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M1.

Fundamentos de la
Salud Mental Comunitaria
y Estrategias Comunitarias
U1. Salud Mental Comunitaria
Tema 6. Contexto sociocultural
y constitución subjetiva
Autoras: Mg. María Teresa Lodieu, Mg. Roxana Longo,
Esp. Mariela Nabergoi y Mg. María Belén Sopransi

Coordinador General: Dr. Emiliano Galende

Mayo 2012

Departamento de Salud Comunitaria


UNLa. Virtual / Universidad Nacional de Lanús
Universidad Nacional de Lanús

Rectora
Dra. Ana Jaramillo

Vicerrector
Mg. Nerio Neirotti

Director Departamento de Salud Comunitaria


Dr. Hugo Spinelli
© Universidad Nacional de Lanús
UNLa Virtual

Coordinadora Campus Virtual UNLa


Prof. Laura Virginia Garbarini

Curso Salud Mental Comunitaria


Coordinador General: Dr. Emiliano Galende
M1. U1. Tema 6. Contexto sociocultural y constitución subjetiva
Autoras: Mg. María Teresa Lodieu, Mg. Roxana Longo, Esp. Mariela Nabergoi y Mg. María Belén
Sopransi
Procesamiento Didáctico: Lic. Amelia Negri
Diseño Gráfico: Esp. Andrea Gergich

Mayo 2012
Índice Tema 6
Índice de íconos V

Unidad 1. Salud Mental Comunitaria


Tema 6. Contexto sociocultural y constitución subjetiva 1

1. El infante: los primeros tiempos de vida 1


1.1. René Árpád Spitz 2
1.1.1. El soporte materno como condición del desarrollo normal
del infante 2
1.1.2. Metodología clínica experimental 3
1.1.3. Fallas en la función materna y consecuencias sobre el
desarrollo físico y emocional del bebé 4
1.2. Donald Woods Winnicott 6
1.2.1. El bebé no existe 7
1.2.2. El juego y los objetos transicionales 9
2. Función de la familia en la configuración subjetiva 11
2.1. Aportes de la antropología y el psicoanálisis en la conceptualización
de la familia 11
2.2. El parafamiliar mediático 13

3. Constitución de la subjetividad en el marco sociocultural actual 14


3.1. Subjetivación Socialización 14
3.2. Contexto sociocultural y producción subjetiva 16
3.2.1. Sobre el malestar subjetivo 19
3.2.2. Desplazamiento de la palabra hacia la imagen y la
des-subjetivación 20
3.2.3. Sobre el ser humano 22

4. Contexto socioeconómico 23

A modo de conclusión 26
Bibliografía 27

IV
Índice de íconos

Actividad

Foro


Lectura obligatoria

Lectura recomendada

Referencia externa

Referencia interna

Importante

Para reflexionar

V
Contexto sociocultual y
constitución subjetiva 6
No es nuestro propósito realizar una descripción del proceso evolutivo del ser
humano, sino puntualizar algunas situaciones clave que nos posibiliten acercarnos
a una comprensión de las vicisitudes del proceso de construcción subjetiva, de la
complejidad inherente a este proceso y de las características de las subjetividades
actuales determinadas por el contexto sociocultural. Con esa finalidad desarrolla-
remos a continuación los siguientes contenidos.

Contexto sociocultural y constitución subjetiva


Sobre el sujeto humano
Subjetividad

1. El infante: los primeros tiempos de vida

Nos vamos a referir inicialmente a la primera etapa del desarrollo del ser humano
centrándonos en dos autores: René Spitz y Donald W. Winnicott. Pensamos que
sus aportes, aunada a la perspectiva psicoanalítica que nos brindan otros autores,
pueden ayudarnos a comprender ciertas problemáticas ligadas a la constitución
subjetiva que se presentan en la infancia, y por ende, a proporcionarnos instru-
mentos preventivos y terapéuticos.

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UNLa. VIRTUAL / SALUD MENTAL COMUNITARIA / M1. U1. TEMA 6. CONTEXTO SOCIOCULTURAL Y CONSTITUCIÓN SUBJETIVA

1.1. René Árpád Spitz

1.1.1. El soporte materno como condición del desarrollo normal del infante

¿Cúal es la importancia que reviste, desde nues-


tra perspectiva René Sptiz?

Consideramos que las observaciones y experien-


cias que realizó Spitz en instituciones que alber-
gaban a niños, particularmente en el primer año
de vida, le permitieron sistematizar y teorizar
sobre un componente esencial y vital para el
desarrollo del niño que es el rol que cumple la
madre posibilitando el buen desarrollo físico y
psíquico del niño. Pero cabe aclarar lo siguiente.
1887 Viena - 1974 Denver, Cuando hablamos de la madre, debemos consi-
Colorado, EEUU derar que no es la madre biológica, o la adoptiva
con exclusividad, sino quien cumple ese rol y a
fin de idendificar ese rol, ese quehacer materno vamos a utilizar el concepto de
función materna1. Ésta es una función indispensable para el desarrollo del bebé,
independientemente de quien la cumpla. Puede desempeñarla el padre, un/a
hermano/a, cualquier otro familiar o una persona externa a la familia. El desempe-
ño de esa función exige requisitos para que podamos calificarla como función
materna. La precariedad o la ausencia de esta función trae consecuencias físicas
y emocionales en el niño.

Spitz considera que “la mayor parte del primer año de vida está dedica-
do a esforzarse por sobrevivir y a formar y elaborar dispositivos de adap-
tación que sirvan para conseguir esa meta.” (Spitz, 2009: 17)

El bebé para poder desarrollar esos dispositivos que le van a permitir sobrevivir
necesita ese soporte materno que le irá brindando todo lo necesario para poder vivir.

Spitz2, haciendo mención a lo postulado por Sigmund Freud en relación a la con-


dición en la que nacen los seres humanos, se refiere a la situación de desamparo
típica del lactante. En ese primer periodo de vida, la criatura es incapaz de sobre-
vivir por sus propios medios, requiere la provisión de distintos suministros que le
aporta la madre o quien cumpla esa función.

1. No es Spitz quien utiliza este concepto sino que podemos ubicar su conceptualización en
un escrito manuscrito de Jacques Lacan que reseña Jacques Alain Miller bajo el título “Dos
Notas sobre el Niño” en LACAN, J. (1991) Intervenciones y Textos 2, Bs. As., Manantial.

2. La información sobre los desarrollos teóricos y la praxis de René Spitz está basada en
SPITZ, René A. (2009): Capítulos I, II, y XIV en El Primer Año de Vida, Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica.

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“Todo aquello de lo que carece el infante lo compensa y lo proporciona la


madre.” (Spitz, 2009: 17)

En la medida en que las potencialidades del infante se van desarrollando irá adqui-
riendo una progresiva independencia del medio.

El crecimiento y el desarrollo psíquico “dependen esencialmente del


establecimiento y despliegue de las relaciones de objeto cada vez más
significativas, es decir de relaciones sociales.” (Spitz, 2009: 17)

Spitz asienta sus concepciones en el psicoanálisis. Basándose en el concepto freu-


diano de neonato, lo define como un organismo psicológicamente indiferenciado,
que llega al mundo con un equipo congénito –lo hereditario, las influencias intrau-
terinas y las del parto–, y ciertas disposiciones –potencialidades–. Las estructuras,
funciones e impulsos se irán diferenciado de esa totalidad en función de dos pro-
cesos: maduración y desarrollo. Es decir:

Maduración: entendida como el despliegue de las disposiciones de la espe-


cie, son innatas e irán manifestándose a lo largo del crecimiento.
Desarrollo: como aparición de formas, de funciones y de conductas que son
el resultado de la relación del niño con el medio.

En el primer año de vida, la criatura pasará de una etapa de simbiosis total con la
madre a situaciones de separación e independencia progresiva. Spitz sostiene que
al comienzo, para el recién nacido, la madre no es percibida como una entidad
distinta a él sino que es simplemente parte de la totalidad de sus necesidades y
de su satisfacción. En este periodo madre-hijo forman un sistema cerrado.

En la medida que este sistema madre-niño es de vital importancia para el buen


desarrollo Spitz recomienda como tarea preventiva:

“una exploración psiquiátrica de la primera infancia debe investigar los patro-


nes de la dinámica y la textura de este sistema cerrado.” (Spitz, 2009: 24)

Spitz no deja de reconocer que el niño está inserto en una amplia red que incluye
a la familia y al contexto, pero considera que la influencia de estos componentes,
en los primeros tiempos de vida, le llegarán mediados por la madre –o quien cum-
ple esa función–.

1.1.2. Metodología clínica experimental

La metodología que empleó Spitz consistió en observaciones directas de los niños


y en procedimientos de psicología experimental y tests. Spitz y su equipo profesio-

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nal realizaron filmaciones3 para poder conservar y estudiar la conducta de los niños.
Las entrevistas a los padres y a quienes los cuidaban también se registraron.

Las instituciones donde se realiza-


ron las observaciones fueron una
Guardería y una Casa de Expósitos.
En ésta última, a partir de los 3
meses cada enfermera se ocupaba
de 7 bebés y a veces hasta de 12
niños. Allí, para que los bebés estu-
vieran calmados y tranquilos, colga-
ban de las cunas sábanas que los
Del video Emotional Deprivation in Infancy: aislaban del medio y por lo tanto su
Study by Rene A. Spitz 1952 única visión era el techo. Spitz
http://www.youtube.com/watch?v=VvdOe10vrs4 observó que los niños estaban
siempre de espaldas y el resultado
de este procedimiento era que no rotaban como suelen hacerlo los niños de 6 o 7
meses. Los tests evaluaban mensualmente el desarrollo y maduración de la per-
cepción, de las funciones corporales, de las relaciones interpersonales, de la
memoria y de la imitación, de la manipulación de cosas y el desarrollo intelectual.

1.1.3. Fallas en la función materna y consecuencias sobre el desarrollo físico


y emocional del bebé

En esa díada madre-hijo, la madre es la parte activa, el bebé es un ser pasivo en


sus comienzos. Esta concepción lo lleva a Spitz a formular dos hipótesis:

a. Las perturbaciones de la personalidad materna se reflejarán en perturba-


ciones del infante.
b. Las influencias psicológicas dañinas son la consecuencia de las relacio-
nes insatisfactorias entre la madre y el hijo. Las relaciones insatisfactorias
son de dos tipos: relaciones madre-hijo incorrectas –factor cualitativo– y rela-
ciones madre-hijo insuficientes –factor cuantitativo–.
- Patrones de conducta incorrectos: Rechazo, excesiva preocupación
angustiosa, hostilidad enmascarada de angustia, fluctuaciones del cari-
ño a la hostilidad; oscilaciones cíclicas del humor de la madre, hostilidad
conciente compensada.
- Insuficiencia de las relaciones madre-hijo: Privar a los niños en el primer
año de vida de las relaciones de objeto, en particular de la madre, es un
factor muy dañino que determina graves perturbaciones emocionales.

3. Video Emotional Deprivation in Infancy: Study by Rene A. Spitz 1952.

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“Tales infantes presentan un cuadro clínico impresionante, dan la impresión de


haber sido privados de cierto elemento vital para la supervivencia.” (Spitz,
2009: 157)

La perturbaciones emocionales que resultan de la falla en la función materna las


denomina enfermedades defectivas psicogénicas o enfermedades defectivas emo-
cionales. Se manifiestan de dos maneras acorde a su gravedad:

- Privación emocional parcial: depresión anaclítica


- Privación emocional completa: marasmo.

Privación emocional parcial: depresión anaclítica

En los primeros 6 meses los bebés observados habían tenido una relación normal
con sus madres, pero a partir de la separación de ella comenzaba una conducta
lloriqueante, luego un retraimiento. Permanecían postrados en sus camitas, negán-
dose a la relación con el medio. Si se insistía en intentar un acercamiento lloraban
y a veces a los gritos. Esta conducta persistía unos 2, 3 meses. Algunos sufrían
insomnio. Se resfriaban a menudo. Se observaba primero un retraso en el creci-
miento y luego un descenso gradual del crecimiento. Más tarde, sobrevenía una
rigidez en la expresión, una mirada distante, las facciones permanecían inmóviles.
Si se lograba romper esta situación aparecía un apego desesperado al adulto.

Privación emocional total: hospitalismo o marasmo

Si se priva a los niños durante el primer año de vida de todas las relaciones de
objeto por periodos que duran más de 5 meses presentarán síntomas cada vez
más graves. Su empeoramiento pareciera ser irreversible. Podemos tomar como
ejemplo, la observación de los niños después del 3º mes de separados de sus
madres, en la Casa de Expósitos.

Allí se los atendía en forma correcta en la alimentación, higiene, atención médica.


Una sola niñera estaba a cargo de 8 y hasta 12 niños. A partir de la separación se
presentaban las etapas descriptas en la depresión anaclítica y a los 3 meses apa-
recía un nuevo cuadro clínico: atraso motor, los niños se tornaban pasivos, postra-
dos boca arriba en las camitas. No lograban el control motor para girar, darse vuel-
ta en sus cunas. El rostro quedaba inexpresivo, la coordinación ocular defectuosa.
Tenían una expresión de imbecilidad. Si aparecía la movilidad, en algunos casos
eran cabeceos espasmódicos, en otros se observaban movimientos digitales extra-
ños que se asemejaban a movimientos descerebrados o atetósicos. Estos niños
mostraban un índice de descenso progresivo del desarrollo, que se detenía en el
2do. año, en el 45% de lo normal.

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Spitz y su equipo, que continuaron


observando a estos niños hasta los
4 años, comprueban que salvo
escasas excepciones no podían
sentarse, estar de pie, andar o
hablar. Las cifras de mortalidad,
comparativamente con otras insti-
tuciones eran al decir de Spitz
“más impresionantes”. En la Guar-
dería el promedio anual de niños
Del film Psychogenic Disease in Infancy que ingresaban era de 55, por lo
tanto en 4 años, habían pasado por
allí cerca de 220 niños y de ese total habían fallecido 4. En la Casa de Expósitos,
de 91 casos observados 34 habían fallecido al finalizar el segundo año.

Spitz registra su investigación en el film Psychogenic Disease in Infancy4 (1952)


en donde muestra los efectos de la deprivación emocional. Al aportar conocimien-
tos sobre la relación entre la deprivación y el desarrollo del niño, el film colaboró
en el cambio en las secciones de niños internados en los institutos y los hospitales.

1.2. Donald Woods Winnicott

Vamos a centrarnos aquí sobre tres conceptos


básicos e íntimamente relacionados de la obra de
Winnicott5, para puntualizar algunas cuestiones
referidas a la primera etapa del desarrollo del niño:
-la madre suficientemente buena,
-el juego y
-los fenómenos y objetos transicionales.

1896, Plymouth – 1971, En Winnicott el juego ocupa un lugar central. Lo


Londres. Pediatra, psiquiatra encontramos tanto en su concepción teórica y en
y psicoanalista su abordaje clínico, como en lo cotidiano, en su
relación con los niños y en su vida privada.

Su mujer, Clare Winnicott, escribe un artículo en donde relata como el juego esta-
ba presente en forma permanente en la relación de Winnicott con los niños que

4. Esta película es parte de la colección: Prelinger Archives Productora: SPITZ, René,


Licencia de creative Commons, Dominio Público, disponible en http://archive.org/details/
PsychogenicD (consultada en agosto/12)

5. Para conocer más acerca de su biografía puede consultarse: http://www.psicomundo.org/


winnicott/biografias/index.htm

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lo consultaban o con quienes se encontraba. Siempre tenía a mano algo que le


permitiera jugar con ellos. También podía crear en la consulta un objeto o dibujo
entretejido entre el niño y él. Winnicott se entretenía confeccionando sus propias
tarjetas de navidad.

Para Winnicot, no es que la psicoterapia o el psicoanálisis utilicen material de


juego, sino que invierte esta posición y le otorga al juego un lugar fundante:

“…lo universal es el juego y corresponde a la salud, facilita el crecimiento y por


lo tanto esta última conduce a las relaciones de grupo; puede ser una forma de
comunicación en psicoterapia y, por último, el psicoanálisis se ha convertido en
una forma muy especializada de juego al servicio de la comunicación consigo
mismo y con los demás.” (Winnicott, 1979: 65)

1.2.1. El bebé no existe

En un artículo que se denomina “La teoría de la relación paterno filial” Winnicott


afirma “el bebé no existe” y explica esta frase de la siguiente manera:

“Una vez dije que no existe nada que pueda llamarse niño, queriendo decir,
por supuesto, que cuando nos encontramos con un niño, nos encontramos con
el cuidado materno, sin el cual no habría tal niño.” (Winnicott, 1981)

Winnicott explica esta afirmación con algunos conceptos:

- Preocupación maternal primaria


- Identificación
- Devoción

La madre suficientemente buena es aquella capaz de hacer frente a las necesida-


des de su criatura. Para ello debe:

“haberse entregado temporalmente a una tarea: cuidar a su bebé […] de nada


sirve describir los bebés en las primeras fases que no sea en relación con la
funcionalidad de la madre.” (Winnicott, 1981: 66)

La madre suficientemente buena comienza con una adaptación casi total a las nece-
sidades de su hijo. Debe tener la capacidad de ponerse en el lugar del bebé para
poder satisfacerlo en todos sus requerimientos. Para Winnicott la madre en ese
periodo debe identificarse con su criatura, mostrar una preocupción tolerante y
tranquila hacia su hijo y responder con amor y devoción a sus necesidades.

Ese acople total de la madre le debe permitir al niño vivir cierta experiencia de con-
trol mágico. Esto significa que la madre le posibilita crear una ilusión constitutiva.

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El bebé debe creer en la omnipotencia de su deseo. Ni bien siente una necesidad,


ella debe ser cubierta y si la madre cumple correctamente su función será quien
suministra eso que el bebé necesita, pero que el bebé supone producto de su pro-
pia omnipotencia. Esto es así vivido, en la medida que para el niño no hay diferen-
ciación aún entre él y su madre.

En esa etapa, para Winnicott el bebé es un ser inmaduro que está siempre al borde
de una angustia inconcebible. Si la madre es lo suficientemente buena esa angus-
tia no emergerá.

Las angustias inconcebibles son:

- Deshacerse
- Caer para siempre
- No tener relación alguna con el cuerpo
- Carecer de orientación

Estas angustias son la materia prima de las angustias psicóticas y la falla operativa
de la madre, quien es la que posibilita la emergencia de estas angustias, acarrea-
rá graves consecuencioas para el desarrollo psíquico del niño.

Las funciones maternas que pueden evitar el desencadenamiento de las angustias


inconcebibles son:

- Sostenimiento
- Manipulación
- Presentación del objeto

Winnicott le da al sostenimiento un valor no solo simbólico sino material. Hay que


sostener al bebé, sostenerlo de manera tal que le ofrezca garantías.

Manipulación refiere a todas las maniobras que realiza la madre –o quien cumpla
esa función– con el bebé, al cambiarlo, darle de comer, al acunarlo, etc.

La presentación del objeto refiere en cambio, al objeto que le ofrece la madre en


consonancia a las necesidades del niño.

En otras palabras, podemos explicar que para que un bebé pueda desarrollarse
y crecer normalmente sin sentirse amenazado y acuciado por angustias desestruc-
turantes, debe contar con una madre suficientemente buena –o con quien ejerza
esa función materna– que se interese –se preocupe– fuertemente por el cuidado
de su criatura, que le brinde la asistencia que necesita, es decir, que haya una

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concordancia entre lo que él requiere y lo que la madre le ofrece. Esto implica una
identificación con el bebé.

Todas las actividades que la madre realiza para alimentarlo, cambiarlo, bañarlo,
calmarle algún malestar o hacerlo dormir, implican un contacto de la madre con
el cuerpo del bebé. La manera como sostenga ese cuerpo, como lo toque –mani-
pulee– y la seguridad y afecto que le transmita, aunado también en la manera en
que le hable, lo mire, irá libidinizando ese cuerpo. Este deseo de la madre puesto
en juego en ese accionar adecuado y su mirada deseante, permiten que ese bebé
que no existe cobre existencia porque su madre lo posibilita.

¿Por qué la madre debe ser suficientemente buena? Es preciso aclarar que la
madre no debe ser excelente ni perfecta, si así lo fuera quedaría pegada en esa
primera etapa de simbiosis. A medida que pasa el tiempo la madre se va adaptan-
do –poco a poco– cada vez en forma no tan completa, en consonancia con la capa-
cidad del niño de ir aceptando la frustración. Esto le permite al niño romper esa
ilusión de control omnipotente y construir una diferenciación entre lo subjetivo y
lo objetivo. La madre debe posibilitar la progresiva independencia de su criatura y
en este proceso es de vital importancia el rol que juegan los objetos y fenómenos
transicionales habilitados por ella.

1.2.2. El juego y los objetos transicionales

El juego es un elemento constitutivo esencial en el desarrollo emocional del niño.


La madre debe posibilitar que la relación con su hijo se desarrolle en un estado de
confianza tal, que pueda establecerse entre ambos, el espacio potencial del juego
en el que tendrán lugar los fenómenos transicionales. Fenómenos que permitirán
al bebé el tránsito de la dependencia total de su madre, a la progresiva indepen-
dencia.

Un libro en el que Winnicott explicita su concepción sobre el juego se titula Pla-


ying and Reality y ha sido traducido como Realidad y Juego. En el prólogo del libro,
escrito por el psicoanalista francés Jean B. Pontalis, plantea que Winnicott utiliza
la palabra playing –jugando– y no play6 –juego– porque hace un uso particular de
lo que Pontalis denomina participios sustantivados. Un tiempo verbal, el participio
convertido en un sustantivo, al que le otorga el significado de un proceso y no de
un producto terminado, es algo que tiene una extensión temporal. Y es en ese pro-
ceso del ir jugando que se constituye la realidad y se constituye el sujeto.

El espacio del juego es el espacio de la creatividad. ¿Cómo surge la creatividad en


el niño? Está en consonancia con la creatividad de la madre. La madre debe cum-
plir una función de espejo, es decir debe poder reflejar el gesto espontáneo del niño.

6. Menciona Pontalis que en inglés hay dos términos, play y game, pero que Winnicott utiliza
play, porque refiere al juego no reglado, al juego espontáneo. Game en cambio, indicaría los
juegos con reglas.

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Como explicamos antes, esa receptividad materna es prueba de la devoción, del


amor de la madre hacia su hijo. La madre puede captar las necesidades del bebé
y responder a ellas, no anteponiendo su propio gesto o sus propias necesidades.
La madre suficientemente buena debe brindar el objeto que el bebé necesita justo
en el momento en que el bebé lo busca y crear así esa primera magia, esta prime-
ra ilusión, es decir que el bebé crea que con su omnipotencia creó el objeto. A esta
función materna que como dijimos, Winnicott llama presentación del objeto, la arti-
cula con la creatividad, y de allí podrán surgir el símbolo y las relaciones objetales.

Winnicott relata dos hechos en relación al bebé:

1. la tendencia que presentan a estimular la zona erógena de la boca con sus


manos.
2. más tarde las madres suelen darles un juguete y esperan que el bebé se
aficcione al mismo.
Entre estos dos momentos existe un intervalo de tiempo, en donde tienen lugar
una serie de fenómenos que Winnicott considera esenciales para la evolución del
bebé. Esa “zona intermedia entre el pulgar y el osito”, es una zona de experiencia
en donde se producen los fenómenos transicionales. El término mismo transición
–pasaje de una situación a otra– del pulgar –actividad autoerótica– al osito –rela-
ción con un objeto–, la define. Pero esa zona de experiencia en la que contribuyen
la realidad interna y la realidad externa, no implica ningún desafío, porque al bebé
no se le plantean exigencias. En esa zona emerge el primer objeto, la primera pose-
sión. Es una zona intermedia entre lo subjetivo y lo que se percibe como objetivo.

Winnicott, al observar que el bebé puede


estar con el pulgar en la boca mientras
con la otra mano agarra la sabanita o la
frazada o arranca lana, emitiendo a
veces balbuceos, considera que es posi-
ble suponer que estas experiencias van
acompañadas de pensamientos o fanta-
sía. Es a estos hechos a los que denomi-
na fenómenos transicionales. Aparecen
entre los 4 a 6 meses hasta los 8 o 12
meses. Entre esa variedad de fenómenos
aparece un objeto que va a adquirir una
http://psicoanalisisyotrasrutas.blogspot. importancia vital para el bebé, pudiendo
com.ar/2010/05/objeto-transicional.html recurrir a él en el momento en que se
dispone a dormir. Los padres se dan
cuenta de la importancia de ese objeto para el bebé y lo llevan si se trasladan. Ese
es el objeto transicional. Ese objeto debe ser inalterable, no se lo debe cambiar, ni
limpiar, porque perdería esa condición esencial. El bebé puede recurrir a este obje-
to frente diversas situaciones que implican grados de ansiedad, como el dormirse,

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la soledad, una privación. En esta primera posesión no hay una diferenciación entre
los objetos elegidos por las mujeres y los elegidos por los varones. Es una primera
posesión no yo.

2. Función de la familia en la configuración subjetiva

Varios teóricos del psicoanálisis han estudiado los textos del antropólogo francés
Claude Lévi-Strauss (1914- 2009), en particular Las estructuras elementales de
parentesco a fin de encontrar aportes para dirimir cuestiones vinculadas a la fun-
ción de la familia en la constitución subjetiva y a la relación sujeto cultura.

2.1. Aportes de la antropología y el psicoanálisis en la


conceptualización de la familia

Juan Carlos Indart, apoyándose en esos textos releva lo siguiente:

“Me interesa hacer captar esta idea: lo que llamanos organización familiar se
caracteriza por relaciones de una total singularidad que engendran obligaciones
absolutas con pocas personas no anónimas, es decir con nombre, sobrenombre
y apellido7. […] cuando se presenta a la familia se tematiza una relación que
no es una abstracción, son personas de carne y hueso, con un nombre, con
quienes se tiene la ligadura de un vínculo singular y por eso la tradición marca
obligaciones familiares.” (Indart, 28)

La familia implica relaciones entre sus miembros que son singulares, recíprocas,
no anónimas, relaciones cara a cara, con deberes y obligaciones mutuas.

Esas estructuras familiares son las que permiten la transmisión de una generación
a otra de todo el bagaje sociocultural y es lo que va a permitir que el nuevo inte-
grante sea un sujeto parlante y se ubique en un sistema de intercambio (Indart,
ibíd). El niño ingresa a un sistema de socialización.

Indart luego explicita cual es la función que Jacques Lacan le atribuye a la familia:

“Esta es la posición de Lacan respecto de lo real que está en juego en la orga-


nización familiar, una transmisión irreductible o lo irreductible de una transmi-
sión, no puede sino transmitirse de ese modo. No se trata de la transmisión de
la vida según las necesidades […] la ciencia permite esa transmisión: fecunda-
ción in vitro; satisfacción de las necesidades que tiene como organismo bioló-
gico, la ciencia puede hacerlo muy bien; lo irreductible que está en juego […]
es algo relativo al sujeto, a la constitución de un sujeto en tanto ese sujeto impli-
ca relación a un deseo que no sea anónimo […] En ese punto de lo irreductible

7. En negrita en el original.

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de esa transmisión, la madre es una función por la cual los cuidados de su cría
llevan la marca de un interés particularizado, aunque sea por la vía de sus pro-
pias faltas.8” (Indart, ibíd.: 30)

Ese interés particularizado de la madre hacia su hijo es constitutivo del sujeto y se


articula de manera diferente en cada hijo. Indart señala también como esta trans-
misión de un deseo singular no anónimo es vital para el desarrollo del niño, recor-
dando que no basta con cubrir las necesidades y con los cuidados. Allí está el
marasmo infantil como prueba fehaciente. Los cuidados anónimos causan estragos.

Pero y ¿cuál es la función del padre?

“Del lado del padre, dice Lacan, ‘su nombre es el vector de una encarnación de
la Ley en el deseo’. Esto es nominación y es también completamente singular9”
(ibíd.)

La función del padre, en tanto función puede ser cumplida por cualquier integran-
te de la familia o existir como función en el mismo accionar de la madre, es el corte
en el deseo materno en relación al hijo. “No reintegrarás tu producto”. Es el deseo
de la madre dirigido a un otro y no con exclusividad al hijo.

Pero es importante agregar a estos comentarios sobre la función de la familia un


breve cita de Galende, en donde señala la función de la familia en cuanto a la
construcción de significados, valores y como matriz tanto de los procesos psíqui-
cos como de las primeras identificciones.

“El individuo nace y se desarrolla en el seno de una familia y una comunidad


que ya tiene una ubicación social y cultural dada y, por lo mismo, cuenta con
un sistema de construcción de significados sociales y valores éticos y morales
que le es propio. En el seno de esta familia se organizarán para el individuo los
primeros procesos psíquicos y también las primeras identificaciones. Este ámbi-
to familiar privado mediatiza su relación con la sociedad y con las significacio-
nes y valores de la cultura amplia en que deberá luego estructurar y organizar
su identidad social.” (Galende, 2008: 237)

Galende (ibíd.: 244) menciona también los cambios actuales de la familia en rela-
ción a la familia tradicional, la caída del patriarcado, la diferente relación entre los
géneros y un pasaje de funciones de sostén emocional y de socialización anterior-
mente a cargo de la familia, a personas y/o instituciones externas al ámbito fami-
liar. Esta nuevas situaciones conllevan modificaciones en la subjetividad, en las
relaciones con los otros.

8. En negrita en el original.

9. En negrita en el original.

12
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2.2. El parafamiliar mediático

Los cambios en la estructura de la familia han modificado las modalidades de la


socialización de las nuevas generaciones. El pasaje de la familia extendida y de la
convivencia de tres generaciones en el ámbito familiar, hemos pasado, a la familia
nuclear y en muchos casos, a la familia monoparental. Situación a la que hay que
agregarle la permanencia fuera del hogar de la madre, debido a su inclusión en el
mercado laboral. La complejidad de estas situaciones y su materialización en prác-
ticas socializadoras conduce a la constitución de modalidades subjetivas, distintas
a las que encontrábamos en la familia tradicional.

La familia tradicional estaba basada sobre la autoridad parental. Actualmente se


valoriza al sujeto independiente que toma decisiones por sí mismo. Esta situación
choca con los principios de la relaciones intergeneracionales tradicionales que se
fundamentaban en el respeto y obediencia a los padres. Padres e hijos están ins-
talados en una situación dual, igualados como pares. La aceptación y el respeto a
las pautas de conducta que los padres quieren establecer en relación a sus hijos
se ven dificultados por esta temprana independencia y poder de decisión de sus
hijos.

El vacío dejado –los abuelos, el tiem-


po ausente de la madre, debido a su
inclusión en el medio laboral, o su
presencia atareada por la cantidad
de actividades a realizar cuando
regresa de su trabajo externo– per-
mite la instalación en el medio fami-
liar de un nuevo otro, la televisión,
cuya influencia en la construcción
de la subjetividad va a ser central.

Eva Giberti, denomina parafamiliar mediático (Giberti, 1994: 126) a este nuevo
integrante familiar. La televisión, principalmente, pero también la radio, se incluyen
en la vida cotidiana familiar y adquieren ese carácter que Giberti describe bajo el
concepto de parafamiliar mediático10. Algunos personajes televisivos, o radiales
pasan a formar parte permanente de la vida cotidiana de la familia. Acompañan la
cotidianidad de las prácticas diarias en forma constante a horarios preestablacidos
y adquieren la característica de un ritual ineludible. La voz, la figura de esos per-
sonajes mediáticos se convierten en insustituibles para el sujeto. Incluso, señala
Giberti, esa extrema intimidad permite imaginar diálogos, reciprocidad, y convier-
ten a ese otro en un soporte subjetivo frente a la soledad o el desamparo.

10. La imagen que acompaña este texto se encuentra en el blog: http://larealidadnosaplasta.


blogspot.com.ar/2011/02/dilemas-conyugales-sobre-la-television.html

13
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Los procesos de socialización de los niños han sido absolutamente transformados


a través de la introducción de los parafamiliares mediáticos (ibíd.: 128).

La fuerte pregnancia de las imágenes, de los valores, de las conductas a las que
el niño se encuentra expuesto desde su nacimiento –presencia de la T.V. en las
maternidades–, no solo lo convierten en un temprano consumidor sino que ade-
más incorpora conductas, palabras, modalidades representacionales que pueden
provocar situaciones conflictivas en la familia.

3. Constitución de la subjetividad en el marco sociocultural


actual

Hemos reseñado en páginas anteriores, desde la perspectiva de algunos autores


del campo del psicoanálisis, las primeras etapas del desarrollo de un ser humano
y de las funciones de la familia. Pasaremos ahora a otras consideraciones relativas
a los procesos de socialización-subjetivación, en el marco del contexto sociocultu-
ral actual y a una conceptualización sobre el sujeto humano.

3.1. Subjetivación Socialización

Silvia Bleichmar (2005) considera que en los últimos tiempos, la palabra subje-
tividad está muy presente en los intercambios psicoanalíticos. Podemos agregar
que no solo en el psicoanálisis sino que también en las ciencias sociales, en psi-
cología, en el campo de la Salud Mental se discurre sobre la subjetividad, sobre la
producción de subjetividad, la subjetivación y la des-subjetivación.

El campo de la subjetividad aparece como un espacio de requerimiento teórico que


permite integrar las dimensiones de lo individual y lo social. El problema es cómo
desarrollar modelos conceptuales, que permitan superar la dicotomía entre las pers-
pectivas que reducen la subjetividad a un mero efecto o epifenómeno de las con-
diciones macrohistóricas externas, eliminado toda idea de creación, autonomía y
responsabilidad, y por otro, aquellas lecturas psicologicistas que piensan al sujeto
como un átomo-individuo que construye libre y racionalmente la realidad, con total
independencia de la particular singularidad histórica cultural que lo constituye.

La pregunta pendiente11 es: ¿cómo se constituye la singularidad humana –la sub-


jetividad– en el entrecruzamiento entre los universales que hacen a la constitución
psíquica y a los modos históricos, que determinan las condiciones del sujeto social,
que se juegan en las situaciones particulares de vida de cada sujeto?

El sujeto humano es un sujeto social. Nace y se desarrolla en una determinada


sociedad y se constituye como sujeto social acorde a los parámetros históricos y
culturales imperantes en su medio social.

11. Pregunta tomada, en parte, del planteo de Silvia Bleichmar.

14
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“[…] la subjetividad es un proceso histórico no sólo en el sentido de que surge


de un proceso, que es efecto de tiempos de constitución, sino que es efecto de
determinadas variables históricas, en el sentido de la Historia social, que varía
en las diferentes culturas y sufre transformaciones a partir de las mutaciones
que se dan en los sistemas histórico-políticos.” (Bleichmar, 2005: 81)

El proceso de subjetivación y de socialización se produce en los espacios sociales


cotidianos, espacios de codificación de sentidos y de significados, de comunica-
ción e intercambio. Espacios y situaciones en los cuales siempre están involucra-
dos otros sujetos, partícipes ineludibles en las primeras etapas constitutivas, por
la indefensión básica del sujeto humano, y partícipes y/o acompañantes necesa-
rios en todos los procesos sociales en los que transcurre la vida humana.

¿Cuáles son esos espacios constitutivos de la subjetividad en donde transcurre la


vida cotidiana de un sujeto? La casa, la familia, los convivientes, la guardería, el
jardín, la escuela, el club, el bar, la plaza, la calle, las instituciones educativas y
religiosas, los lugares de recreación, de diversión y de trabajo, etc.

Fernando González Rey (2008) utiliza el concepto de subjetivación diferenciada


para hacer referencia a las formas diversas de organización subjetiva que pueden
constituirse en los distintos espacios sociales y culturales. Estas formas diferencia-
das de subjetivación estarán marcadas por las condiciones objetivas en las que
transcurre la vida de cada sujeto.

Si la vida de un sujeto transcurre en un mismo espacio geográfico, en una misma


ciudad y/o barrio, todos estos lugares tendrán componentes más semejantes en lo
referido a las características socioculturales. En cambio, si una persona se trasla-
da a otra ciudad, otra provincia u otro país puede encontrarse con pautas socio-
culturales diferentes lo que le implicará un proceso de reestructuración subjetiva.

Debemos aclarar que aunque el sujeto no se traslade a otra ciudad o a otro país
–con ciertas modalidades diferentes en lo sociocultural– el ingreso a nuevos espa-
cios siempre implica conocer nuevos códigos, nuevas reglas, nuevos sentidos, lo
que también implica procesos de reestructuración subjetiva y de producción de
subjetividad.

“Con la noción de producción de subjetividad aludimos a una subjetividad que


no es sinónimo de sujeto psíquico, que no es meramente mental o discursiva
sino que engloba acciones y las prácticas, los cuerpos y sus intensidades; que
se produce en el entre con otros y que es, por lo tanto, un nudo de múltiples
inscripciones deseantes, históricas, políticas, económicas, simbólicas, psíqui-
cas, sexuales, etc.” (E.I. en Fernández, 2006: 9)12

Si bien los primeros años de la vida de un sujeto van a marcar ciertas estructuras
básicas de su conformación subjetiva, la producción de subjetividad será un pro-

12. E. I. siglas presentes en el texto original que refiere a Equipo de Investigación.


15
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ceso permanente a lo largo de la vida de todo sujeto. Ignacio Lewkowicz (2004)


para marcar este proceso entre la subjetividad existente –podríamos decir– y la
reestructuración producto de los nuevos intercambios, utiliza los conceptos de sub-
jetividad instituida y subjetivación.

“Quizás sea un mero tecnicismo, pero en en el campo de la historia de la sub-


jetividad se puede distinguir entre subjetividad instituida y subjetivación. Llama-
mos subjetividad instituida al tipo de ser humano que resulta de las prácticas
discursivas propias de una situación. Llamamos subjetivación a los procesos,
por lo general colectivos, por los cuales se va más allá de la subjetividad insti-
tuida. A partir de un plus producido por la institución misma se organiza un
recorrido más allá de las condiciones, que altera esas condiciones.” (Lewkowi-
cz, 2004: 75)

Lewkowicz refiere a un plus que altera a la subjetividad instituida, ese altera lo


debemos interpretar como un cambio, que puede adquirir diversas connotaciones,
puede implicar un enriquecimiento subjetivo o lo contrario algo negativo.

3.2. Contexto sociocultural y producción subjetiva

En este punto pasaremos a describir algunas de las características de la subjetivi-


dad actual y del contexto sociocultural.

Partiremos de una frase de Silvia Duschatzky y Cristina Corea que nos permite
afirmar su interrelación:

“Las formas de producción de subjetividad no son universales ni atemporales


sino que se inscriben en condiciones sociales y culturales específicas.” (Dus-
chatzky y Corea, 2002: 21)

A partir de la afirmación de Ernst Cassirer (1951) de que el hombre es un animal


simbólico y postulando por ende que la definición usualmente utilizada con ante-
rioridad –el hombre es un animal racional–13 era incompleta, la urdimbre simbó-
lica pasa constituirse como determinante de todo lo humano.

En ese sentido es importante el aporte de Michel Foucault porque aclara que lo


simbólico se juega en prácticas reales y que, como tales, pueden ser estudiadas
desde una perspectiva histórica.

13. “La razón es un término verdaderamente inadecuado para abarcar las formas de la vida
cultural humana en toda su riqueza y diversidad, pero todas estas formas, son formas simbó-
licas. Por lo tanto en vez de definir al hombre como un animal racional lo definiremos como
un animal simbólico.” (Cassirer, 1951: 49)

16
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“O sea que no es suficiente decir que el sujeto se constituye en un sistema sim-


bólico. No solamente en el juego de los símbolos se constituye un sujeto. Se
constituye en prácticas reales, que son históricamente analizables. Existe una
tecnología de la constitución del yo, que cruza los sistemas simbólicos, mien-
tras hace uso de ellos.” (Foucault, 2003: 81)

Si la subjetividad responde entonces, a parámetros sociales y culturales específi-


cos y se juega en prácticas concretas asentadas históricamente, nos preguntamos
¿Cuáles son las formas que adquiere actualmente la subjetividad?

Emiliano Galende (1998), en el capítulo “Subjetividad y cultura. El malestar de la


individuación” del libro De un Horizonte Incierto, presenta su caracterización de
la sociedad y de la cultura de los últimos años del siglo XX y las subjetividades que
le son inherentes.

“Vivimos un mundo y una época en la que las escenas, los escenarios, la tea-
tralización y otras formas de representación, han invadido nuestra experiencia
cotidiana […] individuos cautivados por el mundo de las imágenes […] la hege-
monía de los aparatos que permiten sustituir las interacciones personales por
una comunicación electrónica […] cambios profundos en las formas de trato y
vínculo social […] formas nuevas de una intimidad exhibida y utilizada.”
(Galende, 1998: 63-74)

La caída de lo público con sus antiguos valores, solidaridad y cooperación ha dado


lugar, acorde a la concepción de Galende, al desarrollo del individualismo. Un indi-
vidualismo que implica un cambio en la relación con los otros, en la medida en
que el reconocimiento y el valor del sujeto se asienta en la pura afirmación perso-
nal.

Podríamos considerar, basándonos en los atributos con que Galende inviste esa
afirmación personal, que ser es tener y lo que hay que tener son los objetos-feti-
ches que vende el mercado, –consumos diversos, comunes o fragmentados acor-
des al sector social de pertenencia– zapatillas de marca, celulares, comida exótica,
turismo de distinción14.

Las vidrieras de los negocios, los medios, difunden todos estos objetos maravillo-
sos que hay que tener, o a los que hay que acceder para ser. Una frase de Martín
Hopenhayn muestra la crueldad y la injusticia de estas exhibiciones:

14. Turistas que en un viaje buscan el lugar, que puede ser un restaurant, o una comida o
un cuadro, que dentro de un determinado sector social es adonde no se puede dejar de ir o
de comer, o de ver. Que no buscan conocer la ciudad, o los museos o los paisajes, sino ese
objeto valioso que otorga esa marca distintiva. Turismo de distinción es concepto de Erik
Cohen: “Principales tendencias en el turismo contemporáneo”, Política y Sociedad, 2005,
Vol. 42 Núm. 1: 11-24.

17
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“La caricatura del día coloca las manos vacías junto a los ojos colmados con
imágenes del mundo.” (Hopenhayn, 1998:17)

El problema es que algunos no pueden sustraerse de este imperativo de tener ese


objeto fetiche que posibilita ser, que valida su existencia. El robo, la corrupción,
ahí están al alcance de la mano, a fin de completar ese vacío.

Sobre el individualismo y el descrédito de lo público Galende considera que:

“En mucho contribuyó la pérdida de la utopía de la revolución como moral de


realización colectiva, la que generaba el ideal de transformación para todos los
individuos y también como tarea del conjunto social.” (Galende, 1998: 68)

Otro rasgo que analiza Galende es la privacidad. Para la individualidad burguesa


el resguardo de la privacidad era un valor central, actualmente se ha invertido “el
concepto de privacidad para convertirlo en un estandarte público” (ibíd.: 68-69).
La exhibición pública del cuerpo, de la sexualidad, de los defectos y virtudes goza
de adeptos; y actualmente, acotamos nosotros, por el uso de los celulares somos
partícipes involuntarios y sin consentimiento de los diálogos amorosos o de las
peleas violentas.

“Nuevos héroes se ofrecen a la identificación colectiva: las modelos, los con-


ductores televisivos y los deportistas”.

En el momento en que Galende escribió el texto que estamos comentado, había


una explosión masiva de escuelas de modelos. Adolescentes, jóvenes, todas que-
rían ser modelos, las madres llevaban a las niñitas desde temprana edad para
aprender bien pronto este camino al éxito.

El deporte, la difusión masiva de los


espectáculos deportivos y la comer-
cialización de los productos ha
penetrado en todos los “intersticios
sociales”. Galende postula una
“colonización subjetiva que tiene efi-
cacia para la implementación y el
consenso necesario para el desarro-
llo del mercado.” (ibíd.: 96)
http://www.feedblitz.com/f/?previewfeed=23728
En relación a la comercialización,
por ejemplo de la ropa deportiva, todos desde niños a adultos lucían la ropa de sus
equipos. La violencia entre los equipos ha variado esto, pero las puertas de las
habitaciones en las maternidades suelen tener ropita deportiva, que marca cual
es, la identidad futbolística que el padre determina para su hijo –en general es el
padre pero podría ser la madre o reflejar los acuerdos o desacuerdos entre los
padres–.

18
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Creemos nosotros que un ejemplo en relación a la colonización subjetiva ha sido


la que se desarrolló en los medios a través de “famosos conductores-periodistas”,
que se ocuparon de difundir las bondades de las privatizaciones en la década del
90. También hemos visto últimamente esta creación de realidades, con el invento
de políticos.

La globalización económica ha traído también una subjetividad globalizada. La


difusión por diversos medios de pautas de conducta, de valores, ha conducido a
procesos de subjetivación que propician rasgos comunes a individuos que viven
en distintos lugares o países.

Mencionaremos algunos de estos rasgos, en parte ya explicitados:

- individualismo,
- la búsqueda del éxito o del dinero a cualquier precio,
- la incitación a ser audaces,
- el fomento de la competencia -incluso riesgosa-,
- la incitación a no tener escrúpulos y a estar dispuestos a romper todas las
normas sociales,
- impulsar a la exhibición del cuerpo y de la intimidad sin límites ni fronteras,
o sea, exhibiciones “vendidas” como triunfos de la libertad.

La fortaleza y lo imperativo de estos rasgos determina conductas violentas hacia el


otro que no presenta estos rasgos. Se lo expulsa, se lo agrede, se lo excluye, se lo
denigra.

3.2.1. Sobre el malestar subjetivo

Muchas y diversas son las problemáticas que aparecen en el campo de la Salud


Mental: depresión, angustia, ataques de pánico, trastornos alimenticios, autoagre-
siones, abuso sexual, suicidios, consumo excesivo de drogas, distinto tipo de vio-
lencias en las parejas, en la familia, en el medio escolar, en el trabajo. Algunas
adquieren tal prevalencia que parecen estar de moda o responder a un fenómeno
de contagio.

En los momentos de inestabilidad política, de crisis económica y en particular de


lo que fue en nuestro país el terrorismo de estado, propician situaciones de vulne-
rabilidad psicosocial y por ende la desestabilización de los soportes subjetivos.

Galende afirma que se observan:

“nuevos modos de sufrimiento subjetivo, muchos de ellos englobados en la idea


de depresión, crisis ansiosas, pánico o inseguridad […] Sabemos que estamos

19
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asistiendo a un consumo masivo de psicotrópicos para aliviar estos malestares


surgidos del peso de una presión psíquica inédita y de una crisis identitaria.”
(ibíd.:100)

En la etapa histórica en que Galende escribió el texto15 el desempleo era muy alto
y en particular los jóvenes no podían obtener su primer trabajo. Esto conducía a
que vieran como incierto su futuro, perdieran interés en capacitarse, en estudiar
o que la masividad de los ingresantes a la universidad, en el caso del Ciclo Básico
de la Universidad de Buenos Aires fuera explicada como “una playa de estaciona-
miento”. La música, la asistencia a los recitales, a los bailes, y en algunos casos el
exceso de alcohol16 y de drogas servía para paliar el malestar.

Es nuestro entender que la política destinada al uso excesivo de alcohol y drogas


en la adolescencia cumplía un fin específico: evitar la politización de los jóvenes.

En relación a los adultos, la pérdida del trabajo era una constante. El cierre de
empresas, de fábricas, las depresiones, los suicidios, el alcoholismo aumentaron
en esos tiempos. Y entre quienes conservaban aún su trabajo, el malestar estaba
vinculado al temor a perderlo. La amenaza era la exclusión social.

Pero nosotros no queremos dejar de señalar que muchos trabajadores se organi-


zaron y defendieron a ultranza sus lugares de trabajo a través de tomas y piquetes.
En algunos casos pudieron formar cooperativas y hacerle frente a las devastadoras
políticas neoliberales.

3.2.2. Desplazamiento de la palabra hacia la imagen y la des-subjetivación

La cultura actual, afirma Galende (2008), desplaza la palabra hacia la imagen. Hay
una primacía de la imagen. Esto trae consecuencias en la medida en que la pala-
bra es lo que permite el proceso reflexivo y la toma de conciencia. Además en la
palabra se fundan todas las psicoterapias que buscan a través de ella, un encuen-
tro del sujeto con el origen de su padecer.

“Este decaer de la palabra en la intermediación de sus relaciones con los otros,


con la realidad de su mundo y consigo mismo, debe entenderse a la vez como
un proceso de desubjetivación, por supuesto parcial y no absoluta, ya que
marca un giro en las relaciones entre el pensar y el sentir en la experiencia del
sujeto.” (Galende, 2008: 252)

15. La primera edición del libro es de 1997 y queremos hacer presente que la crisis socioeco-
nómica de esos tiempos hace eclosión en diciembre del 2001.

16. En la zona de la costa atlántica era común que en los lugares bailables se realizaran los
concursos de bebidas, resultando ganador quien bebía más alcohol. Algunas situaciones de
intoxicación alcohólica grave dieron un alerta sobre este hecho.

20
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El borramiento de la palabra y por lo tanto la pérdida de la singularidad, Galende lo


observa en el intento de subsanar los diversos malestares psíquicos –angustia,
depresión, etc.– recurriendo a un psicofármaco en forma inmediata, sin mediar
una interrogación sobre las razones de su existencia. Incluso esta desubjetivación,
en algunos profesionales, se fundamenta en la creencia en los mecanismos bioló-
gicos como determinantes del malestar psíquico.

Galende, en lo referido a la desubjetivación, escribe su opinión sobre la persona


que tiene un problema en relación al abuso de sustancias:

“Creo que el ejemplo mayor que tenemos de esta desubjetivación lo constituye


el adicto, que cómo sabemos comparte los mismos rasgos subjetivos en varios
comportamientos adictivos. Ya se trate de la cocaína, del éxtasis, del alcohol,
del cannabis, del sexo, del hipnótico, de la anfetamina, del viagra o de la heroí-
na.” (ibíd. 252)

Los consumos adictivos son consumos culturales, afirma Galende:

“Se pueden mencionar muchos de estos consumos adictivos como verdaderos


consumos culturales en el sentido que responde a hábitos extendidos en la cul-
tura, transmitidos en gran parte por los personajes famosos, incorporados como
ritos en ciertos espectáculos y defendidos como expresión de trasgresión a la
cultura oficial. Todos obedecen a rasgos semejantes, todos tratan de suspender
al sujeto al menos su capacidad reflexiva: la cocaína para impulsar un viaje más
allá de los demás y sus imposiciones; el éxtasis para llevar el cuerpo a un más
allá de su rendimiento físico […] el sildenafil (viagra) para ir más allá de las
sensibilidades e imposiciones del sexo.[…] el hipnótico para olvidar y poder
dormir; el ansiolítico para calmar la ansiedad y suspender la interrogación que
su presencia crea.” (ibíd.: 253)

¿Cuál es el camino que propone Galende?

A las adicciones se las considera una enfermedad y por lo tanto la medicación


pasa a ser el remedio obligado, pero esto implica ignorar el proceso que condujo
a esa adicción, ignorar la subjetividad puesta en juego.

“El camino que se sigue actualmente, el de considerarlos como una enferme-


dad y la medicación como su tratamiento, no es más que seguir el mismo cami-
no que el trastorno: ignorar al sujeto y la palabra, cambiar una conciencia que
no quiere saber, por una medicina que no quiere pensar. Al menos intentar tra-
tarlo con la palabra es intentar desandar el camino que impuso la adicción: vol-
ver a considerar al sujeto y sus razones a través del pensamiento y la palabra.”
(ibíd.: 254)

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3.2.3. Sobre el ser humano

Quisieramos compartir una conceptualización sobre el sujeto humano de Sigmund


Freud, del texto El Malestar de la Cultura, escrito en 1930, porque creemos que
refleja la complejidad, la dificultad y los límites que conlleva toda tarea en el campo
de la Salud Mental Comunitaria. Sintéticamente vamos a transcribir algunas de sus
frases referidas a la felicidad, al sufrimiento y a la relación con el otro.

“Lo que en el sentido más estricto se llama felicidad, surge de la satisfacción,


casi siempre instantánea, de necesidades acumuladas, que han alcanzado ele-
vada tensión y de acuerdo con esta índole, sólo puede darse como fenómeno
episódico. […] Así nuestras facultades de felicidad están ya limitadas en prin-
cipio por nuestra propia constitución. En cambio, no es mucho menos difícil
experimentar la desgracia. El sufrimiento nos amenaza por tres lados: desde el
propio cuerpo que, condenado a la decadencia y a la aniquilación, ni siquiera
puede prescindir de los signos de alarma que representa el dolor y la angustia;
del mundo exterior capaz de encarnizarse en nosotros con fuerzas destructoras
omnipotentes e implacables; por fin de las relaciones con otros seres humanos.
El sufrimiento que emana de esta última fuente quizás nos sea más doloroso
que cualquier otro; tendemos a considerarlo como una adición más o menos
gratuita, pese a que bien podría ser un destino tan ineludible como el sufrimien-
to de distinto origen.” (Freud, 1973: 3025)

Si el sufrimiento que emana de la relación con los otros es el más doloroso, las
connotaciones que Freud atribuye a la relación entre los seres humanos da cuen-
ta de la complejidad inherente a nuestro campo profesional.

“…el hombre no es una criatura tierna y necesitada de amor, que sólo osaría
defenderse si se lo atacara, sino, por el contrario un ser entre cuyas disposicio-
nes pulsionales también debe incluirse una buena porción de agresividad. Por
consiguiente el prójimo no le representa únicamente un posible colaborador y
objeto sexual, sino también un motivo de tentación para satisfacer en él su agre-
sividad, para explotar su capacidad de trabajo sin retribuirla, o para aprovechar-
lo sexualmente sin su consentimiento, para apoderarse de sus bienes, para
humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y matarlo. Homo homini
lupus17: quien se atrevería a refutar este refrán, después de todas las experien-
cias de la vida y de la Historia?” (Freud, 1973: 3046)

La cultura “se ve obligada a realizar múltiples esfuerzos para poner barreras a las
tendencias agresivas del hombre...” (ibíd.). Ciertos preceptos, amar al prójimo
como a sí mismo, están destinados a ese fin, sin embargo concluye Freud, no se
ha logrado gran cosa.

Freud considera que se ha logrado muy poco en el control de las tendencias agre-
sivas del ser humano, las masacres, las violencias, las guerras muestran ese pano-

17. El hombre es un lobo para el hombre.

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rama, sin embargo los que trabajamos en el campo de la Salud Mental Comunita-
ria tratamos, en cada una de las circunstancias en que se nos presentan situacio-
nes que ponen en evidencia tendencias agresivas, de producir un proceso de
reflexión que permita rastrear el origen de esas tendencias y procesar de otra mane-
ra el conflicto que les es inherente. El problema con el que nos encontramos es
que hay una cultura que propicia la violencia. Nuestro accionar debería abarcar
un campo más amplio e intervenir en políticas socioculturales destinadas a lograr
una convivencia más armónica, solidaria y garantizadora del pleno ejercicio de los
derechos humanos.

¿Es posible cambiar cuestiones que hacen a la subjetividad? ¿Es posible cambiar
políticas socioculturales? Incluimos a modo de reflexión esta frase de Silvia Blei-
chmar:

“Si la producción de subjetividad es un componente fuerte de la socialización,


evidentemente ha sido regulada, a lo largo de la historia de la humanidad, por
los centros de poder que definen el tipo de individuo necesario para conservar
el sistema y conservarse a sí mismo. Sin embargo, en sus contradicciones, en
sus huecos, en sus filtraciones, anida la posibilidad de nuevas subjetividades.
Pero éstas no pueden establecerse sino sobre nuevos modelos discursivos,
sobre nuevas formas de re-definir la relación del sujeto singular con la sociedad
en la cual se inserta y a la cual quiere de un modo u otro modificar.” (Bleich-
mar, 2005: 84)

4. Contexto socioeconómico

Hemos mencionado en distintos


textos la grave situación económica
padecida en nuestro país en la
década del 90, que hizo eclosión en
diciembre de 2001. En los últimos
años se está produciendo una recu-
peración económica y los índices
de indigencia y pobreza han decre-
cido y ha habido un aumento en la
tasa de empleo. Sin embargo, la
deuda social con sus graves secuelas para la población afectada no ha sido total-
mente subsanada.

A partir del año 2008 una grave crisis financiera afecta a la economía global. En
particular y por el momento en Grecia y en España, sus efectos se han hecho más
manifiestos: desempleo, cierre de las fuentes de trabajo, recorte de los planes
sociales, disminución de los salarios. El salvataje de los sectores económicos-finan-
cieros ha sido proteger al sistema bancario y desproteger a la gente.

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Pero veamos de manera muy general lo que refiere a nuestro país. Para ello, carac-
terizaremos brevemente el contexto socioeconómico partiendo de algunos concep-
tos que desarrolla István Mészáros en su libro El siglo XXI ¿Socialismo o barba-
rie?

“El sistema capitalista está articulado en una enmarañada jungla de contradic-


ciones que apenas pueden controlarse con éxito en un tiempo pero nunca supe-
rarse definitivamente. En todas encontraremos en sus raíces, el irreconciliable
antagonismo entre capital y trabajo, que asume siempre necesariamente la
forma de subordinación estructural/ jerárquica del trabajo al capital, por más
elaborados y mistificadores que sean los intentos de enmascarar esta subordi-
nación estructural.” (Mészáros, 2001:15)

Mészáros señala algunas de estas contradicciones y nosotros vamos a aclarar algu-


nos de los componentes de estas contradicciones:

-la producción y su control;


-producción y destrucción –por
ejemplo de los recursos naturales,
ambientales–; -producción y consu-
mo-circulación –destinos de la pro-
ducción, por ejemplo la producción
alimentaria y a quien beneficia–;
-desarrollo/subdesarrollo –división
Norte Sur y las divisiones socioeco-
nómicas dentro de un país–;
-dominación estructural del trabajo
por el capital;
-autoritarismo en la forma de tomar
decisiones en las empresas;
-tendencia a economizar en recur-
sos materiales y humanos y desper-
dicio;
-tendencia globalizadora de las
empresas transnacionales y
-necesidad de los estados naciona-
les de cuidar las empresas naciona-
les y de imponer limitaciones a las
Cuadro de Antonio Berni: Juanito Laguna transnacionales rivales.
remontando su barrilete, 1973. Óleo y colla-
ge sobre madera., El peso que el poder económico-
http://coleccion.educ.ar/coleccion/CD5/con- financiero global, en convivencia
tenidos/bernichicos/galeria/pop/obra17.html con los sectores de poder local,
ejerce sobre los países a través de
sus distintos organismos, por ejemplo el FMI imponiendo sus políticas, dificulta la
independencia económica y la estabilidad socioeconómica de los mismos. Esta

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situación fue particularmente visible en los países llamados del Tercer Mundo o
subdesarrollados o periféricos. El nuestro ha vivido en distintos momentos los efec-
tos de las políticas de ajuste impuestas por el FMI, la ayuda financiera y las deudas
consecuentes. Ésta es la política que se está implementado actualmente en Grecia
y España.

Muchos autores han trabajado sobre la problemática socioeconómica y mostrado


no solo estas situaciones que estamos describiendo, sino sus consecuencias. Con-
sideramos de interés algunas citas al respecto, que presentamos a continuación:

“La expansión capitalista, con la denominada globalización, realizada bajo el


dominio de las empresas multinacionales y sin la regulación de los Estados no
augura buenas perspectivas en relación a la posibilidad de crecimiento del
empleo.” (Freyssinet, 1996)

“una fracción significativa de la clase obrera se ha convertido en superflua y


constituye una población excedente absoluta que probablemente nunca vuelva
a encontrar trabajo.” (Wacquant, 2001: 175)

“En el capitalismo cada vez sobra más gente.” (Shaikh, 2000: 7)

A fin de contrastar estas situaciones socioeconómicas vamos a caracterizar a lo


que ha sido denominado Estado de Bienestar y Estado de Malestar con sus políti-
cas neoliberales.

“El Estado pasaba a ser el garante del sostenimiento del entramado social”. (...)
“Así la dignidad y la identidad de los sujetos se constituyó a partir de esa inclu-
sión social que implicaba un continuo trabajo-propiedad-educación-recrea-
ción.” (Murillo, 2003: 59-62)

En el Estado de Bienestar el objetivo era el pleno empleo. Estado era el garante y


regulador de la relación capital-trabajo. La estabilidad en el empleo aseguraba un
futuro y permitía ir adquiriendo bienes que favorecían el bienestar social. Las polí-
ticas públicas sociales garantizaban la educación, la salud y la recreación –etapa
histórica en la que aparece el derecho a las vacaciones pagas y surgen, por inter-
medio de las obras sociales, lugares vacacionales accesibles a los trabajadores–.

Estado de Malestar “Fallan simultáneamente las instituciones que hacen fun-


cionar el vínculo social y la solidaridad –la crisis del Estado de providencia–, las
formas de la relación entre la economía y la sociedad –la crisis del trabajo– y
los modos de constitución de las identidades individuales y colectivas –la crisis
del sujeto–.” (Fitoussi et al, 1997:14)

La situaciones que caracterizan al Estado de Malestar son el desempleo, la reduc-


ción drástica y control estricto del gasto público, el incremento en las tarifas de los
bienes y servicios públicos.

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El malestar subjetivo aparece como consecuencia de estas políticas. Algunos indi-


cadores se han mencionado al desarrollar el Tema 1. Por ejemplo, la pérdida del
trabajo y la desafiliación que postula Castel, que no solo implica la pérdida del
empleo sino también de las relaciones sociales que el trabajo permitía tener. Tam-
bién se produce una fragilización de los vínculos comunitarios, una tendencia a la
atomización social. Como hemos dicho anteriormente, el malestar puede manifes-
tarse con diversas conductas: violencia, depresión consumo excesivo de sustan-
cias, suicidios. También mencionamos antes, momentos de auge de las políticas
neoliberales y su incidencia en este malestar que convendrá recordar:

- En nuestro país se inicia un cambio drástico en lo político, social y econó-


mico a partir de la Dictadura cívico-militar (1976-1983).
- El gobierno de Carlos Menem (1989-1999) y los ajustes de su ministro de
economía Domingo Cavallo (1991-1996) agudizan el modelo neoliberal.
- El gobierno de Fernando de la Rúa y las políticas de Domingo Cavallo eclo-
sionan en la crisis del 2001.
-La Crisis financiera mundial del 2008.

A modo de conclusión
Vamos a cerrar este texto con un párrafo de Silvia Bleichmar porque reúne
dos cuestiones. Por un lado, las situaciones siniestras vividas en nuestro
país a las que hicimos referencias en los distintos materiales elaborados
para este curso. Por otro lado, porque abre una luz de esperanza, que pos-
tula en “las reservas ideológicas y morales (de) la sociedad argentina”.

Desearíamos poder encontrar esa luz de esperanza y encaminarnos hacia


lo que hemos explicitado en nuestrra definición de Salud Mental Comunitaria:

“En momentos de catástrofe histórica como los que hemos padecido los
argentinos, la desocupación, la marginalización de grandes sectores de la
población produjeron modos de des-subjetivación que, aunados al retiro del
Estado en funciones que le compitieron tradicionalmente, como la educa-
ción y la salud, dejaron desvastados a los habitantes del país. Estos modos
de des-subjetivación dejan al psiquismo inerme, en razón de que la relación
entre ambas variables: organización psíquica y estabilidad de la subjetiva-
ción, están estrechamente relacionadas en función de que esta última es
estabilizante de la primera. Las formas de recomposición han venido, de
manera evidente, durante todo este tiempo, de las reservas ideológicas y
morales que la sociedad argentina acumuló a lo largo del siglo XX. De ellas
esperamos, también, que surjan nuevos modos de subjetividad que den
mayores condiciones de posibilidad a la riqueza representacional, que el
psiquismo puede desplegar.” (Bleichmar, 2005: 84-85)

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