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Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Próximo libro
Sobre el autor
Créditos
Dani Malloye odia las fiestas, y con buena razón. Aunque su mejor amiga trata
de forzar el espíritu navideño en ella con Santas gigantes y duendes que se iluminan,
ella preferiría pasar su tiempo haciendo lo que saber hacer mejor —hacer cumplir la
ley paranormal en las calles de Chicago. Nada como un poco de derramamiento de
sangre malvada para aligerar el humor. Además, trabajar significa que puede pasar
tiempo con su sexy jefe, Cornell Sutton. Lástima que Cornell sea estirado, su nuevo
vecino, y un vampiro. Todo el mundo sabe que los cazadores y los vampiros
simplemente no se mezclan. ¿O sí?
Dani Malloye miró a su amiga Mimi con cautela, positivo, la chica finalmente
se había salido de control y el colapso mental había llegado en forma de una excesiva
alegría festiva. Al parecer, cuando Dani mencionó, en una conversación casual, que
no había celebrado las festividades en años, Mimi lo había visto como un reto y lo
había aceptado.
Diez veces.
Mimi ya había pasado la mayor parte del nevado día en Chicago descargando
caja tras caja de adornos navideños en el patio delantero de Dani, que se encontraba
cubierto de nieve, en un intento de “poner a Dani en el estado de ánimo” para la
temporada. Ninguna cantidad de decoraciones persuadirían alguna vez a Dani a estar
de acuerdo con las celebraciones.
Con una rápida respiración mesurada, Dani forzó una sonrisa en su rostro,
queriendo parecer feliz por el bien de su amiga. Actualmente, Dani se preocupaba de
que su patio estuviera en riesgo de incendio una vez las decoraciones estuvieran
realmente conectadas. Hasta ahora, lo único que danzaba en su cabeza eran
imágenes de su medidor de electricidad girando. Esa era una factura que no tenía
interés en ver.
—Vamos, Dani —suplicó Mimi, ampliando sus ojos azules y sacando el labio
inferior, haciendo un puchero, mientras su cabello rojo asomaba por debajo de su
gorro tejido. La chica tenía una manera de conseguir que Dani accediera a casi
cualquier cosa. Era el poder del código de ética de las mejores amigas. Eso, o esos
grandes ojos tristes. Dani no estaba segura.
—El Santa era demasiado lindo para que me resistiera —añadió Mimi.
Dani hizo una pausa, considerando dejar a Mimi salirse con la suya.
—No.
—Dani, tienes que admitir que es adorable. —Mimi tiró del extremo de la caja,
haciendo su mejor esfuerzo para conseguir liberar al Súper Santa de su empaque.
Por cómo se veía, Súper Santa pesaba una tonelada.
Mimi la miró.
“Pelea” era una palabra suave para ello. El Parque Millennium había sido el
escenario de una batalla infernal entre aquellos que trataban de vigilar a los seres
sobrenaturales, y un selecto grupo de sobrenaturales, quienes habían decidido que
querían hacer lo que les placiera —y hacer lo que les placía significaba atacar
humanos.
—Estoy bien. Adolorida, pero bien —dijo Dani, aunque se encontraba un poco
peor de lo que estaba dispuesta a admitir—. Pero, aun así, no toleraré al Súper Santa.
Lástima que él fuera su jefe, rutinario y poco aventurero. Era del tipo de chico
que sigue las normas. Siempre dándole la misma perorata sobre las normas y los
reglamentos. Sobre sus deberes. Sobre sus modos salvajes.
El idiota había comprado la propiedad junto a la casa de Dani, así como las
siguientes dos propiedades más allá de ésa, hizo que demolieran las casas que había
anteriormente sobre los lotes, y después encargó la construcción de una gigante
mansión de estilo gótico con jardines a juego. El lugar no encajaba en la zona
suburbana ni un poco. Sobresalía como algo insólito, pero lo había hecho todo de
igual forma. Había sido terminada seis meses antes, y durante esos largos seis meses
Dani se había encontrado viviendo al lado de su jefe. Él probablemente la estaba
observando porque tenía planes para reprenderla por su comportamiento juvenil.
Uno sexy.
—Mimi, estoy poniendo el límite allí. Creo que tres Santas ya son un montón.
No estoy segura de que necesitemos uno gigante además de los otros. La última vez
que comprobé, solo había un Santa Claus. También había únicamente ocho pequeños
renos. —Hizo comillas con sus dedos enguantados y después intentó empujar su
largo cabello rubio nuevamente hacia arriba y bajó su gorro sin mucho éxito.
Simplemente tenía mucho cabello para domesticarlo—. ¿Captaste la parte de
pequeños y sólo ocho?
—¿Alguna vez te has preguntado por qué son ocho renos y no, por decir algo,
doce o incluso veinte? Es decir, mira al hombre que se encargan de halar… no es
pequeño.
Mimi gimió.
—Mimi —dijo ella en voz baja, odiando ser la portadora de lo obvio—. Te das
cuenta de que eres una Fae y que eso en sí mismo habla de las probabilidades de que
seas cristiana y celebres una…
Dani gruñó.
Mimi resopló.
—Aún.
—Cierto.
—No debería importar de qué religión soy —dijo Mimi, sosteniendo su actual
elección de decoración como a un oso de peluche—. Quiero celebrar, así que lo hago.
—¿Quieres decir que te tomaste todas estas molestia, pero no tienes un árbol?
—Dani Malloye, no serás un grinch —dijo Mimi, con los ojos muy abiertos.
—El hombre es adinerado y estoy bastante segura de que tiene a sus lacayos
haciendo el trabajo pesado. Dudo que se dé cuenta que falta uno.
—No hay mucho que contar. Después de esa gran redada en el Parque
Millennium, a la cual se presentó, por cierto, exigió que regresara a su casa con él,
en lugar de a la oficina. Lo hice. Dejó que todos los demás involucrados fueran a la
oficina.
—¿No crees que es extraño que vivas al lado de uno de los vampiros más
influyentes de Chicago? —preguntó Mimi.
Mimi sonrió.
—Caray. Me pregunto.
Mimi resopló.
—Sé seria.
La casa de Cornell estaba asentada detrás de una valla de hierro que había
erigido a pocos días de que terminaran las construcciones en la casa principal. Él
tenía dos hellhounds1 que, aunque adorables, al menos a los ojos de Dani, no se les
podía permitir deambular desatendidos por el vecindario. Los humanos tendían a
enloquecer si lo hacían.
1Hellhound: Es un perro o sabueso del infierno. Según la mitología, y la ficción, los perros son muertos vivientes
con una apariencia que puede recordar a unos perros de gran tamaño. En apariencia, suelen verse de color negro o
blanco algo esquelético, ojos rojos o amarillos, además de poseer una enorme fuerza y velocidad, suelen oler a muerto
y en ocasiones tienen la habilidad de hablar.
Todo el mundo lo sabía.
Bueno, no todos, pero ciertamente cualquiera que supiera algo sobre los
hellhounds sabía mucho. No era como si para los humanos los seres sobrenaturales
fueran nuevos. Desde la gigantesca fiesta de manifestación de los seres
sobrenaturales, a mediados de los años setenta, los humanos se habían instruido
sobre lo paranormal. Dani era demasiado joven para haber estado durante el
Despertar Paranormal, como los medios de comunicación lo habían denominado.
Había leído sobre lo que sucedió en aquel entonces.
Dani dudaba mucho que Cornell estuviera demasiado feliz con la idea de vivir
al lado de un país de las maravillas de invierno. Si pensaba lo suficiente, tendría que
admitir para sí misma que le había dado a Mimi el visto bueno para proceder con la
decoración con la esperanza de que eso irritaría a Cornell.
Suspirando, Dani tuvo fuertes sospechas de que tendría que lidiar con un par
de vecinos enojados antes de que acabara semana, y uno sería su jefe. Ella ya era el
enemigo público número uno en cuanto a la Asociación de Propietarios se refería.
Dani parecía coleccionar citaciones. Al imbécil a cargo le desagradaban los seres
sobrenaturales a lo grande. Era uno de los humanos puristas. Un grupo de locos que
pensaban que protestando por todo lo que tenía que ver con los seres sobrenaturales,
de alguna manera conseguirían que desaparecieran. Seguro no entendía que ellos
habían estado aquí más tiempo que los seres humanos. Por otra parte, dudaba que
le importara.
—¿En la Comarca2?
2La Comarca: Es una localización ficticia que forma parte del legendarium creado por el escritor británico J. R. R.
Tolkien y que aparece en sus novelas El Hobbit y El Seños de los Anillos.
No era de sorprender. El lado geek de Dani y sus referencias normalmente
fracasaban con Mimi.
—Lo que sea que creas que es mejor —dijo Dani con un bufido. Mientras Mimi
se apresuraba a ver qué, si acaso, lugares libres le habían quedado en su telaraña de
cables de extensión, Dani dirigió su atención a la casa de su jefe una vez más. Podía
sentirlo allí, todavía observándola. Eso la calentó hasta cierto punto, aunque no
estaba segura de por qué.
—Estoy aburrida —dijo Dani. Había estado decorando durante horas. O más
bien, Mimi había estado decorando y Dani se había quedado atrapada afuera, viendo
al horror festivo tomar forma.
Mimi sacó de otra caja lo que parecía un arpa. Queridos dioses en los cielos,
la chica se las había arreglado para hacerse con un arpa.
—Oh, sí, yo soy la que tiene complejo de niña. —Dani hizo una seña hacia las
cajas de decoraciones todavía sin abrir. El camión de entregas que había llegado
temprano en la mañana había estado lleno hasta el punto de casi reventar—. A
menudo compro las colecciones festivas de todas las tiendas departamentales e
insisto en ponerlas todas, el mismo día, en la misma casa. Sí, seguro yo.
Dani suspiró.
Mimi se sonrojó.
—¡Lo sabía!
Mimi tenía razón. Era bueno saber que, sin importar qué, Dani podía contar
con ella.
Sabiendo que no podría dejar a Mimi sin vigilancia sin temer un incendio, Dani
se dedicó a mantenerse ocupada sin ayudar con la decoración. Reunió nieve y empezó
la tarea sin sentido de construir un obsceno muñeco de nieve. Cada vez que Dani se
las arreglaba para tenerlo al menos medio hecho, Mimi pasaba y lo derribaba. Al
parecer, hacer muñecos de nieve y darles testículos agrandados no era considerado
festivo en el libro de Mimi. Tampoco lo era en el de Dani, pero lograr meterse bajo la
piel de Mimi siempre la atraía.
¿Para qué son las mejores amigas?
Dani se rio.
—Bien. Adelante. Succiona la alegría de ese espíritu navideño que estabas tan
ansiosa de que consiguiera.
—Ouch.
El sabor cobrizo de la sangre llenó la boca de Dani. Ella tragó saliva y reprimió
un gemido cuando su ya maltratado cuerpo se ajustó a la nueva arremetida de
malestar. Mimi se preocuparía si Dani se atrevía a decir que no estaba completamente
sanada de la batalla de la noche anterior. Como una cazadora, Dani sanaba casi tan
rápido como la mayoría de los seres sobrenaturales. Pero había resultado bastante
golpeada y le tomaría al menos otro día estar de regreso a algo cercano a lo normal.
—Sabes lo que quiero decir. Te lo juro, dejas que la primera cosa que viene a
tu mente salga. ¿Y alguna vez piensas en otra cosa además de sexo?
Ella se puso de pie e hizo un movimiento para correr hacia el enorme Santa.
Mimi agarró su tobillo y se echó a reír.
Dani Malloye.
Por ahora vigilaría a la rubia que lo cautivaba —mientras ella seguía con sus
payasadas juveniles, llevando una sonrisa a su rostro. Un rostro que pertenecía a un
hombre que con demasiada frecuencia olvidaba encontrar placer y felicidad en las
cosas a su alrededor —una falla que muchos inmortales sufrían. Hastiarse era
demasiado fácil.
Ella era una mujer curiosa, una que se las arreglaba para siempre mantenerlo
adivinando. Él conocía su pasado. Los horrores que había soportado a una edad joven
a manos de aquellos como él, vampiros. Cuando Cornell había sido informado de lo
que Dani había sufrido, había ido a la caza de quienes la habían herido y los hizo
pagar —durante semanas, una y otra vez. Hasta que entendieron el error que había
sido dañar a Dani y aquellos a los que amaba.
El error que había sido alguna vez poner una mano sobre su mujer.
Mia.
Ardiente necesidad se precipitó sobre él, y sostuvo su bebida tan fuerte que se
sorprendió de no romper el vaso. Había pasado años anhelando a la mujer, queriendo
conocer la sensación de su cuerpo contra en suyo, el sabor de sus labios, el sonido
que ella haría cuando se corriera.
Cornell suspiró, mientras todas las razones por las que nunca podría tener a
Dani para sí mismo, a pesar de lo que el Destino parecía pensar, se precipitaban
sobre él. Ella era una cazadora nata. Él era un vampiro. Ella era su subordinada. Él
era su jefe. La lista seguía y seguía.
Cornell había estado obsesionado con la joven cazadora desde que la conoció
hace cinco años, en el momento de la finalización de su entrenamiento de cazadora,
y justo antes de que hubiera sido traída oficialmente a la Agencia para el
entrenamiento de agente. Tenía dieciocho años en ese tiempo. Demasiado joven para
los sentimientos y deseos que se habían agitado dentro de él. Cornell había colocado
a un amigo de confianza a cargo de supervisar el entrenamiento de Dani en la
Agencia, sabiendo que su fuerza de voluntad era empujada demasiado lejos cuando
se trataba de la terca rubia.
Los últimos años habían sido una dulce agonía para él, estar cerca de ella día
tras día, pero no de la manera en que deseaba y anhelaba. La quería en su cama, a
su lado como una compañera debería estar. No se molestaba en negar lo que él y su
demonio sabían que era verdad —la verdadera razón por la que se sentía tan atraído
a ella.
Ella es mi compañera.
Con lo viejo que era, sabía muy bien como para luchar contra la naturaleza.
Terminaba mal para cualquiera que lo intentara y, por alguna razón, muchos
hombres sobrenaturales lo hacían. Pensaban que si enterraban sus cabezas en la
arena, y pretendían que lo que estaba delante de su propia nariz no era cierto,
entonces podrían seguir viviendo de la forma en que se habían acostumbrado.
Suponía que era un defecto de la mayoría de los machos alfa, sin importar qué tipo
de ser sobrenatural fueran.
Como una vampiro nato, Cornell nunca había sido un esclavo de su demonio
al grado en que los engendrados lo eran. Pero cuando se trataba de Dani Malloye, no
se encontraba más capaz de controlar su lado demoníaco que un vampiro novato
recién engendrado.
Movió su mano libre hacia la ventana mientras miraba hacia ella, observándola
riendo con su amiga. Era difícil no sonreír también —su expresión era así de
contagiosa. Quería tocarla, conocer la sensación de su piel. Incontables horas había
pasado fantaseando sobre cómo ella se sentiría debajo de él, con su polla enterrada
profundamente en ella, con sus cuerpos entrelazados.
Gimiendo, Cornell lanzó una mirada especulativa por encima de su vaso hacia
Finn, quien estaba sentado con las piernas abiertas, cerveza en mano. La cerveza
estaba haciendo espuma por los lados del vaso y por su mano, sobre un sofá de miles
de dólares.
—Lo sé —respondió Finn con un meneo de sus cejas oscuras—. Es por eso que
lo hago.
Obvio.
Él tenía que admitir que fue exagerado construir su casa justo al lado de la de
Dani, aunque había sido incapaz de resistir el estar cerca de ella por más tiempo.
Finn no.
A pesar de que Finn era ciertamente una fuerza a tener en cuenta dentro de
los círculos de vampiros, seguía aferrado a su humanidad, pero eso era quizás porque
había comenzado como humano. A diferencia de Cornell y sus hermanos. La
capacidad de Finn para mantenerse alejado de su demonio —algo casi inaudito en
aquellos que habían sido engendrados— había sido lo que impulsó a Cornell pedirle
al hombre que supervisara la formación de Dani. Y Finn lo había hecho sentirse
orgulloso.
—Lo sé, pero eso no cambia nada. Permití que fuera herida —dijo, sintiéndose
derrotado. Había estado ocupado con otro asunto y había sido incapaz de seguir a
Dani como normalmente lo hacía.
—Lo tienes mal por ella. —Riendo, Finn sacudió el hombro de Cornell
ligeramente—. Ve y habla con ella. No como su jefe sino como un hombre. Parezco
recordar una vez, hace mucho tiempo, cuando eras un ejemplo con las damas. Trata
de recordar cómo era.
—¿Qué diría? —preguntó. El hombre que había sido hace tiempo no había
dejado rastro de sí mismo detrás. Él era una mera sombra de quien una vez había
sido, cuando se trataba de Dani. Hubo un tiempo en que había atraído mujeres a su
cama todas las noches, utilizándolas para saciar sus necesidad —tanto sexuales
como las relacionadas con la sangre—, y después las mandaba lejos, sin tener ningún
deseo de repetir visitas. Dani era diferente. Él la anhelaba tanto que eso probaba sus
límites. Mucho más y algo sucedería. No estaba seguro de qué, y eso lo aterrorizaba—
. A veces, se me acaban los asuntos relacionados con el trabajo para discutir con ella.
—Ves, la idea de llenarla con tu alegría festiva te tiene sin palabras —respondió
Finn con otra risita.
Cornell gimió.
—Lo sé, ¿verdad? —Finn aplaudió—. También estoy en lo correcto sobre que
necesitas hacer tu movimiento. Si no lo haces, ella podría encontrar a algún bastardo
guapo y decidir convivir en pareja con él. Crees que verla ser un poco golpeada en
una cacería es malo. Imagina viéndola ser jodidamente follada. Ella es joven y está
en la flor de la vida. No creo que vaya a permanecer soltera para siempre. ¿Tú sí?
La sola idea de Dani con otro hombre puso los dientes de Cornell al borde. Su
demonio se levantó, amenazando con obligar a mostrar sus colmillos mientras su
estado de ánimo se agriaba. Empujó su vaso de whisky hacia Finn y caminó
enfurecido hacia la puerta, agarrando su abrigo también. Como un vampiro ya estaba
más fresco que la mayoría y no era un fanático del frío intenso más que nadie.
Finn se rio.
—Cada uno de nosotros, excepto ustedes dos, parece haberse dado cuenta,
amigo.
—¿De verdad?
—Así que estás diciendo que no debería hablar. Lo entiendo. —Señaló Finn—.
Mira, ella está en el suelo. Mejor toma ventaja de esto inmediatamente. Ya estás
bastante atrasado en hacer tu movimiento.
Cornell gruñó mientras daba grandes pasos a través de su patio lateral
cubierto de nieve en dirección al patio delantero de Dani.
—Finn, estoy fuera del horario de trabajo y si estás aquí para ofrecerme horas
extras, voy a pasar. Apenas tengo una vida. Sutton me ha tenido trabajando catorce
horas diarias. Trata de matarme. Estoy segura de eso.
—Te equivocas. Estoy bastante segura de que me odia. ¿Por qué más el hombre
me haría trabajar sin parar? Espera. ¿Por qué estás aquí?
Empujándose hacia arriba para levantarse del suelo, Dani dio menos de un
paso antes de que la Madre Naturaleza decidiera colocarla sobre su trasero una vez
más. Perdió el equilibrio en la placa de hielo, sus pies salieron desde debajo de ella,
y cayó sobre su trasero. Malestar explotó en su espalda, pero su orgullo era lo más
herido. Si hubiera estado en plena forma, un trozo de hielo no le habría hecho nada.
Ella observó el sonriente rostro del hombre que la había entrenado cuando fue
traída como cazadora.
—Por supuesto que me verías caer de culo. Todos en la oficina lo sabrían para
la semana que viene, ¿no es así? Dime que no conseguiste una fotografía de ello. No
necesito ser el inicio de los próximos videos de caídas en la oficina.
—Ouch, nunca lo haría. —Finn Mackay movió sus cejas oscuras—. Además,
los videos de caídas son todos de Sasha esta semana. Va a ser difícil superar eso.
—No te creo.
Dani miró hacia el frente de su casa. Que ahora era una total y completa
monstruosidad.
Finn se rio.
Finn mostró su famosa sonrisa de chico malo mientras pasaba una mano a
través de su cabello marrón oscuro hasta la altura de sus hombros.
Un profundo suspiro salió de Mimi, y Dani no pudo evitar voltear para ver lo
que estaba pasando. La mirada soñadora en el rostro en forma de corazón de Mimi
hizo retorcerse el labio de Dani.
—Oh, Dios mío, no me digas que estás haciendo ese suspiro entrecortado por
Finn. Es Finn, por el amor de Dios. Nos burlamos de él todos los días en el trabajo.
Mimi salió disparada hacia adelante y tomó a Dani por el brazo, mientras
miraba más allá de Finn.
Espera.
¿Frente a él?
Probablemente lo planeaba.
Ella casi le dio una respuesta listilla, pero decidió no hacerlo por el bien de la
temporada y todo. Además, estaba cansada de siempre estar en desacuerdo con él.
Su ceja se elevó.
La expresión de Finn cambió y Dani casi se rio. El hombre no quería ser forzado
a beber chocolate. Ella no podía culparlo.
—En realidad, vinimos a ver si les importaría unirse a nosotros para tomar
una copa.
Mimi lo miró.
Mimi suspiró.
Dani se tensó.
—¿Nos encantaría?
Cornell de repente estaba justo frente a ella, moviéndose a una velocidad que
no podía seguir, algo que sólo el más poderoso de los vampiros podía hacer en lo que
respecta a un cazador. Se presionó contra ella, con su mano yendo hacia su mejilla,
y ella notó lo fría que era su piel. Sus cejas se fruncieron mientras Cornell rozaba
algo de su mejilla, su toque excitándola más.
—Tenías nieve en ti —dijo, luciendo más sexy de lo que cualquier hombre tenía
derecho a lucir. Maldito fuera por tener el oscuro y melancólico atractivo sexual
convertido en ciencia. Y maldita fuera ella por ser una completa tonta por ello.
—Oh —respondió, con su mano yendo sobre la suya. La única vez en que le
resultaba difícil pensar con claridad era cuando estaba cerca de él. Fue como si el
tiempo se detuviera mientras ella levantaba su mirada hacia la oscura mirada de él.
Se habría preocupado de estar siendo hipnotizada por él, pero los cazadores natos
eran inmunes a tales trucos de los vampiros. Dicho esto, se sentía como si estuviera
siendo total y completamente arrastrada y perdida en sus ojos. Eso sucedía mucho
cuando se atrevía a hacer contacto visual con el hombre.
Ella levantó la cabeza. ¿Por qué estaba siendo tan amable con ella?
Normalmente en este punto él le habría ladrado órdenes o habría hablado de cuán
descuidada era en su patrullaje.
—¿Señor?
Él sonrió, y ella no podía recordar un momento en que lo había visto hacer eso
antes.
—Me imagino que te molesta —respondió ella, en voz baja, su cuerpo atrapado
en lo cerca que él estaba.
—Tú y Finn obtienen gran placer en hacer cosas para molestarme —comentó,
y maldito fuera si sus labios no parecían aún más cerca.
Ella se quedó inmóvil, asustada de que si se movía podría muy bien ir por el
beso. Demasiadas de sus fantasías involucraban sus labios en los suyos. Con el
invernal país de las maravillas de Mimi rodeándolos, las luces reflejándose en el suelo
cubierto de nieve, el momento ya se sentía surrealista —tener la boca de Cornell tan
cerca de la suya estaba empujando eso demasiado lejos.
Finn tenía razón. Cornell era alto, oscuro y su jefe. Ceder y besarlo sería muy
malo. Súper malo. Lo peor que pudiera hacer en la vida.
Alejarla.
Jadeando, saltó hacia atrás, golpeando la misma placa de hielo que ya la había
superado más de una vez. Dani cayó con fuerza, pero no estaba sola. Cornell se
deslizó con ella, su cuerpo sobre el de ella hacia el suelo. De alguna manera, él se las
arregló para acunar la parte posterior de su cabeza con sus manos y volteó sus
cuerpos en el último segundo, tomando la peor parte de su peso sobre él. Ella se
quedó allí, extendida encima de él, con su ingle presionando la suya, con sus cuerpos
pareciendo en casa con el otro.
Ella gritó.
Él se rio.
—¡Señor!
—Dani —se burló él, antes de golpear con fuerza su trasero juguetonamente.
Ella ni siquiera se había dado cuenta que Cornell tenía un lado juguetón.
Permaneció inmóvil encima de él. Le tomó un momento darse cuenta de que ellos se
estaban riendo. Levantó la mirada y encontró a Mimi y a Finn, riéndose, y caminando
en dirección a la casa de Cornell.
Él parecía divertido.
—¿Qué? —preguntó ella, sus labios todavía sintiendo las secuelas de su beso.
—En todo esto —dijo, señalando hacia el patio y las decoraciones—. Estoy
seguro de que vi muérdago. Tienes un buen ojo.
Ella comenzó a seguir su lógica. Le estaba dando una salida por haberlo
besado. La cobarde en ella quería tomarlo. Su terquedad lo prohibió. Enderezó los
hombros.
—No vi ningún muérdago. Sólo vi tus labios y decidí besarlos. ¿Qué vas a
hacer? ¿Hacerme trabajar incluso más horas extras?
—¿Q-qué? —se las arregló para decir. Apenas. Las palabras casi se quedaron
atascadas en su garganta. ¿Dónde estaba su lado feroz? ¿El lado que se enfrentaba
mano a mano con agresivos seres sobrenaturales todas las noches? ¿Por qué de
repente se redujo a un ciervo frente a los faros?
—Deberíamos ir por ese trago ahora —dijo ella, sin saber si podía confiar en sí
misma un momento más con él tan cerca.
—Perfecto.
Sus pensamientos regresaron al beso que había compartido con Cornell. Había
conocido al hombre durante años, lo había deseado por tantos, y había soñado que
él en realidad la besaba.
Temblando, haló hacia arriba el suéter de cachemira que Cornell le había dado
al entrar a la enorme sala y notar su estado de frío. Dani no se había dado cuenta de
cuánta nieve había empapado su ropa mientras estaba afuera hasta que entró a la
calidez. Había estado preocupada por arruinar su lujoso mobiliario al sentarse en
este mojada. A él no parecía importarle ni un poco.
—Tu suéter está mojado. ¿Te gustaría uno seco? Tengo muchos.
¿Podría manejar usar uno de los suéteres del hombre? Probablemente no. Ya
había hecho el ridículo afuera. ¿Se atrevería a aceptar la oferta?
Negó con la cabeza, siguiendo su instinto. Si éste decía peligro, peligro, ella lo
escucharía. Obviamente, Mimi no sería de ayuda para evitar que Dani se arrojara a
los pies de su jefe, suplicándole al hombre que la follara. Mimi estaba demasiado
ocupada provocando a Finn mientras golpeaba bolas en la mesa de billar en la
esquina más alejada de la habitación. Ella se mantenía moviendo su trasero cuando
Finn estaba detrás de ella, aferrando un palo de billar, luciendo como su pudiera
romperlo en dos.
Pobre Finn.
Mimi era del tipo de Fae que rezumbaba atractivo sexual, y Finn había caído
por ello, había mordido el anzuelo. Dani dudaba que algo saldría de ello, porque
aunque Mimi pensaba que Finn era atractivo, no estaba tan interesada en él —ellas
habían hablado sobre los hombres con los que trabajaban lo suficiente para que Dani
lo supiera. Que era lo mejor, ya que Finn era un completo mujeriego.
—¿Estás segura? —preguntó Cornell, avivando más el fuego, cada atizar de las
llamas excitaba a Dani dado que ella percibía la acción de alguna manera sexual.
Queridos dioses en los cielos, no te quites la ropa delante de este hombre. Ponte
más ropa encima. De inmediato. Tal vez veinte.
—No. Iré al lado y agarraré uno de los míos. Sin embargo, gracias. —Dani se
puso de pie, y Zeus, uno de los hellhounds de Cornell, corrió hacia ella,
inmovilizándola sobre el sofá de gran tamaño. Babeó en su pierna mientras la
empujaba más, haciéndola caer suavemente en posición sentada una vez más.
Después Zeus trató de subirse a su regazo—. Oye, no eres un perro de regazo. Ya te
lo he dicho.
El perro era un gigante gentil y ella tenía una gran debilidad por él. Frotó
detrás de sus orejas y luego se inclinó, besando la parte superior de su cabeza. Le
recordaba al gran Lobero Irlandés3 pero con los ojos rojos.
3Lobero Irlandés: El Cazador de lobos irlandés, Lebrel Irlandés o Lobero Irlandés es una raza canina que proviene
de Irlanda, siendo la raza de perro con estatura media más alta.
—Que come chicos malos cuando le dan permiso —recordó Finn.
—Los hellhounds de Corny son temibles con todo el mundo excepto contigo —
dijo Finn—. Le dije que debería encerrarlos lejos.
Mimi se rio.
Rosa se deslizó por su cuello, cubriendo sus mejillas. Dani hizo todo lo posible
por ignorar la repentina oleada de calor que se esparció a través de ella en el segundo
en que su mirada se encontró con la de Cornell. El hombre era como un imán sexual.
Mirarlo la llevó directamente a pensamientos traviesos y realmente quería que su
calabacín hiciera acto de presencia, y pronto. Eso, o necesitaba poner mucha
distancia entre ellos y rápido, o iba a hacer mucho más que simplemente besar a su
jefe.
Iba a derribarlo y haría con él lo que quería. Las políticas en el trabajo serían
condenadas. Y por la forma en que él seguía viéndola, no estaba tan segura de que él
haría algo para detenerla de representar sus fantasías.
Su cuerpo se sonrojó mientras los efectos del placer ahora pulsaban a través
de ella, empujando fuera y sobre ella. Había estado con hombres antes, y su cuerpo
nunca había respondido de esta forma o se había corrido así de duro y pesado.
Estaba segura de que Finn y Cornell podían oler su cuerpo formando crema,
y quería arrastrarse lejos y esconderse, avergonzada de haberse atrevido a excitarse
por aparentemente nada. Estaba a punto de tratar de ponerse de pie y marcharse
cuando imágenes brillaron ante sus ojos. La mostraban en la cama con Cornell a
medida que rodaban en sábanas de satén, con sus cuerpos entrelazados. Aunque el
acto en realidad nunca había ocurrido, se veía y se sentía real, prolongando su
orgasmo. Él la penetró, su polla llenándola más allá del punto de ruptura, haciéndola
aferrarse a él, arqueando su espalda y tomándolo profundo.
Dani vio a Cornell salir de ella antes de darle la vuelta sobre su estómago.
Plantó una hilera de besos por su espalda, separando las mejillas de su trasero. Él
se movió hacia arriba y sobre ella una vez más, esta vez con la cabeza de su polla
alineada con su culo. Ella se puso rígida y él se inclinó, besando su cuello
suavemente, haciéndola gemir de nuevo.
—No, chico. No me voy a quedar. Necesito correr a casa y agarrar algo. Después
regresaré.
—Te acompañaré.
—E-está bien —se las arregló a decir, sonando más como una novata asustada
que una cazadora experimentada.
Ella resopló.
—¿Extraño? —Se burló él, hablando como ella lo haría, en lugar de su propio
acercamiento más refinado a la conversación—. ¿Cómo es eso?
Ella gruñó.
—Ajám.
—¡No es eso, no! —Dani bajó la cabeza, avergonzada por su arrebato. Ella
prácticamente le gritó al hombre que lo deseaba.
—Te grito porque me preocupo por ti —dijo él—. Te grito porque temo que algo
vaya a pasarte. Te grito porque me preocupo demasiado.
—Di algo.
Cornell retrocedió. Esa no era la respuesta que había estado esperando. Inclinó
la cabeza ligeramente, pensando que lo mejor era evitar rotundamente reconocer su
mal comportamiento. Había tenido que utilizar una gran cantidad de poder para
influir en ella e impulsar sus deseos eróticos hacia ella. No estaba precisamente
orgulloso de su comportamiento, pero se había decidido por ello siendo hora de que
actuara acorde a sus sentimientos.
—¿Cómo?
—No fue fácil —dijo, en voz baja—. Tu sangre de cazadora te da una gran
resistencia, por no mencionar que eres terca.
—Debería abofetearte.
Él se mantuvo firme.
—Creo que sé qué siento mejor que tú. Y amarte no es estúpido. Pretender que
no lo hago lo es. Y he terminado de fingir, Danielle.
Humedad recubrió sus ojos y un pedazo de él se hizo añicos ante el
pensamiento de que la había molestado hasta el punto de las lágrimas. Ella tocó su
pecho.
Él cerró los ojos y levantó la cabeza, sus propias emociones amenazando con
sacar lo mejor de él.
Sobre ellos.
En lugar de eso, siguió besándola mientras la llevaba más allá del pasillo en
dirección a la gran escalera. La llevó por las escaleras, con sus bocas todavía unidas.
Cuando llegó a la habitación principal, rompió el beso el tiempo suficiente para
hablar.
Ella palideció.
—¿Reclamarme? ¿Por qué querrías hacer eso? Eso significaría que vamos a
estar juntos para siempre.
Él no pudo evitar sonreír.
La besó en la frente y la puso sobre sus pies ligeramente. Si ella quería irse, él
la dejaría porque la amaba y nunca la obligaría a aceptarlo.
—Eres mi compañera, Dani. Lo supe desde el segundo en que puse mis ojos
en ti. Es por eso que tuve a Finn entrenándote en mi lugar. Me preocupaba perder el
control y reclamarte cuando eras demasiado joven para saber en lo que te estarías
metiendo.
—No. No lo eres. Pero no todos los compañeros de los vampiros son vampiros
—le recordó.
Él sonrió.
—Mi querida, los últimos vampiros que se han emparejado provenientes de las
familias gobernantes lo hicieron hace siglos. De hecho, creo que mis padres fueron
los últimos en emparejarse.
—Eres mi jefe.
Él asintió, sabiendo que ella estaba repasando cada punto que creía debería
mantenerlos separados. Él mismo lo había hecho muchas veces.
—Eres un gigante dolor en el culo —añadió ella, haciéndolo reír y a ella sonreír.
—Lo soy. Ahora. Voy a dejar que esta elección dependa de ti. —Dio un paso
hacia atrás e hizo un gesto hacia la puerta y luego hacia el pasillo—. Quédate y sé mi
esposa, o márchate y respetaré tus deseos. No me van a gustar, pero los respetaré.
Él sabía que ella se había sentido sola y no deseada por mucho tiempo con
todo lo que le había sucedido en el pasado.
—Dani, quiero que seas mía. Estoy cansado de tratar de resistir la atracción
hacia ti. Estoy cansado de dejar que las reglas y regulaciones me detengan. Naciste
para mí y he esperado demasiado tiempo en mi vida inmortal para dejar pasar otro
día sin ti en ella completamente.
Las lágrimas que había pensado que ella no derramaría antes, se liberaron,
cayendo por sus mejillas, rompiendo su corazón.
—Eso me gustaría.
Ella jadeó.
—¿Fuiste tú?
Él asintió.
Él asintió.
Lo siguiente que supo era que estaba en sus brazos, empujándose hacia arriba
y hacia él. Sus labios encontraron los de él y enrolló sus brazos alrededor de su cuello.
Ella lo besó profundamente, al punto en que su polla no podía resistir más. Con un
gruñido, él arrancó su boca de la suya, sus colmillos a punto de romper a través de
las encías.
—Dani.
Puso una pausa a sus deseos, su mirada fija en el costado derecho de Dani.
Había un moretón que se parecía mucho a la impresión de una bota. Eso le robó todo
su control y su demonio se asomó y emergió. Sus colmillos explotaron en su boca y
siseó, sabiendo que sus ojos ahora eran de un sólido negro.
Dani nunca mostró ningún signo de tener miedo de él. Ni siquiera con lo que
había visto cuando era una niña —vampiros masacrando a su familia.
Se levantó sobre sus codos, su largo cabello rubio derramándose sobre sus
hombros. Le ofreció una sonrisa tonta.
—¿Puedes ponerte loco por los idiotas que se metieron conmigo después y tal
vez tener sexo conmigo ahora?
Él ciertamente podía.
Vampiro despierto
Dani no podía apartar la mirada del torso de Cornell. Cada onza en él estaba
esculpida, y con su piel pálida, parecía estar hecho de mármol. Se mordió el interior
de la mejilla un poco demasiado fuerte y se sacó sangre. Cornell olfateó el aire y luego
se echó hacia atrás; ella sospechó fuertemente que él estaba a punto de dejarla en
un estado de deseo, sólo para ser un caballero.
Ella besó más su torso, sus manos moviéndose a sus caderas. Tiró de sus
pantalones. Ya estaban desabrochados y la más mínima presión los movió hacia
abajo, dejando al descubierto su larga y gruesa polla, enclavada en una mata de vello
negro bien mantenida. La boca de Dani se hizo agua ante la visión de la polla de
Cornell. El hombre simplemente seguía poniéndose cada vez mejor.
Cornell tocó la parte superior de su cabeza y bajó la mirada hacia ella a medida
que se apoderaba de su eje suave como el terciopelo. Movió su lengua sobre la parte
inferior de su abdomen, peligrosamente cerca de su mata de vello. Él siseó,
apoderándose de su cabello, tirando suavemente de una manera necesitada.
Ella llevó la cabeza de su polla a sus labios y sacó su lengua por encima de la
hendidura en la punta de su miembro. Él se movió, sus caderas haciendo
movimientos de empuje controlados —por ahora.
El hombre al que había deseado durante años ahora era uno con ella y se
sentía perfectamente —correcto. Respondió a sus movimientos, queriendo ser follada
largo y duro. Cornell sonrió contra sus labios y luego aminoró el ritmo hasta casi
detenerse.
—Me mordí la mejilla. Ahora muévelo, amigo. Más fuerte. Justo en este
segundo —dijo, dándole una palmada en la mejilla del culo juguetonamente.
—¡No!
Parecía confundido, pero entonces su lengua salió y fue sobre sus colmillos.
Asintió y bajó la cabeza. Ella se preguntó cuánto control le estaba tomando no
lanzársele a la yugular y morderla como un salvaje. Su conjetura: mucho.
Lo rasguñé.
Lamió y la energía fría se intensificó hasta el punto en que gritó de placer, las
palabras cayendo libres mientras lo hacía.
—¡Mío!
—Mía.
Perforó dentro de ella más duro, hasta el punto en que la cabecera golpeó la
pared, haciendo golpes fuertes. Le preocupaba poco si Mimi o Finn podían escuchar
lo que estaba pasando desde abajo. Todo por lo que Dani se preocupaba era el
momento —estar con Cornell.
—Te rasguñé.
Ella sonrió.
—Sí. Lo hiciste. —Entonces su sonrisa se desvaneció—. Estás más animado
ahora, ¿no es así? No te ofendas, pero normalmente eres una especie de chapado a
la antigua.
—¿Un qué?
—Un anticuado.
Él se encogió de hombros.
—Dani, sólo para ser claro, ya que no eres un vampiro después de todo. Sabes
que ahora estamos emparejados, ¿verdad?
Él sonrió.
Cornell sonrió.
—Están en tu casa ahora. Se fueron poco después de que entramos al
dormitorio.
—Oh, se me olvidó que puedes oír todo —dijo ella, y luego sopló un mechón de
su largo cabello rubio de su rostro.
Él sonrió.
Ella se echó a reír más fuerte y él se inclinó, besando una mejilla de su trasero
antes de arrastrar una línea de besos más abajo. Cornell separó sus mejillas y luego
se inclinó más, lamiendo una línea a lo largo de su empapada abertura. Empujó un
dedo dentro de su húmedo y apretado coño y su polla palpitó, queriendo más de ella.
Nunca tendría suficiente.
Un compañero.
No podía dejar de sonreír. Fue hasta el punto en que las mejillas le dolían. Se
incorporó lentamente, con la camisa de él abotonada desordenadamente sobre sus
pechos. Su atención se dirigió a la habitación, y por primera vez en realidad miró a
su alrededor, empapándose en la visión de todo. Su esposo era un sofisticado.
Esposo.
Él era esa clase de canalla, y estaba lleno de tanto odio e ignorancia. Ella no
lo pondría por delante de él.
Imbécil.
—Él odia a todos los que no son como él: rubio, de ojos azules y humano. Creo
que hay palabras para su tipo —dijo Cornell.
—Sí, idiotas.
—Ah, mi esposa, la poeta residente de Oak Tree Ridge. —Cornell meció sus
cuerpos hacia atrás y hacia adelante suavemente, besando su cuello en el proceso—
. Intentó citarme por construir una casa con jardines que asemejaban un cementerio.
—¿Qué dijiste? —preguntó, mirando sobre su hombro hacia él.
—Le dije que por cada citación que recibí, tomaría un litro de su sangre como
pago por mi tiempo leyendo sus tonterías.
Ella se rio.
—¿Y funcionó?
—Hablando de tu propiedad —dijo ella con una sonrisa—. Creo que tus
gárgolas de enfrente se verían asombrosas con guirnaldas alrededor de sus cuellos.
Él rio.
—Bueno, son tus gárgolas ahora, así que haz con ellas lo que desees.
Ella hizo una pausa, su mente envolviéndose alrededor del hecho de que ahora
eran una sola unidad.
—Viviré donde sea que quieras vivir —dijo, con sus labios en su cuello otra
vez—. Mi hogar está donde quiera que tú estés, Dani.
—Voto por que hagamos el amor en cada habitación de ambas casas para
ayudarnos a decidir mejor.
Ella sonrió, gustándole enormemente esa idea. Levantó la mirada hacia él.
Él le guiñó el ojo.
Lo abrazó.
—A cazar por las celebraciones —dijo, bajando la voz—. Planeo encontrar a los
pocos que lograron escapar anoche y mostrarles lo que pasa cuando uno daña a mi
compañera.
Dani sonrió.
—Por mucho que te amo, en realidad no necesito ningún otro chico malo
muerto envuelto en lazos. En este momento, sólo te necesito a ti.
Él la cargó y ella supo que iba a llevarla de regreso a la cama. Donde quería
estar.
Ella sonrió.
—Al parecer Mimi está haciendo que Finn beba chocolate caliente. Él está
maldiciendo a la Fae en voz baja. Ah, y ella está amenazando con golpearlo en la
cabeza con un bastón de caramelo.
—Muchacha, dime otra vez, ¿por qué estamos parados en el frío congelante
esperando en una fila para una tienda en la que nunca he comprado?
Maldita sea.
Debería haber adivinado eso con Mimi. Ella coqueteaba con él, pero no parecía
del todo interesada en él. Lo cual lo desconcertaba porque todas las mujeres lo
encontraba encantador e irresistible.
Los inviernos de Chicago no eran agradables y este año era uno especialmente
brutal. Aunque no era del tipo de brutal de arrópate hasta la nariz, como Mimi se
había vestido. Él técnicamente podría haber estado muerto, pero eso no significaba
que disfrutaba de congelar su culo. Vampiro o no. Le gustaba el calor tanto como a
cualquiera. Infiernos, tal vez más.
Mimi resopló.
—Te quejas mucho. Debería haberle exigido a Dani que viniera conmigo, y que
tú y Cornell fueran a la otra tienda.
Malditos puristas.
Queriendo que el mundo volviera a ser lo que había sido antes de mediados de
los setenta. Antes del Despertar Paranormal que había sacado a los seres
sobrenaturales de su escondite y los había puesto al frente. Finn medio echaba de
menos los viejos buenos días. Cuando no tenía que tratar de ser un ciudadano
vampiro respetable y simplemente lograba comer gente molesta en los callejones y
culpar a la delincuencia de la gran ciudad.
—¿Soy yo o apesta aquí afuera? —preguntó el tonto detrás de Finn—. Creo que
el tieso delante de mí está empezando a descongelarse.
Imbéciles ignorantes.
El hombre sólo sabía que Finn era un vampiro porque había escuchado a Mimi
y a Finn hablar a su llegada, cuando Mimi había hecho un comentario acerca de ser
feliz de que él hubiera llegado justo después del atardecer. El hombre nunca lo habría
sabido si eso no hubiera sido mencionado en una conversación casual. Durante los
últimos treinta minutos, Finn había estado ideando maneras de terminar con la
existencia del hombre, todo mientras Mimi planeaba su estrategia perfecta de
compras para cuando las puertas se abrieron.
Finn seguía sin ver el punto de las compras del Black Friday. Él podría haber
ordenado todo en internet y no tenía que congelarse o tratar de resistirse a comer
humanos.
Lo cual parecía cada vez más difícil de hacer con cada momento que pasaba.
Finn no amaba el sabor de la ignorancia, pero la sangre era sangre y drenaría al
imbécil de ella.
Mimi asintió.
—Lo soy y ahora mismo estoy intentando averiguar si quiero llegar al pasillo
uno o al pasillo diez primero, así que no quieres meterte conmigo. ¿Lo entiendes?
—Lo entiendo.
—Así que, acerca de las compras. ¿Alguna vez has considerado añadir un poco
de color a tu guardarropa?
Con una sonrisa, Finn tiró de Mimi para ponerla de pie frente a él, negando
con la cabeza hacia la hembra luchadora. Ella al parecer disfrutaba de las compras
más que la mayoría y consideraba el día después de Acción de Gracias un asunto
serio.
Heated Holiday
Mandy M. Roth
Es una Goonie
autoproclamada, ama la música de
los 80’s, las películas y desea que los
calentadores volvieran a ponerse de
moda. También piensa que la película
The Breakfast Club debería ser vista
obligatoriamente por… está bien, todo
el mundo. Cuando no está bailando
alrededor de su oficina al ritmo de los
sonidos de los 80’s, está ocupada
escribiendo sobre sexys agentes
paranormales.
Corrección
Tessa_
Diseño
Apolineah17
Adaptación al español y diseño realizados en:
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