Las prácticas sanitarias de separación, eliminación, control
de ingreso, además del uso de tratamientos y medidas profilácticas específicas, como la vacunación entre otras, han contribuido en reducir e incluso hacer desaparecer algunas enfermedades infecciosas, sea a niveles locales, de áreas, países, continentes e incluso mundialmente, como en el caso de la viruela.
Otras enfermedades que afectan a los animales, están en
franca disminución o aún más en vías de ser erradicadas de áreas o países (fiebre aftosa, peste porcina) Enfermedades bacterianas como carbunclo, tétanos o enterotoxemias en los animales, o difteria, coqueluche, tuberculosis en el hombre, muestran también una baja en sus tasas de presentación.
De las prácticas citadas de intervención frente al riesgo o
presentación de una infección, posiblemente sea la vacunación el factor que más haya participado en el éxito obtenido, rebajando la intensidad de ésta o disminuyendo el número de casos.
La tecnología moderna ha permitido conocer los agentes
patógenos infecciosos en su esencia estructural y fisiológica, aislando y multiplicando aquellos componentes útiles y bajo condiciones artificiales de laboratorio preparar con ellos vacunas eficientes y de bajo riesgo. Para un futuro cercano se prevee el empleo de sofisticada biotecnología, que los progenitores de las vacunas de la época pasteuriana nunca hubiesen soñado. La consecuencia de la modificación ultraestructural y genética de algunos microorganismos que cierta clase de ingeniería está construyendo, abre un porvenir cercano de extraordinarias proyecciones.
La vacunación se inicia prácticamente en el siglo XVIII con
Jenner (1796), protegiendo al hombre contra la viruela, utilizando empíricamente el virus vaccinia de la viruela del vacuno y dando el nombre de "vacunación" a este proceso.
Pasteur culmina sus éxitos en 1881 en la famosa
experiencia realizada en Poully le Fort, con vacuna anti carbunclosa y en 1885 junto al médico veterinario Roux con la vacuna contra la rabia. Pocos años después von Behring (1892) produciría los sueros anti, para controlar el tétanos y difteria una vez declarados. En 1921, Calmette y el médico veterinario Guerin logran obtener la cepa BCG de Mycobacterium bovis y lo utilizan en la prevención de la tuberculosis humana. Ramón, también médico veterinario, prepara en 1930 la vacuna contra la difteria humana y varias otras de aquellas basadas en la transformación de toxinas bacterianas en toxoides.
Tailer, 1935; Sabin, 1955; Peltola, 1977 han hecho también
grandes aportes en la profilaxis de la fiebre amarilla, la polio y la meningitis meningocócica, respectivamente.
Faltan muchos por nombrar, pero está claro que una
secuencia de investigadores han permitido que a lo largo del tiempo, se pueda disponer de un adecuado arsenal de productos biológicos destinados a proteger al hombre y a los animales contra las principales enfermedades infecciosas que los afectan.
Las acciones preventivas en el manejo sanitario animal,
involucran en la gran mayoría de los casos, empleo de vacunas, cuando la enfermedad ofrece riesgos de presentación en una determinada área. Sin embargo, la vacuna no es una panacea y muchas enfermedades infecciosas continúan significando serios problemas en la salud y en el rendimiento económico, aún cuando se empleen vacunas en su control. Ello indica que la vacuna, además de cumplir con algunas definidas condiciones, debe aplicarse también considerando una serie de factores que pueden alterar los beneficios esperados.
¿Qué es una vacuna?. Existen muchas definiciones
basadas en conceptos técnicos, que son ampliamente conocidos. En Medicina Veterinaria estos conceptos pueden necesitar definiciones complementarias. Entre éstos la principal, es considerarla como un insumo en el proceso productivo y por lo tanto cada vez que se preconiza su uso, se estaría aumentando el egreso.
La finalidad clásica de una vacuna es inducir la resistencia
específica frente a una determinada enfermedad. Debemos considerar antes de su uso que el rebaño a que pertenecen los animales a vacunar, presenten también el riesgo de exposición. Obviamente si no existe este riesgo, la vacuna no cumpliría con su finalidad.
Condiciones que debe cumplir una vacuna
- Debe entregar al animal vacunado una resistencia específica frente a la enfermedad pertinente, y en muchos casos no necesariamente proteger frente a la infección.
- La resistencia producida por la vacuna debe ser lo más
larga en el tiempo. En los animales este factor es menos exigente que en el hombre, debido a que el promedio de vida o la edad útil de los primeros, es menor.
- No debe producir efectos colaterales indeseables. En este
sentido también se es menos exigente que en el hombre. Muchos adyuvantes usados en vacunas de uso animal, serían imposibles de usar en el hombre, por el tipo de reacción local que producen.
- Debe cumplir una serie de exigencias inherentes al
producto mismo, como su estabilidad, su potencia, susceptibilidad de almacenamiento su fácil manejo, su no peligrosidad para el operador, la susceptibilidad de ser controlable, su precio considerando su uso masivo, etc., etc.
Al discutir estas exigencias debemos agregar que la
resistencia que otorgue una vacuna debe ser relevante y específica para el agente; debe producir una respuesta adecuada al tipo de inmunidad que se desea estimular. Así en brucelosis se deberá exigir a la vacuna que se proponga, provoque un estímulo a la protección de tipo celular; por el contrario frente a rabia, tétanos o difteria deberá producir una adecuada protección de tipo humoral, la que en estos casos sería la realmente protectora.
La respuesta protectiva debe producirse en el sitio
adecuado. En muchas afecciones donde un determinado epitelio es el afectado y sufre el ataque primario del agente, será más útil la inducción a la producción de anticuerpos locales, que los circulantes. Enfermedades como influenza y rinoneumonitis equina cumplen con estas características y aunque el agente pueda tener una distribución generalizada, el ingreso por determinados epitelios (vía respiratoria alta) debe ser el controlado, con el fin de disminuir o anular esta fase de infección. Ejemplos: los anticuerpos producidos localmente en intestino o ubre, no protegen epitelios de la nariz o de la faringe. Igualmente, E. coli en cerditos privados de calostro, podría ingresar por tonsilas, aún cuando se administren anticuerpos calostrales por sonda estomacal.
Las vacunas deben ser constituidas por el o los antígenos
estrictamente necesarios para obtener una adecuada respuesta protectora. Los diferentes microorganismos contienen una serie de antígenos en su estructura que no participan en el proceso de resistencia y en muchos casos interfieren el diagnóstico. Una bacterina toxoide, por ejemplo, incorpora al agente bacteriano, la toxina transformada, y además todas las substancias componentes del medio donde fue preparada, por depurado que este sea, cuando en realidad., son sólo algunos componentes de las toxinas los que hubiesen bastado para otorgar una adecuada protección.
Algo similar sucede con la Cepa 19 por ejemplo, que al
aplicarse debidamente liofilizada está incluyendo además millones de cadáveres de Brucella, cuya presencia no mejora la respuesta protectiva sino por el contrario entorpece seriamente el diagnóstico.
Clasificación de las vacunas
En relación a sus constituyentes específicos las vacunas
pueden estar formadas por elementos vivos o modificados (bacterias o virus), muertos o inactivados, o por sus toxinas. Algunas, las menos, incluyen solamente estructuras celulares específicas (vacunas de "pili" de E. Coli).
En el caso de vacunas vivas, la reproducción del agente en
el huésped vacunado, produce un aumento en la cantidad del antígeno y mayor persistencia en el tiempo, lo que incide en un más alto y más prolongado estímulo a los factores que participan en la respuesta inmunitaria.
El sistema de repetición de un estímulo vacinal en un
período definido, para lograr mayor respuesta, es llamado comúnmente "booster".
Los esquemas de vacunación recomendadas frente a varias
enfermedades incluyen la aplicación de estos "booster''. El uso de vacunas a virus vivo es bastante corriente. Se describen aquellas preparadas con virus heterólogo y homólogo, modificado o sin modificar.
Las vacunas a virus vivo homólogo, producen siempre una
inmunidad intensa y duradera, ya que realmente lo que provocan es un determinado grado de la enfermedad, con características menos graves que el proceso natural. Muchas veces la reacción del vacunado es violenta y contradictoria y con alto riesgo, ya que puede existir difusión del proceso pertinente.
Las vacunas a virus vivo homólogo pueden utilizar al agente
tal cual produce la enfermedad natural (ectima del ovino, papilomatosis del bovino) o bien cepas especiales que han sufrido alguna modificación o atenuación en su virulencia, pero que mantienen su capacidad de ser buenos antígenos.
Estas vacunas presentan los inconvenientes de eliminar las
posibilidades de erradicar la enfermedad y de producir problemas como la presentación de cuadros de la misma. Igualmente, incluso con cepas atenuadas, se cita el riesgo de paso de virus madre-feto provocando aborto, teratogenia, encefalitis en recién nacidos y otros problemas. Este paso de virus de madre a feto debe interpretarse como reversión del virus, el que exacerbará su virulencia y capacidad de transmisión. Las recomendaciones de que estas vacunas virales vivas no deben usarse en hembras preñadas, tienen que observarse estrictamente.
Hay algunas excepciones, como por ejemplo, las vacunas
contra rinoneumonitis equina, las que persiguen infectar a la hembra preñada con el virus atenuado de la vacuna, en un determinado período de preñez, con el fin de evitar el aborto a fines de éste y también la muerte o enfermedad neonatal. En casos como gastroenteritis transmisible del cerdo, se vacuna a la hembra durante el período de preñez con el fin de lograr la producción de una tasa adecuada de anticuerpos calostrales y postcalostrales que actuarán pasivamente en el lechón.
Vacunas virales heterólogas son las constituidas por virus
vivo diferente a aquellos que producen la enfermedad que se desea proteger; se aprovecha la circunstancia que estos virus tienen estructuras iguales o parecidas a aquellas del agente causal y son capaces de producir inmunidad cruzada (la vacuna de sarampión contra distemper canino, la vacuna contra la enfermedad de Marek de las aves, la vacuna contra la viruela humana se incluyen en este grupo). Con el uso de estas vacunas es posible erradicar una enfermedad, hecho que ya ha sucedido con la viruela humana.
Las vacunas bacterianas son de uso rutinario y también
pueden ser vivas o muertas. Las vivas son generalmente atenuadas en su virulencia, sea porque fueron sometidas a procesos especiales para ello, o porque son naturalmente menos patógenas.
Al igual que aquellas a virus vivos, estas vacunas son
capaces de provocar problemas debido a su virulencia residual. Se citan aborto y problemas de persistencia en el caso de la Cepa 19; muerte en caprinos por vacuna anticarbunclosa; fiebre e inflamación en vacunas contra salmonelosis; estados de hipersensibilidad en vacunas contra eripiselas.
Las vacunas bacterianas muertas o bacterinas, son usadas
rutinariamente en una diversidad de procesos. En general no provocan problemas específicos; muchas producen fenómenos inflamatorios en el sitio de inoculación que obedecen primordialmente al adyuvante que lleva la vacuna. Algunas vacunas bacterianas están formadas por estructuras del cuerpo celular del agente. La protección que producen es muy específica. (Ejemplos: vacuna contra diarrea colibacilar de cerditos o terneros, contituida por "pili", estructura de fijación que posee el agente para adherirse a la mucosa intestinal; una de las vacunas contra eripisela porcina que está formada por elementos celulares destruidos por sonicación).
Todas las vacunas que se emplean en los procesos
clostridiales están conformados por toxinas tranformadas en toxoides, generalmente por efecto del fenol. Hace excepción la vacuna antihemoglobinuria infecciosa bovina. Los toxoides son excelentes antígenos y suficientes para otorgar una firme protección.
Duración de la protección otorgada por las vacunas
Luego de largos procesos de selección de cepas, métodos
de producción, purificación, concentración, etc., según el caso, se ha logrado en medicina humana producir, con vacunas muertas o vivas, un grado de protección frente a algunas enfermedades, que puede perdurar por varios años. En muchos casos una vacunación inicial sirve de base para proveer una protección frente a inoculaciones naturales posteriores, las que actuarían como verdaderos "booster" en el problema. En rabia, por ejemplo, la vacunación preventiva pre-exposición en el hombre, produce un efecto protectivo que aumenta cada vez que el individuo está en contacto con el virus.
Los rangos de vida útil más corta de los animales, han
hecho que se acepten períodos de protección otorgado por vacunas, de duración más restringida. Ordinariamente las vacunas de uso veterinario otorgan una protección por períodos no mayores de 6 meses a 1 año. Excepciones como la vacunación con Cepa 19, ampliaría la protección más allá de 6 años.
De acuerdo a su duración, las vacunas deben repetirse con
una frecuencia relativa al período de protección que producen, como al grado de riesgo derivado de la carga de infección del medio. Por ello será necesario repetir vacunaciones de corto efecto, o aprovechar las bondades de la aplicación de los "booster".
La Cepa 19 se aplica una sola vez, aunque actualmente
existen algunos esquemas de revacunación tanto en terneras como en bovinos adultos.
La vacuna contra el cabunclo sintomático se aplica también
en una sola oportunidad a los bovinos, lo que obedece, no a que su efecto protectivo sea prolongado, sino a que es una enfermedad de bovinos jóvenes, donde los adultos se inmunizan naturalmente, por infecciones subclínicas.
Un factor importante en la duración del efecto protector de
la vacuna lo constituye la resistencia individual o de rebaño, la que puede variar en diferentes intensidades.
Adyuvantes
Aunque su uso está limitado en el hombre, los adyuvantes
se emplean con bastante frecuencia en las vacunas animales. En términos muy generales, los adyuvantes son substancias cuyo empleo persigue aumentar la capacidad del antígeno para producir una menor y mayor respuesta protectiva.
Hay organismos bacterianos que por sí solos son capaces
de tener acción adyuvante, efecto debido a substancias contenidas en su pared celular. Compuestos menos complejos como algunos aceites minerales han demostrado también un buen efecto, al provocar inflamación local, atracción celular o bien al entregar lentamente el antígeno.
Los adyuvantes aceitosos, en su mayoría, están prohibidos,
ya que se les atribuye, poseer efectos cancerígenos en los animales vacunados, atribuyéndoseles alguna proyección del problema en el hombre que los consume. También los adyuvantes provocan a veces fenómenos inflamatorios tan intensos que deprecian productos como carne y cueros. Hidróxido de aluminio, saponina y otros, son corrientemente usados en medicina veterinaria. Las vacunas vivas en general no llevan adyuvante, salvo excepciones.
Edad y aplicación de vacunas
La mayoría de los animales domésticos que nos interesan,
reciben anticuerpos preformados vía calostro, los que son absorvidos a nivel del intestino en las primeras horas post nacimiento. Algunos anticuerpos, especialmente de la clase IgA, persisten en la leche protegiendo al lactante. Especialemente a nivel de mucosas (faríngea, intestinal, etc.), esta protección es la que mayormente participa en las infecciones por E. Coli y Rotavirus.
Las vacunas que se apliquen no deben ser interferidas en
su efecto por estos anticuerpos pasivos que persisten ordinariamente hasta los 30-80 días post-nacimiento, variando según la especie, cantidad y calidad del calostro ingerido, etc.
En algunos casos los anticuerpos pasivos desaparecen
precozmente, por lo que la vacunación también debe ser precoz. Tal caso sucede en la difteria del hombre, debemos tener presente que el recién nacido humano trae anticuerpos recibidos durante su estado fetal, cosa que no se presenta en los animales, salvo en los primates.
En enterotoxemia del ovino o bovino, la cantidad de
anticuerpos que recibe el recién nacido, por el calostro, es generalmente insuficiente, por lo que la vacunación del cordero o ternero debe ser también precoz.
La aplicación temprana de algunas vacunas, obedece a
lograr en el plazo más corto, la desaparición de las respuestas serológicas que puedan entorpecer el diagnóstico. Es el caso de la Cepa 19, los bovinos vacunados con esta Cepa cuando adultos, mostrarán por largo tiempo la presencia de anticuerpos séricos de origen vacinal, que costará diferenciarlos de aquellos propios de una infección natural.
En peste porcina clásica, se recomienda vacunar los
lechones a los 45 días de edad, donde sin lugar a dudas se obtiene una mejor respuesta protectiva, pero en muchos cerditos la inmunidad pasiva no dura más allá de los 30 días, lo que significa que el lechón permanecerá 15 días sin protección y expuesto al riesgo de infección.
Los animales adultos y viejos son en general menos
susceptibles a muchas enfermedades infecciosas, al parecer porque han recibido mayor número de vacunas o bien, porque han sufrido infecciones sub-clínicas naturalmente.
Los sistemas de explotación y de manejo, o lo que el
productor espera de su ganado, hace que en relación a vacunas se discrimine sobre los animales que se deban vacunar. En la profilaxis de muchas enfermedades únicamente se vacuna a las hembras. Los motivos son varios. En las hembras, en algunas enfermedades infecciosas, se persigue evitar el aborto, mejorar la fertilidad o los índices reproductivos, o bien aumentar la tasa de anticuerpos pasivos que ésta entregará al recién nacido (Ejemplos: brucelosis, parvirosis porcina, rinoneumonitis equina, gastroenteritis transmisible, enterotoxemia, etc.). Por otro lado las hembras, persisten numéricamente mayor tiempo en los rebaños y lógicamente estarán mayormente expuestas.
En algunas enfermedades infecciosas, por el contrario, lo
que se protege por medio de vacunas es al macho (brucelosis ovina a B. ovis).
En la mayoría de las enfermedades infecciosas, lo corriente
es vacunar sin diferenciación, a hembras y machos. Uso de vacunas simultáneas y asociadas
Se utiliza el término de vacunas simultáneas, en aquellas
que se aplican en una ocasión, pero en diferente inoculum. El término asociadas, se destina a la inoculación de varias vacunas en un mismo inoculum. Estas situaciones han sido debidamente estudiadas y discutidas y al respecto existen algunas recomendaciones de tipo general. Las vacunas vivas se aplican generalmente solas, ni simultáneas, ni asociadas a otras. En la vacunación del perro, se hace excepción a esta recomendación.
Aunque los antígenos vivos son mejores porque se
multiplican, el efecto de algunos de ellos es inhibido por la concomitancia con otros que producen el fenómeno de interferencia; en las aves esta circunstancia se presenta con frecuencia. En el hombre, por ejemplo, la replicación viral es interferida en poliomielitis cuando se aplican los tres virus en forma simultánea,, lo que no sucede cuando se aplican separados por un tiempo adecuado. La clásica vacuna contra tétano-difteria-coqueluche, en los niños, es más efectiva si se aplica cada uno de sus componentes en forma separada, en vez de asociados, sin embargo, se prefiere aumentar las dosis de antígenos y aplicarlos de una sola vez, por razones de tipo práctico y para reducir el estrés de aplicación sucesiva.
En los animales se persigue en lo posible evitar las
aplicaciones de vacunas individuales cuando fuere posible aplicarlas asociada o simultáneamente. Los rodeos sucesivos producen baja en la productividad debido al estrés, como también producen deshijamiento en las hembras que están criando.
Se le atribuye a la vacunación asociada o simultánea, a
gérmenes vivos, la presentación de una baja temporal de la capacidad productiva expresada en leche, o ganancia de peso. Ello puede ser realidad con algunas vacunas, pero el fenómeno se presentará también al usar esas mismas vacunas en forma separada.
El problema principal que presentan las vacunas asociadas,
está dado por lo engorroso o difícil que resulta el practicarles el control de potencia. Se persigue en una vacuna asociada que cada componente sea adecuadamente comprobado en su eficiencia y posteriormente mezclado a los otros componentes, de tal manera que las dosis y calidad no sean modificadas.
Ocasionalmente las vacunas asociadas pueden potenciar
su efecto, lo que podría deberse al efecto coadyuvante de algunos de sus componentes. Vacunas asociadas se usan con excelentes resultados en la mayoría de las enfermedades clostridiales. Hace excepción la vacuna anti hemoglobinuria infecciosa del bovino, ya que su toxina es alterada por el formo) que llevarían las otras.
La vacunación simultánea se emplea también con bastante
frecuencia. En nuestra experiencia se ha practicado aplicando simultáneamente las vacunas contra IBR.- rabia - carbunclo bacteridiano y enterotoxemias en animales de laboratorio, sin encontrar diferencias en los resultados de las pruebas de protección, con aquellas obtenidas cuando las vacunaciones se aplicaron en forma separada, en el tiempo.
Control de las vacunas
Se hace generalmente el control de una vacuna, en su fase
de término de la producción y luego por medio de un organismo del estado cuando el producto va a salir al expendio para su uso.
Entre los controles a que se somete una vacuna, están la
esterilidad y principalmente su potencia. Esta última equivale a un grado de medida de la eficiencia de la misma.
Idealmente las vacunas animales debieran ser controladas
en su potencia en las especies a las cuales están dirigidas. Obviamente ello es económicamente imposible, pues exige no sólo disponer del número adecuado de animales, cuyo valor comercial es elevado, sino también instalaciones complejas de aislamiento, que den garantía que no se escapará ningún agente infeccioso usado en los desafíos, (en fiebre aftosa, por ejemplo, el ídice K en el control de vacuna se realiza en bovinos).
Los modelos de animales de laboratorio han solucionado en
gran parte este problema. Sin embargo persisten las limitantes. Hay varios ejemplos frente a las cuales una determinada especie de laboratorio responde diferente según la infección experimental que se trate. El cobayo no es un buen modelo para brucelosis, sin embargo, lo es excelente frente a carbunclo bacteridiano, clostridiosis o tuberculosis. El ratón es buen modelo para eripiselas. En enfermedades virales en general, se utiliza poco a los animales de laboratorio como modelos experiementales; generalmente hamsters, ratones lactantes, etc.; el embrión de pollo también es rutinariamente usado. Los modelos de replicación viral están constituidos principalmente por líneas o cultivos celulares, en los cuales se realizan diferentes pruebas inmunológicas de medición de protección.
Problemas a considerar en la vacunación
En términos estrictos, una enfermedad debe ser lo suficientemente seria y de efectos notoriamente negativos para que se justifique la vacunación. Los riesgos que deben considerarse son los que están afectando al rebaño o comprometiendo un área determinada. Algunas enfermedades como rinotraqueítis bovina, por ejemplo, están produciendo en Chile problemas desde aborto hasta infecciones subclínicas o totalmente benignas, variando esto en las diferentes áreas donde la infección se produce. Será necesario entonces considerar previamente en cuáles áreas específicas es conveniente vacunar.
La vacunación con virus vivo exige que la enfermedad haya
sido previamente comprobada, o bien exista inminencia en la presentanción de la misma. No se debe vacunar bajo ningún pretexto, contra aquellas enfermedades infecciosas ante las cuales la autoridad sanitaria prohibe la vacunación. Esta circunstancia se produce cuando una enfermedad ha sido erradicada, (fiebre aftosa), o no ha sido descrita (en enfermedad de Aujeszky).
En otras afecciones en las que se emplean vacunas vivas
virales, debe cuidarse que el o los serotipos pertinentes que están provocando el problema en el medio, sean específicamente los que contengan las vacunas, y no otros, pues ello significaría ingresar dicho serotipo al área o país. Como por ejemplo se puede citar ectima contagioso de los ovinos cuyas vacunas deben ser preparadas exclusivamente con el mismo serotipo de virus que está actuando.
Las vacunas. vivas provocan en general algunos efectos
contradictorios cuando se aplican a animales desnutridos, parasitados o estresados, hecho que debe considerarse previo a la vacunación.
Algunas vacunas virales preparadas en embrión de pollo o
en cultivos celulares, pueden estar contaminadas con otros agentes como Mycoplasma, Clamydia o incluso otros virus, por lo que pueden existir riesgos en su aplicación. Igualmente cualquier vacuna puede estar contaminada con organismos de diversos tipos que pudieran provocar procesos locales o generales inconvenientes. Los métodos tradicionales de control verifican en cada partida de vacuna la debida esterilidad. La mantención o almacenamiento que se haga, de estos productos, debe garantizar que no se produzcan problemas de contaminación.
Igualmente la conservación de las vacunas debe hacerse a
las temperaturas indicadas por el productor y previo a su uso, preferiblemente, manejadas en cajas términas aislantes, a una temperatura baja. La mayoría de las vacunas se conservan a temperaturas cercanas a 4°C y no deben congelarse, salvo cuando ello explícitamente se recomiende.
Las vacunas pueden contener además en forma normal
productos que puedan provocar efectos inconvenientes en los animales que la reciben. La mayoría de estos productos derivan del medio de cultivo, o del tejido natural o cultivado que se ha utilizado en la obtención. Estas substancias, en repetidos casos, pueden provocar estados de hipersensibilidad y el animal incluso puede morir de "shock". Ordinariamente se producen estados alérgicos cutáneos locales, con edema, inflamación y necrosis. Entre las vacunas que pueden producir estados de hipersensibilidad se citan las contra Streptococcus equi (gurma), fiebre aftosa, influenza.
En estos últimos la substancia alergizante sería el cultivo de
tejido BHK donde se replicó el virus aftoso y el embrión de pollo donde se cultivó el virus influenza. Otras vacunas, preparadas con organismos gram negativos poseen endotoxinas que actúan local o generalmente en el vacunado, provocando dolor, tumefacción e incluso efectos neurológicos, (ejemplo: vacunas contra Salmonella o Haemophylus). En la vacunación antirrábica, ésta va acompañada por tejido nervioso, existiendo el riesgo de presentación de encefalitis debido al efecto tóxico de este tejido.
Vacunas y diagnóstico
Las vacunas vivas o muertas producen respuestas
inmunológicas mediadas por células y de tipo humoral. Estas pueden entorpecer el diagnóstico, dando en muchos casos la impresión que tales respuestas obedecen a una infección natural. La duración de las respuestas vacinales es generalmente más corta que la infección natural, pero hay casos en que la respuesta vacinal puede provocar error diagnóstico para toda la vida, (por ejemplo, luego de la vacunación con BCG).
El error diagnóstico puede producirse también por la
presencia del agente originado por la vacunación, el que muchas veces creará dificultades para poder diferenciarlo del agente que provoca la enfermedad natural. La vacuna anticarbunclosa, provoca persistencia de B. anthracis vacinal en los tejidos en los bovinos, por algunos días y en el equino, incluso por más de un mes.
Virus vivo utilizado en las vacunaciones de IBR, BVD, peste
porcina, parvovirosis, rotavirus, etc. son difíciles de diferenciar de aquellos productores de la enfermedad natural. La Cepa 19 en brucelosis puede ser aislada de la ubre, luego de la vacunación y persistir por tiempos prolongados en ese órgano. Tanto las pruebas serológicas como los cultivos bacteriológicos serán interpretados inicial mente como originados por la infección natural.
Cada día el laboratorio maneja más técnicas para poder
diferenciar estos agentes o las respuestas vacinales, pero ello involucra pérdidas de tiempo, gastos adicionales o incertidumbres que entorpecen las decisiones frente a las medidas a tomar en un caso dado.
Fallas de la vacunación
La respuesta de los individuos de una población a una
vacuna es variable. Existirán los que responden en forma normal, con una tasa de anticuerpos que les asegura un grado de protección adecuado y que serán la mayoría. También y representando un número menor de individuos, existirán aquellos que responden en forma exagerada y los que tienen una respuesta inmunitaria deficiente. Este último grupo de individuos, nos preocupa, pues podrían aparentar que estamos frente a una falla en la vacunación.
Cuando el efecto protectivo de una vacuna no se logra, esto
puede deberse a varias razones. En relación a la calidad de la vacuna, puede suceder que esta no estimule debidamente al sistema inmune y por ello la respuesta sea pobre o nula; se trataría de una mala vacuna. Esta ineficiencia también podría deberse a que el serotipo utilizado en la elaboración de la vacuna (cepa bacteriana o viral), no corresponda exactamente al que cause la enfermedad; ello puede suceder en vacunaciones contra enterobacterias, "foot-rot", ectima y otras.
Sin embargo, lo más corriente es que una falla de
vacunación se deba a deficiencias en la administración de la vacuna misma o a falla en la capacidad de respuesta del individuo vacunado. Dentro de esto último, por ejemplo, el animal que está incubando una enfermedad y es vacunado contra ella, como es obvio, no reportará una inmunización efectiva y hará pensar en una falla de la vacuna y lo que es peor e injusto, en una reacción postvaccinal inadecuada.
También puede ocurrir que cumpliendo la vacuna con todos
los requisitos para inmunizar correctamente, sea el propio animal el que resulta incapaz de responder debido a diversas causas. Entre ellas, son corrientes: las variaciones individuales, las inmunosupresiones debidas a enfermedades, drogas y parasitosis o la acción en el animal vacunado de anticuerpos maternos persistentes.
Cuando se utilizan dosis inadecuadas de la vacuna o se
emplean vacunas vivas modificadas que han sido mal manejadas o mantenidas y han perdido potencia por inactivación de su masa antigénica, la respuesta inmunitaria no será satisfactoria y no se podrá atribuir a la vacuna que sea la responsable de estos resultados negativos.
Autovacunas
Estas corresponden fundamentalmente a bacterinas
preparadas con la o las cepas aisladas de animales afectados y que se aplican en el mismo predio expuesto o en el mismo animal afectado con objeto de estimular más específicamente su sistema inmune. Se emplean también algunas autovacunas anti virales, como en el caso de ectima del ovino, en que debido a los muchos tipos antigénicos del virus se hace necesario preparar ésta para evitar el ingreso de tipos virales exóticos.
Existe controversia en cuanto a la preparación de vacunas
con cepas propias del área o región en que se está produciendo el problema. En especial los laboratorios productores de vacunas estiman que las cepas que ellos poseen y con las cuales preparan sus diferentes productos, tienen una capacidad antigénica conocida, estabilidad, alta capacidad protectiva. Por ello no sería necesario el estar preparando vacunas con cepas de las cuales no se han realizado los estudios necesarios.
Sin duda no todas las autovacunas ejercen los resultados
esperados, pero son un arma cuando fallan los mecanismos tradicionales de control de una enfermedad.
Un ejemplo claro de esto, son los múltiples casos de
estafilococosis resistente a antibióticos en perros, que han remitido después de la aplicación de una autovacuna. Casos similares se han producido ante la presencia de queratoconjuntivitis en el bovino, enfermedades respiratorias de los conejos, diarreas de los lechones, etc., en donde las autovacunas han dado resultados satisfactorios.
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