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Desde la perspectiva del derecho romano, son sujetos de derecho o sujetos con
capacidad jurídica todos aquellos seres a quienes el ordenamiento considera como
titulares de derechos y obligaciones. Ahora bien, para que dichos sujetos puedan
intervenir por sí mismos como sujetos activos de derecho y actuar con eficacia en el
mundo del tráfico jurídico se precisa, además, que concurra respecto de los mismos, no
solo la capacidad jurídica, sino también la capacidad de obrar.
En cuanto a la capacidad jurídica, no toda persona era sujeto de derecho y así, por
ejemplo, el esclavo no era sujeto sino objeto de derecho (era una cosa). Y en cuanto a
la capacidad de obrar o capacidad para emitir declaraciones de voluntad aptas para la
creación, modificación o extinción de relaciones jurídicas, solo gozaban de ellas las
personas en quienes concurriesen estos tres estatus:
Por otra parte, el término persona, en su acepción actual, fue desconocido por la
jurisprudencia clásica, y solo surgiría en época muy tardía. En Roma, para el nacimiento
de una persona física, humana o natural se requería el nacimiento de un ser vivo y vital
(con viabilidad de vida), con forma y naturaleza humanas.
La prueba del nacimiento: con la existencia en Roma del censo, parece ser que con
Augusto existía un registro de recién nacidos.
La personalidad jurídica de las personas físicas se extingue con la muerte, cuya prueba
correspondía en el derecho romano a la persona para quien se derivasen ventajas de la
referida muerte.
STATUS FAMILIAE: POTESTAS PATRISFAMILIAS, PERSONAS SUI IURIS Y ALIENI IURIS.
(El papel del Pater)
En la familia el pater era el único sujeto económico, de suerte que todo lo adquirido por
los hijos y esclavos pasaba a formar parte del patrimonio del pater, y sólo en una época
posterior se posibilitaría la libre administración por los hijos, con independencia del
pater, de una pequeña masa de bienes o peculio. Podemos indicar que, ante la ausencia
de un fuerte núcleo estatal, la familia romana primitiva asumiría funciones políticas, así
el autogobierno, el orden disciplinario y la creación de cultos religiosos propios.
Podríamos definir las personas jurídicas como aquellas entidades formadas para la
realización de los fines colectivos y durables de los hombres a las que el derecho
objetivo reconoce capacidad para ser sujetos de derechos y obligaciones.
Para que exista una persona jurídica es indispensable a aparición de una entidad
independiente de sus elementos o miembros componentes, y que a dicha entidad le
sean reconocidos derechos u obligaciones distintos de los derechos y obligaciones de
los elementos o miembros componentes.
Ficción legal: toda asociación no es más que una suma de individuos entre lo que
median determinadas relaciones, pero carece de unidad espiritual y corporal,
que caracteriza a la persona. Ahora bien, el Derecho precisa que esos grupos
tengan órganos unitarios para el ejercicio de derechos y deberes que exigen sus
intereses comunes. Para ello, les otorgan capacidad jurídica. Dentro de esta
teoría, las personas jurídicas serían un producto de la ficción de la ley, según
Savigny, o si bien, de una creación legal, según Puchta.
Ficción doctrinal: coinciden con las anteriores en partir de de la base de que sólo
la persona humana es persona, pero se diferencia en rechazar toda idea de
ficción, negando en definitiva la persona jurídica. Tipos:
o Teoría de los derechos sin sujeto, de Windsheid Brinz.
o Teoría del sujeto colectivo, de Thering.
o Teoría de la propiedad colectiva, de Planiol.
o Teorías realistas: caracterizadas por el rechazo a toda ficción legal o
doctrinal, abandono del viejo principio de que sólo el hombre es persona,
y por la afirmación de que las personas jurídicas, por razón de propia
materia y constitución, reúnen las condiciones necesarias para participar
en la vida jurídica como verdaderos sujetos titulares de derechos.
En el campo del derecho público, los romanos consideraron como tales corporaciones
el Populus Romanus, los municipia, las colonias y la civitas. En el ámbito del derecho
privado estaban las corporaciones profesionales, como las Societates publicanorum
(sociedades de recaudadores de impuestos), que constituían una agrupación de
personas asociadas para el cumplimiento de su función de recaudadores y que actuaban
a través de un representante único, que es el síndico.
En Roma tuvieron gran auge las corporaciones, como lo prueba la Lex iulia de colegiis,
del año 21 a.C., dictada en época de Augusto, y que exigió la previa autorización del
Senado para la constitución de nuevas sociedades, prohibiendo todas aquellas cuyas
actividades fuesen consideradas peligrosas para el Estado Romano.
Personas jurídicas fundacionales o universitates rerum (universalidades de
cosas): consistentes en una masa de capitales o de bienes, es decir, en un
patrimonio con destino al cumplimiento de una finalidad acorde con la voluntad
de la persona física que la instituyó, que es el fundador. Dicha finalidad podía
consistir en obras de beneficencia, instrucción, fines religiosos, etc.