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PARÁBOLA DE LA CONCIENCIA
LA LLAMADA AL SER
(Mateo, 4, 8-12)
tenía humedad.
7 Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con
ella la ahogaron.
8 Y otra parte cayó en buena tierra, nació y llevó fruto a ciento por uno».
Hablando estas cosas, decía con fuerte voz: «El que tiene oídos para oír,
oiga».
9 Sus discípulos le preguntaron:
--A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios, pero a los
otros por parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.
11 »Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.
12 Los de junto al camino son los que oyen, pero luego viene el diablo y
13 Los de sobre la piedra son los que, habiendo oído, reciben la palabra con
gozo, pero no tienen raíces; creen por algún tiempo, pero en el tiempo de la
prueba se apartan.
14 La que cayó entre espinos son los que oyen pero luego se van y son
Pero la semilla del silencio puede caer también entre las rocas y allí, con el
tiempo, secarse por falta de humedad. Sí, podemos ser inconstantes; y
difícilmente podrá crecer esa pequeña semilla sin el agua de la práctica
diaria, como tampoco podrá hacerlo si nos dejamos vencer por el peso de
las múltiples preocupaciones que diariamente nos acechan. Por
experiencia propia sabemos que si estamos demasiado enredados en los
asuntos de este mundo difícilmente conseguimos concentrarnos algún
minuto durante la meditación.
El miedo y la culpa son las dos grandes enfermedades del alma. ¿En qué
medida las padeces?
¿Qué tanto por ciento de tu meditación es pura dispersión? ¿No será que
andas demasiado enredado en muchas cosas?
Los placeres de este mundo son, desde luego, agradables. Pero, ¿no crees
que te pueden estar privando de gozos más duraderos y profundos?
La casa en orden
Meditamos para purificar nuestras sombras o heridas del alma, esto es,
para lograr una higiene o limpieza interior. El silencio nos purifica,
recompone lo que se nos ha roto por dentro, nos devuelve la dignidad de
ser personas. La verdadera meditación es siempre liberación de una
esclavitud: una pesadumbre o melancolía inexplicable que se apoderaba de
nosotros, una desconfianza enfermiza en el futuro y en el otro, un vicio
secreto y oculto, un prejuicio que ensuciaba nuestra mirada…
El mejor signo de una vida lograda es, por decirlo con el evangelista, que
estamos “recogidos”, no “desparramados”: que nuestra voluntad no está
dividida, queriendo una cosa por un lado y otra por el otro; que nuestros
afectos no son contradictorios, deseando algo y su contrario; que siempre y
en cualquier parte nos sentimos como en casa. Estamos lejos del camino,
por el contrario, cuando pedimos milagros, es decir, cuando no nos
maravillamos ante el milagro permanente y cotidiano del aquí y del ahora.
PAN Y PERDON
Ensénanos a orar
Él les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga
tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros
pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no
nos dejes caer en tentación.»
Pan y perdón
No es de los nuestros
Del Evangelio según Marcos (9, 38-40)
ENTRENAMIENTO EN EL VACÍO
En realidad, todos los males que nos afligen tienen una sola causa: poner
como fin lo que sólo es un medio. Meditamos para educarnos en el
desprendimiento, para gozar sin afán de posesión, para volar por todos los
mares y procrear en un nido, pero luego migrar a una región más
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¿Ante qué o quién me escandalizo yo? ¿No es escandaloso lo poco que nos
escandalizamos ante la inhumanidad los hombres de hoy?
¿Te escandaliza tu propia estupidez, haber necesitado tantos años para
haber aprendido tan poco?
¿Corres el riesgo de poner como fin lo que sólo es un medio? ¿Te sientes
demasiado atado a alguna cosa o persona?
¿Has volado o vivido, has procreado o sido fecundo? ¿Eres consciente de
que estás de paso?
El grano de mostaza
—¿Con qué voy a comparar el reino de Dios? *Es como la levadura que
una mujer tomó y mezcló con una gran cantidad de harina, hasta que
fermentó toda la masa.
formado por la partícula “man”, que como el mens latino significa mente, y
“tra”, instrumento. El mantra es, por tanto, un instrumento para trabajar
la mente. El gesto es la unión de las manos a la altura del plexo solar, un
ademán con el que custodiamos nuestro corazón. Las manos separadas,
emblema de la división o fractura que nos caracterizan, se unifican en el
centro del pecho, a la altura del corazón, posibilitando gestualmente esa
unificación que toda meditación busca.
Estas dos pautas, palabra y gesto, mantra y manos, son las formas
externas que nos conducen al fondo silencioso que somos y hacia el que
peregrinamos en la meditación. El horizonte es el silencio al que nos
dirigimos por el camino de la palabra y del gesto. Ya en el camino podemos
disfrutar del horizonte, puesto que camino y horizonte no existen uno sin
el otro. El horizonte dinamiza el camino, el camino posibilita el horizonte.
El tesoro del Ser que nos constituye, el Reino de Dios que está dentro de
nosotros, es, como el grano de mostaza, algo oculto, frágil y fecundo.
Oculto porque no es evidente y puede pasar desapercibido. Frágil porque
puede destruirse, podemos arrasarlo o desvirtuarlo si vivimos entre rocas o
entre zarzas. Fecundo porque, de ser atendido y cultivado, es
transformador del género humano. Tan fecundo es que posibilita que la
masa fermente y que un germen llegue a ser un gran árbol, de copa
materna, donde cientos de pájaros, miles, se posan para descansar de sus
vuelos y cantar una sinfonía.
LA INTIMIDAD HABITADA
La visitación de la Virgen
La intimidad habitada
María visita a Isabel, sí, pero quienes realmente se están visitando en esta
escena son Juan y Jesús, aún no nacidos, pero ya vivos en el vientre de
sus respectivas madres. Lo más íntimo de Isabel, que es Juan, salta de
alegría ante la visita del Jesús que le trae la Virgen de la Visitación. El
encuentro conmueve a las mujeres; lo que permite su con-moción es que
ambas están habitadas por dentro.
En realidad, algo tendría que moverse en nuestro interior cada vez que nos
situamos ante un ser humano, cada vez que se produce ese milagro que
llamamos encuentro o relación. Algo tendría que moverse en nosotros
cuando nos visita un nuevo día, una nueva noche, un nuevo pensamiento
o sentimiento, un nuevo horizonte o una nueva perspectiva, un silencio
inexplorado, una palabra inédita... Para quien está despierto, que es lo
mismo que decir para quien está vivo, todo es un misterio de permanente
e insospechada visitación.
Nos colocamos ante Dios en la meditación para que nuestra intimidad dé
un salto, para que se despierte, para que se dé cuenta de que está viva.
Estamos vivos por dentro cuando sabemos acoger lo que nos viene de
fuera. Cuando lo de fuera, sea lo que sea, es lo frágil y velado, lo gestado,
lo naciente.
El ciego Bartimeo
LA NATURALEZA ORIGINAL
La naturaleza original
Meditamos para descubrir que somos reyes, que esa es nuestra naturaleza
original. Ser reyes significa saber que somos libres, que no somos esclavos,
que bien arraigados en nuestro centro nada ni nadie nos puede tiranizar.
Pero rey es también aquel que gobierna y acompaña a un pueblo, y esa es,
ciertamente, la misión de Jesús: guiar, cuidar, pastorear... Todo el pueblo
cristiano, y emblemáticamente los sacerdotes, vive o debe vivir también
una dimensión pastoral: todos somos pastores de todos, todos podemos
servirnos unos a otros de canal o mediación, todos somos guardianes de
nuestros hermanos. «Conque, ¿tú eres rey?», nos preguntará el mundo.
«Tú lo dices: soy rey», responderemos nosotros si recorremos este camino.
EL VACÍO DE SÍ
El joven rico
Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más
que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás
adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu
padre y a tu madre.»
Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.»
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda,
vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro
en el cielo, y luego sígueme.»
Jesús dijo: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o
madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora,
en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e
hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna.»
El vacío de sí
En realidad, todo el Evangelio puede leerse desde esta clave del vacío: Dios
llega donde hay vacío y allí donde Dios llega se hace vacío.
A la pregunta por lo que hay que hacer para salvarse o ir al cielo, Jesús
responde que se cumplan los mandamientos, es decir, que se lleve una
vida éticamente responsable.
Ante esta reacción, Jesús exclama: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos
entrar en el reino de Dios!» o, dicho para nosotros, “¡Qué difícil decir que
no a todas las riquezas de nuestros pensamientos y sentimientos para
hacer verdadera meditación!”.
Juan en el desierto
En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Pondo Pilato
gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe
virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo
sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de
Zacarías, en el desierto.
EL DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL
La parábola de la higuera
El discernimiento espiritual
Las bienaventuranzas
LA UNCIÓN EN BETANIA
Seis días antes de la fiesta judía de la Pascua, llegó Jesús a Betania, donde
vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Ofrecieron allí
una cena en honor de Jesús. Marta servía la mesa y Lázaro era uno de los
comensales.
María se presentó con un frasco de perfume muy caro, casi medio litro de
nardo puro, y ungió con él los pies de Jesús; después los secó con sus
cabellos. La casa se llenó de aquel perfume tan exquisito. Judas Iscariote,
uno de los discípulos –el que lo iba a traicionar-, protestó, diciendo:
-¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para repartirlo
entre los pobres?
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Si dijo esto, no fue porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón
y, como tenía a su cargo la bolsa del dinero común, robaba de lo que
echaban en ella.
Jesús le dijo:
-¡Déjala en paz! Esto que ha hecho anticipa el día de mi sepultura.
Además, a los pobres los tenéis siempre con vosotros; a mí, en cambio, no
siempre me tendréis.
Señor Jesús, tú eres el nardo precioso que propagó el perfume del Espíritu
en el mundo cuando el frasco de tu cuerpo se rompió en tu pasión y
muerte. Señor Jesús, tú sabes que nuestro frasco está a menudo lleno de
tantas cosas que no eres Tú. Ayúdanos a comprender que es sobre todo en
las horas de la prueba, cuando nuestro frasco se rompe, cuando tu
perfume puede dar alivio y alegría a la Iglesia y al mundo. Enséñanos a
cultivar en la meditación diaria la entrega rendida y desbordada, para que
así pueda difundirse por todas partes, por nuestra humilde mediación, tu
necesario y discreto perfume de Amor.
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se está
aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías.» No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se
asustaron al entrar en la nube.
TRÍADAS
Meditamos para agudizar la vista interior y ver lo que somos, más allá del
oropel o del lodo que nos cubre y oculta. ¿Cuál es para ti ese oropel o lodo
que te impide ser lo que eres y brillar para el mundo?
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La gran tergiversación
Jesús le contestó: «El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios,
es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único
y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la
inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo
vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»
Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás
lejos del Reino de Dios.» Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.
Los tres amores, el que profesamos a Dios, el que profesamos a los demás
y el que nos profesamos a nosotros mismos, son idénticos. Corren en
paralelo, podríamos decir, lo que significa que no cabe amarse a uno
mismo y despreciar a los demás, por ejemplo, o amar a Dios y no quererse
a uno mismo. Nuestro nivel de fe se mide perfectamente, sin margen de
error, atendiendo al grado de nuestra entrega a los otros y a nosotros
mismos.
TRÍADAS
¿En qué sentido crees que podrías amarte a ti mismo más y mejor?
EL SEPULCRO VACIO
El sepulcro vacío
TRÍADAS
Soltar la iluminación
Mientras todo esto sucede, el Maestro está ahí, muy cerca, si bien ella no
había reparado en su presencia. Cuando al fin le ve, le toma por el
hortelano, no le reconoce. No es cuestión de que nuestra luz no esté, sino
de que no sabemos verla. Los sentidos naturales no tienen acceso a la
verdad del mundo. Nuestros ojos están ciegos hasta que sucede lo único
que puede alumbrarlos.
¿Quién soy yo? Ésta es la pregunta espiritual por excelencia. Sólo desde la
correcta respuesta a esta cuestión podremos responder también con atino
al resto de las preguntas capitales: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?,
¿qué me cabe esperar? Únicamente sabiendo quiénes somos, realizaremos
aquello para lo que hemos venido a este mundo y empezaremos a
parecernos a lo que Dios había proyectado para nosotros. De lo contrario,
daremos palos de ciego. El gran dilema de la vida es siempre, por tanto, el
de la identidad.
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Cuando Pedro dice "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo", está, al tiempo
que desvelando la identidad del Hombre que tiene ante él, descubriendo su
propia y más profunda identidad: "tú ya no te llamarás Simón, sino Pedro,
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". El descubrimiento de la Luz arroja
luz sobre nuestra propia y verdadera identidad (Pedro, no simplemente
Simón), y sobre nuestra misión (ser piedra de apoyo para otros; no
sabremos quiénes somos si no es en relación con los demás y para ellos).
TRÍADAS
No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer
paz, sino espada. Porque he venido para enfrentar al hombre contra su
padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; de modo
que los enemigos del hombre serán los de su propia casa.
TRÍADAS
En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer,
Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo:
- Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están
conmigo, y no tienen qué comer; si los envío en ayunas a sus casas, se
desmayarán por el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos.
Sus discípulos le respondieron:
- ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí, en el desierto?
Él les preguntó:
- ¿Cuántos panes tenéis?
Ellos dijeron:
- Siete.
Tus siete panes y tus pocos pececillos es lo que tienes, es decir, tus
preocupaciones, tus distracciones, tus sombras, tus apegos... El milagro
nace de ahí, de tu realidad, por poca o miserable que parezca, por
imposible que te resulte que con tan poco puedas construir algo que
merezca la pena.
TRÍADAS
LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO
La resurrección de Lázaro
Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo:
«Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.»
Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la
acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó y dijo: «¿Dónde lo
habéis puesto?» Le responden: «Señor, ven y lo verás.»
Jesús se echó a llorar.
Los judíos entonces decían: «Mirad cómo le quería.»
Pero algunos de ellos dijeron: «Este, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía
haber hecho que éste no muriera?»
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Ven afuera. Éste es el mandato que todos deseamos oír, lo sepamos o no,
cuando nos sentamos a meditar. Entra en la fiesta. Deja las tinieblas. Sal
a la verdad. Vive para lo que estás hecho. Abandona la triste comodidad de
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ese cajón en el que te has instalado desde hace años. Meditamos para
desatarnos de los temores, de los apegos, de los sucedáneos de felicidad.
Porque a menudo estamos tan atados de pies y manos que no podemos
caminar ni actuar. Sólo nos desatamos cuando escuchamos nuestro
nombre. Necesitamos oír: Lázaro, Olga, Javier, Macarena. Sólo cuando
escuchamos nuestro verdadero nombre removemos la losa con que nos
protegemos, abandonamos nuestras tinieblas y descubrimos que no somos
esclavos, sino hijos de la libertad.
TRÍADAS
Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos
que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde
está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el
Oriente y hemos venido a adorarle.»
Ellos le dijeron: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del
profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los
principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará
a mi pueblo Israel.»
Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el
tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les
dijo: «Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis,
comunicádmelo, para ir también yo a adorarle.»
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Pero para llegar a ese punto hemos de sortear a todos los Herodes que nos
salgan al paso: engañosos, sibilinos, descarados, poderosos, y siempre
muertos de miedo ante la posibilidad de que la vida desenmascare la
muerte en que se han instalado. No es tanto la muerte la que amenaza la
vida -como solemos pensar-, sino la vida a la muerte. La muerte, por
implacable que parezca, tiene sus días contados. Las tinieblas tienen sus
días contados si nos sentamos a meditar, guiados por la estrella interior
que nos guía a nuestro centro.
TRÍADAS
YO SOY PAN
Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de
ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por
muchos para perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé
de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros,
nuevo, en el Reino de mi Padre.»
TRÍADAS
Yo soy Pan
Lo que Cristo está haciendo al repartir el pan que Él es, lo que está
indicando al darse a los demás en forma de alimento es que el ser humano
llega a su plenitud cuando se vacía. Que el verdadero ser está en el acto de
auto- vaciamiento y del olvido de sí. Repartid lo que tenéis y lo que sois;
vaciaos de vosotros mismos para alimentar a los demás y encontraréis
vuestra verdadera identidad. El ser se encuentra cuando se reparte y se
vacía. Vacío y plenitud son, en definitiva, las dos caras de esa única
moneda que es el ser.
Jesús dice también: "Yo soy el pan de Vida. Quien venga a mí ya nunca
tendrá hambre". Durante los años anteriores, para que sus discípulos le
entendieran, Jesús había dado muchas definiciones de sí. Había dicho, por
ejemplo, "yo soy el buen pastor", o "yo soy la puerta estrecha". También
había dicho: "yo soy el Camino, la Verdad y la Vida"; y hasta "yo soy la vid
verdadera". Ahora, en cambio, en el momento cumbre de su vida, ahora da
la definitiva definición de sí: "Yo soy pan", dice. "Tomad y comed de mí". A
lo largo de la historia humana, son incontables los hombres y las mujeres
que han buscado y dado definiciones de sí mismos. Ninguna tan expresiva
y ajustada como ésta: "Yo soy Pan". "Yo soy Alimento." Estamos llamados a
ser pan. Somos lo que estamos llamados a ser en la medida en que
alimentamos a otros; más que eso: en la medida en que nos convertimos
en alimento para que otros vivan de nosotros. En última instancia, eso es
lo que significa "amaos unos a otros como yo os he amado". Así como yo os
he amado repartiéndome y vaciándome, así como yo he sido pan para
vosotros, así sed pan vosotros unos con otros. En eso demostraréis que
sois mis amigos: en que os hacéis alimento para los demás.
LA PALABRA DE JALICS
JESÚS ENSEÑÓ A LOS DISCÍPULOS A ORAR SIN PALABRAS
1. Jesús no sólo se retiró personalmente para orar, sino que enseñó a orar
a sus discípulos. Primeramente en el monte Tabor. El camino de ida y
vuelta de Cafarnaúm al monte Tabor requería como mínimo dos días (unos
100 km). Jesús subió al monte con Pedro, Santiago y Juan. Allá arriba
pasaron por lo menos una noche en oración. Tras una visión, Jesús les
pide que no hablen con nadie de esta experiencia:
Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: “Maestro, ¡qué bueno
es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y
otra para Elías”. No sabía lo que decía. Todavía estaba diciendo esto,
cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor
al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía: “Este es mi Hijo, el
Elegido, escuchadlo”.
En medio de la noche del Tabor, Jesús se transfigura ante sus amigos más
íntimos. ¿Qué has comprendido tú de Jesús en tu oración contemplativa?
La actitud de las mujeres ante Jesús parece testificar que tanto más
talante contemplativo, tanto más capacidad de acompañar en el dolor.
¿Cómo es en general tu actitud vital ante el dolor ajeno?
¿Qué crees que significa “adorar en espíritu y verdad”?
LA ORACIÓN NOCTURNA
Tanta más actividad, tantos más tiempos de retiro son necesarios. ¿Estás
de acuerdo?
¿Has probado meditar por la mañana y por la noche? ¿Qué diferencias
sustanciales ves en hacerlo cuando el día se abre o cuando se cierra?
Todos necesitamos un rato diario de intimidad con nosotros mismos y con
el Misterio. ¿Crees que necesitarías algún periodo intensivo a la semana, al
mes, al año? ¿De cuánto y cómo?
A Jesús le gustaba orar en el Monte de los Olivos. ¿Tienes tú algún lugar o
escenario preferente para tu meditación?
¿Te ha ayudado de hecho la oración y la meditación al discernimiento de
las grandes decisiones de tu vida?
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JESÚS ORANTE
«Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírlo y a que los
curara de sus enfermedades. Él, por su parte, solía retirarse a un
despoblado y se entregaba a la oración» (Lc. 5,15-16).
«Una vez que Jesús estaba orando solo, lo acompañaban sus discípulos»
(Lc. 9,18).
«Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra
vez a la montaña él solo» (Jn. 6,15).
«En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: “Te doy
gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra…”» (Lc. 10,21; Mt. 11,25).
Estamos ante una nueva dimensión del seguimiento. Esta dimensión nos
llama a seguir a Jesucristo contemplando en silencio, sin palabras ni
pensamientos, al Padre. Esta vocación no exige de nosotros algo que
debamos realizar en concreto, sino que nos conduce a omitir todo lo que
impide la gran gracia de la unificación.
En los tres años de su ministerio público, Jesús llevó una vida sumamente
activa. En nuestro mundo agitado e hiperactivo estamos apremiados de
forma semejante a como lo estuvo el propio Jesús en aquel entonces por
las masas que acudían a Él para alcanzar la curación o porque querían
que les hablase de la vida eterna.
Aparte de la formación de los discípulos y del trato con los fariseos, Jesús
se reservaba mucho tiempo para la oración en soledad: temprano en la
mañana y bien entrada la tarde, a veces noches enteras. En el evangelio se
nos habla de tiempos de silencio en montañas, en lugares solitarios, en el
templo y en sinagogas, en el monte de los Olivos, con o sin sus discípulos.
Jesús se tomaba su tiempo. Veamos algunos pasajes.
Cuando Jesús tenía doce años, permaneció una vez tres días enteros en el
templo (Lc. 2,46). Al preguntarle su madre por qué les había hecho eso, Él
respondió: « ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las
cosas de mi Padre?» (Lc. 2,49).
JESÚS Y SILENCIO
evangelistas (Mt. 4,1-11; Mc. 1,12s; Lc. 4,1-13). Las tentaciones de Jesús
muestran que, en la soledad, atravesó pruebas difíciles.
Estos tres hechos fundamentan que Jesús nos llame también a nosotros a
una oración silenciosa y sin palabras. Él vivió en la actitud a la que invitó
también a los demás.
¿Buscas ratos de desierto y de silencio cada día y días de retiro cada mes?
A Jesús le marcó la actitud contemplativa de su madre. ¿Te ha marcado a
ti la actitud contemplativa de alguien? ¿Quién, cómo, por qué?
Has venido a este mundo para algo en concreto. ¿Crees esto? Si lo crees,
¿lo estás haciendo y te preparas activamente para llevarlo a cabo?
¿Cuáles son tus principales tentaciones o pruebas durante la meditación?
¿Y fuera de ella? ¿Hay alguna relación entre ambas?
«El reino de los cielos se parece a diez vírgenes que tomaron sus lámparas
y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran
prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite;
en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El
esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se
oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”. Entonces se
despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus
lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite,
que se nos apagan las lámparas”. Pero las prudentes contestaron: “Por si
acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la
tienda y os lo compréis”. Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo y las
que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró
la puerta. Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo. “Señor,
señor, ábrenos”. Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco”.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora”» (Mt. 25,1-13).
LA INVITACIÓN AL BANQUETE
EL CRIADO
¿A qué estás de hecho más atento en tu vida? (¿al móvil?, ¿a tus hijos?, ¿al
movimiento de tu cuenta bancaria?, ¿al más pequeño movimiento de la
persona que amas?, ¿a tus pensamientos oscuros?...)
¿Sabes al menos cual es “la dirección” de donde vendrá tu esperanza? (En
la medida en que mires en esa dirección, sabes que esa es tu esperanza.)
¿Qué significa para ti en concreto “tened ceñida la cintura y encendidas
las lámparas”?
¿Qué cosas importantes de tu vida te han sorprendido “dormido”, sin
preparar?
¿Sientes vocación al silencio, es decir, a mirar sin intervenir?
LAS BIENAVENTURANZAS
Trabajar por la paz sería la única. Pero incluso la paz se alcanza más bien
con un trabajo interior que por medio de muchas palabras y acciones. Las
bienaventuranzas conducen a un nuevo planteamiento de la
espiritualidad.
UN EXORCISMO
Con ocasión de una dramática curación por parte de Jesús (Mc. 9,14-29;
Mt. 17,14-21; Lc. 9,37-42), un hombre le trajo a su hijo, poseído «por un
espíritu mudo». Este padre de familia describió los síntomas:
¿No es éste un signo claro –cabe preguntarse- de que Jesús dio gran
importancia en la formación de los discípulos al desarrollo de su vida de
oración. Es como si Jesús les estuviera diciendo: “No basta con que vayáis
y prediquéis. Tenéis que curar a partir de mi fuerza, y eso sólo es posible si
os unís más a mí. Tenéis que estar en una unión más estrecha conmigo,
rezar con más fervor y durante más tiempo. ¿No es esta una aplicación
concreta de la doctrina de la vid y los sarmientos?
MARTA Y MARÍA
Jesús equipara las preocupaciones con la ebriedad. Es así como las sitúa
al nivel de una enfermedad grave.
«Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con
juergas, borracheras y las preocupaciones de la vida, y se os eche encima
de repente aquel día» (Lc. 21,34).
En la parábola del sembrador, Jesús coloca las preocupaciones en la
misma línea que la seducción de las riquezas:
«Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero las
preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra
y se queda estéril» (Mt. 13, 22; Mc. 4,19).
Hay todavía otro texto sobre las preocupaciones que nos sitúa con mucha
exactitud en torno a lo que Jesús quiere decir sobre el combate contra
ellas y en qué medida pueden llegar a bloquear la relación personal con Él:
«Esta (Marta de Betania) tenía una hermana llamada María, que, sentada
junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio,
andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose,
dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para
servir? Dile que me eche una mano”.
RITO DE LA BENDICIÓN
En la misa, las mismas lecturas tienen que ser leídas con la convicción y
la fuerza de una bendición, porque en ellas baja el Verbo surgiendo del
corazón del lector. Se reviste de sus palabras y entra por nuestros oídos.
Por eso quien lee debe hacerlo desde el corazón y persuadido de que
transmite una bendición. Jesús pronunció una bendición en la Última
Cena y dijo que nosotros hiciéramos lo mismo. A veces vamos a misa para
recibir a Jesús, pero nos olvidamos que es bendiciendo como uno es
bendecido.
APRENDER A BENDECIR
Antes de curar a los enfermos, Jesús sintió amor por ellos; sintió un deseo
irresistible de conferirles algo de su propia riqueza. Este amor suyo fue
lo que le movió a tocarlos. Para la bendición existe por ello y ante todo
alguien que siente una abundancia, alguien que se siente inundado de
amor, paz, felicidad, y que experimenta que su riqueza se desborda. Por
eso quiere comunicarla.
LAS PREOCUPACIONES
«Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como
serpientes y sencillos como palomas. Pero ¡cuidado con la gente!, porque
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«Por eso os digo: no estéis preocupados por vuestra vida pensando qué vais
a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale
más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad los pájaros
del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro
Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de
vosotros, a fuerza de preocuparse, podrá añadir una hora al tiempo de su
vida? ¿Por qué os preocupáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios
del campo: ni trabajan ni hilan. Y yo os digo que ni Salomón, en todo su
fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está
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Seis veces aparecen esas preocupaciones en este texto. Esto está hablando
de una enfática invitación de Jesús a desprendernos de ellas. Pero ¿cómo
podemos desprendernos completamente de las preocupaciones en este
agitado mundo?
LA VID
Los sarmientos, en cambio, son canales por los que fluye la fuerza de la
vid. No son los sarmientos los que producen los frutos, sino la vid a través
de ellos. Por eso, la atención tiene que estar más orientada a la unión
constante con la vid que a la maduración de los frutos. La vid hace que los
frutos crezcan si los canales están abiertos. Los sarmientos no tienen que
llevar por sí solos el agua, sino que deben asegurar la unión con la fuente
y dejar fluir a través de ellos la fuerza de la vid. La fuerza de la vid hace
madurar los frutos, no el esfuerzo de los sarmientos.
Jesús llamó a los discípulos y los envió con una tarea concreta. Les dio
instrucciones precisas sobre el modo en que debían presentarse, así como
objetivos concretos y criterios. Les proporciona una “espiritualidad activa”.
Pero tras los primeros pasos en esa vida comprometida, Jesús comenzó a
mostrarles que todas esas actividades no tenían mucho sentido y que,
ciertamente, no darían los frutos esperados si no entraban en una relación
personal más profunda con Dios.
Es así como hay que entender los encuentros que tuvo Jesús con los
niños. Él recrimina a los discípulos que no permitan que los niños se les
acerquen. Comenta que ellos ya están en el reino de Dios, mientras que los
discípulos solo podrán llegar allí mediante un gran esfuerzo:
<< Entonces le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos
y orase, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: “Dejadlos, no impidáis a los
niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos”>>
(Mt 19,13-14; Mc 10,13-16; Lc 18,15-17)
Es más: Jesús habla de los niños incluso como modelo para otros, también para
los discípulos:
<< En verdad os digo, el que no reciba el reino de Dios como un niño no entrará
en él>> (Lc 18,17)
Con mayor claridad aún se expresa cuando los discípulos le preguntan quién es el
mayor en el reino de Dios. Entonces, Jesús coloca a los niños en el centro y como
criterio para los discípulos. Éstos, a pesar de que ya han recibido una misión,
tienen que convertirse y llegar a ser como los niños; de otro modo no podrán
alcanzar la vida eterna.
Jesús refuerza otras tres veces más esta afirmación. Primeramente cuando
coloca la pequeñez como criterio de grandeza en el reino de los cielos. <>
(Mt 18,4)
Después, se identifica totalmente con esos niños: <<El que acoge a un niño
como este en mi nombre me acoge a mí>> (Mt 18,5)
Con todo esto, ¿quiere Jesús expresar mensajes paradójicos? ¿Qué oculta
el Padre del cielo a los apóstoles que haya revelado ya a los niños?
Los seres humanos somos muy diferentes. Santa Teresa de Lisieux vivió ya
desde sus primeros años de vida en un estado de verdadera
contemplación. Otros llegan a ella tal vez en el momento de su agonía.
Entre medias hay un abanico muy amplio con diferentes variantes.
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a) La orientación
Pero a menudo oramos más bien para que Dios nos dé una vida hermosa o
para desarrollarnos espiritualmente, para consolidarnos interiormente,
para descansar o para obtener fuerzas de cara a nuestro trabajo. No son
intenciones malas, pero todavía son motivaciones centradas en el propio
yo.
b) «Vender todo»
Hemos sido creados para crecer y para menguar. Para crecer porque
estamos llamados a aceptar realmente esta creación; para menguar en
vistas a desplazar lentamente nuestros tesoros terrenos a los tesoros
eternos del cielo, y ello hasta que no tengamos más que aquello que
depositaremos en las manos de Dios en nuestro instante postrero. Esta
perspectiva tiene que estar siempre existencialmente presente.
c) El proceso emocional
El famoso peregrino ruso decía con esta finalidad una frase relativamente
larga: «Señor Jesús, Hijo del Dios vivo, ten piedad de mí». Pero es que él
meditaba mientras caminaba rápidamente, y eso marca la diferencia. Si se
está sentado o de rodillas, es mejor decir menos palabras y quedarse
simplemente en el nombre. Recomiendo permanecer al menos durante los
primeros veinte o treinta días en el nombre de «Jesucristo».
¿Meditas con las manos juntas a la altura del pecho, una frente a la otra,
sea a la altura del pecho o apoyadas en las piernas, o con las manos
recogidas en el regazo? ¿Te ayuda esta postura al recogimiento? ¿En qué
sentido?
¿Meditas con el mantras “Cristo-Jesús”, “Maranatha”, “sí”, algún otro?
¿Tienes alguna dificultad en su recitación atenta y amorosa?
¿Sientes la tentación de cambiar de mantra?
¿Experimentas que el mantra se va arraigando en tu conciencia hasta el
punto que va apareciendo ahí también en tu vida cotidiana?
LA RESPIRACIÓN
PERMANECER EN LA NATURALEZA
PERMANECER EN LA PERCEPCIÓN
MIRAR UN PUNTO
Pero primero tenemos que aprender a dirigir la mirada durante media hora
o una hora entera con plena atención, sin pensamientos ni distracciones,
hacia un objeto o punto concreto. No es fácil; el aprendizaje puede durar
algunos años.
LA PALABRA DE MAIN
COMPROMISO CON LA SIMPLICIDAD
Creo que todos tenemos el compromiso porque parece que reduce nuestras
opciones. Nos decimos: bien, si me comprometo con meditar entonces no
podré hacer otras cosas. Este miedo se disuelve en la medida en que no
vivimos en la superficialidad de nuestro ser sino en sus
profundidades.
EL CAMINO DE LA LIBERACIÓN
COMUNIÓN SILENCIOSA
Estás llamado a ser uno con Cristo, a ser Cristo. ¿Deseas esto? ¿Cómo lo
deseas o por qué no lo deseas?
DISCIPLINA Y LIBERTAD
Una de las cosas que supongo que todo el mundo quiere lograr en esta
vida es descubrir la verdadera libertad de espíritu. La meditación es,
sencillamente, el camino hacia esa libertad. Es el camino hacia tu propio
corazón. Es el camino hacia la profundidad de tu propio ser, allí donde
puedes simplemente ser. La libertad no es sólo liberarse de las cosas. La
libertad cristiana no es solamente liberarse del deseo, del pecado. Somos
libres para la unión íntima con Dios, que es otra manera de decir que
somos libres para la infinita expansión del espíritu en Dios.
Hay una cosecha maravillosa para todos nosotros en nuestro espíritu. Pero
esta apertura al espíritu de Jesús demanda de nosotros una generosidad
real. Primeramente necesitamos generosidad para reservar media hora de
meditación cada mañana y cada noche. Entiendo muy bien que esto exige
por nuestra parte unas respuestas muy generosas y creativas, dadas las
muchas tareas y responsabilidades en nuestras vidas. En segundo lugar
se requiere una profunda generosidad durante la meditación misma, y ello
para decir la palabra Maranathá desde el principio al final. ¡Son tantas las
veces en que quisiéramos seguir nuestros propios pensamientos, nuestras
intuiciones, nuestro sentimiento religioso! Pero debemos aprender a
dejarlo todo atrás.
En tercer lugar hay una generosidad que se necesita para colocar nuestra
vida entera en armonía con el espíritu de nuestros corazones. Todos
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tenemos cosas que nos conciernen, que nos preocupan, cosas de las
cuales somos responsables. De modo que lo que tenemos que hacer es
poner toda nuestra vida en armonía con esta búsqueda espiritual, con este
peregrinar hacia nuestro propio corazón. En la meditación nos apartamos
de todo aquello que es temporal, de modo que podamos conocer aquello
que es eterno.
¿Son todas estas cosas nada más que utopías religiosas? No lo son. El
misterio en el que nos sumerge la meditación es un misterio personal, el
misterio de nuestra propia persona, la cual alcanza su plenitud en
la persona de Cristo.
La meditación no tiene por ello nada que ver con un ensueño silencioso.
Tiene que ver más bien con la vigilia. Por ello, mientras estemos en el
camino, mientras estemos diciendo nuestro mantra, nos estaremos
alejando de la distracción y estaremos en vías a hacer contacto con la raíz
de la que hemos brotado.
¿Te sientes una persona creativa? ¿Estás de acuerdo en que sólo estás
realmente vivo cuando eres creativo?
Normalmente andamos en la superficie de nosotros mismos, pero a veces
tenemos la sensación de que calamos algo más hondo. ¿Cómo es esa
sensación? ¿De dónde nace? ¿Cómo se despliega y qué te genera?
¿Te experimentas ya redimido, ya salvado, ya liberado? ¿Cuánto y qué hay
en tu vida de YA SÍ (soy lo que soy) y cuánto y qué de TODAVÍA NO?
LA REALIDAD ES AMOR
Para meditar es preciso ser muy sencillos. Esto es un gran reto para
muchos de nosotros, pues hemos sido formados con la conciencia
moderna de la era científica. Cuando comienza a meditar, a la mayoría les
resulta muy difícil creer que sólo con recitar la palabra Maranatha una y
otra vez, ya se está en el camino. Por eso, al comienzo esto deberá
aceptarse por pura fe. Pero lo cierto es que nada conduce al silencio y a la
quietud como el mantra.
EL TEMPLO DE TU CORAZÓN
ROMPIENDO EL ESPEJO
LA INOCENCIA ORIGINAL
«Pero nosotros tenemos la mente de Cristo» (1 Cor.2, 16). Esta frase de San
Pablo es una de las más extraordinarias de la revelación cristiana. Por
desgracia, los cristianos estamos bastante ciegos a las extraordinarias
riquezas que son ya nuestras, que ya han sido alcanzadas para nosotros
por Jesús. Tenemos la mente de Cristo. Eso es lo que cada uno está
invitado a descubrir desde su propia vivencia: que conocemos porque
somos conocidos y que amamos porque somos amados. San Juan escribe
a este respecto: «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos
amado a Dios, sino en que Él nos amó» (1 Jn. 4, 10).
«¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en
vosotros?» (1 Cor. 3, 16).
¿En qué sentido puedes decir que eres ahora más maduro que hace un
año, si es que puedes decirlo?
¿Tienes la determinada determinación de, pase lo que pase, descubrir tu
potencial?
“Tenemos la mente de Cristo.” ¿Qué significa esta frase paulina para ti?
¿Te sientes cuidado por la providencia o por el destino, descuidado más
bien, ignorado…?
¿Has sentido alguna vez que tú eres verdaderamente un templo?
Nada hay más exasperante que hablar con una persona que sólo te está
escuchando a medias. Lo que Jesús nos dice es que nos hay nada peor
que estar medio despierto (o medio dormido). Cuando durmáis,
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LA MUERTE
Toda persona que tenga una postura seria ante la vida considera que
la muerte es un momento de suprema importancia. En la visión cristiana,
la muerte no es el momento más importante de nuestras vidas. Para san
Pablo, ese momento supremo y más importante de toda vida es el
momento de total apertura a Jesús. Para san Pablo, siendo Jesús la
revelación de Dios y queriendo Él revelar su gloria en nuestro propio
corazón, el entero propósito de nuestra vida es peregrinar hacia ese
momento. La única cosa verdaderamente importante para nosotros es, por
tanto, estar en esa peregrinación. El momento de la revelación se otorgará
cuando Dios quiera. Lo que tenemos que hacer es transitar el
camino de la pobreza, de la obediencia y de la simplicidad. Estar listos
para cuando llegue.
MUERTE Y RESURRECCIÓN
Toda la tradición cristiana nos dice que sólo seremos sabios si aprendemos
que aquí no tenemos una «morada permanente». Nuestra vida en
este mundo comienza, se desarrolla, madura y, finalmente, concluye,
algo para lo que debemos prepararnos. Para tener la vida en foco,
debemos tener a la muerte en nuestro campo de visión. La muerte es
importante porque nos recuerda la fragilidad de la condición humana.
San Benito asegura que tener conciencia de nuestra debilidad física nos
capacita para reconocer de igual modo nuestra fragilidad espiritual.
Mediante la meditación nos vamos encontrando con esta verdad básica
de la condición humana: que cada uno de nosotros fue creado para una
infinita expansión de mente y de corazón. De modo que la meditación es
un camino con el que ponemos en foco nuestra propia mortalidad.
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Cada vez que nos sentamos a meditar entramos en este eje de muerte y
resurrección.
- ¿Te sientes en este mundo de paso, es decir, vas más bien ligero de
equipaje?
- ¿Te estás preparando para la muerte? ¿Cómo?
- El pensamiento de tu propia fragilidad, ¿qué te suscita?
- ¿Entiendes que la meditación sea un poner en foco tu propia
mortalidad?
- Piensa a todo lo que has muerto ya en este mundo y a qué
resurrecciones te ha conducido. Piensa en todo a lo que estás invitado a
morir y a qué resurrecciones te podría conducir.
EL ESPÍRITU DE LA CUARESMA
LA FUENTE DE LA VIDA
Sin Él, es difícil siquiera sospechar el potencial que tiene nuestra vida. El
conocimiento de ese potencial, es de suprema importancia para nosotros.
En la tradición de la meditación, este espacio para la expansión del
espíritu, se encuentra en el silencio. Es en este silencio, donde
comenzamos a encontrar la humildad, la compasión, el entendimiento
necesario para la expansión de nuestro espíritu. Hombres y mujeres
conscientes en todas partes del mundo, hoy en día, están comenzando a
ver que el crecimiento espiritual, la conciencia espiritual, es la más
importante prioridad de nuestro tiempo.
LA REALIDAD DE LA FE
LA PALABRA DE MERTON
Cuando recuerdo el último encuentro que tuve con Thomas Merton, lo veo
de pie en el bosque, escuchando caer la lluvia. Cuando comenzó a hablar,
no rompió el silencio, sino que más bien lo transformó en palabras.
Comenzar donde uno está y ser consciente de toda conexión: éste era el
enfoque particular de Thomas Merton respecto de la oración:
“Se nos han inculcado tanto las ideas del fin y los medios que no nos
damos cuenta de que en la vida de oración se trata de una dimensión
diferente. En la tecnología se da un progreso horizontal, en el que uno
parte de un punto y se mueve hacia otro. Pero esta no es la forma en que
se construye una vida de oración. En la oración descubrimos aquello que
ya poseemos. Comenzamos dónde estamos y, al profundizar en lo que ya
tenemos, nos damos cuenta de que ya hemos llegado a la meta. Lo
tenemos todo; sin embargo, al comienzo no lo sabemos ni lo
experimentamos. Todo nos ha sido dado en Cristo. Lo que debemos hacer
es experimentar y vivir lo que ya poseemos”.
1
Al cumplirse el centenario del nacimiento de Thomas Merton (1915-1968), gran místico, poeta,
activista social y pionero del diálogo interreligioso, ofrecemos las notas que tomó el hermano David
durante las conferencias que Merton brindó en el monasterio cisterciense de Whitethorn, California,
poco antes de su partida hacia Oriente (y de su partida de este mundo, acaecida en Bangkok el 10 de
diciembre de 1968). Valiosas lecciones acerca de la oración, del sentido del tiempo y de nuestro
verdadero Ser.
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“Una de las razones por las que no hacemos una pausa es la sensación de
que tenemos que estar en constante movimiento. Esto es ciertamente una
enfermedad. Actualmente, el tiempo se compra y se vende, y nos sentimos
permanentemente endeudados respecto del tiempo. Debemos, por lo tanto,
entender al tiempo de una manera completamente nueva. Somos libres
para amar. Hemos de liberarnos de toda exigencia imaginaria. Vivimos en
la plenitud del tiempo: cada momento es el tiempo de Dios. La oración nos
permite darnos cuenta de que ya tenemos lo que buscamos, no
necesitamos ir corriendo detrás de ello. Todo el tiempo está allí a nuestra
disposición; si nos damos tiempo, Él se nos manifestará.”
“La gran tentación es la del miedo a tomar decisiones que nos dejen solos,
la tentación de ‘seguir la corriente’ en todo. Este es quizás uno de los
mayores peligros que nos esperan en el futuro, ya que nos estamos
acercando cada vez más a ese tipo de sociedad compacta. La sociedad
necesita de aquellos que tienen el valor de hacer lo opuesto a lo que hacen
los demás. Si tenemos el valor de hacerlo, habremos logrado un cambio en
nuestra sociedad. Por supuesto que nos van a decir ‘este tipo está loco’,
pero debemos hacerlo”.