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Introducción

El presente trabajo monográfico pretende recoger información existente


acerca de los primeros años de la presencia española en el Perú, desde el
ámbito religioso y evangelizador, y fundamentalmente en base a documentos o
testimonios conservados por la oficialidad eclesiástica y estatal.

Cómo entendieron los españoles católicos la evangelización, y cuánto tuvo


realmente la evangelización católica de motivo y propósito dinamizador en la
conquista de estos territorios.

Qué teología se expresaron en los tres primeros Concilios Limenses, y cómo


esta teología se insertó en la práctica de la iglesia católica peruana, total o
parcialmente, o solamente quedó en la expresión de propósitos que no fueron
alcanzados.

Esto también nos ayuda a orientar mejor nuestras preguntas acerca del
catolicismo peruano en particular e iberoamericano en general, se alcanzó o no
la transformación religiosa peruana el siglo XVI, ¿Es el Perú una nación
cristiana?. O en última instancia qué entendemos por transformación religiosa.
También debe haber una serie de preguntas a formularse al período que
estamos trabajando. Los temas que se trataron en estos primeros concilios
¿siguen siendo o no de preocupación a la iglesia católica? Nos conciernen
también a los evangélicos y cómo.

¿Compartimos los evangélicos con estas preocupaciones, debemos tomar en


esos esfuerzos ejemplos para la misiología evangélica iberoamericana? Hay
muchas interrogantes de por medio y creo que debemos primero acercarnos a
la indicación bíblica como fuente orientadora de la misión de la iglesia cristiana
en todos y cualquier tiempo; pero también debemos tener suficiente cuidado
del testimonio histórico como antecedente referencial que nos ilustre lo que
debemos hacer o no como cristianos de la Palabra.

Este trabajo, como todo trabajo está en permanente revisión y lo presento


como estímulo para una mayor profundización, de tan importante tema.

Pastor Rafael Torres Berlanga

Iglesia Evangélica Presbiteriana y Reformada en el Perú

Congregación San Borja


2

LOS CONCILIOS LIMENSES.

1. EL PRIMER CONCILIO LIMENSE 1551 - 1552

A inicios de la conquista en el Perú, la evangelización y la labor apostólica


enfrentaba muchas dificultades, primero, los conquistadores se mostraron
tolerantes, curiosos o indiferentes ante las manifestaciones religiosas
indígenas, “siempre que el oro no estuviera en juego” 1. Las expresiones más
visibles y más espectaculares de la religión incaica no desaparecieron con la
llegada de los españoles, y éstos tuvieron el privilegio de ser espectadores de
casi todas ellas, afirma Duviols, y así, en Abril de 1535 durante ocho días, se
celebró como siempre la gran fiesta anual del sol y de la cosecha, que era
presidida por el inca Paullu donde se exhibieron las “momias de los reyes”, más
de 300 dignatarios se reunieron para esperar la salida del sol, Molina que da
cuenta de estos hechos parece haber sido testigo presencial. En 1537 el mismo
inca Paullu regresando de Chile por haber acompañado a Almagro, organizó
celebraciones religiosas que duraron treinta días: “Fue tanto el placer del Inga
y de los naturales de ella, que acordó hacer grandes fiestas en la plaza de la
ciudad, de bailes y danzas, ayuntando cada día tanta cantidad de gente que
con mucho trabajo cabían en la plaza, trayendo a las dichas fiestas todos sus
agüelos y deudos muertos, en esta manera: después de haber ido al templo,
muy acompañado y hecho oración al Sol, luego por la mañana iba al
enterramiento donde estaba cada uno por orden, embalsamados, como es
dicho, y sentados en sus sillas, y con mucha veneración y respeto, todos por
orden los sacaban de allí y los traían a la ciudad, teniendo para cada uno su
litera y hombres con su librea que le trujesen; y así de esa manera, todo el
servicio y aderezos como si estuviera vivo; y así lo dejaban diciendo muchos
cantares…llegados a la plaza con innumerable gente que con ellos iba, llevando
la delantera el Inga en su litera, y junto par de él su padre Guaynacapa y ansí
todos los demás en sus literas, embalsamados, con diademas en la cabeza” 2.

Polo de Ondegardo indica que el culto y los sacrificios mensuales en las doce
saiwa del Cusco continuaron libremente “algunos años después de nuestra
venida” 3 . Aunque esto no puede servir para afirmar que las autoridades
españolas autorizaran estas manifestaciones idolátricas. Hubieron negativas a
este tipo de solicitudes. Ya para 1550 en adelante no serán posibles estas
manifestaciones espectaculares, por lo menos donde hay concentración de
población española. En lo que atañe a este tipo de celebraciones importantes
se aplicaron constituciones represivas y no tenemos más informes sobre estos
ceremoniales públicos.

1
Duviols, Pierre: La Destrucción de las Religiones Andinas, Edit. Univ. Autónoma de México, México
1977, pág. 109.
2
Estete: El Descubrimiento, p. 35 en Duviols, Pierre: La Destrucción de las Religiones Andinas, Edit.
Univ. Autónoma de México, México 1977, pág. 110.
3
Polo de Ondegardo: Informe del Licenciado, pág. 31 en, Duviols, Pierre: La Destrucción de las
Religiones Andinas, Edit. Univ. Autónoma de México, México 1977, pág. 111.
3
Organización Territorial de la Iglesia Católica en América y la primera
Instrucción para Indios

Sobre la organización y distribución territorial a cubrir por la iglesia católica,


tenemos que las Indias fueron sufragáneas de Sevilla desde 1512 hasta 1546.
Fecha en que se crearon las primeras provincias o metrópolis eclesiásticas
(Santo Domingo, México y Lima), a las que se añade en 1564 la de Santa Fe de
Bogotá y Charcas en 1609. De estas provincias eclesiásticas, la de Lima era con
mucho las más extensa. Comprendía al principio la diócesis de León de
Nicaragua, Castilla de Oro (Panamá), Popayán, Quito, Cusco, Charcas,
Tucumán, Asunción, Santiago del Extremo y la Imperial, es decir un territorio
que abarcaba al menos en teoría desde Centroamérica hasta Tierra del Fuego.
Por lo que al Perú se refiere, la primera sede episcopal fue creada en Tumbes
el año 1529, aunque la primera que realmente llegó a funcionar es la del Cusco
de 1537. A esta siguió la de Lima en 1541, cuyo primer prelado fue Fr.
Jerónimo de Loayza.4

Pasadas las guerras civiles entre españoles, veinte años después de la


conquista (desde 1537 a 1554), casi todos los templos nativos importantes han
sido destruidos o seriamente dañados. Cieza se vanagloria: “Y ha placido a
nuestro Dios y redentor que merezcan tener nombre de hijos suyos y estar
debajo de la unión de nuestra santa madre Iglesia, pues es servido que oigan
el evangelio…y que los templos destos indios se hayan derribado” 5.

Desde este período se buscó liquidar las religiones andinas existentes usando
como único mecanismo la cohersión, pero las limitaciones causadas por la
extensa geografía, dificultad de la comunicaciones con la dispersión y
consecuente aislamiento de los millares de catecúmenos y convertidos, más
asustados y sojuzgados, que convencidos.6 Este trabajo se hacía de manera
desordenada y restringida, además que no se tenía materiales de catequización
que acompañara esta extirpación inicial.

En el caso del Perú uno de los primeros documentos que intentaron


sistematizar la catequización de estas tierras fue «La Instrucción para curas de
indios»,7 del obispo de Lima, Fray Jerónimo de Loaysa, dominico que ocupó
dicha sede hasta 1575, llegando a ser además su primer arzobispo. Felipe II le
había animado en 1544: «Si acaso a esa ciudad (Lima) se viniesen a juntar los
obispos del Cuzco y Quito, vos y ellos platicaréis las cosas que viéredes que son
necesarias proveerse tocantes al aumento y ampliación de nuestra santa fe
católica y a la edificación y buen servicio de las iglesias de vuestros obispados

4
García, Antonio: La Reforma del Concilio Tercero de Lima en DOCTRINA CRISTIANA Y
CATECISMO PARA INDIOS, Edit. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid 1986,
págs. 167 - 168.
5
Crónica, XLIV, p. 146 en, Duviols, Pierre: La Destrucción de las Religiones Andinas, Edit. Univ.
Autónoma de México, México 1977, pág. 112.
6
García, Antonio: La Reforma del Concilio Tercero de Lima en DOCTRINA CRISTIANA Y
CATECISMO PARA INDIOS, Edit. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid 1986,
pág. 166.
7
El título completo de este documento es: Instrucción de la orden que se ha de tener en la Doctrina de
los naturales. De fecha de 29 de Diciembre de 1545en: Javier Castillo Arroyo, Catecismos peruanos del
siglo XVI, Evangelización y Teología en el Perú, CEP Lima, Noviembre 1991, pág. 263.
4
y proveeréis en ello lo que viéredes que conviene». En estas fechas Lima no
era todavía arzobispado y el Perú, como ya se mencionó, se hallaba inmerso en
largas y sangrientas guerras civiles debido a la promulgación en España de las
“Leyes nuevas de Indias”, el 20 de Noviembre de 1542. Por ello Loaysa tuvo
que conformarse con publicar una importante Instrucción, en forma de
sinodales terminada en 1545 e impuesta como obligatoria a todos los curas que
estaban bajo su jurisdicción8

Instrucción que trataba acerca de las condiciones en que debía administrarse el


bautismo de los indios, en casos de peligro de muerte, así «primero supiera
signarse y santiguarse, y el credo, y paternóster, y avemaría y los
mandamientos». De no estar en urgente necesidad, exigía una catequesis más
detallada, «platicándoles los artículos de la fe y los diez mandamientos» que
debía durar un mes. El bautismo debía administrarse con toda solemnidad, es
decir con óleo y crisma y en la iglesia.9

Esta Instrucción disponía que «doctrinen y enseñen los dichos naturales (…)
conforme a lo contenido en las cartillas que de España vienen impresas»,
evitando las cartillas en lenguas de los naturales que todavía no hubiesen
recibido las correspondientes licencias del Ordinario; que usasen «de ciertos
coloquios o pláticas que están hechos en su lengua en las cuales se trata de la
creación y otras cosas útiles (…) y tratarán que los niños hablen nuestra
lengua, porque los que ya son hombres con mucha dificultad la tomarán». De
manera que estos hijos de principales se puedan convertir en catequistas. Que
se edifiquen casa a manera de iglesias donde los indios se junten a oír la
doctrina cristiana y donde se oiga misa, preparando el altar mayor con algunas
imágenes, para que se administre el bautismo, matrimonio y penitencia, no hay
ninguna alusión a la sagrada eucaristía en toda la Instrucción.

La Instrucción ofrece directrices concretas de carácter pastoral, insiste que la


catequesis comience despertando a los naturales de la idolatría en que están
inmersos, moviéndolos al temor a Dios, pues está enojado con ellos por sus
pasados errores. Que «aunque los cuerpos mueren, las ánimas son inmóviles»,
en clara alusión a sus creencias metempsicóticas 10; señala que se prediquen los
atributos divinos, la bondad de Dios, que el hombre es el centro de la creación;
que les comenten las razones de la Encarnación, hablándoles del primer
pecado de Adán y Eva, de los engaños del demonio, de la universal transmisión
del pecado original, del nacimiento de Dios de una Virgen, etc. así como de los
premios y castigos después de la muerte.

Esta Instrucción tuvo gran influencia en los planes misionológicos peruanos


posteriores, pues se encuentran rastros de ella en los tres concilios limenses
8
Josep-Ignasi Saranyana: Métodos de Catequización en: Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y
Filipinas Siglos XV al XIX, Vol. I ob. dirigida por Pedro Borges. Biblioteca de Autores Cristianos,
Madrid 1992, págs. 554 - 555.
9
Josep-Ignasi Saranyana: Métodos de Catequización en: Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y
Filipinas Siglos XV al XIX, Vol. I ob. dirigida por Pedro Borges. Biblioteca de Autores Cristianos,
Madrid 1992, pág. 555.
10
Josep-Ignasi Saranyana: Métodos de Catequización en: Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y
Filipinas Siglos XV al XIX, Vol. I ob. dirigida por Pedro Borges. Biblioteca de Autores Cristianos,
Madrid 1992, pág. 556
5
como en las constituciones sinodales de Santa Fé de Bogotá en 1576. “Se
puede afirmar que la evangelización de Sudamérica fue llevada a cabo según el
modelo misional de Jerónimo de Loaysa, repensado y tematizado
posteriormente por José de Acosta y plasmado en el III Concilio Limense, de
Santo Toribio de Mogrovejo”, dice Saranyana, aunque esta conclusión, debe
aceptarse con algunas observaciones, pues se entiende que las influencias de
tales Instrucciones, se mantuvieron en tanto que expresaban el tronco de la
ortodoxia católica, y en ello presente la base de la unidad de la iglesia frente a
los movimientos europeos de Reforma. Ya que también, se van a dar muchos
cambios en los proyectos misionológicos de acuerdo a las visiones que le
impregnan los clérigos que logran controlar el aparato administrativo católico:
dominicos, mercedarios, franciscanos primero y jesuitas después. Junto con el
regalismo que se fortalece en la línea de la Junta Magna de 1568 que va
inspirar recopilaciones legislativas como el Código Ovandino de 1569 - 1570 y
el ideario de autoridades como el Virrey Toledo, resultados de la reafirmación y
endurecimiento de las prerrogativas de la corona inherentes al patronato
regio.11

Inicios del Primer Concilio Límense

El Primer Concilio Limense que se inició el año de 1551 asumió en su totalidad


esta Instrucción:

Primera Parte, De los naturales - Constitución 37ª - De lo que a los indios


se ha de platicar y dar a entender.
Item. Por quanto tenemos experiencia que una de las cosas que más
escandalizan a estos infieles y nuevamente convertidos, es que los
sacerdotes y ministros que entienden en su conversión y doctrina, no
guardan conformidad en lo que les enseñan y en la manera de
enseñarles y somos informados que los que en esto entienden no se
conforman en ello, sino que enseñan y platican de distinta manera las
cosas de nuestra fée; y como los indios no alcanzan tanto podrían
pensar que ay en ello diversidad: Queriendo poner remedio al principio
en ello, S.S. ap. ordenamos y mandamos, so pena de cincuenta pesos,
que de aquí adelante todas las personas que entendieren en la doctrina
de los indios guarden la Instrucción que aquí se les dá. Y por la
presente derogamos todas y cualesquier instrucciones que acerca de
esto se hayan dado, así por Nos como por cualesquier otros perlados o
jueces deste nuestro arzobispado o de los obispos a él sufragáneos. Y
mandamos que las pláticas que se les hicieren sean las siguientes.

Este primer concilio fue convocado por el entonces ya, primer arzobispo de
Lima, Fray Gerónimo de Loaysa. Dicha convocatoria fue elocuente por dos
razones, la urgencia de atención que demandaban los temas que habían de
tratarse, y desgraciadamente la inmovilización existente para poder resolver
los problemas que se presentaban, pues todo estaba debilitado por los cambios

11
García, Antonio: La Reforma del Concilio Tercero de Lima en DOCTRINA CRISTIANA Y
CATECISMO PARA INDIOS, Edit. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid 1986,
pág. 168
6
acontecidos por la conquista, las guerras entre conquistadores, y la ausencia
de un estado colonial eficaz, dice un párrafo del Prólogo de este concilio lo
siguiente:

“…emos convocado Concilio Provincial en esta ciudad de los Reyes para


el qual mandamos llamar por nuestras cartas patentes a los muy
reverendos en Cristo Padres y Señores los Obispos de Tierra Firme,
Nicaragua, Cuzco, Quito y Popayán, nuestros sufragáneos, e notificarlo
a los Cabildos de sus Yglesias y los Prelados de las órdenes de Santo
Domingo, y Sant Francisco y Sant Agustín y Nuestra Señora de la Merced
que en esta ciudad tienen conventos y están de cuya aprovacion y
consentimiento, después que fueron todos o la mayor parte de ellos por
sus Procuradores y ayuntados en la dicha nuestra Santa Yglesia de esta
cibdad de los Reyes…”12

Pero no asistieron ninguno de los obispos convocados, siendo reemplazados


por sus procuradores. Las Constituciones del Primer Concilio se dieron por
terminadas el 20 de Febrero de 1552, como se constata por el párrafo del
Prólogo del susodicho concilio. Estas constituciones fueron leídas y publicadas
el 23 de Febrero del mismo año; aunque dichas actas no fueron aprobadas por
el Consejo de Indias:

“Las cuales constituciones, a gloria de Dios nuestro señor, se acabaron a


veinte e tres días del mes de enero deste presente año de mill y
quinientos y cincuenta y dos años. Y su Señoría Reverendísima y los
procuradores de los obispos que en su nombre asistieron al dicho
Sínodo, y el deán y cabildo de la santa iglesia desta dicha cibdad, y los
perlados de las hórdenes que de suso están nombrados lo firmaron de
sus nombres. Pro episcopo Continente, Rodrigo de Arcos, clérigo. Por el
Obispo del Cuzco, Baltazar de Loayza - Fray Domingo de Santo Tomás.
Por el Obispo de Quito - El Licenciado Juan Fernández - El Licenciado
Juan Fernández - El Licenciado Toscano, Dean - Por el Cabildo del Cuzco,
Fortunato de Olave - Fray Juan Bautista de la Roca - Fr. Francisco de
Victoria - Fray Juan de Estacio, Provincial - Fray Micael de Orenes.”13

Los temas tratados se dividieron en dos capítulos formados por: 1. Cuarenta


Constituciones, “De los Naturales”, y 2. Ochenta y dos Constituciones, “De lo
que toca a los españoles.”14

Entre los aspectos más resaltantes en las “Constituciones de los naturales”, se


pueden enunciar, (los subrayados son nuestros):

Constitución 3ª - Que las guacas sean derribadas, y en el mismo lugar,


si fuere decente, se hagan iglesias.
Item porque no solamente se a de procurar hacer casas e iglesias donde
nuestro Señor sea honrado, pero deshacer las que están hechas en

12
Vargas Ugarte, Rubén: CONCILIOS LIMENSES (1551 - 1772), Lima 1951, pág. 5
13
Cierre de las sesiones del Primer Concilio Limense.
14
Vargas Ugarte, Rubén: CONCILIOS LIMENSES (1551 - 1772), Lima 1951.
7
honra y culto del demonio, pues allende de ser contra la ley natural, es
en gran perjuicio e incentivo para volverse los ya cristianos a los ritos
antiguos, por estar juntos los cristianos con padres y hermanos infieles
es grande estorbo para tornarse cristianos: (f. 27) Por tanto, S.S. ap.
mandamos que todos los ídolos y adoratorios que hobiere en pueblos
donde hay indios cristianos sean quemados y derrocados; y si fuere
lugar decente para ello se edifique allí iglesia, o a lo menos se ponga una
cruz. Y si fuere en pueblos de infieles se consulte con el muy ilustre
señor Visorrey de estos reinos en su distrito, y en los demás con los
presidentes y gobernadores dellos, para que manden proveer en ello,
por los inconvenientes que de permitirles adoratorios para tornarse
cristianos hay, y por la ocasión que es para los ya cristianos de volver a
idolatrar.

Constitución 27ª- La pena que se ha de dar al que renegare o dijere mal


de Dios nuestro Señor.
Item. Porque en los pecados públicos no solamente se ofende Nuestro
Señor, pero se da ocasión para que otros incitados con el mal ejemplo se
atrevan a hacer lo mismo: S.S. ap. mandamos que el indio o india
cristiano que dijere mal a Nuestro Señor a su gloriosa Madre o a alguno
de los Santos, por la primera vez se amonestado que no lo haga y sea
puesto en una cárcel de pies en un cepo por diez días, y dados cient
azotes públicamente y tresquilado, y si fuere cacique principal se le
quiten los cient azotes y en lugar dellos se le añadan otros diez días más
de cepo por la primera, y por la segunda sea doblada la pena. Y si
estuviere amancebado se le dé a entender la ofensa que hace a Dios
nuestro señor, y los aparten, y les declaren la pena que se les dará si
tornan al pecado; y si no se enmendaren, por la segunda vez sea puesto
en la cárcel 40 o 50 días y trasquilado. Y por la tercera vez les sean
dados cient azotes públicamente e porque tener los caciques e
principales muchas mujeres en sus casas es inconveniente, para esto
mandamos que ningún cacique, aunque sea principal, que no sea
casado, tenga dentro de la casa de su morada mujer, si no fuere una o
dos, que sean sin sospecha, para que le guisen de comer. e si fuere
casado, solamente dos o tres, tales que se presuma que no las tiene
para mal fin, sino para que sirvan y hagan compañía a su mujer, aunque
las tales mujeres hayan sido mujeres, de sus padres o hijas de
hermanos. Y si los tales tuvieren más mujeres para su servicio las
tengan en otra casa apartada de la de su morada.

Las constituciones 38 y 39 contienen instrucciones acerca de la doctrina


que se ha de enseñar a los indios. Son un conjunto de recomendaciones
explícitas acerca de la existencia de alma y la vida de la misma después
de la muerte, las que van al cielo o al infierno; el lugar en que se
encuentran las últimas de “gran hedor y grandísimo fuego”. Así cómo la
Iglesia tiene el especial cuidado de rogar a Dios que les alumbre a ellos
para que vengan a su conocimiento. Enseñanzas sobre la Trinidad, la
creación, el castigo de los ángeles malvados. La venida del Hijo de Dios,
del vientre de la doncella Santa María, su padecimiento, muerte,
8
resurrección y que por ello “dejonos abierta la puerta, para que todos
los cristianos que hicieren lo que les dejó mandado, cuando muriesen
vayan sus almas al cielo; y asimismo los que muriesen hecha penitencia,
aunque le hayan enojado quebrantando sus mandamientos.” Que
cuando tengan enfermedades o necesidades no les pidan a las “huacas,
ni vayan a los hechiceros, sino sólo a Dios de quien nos viene todo el
ayuda y favor, lo pidan.” Que guarden los mandamientos y sacramentos
de la Iglesia “dándoles a entender cómo sin el baptismo ninguno se
puede salvar, y cómo por él se hacen los hombres hijos de Dios, y se les
quitan los pecados que han cometido en su infidelidad, y a los niños que
no tienen pecados propios se les quita el pecado y enojo que traemos de
nuestros primeros padres”.

Sin embargo se estaba muy lejos de alcanzar la evangelización romana


efectiva, teniendo como primera limitación la falta de sacerdotes. Además las
distancias geográficas y la dispersión de las poblaciones. En la constitución 40
referente a los Naturales, se ordena “que los sacerdotes hagan sus asientos en
los pueblos de más gente…” Pues existiendo muchos anexos los cuales estaban
distantes entre sí, no era fácil cuidar de ellos debidamente, debiéndose de
convocar a las iglesias a los indios principales y a los hijos de los caciques, así
como seleccionar en cada pueblecillo distante dos o tres muchachos entre los
más hábiles, para que puedan instruir en sus respectivas poblaciones, esto
también contribuía a la ausencia física del cura doctrinero en todas las
localidades, por eso, muchos se contentaban en acudir solamente para
celebrar las fiestas patronales, y las propias de las cofradías. Como señala R.
Vargas Ugarte en el comentario que hace a la Constitución 40ª de estas
“Constituciones de los Naturales”15.

2. El Segundo Concilio Límense (1567 - 1568)

Fray Jerónimo de Loaysa convoca el Segundo Concilio en 1567, llamando a los


obispos sufragáneos de Nicaragua, Cusco, Quito, de La Plata (Charcas) y de
Imperial (Chile); asistieron Fray Domingo de Santo Tomás Navarrete, obispo
de La Plata (Charcas), Fray Pedro de la Peña, obispo de Quito, Fray Antonio de
San Miguel, Obispo de Imperial conforme señala el prólogo en latín de este
segundo concilio16, sus Actas tampoco fueron aprobadas por el Consejo de
Indias. Este concilio está fuertemente influenciado por el espíritu tridentino,
pues el mismo Arzobispo Loaysa había promulgado solemnemente el Concilio
de Trento en la Catedral de Lima el 28 de Octubre de 1565.17

Se redactaron los acuerdos de dicho Concilio en latín, pero asimismo el propio


Concilio redactó un sumario en español divido en dos partes: 1ª de lo que toca
a los españoles con 132 capítulos, 2ª de lo que toca a los indios con 122
capítulos.

15
Vargas Ugarte, Rubén: CONCILIOS LIMENSES (1551 - 1772), Lima 1951, pág. 34
16
Vargas Ugarte, Rubén: CONCILIOS LIMENSES (1551 - 1772), Lima 1951, pág. 97.
17
Vargas Ugarte, Rubén: CONCILIOS LIMENSES (1551 - 1772), Lima 1951, pág. 97.
9
En la parte Segunda, o correspondiente a los indios, se reiteran las
preocupaciones del primer concilio en el cuidado de una catequesis uniforme
tanto del contenido doctrinal como de la forma de enseñar a los indios, se
encarga por tales razones que haya un catecismo aprobado con autoridad del
obispo, y se advierte que los que no se rigan al mismo cuando enseñen, sean
castigados.

Se indican además los siguientes mandatos:

 Que los curas aprendan las lenguas nativas, sancionándose a los negligentes
en aprender, con la disminución del tercio de sus remuneraciones el primer
año, incrementándose la pena los años siguientes.
 Que el que se hace cargo de una doctrina de indios deba permanecer en ella
como mínimo 6 años, no autorizándose su salida antes del plazo, salvo por
razones graves.
 Que los indios no se ordenen, y los ordenantes de menores sirvan primero
en ellas antes de ser promovidos a las mayores.
 Que no pidan cosa alguna a los indios, so pena de restituirlo al doble. Que no
se apropien de los bienes de los difuntos. Que los curas de indios no
desamparen sus pueblos para ir a celebrar las fiestas de la ciudad en la
pascua o navidad o en otras solemnidades.
 Conociéndose la necesidad de atender “a los lugares de indios”, se acordó
que por lo menos sea visitado cada lugar siete veces al año “y en cada lugar
se detengan como vieren ser menester”18; sancionándose con veinte pesos
por cada vez que falten a estas siete visitas como mínimo.
 Que por cada vista exista una constatación escrita en un libro en que se
escriba el nombre de cada pueblo, de los curacas, de los casados, y de todos
los demás, aparte los indios infieles, y a cada uno se le ponga el nombre y
sobre nombre, y la mujer e hijos que tienen. Que no se bautice a ninguno,
por más que desee antes de ser bien instruido y examinado, para constatar
si la decisión es sincera o fingida.
 Que se enseñe a los ya bautizados la necesidad de confesarse cuando se
hubiere caído en pecado mortal.
 Además se reiteran las preocupaciones expresadas en el primer concilio de
evitar que los sacerdotes que tienen a cargo la atención de los indios se
abstengan de todo género de negociación o granjería; que no se ocupen en
“cazas o monterías”.
 Que se dividan las parroquias de indios y se den a cada cura parroquianos
distintos, conforme a los cánones y decretos tridentinos, que a cada
parroquia no se señale más cuatrocientos indios casados, y sus familiares.
Además los encomenderos no deben sentirse con la conciencia tranquila
cuando encargan a un cura un número superior al referido. Que los mismos
encomenderos paguen el salario señalado por el obispo a sus curas, los que
no paguen el estipendio señalado de ninguna manera sean admitidos al
sacramento de la penitencia. Si por falta de cura no se pudiese atender una
parroquia, el dinero destinado al cura conviértase en servicio a la iglesia y
limosna a los pobres.

18
Segundo Concilio Limense, Parte Segunda, de lo que toca a los Indios, Capítulo 13.
10
 Que se reduzcan a pueblos mayores, las muchedumbres de indios que
están repartidos en diversos ranchos, conforme el mandato de la majestad
católica. Que se edifiquen templos en lugares convenientes según el número
de parroquianos, consultándose al perlado, al encomendero y al cacique, y
los costos sean por partes iguales de la caja real y de los mismos indios y de
su encomendero. Que juntamente con el cura se nombren dos indios de los
principales para mayordomos y tengan el cuidado de las cosas de la iglesia y
darán cuenta al visitador con un libro que se abrirá para este propósito de
todos los bienes y gastos de la iglesia.

Finalmente se advertía que los sacerdotes de indios lean con cuidado y guarden
todo lo que el concilio tridentino está ordenando para hacer bien su oficio y que
anoten todo lo que vieren necesario ser corregido y adviertan a su obispo o a su
visitador, de palabra o por escrito (Segunda Parte del sumario No 122)

3. El Tercer Concilio Límense (1582 - 1583).

El tercer concilio provincial de Lima (1582 - 1583) fue la asamblea eclesiástica


más importante que vio el Nuevo Mundo hasta el siglo de la Independencia
latinoamericana. Es uno de los esfuerzos de mayor aliento realizados por la
jerarquía de la Iglesia y la Corona española para asumir la evangelización con
recursos y hombres: “De tal manera se pudiera abrir cauces en los destinos de
los pueblos de América, como exigencia intrínseca de su evangelización”,
según expresa Enrique T. Bartra, S.J. redactor de la introducción que antecede
la publicación de los decretos de este Tercer Concilio. 19

Este concilio - continúa diciendo Bartra - entra cronológicamente en la etapa de


la reforma católica trazada en el concilio de Trento; pero tiene antecedentes de
más atrás, de las tempranas juntas y asambleas sinodales que la joven iglesia
celebró en México y el Perú para asentar con realismo desde los comienzos la
evangelización de estos pueblos. En esas reuniones de prelados, misioneros y
otros expertos, anteriores al Tridentino, se preocuparon ante todo de encontrar
los medios adecuados de conversión de los indígenas, al mismo tiempo que
salieron en su defensa contra los abusos y atropellos de que eran víctimas, y
trataron de que la población española, clérigos y laicos, cumpliesen sus
obligaciones como cristianos conminándoles con las más severas sanciones
eclesiásticas. Así se inició una línea de acción eclesial que en los vastos
territorios del virreinato peruano vino a concretarse en el Tercer Concilio
Provincial Limense, como lo hizo en el de Nueva España el tercero mexicano
que se celebró dos años más tarde, en 1585, intentando ambos adaptar al
Nuevo Mundo la disciplina del gran concilio ecuménico, cuando no había
pasado el primer siglo del descubrimiento.20

19
Tercer Concilio Limense (1582 - 1583), Public. Facultad Pontificia y Civil de Teología de Lima,
1982, pág. 19
20
Tercer Concilio Limense (1582 - 1583), Public. Facultad Pontificia y Civil de Teología de Lima,
1982, págs. 20 - 21.
11
Pero cuán realmente es cierto, que desde este concilio haya existido un
cambio de rumbo en la forma de trabajar en los Andes de la iglesia diocesana
con el episcopado y los obispados creados, y que desde aquí estén más
fortalecidos, que el control doctrinal sobre los pueblos se haya hecho más
efectivo, y que ahora se levanten iglesias manteniendo el cuidado que los
indios no puedan usarla en beneficio propio recreando sus propias
religiosidades.

Como acercamiento que prefigure alguna constatación de la situación que se


vivía en ese momento, se pueden encontrar datos interesantes desde 1570, en
que el virrey Toledo emprende la tarea de organizar las reducciones de los
pueblos indios, creando como cien cabezas de doctrina, buscando que cada
doctrina llegue a tener 4, ó, 5 pueblos, donde la residencia del cura se sitúe en
la cabeza de cada doctrina. Así en cada pueblo se instala alcalde de indios, el
cabildo indígena, y a esto se agregan los alguaciles eclesiásticos al lado del coro
y los acólitos que forman una élite privilegiada pues tales alguaciles no pagan
tributos, y se convierten en ojos y oídos de los curas; se controla por ejemplo
la asistencia a la misa, hay mayor eficiencia cohercitiva, pero tiene limitaciones
geográficas, no pueden estar en todos los pueblos.

Además se debe reconocer que las pautas de movilización y comportamiento


poblacional no cambiaron inmediatamente, porque las actividades productivas
como el pastoreo y la agricultura obligaban desplazamientos poblacionales,
hacia terrenos discontinuos en diferentes grados de altura y distancia. Además
que existía la necesidad de tener que movilizarse a considerables distancias
para realizar intercambios de excedentes con fines de complementación
alimentaria, entre las diferentes familias y etnías. Esta red de relaciones
económicas y sociales no eran fácil de destruir, sin destruir asimismo el propio
sostén de la sociedad andina.

En el momento de la conquista incaica, la región andina era un mosaico


cultural. Pueblos que hablaban diferentes lenguajes, adoraban a dioses
distintos y veneraban a diferentes fundadores, se hallaban unidos a través del
conflicto o a través de vínculos de cooperación y comercio. Si bien es cierto que
su organización política puede haber variado en complejidad, en su mayor
parte estos pueblos compartían la experiencia de vivir en comunidades en las
cuales todos estaban emparentados.

Estas comunidades, a las que podemos referirnos con el término quechua ayllu,
proporcionaban a sus miembros los medios para crear y recrear sus vidas.
Como miembros de un ayllu, uno nacía con derechos y obligaciones que se
podían esperar de, y se debían a, aquellos a quienes el mundo andino definía
como parientes solidarios. Estos deberes y derechos estructuraban a su vez los
derechos a la tierra y a otros recursos cruciales que formaban la base de la
subsistencia andina. El ayllu sintetizaba esta compleja interacción de
responsabilidades sociales y expectativas parentales, garantizando así a cada
hombre y mujer andinos el acceso a la tierra y rebaños comunales y a otros
recursos materiales necesarios para reproducir su existencia (Murra 1956: 53,
56; Spalding 1984, 1967: 63, 68). En tanto que comunidad autónoma, el ayllu
12
tenía el control, en última instancia, sobre la forma en que sus miembros
producían y reproducían sus vidas.21

En España Felipe II había asumido al trono el año de 1556 reemplazando a


Carlos V, año que muere Bartolomé de las Casas, más exactamente muere el
18 de Julio de 1566 en el Convento de Nuestra Señora de Atocha. En Madrid
estaba el recientemente nombrado Presidente del Consejo de Castilla, Cardenal
Diego de Espinoza. De las Casas le había pedido al Consejo de Indias, cinco días
antes de su muerte expresado en el último Memorial de 13 de Julio de 1566,
mandar juntar una reunión de teólogos y juristas donde estudiaran lo grandes
problemas que estaban aquejando a las Indias. La voluntad era que se
convocase una Junta Magna o congregación plenaria de las más altas
autoridades del reino para decidir sobre los problemas de las Indias, una
especie de congreso nacional sobre estos temas22.

El Cardenal Espinoza comprendiendo que el grueso del tema aludía al Perú, y


como las Casas no había estado en esta región buscó un personaje que
redactase un Memorial parejo al de las Casas pero centrado en el Perú. Fue
elegido el clérigo Luis Sánchez, que había sido secretario del fallecido Juan del
Valle, obispo de Popayán (muerto en 1561) lascasista definido. Sánchez
redactó tal Memorial y se lo entregó a Espinoza el 26 de Agosto de 1566.

Con el respaldo del Memorial de Sánchez, empezó a promover la «Junta


Magna» acorde a la línea de las Casas. Dicha Junta Magna para la Reforma de
las Indias se inició el 27 de Julio de 1568, cuyas actas se desconocen. De las
decisiones o resoluciones de esta Junta Magna arranca el proyecto oficial de
Felipe II en lo tocante a las Indias. 23

Esta reunión convocó 22 asistentes, fue secreta, a puerta cerrada compuesta


de funcionarios; autoridades y clérigos, entre ellos cinco teólogos. Se tocó el
tema del señorío de los reyes de España sobre las Indias y también el modo de
pensar de las Casas sobre el asunto. El virrey Toledo se las había arreglado
para asistir a dicha Junta, retrasando su viaje al Perú. Las “nuevas”
Instrucciones que le dieron al virrey Toledo, después de la Junta están
reflejadas en las acciones que éste emprendería.

Durante cinco largos años (desde el 23 de Octubre de 1570 hasta el 20 de


Noviembre de 1575) Francisco de Toledo estuvo ocupado en la agotadora tarea
de recorrer el interior del virreinato. En su transcurso como era práctica
entonces, mantuvo permanentemente informado al rey, y cuando
correspondía, al Consejo de Indias, de la marcha de la misma y de las
novedades que se daban en el desarrollo de la gestión de su gobierno. A lo que
agregaba cuidadosamente sus impresiones personales y detalladas referencias
sobre cada una de las resoluciones que se veía necesitado a dictar.

21
Silverblatt, Irene: LUNA, SOL y BRUJAS, Edit. C.B.C. Cusco 1990, pág. 2.
22
Pérez Fernández, Isacio o.p. EL ANONIMO DE YUCAY FRENTE A BARTOLOME DE LAS
CASAS, Edit. C.B.C. Cusco 1995, pág. 18.
23
Pérez Fernández, Isacio o.p. EL ANONIMO DE YUCAY FRENTE A BARTOLOME DE LAS
CASAS, Edit. C.B.C. Cusco 1995, pág. 19
13
En esta abundante correspondencia, en numerosas oportunidades, Toledo
hace referencia a lo que él llama “materias”, “asuntos”, o “puntos de gobierno
eclesiástico” o “espiritual”. Precisamente de estas referencias se puede formar
una idea del estado en que se encontraban las diócesis comprendidas en la
jurisdicción arzobispal de Lima en el período que va desde 1569 a 1572, año en
que se publica la primera convocación para celebrar el tercer concilio
provincial.24

Toledo escribiría: “…el principal efecto de la Visita general y personal


mía era el de extirpar las idolatrías, hechicerías y dogmatizadores para
que la doctrina de los Evangelios caiga en disposición y tierra que puede
hacer fruto…” Toledo ya está firmemente convencido de que no se ha
hecho casi nada en el campo de la extirpación, y lo atribuye a la falta de
firmeza de una Iglesia que no ha sabido imponer el merecido castigo a
los transgresores de la fe.
Ahí radica, a sus ojos, el problema aún más escandoloso, cuando se
comprueba que los indios que traicionan la fe de sus antepasados son
castigados por sus propios congéneres. También el remedio se
encontrará aquí en el rigor y la celeridad de la represión. Poner coto a
esta situación será asunto de primordial importancia, ya que sin ello la
visita sería en alto grado infructuosa.”25

Según las apreciaciones del virrey esta jurisdicción arzobispal se encontraba en


“harto miserable estado”. Ciertamente varias circunstancias contribuyeron a
crear una situación pastoral que se iba tornando lamentable en muchos
aspectos. El arzobispo, por su salud y edad, no podía hacer las visitas
pastorales “por su persona”, ni tenía “ajena con quien poder descargar” tal
responsabilidad. A ello se unía la enorme extensión del arzobispado, que
prácticamente se esparcía por todo un continente, razón por la cual el prelado
lo había podido visitar “de paso y yendo y viniendo a Panamá” y “a la redonda
de Lima”26.

Además la falta de doctrinas por la creciente escasez de ministros, se


acentuaba más que en otros distritos. El mismo virrey, antes de entrar por
primera vez en Lima bajando desde Trujillo, llegó a contar cuarenta doctrinas
sin sacerdotes; y en algunas de ellas, “había más de veinte años que no había
entrado sacerdote”. La falta de doctrineros podía atribuirse en parte y en
algunas zonas, “al haberse llevado el arzobispado tan mal con los religiosos que
no se ha querido ayudar de ellos”. La desproporción existente entre los
ministros disponibles y la feligresía indígena hacía que, por ejemplo, en las
doctrinas del distrito de Chachapoyas y Moyobamba hubiera “cerca de veinte
repartimientos que en todos ellos no hay sino dos o tres religiosos”. Se notaba

24
Guillermo Durán, Juan: EL CATECISMO DEL III CONCILIO PROVINCIAL DE LIMA Y SUS
COMPLEMENTOS PASTORALES (1584 - 1585). Estudio Preliminar. Univ. Católica de Argentina.
Bs. As. 1982 págs. 71- 72.
25
Duviols, Pierre: La Destrucción de la Religiones Andinas. Univ. Autónoma de México, México 1977,
pág. 146.
26
Guillermo Durán, Juan: EL CATECISMO DEL III CONCILIO PROVINCIAL DE LIMA Y SUS
COMPLEMENTOS PASTORALES (1584 - 1585). Estudio Preliminar. Univ. Católica de Argentina.
Bs. As. 1982 pág. 72
14
además “poca justicia en la causa de los clérigos” y en la de los “indios gran
remisión”. Entre éstos a raíz del descuido de sus pastores, por ser los naturales
“hombres flacos de fe”, existían pecados contra la ley natural porque han
tenido licencia de pecar y con ella no tener en nada los pecados”. Toledo
finaliza su descripción con estas palabras: “a mi parecer es aquélla la Iglesia
que más falta tiene en lo principal de las doctrinas, según lo que hasta ahora he
visto”.

Debemos mencionar como añadido, un conjunto de desafortunadas


eventualidades que atravesó el episcopado, al tomar a cargo su sede le tocó la
pesada tarea de organizar los cuadros y dinamizar la acción pastoral que una
Iglesia que venía a la vida en medio de fuertes conmociones provocadas por los
odios que almagristas y pizarristas propagaron por doquier. El obispo Fr.
Jerónimo de Loaysa, (1498 - 1575) tuvo además que intervenir en numerosas
oportunidades para apaciguar la consecuencias de la rebelión de Gonzalo
Pizarro (1543) y el alzamiento de Gonzáles de Girón (1553), hechos ocurridos
en el Cusco. Por tan lamentables sucesos el prelado recién pudo dedicarse al
cuidado pastoral de su numerosa grey a partir de 1555, período desde el cual
la paz se va afianzando. Lo que le permite que la evangelización de los indios
haya avanzado un tanto por legislación de los dos primeros concilios
provinciales. Pero aún así, estuvo limitado de emprender las visitas, delegando
para ello visitadores. También era consciente que los muchos años de
constantes luchas en aquellos lugares iban deteriorando su salud, enfermo
había manifestado en varias oportunidades el deseo de obtener un pronto
permiso real para retornar a España y reintegrarse a la vida conventual
dominica. Desde Panamá, en el transcurso de la visita canónica, en 1556, le
comentaba a Felipe II: “el término de este arzobispado es mucho, que hay, por
algunas partes, casi doscientas leguas; tiene necesidad de ser más visitado y
recorrido que las Iglesias y pueblos de España. Yo me hallo ya muy cansado,
así de edad que tengo cincuenta y ocho años, como de los trabajos pasados, y
no puedo cumplir con la carga y oficio que tengo.”27

El 8 de Febrero de 1570, Toledo exponiéndole a Felipe II el estado en que se


hallaba la Iglesia en el Perú, respecto del arzobispo comentaba: “el arzobispo
de los Reyes está tan impedido de la edad y gota que con esto y la atención que
tiene como viejo a la conservación de la vida no hay que esperar que pueda
visitar y, sin hacerse la dicha visita, que V.M. tanto les encarga [a los obispos]
por sus cédulas, no se puede componer bien las doctrinas sin descargar a V.M.
ni a ellos en el cuidado que se debe tener de la instrucción de los naturales.” Sin
embargo sobreponiéndose al cansancio y a la enfermedad, el anciano
arzobispo proseguirá realizando su ministerio por cinco años más, muriendo en
1575, lo sucederá en el gobierno de la arquidiócesis don Toribio Alfonso de
Mogrovejo.28

27
Guillermo Durán, Juan: EL CATECISMO DEL III CONCILIO PROVINCIAL DE LIMA Y SUS
COMPLEMENTOS PASTORALES (1584 - 1585). Estudio Preliminar. Univ. Católica de Argentina.
Bs. As. 1982 pág. 76.
28
Guillermo Durán, Juan: EL CATECISMO DEL III CONCILIO PROVINCIAL DE LIMA Y SUS
COMPLEMENTOS PASTORALES (1584 - 1585). Estudio Preliminar. Univ. Católica de Argentina.
Bs. As. 1982 pág. 76
15
Pero además existe información acerca de la manera en que este primer
obispo participó en la naciente sociedad colonial, que nos ayudará entender su
peculiar forma de articular el oficio episcopal con los intereses temporales:

Jerónimo de Loaysa había nacido en Trujillo en 1498, de donde eran los Pizarro
y un importante grupo de sus seguidores en el Perú. Fue enviado a Lima como
primer obispo y Protector de Indios de la recién creada diócesis a donde llegó
en 1543, después de algunos años de experiencia americana como obispo de
Cartagena, en Nueva Granada. El destino de Lima era prometedor; se trataba
de la capital de la recientemente conquistada y fabulosa Nueva Castilla, una
plaza digna para alguien con tan buenas relaciones como Fray Jerónimo. En
efecto, el nuevo obispo de Lima era sobrino de fray García de Loayza, poderoso
personaje de la política castellana que llegaría a ser arzobispo de Sevilla,
Presidente del Consejo de Indias, General de los Dominicos y confesor de
Carlos V.

Jerónimo de Loaysa fue enviado a Lima al mismo tiempo que el juez


pesquisidor - que terminaría siendo gobernador - Cristóbal Vaca de Castro,
ambos protegidos, entre otros, por la pareja de hombres fuertes cerca del
Emperador hacia 1540 - 1541: el ya citado F. García de Loayza y el secretario
Francisco de los Cobos. Estos a su vez, eran por esas fechas algunos de los más
firmes e importantes apoyos del gobernador Francisco Pizarro en la corte; J. de
Loaysa se encontraba en estos momentos, por tanto, estrechamente vinculado
con éste núcleo de poder que controlaba ámbitos estratégicos en la colonia y
en la metrópoli. Poco más tarde, cuando cambiaron las relaciones de poder
tanto en la corte como en la misma colonia, la situación política del obispo tuvo
que adecuarse al cuadro resultante.

La nueva diócesis de Lima a comienzos de los años 1540 empezaba su


organización y los convulsos acontecimientos políticos que iban a ocurrir
naturalmente influirían en ella y en la actuación de quien estaba a su cargo.
Lógicamente, la recaudación de las rentas sólo estaba en sus inicios y las
expectativas que pudiera llevar Loaysa sobre la riqueza e importancia de su
nueva diócesis debieron frustrarse a corto plazo y es que, en 1542, los diezmos
del distrito de Lima únicamente habían ascendido a 3,050 pesos (Archivo
General de la Nación A.G.N., Protocolos 153). Quizás para compensar una
situación económica que se revelaba decepcionante y demostrando afinidad
política que los unía, el recientemente nombrado gobernador tras la muerte de
Pizarro, Vaca de Castro no tardó en concederle una encomienda. En efecto
hacia 1543 el gobernador otorgó a Loaysa los indios del valle de “Goancallo”,
del cacique Chuquinparço, con sus sujetos en el distrito de Lima. Estos indios,
que habían sido del difunto obispo fray Vicente Valverde, habían sido
concedidos anteriormente por el propio Vaca de Castro, el 16 de Junio de 1542,
al contador de la Real hacienda, Juan de Cáceres, quien lógicamente protestó
porque ahora fueran concedidos al obispo.

Esto tenía lugar precisamente en el momento en que Bartolomé de las Casas,


dominico como Loaysa, se hallaba combatiendo en la corte a las encomiendas
y a los encomenderos como a una auténtica plaga para los indios y para la
16
propia soberanía real en Indias, hasta lograr que fueran aprobadas las Leyes
Nuevas. Aunque no se conoce nada del comportamiento de Loaysa como
encomendero, desde luego había una gran diferencia entre su posición
personal y la de las Casas que, como se verá, no era excepcional. Además su
carácter de encomendero situaba a Loaysa en una comprometida situación a la
hora de intentar aplicarse la nueva legislación que prohibía explícitamente que
los prelados pudieran poseer encomiendas. 29

Loaysa desde su llegada al Perú, parece que no quiso despreciar ninguna


posibilidad de mejorar su situación económica y para ello empezó por intentar
para sí, además de la encomienda, el resto de los bienes personales del que
había sido primer obispo de Cusco. Tras la muerte de fray V. Valverde fue su
hermana doña María Valverde, viuda de Dr. Juan Vlázquez, quien consiguió
hacerse en subasta con una estancia, unas casas y otras pertenencias del
difunto (A.G.N., Protocolos 153). La rica viuda casó inmediatamente con el Ldo.
Rodrigo Niño, y el recién llegado fray J. de Loaysa no dudó en entablar un
proceso contra el matrimonio compuesto por Dn. Rodrigo y Dña. María para
recuperar las casas, la estancia y ciertas vestimentas brocadas de Fr. Vicente.
Loaysa actuando en nombre de la Iglesia, demostraba tener un gran interés en
el caso que se seguía en jurisdicción eclesiástica y, en julio de 1544, ya parecía
haberse producido una sentencia favorable al obispo, que los defensores de
Niño y Valverde apelaron intentando trasladar la causa a la Audiencia. Sin
embargo Loaysa, en una acción como juez y parte, confirmó la sentencia y
rechazó la apelación, con lo que el matrimonio no pudo recuperar dichos
bienes.30

Estando los encomenderos poco interesados en invertir sus ingresos en el costo


evangelizador mediante el sostenimiento de los curas doctrineros en sus
encomiendas es comprensible que el arzobispo no hubiese mostrado suficiente
energía en imponer el mandato recomendado en el primer Concilio Limense.
Aunque por lo contrario, sí hay evidencia de su definida participación en favor
de los encomenderos:

En 1541 - 42, en España, B. de las Casas no sólo había conseguido ver


aprobada la nueva legislación (“Leyes nuevas de Indias”, el 20 de Noviembre
de 1542) sino que, con sus denuncias provocó la destitución de varios
miembros del Consejo de Indias - entre los que se encontraba el obispo de
Lugo, Juan Suárez de Carvajal, hermano del poderoso factor de la Real
Hacienda de Lima, Illán - y la pérdida de parte de la influencia del mismo fray
García de Loaysa. Todo ello debió ser conocido en el Perú antes de la llegada
del nuevo virrey, como lo fue el propio contenido de las Leyes Nuevas. Con más
razón, en Lima también se conoció la dura actuación del virrey en su camino
hacia la capital y los alborotado vecinos y miembros del cabildo - muchos de
ellos encomenderos como Loaysa - pidieron al obispo que saliera a recibirlo en
su representación y a requerirle que no ejecutara las nuevas ordenanzas. La
reacción de los colonos fue tan violenta ante las perspectivas de la nueva
29
Acosta, Antonio: La Iglesia en el Perú Colonial Temprano. Fray Jerónimo de Loaysa, primer obispo
de Lima, en Revista Andina, Año 14, No 1, julio 1996, CBC, pág. 55 -56
30
Acosta, Antonio: La Iglesia en el Perú Colonial Temprano. Fray Jerónimo de Loaysa, primer obispo
de Lima, en Revista Andina, Año 14, No 1, julio 1996, CBC, pág. 56
17
situación que se avecinaba que parece que llegaron a tratar, precisamente en
la casa del propio J. de Loaysa, la posibilidad de envenenar al virrey [ Cieza de
León, Pedro de, Obras Completas II. Las Guerras Civiles Peruanas. (C. Sáenz de
Santa María, edición; La Guerra de Quito, pp. 313 - 4. J. de Loaysa llegó a
admitir que pudo ser cierto, aunque sin su conocimiento, y el padre Baltasar de
Loaysa aseguró que había sucedido.)31

Había pues un marcado interés pro-encomendero en el obispo Loaysa, que


jugaría de manera muy gravitante en el estado de la iglesia, que encontraría a
su llegada Francisco de Toledo.

En medio de este clima aparece el documento conocido como el Anónimo de


Yucay; entre los acompañantes del virrey a sus «Visitas» iba su primo fray
García de Toledo o.p., llegando el virrey al Cusco en Febrero de 1571. Mientras
que en Valle de Yucay, a unas cuatro leguas al este del Cusco, un autor redactó
por mandato del virrey, este “Parecer” antilascasiano conocido como el Parecer
de Yucay, fechado el 16 de Marzo de 1571. Terminado el mencionado Parecer,
el autor se desplazó al Cusco y entregó al virrey el escrito, desde el Cuzco el
virrey escribió una carta al Cardenal Espinosa el 25 de Marzo siguiente y le
adjuntó las dos Informaciones ya hechas y “un cuadernillo que a fray García
Toledo mandé hacer sobre esta materia”; cuadernillo que puede ser el Parecer
de Yucay, terminado de redactar el 16 anterior.32

Este Parecer, desprestigia a de las Casas, en los temas referentes a los


problemas en las Indias, dice entre otras cosas:

Fue “licenciado en leyes”, “no estudió teología”


de “buena vida”, “un muy buen religioso” de “buena intención”
y de “buen celo”;
aunque “celo indiscreto”.
Fue muy autorizado en la corte del rey Carlos, pero en realidad,
“no de tanta autoridad”, y “en cosas de Indias muy apasionado y, en lo
más sustancial dellas, muy engañado”.33

Acompañando todo tipo de recursos, como éste, para ejecutar a cómo de lugar
su estrategia para cumplir la tarea reorganizadora, Toledo también hará
sustituciones, retirando a dominicos y franciscanos de la administración de la
iglesia y colocando en estos puestos a jesuitas, por ello el Tercer Concilio
Limense tendrá una marcada direccionalidad de acuerdo a los propósitos de
dicha orden.

Pero, con todo así como apreciamos, aunque en esta etapa se toma en serio la
necesidad de reorganizar y catequizar, siendo evidente la falta de sacerdotes,
en ningún momento aborda el concilio la posibilidad de promover al sacerdocio

31
Acosta, Antonio: La Iglesia en el Perú Colonial Temprano. Fray Jerónimo de Loaysa, primer obispo
de Lima, en Revista Andina, Año 14, No 1, julio 1996, CBC, págs. 56 - 57
32
Pérez Fernández, Isacio o.p. EL ANONIMO DE YUCAY FRENTE A BARTOLOME DE LAS
CASAS, Edit. C.B.C. Cusco 1995, págs. 22 y 23.
33
Pérez Fernández, Isacio o.p. EL ANONIMO DE YUCAY FRENTE A BARTOLOME DE LAS
CASAS, Edit. C.B.C. Cusco 1995, pág. 30.
18
a los indígenas. El segundo concilio limense lo había prohibido expresamente,
y hay que recordar que el tercero hizo suyos todos los decretos de aquel. Se les
cerraba la entrada no por ser indios, sino por considerarlos todavía neófitos: “El
santo sínodo piensa y así lo manda, que estos (indios) recién convertidos a la fe
no deben ser ordenados por ningún orden por ahora (hoc tempore) [Segundo
Concilio provincial limense 1567, segunda parte, const. 74]. El tercer concilio
también estimó que no había llegado el tiempo de hacerlo, y mantuvo lo
establecido.

Sin embargo, tuvo que atender otro problema similar: el de los mestizos.
Muchos obispos los ordenaban, hasta que en 1578 una real cédula se lo
prohibió tajantemente. En el momento de la celebración del tercer concilio
cierto número de mestizos que eran subdiáconos y diáconos y se hallaban
impedidos de acceder al presbiterado acudieron a la asamblea solicitando la
ordenación. Después de largas deliberaciones los padres, sin llegar a ninguna
decisión específica, cuidaron de poner claramente en varios decretos que la
única norma para admitir el sacerdocio era la idoneidad, con los requisitos
establecidos en el concilio de Trento, añadiendo el limense, de poseer un
conocimiento suficiente de las lenguas indígenas y el propósito de dedicarse a
doctrinar a los indios, sin poner tachas raciales ni sociales de ninguna clase (2ª
acción, caps. 30 31, 33, y 40). Pero dado que había de por medio una
prohibición real, se entregó a los peticionarios un decreto expedido después de
clausurado el concilio (y que por consiguiente, no entró en el cuerpo legal
oficialmente promulgado), en el cual se reconocía el derecho de los mestizos
“que fueren virtuosos y tuvieren suficiencia para ser promovidos a los sacros
órdenes”, y pide al rey les permita ordenarse”34

Por otra parte, los decretos del tercer concilio de Lima hallaron fuertes
contradicciones aun antes de ser confirmados por las autoridades
competentes, oposición expresada básicamente por los bien afincados
encomenderos.

“El pronunciado paternalismo que se manifiesta casi siempre que los padres
limenses cuando se refieren a los indígenas, es explicable por la deplorable
situación en que estos se encontraban. Tampoco la severidad de las sanciones
que prodigaron hasta tener que reconocer que se les había pasado un tanto la
mano; quién sabe aunque así nos parezca, se quedaron cortos, dado el grado
de corrupción al que había llegado rápidamente la sociedad virreinal,
incluyendo el estado eclesiástico, como aparece en varios decretos de este
concilio y nos informan abundantemente otras fuentes”35 nos sigue recalcando
Bartra. Aunque estas declaraciones no tuvieron efecto en atención y beneficio
de los indígenas.

En este concilio se hizo presente la influencia jesuítica asistiendo como


representantes oficiales de la Compañía, el P. Provincial, Baltasar Piñas y el
rector del colegio de Lima, P. Juan de Atienza; pero el alma del concilio fue el
34
Tercer Concilio Limense (1582 - 1583), Public. Facultad Pontificia y Civil de Teología de Lima,
1982, pág. 25.
35
Tercer Concilio Limense (1582 - 1583), Public. Facultad Pontificia y Civil de Teología de Lima,
1982, pág. 28
19
teólogo, que redactó las actas y razonó los cánones que después votaron los
Padres, el p. José de Acosta , él es el autor del texto castellano de los
catecismos que fueron tres: mayor, menor y cartilla de doctrina, así como tuvo
parte principal en la redacción del confesionario y los sermones. La traducción
a los dos idiomas quechua y aymara los hizo el p. Alonso de Barzana, ayudado
por los padres Blas Valera y Bartolomé de Santiago, ambos mestizos; las
gramáticas y vocabularios son también del P. Barzana, quien venía trabajando
estas herramientas lingüísticas desde la congregación provincial de 1576. La
impresión del Catecismo y los otros libros ordenada por el Concilio y autorizada
por el auto de la Audiencia de Lima, se hizo en la casa de la compañía de Jesús
por el impresor Antonio Ricardo, bajo la dirección y vigilancia de los mismos
padres en 1584 y 1585, son los primeros libros impresos en América del Sur.36

3.1 Decretos del Tercer Concilio Limense.

Los decretos se escribieron en latín y en castellano, todo el documento se


dividió en cinco acciones, y cada acción distribuida en capítulos. Aquí
presentamos algunos capítulos y párrafos de capítulos que nos parecen
importantes, los subrayados son nuestros.

SEGUNDA ACCION DEL CONCILIO PROVINCIAL. (La Primera Acción contiene


una introducción y la lista de los prelados, procuradores y clero presente.),
presentamos algunos capítulos importantes para nuestro interés en la
evangelización a los indios y sus dificultades.

[DE DOCTRINA Y SACRAMENTOS]

2ª Acción - Capítulo primero.- De los Sínodos pasados.


Por quanto es necesario que en esta provincia haya certidumbre y
claridad de los estatutos y leyes que se han de guardar, de suerte que
nadie pueda alegar justa ignorancia delo que en esta nueva Iglesia de
las Indias obliga; por tanto, pareció a este santo concilio, lo primero, qué
es lo que de los estatutos de los sínodos pasados que se han celebrado
en esta provincia se deva guardar y sea obligación.
Primeramente, lo que está estatuido en el sínodo y junta primera que se
hizo en esta ciudad de los Reyes en el año de mil y quinientos y
cinqüenta y dos, no habrá obligación de guardarlo de aquí en adelante,
ni en toda la provincia ni en esta diócesis, así por no tener tan cumplida
autoridad como se requiere, como para haberse ordenado después
mejor muchas de las cosas que allí se trataron. Más, lo que después en
el concilio provincial que se tuvo en el año de mil y quinientos sesenta y
siete en esta misma ciudad se ordenó y estableció, habiendo sido (como
lo fue) concilio provincial legítimamente convocado y celebrado y
promulgado, conviene que se guarde con la veneración que se debe a
los estatutos canónicos, excepto si alguna cosa por razón de tiempo esté
dispuesta de otra manera por este sínodo. Salvo también todo lo que
toca al Patronazgo Real concedido por la Sede Apostólica a la Magestad

36
Biblioteca de Autores Españoles: Obras del Padre José de Acosta, Estudio Preliminar y edición del P.
Francisco Mateos, Madrid 1954, pág. XVI.
20
Católica del rey don Felipe nuestro señor con los demás reyes de
España, que en todo queremos y declaramos que ha de estar entero sin
pararle perjuizio. Y suplicamos a nuestro Dios dé larga y próspera vida a
Su Magestad para el bien de estos reinos.

2ª Acción - Cap. 2º - Que se tengan los decretos de este concilio y del pasado.
Mas, para que lo que está saludablemente proveído no deje de ser
provecho y efecto por causa de negligencia e ignorancia como hasta
ahora casi ha sucedido, manda este santo sínodo, que dentro de dos
meses de espacio, que se cuenten del día que se hiciere la publicación
en cada diócesis, o del tiempo que el ordinario a cada qual señalare,
estén obligados todos los curas, asi de españoles como de indios, y otros
cualesquier juezes eclesiásticos, a sacar y tener los decretos de este
presente sínodo, so pena que el que tuviere negligencia y descuido en
hazerlo sea castigado con sentencia de excomunión mayor y pena de
cien pesos.

2ª Acción - Cap. 3º - Del catecismo que se ha de usar y de su traducción.


Para los indios que están aún muy faltos en la doctrina cristiana sean en
ella mejor instruidos y haya una misma forma doctrinarlos, pareció
necesario, siguiendo los pasos del concilio general Tridentino, hazer un
catecismo para toda esta provincia, por el qual sean enseñados todos los
indios conforme a su capacidad, y a lo menos los muchachos le tomen
de memoria y los días domingos y fiestas le repitan en la iglesia a lo
menos reciten alguna parte de él, como pareciere más conveniente para
el provecho de los demás. Manda pues, el santo sínodo a todos los curas
de indios en virtud de santa obediencia y so pena de excomunión, que
tengan y usen este catecismo que con su autoridad se publica, dejados
todos los demás, y que conforme a él trabajen las almas que están a su
cargo. Y porque para el bien utilidad de los indios importa mucho que no
sólo en la substancia y sentencia haya conformidad sino también en el
mismo lenguaje y palabras, por tanto, prohibe y veda que nadie haga y
use otra interpretación o traducción en las lenguas del Cuzco y la
aymara, así en la cartilla y doctrina cristiana como en el catecismo, fuera
de la traducción que con su autoridad se ha hecho y aprobado. Y para
que el mismo fruto se consiga en los demás pueblos que usan diferente
lengua en las dichas, encarga y encomienda a todos los obispos, que
procure cada uno en su diócesis hazer traducir el dicho catecismo por
personas suficientes y pías en las demás lenguas de su diócesis, y que la
tal traducción o interpretación así hecha y aprobada por el obispo se
reciba sin contradicción por todos, sin embargo de cualquiera costumbre
que haya.

2ª Acción - Cap. 4º - Lo que se ha de enseñar a cada uno de la doctrina


cristiana.
…Y para que esto tenga efecto, siguiendo el orden de los sacros y
antiguos cánones, manda con rigor el santo concilio que a ningún adulto
se le dé el baptismo sin que primero diga de coro, por lo menos el credo
y el padrenuestro, y lo mismo se manda guardar antes de administrar el
21
sacramento de la penitencia y el de la confirmación y el del matrimonio
excepto en caso de necesidad o habiendo impedimento por la mucha
vejez o enfermedad o excesiva rudeza de algunos, lo qual se deja al
juicio y conciencia de sus curas y confesores.

2ª Acción - Cap. 5º - Que los curas instruyan a la gente ruda.

2ª Acción - Cap. 6º - Que los indios aprendan en su lengua las oraciones y


doctrina.

2ª Acción - Cap. 7º - Que no vayan clérigos a conquistas de indios sin especial


licencia.
Entradas o conquistas nuevas a infieles no se deven tomar sin gran
consideración y muy justificadas, pues va en ello la hazienda y libertad y
vidas de tantos hombres, y acaece muchas veces que por el
arrojamiento y demasía de muchos se hazen en la guerra daños
irreparables. Por tanto, ninguno de los clérigos que tienen doctrina de
indios ni de otros qualesquiera vaya a guerra contra indios ni a otra
cualesquiera entradas, si no fuere con expresa licencia del obispo, so
pena de caer en excomunión por el mismo caso y de otras penas en que
sea castigado conforma a su culpa.

2ª Acción - Cap. 8º - Que los casamientos entre hermanos se aparten.

2ª Acción - Cap. 9º - De los padrinos de los indios.


Por quanto conviene quitar a los indios, en quanto sea posible, los
impedimentos que nacen del parentesco espiritual, para que no se casen
(como muchas veces les acaece) en grados prohibidos; por tanto, así en
el concilio pasado como en este, pareció acertado que en cada pueblo o
parroquia de indios, se señalase un padrino para los que se baptizan. El
señalarle, empero, a éste será propio del ordinario, el qual podrá
también señalar más que uno, como viere convenir al número de gente,
con tal de que los así señalados sean ciertos y tales que se les pueda
encomendar la enseñanza de los hijos espirituales.

2ª Acción - Cap. 10º - Qué se ha de hacer, quando de dos infieles casados el


uno se convierte y el otro no.

2ª Acción - Cap. 11º - De los nombres de los indios.


Para que se eviten los yerros que en reiterar baptismo y matrimonio
indios no conocidos suelen acaecer, totalmente se les quite a los indios
el usar de los nombres de su gentilidad e idolatría y a todos se les
pongan nombres en el baptismo quales se acostumbran entre
cristianos, y destos mismos los compelan a usar entre sí. Mas los
sobrenombres para que entre sí se diferencien procúrese que los
varones conserven los de sus padres y la mugeres los de sus madres.

2ª Acción - Cap. 12 - Que los religiosos no baptizen ni casen no siendo curas.


22
2ª Acción - Cap. 23 - De las procesiones y decencia de ellas.
En los tiempos que se hazen las procesiones solemnes de Corpus Christi
y en los días de Semana Santa y en cualquiera otro tiempo que hubiere
públicas procesiones, ninguna muger ande por las calles o iglesias no
esté a las ventanas tapado el rostro; y esto se les manda so pena de
excomunión en que incurran ipso facto pues no es razón que por la
liviandad de las mugeres se distraiga el pueblo y aparte de; culto divino,
antes con la honestidad y la decencia de su traje y modestia de su rostro
procuren mostrar la fe y devoción interior. Y las justicias y ministros de
la república avisamos y exhortamos en el Señor que, para que se hagan
las dichas procesiones con más orden y devoción, procuren por todas
vías que no vayan mezclados y rebueltos hombres y mujeres, sino que
los hombres vayan todos adelante, y las mugeres aparte (como enseña
el Profheta) sigan a los ministros de la iglesia.

2ª Acción - Cap. 38º - Que no se lleve nada a los indios cuando se les
administran los sacramentos.
Qualesquiera conciertos expresos o tácitos por administrar sacramentos
o dar sepultura los sacros cánones los abominan como tratos tan feos de
simonía pestilencial. Pero las loables costumbres que están recibidas en
el pueblo cristiano de lo que se da a la Iglesia, los mismos sacros
cánones las aprueban y abraçan. Con todo eso, el concilio pasado de
esta ciudad de los Reyes cerca de los indios determinó y declaró que, ni
por administrarles qualquier sacramento, ni por darles cualquier
sepultura se pudiese pedir ni llevar cosa alguna, y si algún sacerdote
llevase algo de los indios por lo dicho, que fuese compelido a pagar
quatro tanto. Este tan saludable decreto, que es para la edificación y fe
de estos nuevos cristianos en gran manera necesario y ha sido por
muchos quebrantados con no pequeño escándalo suyo, ha parecido a
este santo sínodo renovarle de nuevo, y así, con todas la veras que
puede manda que se guarde declarando que no ha lugar alegar en esta
parte costumbres loables, pues son antes abusos y así se han de llamar.
Otrosí, no sean los indios compelidos a ofrecer en la misa ni fuera de
ella, mas si alguno quisiere ofrecer, sepa que es obra meritoria y pía,
pero que está en su entera libertad el hazerla o dejarla de hazer. Los
indios empero, que tienen su morada y habitan en pueblos de
españoles, por quanto están en la fe más instructos y comúnmente
gustan de seguir el uso de los españoles, con estos tales en las
sepulturas y otras cosas se podrán guardar las costumbres loables si las
hubiere tales.

2ª Acción - Cap. 39º - Que los curas no se entremetan en los bienes de los
indios difuntos.
De los bienes de indios que mueren no usurpen parte alguna los curas,
aunque sea con color de que quieren gastar el quinto por el ánima del
difunto, mas déjenle entera libertad a los indios para disponer de sus
bienes como les pareciere; y si muriere ab intestato, de los herederos
será el declarar lo que se ha de hazer por el ánima del difunto.
23
2ª Acción - Cap. 40 - Que se provean las doctrinas vacas de los indios.
Para que no perezcan del todo las ovejas de Cristo careciendo de pastor,
procuren por todas las vías los obispos proveer las parroquias de los
indios que estuvieren desiertas, y si no hallaren sacerdotes que sepan la
lengua y vayan de buena gana, no dejen por eso de enviar sacerdotes de
buen ejemplo, a los quales podrán para esto compeler cuando es la
necesidad urgente etiam con censuras, mayormente no teniendo
ocupación forzosa y estando ordenados a título de indios, o habiendo
venido de España a este título, pues la ley de la caridad y de la
obediencia obliga a veces a socorrer al peligro presente de las ánimas,
aunque fuese dejando los estudios de las letras comenzados.
Y lo dicho se entiende sin perjuizio del Patronazgo Real, el qual se ha de
entender siempre estar entero y en pie. Mas en quanto pudiere ser,
dévense procurar para las doctrinas personas que sepan su lengua, y
para que todos la aprendan es justo animarles con premios de honras y
ventajas. Pero quando no se hallaren personas diestras en la lengua, no
por eso se ha de dejar de enviar algún sacerdote para doctrina de indios
con tal que sea persona de buena vida, porque en caso que se haya de
escoger uno de dos, más importa (sin duda alguna) enviar persona que
viva bien, que no persona que hable bien, pues edifica mucho más el
buen exemplo que las buenas palabras.

2ª Acción - Cap. 42º - Que los indios hechiceros sean apartados de los demás.
Para desterrar del todo la peste de la fe y religión cristiana que los
hechiceros y ministros abominables del demonio no cesan de causar
continuamente a la tierna grey de Cristo, siendo su maldad y embustes
tales que en un día destruyen todo cuanto los sacerdotes de Dios han
edificado en un año, proveyó con gran acuerdo el concilio pasado que
todos estos viejos hechiceros los juntasen en un lugar y los tuviesen allí
encerrados de modo que no pudiesen con su trato y comunicación
inficionar a los demás indios, y que allí se les proveyese de lo necesario
para sus almas y para sus cuerpos. Este tan útil decreto con quanto daño
se haya dejado de executar, muéstralo bien la experiencia. Por tanto es
la voluntad de este santo sínodo que luego sin excusa ni dilación alguna
se ponga en execución, y así lo manda a todos los curas que lo hagan en
cuanto a ellos les tocare, y a los ministros del Rey que gobiernan o
administran justicia pide y encarga por Jesucristo, que den su favor y
ayuda a una obra tan santa, y que echando bien su qüenta vean y
señalen en dónde y cómo se puede pueden encerrar semejantes
ministros del diablo sin perjuicio y daño a los demás.

LOS DECRETOS DE LA TERCERA ACCION DEL CONCILIO PROVINCIAL

[DE REFORMACIÓN]

3ª Acción - Capítulo primero.- Quáles hayan de ser los obispos.

3ª Acción - Capítulo 2 - Qué ministros deben tener los obispos.


24
Por quanto siendo tanta la grandeza de la diócesis no pueden los
obispos por sí mismos hazer las más cosas, por tanto, con todo cuidado
miren de qué ministros se aprovechan para hacerlas, de suerte que
escojan siempre para los ministerios eclesiásticos las personas de más
suficiencia y bondad. Y en quanto a lo primero, sus criados o familiares
sean muy honestos o devotos, que exerciten obras pías y freqüenten los
sacramentos y en las principales solemnidades del año por lo menos
comulguen en público. Y para vicarios y jueces y visitadores echen mano
siempre de los que en vida y saber son aventajados, y a ninguna
persona no sólo infame, mas ni aun notada por cualquier vía de algún
vicio, le cometan visita o administración qualquiera de alguna iglesia. A
los religiosos y píos honren los obispos, a los que tratan verdad se
muestren amigos, a los hombres lisonjeros y parleros los desvían de sí ,
a los que son atrevidos y codiciosos y desvergonçados les pongan
miedo. Finalmente, todo lo que los padres santos en sus concilios y
decretos tan largamente encomiendan de la dignidad y gravedad y
letras y religión y cuidado perpetuo e incansable por la iglesia de Cristo
que han de tener los obispos, deven con más particular razón procurar
de mostrarlo en sí los pastores y prelados de esta nueva iglesia de Cristo.

3ª Acción - Capítulo 3.- De la defensa y cuidado que se debe tener de los indios.
No hay cosa que en estas provincias de las Indias devan los prelados y
los demás ministros así eclesiásticos como seglares tener por más
encargada y encomendada por Cristo Nuestro Señor, que es sumo
pontífice y rey de las ánimas, que el tener y mostrar un paternal afecto
y cuidado al bien y remedio de estas nuevas y tiernas plantas de la
Iglesia, como conviene que lo hagan los que son ministros de Cristo. Y
ciertamente, la mansedumbre de esta gente y el perpetuo trabajo con
que sirven y su obediencia y subjeción natural podrán con razón mover
a cualesquier hombres por ásperos y fieros que fuesen, para que
holgasen antes de amparar y defender estos indios, que no perseguirlos
y dejarlos despojar de los malos y atrevidos. Y así, doliéndose
grandemente este santo sínodo de que no solamente en tiempos
pasados se les hayan hecho a estos pobres tantos agravios y fuerças con
tanto exceso, sino también el día de oy muchos procuran hacer lo
mismo; ruega por Jesucristo y amonesta a todas las justicias y
gobernadores, que se muestren piadosos con los indios y enfrenen la
insolencia de sus ministros cuando es menester, y que traten a estos
indios no como esclavos sino como a hombres libres y vasallos de la
Magestad Real, a cuyo cargo los ha puesto Dios y su Iglesia. Y a los
curas y otros ministros eclesiásticos manda muy de veras que se
acuerden que son pastores y no carniceros, y que como a hijos los han
de sustentar y abrigar en el seno de la caridad cristiana. Y si alguno por
alguna manera hiriendo o afrentando de palabra o por otra vía
maltratare algún indio, los obispos y sus visitadores hagan
diligentemente pesquisa y castíguenlo con rigor, porque cierto es cosa
muy fea que los ministros de Dios se hagan verdugos de los indios.
25
3ª Acción - Cap. 4º - Que las personas eclesiásticas no tengan tratos y
contratos.
La codicia, que es raíz de todos los males, en tanta manera ha
corrompido a muchos también del estado eclesiástico, que viendo la
casa del Señor espiritual hecha casa de contratación, en tan gran
deshonra de nuestra dignidad eclesiástica y en no menos daño de las
ovejas de Cristo, no puede dejar esta santo sínodo de sentirlo y aun
avergonçarse muy mucho dello. A este tan grave daño que cada día va
creciendo y se vee ser ser en gran perjuizio del bien espiritual de los
indio, deseando poner algún remedio eficaz con el poder que Dios
Nuestro Señor nos ha dado, estrechamente mandamos que ninguna
persona eclesiástica de cualquiera condición y dignidad que sea, use por
qualquiera arte o color el negociar y granjear, que tantas veces por los
sacros cánones está prohibido. Y si algún clérigo usare contratar o
mercadear, demás de las penas puestas por el derecho y por el concilio
provincial pasado, las quales renovamos, incurra en sentencia de
excomunión por el mismo hecho.

3ª Acción - Cap. 5º - La pena en que incurren los curas indios que contratan o
granjean.
Y porque el vicio de codicia y contratación en los curas de los indios
como es más usado así también es más peligroso; porque lo uno, los
indios como gente nueva en la fe padecen por esta causa grave
escándalo; lo otro, reciben notable daño y pérdida en su doctrina,
ocupándolos en sus ganancias temporales los que devían procurarles las
ganancias espirituales de sus almas; por tanto prohibimos con las
mismas penas del decreto pasado que ningún cura o doctrinero de
indios, por sí o por tercera persona, presuma el exercitar algún género
de mercancía o contratación con qualesquier ganados, ni hazer
sementeras, ni labranças, ni viñas, ni tener o alquilar bestias o carneros
de la tierra para llevar cargas, ni echar indios a minas suyas, ni alquilar
indios; finalmente, ni tener granjerías o tratos con los mismos indios ni
con otras cualesquier personas por medio de ellos. Qualquiera que
hiziere alguna cosa de las dichas, entienda que por el mismo caso
incurre en excomunión mayor latae sententiae: Sepan también los curas
de indios que les es del todo vedado tener ingenios y obrajes y
qualesquier otras artes de granjería. Porque los que han tomado a su
cargo el ministerio de enseñar el Evangelio de ninguna manera pueden
servir juntamente a Dios y al dinero.

LOS DECRETOS DE LA CUARTA ACCION DEL CONCILIO PROVINCIAL DEL


CONCILIO PROVINCIAL DE LIMA QUE SE PUBLICARON EN LA IGLESIA
CATHEDRAL EN TRECE DIAS DEL MES DE OCTUBRE DEL AÑO DE MIL Y
QUINIENTOS OCHENTA Y TRES.

4ª Acción - Capítulo primero. A quien se ha de encargar la visita.


Para conservarse el buen orden y la disciplina eclesiástica el principal
medio y fuerça está en hacerse bien las visitas, en lo qual por astucia del
demonio y demasiada codicia de muchos hemos visto tanta falta, que las
26
mayores quejas y daños han nacido de lo que, está establecido para
remedio de daños y agravios. Deseando, pues, este santo sínodo poner
remedio en este daño tan general de esta provincia con el favor y gracia
de Dios, primeramente, amonesta muy de veras a todos los obispos que
no dejen por sus mismas personas de visitar sus districtos con
verdadero afecto de padres. Y si les pareciere enviar visitadores, como
por ser tan estendidas las diócesis en esta indias es forçoso hazerse
muchas veces, miren con gran consideración que no encomienden
visitas sino a personas de mucha entereza y satisfacción, y hábiles y
suficientes para tal cargo, y que ni pretendan las doctrinas de indios que
visitan, ni aunque se les ofreciesen las aceptarían.

4ª Acción - Capítulo 2º - De la procuración de los visitadores.


A cada visitador se le señale para su procuración salario competente por
el obispo, de modo que, ni de penas de la cámara episcopal ni de las
condenaciones le pertenezca ni se él parte alguna al visitador ni a sus
oficiales, y no gasten más largo tiempo en la visita de lo que vieren los
visitadores ser necesario. Si de otra suerte lo hizieren, de modo que por
sus cómodos o por otro respecto se detengan más tiempo del necesario,
póngaseles pena de excomunión, y sean obligados so pena de pecado
mortal llevar consigo y cumplir fielmente la instrucción que en este
sínodo se ha hecho a los visitadores.

DECRETOS DE LA QUINTA Y ULTIMA ACCION DEL CONCILIO PROVINCIAL DE


LIMA QUE SE PUBLICARON EN LA EN LA IGLESIA CATHEDRAL EN DIEZ Y
OCHO DIAS DEL MES DE OCTUBRE DE MIL QUINIENTOS OCHENTA Y TRES.

Capítulo primero - Declaración de algunos capítulos del concilio provincial


pasado.
“…Declaramos pues que todo lo que paresciere en el dicho Concilio
provincial ser contrario y repugnante al derecho del patronazgo real de
su magestad Catholica, porque cuando se hicieron aquellos decretos no
estava el derecho del patronazgo real declarado en la forma que
después aca se ha explicado que no obligan, ni se han de guardar sino
en la forma y modo, que está proveydo por su magestad, con forme a las
letras apostólicas,…”
“…Otrosí lo que en el dicho synodo esta proveydo contra herejes a los
que saben o herejes porque no havia en esta tierra entonces
ynquisidores apostolicos; declaramos que todo lo que toca a las dichas
materias pertenesce solamente al sancto Tribunal de la Inquisición que
es defensa valerosa de la fe catholica y summamente necesaria en estas
partes tan remotas.”

Se percibe en estos párrafos la franca intención de ordenar la tarea


evangelizadora, en el más estricto espíritu del Concilio de Trento, pero al
mismo tiempo se comprueba el estado de fragilidad en que se encuentra la
catequesis, pues si los “hechiceros y ministros del demonio” de las religiones
nativas pueden destruir en un sólo día lo que los sacerdotes han edificado en
todo un año, cómo podríamos hablar de una Iglesia ya consolidada. “Estos
27
hechiceros o dogmatizadores constituyeron siempre y en todas partes un
sector combativo contra el cristianismo, al que atacaban desprestigiando al
misionero, a veces hasta con comparaciones obscenas, organizando conjuras
contra él, hasta el punto de que muchas rebeliones indígenas fueron instigadas
por ellos, disuadiendo a los nativos de que se convirtieran, amenazándoles o
pronosticándoles lo peor si se bautizaban y atribuyendo al bautismo la muerte
de los niños que fallecieron tras haberlo recibido.” 37

Por otro lado la falta numérica de clérigos se expresaba en la preocupación de


cubrir las doctrinas vacas (2ª Acción - Cap. 40 - Que se provean las doctrinas
vacas de los indios) y mejorar la baja calidad académica y moral de los que se
encontraban haciendo ejercicio del ministerio pastoral entre los indios. Pues el
oficio de clérigo era uno de los pocos espacios de ascenso social en una
sociedad tan cerrada en las oportunidades de escala a estratos superiores,
asumiendo muchos más por motivaciones distintas a las del servicio a Dios,
embarcándose en empresas que habrán de ser prohibidas al menos de manera
literal en las actas de los concilios referidos. Carencia que se habrá de seguir
sintiendo posteriormente, mientras que les seguirá cerrando las puertas a los
indígenas al clero, hecho que hubiera permitido en algo velar por el bienestar
de sus hermanos de raza, y presentarnos nuevos retos en los horizontes
misiológicos del catolicismo colonial temprano.

37
Pedro Borges: Dificultades y facilidades para la evangelización, en Historia de la Iglesia en
Hispanoamérica y Filipinas, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1992, pág. 459.
28

BIBLIOGRAFIA

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Revistas

Revista Andina: LA INVENCION DEL CATOLICISMO ANDINO. Siglos XVI - XVII


CBC - Cusco - Julio 1996.

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