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Título original:

The Colombian Caribbean


A Regional History ( 1870-1950)
(Oxford University Press, 1996)
Traducción:
Cecilia Inés Restrepo
El Caribe colombiano
U na historia regional (1870-1950)

EDUARDO POSADA CARBÓ

BANCO DE LA REPÚBLICA 1 EL ÁNCORA EDITORES


Primera edición en español:
Banco de la República
El Áncora Editores
Bogotá, 1998
ISBN 958-96201-9-1

Portada:
diseño de Camila Cesarino Costa
Ilustración: acuarela de He mando Lemaitre (detalle)
Fotografía: Ernesto Monsalve
Mapas: Marco Fidel Robayo
Derechos reservados:
© 1998. Eduardo Posada Carbó
Banco de la República
El Áncora Editores
Bogotá, Colombia
Preprensa digital: Servigraphic Ltda.
Separación de color: Elograf
Impreso en los talleres de Formas e Impresos Panamericana
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
CONTENIDO

ÍNDICE DE MAPAS, CUADROS Y GRÁFICOS 9


ABREVIATURAS 13
RECONOCIMIENTOS 17
INTRODUCCIÓN 23

PRÓLOGO 39
l. LA AGRICULTURA 71
2. LA GANADERÍA 145
3. LA CIUDAD Y EL CAMPO 205
4. EL TRANSPORTE 258
5. LAs INFLUENCIAS EXTERA'AS 314
6. EL ESTADO, LA POLÍTICA Y LA REGIÓN 369
CONCLUSIÓN 438
APÉNDICE 1 449
APÉNDICE 2 451
APÉNDICE 3 455
BIBLIOGRAFÍA 457
ÍNDICE ONOMÁSTICO 491
MAPAS, CUADROS Y GRÁFICOS

MAPAS

l. Colombia y el Caribe 20
2. El Caribe colombiano 22
3. La zona bananera, según Griffith Taylor 106
4. Transporte y comunicaciones 213

CUADROS

1.1 Producción de arroz en los departamentos


costeños, 1931-46 (en toneladas) 85
1.2 Producción de tabaco en Colombia,
1865-1896 (zurrones) 88
1.3 Producción de azúcar en Bolívar, 1909-1948
(años escogidos, en toneladas) 98
1.4 Exportaciones de banano colombiano
comparadas con los países productores de Centro
América (miles de racimos) 104
1.5 Fincas bananeras y cultivadores, 1908. 107
1.6 Costos de producción de un acre
de banano, 1922 ($US) 114
2.1 Precio de la cabeza de ganado en tres
provincias distintas de Bolívar, 1920 (en pesos
colombianos) 156
2.2 Ganancias sobre el levante de ganado calculadas por
Amín Meluk, Cartagena, 1923 (pesos colombianos) 157
2.3 Porcentajes de ganancias para diez haciendas ganaderas
en Bolívar, calculado por Kenneth Oakley, 1944 158
2.4 Comerciantes importantes de ganado en Bolívar, 1928 159
2.5 Distribución de las ganancias en el precio pagado
por la carne por el consumidor final en el interior,
1934 y 1943 (porcentajes) 160
2.6 Ganados sacrificados en el matadero público
de Barranquilla, 1870-1950 (años seleccionados) 163
2.7 Sacrificio de ganado y consumo de carne en Medellín,
1929-1950 (Varios años) 166
2.8 Ganado procedente de Bolívar vendido en la feria
de Medellín, 1912-1950 (Varios años). 167
2.9 Inventario de existencias en propiedad de la Sociedad
Agrícola del Sinú, 1914-1948 (Diciembres) 172
2.1 O Relación de compras de ganado en Marta Magdalena 173
3.1 Número de municipios por tamaño de la población
en la costa, 1870-1950 207
3.2 Comparación de las importaciones y exportaciones
entre Santa Marta y Sabanilla, 1870-1874 (en dólares) 211
3.3 Tasa de crecimiento de Barranquilla comparada
con los departamentos costeros. 1870-1950. 217
3.4 Bancos establecidos en Barranquilla, 1873-1936. 228
3.5 Valor de las materias primas consumidas por la industria
barranquillera según su origen, 1945 (en pesos) 234
3.6 Principales industrias textiles en Barranquilla, 1944 236
3.7 Exportaciones e importaciones desde Cartagena,
1876-1886 (en dólares) 249
4.1 Compañías de navegación a vapor en el río Magdalena
y tributarios, 1870-1950 264
4.2 Comercio de importación y exportación en los
principales puertos colombianos, 1911-1912 (en f) 280
4.3 Lugares de salida de las exportaciones cafeteras
colombianas, 1916-1926 (tons.) 281
4.4 Desarrollo de los ferrocarriles en Colombia,
1833-1944 (km) 296
4.5 Scadta: kilómetros recorridos, pasajeros y carga
transportada, 1920-1938 302
5.1 Extranjeros domiciliados en Barranquilla por
nacionalidad de origen, 1875, 1928 y 1951. 332
6.1 Ingresos del Estado/Departamento de Bolívar,
1871-1916 (en pesos colombianos) 378
6.2 Elecciones presidenciales en los departamentos de la
costa, 1914-1946 (número de votos y porcentajes) 417
6.3 Elecciones para Cámara de Representantes en los
departamentos de la Costa, 1931-1949 424

GRÁFICOS

3.1 El puerto de Barranquilla: exportaciones e


importaciones (toneladas), 1873-1950 214
3.2 Actividad de la construcción en Barranquilla,
1928-1947 243
4.1 Exportaciones en Barranquilla y Buenaventura,
1929-1946 283
ABREVIATURAS

ACER Archivo de Carlos E. Restrepo


ACoHSC Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura
ACR Archivo Cámara de Representantes
AEOH Archivo de Enrique Olaya Herrera
AFL Archivo de la Familia Laserna
AFP Archivo de la Familia Parrish
AGB Archivo de la Gobernación de Bolívar
AGPNO Archivo del general Pedro Nel Ospina
AJVC Archivo de José Vicente Concha
AMFS Archivo Marco Fidel Suárez
ANC Archivo Nacional de Colombia
ASAS Archivo de la Sociedad Agrícola del Sinú
BME Boletín Mensual de Estadística
BOLSA Bank of London and South America Archives
CFBC Corporation of Foreign Bondholders Council
CMD Colección privada de Malcolm Deas
DB Diario de Bolívar
GB Gaceta de Bolívar
HAHR Hispanic American Historical Review
IET Información Económica Trimestral
IARH lnter-American Review of Historiography
JIASWA Journal of lnter-American Studies and World Affairs
JLAS Journal of lnteramerican Studies
MCR Monthly Consular Reports
NAUS National Archives of the United States
PP Parliamentary Papers
PRGS Proceedings of the Royal Geographic Society
PRO Public Records Office
RB Registro de Bolívar
RCCB Revista de la Cámara de Comercio de Barranquilla
RNA Revista Nacional de Agricultura
SAS Sociedad Agrícola del Sinú
A Francisco Posada de la Peña,
en su memoria;
a Judy Carbó de Posada,
por sus enseñanzas,
y a Francisco Tomás Ramón,
cuyo nacimiento nos reanimó la vida.
RECONOCIMIENTOS

Este libro nació como una tesis doctoral escrita en el St. Antony's
College de la Universidad de Oxford, y finalizada en 1990. A través
de todos mis años como estudiante en Oxford, y en el proceso de
preparación de este libro, siempre conté con la guía y el estímulo
intelectual de Malcolm Deas. Sus trabajos sobre la historia de Co-
lombia inspiraron muchas páginas de este libro. Agradezco a
Malcolm sus enseñanzas, amistad y confianza.
Debo especiales agradecimientos a Darío Jaramillo Agudelo,
quien me ha apoyado a lo largo de toda mi carrera académica. Gra-
cias a su empeño, esta publicación ha sido posible. La colaboración
de Cecilia Inés Restrepo, primero como Directora de la Fundación
Antioqueña de Estudios Sociales de Medellín, FAES, y después como
traductora de la edición en inglés, ha sido muy valiosa durante todos los
años de investigación y preparación de este texto. Agradezco la dedica-
ción y el profesionalismo de Cecilia Inés, así como su paciencia.
Estoy muy agradecido con Karl Parrish Jr., David Parrish, María
Teresa de Gómez y Felipe Laserna por haberme permitido el libre
acceso a los archivos de sus respectivas familias. Diego de la Peña,
quien me facilitó documentos de interés y con quien conversé largo
sobre esta historia, hubiera quizá gozado la lectura de este libro. Julio
Tovar D' Andreis, Carlos Daniel Abello, Adolfo Meisel Roca, Gusta-
vo Bell Lemus, Ramiro de la Espriella y Margarita Garrido también
me ofrecieron material muy útil para el libro. Colín Clarke y Marco
Palacios, examinadores de la tesis, me formularon acertadas obser-
18 El Caribe colombiano

vaciones al manuscrito original. Jacques Gilard también leyó el ma-


nuscrito original e hizo comentarios útiles. El capítulo sobre la gana-
dería se enriqueció con las sugerencias de José Antonio Ocampo. Y
las distintas secciones sobre la economía bananera se enriquecieron
con las observaciones de Catherine LeGrand. Por supuesto que nin-
guna de estas personas es responsable del resultado final del libro.
Durante todos los años de investigación tuve la fortuna de contar
con el apoyo y la hospitalidad de muchos amigos e instituciones.
Quisiera agradecer, en particular, la ayuda significativa que recibí de
Constanza Toro en la Fundación Antioqueña para los Estudios So-
ciales, y de Gilma Rodríguez en el Banco de la República: apoyos tan
valiosos como éstos enriquecen de manera extraordinaria cualquier
investigación. Quiero agradecer también el apoyo y la confianza que
me brindaron Arturo Sarabia, Felipe Tovar y Enrique Berrío en la
Cámara de Comercio; Moisés Alvarez en el Archivo de la Goberna-
ción de Bolívar; Adelaida Sourdís en el Banco de la República de
Cartagena; Ruth Hodges en el Centro de Estudios Latinoamericanos
del St. Antony's College de Oxford; y los bibliotecarios de las Biblio-
tecas Bodleian de Oxford, Luis Angel Arango, Nacional y de El
Tiempo en Bogotá, de la Departamental de Barranquilla, y de los
Archivos Nacionales de los Estados Unidos en Washington, del Ar-
chivo de la Academia Colombiana de Historia y del Public Records
Office de Londres. El Banco de la República merece una mención
especial por su contribución a las tareas investigativas en Colombia,
de la cual me he beneficiado.
Mis estadías en Medellín, Bogotá, Cartagena y Valledupar fueron
muy placenteras gracias a la amistad y a la hospitalidad de Horacio
Vélez y Sonia Vieira, Luis Fernando Criales y Marcela Anzola,
Eusebio Carbó, Ricardo Plata, Mauricio Restrepo, Armando Cuello
y María Elisa de Cuello. Su amistad, así como la de Gustavo Bell y
María Mercedes de la Espriella, Charles Powell y Sylvia Fernández-
Shaw, Santiago Montenegro y S usan Helfer --con quienes conversé
largo sobre el contenido del libro-, me sirvió siempre de estímulo
para seguir adelante.
Reconocimientos 19

Becas del Bryce y Real Fund y del Arnold Fund me permitieron


viajar a Washington durante el período de investigación. Durante el
último año de la preparación del manuscrito original conté con el
apoyo de la Fundación para la Promoción de la Investigación y la
Tecnología, en Colombia, y de un Junior Research Fellowship en el Ins-
tituto de Estudios Latinoamericanos (ILAS), de la Universidad de Lon-
dres. En el ILAS conté con el valioso apoyo y estímulo de Víctor
Bulmer-Thomas, Tony Bell y Leslie Bethell. En el ILAS he encontrado
un espacio ideal para el estudio de la historia colombiana. La colabora-
ción del ILAS, y el impulso que recibí de su director, Víctor Bulmer-
Thomas, fueron determinantes en la conclusión de este libro.
Para la versión en inglés, conté con la colaboración de Tony Bell
y Helen Grant en el ILAS, y de Anne Gelling, Michael Belson y
Sylvia Jaffrey de Oxford University Press. Esta edición en español se
ha beneficiado además de la asistencia de Felipe Escobar, director edi-
torial de El Áncora Editores, y de Jorge Orlando Mela, director de la
Biblioteca Luis Angel Arango, así como, por supuesto, del trabajo de
traducción de Cecilia Inés Restrepo y del constante estímulo de Daría
Jaramillo.
Este libro nunca hubiese sido posible sin el apoyo que siempre he
recibido de mis padres, Francisco Posada de la Peña y Judy Carbó
de Posada. Su entusiasmo por la educación y su profundo sentimien-
to de identidad costeña me han servido de inspiración y aliento. Mis
hermanos y cuñados, Claudia Posada de Mancini, Bernardo Mancini,
Francisco Posada Carbó y Alma Lucía Días Granados de Posada, y
mis suegros Robin y Beatrice Fawcett han compartido mi entusias-
mo y me han prestado también todo su apoyo. La colaboración edito-
rial de Louise, mi esposa, ha sido extraordinariamente valiosa. Su
amor, compañía y comprensión -así como la de nuestros hijos, Bea-
triz, Andrea Ramona, Carlos Eduardo, Nicolás y Claudia Louise
Ramona- me han animado a superar los momentos difíciles y a
llevar este libro a su resultado final.

EDUARDO PosADA CARBó


Barranquilla, febrero 14 de 1998
MAPA 1
COLOMBIA y EL CARIBE
VENEZUElA

COLOMBIA

·-
SUR AMtRICA

Fuente: F. Treves, The Cradle ofthe Deep (Londres, 1910).


MAPA2
EL CARIBE COLOMBIANO

ECUADOR
BRASJL
/

Fuente: ANC, 'Mapoteca', 6.212, 2.264, 'Carta delos departamentos de


Bolívar y Atlántico por A. M. Díaz Lemos' y 'Carta del departamento
del Magdalena por A. M. Díaz Lemos', Compendio de geografía de
Colombia (Barcelona, 1907), 94.
INTRODUCCIÓN

En 1926, Arno Pearse advertía a los europeos que si visitaban


Colombia y comenzaban a generalizar a partir de lo que vieran en
la costa, obtendrían «Una imagen muy equivocada» del país 1 .
Según Pearse, la «Verdadera Colombia» se encontraba en el in-
terior andino. Antes que con el litoral, y sus temperaturas extre-
madamente altas, su «población conformada en su mayoría por
gentes negras de origen africano, indolentes y hasta perezosas»,
y el atraso de sus pueblos, Pearse prefería identificar la «Verda-
dera Colombia» con un «vasto país montañoso ... de un clima
agradable ... (y) con una población de raza blanca, mucho más
laboriosa y emprendedora que en la costa» 2 •
''

l. El Caribe colombiano -la región bajo estudio en este libro- es conocido


indistintamente como el litoral, la costa atlántica y la costa.
2. A. Pearse, Colombia, with special reference to cotton. Being the report ofthe
journey ofthe lnternational Cotton Mission through the Republic ofColombia, Lon-
dres, 1926, p. 13. Debido a su clima y a las condiciones de vida, la costa no resultaba
atractiva para la mayoría de los visitantes extranjeros. Al finalizar su viaje durante los
inicios de la época republicana, Carl August Gosselman observó: «Si mi permanencia
en Colombia la hubiera limitado a las ciudades de Cartagena y Santa Marta, al abando-
narla tendría opiniones tan torcidas como injustas sobre ella y sus habitantes, porque
no creo que exista un lugar más diferente entre sus provincias cordilleranas y las coste-
ñas»; C.A. Gosselman, Viaje por Colombia, 1825 y 1826, Bogotá, 1981, p. 373. «Po-
dría sentirme obligado a confesar que es una región seca, estéril, desolada, con pocos y
dispersos habitantes y de la más ruda casta de granadinos»: l. Holton, New Granada:
twenty months in the Andes, Nueva York, 1857, p. 35.
24 El Caribe colombiano

Aparte de sus prejuicios e interpretaciones equivocadas, Pearse


fue capaz de captar no sólo la existencia de dos realidades diferen-
tes, sino también la tendencia generalizada a excluir la costa siempre
que se trataba de definir los «intereses nacionales», o la «verdadera
Colombia». En 1881, Rafael Núñez se quejaba de aquellos «apósto-
les del cisma nacional» que se oponían al nombramiento de costeños
en cargos del gobierno centraP . Los problemas que surgían por el
reparto de los dineros públicos en un país extenso y diverso, de re-
cursos escasos, eran tan significativos como la preocupación por la
distribución de puestos burocráticos. Bajo estas circunstancias, era
muy tentador definir los «intereses nacionales» sin tener en cuenta ni
los sentimientos ni las rivalidades regionales. En 1919, tras percibir
que la región estaba quedando a la zaga de las principales corrientes
del desarrollo nacional, periodistas, políticos y hombres de negocios
organizaron la Liga Costeña. Acontecimientos como éste, o quejas
como las elevadas por Núñez, podrían considerarse como meras ex-
presiones de un parroquialismo recalcitrante. Sin embargo, la opinión
de que la costa se encontraba alejada de la «verdadera Colombia» se
desarrolló a menudo también por fuera de la región. Una lectura
cuidadosa del influyente libro de Alejandro López, Problemas co-
lombianos, revela un intento por definir las cuestiones nacionales
aplicando patrones andinos. Si bien es posible que su enfoque exclu-
yera también a otras regiones de su idea de «problemas nacionales»,
López hizo de la costa un caso especial y la identificó explícitamente
como ajena a las principales corrientes del desarrollo nacional 4 •
Así las cosas, la importancia de la pregunta sobre cúal era la «verda-
dera Colombia», va más allá de las simpatías y prejuicios de un visitante
extranjero como Amo Pearse, o de un ideólogo como Alejandro López.
Identificar la «Verdadera Colombia» tenía implicaciones políticas, eco-
nómicas y sociales. Pero, ¿existía acaso una «Colombia verdadera»?

3. R. Núñez. La reforma política, Bogotá, >ol.I (1 ), 1945, p. 81.


4. A. López, Problemas colombianos, Parí,. 1927, pp. 133, 292-294.
Introducción 25

Tras observar las diferentes provincias del país en 1903, un diplo-


mático chileno concluyó que «no ha existido, ni ha podido existir, una
sociedad colombiana, sino diferentes sociedades aisladas entre sí» 5 •
Probablemente exageraba. La política y las guerras civiles, la edu-
cación y el comercio, habían contribuido todos a integrar el país6 . Sin
embargo, la existencia en Colombia de diferencias regionales muy
marcadas, que planteaban problemas para la consolidación del Esta-
do nacional, debe ameritar serias reflexiones.
Malcolm Deas ha señalado que «la historia nacional se define
en las regiones», aunque también ha observado que lo nacional
no debe descuidarse en aras del entusiasmo por la historiografía
regionaF. Es la necesidad de entender la naturaleza de la nación
colombiana, a la luz de su diversidad regional, la que hace signi-
ficativas las historias regionales. Generalizar a partir de las ex-
periencias de la costa, o a partir de cualquiera otra experiencia
regional, resultaría ciertamente en «Una imagen muy equivoca-
da» de Colombia, tal como lo temía Pearse. Pero esta imagen no
sería menos errónea si se ignoraran las regiones en la búsqueda
del paradigma nacional. Las regiones y la nación no deben consi-
derarse, pues, como mutuamente excluyentes.

5. El Nuevo Tiempo, Bogotá, julio 28, 1903, citado en J. Villegas y J. Yunis, La


Guerra de los Mil Días, Bogotá, 1979, pp. 20-21. La visión de Colombia como país
de regiones es ampliamente aceptada hoy por los historiadores. En una obra publica-
da recientemente acerca de la historia del país antes de la independencia, se reconoce
que cuando la Nueva Granada --{;Omo entonces se le llamaba- «estuvo por primera
vez bajo el dominio borbónico, era un mosaico de regiones, aisladas unas de las otras
por las grandes distancias y el terreno difícil, y distintas entre sí debido a las diferen-
cias cuturales que surgieron de las variaciones locales de la mezcla de europeos,
indígenas y africanos»; A. McFarlane, Colombia before independence. Economy,
society, and politics under Bourbon rule, Cambridge, 1993, p. 31.
6. Véanse J. H. Palacio, Historia de mi vida, Bogotá, 1942; y M. Deas, «La
presencia de la política nacional en la vida provinciana, pueblerina y rural de Colom-
bia en el primer siglo de la república>>, M. Palacios (ed), La unidad nacional en
América Latina. Del regionalismo a la nacionalidad, México, 1983.
7. Aspectos polémicos de la historia colombiana del siglo XIX. Memoria de un
seminario, Bogotá, 1983, p. 198. Véase además su Del poder y la gramática, Bogotá,
1993, pp. 175-206.
26 El Caribe colombiano

LA REGIÓN EN LA PERSPECTIVA HISTÓRICA

El famoso discurso de Renan en 1882, Qu 'est-ce qu 'une nation?,


se ha convertido en lugar común para señalar los problemas que
surgen al intentar definir la nación y su concepto afín, el nacio-
nalismo8. Las definiciones de región y regionalismo plantean difi-
cultades parecidas. Además, ¿dónde debe trazarse la línea divi-
soria entre nación y región? Esta pregunta es particularmente
relevante en el caso de los movimientos regionalistas en la Euro-
pa occidental, tales como Cataluña y el País Vasco, que han sido
descritos como «nacionalismos insatisfechos» 9 • Peter Alter ha
mostrado cómo la existencia de identidades colectivas particula-
res coloca tales regionalismos «en la tradición de los movimien-
tos nacionales de la Europa decimonónica». Sin embargo, con la
excepción de las «alas separatistas», Alter ha caracterizado los
movimientos regionalistas por su falta de aspiraciones para con-
formar sus propios estados nacionales 10 • Definir las regiones
como partes de un todo parece ser un buen punto de partida.
«Comunidades imaginadas»: tal ha sido la expresión utilizada
por Benedict Anderson para referirse a las naciones. En con-
traste, las regiones están demarcadas por la «realidad de la ve-
cindad», en la medida en que afectan directamente la vida coti-
diana de los hombres 11 • Cuando los organizadores de la Liga

8. E. Renan, Qu'est-ce qu"une nation?, París, 1882. Véanse B. Anderson,


lmagined communities, Londres, 1983, pp. 14-16; P. Alter, Nationalism, Londres,
1989, pp. 4-23; E. J. Hobsbawm, Nations and nationalism since 1780, Cambridge,
1990, pp. 1-13; y A Smith, Nationa/ identity, Londres, 1991, pp. 3-13.
9. H. Seton-Watson, «Unsatisfied nationalism>>, Journal of Contemporary
History, 6, 1971, pp. 3-13; y Alter, Nationalism, pp. 135-143.
lO. A1ter,Nationalism, p. 142. Para un ensayo que explora el concepto «región» en
Europa, véase: C. Harvie, The rise ofregiona/ Europe, Londres y Nueva York, 1994.
11. Estas expresiones han sido tomadas de la obra de Anderson lmagined
communities, y del discurso inaugural de Charles Fisher, The reality ofplace, Lon-
dres, 1965.
Introducción 27

Costeña se reunieron en 1919, o cuando tuvieron lugar las gran-


des manifestaciones públicas en las calles de Barranquilla en
1930 para presionar al gobierno central a invertir en la apertura
de la desembocadura del río, lo que estaba en juego no era el
reclamo por ninguna identidad subjetiva, sino el desarrollo de un
lugar de «vida común» 12 •
Los geógrafos, quienes hicieron de ella el centro de su disciplina
durante la primera mitad de este siglo, han definido la región en tér-
minos generales como «Un área de características distintivas». Un
debate muy prolífico alrededor del concepto de región, que parece
haber disminuido en interés después de la década de 1960, dejó unas
cuantas lecciones que podrían ser útiles si se aplicaran a la historia
regional 13 • Primero, las regiones a menudo son claramente
diferenciables unas de otras, lo que les da un cierto significado como
ensemble, aunque esto no implica que las regiones sean completa-
mente uniformes en sí mismas. Segundo, a pesar de que, como Joseph
Love lo ha señalado, las «regiones definidas por los historiadores han

12. R. E. Dickinson, The city region in Western Europe, Londres, 1976, p. 5.


13. Véanse, por ejemplo, R. B. Hall, <<The geographic region: a resume», en
A.A.A.G.: A conference on regions, 1935, XXX, (3), pp. 122-128; P. E. James,
<< Toward a further understanding of the regional concept», A.A.A. G., XLII, 1952, p.
195; E. W. Gilbert. <<The idea of region>>, Geography, 45, 1960, p. 157; D. Whittlesey,
<<The regional concept and the regional method», en P. E. James y C. F. Jones (eds),
American geography. /nventory and prospect, Syracuse, 1954, p. 21; R. Hartshome,
Perspective on the nature of geography, Londres, 1963, pp. 108-145; G. W. S.
Robinson. « The geographical region: form and function», The Scottish Geographical
Magazine, 69 (2), septiembre 1953, pp. 49-55; G. H. T. Kimble, «The inadequacy of
the regional concept», en L. D. Stamp y S. W. Wooldridge (eds), London essays in
geography, (Longmans), 1951, pp. 151-74; Dickinson, The city-region, pp. 3-13, y
su Regional ecology, the study ofman s environment, Nueva York, 1970. Acerca del
concepto francés de pays, véase P. Vida! de la Blache, The personality of France,
Londres, 1928, pp. 13-24. Véase además H. W. Braude, «The significance of regional
studies for the elaboration of national economic history», The Journal of Economic
History. diciembre 1960, pp. 588-596. El reciente proceso de la integración europea
ha estimulado un renovado interés por este tema desde varias disciplinas. V éanse por
ejemplo L. Bergeron (ed.) La croissance regional e dans l'Europe Mediterranéenne:
/8e-20e siécles, París, 1992; y Harvie, The rise of regional Europe.
28 El Caribe colombiano

tendido a ser unidades políticas fijas», mirar las regiones como áreas de
«actividades interrelacionadas, intereses de grupo y organización co-
mún», puede ser útil para apreciar el grado de coherencia de un territo-
rio determinado 14 • Tercero, puesto que la relevancia de las regiones
resulta de su carácter distintivo, el estudio de sus particularidades tiene
importancia no sólo para entender las regiones per se sino, lo que es
más importante, para proporcionar otras perspectivas sobre el todo, en
este caso, la historia nacional.
La reciente historiografía latinoamericana se ha preocupado cada
vez más por los asuntos de la región y el regionalismo. Se ha puesto
atención a los problemas relacionados con la consolidación del Estado
nacional durante el siglo XIX, donde el enfoque tiende a centrarse en
los inicios de la república y alrededor de preguntas tales como si hubo o
no una nación antes del Estado, hasta qué punto la política nacional
estuvo condicionada por la integración de los mercados nacionales, o
cúando y cómo las élites regionales dieron lugar a una élite nacional 15 •
El estudio de regionalismos particulares, como movimientos dentro de la
política nacional, no ha sido popular entre los académicos, pero el traba-
jo de Joseph Love sobre Río Grande do Sul es un ejemplo 16 • También

14. J. H. Love, «An approach to regionalism», en R. Graham y P. Smith (eds),


New approaches to Latín American history, Texas, 1974, p. 140; y Dickinson, The
city-region, p. 5.
15. M. Palacios (compilador), La unidad nacional en América Latina. Del regio-
nalismo a la nacionalidad, México, 1983, y su Estado y clases sociales en Colombia,
Bogotá, 1986, pp. 87-149: B. Roberts, «State and region in Latin America: the view
from below», en Cedla, State and region in Latín Ame rica: a workshop, Amsterdam,
1981, pp. 10-31; B. R. Hamnett, «Factores regionales en la desintegración del régi-
men colonial en la Nueva España: el federalismo de 1823-24», y J. Jaramillo Uribe,
«Nación y región en los orígenes del Estado nacional en Colombia», en l. Buisson y
otros (eds.), Problemas de la formación del Estado y de la nación en hispanoamérica,
Koln, 1984, pp. 305-317 y 339-358; J. Fisher, «Imperialism, centralism, and
regionalism in Perú, 1776-1845», en R. Miller (ed.), Region and class in modern
Peruvian history, Liverpool, 1987, pp. 21-34.
16. J. H. Love, Río Grande do Su/ and Brazi/ian regionalism, /882-1930,
Stanford, 1971; Siio Paulo in the Brazilian Federation, Stanford, Calif., 1980, y
«Federalismo y regionalismo en Brasil, 1889-1937» En M. Carmagnani (ed.)
Introducción 29

ha habido algunas investigaciones sobre la historia de ciudades que to-


man una perspectiva regional, tales como la de Guy Thomson sobre
Puebla de los Ángeles. De hecho, el estudio de las regiones parece
haber hallado un lugar firme en la historiografía mexicana 17 • Con
todo, el enfoque más común de los estudios regionales entre los his-
toriadores de Latinoamérica, es el de tomar la región como «Un caso
representativo del problema bajo estudio», o «como una variable del
problema», donde la región es marginal al enfoque del análisis 18 • La
muy estimulante obra de Magnus Morner, Region and State in Latin
Ame ricas Past, sigue este enfoque 19 •
Este libro se enmarca dentro de la corriente investigativa que se
ha preocupado del análisis regional en América Latina, pero se apar-
ta ligeramente de los enfoques anteriores en los siguientes puntos.
Primero, mira la región como un ensemble que amerita ser estudiado
en detalle, aunque, como ya se ha afirmado, la región es considerada
como parte de un todo. Segundo, hace énfasis en la importancia de
las rivalidades regionales en el desarrollo del Estado nacional, pero
lleva el asunto más allá del siglo XIX. Tercero, considera el regiona-
lismo apenas como uno de los aspectos del análisis cuyo objetivo
central es el entendimiento de aquellas características económicas,
sociales y políticas que son distintivas de la región. Cuarto, analiza el
papel representado por las ciudades en la integración regional aun-

Federalismos latinoamericanos, México, 1993, pp. 180-223. Véanse además J.


Wirth,Minas Gerais in the Brazí/ían Federarían, 1889-1937. Stanford, Calif., 1977,
y R. Levine, Pernambuco in the Brazilian Federation, 1889-1937, Stanford, Calif.,
1978. Véase también W. J. Burggraaff, «Venezuelan regionalism and the rise of
Táchira», The Americas, XXV, 1969, pp. 160-173.
17. G. Thomson, Puebla de los Angeles, industry and society in a Mexícan city,
1700-1850, San Francisco y Londres, 1988; y E. Van Young (ed.),Mexico's regions,
San Diego, 1992.
18. Para una tipología de los análisis regionales, véase Love, «An approach to
regionalism», pp. 142-45.
19. M. Morner, Regían and State in Latín America's past, Baltimore y
Londres, 1993.
30 El Caribe colombiano

que, nuevamente, se trata tan sólo de un aspecto del análisis. En su


conjunto, este libro intenta mostrar cómo el estudio de una región
puede ser fructífero para la mejor comprensión de muchos as-
pectos de la historia de un país latinoamericano como Colombia.
Hasta ahora la historiografía regional colombiana se ha cen-
trado más que todo en Antioquia, donde el empresario antioqueño
y su papel en el desarrollo nacional atrajeron inicialmente el in-
terés de los investigadores 20 • No obstante, la historiografía re-
gional ha ganado un auge extraordinario en los últimos años debi-
do, en parte, al creciente interés por el conocimiento de la diver-
sidad nacionaF 1 • En este contexto, hasta hace poco era una afir-
mación corriente asegurar que la costa había sido una región des-
cuidada por la investigación histórica. Esta premisa ha sido lleva-
da hasta el extremo por algunos historiadores y críticos literarios,
quienes han llegado a sugerir que Cien años de soledad, la no-
vela del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez,
sirve muy adecuadamente para llenar este vacío 22 • Si bien existe
un campo muy vasto aún por explorar, un grupo significativo de
académicos se ha involucrado en el estudio de esta región de innega-
ble importancia para la historia colombiana.

20. Véanse, por ejemplo, 1. Parsons, Antioqueño co/onization ofWestern Colom-


bia, Berkeley, 1968, y R. Brew, El desarrollo económico de Antioquia desde la
independencia hasta 1910, Bogotá, 1977: F. Botero Herrera, La industrialización en
Antioquia, Medellín, 1984. Para una discusión sobre los diferentes enfoques de la
historia antioqueña, véase Los estudios regionales en Colombia: el caso de
Antioquia, Medellín, 1982.
21. Véanse, por ejemplo, M. T. Uribe de Hincapié y J. M. Alvarez, Poderes y
regiones: problemas de la constitución de la nación colombiana. 1810-1850,
Medellín, 1987: D .C. Johnson, Santander, Bogotá, 1984; Universidad del Valle
(ed.), Sociedad y economía en el Valle del Cauca, 5 vols, Bogotá, 1983; y J. Rausch,
The Llanosfrontier in Colombian history, 1830-1930, Albuquerque, 1993.
22 . V éanse las curiosas insinuaciones de Gene H. Bell-Villada, para quien el
Caribe colombiano permanece relativamente desconocido debido al «legado del chau-
vinismo blanco y el esnobismo bogotano», «el problema metodológico planteado
por una cultura mestiza», y «los variados peligros físicos», Garcia Marquez: The
man and his work, Chapell Hill y Londres, 1990, p. 24.
Introducción 31

Theodore Nichols parece haber sido un pionero de las investiga-


ciones académicas modernas sobre la costa. Escrita originalmente
como tesis doctoral y publicada apenas en 1951, su obra, Tres puer-
tos de Colombia, es una geografía histórica de Cartagena, Barran-
quilla y Santa Marta, centrada en los problemas de transporte que
enfrentaron en su desarrollo los respectivos puertos. Otros dos geó-
grafos, James R. Krogzemis y Le Roy Gordon, han contribuido a la
comprensión de un amplio período histórico de dos áreas de la re-
gión, Santa Marta y el Sinú. La historia de Cartagena ha sido enri-
quecida, entre otros, por el trabajo de Anthony McFarlane sobre el
período colonial y por el voluminoso estudio de cuatro tomos de
Eduardo Lemaitre que cubre la historia de este puerto hasta la déca-
da de 1940. La tesis de James William Park sobre Rafael Núñez ha
abordado los aspectos del regionalismo costeño. La de Judith White
es una muy buena introducción a los problemas sociales de la zona
bananera en el Magdalena. Además de éstos, han comenzado a pro-
liferar ensayos y artículos sobre los más diversos aspectos costeños.
El trabajo editado recientemente por Gustavo Bell es una buena
muestra, a la vez que Adolfo Meisel Roca ha editado un texto que
cubre la historia económica y social de la región desde la conquista
española 23 . Desde una perspectiva regional, sin embargo, es proba-
blemente Orlando Fals Borda quien ha producido el trabajo más am-
bicioso sobre la costa. Después de su Capitalismo, hacienda y

23. Véanse T. Nichols, Tres puertos de Colombia, Bogotá. 1973; B. Le Roy


Gordon, «Human geography and ecology in the Sinú country of Colombia», Ibero-
Americana, 39. Berkeley, 1957; 1. Krogzemis, «A historical geography of the Santa
Marta area, Colombia», tesis doctoral, University of California, Berkeley, 1967; A.
McFarlane, «Comerciantes y monopolio en la Nueva Granada: el consulado de
Cartagena de Indias», ACoHSC, Bogotá, 11, 1983, pp. 43-70; E. Lemaitre, Historia
general de Cartagena, Bogotá, 4 vols, 1983; J. White, Historia de una ignominia,
Bogotá, 1978; J.W. Park, Rafael Nuñez and the politics ofColombian regionalism,
1863-/886, Batan Rouge y Londres, 1985; G. Bell (ed.), El Caribe colombiano,
Barranquilla, 1988; y A. Meisel (ed.) Historia económica y social del Caribe colom-
biano, Bogotá, 1994. Para un resumen de la historiografía de la región, véase la
introducción de Bell en El Caribe colombiano, pp. IX-XIV.
32 El Caribe colombiano

poblamiento en la Costa Atlántica, Fals Borda completó los cuatro


volúmenes de Historia doble de la Costa, donde trató una amplia
gama de temas desde la conquista hasta el presente: la política, la
religión, el folclor y hasta su propia vinculación personal al movi-
miento campesino colombiano son objeto de análisis en esta obra,
aunque su preocupación básica es la historia de la lucha por la tie-
rra24. La Historia doble de Fals Borda no cubre, sin embargo, toda
la costa, sino que se centra más que todo en el sur del departamento
de Bolívar. Su espectro tan amplio deja algunos períodos pobremente
tratados, al mismo tiempo que su preocupación por el sector agrario
hace que descuide otros aspectos importantes de la historia de la
costa. Más aún, su uso de las fuentes de información parece a veces
arbitrario y su evidencia empírica es escasa: dos objeciones signifi-
cativas que Fals Borda ha intentado invalidar legitimando su trabajo
como comprometido políticamente con las clases populares25 . Estas
observaciones no demeritan el interés de su trabajo. Por el contrario,
muchas de las interpretaciones adelantadas por Fals Borda en su
Historia doble sugieren serias reflexiones.
¿Dónde se ubica pues este libro a la luz de la literatura anterior-
mente reseñada? ¿Cómo pretende contribuir a la historiografía de la
costa? Primero, no se ha hecho, hasta ahora, un acercamiento siste-
mático a la región como un todo. Tal como hemos visto, hasta la
fecha el enfoque ha estado dirigido hacia problemas regionales par-
ticulares, o hacia ciudades y subregiones. En consecuencia, este li-
bro intenta mirar la historia de la costa atlántica como un ensemble,

24. O. Fals Borda, Hacienda, capitalismo y poblamiento en la Costa Atlántica,


Bogotá, 1976; y bajo el título genérico, Historia doble de la Costa Atlántica: Mompox
y Loba, Bogotá, 1980; El Presidente Nieto, Bogotá, 1981; Resistencia en el San
Jorge, Bogotá, 1984; Retorno a la tierra, Bogotá, 1986.
25. Para un análisis crítico de Historia doble, véanse C. Berquist, «En nombre de
la historia: una crítica disciplinaria de «Historia doble de la costa» de Orlando Fals
Borda», Huellas, Barranquilla, agosto 1989, pp. 40-56, y la réplica de Fals Borda,
«Réplica a Bergquist. Comentarios a la mesa redonda sobre la Historia doble de la
Costa». Huellas, Barranquilla, diciembre 1989, pp. 23-9.
Introducción 33

tomando en cuenta tanto sus rasgos internos como la manera como


ha sido influenciada desde afuera. Adicionalmente, el período cu-
bierto por esta investigación es de particular interés para compren-
der la región en relación con el desarrollo del Estado nacional. En
conjunto, este libro ofrece información nueva basada en una varie-
dad de fuentes manuscritas e impresas hasta ahora inexploradas en
el estudio del Caribe colombiano.

ALCANCE DE LA INVESTIGACIÓN Y ALGUNAS


CONSIDERACIONES SOBRE LAS FUENTES

La paradoja de toda historia regional consiste en que a menudo se la


tilda de parroquial, pero para lograr sus fines el requerimiento de un
análisis exhaustivo es casi obligatorio. A las regiones se las malinter-
preta de manera simple, como unidades cerradas que pudiesen exis-
tir en aislamiento. Sin embargo, cualquier intento adecuado de en-
tender las regiones debe superar sus fronteras y tener en cuenta sus
relaciones tanto con la nación como con el mundo exterior. Más aún,
la historia regional cae muy pronto, y tal vez inevitablemente, en un
amplio horizonte de indagación intelectual que explora los campos de
la geografía, la política, la sociología, la economía y la antropología.
Lejos de tratarse de una afirmación arrogante, éste es un reto serio
que establece restricciones a los objetivos de tal investigación. Este
libro intenta seguir este paradójico sendero.
El Caribe colombiano es el tema de este estudio. Pretende mirar
en detalle el desarrollo social, económico y político que esta región
experimentó entre 1870 y 1950 dentro de un contexto nacional, to-
mando también en cuenta los elementos externos que ayudaron a
configurar su historia. De este modo, examina cuáles fueron los lo-
gros y las deficiencias de la agricultura, cómo sus tierras se fueron
dedicando cada vez más a la ganadería y qué tan significativa fue
34 El Caribe colombiano

esta industria para la economía de la región, qué vínculos existían


entre el campo y la ciudad, cómo se integró la costa al mercado
nacional, cómo se las arreglaba la región con los problemas del trans-
porte, qué influencia tuvieron los inmigrantes y el capital extranjero
en el desarrollo de la costa, qué relación había entre las políticas
locales y la política nacional y cuáles eran las relaciones entre el
gobierno central y la región.
Si bien su énfasis primordial será identificar tendencias regiona-
les, este libro también abordará algunos interrogantes pertinentes
para la historiografía colombiana y, cuando sea apropiado, éstos se
considerarán en un contexto latinoamericano. Sin embargo, dada la
variedad de áreas cubiertas, no pretende brindar respuestas definiti-
vas sino que espera proporcionar sugerencias estimulantes para
incentivar la investigación.
Los estudiosos de la historia regional -ya se trate de Roger Brew
en el caso de Antioquia o de Christopher J. Baker en el de Tamilnad-
reconocen pronto los problemas adicionales que deben enfrentar en su
tarea, en especial cuando se trata de países de recursos escasos 26 • El
material de archivos no se encuentra disponible fácilmente, es difícil
obtener información sistemática, los datos son pocos y falibles. A pri-
mera vista, en el Caribe colombiano estas dificultades parecerían insu-
perables.
Tal y como el vicecónsul británico lo señalaba en 1896, «desafor-
tunadamente las autoridades (en Barranquilla) no llevan estadísticas
con regularidad, por lo que no es posible hacer ningún cálculo acerca

26. R. Brew, El desarrollo económico de Antioquia, pp. 27-34 y C. J. Baker, An


Indian rural economy, /880-1955. The Tamilnad countryside, Oxford, 1984, pp. 15-
18. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que Brew estaba tratando con la región
colombiana más rica, y Baker con un área donde «desde finales del siglo XIX los
gobernantes británicos comenzaron a contabilizar las cosas con un celo extraordina-
rio y la cantidad de datos estadístico~ resultantes, posiblemente no fue igualada en
ninguna parte del mundo no occidental en este período», Baker, idem., p. 16. Véanse
además J. Scobie, Secondary cities of Argentina, Stanford, 1988, pp. 1, 13-5, y L.
González, Invitación a la microhistoria, México, 1973, pp. 36-9.
Introducción 35

del aumento o la disminución de la población» 27 • Algunos funciona-


rios contemporáneos sí se mostraron conscientes de las limitaciones
que encontraban para gobernar sin la información adecuada. En
1871, el gobernador de Magangué reconoció que al recibir su cargo
no encontró ningún «dato de mi antecesor que me ponga al corriente
de las necesidades». Al igual que su colega de Sincelejo, posible-
mente tuvo que recurrir a sus «propias fuerzas para historiar el cur-
so que ha llevado la administración pública en el Estado de Bolí-
var>>zg.

La ignorancia de los hechos del mundo rural era generalizada. En


1919, el alcalde de Lorica señalaba que no se sabía cuántos baldíos
se habían adjudicado a particulares, ni cuántos pertenecían aún al
Estado. Las cifras de producción eran a menudo cálculos arbitrarios
y algunas veces ni siquiera existían. Como lo anotaba el Secretario
General de Bolívar refiriéndose a Morales en 1874, «me ha sido im-
posible calcular siquiera el valor que anualmente representan los co-
secheros ni su cantidad» 29 . En 1914 el Secretario de Gobierno resu-
mió los problemas así:

... La estadística se conserva virgen entre nosotros. Como único


elemento de ella tenemos un censo mal formado. No tenemos un
plano del territorio de Bolívar. .. ni planos parciales de casi ningu-
no de nuestros municipios; no hay un cuadro comparativo de la
superficie de los mismos, ni de la densidad de su población en su
relación con su extensión territorial. Tampoco tenemos un catastro
de la propiedad urbana y rural. ni mucho menos ningún dato que
se relacione con la industria pecuaria, principal factor de nuestra
riqueza 10 .

27. PP. LXXXV (37). 1896. p. 468.


28. GB. agosto 13. 1871. p. 137 y DB, agosto 9. 1875, p. 715.
29. GB, noviembre 10. 1874, y Bolívar, Gaceta Departamental, marzo 13 y 14,
1919. p. 9.968.
30. Memoria que presenta el secretario de gobierno. Cartagena, 1914, p. IV.
36 El Caribe colombiano

Obviamente, los problemas de este tipo no eran exclusivos de la


costa. En 1939 tuvo lugar en Bogotá la Primera Asamblea Nacional
de Estadística Agropecuaria, y allí el Contralor General reconoció
que «ignoramos absolutamente el volumen y el valor de nuestra pro-
ducción agraria y el número de cabezas de ganado que existen en
nuestro territorio» 31 • Sin embargo, puesto que las finanzas de los
departamentos de la región costera eran más reducidas que las de
sus contrapartes andinos, se veían abocados a enfrentar más dificul-
tades. Este atraso relativo de la costa en el manejo de la información
estaba también presente en el sector privado: parece ser, por ejem-
plo, que la costumbre de llevar libros de contabilidad en los negocios
rurales se desarrolló primero en algunas regiones andinas que en la
costa. En 1933, el administrador de una hacienda antioqueña intentó
vender libros de contabilidad en el sur de Bolívar, pero encontró que
los réditos eran muy lentos porque «los ganaderos de aquí llevan las
cuentas de una manera muy primitiva» 32 •
Los registros eran pues muy deficientes tanto en el sector público
como en el privado. Las razones para estas fallas eran de índole muy
variada. Existía el temor natural a los impuestos, como observaba el
Agregado Comercial de los Estados Unidos, Purl Lord Bell, al refe-
rirse a las estadísticas de la industria ganadera colombiana, mientras
que también señalaba «temores concernientes a posibles disturbios,
y las dificultades encontradas al tratar de obtener ganancias adecua-
das en este país subdesarrollado y en bancarrota» 33 • En el mundo

31. Contraloría General de la República, Primera asamblea nacional de estadís-


tica agropecuaria, Bogotá, 1939, p. 9, y pp. 48-49. Diez años más tarde, Raúl Varela
Martínez insistía que «la falta de un censo agropecuario imposibilita la investigación
estadística anual de tan importante riqueza del país»; R. Vare la Martínez, Economía
agrícola de Colombia, Bogotá, 1949, p. 6. Sobre los problemas de estadística rural
en Colombia, véase además C. Lleras Restrepo, La estadística nacional. Su organi-
zación, sus problemas, Bogotá, 1938, pp. 217-247.
32. Administrador a Gerente, Marta Magdalena. octubre 29, 1933, ASAS/C/
120:17.
33. Purl Lord Bell, Colombia. A commerr:ial and industrial handbook, Washing-
ton, 1921, p. 139.
Introducción 37

rural, además, los cultivos mixtos -práctica muy corriente en mu-


chas áreas del trópico-- sumaban obstáculos a cualquier intento para
calcular el total de hectáreas productivas y los rendimientos agríco-
las34. Aun cuando el gobierno se mostrara deseoso de recoger la
información, una población escasa y dispersa en un vasto territorio
no facilitaba en nada tal tarea en medio de una crisis financiera re-
currente.
La escasez financiera no era la única razón. La cultura, las actitu-
des ante el pasado, también condicionaban el desarrollo lento de una
tradición escrita. «No existe culto al pasado» --decía Luis Strifler al
referirse a la región del San Jorge-; «los hijos apenas se acuerdan
de sus padres y jamás de sus abuelos ... Las generaciones se suce-
den sin que se conozca su existencia» 35 • Adicionalmente, como lo
señala Brew, los sucesivos conflictos civiles minaban cualquier in-
tento sistemático por acumular información 36 . Tampoco las condi-
ciones ambientales eran muy alentadoras. Para escapar del tedio del
viaje, camino a Riohacha, Eliseo Reclus buscó sus libros. «Cúal no
sería mi sorpresa», exclamó, «Cuando al abrir mis libros, al parecer
intactos, los encontré casi sin hojas, como cajas cuyo contenido se
hubiera vaciado. Durante mi peregrinación en Santa Marta, en el
espacio de algunas semanas, el comején había devorado todo» 37 .
Reconocer estos problemas no implica en manera alguna que la
región carezca por completo de fuentes escritas para rastrear su
historia. A pesar de las muchas fallas, los funcionarios locales sí
dejaron registros valiosos de sus experiencias en el cargo. Una pre-
ocupación creciente por la información alentó algunas mejoras y has-
ta esfuerzos sistemáticos por desarrollar registros públicos. Es así

34. Sobre los problemas de estadística en el mundo rural del trópico, véase P.
Hill, Development economics on tria!, Cambridge, 1989, pp. 30-50.
35. L. Striffler, El río San Jorge, (1880), Montería, 1958, pp. 77 y 80.
36. Brew, El desarrollo económico de Antioquia, p. 30.
37. E. Reclus, Viaje a la Sierra Nevada de Santa Mana, ( 1861 ), Bogotá, 1949(?),
p. 74.
38 El Caribe colombiano

como en 1934, el alcalde de Mompox se enorgullecía de los logros de


su oficina de estadística38 • Aunque escasos, también es posible dis-
poner de algunos archivos privados, a pesar de que la investigación
en ellos, por su falta de organización, a menudo implica un proceso
lento y tedioso. Las colecciones de periódicos y revistas, junto con
folletos y memorias escritas por contemporáneos, proporcionan in-
formación considerable y valiosa. Ante las limitaciones de las
fuentes locales, la importancia del punto de vista de los forasteros
-personalidades nacionales, cónsules extranjeros y viajeros-
va más allá de la útil anécdota perspicaz pero secundaria.
Con todo, la información se encuentra dispersa y fragmentada y a
menudo no está disponible fácilmente. Algunos períodos están mejor
cubiertos que otros. Ciertas áreas no están casi documentadas. Po-
cos archivos locales se encuentran adecuadamente equipados para
la investigación, si no es que están cerrados para el público. Las
memorias oficiales son apenas rarezas bibliográficas distribuidas en
variadas y a menudo distantes bibliotecas, públicas y privadas.
Este libro pretende superar estas dificultades, reuniendo piezas
separadas de información tomadas de fuentes muy diversas y de
diferentes orígenes. El resultado, tal y como Christopher J. Baker
llamó su estudio sobre Tamilnad, «es algo así como un acto en la
cuerda floja». Cabe esperar que el resultado final pruebe ser' digno
del esfuerzo.

38. M. O. Obregón, Memoria de gobierno, Cartagena, 1934, p. 196.


PRÓLOGO

EL CARIBE COLOMBIANO, UNA VISIÓN


PANORÁMICA

El Caribe colombiano, que para los propósitos de este trabajo se


define por los límites de los antiguos estados soberanos de Bolívar y
Magdalena, cubre un área de 132.279 kilómetros cuadrados, algo
más del 11% del territorio colombiano 1 • Un extenso litoral de 1.300
kilómetros de largo, desde la frontera con Venezuela hasta el Golfo
de Urabá, en las cercanías de Panamá, y las vertientes de los Andes,
marcan los límites naturales de la región 2 .

l. Bolívar y Magdalena, que durante el período radical ( 1863-1886) fueron esta-


dos soberanos, se hicieron departamentos después de 1886. Un pequeño territorio,
con Barranquilla como su capital, se separó de Bolívar, primero en 1905 y por último
en 191 O. para formar el departamento del Atlántico. La Guajira, que era parte de
Magdalena, recibió el status de intendencia por primera vez en 1898. Este libro se
referirá a las siguientes subdivisiones administrativas de la región costeña: Bolívar,
Magdalena, Atlántico y Guajira (véanse los mapas 3, 4 y 5). Córdoba, Cesar y Sucre
fueron creados como departamentos después del período que cubre este trabajo.
2. Para descripciones geográficas contemporáneas de la región, véanse: J.J. Nie-
to. «leo grafía histórica, estadística y local de la provincia de Cartajena, República de
la Nueva Granada» ( 1839), Boletín Historial, Cartagena, 34-36, abril 1918; F. Pérez,
<<Jeografía física y política del Estado de Bolívar>> y <deografía física i política del
Estado del Magdalena», enleografía de Colombia, Bogotá, 2 vols., 1863; J. Gnecco
Laborde, Nociones de Geografía del departamento del Magdalena, Bogotá. 1896:
A.M. Díaz Lemos, Compendio de Geografía de la República de Colombia, Bar-
celona, 1907, pp. 94-109 y 163-1 68; F. J. Vergara y Vel asco, Nueva Geografía de
Colombia, Bogotá, 1901, pp. 474-480,514-548 y 791-795. A. Bemier, Datos sobre el
territorio guajiro, Riohacha, 1911; F. F. Pichón, Geografía de la Península de la
Guajira, Santa Marta, 1947. Véanse además E. Guhl. «Ambiente geográfico humano
de la Costa Atlántica>>, Revista Geográfica, Barranquilla. 1, ( 1), 1052, pp. 139-172;
40 El Caribe colombiano

Este prólogo proporciona una introducción general al Caribe co-


lombiano, su ubicación geográfica y su población. No tiene como
objetivo presentar una geografía histórica completa o una demografía
de la región, pero sí intenta destacar algunos rasgos regionales que
son relevantes para el libro: el patrón de asentamiento de la población
a lo largo de las vías fluviales y del litoral, las circunstancias físicas
que limitaron el desarrollo agrícola y el comercio, la diversidad de
una población relativamente escasa y dispersa, y la naturaleza laxa de
las relaciones sociales.

MAR, RÍOS Y CIÉNAGAS

El Caribe colombiano contiene numerosas bahías y ensenadas apro-


piadas para fondear embarcaciones, lo que determina, junto con el
río Magdalena, la importancia de la región para la economía colom-
biana. Tal como lo observaba F. Loraine Petre en 1906, Magdalena y
Bolívar eran las «puertas principales» para el comercio exterior del
país 3 •
«La principal causa de la unidad nacional», así describía Eliseo
Reclus el río Magdalena, refiriéndose al papel que éste jugaba para
integrar un país de otra manera dividido por la abrupta topografía de
los Andes 4 • El Magdalena fluye de sur a norte a lo largo de un
valle que yace entre los ramales oriental y central de la cordillera,
y desemboca en el mar Caribe después de atravesar 1.640 kilóme-

C. Angulo Valdés, «El departamento del Atlántico y sus condiciones físicas», Revista
Geográfica, Barranquilla, 1, ( l ), 1952, pp. 9-29; Instituto Geográfico Agustín Codazzi,
Atlas regional del Caribe, Bogotá, 1978; Gordon, «Human geography and ecology in
the Sinú»; y Krogzemis, «A historical geography of the Santa Marta area».
3. F. Loraine Petre, The republic of Colombia, Londres, 1906, p. 153.
4. E. Reclus, Colombia, Bogotá, 1958, p. 186.
Prólogo 41

tros 5 . Con sus tributarios -los ríos Cauca, San Jorge, Nechí,
Cesar y Lebrija-, el Magdalena forma un vasto sistema
hidrográfico que cubre una porción significativa de las provincias
del norte y centro de Colombia, proporcionando en consecuencia
uno de sus medios de transporte más importantes. Adicionalmente,
al occidente del Magdalena, el río Sinú corre por las llanuras de Bolí--
var antes de desembocar en el Caribe6 (véase mapa 2).
En 1863, Felipe Pérez describió el territorio de Bolívar como «una
inmensa llanura anegada». «Un país raro en el mundo», lo llamó
también al observar las numerosas ciénagas tales como Papayal,
Raya, Ayapel y Betancí, formadas por las inundaciones de los ríos
Magdalena, Cauca, Sinú y San Jorge. Inmensas lagunas, como la
Ciénaga Grande y Zapatoza, también se destacaban en el territorio
del Magdalena. Durante la temporada de lluvias, cuando algunas de
estas ciénagas tomaban el aspecto de «un mar interior» 7 , varios ca-
nales naturales quedaban disponibles para proporcionar comunica-
ción fluvial adicional a una gran parte de la región.
El mar, los ríos y las ciénagas --como vías de salida para el co-
mercio y fuentes de agua fresca y alimentos- condicionaron la loca-
lización de los principales asentamientos en la costa. De esta manera,
para mediados del siglo XIX, gran parte de las poblaciones con más
de dos mil habitantes estaban situadas sobre el litoral, o junto a los
ríos, caños y ciénagas: Cartagena, Santa Marta y Riohacha, sobre el
Caribe; Peñón, Sitionuevo, Cerro de San Antonio, Campo de la Cruz,
Santo Tomás, Soledad, Margarita, Remolino, Mompox y Barranquilla
sobre el Magdalena; Chimá, Lorica y Montería sobre el Sinú;
Valledupar sobre el Guatapurí; Magangué sobre el Cauca; Ciénaga de
Oro sobre un caño del San Jorge; San Juan de Córdoba sobre la
Ciénaga Grande (véase mapa 2).

5. Véase R. G6mez Picón, Magdalena, río de Colombia, Bogotá, 1944. Los aspectos
concernientes a la navegación en el río Magdalena serán analizados en el capítulo V.
6. Véase L. Striffler, El río Sinú, s.f.
7. Pérez, «Jeografía de Bolívar», p. 9.
42 El Caribe colombiano

El desarrollo de los puertos marítimos estuvo determinado por


las condiciones físicas de sus bahías y, lo que fue más importan-
te, por su acceso al río Magdalena, la principal arteria comercial
de Colombia. Si bien Portete y Bahíahonda, en la Guajira, conta-
ban con buenos puertos, eran visitados apenas por las «goletas
de los contrabandistas». El principal puerto de la Guajira era
Riohacha, pero «el fondeadero es bastante peligroso y nada pro-
pio para embarcaciones de gran calado» 8 • La bahía de Zapote o
Cispatá, hacia el suroeste, cerca a la boca del río Sinú, de tiempo
en tiempo se consideraba apropiada para el desarrollo de un
puerto moderno. Alexander Von Humboldt, sin embargo, había
observado que Zapote «proporcionaba muy mal fondeadero; y
con un mar agitado y con vientos fuertes, encontramos dificultad para
alcanzar la orilla en nuestra canoa» 9 • No obstante, la principal barrera
para el uso comercial de esta bahía era la distancia que la separaba de
los centros más poblados del país y la falta de vías de comunicación.
Era su proximidad al río Magdalena la que ofrecía ventajas a
Cartagena, Santa Marta, Sabanilla y Puerto Colombia, a pesar de
que estos puertos también presentaban dificultades geográficas. La
bahía de Cartagena era elogiada por su puerto natural, «protegida de
las marejadas por una serie de islas dispuestas de manera muy se-
mejante a las que encierran el puerto de Nueva York» 10 • Santa Mar-
ta poseía también una bahía profunda con un buen puerto, «tal vez el
más seguro de los puertos sobre el Atlántico», «al que tanto en el día
como en la noche es fácil entrar sin necesidad de piloto» 11 • Pero
ambos puertos tenían problemas de acceso al Magdalena .

8. Reclus. Viaje a la Sierra. p. 90: Pérez, «Jeografía del Magdalena»,• pp. 15-17.
9. A. von Humboldt, Personal narrative oftravels to the equinoctial regions of
America, Londres, 1853. vol. 3. p. 207.
1O. New Granada Canal and Steam Navigation Company, Remarks on the Canal
or «Dique» of Cartagena, New Granada and its navigation by steam, New York,
1855,p.5.
11. Véase Petre. The Republic of Colombia, p. 159, y PP, (49), XCVIII,
1904, p. 618.
Prólogo 43

Desde los tiempos de la Colonia, Cartagena había estado conec-


tada al Magdalena por el Canal del Dique, una vía fluvial de 135
kilómetros que cayó en el abandono después de las guerras de inde-
pendencia y «pronto se llenó de sedimentos y se cundió de matorra-
les y zarzas» 12 • Se hicieron intentos por mejorar las condiciones del
canal y finalmente se introdujo la navegación a vapor, pero el Dique
continuaba siendo una vía de transporte problemática. Las comuni-
caciones entre Cartagena y el Magdalena mejoraron después de
1894, cuando una línea férrea unió el puerto con el río en Calamar 13 •
A su vez, las comunicaciones entre Santa Marta y el río Magdalena
también eran inadecuadas. Durante el siglo XIX, la ruta más común
era a caballo hasta Pueblo Viejo, y desde allí en pequeñas embarca-
ciones a través de los muchos caños estrechos que hacían parte del
delta del río.
Paradójicamente, primero Sabanilla y más tarde Puerto Colombia,
a pesar de sus limitaciones como meros fondeaderos, se convirtieron
en las principales vías de entrada para el comercio exterior del país.
Su ventaja estaba en su cercanía al Magdalena y su conexión con el
puerto fluvial de Barranquilla, la que se fortaleció luego de la culmi-
nación de una vía férrea en 1871 y de un muelle largo en Puerto
Colombia en 1893. No obstante, la falta de un puerto adecuado tanto
en Sabanilla como en Puerto Colombia era un obstáculo creciente.
Distante apenas 16 kilómetros del Caribe, Barranquilla aspiraba a con-
vertirse en un puerto marítimo y fluvial, pero los bancos de arena en
la desembocadura del Magdalena impedían la entrada de buques y
vapores.
A pesar de estas barreras geográficas -que, como lo ha señala-
do Nichols, estimularon la competencia entre Barranquilla, Santa

12. W. Scruggs. The Colombian and Venezuelan Republics, Boston, 1905, p. 30.
13. Véanse Remarks on the Canal or «Dique» of Carta¡.:ena, pp. 7-8; Nichols,
Tres puertos, pp. 71-80, 127-130 y 201-209; G. Bell Lemus, «El Canal del Dique
1810-1840: el viacrucis de Cartagena», Boletín Cultural y Bibliográfico, Bogotá,
XXVI. (21). 1989, pp. 15-23.
44 El Caribe colombiano

Marta y Cartagena-, existen pocas dudas acerca de la importancia


de estos puertos marítimos y fluviales para el desarrollo del país.
«No sería exagerado decir -señalaba Petre en 1906-- que Cundi-
namarca, Tolima, Santander, Boyacá y Antioquia se verían sumidos en
el barbarismo de cerrarse para ellos los puertos sobre y cerca al Mag-
dalena»14.
El mar, los ríos y las ciénagas eran importantes no sólo como vías
de salida para el comercio. Como ya se ha observado, también sumi-
nistraban otros recursos básicos. La disponibilidad de agua dulce era
obviamente una condición primordial para el asentamiento humano.
Puertos marítimos tales como Santa Marta y Riohacha se beneficia-
ban de su cercanía a pequeños ríos, el Manzanares y el Ranchería.
Cuando Gosselman visitó Santa Marta a comienzos de la república, el
agua clara y fresca del Manzanares se distribuía por las calles, «en
grandes tinajas de greda encima de las cabezas negras y rizadas, o en
barriles de madera transportados sobre las espaldas peludas de los
burros de carga» 15 • La mayoría de la población bebía del agua
pantanosa de los ríos, caños y lagunas, en ocasiones «filtrada a tra-
vés de una piedra de arenisca a una vasija de barro, y algunas veces
la utilizaban en su estado crudo» 16 . Excepcionalmente poblaciones
como Cartagena, que no tenía agua dulce en sus cercanías, debían
recurrir a cisternas y pozos que se llenaban durante los períodos de
lluvias. «Como el agua escasea un poco en Cartagena», comentaba
Saffray, «el comercio que se hace con ella es bastante lucrativo» 17 .
Cartagena, sin embargo, podía traer agua de fuentes distantes apenas
16 kilómetros, como en efecto lo hizo cuando se construyó un acue-
ducto moderno a finales del siglo.

14. Petre, The republic ofColombia, p. 152.


15. Gosselman, Viaje por Colombia, p. 49.
16. Scruggs, The Colombian and Venezuelan republics, p. 34.
17. Doctor Saffray, Viaje a Nuevu Granada, Bogotá, 1948, p. 34. Véase además
A. Walker, Colombia: being a geographical, statistical, agricultura/, commercial,
and poli ti cal account ofthat country, Londres, 1822, vol.!, p. 291.
Prólogo 45

El pescado era otro producto básico suministrado en abundancia


por el mar, los ríos y las ciénagas. «El río cuenta con todas las espe-
cies y variedades de peces ... que se encuentran usualmente en aguas
tropicales», anotaba Scruggs durante su viaje por el Magdalena, en uno
de los comentarios más comunes de los viajeros extranjeros por la re-
gión18. Entre las actividades pesqueras la recolección de ostras en bus-
ca de perlas era popular, particularmente entre los indios guajiros, que
las consideraban un producto precioso 19 . Adicionalmente, en algunas
áreas, la costa era rica en sal debido, según un funcionario del gobierno,
«a los vientos alisios que dominan durante nueve meses en el año, a la
conformación especial de sus costas, sin cantiles fuertes ... y a la relati-
va poca altura de las mareas» 20 . La cosecha de sal era una fuente
importante de empleo y una de las más importantes rentas del tesoro
público. Cuando M .T. Dawe visitó la Guajira como consejero agríco-
la para el gobierno en 1917, encontró que «en mucho el producto
natural más importante en la península era la sal» 21 .

LAS LLANURAS BAJAS

Con la excepción de la Sierra Nevada de Santa Marta -un macizo


aislado que se eleva cerca de la costa hasta una altura de 5.775 metros,
donde los picos están cubiertos por nieves perpetuas-22 , la topografía

18. Scruggs, The Colombian and Venezuelan republics, p. 45. Véase capítulo l.
19. Véanse Pérez, «Jeografía del Magdalena», p. 14; Pichón, Geografía de la
península, pp. 167-173; J.A. de Barranquilla, Así es la Guajira. Itinerario de un
misionero capuchino, Bogotá, 1953, p. 51.
20. Luciano Jaramillo al Ministro de Hacienda, Barranquilla, mayo 23, 1923,
AGPNO, en correspondencia, 1923.
21. M.T. Dawe, Account of a journey down the Magdalena river. through the
Magdalena province and the peninsula of Guajira, Colombia, Bogotá, 1917. p. 18.
22. Una «visión gloriosa>>, fue la impresión que le quedó a Holton al aproximarse a
tierra firme después de haber apreciado la breve visión matutina de la Sierra Nevada
desde su buque. Holton, New Granada, Twenty months in the Andes, p. 26. Véase
46 El Caribe colombiano

de la región se caracteriza por las llamadas «llanuras del Atlántico», una


serie de planicies bajas que, según Reclus, «forman un todo perfecta-
mente caracterizado y cuyas partes se enlazan entre sí con toda
comodidad» 23 •
Los geógrafos del siglo XIX, tales como Pérez y Vergara y Velasco,
clasificaban generalmente estas tierras como llanuras bajas, sabanas y
serranías24 • Expuestas a inundaciones periódicas, las llanuras bajas eran
las tierras anegadizas y cenagosas, incluidos los playones, «los cuales
se inundan durante las aguas y luego quedan en seco merced a la ac-
ción del sol, formando las vegas ... que se cubren después de pastos
abundantes y sirven de refugio y solaz a los ganados durante el vera-
no»25 . Las sabanas eran las praderas costeñas, tierras libres de inunda-
ciones, antiguamente cubiertas por bosques. Durante su viaje de
Valledupar al río Magdalena, Dawe pasó «a través de un terreno bosco-
so, que, sin embargo, fue rápidamente reemplazado por tierras más

además Gosselman. Viaje por Colombia, p. 23. La Sierra Nevada se mantuvo como
un territorio desconocido para la vasta mayoría de la población costeña. Cuando
Reclus la visitó, encontró que «en Santa Marta, ni un solo hombre, blanco, negro o
zambo, había penetrado en la Sierra hasta la base de la Horqueta»; Reclus, Viaje a la
Sierra, p. 60. En la década de 1940, cuando el antropólogo Gerardo Reichel-
Dolmatoff llevó a cabo su trabajo de campo sobre los Kogi, la Sierra era esencialmen-
te «Un territorio indígena>>. Según Reichel-Dolmatoff <<sólo un débil anillo de colonos
rodea la base del macizo. alcanzando apenas una altura de 1.000 metros de promedio,
pero las tierras más allá de este límite se consideran aún en su mayor parte descono-
cidas. Son raras las personas que tengan conceptos claros sobre la geografía de la
Sierra y son muchos lo-, que prefieren hacerla aparecer como una tierra misteriosa y
hasta peligrosa>>. G. Reichel-Dolmatoff, Los Kogi. Bogotá, 1985, vol. 1, p. 39. Para
descripciones contemporáneas de la Sierra, su población y sus recursos, véanse
además F.A. Simmons, «Ün the Sierra Nevada de Santa Marta and its watershed>>,
PRGS. (l). Londres. 1881: Thomson, «Report on an excursion to the Sierra Nevada
de Santa Marta to investigate the cultural capabilities of the district», PP, XC, 1893-
4, pp. 139-145; Dawe,Account ofajoumey, pp. 23-9; J. Isaacs, Las tribus indígenas
del Magdalena, Bogotá, 1983; G. Taylor, <<Settlement zones ofthe Sierra Nevada de
Santa Marta. Colombia», Geographical Review, XXI, 1931, pp. 539-58.
23. Reclus, Colombia, p. 314.
24. Pérez, <<leografía de Bolívar». p. 15, y «Jeografía del Magdalena», pp. 17-8;
Yergara y Yelasco, Nueva Geografía, p. 515.
25. Pérez, «Jeografía del Magdalena», p. 19.
Prólogo 47

abiertas con sabanas extensas de pastos cortos» 26 • Las sabanas y los


playones se complementan mutuamente al proporcionar tierras de pas-
toreo para el ganado durante las estaciones húmeda y seca, claramente
diferenciadas y típicas del trópico colombiano27 . Estas tierras bajas se
confunden paulatinamente con las serranías, las colinas que se ele-
van en la frontera con los Andes.
Para el observador casual del siglo XIX, particularmente para
aquellos que viajaban por el Magdalena, estas tierras aparecían como
un bosque uniforme, espeso e impenetrable, intercalado con peque-
ñas parcelas cultivadas. No obstante, la vegetación variaba con la
distribución de las lluvias en la región, desde la Guajira, seca y
semiárida, hasta las extremas condiciones tropicales del Atrato 28 •
Junto al desierto de la Guajira, en medio de una «vegetación rese-
ca y de maleza», el dividivi -útil para el curtido de pieles- se en-
contraba en abundancia: se recogían unas 4.000 toneladas al año para
la exportación, «además de otro tanto que se dejaba podrir en el
suelo», como lo describió Thomson durante su excursión por la re-
gión en 1893. No obstante, la vegetación de esta zona consistía en
buena parte de «cactos y árboles leguminosos, enanos y espinosos».
Unos kilómetros hacia el suroccidente, acercándose a la Sierra Ne-
vada, la Guajira semiárida daba paso a una «impresionante escena
de exuberancia tropical», donde Thomson encontró árboles silvestres
de cacao con un potencial promisorio para una industria de exporta-
ción29. Más al sur, en Riofrío. también se encontró con «admirables»
plantaciones de banano en las que el riego jugaba parte importante
debido a los bajos niveles de lluvias. Las frutas tropicales abunda-

26. Dawe. Account of ajourney, p. 29.


27. Véase capítulo II.
28. La precipitación varíd de modo significativo en la región. Mientras que en
cercanías de Santa Marta el promedio anual de precipitación no excede a menudo los 36
centímetros, en el distrito de Cartagena es de alrededor de 66 centímetros y más hacia el
sur las lluvias aumentan: 1O1 centímetros en el Sinú y 152 en el Cesar. Véase P. L. Bell,
Colombia, a commerr:ial and industrial handbook, Washington, 1921, p. 33.
29. Thomson, <<Report on an excursion», pp. 139-146.
48 El Caribe colombiano

ban en esta área, así como en la mayoría del país: además de


bananos, piñas, mangos, guayabas, sandías, naranjas, entre otras.
«¡Qué gran cantidad la que se ve de frutas deliciosas!», había excla-
mado Gosselman después de visitar el mercado de Santa Marta30 •
En la ruta de Santa Marta a Barranquilla -y dondequiera que
prevalecían las tierras bajas inundadas, como por ejemplo en el
trecho entre Cartagena y Comisario-, el mangle dominaba la
vegetación. «Las raíces de los mangles -comentaba Reclus-
estribadas unas sobre otras, se reunían a cinco o seis metros de la
superficie del agua y formaban así gigantescos trípodes, sobre las
cuales se levantaban los troncos ~isos como mástiles de una
nave» 31 • Lejos de la costa, hacia el sur, el campo tenía toda la
apariencia de una extraordinaria fertilidad; «allí todas las plantas
adquieren proporciones admirables, y la humedad constante del
suelo produce naturalmente todas las ventajas que en otras par-
tes se consiguen por medio de la irrigación artificial» 32 • Este bos-
que tropical abundaba en índigo, caucho, ceiba, cedro, higuerón,
guayacán, caracolí, dentro de muchas otras especies, de las cuales
la palmera «ostenta la corona de la belleza» 33 •
Las maderas y la extracción del caucho atrajeron las primeras
empresas capitalistas a la región. Amadeo Truchon, más tarde
vicecónsul francés en Cartagena, se había establecido inicialmen-
te en la región para explotar el palo del Brasil y el bálsamo de
Tolú. En 1886, Geo D. Emery -una compañía norteamericana
con sede en Montería- exportaba anualmente más de 3.000 to-
neladas de madera provenientes del Sinú 34 • Junto con estas ope-

30. Gosselman, Viaje por Colombia, p. 57.


31. Reclus, Viaje a la Sierra, p. 42.
32. Striffler, El río Sinú, p. 99.
33. RB Cartagena, septiembre 9, 1889, p. 287; cónsul L. Schnare, «Forest
resources on the Cartagena consular district», Cartagena, julio 19, 1926, y su
«Supplemental report», Cartagena,julio 11, 1926, en NAUS, RG59: 821.6171/1-2.
34. Véanse J. Exbrayat, Reminiscencias monterianas, Montería, 1939, p. 23; L.
Striffler, El río Cesar, s.f. (posiblemente 1881 ), p. 11; Fals Borda, Capitalismo,
hacienda, y poblamiento, pp. 51-52.
Prólogo 49

raciones de relativa gran escala, se encontraban leñadores inde-


pendientes diseminados a lo largo de las orillas de los ríos ven-
diendo leña, el combustible de los vapores 35 •
Las llanuras del Caribe eran pues de una naturaleza y fertili-
dad muy variadas y dondequiera que había condiciones apropia-
das, la tierra podía dar todas esas cosechas observadas por Juan
y Ulloa durante el siglo XVIII: algodón, maíz, cacao, caña de
azúcar, plátano, tabaco y arroz 36 • Adicionalmente, se cultivaba
café en las laderas de la Sierra Nevada, si bien en muy pocas
cantidades. Aun así, cuando Simmons visitó el área, Villanueva,
«Una pequeña población emprendedora», estaba prosperando gra-
cias a la producción de café 37 •
Las perspectivas mineras de la región no parecían ser muy
promisorias. Durante los inicios de la república, hubo una breve fie-
bre del oro en Simití cuando, como lo comentó el coronel Hamilton,
se obtenían «cantidades considerables que envían a Mompox para su
venta» 38 . Cinco décadas más tarde las expectativas de un El Dorado
en Simití se habían desvanecido. Los buscadores de oro habían emi-
grado a Antioquia mientras Simití adquiría el aspecto de un pueblo
fantasma: «en su recinto se encuentran casas hermosas abandona-

35. E. Rothlisberger, El Dorado, Bogotá, 1962, p. 25. Véase capítulo IV.


36. G. Juan y A. de Ulloa, Voyage to South America: describing at large the
Spanish cities, towns, provinces, on the extensive continent, Londres, 1806, pp. 69-
79 y 83. Véanse además J.P. Hamilton, Viajes por el interior de las provincias de
Colombia (1827), Bogotá, 1955, vol.l, pp. 37-9,41,47, 55; F. Silvestre, Descrip-
ción del Reyno de Santa Fé de Bogotá ( 1789), Bogotá, 1968, p. 47 y P. F. de Vargas,
Pensamientos políticos y memorias sobre la población del Nuevo Reino de Gra-
nada, Bogotá, 1944, pp. 10-14 y 50. Para una descripción general de las condiciones
de la agricultura en medios tropicales, véase G.B. Masefield. A handbook of tropi-
cal agriculture, Oxford, 1970.
37. F.A.A. Simmons, «Notes on the topography of the Sierra Nevada de Santa
Marta», PRGS, I, 1879, p. 711. Véanse además «Cafetales de Colombia, Departa-
mento del Magdalena», RNA, marzo-abril 1928, pp. 249-53 y A. de J. Ramírez,
Monografía del municipio de Vi/lanueva, Barranquilla, 1971. p. 98.
38. Hamilton, Viajes por el interior, p. 62.
50 El Caribe colombiano

das en brazos del tiempo que les arranca cada día una piedra conclu-
yendo por destruirlas, sin hallarse quién las habite» 39 •
En 1888, después de observar que en Bolívar «no se ha distingui-
do aún ninguna mina por su riqueza», el Secretario de Gobierno su-
gería dejar de pensar en «lo desconocido o en lo inestable» y más
bien hacía un llamado a sentar los «cimientos de una riqueza dura-
dera con el fomento de la agricultura». Sin embargo, eh el vecino
departamento del Magdalena había ricas venas de cobre y carbón.
En 1865, un ingeniero inglés, John May, había descubierto «inmensos
yacimientos de carbón» en la provincia de la Guajira, lo que había
generado grandes expectativas. No obstante, éstos no se explotaron
comercialmente sino un siglo más tarde 40 •

LA ABUNDANCIA DEL TRÓPICO:


DE LA APARIENCIA AL ENGAÑO

«Por todas partes la naturaleza como madre generosa, da productos


magníficos, sin mayor trabajo», expresó Reclus en sus viajes por la
región de la Sierra Nevada de Santa Marta. Como Reclus, otros ex-
tranjeros, apabullados por sus primeras impresiones ante el trópico,
también reaccionaban de manera similar 1 • «Quelle végétation
luxuriante! Quelle immense fertilité!», exclamó J. Crevaux al pa-
sar por Calamar en 1881. «Cuando la naturaleza es tan prolífica»,
observaba Evan Hopkins, «el hombre no se ve obligado a cultivar

39. GB, noviembre 10, 1874. Entre 1873 y 1885, se registraron apenas 5 minas
de oro en Simití, San Martín de Loba y Ayapel. Véase Memoria del Secretorio de
Gobierno al Gobernador de Bolívar, Cartagena, 1888, p. 219.
40. Véanse The Republic of Colombia. New York, 1896, pp. 96-7; R. de la
Pedraja, «La Guajira en el siglo XIX: indígenas, contrabando y carbón», Desarrollo y
sociedad, Bogotá (6), junio 1981: PP. LXI, 1868-9, p. 6. Véase además L. Sawyer,
«Repon on mineral deposits and industries», Santa Marta, enero 28, 1922, NAUS,
RG59: 821.63/15.
41. Reclus, Viaje a la Sierra, p. 68.
Prólogo 51

mucho el suelo para su sustento», y concluía: «De aquí que las ricas
y vastas extensiones de tierra bañadas por este río estén compara-
tivamente descuidadas 42 •
Cierto, bajo las condiciones de una baja densidad de población y
con un acceso a los recursos de tierra y agua de la región, era posible
llevar una" ida de subsistencia sin que la naturaleza opusiera mayores
obstáculos. Pero explotar recursos de manera exitosa a una escala
comercial era otra historia. Además, no todo era abundancia en el
trópico, así se tratase de la existencia más primitiva.
Para comenzar, una gran parte de la región, como lo hemos ob-
servado, estaba expuesta a inundaciones periódicas. «Las hoyas de
los ríos Cauca, Sinú i San Jorge -anotaba Pérez- están perdidas
completamente por los derrames de sus corrientes» 43 • Cuando Wirt
Robinson viajó por el Magdalena en 1892, «la región estaba inundada
en todas direcciones y no había tierras altas a la vista» 44 . Lugares
como Magangué, Mompox, Calamar, estaban a merced de las inun-
daciones, como la mayoría de los pueblos a lo largo de los ríos. En
1862, la creciente fue tal que obligó a algunas poblaciones a cambiarse
de sitio: San Estanislao se trasladó a Arenal, San Benito de las Palomas a
Repelón, Paloquemado a «tierras altas de un señor Riquet» 45 • Algunos
años más tarde, en 1879, las crecientes destruyeron plantaciones en la
provincia de Mompox. «siendo la consecuencia el hambre que toda la
clase pobre ha tenido que sufrir» 46 . Bajo la amenaza permanente de la
creciente, algunas aldeas y poblaciones de los ríos se desarrollaron dis-
tantes de sus orillas. «Las casas no se dejan ver del lado del río», co-

42. J. Crevaux. Voyages dens /'Amerique du Sud, París, 1883, p. 389, y Evan
Hopkins, '"Observations of the lands of New Granada"", en J.D. Powels, New Gra-
nada: its Interna/ Resources. Londres, 1866. p.7.
43. Pérez, «Jeografía de Bolívar», p. 15. Véase además Striffler. El río San Jorge,
p. 26.
44. W. Robinson, Ajlying trip to the tropics, Cambridge, Mass., 1892, p. 50.
45. P.M. Revollo. <<Inundaciones del Río Magdalena», Revista Geográfica,
Barranquilla, 11 ( 1), diciembre, 1952, pp. 31-2.
46. DB. julio 15. 1880. p. 886.
52 El Caribe colombiano

mentaba con sorpresa Striffler, y añadía: «Una albarrada alta de tierra


se eleva sobre la ribera para preservarlas de las avenidas» 47 •
Por otra parte, los lechos de los ríos eran variables. Mompox, uno
de los centros de comercio más importantes sobre el Magdalena du-
rante el período de la Colonia, quedó aislado después de que la co-
rriente principal del río cambió de dirección a mediados del siglo XIX.
El capitán Cochrane, que visitó a Mompox en 1823, fue testigo de
esa diligente población dedicada a las actividades del transporte flu-
vial: «Encontramos hombres ocupados en la construcción de
champanes para el comercio por el río». Mompox era también, según
Cochrane, «el gran rendez-vous de los bogas, donde su número en
las orillas del río alcanza los 10.000» 48 • Sin embargo, en 1852, el
gobernador de la provincia advertía sobre la urgente necesidad de
construir un dique «en el lugar en que las aguas (del Magdalena)
dejan su curso natural para entrar en el brazuelo de Loba». Los re-
cursos para tal proyecto no estuvieron a la mano y para finales de la
década de 1860, a pesar de algunos esfuerzos, el lecho del río se
había movido hacia el brazo de Loba, favoreciendo el desarrollo de
Magangué a expensas de Mompox 49 .
Los caprichos del Magdalena hacían difícil la navegación y deter-
minaban cambios recurrentes en la geografía de la región. Frederick
von Schenck había viajado por primera vez por el Magdalena en
1878. Dos años más tarde, cuando hizo otro viaje, observó:

Las condiciones de navegación no han tenido ninguna mejora


desde mi primer viaje, pero sí encontré el lecho del río, y especial-

47. Striffler, El río Sinú, p. 86.


48. Cap. C. S. Cochrane, Jo u mal of a residence and travels in Colombia during
the years 1823 and 1824, Londres, 1825, pp. 103-8. Véanse además Gosselman,
Viaje por Colombia, p. 109; D.E. Peñas Galindo, Los bogas de Mompox, Bogotá,
1988 y Fals Borda, Mompox y Lona, pp. 44A-49A.
49. Véanse Esposición del gobernador de Mompós a la Cámara Provincial en
sus sesiones de 1852, Cartagena, 1853, p. 7; GB, septiembre 3, 1871, p. !57; Infor-
me del Presidente Constitucional del Estado Soberano de Bolívar, Cartagena, 1871,
p. 51; Reclus, Colombia, p. 239; Nichols, Tres puertos, p. 62.
Prólogo 53

mente el canal navegable, cambiado, sobre todo arriba de


Magangué. En todas partes nuevos playones y nuevas islas. En
una orilla, grandes extensiones de bosques que habían desapare-
cido, y en la otra habían aparecido inmensos aluviones 50 .

La falta de control sobre los recursos del agua -la proliferación


de inundaciones, pantanos y ciénagas- en condiciones de altas tem-
peraturas, iba de la mano con enfermedades: fiebre amarilla, mala-
ria, infecciones gastrointestinales y otras parecidas 51 . La creciente
de 1879 causó grandes pérdidas a la economía de la provincia de
Mompox. Tras la creciente, siguió un clima de desolación y muerte:

Retiradas las aguas del Magdalena a su cauce ordinario, se


desarrollaron las enfermedades propias de tal situación, i todos
los pueblos sufrieron sus terribles consecuencias i la clase pobre
pagó su tributo a la tierra, viendo morir unos a sus padres, otros
a sus hijos, otros a sus hermanos, otros a sus amigos 52 .

Expuestos a las enfermedades de manera permanente, los nativos


no podían desarrollar resistencia. Colombianos de las tierras altas y
extranjeros temían la muerte. «La atmósfera huele a peste», señaló
Gosselman durante su estadía en Cartagena53 . Rodeada por cena-
gales hacia el este y el norte, la insalubridad de Cartagena era típica
de esta clase de ambiente, hasta el punto que en 1897 y 1900 fue
azotada por sendas epidemias de fiebre amarilla, aunque éstas sólo ata-
caron a los colombianos del interior andino y a los extranjeros 54 •

50. F. Von Schenck, Viajes por Antioquia en el año de 1880, Bogotá, 1953, p. 9.
51. Pérez. <deografía del Magdalena», p. 19; Díaz, Compendio de Geografía,
p. 56; L. Cuervo Márquez, Geografía médica y patológica de Colombia, Bogotá y
Nueva York, 1915, pp. 62-64; 90-93; 109-111.
52. GB, julio 15, 1880, p. 387.
53. Gosselman, Viaje por Colombia, p. 33.
54. Cónsul de los Estados Unidos al asistente del Secretario de Estado, Cartagena,
octubre 12, 1897, y marzo 15, 1900, NAUS, despachos de cónsules norteamericanos
en Cartagena, Colombia, microfilm T 192/12. «Durante el ataque inglés a Cartagena ...
54 El Caribe colombiano

Algunas de estas enfermedades eran transmitidas por el mosquito,


apenas uno de los muchos insectos que eran el tormento de la vida
diaria. «Con gusto me mojé, pasé frío y todo lo demás, pero así me
salvaba de sentir, escuchar y ver estos atormentadores insectos», co-
mentaba Reclus durante su viaje por la Ciénaga Grande. Varias planta-
ciones en las orillas de los ríos Buritaca y Goachaca, en el norte del
departamento del Magdalena, habían sido abandonadas en 1878 «en
parte por la insoportable plaga de garrapatas y moscas» 55 •
Otras plagas de insectos atacaban directamente los cultivos.
En 1878, una invasión de langostas hizo su primera aparición en
Montería, causando la ruina de las cosechas y la escasez de ali-
mentos. En 1880, la calamidad se extendió al departamento del
Magdalena, donde se reportó que «la miseria y el hambre fueron
huéspedes obligados». Un año más tarde, cuando parecía «como
si la región hubiera sido quemada por un devastador incendio»,
Rose Carnegie-Williams observó «las nubes de langostas pulu-
lando en todas direcciones sobre el país» 56 •
La destrucción fue inmensa. La producción de granos se redujo
severamente, causando hambruna. «Debido al alto precio del maíz»,
reportaba The Shipping List en Barranquilla, «la cría de gallinas ha
dejado casi de existir. .. los huevos, como aquellos de un 'acto de
magia', se han hecho 'invisibles' » 57 . En 1882, el cónsul de Estados

en 1742. la fuerza inglesa pasó apenas dos meses sitiando la ciudad, pero sus pérdi-
das por enfermedades fueron de dos terceras a tres cuartas partes de sus más de
12.000 hombres>>; véase P.D. Curtin, Death by migration. Europe 's encounter with
the tropical world in the nineteenth century. Cambridge, 1989, p. 2.
55. Simmons, «Notes on the topography of the Sierra>>, p. 694. Según Striffler,
los asentamientos sobre el Caribe, cerca a Tolú, estaban situados lejos de la costa
para evitar las plagas. Véase Striffler, El río Sinú, p. 101.
56. Véanse J. Exbrayat,Historia de Montería, Montería, 1971, p. 152; J. Alarcón,
Compendio de historia del departamento del Magdalena, Bogotá, 1964, p. 303;
cónsul de los Estados Unidos al asistente del Secretario de Estado, Sabanilla, julio
25, 1881, NAUS, despachos de los cónsules norteamericanos en Sabanilla, microfilm
T426/5; R. Carnegie-Williams,A year in the Andes ora lady 's adventures in Bogotá,
Londres, 1882, pp. 45-6.
57. Citado enMCR,julio-octubre 1883, p. 198.
Prólogo 55

Unidos en Riohacha señalaba que a juzgar «por el daño que estos


insectos han causado y continúan causando, un futuro muy precario
espera a los pobres de estas regiones» 58 . Mientras el gobierno libe-
raba las restricciones a las importaciones para aliviar la escasez de
alimentos, la población se sentía impotente contra la plaga, recurrien-
do a medidas paliativas utilizadas comúnmente en otras regiones tro-
picales. El padre Revollo recordó cómo se unió a la lucha contra la
plaga durante sus primeros años en Ciénaga:

Las campanas de los templos sonaban a rogativo o a rebato,


se disparaban escopetas al aire para espantar con el sonido al
maldito animalillo, los muchachos hacíamos ruido con tambores y
calderetas: todo en vano. En el municipio se compraban sacos de
huevos de langostas en grandes cantidades, se mandaban sepul-
tar en zanjas, o arrojar al río: en balde la terrible plaga acabó
cuanto Dios quiso 59 .

El gobierno intervino intentando crear empleo para los afectados


directamente por la langosta, luego de reconocer que no había recur-
sos disponibles para atacar la plaga: «Hay, pues, que esperar del
tiempo, o de la degeneración del insecto, que ya se nota, o su trasla-
ción a otras comarcas» 60 . En 1889, las nubes de langostas parecían
haber abandonado la región; pero en 1909 estaban de regreso. Cer-
ca de Magangué, Hiram Bingham vio «millones y millones de estos
grandes saltamontes cafés ... Es evidente que el país tiene todavía
mucho por sufrir a causa de ellos» 61 • En 1914, las langostas estaban
de nuevo causando destrucción en Bolívar, de donde se reportó que

58. MCR, marzo 1882, p. 456.


59. P.M. Revollo, Memorias, Barranquilla, 1936, p. 50. Véase Masefield, A
handbook of tropical agriculture. pp. 140-1.
60. Mensaje del Presidente constitucional, Cartagena. 1883, p. 13.
61. H. Bingham, The journal of an expedirían across Venezuela and Colombia,
Londres, 1909. pp. 263 y 266.
56 El Caribe colombiano

tan solo el alcalde de Sincé hizo algún intento por erradicarlas, aun-
que con un sistema muy primitivo y con muy poco éxito62 •
Bajo estas condiciones tropicales, el calor -aquella «chaleur
insupportable» que provocara la queja de Crevaux en agosto de
1881- probablemente era un problema menoróJ. Las influencias
climáticas sobre el ritmo de vida fueron atestiguadas por Robert
Cunninghame Graham en 1917. «Hasta los perros dormían» cuando
Cunninghame Graham hizo su arribo a Palmito en la hora más ca-
liente del día, mientras «unos cuantos caballos ensillados, descansa-
ban en tres patas bajo los ranchos de paja, demasiado desganados
hasta para mover la cola y espantarse las miríadas de moscas que
les revoloteaban alrededor». Era la sagrada siesta, tan bien descrita
en el poema del Tuerto López, El tedio de la parroquia 64 •
¿Trópicos generosos? Cuando Striffler visitó por primera vez el
Sinú, a mediados del siglo XIX, se sintió encantado con la vegetación
exuberante de la región. Mientras alababa la aparente abundancia
de la naturaleza, se lamentaba de los pocos esfuerzos hechos por el
hombre para desarrollar sus recursos. Striffler había venido al Sinú
empleado por una compañía minera. Junto con otros colegas france-
ses, se sentían «predestinados para operar la transformación del
Sinú». Se asentaron en Higuerón, donde establecieron su sede de
operaciones y muy pronto estuvieron organizando acuciosamente una
excavación con nueva maquinaria importada, construyendo casas y
hasta planeando empresas agrícolas. Su entusiasmo se desvaneció
al tiempo que descubrían la dura realidad del trópico. «Pronto el río

62. Memoria que presenta el Secretario de Gobierno al señor Gobernador,


Cartagena, 1914,pp. 227,263,266.
63. Crevaux, Voyages dans L'Amérique, p. 381. En Bolívar, por ejemplo, las
temperaturas fluctúan entre 80" y 94"F. Sobre las condiciones climáticas en las dife-
rentes áreas costeras, véase Bell, Colombia, a commercial and industrial handbook,
pp. 187, 198 y 210.
64. R. Cunninghame Graham, Canagena and the banks of the Sinú, Londres,
1920, pp. 193-4, y C.E. Colón, La TY!belión poética de Litis Carlos López, Bogotá,
1981, pp. 83-4.
Prólogo 57

derramó», expresó Striffler con sorpresa ante los cambios repenti-


nos en las condiciones climáticas. La lluvias fueron cada vez más
frecuentes, mientras que «el río empezó a traer de arriba un gran
número de palizadas secas y de árboles recién desbarrancados, y de
pronto no se vieron más las aguas que rugían bajo aquella capa mó-
vil». El «sueño dorado» se transformó en una pesadilla:

Los insectos con alas, ávidos de sangre, se multiplicaron a


tal punto, que ni de día ni de noche había descanso afuera de los
toldos ... Más fatales aún se presentaban multitud de especies que
venían a molestarnos ... tábanos ... que nos dejaban picaduras en-
sangrentadas ... Era un concurso tan tumultuoso que nos causaba
desesperación en todos momentos. Todo se hallaba cambiado: el
Elíseo del alto Sinú se había vuelto un verdadero infierno65 •

Tales problemas se agravaron cuando los ingenieros franceses com-


probaron que no podían dominar la indisciplina de los trabajadores de la
región. La situación se hizo del todo insoportable cuando una creciente
repentina destruyó la maquinaria. «Los franceses ... declararon unáni-
memente que el país no era explotable», escribió con frustración Striffler
años más tarde. Pronto el campamento fue abandonado y los ingenieros
franceses estuvieron de regreso en su patria.
Striffler, es cierto, permaneció en la región otras tres décadas. Su
obstinación fue excepcional. Pero se requería apenas de una mirada
más detallada a las condiciones del Caribe colombiano para compren-
der que la mayoría de las veces la vida allí entrañaba una lucha per-
sistente e incesante. «Desde que he pisado las costas de Colombia»,
observaba Miguel Cané, «he comprendido la anomalía de haber con-
centrado la civilización nacional en las altiplanicies andinas, a tres-
cientas leguas del mar» 66 .

65. Striffler, El río Sinú, p. 117.


66. M. Cané, En viaje, 1881-1882, París, 1884, pp. 131-2. Sobre las condiciones
de vida en el trópico véase P. James, A geography ofman, Boston, 1949, p. 116.
58 El Caribe colombiano

LOS HABITANTES DE LA COSTA

Cuando en 1514 Pedrarias Dávila, primer gobernador de Castilla de


Oro -un territorio que abarcaba el litoral desde Santa Marta hasta
el Darién-, envió a su llegada una expedición para que explorara la
tierra firme, los conquistadores se encontraron con «hasta cien in-
dios a nos rescebir eón mucha osadía ... con sus arcos y flechas y
con muy gentil denuedo, mostrando que nos avían de resistir la sali-
da»67. Fernández de Oviedo, el cronista de este encuentro, se refirió
a ellos cgmo caribes, nombre con el que los nativos de estas tierras
llegaron a ser conocido_s y ligado también a la ferocidad de las tribus
que combatieron a muerte la invasión española.
«Caribes» era un nombre engañoso, y no todos los nativos de la
costa murieron luchando contra los españoles; pero el recuento de
Oviedo ilustra algunos de los rasgos que adoptó la conquista en esta
región. Indígenas tales como los chimilas, taironas, guajiros, zenúes y
chacós resistieron con fuerza a los invasores. Algunas de estas tribus
permanecieron en estado de guerra a todo lo largo y aun más allá del
período colonial; otras lograron escapar hacia áreas remotas, como
las que buscaron refugio en la impenetrable Sierra Nevada. Diezma-
das y dispersas por la prolongada contienda, sólo unas pocas logra-
ron integrarse al nuevo orden social. Pasado el primer siglo de la
presencia española, aquellas que habían sido incorporadas al domi-
nio colonial a través de las instituciones de la encomienda, los res-
guardos y reducciones, estaban ya camino a la aculturación 68 .

67. Citado en G. Reichei-Dolmatoff, Datos histórico-culturales sobre las tribus


de la antigua gobernación de Santa Marta, Bogotá, 1951, p. 6.
68. Véanse Reichei-Dolmatoff, Datos histórico-culturales, pp. 3-46; Gordon,
Human geography and ecology in the Sinú, pp. 8-46; Krogzemis, A historical
geography, pp. 6-19; A. Julián, La perla de América. Provincia de Santa Marta,
(1787), Bogotá, 1980, pp. 144-45, 151; Fals Borda, Capitalismo, hacienda y
poblamiento, pp. 15-18. Véase además 1. Acosta, Historia de la conquista de la
Nueva Granada, Bogotá, 1942. Sobre la debilidad de la encomienda durante el siglo
XVII, véase T.M. Vásquez, La gobernación de Santa Marta (1570-1670), Sevilla,
1976, pp. 45, 89-107.
Prólogo 59

El establecimiento de una jurisdicción administrativa en Santa


Marta fue seguido por el surgimiento de otros importantes
asentamientos españoles en la región. La colonización española se
desplazó hacia el SUNllo largo de la costa, siguiendo el litoral y la ruta
del río Magdalena69 . Cartagena y Mompox pronto ganaron promi-
nencia, convirtiéndose la primera en el principal puerto del virreinato
y en uno de los más grandes centros del comercio de esclavos sobre
el Atlántico70 .
Los esclavos de origen africano suministraban la mano de obra
para las plantaciones, la navegación fluvial y las tareas domésticas 71 •
Sin embargo, poco tiempo despufs de la llegada de los primeros es-
clavos africanos, algunos lograron escapar de sus amos, asentándo-
se en los palenques, comunidades de cimarrones que surgieron en
las tierras cenagosas ·de las provincias del sur de la costa72 • Los
palenques así establecidos fomentaban mas prófugos pero también
proporcionaban a los esclavos una herramienta de negociación:
«(Amenazaban) a sus amos que se yrían a los palenques si los apre-
taban más de lo que ellos quisieran dar de SÍ» 73 • En varias oportuni-
dades, las autoridades españolas debieron llegar a acuerdos con los

69. Fa!~ Borda. Capitalismo, hacienda y poblamiento, pp. 18-22.


70. Véanse N. del Castillo. La llave de las Indias, Bogotá, !981; E. Lemaitre, Breve
Historia de Cartagena, Bogotá, 1979; 1. Palacios Preciado, La trata de negros por
Cartagena de Indias, Tunja, 1973. Para la importancia de los comerciantes cartageneros
a finales del siglo XVIII, véase A. McFarlane, «Comerciantes y monopolio en la Nueva
Granada: el consulado de Cartagena de Indias», A CoHSC, ( 11 ). 1983, pp. 43-69.
Para Mompox, véase Fals Borda, Mompox y Loba.
71. A. Meisel Roca, <<Esclavitud, mestizaje y hacienda en la provincia de Cartagena,
1533-185 i >>,Desarrollo y Sociedad, Bogotá, julio 4, 1980, pp. 242-263. A finales del
siglo XVIII, la mayoría de los esclavos en la provincia de Cartagena eran esclavos
urbanos; véase A. McFarlane, «Cimarrones and Palenques: Runaways and resistance in
colonial Colombia», en G. Hcuman (ed.), Out of the house of bondage. Runaways,
resistance and marronage in Afric and the New World, Londres. 1986, p. 131.
72. Se encuentran evidencias de palenques con fechas desde 1540. Véase R.
Arrázola. Palenque, primer pueblo libre de América: historia de las sublevaciones
de los esclavos de Cartagena, Canagena, 1970, p. 12.
73. Citado en R. Arrázola, Palenque, primer pueblo libre, p. 83.
60 El Caribe colombiano

fugitivos, otorgándoles de manera oficial la libertad. En otras ocasio-


nes, los funcionarios coloniales lograron someter los palenques y traer
los fÚgitivos de nuevo a la esclavitud o a ser juzgados. Indudablemen-
te, la larga historia de los palenques, que ya ha sido documentada en
otros estudios 74 , pasó por diferentes etapas·. Basta decir aquí que la
esclavitud coexistió con y fue condicionada por la difusión de comuni-
dades de cimarrones que, a la larga, fueron acomodándose a la socie-
dad colonial.
Junto a los palenques en las provincias del sur de la costa, y
lejos de los principales centros coloniales, se encontraban pobla-
ciones dispersas por fuera del control de las autoridades. Confor-
madas originalmente por esclavos prófugos, indígenas que huían
de las encomiendas, desertores, fugitivos blancos y aventureros,
estas comunidades dieron paso gradualmente a un patrón comple-
jo de mestizaje. Así lo observó Antonio de la Torre y Miranda,
quien dirigió una de las varias expediciones organizadas por la
corona española a finales del siglo XVIII, como parte del esfuerzo
borbón para recuperar el control sobre los territorios del virreinato
en la región. Para 1794, de la Torre y Miranda había logrado reubicar
41.133 «almas que sacó de los montes, donde vivían sin ley ni rey»,
en 43 poblaciones nuevas y 22 parroquias:

Para el establecimiento de dichas poblaciones, saqué la mayor


parte, a costa de inmensos trabajos de los habitadores de la misma
provincia, descendientes de desertores de tropa y marinería, de
los muchos polizones que sin licencia ni acomodo pasaron a
aquellos dominios, de los negros esclavos y esclavas cimarronas
o prófugas de sus amos y de otros que habiendo hecho algunas
muertes o cometido otros delitos buscaron el abrigo de sus exce-

74. Véanse Arrázola, Palenque, primer pueblo libre; A. Escalante, «Notas sobre
el Palenque de San Basilio», Divulgaciones Etnológicas, Barranquilla, III, (5), 1954,
pp. 208-231; M. del C. Borrego PI á, Palenque de negros en Canagena de Indias a
fines del siglo XV//, Sevilla, 1973; McFarlane, «Cimarrones and Palenques», pp.
131-151.
Prólogo 61

sos en las dispersiones para libertarse, unos del castigo y otros


de la servidumbre, habiendo entre ellos muchos indios e indias
que mezclados con mestizas, negras y mulatas propagaron una
infinidad de castas difíciles de averiguar 75 .

El entrecruzamiento de razas no fue exclusivo de estas provincias


del sur y se llevó a cabo a todo lo ancho de la región, como en otras
partes del virreinato, caracterizado por su mestizaje temprano 76 • Gru-
pos de colonos españoles -por lo general en el nivel social más alto en
los principales centros coloniales- y algunas poblaciones indígenas o
negras, tales como San Basilio de Palenque, se mantuvieron intactas,
/ libres de mestizaje. No Óbstante, el legado de la Colonia fue una pobla-
ción en la que predominaba la mezcla racial. Para finales del siglo XVIII,
se calculaba que más del 60% de los habitantes de la costa eran
mestizos 77 • «Está teniendo lugar una rápida amalgama de colores»,
observaba un informe británico en 1843, «Y dentro de poco escasa-
mente habrá en la costa una familia de sangre pura» 78 •

75. A. de la Torre y Miranda, «Noticia individual de las poblaciones nueva-


mente fundadas en la provincia de Cartagena», en J.P. Urueta (ed.), Documentos
para la historia de Cartagena, 1984, vol.IV, p. 43. V éanse descripciones similares
en G. Reichel-Dolmatoff (ed.), Diario de viaje del P. Joseph Palacios de la Vega
entre los indios y negros de la provincia de Cartagena en el Nuevo Reino de
Granada, 1787-1788, Bogotá, 1955, pp. 14, 38-40, y Arrázola, Palenque, primer
pueblo libre. p. 98.
76. L. M. S amper, Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social
de las repúblicas colombianas, (1861 ), Bogotá, pp. 5, 78, 80 y 84.
77. F. Silvestre, Descripción del Reyno de Santa Fé de Bogotá, 1789, Bogotá,
1968, pp. 49-5 J. Según Silvestre la distribución total era: Blancos (11% ), Yndios
(18%), Esclavos (8%) y Libres (63%). Estas cifras, sin embargo, no incluyen los
guajiros, cuyo número era desconocido. Todavía, muy entrado el siglo XX, este
número seguía siendo desconocido: "el censo en la Guajira es tal vez uno de los más
complicados y difíciles de hacer en la República"; Informe del Ministro de Gobierno,
Bogotá, 1912, p. 95. En 1925 el gobierno los calculó en unos 40.000; enMenwria del
Ministro de Gobierno, Bogotá, 1925, p. 134. Silvestre, ídem. Véase además, Meisel,
«Esclavitud, mestizaje y haciendas», pp. 262-269. Para una descripción de las razas
y el mestizaje en Cartagena a fines del período colonial véase Juan y de Ulloa, Voyage
to South America, pp. 29-41.
78. PP, (31), LXIV, 1847, p. 331. «Un nativo de las orillas del Magdalena ... es una
aproximación al mestizo -medio negro y medio indio--, pero ni usted ni él sabrán
62 El Caribe colombiano

En su conjunto, la población era escasa. Para 1789 había apenas


algo más de 180.000 habitantes en la costa. Años antes Antonio de
Narváez y la Torre había identificado la escasez de población como
la causa principal del estancamiento económico de la provincia de
Santa Marta 79 • Los ataques de piratas y de indígenas insumisos ha-
bían motivado previamente la migración a otras provincias. Sin em-
bargo, fue primordialmente la falta de oportunidades económicas la
que forzaba a las gentes a irse a otros lugares y desalentaba nuevos
asentamientos. De una parte, escaseaba la fuerza de trabajo: el nú-
mero de indígenas que tributaban era extremadamente reducido; los
esclavos eran costosos; los españoles, y los europeos en general,
encontraban inadecuadas las condiciones climáticas; y «los mulatos,
zambos y negros libres, mestizos y demás castas de gentes comunes
(que hacen casi el todo de la población) ... logran la facilidad de vivir
sin él (trabajo)» 80 • Era pues un círculo vicioso que, según Narváez y
la Torre, sólo podía ser superado promoviendo una política de pobla-
ción basada en el aumento de los esclavos africanos. Esta era una
sugerencia costosa pues, como él mismo lo reconoció, «a muy pocos

jamás las proporciones exactas en las que las sangres de las tres razas están mezcla-
das en suS' venas», en Holton, New Granada, p. 69. Un estudio detallado de la
composición étnica de la población costeña y su comportamiento histórico durante
este período, trasciende el alcance de este libro. La información referente a raza en los
censos es fragmentada y poco confiable. Sin embargo, una mirada al censo de 1918
refleja una imagen muy semejante a la observada por Silvestre a finales del período
colonial. con una amplia mayoría de la población clasificada como mestiza. Peter
Wade, quien ha enfatizado el gran impacto de la cultura negra en la costa, se refiere a
la región como de un "'status ambiguo" en lo concerniente a la identidad racial. La
mayoría de los acercamientos a este asunto estarían de acuerdo con la afirmación de
Wade según la cual "la costa Caribe desarrolló una mezcla tri-étnica con una fuerte
herencia negra e indígena en las clases bajas y algunos enclaves negros o indígenas
más puros"'. Véase su Blackness and race mixture, Baltimore y Londres, 1993, p. 58,
pp. 79-83.
79. Antonio de Narváez y la Torre, «Relación o informe de la provincia de Santa
Marta y Riohacha, por lo que respecta al estado actual de su comercio, haciendas y ·
frutos ... » (1778), en A.B. Cuervo (ed.). Colección de documentos inéditos sobre la
geografía y la historia de Colombia, Bogotá, 1892, vol. Il, pp. 175-202.
80. ldem., pp. 186-8, 192.
Prólogo 63

les alcanzaría su fondo ni aún para comprar 4 negros y mucho menos


el número de ellos necesario para fundarse un ingenio de azúcar» 81 •
Narvaéz y la Torre pensaba que sólo la corona podía proporcionar los
fondos para tal proyecto.
El que el plan de Narváez hubiese sido o no económicamente via-
ble es un interrogante abiert..9. Pronto las guerras de independencia y
la legislación subsiguiente debilitaron paulatinamente la esclavitud.
Además, como lo ha mostrado Meisel, parece que esta institución
venía sufriendo una franca decadencia desde finales del siglo XVIII.
Entre 1778 y 1825, el número de esclavos en la provincia de
Cartagena se redujo a la mitad, y para 1851, cuando finalmente se
abolió la esclavitud, quedaban apenas allí algo más de 1.400 escla-
vos, en su mayoría mujeres y ancianos 82 •
Durante la primera mitad del siglo XIX, el crecimiento de la po-
blación en la costa sufrió bajas serias debidas, particularmente, a la
lucha por la independencia y a una epidemia de cólera. Entre 1832 y
1851, Bolívar y Magdalena tuvieron la tasa más baja de crecimiento,
además de tener la menor densidad de población (1.7 habitantes por
kilómetro cuadrado) entre los departamentos colombianos 83 • Las
noticias de tal descenso poblacional eran recibidas con alarma en Bo-
gotá. Felipe Pérez trató de explicar el fenómeno en términos cultura-
les: «¿Tendrán las costumbres populares en las inmediaciones del
mar -preguntaba- una influencia muy marcada en la decadencia
de nuestra especie?» 84
En las dos décadas siguientes, el crecimiento de la población se
recuperó. Pero en 1871, cuando la población de la costa era de
323.949 habitantes, o el 1l. 19% del total nacional, había apenas un

81. ldem., p. 198.


82. Meisel, «Esclavitud. mestizaje y haciendas», p. 261. Para mediados del
siglo XIX, los esclavos en la provincia de Santa Marta totalizaban 860. Véase
M. Urrutia y M. Arrubla (eds.), Compendio de estadística.\ históricas de Co-
lombia, Bogotá, 1970, p. 18, tabla 5.
83. Urrutia y Arrubla, Compendio de estadísticas, p. 18, tabla 13.
84. Pérez, <deografía de Bolívar>>, pp. 2-3, y «Jeografía del Magdalena», p. 2.
64 El Caribe colombiano

poco más de 2.5 habitantes por kilómetro cuadrado en la región. La


población crecía a un ritmo lento y desigual en la zona. Diezmada ya
por las guerras de independencia, Cartagena perdió casi una tercera
parte de su población como consecuencia del cólera. En 1871 su
población era la mitad de la que había tenido en 1835 85 • Mompox,
también una población importante durante la Colonia, siguió una suer-
te semejante, y también lo hicieron lugares como Ciénaga de Oro,
San Estanislao y Barranca-Nueva. Otras, como Santa Marta, Sole-
dad y Sabanagrande, tendieron al estancamiento demográfico 86 •
Casi simultáneamente, sin embargo, la población crecía a un ritmo
significativo en Pivijay, Ciénaga, Villanueva, Barranquilla, Carmen y
Sincé. Parece que los cambios producidos primero por la independencia
y más tarde por las reformas liberales de mediados del siglo XIX, dieron
lugar al surgimiento de algunas provincias a expensas de otras, y con-
secutivamente a una migración interna relativamente intensa. Para 1850,
Ciénaga, «aquella población de indios, negros y mestizos ya cristianos»
-como la describió en 1789 Al).tonio Julián-, ya era más grande que
su vecina ciudadela colonial, Santa Marta87 •
Barranquilla, un poblado insignificante durante la Colonia, era en
1870 la mayor ciudad de la costa. En 1869, el gobernador de
Barranquilla culpaba a los recién llegados del aumento en el índice
de criminalidad, y un año más tarde sugería la construcción de una
nueva cárcel para encarar los problemas sociales emergentes. que el
gobernador ligaba con «esa población ambulante, que fluye a las ciu-
dades algo populares, a buscar trabajo los unos, i otros para ocultar-
se i perderse en el tumulto, mientras se olvidan las cuentas que han
dejado en otras partes» 88 .

85. Acerca del cólera en Cartagena, véanse M. E. Corrales (compilador), Efemérides


y Anales del Estado soberano de Bolívar, Bogotá, 1892, vol. IV, pp. 24-40; J. Posada
Gutiérrez, Memorias Histórico Políticas, Bogotá, 1971, vol. III, pp. 390-392.
86. Anuario Estadístico de Colombia, Bogotá, 1875, pp. 30, 31 y 39.
87. Julián, La perla de América, p. 151; Anuario Estadístico de Colombia,
Bogotá. 1875, p. 39.
88. F. Agudelo,lnfonne dado por el gobernador de Barranquilla, Cartagena, 1869,
p. 20, y GB, agosto 28, 1870, p. 337.
Prólogo 65

Debe investigarse más para obtener una imagen precisa de los


movimientos de población en la región. Basta decir aquí que .durante
el período bajo estudio, la población costeña, a pesar de su general
dispersión, se elevó del 11.9% del total nacional que representaba en
1870 hasta el 16.7% en 1950 (véase el cuadro 1).

CUADRO1
POBLACIÓN COSTEÑA, 1870-1950

'
1

1
1870 1905 1918 1928 1950
L-----
Atlántico 50.647 104.674 135.792 242.810 428.429
Bolívar 191.057 300.129 457.110 642.777 991.458
Magdalena 82.255 123.548 234.047 335.396 509.739
COSTA 323.959 528.351 826.950 1.220.983 1.929.629
COLOMBIA 2.707.952 4.553.777 6.303.077 7.851.000 11.548.172

Fuentes: Anuario Estadístico de Colombia, Bogotá. 1875. y censos para 1905, 1918,
1928 y 1950.

Sin los recursos adecuados, el grado de control social que el Esta-


do podía ejercer sobre una población reducida, dispersa por un vasto
territorio, era limitado, tal como lo reconocieron los funcionarios ofi-
ciales repetidamente 89 . La mayoría de las veces, a las autoridades
no les quedaba más opción que gobernar con benevolencia. «En esta
provincia --observaba en 1843 el gobernador de Riohacha-, espe-
cialmente donde no hai hombres de fortuna, i en que con propiedad
puede decirse que todos sus habitantes son pobres, se miraría como
un tirano al majistrado que quisiera con violencia hacerles llevar sus
deberes» 90 . Las actitudes de las autoridades hacia los nativos no
sometidos tales como los guajiros, reflejaban qué tan frágil era el
Estado, aun durante el período colonial.

89. Véase Informe del Presidente del Estado Soberano del Magdalena, Santa
Marta, 1868, p. 5.
90. Memoria del Gobernador de Riohacha, Riohacha, 1843, p. 5.
66 El Caribe colombiano

«La pacificaéión de estos Yndios es muy importante», anotaba


Silvestre en 1789, y añadía: «Aunque los medios deben ser prudentes
y lentos». «Los agasajo y regalo», reconocía de Narváez y la Torre
al explicar su política para promover el desarrollo comercial del área,
seguramente consciente de los fracasos de la campaña militar de una
década antes contra los guajiros 91 . En 1843, el gobernador de
Riohacha informaba acerca del «comercio activo, regular i lucrati-
vo» establecido entre los comerciantes riohacheros y los guajiros92 .
No obstante, esta coexistencia pacífica a menudo se veía interrum-
pida. A finales de la década de 1870, Simmons describió cómo los
funcionarios colombianos fueron desalojados de Soldado, sus cuarte-
les incendiados y cortadas las comunicaciones entre Riohacha y la
provincia. Según Simmons, las gentes que vivían entre Riohacha y
Barrancas estaban sometidas periódicamente a la amenaza de los
guajiros, «además de costarle a la nación miles de pesos en mante-
ner un tren de funcionarios cobardes e inútiles, que pasan la mayoría
de su tiempo en Riohacha, molestando a sus vecinos más industrio-
sos»93. A pesar de sus levantamientos repetidos, los guajiros se man-
tenían en contacto con los comerciantes en Riohacha, con quienes
negociaban activamente en perlas, pieles-, dividivi, alcohol y armas.
Ya se trate de la proliferación de palenques y comunidades libres
al sur de la región durante el período colonial, ya se mire las relacio-
nes con los guajiros, lo que emerge es la imagen de un Estado débil
tratando de acomodarse a un medio hostil, bajo condiciones de esca-
sez. Allí se desarrolló una tradición de resistencia a las autoridades,

91. Silvestre, Descripción del Reyno, p, 51; Narváez y de la Torre, «Relación>>, p,


189. Véase además A. Kuethe, «La campaña pacificadora en la frontera de Riohacha»,
1772-1779, Huellas, abril 1987, 9-17.
92. Memoria del Gobernador de Riohacha, pp. 6-7.
93. Simmons, «The Sierra Nevada de Santa Marta>>, p. 715. A mediados de la
década de 1920, los guajiros se habían rebelado nuevamente, causando amplia pre-
ocupación. Véanse «Se agrava la rebelión de los indios de la Guajira», El Tiempo,
diciembre 21, 1925; l. Torres Giralda, Los inconformes, Bogotá, 1973, vol.4, p. 36;
«Informe del comisario Especial de la Guajira», en Memoria del Ministro de Gobier-
no, Bogotá, 1925, p. 134,
Prólogo 67

estimulada por la distancia y la falta de comunicaciones, que persis-


tió mucho tiempo después de la independencia. En partes del valle
del bajo Magdalena, como lo observó van Schenk en 1880, «la auto-
ridad de los jueces y alcaldes es prácticamente nula, y se les nombra
para llenar una formalidad» 94 •
A la pobre presencia del Estado se sumaba, por lo general, una
Iglesia débil. A finales del siglo XVIII, el padre Joseph Palacios de la
Vega había sido testigo de la debilidad de la Iglesia Católica en una
gran parte de la región y, a pesar de sus esfuerzos catequizadores,
hizo muy pocos avances significativos. Un siglo más tarde von
Schenk observaba:

Del catolicismo sólo quedan algunos restos no muy claros en


la conciencia de esta gente. En la parte central del Magdalena
todavía existen algunas iglesitas de los tiempos españoles,
semidestruidas, pero raras veces llega allí un sacerdote 95 •

La falta de influencia de la Iglesia se reflejaba en muchas facetas


de la vida social, desde la organización familiar hasta la política. Las
uniones libres eran más comunes que los matrimonios. Los sacerdo-
tes oriundos de la región eran la excepción. Se prefería la tolerancia
al fanatismo religioso 96 . La idea de otra vida estaba ausente a menu-
do: «El individuo tiene el presentimiento de que nada quedará de él, y
por lo tanto no tiene por qué cuidar de su reputación; ávido de vivir,
disfruta de la vida; el momento presente es lo único que le preocupa» 97 .
Así, a mediados del siglo XIX, la sociedad costeña podía caracte-
rizarse por la naturaleza laxa de sus instituciones sociales, un patrón
establecido ya durante el período colonial y que se hizo más profun-
do durante la república. La falta de control oficial sobre las poblacio-

94. Von. Schenk, Viajes por Antioquia, p. 12.


95. ldem., p. 12; Reichel-Dolmatoff, Diario de viaje del P. Joseph Palacios,
pp. 49-51, 93.
96. Véase E. Posada, «lntroduction to a modern history of the Caribbean coast
of Colombia», tesis para maestría, Oxford, 1983, pp. 84-95.
97. Striffler, El río San Jorge, p. 80.
68 El Caribe colombiano

nes remotas no hacía necesariamente más fácil la existencia para


quienes además vivían en condiciones primitivas. Pero este aisla-
miento condicionó el desarrollo de unas singulares relaciones socia-
les. Quienes venían del interior andino no tardaban en notar el con-
traste en los diferentes comportamientos regionales: «Las gentes de
estas tierras -señalaba Felipe Pérez durante su viaje por el Magda-
lena-, lejos de tener la cortesía, y mucho menos la dulzura de las
del centro y norte de la república, tienen, por el contrario, toda la
insolencia de las razas alzadas» 98 • Según el ministro de los Estados
Unidos, William Scruggs, las gentes de las tierras bajas estaban
«prestas a reafirmar (su) pretendida igualdad en todas las ocasiones
posibles» 99 • Las relaciones de trabajo estaban condicionadas usual-
mente por lo que Pérez había denominado como «insolencia», o por
lo que el ministro norteamericano menospreciaba como «caprichosa
igualdad». En la década de 1870, Striffler visitó en Cartagena una
planta en la que estaba empleado un francés como carpintero. Para
Striffler las ventajas de emplear un francés en lugar de un nativo
eran claras: «Él sabía tomar un tono respetuoso a sus superiores, lo
que no se conoce entre los criollos de la costa, en quienes la familia-
ridad ha borrado todo vestigio de distinción social» 100 •
Bajo estas circunstancias, las pocas haciendas que se establecie-
ron con algún éxito en cercanías de los centros urbanos estaban muy
lejos de compartir los rasgos predominantes que la literatura general-
mente ha adscrito a este tipo de institución 101 • Aquí la esclavitud no

98. F. Pérez, Episodios de un viaje, (1864/5), Bogotá, 1946, p. 32.


99. MCR, Washington, enero-mayo 1883, p. 536. Véanse observaciones simila-
res en PP, LXXIV, 1874, p. 367.
1OO. Striffler, El río Sinú, p. 121.
1Ol. Sobre la importancia del trabajo asalariado y de los «empresarios indepen-
dientes de tipo 'farmer'» en la costa durante el período colonial, véase O. Fals
Borda, «Influencia del vecindario pobre colonial. en las relaciones de producción de
la Costa Atlántica colombiana», El agro en el desarrollo histórico colombiano,
Bogotá, 1966. Meisel ha apoyado la hipótesis de la «feudalización» de las haciendas
durante el siglo XIX pero sin mayores evidencias empíricas; Meisel, «Esclavitud,
mestizaje y haciendas», pp. 27 5-7. Para un punto de vista crítico y sugestivo, véase
Prólogo 69

fue reemplazada por la hacienda feudal. Lo que resultaba sorpren-


dente para los que visitaron la región a mediados del siglo XIX era la
falta de mando que ejercía cualquier hacendado sobre una mano de
obra escasa y dispersa. Antony Trollope, un escritor que no ocultó su
desprecio por «el boom de libertad utópica» durante su breve estadía
en la costa en 1859, visitó una propiedad cerca a Santa Marta. «Des--
de la emancipación en 1851 », señaló, «Se ha hecho imposible conse-
guir mano de obra; no se logra hacer trabajar a los hombres; de
manera que las malezas han crecido, y la tierra no dio nada de su
producción» 102 • En la década de 1870, Striffler visitó el sur del Mag-
dalena, y su recuento también deja pocas dudas acerca de qué tan
laxas eran las relaciones sociales, debido tanto a la escasez de po-
blación como a la pobreza generalizada: «Los hacendados ya no tie-
nen esclavos que cuiden sus haciendas; los capataces son hoi hom-
bres libres que hacen lo que quieren; los hombres son mui escasos por-
que el país es poco poblado» 103 • La escasez de la mano de obra, entre
otros factores, se cernía amenazante sobre el desarrollo de la agricultu-
ra, el tema central del siguiente capítulo.

G. Colmenares, «El tránsito a sociedades campesinas de dos sociedades esclavistas


en la Nueva Granada. Cartagena y Popayán, 1780-1850», Huellas, Barranquilla,
(29), agosto 1990, pp. 8-24.
102. A. Trollope, The West /ndies and the Spanish Main, Londres, 1859,
pp. 243, 246.
103. Striffler, El río Cesar, p. 1O.
1

LA AGRICULTURA

INTRODUCCIÓN

«La falta de brazos i los limitados conocimientos que tenemos toda-


vía sobre el laboreo de la tierra i cultivo de las plantas», señalaba el
gobernador de Barranquilla en 1869, «hacen que la agricultura entre
nosotros no haya adquirido el desarrollo que sería de desear» 1 • La
preocupación por la lentitud del desarrollo agrícola estaba muy ex-
tendida entre los funcionarios locales. La escasez de población y la
tecnología atrasada, junto con los precarios medios de transporte, se
consideraban como los obstáculos principales para el cultivo. Ade-
más, se decía a menudo que las condiciones físicas adversas
desestimulaban la agricultura.
La falta de mano de obra era un problema agudo, particularmente
cuando se hacían esfuerzos por desarrollar la agricultura comercial a
gran escala. Por consiguiente, la mano de obra era costosa. Pro-
puestas para fomentar políticas de inmigración --como la sugerida
en 1879 por Francisco Javier Balmaseda, presidente de la Junta Cen-
tral de Agricultura en Bolívar- eran frecuentes, y con igual fre-
cuencia también fracasaban. En 1871 se fundó en Santa Marta la

1. F. Agudelo, Informe dado por el Gobernador de Barranquilla, Cartagena,


1869, p. 19.
72 El Caribe colombiano

Compañía de Inmigración y Fomento, pero no hay evidencia alguna


de que sus actividades hubieran producido ningún resultado 2 •
También se prestó atención a los problemas tecnológicos, pero
hasta 1950 prevalecieron los sistemas de tala y quema, a pesar de los
esfuerzos por implementar cultivos permanentes. Se creía que con
educación sería posible abolir los cultivos errantes, que, según
Balmaseda, eran una «dolorosa úlcera de nuestra sociedad, resto gan-
grenado de la barbarie» 3 .
En 1871 actuaba en Cartagena una Sociedad de Agricultura bajo
la presidencia de Balmaseda, y en 1879 el gobierno de Bolívar había
establecido ya Juntas de Agricultura y Fomento en 26 municipios, al
mismo tiempo que se organizaba la Biblioteca del Agricultor
Bolivarense con el fin de recoger «métodos i tratados sobre todo
jénero de cultivos i ganadería». Entre 1879 y 1882 se publicó en
Cartagena la Gaceta Agrícola, un periódico oficial. Junto con El
Agricultor, en Ciénaga, y Escuela Agrícola de Cundinamarca, en
Bogotá, fueron las únicas revistas agrícolas publicadas en Colombia
durante la segunda mitad del siglo XIX4 • En 1879 se abrieron «es-
cuelas nocturnas de adultos en los campos» en Turbaco, Villanueva,
Campo de la Cruz, San Benito Abad, Mahates, Repelón, Lorica y
Calamar. El presidente de la Junta Central de Agricultura hizo un
llamado urgente para solicitar personal calificado a la Asamblea Le-
gislativa de Bolívar: «No tenemos hoi en el Estado agrónomos cientí-
ficos, no tenemos veterinarios, no tenemos mecánicos, no tenemos

2. Informe de Francisco Javier Balmaseda, Presidente de la Junta Central de


Agricultura, Cartagena, 1879, p. 9.
3.Informe de Balmaseda, p. 5. Véanse observaciones similares en «Informe del
Gobernador de Corozal•, DB, julio 21 y 23, 1880, p. 402; «Informe del Gobernador
de Magangué•, GB, octubre 25, 1873, p. 144, e Informe del Gobernador del Magda-
lena, Santa Marta, 1939.
4. J. A. Bejarano, «La historia de las ciencias agropecuarias hasta 1950•, Ensa-
yos de historia agraria colombiana, Bogotá, 1987, pp. 145-6; «Decreto que regla-
menta la Junta de Agricultura i Fomento del distrito de Santo Tomás•, Santo Tomás,
diciembre 31, 1878, AGB, 1878-79. Véase además Informe de Balmaseda, p. 3; GB,
junio 4, 1871, p. 88.
La agricultura 73

ingenieros hidraúlicos ni de puentes i caminos; ai de nosotros, no


tenemos sino políticos y literatos» 5 •
A pesar de estos esfuerzos, se lograron pocas mejoras durante el
siglo XIX. Las medidas tomadas por el concejo del Carmen prohi-
biendo las quemas fueron ignoradas, como lo fueron también los
arados distribuidos por la Junta Central de Agricultura. Mientras exis-
tiera tierra disponible en abundancia, el cultivador prefería el sistema
de tala y quema: quemar la tierra antes de sembrarla y moverse a
otra parcela después de una o dos cosechas. Balmaseda identificó las
formas comunales de tenencia de la tierra, la existencia de baldíos y
la confusión sobre la propiedad de la tierra como las causas del culti-
vo errante. La solución que proponía era la de dividir la tierra y
adjudicar parcelas individuales, como le insistía a la Asamblea Legis-
lativa: «He tratado de poner en relieve un día y otro día la conve-
niencia de aclarar, deslindar i repartir la propiedad territorial i de fijar
el cultivo». Un prefecto de Coroza! daba en 1888 una explicación
adicional:

... La misma asombrosa fertilidad de nuestro suelo, ha venido a


resultar en perjuicio de nuestra agricultura, como la libertad de
cultivar todo terreno sin respeto a la propiedad adquirida, prove-
niente ésta de la inmensa extensión de tierras cultivables,
inapreciadas por sus propietarios, por causa de la ninguna utili-
dad que de ellos derivan. De tan perjuiciosa libertad ha resultado
el mal del cultivo errante, que es llegado el tiempo de hacer
cesar, si no se quiere ver estas comarcas convertidas en árido
desierto en época relativamente cercana ... Prohibiendo severa-
mente la tala de bosques y estableciendo premios y estímulos
para los que abandonando aquel irracional método de cultivo
adopten el uso del arado, podría acaso ponerse coto al mal de que
ya empiezan a cosecharse amargos resultados 6 .

5. Informe de Balmaseda, pp. 3-5.


6. Memoria del Secretario de Gobierno al Gobernador de Bolívar, Cartagena,
1888, p. XXVIII.
74 El Caribe colombiano

Con la excepción de unas pocas plantaciones, durante el siglo XIX


la agricultura se _desarrolló en pequeñas parcelas, como en 1870,
cuando las buenas perspectivas habían estimulado los cultivos de
arroz, maíz, cacao, caña de azúcar, plátano y hasta de café en la
provincia de Cartagena. Según el gobernador, sin embargo, las ganan-
cias no eran mayores debido a «las ningunas seguridades en las pocas
vías que tenemos» 7 • El cultivo de la tierra se hacía preferiblemente
cerca de las desemboG,fiduras de los ríos para asegurar el acceso a los
mercados mediante la navegación, cuando las condiciones climáticas
lo hacían posible. Si bien la construcción de ferrocarriles a finales del
siglo generó expectativas importantes y se hicieron algunos esfuer-
zos por despejar los rudimentarios caminos 8 , la preocupación oficial se
centraba en el dragado de caños. En 1879, las demandas de la mayoría
de las Juntas de Agricultores estaban dirigidas a la mejora de las comu-
nicaciones: del Carmen, un mejor camino a María la Baja; de Ciénaga
de Oro, el dragado del caño de Martínez; de Sincelejo, un ferrocarril a
Tolú; de Santa Rosa, un camino a Cartagena; y de Santa Catalina, «sen-
tidas quejas espresando el malestar de los habitantes de aquel distrito,
que para conducir sus productos agrícolas ... (a Cartagena), tienen que
recorrer trece leguas de malos i torturosos caminos» 9 •
Las condiciones climáticas adversas, las inundaciones y las pla-
gas desestimularon los cultivos en distintas épocas y lugares. Como
ya se ha mencionado, invasiones periódicas de langostas devastaban
las cosechas. Sin una infraestructura apropiada, los cultivadores es-
taban a merced de la naturaleza, dependiendo por entero de la regu-
laridad de las temporadas secas y de lluvias. Una sequía en la pro-
vincia de Barranquilla en 1870 «hizo encarecer los granos i demás

7. <<Informe del Gobernador de Cartagena», GB, septiembre 4, 1870, p. 349.


8. Después de completar los 38 kilómetros entre Santa Marta y Ciénaga en 1887,
el Ferrocarril de Santa Marta estimuló la agricultura en este distrito. Véase M. Salzedo
Ramón, Informe del Gobernador del Magdalena, Santa Marta, 1888, p. 17. Se
construyeron pocas vías y el comercio agrícola dependía principalmente del transpor-
te por el río. Para más detalles sobre el desarrollo del transporte, véase capítulo V.
9. Informe de Balmaseda, pp. 10-13.
La agricultura 75

comestibles hasta el estremo más desesperante». Las condiciones


climáticas, sin embargo, variaban de un lugar a otro. Mientras en la
provincia de Barranquilla la sequía afectaba las plantaciones, una
generosa temporada· de lluvias favorecía las cosechas en
Cartagena 10 • Durante las fuertes lluvias las inundaciones se conver-
tían en una amenaza seria, no sólo para la agricultura sino también
para la vida humana, como ya se ha descrito en el capítulo anterior:
la destrucción de las cosechas y la difusión de enfermedades signifi-
caban también hambruna y migración 11 . En 1874, el gobernador de
Lorica consideraba que las inundaciones en áreas como el Sinú
eran obstáculos eternos para la agricultura:

El Sinú es el más rico granero del Estado soberano de Bolívar;


pero de esa fertilidad no podemos gozar completamente, porque el
terreno donde se ha trabajado i puesto en depósito las cosechas
parece sumerjido, cuando la lluvia ha comenzado a darle valor de
su riego. Así, el infeliz labriego ve desaparecer inevitablemente el
fruto de su afán, de sus privaciones i trabajos sin que una queja
arrancada por la ira o por el dolor del sufrimiento, pueda lanzar
contra el Hacedor Supremo. 12 •

Bajo estas circunstancias, el desarrollo de la agricultura debía


vencer obstáculos serios, exacerbados por la falta de recursos finan-
cieros suficientes. La canalización de las vías fluviales, los proyec-
tos de riego y drenaje, los programas de inmigración, el mejoramien-
to de caminos y ferrocarriles requerían todos una cantidad importan-
te de capital que a menudo estaba más allá de las capacidades de la
región.
El objetivo del presente capítulo es estudiar las diversas circuns-
tancias bajo las cuales se desarrolló la agricultura costeña, analizan-

1O. GB. agosto 8, 1870. p. 337: septiembre 4. 1870. p. ~49 y agosto 15, 1873,
p. 94
11. <<Informe del Gobernador de Mompox>>, DB, julio 15, 1880. p. 386.
12. «Informe del Gobernador de Lorica». GB. noviembre JO. 1874. pág. 170-71.
76 El Caribe colombiano

do individualmente la historia de sus diversos productos: arroz, taba-


co, caña de azúcar, cacao, banano y algodón. Para cada uno de ellos
se considerarán los diferentes sistemas de cultivo, los cambios de
localización que sufrieron durante el período, su respuesta a las
condiciones del mercado, su impacto sobre la economía regional
y, en general, los factores que estimularon o bien limitaron su
desarrollo. Para finalizar, una sección a manera de conclusión
discrepa del punto de vista prevaleciente en la literatura sobre el
terna, que tiende a adscribir la falta de desarrollo agrícola en
Colombia a la existencia de una estructura social atrasada. Se
argumentará que el desarrollo de la agricultura en la costa en-
frentaba problemas más significativos, tales corno los que ya se
han esbozado. Más aún, a pesar de los múltiples obstáculos, el
estado de la agricultura costeña estaba muy lejano del estancamien-
to..__Antes de pasar a un análisis de cada unos de estos cultivos, es nece-
sario indagar sobre las características de la dieta regional.

LOS PRODUCTOS ALIMENTICIOS Y LA DIETA COSTEÑA

Las descripciones de los viajeros acerca de los hábitos alimenti-


cios en la región variaban de acuerdo con el tiempo y el lugar pero
raramente dejaban de mencionar plátanos, arroz, yuca, queso,
carne de res y pescado corno los alimentos principales en la cos-
ta. Igualmente se admiraban a menudo con la variedad disponible
de frutas tropicales 13 • Una sopa hecha de una mezcla de verduras y
carne era el plato corriente entre las clases populares: «le
sancocho, ... le bas de l 'alimentation», como lo comprobó Cande-
lier luego de su primer encuentro con la cocina costeña en la déca-

13. Véanse, por ejemplo, C. V. R. Bonney, A legacy of historical gleanings,


Albany, N.Y.,1875, p. 448; Carnegie-Williams, Ayear in the Andes, p. 38; A. J.
Duffield, Recollections of travels abroad, Londres, 1889, p. 46; Rothlisberger, El
Dorado, p. 26.
La agricultura 77

da de 1880 14 • Para Candelier no era una comida muy apetitosa: «El


caldo era un poco de agua caliente y amarillenta, sin gusto; y la car-
ne, partida en pequeños trozos, compuestos de huesos en su mayor
parte, estaba rodeada de legumbres, bananos y yuca que yo veía por
primera vez». Tampoco quedó muy impresionado por lo que siguió:
«Después vinieron los huevos fritos bañados en grasa, la carn&
desmechada con los dedos, un enorme plato de arroz» 15 .
«Que/le horrible cuisine!», fue el juicio de otro francés, J.
Crevaux, en 1881. Según Bolinder, al visitar Valledupar a comienzos
del siglo XX, «la comida es poco apetitosa, aun en las casas de las
gentes acomodadas» 16 • No parece que los patrones de consumo de
alimentos variaran mucho con los años. Es cierto que en los princi-
pales puertos, como Cartagena y Barranquilla, en contacto más cer-
cano con el mercado mundial, se desarrolló una demanda un tanto
más sofisticada por alimentos importados. Alguien como Rafael
Núñez tenia siempre a su disposición, junto a su escritorio, «galletas
Albert, algunos potes de jaleas Morton, un queso de bola holandés».
Sin embargo, sus comidas habituales seguían la dieta ordinaria; «al-
morzaba ... un plato de sopa, algo de pescado, algo de dulce ... (los
bocadillos de Vélez). La comida con ligera diferencia era más o
menos la misma cosa» 17 • La de Núñez era una dieta austera y otros
preferían carne en lugar de pescado. Pero ambos eran productos
locales, como era el caso de la mayoría de los alimentos consumidos
en la región. Las importaciones de trigo para la producción de hari-
na, junto con las de otros granos en períodos de escasez, eran ex-
cepciones importantes.

14. Candelier, Río-Hacha et les lndiens Goejires, p. 23. Véase además Hamilton,
Viajes por el interior, p. 39, y G. Bolinder, We dared the Andes, Londres, 1958.
p. 22.
15. Candelier, idem.
16. Véanse Crevaux, Voyages dans l'Amérique du Sud, p. 382, y Bolinder, We
dared the Andes, p. 93.
17. Daniel Lemaitre, Soledad Román de Núñez. Recuerdos, Cartagena,
1938, p. 1OO.
78 El Caribe colombiano

La información sobre los niveles nutricionales según el estrato


social es prácticamente inexistente, pero no cabe duda de que exis-
tían marcadas diferencias. En 1922, el administrador de Marta Mag-
dalena -una gran hacienda ganadera en el sur de Bolívar- consi-
deraba que la ración que se daba a los trabajadores «apenas podrá
ser sustento para conservar su vida y buena salud ... , teniendo en
cuenta además lo enervante del clima ... (y) de que un 60% de los
trabajadores tienen familia con la cual tienen muchos por su suma
pobreza compartirla» 18 • Era impresión de Bolinder que «la mayoría
de las gentes aquí (Valledupar) nunca tienen bastante qué comer,
pero las gentes pobres parecían contentarse con una sopa hecha de
raíces vegetales con poca grasa y puerco salado en ella» 19 •
Aun así, los recuentos de la mayoría de observadores mostraban
una imagen bien diferente de la vida en el campo: una vida idílica, en
la que las gentes sobrevivían «subsistiendo de los peces y las frutas
que crecen por todas partes en magnífica profusión» 20 • Esta disponi-
bilidad de alimentos, en circunstancias de baja densidad de población
y un acceso relativamente fácil a los recursos del agua y la tierra, se
mantuvo en algunas zonas hasta bien entrado el siglo XX. A menudo
se la identificaba como la razón principal para una oferta limitada de
mano de obra. Así lo reportaba un cónsul norteamericano en 1883:

18. Administrador a Gerente, Marta Magdalena, septiembre 2, 1922, ASAS/C/


123:44. En 1931, Marta Magdalena daba a sus peones tres tipos de raciones diarias
durante un contrato de trabajo: ya fueran tres libras de carne con hueso o dos de
carne fresca o dos y media de carne seca, seis plátanos y dos onzas de sal; o media
libra de queso y seis plátanos; o por último dos libras de arroz, dos onzas de sal y un
coco o cuatro onzas de manteca; Administrador a Gerente, noviembre 9. 1931,
ASAS/C!Il8:83. Para 1940, parece ser que la ración se había estandarizado: 22
onzas de arroz, media libra de carne o de queso, o una libra de carne con hueso, dos
onzas de manteca o un coco, dos onzas de sal y tres plátanos. Capataces, vaqueros,
corraleros, pesebreras y servidores domésticos recibían algunos extras, tales como
café y azúcar. Según el administrador, ésta era la ración habitual en las haciendas de
la región. Véase Administrador a Gerente, abril 15. 1940, ASAS/C/83: 12.
19. Bolinder, We dared the Andes, p. 94.
20. W. E. Curtís, The capitals of Spanish America, New York, 1888, p. 236.
Véase además Reclus, Viaje a la Sierra, p. 68.
La agricultura 79

«Los trabajadores pueden abandonarlo a usted en cualquier momen-


to, pues los pescados abundan en los ríos y los plátanos en los árbo-
les»21 . Sin embargo, las condiciones para cualquier tipo de subsisten-
cia simple fueron deteriorándose gradualmente debido a las presiones
demográficas, al cercado de tierras y al desarrollo de centros urba-
nos. Aun así, hasta muy avanzada la década de 1920 los empleadores
en Bolívar se lamentaban de la constante rotación del personal. Úni-
camente en centros urbanos como Cartagena, «donde el aumento en
las necesidades del individuo, la mayor competencia y la dificultad
para mantenerse cerca de la ciudad por otros medios de ganarse la
vida, obligan al trabajador a tratar de mantener un buen puesto
cuando lo ha conseguido» 22 .
Con todo, hay pocas dudas de que la carne, los plátanos y el pes-
cado estaban ampliamente disponibles y, en general, eran relativa-
mente baratos 23 . En ciertas áreas rurales la pesca era una actividad
de temporada y complementaria de la agricultura. En pueblos como
San Antonio, donde «delante de todas las casas hay tasajeras, guar-
necidas de bocachicos, bagres y sábalos que se secan al sol», la pes-
ca era la única ocupación. Como lo señaló Striffler, San Antonio «no
produce nada a no ser pescado: todos los habitantes son pescado-
res». En legua había algunos platanares, pero de poca monta por
estar su población dedicada a la pesca; «con el pescado que les so-
bra, después de separado el de su alimentación, compran los pláta-
nos y las yucas que constituyen su pan de cada día» 24 .
Hacia mediados del siglo XIX, como consecuencia de las inunda-
ciones, los mosquitos y las enfermedades, un grupo de pescadores

21. T. Dawson. «Labor in Colombia». MCR. Washington. julio-octubre, 1883.


p. 687.
22. L. Schnare, «The labor situation in the Cartagena consular district», Cartagena.
agosto 20, 1926. NAUS, RG59: 821.504/19.
23. Véase un breve análisis de los patrones de consumo de carne en el capítulo
siguiente. Para plátanos, véase la sección respectiva sobre el banano en este capítulo.
24. Striffler, El río San Jorge, pp. 25, 40, 27; Vergara y Ve lasco, Nueva Geogra-
fía, p. 527.
80 El Caribe colombiano

decidió trasladarse a la mitad de la Ciénaga Grande para fundar los


pueblos pesqueros de Nueva Venecia, Buenavista y Trojas de
Cataca 25 • Pueblos como éstos, que derivaban su existencia única-
mente de la pesca, eran sin duda la excepción. No obstante, tanto en
la costa como en los ríos, un número considerable de pobladores
estaba dedicado a la pesca, al menos durante parte del año. Como lo
observaba Dawe en 1916, «la principal industria a lo largo del río
Cesar, particularmente en su curso bajo, es la pesca. Abundan en
exceso peces de excelente calidad, y la pesca brinda la subsistencia a
un gran número de gentes en esta región» 26 • Si había pescado dispo-
nible, los malos tiempos eran más soportables. El prefecto de
Mompox visitó Simití en 1874, cuando ya era un pueblo fantasma
después de la decadencia de la minería del oro; durante su estadía
todos los alimentos escaseaban, con la excepción del pescado: «Once
días permanecí allí i no se mató una res, ni un cerdo: el pueblo se
mantenía con insípidos peces de la ciénaga i no había yucas, ni pláta-
nos, ni ñames, ni batatas, i el maíz a un precio muy elevado» 27 •
Dos temporadas, la de subienda y la del veranillo de San Juan,
abundaban en pesca y ofrecían oportunidades a los pescadores, así
como alimento barato para los consumidores 28 • Por lo general, el
pescado se secaba al sol y se llevaba entonces a los mercados urba-
nos. Cuando Reclus llegó a Pueblo Viejo, «era día de mercado: ne-
gros e indianos iban y venían por delante de las chozas, ofreciendo su
pescado a gritos desaforados». Según Striffler, el bagre del San Jorge
tenía mucha demanda: «Seco, después de salado es una especie de

25. Krogzemis, «A historical geography», pp. 96-102; Véase Gnecco Laborde,


Nociones de Geografía, pp. 33-34.
26. Dawe, Account of ajourney, p. 31.
27. «Informe sobre el estado de algunos distritos en la provincia de Mompox»,
GB, noviembre 10, 1874. ·
28. K.rogzemis, «A historical geography», p. 94; V. Bonilla, «De la lucha por la
Tierra... al Atlántico No. 3», Tierra, Bogotá (4), abril-junio, 1967, pp. 20, 21; K.
Oakley, «Econornic survey of the Cartagena consular district», Cartagena noviembre
10, 1943, NAUS, RG166, NAR, Colombia, caja 174.
La agricultura 81

bacalao, que hace las delicias de los habitantes de las sabanas en


tiempo de cuaresma» 29 • En 1931, los precios de la lisa en Barran-
quilla pasaron de 5 a 1O centavos de peso por pescado, mientras que
los precios del bocachico fluctuaban entre los 1Oy los 20 centavos, y
los del muy preciado bagre entre ,0.30 y 0.60 pesos 30 •
La pesca se hacía de mane~¡yt}rimitiva, utilizando redes, aunque a
veces se usaba dinamita matadentro 31 • Hay poca evidencia de inten-
tos por organizar y modernizar la industria pesquera. En 1936 se creó
una cooperativa de pescadores en El Banco con el propósito de mer-
cadear la pesca de sus miembros y hacer préstamos. Pescadores de
Chimichagua, Chiriguaná, Tamalameque, Guamal, San Martín y Ba-
rranca de Loba se unieron a la cooperativa que vendía sus productos
en Santander del Sur, Antioquia, Magdalena, Santander del Norte y
Bolívar. En 1937 se lanzó otro proyecto aún más ambicioso en
Cartagena: con la participación de capital sueco se fundó la compañía
lcopesca para explotar la pesca comercialmente y a gran escala32 •
Además del pescado, el arroz era asimismo otro alimento básico
en la dieta costeña. En general, el cultivo del arroz, así como del
maíz, la yuca y el plátano --casi siempre combinados de alguna ma-
nera-, se llevaba a cabo en pequeñas parcelas que también incluían
pastos y frutales. La mayoría de estos productos se cultivaba en
toda la región pero, con los años, su producción tendió a intensificar-
se allí donde las condiciones del suelo y del mercado ofrecían mejo-
res ventajas. Si acaso hubo una excepción importante a la autosufi-

29. E. Reclus,Mis exploraciones en América, Valencia, 1910, p. 69; W. Robinson,


Aflying trip, p. 39; Striffler, El río San Jorge, p. 133.
30. BME, Barranquilla, mayo 20, agosto 20, octubre 30 y noviembre 20, 1931,
pp. 15, 27, 24 y 18 respectivamente.
31. Hubo intentos fallidos de prohibir la pesca con dinamita. Véase «Relación de
visita del Alcalde del distrito asociado al Regidor de la Aldea Bocachica», Bocachica,
diciembre22, 1887,AGB, 1887.
32. U.S. Report, Bogotá, noviembre 19, 1937, NAUS, RG 151, Colombia, 304 fish;
IET, Primero, segundo y tercer trimestre 1949; y Bank of London and South America,
Fortnightly Review, (15), mayo 6, 1950, p. 89.
82 El Caribe colombiano

ciencia de alimentos básicos en la región, fue en la producción de


granos, arroz y maíz, particularmente en la del primero, que en la
costa se prefería al segundo 33 •
La relación entre producción y consumo de arroz variaba de pro-
vincia a provincia. En 1873, «el distrito de Majagual i sus agrega-
ciones produce en gran cantidad arroz de superior calidad, del cual
abastece, no solo a la provincia toda (Magangué), sino a los merca-
dos de otras» 34 • Parece que algunos agricultores en Bolívar intenta-
ron ampliar su producción de arroz durante la década de 1870. En
vista de lo difundido de este cultivo, el cónsul de Estados Unidos en
Cartagena consideraba que había buenas oportunidades para la im-
portación de maquinaria para procesar el arroz, como separadoras
y pulidoras. Incluso se exportaba una pequeña cantidad del grano 35 •
Esta expansión se vio cortada por las plagas de langostas -ya
descritas- que de manera recurrente destruían las cosechas. En
1883, The Shipping List reportaba cómo «los cultivos de maíz y
arroz no se han recuperado aún de la devastación, y miles de perso-
nas están en la pobreza absoluta» 36 . «Estos insectos --observaba el
vicecónsul norteamericano en Riohacha- destruyen todas las espe-
ranzas de cultivar granos»; y añadía: «Si juzgamos por el daño que
estos insectos han causado, y continúan causando, un futuro muy
precario espera a los pobres de estos pueblos» 37 • Hasta las gentes
acomodadas sufrían. El29 de abril de 1883, doña Manuela de Burgos
rogaba a su tío que le enviara arroz a la hacienda Berástegui: «Espe-
ro que ahora en el vapor me habrás mandado el saco de arroz que

33. «El arroz es un alimento de primera necesidad en este país casi como lo es en
la India», E. W. P. Smith, <<Trade between Colombia and the United States», MCR.
Washington, enero-mayo, 1883, p. 166.
34. «Informe del Gobernador de Magangué», GB, octubre 25, 1873, p. 144.
35. E. W. P. Smith, «American trade in the United S tates of Colombia», MCR,
Washington, 1880-1, p. 95.
36. Citado en MCR, Washington, julio-octubre, 1883, p. 198. Véase Prólogo,
pp. 30-31.
37. MCR, Washington, 1882, p. 456.
La agricultura 83

con tanto interés te supliqué me mandaras. Aquí hay días que no


se come porque no se encuentra, y yo soy mala pobre que sin este
plato no como» 38 •
Para abordar el problema de la escasez durante los años más
agudos de penuria en la década de 1880, el gobierno permitió la libre
entrada de alimentos. Arroz de Rangún, importado a través de fir-
mas inglesas -y en menor escala arroz proveniente de Estados
Unidos-, suplieron las necesidades de la población. 39 La región se
había convertido en importadora de arroz. A pesar de que la producción
doméstica no cesó por completo, transcurrió mucho tiempo antes de
que el cultivo del arroz se nivelara otra vez con la demanda nacional.
Desilusionados por los primeros efectos de la plaga y por su fre-
cuente reaparición, muchos agricultores dejaron de cultivar granos.
Algunos hasta abandonaron del todo la agricultura. Aunque, a pesar
de los problemas, otros persistieron.
La necesidad de importar arroz era motivo de frustración: «Esta-
mos dando desde hace mucho tiempo el triste espectáculo de alimen-
tamos con arroz de la India», se lamentaba en 1888 el secretario de
gobierno de Bolívaf"'. Entre 1899 y 1900 entraron por Barranquilla más
de 33.000 sacos de arroz importado, aunque una parte considerable de
estas importaciones estaba destinada a abastecer los mercados del in-
terior andino41 • En 1913, cuando se importaron más de 15.000 toneladas
de arroz por Cartagena, Diego Martínez Camargo animaba a los agri-
cultores para que cultivaran arroz en el valle del Sinú. Con el estallido
de la guerra la producción en la costa aumentó, mientras que las impor-
taciones cayeron a 8.600 toneladas en 1916 y a 4.000 en 1917. Una
reducción en los precios después de la guerra desestimuló la produc-
ción, así que las importaciones subieron de nuevo a 13.000 toneladas

38. Citado en R. Burgos Puche, El general Burgos, Bogotá, 1965, p. 86


39. Smith. «Trade between Colombia and the United States», p. 166.
40. Véanse Mensaje del Presidente constitucional, Cartagena, 1883, p. 13; Me-
moria que presenta el Secretario de Gobierno, p. 226.
41. PP (45), LXXXI, 1901, p. 587.
84 El Caribe colombiano

en 192042 . Entre 1929 y 1933, como consecuencia de la depresión


mundial y de las políticas gubernamentales, el total de hectáreas sem-
bradas de arroz en el país se duplicó. Entre 1937 y 1938, cuando se
sembraron unas 47.000 hectáreas de arroz, más del 40% de la pro-
ducción nacional venía de los departamentos costeros. La produc-
ción había crecido de manera sostenida para sustituir las importacio-
nes, dejando incluso algunos excedentes para la exportación: en ene-
ro de 1943, Venezuela compró cerca de seis toneladas métricas de
arroz pulido43 • Sin embargo, para ese entonces la producción de arroz
crecía a ritmos más acelerados en otras regiones de Colombia, como
puede verse en el cuadro 1.1.
El grueso de la cosecha regional provenía de Bolívar -el principal
productor entre los departamentos colombianos- donde, según Oaldey,
al menos el 20% de la tierra era «ideal para el cultivo del arroz» 44 •
Zonas arroceras tradicionales como Majagual y San Onofre
lideraban todavía la producción en 1936; pero para 1944, cuando se
sembraron más de 20.000 hectáreas de arroz en Bolívar, la mitad de
la cosecha se produjo en el valle del Sínú, a pesar de los daños causados
por los cambios en el curso de este río45 • Entonces el arroz figuraba ya
en segundo lugar de importancia en Bolívar, a continuación de la
ganadería, no obstante que las condiciones climáticas y el transporte
deficiente se identificaban todavía como los principales obstáculos

42. D. Martínez Camargo, «Cultivo de arroz», RNA, diciembre 1913, pp. 202-
207. <<Atemorizados los cultivadores ante alguna perspectiva de baja en el precio del
arroz exótico, que se presentó al terminar la guerra europea, abandonaron muchos de
ellos la industria, la cual ha estado siempre en manos de campesinos pobres», en «La
producción nacional del arroz», RNA, diciembre 1920, pp. 161-162.
43. Véanse U.S. Tariff Comission, Agricultura[, pastoral and forest industries
in Colombia, Washington, 1945, p. 25; J. L. Colom, «Progresos agrícolas de Colom-
bia», Boletín de la Unión Americana, enero, 1934, p. 36; Oakley, «Rice production»,
Cartagena, enero 4, 1944, RG 166: NAR, Colombia, caja 180; L. A. Scopes, Economic
and commercial conditions in Colombia, Londres, 1950, p. 31.
44. K. Oakley, «Annual economic report», Cartagena, noviembre 19, 1942, NAUS,
RG166, NAR, Caja 174.
45. Oakley, «Rice production».
La agricultura 85

CUADRO 1.1
PRODUCCIÓN DE ARROZ EN LOS DEPARTAMENTOS COSTEÑOS,
1931-46 (EN TONELADAS)

Año ! Atlántico Bolívar Magdalena Total Costa 1


Total Col.

1931 91 21.230 1.014 22.335 40.157


1932 541 21.197 1

1.197 22.935 51.340


1934 595 22.313 2.572 25.480 54.852
1937/8 568 30.747 1.030 32.345 74.419
1939/40 255 34.795 1.685 36.735 77.005
1942 425 32.950 2.200 35.575 87.518
1946 1 25.332 1.103 118.211
1
1

Fuentes: «Rice production in Colombia», NAUS, RG151: Bureau of Foreign and


Domes tic Commerce, Colombia, 1934, file 128X; y NAUS, NAR, Colombia, entrada 5.

para su desarrollo: «Cuando la estación se seca, los cultivos decli-


nan notoriamente y cuando las lluvias son abundantes, el problema
de las comunicaciones se agudiza ... y es más difícil el acceso a los
centros de consumo» 46 . En el puerto de Magangué, el arroz era una
mercancía muy valorada. En 1935, 5.592 toneladas de arroz de Bolívar
fueron embarcadas desde Magangué hacia Atlántico, Santander,
Tolima y Antioquia47 . El arroz tamb1én se cultivaba en cantidades
considerables en el Magdalena, pero hasta la década de 1930, im-
portaciones significativas desde el Lejano Oriente suplían la deman-
da interna. Con la decadencia de la producción bananera en el
Magdalena durante la década de 1940, algunos cultivadores se
pasaron al arroz, pero no fue sino hasta la década de 1950 cuando

46. IET, cuarto trimestre, 1946. En abril de 1950 parte de la cosecha estaba
todavía en las fincas debido a las dificultades para transportarla a los mercados: « ...
el principal y más grave problema ... consiste en el mal estado de las carreteras y aún
es peor en las regiones donde sólo existen caminos de herradura, que en época de
invierno son prácticamente intransitables, sufriendo los campesinos las consecuen-
cias siguientes, como la pérdida de sus productos», IET, primer trimestre, 1950.
47. Memoria del Secretario de Gobierno, Cartagena, 1936, p. 20.
86 El Caribe colombiano

zonas aptas de este departamento se convirtieron en fuentes impor-


tantes de producción 4 s.
Para 1942, según Wylie, Barranquilla era «el centro del comercio
del arroz en el país» 49 • Los comerciantes de esta ciudad estaban
involucrados activamente en las importaciones de arroz, pero a medi-
da que se presentaban oportunidades se interesaron también en su
· producción. En 1919 algunos importadores de arroz pidieron a la
Cámara de Comercio de Barranquilla que suscribiera una solicitud al
gobierno central donde se pidiese la rebaja de las tarifas para esta
mercancía. La Cámara de Comercio se negó a endosar esa petición,
alegando que «es sabido que hay actualmente muchas sementeras de
arroz y que no son pocas las personas que han dedicado capital y
tiempo a esta industria» 50 •
Sin embargo, en términos generales el arroz era producido por
cultivadores en parcelas pequeñas ---colonos en baldíos, aparceros y
propietarios-, utilizando técnicas primitivas: trillando el grano «me-
diante un proceso que ha estado en uso por doscientos años» 51 • Ape-
nas en la década de 1940 comenzaba a intensificarse el riego artificial
y el uso de maquinaria y de fertilizantes. Los métodos de cultivo,
no obstante, variaban de provincia a provincia. Pero se hace ne-
cesaria una investigación más profunda antes de poder presentar
un cuadro más completo.
En San Onofre, por ejemplo, donde los cultivadores tenían acuer-
dos de tenencia con los propietarios, la tierra «Se limpiaba con ma-
chetes ... la cosecha se recogía a mano y se llevaba en burro al moli-
no más cercano en Berrugas». De acuerdo con un informe agrícola
de los Estados Unidos, se calculaba que el cultivador consumía una

48. Véanse G. Castañeda Aragón, El Magdalena de hoy, Santa Marta, 1927, p.


107; Informe del Gobernador del Magdalena, Santa Marta, 1939, p. 105; J. A.
Bonivento, Aspectos socio-económicos del departamento del Magdalena, Bogotá,
1936, p. 156.
49. Wylie, The agriculture ofColombia, p. 87.
50. RCCB, agosto 31, 1919, pp. 8-11.
51. Smith, «American trade in the United States of Colombia», p. 95.
La agricultura 87

tercera parte de su cosecha, vendía otro tercio a la Arrocera Cen-


tral-propietaria del molino de Berrugas- y colocaba el resto en el
mercado local. Algunas veces se estipulaba que el propietario reci-
biera parte del producido a precios vigentes. Una vez terminada la
cosecha, antes de moverse a otro lote, el cultivador dejaba la tierra
sembrada de pasto52 •
Incluyendo a San Onofre, en 1944 había 5.575 cultivadores de arroz
en 9.071 hectáreas en Achí, Magangué, Majagual y Sucre. En estos
cinco municipios se reportó que el42% de la tierra sembrada con arroz
era propiedad de los cultivadores; el33.5% era cultivada por aparceros,
y el 24.5<k era propiedad del Estado53 • Según Oakley, el costo de pro-
ducción era de $12.00 por hectárea en las tierras altas, y de $ll.40 en
las tierras bajas, mientras que en Achí, Magangué, Majagual y Sucre
era de $16.13 *. Parece que el alza en los precios había alentado a los
cultivadores, aunque en 1946 el Informe Económico Trimestral seña-
laba que «el beneficio no llega a los productores y se diluye entre los
intermediarios», a la vez que el recientemente fundado Instituto Nacio-
nal Agropecuario, INA, trataba de proteger a los cultivadores 54 .

EL TABACO LUEGO DEL AUGE DE LA EXPORTACIÓN

En 1839, Juan José Nieto señalaba que, de abolirse el monopolio del


tabaco, El Carmen de Bolívar «sería una de las poblaciones más be-
neficiadas»55. En 1857, cuando aparentemente las ventas de tabaco

52. Cartagena. octubre 16. 1944. NAUS. RG 166: NAR, caja 180.
53. Oakley, <<Rice production>>.
* Siempre que aparezca el signo S en el texto. estoy haciendo referencia a
dólares norteamericanos de la época.
54. Oakley, ídem; lET. cuarto trimestre, 1946, y segundo trimestre, 1949. El
Instituto Nacional Agropecuario fue fundado en 1944 por el gobierno central para
regular el mercado de productos agrícolas. Véase A. Machado, Políticas agrarias en
Colombia, 1900-1960, Bogotá, 1986, p. 87.
55. Nieto, «Geógrafía histórica, estadística y local de la Provincia de Cartagena»,
p. 51. El tabaco fue un monopolio manejado por el gobierno hasta 1850. Véase J. P.
88 El Caribe colombiano

de Ambalema, en el Tolima, alcanzaron en Bremen su punto más


alto, las exportaciones de tabaco provenientes del Carmen eran ape-
nas una quinta parte del total del comercio nacional. Conocido como
tabaco del Carmen, por el nombre del principal distrito donde se pro-
ducía, este tabaco se cultivaba extensamente en varias áreas de la
costa atlántica. Para 1862, las exportaciones del Carmen igualaban
casi las de Ambalema; y en 1863 el tabaco del Carmen lideró las
exportaciones colombianas de este producto 56 • Tal como lo muestra
el cuadro 1.2, mientras el tabaco de Ambalema entraba en decadencia,
la producción del Carmen pasó de 33.000 zurrones en 1865 a 70.000
zurrones en 1869. Además del Carmen, la producción de tabaco en
Bolívar también era importante en Sincelejo, Colosó, Corozal, Turbaco
y San Estanislao. En 1888 Bolívar producía más tabaco que todo el
resto del país57 •

CUADRO 1.2
PRoDuccióN DE TABACO EN CoLOMBIA,

1865-1896(ZURRONES)
1
1
Año Ambalema Gir6n Palmira Cannen Total
1
1 1
i 1
1 1

1865 27.000 7.500 !


2.500 ! 33.000 70.000 1

1
1866 34.000 7.000 4.000 1 43.000 89.000
1
1867 21.500 3.500 1
1
2.000 60.000 87.000 1

1868 35.000 5.500 6.500 1 47.000 94.000


1 1 1 1
1869 16.000 6.500 7.500 70.000 100.000
1
1
1 i 1
1
1 1

Fuente: PP (29), LXV, 1871, p. 213.

Harrison, «The Colombian tobacco industry, from govemment monopoly to free


trade, 1778-1876». Tesis doctoral, inédita, University of California, 1951.
56. L. F. Sierra, El tabaco en la economía colombiana del siglo XIX, Bogotá,
1971, p. 116; J. A. Ocampo, Colombia y la economía mundial, 1830-1910, Bogotá,
1984, pp. 234, 239 y 240; Harrison, «The Colombian tobacco», p. 46.
57. Wheeler, «Report on Agricu1ture in Colombia», PP,(36), C, Londres, 1888,
p. 638. El peso de un zurrón fluctuaba, pero promediaba los 59 kg.
La agricultura 89

En Magdalena, Eliseo Reclus había observado cómo un grupo de


inmigrantes italianos, empleados por Joaquín de Mier para trabajar
en sus tierras, pronto las dejaron para cultivar tabaco de manera in-
dependiente en las cercanías de Ciénaga, donde la producción estaba
ya en aumento58 • Desde mediados de la década de 1850 el cultivo en
esta zona se había expandido hasta alcanzar niveles de producción
anuales de entre 5.000 y 8.000 zurrones. En 1875 se decía que el
tabaco era el único producto de exportación cultivado en alguna esca-
la en el distrito de Santa Marta. Para entonces, sin embargo, las ex-
portaciones desde Santa Marta habían declinado con rapidez. A pesar
de que se hicieron esfuerzos por estimular el cultivo «bajo la direc-
ción de manos expertas provenientes de la isla de Cuba», estos in-
tentos resultaron un fracaso 59 •
Mientras que en Magdalena, a mediados de la década de 1870,
prácticamente se había abandonado la producción de tabaco de ex-
portación para favorecer otros cultivos como azúcar, cacao y más
tarde banano, en Bolívar el tabaco mantuvo cierta importancia. La
producción para el sector externo floreció hasta mediados de esa dé-
cada, cuando se calculó que fluctuaba entre 85.000 y 90.000 zurro-
nes por año 60 • Después de 1876 las exportaciones perdieron su peso
en la balanza comercial del país, pero la producción de Bolívar con-
tinuó llegando al mercado mundial mientras respondía también a una
demanda interna creciente. En 1879, según el gobernador de la pro-
vincia, la cosecha en Coroza} fue de aproximadamente 10.000 zurro-
nes y destacaba así el aumento reciente en su producción: «Pues no
sólo se cultiva para la exportación estranjera, sino para el consumo,
en este i algunos otros estados de la Unión» 61 • En el año comprendí-

58. Reclus, Viaje a la Sierra, p. 70. Véanse además F. Pérez, deograffa del
Magdalena», pp. 47-48; Gnecco Laborde,Nociones de Geografla, pp. 35, 41, 46, 48.
59. PP, (35), LXXVI, 1875, p. 371, y (27), LXV, 1873, p. ~4.
60. PP. (35), C.R., LXXVI, Londres, 1875, p. 360.
61. «Informe del Gobernador de Corozal», DB julio 21 y 23, 1880, p. 402. Véase
además «Informe del Gobernador del Carmen», RB, septiembre 24, 1886, p. 1.223.
90 El Caribe colombiano

do entre 1887 y 1888, las exportaciones de tabaco desde Cartagena


figuraron en segundo lugar en valor después de las de ganado. De
acuerdo con el Secretario de Gobierno, el tabaco era «el renglón
más halagador de la lista .... significa el esfuerzo del hombre dirigido
con tenaz porfía para sacarle a la tierra su riqueza». Era pues el
deber del gobierno, añadía el secretario, fomentar el desarrollo de esta
industria, «ya aclimatada en el departamento, no sólo para darle una
mayor extensión sino para mejorar la calidad del producto» 62 • Durante
la Guerra de los Mil Días, el tabaco fue el «único cultivo que logró
sostenerse», según Pedro E. Franco, un combatiente que había pasado
unos pocos días en el distrito productor de Ovejas 63 •
Como producto de exportación y como artículo de comercio in-
terno, el tabaco jugó un papel significativo en la economía regional
durante la segunda mitad del siglo XIX. En los principales distritos
donde se producía, representaba dinero en efectivo para los cultiva-
dores y movimiento comercial para los negociantes locales. Cual-
quier caída en los precios golpeaba severamente las economías loca-
les, como en 1871, cuando el prefecto del Carmen comentó con
preocupación que «el comercio ha disminuido sus operaciones, como
que se sabe mui bien que los agricultores no tienen hoi, no solamente
con qué comprar artículos de lujo y aún de vicio, sino que carecen
muchas veces con qué comprar lo necesario» 64 •

62. Memoria del Secretario de Gobierno al Gobernador de Bolívar, Cartagena,


1888, pp. 213 y 217. En 1887, la provincia del Carmen produjo 25.000 zurrones de
tabaco tanto para exportación como para consumo interno. Todas las exportaciones
iban a Bremen y Hamburgo; véase Memoria del Secretario, p. LXXVIII, y Wheeler,
«Report on Agriculture in Colombia», p. 638.
63. P. E. Franco, Mis andanzas en la Guerra de los Mil Día.1, Barranquilla,
1964, p. 90. Véase además Hamilton, <<The Colornbian tobacco», p. 230.
64. «Informe del gobernador del Carmen», GB, agosto 13, 1871, p. 143. En
1871, el gobernador de Coroza! señalaba «la grande escasez monetaria que en la
actualidad se siente en estas poblaciones», debido al <<Ínfimo precio a que tuvieron
que vender los agricultores». Véase «Informe del gobernador de Coroza!», GB, agos-
to 20, 1871, p. 148-9.
La agricultura 91

Provincias como El Carmen y Magangué duplicaron casi su po-


blación entre 1850 y 1870. La población del Carmen experimentó
una de las tasas de crecimiento más altas de la costa durante este
período. En 1871 tenía más contribuyentes de impuesto a la renta
que Barranquilla, si bien los barranquilleros estaban pagando el doble
de impuestos que los carmeros 65 • Durante estos años de bonanza las
perspectivas comerciales eran tan atractivas que el gobernador de la
provincia se veía en dificultades para nombrar los directores de los
colegios provinciales: «Los pocos hombres idóneos que hai por estos
pueblos de movimiento comercial, no se prestan a ser directores por
estar ejercitados en operaciones lucrativas». Los funcionarios del
Carmen sentían que la contribución de la provincia a las finanzas de
Bolívar era tan grande como para exigir medidas de descentraliza-
ción fiscal. Sin embargo, una vez pasaron los años del auge, el ritmo
de crecimiento del Carmen disminuyó. La producción continuó pero
se vio forzada a adaptarse a los precios en baja, sometida a la vez a
fluctuaciones bruscas del mercado 66 . El desarrollo se estancó. Un
proyecto para construir un ferrocarril que comunicara al Carmen
con un puerto sobre el río Magdalena, y que hizo renacer las espe-
ranzas de los tabacaleros, nunca se materializó 67 •
No obstante, el comercio del tabaco había integrado un mercado
más amplio y reunido cosecheros y comerciantes de varios distritos
costeros y aun del interior, involucrando un grado relativamente alto de
circulación de dinero. La hoja era comprada originalmente en las zonas
productoras por comerciantes que daban un adelanto en efectivo al co-
sechero, por lo general cultivadores en pequeñas parcelas 68 • Luego se

65. Anuario Estadístico de Colombia. Bogotá, 1875, pp. 31 y 32; GB, enero
1871.
66. Ocampo. Colombia en la economía mundial, pp. 240-242.
67. «Informe del gobernador del Carmen», GB, octubre 25. 1873, p. 143; GB,
agosto 24, 1871, p. 144; GB,julio 18, 1873.
68. Harrison ha señalado cómo este hecho marcaba una diferencia importante
entre el tabaco del Carmen y de otras áreas en Colombia, donde la relación se
establecía entre el cosechero y el terrateniente. Véase Harrison, «The Colombian
92 El Caribe colombiano

vendía en las ferias de Magangué. El tabaco era llevado a las ferias


por comerciantes como Jorge Delgado y Elie Mathieu, de Magangué,
Pedro Blanco García, de Mompox, y Pedro Vengoechea, de Barran-
quilla, quienes vendían allí su mercancía a las principales casas
exportadoras de Cartagena, Barranquilla y Santa Marta69 • Entre los
principales contribuyentes del impuesto a la renta en Cartagena se en-
contraban exportadores de tabaco como J. B. M. Trueco, Francisco
de Zubiría e Hijo, Bartolomé Bossio, A. Mathieu y Compañía, Manuel
Gómez, Agustín Vélez, Macía e Hijo, C. A. Merlano y Stevenson Her-
manos, aunque también había exportadores con ingresos menores como
Fernando Araújo, A. G. Cásseres y José L. Calvo70 • Sin embargo, para
1873 el grueso del tabaco -un total de 4.938.261 kilogramos- se ex-
portó por Barranquilla, mientras que apenas 413.600 kilogramos se em-
barcaron por Cartagena. En buena medida, ya para entonces, gracias al
comercio del tabaco, Barranquilla se había consolidado como el princi-
pal puerto de Colombia. Su localización junto al río Magdalena había
ayudado a fortalecer sus vínculos con centros comerciales y producto-
res como Magangué y El Carmen.
Durante la primera mitad del siglo XX el tabaco del Carmen con-
tinuó llegando al mercado internacional. Entre 1900 y 1917 las ex-
portaciones promediaron 3.900.000 kilogramos por año. Una deman-
da considerable desde Europa, especialmente de Alemania y los
Países Bajos, había dado un ímpetu a las exportaciones; pero tam-
bién de Francia, donde el tabaco era el principal producto de impor-
tación desde Colombia en 192271 • Las exportaciones a Europa cesa-

tobacco», p. 249. Véase además PP (49), XCV, 1898, p. 18. En la provincia de


Mompox, el tabaco se producía en tierras baldías; véase «Informe del Gobernador de
Mompox», DB, julio 15, 1880, p. 887.
69. GB, Cartagena, julio 18, 1873, p. 8 l.
70. «Relación del tabaco, café, azúcar i cacao, importados en el presente mes», y
«Registro de las personas obligadas al pago del impuesto sobre la renta en el año
1871», en GB, enero 1, 1871, p. 3 y marzo 5, 1871.
71. Bell, Colombia, a commercial and industrial handbook, pp. 164-65. Los
cálculos asumen que el 95% del tabaco colombiano para exportación durante este
período era Carmen. Véase Harrison, « The Colombian tobacco», p. 23 1.
La agricultura 93

ron durante la Primera Guerra Mundial y se reanudaron una vez


concluido el conflicto, pero nunca con la intensidad del período de la
preguerra. Entre 1931 y 1937las exportaciones de tabaco promedia-
ron aproximadamente 1.400.000 kilogramos, y en 1938 alcanzaron
los 5.017.042 kilogramos 72 • Según Harrison, el desplome del tabaco
proveniente de la economía colonialista del archipiélago malayo y de
la India en 1946, dio una ventaja excepcional al tabaco de la cos-
ta atlántica. En 1949 se exportaron unos 4.000.000 de kilogramos
de tabaco del Carmen 73 •
Dos tendencias brindaron una importancia adicional al tabaco du-
rante el siglo XX: su contribución a las finanzas públicas de los de-
partamentos y la creciente demanda para su consumo interno. En
1909 el Congreso autorizó a los departamentos a cobrar un impuesto
sobre el consumo del tabaco. Si bien de acuerdo con la ley el tributo
no debía imponerse sobre el cultivo ni sobre las exportaciones, su
efecto fue crear un control oficial sobre la producción y el comercio
de la hoja. Los gobiernos locales hicieron un inventario de las matas
de tabaco y distribuyeron básculas entre los resguardos establecidos
en los varios distritos productores. Se instauraron barreras internas a
través de un derecho de internación que debía pagarse si el tabaco
se llevaba de un departamento a otro 74 • En medio de la tradicional
penuria de las finanzas locales, la renta del tabaco se convirtió en
una de las principales fuentes de ingresos departamentales. En 1916
la renta del tabaco produjo aproximadamente 68.000 pesos, la terce-
ra en importancia después de las de licores y degüello, para el presu-
puesto de Bolívar. En Magdalena la renta del tabaco fue también la
tercera fuente del presupuesto de 1918. Sin embargo, para el gobier-

72. Oakley. «Economic survey of Cartagena». Véase además Harrison, «The


Colombian tobacco», p. 231.
73. Harrison. idem.
74. Mensaje e Informes del Gobernador del Departamento de Bolívar,
Cartagena, 1917. pp 13-19. Antes de 1909, el impuesto ya existía con carácter nacional
y «se encontró que estaba desalentando el cultivo», véasePP, (44), XCIII, 1909, p. 525,
y R. Varela Martínez, Economía agrícola de Colombia, Bogotá, 1949, p. 163.
94 El Caribe colombiano

no resultaba tan costoso recaudar este impuesto que el Secretario de


Hacienda decidió cederlo por contrato. En 1933 la renta del tabaco
se encontraba todavía entre las tres fuentes principales de ingreso
para el departamento de Bolívar, produciendo unos 180.000 pesos.
Evidentemente, la mayor parte del impuesto se recaudaba en las
áreas de producción. En lugares como El Carmen y Corozal, la renta
del tabaco producía más que todos los demás impuestos juntos 75 •
Dada la naturaleza del producto, el control sobre la renta era sin
duda difícil, como lo observaba el Secretario de Hacienda del Mag-
dalena: «En cualquier sitio escondido de las montañas y hasta en los
patios de las casas pueden cultivarse pequeñas plantaciones de ta-
baco y venderse las cosechas de contrabando sin mayor riesgo».
Parece ser que el contrabando de tabaco para exportación y para el
consumo interno era significativo 76 •
Según las cifras oficiales, había 5.267 cultivadores cosechando
tabaco en Bolívar durante 1937. Alrededor de 3.800 hectáreas se
encontraban dedicadas a la hoja; la Secretaría de Hacienda había
identificado 34.400.100 de matas de tabaco 77 • En 1948 la Informa-
ción Económica Trimestral reportó la existencia de 4.038 cultiva-
dores propietarios que vendían por adelantado sus cosechas a los
comerciantes por un valor total de 3.360.960 pesos. Al igual que
durante el siglo XIX, el gobierno local mostraba preocupación por
las técnicas de cultivo; pero aparte de un proyecto para establecer
una granja experimental, no hay evidencia de cambios significativos
en la forma como se cultivaba el tabaco durante ese período.

75. Memoria que presenta el Secretario de Hacienda, Cartagena, 1914, pp. 69,
74-5; Mensaje e informes del Gobernador, p. 26; R. Noguera,Informe del Secretario
de Hacienda. Santa Marta, 1919, pp. 16-19; J. Santos Cabrera, Informe al señor
Gobernador, Cartagena, 1934. apéndice.
76. Noguera, Informe, p. 17 y Bell, Colombia, a commercial and industrial
handbook, p. 166.
77. F. Prado Villanueva, Informe del señor oficial de estadística de la oficina
del tabaco, Cartagena, 1937, p. 42.
La agricultura 95

Una demanda doméstica creciente de cigarros y cigarrillos había


estimulado la producción de tabaco durante el siglo XX. Para la déca-
da de 1940, la elaboración del tabaco estaba ya entre los sectores
industriales más importantes en Colombia 78 • El tabaco de Bolívar se
vendía por lo menos en Magdalena, Atlántico, Antioquia, Cundi-
namarca y Tolima. En 1934, Bolívar producía casi el43% del tabaco
nacionaF 9 • Una de las principales compradoras era la Compañía
Colombiana de Tabaco, de Medellín, que estableció una agencia en
El Carmen. Cigarros y cigarrillos se producían también a pequeña
escala en Ovejas, Colosó, Toluviejo, Zambrano y Cartagena, donde
había 18 fábricas de cigarros en 193 7, «amén de un gran número de
fabriquines domésticos de alguna importancia», que empleaban en
conjunto unas 3.500 personas 80 • Según el Secretario de Hacienda,
prácticamente todo el tabaco que se utilizaba en estas fábricas se
producía en Bolívar; sólo pequeñas cantidades se traían de Santander
y Tolima. No obstante, ya existía una preferencia en aumento por los
cigarrillos extranjeros: en 1937 se reportó que se importaron más de
un millón de cajetillas de Camel y Chesterfield a Bolívar81 •

EL AZÚCAR: COMPETENCIA EN CASA

La caña de azúcar se cultivaba ampliamente en la región, en peque-


ña escala y para fines domésticos, si bien a menudo se exportaban
algunas cantidades de sus productos. En 1873 varios comerciantes
de Cartagena establecieron un ingenio moderno con el fin de produ-
cir azúcar para los mercados externos. El cultivo de la caña azuca-

78. Véanse Wylie. The agriculture of Colombia, p. 110; Contraloría, Síntesis


estadística de Colombia, 1939-1943, pp. 190-2.
79. Anuario Estadístico de Colombia, Bogotá, 1934, p. 544.
80. Prado Villanueva, Informe del señor oficial de estadí.Hica, pp. 44-46; M. F.
Obregón, Memoria de Gobierno, Cartagena, 1934, p. 224.
81. Memoria del Secretario de Hacienda de Bolívar. Cartagena, 1937, pp.
37-39.
96 El Caribe colombiano

rera se expandió y se esperaba que llegaría a ser «una operación


muy lucrativa si se lograba obtener un suministro suficiente de mano
de obra para este propósito» 82 • Sin embargo, las expectativas pronto
se frustraron, pues el producto no era competitivo en el extranjero.
Las exportaciones de azúcar durante la década de 1880 fueron irri-
sorias y para la de 1890 ya habían cesado por completo. «La escasez
de mano de obra prohibe toda posibilidad de una industria de expor-
tación para cualquiera de los productos de la caña», informaba el
vicecónsul británico en Santa Marta en 191083 •
El cultivo de la caña de azúcar se limitaba pues a suplir los reque-
rimientos locales: la producción de melazas para las destilerías de ron
y la elaboración de panela. El uso de trapiches rudimentarios para
extraer el jugo de la caña, «con rodillos de madera movidos por mu-
las o bueyes», estaba muy extendido en la región 84 • Antes de la
introducción del monopolio oficial sobre el alcohol, las destilerías
de ron eran numerosas y demandaban cantidades importantes de
melaza 85 • La panela era un producto popular que respondía a varios
propósitos, además de reemplazar el azúcar: «Es barata y saluda-
ble. Se dice que es la panacea para las toses y la diarrea. Cuando se
mezcla con agua resulta una bebida muy refrescante, y muchas familias
no beben otra cosa» 86 .

82. PP, (27), LXV, 1873, p. 46. De acuerdo con el cónsul británico suplente en
Cartagena, «varias grandes haciendas productoras de azúcar» fueron establecidas
entre 1872 y 1875; PP, (35), LXXVI, 1875, p. 361. Véanse además Revista de
Colombia, Bogotá, mayo 31, 1873, p. 117; «Report on the trade of Cartagena»,
Cartagena, enero 31, 1872, NAUS, Despachos desde el consulado norteamericano en
Cartagena, microfilms, Tl92/8.
83. PP, (47), XCI, 1911, p. 5. Véase además PP, (35), LXXVI, 1875, p,372; y
(35), LXXXIII, 1887, p,l67.
84. «<nforme de la provincia de Magangué», GB, octubre 25, 1873; PP, (36), C,
1888, p. 640; Vergara y Ve1asco, Nueva geografía, p. 526.
85. GB, agosto 20, 1871, p. 140 y agosto 13, 1871, p. 137.
86. MCR, Washington, octubre 1887-marzo 1888, p. 243. Un incremento en el
precio de la panela era materia de preocupación pública, véase «Salus populi», El
Imparcial, agosto 25, 1919.
La agricultura 97

Los precios de las melazas y la panela, sujetos a fuertes fluctua-


ciones en el mercado local, condicionaban la expansión del cultivo de
la cañ~. En 1904 los precios cayeron más del 50% y, dado el costo
de la mano de obra, muchos cultivadores de caña se vieron obliga-
dos, o a abandonar del todo sus plantaciones, o a convertirlas en
bananeras o en potreros. Las importaciones de azúcar, especialmen--
te para el consumo de los más acomodados y los requerimientos de
las industrias procesadoras de alimentos, estaban creciendo.
Un momento crucial en el desarrollo de la industria ocurrió en
1909 cuando, apoyado por medidas proteccionistas, el Ingenio Cen-
tral Colombia en Sincerín, junto al Canal del Dique, produjo su pri-
mera zafra: 5.082 toneladas de azúcar, de las cuales 1.903 se expor-
taron a la Gran Bretaña y 1.304 a los Estados Unidos. Esta gran
hacienda azucarera, «igual a las mejores haciendas de Cuba», según
el cónsul británico, fue establecida por los negociantes de ganado
Vélez Daníes y Compañía, en sociedad con otros comerciantes de
Cartagena87 . Con una inversión inicial superior a un millón de pesos
oro, el Ingenio Central incluía, además de las plantaciones de caña or-
ganizadas por técnicos cubanos, una moderna refinería y 12 kilómetros
de vía férrea 8 ' . En 1933 había unas 3.000 hectáreas en cultivo en
Sincerín y 2.000 trabajadores durante la época de molienda89 •
El ejemplo de Sincerín fue seguido más tarde por empresas simi-
lares, pero sin el mismo éxito inicial. En 1919 A. y T. Meluk, una

87. PP, (47), XCI, 1911, p. 2; Revista de Colombia, Bogotá, noviembre 15, 1910,
pp. 333-4. Pombo Hermanos, Banco de Bolívar y B. Martinez Bossio estaban entre
los acciomstas, en idem.; Colombia, Misión de Rafael Reyes a los Departamentos de
la Costa Atlántica y Antioquia, Bogotá, 1908, p. 27.
88. Véanse descripciones del Ingenio en <<El Ingenio de Sincerín>>, RNA, abril 1913,
pp. 754-758; E. López (ed), Almanaque de los hechos colombianos, Medellín, 1919,
pp. 354-56; J. P. Urueta y E. G. de Piñeres, Cartagena y sus cercanías, Cartagena,
1912, pp. 322-3. El Colombian Trade Review llamó a Sincerín «una de las empresas
más valiosas del país», Colombian Trade Review, noviembre 1921, p. 163.
89. U.S. Consul, Cartagena, mayo 5, 1933, NAUS. RG84: consulado de
Cartagena, correspondencia, 1933, VII.
98 El Caribe colombiano

firma de inmigrantes sirios con sede en Cartagena, organizó la em-


presa Sautatá, en Chocó. En 1928 la Empresa Azucarera Berástegui
fue establecida por los Burgos, una familia dedicada tradicionalmen-
te a la cría de ganado, y por la casa comercial Pombo Hermanos;
Dionisio Vélez Torres, un comerciante cartagenero, fundó el Ingenio
Santa Cruz a principios de la década de 194090 • En 1933, a pesar de que
la producción estaba en aumento, tanto Sautatá como Berástegui se
encontraban fuertemente endeudadas. Las hipotecas excedían el va-
lor de las propiedades. El pago de los salarios de los trabajadores esta-
ba atrasado. Berástegui logró sobrevivir bajo una situación financiera

CUADRO 1.3
PRoDcccióN DE AZúCAR El'\ BoLíVAR, 1909-1948
(AÑOS ESCOGIDOS, EN TONELADAS)

Año Sincerín Berástegui Sautatá Santa Cruz


---------- -----------

1909 5.082
1925 687
1927 10.187 2.000
1928 8.312 2.062
1930 7.875 937 2.437
1932 10.687 4.375 3.125
1933 8.125 5.312 1.875
1940 10.586 5.000
1946 4.318 4.830 1.050
1948 5.689 3.341 1.800

Fuentes: D. y C.R., A.S.4671. Londres, 1911. p. 2; U.S. Consu1, Cartagena, mayo 5,


1933, NAUS, RG84: consulado de Cartagena, correspondencia, 1933, VII; NAUS,
RG 166: agricultura, Colombia. caja !57: IET, Cartagena, 1946-1950.

90. Véanse U.S. report, Cartagena. mayo 5, 1933, NAUS, RG84: consulado de
Cartagena, correspondencia, 1933, vol. VII; Contraloría, Geografía económica de
Colombia: Bolívar. Bogotá, 1942, p. 311, 332-3; IET, segundo trimestre. 1947;
Burgos Puche, El general Burgos, pp. 353-426.
La agricultura 99

apretada durante la década de 1940, cuando también enfrentó proble-


mas financieros severos, y finalmente entró en bancarrota en 195091 •
Sincerín, Berástegui y, en menor medida, Sautatá y Santa Cruz
refinaban la mayor parte del azúcar de la región y jugaban un papel
importante en el mercado. Pero el cultivo de la caña de azúcar, bien
extendido en casi toda la región, no se limitó al de los grandes inge--
nios. De las 15.000 hectáreas dedicadas en 1942 a su cultivo, 3.900
eran controladas por estos cuatro ingenios, y el resto se trataba de
parcelas pequeñas donde la caña se transformaba de modo primitivo
en panela o en melaza, que se vendía entonces al monopolio de lico-
res del departamento para la producción de alcohol 92 •
Parece ser que la producción de azúcar creció durante la década
de 1920 pero permaneció estática durante la de 1930, para declinar
en la de 1940. Sin embargo, en 1942 Bolívar participaba con el 22%
del total de la producción nacional 93 . A pesar de esto, la región no
era autosuficiente. En 1946, cuando la costa estuvo en capacidad de
producir 11.000 toneladas de azúcar, el consumo alcanzó las 18.000
toneladas. Azúcar proveniente del Valle del Cauca y Santander suplía
el déficit, así como la importada de Perú y Cuba94 . Los ingenios
fueron lentos en la modernización de maquinaria pero las condicio-
nes físicas tampoco favorecían la producción de la costa, enfrentada
a la competencia creciente del Valle del Cauca, donde la caña, como
en el Perú, podía producirse y procesarse a lo largo de todo el año 95 .

91. Burgos Puche, El general Burgos, p. 425.


92. Contraloría, Geografía económica de Colombia. Bolívar, p. 331; Oakley,
«Economic survey of the Cartagena consular district». Para la producción de panela
en Magdalena y Bolívar en 1941, véase «Colombian sugar milis», Bogotá, diciembre
4. 1941, NAUS, RG 166, entrada 5. caja 56.
93. K. Oakley, «Economic survey of the Cartagena consular district».
94. lET. 1946. Según esta fuente. el consumo de azúcar se había incrementado
significativamente debido al establecimiento de nuevas fábricas de gaseosas, reposterías
y laboratorios farmacéuticos, pero también debido a la escasez de panela, en idem.
95. Wylie, The Agriculture of Colombia, p. 91. En la costa, la producción de
caña de azúcar se limitaba a cuatro o cinco meses al año debido a las condiciones
climáticas, véase idem. Según R. Burgos, el azúcar producido en el Valle era de
100 El Caribe colombiano

INTENTOS INFRUCTUOSOS PARA EXPLOTAR EL CACAO

La explotación económica del cacao nunca fue tan importante como la


del tabaco y el azúcar, pero sí suscitó expectativas durante las décadas
de 1870 y 1880, cuando se invirtió algún capital en su cultivo. Un tipo de
cacao silvestre, como el observado por Thomson cerca de Dibuya96 ,
crecía en varias zonas de la costa. Sin embargo, se habían hecho unos
cuantos esfuerzos por cultivarlo con metodología moderna. En 1879,
Cerbeleón Martinez Ribón publicó su Nuevo método para el cultivo
del cacao, con varias recomendaciones sobre la manera de cultivar la
planta97 • Ese año, según el cónsul de Estados Unidos, las plantaciones
de cacao en Cartagena estaban «aumentando mucho» 98 •
En 1882 Augusto Dangaud -un ciudadano francés que trabajaba
en Cartagena como agente comercial- recibió el apoyo de algunos
inversionistas de Burdeos para fundar la Sociedad del Cacaotal Marta
Magdalena. Tras reclamar como baldíos algunas tierras en la región
del Sinú, la compañía se fundó con un capital de 300.000 francos
franceses y con el propósito de sembrar 100.000 árboles de cacao99 •
Debido a la mala administración y a las condiciones físicas adversas,
la empresa cacaotera fue un fracaso, aunque en 1893 había todavía
30.000 árboles de cacao en Marta Magdalena. Sin embargo, para

mucha mejor calidad que la producida en Berástegui. Burgos, El general Burgos, p. 375;
R. Throp y G. Beltrán, Perú, 1890-1977, Londres y Basingstoke, 1978, p. 41.
96. Thomson, «Report on the excursion». p. 141
97. C. Martínez Ribón, <<Nuevo método para el cultivo de cacao>>, El Agricultor,
octubre 6, 1879. En 1894, C. Martínez Ribón ofrecía mil copias de su publicación
para distribución gratuita, mientras que el gobernador solicitó a la Asamblea de
Bolívar que imprimiera una edición oficial del «Nuevo método»; véase El Agricultor,
enero 1894, p. 324, y Memoria del Gobernador del Departamento, Cartagena, 1894,
p. 20. Otras publicaciones fomentaban también el cultivo del cacao; véase: El Agri-
cultor, marzo 10, 1881, pp. 372-374, y 398-410; y RB, octubre 8, 1907.
98. Cartagena, octubre 31, 1879, NAUS, Envíos desde Cartagena de los cónsules
norteamericanos, microfilm Tl92(8).
99. «Cultivo del cacao», El Agricultor, julio 1883, p. 83; J. Exbrayat, Reminis-
cencias monterianas, Montería, 1939. p. 23; J. Berrocal Hoyos, La colonización
antioqueña en el departamento de Córdoba, Montería, 1980, p. 58.
La agricultura 101

ese entonces la firma se estaba dedicando gradualmente al negocio


más rentable de la ganadería. El golpe de gracia al cacao en Marta
Magdalena llegó en 191 O, cuando las inundaciones del río Sinú des-
truyeron los árboles que quedaban 100 • En la década de 1880 había
otras dos compañías francesas en el Sinú cultivando también cacao,
aunque una de ellas -la Societé Fran~aise du Río Sinú- decidió_
más tarde concentrar sus esfuerzos en la explotación de madera.
Además, algunos capitales locales estaban directamente
involucrados en las plantaciones de cacao. En 1893 había 350.000 ár-
boles de cacao sembrados en unas treinta propiedades en el Sinú, algu-
nas de ellas resultado de empresas colectivas: Nicolás Salgado sembró
20.000 árboles en cuatro haciendas diferentes; Miguel Gómez Lora te-
nía 50.000 árboles en Bellavista; y varios hacendados tenían en
Trasquillo 20.000 árboles en compañía 101 • A pesar de esto, la escasez
de capital y el manejo descuidado eran la regla en las plantaciones. La
mayoría de los finqueros cultivaba el cacao como árboles adicionales al
lado de los plátanos. Las cosechas eran generalmente bajas: «Hay fin-
cas que no producen sino cuatro onzas por cada pie» 102 •
Mientras que en el interior del país el cacao se producía básica-
mente para el mercado doméstico, su cultivo en la costa estaba
orientado hacia la exportación. Según Thomson, la economía en el
transporte le daba al cacao de la costa una ventaja de $3.00 por
arroba sobre el del Tolima en el mercado europeo 103 • Al igual que

100. Exbrayat, Reminiscencias, p. 25. La alternativa de sembrar cacao lejos del


río en Marta Magdalena enfrentaba, a su vez, los problemas de la sequía, tal como se
observó años más tarde: «hay inconvenientes en las estaciones tan fuertes del verano
que habría que regarlo, Jo que sería muy difícil porque los terrenos buenos para esto
no tienen agua cerca», Administrador al Gerente, Marta Magdalena, junio 1, 1929, en
ASAS/C/116:40.
101. «Documentos importantes», El Agricultor, mayo 1894, pp. 504-505.
102. « ... como aquí no hay capitales disponibles para grandes empresas de cacao,
los agricultores se conforman con sembrar de cacao algunas de las plantaciones de
plátano que hacen para el consumo, y de ese modo se han formado las fincas que hoy
existen», véase «Documentos importantes», p. 505.
103. Thomson, «Report on the excusion>>, p. 145.
102 El Caribe colombiano

en el caso del Sinú, fue a finales de la década de 1870 cuando se


prestó mayor atención al cacao como mercancía de valor comercial
en Magdalena.
Aquí también, como en el Sinú, los intereses franceses estuvieron
involucrados en la producción de cacao. La Compagnie Inmobiliere
et Agricole de Colombia, cuyas tierras serían vendidas más tarde a la
U nited Fruit Company, se estableció a finales de la década de 1870
en las cercanías de Ciénaga para explotar tabaco y cacao 104 • En
1894 Penon and Company de París estableció Don Diego, una ha-
cienda formada originalmente con 3.600 hectáreas de baldíos con el
propósito de explotar cacao. Para entonces dos inmigrantes france-
ses, Victor Dugand y Enrique Lallemand, habían acordado producir
cacao en La Esperanza, cerca a Dibuya. En 1916, sin embargo, cuan-
do La Esperanza se convirtió en sociedad anónima, apenas ochenta
de sus 4.500 hectáreas estaban dedicadas al cacao. En ese enton-
ces el interés primordial de la compañía era la explotación del cau-
cho. En 1943 La Esperanza fue arrendada a la Chicle Development
Inc., subsidiaria de una firma comercial de Delaware 105 • Empresa-
rios locales también se interesaron en el cacao. Después de algunas
dudas, debido a «mis simpatías por el cultivo de la caña, que creía de
más pronto producto», Gabriel Rapalino comenzó a cultivar cacao
en 1885 en San Cirilo. En 1894 plantó cinco mil árboles y quedó
satisfecho con los resultados: en una finca sin riego fue capaz de
producir seis kilogramos por árbol 106 . En Magdalena se sembraba

104. R. Herrera Soto y R. Romero Castañeda, La Zona bananera del Magdale-


na, Bogotá, 1979, p. 3; F. Botero y A. Guzmán Barney, «El enclave agrícola en la
zona bananera de Santa Marta», Cuadernos Colombianos, Bogotá, 11, 1977,
pp. 315-318.
105. Consulado General de Colombia, París, <<Escritura Pública No.5», París,
enero 13, 1927, AFL, Bogotá; Notaría Pública del Circuito, Riohacha, «Contrato de
Victor Dugand y Enrique Lallemand, para el fomento y explotación de unos terrenos,
Escritura Pública No. 25», abril 14, 1891, AFL.
106. «Documentos Importantes», pp. 498-500.
La agricultura 103

junto a las matas de banano y, según R. Echeverría, la escasez de


la mano de obra impedía que su cultivo se extendiera.
Por lo visto, las evidencias indican que el cacao fue considerado
como un producto comercialmente atractivo durante las dos últimas
décadas del siglo XIX, tanto en Bolívar como en Magdalena, donde
algún capital y empresariado locales se involucraron también en su
cultivo. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, mientras que en el
Sinú los agricultores cambiaban el cacao por una actividad más lucra-
tiva, en Magdalena las ganancias rápidas del banano pronto motiva-
ron el abandono de los cacaotales 107 •

EL BA:'IiA~O: CI~CO DÉCADAS DE ÉXITO EXPORTADOR

Desde comienzos de la década de 1880, algunas de las tierras dedi-


cadas originalmente al cultivo del cacao, el tabaco o el azúcar, sobre
todo en el departamento del Magdalena, se fueron destinando gra-
dualmente al banano, cuando cultivadores locales y compañías ex-
tranjeras experimentaron los beneficios comerciales de una cosecha
que daba su fruto con poca inversión, menos de un año después
de su siembra 108 .
En el período comprendido entre 1892 y 1899 -año en que la
Colombian Land Company, la Boston Fruit Company y la Minar Keith
formaron la United Fruit Company-, las exportaciones de banano
desde Santa Marta promediaron aproximadamente 380.000 racimos
por año 109 . El Agricultor, un periódico de Ciénaga, se hacía vocero
del entusiasmo local a medida que el cultivo del banano se expandía.

107. Véase Thomson, «Report on an excursíon», p. 146; PP, (49), XCVIII,


1904, p. 603; «Documentos importantes», p. 511.
108. Véase J. White, Historia de una ignominia, Bogotá, 1978, pp. 15-22;
Herrera Soto y Romero Castañeda, La zona bananera, pp. 4-7; Botero y Guzmán
Barney, «El enclave agrícola en la zona bananera», pp. 317-324.
109. Sobre la United Fruit Company véase: F. U. Adams, Conquestofthe tropics,
Nueva York, 1914; S. Crowther, The romance and rise ofthe American tropics,
104 El Caribe colombiano

Las exportaciones sufrieron un poco durante la Guerra de los Mil


Días, pero entre 1903 y 1908 los embarques desde Santa Marta se
elevaron de 478.448 a 2.202.850 racimos 110 • En 1908 el presidente
Reyes, cuya administración había fomentado esta producción, deci-
dió hacer una gira para presenciar personalmente el éxito del bana-
no, mientras que en Bogotá el dirigente liberal Rafael Uribe Uribe
alababa las virtudes de la fruta en la Sociedad de Agricultores 111 •
Las exportaciones crecieron de manera sostenida durante los
años siguil¡"!ntes. Para 1936, los bananos colombianos constituían
el 8% del mercado internacional, haciendo de Colombia el segun-
do país exportador después de Honduras (véase el cuadro 1.4 ). Sin

CUADRO 1.4
EXPORTACIONES DE BANANO COLOMBIANO COMPARADAS
CON LOS PAÍSES PRODUCTORES DE CENTRO AMÉRICA
(MILES DE RACIMOS)

País 1893 18981 1900 19101 1920 1


1925 ' 1930 1935 1940 1 1946 1

Costa Rica 1.278 2.331 i 3.4201 9.097 i 8.652' 8.349! 5.834 2.909 j 3.215 1 5.6921
Guatemala 193 186 121 1.226 1 3.300 5.350 4.874 5.595 8.195 ,10.649
1

Honduras 1.400 l 701 ' 2.040 n.d 1 n.d 14.500 29.084 10.410 14.564 !14 338!
1

Panamá 1.055 2.0581 2.838 3.644 1 4.248 3.417 3.540 1


5.768 5.865 ! 5.190:
Colombia 201 420 1 269' 3.844 1 6.294 1 9.918'11.034 1 8.167 4.539 ! 2.0001

Fuente: F. El lis, Las transnacionales del banano en Centroamerica, San José. 1983,
pp. 41, 53, 55. Nichols. Tres puertos, p. 255.

Nueva York, 1929, J. T. Palmer, «The banana in the Caribbean trade», Economic
Geography, (VIII), 1932, pp. 262-273; C. M. Wilson, Empire in green and gold. The
story ofthe American banana trade, Henry Holt and Co, 1947; C. D. Kepner y J. H.
Soothill, The banana empire, Nueva York, 1935; T. P. McCann, An American
company, the tragedy ofthe United Fruit Co., Nueva York, 1976.
110. White, Historia de una ignominia, p. 123; PP, (49), CX, 1908, p. 775.
111. Colombia, Misión de Rafael Reyes, y R. Uribe Uribe, «El banano», Revista
Nacional de Agricultura, mayo, 1908, pp. 5-105.
La agricultura 105

embargo, la siguiente década fue de disminución. En 1941 las exporta-


ciones habían caído a 2.500.000 racimos y para 1942 se encontraban
casi paralizadas debido principalmente a la guerra y a un brote de
sigatoka, enfermedad que había afectado severamente los cultivos 112 •
Después de la guerra hubo alguna recuperación, pero las exportaciones
no alcanzaron los niveles anteriores de éxito hasta 1950.
Por ser uno de los principales alimentos en la costa, el banano se
había convertido en un artículo importante del comercio local con el
desarrollo de centros urbanos. En 1921, el agregado comercial Bell
observó las grandes plantaciones de banano cerca a Cartagena que
abastecían su mercado local. Desde Ciénaga, en 1942, se enviaban a
Barranquilla unos 25.000 racimos semanales 113 • Pese a esto, y como ya
se ha mostrado, el ímpetu por sembrar banano a escala comercial había
surgido de la demanda externa a finales del siglo XIX.
Es así como entre los años 1891 y 1941 las exportaciones de
banano desde Magdalena experimentaron un importante ciclo co-
mercial. Su producción se centraba alrededor de Ciénaga,
Aracataca y Fundación, en un área que llegó a ser mejor conocida
como la zona bananera 114 (véase mapa 3). Aunque se consideraba

112. K. Oakley, «Banana Report», Bogotá, agosto 12, 1942, NAUS, RG 166,
Foreign Agricultura! Relations, Narrative Reports, 1942-45, Colombia, Caja 176,
Apéndice C; Pearse, Colombia, with special reference to cotton, p. 61; W. Dawson,
«Data conceming Colombian banana production and marketing», Bogotá, marzo 5,
1937, NAUS, RG59: 821.6156/216; White, Historia de una ignominia, p. 123.
113. Bell, Colombia, a comercial and industrial handbook, p. 154; Oakley,
«Banana report», los racimos de bananos con menos de 6 manos no eran considera-
dos convenientes para exportación y se vendían en el mercado doméstico; véase
Castañeda Aragón, El Magdalena de hoy, p. 55. Resulta imposible calcular la produc-
ción doméstica puesto que «los bananos se cultivan en casi todos los huertos para
consumo casero, o para la venta en los mercados locales», véase Wylie, The agriculture
of Colombia, p. 67. Como Grunwald y Musgrove han observado, «en el mundo la
mayor parte del banano se consume en donde se produce», véase J. Grunwald y P.
Musgrove, Natural resources in Latin American developmenl, 1970, p. 364.
114. Para una descripción geográfica de la zona bananera, véase Krogzemis: «A
historical geography of the Santa Marta area»; C. F. Iones, «Agricultura! regions of
South America», Economic Geography, (V), 1929, pp. 407-8; Instituto Agustín
Codazzi, Monografía del Departamento del Magdalena, Bogotá, 1973.
106 El Caribe colombiano

MAPA3
LA ZONA BANANERA, SEGÚN GRIFFTH TAYLOR

Mar caribe

Fuente: G. Taylor.'Settlcments zones of the Sierra


Nevada de Santa Marta, Colombia'. Geographical
Review, 21 (193 1), 541.

como un enclave, debido a la presencia dominante de la United Fruit


Company, los cultivadores y empresarios locales tenían una partici-
pación significativa en la parte productiva del negocio. En 1908,
mientras la United tenía 1.229 hectáreas cultivadas, había otras 283
fincas productoras con un área de 3.821 hectáreas, que producían
un 75% de la cosecha total. Como lo ilustra el cuadro 1.5, la mayoría
de los cultivadores tenían parcelas de entre una y veinte hectáreas.
Aunque alrededor del 60% de las tierras dedicadas al banano
La agricultura 107

estaba compuesto por fincas mayores de cincuenta hectáreas,


incluyendo las plantaciones de la United Fruit Company.

CUADRO 1.5
fiNCAS BANA:"ERAS Y CULTIVADORES, 1908.

Tamaño (ha) Cultivadores Hectáreas


r------- -- - -
1

1-5 173 482


5-20 74 724
20-50 19 661
50-100 12 847
100-500 5 1.107
500- 1.129
Total 284 5.050

Fuente: Colombia, Misión de Rafael Reyes. pp. 45-49.

En 1908, la mayoría de los pequeños y medianos bananeros eran


cultivadores locales, ya propietarios de fincas o colonos en baldíos. Unos
cuantos de ellos eran miembros de familias inmigrantes: Antonio
Daconte, D' Amato e Hijo, los Hermanos Morelli, Juan Scalzo y Fran-
cisca de Russo, entre otros italianos anteriormente dedicados al cultivo
del tabaco. Dos ciudadanos británicos, L. Bradbury y M. Carr -pione-
ros de la industria-, se contaban entre los mayores productores, exclu-
yendo a la United Fruit, y a los hacendados del Magdalena Helena de
Mier, J. M. Campo Serrano, J. F. Robles Samper, Martín Salcedo Ra-
món, Ricardo Correa y J. D. Dávila. También había capitales de
Barranquilla invertidos en la producción de banano. Evaristo Obregón
& Company tenía cien hectáreas cultivadas en 1908, mientras que
Senior & Wolf tenía 75 hectáreas 115 •
Durante la década siguiente, la United Fruit expandió sus planta-
ciones. Para 1920 la compañía norteamericana era propietaria de
6.000 hectáreas del total de 12.000 que estaban dedicadas al bana-

!!5. Misión de Rafael Reyes. pp. 45-49.


108 El Caribe colombiano

no, mientras los cultivadores nacionales contribuían todavía con el


50% de la producción, la mayoría en propiedades que iban de una a
quince hectáreas 116 . Adicionalmente, la compañía arrendaba tierra
a cultivadores, que también recibían préstamos para sembrar banano
por contrato sobre cosechas futuras. En 1933, la United Fruit tenía en
alquiler alrededor de 4.500 hectáreas pero, en el momento de la crisis
en 1943, había vendido 3.000 hectáreas a los arrendatarios 117 . Compa-
rada con Centroamérica, con la excepción de Costa Rica, en Colombia
una proporción mayor de la fruta era producida por cultivadores lo-
cales118.
Fue debido en parte a la presencia de estos cultivadores que otras
compañías internacionales se interesaron en el banano colombiano.
Así lo comentaba el vicecónsul norteamericano en 1930, después de
que la firma británica Robert Brinning and Company intentara nego-
ciar con los cultivadores de Magdalena: «Como distrito productor de
banano, esta zona les ofrece más posibilidades que otras donde es-
tán operando compañías norteamericanas, por el hecho de que una
mayor proporción de la fruta que se embarca es producida por
cultivadores privados que en cualquier otra área con la excepción
de Jamaica» 119 •
Parece ser que, a consecuencia de los disturbios laborales, la pro-
ducción directa de banano de la United Fruit disminuyó durante la
década de 1930. Para 1936 un 80% de las exportaciones de la com-
pañía se compraba a 482 productores que cultivaban 14.425 hectá-

116. L. Sawyer, «The banana industry in Colombia», Santa Marta, mayo 8.


1920, NAUS, RG59: 821.6156/44. Véase además R. Varela Martínez, «Estudio de la
región bananera en el Departamento del Magdalena», RNA, 1921, p. 229.
117. Oakley, «Banana report».
118. V. Bulmer-Thomas, The political economy ofCentral America since 1920,
Londres, 1987, p. 35.
119. Vicecónsul Balwin, «English banana company attempting to enter Colombia»,
Santa Marta, junio 2, 1930, NAUS, RG84, 1930, vol.l2. En Costa Rica, durante la déca-
da de 1920, la United Fruit Company «cambió su estrategia... de cultivar sus propios
bananos a la de comprarlos a los cultivadores privados bajo un contrato de cinco años»,
BulmerThomas, The po!itical economy ofCentral America since 1920, p. 35.
La agricultura 109

reas de banano. En 1938, la compañía norteamericana compró


8.346.984 racimos de bananos a los cultivadores nacionales, al tiem-
po que en sus fincas se produjeron 1.605.793 racimos 120 .
Sin embargo, la producción se encontraba atada a los controles
que la United Fruit ejercía sobre el mercado de la fruta. Su posición
dominante en el comercio internacional, fortalecida por una notable-
infraestructura, garantizaba un despacho rápido del producto a los
minoristas 121 . Tal como lo había experimentado el mismo Santiago
Pérez Triana en un intento fracasado por exportar banano a los Esta-
do Unidos en la década de 1880, el producto «es de muy corta dura-
ción, pues si no se le consume pronto se pudre y se pierde su va-
lor»122. Más tarde un administrador de la compañía norteamericana
en Colombia comentaba las razones de su éxito:

El negocio depende ... del transporte marítimo requerido para


trasladar el banano desde el trópico hasta los mercados extranje-
ros. El banano debe cosecharse y embarcarse tan pronto llega a
la etapa correcta de su desarrollo; no puede dejarse en la planta;
no puede almacenarse para su embarque hasta una fecha poste-
rior; requiere de barcos refrigerados especiales; y en consecuen-
cia la fruta que no se embarca inmediatamente después de ser
cortada se pierde irrevocablemente 123 •

120. Dawson. <<Data concerning Colombian banana». R. H. Hammer,


«Memorandum», Bogotá, mayo 20, 1942, NAUS. RG59: 821.6156/317. No todo lo
comprado era exportado; véase Oakley. <<Banana report». Véase además Braden al
Secretario de Estado, Bogotá, febrero 16. 1942, NAUS, RG59: 821.6156/309.
121. En 1904, la United Fruit Co. tenía ya una flota de 80 vapores. Barcos con
una capacidad de 5.000 ton., con refrigeración, eran capaces de transportar 40.000
racimos de bananos en un solo viaje. Véase. United Fruit Co., A shon history ofthe
banana anda few recipes for its use. Boston, 1904.
122. S. Pérez Triana, «El miraje del banano», RNA, octubre 30, 1908, p. 265.
«Antes de 1899, ciento catorce empresas bananeras se organizaron y entraron en el
negocio. De éstas sólo 22 sobrevivieron y de estas 22, apenas cuatro eran de algún
tamaño»; véase Crowther, The romance and rise, p. 173.
123. Hammer, «Memorandum», p. 3.
110 El Caribe colombiano

El pronto embarque de la fruta estaba ligado a su transporte efi-


ciente de las plantaciones hasta el puerto. De modo gradual, la com-
pañía norteamericana logró obtener el control sobre el Ferrocarril
de Santa Marta, originalmente una firma comercial británica cuya
prosperidad, ya desde 1907, «dependía casi por entero del desarrollo
del comercio del banano» 124 • Tan importante como el control del
sistema del transporte para el éxito de la empresa, era la organiza-
ción de una red de distribución para el banano: su filial, la Fruit
Dispatch Company, en 1927 tenía 54 sucursales en Estados Unidos
y Canadá, a la vez que por intermedio de la Elders y Fyffes, la United
Fruit tenía una posición fuerte en el mercado británico 125 •
Puesto que la compañía tenía prácticamente un monopolio sobre
el transporte y la distribución y además proporcionaba capital de
trabajo, podía persuadir a la mayoría de Jos cultivadores para que
firmaran contratos que le permitían fijar precios, al tiempo que di-
suadía a Jos competidores. Estos contratos, como Jo señala un
memorando del Departamento de Estado de los Estados Unidos,
eran «en realidad préstamos, adelantados después de vendavales o
para permitir comenzar a los nuevos productores, y asegurados por
toda la fruta producida por el contratista durante un período de años
durante Jos cuales la compañía garantiza un precio específico» 126 •
Tales contratos eran una fuente permanente de resentimiento entre
los cultivadores, quienes consideraban que estaban perdiendo por
una rebaja en Jos precios reales. Sin embargo, la compañía alegaba
que «los pequeños cultivadores que se dedican exclusivamente a su

124. En 1907, más del 809C de las rentas del ferrocarril provenían del transporte
de bananos. Véase PP. (38). XCV, 1910, p. 19.
125. P. Reynolds, Banana Chart Manual, Nueva York, 1927, p. 8. Más del839C
de la compañía británica Elders and Fyffes, que controlaba el mercado bananero en el
Reino Unido, era propiedad de la United Fruit. PP, (12), 1926, p. 251. Véase P. N.
Davies, Fyffes and the bananas: A centenary history, 1888-1988, Londres. 1990.
126. Departamento de Estado, «Difficulties of the United Fruit Company in Co-
lombia», Washington. diciembre 17. 1930, NAUS, RG59: 821.61561129.
La agricultura 111

negocio no se quejan de los precios ... Es apenas el gran cultivador


que no quiere trabajar y quiere vivir de manera extravagante» 127 •
Según el vicepresidente de la United Fruit, en 1919 la compañía
había dejado de adelantar dinero a los cultivadores porque había su-
frido pérdidas por 600.000 pesos en préstamos «a los llamados 'ca-
balleros' cultivadores que malgastaron el dinero dándose la gran vida-
en Colombia o en el Hotel Waldorf en Nueva York» 128 • Esta fue
probablemente una decisión temporal, porque los préstamos de la
compañía norteamericana continuaron siendo una fuente importante
de capital de trabajo hasta 1933, cuando el gobierno comenzó a otor-
gar crédito a través de una cooperativa. En 1928, la compañía esta-
ba reteniendo un 25% de las ventas de los cultivadores en prenda
por los préstamos. En 1931 destacados bananeros, miembros de
la Sociedad de Agricultores del Magdalena, estaban solicitando
más empréstitos, al tiempo que Joaquín Campo Serrano se quejaba ante
la Sociedad de Agricultores de Colombia por la falta de capital: «Prés-
tamos ofrécenos United Fruit Company son tan exiguos que con cuan-
tía de ellos agricultores solo prolongaremos agonía de industria bana-
nera»129. Pese a esto los bananeros, que debían $3.000.000 a la compa-
ñía, se negaron a pagar alegando que la United Fruit les estaba cobran-
do un interés muy alto, del 8%, mientras ésta conseguía el dinero en
bancos norteamericanos al 6%. Todavía en 1943 los cultivadores de-
bían unos $2.000.000 y, según Oakley, la compañía abrigaba pocas
esperanzas de recuperar el dinero 130 .

127. Carta del District Officer Manager, Boston, octubre 9, 1919. NAUS,
RG151: 331.2/Bananas/Colombia.
128. ldem.
129. «Telegrama del Presidente de la Sociedad de Agricultores del Magdalena>>.
RNA, mayo-junio 1931. pp. 418-9. Véase además Cotie, <<Banana industry>>, y
Oak!ey. «Banana report>>. En el informe anual de la compañía en 1930, $4.690.602
figuraban como activos diferidos para préstamos a los bananeros>>. en Kepner y
Soothill, The banana empire. p. 290.
130. Oakley, <<Banana report>>; La Sociedad de Agricultores contesta a la
United Fruit Company. folleto, Santa Marta, julio 30. 1931.
112 El Caribe colombiano

En varias oportunidades, los competidores trataron de romper el


monopolio de la United Fruit. En 1912 algunos comerciantes de
Barranquilla, desplazados por la compañía norteamericana del co-
mercio de productos agrícolas en la costa, llegaron a un acuerdo con
la Atlantic Fruit Company para exportar banano. A través de un
banco de Barranquilla que adelantó a los cultivadores una tercera
parte del precio de venta, se compró por lo menos el 30% de la
cosecha. Cuando el primer lote de banano estuvo listo para exportar,
la United Fruit reclamó la posesión de la carga alegando la puesta en
vigor de sus contratos con los productores, pero debió afrontar una
decisión negativa del tribunal de Santa Marta. Sin embargo, la
Atlantic Fruit no resultó ser un socio muy confiable y, según el cónsul
de Estados Unidos, la intervención oportuna de la United Fruit «pre-
vino el pánico financiero en Barranquilla, con las posibles quiebras
de por lo menos un banco y varias otras agencias» 131 •
A éste siguieron otros esfuerzos semejantes, pero sin mucho éxi-
to. En 1920 se organizó una compañía anónima conocida como la
Santa Marta Fruit Company con capitales de Medellín y una limitada
participación de Barranquilla 132 • Algunos años más tarde, en 1928, la
Atlantic Fruit regresó nuevamente a la zona, esta vez en asocio con
la Cuyamel Fruit Company. Ambas compañías intentaron organizar
una sociedad de cultivadores de banano primero en Santa Marta y
luego en Ciénaga. Si sus esfuerzos no produjeron finalmente resulta-
dos prácticos, en términos de encontrar nuevos mercados para el
producto, sí tuvieron dos consecuencias inmediatas: primera, los cul-
tivadores que anteriormente no habían podido obtener préstamos de
la United Fruit o contratar la producción de su plantación fueron
ahora «abordados y se les ofrecieron muy buenos términos para

131. Véase l. Manning, <<Activities of Atlantic Fruit Co. at Santa Marta and
other parts of Colombia», Barranquilla, marzo 2, 1912, NAUS, RG59: 821.6156/4,
e informes similares del cónsul Manning fechados el 8 de mayo y el 23 y 25 de julio
de 1912, respectivamente en idem. 821.6156/5,7 y 8.
132. Sawyer, «The banana industry».
La agricultura 113

aceptar dinero y contratos por un término de cinco años»; y segunda,


los productores locales se hicieron más conscientes de los precios
internacionales y de las posibilidades de mejores oportunidades para
su producto 133 • Otro esfuerzo significativo ocurrió en 1930, cuando
una firma inglesa, la Robert Brinning and Company, intentó entrar al
mercado ofreciendo a los productores locales precios un 25% más
altos que la United Fruit, si bien esto no incluía los costos de trans-
porte al muelle 134 • Los bananeros locales seguían presionando por
mejores precios. En 1931 la Sociedad de Agricultores del Magdale-
na publicó un folleto alertando a los productores acerca de la diferencia
de precios: mientras la United Fruit estaba pagando entre 40 y 60 cen-
tavos por racimo, el precio de venta en Nueva York estaba entre $1.10
y $2.00 135 •
Sin embargo, sin arriesgar capital en el transporte o en la incerti-
dumbre del mercado, el productor que lograba asegurar ventas a la
United Fruit estaba involucrado generalmente en un negocio renta-
ble. En 1908 Rafael Uribe Uribe calculaba que, después del cuarto
año, una plantación de banano podía dejar ganancias netas de diez
pesos mensuales por hectárea. «Con costos de producción que
promedian menos de diez y nueve centavos por unidad y un precio
de $0.50 -señalaba un cónsul de los Estados Unidos en 1920--, es
evidente que los propietarios están dedicados a una empresa agríco-
la lucrativa». «¡Es una mina~», exclamó Raúl Varela después de cal-
cular las ganancias entre 400 y 470 pesos anuales por hectárea en

133. Vicecónsul L. Cotie al Departamento de Estado, Santa Marta, mayo 14,


1928, NAUS, RG59: 821.6156/62; e informes similares fechados el 9 de marzo y 21
de agosto de 1928 en ide m, 821.6156/63, 64.
134. «English banana company attempting toen ter Colombia», Santa Marta, junio
3, 1930, NAUS, RG59: 821.6156/75; informe similar fechado el29 de julio de 1930, en
idem., 821.6156/79. Véase además M. Dávila Pumarejo, «La industria del banano y
su posible desarrollo», recorte de periódico, posiblemente de El Estado, Santa Marta,
marzo 23, 1931, NAUS, RG84, correspondencia general embajada norteamericana, 1931,
vol.8.; Pollan a Bradshaw, Boston, septiembre 26, 1930, NAUS, RG59: 821.6156/106.
135. Agricultores! Obreros!, Santa Marta, julio 31. 1931.
114 El Caribe colombiano

1921. Manuel Dávila Pumarejo, uno de los mayores productores de


Magdalena, dio también sus cifras en una publicación de prensa en 1931:
en regiones no afectadas por vendavales era posible asegurar ganan-
cias anuales del 70% y en áreas de condiciones climáticas riesgosas
aún eran posibles ganancias del25%. En 1934, mientras el costo pro-
medio por racimo para el productor se calculaba en $0.35, la United
Fruit estaba pagando $0.73 por racimo 136 • (El cuadro 1.6 proporciona
las cifras de los costos de producción calculadas por el cónsul norte-
americano en 1922). Con la evidencia disponible, es imposible generali-
zar sobre las tasas de retorno en el negocio bananero para un perío-
do tan amplio. Sin lugar a dudas, las ganancias variaron de bananero a

CuADRO 1.6
COSTOS DE PRODUCCIÓN DE UN ACRE DE BANANO, 1922 ($US)

Costo por acre de tierras aptas para el banano, con ferrocarril 400.00
Costo inicial, por acre, de limpiar la tierm, cercar.
arar, sembrar, etc., y cuidar de las plantas hasta
su producción, incluyendo el costo de la semilla 100.00
Costo del mantenimiento de las plantas después de
producir, limpieza, poda, etc., incluyendo la cosecha
y trdnsporte a la estación de entrega, por acre y por año 70.00
Salarios pagados a los trabajadores de la plantación 1.00 a 1.50
Costo de producción, por racimo, 1o año de producción 0.60
2° año de produ..:ción 0.35
3° año de producción 0.35
Años siguientes 0.30
Producción por acre. 1o año de cosecha 60 racimos
2° año de cosecha 80
3° año de cosecha 100
---·--~ ---------·-------- ---·
Fuente: Cónsul norteamericano a W. Allen, Santa Marta, agosto 31. 1922, NAUS,
RG84: General correspondence, 1922 (Il).

136. Véase Uribe Uribe, <<El banano», pp. 64, 65 y 67; R. Vareta Martínez,
«Estudio de la región bananera», p. 231; Sawyer, <<The banana industry»; M. Dávila
Pumarejo, «La industria del banano»; Dawson, «Data conceming».
La agricultura 115

bananero, cuyos ingresos fluctuaron además cada año de acuerdo


con las circunstancias del mercado y de las condiciones de sus res-
pectivas cosechas. Esta información sugiere, sin embargo, que los
beneficios recibidos por los bananeros locales deben merecer mayor
atención que la que hasta ahora han recibido por los historiadores.
Además de beneficiar a los agricultores locales, el boom bananero_
abrió nuevas oportunidades de trabajo en la región. Desde sus años
más tempranos la economía bananera atrajo mano de obra desde
otras áreas de la costa y aun desde las tierras altas del interior co-
lombiano. A pesar de su movimiento migratorio, la escasez de mano
de obra fue un problema agudo, particularmente durante las prime-
ras décadas de este siglo. En 1908 Uribe Uribe había observado
cómo la lucha entre los productores por asegurarse los trabajadores
había producido un «máximo de desmoralización, sonsacándose unos
a otros los peones, con oferta de aumento de salarios y otras venta-
jas ... por sólo seis horas de mal trabajo». Según el presidente Reyes,
se necesitaba una fuerza laboral de 60.000 trabajadores para culti-
var 20.000 hectáreas de banano y en 1915 se calculaba que había
15.000 trabajadores en la zona bananera. Cualesquiera que fueran
las necesidades de fuerza de trabajo, éstas eran pronto atendidas:
las expectativas de salarios altos y nuevas oportunidades económi-
cas dieron lugar a una afluencia masiva de gentes. Para 1925 la
vivienda se había convertido en uno de los mayores problemas en
Magdalena debido al aumento rápido de la población 137 •
Los inmigrantes venían de toda Colombia y también del extranje-
ro, pero en su mayoría eran originarios de la costa. Aristides López
Rojano, antiguo trabajador del ferrocarril, recordaba que «mucho
personal era de Antioquia y Santander. Pero la mayoría era de Bo-
lívar, Magdalena y Atlántico» 138 . Aun así, los inmigrantes tenían los

137. C. C. A. Lee (Department of Overseas Trade). Report on the economic


conditions in the Republic of Colombia, Londres, 1924, p. 26.
138. Entrevistado en C. Arango, Sobrevivientes de las bananeras, Bogotá,
1981, p. 38. Véanse además Colombia, Misión de Rafael Reyes. p. 17; White,
Historia de una ignominia. p. 119; Herrera Soto y Romero Castañeda, La zona
116 El Caribe colombiano

orígenes más diversos. Una ojeada a los trabajadores de la finca del


general Herrera en Aracataca puede ser muy ilustrativa: su conta-
dor era de Norte de Santander; dos personas, una de Bucaramanga
y otra de Lorica, Bolívar, administraron la finca en 1914, cuando la
mayoría de los trabajadores permanentes eran de Barranquilla, aun-
que había un español entre ellos; el personal de servicio doméstico
venía principalmente de Barranquilla, pero también de Usiacurí, Atlán-
tico; y Rafael Rubio, el encargado del comisariato, venía de Bogotá 139 •
Algunos inmigrantes se residenciaron permanentemente en la región,
pero parece ser que la migración estacional era importante 140 •
También se dio inmigración desde las Bahamas y Aruba, aunque
en general los intentos por introducir trabajadores extranjeros fraca-
saron: en 1916la United Fruit empleó apenas algo más de cien hom-
bres provenientes de las Antillas Británicas. En general, el grueso de
la mano de obra en la región continuó siendo colombiana 141 •
El mayor empleador individual era la United Fruit Company, que
ocupaba en 1920 un total de entre 2.500 y 3.000 personas en sus 25
fincas distribuidas en los distritos de Aracataca, Sevilla y Riofrío.
En las fincas de algún tamaño, el trabajo se contrataba de dos mane-

bananera, p. 27. El gobernador del Atlántico informó sobre las migraciones regulares
desde este departamento hacia la zona bananera, véase P. Bustillo, Mensaje del
Gobernador del Atlántico, Barranquilla, 1914, p. 16.
139. A. Luna Cárdenas, Un año y otros días con el general Benjamín Herrera en
Aracataca, Medellín, 1960. pp. 113, 159, 169, 195.
140. Según Krogzemis, las riberas del río Magdalena en Atlántico eran una fuen-
te de mano de obra migratoria hacia la zona bananera, Krogzemis, «An historical
geography», p. 41. Véase además W. J. Sullivan (Department of Overseas Trade),
Report on the commercial and economic situation in the Republic of Colombia.
Londres, 1925, p. 58, y C. LeGrand, «El conflicto de las bananeras», Nueva historia
de Colombia, (III), Bogotá, 1989, p. 186.
141. Véase Uribe Uribe. «El bananO>>, p. 100; «List of British West lndians
employed by the United Fruit Company», 1916, PRO, Londres, FOI35/395. La mano
de obra de inmigrantes, en su mayor parte antillanos, jugó un papel significativo en el
desarrollo de las plantaciones bananeras en Centroamérica y Panamá. Véanse Bulmer-
Thomas, The political economy of Central America, pp. 11-16, y P. l. Bourgois,
Ethnicity at work. Divided labor on a Central American Plantation, Baltimore y
Londres, 1989, pp. 45-110.
La agricultura 117

ras: a los dedicados a la siembra, limpieza y mantenimiento de las


plantaciones se les pagaba un jornal diario, mientras que a los dedi-
cados al corte de la fruta se les pagaba por racimo 142 • Algunos eran
empleados directamente por los cultivadores, otros a través de in-
termediarios -siguiendo una práctica establecida por mucho tiem-
po en la región-. En conjunto, lo que surge de la información dispo-
nible es la evidencia de una variedad de arreglos laborales muy fre-
cuente en el mundo rural. El caso de un líder laboral de la zona
descrito por Torres Giralda -«un semi-proletario de apellido Salas:
obrero de corte en la finca 'La Guaira', pero al mismo tiempo dueño
de rancho y mejoras como colono»- probablemente era un patrón
común 143 •
Los salarios pagados por la compañía norteamericana diferían de
los pagados por los cultivadores locales, pero en todo caso eran al-
tos para los niveles colombianos 144 • Según Amo Pearse el salario
promedio en las plantaciones estaba por encima de $2.00, «pero un
hombre que trabaja bien y más de cinco horas puede ganar hasta
cinco dólares». «Esto ha echado a perder la población», concluía
Pearse, «pues debido a sus pocas necesidades ... tienen mucho dine-
ro para gastar en trago y en vida libertina» 145 • El general Benjamín
Herrera pensaba de otro modo. Para él, el auge bananero había traído

142. L. Sawyer, «The banana industry»; L. Cotie, «Banana industry in the Santa
Marta consular district», Santa Marta, abril 12, 1928, NAUS, RG59: 821.6156/60.
143. l. Torres Giraldo, Los inconformes, Bogotá, 1974, vol. 5, p. 31.
144. Un informe crítico elaborado por una Comisión de la Cámara de Represen-
tantes reconocía que los salarios eran más altos que en otras regiones colombianas
y que los víveres eran más baratos. Esta Comisión además anotaba que las condi-
ciones laborales en la compañía norteamericana eran mejores que en las plantacio-
nes propiedad de nacionales. Véase Informe que rindió a la honorable Cámara
de Representantes la Comisión designada para visitar la zona bananera del
Magdalena, Bogotá, 1935, pp. 13, 33, 34.
145. Pearse, Colombia, with special reference, pp. 61, 62. Según Pearse los salarios
eran altos no sólo por la escasez de mano de obra, sino además porque «cuando los
bananos están madurando y el vapor está esperando para ser cargado son necesarios
bastantes trabajadores que desempeñen su labor rápidamente, o de otra manera se
incurriría en severas pérdidas», ídem.
118 El Caribe colombiano

«espíritu de empresa» a Ciénaga, donde hasta ese entonces, «parte


considerable de la población limitaba sus aspiraciones a la pesca para
el alimento del día, seguido de la perezosa siesta del chinchorro» 146 .
Es evidente que los salarios variaron a lo largo del período y que se
necesita investigar más para suministrar un cuadro más preciso. En
1922, los jornales fluctuaban entre $1.00 y $1.50 diarios. Parece ser
que a finales de la década de 1920 y comienzos de la de 1930 baja-
ron. En 1934, como resultado de una huelga. fueron aumentados li-
geramente. Como ya se ha señalado, el corte y recolección de la
fruta se hacía por contrato; en 1933 el precio era de 4 centavos por
racimo y en 1943 de 6 centavos y cuarto 147 •
El embarque del banano en los trenes y barcos también requería
de mano de obra intensiva y los salarios eran quizá más atractivos:

... Estos hombres (en 1931) han estado trabajando apenas medio
tiempo durante los últimos años. pues debido a su propio arreglo
tienen un sistema de trabajo por turnos en semanas alternadas.
Este "istema es in~ano y sólo ha sido posible porque por entre
dos y cinco días de trabajo, los hombres han ganado de cuarenta
a cien dólares por semana, lo que es un salario extravagante e
irracional. Este sistema tiene muchas desventajas para la compañía
así como para los trabajadores, pues es preferible tener un número
menor de hombres trabajando fijo 1·".

Sin embargo, las condiciones laborales distaban mucho de ser ho-


mogéneas. El empleo estacional probablemente era la norma para
una parte importante de los pobladores. Como lo anotaba Sixto

146. RNA, 1913. p. 75.


147. U.S. Consul, agosto 31, 1922. RG84. 1922 (2): Oakley, «Banana report».
148. Bradshaw a Ola ya. julio 30. 1931. 821.6156/152. <<Yo comencé como obre-
ro en la finca de La Florida, ganando 0.50 diarios. mientras que los obreros del muelle
ganaban mucho dinero y en dólares>>, Alvaro Girón entrevistado en C. Arango, Sobre-
vivientes de las bananeras. Rogotá. 1981. p. 33. Según Torres Giraldo, «el obrero de
las plantaciones ... era mirado por los jefes de la Unión Obrera» ~1 sindicato de
trabajadores del ferrocarril- <<en un segundo plano». Torres Giralda. Los
Inconformes, vol 4, p. 65. Véase además Crowther. The romance and rise. p. 343.
La agricultura 119

Ospina Núñez, un líder obrero, «en la zona bananera había una desocu-
pación muy grande» 149 •
La adaptación a las nuevas circunstancias sociales, en las que las
exportaciones de banano habían dado lugar a un rápido crecimiento y
por ende a la expansión de la población, estuvo plagada de conflictos.
En 1916 el gobernador de Santa Marta se sentía impotente para ga- _
rantizar el orden público: «La región bananera -escribía al presiden-
te Concha-, por el conglomerado de gentes de todas partes, y en
donde no han faltado escenas horripilantes, no ofrece muchas garan-
tías en cuanto a perturbación del orden» 150 • Un año más tarde esta-
lló una huelga general: «Las turbas asumieron literalmente la sobera-
nía -informó esta vez el gobernador del Atlántico al presidente-, y
si no hubo conflicto sangriento fue porque las autoridades, compren-
diendo su impotencia, resolvieron tolerar aquel estado de cosas. El
gobernador nada podía hacer, incomunicado como estaba en toda la
región sublevada» 151 • El descontento con la United Fruit Company
se tornó en disputas agrias, más notablemente en 1924, 1928,
1929 y 1934. Las tensiones sociales alcanzaron su punto más ál-
gido en 1928, cuando una huelga general motivada por conflictos
laborales y el resentimiento de los productores bananeros, com-
binados con la agitación política en medio de un desempleo crecien-
te, llevó a choques con el ejército y tuvo un resultado violento. La huel-
ga de 1928 -más tarde popularizada en la obra de García Márquez,
Cien años de soledad- tuvo consecuencias políticas de gran alcance
y se convirtió en un hito de la historia laboral colombiana 152 •

149. Entrevistado en Arango, Sobrevivientes de las bananeras, p. 45.


150. Del gobernador del Magdalena al presidente Concha, Santa Marta, octubre
30,1916,AJVC,caja31.
!51. Del gobernador del Atlántico al presidente Concha, Barranquilla, enero 14,
1918, AJVC, caja l.
152. Un análisis detallado de esta huelga y de los movimientos sociales en la
zona bananera en general, tema de una vasta literatura, está más allá del alcance de
este libro. Para interpretaciones diferentes de las huelgas bananeras, esencialmen-
te enfocadas en 1928, véanse White, Historia de una ignominia, pp. 73-122;
120 El Caribe colombiano

Ha existido la tendencia a restringir los estudios sobre la industria


bananera en Colombia a las disputas entre trabajadores y la compa-
ñía norteamericana, particularmente a la huelga de 1928 y su repre-
sión. Es innegable que hubo asuntos específicamente pertinentes a
los trabajadores empleados por la United Fruit que fueron la causa
de repetidos conflictos. Sin embargo, a pesar de su importancia, es-
tos asuntos no deben oscurecer el complejo cuadro social que
emergió del repentino crecimiento económico en el norte del Magda-
lena. Más aún, hay campo para reformular el impacto de la industria
bananera en la costa, desde una perspectiva a largo plazo y dentro
del contexto más amplio de la historia agrícola de la región 153 •

C. LeGrand, «El conflicto de las bananeras». en A. Tirado (ed), Nueva Historia de


Colombia, (III), Bogotá, 1989, pp. 184-217; Gilhodes, «La Colombia et l'United
Fruit Company», pp. 309-317; Herrera Soto y Romero Castañeda, La zona
bananera del Magdalena, pp. 21-84. Algunos líderes obreros, trabajadores
bananeros y cultivadores, el gobierno y el alto mando del ejército también han escrito
sus propios recuentos de las huelgas de 1928 y 1934: Arango, Sobrevivientes de las
bananeras, pp. 51-118; Torres Giraldo, Los lnconformes, vol 4, pp. 101-135, y
vol. 5 pp. 27-34; Memoria del Ministro, Bogotá, 1929, pp. X-XII: C. Cortés Vargas,
Los sucesos de las bananeras, Bogotá, 1979. Véase una selección de textos de varios
participantes en Valdeblánquez, Historia del departamento del Magdalena, pp. 235-
274. Una completa colección de recortes de periódico relacionados con la huelga de
1928 se encuentran en NAUS: RG84, embajada norteamericana, correspondencia
general, 1928, vol. 7. Véase además Chargé D'Affairs ad interim al Secretario de
Estado, Bogotá, diciembre 30, 1929. NAUS, RG59: 821.6156174 y Departamento
de Estado, «Difficulties of the United Fruit Company in Colombia», Washington,
diciembre 17, 1930, NAUS, RG59: 821.6156/129.
153. Inclusive los acontecimientos de 1928 necesitan ser reexaminados a fondo.
Al ser interrogado en una entrevista realizada en 1990 acerca del número de muertos
durante la huelga, el escritor Gabriel García Márquez replicó: "Se hablaba de una
masacre. De una masacre apocalíptica. Nada es seguro, pero no pueden haber sido
muchos los muertos ... Esto fue un problema para mí ... cuando descubrí que no se
trató de una matanza espectacular. En un libro en el que las cosas se magnifican, tal
como en Cien años de soledad ... necesitaba llenar todo un tren con cadáveres. No
podía ceñirme a la realidad histórica. No podía decir que hubo 3, ó 7, ó 17 muertos.
Con ellos no llenaría ni un vagón pequeño. Así que me decidí por 3.000 muertos
porque esto se acomodaba a la dimensión del libro que estaba escribiendo. La leyenda
se ha aceptado ahora como historia"; Dan Weldon, My Macondo, Gran Bretaña/pro-
ducción del Canal 4, 1990, cortesía del British Film Institute, Londres. En efecto, esta
cifra de 3.000 muertos, popularizada por Cien Años de soledad, es hoy aceptada
La agricultura 121

En qué grado los salarios pagados en las plantaciones y los


ingresos percibidos por la producción de banano contribuyeron a
otros sectores de la economía es un asunto que será tratado en el
capítulo quinto. Basta decir aquí que las exportaciones de bana-
no habían dado pie a un crecimiento rápido y sin precedentes en
el norte del Magdalena. Los agricultores abandonaron cosechas -
menos exitosas por un producto más rentable. Tierras hasta en-
tonces inexplotadas se dedicaron al cultivo del banano. Una po-
blación creciente se asentó en el área, motivada por las expecta-
tivas de altos salarios y nuevas oportunidades económicas, y al-
gunas veces se encontró con la frustración pero también otras
con el éxito.
Después de cinco décadas, estos signos de crecimiento eco-
nómico llegaron a un final abrupto durante comienzos de la déca-
da de 1940. Los primeros efectos de la sigatoka se sintieron en
las plantaciones en 1939. Una campaña para prevenir la disper-
sión de la peste logró muy poco. La crisis se agravó con la gue-
rra. En 1943, cuando el cónsul de Estados Unidos en Barranquilla
visitó Santa Marta y la zona bananera, el aspecto era «uno de
desolación»: las fincas habían sido virtualmente abandonadas, la
actividad exportadora había cesado, el desempleo era un proble-
ma serio, a pesar de alguna emigración de trabajadores. Para
1946 había tenido lugar alguna recuperación, pero las exporta-
ciones de banano no alcanzaron los niveles previos. Para superar
la crisis, el gobierno comenzó a implementar un programa para
fomentar otros cultivos distintos del banano 154 .

comúnmente por los críticos literarios y por los textos de historia colombianos;
véase Eduardo Posada Carbó, "Fiction as history: the bananeras and 'One hundred
years of solitude"', en JLAS (mayo, 1998).
154. Véase «Present conditions in the Magdalena Banana Zone», cónsul norte-
americano al Departamento de Estado, Barranquilla, noviembre 13, 1943, NAUS,
RG59: 821.6156/326; C. Lleras Restrepo, Memoria de Hacienda, Bogotá, 1942, pp.
134-7;La Prensa, mayo 29, 1942.
122 El Caribe colombiano

EL ALGODÓN: LA L{_jCHA POR LA AUTOSCFICIENCIA

La explotación comercial del algodón durante el siglo XIX estuvo


restringida a las vecindades de Barranquilla, Cartagena y Santa Mar-
ta 155 • Comerciantes de estos puertos fomentaron su cultivo en res-
puesta a los precios internacionales. Las exportaciones de algodón
subieron primero en la década de 1830 y luego en la de 1860. tras el
estallido de la guerra civil en los Estados Unidos y de las oportunida-
des consiguientes que ofrecía el mercado europeo 156 • Estos fueron,
sin embargo, auges cortos y el volúmen del comercio se mantuvo
limitado a lo largo del siglo.
El algodón era una cosecha para la venta, cultivado a solicitud de
comerciantes locales que estaban en contacto con los mercados
mundiales. Negociantes de la región prestaban dinero a los agricul-
tores, limpiaban el algodón y lo empacaban para exportarlo. En 1839
había ya en Barranquilla una máquina de vapor para limpiar la fibra;
en 1867, «cuatro desmotadoras grandes a vapor» estaban «operan-
do activamente»; en 1890, Senior, de Sola y Compañía fundaron El
Impulso, un establecimiento moderno con tres desmotadoras a va-
por que limpiaban diariamente cien quintales de algodón 157 •
Durante la segunda década del siglo XX, el cultivo de algodón
recibió el nuevo estímulo de la demanda interna por parte de una
industria textil en crecimiento. Aunque la administración de Reyes

155. Para mediados del siglo XIX la mayoría de la producción algodonera tenía
lugar en el cantón de Barlovento, en la provincia de Barranquilla. El algodón se
cultivaba especialmente en Tubará. Sabanagrande, PioJÓ, Campo de la Cruz y
Baranoa, donde además «se teje un lienzo ordinario llamado cañamazo de que se hace
mucho consumo para empacar algodón», véase Nieto, <<Geografía histórica, estadís-
tica y local de la provincia de Cartagena», pp. 34-41, véase además F. Pérez.
«Jeografía de Bolívar», p. 17 y «leo grafía del Magdalena», p. 4 7.
156. PP, (37), LXXXV, 1896, p. 471. Véanse además Ocampo, Colombia y la
economía mundial, pp. 361-363; S. Montenegro, <<Producción de algodón en Colom-
bia», documento inédito s.f., pp. 1-8.
157. A. Martínez y R. Niebles, Directorio Anuario de Barranqui/la, Barran-
quilla, 1892, pp. 390 y 109; E. Grau, La ciudad de Barranquil/a en 1896,
Barranquilla, 1896, pp. 97 y 101; MCR, mayo-agosto, 1895, pp. 47-52.
La agrirultura 123

intentó fomentar el cultivo -se importaron semillas desde el Perú y


se distribuyeron entre los agricultores a través de los gobernado-
res-, su expansión significativa sólo tuvo lugar después de 191 O,
con el establecimiento de la Fábrica de Tejidos Obregón 158 • Miem-
bros de una acomodada familia de Barranquilla dedicada en principio
al comercio, los Obregón se interesaron también en la industria textil -
y resultaron involucrados directamente en el cultivo del algodón. La
plantación de su propiedad, con mil hectáreas, fue tan significativa
para el crecimiento de la industria como lo fueron su papel en la
distribución gratuita de semillas, el adelanto de dinero a los cultiva-
dores y la compra de cosechas 159 .
Así como la Fábrica de Tejidos Obregón, otras nuevas plantas en
Medellín, Samacá, Cartagena y Barranquilla contribuyeron en la
creación de una atractiva demanda interna para los cultivadores de
algodón. En 1917, Dawe comentaba que en Barranquilla podían ob-
tenerse mejores precios para el algodón crudo que en el mercado inter-
nacional 16{). La producción aumentó significativamente. Durante la
década de 1920, cuando la producción nacional suplía alrededor del
80% de la demanda textil colombiana, el grueso del algodón en rama
provenía de la costa.
Sin embargo, para comienzos de la década de 1930 era evidente
que los niveles de producción nacional estaban rezagados frente a la
demanda de la industria textil. Ésta había crecido más rápidamente,

158. Colombia. Misión de Rafael Reyes. p. 7.


159. «Data conceming cotton growing in the Department of Magdalena, Colom-
bia», Santa Marta. octubre 12, 1921. ~A US, RG84. correspondencia general, 1921,
vol. III. Véase capítulo III.
160. Dawe.Account of ajournev. p. 7: Bell. Colombia, a commercial and indus-
trial handbook. p. 199. << ... En Colombia ... aparentemente se cultiva una cantidad
considerable de algodón : pero muy poco se conoce de él en Europa, porque, como en
muchos otros países hoy día, hay telares locales que consumen prácticamente toda la
producción nacional». J. A. Tood, The world's cotton crops. Londres. 1915, p. 203.
Véanse además British and Latin American Trade Gazette. Londres. octubre 20, 1920,
p. 335. y L. Ospina Vásquez. Industria y protección en Colombia, 1810-1930,
Medellín. 1955, p. 475.
124 El Caribe colombiano

a pesar de que la producción algodonera aumentó algo después de me-


diados de la década de 1930. Durante la siguiente década la producción
total de algodón colombiano casi se duplicó, pero la participación de la
costa en la producción nacional disminuyó a cerca del 60% 161 • Mien-
tras que otras provincias del país, especialmente Valle y Tolima, habían
reaccionado aparentemente más rápido a las oportunidades del merca-
do, el algodón parecía haberse estancado en la costa. Aun así, una mi-
rada más detallada muestra un cuadro más dinámico: el patrón geográ-
fico del cultivo del algodón estaba sufriendo cambios significativos den-
tro de la región 162 •
Resulta imposible presentar una imagen global de las dimensiones
y cambios en el-cultivo del algodón durante el período bajo estudio.
Sin embargo, la información disponible muestra que si bien durante
las primeras décadas de este siglo el cultivo tenía lugar en las mismas
áreas donde había estado en el siglo XIX, las modificaciones gradua-
les de la geografía del algodón se hicieron marcadamente visibles a
partir de la década de 1930. La provincia de Barranquilla, que des-
pués de 1905 llegó a ser conocida como el departamento del Atlánti-
co, había sido el principal centro de producción. En 1925 Atlántico
producía todavía el60.8% de la cosecha nacional, pero en 1937 este
porcentaje había declinado al 33.5% y en 1950 al 30% 163 •

161. De acuerdo con un informe británico de 1937, dos terceras partes de la


producción nacional se originaban todavía en la costa, pero en Tolima, Valle y
Santander se estaban haciendo algunos progresos: Informe Anual. Bogotá, marzo
23, 1937, PRO: F0371120624. Véase además informe del cónsul Magnuson,
Barranquilla, febrero 15, 1932, NAUS, RG84, correspondencia, Barranquilla, 1932,
vol. 15; Montenegro, «Producción del algodón en Colombia»; E. Penso, «Aspectos
agroeconómicos», Revista Geográfica, I, 1, diciembre 1952. p. 111; U.S. Tariff
Commission, Agricultura/, pastoral andforest industries in Colombza, p. 31.
162. Véase P. Leurquin, «Cotton growing in Colombia: achievements and
uncertainties», Food Research Jnstitute Studies, VI, 1, 1966, pp. 143-180; H. G.
Porter (U .S Department of Agriculture), «Cotton in Colombia», Foreign
Agricultura/ Service, diciembre, 1971, pp. 1-20; y A. H. J. Helmsing,Firms,farms
and the state in Colombia, Boston, 1988, pp. 201-235.
163. E. Penso Urquijo, «Aspectos agroeconómicos», p. 111; Y. Soler y F.
Prieto, Bonanza y crisis del oro blanco, 1960-80, Bogotá, 1982, pp. 32-39.
La agricultura 125

Entretanto, el cultivo del algodón había ido extendiéndose gra-


dualmente a la provincia de Santa Marta, particularmente hacia el
este del río Magdalena. Para 1937 Gregorio Castañeda había obser-
vado también su cultivo en las provincias de Valledupar y Padilla,
que después de 1950 se convertirían en uno de los baluartes de la cultu-
ra del algodón. En 193 7, el 18.5% de la cosecha nacional parece haber _
venido del departamento del Magdalena; en 1950 esta cifra era de
casi el 30% 164 •
El ritmo de crecimiento del algodón en Bolívar fue aparentemente
más lento, si bien en 1936 el Secretario de Hacienda reportó un aumen-
to considerable de la cosecha 165 • A finales de la década de 1940 tuvo
lugar un desarrollo más significativo. El Informe Económico Trimes-
tral, preparado por la sucursal del Banco de la República en Cartagena,
informaba en 1948 que ~l cultivo del algodón «está siendo intensificado
en forma halagadora en la región del Sinú y constituye en la fecha una
de las mayores esperanzas para un próspero desenvolvimiento agrícola
en esa región». En 1949 el crecimiento continuó. Las buenas cosechas
habían creado expectativas altas: según el Informe Trimestral, en 1950
se sembraron 18.000 hectáreas de algodón en el Sinú 166 •
Un análisis detallado de la información local podría brindar un cua-
dro más preciso de lo que parece haber sido un patrón muy variable
en el uso de la tierra, debido a las condiciones climáticas y las fluc-
tuaciones en los precios. Después de la cosecha de 1919, cuando su
precio subió a cuatro pesos por arroba (1 arroba = 12.5 kg.), los

164. G. Castañeda, Monografía del Magdalena, Santa Marta, 1927, p. 58.


165. Véanse Memoria del Secretario de Hacienda de Bolívar, Cartagena, 1936,
pp. 54-55, y Memona del Secretario de Hacienda de Bolívar, Cartagena, 1937, p.
30. El boletín de la Federación de Ganaderos de Bolívar recomendaba el cultivo del
algodón en 1936, véase Revista Ganadería de Bolívar, Sincelejo, julio-septiembre
1930, p. 1.030.
166. IET, tercer y cuarto trimestre, 1948; tercer trimestre, 1949; y cuarto trimes-
tre, 1950. Véase P. Leurquin, «Cotton growing in Colombia», p. 159. Cerca de la
mitad de la cosecha sembrada en el Sinú en 1950 fue, sin embargo, destruida por las
inundaciones, véase IET, cuarto trimestre. 1950; Leurquin, idem.
126 El Caribe colombiano

agricultores del Magdalena se animaron a sembrar algodón. En va-


rios informes preparados a solicitud del cónsul de Estados Unidos en
Santa Marta, los alcaldes de varios municipios de Magdalena des-
cribieron tanto el entusiasmo inicial como el posterior desánimo de
los cultivadores de algodón luego de la abrupta caída de los precios
en 1921. En Sitionuevo, de una cosecha de 150.000 arrobas en años
anteriores, la producción bajó a 50.000 arrobas en 1921 y descendió
todavía a 39.480 arrobas en 1922. En Salamina había unas 500
hectáreas sembradas en 1921, pero un año más tarde la producción
estaba estancada. El caso de El Piñón también es ilustrativo: había
470 hectáreas bajo cultivo en 1919 y 1920, 197 en 1921 y, en 1922,
<<el ningún valor de la fibra causó el abandono de su cultivo, por
no alcanzar su producto para los gastos que ocasionan su cultivo
y recolección» 167 •
Éstos son, sin embargo, indicadores aproximados, y se requiere
de más investigación para proporcionar un cuadro completo del de-
sarrollo del algodón en la costa antes de 1950. No obstante, sí mues-
tran que los cultivadores de la región respondían a las oportunidades
del mercado, si bien desigualmente: mientras que áreas algodoneras
tradicionales como Atlántico estaban en decadencia, surgían nuevas
zonas productoras de la fibra. ¿Qué falló en la zona algodonera tradi-
cional? ¿Por qué se demoró tanto el despegue algodonero en otras
áreas potencialmente aptas para su cultivo en la costa? Un breve
examen de las condiciones generales del cultivo del algodón en la
región puede ayudar a responder estas preguntas.
Generalmente el algodón era producido en pequeña escala por pro-
pietarios individuales, arrendatarios y colonos. Según Aquiles Escalante
y E. Penso, la mayoría de los cultivadores de algodón eran roceros,
campesinos a los que el terrateniente permitía cultivar la tierra por un
período de dos a tres años, transcurridos los cuales debían devolverla

167. Informes de los alcaldes de Sitionuevo, Remolino, Salamina, y El Piñón fecha-


dos el 31 de julio y el 24, 27, 26 de junio de 1922 respectivamente. pueden verse en
NAUS, Washington, RG84, Santa Marta, correspondencia general. 1922, parte II.
La agricultura 127

sembrada con pasto 168 • Junto con maíz y yuca, entre otros, el algodón
era apenas uno de los varios productos sembrados en una cabuya.
Sin embargo, pequeños propietarios como Francisco Silvera, que en
1950 sembró ocho hectáreas de algodón en Baranoa, también pare-
cen haber jugado un papel importante 169 • Además, la evidencia de
mano de obra libre, particularmente durante las épocas de cosecha, _
sugiere la existencia de un número considerable de agricultores in-
dependientes, ya fueran propietarios o arrendatarios, que en 1921
pagaban entre veinte y veinticinco centavos por recoger una arroba
de algodón. En 1950 más de 10.000 cultivadores de algodón eran
miembros de la Cooperativa Algodonera del Atlántico, fundada en
1936 y patrocinada por el gobierno para proteger los intereses de los
pequeños agricultores 170 • En 1950 se encontraban en el Sinú plan-
taciones medianas de entre 80 y 90 hectáreas, y la mayoría de los cul-
tivadores en esta nueva región algodonera estaban pagando rentas de
entre diez y quince pesos mensuales por hectárea 171 . Plantaciones de
1.000 hectáreas, como la de los Obregón, fueron la excepción.
Durante el siglo XIX, el algodón cultivado en la costa era de tipo
perenne. Producía cosechas durante cuatro o cinco años, si bien en
algunos casos, «apenas se recoge una cosecha en un lote y luego los
colonos la abandonan por otro lote virgen» 172 • La recolección del

168. A. Escalante, «Geoeconomía del algodón», pp. 85-87; Penso Urquijo, «As-
pectos agroeconómicos del Atlántico>>, p. 110. Véase además Leurquin, «Cotton
growing in Colombia». p. 153.
169. Escalante, <<Geoeconomía del algodón», p. 88; Intemational Instítute of
Agriculture, World cotton production. p. 27; Bell. Colombia, p. 199.
170. Informe del alcalde de Sitionuevo, op. cit.: Leurquin, «Cotton growing», p.
155: Penso, <<Aspectos agroeconómicos».
171. Escalan te, «Geoeconomía del algodón», p. 82.
172. Bonney, A legacy of historical gleanings, p. 459. Véase International
Instítute of Agriculture. World cotton production and trade. Roma, 1936, p. 27.
Para una descripción sobre el tipo de algodón encontrado en la costa, véase G. Watt,
The wild and cultirated cotton plants ofthe world, Londres, 1907, pp. 46, 109, 213.
Watt llamó la atención sobre un <<notable algodón bajo el nombre de algodón
Cartagena de fibra larga ... El algodón, sin embargo, no tenía demanda en Europa>>,
en idem., p. 109. Para las variedades de algodón colombiano, véase J. F. Pestíco,
«El algodonero en Colombia». RNA. (384), 1936. pp. 339-367.
128 El Caribe colombiano

algodón también se hacía de manera descuidada. El algodón resulta-


ba «manchado con arena y hojas», lo que dañaba su calidad y afec-
taba su precio. Una vez cosechado, el algodón se llevaba en «burros
y mulas ... a las afueras de las poblaciones donde los agentes reci-
bían los cargamentos y regateaban por sus patrones en las tiendas».
A menudo este regateo no era necesario: como había sido vendida
con anterioridad, la cosecha pertenecía ya al comerciante 173 •
Los métodos de cultivo del algodón no variaron de manera signi-
ficativa durante la primera mitad del siglo XX, si bien se introdujeron
algunas semillas nuevas del Perú y Mississippi. Un algodón de va-
riedad perenne híbrida, más propicio para «albergar y perpetuar va-
rias plagas de insectos y enfermedades» 174, era todavía lo más co-
rriente. Las plagas, como la del Atlántico en 1935, parecen haber
causado daños recurrentes en las cosechas 175 • La producción debía
estar muy golpeada en 1938, cuando representantes de todos los
intereses algodoneros se reunieron con el gobernador del Atlántico
para presionar por una campaña destinada a prevenir la dispersión
de los insectos que atacaban las cosechas. Como resultado de esta
reunión se ordenó destruir todos los arbustos de algodón con más de
tres años 176 . No obstante, el algodón perenne persistió hasta la dé-
cada de 1960, aunque desde finales de la década de 1940 se habían
introducido variedades anuales de la fibra en el Sinú 177 .

173. PP, (37), LXXXC, 1896, p. 471; (45), LXXXI, !901, pp. 585-6; y (45).
LXXXVIII, 1905, pp. 209-1 O.
174. Dawe,Accountofajourney. p. 17.
175. Colombia, Misión de Rafael Reyes, p. 7; Dawe. Account of ajourney, p. 7;
RCCB, Barranquilla, abril 15, 1935, p. 3; J. Zalamea, «La industria algodonera en
Colombia», El Tiempo, agosto 12, 1935.
176. La Prensa, enero 5 y 8, 1938, p. l.
177. Memoria del Ministro de Agricultura, Bogotá, 1962, p. 309. Para 1946, algu-
nos tipos de algodón perenne se estaban cultivando comercialmente todavía no sólo en
Colombia, sino también en las Granadinas, Haití, y el norte del Brasil, en E. Lord, « The
production and characteristics of the world's cotton crops», en British Cotton lndustry
Research Association, Shirley Jnstitute Memoirs, XX, febrero, 1946, p. 317.
La agricultura 129

De igual manera, se le prestó poca atención a los insecticidas antes


de la década de 1940, cuando se hicieron algunas mejoras tecnológicas
en el Sinú, aunque la compra de insecticidas no representaba aún más
del5% del costo estimado de producción 178 • La maquinaria también era
escasa. La recolección se hacía manualmente, «a pura mano y mota
por mota», y tan descuidadamente que, según Pearse, «probablemente-
el20%, si no es el 25% de la cosecha queda en los campos» 179 •
Tan graves como las plagas fueron las inundaciones y las lluvias
erráticas en una región en la que no se habían efectuado obras para
controlar los cursos de los ríos ni para construir canales de riego 180 •
En 1927, Castañeda anotaba cómo las plantaciones de algodón a ori-
llas del Magdalena estaban siempre a merced de las inundaciones.
Asimismo, un informe consular norteamericano observaba el daño
causado a la cosecha de 1933 por «una baja brusca de temperatura»,
mientras que los pronósticos para la cosecha de 1934 fueron
ensombrecidos por inundaciones a lo largo del río Magdalena 1R1 • Las
inundaciones en la región del río Sinú destruyeron la mitad de la co-
secha en 1950, después de que una experiencia exitosa con el algo-
dón había estimulado siembras sin precedentes ese año 182 •

178. Leurquin, «Cotton growing>>. p. 170.


179. Pearse, Colombia, with special reference, p. 98.
180. En Egipto. por ejemplo, la expansión del cultivo del algodón durante el siglo
XIX fue de la mano con un «vasto programa de obras públicas». Para 1833, se habían
construido 386 kilómetros de canales de riego. Véase E. R. J. Owen, Cotton and the
Egyptian economy, 1820-1914, Oxford, 1969, p. 47. En el Perú, otro país productor
de algodón a gran escala, el incremento en el área algodonera a comienzos del siglo
XX se <<debió igualmente a nuevos proyectos de riego y a una redistribución de la
tierra cultivada»; véase R. Thorp y G. Bertram, Perú 1890-1977. Growth and policy
in an open economy, Londres y Basingstoke, 1978, p. 57. Ambos países habían
experimentado logros en tecnología y control de pestes. Véanse Owen, Cotton and
the Egyptian economy, pp. 28-30 y Thorp y Bertam, Perú, p. 51, 57-58.
181. Castañeda, Monografía del Magdalena, p. 58 Luego de que se hicieran
pronósticos de que la cosecha de 1934 produciría entre 800.000 y 1.000.000 arrobas,
después de las inundaciones no se esperaba que la cosecha llegara a más de 700.000
arrobas. Véanse Phelan, «Cotton production and consumption»; IET, 1950, y RCCB,
septiembre 15, 1934, p. 13.
182. IET, cuarto trimestre, 1950.
130 El Caribe colombiano

Los intentos por cultivar algodón a una escala comercial enfren-


taron. a su turno, el habitual problema de la escasez de mano de
obra 183 • Los altos salarios que se pagaban en otras áreas de la re-
gión afectaban el algodón, que requería de un trabajo intensivo, par-
ticularmente durante las épocas de cosecha. En 1924 se informaba
que el «principal productor de Barranquilla, trajo indios del Perú para
trabajar en su plantación». Mano de obra proveniente del interior,
originalmente empleada por los algodoneros, «pronto fue atraída a la
zona bananera del departamento de Magdalena donde se pagaban
salarios más altos» 184 • Según Pearse, el costo de la mano de obra
no dejaba competir el algodón de la región en el mercado mundial:

En la costa, donde las compañías norteamericanas se han de-


dicado febrilmente al petróleo y el banano, la mano de obra se está
haciendo tan escasa, y por consiguiente costosa, que el estable-
cimiento o expansión del cultivo del algodón en esta región, o el
de cualquiera otra industria que tenga que competir en los merca-
dos mundiales parece imposible 185 •

Adicionalmente, las bajas tasas de productividad se sumaban al cos-


to final, con lo que se mermaba la competividad del algodón de la costa
en el mercado mundial. Pearse se «asombró» al saber que mientras las
mujeres no recogían más de 25 libras de semilla de algodón por día, en
Texas el promedio estaba entre 75 y 100 libras. Según Escalante, uno
de los principales problemas para el desarrollo del algodón en el sur de
Bolívar era que los trabajadores apenas laboraban cuatro horas al día 186 .

183. A comienzos de este siglo. la United Fruit Company estableció en el none


del Magdalena una granja experimental pero «con la mano de obra apropiada, ...
siendo escasa y costosa. no parece probable ... que la industria vaya a mostrarse
suficientemente lucrativa para garantizar su continuidad». Para 1906, la granja ha-
bía sido abandonada. Véanse PP, (59). CXXIII. 1906, p. 743: y Loraine Petre, The
republic of Colombia. p. 161
184. Narrative Repons. junio 15. 1924. NAUS. RG 166. Colombia, caja 132.
185. Pearse, Colombia, with special reference to cortan, 1926. p. 94.
186./dem., p. 113; Escalante, «Geoeconomía del algodón», p. 85. Según «Un
productor de algodón. autoridad en la materia. el trabajo de recolección, aun con
La agricultura 131

De acuerdo con un informe de 1932, Barranquilla «era el único lugar


de Colombia al que todos los manufactureros de la república venían a
comprar algodón» 187 • Los comerciantes barranquilleros, dueños de las
desmotadoras, habían estimulado desde sus comienzos una industria que
fue gradualmente extendiendo vínculos significativos con otros sectores
de la economía costeña 188 • Su grado de compromiso con el algodón
regional se manifestó claramente cuando, en 1932, la Cámara de Co-
mercio de Barranquilla presionó al gobierno nacional para la adopción
de un arancel más alto a la importación de algodón crudo 189 .
El tema de las tarifas se convirtió en el foco del debate entre los
cultivadores y la industria textil a lo largo de las décadas de 1930 y
1940. Las solas medidas proteccionistas fracasaron en elevar la pro-
ducción a los niveles requeridos por la creciente demanda domésti-
ca. En consecuencia, los textileros intensificaron sus quejas respec-
to de los altos precios y de la baja calidad del algodón nacional.
Adicionalmente, los industriales criticaban el papel de los interme-
diarios, «compradores del agricultor a bajo precio y revendedores a
las fábricas a alto precio», y a sus desmotadoras obsoletas 190 •
En 1932 algunos textileros de Medellín unieron fuerzas para fun-
dar la Algodonera Colombiana S.A., una compañía por acciones di-
rigida a comprar el producto directamente a los agricultores en nom-
bre de sus asociados. Un año después, cuando la Algodonera Co-
lombiana adquirió una desmotadora en Sitionuevo, la compañía com-
pró 609.874 arrobas de la fibra en la costa 19 ' . Los conflictos por

salarios de S 1.50 a S2.00 por 100 libras, es difícil de asegurar porque el trabajador
nativo no le gusta la tarea>>, «Crop conditions>>. Cartagena, junio 18, 1921, NAUS,
RG166: NAR. Caja 132.
187. Cónsul de los Estados Unidos al Secretario de Estado. febrero 15. 1932.
NAUS. RG84. 1932. vol. 15.
188. Véase capítulo III.
189. Cónsul norteamericano al Secretario de Estado. Barranquilla. febrero 15.
1932. NAUS, RG84. 1932. vol. 15.
190. «Una grave situación van a tener las fábricas textiles de nuestro país>>, El
Tiempo. Bogotá. octubre 24, 1935. y «Nuevo memorándum de los industriales de
textiles al gobierno>>. El Tiempo. diciembre 8, 1935.
191. R. Phelan. <<Cotton production and consumption in the Barranquilla consu-
lar district>>. NAUS. RG 166. NAR. caja 132.
132 El Caribe colombiano

tarifas y precios tenían a menudo un matiz de fondo regionalista,


aunque desde mediados de la década de 1930 los Obregón habían
tomado partido por sus colegas de Samacá y Medellín. Con todo, en
1941, un proyecto en el Congreso para elevar los aranceles a las
importaciones de algodón en rama recibió el pronto apoyo de sena-
dores costeños como Pedro Juan Navarro y Pedro Castro Monsalvo,
al tiempo que era rechazado por sus colegas antioqueños 192 .
Desde comienzos de la década de 1930, el gobierno había empe-
zado a intervenir en el mercado del algodón y a arbitrar los intereses
en conflicto. Las medidas proteccionistas fueron seguidas por inicia-
tivas para mejorar la tecnología, proporcionar facilidades de crédito
y fijar precios mínimos para la fibra. En 1935 se estableció una gran-
ja experimental en el Atlántico. Un año más tarde el gobierno patro-
cinó la organización de la Cooperativa de Algodoneros del Atlántico,
una agrupación de cultivadores cuyos miembros llegaban a 11.000
en 1947, cuando tenía 62 agencias operando en todas las áreas algo-
doneras de la costa. El papel desempeñado por la cooperativa en el
fortalecimiento de la capacidad negociadora de los cultivadores y en
la promoción de la expansión del cultivo del algodón fue notable 193 .
En 1938, tras reconocer la dimensión de la industria algodonera y
su importancia para la economía nacional, el gobierno creó una Junta
Nacional del Algodón y comenzó a fijar precios mínimos para la fi-
bra, al tiempo que restringió tambien las importaciones 194 • El interés

192. La Prensa, noviembre 19 y 21, 1941, y diciembre 12, 1941.


193. De acuerdo con el gobernador del Atlántico, la cooperativa estaba otorgan-
do créditos substanciales a los cultivadores, <<enantes expuesto(s) a la costosa inter-
vención de terceros», Mensaje del Gobernador del Atlántico, Barranquilla, 1936, p.
13: Leurquin, «Cotton growing>>. Desde 1937. la cooperativa estaba involucrada en
promover el cultivo del algodón en el Sinú. Véase Memoria del Secretario de Hacien-
da de Bolívar, Cartagena, 1937, p. 30.
194. «A las 5 de la tarde se eligió la Junta Nacional del Algodón>>, El Tiempo,
Bogotá, mayo 21, 1938; Leurquin, «Cotton growing»; Prieto y Soler, Bonanza y
crisis. Véase además PRO: F0371/21445 «La producción está incrementándose
actualmente pero únicamente por la intervención del gobierno fijando los precios y
forzando la compra de la totalidad de la producción doméstica antes de permitir la
importación»: K. Oakley. «Economic survey of the Cartagena consular district».
La agricultura 133

de la industria textil por un algodón de mejor calidad, llevó a su


turno a la creación del Instituto de Fomento Algodonero en 1948.
Para resumir, el cultivo del algodón en la costa se expandió de
manera significativa durante la segunda década de este siglo en res-
puesta a la creciente demanda de la industria textil. Durante la déca-
da de 1930, la producción estuvo rezagada frente a las necesidades
de los textileros, a pesar de las medidas proteccionistas dirigidas a
sustituir las importaciones. Aunque el área sembrada de algodón en
la región se expandió, los obstáculos a vencer eran múltiples: plagas,
inundaciones, lluvias a destiempo, escasez de mano de obra, proble-
mas de transporte y niveles bajos de productividad. Todos estos
factores desestimularon la adaptación rápida del algodón a las
oportunidades del mercado.
Los problemas se exacerbaron en el Atlántico, donde el clima y la
calidad del suelo no favorecían a los algodoneros. Lo notable en rea-
lidad es que hubieran podido permanecer por tanto tiempo en la in-
dustria. La sobrevivencia de los algodoneros atlanticences en medio
de las grandes dificultades anotadas podría explicarse por tres razo-
nes: primera, porque como pequeños propietarios probablemente
pudieron ahorrar costos de mano de obra empleando a miembros de
la familia durante las épocas de cosecha; segunda, su localización
cerca de Barranquilla -el centro del mercado del algodón- era
una gran ventaja frente a zonas potencialmente más productivas pero
más distantes y que enfrentaban problemas de comunicación y, por con-
siguiente, mayores costos de transporte. En 1950, por ejemplo, parte de
la cosecha de 1949 del Sinú todavía estaba almacenada en bodegas
debido a su aislamiento. Por último, su organización alrededor de la
Cooperativa A~godonera del Atlántico había fortalecido su posición ne-
gociadora al tiempo que les permitía mayor acceso a facilidades de
crédito.
A medida que nuevas áreas de la región se fueron dedicando al
cultivo del algodón, el Atlántico fue perdiendo sus ventajas. Sin em-
bargo, esto ocurrió después de una larga campaña, patrocinada por
el gobierno y apoyada con desgano por la industria textil, para intro-
ducir nuevas variedades de algodón, controlar las plagas y regular
134 El Caribe colombiano

las fluctuaciones bruscas de los precios. Mientras Atlántico decaía,


el cultivo del algodón se trasladó a otras áreas de la costa, donde su
desarrollo después de 1950 no sólo ayudó a sustituir las exportacio-
nes sino que dio pie a un nuevo período de exportación.

Co~cLCSIO~Es:
LAS DEFIC!Di'CIAS DE LA AGRICCLTCRA COSTE:'IA

Entre 1870 y 1950, la costa había experimentado con el cultivo de


una variedad de productos, con diferentes resultados. Un período de
expansión rápida del cultivo del tabaco durante el siglo XIX, motiva-
do por la demanda externa, fue seguido inicialmente por un fuerte
descenso y más tarde por tendencias ligeramente alcistas, aunque a la
larga la producción tendió a permanecer estacionaria. Mientras que
desde un comienzo los intentos por cultivar cacao fracasaron, el cul-
tivo de la caña de azúcar, aun a escala comercial, tuvo algún éxito
pero sus logros fueron efímeros. El crecimiento del arroz y del algo-
dón enfrentó múltiples problemas. Sin embargo, ambos productos
eran adecuados para las condiciones regionales y su desarrollo -aun-
que desigual a lo largo del período-- fue importante para la economía
de la costa. El nivel de expansión de la producción bananera después de
terminar el siglo, fortalecida por la afluencia de capital extranjero y
una fuerte demanda externa, fue notable. Sin embargo, para 1950,
después de cinco décadas de éxito, las perspectivas del banano como
un producto principal de exportación eran desoladoras.
En conjunto, los logros fueron pocos, pero el desarrollo de la agri-
cultura estuvo lejos de ser estático 195 . A lo largo del período ocurrie-
ron cambios de localización y sustituciones de productos. Algunos
empresarios rurales intentaron cultivos comerciales relativamente

195. Luis Os pina Vásquez, refiriéndose al desarrollo de la agricultura en Colom-


bia señala: «La imagen del proceso agrícola ... es la de una evolución, hasta la de una
evolución no desprovista de algún dinamismo. No es el estancamiento total que
algunos quieren ver», L. Ospina Vásquez. El plan agrícola, Medellín, 1965. p. 49.
La agricultura 135

grandes y se esforzaron por introducir técnicas nuevas. La región


experimentó años de prosperidad y de decadencia. Más aún, los éxi-
tos tuvieron algún impacto nacional. Para 1932 la costa producía,
entre las principales cosechas regionales, más del 80% del algodón
colombiano, 20% de su tabaco, 42% del arroz y 34% del azúcar,
además de una gran proporción de su banano 196 •
Tomadas como un todo, sin embargo, estas experiencias parecen
haber traído más frustraciones que recompensas. Los aumentos tanto
en el rendimiento como en el total de hectáreas cultivadas fueron limita-
dos. Las transformaciones tecnológicas ocurrieron lentamente. Las
ganancias, con la posible excepción del banano, no fueron halagüeñas.
En estas circunstancias, no debe sorprender que la siembra de pastos
para alimentar ganado fuese más atractiva que los cultivos agrícolas.
Ya sea que se miren las experiencias del tabaco o del azúcar, del
algodón o del arroz -y hasta del banano-, el crecimiento agrícola
de la costa enfrentó diferentes obstáculos serios. No obstante algu-
nos progre~os, esta situación se modificó muy poco a lo largo del
período bajo estudio. La década de 1920, sin embargo, ha sido seña-
lada por algunos historiadores como los años cruciales durante los
cuales la «cuestión agraria» se convirtió en una barrera para el desa-
rrollo colombiano. La rigidez de la oferta agrícola es vista como la
primera expresión de un problema agrario. El estancamiento del desa-
rrollo agrícola colombiano ha sido analizado exclusivamente en térmi-
nos de una estructura agraria atrasada. condicionada, primero, por la
concentración de la tenencia de la tierra y, segundo, por la falta de
movilidad de la mano de obra y la existencia de un campesinado atado
al terrateniente, que vivía por fuera de la economía monetaria 197 .

196. Anuario General de Estadística. Bogotá, 1934. pp. 544-6. Véase además R.
Vare la Martínez. <<Programa de agricultura para los departamentos de la costa Atlán-
tica>>, RNA. mayo-junio. 1931, p. 431. Kathryn Wylie estimaba que de 12 cultivos
principales en Colombia. la costa comprendía el 14.9% del área total cultivada:
Wylie. The agriculture in Colombia, p. 20.
197. Esta interpretación de alguna manera hace eco a los debates que siguieron a
los conflictos rurales que ocurrieron en Colombia durante las décadas de 1920 y
136 El Caribe colombiano

¿Cómo se enmarca la costa dentro de esta perspectiva? ¿Hasta


qué punto la estructura agraria fue el principal obstáculo para los
aumentos en los rendimientos agrícolas? ¿Qué tan rígida fue la ofer-
ta agrícola? A la luz de la información ofrecida en este capítulo no
es posible dar respuestas precisas a todas estas preguntas. Se des-
prenden sí algunas sugerencias.
Ante todo, caracterizar a la costa como una región dominada por
el latifundio tradicional, como se la ha interpretado hasta ahora
en buena parte de la literatura, no parece ser un punto de partida
muy esclarecedor 198 • Haciendas de origen colonial como Berástegui
-presentada generalmente como el ejemplo típico del latifundio
costeño- parecen haber sido la excepción y no la regla. Más aún,
en este caso particular, Berástegui fue fragmentada entre 1880 y
1930, después de crisis financieras y divisiones familiares, como se
mostrará en el capítulo siguiente 199 • Hubo, es cierto, terratenientes
que podían reclamar derechos de propiedad con títulos de origen
colonial. Todavía más a menudo, sin embargo, en casos como éstos
las tierras eran poseídas en calidad de propiedad común, después de
haber sido heredadas o de adquirirse los derechos en un mercado

1940, en los que políticos tales como Jorge E. Gaitán fueron participantes destaca-
dos, al igual que a los puntos de vista de escritos contemporáneos tales como la
influyente obra de Alejandro López. Véase J.A. Bejarano, El régimen agrario de la
economía exportadora a la economía industrial, Bogotá, 1979, pp. 181-235. y <<Orí-
genes del problema agrario», en M. Arrubla (ed.), La agricultura colombiana en el
siglo XX, Bogotá, 1976, pp. 33, 43, 46, 66, 69, 73, 75. Bejarano, sin embargo,
redondea su argumento señalando la falta de respuesta del «Capitalismo dependien-
te» colombiano en zonas urbanas a los cambios en el sector rural. Véase su «Contri-
bución al debate sobre el problema agrario», en El agro en el desarrollo colombiano,
Bogotá, 1977, pp. 33-37, 46, 50-2, 60-4. Véase además: D. Fajardo, Haciendas,
campesinos y políticas agrarias en Colombia, 1920-1980, Bogotá, 1986, pp. 39-40;
Machado, Políticas agrarias en Colombia. pp. 23-4; C. LeGrand, Colonización y
protesta campesina, pp. 134-5.
198. Véase por ejemplo, S. Kalmanowitz, Economía y nación, Bogotá, 1986, p.
164, y L. Zamosc, The agrarian question and the peasant movement in Colombia,
Cambridge, 1986, p. 11.
199. Véase capítulo II.
La agricultura 137

peculiar de tierras hasta ahora descuidado en la historiografía. Tén-


gase en cuenta el ejemplo de Playones de Punta de Palma en Plato.
En 1926, unos veinte individuos de familias diferentes, basándose en
títulos coloniales, reclamaron derechos como comuneros sobre un
lote de aproximadamente 1.600 hectáreas 200 • Algunos de ellos eran
quizá herederos pero, por lo menos desde 1881, puede observarse la
existencia de comuneros cuyos derechos se originaron en la com-
pra-venta de acciones de tierra en un mercado que también parece
haber sido activo en la zona del Cesar01 •
Algunas grandes haciendas evolucionaron también como fenóme-
no del siglo XX, luego de reclamos sobre baldíos o compras de tie-
rras, o de una combinación de ambos procesos. En 1916la hacienda
La Esperanza podía contar con 816 hectáreas, la mayor parte adqui-
ridas por Víctor Dugand y Enrique Lallemand a través de una serie
de operaciones de compra-venta. Por ejemplo, en 1896 compraron
trescientas hectáreas de José Rafael Pereyra quien, a su tumo, ha-
bía adquirido tierras en 1891 de seis individuos en diferentes lotes.
Uno de estos vendedores, Lorenzo Tamayo, había comprado su lote
a Domingo Peña en 1887 quien, a su vez, lo había comprado a Fran-
cisco Noriega. A La Esperanza, Dugand y Lallemand añadieron
1.034 hectáreas que el Estado les adjudicó como baldíos 202 •
Durante el siglo XX, uno de los mayores terratenientes individua-
les fue la United Fruit Company. Éste fue, sin embargo, un fenómeno
muy localizado objeto, de todas maneras, de cambios sucesivos a lo
largo de los años, en lo que parece haber sido un mercado activo de

200. «Indice archivos notariales, Plato, Magdalena. Informes notaría única», pp.
32, 59, 69, 75, 93 y 409, CMD, Oxford.
20 l. Véase, por ejemplo, Archivos de la Notaría Única. Valledupar: «Protocolo,
2, 1930, expedientes 163 y 214. «En esta región no se acostumbra a vender tierras
por hectáreas, sino por acciones, a precios convencionales, los que ordinariamente,
son muy bajos», J. Palmera y J. Mejía al cónsul americano, Valledupar, mayo 31,
1921, en NAUS, RG84, Santa Marta. Correspondencia, 1921 (III).
202. «Notaría pública del circuito, Riohacha»: «Escrituras públicas Nos. 25
(1891), 72 y 73 (1893), 11, 14, 17, 27 y 82 (1896), 95 (1899) y 27 (1906)»; y
«Notaría Segunda Barranquilla»: «Escritura pública No. 1331 (1916)», en AFL.
138 El Caribe colombiano

tierras. Más aún, la compañía norteamericana compartía la produc-


ción de banano con pequeños y medianos propietarios y también al-
quilaba una parte significativa de sus tierras a arrendatarios, al tiem-
po que se veía obligada a tolerar la presencia de colonos, aunque las
tierras invadidas se consideraban de importancia marginal.
No parece que fuese fácil disponer de grandes extensiones de
tierra en el mercado. En 1920 Richard Elliot, en nombre de una com-
pañía norteamericana interesada en adquirir 5.000 hectáreas para
pastos en el Magdalena, solicitó consejo al cónsul Sawyer en Santa
Marta. Su respuesta estuvo lejos de ser alentadora. En la parte occi-
dental del departamento, respondió el cónsul, las propiedades no eran
grandes «Y para alcanzar la extensión deseada serían necesarios pro-
cedimientos muy dilatados». Hacia el sur, en la región del Cesar, el
cónsul reconocía la existencia de grandes extensiones pero consideraba
que estaban «algo alejadas de los mercados» y también muchas de las
tierras desocupadas pertenecían al gobierno. Hacia el oriente, la canti-
dad de baldíos era considerable y «Si fuera usted a comprar o arrendar
tierras en esa sección, probablemente habría que investigar cuidadosa-
mente los títulos». Por último, el cónsul Sawyer señalaba que en «pu-
blicaciones gubernamentales se advierten muchos comentarios
acerca de las enormes posibilidades de estas diferentes secciones
para el pastoreo», pero, añadía:

La indiferencia del gobierno y la tendencia a interponer todo


tipo de obstáculos a las vías de desarrollo de sus recursos agrí-
colas, parecería hacer la empresa bastante cuestionable, a menos
que la persona o compañía tenga fondos amplios que la respalden
y esté dispuesta a llevar a cabo una larga y persistente campaña
para salir avante.

Para concluir, el cónsul norteamericano aconsejaba a Mr. Elliot,


«antes de aventurarse en esta sección», contactar a un tal Joseph
Cannon en Mompox, que tenía alguna experiencia en estos asuntos 203 .

203. Cónsul Sawyer a R. Elliot, Santa Marta, octubre 28, 1920. NAlJS. RG84,
Santa Marta. Correspondencia, 1920 (III).
La agricultura 139

Es probable que el consejo del cónsul no resultara muy tranquili-


zante. Como representante de la American Corporation, Cannon había
comprado en 190 l una vasta extensión de tierra ---445.000 hectáreas-
conocida como Tierras de Loba, cuyos títulos se remontaban a orígenes
coloniales. Para 1921 había logrado establecer su sede de operaciones
en Las Cabezas, donde la compañía tenía 1.500 «cabezas de ganado de-
grado inferior» pero donde también había «bastantes asentamientos y
numerosas casas dispersas por todas partes y la mayoría de estos
pobladores reclaman la tierra y las mejoras que han hecho y están
listos para recurrir a la ley para retenerlas» 204 • Las pretensiones de
Cannon sobre un área tan vasta tuvieron que enfrentarse con los
reclamos de derechos sobre la tierra de una numerosa población,
que alegaba su condición de propietaria o de poseedora en calidad de
colona. Además, las municipalidades de San Fernando y Barranca de
Loba, entre otras, desafiaron los supuestos derechos de la compañía205 •
Lo que siguió fue una prolongada disputa que desembocó en un resul-
tado desfavorable. Tras enfrentarse a la tenaz oposición de estas
numerosas poblaciones, apoyadas por las autoridades locales, la
compañía norteamericana no pudo tomar posesión efectiva de lo que
sobre el papel parecía ser una impresionante extensión de tierra.
Dondequiera que se mire el desarrollo agrícola en la costa, la
presencia de pequeños cultivadores -ya sea como agricultores in-
dependientes o arrendatarios, estuvieran o no en conflicto con ha-
ciendas en expansión- era significativa. En algunos casos, el culti-
vador llegaba a un arreglo con el propietario de la finca mediante el
cual se le permitía cultivar la tierra por un período fijo, terminado el
cual debía entregarlo sembrado de pasto y entonces moverse a otro

204. «Report on Las Cabezas and Mata de Indios». NAUS. RG84. Cartagena.
Correspondencia general del consulado. 1921 (VII).
205. Véase Colombia. Ministerio de Industrias. Anexos a la memoria de 1924.
Bogotá. 1924. pp. 175-186; ANC, Baldíos. vol. 37, files 192-97.328-334 y vol46.
files 220-28; LeGrand Colonización y protesta campesina. p. 113; Fals Borda, Re-
sistencia en el San Jorge. pp. 164-182. Para una descripción de las Tierras de Loba
véase NAUS. RG59: 821.6171/2.
140 El Caribe colombiano

lote 206 • Sin embargo, dada la disponibilidad de tierras públicas pare-


ce muy probable que la mayoría de los cultivadores se establecieron
como colonos libres. A medida que aumentaba la presión demográ-
fica, las oportunidades de los cultivadores independientes para ad-
quirir baldíos pudieron haber menguado. No obstante, en 1919, mu-
nicipios como Córdoba, en la provincia del Carmen, contaban con
10.000 hectáreas de baldíos al tiempo que el alcalde reconocía que
«se sufre generalmente de escasez de brazos» 207 •
Adicionalmente, el número y la importancia de los pequeños y
medianos propietarios no deben ser subvalorados. En un principio
pudieron haber recibido las tierras como baldíos, con los años haber
acumulado más tierras o simplemente mantenerlas y pasarlas a sus
herederos, o si no venderlas. En 1852, a Agustín Cot-es se le adjudi-
caron oficialmente cincuenta hectáreas de baldíos cerca a Dibulla.
Su esposa heredó el lote y le añadió otras cincuenta hectáreas que
más tarde se vendieron a Francisco Pacheco Triana. A su turno, los
herederos de Pacheco vendieron en 1891 a Rafael Pereyra208 •
Las anteriores descripciones no pretenden sugerir la existencia
de una estructura agraria altamente fragmentada, ni tampoco negar
que se presentaran conflictos por la tenencia de la tierra. Pero surge
sí un cuadro más complejo que desafía algunas de las generalizacio-
nes que han dominado hasta ahora los estudios sobre el desarrollo
agrícola de la costa. De una parte, hay que destacar la presencia de
un mercado de la tierra donde tenía lugar un proceso relativamente
activo de intercambios, divisiones y amalgamiento de fincas. De otra
parte. mientras hubiese tierras públicas disponibles, siempre queda-
ban abiertas nuevas posibilidades para los colonos independientes.
El proceso de adjudicación de baldíos estaba destinado a verse
plagado de conflictos, según lo ha mostrado Catherine LeGrand, pero,

206. Ejemplos de estos arreglos se muestran en el capítulo 11.


207. «Informe del Alcalde de Córdoba», Bolívar. Gaceta departamental, marzo
17, 19!9, p. 9.988.
208. «Notaría pública del circuito, Riohacha: Escritura pública No. 27,
( 1986)», en AFL.
La agricultura 141

como la misma LeGrand lo ha señalado, los colonos eran muy


conscientes de sus propios derechos y estaban listos a resistir cual-
quier despojo arbitrario 209 • Algunos de ellos no pudieron quizá recha-
zar la tentadora oferta de un pago en efectivo. Otros, con seguridad,
fueron forzados a abandonar sus reclamos. En ambos casos, sin em-
bargo, contaban con la posibilidad de moverse monte adentro hacia
una nueva parcela. A pesar de estos conflictos, muchos de los colo-
nos pudieron conservar sus terrenos, como sucedió en Tierras de Loba
y en la zona bananera. Como en otros aspectos de la historia agrícola
regional, se requiere de mayor investigación antes de llegar a conclusio-
nes definitivas. Lo que sí puede aseverarse respecto de la adjudicación
de baldíos es que, como resultado de este proceso en zonas de coloniza-
ción, los títulos de propiedad sobre la tierra se vieron expuestos a la
incertidumbre en medio de un panorama extremadamente confuso.
Al igual que en otras muchas regiones tropicales, la mayoría de
los agricultores en parcelas pequeñas y con escasez de capital ten-
dían a minimizar sus riesgos cultivando una variedad amplia de pro-
ductos: tabaco, arroz, caña de azúcar, maíz, yuca, plátanos210 • Por lo
general, una parte de la sementera se dedicaba a cultivos para el mer-
cado, aliado de los potreros, sembrados de pasto, para el ganado. Y
los esfuerzos se concentraban cada vez más en aquellos productos
de mayor demanda que probaban adecuarse a la geografía costeña.
Gradualmente fue surgiendo algún grado de especialización regional:
tabaco en El Carmen, arroz en San Onofre y Majagual, algodón en el
Atlántico y el este del Magdalena, banano en Ciénaga y Aracataca.
Aun si producían para el mercado y mantenían una proporción de
la tierra para cultivos de subsistencia, a menudo los pequeños agri-
cultores se veían forzados, por las difíciles condiciones del trópico, a
complementar sus ingresos ya fuera trabajando como peones en las

209. Véase una explicación acerca del problema de los baldíos en C. LeGrand,
Colonización y protesta campesina en Colombia, Bogotá, 1988.
210. Véase, por ejemplo, James, A geography of man, pp. 95-6; Bak.er, An
lndian rural economy, p. 208; Hill. Development economics on tria/, p. 32.
142 El Caribe colombiano

grandes haciendas o buscando empleo por fuera de la agricultura 211 •


Algunos hasta la abandonaron por completo. La plaga de la langosta
motivó la migración a la zona del canal de Panamá durante la década de
1880. Según el alcalde de Remolino, las inundaciones de 1939 habían
impulsado a los agricultores a abandonar la tierra: «El pequeño agricul-
tor... un año y otro ve consumir su esfuerzo sin medio alguno de defen-
sa, alejándose lleno de pesimismo del campo y buscando la ciudad» 212 •
Algunas veces estos movimientos eran temporales, como en 1908, cuan-
do trabajadores de las regiones costeras afectadas por la sequía y la
plaga de langostas fueron a la zona bananera en busca de trabajo, pero
parece ser que unos meses más tarde las condiciones mejoraron, así
que muchos regresaron a sus lugares de origen213 • En cualquier caso,
una proporción considerable de la población rural no tenía otra op-
ción que alternar la agricultura con otras ocupaciones, puesto que un
vasto territorio de la costa estaba sometido a inundaciones periódicas.
Cualesquiera que fuesen las condiciones de los pequeños cultiva-
dores, existen pocas dudas de que un número significativo de ellos
eran agricultores por derecho propio. Abundaban los arreglos entre
propietarios y cultivadores. Pero, ya en su condición de aparceros o
de meros arrendatarios, éstos estaban lejos de estar atados a la tie-
rra. A lo largo del período estudiado la impresión que queda es la de
una población rural móvil.
Dadas las bajas tasas de densidad demográfica, las oportunida-
des de acceso a la tierra determinaban la escasez de mano de obra.
Ésta, a su turno, explicaría la temprana aparición del trabajo asala-
riado en la regiónw. Más aún, la escasez de brazos fue un obstácu-

211. «Muchos trabajadores de la construcción, miembros de la tripulación de


pequeñas embarcaciones. y otros trabajadores de<;eaban trabajar por temporadas.
debido a que tenían pequeñas fincas que atienden durante la mayor parte del año". K.
Oakley, «Unemployment in Cartagena>>, NAUS, NAR. caja 177.
212. Informes del gobernador del Magdalena. Santa Marta. 1939. p. 46. y
Mensaje del Presidente constitucional. Cartagena, 1883. p. 13.
213. PP. (44). XCIII. 1909. p. 537.
214. Para el surgimiento de la mano de obra asalariada durante el período colo-
nial, véase Fals Borda. «Influencia del vecindario pobre colonial en las relaciones de
producción de la Costa Atlántica colombiana», El agro en el desarrollo histórico
colombiano, Bogotá. 1977. p. 153.
La agricultura 143

lo real a las tentativas de explotar la agricultura a escala comercial.


La mano de obra se hizo relativamente costosa en la medida en que
otras actividades, además de la agricultura -las exploraciones pe-
troleras, las obras públicas y un incipiente sector industrial- tam-
bién competían por este escaso recurso.
Sin lugar a dudas, algunos propietarios influyentes hicieron es
fuerzos para asegurar mano de obra a través de medidas coerciti-
vas. Las instituciones conocidas como la matrícula y el concierto
forzoso, sobre las cuales legislaron las autoridades de Bolívar por lo
menos en 1898 y 1908, obedecieron precisamente a dicho propósito.
Sin embargo, hay pocas evidencias sobre la efectividad de estas
medidas. Su existencia sólo sirve para comprobar el grado de pre-
ocupación de los terratenientes respecto a la escasez de brazos 215 .
Tradicionalmente la presencia del peonaje y de los avances se han
visto como formas de explotación terrateniente impuestas sobre los
trabajadores. Por el contrario, como se mostrará en el siguiente capítu-
lo, tal parece que con frecuencia un buen número de trabajadores
estuvieron en condiciones de exigir pagos por adelantado, lo que erró-
neamente ha sido catalogado como peonaje, o endeudamiento forzoso.
Lo que surge aquí es la existencia temprana de un mercado laboral
movido por los niveles salariales. Dado el alto grado de movilidad geo-
gráfica, unido al desarrollo de un mercado de tierras, el vínculo entre
una supuesta estructura rural precapitalista y las bajas tasas de produc-
tividad agrícola, como tradicionalmente se ha sugerido en la historiografía
colombiana, queda en entredicho, al menos en el caso de la costa.

215. Véanse descripciones de estas instituciones en Fals Borda, Historia de la


cuestión agraria. p. 106. Desde 1871. las autoridades enfrentaban dificultades
parahacer cumplir una especie de impuesto llamado servicio personal y que se supo-
nía se utilizaba en obras públicas, tales como la construcción de puentes y
caminos.«Es mui raro el lugar donde se hace efectivo», el presidente de Bolívar
señala en su informe anual a laAsamblea Legislativa. En 1875. en Sabana1arga, «Los
individuos que prestaban sus servicios en el arreglo de las vías de comunicación,
empezaron a negarse. so pretexto de que ese servicio debía pagárseles». Véase R.
Santodomingo Vi la. Informe del presidente constitucional. Cartagena, 1871, p. 63, y
DB, agosto 4, 1875, p. 70 l.
144 El Caribe colombiano

Sin desconocer la necesidad de comprender la dinámica de los


cambios sociales en su relación con el desarrollo económico, este
capítulo también ha intentado demostrar cómo las limitaciones de la
agricultura costeña no pueden explicarse exclusivamente en función
de la estructura de la propiedad de la tierra. La baja densidad de
población determinó un problema real de escasez de brazos. Si a
esto se añaden la baja productividad de la mano de obra y la inferio-
ridad tecnológica, los costos laborales colocaban a la agricultura cos-
teña en relativa desventaja no sólo frente a otras regiones colombia-
nas sino también frente a regiones competitivas en el exterior. Otros
problemas. como el de la falta de comunicaciones, tampoco pueden
desestimarse. Las condiciones físicas imponían desventajas adicio-
nales. A raíz de las periódicas inundaciones y sequías, se requerian
grandes inversiones en obras de drenaje o irrigación, cuando no en
ambas, para adecuar la tierra a los cultivos. Las limitaciones finan-
cieras fueron así un obstáculo significante al desarrollo de la agricul-
tura comercial. Los argumentos expuestos sobre el tema por funcio-
narios del siglo XIX, tales como Francisco Javier Balmaseda, cierta-
mente merecen mayor atención.
Bajo la perspectiva histórica, lo que parece más sorprendente es
la manera como la agricultura costeña se fue adaptando a unos re-
cursos escasos y cómo logró, en el largo plazo, ajustarse a la deman-
da del mercado. Más aún, lejos de rigidez, la oferta agrícola costeña
manifestó un dinamismo particularmente extraordinario: no sólo el
banano sino también el algodón, la caña de azúcar y el arroz respon-
dieron a las necesidades del mercado, a pesar de los enormes obstá-
culos anteriormente descritos. Sin embargo, la expansión más signi-
ficativa de la agricultura regional se dio en la siembra de pastos para
el ganado. A lo largo del período bajo estudio, la ganadería experi-
mentó un crecimiento sostenido, estimulado ante todo por la demanda
nacional de carne. Es pues hacia el estudio de la industria ganadera, sus
características y su importancia para la costa, que este libro dirige
ahora su atención.
2

LA GANADERÍA

INTRODUCCIÓN

«El signo representativo del capital es la vaca», fue el comentario de


Luis Striffler cuando viajó por la región del Cesar en la década de
1870. La importancia de la ganadería como fuente principal de ri-
queza era evidente para muchos observadores contemporáneos.
Dawe la llamó «el mejor activo costeño de la nación», al tiempo que
aconsejó al gobierno que prestara especial atención a su desarrollo
en la región. La cría de ganado era, de hecho, una actividad muy
difundida en el país. En 1921, el agregado comercial de los Estados
Unidos en Colombia, Purl Lord Bell, comparaba la importancia del ga-
nado para la economía nacional con la del café 1. En la costa, donde el
cultivo del café estaba restringido a unas pocas plantaciones pequeñas
en la Sierra Nevada, el comentario de Bell era más pertinente.
Las cifras son escasas y poco confiables, haciendo casi imposible
trazar con certeza el desarrollo de los hatos. No fue fácil desarrollar

l. «Tomada como un todo, puede decirse que la ganadería, en vista de su amplia


distribución, el número de cabezas actualmente en el país, y su valor en comparación
con otros productos, forma la principal riqueza de Colombia, sobrepasando al café
como recurso nacional». En Bell, Colombia, a commercial and industrial handbook,
p. 139. Véanse además Striffier, El río Cesar, p. 77; M. T. Dawe, Account of a
journey, p. 32.
146 El Caribe colombiano

la estadística alrededor de la industria ganadera. Los ganaderos se


cuidaban celosamente de los censos, tanto por el temor natural a los
impuestos como por la amenaza constante de las guerras civiles
-las reses fueron siempre el blanco principal de los ejércitos en
conflicto-. No obstante, es posible hacer algunas conjeturas. Esti-
mulados principalmente por la demanda interna de carne, y en menor
grado por las exportaciones de pieles y de ganado en pie, parece ser
que los hatos crecieron durante el siglo XIX a pesar de las repetidas
guerras civiles.
En 1874, el gobernador de Lorica informaba cómo la creciente de-
manda de Antioquia y Santander había elevado los precios del ganado
en el Sinú. En vista de las perspectivas para el levante de ganados en
áreas como Coroza!, Sahagún, Sincelejo y Magangué, el presidente de
la Junta Central de Agricultura del Estado de Bolívar, Francisco J.
Balmaseda, pidió en 1879 a la Asamblea Legislativa fomentar su desa-
rrollo. «Es digno de llamar la atención -señalaba en 1880 el goberna-
dor de Chinú- el prodigioso desarrollo que tiene esta industria y la
influencia que ha ejercido en la riqueza pública de la provincia» 2 . El
gobernador calculaba que en su sola provincia había 100.000 cabezas
de ganado y comentaba que la expansión de la industria había motivado
un mercado activo de tierras 3 . A finales del siglo XIX no había duda de
que la ganadería era la industria más importante en Bolívar.
Se ha calculado que en la costa había más de un millón de cabe-
zas de ganado a principios de este siglo. Para la década de 1920 este
número se había duplicado. representando el 35% de la población
bovina de Colombia. En la década de 1940, la costa tenía entre 3.5 y
4 millones de cabezas de ganado. Kenneth Oakley, un funcionario

2. «Informe del gobernador de Chinú», DB, agosto 20, 1880, p. 512. V éanse
además «Informe del gobernauor de Lorica», GB. agosto 26, 1874, p. 17 l. e Informe
de Balmaseda, pp. 13, 15, 17 y 18.
3. <<Informe del gobernador de ChinÚ>>, p. 51 2.
4. H. L. Román, Mensaje del gobernador, Cartagena, 1894, p. 20.
La ganadería 147

norteamericano que elaboró un informe completo sobre esta indus-


tria, calculaba que en 1941 el capital invertido en ganado en Bolívar
llegaba a $177.840.000 5 •
A pesar de su importancia, la industria ganadera ha sido descui-
dada por la historiografía. Es más, las pocas referencias a ella tien-
den a subvalorar su importancia, culpándola del atraso de la econo-
mía y la sociedad costeñas. Los ganaderos son descritos como agen-
tes económicos irracionales, con la hipótesis de que las tierras dedi-
cadas al pastoreo podrían haberse destinado a un mejor uso.
Adicionalmente, la industria ganadera se vincula casi exclusivamen-
te con la existencia de grandes haciendas, cuyos intereses chocaban
con los de un campesinado dedicado a la agricultura. Este capítulo
intenta revisar éste y otros estereotipos acerca de la ganadería en el
contexto global de la historia regional. En él se examinará en pri-
mer lugar la estructura del mercado para mostrar cómo, lejos de
ser el monopolio de unos pocos, la industria ganadera era una
actividad muy difundida que al tiempo que integraba la región a
través de las diferentes etapas de la producción ganadera, esti-
mulaba la formación de un mercado nacional incipiente. El estu-
dio detallado de una hacienda ganadera servirá para ilustrar cómo
se organizó la industria para suplir la demada de carne del inte-
rior andino. Esta sección es seguida por un análisis del papel ju-
gado por las exportaciones de ganado y los intentos fallidos para
desarrollar un packing-house. U na sección final examina bre-
vemente las industrias derivadas: cueros, leche y queso. En la
misma línea del capítulo anterior. argumentaré en la conclusión
que al contrario de las interpretaciones prevalecientes, la gana-
dería era una industria que se adaptaba bien a los recursos esca-
sos de la región. Pero antes de avanzar, esta introducción da una
ojeada a las condiciones geográficas y tecnológicas bajo las cuales
se desarrolló la ganadería en el Caribe colombiano.

5. R. K. Oakley, <<Cattle raising and related industries in Department of Bolívar.


Colombia>>, Cartagena, julio 31, 1944, NAUS. NAR, Colombia-Ganadería.
148 El Caribe colombiano

A diferencia de las pampas argentinas y de los llanos venezola-


nos, las llanuras costeñas donde tenía lugar el pastoreo de ganado
no eran praderas naturales. Los estudios históricos sobre la geogra-
fía de la región han mostrado cómo la mayoría del área que llegó a
ser conocida como sabanas, estuvo antes cubierta de bosques 6 • A
medida que la industria prosperaba, los bosques densos eran re-
movidos mediante la tala y la quema, dando así lugar a los
pastizales. Sin embargo, este cambio ecológico fue gradual y no
cobijó toda el área de pastoreo.
Vastas porciones de tierras bajas, como ya se ha descrito, queda-
ban inundadas por casi medio año, pero durante la otra mitad pro-
porcionaban excelente forraje. Tal como lo señaló Cunninghame
Graham, «durante la temporada de lluvias (el río Sinú) anega las
tierras a lado y lado de sus orillas hasta una distancia considerable,
dejando un grueso depósito de lodo aluvial. Entonces los pastos cre-
cen exuberantes y los ganados engordan con rapidez» 7 • Las saba-
nas y los playones a menudo se complementaban, condicionando el
movimiento estacional de los hatos.
La transhumancia era pues una característica básica de la eco-
nomía ganadera. «En enero -comentaba Vergara y Velasco-, la
familia del ganadero emigra a la ciénaga ... el sabanero ocupa al-
ternativamente dos habitaciones». Cuando Cunninghame Graham
visitó la región, «las sabanas estaban desiertas, pues todos los
ganados habían sido llevados a las ciénagas a lo largo de las ori-
llas del San Jorge y el Magdalena» 8 . El traslado incluía no sólo los

6. Véanse Gordon, Human geography and ecology ofthe Sinú, pp. 57-70 y J. R.
Krogzemis, <<A historical geography of the Santa Marta area». pp. 46-7. Véase
además <<Descripción de las Sabanas de Coroza! o de Bolívar>>. R!lfA. octubre-diciem-
bre 1918. pp. 1775-1781 y L. O. Yoder, <<The cattle industry m Colombia and
Venezuela», Tesis Master en Ciencias, University of Chicago, 1926, p. 33 y Be!!.
Colombia, p. 138.
7. Cunninghame Graham. Cartagena and the banks ofthe Sinú, pp. 8-9. Véanse
además Striffler, El río San Jorge. pp. 33, 44, 46; Dawe. Account of ajourney, p. 29
y Oakley, «Cattle raising and related industries», pp. 11-13.
8. Vergara y Ve! asco, Nueva geografía, p. 543; Cunninghame Graham. Cartagena
and the banks of the Sinú, p. 235.
La ganadería 149

hatos sino también a menudo al ganadero, sus empleados y sus fa-


milias:

Por consiguiente la mayoría de las haciendas tienen, en efecto,


apenas la mitad del total de hectáreas que las conforman en uso
a la vez: en las haciendas más grandes es costumbre que todo el
personal, propietarios, vaqueros y sus familias, y otros ayudantes
se trasladen de una sede a otra. Los ganados se pastorean en los
playones desde alrededor del 25 de diciembre hasta el 25 de abril
y en las sabanas el resto del año 9 .

A pesar de la introducción del alambre de púas en la década de


1870, el cercamiento fue un proceso gradual y los potreros abiertos
permanecieron como regla general en varias áreas de la región hasta
bien entrado el siglo XX. En 1921, las cercas eran todavía raras en el
sur de Magdalena, donde aún abundaban los baldíos y las tierras
poseídas en comunidad. Según Juvenal Palmera y José Mejía -am-
bos ganaderos de Valledupar-, los cruces inferiores iban de la mano
con la falta de cercas: «Aquí no se ha podido mejorar esta raza crio-
lla porque los terrenos particulares están aún proindivisos; y por lo
tanto los ganados viven en soltura permanente y en comunidad» 10 .
Igualmente, la expansión de pastos «exóticos» como el pará y
yaraguá, que fueron introducidos respectivamente en 1854 y 1906,
también fue gradual. En 1924 se calculaba que el área sembrada con
tales pastos no excedía las 250.000 hectáreas. Gramíneas nativas
como el gramalote, frisolillo, caldillo y amor seco predominaban to-

9. R. K. Oakley, <<Übservations regarding livestock industry in parts of the


department of Magdalena», NAUS, RG 166. NAR, Colombia-Ganadería.
1O. J. Palmera y J. Mejía al cónsul norteamericano en Santa Marta, Valledupar,
mayo 31, 1921, NAUS RG84: Consulado de Santa Marta, correspondencia, 1921,
parte III. En 1942, según Katherine Wylie, había pocos cercos en algunas áreas
ganaderas importantes de la costa. Véase Wylie, The agriculture of Colombia, p.
121. En Magdalena en la década de 1940, el abigeato se consideraba un problema
serio debido «en gran medida al hecho de que comparativamente existían pocos
cercos», Oakley, «Observations regarding livestock industry», p. l.
150 El Caribe colombiano

davía. Más aún, el pasto era, en la mayoría de las veces, la única


fuente de alimentación para el ganado 11 .
Las innovaciones tecnológicas también fueron lentas en la cría de
ganado. En su adaptación al medio tropical, y tras el paso de los
siglos, las reses ibéricas introducidas durante la Colonia evoluciona-
ron en un proceso de selección natural hacia una raza criolla conoci-
da como «Costeño con cuernos» 12 • En 1879, el presidente de la Junta
Agrícola de Bolívar planeó importar ganado europeo para cruzarlo y
contratar los servicios de un técnico extranjero para mejorar las prác-
ticas ganaderas 13 . No fue sino hasta finales de siglo XIX cuando los
primeros cruces con razas importadas, «Aberdcen Angus» y
«Red Polled». tuvieron lugar, produciendo el «romosinuano» que se
popularizó entre algunos ganaderos en Bolívar. El cruzamiento con
cebú, una raza resistente a las duras regiones áridas, comenzó en
1905. Sin embargo, se consideraba que el cebú producía una carne
dura y su importación estuvo prohibida por el gobierno entre 193 1 y
1939. En 1935, Navas Hermanos, Mario Santodomingo. Vélez
Daníes y Compañía, Diego Martínez y Compañía y Julian Patrón,
entre otros, intentaron cruzamientos con razas europeas. pero sin
mucho éxito 14 .

11. L. Schnare, «Cattle raising in the Cartagena consular district>>, Cartagena.


diciembre 19. 1924. :\"ACS. RG59: 821.622 1/2; G. M. Roseveare, The grasslands of
Latín America. Cardiff. 1948. pp. 126-7: Krogzemis. «A hist0rical geography». pp.
48-9: Oakley. <<Cattle raising and related industries>>. p. 18.
12. V éanse C. J. Bishko, « The peninsular background of Latin America cattle
ranching>>. HAHR, XXXII (4), noviembre 1952. pp. 491-515: L. Lorente, «La
ganadería bovina en Colombia», en A. Machado. Problemas agrarios colombia-
nos. Bogotá. 1986, pp. 331-368.
13. Informe de Balmaseda. p. 16.
14. Yéanse A. Tietjen. «El ganado zebú en Colombia», RNA, mayo 1939.
pp. 336-7; «El zebú, algunos datos suministrados por el profesor Letard. técni-
co francés», Revista de Ganadería, enero 1939. p. 22; D. Martínez Camargo.
«La ganadería en Colombia», RNA, marzo-abril 1925. p. 261: Krogzemis. «A
historical geography>>, pp. 49-50; Bonivento, Aspectos socio-económicos del
departamento del Magdalena, pp. 211-13.
La ganadería 151

TERRATE]'.;IENTES, GA~ADEROS
Y ~EGOCIANTES DE GANADO

Cuando Striffler viajó por el Cesar, el Sinú y el San Jorge, notó la


existencia de grandes ganaderos y terratenientes como Osear
Trespalacios, «el soberano de la entrada del Valle», o José Pumarejo,
«aliado a la familia patriótica de este nombre, que es la más rica del
país». Sin embargo, también observó las actividades de un tal Mora-
les, un hombre de origen humilde que tenía «SU modesta fortuna es-
parcida entre las haciendas grandes». Morales pertenecía a la mis-
ma categoría de otro propietario de ganado, «Un tal Palacio»: « ... de-
bía ser el más rico del lugar... (pero) El pobre hombre ... no estaba
mejor que los demás respecto a víveres ... Palacio era hombre del
pueblo; sus bienes los había adquirido con su trabajo, tal vez empe-
zando por ser mayordomo de alguna hacienda» 15 •
Algunas familias tradicionales como las Trespalacios, Pumarejo,
Martínez, Vélez y Piñeres consolidaron su riqueza a través de la
industria ganadera. Sin embargo, la expansión de la ganadería tam-
bién dio lugar a un naciente grupo de empresarios locales que encon-
traban en el ganado una actividad lucrativa y una fuente de movili-
dad social. El sociólogo Orlando Fals Borda se ha referido a ellos
como «viejos corronchos de pies en abarcas y arrugados sombre-
ros», y cita como un «caso clásico» el del «indígena chinulero Casildo
Ramos, trapichero y matarife, quien logró construir un imperio agra-
rio en Chinú, San Marcos y Caimito». Fals Borda también señala los
casos de Callejas Támara, Inocencia Flóres, Pedro Herazo, Manuel
del Cristo Torres, Sebastián Romero y Luis Arturo García: todos
ellos compartían aquella «tradición de frugalidad que caracterizó a
muchos de los nuevos ricos costeños de la época>> 16 • El surgimiento
de unos no evitó la caída de otros. El caso de la familia Burgos y su
hacienda Berástegui --que a menudo se ha puesto como ejemplo de

15. Striffler, El río Cesar, pp. 10, 34, 77 y 78.


16. Fals Borda, Retorno a la tierra, pp. 78, 86 y 153A.
152 El Caribe colombiano

la hacienda costeña típica que concentró tierras y ganados entre


1870 y 1930- 17 es digno de atención.
De origen colonial, la hacienda fue heredada a finales del siglo
XVIII por el sacerdote José María Berástegui quien, a su tumo, la
dejó a sus cinco hijos ilegítimos 18 • La nueva generación la mejoró
con pastos importados, la cercó y le incorporó tierras nuevas, con lo
que Berástegui pasó de 8.000 a 12.000 hectáreas entre 1870 y 1880.
Los Burgos fueron pioneros en la introducción del pasto pará, las
exploraciones petroleras y las plantaciones azucareras. También se
destacaron en la política. Cunninghame Graham, quien visitó muchas
haciendas, grandes y pequeñas, durante sus viajes por el Sinú, en-
contraba que Berástegui era un caso excepcional, «pues nos sentá-
bamos a comer en un comedor, y la conversación era de carácter
menos local, ya que los propietarios del lugar habían viajado amplia-
mente, habían estado en París y hablaban con fluidez el francés y el
inglés» 19 • Definitivamente había algo acerca de esta hacienda que la
hacía diferente del resto, incluso en las relaciones hasta cierto punto
patriarcales entre los propietarios y sus dependientes, que no esca-
paron a la atención de Cunninghame Graham. No obstante, desde
mediados del siglo XIX, los propietarios de Berástegui se vieron cu-
biertos de deudas y, por ello, obligados a arrendar o a hipotecar sus
tierras para superar las repetidas crisis financieras y emprender nue-
vos negocios. Si bien es cierto que los Burgos lograron adquirir más
tierras durante la década de 1870, después de 1880 no ?ólo no se
habían incorporado tierras nuevas a la hacienda sino que la propie-
dad existente se fragmentó gradualmente y para 1930 la hacienda ya

17. Véanse, por ejemplo, Fals Borda, Capitalismo, hacienda y poblamiento, pp.
35-37 y S. Kalmanowitz, «El régimen agrario durante el siglo XIX», en Manual de
Historia de Colombia, Bogotá, vol. 11, p. 276.
18. La historia de la hacienda está bien documentada a través de la correspondecia
familiar en Burgos Puche, El general Burgos; véanse en particular pp. 127, 182, 192,
296, 302, 342, 353, 420-425. Para una reinterpretación de la historia de Berástegui.
véase E. Posada Carbó, «La hacienda Berástegui: notas para una historia rural de la
Costa Atlántica», Huellas (17) agosto 1986, pp. 4-6.
19. Cunninghame Graham, Canagena and the banks ofthe Sinú, p. 510.
La ganadería !53

había sido vendida. Durante este tiempo los Burgos tuvieron que li-
quidar sus ganados. Cada vez más concentraron su negocio en el
alquiler de sus tierras a los ganaderos vecinos, mientras intentaban
desarrollar un ingenio azucarero sin ningún éxito. «¿Qué le quedó a
este pobre viejo reumático?», preguntaba en 1935 un periodista so-
bre la suerte del general Francisco Burgos, uno de los propietarios
de Berástegui, y respondía: «Ni un palmo de tierra. Vive en la mise-
ria, aguardando la muerte, en predio ajeno» 20 • Un estudio más a fon-
do de la hacienda Berástegui serviría para ilustrar, de manera más
sistemática, los siguientes puntos. En primer lugar, las haciendas de
origen colonial, que en el siglo XIX preservaban las características
señoriales descritas por Cunningham Graham sobre Berástegui, eran
la excepción y no la regla. En segundo lugar, incluso en casos
como el de Berástegui, la propiedad territorial, lejos de mante-
nerse inmóvil, estuvo sujeta a sucesivas modificaciones y hasta
subdivisiones durante el período bajo estudio. Finalmente, la pro-
piedad de la tierra en sí misma no garantizaba ni la rentabilidad,
ni siquiera la existencia del negocio ganadero.
Grandes hatos y haciendas como las que se encontraban en Ar-
gentina y el oeste norteamericano no tuvieron paralelos en el Caribe
colombiano. Según Striffler, en el San Jorge «las fortunas no son
considerables; apenas llegan a diez los que poseen un número de
reses que llegan a quinientas, uno de ellos tiene una verdadera fortu-
na, los demás no llegan a cien cabezas». En el Cesar, a Striffler le
impresionó la presencia dominante de «cimarroneras inmensas» que
«no conocen dueños y generalmente son propiedad del primero que
puede apropiárselos» 21 • Tras la expansión de la ganadería, algunos

20. A. Díaz, Sinú, pasión y vida del trópico, Bogotá, 1935, p. 87. De acuerdo con
el capataz de Marta Magdalena, la hacienda ganadera vecina, los Burgos estaban en
bancarrota porque eran demasiado desorganizados y sólo estaban interesados en
política:« ... de ... los Burgos ... no se diga, ellos han vivido en dificultades por desor-
ganizados y políticos», Marta Magdalena, octubre 26, 1931, ASAS, C/118/80.
21. Striffler, El río San Jorge, p. 97 y El río Cesar, p. 10. Casos similares de
ganado cimarrón pueden ser encontrados en otros países latinoamericanos. Véanse V.
154 El Caribe colombiano

hacendados lograron acumular hatos de entre 10.000 y 15.000 cabe-


zas de ganado. Sin embargo, la ganadería no era exclusivamente una
operación a gran escala. No todos los ganaderos eran propietarios de
tierra y el número de pequeños hacendados era significativo" 2 .
Algunas veces los arrendatarios tenían una especie de acuerdo
de aparcería, como el de la hacienda Las Cabezas, donde reci-
bían una tercera parte de las crías; algunos otros, como Carlos
Ramos en la hacienda de Marta Magdalena, tenían derecho a
levantar determinado número de novillos propios 23 • Aquellos con
algún capital tenían la oportunidad de tomar tierras en arriendo, lo que
en 1926 tenía un costo anual de $3.00 por hectárea, mientras el derecho
a pastoreo se cobraba a S 1.00 mensual por cabeza 24 • Más aún, dada la
disponibilidad de playones y baldíos, en la década de 1940 todavía
estaban abiertas las posibilidades para el pastoreo en tierras comu-
nales, si bien los conflictos sobre propiedad de tierras no eran ra-

M. Patiño. Historia de la actividad agropecuaria en América equinoccial, Cali.


1965, pp. 364-65; H. Giberti. Historia económica de la ganadería arf?elllina, Bue-
nos Aires. 1981. pp. 22, 29: S. R. Duncan Bareua y 1. Markoff. «Civilization and
barbarism: cattle frontiers in Latin America», Comparative Studies in Society and
History, 1978, p. 591; M. Pinto (ed), Un censo f?anadero en 1791, Caracas, 1980, p.
19; G. Carvallo, El halo venezolano, /900-1980, Caracas, 1985, pp. 18-19.
22. «La mayoría de los productores (en Bolívar) tienen cien cabezas o menos».
en Wylie. The af?riculture ofColombia, p. 119. Un censo ganadero de 1766, que se ha
utilizado para calcular la concentración de la propiedad del ganado. dejó por fuera
propietarios con menos de veinte cabezas de ganado, los que parecen haber sido un
número considerable. Véase H. Tovar Pinzón. Grandes empresas agrícolas v gana-
deras, Bogotá. 1980. p. 102.
23. <<Report on Las Cabezas and Mata de Indios», .SAuS, RG84: corresponden-
cia general del consulado, Cartagena, 1921. vol. III: ASAS, mayo 31. 1914. <<A
menudo (la mano de obra) se obtiene mediante un arreglo a partir, esto es, que el
vaquero o persona a cargo del ganado, recibe una parte determinada de los animale<o
bajo su cuidado, o las crías que puedan nacer durante un período de tiempo determi-
nado, más bien que un salario fijo>> en L. Sawyer. <<Livestock in the department of
the Magdalena>>, Santa Marta. julio 23, 1921, NAUS, RG84: correspondencia de
Santa Marta, 1921, vol. III.
24. W. Boaz, «Cattle industry in Colombia>>, Bogotá, febrero 1O, 1926, p. 1O.
NAUS, RG84: Consulado de Santa Marta, 1926, vol. 3.
La ganaderta 155

ros 25 . Así pues, poseer ganados a menudo era diferente de poseer tie-
rras, y los ganados proporcionaban un medio para ganarse la vida a un
número considerable de gentes en la región, incluyendo algunas comu-
nidades pastorales como los indios guajiros y San Basilio de Palenque26 .
La producción y el comercio de ganados involucraban un merca-
do activo en el que los animales cambiaban de manos varias veces -
antes de llegar al consumidor final. Generalmente, en la costa toma-
ba cinco años producir un novillo para carne 27 . Si bien las condicio-
nes pueden haber variado con el tiempo, el ganado usualmente era
criado por ganaderos pequeños que vendían sus novillos a una edad
temprana -uno y medio a dos años- debido a su falta de capitaF 8 .
Ganaderos más grandes levantaban entonces los animales hasta la
edad de unos cuatro años, antes de venderlos a otro ganadero que
cebaba los hatos en cercanías de los centros consumidores. En estas
tres etapas de la producción ganadera, el negociante jugaba un papel
importante, como el vínculo entre la cría, el levante y la ceba hasta
llevar el producto a su destino final. Después de estudiar las condi-
ciones del mercado, Oakley concluyó que la mayoría del ganado pa-
saba por lo menos por seis o siete manos antes de llegar al minorista:
«criador -a comprador- (y quizás a otro comprador) -a levante
-a embarque -a cebador -a carnicero» 29 .

25. Wylie. The agriculture of Colombia. p. 119. En Turbaná. por ejemplo. la


tierra perteneciente al «distrito» estaba dedicada al <<pasto de guinea para el ganado
y sementeras, todo en estado primitivo y en pequeña escala por estar en manos de
gentes pobres>>. véase <<Informe del Alcalde de Turban á>>, Bolímr. Cae era Departa-
mental, marzo 17. 1919. p. 2623.
26. <<(Lo> indios guajiros) eran labradores natcs. teniendo grandes hatos de gana-
do, caballos. mulas. burros, ovejas y chivas>>. en Dawe. Account of a journey, p. 17;
V. Levine. Colombia. Londres. 1914. p. 109. Véase además N. Friedemann, Ma
ngombe: guerreros y ganaderos en Palenque. Bogotá. 1979. pp. 94. 97 y 129.
27. E. C. Soule, «Cattle raising in Colombia». Cartagena diciembre 22, 1920.
NAUS. RG59: 821.62221.
28. Boaz. <<Cattle industry in Colombia>>, y Oakley, <<Übservations regarding
livestock industry», p. l.
29. Oakley. <<Cattle raising and related industries>>. p. 21.
156 El Caribe colombiano

Dada la información disponible, es virtualmente imposible seguir


las fluctuaciones de los precios del ganado durante el período. De
una parte hubo períodos de precios bajos, tales como los comienzos
de las décadas de 1870, 191 O, 1920 y 1930. Los períodos de precios
buenos para los productores estuvieron condicionados casi siempre
por las exportaciones de ganado en pie: a Cuba en la década de
1880 y a finales del siglo, y a Panamá durante 1916-1919, 1922-
1925 y 1942-1944 30 • Además de las exportaciones, otros factores
que influían en el precio del ganado eran el transporte, los costos de

CuADRO 2.1
PRECIO DE LA CABEZA DE GANADO EN TRES PROVINCIAS
DISTINTAS DE BOLÍVAR, 1920
(EN PESOS COLOMBIANOS)

Sinú Sabanas San Jorge


-------

Gordo de 5 años 90 70 65 a 70
Empostado 5 años 60 60
Flaco de 5 años 50 50
Toros de 5 años 45 45
Gordo de 4 años 70 55 55 a 60
Empostado 4 años 50 55 a 60
Flaco de 4 años 40 40 a45
Novillos de 3 años 38 32 32
Toros de 3 años 28 a 30 26 a 28 28 a 30
2 años 22 a 23 24 a 25 24 a 24
1 año 10 a 12 10 a 14 12 a 14

Fuentes: «Agencia Ganadera de Bolívar», RNA, octubre, 1920, p. 120.

30. V éanse GB, agosto 20, 1871, p. 148; Bank of London and South America.
Monthly Review, Londres. (3:32), julio 1921, p. 126, y (7:79), junio 1925, p. 202;
Bell, Colombia, a commerria/ and industral handbook, p. 138; Boaz, «Cattle
industry in Colombia>>, p. 1O; F. Arias a B. Os pina, Bogotá, julio 30, 1943, ASAS/C/
25:148.
La ganadería 157

producción, aumentos de población, la cantidad de ganado disponi-


ble, lo que a su turno estaba influenciado por las prácticas de levan-
te, las condiciones climáticas, las enfermedades y otros factores se-
mejantes. El cuadro era complejo y cualquier intento por analizar los
precios del ganado debe tener también en cuenta las variaciones re-
gionales (como lo muestra el cuadro 2.1 ), y el papel de los diferentes
agentes que participaban en el mercado.
Parece ser que las ganancias de la ganadería variaban de manera
significativa según las diferentes etapas de producción y mercadeo. Los
grandes ganaderos que podían criar sus novillos y venderlos a los cuatro
años de edad, seguramente estaban en una mejor posición que los dedi-
cados a la crianza y al levante, pues podían evitar el costo de los inter-
mediarios. En 1923, Amín Meluk calculaba que el levante de ganado
podía traer ganancias seguras del 15% anual (véase el cuadro 2.2.),
mientras que Diego Martínez Camargo, un gran propietario de ganado,

CUADRO 2.2
GA:-¡A~CIAS SOBRE EL LEVANTE DE GANADO CALCL"LADAS POR
AMí~ MELL"K, CARTAGENA, 1923 (PESOS COLOMBIANOS)

--------------------·------------

Compra de 3.000 toretes de 2 años al precio de 1O c/u 30.000


Gasto de cuido de los toretes por 2 años 5.000
Gasto de sostenimiento del terreno 5.000
Interés ( 1'7r: mensual) de 2.400 Ha. de terreno cultivado (50 por Ha.) 28.000

Total del costo del ganado en dos años 68.000

Al final de los dos años. de los 3.000 habrán quedado 2.700 toretes
( 10% muertes y extravíos). los que se venden a razón de 30 c/u. 81.100
Valor de la ganacia 12.200
O sea 30'7r: en los 2 años sobre la suma invertida de 40.000

Fuente: Amín Meluk. «Memorandum». Cartagena, diciembre 12, 1923, NAUS,


RG84: Consulado norteamericano. Correspondencia general. Cartagena, 1923,
vol. VI.
158 El Caribe colombiano

calculaba las ganancias netas entre el 10% y el 30% 31 • Sin embar-


go, según Oakley, ningún ganadero tenía en cuenta todos los costos
administrativos para calcular sus pérdidas y ganancias. En 1944,
Oakley tuvo la oportunidad de estudiar diez fincas de tamaños di-
ferentes (véase cuadro 2.3), y concluyó que, en promedio, los ganade-
ros podían asegurar ganancias de apenas un 9.5%. Las utilidades eran
mayores para las haciendas más extensas, dedicadas a la cría y la
ceba de ganados, donde el valor de las tierras era bajo y las condicio-
nes de comunicación con el mercado eran muy malas. Lo que motivaba

CCADRO 2.3
PORCENTAJES DE GANA!\CIAS PARA DIEZ HACIENDAS GANADERAS
EN BOLÍVAR, CALCULADO POR KENNETH ÜAKLEY, 1944

Haciendas Hectáreas Porcentaje Porcentaje Costo por N°. de


de de cabeza en ha. por
ganancias ganancias dólares cabeza
opera ti vas (b) (e)
---- - -- ------

Hacienda 1(a) 14.164 18 12 S5.91


Hacienda 2(a) 7.997 13 7.5 8.12 1.2
Hacienda 3(a) 1.299 18.5 11 6.56

Hacienda4 2.239 8 6 9.18 0.6


Hacienda 5 49 6 4.2 7.36
Hacienda 6 376 7.8 7.4 7.64
Hacienda 7 218 4.2 3.1 14.05 0.6
Hacienda 8 492 9 7 7.07 0.5
Hacienda 9(a) 8.498 3.4 2.1 11.63 1.6
Hacienda 10 490 7 5 18.62 1.6

(a) Incluye tierra alquilada


(b) Sin incluir cambios en el valor de inventario
(e) Costo de producir un ternero de un año, o de alimentar y cuidar otro animal por un año.
Fuentes: Oakley, «Cattle raising and related industries», p. 27.

31. D. Martínez Camargo, «la ganadería en Colombia», RNA, mayo-jumo. 1925,


p. 317.
La ganadería !59

la inversión ganadera, sin embargo, no era tanto el atractivo de ma-


yores ganancias como la seguridad de la inversión 32 •
«¡Qué se arruine el ganadero, pero que siga vendiendo el ganado
barato!» Esta exclamación venía de Anselmo Percy, un ganadero de
Bolívar que se lamentaba de la falta de apoyo nacional a la industria
mientras el país exigía precios bajos para la carne 33 • Según Percy,
los intermediarios y no los ganaderos debían ser culpados por los
altos costos de la carne en el mercado. Percy identificaba los inter-
mediarios con los negociantes antioqueños: «El mercader antioqueño
aplica entonces la ley del bajo precio y teniendo el enemigo un río y
cuarenta leguas a las espaldas, se apresta a recibirle no sólo la victoria,
sino las armas y los bagajes. ¡Horcas caudinas! » 34 A medida que la
ganadería se expandía, también algunos comerciantes costeños
--como se ilustra en el cuadro 2.4-- se especializaron en el negocio

CUADRO 2.4
Co~ERCIA~TES I~PORTA~TES DE GA"iADO EN BoLíVAR, 1928
- - - - - - - - ----
Nombre Ciudad Año Negocios Empleados
anuales
----- --- ---- --- ---- ----
1'
1
Osear A. Gómez Cartagena 1908 S500.000 JO
García )' Samudio Cartagena 1912 250.000
1

·Joaquín P. García Ce reté 1918 65.000 5


'Barguil y Caluma Ce reté 1925 !00.000 5
· Samuel Aduen y Cía. Ovejas 1927 75.000 6
Checri y Fayad Lo rica !897 50.000 20
Arturo Samur G. Sincelejo 1897 75.000 JO
Diego M/tínez y Cía. 1862 510.000
Lázaro María Pérez 1919 250.000
--------·
Fuente: Lista de ganaderos importantes. Cartagena. marzo 24. !928. NAUS. RG84.
Correspondencia general consular. 1928. vol V.

32. J. Velásquez. «La ganadería de Bolívar>>. Ganadería de Bolívar, Sincelejo,


fotocopia sin fecha, posiblemente 1932, p. 740.
33. A. Percy, «Porvenir de la ganadería en Colombia», RNA, julio 1915, p. 450.
34. Percy, id em., p. 451.
160 El Caribe colombiano

de ganado. A pesar de eso, la feria de Medellín --como se mostrará


más adelante en este capítulo- era muy influyente en la fijación de los
precios del ganado a nivel nacional. Los intermediarios -tanto coste-
ños como antioqueños- se quedaban con una parte importante de las
utilidades. «Exceptuando los especuladores», observaba Oakley, «las
únicas personas que reciben una parte desproporcionada de las utilida-
des brutas de las ventas de ganado, son probablemente los dueños de
las compañías transportadoras y los carniceros» 35 • (Véase cuadro 2.5).
La irritación de Percy contra el «mercader antioqueño» era tam-
bién reflejo de conflictos de intereses que a menudo tenían connota-
ciones regionales 36 • Puesto que el levante de ganado tenía lugar

CUADRO 2.5
DISTRIBUCIÓN DE LAS GANANCIAS

EN EL PRECIO PAGADO POR LA CARNE POR EL CONSL'MIDOR FI.,.AL

EN EL INTERIOR, 1934 Y 1943 (PORCENTAJES)

1934 1943
------ ------------

Productor( cría y levante) 41.4 44


Transporte al interior 14.4 12
Ceba en el interior 15.2 23
Agente comisionista(a) 9.0 6
Carnicero 20(b) 9
Impuestos 6
(a) Costos de transporte local incluidos
(b) Impuestos incluidos
Fuente:Oakley, «Cattle raising and related industries». p. 32.

35. Oakley, «Cattle raising and related industries», p. 31.


36. En Argentina, como lo ha señalado Giberti, la organización de la industria ganadera en
tres etapas diferentes -»invernada», <<cría» y <<engorde>>-- llevaba también a conflictos de
intereses: «irritaba y lastimaba a los criadores el hecho de que el sector sólo dedicado al
engorde. que no participaba en el esfuerzo por mejorar la especie y cuyos representantes no
poseían siquiera marca propia ... fueran la barrera infranqueable... que los separaba de los
establecimientos industriales••. Durante el siglo XIX, los conflictos de intereses fueron ade-
más frecuentes entre «saladeristas» y «ganaderos». Véase Giberti, Historia económica de la
ganadería argentina. pp. 100-102, 165, 189 y 202.
La ganadería 161

principalmente en áreas alejadas de los más importantes centros de


consumo, y ya que los animales debían ser transportados en pie a
largas distancias, perdiendo un peso considerable, los ganados eran
cebados en haciendas especializadas cercanas a sus mercados fina-
les. Había áreas en la costa, tales como San Juan del Cesar, Salamina
y Aguachica, dedicadas principalmente a la cría y el levante, mien-
tras que el sur de Bolívar, junto con el norte de Antioquia, se espe-
cializaban en la ceba.

LA CARNE EN LA DIETA REGIONAL Y NACIONAL

Como ya se ha afirmado, en la costa el ganado se producía básica-


mente para satisfacer la demanda nacional de carne. «El uso gene-
ralizado de la carne -observaba el cónsul de Estados Unidos en
Cartagena en 1924--, ya sea fresca o seca, como alimento práctica-
mente para toda clase de gentes, sin duda ha ... sido un factor para el
crecimiento de la industria» 37 • En Valledupar, según Bolinder, «la
carne seca jugaba un papel primordial en la planificación de cual-
quier menú» 38 . La carne salada a menudo hacía parte del desayu-
no de los bogas del río Magdalena. Con la introducción de la nave-
gación a vapor, las cubiertas inferiores de los barcos llevaban, jun-
to a la carga, «ganado en pie para el consumo de carne durante

37. Schnare, «Cattle raising in the Cartagena consular district», p. l.


38. Bolinder, We dared the Andes, p. 93. << ••• Aquí no ~e compra la carne al peso
sino por brazas; se corta en delgadas tiras, que se ponen a secar al sol después de
haberla salado y enciérrase luego en petacas. especie de cajas de cuero en bruto,
donde se conserva durante varios meses. La preparación culinaria es de las más
primitivas: se tritura el tasajo entre dos piedras hasta reducirle a un grueso polvo,
que se fríe enseguida, constituyendo un manjar poco delicado, con frecuencia de un
olor excesivamente fuerte, pero que llena las dos principales condiciones para el país: la
baratura y la rapidez con que se prepara», Saffray, Viaje a la Nueva Granada, p. 14.
162 El Caribe colombiano

el viaje» 39 . Había variaciones en los patrones de consumo entre las dife-


rentes clases sociales, tanto en la cantidad como en la calidad. En
Marta Magdalena, por ejemplo, los jornaleros recibían carne dos ve-
ces por semana, si bien «se da al consumo (el ganado) averiado y vacas
que no tienen casi ni valor» 40 • En 1944, la carne salada se producía como
industria casera por todo Bolívar, «para el uso de las clases más po-
bres sin refrigeradores y para los vaqueros que cabalgan por los
potreros» 41 . Con todo. el consumo de carne era sin embargo considerable.
Las áreas urbanas en expansión, como Cartagena, Ciénaga,
Aracataca y Barranquilla, eran centros principales de consumo de
carne. En el matadero público de Barranquilla el sacrificio de gana-
do aumentó a una tasa anual del4.3% entre 1872 y 1920, y a una del
4% entre 1920 y 1950 (véase cuadro 2.6). En su conjunto, la propor-
ción de cabezas de ganado sacrificado por el número de habitantes
no parece haber variado significativamente entre 1870 y 1919. Du-
rante las dos décadas siguientes la población de Barranquilla aumen-
tó más rápidamente que el número de cabezas de ganado sacrifica-
das, pero el equilibrio parece haberse restablecido a finales de la
década de 1930. Para 1950, las reses sacrificadas en el matadero
público alcanzaron un nuevo tope. Con la información disponible es
confiable afirmar que durante el período el consumo de carne en
Barranquilla fluctuaba entre 35 y 50 kilos per cápita.
Aunque la misma región era una gran consumidora de carne, los
principales mercados para el ganado costeño estaban en el interior.
Como lo había observado el agregado comercial Bell, «los colombia-
nos gustan de la carne y el consumo de carne de res, aun entre las
clases más pobres, es muy alto ... siendo el ganado de carne el prin-
cipal artículo de comercio entre un departamento y otro y entre uno y

39. Robinson, Aflying trip to the tropics. p. 49. Sobre la dieta de los bogas. véase
Cochrane, p. 90.
40. R. Vallejo a L. Escobar, Marta Magdalena, noviembre 9. 1931. ASAS/C/
118:83.
41. Oakley, <<Cattle raising and related industries», op. cit., p. 26.
La ganadería 163

otro distrito» 42 • No obstante, había diferencias importantes en las tasas


de consumo entre las varias provincias. Mientras que departamentos
tales como Antioquia, Valle, Bolívar, Atlántico y Tolima consumían en-
tre 35 y 50 kilos de carne al año, otros como Boyacá, Cauca y Nariño
consumían apenas un promedio de algo más de diez4 3 .

CUADRO 2.6
GANADOS SACRIFICADOS EN EL MATADERO PÚBLICO
DE BARRANQUILLA, 1870-1950
(AÑOS SELECCIONADOS)

lAño Vacuno Porcino Ovino Total de Kg de carne


1

¡--·-------------------
1

1872(a)
cabezas
3.010
(en miles)

1
1919(b) 15.729 1.827 17.556
1

i 1920 17.040 2.213 19.253


1921 20.390 2.604 22.994
1922 22.332 2.542 24.874
1923 23.198 2.503 25.701
1924(c) 28.344
1926(d) 30.498
1931(e) 23.000 4.500 98 27.598 5.562
1932 23.000 4.900 147 28.047 5.383
1933 21.800 5.800 81 27.681 5.261
1934 23.500 7.700 107 31.307 5.512
1935(f) 24.792 8.317 169 33.278 5.875
1950(g) 72.734
----
Fuentes: (a) F. Baena y F. Vergara. Barranquil/a, Barranquilla, 1922. p. 421. (b) Por
1919/23: Informe que rinde la Comisión del Presupuesto al Concejo Municipal,
Barranquilla, 1924, Cuadros y Anexos. (e) M. Goenaga,Acción Costeña, Barranquilla,
1924, pp. 80-8 l. (d) E. Rash-Isla (ed.), Directorio comercial pro-Barranquilla,
Barrdllqmlla, 1928, p. 191. (e) Por 1931134, Contraloría, Geografia económica del
Atlántico, Bogotá, 1936, p. 123 (f) BME, Barranquilla, febrero 28, 1936, p. 33. (g) J. R.
Sojo, Barranquilla, una economía en expansión, Barranquilla, 1955, p. 130.

42. Be!!. Colombia, a commercial and industrial handbook. p. 143.


43. Contraloría. Anuario General de Estadística, Bogotá. 1934, p. 579 y Síntesis
Estadística de Colombia, Bogotá. 1944, p. 115; M. Gómez Rueda, «Consideraciones
sobre el estado actual de la ganadería en los distintos climas de Colombia y medios para
mejorarla>>, RNA, 1936, p. 492.
164 El Caribe colombiano

Las reses de la costa abastecían una buena proporción de los


mercados de Caldas, Tolima, Santander y Antioquia. El cónsul norte-
americano en Cartagena calculaba que en 1927 unas 70.000 cabe-
zas de ganado pasaron de Bolívar al interior andino; en 1942 esta
cifra casi se duplicó. Según Oakley, el 34% de la producción gana-
dera de Bolívar era para el consumo doméstico y el resto se distri-
buía en Antioquia (26% ), Santander ( 17% ), Tolima (16% ),
Cundinamarca (3%), Atlántico (2%) y otros departamentos (2%).
Antioquia era el mayor mercado individual para el ganado fuera
de la región. Los lazos comerciales entre Bolívar y este departamen-
to se fortalecieron a mediados del siglo XIX, después de la apertura
de un camino a Tarazá44 • En 1874, un comercio en expansión motivó
mejoras modestas en las comunicaciones: el camino quinterín, un ca-
mino de herradura, fue construido por Juan N. Quintero y Joaquín de
la Ossa entre Sahagún y Cáceres. Liderados por un sacerdote de la
localidad, los ganaderos de Ayapel unieron esfuerzos para abrir una
trocha hacia la frontera con Antioquia45 • La preocupación por las
condiciones del transporte entre ambos departamentos era expresa-
da a menudo por sus respectivos representantes en el Congreso. Un
proyecto de ferrocarril entre Bolívar y Antioquia, el Ferrocarril Cen-
tral de Bolívar, creó expectativas en la región: «Los productos todos de
Bolívar, que hoy se llevan a Antioquia y a las demás secciones de la
república, y principalmente el ganado, por caminos en ocasiones intran-
sitables, llegarán por ese ferrocarril en condiciones superiores a sus
destinos e indudablemente a precios más ventajosos 46 • Los trabajos
comenzaron pero el Ferrocarril Central de Bolívar nunca se terminó.

44. J. J. Nieto, Mensaje del Gobernador de Cartagena a la Cámara Provin-


cial, Cartagena, 1852, p. 11.
45. GB, agosto 26, 1874, p. 171, y marzo 17, 1874; «Testimonio de Pablo
Emilio Villegas al Presidente del Comité Ganadero», Montería, agosto 6, 1928,
ASAS/C/141: 87. Villegas había trabajado en la apertura de nuevas trochas para el
ganado durante el siglo XIX.
46. Anales del Senado, septiembre 4, 1919, p. 110, y noviembre 9, 1917, pp. 317-8;
Anales de la Cámara de Representantes, diciembre 15, 1919, pp. 432-33.
La ganadería 165

En la década de 1940 se utilizaban dos rutas principales para el


transporte de ganado a Antioquia. La primera incluía el traslado del
ganado a pie hasta el puente de Yatí, cerca a Magangué, en un viaje
que podía durar hasta doce días y durante el cual los animales per-
dían alrededor de cincuenta kilos de peso por cabeza. En Yatí las
reses se embarcaban en planchones y se llevaban hasta Puerto
Berrío, desde donde se transportaban por ferrocarril hasta su desti-
no final. En la segunda ruta se incurría aun en mayores pérdidas de
peso, en un viaje enteramente por tierra desde el Sinú hasta Medellín
y que duraba cerca de cincuenta días, incluyendo paradas para pas-
tar a lo largo del camino. Los cálculos sobre las pérdidas de peso en
esta ruta, que sólo podía emprenderse durante la época seca -de
diciembre a abril-, variaban entre 80 y 140 kilos por cabeza47 .
La ciudad de Medellín jugaba un papel importante en el merca-
deo del ganado. De una parte, su consumo de carne (como lo mues-
tra el cuadro 2. 7), era considerable: entre 1929 y 1947 el consumo
promedio de carne estuvo por encima de los 47 kilos per cápita.
Aunque en Medellín el cerdo se vendía bien, la demanda por carne
de res también era alta. De otra parte, la feria de ganado en Medellín
era tan importante que fijaba los precios del ganado. Establecida en
1888, pronto desplazó la de Itagüí, que desde 1874 había dominado
el mercado 48 • El cuadro 2.8 ilustra el movimiento de reses proce-
dentes de Bolívar en la feria de Medellín entre 1912 y 1950.

47. Un periódico de Bogotá, El Liberal, ell2 de agosto de 1944, dió la cifra de


140 kg, pero fue considerada exagerada. Véanse Hopkins, «Annuallivestock report.
Colombia>>, Bogotá, abril25, 1945, NAUS, RG 166: NAR, Caja 179; Oakley, «Cattle
raising and related industries», pp. 22-3. Según Gonzalo Mejía, miembro de !aSocie-
dad Abastecedora de Carnes, «el ganado traído de las ciudades del distrito de Bolívar
perdía 25% de peso, esto apane de un porcentaje perdido por muerte, accidente y
enfermedades contraídas en el camino». Véase Rosa Nova Frankel, «Plan for the
transportation of fresh meat from the departments of Bolívar and Antioquia»,
Medellín, septiembre 20, 1945, NAUS, RGI66, idem.
48. Véanse Empresas Varias de Medellín, Ferias de ganados, 25 años, 1974, pp.
5-6; Brew, El desarrollo económico de Antioquia, p. 213, y R. N. Restrepo Zea,
«Evaluación de la capacidad de la Feria de Ganados y posibilidad de nuevos servi-
cios», Medellín, mimeógrafo inédito, 1984, pp. 1-4.
166 El Caribe colombiano

CUADRO 2.7
SACRIFICIO DE GA~ADO Y CONSUMO DE CARNE El'." MEDELLÍN,

1929-1950 (V ARIOS AÑOS)

Año Ganado mayor Ganado menor Kilos de carne


por habitante
----. ------- --·--~----------~

1929 26.114 15.921 48.04


1930 24.079 16.459 48.33
1931 23.347 13.007 45.98
1932 25.578 17.496 51.22
1933 26.732 18.615 50.67
1934 27.314 19.106 49.76
1935 28.292 17.816 49.22
1936 28.611 17.848 50.33
1937 27.550 19.618 43.61
1938 28.994 21.631 44.15
1939 28.996 20.678 41.65
1940 29.668 21.722 42.59
1941 31.653 24.384 45.07
1942 33.761 27.993 46.59
1943 37.798 29.651
1946 43.078 30.592
1947 47.271 30.244
1948 47.499 25.731
1949 49.715 27.316
1950 53.378 31.834
---- ----- ----- - - - -

Fuente: Anuario Estadístico de Medellín. Medellín, 1938. 1942. 1943 y 1950.

Los comerciantes antioqueños se involucraron activamente en la


ganadería costeña. Para 1891 Tulio Os pina había establecido víncu-
los para la compra de novillos en Ayapel, Corozal y el Sinú con el
propósito de venderlos en Antioquia. En 1893 Ospina Hermanos y
Federico V ásquez fundaron una compañía para comprar ganado en
Bolívar, cebarlo en sus haciendas Apaví, Tarazá y El Pescado, y
venderlo más tarde en Medellín a través del ya familiar acuerdo de
La ganadería 167

ganado al partir9 . Varios negociantes de Antioquia compraron tie-


rras en el sur de Bolívar para la ceba de ganados. Una mirada a la
hacienda Marta Magdalena sirve para ilustrar más detalladamente
varios de estos aspectos de la industria ganadera.

CUADRO 2.8
GANADO PROCEDENTE DE BOLÍVAR VENDIDO El' LA FERIA DE MEDELLÍN,
1912-1950 (V ARIOS AÑOS)

1 Año Cabezas de ganado Valor (en miles Año Cabezas de Valor

~1912(a)
(en miles) de pesos) ganado
---~--·

21.8 859.9 1925 25.3 1.092.2


1913 30.5 1.353.2 1926 27.2 2.138.7
1914 17.6 731.1 1927 37.2 2.033.6
1915 31.1 1.075.2 1928 38.2 2.378.9
1916 28.0 1.033.8 1929 11.3 1.838.1
1917 16.6 601.9 1930 18.7 1.045.8
1918 17.1 654.8 1937(b) 30.2 2.761.2
1919 24.2 1.214.1 1942 29.7 3.120.1
1920 17.7 654.8 1943 35.6 4.197.2
1921 8.3 319.2 1945 37.8 7.613.6
1922 15.7 537.8 1949 41.8 16.449.2
1923 14.8 542.7 1950 46.6 20.652.6
1924 25.3 1.092.2

Fuentes: (a) 1921130: «Cuadros de movimientos de la feria de Medellín>>, ASAS.


(b) 1937!50,Anuario Estadístico de Medellín.

49. Tulio Os pina a A. Mayans, Medellín, marzo 14, 1891, Archivo Ospina
Hermanos, Faes, Medellín, C/21 :230. Sobre la participación antioqueña en la indus-
tria ganadera de Bolívar, véanse Berrocal, La colonización antioqueña; Brew, El
desarrollo económico de Antioquia, pp. 199-202.
168 El Caribe colombiano

MARTA MAGDALENA,
UNA HACIENDA GANADERA ANTIOQUEÑA EN BOLÍVAR

En 1913, un grupo de empresarios fundó en Medellín la Sociedad Agrí-


cola del Sinú con el propósito de explotar la tierra en Marta Magdalena,
una hacienda cerca a Montería. La nueva compañía había comprado el
predio a la Societé Fran9aise du Río Sinú, una empresa franco-belga
que desde 1882 había tomado posesión de unas tierras baldías para
extraer madera, aunque también se habían hecho planes para cebar
ganado y cultivar cacao. La Sociedad Agrícola del Sinú hizo claras sus
metas desde el principio: comprar novillos para engordar!os y venderlos
en los mercados del interior, particularmente en Medellín y sus alrede-
dores50. Una vez establecida, enfrentó dos tareas principales: aclarar
los títulos de tierras y abrir potreros para el ganado.
Los límites del predio no estaban demarcados con claridad. Las
escrituras eran inexactas y los vecinos reclamaban tierras contiguas.
En 1915 Roberto Salazar, administrador de Marta Magdalena, infor-
maba que Adriano Vega y Antonio Lacharme habían movido sus
cercos adentro de las tierras del predio. Vega había tornado posesión de
203 fanegas alegando que era dueño de ellas después de haber llegado
a un arreglo con la anterior compañía franco-belga. «Este señor es muy
trabajoso y está dando qué hacer», señalaba Salazar a su patrón 51 •
Igual de trabajosas eran las relaciones con los colonos. Parece
ser que, en general, la hacienda logró zanjar la mayoría de los pleitos
con los colonos originales, pagándoles las mejoras y permitiéndoles
quedarse en el predio durante un período de tiempo determinado y
bajo la condición de que, al final del período, el colono entregara la

50. Asamblea General y Junta Directiva: «Libros de actas y estatutos de la


Sociedad Agrícola del Sinú», enero 20, 1913, ASAS. Véase Exbrayat, Reminiscen-
cias, pp. 23, 81, 82, 86 y 87.
51. Administrador al Gerente, Marta Magdalena (citada como M.M. de aquí en
adelante), enero 8, 1915, ASAS/C/l06.
La ganadería 169

tierra sembrada con pasto. En 1914 Salazar llegó a un arreglo con


ocho colonos mediante el cual accedía a

pagarles lo que tienen en yerba y darles lo que ellos llaman (res-


paldos) para que lo siembren en yerba también, pagándoles a 7.000
pesos la fanega cerrada y limpia a punto de ponerle ganado,
trabajo que se ha repartido para entregar en dos partes, una el 30
de julio de 1915 y la otra el 30 de julio de 1916 y dándoles a
algunos de ellos vacas para tener en los potreritos que hay actual-
mente para deslecharlas 52 .

Los arreglos variaban de acuerdo con la calidad del suelo, las mejo-
ras y las personas involucradas. Carlos Ramos recibió 8.000 pesos.
Además se le permitió cultivar el predio por dos años más con maíz,
plátano, yuca y ñame, y pastorear hasta quince cabezas de ganado pro-
pias. Los arreglos con colonos como Gerónimo Martínez recibían prio-
ridad debido a su «bastante influencia sobre la mayor parte de los de-
más que están establecidos por esos lados» 53 • En algunos casos, donde
la tierra «no merece la pena», los colonos no eran molestados54 •
No todos los colonos estaban prestos a aceptar la oferta de la
hacienda. En 1917, 26 familias de colonos «con casa de habitación,
árboles frutales, platanares, yerbas» rechazaron cualquier arreglo
pero insistieron en comprar ellos mismos la tierra a Marta Magdale-
na, ofreciendo pagarla con trabajo 55 .
Así, pues, el cercamiento del predio no evitaba problemas de pro-
piedad de tierras, los que parecen haberse agudizado en la década

52. Arreglos similares fueron hechos con otros cuantos colonos. En 1915, por
ejemplo, Salazar se puso de acuerdo con Ildefonso Castillo: además de recibir 7.000
pesos, estaba autorizado para sembrar en la hacienda durante dos años. Ese año,
Salazar pagó 35.000 pesos a David Pastrana por 32 ha. sembradas en pasto. Véase
ASAS/C/49:53, ASAS/C/106: 13 y 54.
53. Administrador al Gerente, M.M., abri125, 1914, ASAS/C/44:53; enero 15,
1915, ASAS/C/106:13; y septiembre 22, 1914, ASAS/C/109:41.
54. Administrador al Gerente, M.M., marzo 22, 1917, ASAS/C/107:89. Véase
además ASAS/C!l08:69 y 109:8.
55. ASAS/C/107:90.
170 El Caribe colombiano

de 1930 y que se agravaron todavía más por las dificultades con


los invasores. Según el administrador en 1932, «el entusiasmo
que hay en la gente para trabajar la agricultura» había motivado inva-
siones de tierras en las haciendas vecinas, José Flórez, Maraguay y
MarroquiP 6 .
Los invasores comenzaron también a entrar a Marta Magdalena,
algunas veces con el apoyo y hasta instigados por las autoridades
locales. En 1934. el corregidor liberal de Leticia puso a los invasores
en contra de uno de los capataces de la hacienda al tiempo que deni-
graba, por conservadores, de los dueños de Marta Magdalena:

... se ha presentado un tipo de apellido Casarubia que está malean-


do a los colonos y que los ha mandado a indisponer a Vélez (el
capataz) ante las autoridades ... el Corregidor de Leticia ... ha auto-
rizado a los colonos trabajen en cualquier parte donde hallen
monte, que los tiempos ya no son los mismos ... y que si Vélez los
sigue molestando que se junten 10 ó 12 y le den una palera ...
... (los colonos están) animados por el Corregidor de Leticia don
Luis Sánchez quien descaradamente les dice que se entren con su
apoyo pues se trata de una hacienda de conservadores y de
guatas a quienes hay que acabar-1 7 •

Parece que para 1932 ya se habían marcado y cercado los límites


en una gran parte de la hacienda, si bien algunos lotes en Ciénagas
de Atachica y Caño Viejo seguían como campo abierto 58 • Simultá-
neamente con el proceso de cercamiento y esclarecimiento de lími-

56. Administrador al Gerente, M.M., febrero 6, 1932. ASAS/C/119: 15.


57. Administrador al Gerente, M.M., noviembre 3, 1934, y Montería, diciembre
11, 1934, ASAS/C/75: 13 y 158:23. «El asunto de los colonos ... más bien mal. pues
las autoridades antes que ayudar están en contra de la hacienda y ninguna queja que
se eleva la atienden y sí en cambiO le autorizan a los colonos para que trabajen en
cualquier parte donde halla( sic) monte porque dizque éstos son valdíos(sic)», Admi-
nistrador al Gerente, M.M., diciembre 1934, ASAS/C/75:7.
58. Un reporte de 1932 registró 52.071 metros de cerca en alambre como linde-
ros. Adicionalmente, la hacienda tenía 108.470 metros en cercos para potreros.
Véase «Informe sobre la localización de la Hacienda Marta Magdalena en el distrito
de Montería», ASAS/C/159:9.
La ganadería 171

tes, el administrador de la hacienda trabajaba activamente en el des-


monte, limpiando la tierra para la siembra de pasto. Los períodos de
1914/18 y 1921/28 parecen haber estado dedicados principalmente
al desmonte y siembra. En la década de 1920 se sembraron unas
4.000 hectáreas en pasto. La expansión de los potreros se vio inte-
rrumpida durante la gran depresión, pero la hacienda logró mantener_
las tierras ya en uso. Para 1930, 9.000 de las 12.000 hectáreas que
pertenecían a Marta Magdalena estaban sembradas con pastos 59 •
A menudo la expansión de los hatos tenía lugar a un ritmo más
rápido que la expansión de los potreros, con lo que la hacienda se
veía obhgada a arrendar lotes vecinos. En 1915 el administrador
arregló con Julio Martínez, «quien tiene una pajita atrás de
Monomacho para l 00 reses a 0.12 pesos por el tiempo que haya
agua»: también alquiló tierra de Matías Vulvas y de El Naranjo para
pastorear 250 y mil novillos respectivamenté0 . A consecuencia de
la sequía en 1923, El Naranjo suministró otra vez pasto para el gana-
do de Marta Magdalena.
La expansión de hatos en Marta Magdalena tuvo lugar más que
todo entre 1914 y 1921: el número de cabezas de ganado aumen-
tó de 4. 760 a 10.567 durante ese período. Desde 1921 hasta 1948,
los inventarios registraban cifras de entre diez y doce mil cabe-
zas (véase cuadro 2.9).
La principal rama del negocio de la Sociedad Agrícola del Sinú
era la ceba de ganado: comprar novillos de entre uno y medio y tres
y medio años con el propósito de venderlos más tarde en el mercado
antioqueño. De manera regular compraban novillos a comisionistas
o directamente a los criadores. En 1934, por ejemplo, compraron
1.005 cabezas de ganado a Cristóbal Ruiz, un comisionista, quien
a su turno había adquirido el hato en pequeños lotes, de trece a
doscientas cabezas cada uno, de otros comi'iionistas o criadores
de ganado (véase cuadro 2.10).

59. Exbrayat. Reminiscencias monterianas, pp. 87-90.


60. Adminstrador al Gerente, M.M., enero 8. 1915, ASAS/C/106:6; enero
15,1915, ASAS/C/106:13; febrero 13, 1915, ASAS/C/106:22: y mayo 19, 1923,
ASAS/C/130:30.
172 El Caribe colombiano

CuADRO 2.9
INVENTARIO DE EXISTENCIAS EN PROPIEDAD
DE LA SOCIEDAD AGRÍCOLA DEL SINÚ, 1914-1948 (DICIEMBRES)

¡-r
¡
14
16
1918(julio)
Cabezas vacunas

4.760
6.029
8.157
Cerdos

33
Bestias

27
J

1921 10.567 395 63


1922 12.665 198 61
1924 10.789 140 94
1930 (junio) 10.800
1937 11.361 107 172
1940 (abril) 8.948 256 179
'
1943 12.031 171 204
1946 11.113 75 216
1947 11.962 83
1948 10.682 198

Fuentes: ASAS/C/117:31, 134:46 y 83:17, y «Libro de inventarios y balances»,


diciembre 1914-diciembre 1948, ASAS/C/26.

En varias ocasiones, la Sociedad Agrícola del Sinú trató de evitar


el uso de intermediarios para maximizar sus utilidades, aunque no
parece haber tenido mucho éxito. No obstante, las instrucciones al
administrador eran muy claras: «Los ganados que le ofrezcan direc-
tamente debe comprarlos sin intervención de comisionista ... debe
evitar al máximo el pago de comisiones» 61 •
Una vez se engordaban las reses, se llevaban a potreros de pro-
piedad de la Sociedad en Antioquia antes de llevarlos por último a
Medellín. Los hatos se transportaban por las dos rutas ya descritas:
por tierra vía Yarumal, o vía Magangué. Cuando se transportaban
por tierra, las reses tomaban una variante del viejo camino padrero:
«Partía de Palotal -extremo sur de las sabanas de Ayapel- por
toda la montaña entre Ayapel y Cáceres, atravesando el río Man a

61. «<nstrucciones para Emilio Cardona», ASAS/C/39: 1-5.


La ganadería 173

CUADRO 2.10
RELACIÓN DE COMPRAS DE GANADO EN MARTA MAGDALENA
1
Número de novillos Vendedor
~Septiembre 1924 25 R. Berrocal
116 R. Ruiz 1
1

141 A. Castillo 1-
200 D. García 1

~---------------------1_.4_o_o________~_____O_h_aguíHnos_.--~
1Marzo 1926 200 G. Tobón 1

100 M. de la Ossa
1 425 L. Méndez
100 J. Jiménez
1 300 J. Sánchez
----------------------
Mayo 1934 (*) 60 A. Nieto
30 J. Usta
69 A. Durango
197 R. Fernández
35 P. Juan
140 J. Martínez
181 A. Guerra
32 C. Castaño
69 J. Cabezas
66 M. Gaguy
1 83 R. Manotas
l 197 P. Capella

L- 84
74
F. López
D. Pérez
Septiembre 1938
200 T. Torres
!50 R. Galán
100 U. Real
70 J. Argumendo
50 M. Oviedo
100 J. Peña
100 P. Villalba
50 G. Palomino
100 J. Verte!

(*) Comprado por intermedio de un comisionista, Cristóbal Ruiz.


Fuentes: ASAS/C/75:68; C/40: 110; C/126:73; C/127: 17.
174 El Caribe colombiano

12 km. de la población de Uré, ... para seguir al centro de Antioquia por


Purí, Neú, Raudal y El Rosario hasta llegar a Yarumal» 62 . En el camino,
los hatos -usualmente en grupos de cien a doscientas cabezas- se
detenían a pastorear en tierras alquiladas. Un arreglo similar debía ha-
cerse para alimentar el ganado en la ruta Marta Magdalena-Magangué,
que duraba dieciséis días: las reses paraban en Montería, Cereté,
Ciénaga de Oro, Sahagún, Chinú, Coroza! y La Gloria. En 1926 eran
recibidas en Magangué por Jaramillo y Torres, una compañía comi-
sionista responsable de su transporte en barco hasta Puerto Berrío.
Además de potreros, la tierra en Marta Magdalena se utilizaba
también para cultivar productos destinados a la alimentación de sus
trabajadores: plátanos, coco, maíz, yuca y ñame. Algunas veces las
cosechas alcanzaban para el mercado local, como ocurrió en 1927 y
en 1929, cuando el maíz de Marta Magdalena se vendió en la re-
gión63. No obstante, éstos fueron años excepcionales. Lo más co-
rriente era que las provisiones se trajeran de estos lugares. El arroz,
un alimento básico en la dieta de los trabajadores, se compraba en
Montería y en haciendas vecinas 64 •
Desde 1923, provisiones de productos básicos --café, azúcar, ja-
bón, peines y otros- se vendían en la tienda abierta por el adminis-
trador de Marta Magdalena. La mayor parte de estas mercancías se
compraban a los comerciantes cartageneros Espriella Hermanos, A.
J. Mogollón y Lemaitre y Cía., entre otros, aunque también había
surtido de Montería, Barranquilla y Medellínó5 • La existencia de una
tienda en el predio no mantenía alejados a los cacharreros. Los resi-
dentes en Marta Magdalena compraban también productos a un gru-
po de comerciantes que visitaban el lugar una vez por semana. «Ha-
cen muy buen negocio», observaba el administrador, «porque venden

62. <<Testimonio de Pablo Emilio Vi llegas al Presidente del Comité Ganadero>>.op. cit.
63. Administrador al Gerente, M.M., julio 4, 1916, ASAS/C/107:28 y enero 6,
1929, ASAS/C/116: l.
64. Administrador al Gerente, M.M., mayo 12. 1916, ASAS/C/1 07:35.
65. ASAS/C/130: 260 y 283.
La ganadería 175

muy caro los artículos que no los consiguen en el almacén». No sen-


tía temor alguno de la competencia de estos forasteros: «Vendedores
de cacharros en cajón muy pequeño que en nada competirán al al-
macén ya que los artículos que éstos venden no se encuentran en las
existencias del almacén» 66 .
La naturaleza misma de la propiedad de Marta Magdalena como una-
compañía anónima, con acciones en las manos de comerciantes de
Medellín, determinaba hasta cierto punto el ausentismo de sus propieta-
rios. Mientras que los asuntos de la hacienda eran manejados directa-
mente por un administrador que vivía allí, toda la operación era supervi-
sada por un gerente en Medellín, accionista también de la sociedad.
Los administradores eran antioqueños y usualmente desarrolla-
ban una relación muy cercana con miembros de la sociedad. Ade-
más de su salario, tenían derecho a pastorear su propio ganado en la
hacienda y a menudo a un porcentaje de las crías. Era común que el
administrador residiera en la hacienda, donde vivía una vida de solte-
ro. Cuando Ramón Villa -quien manejó Marta Magdalena entre
1922 y 1928- decidió casarse, solicitó permiso al gerente para vivir
con su familia en la propiedad, o de otra manera él repararía «una
casita que tengo en Montería» y se quedaría en Marta Magdalena de
martes a domingo 67 •
El trabajo en la hacienda Yariaba. Entre el cargo más alto de ad-
ministrador y el de empleado del servicio doméstico había un amplio
rango de ocupaciones por las que se pagaban salarios diferentes:
contador, capataz vaquero, vaquero, cuida cerdos, capataz monte,
ordeñador, cuida bestias, cuida praderas, patrón canoa, capataz ha-
chero, carpintero, almacenista, henero y así sucesivamente 68 • En-
cargados de arrear los hatos, los vaqueros estaban entre los empleos
más preciados. No era ésta, sin embargo, una actividad que necesi-

66. Administrador al Gerente. M.M., febrero 25, 1928, ASAS/C/129: 18.


67. Admini~trador al Gerente, M.M., ASAS/C/127: 8 y 9.
68. Véase A. Palomino y otros, «Anteproyecto acerca de la reconstrucción de la
racionalidad económica de la Sociedad Agrícola del Sinú», documento inédito, Uni-
versidad de Antioquia, Medellín, 1985.
176 El Caribe colombiano

tara de mucha mano de obra: se requería de un capataz y una doce-


na de vaqueros para arrear cien cabezas de ganado desde Marta Mag-
dalena hasta Magangué o Tarazá. Mucha más mano de obra se em-
pleaba para desmontar la tierra para pasto, cercar el predio y mantener
los potreros.
Para estas actividades se utilizaban diferentes tipos de contratos
laborales. Como ya se ha visto, los arreglos con colonos tenían como
condición que, después de un período determinado, se entregara al
propietario la tierra sembrada de pasto. Marta Magdalena contaba
también con un grupo de trabajadores permanentes que vivían en la
hacienda pero probablemente involucrados en tareas como la prepa-
ración de alimentos, ordeño, cuidado de los hatos y otros oficios por
el estilo. La mayoría de la mano de obra empleada en desmonte y
siembra venía de afuera de la hacienda. Algunas veces el adminis-
trador intentaba emplear trabajadores pagándoles a destajo, pero sin
mucho éxito, debido a la renuencia de las gentes de la región a acep-
tar tal arreglo. La evidencia indica que en la mayoría de los casos los
salarios se pagaban según el número de días trabajados. Aun en los
años de poca actividad, como durante la depresión, Marta Magdale-
na empleaba en promedio entre cien y doscientos jornaleros por mes
para el mantenimiento de potreros. En años de expansión, como 1938,
la hacienda llegó a emplear hasta cuatrocientos jornaleros.
Regularmente un capataz, junto con el administrador, reclutaba
jornaleros en los pueblos vecinos. Pero la escasez de mano de obra
fue un problema recurrente a lo largo del período. Además de la baja
densidad de población, el mercado laboral se hizo cada vez más com-
petitivo: las actividades de explotación de maderas, las compañías
petroleras, las obras públicas, otras haciendas ganaderas y las em-
presas agrícolas de la región influyeron todas en la disponibilidad de
mano de obra para Marta Magdalena 69 . Así. pues, los salarios, las

69. «Motivado a que una nueva compañía de la Standard, está estableciendo traba-
jos en unas minas de petróleo, situadas en Belén, se han ido casi todos los trabajado-
res de esta Hacienda; han subido los jornales a 0.40 pesos libres y algo más ... para
La ganadería 177

condiciones de trabajo y los anticipos o pagos adelantados jugaron


un papel importante en el reclutamiento de jornaleros.
En 1915, después de algunas dificultades, el administrador logró
enganchar un grupo de jornaleros, algunos por sesenta días, otros
por cuarenta, a 0.25 pesos el día si se les pagaba por adelantado, o si
no, a 0.30. Las presiones por salarios y anticipos más altos eran muy-
manifiestas70. La Standard Oil Company estaba ofreciendo jornales
de $ 0.40 o más 71 . En 1918 el administrador señalaba:

Se viene observando desde años atrás que el personal de tra-


bajadores escasea cada día más debido principalmente al ensan-
che progresivo de todas las empresas y a que permanentemente
están estableciendo otras nuevas; a que el alto precio del arroz,
el maíz, la raicilla ... y en general todos los artículos alimenticios y
de exportación han tenido precios muy altos, debido a Jo cual se
han dedicado mucho a estos cultivos y trabajos siendo por lo
regular lo mejor de entre ellos 72 .

Con la información disponible no es posible trazar un cuadro muy


preciso de los jornales en Marta Magdalena, aunque la evidencia
sugiere que la mano de obra pudo haber gozado de condiciones rela-
tivamente favorables en la década de 191 O y la mayor parte de la de
1920, debido a la fuerte demanda sobre un recurso insuficiente. Esta
tendencia, sin embargo, se invirtió durante la década de 1930. Para
septiembre de 1929 el administrador estaba recibiendo presiones
para que rebajara los jornales, pero Jos signos de un aumento en el

poder conseguir gente hay que subir los jornales». Administrador al Gerente, M.M.,
septiembre 7, 1915, ASAS/C/106:73. <<Los trabajadores están escasos pues las gen-
tes están haciendo las cosechas y muchos se han ido para el Ferrocarril Central»,
Administrador al Gerente, M.M., mayo 20, 1928, ASAS/C/129:44. Véase observa-
ciones similares en Administrador al Gerente, M.M., junio 12, 1915, julio 18, 1925,
ASAS/C/106:55, 108:42 y 126:58 respectivamente.
70. Administrador al Gerente, M.M., septiembre 7 y octubre 8, 1915. ASAS/C/
106: 73 y 85.
71. Administrador al Gerente, M.M., septiembre 7, 1915, ASAS/C/106: 73 y 85.
72. Administrador al Gerente, M.M., junio 15, 1918, ASAS/C/108:73.
178 El Caribe colombiano

abastecimiento de mano de obra desaparecieron después de una


campaña de reclutamiento del ejército. Según el administrador,

en cuanto a rebajar jornales aquí sería muy conveniente visto la


mala situación y la crisis actual, pero por el momento me parece
muy trabajoso en vista de que en esta región los trabajadores día
a día van siendo más escasos; actualmente los trabajadores que
tenemos aquí en la hacienda son muy pocos, tanto que no he
podido acabar de limpiar algunos potreros que tengo un poco
sucios. Todos los hacendados de esta región se quejan de que no
hay con quién trabajar. Ya por aquí nadie piensa en tumbar monte
y en sembrar yerba porque a duras penas se sostiene lo hecho 73 .

Aun así, a finales de 1929 pudo bajar los jornales y planeaba mayo-
res rebajas. Sin embargo, para 1931 el administrador enfrentó de nuevo
problemas de falta de mano de obra. El recién fundado ingenio azucare-
ro en Berástegui estaba ofreciendo salarios más altos que Marta Mag-
dalena74. No obstante, parece que durante la década de 1930, Marta
Magdalena pudo reducir costos a expensas de los salarios.
La posición relativamente fuerte de los trabajadores durante las
décadas de 191 O y 1920 se evidenciaba también en sus demandas
por anticipos. Los datos disponibles sugieren que los pagos adelanta-
dos eran un requerimiento de los trabajadores, al tiempo que eran
considerados una carga por la hacienda. Los intentos del administra-
dor para abolir los anticipos fueron vanos: «Tan inveterada está la
costumbre de emplearse antes de trabajar» 75 . Prácticamente todos
los patrones pagaban anticipos, de manera que este tipo de arreglo
se hizo competitivo. Más aún, era frecuente que algunos trabajado-
res nunca se presentasen a trabajar, a pesar de haber recibido

73. Administrador al Gerente, M.M., septiembre 29, 1929. ASAS/C/116:73.


74. Véase ASAS/C/116 67. 86; 75:9, y 76:151 y 128.
75. <<He pretendido prescindir de los anticipos porque se pierde en ellos mucho
dinero y especialmente porque los individuos así avanzados trabajan muy poco»,
Administrador al Gerente, M.M., enero 8, 1915. ASAS/C/106:6. Véase además
ASAS/C/106:73 y 78:9.
La ganadería 179

anticipos. Para la hacienda, no era fácil obligarles a cumplir el


contrato. En 1921, el administrador reportó una lista de fugitivos
con deudas que alcanzaban montos superiores a 1.500 pesos y
cuyo paradero era desconocido 76 .
El estudio de Marta Magdalena revela, pues, aspectos de interés
sobre la organización de la industria ganadera y sobre las relacioneS-
sociales en el interior de una hacienda de sus características. No
obstante, hay que tener cuidado de generalizar a partir de esta
experiencia, localizada al sur del departamento de Bolívar, con la
participación del capital y de la empresa antioqueños, y especia-
lizada en la ceba de ganado.

LAS EXPORTACIONES DE GANADO

Entre 1870 y 1950, la ganadería experimentó cuatro períodos de pros-


peridad exportadora: 1878/88 (con una breve interrupción en 1884/85);
1898/1906, 1916/26 y 1941/44. Durante estos años, primero Cuba y
más tarde Panamá fueron los mercados más importantes para un nú-
mero significativo de cabezas de ganado que se embarcaba en pie des-
de los puertos costeros, aunque también se enviaba ganado a México,
Venezuela, Perú, Costa Rica y las islas del Caribe 77 •
La disminución del hato ganadero cubano como consecuencia de
la Guerra de los Diez Años ( 1869/78)1 8 , junto con la demanda desde

76. Administrador al Gerente. M.M., febrero 3, 1921, ASAS/C/78:9.


77. Ocampo, Colombia y la economía mundial, pp. 369-375; Bell, Colombia a
commercial and industrial handbook, p. 138: Oakley, <<Exportation of cattle from
Colombia>> Cartagena. agosto 7. 1943. NAUS, Foreign Agricultura! Relations,
Narrantive Reports. 1942-45. Colombia, Livestock.
78. Durante la misma guerra civil, el ganado de Bolívar estaba ya llegando a la isla,
aunque en poca cantidad. En 1873. los republicanos pidieron al gobierno de Bolívar
parar las exportaciones de ganado por medio de empresas españolas a Cuba. El gobier-
no rechazó la petición alegando que «los artículos alimenticios (como lo es el ganado
vacuno) no son de la naturaleza de aquellos que se destinan a !aguerra». Véa~ Rudecindo
Torrenegro al presidente de Bolívar, Cartagena, abril 15. 1873 y «Despacho del Presi-
dente Ejecutivo del Estado>>. Cartagena, abril 22, 1873. AGB, 1873.
180 El Caribe colombiano

la zona del canal de Panamá, habían motivado las exportaciones ga-


naderas colombianas durante el primer período de prosperidad. Se
ha calculado que tan sólo desde Cartagena se embarcaron hacia
Cuba más de cincuenta mil cabezas de ganado entre 1878 y 1881 79 •
Según el cónsul de Estados Unidos, el comercio con Cuba se estaba
convirtiendo en «una industria bastante grande», hasta el punto de
que advertía: «Nuestros ganaderos de Texas ... encontrarán en el
estado de Bolívar un competidor formidable» 80 • No obstante, este
mercado se cerró para el ganado colombiano luego de las restriccio-
nes a las importaciones introducidas por los españoles. Pero la de-
manda desde Panamá sostuvo los altos niveles de exportación hasta
1888 81 •
U na combinación tanto de problemas domésticos en Colombia
como de una nueva demanda desde Cuba, impulsó las exportaciones
a finales del siglo. Mientras Cuba buscaba recuperar su hato gana-
dero después de la destrucción causada por la guerra de indepen-
dencia, los ganaderos colombianos encontraron en el mercado cu-
bano la oportunidad de evitar que sus animales fueran confiscados
por los ejércitos en conflicto durante la Guerra de los Mil Días 82 • El
gobierno había impuesto un derecho de exportación de veinte pesos
por cabeza, pero aun así los ganaderos hacían «todos los esfuerzos
posibles para embarcar sus reses, prefiriendo pagar el impuesto an-
tes que verlas pasar a manos del gobierno» 83 . Era también un co-
mercio tan considerable que motivó a negociantes de ganado de

79. Ocampo, Colombia y la economía mundial, p. 374.


80. Cartagena, enero 22, 1882, NAUS, RG84: Carthagena consular records
despatches, C8.3, vol. 5191.
81. Ocampo, Colombia y la economía mundial, pp. 373 y375; Memoria del
Secretario de Gobierno al Gobernador de Bolívar, Cartagena, 1888, p. 217.
82. Se calculaba que en 1894, habían 2.485.000 cabezas de ganado en Cuba. Para
1904, después de la importación de algunas reses, la población ganadera era de
1.315.000. Véase H. Janes, «Republic of Cuba. Growth of the cattle industry>•,
Monthly Consular and Trade Reports, diciembre 1905, p. 184.
83. MCR, mayo 1900, LXIII (236), pp. 16-7.
La ganadería 181

Bolívar, como Diego Martínez Camargo, a abrir una sucursal de su


firma comercial en La Habana&4. Los cálculos varían, aunque pare-
ce que por lo menos cuatroscientos mil cabezas de ganado se expor-
taron a Cuba entre 1898 y 190685 • Las presiones de los ganaderos
habían obligado en principio al gobierno a rebajar el gravamen de
exportación, pero éste se elevó nuevamente causando malestar en.
Bolívar. En 1907, desanimadas por las restricciones de exportación y
los desarrollos domésticos cubanos, las exportaciones ganaderas se
paralizaron 86 .
La demanda de ganado desde la zona del Canal de Panamá du-
rante la Primera Guerra Mundial y los años inmediatamente siguien-
tes revivió las exportaciones. Entre 1918 y 1922 se embarcaron des-
de Bolívar hacia Panamá unas 93.000 cabezas de ganado 87 • Esta
ruta estuvo activa de nuevo en la década de 1940, cuando Francisco
P. Arias, un importante político y hombre de negocios panameño,
logró tomar el control del negocio. Por conducto de un agente en
Cartagena, Arias compraba las reses de unos pocos grandes propie-
tarios de ganado, tales como Bernardo Ospina, Rogelio Támara,

84. López. Almanaque de los hechos colombianos, p. 86.


85. Ocampo, Colombia y la economía mundial, p. 375. Oakley calculaba
1.300.000, lo que parece una cifra exagerada, véase su «Exportation of cattle from
Colombia», p. 2. Según un cónsul norteamericano, entre 1902 y 1904, se enviaron
a Cuba 500.000 cabezas de ganado, véase H. Granger, «Colombia's resources and
trade», Monthly Consular and Trade Reports, enero 1905, p. 216. Para 1905, las
importaciones de ganado provenientes de Colombia fueron avaluadas en Cuba en
$1.104.000. Colombia era el tercer abastecedor después de Estados Unidos y Vene-
zuela. Otros abastecedores eran Honduras, Nicaragua y las Islas del Caribe. Véase
Janes, «Republic of Cuba>>, p. 188.
86. MCR, julio 1901, LXVI: 250, p. 447; «Industria ganadera», El Porvenir,
Cartagena, abril 13, 1904, p. 4; informes diplomáticos y consulares. Colombia,
Londres, 1907, p. 14; «A los ganaderos de la Costa», El Comercio, Barranquilla,
mayo 7, 1910, p. 2.
87. Oakley, «Exportation of cattle from Colombia», p. 2. Un barco ganadero, el
Caribbean, era operado por los funcionarios de la Zona del Canal para transportar
ganado en pie desde Colombia. En 1919, la Zona del Canal de Panamá requería de
50.000 a 70.000 cabezas de ganado. Véase The Panama Canal Record, agosto l,
1917 (10), p. 596 y febrero 12, 1919 (12), p. 299.
182 El Caribe colombiano

Samuel Martelo y Arturo García e Hijos. Esta política fue reformada


ligeramente como consecuencia de las presiones de los pequeños
ganaderos y, ya para 1943, Arias había hecho arreglos «para que un
comisionista de Coroza! visitara la región de San Marcos y Ayapel
en Bolívar y les comprara a los pequeños hacendados» 88 .
Además de Cuba y Panamá, las exportaciones de ganado de la
costa llegaban frecuentemente a otros mercados: México, Perú, las
Antillas Holandesas, Costa Rica, Trinidad y Venezuela. El movimien-
to de ganado entre Colombia y Venezuela funcionaba generalmente
en ambas direcciones, afectando la industria de la región. En la dé-
cada de 1930, por ejemplo, las importaciones desde Venezuela -
autorizadas por el gobierno- causaron resentimiento entre los ga-
naderos de Bolívar, que perdieron temporalmente sus mercados en
Santander y Norte de Santander 89 . Unos años más tarde, sin embar-
go, Bolívar se había convertido en un abastecedor de ganado para
Venezuela: en 1946, Arturo García e Hijos se negaron a vender re-
ses a la Sociedad Abastecedora de Carnes, pues estaban muy com-
prometidos con los negociantes de Venezuela 90 .
Si bien las exportaciones no eran tan importantes como la deman-
da doméstica de ganado, sí jugaron un papel notable en el fomento
de la producción al estimular los precios. En 1904, un grupo de gana-
deros del Sinú, opuestos a la imposición de un gravamen a las expor-
taciones, advertía al gobernador de Bolívar:

88. Oakley. <<Exportation of cattle from Colombia>>. pp. 4-5: Francisco Arias a
Ignacio Navarro. Panamá. junio 14, 1941 y agosto 4. 1941. ASAS/C/25. y Francisco
Arias a Alberto Torres, enero 13. 1943. ASAS/C/25. Véase además F. Arias. «Razo-
nes que pueden causar la suspensión de la exportación de ganado colombiano a
Panamá>>, ASAS/C/25.
89. En 1936, por ejemplo. se importaron desde Venezuela unas 36.000 cabezas
de ganado; «Economic Annual Report». Bogotá. marzo 23. 1937. PRO, F0371/
20624.
90. Hijos de Arturo García aSAS. Sincelejo febrero 15, 1946 y octubre 22. 1947.
ASAS/C/64:268 y 65: !51. En diciembre de 1946, Colombia y Venezuela acordaron
permitir la importación y exportación mutuas de hasta 25.000 cabezas de ganado por
año, libres de impuestos de aduana, entre sus provincias fronterizas, véase Bank of
London and South America. Fortnightly Review, enero 18. 194 7, 12:269. p. 12.
La ganadería 183

En el interior de Colombia existe la firme creencia de que si no


se grava la exportación de ganados, pronto se concluirán nuestras
crías y que el principal alimento del pueblo de Bolívar llegará a
obtener fabuloso precio ...
No es una paradoja lo que entre nosotros ha acontecido en la
industria ganadera: mientras más se ha avivado la exportación, las
crías han aumentado; los pastos se han multiplicado; y la riqueza
pública ha tomado gran incremento ... 91 •

En los círculos de ganaderos el mercado externo era de este


modo apreciado como una bendición: «Para las noticias que circulan
aquí relacionadas con la exportación de ganado -señalaba el admi-
nistrador de Marta Magdalena en 1915-, ... hay que tener presente
que ellas son ... la expresión de los deseos de los ganaderos y aun
de los no ganaderos, quienes creen que abriéndose la exporta-
ción lloverá el oro en el Sinú» 92 •
Los consumidores de carne del interior, junto con los intermedia-
rios y los que se dedicaban a la ceba del ganado y abastecían los
mercados andinos con reses provenientes de la costa, se oponían
fuertemente a las exportaciones y presionaban al gobierno para que
las desalentara. Este conflicto de intereses se hacía más grave du-
rante los períodos de aumento de la inflación, como en la década de
1940, cuando las exportaciones a Panamá debieron enfrentar la oposi-
ción de los consumidores y de la Asociación Colombiana de Ganaderos
-un grupo de presión que representaba a cebadores del interior-93 •

91. «Industria ganadera», El Porvenir, Cartagena, abril 13, 1904, p. 4.


92. Administrador al Gerente, M.M., junio 12, 1915, ASAS/C/106:54.
93. «... consumidores en el interior, alentados por los ricos y poderosos interme-
diarios que compran ganado en Bolívar y lo venden en los mercados del interior,
señalaban las tácticas de retención de los ganaderos para apoyar sus argumentos en
contra de las continuas exportaciones»: Oakley, «Exportation of cattle from Colom-
bia», pp. 9-1 O. Arias, el importador panameño, recibió quejas de la organización de
ganaderos en Bogotá: <dos cebadores del interior estaban sumamente alarmados por-
que los precios de los ganados que venían de la costa para cebarse acá eran prohibitivos
basta el punto de no poder adquirirlos ... argüían que la exportación ... había servido para
inflar los precios», F. Arias a B. Ospina, Bogotá, julio 30, 1943, ASAS/C/25.
184 El Caribe colombiano

«De suspenderse la exportación a Panamá», escribió el presiden-


te de la Federación de Ganaderos de Bolívar a la Asociación Co-
lombiana de Ganaderos, «los mayormente perjudicados serían los
ganaderos de la Costa Atlántica, que gracias a este único merca-
do han estado vendiendo sus ganados a buenos precios» 94 .

EL FRACASO DEL PACKING-HOUSE DE COVEÑAS

Cuando quiera que las perspectivas para las exportaciones mejora-


ban, los ganaderos abrigaban esperanzas de beneficiarse del aumen-
to en la demanda de sus productos. Durante las dos primeras déca-
das de este siglo, el mercado mundial de carne había experimentado
cambios importantes debido a un incremento en la demanda y a las
mejoras tecnológicas, abriendo el camino para nuevos exportadore!i.
Un congreso de productores de carne en los Estados Unidos obser-
vaba que mientras el hato bovino mundial creció el 11% entre 1905 y
1913, la población consumidora lo había hecho en un 25%. Desde los
comienzos de este siglo, el excedente ganadero para exportación en
los Estados Unidos había estado disminuyendo, motivando a las com-
pañías norteamericanas a buscar nuevas fuentes de abastecimiento.
Para 1913, Estados Unidos se había convertido en importador de
carne. Además de eso, el mercado mundial se vio influenciado por el
estallido de la guerra, ya que las necesidades crecientes de los paí-
ses europeos los obligaron a abrir el comercio restringido hasta en-
tonces por tarifas y regulaciones sanitarias, presionados por sus res-
pectivos sectores agrícolas 95 .
Unos cuantos países criadores de ganado se beneficiaron de las
nuevas condiciones del mercado. Las exportaciones de carne con-

94. J. J. García al Presidente de la Asociación Colombiana de Ganaderos,


Sincelejo, agosto 1O, 1943, ASAS/C/51 :43.
95. Véanse Intemational Institute of Agriculture, lntematíonal trade in meat,
Roma, 1936, p. 21; R. Perren, The meat trade in Britain, 1840-1914, Londres,
1978, pp. 206-216; J. C. Crossley y R. Greenhill, «The River Plate beef trade» en
La ganadería 185

gelada desde Argentina, que venían reemplazando los embarques de


ganado en pie desde 1900, aumentaron sustancialmente: de 276.000
a 1.554.000 reses en canal entre 1913 y 1918. Durante el mismo
período, las exportaciones argentinas de carne empacada subieron
de 13.000 a 191.000 toneladas. De igual manera, las exportaciones
de carne congelada habían desplazado el «tasajo» en Uruguay, otro
país donde la producción ganadera fue estimulada por el mercado
mundial 96 .
En vista de circunstancias tan promisorias, los ganaderos de Co-
lombia -después de todo el cuarto productor de ganado de Améri-
ca Latina- también buscaron beneficiarse del mercado en expan-
sión97. En la década de 191 O, las visitas de enviados extranjeros con
miras a explorar las posibilidades del ganado colombiano estimularon
las expectativas. Funcionarios de los gobiernos de Estados Unidos y
Gran Bretaña y representantes de compañías empacadoras de car-
ne recorrieron la costa, inspeccionaron los hatos y se reunieron con
los ganaderos para discutir planes para el desarrollo de la indus-
tria98. El entusiasmo expresado por los productores no carecía, pues,
de fundamento, si bien era tal vez exagerado99 •

D. C. M. P1att, Business /mperialism, 1840-1930, Oxford, 1977, pp. 293, 303-8;


«Report for the year 1911 on the trade of the Consular district of Buenos Ayres»,
reportes diplomáticos y consulares, Annual Series, (5029) Londres, 1912, pp. 25-
30; y R. Freyre, «La industria del ganado vacuno en Colombia», RNA, septiembre-
octubre 1926, pp. 354-5.
96. Crossley y Greenhil, «The River Plate beef trade», pp. 297-8; J. P. Barran y
B. Nahum, «Uruguayan rural history», HAHR, 1984, 64 (4), pp. 655-673.
97. En 1915, de acuerdo al British and Latín American Trade Gazzette, las
mayores poblaciones ganaderas en Sur América estaban en Brasil 31.000.000 de
cabezas de ganado, Argentina 29.000.000, Colombia 10.000.000 y Uruguay
8.000.000; British and Latín American Trade Gazzette, mayo 7, 1920, p. 168. El otro
país lationamericano que superaba la población ganadera de Colombia era México.
98. Véanse «Porvenir de la ganadería en Colombia», e «Informe sobre elpacking-
house», RNA,julio, 1915, p. 445, y enero-febrero. 1921, p. 323; «Proposed esta-
blishment of packing-house on Atlantic Coast», Cartagena, junio 10, 1916, NAUS,
RG59: 821.6582/2.
99. «... Estoy convencido de que el fomento de la ganadería y el establecimiento
de packing-houses nos pondrá en el curso de pocos años a la altura de la Argentina.
186 El Caribe colombiano

N o obstante, la legislación aprobada por el Congreso entre 1915


Y 1919, dirigida aparentemente a atraer capitales extranjeros, des-
alentó más bien el desarrollo de una industria empacadora de carnes
orientada hacia las exportaciones 100 • Una ley de 1915 reconoció
algunas exenciones tributarias a las inversiones futuras en este sec-
tor, aunque por un corto período de tiempo. En 1916, el Congreso
aprobó el pago de intereses sobre el capital pero fijó límites a la
cantidad de dinero a invertir y al número de reses sacrificadas para
la exportación. Según una comisión del Senado, esta última res-
tricción «se convirtió en causa principal para que resultaran
nugatorios los efectos de dicha ley» 101 •
Los ganaderos no se dieron por vencidos. En 1917, el Congreso
discutió de nuevo otra ley para el fomento de packing-houses en la
costa: las bonificaciones en intereses eran más altas que las fijadas
en 1916, así como el capital total que podía invertirse en la industria.
Sin embargo, como una medida antimonopolista, el gobierno insistía
en limitar la suma de dinero que una sola empresa empacadora po-
día invertir. Según el ministro de Agricultura,

(se) limita a 500.000 pesos el capital que pueda invertir una sola
empresa de packing-houses. Esta limitación se impone para evitar el
acaparamiento por una sola firma, lo que podría entrañar inconve-

Nuestro país es superior a aquel en riquezas naturales y mejor situado»: A. Borda


Carrizosa, Packing-houses, La Unión Comercial, Cartagena, mayo 12, 1916. <<Qué
porvenir tan halagador se presenta a los que quieran trabajar en la industria pecua-
ria>>: Marcial Blanco. <<La riqueza pecuaria de las sabanas de Bolívar», RCCB, octu-
bre 31, 1919, p. 7. Véanse además G. Camacho G., «Colombia ante el comercio de
carneS>>. RNA, 1917 (165-166), pp. 1499-1506 y 1530-1537; Cunninghame Graham,
Cartagena and the banks of the Sinú. p. 176.
1OO. El Congreso aprobó por lo menos cuatro leyes diferentes entre 1915 y
1919: «Ley 82 de 1915>>, «Ley 21 de 1916>>, <<Ley 60 de 1917», y «Ley 111 de
1919». Para una breve descripción de los contenidos de estas leyes véase <<Elpacking-
house de Coveñas y las petroleras de Infantas», RNA, marzo-abril 1922. pp. 328-
334. Véase además Anales del Senado, enero 19, 1920.
1O l. Anales del Senado, noviembre 19, 1917.
La ganadería 187

nientes muy dignos de tenerse en cuenta, y permite además la


competencia, que en este caso será ventajosísima para la república 102 •

Los temores referentes al capital extranjero, particularmente a


las compañías norteamericanas, que habían desplazado a las británi-
cas del comercio de ganado argentino, fueron expresados por el se-
nador Pedro León Mantilla:

Mayores seguridades y ganancias, en desarrollo más extenso


y ordenado obtendrían la industria pecuaria y el país en general
del establecimiento de varias empresas de capacidad mediana en
Jugares relativamente apartados, que de la fundación de uno de
esos enormes trust a cuyo poder y caprichosa voluntad quedarían
sometidos de manera inexorable todos y en especial todos aque-
llos que no lo son en grande escala, que entre nosotros son la
inmensa mayoría. De otra parte, si esas grandes compañías, aun-
que monopolizando siempre de manera absoluta e irresistible toda
una rama de negocios. no alcanzan a perturbar hondamente la
marcha regular del Estado en grandes naciones como la Unión
Americana y -las proporciones guardadas- la República Argen-
tina, en países tan pobres como el nuestro y con gravísimos
defectos de educación y organización social, esas grandes entida-
des comerciales lo absorben y lo dominan todo, con perjuicio
evidente de los industriales del país y con perturbaciones y pe-
ligros para la soberanía misma 1·u_

Algunos congresistas, como el senador Mantilla, se opusieron al


proyecto. Aparte de sus sentimientos antiimperialistas, consideraban
excesivo el apoyo gubernamental porque el «packing-house es
magnífico negocio» 104 • Haciendo frente a dificultades en ascenso,
los ganaderos de la costa encontraron esta vez un aliado en la Socie-
dad de Agricultores de Colombia, donde se decidió crear una comí-

102. Anales del Senado, agosto 3, 1917, p. 12.


103. Anales del Senado, noviembre 19, 1917. p. 344.
104. Véase Anales del Senado, noviembre 19, 1917. p. 342.
188 El Caribe colombiano

sión «para que haga valer ante ... el Senado y... la Cámara la impor-
tancia de la inmediata expedición ... de la ley» 105 .
Finalmente se llegó a un acuerdo. A finales de 1917 el Congreso
aprobó la ley. El año siguiente, el gobierno adjudicó un contrato a la
Colombian Product Company -una empresa formada por Ganade-
ría Colombiana, de Cartagena, y The International Products Co., de
Nueva York, para establecer un packing-house en cercanías de la
bahía de Cispatá-. Mientras que el gobierno otorgaba a la compa-
ñía algunos subsidios y beneficios tributarios, la compañía convenía
en construir las instalaciones antes de dos años, sacrificar para la
exportación por lo menos cincuenta mil cabezas de ganado al año y
ofrecer créditos a los ganaderos de la región 106 • Los trabajos co-
menzaron pero no sin complicaciones ulteriores.
«Puedo asegurar que allí no hay ni la noticia, ni el recuerdo siquie-
ra, de que se haya intentado hacer en ese lugar ninguna edificación
de la compañía contratista», acusaba a la compañía un miembro del
Congreso que alegaba haber visitado la región en 1919 107 • No obs-
tante, un año más tarde, comisiones diferentes de la Sociedad de
Agricultores de Colombia, la Cámara de Representantes y del go-
bierno central atestiguaron el progreso: más de seiscientos trabaja-
dores estaban empleados en actividades de construcción, incluyen-
do un acueducto, viviendas y un muelle. Para 1921, la compañía
había gastado l. 600.000 pesos en materiales de construcción,

105. <<Sesión de noviembre 10 de 1917», Sociedad de Agricultores de Colombia,


Actas, Bogotá, 1917-1927, pp. 43, 44, 107. Durante la reunión del 27 de julio de
1917, la junta había aprobado una petición para solicitar el apoyo del gobierno para
un packing-house en Coveñas, véase idem., p. 36.
106. Los accionistas de la región incluían a Carlos y Fernando V élez Daníez,
Vicente Martínez Recuero, Diego Martínez y Cía., Julián Patrón y Celedonio Piñeres.
Véanse «Informe sobre el packing-house», RNA, enero-febrero, 1921, pp. 223-226;
Y «El packing-house de Coveñas y las petroleras de Infantas», pp. 330-3. Véase
además <<Privileges ofpacking-houses in Colombia», The Colombian Trade Review,
Londres, marzo 1922, p. 22.
107. Anales de la Cámara de Representantes, octubre 2, 1919, pp. 179-80.
La ganadería 189

1.100.000 en jornales y 1.100.000 en reses 108 • Aunque los trabajos


avanzaban con lentitud. Según una comisión de la Cámara de Re-
presentantes, resultaba desafortunado que la construcción se hubie-
ra iniciado «en una época en que la situación anormal del mundo
impidió la pronta provisión de los múltiples elementos que para obras
de esta clase suministran los mercados del exterior» 109 • Con todos
estos obstáculos no fue sino hasta 1923 cuando el packing-house
de Coveñas estuvo listo para operar 110 •
Sin embargo, diez años después de que se tomaran las primeras
iniciativas, las condiciones del mercado mundial se habían modifica-
do. A la cesación de hostilidades después de la guerra había seguido
una contracción en la demanda de carne desde Europa, donde había
entonces disponibles grandes existencias. Entre 1918 y 1922 las ex-
portaciones de carne congelada desde Argentina habían caído un
27% 111 • Bajo estas circunstancias. los obstáculos enfrentados por
el packing-house de Coveñas para conquistar mercados fueron
múltiples. La comisión de la Cámara de Representantes consignó
algunos de estos problemas:

¿A dónde mandar sus productos ... ? No a Inglaterra, por el


refinado gusto de su población ... ; no a Francia, por las dificulta-
des aduaneras y otras de orden interno ... ; no a otros países eu-
ropeos condenados por su situación económica a soportar priva-
ciones ... ; no a Estados Unidos, por las recientes tarifas adoptadas
por aquel país para defender su propia industria ... Y en cuanto a
los mercados más cercanos, lo restringido de los consumos no
daría cabida a los artículos de nuestra producción 112 •

108. J. Argüello, «Coveñas. Elpacking-house>>, RNA, marzo-abril, 1922, p. 379;


«<nforme sobre el packing-house», pp. 223-226.
109. «<nforme sobre elpacking-house», p. 223 y «Elpacking-house de Coveñas
y las petroleras de Infantas», p. 339.
110. De acuerdo a un reporte norteamericano, se afirmaba que el monto total de
la inversión llegaba a $5.000.000; Boaz, «Cattle industry in Colombia», p. 7.
111. Crossley y Greenhil, «The River Plate beef trade>>, p. 297.
112. «El packing-house de Coveñas y las petroleras de InfantaS>>, pp. 339-340.
190 El Caribe colombiano

Sin duda alguna, la calidad de la carne colombiana no se compa-


raba favorablemente con la de países como Argentina 113 • Aun así,
una de las principales desventajas para el desarrollo delpacking-house
de Coveñas eran sus altos costos de producción. Un ministro argen-
tino en Colombia hizo una descripción clara del problema a la Socie-
dad de Agricultores en 1925. Según el ministro, tanto la disponibili-
dad de ganado como el proceso de producción condicionaban un
precio que no era competitivo para la carne colombiana en el mer-
cado mundial. Las consecuencias de una tecnología atrasada arro-
jaban pocas dudas: mientras que en Argentina una res daba 325
kilos de carne, una colombiana producía tan sólo 180 kilos. La des-
proporción en el precio era en extremo desalentadora: en Argentina,
según el ministro, un kilo de carne costaba $0.09; en Colombia,
$0.75 114 .
El packing-house de Coveñas fue, pues, una empresa frustran-
te. En 1925 Fernando Vélez, uno de los accionistas de la compañía,
expresaba su amargura por el resultado de la empacadora de carne:
«Me manifestó sin rodeos que era el negocio más malo en que había
podido invertir mucha parte de su capital» 115 • Hubo intentos que
fracasaron para buscar otros mercados en México, Italia y Estados
Unidos. Mientras tanto la compañía recurrió a la exportación de
ganado en pie. Dos décadas más tarde, no se había sacrificado ni

113. Véasé! Pearse. Colombia. with special reference to cortan. p. 71. Según lo
dicho en un informe norteamericano. «la carne colombiana es clasificada en Inglaterra
como de regular calidad, lo que es similar a la de grado segunda colonial congelada de
la Argentina», Boaz. «Cattle industry in Colombia». p. 4.
114. R. Freyre. <<La industria del ganado vacuno en Colombia>>. RNA. septiem-
bre-octubre 1926. pp. 352-377. En 1924, un informe consular de los Estados Unidos
llegaba a conclusiones similares. Las razones principales de las desventajas colom-
bianas se debían «a la raza inferior de ganado producido aquí (en Bolívar) y la
ausencia de métodos modernos para su cuidado y tratamiento>). Como resultado, «en
la Argentina. un criador puede producir en el mismo período de tiempo tres veces la
cantidad de carne. venderla a un precio más bajo por libra, y hacer más del doble de
cantidad de dinero. esto comparado con un criador en este distrito (Bolívar)>>. Véase
Schnare. «Cattle raising in the Cartagena consular district>>. p. 8.
115. Administrador al Gerente. M.M., febrero 16. 1925. ASAS/C/126:3.
La ganadería 191

ona sola cabeza de ganado. Como lo observó Oakley, «la planta


nunca operó; el equipo hace tiempo se vendió o se convirtió en cha-
tarra»116.
¿Hasta qué punto la actitud vacilante del Congreso impidió a la
industria ganadera aprovechar las oportunidades que en su momento
ofreció el mercado mundial? Éste es un interrogante abierto a las -
especulaciones. Lo que sí es cierto es que la confrontación de inte-
reses que se expuso en el debate político reflejaba en parte las riva-
lidades regionales. Mientras que los ganaderos de la costa simpati-
zaban con las exportaciones, los intermediarios del interior se opo-
nían a ellas, temiendo una escasez para el mercado doméstico. En el
seno del gobierno central existía una preocupación adicional relacio-
nada con la influencia de las exportaciones sobre el precio domésti-
co de la carne. Así que los ganaderos de la costa, que veían en el
sector externo una posible fuerza motriz para el desarrollo de la
industria, enfrentaron dificultades para encontrar apoyo en los cír-
culos políticos y de negocios del interior. Cuando por último lo reci-
bieron, tal vez fue ya demasiado tarde. Pero el fracaso del packing-
house de Coveñas sirvió para exponer la ineficacia de la cría de
ganado en la región y la necesidad de mejorar la raza, al tiempo que
hizo a los ganaderos más conscientes de las condiciones del merca-
do mundial.
Esta frustrada experiencia empresarial podría haber disuadido a
los ganaderos a arriesgar capital adicional en el desarrollo de una
industria empacadora de carne. Y parece ser que fue así durante un
tiempo. Sólo dos décadas más tarde se efectuó otro intento serio por
vender carne congelada, pero esta vez en el mercado doméstico. A
mediados del decenio de 1940, con el apoyo financiero de ganaderos
como J. J. García, Nelson Martelo, Samudio y Compañía y capital
antioqueño, se estableció la Sociedad Abastecedora de Carnes con
el fin de sacrificar ganado en Planeta Rica, al sur de Bolívar, y des-

ll6. Oakley, <<Cattle raising and related industries», p. lO.


192 El Caribe colombiano

pachar a los mercados del interior carne refrigerada en canaP 17 . En


1948 esta compañía sacrificaba apenas nueve novillos al día para
producir carne con destino a Medellín. Según 1. 1. García, a menos
que esta exigua cantidad aumentara a doscientos, el negocio no po-
dría llegar a ser rentable 118 • Los problemas de transporte, unidos a la
preferencia de los consumidores por la carne fresca y las condicio-
nes del mercado -en el que intermediarios y carniceros jugaban un
papel importante-, desanimaron el desarrollo de una industria frigo-
rífica de carne para el consumo doméstico 119 .

PIELES, CUERO Y PRODUCTOS LÁCTEOS

Como subproducto de la industria ganadera, las pieles han sido siem-


pre una mercancía valiosa. Dentro del desempeño generalmente po-
bre del sector externo colombiano durante el siglo XIX, los cueros
fueron uno de los principales artículos de exportación. Si bien no era
notable según los patrones mundiales, el comercio de pieles creció
de una manera sostenida: de 1.050 toneladas en 1870, las exporta-
ciones subieron a 3.800 toneladas en 1898. Entre 1906 y 1918
promediaron unas 5.000 toneladas. Para 1920 las pieles figuraban en
tercer lugar de importancia entre las exportaciones colombianas,
después del café y los minerales, pero pronto fueron sobrepasadas

117. J. J. García a P. N. Ospina, Sincelejo, febrero 15, 1946 ASAS/C/64·268:


J.J. García a B. Ospina, Sincelejo, diciembre 28, 1946, ASAS/C/64:2. R. N. Frankel,
«Plan for the transportation of fresh meat from the Departments of Bolívar and
Atioquia», Medellín, septiembre 20, 1945, NAUS RG 166, Caja 178.
118. J. J. García a B. Os pina, Sincelejo, octubre 22, 1947, y a Abastecedora de
Carnes, Sincelejo, julio 10, 1948, ASAS/C/65:154 y 182 respectivamente. Véase
además «Informe que rinde el gerente a la Asamblea General de Accionistas», agosto
1, 1949, ASAS/C/22:27.
119. Este patrón es muy similar hoy. Véanse Y. Castro, J. L. Londoño (et al).
Mercados y formación de precios, Bogotá, 1982, p. 94. y Lorente, <<La ganadería
bovina en Colombia», p. 334.
La ganadería 193

por el banano y el petróleo. Durante los años entre las dos guerras se
exportaron cantidades mayores de cueros 120 •
Resulta casi imposible calcular la participación de la región en el
comercio de pieles, si bien, dada la importancia de la ganadería, es
seguro suponer que era significativa. Según el cónsul de los Estados
Unidos en Cartagena, una buena parte de las pieles exportadas por
ese puerto eran producidas en Bolívar 121 . De igual manera, la mayo-
ría de las exportadas por Barranquilla, Santa Marta y Riohacha eran de
origen regional. Los comerciantes costeños tenían un buen dominio de
esta mercancía. Como lo señala Bell, el agregado comercial, «casi to-
das las pieles embarcadas son negociadas por exportadores y comer-
ciantes de la costa que tienen agencias o sucursales en el interior» 122 •
Seguro que la demanda de pieles en el mercado doméstico era
igualmente importante, aunque resulta otra vez difícil calcularla con
alguna exactitud. En la época de Oakley se utilizaban grandes canti-
dades de pieles en las haciendas para la fabricación de aperos, sogas
y hasta muebles 123 . Adicionalmente, dispersas por la región, había
pequeñas tenerías que, de manera primitiva, procesaban diariamente
para el mercado dos o tres pieles 124 .
En los grandes centros urbanos, como Barranquilla y Cartagena,
se desarrollaron tenerías más grandes para abastecer de cuero a las
fábricas de calzado. En 1899, había por lo menos cinco tenerías que
producían cuero para suelas destinadas a los diez fabricantes de za-
patos que empleaban 89 obreros y producían unos 2.500 pares al

120. Véanse Ocampo. Colombia y la economía mundial. p. 374; Bell, Colombia,


a commercial and industrial handbook, p. 146: Wylie, The agriculture ofColombia,
pp. 125-7; U.S. Tariff Commission. Agricultura/. pastoral, and forest industries in
Colombia. pp. 36-38; Contraloría General de la República, Síntesis estadística de
Colombia, 1939-1943, Bogotá, !944, p. 39.
121. Schnare, <<Cattle raising in the Cartagena consular district», p. 3.
122. Bell. Colombia. a commercial and industrial handbook, p. 147.
123. Oakley, <<Cattle raising and related industrieS>>, p. 40.
124. Striffler, El río Cesar, p. 262; K. Oakley, «Economic survey of the
Cartagena consular district>>.
194 El Caribe colombiano

mes 125 • La Fábrica de Calzado de La Espriella Hermanos, fundada


en Cartagena en 1903, se convirtió en una de las fábricas de su gé-
nero más grandes de la región, con niveles importantes de produc-
ción y un mercado amplio que incluía el interior andino 126 . Hay que
tener presente, sin embargo, que la demanda de zapatos se limitaba
a las gentes acomodadas y a los principales centros urbanos. En el
campo y en las poblaciones rurales, y aun entre la población pudien-
te, el calzado popular eran las abarcas o sandalias de cuero, produci-
das por artesanos locales. Empero las tenerías, los artículos de cuero
y las fábricas de calzado jugaron un papel de liderazgo en el desarro-
llo industrial de Barranquilla y Cartagena. Según el Primer Censo In-
dustrial, había unos cien establecimientos que manufacturaban artículos
de cuero en Barranquilla en 1945. En términos de números de empleos,
la empresa del cuero figuraba en quinto lugar, detrás del procesamiento
de alimentos, los textiles, la metalurgia y los aserraderos 127 •
La distribución comercial de productos lácteos se desarrolló a un
ritmo más lento debido básicamente a la falta de refrigeración y a los
problemas de transporte. El consumo de leche y queso en el campo
era significativo. En Ayapel, según Striffler, «los pobres que no tie-
nen vacas paridas para hacer queso cogen las ajenas, y los ricos
propietarios aceptan gustosos esa especie de comunismo, porque la
leche es de poco valor» 128 . Con frecuencia, las grandes haciendas
prestaban poca atención a la producción lechera, dejando su usu-

125. M. lrvin Shaw. «Shoe trade in Colombia>>, MCR. Agosto 1899, LX r227),
pp. 663-667. Véase además E. Grau, La ciudad de Barranquilla en 1896, Barran quilla,
p. 94. En 1885, sólo había do~ tenerías que compraban las pieles a los carniceros y
anualmente curtían alrededor de 3.000 para el consumo regional. VéaseRepomfrom
the Consuls of the U. S. on the leader and shoe industries in rheir severa! districts,
Washington, 1885, p. 296.
126. J. Urueta y E. G. de Piñeres. Canagena y sus cercanías, Cartagena, 1912, p. 318.
127. Véanse RCCB, agosto 1919, p. 7; A. Carbonell, Anuario Comercial Pro-
Barranquilla, 1936, pp. 62-72: Contraloría General de la República. Primer Censo
Industrial, Bogotá, 1947, pp. 281 y 307; Ospina Vásquez,Industriayprotección en
Colombia, pp. 462, 475, 476 y 603.
128. Striffler, El río San Jorge, p. !52.
La ganadería 195

[ructo a los trabajadores y arrendatarios. Los pequeños ganaderos,


por el contrario, explotaban la lechería para maximizar así la produc-
ción. Como quiera que sin el transporte adecuado la leche no se
conservaba bien, su producción comercial estaba restringida a los
mercados vecinos. En 1917, la leche en Cartagena era vendida por
«mercachifles que traían la leche desde las haciendas cercanas y la
transportan a lomo de mula o de burros, en recipientes de lata que no
son los más higiénicos ... y naturalmente, llega a la ciudad medio corta-
da»129. Para ese entonces, Diego Martínez y Compañía era una de las

pocas haciendas ganaderas que producían mantequilla y leche en pol-


vo a una escala moderada 130 .
El queso podía viajar distancias más largas, siendo también un
alimento básico de la dieta regional. A través del río Magdalena,
Barranquilla recibía en 1935 cerca de 30.000 kilos de queso de la
región. El queso producido en Plato se distribuía en Barranquilla,
Magangué, Ciénaga y Cartagena. En el decenio de 1940 había
por lo menos cinco importantes regiones productoras de queso
que abastecían el mercado regional: Montería, Cereté, San Ja-
cinto, Zambrano y Cartagena.
Además de los vínculos directos que tenía con las anteriores in-
dustrias, la ganadería estableció también lazos con otros sectores de
la economía regional. Los ingenios azucareros más grandes, Sincerín
y Berástegui. fueron establecidos por ganaderos: Francisco Burgos
y Carlos Vélez Daníes. Diego Martínez Camargo fue pionero de las
exploraciones petroleras en la costa, financió el desarrollo urbano en
Montería y estableció bancos en Cartagena. El ganado era una fuen-
te importante de ingresos para los clientes bancarios en Barranquilla.
Los negociantes de ganado barranquilleros, tales como José Francis-

129. Cónsul norteamericano a The Sharpless Separator Co .. Cartagena, marzo


16, 1917. NAUS, RG84: correspondencia general del consulado, 1917, vol. 5.
130. En 1921. esta firma produjo 300 libras de leche en polvo y 300 libras de
mantequilla. <<Packing of milk and butter in Colombia>>, Cartagena, marzo 18, 1921,
NAUS. RG84: correspondencia general del consulado. 1921. vol. VII.
196 El Caribe colombiano

co lnsignares, Evaristo Obregón, Correa & Heilbron, Manuel de la


Rosa y Mario Santodomingo, invirtieron en el desarrollo urbano y en
el incipiente sector industrial de Barranquilla 131 .

CONCLUSIÓN:
LA GANADERÍA: ¿UNA CALAMIDAD HISTÓRICA?

En 1927 Alejandro López publicó su obra Problemas colombianos,


una colección de ensayos en la que el ingeniero antioqueño e ideólo-
go liberal identificaba la «cuestión agraria» como el problema
medular del desarrollo del país 132 • Basándose mucho en la expe-
riencia del café en Antioquia, tal como la percibía, López intentó
establecer un modelo para el futuro, basado en la consolidación de
una clase media agraria condicionada, a su vez, por la división de la
propiedad en pequeñas parcelas.
López reconocía que las dos principales innovaciones en la agri-
cultura colombiana desde la segunda mitad del siglo XIX habían sido
el cultivo del café y la expansión de las tierras de pastoreo, pero,
añadía, ambas eran «de caracteres diametralmente distintos» 133 .
Mientras que alababa las virtudes naturales del café, López atacaba
la ganadería como una industria de efectos negativos en el desarro-
llo económico y social:

(El pasto de engorde) es una planta de cultivo expansivo, que


emplea pocos brazos, que no podría ser materia de cultivo inten-
sivo, si no es alrededor de las grandes ciudades. No es remunera-
tivo su cultivo sino en grande escala, con capitales relativamente

131. Véanse capítulo 1, y capítulo III. Véase además E. Rash- Isla (ed. ), Guía
comercial de Barranquilla, Barranquilla, 1910, pp. 54-5.
132. Véase A. López, Problemas colombianos, París, 1927, luego reimpreso en
Medellín en 1976.
133. López, Problemas colombianos, Medellín, 1976, p. 45.
La ganadería 197

grandes para su primer establecimiento, y más grandes aun para


su explotación.
Desde el punto de vista social tiene el inconveniente de no
requerir casi brazos ... 134 •

En su análisis final, lo que López condenaba era la naturaleza


extensiva de la ganadería, si bien su feroz ataque dejaba poco lugar
a concesiones: el desempleo, el subdesarrollo industrial, los proble-
mas de transporte y la inflación se veían agravados todos por la
manera como se levantaba el ganado. Los problemas creados por
la ganadería eran tan inmensos como para perjudicar a todo el
país. Así que López concluía: éste «no es un problema de gana-
deros, sino de hombres de Estado» 135 .
Adicionalmente, López argumentaba que la mejor tierra estaba
dedicada a pastos en lugar de cultivos agrícolas. Además, en su
opinión, la expansión de pastizales había recortado el crecimiento
agrícola. A pesar de que su primer análisis estaba referido a la colo-
nización del Valle del Cauca y de los alrededores de Antioquia, lo
extendió a otros territorios colombianos, incluyendo Bolívar. En
Bolívar, aparte de los problemas generales que había identifica-
do, adicionó la existencia de peones a deuda como un medio para
esclavizar la mano de obra rural 136
Es difícil saber hasta qué punto las opiniones de López sobre la
ganadería influenciaron las políticas gubernamentales hacia la indus-
tria. Pero muchos de sus contemporáneos compartían sus críticas.
Algunos observadores extranjeros de la época, tales como Arno
Pearse -quien visitó Colombia como cabeza de una misión
algodonera-, no tenían elogios para la producción ganadera colom-
biana, a pesar de reconocerle su importancia. «La cría de ganado tal

134./dem., pp. 46-4 7. En contraste, López describía el café como «la planta por
excelencia adecuada al pegujal, al trabajo en pequeño pero independiente. Prospera
mejor cultivada en pequeño, en el huerto y en familia»; en idem, p. 45.
135. ldem., p. 47.
136. Véase ldem., pp. 52-62, y en su edición de 1927, pp. 100-105.
198 El Caribe colombiano

como se lleva a cabo en Colombia -concluía Pearse- parece atraer


mucho a las gentes de la costa Atlántica; evidentemente es una ocu-
pación que requiere de muy poco trabajo duro ... parece ser un traba-
jo para gentes perezosas» 1n. Ciertamente los ganaderos resentían la
manera como su actividad y su posición social se subvaloraban: «Ese es
el criterio de nuestros compatriotas --exclamaba Anselmo Percy-,
que tiene por sabido que el ganadero usa taparrabos, y es de raza infe-
rior y vive en regiones en donde no se hacen campañas ni se producen
héroes» 138 •
Cualquiera que fuera la opinión prevaleciente, cabe poca duda de
que la obra de Alejandro López tuvo un impacto considerable sobre
su propia generación y en los años que siguieron. Aunque no ~e re-
conocía de manera explícita, sus ideas acerca del uso irracional de la
tierra fueron más tarde compartidas por la misión de 1950 del Banco
Interamericano de Reconstrucción y Fomento, BIRF, encabezada por
Lauchlin Currie, cuyo informe influenció mucho los análisis posterio-
res sobre el desarrollo colombiano. «El ganado se ceba en las saba-
nas mientras que las gentes tienen que luchar por la mera existencia
en las montañas»: ésta fue una de las conclusiones de la misión al iden-
tificar los problemas del sector rural D 9 . En 1957 Hernán Toro Agudelo
-unos años más tarde Ministro de Agricultura de Colombia- hacía
eco a las ideas de Alejandro López: «Afuera el ganado y adentro el
hombre», expresaba, condenando la ganadería como «peligrosa» para
la economía nacional y socialmente injusla 1"' 0 • De esta manera, en cier-
tos círculos influyentes el crecimiento de la ganadería se consideraba
un obstáculo para el desarrollo colombiano, a pesar de su importancia y
de las circunstancias históricas que le dieron origen.

137. Pearse. Colombia. with .1pecial reference ro cotton. p. 71.


138. A. Percy. «Por la ganadería». RNA. junio 1913. p. 450.
139. The basis of a development programfor Colombia, Baltimore. 1950. p. 63;
véase además pp. 61-62.
140. H. Toro Agudelo. El problema social agrario en Colombia. Bogotá. 1985,
pp. 44-50. Su ensayo «Planteamiento y soluciones al problema agrario>>. donde cita
a A. López. se publicó originalmente en Revista Universidad de Antioquia en 1957.
La ganadería 199

La historia de la ganadería en Colombia ha sido un campo descui-


dado por los estudiosos, no obstante su significado, pero las pocas
referencias sobre ella han tendido a corroborar las impresiones de
Alejandro López 141 . En 1973, el sociólogo Orlando Fals Borda publicó
su obra Capitalismo, hacienda y poblamiento en la Costa Atlán-
tica, en la que traza algunos rasgos generales del desarrollo de la
hacienda ganadera en la costa. Esta obra y su serie más reciente,
Historia doble de la Costa Atlántica, constituyen uno de los pocos
enfoques sistemáticos sobre el tema. Antes que centrarse en la cues-
tión del uso de la tierra, estaba más interesado en la historia de las
relaciones sociales en la región como parte del tema más amplio de
la transición del feudalismo al capitalismo. Por lo demás, no ocultó
su intención de proporcionar legitimidad histórica a la organización
política del movimiento campesino en el que él mismo se encontraba
involucrado. En suma, Fals Borda enfatizó la contradicción entre la
expansión de la hacienda ganadera y las economías campesinas, uti-
lizando como un paradigma original la historia de la hacienda
Berástegui, desde su expansión después de mediados del siglo XIX
hasta su desmantelamiento final en la década de 1930. Su descrip-
ción de la hacienda ganadera sigue de cerca el modelo tradicional de
la hacienda semi feudal de origen colonial, aunque también reconoce
la temprana incursión de la hacienda costeña en negocios capitalis-
tas. No obstante, Fals Borda argumentó que la expansión de la ha-
cienda ganadera tuvo lugar a través del uso de arreglos laborales
coercitivos y explotadores de naturaleza precapitalista, tales como el
«concierto», «arriendo por pastos», el peonazgo a deuda y matrícu-

Carlos Lleras Restrepo, Presidente Je la República entre 1966 y 1970, una figura
sobresaliente en el partido liberal y en la política colombiana del siglo XX, reconocía
la influencia de Alejandro López en su política agraria. Véase C. Lleras Restrepo,
Crónica de mi propia vida, Bogotá, 1983, vol. 1, p. 82.
141. Sobre la influencia de López en historiadores agranos tales como Jesús
Bejarano y Darío Mesa, véanse J. A. Bejarano, «Orígenes del problema agrario>>, y
D. Mesa, «El problema agrario en Colombia, 1920-1960>>, en La agricultura colom-
biana en el siglo XX, Bogotá, pp. 30-67, y 84-93.
200 El Caribe colombiano

las. Sin embargo, en su conjunto, su trabajo presenta una imagen


más compleja que la que ha aparecido en sus posteriores interpreta-
ciones, donde la contradicción entre la hacienda ganadera y la eco-
nomía campesina tiende a dominar el análisis.
Siguiendo de cerca a López y Fals Borda, Salomón Kalmanowitz
también condenó la expansión de la ganadería como una «calamidad
histórica» para el desarrollo nacional: «La ganadería y los pocos
terratenientes que la manejan han constituido grandes calamidades
históricas para el campesinado y el desarrollo de las fuerzas produc-
tivas del país» 142 • Según Kalmanowitz, el ganado les arrebató las
mejores tierras a los campesinos, los ganaderos usaron irracio-
nalmente las tierras y le impusieron controles coercitivos y extraeco-
nómicos a la población rural.
Fals Borda y Kalmanowitz son quizás los ejemplos más destacados.
Pero por lo menos desde la época de Alejandro López es posible distin-
guir una línea dominante de pensamiento que considera a la ganadería,
en especial a la ganadería costeña, como un estorbo para el desarrollo:
la ganadería, según estos autores, impidió la expansión de los cultivos
agrícolas, acrecentó las desigualdades sociales al de-salojar a los cam-
pesinos de la tierra, e impuso una estructura atrasada de las relaciones
sociales. Esta interpretación, respaldada por una escasa evidencia em-
pírica, se basa además en otras hipótesis afines, entre ellas: primera,
que la tierra podría haberse utilizado mejor en la agricultura; segunda,
que la ganadería era exclusivamente una operación a gran escala y
una empresa de terratenientes; tercera, que los cercamientos de
tierras se habían expandido rápidamente después de la introduc-
ción del alambre de púas en la década de 1870; y por último, que
las haciendas ganaderas pudieron superar los problemas recu-
rrentes de falta de mano de obra mediante la acumulación de
tierras.

142. S. Ka1amanowitz, El desarrollo de la agricultura en Colombia, Bogotá,


1982, p. 111.
La ganadería 201

La información disponible, presentada en los dos capítulos ante-


riores, sugiere una interpretación distinta a la que hasta ahora ha
dominado en la literatura sobre la historia de la ganadería en Colom-
bia y el papel que jugó en la costa durante el período bajo estudio.
Ante todo, la existencia de una contradicción entre la ganadería y la
agricultura, como lo sugieren las interpretaciones tradicionales, es
engañosa. Es cierto que a menudo se presentaron conflictos alrede-
dor del uso de la tierra, en particular sobre los baldíos municipales.
Sin embargo, en el largo plazo, las preferencias por la ganadería de-
ben entenderse más bien como la respuesta racional a las frustran-
tes experiencias en la agricultura. Como se muestra en el capítulo
primero, las plagas, inundaciones y sequías, la falta de medios de
transporte y las escaseces de mano de obra, fueron desanimando
sucesivamente la agricultura. Además, no está claro que las mejores
tierras de la costa estuvieran dedicadas a la ganadería. Se requerían
grandes inversiones en drenaje, irrigación y transporte para poner la
tierra bajo cultivo 143 . Ya que el ganado, por ejemplo, se llevaba en
pie al mercado, resultaba posible superar los problemas de transpor-
te. De esta manera, dadas las condiciones de las tierras, el capital y
el trabajo, junto con las expectativas de mayores y más seguras uti-
lidades, para muchos en la región era más atractivo invertir en la
ganadería que arriesgarse en las incertidumbres de la agricultura 144 •

143. Luis Ospina Vásquez observaba que «mucha parte de la llanura (Atlántica)
está formada por tierras que, en su estado actual, y sin un desembolso grande, no
admiten la agricultura mecanizada por exceso de humedad, como condición perma-
nente o prolongada, o son excesivamente secas; y algunas porciones están formadas
por tierras anormalmente pobres y difíciles, desde el punto de vista agrícola». Ade-
más anotaba que «(en) nuestras tierras de montañas, al revés de lo que usualmente se
cree ... la proporción de tierras buenas ... es mayor que en las planas». Véase L. Ospina
Vásquez, El plan agrario, Medellín, 1963, pp. 17 y 19. Este punto acerca de la calidad
de la tierra requeriría de un argumento basado en fundamentos más técnicos. Lo que es
interesante señalar, sin embargo, es que el argumento de Alejandro López sobre el uso
irracional de la tierra, ha sido aceptado en la historiografía colombiana sin ninguna
crítica y sin haber sido nunca respaldado por una evidencia empírica.
144. «Ya no paga arar, pero paga pastorear», señalaba el Times de Londres en
1880, cuando el cultivo del trigo en Inglaterra había dejado de ser rentable, mientras
202 El Caribe colombiano

Las interpretaciones tradicionales de la historia agraria colombia-


na también han subestimado la distinción crucial entre la propiedad
de las tierras y la propiedad de los ganados. A menudo invertir en
ganado era un negocio diferente al de invertir en tierras: la tierra
podía arrendarse, el ganado podía tenerse con un contrato de apar-
cería; los arrendatarios podían tener derechos de pastoreo, los hatos
podían pastorearse en tierras públicas o comunales. Por supuesto
que, por lo general, los dos negocios iban de la mano; pero en ocasio-
nes poseer ganados pudo ser más importante que poseer tierras. Esto
fue así en aquellas áreas donde el acceso a la tierra era aún relativa-
mente fácil, durante buena parte del siglo XIX e inclusive durante las
primeras décadas del siglo XX. Una de las grandes fuentes de con-
flicto, cuando se intensificó el proceso de cercamiento de tierras, se
originó precisamente en las disputas sobre el derecho de pastoreo.
Lo que es más, la cría de ganado no era exclusivamente una ope-
ración a gran escala. Como se sugiere en este capítulo, se desarrolló
una especialización del trabajo muy localizado, determinado por las
diferentes etapas de la producción de ganado en relación con su mer-
cado final. Investigaciones ulteriores a lo largo de estas líneas po-
drían arrojar más luz acerca de las condiciones de trabajo de los
propietarios de ganado en relación con el tamaño de sus propieda-
des, su relación con los terratenientes, sus lazos con la agricultura y
obviamente sus relaciones con otros ganaderos, entre ellos con los
intermediarios, quienes parecen haber jugado un papel sobresaliente
en la expansión de la industria.

que la revista de la Royal Agricultura! Society of England. la Agricultura[ Gazette.


aconsejaba a los agricultores dejar en pastos parte de sus tierras cultivables. Entre las
décadas de 1870 y 1890. se añadieron como pastizales en Inglaterra unos 4 millones
de acres. En el decenio de 1920. hubo otro movimiento para aumentar la cantidad de
tierras en pastos. Véase J. Brown. Agriculture in England. A survey on farming.
1870-1947. Manchester, 1987. pp. 33-36, y 87. Pounds ha mostrado que durante
los primeros años del siglo XX en la Europa continental, hubo <<Una tendencia cre-
ciente de la agricultura a concentrarse en productos animales, en las áreas que mejor
se adecuaban a su producción>>. véase N. J. G. Pounds, An historicaf geography of
Europe. 1800-1914. Cambridge. 1985. p. 247.
La ganadería 203

Este capítulo también ha ofrecido una visión alternativa de las


relaciones sociales de la industria ganadera, aunque los resultados
de la investigación no permiten llegar aún a conclusiones definitivas.
Es claro, sin embargo, que la ganadería costeña se desarrolló en
condiciones de aguda escasez de mano de obra y relativo acceso a la
tierra. En dichas circunstancias, de acuerdo con las ínterpretacíones-
tradicíonales, Jos terratenientes han tendido a acumular tierras y a
inmovilizar a los trabajadores por medio del endeudamiento forzado
con el fin de garantizar la disponibilidad de mano de obra 145 . Tal
como se ha observado aquí, la información ofrecida por los archivos
de la Sociedad Agrícola del Sínú sugiere otro ángulo interpretativo
que coincide con las conclusiones de otros trabajos sobre el tema del
peonaje, expuestos por Arnold J. Bauer y más recientemente por
Simon Miller: «Que el sistema de endeudamiento ... reflejaba a me-
nudo el poder de Jos trabajadores para negociar pagos adelantados
importante<; o acceso a la tierra» 146 .
En conjunto, este capítulo ha tenido el objetivo de enfatizar la im-
portancia de la ganadería, no sólo para la región sino también para la
economía nacional. La cría de ganados fue una actividad muy difun-
dida en manos colombianas, en la que participaban un número consi-
derable de personas. Abastecía el mercado nacional de un alimento
básico. Proporcionaba materia prima para un incipiente sector in-
dustrial. Aunque menos que en otros países suramericanos, propor-
cionaba también pieles y ganado en píe para las exportaciones.
Cuando pasaba de las haciendas a los mercados, el ganado se cons-
tituía en una mercancía visible y por ende gravable y de este modo
se convirtió en una de las fuentes principales para las finanzas públi-

145. E. Domar. <<The causes of slavery or serfdom: A hypothesis». Journal of


Economic Histon.(30). !970. pp. 18-32.
146. Simon Miller. «Mexican junkers and capitalist haciendas. 1810-1910: the
arable estate and the transition to capitalism between the insurgency and the
revolution», JIAS. 22 (2). mayo 1990. p. 25 l. y A. J. Bauer. <<Rural workers in
Spanish America: problems of peonage and oppression». HAHR. 59 ( 1). 1979. pp.
34-63.
204 El Caribe colombiano

cas durante la mayor parte del período. Por último, el ganado garan-
tizaba utilidades seguras que algunas veces se transferían a otros
sectores de la economía regional.
La ganadería fue, sin embargo, una industria cuya importancia
estuvo condicionada por la situación misma del país. Su desarrollo
enfrentó muchos obstáculos, como lo comprobaron los intentos de
expandir sus lazos al sector externo a través de la frustrada expe-
riencia de la empacadora de carnes. Otros países eran más compe-
titivos. Las utilidades eran limitadas. Sin embargo, estas deficiencias
no deben restarle méritos al significado de la ganadería. Por encima
de todo, en el fragmentado territorio colombiano. con problemas agu-
dos de transporte, la ganadería contribuyó a integrar la población
escasa y dispersa de la costa al mercado nacional, al tiempo que
proporcionó una fuente básica de intercambio para la región.
3

LA CIUDAD Y EL CAMPO

INTRODUCCIÓN

La vida rural en la región no estaba limitada ni a los cultivos ni al


ganado. En 1874, artesanos y comerciantes, funcionarios públicos y
maestros, sacerdotes, médicos y hasta artistas tenían ya un lugar en
los prósperos distritos ganaderos de Chinú, Sincelejo, Coroza! y
Sabanalarga 1 • Aunque pocos en número, su importancia era signifi-
cativa en relación al tamaño de sus respectivas comunidades. Algu-
nas de esas actividades no agrícolas alcanzaban un mercado más
amplio. En la década de 1880, los artesanos en Chimichagua~
Chiriguaná manufacturaban «una estera peculiar, de la que miles de
docenas se envían a las ferias anuales de Magangué» 2 .
El ritmo del cambio en las áreas rurales variaba de acuerdo con el
número de asentamientos. Cuando el geógrafo británico Simmons
visitó la región en 1878, Patillal -que estaba creciendo debido al
comercio de quesos y ganados- era «apenas una serie de fincas,
pero rápidamente se está convirtiendo en un pueblo». Corral de Pie-
dra, una antigua hacienda ganadera, era «ahora un pequeño case-

l. «Cuadro de población del círculo de Chinú», GB, enero 8, 1871, p. 6. Véase


además GB, marzo 12, 1871, p. 43; septiembre 10, 1871: marzo 17, 1874, p. 70.
2. F. A. Simmons, «Ün the Sierra Nevada», p. 713.
206 El Caribe colombiano

río». Otros lugares sufrieron estancamiento. Valledupar, «alguna vez


un pueblo grande de bonitas casas con balcones ... por las revolucio-
nes ... ha caído poco a poco ... y es una masa de ruinas» 3 . No obstan-
te, Valledupar se recuperó, aunque gradualmente y de la manera
espartana que caracterizaba a la región ganadera. Gustaf Bolinder,
quien visitó por primera vez a Valledupar en 1915, describía la sim-
plicidad del estilo de vida de su población, cuyo ambiente era todavía
más rural que urbano: «Ocurría a menudo que la paz era turbada por
todo un hato de ganado que atravesaba el pueblo». Bolinder regresó
a Valledupar en 1920 y de nuevo en 1936, cuando encontró que «la
modernización ha incursionado grandemente en la vieja población» 4 •
Un rasgo sobresaliente de las poblaciones rurales era su indivi-
dualidad. «Todas ellas son envidiosamente diferentes la una de la
otra», observó Cunninghame Graham durante su viaje por el sur de
Bolívar5 . Los refinamientos de la vida citadina, y también su lado
más oscuro, estaban por lo general ausentes de este mundo rústico.
En Sincelejo, señalaba Cunninghame Graham, «no hay cantinas, ta-
les como las que se encuentran en casi todas las poblaciones de
Argentina; ni cines; ni gamberros; ni pobres, pocos ricos, y ... la vida
transcurre bastante placentera» 6 . No obstante, algunas mejoras des-
pertaban las esperanzas de «Verdadero y efectivo progreso»: la cons-
trucción del Palacio Municipal, una fábrica de ladrillos, dos periódi-
cos regulares, un servicio de vehículos a motor, eran todos signos de
cambio en el «curioso pueblito» de Sincelejo en 19147 .
Mientras que las comunicaciones deficientes constreñían el ritmo
de crecimiento de los distantes pueblos del interior, algunos lugares

3. Simmons, <<Ün the Sierra Nevada», pp. 691 y 708. Véase además su «:\ates
on the topography of the Sierra Nevada de Santa Marta», (1). 1879. El detenoro de
Valledupar fue descrito también por Luis Striffler; véase El río Cesar. pp. 155-158.
4. Bolinder. We da red the Andes. pp. 91-100 y 129-131.
5. Cunninghame-Graham, Cartagena and the banks ofthe Sinú, p. 222.
6. ldem., p. 223.
7. Memoria que presenta el Secretario de Gobierno al señor Gobernador del
Departamento, Cartagena, 1914, pp. 269-271.
La ciudad y el campo 207

del norte del Magdalena experimentaban cambios repentinos como


consecuencia del auge en las exportaciones de banano. Aracataca
era una típica «población de choque» para los observadores casua-
les. Surgida luego de la expansión de las plantaciones bananeras, fue
también pronto el centro de un comercio activo: «Todas las casas
son cantinas y fondas ... o combinaciones de aquellas y almacenes de-
diversos efectos de comercio» 8 .
Los poblados estaban dispersos por toda la región. En 1870 la mayo-
ría de la población costeña vivía en municipios de menos de 5.000 habi-
tantes y existían muchas aldeas pequeñas con no más de 2.000 habitan-
tes (véase cuadro 3.1 ). Para 1905 había apenas dos municipios con más
de 20.000. Durante la segunda y la tercera décadas de este siglo, los
municipios costeños crecieron con rapidez, pero difícilmente excedían
los 20.000 habitantes. Si bien en 1950 el 20% de la población vivía en
Barranquilla y Cartagena, alrededor del 50% estaba dispersa en 81
municipios de entre 5.000 y 20.000 habitantes.

CUADRO 3.1
NúMERO DE MUNICIPIOS POR TAMAÑO DE LA POBLACIÓN

EN LA COSTA, 1870-1950
-- -- --

~:-- -- -2.000 2/5.000 5/20.000 20/100.000 más de

¡-~870-
--- --- ---- -- - - --- ----
100.000
63 44 15 o o
1905 27 40 24 2 o
1 1918 5 45 50 4 o
1
1928 o 40 55 10
L9so_ o 15 81 15 2
--- -- - --- --- -- - - - - - - - - - - - - - - - -

Fuentes: Anuario Estadístico de Colombia. Bogotá. 1875. págs.30-1. 39-40:


Contraloría, Anuario General de Estadística, Bogotá, 1934. págs. 105, 106, 112;
Colombia, Censo de Población, Bogotá, 1951.

8. P. A. Peña. Del Ávila al Monserrate. Bogotá. 1913, p. 197.


208 El Caribe colombiano

Al lado de un paisaje abrumadoramente rural --en donde las fin-


cas se transformaban gradualmente en caseríos y los caseríos en
pueblos-, los puertos fluviales y marítimos de la costa, las principa-
les salidas para el comercio colombiano durante el período, daban
lugar a desarrollos urbanos importantes. Estas ciudades comerciales
eran centros de integración regional. Algunas de ellas también unían
la región con el país y al país con la economía mundial: Cartagena,
Santa Marta y Riohacha sobre el mar Caribe: Lorica y Montería sobre
el río Sinú; Magangué, Mompox y Barranquilla sobre el río Magdalena.
Este capítulo explora las relaciones entre las ciudades de la costa
y el desarrollo regional. El principal punto de atención es Barranquilla,
que pasó de ser un pequeño poblado en la época de la independencia
a convertirse en el puerto más importante de Colombia durante la
segunda mitad del siglo XIX. Las secciones que siguen intentan iden-
tificar el alcance regional de las actividades comercial e'> e industria-
les de Barranquilla examinando sus rutas comerciales: los orígenes
de los comerciantes barranquilleros, sus actividades y sus vínculos
con la región; el impacto que el desarrollo de Barranquilla pudo ha-
ber tenido para estimular la agricultura costeña a través de una de-
manda creciente de alimentos y materias primas para el sector in-
dustrial. Esto está seguido por un análisis semejante, pero no tan
detallado, de otras ciudades de la costa tales como Cartagena.
En una sección a manera de conclusión, entro a discutir algunos
de los puntos de vista prevalecientes sobre el papel que las «ciu-
dades secundarias» jugaron en el desarrollo regional.

BARRANQUILLA: DE PL'ERTO A CENTRO REGIONAL

«Si se dejara caer una plomada 2.000 millas al sur desde la Estatua
de la Libertad -comenzaba Kathleen Romoli su relación sobre Co-
lombia en 1941-, ésta llegaría a Barranquilla, una fulgurante y acti-
va ciudad tendida bajo el sol ardiente ... , donde el río Magdalena de-
La ciudad y el campo 209

semboca en el mar. Barranquilla es la puerta de entrada a Colom-


bia»9. No siempre había sido así.
«Barranquilla es enteramente un producto de los tiempos moder-
nos», había señalado F. Loraine Petre en 1906 10 . Lo que resultaba sor-
prendente para el visitante, igual extranjero que de otra parte del país,
era la naturaleza comercial de la ciudad, pues Barranquilla no tenía los--
atractivos coloniales de sus vecinas Santa Marta y Cartagena ni sus
alrededores de encanto. «Para el viajero --observaba Blair Niles en
1924--, Barranquilla existe apenas como un lugar desde el cual se pro-
sigue el camino hacia cualquiera otra parte». Niles se vio obligado a
quedarse y tuvo la oportunidad de ver a Barranquilla «como algo más
que un punto de partida»: «La encontramos un lugar agitado y ambicio-
so, con fábricas de ladrillos y jabones, velas y zapatos, fósforos y cho-
colates, y con importantes tenerías y telares para textiles» 11 • Estas im-
presiones de actividad industriosa se mezclaban con la cara lúgubre de
la ciudad. Los olores en las cercanías del río eran ofensivos. El calor
resultaba intolerable. Las condiciones sanitarias causaban consterna-
ción. La arquitectura era poco atractiva. Cerdos y burros deambulaban
libremente por las calles arenosas. Y la comida «ciertamente no recor-
daba el Carlton», ni los hoteles estaban siquiera al nivel «de un hotel
europeo de sexta categoría» 12 • Sin embargo, los observadores rara

9. K. Romoli, Colombia. A gateway to South Ame rica, New York, 1941, p. l.


10. Petre, The republic of Colombia, p. 165. Pierre D'Espagnat, quien visitó
Barranquilla en 1897, la describía como <da verdadera ciudad sudamericana moderna,
vulgar y demasiado joven, preocupada únicamente de comercio, de industrias, de
relaciones marítimas, creada por la fuerza de la necesidad bajo la presión económica
del rico país que desemboca en ella». Véase P. D'Espagnat, Recuerdos de la Nueva
Granada, Bogotá, 1942, p. 1O. Los orígenes de Barranquilla son tema de debate
histórico. La mayoría de los historiadores están de acuerdo, sin embargo, en que el
surgimiento de Barranquilla no correspondió al estilo tradicional de fundaciones de
ciudades coloniales españolas. Véase J. A. Blanco Barros, El norte de tierradentro y
los orígenes de Barranquilla, Bogotá, 1987; N. Madrid Malo, Barranquilla, el alba
de una ciudad, Bogotá, 1986; F. Baena y J. R. Vergara, Barranquilla, homenaje del
Banco Dugand, Barranquilla, 1922.
11. B. Ni les, Colombia, land ofmiracles, New York y Londres, 1924, pp. 176-178.
12. Véase Petre, The republic ofColombia, 165-167; Candelier, Rio-Hacha et les
Indiens, p. 25.
210 El Caribe colombiano

vez dejaban de notar los signos de progreso. Reclusa mediados del


siglo XIX, Scruggs en 1905, Niles en 1924, Romoli en 1941, todos
ellos debieron reconocer la notable transformación de Barranquilla,
de un humilde poblado en un lugar próspero, y todos ellos la relacio-
naban con los cambios rápidos ocurridos durante las dos o tres déca-
das previas a sus respectivas visitas 13 •
Desde comienzos del período republicano habían ocurrido cam-
bios graduales. En 1836 las exportaciones desde Sabanilla -un pe-
queño caserío de pescadores sobre el mar Caribe- triplicaban ya
las del tradicional puerto de Cartagena 14 • Sabanilla, «el pueblo más
infeliz» que viera Holton en la Nueva Granada durante su visita en
1854, era efectivamente el puerto marítimo de Barranquilla 15 . Dis-
tante dieciséis kilómetros de Sabanilla sobre la margen izquierda del
río Magdalena, Barranquilla se encontraba aparentemente en una
situación geográfica ventajosa: próxima tanto al mar como a la arte-
ria principal del comercio colombiano. De este modo el crecimiento
de Barranquilla durante el siglo XIX siguió el ritmo de las exportaciones
e importaciones desde Sabanilla, condicionadas a su tumo por la efi-
ciencia de las comunicaciones entre los puertos fluvial y marítimo 16 •
Hasta 1871 Sabanilla y Barranquilla estuvieron unidas por el Ca-
nal de la Piña, por el que mercancías y pasajeros se transportaban en
pequeños botes o bongos como el que tomó Reclus, «especie de cha-
lana de tablones mal igualados» 17 • En 1871, la terminación de un
ferrocarril entre Barranquilla y Sabanilla dio un ímpetu considerable

13. Véase E. Reclus, Mis exploraciones en América, Valencia. 191 O, pp. 52 58;
W. Scruggs, The Colombian and Venezuelan Republics, Boston, 1905. pp. 31-35;
Niles, Colombia, land of miracles, pp. 176-178; Romoli. Colombia, a gateway ro
South America, pp. 231-237.
14. PP. (29), LXVII, 1873, pp. 914-917.
15. l. Holton, New Granada: Twenty months in the Andes, Londres. 1957, p. 7.
16. Véase T. Nichols, «The rise ofBarranquilla», HAHR. XXXIV,2, mayo 1954.
Por el mismo autor, Tres puertos. capítulos 9 y 12. Véase además E. Posada-Carbó,
Una invitación a la histonu de Barranqui/la, Bogotá, 1987, pp. 17-22.
17. E. Reclus, «Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta», París, 1961. citado en
Baena y Vergara, Barranquil/a, p. 158. Véase además GB, agosto 28, 1870, p. 340.
La ciudad y el campo 211

al comercio exterior, tal como puede apreciarse en el cuadro 3.2.


Cuatro años después de la entrada en operación del ferrocarril, las
exportaciones e importaciones desde Santa Marta habían disminuido
de manera dramática, mientras que Sabanilla, es decir, Barranquilla,
había tomado el liderazgo entre los puertos colombianos.
Sabanilla, sin embargo, no poseía un puerto adecuado. «(Es) en rea-
lidad poco más que un fondeadero ... (y) uno malo --comentaba en
1873 un cónsul británico--, debido a lo expuesto que está al clima, y a la
falta de profundidad de sus aguas, lo que obliga a las embarcaciones de
todo tamaño a anclar a 5.6 kilómetros de la costa, causando por consi-
guiente grandes incomodidades y pérdida de tiempo para el cargue y
descargue» 18 •

CUADRO 3.2
COMPARACIÓN DE LAS IMPORTACIONES Y EXPORTACIONES
ENTRE SANTA MARTA Y SABANILLA, 1870-1874
(EN DÓLARES)

1 Año Importaciones Exportaciones

L~--S¡¡_nta Marta _ S~b~illa _____ Santa Marta __ Saba~rül~~


1 ~~~? 4.084.350 392.135 3.603.299 2.378.854 i
1871 ' 3.932.827 655.731 4.449.629 1.550.895 1

1872 3.973.512 2.433.834 2.820.409 2.852.966


1873 2.135.543 7.012.631 823.902 7.104.859
1874 1.036.037 8.350.000 292.860 8.764.786

Fuente: Accts. and Papers. (35), Commercial Repts., LXXVI, Londres, 1875. p. 363.

Así que el ferrocarril se extendió a los puertos vecinos, primero


hasta Salgar y luego hasta Puerto Colombia, donde se construyó en
1893 un muelle de 1.300 metros para superar la falta de una bahía
adecuada 19 (mapa 4). Estas mejoras le permitieron a Barranquilla

18. PP (27). LXV. 1873. p. 48.


19. Véase capítulo IV.
212 El Caribe colombiano

permanecer como el puerto colombiano más importante durante el


siglo XIX. Para 1906, alrededor del 60% del comercio exterior del
país tomaba la ruta Barranquilla-Puerto Colombia. Sin embargo,
ya para ese entonces se hacía evidente que el futuro de Barranquilla
como puerto dependía de la apertura de la boca del Magdalena para
permitir que los buques llegaran directamente a los muelles del
río. Aunque impactante por su longitud, el muelle no resolvió las
limitaciones de Puerto Colombia.
En 1906, la comunidad de comerciantes barranquilleros lanzó una
campaña para la apertura de Bocas de Ceniza, el banco de arena
que impedía la navegación de vapores por la boca del río. El proyec-
to --que se analizará detalladamente en el próximo capítulo- se
convirtió no sólo en un asunto de orgullo cívico sino en una cuestión
de supervivencia, especialmente después de la apertura del canal de
Panamá, cuando el puerto de Buenaventura, sobre el Pacífico, ame-
nazó la supremacía de Barranquilla. Conectada con las principales
regiones productoras de café por una red férrea en expansión, Bue-
naventura captó rápidamente una parte importante del comercio ca-
fetero, desplazando así a Barranquilla como el principal puerto
exportador de Colombia. La apertura de Bocas de Ceniza en 1936
dio a Barranquilla su doble condición de puerto marítimo y fluvial,
una ventaja que fue entrabada por los problemas de navegación en el
río Magdalena. A pesar de eso, una proporción grande de importa-
ciones entraba todavía por Barranquilla y para 1950 el puerto se
mantenía como el más importante del Caribe colombiano, si bien su
futuro se encontraba de nuevo en peligro. (El gráfico 3.1 ilustra el
movimiento de exportacioones e importaciones a traves de Barran-
quilla entre 1873 y 1950).
Entre 1870 y 1950, Barranquilla había servido, pues, como uncen-
tro principal desde donde se embarcaban productos hacia ultramar y
desde donde se distribuían las importaciones al resto del país. Desde
sus primeros años, el creciente puerto dio lugar a una población en
expansión que pronto se vio involucrada en un amplio rango de acti-
vidades económicas. La población creció de manera sostenida: 11.000
MAPA4
TRANSPORTE Y COMUNICACIONES

ISLA ~
GÓMEZ 1
l
~

"'
~

Fuente: 'The Barranquilla Railway and Pier Company' (Londres, 1889), en CFBC Cuttings, film 1411, Colombia,
N
6.126; Karl C. Parrish Jr., Segundo plan decena[ (Barranquilla, 1957). ......
w
214 El Caribe colombiano

GRÁFICO 3.1
EL PliNTO DE BARRA!'IQUILLA: EXPORTACIONOES E IMPORTACIONES
(TONELADAS), 1873-1950
M1les de toneladas
450 <>------<> Exportaciones
- Importaciones
400

350

300

250

200

150

100

50

Fuente: Ver apéndice 2.

habitantes en 1870; 40.000 en 1918; 152.000 en 1938; y 279.000 en


1950. Según José Raimundo Soja, entre 1905 y 1938, Barranquilla
fue la ciudad capital de departamento con el más rápido crecimiento
de población en el país. De ese año en adelante su ritmo de creci-
miento se hizo más lento en comparación con Cali, Bogotá. Medellín y
Bucaramanga, aunque todavía era la ciudad más grande en la región 20 •
La mayor parte de este crecimiento se debió a movimientos
migratorios desde otras áreas costeras, aunque Barranquilla tam-
bién recibió un número grande de inmigrantes del interior andino y
un grupo importante de extranjeros. Tal como lo ha señalado Nichols,
durante la primera mitad del siglo XIX Barranquilla creció a expen-
sas de Cartagena y Santa Marta 21 • CQmerciantes de éstos y de otros

20. J. R. Sojo, Barranqui/la, una economía en expansión. Barranquilla,


1955,p. 134.
21. El Tiempo reportaba un éxodo de comerciantes de Cartagena a Barranquilla
en 1857, véase El Tiempo, Bogotá, junio 16, 1857, citado en Nichols. « The rise of
Barranquilla>>, p. 166.
La ciudad y el campo 215

centros de la regwn trasladaron sus sedes de operaciones a


Barranquilla. Fergusson, Noguera y Compañía se había fundado en
Santa Marta en 1855; cuarenta años más tarde sus oficinas princi-
pales estaban en Barranquilla, como lo estaban también otras casas
comerciales samarias tales como Evaristo Obregón y Joaquín de Mier.
Antonio Volpe y Compañía, que se había establecido en El Carmen en
18%, se trasladó a Barranquilla en 1911. Paccini y Puccini de Magangué,
V. Dugand e Hijos de Riohacha, A. Clavería de Ciénaga, todos pasaron
sus sedes a Barranquilla22 . Una economía urbana en crecimiento junto
con los atractivos de un nuevo estilo de vida estimularon otros movi-
mientos de gentes de la costa hacia Barranquilla. En 1896, Eusebio Grau
reconocía el papel significativo que estos recién llegados habían tenido
en el desarrollo de la ciudad 23 • Las penurias de la vida rural, algunas
veces resultado de los desastres naturales, motivaban también la mi-
gración. En 1916 cientos de personas de Calamar se trasladaron a
Barranquilla como consecuencia de las grandes inundaciones24 •
Adicionalmente, las razones políticas influenciaban también la de-
cisión de emigrar. El ejemplo de la familia Revollo, que se radicó en
Barranquilla en 187 6, ilustra cómo la agitación política durante el
siglo XIX podía alentar la migración. Pedro María Revollo nació en
Ciénaga, aunque su familia tenía sus raíces en Cartagena. En 1866,
luego de la muerte del general Juan José Nieto, el padre de Revollo
-miembro de la facción de Nieto que hasta entonces había estado
en el poder- decidió dejar Cartagena temiendo la persecución polí-
tica. Primero se mudó con su familia a Santa Marta y más tarde a

22. Véase E. López, Almanaque de los hechos colombianos; RCCB. febrero 18,
1928, pp. 2-11; M. Goenaga (ed.), Acción costeña, Barranquilla, 1926; Banco
Dugand, Informe de la Junta Administradora a la Asamblea General de Accionistas,
Barranquilla, 1920.
23. E. Grau, La ciudad de Barranquilla en 1896, Barranquilla, 1896, p. 6; Baena
y Vergara, Barranquilla, p. IV. Véase además J. H. Palacio, Historia de mi vida,
Bogotá, 1942, p. 69.
24. Véase La Nación, Barranquilla, noviembre 17, 1916; El Pequeño Diario,
Magangué, agosto 21, 1918; P. M. Revollo, <<Las inundaciones del río Magdalena»,
Revista Geográfica, Barranquilla, (l), l. 1952, pp. 29-35.
216 El Caribe colombiano

Ciénaga. En Ciénaga, sin embargo, «los incendios, las cierra-puer-


tas, los insultos y amenazas nos obligaron a emigrar... a las troj as de
Cataca, éramos doce emigrantes fugitivos, mis padres y abuela, sus
cinco hijos y cuatro personas más de familia» 25 • Finalmente se insta-
laron en Barranquilla, donde se mezclaron socialmente con otros
inmigrantes cartageneros. ¿Eran los Revollo una familia típica? Es
probable que no, pero su ejemplo sí sugiere algún grado de migración
por motivos políticos que hasta ahora se ha subestimado. Julio H.
Palacio recuerda cómo, a consecuencia de sucesos políticos en 1885,
varias familias liberales de Cartagena -los Baena, Espriella, Núñez,
de Zubiría- se mudaron a Barranquilla26 • ¿Por qué era Barranquilla
un refugio para inmigrantes políticos? Esta pregunta da lugar a espe-
culaciones, pero es interesante observar que Barranquilla desarrolló
un positivo orgullo cívico basado en su tolerancia y su naturaleza
abierta como una ciudad de inmigrantes 27 • En 1949, cuando el país
sufría una violencia política intensa, Barranquilla se consideraba
como una ciudad pacífica, como lo fue en general la región 28 .

25. Revollo, Memorias, p. 2, y pp. 13, 35-36.


26. Palacio, Historia de mi vida, p. 69.
27. «En nuestro departamento no hemos tenido que lamentar disturbios políticos
engendrados por el odio partidista o azuzados por jefes o caciques. La índole de nuestro
pueblo es esencialmente pacífica y es éste amante del trabajo que trae bienestar y
holgura a los hogares, arraigando en los espíritus el amor a la paz y desterrando el
enardecimiento de las pasiones políticas con secuelas de odios irreconciliables y
derramamiento de sangre», en Informe del Secretario de Gobierno del Departamento
del Atlántico, Barranquilla, 1933, p. 3.
28. En 1949, el cónsul norteamericano en Barranquilla recomendaba que la Em-
bajada trasladara los ciudadanos norteamericanos de las regiones violentas hacia
Barranquilla o Cartagena. La South American Petroleum Company desplazó los
trabajadores colombianos liberales a Barranquilla. Cónsul norteamericano a la Emba-
jada estadounidense, Barranquilla, diciembre 6 y 14, 1949, NAUS, RG84: Servicio
Postal Extranjero del Departamento de Estado. Colombia, Consulado de Barranquilla,
Security Segregated Records, 1939-1940, Caja No.2. Unos cuantos incidentes de
violencia en la costa motivaron la migración a Barranquilla. La familia García abando-
nó Sincelejo en 1948 para radicarse en Barranquilla. Igual hicieron 200 habitantes de
El Banco en 1949. Véase L. García a B. Ospina,junio 18, 1949, Sincelejo, ASAS/C/
65 archivo 183; y cónsul norteamericano a Embajada de los Estados Unidos en
Bogotá, Barranquilla, diciembre 6, 1949.
La ciudad y el campo 217

La política, sin embargo, no era la razón principal para instalarse en


Barranquilla. Lo que la ciudad ofrecía eran oportunidades económicas
y las perspectivas de una vida mejor. A medida que Barranquilla gana-
ba en importancia, como ya lo hemos mencionado, se convertía en uno
de los centros más atractivos para la migración. Contemporáneos como
Jorge N. A bello hacían hincapié en esta característica:

Barranquilla es una población que se ha venido formando ... con


elementos de fuera, nacionales y extranjeros. Y a esa fuerza cen-
trípeta, ... de aluvión incontrastable, eminentemente provechosa,
debe la ciudad ... sus más nobles y grandes condiciones: a eso
debe su cultura, su riqueza, su preponderancia ... y también le
deberá su prosperidad 29 .

Desafortunadamente, resulta imposible presentar una imagen pre-


cisa de estos movimientos a través del período pero, tal como lo
sugiere el cuadro 3.3, entre 1870 y 1950 Barranquilla creció a ex-
pensas de los departamentos costeros. El censo de 1951 permite
también apreciar la importancia de los inmigrantes regionales en la
población de la ciudad. Según este censo, el 74% de los 103.184
inmigrantes nacionales que por ese entonces estaban radicados en
Barranquilla, habían nacido en Bolívar o en Magdalena30 •

CUADRO 3.3
TASA DE CRECIMIENTO DE BARRANQUILLA
COMPARADA CON LOS DEPARTAMENTOS COSTEROS, 1870-1950.

1870 1905 1
1918 1928 1938 1950

1
!
B/quilla !
100 245 456 1
1107 1214 2311
1 Atlántico ¡ 100 106 168 ' 379 i 434 1 746
Bolívar 100 57 139 236 300 i 418
Magdalena 100 44 174 293 1
s.d. i 498
1
1

Fuentes: Véase Cuadro No. 3.1.

29. Abello, El departamento del Atlántico, p. 17.


30. Como el censo de 1950 clasificó a los inmigrantes según departamentos de
origen, no diferenció a aquellos nacidos en el Atlántico pero en municipios distintos
218 El Caribe colombiano

Como ciudad de inmigrantes, nacionales y extranjeros, Barran-


quilla era considerada una tierra de oportunidades. «Este lugar aco-
ge con gran facilidad cuanto le sea en su bien», comentaba Antonio
J. Márquez en 1913, elogiando el carácter abierto de la ciudad31 •
Márquez, un médico, seguramente escribía a sabiendas de la expe-
riencia de su padre. Nacido en 1799, de padre español y madre
barranquillera, Esteban Márquez se había convertido en el hombre
más rico de la ciudad en la década de 1870, habiendo sido un vende-
dor de baratijas en su juventud32 • «Es un hombre corriente y a duras
penas sabe leer y escribir», había observado el cónsul de Estados
U nidos en 1882 33 . Márquez hizo su fortuna en el comercio exterior,
del que pasó a la propiedad raíz y la banca, y estuvo involucrado de
manera prominente en el desarrollo de la Barranquilla del siglo
XIX. 34 Si el vivir en la Plaza de San Nicolás otorgaba algún status
social, Márquez era propietario de dos casas en el costado oriental
de la plaza principal. Simbólicamente, su casa de familia en la plaza,
heredada por sus hijos, fue comprada más tarde por un inmigrante
palestino, Elías Muvdi, que en 1916 era ya un comerciante exitoso,
miembro de la Cámara de Comercio de Barranquilla 35 .
Los «hijos del propio esfuerzo», ya fueran barranquilleros de la
segunda generación como Márquez, o inmigrantes extranjeros como
Muvdi, se integraban a menudo a una élite social relativamente flui-

a Barranquilla, lo que sin duda aumentaría la cifra de inmigrantes regionales. Véase


Sojo, Barranquilla, una economía en expansión, pp. 136-138; E. Havens Y E.
Usandizaga, Tres barrios de invasión, Bogotá, 1966, p. 20.
31. A. J. Márquez, Saludo a Barranquilla, Barranquilla, 1913. pp. 15-5.
32. Goenaga, Lecturas locales, pp. 416, y Revollo, Memorias, pp. 86-87.
33. Despachos de los cónsules norteamericanos en Sabanilla, 1878-84, NAUS,
film T426/5. Según esta fuente, Márquez <<presta dinero al uno y medio Y 2 %
mensual... y nunca a menos que pueda obtener una hipoteca sobre una casa .. es
dueño de aproximadamente sesenta casas en esta ciudad y construye. con su propia
renta, varias otras cada año».
34. Goenaga, Lecturas locales, pp. 253, 417-21; Baena y Vergara, Barranquilla,
pp. 314, 318-9; Revollo, Memorias, p. 135; Grau, La ciudad de Barranqui/la, p. 36.
35. Revollo, Memorias, p. 135; RCCB. septiembre 15, 1916, p. 6.
La ciudad y el campo 219

da, donde compartían con las familias «tradicionales» -los


Insignares, Palacios, de la Hoz, de la Rosa- su entusiasmo por el
progreso. El grado de apertura de la sociedad barranquillera pudo
haber cambiado con los años. Sin embargo, no cabe duda de que fue
precisamente la disposición favorable de la ciudad para recibir a los
recién llegados -«lo cual positivamente constituye el carácter pro-
gresista de la localidad»- lo que atraía inmigrantes a la vez que le
otorgaba un ambiente estimulante para los negocios 36 •

EL COMERCIO, LA BANCA Y LA INDCSTRIA

Como puerto importante, gran parte de las actividades comerciales


de Barranquilla consistían en el transbordo, embarque y distribución
de mercancías. La mayoría de las compañías de vapores fluviales
tenían allí sus oficinas principales y en la ciudad había también agen-
cias de las líneas de buques marítimos que tocaban su puerto: Elder
& Fyffes & Company Ltd., Frederick Leyland & Company Ltd.,
Pacific Steam Navigation Company Ltd., entre otras, llegaban regu-
larmente a Puerto Colombia en 1929 37 • Importantes casas comer-
ciales colombianas tenían sucursales en Barranquilla, pero los
barranquilleros mismos dirigían los negocios de la ciudad. Según el
cónsul británico, en 1895 existían «Unas veinticinco o treinta casas
comerciales, todas ellas bien equipadas, manejando grandes recur-
sos y gozando de crédito de primera clase», y muchas de ellas ac-
tuando como «comisionistas para casas en el interior» 38 . Con sus
oficinas principales en Barranquilla, para muchas de estas casas
comerciales la costa era su principal distrito comercial.
Algunos de los que se habían trasladado a Barranquilla mante-
nían una sucursal en su población de origen: Fergusson, Noguera y

36. Márquez, Saludo a Barranquil/a, p. 16.


37. J. Garnett Lomax (Department of Overseas Trade), Republic of Colombia.
Commercial review and handbook, Londres, 1930. p. 98.
38. PP (37). LXXXV. 1896. p. 442.
220 El Caribe colombiano

Compañía, en Santa Marta; Antonio Volpe y Compañía, en El Car-


men; Paccini y Puccini, en Magangué; Agapito Clavería, en Ciéna-
ga39. La apertura de nuevas sucursales o la distribución de sus mer-
cancías por intermedio de agencias en la región da una idea del al-
cance de su mercado. Volpe abrió agencias en San Jacinto, Plato y
Chalán; D. Marino & Lacoraza, fundada en Barranquilla en 1913,
tenía sucursales en Santa Marta y Magangué en 1928; Alejandro A.
Correa y Compañía operaba también en Mompox y Magangué;
Aepli, Eberbach y Compañía distribuía máquinas de coser Singer en
Bolívar, Magdalena y Santander, igual que lo hacía Paccini y Puccini
con su mercancía italiana. En 1895 se calculaba que del valor total
de las importaciones que entraban anualmente por Barranquilla, dos
terceras partes tenían como destino el interior andino y el tercio res-
tante se expendía en Barranquilla y en los departamentos de Bolívar,
Magdalena y parte de Santandero.
Muchos de estos comerciantes negociaban también con produc-
tos regionales, en particular con tabaco, algodón, sal, ganado y pie-
les. L. A. Roncallo, Santodomingo y Compañía, D. J. Senior, Paccini
y Puccini, Fuenmayor y Cortissoz, por ejemplo, negociaban conga-
nado; Lascano y Compañía, Antonio Volpe y Compañía, Angula y
Compañía, con pieles; Mayans Hermanos y Compañía, la Compañía Agrí-
cola y la Empresa Algodonera e Industrial, con algodón41 • Sin embargo, la
mayoría de estas firmas no se especializaban en un producto particular
sino que más bien negociaban con una variedad de mercancías, unas
veces como exportadores, otras como importadores y a menudo como
ambos. Al mismo tiempo, algunos de ellos eran comisionistas, presta-
mistas y hasta empresarios agrícolas.

39. Las actividades de estas casas comerciales y sus mercados están documenta-
das en los Directorios Comerciales. Véase A. Martínez Aparicio y R. Niebles(eds),
Directorio Anual de Barranquilla, Barranquilla, 1892; Goenaga,Acción Costeña; E.
Rash-Isla (ed), Directorio Comercial Pro-Barranquilla, Barranquilla. 1928; A. L.
Carbonell,Anuario Comercial Pro-Barranquilla, Barranquilla, 1936. Véase además,
López, Almanaque de los hechos, y 1. Sarasúa, Recuerdos de Barranquilla, 1988.
40. PP, (37), LXXXV, 1896, p. 468.
41. Jdem.
La ciudad y el campo 221

Los comerciantes barranquilleros desarrollaron lazos adicionales


con el sector agrícola de la costa financiando cosechas, comprando
y vendiendo tierras o involucrándose directamente en la producción
agrícola. El sistema de avances en efectivo sobre cosechas futuras
era un «sistema reconocido», como lo señalaba el vicecónsul britá-
nico en 1898 42 . Su existencia parece haber sido importante en la _
región tabacalera de El Carmen y en los distritos algodoneros de
Atlántico y Magdalena. En Barranquilla, la Cámara de Comercio
seguía de cerca los precios de los productos agrícolas y del gana-
do43. Durante el decenio de 1890 y las dos primeras décadas de
este siglo, hubo un grupo activo de comerciantes que compraba y
vendía tierras en Remolino, Sitionuevo y Ciénaga. El auge del bana-
no atrajo también la atención del sector comercial barranquillero.
Unos pocos comerciantes, como ya se ha demostrado, establecieron
sus propias plantaciones. A pesar de la presencia dominante de la United
Fruit Company, lograron también tener una participación no sólo en la
producción bananera sino en las actividades comerciales a todo lo
largo de la zona bananera.
Senior, de Sola y Compañía ejemplificaban bien el rango tan amplio
de las actividades de los comerciantes barranquilleros de finales del
siglo XIX: operaban principalmente como una casa de importaciones y
exportaciones; tenían uno de sus almacenes generales en la plaza de
mercado, mientras que sus oficinas principales quedaban en la calle del
comercio, donde también ejercían como agentes para la Trasatlántica
de Barcelona y la Northem Fire-life Assurance Company; eran accio-
nistas fundadores del Banco de Barranquilla, y en 1890 fundaron El
Impulso, una moderna desmotadora de algodón. Además, los Senior
tenían inversiones importantes en propiedad raíz y con el tiempo se
involucraron en la producción bananera44 .

42. PP,(49), XCIX, 1899, p. 34.


43. Véase, por ejemplo, RCCB, junio 30, 1934, p. 4, y marzo 15, 1944, p. 3.
44. Martínez Aparicio y Nieb1es, Directorio Anuario, pp. 122, 149, 282, 350-1,
390; MCR, mayo-agosto 1895, p. 47; Banco de Barranquilla, Informes y Balance
222 El Caribe colombiano

Un elemento importante en el mercado regional era el agente


viajero, un virtual «engranaje comercial» en los pueblos dispersos y
mal comunicados de la costa. Son pocos los testimonios escritos que
han dejado, pero probablemente muchos de ellos siguieron las mis-
mas rutas tomadas por Jacinto Sarasúa. En la década de 1920,
Sarasúa acostumbraba tomar un bote de Barranquilla hasta
Mompox, donde pasaba los dos primeros días de su viaje comercial
por Bolívar. En Mompox tomaba una barcaza a Magangué. «donde
nuestro amigo Pedro Bacci nos equipaba con un caballito blanco y
una mula de carga, con un peón corrido que se las sabía todas, si-
guiendo así a Sincé y Sincelejo». Equipado con caballo y mula,
Sarasúa continuaba sus negocios en Coroza!, Ovejas, San Jacinto,
San Juan Nepomuceno y Calamar. Desde Calamar iba a Cartagena
y regresaba en tren y entonces abordaba el primer barco para
Barranquilla. «Después de un mes de correría -rememoraba
Sarasúa-, ... era como el gran aviso que tenían en La Gloria, que
decía: 'Aquí se sufre pero también se goza', pues llegábamos feli-
ces a descansar las 'posaderas' y preparar los pedidos de nuestros
clientes» 45 . En otras oportunidades Sarasúa recorría Magdalena y
Santander, visitando sus clientes como en Bolívar, tomando sus pe-
didos y expandiendo la red comercial de su compañía.
Mientras que los agentes viajeros abrían y fortalecían mercados
para Jos productos barranquilleros en los pueblos costeros, la ciudad,
a su vez, recibía grandes cantidades de alimentos de la región. Los

General. Barranquilla, 1889, p. 7: Colombia. Misión de Rafael Reyes. p. 48: «lndice


de la Notaría Primera de Ciénaga»: «Informe No. 3». pp. 24-25. 30, e <<Informe No.
5>>, p. 17.
45. Sarasúa, Recuerdos, pp. 25-26. En 1892, El Bazar Parisiense anunciaba que,
además de su filial en Magangué, <<sostiene a un agente viajero que visita varias veces
al año todos los centros comerciales de los departamentos de Bolívar. Magdalena y
parte de Santander, provisto siempre con un rico muestrario de todos los artículos de
su ramo y debidamente autorizado para recibir pedidos y tratar las condiciones de la
transacción ... >>, Martínez y Niebles, Directorio Anuario, p. 299. Para una descrip-
ción de un agente viajero en Venezuela, véase O. Gerstl, Memoria.\ e historias,
Caracas, 197 4.
La ciudad y el campo 223

alrededores más cercanos de Barranquilla eran, como lo observaba


Scruggs, tan áridos que no producían «ninguna vegetación distinta
de cactus enanos y zarzas» 46 . El edificio que albergaba el mercado
público estaba situado en un caño del Magdalena, «lo cual era de
imperiosa necesidad, pues aquí vienen por agua casi todos los artí-
culos que se expenden en la plaza, y no por tierra, como sucede en -
otras partes»47 • Cuando Robinson visitó el mercado en 1892, la orilla
«estaba llena de canoas, talladas en un solo tronco, algunas de un
tamaño sorprendente». En el mercado observó «una gran variedad
de frutas», «montones inmensos de pescado seco» y «grandes pilas
de camarón seco» 48 •
Los alimentos básicos -plátanos, pescado, panela, arroz, mante-
ca, yuca, queso y carne- llegaban de provincias vecinas, conecta-
das en su mayoría a Barranquilla por el río Magdalena. Los plátanos
eran un producto popular en este mercado regional, como también lo
era el pescado. En la década de 1940, toda la población de
Aracataca Viejo vivía de la pesca, «llevando el producto de ésta en
canoa nueve horas hasta Barranquilla, donde lo entregan, créase o
no, en hielo. Una vez descargado el pescado, llenan de nuevo sus
canoas con hielo y emprenden el viaje de regreso» 49 •

46. Scruggs, Colombia and Venezuelan Republics, p. 31. «No vimos evidencia de
ningunos cultivos», señaló Robinson cuando visitó las zonas circundantes de
Barranquilla. Robinson,Aflying trip to the tropics, p. 41.
47. Grau, La ciudad de Barranquilla, p. 35. Cuatro décadas más tarde, estos
caños eran todavía de gran importancia para el transporte de alimentos provenientes
de la región al mercado de Barranquilla. La falta de dragado era una preocupación
recurrente, como lo señalaba el alcalde en 1945: «Periódicamente sufre la ciudad
grandes perjuicios originados por la baja del caudal de aguas del río Magdalena, que
repercute sobre los canales de acceso a Barranquilla. haciendo casi imposible la
llegada a los mercados de expendio, de los productos alimenticios que nos vienen
habitualmente por esa vía y también vienen creando un gran problema para las
fábricas ubicadas a los márgenes de esos canales», R. Borelly, Informe del Alcalde de
Barranquilla al Señor Gobernador del Departamento, Barranquilla, 1945, p. 50.
48. Robinson, .4 flying trip ro the tropics, pp. 38, 39.
49. Romoli, Colombia, a gateway to South Ame rica, p. 252. Véase además Gnecco
Laborde, Nociones de geografía, pp. 35, 39.
224 El Caribe colombiano

La escasez de alimentos, básicamente de arroz, debida a las pla-


gas de langostas que ya se han descrito, se resolvía con importacio-
nes, aunque durante las décadas de 1930 y 1940 Barranquilla fue
uno de los principales mercados para el arroz cultivado en San Jorge,
Sinú y otras áreas de Bolívar5°. Las importaciones de alimentos eran
considerables en el caso del trigo para la producción de harina, un
producto disponible en el interior andino pero cuyo costo más alto lo
hacía desventajoso en los mercados costeros.
Las actividades crecientes del puerto motivaron el establecimien-
to de los primeros servicios bancarios. En 1873 importantes miem-
bros del mundo de los negocios de Barranquilla -incluido un núme-
ro significativo de inmigrantes extranjeros- y de otras poblaciones
costeras, fundaron el Banco de Barranquilla como una compañía
anónima. La mayoría de los fundadores eran residentes en
Barranquilla pero la nueva empresa atrajo también algunos capitales
de Santa Marta, Cartagena. Mompox, Tubará y Ocaña5 ¡ . Los nego-
cios del banco incluían «descuentos en papeles comerciales. hipote-
cas sobre prendas y la venta de letras de cambio sobre Europa y
Estados Unidos». Como lo observaba en 1896 el cónsul británico, el
banco era «de mucho servicio para el comercio de Barranquilla» 52 •
Al poco tiempo de entrar en operación, abrió agencias en Magangué
y en el centro tabacalero de El Carmen 53 . Sin embargo, sus negocios
estaban concentrados en Barranquilla, aunque ligados a la economía
regional. Por ejemplo, las exportaciones de ganado a Cuba en la década
de 1860, fueron muy beneficiosas para el banco. El Banco de
Barranquilla logró sobrevivir varias revueltas pero acabó cerrándose en

50. RCCB, septiembre 15, 1934, p. 2; IET, Cuarto Trimestre, 1946.


51. J. de Mier al Secretario General del Estado de Bolívar, Barranquilla, marzo
23, 1873, AGB, caja 1873. Véase además GB. febrero 16, 1874. pp. 41-44. Boletín
Industrial, Barranquilla, marzo 30, 1873.
52. PP, (37), LXXXV, 1896, pp. 471-72.
53. «Informe del gobernador de El Carmen». y «Banco de Barranquilla». en GB,
octubre 25, 1873, p. 144, y mayo 7, 1874, p. 113.
La ciudad v el campo 225

1904. como consecuencia de los efectos desastrosos de la Guerra


de los Mil Días 54 .
No obstante, su cierre fue seguido de inmediato por la creación
del Banco Comercial de Barranquilla, prácticamente una continua-
ción del anterior. Julio A. Castellano, vicepresidente del Banco de
Barranquilla en 1899. fue nombrado primer presidente del nuevo
banco; Urbano Pumarejo, anterior revisor, fue designado gerente.
Varios directores del anterior banco-Theodore Prencke, Henry S.
Pierce, Jacob Cortissoz- también fueron nombrados en la nueva
junta. Quizá tan significativo, la mayoría de los accionistas del Ban-
co Comercial había invertido previamente en el Banco de
Barranquilla55 . La nueva institución comenzó operaciones en 1905
bajo restricciones económicas debidas, según su agente, a « .. .las
faltas de cosechas de café y algodón y la paralización del ganado
debido al prolongado verano». Pero para 191 O, el banco informó a
sus accionistas acerca del notable incremento en los depósitos, y en
1919, a pesar de las condiciones desfavorables como consecuencia
de la guerra, la junta se preciaba de los logros del banco en términos
de prestigio, número de clientes y cantidad de negocios 56 . La buena
administración y las políticas conservadoras --como lo reconocía
Kemmerer- 57 permitieron al Banco Comercial sobreponerse a los
tiempos difíciles y, para 1950, era el único banco local que sobrevivía.
Además del Banco de Barranquilla y del Banco Comercial, se esta-
blecieron otros cinco bancos con capital local, si bien tuvieron una vida
mucho más corta: Banco Márquez (1883-1893 ), Banco Americano

54. Banco de Barranquilla.lnformes y balance general presentados por fa Junta


Directiva a fa Junta General de Accionistas en sus sesiones ordinarias de 24 y 26 de
julio de 1889. Barranquilla. 1889. Véase además reportes similares de enero de 1890
y julio de 1899: y M. Goenaga. Lecturas focales. Barranquilla. 1953, p. 238.
55. Baena y Vergara. Barranquifla. p. 500: y Banco Comercial de Barranquilla.
1905-1955, Barranquilla. 1955. pp. 5-13.
56. Banco Comercial. pp. 16-27.
57. «Memorandum of conversation with Mr. Van Dusen on March 20. 1923»,
Princeton University. The Edwin Kemmerer Papers. (Quiero agradecer a Adolfo
Meisel por permitirme conocer este documento).
226 El Caribe colombiano

( 1883-1904), Banco del Atlántico ( 1901-1904), Banco de Crédito Mer-


cantil ( 1914-1925) y Banco Dugand ( 1917-1925 )58 • En contraste con
el Banco de Barranquilla y el Banco Comercial, la mayoría de estas
instituciones se organizó como negocios de familia, más bien que
como compañías por acciones.
El Banco Dugand fue fundado por V. Dugand e Hijo, una casa
comercial establecida por un inmigrante francés que primero se
asentó en Riohacha y se mudó a Barranquilla en 190259 . A pesar
del hecho de que la familia controlaba el banco, los Dugand lograron
atraer capitalistas locales para que suscribieran acciones, incluyen-
do entre ellos a un número importante de inmigrantes de origen sirio.
Comerciantes barranquilleros bien establecidos, tales como J. Mario
Santodomingo y P. Puccini, eran miembros de la junta directiva del
banco en 1922, cuando el capital de éste era $2.000.000. 60 La orga-
nización inicial del banco reflejaba sus intereses comerciales, ligada
como estaba al embarque de mercancías. El Banco Dugand experi-
mentó un crecimiento notable durante sus primeros tres años de ope-
raciones, debido probablemente a las florecientes exportaciones de

58. Véase <<Banco Márquez>>, RB. octubre 10, 1889; «La industria bancaria de
Barranquilla», RCCB, junio 30. 1920, pp. 13-15; Baena y Vergara, Barranquilla. pp.
499-508; Libro Azul de Colombia. Nueva York, 1918. pp. 261-26 J. Sin embargo,
debe tenerse en cuenta que el capital local no siempre se canalizaba através de estas
instituciones. A menudo había varios comerciantes listos a prestar dinero en un
mercado financiero informal hasta ahora inexplorado. En la década de 1930, por
ejemplo, bananeros tales como J. F. Riascos y Compañía, y José Noguera Gnecco,
habían contraído obligaciones hipotecarias con Elías Muvdi; véase administraJor de
Santa Marta a sucursal de Barranquilla. enero 4. 1932, BOLSA: A21/3. Véase tam-
bién A. Meisel y E. Posada, <<Los bancos de la Costa Caribe, 1873-1925», en F.
Sánchez, (ed.). Ensa_ros de historia monetaria y bancaria de Colombia, Bogotá,
1994, pp. 229-66.
59. Véase Libro Azul, pp. 261,269. H. Candelier, quien visitó Riohacha en la
década de 1880, describía a Dugand como «Un parisino amable, radicado en Riohacha
desde 1872, donde ocupa uno de los lugares más importantes en el comercio», en
Candelier, Río-Hacha et les Indiens, p. 54. Véase además «V Dugand e Hijo».
Barranquilla, mayo 27, 1917, Faes: AVCyCo/C/118, f.172.
60. Banco Dugand, Informe de la Juma Administrativa a la Asamblea General
de Accionistas, Barranquilla, 1920; y Baena y Vergara, Barranquilla, p. 508.
La ciudad y el campo 227

café que entonces se enviaban todavía por Barranquilla. En 1920,


había abierto agencias en Cartagena, Ciénaga, Magangué, Riohacha,
Santa Marta, Bogotá, Bucaramanga, Ocaña, Medellín y Girardot,
mientras su gerente comentaba con orgullo sobre los nuevos servi-
cios que el banco estaba ofreciendo. Ese año, los 105 accionistas
recibieron intereses del 14% sobre su inversión 61 . Sin embargo,
esta organización en apariencia sólida se desplomó unos años
más tarde. Para finales de 1921, el banco ya había sentido las con-
secuencias de la recesión y en 1925 fue absorbido por el Banco de
Colombia62 .
«El público comercial está muy bien atendido en lo que se refiere
a servicios bancarios», informaba en 1923 el cónsul británico en
Barranquilla63 • (El cuadro 3.4 ilustra el movimiento de los bancos
en Barranquilla entre 1872 y 1936). Además de algunos bancos de
carácter nacional, que habían comenzado a establecer sucursales
durante el siglo XIX, los bancos extranjeros también desarrollaron
negocios en Barranquilla siguiendo el crecimiento de la ciudad en
las décadas de 191 O y 1920: el Banco Mercantil Americano, el
Commercial Bank of Spanish America, el National City Bank, El
Royal Bank of Canada, el Anglo-South American Bank, entre los
más importantes. Para el decenio de 1950 existían ya 17 institucio-
nes bancarias, extranjeras y nacionales, que trabajaban en Barran-
quilla.
Su vinculación original estaba ligada claramente con el puerto. En
1926, el gerente del Bank of London and South America describía sus

61. En 1923. el cónsul británico reportaba que <da institución colombiana más
importante (en Barranquilla) es el Banco Dugand. que es un negocio bien organizado
y con sucursales en las principales poblaciones de la costa>>. G. Pycroft, <<Report on
the economic conditions in the Republic of Colombia, Londres, 1924. pp. 22-3. En
1920 la tasa de interés en Barranquilla era del 1070: en Meisel y Posada, «Los bancos
de la Costa Caribe». p. 254.
62. W. J. Sullivan (Department of Overseas Trade), Report on the commerr:ial
and economic situarían in the Repub/ic of Colombia. Londres. 1925, p. 50.
63. Lee, Report. p. 22.
228 El Caribe colombiano

CUADRO 3.4
BA"iCOS ESTABLECIDOS E"i BARRANQULLA, 1873-1936.
·--~- ~----------------~-------- ~~

Año Súmero de l'."ombre de los bancos Año de Origen del


bancos
- - -··
fundación capital
1873 2 Bogotá 1872 Sacional
Barranquilla 1872/3 Local

1883 4 Barranquilla 1872/3 Local


Nacional 1882 Nacional
Americano 1883 Local
Márq11ez 1883 Local

1919 5 Comercial de Barranquilla 1904 Local


Crédito Mercantil 1913 Local
Dugand 1917 Local
Mercantil Americano 1918 Extran¡cro
Banco López 1919 Nacional

1922 6 Comercial de Barranquilla 1904 Local


Dugand 1917 Local
Commercial Bank of
Spanish America 1920 Extranjero
National City Bank 1920 Extranjero '
Alemán Antioqueño_ 1920 Sacional_ ___,
-
1928 6 Comercial de Barranquilla 1904 Local
Colomb1a Sacional
Alemán Antioqueño 1920 Nacional
The Anglo South . i
American Bank ExtranJero '
Londres y América del Sur 1925 Extranjero !
Royal Bank of Ca nada ExtranJen.~

1936 11 Comercial de Barranquilla 1904 Local


Colombia :'\acio:1al
Bogotá "'acional
Anglo Sud Americano Extranjero
Francés e Italiano Extranjero
Royal Bank of Canada Extranjero ·
Alemán Antioqueño 1920 l\;acional
Central Hipotecario :'\acional
Hipotecario de Colombia ;..;acional
Caja Colombiana de Ahorro :'\acional
Caja de Crédito Agrario Nacional

Fuentes: Bell. op.cit.: Bacna y Vergara, Barranquil/a, pasado v presente. op.cit.;


Rash Isla (ed.). Directono pro-Barranquil/a, op.cit., Grau, La ciudad de
Barranquilla, op.cit.: Nichols. Tres puertos. op.cit.; Carbonell (ed.l. Anuario Co-
mercial, op.cit .. p. 21.
La ciudad y el campo 229

negocios como «principalmente ... tramitar... documentos referentes a


mercancías consignadas a los clientes del banco en el interior, pago de
derechos de aduana ... » y así por el estilo. «Los depósitos a término fijo
en Barranquilla -señalaba el gerente un año más tarde- parecen ser
comparativamente escasos» 64 . El negocio de préstamos era consi-
derado como «muy inseguro» por el Commercial Bank of South
America en 1922, cuando sus transacciones «difícilmente producían
con qué cubrir sus gastos», aunque su gerente pronosticaba mejores
días por venir 65 . Para principios de la década de 1930, cuando se
informaba que Barranquilla «Se desarrollaba de manera notable», «a
pesar de los tiempos difíciles por los que Colombia (estaba) pasan-
do», algunos de estos bancos habían fortalecido sus lazos con otros
sectores, además de los exportadores e importadores. La mayor
parte de los clientes del Bank of London and South America «de-
pendían para sus ingresos de las ventas que les producían sus
propiedades, del ganado y de las industrias locales». Importantes
aserraderos, fábricas de textiles y de cigarrillos, urbanizadores y,
obviamente, prominentes casas comerciales negociaban con el
Anglo-South American Bank y con el Bank of London and South
America 66 •
A pesar, pues, de algunos desarrollos, Barranquilla había queda-
do rezagada como centro financiero frente a Bogotá, Medellín, Cali
y Manizales en la década de 1950 67 . Mientras que algunos bancos
de estas ciudades comenzaban a adoptar una perspectiva regional y
hasta nacional, los pocos bancos barranquilleros habían sido liquida-
dos y el único sobreviviente -el Banco Comercial- mantenía un

64. Barranquilla Branch to the Head Office, (Londres). Barranquilla, abril 12,
1926, BOLSA/B 1/49: e idem., abril 13, 1927. BOLSA/B l/85.
65. Barranquilla Branch to Bogotá, febrero 6, l 922. BOLSA/F4/l.
66. Barranquilla Branch to the Head Office (Londres), abril 24, 1930, BOLSA/
Bl/368; Barranquilla Branch to Chairman and Directors, julio 17, l 930, BOLSA/B 11
429,432 y Barranquilla Branch to Bogotá Office. enero 21, !93 l, BOLSA/B 1/550;
«Barranquilla inspectJOn letter», septiembre 11. l 93!, BOLSA/Al 9/5.
67. Sojo. Barranquilla, una economía. pp. 45-58.
230 El Caribe colombiano

perfil bajo, restringiendo sus operaciones a Barranquilla. Aun así, la


influencia de los bancos locales en el desarrollo de la ciudad fue
significativa, particularmente antes de la década de 1920. Alrededor
de ellos, un grupo de comerciantes estaba involucrado activamente
en mejorar las condiciones del puerto, perfeccionar los servicios pú-
blicos y fomentar nuevas industrias.
Cuando Alejandro López visitó a Barranquilla en 1938, quedó im-
presionado por el crecimiento industrial dellugar-<' 8 . Su primera visi-
ta en 1905, al contrario, lo había impresionado muy poco. Esta vez,
sin embargo, López quedó tan sorprendido como para creer que,
dada su posición geográfica --que le permitía a la ciudad un acceso
rápido a las materias primas-, Barranquilla iba no sólo a saturar el
mercado nacional con sus productos industriales sino que se conver-
tiría en centro industrial para todo el Caribe. López pudo haberse
equivocado, pero su entusiasmo era una genuina reacción frente a
las obvias señales de progreso.
Con la excepción de los astilleros y las destilerías de ron. la pro-
ducción de jabones parece haber sido la pionera del desarrollo de la
industria en Barranquilla: La Industria, establecida en 1877. El Por-
venir en 1878, La Cubana en 1883 --que para 1896 producía 800.000
barras de jabón al mes y expandía sus ventas en la región 69 . Tam-
bién se estaban desarrollando otras industrias, algunas de ellas utili-
zando maquinaria a vapor importada: tenerías, fábricas de ladrillos y
baldosas, talabarterías, desmotadoras, fábricas de calzado y
aserraderos 70 . Situadas a orillas del caño que llegaba al centro de la

68. A. López. «Barranquilla. ciudad industrial>>. El Heraldo. Barranquilla. enero


4 y 5. 1938.
69. Véase Grau. Barranquil/a en 1896. pp. 90-105: Martínez y ~iebles. Direc-
torio Anuario, pp. 95-96; E. Pellet. «Veinte años en Barranquil!a, 1866-1886>>. en
RCCB. diciembre 15. 1936, p. 12. Véase además, S. P. Solano. <<Un ensayo empresa-
rial en la Barranquilla del siglo XIX: la industria de los hermanos Salzedo Ramón»,
Intermedio, Barranquilla. Junio 8. 1988: y Solano y J. Conde. Élite empresarial y
desarrollo industrial de Barranquilla, 1875-1930. Barranquilla. 1993. pp. 37-58
70. Véase Grau, idem.; Martínez y Niebles, idem.; PP.(37). LXXXV. 1896, p.
409; W. lrvin Shaw, «Shoe trade in Colombia>>. MCR. agosto 1899. (LX). 227. pp.
663-667.
La ciudad y el campo 231

ciudad, muchas de estas fábricas recibían sus materias primas de


distritos vecinos. El algodón, dividivi, mangle, sal, maderas, pieles,
eran todos productos que enlazaban a Barranquilla con la región
durante esta primera fase de industrialización. A su vez, las mer-
cancías manufacturadas llegaban a las poblaciones costeras. Los
intentos para enviar incluso hielo a lugares río arriba y hasta Ciéna-
ga y Santa Marta, con el riesgo de perder una gran parte de éste
debido a la falta de condiciones adecuadas de transporte, eran
ilustrativos de la búsqueda de mercados más allá de los límites de la
ciudad 71 •
Otra vez los comerciantes locales -como Rafael Salcedo, Co-
rrea, Heilbron y Compañía, Ricardo Arjona y Senior, de Sola y Com-
pañía- jugaron un papel importante en el fomento del desarrollo
industrial, diversificando sus activos en este sector económico en
expansión. Barranquilla era también un lugar de pequeños talleres
que en un principio se habían desarrollado alrededor de las activida-
des de construcción de buques. En 1892, el Directorio Anuario
publicado por Martínez y Niebles incluía un número significativo de
herreros, latoneros, carpinteros, pasteleros, plateros, zapateros y
sastres. Pronto, en algunos medios, la industria comenzó a valorarse
como parte sustancial del espíritu cívico. «La industria es el gran
medio por el cual la humanidad se propone la felicidad del hombre»,
escribía en su Saludo a Barranquilla Antonio J. Márquez en 1913,
y añadía: «La industria despierta la inteligencia ... y por ese medio la
persona se hace apreciada en todas partes ... La industria es el don
misterioso que convierte los humildes pueblos en grandes naciones,
llenas de monumentos y sabios respetables» 72 .
En realidad, faltaba aún mucho para que la industria lograse el
desarrollo sugerido por Márquez. Pero las actividades manufac-
tureras siguieron creciendo, favorecidas primero por las medidas

71. «Manufacture of ice in Latin America», MCR. Washington, julio 1900,


(LXIII), 238, pp. 272-275.
72. Márquez, Saludo a Barranquílla, p. 1O.
232 El Caribe colombiano

proteccionistas tomadas por la administración Reyes ( 1904-1909)


y más tarde, principalmente, por shocks externos: la Gran De-
presión y las dos guerras mundiales 73 . Para 1953 había 1.814 esta-
blecimientos industriales que empleaban unas 20.000 personas 7.¡.
A lo largo de estos años se desarrollaron nuevas industrias. en su
mayoría de textiles y molinos de harina, fábricas de bebidas y de
alimentos y plantas químicas. El primer intento sistemático para esti-
mar la estructura industrial de Barranquilla se hizo en 1945, cuando
la Contraloría General de la República efectuó el Primer Censo In-
dustrial de Colombia. Según dicho censo, entre las principales líneas
de manufacturas había 99 establecimientos dedicados a la produc-
ción de artículos de cuero, 98 a productos alimenticios. 88 a confec-
ciones, 74 a procesar la madera, 53 a la metalurgia, 22 a textile~ y 14
a bebidas. El tamaño y la importancia de estas industrias eran varia-
dos. El 39.1 o/c del capital industrial en Barranquilla estaba invertido
en textiles. 15.5Sf en metalurgia, 13.9o/c en alimentos procesados,
10.8% en bebidas. 4.4% en procesamiento de maderas. 4.4Sf en
químicos. 2.9% en confecciones y 2.5% en artículos de cuero, entre
los ocho sectores más importantes 75 .
«Para proteger los molinos de trigo establecidos en la costa. y
para darles vida, se violentó hasta el sentido común». El ataque ve-
nía del Ministro de Hacienda en 1912, cuando tachó de «exóticas»
aquellas industrias que se desarrollaron utilizando materias primas
importadas. particularmente las fábricas de velas y fósforos, y \o<;

73. Véase PP. (59), CXXIII. 1906, p. 752; Colombia (Contraloría General de la
República). Primer censo industrial de Colombia. 1945. Departamento del Atlánti-
co. Bogotá. 1947. p. 282; Ospina Vásquez. Industria v protección. pp 304. 376-77,
404, 475; Vicecónsul A. B. Wardlaw. «Barranquilla textile mdustry», i'<ACS. RGI66:
Foreign Agricultura! Relations. Narrative Reports, 1942-45. Colombia, Caja 180.
74. Soja, Barranquilla, una economía. p. 74.
75. Contraloría. Prime1 censo industrial, p. 15. La producción industrial de
Barranquilla contribuía significativamente a la producción nacional en los siguientes
sectores: metalurgia (26.2% ). químicos (23.9% ), maderas ( 18.5% ). artículos de cue-
ro ( 13.7o/c ). confecciones (12.8% ). y bebidas (9.6%). Véase Ospina Vásquez.lndus-
tria y protección, pp. 602-3.
La ciudad Y el campo 233

molinos de trigo y las hilanderías 76 . Para 1934, 126 establecimientos


industriales de Barranquilla consumieron en materias primas 6. 957.999
pesos, de los cuales apenas el 25% se gastó en productos nacionales y
el resto en importados. Sin embargo, una década más tarde la propor-
ción de materias primas nacionales utilizadas por las industrias
barranquilleras había aumentado a casi el 50o/c 77 . Como lo muestra el
cuadro 3.5, entre los sectores más importantes que consumían mayores
cantidades de materias primas nacionales en 1945 estaban los alimen-
tos procesados, textiles, confecciones, curtiembres y maderas.
Con la información disponible resulta imposible discernir la canti-
dad de materias primas regionales consumidas de entre el total na-
cional (cuadro 3.5). No obstante. parece válido asumir que en los
casos de los textiles, maderas, alimentos procesados y artículos de
cuero, un porcentaje importante de sus materias primas provenía de
la costa. A su vez. los artículos manufacturados en Barranquilla en-
contraron un mercado fácil en las poblaciones costeras vecinas. La
Industria. fundada en 1877 y que llegaría a ser el mayor aserradero
de Colombia, producía madera para la construcción, cajas, ventanas,
puertas y muebles. Recibía sus materias primas de las zonas
madereras de la costa y vendía sus productos en Barranquilla, Santa
Marta, Ciénaga y todas las poblaciones a lo largo del río Magdalena
hasta Girardot 78 . La costa era el mercado inmediato para los pro-
ductos industriales barranquilleros. así éstos hubiesen o no utilizado
materias primas de la región: zapatos de la Fábrica de Pinedo Her-
manos, fósforos de Shemel, clavos de Colombia Industrial, cerveza

76. Véase F. Restrepo Plata. Informe del Ministro de Hacienda al Congreso.


Bogotá. 1912. pp. XXVIII-XXXIX: y Ospina Vásquez, Industria y protección, p.
446.
77. Contraloría. Geografía Económica del Atlántico. p. 153: Contraloría, Primer
censo industrial, pp. 327-348. En 1953. las industrias en Barranquilla consumieron
77.257.000 pesos en materias primas nacionales. ) 75.571.000 en importadas. V éa-
se Sojo. Barranquiila, una economía. p. 66.
78. J. Cornelissen. <<To the shareholders ofthe Compañía Nacional de Maderas
La Industria». Barranquilla. julio 18. 1930. AFP.
234 El Caribe colombiano

CUADRO 3.5
VALOR DE LAS MATERIAS PRIMAS CONSUMIDAS POR LA I~DUSTRIA
BARRANQUILLERA SEGÚN SU ORIGEN, 1945
(EN PESOS)

Sector Nacional Importado


-- - -- -----~- -----------

Alimentos 7.711.646 4.868.653


Papel 16.427 305.056
Artes Gráficas 11.681 478.694
Caucho 65.948 18.201
Bebidas 1.763.869 1.280.021
Cuero 2.160.560 375.859
Instrumentos 80.446 7.769
Maderas 1.824.799 124.772
Metalurgia 154.214 2.864.855
Minerales 185.326 201.513
Químicos 1.803.599 3.392.784
Tabaco 314.444 212.273
Textiles 4.788.653 4.304.654
Vestidos 2.241.666 1.133.041
Otros 91.189 184.936
____j

Fuente: Contraloría, Primer censo industrial, pp. 327-28.

de la Cervecería Águila; todos dependían de los mercados en expan-


sión de la región circundante79 • Aun así, la relación entre ciudad y
región --esta última como abastecedora de materias primas y como
mercado para productos industriales- estaba cargada de dificulta-
des. Un vistazo al desarrollo de la industria textil permite apreciar las
limitaciones de esta relación, así como los problemas del desarrollo
industrial en su conjunto.
Durante las últimas décadas del siglo XIX se habían desarrollado
varias compañías desmotadoras de algodón, pero la industria textil
moderna no despegó en Barranquilla sino hasta 191 O, cuando se fun-

79. López. Almanaque de los hechos, pp. 59 y 256.


La ciudad y el campo 235

dó la Fábrica de Tejidos Obregón 80 . A su vez, los precios ofrecidos


por las hilanderías de Barranquilla y Medellín estimularon el cultivo
del algodón en la región durante el segundo decenio de este siglo 81 •
Para 1929, la principal industria en Barranquilla era la manufactura
de productos del algodón: existían unas siete plantas principales con
un total de veinte mil husos y mil telares. Durante las décadas de
1930 y 1940, la expansión de la industria se debió mayormente al
procesamiento de otras fibras: seda, rayón y lana. Aun así, nueve de
las 23 plantas textileras en producción en 1945 estaban tejiendo al-
godón, aunque, como se muestra en el capítulo primero, el cultivo de
este producto no se había mantenido a la par con el desarrollo de la
industria textil 82 •
En 191 O, Tejidos Obregón comenzó a producir dril es de algodón
con 72 telares. Fundada por la casa comercial Evaristo Obregón y
Compañía, la nueva empresa textil era entonces administrada con-
juntamente por dos miembros de la familia Obregón que se habían
formado como ingenieros técnicos en Inglaterra 81 . La planta creció
de manera estable, con doscientos telares en 1914, trescientos en
1916 y cuatroscientos en 1924, cuando se la consideraba como la
mayor fábrica de textiles de algodón del país. Para 1934 era todavía
la principal hilandería de Barranquilla, pero mucha de la maqui-
naria era ya obsoleta. El futuro de la planta se veía entrabado por
problemas laborales: se informaba que la instalación de telares
nuevos había sido decepcionante «debido a la falta de experien-

80. S. Paolo Solano. «Orígenes de la industria en Barranquilla. Fábrica de Tejidos


Obregón», documento inédito. 1989; y Solano y Conde, Élite empresarial y desarro-
llo industrial. pp. 19-1 O1 ·
81. Be11. Colombia, a commercial and industrial handbook, p. 199.
82. Véase Garnett Lomax,Republic ojCo/ombia, p. 98: Carbonell (ed.),Anuario
industrial, pp. 67-71; y Contraloría, Primer censo industrial, p. 327.
83. Vicecónsul Burnell, <<New texti1e milis in Colombia», Daily Consular and
Trade Reports, Washington. diciembre 12. 191 O( 136}, p. 967. En 1943, un informe
británico describió a los Obregón como «educados en Stonyhurst, al igual que sus
hijos, y además son de la gente más influyente de Colombia», <<Anglo-Colombian
relations: disturbing incidents>>. Bogotá. diciembre 20, 1943. PRO, F0371/38041.
236 El Caribe colombiano

era técnica por parte de los trabajadores y su oposición a ... la


maquinaria automática» 8 ~.
Además de establecer su propia plantación de mil hectáreas en
Remolino, los Obregón habían fomentado el cultivo del algodón en
Atlántico y Magdalena mediante la distribución gratuita de semillas y
el adelanto de dinero sobre cosechas futuras. En 1932 su fábrica
consumía cerca del 30% del algodón crudo que se producía en la cos-
ta8". Según una publicación de la Contraloría General de la República,

CUADRO 3.6
PRINCIPALES I"'DCSTRIAS TEXTILES El'< BARRA~QCILLA, 1944
----------- ---------- --------
Compañía Año de Capital invertido Origen del Número de
_ o~g_anización __ (Sl.OOO¡ capital __e!llpleados

T. Obregón 1910 1.714 Local 916


Jaar y Co. 1943 205 Local 83
Marysol 1943 850 Extranjero 350
lndurayón 1936 2.586 n.d. 409
Filta 1934 1.428 Local lOO
Celta 1934 142 Local 206
Alfa 1936 142 Local 167
T.Atlántico 1937 457 n.d. 405
--- - - --- ----------

Fuente: Vicecónsul Wardlaw. <<Barranquilla textile industry».

84. Vicecónsul Wardlaw. <<Barranquilla textile industry>>. ~auricio Archila ha


sugerido que el radicalismo de las demandas sindicale-; de los trabajadores
barranquilleros le confirieron una ventaja adicional al desarrollo indu<;trial de
Antioquia. Véase su Barranquilla y el río. Una historia social de los trabajadores.
Bogotá. 1987. pp. 30-I.
85. Véase Ospina Vásquez. Industria y protección, p. 475; «Cotton production
and cosumption in the Barranquilla consular district>>. Barranquilla. diciembre i 3.
1933. NAUS. RG 166: Foreign Agricultura] Relations, Colombia. Información Gene-
ral. caja 132. En 1922, un informe británico describía Tejidos Obregón como <<una
empresa moderna y bien administrada, propiedad de una familia de colombianos
quienes han tenido mucha experiencia en el comercio de Lancashire>>, United Kingdom
(Department of Overseas Trade), Report on the ji nance. industry and trade of the
Republic ofColombia. Londres, 1922. p. 14.
La ciudad y el campo 237

entre 1921 y 1934 Tejidos Obregón rara vez había importado algodón,
siendo abastecida durante esos años por plantaciones locales 86 • Du-
rante la década siguiente, sin embargo, la fábrica tuvo que recurrir a
las importaciones y los Obregón llegaron incluso a oponerse a las
medidas proteccionistas para el fomento de la producción nacional
de algodón. En 1941, Rafael Obregón atacó públicamente un proyecto
de ley presentado en el Congreso, que pretendía incrementar los
aranceles para la importación del algodón crudo. Según Obregón, el
cultivo del algodón se veía seriamente obstaculizado en Colombia
por la falta de tecnología, y la protección tarifaría por sí misma be-
neficiaría únicamente a las industrias textiles extranjeras: « ... el fo-
mento del algodón a mayor precio no será nunca fomento agrícola
sino encarecimiento antieconómico del producto en perjuicio del con-
sumidor colombiano y anquilosamiento de la industria textil» 87 •
Unos años más tarde, se cerraba la planta. No hay duda de que la
fábrica, así como muchas otras fábricas barranquilleras, fue per-
diendo competitividad frente a la industria textil del interior. Los pro-
blemas laborales se reflejaban en mayores costos de producción. El
mercado costeño era limitado, mientras las dificultades del transpor-
te obstaculizaban el acceso de sus productos a otros mercados.
En 1924. algunos miembros de la Cámara de Comercio expre-
saron su preocupación por las desventajas de la industria de la
costa con respecto a la del interior -entre ellos Rafael Obregón,
Clodomiro Salas y Diofante de la Peña. Al solicitárseles un re-
cuento del estado del sector industrial, una comisión de la Cáma-
ra de Comercio señaló:

Hay causas que favorecen y desfavorecen nuestras industrias


costeñas en relación con las del Interior. pero como son mayor
número y más significativas las causas desfavorables. hay que

86. Contraloría, Geografía Económica de/Atlántico, p. 158.


87. «La industria textil es rnás nacional económicamente que la algodonera>>, La
Prensa. noviembre 25. 1941. p. l.
238 El Caribe colombiano

temer que nuestras industrias estén condenadas si no a desapa-


recer, sí a llevar una vida precaria.
Favorece a las industrias costeñas el encontrarse colocadas
cerca a los mercados extranjeros en lo que respecta al abasteci-
miento de algunas materias primas. implementos, etc., etc. Desgra-
ciadamente esta ventaja natural la estamos perdiendo debido a
fletes preferenciales para la Industria del Interior.

Eran causas desfavorables a las industrias costeñas las siguientes:

a) Los altos fletes y el impuesto de canalización, que en muchos


casos no le permiten competir ventajosamente con la industria del
Interior, colocada cerca de los centros más fuertes de consumo de
este país.
b) Salarios más altos que los del Interior.
e) Fuerza motriz muy cara comparada con la fuerza hidráulica
abundante en el Interior.
d) Mayor amenaza de la competencia extranjera, con una protec-
ción aduanera insuficiente, pues que las fábricas del Interior tie-
nen como segunda protección las distancias con los altos fletes
e impuestos nacionales de canalización 88 .

Obstáculos muy variados obraban pues en contra del desarrollo


industrial de Barranquilla. Sin embargo, a pesar de las dificultades,
no todas las fábricas sufrieron la suerte de Tejidos Obregón. Como
ya se ha mostrado, la industria barranquillera se expandió durante
las décadas de 1930 y 1940. Pero el dinamismo iniciaL que la había
hecho el tercer centro industrial colombiano, había menguado
significativamente para 195089 • Alejada de las regiones cafeteras.
más ricas y pobladas. Barranquilla iba a la zaga de Bogotá, Medellín
y Cali. El acceso a los mercados nacionales, como lo había pronos-
ticado Alejandro López, estaba entorpecido por las dificultades de

88. RCCB. septiembre 15. 1924, pp. 16-17.


89. A. Meisel. «¿Por qué se disipó el dinamismo industrial de Barranquilla'1»,
Lecturas de Economía, (23 ), mayo-agosto 1987. pp. 57-84.
La ciudad y el campo 239

transporte 90 • Bajo estas circunstancias se hizo evidente que el futu-


ro industrial de Barranquilla dependía del crecimiento económico de
su región circundante. Así lo planteó un analista de la época: «He
aquí una razón poderosa para que Barranquilla se desespere porque
el progreso llegue, como una oleada de riqueza y de vida, a todos los
sectores de la costa atlántica» 91 •

EMPLEO, VIVIENDA Y SERVICIOS

Tal y como lo había señalado el agregado comercial Purl Lord Bell,


«el traslado de carga desde las bodegas del ferrocarril, la aduana y
los vapores que navegaban por el río (era) la ocupación principal de
las clases bajas en Barranquilla» 92 . Así que la mayor concentración
laboral giraba inicialmente alrededor de las actividades portuarias si
bien, a medida que la ciudad crecía, la construcción, los servicios y
también la industria ofrecían nuevas oportunidades de empleo.
Según el censo de 1918, 5.167 personas estaban empleadas en
«artes, oficios, industria manufacturera y fabril». El primer censo
industrial de 1945 arrojó cifras más detalladas, según las cuales cer-
ca de 14.000 personas estaban empleadas directamente por la in-
dustria: 3.800 en textiles, 1.700 en metalurgia, 1.500 en el procesa-
miento de alimentos, 1.300 en industrias madereras, 1.000 en la pro-
ducción de artículos de cuero, entre otras. Sin embargo, un gran
número de trabajadores independientes se dedicaba a las labores
artesanales. Según una publicación oficial de 1935, había 10.000 ar-
tesanos en Barranquilla93 • Una ojeada a los nombres de los sindica-
tos reconocidos oficialmente entre 1920 y 1937 muestra que las ac-
tividades ligadas con el puerto y los oficios manuales predominaban:

90. Según Sojo, la ausencia de un sistema de tran~porte eficiente entre


Barranquilla y el interior andino era el problema más serio para el desarrollo de la
industria barranquillera. Sojo, Barranquil/a, una economía, p. 76.
9 J. /de m .. p. 186.
92. Bell, Colombia, a commercial and industrial handbook, p. 199.
93. Contraloría, Geografía Económica del Atlántico, p. 161.
240 El Caribe colombiano

Sociedad de Capitanes del Río Magdalena y sus Afluentes, Unión


General de Panaderos, Asociación de Linotipistas, Sociedad de Bar-
beros, Sindicato Sociedad de Electricistas, Sindicato Fluvial de Sub-
sistencia, Sindicato de Contramaestres y Marinos del Atlántico 94 .
En opinión de Ignacio Torres Giralda, la presencia activa de artesa-
nos influenciados por ideas anarquistas era uno de los principales
obstáculos para el desarrollo del movimiento obrero:

La ciudad de Barranquilla nos ofreció obstáculos que no podía-


mos en poco tiempo salvar. En primer término, el obrerismo dividi-
do en tendencias acaudilladas por personas de arraigo popular:
obreros mutualistas en fusión cordial pero estéril con artesanos y
a veces con pequeños y medianos industnales en viejas organi-
zaciones anarco-sindicalistas de espíritu revolucionario pero equi-
vocadamente imbuidos en un <<apoliticismo» que aislaba sus or-
ganizaciones; socialistas revolucionarios en grupos separados de
las masas que <<teorizaban>> sobre <<alta política>>, y la densa masa
del liberalismo, más beligerante pero de rueda libre, es decir. sin
organización ni dirección 95 .

A pesar de las dificultades encontradas por Torres Giralda, la


sindicalización en Barranquilla alcanzaba niveles más altos que en el
resto del país. Según una publicación de 1948, el 70% de la fuerza
laboral de Barranquilla pertenecía a algún sindicato, comparada con
un 14% en Bogotá, un 21% en Medellín y un 61% en Honda 96 .
Aun así, el empleo ocasional, especialmente en obras de cons-
trucción y obviamente en los muelles, era la condición usual de una
parte importante de los trabajadores de Barranquilla. Una disminu-
ción en el comercio golpeaba duramente la ciudad, motivando males-
tar social. En 1918, los paros de los trabajadores portuarios pronto
desembocaron en una huelga general. cuando «la ciudad estuvo

94. Torres Giraldo. Los lnconformes, vol. 4, pp. 184-188 y 253-261. y vol. 5,
pp. 67. 95-98, 135-140, 188.
95. Torres Giraldo. Los lnconformes. vol. 4. p. 62.
96. R. Berna! Salamanca, Las condiciones económico-sociales y el costo de la
vida de la clase obrera en la ciudad de Barranquilla, Bogotá, 1948. p. 30.
La ciudad y el campo 241

prácticamente en poder de una turba de alrededor de 5.000 perso-


nas». Los hurtos menores iban en aumento en 1929, cuando «los
cálculos más conservadores estimaban que en Barranquilla y su ve-
cindario inmediato (había) 5.000 trabajadores desempleados»~ 7 • Los
desempleados unieron sus masas a la huelga general, organizada en
1931 por un movimiento cívico en apoyo al proyecto de Bocas de-
Ceniza. «La razón de ser de lo numerosa de la manifestación -ex-
plicaba el gobernador Fernández al presidente O laya- tenemos que
hallarla en la situación angustiosa que vive nuestro pueblo, que hoy
carece de trabajo y ve en aquella fuente de ocupación, una reden-
ción para muchos brazos» 98 . En 1942, otra vez el desempleo había
subido de manera importante: se informaba que la mayoría de los
trabajadores de la construcción estaba sin empleo y los estibadores,
«que antes estaban empleados tiempo completo en el Terminal Ma-
rítimo, se consideran hoy afortunados si logran conseguir empleo
por uno o dos días a la semana» 99 .
Por supuesto que las crisis económicas creaban períodos de de-
presión, cuando se disparaba el desempleo. Pero en el largo plazo,
gracias a su continuo crecimiento, Barranquilla ofrecía únicas y
atractivas oportunidades de trabajo a los millares de inmigrantes que
comenzaban a poblar la ciudad de manera acelerada. Desde 1897
las barriadas pobres habían hecho su aparición: «El enjambre huma-
no se extiende sin cesar hacia la llanura de la derecha, mezclándose
las cabañas de paja con las pobres viviendas mezcladas por la cam-
piña rojiza». El crecimiento repentino se manifestaba también en estos
vecindarios. «Cualquier taxista de Barranquilla ----comentaba Kathleen
Romoli en 1941- le mostrará un barrio entero surgido en una no-

97. Cónsul norteamericano al Secretario de Estado. Barranquilla. enero 5 y mar-


zo 16, 1918, y septiembre 17. 1929, NAUS, RG59: 821.5045/5; 821.50 y 821.5017;
Bell, Colombia, a commercial and industrial handbook, p. 199.
98. Gobernador J. B. Femández al presidente E. Olaya, Barranquilla. octubre 24
y 29, 1931. AEOH, secciones 1/23 y 4115.
99. Vicecónsul Wardlaw. <<Annual eonomic report», Barranquilla. noviembre 20,
1942, NAUS, RGI66: narrative reports, 1942-45. caja 174.
242 El Caribe colombiano

che de afiebrada construcción concentrada de casuchas en los


terrenos de un caballero colombiano, y que ha logrado una triun-
fante permanencia» 100 •
Entre 1920 y 1936 el casco urbano de Barranquilla -extendiéndose
hacia el oeste desde la margen del río Magdalena- pasó de 590 a
1.541 hectáreas. Promediando, en 1928 se construían dos casas diaria-
mente. Ocho años más tarde, en 1936, cuando se terminaron 263 cons-
trucciones nuevas por un valor de $2.103.000, Barranquilla fue segunda
entre las ciudades colombianas en términos de actividad constructo-
ra. En 1930 existían 18.080 edificaciones; para 1951 este número se
había casi duplicado 101 •
El gráfico 3.2 ilustra el movimiento de la construcción en Barran-
quilla entre 1928 y 1947. Como se muestra, el efecto de la gran depre-
sión fue desastroso para el sector. Se recuperó ligeramente entre
1936 y 1938 y más adelante después de 1943, pero para 1946 no
había alcanzado todavía los niveles de 1929. A pesar de esto, el cre-
cimiento había sido notable. Romoli utilizó la expresión «Capital en
concreto» para describir a Barranquilla 102 .
Los patrones de asentamiento urbano cambiaron con el crecimien-
to económico. A finales del siglo XIX las gentes acomodadas ya se
habían desplazado hacia una nueva zona residencial, «en una ladera
suave», sobre la que construyeron villas, «muchas de ellas ... hermo-
sas, rodeadas de jardines y cubiertas por exuberantes enredaderas» 103 .
La típica plaza, símbolo de poder y prestigio, que caracterizaba las ciu-
dades españolas en América, estaba ausente en Barranquilla. Aquí los
nuevos ricos estaban dispuestos a establecerse en los barrios emer-
gentes que conferían status social. Desarrollado en la década de

100. D'Espagnat. Recuerdos de la Nueva Granada, p. 10: Romoli, Colombia, a


gateway to South Ame rica, p. 34.
101. Véase BME, Barranquilla, abril 8, 1932; informe del agregado comercial
norteamericano en Colombia, Bogotá, enero 1937, NAUS, RG 151: Bureau ofForeign
and Domestic Commerce, Bogotá, 1938; Sojo, Barranquilla, una economía en ex-
pansión, p. 147.
102. Romoli, Colombia, a gateway to South Ame rica, p. 231.
103. Petre, The republic ofColombia, p. 165; Grau, La ciudad de Barranquilla.
La ciudad y el campo 243

GRÁFICA 3.2
ACTIVIDAD DE LA CONSTRUCCIÓN EN BARRANQUILLA,
1928-1947
Número de construcciones

700

600

500 1\
:f
100f-

ol.~~~~~~~~~~~~~~~~
~#~~~~~~#~#~~~~~~~~~
Fuente: A.P.F.

1920 por el inmigrante norteamericano Karl C. Parrish, El Prado -un


barrio residencial en las afueras de la ciudad y que muchos visitantes
comparaban con El Vedado de La Habana- identificaba en
Barranquilla la prosperidad con su moderno acueducto y sus
bulevares planificados y pavimentados. Había varias «mansiones
espléndidas», pero en su mayor parte, como lo observaba Eleanor
Early, eran «pequeñas casas saludables, fundamentalmente domésti-
cas y habitables» 104 • El buen éxito de El Prado sirvió como modelo
para otros barrios que surgían para acomodar una creciente clase
media: Ciudad Jardín, El Nuevo Horizonte, Boston, La Florida, El
Granadillo y Bellavista 105 . Además, había iniciativas oficiales para

104. E. Early, Ports ofthe sun, Boston, 1937, p. 211; M. Góngora Echenique,Lo
que he visto en Colombia, Madrid, 1936, p. 168; W. A. Reid, The new Barranquilla,
Washington, 1928, pp. 9116; Romoli, Colombia, a gateway to South America, pp.
234-5. Para una descripción del desarrollo urbano en Barranquílla entre 1877 y 1927
hecha por un testigo de la época, véase 1. N. Abello. <<Barranquilla 1877 -1927>>, E.
Rash (ed.), Directorio Comercial pro-Barranquilla, pp. 42-72.
105. «Karl Parrish, gestor nacional del progreso>>, El Nacional, Barranquilla, octu-
bre 28, 1967. Para detalles adicionales sobre Parrish y El Prado, véase capítulo V.
244 El Caribe colombiano

planificar el desarrollo de barrios para los pobres de la ciudad. En


1945 el gobierno inauguró las primeras lll casas en el Barrio Popu-
lar Modelo, mientras que el municipio adquiría tierras para construir
el Barrio Obrero Alberto Pumarejo 106 .
Este movimiento fue seguido por mejoras en los servicios públi-
cos, si bien no siempre al mismo ritmo del crecimiento urbano. En
1880 se construyó un acueducto para reemplazar las docenas de
mulas que hasta entonces distribuían puerta a puerta las fangosas
aguas del río Magdalena. En 1896 se instaló una planta eléctrica que
servía a trescientas casas de un total de cuatro mil. El teléfono era
obviamente una novedad: «Hacen uso de él para las constantes ne-
cesidades, y hasta para darse los buenos días». Pero también era útil
para los negocios: «Como, por la temperatura, aquí se trata de salir a
la calle lo menos que sea posible, es constante el uso de ellos para
todo tipo de transacciones» 107 .
Los cambios ocurridos en las décadas de 1880 y 1890 fueron un
preludio para la transformación que Barranquilla experimentaría du-
rante el decenio de 1920, luego del establecimiento de las Empresas
Públicas Municipales con las que la ciudad, mediante un préstamo
norteamericano, pudo invertir en la modernización de los servicios
públicos, incluidos el suministro de agua y el sistema de alcantarilla-
do, la pavimentación de vías y las nuevas edificaciones del mercado
público. En 1931, un informe del Bank of London and South America
hacía un recuento de los logros de la ciudad:

Es muy interesante señalar que tanto los viajeros extranjeros


como los que vienen del interior se sorprenden siempre con el
progreso en Barranquilla. Es indudable que en muchos aspectos
está más adelantada que otras ciudades del país. El suministro de
agua es excelente y puede equipararse con cualquiera otra de Sur
América y este hecho es interesante puesto que la mayoría de la:,
poblaciones del interior de Colombia carecen de acueducto y el

106. Borelly, Informe del alcalde de Barranquila, p. 46.


107. Grau, La ciudad de Barranquilla, pp. 107, 44-55, 28-30.
La ciudad y el campo 245

suministro de agua es malo. Se construyen nuevas vías, hay elec-


tricidad disponible para uso doméstico y el teléfono automático
está instalado por toda Barranquilla para asuntos de negocios y
uso privado 10 ' .

Sin embargo, las deficiencias eran múltiples. Mientras que la po-


blación crecía de manera estable, los esfuerzos para incrementar la
capacidad del acueducto con el objeto de atender la demanda cre-
ciente tropezaban con las limitaciones financieras. El gerente de Em-
presas Públicas enfrentaba grandes obstáculos para elevar las tari-
fas. Algunos políticos locales y dueños de empresas se oponían a la
instalación de contadores de agua 109 . Es más, cualesquiera fueran
los logros, éstos se veían pronto eclipsados por el rápido crecimiento
de la población. La inauguración del acueducto en 1929 fue seguida
por su ampliación en 1936, cuando se duplicó su capacidad. Aun así,
ya en 1945 se hacía evidente que el agua era insuficiente. En 1948,
una comisión apoyada por el alcalde y el concejo municipal buscaba
en vano apoyo financiero en los círculos bancarios norteamericanos
para un plan que impulsara el desarrollo de Barranquilla 110 .
A pesar de estos problemas, ninguna otra ciudad de la región -y
pocas en el resto del país- igualaba a Barranquilla en el mejora-
miento de los servicios públicos durante el período bajo estudio. De
este modo la ciudad se convirtió en una atracción para aquellos en
busca de comodidades urbanas. Adicionalmente, Barranquilla ofre-
cía algunos servicios médicos, recreativos y educativos, si bien hasta
1945 carecía de una universidad. Pero incluso las actividades cultu-

108. «Monthly Review». febrero 27. 1931. BOLSA/B 1/585.


109. Véase S. Hollopeter. <<lnterc-;ante exposición de las Empresas Públicas
Municipales ;;obre las más urgentes necesidades de Barranquilla>>. en Rash (ed.).
Directorio comercial pro-Barranquilla, p. 323: Empresa;, Públicas Municipales,
Informe de la Juma Administradora, Barranquilla. 1936 y 1937; S. Hollopeter, «A
los barranquilleros nacidos en 1920», El Nacional. Barranquilla, diciembre 15,
1945, p. 4.
11 O. <<El plan dienal», Barranquilla, 1945, AFP; S. Hollopeter, K. Parrish Jr. y J.
Gerlein al Alcalde Munidpal de Barranquilla y otros, Barranquilla, octubre 14, 1948,
AFP; K. Parrish J. a N. Rockefeller. Lowell, ~ass .. octubre 12. 1948, AFP.
246 El Caribe colombiano

rales t1orecían en un lugar que hasta entonces se había considerado


como una mera «ciudad fenicia». En 1950, cuando Gabriel García
Márquez fue a trabajar a Barranquilla, ingresó en el círculo lite-
rario que se había formado en la década de 1940 alrededor de Ra-
món Vinyes y José Félix Fuenmayor 111 •
Para resumir, de ser una «humilde aldea», Barranquilla se trans-
formó en el puerto más importante sobre el Caribe y el río Magdale-
na, y en un centro regional para el desarrollo de la costa atlántica:
atraía inmigrantes de las áreas rurales y de otras poblaciones
costeras; establecía lazos importantes con el sector agrícola de la
región, como consumidora de materias primas y como abastecedora de
bienes manufacturados, y brindaba a la región una variedad de servi-
cios. No obstante su predominio económico, la sede de la Iglesia en la
cosra no era Barranquilla sino Cartagena, un puerto que rambién pre-
servaba algún ascendente político sobre los asuntos regionales y que
durante el período se mantuvo como el principal centro para la educa-
ción superior costeña.

AME~AZAS A LA SUPREMACÍA

En contraste con Barranquilla, Cartagena era descrita a menudo


como el símbolo del estancamiento urbano. «Como pertenece ente-
ramente al pasado», observaba A. S. Foresten 1913, «Cartagena ha
escapado ilesa a la mano vándala del progreso». Forest comparaba
la ciudad con una «pintura antigua de una mano maestra, añeja y
reposada», pero la consideraba «una de las ciudades más atrasadas
del continente sur», donde los negocios estaban condenados a fraca-

111. García Márquez, quien había recibido aquí parte de su educación secunda-
ria. trabajó como periodista en Barranquilla entre 1950 y 1954. Véase J. Gillard
(ed.). Gabriel García Márquez. Textos costeños, Barcelona, 1981. pp. 8-56: además
por Gilard, «El grupo de Barranquilla». Revista Iberoamericana. ( 128-9). julio-
diciembre 1984, pp. 905-935. y Alvaro Cepeda Samudio. En el margen de la ruta.
Bogotá, 1985. pp. V-LXXVII. Véase además J. F. Fuenmayor, Cosme. Bogotá.
1979.
La ciudad y el campo 247

sar 112 • Abrumados por San Felipe de Barajas -la mayor fortaleza
construida por los españoles- y por la arquitectura colonial tras las
murallas de la ciudad, los visitantes extranjeros inevitablemente que-
daban encantados por «la atmósfera de siglos ya pasados».
Cierto, Cartagena había decaído después de la independencia
como resultado de las mayores facilidades ofrecidas para el comer-
cío por sus puertos rivales, Santa Marta y Barranquilla, a donde in-
cluso algunos comerciantes cartageneros habían trasladado sus ofi-
cinas principales. «La tan importante ciudad de otros tiempos», se
lamentaba un cónsul británico en 1860, «hoy ... se ha reducido casi a
la nada» 113 . No obstante, en 1868 ya eran evidentes los signos de un
despertar, si bien las bases para una recuperación a largo plazo no se
sentaron sino a partir de la administración de Rafael Núñez como
cabeza del Estado de Bolívar entre 1873 y 1876 114 • En 1874 se esta-
bleció el Banco de Bolívar con un capital de 120.000 dólares y se
inauguraron otros servicios públicos: la erección de la torre del reloj,
la iluminación de las calles con lámparas de gas y la construcción de
un paseo por fuera de las murallas de la ciudad 115 • En conjunto, la em-
presa más importante fue la recuperación del Canal del Dique, una vía
fluvial que comunicaba a Cartagena con el río Magdalena, que había

112. A. S. Forest, A tour through South America, Londres, 1913, pp. 119-125.
113. PP, LXV, 1860, p. 503. La decadencia de Cartagena después de la indepen-
dencia y el posterior crecimiento de Santa Marta aparecen descritos en PP, LXVII,
1873, pp. 909-914. Una historia sobre la rivalidad entre Cartagena, Barranquilla y
Santa Marta se encuentra en Nichols, Tres puertos del Caribe.
114. En 1869, el cónsul británico reportaba «Un incremento de las importaciones
y exportaciones ... la reparación de casas derruidas, la apertura de nuevos almacenes,
y la reanudación de las actividades mdustriales por largo tiempo abandonadas»; PP.
(29). LXV, p. 202. Sin embargo. estos signos de progreso fueron seguidos muy
pronto por el estancamiento, consecuencia de la apertura del ferrocarril de
Barranquilla en 1871 y las perspectivas para Cartagena fueron, de nuevo. sombrías:
la municipalidad de Cartagena no pudo procurarse siquiera 400 dólares para la repa-
ración de la única vía de entrada y salida de la ciudad; PP, (30), LXVI, 1871, p. 172.
Después de 1873, las condiciones cambiaron significativamente. Véase PP, (35),
LXXVI, 1875, pp. 361-2: Scruggs. The Colombian and Venezuelan Republics, p. 30; J.
W. Park, «Preludio a la presidencia: Rafael Núñez, gobernador de Bolívar, 1876-1879»,
Boletín de Historia y Antigüedades. LXIII, octubre-diciembre, 1876, pp. 519-35.
115. PP, (35), LXXIV, p. 362.
248 El Caribe colombiano

sido abandonado desde las guerras de la independencia y que finalmen-


te fue reabierto en 1881. (El cuadro 3.7 ilustra la recuperación gradual
del puerto de Cartagena entre 1879 y 1886). Las ventajas de Cartagena
como puerto fueron realzadas con la terminación de un ferrocarril que
unía la ciudad con el puerto fluvial de Calamar 116 •
El revivir del comercio internacional estimuló el crecimiento urba-
no y el desarrollo de industrias locales. En 1891 se fundó una planta
eléctrica y en 1905 un nuevo acueducto, que tomaba el agua de
Turbaco, reemplazó el viejo e insalubre sistema de cisternas. Para
1907 las fábricas de tejidos, mosaicos, jabones, velas y zapatos -estas
últimas «gozando de un buen nombre en el interior de la república»-
estaban ya establecidas con éxito 117 • A esto siguió la construcción y
remodelación de edificaciones. Las viejas casonas se convirtieron
en viviendas y oficinas, la iglesia de La Merced se convirtió en Tea-
tro Municipal y el Convento de Santa Teresa de Jesús en las instala-
ciones de la policía departamental. Pero era por fuera de las mura-
llas de la ciudad donde el progreso se hacía más notorio: fábricas,
muelles y barrios residenciales reflejaban la expansión de Cartagena
más allá de sus fronteras tradicionales 1 18 • Para 1930, cuando supo-
blación alcanzaba los 70.000 habitantes, Cartagena ocupaba el quin-
to lugar entre las ciudades colombianas 119 • Sin embargo, durante la
siguiente década sufrió otro período de estancamiento debido a la
apertura de Bocas de Ceniza y al subsiguiente impacto sobre el cre-
cimiento de Barranquilla. Sólo después de nuevas mejoras en las
comunicaciones, Cartagena pudo recuperar sus ventajas anteriores.

116. Véase capítulo IV.. p. 24 7.


117. PP (42). LXXXVIII. 1907. p. 639: J. P. Urueta y E. G. de Piñeres.
Cartagena y sus cercanías. Cartagena. 1912. pp. 300-322: D. Bossa Herazo,
Carragena independiente. Tradición y desarrollo, Bogotá, 1967, pp. 159-166; E.
Lemaitre. Historia general de Cartagena. Bogotá, 1983, vol. IV, pp. 455-505.
118. F. Valiente et al. (ed., ). Cartagena ilustrada, Barranquilla, 1911: Lee. Report
on the economic conditions in the Republic ofColombia, p. 27: Romoli, Colombia, a
gateway to South Ame rica, pp. 269 y 277; Lemaitre, Historia general de Cartagena,
pp. 547-588.
119. Garnett Lomax. Republic ofColombia. p. 103.
La ciudad r el campo 249

CCADRO 3.7
EXPORTACIO"-'ES E IMPORTACIONES DESDE CARTAGENA,

1876-1886 (EN DÓLARES)

' Año Importaciones Exportaciones


¡--
1

1876 196.408 747.669


1877 420.552 666.390
1878 597.391 996.735
1879 752.728 832.224
1880 735.624 1.154.795
1881 1.002.363 1.264.639
1882 81 1.070 1.362.228
1883 1.022.631 1.677.071
1884 912.230 l. 774.282
1885 1.002.631 l. 165.010
1886 1.593.423 2.463.765
------

Fuente: PP, (36), LXXIII, 1883. p. 474, y (35), LXXXIll, 1887, p. 618.

Con todo, a lo largo de estos años de recuperación, Cartagena


jugó en la región un papel semejante al de Barranquilla, sólo que en
menor escala. A medida que el puerto se desarrollaba, se convertía
en otro centro de atracción para empresarios regionales que se unie-
ron a los comerciantes locales y a los inmigrantes extranjeros en su
búsqueda de nuevas oportunidades comerciales. Diego Martínez
Camargo y Carlos Vélez Daníes probablemente están entre los ejem-
plos más exitosos. Nacido en Montería en 1869, Martínez Camargo
fundó en Lorica. en 1893, su firma comercial Diego Martínez y Com-
pañía, y más tarde se mudó a Cartagena, donde había estudiado de-
recho. Desde su nueva sede, Martínez Camargo continuó dirigiendo
sus negocios tradicionales de ganado, a la vez que iniciaba sus nue-
vas empresas: una compañía de transporte público en 1902, la
Cartagena Oil Refining Company en 1908, una fábrica de mantequi-
lla en 1910, la Colombian Steamboat Company en 1914 120 . Carlos

120. López, Almanaque de los hechos, pp. 38. 86, 226. 326; Libro azul, p. 287;
Bossa Herazo, Cartagena independiente. pp. 141-152.
250 El Caribe colombiano

Yélez Daníes, a su vez, bahía nacido en Riohacha en 1859, aunque


su padre era originario de Cartagena, donde finalmente se estableció
cuando el puerto se recuperó. Yélez Daníes era uno de los mayores
negociantes de ganado en la región y uno de los principales accionis-
tas del frigorífico de Coveñas. Sus éxitos en la industria ganadera le
permitieron invertir en la producción de azúcar y en la banca: esta-
bleció el Ingenio Central Sincerín en 1905 y contribuyó a la funda-
ción del Banco de Bolívar en 1907 y del Banco Industrial en 1913 121 •
Al igual que Martínez Camargo y V élez Daníes, algunos otros
comerciantes cartageneros expandían sus negocios al mercado re-
gional. Fundada en 1881, J. Y. Mogollón y Compañía abrió sucursa-
les en Barranquilla, Magangué, Ciénaga y Santa Marta. Emiliani
Hermanos, en conjunto con una fábrica de cigarrillos fundada en
Cartagena por Nicolás Emiliani en 1899, organizaron una planta se-
mejante en Barranquilla en 1912. Un grupo activo de inmigrantes
sirios -los Rumié y Meluk entre ellos- estaba involucrado en un
amplio rango de actividades que vinculaban a Cartagena con Cereté,
Barranquilla y los departamentos de Chocó y Santander.
La consolidación de Cartagena como centro regional se veía
restringida severamente por problemas de comunicación. Es cier-
to que por los ríos Sinú y Atrato y a través del comercio costero,
Cartagena llegaba a los mercados del sur de Bolívar y Chocó.
Sin embargo, las dificultades para el establecimiento de vínculos
eficientes con el río Magdalena le impedían alcanzar un mercado
más amplio: el Canal del Dique requería de dragado permanente y el
ferrocarril a Calamar era muy costoso. De esta manera, mientras
que Cartagena lograba expandir sus intereses económicos a las re-
giones del Sinú y el A trato, Barranquilla estaba en una posición más
ventajosa para establecer su influencia sobre el resto de la costa a
través del río Magdalena y sus tributarios.
No obstante la prominencia económica de Barranquilla, Cartagena
permaneció como el principal centro político y educativo de la re-

121. Libro Azul, pp. 277-8; López, Almanaque de los hechos. p. 355; J. J.
Ortega Torres (ed.), Marco Fidel Suárez. Obras., Bogotá, 1966, p. 873.
La ciudad y el campo 251

gión. Establecida en 1828 con el nombre de Universidad del Magda-


lena e Istmo, la Universidad de Cartagena --como más tarde se la
llamó- era la institución de educación superior más importante de
la costa y prácticamente la única hasta 1945, cuando se fundó en
Barranquilla el Instituto de Tecnología. Tal vez su importancia fue
desigual durante el período, pero el estudio de las profesiones en la
región -medicina, derecho, veterinaria y filosofía- fue estimulado
por la Universidad de Canagena 122 •
De la misma manera, Cartagena era el corazón de la política re-
gional. Durante el siglo XIX, su influencia sobre la vida nacional
colombiana fue de la mano con el poder de Rafael Núñez. En 1905,
Barranquilla recibió el rango de capital del Atlántico, un pequeño
departamento segregado del territorio de Bolívar, reconociéndose
así de manera oficial su importancia política. A pesar de esto,
Cartagena todavía controlaba un mayor y más poblado territorio. Es
más, hasta 1930, los tres departamentos costeros formaban un solo
distrito electoral para la elección de senadores, en el que Cartagena
podía ejercer un poder determinante. No obstante su éxito económi-
co, Barranquilla aún tenía que desafiar la supremacía tradicional
que Cartagena había disfrutado sobre la región.
Otras ciudades distintas de Barranquilla emergieron también tras los
cambios lentos pero graduales que experimentó el país después de me-
diados del siglo. Como capital de un departamento de gran extensión, la
supremacía de Cartagena fue asimismo disputada por otras poblaciones
del sur de Bolívar, cuya creciente importancia les permitía demandar

122. Urueta y Piñeres, Cartagena y sus cercanías. pp. 235-265. En 1894, el


gobernador de Bolívar recalcaba la importancia de la Cniversidad para la costa
atlántica puesto que «no todos los padres de familia tienen facilidad para enviar sus
hijo~ a educar a Bogotá o al extranjero. y ;;in este plantel no podrían darles una
honro'a y productiva carrera»: Román, Mensaje del Gobernador, p. 18. Empresa-
rios tales como Diego Martínez Camargo y políticos como Rafael Núñez, Joaquín
F. Vélez, Manuel Dávila Flórez, Francisco Escobar y Enrique Arrázola fueron
estudiantes de la Universidad de Cartagena: véansc Crueta y Piñeres, idem., p. 263,
y Memoria que presenta el Secretario de Instrucción Pública al señor Gobernador
del departamento. Cartagena, 1896, pp. 36-38.
252 El Caribe colombiano

mayor independencia de la vieja ciudad. Santa Marta en el Magdalena


enfrentaba retos similares. Estas ciudades emergentes representaban
nuevos valores económicos y sociales que se oponían a los centros tra-
dicionales de poder: Barranquilla versus Cartagena y Santa Marta,
Montería y Sincelejo versus Cartagena, Magangué versus Mompox,
Ciénaga y Valledupar versus Santa Marta.
Poco tiempo después de las guerras de independencia, el comer-
cio exterior que pasaba por Santa Marta superó el de Cartagena, con
lo que la primera gozó de un período de crecimiento modesto como
lugar de tránsito, aunque recibió un duro golpe con la inauguración
del ferrocarril Barranquilla-Sabanilla. De cualquier modo, las opor-
tunidades de Santa Marta como puerto comercial eran limitada-;, ya
que la mayoría de las operaciones se manejaban desde Barran-
quilla123. De hecho, otras poblaciones de Magdalena estaban cre-
ciendo a un ritmo más rápido que Santa Marta. «Lejos de parecerse
como un centro de actividad. parece más bien un lugar de placer»,
había observado Reclus a mediados del siglo XIX. En contraste. su
vio;ita a Ciénaga le dejó otra impresión: «La Ciénaga no desmiente lo
que promete vista a distancia ... Por todas partes hay nuevas cons-
trucciones, testimonio de los progresos materiales ... Casi la totalidad
de aquella población es de indígenas y mestizos que deben su pros-
peridad a sus propios esfuerzos» 124 . Situada entre Santa Marta y
Barranquilla y próxima a una rica zona agrícola. Ciénaga había al-
canzado importancia comercial para 1850. cuando su población era
ya mayor que la de Santa Marta. Pedro María Revollo. nacido en
Ciénaga en 1868, recordó cómo el lugar atraía inmigrantes de pobla-
ciones costeñas tales como Cartagena, Santa Marta y Mompox, de
los departamentos andinos de Tolima y Antioquia y hasta de las
Antillas Holandesas 125 . Entre 1870 y 1905. Ciénaga fue una de las

123. PP. (29). LXV. 1R71. p. 217. y (35). LXXVI. 1R75. p. 372: Nichols. Tres
puertos. pp. 151-166.
124. E. Reclus, Viaje a la Sierra Nevada, pp. 50-51.
125. Revollo. Memorias. pp. 2-5.
La ciudad y el campo 253

poblaciones costeñas de más rápido crecimiento. A los modestos


logros alcanzados a fines del siglo, sumó la nueva riqueza traída por
el auge bananero. Santa Marta se benefició también de este comer-
cio, pero Ciénaga continuó creciendo más rápidamente. «En propor-
ción a su tamaño -anotaba un informe del Anglo-South American
Bank en 1926- Ciénaga tiene la reputación de ser la población
más rica del país» 126 . Lo que se destacaba en ella era el proceso
de un lugar en formación, en permanente ebullición, donde em-
presarios y aventureros encontraban las más variadas oportuni-
dades, hasta que su ritmo de crecimiento tropezó abruptamente
con la crisis bananera de 1943. Aun así, en 1950 Ciénaga seguía
superando en población a Santa Marta.
En cercanías a la confluencia de los ríos Magdalena, Cauca y
San Jorge, Magangué se convirtió también en un centro comercial
importante que, como Ciénaga. era una ciudad naciente que rivaliza-
ba con la tradicional Mompox. Los cambios en el cauce principal del
río Magdalena a comienzos de la década de 1860 habían aislado a
Mompox, beneficiando de paso a Magangué, aunque ya para el de-
cenio de 1840 las ferias de Magangué habían hecho popular el lugar
entre los comerciantes de todo el país. Así, Magangué se convirtió
en otro foco de crecimiento regional. desarrollándose más rápida-
mente que otras poblaciones costeñas entre 1870 y 1905. Su cre-
cimiento continuó estable de 1905 en adelante, condicionado por
el movimiento comercial del río Magdalena 127 . Se desarrollaron
pequeñas industrias para proveer las necesidades básicas loca-
les: esteras de paja. sandalias. sillas de montar, artículos de hojalata,
sombreros Panamá, fábricas de jabones y cigarrillos 128 . Sin em-
bargo, por lo general, Barranquilla suministraba a Magangué y
sus vecindades los bienes manufacturados.

126. <<lnspector's inspection letter». diciembre 15. 1926. HOLSA F4/4.


127. Véase capítulo IV
128. Memoria que pre~enta el Secretario de Gobierno al señor Gobernador del
departamento, Cartagena. 1914. p. 233; «Magangué. Location and description».
254 El Caribe colombiano

CONCLUSIONES:
LA REGIÓN Y LAS «CIUDADES SECUNDARIAS»

En su estimulante historia comparativa de Salta, Mendoza y Corrientes


en la Argentina, el profesor J. Scobie sugería algunas hipótesis para
comprender el crecimiento de las ciudades secundarias en América
Latina y su papel en el desarrollo regional 129 • Primero, argumentaba, las
ciudades secundarias eran «Oasis de modernidad» para sus propias re-
giones: se beneficiaban de la invasión del progreso sin transmitirlo a sus
zonas circunvecinas. Segundo, el crecimiento de estas ciudades era prin-
cipalmente el resultado de influencias externas que condicionaban su
posición dependiente. Por último, dicho crecimiento provocaba pocos
cambios en la ecología urbana o en las estructuras sociales. Si bien es
cierto que el sistema urbano argentino se desarrolló bajo un patrón dife-
rente del colombiano, vale la pena explorar las hipótesis de Scobie a la
luz de las evidencias de este capítulo 130 .
El énfasis sobre «las funciones parasitarias y monopolísticas más
que generativas y transmisoras» de las ciudades latinoamericanas
es parte del enfoque «dependentista» del desarrollo. En este senti-
do, los grandes centros urbanos son considerados como «centros del
control político-económico extranjero que a su vez domina, explota
y deprime su propio país o sus regiones aledañas» 13 :. No parece ser

129. J. R. Scobie, Secondary cities of Argentina, Stanford, 1988. El definía las


ciudades secundarias como centros que <<poseían las características de las ciudades
actuales de por lo menos 20.000 habitantes y aún no eran incluidas entre las princi-
pales ciudades del paÍS>>. Entre 1850 y 191 O, cuando tiene lugar su análisis, este
concepto comprendía «la mayoría de las capitales de provincia o estatales de Amé-
rica Latina. así como también algunos puertos. pero excluye la capital nacional y la
segunda ciudad de los ocho países más grandes de Latinoamérica>>. ídem. p. 4. Según
la definición de Scobie, Barranquilla, que para 1900 tenía más de 30.000 habitantes,
clasificaba como una típica ciudad secundaria.
130. J. R. Scobie, «The growth of cities». en L. Bethell (ed.), Latin American,
economy and society, 1870-1930. Cambridge, 1989, p. 164. Yéanse además R.
Morse, «Trends and patterns of Latin American urbanization. 1750-1920».
Comparative Studies in Society and History, (4 ). 197 4, p. 427; B. Roberts, Cities of
Peasants, Londres, pp 47-49.
131. Morse. <<trends and patterns of Latin American Orbanization». p. 427.
La ciudad y el campo 255

éste el caso de Barranquilla, cuyo motor de crecimiento desde me-


diados del siglo XIX, como ya se ha mostrado, estuvo en manos de
un activo grupo de comerciantes con raíces locales, así muchos de
ellos hubiesen sido inmigrantes de la región, del interior del país o
inclusive extranjeros. La eventual depresión de algunos municipios
vecinos no puede atribuirse a una supuesta «función parasitaria» de
Barranquilla. Más aún, los habitantes de zonas deprimidas encontra-
ban en Barranquilla oportunidades y esperanzas.
Es cierto que en un principio Barranquilla creció como resultado
de influencias externas. Después de todo, su función primaria y na-
tural era el manejo de importaciones y exportaciones. Sin embargo,
ésta no es una característica exclusiva del crecimiento en las ciuda-
des latinoamericanas. Como lo ha mostrado el geógrafo Dickinson
para el caso de Europa occidental, el tamaño de las ciudades ha de-
pendido «tanto de la productividad y el acceso de su región aledaña,
como de sus contactos con el resto del mundo por vía fluvial o maríti-
ma»132. Además, tras el crecimiento del puerto se desarrollaron
otras actividades ligadas con la economía regional. Los comercian-
tes barranquilleros invertieron recursos en un sector industrial que,
en su infancia, dependía fundamentalmente de materias primas re-
gionales como algodón, pieles. sal y dividivi. Puesto que los alrede-
dores de Barranquilla no eran fértiles, el crecimiento de la ciudad
motivó la producción de alimentos y materias primas en otras zonas
de la región, si bien indudablemente Barranquilla consumía también
cantidades considerables de bienes importados. Los productos ma-
nufacturados de Barranquilla, ya fueran producidos localmente o im-
portados por sus comerciantes, llegaron al mercado regional. El cre-
cimiento económico también trajo cambios en la «ecología urbana»
de la ciudad. A finales del siglo XIX, los más ricos -una mezcla de
recién llegados y de rancios apellidos- estaban ya viviendo en los

132. R. Dickinson. The cíty-regíon in Western Europe. Londres. 1967. p. 19. «La
llegada del ferrocarril fue para la mayoría (de las ciudades europeas) un prerrequisito
de la expansión rápida», véase Pounds, An hístorical geography. p. 185.
256 El Caribe colombiano

suburbios. Durante el rápido crecimiento de la década de 1920, otra


vez los nuevos barrios fueron el símbolo de status social y riqueza.
No resulta lógico pensar que los empresarios barranquilleros tu-
viesen razones para impedir que el crecimiento de la ciudad no be-
neficiase a sus zonas aledañas. Cuando se presentaron las oportuni-
dades, los comerciantes de Barranquilla estuvieron dispuestos a in-
vertir recursos más allá de las fronteras de la ciudad. Por otra parte,
Barranquilla estaba lejos de ser la única ciudad en expansión en la
región. A tan sólo 160 kilómetros de allí, Cartagena luchaba por preser-
var su supremacía tradicional y para 1900 los signos de recuperación
eran evidentes, en especial afuera de las murallas. Cierto, la participa-
ción de la United Fruit Company en el comercio bananero explica el
súbito crecimiento del norte del Magdalena. Pero Ciénaga ya florecía,
vinculada fuertemente a Barranquilla, en la década de 1870. Varias
poblaciones estaban pues expandiéndose, algunas a un ritmo más
rápido que otras. prosperando a costa de antiguos centros colo-
niales. Es posible identificar aquí una «jerarquía de ciudades regiona-
les», en la que Barranquillajugaba el papel de «capital natural», aquella
que, en palabras de Dickinson, «crece en importancia sin la interven-
ción de altas autoridades, en virtud de su posición geográfica favorable
y el espíritu empresarial de sus gentes» 133 . Este cuadro contrasta viva-
mente con las realidades de Salta, Mendoza y Corrientes descritas por
Scobie, donde no existían otras ciudades secundarias en sus respectivas
provincias.
Las rivalidades tradicionales entre las ciudades costeñas, de don-
de se nutrían las lealtades provinciales, eran también parte de su
propia historia. Nichols ha hecho énfasis precisamente sobre la im-
portancia de estas rivalidades para entender el desarrollo de
Cartagena, Barranquil!a y Santa Marta 134 • Sin embargo, desde una
perspectiva regional es posible apreciar las funciones diferentes y
no siempre excluyentes de estas poblaciones. Dado el desarrollo

133. Dickinson. The city-region in Western Europe. pp. 6 y 11.


134. Nichols, Tres puertos.
La ciudad y el campo 257

lento del transporte y por consiguiente la dependencia de la navega-


ción fluvial, naturalmente era más fácil para Cartagena alcanzar los
mercados del Sinú. Ésta era un área distante de Barranquilla, si bien
su frontera comercial lograba a menudo alcanzar estos mercados. La
supremacía económica de Barranquilla se debía sin duda a su posición
sobre el Magdalena, una de las principales arterias comerciales que
ponía constantemente a la ciudad en contacto con una vasta área de la
costa. Magangué jugaba un papel similar, un puerto fluvial cuyas ferias
fomentaban la mayor integración de los mercados nacional y regional.
Esta relación tan cercana entre ciudad y región explica no sólo
las potencialidades para el desarrollo de Barranquilla sino, lo que
es más importante, sus limitaciones. El mercado costeño, peque-
ño en tamaño y disperso, presentaba más dificultades que opor-
tunidades. Además, como lo señalaba un informe británico de
1930, «con respecto a los mercados de la costa ... la vasta mayo-
ría de las gentes tienen un nivel de vida relativamente bajo, un
gusto por las mercaderías baratas y un poder adquisitivo limita-
do»135. Completamente conscientes de estos problemas, la obse-
sión de los comerciantes locales y de los industriales era llegar a los
mercados andinos. Sin embargo, esta meta debía enfrentar la barre-
ra del transporte -un obstáculo que será analizado en las páginas
siguientes-.

135. Garnett Lomax, Republic ofColombia, p. 102.


4

EL TRANSPORTE

INTRODUCCIÓN

En 1888, el Secretario de Gobierno de Bolívar atribuía el estanca-


miento económico del departamento a la pobreza de sus comunica-
ciones. Era la creencia general: el desarrollo del transporte significa-
ba progreso 1 • Sin embargo, también se consideraba que la costa era
una región privilegiada que debía explotar las grandes ventajas que
le brindaban sus ríos, integrados en un vasto sistema hidrográfico.
«Por fortuna entre nosotros -señalaba el presidente del Magdalena
en 1869-, ... residiendo la mayor parte de nuestra población en el
litoral del Estado i en las riberas de los ríos navegables, los medios de
comunicación se facilitan, sin tener que apelar a grandes esfuerzos
ni a costosas obras» 2 • Para las poblaciones y caseríos del interior la
historia era otra. Sincelejo, Coroza! y Chinú, por ejemplo, se resen-
tían por su aislamiento. Durante las épocas de lluvias los pocos ca-

l. <<Es el movimiento manifestación de vida y de progreso, y la casi incomunica-


ción en que se encuentran entre sí las poblaciones del Departamento, trae el estanca-
miento de la riqueza», en Memoria del Secretario de Gobierno al Gobernador de
Bolívar, Cartagena, 1888, p. 117. Véase además, DB, agosto 9, 1875 y agosto 27,
1880, p. 510.
2. M. A. Vengochea. Mensaje, Santa Marta. 1869, p. 9; F. Pérez, <deografía de
Bolívar>>, p. 26; y L. Riascos, Informe del Gobernador del Magdalena. Santa Marta,
1920, p. 83.
El transporte 259

minos de herradura eran intransitables. Por otra parte, la mayoría de


los ríos no eran navegables durante largos períodos del año y a me-
nudo se carecía de los recursos para mantener los canales libres de
obstrucciones. La navegación a vapor en la costa se reducía pues
a los principales ríos, básicamente el Magdalena y el Sinú, pero
incluso allí los obstáculos a superar eran numerosos.
El río Magdalena y sus tributarios formaban una vasta región na-
tural y, a la vez, servían para integrar la costa con el interior andino.
Las exportaciones, primero de tabaco y quina y luego de café, ha-
bían estimulado el comercio a través del Magdalena hacia los puer-
tos del Caribe. Barranquilla, Cartagena y Santa Marta, junto con
puertos fluviales del interior como Calamar y Magangué, experi-
mentaron un crecimiento importante. Para estas poblaciones, el
fácil acceso al río y la comunicación entre el río y el mar eran
preocupaciones obvias. La remoción de Bocas de Ceniza y el
mantenimiento del Canal del Dique se convirtieron en prioridades
públicas para Barranquilla y Cartagena, respectivamente.
La región, cuya prosperidad dependía parcialmente del transporte
fluvial, apostó su futuro casi que de manera exclusiva al mejora-
miento de las condiciones de navegación del Magdalena. Mientras
tanto, se desarrollaban rutas alternativas y nuevos medios de comu-
nicación. Desde 1874 Robert Bunch, ministro de la legación británi-
ca en Bogotá, sugirió el abandono del Magdalena en favor de otros
medios de transporte como la única salida para el aislamiento del
interior colombiano 3 . Después de la apertura del Canal de Panamá
en 1914, la discusión sobre los medios de transporte se convirtió en
una lucha entre dos rutas: el Caribe y el Pacífico. Hasta entonces la
construcción de ferrocarriles se había orientado hacia el Magdalena
como la principal arteria comercial. A partir de ese momento los
ferrocarriles empezaron a mirar hacia el Pacífico. Esta tendencia se
consolidó después de 1930, cuando el programa de obras públicas se

3. PP. LXXIV. 1874, p. 572.


260 El Caribe colombiano

centró casi exclusivamente en la construcción de carreteras en el


interior. En 1950 no existía aún ningún tipo de ferrocarril ni carretera
principal alguna entre el interior andino y la costa. La comunicación
entre el norte de Colombia y sus regiones andinas siguió dependien-
do de los caprichos del río Magdalena, con la excepción de los vue-
los de Scadta, la exitosa línea aérea comercial fundada en
Barranquilla en 1919.
Este capítulo analiza los problemas del transporte en el Caribe
colombiano. La primera sección examina con algún detalle el desa-
rrollo del río Magdalena: si en un principio la navegación fluvial fue
un medio natural para integrar la región con el interior andino, a me-
dida que el tiempo fue pasando se convirtió en un medio de comuni-
cación cada vez menos adecuado entre el centro y el norte del país.
La segunda sección describe el surgimiento de la ruta del Pacífico, a
la vez que muestra cómo el desplazamiento gradual del río Magdale-
na como la principal arteria del comercio colombiano iba parejo con
el desarrollo de otros medios de transporte, todo esto enmarcado en
una atmósfera de rivalidades regionales. La tercera sección es un
estudio del proyecto de Bocas de Ceniza para abrir la desembocadu-
ra del río Magdalena, que ilustra no sólo los problemas para
implementar una obra de esta naturaleza, sino también la importan-
cia que los empresarios y políticos costeños continuaban otorgándole al
transporte fluvial. La cuarta sección analiza brevemente la falta de pro-
greso en el desarrollo ferroviario y de carreteras en la costa, en con-
traste sorprendente con el transporte aéreo, sobre el que estará enfoca-
da la sección final. En la conclusión, se discute el impacto de los proble-
mas del transporte sobre el desarrollo económico de la región y la
integración nacional.

EL RÍO MAGDALENA

El transporte fluvial fue la columna vertebral de las comunicaciones


costeñas; el desarrollo económico de la región giraba alrededor del
El transporte 261

río Magdalena4 • Los champanes, como el utilizado por Felipe Pérez


durante su viaje en 1864, y los bongos, «grandes piraguas construi-
das con troncos de árboles y que pueden contener de 60 a 70 tonela-
das de mercancías», junto con diferentes tipos de canoas pequeñas,
continuaron siendo los medios de transporte más populares incluso
después de que se consolidara la navegación a vapor-5. En Jagua,
Cunninghame Graham no tuvo problema para seguir hasta
Magangué, pues «las canoas abundaban y los boga!> eran fáciles de
encontrar, como si toda la población fuese, como en efecto lo era,
anfibia y criada en canoa». Más tarde, en el Magdalena, observó
«grandes barcazas, conocidas como bongos, que se deslizaban lenta-
mente a lo largo de las orillas» 6 . Durante la segunda década del siglo
XX, como lo comentó Forest, «mucha de la mercancía se transporta
todavía en grandes canoas de cerca de treinta pies de largo» 7 .
Desde 1823 se hicieron esfuerzos para introducir la navegación a
vapor por el río Magdalena. Fue una experiencia de ensayos tortuo-
sos cuyos logros sólo comenzaron a disfrutarse a mediados del si-
glo8. Aunque insuficientes para solucionar los múltiples problemas
de la navegación fluvial, los avances fueron significativos, como lo ilus-
tra el creciente número de vapores que circulaban en el Magdalena

4. <<Water transportation», junio 24, 1929, NAUS, RG59: 821.81119; Cónsul


Schnare, «Facilities oftransportatíon and communication in the Cartagena consular
district», Cartagena, mayo 28, 1925, NAUS, RG59: 821.70; Transport Division to
Armour and Company, Washington, febrero 11, 1927, NAUS, RG151: Departamen-
to de Comercio Interior, Colombia, 514, Ships and shipping, 1924-27. Véase una
descripción general del río Magdalena y su historia en R. Gómez Picón, Magdalena,
el río de Colombia, Bogotá, 1945.
5. E Pérez, Episodios de un viaje, ( 1864-5), Bogotá, 1946, p. 33; Saffray, Viaje
por la Nueva Granada, pp. 54-5.
6. Cunninghame-Graham, Cartagena and the banks ofthe Sinú, pp. 240 y 246.
7. Forest, A tour through South America, p. 124.
8. R. L. Gilmore y J. P. Harrison, <<luan Bernardo Elbers and the introduction of
steam navigation in the Magdalena river», HAHR, agosto 1948, pp. 325-59; T.
Nichols, Tres puertos, pp. 45-9; R. C. Beyer, <<Transportation and the coffee industry
in Colombia>>, lnter-American Economic Affairs, 11, 3, 1948, pp. 17-30; F. Zambrano,
«La navegación a vapor por el río Magdalena>>, ACoHSC, Bogotá, 9, 1979, pp. 63-75.
262 El Caribe colombiano

después de 1870: en 1873 había 1Ovapores, 23 en 1887, 30 en 1896, 38


en 1913 y 133 en 1928. Para 1936, el número de vapores se había
reducido a 71. 9
Entre 1870 y 1950 se fundaron por lo menos cincuenta compañías
de vapores con el propósito de navegar el río Magdalena y sus afluen-
tes. Los cambios de propietarios, las bancarrotas, fusiones, confis-
caciones y el surgimiento de nuevos competidores fueron frecuentes
en la dinámica historia del transporte fluvial. En el desarrollo de es-
tas empresas pueden identificarse cinco períodos principales: 1870-
1886; 1886-1902; 1902-1914; 1914-1931; 1931-1950.
Entre 1870 y 1886,la Compañía Unida -producto de la fusión de
las tres compañías más importantes en 1857- tomó el liderazgo en
el Magdalena frente a la competencia de una docena de empresas.
En 1886, Francisco Javier Cisneros unió fuerzas con la Compañía
Alemana y la Compañía Internacional para fundar la Compañía Co-
lombiana de Transportes, que se convirtió en la mayor empresa de
navegación, particularmente después de la adquisición de la Compa-
ñía Unida en 1890. Sin embargo, después de 1886 surgieron otras
como Vapores F. Pérez Rosa, Gieseken & Held, B. Martínez Bossio

9. PP: (27) LXV, 1873, p. 45; CII, 1888. p. 394: (37) LXXXV. 1896. p. 469;
(28), LXVIII, 1913, p. 557; Contraloría, Geografía económica del Atlántico, pp.
186-7. Para un inventario general de los vapores individuales véase J. Acosta, Ma-
nual del Navegante, Barranquilla, 1945. pp. 9-47. A finales del siglo XIX. los vapo-
res más comunes en el Magdalena eran «barcos de ruedas de considerable manga y
fondos poco profundos; que cuando se cargan no tienen un calado de más de tres
pies», PP, LXXXV, 1896, p. 283. Hasta la década de 1920. los vapores tenían
capacidad entre 50 y 300 toneladas; posteriormente se introdujo el uso de vapores de
400 toneladas, véase P. F. Martin, «Tradc-travel in Colombia. Pleasures and perib of
the Magdalena», British and Latín American Trade Gazette. octubre 7. 1920. p. 346.
Otra innovación adicional ocurrió a finales de la década de 1920, como lo describe sir
Alexander Gibbs, «antiguamente buques de 200 a 400 toneladas iban cargados. arras-
trando bongos con capacidad para 60 a 150 toneladas, transportando de esta manera
un peso total de unas 700 toneladas, con el nuevo método se usan remolcadores. que
van sin carga ellos mismos pero empujan bongos>>, sir A. Gibbs, <<Informe del río
Magdalena desde Barranquilla hasta La Dorada>> en Ministerio de Obras, Compilación
de estudios. Conceptos e informes elaborados por el Consejo de Vías de Comunicación
y la comisión de tanfas ferroviarias y ferrocarriles, Bogotá, 1932, p. 312.
El transporte 263

y Compañía Antioqueña, si bien la Compañía Colombiana de Trans-


portes se mantuvo como la más importante hasta la Guerra de los
Mil Días, cuando se liquidó 10 • Entre 1902 y 1914, dos grandes em-
presas, L. Gieseken y La Magdalena River Steamboat Company, se
disputaban el control del río. En 1914, la Magdalena River Steamboat
Company fue reorganizada bajo el nombre de Colombian Railway
and Navigation Company, la mayor compañía individual hasta 1931,
cuando desapareció 11 • Durante este período, 1914-1931, tuvo lugar
una extraordinaria expansión del transporte fluvial. En 1928 había 37
compañías trabajando en el Magdalena y sus tributarios, con 33 va-
pores, 122 planchones y 135 embarcaciones livianas, una flota con
capacidad total de carga de 53.772 toneladas 12 . El período entre
1931 y 1950 fue de una disminución relativa en el movimiento de
carga por el río y, por consiguiente, en el número de embarcaciones
y compañías: 3 . Algunas sobrevivieron a la crisis de 1930, como la
Naviera Colombiana, la Empresa de Vapores Julio Montes y la Com-
pañía de Transportes Betancourt, aunque también surgieron otras
nuevas: Marvásquez y Armando, por ejemplo. En 1941, el gobierno
intentó crear la Compañía Fluvial Única, pero se encontró con la
oposición de las compañías más pequeñas, propiedad de familias cos-
teñas, que argumentaban que tal proyecto sólo beneficiaría a las

10. Véanse Nichols, Tres puertos, pp. 59-60; Baena y Vergara, Barranquilla,
pp. 281-295; Martínez Aparicio y Niebles. Directorio anuario, pp. 25-55 y 80-90;
«River Trade of L'nited S tates of Colombia», Board ofTrade lournal, Londres, (26),
febrero 1899, pp. 168-170.
11. The Colombian Railways and Navigation Co .. propietaria del Ferrocarril de
Cartagena, era una empresa británica ligada a la firma Pineda López y Co. Para L.
Gieseken, véase capítulo V. Véanse <<Colombia Railways and Navigation Co.». Lon-
dres, septiembre 28. 1918. PRO, FO 135/412; Martínez Aparicio y Niebles, Direc-
torio anuario. pp. 90-91; P. C. Martín, << Trade-trave1 in Colombia>>, pp. 346. 348, y
The Colombian Railways and Navigation Co., Visir Colombia, Londres, 1930.
12. Rash (ed.), Directorio comercial, p. 237; Contraloría, Geografía del Atlánti-
co, pp. 186-187.
13. En 1936, quedaban menos de 20 compañías con unos 70 vapores. En 1952,
el número de vapores aún era mayor de 30. cuando se decía que se transportaba más
carga por el ferrocarril que por el río. Véase Nichols, Tres puerros. p. 192; Contraloría,
Geografía del Atlántico, p. 189.
2.64 El Caribe colombiano

grandes compañías en manos del capital antioqueño 14 • Para enton-


ces el futuro del transporte por el Magdalena era sombrío. El escep-
ticismo frente al río, la incapacidad para organizar una red de trans-
porte eficiente y el malestar social contribuyeron al abandono gra-
dual de la ruta del Magdalena y favorecieron los ferrocarriles y ca-
rreteras hacia el puerto de Buenaventura sobre el Pacífico.
El cuadro 4.1 intenta resumir la historia de las principales compa-
ñías fluviales del período. La lista no es completa, pero sí ilustra la
intensidad de la actividad empresarial en el Magdalena. Tal como
allí se muestra, cada período marca el surgimiento de algunas com-
pañías y el declinar de otras.

CUADRO 4.1
COMPAÑÍAS DE NAVEGACIÓN A VAPOR EN EL RÍO MAGDALE!'\A
Y TRIBUTARIOS, 1870-1950

Nombre de la compañía . ) Años Propietarios/ Accionistas/


'------------,--------...j___--- -~
Cía. Internacional 1870-1886 Hoyer Hermanos, D. López Penha 1

A. Weckbecker 1873 A. Weckbecker 1

F.J. Cisneros 1877-1866 1


F.J. Cisneros !
t ----1
Cía. Col. de Transportes 1886-1902 1 Cía. Alemana, Cía.Internacional, 1

1
F.J. Cisneros 1

B. Martínez Bossio 1886 1

F. Pérez Rosa 1887-1891 F. Pérez Rosa 1


Gieseken & Held 1887 Gicseken & Held
1

Vapores F. Pérez Rosa 1890-1909 , F. Pérez Rosa 1

Navegación por el Dique 1891 P. Vélez, Cía. Inglesa de Vapores


Fluvial de Cartagena 1896-1914
M. River Steamboat Co. 1898-1914
Santa Marta Wharf Co. 1898
Cía. Antioqueña 1899-1909 1

A_Ie_m_a_n_a_d_e_N_._FI_u_v_i_ai__~__1_900
___ __-_1_9_09~__L_._G_ie_s_e_ke_n______________ __j
continúa ...

14. «Las empresas navieras de la costa demuestran la inconveniencia del proyec-


to de ley sobre la Compañía Fluvial Única», La Prensa, diciembre 5, 1941, p. l.
El transporte 265
continuación ...

Nombre de la compañía Años Propietarios/Accionistas 1

Hanseática de Vapores 1900-1909 1


Cortés Blanco & Co. 1905 Cortés Blanco & Co. 1

Ros~
Antioqueña de Transportes 1909-1931
Alianza de T. Fluviales 1909-1914 Alemana, Hanseática, Pérez
F. Pérez Rosa ! 191 1 F. Pérez Rosa 1

Vapores Genaro Pérez 1912


The Colombian Railway
1
and Navigation Co. 1914-1931

Vapores Lindemeyer 1918-1941


Naviera Colombiana 1919
Vapores N. Salzedo Ramón 1923 N. Salzedo Ramón
E. Fluvial de Ciénaga 1924
Vapores J. Montes 1925 J. Montes 1

Vapores del Dique 1925 D.Vélez, J. Montes, L. del Valle ¡


Tolima de Navegación 1927
Fluvial de M. Betancour
E. Navegación Santander 1927
Cía. Transporte Fluviales 1928
Cía. Nacional de Transportes 1929-1934
Nacional sin Trasbordo 1929-1933
Zuluaga & Reyes

Empresa Nardo 1934-1940


E. Unidas del Dique 1934
1 Empresa Marvásquez 1942 M. Vásquez
Vapores Armando
vial del Magdalena
----------------------------------------------~

Fuente: J. Acosta, Manual del Navegante, Bogotá, 1945, págs. 9-31; E. Rash-Isla
(ed.), Directorio Comercial Pro-Barranquilla, Barranquilla, 1928, pp. 237, 247, 52.

El desarrollo de las compañías, afectado por los conflictos políti-


cos y las fluctuaciones económicas, iba acompañado de un activo
comercio de vapores. El vapor Barranquilla, por ejemplo, construi-
do por la Compañía Colombiana de Transportes en 1890 para su
propio uso, fue comprado más tarde por la Colombian Railways and
Navigation Company, la que a su turno lo vendió a Antonio
Paternostro e Hijos. Por último, el Barranquilla fue adquirido por la
266 El Caribe colombiano

Empresa Marvásquez en la década de 1940 15 . En el Magdalena se


encontraban involucrados algunos capitales extranjeros, en sociedad
con empresarios nacionales, como era el caso de la Compañía Co-
lombiana de Transportes y la Colombian Railway and Navigation
Company. El capital antioqueño también era importante. La Naviera
Colombiana, fundada en 1919 y una de las compañías más destaca-
das durante las décadas de 1930 y 1940, estaba controlada por ac-
cionistas de Medellín 16 • El capital regional era asimismo considerable, y
no sólo de inversionistas de Barranquilla, Cartagena y Santa Marta, sino
también de puertos más pequeños como Ciénaga y Calamar. Un grupo
bien establecido de inmigrantes integrados a la sociedad y la economía
regional, ocupaba un papel de liderazgo en el negocio del transporte 17 .
A partir de la experiencia de la Compañía Unida, la mayoría de
las grandes empresas tenían sus sedes en Barranquilla, donde tam-
bién construyeron astilleros, bodegas y muelles 18 • Con su red de ac-
tividades afines en los puertos ribereños a lo largo del Magdalena, su
contribución a la generación de empleos -cargue y descargue de
mercancías, construcción y reparación de embarcaciones, tripula-
ción de buques- fue muy significativa para la economía de la costa.

15. Acosta, Manual del Navegante, p. 22.


16. En 1928, la Naviera Colombiana tenía un capital de 1.400.000 pesos. En
1936. la compañía poseía 13 vapores con una capacidad total de transporte de unas
3.000 toneladas. Yéanse, Rash (ed.), Directorio comercial, p. 112; Contraloría. Geo-
grafía del Atlántico. p. 189.
17. Durant~ el siglo XIX, Jos navieros locales se destacaban entre los líderes de la
comunidad empresarial de Barranquilla. Algunos de ellos figuraban entre los diez pri-
meros lugares de la lista de contribuyentes de impuestos sobre la renta. véase «Registro
general de las personas que han sido definitivamente calificadas por la junta superior.
para el pago del impuesto sobre la renta en el año de 1870», GB. enero. 1870.
18. Durante comienzos de la época republicana, Barranquilla era ya un importante
centro del transporte fluvial. En 1829, por ejemplo, un inmigrante canadiense. J. Glenn,
poseía <<unos seis u ocho de los más elegantes y grandes botes para el transporte en el
Magdalena ... emplea alrededor de 100 bogas», en Bonney (ed.), A legacy of historical
gleanings, p. 447. Para 1839, como Juan José Nieto anotaba, Barranquilla tenía <<un
astillero perpetuo en la construcción de buques para la navegación del Magdalena, en
la cual se emplea gran parte de la navegación»; en Juan José J. Nieto, «Geografía
histórica, estadística y local de la provincia de Cartagena», p. 35.
El transporte 267

Una temprana proliferación de herreros y carpinteros en Barranquilla


estuvo también ligada al desarrollo del transporte fluviaP 9 •
El estudio de la historia de las distintas compañías podría ser muy
útil. La Compañía Colombiana de Transportes, por ejemplo, fue una
de las principales empresas durante la segunda mitad del siglo XIX
hasta su desaparición en 1902, como consecuencia de la Guerra de
los Mil Días. Fundada en Barranquilla en 1886 con un capital de
972.000 pesos oro, la compañía fue el resultado de la fusión de tres
empresas, tal como ya se ha mencionado: Alemana, Internacional y
Cisneros 20 • Francisco Javier Cisneros, un cubano involucrado en la
construcción de los ferrocarriles colombianos, era el principal accio-
nista detrás de la nueva empresa. Cisneros atrajo el capital y apoyo
de comerciantes barranquilleros: O. Berne, S. Núñez, A. Noguera,
W. Gerdtz, Vicente Lafaurie, W. Wessels y D. López Penha com-
partían todos responsabilidades en la junta directiva. Jacob Cortissoz
era, junto con Cisneros, el gerente de la compañía, que en 1892 tenía
16 vapores. Además de sus propias bodegas y astilleros en
Barranquilla, contaba con agencias en Cartagena, Santa Marta,
Magangué, Pueblo Viejo, Calamar, Puerto Berrío, Ocaña,
Bucaramanga, Girardot, Medellín, Honda y Bogotá21 •
Otras poblaciones costeñas diferentes de Barranquilla se benefi-
ciaron también del tráfico por el río. Durante la primera mitad del
siglo XIX, Mompox era el principal centro de comercio sobre el Mag-
dalena. Pero cuando Felipe Pérez viajó por el río en 1864, no visitó

19. PP, LXXXV. 1896. p. 469.


20. Grau. La ciudad de Barranquil/a. pp. 68-69: Martínez Aparicio y Niebles,
Directorio Anuario: Horna. << Transportation modernization and entrepreneurship»,
pp. 43-45.
21. Martínez Aparicio y Niebles, Directorio Anuario. pp. 80-90. Según Grau, el
astillero de la compañía era un «establecimiento de primer orden>>: « ... está provisto
de casi todas las máquinas que pueden necesitarse ... para la fabricación desde la
pieza más insignificante hasta una caldera». Grau además anotaba que todos Jos
trabajadores en el astillero eran colombianos: «desde el jefe, el muy competente
señor Luis MacCausland, hasta el último subalterno, son todos hijos del país», véase
Grau, La ciudad de Barranquilla. pp. 103-104: PP. (37). LXXXV, 1896, p. 469.
268 El Caribe colombiano

ya Mompox, «ni la linda isla de Margarita, pues bajamos por el Brazo


de Loba, que presenta menos inconvenientes para una navegación
rápida». En cambio, Pérez visitó Magangué, «célebre por sus ferias,
y notable por su bello y pintoresco caserío que es de calicanto, con
anchas azoteas y que está tendido sobre la alta ribera del río, como
un tapiz otomano» 22 • Aunque sus ferias ya eran importantes a me-
diados del siglo XIX, el desarrollo de Magangué sólo se fortaleció
después de la desviación del tráfico de Mompox, como producto de
los cambios en el cauce del río desde comienzos de la década de
186023 • Para 1873 la frecuencia de estas ferias había aumentado a
tres por año, cuando «los grandes capitales que circulan dan una
positiva idea de la riqueza del país y de lo lisonjero de un bello porve-
nir»24. Todavía más importante que las ferias era la posición de
Magangué como puerto de entrada a las sabanas de Bolívar y a los
valles adyacentes del San Jorge, Bajo Cauca y Nechí. Todos los
vapores que subían y bajaban por el Magdalena se detenían en
Magangué, desde donde la carga se distribuía en pequeños botes,
canoas y mulas a todo lo ancho de un vasto territorio. A su turno,
Magangué era una de las plazas mayores para el ganado criado en el
sur de Bolívar, así como para varios productos agrícolas como arroz,
tabaco, maíz y caña de azúcar 25 • En la década de 1920, se calculaba
que más de cincuenta mil reses pasaban cada año por Magangué, al
tiempo que se le consideraba como «el principal centro de abasteci-
miento de alimentos sobre el Magdalena» 26 •

22. Pérez, Episodios de un viaje, p. 41.


23. Acerca de la importancia de las ferias de Magangué durante el siglo XIX
véanse, por ejemplo: A. Parra, Memorias, Bogotá, 1912, pp. 61, 68, 70; Strifler. El río
Cesar. p. 12; PP (35), LXXVI, 1875, p. 355; Rothlisberger, El Dorado, p. 27.
24. GB, octubre 25, 1873, p. 144.
25. «The ports of the Magdalena river>>, The Board of Trade Journal. (24),
febrero, 1898, p. 167; Informe del Ministro de Obras Públicas. Documentos, Bogo-
tá, 1919, p. 326.
26. «Magangué: Location and description of Magangué and adjacent territory
served by the Cía. Colombiana de Servicios Públicos of Magangué, Colombia, S.A.»,
s.f., posiblemente 1928, AFP.
El transporte 269

Si bien tenían un tráfico menos intenso que Barranquilla y


Magangué, muchas otras poblaciones costeñas dependían asimismo
del río Magdalena. En 1895, Wirt Robinson describió cómo el vapor
se detuvo «varias veces cada día en pequeños caseríos con casas de
barro y paja para cargar y descargar... la tripulación y los pasajeros
han bajado a tierra para hacer compras o para negociar». Años an-
tes, Rose Carnegie Williams había observado el movimiento en estos
mercados a orillas del río: huevos, piñas, gallinas, sandías, totumas,
dulces, botellas de loza para el agua y hasta «algunos hermosos pája-
ros amarillos» 27 • Para 1928, los barcos de la Colombian Railway and
Navigation Company atracaban en más de treinta puertos fluviales
entre Barranquilla y La Dorada28 • Un artículo necesario de comer-
cio a lo largo del río era la leña utilizada como combustible en los
vapores. Los barcos acostumbraban parar tres o cuatro véces al día
para abastecerse de ella, «apilada en las orillas en lugares conve-
nientes y vendida por sus propietarios a los vapores» 29 •
Tal como ya se ha mencionado, el desarrollo de productos agríco-
las para exportación, principalmente el tabaco, la quina y el café,
estuvo ligado muy de cerca al desarrollo del transporte por el río 30 .
La mayoría de las importaciones entraba también por el Magdalena
y, desde sus puertos, se distribuía a los principales centros de consu-
mo. El comercio interno en la región se llevaba a cabo, principalmen-
te, a través de la navegación fluvial. Entre los varios productos, el

27. Robinson,Aflying trip to the tropics, p. 55; Carnegie-Williams,A _vear in the


Andes ora lady 's adventure in Bogotá, Londres, 1882, pp. 236 y 240.
28. Rash-Is1a (ed.), Directorio comercial, p. 241.
29. Véanse Pérez, Episodios, p. 44; Soeur Marie Saint Gautier, Voyage en Co-
lombia, París, 1893, p. 31; R. Carnegie-Williams. Ayear in the Andes, p. 43;
Rothlisberger, El Dorado, p. 25; Robinson. Aflying trip, p. 54; Martínez Aparicio y
Niebles, Directorio Anuario, p. 89.
30. Véanse J. P. Harrison, <<The Colombian tobacco industry from government
monopoly to free trade», pp. 259-274; Beyer, «Transportation and the coffee
industry». En 1897, el café ya era el 54.5% del total de la carga en el río, pero las
pieles representaban una porción significativa: 33.5%; véanse Zambrano, «La nave-
gación a vapor>>, p. 73; Horna, «Transponation modernization», pp. 35-36.
270 El Caribe colombiano

ganado era de particular importancia. Algunas compañías, como las


de M. Betancourt y N. Salzedo Ramón, construyeron embarcacio-
nes especiales para el transporte de ganado, aparentemente su prin-
cipal línea de negocios 31 . Como ya se ha mostrado, Magangué se
convirtió en el más importante centro de distribución de ganado; des-
de este puerto los animales se embarcaban a los mercados, como
Barranquilla, y hacia otros centros de distribución como Puerto
Berrío, Puerto Wilches y La Dorada. Entre 1940 y 1944 se transpor-
taron anualmente unas 107.000 cabezas de ganado por el Magdale-
na32. Indudablemente, el café fue el principal artículo de comercio
por el río desde finales del siglo XIX hasta la década de 1930. El
desvío de las exportaciones cafeteras hacia Buenaventura marcó la
decadencia de la vía fluvial, como se mostrará más adelante en este
capítulo.
Las condiciones físicas del Magdalena fueron siempre un obstá-
culo importante para el desarrollo del transporte y, por consiguiente,
del comercio. Como lo observó el Ministro Británico en 1874,

el río todo está sujeto a sucesivas crecientes y caídas, lo que


interfiere seriamente con la navegación. Durante el período de
lluvias los vapores a duras penas logran resistir la corriente mien-
tras que durante las largas sequías la comunicación con la costa
prácticamente se suspende. Es un medio de transporte muy incon-
veniente y desagradable. Mientras se mantenga, como hasta ahora.
como el único. Colombia no saldrá nunca de su aislamiento''.

La navegación, como lo señaló Robinson en 1896, tenía lugar sin


«mapas, faros ni boyas ... y sin embargo el canal navegable cambia
constantemente y el piloto sabe con la mirada cuándo cruzar de un

31. Rash-Isla (ed.), Directorio comercial, p. 246; Acosta,Manual del Navegan-


te, pp. 30-1,44.
32. Anuario General de Estadística. Bogotá, 1944, p. 196. Véanse además,
Contraloría, Geografía del Atlántico, p. 197; Informe del Ministro de Obras Públi-
cas al Congreso. Documentos, Bogotá, 1919, pp. 458-459.
33. Bunch, «General report>>, p. 572.
El transporte 271

lado a otro» 34 • Las facilidades portuarias eran prácticamente inexis-


tentes. En 1929, un informe norteamericano señalaba que no había
muelles a lo largo del río entre Barranquilla y Girardot. Hasta los
objetos más pesados eran descargados al hombro y rodados «hasta
el río y sacados de allí con cadenas». No existían grúas, excepto en
Barranquilla y Girardot, ni protección para la carga, excepto para los-
artículos más perecederos. Años más tarde, Christopher Isherwood
se impresionó por la falta de muelles: «El vapor simplemente se arri-
ma a la orilla, que se cruza con un tablón, mientras se amarra un
cable al árbol más cercano» 35 • En estas condiciones la carga estaba
condenada a sufrir largas demoras y altos costos.
Las condiciones físicas del Magdalena impidieron un mayor desa-
rrollo del transporte fluvial. Durante el verano, sobre todo durante
los primeros meses del año, la navegación entre Calamar y La Dora-
da era particularmente difícil, lo que era bastante común. Ernest
Rothlisberger describió así los azares de su viaje en 1882:

El río está escaso de caudal y avanzamos poco; el barco tiene


que ir tanteando rumbo. Navega a poquísima velocidad por el
canal practicable, y un marinero desde la popa va introduciendo
continuamente una pértiga en el agua para medir la profundidad.
«Siete pies!» -grita-, «cinco!, cuatro!, cinco!>>, hasta que de
pronto se escucha: «tres'>> (tres pies solamente!). El barco se
detiene, y debe empezar a retroceder para buscar una nueva vía.
A las cinco de la tarde tenemos ya que interrumpir la travesía y
amarrar nuestro barco a una isla cubierta de alta yerba, en medio
del río. En torno, ni un rastro de vida humana ... Estamos en el
Magdalena en medio de la más absoluta desolación. No hay más
remedio ... Cuatro días eternamente largos duró aquel martirio ' 6 .

34. Robinson. A f7ying trip. p. 54.


35. Véanse «Watertransportation».junio 24. 1929, NAUS. RG59: 821.811/9; y
C. Isherwood, The condor and the cows. Londres, 1949. p. 2'i: Robinson, A flying
trip, p. 54.
36. Rothlisberger. El Dorado, p. 32. 54 años más tarde, W. E. Dunn escribió en
sus notas de viaje, << ... Se requiere de una navegación muy diestra para evitar los
bancos de arena. y a menudo se hace necesario un sin fin de maniobras para superar
272 El Caribe colombiano

La angustia de Rothlisberger era compartida por los comercian-


tes. Como lo señalaba un informe británico en 1913, « ... los retardos
de la mercancía en la costa impiden ... una rápida rotación del capi-
tal... si a ello se añaden los altos fletes y derechos de aduana, el
resultado de altos precios con la subsiguiente restricción del comer-
cio es inevitable» 37 • En febrero de 1924 se informó que «unas 60
embarcaciones, prácticamente toda la flota del río, estaba encallada
en el lodo mientras los barcos restantes estaban sabiamente res-
guardados en el puerto». Tanto los importadores como los
exportadores sufrieron con la demora y, como resultado de las con-
diciones del río, «Una cantidad creciente de productos se están em-
barcando por Buenaventura» 38 • La parálisis eventual del tráfico en-
tre noviembre y mayo, debido al bajo nivel del agua en el río, era un
problema recurrente. En enero de 1926 la situación se hizo intolera-
ble: las compañías de vapores dejaron de vender pasajes; a su turno,
las compañías de seguros se negaron a «asegurar vapores que cu-
brieran regularmente el trayecto por el río ... y las compañías trans-
portadoras han anunciado públicamente que no se harán responsa-
bles por la pérdida de mercancía, ya sea por daño o robo» 39 . Los
productores de café y los comerciantes eran los más afectados por
estas condiciones adversas. En enero de 1921 se calculaba que

las curvas repentinas y los bajos>>, W. E. Dunn, <<Travel notes: trip from Bogotá to
Barranquilla and Cartagena via rail and the Magdalena river>>, Bogotá, septiembre 20,
1944, NAUS, RG166, Narrative Reports, 1942-45, caja 170. Los troncos eran un
serio problema para la navegación: «son la causa de todos los naufragios o accidentes
que ocurren de vez en cuando en el río», sir A. Gibbs, •<Informe sobre el río Magda-
lena desde Barranquilla hasta La Dorada>>, p. 311.
37. <<Report on the condition and prospects of British trade in Colombia», p. 557.
38. Legación americana al Departamento de Estado, Bogotá, febrero 25, 1924,
NAUS, RG59: 821.811/4. Véase además E. Samper, «El problema de los transpor-
tes>>, RNA, Bogotá, marzo 1920, p. 276.
39. Legación americana al Departamento de Estado, Bogotá, enero 1926, NAUS.
RG59: 821.811/6. Véanse además informe fechado en febrero 20, 1933 en NACS,
RG84, Barranquilla, Informes Políticos, 1921-1935, correspondencia de
Barranquilla, 1933; «Con lanchas del gobierno están remolcando los barcos vara-
dos», La Prensa, febrero 16, 1942.
El transporte 273

«unos 50.000 sacos de café están almacenados en bodegas, espe-


rando ser embarcados, y en estas circunstancias es muy difícil pre-
decir qué precio alcanzará este café al llegar al exterior»; en marzo
de 1928 se informaba que «muy pocos mayoristas están colocando
órdenes en el extranjero, la mayoría de ellos mantienen grandes
inventarios», y «la suspensión de la navegación por el Magdalena trajo
una caída en los mercados productores dependientes de este río» 40 •
A partir de la creación de la Junta del Río en 1878, la idea de
canalizarlo se convirtió en uno de los principales temas de especula-
ción en la región 41 • El gobierno estableció un impuesto destinado a
financiar la eventual empresa, pero fue poco lo que se logró. En
1913, cuando el impuesto producía alrededor de 117.000 pesos oro,
existían cuatro niveles de tributación, que fluctuaban entre 60 centa-
vos y 4.15 pesos oro por tonelada. Entre junio de 1918 y mayo de
1919, el gobierno recolectó 255.686 pesos, aunque según el superin-
tendente de canalización esta suma era apenas suficiente para el
mantenimiento de las dos dragas y el vapor que se utilizaban enton-
ces para la limpieza del río, y para pagar los salarios del personal. Sin
embargo, para la década de 1940, cuando el gobierno recolectó más
de 500.000 pesos anuales durante varios años consecutivos, un in-
forme norteamericano observaba que «parece ser que pocos de es-
tos fondos han sido dedicados al mejoramiento del canal y a proveer
ayudas para la navegación» 42 . Mal invertida, la cantidad de dinero

40. London and River Plate Bank, Month/y Review, vol. 3 (29), enero 1921, p.
82; Bank of London and South America, Monthly Review, vol. 1O( 112), marzo 1928,
p. 142. Véase además idem., vol. 9 (97), diciembre 1926. p. 30, y abril 1929, 11
(125), p. 197.
41. Véase Nichols, Tres puertos, p. 63.
42. PP(49), XCVIII, 1904, p. 617; <<Report on the conditions and prospects», p.
557; Informe del Ministro de Obras, 1919, p. 147; informe norteamericano, fecha
indescifrable, probablemente 1944, NAUS, RG226, registros de la Oficina de Servi-
cios Estratégicos, archivo 3984. Algunas veces, sin embargo, el dragado sí se hacía.
Cuando Rose Carnegie-Williams viajó por el Magdalena en 1882, «Al dejar Patirua ...
pasamos por el nuevo dragado ... », Carnegie-Williams, Ayear in the Andes, p. 47.
Véase además PP, (59), CXXIII, 1906, p. 751.
274 El Caribe colombiano

recolectado resultaba aparentemente insuficiente en relación con las


dimensiones de la tarea43 . Aparte de distribuir el impuesto entre las
varias obras relacionadas con el Magdalena, el gobierno nacional
utilizaba en ocasiones el dinero para otros propósitos, lo que causaba
resentimiento en la región. En 1919 la decisión de invertir recursos
del impuesto de canalización en el Ferrocarril del Tolima motivó la
organización de la Liga Costeña, un movimiento regionalista respal-
dado fuertemente por el sector privado y los políticos locales y que
generó preocupación acerca de la unidad nacional en los círculos de
Bogotá44 . Para garantizar la inversión del impuesto del río, los secto-
res costeños exigieron la creación de un cuerpo autónomo a cargo
de los asuntos del Magdalena, pero se encontraron con la oposición
del gobierno central 45 • Más aún, el impuesto del río era visto como una
carga adicional que se sumaba a las desventajas del Magdalena frente
a las demás rutas. En 1941, un proyecto para extender el impuesto a
todas las aduanas fue derrotado en el Congreso debido a «las tenaces
gestiones de los parlamentarios del occidente colombiano» 46 .
A pesar de algunas iniciativas, se avanzó muy poco en la canali-
zación efectiva del río. En 1881 el gobierno contrató los servicios de
un ingeniero alemán, J. Striedinger, quien, luego de un breve estudio,

43. Por ejemplo, según algunas regulaciones hechas por el Congreso en ! 881,
1915 y 1918, el 55% del impuesto debía distribuirse en pequeñas asignaciones fijas
entre varias obras en Mompox, Cartagena, Barranquilla, parte alta del Magdalena, y
los ríos Cauca, Patía y Telembí. Véase Anales del Senado, dic1embre 3. 1918. p. 427.
Hubo además cargos de corrupción y malos manejos, véase. por ejemplo, «Tonel
insaciable», El pequeño diario, junio 5, 1918, p. 2.
44. Sobre la Liga Costeña, véase capítulo VI.
45. <<El gobierno de Olaya negó la creación de una comisión autónoma del río
análoga a la creada para los ferrocarriles», en D. S. Barnhan, <<Colombian transpon
and the reforms of 1931: an evaluation», HAHR, febrero 1958. p. 21. Véase además
La Prensa, mayo 15, 1941, p. 5. Las presiones regionales para una mejor adminis-
tración del río eran recurrentes. Este asunto fue el motivo para el establecimiento
de una Junta de Defensa del Litoral Atlántico en 1940. Véase RCCB. enero 15,
1954, p. 25. Véase además La Prensa, Barranquilla,junio 13, 1942, p. l. En una
conferencia de cámaras de comercio en 1945, la delegación de Barranquilla mtrodu-
jo una moción pidiendo la autonomía de los puertos ribereños, véase RCCB, enero
31, 1945, pp. 47-50.
46. La Prensa, diciembre 17, 1940, p. l.
El transpone 275

concluyó que el país carecía de los recursos para emprender el tra-


bajo requerido y diseñó un plan para el mero dragado de los bancos
de arena y la remoción de los troncos de madera arrastrados por las
corrientes. Contratos posteriores, como el suscrito con el ingeniero
McGoven en 1890, llevaron a mayores decepciones 47 • En 1913 un
informe británico señalaba también que «los trabajos de canaliza-
ción a gran escala están quizá más allá de los recursos del país»,
pero -continuaba el reporte- «UD préstamo, con la garantía de los
recursos derivados del impuesto e invertido por ingenieros y contra-
tistas extranjeros responsables, podría mejorar las condiciones exis-
tentes». A falta de investigaciones concienzudas sobre el problema,
no se habían llevado a cabo trabajos sistemáticos para mejorar las
condiciones del río. Algunas expectativas se generaron en 1920,
cuando el gobierno firmó un contrato con la firma alemana Julius
Berger Konsortium para estudiar el río. Seis años más tarde se
adjudicó otro contrato a la Berger por 6.000.000 de pesos para tra-
bajar en la canalización del Magdalena. Pero los esfuerzos fueron
nuevamente vanos. En 1928 se canceló el contrato porque «la
casa contratista, que había recibido ya la suma de 4.527.164 pe-
sos, no había ejecutado sino una pequeña parte de las obras pla-
neadas»48. Dos años después el gobierno anunció que hasta estos

47. Nichols. Tres puertos, p. 63; Baena y Vergara, Barranquilla, p. 297. <<En el
año de 1881 encontré al señor Striedinger todavía en Barranquilla, condenado a la
inactividad, debido a la falta de las subvenciones que se le habían prometido>>, von
Schenck, Viaje por Antioquia. p. 10.
48. Memoria del Ministro de Obras Públicas, Bogotá, 1930. pp. 78-79; Julius
Berger Konsortium, Memoria detallada de los estudios del río Magdalena, obras
proyectadas para su arreglo y resumen del presupuesto, Bogotá, 1926; El Tiempo,
Bogotá, diciembre 5, 1920. En no'v 1embre de 1928, una comisión parlamentaria acusó
a Berger por malos manejos e ineficiencia: <<Debe caducarse el contrato con Julius
Berger», El Tiempo, noviembre 17, 1928. «Julius Berger Konsortium ... explotó al
ingenuo gobierno colombiano sin escrúpulos ni conciencia por más de dos años en
relación con el tonto proyecto de la canalización del río Magdalena, contrato que
ninguna firma honesta hubiera firmado». «Colombia. Annual Report, 1929», Bogo-
tá, enero 16, 1930, PRO, FO 371/14221.
276 El Caribe colombiano

pocos logros se perderían, «pues no ha sido posible atender debida-


mente a su terminación y conservación por falta de recursos» 49 •
Frente a los problemas del río, prevalecía siempre el escepticis-
mo. La actitud general era la de «un letargo incomprensible», como
la describió el ministro de los Estados Unidos en 1924, cuando «aun
el presidente, ante la solicitud de los cultivadores de café en el sen-
tido de que se tomaran medidas para aliviar la penosa situación, se
colocó en manos de los humoristas locales afirmando que le gustaría
hacer algo pero que el asunto se encontraba en manos de la Divina
Providencia» 50 . Años atrás, según el presidente Suárcz, la canaliza-
ción del río era algo impensable, «tan difícil como la gran muralla
china»; igual opinaban publicaciones importantes como la Revista
Nacional de Agricultura y El Tiempo 51 • Si acaso quedaban dudas
sobre las dimensiones de la tarea, la experiencia con la Berger brin-
dó más argumentos a los opositores del río. Para 1931, el gobierno
había descartado cualquier proyecto de canalización. Según el Mi-
nistro de Obras Públicas, en el futuro la inversión en el río se limita-
ría al dragado debido a la estrechez financiera 52 . Las empresas de
transporte fluvial y la opinión pública costeña pensaban de otra ma-
nera. En concepto del gerente de la Naviera Colombiana,

el río, salvo pequeños esfuerzos aislados, incompletos e inefica-


ces, ha permanecido tal como lo regaló la naturaleza a e~te país.
Se ha creído que el arreglo del Magdalena para que sea navegable
todo el año sin tropiezo, es un problema de magnitud superior a

49. Memoria del Ministro de Obras, 1930, pp. 79-80.


50. Ministro norteamericano al Departamento de Estado, Bogotá. febrero 25,
1924, NAUS, RG59: 821.81114.
51. Véanse Ortega, Marco Fidel Suárez, p. 982; <<Las reivindicaciones coste-
ñas», El Tiempo, enero 1, 1919. p. 2; RNA, mayo-junio, 1919, p. 1954.
52. Memoria del Ministro de Obras Públicas al Congreso, Bogotá, 1931, pp.
25-26. Sir Alexander Gibbs era además de la opinión de que el tráfico no era ;,uficien-
te para invertir en la canalización, véase sir A. Gibbs, <<Informe sobre el río Magda-
lena desde Barranquilla hasta La Dorada>>. p. 294.
El transporte 277

la capacidad económica del país. Pero en esto hay un concepto


exageradamente pesimista53 •

Las agitaciones laborales en los puertos ribereños añadieron aún


más problemas a la ruta del Magdalena. La primera huelga impor-
tante de los trabajadores portuarios ocurrió en Barranquilla y se con-
virtió en un hito en la historia del movimiento obrero colombiano. En
enero de 1918, un paro en los muelles desembocó en una huelga
generaP 4 • Durante las décadas de 1920 y 1930 una sucesión de
huelgas caracterizó las relaciones industriales en el río, mientras que
prácticamente en cada puerto a lo largo del Magdalena se crearon
sindicatos 55 . El dirigente obrero Ignacio Torres Giralda enumera unas
treinta organizaciones que fueron reconocidas por el gobierno entre
1920 y 1937 en Barranquilla, Cartagena, Calamar, Magangué, Puer-
to Wilches, Girardot, Gamarra, Honda, Puerto Liévano, Puerto
Berrío y Barrancabermeja. La mayoría de ellas se afilió a Fedenal
en 1937, cuando tuvo lugar una de las huelgas más importantes del
período, «la más grande y bien organizada batalla del río Magdale-
na», como la recordara Torres Giralda años más tarde 56 . Uno de los
resultados del movimiento de 1937 fue que el sindicato adquirió el
derecho a seleccionar los miembros de las tripulaciones, punto éste

53. La Prensa. mayo 15. 1941. p. 1, enero 26, 1942, p. 5.


54. «La ciudad estaba prácticamente en posesión de la chusma que totaliza alrede-
dor de 5.000 personas», en <<General strike in Barranquilla», cónsul norteamericano al
Secretario de Estado, Barranquilla, enero 5, 1918, NAUS, RG59: 821.5045/5.
55. Véase. por ejemplo, l. Torres Giralda, Los inconformes, Bogotá, vol. 4,
1973, pp. 3, 39, 61-62, 88, 264-267, 270-271, vol. 5, 1974, p. 42. El gerente de
Empresas Unidas del Dique hacía una descripción del e'tado de los acontecimientos
en 1938: «declaró que en el negocio de la navegación ... los problemas se habían
agravado particularmente: negativa a trabajar de noche, negativa a trabajar más de ocho
horas por día, ... Que en el negocio de la navegación tienen que entenderse con diez o
más sindicatos», vicecónsul británico al Ministro en Bogotá, Cartagena, enero 6, 1938,
PRO, F0371/21444. Véase M. Archila, «Barranquilla y el río: una historia social de sus
trabajadores>>, Controversia, ( 142), Bogotá, noviembre, 1978, pp. 45-58.
56. Torres Giralda, Los ínconformes, vol. 5, p. 126.
278 El Caribe colombiano

que se mantendría como fuente permanente de conflictos entre


Fedenal y las compañías fluviales en los años siguientes 57 .
El exceso de personal empleado, la falta de disciplina, las restric-
ciones a la introducción de nuevas tecnologías y los altos costos la-
borales se citaban frecuentemente como algunos de los principales
problemas del Magdalena. «Los buques del Magdalena son las uni-
dades navales más numerosamente tripuladas del mundo», observa-
ba un grupo de pequeños empresarios navieros en 1941, mientras
que también culpaban a la intervención gubernamental en la indus-
tria y a la fuerza de los sindicatos por la falta de mecanización en las
operaciones de cargue y descargue 58 .
Fedenal, una organización de orientación comunista, se convirtió
en la más fuerte central obrera de Colombia hasta 1945, año en el
que la gravedad del conflicto fue puesta de relieve en el discurso del
presidente Alberto Lleras Camargo: «Yo no puedo permitir, sin es-
cándalo, y sin que la autoridad quede confinada a la miseria, que haya
dos gobiernos en la república: uno en el río y otro en el resto del país» 59 .

LA RCTA DEL PACÍFICO

Bajo estas circunstancias -navegación azarosa, ineficiencia en el


manejo de la carga y malestar laboral-, la búsqueda de rutas alter-
nativas y de nuevos medios de comunicación se hizo tan necesaria
como la misma necesidad de reducir los costos de transporte. La
preocupación del cónsul de los Estados Unidos en 1928, «porque se

57. Torres Giralda. Los inconformes. vol. 5. p. 126. Véanse además M. Crrutia.
The development ofthe Colombian labour movement. New Haven y Londres. 1969,
p. 179: «Unión de navieros pide al gobierno nacional garantice la libertad de trabajo».
La Prensa. diciembre 12. 1940. p. 1; <<La Fedenal vuelve a las andadas». La Prensa,
enero 29, 1942. p. 5.
58. La Prensa, diciembre 5. 1941. p. l.
59. A. Lleras, Un año de gobierno, 1945-1946, Bogotá, 1946. p. 136. Véanse
además Torres Giralda. Los inconformes, voL 5. p. 268. y Urrutia. The development
of the Colombian labo¡¡r movement, pp. 190-192.
El transporte 279

reconociera el hecho de que el río Magdalena debía ser abandonado


como principal arteria del transporte», era ciertamente compartida
por un buen número de colombianos, particularmente por los produc-
tores y exportadores de café de las provincias occidentales 60 .
Para 1912, como lo muestra el cuadro 4.2, el comercio exterior
colombiano se movilizaba en su mayoría por los puertos caribeños de
Barranquilla y Cartagena y en menor grado por Santa Marta. Sin
embargo, desde la apertura del Canal de Panamá en 1914, la posi-
ción de Buenaventura, el puerto sobre el Pacífico, se fortaleció gra-
dualmente hasta rivalizar con la ruta del Magdalena y los puertos del
Caribe. En 1915, el Ferrocarril del Pacífico llegó de Buenaventura a
Cali; en mayo de 1917 alcanzó hasta Palmira. En 1926 el Ministro de
Obras Públicas informó al Congreso que «esta obra es a la que el
gobierno ha consagrado una mayor cantidad de recursos». Para 1930,
el Ferrocarril del Pacífico se había integrado a los Ferrocarriles de
Caldas y se hacían planes para cruzar la cordillera con el propósito
de extender la línea hasta el Ferrocarril del Tolíma. Para entonces,
los Ferrocarriles del Pacífico y de Caldas, junto con el de Antioquia,
formaban una red occidental que conectaba a Buenaventura con las
principales áreas cafeteras de Colombia. Buenventura ganó venta-
jas adicionales después de la terminación de la carretera al mar en
1945 61 •

60. «Üpinion regarding projected Barranquilla-Cartagena railroad», Barranquilla,


octubre 8. 1928. NAUS. RG84. Barranquilla, informes políticos. 1928. En 1927, el
geógrafo G. T. Renner concluyó que «el Magdalena es un camino excesivamente
pobre para servir como vía troncal a cualquier país». G. T. Renner, «Colombia's
interna! development>>, Economic Geography, (iii), 1927, p. 261.
61. Véanse J. A. Ocampo, «El desarrollo económico de Cali en el siglo XX>>, en
J. A. Ocampo y S. Montenegro, Crisis mundial, protección e industrialización,
Bogotá, 1984, pp. 370-372; D. Monsalve, Colombia cafetera, Barcelona, 1927,
pp. 851-855; A. Ortega. Ferrocarriles colombianos, Bogotá, 1923, pp. 451-514;
L. Gómez, Memoria del Ministro de Obras Públicas al Congreso, Bogotá, 1926,
p. XXIX; R. P. Platt, «Railroad progress in Colombia>>, Geographical Review,
(XVI), 1926. p. 87; Bamhardt, <<Colombian transports and the reforms of 1931:
280 El Caribe colombiano

CUADRO 4.2
COMERCIO DE IMPORTACIÓN Y EXPORTACIÓN EN LOS PRINCIPALES
PUERTOS COLOMBIANOS, 1911-1912 (EN f:)

Importaciones Exportaciones
! 1

Puertos
._____ 1911 1912 1911 ' 1912

Barranquilla 1.922.711 2.489.106 1.648.898 2.446.322


1

Cartagena 867.161 1.016.861 1.185.432 1.333.032


S•nt• M"'' 1
75.750 88.807 460.645 490.726
1

1 Buenaventura 370.707 767.954 356.148 268.593


1

1 Tu maco 210.499 234.275 314.668 283.431


1
Cúcuta 138.596 153.694 417.531 598.584
1

Fuente: «Report on the trade of the consular district of Bogotá for the years 1909-
13>>, p. 24.

Tal como lo ilustra el cuadro 4.3, la desviación de las exporta-


ciones cafeteras por Buenaventura tuvo lugar después de la aper-
tura del Canal de Panamá. En 1916, el grueso de estas exporta-
ciones se embarcaba desde Barranquilla y Cartagena, a donde
habían llegado desde las regiones productoras andinas, básica-
mente por el río Magdalena. Para 1926, las exportaciones desde
Buenaventura se habían multiplicado por más de cinco, mientras
que en Barranquilla y Cartagena no se habían siquiera duplicado.
En 1944, Buenaventura estaba manejando cerca del 60% de las
exportaciones de café. Cali, distante unos cuantos kilómetros de
Buenaventura, se convirtió en el centro de operaciones de los

an evaluation», HAHR, febrero 1958, p. 14; U. K. Department of Overseas Trade,


Report on thefinance, industry and trade ofColombia, Londres, 1922, p. 18; L. A.
Scope, Overseas economic surveys: Economic and commercial conditions in Co-
lombia, Londres, 1950, p. 27. En 1931, un informe consideraba que los intereses
británicos en Colombia estaban mejor servidos por el «fácil ingreso y egreso a un
puerto del Atlántico ... como opuesto al puerto del Pacífico que soportaría el pre-
dominio norteamericano», S. Dickinson a Foreign Office, Bogotá, agosto 31, 1931,
PRO, F0135/430.
El transporte 281

principales exportadores del grano 62 • El movimiento creciente de


café por Buenaventura se reflejó también en el nivel general de
exportaciones. Por primera vez en 1931 las exportaciones por
Buenaventura excedieron lo exportado por Barranquilla y, a par-
tir de 1934, Buenaventura se convirtió en el principal puerto
exportador de Colombia (véase el gráfico 4.1 ). Las importacio-
nes también se estaban moviendo en grandes cantidades por el
puerto del Pacífico, aunque Barranquilla permaneció como el
punto de entrada para aproximadamente el 40% de las importa-
ciones colombianas hasta el final del período.

CUADRO 4.3
LUGARES DE SALIDA DE LAS EXPORTACIONES CAFETERAS
COLOMBIANAS, 1916-1926 (TONS.)

Año B/quilla B/ventura Cartagena Cúcuta Sta Marta 1

1916 44.948 8.697 9.178 9.282 375


1917 32.439 11.087 12.283 6.275 555
1918 41.384 10.408 11.303 5.375 364
1919 50.574 14.758 18.825 15.249 1.444
1920 31.852 27.137 18.037 9.014 501
1921 68.897 37.552 21.493 11.321 1.372
1922 66.370 20.892 5.217 12.954 373
1923 71.766 31.061 10.438 9.966 355
1924 69.550 33.774 16.542 12.486 495
1925 58.180 34.227 15.667 8.321 448
1926 73.841 47.396 15.446 10.304 131

Fuente: D. Monsalve Colombia cafetera, Barcelona, 1927, pág. 626.

El surgimiento de la ruta del Pacífico generó preocupación y re-


sentimiento en la costa. En un discurso pronunciado en 1928 en el

62. Véanse Ocampo, «El desarrollo económico de Cali», pp. 373-376; M. Pala-
cios, El café en Colombia, Bogotá, 1979, pp. 223, 261, 281, 309; Monsalve, Colom-
bia cafetera, p. 262; W. P. Mac Greevey, An economic history, p. 258.
282 El Caribe colombiano

Teatro Cisneros, Miguel Rash-Isla hacía una tardía advertencia acer-


ca de las perspectivas de Buenaventura mientras señalaba la nece-
sidad de «oponer a las posibilidades de tamaño peligro los recursos
de una elemental defensa». Un editorial de La Nación iba más le-
jos: «La guerra que ... (a) la Costa Atlántica se hace en el occidente
colombiano, y especialmente por los interesados en la prosperidad
del pueblo del Valle, no tiene paralelo» 63 . Más aún, lo que era una
lucha entre dos rutas se convirtió en una lucha entre el Ferrocarril
del Pacífico y el río Magdalena. Los fuertes sentimientos regionales
en favor de la inversión en el río se hicieron explícitos en la creación
de la Liga Costeña en 1919. Los debates en el Congreso acerca del
río tomaron la forma de confrontaciones regionales, aunque los con-
gresistas de la costa intentaron nacionalizar el asunto: «Pues el río
Magdalena no es de la costa, es de Colombia íntegra, y más aprove-
cha a los departamentos del interior que a los costaneros» 64 . Las
críticas públicas que se hacían al río se interpretaban como parte de
una campaña orquestada por los intereses del Ferrocarril del Pacífi-
co, mientras éste se beneficiaba injustamente del apoyo estatal. Se-
gún La Prensa, «los poderosos intereses del occidente colombiano»
tenían «valiosas influencias oficiales y de manera principal... la ayu-
da del Consejo Administrativo de los Ferrocarriles Nacionales ... para
desviar hacia Buenaventura importantísimos lotes de café que ante-
riormente se despachaban por la vía del Magdalena». Un anuncio
emanado del Consejo de Ferrocarriles criticando el río fue recibido
con indignación en Barranquilla. «Es inaudito que tal campaña pro-
ceda de un organismo oficial», se lamentaba La Prensa, mientras
Rafael Obregón culpaba al Consejo de Ferrocarriles de establecer
tarifas subsidiadas «con el único propósito de favorecer oficialmen-
te la vía del Pacífico» 65 .

63. Véanse Rash-Isla, Directorio comercial, pp. 305-312; La Nación, octubre


26, 1931. Una queja similar fue hecha por El Estado, abril 12. 1934, p. l.
64. Anales de la Cámara de Representantes, octubre 14, 1919 y febrero 3, 1923;
Anales del Senado, septiembre 18, 1919.
65. La Prensa, febrero 14, 1941, p. 5. Una reunión de líderes del sector privado,
políticos y funcionarios locales tuvo lugar en mayo de 1941 para discutir el proble-
ma, véase La Prensa, mayo 12, 1941, p. l.
El transporte 283

GRÁFICA 4.1
ExPORTACIONES EN BARRANQUILLA Y BcENAVE~VRA, 1929-1946

Blquilla
:>-----o

--Mura

Fuente: A.P.F.

El desarrollo de un sistema de transporte basado en otros medios


diferentes del río se aceleró durante la década de 1920. Entre 1923 y
1930, por ejemplo, se invirtieron más de 11 Omillones de pesos en ferro-
carriles66. En 1930, a raíz de los resultados del informe del Consejo de
Vías de Comunicación, se dio un nuevo énfasis a la construcción de
carreteras; para entonces era evidente que la inversión en el río Mag-
dalena no estaba en la agenda del gobiemo 67 . Mientras los productores
de café, los dirigentes políticos, los funcionarios y la opinión pública del
interior andino presionaban por el mejoramiento de caminos y ferroca-
rriles, la costa se mantenía aferrada a la idea de desarrollar el río Mag-
dalena. En Barranquilla se otorgó prioridad a la apertura de la desembo-
cadura del río, Bocas de Ceniza, mientras que en Cartagena la preocu-
pación pública se centraba en el Canal del Diqueó8 .

66. Barnhart. «Colombian transports and the reforms of 1931 », p. 7.


67. Véanse Ministerio de Obras, Compilación de Estudios. Conceptos e infor-
mes elaborados por el Consejo de Vías de Comunicación a la Comisión de Tarifas
Ferroviarias y Ferrocarriles. Bogotá, 2 vols., 1932; y Barnhart. «Colombian
transpon and the reforms of 1931 », pp. 1-24.
68. G. Bell, «El Canal del Dique, 1810-1840: el viacrucis de Cartagena», Boletín
Cultural y Bibliográfico, XXVI. 21. 1989, pp. 15-23.
284 El Caribe colombiano

BOCAS DE CENIZA

Bocas de Ceniza era el nombre que recibía y que aún recibe la de-
sembocadura principal del río Magdalena, distante unos 16 kilóme-
tros de Barranquilla. Allí, una inestable barra de arena impedía a los
buques marítimos la llegada a Barranquilla. La remoción de este
obstáculo por obra de corrientes naturales durante las décadas de
1870 y 1880, generó expectativas sobre la consolidación de
Barranquilla como puerto fluvial y marítimo. Entre 1877 y 1886, 107
vapores y 459 buques pasaron a través de Bocas de Ceniza en su
camino a Barranquilla 69 . «No conozco río cuya entrada sea más
fácil», declaró el comodoro del barco francés Bourdonnais tras ale-
gar haber explorado sus condiciones en 1878. 70 Su entusiasmo, com-
partido por los comerciantes locales, no duró mucho. En 1887 la
reaparición de la barra de arena hizo de nuevo imposible que los
buques de gran calado entraran al Magdalena, pero los resultados
favorables de la experiencia estimularon el interés público por la
apertura de Bocas de Ceniza como sustituto del ferrocarril y del
muelle de Puerto Colombia. Ésta no era una tarea fácil. «El que este
proyecto se lleve a cabo, y que la inversión sea rentable, es asunto
de especulación», escribía el cónsul británico71 •
En 1906 los comerciantes de Barranquilla se reunieron con el fin
de discutir la necesidad de contratar un estudio científico sobre la

69. «Estadísticas de los buques marítimos que han entrado a Barranquilla por
Bocas de Ceniza», Barranquilla. mayo 29, 1935, en AFP. Véanse «Informe del Capi-
tán James F. Williams a su entrada por Boca Ceniza», Cartagena, junio 9, 1873, en
AGB, 1873; Cisneros, Report on the construction of a railway, p. 15; Nichols, Tres
puertos, pp. 95-107.
70. Citado por el presidente Rafael Núñez en su mensaje anual a la Asamblea
Legislativa de Bolívar en 1878, en «Bocas de Ceniza», RCCB, abril 30, 1929, pp. 2-
3. Véase una carta de navegación de Bocas de Ceniza por el comandante de La
Bourdonnais, septiembre 5, 1878, en despachos del cónsul norteamericano en Saba-
nilla, NAUS, microfilm t426/5. Véase además The Shipping List, Barranquilla, octu-
bre 25, 1878, en idem.
71. PP, LXXXV, 1896, pp. 281-282.
El transporte 285

desembocadura del río. Dos años más tarde, y financiado por los
mismos comerciantes, el ingeniero norteamericano Lewis Haupt pro-
dujo su Report regarding the proposed canalization of the Bocas
de Ceniza, que se envió al gobierno nacionaF 2 . Como resultado de
presiones adicionales, el gobierno decidió en 1914 contratar otro es-
tudio, esta vez con la firma alemana Julius Berger Konsortium, pero
el proyecto fue interrumpido por el estallido de la Primera Guerra
Mundial.
En 1919, la preocupación pública por el estancamiento del proyecto
llevó a la creación de la Compañía Colombiana de Bocas de Ceniza,
una empresa por acciones financiada por la comunidad empresarial de
Barranquilla con el propósito de presionar al gobierno para que brindara
apoyo a la apertura del río 73 • En el Congreso Científico Panamericano
celebrado en 1916 se hicieron objeciones a los proyectos de Haupt y la
Berger, por lo que la Compañía Colombiana decidió contratar un tercer
estudio. Por solicitud de ésta, en 1921 los ingenieros norteamericanos
Black, McKenney y Stewart emprendieron un proyecto para el

72. Véanse L. A. Bazzani. «Apertura de las Bocas de Ceniza»,RCCB, mayo 15,


1920, p. 14; A. Dávila, <<Sinopsis histórica de las obras de Bocas y recordación de
quienes contribuyeron a realizarla>>, en Junta Coordinadora del Puerto, Historia de
una gran obra; L. Haupt, «Report regarding the proposed canalization of the Bocas
de Ceniza>>, Philadelphia, febrero 15, 1908, en AFP.
73. La compañía fue organizada por comerciantes y banqueros de Barranquilla,
con un capital de 1.000.000 de pesos; 10% de éstos <<fueron recogidos en unos pocos
minuto; en la primera asamblea general que se convocó»; cónsul norteamericano al
Departamento de Estado, Barranquilla, junio 5, 1919, NAUS, RG59: 821.812/69. El
establecimiento de la compañía fue sugerido por Tomás Surí Salcedo en un discurso
pronunciado en la Cámara de Comercio de Barranquilla en mayo de 1919. Salcedo
delineaba así los objetivos de la compañía: <<hacer las gestiones necesarias, ante el
Poder Público y ante centros financieros respetables, que permitan emprender pron-
tamente la obra de mayor trascendencia para el progreso de Barranquilla y de interés
más general para la república>>. Según Salcedo, la apertura de Bocas de Ceniza, con un
costo estimado de 3.500.000 pesos, podría ser financiada con un impuesto de expor-
tación. Véase RCCB. mayo 31, 1919, pp. 17-23, y abril 30, 1929, pp. 3-22. El
establecimiento de la compañía era visto en Bogotá como un ejemplo de espíritu
empresarial; El Espectador, noviembre 8, 1919. Véase además informe del Departa-
mento de Estado, Bogotá, noviembre 11, 1919. NAUS, RG59: 821.812/66.
286 El Caribe colombiano

dragado de la barra de arena en la desembocadura del río y la erección


de tajamares a un costo total estimado en $6.000.000 en oro america-
no74. Sin embargo, en razón del gasto, el gobierno decidió limitar las
obras a una mera operación de dragado, que para 1923 ----cuando se
informaba que el proyecto estaba «prácticamente paralizado»- había
75
probado ser insuficiente para mantener Bocas de Ceniza abierta . Al-
gunos problemas adicionales surgieron cuando la firma alemana Berger
reclamó derechos preferenciales para la ejecución de las obras, en con-
cordancia con el contrato firmado con el gobierno en 1914.
Mientras que la Compañía Colombiana favorecía el proyecto nor-
teamericano, los funcionarios de Obras Públicas se inclinaban hacia
el de Berger. Para 1925, las demoras en la firma del contrato para la
ejecución del proyecto de la Black, McKenney y Stewart enfurecie-
ron a la opinión pública barranquillera: «Anoche imponente nunca
vista manifestación. Reina profundo desagrado, inquietud. exacerba-
ción» 76 . La Cámara de Comercio de Barranquilla comisionó a Al-
berto L. Roncallo, Abel Carbonell y Alberto Pumarejo -destacados
líderes de la comunidad- para que presionaran al gobierno a tomar
una pronta decisión. Finalmente se llegó a un acuerdo en julio de
1925, cuando el gobierno colombiano firmó un contrato con Ulen and
Company para desarrollar una versión modificada del proyecto de
Black, McKenney and Stewart a un costo total de 3.200.000 pe-
sos77. Tras haber cumplido su cometido, luego de seis años de pro-
curar la aprobación del proyecto. la Compañía Colombiana fue di-
suelta.

74. Black, McKenney y Stewart. The Bocas de Ceniza and Magdalena River to
Barranquilla, Colombia, Washington. 1921: Nichols, Tres puenos. p. 213. «Letter-
agreement between Compañía Colombiana de las Bocas de Ceniza and Black.
McKenney and Stewart>>, Washington, abrill9, 1919, en NAUS, RG59: 821.812/127.
75. <<Developments projects in Barranquilla>>, Barranquilla. octubre 31. 1921.
NAUS, RG59: 821.81211 00; Black. McKenney y Stewart al Secretario de Estado.
New York, julio 27, 1925, NAUS, RG59: 821.8121129.
76. Presidente de la Cámara de Comercio a A. L. Roncallo, A. Carbonell Y A.
Pumarejo, Barranquilla. mayo 7, 1925. en RCCB abril 30, 1929.
77. Diario Oficial, JUlio 10, 1925: Nichols, Tres puertos, p. 214.
El transpone 287

Tras la firma del contrato, la ejecución de las obras se vio someti-


da a nuevas dificultades que motivaron serias manifestaciones de
protesta regional. En 1929, una campaña iniciada por un nuevo Mi-
nistro de Obras Públicas, apoyado por la prensa bogotana y la Socie-
dad Colombiana de Ingenieros, resultó en la cancelación del contrato
con Ulen and Company. La compañía norteamericana fue acusada
de mal manejo de los fondos y de haber fallado en el cumplimiento
de sus compromisos: no sólo no se habían terminado los trabajos
dentro de los plazos acordados, sino que la compañía había gastado
casi el doble del presupuesto que inicialmente se había calculado78 .
A su turno, Ulen and Company alegaba que las demoras y sobre-
costos se debían a force majeure, pero más que todo a acciones del
mismo gobierno: «Retardos del gobierno para autorizar compras y
omisión en la autorización de artículos importantes»; «falla en el su-
ministro de fondos»; «cambios en los planes»; «demora en la aproba-
ción de los salarios de empleados y obreros»; «actitud hostil de los
representantes del gobierno» 79 • Mientras que en Bogotá el debate
adquiría un tono nacionalista, en Barranquilla las críticas se dirigían
al papel del gobierno en la ejecución del proyecto 80 . En una carta al
Ministro de Obras Públicas, el presidente de la Cámara de Comercio
manifestaba su apoyo a la compañía norteamericana y recordaba al

78. Para febrero de 1929, más de 6.000.000 de pesos habían sido gastados en el
proyecto. Véase «La Ulen está haciendo en Bocas de Ceniza el más escandaloso
despilfarro de los dineros en Colombia». El Nuevo Tiempo. febrero 3. 1929; «El
gobierno declara terminado el contrato de Bocas de Ceniza>>, El Espectador, febrero
14, 1929. Para los argumentos del ministro, véase «Bocas de Ceniza y las propuestas
con la Casa Ulen». El Tiempo. marzo 9, 1929. Según un funcionario norteamericano
en Bogotá, el ministro. Arturo Hernández. era un político que estaba intentando
ganar prestigio explotando el asunto de Bocas de Ceniz<t. NA US RG59: 821.812/
198. «Pícaros» era la expresión usada por un informe británico haciendo referencia a
la compañía norteamericana; véase «Colombia. Annual report». Bogotá. enero 16,
1930, PRO, F0371/14221.
79. Ulen and Company al Secretario de Estado. Nueva York, marzo 7, 1929,
NAUS, RG59: 821.812/194.
80. Véanse. por ejemplo, Mundo al Día, febrero 7, 1929; El Tiempo, febrero 13,
1929; El Espectador, febrero 13. 1929; El Diario Nacional, febrero 14, 1929.
288 El Caribe colombiano

mm1stro cómo, en varias instancias, los propios comerciantes


barranquilleros habían proporcionado fondos cuando las demoras del
gobierno amenazaban con detener las obras. La Prensa y el Diario
del Comercio, influyentes periódicos locales, compartían los puntos
de vista de la Cámara de Comercio; al igual que líderes políticos
como Pedro Juan Navarro, quien, en un discurso pronunciado en el
Teatro Municipal en Bogotá, subrayaba «la urgencia de impedir que
un ministro empujador nos cierre las casi abiertas Bocas de Ceniza».
En mayo de 1929, para hacer frente a la decisión del gobierno, miem-
bros prestantes de la comunidad barranquillera crearon el Comité de
Defensa de Bocas de Ceniza. Se envió una comisión para que habla-
ra con el ministro en Bogotá. Sus esfuerzos fueron vanos; para junio
de 1929 Ulen and Company ya había abandonado el país.
A cargo temporalmente de las obras y presionado por la opinión pú-
blica en Barranquilla, el gobierno comenzó a buscar alternativas. En
julio de 1929 se nombró un nuevo Ministro de Obras Públicas, Rafael
Escallón, quien se puso en contacto con los hermanos Parrish, urba-
nistas exitosos en Barranquilla81 • El gobierno estaba dispuesto a estudiar un
proyecto de concesión para terminar la apertura de Bocas de Ceniza y
construir además un puerto moderno. Los hermanos Parrish exploraron
una fórmula con la asistencia financiera de los Estados Unidos: Harris,
Forbes & Company, Electric Bond & Share Company, Stone Webster &
Blodget Company, First National Corporation, Raymond Concrete Pile
& Company, y hasta incluso Ulen & Company, fueron todos incluidos
en un primer paquete después de ser persuadidos por los Parrish acerca
de la rentabilidad del puerto de Barranquilla82 • No obstante, el solo
proyecto de concesión fue mal recibido por la prensa bogotana 83 . Ade-

81. Sobre el papel de la familia Parrish en el desarrollo de la región, véasecapítulo5.


82. Harris, Forbes & Co. a R. Parrish, New York, agosto 13, 1929; K. C. Parrish
aG. Berge, Nueva York, agosto 14, 1929; M. M. Head, Deerfield, agosto 15, 1929;
R. Parrish, Nueva York, agosto 1O, 1929; «Memorandum wíth reference to the
Barranquilla Port and Terminal Work», s.f. (posiblemente 1931 ), en AFP.
83. «Las concesiones han dejado una historia triste en el país», EL Nuevo Tiem-
po, septiembre 29, 1929. El Nuevo Tiempo criticaba el proyecto de los Parrish.
El transporte 289

más, las demoras normales en el Congreso --donde debía aprobarse


el proyecto-, la proximidad de las elecciones presidenciales y el
inicio de la Depresión pospusieron otra vez cualquier decisión sobre
Bocas de Ceniza.
En 1930, un nuevo gobierno subió al poder; con él un nuevo Minis-
tro de Obras Públicas y, por consiguiente, se iniciaron nuevas nego-
ciaciones. En septiembre de 1930, dirigentes liberales y conservado-
res de Barranquilla enviaron un mensaje conjunto a los senadores
costeños solicitándoles su apoyo para Bocas de Ceniza84 • Se había
presentado al Congreso un nuevo proyecto de concesión que fue
recibido con críticas y demoras adicionales. La opinión pública de
Barranquilla estaba enfurecida. La Prensa se quejaba con amargura
de que Bocas de Ceniza se había convertido en «la más insoluble de
las incógnitas y en el más complicado negocio de la república» 85 •
La situación se agravó por los efectos de la Depresión: la crisis
había golpeado severamente los sectores de la construcción y la
industria, exacerbando así un problema ya serio de desempleo. Las
manifestaciones del malestar social no se hicieron esperar: el 22 de
octubre de 1931, «la multitud había obligado a cerrar todas las casas
de negocios, bancos y compañías de buses ... los manifestantes
portaban banderas colombianas, pancartas y leyendas con cala-
veras y tibias cruzadas en las que se leía, entre otros, el siguiente
mensaje: 'abajo los enemigos públicos de Barranquilla'» 86 . Se-
gún el cónsul norteamericano, «las manifestaciones ... han sido or-
ganizadas sistemáticamente por algunos de los más importantes per-

84. La Prensa, septiembre 9, 1930. El mensaje estaba firmado, entre otros, por
A. Osorio. E. González, A. Pumarejo, J. Fuenmayor, J. Gerlein y J. Roca Niz.
85. Véase editorial en La Prensa, octubre 17, 1930, p. 5, y «Nuevos obstáculos
al proyecto de Bocas de Ceniza», idem., p. l. De acuerdo con El Nuevo Tiempo en
Bogotá, «los diarios de Barranquilla se dejan llevar por el ditirambo regional>>: «Las
dos fases del problema de Bocas de Ceniza>>, El Nuevo Tiempo, octubre 30, 1930.
Véase además K. C. Parrish a H. P. Harsen, Barranquilla, septiembre 12, 1930, AFP.
86. Cónsul norteamericano al Secretario de Estado, Barranquilla, octubre 23,
1931, NAUS, RG84, Informes Políticos, Barranquilla, 1931.
290 El Caribe colombiano

sonajes de Barranquilla en protesta por la morosidad exhibida por


las autoridades en Bogotá en conexión con la aprobación de un
contrato para la apertura de Bocas de Ceniza» 87 . La protesta se
tornó en violencia y continuó hasta el día siguiente, cuando el
ejército intervino. En su informe al presidente, el gobernador del
Atlántico no ocultaba sus simpatías:

Quiero también remitir a vuestra excelencia algunas fotografías


de la manifestación cívica pro Bocas de Ceniza que se cumplió en
esta ciudad y que, degenerada en sus altos móviles fue necesario
reprimir con prudencia, pero con firmeza ... se trataba de un con-
curso ciudadano bastante numeroso. Puede calificarse de una
verdadera ola humana y yo no he podido hallarle antecedente en
la historia barranquillera -en cuanto a número- sino en las
grsndes manifestaciones populares de la época de la concentra-
ción nacional ...
Esta noble manifestación se vió realizada en la tarde del 22,
hasta las primeras horas de la noche. con el concurso de las más
claras damas de la ciudad que desfilaron desde el barrio de El
Prado hasta el centro de la ciudad a poner de presente el encanto
de su solidaridad.
Imposible poner dique a aquella ola humana que se movía de
un lado a otro; pero cuando en la mañana de ayer 23. se presen-
ciaron actos de violencia procedí con el concurso del ejército a
tomar medidas que en pocas horas pusieron término a aquella
delicada situación ... El cierre de bancos, establecimientos de co-
mercio. etc ... el 22 fue completamente voluntario: pacífico Los
empleados. los jefes. todos querían tomar parte en la manifesta-
ción cívica y natural era que dejaran solos los establecimientos y
sobreviniera el cierre de ellos .
. .. La razón de ser de lo numerosa de la manifestación tenemos
que hallarla en la situación de angustia que vive nuestro pueblo,
que hoy carece de trabajo y que ve en la apertura de aquella

87./dem. Véase además encargado de asuntos al Secretario de Estado, Bogotá,


octubre 31 en idem.
El transporte 291

fuente de ocupación (Bocas de Ceniza), una redención para mu-


chos brazos 88 •

El gobierno advirtió a los Parrish que no aceptaba negociar bajo


presiones. Acusados de estar detrás del movimiento, los Parrish tra-
taron de distanciarse del paro cívico. El 23 de octubre, Robert Parrish
escribió al presidente para «asegurarle enfáticamente el deseo de
que nuestra propuesta sea considerada por el Gobierno sólo y única-
mente en razón de sus méritos y no a la luz de la influencia de un
regionalismo sobreentusiasmado» 89 • En noviembre de 1931 el go-
bierno llegó a un acuerdo con los Parrish, pero la idea original de la
concesión fue abandonada. Se diseñó otro proyecto. Pero no fue
sino hasta 1933 cuando el gobierno finalmente firmó un contrato con
Robert Parrish, en representación de la Compañía del Puerto y Ter-
minal de Barranquilla, Raymond Concrete Pile Company y Winston
Brothers, para la apertura de Bocas de Ceniza y la construcción de
instalaciones portuarias marítimas adicionales en Barranquilla. En
diciembre de 1936, las obras de Bocas de Ceniza fueron inauguradas
oficialmente, dándole así un nuevo ímpetu al desarrollo del puerto 90 .
Sin embargo. las obras, algunas de ellas inadecuadas, no resultaron
ser la solución definitiva para los problemas planteados por la desembo-
cadura del río. La falta de mantenimiento y dragado y la formación de
nuevos bajos y barras se identificaron como las causas de los proble-
mas que surgieron otra vez en las décadas de 1940 y 195091 • Sir

88. J. B. Fernández, gobernador del Atlántico, a Enrique Olaya Herrera, Presi-


dente de Colombia, Barranquilla, octubre 24, 1931, en AEOH, sección 1/23,
Gobernaciones. Atlántico. No todo el mundo compartía las simpatías del gobernador
Femández. De acuerdo con R. Borelly, «ese no fue un movimiento de la ciudadanía
barranquillera sino el resultado de una maquinación comercial de elementos interesa-
dos en la negociación con el beneplácito de personas que ocupan puestos oficiales»,
R. Borelly a E. Olaya Herrera, en idem.
89. R. Parrish al presidente Olaya Herrera. Bogotá, octubre 23. 1931, AFP.
90. Nichols. Tres puertos, p. 218.
91. El vicecónsul británico comentaba en 1944, <<Los buques de carga británicos
de unas 5.000 toneladas ... no pueden entrar al puerto debido a que la sedimentación
ha reducido la profundidad del canal»; véase PRO, F0371/38052.
292 El Caribe colombiano

Alexander Gibbs, que había supervisado los trabajos efectuados en


la década de 1930, abogaba por «Una ejecución gradual de las obras
de modo que fuera posible estudiar de cerca los resultados y asegu-
rarse de que las fuerzas naturales que se desencadenaran estuvie-
ran bajo control» 92 . Pero éstas son consideraciones técnicas por
fuera del tema central de este libro. Lo que es importante resaltar
es, en primer lugar, la atención y esfuerzo que la clase dirigente de
Barranquilla y su opinión pública dedicaron a la apertura de la boca
del río y, segundo, los logros de este movimiento regional en térmi-
nos de su influencia sobre la inversión del gasto público.
La importancia que los barranquilleros le otorgaban a Bocas de
Ceniza debe ser comprendida dentro del contexto del desarrollo del
río Magdalena. «Para que la apertura de Bocas de Ceniza dé todo el
beneficio que de ella esperamos -señalaba en 1919 Tomás Surí
Salcedo-, hay que complementarla con los trabajos de regulariza-
ción del río Magdalena» 93 • Karl C. Parrish tenía en mente un desa-
rrollo del valle del Magdalena orientado hacia las exportaciones:

La parte baja del valle del Magdalena y sus tributarios es la


mayor zona de tierras ricas para la agricultura con posibilidades de
mecanización en Colombia.
Es en los primeros 500 kilómetros desde la costa sobre el Atlán-
tico donde se encuentran las grandes oportunidades para el desa-
rrollo. Bocas de Ceniza abriría este vasto territorio al transporte
marítimo. Esto proporcionaría una salida al mar para los productos
que llegan a Magangué, el Saint Louis de Colombia ...
Todos los productos del Magdalena, Bajo Cauca, San Jorge,
Cesar y otros ríos serán provistos de transporte acuático de bajo
costo hacia los puertos extranjeros 94 .

92. Sir A. Gibbs, <<Problems connected with the Bocas de Ceniza>>, marzo 20,
1945, PRO, FOI35/84l.
93. Suri Salcedo, «Bocas de Ceniza, exposición hecha en la Cámara de Comer-
cio ... », RCCB, mayo 31, 1919, pp. 18-19.
94. K. C. Parrish, «Bocas de Ceniza>>, s.f. (probablemente 1929), en AFP. Véanse
además K. C. Parrish a M. M. Head, Barranquilla, abril 23, 1931; «Observaciones
EL transporte 293

Sin embargo, por concentrar las presiones regionales casi de manera


exclusiva el transporte fluvial, la costa fue relegada del nuevo desarrollo
de carreteras y ferrocarriles que tuvo lugar en el interior andino para
resolver la frustración nacional con el río Magdalena.

FERROCARRILES Y CARRETERAS

El desarrollo de los ferrocarriles en la costa siguió el mismo patrón


que en un principio caracterizó el desarrollo de las vías férreas co-
lombianas. Como lo observaba el informe Huckin en 191 O, «la cons-
trucción de ferrocarriles en Colombia se ha restringido a trayectos
cortos, cada uno con el propósito de salvar una dificultad especial o
de satisfacer alguna necesidad local» 95 . De este modo, el Ferrocarril
de Barranquilla se construyó para conectar la ciudad con algún puer-
to en la costa, en vista de las dificultades que impedían a los
transatlánticos la entrada por la desembocadura del Magdalena; y
los ferrocarriles de Cartagena y Santa Marta para unir estos puertos
marítimos con el Magdalena, si bien este último nunca llegó al río,
habiéndose restringido a la zona comercial bananera.
En 191 O,las tres líneas juntas tenían una extensión de 226 kilómetros
de un total nacional de 900 kilómetros. En 1926, cuando la red nacional
alcanzaba los 2.360 kilómetros, la costa tan sólo había aumentado su vía
férrea en 102 kilómetros: 65 kilómetros en el Ferrocarril de Santa
Marta y 37 kilómetros en el fracasado Ferrocarril Central de Bolívar96 •
No obstante, como lo observaba Pearse, muchas de las nuevas líneas
en el interior andino se habían «construido con miras a encontrar una

referentes a Bocas de Ceniza>>, Barranquilla, abril 16, 1929; K. C. Parrish a C. E.


Calder, Barranquilla, agosto 25, 1930, y a H. Wise, Barranquilla, agosto 31, 1930,
AFP.
95. V. Huckin, «Report on the railways of Colombia», PP. (38), XCV, p. 6.
96. En 1926, había 850 trabajadores ocupados en la construcción del Ferrocarril
Central. Hasta entonces, el gobierno nacional había invertido unos 600.000 pesos en
esta línea. Sin embargo este proyecto nunca se materializó. Véase L. Gómez, Memo-
ria del Ministro de Obras Públicas, Bogotá, 1926, p. XLVIII.
294 El Caribe colombiano

salida al río Magdalena» 97 • Para 1943, Colombia tenía 3.467 kilóme-


tros de vías férreas; de éstas apenas 370 kilómetros estaban en la
costa, incluyendo los 44 y 88 kilómetros de ferrocarriles privados
localizados en Sincerín y la zona bananera, respectivamente. Con la
excepción de la extensión en la línea de Santa Marta y el intento
fallido por construir una vía férrea entre Cartagena y Medellín, el desa-
rrollo de los ferrocarriles costeños hasta 1950 permaneció como una
efímera empresa del siglo XIX (véase el cuadro 4.4).
A pesar de todo, la importancia de las citadas líneas no debe
subvalorarse. El primer tramo en completarse, en 1872, fueron los
diez kilómetros de rieles entre Barranquilla y Salgar, construidos por
una firma alemana 98 . Después de un corto intervalo, en el que pasó
a manos del gobierno, Francisco Javier Cisneros se hizo cargo de
ella y en 1882 su participación fue a su turno transferida a la
Barranquilla Railway and Pier Company, de Londre~ . Durante ese99

año, la línea se extendió otros cinco kilómetros hasta Puerto Colom-


bia, debido a la poca profundidad de la bahía en Salgar, y en 1892 la
compañía inauguró un muelle de 1.220 metros de largo, mejorando no-
tablemente las instalaciones portuarias. En 191 O, según Huckin, «nin-
gún ferrocarril en Colombia juega un papel más necesario que la línea
de Barranquilla» 100 • Este tramo no sólo era de gran beneficio para
Barranquilla como principal puerto colombiano, sino que mostró ser
un negocio rentable 101 • Sin embargo, para 1928, las quejas sobre el ser-

97. Pearse, Colombia, with special reference ro cotton, p. 35.


98. Nichols, Tres puertos, pp. 111-120; Baena :r Vergara. Barranqui/la. pp.
371-385; Martínez Aparicio y Niebles, Directorio Anuano, pp. 99-1 O1: Grau,
Barranquilla. pp. 60-67; A. Ortega Díaz, Ferrocarriles colombianos, Bogotá. 1923,
pp. 296-332.
99. Nichols, Tres puertos, pp. 118-119; Huckins, «Repon on the railways», p.
13: Horna, «Transportation modernization>>, pp. 36-42; The Barranquilla Railway
and Pier Company, Ltd. Prospt'<tus. Londres. 1889, en CFBC, rollo 1411, Colom-
bia, vol.6: 126.
100. Huckin, «Repon on the railways», p. 13.
101. The Barranquilla Railway and Pier Company, Limited, Londres, abril 19,
1928, p. 2; Huckin, <<Repon on railways», p. 13.
El transporte 295

vicio y los altos costos de los fletes eran frecuentes. Más aún, con la
apertura de Bocas de Ceniza en proceso, el futuro del ferrocarril estaba
ya cuestionado. La compañía fue adquirida por el gobierno nacional en
1933 y para 1940 el ferrocarril prácticamente había sido abandonado 102 •
Al igual que el Ferrocarril de Bolívar, el de Cartagena se constru-
yó también durante el siglo XIX: en 1894 un tramo de 105 kilómetros
conectaba a Cartagena con el río Magdalena en el puerto de Cala-
mar. A diferencia del Ferrocarril de Bolívar, el Ferrocarril de Cartagena
no fue un negocio próspero, aunque el comercio en Cartagena sí au-
mentó como resultado de la mejor comunicación con el río 103 • Según el
informe Huckin, esta línea se resintió como «resultado de la construc-
ción de mala calidad» y de los arreglos rudimentarios «para la transfe-
rencia de mercancías hacia y desde los vapores en Calamar», de
manera que «la suerte del Ferrocarril de Cartagena no ha sido de
manera alguna afortunada»H)4. Originalmente construido por un con-
cesionario norteamericano, el ferrocarril fue vendido en 1906 a una
firma británica, la Cartagena Railway Company, que más tarde se
convertiría en la Colombia Railways & Navigation Company. Como
ya se ha visto, durante la segunda y tercera décadas del siglo XX,
esta firma era la mayor compañía transportadora en el Magdalena,
con una fuerte participación en la navegación por el Canal del Dique,
que corría paralelo al ferrocarril. Desde la década de 1920 el gobier-
no realizó intentos por adquirirla, lo que finalmente hizo en 1939. Du-

102. Horna. « Transportation modernization>>. p. 42; ~ichols, Tres puertos. pp.


224-225: Contraloría, Síntesis estadística de Co!ombia, p. 60; A. Ortega Díaz,ferro-
carriles colombianos. Legislaciónferroviaria, Bogotá, 1949, p. 27.
103. Cuando se le preguntó a Cisneros, <<Si un ferrocarril de Cartagena a Calamar,
... sería ventajoso comercialmente>>, contestó: <<decididamente no>>. Y Cisneros agre-
gó: <<Yo no invertiría un dólar en el Ferrocarril de Cartagena. No creo en su cons-
trucción, pero si alguna vez un pobre capitalista fuera inducido a invertir dinero en
él, se convertiría en un elefante blanco para su propietario>>, vicecónsul Whelpley,
«Railroads in Colombia», Monthly Consular Reports, enero abril 1890, p. 153.
«Railway development of Colombia». South American Joumal, abril 26, 1890, en
CFBC, rollo 1411, Colombia, vol. 6: 134, véase además vol. 10, archivos 47-103,
129, 242.
104. Huckin, <<report on the railways», p. 17.
296 El Caribe colombiano

rante la década de 1940, el ferrocarril funcionó con un fuerte déficit y


en 1950 fue clausurado 105 •

CUADRO 4.4

DESARROLLO DE LOS FERROCARRILES EN COLOMBIA,

1833-1944(KM)

i
Ferrocarril ~ 1888(1) 1910(2) 1923(3) 1944(4)

Barranquilla 24 27 28 o
Cartagena o 105 105 110
Santa Marta 35 94 !59 216
Central Bolívar o o 37 o
Sincerín o o o 37
----·
Girardot 30 157 217 398
Nariño o o 30 114
Nororiente o o 61 285
Norte (sección 1) o 62 95 128
Norte (sección 2 y Sur) 18 69 210 254
Pacífico 16 94 610 875
Troncal Occidental o o 12 38
Antioquia 37 102 258 382
Caldas o o 117 125
Cundinamarca o o 76 223
Tolima o o 76 69
Cúcuta 53 71 102 68
La Dorada 24 119 111 111
Barrancabermeja o o 28 27
Carare o o 15 o
Lobitos Oil Company
·----------~'
o o 13 o
---------· -----
Total 237 900 2.360 1
3.460

Fuentes: ( 1) PP. (32), LXXVIII. 1889, p. 513; V Huckin, «Report on the railways of
Colombia>>, PP, (38), XVC, 1910, p. 49; Pearse, Colombia, with specíal reference to
cotton, pp. 35-35; Contraloría General de la República, Síntesis estadística de Co-
lombia, 1939-1943, Bogotá, 1944, pp. 60-61.

105. En 1945, el costo de funcionamiento del ferrocarril era dos veces más que
sus ingresos. Véase Ortega Díaz, Ferrocarriles colombianos. Legislación ferrovia-
ria, p. 30. Véase además Síntesis estadística de Colombia, pp. 62-63.
El transporte 297

De esta manera, para el final del período, la única línea que ope-
raba en la costa era la del Ferrocarril de Santa Marta. Diseñado en
un principio para conectar a Santa Marta con el río Magdalena, la
carrilera llegó a Ciénaga en 1887, fue extendida hasta Río Frío en
1890 y hasta Fundación en 1906, completando 96 kilómetros 106 • A
partir de 1891, cuando el ferrocarril transportó sus primeros 73.693
racimos de banano, comenzó a depender cada vez más del comercio
de la fruta. En 1906, la United Fruit Company había adquirido el
control financiero del ferrocarril, aunque éste seguía apareciendo como
una empresa británica 107 • La línea principal nunca pasó más allá de
Fundación, pero la United sí construyó una variedad de ramales por la
zona bananera. Los planes iniciales de continuar el ferrocarril hasta
Plato, sobre el río Magdalena, no se llevaron a cabo, dando lugar a
una larga disputa legal que involucró a los gobiernos nacional y local
y a las compañías del Ferrocarril de Santa Marta y la United Fruit 108 •
Este pleito se solucionó finalmente en 1932, cuando se llegó a un
doble acuerdo: el gobierno adquiría la línea, pero el Ferrocarril de
Santa Marta la arrendaba por treinta años. Después de la crisis
bananera, en 1947, el contrato fue cancelado y el gobierno asumió el
control definitivo del ferrocarril. Sin embargo, en 1950, el Ferrocarril

106. Véanse A. Ortega Díaz, Ferrocarriles colombianos. Legislación ferrovia-


ria, pp. 44-54; Colombia (Ministerio de Obras), Documentos relacionados con el
Ferrocarril de Santa Marta. Bogotá, 1923, pp. 38-48; Nichols. Tres puertos; Huckin.
<<Report on the railways».
107. La British Santa Marta Railway Co. había adquirido la línea de los conce-
sionario~ originales, Manuel J. de Mier y Roberto Joy en 1890. Colombia, Docu-
mentos relacionados con el ferrocarril, p. 40. La United Fruit Company original-
mente intentó comprar la concesión, <<pero encontró que era intransferible y había
evadido esto. adquiriendo el control de las acciones>>, en Departamento de Estado,
«Difficulties of the United Fruit in Colombia»; Washington, diciembre 17, 1930,
USNA, RG59: 821.61561129.
108. Ferrocarril de Santa Marta. Exposición que al honorable Congreso de
1915 hace el gerente de la compañía, Bogotá, 191 9; Colombia, Documentos rela-
cionados con el ferrocarril, pp. 42-69: Departamento de Estado, «Difficulties of
the United Fruit>>; Nichols, Tres puertos, pp. 226-228. Veáse además, Capítulo VI,
pp. 304-305.
298 El Caribe colombiano

Nacional del Magdalena, como entonces se llamaba, no había pasa-


do de Fundación.
El lento desarrollo de las carreteras no amenazó tampoco la su-
premacía de la vía fluvial. En 1917, como lo señalaba el goberna-
dor de Bolívar, «lo que llamamos caminos reales son los mismos
que transitaban los indígenas ... apenas accesibles a las gentes de
a pie y de a caballo, pero no a los vehículos de rueda ... sino tan
sólo en las épocas del año más secas y en trayectos relativamen-
te pequeños» 109 • Se hicieron unas pocas mejoras, pero en 1949 no
existía una carretera propiamente dicha entre Barranquilla y
Cartagena, como lo mencionó Christopher Isherwood, quien experi-
mentó en carne propia las dificultades del viaje 110 . En general, el
transporte entre los pueblos de las sabanas costeñas, o donde no
había ninguna vía fluvial adecuada, permaneció reducido a los me-
dios de tracción animal -caballos, mulas y burros 111 • De manera
excepcional se mostraba preocupación por las condiciones de los
caminos hacia el interior andino, meras trochas para el ganado que
unían la costa con Antioquia y Santander.
La presión para que se invirtiera en carreteras provenía más que
todo de las poblaciones situadas tierra adentro, como El Carmen,

109. Mensajes e informes del Gobernador. Cartagena, 1917, pp. 7-8 <<La o; carre-
teras alrededor de Barranquilla son simples caminos de tierra que el departamento
nivela un poco durante el verano de tal manera que sean transitables por los automó-
viles. Esto quiere decir que durante el invierno son casi intransitables>>, en <<Roads in
and around Barranquilla>>, Barranquilla, febrero 29. 1928, USNA, RG84,
Barranquilla, correspondencia, 1928.
11 O. <<Luego de cincuenta millas de golpes y sacudidas, curvas repentinas y
huecos inundados, nuestro conductor se volvió hacia nosotros y dijo: ·Aquí termina
el camino bueno·. Reímos, pero tenía la razón. Lo que siguió fue mucho peor>>;
Isherwood, The candor and the cows, p. 16.
1 11. Schnare, «Facilities of transportation and communication in the Cartagena
consular district>>, p. 2. La vía entre San Marcos y ~apel sólo podía ser usada en los
veranos, «porque en invierno se hace en barca el trayecto» , en Vergara y Velasco,
Nueva Geografía, p. 520. Veáse además C. Barham, «Colombian trade outlook. The
position in Cartagena", Brítish and Latin American Trade Gazette, Londres, noviem-
bre 7, 1920, p. 388.
El transporte 299

Coroza! y Sincelejo, que quedaban aisladas durante la temporada de


lluvias y buscaban una mejor vía de salida para sus productos agríco-
las. Un camino que conectara a Sincelejo con el puerto de Tolú fue,
por ejemplo, una solicitud muy antigua de esta provincia. En 1871,
poco tiempo después de ser abierta, la trocha se hizo intransitable
debido a las fuertes lluvias. Dos años más tarde, un esfuerzo por
mejorar el camino se frustraba debido a la falta de fondos. En 1882,
cuando el gobierno firmó un contrato con Francisco de Zubiría, Car-
los A. Merlano y Antonio T. de La valle para construir un camino, se
suscitaron esperanzas por una mejoría pero nada se hizo, y en 1914
debió firmarse un nuevo contrato con el mismo propósito con otros
individuos. Aun así, en 1933, entre junio y diciembre no hubo tráfico
entre Sincelejo y Tolú como consecuencia del «crudo invierno» 112 •
Otras poblaciones del interior enfrentaban problemas similares.
Valledupar, por ejemplo, a pesar de su localización junto al río Cesar,
anhelaba mejorar sus comunicaciones construyendo un camino ya
fuera a Riohacha o bien a Santa Marta para superar su aislamiento 113 .
La insuficiencia de recursos era siempre un obstáculo. En 1917,
el gobernador de Bolívar describía las causas del lento desarrollo de
los caminos: el ingreso proveniente de las tres fuentes disponibles
-contribución de caminos, auxilios departamentales y auxilios na-
cionales- era insignificante, y adicionalmente «con frecuencia tam-
bién se pierde en manos de recaudadores poco escrupulosos». Un

112. Veánse R. Santodomingo Villa, Informe del Presidente constitucional,


Cartagena, 1871. p. 66; V. García. Mensaje del Presidente constitucional, Cartagena,
1883. pp. 41-46; El Heraldo, Cartagena, abril 15, 1883; F. de Zubiría al Gobernador
de Bolívar, Cartagena, diciembre 15, 1887, AGB, 1887: Memoria del Secretario de
Gobierno al Gobernador de Bolívar, Cartagena, 1888, p. 123; Memoria que presen-
ta el Secretario de Gobierno, Cartagena, 1914, pp. 89-90; y M. F. Obregón, Memo-
ria de Gobierno, Cartagena, 1934, pp. 230-231.
113. M. A. Vengochea, Mensaje que el Presidente del Estado del Magdalena
dirije a la Asamblea Lejislativa, Santa Marta, 1869, p. 1O; Informe del Secretario de
Hacienda, Santa Marta, 1920, pp. 102-109. Para una descripción de primer viaje
hecho en carro entre Valledupar y Fundación en 1925, veáse J. Dangond Daza, De
París a Vil/anueva, Bogotá, 1990, pp. 278-285.
300 El Caribe colombiano

informe del ingeniero de caminos era más explícito: la distancia a


cubrir en el departamento era muy grande y la población muy dis-
persa, el sistema de impuestos era ineficiente y el manejo de los
caminos póblicos carecía de una dirección centratl 14 • Por ejemplo,
en 1914la contribución local de caminos en Atlántico produjo 2.000
pesos; con esta suma, adicionada con un auxilio departamental men-
sual de 600 pesos, todo lo que el gobierno pudo lograr fue la mejora
de algunos tramos y 1.5 kilómetros de un nuevo camino 115 • Tal como lo
señalaba el gobernador en 1935, la distribución de los magros auxilios
departamentales de Bolívar entre 56 municipios conducía a la realiza-
ción de esfuerzos individuales y a ningunos resultados prácticos 116 •
Los auxilios nacionales y la inversión directa del gobierno nacional
en caminos fueron escasos en la costa. Entre 1926 y 1931, por ejemplo,
mientras que Antioquia recibió 3.208.045 pesos para la construcción
de carreteras departamentales, al Atlántico se le asignaron 40.000
pesos. Durante la administración de Abadía, cuando el gobierno na-
cional invirtió directamente en carreteras un total de 26.123.541
pesos, la costa recibió apenas algo más de 100.000 para distribuirlos
entre varios proyectos 117 •
Para 1950 no existía una carretera adecuada que comunicara a la
costa con el interior andino, si bien se elaboraron planes para superar
esta barrera en el transporte.

114. Mensaje e informes del Gobernador, Cartagena, 1917, p. 8.


115. Bustillo, Mensaje que dirige al Gobernador, pp. 2-3.
116. C. del Castillo, Mensaje del Gobernador del Departamento de Bolívar,
Cartagena, 1933, p. 1O.
117. Colombia, Memoria de Hacienda, Bogotá, 1938, cuadros anexos. El gobier-
no nacional jugó un papel significativo en la construcción de carreteras. Según
Bamhart, «entre 1930 y 1946, el sistema vial de Colombia creció de 5.743 km a
17.970 kilómetros, dos terceras partes construidas por el gobierno nacional», véase
Barnhart, «Colombian transport and the reforms of 1931 », p. 12.
El transporte 301

EL TRANSPORTE AÉREO

El desarrollo del transporte aéreo contrasta de manera notable con


las condiciones de las carreteras y ferrocarriles. Fundada en
Barranquilla en 1919, la Sociedad Colombo-Alemana de Transpor-
tes Aéreo!;, Scadta, se convirtió en la primera aerolínea exitosa en
Suramérica. En un principio estuvo organizada como una compañía
anónima germano-colombiana, controlada por Louis Gieseken. En
1922 un industrial austríaco, Peter von Bauer, compró la parte de
Gieseken y se convirtió en director de la compañía 118 • Con todo,
van Bauer --descrito como «idóneo para su trabajo, ... un vienés de
buena cultura, refinamiento y educación»- siguió una política di-
plomática de darle a Scadta una apariencia colombiana 11 ".
Scadta experimentó un crecimiento estable durante la década de
1920. Después de establecer de manera regular un vuelo semanal
de ida y vuelta entre Barranquilla y Girardot, y de Girardot a Neiva,
la compañía abrió un vuelo entre Barranquilla y Cartagena 120 • Los
logros fueron significativos. «El servicio que esta compañía ha brin-

1 18. Oficialmente, los fundadores de la compañía fueron los colombianos E.


Cortissoz, J. A. Correa, A. Noguera, R. M. Palacios y C. Restrepo, y los alemanes
A. Teitjen (en representación de los intereses de Gieseken), S. Hosie y W.
Kaemmerer, en su mayoría residentes en Barranquilla. Veáse J. J. Ortega Torres
(ed.), Marco Fidel Suárez. Obras, Bogotá, 1980, Vol III, p. 1827. Veáse H. Boy, Una
historia con alas, Madrid, 1955, p. 57; «Memorandun on Scadta>>, mayo 11, 1939,
USNA, RG59: 821.796 SCA /444; R. R. G. Davies, Airlines of Latin Ame rica since
1919, Londres, 1984, pp. 207, 211 y 215.
119. «Actúa como supervisor científico general, atiende el lado diplomático del
negocio. También es responsable de promover y mantener un buen ánimo», alcalde
Bradley al Secretario de Estado, zona del canal, agosto 17, 1925, NAUS, RG59: 821.706
SCA 2/34. En 1927, von Bauer afirmaba que «prácticamente todas las acciones son
propiedad de residentes colombianos». La compañía tenía un presidente colombiano
y dos terceras partes de los miembros de la junta directiva eran ciudadanos colombia-
nos. Véase P. von Bauer, «Commercial aviation in Colombia», diciembre 27, 1927,
NAUS, RG59: 821.796 SCA 2/146. Véase además, Davies,Air/ines ofLatinAmerica,
pp. 207-238.
120. Legación americana al Departamento de Estado, Bogotá, mayo 23, 1924,
NAUS, RG59: 821.796 SCA 2/27.
302 El Caribe colombiano

CUADR04.5
SCADTA: KILÓMETROS RECORRIDOS, PASAJEROS
Y CARGA TRANSPORTADA, 1920-1938

Año Km. Recorridos Pasajeros Carga(Kg)


- - - ---·-
1920 4.325 12 850
1921 86.342 379 31.760
1922 206.000 1.137 92.280
1923 296.700 1.318 100.930
1924 271.250 1.084 114.339
1925 293.100 1.134 119.984
1926 486.300 2.729 274.775
1927 527.300 3.905 382.110
1928 929.350 6.056 476.112
1929 1.268.703 6.578 671.435
1930 1.171.393 4.791 502.723
1931 998.813 5.680 590.926
1932 1.008.581 6.171 717.317
1933 1.024.105 6.685 739.351
1934 1.284.405 13.217 1.399.418
1935 1.668.175 25.787 2.496.301
1936 1.883.288 28.363 2.670.455
1937 2.916.480 42.600 4.050.041
1938 3.466.815 54.969 5.415.034
Fuente: R. Cuéllar Arias, <<Sorne data conceming Scadta», diciembre 9, 1939, NAUS,
RG59: 821.796 SCA 2/483.

dado al público colombiano durante el pasado año y medio», comen-


taba un informe norteamericano en 1922, «ha resultado no sólo la
iniciativa extranjera más notable de este período, sino la más popu-
lar y práctica» 121 . En 1925, luego de un exitoso vuelo de prueba por
la región del Caribe, Scadta trató de expandir sus servicios comer-

121. Bogotá, febrero 27, 1922, NAUS, RG59: 821.796 SCA 2/23. Años más
tarde, la compañía recibió de nuevo los elogios de los funcionarios norteamericanos
por sus servicios «excepcionalrs». Véase, por ejemplo, cónsul Warren al Secretario
de Estado, Barranquilla, octubre 30, 1930, NAUS, RG59: 821.796 SCA 2/310, y
legación americana al Secretario de Estado. Bogotá, enero 14, 1935, NAUS, RG59:
821.796 SCA 2/359.
El transporte 303

ciales para cubrir el área, en lo que fue una experiencia pionera frustra-
da por la negativa de los Estados Unidos a concederle autorización para
aterrizar en la zona del Canal de Panamá 122 . Para 1933, cuando tenía
catorce aviones a su servicio. Scadta cubría, entre otras rutas naciona-
les, los siguientes trayectos: Barranquilla-Bogotá y Barranquilla-Ciéna-
ga-Santa Marta seis veces por semana; Barranquilla-Cartagena y-
Barranquilla-Puerto Berrío-Medellín cuatro veces por semana. Ade-
más de varias paradas en los puertos a lo largo del río entre Barranquilla
y Bogotá, los aviones de Scadta llegaban a Cali, Cartago, Buenaventu-
ra, Quibdó y Tumaco. En 1933, sus conexiones internacionales incluían
Kingston, La Habana, Miami, Cristóbal, en la zona del Canal, y
Maracaibo 123 . El crecimiento de Scadta también puede apreciarse en
el aumento de pasajeros y carga movilizados durante las décadas de
1920 y 1930, tal como lo ilustra el cuadro 4.5. El éxito financiero iba de
la mano con el crecimiento sobresaliente de la compañía 124 .
Desde sus comienzos, la sede de operaciones de Scadta se esta-
bleció en Barranquilla, que también era el lugar de residencia de sus
gerentes y de un grupo minoritario de accionistas. Como principal
centro de operaciones del que era virtualmente el monopolio del

122. <<Experimental flight of Colombian commercial aviation through Central


America». Guatemala. agosto 28, 1925, NAUS, RG59: 821.796 SCA 2/33:
<<Memorandum on Scadta>>. Véa>e W. P. ;-.;ewton. <<lnternational aviation rivalry in
Latin America. 191 9-1927>>, J/ASWA, (7) julio 1965. pp. 345-356; Davies. Airlines
of Latin Ame rica, p. 219.
123. Cónsul E. W. Magnuson, «Air transportation in Colombia, South America»
Barranquilla, agosto 2, 1933. :\ACS, RG59: 821.796 SCA 2/347. En 1939. los
aviones propiedad de Scadta incluían nueve Boeing 2470. ocho hidroaviones Junker.
seis trimotores Ford y do> monomotores Havilland, véase <<Memorandum by the
Civil Aeronautics Authority», Washington, mayo 10. 1939, NAUS, RG59: 821.796
SCA 2/-+48.
124. Comandante general. Panama Canal Department. al Secretario de Estado.
Zona del Canal. febrero 21. 1925. :'-IAUS. RG59: 821.796 SCA 2/34. Sinembargo.
durante la década de 1930. la empresa enfrentó dificultades financieras. Veáse M. del
Comtl. <<Análisis de la vida finanCiera de la Scadta desde el año de 1939 para atrás y
consideracione> sobre el futuro de la Avianca como empresa industrial en íntima
vinculación con los intereses nacionales>>. Bogotá. octubre 25, 1940, NAUS, RG59:
falta en número del archivo.
304 El Caribe colombiano

transporte aéreo en Colombia, el aeropuerto de Barranquilla adquirió


una gran importancia. Según el cónsul de Estados Unidos en 1933,
Barranquilla tenía «uno de los aeropuertos mejor equipados de Sur
América, con hangares amplios, talleres modernos, técnicos exper-
tos e instalaciones adecuadas para el despacho de pasajeros, correo
y mercancías» 125 • A través de Scadta, Barranquilla fortaleció sus
lazos con poblaciones costeras tales como Cartagena, Ciénaga, San-
ta Marta, Montería, Magangué, El Banco, San Marcos y Ayapel, y
además redujo su distancia del interior andino.
La sólida relación que se desarrolló entre Scadta y la comunidad
barranquillera se manifestó también en la defensa hecha por Scadta
de la ruta del Magdalena, la participación de los accionistas locales
en el proceso de nacionalización de la compañía entre 1938-1940, y
en las huelgas que tuvieron lugar en 1942, cuando el presidente de
Avianca--el nombre que ya entonces tenía la compañía- decidió
trasladar su oficina principal a Bogotá.
Durante la década de 1920, cuando su flota consistía más que
todo en hidroaviones, el desarrollo de la empresa siguió la ruta del
Magdalena. Enfrentada al éxito de Scadta, la Pan American pensó
que la mejor manera de competir en Colombia era concentrando sus
esfuerzos en la ruta Bogotá-Buenaventura. Un proyecto, diseñado
por funcionarios de Pan American, presentaba argumentos en favor
de esta ruta y en lugar de la del río Magdalena: Scadta había seguido
el Magdalena «como la línea de menor resistencia», con el fin de
eliminar «los gastos de costosas pistas de aterrizaje»; los altiplanos
de Boyacá, Antioquia y el Valle del Cauca ofrecían más oportunida-
des que el valle del Magdalena, una «región escasamente poblada,
cubierta de selvas y tierras ganaderas»; los nuevos desarrollos en
caminos y ferrocarriles «harían de Buenaventura el primer puerto de la
república en tonelaje y tráfico» y, por último, era mejor política no ir
paralelo a un competidor sino más bien ofrecer una alternativa que aho-

125. Magnuson, «Air transportation in Colombia», p. 4.


El transporte 305

rraba «tiempo y dinero, conexiones internacionales para correos y pasa-


jeros, especialmente para aquellos con destino a Panamá» 126 • Scadta
protestó en vano luego de que el gobierno aprobara un vuelo de prueba
de la Pan American entre Bogotá y Buenaventura en 1929.
Miembros muy prestantes de la comunidad de negocios en
Barranquilla, tales como Robert Parrish y Gregario Obregón, expre-
saron su preocupación a van Bauer con respecto a las perspectivas
de la línea Bogotá-Buenaventura y le solicitaron mejorar el servicio
entre Barranquilla y Bogotá. Sin embargo, van Bauer no creía que la
organización de una línea regular transandina entre Buenaventura y
Bogotá fuera una tarea tan fácil como lo sugería la Pan American, y
prometía que una vez la situación económica mejorara «no desperdi-
ciaremos ni un instante para el establecimiento del tráfico directo
entre Barranquilla y Bogotá» 127 •
Enfrentada a las amenazas de la competencia en el territorio co-
lombiano y aprovechando la demora de Pan American para estable-
cer el servicio, Scadta inició también planes para cubrir la ruta Bue-
naventura-Bogotá. No obstante, en 1929 llegó a un acuerdo con la
Pan American sobre la ruta del Pacífico. Es más, en 1931, Pan
American compró un importante paquete de acciones de Scadta, si
bien van Bauer debía permanecer como director de la compañía y
aunque el negocio sólo se hizo público en 1939, durante el proceso
de nacionalización 128 .
En la década de 1920 Scadta había logrado desarrollar una
relación cercana con el gobierno nacional. Poco tiempo después
de su creación, recibió la autorización gubernamental para el

126. Willcox a Trippe, Nueva York. mayo 23, 1929, NAUS, RG59:821 .796/41.
Para la rivalidad entre Scadta y Pan American veáse S. J. Randall, «Colombia, the
l.Inited S tates and In ter American aviation rivalry, 1927-1940», JIASWA, 14, 3, 1927,
pp. 297-324.
127. P. von Bauer a R. Parrish, Barranquilla, mayo 19, 1930, APF.
128. Randall, «Colombia, the United States and Inter American aviation
rivalry», p. 313; Davies, A ir lines of Latin America, p. 224; ministro americano al
Secretario de Estado, Bogotá, febrero 4, 1930, y febrero 27, 1934. NAUS, RG59:
821.796 SCA 2/301 y 353.
306 El Caribe colombiano

manejo de un servicio postal y se le permitió emitir sus propias


estampillas. En 1924, el Congreso aprobó un auxilio nacional de
65.000 pesos para la compañía. A su turno, Scadta se compro-
metió a establecer una escuela de aviación, a entrenar pilotos milita-
res y a ayudar al gobierno en caso de guerra. Durante el vuelo de
prueba para establecer el servicio a Centroamérica y el Caribe en
1925, una carta de presentación con la firma del presidente Ospina
y que portaba von Bauer, le otorgó carácter oficial al viaje 129 • Sin
embargo, para 1933, después de la guerra con el Perú, en el gobier-
no había mucho descontento con Scadta debido a la renuencia de la
compañía para entrenar pilotos militares, aunque el gobierno le pro-
rrogó la concesión postal hasta el año de 1942 130 • El gobierno no se
mostró directamente hostil con Scadta, pero sí fomentó el desarrollo
de otras compañías aéreas. Por ejemplo, en junio de 1933, capital
antioqueño apoyó la organización de Saco, una aerolínea que opera-
ba vuelos diarios entre Medellín y Bogotá. A comienzos de 1935, las
operaciones aéreas estaban paralizadas debido a las constricciones fi-
nancieras. Para superar la crisis, Saco aumentó su capital y trató de
convencer al gobierno antioqueño para que suscribiera acciones de la
compañía. En 193 7 se hizo otro intento para rescatar la compañía, cuan-
do el gobierno nacional invirtió 200.000 pesos en acciones de Saco 131 •

129. Legación americana al Secretario de Estado. Bogotá. mayo 23, 1924. "'AUS,
RG59: 821.796 SCA 2/27: Diario Oficial. noviembre 15. 1924. «La Scadta ofreció
anoche un banquete al Presidente y los Mimstros del Despacho», El Diario Nacio-
nal. julio 28. 1926.
130. Legación americana al Secretario de Estado. Bogotá. junio 2.1933. :\Al·s.
RG59: 821.796 SCA 2/345: legación americana al Secretario de Estado. Bogotá.
noviembre 12. 1933. NAUS. RG59: 821.796 SCA 2/351: <<Memorandum on Scadta>>.
mayo 11. 1939.
131. Agregado comercial al Secretario de Estado. Bogotá. julio 24. 1939. :\AUS.
RG59: 821.7961108. Según un funcionario de la Embajada de los Estados l'nidos en
Bogotá. <da aerolínea Saco fue creada a instancias del gobierno colombiano y ha sido
fuertemente subsidiada bajo la forma de compras de acciones desde su;, inicios». en
«Memorandum of conversatwn between James H. Wright. from the American
Embassy. Bogotá. andE van Young, Vice President Pan A ir». julio 26. 1939. :\AUS.
RG59: 821.796 SCA 2/460.
El transpone 307

De esta manera, cuando se resolvió nacionalizar a Scadta en


1938, el gobierno ya tenía fuertes intereses en Saco, además de en-
frentar «una presión considerable ... por parte de intereses de
Medellín para que las inversiones del gobierno y de los socios ca-
pitalistas de Saco se salvaran» 132 • Las negociaciones para la nacio-
nalización de Scadta se complicaron con la cuestión alemana, como-
consecuencia de la guerra. involucrando los intereses del Departa-
mento de Estado y de la Pan American 133 . Para el presidente San-
tos, la nacionalización proporcionaba también la oportunidad de esta-
blecer una aerolínea sólida, «una empresa estrictamente comercial,
sobre una base de negocio, clara y libre de política». Sin embargo,
Santos tenía en mente una institución «respaldada en un ciento por
ciento por el gobierno» que se convirtiera «económicamente en uno
de los pilares de Colombia igual al Banco de la República» 134 •
Luego de negociaciones complejas, se llegó a un acuerdo median-
te el cual Scadta incorporaba a Saco. a la vez que Pan American
conservaba una mayoría de las acciones de la nueva compañía, y el
gobierno adquiría el 20%. Pero Scadta mantenía abierta una opción
de compra del 20% de las acciones de Pan American y un puesto
adic~onal en la junta directiva, y el resto se distribuía entre el grupo
minoritario de accionistas barranquilleros y de otros inversionistas
nacionales 135 .

132. «Memorandum of conversation ... >>. idem.


133. Veánse Randall, <<Colombia, the United States and Inter American rivalry>>;
D. Bushnell, Eduardo Santos y la política del buen vecino, Bogotá, 1984, pp. 29-36.
Las negociaciones están bien documentadas en NAUS, RG59: State Decimal
File. Colombia. 1940-49. Veáse, por ejemplo, «Nationalization of Scadta>>, Bogo-
tá, octubre 27, 1939; «Pan American Airways Inc-Scadta-Avianca negotiations>>,
Bogotá, febrero 9. 1940; Divi,ión de Repúblicas Americanas, «Avianca», Washing-
ton, febrero 14, 1943, en RG59: 821.796 Avianca/4, 78 y 302. respectivamente;
Boy, Una Historia con alas, pp. 243-8.
134. D. Grant, «Memorandum to Ambassador Braden. Conversation with
Presiden! Santos» septiembre 9. 1939, NAUS, 821.796 SCA 2/462.
135. Braden al Secretario de Estado, Bogotá, octubre 30, 1939, NAUS,
RG59:821.796 Avianca/6; y División de Repúblicas Americanas, «Avi anca», op. cit.
308 El Caribe colombiano

La organización administrativa inicial de Avianca ilustra el con-


flicto de intereses en la lucha por el poder de la compañía: el grupo
barranquillero -J. Mario Santodomingo, José A. Blanco y J. Montes-
gozaba junto al gobierno de una participación importante en la junta
directiva, mientras que el antiguo director de Saco, Martín del Co-
rral, fue nombrado presidente de la compañía con el respaldo de Pan
American 136 •
El grupo barranquillero -ligado, según parece, a von Bauer-
había tratado de retener el control de la recién organizada Avianca, y
se había opuesto al nombramiento de del Corral 137 • La tensión entre
los dos grupos llegó a su pico en octubre de 1942, cuando se supo en
Barranquilla que del Corral había resuelto trasladar la sede de
Avianca a Bogotá. Una intensa campaña de prensa y radio fue se-
guida «por manifestaciones ... durante tres días y una huelga gene-
ral». Se llevó a cabo una campaña popular para recoger fondos para
la compra de las acciones de Avianca de propiedad de Pan
American, al tiempo que algunos observadores informaron que «en
Barranquilla hay la tendencia de hablar de los 'viejos buenos tiempos
de Scadta'» 138 . Los políticos en el concejo municipal no perdieron la
oportunidad para capitalizar a su favor el fervor popular: se acordó
que si el traslado de la sede de Avianca a Bogotá tenía lugar, el
concejo «declararía el paro total de actividades comerciales, indus-
triales y de transporte aéreo, fluvial y terrestre y además se cerra-
rían almacenes, fábricas y oficinas privadas y públicas» 139 . Sin
embargo, el 29 de octubre se llegó a un arreglo entre el vicepresidente

136. «Organizada la Avianca», El Liberal, Bogotá, junio 9, 1940. Otros miem-


bros de la junta directiva incluían a M. J. Rice, de la Pan American, C. D. Roca,
antiguo presidente de Scadta, y R. Obregón.
137. Braden al Secretario de Estado, Bogotá, diciembre 4, 1939, NAOS,
RG59:821.796 Avianca 117.
138. Lane al Secretario de Estado, Bogotá, octubre 19, 1942, NAOS, RG59:
821.796 Avianca /280; Lane al Secretario de Estado, Bogotá, octubre 20, 1942,
NAUS,RG59: 821.796 Avianca/278.
139. Lane al Secretario de Estado, Bogotá, octubre 20, 1942, idem.
El transporte 309

de Pan American y el grupo de Barranquilla: «La sede principal de


Avianca permanecerá en Barranquilla, pero la oficina de la presidencia
se establecerá en Bogotá y las reuniones de la junta directiva se realiza-
rán en Barranquilla o en Bogotá por decisión de la misma Junta>> 140 •

CONCLUSIÓN:
EL TRANSPORTE, EL «VIEJO ENEMIGO» DE COLOMBIA

«El mayor desarrollo de la producción», observaba un estudio britá-


nico en 1950, corre siempre el peligro de ser neutralizado en Colom-
bia por su enemigo más antiguo: el problema del transporte» 141 • La
falta de medios de comunicación adecuados seguía siendo un proble-
ma nacional de serias dimensiones aun a mediados del siglo XX, a
pesar de ciertas mejoras significativas.
Estos nuevos desarrollos ---con la excepción del transporte aé-
reo- tuvieron lugar en su mayoría en otras regiones distintas de la
costa. A medida que los ferrocarriles y las carreteras desplazaban
gradualmente al río Magdalena como principal arteria comercial de
Colombia, una orientación oriente-occidente, hacia el Pacífico -en
lugar de la ruta sur-norte que hasta entonces había prevalecido-,
condicionó un nuevo patrón de integración nacional, debilitando aún
más los vínculos entre la costa y el interior andino.
Una y otra vez, los funcionarios locales mostraban su preocupa-
ción acerca de las limitaciones que las dificultades en el transporte
presentaban para el crecimiento económico. En 1935, el gobernador
de Bolívar, Carlos del Castillo, recorrió las provincias del sur de su
departamento. Unos treinta años antes había hecho el mismo viaje,
así que estaba en capacidad de establecer algunas comparaciones:
entre todas las poblaciones que visitó, el gobernador del Castillo ates-

140. Lane al Secretario de Estado, Bogotá, octubre 1942, NAUS, RG59: 821.796
Avi anca /281.
141. Scopes, Overseas economic surveys, Colombia, op. cit., p. 26.
310 El Caribe colombiano

tiguaba apenas el progreso de Lorica, Cereté, Montería y Sincelejo.


Los demás, señalaba, «han permanecido en estado estacionario», y
buscaba una explicación:

¿Cuál es la causa de esas diferencias? Sin duda ninguna la falta


absoluta de vías de comunicación. El progreso de ... Lorica, Cereté
y Montería, es bien explicable: están situadas sobre el río Sinú, vía
natural, que les permite a los habitantes de ellas movilizar rápida
y económicamente sus productos naturales hacia los eentros con-
sumidores, y el progreso de Sincelejo tampoco es de extrañar
porque, aunque la naturaleza no ha sido pródiga con ella... se
encuentra en el centro de una región a la que sirve de proveedora,
a lo que hay que añadir el espíritu público de sus hijos, la riqueza
de ellos y la recomendable y natural ambición que con esas con-
diciones se despierta.
Todas las otras poblaciones ... se encuentran en condiciones
bien distintas. Aunque agrícolas, se limitan a producir lo que sus
propios habitantes pueden consumir, pues sus productos, todos
de precios relativamente bajos, no los pueden remitir a los centros
consumidores por el alto costo del transporte debido a lo difícil
de las vías de comunicación y vías que son prácticamente intran-
sitables durante la época de fuertes lluvias, circunstancia esta
última que las aísla del resto del país. 142

Incluso el ganado que podía llevarse en pie a los mercados, en-


frentaba dificultades de transporte durante las estaciones de lluvias.
No obstante, era el producto regional mejor adaptado a las condiciones
pobres del transporte aunque, como se describe en el capítulo segundo,
los animales perdían bastante peso en el camino hacia su destino final.
Para funcionarios como el gobernador de Bolívar en 1917, el pro-
blema era un círculo vicioso: «Los negocios languidecen y las rentas
públicas no aumentan lo que debían por falta de buenas vías de co-
municación; y no son buenas éstas porque el comercio no prospera y

142. C. del Castillo, Mensaje del Gobernador, Cartagena, 1935.


El transporte 311

porque la exigüidad de las rentas no permite construirlas» 143 • Una


solución era acudir al gobierno central en busca de ayuda financiera.
La inversión pública nacional en el transporte estaba tan
influenciada por las presiones regionales como por las consideracio-
nes técnicas. Un informe anual británico de 1926 señalaba: «En su
empeño por conciliar intereses regionales en conflicto, el gobierno -
colombiano se ha comprometido en una serie de intrigas ... indiferen-
te del dinero gastado en todas ellas» 144 • Mientras que en el Pacífico
la presión regional se ejercía sobre la necesidad de invertir en ferro-
carriles y carreteras que conectaran el occidente con el oriente del
país, la costa se mantuvo aferrada al transporte fluvial, aislándose de
las nuevas corrientes del desarrollo nacional.
Sin embargo, la preocupación de la costa era natural. Puesto que
no sólo las poblaciones más importantes sino la mayoría de ellas se
desarrollaron gracias a alguna vía acuática de un tipo u otro, y que
además una parte importante de sus habitantes dependía de la nave-
gación fluvial, la presión regional de la costa se centró en la necesi-
dad de mejorar las condiciones de ríos y canales. Es difícil determi-
nar hasta qué punto el país estaba en capacidad de desarrollar un río
como el Magdalena -una consideración que está más allá de los
propósitos de este libro-. Pero es evidente que la inversión en el
Magdalena fue baja y estuvo lejos de ser sistemática. A las difíciles
condiciones físicas de navegación, se sumaron las deficiencias en el
servicio de transporte y las agitaciones laborales, con lo que se des-
alentaba cualquier intento serio de invertir en el río. A los azares del
Magdalena se sobreponía la modernización del transporte colombia-
no por medio de la construcción de ferrocarriles y carreteras. Por
eso, al depositar su futuro casi completamente en el transporte flu-
vial, la costa llevaba las de perder: el desplazamiento del río por las

143. Mensajes e informes del gobierno departamental. Cartagena, 1971, p. 8.


144. «Colombia, Annua1 Report, 1925», Bogotá, febrero 24, 1926, PRO, FO
371/11132.
312 El Caribe colombiano

carreteras y los ferrocarriles tomó así la forma de una inevitable


ruta alternativa hacia el Pacífico.
Las presiones regionales tuvieron relativamente más éxito en lo-
grar atraer la atención del gobierno central sobre los problemas del
Canal del Dique y de Bocas de Ceniza. Ambas obras requerían
grandes trabajos de ingeniería que nunca se llevaron a cabo por com-
pleto. Cualesquiera que fuesen las realizaciones, estuvieron prece-
didas por largas y obstinadas campañas que, en el caso de Bocas de
Ceniza, como se ha mostrado en este capítulo, ilustran cómo las
obras públicas de tal envergadura se desarrollaban en Colombia.
Todas ellas debían superar los déficit en los fondos públicos, los ce-
los regionales, los cambios recurrentes en los cargos ministeriales y las
subsiguientes variaciones en las políticas, la falta de experiencia técni-
ca, la corrupción y la ineficiencia. Además, tal como se concibió origi-
nalmente, las ventajas de Bocas de Cenizas radicaban en el desarrollo
del transporte fluvial, de manera que su futuro estaba inextricablemente
unido al destino del río Magdalena.
En medio de las frustraciones de la navegación fluvial y del desa-
rrollo lento de las carreteras y ferrocarriles, los éxitos alcanzados
por el transporte aéreo son aún más notables. Aunque Scadta era
una empresa con financiación alemana, fue respaldada con entu-
siasmo por la élite comercial de Barranquílla. Este entusiasmo era
no sólo la expresión de una ciudad abierta al capital y a la inmigra-
ción extranjeros, sino también la demostración de la necesidad de
mejorar las condiciones de las comunicaciones con el interior andino.
Como puerto exportador e importador, y como centro industrial en
crecimiento, Barranquilla mantuvo la preocupación de llegar a los
mercados andinos, más poblados y ricos.
A pesar de los logros del transporte aéreo, las comunicaciones
entre la costa y el interior permanecieron en gran parte dependientes
del río Magdalena. A medida que en el interior se desarrollaban nue-
vos medios de transporte, la región iba perdiendo sus ventajas: las
exportaciones de café abandonaron gradualmente los puertos del
Caribe y los productos regionales debieron enfrentar costos crecien-
El transporte 313

tes en el transporte para llegar a los Andes. Aunque puede sonar


paradójico, con el sistema defectuoso de transporte del siglo XIX, la
costa logró desarrollar vínculos más cercanos con el interior del país
en ese período que durante la primera mitad del siglo XX. Para al-
guien como Alejandro López, este aislamiento creciente se convirtió
en un problema de soberanía nacional, ya que la costa quedó «a -
merced de las influencias exteriores» 145 •

145. López, Problemas Colombianos, p. 293.


5

LAS INFLUENCIAS EXTERNAS

INTRODUCCIÓN

Cuando Ernest Rothlisberger visitó Barranquilla en la década de


1880, se sorprendió por la influencia significativa de los inmigrantes
extranjeros en el desarrollo de la ciudad 1 • A diferencia de países
como Argentina y Brasil, Colombia no atrajo grandes flujos de
inmigrantes. De allí que la presencia de inmigrantes y capitales
extranjeros en la costa sea digna de especial atención. Su pre-
sencia se hizo sentir también en otras áreas de la región distintas
a Barranquilla. A la vuelta del siglo, por ejemplo, la United Fruit
Company había adquirido las propiedades de una empresa fran-
cesa dedicada al cultivo del banano en el norte del Magdalena,
mientras que un grupo de sirios, libaneses y palestinos, dispersos
por todo el litoral, se destacaba con buen éxito en las más varia-
das actividades económicas.
¿Cuál fue el impacto, pues, de estas influencias externas en el
desarrollo del Caribe colombiano entre 1870 y 1950? Al intentar res-
ponder este interrogante, el siguiente capítulo explora las caracterís-
ticas de una región relativamente abierta al mundo exterior en com-
paración con el resto del país. Dado que los sirios, libaneses y

l. Rothlisberger, El Dorado, p. 14.


Las influencias externas 315

palestinos constituyeron el grupo más numeroso de inmigrantes, se


dedica una sección a su particular experiencia. A ésta sigue un análi-
sis de la inmigración extranjera en Barranquilla que, por ser el puerto
más importante, atrajo el mayor número de inmigrantes. El estudio
detallado de las actividades de un empresario norteamericano, Karl
C. Parrish, quien se radicó en Barranquilla a comienzos del siglo XX, -
sirve para mostrar el grado de influencia que los inmigrantes tuvieron
en el desarrollo de la ciudad, y la forma como se integraron a la
comunidad local. Finalmente, se analiza el impacto que tuvo el capi-
tal extranjero en la región, y en particular la influencia de la United
Fruit Company en la economía costeña. En las conclusiones se su-
giere una interpretación alternativa a la corriente dominante que ve a
la industria bananera como un típico enclave, un área en la que el
capital extranjero ejerce su influencia sin vínculos significativos con
la economía nacional. Se sostiene que, sin desconocer los efectos
negativos de la presencia hegemónica de la compañía frutera, los de-
sarrollos de la zona bananera en el norte del Magdalena promovieron
el comercio regional, la inmigración interna y un mercado laboral, al
tiempo que estimularon el crecimiento agropecuario e, incluso, el cre-
cimiento industrial de la región. Pero antes de entrar propiamente en
materia, es necesario darle un vistazo a la forma como Colombia, en
general, enfrentó el tema de la inmigración extranjera.

«COLOMBIA PARA LOS COLOMBIANOS»

La mayor parte del movimiento masivo de migración que tuvo lugar


en América Latina entre 1824 y 1924 -alrededor del 91% de un
total de once millones de personas- se asentó en Brasil y Argentina,
y en menor grado en Uruguay 2 • El resto se distribuyó por el conti-
nente, aunque siguió preferencialmente a Cuba, México, Chile y

2. M. Momer, Adventurers and proletarians. The story of migrants in Latin


America, Paris, 1985, p. 47.
316 El Caribe colombiano

Perú. Ciertamente, Colombia fue uno de los países que atrajo menos
inmigrantes. Según F. Bastos de Á vil a, hasta 1939 los habitantes
de Colombia nacidos en el exterior nunca excedieron el 0.34% del
total de la población del país 3 •
El Congreso colombiano se ocupó en diversas oportunidades del
tema de la inmigración extranjera: con este fin se dictaron leyes por lo
menos en los años de 1884, 1894, 1920, 1926 y 19284 • En 1894, el
gobierno asignó una suma anual de 150.000 pesos para fomentar la
inmigración; en 1926 se organizó una oficina especial para que mane-
jara los asuntos referentes a inmigración y colonización, y en 1947 se
estableció la Dirección General de Inmigración, subordinada al Mi-
nisterio de Relaciones Exteriores 5 . No obstante, las leyes por sí mis-
mas no significaban necesariamente un estímulo a la inmigración. Ni
tampoco reflejaban la actitud nacional hacia ésta. El número de leyes
y las diferentes políticas adoptadas podrían interpretarse como mane-
ras de desestimular, en lugar de fomentar, la inmigración. Como bien
lo dijera el director de la Oficina de Inmigración y Colonización en
1929: «Leyes de colonización las hay excelentes, pero el Ministerio
no tiene dinero y quizás los medios de que puede echar mano ... no
valgan lo que se necesita que valgan ... 6 •

3. F. Bastos de Avila, lmmigration in Latin America, Washington, 1964, p. 5.


Véase además M. Deas, <<La influencia inglesa y otras influencias en Colombia, 1880-
1930», en A. Tirado (ed.), Nueva historia de Colombia, Bogotá, 1989, p. 164. Para
una breve introducción a las inmigraciones alemana, japonesa, francesa y sirio-
libanesa a Colombia, véase el número especial del Boletín Cultural y Bibliográfico,
29, 1992, dedicado al tema.
4. Véanse Policía Nacional, Codificación de leyes y decretos ejecutivos sobre
extranjeros, Bogotá, 1928; J. M. Goenaga, Colonización de la Sierra Nevada de
Santa Marta, Bogotá, 1911, p. 9; «Inmigración>>, El Agricultor, (6 ), 1984, pp. 272-
273.
5 ./dem, p. 273. Véase además Pearse, Colombia, with special reference to cotton,
p. 99; Bank of London and South America, Fortnightly Review, ( 12:278), mayo 24,
1947, p. 81.
6. J. Albarracín a J. A. Montalvo, Bogotá, julio 24, 1929, ANC, Sección Repú-
blica, Ministerio de Industria, Baldíos, vols. 21, 62.
Las influencias externas 317

Algunos visitantes no se sentían bienvenidos. «Tous est pour


1' étranger obstacle, difficulté, tracas serie», se lamentaba Candelier
después de su llegada a Colombia a finales de la década de 1880.
Según Pearse, los políticos y otras personas influyentes se oponían a
la construcción de albergues para inmigrantes y a la ayuda financiera
para éstos, bajo el lema «Colombia para los colombianos» 7 • Seto-
maron además medidas discriminatorias contra ciertos grupos de
inmigrantes, y en ocasiones el gobierno intentó desestimular la parti-
cipación extranjera en algunas actividades económicas 8 • Pero aun si
hubiese existido en Colombia una actitud oficial más favorable hacia
los inmigrantes, las condiciones del país no eran particularmente atrac-
tivas. Los británicos, por ejemplo, preferían radicarse en las colonias
del reino, «donde no tuvieran que enfrentar un idioma extraño y unas
condiciones completamente ajenas al carácter inglés». Colombia, de
acuerdo con el ministro británico, no era un lugar «para pequeños
capitalistas o colonos ... ingenuos» 9 • Así, como lo observó Bastos de
Á vil a, el re~ultado de la experiencia colombiana en materia de
inmigrantes había sido «una abundante legislación, mientras que en la
realidad es poco lo que se ha logrado» 10 •
A primera vista, la actitud costeña frente a la inmigración parece
diferenciarse de la actitud nacional. Debido al agudo problema de
escasez de mano de obra, y teniendo en cuenta que Bolívar y Mag-

7. Véanse Candelier, Rio-Hacha et les indiens, p. 21, y Pearse, Colombia, with


special reference to cortan, p. 99. Para una breve descripción de las dificultades
prácticas para la implementación de un programa de inmigración en Colombia, véase
PP, (37), LXXXV, 1896, p. 485.
8. Fueron impuestas restricciones a chinos, gitanos, sirios, griegos, hindúes y
norafricanos. Véase por ejemplo, La Epoca, Cartagena, noviembre 26, 1913; W. H.
Koebel, (ed.),Anglo South American Handbook, Londres, 1921, p. 275. En 1917, el
gobernador Carbonell expresó su preocupación acerca de la llegada de inmigrantes sin
medios económicos; véase Anales del Senado, octubre 4, 1917, p. 204. Según una
publicación del Bank of London and South America en 1947, el gobierno no veía con
buenos ojos a los inmigrantes que se dedicaban a las actividades comerciales, véase
Fonnightly Review, (12:278), mayo 24, 1947, p. 81.
9. Legación Británica, Bogotá, abril2, 1925, PRO, F0371/10616.
10. Bastos de Ávi1a, Inmigration in Latin America, p. 5.
318 El Caribe colombiano

dalena mostraban la densidad de población más baja entre los de-


partamentos colombianos, algunos políticos y empresarios de la re-
gión se inclinaban a fomentar la inmigración. Como Presidente de
Bolívar en 1870, Ramón Santodomingo Vila dictó algunas medidas
para atraer inmigrantes. En 1884 el senador por el Magdalena José
Manuel Goenaga presentó ante el Congreso un proyecto para esta-
blecer una colonia en la Sierra Nevada. Años más tarde, sin embar-
go, se lamentaba de que no se hubiese adelantado nada al respecto,
mientras se quejaba de la falta de interés nacional hacia el tema de
la inmigración: «La opinión no ha despertado en las altiplanicies al
igual que en Méjico, Chile y la Argentina» 11 • En 1871 se habían
tomado medidas aparentemente más prácticas, cuando los empre-
sarios samarios Francisco Noguera, J. D' Andreis, Manuel J. de
Mier y C. H. Simmonds, entre otros, organizaron la Compañía Anó-
nima de Inmigración y Fomento, con un capital de 50.000 pesos, con
el fin de promover la inmigración para el desarrollo agrícola. En
1892, el italiano C. Vedovelli-Breguzzo divulgó un programa para
establecer una Societá per Azioni para colonizar la Sierra Nevada
con un capital de siete millones de liras 12 •
No existen evidencias sobre los resultados de estas iniciativas,
aunque algunos italianos sí se establecieron en el Magdalena, donde
se involucraron en el cultivo del tabaco, el cacao y el banano. Frente
a la escasez de mano de obra, los agricultores intentaron ocasional-
mente reclutar trabajadores en el exterior, pero las experiencias fue-
ron limitadas y siempre en pequeña escala. En 1875, por ejemplo,
llegaron de Jamaica sesenta peones para trabajar en una plantación
azucarera. Uno de los grandes algodoneros de la región contrató

11. Véase GB, noviembre 6, 1870, p. 440; J. M. Goenaga, Colonización de la


Sierra Nevada, p. 13. Como Ministro de Fomento, en 1892, Goenaga insistía en
fomentar la inmigración, véa~e «Inmigración», El Agricultor, op. cit., p 273.
12. Véanse GB,junio 4, 1871. p. 88; Al arcón, Compendio de historia, p. 261: C.
Vedovelli-Breguzzo, Programma di una societá per azioni perla colonizzazione de
2.000.000 di pert met di terreni concessi del governo colombiano nella Sierra Neva-
da di Santa Marta, Milán, 1892.
Las influencias externas 319

indígenas del Perú en la década de 1920 13 . Los esfuerzos más


sistemáticos para traer trabajadores de las Antillas fueron casi ex-
clusivos de las empresas británicas y norteamericanas. El idioma no
dejaba de ser una barrera y, con frecuencia, como se informaba en
1905, los pocos ensayos se consideraban «infructuosos y costo-
sos»14. A pesar de estas limitaciones, el principal flujo de mano de
obra durante el siglo XX provino de las Antillas, para ser empleado,
básicamente, en las plantaciones bananeras. En 1916, la United Fruit
Company ocupaba a algo más de cien trabajadores provenientes de
las Antillas Británicas. Durante la década de 1920 el número de
inmigrantes antillanos parece haber crecido, pero «esta mano de obra
era de carácter flotante y los hombres, por regla general, no se ha-
cían residentes permanentes» 15 . En su conjunto, la mayor parte de los
empleados en las plantaciones bananeras eran colombianos y, a pesar
de los esfuerzos por atraer inmigrantes, la escasez de mano de obra,
como se dijo en el capítulo primero, continuó siendo un problema serio
para el desarrollo agrícola.
Una y otra vez los empresarios costeños manifestaron su preocu-
pación al respecto. En 1919 Manuel Dávila Pumarejo -pionero de
las exportaciones de banano y miembro de la Sociedad de Agriculto-
res de Colombia- sugirió al ministro de la legación colombiana en
Italia que aprovechara la situación de la postguerra, cuando el des-
empleo en ese país podía brindar una oportunidad para promover la

13. Véase PP(35). LXXVI. 1875. p. 361: «Cotton conditions in Colombia».


Barranquilla y Cartagena, junio 15, 1924, .'\AUS. RG84, 1924. correspondencia (VI).
14. PP. (59). CXXIII, p. 742. y PP(47). XCI. p. 296.
15. Bell. Colombia, a commercial and industrial handbook. p. 361. Véanse
además <<List of Briti'>h West lndians employed by The United Fruit Company». 1916.
PRO.FO 135/395; Diario del Comercio. febrero 6. 1923. En 1917. una lista enumera-
ba 17 antillanos «en Santa Marta o en sus alrededores. no empleados por la compañía
del ferrocarril ni por la Cnited Fruit Company». dedicados a varias actividades: un
sastre. un contador. un zapatero. carpinteros. etc. La mayoría de ellos eran varones
solteros: en PRO. FO 135/395. Según Bell. el flujo de antillanos que llegaban a las
plantaciones bananeras en 1921 promediaba los 6.000 por año: sin embargo no hay
otra evidencia que sustente esta cifra tan considerable. Véase Bell. Colombia,
commercial and industrial handhook. p. 361.
320 El Caribe colombiano

migración italiana a Colombia. Dávila Pumarejo hacía énfasis en la


baja densidad de la población de Bolívar y Magdalena, daba ejem-
plos de fracasos económicos en la región causados por la insuficien-
cia de brazos, y llamaba la atención sobre las experiencias positivas
de las políticas de inmigración llevadas a cabo por Argentina, Brasil
y los Estados U nidos. También fue en 1919 cuando la Liga Costeña
solicitó al gobierno central y al Congreso fomentar la inmigraciónt6.
No faltaron, pues, ni las iniciativas ni las expresiones de buena
voluntad en ciertos círculos regionales. Pero los esfuerzos sistemáti-
cos fueron reducidos y, con frecuencia, frustrantes. La masiva migra-
ción de europeos se veía desalentada por las condiciones climáticas y
por la falta de atractivos económicos 17 • Los fallidos intentos, como
por ejemplo la colonia francesa establecida por J. E. Gauguet durante
la década de 1870, crearon desalentadores precedentesi 8 . Por lo de-
más, la inmigración de trabajadores de países no europeos tan sólo
tuvo lugar en pequeña escala y no demostró ser una alternativa renta-
ble. En conclusión, la inmigración extranjera en la costa atlántica,
como en el resto de Colombia, fue en general el resultado de expe-
riencias aisladas e individuales 19 •
Probablemente muchos de quienes llegaban a la región eran ape-
nas aventureros, fugitivos de su mala fortuna en otros lugares, como
aquel francés que, tras especular con una compañía de inmigrantes

16. RNA, junio, 1919, pp. 4-7 y 9-13; Presidente de !aLiga Costeña al Presiden-
te de la Cámara de Representantes, Cartagena, agosto 14. 1919, ACR: Memoriales y
Solicitudes, Bogotá, 1919; Anales del Senado, septiembre 6, 1919, p. 666.
17. «En la costa (la inmigración europea) sería una locura debido al clima, sin
tener en cuenta otra razón>>, en PP, LXXIV, 1874, p. 367; véase además W. H. Hirst,
A guide to South Ame rica, Londres, 1915, p. 186. Luego de haber examinado las
condiciones para los inmigrantes norteamericanos, un cónsul de los Estados Cnidos
concluía: «Éste es un buen país para el industrial con una 'concesión·, y un mal país
para los trabajadores>>; en MCR, julio-septiembre 1888, vol. XXVII, p. 542.
18. Striffler, El río Cesar, p. 4 y H. W. Bates, Central Ame rica, the West lndies
and South Ame rica, Londres, 1878, p. 221. Según Al arcón, a la compañía de Gauguet
se le adjudicaron 2.500 hectáreas en un lugar en donde los mosquitos resultaron
intolerables para los colonos; Alarcón, Compendio de historia, p. 266.
19. Deas, «La influencia inglesa», p. 164.
Las influencias externas 321

en Venezuela, decidió montar una fábrica de aceite en Cartagena


durante mediados del siglo XIX 20 • Un número significativo de
inmigrantes llegaron primero como miembros de alguna compañía ex-
tranjera o como agentes viajeros, y más tarde decidieron instalarse en el
país luego de estudiar las posibilidades de fundar sus propios negocios:
Rameu, un ingeniero francés alrededor de quien se congregaba di a--
riamente la colonia francesa en Riohacha cuando Reclus visitó la
región, había venido como empleado de un comerciante de Le Havre
para construir pozos de agua en la Guajira; Lecharme, Dereix y Crump
llegaron al Sinú como empleados de compañías mineras, cacaoteras
y madereras, respectivamente; R. Glasser y F. Eckardt hacían parte
de la planta de personal de la firma alemana Aepli & Eberbach; el
norteamericano Karl Parrish vino como ingeniero de minas para explo-
rar el sur de Bolívar antes de instalarse en Barranquilla 21 .
Adicionalmente, algunos inmigrantes llegaron a Colombia después de
haber abandonado sus países de origen por cualquiera de las razones
que motivaron el vasto movimiento de gentes durante el período.
En las circunstancias anteriormente mencionadas, el número de
extranjeros que se instaló en la costa fue pequeño. Según las cifras
disponibles en los respectivos censos, en 1912 había 2.664 extranje-
ros viviendo en Bolívar y Atlántico; en 1918 el número de los que
vivían en Atlántico había subido a 4.580; y en 1938 había 7.281 ex-
tranjeros en los departamentos costeños, es decir, el 33.7% de los
que vivían en Colombia 22 .

20. Striffler, El río Cesar, pp. 285-289.


21. Acerca de los franceses en Riohacha. véanse Reclus, Viaje a la Sierra, pp.
75-76; Candelier, Rio-Hacha et le lndiens, p. 54. Sobre los franceses y los norteame-
ricanos en el Sinú, véanse Exbrayat, Reminiscencias Monterianas, pp. 25-27, 81;
Berrocal Hoyos, La colonización antioqueña, pp. 52-67.
22. El censo de 1912 no proporciona cifras para el Magdalena. y el de 1918 no
las brinda para Bolívar ni para Magdalena. Véase Censo General de la República
de Colombia levantado el 1 de marzo de 1912. Bogotá, 1912; Censo de pobla-
ción de la República de Colombia levantado el 14 de octubre de 1918, Bogotá;
1923; «Annual economic survey of Latín America», Commercial Pan American,
Washington, 1942, Part I, p. 108.
322 El Caribe colombiano

A pesar de su número reducido, jugaron un papel significativo en


la economía regional. Así lo comentaba el agregado comercial Bell:
«Un elemento importante en la costa es el número de extranjeros
dedicados a los negocios y al comercio» 21 . Con sus habílidades, su
conocimiento del mercado internacional y su capacidad para atraer
capitales de ultramar, se destacaron en una variedad de actividades
económicas: Gieseken & Held y Volpe & Company, por ejemplo,
fueron importantes comerciantes de tabaco y café durante el siglo
XIX; Robert Joy, Francisco J. Cisneros y Hoenisberg & Wessels se
destacaron en diferentes épocas en el transporte fluvial; A. Dereix
fundó el primer banco en el Sinú en 1906; Senior, de Sola & Compa-
ñía fundaron la mayor planta desmotadora de algodón de Barranquilla
en 1890; Bechara, J as sir & Company eran grandes comerciantes
mayoristas en esta ciudad24 • Sus apellidos ilustran también lo variado de
sus orígenes: alemanes, italianos, franceses, judíos de las Antillas Ho-
landesas, ingleses, americanos y sirios.
La influencia de los inmigrantes iba más allá del ámbito económi-
co. Su presencia se hizo sentir también en la educación, la religión e
incluso en los movimientos sociales 25 • Por ejemplo, la jerarquía de la
Iglesia Católica en la costa estaba en manos de obispos nacidos en el
extranjero: dos italianos, monseñor Eugenio Biffi y monseñor Adán
Brioschi, fueron arzobispos de Cartagena entre 1881 y 191 O. La

23. Bell, Colombia, a commercial and indusTrial handbook. p. 36


24. La mayoría de estas compañías estaban involucradas en varios sectores de la
economía; sus nombres se citan simplemente para ilustrar el amplio espectro de los
intereses extranjeros en la costa.
25. El4 de agosto de 1927, se informó que entre 500 y 3.000 personas participa-
ron en las manifestaciones públicas realizadas en Barranqui!la en contra del juicio
celebrado contra Saco y Vanzetti en los Estados Unidos, en un claro ejemplo de la
influencia italiana en Barranquilla: del cónsul de los Estados Unidos, Barranquilla,
agosto 12, 1927, NAUS, RG84, Barranquilla, informes políticos, 1921-1935. Un carni-
cero italiano, V. Adamo, lideró un movimiento social en Montería durante finales de la
década de 1920. Véanse Exhrayat, Reminiscencias Monterianas, pp. 139-146; Fals
Borda, Retorno a la tierra, pp. 142A-147A. Un peruano, Gutarra, fue el líder del
movimiento Liga de Inquilinos, en Barranquilla; L. Jaramillo al Presidente General
Ospina, Barranquilla, octubre 26, 1923, AGPNO. correspondencia, 1923.
Las influencias externas 323

presencia frecuente de un sacerdote español o italiano, y «hasta a ve-


ces de un sirio», no escapó a la atención de Cunninghame-Graham du-
rante su viaje por el Sinú. Desde la década de 1880, una misión capuchi-
na, conformada en su mayoría por miembros españoles e italianos de la
orden, jugó un papel importante en la educación en la Guajira26 •

SIRIOS, LIBA~ESES Y PALESTI~OS

Los smos, libaneses y palestinos, generalmente conocidos como


turcos, conformaron el mayor grupo de inmigrantes del período.
Cunninghame-Graham observó su presencia en Sincelejo, Jegua,
Palmito y Lorica, donde «nada es más común que oír hablar en
árabe» 27 • Se asentaron prácticamente en toda población costeña que
ofreciera posibilidades para los negocios, particularmente en
Cartagena, Cereté. Montería, Ciénaga, Aracataca, Ayapel, Funda-
ción, Riohacha, Santa Marta y, por supuesto, Barranquilla, donde
sus exóticas vestimentas fueron a veces descritas en la prensa locaF 8 •

26. Véanse J. J. Ortega Torres (ed.), Marco Fidel Suárez. Obras, Bogotá, 1966,
vol. 11, pp. 34 y 1270; Cunninghame-Graham, Cartagena and the banks of the Sinú,
p. 6; J. A. de Barranquilla, Así es la Guajira, Bogotá, 1953, pp. 158-188. Para una
biografía de monseñor Biffi véase A. Brioschi, Un apóstol de dos continentes.
Cartagena 1940.
27. Cunninghame-Graham. Cartagena and the banks o¡ the Sinú, pp. 7, 195,
222, 241. (Para fines prácticos, en adelante sirios, libaneses y palestinos se denomina-
rán con el nombre genérico de sirios).
28. República, Barranquilla, enero 15, 1919, p. 3. La presencia de los sirios
estaba difundida por toda Colombia. En 1945, Ahmed Mattar detectó población siria
en 72 pueblos diferentes. Véase A. Mattar, Guía social de la colonia de habla
árabe en Colombia, Barranquilla, 1982. Refiriéndose a su presencia en Bolívar, el
agregado comercial Bell señalaba, <<no hay un pueblo del interior con más de 250
habitantes en donde no se encuentre algún comerciante sirio»; en Bell, Colombia, a
commercial and industrial handbook, p. 212. Véase L. L'Estrange-Fawcett,
«Lebanese, Syrians and Palestinians in Colombia", en A. Hourani y N. Shehadi eds.,
The Lebanese in the world. Londres, 1992, pp. 361-378.
324 El Caribe colombiano

Arrojados de su patria por una variedad de motivos, los sirios


comenzaron a llegar a Colombia durante la década de 1880, y
desde entonces hubo un flujo de inmigrantes sirios que probable-
mente alcanzó su pico en el decenio de 1920 29 • Según cálculos
conservadores, entre cinco mil y diez mil sirios entraron a Co-
lombia entre 1900 y 193030 •
De acuerdo con el agregado comercial Bell, para 1921 los sirios for-
maban «posiblemente el elemento más numeroso e importante en la
vida comercial y de negocios de los centros costeños» 31 . En Barranquilla
se integraron rápidamente a la comunidad empresarial; en 1916, firmas
sirias tales como Cajtuni Hermanos & Compañía, Eslait & Eljach, Elías
Muvdi, Musalam & Compañia y Bechara Jassir Hermanos eran miem-
bros activos de la recién fundada Cámara de Comercio, y para 1930 se
decía que una gran parte de los dueños de almacenes había «nacido con
el temprano sol del Levante» 32 . En 1927, el gerente del Banco de Lon-
dres y Sur América en Cartagena señalaba que «durante los últimos
años se ha presentado un aumento enorme en el número de comercian-
tes sirios en la ciudad y en el volumen de operaciones que realizan ...
parecen estar alcanzando rápidamente a sus competidores nativos» 33 .

29. Según C. Issawi, entre 1860 y 1914, la emigración total desde lo que hoy son
Siria y El Líbano, se calcula en 330.000, en C. Issawi, The economic history of the
Middle East, Chicago, 1966, p. 269. Un análisis de los factores que impulsaron la
migración libanesa aparece en C. Issawi, «The historical background of Lebanese
Emigration, 1800-1914», ponencia inédita. Conferencia sobre la Migración Libanesa,
Oxford, septiembre 11-13. 1989.
30. Véase E. Safa,L'emigration Libanese, Beirut, 1960, p. 94: L'Asie Francaise,
diciembre de 1933, p. 361; L'Estrange-Fawcetl «Lebanese, Syrians and Palestinians
in Colombia>>, op. cit. Uno de los primeros libaneses en asentarse en Colombia fue
Bechara Marún en 1885; véase H. Romano Marún, Breve historia del Líbano, Bogo-
tá, 1985, p. 44.
31. Bell, Colombia, a commercial and industrial handbook, p. 30
32. «Report on Barranquilla Consulate», Barranquilla enero 1O, 1930, PRO,
F0369/2129/K2129. Véase RCCB septiembre 15. 1916, p. 6; Monsalve. Colombia
cafetera, pp. 287-288.
33. Inspection Letter, Cartagena, febrero 3, 1927, BOLSA, A2211, <<la prepon-
derancia (de los sirios) en esta ciudad es notoria», Inspection Letter, Cartagena,
octubre 3, 1927, BOLSA. A22/1.
Las influencias externas 325

Su surgimiento y consolidación eran todavía más notorios en pobla-


ciones más pequeñas como Lorica, donde en 1914 «sólo dos comer-
ciantes nacionales introducen en esta plaza ... Las telas y demás artí-
culos están en manos de la Colonia Siria» 34 Muchos comerciantes se
especializaban en negociar con mercancías de algodón estampado, al
por mayor y al detal. No obstante, también negociaban con una am--
plia gama de artículos. El caso de J. Abisambra en Ayapel no es la
excepción. Abisambra anunciaba así sus intereses: «Venta perma-
nente de mercancías, drogas, ferretería, artículos de escritorio y gra-
nos del país. Compra permanente de ganado de toda clase y de todas
las edades. Arroz trillado y en blanco, maíz, manteca y madera ase-
rrada»35.
Algunos se involucraron también en el sector agropecuario. Des-
de 1899 Salomón Abuchar tomó posesión de unos baldíos en la re-
gión del Atrato, en los que sembró caucho, cacao y pastos y estable-
ció un aserrío. Para 1906 Abuchar, que tenía su oficina principal en
Cartagena. era uno de los principales exportadores de caucho del
Chocó, junto con otra firma siria, A. & T. Me1uk 36 . En 1919 llegó a
un acuerdo con los Meluk, con apoyo de algún capital de Puerto
Rico, para establecer la Compañía Azucarera de Sautatá, la que para
1927 había «probado ser muy exitosa», aunque después de la Gran
Depresión la plantación tuvo problemas 37 . A su vez, A. & T. Meluk,
con sucursales en Cartagena y Quibdó, había sido fundada en 1894
por dos hermanos sirios. Los Meluk, cuyo volumen anual de nego-

34. Memoria del Secretario de Gobierno al Gobernador del Departamento,


Cartagena, 1914, p. 229. <<Los sirios parecen haber monopolizado las tiendas», en
Cunninghame-Graham, Cartagena and the banks ofthe Sínú, p. 232.
35. Alef, Santa Marta, (8-10), enero-marzo, 1939, p. 12. Véanse ejemplos más
amplios en idem., pp. 22, 23, 38.
36. S. Abuchar al Ministerio de Obras Públicas, Cartagena, enero 9, 1905, en
ANC, Ministerio de Industrias, Baldíos, XXIII, 6-8. H. C. Pearson, What 1 saw in the
tropics, Nueva York, 1906, p. 258.
37. Inspection Letter, Cartagena,junio 6, 1927, BOLSA, A22/l; y U.S. Consul
report, Cartagena, mayo 5, 1933, NAUS, GR84, Consulado de Cartagena, Correspon-
dencia, 1933, III. Véase Capítulo l.
326 El Caribe colombiano

cios se estimaba en quinientos mil pesos en 1926, importaban artícu-


los de algodón, ferretería y alimentos y exportaban platino, oro, cau-
cho e ipecacuana. También negociaban con ganado, productos fores-
tales y tierras 38 . Al igual que Abuchar y los Meluk, otras prósperas
firmas sirias estaban involucradas en una amplia gama de negocios,
estableciendo vínculos comerciales a todo lo largo de la región y con
el interior andino. Fundada en 1915, Chagui Hermanos tenía su ofici-
na principal en Cartagena. Para 1925, José y Salomón Chagui habían
abierto filiales en Quibdó, Istmina y Condoto, donde compraban plati-
no y oro en polvo y vendían sus mercancías. En Cereté eran socios de
Chagui Hermanos & Compañía, con sucursales en Montería y Lorica.
Dos de sus tres embarcaciones a motor, que cubrían el trayecto entre
Cartagena y Montería, se sumaban a su lucrativo negocio, cuyo capital
se calculaba en unos doscientos mil pesos 39 • Los comerciantes más
prósperos invertían sus ganancias en el sector industrial: bolsas de
papel, textiles, ropa, jabones, estaban entre los diversos productos
que los sirios manufacturaban en Barranquilla y también en Cartagena
y Ciénaga durante las décadas de 1930 y 194()40.
En general, la inmigración siria proporciona un notable ejemplo de
integración a la economía y sociedad costeñas. Ciertamente, hubo a
veces regulaciones que restringían su entrada al país, aunque no pa-
rece que se hubieran aplicado efectivamente. Sectores específicos de
la población no mostraron mucha simpatía por esta oleada de
inmigrantes. El término «turco» podía tener un sentido peyorativo y,

38. Véase Libro Azul de Colombia, p. 290; «List of exporters of forest products».
Cartagena, julio 20. 1926. NAUS, RG84, 821.617111: «List of possible sellers of
land», Cartagena, marzo 22, 1926, NAUS, RG84: Consulado Americano. Corres-
pondencia general. Cartagena, 1926 (V).
39. Administrador de Cartagena a Londres, Cartagena. Diciembre 14. 1925,
BOLSA, A2212.
40. Véanse algunos clasificados enAlef, Santa Marta, enero-marzo. 1939; vice-
cónsul A. Wardlaw, «Barranquilla Textile Industry>>, Barranquilla. agosto 14. 1944.
NAUS, RG 166: Foreign Agricultural Relations. Narrative Reports, 1942-45, Colom-
bia, Caja 180, p. 4; Mattar, Guía social de la colonia árabe, pp. 11. 14, 19, 20. 22,
46. 49, 51, 54.
Las influencias externas 327

ocasionalmente, hubo disturbios que degeneraron en manifestacio-


nes contra los almacenes de los sirios41 • Probablemente estos obstá-
culos fueron un aliciente más para el establecimiento de centros ta-
les como la Sociedad Siria de Beneficencia de El Banco, cuyo obje-
tivo principal era «la protección mutua de sus asociados, así como la
defensa del honor y prestigio sirio» 42 . Un sentido de lealtad hacia la-
madre patria se mantenía a través de publicaciones como Alef o de
programas radiales tales como La Hora Árabe. Al lado de estas
señales adversas, sin embargo, se destacaban las manifestaciones
de su integración. El editor de Alef, por ejemplo, era un colombiano,
y otros cuantos nacionales apoyaban la publicación con anuncios.
Algunas veces los periódicos colombianos tradicionales como El
Porvenir, servían de voceros de los intereses sirios. De este modo la
conciencia de una identidad siria no contradecía necesariamente su
asimilación a la vida colombiana. La religión no fue una barrera y los
problemas de idioma se superaban fácilmente. Si bien el matrimonio
mixto no era la regla, tampoco constituía una excepción: 113 de un
total de 617 cabezas de familia identificados por Mattar en 1945
estaban casados con colombianas o con mujeres con al menos un
padre colombiano43 . Colombianos y sirios formaron sociedades co-
merciales como Mendoza, Lajud & Compañía, fundada en 1903. aun-
que con la información disponible es difícil establecer hasta qué pun-
to ésta fue una práctica generalizada« . Pero, por encima de todo,
los negocios fueron el principal vehículo de integración: sus activida-

41. Por ejemplo, durante los disturbios ocurridos en Cartagena en 191 O, motiva-
dos contra el arzobispo Brioschi, lo' negocios de los sirios fueron saqueados. Véase
«Riotous meetings in Cartagena». Cartagena, Diciembre 16. 191 O, NAUS, RG59:
821,00/362.
42. «Estatutos de la Sociedad Siria de Beneficiencia». ANC, República, Ministe-
rio de Gobierno, Sección 4a., Justicia, ( 17), 1929, 243. Una organización similar, la
Unión Libanesa de Beneficiencia, se creó en Barranquilla en 1934, véase idem.,
(30), 1934, 289-306.
43. Véase Mattar, Guía social de la colonia de habla árabe.
44. RB, junio 30, 1903.
328 El Caribe colombiano

des comerciales en provincias remotas estimularon la apertura de


mercados inexplorados; al invertir sus excedentes en otras activida-
des de la región, los sirios fueron vistos como fuerzas progresivas en la
economía.
Como lo ha ilustrado el ejemplo sirio, los extranjeros se encontra-
ban dispersos por todo el litoral, si bien tendieron a concentrarse en
los puertos y centros que ofrecían mayores oportunidades comercia-
les: Cartagena, Riohacha, Santa Marta, Magangué, Lorica o Fun-
dación. Pero era en Barranquilla donde se encontraba la mayor
concentración. Sus actividades en este puerto ilustran el alcance
de su influencia en el desarrollo de la costa.

BARRANQUILLA:
¿UN PUERTO COSMOPOLITA?

En 1872, el colombiano Miguel Samper quedó impresionado por


el número de extranjeros que observó en Barranquilla y por la
frecuencia con que se hablaba el idioma inglés «en los escritorios,
en los docks, en el ferrocarril, en los vapores». Para Samper,
la actividad comercial de Barranquilla contrastaba claramente
con «la quietud de las ciudades de la altiplanicie» 45 • Los obser-
vadores contemporáneos atribuían precisamente el crecimiento de
Barranquilla a la influencia de una comunidad empresarial
conformada en gran parte por extranjeros: «Ellos han mantenido
esta ciudad, desde hace treinta o cuarenta años -señalaba Phanor
J. Eder en 1913-, a la vanguardia del progreso en Colombia» 46 .

45. En J .L. Romero, Latinoamérica; las ciudades y las ideas, México, 1976, p.
220.
46. P. 1. Eder, Colombia, Londres, 1913, p. 187. <<Barranquilla es por mucho la
ciudad más emprendedora de Colombia y ese carácter es debido principalmente a los
intereses extranjeros allí», E. Pellet, «The United States ofColombia», Barranquilla,
abril 29, 1874, USNA, Despachos de los cónsules de Estados Unidos en Sabanilla,
Las influencias externas 329

Por consiguiente, Barranquilla se consideraba a menudo un lugar


cosmopolita47 .
Su cosmopolitismo tenía que ver con su condición sobresaliente
como puerto colombiano: dieciséis países tenían representación con-
sular en Barranquilla en 1892. Los almacenes de la Plaza de San
Nicolás, como Baena Hermanos, anunciaban en sus puertas: «English-
spoken, on parle franrais, si parla italiano». Con iguales preten-
siones, el Boletín Municipal de Estadística algunas veces publicaba
artículos y anuncios en idiomas extranjeros. En 1872, Elías Pellet
fundó The Shipping List, un influyente periódico comercial editado
en inglés. El rector del Colegio Ribón, el principal colegio
barranquillero a finales del siglo, era un alemán, Carlos Meisel, mien-
tras que sesenta niñas asistían al Colegio Americano, de formación
protestante48 . Había una iglesia protestante y también un cemente-
rio, aledaño a los cementerios judío y católico, los que más tarde
fueron reunidos en el Cementerio Universal, así llamado porque

Barranquilla está llamada a ser... la patria común de familias de


distintas nacionalidades y por consiguiente de distintas creencias
religiosas, y tiempo es ya que se prepare a ofrecer a aquellos que
de remotas regiones nos traen su contingente de progreso y vie-

Colombia, 1856-1884, Microfilm T426(3). En 1880, en su camino a Bogotá, duran-


te una recepción ofrecida por los comerciantes barranquilleros, el presidente electo
Núñez reconocía la importancia de los inmigrantes extranjeros; cónsul británico al
Secretario de Estado para Asuntos Extranjeros, Barranquilla, marzo 1O, 1880, PRO,
F0.55/275. Véanse además Rothlisberger, El Dorado, p. 14 y E. Reclus, Mis explo-
raciones en América, Valencia, 191 O, p. 58. Para un análisis de la influencia extranje-
ra en el desarrollo de Barranquilla en el siglo XIX, véase M. Rodríguez y J. Restrepo,
«Los empresarios extranjeros de Barranquilla, 1880-1900», Desarrollo y Sociedad,
Bogotá, mayo 1982 y T. Nichols, « The rise of Barranquilla»
47. Eder, Colombia, p. 188; This is Barranquilla, 1954. «Barranquilla es, de
todas las ciudades de Colombia, en la que más domina el espíritu cosmopolita», M.
Góngora Echenique, La que he visto en Colombia, Madrid, 1932, p. 176.
48. Véase Grau,La ciudad de Barranquilla en 1896, pp. 26-30, 32, 114; Martínez
Aparicio y Niebles, Directorio Anuario, pp. 73-77, 114; Goenaga, Lecturas Loca-
les, p. 73: BME, Barranquilla, (6), octubre 30, 1931, p. 2; idem.,(7) noviembre 30,
31, y (8) abril 20, 1932.
330 El Caribe colombiano

nen a participar de nuestros goces y miserias, participación tam-


bién sin inconvenientes de ninguna especie, en el lugar destinado
al descanso eterno, caso de que tengan la desgracia de pagar aquí
su tributo a la naturaleza' 9 •

Para 1933, Barranquilla tenía por lo menos diez clubes sociales,


entre ellos uno angloamericano, uno alemán, uno italiano, dos espa-
ñoles y uno chino 50 •
Sin embargo, un breve vistazo a las cifras sugiere que la imagen de
Barranquilla como un lugar cosmopolita amerita alguna reserva. En 1875
había un poco más de trescientos extranjeros viviendo en Barranquilla,
es decir, l. 9% de su población. Para 1912 este número había crecido a
862. En los años siguientes siguió aumentando: 1.595 en 1918, 4.379 en
1928, 5.379 en 195 P 1• Los registros no son sistemáticos y tan sólo re-
flejan la cifra oficial de extranjeros que vivían en Barranquilla en esos
años, de manera que no es posible calcular cuántos extranjeros se radi-
caron en la ciudad durante el período, si bien sí ilustran lo relativamente
pequeño del movimiento de inmigración a esta ciudad.
No obstante, las cifras adquieren un mayor significado cuando se
aplican a la población económicamente activa. Con la información
disponible, es posible asumir que la mayoría de los inmigrantes eran
varones adultos y solteros con algún oficio, vinculados o a punto de
estarlo en algún tipo de actividad económica. La mitad de los varo-
nes extranjeros que llegaron a Barranquilla durante los primeros tres
meses de 1931 se registraron como comerciantes; unos pocos fue-
ron clasificados como banqueros, industriales, ingenieros, electricis-

49. «Cementerio Universal», Barranquilla, marzo 9, 1869. en Baena y Vergara,


Barranquilla, pp. 408-409.
50. E. Carbonell lnsignares, «Apuntes sobre la colonia china en Barranlfuilla».
Barranquilla,julio 8, 1979.
51. El Promotor, Barranquilla, mayo 1, 1875, en Restrepo y Rodríguez, <<Em-
presarios extranjeros», p. 94: Censo genera/...1912, op. cit.; Censo de pobla-
ción ... 1918, op. cit.; BME, Barranquilla, noviembre 20, 1930, p. 14; Sojo,Barranquilla
una economía en expansión, p. 138.
Las influencias externas 331

tas, sastres, herreros, pasteleros; pero también había artistas, fotó-


grafos, maestros y toreros 52 . En 1938, los extranjeros eran el 4.5%
de la población activa del Atlántico. Más de la mitad de ellos estaban
vinculados al sector «servicios», representando el 12% de los em-
pleados en las actividades de este sector: transporte, banca, hotelería,
comercio, servicios. Su participación en las profesiones era más alta, -
21 %; pero en el sector industrial era más baja, 5.4% 53 • Puesto que
la gran mayoría de los extranjeros residentes en Atlántico vivían en
Barranquilla -más del 90%-, su importancia para la economía de
esta ciudad era evidentemente mayor.
El cuadro 5.1 intenta mostrar la nacionalidad de los extranjeros
que llegaron a Barranquilla durante el período. En 1875, el mayor
número provenía de las Antillas Holandesas, más precisamente de
Curazao, seguido por los venezolanos, cubanos, ingleses, norteame-
ricanos, franceses, alemanes e italianos. Los españoles, sirios,
norteamericanos y chinos, entre otros, se unieron a la comunidad
extranjera durante los años siguientes. Gentes de por lo menos
42 nacionalidades diferentes se registraron en la alcaldía de
Barranquilla durante 1931 54 .
La diversidad de orígenes nacionales no fue un obstáculo para los
negocios en una comunidad empresarial que comenzó a tener un marca-
do aspecto cosmopolita. En algunos casos, los comerciantes habían
llegado en un principio como representantes de los intereses de algu-
na nación en particular, pero pronto se involucraban en la vida local,
negociando con gentes, mercancías y compañías de diferentes paí-
ses. O. Berne, por ejemplo, cónsul de Bélgica y vicecónsul de Francia
en 1892, importaba mercancías de Inglaterra, Francia, Alemania, Espa-
ña y los Estados Unidos, y era también el representante de algunas

52. BME. Barranquilla, mayo 20, 1931, p. 6. Véase además idem., septiembre
30, 1931. p. lO; noviembre 20, 1931, y marzo 20. 1932.
53. L. B. Ortiz, «Actividades económicas de la población colombiana», Anales
de Economía y Estadística. Bogotá, vol. 3, p. 50.
54. BME, Barranquilla, mayo 20, 1931, p. 6.
332 El Caribe colombiano

compañías alemanas de transporte y seguros 55 . Negocios con pro-


pietarios de diferentes nacionalidades, como Chapman & Martínez, o
Danouile & Wessels, no eran excepcionales. El ejemplo más interesan-
te durante el siglo XIX lo constituye probablemente la creación del Ban-
co de Barranquilla. Organizado como una compañía anónima en 1873..;
fue el resultado de los esfuerzos conjuntos de comerciantes colom-
bianos junto con judíos, alemanes, franceses y venezolanos, entre otros.
El primer gerente del banco, August Strunz, era un austríaco, mientras
que los miembros de la junta eran colombianos, alemanes, judíos,
franceses y venezolanos, un reflejo de la variedad de nacionalidades
de los accionistas del banco 56 •

Ct.:ADRO 5.1
EXTRANJEROS DOMICILIADOS E!\1 BARRANQCILLA

POR NACIONALIDAD DE ORIGEN, 1875, 1928 Y 1951.

País de origen 1875 -~ --- 1928


-~---------------
1951 ______..

Holanda 67 88
Venezuela 46 385 351
Cuba 36 121 119
Inglaterra 33 153 169
Estados Unidos 31 161 441
Francia 31 109 179
Alemania 26 236 350
Italia 23 748 460
Dinamarca 5
China 192 115
Siria 680 560
España 791 607
Panamá 124 222
Polonia 173
Otros 5 659 244

Fuentes: Restrepo y Rodríguez, <<Empresarios extranjeros», op. cit., pág. 94: BME,
Barranquilla, noviembre 20, 1930, pág. 14; Sojo, Barranquilla, op. cit .. pág. 138.''

55. Martínez y Niebles, Directorio Anuario, p. 358.


56. Véase Boletín Industrial, Barranquilla, marzo 30, 1873; Banco de
Barranquilla, Informes y balance general, Barranquilla, 1889.
Las influencias externas 333

Sin embargo, algunas nacionalidades se destacaban más que otras.


Desde mediados del siglo XIX, un grupo de comerciantes judíos pro-
venientes de Curazao había logrado integrarse con éxito a la comuni-
dad empresarial de Barranquilla. Del comercio ampliaron sus intere-
ses a la banca, la propiedad raíz y la industria. Junto con los alema-
nes, formaron el mayor grupo de contribuyentes entre los extranjeros-
que pagaban impuestos durante comienzos de la década de 187057 •
A su vez, frecuentemente se les atribuía el progreso de
Barranquilla a los alemanes, debido a la importancia de sus casas
comerciales y a su vinculación con la construcción del ferrocarril que
unió la ciudad con el puerto marítimo de Sabanilla58 . Según el
vicecónsul británico, los alemanes «prácticamente» manejaban el
comercio de Barranquilla a finales del siglo, «puesto que no sólo
extienden sus operaciones a las varias poblaciones vecinas, sino que
son, al mismo tiempo, agentes de casas comerciales del interior. En-
cabezan el comercio de exportación del tabaco y del algodón, y el de
algunos otros productos nativos» 59 . Durante los años inmediatamen-
te anteriores a la guerra, las casas comerciales alemanas predomina-
ban en número e importancia entre las firmas extranjeras en
Barranquilla. Sus intereses eran diversos: el transporte fluvial, el co-
mercio mayorista y al detal, las exportaciones de tabaco y café, la

57. Véase GB. abril 9. 1871, p. 57; Restrepo y Rodríguez, «Los empresarios
extranjeros de Barranquilla>> pp. 95-1 02; I. Croitoru Rotbaum, De Sefarad al
Neosefarriismo, Bogotá. Vol. 1, 1977. pp. 168-172. Otro movimiento de inmigración
judía a Barranquilla tuvo lugar durante las décadas de 1920 y 1930. Veánse Rotbaum,
idem., pp. 179-182, y S. Guberek, Yo vi crecer un país, vol. l. Bogotá, 1987, pp. 37,
54-55. 125, 171 o 238, 240-244.
58. PP (29), LXVII, 1873, p. 917. Véanse además Bates, Central America, the
West Jndies and South Ame rica, p. 321; R. Werner. <<La escuadra alemana», Revista
de Colombia, Bogotá, noviembre 28, 1873, p. 323.
59. PP( 49, XCIX, 1899, p. 34. Después de un levantamiento popular en
Bucaramanga, en 1879, donde dos comerciantes alemanes fueron muertos, algunos
de ellos dejaron a Bucaramanga y se asentaron en Barranquilla. Véase H. Rodríguez
Plata, La inmigración alemana al Estado Soberano de Santander en el siglo XIX,
Bogotá, 1968, p. 80.
334 El Caribe colombiano

producción ganadera, los negocios por comisión y las agencias de


embarque, entre otros 60 • Después de terminada la guerra, lograron
establecer de nuevo su posición ventajosa en Colombia debido a «una
sucesión de representantes de alto calibre», según comentario del
British Annual Report en 1929. El citado informe explicaba así las
razones del éxito alemán:

El impasible teutón se acerca a su cliente colombiano «cap-in-


hand», sin pedir nada más que una oportunidad para desplegar
sus cuidadosamente cultivadas, esmeradas y perseverantes cuali-
dades. En unos cuantos meses domina ya por completo la lengua
española, y usualmente está en camino de conseguirse una esposa
colombiana y un domicilio permanente y aparentemente satisfecho
en el país.
«La colonia alemana -concluía el informe- es de este modo
permanente más que transeúnte» 61 .
\

La empresa alemana más importante de Barranquilla durante los


años entre las dos guerras fue Scadta, la aerolínea fundada en 1919
por inmigrantes alemanes en colaboración con empresarios
barranquilleros. La creciente participación de los alemanes en el trans-
porte aéreo colombiano se convirtió en una preocupación seria para
Estados Unidos tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Por
consiguiente, el asunto de la «desalemanización» de Scadta -un tema
vital en la agenda diplomática entre Colombia y los Estados Uni-

60. PP.(28). LXVIII. 1913. p. 559. Una lista de las más importantes firmas
alemanas con sede en Barranquilla en 1916, recopilada por el cónsul británico, incluía:
Empresa Hanseática, una empresa de transporte fluvial; G. Fehrman and Company,
comerciantes en mercancías en general, Breuer, Moller and Company, exportadores
a gran escala de café; Bischoff and Company, propietarios de almacén, antiguos
agentes de la Lloyds y de la línea de vapores Leyland and Harrison; H. Her~g.
productor y comerciante de ganado, véase PRO, FO 135/395. ·
61. Véase, «Colombia. Report for year ending June 1928>>, Bogotá, abril 12, 1929,
PRO, FO 371/13479. Sobre la influencia creciente de los alemanes en Colombia du-
rante la década de 1920, veánse además, PRO, FO 371111132 y C.Jones, Commerce
of South Ame rica, Boston, 1928.
Las influencias externas 335

dos- era seguido muy de cerca por la opinión pública de Barranquilla,


donde la compañía era considerada como una empresa local 62 .
El ejemplo de Louis Gieseken sirve para ilustrar la participación
alemana en la comunidad y sociedad barranquilleras. Gieseken llegó
a Barranquilla en la década de 1880 y fundó con A. Held la com-
pañía Gieseken & Held, como socios de una firma con sede en-
Bremen, la Schutte, Gieseken & Company. Para 1892, Gieseken
& Held estaban exportando, entre otros productos, pieles, café y
tabaco; servían como agentes de compañías de vapores fluviales y
del periódico local El Anunciador, y eran concesionarios de la Lo-
tería de Bolívar. Su almacén general en la calle San Roque vendía
textiles, alimentos, artículos de ferretería, cristalería y productos far-
macéuticos63. En 1892, en tanto que Held se retiraba de la compa-
ñía, dos de los miembros de su personal, A. Ringe y G. Strauss,
entraron como socios de la firma, cuyo nombre cambió a Gieseken,
Ringe & Company. Desde sus primeros años de estadía en Colom-
bia, Gieseken estuvo interesado en el transporte fluvial. En 1887
fundó su primera compañía de vapores, que a finales del siglo
transportaba el 10% de la carga que se movía por el río Magda-
lena; en 1900 la Empresa Alemana de Navegación Fluvial, y en
1908 lideró la fusión de todas las compañías pequeñas para com-
petir con la Magdalena Steamship Company; pero en 1914los inte-
reses de Gieseken se incorporaron a la Colombia Railways &
Navegation Company 64 . Adicionalmente, era propietario de tierras
en Barranquilla, Puerto Salgar, El Carmen y Honda; y, cuando se

62. Véanse Bushnell. Eduardo Santos y la politica del buen vecino. pp. 30-36; S.
Galvis y A. Donadío. Colombia naz.i. Bogotá, 1986. pp. 165-175.
63. Véanse Martínez y Niebles, Directorio Anuario, pp. 253. 429, 357, 397,
328-331: Grau. La ciudad de Barranquilla, p. 88; Restrepo y Rodríguez, «Los
empresarios extranjeros de Barranquilla», p. 101.
64. Restrepo y Rodríguez. «Los empresarios extranjeros de Barranquilla», p.
1O1; Acosta, Manual del Navegante, pp. 21 ,25,30; «River trade of United S tates of
Colombia», Board of Trade Journa/, Londres (26), febrero 1899, p. 168; F.
Zambrano, «La navegación a vapor en el río Magdalena>>, p. 69.
336 El Caribe colombiano

estableció Scadta en 1919, fue su principal contribuyente financie-


ro65. Con su familia, se estableció de manera permanente de
Barranquilla, donde pronto se convirtió en parte de la élite social;
en 1888 contribuyó a la fundación del prestigioso Club Barranquilla66 •
Además de los alemanes, otros inmigrantes europeos se destaca-
ron también en la ciudad. Los italianos y españoles, más numerosos,
se encontraban en todos los niveles de la escala social como trabaja-
dores o empleados; pero también como pequeños empresarios, y
algunas firmas como Antonio Volpe & Compañía y Paccini y
Puccini, eran miembros prominentes de la comunidad empresa-
rial67. La migración británica a Barranquilla fue insignificante, pero
había una Pensión Inglesa, «el rendevous de aquellos desafortuna-
dos ingleses que se han expatriado en esta nada interesante
ciudad ... de tercera categoría 68 ». No obstante, hubo capital, tra-
bajo y administración británicos involucrados en la terminación y
funcionamiento del ferrocarril de Puerto Colombia, que jugó un
papel importante en el desarrollo de Barranquilla hasta la apertura
de Bocas de Ceniza. Para 1930, las inversiones británicas en
Barranquilla consistían «principalmente en la Barranquilla Pier
and Railway Company y en las sucursales de tres bancos» 69 .
Las inversiones francesas no eran tan significativas, si bien un
inmigrante francés había fundado en 1905 la firma V. Dugand e
Hijos, que más tarde se convertiría en el Banco Dugand, uno de
los más importantes en Barranquilla durante la segunda década
del siglo XX 70 .

65. «Índice Notaría Primera de Barranquilla», pp. 25,27; Índice Notaría Segun-
da de Barranquilla, pp. 48-60, CMD, Oxford. Véase además el capítulo sobre el
transporte.
66. J. F. Sojo, El Club Barranquilla, Barranquilla. 1942. p. 7. En 1941, su hijo.,L.
Gieseken Conde era miembro de la Junta del Club. véase idem, p. 111. \
67. RCCB, junio 30, 1920, pp. 21-23.
68. C. Cameron, A woman '.1 winter in South Ame rica, Londres, 191 O, p. 242.
69. «Report on Barranquilla consulate», enero 1O, 1930, PRO, p. 242.
70. Libro Azul de Colombia, Nueva York, 1918, pp. 261, 269.
Las influencias externas 337

KARL C. PARRISH,
UN EMPRESARIO NORTEAMERICANO

En 1883, el cónsul de los Estados Unidos señalaba: «Desde que estoy


en este cargo me he encontrado tan sólo con un representante de una-
firma norteamericana» 71 • En contraste, cuatro décadas más tarde, un
informe británico comentaba sobre el progreso de los capitalistas nor-
teamericanos en Colombia, que «continúan mostrándose muy activos
en este país, y numerosos agentes viajan constantemente por los va-
rios departamentos, investigando personalmente las oportunidades
para realizar inversiones rentables». 72
Después de la Primera Guerra Mundial, la influencia norteameri-
cana en Barranquilla era notoria. «Fuera de La Habana y Panamá
-señalaba en 1928 una publicación de la Unión Panamericana-,
quizás ninguna otra ciudad caribeña ofrece un mejor ejemplo de la
cooperación entre los norteamericanos y suramericanos para el de-
sarrollo urbano que Barranquilla» 73 • Durante la década de 1920, la
ciudad recibió un significativo influjo de capital y empresariado nor-
teamericanos, vínculos que habían sido promovidos en gran parte por
las actividades de Karl C. Parrish.
Parrish, un ingeniero de minas, vino por primera vez a Colombia
en 1904, como empleado de la Andes Mining Development Company,
para trabajar en Guamocó, una población aislada en el interior de
Bolívar74 • Tras estudiar las posibilidades de la industria minera en

71. MCR, junio-octubre 1883, p. 48. Véase además Nichols, Tres puertos,
p. 262.
72. <<Activity of American capitalists in Colombia», Lord H. Hervey a Earl
Curzon, Bogotá, febrero 27, 1920, PRO, F0371/4458.
73. <<The New Barranquilla», The American City Series, 5B, Washington, 1928,
p. 1 J.
74. K. C. Parrish nació en Leon, Iowa, en 1874. Se graduó como ingeniero de
minas en el Colorado School of Mines en 190 l. Antes de venir a Colombia trabajó en
minas de Colorado, California, Arizona, México y ~uevo México. Véase «lowans
invade Latin America», The Angeles Times, noviembre 3, 1930, recorte de un artículo
338 El Caribe colombiano

el país, regresó a los Estados Unidos en busca de financiación;


en asocio con capitalistas de Chicago fundó una nueva compnñía
para explotar la mina Champane en el departamento de Bolívar.
Años más tarde estableció residencia primero en Cartagena y
por último en Barranquilla, en donde se involucró en el negocio
de propiedad raíz. En un principio estuvo interesado en el desa-
rrollo de ambas ciudades, pero tenía algunas objeciones con res-
pecto a Cartagena porque «allí la riqueza ha estado y está más con-
centrada que en Barranquilla. También porque la gente de clase alta
ya ha construido buenas casas» 75 . En cambio, Parrish mostraba en-
tusiasmo por el desarrollo de Barranquilla. «Barranquilla -escribía
a un hombre de negocios de Pennsylvania en 1920- se está convir-
tiendo en una verdadera ciudad próspera ... Todo está floreciendo y
tal parece que será la mayor ciudad comercial al norte de Sur Amé-
rica. Es un lugar muy cosmopolita» 76 . Ese mismo año le aseguró
al cónsul de los Estados Unidos que Barranquilla estaba creciendo
más rápidamente que cualquiera otra ciudad colombiana. Diez años
después se vanagloriaba de su influencia en el desarrollo de la
ciudad: «A menudo se comenta que Barranquilla es la única ciu-
dad del norte de Sur América que ha tenido una administración só-

periodístico en AFP. En 1930, el ministro legatario de los Estados Unidos en Bogotá


describió a Parrish como un «agudo y exitoso hombre de negocios y contratista» que
estaba asociado con varios bancos norteamericanos y con un número de compañías
importantes de ese país; Caffery al Secretario de Estado, Bogotá, marzo 6. 1930,
NAUS, RG59. 821.812/250. Véase además <<investments of American Companie>
in Colombia». Barranquílla. enero 4, 1930. NAUS. RG84, Barranquilla Con•mlate.
Security Segregated Records, 1929-1949. Caja l.
75. K. C. Parrish a I. Manning, Barranquilla. abril 18, 1920. AFP. Según K
Romoli, quién visitó a Barranquílla en 1940, Parrish no invirtió en Cartagena por la
falta de apoyo de Jos cartageneros. <<La Barranquilla moderna está inextrincablemel'lte
unida con Jos Parrish ... Él, (K. C. Parrish), quería ver que esto mismo ocurriera con
Cartagena ... Pero los cartageneros mostraron un interés tibio por todo este esquema
que los perturbaba, así que Parrish volcó su atención hacia Barranquilla». Romoli.
op. cit., p. 233.
76. K. C. Parrish a B. Robinson, Barranquilla, mayo 1O. 1920, AFP.
Las influencias externas 339

lida y sana y por consiguiente, la ciudad y Parrish and Company, han


ganado bastante fama» 77 •
En asocio con Manuel J. y Enrique de la Rosa -miembros de una
tradicional familia barranquillera- y con los ciudadanos norteame-
ricanos J. F. Harvey y W. D. de Barard, Karl Parrish fundó la Compa-
ñía Urbanizadora El Prado en 1920, con un capital inicial de$ 300.000~
La meta de la compañía era la construcción de un barrio moderno en
las afueras de la ciudad, al estilo de los suburbios norteamericanos:
grandes avenidas, amplias zonas verdes, casas espaciosas rodeadas
por jardines, instalaciones deportivas y clubes campestres 78 . El ta-
maño de la empresa y su rápido crecimiento promovieron su partici-
pación directa en prácticamente todos los aspectos del desarrollo
urbano de Barranquilla: la pavimentación de sus calles arenosas, la
organización de los servicios públicos, la construcción de su acue-
ducto y del sistema de alcantarillado.
La venta de lotes fue un éxito desde el principio y pronto los
vecinos de la tradicional calle Obando trasladaron sus residen-
cias a la más agradable zona de El Prado, más cercana al mar.
Algunos de los nuevos propietarios parecían excesivamente entu-
siasmados. «La tendencia es la de construir con mucho gasto --escri-
bía el padre de Parrish-; el problema es mantener a esos hombres
dentro de los límites de lo que puedan gastar» 79 • A pesar de estos

77. K. C. Parrish a C. E. Guyant, Barranquilla, mayo 1O, 1920, y a L. Higgings,


Nueva York, octubre 2, 1929, AFP. Al tiempo que defendía a Barranquilla, Parrish
intrigaba contra ciudades rivales como Buenaventura. K. C. Parrish a J. Harvey,
Barranquilla, septiembre 17. 1930 y von Bauer a R. Parrish, Barranquilla, mayo 19,
1930, AFP.
78. La Compañía inicialmente adqUirió 285 hectáreas de tierra en las afueras de
la ciudad. Véase <<The new Barranquilla», p. 12; Escrituras y estatutos de la Compa-
ñía Urbanizadora El Prado, Barranquilla, 1920; <<Informe relativo al impuesto sobre
la renta de la Compañía Urbanizadora El Prado de Barranqui/la, Colombia, 1927,
AFP.
79. R. L. Parrish a J. F. Harvey, Barranquilla, enero 30, 1921. Una opinión similar
fue expresada en <<The New Barranquilla», p. 14. R. L. Parrish, el padre de Parrish,
eJercía como abogado en Des Moines. Visitó varias veces a Barranquilla, cuando
340 El Caribe colombiano

temores, la compañía recibía satisfactoriamente sus pagos. En 1928


El Prado tenía 260 mutuarios; de ellos apenas 16 tenían problemas para
pagar. Parece ser que Parrisb organizó un eficiente sistema de ventas
que garantizaba que siempre tuviera efectivo a la mano. En 1928 y 1929
la compañía recibía pagos por una cifra entre los $10.000 y $30.000
mensuales. Según Parrish, el desarrollo de El Prado ---con un costo de
un par de millones de dólares-- había sido alcanzado sin préstamos, con
la excepción de algunos de carácter temporal y sin exceder los $50.000.
La mayor parte del tiempo El Prado mantenía depósitos de entre
$50.000 y $100.000 en sus cuentas bancarias 80 • Al moderno vecindario
se le adicionaron un club campestre y un hotel de primera clase, este
último financiado en asocio con la familia Obregón de Barranquilla, con
un costo aproximado de $1.000.000 81 • Además de El Prado con sus
casas espaciosas y algunas veces lujosas, la compañía también planeó
la construcción de «Casas pequeñas pero bien construidas, para las cua-
les existe mucha demanda»~ 2 • La Compañía Urbanizadora de El Prado
fue uno de los negocios más rentables que Karl C. Parrish emprendió
en Barranquilla. Fue a través de El Prado que Parrish logró acumular
una cantidad considerable de tierras y dinero que, a su vez, le dieron
la seguridad desde la cual pudo emprender nuevos negocios.

aprovechaba la oponunidad para revisar los libros de la compañía y chequear los


estados financieros. Publicó varios anículos sobre Colombia en la prensa de lowa
donde hablaba de las perspectivas de desarrollo del país y comentaba sobre las posi-
bihdades de inversión extranjera. Estos anículos luego fueron publicado~ en un folle-
to, An lowan 's view of Colombia, South Ame rica, 1921.
80. K. C. Parrish a A. B. Foy, Barranquilla, octubre 15, 1930: R. L. Parrish al
Gerente de El Prado, Barranquilla, julio 19, 1927; <<Compañía Urbanizadora El Pra·
do>>, memorándum de R. L. Parrish, Barranquilla, febrero 8, 1928, AFP.
81. El Prado fue planeado por el diseñador urbano noneamericano R. F. Wyrick.
Además de vender los lotes, la compañía urbanizadora diseñaba y construía casas y
edificios residenciales. Su estilo marcó un nuevo período arquitectónico en
Barranquilla, asemejándose a la arquitectura de La Habana moderna. Véase Historie
Gráfica de la Urbanización de El Prado, Barranquilla, 1945.
82. K. C. Parrish a A. B. Foy, Barranquilla, octubre 15, 1930; y a R. Parrish,
Barranquilla, octubre 17, 1929, AFP. Alrededor de El Prado, los Parrish desarrolla-
ron también otras urbanizaciones. Véase «Karl Parrish, notable gestor del progreso»,
El Nacional, Barranquilla, octubre 28, 1967.
Las influencias externas 341

Paralelamente a la venta de lotes, se iban desarrollando sus acti-


vidades conexas, tales como construcción, diseño arquitectónico y
obras de ingeniería. Siguiendo el éxito de El Prado, los Parrish inte-
graron el negocio de propiedad raíz con otras empresas, tales como
una ladrillera y un aserrío, el más grande de la costa colombiana, y a
finales de la década de 1920 asumieron el control-a través de la Com-
pañía Colombiana de Inversiones, la Compañía Urbanizadora Bella Vis-
ta y Parrish Investment Company- de la Compañía de Maderas La
Industria, en asocio con Carlos A. Dávila, Rafael Obregón, Gregario
Armenta y Eduardo Hughes. La Industria, fundada por la familia
Salcedo de Barranquilla algunas generacione~ atrás, producía made-
ra para la construcción, puertas, ventanas y muebles 83 • Era un nego-
cio rentable que comenzó a operar bajo condiciones monopolísticas
después de que los Parrish asumieron el control de otros aserríos de
la costa y del más grande en cercanías de Bogotá. A pesar de los pro-
blemas que La Industria tuvo que enfrentar durante la Depresión, en
1930 estaba planeando nuevas inversiones para comenzar sus propias
operaciones de tala. Hasta entonces el corte de la madera era realizado
por pequeños grupos de individuos en un mercado competido, con una
baja tecnología y condiciones de transporte difíciles. Parrish previó la
modernización de esta industria «por cualquier compañía maderera de
los Estados Unidos», así «que las razones fundamentales para entrar en
la tala son las de evitar que nuestra inversión sea puesta en peligro por
una invasión semejante de capital extranjero» 84 •
La Compañía Urbanizadora El Prado había consolidado su posi-
ción a través de la adquisición de tierras y de su integración con
otras industrias, tales como la producción de ladrillos y maderas. Sin

83. K.C. Parrish a R. Obregón. Barranquilla septiembre 30, 1930 y a G.


Devendorf, Barranquilla, julio 21, 1930. «Notes for Mr. F. H. Baker regarding
properties under Compañía Colombiana de Inversiones», memorándum por K. C.
Parrish, Barranquilla. marzo 13, 1931; «To the shareholders of the Compañía Nacional
de Maderas La Industria», memorándum por J. Comelissen, Barranquilla, julio 18,
1930, AFP.
84. <<Notes for Mr. F. H. Baker... ». Barranquilla, marzo 13, 1931.
342 El Caribe colombiano

embargo, El Prado debía afrontar la incapacidad del municipio para


expandir sus servicios públicos y mantenerse a la par con el ritmo de
crecimiento de la ciudad. Las dimensiones de la nueva Barranquilla
habían desbordado su infraestructura, que databa del siglo XIX, de
manera que los Parrish decidieron promover varios proyectos de
obras públicas. Con este fin negociaron un préstamo con el Central
Trust Company de lllinois por $5.000.000 y que fue contraído por el
municipio en 1925 85 . Parrish y Compañía emprendería las obras de
construcción: un acueducto, un sistema de alcantarillado, la
pavimentación de las calles y la construcción del mercado público.
El préstamo del Central Trust redefinió la administración de las fi-
nanzas públicas de Barranquilla por un período de varios años me-
diante la creación de las Empresas Públicas Municipales bajo la ad-
ministración de una Junta Autónoma, un cuerpo independiente del
concejo de la ciudad. Para asegurar la redención del préstamo, un
ciudadano norteamericano, Samuel Hollopeter, fue encargado de los
nuevos servicios públicos: allí trabajó durante los veinte años siguientes.
Las condiciones del préstamo fueron la fuente de sucesivos
conflictos entre la administración norteamericana y ciertos políti-
cos locales. Habiendo sido excluidos del arreglo, estos últimos
resentían el hecho de no tener el control de la compañía munici-
pal. En 1929, varios miembros del concejo buscaron negociar otro
préstamo extranjero con la asesoría de la Foundation Company, una
firma norteamericana interesada en tomarse las obras públicas de la
ciudad y desplazar a Parrish y Compañía:

85. En 1927, el padre de Parrish criticaba a la compañía por estar asumiendo


todavía responsabilidades que debía enfrentar la municipalidad. Una publicación de
la Unión Panamericana señalaba que El Prado <<ha encontrado necesario mantener su
propia iluminación eléctrica, la limpieza de sus calles y el sistema de acueduct?,
debido a lo inadecuado del sistema de la ciudad ... », en « The New Barranquilla», {
12. Sobre el contrato entre Barranquilla y la banca norteamericana véase, Atlántico
(Departamento de), Documentos relacionados con el empréstito y contratos
suplementa/es celebrados entre el municipio de Barranquilla y la Central Trust
Company of lllinois, Barranquilla, 1932.
Las influencias externas 343

Me siento en el deber de advertir a Washington --escribía


Parrish en 1929- de que hay intereses norteamericanos empeña-
dos en destruir la única forma exitosa de administración pública
establecida en Sur América ... Los empresarios están enfurecidos,
pero los malos políticos están en el poder. Sin embargo. no pueden
hacer nada por veinte años a menos que algunos intereses ban-
carios retiren esas obligaciones ... Conozco al político a cargo y sé
que no tiene escrúpulos. Además es vital para él, ya que el actual
contrato evita la mayoría de sobornos en la ciudad, y él quisiera
romper este engranaje empresarial 86 .

Los esfuerzos de la Foundation Company fracasaron, pero la lu-


cha con el concejo de la ciudad continuó. En 1933, Robert Parrish
explicaba así las causas del conflicto al presidente Olaya Herrera:

Los principales políticos de la costa se encuentran natural y


radicalmente opuestos a este contrato, y continuamente tratan de
encontrar alguna casa inversionista para que lo refinancie y los
ponga de nuevo en control de la situación ...
A ciertos elementos políticos en el actual Concejo municipal les
gustaría en lo posible, perturbar el manejo que la Junta Adminis-
tradora hace de estos asuntos para obtener control de los fondos
y de la administración ahora en manos de esa Junta. Los mejores
elementos de la ciudad. claro está. no están en favor de tal inter-
ferencia con la Junta. y espero que estos elementos políticos no
causen complicaciones indebidas ... 87 .

No todos los políticos estaban en contra del préstamo. Karl C.


Parrish y Robert Parrish tenían relaciones cordiales con varias figu-
ras públicas tales como Alberto Pumarejo, un dirigente liberal del
departamento del Atlántico y además hombre de empresa. Enrique

86. K. C. Parrish a M. M. Head, Deerfield, III .. agosto 20, 1929, AFP.


87. R. Parrish al presidente E. Olaya Herrera, Bogotá, enero 4, 1933, AFP. Sobre
la discusión con el concejo municipal. véanse varios artículos aparecidos en Diario
del Comercio y La Nación, enero 11, 12 y 13, 1928. Véanse además La Nación,
Diciembre 19, 1931, y La Prensa, enero 18, 1934.
344 El Caribe colombiano

A. de la Rosa, accionista de El Prado, y Marco Tulio Mendoza


Am~ris, su asesor legal, eran miembros del Directorio Liberal
del Atlántico 88 • Con el apoyo de sus amigos políticos, de la
Cámara de Comercio y de la mayoría del sector privado, los
Parrish lograron controlar las Empresas Públicas Municipa-
les durante varios años, de común acuerdo con los banqueros
inversionistas de Chicago. Durante el gobierno de Enrique
Olaya Herrera, los Parrish recibieron invitaciones para orga-
nizar los servicios públicos en otras ciudades colombianas,
siguiendo el modelo de la administración de Barranquilla.
El entusiasmo de Karl C. Parrish por el desarrollo de Barranquilla
estaba ligado a su potencial como puerto caribeño. Por eso se convir-
tió en uno de los principales abogados del proyecto de Bocas de
Ceniza, convencido de que la apertura de la desembocadura del
río traería mejores posibilidades para el desarrollo del valle del
Magdalena, al crearse condiciones sólidas para inversiones a gran
escala en el sector agrícola 89 . Los intereses de Parrish se
involucraron directamente en Bocas de Ceniza por primera vez en
1929, cuando el gobierno nacional, por intermedio del Ministro de
Obras Públicas, le solicitó que presentara una propuesta para una
concesión con el fin de asegurar la rápida terminación áe las obras
después de la cancelación del contrato con Ulen and Company 90 .
El proyecto original fue demorado por la Depresión y por el cambio
de gobierno. Pero en mayo de 1933 el gobierno firmó un contrato
con Robert Parrish -en nombre de la Compañía del Puerto y Termi-
nal de Barranquilla, Raymond Concrete Pile Company y Wiston Brother
Company- con miras a la apertura de Bocas de Ceniza y la construc-

88. Véase La Prensa, Barranquilla, enero 8, 1934.


89. K. C. Parrish a H. P. Harsen, Barranquilla, septiembre 12, 1930 y a M. M ..
Head, Barranquilla, abril23, 1911, AFP. Véase la sección respectiva sobre Bocas de
Ceniza en el capítulo anterior.
90. «Memorandum on Bocas de Ceniza project», Barranquilla, octubre 11, 1929,
NAUS, RG84, Barranquilla Consulate, Security Segregated Records, 1929-1948.
Caja l.
Las influencias externas 345

ción de los muelles en Barranquilla, un proyecto que fomentó un nuevo


período de prosperidad comercial en la ciudad91 •
Aparte de su vinculación tan cercana con el desarrollo de
Barranquilla, los hermanos Parrish también tenían un amplio rango
de intereses en varias otras ciudades costeñas y en el interior andino.
En Cartagena, sus actividades no marcharon tan bien como en
Barranquilla, aunque en 1931 fueron contactados varias veces para
solicitarles su colaboración en la reorganización de los servicios pú-
blicos de la ciudad. El presidente Olaya Herrera les hizo la misma
petición. En respuesta a esas demandas, los hermanos Parrish trata-
ron de negociar un arreglo para Cartagena con la Electric Bond and
Share Company. Sin embargo, esta compañía

consideró muy difícil hacer negocios con la gente de Cartagena ...


Cartagena y Santa Marta parecerían ser ciudades en las que es
difícil hacer cualquier cosa. Están tratando de conseguir algo a
cambio de nada ... Nunca han aprendido el secreto de negociar
con grandes compañías ... que el manejo de una ciudad es como
cualquier otro negocio 92 .

En 1931, Karl C. Parrish presentó un proyecto para construir un


nuevo acueducto en Cartagena a Simón Bossa, presidente de la Junta
Administradora de las Empresas Públicas, pero aparentemente lama-
yoría de los políticos lo rechazaron. «Dudo mucho --escribió más
tarde Parrish- que se haga alguna cosa ... Hay muchos intereses
políticos adversos ... La situación en Cartagena es tan complicada
que en muchos aspectos yo personalmente me sentiría complacido al
no tener nada que ver con ella» 93 .

91. Harris, Forbes and Co. a R. Parrish, New York, agosto 13, 1929; K. C. Parrish
a G. Berge, New York, agosto 14, 1929, a M.M. Head, Deerfield, agosto 15,
1929 y a R. Parrish, New York, agosto 10, 1929; <<Memorandum with reference
to the Barranquílla Port and Terminal Works», s.f., AFP. Véase además Nicho1s,
Tres puertos.
92. K.C. Parrish a R. Parrish, Barranquilla, agosto 22, 1931, AFP:
93. R. Parrish a J.J. Anderson, Barranquilla, enero 22, 1932, AFP.
346 El Caribe colombiano

En Santa Marta, los hermanos Parrish lograron controlar -a tra-


vés de Parrish and Company y de la Compañía Colombiana de In-
versiones- dos mil de las seis mil acciones de la Cervecería del
Magdalena, que representaban un capital de $200.000. En 1930 esta
compañía vendía aproximadamente 4.500 cajas de cerveza mensua-
les en un mercado amplio que incluía Santa Marta, Ciénaga, la zona
bananera, las poblaciones a lo largo del río Magdalena y Bucaramanga.
Durante estos años, la Cervecería del Magdalena enfrentaba la feroz
competencia de las cervecerías de Barranquilla, de propiedad de la fa-
milia Osario. Parrish trató de consolidar ambos intereses para evitar
la que consideraba una rivalidad nociva. Intentó negociar con Al-
berto Osario, el principal accionista de la Cervecería de Barranquilla,
pero sin ningún fruto. Debido al fracaso de las negociaciones, a las
consecuencias de la guerra de precios entre las cervecerías y a los
efectos de la Gran Depresión sobre el sector industrial, Parrish se
vio forzado a vender su parte en la Cervecería del Magdalena a la
Cervecería Bavaria de Bogotá94 .
El fracaso de los Parrish como cerveceros en Santa Marta y su
frustrada participación en el desarrollo de Cartagena se veían com-
pensados por sus intereses en servicios públicos y sus inversiones en
otras regiones de Colombia. En 1922, Parrish and Company vendió
una planta de fabricación de hielo en Magangué. Los nuevos propie-
tarios enfrentaron problemas financieros, por lo que Parrish se vio
obligado a reasumir la propiedad y la administración de la planta. De
inmediato hizo planes para combinar este negocio con la planta de
luz eléctrica ya existente, con miras a aumentar la capacidad y me-
jorar el servicio mediante la instalación de nuevos equipos. Entre
1925 y 1930, la producción de energía creció más del 100% y la
venta de hielo en más del 400%, debido al aumento en la demanda

94. R. Parrish a H. Davic,, Barranquilla, julio 26. 1929: J. Corneli<;sen a K.C.


Parrish. Barranquilla. julio 29. 1930, AFP. Finalmente. A. Osorio vendió su participa-
ción en Cervecería Barranquilla a J. Mario Santodomingo. Véase J. J. García. Épocas
y Gentes, Bogotá, 1977.
Las influencias externas 347

por este producto en Magangué y en las poblaciones vecinas 95 • A tra-


vés de la Compañía Colombiana de Servicios Públicos, los hermanos
Parrish asumieron el control de los servicios públicos en
Magangué y El Banco. Desde 1931 también los controlaron en Ca-
lamar, en calidad de representantes del Anglo-South American
Bank. Parece ser que estas inversiones no eran muy rentables,
pero tampoco producían pérdidas. Al menos durante la década
de 1920, la Compañía Colombiana de Servicios Públicos lograba
ganancias mensuales de entre $1.400 y $2.500 96 •
Desde su llegada a Colombia, Parrish nunca perdió su interés en
la minería, particularmente la minería del oro, aunque también se
involucró en la minería del cuarzo y del platino. Sus primeras expe-
riencias en las regiones retiradas de Bolívar le permitieron explorar
las posibilidades mineras de los departamentos vecinos de Antioquia
y Chocó. En 1927 fundó la Compañía Minera El Nare, con un capital de
$400.000, en asocio con los norteamericanos William Synder, Elmer
Probst y Charles Whitaker. Parrish convenció a varios hombres de
negocios de Barranquilla para que se unieran a la empresa, entre los
que se encontraban Alberto Roncallo, J. Mario y Ramón Santodomingo,
Francisco Carbonell González y Alvaro de Mares. En 1931, El Nare
producía en promedio $20.000 en oro e:1 polvo y se esperaba que las
minas tuvieran una capacidad productiva de por lo menos otros diez
años. Durante este tiempo Parrish promovió la fundación de otro
nuevo negocio, la Exploration Company, la que esperaba llegara a
ser «una de las más importantes» empresas en las regiones de los
ríos San Juan y Atrato. Una vez más animó a algunos capitalistas de
Barranquilla, entre ellos a J. Mario Santodomingo, que estaba «casi
loco por este negocio de minas. Piensa que es la mejor cosa en Colom-
bia hoy». Sin embargo, esta vez Parrish no pudo contar con el apoyo del

95. <<Location and description of Magangué and adjacent territory served by


Compañía Colombiana de Servicios Públicos of Magangué, Colombia» s.f.
96. K.C. Parrish a M. M. Head, Barranquilla, abril 23. 1931, y a A. B. Foy,
Barranquilla. octubre 15. 1930; G. Conde a R. Parrish. Barranquilla, abril4, 1931, AFP.
348 El Caribe colombiano

capital barranquillero. De una parte, la crisis económica había golpeado


duramente la ciudad (según Parrish, tan sólo J. Mario Santodomingo y
Francisco Carbonen tenían algún dinero disponible); de otra parte,
Parrish tenía serios desacuerdos con Santodomingo por el control de la
nueva compañía, por lo que se vio obligado entonces a buscar socios
entre sus amigos del interior; así que fundó la Exploration Company con
Carlos Dávila, Hernando Gómez y Ricardo Holguín 97 •
Aparte de sus intereses en la minería, los hermanos Parrish invir-
tieron en otros negocios en el interior de Colombia. En 1928, inicia-
ron algunas urbanizaciones en Medellín y Cali; en 1929, fundaron la
Compañía Urbanizadora El Nogal en Bogotá, y a través de la Com-
pañía Colombiana de Inversiones controlaban también la Sociedad
Importadora de Automóviles, Cine Bolívar y una pastelería 98 .
Mientras invertía en Colombia, en donde se estableció como re-
sidente permanente con su familia, Karl C. Parrish conservó sus lazos
con los Estados U nidos. El éxito de sus empresas, que desde el primer
momento recibieron el apoyo del capital norteamericano, le ayuda-
ron a reforzar sus conexiones con los círculos de negocios en su país de
origen. Hasta 1931 mantuvo una oficina en Nueva York, a donde viaja-
ba frecuentemente en sus búsquedas de respaldo financiero, socios para
sus nuevas empresas y firmas extranjeras interesadas en expandir sus
negocios en Suramérica. Representaba en Colombia los intereses de
Griffith Bros., General Motors, Fairbank Morse, Electric Bond and
Share Company, entre otras 99 . Su renombre en el extranjero y las

97. Para este negocio de minas véanse, entre otros, Notaría 4a., Medellín, Escri-
tura No. 3,235, Constitución de la Compañía Minera El Nare, Medellín, Diciembre
30, 1927; Junta Directiva de la Compañía El N are, Acta No.!, Medellín. enero 17.
1928, AFP. K.C. Parrish a R. Parrish, Barranquilla julio 1O y agosto 29, 1931; a
Gilbert, Zona del Canal, Panamá, julio 25, 1931, y a J. Williams, Barranquilla, no-
viembre 24, 1931, AFP.
98. Los proyectos en Cali, Medellín y Bogotá se promovieron en un momento
desafortunado; pero 1927 había sido el mejor año para la compañía desde su funda-
ción y las condiciones favorables continuaron durante 1928. Veáse «Se harán impor-
tantes urbanizaciones en Bogotá», Mundo al Día. Bogotá, abril 30. 1929. p. 3.
99. Caffery al Secretario de Estado. Bogotá, mayo 8, 1930, NAUS, RG59,
821.812/255.
Las influencias externas 349

conexiones que logró establecer a través de sus actividades empre-


sariales lo convirtieron en un contacto importante para aquellas com-
pañías interesadas en invertir en Colombia. En 1920, la Southern Oil
and Transport Company de Nueva York solicitó a Parrish estudiar la
posibilidad de un negocio conjunto en la exploración de petróleo; ese
mismo año el Carib Syndicate le pidió su consejo sobre unas minas
de platino cerca del río Atrato. Algunas veces las peticiones eran de
otra naturaleza, como por ejemplo cuando MacGraw-Hill and
Company le pidió sugerir un candidato para manejar la oficina que
estaba planeando abrir en Barranquilla, y cuando jugó un papel de
mediador entre los presidentes de Pan American y Scadta, las dos
aerolíneas que competían por la ruta de Suramérica 100 .
Sus relaciones tan cercanas con inversionistas y firmas en los
Estados Unidos no evitaban los conflictos con otras compañías nor-
teamericanas ni con funcionarios de ese país. Quizás la confronta-
ciód más agria fue la que tuvo con la Foundation Company, cuando
esta última trató de tomarse las obras públicas que Parrish había
asegurado para Barranquilla. Sus relaciones con los bancos norte-
americanos establecidos en Colombia tampoco fueron cordiales.
Criticaba el papel que jugaban en el país. Los bancos --escribía en
1921- «no estaban adelantando ningún negocio y su venida a Co-
lombia ha causado más mal que bien». Diez años después su opinión
sobre este asunto no había cambiado: «Debemos continuar tratando
con los bancos ingleses, por la razón muy vital de que los banqueros
ingleses (a diferencia de los norteamericanos), durante los períodos
de crisis permanecen en el país y ayudan a sus clientes» 101 • Parrish
también buscó el apoyo inglés para su proyecto de Bocas de Ceniza,
en la creencia de que un grupo internacional, en lugar de la presencia
exclusiva de capital norteamericano, era más aceptable para la opi-

1OO. K.C. Parrish a R. Parrish, Deerfield, junio 19, 1920; MacGraw-Hill Co. a
K. Parrish, Barranquilla, febrero 13, 1920; B. Cartera K.C. Parrish, Barranquilla,
septiembre 23, 1920, AFP.
1Ol. K. C. Parrish a A. B. Foy, Barranquilla, noviembre 26, 1930, AFP.
350 El Caribe colombiano

nión pública colombiana. Su actitud le granjeó la hostilidad de ciertos


funcionarios norteamericanos, que también lo acusaban de falta de
patriotismo por su posición en favor de Scadta en el conflicto entre la
aerolínea alemana y Pan American 102 .

EL CAPITAL EXTRANJERO
Y LA UNITED FRUIT COMPANY

La vinculación de la United Fruit Company a la economía y la


sociedad costeñas plantea interrogantes muy distintos de los sugeri-
dos por las experiencias extranjeras analizadas previamente. Más
que a individuos o firmas de carácter familiar, la United Fruit
Company personifica el surgimiento de las corporaciones multin·acio-
nales que dieron nueva forma a la economía mundial después de
finales del siglo pasado. Un rasgo distintivo de esta empresa era la
escala en que operaba. En Colombia, al igual que en otros países,
la United Fruit logró «una admirable organización económica», en
la que se integraban la producción de bananos con su transporte,
carga y mercadeo 103 . Sin embargo, la experiencia colombiana fue
única en varios aspectos: primero, la alta participación de los cul-
tivadores locales en la producción de la fruta; segundo, el origen
nacional de la vasta mayoría de los trabajadores y, tercero, el menor
peso de las exportaciones bananeras en la balanza comercial del
país 1 Pero aunque el banano no fuese tan significativo para la
().l.

economía nacional, su impacto en la costa fue determinante.

102. Ministro de los Estados Unidos al Secretario de Estado. Bogotá. enero 30.
1930, NAUS. RG59. 821.812/245.
103. C. F. Jones, <<Agricultura! Regions of South America», Economic
Geography, 5 (1929), 409.
104. Para las características de la producción bananera en Centroamérica.
véanse: Ellis, Las transnacionales del banano, pp. 31-74; Bulmer Thomas, The
political economy ofCentral America, págs 1-43; y J. C. Gaspar, Limón. /880-1940:
Las influencias externas 351

Las actividades de la United Fruit Company en el desarrollo de la


industria bananera han sido con frecuencia descritas como una cru-
zada para conquistar el trópico, una cruzada emprendida por «hom-
bres que tuvieron fe en la posibilidad de transformar las ciénagas
pestilentes y la selva ... en vastas plantaciones de oscilantes gajos de
bananos». Algunos observadores contemporáneos intentaron inclu-
so delinear la «filosofía» de un «nuevo imperio», basada en el «re-
chazo a aceptar el status quo como algo preestablecido por el Todo
Poderoso», un imperio, por consiguiente, comprometido con «la crea-
ción y el intercambio de bienestar y la prevención y cura de las en-
fermedades»105. En contraste con esta visión de un «imperio bene-
volente», estudios pioneros sobre el imperialismo económico culpa-
ban a la United Fruit -y al capital extranjero en general- de haber
impedido el desarrollo económico 106 • Más recientemente, el concep-
to de enclave ha sido utilizado para calificar la naturaleza de un sec-
tor productivo orientado hacia la exportación con escasos vínculos
con la economía doméstica. Al monopolizar los factores de produc-
ción y el mercadeo de la fruta, la compañía norteamericana impedía
la competencia. Al establecer la práctica de los comisariatos- tien-
das de la compañía donde los trabajadores compraban bienes im-

Un estudio de la industria bananera en Costa Rica, San José, 1979. En su apogeo


( 19 19-1914 ), las exportaciones bananeras llegaron a representar el 99'c del total de las
exportaciones colombianas: entre 1915-34. representaron alrededor del 6o/c. A partir
de entonces la participación tendió a declinar aún más. En 1913, cerca del 50% de los
ingresos de Costa Rica provenían del banano. En 1929, las exportaciones bananeras
representaban el 25 .2o/c de las exportaciones totales en Costa Rica. 12.9% en Guate-
mala. 84.9% en Honduras y 18.3o/c en Nicaragua. Véanse McGreevey. An economic
history of Colombia. p. 207. y Bu1mer-Thomas. The palitical economy of Central
America. pp. 8. 34.
105. Adams, Conquest ofthe lropics, p. 53: Crowther, The romance and rise of
the tropics, pp. 10-12. 199, 315, 354-5. La idea de un "imperio benevolente" tras la
conquista del trópico se reflejaba con frecuencia en los escritos de la prensa norte-
americana: véase, por ejemplo. 'The green gold of the tropics", Out/ook, Sep.-Dic.,
1922. pp. 186-8; "Empire builder", The Nation, julio 3 de 1929, pp. 5-6.
106. F. Rippy, The capitalist and Colombia, New York, 1931; Kepner y Soothill,
The banana empire.
352 El Caribe colombiano

portados con los vales que recibían como salario en especie--, la com-
pañía frutera desestimuló la industria y el comercio locales. De acuerdo
con esta interpretación, la United Fruit aisló a la zona bananera del resto
del país 107 • Un repaso, sin embargo, de las condiciones bajo las cuales
se desarrolló la industria bananera en Colombia hasta 1945, y de sus
efectos en la región, sugiere un cuadro más complejo.
Es indudable que la United Fruit consolidó su posición dominante
tras lograr el control del mercadeo internacional del banano. Antes
de que se fundara la compañía, el comercio de la fruta en los Estados
Unidos fue un negocio competido, en el cual también participaron los
colombianos. Las experiencias, como las de Santiago Pérez Triana,
sin embargo, fueron generalmente frustrantes 108 . El producto era
sumamente perecedero y, por consiguiente, no era susceptible _de
almacenarse. La necesidad de disponer pronto de la fruta requería
de un eficiente servicio de distribución y transporte. En
Centroamérica, según Víctor Bulmer-Thomas, la industria bananera
cayó bajo control extranjero por la falta de interés nacional en las
inhóspitas costas del Atlántico, con lo que se abría espacio a las
compañías que ofrecían «construir obras de infraestructura y pro-
veer mano de obra en zonas donde el costo de oportunidad de la
tierra parecía cero» 109 . Éste no era el caso en Colombia donde, des-
de la década de 1880, hubo interés local en la producción de bananos
para el mercado exterior. De todas formas, los colombianos perdie-
ron el control de la industria en la medida en que se vieron desplaza-
dos de su comercio internacional. Los obstáculos para el mercadeo
del banano fueron superados con buen éxito tras los logros de la
United Fruit: una flota mercante especialmente condicionada para el

107. White, Historia de una ignominia, p. 26; Botero y Guzmán Barney,


""El enclave agrícola" p. 371; Bejarano, El régimen agrario, p. 148; D. Fajardo,
Haciendas, campesinos y políticas agrarias en Colombia, 1920-1980, Bogotá,
1980, pp. 35-8.
108. V éanse las observaciones de Pérez Triana en la RNA, octubre 30, 1908,
pp. 264-5, y Crowther, The romance and rise of the American tropics, p. 173.
109. Bulmer-Thomas, The politica/ economy, pp. 15-16.
Las influencias externas 353

transporte de la fruta, el desarrollo de un sofisticado sistema de comuni-


caciones, una eficiente organización en las operaciones de carga y
descarga del banano, y una vasta red de comerciantes mayoristas
en los mercados de distribución final 110 . Adicionalmente, al contar
con diversas plantaciones en distintos países, la compañía estaba en
capacidad de sobreponerse a las eventuales pérdidas producidas por las
«catastróficas inundaciones, las sequías, los huracanes y las plagas» 111 •
El desarrollo próspero de la industria bananera requería fuertes
inversiones de capital, proveídas en parte por la United Fruit, en
infraestructura, comunicaciones y salud 112 • Entre las obras de in-
fraestructura se necesitaban canales de riego y drenaje, casas de ha-
bitación y sistemas de alcantarillado. Dada la escasez de lluvias, la
irrigación era indispensable por lo menos siete meses al año 113 .
La United Fruit construyó canales de irrigación que distribuían
agua a otros cultivadores -según la propia empresa, a menor costo
que el que cobraba el municipio de Ciénaga- 114 . Sin embargo, al
concentrar buena parte de la red de canales, la compañía controlaba

110 . E. S. Gregg, "Trading with the tropics", Economic Geography, 1, oct.


1925, p. 397, y UFC, A short history ofthe banana, Boston, 1904.
111. J. T. Palmer, ""The banana in the Caribbean trade", Economic Geography, 8,
1931, p. 267.
112 . Los cálculos sobre las sumas invertidas por la compañía en la región
varían: mientras Crowther estimó $US 15.000.000, un vicecónsul norteameri-
cano calculó$ 70.000.000 (US$1=$1) en 1928. De acuerdo con Kepner y
Soothill, los activos de la compañía en 1932 valdrían SUS 30.000.000. Véase
Kepner y Soothill, The banana empire, p. 286; Crowhter, The romance and rise
ofthe American tropics, p. 284; J. White, "The United Fruit Company in the Santa
Marta banana zone, Colombia: conflicts fo the 1920s", tesis B. Phi!., Oxford, junio
de 1971, pp. 19-20.
113. Fawcett, The Banana, p. 235; Jones, «Agricultura! Regions of South
America», pp. 407-8.
114. L. Sawyer, «The Banana Industry», Santa Marta, Mayo 9 de 1920, NAUS/
821.6156/44. Véase también Kepner y Soothill, The Banana empire, p. 290;
«Memorandum on Water», Bogotá, Sept. 28 de 1931, NAUSIRG84: Correspondencia
general, Embajada de los Estados U nidos, 1931 ( 16 ); y «Concepto que el Gobernador
del Magdalena, a solicitud del señor Ministro de Industrias rinde sobre el problema de
las aguas en la zona bananera», Bogotá, Julio 14 de 1932, AEOH, s. 4/22,
Gobernaciones, Magdalena.
354 El Caribe colombiano

también el acceso al agua, provocando mayor resentimiento entre


los cultivadores. De manera similar, la United Fruit invirtió en mejo-
ras en el transporte. Pero éstas se hicieron en beneficio exclusi-
vo de la industria bananera. Y el control del ferrocarril por parte
de la compañía, conjuntamente con su poder sobre el mercadeo
de la fruta, fueron fuente recurrente de serios conflictos.
En materia de salud, por el contrario, podría argumentarse que el
ideal del «imperio benevolente» tuvo algunos buenos éxitos. La com-
pañía prestó su apoyo a tareas de investigación sobre las enfermeda-
des tropicales --entre las enfermedades más comunes que afecta-
ban a la población local se destacaban la neumonía, la malaria, la
nefritis y la tuberculosis-. Asimismo, construyó hospitales y cen-
tros de salud en distintos países, al tiempo que sus respectivos
departamentos médicos elaboraban series estadísticas que se pu-
blicaban en un informe anual dedicado también a la investigación
médica 115 • En el Magdalena, la U nited Fruit construyó un hospital
de cien mil dólares y varios centros de salud. En 1919 los registros
de admisión al hospital de Santa Marta sumaron más de 4.500
personas, mientras un laboratorio se dedicaba al estudio de la mala-
ria 116 • Las presiones para que la compañía expandiese el servicio
eran constantes, y los trabajadores se quejaban de que se les retu-
viese el 2% de sus salarios para cubrir los costos de la atención
médicam. Es obvio que la United Fruit no era una organización de
caridad; combatir las enfermedades tropicales era parte del nego-
cio. Hay que reconocer, sin embargo, que la compañía construyó
centros hospitalarios y prestó servicios médicos en una región donde
ni el Estado ni la empresa privada habían desarrollado servicio de
salud alguno 118 •

115. Eighteenth Annual Report, pp. 289, 361.


116. Eíghteenth Annual Report, pp. 289, 361.
117. Rippy, The capitalists and Colombia, p. 181.
118. Esto fue reconocido por un informe del Congreso en 1935: Informes que
rindió a la honorable Cámara de Representantes la Comisión, p. 13.
Las influencias externas 355

La forma como la United Fruit Company controló el transporte en


la zona bananera y el mercado internacional de la fruta puede servir
para reforzar la teoría del enclave, mientras que las inversiones de la
compañía en salud podrían interpretarse como uno de los logros del
«imperio benevolente». Lo que también merece reexaminarse, no
obstante, es el impacto general de la industria bananera en la agri-
cultura local y en la creación de empleo, y cómo los ingresos recibi-
dos por las crecientes exportaciones fueron transferidos a otros sec-
tores de la economía regional.
Desde su fundación, la United Fruit enfrentó la competencia de un
amplio grupo de cultivadores locales en la producción de bananos. Tras
las fallidas experiencias con el tabaco, el azúcar y el cacao en el norte
del Magdalena, los productores costeños se interesaron por el banano
gracias a las favorables condiciones que ofrecía su comercio interna-
cional. Se reanimó así el mercado de la tierra. En 1912, por ejemplo,
hubo por lo menos 138 transacciones de fincas en el distrito de Ciénaga.
Sólo cinco de ellas fueron adquiridas por la United Fruit -un total de
160 hectáreas-; las demás fueron compraventas entre diversos agri-
cultores, comerciantes y terratenientes de lotes que oscilaban en su
mayoría entre una y diez hectáreas 119 . Como se mostró en el primer
capítulo, en los años siguientes la United Fruit expandió su control sobre
la tierra a través de compras directas o de hipotecas contra préstamos,
y extendió también sus cultivos. Sin embargo, la compañía nunca alcan-
zó a producir más del cincuenta por ciento de la exportación colombiana
de bananos. En 1937 cerca del ochenta por ciento de los bananos ex-
portados era producido por cultivadores locales. Dado su significado en
la fase productiva de la industria, este grupo de bananeros merece estu-
diarse con mayor detenimiento: ¿cuáles eran sus orígenes sociales y
geográficos, sus relaciones con la United Fruit, su comportamiento
empresarial y sus vínculos con otros sectores de la economía y de la
sociedad de la costa?

119. Texas Petroleum Company, Land Department, Bogotá, «Magdalena: Índice


Notaría primera de Ciénaga». 1827-1941, CMD.
356 El Caribe colombiano

Para comenzar, la composición de este grupo de productores


bananeros estuvo lejos de ser estática. Su número se incrementó
con el paso de los años: 280 en 1908, 350 en 1927, 480 en 1937, 600
a comienzos de la década de 1940. Durante todo este período, algu-
nos se retiraron del negocio, mientras otros recién se incorporaban
al mismo; aunque muchos de ellos, y sus descendientes, permane-
cieron fieles a la cultura bananera. Cincuenta y siete de los apellidos
de familia que cultivaban bananos en 1908 no aparecen entre los
prominentes cultivadores de 1927. Para entonces unos noventa nue-
vos apellidos se habían incluido en el grupo que Diego Monsalve
clasificó como «propietarios colombianos de bananeras» en Ciéna-
ga y Santa Marta 120 • Con la excepción de un pequeño grupo de
inmigrantes extranjeros a comienzos de siglo, el grueso de estos pro-
ductores bananeros era colombiano. La mayoría de ellos era oriun-
da del departamento del Magdalena, aunque muchos también pro-
venían del Atlántico, Tolima, Santander, Antioquia y Cundinamarca.
Entre los grandes cultivadores en 1908 se destacaban comerciantes
barranquilleros, como Evaristo Obregón & Compañía y Senior &
Wolf. Los Borda, de Bogotá, eran vecinos de la finca Colombia, de
propiedad de un santandereano de prestigio nacional, el general
Benjamín Herrera 121 . Algunos de éstos, como los Obregón, Senior
y el mismo Herrera, eran productores ausentistas, al tiempo que
algunos magdalenenses decidieron establecer su residencia en
Barranquilla en busca del bienestar urbano. Sin embargo, la mayoría de
los productores bananeros se estableció en el Magdalena -en Santa
Marta, en el vecino municipio de Ciénaga o en las emergentes pobla-

120. D. Monsalve, Colombia cafetera, Barcelona, 1927, pp. 738-742; y Misión


de Rafael Reyes, pp. 45-9.
121. Los archivos notariales dan evidencia de la participación de intereses
barranquilleros en la zona. Véanse: Índice Notaría Primera de Ciénaga, 1912, e
Índice Notaría Primera de Santa Marta, 1857-1905, CMD. La participación de
empresarios del interior andino en el cultivo bananero está ilustrada en los relatos
de Luna Cárdenas, Un año y otros días.
Las influencias externas 357

ciones de Aracataca, Riofrío o Fundación-. Pero lo que parece ha-


ber caracterizado a la zona bananera es su alto grado de movilidad.
A pesar de las limitaciones impuestas por la posición dominante
de la corporación norteamericana en la industria, los cultivadores
locales se beneficiaban del crédito ofrecido por la United Fruit. La
compañía proveía a los productores de capital de trabajo, necesario-
sobre todo cuando las tormentas destruían los platanares.
Similarmente, los productores garantizaban un mercado para sus
cosechas. Aunque las condiciones variaron durante el período, y el
precio fue a menudo una fuente de conflicto, los ingresos de los pro-
ductores fueron considerables 122 . Más aún, como Bulmer-Thomas
lo ha sugerido para el caso centroamericano, dado que el precio se
fijaba de antemano, los productores evitaban la inestabilidad del pre-
cio internacional mientras que la compañía asumía el riesgo de las
fluctuaciones del mercado. El promedio de los precios del banano en
el mercado minorista de los Estados Unidos cayó constantemente
entre 1920 y 1940 123 .
Lo que se quiere enfatizar aquí es que el crecimiento espectacu-
lar del comercio bananero desde comienzos de siglo, liderado por la
United Fruit, motivó la expansión de la producción agrícola local. Se
abrieron nuevas oportunidades para negocios rentables. Algunos
bananeros gastarían sus ingresos «en los lujos de la vida, sin pensar
en el mañana», pero muchos otros se comportaron como empresa-
rios124. A su turno, el ingreso que recibían los productores se
redistribuía en pagos de salarios, de impuestos (aunque no mucho) y

122. Los conflictos entre la compañía norteamericana y los cultivadores sobre el


importante asunto del precio del banano se analiza en White, Historia de una igno-
minia, y LeGrand, «El conflicto de las bananeras». Véase también la sección sobre
banano del capítulo primero de este libro.
123. Bulmer-Thomas, The política{ economy ofCentral America, p. 15; y US
Department of Commerce, Statistica/ Abstraer of the United States, Washington,
1943, p.381.
124. Gobernador del Magdalena al presidente Olaya, Santa Marta, mayo 12 de
1931, AEOH, s 3176.
358 El Caribe colombiano

de gastos de consumo, o se reinvertía en el mismo negocio bananero,


en propiedad raíz o en otras actividades económicas. Algunos ex-
pandieron sus intereses al sector industrial. Productores bananeros
-los Dávila, de Mier y Salzedo, entre otros-, «todos con excelente
reputación y crédito», eran los principales accionistas de la Cervece-
ría del Magdalena, una fábrica «muy bien montada por expertos ale-
manes» en 1928 125 • Adicionalmente, los Salzedo invirtieron en el
transporte fluvial. Productores de banano importantes como A. Co-
rrea eran también comerciantes, ganaderos y banqueros. El cuadro
está aún por completarse, pero la evidencia sugiere que la suposición
tradicional sobre los bananeros -según la cual «una vez en posesión
de un ingreso considerable, dejaban el Magdalena»-, debe
reconsiderarse. Hay ejemplos significativos de eficientes producto-
res de bananos, quienes diversificaron sus intereses e invirtieron en
otros sectores de la economía regional.
La industria bananera también abrió nuevas oportunidades de em-
pleo. La oferta de altos salarios atrajo masas de inmigrantes al Mag-
dalena, no sólo de los vecinos departamentos costeños sino también
del interior andino. El número de trabajadores empleados directa-
mente por la United Fruit, y las condiciones de trabajo, variaron a lo
largo del período. Pero hay muy pocas dudas de que los salarios
eran más altos que en otras regiones y sectores de la economía 126 • El
impacto monetario de los salarios en la economía doméstica ha sido
a menudo subvalorado, porque la compañía pagaba una proporción
de los mismos en vales que se intercambiaban por productos en sus
tiendas. Con mucha frecuencia, sin embargo, dichos vales se
monetizaban rápidamente. Como Rippy lo observó, «proliferan gru-
pos de agiotistas inescrupulosos ... quienes compran los vales con 25
por ciento de descuento, tal como se hace en los pueblos algodone-
ros de los Estados Unidos» 127 • En los días de pago, cada dos serna-

125. Carta de Inspección del Inspector, 18 de julio de 1928, BOLSA/F4/3.


126. Informes que rindió a la honorable Cámara, pp. 13-14, 33-4.
127. Rippy, The capitalists and Colombia, p. 181.
Las influencias externas 359

nas, los trabajadores se congregaban en las fincas, donde «llegaban


los comerciantes a vender ropa y ron». Al atardecer, les esperaban
las tentaciones de la vida nocturna: « .. .las cantinas y los juegos de
boliche, lotería, bacarat, lo mismo que prostíbulos de italianos, sirios,
palestinos y criollos», mientras que se exponían siempre a las amena-
zas de los «calanchines», maleantes dispuestos a robarles sus ingre--
sos128. El juego, los prostíbulos y los rateros no son señales saluda-
bles del progreso; pero su presencia indica que circulaba el dinero.
Dados los altos niveles migratorios en la zona bananera, ¿qué por-
centaje de la mano de obra se establecía permanentemente en la re-
gión y cuántos se empleaban apenas de forma temporal? 129 Y desde
otro ángulo, ¿qué porcentaje de los salarios se remitía a las residen-
cias de origen? Además de los gastos en el trago y en el juego, ¿en
qué más se consumían los salarios? ¿Cómo se vieron afectados los
salarios por la inflación? Estos interrogantes y muchos otros conti-
núan sin respuestas definitivas. Ellos no quieren sugerir que las con-
diciones de vida en la zona bananera no fuesen por lo general deplo-
rables. Junto con los ejemplos ofrecidos en esta sección, ellos buscan
llamar la atención sobre la existencia de una economía monetaria
mayor que la que se ha querido reconocer en la zona bananera, cuyos
vínculos con la economía doméstica han sido hasta ahora despreciados.
Además de los cultivadores y trabajadores, otros sectores de la
economía local y regional también se beneficiaron de la bonanza
bananera. Entre 1900 y 1950, el departamento del Magdalena expe-
rimentó una de las más dinámicas tasas de crecimiento demográfico
del país. Este crecimiento se concentró alrededor de los pueblos del

128. Testimonio de A. Rojas Rojano, en Arango, Sobrevivientes de las


bananeras, pp. 41-2.
129. Se conoce muy poco sobre los patrones de migración. De acuerdo con un
informe británico en 1924, la expansión de la industria bananera «dio origen a una
gran oferta de trabajo de naturaleza temporal. Ésta era atendida por los trabajadores
de otros departamentos, quienes están ahora de regreso». Sullivan, Repon on the
commercial and economic situation in the Republic ofColombia, p. 58.
360 El Caribe colombiano

cinturón bananero: Santa Marta, Ciénaga, Fundación y Aracataca.


La expansión de la población motivó el cultivo de otros productos:
maíz, yuca, arroz y azúcar para el consumo doméstico eran produci-
dos localmente por pequeños parceleros, muchos de ellos recién es-
tablecidos en la zona 130 • Se consumían grandes cantidades de pes-
cado y carne producidos regionalmente. La industria ganadera del
sur del Magdalena se benefició gracias al incremento del consumo
de la carne. Los comerciantes locales también se beneficiaron de la
expansión económica producida por el comercio bananero, aunque
resentían la competencia de los comisariatos de la compañía norte-
americana. Algunos de ellos, como G. M. Daníes -un importador
de mercancías de Santa Marta-, gozaban de «excelente reputación
y crédito» 131 • También se expandieron los servicios y las profesio-
nes liberales. Oficinas de abogados, consultorios médicos, drogue-
rías, cines y nuevos periódicos fueron todos señales de progreso en
la región. Adicionalmente, durante la segunda década del siglo se
fundaron algunas fábricas en Ciénaga y en Santa Marta: muebles,
ladrillos, cerveza, cemento, jabón, pasta y baldosas comenzaron a
producirse localmente tras la expansión de la demanda interna. Las
industrias de Santa Marta fueron descritas como «sólidamente cons-
truidas, sin extravagancias ... la maquinaria ... de lo mejor» m.
Este crecimiento económico motivado por el comercio bananero
no se limitó al norte del Magdalena. Ya se han mencionado los víncu-
los entre la zona bananera y el sector ganadero del sur del departa-
mento. Como causa de los movimientos migratorios, probablemente
una parte de los ingresos salariales se consumía en otras regiones

130. Bell, Colombia, p. 187. LeGrand ha subrayado la presencia de un campesi-


nado activo, dedicado a la producción de alimentos distintos al banano y al plátano.
Véase su «Campesinos y asalariados en la zona bananera», p. 185.
131. Gerente de Santa Marta a la Oficina de Nueva York, mayo 15 de 1928,
BOLSA A21/2. Sobre las actividades de una casa comercial importante en Ciénaga,
Agapito Clavería, véase Sarasúa, Recuerdos de Barranquilla, pp. 120-30.
132. Carta de Inspección, Santa Marta, Diciembre 15 de 1926, BOLSA F/4/4.
Las influencias externas 361

colombianas. Pero fuera de la zona bananera, Barranquilla fue la


ciudad que más se benefició del creciente comercio de la fruta. Los
vínculos entre la expansión de las exportaciones bananeras y el cre-
cimiento de Barranquilla -que en la década 1920 no sólo era el
principal puerto del país sino también el tercer centro industrial co-
lombiano-, han sido ignorados hasta ahora por los historiadores.-
Estos vínculos, sin embargo, no escapaban a la atención de los con-
temporáneos. «Lo que más movía la actividad de Barranquilla», re-
cordaba Sarasúa, «era el diario movimiento de los buques y lanchas,
que viajaban a Ciénaga y puertos cercanos ... » 133 • Existía ciertamente
un activo movimiento de gente y mercancías, en un servicio de trans-
porte «bien organizado» que cubría las cien millas de distancia entre
Barranquilla y Ciénaga 134 . Empresarios barranquilleros, como ya se ha
observado, tenían asimismo fuertes intereses en la zona bananera. Al-
gunos invirtieron directamente en las plantaciones. Firmas como el Ban-
co Dugand o el Banco Comercial, abrieron sucursales en Ciénaga y
Santa Marta. Prestamistas barranquilleros como Elías Muvdi eran im-
portantes fuentes de crédito para los hombres de negocio en Santa
Marta y Ciénaga 135 • Los comerciantes mayoristas de Barranquilla dis-
tribuían sus mercancías en la zona bananera. Una alta proporción de las
telas, por ejemplo, se «importaba a través de Barranquilla por las gran-
des firmas sirias» 136 • Las fábricas de jabón de Santa Marta compraban
parte de su materia prima en Barranquilla. A su turno, los productos de
las fábricas barranquilleras, como la cerveza Aguila o los bienes de La
Industria, se mercadeaban en la zona bananera 137 • Y muchos de los

133. Sarasúa, Recuerdos, p. 22.


134. Sullivan, Report on the commercial and economic situation in the republic
of Colombia, p. 58.
135. Gerente de Santa Marta a la Oficina de Barranquilla, enero 4 de 1932,
BOLSNA21/3.
136. Bell, Colombia, pp. 187-90.
137. Gerente de Santa Marta a la Oficina de Barranquilla, julio 12 de 1932,
BOLSA/A21 ?3; Luna Cárdenas, Un año y otros días, p. 169; Sarasúa, Recuer-
dos, p. 24.
362 El Caribe colombiano

productos alimenticios de la zona bananera se consumían en


Barranquilla 138 • Como lo anotaba el periódico El Comercio en 1911,
los desarrollos del Magdalena se seguían con especial cuidado en el
departamento vecino, porque «son respetables los intereses que mu-
chos barranquilleros tienen en la zona bananera» 139 •

CONCLUSIO~ES:
EL IMPACTO DE LAS INFLUENCIAS EXTRANJERAS

A primera vista, el cuadro general presentado en este capítulo


parecería amoldarse bien a las nociones familiares sobre la in-
fluencia extranjera en Latinoamérica. Desde las últimas décadas
del siglo XIX hasta 1930, un significativo flujo de inmigrantes y
de capital extranjero penetró en la región, mientras se reanima-
ba el crecimiento económico a través de las exportaciones. Ex-
tranjeros de diferentes nacionalidades se establecieron en
Latinoamérica, donde se involucraron en las más diversas acti-
vidades económicas. Después de la Primera Guerra Mundial la
influe_ncia europea le dio paso a la presencia norteamericana.
Aunque el cuadro varió de país en país, el impacto extranjero no
se limitó a la economía; se hizo sentir en casi todos los niveles
sociales del continente 140 . No obstante, una mirada más cercana
a la experiencia colombiana revela algunas particularidades.
La primera diferencia obvia se encuentra en las dimensiones del
fenómeno: no hubo aquí grandes masas de inmigrantes, ni el flujo de

138. LeGrand, «Campesinos y asalariados en la zona bananera», p. 185.


139. Véase Ferrocarril de Santa Marta: Escritos de la prensa del país, Barranquilla,
1911, p. 28.
140. Véase Momer,Adventurers and pro/etarians, pp. 35-85; N. Sánchez Albor-
noz, «Population», en L. Bethel, (ed.), Latin America. Economy and society, 1870-
1930, Cambridge, 1989, pp. 88-101.
Las influencias externas 363

capital extranjero fue tan significativo como en el resto de


Latinoamérica. Sin embargo, dentro del panorama nacional sobresa-
lía la relativa importancia de inmigrantes y de capital extranjero en el
Caribe colombiano. Inmigrantes como Abraham Z. López-Penha-
novelista, librero y farmaceuta- reconocían haber encontrado en la
costa una atmósfera intelectual más abierta que en el interior-
andino141. Aunque se esparcieron por toda la región, su presencia
fue más prominente en Barranquilla, cuya élite comercial podría asi-
milarse a la «burguesía cosmopolita» descrita por C. A. Jones -esa
comunidad mercantil de nacionalidades diversas que se estableció
en puertos como Buenos Aires durante la segunda mitad del siglo
XIX-l 42 . Tradicionalmente, el impacto de la inmigración extranje-
ra en Latinoamérica ha sido analizado bajo la perspectiva de las
relaciones centro-periferia, donde el foco de atención se centra en
el dominio europeo durante el siglo XIX y la posterior penetración
norteamericana. La importancia de la inmigración siria -en térmi-
nos de su tamaño y de su contribución a las actividades empresaria-
les- sugiere la necesidad de adoptar un enfoque diferente para
apreciar el impacto real del mundo exterior en las sociedades y en
las economías del continente.
El grado de poder y control que los inmigrantes y las compañías
extranjeras lograron ejercer sobre la región también merece consi-
derarse con mayor cuidado. Interrogantes al respecto surgen, en par-
ticular, cuando se analizan las actividades de Parrish en Barranquilla
o de la United Fruit Company en la industria bananera. El control
que Parrish logró tener sobre los servicios públicos de Barranquilla,
tras el nombramiento de Samuel Hollopeter en las Empresas Públi-
cas Municipales en 1925, podría darse como ejemplo para describir
cómo el gobierno local se rindió ante los intereses norteamericanos.

141. R. l. Bacca, «El modernismo en Barranquilla», Boletín Cultural y Bibliográ-


fico, 30133 (1994 ), p. 84.
142. C. A. Jones, /nternational business in the nineteenth-century: The rise
and fall of a cosmopolitan bourgeoisie, Brighton, 1987, pp. 66-93.
364 El Caribe colombiano

Pero los intereses de Parrish no se identificaban exclusivamente con


la bandera de los Estados Unidos. Sus compañías, asociadas algunas
veces con capitalistas nacionales, y sus intereses económicos, lo vin-
cularon de manera íntima con la comunidad empresarial
barranquillera. Hay muy pocas dudas de que el arreglo con los ban-
queros norteamericanos se consideró altamente beneficioso para el
desarrollo urbano. La historia de las Empresas Públicas Municipales
no estuvo desprovista de fricciones políticas, tal como ocurrió en
otras empresas de servicios públicos manejadas por el capital ex-
tranjero en Latinoamérica 143 • Sin embargo, en contraste con la acti-
tud hacia el gerente de la empresa de Ferrocarriles de Barranquilla
en 1930, por quien no había gran simpatía, la opinión pública tenía a
Hollopeter en alta estima, tanto por sus «habilidades diplomáticas»
como por los logros de la empresa a su cargo. Como lo había obser-
vado un informe británico,

.. .la primera condición esencial de cualquier compañía extranjera


que trabaje en Colombia, especialmente en las empresas de servi-
cios públicos, es contar con un gerente adecuado quien debe ser,
ante todo, una persona diplomática. Que posea calificaciones téc-
nicas es un asunto secundario ... Si sus principales representantes
locales ... tienen el tacto -el don de llevarse bien no sólo con las
autoridades sino también con el personal trabajador a su cargo-
todo marchará sobre ruedas. Pero si no cuentan con estas cuali-
dades esenciales, no importa qué tan capaces sean técnicamente
para el negocio, sus empresas serán impopulares y encontrará
trabas permanentemente en el camino 144 •

La United Fruit Company no parece haber desplegado ninguna de


estas cualidades diplomáticas. La compañía fue el centro de estu-
dios pioneros sobre el «imperialismo económico» norteamericano en

143. Véanse, por ejemplo, lo casos analizados por L. y C. Jones y R. Greenhill


en Argentina y Chile, «Public Utilities Companies», en Platt, Business imperia/ism,
pp. 77-118.
144. Legación británica a Craigie, Bogotá, diciembre 19 de 1930, PRO, PO 135/429.
Las influencias externas 365

los que, como en otros tipos de relación imperial, ésta se define por
el grado de control que ejercía la empresa en los países donde ope-
raba145. Desde esta perspectiva, a las fuerzas locales no se les re-
conoce poder de negociación. Según Kepner y Soothill, la United
Fruit no sólo tenía el poder de desplazar competidores y de arruinar
a los productores locales, sino también de «dominar a los gobier--
nos»146. Estudios posteriores le hacen eco a esta interpretación, in-
cluso en un tono más radical: algunas veces se le adscribe a la com-
pañía norteamericana un control casi absoluto sobre los gobiernos,
tanto locales como nacionales. Con frecuencia, esta interpretación
descuida el análisis de las circunstancias que acompañaron el desa-
rrollo bananero y supone que a los políticos simplemente se les co-
rrompía o se les manipulaba cuando fuese conveniente. Y que las
políticas hacia la industria bananera eran impuestas por la compañía
sobre unos gobiernos que prestaban poca atención a los intereses
locales. Por encima de todo, estas interpretaciones desconocen los
límites que incluso compañías tan poderosas como la United Fruit
podían enfrentar en sus manejos con la política colombiana.
Casi desde un comienzo, la llegada de la United Fruit a Colombia
se tropezó con los sentimientos de sospecha hacia las ambiciones de
los Estados Unidos en el continente, tras la intervención de Theodore
Roosevelt en la secesión de Panamá en 1903. La compañía, es cier-
to, recibió cómodas concesiones durante la primera década del siglo

145. La literatura en este campo es vasta. Un repaso del debate sobre el


«dependentismo» se encuentra en C. Abe! y C. Lewis, Latin America. Economic
imperialism and the State, Londres y Dover, 1985. Entre los estudios pioneros sobre
imperialismo económico relacionados con la United Fruit, véanse Rippy, The
capitalists and Colombia, y Kepner y Soothill, The banana empire. Una crítica a las
corrientes anti-imperialistas se encuentra en S. Lebergott, «The Return to US
Imperialism, 1890-1929», Journal of Economic History 6012, junio 1980, pp. 229-
52. Para un repaso de los diferentes enfoques sobre el imperialismo desde una pers-
pectiva general, véase M. Doy le, Empires, Ithaca, NY y Londres, 1986, pp.. l9-47.
Véase también W. Mommsen y J. Osterhammel, (eds.), Imperialism and after, Lon-
dres, 1986.
146. Kepner y Soothill, The Banana empire, p. 336.
366 El Caribe colombiano

gracias a la política general de la administración Reyes de promover


las exportaciones. Pero también recibió la hostilidad de significativos
sectores nacionales. Y, en cualquier caso, las circustancias cambiaron
desde fines de la tercera década. Presionado por la opinión pública, el
gobierno colombiano se mostró dispuesto a enfrentarse a la United
Fruit, pero sin desconocer los intereses económicos que estaban ya
en juego en la región. Como la economía colombiana no dependía de
las exportaciones bananeras, el gobierno nacional estaba quizá en una
mejor posición para negociar con la corporación norteamericana que
los gobiernos centroamericanos.
En la década de 1920, el gobierno decidió nacionalizar el Ferroca-
rril de Santa Marta, lo que desembocó en un largo proceso ante las
autoridades judiciales del país. En 1924 se informaba que el presi-
dente «estaba ejerciendo presiones sobre la Corte Suprema ... para
provocar una decisión favorable al gobierno en el asunto del ferroca-
rril» 147 • En 1929 el gobierno nacional rechazó una solicitud de la
compañía, por la que se pretendía importar diez mil trabajadores des-
de las islas caribeñas de habla anglo-sajona 148 • Las relaciones entre
el gobierno central y la United Fruit se deterioraron seriamente en la
década de 1930, particularmente durante la primera administración
de López Pumarejo ( 1934-1938), quien favoreció a los sindicatos du-
rante los conflictos laborales y desplegó una política intervencionista
del Estado hacia la industria bananera 149 •
La actitud prevaleciente en la costa hacia el capital extranjero era
diferente a la del interior, condicionada por su mayor grado de aper-
tura hacia el mundo exterior. Los sentimientos anti-norteamericanos
producidos por la pérdida de Panamá quizá se contrarrestaron con el
súbito crecimiento del comercio bananero y sus efectos en la econo-

147. Norton, Rose & Co. al Sub-Secretario de Estado, Londres. Junio de 1924,
PRO, F0371/9592.
148. Torres Giralda, Los inconformes, pp. iv, 115.
149. A. Tirado Mejía, Aspectos políticos del primer gobierno de Alfonso López
Pumarejo, 1934-1938, Bogotá, 1981, pp. 223-5, 278-87.
Las influencias externas 367

mía regional. Adicionalmente, los políticos locales eran tal vez más
susceptibles de caer bajo la influencia de la corporación norteameri-
cana, ya fuese porque tuviesen interés directo en el negocio, o como
consecuencia de la corrupción. No obstante, la hostilidad local contra
la United Fruit también cobró fuerza. Los gobernadores del Magdale-
na durante la administración Concha (1914-1918) manifestaban sus-
antipatías hacia la compañía. Prestigiosos políticos locales, como Ma-
nuel Dávila Flórez y Pedro Juan Navarro, expresaron públicamente
sus diferencias con la United Fruit.
Es cierto que las acusaciones de corrupción y de conflictos de
intereses contra gobernadores y diputados del Magdalena fueron fre-
cuentes. Incluso los ataques de los políticos y burócratas locales con-
tra la compañía podrían interpretarse como una forma de presión
para forzar a la United Fruit a llegar a acuerdos 150 • Estos arreglos, sin
embargo, no eran duraderos. Los sobornos ocasionales no podían
tener siempre efectos de largo plazo, sobre todo si tenemos en cuen-
ta los recurrentes cambios en el gobierno y las sucesivas eleccio-
nes. Había que considerar a la opinión pública. La hostilidad de la
prensa, tanto local como nacional-incluyendo las hojas volantes
anómimas, cuyo lenguaje estaba con frecuencia «en las fronte-
ras del libertinaje»-, alimentaba las enemistades hacia la United
Fruit. Esta atmósfera influía sobre los jueces: «Es imposible no
apreciar el odio al que se verían expuestos los jueces si éstos toma-
sen decisiones favorables a la compañía extranjera»' 51 .
Otros sectores de la sociedad colombiana tampoco simpatizaban
con la United Fruit. Los comerciantes, tanto en la zona bananera
como en Barranquilla, resentían la competencia de sus comisariatos.
Los cultivadores locales se quejaban por el control que la compañía
ejercía sobre el mercado. Los trabajadores demandaban vanamente

150. Valdeblánquez a Ospina, Santa Marta, junio 19 de 1923; Royero a Os pina,


Santa Marta, junio 11 de 1923, AGPNO, correspondencia recibida, 1923.
151. Legación Británica al Foreign Office, Bogotá. marzo 25 de 1924, PRO,
F0371/9592.
368 El Caribe colombiano

que la United Fruit expandiera su nómina, en vez de seguir contra-


tando mano de obra a destajo. Estos resentimientos se mezclaban
con los problemas que sucedían a la masiva llegada de inmigrantes a
la zona, y al establecimiento de colonos tanto en tierras baldías como
de propiedad de la compañía. La combinación de todos estos ele-
mentos con la falta de tacto de los gerentes de la United Fruit y con
la agitación política en la región produjo en varias ocasiones serios
disturbios sociales y motivó huelgas en contra de la empresa 152 •
En el largo plazo, sin embargo, la hostilidad se compensaba gene-
ralmente por el acuerdo de intereses. Hubo épocas de prosperidad,
como en las primeras décadas del siglo. Y hubo épocas de crisis. Se
hace pues necesario abandonar el concepto del «enclave» para apre-
ciar la verdadera dimensión de los efectos del comercio bananero en
la economía regional. Este impacto ha sido hasta ahora simplificado.
De manera similar, los análisis de la United Fruit en Colombia basa-
dos exclusiva o predominantemente en las teorías del imperialismo
económico impiden descubrir las complejidades de las relaciones
entre la compañía y la política colombiana. No se trata de una nueva
tradición. Como un informe británico lo observaba en 1930: «Las
autoridades locales y los políticos, a pesar de los inmensos benefi-
cios públicos que se derivan de las empresas de la United Fruit, es-
casamente pierden una oportunidad para dificultarles su posi-
ción» 153 •

!52. Véase el capítulo 1, sección 6.


!53. «Colombia. Annual Report», Bogotá, Enero 16 de 1930, PRO, F0142211
1930.
6

EL ESTADO, LA POLÍTICA
Y LA RELIGIÓN

INTRODUCCIÓN

En 1885, al dirigirse al Consejo de Delegatarios reunido en Bogotá


para reformar la constitución colombiana, el presidente Rafael Núñez
lanzó su famoso llamado: «El particularismo enervante debe ser
reemplazado por la vigorosa generalidad» 1• Núñez, un cartagenero
que en sus años de federalista ferviente había sostenido que Colom-
bia no era una sola nacionalidad sino un grupo de nacionalidades,
y quien además fue candidato a la presidencia de la república en una
fórmula regionalista costeña en 1875. se convirtió en el principal
impulsor de la centralización del Estado colombiano2 . La conversión
de Núñez al centralismo se presta a varias interpretaciones que no
son objeto de este estudio. Pero, sin dudas, su experiencia en el
poder --como presidente del Estado de Bolívar, como miembro del
gabinete y como presidente de la Unión- lo llevó a su convicción
final sobre la necesidad de fortalecer la nación para dar marcha
atrás a la que veía como la fatal tendencia de la república: de «la
unidad» a «la dispersión» 3 .

l. R. Núñez, La reforma política, Bogotá, vol. 2, p. 432.


2. R. Núñez, La Federación, Bogotá, 1885, pp. 7, 8, 13, citado en J. W. Park,
«Rafael Núñez and the polities of regionalism ( 1863-1886)» Tesis doctoral, University of
Kansas, 1975.
3. Núñez, La reforma política, vol. 2. p. 436.
370 t./ Caribe colombiano

Las reformas subsiguientes introducidas por Núñez, que tomaron


cuerpo en la Constitución de 1886, marcaron un hito en la historia de
la política colombiana. Sin embargo, no detuvieron los conflictos
internos ulteriores. La agitación política de finales del siglo, luego
de tres años de contienda, desembocó en la secesión de Panamá.
El resultado de la Guerra de los Mil Días favoreció al partido conser-
vador en el poder, inaugurando un nuevo período de estabilidad polí-
tica. Aunque en la costa se presentaron incidentes con tendencia se-
paratista, particularmente durante las primeras décadas de este
siglo, éstos no constituyeron una amenaza seria para la unidad
nacional. No obstante, el proceso de consolidación del Estado co-
lombiano enfrentó siempre resistencias en las regiones y tuvo lugar
en medio de enormes dificultades.
Al explorar las relaciones entre la costa y el Estado central, y la
forma como la política local se articulaba con la de la nación, este
capítulo se propone identificar las particularidades del comportamien-
to político regional durante el período. Tres grandes interrogantes
orientan el análisis: ¿cómo reaccionó la costa frente a las tendencias
centralistas del Estado colombiano, sobre todo a partir de 1886?; ¿re-
presentó el regionalismo costeño alguna amenaza a la unidad nacio-
nal?; ¿cuáles eran las características más sobresalientes de la política
costeña? El capítulo abre con una sección que estudia los problemas
del gobierno local, y cómo éstos condicionaron su creciente depen-
dencia del Estado central. La segunda sección analiza el grado de
control del ejecutivo nacional sobre la política local, y las circunstan-
cias bajo las cuales se ejercitaba dicho control. A éstas siguen otras
dos secciones que proporcionan ejemplos adicionales sobre las difi-
cultades que el proceso de consolidación del Estado nacional enfren-
tó en la costa: la evasión del reclutamiento militar y el contrabando.
Una quinta sección está dedicada al análisis del regionalismo y sus
expresiones durante el período. En la última sección se analiza cómo
la lucha partidista integraba a la costa con la política nacional, aunque
la región desarrolló una cultura política propia y el poder, por lo gene-
ral, permaneció fragmentado.
El Estado, la política y la religión 371

LAS TAREAS Y LOS PROBLEMAS


DEL GOBIERNO LOCAL

En 1888, P. A. Carbonell, prefecto de Barranquilla, hizo un viaje


oficial por la provincia. En Campo de la Cruz, «milagrosamente»,
encontró al alcalde. En ese momento el resto de los empleados_
del distrito estaban dedicados a sus actividades agrícolas particu-
lares, así que Carbonell difícilmente pudo revisar por completo
los asuntos de la población. Sin embargo, su evaluación final
dejaba pocas dudas: la administración pública en Campo de la
Cruz estaba descuidada debido a la «falta de personal idóneo».
Aunque el prefecto no consideró tan grave la situación de Galapa,
pensó que, corno en Campo de la Cruz, era necesario fundar una
escuela, o de otra manera estas comunidades quedarían a merced
de «una población de ignorantes en donde no podrá encontrarse
personal para el desempeño de los cargos públicos» 4 • El recuen-
to hecho por Carbonell de su visita oficial es una descripción
gráfica de la pobreza del gobierno en toda la provincia, si bien
tuvo algunas palabras de elogio para Soledad y Sabanalarga, las
poblaciones más grandes después de la capital, Barranquilla.
Muy pocas de las administraciones que visitó eran propietarias
de los edificios en los que se llevaban a cabo las funciones
públicas; las escuelas distritales carecían de libros, mapas y
tableros; los salarios de los empleados públicos eran miserables
y algunas veces prácticamente inexistentes 5 • En estas circuns-
tancias, el gobierno era con frecuencia una entidad sin poder.
Según Carbonell, Ponedera, a pesar de ser una población minús-
cula, era «ingobernable, siendo causa determinante de su males-
tar, el poco respeto que allí se tiene por las autoridades del Dis-

4. P. A. Carbonell al Secretario de Gobierno, Barranquilla, abril 14, 1888, en


Memoria del Secretario de Gobierno al Gobernador de Bolívar, Cartagena, 1888,
pp. cxxn y cxxv.
5. Carbonell, idem., pp. CV-CXXVII.
372 El Caribe colombiano

trito». En Tubará, el alcalde «nunca consigue que sus disposicio-


nes se cumplan estrictamente ... , porque desde el Regidor hasta
el último de Jos vecinos, todos hacen alarde de una desobedien-
cia que raya en desacato» 6 •
De este modo, aquellos que gobernaban debían enfrentar dos pro-
blemas básicos entre muchos otros de carácter menor: reclutar perso-
nal y establecer la autoridad del Estado. Particularmente la organiza-
ción de la burocracia, por fuera de las capitales provinciales, se veía
obstaculizada por las limitaciones materiales del Estado y también
por una cierta renuencia a la aceptación de cargos públicos. Los
altos funcionarios con frecuencia se preocupaban por su aislamien-
to, y los cargos públicos «son mirados con horror i es trabajoso pro-
veerlos por esa circunstancia en personas idóneas. Para conseguir-
los es preciso que el funcionario nombrante ponga en juego los re-
sortes de la amistad u otro sentimiento análogo, i la aceptación se
estima como un grande sacrificio ofrendado a consideraciones per-
sonales únicamente» 7 • Según el prefecto de Coroza! en 1888, muy
pocas personas estaban dispuestas a aceptar las responsabilidades
de ser alcalde, juez y tesorero municipal. Las dificultades eran ma-
yores en las poblaciones más pequeñas, en las que el número de
candidatos aptos era limitado y la selección estaba restringida por
las intensas rivalidades personales de la vida parroquial:

No es la menor de las dificultades para el establecimiento de


una buena Administración municipal la falta de personal hábil para
el desempeño de Jos empleos; tal se nota en algunos distritos

6. Carbonell, idem., pp. CXX y CXXIV. Este tipo de observaciones fueron


comunes entre las autoridades durante este período. En Bocachica, por ejemplo, «la
generalidad de los vecinos ... son enemigos sempiternos del gobierno i se manifiestan
hostiles a todo acto público, negándose sus servicios para las más apremiantes nece-
sidades públicas» en «Relación de la visita del Alcalde del distrito asociado al Regidor
de la Aldea de Bocachica», Bocachica, diciembre 2, 1888, AGB, 1887.
7. «<nforme Gobernador de Mompós», en GB, junio 23, 1873. El gobernador de
Magdalena lanzaba una queja semejante en 1920. Véase L. Riascos, Informe del
Gobernador, Santa Marta, 1920, p. 9.
El Estado, la política y la religión 373

como Ayapel, Morroa, Caimito, Toluviejo, San Benito Abad y


Palmito. En todos se encuentran dos, tres, o cuatro personas aptas
para el desempeño de los puestos públicos; pero ni su número es
suficiente para el ejercicio de todos, ni prestan su contingente
sino en determinados casos; y es común que esta escasez de
personal venga a aumentar las dificultades por la rivalidad que
surge entre los dos o más sujetos y que redunda en perjuicio del
gobierno a quien todos quieren servir según sus ideas, pero a
quien en realidad desirven, perjudican con sus divisiones 8 .

Puesto que los servidores públicos eran tan mal pagados, y por
consiguiente difíciles de reclutar entre los miembros de las clases aco-
modadas, la relación entre aquellos que gobernaban y sus colabora-
dores se basaba muchas veces en lazos personales que, a su vez,
condicionaban el tipo de gobierno 9 • «De este modo -señalaba el pre-
fecto de Lorica-los empleados superiores vienen a encontrarse en una
posición de lo más desventajosa y violenta, porque aun conociendo
todo el descrédito que le acarrea la falta de cumplimento de sus agen-
tes a sus deberes, se ve forzado a ser indulgente con éstos» 10 •
Sin embargo, sería equivocado desestimar la importancia de la
burocracia como fuente de empleo y de poder político. Entre un cier-
to grupo de gentes -las «personas idóneas» cuya falta de apoyo era
una preocupación recurrente entre aquellos que gobernaban-, el
vincularse con el sector público podía considerarse como una carga;
pero para una población creciente, el Estado se convirtió poco a poco
en la principal fuente de empleo, especialmente durante épocas de

8. Memoria del Secretario de Gobierno de Bolívar, p. XXII.


9. Más grave aún que el bajo nivel de salarios era la falta de puntualidad en los
pagos. En 1914, el gobernador de Bolívar reconocía que los salarios del departamento
tenían tres meses de atraso incluyendo el suyo. R. Rodríguez Diago al Presidente
Concha, Cartagena, diciembre 30, 1914, AJVC caja No. 13. Véase además, J. M.
Valdeblánquez al presidente P. N. Ospina, Santa Marta, junio 19, 1923, AGPNO.
Desde 1871, y aún antes, los servidores públicos «vendían» sus salarios atrasados con un
descuento. Véase «Informe Gobernador de Coroza!», GB, agosto 20, 1871, p. 149.
10. Memoria del Secretario de Gobierno de Bolívar, p. CXXX.
374 El Caribe colombiano

crisis económica. Como lo señalaba el comandante de la Segunda


División del Ejército en Cartagena al presidente Concha en 1914,

el problema más grave y que da origen a disgusto y a la oposición


es, sin duda, la provisión de empleos, especialmente en estos
momentos de crisis económica y de penuria general en que los
desafectos que están con sueldo hacen esfuerzos inauditos para
no desprenderse del destino y los amigos que están fuera del
presupuesto golpean recio para que se les deje entrar 11 .

El reclutamiento de la policía local era particularmente difícil y los


gobernadores se quejaban a menudo de lo inadecuada que resultaba
la fuerza policial para el manejo del orden público 12 • A pesar de la
participación gradual del gobierno central en la organización de la
policía nacional, durante la mayor parte del período la vigilancia to-
davía era un asunto local en manos de la policía departamental, cuya
estructura dependía de la asamblea 13 • Mal equipada y carente de recur-
sos, la institución no constituía un empleador atractivo y su prestigio
como árbitro eventual de conflictos se veía socavado adicionalmente
por la naturaleza partidista ligada a los intereses de los diputados. Sin
una policía adecuada, resultaba obviamente difícil lograr un poder
judicial efectivo. Estudios adicionales sobre el papel de la policía depar-
tamental antes de la organización final de la policía nacional arroja-

11. E. Palacio al presidente Concha, Cartagena, diciembre 18. 1914, AJVC, caja No. 17.
12. Véase A. Carbonell, Mensaje que el Gobernador del Atlántico presenta a la
Asamblea del Departamento, Barranquilla, 1918, p. 4, y Riascos, Informe del gober-
nador, pp. 41-44. En 1914, el gobernador de Atlántico se lamentaba de las cualidades
de los policías locales: «Basta, para comprenderlo así, comparar un agente de la
Policía Nacional con uno de la Departamental o Municipal, que haya nacido aquí: el
primero, antes que agente es hombre respetuoso; de modales naturalmente acepta-
bles, disciplinado, formal y esclavo del deber, para cumplir el cual saca valor y
energía de donde no los tiene. El otro es hombre libre por completo: es decir, irrespe-
tuoso, indisciplinado, poco constante y nada simpatizador con el servicio de la Policía»
en Bustillo, Mensaje que dirige el Gobernador, p. 10.
13. Para la historia de la Policía Nacional, véase A. Castaño García, La Policía,
su origen y su destino, Bogotá, 1947.
El Estado, la política y la religión 375

rían más luz sobre los problemas de la ley y el orden en Colombia


durante este período. Cabe poca duda, sin embargo, de que la tarea
del gobierno frente a los problemas de orden público frecuentemente
iba acompañada por una sensación de impotencia. Acto seguido de las
acciones populares en contra de cercamientos de tierras en Arjona en
1884, la respuesta del alcalde fue su renuncia: « ... la situación creada -
aquí es harto delicada que la autoridad no goza del prestigio de otro
tiempo, ni se respetan hombres, pocisión (sic), ni leyes, y para domi-
narla se necesita un brazo de hierro que yo carezco en absoluto» 14 •
La organización de una burocracia y el establecimiento de la auto-
ridad estatal debían sobreponerse a las complicaciones adicionales
planteadas por las rivalidades partidistas, la corrupción y las eleccio-
nes. Los problemas de la administración pública en Bolívar fueron
descritos claramente por el Secretario de Gobierno en 1936:

Inútil sería negar el ambiente morboso en que se agita la ad-


ministración: el Concejo contra el Alcalde, porque este quiere
nombrar libremente sus colaboradores; el Alcalde contra el Teso-
rero, porque rehuye pagarle su sueldo; un Juez a quien se desti-
tuye del cargo, a despecho de la Constitución; un Personero que
se enfrenta a quienes lo eligieron para el cargo; un peligro para
la integridad de los fondos destinados a la carreteras municipales,
o un caso de entronizado vergonzante nepotismo ... 15 •

En medio de este «ambiente morboso», algunos funcionarios re-


nunciaban desesperados. «Cansado sí de tanta intriga, de tantas
vociferaciones por la prensa sabiendo que mienten», Rafael de Ar-
mas le rogaba al presidente Concha que lo reemplazara, mientras le
explicaba las dificultades del gobierno en Magdalena 16 •

14. Primer Suplente de la Alcaldía al Gobernador, Arjona, abril1884, AGB,


caja No. 1884.
15. M. Gómez Fernandez, Memoria del Secretario de Gobierno, Cartagena,
1936, p. IV.
16. Del gobernador de Magdalena al presidente Concha, Santa Marta, marzo 1O,
1917, AJVC.
376 El Caribe colombiano

En el centro de estos problemas yacía la cuestión de las finanzas


públicas. «El Gobierno no es fuerte -señalaba Eugenio Baena al
prestar juramento como presidente del Estado Soberano de Bolívar
en 1873- no porque las instituciones sean débiles, sino porque el
Estado no tiene Tesoro capaz de hacer frente a las necesidades más
premiosas» 17 • Los problemas fiscales de la Colombia del siglo XIX
identificados por Malcolm Deas eran aún más protuberantes mirados
desde las perspectivas municipal y departamental y, generalmente,
permanecieron como un obstáculo serio para la acción estatal a lo
largo de todo el período bajo estudio 18 • La mayoría de los municipios
enfrentaba la penuria fiscal, tal como se lamentaba el gobernador
Carbonen en 1918: «La vida municipal ... es demasiado primitiva,
porque la pobreza de los recursos fiscales o la desidia en la recauda-
ción de los impuestos no le permite atender siquiera a aquellos servi-
cios que por naturaleza corresponden al municipio, ni mucho menos
intentar obra alguna de progreso» 19 . Las finanzas en los departamen-
tos a duras penas podían sostener la administración pública en un
número de municipios y en algunas otras localidades más pequeñas
dispersas por la región. Si los municipios tendían a depender
financieramente de los departamentos, éstos, a su vez, debían depen-
der del presupuesto nacional.
Unas finanzas débiles no podían fundar gobiernos fuertes y aque-
llos que gobernaban parecían muy conscientes de su debilidad: «Un
gobierno pobre como el nuestro, que no puede pagar soldados que lo
sostengan, tiene que buscar su apoyo en la opinión». La afirmación del
presidente de Magdalena era no sólo el reconocimiento de una pobreza

17. GB, octubre 26, 1873, p. 148. Seis décadas después, el llamado del goberna-
dor de Bolívar era similar; C. del Castillo, Mensaje del Gobernador, Cartagena,
1935, p. 11.
18. Véase M. Deas, «The fiscal problems of nineteenth-century Colombia»,
JLAS, 14, 2, Nov. 1982, pp. 287-328. Si bien la preocupación mayor de Deas es el
gobierno central, su estudio también trata los problemas comunes a todas las divisio-
nes administrativas; véase ídem., pp. 300-310.
19. Carbonell, Mensaje, p. 3.
El Estado, la política y la religión 377

evidente sino también una advertencia en contra de impuestos adi-


cionales, tal como él mismo lo señalaba a la asamblea legislativa:

Siendo limitada la riqueza pública, incipiente la industria, pobre


nuestro comercio, i hallándose entreabierta de continuo la jaula
que encierra el monstruo de la guerra, nuestras producciones i
consumos tienen que carecer de grandes proporciones, por lo que
los impuestos que los gravan deben ser moderados: por eso no
soi de opinión que se creen nuevas contribuciones ni se aumenten
las actuales 20 •

No obstante sus debilidades, como en el caso de la burocracia,


también resultaría equivocado subestimar la importancia de los sis-
temas fiscales, tanto en los municipios como en los departamentos.
Su análisis podría revelar, además de la pobreza de la economía regio-
nal, la intensidad de la lucha por el control de las pocas fuentes estatales.
El cuadro 6.1 ilustra las principales fuentes de ingreso del Estado
Soberano y más tarde departamento de Bolívar, durante varios años
comprendidos entre 1871 y 1917. Dos rentas básicas -la del aguar-
diente y el consumo de ganado mayor- se mantuvieron como las
principales fuentes de ingresos para el erario a lo largo del período;
otras cuatro --el impuesto sobre la renta, al tabaco, al consumo de
harinas y el de salinas- ganaron o perdieron importancia de acuer-
do con las circunstancias; el resto, fuera de los siempre presentes
auxilios del presupuesto nacional, lo representaba una colección de
ingresos menores 2 t.
El gobierno de Bolívar realizó algunos intentos para establecer
una forma directa de tributación sobre la renta durante la década
de 1870. Los ingresos provenientes de los impuestos directos fueron
a veces importantes, pero como lo observaba el gobernador de
Sabanalarga en 1873, «la mayor parte de los contribuyentes opone
una muy fuerte resistencia; cada día se hace más i más odioso, i esta

20. M. A. Vengoechea, Mensaje (del) Presidente del Estado S. del Magdalena,


Santa Marta, 1869.
21. Véase Deas, «The fiscal prob1ems», pp. 300-310.
378 El Caribe colombiano

CUADRO 6.1
INGRESOS DEL ESTADO/DEPARTAMENTO DE BOLÍVAR,
1871-1916 (EN PESOS COLOMBIANOS)
Fuentes 1871 1877 1886 1888/9 1917
1

Aguardientes 15.882~ 57.718 580.000 ; 273.028


i
Impuesto Renta 39.025 100.000 1 1

i Consumo de Ganado 47.574 90.000 80.158 276.000 160.135


1 1

1
Derecho de Registro 3.123 6.000 5.288 j 9.600 i 12.222 1

Consumo Harina, otros 1


8.967 10.000 83.709 1

1
Correos 991 1.600 1.483 : 1.600 1

1
Indemnización Salinas 20.000 ' 96.000 39.400
1

Diques y sus pasos 247 300 140 1 1

1
Auxilio Ferrocarril 6.000 1 6.000 12.000
1 1
1
10% adicional 18.000 12.630 i 1

Bienes Dpto. 2.000 1.180 11.000 1

Auxilio Lazareto 2.400 3.000 2.952


Inmuebles 45.000
Herencias 800 4.000
Ediciones oficiales 121 800 45 : 200
Auxilio Hospitales i 6.000 1

Papel Sellado 63 9.000 11.082 1


1

Alumbrado Eléctrico 24.000 '


Otros Auxilios 14.200
¡
Tabaco 68.037

Fuentes: Gaceta de Bolívar, Cartagena, Octubre 22, 1871. p. 21 O; Diario de Bolí-


var, Cartagena, noviembre 29, 1876; Informe del Secretario de Hacienda de la
Gobernación del Departamento de Bolívar. Cartagena, 1888, p. 121; Registro de
Bolívar, Cartagena, diciembre 29, 1898; Mensaje e Informes del Gobernador del
Departamento de Bolívar, Cartagena, 1917, p. 63.

odiosidad aumenta los obstáculos para recaudarla» 22 . Los contribu-


yentes resentían los dictámenes finales de la distante Junta Superior,
cuyos criterios, según el gobernador, no podían basarse en la «estric-
ta justicia», como consecuencia de la falta de información o de la

22. GB, septiembre 24, 1873, p. 116. Las protestas en contra del impuesto de
renta están bien documentadas en AGB, 1874. Véase, N. de Zubiría a la Junta Califi-
cadora, Cartagena. diciembre 22. 1874, en idem.
El Estado, la política y la religión 379

distorsión de la misma. Las juntas locales, sin embargo, no produje-


ron mejores resultados: «Entonces surgen las vejaciones i las arbi-
trariedades, provenientes del espíritu de partido, de la emulación, de
la envidia, de la rivalidad i, sobre todo, de la ignorancia de lo que
cada cual posee en realidad». El gobernador de Barranquilla, cuya
oposición al impuesto a la renta era evidente, describía las dificulta- -
des adicionales: «Los hombres obedientes a la lei pagan el impuesto,
los que no lo son oponen fuerzas de inercia, i de este modo las cargas
públicas sólo gravitan sobre unos pocos, violándose la igualdad le-
gal»23 . Frente a la creciente hostilidad, el impuesto fue abandonado
en 1883 y no se introdujo de nuevo hasta 1918, esta vez como un
tributo nacional por parte del gobierno central 24 •
Los impuestos más sobresalientes estaban pues ligados al consu-
mo: alcohol, carne, tabaco, sal y artículos foráneos como harina y
azúcar. Puesto que la producción ganadera era la principal actividad
económica de la región, la ganadería se constituyó en una de las
mayores fuentes de ingresos públicos. Gravar a los productores de
ganado, sin embargo, hubiera sido físicamente imposible y el recu-
rrir a un impuesto sobre el sacrificio de las reses fue tal vez la mane-
ra más fácil de asegurar el recaudo. No obstante, había maneras de
evitar su pago. En 1873, el gobernador de Mompox observaba cómo
en el vecino estado del Magdalena, «es fácil mantener salazones e
introducir las carnes clandestinas a este Estado» 25 • Más aún, al igual
que en muchos otros casos en la Colombia del siglo XIX, el costo de
recaudación del impuesto era una pesada carga y el gobierno a me-
nudo consideraba que era mejor negocio sacarlo a remate 26 • Algu-
nas décadas después, a mediados de la de 1930, el Secretario de

23. F. Agudelo, Informe dado por el Gobernador, Barranquilla, 1869, p. 14.


24. P. Guzmán, Informe del Ministro de Hacienda, Bogotá, 1919, p. CVI.
Guzmán describe las dificultades para organizar el recaudo del impuesto sobre la
renta en idem., p. CVII y en su Informe del Ministro de Hacienda. Bogotá, 1920, p.
LXVII.
25. GB, junio 23, 1873, p. 154.
26. GB, septiembre 3. 1871, p. 155.
380 El Caribe colombiano

Hacienda de Bolívar consideraba que la organización de la renta de


degüello era «absolutamente anticientífica»: además de no estipular
controles eficientes, estimulaba el sacrificio de terneros afectando
así la producción ganadera 27 • En conjunto, sin embargo, teniendo en
cuenta el limitado potencial tributario de la economía regional y las
dificultades abrumadoras que enfrentaba el Estado para imponer
gravámenes, el impuesto de degüello jugó un papel significativo en
el sostenimiento de las finanzas públicas.
Ciertamente, los problemas eran de naturaleza diversa, aunque
todos ponían a prueba el poder del Estado para imponer un sistema
eficiente de impuestos. La renta del tabaco, establecida como una
contribución departamental en 1909, pronto se convirtió en un
monopolio estatal semejante a su organización durante la época
de la Colonia. A pesar de la intención original de gravar únicamente
el consumo de la hoja, las autoridades se involucraron en el con-
trol de prácticamente todas la etapas del mercado del tabaco. Era
una empresa de gran envergadura cuyo éxito requería de una vasta
operación de vigilancia para la cual los departamentos carecían de
medios. Los resultados bien pudieron haberse predicho: desestímulo
a la producción, contrabando y corrupción.
El monopolio de la sal planteaba problemas diferentes relaciona-
dos con los conflictos entre la región y el gobierno central que
serán analizados más adelante en este capítulo. Un obstáculo co-
mún a todos los impuestos era la organización de su recaudación;
y los cambios sucesivos del sistema de la administración directa al
de los remates revelan también los intereses políticos en juego en el
manejo del Estado. El caso de la renta de licores en Atlántico sirve
para ilustrar este punto.
En 1914 Abel Carbonell, entonces director de instrucción pública
en Atlántico, junto con otros varios corresponsales, denunciaron la

27. Véase D. Murillo,Memoria del Secretario de Gobierno de Bolívar, Cartagena,


1936, pp. 34-36.
El Estado, la política y la religión 381

renta de licores ante el presidente Concha declarando que se había


convertido en una fuente de poder político en el departamentifí. Las
críticas iban dirigidas contra José Francisco Insignares, uno de los líde-
res del conservatismo local, a quien se acusaba de manipular la elección
de diputados a la asamblea, cuya mayoría le proporcionaba el control de
la renta de licores. El poder de esta renta parece haber sido excesivo: -

La Empresa de Licores, cuyos socios ... , de diferentes filiaciones


políticas, han formado un trust monopolizador, que no solamente
ha arruinado por completo la industria de caña de este departa-
mento ... sino que también tiene y ejerce influencias decisivas en
algunas autoridades del departamento, tanto políticas, como judi-
ciales y administrativas 29 .

En septiembre de 1915 Carbonell fue nombrado gobernador del


Atlántico y, como cabeza del departamento, lanzó una campaña con-
tra la renta. En enero de 1917, reconocía que la renta tenía un «tren
de empleados más numeroso y mejor remunerado que el del gobier-
no»30. Su ataque más virulento probablemente es el contenido en su
mensaje a la asamblea de 1918. Carbonell expresaba su opinión ad-
versa al remate de las rentas como un principio de gobierno.
Adicionalmente, mostraba su preocupación por la necesidad de re-
primir en lugar de estimular el consumo de alcohol a través de los
impuestos. Estaba explícitamente en contra de la naturaleza de la
renta de licores, su poder en el proceso electoral, su influencia
desestimulante para la producción de caña de azúcar en el departa-
mento, sus elementos corruptores y sus intereses en conflicto con la
administración pública. Su conclusión era definitiva:

28. A. Carbonell al presidente Concha, Barranquilla, Diciembre 10, 1914,; A.


Carbonen al presidente Concha, Barranquilla, diciembre 17, 1914,; S. Rozo al Presi-
dente Concha. Barranquilla, diciembre 23, 1914, en AJVC, cajas Nos. 1 y 13.
29. Rozo al presidente Concha, idem.
30. A. Carbonell al presidente Concha, Barranquilla, enero 28, 1917, AJVC, caja
No. l. Véase además Carbonen al presidente Concha, marzo 2, 1916, en idem.
382 El Caribe colombiano

La Empresa de Licores es, por lo que se ha visto, un verdadero


poder. y como todos los poderes tiende a la expansión y a per-
durar. De aquí sus inevitables fricciones con el gobierno y su
activa intervención en la política. Su aporte al Tesoro y la creen-
cia de que retirándolo, le sería dable suspender la administración,
hacen que se considere con derecho a vetar los actos del gober-
nante que no se acomodan a sus pretendidos intereses. Divide a
los ciudadanos en amigos y enemigos de la renta; y a estos
últimos ha de negarles el gobernante toda participación en la
cosa pública, si no quiere desatar sobre su cabeza la más impla-
cable oposición. Cómo y de cuántas maneras se realiza esta
oposición, desde los telegramas alarmantes hasta los sobresueldos
de los Alcaldes, no es cosa de relatarla aquí sin rebajar demasia-
do el tono de este Informe. Además está a la vista la intervención
electoral de la Empresa tan activa que, a la postre, no se sabe si
aquella es una entidad mercantil con intereses vinculados a la
política, o un comité que pone influencias comerciales en apoyo
de fines políticos 31 •

Los empeños de Carbonell para retomar el control estatal sobre la


renta fueron un fracaso, y el poder de Insignares pareció aumentar
cuando, después de las elecciones presidenciales de 1918. reempla-
zó a Carbonell como gobernador del Atlántico, aunque sólo perma-
neció en el cargo por dos meses. La asamblea era todavía un fortín
de Insignares. Para 1923 la renta intentó extender su poder al vecino
departamento del Magdalena, causando la preocupación del gober-
nador, al tiempo que crecía la presión sobre el presidente Ospina
para que interviniera en contra de ésta 32 . No fue sino hasta abril de

31. Carbonell, Mensaje, pp. 14-15, véase además idem., pp. 6-13.
32. J. Campo Serrano, gobernador de Magdalena, al presidente P. N. Ospina,
Santa Marta, agosto 14, 1923, AGPNO. «Estos señores pachistas (haciendo refe-
rencia a los seguidores de Insignares), no tienen más fuerza que la renta de aguardien-
te -sin ella quedan virtualmente fuera de combate»-, R. Ceballos al presidente
Ospina,Barranquilla, agosto 7, 1922, AGPNO. Véase además gerente de la Empresa
de Licores del Atlántico al presidente Ospina, Barranquilla, diciembre 4, 1922,
AGPNO.
El Estado, la política y la religión 383

1927 cuando el departamento asumió nuevamente la administración


directa de la renta de licores 33 •
En el análisis de los diferentes medios con los que el Estado inten-
taba asegurarse ingresos es posible trazar problemas semejantes a
los planteados por la renta de licores. Su estudio podría revelar más
información acerca de la naturaleza del Estado, como lo sugieren las
políticas de la renta de licores de Atlántico: la posición débil de las
cabezas del gobierno y las dificultades para diferenciar a veces el
ámbito privado del público.
Lo que emerge, en su conjunto, es la palpable debilidad del Estado
en los niveles departamental y municipal, donde la falta de autonomía
financiera se combinaba con intensas rivalidades políticas en un cuadro
general de inestabilidad. Algunas veces se lograban mejoras significati-
vas. Y los departamentos, junto con algunos municipios, conseguían
desarrollar gradualmente otras fuentes de ingresos. En 1937, el go-
bernador elogiaba las conquistas recientes de la administración:

Las rentas departamentales van aumentando de año en año. La


eficiente administración de las rentas, y su escrupulosa inversión
es, cada día, más severa. El crédito -justamente conquistado--
de que gozamos y la circunstancia de no tener compromisos de
consideración, ameritan el celo con que han venido manejándose
los dineros públicos de tiempo atrás 34 •

Los logros eran, sin embargo, modestos: unos cuantos kilómetros


nuevos de carreteras; la construcción de edificios para escuelas y
para la administración, que hasta entonces habían venido usando pro-
piedades en arriendo; y la adquisición de uniformes adecuados para
la policía. Las necesidades eran apremiantes y los gobiernos locales
debían atender directamente los problemas de salud, criminalidad,

33. E. González, Mensaje del Gobernador del Atlántico, Barranquilla, 1928,


pp. 14-15.
34. R. Blanco de la Rosa, Mensaje del Gobernador, Barranquilla, 1938, p. 14.
384 El Caribe colombiano

vivienda y desempleo. Algunas veces se involucraban en el patroci-


nio de «granjas experimentales agrícolas» y exposiciones industria-
les35 . Por consiguiente, los ingresos locales no podían dar abasto con
la creciente demanda del gasto público. En 1942, al tiempo que se
preciaba de haber resuelto el déficit fiscal del departamento, el go-
bernador del Atlántico reconocía las restricciones para ampliar el
servicio de la policía: «Esta importante materia que parece de simple
solución ... encalla ante la realidad presupuestal» 36 .
Mientras que los departamentos luchaban por sobrevivir con un
presupuesto que tendía a permanecer estático, se abría una brecha
cada vez mayor entre los municipios con una base industrial y comer-
cial, cuyas poblaciones iban en aumento, y aquellos en las áreas rura-
les, cuya economía agraria no facilitaba la fijación de impuestos 37 •
Particularmente éste era el caso de Barranquilla y Cartagena, y en
menor grado de Santa Marta, aunque en algunas poblaciones como
Ciénaga y Montería, se lograron ciertas mejoras.
Durante la segunda década de este siglo, las rentas públicas de
Barranquilla venían creciendo de manera estable, aunque a una tasa
modesta. Para mediados de la década de 1920, las condiciones fis-
cales del municipio habían mejorado significativamente. En 1924, el
concejo municipal introdujo algunas innovaciones técnicas a la es-
tructura del presupuesto con el fin de ponerse al día con los nuevos

35. Véanse <<La administración pública del Departamento del Atlántico», en


Rash-Isla (ed.), Directorio Comercial Pro-Barranquilla, pp. 106-118; Gonzá1ez,
Mensaje del Gobernador, pp. 2, 9-14; D. Murillo, Memoria del Secretario de Ha-
cienda, Cartagena, 1937, p 30.
36. J. R. Laufaurie, Mensaje del Gobernador, Barranquilla, 1942, pp. 7 y 10.
«Las tasaciones permanecen inmóviles frente a los gastos, muchos de ellos de
reciente aparición pero que obedecen a necesidades imperiosas, como lo relaciona-
do con la Previsión y Asistencia Social, establecimientos culturales. artes y ofi-
cios ... »enidem.,p.18.
37. Para una ilustración general sobre este punto, véase G. Ardant, «Financia!
policy and economic infraestructure of modero states and nations» en C. Tilly, (ed.),
Theformation ofnational states in Western Europe, Princeton, 1975, pp. 166, 174,
180-181' 193-196.
El Estado, la política y la religión 385

desarrollos 38 • Para entonces los impuestos locales -impuestos a es-


pectáculos públicos, alumbrado, predial, entre otros- contribuían con
el 21.5% de los ingresos de Barranquilla. Una proporción mayor de
las rentas municipales provenía de las utilidades de los bienes muni-
cipales, básicamente del mercado público, el matadero y de las ga-
nancias en unas pocas inversiones en compañías de servicios. A -
pesar de las mejoras, la comisión nombrada por el concejo para es-
tudiar el presupuesto consideró que las rentas eran todavía bajas en
relación con las actividades industriales y comerciales de
Barranquilla39 •
No obstante, la situación fiscal relativamente sólida de
Barranquilla fue la que, en 1925, permitió al municipio contratar un
empréstito por $5.000.000 con la Central Trust Company, de Illinois,
para invertirlo en un moderno acueducto, en un sistema de alcantarilla-
do, en la pavimentación de las calles y en la ampliación del mercado,
como ya se describió anteriormente4(1 . Los servicios públicos experi-
mentaron así grandes mejoras. Según un informe británico de 1931,
Barranquilla era «quizás la única ciudad de Colombia, ... que sirve
como ejemplo de una administración competente» 41 • Los conflictos
entre las Empresas Públicas Municipales -la compañía a cargo de
los servicios- y el concejo municipal. cuyos miembros presionaban
constantemente por una rebaja de tarifas y niveles más altos de gasto

38. Véase Informe que rinde la Comisión de Presupuesto al Concejo Municipal.


Barranquilla. 1924.
39. Véase, idem .. pp. 7-10 y 19.
40. Véanse los capítulos 3 y 5 respectivamente. Intentos anteriores por obtener
dinero en el mercado norteamericano habían fracasado; véanse Watkins and Co. al
Secretario de Estado, Nueva York, junio 21. 1922. NAUS, RG59:821.51827, Y K. C.
Parrish a S. Piles. Barranquilla, agosto 6. 1923, NAUS RG59:821.51B27/6.
41. «Explantory comments on the Presidential Message to Congress of July
1931», en PRO, F.0.371/1931. En 1931. cuando el gobierno colombiano prohibió
los giros en dólares para el pago de las deudas externas, Barranquilla consignaba en
moneda colombiana el servicio de la deuda en los bancos depositarios oficiales en esa
ciudad, a nombre del banco prestamista, y continuó haciéndolo hasta que se levantó la
prohibición en 1937, véase K. C. Parrish Jr. a E. B. Schwarzenbach, Lowell, Mass.,
septiembre 1O. 1948, AFP.
386 El Caribe colombiano

público, eran recurrentes, particularmente durante las épocas de crisis


económica 42 . La Depresión golpeó seriamente la economía de la
ciudad, y durante las décadas que siguieron las finanzas de
Barranquilla difícilmente pudieron hacer frente a las nuevas deman-
das de una población en expansión. Para 1936 el nuevo acueducto
ya estaba trabajando al máximo de su capacidad. Una y otra vez los
alcaldes se lamentaban de las limitaciones fiscales e insistían en que
el concejo se abstuviera de abusar del gasto público 43 • En 1948, cuan-
do una comisión enviada por el municipio solicitó en vano en el mercado
de bonos de los Estados Unidos un préstamo semejante al de 1925, la
situación era de desesperanza: el sistema de suministro de agua era
insuficiente para las necesidades de la población; apenas el 10% de
Barranquilla contaba con alcantarillado y únicamente el 20% de sus
calles e&taban pavimentadas; el mercado público y el matadero estaban
ambos en una condición que causaba constemación44 .
Por limitados que fueran los logros, cabe poca duda de que la
brecha entre las finanzas públicas de Barranquilla y las del resto de
los municipios costeñus -con las excepciones antes mencionadas-
era muy amplia 45 . En un estado de penuria general, los municipios
y departamentos dependían por igual del presupuesto nacional.
Durante el período federalista ( 1863-1885), esta falta de autonomía

42. De acuerdo con un informe del cónsul de los Estados Unidos, en 1931, el
concejo municipal intentó aprobar un acuerdo «que daría autoridad al Director Gene-
ral para poner en uso contadores de agua en todos los establecimientos con excepción
de los domiciliarios ... Las autoridades consideran que deben ceder algo al pueblo, lo
que quiere decir a tres o cuatro líderes obreros radicales» en NACS. RG84: General
Correspondence, Barranquilla consular district, 1931, (8). Para detalles adicionales
acerca de las disputas entre la administración de las Empresas Públicas y los políti-
cos locales, véase el Capítulo 5.
43. Véase Empresas Públicas Municipales. Informe de la Junta Administradora,
Barranquilla, 1936; La Prensa, mayo 2, 1940; Borelly, Informe del Alcalde, p. 50.
44. K. C. Parrish Jr., S. Hollopeter y J. Gerlein a W. Bauer, Harwichport, Cape
Cod, agosto 17, 1948, AKCP. Parrish, Hollopeter y Gerlein al alcalde, presidente del
concejo y personero municipal, Barranquilla, octubre 14, 1948, AFP.
45. Véase Contraloría, Geografía económica del Atlántico. p. 237.
El Estado, la política y la religión 387

financiera atentaba contra los mismos principios básicos del sis-


tema político. Así lo comentaba el Secretario de Hacienda de la
Unión en 1884:

... si han de continuar recurriendo al Tesoro federal para la satis-


facción de sus necesidades locales, para fundar o sostener un
hospital, para construir un acueducto, para abrir un camino, para
adornar un cementerio, para traer un reloj o un órgano ... si estas
secciones no pueden existir sino como centros de vida burocrá-
tica, para multiplicar por nueve los gastos de la administración
pública, para complicar, hasta hacer imposible la vida civil de los
ciudadanos, y para acrecer los peligros y dificultades de la mar-
cha política de la Nación, entonces la federación carecería de
razón de ser entre nosotros, y la experiencia, el patriotismo y el
buen juicio deberían cambiar nuestro sistema de gobierno 46 •

El abandono del federalismo dos años más tarde estuvo lejos de


ser una bendición inmediata. En 1897, el Ministro de Hacienda se
lamentaba de que «ningún Senador o Representante cree haber llena-
do cumplidamente su cometido si no obtiene del Tesoro de la Nación
algún auxilio pecuniario para el Departamento o la Provincia que lo
eligió, y hasta para el Municipio donde reside», y concluía:

... esa intervención forzosa del Gobierno en los servicios y gastos


de los Departamentos y Municipios. además de hacer imposible la
distribución de funciones que la constitución establece, habitúa a
esas entidades a esperarlo todo del Poder Central, creando con
ello un estado de pupilaje enervante y depresivo; debilita la ener-
gía de los pueblos para proveer por sí mismos a sus necesidades
y promover el desarrollo de sus elementos de riqueza, y retarda así
el adelanto y prosperidad del país 47 .

46. A. Galindo, Memoria del Secretario de Hacienda, 1884, Bogotá, p. 148.


47. M. Esguerra, Informe presentado al Congreso de la República en sus
sesiones ordinarias de 1898 por el Ministro de Hacienda, Bogotá, 1898, p. 6.
388 El Caribe colombiano

Los miembros del Congreso preservaban celosamente su dere-


cho no sólo a supervisar el gasto de los dineros públicos, sino, y por
sobre todo, a intervenir en el proceso de toma de decisiones sobre
cómo y a dónde debían ir los dineros. «La iniciativa del gasto», dis-
persa entre un número grande de congresistas cuyo interés era el de
dirigir el gasto público hacia sus propias circunscripciones, era vista
como un limitante por el gobierno central. En 1912 el Ministro de
Hacienda, F. Restrepo Plata, lanzó un infructuoso llamado a los con-
gresistas para que redujeran sus privilegios con el fin de racionalizar
el gasto público48 • Fue un intento vano. Condicionados por la debili-
dad financiera de sus departamentos y municipios, el poder sobre el
presupuesto nacional era un recurso de la mayor importancia política
al que los congresistas no estaban preparados para renunciar fácil-
mente49. Gradualmente, el ejecutivo logró fortalecer su posición,
pero todavía en 1949 el gobierno central intentaba implementar una
reforma que evitaría «el lamentable espectáculo que durante años y
años hemos dado, de dispersar los fondos del tesoro nacional.
atomizándolos en mil pequeñas partidas de cuyo resultado nada ob-
tuvo el país» 50 • Por lo tanto, la dependencia financiera del Estado
central no condujo necesariamente a la dependencia política -los

48. Véase F. Res trepo Plata, Informe del Ministro de Hacienda, Bogotá, 1912, p.
XIV. Al año siguiente el ministro insistía en el punto. Véase F. Restrepo Plata,
Informe del Ministro de Hacienda, Bogotá, 1913, pp. 13 y 19.
49. El presidente Carlos E. Restrepo. que gobernó entre 1910 y 1914. fue muy
crítico de los miembros del parlamento porque ellos querían<< ... ganar popularidad con
dineros públicos. asegurar las futuras reelecciones y satisfacer las ambiciones regiona-
les y parroquiales>>, en Carlos E. Restrepo, Orientación Republicana, Bogotá, 1972,
vol. 2, p.l96.
50. A. Alvarez Restrepo, Memoria de Hacienda, Bogotá, 1951, p. 75. Alvarez
Restrepo describía así las condiciones de los municipios en 1951: <<Nuestros municipios
son en su gran mayoría como niños pequeños, carentes de juicio y faltos de discernimien-
to para apreciar el orden en que deben resolver sus problemas. Necesitan alguien que
los guíe y aconseje y aún, en muchos casos, que les ordene. porque las resistencias
parroquiales son aragonesas y en el ámbito municipal suele imperar la voluntad
omnímoda de don S abas, el jefe lugareño. Por una singular circunstancia a medida que la
población es más pequeña, la solución de sus problemas locales se hace más difícil por la
diversidad de pareceres>>, en Alvarez Restrepo, Memoria de Hacienda, p. 231.
El Estado, la política y la religión 389

congresistas, con raíces regionales, no podían ser ignorados por el


ejecutivo nacional-. Incluso después de 1886 la política local no
fue fácilmente controlada desde el centro.

LAS BARRERAS DE LA CENTRALIZACIÓN POLÍTICA

La centralización política fue uno de los grandes objetivos de la


constitución de 1886. Nombrados por el presidente, los gobernado-
res fueron colocados a la cabeza de cada departamento. Los alcal-
des encargados de cada municipio eran, a su vez, nombrados por
el gobernador respectivo. En teoría, los presidentes y gobernadores
por igual tenían el derecho a nombrar y remover a sus subordinados
libremente. En la práctica, sin embargo, no podían ignorar las con-
sideraciones políticas que gobernaban sus relaciones con los cuerpos
de elección popular: senado, cámara, asambleas y concejos. Más
aún, los gobernadores y sus alcaldes tenían que compartir funciones
administrativas con las asambleas y concejos, respectivamente; con
lo que su poder quedaba condicionado adicionalmente por sus
relaciones con aquellos involucrados en el proceso electoral.
Se esperaba que los gobernadores, como cabezas de los departa-
mentos, implementaran las políticas presidenciales, garantizaran el
orden público, preservaran el equilibrio del poder y mantuvieran al
gobierno nacional informado acerca de los asuntos regionales. Los
presidentes nunca tuvieron el control absoluto sobre los asuntos de-
partamentales. Pero con cuidado sí lograron ejercer poder, a veces con
éxito, aunque a menudo en medio de intensos conflictos políticos.
Una mirada a la correspondencia del presidente Marco Fidel
Suárez muestra el grado de su preocupación e interferencia en los
asuntos departamentales. El presidente Suárez era quisquilloso en
sus observaciones acerca de la distribución del poder, como bien puede
notarse por las instrucciones que envió al gobernador del Atlántico
en 1918:
390 El Caribe colombiano

... 2) No conviene un Gobernador ligado con ninguno de los dos


círculos conservadores de allí, que son el llamado disidente y el
que sigue al gobernador anterior. 3) Conviene mucho que el Se-
cretario sea liberal por serlo la gran mayoría de la población de
Barranquilla; que el Director de la Instrucción Pública sea disiden-
te, porque ésta es la norma adoptada por varias gobernaciones; y
que el Prefecto, Alcalde y Tesorero pertenezcan a las otras agru-
paciones. 4) Fue conveniente que las designaciones no recayeran
en políticos apasionados. 5) En el estado que tienen las cosas no
conviene un cambio sustancial poniendo Secretario conservador
y Director antidisidente. 6) Si las cosas lo permiten puede opor-
tunamente reemplazarse a los señores Pumarejo y Carbonell con
sujetos más moderados de su mismo círculo .. Y

En este caso particular, Suárez estaba tratando de convencer al


gobernador para que no renunciara a su cargo, a la vez que aclaraba
la posición del gobierno en relación con las varias facciones que
se disputaban el poder en el Atlántico. Sus instrucciones al gober-
nador incluían consejos sobre cómo gobernar en medio de intereses
en conflicto:

... vuelvo pues a encarecerle mucha calma y que cultive relaciones


amistosas con todos sin que ningunos aparezcan preferidos. Tam-
bién le encarezco que procure mitigar celo Señores Carbonell y
Pumarejo a fin de que prácticamente no haya razón alguna para
que los unos lo califiquen a Ud. como adversario de los otros; y
que con respecto a renta de licores obre como se Jo indique su
buen criterio, pero no dejando ver prevenciones ni manifestando
conceptos que puedan interpretarse aviesamente. El grande apre-
cio que a usted profeso y la obligación en que estoy de procurar
que en ese Departamento reine la tranquilidad general me hacen
esperar de usted desplegar las cualidades de sufrimiento y silen-
cio que salvan situaciones tan difíciles como esta. Yo me imagino

51. Presidente M. F. Suárez al gobernador del Atlántico, Bogotá, noviembre 16,


1918, Copiador, Libro Segundo, pp. 4 y 5, AMFS.
El Estado, la política y la religión 391

diariamente a San Sebastián atado a la encina y recibiendo una


lluvia de flechas 52 •

Si bien en esta ocasión las instrucciones de Suárez tenían un tono


transigente, algunas veces emitía órdenes perentorias, como en 1918,
cuando le pidió al gobernador del Magdalena que reemplazara con_
«amigos» a los alcaldes de Ciénaga y Aracataca, o en julio de 1919,
cuando desaprobó el nombramiento de prefecto en Riohacha. Tam-
bién otras veces los pedidos del presidente eran más específicos,
dando los nombres de los candidatos a cargos particulares 53 •
Obviamente, las condiciones cambiaban según las diferentes cir-
cunstancias políticas que rodearan al presidente y los gobernadores,
sus respectivas personalidades y la naturaleza de su relación mutua.
Los presidentes podían ejercer un cierto grado de control sobre los
gobernadores y, a través de ellos, sobre los departamentos. Los
gobernadores consultaban frecuentemente a los presidentes acer-
ca de la conveniencia de los candidatos a las alcaldías. Si los gober-
nadores no se ceñían a sus instrucciones, los presidentes tenían la
opción de reemplazarlos, cosa que hicieron muy a menudo 54 • Sin
embargo, los presidentes no podían ignorar la política regional
cuando nombraban a los gobernadores.
Más aún, una vez nombrados, las preocupaciones mayores de los
gobernadores se referían más bien a la política doméstica, en la que
sus relaciones con las respectivas asambleas eran de importancia
primordial. Como cuerpos administrativos, las asambleas compartían

52./dem., p. 5. Dos meses después. el presidente Suárez insistía: « ... Encarézcole


calma. silencio es oro ... No califique adversarios. Procure atraerlos. No olvide libera-
les autónomos que nos han ayudado mucho y son magnánimos. No olvide General
Eparquio ... No discuta con nadie. Recuerde que el Doctor lnsignares ha servido
mucho. Excúsele y hágale atmósfera>>, presidente Suárez al gobernador del Atlántico,
enero 4, 1919, AMFS, p. 40.
53. Presidente Súarez al gobernador del Magdalena, Bogotá, diciembre 2 y 24,
1918. y octubre 15. 1919, Copiador, Libro Segundo.
54. Véase por ejemplo. presidente Restrepo a L. M. Terán, Bogotá, enero 21, 1911,
en los Archivos de Carlos E. Restrepo, ACER. Correspondencia, enero-abril, 1911.
392 El Caribe colombiano

con los gobernadores el manejo de los asuntos del departamento:


intervenían, por ejemplo, en la organización de la burocracia, y te-
nían el poder para decidir sobre los gastos públicos. Como cuerpos
electos, gozaban de una autonomía que se les negaba a los goberna-
dores; pero como instituciones colegiadas, su campo de acción estaba
condicionado por alianzas políticas frágiles. Además, puesto que las
asambleas eran instrumentos importantes de poder electoral, su papel
en la política regional era de significación considerable. Gobernar sin
el apoyo de la asamblea podía convertirse en una tarea impracticable.
El ejemplo de la renta de licores que se presentó anteriormente, ilus-
tra cómo en el Atlántico la asamblea tenía más poder que el gober-
nador para decidir acerca de la políticas fiscales del departamento.
Los intentos del gobernador para recortar el poder de la asamblea se
respondían con medidas en contra de la misma administración. En
medio de la hostilidad de la asamblea, el gobernador Carbonell des-
cribía sus frustraciones:

La Asamblea... sólo se cuidó de cercenar atribuciones a la


Gobernación y hacer de tal modo difícil sus funciones naturales,
que, de prevalecer las Ordenanzas expedidas con ese solo objeto,
en vez de dirigir el Gobernador la acción administrativa en el
Departamento, como lo quiere la constitución, se convertirá en
simple espectador pasivo. incapaz para hacer el bien e impotente
para refrenar el maJ5 5 .

Carbonell señalaba a su principal oponente, la fuerza dominante


detrás de las decisiones de la asamblea: «El Dr. Insignarcs ... es aquí
otro Gobernador, pero más fuerte y además irresponsable» 56 . El go-
bernador de Magdalena en 1933 debió hacer frente a problemas seme-
jantes a los que encaraba Carbonell. «La única causa que obstaculiza

55. Gobernador A. Carbonell a presidente Concha, Barranquilla, mayo 5, 1916,


AJVC, caja No. l.
56. Gobernador A. Carbonell a presidente Concha, Barranquilla, octubre 29,
1917,AJVC,cajaNo.l.
El Estado, la política y la religión 393

mi presencia aquí --escribía al presidente Olaya- es la Asamblea,


cuya mayoría me declaró la guerra hasta el punto de perjudicar la
oposición» 57 . Para enfrentar la hostilidad creciente de las asambleas,
los gobernadores apelaban al poder judicial, pero también buscaban
el apoyo de la opinión pública58 •
El gobierno central seguía de cerca estos eventos que, hasta cier--
to punto, determinaban las decisiones presidenciales en un intento
por interpretar los desarrollos políticos en la región. Ocasionalmente
se presentaba la coincidencia de la combinación de una base política
regional con el apoyo presidencial para el nombramiento de un go-
bernador que, por consiguiente, podía ejercer entonces mayor poder.
Eparquio González comenzó su carrera política durante las guerras
civiles del siglo XIX, en las que alcanzó el grado de general. Para
1909, cuando fue nombrado administrador de la Hacienda Nacional,
el general González estaba escalando posiciones políticas a la som-
bra de José Francisco Insignares. En 1914 fue nombrado alcalde de
Barranquilla y, en 1919, secretario general bajo la gobernación de
José Ulises Osorio. Su poder se vio fortalecido al resultar electo
presidente de la asamblea del Atlántico. En 1921, el general González
manejaba el consejo electoral, desde donde manipuló su elección al
senado. Después de las elecciones de 1922, en las que el general
Pedro Nel Ospina se convirtió en presidente de Colombia, el general
González organizó una campaña de opinión pública para presionar su

57. Gobernador del Magdalena al presidente Ola ya, Santa Marta, julio 4, 1933,
AEOH. Sección 5. 21, Gobernaciones: Magdalena 1 Santander Norte. En 1930, el
gobernador Pedro Castro Monsalvo renunció a su cargo debido a los problemas con
la asamblea del Magdalena; P. Castro Monsalvo, Un campesino previno al país,
Bogotá. 1972. pp. 6-7.
58. En 1916, por ejemplo, se organizó una manifestación en apoyo de Carbonell.
El director de aduanas en Barranquilla le informaba así al presidente Concha: «Las
clases obreras de esta ciudad, algunos periodistas y el pueblo hicieron anoche una
espléndida manifestación al Gobernador Carbone! l. Diez sociedades distintas invitaron
por carteles ... La manifestación, compuesta de más de 3.000 personas, tuvo lugar en
medio del mayor orden y ha quedado evidenciado el desprestigio de los hombres que
tienen a su cargo la renta de licores ... >>, D. Reyes al presidente Concha, marzo 31, 1916,
AJVC, caja No. 13.
394 El Caribe colombiano

nombramiento como gobernador del Atlántico, y como resultado de


su nombramiento gozó de un grado de poder excepcional, puesto que
además de contar con el apoyo presidencial controlaba la asamblea
y la maquinaria electoral. El general González fue reconfirmado en
su cargo por el presidente siguiente, Miguel Abadía Méndez, y su
administración duró seis años ( 1922-1928), en lo que parece un ejem-
plo notable de concentración de poderes 59 •
Este fue, sin embargo, un caso excepcional. La inestabilidad pa-
rece haber sido la regla. Entre 1908 y 1922 y 1928 y 1940, Atlántico
experimentó veintiún cambios de gobernador. Sesenta personas dis-
tintas rigieron los destinos de Bolívar durante noventa sucesiones en-
tre 1870 y 1950. La rotación en el Magdalena era todavía más alta:
durante el mismo período, hubo 79 gobernantes durante 106 suce~io­
nes (véase Apéndice 2). Los cambios de alcaldes, secretarios y ser-
vidores públicos de menor nivel posiblemente eran má~ repetidos.
Aun las poblaciones más grandes, como Barranquilla, no escapaban
a esta inestabilidad: entre 1890 y 1940, la ciudad tuvo 55 alcaldes en
79 sucesiones diferentes. Con la excepción de los períodos de 1885-
1889 y 1923-1928, los alcaldes de Barranquilla difícilmente se man-
tuvieron en el poder por más de un año 60 •

59. La campaña de opinión pública se hizo a través de artículos de prensa y de


una vasta correspondencia dirigida al electo presidente Ospina. V éanse, por ejemplo, E.
Sánchez al general P. N. Os pina y J. García al general P. N. Ospina. Barranquilla. agosto
8. 1922; El Derecho. agosto 7. 1922. Durante su larga administración. conocida como El
Bajalato, el general González fue acusado repetidamente de actos arbitrarios y de
abuso del poder en beneficio de sus propios intereses. Véase J. A. Dávila, J. Escorcia y
A. Padilla al presidente P. N. Os pina, Barranquilla, mayo 5, 1923 y septiembre, 1923, y
Sabanalarga,junio 26, 1923, respectivamente, en AGPNO, Correspondencia recibida,
1923: La Nación, marzo 3. 1923. Según P. J. Navarro. que se oponía al gobernador
González, «El General es un hombre, todo un hombre, de carácter autoritario, volunta-
rioso. vengativo y valiente, disimulado hasta la perfección por la urbanidad más exqui-
sita, cortesía sin afectación y buenas maneras. Mano de hierro, enguantado en cabriti-
lla», P. J. Navarro, El Parlamento en pijama, pp. 157-158. «El gobierno del Atlántico
nos hacía la impresión de un injerto gomista en un pueblo corporal y espiritualmente
conformado para la libertad», en «La caída del Bajalato», El Tiempo, junio 15, 1928.
60. A. de Castro, Ciudades colombianas del Caribe, Barranquilla, 1942, pp.
145-146.
El Estado, la política y la religión 395

Hasta aquí este capítulo ha tratado sobre el Estado en el nivel


regional, procurando apreciar su dimensión, así como los problemas
que enfrentaba. Es cierto que los departamentos y municipios, que
para el propósito del análisis han sido identificados como los dos
niveles de la nación en la región, fueron incorporados en una organi-
zación centralizada a partir de 1886. Sin embargo, esta integración -
de la región se veía entorpecida por el grado de poder que aún des-
cansaba sobre las asambleas y concejos y, posteriormente, por una
descentralización política efectiva. En estos términos, si de un lado
los débiles departamentos y municipios demandaban un papel más
fuerte del gobierno central en la vida regional, de otro, el poder po-
lítico en la región condicionaba el grado de maniobrabilidad del go-
bierno central. Bajo estos términos tan contradictorios, el resultado
era un Estado generalmente débil: la acción de los departamentos y
municipios estaba limitada por las pobres finanzas, la dependencia
del gobierno central y un poder político fragmentado; pero el control
ejercido por la nación sobre estas jurisdicciones administrativas es-
taba, a su vez, condicionado por la política regional.
Adicionalmente, la debilidad del Estado nacional puede ilustrarse
también por la evasión generalizada del reclutamiento y por la
escala del comercio de contrabando en toda la región.

LA EVASIÓN DEL RECLCTAMIENTO

En sus viajes por la región del San Jorge, Striffler observó cómo los
habitantes «Se esmeran en dejar subsistir obstáculos que se oponen
al tránsito. Es que entre esa gente existe un pánico perpertuo: el
reclutamiento; y los hombres viven sobresaltados, como verdaderos
animales salvajes» 61 • Probablemente los costeños no estaban más
ansiosos de evadir el ejército que la mayoría de los colombianos, y
las maneras de reclutar gentes en el siglo XIX, y la resistencia a

61. Striffler. El río San Jorge, p. 85.


396 El Caribe colombiano

ello, quizás no diferían mucho de las prácticas predominantes en el


resto del país 62 • Sin embargo, como lo señalaba el Ministro de Gue-
rra en 1911, antes de que se introdujera el servicio militar obligatorio, «al
paso que ciertas regiones como Antioquia, Caldas, Cundinamarca,
Santander, dan el correspondiente contingente de voluntarios, otras,
como la Costa Atlántica, no suministran un soldado» 63 • Después de
la reorganización del ejército nacional, en 1886, y de otros intentos
posteriores para modernizarlo, la costa demostró ser una de las re-
giones más difíciles para el reclutamiento, en donde el servicio mili-
tar era evitado efectivamente por una gran proporción de la pobla-
ción64.
En 1917, al notar cómo en la región <<el espíritu militar es tan es-
caso)), el gobernador Carbonell describía el problema al presidente
Concha: «Muy difícil obtener aquí gentes dispuestas a ir a los cam-
pos a defender su propio partido, e imposible llevarlos a combatir por
el contrario; por eso en toda época las guarniciones de la costa se
reclutaron en el interior» 65 . Las guarniciones de la costa se llenaban
pues con reclutas del interior, pero el caso contrario casi no se daba
y, algunas veces, aun con el refuerzo de tropas del interior, las barra-
cas se veían escasas de hombres. En 1923 el general Vengoechea

62. Algunas poblaciones de Boyacá estaban orgullosas de su contribución al


ejército. Véase M. Deas, <<La presencia de la política nacional en la vida provinciana.
pueblerina y rural de Colombia>>, p. 157. Foción Soto, un liberal santanderiano. se
lamentaba de la falta de colaboración que su tropa recibió en la costa durante la guerra
civil de 1885: «las gentes de la costa son ... timoratas para la guerra». Citado en J. H.
Palacio, La guerra del85, Bogotá. 1936, pp. 202. 204-205. Según Palacio, «No es
que las gentes de la Costa sean 'timoratas' para la guerra; ... es que carecen de espíritu
de subordinación y de disciplina, tan necesarios en la formación del soldado>>, Pala-
cio, ídem., p. 111.
63. lnfonne del Ministro de Guerra al Congreso Nacional, Bogotá, 1911, p. XLI.
64. «El Costeño: por lo común de color, hablador, fanfarrón, fuerte en su clima,
valeroso en algunas regiones y aseado; enemigo del cuartel en todo tiempo», en Gene-
ral Sicard Briceño, Geografía militar de Colombia, Bogotá, 1922, pp. 68-69. Para
antecedentes históricos del ejército colombiano véase J. M. Rhul, «The Military». en
A. Berry y otros (eds.), Politics of compromise, New Jersey, 1980, pp. 181-188.
65. A. Carbonell al presidente Concha, Barranquilla, mayo 26, 1917, AJVC, caja
No. l.
El Estado, la política y la religión 397

manifestaba su preocupación al presidente Ospina: «Es una verda-


dera lucha y hay que proceder con gran actividad y energía para
evitar que las unidades de un momento a otro, por sustracción de
materia, se extingan» 66 • Los representantes presidenciales, enviados
especialmente para supervisar la situación en los cuarteles, queda-
ban alarmados por el fracaso del reclutamiento. Gobernadores pode-
rosos, tales como el general González, debían reconocer su incapaci-
dad para implantar el servicio militar obligatorio: «Ni las sanciones
penales, ni el reemplazo de las autoridades renuentes a darle cum-
plimiento a aquellas disposiciones, han sido suficientes para modifi-
car el sentimiento dominante en las masas populares de evadir el
servicio que le debe a la patria todo ciudadano» 67 .
Una población escasa en una región con comunicaciones pobres,
hacía difícil el reclutamiento. En las áreas rurales existía una larga
tradición de resistencia a las autoridades, alimentada por una forma
de vida relativamente independienté8 • En los centros urbanos se or-
ganizó pronto un grupo de intermediarios profesionales para propor-
cionar maneras de evadir el reclutamiento 69 • Por encima de todo, el
tamaño reducido del ejército colombiano determinaba un proceso de
selección y los costeños, dada su comprobada hostilidad hacia el ser-
vicio, no eran candidatos aptos 70 .

66. H. Vengoechea al presidente P. N. Ospina. abril 25. 1923. AGPNO, corres-


pondencia recibida, 1923.
67. E. González al Ministro de Gobierno, Barranquilla. mayo 31, 1924, en Goenaga,
Acción Costel!a, p. 52., y R. Urdaneta al presidente P. N. Ospina, Santa Marta,
febrero 8. 1924, AGPNO.
68. Véase Deas. <<Poverty. civil war and politics», pp. 278 y 299. Los observa-
dores de la época frecuentemente hacían énfasis en el carácter independiente de la
vida costeña.
69. En 1916, H. Parias manejaba «toda clase de reclamos ante las comisiones de
reclutamiento antes y después de los sorteos>>; véase La Nación, julio 26,1916, p. 5.
70. En 1924, por ejemplo. el ejército tenía una fuerza de 6.000 hombres. Según
el ministro británico, «el estado físico de las tropas es en general bueno, lo pequeño
del contingente anual de reclutas hace fácil seleccionar los mejores», en «Colombia.
Annual Report, 1924», Bogotá. enero 20, 1925. PRO, F0371110616.
398 El Caribe colombiano

¿Podría acaso interpretarse como resistencia al Estado la eva-


sión del reclutamiento? En otras palabras, ¿tenía algún significado
político? Puesto que tanto las autoridades regionales como las na-
cionales enfrentaban dificultades similares, ¿estaría dicha resisten-
cia ligada a las lealtades políticas partidistas? Durante la llamada
«hegemonía conservadora», de hecho el gobierno mostró preocupa-
ción por las simpatías liberales de la población costeña, pero esto
más bien estimuló un reclutamiento más selectivo. Más aún, los libe-
rales costeños eran tan renuentes a engrosar las filas de un ejército
liberal como de uno conservador. Si bien había algunas poblaciones
con una tradición de participación en revueltas militares, éstas eran
la excepción. La evasión del servicio militar estaba pues más rela-
cionada con valores y formas tradicionales de vida que con la políti-
ca. Sin embargo, la idea -compartida, entre otros, por Tomás Rue-
da Vargas- de que un ejército profesional ayudaría a consolidar la
unidad nacional se veía obstaculizada en la costa por la resistencia
real y efectiva al servicio militar¡ 1 •

EL CO."<TRABAl'DO

El comercio de contrabando, como una actividad de impacto signi-


ficativo sobre la economía regional, se había llevado a cabo en la
costa desde tiempos coloniales. A comienzos del siglo XVIII,
Jamaica -más tarde reemplazada por las Antillas Holandesas-
se convirtió en uno de los principales centros desde donde se intro-
ducían mercancías de contrabando a Colombia a través de sus

71. En su apoyo al servicio militar obligatorio, T. Rueda Vargas había señalado:


el contacto entre gentes de diversas y apartadas regiones consolida la unidad
<< •••
nacional y robustece el sentimiento patrio en un país de comunicaciones difíciles y de
agrupaciones demasiado aisladas>>. en T. Rueda Vargas, El Ejército Nacional, Bogo-
tá, 1944, p. 148. Una observación pertinente, aunque breve, sobre los efectos
nacionalizadores de los ejércitos europeos se encuentra en Harvie. The rise of regio-
nal Europe, pp. 24-7.
El Estado, la política y la religión 399

pequeñas bahías sobre el Caribe, en las que los buques podían


entrar sin muchos impedimentos oficiales 71 . «No cabe duda -se-
ñalaba el ministro británico Robert Bunch en 1874- que una gran
cantidad de mercancía extranjera es introducida de contrabando
a Colombia»; pero también anotaba: «Es más fácil enunciar este
hecho que encontrarle remedio» 73 •
Es imposible calcular la extensión del comercio de contrabando
en la costa, pero los ministros de Hacienda, preocupados por los
ingresos provenientes de la aduana, estaban muy conscientes de sus
grandes dimensiones. Los mismos ministros describían al Congreso
la variedad de maneras como el contrabando tenía lugar, y explica-
ban cómo las mercancías pasaban por las aduanas oficiales y las
bahías aisladas del litoraF 4 . Entre estas últimas eran notorias ciertas
ensenadas de la Guajira, que le dieron a la península su carácter de
fuera de la ley.
Según el administrador de la aduana en Riohacha en 1919, las
mercancías importadas se introducían de contrabando a la Guajira y
de allí se distribuían a Santa Marta, Barranquilla y Cartagena. «Es
virtualmente cierto que Riohacha y la Guajira viven del contraban-
do», reportaba un informe consular norteamericano en 1941, al tiem-
po que anotaba que los productos de contrabando surtían «cada tien-
da de Riohacha y la Guajira, y quizás, cada tienda desde Riohacha a
Fundación», y que también eran llevados hasta Barranquilla. Las con-
clusiones del informe norteamericano dejaban pocas dudas acerca
de la presencia dominante del contrabando en la región:

72. Véase J. l. de Pombo. Comercio y contrabando en Cartagena de Indias


( 1800), Bogotá. 1986; A. Vitorino, Documentos sobre la historia de Colombia exis-
tentes en el Museo Británico de Londres. Bogotá. 1971/72, pp. 196, 206, 21 O, 211,
218; Fals Borda. Mompóx y Loba, pp. 81-92; M. Lucena Sal moral, «La memoria de
Basadre de 1818 sobre comercio y contrabando en el Caribe>>. LateinAmerika, 19,
1982, pp. 218-234.
73. PP, LXVI, Londres. 1874. p. 48. Véase además PP. (35). LXXVI, Londres, 1875.
74. D. Mendoza. Informe del Ministro de Hacienda. Bogotá, 1916, p. XC.
Según el Ministro de Hacienda en 1915, el contrabando se había hecho «escandaloso» y
«notorio>>; en D. J. Reyes. Informe del Ministro de Hacienda. Bogotá, 1915, p. LXV.
400 El Caribe colombiano

La libertad de movimiento de mercancías y gentes (de todas


nacionalidades) a lo largo de esta costa con prácticamente ningu-
na interferencia por parte de los funcionarios del gobierno colom-
biano, es típica de la falta generalizada de ley en la región, y es
indicativa del hecho de que potencialmente cualquier cosa puede
suceder aquí sin que el gobierno colombiano lo sepa o sin que el
gobierno haga nada al respecto 75 •

Las Antillas Holandesas y Venezuela eran las principales fuentes


de las importaciones de contrabando, particularmente la primera de-
bido a lo laxo de los controles existentes en Curazao y Aruba para el
movimiento de mercancías y gentes 76 • En 1941, el contrabando in-
cluía «sedas japonesas, whisky escocés, cigarrillos americanos, en-
latados y armas y municiones norteamericanas». A su vez, el dividivi,
las perlas, pieles y ganados, entre otros, eran los principales produc-
tos que se exportaban de contrabando 77 •

75. Véase M. Álvarez Jiménez. <<Informe del Administrador de la Aduana de


Riohacha>>, Riohacha, abril 12. 1919, en Informe del Ministro de Hacienda, Bogotá,
1919, p. 78; T. Sanders, vicecónsul de los Estados Unidos, «Contraband: port
captain and customs administration», Riohacha. octubre 9, 1941, NAUS. referencia
incompleta.
76. Para una descripción de los vínculos del contrabando con Curazao. véase
Álvarez Jiménez, «Informe del Administrador de la Aduana», p. 78. Véanse además
su informe de 1920 en el Informe del Ministro de Hacienda, Bogotá, 1920, p. 70; y
Sanders. op. cit. Una descripción del contrabando con Venezuela aparece en M.
Álvarez Jiménez, <<Informe del Administrador de la Aduana de Riohacha», en Infor-
me del Ministro de Hacienda, Bogotá, 1921, pp. 59-75.
77. Véase T. Sanders, vicecónsul norteamericano, <<Guajira Península», Riohacha,
marzo 1, 1941, NAUS, referencia incompleta. Las importaciones de contrabando en
Santa Marta incluían artículos semejantes. Una lista de mercancías incautadas en
1923 mostraba «treinta y cinco pares de medias de seda para mujer, cinco pare~ de
medias de seda para hombres, diez y seis frascos de loción Pompeya, ocho cajas de
polvos para la cara ... , treinta y dos cajas de cigarrillos Carne!, dos encauchados Good
Year para hombre, dos encauchados de seda para mujer», R. de Castro al Administra-
dor Tesorero de la Aduana, Santa Marta, junio 20, 1923, AGPNO, correspondencia
recibida, 1923; véanse reportes similares de Castro fechados el 12 y el 24 de junio en
idem. El trueque era una práctica común entre los indígenas guajiros para intercam-
biar mercancías de contrabando. Véase Sanders, <<Guajira Península>>, op. cit.
El Estado, la política y la religión 401

Así pues, como lo había observado el ministro británico, resultaba


más fácil denunciar los hechos que encontrar soluciones para ellos.
Un extenso litoral con un gran número de pequeñas bahías y ensena-
das vigiladas pobremente por funcionarios aduaneros mal equipados
hacía la tarea de patrullaje efectivo prácticamente imposible. Las
tarifas aduaneras se consideraban demasiado altas. Los funciona-
rios mal pagados estaban expuestos al soborno. El contrabando no
se consideraba un delito grave 78 • En 1919, el administrador de la
aduana en Riohacha describía las condiciones en las que se suponía
debía evitar el contrabando:

... esta Aduana sólo dispone de treinta y cinco hombres ... para
vigilar estas costas en una extensión de 60 leguas ... esos Res-
guardos están armados con rifles que tienen diez y ocho años de
constante servicio, escasísimamente municionados, que hacen
triste contraste con los muy bien dotados fusiles modernos (de
los) contrabandistas ... por tal motivo los guardas ... en lugar de
ser los perseguidores de los contrabandistas. se mantienen a la
defensiva encerrados en los edificios, por temor a un asalto 79 .

Algunas décadas más tarde, en 1941, las condiciones de patrullaje


parecían haberse deteriorado: «El capitán y sus guardas tienen un
total de cuatro rifles viejos -todos prestados-. La lancha del capi-
tán ha estado varada por más de un mes, ... así pues, cuando quiera

78. En 1922. una comisión de la Cámara de Representantes expresaba su preocu-


pación acerca de «la más censurable indiferencia por parte de los legisladores en la
represión y castigo del fraude>>. Véase Anales de la Cámara de Representantes,
noviembre 17, 1922, p. 351. La comisión consideraba que el proyecto --que con-
templaba la imposición de medidas más fuertes contra el contrabando-- era demasia-
do blando con los contrabandistas y los funcionarios de aduanas corruptos; véanse
ide m., pp. 351-352 y Mendoza, Informe del Ministro de Hacienda, p. LCII.
79. Álvarez Jiménez, «Informe del administrador de la aduana» 1919, p. 78.
Véase además R. de Castro al Administrador Tesorero de la Aduana, Santa Marta,
junio 24 de 1923. AGPNO, Correspondencia recibida, 1923; L. J. Pacheco, «Informe
del Administrador de la Aduana de Santa Marta». Informe del Ministro de Hacienda,
Bogotá. 1921. p. 79.
402 El Caribe colombiano

que el capitán quiere visitar una embarcación en Riohacha, tiene que


pedir prestado un cayuco».
Los ministros de Hacienda se sentían consternados frente a lo
que parecía un fenómeno social por fuera del control del Estado.
La generalización del contrabando, su aceptación social y las con-
diciones bajo las cuales se desarrolló sobrepasaban los poderes del
gobierno nacional:

Los contrabandistas forman una especie de hermandad que


goza de mal disimuladas simpatías aun entre las gentes que no
tienen ese oficio en las regiones donde se ejerce. Cuando u~'
contrabandista hace un jugada hábil, no cree haber cometido un
delito, sino haber burlado a unos agentes del gobierno, que tra-
taban de quitarle lo que él estima su propiedad. Las gentes le ríen
las estratagemas y le compran a bajo precio los artículos de ma-
tute. Las mismas autoridades no gastan con el contrabandista la
severidad que debieran, tal vez porque no advierten que en cada
fraude de esa naturaleza hay dos delitos a un tiempo: uno contra
el fisco y otro contra los comerciantes honrados, a quienes se les
promueve una competencia que tiene tanto de insostenible como
de tramposa.
No es infrecuente que en la hermandad ingresen personas de
posición, que desde luego ponen al servicio de los intereses gre-
miales las influencias de que disfrutan 80 •

La extensión del contrabando y sus implicaciones sociales y polí-


ticas están abiertas a especulaciones. Sin embargo, las evidencias
presentadas hasta ahora ilustran algunas de las dificultades enfren-
tadas por el gobierno central para establecer su dominio sobre el
territorio nacional. Más aún, el gobierno no tenía una verdadera li-
bertad para nombrar funcionarios en las aduanas. Sin estar necesa-
riamente ligados a la práctica del contrabando, los nombramientos
de jefes de aduanas que no fueran de la región eran la causa de la

80. De Tomás Eastman al Consejo de Ministros. Bogotá, enero 12, 1911, p. 12.
El Estado, la política y la religión 403

ira pública local 81 • Era otra expresión del regionalismo costeño, que ha
sido interpretada frecuentemente como un desafío grave a la integra-
ción nacional.

EL REGIONALISMO: ¿UN DESAFÍO PARA LA NACIÓN?

En 187 4 se organizó la Sociedad de Representantes de la Costa


Atlántica para promover la candidatura de Rafael Núñez a la
presidencia de Colombia. Nacido en Cartagena en 1825, Núñez
había servido en los niveles regional y nacional del gobierno a lo
largo de una carrera política intensa, que lo llevó más tarde a los
consulados de Le Havre y Liverpool 82 • Tras un largo período de
residencia en el extranjero, decidió regresar a la política activa.
En 1875, delegados de los estados soberanos de Bolívar, Magda-
lena y Panamá se reunieron en una convención en Barranquilla,
desde donde se lanzó la campaña de Núñez con llamados regio-
nalistas en apoyo de «los derechos de la costa», no obstante la
furiosa oposición a Núñez por parte de un grupo liberal del
Magdalena. La campaña de 1875176, que en otras partes ha sido
ya analizada ampliamente, planteaba un desafío serio a los radi-
cales y estuvo acompañada de asperezas y violencia 83 . Lo que

81. Véase. por ejemplo, R. Rodríguez Diago al presidente Concha, Cartagena,


abril 5, 1916, AJVC caja No. 13, y R. Borelly al presidente Olaya, Barranquilla,
noviembre 1O, 1931, AEOH.
82. Para Rafael Núñez, véanse N. del Castillo, El primer Núñez, Bogotá, 1971; l.
Lié vano Aguirre, Rafael Núñez, Lima, 1944; D. Lamaitre, Soledad Román de Núñez
Recuerdos, Cartagena, 1938(?); R. de la Espriella, Acercamiento a Núñez, Bogotá,
1978. La historiografía sobre Núñez ha sido analizada por H. Delpar en su ensayo
«¿Renegade or Regenerator? Rafael Núñez as seen by Colombian historians»,JARH,
35 (1985), pp. 25-57.
83. Véanse J. W. Park, Rafael Núñez and the politics ofCo/ombian regionalism,
1863-/886, Louisiana State University Press, 1985, pp. 85-105; «Regionalisim as a
factor in Colombia's 1875 election» The Americas, Az (4) 1986, pp. 453-72; H.
Del par, Red against blue. The liberal party in Colombian politics, 1863-1899,
404 El Caribe colombiano

resulta interesante observar, para el propósito de este libro, es el


surgimiento de un regionalismo costeño, latente hasta entonces, como
tema electoral. Cualesquiera sean los significados que se les dieran
a los «derechos de la costa», ciertamente se trataba de demandas
regionales por una mayor participación en los recursos y el poder
nacional, incluyendo el acceso a la presidencia84 •
Núñez perdió las elecciones frente a Aquilea Parra. Más tarde
recordaría lo encarnizado de la campaña, así como el resentimiento
que dejó en la región como consecuencia de los ataques de la prensa
radical contra la raza costeña, su moral y sus hábitos de trabajo 85 •
Después de la derrota, Núñez fue elegido presidente de Bolívar para
el período 1876-1879, años durante los cuales asistió también al se-
nado y sirvió como Ministro de Hacienda. Desde estos cargos cons-
truyó hábilmente una sólida base política a nivel nacional 86 . Así,
Núñez fue elegido presidente de Colombia en 1880, reelegido en
1883 y, luego de la guerra civil de 1885, se convirtió en la fuerza que

Alabama, 1981, pp. 110-117; J. A. de la Espriella, «Núñez y la política liberal


costeña», Boletín Historial, Cartagena, diciembre 1945, pp. 10-18. Para la versión
radical de los sucesos del Magdalena en contra de Núñez, véase El Republicano,
Socorro, marzo 5 y julio 19, 1875. En P. Revoilo, Joaquín Riascos, Barranquilla,
1934, hay una descripciÓn de un líder nuñista en la campaña de 1875. Véase además,
Panama Star and Herald, marzo 21, junio 5 y 21, y julio 21, 1875. en CFBC, rollo
1211, vol. 2, archivos 166. 224, 236 y 240. Yo he analizado esta campaña en detalle en
mi ensayo «Elections and civil wars in nineteenth-century Colombia: the 1875
presidential campaign», JIAS, 26/3 (1994), pp. 621-50.
84. «Las gentes de los estados costeños que van a votar por Núñez esperan ver
la ejecución de las siguientes mejoras durante su administración: 1) La terminación y
el buen funcionamiento del Canal del Dique en Cartagena. 2) La utilización del brazo
del Magdalena que pasa por el frente de Mompóx, para beneficio de Cartagena. 3) La
apertura de un ferrocarril del Carmen a Zambrano y un carreteable desde aquella pobla-
ción al Magdalena. El progreso industrial se disparará en la ciudad del Carmen y
Barranquilla se convertirá en la Nueva York de Colombia. 4) La ayuda del Congreso, ...
para construir un camino de Tolú a Sincelejo ... », «Poli ti cal agitation in Colombia», en
Panama Star and Herald, marzo R. 1875, en CFBF, rollos 1411, vol. 2, archivo 158.
85.R. Núñez, «El Cisma>>, en La reforma política. Bogotá, 1945, vol. 1, p. 69;
Park, Rafael Núñez, p. 300.
86. J. W. Park, «Preludio a la Presidencia: Rafael Núñez, Gobernador de Bolívar,
1876-1879>>, Boletín de Historia y Antigüedades, LXIII, oct.-dic. 1976, pp. 519-535.
El Estado, la política y la religión 405

lideró la transformación del sistema político colombiano del


federalismo al centralismo. No es necesario entrar aquí en detalles
sobre tan controvertido hombre de Estado, probablemente el político
colombiano más poderoso de la segunda mitad del siglo XIX. Basta
decir que mientras Núñez estuvo en el poder -y permaneció como
una figura influyente hasta su muerte en 1894-, los intereses cos- -
teños fueron cuidadosamente tenidos en cuenta.
No obstante la nacionalización de la renta de salinas, Núñez se
aseguró de que parte de esta renta permaneciera en los departamen-
tos de la costa a través de una indemnización, fortaleciendo así las
finanzas regionales. El gobierno central apoyó el proyecto del Canal
del Dique junto con el del ferrocarril Cartagena-Calamar, que ga-
rantizaba las comunicaciones entre Cartagena y el río Magdalena.
Las simpatías naturales de Núñez por Cartagena se vieron compen-
sadas por su apoyo a la apertura de Bocas de Ceniza y a los ferro-
carriles de Bolívar y Santa Marta. La navegación a vapor por el
Sinú y el desarrollo de algunos caminos en la región recibieron tam-
bién la atención del gobierno central. Por encima de todo, Núñez
mostró su preocupación por la necesidad de mejorar las condiciones
de los puertos sobre el Caribe y por fortalecer los vínculos de trans-
porte entre la costa y el interior andino. Adicionalmente, los coste-
ños tuvieron acceso a cargos en la burocracia nacional, hasta el
punto de provocar celos en Bogotá87 •
Bajo estas condiciones favorables, el regionalismo costeño, que en
1875 se definía por sus intentos de fortalecer vínculos con el centro
para participar en el poder nacional, de alguna manera desapareció al
ser satisfechas sus demandas. Mientras Núñez estuvo en el poder, los
intereses regionales y nacionales parecen haber marchado en consonancia

87. De Rafael Nuñez a los ciudadanos diputados, Cartagena, 1878, AGB, 1878;
R. Núñez, Mensaje del Presidente constitucional. Bogotá, 1882, y su Mensaje del
Presidente constitucional, Bogotá, 1888; también de Núñez, La Reforma Política,
vol. 1, pp. 16,137. Véase además Park, op. cit., pp. 524-529;RCCoB, abril30, 1929,
pp. 1-3.
406 El Caribe colombiano

Para 191 O, sin embargo. el regionalismo estaba otra vez a la orden


del día, acompañado ahora por fuertes temores de secesión como
consecuencia de la pérdida de Panamá. En Cartagena, como resulta-
do de los nombramientos de antioqueños en la aduana, una manifes-
tación organizada en principio para protestar contra el arzobispo
Brioschi degeneró en violentos disturbios contra el gobierno central.
Los almacenes fueron saqueados. Se distribuyeron volantes entre los
furiosos manifestantes que llamaban a la secesión. Los sentimientos
anticlericales, junto con el resentimiento contra la administración del
presidente Carlos E. Res trepo, allanaron el camino para el desasosie-
go social y el resurgimiento del regionalismo. El presidente Restrepo
actuó con prontitud, reemplazando al gobernador de Bolívar con el
fin de asegurar la lealtad del departamento al gobierno nacional y
restaurar el orden público 88 •
La secesión no fue nunca una amenaza real. Sin embargo, el mero
hecho de que las autoridades la consideraran seriamente como tal,
revela no sólo una sensación de fragilidad en el gobierno central
sino también, dado su atractivo popular, cómo la bandera de la
secesión podía ser una herramienta política efectiva. Durante la
segunda década del siglo XX, la idea de la secesión fue objeto de
repetidas manifestaciones políticas; artículos en la prensa jugaban
con ella; y, obviamente, causaba preocupación en el gobierno 89 • El
resentimiento contra las autoridades nacionales iba en aumento. Así

88. C. E. Res trepo al general L. Segovia, Bogotá, enero 17. 1911, y C. E. Restrepo
al general L. M. Terán, Bogotá, enero 21, 1911, ACER, correspondencia, enero-abril
1911. D. Martínez Camargo a F. Ragonessi, Cartagena, enero 17, 1911, ACER,
correspondencia, enero-febrero 1911. Véase El Porvenir, Cartagena, diciembre 22,
191 O. Según J. J. Torres, las manifestaciones fueron inspiradas por los masones;
véase J. J. Torres (ed.), Marco Fidel Súarez, Bogotá, 1966, vol. II, pp. 33-36.
89. C. E. Restrepo a D. Reyes, Bogotá. noviembre 30, 1911. en Restrepo,
Orientación Repúblicana, vol. 1 p. 380 y vol. II, pp. 276-277; presidente Restrepo
a L. Segovia, Bogotá, enero 17, 1911, ACER, correspondencia enero-abril 1911; R.
Rodríguez Diago al presidente Concha, diciembre 3, 1914 y abril 5, 1916, AJVC, caja
No. 13; El Porvenir, diciembre 22, 1910; Anales de la Cámara de Representantes.
enero 28. 1919, p. 438; y La Nación, septiembre 4, 1916, p. 5.
El Estado, la política v la religión 407

lo informaba Enrique Palacio, de la Segunda División del Ejército, al


presidente Concha:

... en ninguno de los Departamentos de la Costa hay sentimientos


de fraternidad para con los del interior y no miran con buenos
ojos a los empleados que vienen acá de otros lugares y aún pre-
fieren privarse del beneficio de un cuerpo de Policía costeado por
la nación a tener que soportar agentes forasteros, los cuales al
tratar de cumplir con deberes ineludibles, son víctimas del odio y de
los más injustos calificativos. Para allanar la dificultad sería conve-
niente retirar de aquí tal servicio nacional contra cuyos empleados
concitan la prensa y algunos dirigentes al pueblo ... 90 •

No obstante, y al igual que en 1875, las demandas regionalistas


tenían más como mira una mayor participación en los niveles nacio-
nales del Estado que la autonomía política. En la década de 191 O
había en la región un sentimiento creciente de que los intereses na-
cionales se estaban redefiniendo en detrimento de la costa. La distri-
bución de empleos en la burocracia nacional era una de las preocu-
paciones mayores de los políticos locales. Igual cosa ocurría con el
manejo de las finanzas nacionales. La renta de salinas, en particular,
suscitó una enconada controversia. La sal había sido nacionalizada
en 1886, pero una medida constitucional reconocía los derechos de
los departamentos costeños sobre las salinas: el gobierno central ex-
plotaría la sal pero tendría que pagar una compensación anual a los
departamentos 91 • Las demoras en remitir esta indemnización, y has-
ta la renuencia a aceptar los derechos constitucionales de la costa
sobre la explotación de la sal, fueron causa recurrente de las quejas
regionales. Más aún, existía la sospecha de que la organización del

90. E. Palacio al presidente Concha, diciembre 18, 1914. AJVC, caja No. 17.
91. R. Noguera, Informe del Secretario de Hacienda, Santa Marta, 1919, pp ..
11-16; Informe del Ministro de Hacienda, Bogotá, 191 O, p. 32. A.L. Armenta, La
renta de salinas marítimas. Sus defectos y el modo de corregirlos, Barranquilla,
1914.
408 El Caribe colombiano

monopolio de la sal favorecía a las minas de Zipaquirá por encima de


las salinas marítimas. Un feroz debate en el Congreso de 1918, cuan-
do el senador Manuel Dávila Florez expresó advertencias secesio-
nistas, revela lo enconado de los sentimientos regionales alrededor
del asunto 92 •
Los intereses privados estimulaban rivalidades regionales adicio-
nales. Los ataques desde el interior en contra de los contratos petro-
leros entre el gobierno y los empresarios costeños se respondían con
argumentos regionalistas. La oposición al establecimiento de
frigoríficos hirió los sentimientos de los ganaderos costeños. Bajo la
bandera de «industrias exóticas», el desarrollo industrial costeño fue
criticado por el Ministro de Hacienda, revelando un conflicto de inte-
reses regionales 93 . Sin embargo, lo que motivó las reacciones regio-
nales más fuertes fue el asunto del transporte, un tema lo suficiente-
mente importante como para movilizar la opinión pública.
Como ya se ha comentado en un capítulo anterior, los intereses
costeños ligados al río Magdalena y a los puertos del Caribe se sen-
tían amenazados por los nuevos desarrollos en el transporte nacio-
nal. La apertura del Canal de Panamá dio un ímpetu al Ferrocarril
del Pacífico, que comunicaba importantes zonas productoras de café
con el puerto de Buenaventura94 . Las inversiones en el río estuvie-
ron paralizadas mientras se avanzaba en nuevos desarrollos
ferrocarrileros en el interior andino. En 1918, una decisión del go-
bierno central para destinar fondos provenientes del impuesto de
canalización -un tributo del río- para invertirlos en el Ferrocarril
del Tolima provocaron la ira regional. Líderes prominentes de los

92. El Día, diciembre 9, 1918; El Tiempo, enero 10, 1919. p. 2; «La indemniza-
ción por salinas a la Costa Atlántica», El Universal, Barranquilla, enero 18, 1919, p.
1; <<Relación de debates», Heraldo de la Costa, enero 15 y 16. 1919; Anales del
Senado, agosto 8. 1931, ANC. Ministerio de Gobierno. sección 1, 85.
93. F. Restrepo Plata, Informe del Ministro de Hacienda, Bogotá. 1912. pp.
XXVIII-XXXIX; Ospina Vásquez, Industria y protección, pp. 446-448; Burgos
Puche, El general Burgos, pp. 275, 285-6; La Nación, noviembre 17, 1916. p. 5.
94. Véase el capítulo cuarto.
El Estado, la política y la religión 409

puertos costeños, apoyados por una prensa sin pelos en la lengua,


lanzaron la organización de la Liga Costeña, un movimiento regional
por encima de las alianzas partidistas y que tuvo una corta pero sig-
nificativa vida.
El 18 de enero de 1919, el ex ministro de Hacienda, Tomás S urí
Salcedo, instaló la primera asamblea de la Liga Costeña en Barran- -
quilla, donde destacó el delicado asunto del transporte fluvial como
una de las principales preocupaciones regionales y como una causa
importante de resentimientos contra las autoridades centrales 95 • El
discurso de Surí, sin embargo, estuvo lejos de ser radical. Fue un
recuento equilibrado de los intereses costeños y un llamado a una ma-
yor atención por parte del gobierno nacional. Las demandas de la costa
iban más allá de los problemas del transporte para abarcar un amplio
rango de temas económicos, políticos y sociales. Incluían el estableci-
miento de un ente autónomo para administrar el río Magdalena; el me-
joramiento de los puertos sobre el Caribe; la desnacionalización de las
salinas marítimas; la construcción de ferrocarriles para promover el
desarrollo de la industria ganadera; el fomento de la inmigración ex-
tranjera; la reducción de los aranceles aduaneros para las importa-
ciones de harina y trigo, y la aprobación de una reforma constitucio-
nal para aumentar el número de senadores costeños 96 .
En Bogotá, las noticias acerca de la Liga Costeña fueron recibi-
das con gran preocupación. La prensa clasificaba el movimiento
como separatista o bien como una organización controlada por políti-
cos para servir a sus propios fines. Temiendo una revuelta, el presi-
dente Súarez instruyó a sus gobernadores para que controlaran cual-
quier movimiento de armas, y decidió recorrer personalmente la cos-

95. Goenaga, Lecturas locales, pp. 203-207.


96. '<Memorial del Presidente de la Liga Costeña al Presidente de la Cámara de
Representantes», Cartagena, agosto 14, 1919, en Archivo del Congreso de la Repú-
blica, Cámara de Representantes: Memoriales y Solicitudes, Bogotá, V, 1919; Aspi-
raciones de la Liga Costeña, El Tiempo, enero 18, 1919, p. 2. Para mayores detalles.
véase mi ensayo sobre la Liga Costeña publicado en G. Bell. ed., El Caribe colombia-
no, Barranquilla. 1988.
410 El Caribe colombiano

ta durante la misma semana en la que se instalaba oficialmente la liga97 •


Su sola visita complació a la liga, realzando su importancia política, aun-
que no satisfizo todas las aspiraciones regionales. El mismo presidente
Súarez no era una figura popular en la costa. En lugares como
Barranquilla, se distanció de la opinión pública por razones adicionales.
Como informaba el cónsul de los Estados Unidos,

mientras que aquí la visita (del Presidente) ha causado alguna


curiosidad, ha suscitado poco entusiasmo y el consenso de opi-
nión de los hombres de negocios es que ha dejado una impresión
muy pobre. Se ha identificado de manera notoria con el clero, y
el hecho de que su confesor privado lo acompañe ha causado
muchos comentarios desfavorables en Barranquilla, tal vez la ciu-
dad más liberal de Colombia y la menos controlada por la jerarquía
católica98 .

Cualquiera que fuera la impresión dejada por la visita del presi-


dente, el tema regionalista había movilizado a las autoridades centra-
les desde Bogotá y las había obligado a poner mayor atención a las
preocupaciones de la costa.
En Cartagena y Santa Marta se reunieron asambleas posteriores
de la liga, pero los temores sobre el separatismo demostraron care-
cer de fundamento. Durante su existencia, la liga sirvió como grupo
de presión para apoyar los intereses costeños en los círculos del go-
bierno central. Las peticiones de la costa recibieron la consideración
seria del gabinete, se discutieron ampliamente en la prensa, mientras
los senadores y representantes -algunos de ellos miembros de la

97. Presidente Súarez a los gobernadores del Magdalena y del Atlántico. Bogotá
diciembre 2, 1918, AMFS, copiador, pp. 13-13; «Algo muy grave», «Lo que pasa en
la Costa>> y <<El Sr. Súarez cerca al mar>>, en El Tiempo, 11, 12, y 21 de enero. 1919,
respectivamente. Véase además cónsul de los Estados Unidos al Secretario de Esta-
do, Cartagena, diciembre 2, 1918, y Barranquilla diciembre 18, 1918, NAUS. RG59:
821.00/432 y 821.00/433.
98. Cónsul de los Estados Unidos al Secretario de Estado, Barranquilla, enero 23,
1919. NAUS. RG56: 821.00/435.
El Estado, la política y la religión 411

liga- las llevaron al Congreso 99 • A medida que se acercaban las


elecciones presidenciales de 1922, en las que los liberales se enfren-
taban a los conservadores en las urnas por primera vez en muchos
años, la alianza regional fue desmantelada para dar lugar a la
realineación de los partidos. Más aún, ambos candidatos, el general
Ospina y el general Herrera, tenían fuertes vínculos con la región, -
que garantizaban lealtades y simpatías.
Si bien la Liga Costeña desapareció como grupo independiente
con sus propias metas, el regionalismo como ideología capaz de mo-
vilizar la opinión pública persistió a todo lo largo del período, aunque
careció de continuidad. Las manifestaciones en apoyo a Bocas de
Ceniza en 1930 estuvieron motivadas hasta cierto punto por senti-
mientos regionalistas. En 1934 una asamblea interdepartamental de
la costa, organizada por diputados de Bolívar, Magdalena y Atlánti-
co, se reunió en Cartagena para discutir asuntos semejantes a los
suscitados por la Liga Costeña 100 . Las movilizaciones de masas ori-
ginadas por los problemas con Avianca en la década de 1940 tenían
una motivación regionalista. A lo largo del período, la prensa traía
constantemente a cuenta los temas regionalistas.
Sería equivocado suponer que el regionalismo fue un simple re-
curso utilizado por los políticos, periodistas y hombres de negocios
para sus propios fines. Si se las daban de regionalistas era precisa-
mente porque el regionalismo tenía raíces históricas y arraigo popu-
lar. Hubo ciertamente claras manifestaciones de una cultura coste-
ña, así como esfuerzos conscientes para describir sus características.
La expresión «Costa Atlántica» -el nombre de un periódico publicado
en Barranquilla en la década de 1880-- había ya adquirido una con-
notación especial por lo menos desde mediados de siglo. Algunos

99. Goenaga, Lecturas locales, pp. 195-210; Heraldo de la Costa, julio 28 y


agosto 2, 1919: La Nación, julio 24 y agosto 1, 1919; El imparcial, agosto 2, 1919;
Bolívar, Gaceta Departamental, abril S, 1919, pp. 10109-IOIIO;Ana/es del Senado,
febrero 11, 1920, p. 666; El Espectador, febrero 26, 1920.
1OO. El Estado, abril 12, 14, y 16. 1934.
412 El Caribe colombiano

críticos literarios, como Raymond L. Williams, sugieren que el origen


de estos intentos de racionalizar una identidad regional se encuen-
tran en la publicación de la novela de Juan José Nieto, lfigenia
(1844 ) 101 • Las manifestaciones literarias tempranas de pertenencia
a una realidad que no era ni la nación ni la ciudad natal, sino la costa,
están también presentes, por ejemplo, en la obra del cartagenero
Manuel María Madiedo. Su libro Nuestro siglo XIX ( 1868), en la
tradición de la literatura costumbrista, ofrece varios retratos de la
identidad costeña 102 • No se dieron paralelos a la novela regional de
la época victoriana en la Gran Bretaña, pero autores como Williams
señalan la existencia de una tradición narrativa específicamente cos-
teña, que se abre con Nieto y que alcanza su apogeo con la publica-
ción de Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez 103 •
Desde un punto de vista político, el regionalismo costeño se fortale-
ció, sin dudas, tras la campaña nuñista de 1875. Décadas más tarde,
como resultado de la Liga Costeña, una retórica regionalista volvió a
surgir con fuerza, esta vez con tonos económicos, culturales y políti-
cos. Un Vocabulario costeño se publicó en 1922, seguido en 1926
por Acción Costeña, un directorio comercial de la región, mientras
que en Cartagena y Barranquilla se editaban respectivamente el
Diario de la Costa y El Heraldo de la Costa 104 •

1Ol. R. L. Williams, NoveÚJ y poder en Colombia, 1844-1987, Bogotá, 1991, p. 131.


102. M. M. Madiedo, Nuestro siglo XIX, Bogotá, 1868, pp. 347-8.
103. Williams,Novela y poder. pp. 119-64. García Márquez ha sido descrito como
«el historiador lírico de la región»; y como <<Un hijo del Caribe que ha decidido escribir
sobre el Caribe desde centros más cosmopolitas»; en G. H. Bell-Villada, García
Márquez: the Man and his Work, Chape! Hill y Londres, 1990, p.42; y S. Minta,
García Márquez: Writer of Colombia, Nueva York, 1987, pp. 4 y 134. Hasta qué
punto puede clasificarse a Cien años de soledad como una «novela regional>>, es un
asunto abierto al debate. Para una breve pero útil introducción a las novelas regionales
en Inglaterra y Gales en el contexto general de la historiografía sobre las regiones. véase
R. A. Butlin, <<Regions in England and Wales, c.l600-1914>>, en R. A. Dodgshon y R. A.
Butlin, An Historical Geography of England and Wales, Londres, 1990, pp. 223-54.
104. A. Sundheim, Vocabulario costeño o lexicografía de la región septentrional
de la República de Colombia. París, 1922; M. Goenaga,Acción Costeña, Barranquilla,
1926.
El Estado, la política y la religión 413

A pesar de estos desarrollos, las diferentes manifestaciones de la


identidad costeña estuvieron lejos de constituirse en la expresión de
una realidad homogénea. Dentro de la misma región, las tradiciona-
les lealtades a las ciudades entraban a veces en conflicto con los
sentimientos regionales. Existe, como se sabe, una historia de rivali-
dades entre los puertos de Barranquilla, Cartagena y Santa Marta.
Más aún, las lealtades hacia los partidos o las identidades de clase
también deben tenerse en cuenta en cualquier examen sobre la natu-
raleza del regionalismo costeño.

EL PARTIDISMO !'!ACIO!'<AL
Y EL FACCIONALISMO REGIONAL

Los arraigados sentimientos regionales no se contradecían con la


existencia de otras lealtades. Las identificaciones con los partidos,
por ejemplo, estimulaban la integración de la costa en una nación
política que se desarrolló desde los primeros años de la república, a
través de la lucha por el poder entre liberales y conservadores 105 . Pa-
radójicamente, los partidos polarizaban a la población colombiana hasta
los extremos de las guerras civiles, pero también vinculaban a los
habitantes de diversas partes del país al establecer alianzas de co-
bertura nacional. Las campañas electorales comunicaban, si bien no
física sí políticamente, a colombianos de distantes y a menudo aisladas
áreas del país. Dada la intensidad del calendario electoral, las cam-
pañas presidenciales en particular propiciaron la formación de un
electorado nacional. Los periódicos, que aparecían a veces con es-
trictos propósitos electorales, discutían temas de interés nacional.
Como lo reconoció el gobernador del Atlántico en 1914, la población

105. Para la política de este período, véanse: D. Bushnell, A modern history of


Colombia, California, 1993; Del par, Red against blue; Deas, Del poder y la gramá-
tica; C. Abel, Política, iglesia y partidos en Colombia, Bogotá, 1987; C. Bergquist,
Coffee and conjlict in Colombia, 1886-191 O, Durham, 1978: y M. Palacios, Entre la
legitimidad y la violencia. Colombia, 1875-1994, Bogotá, 1995.
414 El Caribe colombiano

era por lo general indiferente frente a los asuntos públicos, excepto


durante las épocas electorales, cuando se despertaba el espíritu de
partido 106 •
¿Hasta qué punto, sin embargo, coincidía la política regional con
las tendencias nacionales? En otras palabras, ¿existían algunas ca-
racterísticas que distinguiesen a la política costeña? Helen Del par ha
identificado a la costa como un típico fortín del liberalismo durante el
siglo XIX, debido principalmente a su gran número de habitantes
negros y mulatos, a las medidas liberales contra la definitiva abolición
de la esclavitud y a la escasa influencia de la Iglesia Católica en la
región 107 .Si esta aseveración parece válida en el largo plazo, habría
de todas formas que prestar más atención a la manera como la políti-
ca partidista evolucionó a lo largo del tiempo. En lo que resta del
capítulo se examina, pues, la naturaleza de la política costeña en un
contexto nacional. Primero, se mostrará cómo la política partidista
costeña fue de alguna manera condicionada por el ascenso al poder
de Rafael Núñez durante la segunda mitad del siglo XIX. Segundo,
se estudiará el comportamiento electoral costeño con el fin de iden-
tificar las coincidencias y divergencias de la política regional con la
nacional. Finalmente, se analizarán otros factores que deben tenerse
en cuenta al tratarse de la lucha por el poder a niveles locales.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la política en la costa
marchó al paso del general Juan José Nieto (1804-1866) y de Rafael
Núñez (1825-1894) 108 . Ambos pertenecieron al partido liberal, pero

106. A pesar de su significado, las elecciones en Colombia han sido descuidadas


por los historiadores. Véanse mis ensayos: «Elections and civil wars in nineteenth-
century Colombia>>, y «Limits of Power: Elections under the conservative hegemony,
1886-1 930>>, Hispanic American Historical Review. mayo de 1997.
107. Del par, Red against blue, pp. 16-21, y 41.
108. Bossa Herazo, Cartagena independiente, pp. 128-139. Sobre el papel de
Nieto en la política y el gobierno de la costa, véase O. Fals Borda, El presidente
Nieto, Bogotá, 1983 y E. Lemaltre, El general Juan José Nieto y su época, Bogo-
tá, 1983. Véanse además, J. J. Nieto, Mensaje del Gobernador de Car/agena,
1852; también por Nieto, Bosquejo histórico de la revolución que rejeneró al
Estado de Bolívar, Cartagena, 1862.
El Estado, la política y la religión 415

ambos estimulaban lealtades regionales que superaban las simpatías


partidistas. En los inicios de su carrera, Núñez había trabajado para
la administración de Nieto en la década de 1850, cuando Nieto -un
liberal masón y autodidacta- abolió la esclavitud en Bolívar. En su
calidad de liberal activo, Núñez estuvo en el Congreso, actuó como
cabeza del gobierno de Bolívar y como ministro en varios gabinetes -
nacionales. En 1862 había llevado a cabo la desamortización de bie-
nes de manos muertas ordenada por Mosquera, y en 1863 asistió a la
Convención de Rionegro 109 • Su campaña presidencial de 1875, en opo-
sición a los radicales, recibió un apoyo significativo en la costa, un
bastión liberal desde el cual construyó su base política y que más
tarde lo llevó a la presidencia de la nación. Algunas facciones libera-
les anti-nuñistas fueron lideradas en Magdalena por José Ignacio
Díaz Granados, pero en general la costa se convirtió en un fortín
nuñista con el respaldo por igual de liberales y conservadores 110 • Libe-
rales como Juan Campo Serrano firmaron la Constitución de 1886 111 •
Joaquín F. Vélez, un prominente conservador cartagenero y ardien-
te partidario de la Regeneración, firmó el Concordato como repre-
sentante del gobierno colombiano ante el Vaticano. Unos pocos libera-
les como Campo Serrano y Felipe Angulo se convirtieron en Naciona-
les -la facción Nuñista dentro del partido conservador-; pero algu-
nos liberales tales como Luis A. Robles fueron opositores furibundos de
la Regeneración 112 • No obstante, es innegable que durante sus años en
el poder, Núñez contó en la costa con un fuerte apoyo de ambos
partidos.

109. Park, op. cit .. p. 80: Bossa, Cartagena independiente. p. 134.


110. Véase mi ensayo «Elections and civil wars>>.
111. R. Núñez, «Rectificamos>>, ,,El Porvenir>>, Cartagena. octubre 6. 1889, en
Núñez, La Reforma Política, vol. 5, p. 117.
112. L. de Greiff Obregón, Semblanzas y comentarios, Medellín, 1955, p. 254.
Nacido en Camarones (Magdalena), Robles fue elegido como representante liberal
por Antioquia en 1892. Para un estudio costeño contra Núñez. véase A. Romero
Aguirre. Ayer, hoy y mañana de/liberalismo colombiano. Historia de la Regenera-
ción, Bogotá, vol. l. 1949. Para los papeles de Felipe Angulo y Juan Campo Serrano
en la política nuñista. véase Palacio. La guerra del 85. pp. 11. 36, 58, 92.
416 El Caribe colombiano

Si las alineaciones partidistas parecían haberse debilitado por el


predominio del nuñismo, las tendencias liberales de la región volvie-
ron a resurgir durante las sucesivas elecciones del siglo XX. Inclusive
durante las últimas décadas de la hegemonía conservadora, sobresalía
la fortaleza del liberalismo en la región. En las elecciones presidenciales
de 1904, el 78% de los delegados costeños en el colegio electoral votó
por Rafael Reyes, a pesar del origen costeño de su contrincante,
Joaquín F. Vélez. Ambos, es cierto, pertenecían al partido conservador.
Reyes, sin embargo, era percibido como un candidato de compromiso y,
por lo tanto, con simpatía por los liberales, quienes se abstuvieron de
llevar sus propios candidatos en esta contienda. Por el contrario,
Vélez tenía fama de conservador intransigente, asociado muy de cer-
ca con la Iglesia Católica. En Bolívar, donde Vélez había sido go-
bernador, Reyes recibió más votos en todas las provincias, excepto en
Sabanalarga. Es posible así argumentar que, a pesar de las acusaciones
de fraude electoral, los resultados de 1904 en la costa reflejaban genui-
namente las simpatías políticas de la región, en claro contraste con la
tendencia nacional, que le dio a Reyes el triunfo por una estrecha mayo-
ría113. El que una campaña entre dos conservadores pudiese verse afec-
tada por la intervención liberal fue aún más evidente en las elecciones
presidenciales de 1918. Los liberales apoyaron abiertamente la candi-
datura de Guillermo Valencia y se opusieron a la de Marco Fidel Suárez.
La Unión Liberal publicó las razones por las que los liberales costeños
debían dar su voto por Valencia: éste garantizaría los derechos de los
liberales y favorecería la descentralización 114 . El periódico también ad-
vertía sobre las estrechas relaciones que Suárez conservaba con la Igle-

113. Es muy conocido que la decisión final del colegio electoral en favor de
Reyes fue posible gracias a la manipulación del registro de Padilla por parte del
general !guarán. Pero inclusive sin los 45 votos aparentemente controlados por
!guarán, Reyes contaba con una cómoda mayoría entre los delegados de la costa.
Véanse E. Lemaitre. Rafael Reyes, Bogotá, 1967; y El Porvenir, abril22 de 1904.
114. Unión Liberal, octubre 18 y 23 de 1917, y noviembre 6, 8, 17,27 y 29 de
1917; consul americano al Departamento de Estado, Barranquilla, febrero 16 de
1918, NAUS/821.00/406.
El Estado, la política y la religión 417

sia y sobre su posición clerical frente a temas educativos. En esta cam-


paña, la costa volvió a manifestar un comportamiento electoral distinti-
vo: mientras una mayoría nacional del 52.6% le dio el triunfo a Suárez,
el 58.9%de los costeños votó por Valencia (véase el cuadro 6.2).

CUADRO 6.2
ELECCIONES PRESIDENCIALES EN LOS DEPARTAMENTOS
DE LA COSTA, 1914-1946
(NÚMERO DE VOTOS Y PORCENTAJES)

Año Candidatos Bolívar Magdalena Atlántico %Costa %Colombia 1

·---- - ---··-----

1904 Reyes 168 93 78.1 44.5


Vé1ez 68 4 21.5 44.4
Otros o 0.4 11.1
1914 Concha 43.993 8.666 5.576
Es guerra 1.453 1.646 --------

1918 Suárez 10.072 4.824 1.671 36.7 52.6


Valencia 18.097 4.925 3.509 58.9 41.5
1922 Os pina 32.261 11.515 4.723 61.4 62.4
· - - - - - - - - - 16.141
Herrera -·- --~-
9.224
-
5.142 38.6 37~

1930 01aya 17.987 10.489 8.860 33.3 45.0


Valencia 49.084 16.147 3.749 62.0 39.0
Vásquez 3.320 966 936 4.7 26.0
1942 López 29.980
--------------
-
54.726 25.010 66.0 59.0
~ ___ ¡\rang9 __ _ll· 948 _ 16.423 12.109 34.0 4~

1946 Turba y 17.822 17.610 6.234 20.0 32.0


Gaitán 55.454 20.361 31.044 50.0 26.0
Os pina 32.814 19.040 11.789 30.0 42.0

Fuentes: Colombia (Registraduría), Historia electoral colombiana, Bogotá, 1988,


pp. 115-120.

Por supuesto que el análisis de estas elecciones sólo sirve para


identificar unas tendencias, ya que, como se ha anotado, los liberales
se abstuvieron de presentar candidatos propios. Cuandoquiera que
decidieron competir con sus propios candidatos, como en 1922 y
418 El Caribe colombiano

1930, el examen de los resultados debe sopesarse frente a las acusa-


ciones de fraude y corrupción 115 • No obstante, en algunas áreas de
la región se reconocía el predominio liberal sin muchas disputas. En
el Atlántico, por ejemplo, los candidatos liberales obtuvieron claras
mayorías en 1922 y 1930, respectivamente. En ambas ocasiones, los
liberales contaron con la mayoóa de los votos en los principales cen-
tros urbanos y comerciales de la región, mientras que los conserva-
dores retenían el apoyo de las distantes zonas rurales, sobre todo en
el sur de Bolívar. En 1930 O laya Herrera no logró ganarle a Valencia
ni en Bolívar ni en Magdalena, en su conjunto, pero triunfó en varias
de sus más importantes poblaciones: Santa Marta, Ciénaga,
Cartagena, Aracataca, El Banco, Sincelejo y Magangué 116 • Esta
mayoría liberal, visible en algunas áreas durante las elecciones pre-
sidenciales anteriores a 1930, se puede también identificar en las
elecciones locales. En 1916, por ejemplo, los liberales controlaban el
concejo de Barranquilla; un año más tarde obtenían la mayoría en la
asamblea del Atlántico. Los triunfos liberales fueron significativos
en la costa durante las elecciones municipales de 1923 117 . Pero in-
clusive si las mayorías electorales de los liberales no eran visibles en
las urnas, quienes gobernaban la costa durante la hegemonía conser-
vadora eran muy conscientes de que las lealtades del grueso de la
población bajo su mando estaban sin dudas con el partido liberal 118 .
Esto se hizo evidente después de 1930. Como lo demuestran los
resultados electorales para la Cámara de Representantes entre 1931
y 1949, las mayorías liberales en la costa estuvieron por encima del
promedio nacional. El electorado liberal costeño después de 1930

115. Véanse Los partidos políticos en Colombia. Bogotá. 1922, pp. 73-115:
265-76; y mi ensayo «Limits of Power». Las acusaciones de fraude están bien
documentadas en Ministerio de Gobierno. Asuntos Electorales, ANC.
116. El Pequeño Diario y La Patria, febrero 11 y 14 de 1930.
117. «Municipal elections in Bolívar>>, Cartagena, Octubre 9 de 1923, NAUS/
821.101/1.
118. V éanse cartas de Carbonell a Concha, Barranquilla, enero 21 de 1918, AJVC,
caja No. 1, y de Suárez al gobernador del Atlántico, Bogotá, noviembre 16 de 1918,
Copiador, Libro Segundo, folios 4-5, AMFS.
El Estado, la política y la religión 419

también mostró algunas variaciones interesantes respecto de las ten-


dencias nacionales: primero, estuvo más cercano a la facción lopista
del partido, y más tarde favoreció rotundamente a Jorge Eliécer
Gaitán. En ambos casos, este comportamiento puede explicarse
como respuesta a la atención que tanto López Pumarejo como Gaitán
dieron a la política laboral en la región, particularmente a los problemas-
de la zona bananera y el río Magdalena. Una breve mirada a las elec-
ciones presidenciales de 1942 y 1946 sirve para ilustrar este punto.
En la contienda presidencial de 1942 no se presentaron diferen-
cias significativas entre los resultados nacionales y los de la costa.
Sin embargo, el apoyo a López era más fuerte en esta región que en
el resto del país, a pesar de una activa facción liberal antilopista
liderada por Pedro Juan Navarro. Durante su primera administración
(1934-1938). luego de hacerse presidente en una elección sin opo-
nente, el programa de López había atraído a una gran proporción de
la población costeña. Secciones de la élite comercial de Barranquilla
se sintieron complacidas con el presidente cuando inauguró oficial-
mente Bocas de Ceniza en 1935. «Quiso acaparar para su gobierno
la gloria de la inauguración», le reprochó Abel Carbonell a López en
su revista política quincenal, por no haber reconocido los esfuerzos
de gobiernos previos durante el discurso del presidente ante una mul-
titud entusiasmada que se unió a la celebración 119 • Sin embargo, lo
que daba fuerza a la popularidad de López en la región eran sus
políticas frente al movimiento obrero, particularmente su papel me-
diador en las disputas en las que los intereses de los trabajadores del
río Magdalena y de la zona bananera estaban involucrados. Torres
Giralda, quien participó como organizador de la huelga de 1934 en la
zona bananera, describe así la actitud de López:

¿Qué hace ... López? Ordena al Ministro de Guerra que disponga


un avión militar para que viaje de la zona bananera a Bogotá la
directiva obrera, la cual no es sólo sentada en mesa redonda de

119. Carbonell, La quincena política, vol. V, pp. 233-5.


420 El Caribe colombiano

discusión del conflicto, sino también instalada en decoroso aloja-


miento y con derecho a recibir del Estado los salarios correspon-
dientes al tiempo gastado en dicha discusión 120 •

Más tarde, en 1937, el gobierno presentó al Congreso una ley


dirigida e intervenir la industria bananera. Ese año el administrador
norteamericano de la United Fruit Company fue enviado a prisión
por acusaciones de corrupción 121 . De manera semejante, el papel de
López había sido crucial en los logros de Fedenal -la fuerte federa-
ción de sindicatos liderada por los comunistas que operaba a lo largo
del río Magdalena- durante la huelga de 1937 122 •
De esta manera, cuando López decidió presentarse de nuevo para
suceder en la presidencia a Eduardo Santos ( 1938-1942), encontró un
pronto apoyo en la costa. El concejo municipal de Barranquilla había
proclamado su candidatura desde mayo de 1940 123 . El 14 de enero de
1941, luego de su regreso del exterior, López se dirigió a la multitud
congregada en el Paseo de Bolívar en Barranquilla, desde donde lanzó
su campaña. «En la política social descansa la paz de la república>>, dijo
a 135 liberales que asistieron al banquete de bienvenida celebrado en el
Hotel Prado el día siguiente. Dos meses más tarde, el 16 de marzo,
tuvieron lugar las elecciones para miembros del Congreso y asambleas;
en Barranquilla, los lopistas Alberto Pumarejo y Juan B. Barrios logra-
ron una cómoda mayoría sobre su oponente liberal Cristóbal Navarro 124 •
Sin embargo, la campaña no transcurría tan serenamente.

120. Torres Giralda, Los inconformes, vol. V, pp. 12-13. Véase además idem.,
pp. 2-3.
121. A. Tirado Mejía, Aspectos políticos del primer gobierno de Alfonso López
Pumarejo, 1934-1938, Bogotá, 1981, pp. 223-228. En Ciénaga tuvieron lugar manifes-
taciones públicas en apoyo al proyecto del gobierno; véase idem.; p. 224. Véase el
discurso del Ministro de Industrias ante el Congreso el 28 de octubre de 1938, sentando
la posición del gobierno en relación con la industria bananera en A. Tirado Mejía (ed.),
Estado y economía. 50 años de la reforma del 36, Bogotá, 1986, pp. 279-287.
122. Véase el Capítulo 4.
123. La Prensa, mayo 14, 1940, p. l.
124. La Prensa, enero 15 y 16 y marzo 17, 1941. Según Carlos Lleras Restrepo,
Alberto Pumarejo -la cabeza visible del Lopismo en Barranquilla-, era «el gran señor
El Estado, la política y la religión 421

Luego de la postulación extraoficial de López, una campaña


antirreeleccionista dentro del seno del partido liberal, liderada por el
senador por el Atlántico Pedro Juan Navarro, se extendió rápidamente
por todo el país. En enero de 1941 el representante por Bolívar, Alfonso
Romero Aguirre, organizó una convención liberal en Magangué para
lanzar la candidatura de Carlos Arango Vélez 125 • Arango Vélez -con-
vínculos familiares con la costa, al igual que López- había sido un
liberal disidente, junto con Jorge Eliécer Gaitán, a comienzos de su ca-
rrera política, y se convirtió en el oponente de López con el posterior
apoyo del partido conservador 126 • Enjulio de 1941, Navarro fue elegido
como presidente del Congreso, desde donde manipuló la elección de
Romero Aguirre como contralor general de la república, un cargo clave
dentro de la maquinaria burocrática 127 • En el periódico conservador La
Prensa, de Barranquilla, Aquiles Arrieta editaba una página liberal
antirreeleccionista 128 . Fue una campaña enconada, alimentada también
en la región por la oposición liberal a la facción lopista dominante
liderada en Barranquilla por el pariente de López, Alberto Pumarejo.
Entre las varias razones aducidas por Romero Aguirre para oponerse a
la reelección de López, señalaba:

de la oligarquía de Barranquilla ... no tenía nada de revolucionario; tan sólo era amigo
personal y pariente de López». Lleras Restrepo describe a Juan B. Barrios, el otro
líder lopista, como «Un liberal de izquierda», véase C. Lleras Restrepo, Crónicas de
mi propia vida, Bogotá, 1983, vols. 1, p. 263, y 2, p. 272.
125. Romero Aguirre, Confesiones de un aprendiz de estadista, pp. 128-131.
Según Torres Giralda, la convención de Magangué fue «una asamblea liberal de her-
manos masones», en Torres Giralda, Los inconformes, vol. 5, p. 209.
126. La Prensa, en Barranquilla, retrataba a Arango Vélez como un candidato
costeño: «Para los costeños ofrece un atractivo más, de carácter especial, la candidatura
del doctor Arango Vélez, y es su extracción ciento por ciento de la costa», La Prensa,
diciembre 17, 1941, p. 5. La madre de López era oriunda de la región del Cesar.
127. Según Lleras Res trepo, Romero Aguirre fue nombrado contralor para utili-
zar su cargo con el fin de favorecer la elección de Arango Vélez. También culpa a
Romero por politizar el que hasta entonces había sido un cuerpo técnico: «decidió que
los puestos debían repartirse entre individuos de todos los departamentos del país y
en proporción exacta a la población civil que el último censo había arrojado», en
Lleras Restrepo, op. cit .. vol. 3, pp. 50-56.
128. Véase, por ejemplo, La Prensa, marzo 19, 1942, p. 6.
422 El Caribe colombiano

... porque en su gobierno la conciencia de la costa Atlántica se limita


a la interpretación nepótica del señor doctor Alberto Pumarejo, pri-
mo, valido y ministro con o sin cartera; y nuestra comarca tiene
intereses vitales que se volverían a perjudicar con la repetición de
una influencia excesiva del doctor Pumarejo 129 •

Este fue, sin embargo, un llamado infructuoso. Tal como lo ilustra


el Cuadro 6.2, el apoyo a López en las elecciones no deja dudas
acerca de dónde se encontraban las preferencias de la costa.
En 1946, la región nuevamente mostró un comportamiento electo-
ral distintivo, diferenciándose esta vez sustancialmente de los resulta-
dos nacionales. Mientras que la votación global otorgó la presidencia
al candidato conservador Mariano Ospina y un partido liberal dividi-
do daba la mayoría a Gabriel Turbay, el 50% del electorado costeño
apoyó al disidente liberal Jorge Eliécer Gaitán. Gaitán obtuvo el triun-
fo en los tres departamentos, pero el margen fue mayor en Atlántico
y Magdalena que en Bolívar (véase Cuadro 6.2).
La popularidad de Gaitán en la región puede rastrearse hasta la
huelga bananera de 1928, cuando tras su intervención en el Congre-
so en favor de los trabajadores ganó prestigio nacional. Poco des-
pués del conflicto, Gaitán viajó a Barranquilla, Santa Marta y Ciéna-
ga, donde fue declarado huésped de honor por el concejo de la ciu-
dad 130 • Recorrió la zona bananera, se reunió con participantes en la

129. Romero Aguirre, op. cit., p. 140. En 1942, Romero Aguirre publicó un
folleto, Por qué juzga Romero Aguirre que no debe votarse por Alfonso López.
Además del argumento sobre nepotismo contra Alberto Pumarejo, Romero Aguirre
señalaba las siguientes razones para oponerse a la candidatura de López: el partido
liberal debería estar apoyando el gobierno liberal en el poder y López estaba atacando
al presidente Santos; en el pasado la reelección había dejado malas experiencias para
el partido; López estaba en la extrema izquierda; en manos de López, la cuestión
social podría convertirse en muy perturbadora para el país; la reelección de López
estimularía reelecciones presidenciales ulteriores entronizando a aquellos ya en el
poder y cerrando el sistema democrático, véase Romero Aguirre, Confesiones de un
aprendiz, p. 140.
130. Torres Giralda, Los inconformes, vol. 4, p. 130; J.A. Osario Lizarazo,
Gaitán, vida, muerte y permanente presencia, Buenos Aires, 1952, pp. 116-117.
El Estado, la política y la religión 423

huelga, dio entrevistas para la prensa regional y regresó a Bogotá,


donde pronunció su famoso ataque al régimen de Abadía. En el Con-
greso, Gaitán dramatizó los sucesos de diciembre alcanzando un rá-
pido éxito político. Para septiembre de 1929, tanto el senado como la
cámara habían pasado una ley solicitando el nuevo juicio de aquellos
detenidos en prisión por el ejército, incluyendo algunos líderes sindi--
cales y agitadores comunistas. A la mayoría pronto se le otorgó la
libertad. «Gaitán los sacó libres a los nueve meses», recordaba con
gratitud un participante cincuenta años más tarde 131 •
Luego de su papel en el debate sobre las bananeras, quizás ningún
otro líder nacional, además de López Pumarejo, pudo igualar la reputa-
ción de Gaitán en la región durante el período estudiado. En su calidad
de abogado, mantuvo contacto con los trabajadores de la costa. En 1934,
por ejemplo, visitó Barranquilla para brindar asesoría profesional a la
Asociación de Empleados 132 . Como Ministro de Trabajo, cargo que uti-
lizó para fortalecer sus vínculos con el proletariado urbano, viajó por la
costa en 1943. Años más tarde, Semana recordaba cómo el ministro
«bajó por el río Magdalena dando exclamaciones de cólera contra la
miseria de los ribereños, contra los parásitos intestinales, contra la ma-
laria, contra las inundaciones» 133 . Desde abril de 1944 había en
Barranquilla un movimiento organizado trabajando por la candidatura
de Gaitán, involucrado de manera activa en actividades de propaganda
que incluían un programa radial de una hora diaria 134 . Algunos dirigen-
tes de Fedenal, que decidieron brindar su apoyo a Turbay, se dieron
cuenta de qué tan distantes estaban políticamente de la mayoría de los
miembros de su sindicato cuando los resultados electorales de la cos-
ta le otorgaron un apoyo tan significativo a Gaitán.

131. Josefa María Blanco entrevistada por Carlos Arango en su Sobrevivientes


de las bananeras, p. 99. Véase además Torres Giraldo, op. cit., vol. 4, p. 135.
132. Carbonell, La quincena política. vol. 2, p. 135.
133. Semana, noviembre 4, 1946. p. 10. Véase además Torres Giraldo, op. cit.,
vol. 5, p. 272.
134. Véase R. E. Sharpless. Gaitán of Colombia. A política[ biography,
Píttsburgh, 1978, p. 107.
424 El Caribe colombiano

CUADRO 6.3
ELECCIONES PARA CÁMARA DE REPRESENTANTES
EN LOS DEPARTAMENTOS DE LA COSTA, 1931-1949

Año Partido Atlántico 1


Bolívar ¡ Magdalena 1
Costa%! Colombia%
1

1931 Liberal 10.724 15.602 8.559 61.7 51.0


Conservador ' 2.675 10.331 8.642 38.3 49.0

1933 1 Liberal 15.827 1 29.153 24.303 77.4 62.4


_l ---~ Co~ervador 1 2.642 5.492 12.076 _ _1_ 22.6 37.6

1939 ' Liberal ' 10.059 42.964 20.344 72.6 i 62.6


l Conservador ¡ 5.674 13.117 8.856 1 27.4 36.9
Otros 0.5
>-------+------_¡__ _ _ _-'----_ _ ___j__ _ _ _-+

1
1941 Liberal 22.376 1 45.937 1 20.849 73.0 63.8
Conservador 6.675 16.968 ' 9.290 27.0 35.7
Otros 0.5
~--+-------- ~----~-----r--~~

1943 l Liberal 26.210 47.713 26.628 72.2 64.4


Conservador 7.308 20.990 9.414 27.1 33.8
Otros 1.046 0.7 1.8

1945 Liberal 26.580 57.440 ' 20.066 74.0 62.9


1 Conservador 5.603 17.283 7.992 22.0 33.6
Comunistas ! 140 ' 1.532 1
4.197 4.0 1
3.2
Otros 0.3
~--------------¡-- ---, ----- r --- .,..----------;
1947 Liberal 31.212 85.717 ' 34.001 68.6 54.7
Conservador 1 1.323 37.409 !8.449 30.5 1
44.4
Socialista 781 1
0.3 0.8
Frente Pop. 0.6 0.1

1949 Liberal 36.252 72.763 40.135 65.8 53.5


Conservador 11.047 44.683 21.693 34.2 46.1
Comunista 0.4

Fuente: Colombia (Registraduría), Historial Electoral de Colombia, Bogotá, pp.


178-186.

Además de las ae ti vidades de los partidos, el surgimiento de los


movimientos laborales le brindaba también una dimensión nacional a
El Estado, la política y la religión 425

la política local. María Cano, «La flor del trabajo», recorrió la región
en 1928, acrecentando su popularidad en la zona 135 • Varios otros lí-
deres obreros del interior andino, tales como Ignacio Torres Giralda
y Eduardo Mahecha, estuvieron involucrados directamente en la or-
ganización de huelgas en la zona bananera. Los paros laborales en
los puertos del Caribe se extendían rápidamente a lo largo del río con-
consecuencias nacionales de gran alcance.
Más aún, las políticas laborales en la región se caracterizaron por
sus posiciones radicales y por los hitos que marcaron en la historia
del movimiento obrero colombiano. La huelga general que tuvo lugar
en Barranquilla en 191 O, junto con las huelgas de 1918 en Cartagena,
Barranquilla y Santa Marta, han sido consideradas como pioneras de
las exigencias laborales en la Colombia del siglo XX 136 • El impacto
nacional de la huelga bananera de 1928 sirvió para derribar el régi-
men conservador. Los acuerdos logrados por los sindicatos
bananeros y Fedenal, la fuerte organización obrera a lo largo de los
puertos ribereños, fueron un preludio del desarrollo de un sistema de
seguridad social 137 .
Si bien los anarquistas, comunistas y social-demócratas alcanza-
ron una influencia significativa en algunos sindicatos, sería un error
desligar el movimiento obrero de este período de la política de los
partidos tradicionales. Joaquín Martínez, un líder de las huelgas de
1918, era miembro del partido liberal; uno de apellido Linares, domi-
nicano, involucrado en la organización de trabajadores en la zona
bananera, estaba vinculado muy de cerca con el político del Magda-
lena José Ignacio Díaz Granados; Aníbal Badel, más tarde goberna-
dor de Bolívar, fue el presidente de la junta organizadora de la gira
de María Cano por la costa; en los inicios de sus carreras políticas,

135. <<María Cano en Barranquilla». La Prensa, febrero 23. 1928: Torres Giraldo,
op. cit .. vol. 4, pp. 61-62.
136. M. Archila, <<La clase obrera colombiana, 1886-1930». en Tirado, Nueva
historia de Colombia, vol. 3, p. 222; Torres Giraldo, op. cit.. vol. 3, pp. 70-72 y 125.
137. Véan;e los capítulos 1, 3, y 4.
426 El Caribe colombiano

liberales como Alfonso Romero Aguirre y Simón Bossa fueron par-


ticipantes activos en los congresos sindicales 138 •
El desarrollo de los acontecimientos en la zona bananera, luego
del desenlace dramático de la huelga de 1928, mostró qué tan rápi-
damente la política partidista se involucraba en los conflictos socia-
les. Poco tiempo después de que la huelga fuera reprimida, Manuel
F. Robles y Rafael Campo -abogados oriundos del Magdalena-
iniciaron una campaña de prensa culpando al gobierno nacional por
las víctimas, mientras que el senador Lanao Loaiza llevaba el asunto
al Congreso. A ellos se unió la prensa de Barranquilla, incluidos los
periódicos conservadores La Nación y La Prensa, y la campaña
tuvo eco en Bogotá. Pronto el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán se
encontraba recorriendo la zona bananera y capitalizando a su favor
el mal manejo de la huelga.
Según Torres Giraldo, que acompañó a María Cano en su gira por
la costa a principios de 1928, la mayoría de los trabajadores en Mag-
dalena miraba a los agitadores socialistas como «tenientes abande-
rados que marchaban a la cabeza de las masas». Estos agitadores
eran negociadores útiles para dilucidar conflictos con la compañía
norteamericana y con los cultivadores locales; pero cuando se llega-
ba a la política, a las aspiraciones de derrocar el régimen conserva-
dor, «al tratarse de la gran batalla, es claro que por allí andaban los
generales Morán, Socarrás y otros conocidos guerreros que (les)
conducirían». Así pues, Torres Giraldo concluía: «El liberalismo es-

138. Véase A. Carbonell al presidente Concha, Barranquilla, enero 14, 1918 y


Nicolás Dávila al presidente Concha, Santa Marta, mayo 4, 1918, en AJVC, ..:ajas
;-.ios.l y 3 respectivamente; Torres Giraldo. op. cit., vol. 4, pp. 5, 46, 61. Romero
Aguirre había sido auxiliar del secretario en la tercera conferencia del Congreso Obre-
ro Nacional que tuvo lugar en Bogotá en 1926. Algunos líderes laborales podrían no
venir de la misma clase social que Romero Aguirre, pero todos ellos habían leído a
Vargas Vila. Véase, Archila, <<Barranquilla, los trabajadores y el río>>, p. 39; Romero
Aguirre, Confesiones de un aprendtz de estadista, p. 20. y R. Maya, <<Crónica sobre
Vargas Vila», en M. Deas (ed.), Vargas Vila. Sufragio-Selección-Epitafio, Bogotá,
1984, p. 283.
El Estado, la política y la religión 427

taba a flor de piel en el Magdalena y, para el común de los trabajado-


res, el socialismo revolucionario era un excitante liberal» 139 •
Con el ascenso de Olaya al poder en 1930, un partido liberal for-
talecido intensificó sus acciones para influenciar los sindicatos. Lí-
deres como Torres Giraldo se lamentaban de la «herencia electorera
que ha pesado en el movimiento obrero», al tiempo que criticaban los-
nuevos desarrollos como «desvío hacia el legalismo oficialista»: «La
tendencia reformista ... juzgaba la importancia de toda organización sin-
dical por la posesión de la flamante 'personería jurídica' y la presen-
cia de un tinterillo asesor» 140 • Es cierto que el reconocimiento estatal
de los sindicatos ya había comenzado durante el régimen conserva-
dor, pero el número de organizaciones que recibieron la «personería
jurídica» se incrementó después de 1930. Tal vez más significativa
aún fue la intervención directa del presidente en los asuntos labora-
les, particularmente durante la administración de López Pumarejo.
Su papel como mediador en disputas tales como las de la zona
bananera y el río Magdalena, junto con las actividades de Gaitán,
fortalecieron la posición del partido liberal entre los trabajadores de
la costa 141 •
La política partidista y sus luchas electorales estimularon, por con-
siguiente, alianzas nacionales a través del papel que históricamente
han representado liberales y conservadores en Colombia. Es posible
por ello sugerir, como lo ha hecho H. G. Nicholas para los Estados
Unidos, que las elecciones tuvieron una función unificadora en un
país diverso. 142 Sin embargo, el que la política costeña estuviese

139. Torres Giraldo, op. cit., pp. 64-65. <<Los liberales apoyaban a los socialistas
porque éstos le daban palo a los godos>>, recordaba más tarde Salvador Bomacelli,
antiguo secretario general del sindicato bananero en Aracataca, al ser entrevistado
por C. Arango, en Arango. Sobrevivientes de las bananeras, p. 37.
140. Torres Giraldo, op. cit., vol. 4, p. 262, vol. 3, p. 177. Véase además idem.,
pp. 142-123, 148,150-151.
141. Según César Ahumada, un líder obrero en Barranquilla, «el doctor López
Pumarejo fue el que le despertó la conciencia a la clase obrera>>; citado en Archila,
«Barranquilla y el río». p. 54.
142. H. G. Nicholas, The nature of American politics, Oxford, 1986, p. 65.
428 El Caribe colombiano

enmarcada en un contexto nacional no excluye la existencia de un


comportamiento político regional distintivo. En algunos períodos las
lealtades regionales se sobrepusieron a las lealtades de partido. Tal
sucedió durante la época de Núñez en el poder. La política partidista
nacional, es cierto, también echó raíces en la región, pero el compor-
tamiento electoral costeño, como se ha mostrado en este capítulo,
manifestó variaciones de interés, sobre todo en 1904, 1918, 1930 y
1946. Lo que emerge es el cuadro de una región con mayor presen-
cia liberal que el conjunto nacional, y con menores deferencias hacia
la Iglesia Católica. En la década de 1930 también es posible identifi-
car en los principales centros urbanos un electorado dispuesto a ser
movilizado por líderes como López Pumarejo y Gaitán.
Si la política a nivel nacional se caracterizaba por las lealtades
tradicionales a unos partidos en disputa, a nivel regional la política se
mezclaba también con los conflictos entre facciones locales y la exis-
tencia del patronazgo, en el que los lazos familiares, de amistad o
gratitud condicionaban la naturaleza de las actividades partidistas. El
cuadro quedaría entonces incompleto sin examinar esta otra dimen-
sión de la vida política.
Los conflictos entre las facciones en el interior de los partidos
eran tan intensos como para superar a veces las rivalidades partidis-
tas. Así, los acuerdos entre liberales y conservadores en las eleccio-
nes locales alrededor de asambleas y concejos y de la distribución de
prebendas estatales eran un lugar común en la política local. En el
Atlántico, por ejemplo, la facción de Abel Carbonell contó con el
apoyo de grupos liberales para desafiar a Insignares durante la se-
gunda década de este siglo. El principal opositor de Alberto
Pumarejo era Pedro J. Navarro, un miembro de su propio partido,
respaldado por «el elemento más numeroso y el menos disciplinado
(de los liberales), así como el más ignorante» 143 . En Magdalena, el
general Manjarrés lideraba un grupo conservador al que tradicio-

143. Véase NAUS, RG84: Records ofthe American Legation in Bogotá, General
correspondence, Barranquilla consular district, vol. 8, abril 8, 1931.
El Estado, la política y la religión 429

nalmente se oponía el general !guarán y, a su vez, ambos eran


contendores políticos de otros conservadores, que a la larga formaron
un tercer grupo 144 • Vargas, Bossa y Gómez Fernández lideraban
facciones liberales contrarias en Bolívar 145 •
Estos son apenas ejemplos de algunas de las facciones más im-
portantes en la lucha por el poder dentro de los partidos durante-
períodos particulares. No obstante, las fusiones, las divisiones y el
surgimiento de nuevas facciones fueron recurrentes a lo largo del
período. Los liberales y conservadores por igual se condicionaban
los unos a los otros por sus divisiones internas. Como lo observaba
Alfonso Romero Aguirre, «los conservadores de Cartagena se divi-
den alrededor de las divisiones liberales con igual entusiasmo, y ...
siguen el curso de las mencionadas alternativas con igual fiebre» 146 •
En algunas provincias, las facciones políticas tomaban la forma de
grupos familiares. Cuando José María Valdeblánquez describía los con-
servadores llamados históricos en Magdalena, los identificaba por sus
apellidos: «En Riohacha, los Labordes, los Iguaranes, los Barros, los
Valverdes, los Valdeblánquez, los Zúñigas, los González, los Rosados, y
en la Provincia: los Lacouture, los Dangones, los Ariza, los Cotes» 147 •
Según Romero Aguirre, Simón Bossa era en Bolívar la cabeza de una
influyente facción liberal cuya red se basaba esencialmente en lazos
familiares. Las condiciones para tales rasgos del desarrollo político
estaban dadas por la presencia dominante de familias extensas junto
con una baja densidad de población. No obstante, los casos de miem-
bros de la misma familia que pertenecían a facciones contrarias no
fueron excepcionales.

144. L. Cotie, «Political conditions in the department of Magdalena», Santa


Marta, enero 19, 1928, NAUS, RG59:821.00/630; 1 .M. Valdeblánquez al presiden-
te Ospina, Santa Marta, 8 y 22 de mayo, 1922, AGPNO, correspondencia, 1922.
145. A. Romero Aguirre, Confesiones de un aprendiz de estadista, Bogotá, 1949,
pp. 73-77.
!46./dem., p. 79. Véase además, «Los apetitos anarquizan al partido liberal en
Bolívar», La Lucha, Sincelejo, marzo 21, 1934.
147. J. M. Valdeblánquez, Biografía del señor general Florentino Manjarrés,
Bogotá, 1962, p. 20.
430 El Caribe colombiano

Las fuentes del poder político eran asimismo variadas. Induda-


blemente, algunos políticos tenían fuertes lazos con la ganadería,
después de todo la actividad económica más importante en la re-
gión. Algunos terratenientes y comerciantes de ganados -conser-
vadores tales como F. Burgos, Diego Martínez y Luis Patrón, o libe-
rales tales como Pedro Castro Mansalva y Rogelio Támara- esta-
ban comprometidos activamente en la política. Pedro Casrro
Mansalva, un empresario rural, fue gobernador del Magdalena,
miembro del Congreso y Ministro de Comunicaciones y Agricultu-
ra148. Congresistas tales como Castro Mansalva, Romero Aguirre y
Arrieta apoyaban con frecuencia Jos intereses de los ganaderos en
la Cámara y en el senado 149 . Sin embargo, los acontecimientos
políticos no siempre favorecían a los ganaderos. Cuando Striffler
visitó Plato en la década de 1870, observó la amargura de los
ganaderos como consecuencia del alto costo que tenían que pa-
gar por los disturbios políticos en su provincia: «Todos se quejan
de los premiosos empréstitos, pues se les imponen muí a menu-
do»150. Las asociaciones de ganaderos, tales como la Sociedad de
Agricultores de San Marcos y la Federación de Ganaderos de
Bolívar, repetidamente se lamentaban del tratamiento que reci-
bían de los políticos y de los cuerpos Jegislativos 151 . Como grupo de
presión, los ganaderos no estaban unidos. Su poder estaba limitado
por su propia fragmentación y su alcance regional. Los impues-
tos a las exportaciones de ganado, los acuerdos entre Colombia y
Venezuela para permitir las importaciones de reses desde este

148. Véase Castro Monsalvo, Un campesino previno al país, pp. 3.10, 18, 22.
149. Véase, por ejemplo, «Discurso pronunciado por el honorable Senador Aquiles
Arrieta, al discutirse el proyecto de ley que autoriza la celebración de un acuerdo
comercial con Venezuela>>, Ganadería de Bolívar, Sincelejo, 1935, pp. 801-823.
150. Striffler, El río Cesar, p. 24. «Federico Alfaro, sin contrar todos los tratos
de su hacienda, las bestias i ganado vacuno que habían desaparecido, había sido
aliviado de cuatro mil pesos en dinero; de ahí su mal humor», Srriffler, ibid., p. 29.
l5l.RNA, febrero 1912, p. 305, y junio de 1913, p. 809; «Ante un nuevo im-
puesto», Ganadería de Bolívar, Sincelejo, 1935, p. 768.
El Estado, la política y la religión 431

país vecino, la indecisión del gobierno para apoyar el desarrollo


de un frigorífico en Coveñas, reflejan todos la falta de fuerza del
poder político nacional en favor de los intereses de los ganaderos
costeños .
Otros empresarios rurales también desarrollaron vínculos con la
política. En el norte del Magdalena, donde se acusaba frecuentemen- -
te a la United Fruit Company de patrocinar la corrupción, la industria
bananera trataba de influir sobre el curso de la legislación y las
instituciones estatales. Algunos bananeros de la región acumula-
ron poder político. No obstante, la relación entre políticos y
bananeros -la compañía norteamericana en particular- fue ge-
neralmente conflictiva. Los intereses en disputa chocaban en la
asamblea del Magdalena y en el Congreso.
A pesar del aparente predominio de la economía rural en la región,
la vida urbana en los puertos fluviales y marítimos, así como en los
pequeños pueblos y caseríos, era de capital importancia para la acti-
vidad política. Como sedes del gobierno local, los municipios ejercían
control sobre los recursos del Estado que, en condiciones de esca-
sez, adquirían mayor significado. Comerciantes, pequeños industria-
les y artesanos, constructores, abogados, médicos, maestros y traba-
jadores, todos se veían afectados por los acontecimientos políticos.
Había una jerarquía política ligada a los municipios y no siempre aso-
ciada con el éxito económico. A pesar de su decadencia, Cartagena,
por ejemplo, conservó su ascendente político sobre la región hasta
muy entrado el siglo XX. Sin embargo, el crecimiento económico
causó el surgimiento de nuevos centros de poder que desafiaban las
jerarquías tradicionales. Barranquilla, Ciénaga, Sincelejo y Magangué
estaban ganando importancia respectivamente sobre Cartagena,
Santa Marta, Montería y Mompox.
En todos los municipios, tradicionales y modernos por igual, el
poder político se veía condicionado por su grado de acceso a los
recursos del Estado que, a su vez, dependía de las capacidades de
maniobra electoral, los conocimientos de la administración pública y
los vínculos adecuados con los centros regionales del poder y, por
432 El Caribe colombiano

supuesto, con el gobierno central. La política era así, con mucha


frecuencia, una profesión de tiempo completo, y el padrinazgo esta-
tal una de las principales fuentes del poder político. Una exitosa vida
política estaba acompañada por lo general de una larga carrera, en
la que se ascendía gradualmente y por escalas, dedicada a los tejema-
nejes del poder. Como lo señalaba José María Valdeblánquez, para po-
líticos tales como el general Iguarán «la política constituía su úni-
co vicio». !guarán, el jefe de la provincia de Padilla en Magdalena,
conocía el Estado desde adentro: entre otros cargos, en su larga
carrera pública, había sido alcalde, prefecto, gobernador, concejal,
diputado, representante y senador 152 . Su destreza para manejar las
elecciones tenía pocos rivales. Además, su habilidad para tratar con
las tribus guajiras -que todavía en la década de 1920 desafiaban al
gobierno-- realzaba su poder político.
Una formación en las profesiones liberales era con frecuencia un
fundamento sólido para una carrera política, como lo demuestran las
experiencias de Rafael Núñez, Felipe Angulo, Abel Carbonell, Ma-
nuel Dávila Flórez, Francisco Escobar, Pedro Juan Navarro y Alfon-
so Romero Aguirre. Tomemos en cuenta el caso de Felipe Angula.
Nacido en San Juan Nepomuceno en 1854, su padre -un maestro
de escuela de orígenes humildes con algún interés en el comercio del
tabaco-- acumuló una fortuna suficiente para pagar su educación
en Bogotá, en donde se hizo abogado. En la década de 1870, Angulo
se instaló en Cartagena, desde donde logró ser elegido a la asamblea
de Bolívar, presidida entonces por Antonio González Carazo, una fi-
gura política que más tarde se convertiría en su suegro. Entre 1876 y
1878, Angula sirvió bajo Núñez en la administración de los asuntos
de Bolívar y en 1878 fue elegido representante. Su acceso al Con-
greso fue seguido por sus nombramientos, primero como Ministro de
Hacienda y luego como Ministro de Guerra bajo la presidencia de

152. J. M. Valdeblánquez, Historia del departamento del Magdalena y del terri-


torio de la Guajira, Santa Marta, 1964, p. 160. Véase J. M. Vesga y Á vila, Perfiles
colombianos, Bogotá, 1908, pp. 55-57.
El Estado, la política y la religión 433

Núñez. Durante su larga carrera política, que incluyó cargos diplo-


máticos en Inglaterra, Angula estuvo a la vanguardia del movimiento
de la Regeneración hasta su muerte en 1912 153 .
No todos los políticos compartían los mismos orígenes sociales ni
características, que resultaban tan variados como las fuentes de su
poder. Si en los municipios más importantes y en los puertos los ma- -
yores niveles de educación y el contacto continuo con el mundo ex-
terior determinaban la existencia de algunos líderes políticos, que se
destacaban también por sus impecables trajes de lino blanco -tales
como Luis Patrón y Alberto Pumarejo---, posiblemente la imágen
más común de los políticos en las poblaciones rurales era la del «ca-
cique» en Sucre: « ... viste siempre pantalón y saco de dril ordinario
de a quince centavos yarda, una camisa de listas coloradas, sin cue-
llo, unas sandalias, un sombrero pastuso con el ala baja por delante y
echada sobre los ojos, nunca ha usado media, ... Habla poco porque
no sabe hablar» 154 .
El campo de acción del poder político variaba de pueblo en pueblo
y difícilmente un solo político fue capaz de concentrar poder sobre
toda la región. Rafael Núñez fue una excepción. A través de un
manejo habilidoso de los diferentes intereses presentes en el litoral y
fortalecido por su talla nacional, Núñez logró construir una base po-
lítica en toda la costa. En general, sin embargo, prevalecía un débil
balance del poder, condicionado por la fragilidad de las coaliciones
entre las facciones que se disputaban el control de los recursos esta-
tales. Además, el surgimiento de nuevos centros urbanos de impor-
tancia ------que competían entre sí mientras desafiaban las jerarquías
tradicionales- significaba también una fragmentación adicional del
poder.

153. Véase J. P. Llinás, Felipe Angula y la Regeneración, Bogotá. 1989.


154. El Tiempo, febrero 12, 1923, y en J. Villegas y J. Yunis, Sucesos colombia-
nos, 1900-1924, Medellín, 1976, p. 443. Véanse además López, Esbozos y atisbos,
pp. 11-120, y Romero Aguirre, op. cit., p. 10.
434 El Caribe colombiano

CONCLUSIÓN:
LA REGIÓN, LA NACIÓN Y LA POLÍTICA COSTEÑA

«En la multiplicidad de los poderes locales se pierde el inaprecia-


ble beneficio de la asociación de fuerzas», insistía Rafael Núñez
en 1889 155 • A pesar de sus esfuerzos por centralizar el poder, la
expansión del Estado colombiano debía acomodarse a las cir-
cunstancias de un territorio vasto y fragmentado donde los inte-
reses de una población dispersa chocaban a menudo, tal vez de
manera inevitable.
Los municipios y departamentos costeños eran financieramente
débiles; dependían, por consiguiente, del presupuesto nacional. Esta
dependencia, sin embargo, no se traducía necesariamente en depen-
dencia política del gobierno central. El Congreso jugaba un papel
significativo al canalizar los recursos nacionales, y congresistas de
todas las regiones, incluida la costa, luchaban por el botín del presu-
puesto para desconsuelo de los ministros de Hacienda. Si bien los
presidentes tenían el poder de nombrar y remover las cabezas de los
gobiernos locales, debían saber interpretar la política regional para
evitar herir los sentimientos de las regiones. Más aún, al nivel local,
los gobernadores debían enfrentar a unos cuerpos electorales sobre
los cuales el gobierno central no ejercía control alguno. En contraste
con muchos de los jefes políticos en México durante el porfiriato, los
gobernadores costeños eran nativos de la región. Sólo excepcional-
mente políticos del interior andino, como José María Obando, llega-
ron a gobernar provincias costeñas. Paradójicamente, no parece que
posiciones como la de Obando hubiesen provocado resistencias re-
gionales durante el siglo XIX. Nombramientos de figuras ajenas a la
región como gobernadores costeños durante la primera mitad del pre-
sente siglo probablemente habrían causado indignación pública.
Así, pues, la consolidación del Estado no tuvo lugar como un pro-
ceso lineal en el que las regiones desaparecieron para abrirle espa-

155. Núñez, Ú1 reforma política, vol. 3, p. 160.


El Estado, la política y la religión 435

cio a una organización política nacional, homogénea y dominante.


Ante todo, persistieron las características de una vida política des-
centralizada en la práctica, a pesar de las intenciones de los constitu-
yentes de 1886. Adicionalmente, la expansión del poder central en-
frentó serios obstáculos, señalados en este capítulo al examinar los
problemas para implementar el reclutamiento o reducir el comercio-
de contrabando. Las intenciones de quienes creían que el ejército
era la institución adecuada para fomentar la integración nacional se
frustraban en la costa, donde la evasión del reclutamiento era gene-
ral. A su vez, la extensión del contrabando -además de poner a
prueba la fortaleza del Estado- significaba que un buen número de
habitantes de la costa lograba vivir por fuera del fisco nacional.
«Deseo que la costa se independice; forme un Estado aparte»,
comentó en 1868 un personaje en la obra de Manuel María
Madiedo 156 . No sería ni la primera ni la última vez que se hicieron
públicas expresiones de este tipo. Sin embargo, la finalidad del regio-
nalismo costeño estuvo lejos de propiciar la secesión, de crear un
propio Estado. Por el contrario, la región resentía el aislamiento. La
mayoría de las veces, los movimientos regionalistas fueron reaccio-
nes contra las tendencias que amenazaban excluir a la costa del de-
sarrollo nacional. En este sentido, el regionalismo costeño no busca-
ba debilitar sino en esencia fortalecer los vínculos de la región con la
organización política nacional. Este regionalismo no obedeció a una
idea fija ni consistente. Pero cuandoquiera que resurgía, dejaba tras
sí un legado de retórica costeña y algunos logros concretos.
La existencia del regionalismo ha sido interpretada tradicional-
mente como una barrera para la integración nacional 157 • Sin embar-
go, lo que parece haber motivado con frecuencia el regionalismo
costeño fue la forma como dicha integración tomaba lugar. De allí,
por ejemplo, las reacciones regionales frente a las políticas naciona-

!56. Madiedo, Nuestro siglo XIX, p. 347.


157. Véase, por ejemplo, M. Palacios, Estado y clases sociales en Colombia,
Bogotá, 1986, p. 87.
436 El Caribe colombiano

les de transporte. El papel que jugaron las disputas entre las distintas
regiones, o sus alianzas, en el proceso de integración nacional, debe-
ría reexaminarse con más cuidado. En este contexto, sería probable-
mente útil distinguir entre diversos tipos de regionalismos y su varia-
da naturaleza. ¿Obedeció el regionalismo en Antioquia o en el Valle,
por ejemplo, a los mismos motivos que en la costa?
Dadas las anteriores circunstancias, no debería sorprender que,
en 1949, el político costeño Alfonso Romero Aguirre --en un ensayo
escrito para atacar el legado de Núñez- alegara: «Aún no tenemos
nación». La carrera política de Romero Aguirre había estado
enmarcada desde sus inicios, sin embargo, en un contexto nacional.
Como estudiante, Romero Aguirre había contribuido a la creación de
una Sociedad Infantil «Rojas Garrido», que reunía a amigos que com-
partían el entusiasmo por Vargas Vila -ambos nombres, Vargas Vila
y Rojas Garrido, estaban ligados a la historia del partido liberal co-
lombiano, pero ninguno era costeño-. Romero Aguirre estudió en
Bogotá en el Colegio Mayor del Rosario, y más tarde en la Universi-
dad Externado, antes de embarcarse en una exitosa carrera en el
Congreso. El hecho de que mostrara preocupación por los intereses
de la costa y se identificara a sí mismo como costeño no contradice
su profundo compromiso con la vida nacional. Por eso, después de
un examen de la política nacional, y en alguna contradicción con su
afirmación previa, Romero Aguirre reconoció, un poco a la manera
de Renán: «Tenemos una nación ... porque queremos» 158 •
Lo que Romero Aguirre no reconoció de manera explícita fue que
la política, desde los primeros días de la república, había contribuido
a crear ese deseo de contar con una nación. Romero Aguirre se
identificaba con el partido liberal colombiano, con el que simpatizaba
la mayoría de los costeños, quienes siguieron de cerca a sus líderes e
ideólogos nacionales. Debe cuestionarse, sin embargo, el grado de
autoridad nacional que ejercitaban tales líderes frente a la política

158. !bid., p. 124.


El Estado, la política y la religión 437

local. El mismo Romero Aguirre recordaba una reunión con Alfonso


López Pumarejo para discutir acerca de la política bolivarense. En
un momento, Romero Aguirre manifestó su desacuerdo con el líder
nacional y amenazó con abandonar la reunión. «Usted, ¡carajo!, se
quiere imponer a la dirección liberal», le increpó López Pumarejo. A
lo que respondió el político costeño: «Usted, ¡carajo!, quiere deseo- -
nocer la obra de la convención de Bolívar» 159 .

159. A. Romero Aguirre, Un radical en el Congreso, Bogotá, 1949, p. 67.


CONCLUSIÓN

En 1914, el general Benjamín Herrera visitó su finca bananera,


llamada Colombia, para corroborar personalmente los resultados
desastrosos de la plantación. La falta de drenajes y de un sistema
de irrigación, junto con la mala administración, habían contribui-
do a un bajo rendimiento y a un producto de baja calidad. El
golpe definitivo lo asestó un vendaval que destruyó en una noche
un gran número de las mejores matas de banano. «Esto es una
desgracia ... peor que una derrota», exclamó el general Herrera,
al tiempo que se lamentaba: «¿Qué tendría yo cuando deseché
propuestas tan buenas para invertir el capital de mi esposa en una
ganadería en las sabanas de Bolívar?» 1 •
No todas las plantaciones de banano sufrieron el mismo destino de la
del general Herrera. Por el contrario, desde la décadas finales del siglo
XIX, el banano había demostrado ser un cultivo adecuado para las con-
diciones de la costa, con una fácil salida al mercado mundial. Experien-
cias frustmdas con otros productos motivaron la sustitución de éstos
por el cultivo del banano en el norte del Magdalena, una tendencia que
se vio favorecida adicionalmente por la entrada de capital extranjero.
Si bien la presencia de la United Fruit Company fue la causa de
conflictos repetidos, no cabe duda de que el comercio del banano
constituyó un estímulo para el crecimiento económico. Favoreció la

l. Luna Cárdenas, Un año y otros días, pp. 112, 120-121, 127, 172-174.
Conclusión 439

recuperación de Santa Marta como puerto. Ciudades y poblaciones


como Ciénaga, Aracataca y Fundación experimentaron un auge re-
pentino. Inmigrantes de toda la costa y del interior andino se radica-
ron en la zona bananera en busca de nuevas oportunidades económi-
cas no sólo en las plantaciones de banano sino también en un vasto
rango de actividades que surgieron del comercio de la fruta. Capitales -
regionales, incluyendo la participación barranquillera, se invirtieron
en la producción del banano. A su vez, unos cuantos cultivadores de
banano se mudaron a Barranquilla, en donde invirtieron parte de sus
ganancias. Los comerciantes y la industria de Barranquilla se benefi-
ciaron también del mercado en expansión de la zona bananera, aun-
que resentían la competencia de los comisariatos de la United Fruit.
No obstante, la producción bananera requería de inversiones de
capital en irrigación y drenaje, habilidades administrativas, eficiencia
laboral y suficiente capital de trabajo para enfrentar las destrucciones
periódicas causadas por los vendavales. De aquí la duda del general
Herrera: ¿ganadería o banano?
Para muchos en la costa el ganado demostró ser una elección
acertada. A lo largo del período la ganadería creció de manera esta-
ble integrando un mercado regional y, a su vez, integrando la región
al mercado nacional. La costa misma era un mercado importante
para los productos de la ganadería -carne, queso, sebo y cueros;
pero una demanda todavía mayor provenía de los mercados andinos
en los que la feria de Medellín jugaba un papel definitivo. Las pieles
y el ganado encontraron también mercados en el exterior. Sin em-
bargo, los intentos por desarrollar una industria frigorífica para la
exportación fracasaron.
La cría de ganado sobre todo era una actividad muy extendida en
la costa y, a través de sus varias etapas, la ganadería le brindaba una
manera de ganarse la vida a un número considerable de personas.
Dadas las condiciones de tierra, capital y trabajo, era tal vez la activi-
dad más adecuada para la mayoría de las áreas rurales de la costa
durante el período estudiado. Muchos ganaderos, probablemente,
concentraron sus actividades en la expansión de sus hatos, pero al-
440 El Caribe colombiano

gunos también reinvirtieran sus ganancias en otros negocios agríco-


las, o en urbanizaciones, en la banca e incluso en la industria.
Barranquilla, Cartagena, Valledupar, Magangué, Montería y Sincelejo
se beneficiaron del creciente comercio ganadero.
El surgimiento y consolidación del puerto de Barranquilla, luego
de la inauguración del ferrocarril a Sabanilla en 1871, fue otro de los
mayores estímulos para el crecimiento regional. Los logros en el de-
sarrollo de Barranquilla fueron sin duda impresionantes. De ser una
población insignificante, Barranquilla pasó a ser el principal puerto de
Colombia y para mediados de la década de 1920 era la segunda ciu-
dad colombiana, aunque pronto fue desplazada al tercer lugar por
Medellín. El comercio estimuló la aparición de un sector industrial y
sus logros iniciales llevaron a la creencia, tal como lo señala Luis
Os pina Vásquez, de que la industria moderna colombiana tendría lu-
gar ante todo en la costa, dadas la facilidad de acceso a las materias
primas importadas y la mentalidad abierta de sus empresarios 2 • Este
crecimiento estuvo acompañado por el mejoramiento en los servicios
públicos, que en ese tiempo tenían pocos paralelos en Colombia.
Todas estas realizaciones se debieron, en parte, a la existencia de
una activa comunidad comercial que estuvo pronta a incorporar
inmigrantes, tanto del extranjero como del país, a apoyar nuevos nego-
cios y a luchar contra la adversidad, desarrollando ese espíritu cívico
distintivo que todavía en 1950 caracterizaba a Barranquilla. El esta-
blecimiento exitoso de Scadta y la lucha por abrir Bocas de Ceniza
fueron apenas dos empresas que identificaron a Barranquilla con el
progreso. Aunque se trataba a la vez de un motivo de orgullo, algunos
barranquilleros como Fernando E. Baena resentían que el crecimiento
de la ciudad le debiera tan poco al gobierno nacional. «El progreso dt: la
ciudad -decía Baena de manera exagerada en 1941- es exclusi-
vo de ella, porque nunca, en ninguna forma, se ha hecho aquí con
ayuda extraña» 3 •

2. Ospina Vásquez, Industria y protección, p. 376.


3. La Prensa, noviembre 27, 1941.
Conclusión 441

En su calidad de puerto importante, el manejo del comercio exte-


rior --exportaciones de productos tales como tabaco y café e im-
portaciones de todo tipo- había estimulado en un principio el creci-
miento de Barranquilla. A su vez, el crecimiento de la ciudad había
fomentado otras actividades económicas en la región de la costa atlán-
tica. Se produjeron alimentos para responder a una creciente deman- -
da urbana, incluyendo carne, arroz, azúcar y frutas. Materias primas
provenientes de la costa como algodón, cueros, sebo y maderas, fue-
ron importantes para darle un impulso inicial a las industrias nacien-
tes. La agricultura costeña, sin embargo, enfrentaba obstáculos que
a menudo demostraron ser insuperables. Una tecnología atrasada,
problemas de transporte, falta de instalaciones para drenajes e irri-
gación, todo esto condicionado por un capital y una mano de obra
escasos, entorpecían el desarrollo agrícola.
A pesar de esas limitaciones, el Caribe colombiano experimentó
importantes cambios entre 1870 y 1950, en tanto que contribuyó
significativamente a la economía nacional. La región abastecía el
interior andino de alimentos y materias primas. Los puertos del Cari-
be eran las principales salidas para el comercio exterior colombiano.
Las exportaciones de ganado y pieles contribuyeron al sector exter-
no de la economía. Los inmigrantes que venían del interior encontra-
ron trabajo en las plantaciones de banano y también engrosaron, aun-
que en pequeño número, los centros urbanos de la costa. Para 1950,
Barranquilla y Cartagena, dos de las cinco principales ciudades de
Colombia, se encontraban sobre el Caribe. Para ese entonces, la
población de la costa representaba el 16.7% del total nacional, aun-
que la densidad de población en la región -con la excepción del
Atlántico- era todavía una de las más bajas de Colombia.
La velocidad del cambio variaba en la región de provincia a pro-
vincia. y el crecimiento fue ciertamente desigual a lo largo del perío-
do, condicionado por la escasez de recursos. Fue precisamente en
este contexto de escasez que tuvo lugar el proceso gradual de trans-
formación, que parece haberse acelerado durante las primeras déca-
das de este siglo hasta finales del decenio de 1920. Para mediados
442 El Caribe colombiano

de esta década, sin embargo, la comunidad empresarial de


Barranquilla notó signos preocupantes que amenazaban con reducir
el ritmo del crecimiento económico. La apertura del Canal de Pana-
má había dado lugar al surgimiento del puerto de Buenaventura so-
bre el Pacífico. Al tiempo que se construían caminos y ferrocarriles
para conectar las áreas productoras del interior andino con Buena-
ventura, las comunicaciones entre el interior y el Caribe estaban re-
ducidas al río Magdalena. Gradualmente, las exportaciones de café
se desviaron hacia la ruta del Pacífico, con lo que el comercio por los
puertos del Caribe, que hasta entonces había sido uno de los princi-
pales estímulos para el crecimiento, sufrió una relativa decadencia.
La Depresión agudizó los problemas, pero para mediados de la
década de 1930 ya se veían señales de recuperación. Las exportacio-
nes de banano iban nuevamente en aumento. La apertura de Bocas
de Ceniza fortaleció el comercio exterior de Barranquilla. El desarro-
llo industrial tomó un nuevo aire. La solidez de este crecimiento fue
puesta a prueba muy pronto por las dificultades del decenio de 1940.
Un ataque de la enfermedad de la sigatoka dañó seriamente las plan-
taciones de banano y las exportaciones prácticamente se paralizaron.
Los problemas laborales en la zona y el empeoramiento de las rela-
ciones entre la United Fruit y el gobierno, llevaron a aquella a seguir
una política de abandono gradual de sus plantaciones en Colombia.
Los grandes ingenios azucareros, que venían creciendo a pesar de
las limitaciones económicas, entraron finalmente en bancarrota, in-
capaces de competir con la industria azucarera del Valle del Cauca,
más eficiente. El cierre de la Fábrica de Tejidos Obregón fue posi-
blemente el signo más evidente de las deficiencias del desarrollo
industrial de Barranquilla. La ciudad no podía satisfacer las nece-
sidades de una población urbana en aumento, y un intento para re-
currir al mercado financiero mundial se vio frustrado debido a las
consecuencias de la guerra mundial y a la pobre reputación crediticia
de América Latina. Sumándose a los problemas de Barranquilla, las
obras en Bocas de Ceniza fueron una desilusión. En 1951, Gabriel
García Márquez describía Bocas de Ceniza como « 1.330 toneladas
Conclusión 443

de hierro viejo» 4 • Además de todos estos problemas, la crisis del río


Magdalena alcanzó su punto más alto debido a la falta de eficiencia de
las compañías fluviales, los conflictos laborales y las condiciones físicas
de navegación.
Parece ser que para 1950, la costa sufría las consecuencias de un
aislamiento creciente de las principales tendencias del desarrollo na- -
cional. En una reunión local en la que los líderes de la comunidad
barranquillera se reunieron para discutir sus problemas comunes, Ra-
fael Obregón observó que Barranquilla era «una isla», al intentar
describir qué tan distante se encontraba la región del interior andino 5 •
Éste era, principalmente, un aislamiento físico como consecuencia
del pobre desarrollo del transporte. En 1956, al proponer un ambicioso
Plan Decenal para la región, Karl Parrish Jr. reconocía los errores de
Barranquilla y de la costa en general, al no haber apreciado la importan-
cia del transporte terrestre como condición del desarrollo regional:

Tenemos que admitir que la falta de comprensión del proble-


ma básico de Barranquilla hace quince o veinte años, o sea, la falta
de vías de comunicación terrestre entre las distintas zonas de la
costa atlántica y el interior de la república, nos produjo un dolo-
roso atraso en nuestro desenvolvimiento económico 6 .

Durante el siglo XIX la costa y el interior habían compartido intere-


ses económicos importantes. Los impuestos de aduana eran la prin-
cipal fuente de ingresos fiscales a nivel nacional y en su mayoría se
recolectaban en los puertos de la costa, en los que el grueso de las
importaciones y exportaciones colombianas tenían lugar. Las casas
comerciales de la costa negociaban con las principales mercancías
de exportación del país. Las compañías de vapores -prácticamente el
único medio de transporte, junto con la mula- tenían sus oficinas prin-

4. G. García Márquez, «Viacrucis de Bocas de Ceniza», El Espectador, marzo 9,


1955, en Gilard (ed), Gabriel García Márquez: entre cachacos, vol. 2, p. 518.
5. <<De suma importancia resultó la reunión del sábado en la asamblea del depar-
tamento>>, La Prensa, mayo 12, 1941.
6. K. Parrish Jr, Segundo plan decena/, Barranquilla, 1957, p. 4.
444 El Caribe colombiano

cipales en los puertos costeños. Lo que se compartía, sin embargo,


era la pobreza. A medida que la economía se expandió basada en la
producción de café, el transporte se desarrollaba hacia el Pacífico y el
sector industrial crecía con más rapidez en las regiones andinas más
densamente pobladas, los intereses de la costa tendieron a chocar con
los del interior. En 1941, La Prensa sugirió la creación de un «eje
Cartagena-Barranquilla-Santa Marta» para oponerse al llamado «eje
Medellin-Manizales-Cali» 7 .
El surgimiento del regionalismo costeño fue una de las consecuen-
cias políticas de este aislamiento creciente. Los sentimientos coste-
ños se habían expresado de manera explícita durante la campaña
presidencial de 1875, pero una vez que Rafael Núñez alcanzó el po-
der, se calmaron a medida en que se satisfacían los intereses regio-
nales. Sin embargo, el resentimiento contra el gobierno central
resurgió durante la segunda década de este siglo, sobre todo en 1919,
tras la organización de la Liga Costeña. La costa se sintió excluida
de los nuevos rumbos del desarrollo nacional. La elección del gene-
ral Pedro Nel Ospina como presidente, quien contó con simpatías en
ciertos sectores de la costa, mitigó de alguna forma los sentimientos
regionalistas. Pero no definitivamente. El regionalismo costeño
reemergía con frecuencia en la agenda política, como base de apoyo
de muy variados asuntos: los intereses ganaderos, la producción
algodonera, el desarrollo industrial o el transporte. En efecto, los te-
mas relacionados con el transporte fueron causa de las principales
rivalidades regionales durante el período.
Sin embargo, la costa atlántica estuvo lejos de caracterizarse por su
homogeneidad, ni en lo político ni en lo económico. Aunque se hicieron
esfuerzos por estimular mayores grados de integración regional. Ésta
era, para algunos, una necesidad inaplazable. Como lo expresó José
Raimundo Sajo en 1955: «La costa debe integrarse para presentarse
ante el país, ante el centralismo capitalino, como un bloque sólido y opu-
lento, cuyas demandas deben ser atendidas con prioridad» 8 .

7. La Prensa, junio 26, 1941


8. Sojo, Barranquilla, una economía en expansión, p. 192.
Conclusión 445

La mayoría de las veces el regionalismo costeño fue la expresión


de la debilidad regional y probablemente se utilizó como un medio
eficiente para lograr acceso a los recursos nacionales. Una base fiscal
pobre no podía contibuir a hacer una región políticamente fuerte. La
centralización política daba al gobierno nacional algún grado de con-
trol sobre la costa, aunque requería de mucho tacto y habilidad para-
interpretar las condiciones políticas regionales sin enemistarse con la
población local. Barranquilla, que creció económicamente para con-
vertirse en un foco de desarrollo regional, fue lenta para ganarse el
status de centro de poder político. Bajo estas circunstancias, la cos-
ta perdió gradualmente la influencia directa sobre la toma de decisio-
nes económicas a nivel nacional. Después de 1918, si acaso un costeño
fue nombrado para el ministerio de Hacienda. En cambio, se los coloca-
ba de manera visible en los ministerios de Guerra y en Correos y Telé-
grafos, aunque más tarde se les dieron cargos de responsabilidad en el
recientemente establecido ministerio de Agricultura9 •
Esto no quiere decir que la región perdiera todo poder de nego-
ciación. Los políticos costeños tendían a concentrar todas sus acti-
vidades en los asuntos del Congreso, en donde parece que lograron
algún nivel de éxito para influenciar la distribución de fondos de
la nación hacia la región. Éstos eran, sin embargo, esfuerzos dis-
persos, que a menudo llevaban a conflictos de intereses dentro de la
costa. Lo que resultaba más evidente era la falta de un liderazgo
regional con ambiciones para alcanzar un poder político a nivel na-
cional: no hubo un Rafael Núñez durante la primera mitad de este
siglo.
Esta imagen dista mucho de ser completa, y el resumen que se ha
presentado sólo pretende apuntalar algunos de los asuntos relevantes
que surgen del alcance de este libro. Dada la amplia gama de temas y
el largo período que cubre, inevitablemente no todas las preguntas
pueden recibir una respuesta concreta. En su conjunto, este libro ha

9. A. González Díaz, Ministros del siglo XX (Bogotá, 1982), Bogotá, pp. 3-118.
446 El Caribe colombiano

querido ofrecer una historia de la costa atlántica que, vista como un


todo y en el contexto de la historia nacional, pudiese estimular inves-
tigaciones adicionales. Dentro de este propósito, se han revisado
varios estereotipos sobre la región que se han convertido en luga-
res comunes dondequiera se habla de la costa atlántica en la
historiografía colombiana.
En primer lugar, se ha argumentado en este libro que, cualesquie-
ra fuesen los niveles del desarrollo agrícola, sus limitaciones no pue-
den atribuirse, como hasta ahora se ha asumido, a la expansión de
una industria ganadera que supuestamente creció a expensas de un
campesinado dedicado a la agricultura. La ganadería no fue exclusi-
vamente una operación a gran escala. Sus dimensiones fueron más
bien limitadas, sobre todo si se las compara con el desarrollo de la
industria en países ganaderos como Argentina. La cría de ganado
fue una actividad generalizada, como consecuencia de las mayores y
más seguras ganancias que ofrecía a muchos en la región, dadas las
condiciones de la tierra, el capital y el trabajo, frente a las oportunidades
del mercado. Grandes, medianos y pequeños ganaderos --campesinos
incluidos- participaban en un proceso complejo donde los hatos, de
variados tamaños, cambiaban varias veces de mano antes de llegar
al consumidor final. Se desarrolló aquí una especie de división del
trabajo, que coincidía hasta cierto punto con grados de especializa-
ción regional. Los intereses ganaderos no estuvieron así siempre en
consonancia. Faltaría examinar con más detalle el desarrollo mismo
de la industria ganadera, sus logros y fracasos bajo las circunstan-
cias regionales.
Sin recurrir al determinismo geográfico, este libro también ha en-
contrado necesario consignar los problemas de las condiciones físi-
cas, particularmente relevantes para el desarrollo de la agricultura
cuando tanto el capital como la mano de obra son recursos escasos.
Estas dificultades explican en parte el desarrollo lento de productos
tales como el algodón, el arroz, el azúcar y el cacao. También dan cuen-
ta parcial del entusiasmo por el cultivo del banano, en el que el ingreso
de capital extranjero y las ganancias de un comercio exterior en ere-
Conclusión 447

cimiento estimularon no sólo las inversiones en drenajes, riego y trans-


porte, sino que también hicieron posible el desarrollo de un mercado
laboral a través de salarios más altos que otros cultivos no podían
proveer. Aunque la información disponible no permite efectuar un
análisis definitivo de costo-beneficio, este libro ha sugerido que la
expansión del comercio del banano, fomentado por la participación -
de la United Fruit Company, fue un estímulo para el desarrollo eco-
nómico regional. Al utilizar el modelo de «enclave» y asumir que
esta designación excusa un análisis más profundo, las interpretacio-
nes tradicionales sobre la United Fruit en la costa colombiana han
descuidado el estudio sobre cómo funcionaba realmente la industria
bananera y sobre el impacto que ésta tuvo en la economía regional y
nacional.
A pesar de la importancia de los cultivos agrícolas, así como de la
ganadería, resulta necesario también replantear esa imagen de la cos-
ta atlántica colombiana en la que se retrata la región como una reali-
dad abrumadoramente rural, cuya población estaba dedicada en pri-
mer lugar y más que todo a una agricultura de autosubsistencia.
Aunque los censos existentes ofrecen una información escasa y poco
confiable, hay razones suficientes para creer que ya para 1870, y
aun antes, una parte importante de la población costeña estaba dedi-
cada a actividades relacionadas con el comercio, incluyendo el trans-
porte fluvial. Esto no debería ser sorprendente. Después de todo, un
gran número de sus poblaciones, incluidas sus ciudades más impor-
tantes, se estableció en las márgenes de los ríos o cerca de las orillas
del mar Caribe. A medida que estas poblaciones y ciudades crecían,
se desarrollaban las más variadas actividades: carpinterías, tiendas
de comercio, astilleros, zapaterías, y hasta las profesiones liberales.
Los comerciantes de estas poblaciones y ciudades -no necesariamen-
te terratenientes-, le compraban por adelantado sus cosechas a los
pequeños agricultores. El centro del poder político no era siempre la
hacienda, sino con frecuencia el municipio. Era también el municipio
el que confería statw. social. Por supuesto que muchos políticos de las
ciudades compraron propiedades rurales, así como muchos terratenien-
448 El Caribe colombiano

tes participaron en política, lo que nunca fue garantía de éxito ni en


los negocios ni en la política. Las condiciones de vida en los munici-
pios pequeños y hasta en las ciudades podían ser rudimentarias. No
obstante, eran más atractivas que en el mundo rural, donde los ries-
gos del trópico dificultaban en extremo los avances de la agricultura.
La historia de la costa atlántica colombiana durante el período
estudiado estuvo muy lejos de ser estática. La jerarquía urbana de la
región, por ejemplo, experimentó cambios importantes. Los antiguos
centros del poder durante la Colonia entraron en relativa decaden-
cia. Casi simultáneamente, surgieron nuevos centros urbanos que
desafiaban los valores tradicionales, mientras ofrecían nuevas oportuni-
dades económicas, sociales y políticas. Para 1950, es cierto, la dinámi-
ca original que había caracterizado a Barranquilla se había menguado.
Ello no debe demeritar, sin embargo, el prolongado período de creci-
miento sostenido que esta ciudad vivió desde mediados del siglo XIX.
Un crecimiento que tuvo notable impacto en el desarrollo regional.
Sobre todo, lo que espero que haya surgido de este libro es la
imagen de una región con identidad propia, que amerita estudios de-
tallados para comprender tanto la costa atlántica per se como su sig-
nificado en la historia colombiana. La población costeña compartía,
por lo general, «un lugar de vida común», caracterizado por una geo-
grafía particular. Adicionalmente, las circunstancias económicas
también le dieron a la costa cierto grado de coherencia regional. Asi-
mismo, su comportamiento político fue con frecuencia distintivo,
como lo manifestaba en algunos resultados electorales y actividades
partidistas. Existían disputas internas. Pero éstas fueron superadas
en las numerosas expresiones del regionalismo costeño, cuando la
identidad regional tomaba formas más claras. Como una región con
sus propios intereses, la costa chocó a menudo con otras regiones
colombianas, si bien sus relaciones con las regiones vecinas no fue-
ron siempre conflictivas. Alianzas y rivalidades regionales: ambas
fueron componentes sustanciales del desarrollo económico y de la
consolidación del Estado nacional en Colombia.
APÉNDICE 1

EXPORTACIONES E IMPORTACIONES
A TRAVÉS DEL PUERTO DE BARRANQUILLA,
1873-1950 (EN TON.)

Año ¡ Exportaciones Importaciones Año Exportaciones Importaciones


1
1873 14.198 1912 37.972 59.977
¡
1874 16.255 1913 41.376 66.478
1875 16.738 1914 ·.
1876 11.169 11.352 1915
1877 1
11.229 7.140 1916 ' 57.295 55.596
1878 14.398 11.654 1917 1 39.683
1879 15.258 15.173 1918 22.302
1880 ' 14.922 14.191 1919 66.929
1
1881 ' 15.862 1920 1

1882 15.624 1921


20.199 1922 73.851 66.667
1

1883
1884 13.856 1923 1
79.794 106.314
1885 5.029 1924 78.086 106.052
1886 13.438 1925 69.632 165.430
1887 14.985 10.077 1926 86.238 238.917
1888 18.179 11.867 1927 83.914 243.792
1889 16.164 17.260 1928 74.558 320.809
1890 20.067 21.803 1929 69.985 263.784
1891 20.020 25.768 1930 80.388 163.316
1892 23.025 20.475 1931 77.888 107.807
1893 19.206 28.094 1932 76.244 85.543
1894 1933 87.849 106.499
1895 1934 84.266 129.617
1896 1935 59.692 127.545
1897 27.055 39.893 1936 84.132 . 167.314
1898 1937 94.778 158.625
1899 1938 87.817 186.737
continóa ...
450 El Caribe colombiano

continuación ...
1 1

Año 1 Exportaciones 1 Importaciones Año 1 Exportaciones! Importaciones


1 i
i
1
1900 10.403 15.358 1939 79.319 1
221.189
1 1901 1940 88.328 146.254 1

i 1

1902 i 1941 61.979 153.247 1


~

i 1903 37.073 38.076 1942 90.595 63.103


1 ¡ 1
1904 1 43.581 37.232 1943 119.012 85.852
1905 28.13 3 i 41.644 1944 123.239 12 2. 7 56
1906 33.514 30.552 1945 l19.044 198.693
1907 30.658 33.552 19461 l12.090 259.002
1908 28.675 38.836 1947 97.243 411.446
1909 30.357 30.907 1948 91.417 331.832
1910 28.072 42.122 1949 84.211 297.276
1911 29.898 46.306 1950 121.712 403.032

Fuentes: Las cifras para los años 1876-1880, son tomadas de: Despatches from U.S.
Consuls in Sabanilla, 1856-1884, N.A.U.S., film T426; 1873-75 and 1881-1905: P.P.,
(42), CII, 1895, p. 133; (44), XCV, 1898, pp. 19-20; (45), LXXXI, 1901, p. 590; (45),
LXXXVIII, 1905, pp. 214 y 220; (59), CXXIII, 1906, p. 755; 1906-13 and 1916:
R.C.Co.B., 18 November 1916, p. 1, 31 May 1917, p. 9; 1917-18 (importaciones):
Bell, Colombia, asommercial and industrial handbook, p. 208; 1922-23, 1925, 1927,
1929, y 1936, B. M. E., Barranquilla, March 1932, p.26; 1919, 1941-50 (exportacio-
nes), Anuario General de Estadística, Bogotá, 1932, 1946, 1949, y 1952, pp. 382,
277, 267, y 1010 respectivamente; 1924, 1_926 y 1928: Carbonell (ed.), Anuariof:o-
mercial pro-Barranquilla, p. 106; 1935: Contraloría, Geografía ecónomica de
Colombia. Atlántico, p. 207; 1939-50 (importaciones) and 1939-40 (exportacio-
nes): Sojo, Barranquilla, una economía en expansión, pp. 14-5.
APÉNDICE 2

JEFES DEL GOBIERNO EN LA COSTA ATLÁNTICA COLOMBIANA,


1870-1950

~--~-----------------------------~----------------~
1870
1

1871

1872

1873

1875

1876

1877

1878

1879

1880
452 El Caribe colombiano

continuación ...

Año Bolívar Magdalena Atlántico

1881 M. Laza G.
1882 V. García P. A. Lara
1883 F. de P. Manotas M. Salzedo Ramón
1884 V. García
M. A. Núñez R.
1885 J. N. Mateus
1886 J. M. Goenaga L. S. Cotes
1887 H. L. Román M. Salzedo Ramón
J. M. Goenaga
1888 R. Goenaga
1889 E. C. de Barros
!
R. Goenaga
1890 E. Gutiérrez de P. 1 P. F. de Castro
H. L. Román
1893 L. Patrón J. M. Campo Serrano 1

H. L. Román
!
1894 L. A. Riascos
1895 J. F. Vélez C. Campo
1896 E. Gerlein F. E. Escobar
J. A. Alarcón
1897 J. M. Campo Serrano
1898 J. E. Osorio A. Cotes
E. Gerlein
J. V. Aycardi
1899 Ricardo Núñez F. Manjarrés
F. A. Gómez P.
J. M. Goenaga
1900 P. Carbonell J. M. !guarán
1901 J. Gnecco La borde
J. R. Méndez
1902 F. Vergara Barros
1903 L. Vélez R. M. A. Gonzá1ez
J. F. Insignares
1904 J. G. Coronado
1905 L. Patrón R. E. Solano D. A. de Castro
E. L. Román S. Ceballos
C. Piñeres L. S. Cotes
E. L. Román
1906 J. M. Pasos L. J. Barros
1907 M. M. Torralbo G. Bermúdez
L. J. Barros
1908 J. Martínez A. F. Vergara B. A. R. Osario
G. Bermúdez J. F. In signares
R. E. Travecedo
T. Goenaga
continúa ...
Apéndice 453
continuación ..

Año Bolívar Magdalena Atlántico

1909 J. U. Osorio F. Vergara B.


J. M. de la Vega J. M. Campo
1910 P. A. Bruges D. Carbonen
1911 R. Calvo C. C. Bermúdez A. del Río
!
Manuel G. Angulo
1912 J. A. Gómez R.
1913 J. M. Campo R. M. Palacio
P. A. Infante P. J. Bustillo
1914 R. Rodríguez D. R. de Armas T. Goenaga
1915 A. Carbonell
1917 E. Arrázola
1918 J. Martínez A. N. Dávila J. F. Insignares
J. U. Osorio
1919 T. Goenaga G. Martínez A.
G. Bermúdez
L. Riascos
M. Campo
1922 F. A. Gómez P. J. A. Benavides J. F. lnsignares
E. L. Román J. Campo S. E. González
1923 V. Martínez R.
1924 H. Molina
J. M. Núñez R.
N. Dávila
R. Robles
1925 L. Pérez U.
1926 E. Arrázola J. B. Cormane
J. Ceballos
1928 F. Lequerica J. M. Núñez R. J. U. Osorio
H. A. de la Vega M. Méndez B.
1929 G. Bermúdez
1930 R. Pupo V. R. Goenaga A. Pumarejo
H. Grau F. Ospina M.
1931 L. P. Angulo R. Goenaga J. B. Fernández
J. M. de la Espriella M. J. de Mier
M. A. Zúñiga
J. Lanao Tovar
1932 J. P. Manotas
1933 R. Támara R. Campo A.
R. Castañeda
L. E. Ovalle
1934 N. Franco P. M. Dávila P. N. Llinás V.
R. Lanao L.

continúa ...
454 El Caribe colombiano

continuación ...

Año Bolívar Magdalena Atlántico

1935 C. del Castillo C. Pupo M. J. M. Blanco N.


1
M. F. Obregón F. Ospino
J. l. González
L. R. Robles
J. A. Garizábal
1936 H. A. de la Espriella R. PinedoS. R. Blanco de la R.
A.Badel P. Castro M.
F. Parodi
1938 M. F. Obregón M. F. Caamaño J. A. Donado V.
1939 J. l. Vives
1940 J. R. Lafaurie
1941 N. Pineda
M. Lengua
D. López E.
1942 F. de P. Vargas V. M. Guerra R. Blanco de R.
1943 A. Fuentes
1944 N. Franco P. J. B. Barrios
P. Castro M. A. Pumarejo
R. Vives
E. Valencia
1945 E. Bossa F. Parodi
S. González G. N. Brugés
L. Cabello
1946 J. Pupo V. J. Peña J. M. Blanco N.
1947 J. G. de la Vega A. Mora
1948 A. A. Torres G. Joaquín Campo
Serrano
G. Vides J. '

1949 R. P. de Hoyos J. M. Riveira D. 1


1

!
A. Araújo G. 1
A. Escobar C.
1

1950 A. de la Vega J. A. Benavides M.¡ 1

R. Cavelier
J
Fuentes: Bossa Herazo, Cartagena independiente, 184-203; Alarcón, Compendio de
historia, pp. 433-435; Valdeblánquez, Historia del departamento del Magdalena,
pp. 309-309; de Castro, Ciudades colombianas del Caribe, 144; A. Berna! (ed.),
Barranquilla, su pasado y su presente (Barranquilla, 1946), pp. 200-201.
APÉNDICE 3

TASAS DE CAMBIO EN COLOMBIA


(PESOS POR DÓLAR)

~.:,
Pesos Año Pesos Año Pesos

1
1.04 1925 1.01 1945 1.75
1906 1.06 1926 1.01 1946 1.75
1907 1.01 1927 1.02 1947 1.75
1908 1.08 1928 1.02 1948 1.76
1909 1.05 1929 1.03 1948 1.76
1
¡ 1910 0.97 1930 1.03 1950 1.96
1911 0.99 1931 1.03
1912 1.01 1932 1.05
1
1913 1.02 1933 1.24
1914 1.04 1934 1.62
1915 1.08 1935 1.78
1916 1.04 1936 1.75
1917 1.01 1937 1.76
1918 0.94 1938 1.78
1919 0.93 1939 1.75
1920 1.12 1940 1.75
1921 1.17 1941 1.75
1922 1.09 1942 1.75
1923 1.05 1943 1.75
1924 1.00 1944 1.75

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Medellín

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Copiador. Correspondencia enviada, 1890-92.

Universidad de Antioquia

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Indice Notaria Primera de Santa Marta, 1857-1905.

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Indice Notaria de Ciénaga, 1827-1941.

Valledupar

ArchivodelaNotariaUnica, 1868-72,1919, 1930,y 1940.


460 El Caribe colombiano

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Department of Comme rce:

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462 El Caribe colombiano

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Informe del Ministerio de Obras Públicas al Congreso: Documentos (Bo-


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Informe del Presidente del Estado Soberano del Magdalena (Santa Marta,
1868).

Informe del Secretario de Gobierno al Gobernador del Atlántico


(Barranquilla, 1933 ).

Informe del Secretario de Hacienda (Santa Marta, 1919, 1920).

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(Barranquilla, 1924).

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Memoria del Ministro de Gobierno (Bogotá, 1925, 1929).

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Memoria del Secretario de Gobierno al Gobernador de Bolívar(Cartagena,


1888, 1914, 1936)(El título varía).

Memoria del Secretario de Hacienda de Bolívar (Cartagena, 1914, 1936,


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Memoria que presenta el Secretario de Instrucción Pública al Señor Go-


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464 El Caribe colombiano

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27 (1868-9); LXV, 29 (1871), 209-10, LXVll, 29 (1873), 909-17; LXV, 27 (1873),
44-5; LXXVI, 35 (1875), 362-4; XVI, 27 (1875), 378-80; LXXIII, 26 (1883);
LXXXI, 34(1892), 754-6; CII, 42 (1895), 117-45; LXXXV, 37 (1896), 281-95,
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A Antillas Holandesas 182, 252, 322, 331,


398,400
A. Mathieu y Compañía 91 Antioquia 30, 34, 44, 49, 80, 84, 94, 114,
A. y T. Meluk 96, 325 146, 161, 163, 164, 165, 166, 167,
Abadía Méndez, Miguel 300, 394, 423 172, 174, 196, 197, 252, 298, 300,
Abello, Jorge N. 217 304,347,356,436
Abisambra, J. 325 Antonio, Julián 64
Abuchar, Salomón 325, 326 Apaví, hacienda 166
Achí 86 Aracataca 104, 1 15, 141, 162, 206, 223,
Aepli, Eberbach y Compañía 220, 321 323,357,360,391,418,439
Aguachica 161 Arango V élez, Carlos 421
Alef, publicación 327 Araújo, Fernando 91
Alemania 91, 331 Arenal 51
Algodonera Colombiana S.A. 130 Argentina !53, 185, 187, 189, 190,206,
Alter 26, 254,314,315,318,320,446
Ambalema 87 Arias, Francisco P. 181, 182
América Latina 29, 185, 254, 442 Arizas 429
América Latina 315 Arjona 375
American Corporation 138 Arjona, Ricardo 231
Anderson, Benedict 26 Armas, Rafael de 375
Andes 39, 47, 313 Armenta, Gregario 341
Andes Mining Development Company Arrieta, Aquiles 421, 430
337 Aruba 115, 400
Anglo-South American Bank 227, 229, Asociación Colombiana de Ganaderos
253,347 183, 184
Angula y Compañía 220, Atlantic Fruit Company 111
Angula, Felipe 415, 432, 433 Atlántico, departamento del 46, 84, 94,
Antillas 319 114, 115, 118, 123, 125, 127, 131,
Antillas Británicas 115. 319 132, 133, 141, 163, 164, 221, 236,
492 El Caribe colombiano

251, 290, 300, 321, 331, 343, 344, Bank of London and South America
352, 356, 380, 381, 382, 383, 384, 227, 229, 244
389, 390, 392, 393, 394, 396,411, Baranoa 126
413,418,422,428,441 Barard, W. D. 339
Atlántico, Océano 42, 59, 292 Barranca de Loba 80, 138
Atrato, región del47, 325 Barranca-Nueva 64
Atrato, río 250, 347, 349 Barrancabermeja 277
Avianca 304, 308, 309,411 Barrancas 66
Ayapel 164, 182, 194 Barranquilla 27, 31, 34, 41, 43, 48, 54,
Ayapel41, 166, 172,304,323,325,373 64, 70, 73, 74, 76,80,82,85,90,91,
104, 106, 111, 115, 120, 121, 122,
B 123, 129, 130, 132, 162, 174, 193,
194, 195, 196, 207, 208, 209, 210,
Bacci, Pedro 222 211, 212, 214, 215, 216, 217, 218,
Badel, Aníbal425 219, 220, 221, 222, 223, 224, 226,
Baena Hermanos 329 227, 229, 230, 231, 232, 233, 234,
Baena, Eugenio 376 235, 238, 239, 240, 241, 242, 243,
Baena, familia 216 244, 245, 246, 247, 248, 249, 250,
Baena, Fernando E. 440 251, 252, 253, 255, 256, 257, 259,
Bahamas 115 260, 266, 267. 269, 270, 271' 277'
Bahíahonda 42 279, 280, 281, 282, 283, 284, 285,
Bajo Cauca 268, 292 286, 287, 288, 289, 290, 291, 292,
Baker, Christopher J. 34, 38 294, 298, 301, 303, 304, 305, 308,
Balmaseda, Francisco Javier 70, 71, 72, 309, 312, 314, 315, 321, 322, 323,
144,146 324, 326, 328, 329, 330, 331, 333,
Banco Americano 226 334, 335, 336, 337, 338, 339, 340,
Banco Comercial de Barranquilla 225, 341, 342, 344, 345, 346, 347, 349,
226, 229, 361 356, 361, 361, 362, 363, 367, 371,
Banco de Barranquilla 221, 224, 225, 379, 384, 385, 386, 390, 393, 394,
226,332 399, 403, 409, 410, 411, 412, 413,
Banco de Bolívar 247, 250 . 418, 419, 42~ 421, 422, 423, 425,
Banco de Colombia 227 426, 431, 439, 440, 441, 442, 443,
Banco de Crédito Mercantil 226 444,445,448
Banco de la República 124, 307 Barranquilla Railway and Pier Company
Banco de Londres y Suramérica 324 294,336
Banco del Atlántico 226 Barrio Obrero Alberto Pumarejo 244
Banco Dugand 226, 361 Barrio Popular Modelo 244
Banco Industrial 250 Barrios, Juan B. 420
Bancg Interamericano de Reconstruc- Barros 429
ción y Fomento 198 Bastos de Avila, F. 316, 317
Banco Márquez 225 Bauer, Arnold J. 203
Banco Mercantil Americano 227 Bauer, Peter von 301, 305, 306, 308
Índice onoTTUÍstico 493

Bechara, Jassir & Company 322, 324 Bolívar, Estado de 35, 39, 74, 146, 180,
Bélgica331 247,369,376,403
Bell, Gustavo 31, 104, 162, 193 Borda, familia 356
Bell, Purl Lord 36, 145, 239, 322, 324 Bossa, Simón 345, 426, 429
Bellavista 100 Bossio, Bartolomé 91
Bella vista, barrio 243 Boston Fruit Company 102
Berástegui, hacienda 81, 135, 136, 151, Boston, barrio 243
153, 178, 195, 199 Boyacá 44, 163, 304
Berástegui, José María 152 Bradbury, L. 106
Berne, O. 267, 331 Brasil48, 314,315,320
Berrugas 85, 86 Brazo de Loba 268
Betancí, ciénaga 41 Brew, Roger 34. 37
Betancourt, M. 270 Brioschi, Adán 322
Biblioteca del Agricultura Bolivarense 71 Brioschi, arzobispo 406
Biffi, Eugenio 322 British Annual Report 334
Bingham, Hiram 55 Bucaramanga 115,214, 227, 267, 346
Black, ingeniero 285, 286 Buenaventura 212, 264, 270, 272, 279,
Blanco García, Pedro 91 280,281,282,303,304,305,408,442
Blanco, José A. 308 Buenavista 79
Bocas de Ceniza 212, 241, 248, 259, Buenos Aires 363
260, 283, 284, 285, 286, 288, 289, Bulmer-Thomas, Víctor 352, 357
290, 291, 292, 295, 312, 336, 344, Bunch, Robert 259, 399
349,405,411,419,440,442 Burdeos 99
Bogotá 36, 63, 71, 103. 115, 214, 227, Burgos, familia 97, 151, 152, 153
229, 238, 240, 259, 267, 274, 287, Burgos, Francisco 153, 195,430
288, 303, 304, 305, 306, 308, 309, Burgos, Manuela de 81
341, 346, 356, 369, 405, 409, 410, Buritaca, río 54
419,423,426,432
Boletín Municipal de Estadística 329 e
Bolinder76, 77,161,206
Bolívar, departamento de 32, 36, 40, 41, Cáceres 164, 172
50,55,63, 70, 71, 78,80,81,82,83, Caimito 151, 373
84, 87, 88, 90, 92, 93, 94, 98, 102, Cajtuni Hermanos & Compañía 324
114. 115, 124, 129, 142, 146, 147, Calamar 50, 51, 71,215,222,248,250,
150, 159, 161, 162, 163, 164, 165, 259, 266, 267, 271, 277, 295, 347,
166, 167, 179, 181, 182, 183, 191, 405
193, 197, 217, 220, 222, 224, 251, Caldas, departamento de 164, 396
258, 268, 298, 299, 300, 309, 310, Cali 214, 229, 238, 279, 280, 303, 348,
317, 318, 320, 321, 337, 338, 347, 444
375, 377, 380, 394, 404, 405, 406, Callejas Támara 151
411, 415, 416, 418, 421, 422, 425, Calvo, José L. 91
429,432,437,438 Campo de la Cruz 41, 71, 371
494 El Caribe colombiano

Campo Serrano, J. M. 106, 110 Cartagena Railway Company 295


Campo Serrano, Juan 415 Cartago 303
Campo, Rafael 426 Casarubia 170
Cánadá 109 Cásseres, A. G. 91
Canal de la Piña 21 O Castañeda, Gregorio 124, 128
Canal del Dique 43, 96, 247, 250, 259, Castellano, Julio A. 225
283,295,312,405 Castilla de Oro 58
Candelier 75, 76, 317 Castillo, Carlos del 309
Cané, Miguel 57 Castro Monsalvo, Pedro 131, 430
Cannon, Joseph 138 Cataca 216
Cano, María 425, 426 Cataluña 26
Caño Viejo 170 Cauca, departamento del 163
Carbonell González, Francisco 347,348, Cauca, río 41, 51,253
390 Central Trust Company 342, 385
Carbonell, Abe! 286, 380, 419, 428, 432 Centroamérica 107, 306, 352
Carbonell, gobernador 376, 381, 382, Cereté 174, 195,250,310,323,326
390,392,396 Cerro de San Antonio 41
Carbonell, P. A. 371, 390 Cervecería Bavaria 346
Carib Syndicate 349 Cervecería de Barranquilla 346
Caribe, el 33,34,39,40,41,43,49,57, Cervecería del Magdalena 346, 358
147, 153, 179, 212, 230, 246, 259, Cesar, departamento del 136, 137, 145,
260, 279, 302, 306, 312, 314, 363, 151, 153
399,405,408,409,425,441,442 Cesar, río 41, 79,292,299
Caribe, mar 208,210,447 CH
Carmen 64, 72, 73 ChaguiHermanos326
Carnegie-Williams, Rose 54,269 Chagui, José 326
Carr, M. 106 Chagui, Salomón 326
Cartagena 31, 41, 42, 43, 44, 48, 53, 59, Chalán 220
63,64,68, 71, 73, 74, 76, 78,80,81, Champane, mina 338
82, 89, 91, 94, 96, 97, 99, 104, 121, Chapman & Martínez 332
122, 124, 161, 162. 164, 180, 181, Chicago 338, 344
188, 193, 194, 195, 207, 208, 209, Chicle Development lnc. 101
210, 214, 215, 216, 222, 224, 227, Chile 315,318
246, 247, 248, 249, 250, 251, 252, Chimá41
256, 257, 259, 266, 267, 277, 279, Chimichagua 80, 205
280, 283. 294, 295, 298, 301, 303, Chinú 146, 151, 174,205,258
304, 321, 322, 323, 324, 325, 326, Chiriguaná 80, 205
328, 338, 345, 346, 374, 384, 399, Chocó 97, 250, 325, 347
403, 405, 406, 410, 411, 412, 413. Ciénaga 55, 64, 88, 101, 102, 104, 111.
418, 425, 429, 431, 432, 440, 441, 117, 141, 162, 195, 215, 216. 220,
444 221' 227' 231' 233, 250, 252, 253,
Cartagena Oil Refining Company 249 256, 266, 297, 303, 304, 323, 326,
Índice onomástico 495

346, 353, 355, 356, 360, 361, 384, Compañía Agrícola 220
391,418,422,431,439 Compañía Alemana 262, 267
Ciénaga de Atachica 170 Compañía Anónima de Inmigración y
Ciénaga de Oro 41, 64, 73, 174 Fomento 318
Ciénaga Grande 41, 54, 79 Compañía Antioqueña 263
Cine Bolívar 348 Compañía Azucarera de Sautatá 325
Cisneros, Francisco José 262, 267, 294, Compañía Colombiana de Bocas de Ce-_
322 niza 285, 286
Cispatá 42, 188 Compañía Colombiana de Inversiones
Ciudad Jardín, barrio 243 341,346,348
Clevería, Agapito 215, 220 Compañía Colombiana de Servicios Pú-
Club Barranquilla 336 blicos 347
Cochrane, C. S. 52 Compañía Colombiana de Tabaco 94
Colegio Americano 329 Compañía Colombiana de Transportes
Colegio Mayor del Rosario 436 262,263,265,266,267
Coleg10 Ribón 329 Compañía de Maderas La Industria 341
Colombia 23, 24, 25, 30, 31, 41, 42, 57, Compañía de Transportes Betancourt
71, 75, 83, 91, 94, 103, 107, 108, 263
110, 114, 119, 130, 145, 146, 180, Compañía del Puerto y Terminal de
182, 183, 185, 190, 197, 198, 199, Barranquilla 291, 344
201, 208, 209, 212, 229, 232, 233. Compañía Fluvial Unica 263
237, 244, 260, 270, 278, 279, 281, Compañía lntemacional262, 267
282, 292, 293, 294, 304. 307, 309, Compañía Minera El Nare 347
312, 314, 315, 316, 317, 320, 321, Compañía Unida 262, 266
324, 328, 334, 335, 337, 346, 347, Compañía Urbanizadora Bella Vista 341
348, 349, 350, 352, 364, 365, 368, Compañía Urbanizadora El Nogal 348
369, 375, 376, 379, 385, 393, 398, Compañía Urbanizadora El Prado 339,
399, 403, 404, 410, 425, 427, 430, 340,341,342,344
438,440,441,442,448 Concha, presidente 118, 367, 374, 375,
Colombian Land Company 102 381,396,407
Colombian Product Company 188 Condoto 326
Colombian Railway and Navigation Congreso Científico Panamericano 285
Company 263, 265, 266, 269, 295, Consejo de Ferrocarriles 282
335 Consejo de Vías de Comunicación 283
Colombian Steamboat Company 249 Cooperativa Algodonera del Atlántico
Colonia, la 43, 52, 61, 64, 150, 380, 448 126, 131, 133
Colosó 87, 94 Córdoba, departamento de 139
Comisario 48 Córdoba, municipio 139
Commercial Bank of South America 229 Coroza! 72, 87, 88, 93, 146, 166, 174,
Comrnercial Bank of Spanish Arnerica 227 182,205,222,258,299,372
Compagnie Inmobiliere et Agricole de Corral de Piedra 205
Colombia 1O1 Corral, Martín del 308
496 El Caribe colombiano

Correa & Heilbron 196 Delaware 101


Correa, Alejandro A. y Compañía 220, Delgado, E. 91
231, 358 Delpar, Helen 414
Correa, Ricardo 106 Dereix, A. 321, 322
Corrientes 254, 256 Diario de la Costa 412
Cortissoz, Jacob 225, 267 Diario del Comercio 288
Costa Atlántica 32, 184, 199, 282, 396, Díaz Granados, José Ignacio 415,425
411, 422,448 Dibuya 99, 101, 139
Costa Rica 107, 179, 182 Dickinson, geógrafo 255, 256
Cotes 429 Dios 55
Cotes, Agustín 139 Don Diego, hacienda 101
Coveñas 189, 190, 191, 250, 431 Dugand, familia 226, 336
Crevaux,J.50,56, 76 Dugand, Víctor 101, 136, 137, 215, 226
Cristóbal 303
Crump 321 E
Cuba 88, 96, 98, 156, 179, 180, 181,
182, 224, 315 Early, Eleanor 243
Cundinamarca 44, 94, 164, 356, 396 Echeverría, R. 102
Cunninghame Graham, Roben 56, 148, Eckardt, F. 321
152, 153, 206, 261, 323 Eder, Phanor J. 328
Curazao 331,332,400 El Agricultor, periódico 71, 102
Currie, Lauchlin 198 El Anunciador, periódico 335
Cuyamel Fruit Company 111 El Banco 80, 304, 347, 418
El Carmen de Bolívar 86, 87, 89, 90, 91,
D 92, 93, 94, 139, 141, 215,220,221,
224, 298, 335
o· A mato e Hijo 106 El Comercio, periódico 362
D'Andreis, J. 318 El Dorado49
D. Marino & Lacoraza 220 El Granadillo, barrio 243
Daconte, Antonio 106 El Heraldo de la Costa 412
Dangaud, Augusto 99 El Nuevo Horizonte, barrio 243
Dangones 429 El Pescado, hacienda 166
Daníes, G. M. 360 El Piñón 125
Danouile & Wessels 332 El Porvenir, periódico 327
Darién 58 El Prado, barrio 243,290, 339, 340, 341
Dávila Flórez, Manuel 367, 408, 432 El Rosario 17 4
Dávila Pumarejo, Manuel 113, 319, 320 El Tiempo, diario 276
Dávila, Carlos A. 341, 348 El Vedado, barrio 243
Dávila, familia 358 Elders y Fyffes 109, 219
Dávila, J. D. 106 Electric Bond & Share Company 288,
Dawe,M. T.45,46, 79,122,145 345,348
Deas, Malcolm 25, 376 Elíseo, el 57
Índice onomástico 497

Elliot, Richard 137, 138 Ferrocarril de Antioquia 279,


Emery, Geo D. 48 Ferrocarril de Barranquilla 293, 364
Emiliani Hermanos 250 Ferrocarril de Caldas 279
Emiliani, Nicolás 250 Ferrocarril de Cartagena 293, 295
Empresa Alemana de Navegación Flu- Ferrocarril de Santa Marta 109, 293,
vial335 297,366
Empresa Algodonera e Industrial 220 Ferrocarril del Pacífico 279, 282, 408
Empresa Azucarera Berástegui 97, 98 Ferrocarril del Tolima 274, 279, 408
Empresa de Vapores Julio Montes 263 Ferrocarril Nacional del Magdalena 298
Escalante, Aquiles 125, 129 Ferrocarriles Nacionales 282
Escallón, Rafael 288 First National Corporation 288
Escobar, Francisco 432 Flórez, Inocencia 151
Escuela Agrícola de Cundinamarca 71 Flórez, José 170
Eslait & Eljach 324 Forest, A. S. 246, 261
España 331 Foundation Company 342, 343, 349
Espriella Hermanos 174, 216 Francia 91, 189,331
Estados Unidos 36, 54, 55, 68, 81, 82, Franco, Pedro E. 89
85,96,99,108,109,111,112,120, Frederick Ley land & Compañía Ltd. 219
121, 125, 145, 161, 180, 184, 185, Fruit Dispatch Company 109
189, 190, 193, 218, 224, 276, 278, Fuenmayor y Cortissoz 220
288, 303, 304, 320, 331, 334, 335, Fuenmayor, José Félix 246
337. 338, 341, 348, 349, 352, 357. Fundación 104, 297,298,323,328,357,
358,364,365,386,410,427 360,399,439
Estatua de la Libertad 208
Europa 26, 91, 189, 224 G
Europa occidental 26, 255
Exp1oration Company 347, 348 Gaceta Agrícola 71
Gaitán, Jorge Eliécer419, 421,422,423,
F 426,427,428
Galapa 371
Fábrica de Tejidos Obregón 122, 442 Gamarra277
Fairbank Morse 348 Ganadería Colombiana 188
Fals Borda, Orlando 31, 32, 151, 199, García Márquez, Gabriel 30, 118, 246,
200 412,442
Fedenal278.420,423,425 García, J. J. 191, 192
Federación de Ganaderos de Bolívar García, Luis Arturo !51, 182
184,430 Gauguet, J. E. 320
Fergusson, Noguera y Compañía 215, General Motors 348
219,220 Gerdtz, W. 267
Femández de Oviedo 58, 241 Gibbs, Alexander 292
Ferrocarril Central de Bolívar 164, 293, Gieseken & Held 262, 263, 322, 335
295 Gieseken Ringe & Company 335
498 El Caribe colombiano

Gieseken, Louis 301, 335 Hopkins, Evan 50


Girardot 227, 233,267, 271, 277, 301 Hotel Waldorf 11 O
Glasser, R. 321 Hoz, de la, familia 219
Goachaca, río 54 Huckin 293, 294
Goenaga, José Manuel318 Hughes, Eduardo 341
Gómez Femández 429 Humboldt, Alexander von 42
Gómez Lora, Miguel 100
Gómez, Hernando 348 1
Gómez, Manuel 91
González 429 !guarán, genera1429, 432
González Carazo, Antonio 432 Iguaranes 429
González, Eparquio 393, 394, 397 Illinois 342,-385
Gordon, Ley Roy 31 India 82,92
Gosselman 44, 48, 53 Ingenio Central Colombia 96
Gran Bretaña 96, 185, 412 Ingenio Central Sincerín 250
Grau, Eusebio 215 Ingenio Santa Cruz 97, 98
Griffith Bros 348 Inglaterra 189, 331, 433
Guajira, la 42, 45, 47, 50,321,323, 399 lnsignares, familia 219
Guamal80 lnsignares, José Francisco 195, 196,
Guatapurí 41 381,382,392,393,428
Guerra de los Diez Años 179 Instituto de Tecnología 251
Guerra de los Mil Días 89, 103, 180, Instituto Nacional Agropecuario 86
225,263,267,370 lsherwood, Christopher 271, 298
lstmina 326
H ltagüí 165
ltalial90
Hamilton, coronel 49
Harris, Forbes & Company 288 J
Harrison 92
Haupt, Lewis 285 J. V. Mogollón y Compañía 250
Held, A. 335 Jagua 261
Herazo, Pedro !51 Jamaica 107,318
Herrera, Benjamín 115, 116, 356, 411, Jamaica 398
438,439 Jaramillo y Torres 174
Hervey, J. F. 339 Jegua 78, 323
Higuerón 56 Iones, C. A. 363
Hoenisberg & Wessels 322 Joy, Robert 322
Holguín, Ricardo 348 Juan y Ulloa 49
Hollopeter, Samuel 342, 363, 364 Julius Berger Konsortium 275, 285, 286
Holton, l. 210 Junta Agrícola de Bolívar 150
Honda 240, 267, 277, 335 Junta Central de Agricultura 70, 71, 72, 146
Honduras 103 Junta de Río 273
Índice onomástico 499

Junta Nacional del Algodón 131 u


Juntas de Agricultura y Fomento 71, 73
Lleras Camargo, Alberto 278
K Loba 52
Londres 294
Kalmanowitz, Salomón 200 López Penha, D. 267
Kepner 365 López Pumarejo, Alfonso 366, 419, _
Kingston 303 420,421,422,423,427,428,437
Krogzemis, James R. 31 López Rojano, Aristides 114
López, Alejandro 24, 196, 197. 198,
L 199,200,230,238,313
López, Luis Carlos 56
La Dorada 269, 270, 271 López-Penha, Abraham 363
La Esperanza, hacienda 101, 136, 137 Lorica 35, 41, 71, 74, 115, 146, 208, 249,
La Espriella Hermanos 194 310,323,325,326,328,373
La Florida, barrio 243 Lotería de Bolívar 335
La Gloria 174, 222 Love, Joseph 27, 28
La Habana 243. 303, 337
La Nación, diario 282, 426
M
La Prensa, diario 282, 288, 289, 421,
426,444
MacGraw-Hill and Company 349
Laborde 429
Macía e Hijo 9 1
Lacharme, Antonio 168, 321
Madiedo, Manuel María 412, 435
Lacouture 429
Magangué 35, 41, 51, 52, 55, 81, 84, 86,
Lafaurie, Vicente 267
90,91, 14~ 165,172,174,176,195,
Lallemand, Enrique 1O1, 136. 13 7
205, 208, 215; 220, 222, 224, 227,
Lanao Loaiza 426
250, 253, 257, 259, 261, 267, 268,
Las Cabezas. hacienda 138, !54
269, 270, 277, 292, 304, 328, 346,
Lascano y Compañía 220
418, 421,431,440
Latinoamérica 29, 362, 363, 364
Magdalena River Stearnboat Cornpany 263
La valle, Antonio T. de 299
Magdalena Steamship Company 335
Le Havre 321, 403
Lebrija, río 41 Magdalena, departamento del 3 1, 40, 50,
54,63,67,68,69,80,84,88,92,93,
LeGrand, Catherine 140
Lejano Oriente 84 94, 101, 102, 104, 106, 107, 113,
Lemaitre y Cía. 174 114, 119, 120, 124, 125, 129, 137,
Lemaitre, Eduardo 31 141, 14~ 207, 217, 220, 221, 22~
Leticia 170 236, 252, 256, 258, 274, 292, 304,
Levante 324 314, 315, 317, 318, 320, 354, 355,
Liga Costeña 24, 26, 27,274,282, 320, 356, 358, 359, 360, 362, 367, 375,
408,411,412,444 376, 379, 382, 391, 394, 403, 411,
Linares 125 415, 418, 422, 425, 426, 427, 428,
Liverpool 403 429,430,431,432,438
500 El Caribe colombiano

Magdalena, Estado de 39 Martínez, Julio 171


Magdalena, río 40, 41, 42, 43, 44, 45, Marvásquez y Armando 263, 266
46, 47, 51, 52, 53, 59, 67, 90, 91, Mathieu. Elie 91
124, 128, 148, 161, 195, 208, 210, Mattar, familia 327
212, 223, 233, 242, 244, 246, 247, May, John 50
250, 253, 257, 259, 260, 261, 262, Mayans Hnos. y Compañía 220
263, 264, 266, 267, 268, 269, 270, McFarlane 31
271, 273, 274, 275, 276, 277, 278, McKenney, ingeniero 285, 286
279, 280, 282, 283, 284, 292, 293, Medellín 94, 111, 122, 130, 131, 160,
294, 295, 297, 304, 309, 311, 312, 165, 166, 168, 172, 174, 175, 192,
335, 346, 347, 405, 408, 409, 419, 214, 227, 229, 235, 238, 240, 266,
420,423,427,442,443 267, 294, 303, 306, 307, 348, 439,
Mahates 71 440,444
Mahecha, Eduardo 425 Meise1 Roca, Adolfo 31, 63
Majagual81, 83, 86, 141 Meisel, Carlos 329
Man, río 172 Mejía, José 149
Manizales 229, 444 Meluk, Amín 157
Manjarrés, general428 Meluk, familia 250, 326
Mantilla, Pedro León 187 Mendoza 254, 256
Manzanares, río 44 Mendoza Amaris, Marco Tulio 344
Maracaibo 303 Mendoza, Lajud & Compañía 327
Maraguay, hacienda 170 Merced de la, iglesia 248
Mares, Alvaro de 347 Merlano, Carlos A. 91, 289
Margarita, isla de 41, 268 México 179, 182, 190, 315, 318, 434
María la Baja 73 MGoven, ingeniero 275
Márquez, Antonio J. 218, 231 Miami 303
Márquez, Esteban 218 Mier de, familia 358
Marroquí!, hacienda 170 Mier, Helena de 106
Marta Magdalena, hacienda 77, 99, 100, Mier, Joaquín de 88, 215
154, 162, 167, 168, 169, 170, 171, Mier, Manuel J. de 318
174, 175, 176, 117, 178, 179. 183 Miller, Simon 203
Martelo, Nelson 191 Minor Keith 102
Martelo, Samuel 182 Mississippi 127
Martínez Bossio, B. 262 Mogollón, A. J. 174
Martínez Camargo, Diego 82, 150, 151, Mompox 38, 41, 49, 51, 52, 53, 59, 79,
157, 181, 195, 249,250 91, 138, 208, 220, 222, 224, 252,
Martínez Ribón, Cerbeleón 99 253,267,268,379,431
Martínez y Niebles 231 Monsalve, Diego 356
Martínez, caño de 73 Montería 41, 48, 54, 168, 174, 175, 195,
Martínez, Diego 430 208, 249, 252, 304, 310, 323, 326,
Martínez, Gerónimo 169 384,431,440
Martínez, Joaquín 425 Montes, J. 308
Índice onomástico 501

Morales 35, !51 o


Morán, general426
Morelli, hermanos 106 Oakley, Kenneth 83, 86, 110, 146, 155,
Momer, Magnus 29 158, 160, 164, 191, 193
Morroa 373 Obando, calle 339
Mosquera 415 Obando, José María 434
Musalam & Compañía 324 Obregón, Evaristo & Company 106, _
Muvdi. Elías 218, 324, 361 196,215,235,356
Obregón, familia 122, 126, 131, 235,
236,237,340
N
Obregón, Gregario 305
Obregón, Rafael 237, 282, 341, 443
Nariño, departamento de 163
Ocaña 224, 227, 267
Narváez y La Torre, Antonio de 62, 63,
Olaya Herrera, Enrique 241, 343, 344,
66
345,393,418,427
National City Bank 227 Osorio, Alberto 346
Navarro, Cristóbal420 Osorio, familia 346
Navarro, Pedro Juan 131, 288,367,419, Osorio, José Ulises 393
421, 428, 432 Ospina Hermanos 166
Navas Hermanos 150 Ospina Núñez, Sixto 117
Naviera Colombiana 263, 266, 276 Ospina Vásquez, Luis 440
Nechí, río 41, 268 Ospina, Bernardo 181
Neiva 301 Ospina, Mariano 422
Neú 174 Ospina, Pedro Nel 306, 382, 393, 397,
Nicholas, H. G. 427 411,444
Nichols, Theodore 31, 43, 214, 256 Ospina, Tulio 166
Nieto, Juan José 86, 215,412,414,415 Ossa, Joaquín de la 164
Niles, Blair 209, 210 Ovejas 89, 94, 222
Noguera, A. 267
p
Noguera, Francisco 318
Noriega, Francisco 137
Paccini y Puccini 215, 220. 226, 336
Northern Fire-Life Assurance Company
Pacheco Triana, Francisco 149
221
Pacific Steam Navigation Company Ltd
N ue va Granada 21 O
219
Nueva Venecia 79
Pacífico, océano 212,259,260,264,279,
Nueva York42, 110, 112,188,348,349
281.305,309,311,442,444
Núñez, familia 216
Padilla, municipio 124. 432
Núñez, Rafael24, 31, 76,247,251,369, País Vasco 26
370, 403, 404, 405, 414, 415, 428, Países Bajos 91
432,433,434,444,445 Palacio !51
Núñez, S. 267 Palacio, Enrique 407
502 El Caribe colombiano

Palacio, Julio H. 216 Percy, Anselmo 159, 160, 198


Palacios de la Vega, Joseph 67 Pereyra, José Rafae1136, 139
Palacios, familia 219 Pérez Triana, Santiago 108, 352
Palmera, Juvenal149 Pérez y Vergara, geógrafo 46
Palmira 279 Pérez, Felipe 41, 51, 63, 68, 261, 267, 268
Palmito 56, 323, 373 Perú 98, 122, 127, 129, 179, 182, 306,
Paloquemado 51 316,319
Palotall72 Petre, F. Loraine 40, 44, 209
Pan American 304, 305, 307, 308, 309, Pierce, Henry S. 225
349,350 Pinedo Hermanos 233
Panamá 39, 156, 179, 180, 181, 182, Pivijay 64
183, 184, 212, 305, 337, 365, 366, Planeta Rica 191
370,403,406 Plato 136, 220, 297, 430
Panamá, canal de 141, 180, 181, 259, Playones de Punta de Palma 136
279,280,303,408,442 Pombo Hermanos 97
Papaya!, ciénaga 41 Ponedera 371
Park, James William 31 Portete 42
Parra, Aquileo 404 Prencke. Theodore 225
Parrish and Company 339, 346, 348 Primera Guerra Mundial 92, 181, 285,
Parrish lnvestment Company 341, 342 337,362
Parrish, hermanos 288, 291, 341, 342, Probst, Elmer 347
344,345,346,347,363,364 Puebla de los Angeles 29
Parrish, Karl C. 243, 292, 315, 321, 337, Pueblo Viejo 43, 79, 267
338, 339, 340, 341, 343. 344, 345, Puerto Berrío 165, 174, 267, 270, 277,
348,349,443 303
Parrish, Robert 291, 305, 343, 344 Puerto Colombia 42, 43,211,212, 219,
Paternostro, Antonio e Hijos 265 284,294,336
Patilla! 205 Puerto Liévano 277
Patrón. Julián 150 Puerto Rico 325
Patrón, Luis 430, 433 Puerto Salgar 335
Pearce, Amo 23, 24, 25, 116, 128, 129, Puerto Wilches 270, 277
197, 198, 293, 317 Pumarejo, Alberto 286, 343. 390, 420,
Pedrarias Dávila 58 421, 422, 428, 433
Pellet, Elías 329 Pumarejo, José 151, 390
Pennsylvania 338 Pumarejo, Urbano 255, 390
Penon and Company de París 1O1 Purí 174
Pensión Inglesa 336
Penso, E. 125 Q
Peña, Diofante de la 237
Peña, Domingo 137 Quibdó 303, 325, 326
Peñón 41 Quintero, Juan N. 164
Índice onomástico 503

R Rojas Garrido 436


Romero Aguirre, Alfonso 421, 426, 429,
Rameu, ingeniero 321 430,432,436,437
Ramos, Carlos 154, 169 Romero, Sebastián 151
Ramos, Casildo 151 Romoli, Kathleen 208, 210, 241, 242
Ranchería, río 44 Roncallo, L. Alberto 220, 286, 347
Rangún 82 Roosevelt, Theodore 365
Rapalino, Gabrie!JOJ Rosa, de la, familia 219
Rash-Isla, Miguel 282 Rosa, Enrique de la 339, 343, 344
Raudal 174 Rosa, Manuel de la 196, 339
Raya, ciénaga 41 Rosados 429
Raymond Concrete PiJe & Company Rothlisberger, Ernest 271, 272, 314
288,291,344 Royal Bank of Canada 227
Reclus, Eliseo 37, 40, 46, 50, 54, 79, 88, Rubio, Rafaelll5
210, 252, 321 Rueda Vargas, Tomás 398
Remolino 41, 141,221,236 Ruiz, Cristóbal 171
Renán 26, 436 Rumié, familia 250
Repelón, 51, 71 Russo, Francisca de 106
Restrepo Plata, F. 388
Restrepo, Carlos E. 406 S
Revista Nacional de Agricultura 276
Revollo, familia 215,216 Sabanagrande 64
Revollo, Pedro María 55, 215, 252 Sabanalarga 205, 371, 377, 416
Reyes, Rafael 103, 114, 121, 232, 366, Sabanilla 42, 43, 21 O, 211, 252, 333, 440
416 Saco 306, 307, 308
Ringe, A. 335 Saffray 44
Río Grande do Su! 27 Sahagún 146, 164, 174
Riofrío 47, 115, 297,357 Saint Louis 292
Riohacha 37, 41, 42, 44, 55, 65, 66, 81, Salamina 125, 161
193, 208, 215, 226, 227' 250, 299, Salas 116
321. 323, 328, 391, 399, 401, 402, Salas, Clodomiro 237
429 Salazar, Roberto 168
Rionegro 415 Salcedo Ramón, Martín 106, 270
Rippy, 358 Salcedo, familia 341, 358
Riquet 51 Salcedo, Rafael 231
Robert Brinning and Company 107, 112 Salcedo, Tomás Surí 292, 409
Robinson, Wirt 269, 270 Salgado, Nicolás 100
Robinson, Wirt 51, 223 Salgar 211, 294
Robles S amper, J. F. 106 Salta 254, 256
Robles, Luis A. 415 Samacá 122, 131
Robles, Manuel F. 426 Samper, Miguel 328
504 El Caribe colombiano

Samudio y Compañía 191 Santander, departamento de 44, 84, 94,


San Antonio 78 98, 114, 146, 164, 220, 222, 250,
San Basilio de Palenque 61, 155 298,356,396
San Benito Abad 71, 373 Santo Tomás 41
San Benito de las Palomas 51 Santodomingo Vil a, Ramón 318
San Cirilo 1O1 Santodomingo, Julio Mario 150, 196,
San Estanislao 51, 64, 87 220,226,308,347,348
San Felipe de Barajas 247 Santodomingo, Ramón 347
San Fernando 138 Santos, Eduardo 307, 420
San Jacinto 195, 220, 222 Sarasúa, Jacinto 222, 361
San Jorge, región del 37, 151, 153, 224, 395 Sautatá 97, 98
San Jorge, río 41, 51, 79, 100, 148, 253, Sawyer, cónsul 137
268,292 Scadta 260, 301, 302, 303, 304, 305, 306,
San Juan de Córdoba 41 307,308,312,334,335,349,350
San Juan del Cesar 161 Scalzo, Juan 106
San Juan Nepomuceno 222, 432 Schenck, Frederik von 52, 67
San Juan, río 79, 347 Scobie, J. R. 254, 256
San Marcos 151, 182, 304 Segunda Guerra Mundial 334
San Martín 80 Semana, revista 423
San Nicolás, plaza de 218, 329 Senior & Wolf 106, 356
San Onofre 83, 85, 86, 141 Senior, D. J. 220
San Roque, calle 335 Senior, de Sola y Compañía 121, 221,
San Sebastián 391 231,322
Sánchez, Luis 170 Seruggs, William 45, 68, 21 O, 223
Santa Catalina 73 Sevilla 115
Santa Marta 31, 37, 41, 42, 43, 44. 48, Sierra Nevada de Santa Marta 45, 47,
58, 59, 62, 64, 69, 70, 88, 91, 95, 49, 50, 58, 145, 318
102, 103, 111, 118, 120, 121, 124, Silvera, Francisco 126
125, 137, 193, 209, 211, 214, 215, Silvestre 66
220, 224, 227. 231' 233, 247' 250, Simití 49, 79
252, 253, 256, 259, 266, 267, 279, Simmonds, C. H. 318
294, 297, 299, 303, 304, 323, 328, Simmons, F. A. 49, 66, 205
~ 346, 354, 356, 360, 361, 399, Sincé 56, 64, 222
405, 410, 413, 418, 422, 425, 431, Sincelejo 35, 73, 252
438,444 Sincelejo 87, 146, 205, 206, 222, 258,
Santa Marta Fruit Company 111 299,310,323,418,431,440
Santa Rosa 73 Sincerín 96, 98, 195, 294
Santa Teresa de Jesús, convento de 248 Sindicato de Contramaestres y Marinos
Santander del Norte 80, 115, 182 del Atlántico 240
Santander del Sur 80, 182 Sindicato Fluvial de Subsistencia 240
Índice onomástico 505

Sindicato Sociedad de Electricistas 240 Standard Oil Company 177


Sinú, región del 31, 48, 56, 74, 82, 83, Stevenson, hermanos 91
99, 100, 101, 124, 126, 127, 128, Stewart, ingeniero 285, 286
132, 146, 151, 152, 165, 166, 182, Stone Webster & Blodget Company 288
183,224,257,321,322 Strauss, G. 335
Sinú, río 41, 51, 57, 148, 208, 250, 259, Striedinger, ingeniero 274
310 Striffler, Luis 37, 52, 56, 57, 68, 69, 78,
Sitionuevo 41, 125, 130,221 79, 145, 151, 153, 194,395,430
Socarrás, general 426 Strunz, August 332
Sociedad Abastecedora de Carnes 182, Suárez, Marco Fidel389, 390, 391,409,
191 410,416,417
Sociedad Agrícola del Sinú 168, 171, Suárez, Rafael 276
172,203 Sucre, departamento de 433
Sociedad Colombiana de Ingenieros 287 Sucre, municipio 86
Sociedad de Agricultores de Colombia Suramérica 244, 301, 304, 338, 343, 348,
11 O, 187, 188, 190, 319 349
Sociedad de Agricultores de San Marcos Synder, William 347
430
Sociedad de Agricultores del Magdalena T
110, 112
Sociedad de Agricultura 71, 103 Tamalameque 80
Sociedad de Barberos 240 Támara, Rogelio 181,430
Sociedad de Capitanes del Río Magdale- Tamayo, Lorenzo 137
na y sus Afluentes 240 Tamilnad 34, 38
Sociedad de Representantes de la Costa Tarazá 164, 166, 176
Atlántica 403 Teatro Cisneros 282
Sociedad del Cacaotal Marta Magdalena Teatro Municipal 248, 288
99 Texas 129, 180
Sociedad Infantil Rojas Garrido 436 The International Products Co. 188
Sociedad Siria de Beneficencia de El The Shipping List, periódico 54, 329
Banco 327 Thomson, Guy 29, 47, 99, lOO
Sociedad Transportadora de Automóvi- Tierras de Loba 138, 140
les 348 Tolima 44, 84, 87, 94, 100, 123, 163,
Societe Francaise du Río Sinú 100, 168 164, 252, 356
Sojo, José Raimundo 214 Tolú 48, 73, 299
Sojo. José Raimundo 444 Toluviejo 94, 373
Soldado 66 Toro Agudelo, Hernán 198
Soledad 371 Torre y Miranda, Antonio de la 60
Soledad 41, 64 Torres Giralda, Ignacio 116, 240, 277,
Soothil365 419,425,426,427
Southern Oiland Transport Company 349 Torres, Manuel del Cristo 151
506 El Caribe colombiano

Transatlántica de Barcelona 221 Valledupar41,46, 76, 77,124,149,161,


Trasquillo 100 205,252,299,440
Trespalacios, Osear 151 Val verdes 429
Trinidad 182 Vapores F. Pérez Rosa 262
Trojas de Cataca 79 Varela, Raúl 112
Trollope, Antony 69 Vargas Vila 436
Trueco, J.B.M. 91 Vargas,429
Truchon, Amadeo 48 Vásquez, Federico 166
Tubará 224, 372 Vaticano, El 415
Tumaco 303 Vedovelli-Breguzzo, C. 318
Turbaco 71, 87 Vega, Adriano 168
Turbay, Gabriel 422, 423 Velasco, geógrafo 46
Vélez 76
u Vélez Daníes y Compañía 96, 150, 151,
195,249,250
Ulen and Company 286, 287, 288, 344 Vélez Daníes, Carlos 249. 250
Unión Americana 187 Vélez Torres, Dionisio 97
Unión General de Panaderos 240 Vélez, Agustín 91
Unión Panamericana 337 Vélez, capataz 170
United Fruit Company 101, 102, 105, Vélez, Fernando 190
106,107,108,109,110,111,112, Vélez, Joaquín F. 415, 416
113, 115, 118, 119, 137, 221, 256, Venezuela39,83, 179,182,321,400,430
297, 314, 315, 319, 350, 351, 352, Vengoechea, general 396
353, 354, 355, 357, 358, 363, 364, Vengoechea, Pedro 91
365, 366, 367. 368, 420, 431' 438, Vergara y Velasco 148
439,442,447 Villa, Ramón 175
Universidad de Cartagena 251 Villanueva 49, 64, 71
Universidad del Magdalena e Istmo 251 Vinyes, Ramón 246
Universidad Externado 436 Volpe, Antonio y Compañía 215, 220,
Urabá, golfo de 39 322,336
Uribe Uribe, Rafael 103, 112, 114
Uruguay 185,315 w
Usiacurí 115
Washington 343
V Wessels, W. 267
Whitaker, Charles 347
Valdeblánquez, José María 429, 432 White, Judith 31
Valencia, Guillermo 416,417,418 Williams, Raymond L. 412
Valle del Cauca 98, 123, 163, 197, 282, Winston Brothers Company 291, 344
304,436,442 Wylie 85
Índice onomástico 507

y Zapote 42
Zipaquirá 408
Yarumall72, 174 Zubiría de, familia 216
Yatí 165 Zubiría, Francisco de 91, 299
Zúñigas 429
z
Zambrano 94, 195
Zapatoza 41

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