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Durante los últimos diez años he participado intensamente en el mundo académico pero
con una cierta incomodidad. Esta incomodidad me ha obligado a entrar y salir
constantemente de los estudios visuales, los estudios poscoloniales, los estudios
transnacionales y globales. Estas derivas interdepartamentales han sido sin duda
importantes en mi implicación con el giro decolonial. Ahora bien, más allá de lo
meramente académico, lo verdaderamente determinante fue mi desplazamiento de
México hacia España; el hecho de haberme ido en 2002 a radicar a Barcelona fue sin
ninguna duda lo que me obligó a profundizar en el siguiente fenómeno: la incapacidad
que tenemos las clases criollas blancas mexicanas de reflexionar seria y políticamente
en torno al papel que históricamente hemos jugado en el proceso de producción y
reproducción de la colonialidad del poder, del colonialismo interno y de las políticas
culturales en América Latina. El poder mirar desde fuera ciertas genealogías y ciertos
ecos de prácticas sociales muy arraigadas a partir de las cuales opera la colonialidad del
poder en una sociedad como la mexicana fue, sin lugar a dudas, lo que radicalizó mi
necesidad de encarar la manera en la que se expresa el occidentalismo latinoamericano
en su dimensión política y afectiva; esto es, en el nivel de la construcción de la
subjetividad. Fue más este desplazamiento corporal y este trasladar mis incomodidades
como mexicano de clase media criolla y ‘blanca’ a Europa lo que me orilló a tejer fino
en torno al asunto de la actualidad de la colonialidad global.
Bueno, yo pensaría el museo y la estética como dos grandes mundos cada uno con sus
propias características y agencias. No son, si se les quiere definir así, dos instituciones
del mismo tipo. Desde mi punto de vista son más bien los patrones de poder y las
jerarquías estéticas las que se incorporan, toman cuerpo (en el sentido estricto de la
palabra) en instituciones como podrían serlo el museo o el centro de arte, pero también
en la universidad o en el archivo. En gran medida, las investigaciones que he venido
desarrollando recientemente intentan entender justamente cómo es que ciertas jerarquías
estéticas atraviesan y ponen en operación la matriz colonial del poder, del saber, del ser
y del ver en estos tres espacios: en la universidad (esto es, en los saberes académicos y
en las relaciones geo-epistemológicas), en el archivo (es decir, en el orden de los
discursos, en cómo las políticas de archivo y la acumulación de documentos comportan
formas de invisibilidad, inferiorización y racialización de la diferencia) y en el museo
(en concreto, en los dispositivos de exhibición y en las políticas de representación, en la
gestión de la diversidad cultural y en las políticas de adquisición, conservación y
catalogación de obras de arte). En suma, lo que intento es pensar de qué manera las
jerarquías estéticas de la modernidad-colonialidad se manifiestan y recombinan en el
actual sistema del arte y cómo se inscriben y mutan en el interior de estas tres
instituciones.
CL: De acuerdo, tenemos esas tres instituciones concretas y, por otro lado, tenemos
el saber de la filosofía occidental que legitima esas instituciones; en otras palabras,
tenemos la estética, ¿qué vinculación encuentras entre la matriz colonial de la
modernidad y la estética?
Me sentiría incapaz de proponer algo así como un programa de trabajo homogéneo para
América Latina. La dimensión regional de los Estudios Visuales en América Latina
deber partir justamente del reconocimiento de las diferentes densidades y peculiaridades
del occidentalismo y el colonialismo internos. Lo cierto es que a nivel institucional a lo
que asistimos es a la eclosión de programas sobre estudios visuales en las universidades
de América Latina, justamente ahora que en otros países la tendencia es a su fusión con
otros programas o departamentos aún más ‘mediáticos’, como pueden serlo las nuevas
tecnologías o los estudios curatoriales. Lo que para mí debería ser un punto de partida
insoslayable es el no incorporar el discurso y el no trasladar las batallas
interdepartamentales de otros escenarios europeos o anglosajones al contexto
latinoamericano. En otras palabras, necesitamos pensar cuáles son las coyunturas del
estudio de la visualidad relevantes para América Latina en lugar de incorporar las
problemáticas interdepartamentales entre la historia del arte, la filosofía, la sociología
de las imágenes, la iconología, la antropología de la imagen, etcétera, ya que estas
diatribas no se corresponden con la realidad local del mundo académico
latinoamericano. La peculiar manera en la que se entienden los estudios culturales en la
región y la ausencia de estudios postcoloniales tal y como éstos se desarrollan en
Inglaterra, la India, Singapur o Sudáfrica son el tipo de particularidades que nos obligan
a pensar en programas de estudios de cultura visual adecuados a las problemáticas de
América Latina. Es en este reconocimiento en donde creo que problemas como el de la
racialización de los sujetos subalternos y su conexión con las jerarquías estéticas de la
modernidad/colonialidad deberían ser constitutivas de cualquier programa de estudios
visuales pensado desde América Latina. La construcción de alteridades epistémicamente
inferiorizadas y geográficamente ‘descentradas’ es un problema que atraviesa toda la
visualidad trasatlántica desde el siglo XVI hasta el siglo XXI; prueba de ello es la
anegación de la humanidad de los indios del Nuevo Mundo, la naturalización de los
esclavos negros en el territorio americano, las exposiciones universales, los
movimientos de criollos liberales, las revoluciones raciales como la de Haití de 1804, la
deportación de trabajadores indocumentados en la Europa fortaleza actual, etcétera.
Todos estos fenómenos se conectan de una manera u otra con los patrones de
invisibilización del sujeto político y, por lo tanto, creo que deberían figurar en los
programas sobre visualidad en/desde América Latina.
AS: ¿Cómo ha sido desde tu experiencia personal y académica, como alguien que
viene del sur pero actualmente se inserta académicamente en el norte, la relación
sur-norte, pienso en propuestas como Tristestópicos?