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EL SER RELIGIOSO

El alma humana y sus confines, el ámbito de las experiencias humanas internas alcanzando
en general hasta ahora, las alturas, profundidades y lejanías de esa experiencias, la historia
entera del alma hasta este momento y sus posibilidades no apuradas aun: ese es, para un
psicólogo nato y su amigo de la caza mayor, el terreno de caza predestinado.
Esa fe q el primer cristiano exigió y no raras veces alcanzo, en medio de un mundo de
escépticos y librepensadores meridionales que tenía detrás de sí y dentro de sí una lucha
secular de escuelas filosóficas a lo que hay que añadir la educación para la tolerancia que
daba el imperio romano, esa fe no es aquella cándida y ceñuda fe de súbditos con la cual se
apegaron a su dios y a su cristianismo, por ejemplo un Lutero o un Cromwell, o cual otro
nórdico bárbaro del espíritu ; antes bien era ya aquella fe de pascal. Que se parece de manera
horrible a un continuo suicidio de la razón, de una razón tenaz, longeva, parecida a un gusano,
que no se deja matar de una sola vez y con un solo golpe.
Donde quiera que ha aparecido hasta ahora en la tierra la neurosis religiosa, la encontramos
ligada a tres peligrosas prescripciones dietéticas: soledad, ayuno y abstinencia sexual. Pero
sin que aquí sea posible decidir con seguridad cal es la causa y cuál es el efecto, y si en
absoluto hay aquí una relación de causa y efecto.
Parece que a las razas latinas su catolicismo les es más íntimo y propio que el cristianismo
entero en general a nosotros los hombres del norte: y que, en consecuencia, la incredulidad
en los países católicos ha de significar algo totalmente distinto que en los países protestantes
a saber, una especie de sublevación contra el espíritu de la raza, mientras que en nosotros es
más bien un retorno al espíritu de la raza.
Nosotros los hombres del norte provenimos indudablemente de razas bárbaras, también en lo
que se refiere a nuestras dotes para la religión: nosotros estamos mal dotados para la religión.
Es lícito hacer una excepción con los celtas, los cuales han proporcionado por ello también
el mejor terreno para la recepción de la infección cristiana en el Norte: en Francia es donde
el ideal cristiano ha llegado a su pleno florecimiento, en la medida en que el pálido sol del
Norte lo ha permitido. ¡Cuán extrañamente piadosos continúan siendo para nuestro gusto
incluso esos últimos escépticos franceses, en la medida en que hay en su ascendencia algo de
sangre celta! ¡Qué olor tan católico, tan no alemán tiene para nosotros la sociología de
Auguste Comte, con su lógica romana de los instintos! Hasta ahora los hombres más
poderosos han venido inclinándose siempre con respeto ante el santo como ante el enigma
del vencimiento de sí y de la renuncia deliberada y suprema: ¿por qué se inclinaban?
Atisbaban en él y, por así decirlo, detrás del signo de interrogación de su apariencia frágil y
miserable la fuerza superior que quería ponerse a prueba a sí misma en ese vencimiento, la
fortaleza de la voluntad, en la que ellos reconocían y sabían venerar su propia fortaleza y su
propio placer de señores: honraban algo de sí mismos cuando honraban al santo. ¿Se ha
observado bien hasta qué punto resulta necesaria para una vida auténticamente religiosa (y
tanto para nuestro predilecto trabajo microscópico de análisis de nosotros mismos como para
aquella delicada dejadez que se llama «oración» y que es una preparación constante para la
«venida de Dios») la ociosidad o semiociosidad exterior, quiero decirla ociosidad con buena
conciencia, desde antiguo, de sangre, a la cual no le es totalmente extraño el sentimiento
aristocrático de que el trabajo deshonra, es decir, que nos vuelve vulgares de alma y de
cuerpo? La religión es un medio más para vencer resistencias, para poder dominar: un lazo
que vincula a señores y súbditos y que denuncia y pone en manos de los primeros las
conciencias de los segundos, lo más oculto e íntimo de éstos, que con gusto se sustraería a la
obediencia; y en el caso de que algunas naturalezas de esa procedencia aristocrática se
inclinen, en razón de una espiritualidad elevada, hacia una vida más aristocrática y
contemplativa y se reserven para sí únicamente la especie más refinada de dominio (la
ejercida sobre discípulos escogidos o hermanos de Orden), entonces la religión puede ser
utilizad incluso como medio de procurarse calma frente al ruido y las dificultades que el
modo más grosero de gobernar entraña, así como limpieza frente a la necesaria suciedad de
todo hacer política. Yo he querido decir: el cristianismo ha sido hasta ahora la especie más
funesta de auto presunción. Hombres no lo bastante elevados ni duros como para que les
fuera lícito dar, en su calidad de artistas, una forma al hombre, hombres no lo bastante fuertes
ni dotados de mirada lo bastante larga como para dejar dominar, con un sublime
sojuzgamiento de sí, esa ley previa de los miles de fracasos y ruinas; hombres no lo bastante
aristocráticos como para ver la jerarquía abismalmente distinta y la diferencia de rango
existentes entre hombre y hombre: tales son los hombres que han dominado hasta ahora, con
su «igualdad ante Dios», el destino de Europa, hasta que acabó formándose une especie
empequeñecida, casi ridícula, un animal de rebaño, un ser dócil, enfermizo y mediocre, el
europeo de hoy...

SENTENCIAS E INTERLUDIOS

Esteta sección existen 184 sentencias, todas ellas alusivas a la ética, bondad, inocencia, a la
vanidad y a todos los valores que existen en la vida,

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