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Introducción
Esto también nos ayuda a orientar mejor nuestras preguntas acerca del
catolicismo peruano en particular e iberoamericano en general, se alcanzó o no
la transformación religiosa peruana el siglo XVI, ¿Es el Perú una nación
cristiana?. O en última instancia qué entendemos por transformación religiosa.
También debe haber una serie de preguntas a formularse al período que
estamos trabajando. Los temas que se trataron en estos primeros concilios
¿siguen siendo o no de preocupación a la iglesia católica? Nos conciernen
también a los evangélicos y cómo.
Polo de Ondegardo indica que el culto y los sacrificios mensuales en las doce
saiwa del Cusco continuaron libremente “algunos años después de nuestra
venida” 3 . Aunque esto no puede servir para afirmar que las autoridades
españolas autorizaran estas manifestaciones idolátricas. Hubieron negativas a
este tipo de solicitudes. Ya para 1550 en adelante no serán posibles estas
manifestaciones espectaculares, por lo menos donde hay concentración de
población española. En lo que atañe a este tipo de celebraciones importantes
se aplicaron constituciones represivas y no tenemos más informes sobre estos
ceremoniales públicos.
1
Duviols, Pierre: La Destrucción de las Religiones Andinas, Edit. Univ. Autónoma de México, México
1977, pág. 109.
2
Estete: El Descubrimiento, p. 35 en Duviols, Pierre: La Destrucción de las Religiones Andinas, Edit.
Univ. Autónoma de México, México 1977, pág. 110.
3
Polo de Ondegardo: Informe del Licenciado, pág. 31 en, Duviols, Pierre: La Destrucción de las
Religiones Andinas, Edit. Univ. Autónoma de México, México 1977, pág. 111.
3
Organización Territorial de la Iglesia Católica en América y la primera
Instrucción para Indios
Desde este período se buscó liquidar las religiones andinas existentes usando
como único mecanismo la cohersión, pero las limitaciones causadas por la
extensa geografía, dificultad de la comunicaciones con la dispersión y
consecuente aislamiento de los millares de catecúmenos y convertidos, más
asustados y sojuzgados, que convencidos.6 Este trabajo se hacía de manera
desordenada y restringida, además que no se tenía materiales de catequización
que acompañara esta extirpación inicial.
4
García, Antonio: La Reforma del Concilio Tercero de Lima en DOCTRINA CRISTIANA Y
CATECISMO PARA INDIOS, Edit. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid 1986,
págs. 167 - 168.
5
Crónica, XLIV, p. 146 en, Duviols, Pierre: La Destrucción de las Religiones Andinas, Edit. Univ.
Autónoma de México, México 1977, pág. 112.
6
García, Antonio: La Reforma del Concilio Tercero de Lima en DOCTRINA CRISTIANA Y
CATECISMO PARA INDIOS, Edit. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid 1986,
pág. 166.
7
El título completo de este documento es: Instrucción de la orden que se ha de tener en la Doctrina de
los naturales. De fecha de 29 de Diciembre de 1545en: Javier Castillo Arroyo, Catecismos peruanos del
siglo XVI, Evangelización y Teología en el Perú, CEP Lima, Noviembre 1991, pág. 263.
4
y proveeréis en ello lo que viéredes que conviene». En estas fechas Lima no
era todavía arzobispado y el Perú, como ya se mencionó, se hallaba inmerso en
largas y sangrientas guerras civiles debido a la promulgación en España de las
“Leyes nuevas de Indias”, el 20 de Noviembre de 1542. Por ello Loaysa tuvo
que conformarse con publicar una importante Instrucción, en forma de
sinodales terminada en 1545 e impuesta como obligatoria a todos los curas que
estaban bajo su jurisdicción8
Esta Instrucción disponía que «doctrinen y enseñen los dichos naturales (…)
conforme a lo contenido en las cartillas que de España vienen impresas»,
evitando las cartillas en lenguas de los naturales que todavía no hubiesen
recibido las correspondientes licencias del Ordinario; que usasen «de ciertos
coloquios o pláticas que están hechos en su lengua en las cuales se trata de la
creación y otras cosas útiles (…) y tratarán que los niños hablen nuestra
lengua, porque los que ya son hombres con mucha dificultad la tomarán». De
manera que estos hijos de principales se puedan convertir en catequistas. Que
se edifiquen casa a manera de iglesias donde los indios se junten a oír la
doctrina cristiana y donde se oiga misa, preparando el altar mayor con algunas
imágenes, para que se administre el bautismo, matrimonio y penitencia, no hay
ninguna alusión a la sagrada eucaristía en toda la Instrucción.
Este primer concilio fue convocado por el entonces ya, primer arzobispo de
Lima, Fray Gerónimo de Loaysa. Dicha convocatoria fue elocuente por dos
razones, la urgencia de atención que demandaban los temas que habían de
tratarse, y desgraciadamente la inmovilización existente para poder resolver
los problemas que se presentaban, pues todo estaba debilitado por los cambios
11
García, Antonio: La Reforma del Concilio Tercero de Lima en DOCTRINA CRISTIANA Y
CATECISMO PARA INDIOS, Edit. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid 1986,
pág. 168
6
acontecidos por la conquista, las guerras entre conquistadores, y la ausencia
de un estado colonial eficaz, dice un párrafo del Prólogo de este concilio lo
siguiente:
12
Vargas Ugarte, Rubén: CONCILIOS LIMENSES (1551 - 1772), Lima 1951, pág. 5
13
Cierre de las sesiones del Primer Concilio Limense.
14
Vargas Ugarte, Rubén: CONCILIOS LIMENSES (1551 - 1772), Lima 1951.
7
honra y culto del demonio, pues allende de ser contra la ley natural, es
en gran perjuicio e incentivo para volverse los ya cristianos a los ritos
antiguos, por estar juntos los cristianos con padres y hermanos infieles
es grande estorbo para tornarse cristianos: (f. 27) Por tanto, S.S. ap.
mandamos que todos los ídolos y adoratorios que hobiere en pueblos
donde hay indios cristianos sean quemados y derrocados; y si fuere
lugar decente para ello se edifique allí iglesia, o a lo menos se ponga una
cruz. Y si fuere en pueblos de infieles se consulte con el muy ilustre
señor Visorrey de estos reinos en su distrito, y en los demás con los
presidentes y gobernadores dellos, para que manden proveer en ello,
por los inconvenientes que de permitirles adoratorios para tornarse
cristianos hay, y por la ocasión que es para los ya cristianos de volver a
idolatrar.
15
Vargas Ugarte, Rubén: CONCILIOS LIMENSES (1551 - 1772), Lima 1951, pág. 34
16
Vargas Ugarte, Rubén: CONCILIOS LIMENSES (1551 - 1772), Lima 1951, pág. 97.
17
Vargas Ugarte, Rubén: CONCILIOS LIMENSES (1551 - 1772), Lima 1951, pág. 97.
9
En la parte Segunda, o correspondiente a los indios, se reiteran las
preocupaciones del primer concilio en el cuidado de una catequesis uniforme
tanto del contenido doctrinal como de la forma de enseñar a los indios, se
encarga por tales razones que haya un catecismo aprobado con autoridad del
obispo, y se advierte que los que no se rigan al mismo cuando enseñen, sean
castigados.
Que los curas aprendan las lenguas nativas, sancionándose a los negligentes
en aprender, con la disminución del tercio de sus remuneraciones el primer
año, incrementándose la pena los años siguientes.
Que el que se hace cargo de una doctrina de indios deba permanecer en ella
como mínimo 6 años, no autorizándose su salida antes del plazo, salvo por
razones graves.
Que los indios no se ordenen, y los ordenantes de menores sirvan primero
en ellas antes de ser promovidos a las mayores.
Que no pidan cosa alguna a los indios, so pena de restituirlo al doble. Que no
se apropien de los bienes de los difuntos. Que los curas de indios no
desamparen sus pueblos para ir a celebrar las fiestas de la ciudad en la
pascua o navidad o en otras solemnidades.
Conociéndose la necesidad de atender “a los lugares de indios”, se acordó
que por lo menos sea visitado cada lugar siete veces al año “y en cada lugar
se detengan como vieren ser menester”18; sancionándose con veinte pesos
por cada vez que falten a estas siete visitas como mínimo.
Que por cada vista exista una constatación escrita en un libro en que se
escriba el nombre de cada pueblo, de los curacas, de los casados, y de todos
los demás, aparte los indios infieles, y a cada uno se le ponga el nombre y
sobre nombre, y la mujer e hijos que tienen. Que no se bautice a ninguno,
por más que desee antes de ser bien instruido y examinado, para constatar
si la decisión es sincera o fingida.
Que se enseñe a los ya bautizados la necesidad de confesarse cuando se
hubiere caído en pecado mortal.
Además se reiteran las preocupaciones expresadas en el primer concilio de
evitar que los sacerdotes que tienen a cargo la atención de los indios se
abstengan de todo género de negociación o granjería; que no se ocupen en
“cazas o monterías”.
Que se dividan las parroquias de indios y se den a cada cura parroquianos
distintos, conforme a los cánones y decretos tridentinos, que a cada
parroquia no se señale más cuatrocientos indios casados, y sus familiares.
Además los encomenderos no deben sentirse con la conciencia tranquila
cuando encargan a un cura un número superior al referido. Que los mismos
encomenderos paguen el salario señalado por el obispo a sus curas, los que
no paguen el estipendio señalado de ninguna manera sean admitidos al
sacramento de la penitencia. Si por falta de cura no se pudiese atender una
parroquia, el dinero destinado al cura conviértase en servicio a la iglesia y
limosna a los pobres.
18
Segundo Concilio Limense, Parte Segunda, de lo que toca a los Indios, Capítulo 13.
10
Que se reduzcan a pueblos mayores, las muchedumbres de indios que
están repartidos en diversos ranchos, conforme el mandato de la majestad
católica. Que se edifiquen templos en lugares convenientes según el número
de parroquianos, consultándose al perlado, al encomendero y al cacique, y
los costos sean por partes iguales de la caja real y de los mismos indios y de
su encomendero. Que juntamente con el cura se nombren dos indios de los
principales para mayordomos y tengan el cuidado de las cosas de la iglesia y
darán cuenta al visitador con un libro que se abrirá para este propósito de
todos los bienes y gastos de la iglesia.
Finalmente se advertía que los sacerdotes de indios lean con cuidado y guarden
todo lo que el concilio tridentino está ordenando para hacer bien su oficio y que
anoten todo lo que vieren necesario ser corregido y adviertan a su obispo o a su
visitador, de palabra o por escrito (Segunda Parte del sumario No 122)
19
Tercer Concilio Limense (1582 - 1583), Public. Facultad Pontificia y Civil de Teología de Lima,
1982, pág. 19
20
Tercer Concilio Limense (1582 - 1583), Public. Facultad Pontificia y Civil de Teología de Lima,
1982, págs. 20 - 21.
11
Pero cuán realmente es cierto, que desde este concilio haya existido un
cambio de rumbo en la forma de trabajar en los Andes de la iglesia diocesana
con el episcopado y los obispados creados, y que desde aquí estén más
fortalecidos, que el control doctrinal sobre los pueblos se haya hecho más
efectivo, y que ahora se levanten iglesias manteniendo el cuidado que los
indios no puedan usarla en beneficio propio recreando sus propias
religiosidades.
Estas comunidades, a las que podemos referirnos con el término quechua ayllu,
proporcionaban a sus miembros los medios para crear y recrear sus vidas.
Como miembros de un ayllu, uno nacía con derechos y obligaciones que se
podían esperar de, y se debían a, aquellos a quienes el mundo andino definía
como parientes solidarios. Estos deberes y derechos estructuraban a su vez los
derechos a la tierra y a otros recursos cruciales que formaban la base de la
subsistencia andina. El ayllu sintetizaba esta compleja interacción de
responsabilidades sociales y expectativas parentales, garantizando así a cada
hombre y mujer andinos el acceso a la tierra y rebaños comunales y a otros
recursos materiales necesarios para reproducir su existencia (Murra 1956: 53,
56; Spalding 1984, 1967: 63, 68). En tanto que comunidad autónoma, el ayllu
12
tenía el control, en última instancia, sobre la forma en que sus miembros
producían y reproducían sus vidas.21
21
Silverblatt, Irene: LUNA, SOL y BRUJAS, Edit. C.B.C. Cusco 1990, pág. 2.
22
Pérez Fernández, Isacio o.p. EL ANONIMO DE YUCAY FRENTE A BARTOLOME DE LAS
CASAS, Edit. C.B.C. Cusco 1995, pág. 18.
23
Pérez Fernández, Isacio o.p. EL ANONIMO DE YUCAY FRENTE A BARTOLOME DE LAS
CASAS, Edit. C.B.C. Cusco 1995, pág. 19
13
En esta abundante correspondencia, en numerosas oportunidades, Toledo
hace referencia a lo que él llama “materias”, “asuntos”, o “puntos de gobierno
eclesiástico” o “espiritual”. Precisamente de estas referencias se puede formar
una idea del estado en que se encontraban las diócesis comprendidas en la
jurisdicción arzobispal de Lima en el período que va desde 1569 a 1572, año en
que se publica la primera convocación para celebrar el tercer concilio
provincial.24
24
Guillermo Durán, Juan: EL CATECISMO DEL III CONCILIO PROVINCIAL DE LIMA Y SUS
COMPLEMENTOS PASTORALES (1584 - 1585). Estudio Preliminar. Univ. Católica de Argentina.
Bs. As. 1982 págs. 71- 72.
25
Duviols, Pierre: La Destrucción de la Religiones Andinas. Univ. Autónoma de México, México 1977,
pág. 146.
26
Guillermo Durán, Juan: EL CATECISMO DEL III CONCILIO PROVINCIAL DE LIMA Y SUS
COMPLEMENTOS PASTORALES (1584 - 1585). Estudio Preliminar. Univ. Católica de Argentina.
Bs. As. 1982 pág. 72
14
además “poca justicia en la causa de los clérigos” y en la de los “indios gran
remisión”. Entre éstos a raíz del descuido de sus pastores, por ser los naturales
“hombres flacos de fe”, existían pecados contra la ley natural porque han
tenido licencia de pecar y con ella no tener en nada los pecados”. Toledo
finaliza su descripción con estas palabras: “a mi parecer es aquélla la Iglesia
que más falta tiene en lo principal de las doctrinas, según lo que hasta ahora he
visto”.
27
Guillermo Durán, Juan: EL CATECISMO DEL III CONCILIO PROVINCIAL DE LIMA Y SUS
COMPLEMENTOS PASTORALES (1584 - 1585). Estudio Preliminar. Univ. Católica de Argentina.
Bs. As. 1982 pág. 76.
28
Guillermo Durán, Juan: EL CATECISMO DEL III CONCILIO PROVINCIAL DE LIMA Y SUS
COMPLEMENTOS PASTORALES (1584 - 1585). Estudio Preliminar. Univ. Católica de Argentina.
Bs. As. 1982 pág. 76
15
Pero además existe información acerca de la manera en que este primer
obispo participó en la naciente sociedad colonial, que nos ayudará entender su
peculiar forma de articular el oficio episcopal con los intereses temporales:
Jerónimo de Loaysa había nacido en Trujillo en 1498, de donde eran los Pizarro
y un importante grupo de sus seguidores en el Perú. Fue enviado a Lima como
primer obispo y Protector de Indios de la recién creada diócesis a donde llegó
en 1543, después de algunos años de experiencia americana como obispo de
Cartagena, en Nueva Granada. El destino de Lima era prometedor; se trataba
de la capital de la recientemente conquistada y fabulosa Nueva Castilla, una
plaza digna para alguien con tan buenas relaciones como Fray Jerónimo. En
efecto, el nuevo obispo de Lima era sobrino de fray García de Loayza, poderoso
personaje de la política castellana que llegaría a ser arzobispo de Sevilla,
Presidente del Consejo de Indias, General de los Dominicos y confesor de
Carlos V.
Acompañando todo tipo de recursos, como éste, para ejecutar a cómo de lugar
su estrategia para cumplir la tarea reorganizadora, Toledo también hará
sustituciones, retirando a dominicos y franciscanos de la administración de la
iglesia y colocando en estos puestos a jesuitas, por ello el Tercer Concilio
Limense tendrá una marcada direccionalidad de acuerdo a los propósitos de
dicha orden.
Pero, con todo así como apreciamos, aunque en esta etapa se toma en serio la
necesidad de reorganizar y catequizar, siendo evidente la falta de sacerdotes,
en ningún momento aborda el concilio la posibilidad de promover al sacerdocio
31
Acosta, Antonio: La Iglesia en el Perú Colonial Temprano. Fray Jerónimo de Loaysa, primer obispo
de Lima, en Revista Andina, Año 14, No 1, julio 1996, CBC, págs. 56 - 57
32
Pérez Fernández, Isacio o.p. EL ANONIMO DE YUCAY FRENTE A BARTOLOME DE LAS
CASAS, Edit. C.B.C. Cusco 1995, págs. 22 y 23.
33
Pérez Fernández, Isacio o.p. EL ANONIMO DE YUCAY FRENTE A BARTOLOME DE LAS
CASAS, Edit. C.B.C. Cusco 1995, pág. 30.
18
a los indígenas. El segundo concilio limense lo había prohibido expresamente,
y hay que recordar que el tercero hizo suyos todos los decretos de aquel. Se les
cerraba la entrada no por ser indios, sino por considerarlos todavía neófitos: “El
santo sínodo piensa y así lo manda, que estos (indios) recién convertidos a la fe
no deben ser ordenados por ningún orden por ahora (hoc tempore) [Segundo
Concilio provincial limense 1567, segunda parte, const. 74]. El tercer concilio
también estimó que no había llegado el tiempo de hacerlo, y mantuvo lo
establecido.
Sin embargo, tuvo que atender otro problema similar: el de los mestizos.
Muchos obispos los ordenaban, hasta que en 1578 una real cédula se lo
prohibió tajantemente. En el momento de la celebración del tercer concilio
cierto número de mestizos que eran subdiáconos y diáconos y se hallaban
impedidos de acceder al presbiterado acudieron a la asamblea solicitando la
ordenación. Después de largas deliberaciones los padres, sin llegar a ninguna
decisión específica, cuidaron de poner claramente en varios decretos que la
única norma para admitir el sacerdocio era la idoneidad, con los requisitos
establecidos en el concilio de Trento, añadiendo el limense, de poseer un
conocimiento suficiente de las lenguas indígenas y el propósito de dedicarse a
doctrinar a los indios, sin poner tachas raciales ni sociales de ninguna clase (2ª
acción, caps. 30 31, 33, y 40). Pero dado que había de por medio una
prohibición real, se entregó a los peticionarios un decreto expedido después de
clausurado el concilio (y que por consiguiente, no entró en el cuerpo legal
oficialmente promulgado), en el cual se reconocía el derecho de los mestizos
“que fueren virtuosos y tuvieren suficiencia para ser promovidos a los sacros
órdenes”, y pide al rey les permita ordenarse”34
Por otra parte, los decretos del tercer concilio de Lima hallaron fuertes
contradicciones aun antes de ser confirmados por las autoridades
competentes, oposición expresada básicamente por los bien afincados
encomenderos.
“El pronunciado paternalismo que se manifiesta casi siempre que los padres
limenses cuando se refieren a los indígenas, es explicable por la deplorable
situación en que estos se encontraban. Tampoco la severidad de las sanciones
que prodigaron hasta tener que reconocer que se les había pasado un tanto la
mano; quién sabe aunque así nos parezca, se quedaron cortos, dado el grado
de corrupción al que había llegado rápidamente la sociedad virreinal,
incluyendo el estado eclesiástico, como aparece en varios decretos de este
concilio y nos informan abundantemente otras fuentes”35 nos sigue recalcando
Bartra. Aunque estas declaraciones no tuvieron efecto en atención y beneficio
de los indígenas.
36
Biblioteca de Autores Españoles: Obras del Padre José de Acosta, Estudio Preliminar y edición del P.
Francisco Mateos, Madrid 1954, pág. XVI.
20
Católica del rey don Felipe nuestro señor con los demás reyes de
España, que en todo queremos y declaramos que ha de estar entero sin
pararle perjuizio. Y suplicamos a nuestro Dios dé larga y próspera vida a
Su Magestad para el bien de estos reinos.
2ª Acción - Cap. 2º - Que se tengan los decretos de este concilio y del pasado.
Mas, para que lo que está saludablemente proveído no deje de ser
provecho y efecto por causa de negligencia e ignorancia como hasta
ahora casi ha sucedido, manda este santo sínodo, que dentro de dos
meses de espacio, que se cuenten del día que se hiciere la publicación
en cada diócesis, o del tiempo que el ordinario a cada qual señalare,
estén obligados todos los curas, asi de españoles como de indios, y otros
cualesquier juezes eclesiásticos, a sacar y tener los decretos de este
presente sínodo, so pena que el que tuviere negligencia y descuido en
hazerlo sea castigado con sentencia de excomunión mayor y pena de
cien pesos.
2ª Acción - Cap. 38º - Que no se lleve nada a los indios cuando se les
administran los sacramentos.
Qualesquiera conciertos expresos o tácitos por administrar sacramentos
o dar sepultura los sacros cánones los abominan como tratos tan feos de
simonía pestilencial. Pero las loables costumbres que están recibidas en
el pueblo cristiano de lo que se da a la Iglesia, los mismos sacros
cánones las aprueban y abraçan. Con todo eso, el concilio pasado de
esta ciudad de los Reyes cerca de los indios determinó y declaró que, ni
por administrarles qualquier sacramento, ni por darles cualquier
sepultura se pudiese pedir ni llevar cosa alguna, y si algún sacerdote
llevase algo de los indios por lo dicho, que fuese compelido a pagar
quatro tanto. Este tan saludable decreto, que es para la edificación y fe
de estos nuevos cristianos en gran manera necesario y ha sido por
muchos quebrantados con no pequeño escándalo suyo, ha parecido a
este santo sínodo renovarle de nuevo, y así, con todas la veras que
puede manda que se guarde declarando que no ha lugar alegar en esta
parte costumbres loables, pues son antes abusos y así se han de llamar.
Otrosí, no sean los indios compelidos a ofrecer en la misa ni fuera de
ella, mas si alguno quisiere ofrecer, sepa que es obra meritoria y pía,
pero que está en su entera libertad el hazerla o dejarla de hazer. Los
indios empero, que tienen su morada y habitan en pueblos de
españoles, por quanto están en la fe más instructos y comúnmente
gustan de seguir el uso de los españoles, con estos tales en las
sepulturas y otras cosas se podrán guardar las costumbres loables si las
hubiere tales.
2ª Acción - Cap. 39º - Que los curas no se entremetan en los bienes de los
indios difuntos.
De los bienes de indios que mueren no usurpen parte alguna los curas,
aunque sea con color de que quieren gastar el quinto por el ánima del
difunto, mas déjenle entera libertad a los indios para disponer de sus
bienes como les pareciere; y si muriere ab intestato, de los herederos
será el declarar lo que se ha de hazer por el ánima del difunto.
23
2ª Acción - Cap. 40 - Que se provean las doctrinas vacas de los indios.
Para que no perezcan del todo las ovejas de Cristo careciendo de pastor,
procuren por todas las vías los obispos proveer las parroquias de los
indios que estuvieren desiertas, y si no hallaren sacerdotes que sepan la
lengua y vayan de buena gana, no dejen por eso de enviar sacerdotes de
buen ejemplo, a los quales podrán para esto compeler cuando es la
necesidad urgente etiam con censuras, mayormente no teniendo
ocupación forzosa y estando ordenados a título de indios, o habiendo
venido de España a este título, pues la ley de la caridad y de la
obediencia obliga a veces a socorrer al peligro presente de las ánimas,
aunque fuese dejando los estudios de las letras comenzados.
Y lo dicho se entiende sin perjuizio del Patronazgo Real, el qual se ha de
entender siempre estar entero y en pie. Mas en quanto pudiere ser,
dévense procurar para las doctrinas personas que sepan su lengua, y
para que todos la aprendan es justo animarles con premios de honras y
ventajas. Pero quando no se hallaren personas diestras en la lengua, no
por eso se ha de dejar de enviar algún sacerdote para doctrina de indios
con tal que sea persona de buena vida, porque en caso que se haya de
escoger uno de dos, más importa (sin duda alguna) enviar persona que
viva bien, que no persona que hable bien, pues edifica mucho más el
buen exemplo que las buenas palabras.
2ª Acción - Cap. 42º - Que los indios hechiceros sean apartados de los demás.
Para desterrar del todo la peste de la fe y religión cristiana que los
hechiceros y ministros abominables del demonio no cesan de causar
continuamente a la tierna grey de Cristo, siendo su maldad y embustes
tales que en un día destruyen todo cuanto los sacerdotes de Dios han
edificado en un año, proveyó con gran acuerdo el concilio pasado que
todos estos viejos hechiceros los juntasen en un lugar y los tuviesen allí
encerrados de modo que no pudiesen con su trato y comunicación
inficionar a los demás indios, y que allí se les proveyese de lo necesario
para sus almas y para sus cuerpos. Este tan útil decreto con quanto daño
se haya dejado de executar, muéstralo bien la experiencia. Por tanto es
la voluntad de este santo sínodo que luego sin excusa ni dilación alguna
se ponga en execución, y así lo manda a todos los curas que lo hagan en
cuanto a ellos les tocare, y a los ministros del Rey que gobiernan o
administran justicia pide y encarga por Jesucristo, que den su favor y
ayuda a una obra tan santa, y que echando bien su qüenta vean y
señalen en dónde y cómo se puede pueden encerrar semejantes
ministros del diablo sin perjuicio y daño a los demás.
[DE REFORMACIÓN]
3ª Acción - Capítulo 3.- De la defensa y cuidado que se debe tener de los indios.
No hay cosa que en estas provincias de las Indias devan los prelados y
los demás ministros así eclesiásticos como seglares tener por más
encargada y encomendada por Cristo Nuestro Señor, que es sumo
pontífice y rey de las ánimas, que el tener y mostrar un paternal afecto
y cuidado al bien y remedio de estas nuevas y tiernas plantas de la
Iglesia, como conviene que lo hagan los que son ministros de Cristo. Y
ciertamente, la mansedumbre de esta gente y el perpetuo trabajo con
que sirven y su obediencia y subjeción natural podrán con razón mover
a cualesquier hombres por ásperos y fieros que fuesen, para que
holgasen antes de amparar y defender estos indios, que no perseguirlos
y dejarlos despojar de los malos y atrevidos. Y así, doliéndose
grandemente este santo sínodo de que no solamente en tiempos
pasados se les hayan hecho a estos pobres tantos agravios y fuerças con
tanto exceso, sino también el día de oy muchos procuran hacer lo
mismo; ruega por Jesucristo y amonesta a todas las justicias y
gobernadores, que se muestren piadosos con los indios y enfrenen la
insolencia de sus ministros cuando es menester, y que traten a estos
indios no como esclavos sino como a hombres libres y vasallos de la
Magestad Real, a cuyo cargo los ha puesto Dios y su Iglesia. Y a los
curas y otros ministros eclesiásticos manda muy de veras que se
acuerden que son pastores y no carniceros, y que como a hijos los han
de sustentar y abrigar en el seno de la caridad cristiana. Y si alguno por
alguna manera hiriendo o afrentando de palabra o por otra vía
maltratare algún indio, los obispos y sus visitadores hagan
diligentemente pesquisa y castíguenlo con rigor, porque cierto es cosa
muy fea que los ministros de Dios se hagan verdugos de los indios.
25
3ª Acción - Cap. 4º - Que las personas eclesiásticas no tengan tratos y
contratos.
La codicia, que es raíz de todos los males, en tanta manera ha
corrompido a muchos también del estado eclesiástico, que viendo la
casa del Señor espiritual hecha casa de contratación, en tan gran
deshonra de nuestra dignidad eclesiástica y en no menos daño de las
ovejas de Cristo, no puede dejar esta santo sínodo de sentirlo y aun
avergonçarse muy mucho dello. A este tan grave daño que cada día va
creciendo y se vee ser ser en gran perjuizio del bien espiritual de los
indio, deseando poner algún remedio eficaz con el poder que Dios
Nuestro Señor nos ha dado, estrechamente mandamos que ninguna
persona eclesiástica de cualquiera condición y dignidad que sea, use por
qualquiera arte o color el negociar y granjear, que tantas veces por los
sacros cánones está prohibido. Y si algún clérigo usare contratar o
mercadear, demás de las penas puestas por el derecho y por el concilio
provincial pasado, las quales renovamos, incurra en sentencia de
excomunión por el mismo hecho.
3ª Acción - Cap. 5º - La pena en que incurren los curas indios que contratan o
granjean.
Y porque el vicio de codicia y contratación en los curas de los indios
como es más usado así también es más peligroso; porque lo uno, los
indios como gente nueva en la fe padecen por esta causa grave
escándalo; lo otro, reciben notable daño y pérdida en su doctrina,
ocupándolos en sus ganancias temporales los que devían procurarles las
ganancias espirituales de sus almas; por tanto prohibimos con las
mismas penas del decreto pasado que ningún cura o doctrinero de
indios, por sí o por tercera persona, presuma el exercitar algún género
de mercancía o contratación con qualesquier ganados, ni hazer
sementeras, ni labranças, ni viñas, ni tener o alquilar bestias o carneros
de la tierra para llevar cargas, ni echar indios a minas suyas, ni alquilar
indios; finalmente, ni tener granjerías o tratos con los mismos indios ni
con otras cualesquier personas por medio de ellos. Qualquiera que
hiziere alguna cosa de las dichas, entienda que por el mismo caso
incurre en excomunión mayor latae sententiae: Sepan también los curas
de indios que les es del todo vedado tener ingenios y obrajes y
qualesquier otras artes de granjería. Porque los que han tomado a su
cargo el ministerio de enseñar el Evangelio de ninguna manera pueden
servir juntamente a Dios y al dinero.
37
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BIBLIOGRAFIA
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