exámenes. Todavía es irresponsable.
En su tiempo libre entablará relación con personas tan irresponsables
como él y sus actividades recreativas serán las que estén de moda,
pero pasivas. Se someterá con facilidad a lo que no le suponga el
menor esfuerzo. Será difícil que encuentre una pareja responsable, y
si la encuentra, probablemente no le durará porque será posesivo,
dependiente, agobiante.
Querrá seguir dependiendo de sus padres sin colaboración por su
parte. Pretenderá que le resolvamos la vida. Se quejará si le exigimos
que asuma sus responsabilidades o si no le damos lo que nos pide. La
comunicación será difícil y a menudo insoportable.
5. MERECE LA PENA AYUDARLES A AFRONTAR SU
ADOLESCENCIA
La situación descrita, bastante frecuente hoy en día, se puede
prolongar hasta la etapa adulta. Muchos adultos jóvenes, que viven
con sus padres, se comportan como adolescentes irresponsables. Sus
padres conviven con un hijo "adulto", que en realidad sigue siendo un
adolescente. Puede haber acabado sus estudios e iniciado un trabajo,
pero es dependiente. Pretende que le resuelvan la vida ocupándose de
su ropa, de su comida, de la limpieza de lo que utiliza..., sin ningún

176
aporte por su parte.
Esta situación no tiene nada que ver con la naturaleza del ser humano,
sino con la pésima educación recibida. No se enseña a los padres a
educar a sus hijos para que sean autónomos y asuman sus
responsabilidades. No se les enseña que deben dejarles tomar
decisiones, ponerles límites y permitir que vivan las consecuencias de
su manera de actuar. Les sobreprotegen, les evitan esfuerzos, dejan
que sean consumistas, que reciban sin dar... Lo hicieron con buena
voluntad, pero no educaron a sus hijos para que supieran afrontar su
vida y no saben afrontarla, siguen siendo dependientes. Tendrán que
enseñarles, cuanto antes, todo lo que debieron aprender en su
adolescencia, para ayudarles a madurar.
Merece la pena hacer el esfuerzo de ayudarles a vivir su adolescencia
asumiendo sus responsabilidades, a pesar de lo costoso, de lo pesado
que puede resultar negociar con los adolescentes. Pero al final de la
etapa, ellos y nosotros, obtendremos la recompensa: un hijo
independiente, equilibrado, maduro, responsable. Un joven
adolescente es insoportable, un joven que ha superado la adolescencia
es adorable. Realmente merece la pena vivir intensamente la
adolescencia, para lograr los objetivos de esta etapa y estar
preparados para afrontar, con total tranquilidad, la etapa siguiente, la
juventud.
Como venimos comentando, al llegar a la adolescencia se provocan
cambios drásticos que no sabemos cómo afrontar. Si no aceptamos
que nuestro hijo está creciendo, que tiene que cambiar, que ya no
podemos seguir tratándole como si fuese un niño; que necesita crecer,
independizarse y asumir nuevas responsabilidades; se siente
incomprendido y se muestra cada vez más rebelde, más arisco, más
agresivo. La relación con él es sumamente desagradable.
El adolescente necesita a alguien que le ayude a asumir sus cambios, a
comprender lo que está sucediendo, a comprender ese mundo nuevo
que se abre ante él. Alguien que le ayude a descubrir su nueva
identidad y a aceptar a las personas diferentes a él. Alguien que le
acompañe en su búsqueda y que le ayude a crecer, a independizarse, a
tomar decisiones. Esa persona debe ser alguien con autoridad, no

177
debe ser una persona autoritaria ni permisiva.
Transmitir a nuestros hijos mensajes que les animen a asumir sus
responsabilidades y a esforzarse, saber dialogar con ellos, ponerles
límites, pactar, ceder, establecer acuerdos..., es importantísimo. Pero
lo que tiene más importancia a la hora de educar es mantener una
actitud segura, firme y comprensiva, la actitud de las personas con
autoridad, no autoritarias ni permisivas. Aunque ya hemos hablado de
las tres actitudes a lo largo de los diferentes capítulos de este libro,
resumiremos aquí las características de cada actitud para que
descubramos en cuál estamos situados y decidamos en cuál deseamos
estar, poniendo los medios para lograrlo.

178
179
Nuestra actitud
Como venimos comentando, al llegar a la adolescencia se producen
cambios drásticos que no sabemos cómo afrontar. Si no aceptamos
que nuestro hijo está creciendo, que tiene que cambiar, que ya no
podemos seguir tratándole como si fuese un niño, que necesita crecer,
independizarse y asumir nuevas responsabilidades, se siente
incomprendido y se muestra cada vez más rebelde, más arisco, más
agresivo. La relación con él es sumamente desagradable.
El adolescente necesita a alguien que le ayude a asumir sus cambios, a
comprender lo que está sucediendo, a comprender ese mundo nuevo
que se abre ante él. Alguien que le ayude a descubrir su nueva
identidad y a aceptar a las personas diferentes a él. Alguien que le
acompañe en su búsqueda y que le ayude a crecer, a independizarse, a
tomar decisiones. Esa persona debe ser alguien con autoridad, no
debe ser una persona autoritaria ni permisiva.
Transmitir a nuestros hijos mensajes que les animen a asumir sus
responsabilidades y a esforzarse, saber dialogar con ellos, ponerles
límites, pactar, ceder, establecer acuerdos... es importantísimo. Pero
lo que tiene más importancia a la hora de educar es mantener una
actitud segura, firme y comprensiva, la actitud de las personas con
autoridad, no autoritarias ni permisivas. Aunque ya hemos hablado de
las tres actitudes a lo largo de los diferentes capítulos de este libro,
resumiremos aquí las características de cada actitud para que
descubramos en cuál estamos situados y decidamos en cuál deseamos
estar, poniendo los medios para lograrlo.
1. ACTITUD AUTORITARIA
Somos autoritarios cuando imponemos a los adolescentes nuestro
criterio sin tener en cuenta su punto de vista, cuando no estamos
dispuestos a ceder porque no aceptamos que sus gustos y opiniones
sean diferentes a las nuestras. Es normal que les guste vestirse,
peinarse y arreglarse de una manera que muy poco tiene que ver con
nuestros gustos personales. Es normal que pretendan decorar y
organizar su cuarto a su gusto, no al nuestro. Es normal que pretendan
organizar su vida siguiendo un horario mucho más personal que en la

180
etapa anterior, y que las actividades familiares se modifiquen. Las
personas autoritarias no aceptan el cambio de sus hijos, critican su
deseo de independencia y tratan de someterles, acentuando así su
rebeldía e imposibilitando la comunicación.
La actitud autoritaria ha sido históricamente, y sigue siendo en la
actualidad, la más frecuente, sobre todo en la adolescencia. No nos
enseñaron a convivir respetando nuestras diferencias ni a resolver
nuestros conflictos dialogando. Aprendimos a imponernos, a decidir
por el otro, y eso hacemos. La respuesta a la actitud autoritaria de los
padres suele ser una actitud, también autoritaria, por parte del hijo
adolescente.
Las personas autoritarias se enfadan habitualmente con su hijo. La
relación de los adultos autoritarios con el adolescente se convierte en
una batalla continua. Cuando no les parece bien su comportamiento
gritan y dan órdenes. No escuchan, no dialogan. Su actitud es agresiva
y arbitraria. Cuando el hijo llega a la adolescencia, la relación con el
padre autoritario se encamina hacia una incomprensión y una
incomunicación cada vez mayor.
La persona autoritaria trata de imponerse. No valora la capacidad del
adolescente para reflexionar, tomar decisiones coherentes y asumir
sus responsabilidades. El padre autoritario potencia la obediencia ciega
y la disciplina impuesta. Pretende que su hijo le obedezca sin darle la
opción de opinar, de expresar sus deseos cuando no coinciden con los
suyos. Cree saber lo que le conviene a su hijo, sin aceptar que decida
su propio camino: "Los adolescentes no saben nada de la vida,
tenemos que impedir que vayan por caminos equivocados...". Todo lo
hace "por el bien de su hijo", pero no le escucha, no tiene en cuenta su
opinión ni sus sentimientos. La única opinión posible es la suya.
Sentencia, adoctrina, impone a su hijo la manera "correcta" de actuar.
No admite errores. Si su hijo no logra lo que él desea, le critica, le
descalifica, le desprecia. No cede, ni pacta. Impone castigos arbitrarios
y utiliza la amenaza con frecuencia: "Te quedas sin paga". "No sales el
fin de semana". También impone premios para que su hijo logre lo que
él desea. Quiere resultados inmediatos y exige esfuerzo. Pero cuando
el adolescente consigue algo, no lo valora, considera que es su

181
obligación. Es una persona exigente, pero no comprensiva. Transmite
inseguridad.
2. EL ADOLESCENTE AUTORITARIO
El adolescente autoritario actúa con la misma actitud que acabamos de
comentar. Trata de imponerse a sus padres. Pretende que acepten lo
que él desea sin escucharles, sin admitir una opinión en contra. No es
dialogante, no tiene en cuenta los sentimientos de sus padres,
considera su opinión la única admisible. Pretende que le autoricen a
hacer todo lo que quiere: que le dejen salir sin comentar a dónde y
con quién, que financien sus gastos... Ni cede ni admite pactos,
pretende imponerse. Considera que sus padres se deben someter a
sus deseos, concediéndole todo lo que pide: "Es su obligación, yo no
les pedí nacer". Exige sin dar. No admite fallos. Si sus padres fallan, les
critica, les desprecia. Si actúan correctamente, no les valora: "Es su
obligación".
Su actitud es agresiva. Se enfada, grita y emplea la violencia con
frecuencia. Su comportamiento, en muchas ocasiones, responde al de
las personas tiranas, descontroladas, agresivas y arbitrarias. Es
exigente, pero tremendamente incomprensivo. Aunque aparenta una
gran seguridad, es una persona muy insegura.
Hubiese sido más fácil ayudarle a controlar su agresividad y su
autoritarismo en las etapas anteriores, pero está a tiempo de rectificar
su actitud. Si somos personas con autoridad, no autoritarias, le
podemos ayudar a adquirir seguridad, a controlarse, a reflexionar, a
ponerse en el lugar de los demás. Podemos ayudarle siguiendo las
indicaciones sugeridas en los diferentes capítulos de este libro.
3. ACTITUD SOBREPROTECTORA O PERMISIVA
Las personas sobreprotectoras hablan del adolescente como si todavía
fuese un niño. No le animan a crecer, a independizarse. Resuelven la
vida de su hijo, le facilitan todo lo que pide, no le ponen límites. Dejan
que consiga lo que quiera sin el menor esfuerzo. Le dan todo a cambio
de nada. Permiten que no asuma ninguna responsabilidad. Se ocupan
de resolver sus actividades cotidianas: organizan y ordenan su cuarto,
recogen el cuarto de baño cada vez que lo utiliza, le preparan todas las
comidas, se ocupan de su ropa, incluso le hacen la maleta. Le compran

182
todo lo que necesita y también lo que no necesita, sus caprichos... Le
resuelven la vida sin pretender que colabore, que se esfuerce. Le
dejan hacer "su vida" sin tener en cuenta a las personas con las que
convive.
Justifican, siempre, los errores de su hijo. Le disculpan culpando a
otros. Su hijo nunca hace nada censurable, los culpables son los otros,
los compañeros de su hijo, que son unas malas personas: "Mi hijo es
incapaz de hacer daño a nadie, incapaz de drogarse, de beber más de
la cuenta, de insultar, de faltar el respeto...". No le ponen límites ni le
exigen esfuerzos, al contrario, evitan que se esfuerce porque no le
suponen capaz de afrontar su vida.
No dialogan con el adolescente, se limitan a resolverle la vida sin que
tenga que expresarse. Cuando les pide algo se lo conceden siempre.
Le dan todo lo que pide: ropa, dinero, permisos... porque: "Es tan
buen estudiante que no le podemos negar nada" o "los demás padres
también se lo dan..." o "No se lo merece, pero no sabemos qué hacer,
es nuestro hijo". Con esta frase "Es nuestro hijo...,": justifican el hecho
de darle todo, de no exigirle nada, de ceder siempre. En ocasiones, se
quejan de lo poco que estudia, de lo mucho que sale..., pero le siguen
dando paga y libertad para salir. Consienten que haga lo que quiera,
para evitar enfrentamientos.
Los padres sobreprotectores intentan evitar que sus hijos se
equivoquen. Quieren evitarles las consecuencias negativas que se
derivan de los errores. Pretenden que no lo pasen mal, pero les
impiden afrontar su vida. Muchos padres, cargados de buena voluntad,
frenan el desarrollo de sus hijos, dificultan su crecimiento, no les
ayudan a tomar las decisiones que les permitirían ser más
independientes. Al sobreprotegerlos, inhiben la personalidad de sus
hijos.
La sobreprotección es una forma profundamente egoísta de ofrecer
amor, porque al no ayudar a nuestros hijos a afrontar su vida, los
mantenemos atados a la nuestra. No debemos evitar que se
esfuercen. Nuestro adolescente debe afrontar su vida con todo el
esfuerzo que le suponga. Debe vivir sus propias experiencias y
aprender de ellas. Necesitará múltiples ensayos para rectificar sus

183
errores. Necesita, como venimos repitiendo, que dialoguemos con él
acerca de lo que puede y lo que no debe hacer, las normas y límites de
su vida, y que pactemos las consecuencias de su forma de actuar.
Podrá reflexionar, decidir, actuar y acertar, o equivocarse y rectificar.
Pero para ello necesita que no le sobreprotejamos, que le permitamos
crecer, que aceptemos que afronte esta etapa de su vida con sus
riesgos, sus dificultades, sus costos, sus esfuerzos, y también con la
alegría, la libertad, el disfrute que conlleva.
La persona sobreprotectora tiene una actitud aparentemente sumisa,
sacrificada. Se ofrece al adolescente para lo que necesite, y a menudo
se somete al hijo, se deja tiranizar. Pero se queja, adopta una actitud
victimista porque lo da todo y no hacen lo mismo por ella, no se siente
correspondida.
Las personas sobreprotectoras cargan con el peso de las personas a
quienes protegen, un peso que no les corresponde; y acaban siendo
una carga para sus protegidos, a quienes crean una dependencia
emocional que dura toda la vida.
4. EL ADOLESCENTE SOBREPROTEGIDO Y
SOBREPROTECTOR
La actitud de la persona permisiva, potencia la desidia, la indisciplina y
la tiranía del adolescente. Éste considera que todos deben resolver su
vida sin aportar el menor esfuerzo. Se cree generoso cuando invita a
sus amigos con el dinero de sus padres, o cuando les ofrece la casa de
sus padres sin consultar y sin colaborar mínimamente en la recogida
de lo que han utilizado. Vive fuera de la realidad porque no le han
ayudado poniéndole límites.
El adolescente educado en la permisividad sí se comunica, pero sólo
para pedir, para conseguir lo que quiere. Ni escucha, ni pacta. Crece
dependiente, no madura. Seguirá dispuesto a seguir dependiendo de
sus padres, alcanzada la etapa adulta. La sobreprotección no le
permite crecer seguro, capaz de afrontar su vida.
El adolescente también puede adoptar una actitud permisiva o
sobreprotectora. Es el adolescente al que le falta fuerza, rebeldía.
Deja que otros impongan su criterio y lo acepta sin resistencia.
Protege a los que considera sus amigos, sin exigirles nada. Evita que

184
"su amigo" se esfuerce; él hace todo, cede siempre, se somete, se
declara culpable aunque no lo sea. Le disculpa, justifica todos sus
errores, no le pone límites, no saben decir "no", permite el chantaje
emocional sin resistencia: "Hazlo por mí, soy tu amigo". Se sacrifica
por sus amigos, pero también se queja. Espera que se comporten con
él como él lo hace con ellos, pero sin tener que pedirlo, sólo porque se
lo merece: él lo da todo...
5. ACTITUD DE LA PERSONA CON AUTORIDAD
Los adolescentes necesitan a alguien que sepa guiarles por esta etapa,
una etapa fundamental en la vida del ser humano, con autoridad, sin
autoritarismo y sin sobreprotegerles.
Las personas con autoridad comprenden que el adolescente necesita
crecer, madurar, hacerse más autónomo y responsable. Consideran
que ya no es un niño y que necesita más libertad, por lo que deberá
asumir mayores responsabilidades. Creen en la nueva capacidad de
autonomía del adolescente y quieren ayudarle a conseguirla.
Comprenden que necesita desprenderse de sus padres, y le facilitan el
camino permitiendo que disponga de un espacio y un tiempo personal;
pero a su vez le exigen que asuma sus responsabilidades. Podrá estar
en su cuarto, se podrá quedar solo en casa, no compartirá tantas
actividades familiares ni dentro ni fuera de casa, pero se ocupará de
organizar y ordenar su cuarto, colaborará con la familia en las
actividades caseras, se ocupará de mantener en orden la casa y de
realizar las actividades domésticas cuando esté solo; y pactará su
asistencia a las diferentes reuniones familiares. Podrá organizar su
horario personal de acuerdo a sus necesidades y teniendo en cuenta a
las personas con las que convive, pero se tendrá que comprometer a
llevarlo a la práctica.
Las personas con autoridad son comprensivas y saben dialogar.
Comprenden que el adolescente está en una etapa de cambio, de
búsqueda de su identidad, y que eso le provoca dudas,
contradicciones, inseguridad. Comprenden que es normal que cometa
errores y le ayudan a rectificar sus fallos. Cuando dialogan escuchan a
su hijo, no le abordan sin escucharle. Dejan que exprese sus
opiniones, sus deseos y sentimientos..., y los tienen en cuenta.

185
Escuchan y ceden, pero también saben poner límites y no ceder
cuando no deben hacerlo. Saben decir "no" sin ser agresivas. Animan
al adolescente a lograr lo que se propone y le felicitan cuando lo logra.
Le animan a esforzarse y valoran su esfuerzo. Admiten sus errores y le
ayudan a superarlos permitiendo que viva las consecuencias de su
forma de actuar o pactando consecuencias que le permitan conseguir
lo que le cuesta. No son personas arbitrarias. Son firmes, coherentes y
exigentes en el cumplimiento de lo pactado. Las consecuencias se
cumplen siempre. Valoran la disciplina interna, no la impuesta.
Su actitud es tranquila. No se enfrentan con el adolescente poniéndose
a su nivel, actuando como adolescentes. En lugar de enfadarse y
gritar, hablan; en lugar de quejarse, actúan; en lugar de repetir todo
mil veces, lo dicen una sola vez para recordar lo pactado. Permiten
que el adolescente recorra su etapa aprendiendo a desprenderse de
sus padres para construir su propio camino.
6. EL ADOLESCENTE CON AUTORIDAD
El adolescente con autoridad, no autoritario ni permisivo, se esfuerza
para lograr la libertad que pretende, en casa y fuera de casa. Asume
sus responsabilidades, sabe organizar su vida y no pretende que otros
se la resuelvan. Quiere ser cada vez más independiente, más libre, y
por lo tanto afronta sus obligaciones. Colabora con las personas con
quienes convive y comprende que debe costearse sus gastos haciendo
el esfuerzo de ganarse lo que le dan. Organiza sus estudios y se
informa para elegir su futuro profesional. En su tiempo libre es activo,
disfruta haciendo deporte, en contacto con la naturaleza y realizando
actividades recreativas con su grupo de amigos. Sabe qué le gusta y
qué no le gusta. Si se aburre, no echa la culpa a otros. Se sabe
entretener con otras personas y también disfruta su soledad. Para
resolver sus conflictos con las personas que conoce, dialoga y pacta; y
no cae en la provocación de personas desconocidas.
Es abierto, comprensivo y dialogante con los demás. Acepta los
diferentes puntos de vista y sabe pactar. Sabe expresar tanto lo que
desea hacer, como lo que no está dispuesto a hacer. Sabe defender su
punto de vista y decir "no" a sus propios amigos. Sabe ceder sin
someterse. Es tolerante y solidario, pero no permite que le impongan

186
cómo debe ser. No se somete a ser al gusto de otros. Se esfuerza para
lograr conocerse, para saber qué desea hacer y asumir sus
responsabilidades. Se esfuerza por ser cada vez más él mismo, cada
vez más autónomo, más independiente de su familia porque debe
aprender a valerse por sí mismo. Le va a costar tomar decisiones, y
actuar de acuerdo a sus propios pensamientos y sentimientos sin ceder
a chantajes emocionales. Pero al final de la etapa logrará actuar con
criterio propio. Lo logrará con su esfuerzo y nuestra ayuda. No
olvidemos que el adolescente nos necesita para desprenderse de
nosotros y afrontar su vida abriéndose a los demás

187
188
Los adolescentes y la educación escolar
Los adolescentes necesitan sentirse partícipes de su vida, poder opinar,
que se les tenga en cuenta. Por lo tanto necesitan que les demos la
oportunidad de participar en las decisiones que afectan a su vida
escolar.
Nos enemistamos con los adolescentes por no dejarles opinar, por
tomar decisiones sin contar con ellos, cuando precisamente están en la
etapa de filosofar, opinar, debatir, confrontar, y rebelarse. También en
la de ceder y pactar, llegar a acuerdos y asumir las consecuencias de
su manera de actuar. Llevar la contraria a los adolescentes conduce a
una batalla continua. Comprenderles, dialogar y pactar con ellos es el
camino para ponerse de acuerdo y convivir sin acritud.
Se debería dialogar con los adolescentes para llegar a acuerdos acerca
de los temas que suelen resolver los adultos sin contar con ellos,
acerca de:

. Su manera de arreglarse, que desean que sea diferente a la de los


alumnos de la etapa anterior.
. La organización de su vida para asumir, entre otras, sus
responsabilidades académicas.
. Sus normas de comportamiento.
. La manera de resolver sus conflictos, dialogando y pactando.
. La adquisición de los aprendizajes académicos a través del debate y
la confrontación de opiniones.
. La elección de su futura profesión en función de sus intereses y
capacidades.

Si en lugar de imponernos les ayudamos a tomar decisiones


responsables, los adolescentes son capaces de asumir sus
compromisos y no provocamos su rebeldía. Cualquier relación resulta
muy difícil cuando no hay comprensión. Pero la relación con los
adolescentes resulta especialmente conflictiva cuando no se sienten
comprendidos. Cuando descubren que los adultos les imponen todas
las normas de comportamiento que deben regir su vida escolar, sin

189
contar con ellos, se rebelan mostrando actitudes desidiosas y, muchas
veces, agresivas.
1. CÓMO AYUDARLES A ESTABLECER SUS NORMAS DE
COMPORTAMIENTO
Sin duda, los adolescentes tienen capacidad para tomar decisiones
acerca de cómo deben comportarse. Pero la mayoría de los centros
escolares les imponen las normas que rigen su vida. No les piden su
opinión, piensan por ellos. En lugar de imponérselas, se tendrían que
negociar la mayoría de las normas. Imponer y prohibir no es la
manera de crear un clima propicio para la buena relación con los
adolescentes. Pueden afrontar sus responsabilidades, sin que nadie se
las imponga.
Si se les da la oportunidad, saben establecer las normas que necesitan
respetar para progresar en sus estudios y mejorar su
comportamiento:

. Prestar atención al profesor.


. No distraer ni molestar a los compañeros.
. Hacer las tareas escolares y entregar los trabajos en la fecha
acordada.
. Hablar con control, sin gritar, insultar...

Veamos un ejemplo. En el centro escolar, uno de los motivos de


conflicto es el aspecto externo de los adolescentes. Ellos se quieren
identificar con su grupo y desean manifestarlo de una manera explícita
mostrando una imagen que provoca nuestro rechazo. Nosotros
tratamos de imponernos con normas que van en contra de sus gustos
personales y les amenazamos con diferentes sanciones. En lugar de
actuar así, deberíamos hacerles sentir que comprendemos su
necesidad de ser tratados como adolescentes, no como niños; su
necesidad de diferenciarse, como grupo, y su capacidad para tomar
decisiones. Les deberíamos pedir que expresen cómo desean
arreglarse. Tras escucharles, expondremos lo que estamos dispuestos
a aceptar y lo que no nos parece oportuno aceptar. Finalmente nos
ponemos de acuerdo cediendo ambos, pactamos. Al pactar

190
establecemos sus normas de comportamiento y sus límites: qué se
permite y lo que no se permite respecto a su arreglo personal.
Ambos, adolescentes y adultos, tenemos que ceder para ponernos de
acuerdo, para convivir sin agredirnos. Debemos comprender que
vivimos etapas diferentes y que es normal que nuestros gustos no
coincidan. Al ceder, les mostramos que les aceptamos como son,
diferentes al niño de la etapa anterior y al adulto que no quieren
parecerse. Les mostramos que aceptamos que sean diferentes. Pero
también nosotros somos diferentes y tenemos puntos de vista que no
coinciden con los suyos. Por lo tanto, tendrán que aceptar que en
ocasiones no coincidamos y que necesitemos concertar nuestras
opiniones diferentes. También ellos tendrán que ceder.
Una vez establecida una norma de comportamiento, se deberá
establecer también la consecuencia para los que incumplan la norma.
La consecuencia la pueden proponer ellos mismos pretendiendo
siempre ayudar, no castigar, a los que les cueste cumplir la norma.
Como hemos señalado en varios capítulos de este libro, las
consecuencias no son castigos. Se deben proponer como verdaderas
ayudas para que a los que les cuesta cumplir una norma consigan
hacer el esfuerzo que necesitan.
Al permitir que los adolescentes reflexionen y tomen decisiones, no
estamos permitiendo que hagan lo que les dé la gana, sino todo lo
contrario, permitimos que asuman sus responsabilidades. Si nosotros
decidimos por ellos, no se sienten responsables de nuestras
decisiones, sino ofendidos por haber decidido sin contar con ellos.
Tratarán de incumplir lo que les imponemos, de engañarnos y de
burlar las normas impuestas. Serán cada vez más indisciplinados.
2. DEBATIR SUS NORMAS EN GRUPOS REDUCIDOS
Actualmente, en algunos centros escolares se permite a los
adolescentes que establezcan sus normas de comportamiento. Se pide
a todo el grupo que decida cómo deben comportarse con el
profesorado, con sus compañeros, respecto a los aprendizajes
académicos, los trabajos que deben presentar, las evaluaciones, etc.
Pero no se les anima a reflexionar, a presentar sus propuestas, a tener
en cuenta las diferentes opciones, a debatirlas y a llegar a acuerdos

191
que respeten las opiniones diversas. Más bien se pretende que
propongan las mismas normas que habrían establecido los adultos, sin
debate, sin oposición, con todos a favor. Cuando se actúa así lo que
sucede es que hablan unos pocos, muy pocos, los que opinan como los
adultos, y los demás se someten a esos pocos sin reflexionar o no
participan porque saben que van a ser mal calificadas las opiniones
diferentes.
Para que la participación no sea un simulacro, sino un acto de
auténtica reflexión, un debate acerca de opiniones diversas que les
lleve a tomar decisiones responsables, no se debería pedir la
participación de todo el grupo a la vez. Para que participen todos, se
debe comenzar por debatir en grupos muy reducidos, de 4 o 5
alumnos. Cuando estén organizados en pequeños grupos, les podemos
proponer que debatan acerca de los temas de autonomía personal o
de convivencia, que afectan a su vida escolar. Pueden proponer
arreglarse de manera diferente a los alumnos menores, aceptando
determinados límites; o que todos respeten determinadas normas de
comportamiento para que la clase funcione: ser puntual, prestar
atención al profesor, no distraer a los compañeros...; o que se
eliminen normas que no son transcendentales. También pueden
establecer qué consecuencias deberán afrontar los que molesten en
clase, lleguen tarde o no hagan los trabajos..., pero siempre con la
idea de ayudarse entre ellos, no con la de ser cómplices de un sistema
autoritario que impone disciplina a base de castigos.
En resumen, para ayudarles a establecer sus normas de
comportamiento:

. Partimos de la comprensión: comprendemos que son capaces de


tomar decisiones responsables respecto a sus normas de
comportamiento.
. En grupos de 4 o 5 alumnos debaten y formulan sus propuestas.
Proponen las normas de comportamiento que deben regir su vida
escolar para lograr un buen rendimiento académico.
. Escuchamos sus propuestas y las aceptamos total o parcialmente.
Si no aceptamos la totalidad de sus propuestas, nos ponemos de

192
acuerdo, cediendo ambas partes.
. Se establecen las normas y los límites: lo que pueden hacer y lo
que no está permitido.
. Se establecen las consecuencias para ayudar a los que les cuesta
cumplir las normas establecidas por el grupo.
. Les animamos a colaborar entre ellos para lograr lo que se propone
el grupo.

3. COMO AYUDARLES A RESOLVER SUS CONFLICTOS


Cuando surgen conflictos entre los alumnos son los propios
adolescentes quienes deben resolverlos, aunque todavía necesiten
nuestro apoyo. En grupos reducidos, de 4 ó 5 alumnos, inician su
reflexión sobre la manera de prevenir y abordar sus conflictos. Les
debemos proponer que se comuniquen sus sentimientos desde el
punto de vista del agredido y del agresor (cómo me siento cuando me
agreden, cómo se sienten los demás), para establecer posteriormente
sus normas de convivencia. Las establecen en los diferentes grupos y,
tras una puesta en común, se decide una norma única para todos.
En general, cuando surgen conflictos los resuelven los adultos sin
contar con los adolescentes, sin tener en cuenta su capacidad para
confrontar opiniones, ponerse de acuerdo y asumir las consecuencias
de su manera de actuar. No se cuenta con ellos y se adoptan actitudes
autoritarias y agresivas. O se hace caso omiso ante sus conflictos
permitiendo que los resuelvan a su manera, agrediéndose entre ellos
o sometiéndose unos a otros.
A veces se crean comisiones de disciplina con los propios alumnos que
son, en definitiva, una copia del sistema autoritario adulto. Los
alumnos, elegidos en asamblea, son los encargados de controlar que
sus compañeros mantengan el comportamiento deseado por los
adultos, formando parte de comisiones que censuran y castigan las
conductas no deseadas. Les convertimos en cómplices del sistema.
Hacen de jueces. Son un juez más, no líderes que faciliten la
comunicación y la resolución de conflictos sin agredirse. En la mayoría
de las ocasiones, los adolescentes, como no quieren asumir la tarea de
"cómplices del profesor", eligen a su representante entre los

193
compañeros que no asumen un papel activo, entre los alumnos que no
actúan como represores pero que tampoco ayudan al grupo que
representan.
Para que las asambleas de alumnos sean productivas y nombren
responsablemente a los que van a representarles, y para que los
representantes asuman un papel activo facilitando la convivencia entre
sus compañeros, es necesario que les asignen tareas concretas, bien
definidas, sobre su papel como líder del grupo, y que todos estén
habituados a opinar, debatir, confrontar y pactar. Esto se puede lograr
reflexionando en grupos reducidos para que todos se escuchen y
opinen. Es importante que comprendan lo que supone elegir a alguien
que los represente, y para el que represente a todo el grupo lo que
supone ser elegido.
Sin embargo, para resolver sus conflictos no es el representante del
grupo sino todos los alumnos quienes deben reflexionar, analizar,
exponer y escuchar los diferentes puntos de vista, y aprender a ceder,
o a no ceder cuando ceder implique someterse. Todos necesitan
aprender a analizar sus sentimientos y a confrontar sus diferentes
puntos de vista para pactar sus normas de convivencia y ayudarse,
entre ellos, a respetarlas. Para resolver sus conflictos de convivencia:
insultos, robos, rechazo al que destaca en algo, al débil, al diferente...
En lugar de lanzarles un discurso sobre cómo deben actuar o nombrar
una comisión para que decida por todo el grupo, se les debe proponer
que, en grupos reducidos, todos reflexionen:

. Cómo me siento cuando me insultan, rechazan...


. Cómo se sienten los demás.
. Qué norma de convivencia deberíamos establecer teniendo en
cuenta las diferentes opiniones y sentimientos.
. Qué consecuencia ayudaría al que le cuesta cumplir la norma.

4. ADQUIRIR CONOCIMIENTOS CONFRONTANDO


OPINIONES EN GRUPOS REDUCIDOS
En realidad el debate en pequeños grupos debería darse siempre, no
sólo cuando tengan que debatir temas de comportamiento, sino

194
también para facilitar y mejorar el aprendizaje académico. De hecho,
la disposición de los pupitres en el aula no debería ser en filas, unos
detrás de otros, sin posibilidad de comunicarse. Si pretendemos que
estén siempre atentos al profesor y que su participación no se limite a
responder a sus preguntas, deberíamos aprovechar el enorme
potencial que supone la comunicación y la ayuda mutua para adquirir
conocimientos y mejorar su convivencia.
Después de exponer un tema, las actividades que propone el profesor
se tendrían que resolver individualmente, para confrontarlas
posteriormente entre los propios compañeros. Así podrían comprobar,
entre ellos, qué entendieron o qué no comprendieron, y se podrían
ayudar a resolver sus dudas. De nada sirve que el profesor confirme,
al revisar los trabajos, que no comprendieron, que no saben. Lo
importante es que lo que no sepan, lo puedan aprender debatiendo,
ayudándose mutuamente. En los pequeños grupos se ayudan a
comprender lo que no han entendido, aprenden a colaborar y
profundizan o amplían sus conocimientos al entrar en debate.
Mientras los alumnos confrontan sus conocimientos y debaten, el
profesor guía el proceso haciendo preguntas que animan a la reflexión
y a la confrontación de opiniones hasta adquirir los conocimientos.
Acabada la confrontación en los pequeños grupos, se llega a la
conclusión oportuna.
Cuando se debate un tema con todo el grupo, por muy participativo
que pretendamos hacerlo, hablan únicamente unos pocos y el resto
calla por no querer opinar públicamente, porque en ese momento no
estaban atentos o por otros motivos. Sin embargo, cuando se debate
en grupos pequeños todos participan, todos intervienen opinando, no
se sienten cohibidos y les resulta sencillo manifestar interés y estar
centrados en el tema que debaten.
El aprendizaje académico consta de tres pasos básicos:

1. Explicación del profesor.


2. Proceso de aprendizaje del alumno. Supone un proceso de
ensayo-error hasta lograr el aprendizaje. Consta de dos pasos:
a) Trabajo individual.

195
b) Confrontar y debatir con los compañeros para adquirir
conocimientos, corregir errores, mejorar lo que saben...
3. Resultado.

Habitualmente se hace hincapié en los puntos 1 y 3. El profesor explica


un tema y pone ejercicios exigiendo resultados correctos sin haber
dado a los alumnos la oportunidad de rectificar sus errores
confrontando sus trabajos. Sin embargo, para llegar al resultado
correcto, esto es, para lograr un aprendizaje, el proceso de ensayo-
error es fundamental.
Tras la explicación de un tema, el profesor debería proponer a sus
alumnos un trabajo que deben resolver en primer lugar
individualmente. Después, en grupos de 4 o 5 alumnos exponen lo que
ha hecho cada uno, lo confrontan y entran en debate para ampliar sus
conocimientos y corregir sus errores hasta que todos llegan al
resultado, al aprendizaje.
El profesor guía el proceso recorriendo los grupos de debate,
interviniendo con preguntas que les ayude a clarificarse, o con nuevas
explicaciones a todo el grupo si comprueba que la mayoría está en el
error.
5. ENSEÑARLES A ORGANIZAR SU ESTUDIO
En la mayoría de los centros escolares se pide a los alumnos que
estudien o que realicen determinados trabajos, en casa, sin haberles
enseñado cómo deben hacerlo. Es imprescindible que aprendan a
realizar, en el aula, cualquier actividad que se les proponga realizar en
casa. Se les deben enseñar técnicas de estudio para cada área de
aprendizaje. Pero no es suficiente con enseñarles dichas técnicas. Para
ayudarles a organizar su estudio deben saber planificar su horario
personal. Para ello, se pide a los adolescentes que planifiquen su
horario, el horario que cada uno necesita seguir desde que se levanta
hasta que se acuesta, incluyendo las actividades cotidianas
(despertarse con despertador, arreglarse...), su tiempo de estudio y su
tiempo libre. Después confrontan su horario con el de sus compañeros
para aportar y recibir ideas de planificación. A los adolescentes les
debemos animar a reflexionar sobre lo que necesitan hacer y cómo

196
deben organizarse para desarrollar su vida. El diálogo entre ellos
facilita el proceso. (En el libro dedicado a la niñez se explica cómo
enseñar a planificar el horario general y el tiempo de estudio en
concreto. En este libro, se dedica un capítulo a enseñarles a organizar
su vida).
La organización de su horario personal forma parte de la enseñanza de
las técnicas de estudio que les permiten ser plenamente autónomos al
afrontar sus tareas escolares, independizándose totalmente de sus
padres en este aspecto de su vida.
Para ayudarles a organizarse en su estudio tenemos que enseñarles:

. A planificar su horario personal, incluyendo sus actividades


cotidianas, su tiempo de estudio y su tiempo libre.
. A confrontar su horario personal con el de sus compañeros para
aportar y recibir ideas de planificación.
. Técnicas de estudio para las diferentes áreas de aprendizaje.

Otro aspecto a tratar con los adolescentes es su futuro profesional.


Necesitan orientación y debemos dársela teniendo en cuenta sus
intereses y aptitudes, y que son ellos, no sus profesores ni sus padres,
quienes deben elegir su futura profesión. En el capítulo 7 se ha tratado
este tema. Las indicaciones que se dan en dicho capítulo pueden servir
de orientación para debatir el tema del futuro profesional de los
adolescentes y ayudarles a tomar decisiones que sin duda tendrán
repercusiones transcendentales en su vida.

197
198
Y para acabar...
EL ADOLESCENTE NOS NECESITA
Si sabemos mantener una buena comunicación con el adolescente,
pasaremos momentos muy agradables juntos compartiendo aficiones
comunes, dialogando, acompañándole en su proceso de crecer,
observando sus cambios, sus descubrimientos, su incorporación al
mundo de los jóvenes primero y de los adultos después.
El adolescente no necesita que le dediquemos mucho tiempo. Debe
aprender a independizarse, desprendiéndose de nosotros. Por lo tanto,
no es cantidad de tiempo lo que necesita; pero sí algo de nuestro
tiempo, un tiempo mucho más íntimo, más personal que en la etapa
anterior. Tendremos que dejar de dirigirnos a él sólo para reprocharle
algo, o para darle alguna instrucción: "Sales demasiado", "¡estudia!",
"ves demasiada televisión", "deja tu cuarto recogido", "¡acuéstate
ya!"...
Para hablar con él debemos elegir momentos tranquilos, sólo nuestros.
Podemos hablar "a solas" mientras paseamos, o sentados en el banco
de un parque, o cuando vamos de camino para compartir un deporte o
para ver una película juntos; o en un rincón tranquilo de casa, pero a
solas.
Aunque a veces la comunicación con el adolescente es difícil y
conflictiva, sin duda podremos disfrutar conversaciones intensas y
profundas hablando de lo que desea hacer, de sus sentimientos, sus
ideas, sus sueños... Y podremos compartir conversaciones distendidas
hablando de temas menos trascendentes.
Con el adolescente se pueden pasar ratos muy agradables. Nuestra
vida no tiene por qué ser una continua discusión. Aunque nuestros
gustos y nuestras vidas no tengan demasiado en común siempre
podremos compartir, encantados, algunas actividades familiares y
personales.
Si sabemos comprender sus dudas, sus cambios de humor, sus
silencios, su angustia, su incertidumbre, su rebeldía..., podemos
disfrutar su alegría, su ilusión, su vitalidad, su deseo de ser el mismo,
su afán por crecer, por hacerse adulto. Aunque a veces lo parezca, no

199
nos distanciaremos, y aunque nos necesiten cada vez menos para
afrontar su vida, nuestra relación afectiva será cada vez más intensa y
profunda.

200
Páginas de crédito
Nota
Introducción
I. La adolescencia, etapa de búsqueda, de crisis
II. Las etapas de la vida
III. El proyecto de vida del adolescente. Su proceso de crecer. La
tarea de los padres
IV. El deseo de soledad en la adolescencia
V. Los adolescentes quieren libertad para organizar su vida
VI. La relación del adolescente con su familia
VII. El estudio y su proyección profesional en la adolescencia
VIII. Actividades de tiempo libre en la adolescencia
IX. Drogas y violencia: Dos riesgos que deben saber afrontar los
adolescentes
X. Los amigos. La convivencia. Resolver conflictos
XI. Enamorarse
XII. La sexualidad en la adolescencia
XIII. Tras la adolescencia llega la juventud
XIV. Nuestra actitud
XV. Los adolescentes y la educación escolar
XVI. Y para acabar

201
Índice
Páginas de crédito 2
Nota 4
Introducción 5
I. La adolescencia, etapa de búsqueda, de crisis 8
II. Las etapas de la vida 17
III. El proyecto de vida del adolescente. Su proceso de crecer. La
24
tarea de los padres
IV. El deseo de soledad en la adolescencia 32
V. Los adolescentes quieren libertad para organizar su vida 45
VI. La relación del adolescente con su familia 50
VII. El estudio y su proyección profesional en la adolescencia 73
VIII. Actividades de tiempo libre en la adolescencia 93
IX. Drogas y violencia: Dos riesgos que deben saber afrontar los
112
adolescentes
X. Los amigos. La convivencia. Resolver conflictos 123
XI. Enamorarse 143
XII. La sexualidad en la adolescencia 158
XIII. Tras la adolescencia llega la juventud 172
XIV. Nuestra actitud 179
XV. Los adolescentes y la educación escolar 188
XVI. Y para acabar 198

202

Potrebbero piacerti anche