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Monografías de Medicina Veterinaria, Vol.

11, N°2, diciembre 1989

Vacunas y vacunación
[ Vacunas y vacunación ]

Las prácticas sanitarias de separación, eliminación, control


de ingreso, además del uso de tratamientos y medidas
profilácticas específicas, como la vacunación entre otras,
han contribuido en reducir e incluso hacer desaparecer
algunas enfermedades infecciosas, sea a niveles locales,
de áreas, países, continentes e incluso mundialmente,
como en el caso de la viruela.

Otras enfermedades que afectan a los animales, están en


franca disminución o aún más en vías de ser erradicadas de
áreas o países (fiebre aftosa, peste porcina) Enfermedades
bacterianas como carbunclo, tétanos o enterotoxemias en
los animales, o difteria, coqueluche, tuberculosis en el
hombre, muestran también una baja en sus tasas de
presentación.

De las prácticas citadas de intervención frente al riesgo o


presentación de una infección, posiblemente sea la
vacunación el factor que más haya participado en el éxito
obtenido, rebajando la intensidad de ésta o disminuyendo el
número de casos.

La tecnología moderna ha permitido conocer los agentes


patógenos infecciosos en su esencia estructural y
fisiológica, aislando y multiplicando aquellos componentes
útiles y bajo condiciones artificiales de laboratorio preparar
con ellos vacunas eficientes y de bajo riesgo. Para un futuro
cercano se prevee el empleo de sofisticada biotecnología,
que los progenitores de las vacunas de la época
pasteuriana nunca hubiesen soñado. La consecuencia de la
modificación ultraestructural y genética de algunos
microorganismos que cierta clase de ingeniería está
construyendo, abre un porvenir cercano de extraordinarias
proyecciones.

La vacunación se inicia prácticamente en el siglo XVIII con


Jenner (1796), protegiendo al hombre contra la viruela,
utilizando empíricamente el virus vaccinia de la viruela del
vacuno y dando el nombre de "vacunación" a este proceso.

Pasteur culmina sus éxitos en 1881 en la famosa


experiencia realizada en Poully le Fort, con vacuna anti
carbunclosa y en 1885 junto al médico veterinario Roux con
la vacuna contra la rabia. Pocos años después von Behring
(1892) produciría los sueros anti, para controlar el tétanos y
difteria una vez declarados. En 1921, Calmette y el médico
veterinario Guerin logran obtener la cepa BCG de
Mycobacterium bovis y lo utilizan en la prevención de la
tuberculosis humana. Ramón, también médico veterinario,
prepara en 1930 la vacuna contra la difteria humana y
varias otras de aquellas basadas en la transformación de
toxinas bacterianas en toxoides.

Tailer, 1935; Sabin, 1955; Peltola, 1977 han hecho también


grandes aportes en la profilaxis de la fiebre amarilla, la polio
y la meningitis meningocócica, respectivamente.

Faltan muchos por nombrar, pero está claro que una


secuencia de investigadores han permitido que a lo largo
del tiempo, se pueda disponer de un adecuado arsenal de
productos biológicos destinados a proteger al hombre y a
los animales contra las principales enfermedades
infecciosas que los afectan.

Las acciones preventivas en el manejo sanitario animal,


involucran en la gran mayoría de los casos, empleo de
vacunas, cuando la enfermedad ofrece riesgos de
presentación en una determinada área. Sin embargo, la
vacuna no es una panacea y muchas enfermedades
infecciosas continúan significando serios problemas en la
salud y en el rendimiento económico, aún cuando se
empleen vacunas en su control. Ello indica que la vacuna,
además de cumplir con algunas definidas condiciones, debe
aplicarse también considerando una serie de factores que
pueden alterar los beneficios esperados.

¿Qué es una vacuna?. Existen muchas definiciones


basadas en conceptos técnicos, que son ampliamente
conocidos. En Medicina Veterinaria estos conceptos pueden
necesitar definiciones complementarias. Entre éstos la
principal, es considerarla como un insumo en el proceso
productivo y por lo tanto cada vez que se preconiza su uso,
se estaría aumentando el egreso.

La finalidad clásica de una vacuna es inducir la resistencia


específica frente a una determinada enfermedad. Debemos
considerar antes de su uso que el rebaño a que pertenecen
los animales a vacunar, presenten también el riesgo de
exposición. Obviamente si no existe este riesgo, la vacuna
no cumpliría con su finalidad.

Condiciones que debe cumplir una vacuna


- Debe entregar al animal vacunado una resistencia
específica frente a la enfermedad pertinente, y en muchos
casos no necesariamente proteger frente a la infección.

- La resistencia producida por la vacuna debe ser lo más


larga en el tiempo. En los animales este factor es menos
exigente que en el hombre, debido a que el promedio de
vida o la edad útil de los primeros, es menor.

- No debe producir efectos colaterales indeseables. En este


sentido también se es menos exigente que en el hombre.
Muchos adyuvantes usados en vacunas de uso animal,
serían imposibles de usar en el hombre, por el tipo de
reacción local que producen.

- Debe cumplir una serie de exigencias inherentes al


producto mismo, como su estabilidad, su potencia,
susceptibilidad de almacenamiento su fácil manejo, su no
peligrosidad para el operador, la susceptibilidad de ser
controlable, su precio considerando su uso masivo, etc., etc.

Al discutir estas exigencias debemos agregar que la


resistencia que otorgue una vacuna debe ser relevante y
específica para el agente; debe producir una respuesta
adecuada al tipo de inmunidad que se desea estimular. Así
en brucelosis se deberá exigir a la vacuna que se proponga,
provoque un estímulo a la protección de tipo celular; por el
contrario frente a rabia, tétanos o difteria deberá producir
una adecuada protección de tipo humoral, la que en estos
casos sería la realmente protectora.

La respuesta protectiva debe producirse en el sitio


adecuado. En muchas afecciones donde un determinado
epitelio es el afectado y sufre el ataque primario del agente,
será más útil la inducción a la producción de anticuerpos
locales, que los circulantes. Enfermedades como influenza y
rinoneumonitis equina cumplen con estas características y
aunque el agente pueda tener una distribución
generalizada, el ingreso por determinados epitelios (vía
respiratoria alta) debe ser el controlado, con el fin de
disminuir o anular esta fase de infección. Ejemplos: los
anticuerpos producidos localmente en intestino o ubre, no
protegen epitelios de la nariz o de la faringe. Igualmente, E.
coli en cerditos privados de calostro, podría ingresar por
tonsilas, aún cuando se administren anticuerpos calostrales
por sonda estomacal.

Las vacunas deben ser constituidas por el o los antígenos


estrictamente necesarios para obtener una adecuada
respuesta protectora. Los diferentes microorganismos
contienen una serie de antígenos en su estructura que no
participan en el proceso de resistencia y en muchos casos
interfieren el diagnóstico. Una bacterina toxoide, por
ejemplo, incorpora al agente bacteriano, la toxina
transformada, y además todas las substancias
componentes del medio donde fue preparada, por depurado
que este sea, cuando en realidad., son sólo algunos
componentes de las toxinas los que hubiesen bastado para
otorgar una adecuada protección.

Algo similar sucede con la Cepa 19 por ejemplo, que al


aplicarse debidamente liofilizada está incluyendo además
millones de cadáveres de Brucella, cuya presencia no
mejora la respuesta protectiva sino por el contrario
entorpece seriamente el diagnóstico.

Clasificación de las vacunas

En relación a sus constituyentes específicos las vacunas


pueden estar formadas por elementos vivos o modificados
(bacterias o virus), muertos o inactivados, o por sus toxinas.
Algunas, las menos, incluyen solamente estructuras
celulares específicas (vacunas de "pili" de E. Coli).

En el caso de vacunas vivas, la reproducción del agente en


el huésped vacunado, produce un aumento en la cantidad
del antígeno y mayor persistencia en el tiempo, lo que
incide en un más alto y más prolongado estímulo a los
factores que participan en la respuesta inmunitaria.

El sistema de repetición de un estímulo vacinal en un


período definido, para lograr mayor respuesta, es llamado
comúnmente "booster".

Los esquemas de vacunación recomendadas frente a varias


enfermedades incluyen la aplicación de estos "booster''. El
uso de vacunas a virus vivo es bastante corriente. Se
describen aquellas preparadas con virus heterólogo y
homólogo, modificado o sin modificar.

Las vacunas a virus vivo homólogo, producen siempre una


inmunidad intensa y duradera, ya que realmente lo que
provocan es un determinado grado de la enfermedad, con
características menos graves que el proceso natural.
Muchas veces la reacción del vacunado es violenta y
contradictoria y con alto riesgo, ya que puede existir difusión
del proceso pertinente.

Las vacunas a virus vivo homólogo pueden utilizar al agente


tal cual produce la enfermedad natural (ectima del ovino,
papilomatosis del bovino) o bien cepas especiales que han
sufrido alguna modificación o atenuación en su virulencia,
pero que mantienen su capacidad de ser buenos antígenos.

Estas vacunas presentan los inconvenientes de eliminar las


posibilidades de erradicar la enfermedad y de producir
problemas como la presentación de cuadros de la misma.
Igualmente, incluso con cepas atenuadas, se cita el riesgo
de paso de virus madre-feto provocando aborto,
teratogenia, encefalitis en recién nacidos y otros problemas.
Este paso de virus de madre a feto debe interpretarse como
reversión del virus, el que exacerbará su virulencia y
capacidad de transmisión. Las recomendaciones de que
estas vacunas virales vivas no deben usarse en hembras
preñadas, tienen que observarse estrictamente.

Hay algunas excepciones, como por ejemplo, las vacunas


contra rinoneumonitis equina, las que persiguen infectar a la
hembra preñada con el virus atenuado de la vacuna, en un
determinado período de preñez, con el fin de evitar el aborto
a fines de éste y también la muerte o enfermedad neonatal.
En casos como gastroenteritis transmisible del cerdo, se
vacuna a la hembra durante el período de preñez con el fin
de lograr la producción de una tasa adecuada de
anticuerpos calostrales y postcalostrales que actuarán
pasivamente en el lechón.

Vacunas virales heterólogas son las constituidas por virus


vivo diferente a aquellos que producen la enfermedad que
se desea proteger; se aprovecha la circunstancia que estos
virus tienen estructuras iguales o parecidas a aquellas del
agente causal y son capaces de producir inmunidad
cruzada (la vacuna de sarampión contra distemper canino,
la vacuna contra la enfermedad de Marek de las aves, la
vacuna contra la viruela humana se incluyen en este grupo).
Con el uso de estas vacunas es posible erradicar una
enfermedad, hecho que ya ha sucedido con la viruela
humana.

Las vacunas bacterianas son de uso rutinario y también


pueden ser vivas o muertas. Las vivas son generalmente
atenuadas en su virulencia, sea porque fueron sometidas a
procesos especiales para ello, o porque son naturalmente
menos patógenas.

Al igual que aquellas a virus vivos, estas vacunas son


capaces de provocar problemas debido a su virulencia
residual. Se citan aborto y problemas de persistencia en el
caso de la Cepa 19; muerte en caprinos por vacuna
anticarbunclosa; fiebre e inflamación en vacunas contra
salmonelosis; estados de hipersensibilidad en vacunas
contra eripiselas.

Las vacunas bacterianas muertas o bacterinas, son usadas


rutinariamente en una diversidad de procesos. En general
no provocan problemas específicos; muchas producen
fenómenos inflamatorios en el sitio de inoculación que
obedecen primordialmente al adyuvante que lleva la
vacuna.
Algunas vacunas bacterianas están formadas por
estructuras del cuerpo celular del agente. La protección que
producen es muy específica. (Ejemplos: vacuna contra
diarrea colibacilar de cerditos o terneros, contituida por
"pili", estructura de fijación que posee el agente para
adherirse a la mucosa intestinal; una de las vacunas contra
eripisela porcina que está formada por elementos celulares
destruidos por sonicación).

Todas las vacunas que se emplean en los procesos


clostridiales están conformados por toxinas tranformadas en
toxoides, generalmente por efecto del fenol. Hace
excepción la vacuna antihemoglobinuria infecciosa bovina.
Los toxoides son excelentes antígenos y suficientes para
otorgar una firme protección.

Duración de la protección otorgada por las vacunas

Luego de largos procesos de selección de cepas, métodos


de producción, purificación, concentración, etc., según el
caso, se ha logrado en medicina humana producir, con
vacunas muertas o vivas, un grado de protección frente a
algunas enfermedades, que puede perdurar por varios
años. En muchos casos una vacunación inicial sirve de
base para proveer una protección frente a inoculaciones
naturales posteriores, las que actuarían como verdaderos
"booster" en el problema. En rabia, por ejemplo, la
vacunación preventiva pre-exposición en el hombre,
produce un efecto protectivo que aumenta cada vez que el
individuo está en contacto con el virus.

Los rangos de vida útil más corta de los animales, han


hecho que se acepten períodos de protección otorgado por
vacunas, de duración más restringida. Ordinariamente las
vacunas de uso veterinario otorgan una protección por
períodos no mayores de 6 meses a 1 año. Excepciones
como la vacunación con Cepa 19, ampliaría la protección
más allá de 6 años.

De acuerdo a su duración, las vacunas deben repetirse con


una frecuencia relativa al período de protección que
producen, como al grado de riesgo derivado de la carga de
infección del medio. Por ello será necesario repetir
vacunaciones de corto efecto, o aprovechar las bondades
de la aplicación de los "booster".

La Cepa 19 se aplica una sola vez, aunque actualmente


existen algunos esquemas de revacunación tanto en
terneras como en bovinos adultos.

La vacuna contra el cabunclo sintomático se aplica también


en una sola oportunidad a los bovinos, lo que obedece, no a
que su efecto protectivo sea prolongado, sino a que es una
enfermedad de bovinos jóvenes, donde los adultos se
inmunizan naturalmente, por infecciones subclínicas.

Un factor importante en la duración del efecto protector de


la vacuna lo constituye la resistencia individual o de rebaño,
la que puede variar en diferentes intensidades.

Adyuvantes

Aunque su uso está limitado en el hombre, los adyuvantes


se emplean con bastante frecuencia en las vacunas
animales. En términos muy generales, los adyuvantes son
substancias cuyo empleo persigue aumentar la capacidad
del antígeno para producir una menor y mayor respuesta
protectiva.

Hay organismos bacterianos que por sí solos son capaces


de tener acción adyuvante, efecto debido a substancias
contenidas en su pared celular. Compuestos menos
complejos como algunos aceites minerales han demostrado
también un buen efecto, al provocar inflamación local,
atracción celular o bien al entregar lentamente el antígeno.

Los adyuvantes aceitosos, en su mayoría, están prohibidos,


ya que se les atribuye, poseer efectos cancerígenos en los
animales vacunados, atribuyéndoseles alguna proyección
del problema en el hombre que los consume. También los
adyuvantes provocan a veces fenómenos inflamatorios tan
intensos que deprecian productos como carne y cueros.
Hidróxido de aluminio, saponina y otros, son corrientemente
usados en medicina veterinaria. Las vacunas vivas en
general no llevan adyuvante, salvo excepciones.

Edad y aplicación de vacunas

La mayoría de los animales domésticos que nos interesan,


reciben anticuerpos preformados vía calostro, los que son
absorvidos a nivel del intestino en las primeras horas post
nacimiento. Algunos anticuerpos, especialmente de la clase
IgA, persisten en la leche protegiendo al lactante.
Especialemente a nivel de mucosas (faríngea, intestinal,
etc.), esta protección es la que mayormente participa en las
infecciones por E. Coli y Rotavirus.

Las vacunas que se apliquen no deben ser interferidas en


su efecto por estos anticuerpos pasivos que persisten
ordinariamente hasta los 30-80 días post-nacimiento,
variando según la especie, cantidad y calidad del calostro
ingerido, etc.

En algunos casos los anticuerpos pasivos desaparecen


precozmente, por lo que la vacunación también debe ser
precoz. Tal caso sucede en la difteria del hombre, debemos
tener presente que el recién nacido humano trae
anticuerpos recibidos durante su estado fetal, cosa que no
se presenta en los animales, salvo en los primates.

En enterotoxemia del ovino o bovino, la cantidad de


anticuerpos que recibe el recién nacido, por el calostro, es
generalmente insuficiente, por lo que la vacunación del
cordero o ternero debe ser también precoz.

La aplicación temprana de algunas vacunas, obedece a


lograr en el plazo más corto, la desaparición de las
respuestas serológicas que puedan entorpecer el
diagnóstico. Es el caso de la Cepa 19, los bovinos
vacunados con esta Cepa cuando adultos, mostrarán por
largo tiempo la presencia de anticuerpos séricos de origen
vacinal, que costará diferenciarlos de aquellos propios de
una infección natural.

En peste porcina clásica, se recomienda vacunar los


lechones a los 45 días de edad, donde sin lugar a dudas se
obtiene una mejor respuesta protectiva, pero en muchos
cerditos la inmunidad pasiva no dura más allá de los 30
días, lo que significa que el lechón permanecerá 15 días sin
protección y expuesto al riesgo de infección.

Los animales adultos y viejos son en general menos


susceptibles a muchas enfermedades infecciosas, al
parecer porque han recibido mayor número de vacunas o
bien, porque han sufrido infecciones sub-clínicas
naturalmente.

Los sistemas de explotación y de manejo, o lo que el


productor espera de su ganado, hace que en relación a
vacunas se discrimine sobre los animales que se deban
vacunar. En la profilaxis de muchas enfermedades
únicamente se vacuna a las hembras. Los motivos son
varios. En las hembras, en algunas enfermedades
infecciosas, se persigue evitar el aborto, mejorar la fertilidad
o los índices reproductivos, o bien aumentar la tasa de
anticuerpos pasivos que ésta entregará al recién nacido
(Ejemplos: brucelosis, parvirosis porcina, rinoneumonitis
equina, gastroenteritis transmisible, enterotoxemia, etc.).
Por otro lado las hembras, persisten numéricamente mayor
tiempo en los rebaños y lógicamente estarán mayormente
expuestas.

En algunas enfermedades infecciosas, por el contrario, lo


que se protege por medio de vacunas es al macho
(brucelosis ovina a B. ovis).

En la mayoría de las enfermedades infecciosas, lo corriente


es vacunar sin diferenciación, a hembras y machos.
Uso de vacunas simultáneas y asociadas

Se utiliza el término de vacunas simultáneas, en aquellas


que se aplican en una ocasión, pero en diferente
inoculum. El término asociadas, se destina a la inoculación
de varias vacunas en un mismo inoculum. Estas
situaciones han sido debidamente estudiadas y discutidas y
al respecto existen algunas recomendaciones de tipo
general. Las vacunas vivas se aplican generalmente solas,
ni simultáneas, ni asociadas a otras. En la vacunación del
perro, se hace excepción a esta recomendación.

Aunque los antígenos vivos son mejores porque se


multiplican, el efecto de algunos de ellos es inhibido por la
concomitancia con otros que producen el fenómeno de
interferencia; en las aves esta circunstancia se presenta con
frecuencia. En el hombre, por ejemplo, la replicación viral es
interferida en poliomielitis cuando se aplican los tres virus
en forma simultánea,, lo que no sucede cuando se aplican
separados por un tiempo adecuado. La clásica vacuna
contra tétano-difteria-coqueluche, en los niños, es más
efectiva si se aplica cada uno de sus componentes en forma
separada, en vez de asociados, sin embargo, se prefiere
aumentar las dosis de antígenos y aplicarlos de una sola
vez, por razones de tipo práctico y para reducir el estrés de
aplicación sucesiva.

En los animales se persigue en lo posible evitar las


aplicaciones de vacunas individuales cuando fuere posible
aplicarlas asociada o simultáneamente. Los rodeos
sucesivos producen baja en la productividad debido al
estrés, como también producen deshijamiento en las
hembras que están criando.

Se le atribuye a la vacunación asociada o simultánea, a


gérmenes vivos, la presentación de una baja temporal de la
capacidad productiva expresada en leche, o ganancia de
peso. Ello puede ser realidad con algunas vacunas, pero el
fenómeno se presentará también al usar esas mismas
vacunas en forma separada.

El problema principal que presentan las vacunas asociadas,


está dado por lo engorroso o difícil que resulta el
practicarles el control de potencia. Se persigue en una
vacuna asociada que cada componente sea
adecuadamente comprobado en su eficiencia y
posteriormente mezclado a los otros componentes, de tal
manera que las dosis y calidad no sean modificadas.

Ocasionalmente las vacunas asociadas pueden potenciar


su efecto, lo que podría deberse al efecto coadyuvante de
algunos de sus componentes.
Vacunas asociadas se usan con excelentes resultados en la
mayoría de las enfermedades clostridiales. Hace excepción
la vacuna anti hemoglobinuria infecciosa del bovino, ya que
su toxina es alterada por el formo) que llevarían las otras.

La vacunación simultánea se emplea también con bastante


frecuencia. En nuestra experiencia se ha practicado
aplicando simultáneamente las vacunas contra IBR.- rabia -
carbunclo bacteridiano y enterotoxemias en animales de
laboratorio, sin encontrar diferencias en los resultados de
las pruebas de protección, con aquellas obtenidas cuando
las vacunaciones se aplicaron en forma separada, en el
tiempo.

Control de las vacunas

Se hace generalmente el control de una vacuna, en su fase


de término de la producción y luego por medio de un
organismo del estado cuando el producto va a salir al
expendio para su uso.

Entre los controles a que se somete una vacuna, están la


esterilidad y principalmente su potencia. Esta última
equivale a un grado de medida de la eficiencia de la misma.

Idealmente las vacunas animales debieran ser controladas


en su potencia en las especies a las cuales están dirigidas.
Obviamente ello es económicamente imposible, pues exige
no sólo disponer del número adecuado de animales, cuyo
valor comercial es elevado, sino también instalaciones
complejas de aislamiento, que den garantía que no se
escapará ningún agente infeccioso usado en los desafíos,
(en fiebre aftosa, por ejemplo, el ídice K en el control de
vacuna se realiza en bovinos).

Los modelos de animales de laboratorio han solucionado en


gran parte este problema. Sin embargo persisten las
limitantes. Hay varios ejemplos frente a las cuales una
determinada especie de laboratorio responde diferente
según la infección experimental que se trate. El cobayo no
es un buen modelo para brucelosis, sin embargo, lo es
excelente frente a carbunclo bacteridiano, clostridiosis o
tuberculosis. El ratón es buen modelo para eripiselas. En
enfermedades virales en general, se utiliza poco a los
animales de laboratorio como modelos experiementales;
generalmente hamsters, ratones lactantes, etc.; el embrión
de pollo también es rutinariamente usado. Los modelos de
replicación viral están constituidos principalmente por líneas
o cultivos celulares, en los cuales se realizan diferentes
pruebas inmunológicas de medición de protección.

Problemas a considerar en la vacunación


En términos estrictos, una enfermedad debe ser lo
suficientemente seria y de efectos notoriamente negativos
para que se justifique la vacunación. Los riesgos que deben
considerarse son los que están afectando al rebaño o
comprometiendo un área determinada. Algunas
enfermedades como rinotraqueítis bovina, por ejemplo,
están produciendo en Chile problemas desde aborto hasta
infecciones subclínicas o totalmente benignas, variando
esto en las diferentes áreas donde la infección se produce.
Será necesario entonces considerar previamente en cuáles
áreas específicas es conveniente vacunar.

La vacunación con virus vivo exige que la enfermedad haya


sido previamente comprobada, o bien exista inminencia en
la presentanción de la misma. No se debe vacunar bajo
ningún pretexto, contra aquellas enfermedades infecciosas
ante las cuales la autoridad sanitaria prohibe la vacunación.
Esta circunstancia se produce cuando una enfermedad ha
sido erradicada, (fiebre aftosa), o no ha sido descrita (en
enfermedad de Aujeszky).

En otras afecciones en las que se emplean vacunas vivas


virales, debe cuidarse que el o los serotipos pertinentes que
están provocando el problema en el medio, sean
específicamente los que contengan las vacunas, y no otros,
pues ello significaría ingresar dicho serotipo al área o país.
Como por ejemplo se puede citar ectima contagioso de los
ovinos cuyas vacunas deben ser preparadas
exclusivamente con el mismo serotipo de virus que está
actuando.

Las vacunas. vivas provocan en general algunos efectos


contradictorios cuando se aplican a animales desnutridos,
parasitados o estresados, hecho que debe considerarse
previo a la vacunación.

Algunas vacunas virales preparadas en embrión de pollo o


en cultivos celulares, pueden estar contaminadas con otros
agentes como Mycoplasma, Clamydia o incluso otros
virus, por lo que pueden existir riesgos en su aplicación.
Igualmente cualquier vacuna puede estar contaminada con
organismos de diversos tipos que pudieran provocar
procesos locales o generales inconvenientes. Los métodos
tradicionales de control verifican en cada partida de vacuna
la debida esterilidad. La mantención o almacenamiento que
se haga, de estos productos, debe garantizar que no se
produzcan problemas de contaminación.

Igualmente la conservación de las vacunas debe hacerse a


las temperaturas indicadas por el productor y previo a su
uso, preferiblemente, manejadas en cajas términas
aislantes, a una temperatura baja. La mayoría de las
vacunas se conservan a temperaturas cercanas a 4°C y no
deben congelarse, salvo cuando ello explícitamente se
recomiende.

Las vacunas pueden contener además en forma normal


productos que puedan provocar efectos inconvenientes en
los animales que la reciben. La mayoría de estos productos
derivan del medio de cultivo, o del tejido natural o cultivado
que se ha utilizado en la obtención. Estas substancias, en
repetidos casos, pueden provocar estados de
hipersensibilidad y el animal incluso puede morir de "shock".
Ordinariamente se producen estados alérgicos cutáneos
locales, con edema, inflamación y necrosis. Entre las
vacunas que pueden producir estados de hipersensibilidad
se citan las contra Streptococcus equi (gurma), fiebre
aftosa, influenza.

En estos últimos la substancia alergizante sería el cultivo de


tejido BHK donde se replicó el virus aftoso y el embrión de
pollo donde se cultivó el virus influenza. Otras vacunas,
preparadas con organismos gram negativos poseen
endotoxinas que actúan local o generalmente en el
vacunado, provocando dolor, tumefacción e incluso efectos
neurológicos, (ejemplo: vacunas contra Salmonella o
Haemophylus). En la vacunación antirrábica, ésta va
acompañada por tejido nervioso, existiendo el riesgo de
presentación de encefalitis debido al efecto tóxico de este
tejido.

Vacunas y diagnóstico

Las vacunas vivas o muertas producen respuestas


inmunológicas mediadas por células y de tipo humoral.
Estas pueden entorpecer el diagnóstico, dando en muchos
casos la impresión que tales respuestas obedecen a una
infección natural. La duración de las respuestas vacinales
es generalmente más corta que la infección natural, pero
hay casos en que la respuesta vacinal puede provocar error
diagnóstico para toda la vida, (por ejemplo, luego de la
vacunación con BCG).

El error diagnóstico puede producirse también por la


presencia del agente originado por la vacunación, el que
muchas veces creará dificultades para poder diferenciarlo
del agente que provoca la enfermedad natural. La vacuna
anticarbunclosa, provoca persistencia de B.
anthracis vacinal en los tejidos en los bovinos, por algunos
días y en el equino, incluso por más de un mes.

Virus vivo utilizado en las vacunaciones de IBR, BVD, peste


porcina, parvovirosis, rotavirus, etc. son difíciles de
diferenciar de aquellos productores de la enfermedad
natural. La Cepa 19 en brucelosis puede ser aislada de la
ubre, luego de la vacunación y persistir por tiempos
prolongados en ese órgano. Tanto las pruebas serológicas
como los cultivos bacteriológicos serán interpretados inicial
mente como originados por la infección natural.

Cada día el laboratorio maneja más técnicas para poder


diferenciar estos agentes o las respuestas vacinales, pero
ello involucra pérdidas de tiempo, gastos adicionales o
incertidumbres que entorpecen las decisiones frente a las
medidas a tomar en un caso dado.

Fallas de la vacunación

La respuesta de los individuos de una población a una


vacuna es variable. Existirán los que responden en forma
normal, con una tasa de anticuerpos que les asegura un
grado de protección adecuado y que serán la mayoría.
También y representando un número menor de individuos,
existirán aquellos que responden en forma exagerada y los
que tienen una respuesta inmunitaria deficiente. Este último
grupo de individuos, nos preocupa, pues podrían aparentar
que estamos frente a una falla en la vacunación.

Cuando el efecto protectivo de una vacuna no se logra, esto


puede deberse a varias razones. En relación a la calidad de
la vacuna, puede suceder que esta no estimule
debidamente al sistema inmune y por ello la respuesta sea
pobre o nula; se trataría de una mala vacuna. Esta
ineficiencia también podría deberse a que el serotipo
utilizado en la elaboración de la vacuna (cepa bacteriana o
viral), no corresponda exactamente al que cause la
enfermedad; ello puede suceder en vacunaciones contra
enterobacterias, "foot-rot", ectima y otras.

Sin embargo, lo más corriente es que una falla de


vacunación se deba a deficiencias en la administración de
la vacuna misma o a falla en la capacidad de respuesta del
individuo vacunado. Dentro de esto último, por ejemplo, el
animal que está incubando una enfermedad y es vacunado
contra ella, como es obvio, no reportará una inmunización
efectiva y hará pensar en una falla de la vacuna y lo que es
peor e injusto, en una reacción postvaccinal inadecuada.

También puede ocurrir que cumpliendo la vacuna con todos


los requisitos para inmunizar correctamente, sea el propio
animal el que resulta incapaz de responder debido a
diversas causas. Entre ellas, son corrientes: las variaciones
individuales, las inmunosupresiones debidas a
enfermedades, drogas y parasitosis o la acción en el animal
vacunado de anticuerpos maternos persistentes.

Cuando se utilizan dosis inadecuadas de la vacuna o se


emplean vacunas vivas modificadas que han sido mal
manejadas o mantenidas y han perdido potencia por
inactivación de su masa antigénica, la respuesta inmunitaria
no será satisfactoria y no se podrá atribuir a la vacuna que
sea la responsable de estos resultados negativos.

Autovacunas

Estas corresponden fundamentalmente a bacterinas


preparadas con la o las cepas aisladas de animales
afectados y que se aplican en el mismo predio expuesto o
en el mismo animal afectado con objeto de estimular más
específicamente su sistema inmune. Se emplean también
algunas autovacunas anti virales, como en el caso de
ectima del ovino, en que debido a los muchos tipos
antigénicos del virus se hace necesario preparar ésta para
evitar el ingreso de tipos virales exóticos.

Existe controversia en cuanto a la preparación de vacunas


con cepas propias del área o región en que se está
produciendo el problema. En especial los laboratorios
productores de vacunas estiman que las cepas que ellos
poseen y con las cuales preparan sus diferentes productos,
tienen una capacidad antigénica conocida, estabilidad, alta
capacidad protectiva. Por ello no sería necesario el estar
preparando vacunas con cepas de las cuales no se han
realizado los estudios necesarios.

Sin duda no todas las autovacunas ejercen los resultados


esperados, pero son un arma cuando fallan los mecanismos
tradicionales de control de una enfermedad.

Un ejemplo claro de esto, son los múltiples casos de


estafilococosis resistente a antibióticos en perros, que han
remitido después de la aplicación de una autovacuna.
Casos similares se han producido ante la presencia de
queratoconjuntivitis en el bovino, enfermedades
respiratorias de los conejos, diarreas de los lechones, etc.,
en donde las autovacunas han dado resultados
satisfactorios.

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