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Consideraciones sobre el Referéndum

Las siguientes consideraciones se encuentran divididas en dos partes. La primera


parte fue escrita unos meses después del referéndum, desconociendo, evidentemente, el
futuro fallo Constitucional que habilitaría a Evo Morales (y a todos los servidores
públicos ya elegidos) a postularse indefinidamente. Debido a esto, esta primera
consideración se detiene en el análisis de algunos puntos más técnicos que, aunque
importantes, ahora son, de alguna manera, marginales. El segundo texto inicia, por lo
tanto, con algunas observaciones sobre el polémico fallo Constitucional y su relación
con el referéndum, para terminar con un pequeño diagnóstico y una valoración final.

I.

A unos meses del referéndum del 21 de febrero es importante presentar la discusión dentro del
ámbito que naturalmente le corresponde: el derecho constitucional. Esta contextualización permite
además resolver algunas imprecisiones que se presentan como verdaderas objeciones frente a un
tema que, por lo demás, es totalmente claro. Por esto mismo es importante volver a la pregunta
original y detenernos en algunos de sus términos. La pregunta era la siguiente “¿Usted está de
acuerdo con la reforma del artículo 168 de la Constitución Política del Estado para que la presidenta
o presidente y la vicepresidenta o vicepresidente del Estado puedan ser reelectas o reelectos por dos
veces de manera continua?” La pregunta no tiene términos oscuros. Sin embargo, es preciso
preguntar ¿Quién es “la presidenta o presidente y la vicepresidenta o vicepresidente del Estado”?
¿Qué se entiende por estas palabras? Si respondemos que dichos términos se refieren a Evo Morales
Ayma y a Álvaro García Linera (presidente y vicepresidente en ejercicio respectivamente) caemos
en un error interpretativo.

Para clarificar nuestra interpretación es preciso releer el libro IX de la Metafísica de Aristóteles


donde se desarrolla la distinción entre el ser en acto y el ser en potencia. Básicamente, el ser en acto
es aquel que es y se conoce en un momento determinado; el ser en potencia es aquel ser que tiene la
posibilidad de llegar a ser algo distintito de lo que –en un momento determinado– es. Así, todos los
bolivianos y bolivianas son presidentes o presidentas, vicepresidentes o vicepresidentas en potencia
de Bolivia. Y, por lo tanto, aunque Evo Morales y Álvaro García Linera sean en acto presidente y
vicepresidente de Bolivia, la pregunta del referéndum no tiene relación alguna con una existencia
particular (alguna persona o ser en acto) sino con una potestad que puede ser ejercida por cualquier
boliviano o boliviana. La presidencia no es un atributo o un don particular de Evo Morales. Y, por lo
tanto, en el referéndum del 21 de febrero no decidíamos –jurídicamente hablando– sobre Evo
Morales y su continuidad, sino sobre una potestad otorgada a él, o a cualquier otro boliviano.

La cuestión polémica entonces se disuelve. Si aceptamos la petición de principio del MAS y damos
por hecho que el caso de tráfico de influencias y la supuesta relación entre Evo Morales y Gabriela
Zapata fueron una gran calumnia orquestada por la oposición –con el apoyo del imperio
norteamericano – y varios medios de comunicación para engañar al pueblo, es preciso volver a
señalar que, aun así, el referéndum constitucional nada tenía que ver con el presidente en ejercicio.
Ahora bien, es posible que este argumento sea calificado de más o menos sofistico; una cosa es lo
que se encuentra escrito y otra cosa lo que entiende la población. Y efectivamente (ambos lados del
espectro político) votaron sin distinguir una cosa de la otra. Haciendo de la elección una cuestión
pro o en contra de Evo Morales. Sin embargo, acaso, esta realidad deja entrever la verdadera
intencionalidad de este referéndum: su oscura y secreta naturaleza que, entonces, solo puede ser
comparada con el plebiscito realizado en Chile en 1988.

Esta comparación debe hacerse con mucho cuidado, pero ¿Qué situación social e institucional debe
existir para que el destino de todo un Estado dependa de una masiva votación sobre la continuación
del mandato –del poder– de un solo hombre? Obviamente el plebiscito que finalmente saco a
Pinochet del poder difiere en muchísimas cuestiones con el nuestro: Evo Morales no es un dictador,
la pregunta no aseguraba la reelección de Morales (como si lo hacia la de Pinochet), existían otras
disposiciones legales, etc. Sin embargo, la comparación nos brinda un mejor entendimiento de
nuestro propio proceso.
De esta manera, si entendemos el referéndum del 21 de febrero en palabras del mismo presidente
Evo Morales: “quiero saber si el pueblo me quiere o no”, podremos fácilmente responder que este
era un plebiscito (a la manera de Pinochet) y no una engorrosa y compleja enmienda constitucional.
Por esto mismo, el caso de Venezuela en 2009 es también ejemplar ¿Cómo hubiera votado el pueblo
boliviano si la reforma constitucional hubiese contemplado, como en Venezuela, la reelección de los
cargos públicos elegidos por voto popular a la eternidad? ¿Acaso nuestra reforma no era una copia
tímida de la enmienda venezolana?

En un Estado de Derecho verdadero y a cargo de juristas más o menos calificados, estos habrían
sido conscientes de la necesidad de realizar un procedimiento jurídico similar a la aprobación de
una ley, para realizar su modificación legítima. Es decir, que solo una nueva Asamblea
Constituyente tendría la potestad de modificar algún artículo de la Constitución. Y, si bien nuestra
Constitución permite su propia modificación a través de un referéndum, esto nos dice más sobre la
pobreza filosófica y jurídica de nuestra Constitución –y los respectivos constituyentes– que la
aparente legitimidad de la propuesta modificatoria.

Por último, es importante que el resultado de la reforma constitucional sea respetado; sin embargo,
por las mejores razones. Es posible que, de ocurrir lo contrario, esta curiosa polémica (que significa,
literalmente, pequeña guerra) pueda convertirse en el inicio de una guerra mucho mayor: civil
(oikeios polemos). Por otra parte, y como se observa recientemente en algunos sectores del partido
de Gobierno ¿si acaso se desea desconocer el resultado del referéndum, esta no es una muestra de
un rechazo público a la legitimidad –la naturaleza– de nuestra Constitución? Este deprecio evidente
por la Constitución –que el MAS otrora defendió como su bandera– nos enfrenta a un futuro
escenario aterrador; donde el derecho se disuelve en el puro ejercicio de un poder, al parecer,
desmedido y corrupto.

II.

Como muchos juristas han observado el fallo Constitucional solo puede entenderse como un acto de
negligencia deliberada cometido por nuestros altos magistrados. Debido a que, dicho fallo, no
cumple con los mínimos criterios ya no de corrección jurídica o doctrinal, sino de lógica básica. El
argumento del fallo establece que es un derecho humano la postulación indefinida e ilimitada de
toda persona boliviana a cargos públicos –interpretando, sin consideración alguna de la
jurisprudencia producida, el Pacto de San José. Este fallo que, como antes observamos, imita la
reforma constitucional venezolana, utiliza la Constitución para “no aplicar” artículos de la misma
Constitución. Lo extraño de este argumento es el término utilizado: “inaplicabilidad”, que, para los
magistrados, no implica una contradicción esencial –ya que “inaplicabilidad” se entiende a través de
una imposibilidad fáctica: es decir, de la imposibilidad de una ejecución practica de los artículos
168 et al., lo que a la vez no desconoce su validez ideal –de estos artículos– dentro del texto
Constitucional y, por lo tanto, dentro del razonamiento de nuestros altos magistrados, tampoco se
encuentra en contradicción con el resultado del referéndum del 21 de febrero, que reafirma la
negativa a una relección indefinida.

Si, como muchos quieren creer, entre el fallo Constitucional y el referéndum no existe una
verdadera contradicción –al igual que la aporetica tarea de invalidar la Constitución apoyados en
una interpretación de la Constitución– entonces, se han traspasado los límites del lenguaje y la
razón. ¿Cuál es el límite entonces del poder? ¿Qué sucede con el derecho que se confunde con el
hecho? Lo terrible es que, justamente, este fallo ha llevado a una condición limite a la sociedad
boliviana. Que ahora dividida en dos se encuentra en el umbral de una stasis definitiva. El Estado,
con la coerción violenta que le es propia, se deberá medir con la sociedad civil que desea
desconocer este ejercicio de poder puro: y, tristemente, al parecer, volveremos a caer en una
dialéctica de la violencia. Y, sin embargo, sumariamente, podemos afirmar que dicho referéndum se
presenta como una escisión definitiva en nuestra historia política más cercana. Tal escisión puede
formularse como la perdida, por parte de Movimiento al Socialismo (MAS), de un poder que
parecía indefinido y absoluto. Por esto mismo, a dos años de su realización, el referéndum del 21 de
febrero de 2016 se ha convertido en el hecho más importante de nuestra vida política. Y, por lo
tanto, exige que allí donde nuestra vida política nos muestra sus errores y sus límites, se realice no
solo una indagación profunda o una reforma; más allá de un modelo jurídico del poder, acaso sea el
momento histórico para buscar una forma verdaderamente deconstituyente.

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