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Alianza Fstudio Oscar Blanco, Mariano Calbi, Marcela Croce, laura Estrin, Nicolés Rosa, Miguel Vitagliano Historia del ensayo argentino Intervenciones, coaliciones, interferencias Nicolas Rosa, editor Alianza Editorial Madrid/Buenos Aires LA SINRAZON DEL ENSAYO {A la muerte de Montaigne se abre un nuevo espacio de la vazén eritica? (Bs Montaigne un sucesor de Copérnico y de Gali Jeo? {El espiritu innovador y sbierto a multiples experiencias ‘que registra Tas sutiles modificaciones del espiritu —por ejem: Dla, el sentirse no solo sino “a solas’—o las variaciones del pen. ‘sar —por ejemplo, no pensarse con los otros sino pensarse a si ‘mismo en el otro, en el préximo, amigo, presente o difunto~ GEs el sucesor de Platén en el didlogo y de Cicerdn en la extratia intimidad de la amistad? {Es antecesor de Deseartes y de todas Jas palabras de los sujetos humanos que se apellidavon a partir 4e 41, Yo? FI legado platonico es, sobre todo, la modificacian de la perspectiva yoica, casi un atentado contra el Yo y la destitueién de su punto de referencia, lamémoslo la erradicacién de! punto de vista por la multiplicacién de las visiones, sobre la base de tuna confrontacién de dos formas del pensar, de dos dietamenes 1 opiniones, de dos interrogaciones que pueden o no resalverse, ya inscriptas en la mayéutica socritica. En el caso de Platin, estos sujetos del didlogo tienen nombre propic, pues integran todos los Personajes intelectuales de la és0ea: Laques, Critén, Menexes, Fedro, Gorgias, Cratilo, Pausenias, dialogan; Diotima interrum. pe y monologa. Este dialogismo tuvo una larga tradieiin menos ‘calundo el pensar sistematio, siempre embargado de monolo- gismo. La herencia platénica pasé ser un “género literario” hhasia ser desembarazado, muche después, por la polifonsa que lo ‘onvirtié en un “género discursive” (Bajtin) o en una “forma dis- cursiva’ (Foucault), Las contienlas entre monologismo y dialo- sgismo —nunca superadas— se convirtieron en luchas ideolégi- eas: el eterno didlogo con el amigo amado y ausente (La Beétie) 4 m7 La snr del ensayo se transforma en lucha dialéetica. Galileo, en I! Sagigiatore, es tablece una forma de pensar la ciencia a través de un modelo que prenuncia la materia ensayistica. En el eomienzo Ciencia, Dia: lectiea, Ensayo, iban juntas armando la constelacién de un suje- to que advenia como Yo: el ensayo de Montaigne es adoptado co mo el que conviene a la exploracién de un terreno inexplorado e incierto, el de la subjetividad. A partir de alli y gracias a la im postacién del sefior de Montaigne que preside el Cogito cartesia- no, el Sujeto como Yo se declina, se repite, se transforma en ope raciones de desplazamientas (el Yo como Nosotros), de inteviov zacidn (el Yo intimo), de bipolaridad (Yo/Ta), de descentramien: to (el Yo de la terceria, de la tercera persona, maseara de fa im personalidad), de despersonalizacion (el Yo automatico, enajena. do), de otredad (el Yo alienado, que viene de Otro), de enemistad {el Yo como atentado del Otro-Yo duplicidad de los *yoes"... dela paranoia), hasta su apogeo y eulminacién en el siglo xix como eje del espacio egocéntrico, el Yo que hablaba, que subsuméa el apa- rato de la enunciacién. Bl Sujeto en primera persona es el garan- te de a verdad dol enunciado, Pero esa inmanencia serfa su pro. pia destruccién. El Yo de la enunciacién falla, falsificaba el emunciado y desmentia lo que el sujeta del enunciado devia, se disloca en varias proliferaciones, se dilataba en diversos enun- ciatdos, se trasponfa, se multiplicaba, mostraba la diversidad de las voces, de los tonos, de las modulaciones: jeusintas voces se ofan y cual era la autorizada? La polifonia fue al mismo tiempo tun atentado contra el Yo y en contra de la legitimidad de la au- toria, Simultaneamente, ol Yo dela ciencia se descubria cientifi- 0, ¢s decir, fuera del campo de Ia subjetividad. Bl enunciado en tervera persona garantizaba tanto la completud diseursiva como la ebstraccién y limpicza del aserto cientifico: la Tierra se mue- ve alrededar del Sol como el Sol se mueve en su propia galaxia, dependiendo de la fuerza de atraccién del Universo: no podia co” ‘responder a; el Yo se mueve alrededor de fuerzas atractivas on los diversos sistemas que componen el espacio egoréntrico. El horrora 1a disolucion yoica y el temor a In envoltura psfquica del tenunciado cientifico tuvieron destinos diversos pero coalescen- tes. Sil Discurso del método de Descartes tuvo coma modelo los Ensayos de Montaigne, las Medi‘aciones tuvieron come anticipa~ cidn las meditaciones sistemiticas de Ignacio de Loyela en sus Ema Riercivios espivituales, una verdadera gimnasia del espiritu, Si lw Meditaciones son una via expositiva de la subjetividad, el a: eter critica del Discurso Fa desaparecido. Los especialistas ruafirman el earicter sistemaiieo pero olvidan Ia lenta enuncia sdon sermonaria y reglada —h estruetura tiene una division en Jornadas— propia de un manual. La gimnasia espiritual de Lo yola es una ascesis Fisica y rulinaria para espantar la morbidez Arica y el relajamiento mental. Las epeiones estilisticas de Des ‘cartes no sélo muestran su enlace con Montaigne, sino sl mismo tempo que el ensayo filoséfico —Ia exposicién del desarrollo de Is “ideas" regida por los movimientos de ascenso y deseenso, cir ceulares, horizontales o vertieales, elipticos, del pensar— quiz sua el fundamento del ensayo elasieo ¢ incluso del moderno, No ‘ot la Filosafia como ciencia discursiva, ideologia abstraeta, sino col régimen del pensar en su propia fundacién, El ensayo, por su radical contingencia, todavia toy es marginado de la reflexion fi losofica. Quizds habria que Megar a Wittgenstein para asumir la revelacin de la sentencia y la organizacién de la misma como un *relato del pensar” para la reivindieacion del ensayo. Por mo rmentos el caricter aporético de ciertos ensayos, que vineulan la sentencia al aforismo, puede stentar contra la “fluencia diseur siva” connatural a le “pérdidaconstante” del sentido, pero el en ‘ayo en époeas mas recientes rcuperé una nueva sistematicidad ccargada de “intensiones signifcantes” que lo liberan del pensa rmiento constructiva. La variante del dilogofilosofieo en el siglo xvit (Diderot, Condillac, Sade) se diferencia estrictamente del ttatado pretendidamente riguroso, erudito y vineulado a las “pruebas del vazonamiento” y su sistema de argumentacién. El ensayo, precisamente por su caricter ensayistico, no aporta pruebas sino conjeturas; no canvence oan razones sino con sui: Tezas retsrieas —por eso serd siempre sospechado de “igereza” 0 de“inconsecuencia”—; no produce convieciones sino dudas. La f losolia, como pensar sistematno, evacua la retorica, aunque es ta reaparece en la argumentacién con Glosofemas, con silogis mus barruecos, manierismes areceptistas, con inferencias sin presuposiciones (formas del entimems o dé Ia abduecién), y so bbve todo con una formacion ritdriea que se sustrae al razona- ‘miento: Ia slegoria que encontramos en Emerson como en Mar. tinez Estrada (Rediografia dela pampa, Muerte y transfigura 16 a snr dl ent ign de Martin Fierro, obra que soskya la épica para convertir: se en alegorfe de lo nacional que a través de Richard Strauss eonivoca a Nietasche). Cémo ge transmite la filosofia, pregunta ‘que no pareciera corresponder a la literatura, entendido su eam po como critics (literaria), andlisis de as obras, histovia de la is {eratura e incluso historia del conccimiento literario, o de la his toria de Tas eseuelas, de Tos movimientos, de Ins generaciones, es decir, los aspectos taxonémicos en los que se puede dividir el eo nocimiento de lo literario. En cambio, la reflexién filoséfiea es consubstancial al estudio de la historia de la filosofia, por lo que aquel que intenta hablar de flosoffay de flésofes, de teorias f= loséfieas, en mayor o en menor medida, es “interior” a la refle xian filos6fica. Pero si abordamos la literatura como un saber y Ya no como canocimiento —saber literario” y “saber sobve la I {eratura’— el intento, la posiblidad, el “ensayo” es hacer emer. ger de una experiencia (praxis escrituraria la Hamamos) algo ‘as de lo que dice cuando dice algo. No seria vano preguntarnos, ¥ mis alld de Iss clasificaciones genéricas, sila reflexién sobre lo literario ta pura literatura— no es un saber filos6fieo y que s6lo puede desarrollarse en el plano del discurrir conjetural del ensayo, como es el easo de Maurice Blanchot. La pregunte por el ser de fo literario —sea éste esencial, diseursivo o hecho socal de Ia combustion literaria en su propia produccin y en sus efee- los (sujeto y objeto, accién y conerecién, autor y obra, precursor © sucesor, género 0 estilo), es una pregunta por el ser, no como esencia metafisica, sino como ‘viviente afeetado y diligente”e carnado en la poiesis como el grado mas alto de su propia actus lizacién politic, {Como se transmite la Filosofia y emo se transmite lo lite- rario? Por la Voz, diria Saerates, Platon, instaurando una larga progenie, fue desmentido por Ia Gramatica, El ensayo es siem Pre prueba de escritura, quizé la prueba més artera, en tanto en su discurrir pareciera (ransparentar las voces de ls interleewto= tes y de ls corifeos. Decimes, eon quién dialoga Benjamin, eon Scholem o eon el "drama barroco aleman"?, geon quién dialoga Borges, con su. padre, eon Evaristo Carriego, con Bioy Casares, antipodas correspondientes?, jeon quién dialoga Martiner Es. trada, desmintiendo las voces apagadas de un diilogo familiar y ‘educado, con Martin Fierro, eon Lombroso, 0 mas altisonante, istaria det ensayo angenine " con Freud o Kafka 0 La divina comedia, dilogo tan traseyado y (an argentino, tan citado y tan citador? Digamos, la eseritura fialoga como quien dice “intertoxtualmente”, pero las voces eo Inienzan a apagarse en un susu-ro, en wn débil murmullo, hasta desaparecer. El triunfo de la letea es salvaje, mas alla de lo que digan los manuales. El sujeto se revela no tanto en la escritura sino en las voces que despierta ol texto y en las voces que recor tel lector, represor monofénica dela polifonia, Y en esa luche, el ensayo es el intento de recobrar Ia polifania del texto, deser- tando quiza del significado e incluso de un sentido cristalizado hacer del texto una insubordinacion voeal y abrirse a las mit ples interpretaciones, INTERVENCION (ranshistorica) Si lo superficial del ensayo es una mirada rasante que i lenta desentrafiar la profundidad de los diseursos sociales (pt bcos) y de los discursos individiales (privados), en esa relacién de extensibilidad contrapuesta (la externidad y la internidad) ‘que sostiene nuestro pensar sobre el ensayo, entonces, si proce demos a un andlisis de esa confictivided de discursos no como roduccion linguistico-retériea aunque lo presentifique en su \inica manera de darse a conocer, sino eomo actividad discursive del “polemos" social y del sujeto que lo sostiene, la “mirada” di veets, enfocada, mitral, ramifietda, rizomdtica, despejada, de- sorbitada, excentrica es la vectorizacién que orienta el desarro No de la forma ensayo. A partir de los siglos xvi! y XIX, la visiin, | como resultado de la potonciacién de la espeleologta humana y fel reconocimiento de la presunta interioridad del sujeto —los mitos de la profundidad—, se genevaron los instrumentos épti 03 que develarian todos los misteris de la interioridad, como antes en el Reniacimiento se apliearon a develar los misterios de la exterioridad cosmoldgiea (lelescopio), microscopio, estetoseo Pio, radioscopra Cradiografia"), que estructuran una dialéctica tentre Ia visién del mundo (la Sodologia), la visign centellograf ca del Sujeto (la Medicina, 1a Psicologia, el Psicoanélisis), me ddiados por una vision estervogrifiea y estereofnica (la Histo- 8 La sinrasin dl ena via), convirtiondo al digcurso cientifco en una trama de saberes {ya au fandanento en una religin incerta, sin Dios y sin testi- os (martires)curiosamente, los misterios del cielo fueron deve: Tados: los de Ia tierra y de sus habitantes, no, La incertidumbre de la postulacisn fisica, la incerteza de las proposiciones mate- miticas y comunicativas, 1a imposibilidad de verificar los testi- tmonios de la Historia y de la Psicologia, sujetas ala variobilidad de los comportamientos humanos y a la versatilidad de los axi mas, proponen conjuntamente un ejercicio de la vacilacién di puesto alrededor de nuevas yetdricas de la eonjetura, un andlisis Sintomal de los indiciog, una logica de la sospecha y el arbitrio de una confusién reglada, de la suspicacia como regia epistémi- ‘cay de una variabilidad que puede, en ciertos registros, enten. dderse como inconsecuente o insustancial. Todo ello eontribuye a espojar a la historia del pensamiento (de la Filosofia, de las ‘Ciencias Sociales, del Psicoandlisis, te.) del eoncepto de neutra- Tidad y de transparencia, la proposicion de ese “detras" que in tervepta todas nuestras elucubraciones: sdlo podemos conjeturar To que hay “detrés” del azogue del espejo empatiado. Esa es la materia prima del ensayo; el resto es su historia INTBRVALO Geudofilosafico) Las formaciones de esta materia han sido estudiadas y pro- gramadas generando wn camino que se confunde con la historia de la filosolia y de su propia retériea, Formalmente, podrfamos decir que el ensayo surge a partir de una transicién entre Ta Sprucba de razonamiento” los Caracteres, de Teofrasteo, las Cartas @ Lucilo, de Séneca o los Pentsamientos, de Marco Aure- tio), sleansands su eniminacién en los Ensavos. de Montaigne —piedra fundamental del ensayo por la nueva configuracion del sujeto de pensamiento en los altores de la Modernidad—, Pnten- demos que el hecho eapital que radiea en los Bssais es Ia sutil feombinaeion entre la eseritura de una “experiencia de vida” y la “experiencia dle lectura® que marea todo el ensayo de Ia Moder- niidad y lo opone a las formas reinantes desde el Medioeve, et tratado, Te encicopedia, el manual, el epitome, y a las formas Historia del ensayo argentino 19 ‘més libres de la didascalia. Cémo experimentar con el sujeto, an ticipa Montaigne a Montesquieu (Las eartas persas) y a Desear tes (EI discurso del metodo}, asi como las Meditaciones abrevan en los Ejercicios espirituates de Ignacio de Loyola. La otra ver tiente, la “prucba del afeeto” y sus variaciones historieas, sent riiento, emocién, sensibilidad, toda la teoria de la pasionalidad, inaugura la Modernidad hasta la contemporaneidad. El ensayo actual se caracteriza por una ferma de la hermeneusis, la inter pretacién, La interpretacion se diferencia de las hermenguticas tradicionales por el intento de verificar a partir de un cogito abierto, plural, sin identiicacign posible a una clase, entendien- do esa interpretacién como un trabajo de produccisn de sentido ilimitado y sin diccionario universal (Peiree, pero tambien Hei Aegyer, Gadamer, Ricceur, en variantes diversas). En otra linea, |a “interpretacién” como fendmene dialéctico entre el sujeto y el objeto (Marx, Freud) en las distintas etapas de una fenomenolo sia descriptiva interpretativa La teoria del eonocimiento mar- xista no admite un relato hermenéutico en tanto el predominio del objeto, entendido racionalmrente como objeto de estudio (Al: thusser, Mare Angenot, Luis Prieto), rechaza el solipsismo de la categoria sujeto; no hay identidad constitutiva del sujeto, pues el objeto material de conocimiento es la determinacién objetiva de la apreciacign y de la situacion cientifia del sujeto, Bsto mar: cca fuertemente la objetualidad de las ciencias sociales, en tanto {es un Objeto miltiple y sobredcterminado historicamente La diferencia del ensayo contempordneo, a partir de estas determinaciones y en relacién won el ensayo de Ia Modernidad, cestd dada por la indagacién de razones (el ensayo histério), Ia prueba de argumentacisn y de especulacisn (el ensayo flosstice © epistémico), Ia constitucién de valores de ereacién, de belleza y de constitucién discursiva particular (el ensayo estétien litera io}, ola descripcién, organizacion de los valores sociales y su consecuencia en las relaciones humanas (el ensayo socilégteo). Debemos tener en cuenta que estos elementos intervienen en ‘mayor ¢ menor medida en cada una de estas eategorizaciones, respondiendo a dos fenémenos propios de la actualidad: 1) la dis persién de los elementos de cala esfera —pongamos por eato Heidegger (Glosofica y postica), Barthes (eseritura y retériea), 0 ‘en nuestro imbito, Borges (ensayo y narracién fantasti), vir | » La nea dl ensayo tiondo las ocurrencias de la clasificacin, 0 Martiner Estrada, ralizando una mixtura entre psicologia colectiva, criminologia frenopaitica y las fuerzas “irracionales thivicas"—; 2) el earaeter propiamente retérico del ensayo: si bien toda formulacion dis- ‘cursiva opera a partir de organizaciones retorieas, en el Ensayo estas formulaciones van mas alla de sus particularidades estilis: ticas, por ejemplo, el “fragmento” en Maurice Blanchot, los jui- ios apodicticos (rafranes, sentencias, etc.) en Edmond Jabes, el “mode alegérieo” en Martinez Estrada, el “titanismo” en Alma- fuerte. El Ensayo es “un modo de pensar” Ia realidad en todas sus irradiaciones y no permite la sujecién a un modelo genérico al plegarse al movimiento del pensamiento atratdo por el objeto de interés. Ese movimiento esté fundado por la fuerza atractiva del objeto, ‘Siel Ensayo es el discurso més significative de la erisis de Ja conciencia conocida como el advenimiento de la Modernidad, impliearia necesariamente una radical sustitucisn de la “prueba de juicio” y coalescentemente una sustantiva exeentricidad del sujeto y de las caracterfsticas que lo definen (la llamada “revolu- ign copernicana’); simultineamente, Ia aparicion de nuevos resupuestos epistémicas de la relacién sujeto-mundo y, conse: uentemente, una nueva estimciOn extendida del Yo como “es ppacio egoeéntrico”. En esta concepeién, el Ensayo es la sustancia textual donde mejor se expresa y oxperimenta esta radicalid ya se llame escisién, clivaje,alteridad, diferencia, fraetura, gic: ta como desplazamiento y deseomposicién del Garante, ya se lla- me Dios; Otro, Ley 0 Fisnza, En la Edad Media comienza una lucha que tendré sus conse- ccuencias en Ia Modernidad, por la tendencia y la plenipotencia el Yo, por la propiedad del Yo. ,Quién podia decir Yo, en tanto ol sentido comunitario disolvia el yo individual en el comin? El enigma de la Firma en las construcciones medievales, en la pin ‘ura monacal, en los escritos de San Agustin, plantea el proble- ma de la autora y por ende el dela Autoridad, La desagregacién dol Yo imponia una certificacién mas alla de la persona. La pro- piledad del Nombre era la autoridad Suprema; era Dios, en tanto |i creacién era tavea divina, EI anonimata es, al mismo tiempo, una resfirmacién de la propiedad colectiva y una renuncia al nar: cisismo de autor. El Yo era basicamente genealdgico, le idea dela Butris del onan argentine a Fama en la poesia espatiola mecieval hasta Manrique implicaba | autoridad de los ancestros. En la Modernidad tardia, la teoria de Te intertoxtualidad (Riffaterre, Kristeva, Hans-George Tu. pretch), la teoria de la innovacién (Tinianov), Ia teoria de la “an- gustia de las influencias” (Harold Bloom), son maneras de resol ver las progenies textuales, ‘La Modernidad genera un Yo sin atributos, De este hecho se hace cargo el ensayo. Pero la dexcalificacién de la propiedad del Yo generara un espacio, lo que llamamos el “espacio egooentri= 3", y sustituye al Yo por la categoria Sujeto. Bn la eontempora- neidad, el término “ensayo” sugere tres atributos bien diferen- ciados: 1) un determinado "género” diseursivo asociado a la filo sofia y a otros saberes humanistas; 2) cierta actividad empiriea © su empleo técnico: tubo de ensayo, ensayo nuclear, ete: 3) las pruebas reiterativas y repetidas previas a la realizacién de una ‘manifestacion artistica 9 de otra indole (ensayo teatral, ensayo ‘musical, orquestal, ete.) Estos atributos diversos se retinen en la practica del inacabamiento, de lo no suficientemente estudia- do, de la no formulacién del acto y la presencia irreparable del esto como accidn en espera, Légicamente esa espera se llama expectacién:filosoficamente, duca, y, diseursivamente, multipli idad de entradas que llamemos *incidentes" o “interferencias” El ensayo no pretende sistemas, no tiene precepto deductive, no tiene orden ni limites, una reflexion que no acaba nunca: es una ‘otalidad eldstica. E} ensayo americano de interpretacién es con- secueneia de esta manera de revisar el mundo y al mismo tiem po de la vivencia intima de nuevos saberes. El deseubrimiento del Nuevo Mundo modificé todos los niveles de la realidad: la realidad fisica (geografica, cosmalégica), el plano antropolégico (“la nueva raza”), el plano Socioeconémico (nuevas formas de ex- ploracion y de explotacion donde experimenta el imperialismo y Ja colonizacién) el plane imaginario (nuevos espacios, nuevos te- ritorios, nuevas dimensiones a narrar y a desenbir, desde Calon 8 Darwin, desde Alvar Nusiez Cabeza de Vaca a Léry 0 DOr bigny, ete); eve6 nuevos géneros (relato de viajes, de los conquis- tadores, de los adclantados, de ls frailes, de los educadores, de Jos evangelizadores) y nueva nateraleza (nuevas botdnicas, nue- vas mologias). Estas nuevas experiencias no son inmediatamen te procesadas y producen una ruptura, un hiato, un vacio y una 2 a sma emo péndida: l ensayo es product? 48 ete “vaio, a ntento de ex- plea el propio estupor as Siephen Ghee pst ovo eta dl pane sateen eel ope setal en la respuesta inca de los caer ie calidesmerican, I paxmo —que nosalos Fane a areal jacarrllorenacenista del respuesta tnedioval de adnniracion ante €! ate pagana y e) arte orienta, ae ee aa ainures (Cold, Jean de Liry¢ Beral Diaz USTs e ima dr esfetamints mein deter Heel apectacate del spud Mev” fue un enfrntaient sae ae vintaleetaal dest ante una altersdad radial (Cer tu, 188; reenat,199: Case Mares, 199). Soon oeeee tres a la constitucion multigenérica del sete, por moments a, ton otras retéricas discureiv®8: 14 autbiografa, ls carts, la Cpt, illo ta ees testimoni a graf care {Epic ete Baa combina tras matrices gents praia del ensayo; al enceder 5 ancn pragmaticn commie Wale permite por un lado la oni con oos gnerox er, ism empe puede deci" La ia sala es deer Ttavonomia yenfocarla come wha prattica dscursiva que a an era a earacleiaticas genérieas 9 exate Ta iberidad desu enunciacid® como repla de su dspersin, pe ro también de su atraccién yoie® ensayo, su relacién por mot INTERSTICIO; (scudoepistémico) tol texto prclama suit y de stamos frente aun tes vt bajo del uted: ensue {406 estamos leyende St aplamos i tet iin pres ua clszacon spose dat ec penn enon lence Svar ee um dagrdsti, O88 disertactn, quae uname Rae eae ee meets ma su aprosimacin aa rexion SESS ee i ero demostaso len owe sore eens organtzndayatededor de un pensarsinto central Pesca mngigara clayqcosin revela que Toque soschaba {vba a cntnmado el m0 on vers ue ede adi Hora del ensayo agention es frazarse, a travestirse de otros enunciados y a fingirretéricas a las que luego abandons, Pero precisemos;e] ensaya en la Mode nidad era un discurso asertivo, un diseurso doxologico no pole: ‘ico; la instancia de su confirmacién era la “ratio” afectiva. Ast aparece en Montaigne. Bl ensayo contemporsneo, sujeto a las ‘modificaciones epistémieas del saber y del conocimiento, reagru a, refuncionaliza y atraviesa formas diseursivas muy variadas, no obstante, dentro de una extensién limitada que quiza permi ta su clarficacién pero no su definieién: primero, la fancion ideo- logica, como organizacién de elementas de ideologemas y narre ‘mas; segundo, la clavificacién del modo de enunctacion, y teree- 1, e1 andlisis tanto en la praetica eomo en la eritiea dela forma ensayistica, desde Montaigne a Borges (todo Discusian, de 19332, 0°] examen de la obra de Herbert Quain, 1944), desde Beheve ria ("EI elogio del matambre") hasta el radidgrafo Martinez Es. trada, que estimula 1a preseindencia de cualquier definicion. En el desarrollo historico de la “forma” podriamos precisar el desen- volvimionto de su vetorica: la ceduccién para el ensayo cientifi co, la induecién para el ensayo histérien, Ia abduceion para el en- sayo sociologico, Ia comparaciin, In analogia, 1a demostracion para las pruebas estilisticas, la prucba eliptica, elusiva o la prueba narrativa (el exemplu, el eardcter, a biogralia, la auto- Diografia). Una de las formas tipicas del ensayo argentino es el tensayo agonistica propia del potemos politic: la diseordia, la an- titesis, el panfleto, la injuria, ladiatriba, que se mezclan con sus ceontrarios; el panegirico, I adkesién, la solicitud, Ia eonvocato- ria, la demanda, ete. (Angenot, 1982). En resumen, el borra. rmiento del enunciador a veces sustituide por el nosotros o por el plural de modestia, 0 por el plural educativo, es Ia sombra de un Yo travestido en "plural de deceneia". BI diseurso critic tiende a reducirse a una relacién metaforizada, sabreentendida, débil ‘mente ertiea, constrayendo un diseurse axiomatico y no dialée- tien: un diseuso de eanfrontacisn. Une de los ejemplos mas pre cisos es el “panfleto” travestido en ensayo cognitivo; en este ea: 0, el emunciador debe luchar sardamente para lograr sus objeti- vos, por ejemplo, en Julien Benda, en La traiciin de los intelec ftuales, 0 en forma mas asumide en su teatralizacion, en Pagi a2, de Horacio Gonzilez. El eardeter discontinuo de los te ‘mas puede ocultar un razonamiento riguroso, como el vigide aca 4 Le sinranan del ensaye emicismo puede encubrir una “irivolidad", como en las “medita: cones” de Diderot o de Condorcet. Pero, quiad, lo més importan. te como fundamento del ensayo seria el desalajo del contenido hnacia Tos mecanismos del pensar. En imitacicn de la seudoepis ‘emiea de la“forma ensayo", nos abre la puerta hacia un diagra: "aa que sélo tiene la funecién avizora de Ia claridad [eampo ge ia Enunciacion 4subjetvidad autorial (Yo) lEnunciado del Yo mati Organizacién |Injuria relorea Diatrba a IPanegirico "polemos Adhesion lSotietus Demanda [Convocatoria Encayo, Formacion discursva [onsteucrg) come género agonico = Ténonao axionien Faimazen J Gerona ntoea epee de los contenidos Hisrin dl ensaye argentina 2 INTERMEDIOT (revocacién eritica del pasado y del Futuro) EI pre-decir implica una relacion anterior a la confirmacion bjetiva de la enunciacion e implica una hereneia subjetiva, un pasado elocutivo transformado en recuerdo o tradicién y wna pro-vocacién de futuro que se enunciaria como anticipacion, co ‘mo prediccidn o como profeets, Bl ensayo es una experimenta cin del pasado (la historia, la experiencia, la tradicidn, la me- moria, el wemplurn) que se expresa como vaticinio y que espera ‘cumphrse como realidad. De ah’ proviene su eardcter probabilis- fico, Bl ensayo es intencién de futuro y ldgicamente completa el Juicio que se forma con signos aleatorios, con presagios, con ale gorias que, més alla de su fuerza de conviceién perlocutiva y simbiliea, operan en la constitucién discursiva como juicios @ priori Silvio Mattoni reitera lo que aparece en su trabajo sobre Montaigne (Mattoni, 2001): eonstitucién de la esfera del sujeto y ¢l carécter rapsddico. Bs decir, el earacter de patchwork, de ele mentos fragmentarios, de retazes que se hilan a partir del suje to enunciante y marean una logica aventurada. Reeordemos que +rapsoda era el cantor de los cartos homérieos en la Antiguedad y-el elemento raps6dico implicaria la destitucion de la categoria ‘autor como ¢jecutor textual y sa compromiso con la iteracion, con la antologia, con la proliferacion, Bs difieil aplicar este carée- {er rapsédico al texto de Montaigne, a menos que sélo sea una ficticamente ser lo mismo y lo ‘otro, sino se conmueve como diferencia de sf mismo, coma “alter ego” en el espacio egoeentrien. Bste espacio no es ni subjetivo ni fntimo, sino Ia exeentralidad del sujeto, aquella prevista por Freud en la certfieacién més absoluta de la “impropiedad” del Sujeto, y por Marx en el alienus, 1a “alienacién” abscluta de la “impropiedad” del objeto sometids siempre a expropiaciones mul tiplicadas en lo social objetivo, el sujeto de las multiples identifi- cenciones a al sujelo sin idantifiescién, La opeién del “genera” eo ‘mo aceptacion de reglas explictas verbales 0 no verbales, ret6ri- cas y discursivas se ve desmontada en estas orientaciones. Las tiltimas reflexiones sobre el ensayo usan quiad como soporte el Lérmino género, pero inmediatanente lo olvidan. mos bien a Montaigne, las mujeres “no pueden soportar a opresién de un nudo tan constante y duradero” (Montaigne, 4048); la mujer, en una psicologia primaria, instalada en la ines Uabilidad y Ia variabilidad de sus humores, clausura el paso por tite 13:20 tipicamente romano (Cieersn) que subsiste en esta aria fenomenologia. u Las sirazan detente ridad), problema que subyace en todas las antinomias nacions les: campoleindad, civilizacion/ barbarie, ete., cuando en real dad estas categorias son un intento engafioso de marcar terri ioe definidos dentro de la esfera humana, Lo interno implica ‘iva estructuracién entre los espacis intimes y el desplazamien to corporal —y Martinez Estrada lo fue aprendiendo a través de su obra—zel espacio doméstico es una extensién dentro de la in timidad (el donus), ast eomo Ta habitacion de espacios semipri vados puede ser una extensién de la domesticidad (la Escuela Tiamada “maternal” sujeta a dos regulaciones, de la familia y del Bstado}, del mismo modo que Ia introduccién de Tos espacios pu bilicas y semipuiblicos son una extensién de los espacias colecti sign’ en el espacio eapitalista, Este fendmeno os sélo pensable en cl registro de lo imaginario, y en lo politica, eomo apropiacion « ‘como anexién, Es la dialéetica soberana de los desplazamiontos torvitorites (Simmel, 1939) INTERMEDIO IIL (cromatismo y vocingleria) La gula de la bibliografia para los inteleetuales argentinos tes pecad placentevo, pera con el pasa del tiempo uno va perdien ‘dol gusto de la golosina, Una teoria del ensayo argentino no po dria obviar el desarrollo de tna axiomatiea de las imposibilida des, vemitirse a los obstculos, a las prevenciones, al embargo dr Jas leeturas por los parentescos, las afinidades, los paralulismos que ejeroen una coercién sobre el texto, suponiendo que el texto testé cerrado, Pero el ineubo de las analogias y el sticubo de los transplantes siempre estardn alli para tentarnos. El ensayo pre tende una sucesién y una conformacién entreeruzada de indices y entradas, alejéndose de una presunta matriz direecional. La politica del ensayo politico de Gonzslez es una convocaeidn eons tante de textos anteriores y contemporaneos. Bso seria Ia hist ria de la gestacidn del ensaye historico y socilégico. En el ease de Gonzalez es asi pero condimentado con algo exético en la en ayistien y la eritiea argentina, deeiames, inaugurando un nuc ‘vo género® “la cita de amigo", del amigo leido, anscultado, consut por lo que esta introduceién es siempre vivide como “intru | el ensayo argentino % ,confrontado; las afinidades electivas del ensayo. Bste he- ‘Ro implica la ausencia de los antagonistas, sino que exacer- al campo de la disputa y la disensin. $i Gonzalez pertenece heredad de Martinez Bstrada, su "Sociologia" y su “econo- * desbiaratan las imprecisiones didaseslicas de Martinez Es \,0 las analiza para Ilevarlas a otro lugar: Este hecho es ca- I cuando uno se enfrenta con textos poderosos. Uno puede ‘Victoria Ocampo con especial fruicién y de la lectura sélo Jard un palido destello, pero cuando se lee a Martinez Estra ‘B no se le va la vida, digamos, puede aceptarlo, codiciarlo, aro, criticarlo, incluso repudiarlo: Victoria opera sobre la bilidad; Ezequiel, sobre la sensacién. Una es francamente térmica’; el otro es taxativamente incisivo o molar. Vietoria ympo oe siempre intima en la pura exterioridad, y se muestra {inex Estrada ve la presunta interioridad de los hechos y al lizaries, se demuestra. Martinez Rstrada estudia Ta “crista: fa” para estudiar las leyes de la cristalizacién estructural lo social, pero el cristal muestra un refle enganoso de la rea i; Ia realidad se espejea y sélo nos muestra nuestro propio to. Al escribir Ia fenomenologia de Buenos Aires euenta su abiogralia",cediendo, sin saberlo, a las formaciones deol 8 del géner0, digamos. Si leemos al Lombroso de la erimino fa, estamos leyendo al estigma inieidtieo de Lavater. ¥ even. ‘Martinez Estrada lee la teoria de los cristales, esta Ieyendo, I sin protonderlo, la cristalografia de Goethe, La macroceta de Buenos Aires sefiala, es un obstéculo para el desarrollo de historia argentina, Las grandes urbes encierran un morbo si: te [a *soledad!” y el “encierro" donde se agostan las “virtudes” In eampaiia. Todos los ensayistas argentinos relevan este sin- 1 hombre que esti solo y espera, pero no todos coinciden (las causas: Ia pampa, el desierto, Ia incomunién, la inmigra dn, las diferencias sociales, Ia “ghettificacion” de los suburbios lot barrios. Martinez Estrada senala un hecho elemental pero a indo: la desigualdad social es econémica. La ambivalencia cles registros marca la diferencia con los ensayistas de la yoea. Cuando le y repite a Simmel, en un momento en que na dle Io ea, fo “aplica” mal, no tanto por la mala lectura, sino por Wn restricein de la teoria, Martinet Estrada lo ratifiea y lo ex Mende, intentando probar la limitacién dela influencia deo pi: 6 la sirandn del ensayo blico sobre lo privado y la defensa de este espacio sobre este Dice Martinez Estrada: el ‘tono urbano” de Buenos Aires es hhomogéneo, Esta caracterizacién entremezcla lo auditivo (lo so- ‘nore) con lo visual (lo pietérico), eon una imagen musical cara a Martinez Estrada, la “coloratura” de la voa de un eantante. Sila vor no tiene color puede “impresionay” come temperatura o como registro cromatico, Martinez Estrada estuvo siempre atento a Jas voces sociales tanto de la ciudad como del eampo (cfr. su Pa ganini, Martinez Estrada, 2001). Sila ciudad de Buenos Aires esta anestesiada es porque es una ciudad muda. La “soledad so- nora” barroca se eonvierte en una *soledad muda” en donde se retinen los indices amargos de la gran ciudad: el hombre esta “selo', “espera” y “calla". Dice Martinez Estrada, con gesto cima: rrén: Ta audicidn no oye, eseucha una vaga sonoridad homogénea —auizé quiso decir monocorde—sin alteraciones, una ciudad sin rnisica, complementando el espacio enfético de la “tristeza”. Si Borges fue "sordo” ala pintura y “ciego" a la musica embrujado por los “sonidos” de Ia letra (y para retruearle a Gonzalez en es: 1a parodia de "juego de naipes” y de “duelo de citas”, la ceneste cia tan invocada desde Platén, Marino, Baudelaire, Rimbaud), Martinez Estrada no vio lo que habia que ver y no o¥6 lo que te nfa que escuchar. Esta conformacién en la desposesién sensorial se corresponde con una “desocupacin® de las entidades sonoras de las grandes ciudades contemporéneas, intentando corroer el mito de las uxbes como aglomeracién y disfuncionalidad: y al ‘mismo tiempo piensa a Buenos Aires como una inconmensurable Babel muda, casi en el mismo instante en que Ia transposicién la ‘como una Sodoma y Gomorra coaptada por las voces que ‘operaban en la Bolsa de Martel, en los murmullos de los salones de los "grandes hoteles” o de los “cubes” del ochenta, eh la vo: cinglerfa de la “chusma” del vodevil canallesco y de las conver: saciones chismosas de las veeinas de Fray Macho y del bel canto de la Pacini, La ciudad estentérea de los inmigeantes y anar- Auistas se reconvierte en Ia busqueda de una voz nacional, pa tridtica en la ciudad de Alvear; Ia musica grata para los ofdos be: Ie épeque aguardaban las voeiferaciones de las masas de la Pla- za de Mayo, Detras, siempre detris, estaban, soslayadas, arrinconadas, i dsl ensayo agente ” prestas a hacerse presentes, las voces de las deselasaudos, ee migrantes sociales, verdaderos expedicionarios de la mutila social; de multitudes obreras que prefiguraron los movi fantcs obreros peronistas y la politica de filiaciones iaquierdis: yleboristas. $i en el silencio de Martinez Estrada aparece la ‘ensordevida de la ciudad, como figuracion de la soledad y del Jamiento que sostiene su teoria de los obstéculos, la coercion las acciones vindicativas, Ia mostracin de los agentes socia expresan una gramatica gestual e iesnica de las expresiones, 8 mimica y una pantomimica urbana de las efigies publicas tadas en Lavater y Fechner, corroboradas por la fisiognomiea Lambroso BRSECCION trecasa, Farias, péjaros) | Gonzélez ve agudamonte al Martinez Estrada de los enun: dos y de las secuencias de argumentos que lo tipifican como el jor ensayista” del ensayo nacional, y sin querer queriendo, farmas dialécticas que deshacen el binarismo de los enuncia ,juega a sacar muy buenos frutos de esa herencia ‘Martinez Estrada acentuia esta emblematica entre los sent 1 —etra ver la cenestecia— en su obra sobre Hudson (Marti 1 Estrada, 2001), Mis alld de las veformulaciones y de las in ftencias en la produecién ensayistica de Martinez Estrada, la, atante relacion entre lo doméstieo (Casa, Hogar, Padre, Ma , Hermanos, que repite en Muerte y transfiguracisn de Mar- Fierro, presentando el retrato de Hernandez como "doble” de lartin Fierro, su genealogia y su refugio en la linea materna Ika Smamé Tots! y el parentesco Pueyrredén, las easas donde habits, W réplica de la deshabitacién del héroe) esta erigida sobre el re fenovinienty y exaltacige de In sermacion. vist, vido, tact, of flo, isto, y sus derivaciones retérieas. BI pasaje de esos len uajes —percepcidniretérica—, el valor del “entre” constitutive, ft na variante de la extranjerta y de la perpetuidad migrante: fl imundo anglosajén y el mundo amerieano, entre dos lengua (ol ings y el espatol argentino, entre Ia tierra {Patagonia y la ‘uilnd [Londres)). La constitueién de un Bros que triunfa sobre > Le sind nsay 1 Logos era el punto extremo de une sensibilidad concupiscente ¥ aromitiea; el reseate de la *soledad”, en este caso, es una en. ogamizacion forzesa de la Nuencia sensorial que, organizadas estructuran una “zoologia” y una *botaniea”, Y asi fue leidoen el mundo académico londinense, mientras que el lector argentino (eseritores, ensayistas, profesores) queda "extatic” frente a esta ‘moralidad de la estepa", opuesta pero coalescente con la “moral selvatiea” de Horacio Quiroga. Es quizas aventurado —si bien la ologia del siglo xIx lo procueé— establecer una relacién de ccausalidad entre las “pruebas de percepcidn’ en el suubjetividad y laesfera de la experiencia social, aunque el fondo de nuestra vida ciudadana, eome habitantes de la ciudad, no de je de marear nuestra accion en el mundo. La larga serie de nots: ‘ones del enfrentamiento nuclear: eivilizacion 0 barbarie, eulto ‘o inculto, y en términos politicos, eivilizado europeo o incviliza do americana, metrépolio colonia. Y, en términos de nuestra re torica, el ethas eivilis y el ager rusticus eonstituyen polemos y, por momentos, una “guerra precisamente civil” en las culturas americanas. Bi “hombre de campo” y el “hombre de ciudad, las esferas de su desconcierto, de su verguenza, de su altaneria, de su *humildad’, de su ironia y de su burla scearrona, de su “cul tra social” y de su astucia campesina, y los loci donde se desem peflan estas sujetos sociales, son In marea de su entrenamiento ‘mundano y de su comportamiento in situ. Gonaslez ests como aspirado por el ethos evil, no solo por su extraccidn y por su elec: cin, sino porque su “Sociologia” rechaza el ambiio domeéstico, ‘aunque no el privado, Cuando Raymond Williams habla de Ia “gente de la ciudad” y del “campo eclipsado” (eft. Raymond Wi iams, 2001) sobre hechos —en conereto, la desaparicion paula {ima de Tas costambres eampesinas por el avance del capitalismo de inversién fiduciario en oposicién al capitalismo de rentas: la mayoria de las pruebas esta en la literatura desde Jane Aus teat bila Tuy Compton-Burnet, pasando obligatoriamente po Dickens, Y aqui Gonailez aceptaria el campo argentino y sus mareaciones (desierto, pampa, fronteras, limite, campos expro- piacion, pogo, aldea), que fueron siempre un “campo antagénico de lucha’, y a literatura argentina, desde la ley de enfiteuss, Ia gauchesca, el eriollismo nostalgic, el folletin eamorrero, el fa note lenguaraz y el eocoliche, que Son la “manera argentina” de bite de la | rn dol nsayo angetino 79 frentar la expotiacidn y el déspojo. No hay un limite entre ta fa y el campo; tampoco podemes pensar, viendo ciertos eee de “civilidad técnica’, que Ia ciudad invade e1 campo, sino campo —feraz, andrguico, ineivil— siempre intents arra Tle ciudad, El ensayo argentino mareara siempre esta zona 1 entre": Cunningham, Grombowicz o Jaime Rest pertenecen este ambito Cuando Martinez Estrada analiza las formas agénicas de In jedad argentina —y ésla es la ensefianza mayor que hereda ditcolo alumno Héctor Murena—, intentaba verificar as for 8 petologieas de lo social, Contemporaneamente se asentaban Jt beses de la etnopsiquiatria, que permitia comprabar las rel es entre la enfermedad y su entorno social. La problematica planteaba en resolver sila causa y el origen de la enfermedad fra producto del “malestar social” (lucha de sectores y de clases, 32a, aislamiento, asilariate manicomial, residuos migrato: os, crimen, latrocinio, enfermedades venéreas), lo malsano de In congreacién social dilapidada por “fucraas extrafias", en don. do ae reunian las enfermedades sociales (en particular, a sifilis enfermedades de contagio) con las “enfermedades” como signo acuaz de la desintegracion social, La etnopsiquiatria reconocia, Jal legado de Hipderates, la enfermedad eonsubstancial a cierto= ypucblos (la enfermedad de los escitas), la malaria italiana, el mal ivancés, Ia lepra (enfermedad signalética donde se exponia 4 deictico dedo de Dios), 1a locura (como *daimén" o como eles ido de Dios). La etnopsiquiatria prepara el terreno de la disen: alén y arma el mapa de la culpa (las enfermedades como Mlagelo ‘onen siompre de afuera); Ia empresa colonial ejemplarizaba ls Golonin de bacilos, y la empresa sanitaria era no la cura sino la xpincién, El traslado euasi inmediato de los fensimenos sociales, yolve la enfermedad al correlato imaginario de la invasign, la Dente y el sucedéneo de las profilaxis have que el analisis de lo For! {la sociologia) estuviers embargadu por una cadena mets fivies que iba desde la “enfermedad” hasta la “salvacion’ o has nel “exterminio®, La enfermedad subvierte el orden corporal cv thw orden social, disminuye la fuerza utiitaria de Tos sujetos Mverza do trabajo) ¢ incide en la administracidn burocritica del prosapuesto nacional. Toda la “historia de la locura” es un enine irveido manifiesto del hacinamiento y de la perseeucion (Four —_ 80 La sinran del nsay ‘aul; Robert Castel, 1970). El etnopsicoanslisis como heredera de Ia etnopsiquiatria, més alla de sus interpolaciones teéricas, intenta eubvir en la actualidad ese campo sin Negar a resolver ‘ese “mas alla” del hospital psiquiatricoy de la enfermedad curio samente Hamada “mental” Castel, 397 Frente al “incorporeo" Borges, Martinez Estrada y: Murena reivindiean, cada uno a su medida, las “razones del cverpo", el ‘extrafiamiento imaginario del cuerpo del Oto, el euerpa salvaje de los antecosores (los indios, en Martinez Estrada; los “inmi srantes", en Murena); y Ia evocacién manifiesta de Gonzalez, euando relata el euerpo de los otvos ensayistas, eseitares y ana listas que intenta (ensaya) presentay en sus variantes ideolgi cas y estéticas. Montaigne, sin que esto implique una relacidn de continuidad sino quiza una “mancha’ que dirige la vision errati cay présbita del ensayista, nos prepone an ensayo sobre la me dicina, que repite Murena en las estratificaciones genealogicas del ensayo. Es verdad que las médtieus fueron siempre, en Ta dis: cursividad francesa, un motivo de esearnio por su pretenciosa sabiduria, por la vaguedad de sus euraciones que iban desde po. cimas nefandas, heredad de los menjunjes transmutativos de la busqueda de la “piedra flosofal” (la biequeda del oro y su dele- {éreo “afin de rigueza” en las conguistas del Tercer Mundo, América latina y Africa), hasta el “médico a palos”, pasando por Ja burla rabelesigna de su saber. BI impudor de Montaigne que setiala Starobinski (ft. "Montaigne et les droits du corps", 1985) lo lleva a mostrarse de "cuerpo entero", desde Ia cabeza a los pies, desde las tetillas hasta el sexo (el ardor genital entendido como la “aecidn genital), desde sus afanes a sus descos. Esta ‘mutacién del ensayo en la persona primera del mostrarse del Yo corpdreo es capital en Ta historia del ensayismo, pues muestra simultaneamente el descubrir de la mortalidad del sujeto huma hho pero, ay, su deceptividad absoluta, el disimule dela confesién autobiog? fica la anpropiedad del Yo que se dice asf mismo y sus interlocutores lo que es, lo que fue y lo que sera en el desti no futuro de sus pulsiones. El ensayo autebiogratica, y todos ‘acuerdan en esta particularidad autobiogratfica, es la denuncia de la enunciacién de una primera mentira primordial, aquello ‘que Hamarfamos la “iecién del Yo" que se autentifica en otro (la ana-cronia del “Jest un Autre” de Rimbaud) cuando en realidad ris del enayo argentina a ‘autoriza en la presuncion del Otro yo ausente, El ensayo au ig afco tiende a construir una presencia y slo consigue pre ntificar, si es posible, una ausencia, El “euadrépodo de visio 8" que formaria parte de la utileria de la falsa epistemalosia de mancjamos es eso: una visién y una “mirada” del reflejo in- Indescente de la Europa, de sus historias, de sus meditaciones, sus ejercicios de poder y de las muestras humillantes de su tencia narrativa y “el miasma amerieano”, ;Qué veian los eu. 208 conquistadores, colonizadores, sino la conciencia negati de su esplendor, dirta Murena? 0 el inconsciente neguentré {de os americanos no sélo rellejaba la brillanter del oro im rial Carlos V—? ,0 la ciencia burguesa de Ia eristalogratia Goethe, de Helmholtz, hasta el darwinismo social en su or n ex:rabioligico, pertenoce a Herbert Speneer en su Estatica ia? La superviveneia del més apto” y "la lucha por la vida reficren en Darwin al mundo natural animado —plantas, ani ales—, y aunque estuvo deslumbrado par la teoria malthusi ten el Ensayo sobre fa poblacién, de 1798, siempre fue muy ito en el (raslado do estas teorias a la evolucidn humana) onzdlez seiiala los casos de supervivencia “invertida” (as com 8 oH nuestras) de los degenerados en La simulacién en la fu 1 por la vida, de José Ingenievos, Es interesante el anilisis de Jonzalez: al comprobar que Ingenieres retoma esta inversion y Nana en francés "@ rebuurs” se desplaza inmediatamente ala vela del mismo titulo de J. Huysmain, traducida por A contra fo, y orecisa en “la magnifica fabula decadentista” el mapa de fuidos, sin mencionar, en este easo, a Mesmer y a las trans Fmacionesfisicas de Ia galvanoplastia que generaron imagenes Imeta‘oras para explicar fenémenos de los eomportamientos wumanes y procesus de la realizaeién material, metaforas que ron empleadas desile Sarmiento hasta Ramos Mejia e Inge eros para seialar cl cardctor viviente y actual de la vide hu wana en el proceso de colectivizacién. Le falta es constitutive | discurrir del ensayo: es dar a la potencia diseursiva més pe No que a Ia racionalidad argumentativa. En este sentido, mis ‘Ml del rigor historico de Gonzalez —que no debe confundirse ton el rigor del tratado 0 del axioma probative eientifico-, la prueba del ensayo" choca con las pruchas del tratado 0 de la materia, Gonzsilez usa brllantemente este recurso que le perm ik @ La sind dl ensayo te deshacer el orden secuencial de su propio discurso ¢ incluso del diseurso de la “historia que se cuenta”: ir de Sarmiento a Da. vid Vinas, introducir a Gombrowiez en la *érbita’ de Santucho, y volver siempre a Lugones, Si este ensayo fuese una abra de teatro —y la escenifieacién y el decorado de muchas de sus se ccuenciasy, sobre todo, las relaciones dramaticas de los “persona jes" del ensayo, digamos cl elenco—, el protagonista seria Leo poldo Lugones, quizd porque constituye el “enigma mayor de la literatura argentina’ y si este ensayo fuese una novela, tendria {que ser una novela polical, all el suspenso no estaria en des. ceubrir al asesino, sino en mostrar el roluciente asesinato de lo cultura nacional. Y si, por iltimo, este ensayo fuese un “ensayo”, seria el intento de librarse de ciertos amaneramientos de Ia en tica, de eiertos soportes de la academia, de ciertas impostaciones —a veces necesarias— do la reflexién ensayistiea, y quedar apr Sionaido por las expectativas de! lector, al que, de una u otra ma nera, se alude, Pesa sobre Gonzélez una tradicion y quiere redi tmirse convocando a la literatura, al efecto literario, al efecto de Ta Tectura, Los ensayistas sociolégicos quiz4 no le perdonen este ersatz Nos seria dado pensar que citar es un Fendmeno tr ecesario, casi inhéspito en el diseurrir del ensayo, y contra iendo todo lo cue venimes diciendo, y desde el punto de vista de Ta organizacién del pensamiento formal, seria propio del "trata do" 0 del “estudio", como "prueba de cientificidad” o como “testi ‘monia de probidad’, y por ende prescindible en la eseritura en: sayistica; pero, tratando de Fortalecer nucstras pruebas, no seri aque la cita, en su “inocente” libertad o en su “fingida” licencia para evocar personajes (Marx, Benjamin, Hernandez Arreghi 1 Horacio Tarcus), para ‘inventar” situaciones (Gramsci-Camilo Pellizai) o encuentros (Gino Germani-Simone Weil) o desencuen: tvos retGricos (Fibula ibertaria/individuo heroico), propone un espacio de libertad de arte eomo real artesania del mundo socal, tun chisme de sobremesa, una charada de gabinete, una transmi sicn tanto de ideas cerradas como de ideas en libertad fuera del recinte aeadémico, aunque la evoque; una descomposicién cons tante de los enunciados para afirmar, reafirmar y desmentir hi calidad de la prueba en su propia uencia discursiva. En el en ayo, y en el ensayo de Gonzalez, la cita comienza a disgregarse vial, in ais dl ontyo agent st sv propia multiplicidad y desgutoriza cualquier forma de ntiicacion al borrar su propia identidad. El reeorrido, como rma de lectura es politico; la recurrencia, wna forma tempes- ta de reafirmar; la proliferacién, una forma intensa de asir la dad, Gorizdlez escribe un “tratado de las eitaciones” para des ftuar el valor estimativo de la cita. A partir de alli, el ensayo rFENtino sera otra cosa, IBLIOGRAFIA, 10, T. W. (1962) “El ensayo come forma", en Notas de lite ratura, Barcelona, Ariel woRNaT, Maite (1993): L'Utopie Socialiste, Paris, yur, }——— (1982): La parole pamphlétaire, Par Axronowicz, Gaunt. 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