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En: Grufraee Fas 2% _Gleniranco Pasquino A. Lis Ati pad L941 tradiccién entre el policy making y 1a teoria general. Asi, de las preocupaciones por lo que se debe, y se puede hacer, pueden surgir las necesidades teéricas, los intorrogantes teéticos y, por dltimo, le propia teotizacion Dahl sostiene a este respecto (y lo demuestra con sus profundos estudios s- bre la naturaleza y cl cambio de Jos regimenes democriticos) que «si el estudio de la politica no nace y no esté orientado por teorias generales amplias, valicntes, aunque muy vulnerables, estard destinado al desastre definitivo de caer en la ban: dad» *. Esta opinion es ampliamente compartida, sobre todo por Joe eriticos intermos y externos de le ciencia politica. Pero tan difundido esté también el sceplicismo sobre las posibilidades concretas de elanzar» teoriss generales am: pias y valientes. De modo que hoy parccen particularmente ingenuas 0 bien solo optimistas afirmaciones como la de William Mitchell": «La teoria se herd cada ver més légico-deductiva y matemética, A partir de su contenido haremos cada yez més uso de le teorfa econémica, de la teoria de los juegos, de le teoria de las ecisiones, de Ia economia del bienestar y de la teoria de la finanza piblica, Asis. firemos a una proliferacién de modelos de sistemas politicos anélogos a los tipos de economfas y de mercados. Igual que los economistas empczaron con los extre. ‘mos opuestos de la competencia perfecta y del monopolio, ast los tebricos politicos rocederén, a partir de los modelos de la democracia y de la dictadura a combi naciones andlogas a la competcncia monopolista, al duopolio y al oligopalio. AI principio los modelos se construirén sin datot empiricos como ocurre en la economia; después llegaré una gencracién de criticos no especialistas y de «eco. nometras politicos» que someterén a comprobacin las zelasiones entie teorias y datoss. Esta prevision puede parecer ingenua y optimista; sin embargo, esté atin den- tro de las posibles evoluciones futuras, Es notable no sélo la indicacién de las ‘modalidades espectficas de hacer teoria, y de hacer teoria general, sino la suge. rencia de seguir Ia via de la political economy (es decir, en pocas palabras, de Un estudio integrado que combine variables econémicas y variables politicas). Ee ver- dad que los eriticos tienen ya trabajo con poner de relieve fos inconvenientes de las teorizaciones en cconomfa, sus inadecuaciones visibles frente a los nuevos fenémenos. Y, sin embargo, al menos en un aspecto ha habido avances que pue- den confortar a cuantos picnsan como Mitchell: Ia ereciente e indisoluble inter- enetraciGn de Ia esfera politica con Ia eefera econémica (y las correspondientes referencias, clarisimas en el texto de Mitchell, al keynesismo y al welfare —a los dos grandes retos para la autonomia y la importancia de la politica y do la dice pina que In eetudia). Es poco probable que Dahl tuviese en mente tales derroteros. Aunque, como buen colaborador y coautor de uno de los mayores representantes de la political economy, Chatles Lindblom, Dahl era seguramente consciente de la practicabl- lidad conereta de tales derroteros, y también de su fecundidad. Pero la directria que sefiald, en el Iejano 1961, el quinto fragmento en busca de unidad, ere la especulaci6n tedrica. Y es a lo'largo de esta directriz donde {a ciencia de la pol 8 Daity R. Aw Pluralist Democracy in the United States, Chicago, Rand McNally, 1967; foie! mlsuto autor, A Preface to Economic Democracy, Berkeley, University of California ress, 1989 2; y Controlling Nuclear ‘Weapons. acy versus Guardianship, Syracise, Syracuse University Press, 1985 b B'DawL, ROA, The Behavioral Approdehs., op. ct, p. 72. 3 Mrrciseu., W. J, The Shape of Pollical Theory 0 Come: Fram Political Sociology to Political Economy, en Lirser, 8. M. (ed), Politics and the Social Sciences, op cit, p. 128 ne Ceserd), foal he eer | | } Notursleze y evolucién de Ie discipline 29 tica en realidad no ha dado grandes pasos hacia adelante, permaneciendo criticable y stiticada. Vale la pena profundizar en el tema porque reliriéndose a sul tratamierto es posible evaluar mejor 1a evolucién pasada, presente y future de Ia ciencia politica. Ciencia politica y teoria politica Para que 1a especulaciGn tesrica pueda manifestarse y expresarse cabalmente, con aetearae Yrs opeacionss complejasymulforne, Pare aber deade ei hhoy Ja ciencia politica, c6mo ha llegado alli, hacia dnde se encamina, hay que realizar estas tree operaciones. 1a primera es fécil de definir. Si la ciencia politica quiere efrontar bien per- trechada la especulacin teSrica tiene que conirontarse con (y redefinirse con respecto a) la filosoffa polttica, La rica y ablgarrada tradicion de pensamiento de I flosotia polies conine al sence cuatro sinliendoe: ) biequede de Is mejor forma de gobierno o de la Gptima reptblica;_b) busqueda del Jundamento del Esiado y la consiguiente justificacién (0 no justificacién) de la obligacién pol- fica; 0) bésqueda de la naturaleca de la politica o mejor de la politicidad>, y la consiguiente distincién entre politica y moral; d) andlisis del lenguaje politico y metodologia de Ja ciencia politica» ®, Sélo el dltimo de estos significados cara teriza a una «filosofia politica» que quiera encontrarse con la ciencia politica De hecho, los otros tres significados carccen al menos de una las componeiites que Bobbio considera indispensables para fundar una ciencia polities empirica (y pre- cisamente. Is bisqueda de In mejor forma de gobierno no es ni pretende ser evaluativa, sno todo lo contrario: la bisqueda del.fundamento del estado no es explicativa, sino justificativa; la investigacién de la naturaleza de la politica se sustrae & cualquier posible verificacién empirica). i Sin embsrgo, es interesante hacer notar cémo les diferentes tradiciones do ciencia politia que se han radicado en cada pais europeo y en los Estados Unidos provienen, precisamente, de un cierto modo de posicionarse respecto a algunos de Jos significados que Bobbio considera centrales para las corrientes de la filosofia politica. Por ejemplo, el historicismo y el idealismo alemanes operando en una fwadicién cultural también fucrtemente impreguada por el derecho (y marcada ‘pot el peso de les insttuciones) han impulsado a la ciencia politica en la direceiéa do una intersretacién de los fenémenos politicos, en cada caso, como un deber ser, la bisqueda de una esencia, de una concepciGn totalizadora. Mientras lenta- rent oe daacrolabe una obre de emancpactn,inciade por is svilogle de ‘Weber, y después une obra de renovacién intentada por la Escuela de Frankfurt (en cuyo interior ee hicieron camino no pocos politéloges de fama, el més impor tante de los cuales se puede considerar Otto Kirchheimer) * se abati6 sobre las ciencias sociales y sobre la propia Alemania Ia represién nazi. Asi que el rona- ‘imiento de las ciencias sociales alemanas presenta une doble cara”: por un lado, SS cmt me i ta wan a oe a oe in wi ea 2 EL RSE an hy tt pl ey cei tn oe ec lt ila dea res EPC, ou mt Th tn soa can ee I Tdi te 30 Glonfraneo Peequine : la reimportaci6n de métodos © interrogantes que la didspora de los cieatificos sociales alemanes lev6 consigo a un ambiente reveptivo, pero también muy dife- ente culturalmente, como los Estados Unidos;-por otro lado, ef resurgir de una tradicion indigene, todavia con ambiciones de tcorfas generales de la sociedad (al estilo Habermas) y totalizantes. Ada moviéndose de manera creciente en direo- cidn empitica, la ciencia politica alemana leva consigo una tendencia a Je tcork zacién muy intensa que Ia hace dnica en el panorama dominante. En Francia la tradicién més fuerte no parece haber sido ni Ja de una flosofia politica global ni la de una prescripcién de mundos mejores. Si es lito generalizar Combinando“ Ios ilustrados con Montesquieu y Tocqueville como padres de Ia ciencia polities francesa, de la misma manera que los historiadores a lo Thiers y después con la escuela de los Annales, de ello surge una ciencia politice francesa ‘que a veces es esencilmente historia politica, historia de las instituciones, no muy inclinada hacia la investigecién empfrice, en ocasiones provinciane, 4 veces filosofante, en conjunto marginal en la escena mundial, y sin Ja influencia que los historiadorcs y estructurelistas franceses han sabido ejercer. Si Ia flosofia analitca, la reflexién sobre el lenguaje y el método constituyen los campos de investigacién més propios de le ciencie politica y de los tres presu- puestos cientificos de la explicacion, 1a verificacién y 1a evaluacién, encuentran tun terreno fértil on Gran Brotaiia y més en genéral en el mundo anglosajén (y es- candinavo). Sin grandes ambicionés te6ricas, pero con solidez, la mejor parte de 1a ciencia politica briténica sigue las huellas de John Stuart Mill en Ia descripei6n de fendmenos, procesos, instituciones politicas, en el andlisis de la dewocracia ‘con no poras inspicaciones fabianse, progrevstes. Cuantitafivarhente typerada por Ja ciencla politica estadounidense, Ia ciencla politica briténica conserva sin em- Dargo el terreno de investigaciones serias, bipn planteadas, maduras_analitica mente (y Jo mismo cabe’ decir de los politSlogbs cscandinavos que logran fundir de Ja mejor: manera algunas tradiciones culturales ) son Jos principales responsables de haber retrasedo la evolucién de la ciencia politica italiana quo s6lo a finales do los afios sosenta comienza su arraigo scadémco profesionalizaciOn, lenta y desigual. Una historia que es breve, que estd sellada por intonsas rolaciones con la culture estadounidense y que corre el riesgo, para muchos de nosotros, de ser y convertirse en un conjunto de rupturas aulsbiogrés- ficas. A nivel de intento, en cualquier caso, In ciencia politica italiana parece buscar un justo equilibrio entre la investigacién empirica y Ia teorizacién, sin caer en le simple historia politica y sin rozar Iss teorizaciones abetractas, El tema se complica mucho mas en lo que se roficre a los Estados Unidos. La ciencia politica en ese pafs‘es por un Iado una emprese cultural relativamente Second World Wer, 1945-1967, Florencia, Istituto Universitario Buropeo, Working Paper m6. ‘mero 104, 1984. Naturaleza y evolucton de la disciplina 31 reciente (casi un siglo, con todo) pero continua, y por otto, es practicada por un ‘ndmero de estudioeoe que es superior a In suma de todos los existentes en los ‘demés paises, Ademés, es continuo el examen al que la ciencia politica estado- tunidense esté sometida® 0 se somete™; las tendencias estin muy diversificadas, grandes son les diferencias. De modo que es especialmente dificil dar un juicio Sintético de le ciencia politica estadounidense incluso aunque sea s6lo desde el punto de vista de sus relaciones con Ia filosofia politica y con la especulacién te6rica. Para comprender la dinémica y ls evolucidn de la clencia politica en los Esta- dos Unidos de Américe del Norte, de hecho, no basta contemplaé las tradiciones cclturales. En pequefia medida la influencia alemana del formalismo juridico © {institucional marea los origenes de la ciencia politica estedounidense, pero el ele- ‘mento més caracteristco es la filosoffa emplrica y pragmética de Dewey y, des- ‘pués, el encuentro con todas las otras ciencias sociales empezando por la Psicologia ehaviorista, En sintesis, la ciencia politica estadounidense es nctamente empirica, orientada 2 In solucién ‘de los problemas politicos més urgentes (en especial en el sector de las relaciones inteinacionales), poco inclinada a la teorizacién, ligada al modelo de democracia de st pals, definible como lockeano (y hasta demasiado tradicional cn una sociedad post industrial, y por tanto sometido a no pocas ten- siones), Dicho esto, sin embargo, sintetizar las investigaciones y publicaciones de cerca de dicciséis mil polit6logos fundamentslmente actives en Ambitos universi- tarios es una operacion absolutamente imposible. Las tendencies dominantes pue- den también reflojar un porfodo que ya ha pasado; las tendencias emergentes no estén atin consolidadas y esté bastante extendida una clecta insatisfacci6n, precur- sora de cambios. Cabe prever un retorno a las reflexiones teGricas, pero no un abandono de Ia investigacién empirica, el verdadero caldo de cultivo de la ciencia politica estadounidense, para bien y para mal. Acaso el problema més grave se refiera a la superacién de una. evaiuacién incorrectamente interpretada y que ha acabado por ser una aceptacién scritica y una nueva propuesta del modelo ame- ricano de democracia, achatedo y sin le fuerza impulsiva de sus contradicctones entre igualdad y libertad, entre igualdad de oportunidades e igualdad de resul- tados*, Si cada ciencia politica nacional ha tenido que confrontarse y redefinirse all sontacto con sus propias y peculiar tadiciones de filesolis glia nacional, también es verdad que para cada una de ellas, y para la ciencia politica en sti conjunto, exisic el problema de la relacién que hay que establecer (y alimentar) ‘con los clésicos del pensamiento politico, Desde cualquier punto de vista que se % Carex, B., The American Science of Politic. Its Origins and Conditions, Berkeley, University of California Press, 1958; Rrces, D.M. The Tr pet 3 De Soa Poot, I. (ed), Contemporary Political Science. Toward Empirical Theory, Nueva York, McGrew Hi ipline, Englewood Clift, HL, y MARCH, ‘Selence, Englewood Cliffs, Prentice Hall, 1969; WaLDo, D., Political Science. Tradition, Dis Science, Enterprise, en F. 1. Gueawstain y N. W. Potsby (eds), Hand- ical Science, Reading Mas, Addison Weeley, 1975, vol. , pp. A (cd), Political Science, The State of Discipline, Washington D. C., Ametican Political Science Assgelation, 1985. % MoCLoseY, H, y Zattza, J, The American Ethos. Public Astiudes Toward Capicasm ‘and Democracy, Cambridge, Mase., Harvard University Press, 1984; VExBA, S.y ORREN, G., Equality in America. The View from the Top, Cambridge, Mass, Harvard University Press, 32_Glanfranco Pasquno mire, ésta es una relacién dificil. Los cldsicos se pueden sencillamente émbal- samar, manteniendo que los mejores de ellos han sabido plantear los interrogentes cruciales, aunque imperecederos, acerea de la politica (tanto como forma de refle- xxidn te6rica 0 como actividad empitica). Y después liquidarlos con la efirmacién de que, no s6lo han cambiado los tiempos y los lugares, sino que también han cambiado los métodos y las téenices, que la ruptura episiemologica que se da en todas las ciencias alrededor de comienzos de este siglo separa claramente la refle- xién_politolégica posterior de la que habfan desarrollado los clésicos. Sin embargo, también el que sostiene le posibilided de una utilizacién efectiva y eficaz de los eiésicos de la politica tiono no pocos problemas para asignarles un Papel bien definido. Ya que la discusion parece claramente abierta en la ciencia politica cstadounidense, dos citas pueden servir de ejemplo do las posiciones y los problemas respectivos. «Los clésicos de la filosofia politica, por tanto, nos invitan 8 compartir la gran aventura de la mente y del espirita continusndo la investige- cin de sus autores por una ampliacién de la perspectiva y une profundizacién del conocimiento. No se pide “imitar” 2 estos autores de una manera mecénica nl ompetr” con ellos en una vane biaqueda de gloria sino reproduelr com Ia meditacién las experiencias interiores en las que se basaron los clasicos y proyec- tar intentos originales de elaboracién de s{mbolos que gufen al hombre contempo- réneo en su. atormentado viaje» ®. La tcorla politica clésica sigue definiendo muchos de los problemas funde- mentales, dando forma a los interrogantes criticos y ofreciendo los conceptos coruciales que inspiran y directa o indirectamente gufan « los estudiosos en la cien- cia politica, incluidos los que, son més conscientemente cientificos. Anzlisis del comportamiento electoral, condecs por muestreo y datos agregados que se refi rena categorfas de los sistemas politicos, asf como también estudios de la eje- cucin de las politicas pablicas pueden reconocerse casi siempre como dirigidos a femégas que ya fueron idenificadas como significative en ta teris police ‘Si de la primera cita es poco probable que se obtengan indicactones operatives de investigacién y reflexions que tengan realmente una conexién con la ciencia po- Iitica (pero, probablemente, su autor quire sugerir en cambio una modificacién de tendencia), 1a segunda es por lo menos Ia expresién de un wishful thinking, de wn deseo piadoso. Ambas, sin embargo, mucstran una considerable insatisfaccién con el estado de las relaciones entre ciencia politica y los clésioos de Ia teoria politica. Y las raras y répidas referencias a los elésicos (Aristteles y Tucfdides, Hobbes Locke, Tocqueville y Mill) no cambian la esencia de las cosas: la ciencia politica ‘contemporénea no ha encontrado atin ol modo de «recuperar> a fondo el pensa- miento de los clésicos. Ni por otra parte, los historiadores del pensamiento tico ni los filésofos politicos contemporéneos hen logrado reformular las contri- buciones de los clasicos de modo que les hagan importantes y utlizables. En lugar de un enriquecimiento mutuo, se llega a uns rara batalla por la defensa de las fronteras ide las disciplinas, 0 por la conquiste de mayores espaclos académicos, _® Gamuinio, D., The Contemporary Relevance of the Classes of Political Philosophy. en FUL, Gneeworan y No W. Pousoy (eds), Handbook of Palitieal Science, op. cit, vol. 1, pp. 229281. Guexino, D., The Contemporary Relevance... HERMANN, ML Ge: Munpiy, W. Mz NBtson, J lumanities: A Report of the American Pol ‘Political Scenes, 18, 1985, pp. 247259, p. 252 Say Pre, L. W, Political ‘Science’ Association, en | | i | | Natursleze y evoluctén de la disciplina 39 acompafiada del repliegue sobre el terreno ya batido y seguro de la investigaciGn estrechamente disciplinaria. Todo ello favorecido por la dificultad de dominar a Ia vez los clésicos, los contempordneos, las nuevas ‘Senicas de investigacién y de andlisis ‘Queda sf planteado el problema de qué significa en realidad hacer tootfa poli tica en Ia siencia polftica contemporénea. Si las respuestas de Germino y_del ‘grupo de politélogos de la American Political Science Association son, por dife Tentes razoces, inadccuadas, Zexisten otras respuestas més satisfactorias? ZExisten itineratios teéricos suficientemente iluminados? ZHay propuestas motivadas y Io suficientemente compartidas? Probablemente.no; pero explorar los problemas plan- teados contribuye a definir mejor el campo de la disciplina y a definir cus posibles perspectivas de desarrollo. Una primera dificultad se presenta a quien intenta llevar 2 cabo esta explora- ci6n: no existe una concepciGn aceptada por todos de 1o que significa (y deba ser) «teoria politica». De manera probablemente correcta se cotejan més modos de cer teorfe y més teorfas. La distincién mds clara pasa entre la teoria webe- rianamente entendida como ece conjunto de empatia y comprensién definido como Versiehen y la teoria positivista especificamente definida, por ejemplo, por Kaplan ©. Segin ‘este autor, una teoria os un «sistema de lcyes», y existen dos tipos generales de teorias: concatenadas y jerdrauiicas. En las primeras, las leyes que las componen entran «cn una red de relaciones tales que consiliuyen tina configuracién y un médulo (pattern) identifiable». En Jas segundas, las leyes que Jas componen son presentadas como

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