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Muy buenos días, agradezco a la Comisión Especial de Salud Mental y

Drogas de la LXIII Legislatura, la oportunidad de participar en éste foro,


abordando el tema: Mujeres adictas en prisión.

…”La mayor parte del tiempo, parecía una autómata, embrutecida por el
alcohol. Por fin, un día, al despertarme por enésima vez en una habitación
desconocida al lado de un hombre desconocido, supe que no podía
aguantarlo más. Me sentenciaron a prisión, por el crimen que cometí en
esa borrachera, a partir de ese momento mi vida cambió”… anónima.

Al abordar la situación de las mujeres presas, necesariamente se debe


integrar el análisis del contexto penitenciario en general; la situación de las
mujeres y las niñas frente al problema mundial de las drogas, se vuelve una
imperante necesidad de ser abordada en este espacio, en su doble
faceta: como usuarias y/o como acusadas de delitos relacionados con las
drogas.

Las cárceles femeninas presentan una serie de características específicas


que establecen diferencias importantes en lo relativo a las condiciones de
la población; por un lado, el tipo de delitos por el que han sido recluidas,
por otro lado, se encuentran las circunstancias en las que viven éste
proceso al interior de los centros penitenciarios, así como el proceso penal,
mismo que sigue cada una de las reclusas.

Marcela Lagarde, en su libro Los Cautiverios de las Mujeres, menciona que


“Son las relaciones sociales, las funciones, las actividades, las formas de
comportamiento, las creencias y las normas, las que enmarcan y explican
tanto los delitos que cometen las mujeres, de los que muchas de ellas son
víctimas; así como la manera de enfrentarlos”. Es decir, la subalternidad, la
desigualdad, la discriminación y la dependencia de las mujeres las
constituye en víctimas de delitos específicos, tales como los delitos contra
la salud.

Los delitos contra la salud a nivel federal representan el 43% de los casos
de las mujeres en prisión y la primera causa de encarcelamiento, siendo el
delito de posesión más castigado con la privación de la libertad.

En México, el problema de abuso de sustancias afecta a las mujeres


internas en mayor medida que a otras mujeres, debido a que son más
susceptibles de incidir y prevalecer como consumidoras de drogas. Siendo
el alcohol la droga de inicio, al ser recluidas, se potencializa el uso de las
drogas.

Actualmente existen 13 cárceles para mujeres y 242 penales mixtos en


nuestro país. Sin embargo, al ser la población femenina del 4.87% de la
población total recluida, la infraestructura, la organización y el
funcionamiento de los establecimientos de reclusión han girado en torno a
las necesidades de los hombres.

Muchas de las presas por delitos contra la salud se ligaron a las drogas por
ser esposas, pero sobre todo, por ser amantes de traficantes, su relación
conyugal-filial o materna con los hombres está en la base de la
transgresión, siendo utilizadas para transportar la droga, ya sea a través de
la dependencia o del chantaje.

La sociedad en general imagina que las mujeres involucradas en los delitos


de drogas son como ‘La Reina del Sur’, pero en la realidad son mujeres
pobres, tienen pocas oportunidades económicas y estudios mínimos, en
algunos casos, madres solteras que no han cometido delitos violentos; sin
embargo, su detención no tiene ningún impacto en el negocio de las
drogas, porque al día siguiente pueden ser sustituidas por otras personas.

Si además de definir cómo es que llegan las mujeres a la cárcel,


observando que existe una relación estrecha con las drogas, consideramos
ahora el consumo de sustancias psicoactivas en relación con las cárceles
de mujeres, podemos establecer algunas matizaciones en la necesidad de
ir desarmando tópicos e ideas erróneas:

La adicción no es, un indicador o factor criminológico; el hecho de ser


drogodependiente no determina el acto delictivo, es decir, no es causa
antecedente necesaria de la conducta delictiva.

Sin embargo, muchas de estas mujeres sufrieron violaciones a sus derechos


humanos, como agresiones sexuales, tortura y deficiencias en el debido
proceso con base en su consumo. Algunas mencionan que fueron
detenidas por consumir drogas.

Esto nos permite mencionar el debate sobre las personas usuarias de


drogas y cómo el Estado debería prestarles servicios de salud en lugar de
criminalizarlas, sufren un ciclo de re victimización, convirtiéndose en un
blanco fácil a la violencia recurrente. Debido a estos factores, es común
que dichas mujeres sean detenidas nuevamente, creando un ciclo del que
no es fácil salir, ya que la dependencia no es abordada como un asunto
de salud, sino que se convierte en un asunto penal.

Es una constante escuchar a las mujeres adictas mencionar una serie de


circunstancias que las estigmatizan al interior de los penales, desde ser
aisladas, al asignarles espacios específicos alejados de la población
general, hasta el hecho de que no existan programas que les permitan la
rehabilitación; si bien en algunos casos existen grupos de ayuda mutua
basados en el programa de Alcohólicos Anónimos, se desconoce cuántos
y en que penales existen, debido a que quienes los atienden son
organizaciones no gubernamentales que no manejan estadísticas; en otros
casos, la presencia de grupos religiosos puede coadyuvar, sin embargo, no
promueven un modelo de intervención ante la adicción. Así mismo, en la
Ciudad de México se han realizado propuestas de tratamiento e
integración social, como la propuesta por la Dra Chaine y sus
colaboradores, de manera conjunta con el IAPA; y estoy segura de que
existen muchos esfuerzos, lamentablemente aislados, que no tienen un
impacto profundo al hablar del manejo de las adicciones al interior de los
penales desde la perspectiva de género.

Así mismo, con base en los testimonios de las internas de diversos penales,
se sigue encarcelando a mujeres pobres, con bajos niveles de estudio,
procedentes de sitios marginados de la sociedad y responsables de delitos
no violentos, así como mujeres usuarias atrapadas en un círculo de
consumo-criminalización que se repite una y otra vez.

En las historias de vida de las mujeres privadas de la libertad, las relaciones


de poder asimétricas se destacan como un marcador de género que
sesga sus vidas y plasma el camino para su contacto con el tráfico o uso
de substancias. El abuso, la violencia, la violación y “el amor” - entendido
como una construcción social que reproduce la desigualdad entre
hombres y mujeres - crean las condiciones para que las mujeres se inicien
al uso de drogas, o bien, se involucren en la venta o el transporte de las
mismas.

Desde el punto de vista de las relaciones de género, cabe destacar la


relación con la prostitución. Es muy común escuchar “consumir para
prostituirse y prostituirse para consumir”
Un aspecto fundamental a mencionar es que la experiencia de la reclusión
es muy distinta con base en el tipo de penal del que se trate, ya que la
administración en penales federales y locales varía, pero no es garantía
de mejores condiciones de vida, ya que también presentan sus riesgos,
pues en muchos de ellos no se separa a la población femenil de la varonil,
lo que implica mayor vulnerabilidad a caer en un círculo de violencia
patriarcal.

Las agresiones físicas, psicológicas y sexuales son un común denominador


entre las internas, quienes además de sufrir el abandono familiar,
comenzando por sus parejas, padres y madres, hasta la ausencia de los
hijos o hijas, se tienen que enfrentar casi de manera cotidiana a las
agresiones, tanto de compañeras, como de autoridades.

La tortura sexual es un crimen que no se investiga, a pesar de las


declaraciones de las mujeres que la han padecido y la observación del
estado físico y psicológico en el que se encuentran.

Aunado al sufrimiento físico y psicológico, existe un fuerte estigma


asociado a la tortura sexual. Las mujeres muestran sentimiento de
vergüenza y culpa, cambios en la forma de relacionarse con la familia y el
contacto íntimo con la pareja se convierte en una situación de angustia,
donde la sensación de desconfianza y miedo las lleva al aislamiento
individual

Actualmente, en el Complejo Penal Federal Islas Marías, se trasladan a


mujeres procesadas por delitos del fuero federal, sin embargo, el ser
enviadas a este destino, ubicado en una zona sumamente calurosa en el
estado de Nayarit, alejado del continente, implica un mayor aislamiento y
alejamiento de la familia, tanto por las condiciones del régimen, como por
los costos que implica desplazarse hasta dicho sitio desde distintos puntos
de la República.

Patricia (nombre ficticio): Acepté el traslado a Islas Marías porque me


pasaron un video de las condiciones de vida en ese penal, me dijeron que
podría llevar a mi familia si es que tramitaba el permiso, me emocioné
mucho de saber que podría tener cerca a mis hijos, sin embargo desde
que llegué no he podido comunicarme con ellos, no he podido verlos,
llevo más de un año y ni una llamada, las compañeras me dicen que debo
acostumbrarme a estar sola, pues es muy difícil que la familia acuda a
vernos por la distancia, porque nunca hay espacio en el barco ( transporte
que sólo los jueves sale del continente para llevar suministros y al personal).
Caí en una depresión cuando me di cuenta de que no era real lo que me
enseñaron en el video, sólo me ocupaba de la melga y volvía a mi cuarto,
en el que por cierto no había nada más que hacer, y a diferencia de los
varones, no nos permitían salir del campamento. Alguien me compartió
“Turbo” (bebida que elaboran de manera ilegal con frutas fermentadas) y
me puse muy mal, pero no me descubrieron, hasta que era tal mi
desesperación por volver a beber que terminé en la “borracha” (lugar en
el que meten a los presos que cometen alguna falta dentro del complejo
penitenciario) pasé varios días ahí, aislada de todos, sin poder bañarme,
con hambre, con los otros “borrachos” hasta que me sacaron porque me
estaba muriendo, me llevaron a la clínica, pero dijeron que no me podían
hacer nada, pues no tenían medicamentos, así que solo me pusieron
suero. La tristeza y desesperanza con la que vivo no se la deseo a nadie, no
tengo familia, ni amigas, pues es una lucha vivir día con día en un lugar tan
pequeño con 50 mujeres viviendo amontonadas, de todas maneras pienso
que sólo me cambiaron de lugar, pero ya estaba sola, pues mi pareja me
dejó después de que me agarraron con “paquetitos” que eran de él, mi
mamá fue un tiempo a verme , pero dejó de ir y de llevarme a mis hijos
porque no tenía dinero para pagar las cuotas que le pedían cada vez que
iba a verme, fue una ilusión creer que podía traerme a mis hijos, ni siquiera
creo que se acuerden de mi…

El encarcelamiento de mujeres por delitos contra la salud se mantiene a la


alza. Situación que hace indispensable y urgente el trabajo en el ámbito
legislativo y de procuración de justicia para incorporar la perspectiva de
género mediante las siguientes acciones:

Mejorar las condiciones de encarcelamiento de las mujeres.

Brindar capacitación para el trabajo, ampliar las actividades que


desarrollan, proporcionar servicios de salud adecuados.

Emitir sentencias que toman en cuenta el contexto de la mujer en relación


al delito cometido.

Trabajar en procesos de reinserción. Promover el apoyo del núcleo familiar.


Acceso no discriminatorio a servicios de salud y atención y servicios
sociales en el marco de programas de prevención, atención primaria y
tratamiento.

Atender y prevenir los factores de riesgo que conllevan a que las mujeres
sean vulnerables a la explotación y participación en el tráfico/uso y abuso
de drogas.

A pesar de toda esta evidencia aún sigue siendo necesario seguir


trabajando en la constitución de un núcleo de conocimiento sólido sobre
la situación y circunstancias de las mujeres presas para poder visibilizar su
realidad desigual y las políticas que se dirigen hacia ellas.

En términos generales, la legislación sobre esta materia, considera que las


personas que están internadas en prisión deben tener los mismos derechos
y prestaciones de salud que el resto de la ciudadanía con las limitaciones,
en lo que concierne al ejercicio y no a su contenido, derivados de esta
situación.

Considero que debe tenerse en cuenta a la hora de trabajar el objetivo de


la reintegración social, comprender las causas individuales, sociales,
políticas, culturales o económicas que inciden o fuerzan el acto infractor,
así como los requerimientos para poder cumplir el fin primordial de la
sanción penal, que según la normativa es la reintegración.

Por ello, se señala como urgente mejorar el trabajo legislativo y de


procuración de justicia para incorporar la perspectiva de género.

Por su atención, gracias.

Lic. Sayda Lorena Olivares Montes

Psic. Especialista en Estudios de Género.

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