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El prójimo más allá de las personas a mi alrededor, una consideración de los

animales como sujetos

A lo largo de los siglos los paradigmas sociales han ido evolucionando a medida que
la ciencia ha demostrado que los fundamentos de estas convenciones sociales no se
sostienen y que, por lo tanto, deben de ser repensados. Sin embargo, una idea no es
tan sencilla de cambiar dentro del colectivo social, es así que para algunos los
animales son seres de la naturaleza que cumplen una función específica, siguiendo
esa idea de la creación narrada en el Génesis, que el hombre está por encima de
todas las bestias y estas le sirven para colmar sus necesidades, mientras que por otro
lado están quienes consideran a los animales más allá de una visión utilitarista y ven
en ellos un sujeto, por consiguiente es objeto de derechos y de la moral, incluso
adjudicando una responsabilidad y una labor de cuidado al hombre sobre ellos y no
porque los animales la necesiten, sino porque la acción humana los ha afectado y es
necesario compensar tal daño.

El texto plantea que hay un prejuicio que no tiene justificación y se trata de la


concepción de que hay un “abismo ontológico” entre los animales y el hombre, idea
que puede ser vista en filósofos como Max Scheler, en su texto El puesto del hombre
en el cosmos, en el que hace una clasificación taxonómica de las criaturas de la
naturaleza, poniendo los seres inertes en la base, luego las plantas por tener
capacidad vegetativa, luego los animales por tener capacidad sensitiva y según él
algunos vestigios de una racionalidad incipiente y en la cúspide está el hombre que
tiene facultades vegetativas, sensitivas, racionales y además, está dotado del espíritu,
lo que lo hace superior a los demás seres. No obstante, ¿no hay espíritu en las plantas
y en los animales? ¿Es el hombre tan egocéntrico que dice ser superior porque dice
tener todas estas facultades que él mismo se ha atribuido? ¿O será que los otros
seres también lo tienen, pero de una forma distinta a la comprensión humana?

De manera pues que, decir que el hombre es superior incluso casi que un espécimen
aparte del resto de los seres de la naturaleza es más una concepción social construida
que lo que nos dice la ciencia, porque según la teoría evolucionista de Darwin y la
selección natural, el hombre mantiene ancestros comunes con algunas especies de
primates, así mismo, tal es el parecido que su composición genética es compartida
en un 99%, entonces si hay tal parecido ¿en qué momento de la historia se creó ese
abismo ontológico como lo plantean algunos autores? Más bien habría que reflexionar
sobre las similitudes entre hombre y animales más allá de lo que los diferencia,
logrando así un cambio en la percepción y sentimiento de superioridad frente a ellos.

Cuando el hombre se cierra a sí mismo y no reconoce la alteridad, cuando mira al yo


y no reconoce a los otros, al Otro y lo otro, es decir, a las demás personas, a Dios y
a la naturaleza, actúa de manera egoísta y no mide las consecuencias, es así que la
historia tiene muchos ejemplos de especies de animales que se han extinguido
porque el hombre lo ha permitido y ha sido su principal autor, porque los ve solo como
un objeto que tiene una función de saciar una necesidad y cuando ya lo cumplió no
sirve más, que resulta en una concepción de seres sustituibles, pero si el hombre
fuera capaz de imaginarse en el puesto del otro, entendería que por más que se
esfuerce nunca logrará sustituirlo y Levinas reconoce en ello una fortaleza, cuando el
yo se encuentra lo Otro, cuando el hombre se ve frente a frente con una especie
distinta a él debe de reconocer su valor, más allá de su utilidad, no es un
enfrentamiento para determinar quién es mejor, o superior, sino que es una relación
de reconocimiento, donde el yo se identifica como distinto e insustituible de lo otro, y
viceversa, lo otro no es posible sustituirlo ni que ocupe el lugar del yo, y esto resulta
en una responsabilidad por cuidarlo precisamente porque no se puede reemplazar.

De lo anterior, resulta que el hombre tiene una responsabilidad con los animales, por
ser únicos e invaluables, son sujetos de consideración moral, no obstante, no son un
medio para algo, no tienen un fin que beneficie al hombre, sino que son un fin en sí
mismo, Riechmann afirma que los animales son objeto de la moral porque tienen en
sí un bien propio y tal bien es la vida misma, por lo tanto, no pueden ser considerados
como simples instrumentos, puesto que además de estar vivos son seres sintientes.
No son meros objetos inertes de los cuales se puede sacar provecho, en ellos hay
vida y ese valor los pone al mismo nivel que el hombre, dejando a un lado el resto de
facultades que el hombre usa como excusa discursiva para defender una supuesta
superioridad, los animales son seres vivos y eso es lo fundamental, las otras
características son contingentes.
Esta es una reflexión que lo expresa Antoine de Saint-Exupéry, en el capítulo XXI de
El principito cuando este le pregunta al zorro qué significa domesticar, cuya respuesta
es:

“Significa "crear lazos..." (...) Todavía no eres para mí más que un niño
parecido a otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas.
No soy para ti más que un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me
domesticas, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el
mundo. Yo seré para ti único en el mundo...

A los animales hay que entenderlos como únicos en el mundo, que están en una
posición igual que la de el hombre, reconociendo que hay diferencias marcadas entre
unos y otros, pero que no sirven de argumento para establecer una jerarquía y decir
que el hombre es superior. Los animales son sujetos, son seres vivos, seres
sintientes, con los cuales hay una relación de responsabilidad, de cuidado, el hombre
ha forjado lazos con los animales. Además, el animal como el otro usando los términos
de Levinas le permite al hombre reconocerse como yo, el encuentro con un sujeto
distinto debe de servirle al hombre para lograr una apertura y no una cerrazón en sí
mismo, que le permita valorar y cuidar la vida de los animales y no verla solo en
términos de su función o peor aún en términos monetarios.

Por Sofía Cerón Villota


REFERENCIAS
Levinas, M. (2012). Totalidad e infinito. Salamanca: Sígueme
Riechmann, J. (2005). Todos los animales somos hermanos. Madrid: Catarata
Saint-Exupéry, A. (2001). El principito. España: Salamandra.
Scheler, M. (2000). El puesto del hombre en el cosmos. Barcelona: Alba

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