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El imperio de la ley, por Fernando Pérez

Barrios

lic.ferpeba48@hotmail.com

Desde tiempo atrás se viene reflexionando cómo encarar la gobernabilidad del país al salir del marasmo en
que nos tienen hundidos y sometidos. Sin ahondar demasiado entendemos cuán complejo y arduo sería
diseñar un plan-nación, con sus respectivas acciones, en conocimiento de la grave crisis que se vive en todos
los órdenes.

Ejecutar políticas públicas e institucionales para la reconstrucción del país requiere rehacer la textura al sector
social en sus valores y transmitir a todos, incluyendo a los más estables económicamente, que el nuevo
modelo o esquema a instaurar, necesita innovar en una cultura de no dependencia del Estado, desarraigar los
hábitos de facilismo y extirpar por completo el clientelismo al que no escapa un alto índice de la población.

Dichos aspectos deben conducirse de una manera pedagógica por parte del Estado, es decir, que los
gobernantes actúen predicando a la sociedad y dando el ejemplo que se impone un alto grado de
responsabilidad en el cumplimiento de los deberes ciudadanos y funciones gubernamentales; que se entienda
que es por medio del trabajo, esfuerzo y superación, que cada quien va labrando su propio bienestar y destino,
contando por supuesto, en la aplicación de políticas básicas y elementales en lo económico y social,
orientadas en renovada visión de un país en transformación y en estado de urgente renacimiento.

El discurso y la retórica tradicional, no encaja en este tiempo, el populismo menos por su falaz consecuencia;
se requiere más hechos y resultados que palabras.

Hay que gobernar concibiendo y haciendo del núcleo social, unos ciudadanos con los derechos y deberes que
nos establece la Constitución y las leyes. Allí precisamente esta lo neurálgico, la recuperación del país pasa
por muchísimos más cambios estructurales, ideas y visión adaptada al mundo globalizado, pero, y allí está el
pero, entre tantos aspectos, igual se hace impostergable fomentar e instalar la cultura del Imperio de la Ley,
vale decir, la concientización del cumplimiento de la misma y su ejecución por una administración de justicia
autónoma y meritocrática que la administre para el justo y buen funcionamiento de todas las facetas y
estructuras de la Nación.

Si la ley se cumple, se ejecuta en esa medida, su desenvolvimiento será más organizado, disciplinado, se
aminoran los problemas básicos y cotidianos, se alcanza mejor calidad de vida, porque habrá orden en el
quehacer diario, un mejor y mayor control de la seguridad, sin impunidad y de la corrupción.

En fin, conscientes de que la ley se cumple y ejecuta, nos hará mejores ciudadanos y no es de ser iluso, la
perfección no existe, pero el país funcionaria con más eficacia, sosiego y paz. Tema para analizar
profundamente con juristas y doctos en la materia.

Convencido estoy como un modesto ciudadano, que en un país donde la Ley es caprichosa, será un país con
ingentes problemas permanentes y sin soluciones.

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