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Amor a primera vista: maniobras iniciales en terapia de pareja conjunta.

Índice
1. Problemática. ........................................................................................................................................ 2
2. Algunas explicaciones de la causa y las propuestas de intervención. .................................................. 4
3. La terapia de pareja. Propuesta e investigación. .................................................................................. 8
4. Propuesta de una guía del trabajo terapéutico con parejas............................................................... 10
I. Encuadre: ........................................................................................................................................ 10
II. Datos iniciales del genograma y dinámica familiar:........................................................................ 12
III. Co-creación del problema-solución: ........................................................................................... 13
IV. Ubicar la dimensión del problema. ............................................................................................. 17
V. Identificación del patrón disfuncional. ........................................................................................... 19
VI. Re encuadre del problema: ......................................................................................................... 23
VII. Establecer objetivos y metas graduadas:.................................................................................... 25
VIII. Establecer condiciones apropiadas para la prescripción de la estrategia de intervención: ....... 26
IX. Creación de estrategias de intervención. ................................................................................... 26
X. Retroalimentación de los resultados de la estrategia, ajustes y seguimiento: .............................. 31
XI. Cierre del proceso. ...................................................................................................................... 32
5. Comentarios finales. ........................................................................................................................... 32
6. Referencias.......................................................................................................................................... 35
Amor a primera vista. Maniobras iniciales en terapia de pareja conjunta.

Orozco Mendoza, Jorge.

“El matrimonio es cuando dos personas deciden convertirse en una; el


problema está en decidir quién sobrevive”. (Rubén González Vera)

1. Problemática.
En una relación de pareja se pueden vivir algunas de las experiencias más sublimes y
significativas de la vida como el ser amado, cuidado y aceptado por otro quien no tiene
necesariamente responsabilidad filial de hacerlo, sin embargo, asimismo, se puede experimentar
experiencias denigrantes y lascivas como el desprecio, el abandono, la violencia y la traición,
eventos que pueden causar heridas emocionales con graves consecuencias psicológicas y
relacionales a largo plazo.

Al parecer en la historia de la evolución del ser humano, la vida conyugal es un


importante hito, al respecto Eguiluz, Romo (2007: 1) explica que “el antecedente de todo tipo de
grupo humano es la pareja”. En distintas épocas y en diversas culturas los grupos humanos han
creado modos particulares de organización dentro de los cuales la pareja ha constituido el núcleo
central para estructurar y dirigir la evolución de estas sociedades, independientemente del tiempo
histórico y la cultura. Es decir, es posible que hayan cambiado las manifestaciones de las
relaciones de la pareja, pero socialmente permanece como una base de la estructura social. Así,
se sabe que la pareja cubre funciones biológicas, psicológicas y sociales sin las cuales sería
difícil concebir la existencia de la especie humana tal y como la se conoce actualmente.

Sin embargo la pareja actualmente está en crisis, la introducción a la modernidad y la


difícil transición a la posmodernidad han inaugurado complejidades en la estructura, dinámica y
función de la relación que implican retos y desafíos para los cuales, todavía, no se encuentra
preparada. Por ejemplo para Velasco Alva F. (2007) la concepción subjetiva del amor, su
práctica y sus fines han cambiado paralelamente a la transformación de las estructuras
económicas, sociales y al concepto de familia y de pareja. Signos de la permanencia y la
evolución de esta crisis es lo que el investigador Daniel Goleman refiere al respecto:

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“….para los matrimonios norte americanos que se formaron en 1890, alrededor del 10% acabó
en divorcio. Para aquellos que se casaron en 1920 el índice fue aproximadamente del 18%; para
las parejas casadas en 1950, el 30%. Las parejas que se casaron en 1970 tenían el 50% de
probabilidades de separarse o seguir unidas. Y para las parejas casadas en 1990, las
posibilidades de que su matrimonio acabaría en divorcio estaban cerca de un asombroso 67%.
Si el cálculo se mantiene, solo 3 de cada 10 matrimonios recientes pueden contar con que
seguirán unidos a su nueva pareja” (citado por González Vera, Rubén; 2010: 33).

En México el INEGI reporta con respecto a la duración de los matrimonios que en 1930
la duración promedio era entre 20 y 40 años, para 1960 la media se redujo de 10 a 25 años, en
1990 continuo la tendencia a la baja, encontrándose de 10 a 20 años, y finalmente para 2000
disminuyo de 5 a 10 años. Continuando con cifras del INEGI se pueden analizar los cambios que
se presentaron en una década, en 1985 hubo 34,114 divorcios registrados en México, mientras
que en 1992 la cifra fue de 51,953; para el año 2006 aumento a 72,396 divorcios. Cabe
mencionar que estas cifras no incluyen la realidad de que muchas parejas terminan su relación
sin disolver legalmente su matrimonio. Por un lado la disminución de la duración de los
matrimonios y el aumento de los divorcios es una tendencia inquietante digna de ser atendida por
los profesionales de la salud mental.

Otro ángulo para la completar el análisis es la consideración de la edad promedio de los


miembros de las parejas en la que es más probable que se divorcien, al respecto el INEGI en el
2006 publicó la edad promedio de los hombres al momento de divorciarse la cual fue de 37.3
años y de las mujeres de 34.7 años. El mayor índice de divorcio se dio entre las edades de 30 y
39 años tanto en hombres como mujeres. En este mismo año el 48.6% de los matrimonios
tuvieron una duración social de 10 años o más, seguida del 32.3% que estuvieron casados 5 años
o menos. Se puede concluir en base a estos datos estadísticos que los miembros de la pareja de
estas edades y en este promedio de duración se encuentran en comparación con el resto en mayor
riesgo de separación y divorcio con todas las consecuencias nocivas no solo para los miembros
de la pareja sino también para la familia y la sociedad en general.

Con respecto a los efectos nocivos de las desavenencias matrimoniales son muchas y
variadas, por ejemplo Markman, Stanley y Blumberg (2000) refieren que los problemas
matrimoniales son una de las causas más frecuentes de depresión, y este se reconoce como unos

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de los problema de salud mental más común en la actualidad. Los problemas de pareja,
separaciones y el divorcio producen trabajadores distraídos y muy poco motivados, lo cual
conduce a grandes pérdidas en la productividad las empresas. Asimismo, el divorcio se convierte
en un factor determinante que da origen a una baja significativa en el nivel socioeconómico, por
cuanto divide a las familias y deja a muchos niños viviendo en hogares pobres monoparentales.
Por otro lado, se ha comprobado recientemente que el infortunio matrimonial produce graves
efectos sobre la salud y provoca tensión arterial alta, un declive en el sistema inmunológico y
problemas gastrointestinales, respiratorios y urinarios. Un reciente estudio del Nacional Institute
of Mental Health (Instituto Nacional de Salud Mental) en los Estados Unidos, concluyó que los
problemas matrimoniales constituyen uno de los principales factores de riesgo de muchos
problemas de salud física y mental.

Otros datos que muestran los efectos dañinos de los problemas conyugales son los que
refieren Gottman y Silver (2004:20), por ejemplo, reportan en una investigación realizada por
Verbrugge, Louis y House, James se concluyó que un matrimonio insatisfactorio aumenta en un
35 por ciento las posibilidades de caer enfermo, e incluso arece acortar la expectativa de vida en
un periodo medio de cuatro años. En un estudio, realizado por este mismo autor, con 63 niños en
edad preescolar se comprobó que aquellos que vivían en sus hogares una gran hostilidad
matrimonial sufrían elevados niveles de estrés, en comparación con los otros niños. En el
seguimiento a 15 años se averiguo que entre ellos existía un mayor índice de ausentismo escolar,
depresión, rechazo a los compañeros, problemas de comportamiento (sobre todo agresión), malas
calificaciones e incluso fracaso escolar. Estos efectos que pueden ser predisponentes de problemas
sociales más graves tales como la delincuencia, drogadicción y violencia.

Expuesto lo anterior se hace evidente que los efectos nocivos se muestran desde la salud
física, pasado por la afectación en la salud mental, la disfuncionalidad familiar, hasta las graves
consecuencias en el tejido social.

2. Algunas explicaciones de la causa y las propuestas de intervención.


No es posible determinar una causa específica que explique los problemas y conflictos de
pareja ya que estos surgen de un sistema complejo de factores interrelacionados que incluyen al
individuo, la pareja, la familia y la sociedad. Por ejemplo para Velasco Alva, F. (2004) proponen

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que las causas de estos problemas se deben a múltiples razones entre las que incluye el cambio de
roles con la emancipación de la mujer, o desajustes sexuales de todo tipo que con frecuencia
enmascaran temores a la intimidad o al compromiso emocional, sobre todo en el varón. Otras
causas aducidos por este autor son los factores económicos; estos determinan que la mujer al
trabajar tenga que descuidar su tradicional función materna, lo que le provoca culpa y la
consecuente incomprensión del varón.

Una causa que refiere diferentes investigadores sobre el tema es la dificultad de


emancipación de los jóvenes que contraen matrimonio de su familia de origen, particularmente
frecuente en la sociedad Mexicana. Esta condición le dificulta consolidar funcionalmente un
sistema de familia nuclear autónomo de la familia extensa originando alianzas intergeneracionales
y desavenencias entre los cónyuges con la familia política, conflictos de lealtades e intromisiones
en la intimidad de la pareja (Velasco Alva, F. 2004; Montalvo Reyna, J., Andrade Ramos, A.,
Pérez Arredondo, A. 2013).

Para Rage Atala, E. (1999) las principales causas se relacionan con la dificultad de
comunicarse integralmente y con las expectativas inadecuadas con respecto al matrimonio.

Los factores socioculturales se han considerado como causas principales de la crisis de


transición en las relaciones de pareja, por ejemplo el impacto de la introducción de la pastilla
anticonceptiva no solo permitió separar la sexualidad de la reproducción sino que además trajo
consigo profundos cambios en el rol de la mujer dentro de la pareja y la sociedad pasando de un
rol prioritariamente maternal y confinada al hogar a un rol con mayor participación en otras áreas
que tradicionalmente ocupaba el hombre. Esto generó cambios en los roles de género y las
relaciones de poder entre hombre y mujer. Además, la relevancia que se le da actualmente a la
perspectiva de género ha influido en las aspiraciones y proyectos de vida en los miembros de una
pareja, en la delimitación de lo masculino y femenino y en crear desajustes en la definición de la
relación como tal y la asignación de funciones del hombre y la mujer. Este intento de una nueva
construcción de la identidad de hombres y mujeres se refleja en la inestabilidad del matrimonio y
de la familia (Grandeso, Marilene; 2007: 194).

Robert J. Sternberg (1990) realiza, de mediados a finales los ochentas del siglo pasado, un
extenso estudio sobre la vida en pareja en el cual concluye que las relaciones de pareja se sostienen

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sobre tres “pilares” a saber la intimidad, la pasión y el compromiso. Estos ingredientes son básicos
para un satisfactoria y funcional relación de pareja, si algún de ellos se afecta es muy probable que
los otros dos, con el tiempo, no se sostengan ocasionando conflictos en la relación de pareja o un
rompimiento de la misma.

Desde una aproximación sistémica el investigador español José Antonio Ríos (2006) ha
desarrollado un enfoque terapéutico basado en una integración de distintos modelos de relación
de pareja que explican la forma como se gestan y se mantienen los problemas conyugales. En su
obra “La pareja: modelos de relación y estilos de terapia” expone de manera pormenorizada
distintos modelos para entender la funcionalidad y disfuncionalidad de las parejas, los cuales
sintetiza para proponer formas de intervención (Ríos, José Antonio; 2006).

Desde el enfoque cognitivo conductual se Aaron T. Beck (2004) propone una metodología
basada en este enfoque para trabajar terapéuticamente con parejas. Después de realizar extensos y
minuciosos estudios con personas diagnosticadas con depresión y ansiedad encontró que “…los
problemas de pareja […] manifestaban la misma clase de aberraciones del pensamiento –
distorsiones cognitivas- (Beck, Aaron T. 2004:11) que los pacientes antes mencionados. Este
mismo autor explica que los problemas de comunicación, los malos entendidos y los errores del
pensamiento son causantes de los graves conflictos que las parejas experimentan por lo tanto
enriquecer y clarificar la comunicación, corregir los errores del pensamiento y realizar
interpretaciones más racionales y objetivas ayudara a los cónyuges a resolver sus problemas, ya
que independientemente del contenido el fondo de los mismos es más o menos igual.

Otro investigador estadunidense John M. Gottman (2004; 2008 y 2013) dirige un


laboratorio donde realizan detallados estudios sobre la pareja que incluye desde mediciones
fisiológicas, observaciones en laboratorio hasta entrevistas profundas de seguimiento con parejas.
Las investigaciones tanto transversales y longitudinales dirigidas por Gottman han arrojado
interesantes resultados tales como el predecir con más de 90% de exactitud la posible separación
de la pareja, los cambios fisiológicos que generan los conflictos relacionales y sus consecuentes
efectos en la intensificación del conflicto, han identificado 4 factores básicos relacionados con los
problemas de pareja que son las criticas-actitud defensiva, el desprecio-actitud evasiva. Su método
consiste en reeducar a las parejas primero identificando sus errores de comunicación y luego
invitándoles a buscar estilos de comunicación más efectivos y funcionales.

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Por otro lado el prestigiado terapeuta familiar Jay Haley y Madeleine Richeport-Haley
(2006) propone un método de terapia de parejas desde el método estratégico, el cual consiste en
enfocarse a resolver problemas de manera práctica y directa a través de estrategias de intervención
paradójicas, directas e indirectas. Tal planteamiento considera que los problemas de pareja se gesta
por la lucha de poder, es decir cuando un problema de poder en la pareja no se resuelve emerge un
problema que se hace repetitivo y refractario, la intervención entonces consiste en resolver dicho
problema considerando el conflicto subyacente relacionado con el poder. Además los autores
consideran los aspectos culturales tanto de los miembros de la pareja como del terapeuta como un
elemento fundamental a considerar en el proceso terapéutico.

Desde el punto de vista interaccional David Olsen y Douglas Stephens (2003) proponen un
método para resolver problemas de pareja bajo el supuesto que los intentos de solución que
implementa cada uno de los cónyuges para resolver el problema que perciben es lo que crea y
mantiene la situación problemática. Lo anterior en concordancia con el modelo para resolver
problemas (Watzlawick y cols. 1994) de Mental Research Institute de Palo Alto, California, en
Estados Unidos. Exponen que la mayoría de los problemas se crean en base a patrones relacionales
disfuncionales, los complementarios perseguir-escapar, dominación-sumisión, exceso de
responsabilidad-déficit de responsabilidad, educado-hostil; los simétricos intensificación rápida
del conflicto y evasión del conflicto.

Recientemente en México Félix Velasco Alva (2004) desde un enfoque psicodinámico


constructivista ha introducido un modelo de terapia pareja detalladamente sistematizado en el cual
propone técnicas y estrategias para abordar la compleja problemática integrando posturas
psicoanalistas, sistémicas, constructivistas y posmodernas, en el cual pone especial énfasis en la
cibernética de segundo orden en la cual incluye al observador –al terapeuta en este caso- como co-
creador de la realidad en terapia redimensionado con ello la relación terapéutica con la pareja y
analizando desde una novedosa postura.

Asimismo en México Jaime Montalvo Reyna y colaboradores en su libro Terapia sistémica


de pareja: Teoría, investigación y aplicaciones (2013) además de realizar un análisis de la
problemática de las parejas en México revisan distintos abordajes terapéuticos de origen sistémico
aplicados a la terapia de pareja. Además presentan investigaciones recientes destacando una en
especial, a propósito del tema de este estudio “Efectos de la reestructuración comunicativa (RC)

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en diversos problemas psicológicos de la pareja” en la cual muestran los resultados preliminares
de la aplicación de un sencilla técnica que consiste en después de un análisis de la comunicación
de la pareja, el terapeuta les informa de los resultados y les proponen estrategias de solución: que
consisten en tres puntos: a) explicar a la pareja la concepción de la realidad –realidad de primer
y segundo orden-; b) explicar a la pareja como se construye al realidad y; proponer tres reglas a
seguir para mejorar su comunicación (no usar argumentos del pasado al tratar de resolver un
problema, tratar de comunicarse no estando alterados emocionalmente y no utilizar argumentos
basados en la familia de origen de la pareja (Montalvo, Reyna J. y cols; 2013: 187-188).

Desde el modelo humanista existencial destaca el trabajo realizado por María Gilbert y
Diana Shmukler (2000) quienes desarrollan un modelo de terapia breve con parejas desde un
enfoque integrador, el cual las mismas autores exponen que “…nuestra orientación y sistema de
valores puede caracterizarse como humanista/existencial, creemos en la confianza inherente de
las personas hacia el crecimiento y la salud” (2000: XIII). En este modelo integran conceptos
elementales de teorías tales como el psicoanálisis, la Gestalt y el análisis transaccional.

Dentro de este mismo modelo, el humanista existencial el reconocido investigador Joseph


C. Zinker en su obra intitulada “En busca de la buena forma” propone un modelo de terapia de
pareja sustentando en la terapia Gestalt que consiste en trabajar con un equipo de terapeutas,
hombre y mujer, en terapia con parejas, el modelo está basado en el ciclo de la experiencia y en la
creación de experimentos terapéuticos ad hoc a los conflictos planteados por la pareja y los bloques
del ciclo antes mencionado. (Zinker C. Joseph: 2013).

Realizar una revisión histórica exhaustiva de todas las propuestas de terapia de pareja
escapa de los alcances de este trabajo. Sin embargo, en la actualidad esta modalidad terapéutica
ha alcanzado un reconocimiento, no solo de su necesidad, sino también de su efectividad basada
en evidencia científica.

3. La terapia de pareja. Propuesta e investigación.


La terapia de pareja se viene implementando desde los años treinta del siglo pasado,
parece haber iniciado en Estados Unidos al formar consejeros matrimoniales (Vicencio, Javier;
2011:27). En la actualidad hay una diversidad de modalidades de terapia de pareja entre ellas,
Según Tapia Villanueva (2005), las empíricamente validadas son: la terapia de pareja centrada en

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la emociones, la terapia de pareja conductual, Terapia de pareja conductual integrativa, la terapia
de pareja orientada al insight (combina elementos gestálticos y sistémicos) y la terapia de pareja
estratégica del MRI.
Con respecto a los resultados de la investigación en terapia de pareja, Tapia Villanueva
(2005) resume, en base a algunas conclusiones que hace Gurman A., Fraenkel P., 2002 que:
Los efectos positivos de la terapia de pareja superan al no tratamiento.
Un 35 a 40 % de las parejas en terapia mejoraron, al comparar la diferencia
entre evaluaciones pre y post tratamiento (en términos de satisfacción marital).
Respecto de la durabilidad del cambio, existe evidencia que permite suponer que
las recaídas a los 6-9 meses son bajas y que las recaídas entre el primer y cuarto año
pueden ser significativas (30%). (Datos de terapias conductuales). Existen algunos
modelos de terapia de pareja que mantienen sus cambios después de los dos años
(Terapia de pareja centrada en las emociones) e incluso hasta los cuatro años (terapia
de pareja orientada al insight).
La terapia conjunta (ambos cónyuges) es más efectiva que la terapia individual.
Los cambios positivos logrados en general ocurren con una cantidad de 12 a 20
sesiones.
La terapia de pareja fue útil sola o en combinación con otras terapias en el
tratamiento de algunos desordenes psiquiátricos como depresión, alcoholismo, y
trastornos de ansiedad.
La terapia de pareja en co-terapia no fue más efectiva que con terapeuta único.
Los efectos negativos de la terapia de pareja son posibles y alcanzan al 10%.
Con respecto a la efectividad de la terapia de pareja parece ser que evaluada en estudios
de meta análisis como validación empírica su resultado fluctúa entre 35 -70 %¨ (Tapia,
Villanueva; Luis; 2005). Una dificultad con respecto a la investigación de la efectividad en
terapia de pareja, según Tapia Villanueva, es que aunque hay claras evidencias sobre la
efectividad de esta modalidad terapéutica, el problema radica en definir que se va a considerar un
éxito en terapia de pareja.

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4. Propuesta de una guía del trabajo terapéutico con parejas.
A continuación se presenta una guía de intervención basada en el modelo interaccional-
sistémico. El propósito es exponer acciones del terapeuta desde el primer contacto con la pareja y
el seguimiento hasta la conclusión de proceso terapéutico.
La guía propuesta está enfocada en una terapia de pareja conjunta, es decir, con los dos
miembros de la pareja presentes en la sesión. Desde la perspectiva que aquí se presenta se
considera conveniente hacer el mejor esfuerzo para que en todas las sesiones ambos miembros de
la pareja estén presentes, bajo el supuesto que es la pareja como totalidad o propiedad emergente
la que es sujeto de consulta y no los individuos por separado –terapias individuales con cada
miembro de la pareja en sesiones distintas- o en “conjunto” –terapia individual con cada
miembro de la pareja en presencia del otro. La idea es trabajar con la totalidad: la pareja, el
nosotros relacional, que incluye cada uno de sus miembros, sus características, atributos e
historia personales y familiares, y especialmente con lo que crean como resultado de su
interacción, la propiedad emergente que les caracteriza y distingue como pareja.
Quizás no sea necesario aclarar, pero si conveniente, que lo que se expondrá a
continuación parte de la experiencia profesional, la formación académica y la población
específica a la que he aplicado la terapia de pareja, por lo tanto la presente propuesta no pretende
ser una guía que se adapte a cualquier contexto, terapeuta o pareja, sino más bien, una exposición
que sirva como experiencia para que otros terapeutas consideren algunos elementos de la misma
y la adapten a su ejercicio profesional o que a partir de la revisión de esta propuesta afinen o
creen la suya propia.
Otro de los límites de esta guía es que está orientada al trabajo con problemas de pareja
de relación y comunicación y no al tratamiento de psicopatologías en terapia de pareja conjunta.
A continuación se presentan cada uno de los pasos de la guía de terapia de pareja
conjunta:
I. Encuadre:

Consiste en ajustar las expectativas de la pareja a lo que la terapia y el terapeuta pueden


ofrecer. Es la negociación de un contrato que especifique las condiciones en las que se va a
llevar a cabo el proceso terapéutico.

Asuntos propios del contrato terapéutico:

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 Saludo y presentación: Establece una relación de cordialidad y bienvenida, sentada las
bases para una relación apropiada, que además puede servir para “romper el hielo” y la
tensión inicial tanto de los consultantes como del terapeuta. De parte del terapeuta puede
incluir datos sobre su formación profesional y experiencia, también su postura con
respecto a la terapia y a la vida en pareja, y en ocasiones datos sobre su vida familiar y de
pareja.
 Honorarios: es conveniente aclarar y acordar el monto de los honorarios desde el inicio
de la sesión para que la pareja tenga pleno conocimiento de estos y queden claros los
aspectos económicos para que en un futuro no interfieran en el proceso terapéutico.
Además de esta manera se está definiendo la situación terapéutica como un servicio
profesional que implica derecho y obligaciones para cada uno de los participantes.
 Horarios y fechas de las consultas: Generalmente trabajo con sesiones de una hora, las
sesiones las programo una vez cada quince días. Si decido algún cambio en el horario o
en la periodicidad de las sesiones lo consulto con la pareja explicándoles los motivos de
mi decisión.

Hay algunas condiciones que considero idóneas para la terapia de pareja, las cuales explico
en esta etapa del proceso, estas son las siguientes:

 Co-responsabilidad: Les explico que una terapia de pareja no consiste en culpar al otro
del problema de pareja, que si ese fuera el caso entonces correspondería a una terapia
individual para la persona que tiene el problema o en su defecto para el miembro de la
pareja que tiene el problema con quien juzga que tiene la culpa. La idea es encuadrar la
terapia de pareja desde una perspectiva de responsabilidad para que cada quien se
predisponga a aceptar su participación en la creación y mantenimiento del problema.
Evidentemente lo anterior no basta para que asuman la postura de co-responsabilidad, sin
embargo establece un antecedente para retomarlo con facilidad en etapas posteriores del
proceso.
 Un mismo objetivo: Les hago saber desde un inicio que la terapia de pareja será efectiva
a medida que ambos tengan un mismo objetivo: resolver su problema, continuar la
relación y/o mejorarla. Les señalo que también pudieran llevar asesoría de un terapeuta
para terminar su relación en caso de que fuera necesario o si así lo decidieran, pero

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también les indico que es muy poco frecuente que las parejas acudan con este último
propósito. Les hago la advertencia que en ciertas ocasiones un miembro de la pareja
puede decir que quiere seguir en su relación pero en realidad no quiere y que puede
acudir a consulta para terminar la relación y dejar al cuidado del terapeuta a su pareja
bajo la idea que el otro miembro va necesitar ayuda. Los invito a que sean claros y
honestos con respecto de este último tema.
 Relación voluntaria: Le señalo también que lo ideal para una terapia de pareja conjunta es
que ambos estén decididos y motivados a seguir una terapia por su propia voluntad. Que
generalmente cuando esto es así se obtienen resultados positivos pero si es al contrario
puede perder tiempo e invertir esfuerzo en vano.
 La regla de las tres sesiones: esta regla consiste en explicarles a la pareja que la terapia
debe empezar a dar resultados en tres sesiones, que no necesariamente se resuelve todo su
problema pero que ellos deben ver algunos avances y mejorías en este periodo. Les
explico que el terapeuta de pareja debe comprometerse con los resultados y ser honesto
con respecto a este tema como parte de su responsabilidad ética y profesional. Acuerdo
con ellos que en caso de no notar mejoría en la tercera sesión tendríamos que revisar que
está sucediendo con ellos o conmigo como terapeuta, para considerar una eventual
suspensión del proceso y una posible canalización a otro profesional. Utilizo el
argumento que prefiero que piensen que no pude con ellos en tres sesiones, y no que les
“robe” teniéndolos diez sesiones o más sin avanzar. En la población con la que trabajo
esto les resulta significativo y atractivo, el efecto más común es que crea un clima de
confianza y genera una predisposición a lograr cambios en un periodo corto de tiempo.

II. Datos iniciales del genograma y dinámica familiar:

Al explorar los datos iniciales de identificación, familiares y de historia de su relación, además


de obtener información, los aprovecho para ir creando una alianza terapéutica al ir parafraseando
la información obtenida, haciendo unos comentarios sobre aspectos de su familia y relación, a
veces bromeando un poco, otras mostrándome interesado en aspectos que los miembros de la
pareja marcan como relevantes de su familia e historia personal. Los datos de que investigo son:

Datos de identificación y genograma de:

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 La familia nuclear: miembros de la familia, edades, ocupaciones u oficios, etc.
 La familia de origen: número de hermanos, edades, ocupaciones u oficios, divorcios,
separaciones u otros problemas familiares o de pareja.

Información básica sobre la dinámica familiar:

 Manejo del poder y roles de género. ¿Quién lleva la autoridad? ¿Cómo se decide quién
manda?
 Limites. ¿Qué tanto se logra un equilibrio entre lo individual y lo conyugal?
 Expresión de afecto.
 Grado de diferenciación. ¿Qué tanto esta diferenciado cada cónyuge de su familia de
origen?

Antecedentes sobre la relación:

 ¿Cómo se conocieron?
 ¿Cómo iniciaron y llevaron su noviazgo?
 ¿Cómo decidieron casarse o vivir juntos? ¿Qué sucedió en torno a esta decisión?
 ¿Qué es lo que más le atraía uno del otro? ¿Qué es lo que más admiraba? ¿Qué planes,
proyectos y fantasías tenían al principio de su relación?

III. Co-creación del problema-solución:

Desde la posición epistemológica de la cibernética de segundo orden y el constructivismo se


entiende que el terapeuta participa junto con la pareja en la creación y definición del problema,
en función de este entendimiento conviene que el terapeuta tome una actitud consciente y activa
en la co- creación del problema.

Una forma de describir este proceso es partiendo de que la pareja trae quejas a terapia, en
el dialogo terapéutico estas se van estructurando en un problema que se selecciona y define
influido por las percepciones e interacciones de ambos cónyuges y las respuestas e
intervenciones del terapeuta, matizadas, estas últimas, por el enfoque teórico –metodológico y su
propia cosmovisión. Factores como el tipo de relación que establezca entre la pareja y el
terapeuta juegan también un papel determinante. Posteriormente, si se ha logrado una buena

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alianza terapéutica es posible que el terapeuta conduzca a la pareja por medio de una hábil y sutil
persuasión a un re-encuadre del problema para hacerlo más manejable, crear un clima de menor
tensión en la pareja y crear expectativas más favorables de cambio.

Hacer una diferenciación entre queja, demanda y problema puede ser útil para iniciar la
revisión del motivo de consulta. Propongo entender por queja a lo que le refiere la pareja –o los
miembros por separado- que le molesta o perturba; la demanda puede ser lo que piden al
terapeuta, la forma en que desean ser ayudados o atendidos, el papel que piden que juegue el
terapeuta; por último, el problema es el acuerdo entre pareja y terapeuta sobre lo que van a
trabajar terapéuticamente. Es sobre estas distinciones donde el terapeuta tiene que ser hábil para
escuchar empáticamente la queja con miras a reestructurarla, entender la demanda para situarse
en una posición relacional que le permita margen de maniobra terapéutica y contribuir a definir
el problema de tal manera que resulte favorable para el cambio.

A continuación se describen tres actividades que el terapeuta realiza en esta etapa:

1. Escuchar el punto de vista de cada uno: se le puede mencionar a la pareja que se desea
escuchar el punto de vista de ambos, ya que no hay una sola opinión correcta o incorrecta,
porque cada cabeza es un mundo y aunque vivan juntos cada quien puede tener una
perspectiva diferente del problema. No se trata de determinar quién está bien o quien está
mal, sino de comprender a los dos para encontrar que funciona o no en la pareja, que sirve o
no para estar bien en la relación.

Por otro lado, la forma como escucha el terapeuta a cada uno con atención y respeto (tanto
verbal como no verbal) puede funcionar como un modelo para ambos de la forma cómo
comunicarse adecuadamente.

2. Comprender: es conveniente que el terapeuta tenga una disposición a entender a cada uno de
los miembros de la pareja, poniendo atención en lo que dicen (contenido de la
comunicación), cómo dicen lo que dicen (comunicación no-verbal y para verbal), desde
dónde dicen lo que dicen (su historia familiar y personal, valores y creencias y su propia
percepción de la realidad), asimismo, se recomiendo captar el para qué dicen lo que dicen (el
efecto que pretenden causar y en quien).

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3. Comunicar empatía: consiste en transmitir de manera precisa la comprensión que se ha
tenido del planteamiento de cada cónyuge sin descalificar o ponerse a favor o en contra de
alguno de ellos. Es adecuado tener cuidado con respecto al nivel de empatía que se
comunica, se sugiere iniciar con niveles superficiales de comprensión (el qué y cómo) y
avanzar progresivamente a niveles más profundos (desde dónde y para qué).

De la misma manera, sugiero, que durante la definición del problema el terapeuta asuma las
siguientes actitudes:

Neutralidad: es una actitud que asume y comunica el terapeuta de no definirse a favor o en


contra de cualquier miembro de la pareja. Consiste en no tomar partido por ninguno de los dos,
al aliarse con ambos o con ninguno al mismo tiempo. El terapeuta se abstendrá de emitir juicios
valorativos, morales o de cualquier otro tipo sobre conductas que los integrantes de la pareja
relaten en las sesiones.

Neutralidad no significa no sentir, sino, evitar comunicar directa o espontáneamente ese sentir,
más bien utilizarlo para comprender lo que ocurre en la relación de pareja y ponerlo al servicio
de la terapia.

Curiosidad: Es la disposición del terapeuta a mantenerse interesado –e interesar a los miembros


de la pareja- en lo que se dice, hace y ocurre durante la sesión de tal manera que se indague sobre
temas o tópicos que puedan crear información novedosa e útil para avanzar en los objetivos del
proceso terapéutico.

Circularidad: esta es la habilidad de formular las preguntas que exploren la relación o el patrón
interaccional que describe el problema en el presente. Las preguntas circulares van dirigidas a
indagar sobre la participación de ambos integrantes en el conflicto o en una situación
determinada. No buscan la causa o el origen del problema sino construir una compresión de
cómo se mantiene el problema en el presente, dicha comprensión conviene que implique su
solución. Pueden explorar también contribuciones de la familia de origen, sus valores sociales y
factores culturales que alimentan el problema.

Las preguntas circulares enriquecen el entendimiento del terapeuta y transmiten la idea de


que ambos participantes contribuyen a lo que está sucediendo. Ejemplo:

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 ¿En qué situaciones es más probable que usted acepte discutir con su esposa?
 Antes que su esposo se retire y la deje hablando sola usted ¿qué hace?
 ¿Quién de sus padres tiene el mismo problema para expresar sentimientos?
 ¿Qué otras formas habrá para entender el papel del hombre y la mujer dentro de la
relación de pareja?
 ¿Dónde aprendieron que las cosas en la relación de pareja deben ser de esa manera?

Balance: un terapeuta que piensa sistémicamente considera que ambos cónyuges contribuyen de
alguna manera a crear y mantener sus dificultades. Mostrar una actitud de balance significa que
se confronta a ambos con la misma frecuencia e intensidad, sin coludirse con alguno de ellos.

Desbalance: en ocasiones un miembro de la pareja ejerce un poder excesivo, inadecuado o


disfuncional, ante esto es conveniente que el terapeuta balance la relación apoyando al que tiene
menos poder o confrontando al que tiene más. Esta maniobra se tiene que hacer con mucho
cuidado para no generar un conflicto mayor o perder la alianza terapéutica con la pareja, por lo
que se requiere una excelente alianza terapéutica la cual se caracterice porque ambos miembros
de la pareja confíen en el terapeuta percibiéndolo como un experto capaz e interesado en
ayudarlos.

Uso del lenguaje dual: es importante que el terapeuta de pareja piense y hable considerando
siempre la diada relacional, de manera que los integrantes observen de manera simultánea sus
funcionamientos y participaciones; para ello se usan con frecuencia palabras como “ambos, dual,
similar, los dos, ustedes, etc.” O frases tales como “¿Pueden darse cuenta ambos lo que ocurre?,
parece que los dos están empeñados en mantenerse a distancia, ambos están metidos en el juego
de descalificarse, etc.” Frases que sugieren una responsabilidad mutua y disminuyen la
competencia para ver quién tiene la razón.

Equidad de género: el terapeuta debe tener en claro sus creencias y valores con respecto a los
roles sociales tanto de la mujer como del hombre, y comprender que muchos de los problemas de
pareja se relacionan de alguna manera u otra con la inequidad en los derechos y obligaciones
entre el hombre y la mujer. Por lo tanto, en función de esta comprensión es necesario que se
mantenga atento a identificar cualquier tendencia de cargarse de un lado o de otro debido a sus
aprendizajes y condicionamientos culturales con respecto al rol de género.

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Puesta en acto: Es una técnica donde el terapeuta invita a la pareja que le dé una muestra de
cómo intentan resolver sus problemas, como se comunican o como crean los problemas, los
observa atentamente un rato y posteriormente el terapeuta los retroalimenta acerca de lo que
observó.

IV. Ubicar la dimensión del problema.

Los problemas presentados por la pareja pueden clasificarse en tres dimensiones, esta distinción
es útil para tener una pista que le indique al terapeuta en qué, cómo y dónde intervenir. Estas
dimensiones tienen que ver con la propuesta de Bateson de que toda conducta tiene sentido solo
en su contexto, así que para comprender en qué consisten los temas problemáticos de las parejas
conviene saber cómo se alimentan y mantienen, a su vez es necesario explorar el contexto en el
cuál son posibles. Las tres dimensiones que se proponen son al del contenido, de habilidades y la
del contexto relacional, las cuales se explican a continuación:

DIMENSIONES DEL PROBLEMA

CONTEXTO
DONDE
HABILIDAD
COMO
CONTENIDO
QUE
TEMAS
(Concisos y claros)

ATMOSFERA DE LA RELACION
(Seguridad, confianza, amor)

Contenido (la temática de los problemas): Las parejas que presentan problemas en esta
dimensión por lo general son funcionales y el clima relacional es de confianza, cooperación,
agradable y afectivo. Son hábiles para resolver problemas, solo sucede que tienen dudas,

17
desacuerdos o diferencias en uno o dos temas que están pendientes por resolver. Estas parejas
requieren solo orientación y asesoría sobre los temas en cuestión.

Habilidades (como enfrentan y resuelven sus dificultades): Estas parejas además de tener varios
temas irresueltos o uno intensamente problemático, no cuentan con habilidades para resolverlo,
sin embargo aún se preserva un clima afectivo y relacional positivo. Los miembros de la pareja
muestran apertura, motivación y disposición para aprender y desarrollar habilidades para resolver
sus diferencias o conflictos. Las dificultades más comúnmente se presentan en las habilidades
para comunicarse, para el ejercicio de un sexualidad satisfactoria, para expresión de afecto
(caricias, ternura, etc.), para el manejo de los sentimientos, para intimidad, para lograr equilibrio
entre dar y el tomar, para resolver problemas, etc.

Contexto (el clima de la relación): cuando las parejas están afectadas en esta dimensión, la
relación se encuentra ya muy dañada, si intenta llegar a acuerdos acerca de temas específicos o
incluso practicar algunos ejercicios para desarrollar habilidades que les permita mejorar su
relación, las parejas insisten en regresar y caer en su patrón conflictivo.

Esta dimensión se llega a deteriorar cuando en las relaciones de pareja los conflictos no
se manejan adecuadamente por lo que se tornan crónicos e intensos, entonces los patrones
interacciónales se van simplificando hasta quedar reducidos a simples mecanismos de estímulo-
respuesta perdiendo con ello la riqueza y complejidad de la interacción emocional satisfactoria
activándose una especie de proceso involutivo contrario al desarrollo de los sistemas vivos.
Entonces un gesto, tono de voz, alguna palabra o frase o cualquier otro estímulo activa una
respuesta hostil de protección o defensa –o incluso de ofensa. Los cónyuges le asignan un
significado de riesgo y vulnerabilidad al contexto relacional y reaccionan ante esto a la mínima
provocación con luchas por el poder, descalificaciones, escaladas simétricas, atribuciones
negativas hacia el cónyuge y/ o evasiones des-confirmantes. Al contrario de las parejas
funcionales que se perciben en una relación de confianza y seguridad, lo que les permite
experimentar una gama variada de emociones y experiencia sin que se afecte su relación. Estas
parejas pueden sacar provecho del acuerdo y del desacuerdo o de las diferencias, del éxito y del
fracaso, de los momentos “buenos” y “malos”, reconocen que todo esto es parte de la vida en
pareja y del crecimiento y maduración de la misma.

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PATRON RELACION SIMPLIFICADO

GESTO, PALABRA, TONO, •EXCITACIÓN FISIOLOGICA


FRASE, SENSACION, IDEA, •COMPORTAMIENTO REACTIVO
ETC. •ATRIBUCIONES NEGATIVAS

CONTEXTO RELACIONAL
de riesgo y vulnerabilidad

V. Identificación del patrón disfuncional.

De acuerdo al modelo de terapia breve para resolver problemas del MRI (Watzlawick y cols.
1994) en las relaciones de pareja la Solución Intentada Fallida (SIF) genérica parece ser El
intento de cambiar a otro. A medida que esta “solución” se revela como ineficaz, se intensifica
su persistencia haciendo “más de lo mismo”. Aunque la persistencia en este intento fallido se
hace por motivos nobles, por ejemplo el deseo de mejorar la relación, sostenido por un sistema
de creencias disfuncionales basándose en la ilusión de que las cosas vayan bien, se convierte un
patrón estereotipado, predecible y automático que tarde o temprano llevara a los miembros de la
pareja a sentirse desilusionados en base a lo que creyeron que un matrimonio tendría que ser en
contraste con la realidad que viven. Lo anterior reforzara la tendencia de intentar cambiar al
otro, obteniendo el mismo resultado sosteniendo un patrón de relación repetitivo y automatizado
que generará frustración en ambos miembros. Bajo esta sensación de decepción los miembros
optaran por insistir en el intento de cambiar al otro bajo la idea que su pareja no quiere cambiar
aunque pudiera “tiene mala voluntad” con los sentimientos concomitantes de enojo,
resentimiento y frustración como emociones defensivas; o con resignación dejando de hacer algo
(así como no es posible no comunicar, no es posible no hacer nada) evitando-escapando o
rindiéndose. Asimismo pueden creer que su pareja tienen una especie de incapacidad, bajo la
creencia de que si pudieran cambiar lo harían pero no pueden por algún impedimento emocional
o psicológico, alguna situación traumática que vivieron en su infancia o algún déficit afectivo,
entonces su actitud será de cuidado o tolerancia en exceso.

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Así es como se crearán patrones disfuncionales automáticos y predecibles, que
independientemente del tema que se trate la forma de resolverlo será la misma con el mismo
resultado manteniéndose un círculo vicioso manifestándose en pautas de relación estables
simétricas y/o complementarias.

Gregory Bateson nos invita a cuestionarnos sobre ¿cómo los efectos pueden modificar sus
propias causas? Un patrón interaccional es una secuencia de conductas en el cual su último
eslabón dispone las condiciones para que se active la conducta inicial y se vuelva a disparar toda
la cadena de manera retroactiva. En terapia de pareja es necesario identificar la secuencia
conductual repetitiva que se asocia con el problema presentado en consulta. Para ello el terapeuta
tiene que tener presente la pregunta básica ¿Quién hace que a quién, cuándo y cómo? Buscando
comprender como se inicia, se desarrolla y cesa el patrón interaccional conflictivo, además de
cómo se crean las condiciones para volver a activarse. Las preguntas circulares son un excelente
recurso para este propósito: ¿Cuándo es más probable que inicien una discusión? ¿Qué haces tú
antes de que ella inicie a discutir? ¿Qué sucede cuando ya se ven envueltos en la discusión y no
la pueden parar? ¿Qué tiene que suceder para que la discusión termine? ¿Cuándo la discusión
termina que sucede?

Cuatro reglas de las pautas disfuncionales de la relación de pareja.

De acuerdo a Olsen, David y Stephens, Douglas (2001) las pautas de relación disfuncionales no
son caóticas, según más bien siguen ciertas reglas a través de secuencias conductuales más o
menos ordenadas y predecibles, a continuación se presenta cuatro reglas para explicar su
generación y el mantenimiento:

1. Todos los problemas se crean y mantienen conjuntamente (relacionalmente).


2. Las pautas de interacción se sostienen a pesar de las acciones que emprenden los
miembros para cambiarlas.
3. Las pautas son estables y repetitivas, por lo tanto, predecibles.
4. Estas pautas se caracterizan en que el comportamiento de un miembro refuerza la
conducta del otro de forma recursiva.

20
Regla 1: Todos los problemas se crean y mantienen conjuntamente
(relacionalmente).

No existe un problema que sea creado y/o mantenido por una sola persona. ¿Cómo cada
miembro de la pareja está contribuyendo al problema? Es la pregunta inicial que conviene que el
terapeuta tenga presente. Un problema no sería tal si ambos miembros de la pareja no
participaran en su creación y mantenimiento. Ante una dificultad en la relación de pareja, hacer
algo cuando no conviene –insistir en platicar una situación en el momento inoportuno-, no hacer
algo cuando conviene –dejar pasar dificultades que al no abordarles se complican- o, emprender
una acción al nivel equivocado –el intento de resolver un problema de contenido en el nivel de
relación- son formas como los miembros de la pareja participan en la creación y mantenimiento
de los problemas que les aquejan.

En las relaciones de pareja, cuando un problema se mantiene sin resolver por algún
tiempo, las interacciones se convierten en pautas repetitivas que mantienen el problema que
intentan solucionar, entonces el comportamiento de un miembro, por mejor intencionado que
sea, alimenta el comportamiento indeseable del otro y viceversa, sin embargo no se dan cuenta
de esto, más bien justifican su acción por la intención y no por su resultado. Entonces los
miembros de la pareja se acusan mutuamente de ser culpables del problema, por lo tanto exigen
que el otro cambie, agravándose de esta manera la situación. No se dan cuenta de la mutua
responsabilidad en el mantenimiento de la situación conflictiva.

Regla 2: Las pautas interacción se sostienen a pesar de las acciones que


emprenden los miembros para cambiarlas.

Las parejas crean pautas de interacción que dependen más de la relación que de los miembros
individuales. El todo es más que la suma de sus partes. Cualquier conflicto de pareja contiene
dos niveles de problemas: uno es el de contenido, se refiere al asunto o tema de discusión
específico, el otro es el nivel relacional, es decir, la forma que toman las discusiones, la pauta
de interacción que se produce al intentar resolver el asunto o tema. El problema más difícil de
resolver es la forma como discuten y la pauta que emerge como parte del intento sincero de
resolver el asunto originario. La pareja que encuentra atrapada en la imposibilidad de resolver el
tema a través de una pauta de interacción estereotipada y predecible porque independientemente
del tema del que se trate la discusión terminara sin resolverse o peor aún, agravándose.

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Las relaciones siguen unas pautas de comunicación particulares que son predecibles,
repetitivas y únicas en cada pareja. Por lo tanto, una relación tiene un ciclo de interacción que es
mayor que ambas personas. Cuanto más se intente modificar este ciclo haciendo lo mismo, más
estancado estará. Casi siempre la solución que intenta darle al asunto inicial de la discusión se
convierte en el problema. Por lo que:

 Se insiste en que el problema es el otro.


 Las pautas se van agudizando y simplificando.
 Cada vez se tiene menos poder para frenarlas.
 Hasta llegar hacer del problema algo imparable.

Regla 3: Las pautas son estables y repetitivas, por lo tanto , predecibles.

Como se mencionó anteriormente, a medida que las pautas se vuelven rígidas cada vez son más
automatizadas, por lo cual se van constituyendo en Pautas Equilibradas de Interacción. Estas
últimas se pueden distinguir en pautas comunes que generan problemas en las parejas. Se pueden
dividir en pautas complementarias porque cada uno juega un rol diferente pero que define al
otro, o simétricas porque ambos se comportan de una manera similar alimentando una escalada
relacional conflictiva.

Ejemplos de pautas complementarias más comunes son:

1. Persecución/distanciamiento: Uno persigue insistentemente y el otro se aleja


sistemáticamente. Un miembro desea hablar, permanecer tiempo juntos, compartir en
pareja, y el otro rechaza la conversación o prefiere tiempo individual.
2. Exceso/déficit de responsabilidad: Mientras un miembro exige responsabilidad al otro y
se muestra responsable en lo que le corresponde e incluso puede asumir las
responsabilidades que le reclama a su pareja, el otro se muestra desidioso e irresponsable
al no ocuparse de lo que le corresponde.
3. Dominación/sumisión: Una parte muestra una actitud dominante en la relación
instruyendo, mandando y controlando a la otra parte que obedece y muestra sumisión.
4. Educada/hostil: A medida que un miembro de la pareja pretende ser respetuoso y
educado su contraparte se muestra agresivo, retador y grosero.

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Pautas simétricas de interacción.

1. De empeoramiento rápido del conflicto.


- Fomentan la intensificación del conflicto.
- Alimentan la discordia.
- Cualquier polémica se convierte en una discusión fuerte.
- Pasan rápidamente del contenido (tema o asunto) al nivel relacional, personal o
emocional.
- Ambos continúan añadiendo más leña al fuego.
- Ninguno cede hasta que se alejan del tema inicial y terminan lastimándose uno al otro.
- A medida que permanece el patrón se activa con mayor rapidez y a la menor excusa y
además es menor el tiempo en que tarden en lastimarse.
2. De evasión de conflictos.
- Manejan las discrepancias con mucha educación.
- Evitan hablar de asuntos peliagudos.
- Mantienen una tranquilidad aparente.
- El peligro de este estilo de relación es lograr una relación educada y tranquila pero con
graves conflictos subyacentes en el terreno de la emotividad y sexualidad.
- Esta indiferencia supone la muerte de la intimidad.

Regla 4: La pautas de relación se refuerzan mutuamente.

En todas las pautas de relación anteriormente descritas hay un equilibrio exacto, en el


cual ambos refuerzan tan eficaz y perfectamente que hacen imposible que se produzca el menor
tipo de cambio. Lo más curioso de esto es que las parejas, sin darse cuenta e intentando cambiar
el comportamiento del otro, refuerzan mutuamente lo que desesperadamente desean que el otro
cambie, es decir mantienen el comportamiento que tanto aborrecen del otro.

VI. Re encuadre del problema:

Re-encuadrar significa percibir el mismo problema pero desde otro punto de vista. En terapia es
provechoso que la óptica propuesta haga que el problema sea más manejable, que cree un clima
menos tenso en la relación, que ofrezca un tema común a ambos miembros de la pareja o que
genere una expectativa positiva de cambio. El re-encuadre lo propone el terapeuta pero lo

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negocia con la pareja, cuidando que no esté muy alejado de su “realidad”, que se dé en el marco
de una relación terapéutica de empatía y validación, y de preferencia se presente gradualmente a
través del proceso de diálogo y co-creación del problema con la pareja. Algunos propuestas de
re-encuadre son las siguientes:

1. Externalización: Cuando un problema se define como parte de una persona (soy poco
afectivo) o inherente a la relación de pareja (somos una pareja fría) el problema se
puede re-encuadrar como externo, algo contra lo que la persona, la pareja o la familia
tienen que luchar, por ejemplo: que no les gane la frialdad, o la afectividad).

2. Etapa de un ciclo o proceso: Cuando un problema se plantea como atemporal o de larga


duración, por ejemplo: no sabemos cómo arreglar nuestras diferencias, el problema se
puede ubicar en una etapa del proceso del ciclo vital de la persona, pareja o familia, lo
que indica que el problema es normal, temporal y que se puede superar, por ejemplo:
después de este tiempo de casados es normal que lo que antes servía para resolver sus
diferencias ahora ya no funcione.

3. Una parte de su relación: Por ejemplo cuando una pareja se define como conflictiva
podemos proponer que en lo que respecta a tomar decisiones importantes regularmente
discuten, al separar el problema como un fragmento de la persona, la relación de pareja
o la familia, genera una expectativa más positiva de su solución y se hace más
manejable.

4. Co-responsabilidad versus mono-culpabilizar: Definir el problema en términos


relacionales estableciendo la responsabilidad de cada uno de los miembros en su
creación y mantenimiento procurando que las personas acepten su participación en la
creación problema facilita que se muestran más dispuestos a actuar para resolverlo y
disminuye el clima de hostilidad.

5. Connotación positiva: Consiste en ayudarle al cliente a ver el lado útil, funcional o


positivo del problema. “Los conflictos de pareja son el preámbulo de una mejor relación
cuando se enfrentan y resuelven”.

24
6. Encuadrar el problema como parte de algo más amplio: Ayuda que el cliente
desfocalice el problema por lo tanto pueda enfrentarlo de manera más adecuada.
Ejemplos lealtades familiares, conflictos con la familia de origen, las ideas, creencias,
valores y modelos sociales de hombre y mujer, etc.

REENCUADRE
INTERGENERACIONAL: diferenciacion,
ETAPA DEL CICLO VITAL: herencia intergeneracional, lealtad,
atorados, crisis, ,meta. etc.

PROBLEMA -SIF: terapia PROBLEMA


para resolver problemas. PRESENTADO POR
SOCIO-CULTURAL: genero
LA PAREJA

PROBLEMAS DE COMUNICACION:
contenido, relacion, habilidades, afecto.

EXTERNALIZACION PODER Y LIMITES: estructural.

VII. Establecer objetivos y metas graduadas:

A medida que acuerden los objetivos con la pareja, de tal manera que a ambos le parezcan
adecuados y atractivos, es decir, que pueden ver en su consecución una mejoría de su calidad de
vida relacional, muy probablemente se sentirán motivados a trabajar para conseguirlos. Es por
ello que estos objetivos se deben plantear de manera concreta y especifica en términos que les
permitan a la pareja imaginarse como sería su relación al conseguirlos y los beneficios que este
logro les redituarían.

Se pueden utilizar las preguntas por la escala (¿Cómo se calificaría en una escala de 1 a
10, en donde 10 significa que su relación está completamente bien…? o se puede invertir donde
10 sea lo peor y 1 lo mejor) Una vez que la pareja ha identificado y calificado la situación
problemática en la escala, la tarea del terapeuta consiste en negociar con ellos lo que tendría que
hacer cada uno de las partes para obtener al menos medio punto o un punto entero en la escala al

25
cabo de una semana; o la pregunta por el porcentaje (¿Qué porcentaje del tiempo están bien
como pareja y que porcentaje no?).

Por último, además de definir metas concretas y alcanzables para evitar caer en
soluciones erróneas, es necesario graduarlas en pequeños pasos que faciliten el proceso de
conseguirlas y generando expectativas adecuadas para la solución.

VIII. Establecer condiciones apropiadas para la prescripción de la estrategia de


intervención:

Para que una estrategia de intervención tenga mayor probabilidad de éxito debe surgir como una
derivación lógica y natural del proceso terapéutico no como una interrupción o disrupción del
mismo. Toda intervención debe estar ubicada en un contexto interaccional y epistemológico. Los
elementos que se consideran para este propósito son:

A) Alianza terapéutica: consiste en crear una relación con la pareja de empatía, confianza y
validación, en la cual no haya colusiones abiertas o encubiertas entre el terapeuta y algún
miembro de la pareja.
B) Adecuada co-creación del problema: a medida que se hayan determinado de manera
adecuado los elementos de la definición del problema y este se haya reencuadrado de
manera apropiada, la intervención surgirá naturalmente de este proceso.
C) Ajuste de la intervención al problema, al objetivo y a la cosmovisión de la pareja: la
creación de la estrategia se debe ajustar a los resultados del proceso terapéutico y
especialmente a los valores y creencias de la pareja, para esta tenga un mejor impacto y
sea mejor aceptada por los cónyuges.

IX. Creación de estrategias de intervención.

En términos generales hay dos vías para abordar los problemas en terapia de pareja: Cambiar las
pautas de relación disfuncionales de solución y fortalecer e incrementar las interacciones
funcionales.

Cambiar las pautas de relación disfuncionales:


Secuencia 1: Cambiar las soluciones intentadas fallidas (Terapia para resolver
problemas del MRI)

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1. Definir el problema en términos de conducta concreta y externa: Observable y medible,
en términos de hacer y no de ser.
2. Identificar las acciones específicas que cada una de las personas involucradas con el
problema emprende con la intención de ayudar a resolver el problema. Posteriormente
encontrar lo que tienen en común cada uno de los intentos.
3. Indagar los efectos específicos de cada uno de los intentos de solución: mantienen el
problema o lo empeoran, lo resuelven o mejorar. Lo que mantienen el problema o lo
empeoran son las soluciones intentadas fallidas, lo que lo resuelven o mejoran son
soluciones intentadas (potencialmente) exitosas. Las primeras hay que cambiarlas a las
segundas hay que promoverlas y estimularlas.
4. Determinar cuál es la “buena razón”, la lógica o la creencia por lo cual las personas
intentan “más de lo mismo” que no funcionan. Esta atribución cognitiva será vital para la
creación y prescripción de la tarea terapéutica.
5. Las tareas se engloban en tres tipos:
a. Prescribir las soluciones intentadas fallidas.
b. Bloquear las soluciones intentadas fallidas.
c. Prescribir lo contrario a las soluciones intentadas fallidas.

Secuencia 2: Intervención sobre la pauta.

1. Identificar específicamente la pauta relacional disfuncional relacionada con el problema.


Definición que deberá responder lo más concretamente posible a la pregunta: ¿Quién
hace que a quién, cómo y cuándo?
2. Una vez definida la pauta relacional problemática se aplica la estratagema de “añadir
para cambiar” prescribiendo intervenciones sobre la pauta o el contexto.

A continuación se muestra un cuadro (tomado de Beyebach: 2006) que ilustra diferentes


opciones para perturbar la secuencia problema (basado en O’ Hanlon y Weiner-Davis,
1989; De Shazer, 1985, y Cade y O’ Hanlon, 1993).

Cambiar el lugar en el que tiene lugar la secuencia problema.


De discutir en la sala, pasan al patio.
Cambiar los participantes.
Invertir roles durante la discusión.

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Cambiar la duración total de la secuencia.
Una vez que empiece la discusión tendrán que terminarla hasta completar 35
minutos.
Marcar un inicio o un final arbitrarios.
Que la discusión empiece exactamente a las 15:45 y/o termine a las 16:05
Marcar un inicio o un final aleatorios.
Que lancen una moneda para decidir discutir o no
Cambiar el tiempo que transcurre entre un elemento y otro.
Ir aumentando el tiempo que pasa entre la respuesta de uno y de otro.
Cambiar la frecuencia con que tiene lugar la secuencia.
Discutir al menos 3 veces por día.
Añadir un elemento a la secuencia problema.
Ponerse un sombrero o gorro característico rojo cuando vayan a discutir.
Modificar el orden de los elementos de la secuencia.
Definir al azar quien ganara el pleito antes de empezar.
Alterar su intensidad.
Juntar todos los pleitos chiquitos en un pleito grande por día (viceversa).
Cambiar la modalidad de uno de los elementos.
Hacer los reproches por escrito en vez de discutiendo
Introducir el humor en la secuencia.
Tendrán un disfraz listo que utilizaran al momento de discutir.
Ligar la realización de uno de los elementos a una conducta gravosa (ordalía).
Cada vez que uno caiga en la provocación del otro, le pagara con algo que le
agrade al provocador.
Fortalecer e incrementar las pautas de relación funcionales (Terapia breve centrada
en la solución):

1. Se pregunta sobre cuál es el problema, posteriormente se les cuestiona sobre cómo les
gustaría o desean sentirse en su relación de pareja. Sobre este último punto se busca
profundizar, ampliar y detallar.
2. Posteriormente se indaga sobre cuándo se han logrado sentirse así, ¿cómo lo han hecho?,
¿Qué ha sucedido?, etc. A este procedimiento se le llama “búsqueda de excepciones” que
se refieren a circunstancias en las que el problema no se ha presentado, o lo han resuelto,
controlado, dominado o evitado. Para conseguir exitosamente rastrear e investigar las
excepciones se tiene que tener cuidado de cómo preguntar ya que las parejas que llegan a
terapia están expuestas a situaciones conflictivas y emocionalmente intensas, están
predispuestas a ver y hablar de todo lo negativo, por lo que si pedimos información
excesivamente optimista o positiva es muy poco probable que respondan a esta solicitud,

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veamos algunas de formas como recomienda Ruperto Charles (2008) abordar las
excepciones:
a. Les podemos pedir que nos platiquen de una ocasión en que estuvieron un poquito
mejor o menos mal.
b. Otro tipo de preguntas son las pesimistas o las del porque no: ¿Cómo es que no
habiendo cosas positivas entre ustedes, permanecen juntos, cual es la razón,
porque no se han divorciado? Si encontramos una información aunque sea
mínima la amplificamos.
c. Otra forma son las preguntas por la escala. Preguntamos a la pareja en una escala
de 0 a 100 como se califican y en este momento, dicen que están muy bajos, que
están en un dos por ejemplo; el terapeuta puede preguntarles: ¿y porque no se
califican con un cero? Y ellos pueden decir cuál es la diferencia de lo que ha
pasado cuando han estado en un cero y lo que tienen ahora.
3. Una vez que se ha encontrado una excepción se intenta establecer la diferencia entre estas
y las veces que el problema si se presenta: Según ustedes ¿Qué pasa diferente, cuando el
problema no se presenta? Es aquí donde tenemos que ser muy hábiles para obtener
información útil y ampliada acerca de las excepciones que pueda ser útil para construir
una intervención terapéutica. El terapeuta indaga paso a paso el patrón en donde el
problema no se encuentra, se encuentra disminuido o con algunos pequeños cambios.
a. Empezamos por detallar que pasa en el interior del individuo y luego en la
interacción: ¿Cuándo usted logra detenerse en una discusión, que está pensando
(imágenes, recuerdos, dialogo interno)?
b. Una vez que nos ha dicho que piensa podemos preguntarle por lo que siente.
¿Cuándo usted logra detenerse, como se siente usted, que siente en su cuerpo?
¿Usted se siente más relajado y más tranquilo? “Y cuando se siente más relajado,
¿Cómo se da cuenta de eso, que es diferente en su respiración, como se sienten
sus músculos, como se siente el flujo de su sangre? Una vez que usted siente su
cuerpo más relajado ¿Qué hace diferente?
c. Continuamos con la parte externa de la interacción: ¿Cómo reacciona su pareja,
que dice, que hace? ¿Qué observa en ella? ¿Cómo sabe usted que ella se siente
bien?

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d. Se sigue con investigar lo mismo en el otro miembro de la pareja hasta cerrar el
círculo.
4. Una vez identificadas las excepciones, para ajustar la intervención terapéutica es de
fundamental importancia que se explore si estas los clientes las perciben como
deliberadas y voluntarias o como espontaneas y azarosas. Si es el primer caso se
prescribirá “hacer más de lo que si funciona”; si es el segundo, se implementaran tareas
aleatorias o basadas en el azar.
5. Otra estrategia es identificar pautas relacionales exitosas (¿Qué, cómo y cuándo?) en
áreas diferentes a la del problema, para posteriormente ajustarlas y acomodarlas al
problema a manera de prescripción.
6. En el caso que no se obtengan excepciones o que no se acuerde el objetivo, ya sea porque
no fue posible o porque se acabó el tiempo o cualquier otro motivo, queda la posibilidad
de prescribir la pregunta por el milagro: “Supongamos que una noche mientras duerme,
se produce un milagro y su problema se resuelve. ¿Cómo se darán cuenta? ¿Qué será
diferente? ¿Cómo lo sabrá su esposo sin que usted le dijera ni una sola palabra sobre el
asunto?”(de Shazer: 29)

Una variación de esta pregunta que propone Giorgio Nardone, que además se deriva de
eso que Paul Watzlawick definió la técnica del como sí (1990) es la técnica de la fantasía
del milagro: “Esta tarea es una fantasía en la que tendrán que pensar todas las mañanas,
desde ahora hasta que nos volvamos a ver. Quiero que todas las mañanas, mientras se
arreglan, preparan y te visten, piensen en esta fantasía concreta, una fantasía mágica.
Imaginen que salen de esta habitación, como saldrán hoy, que cierran la puerta, como la
cerrarán hoy, y apenas salen de aquí –como por milagro- imaginen que su problema
desaparece, ya no existe. ¿Qué cambiara inmediatamente en tu vida? ¿Qué otros
problemas tendrán que afrontar? Piensen en esa fantasía todas las mañanas, imaginando
justamente que imagen (imaginándote en el futuro) que sucederá cuando el problema
desaparezca”.

O una adaptación hipnótica (Charles, R.): “Den por un hecho que, esta noche mientras
duermen profundamente sucede un milagro (si… está sucediendo ese milagro) y todo lo
que han querido lograr ya lo lograron, todo lo que han querido que se resuelva o cambie

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ya se resolvió, ya cambió, porque lo que tenía que acomodarse, ya se acomodó, lo que
tenía que salir, ya salió, lo que tenía que fortalecerse, ya se fortaleció y ese problema ya
quedo atrás y todo eso lo estás consiguiendo con el trabajo de tu mente y de la mente de
los que te rodean, -no importa cómo- pero ese milagro ya sucedió, pero como están
durmiendo profundamente… no se pueden dar cuenta que ese milagro ya sucedió!, pero
sucedió….mañana por la mañana ¡que despierten!, ¿Qué van a ver diferente en su vida
para darse cuenta que ese milagro ya sucedió? No importa cómo ni que, solo disfrutan
agradablemente el resultado de ese milagro, ¿Qué es diferente? ¿Qué hacen ahora que
antes hacían y disfrutaban mucho?... ¿Qué hacen ahora que siempre han querido hacer y
disfrutar en pareja?... ¿Cuáles son las sensaciones que tienen durante ese día?... ¿Qué
época te recuerda de tu vida?...

En la siguiente sesión, en caso de obtener alguna información con la pregunta del milagro, se
procederá a indagar ¿en qué medida se ha realizado el milagro? ¿Cuándo? ¿En qué
situaciones o circunstancias? ¿Qué se ha hecho para lograrlo?

De la misma manera, se determinara si la excepciones, en el caso de que las hubiera, son


deliberadas o espontáneas, con la información obtenida se sigue criterio anteriormente
descrito hasta llegar a la prescripción de la tarea de “hacer más de lo que funciona” o la de
“lanzar una moneda”.

X. Retroalimentación de los resultados de la estrategia, ajustes y seguimiento:

Toda intervención es útil, ya sea porque nos da información de lo que si funciona o de lo que no
es útil para avanzar en la consecución de los objetivos. La lógica para ajustar y dar seguimiento a
la intervención consiste en no perder de vista –ni terapeuta ni la pareja- el objetivo a lograr y
considerar los tres elementos del punto 6, para revisar, en caso de no lograr los resultados
esperados, en que se está fallando.

Conviene en este punto tener en cuenta las dimensiones del problema (de contenido,
habilidades y contexto) para determinar si se hizo una ubicación adecuada del problema.

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XI. Cierre del proceso.

Una vez avanzados en la consecución del objetivo se debe valorar junto con la pareja la
posibilidad de conclusión del proceso. En ocasiones no es necesario conseguir totalmente el
objetivo para terminar el proceso, frecuentemente basta con avanzar para que la pareja se sienta
lista para seguir por sí misma. Cuando el terapeuta no considera esta posibilidad las parejas
tienden a perder el interés por la terapia y dejan de asistir sin tener un ritual de cierre apropiado
que les ayude a sentir que han concluido un proceso.

5. Comentarios finales.
En terapia de pareja la sentencia de Oscar Wilde que reza que “no hay segunda
oportunidad para una primera impresión” parece ser cierta. Desde los primeros intercambios la
construcción de sistema terapéutica es de vital importancia para el proceso. Dar una adecuada
impresión por parte del terapeuta que responda a las motivaciones de la pareja, sus expectativas
con respecto a la terapia y al terapeuta, puede ser unas de las primeras maniobras terapéuticas que
sostendrá los pasos posteriores en la terapia conjunta de pareja. Al menos yo lo encontrado así en
mi práctica profesional.

En este punto conviene reflexionar por qué las parejas se pueden mostrar resistentes al
inicio de la terapia. Para esto recordemos que fue Don D. Jackson (1957) quien introdujo el
concepto de homeostasis familiar; con lo anterior, se puede concluir que las parejas (como un
sistema) son resistentes al cambio porque están reguladas por mecanismos de retroalimentación
negativa que tienen como fin mantener la estabilidad. De esto se deriva concebir a las parejas
“…como organismos conservadores; –que- Crean ciertas sendas que al principio son sólo
preferidas. Con el tiempo se vuelven cómodas, hasta que finalmente resultan tan habituales que –
el intento de- modificarlas conduce a que los miembros de la familia –o pareja- sientan malestar;
se convierten en rutas de las que es muy difícil apartarse (Minuchin y Nichols; 1994: 19).

Homeostasis y resistencia son dos conceptos íntimamente relacionados con la estabilidad


de los sistemas como las familias y las parejas, sea estos funcional o disfuncional, de ahí que ésta
relación se puede utilizar para explicar por qué, a pesar de tener serios problemas –incluso crisis
que exigen atención las parejas suelen resistirse a los cambios que podrían beneficiarlas
(Friedlander, Escudero y Heatherington, 2009: 95), en la etapas iniciales del proceso terapéutico.

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Es común observar a parejas que acuden a terapia donde al alguno de sus miembros –o los
dos- percibe o interpreta el contexto terapéutico como peligroso o riesgoso para ellos en particular
o para la relación de pareja. En función de esto, presentaran ciertos comportamientos relacionales
que el terapeuta intentará cambiar, lo que muy probablemente sucinte en los miembros de la pareja
ciertas respuestas complementarias que el terapeuta puede interpretar como indicios de resistencia
al cambio. Como mencionan Friedlander, Escudero y Heatherington (2009) …desde los albores
de la terapia familiar sistémica, el concepto de resistencia ha tenido una gran importancia, y las
técnicas en que se han apoyado muchas de las diferentes escuelas teóricas ponen de manifiesto
que será probable que alguien de la familia la muestre. Sin embargo actualmente se considera
que en los sistemas familiares existen fuerzas impulsoras del cambio y que cuentan con recursos
para lo lograrlo, es esta una forma más positiva y optimista de percibir a las familias y parejas,
por lo tanto, la terapia se enfoca en despertar, activar y/o rescatar estas propiedades evolutivas en
estos sistemas humanos.

Por lo anterior, parece necesario entender que la resistencia, desde la perspectiva sistémica,
no es un concepto que defina una característica inherente a un individuo o a la pareja como tal, es
más bien un concepto relacional. Es decir, se entiende la resistencia como una propiedad
emergente de una relación establecida entre la pareja y el terapeuta; esto quiere decir que ante tales
comportamientos de la pareja, el terapeuta intentaría otros complementarias –o viceversa- y si
estos resultan en una invariación de lo que se pretenden cambiar podrían rotularse como
resistencia. De esta manera la resistencia podría definirse como “la asistencia de la naturaleza de
la pareja, ante el artificio de la insistencia del terapeuta”. Es evidente que en esta definición se le
da mayor responsabilidad al terapeuta debido a que desde mi particular punto de vista es él quien
tiene que estar capacitado y preparado para manejar estas vicisitudes propias del proceso
terapéutico.

Para Milton H. Erickson, la resistencia "ha de ser respetada, en vez de considerarla como
una intención activa y deliberada, o también inconsciente, de oponerse al terapeuta. La resistencia
habrá de aceptarse abiertamente, más bien aceptada cortésmente, dado que se trata de una
comunicación de esencial importancia" (Erickson, 1964b citado en Nardone, Loriedo, Zeig y
Watzlawick, 2008). Acerca de cómo manejar la resistencia Camilo Loriedo refiere, que según la
concepción de Erickson, que "la persona consigue abandonar su propia resistencia para

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colaborar en la terapia solamente cuando se siente reconocida en su identidad y en sus
necesidades personales" (2008). Finalmente para Erickson fue esencial "cortar la terapia a la
medida de la persona" (Tayloring Therapy), de ahí que su método terapéutico se enfocaba en poner
todo al servicio de la persona, se esforzaba por hacer sentir a su pacientes que su identidad y sus
necesidades personales eran reconocidas y respetadas, como resultado lograba que estos estuvieran
dispuestos a colaborar con todas sus fuerzas en una alianza terapéutica sumamente fuerte. Entonces
para Erickson el poder del terapeuta surgía como una propiedad emergente de un contexto
relacional basado en la confianza y el respeto, es decir, a través..."de la instauración del rapport y
la reciproca sensibilidad entre –terapeuta- y el paciente" (Loriedo, 2008).

Siguiendo a Friedlander, Escudero y Heatherington (2009), lo más importante al inicio de


la terapia es crear un espacio seguro, conseguir que ambos miembros se involucren en el proceso,
e identifiquen un terreno común en el que la pareja pueda estar de acuerdo. Aclarando que en
primera instancia que el valor práctico de esta conexión consiste en comprometer a la pareja con
el tratamiento. Finalmente, con el paso del tiempo, cuando las cosas se pongan más difíciles, el
lazo emocional adquirirá mayor importancia. La confianza en el terapeuta, más que cualquier
comprensión intelectual del proceso terapéutico, les proporcionará a los miembros de la pareja la
fuerza para asumir riesgos interpersonales, afrontar duras realidades y trazar un nuevo camino .
Solo después de haber creado una sólida alianza terapéutica, cuando conviene que el terapeuta y
pareja inicien francamente lo esfuerzos directos orientados hacia el cambio. Quizás cuestionando
o desafiando las “certezas” que justifican o sostienen la disfuncionalidad de la pareja, proponiendo
nuevos marcos de referencia para comprender su relación, o emprender acciones dirigidas a
cambio o al restablecimiento de interacciones positivas en su vida compartida, resaltando sus
recursos y fortalezas.

La alianza terapéutica es la relación de cooperación entre terapeuta y el cliente (o clientes)


en particular con respecto a compartir las metas y las tareas de la terapia. Conviene aclarar, según
los autores anteriormente citados, que no solo consiste en un contrato conductual, sino que además
la alianza también tiene un fuerte componente emocional. Después de una revisión exhaustiva de
los estudios de con respecto la relación de la alianza terapéutica y la efectividad del tratamiento
tanto en terapia individual como familiar y de pareja, Friedlander, Escudero y Heatherington
(2009: 49) sintetizan que “la investigación apunta a que cuando se evalúa la alianza al principio

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de la terapia –en especial mediante la observación y desde la perspectiva del cliente-, tiene solidez
para predecir el éxito en el tratamiento en las diversas modalidades terapéuticas. Aunque hay
preguntas sin repuesta acerca de la causalidad, existen buenas razones para creer que una sólida
alianza es en parte responsable de los resultados favorables del tratamiento. (49)

Sin embargo, con respecto a la terapia de pareja no solo es necesario considerar la alianza
que establece el terapeuta con cada persona, sino también, y tal vez especialmente, la que establece
con la pareja como un sistema y la que se presenta entre los miembros de la pareja. Es por ello
que se considera que en la terapia de pareja la alianza terapéutica es compleja, ya que requieren
considerarse tres dimensiones fundamentales: 1) el grado de compromiso que los miembros de la
pareja tienen hacia la terapia y el terapeuta; 2) el grado que los clientes se sienten seguros entre sí
en el trabajo terapéutico, y; 3) el grado coinciden los miembros de sistema acerca de la necesidad,
del propósito, de las metas y del valor del tratamiento conjunto.

6. Referencias.
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2. Charles Torres, Ruperto. De la violencia al amor. Hipnosoluciones en terapia breve para
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4. Eguiluz, Luz de Lourdes (compiladora). Entendiendo a la pareja. Marcos teóricos para el
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matrimonio. Como reforzar las relaciones de pareja. (2008). Editorial Paidós. Barcelona,
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9. Haley, Jay y Richeport-Haley, Madeleine. El arte de la terapia estratégica. (2006).
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11. Markman, H., Scott, S. y Blumberg, S. Salve su matrimonio. Claves para resolver los
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12. Minuchin, Salvador y Nichols, Michael P. (1994) La recuperación de la familia. Relatos
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13. Montalvo Reyna, J., Andrade Ramos, A. y Pérez Arredondo, A. Terapia sistémica de
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Nuevo León. México.
14. Nardone G., Loriedo C., Zeig J., Watzlawick P., Hipnosis y Terapias Hipnóticas. (2008)
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15. Olsen, David y Stephens, Douglas. Manual de supervivencia para parejas. Todo lo que
usted puede hacer para que su matrimonio funcione. (2001) Editorial Amat. Barcelona,
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16. Rage Atala, Ernesto. La pareja. Elección, problemática y desarrollo. (1999) Editorial
Plaza y Valdez y Universidad Iberoamericana. México.
17. Sternberg Robert, J. El triángulo del amor. Intimidad, amor y compromiso. Editorial
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18. Tapia L. La investigación en Terapia Sistémica o haga Ud. mismo su propia
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19. Velasco Alva, Félix. Parejas en conflicto, conflictos de pareja. Manual psicodinámico
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22. Zinker, Joseph C. En busca de la buena forma. (2005). Editorial del Instituto Humanista
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