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Época y síntoma
Alejandro J. Rostagnotto1
Mariela Yesuron2

Decir clínica y época nos ubica de entrada en la encrucijada contemporánea. Sabemos que
Freud atribuyó un papel importante a la civilización y su devenir.
En el Malestar en la cultura (Freud. 1930) en consideración de la sexualidad, Freud
establece que una variable que interviene en la configuración de la sexualidad es “el peso
de la civilización, que entraña un rebajamiento general de los objetos sexuales”. Esto quiere
decir que, desde la civilización, lugar desde donde opera la prohibición del incesto, y desde
donde interviene el factor normativo de limitación de la satisfacción, Freud ubica un peso
para el sujeto que debe sujetarse a lo que dicha civilización le impone. Se puede subrayar
aquí, que hay una tensión entre la civilización y la satisfacción pulsional, modificándose la
segunda por la presión de la primera; esta modificación, a su vez, no implica supresión -y
en esto Freud se encargará en delimitar los destinos, las vicisitudes de pulsión. De manera
tal que, esa fuerza pulsionante no cesa de impeler su satisfacción, más allá del evento
contingente que se le ofrezca para su cesación; y la civilización, como contrafuerza que
intenta domeñar la pulsión, e impone su “peso”.
En relación a este peso que la civilización impone, podemos ubicar, paradójicamente como
factor que preexiste a la pulsión, el aspecto civilizante de la cultura, que opera sobre la
tendencia pulsional normalizando, normativizandola. Es así que, la pulsión adquiere el
carácter de sexual, de allí el termino “pulsion sexual”, en la mediada en que adquiere una
significancia relativa a la historización de la pulsión en el Edipo. De este modo,
entendemos al Edipo como un factor cultural, estructurante de la subjetividad, que intenta
imponer su peso normtivizante a la pulsión. Este encuentro entre la fuerza pulsionante y el
factor normativizante edípico de la cultura, tiene como corolario un aspecto trágico -en el
sentido griego del termino tragedia-, donde un intento de salida, de solución, es la
identificación al Ideal paterno. Con esto decimos que, el sepultamiento del complejo de

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Licenciado en Psicología, Profesor Titular Cátedra de Psicopatología II. Profesor Adjunto Cátedra de
Psicoanálisis. Facultad de Psicología. UNC., donde cursa sus estudios de doctorado. Además dirige equipos
de Investigación vinculados al Psicoanálisis y avalados por Secty. UNC
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Licenciada en Psicología. Especialista en Psicología Clínica, tesista de Maestría en Psicología Clínica.
Miembro de diferentes equipos de investigación vinculados al Psicoanálisis y avalados por Secty. UNC.

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Edipo3 es correlativo a una identificación tipificante al semblante paterno que Freud llama
Ideal del Yo4.
Entonces, planteamos una conjunción problemática relativa al Ideal, que tiene que ver con
lo social época y con la estructura subjetiva. Para mostrar este aspecto tomemos el clásico
ejemplo prínceps, dentro de los grandes historiales clínicos de Freud, del hombre de las
ratas5. En este caso, podemos establecer un par de significantes que nos permitan acotar la
modalidad de aparición de su obsesión. Es realizando maniobras como oficial de reservas
del ejercito, donde ubicamos la coyuntura dramática de la aparición de su obsesión clínica,
podemos subrayar aquí el significante oficial, y lo que representa para este sujeto en el
contexto de oficiales del Imperio Austro-húngaro. Este contexto, no es un contexto inocuo
para el sujeto, ya que es donde su padre contrajo una deuda de juego que no pagó, lo que
hereda el hombre de las ratas cual hereda -esta herencia paterna también se verifica en otra
deuda, porque su padre no se casó con la muchacha que amaba sino con una muchacha rica.
Hay una referencia a este mundo de oficiales del Imperio Austro-húngaro en Laurent
(1993) donde dice que: “se trataba esencialmente de deudas a pagar, en fin, de cierta
cantidad de actividades que tenía muy poca relación con la preparación efectiva para lo que
iba a suceder: una guerra moderna en que las tropas del imperio Austro-húngaro no
estuvieron especialmente a punto... una atmósfera tal que ya no se sabe con que se
identifica uno, cualesquiera sean los valores en que se crea. Es en ese marco que se inscribe
el Hombre de las Ratas.” (Lauren.1993:264)
El hombre de las ratas, es un hombre que tiene ideales, es un oficial de reserva correcto,
con valores, preparación, capaz como cualquier oficial activo, honesto; es decir, con todo
aquello que lo perfila con el ideal del oficial. Este significante que lo representa, se
relaciona con otro significante, el capitán cruel que es el oficial activo, este significante
esta vinculado a su vez, con el complejo anal y la voluptuosidad de un placer desconocido,
nos dirá Freud. Sintéticamente, podemos decir que el significante del síntoma, rata, aparece

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Esta temática refiere al texto homónimo de 1924 “El sepultamiento del complejo de Edipo”, también puede
ser estudiado en “El Yo y el Ello” , 1927, en el capítulo: “El yo y el superyó”,
(Ideal del yo)
4
Puede consultarse “Introducción al Narcisismo”, 1914. “Psicología de las Masas y Análisis del Yo”, 1921,
en particular el capitulo “La Identificación”.
5
Freud, S. (1909), “A propósito de un caso de Neurosis Obsesiva”, También se puede consultar “Tótem y
Tabu”, 1913, el apartado de El retorno del totemismo
en la infancia.

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todavía sin hacer cadena y a la vez el significante oficial como un significante vinculado al
ideal, fundamentalmente vinculado a la conmoción del ideal. Al inicio del tratamiento de
este sujeto el significante del síntoma, no parece representar al sujeto, porque no está
articulado todavía a la cadena significante, habrá que esperar el desciframiento analítico, la
localización del significante de la transferencia.
De este ejemplo freudiano, podemos ver cómo, desde la incidencia del contexto cultural de
la época en donde se localiza la coyuntura dramática, la labor analítica toma el camino de
lo particular, del uno por uno en la implicación subjetiva. Con Freud decimos que: más allá
de la atmósfera institucional del ejército del Imperio Austro-húngaro debemos abordar las
particularidades que la pulsión sexual ha hecho surgir bajo la presión de la civilización.
En la experiencia clínica, es verificable esta coyuntura de la conmoción del ideal, donde
también es posible aislar, el significante del síntoma. De esta manera, en las entrevistas
preliminares, podemos ubicar además, el significante de la transferencia, para dar paso al
dispositivo analítico.
Desde este ejemplo, podemos mostrar que la época coadyuva a la contextualización típica
de cada tiempo, pero también pretendemos mostrar el otro aspecto del síntoma, que es
aspecto más singular, como una entidad sin semejanza a la tipología social. No se trata para
nosotros, en la actualidad, de la época bizantina de los ideales en donde el cielo del
inconsciente se abría bajo la intervención del Nombre del padre. Asistimos al desasimiento
del semblante paterno, y observamos al sujeto asintomatizado por el discurso del
capitalismo, por la universalización del mercado y la hegemonía del capitalismo global, sin
oposición dialéctica. El sujeto está borrado de sus síntomas, por efecto del discurso del
capitalismo en el consumo, en el uso de los gadgets… y acude la ciencia forcluyendo al
inconsciente.
Nuestro planteo, pretende abrir interrogantes sobre cómo se caracteriza el factor epocal.
Hipotetizamos que el consumismo enmascara y distrae los excesos. Los exceso actuales -de
tóxicos, comida, juego o lo que fuere-, no hace más que mostrar es aspecto de la pulsión ya
indicado por Freud: “La pulsión reprimida nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena,
que consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción; todas las
formaciones sustitutivas y reactivas, y todas las sublimaciones, son insuficientes para
cancelar su tensión acuciante, y la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el

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pretendido engendra el factor pulsionante, que no admite aferrarse a ninguna de las


situaciones establecidas, sino que, en las palabras del poeta, «acicatea, indomeñado,
siempre hacia adelante»6.” (Freud.1920:42)
En nuestra época, ya no se observa el peso de la civilización tal como era en la época
freudiana, del lado de los ideales sociales tales como la patria o la religión. Lo que define a
nuestra civilización, es el discurso del capitalismo, que a su vez, es la resultante de la
modificación hecha por la ciencia al discurso del amo; es decir que, el discurso del
capitalismo es una variante y no un verdadero discurso. La incidencia de la ciencia y los
avances técnicos en la producción de los objetos de oferta en el mercado, parecen hacer
olvidar al sujeto de su propia división, de su castración, presentándose como “sintagma
indeleble del triunfo sobre la amenaza castración”7 adjetivando a esta declinación del
discurso del amo como variante perversa por el valor de fetiche del objeto; es decir, que por
medio de los gadgets de la ciencia, el sujeto tiene la posibilidad de denegar la castración
(Lacan.1988:107), y da la ilusión de posibilidad de la relación sexual en donde el lugar del
partenaire está ocupado por el objeto del mercado. Así, por medio del valor de fetiche, del
objeto del mercado del capitalismo global en sus diferentes modalidades -nos referimos a
un amplio espectro que puede abarcar desde lo que aparece en las góndolas hasta las drogas
sintéticas- se obtura la división subjetiva. De esta manera, esta desmentida de la castración
persigue como fin, u no querer saber nada sobre la causa que divide al sujeto, evitando así
la angustia y adormeciendo al sujeto en el sueño de su completitud fetichizada.
El objeto del mercado, parece prometer sustituir lo particular del sujeto por un objeto de la
técnica, por un elemento de consumo, que iguala al sujeto, a todos los demás. De esta
manera, parecería que el sujeto, en su falta de goce, se dirige al amo de la ciencia, del
capitalismo global, para que en su saber técnico le produzca un objeto lo suficientemente
versátil para solucionar, “a voluntad”, su falla estructural, su modo de satisfacción
pulsional. Este sujeto “moderno”, que ha ocupado el lugar del agente en el discurso
capitalista, desmiente su castración, buscando engañar el factor pulsionante, buscando

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Mefistófeles en Fausto, parte I, Escena 4
7
Es la definición que da Freud del fetiche, en el texto “El Fetichismo” (Cfr. Freud, S. 1927:147-152), la cita
textual es la siguiente: “el horror a la castración se ha erigido un monumento recordatorio con la creación de
este sustituto. Como stigma indelebile de la represión sobrevenida permanece, además, la enajenación
respecto de los reales genitales femeninos, que no falta en ningún fetichista. Ahora se tiene una visión
panorámica de lo que el fetiche rinde y de la vía por la cual se lo mantiene. Perdura como el signo del triunfo
sobre la amenaza de castración y de la protección contra ella” (Ob. Cit 149)

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olvidar que el malestar es estructural, entra en un sueño narcotizante, como escena perversa
que intenta velar la castración acontecida.
La desregulación de la función paterna, la apertura a una satisfacción pulsional emancipada
del Ideal del yo, puede ser un lugar común en lo que se dio en llamar las nuevas
modalidades del síntoma, como lo son las toxicomanías -como se podría incluir los
fenómenos psicosomáticos, las bulimias y las anorexias, las patologías del acto, etc.-.
El sujeto -en posición amo-, elige el modo de satisfacción. Experimento que aplasta la
dimensión subjetiva. En la toxicomanía el sujeto se dirige a la ciencia para que en su saber
le procure el tóxico, lo que le vuelve a través de este objeto, es una identificación al
significante toxicómano8, nombrando su condición de goce con un significante que no le es
particular sino que se constituye como categoría social que uniformiza los modos de gozar,
y que borra la singularidad subjetiva de los modos de satisfacción particular, narcotizando
al sujeto en el capitalismo global. Las nominaciones tales como toxicómanos, o
politoxicómanos, nombra a los sujetos en una condición de goce que los iguala, anulando
sus particularidades.
Vemos aquí una clara diferencia con relación al ejemplo freudiano del hombre de las ratas,
ya no se trata de la conmoción del significante del ideal. No se observa la evidencia clínica
del significante del síntoma, sino que por el contrario, a modo de presentación, hay sujetos
que acuden a consulta nominándose a sí mismos como “soy adicto” o “soy bulímica” o
“soy alcohólico”, etc.
En este mismo sentido, con estos sujetos, no es tan fácil esclarecer la modalidad de la
transferencia, y su relación con la palabra parece ser bastante independiente, hablan pero no
dicen nada, su historia de vida es sustituida por la historia de la experiencia con el tóxico.
Lejos está la fenomenología de estos síntomas, de responder a la clásica definición del
síntoma como transacción, o satisfacción de deseo de sentido reprimido y ubicarlos como
formación del inconsciente. La subjetividad se presenta aquí, como una respuesta en exceso
que desmiente la dimensión de la causa que el lenguaje opera sobre el viviente, se heraldiza
la falta en ser, buscando narcotizar la angustia de castración. Por silenciar el deseo sexual
inconciente reprimido, el hombre debe pagar el precio de su cobardía moral

8
Estas ideas tiene como antecedente un trabajo de Jacques-Alain Miller, titulado “Para una investigación
sobre el goce auto-erótico”, en la serie “Sujeto, Goce y Modernidad” Buenos Aires, Atuel-TyA, 1993

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En síntesis, a diferencia de la época victoriana, época de la neurosis, donde la neurosis


obsesiva era paradigmática como ideal social; la época actual empuja más bien a la
perversión, a un goce que se aparta del Otro. En este contexto, es que los individuos
reclaman y proclaman el derecho a gozar, más allá de la culpa. Ya no se trata de la
dialéctica deseo-prohibición, sino más bien, de cierta certidumbre subjetiva, de un pleno
derecho a gozar al estilo sadeano.

Bibliografía
Freud, S. (1920) Más allá del principio del placer, en Obras Completas, Vol. XVIII, Bs.
As.: Argentina. Amorrortu Editores
Freud, S. (1930) Malestar en la cultura., en Obras Completas, Vol. XXI, 1996. Bs. As.,
Argentina. Amorrortu Editores.
Lacan, J. (1988:107) “La Tercera” en “Intervenciones y Textos 2” Argentina: Manantial
Lauren, E. (1994) Entre Transferencia y Repetición. Bs. As. Argentina: Ed. Atuel –
Anafora.

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