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BLOQUE I: HUMANISMO
Resumen y actividades
Tema 1:
Definición y significado del Humanismo
además de manifestar el profundo interés por esas obras, permitió iniciar lo que después
sería la Filología (edición, con fijación textual, estudio e interpretación de los textos). Por
tanto, la vuelta a la Antigüedad y el estudio de las obras clásicas (en su auténtica realidad
textual, no desvirtuada por traducciones, acumulaciones o sustracciones realizadas a lo
largo del tiempo) es considerada como ideal para el presente. Un ideal que será más
perfecto cuanto mejor se conozca la lengua de los textos, única herramienta capaz de
desvelar la verdad.
Sin embargo, el Humanismo no fue un fenómeno que se presentó de manera repentina.
Durante la Edad Media hubo numerosos intentos humanísticos, sobre todo desde que los Padres
de la Iglesia (San Agustín, denominado el Platón cristiano, San Gregorio Magno, San Ambrosio
y San Jerónimo, entre los pertenecientes la iglesia latina, y San Atanasio, San Basilio, San
Gregorio Nacianceno y San Juan Crisóstomo, entre los de la iglesia griega), en el extenso
periodo desde el siglo III al VIII, fueron reconociendo el gran valor que contenían los textos
clásicos. Los Padres de la Iglesia consideraron que la mayor utilidad de esos textos no era su
conservación y conocimiento sino su utilidad práctica para enseñar en todas las épocas. Vieron
en esos textos la posibilidad de edificar sobre ellos el pensamiento cristiano. De ese modo, los
textos paganos no solo no se perdieron sino que apuntalaron las doctrinas cristianas pues las
ideas más importantes sobre el ser humano, su finalidad y la consideración de las relaciones
humanas y del Cosmos coincidían plenamente. A modo de ejemplo puede recordarse la gran
importancia de Alcuino de York (siglo VIII), consejero intelectual de Carlomagno y alma de la
Escuela Palatina del Aquisgrán, el primero que quiso introducir en el Cristianismo todas las
riquezas del mundo antiguo y quien se refirió al gran patrimonio de la humanidad presente en la
literatura y en el pensamiento de los clásicos.
Aunque son de épocas muy distantes (El Sueño de Escipión del siglo I a. C y El Sueño de
Polífilo del s. XV), tanto por la coincidente estructura de sueño como por su influencia posterior
representan la modernidad en sus respectivos contenidos y la importancia de esa estructura del
sueño para las creaciones posteriores.
Tal como documentó Platón en el Timeo, la consideración del mundo por los
neopitagóricos (siglo I. a.C) llevaba implícita una teoría musical que afirmaba la existencia de
tonos musicales acordes con el orden de los planetas. Gracias a Macrobio (escritor latino de
fines del siglo IV), el texto del Sueño de Escipión, que formaba parte del libro VI de la
República de Cicerón (escrito hacia el año 53 a. de Cristo sobre el modelo de Platón), adquirió
vida propia. Macrobio había realizado un Comentario al Sueño que se convirtió en texto
fundamental del Renacimiento tras ser editado en Venecia, en 1472. En dicho Comentario se
refería a la armonía universal: cada esfera respondía a una ciencia y todas las actividades
humanas podían insertarse en las correspondencias universales. Consideraba que existía un alma
en el mundo y que entre ésta y el alma humana había comunicación. La misión de la astrología
debía ser aprehender en cada momento esta comunicación y el estado de las relaciones. De esta
forma la Naturaleza pasó a interpretarse como la proyección de todas las fuerzas anímicas y de
todas las pasiones.
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Entre las aportaciones de los humanistas hay que destacar la de Dante. Aporta el valor de la
alegoría (una metáfora continuada) en La divina comedia; un pensamiento y expresión a veces
críptico pero muy interesante, con símbolos (como el número 3; la luz y la oscuridad, etc.);
también la expresión de un sentimiento auténtico reflejado en la obra (novedad moderna) y la
perfección y personalidad de la obra de arte.
Petrarca se siente identificado con los clásicos porque al leerlos considera que son sus
verdaderos contemporáneos. Respecto a las obras de creación: primero las escribe, las
perfecciona después y las pule más tarde, en un proceso largo de creación hasta considerar que
está perfecta. No publica directamente lo que sus sentimientos le dictan sino que escribe,
reescribe, reordena y define hasta conseguir una obra de arte, merecedora de tal nombre. Esa es
la cualidad que le define como moderno en su creación, a la que se añade el sentimiento
auténtico del que brota su obra y no de una mera retórica. Su influencia en los poetas del
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A qué obras pertenecen los siguientes textos. Justificar por el tema, estructura y tratamiento
del mismo. Para realizarlo de forma fácil hay que recordar lo siguiente:
1. Si se trata de verso o prosa.
2. Forma predominante del escrito (exposición, narración, descripción, diálogo).
3. Persona gramatical del emisor del texto (o personas, si aparece un emisor y un
receptor).
4. Palabras destacadas cuyo significado orienta sobre el tema.
5. Resumen del contenido del texto.
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6. Con los datos anteriores se puede extraer una conclusión en la que se justifique a qué
época y obra pertenece. Se completa con un breve resumen del valor de ese texto y sus
relaciones y/o influencias más importantes.
Este análisis de textos puede tener aproximadamente unas 10 líneas. Hay que tener en cuenta
que en el examen hay que responder, para superar la primera parte (eliminatoria), a los 5 textos
propuestos.
Ejemplo de un comentario y su realización práctica.
Texto 0
Los hombres han sido creados con el objeto de que obedezcan la ley que les ordena
proteger aquel globo que ves en el centro de este espacio sagrado y que recibe el
nombre de Tierra; a ellos se les ha dado un alma cuyo origen está en aquellos fuegos
eternos a los que llamáis constelaciones y estrellas, que tienen forma de globo, redondas
y que, al ser sus almas mentes divinas, dibujan sus órbitas circulares con una celeridad
digna de admiración. Por ello, Publio, tú y todos los hombres cumplidores del deber,
debéis retener vuestra alma bajo la custodia del cuerpo y no debéis abandonar esta vida
humana sin que os lo ordene quien os hizo donación del alma, no vaya a parecer que
huis de la función que dios os había asignado como hombres.
Se trata de un texto en prosa pero, por la referencia a Publio, tú y los demás hombres puede
concretarse una forma dialogada. Quien habla se dirige a Publio. En segundo lugar, los
sustantivos nos indican el significado que predomina (hombres, globo, alma, alma, fuegos
eternos, constelaciones, estrellas, cuerpo). Resumen: una persona enseña a Publio cuál es la
misión de los hombres en la Tierra al haber sido creada su alma de la materia de las
constelaciones, es decir, inmaterial (fuego o luz) y de forma perfecta (globo o esfera), según la
estética de Platón, por dios.
Por la persona a la que se dirige el emisor, Publio; por la distancia que se establece entre donde
están los interlocutores con relación a la Tierra (aquel que ves) y por el tema (el alma del
hombre es inmortal (y está en un cuerpo que debe ser protegido igual que la Tierra), no puede
ser más que El sueño de Escipión, donde el padre, en ese sueño que tiene Publio, le enseña
desde el cielo lo que es la Tierra y el hombre y su valor. La obra tuvo extraordinaria importancia
sobre todo desde el Renacimiento hasta prácticamente nuestros días, aunque la escribió Cicerón
en el siglo I.a. C. (etc).
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Texto 1
Todo lo demás que podía contemplar desde ese lugar se me mostraba con una
luminosidad asombrosa. Había estrellas que nunca habíamos visto desde aquí, desde la
Tierra, y de unas dimensiones como nunca habíamos sospechado que fueran; la más
pequeña de éstas, que era la que estaba más alejada del cielo y más próxima a la Tierra,
brillaba con luz ajena. El volumen de las estrellas superaba con facilidad la magnitud de
la Tierra. Tan pequeña me pareció la Tierra que sentí una gran desilusión cuando vi que
nuestro imperio no representaba más que un punto de la misma.
[…] Ahí tienes a todo el Universo comprendido por nueve anillos o, mejor,
esferas, de las que una sola es la celeste, la más exterior, que rodea, incluyéndolas, a
todas las demás; ella es la divinidad suprema que encierra y contiene a todas las demás;
en ella se encuentran trazados los círculos orbitales que recorren las estrellas en su
eterno ir y volver. Bajo ésta se encuentran otras siete que giran en sentido contrario al
del cielo. Una de estas esferas es ocupada por aquella estrella a la que en la Tierra dan
el nombre de Saturno. En segundo lugar, viene aquel resplandor, tan próspero y
saludable para el género humano, que recibe el nombre de Júpiter. En seguida, ese astro
rojizo que tanto horror causa a la Tierra y que llamáis Marte. Más abajo, ocupando casi
el medio, se encuentra el Sol, guía, jefe y moderador de todas las demás luces; él es la
mente reguladora del Universo y tiene una magnitud tal que con su sola luz ilumina y
abarca todo el Universo. A éste le siguen, como compañeras, las órbitas de Venus y de
Mercurio; y la última esfera la recorre la Luna, encendida por los rayos del Sol. Por
debajo de ésta nada queda ya que no sea mortal y caduco, con la excepción de las almas,
regalo de los dioses al género humano. Por encima de la Luna, todo es eterno. Por otra
parte, la que ocupa el noveno lugar y es centro del Universo, la Tierra, no se mueve y se
encuentra en la zona más baja, y sobre ella convergen todas las masas arrastradas por su
propia inercia.
Texto 3
Se trata del producido por el impulso y movimiento de las propias esferas, que lo hacen
en intervalos desiguales, pero no obstante, proporcionales; al combinar los sonidos
graves con los agudos de manera equilibrada consiguen sinfonías distintas con
regularidad. En efecto, tan grandes movimientos no pueden efectuarse de forma
silenciosa y es la naturaleza la que hace que las esferas situadas en uno de los extremos
emitan sonidos graves y las del otro extremo sonidos agudos. […] La Tierra, la novena
por posición, está inmóvil, y permanece continuamente fija en el mismo sitio, ocupando
el centro del Universo. En cambio, aquellas ocho esferas, de las que dos tienen el mismo
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impulso, producen siete sonidos diferenciados por intervalos, número éste, el siete, que
es clave para casi todas las cosas. Los hombres cultos, al imitar todo esto con sus
instrumentos de cuerdas y con sus cantos, consiguieron abrirse la puerta de retorno a
este lugar, lo mismo que aquellos otros que con sus portentosas inteligencias cultivaron
durante su vida humana los estudios divinos. Cuando los oídos humanos se llenaron de
este sonido, ensordecieron. […] Pero el sonido éste del que estamos hablando, el
procedente de la rapidísima revolución de todo el Universo, es tan grande que los oídos
humanos no pueden percibirlo, de la misma manera que no podéis contemplar fijamente
el sol de frente, pues la intensidad de sus rayos sobrepasa vuestra capacidad de
percepción.
Texto 4
Nosotros estamos acá en la hez del mundo y su profundidad entre las bestias, cubiertos
de nieblas, hechos moradores de la tierra, do todas las cosas se truecan con breves
mudanzas, comprendidas en tan pequeño espacio, que sólo un punto parece comparada
a todo el mundo; y aún en ella no tenemos licencia para toda. Debajo las partes sobre
que se rodea el cielo, nos la defiende el frío, en muchas partes los ardores, las aguas en
muchas más, y la esterilidad también hace grandes soledades, y en otros lugares la
destemplanza de los aires. Así que de todo el mundo y su grandeza estamos nosotros
retraídos en muy chico espacio, en la más vil parte de él, donde nacemos desproveídos
de todos los dones que a los otros animales proveyó naturaleza. A unos cubrió de pelos,
a otros de pluma, a otros de escama, y otros nacen en conchas cerrados; mas el hombre
tan desamparado, que el primer don natural que en él hallan el frío y el calor, es la
carne. Así sale al mundo, como quien da señal da las miserias que viene a padecer. Los
otros animales poco después de salidos del vientre de su madre, luego como venidos a
lugar propio y natural, andan los campos, pacen las yerbas, y según su manera gozan del
mundo, mas el hombre muchos días después de que nace, ni tiene en sí poderío de
moverse, ni sabe do buscar su mantenimiento, ni puede sufrir las mudanzas del aire.
Todo lo ha de alcanzar por luengo discurso y costumbre. […] Los brutos que la
naturaleza hizo mansos, viven de yerbas y simientes, y otras limpias viandas: el hombre
vive de sangre, hecho sepultura de los otros animales.
Considerando, señores, la composición del hombre, de quien hoy he de decir, me parece
que tengo delante de los ojos la más admirable obra de cuantas Dios ha hecho, donde
veo no solamente la excelencia de su saber más representada, que en la gran fábrica del
cielo, ni en la fuerza de los elementos, ni en todo el orden que tiene el universo, mas veo
también, como en espejo claro, el mismo ser de Dios, y los altos secretos de su Trinidad.
Parte de esto vieron los sabios antiguos, con la lumbre natural, pues que puestos en tal
contemplación, dijo Trimegisto, que gran milagro era el hombre, do cosas grandes se
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veían; y Aristóteles creyó que era el hombre el fin a quienes todas las cosas acatan; y
que el cielo tan excelente, y las cosas admirables que dentro de sí tiene, todas fueron
reducidas a que el hombre tuviese vida, sin el cual todas parecían inútiles y vanas. Sólo
Epicuro se quejaba de la naturaleza humana, que le parecía desierta de bien, y afligida
de muchos males […] Por lo cual le parecía, que este mundo universal se regía por
fortuna, sin providencia que dentro de él anduviese, a disponer de sus cosas. Mas de
cuánto valor sea la sentencia de Epicuro, ya él lo mostró cuando antepuso el deleite a la
virtud. […] Dios fue el artífice del hombre; y por eso si en la fábrica de nuestro ser
hubiese alguna falta, en él redundaría más señaladamente que de otra obra alguna, pues
nos hizo a su imagen, para representarlo a él. Si en la figura pintada, do algún hombre se
nos muestra, hubiese alguna fealdad, ésta atribuiríamos a cuya es la imagen, si creemos
que fue hecha con verdadera semejanza; pues así las faltas de naturaleza humana, si
algunas hubiese, pensaríamos que en Dios estuviesen, pues ninguna cosa hay que tan
bien represente a otra, como a Dios representa el hombre. En el ánima lo representa más
verdaderamente, la cual es incorruptible y simplicísima, sin composición alguna, toda
en un ser como es Dios, y en este ser tres poderíos tiene, con que representa la divina
Trinidad. El padre soberano, principio universal, de donde todo procede, en
contemplación de su divinidad engendra al hijo, que es su perfecta imagen, y
conociéndose por ella, produce amor. De esta manera con su memoria con que hace la
imagen, y con el entendimiento que es el que usa de ella, y con la voluntad adonde
mana el amor, representa a Dios, no sólo en esencia, sino también en trinidad.
Texto 5
Considerando, señores, la composición del hombre, de quien hoy he de decir, me parece
que tengo delante de los ojos la más admirable obra de cuantas Dios ha hecho, donde
veo no solamente la excelencia de su saber más representada, que en la gran fábrica del
cielo, ni en la fuerza de los elementos, ni en todo el orden que tiene el universo, mas veo
también, como en espejo claro, el mismo ser de Dios, y los altos secretos de su Trinidad.
Parte de esto vieron los sabios antiguos, con la lumbre natural, pues que puestos en tal
contemplación, dijo Trimegisto, que gran milagro era el hombre, do cosas grandes se
veían; y Aristóteles creyó que era el hombre el fin a quienes todas las cosas acatan; y
que el cielo tan excelente, y las cosas admirables que dentro de sí tiene, todas fueron
reducidas a que el hombre tuviese vida, sin el cual todas parecían inútiles y vanas. Sólo
Epicuro se quejaba de la naturaleza humana, que le parecía desierta de bien, y afligida
de muchos males […] Por lo cual le parecía, que este mundo universal se regía por
fortuna, sin providencia que dentro de él anduviese, a disponer de sus cosas. Mas de
cuánto valor sea la sentencia de Epicuro, ya él lo mostró cuando antepuso el deleite a la
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virtud. […] Dios fue el artífice del hombre; y por eso si en la fábrica de nuestro ser
hubiese alguna falta, en él redundaría más señaladamente que de otra obra alguna, pues
nos hizo a su imagen, para representarlo a él. Si en la figura pintada, do algún hombre se
nos muestra, hubiese alguna fealdad, ésta atribuiríamos a cuya es la imagen, si creemos
que fue hecha con verdadera semejanza; pues así las faltas de naturaleza humana, si
algunas hubiese, pensaríamos que en Dios estuviesen, pues ninguna cosa hay que tan
bien represente a otra, como a Dios representa el hombre. En el ánima lo representa más
verdaderamente, la cual es incorruptible y simplicísima, sin composición alguna, toda
en un ser como es Dios, y en este ser tres poderíos tiene, con que representa la divina
Trinidad. El padre soberano, principio universal, de donde todo procede, en
contemplación de su divinidad engendra al hijo, que es su perfecta imagen, y
conociéndose por ella, produce amor. De esta manera con su memoria con que hace la
imagen, y con el entendimiento que es el que usa de ella, y con la voluntad adonde
mana el amor, representa a Dios, no sólo en esencia, sino también en trinidad.
Texto 6
Así que, a solas con los altos pensamientos del amor, consumiendo insomne la larga y
tediosa noche, desconsolado y suspirando a causa de mi estéril fortuna y mi adversa y
mala estrella, llorando por un importuno y desgraciado amor, recapacitaba sobre lo que
representa un amor no correspondido […]. Me nutría de un falaz y falso placer
ocasionado justamente y sin duda por un objeto no mortal, sino antes bien divino: Polia,
cuya idea venerable vive profundamente impresa en mí, íntimamente grabada como mi
invasora. […] Entonces, entrecerrados los húmedos ojos con los párpados enrojecidos,
fluctuando entre la áspera vida y la suave muerte, fue invadida y ocupada sin demora
por el dulce sueño aquella parte que no está unida con la mente ni con los espíritus
amantes y despiertos ni es partícipe de tan altas operaciones.
Oh, Júpiter que resuenas desde loa alto, ¿cómo calificaré yo a esta inusitada visión, que
no encuentra en mí átomo que no tiemble y arda al meditar sobre ella? ¿Feliz, admirable
o aterradora? Me pareció estar en una amplia llanura que se presentaba muy adornada,
toda ella verdeante y pintada de diversos colores por muchas clases de flores. Y
acariciada por suaves brisas, reinaba en ella el silencio y ningún ruido ni voz alguna
llegaba a mis atentísimos oídos. […]
Vagando por este lugar […] en aquellos herbosos lugares no veía ni pastores, ni
cabreros, ni boyeros, ni yegüerizos, tocando sus rústicas siringas de dos cañas y sus
flautas de corteza, ni vagaban por allí rebaños ni manadas.
Texto 7
11
Había una máquina giratoria en forma de cupulilla fijada sobre un perno o eje que
retenía la imagen de una ninfa […], capaz de llenar de estupor a quien la miraba
atentamente y con mirada insistente. […] Su vestidura volante dejaba al descubierto
parte de las carnosas pantorrillas y dos alas abiertas estaban aplicadas entre sus
hombros, figurando el acto de volar. Su bellísima cara y su mirada benévola estaban
vueltas hacia las alas. Tenía el cabello situado en la frente, en trenzas que volaban
libremente, y la parte del cráneo y la nuca calva y sin pelo; […] En su mano derecha,
según se la miraba, sostenía una artística cornucopia llena de todos los bienes, vuelta
hacia la tierra, y con la otra mano se apretaba el desnudo pecho. Esta estatua giraba
fácilmente de un lado a otro según soplaba la brisa, con tal chirrido del roce de la vacía
máquina metálica como nunca se oyó en el erario romano.
Texto 8
Descansando sobre el costado derecho, tenía el brazo de este lado doblado y apoyaba
ociosamente ene él la cabeza, con la mano bajo la mejilla; el otro brazo, libre y sin tarea,
pendía en el costado izquierdo y la mano abierta descansaba en la carnosa pierna. Por
los pezones de sus pechos (como si fueran pequeños caños) brotaban sendos hilos de
agua fresquísima del derecho e hirviente del izquierdo. Los dos caían en un vaso de
pórfido que constaba de dos recipientes unidos en una sola pieza, colocado a seis pies de
la ninfa delante de la fuente sobre un pavimento de piedra […]
El artífice realizó tan perfectamente esta notabilísima estatua, que verdaderamente dudo
que fuera semejante la Venus esculpida por Praxíteles: que para adquirirla (como quiere
la fama) Nicomedes, rey de los Gnidios, empeñó todo el haber de su pueblo; y tan
hermosa la hizo que los hombres, excitados por ella a una sacrílega concupiscencia,
profanaron su imagen con las manos.