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Ayuda para la vida diaria

Diciembre 2012
Querido lector,
cuando nos hemos equivocado, por lo general, sólo ayuda una cosa: debemos
regresar. La pregunta es: ¿realmente lo queremos hacer o preferimos permanecer
detenidos, tal vez, hasta el amargo final?
Esta edición incluye historias sobre cómo logramos el regreso de una
manera satisfactoria. Para ese regreso nunca es tarde. Este número trae también un
largo informe sobre un regreso poco común en un plano transpersonal.
Con esta edición mi esposa Sophie y yo cerramos la ayuda para la vida
diaria de este año. Hemos disfrutado mucho de haberlos podido acompañar durante
todo el año. También nosotros hemos crecido con ellas.
Les deseamos a ustedes lo mejor y, si las fuerzas fundamentales de nuestra
vida nos acompañan, que el año próximo sea un nuevo año.
Vuestros
Bert y Sophie Hellinger

Resumen
La vuelta
Primera historia
Consideración preliminar
La comprensión
Segunda historia
Preparación: Los recuerdos
La despedida
Tercera historia:
Consideración preliminar: Lo mismo
La vuelta

Reconciliación en Rusia
Introducción: El procedimiento multidimensional
El campo espiritual de la familia
La constelación: Stalin y Rusia
Devoluciones de los representantes
Devolución del representante de Stalin

Cuarta historia
La fiesta

La vuelta
Comienzo con varias historias. Todas ellas tienen que ver con un regreso.

Primera historia
Consideración preliminar
Las historias cuando son buenas dicen más de lo que ellas quieren y más de lo que
nosotros podemos entender. Ellas se nos escapan, como nuestros actos a nuestra
intención y como un acontecimiento a su interpretación. D
e ahí que muchos –cuando escuchan una historia- actúan como alguien que por la
mañana va a la estación de tren y se sube a un tren que lo lleva a destinos lejanos.
Él se busca un lugar junto a la ventana y mira hacia fuera. Las imágenes se
suceden alternativamente: montañas altas, puentes temerarios, ríos que fluyen hacia
mar. Muy pronto el viajero ya no puede separar las imágenes que se suceden, tan
rápido transcurre su viaje. Entonces él se reclina y se entrega a ellas como un todo.
Pero por la noche, cuando él arriba, desciende del tren y dice: “Vi y viví muchas
cosas”.

La comprensión
Un grupo de personas animadas por los mismos sentimientos y que aún se
consideraban principiantes, se encontraron y hablaron de sus planes para lograr un
futuro mejor. Ellos convinieron en que harían todo de otra manera. Lo habitual y
lo cotidiano y ese eterno círculo vicioso les resultaban demasiado estrechos. Ellos
buscaban lo único, lo sin par, la vastedad, y tenían tantas esperanzas de encontrar
el camino hacia sí mismos como nadie había tenido antes. En su mente ellos ya se
sentían en la meta, se imaginaban como sería y entonces se decidieron a actuar.
“En primer lugar”, dijeron, “tenemos que buscar al gran maestro, pues ese es el
comienzo”. Y se pusieron en marcha. El maestro vivía en otro país y formaba
parte de un pueblo extranjero. Muchas cosas extrañas se decían de él, pero nadie
parecía saber a ciencia cierta la verdad. Muy pronto el grupo ya se había apartado
de lo habitual pues aquí todo era distinto: las costumbres, el paisaje, el idioma, los
caminos, la meta. A veces ellos llegaban a un lugar del cual se decía que allí vivía
el maestro. Sin embargo, cuando querían averiguar algo más concreto escuchaban
que se acababa de marchar y nadie sabía qué dirección el maestro había tomado.
Hasta que un día finalmente lo encontraron. El maestro estaba con un campesino
en el campo. Así se ganaba su sustento y un lugar para pasar la noche. Al principio
el grupo se negó a aceptar que ese fuese su tan largamente anhelado maestro e
inclusive el campesino se sorprendió de que ellos considerasen especial a ese
hombre que trabajaba con él en el campo. Fue entonces cuando él dijo: “Sí, yo soy
un maestro. Si ustedes quieren aprender de mí permanezcan aquí una semana. Yo
los instruiré”.

Estas personas animadas por los mismos sentimientos se pusieron al servicio del
mismo campesino y recibieron alimentos, bebida y alojamiento. Al llegar el octavo
día, cuando ya se había puesto oscuro, el maestro los llamó, se sentó con ellos
debajo de un árbol y les contó una historia.

“Tiempo atrás un joven reflexionó sobre lo que quería hacer con su vida. El
provenía de una familia de alcurnia, estaba protegido de las aflicciones de la
necesidad y se sentía obligado a buscar lo sublime y lo mejor. Y así abandonó a su
padre y a su madre, se unió durante tres años a los ascetas, también a ellos los
abandonó, encontró luego al Buda en persona y supo que tampoco esto era
suficiente para él. Él deseaba llegar más arriba, allí donde el aire es delgado y se
respira con dificultad: allí donde nadie jamás había llegado antes que él. Cuando
finalmente llegó, se detuvo. Era el final del camino y allí se dio cuenta que había
sido el camino equivocado. El entonces quiso tomar la otra dirección. Descendió,
llegó a la ciudad, conquistó a la más bella cortesana, fue socio de un rico
comerciante y pronto él mismo se convirtió en un hombre rico y respetado. Sin
embargo él no había descendido completamente en el valle. Sólo se mantenía en el
borde superior. Para una entrega total le faltaba valor. El tenía una amante, pero
no una esposa, tenía un hijo, pero no era padre. Había aprendido el arte de amar y
el de vivir, no obstante no había aprendido el amor ni la vida. Comenzó entonces a
despreciar aquello que no había tomado, hasta que se hartó de eso y también lo
abandonó”.

Aquí el maestro hizo una pausa. “Tal vez ustedes reconozcan la historia”, dijo, “y
ustedes también saben como terminó. Se dice que al final el hombre se volvió
humilde y sabio y entregado a lo común y corriente. Pero qué significa esto
cuando antes se ha desaprovechado tanto. El que confía en la vida no rehúye lo
cercano para buscar un ideal lejano. Domina primero lo ordinario. Ya que, de lo
contrario, también lo extraordinario en su vida -suponiendo que exista— no es más
que el sombrero de un espantapájaros”.

Se había hecho silencio y también el maestro callaba. Entonces, sin decir palabra,
él se levantó y se fue. A la mañana siguiente el maestro había desaparecido.
Durante la noche había emprendido nuevamente la marcha sin decirle a nadie hacia
donde iba. Ahora la gente animada por los mismos sentimientos volvió a estar
librada a su suerte. Algunos de ellos no quisieron aceptar que el maestro los había
abandonado y nuevamente se pusieron en marcha para encontrarlo. Otros apenas
pudieron diferenciar entre sus deseos o miedos y sin orden ni concierto buscaron
otro camino. Sin embargo uno reflexionó. Fue nuevamente hasta el árbol, se sentó
y miró a la lejanía hasta que hubo calma en su interior. Puso fuera de sí lo que lo
amedrentaba como alguien que después de una larga marcha se saca la mochila
antes de descansar. Y se sintió liviano y libre. Ahora allí estaban frente a él: sus
deseos – sus miedos – sus metas – su verdadera necesidad. Y sin que él mirase de
cerca o quisiese algo especial – más bien como alguien que se encomienda a algo
desconocido- esperó a que sucediese, que todo se acomodase al lugar que le
correspondía en el todo según su propio peso y su rango. No pasó mucho tiempo
antes de que se diese cuenta que allí afuera algo disminuía, como si alguien
escapase a hurtadillas como un ladrón desenmascarado que se da a la fuga. Y
comprendió: aquello que había considerado como sus propios deseos, sus propios
miedos, sus propias metas, todo eso no le había pertenecido nunca. Todo eso venía
de algún lugar totalmente distinto, y tan sólo se había anidado en su vida. Pero
ahora su tiempo había acabado.

Parecía que aquello que aún estaba delante de él comenzaba a moverse. Volvía a él
aquello que realmente le pertenecía, y cada cosa ocupaba el lugar que le
correspondía. En su centro se concentraba fuerza y entonces él pudo reconocer su
propia meta, la meta que le correspondía. Todavía esperó un poco más, hasta que
se sintió seguro. Después se levantó y se fue.

Segunda historia
Preparación: Los recuerdos
Existen historias que son como vallados. Ellas limitan y cierran la tranquera. Si
nos adaptamos nos ofrecen seguridad y cuando queremos proseguir nos bloquean
el camino. A veces, nosotros mismos nos contamos historias de este tipo y las
llamamos recuerdos. Pues a menudo nos contamos a nosotros mismos lo que
entonces fue grave y nos lastimó; pero no lo que nos libera. Los recuerdos se
convierten entonces en ataduras y nuestro campo de acción permanece limitado.

El adiós
Los invito ahora a que hagamos un viaje al pasado, como cuando la gente después
de muchos años regresa a ese lugar donde entonces sucedió algo decisivo. Sin
embargo ahora ya no acecha ningún peligro, todo ha sido superado. Más bien
parece como si viejos luchadores después de que ha reinado la paz durante largo
tiempo volviesen a atravesar ese campo de batalla en el cual una vez debieron
demostrar su coraje. Ya hace mucho que la hierba cubre los campos y los árboles
florecen y tienen frutos. Tal vez ellos no reconozcan nuevamente el lugar porque
él no se parece a ese que ellos llevan en su memoria y ahora necesitan ayuda para
poder orientarse. Resultan curiosas las diferentes maneras como nos enfrentamos al
peligro. Un niño, por ejemplo, queda petrificado por el miedo que le provoca la
presencia de un perro grande. Entonces viene la madre, lo toma en sus brazos, la
tensión se diluye y el niño comienza a sollozar. No obstante pronto el niño gira su
cabeza y mira sin miedo –ahora desde la distancia protectora- al terrible animal.
Otro niño, cuando se ha cortado, no puede ver como brota su sangre. Tan pronto
como él mira hacia otro lado tan solo siente un poco de dolor. Lo terrible es
cuando todos los sentidos han quedado atrapados en el hecho, cuando los sentidos
no pueden actuar de forma individual y separada y el individuo es sometido por
ellos de modo que no puede ver ni oír ni sentir lo que realmente está sucediendo.

Emprendemos ahora un viaje en el cual cada uno a su manera lo podrá ver todo,
aunque por supuesto no de una sola vez. Y también podrá vivir ese todo, aunque
con la protección que él desee. Un viaje en el cual él podrá comprender las cosas
que realmente cuentan, una tras otra. Quien así lo desee también puede dejarse
representar, como alguien que se pone cómodo, se reclina en su sillón, cierra los
ojos y sueña, y se ve realizando el viaje y a pesar de que se que queda en casa y
duerme vive todo como si realmente estuviese presente. El viaje se dirige a una
ciudad que una vez fue rica y famosa, pero desde ya hace mucho está solitaria y
vacía, como si se tratase de una ciudad fantasma en el lejano oeste. Se ven todavía
las galerías de las que se extrajo oro. Las casas están casi intactas. Inclusive
podemos todavía ver el edificio de la ópera. Pero todo está abandonado. Ya hace
mucho que aquí no queda otra cosa que el recuerdo.

Quien participa de este viaje se busca a un baquiano que lo guíe. Y de esa manera
puede arribar al lugar y el recuerdo renacerá. Aquí sucedió eso que lo conmocionó
tanto, eso que todavía hoy le resulta pesado recordar porque fue muy doloroso.
Pero ahora el sol brilla sobre la ciudad abandonada. Allí donde una vez hubo vida,
muchedumbre y violencia, ha regresado la calma, casi la paz. Así caminan por las
calles y finalmente encuentran la casa. El duda, no sabe si se animará a entrar, sin
embargo su acompañante quiere avanzar primero solo para antes ver y saber si el
lugar es seguro y si todavía queda algo de entonces. Entretanto el otro que quedó
afuera mira las calles vacías y vuelven los recuerdos de vecinos o amigos que antes
habían estado allí. Recuerdos de escenas en las cuales él fue feliz, alegre y
emprendedor y lleno de amor a la vida, como niños a los que nada puede detener
porque empujan hacia delante, hacia algo nuevo, hacia algo desconocido, grande,
amplio, hacia la aventura y el peligro. De esa manera transcurre el tiempo.
Entonces su compañero le hace señas que venga. El entra en la casa, ingresa en el
vestíbulo, mira a su alrededor y espera. El sabe que personas podían haberlo
ayudado entonces a soportarlo, personas que lo amaban y que fueron fuertes y
valientes y sabias. El siente como si ellas todavía estuviesen aquí, como si aún
escuchase sus voces y percibiese su fuerza. Entonces su acompañante lo toma de la
mano y ambos abren la verdadera puerta.

Ahora él está allí: ha regresado. Toma la mano que lo ha guiado hasta aquí y
tranquilo mira a su alrededor para ver como realmente era, lo uno y lo otro, el
todo. Es extraño de que modo diverso él percibe todo cuando permanece
concentrado y de la mano de su ayudante. Aún recuerda lo que durante tanto
tiempo estuvo excluido, como si por fin se articulase lo que también forma parte.
De ese modo él espera y mira hasta saberlo todo. Pero entonces lo invade el
sentimiento y detrás de lo que estaba en la superficie él siente el amor y el dolor.
Le parece como si hubiese regresado a casa y mirase al suelo, allí donde no hay
ningún derecho y tampoco ninguna venganza. Allí donde actúa el destino y la
humildad sana y la impotencia establece la paz. Su ayudante lo tiene de la mano
para que él se sienta seguro. El respira profundamente y recién entonces se
entrega. Así fluye lo que se acumuló durante tanto tiempo, y él se sentirá liviano y
lleno de calor. Cuando todo ha terminado el otro lo mira y dice: “Tal vez,
entonces, te cargaste con algo que ahora tienes que dejar aquí porque no te
pertenece ni nadie te lo puede exigir. Por ejemplo, una culpa que te atribuyeron,
como si tuvieses que pagar lo que otros han tomado. Déjalo aquí. Inclusive aquello
que debe serte ajeno: las enfermedades del otro, su destino, su creencia o su
sentimiento. También la decisión que actuó en tu contra, déjala ahora aquí”.
Las palabras le hacen bien. El se siente como alguien que ha llevado consigo una
carga muy pesada y ahora la depone. El respira profundamente y se sacude. En un
primer momento se siente liviano como una pluma.

El amigo vuelve a hablar: “Tal vez, entonces, tú te deshiciste y entregaste algo que
deberías haber conservado porque te pertenece a ti. Por ejemplo, una capacidad,
una necesidad ferviente. Tal vez también inocencia o culpa, recuerdo y esperanza.
El coraje de la existencia plena de un hecho que te corresponde. Ahora vuelve a
recogerlo y llévalo contigo a tu futuro”.

El también asiente estas palabras. Entonces examina lo que abandonó y debe


recuperar ahora. Al hacerlo siente el suelo bajo sus pies y percibe su propio peso.
El amigo entonces lo hace avanzar un par de pasos y juntos llegan hasta la puerta
en la parte trasera. La abren y encuentran… el secreto que reconcilia.

Ahora él no soporta seguir estando en el viejo sitio. Tiene prisa por partir, le
agradece a su amable acompañante e inicia el camino de regreso. Una vez en casa
él necesita un tiempo para familiarizarse con la nueva libertad y la vieja fuerza.
Pero en su interior ya está planeando su próximo viaje, está vez a una tierra nueva
y desconocida.

Tercera historia
Antes de empezar con esta historia quisiera hacer una consideración preliminar:

Lo mismo

Un airecillo sopla y susurra,

el vendaval golpea bramando.

Pero es el mismo viento,

la misma melodía.

La misma agua

nos sacia y nos ahoga,

nos sostiene y nos sepulta

Lo que vive, consume,

se mantiene y destruye,

en el uno como en el otro,

impulsado por la misma fuerza.

Es ella la que cuenta.

Pues entonces ¿A quién sirven las diferencias?

La vuelta
Alguien nace en su familia, en su país y su cultura y ya siendo niño escucha a
quien alguna vez fue su ideal, su modelo, su enseñante y su maestro, y percibe la
profunda añoranza de ser alguna vez como él. El se une a gente que piensa de la
misma manera, se entrena en una disciplina de muchos años y sigue al gran
modelo hasta ser igual a él y pensar y hablar y sentir y desear como él. Sin
embargo, piensa él, algo falta todavía. Entonces emprende un amplio camino para
en la más lejana soledad, quizás, atravesar una última frontera. El pasa por viejos
jardines que han sido abandonados hace mucho tiempo. Solamente rosas salvajes
florecen todavía y altos árboles tienen frutos todos los años, pero que de cualquier
manera caen al suelo porque allí no hay nadie que los quiera. Después comienza el
desierto. Muy pronto un vacío desconocido lo rodea. El tiene la sensación de que
todas las direcciones son iguales y también las imágenes que a veces ve delante de
sí las percibe como vacías. El vaga hacia delante siguiendo su impulso y cuando ya
no da más crédito a sus sentidos ve delante de sí el manantial. El brota de la tierra
y rápidamente la tierra lo vuelve a recibir. Pero allí donde su agua llega el desierto
se transforma en un paraíso. Cuando mira a su alrededor ve a dos extraños que se
acercan. Ellos hicieron lo mismo que él. Persiguieron a su ejemplo hasta que se
volvieron iguales a él. Igual que él ellos emprendieron un amplio camino para en
la soledad del desierto, quizás, atravesar una última frontera. Y ellos encuentran,
igual que él, el manantial. Juntos se inclinan, beben de la misma agua y creen
encontrarse ya muy cerca de la meta. Entonces se revelan sus nombres: “Yo me
llamo Gautama, el Buda”. “Yo me llamo Jesús, el Cristo”. “Yo me llamo Mahoma,
el Profeta”.

Entonces llega la noche y sobre ellos brillan, como siempre, inaccesibles, lejanas y
silenciosas las estrellas. Todos permanecen callados, y uno de los tres se sabe más
cerca que nunca del gran modelo. El siente como si pudiese por un instante
adivinar como se sentía cuando lo supo: la impotencia, la inutilidad, la humildad.
Y como debería sentirse si conociera también la culpa. Entonces él lo escuchó
decir interiormente: “Solamente si ellos me pudiesen olvidar encontraría yo la
paz”. A la mañana siguiente él emprende el regreso y escapa del desierto. Otra vez
su camino pasa por los jardines abandonados hasta que finalmente llega a un jardín
que le pertenece a él. Frente a la entrada hay un hombre viejo que parece que
hubiese estado esperándolo. Le dice: “Quien desde tan lejos ha encontrado el
camino de vuelta como tú lo has hecho, él ama la tierra húmeda. El sabe que todo
cuando crece, también muere, y que cuando culmina nutre”. “Sí”, dice el otro
como respuesta, “yo estoy de acuerdo con la ley de la tierra”. Y comienza a
cultivarla.

Reconciliación en Rusia
De un curso de formación en Vladivostok 2008

Introducción
El procedimiento multidimensional.
Durante este curso una mujer hizo el relato de una constelación en la cual ella
debió representar a su madre y una compañera la representaba a ella como niña.
Ella tuvo la sensación de que su madre era aspirada hacia abajo como en un
embudo lo que le impedía ocuparse de su hija. A continuación yo le demostré al
grupo el procedimiento multidimensional dentro de la nueva constelación familiar:
ir con el espíritu.

Yo ubiqué a esa mujer en el centro como representante de su madre y a su


alrededor 20 hombres y mujeres. Ellos representaban a miembros de su sistema
familiar sin decir quien era quien. Después todo marchó por sí mismo sin
necesidad de una intervención externa y sin que nadie dijese nada. Allí quedó en
evidencia que todos los que desde el pasado todavía ejercían influencia sobre la
madre después de un rato se replegaban, hasta que solamente quedaron junto a ella
los que eran significativos en el presente. De repente quedó claro lo que realmente
estaba pasando.

El campo espiritual de la familia


Desde hace mucho sabemos, por verlo en las constelaciones familiares, que en una
familia a través de muchas generaciones actúa un campo espiritual en el cual todos
los miembros están en resonancia. En ese campo espiritual están guardados los
acontecimientos esenciales del pasado. Ellos repercuten en el presente sin que los
miembros de la familia sean concientes de ello o puedan resistirse. Por esa razón
repiten a través de las generaciones los mismos destinos o comportamientos y las
mismas ideas y sentimientos. En el procedimiento multidimensional los
representantes, al igual que en las constelaciones, son guiados por otras fuerzas,
siempre y cuando ellos se entreguen completamente a los movimientos del espíritu.
Esos movimientos los sujetan desde afuera. Ellos reúnen lo que antes estaba
separado. Los movimientos del espíritu acaban con las ideas anteriores de
verdadero y falso y con las diferenciaciones entre bueno y malo o perpetradores y
víctimas dentro del campo espiritual de la familia. Ellos liberan a sus miembros de
las implicaciones con estas ideas y sus consecuencias y conducen a la
reconciliación en sintonía con el amor del espíritu, con el mismo amor para todos.

La constelación: Stalin y Rusia


Según estas experiencias y comprensiones yo me animé a utilizar en este grupo el
procedimiento multidimensional en el campo espiritual de Rusia.

Yo seleccioné a 12 hombres y a 12 mujeres como representantes y los ubiqué


mezclados en un amplio círculo y coloqué a un hombre en su centro. A ese
hombre le dije: “Tú representas a Stalin”. Después la constelación transcurrió sin
intervenciones externas y sin que se dijese nada.

El representante de Stalin estaba parado y miraba a lontananza. Otros dos


representantes cayeron al piso. Ellos lloraban y gritaban con fuerza. Una mujer se
apartó y comenzó a sollozar. Otros se agruparon, otros se alejaron, todo lo que
pudieron, un tanto más lejos.

Después de un rato Stalin comenzó a arrojar a algunos de los representantes al


centro. Algunos de ellos cayeron al piso, otros permanecieron de pie. Esto no fue
suficiente para Stalin. El arrastró a otras personas del círculo de los participantes y
también las arrojó al centro. En un momento dado intentó hacer lo mismo con un
hombre, éste se escabulló y se fue alrededor del círculo con los otros participantes.
Cuando quiso pasar delante de mí, yo levanté mi brazo para detenerlo. Entonces
también él pasó al centro.

Después de un rato Stalin se tranquilizó un poco. Una mujer ubicada en el borde


estiró su mano hacia él, sin embargo él la rehuyó. Algunas mujeres lo tomaron y
lo llevaron al centro y allí lo retuvieron. Allí se sintió débil y cayó al piso. Una
mujer lo retuvo. El apoyó la cabeza sobre su regazo. Y cerró los ojos, como si
estuviese muerto.

Muchos de los participantes que Stalin había arrojado al medio se pusieron de pie
y lo miraron. Dos hombres se arrodillaron y se inclinaron profundamente ante él.
Otros, sobre todo aquellos que aún permanecían sentados en el piso, rieron durante
un rato hasta que finalmente también ellos callaron.

En ese momento interrumpí la constelación. Ella había durado más de una hora.
Entonces se escuchó una música. Un coro cantó en idioma ruso dos plegarias de la
liturgia de San Juan Crisóstomo (Sergei Rachmaninov, op. 31, 1+2).

Devoluciones de los representantes

HELLINGER al grupo Con respecto a lo que sucedió aquí me viene a la mente


una frase del poeta alemán Rainer Maria Rilke.

Qué pequeño es aquello contra lo que luchamos.

Lo que contra nosotros lucha, qué grande es.

Ahora continúo y doy la oportunidad para devoluciones sobre esta constelación.

HOMBRE: Quisiera decir que durante esta constelación perdí mi voz. Esta
constelación me resultó muy difícil. No sé porque, pero no me pude concentrar.
Me resultó también físicamente muy pesada. No podía respirar normalmente y no
podía encontrar el lugar adecuado para mí.

En la constelación no me resultó posible ver ninguna imagen. Veía cierto tipo de


manchas. No conseguí imaginarme absolutamente nada claro, nada nítido. De
repente me di cuenta que estaba con la cara apoyada sobre el suelo. Tenía la
sensación de que estaba rodeado por una valla. A través de esa valla que estaba
delante de mí y no era muy fina yo podía ver tres manchas. De pronto tuve la idea
de que en realidad yo estaba muerto. Esto me impactó de tal manera que en ese
momento volví a perder la concentración. Después de unos instantes volví a
concentrarme nuevamente y me encontré sentado en mi sitio. Estaba
completamente disperso y no sabía lo que había pasado conmigo.

HELLINGER: Gracias por tu devolución. Tal vez sea importante que recibamos
más devoluciones de los participantes de esta constelación.

MUJER: Yo no fui elegida para este ejercicio, pero sentí la necesidad de


participar. Cuando pude participar sentí muy intensamente a donde había sido
llevada. Yo tenía muchos sentimientos diferentes dentro de mí. Había mucho
dolor. Los sentimientos variaban. Al final tuve una intensa sensación de paz.

HELLINGER al grupo: Sucede con frecuencia que en una constelación como


ésta alguien que está fuera del círculo sea atraído hacia su centro y sea abarcado
por el movimiento. Entonces es correcto dejarse llevar por él.

MUJER: Tuve la sensación de que yo era el destino de Stalin. Cuando él estaba


ocupado con otra gente me dio la impresión de que no me veía. Cuando la
constelación estaba llegando a su fin me di cuenta, cuando estiré la mano hacia él,
que probablemente él había estado ya dos veces cerca del final y la muerte se
avecinaba. La primera vez fue sostenido por niños. Cuando él se volvió hacia mí
yo sentí que él no iba a poder evitar su destino mucho tiempo más. El sin embargo
prosiguió, pero yo ya sentía: Tú no te me escapas, tarde o temprano estarás aquí
conmigo. Yo sentí que mi mano se tensaba y que se trataba de sus últimos
movimientos. Ahí estás tú, sentí yo. El casi se cayó pero consiguió sentarse.

Yo tuve otra sensación. Después que él ya había muerto mis manos se elevaron por
sí solas, como si yo quisiese decirle a todas las personas asesinadas por él:
Levántense, póngase de pie. A continuación todos se levantaban y me hubiese
gustado ver como se tomaban de la mano.

HELLINGER al grupo: Yo veo que importante que es que le demos a los que
participaron en esta constelación la oportunidad de expresar lo que vivieron aquí.

MUJER: Yo hice un descubrimiento. En estos sistemas no se puede producir nada


nuevo. No depende del deseo individual: Uno puede tener los mejores deseos, pero
el sistema hace de ti lo que necesita. El movimiento en esa dirección fue muy
fuerte y fue un movimiento constructivo. Los movimientos en la constelación
actúan de acuerdo a las leyes de ese poder. Al final yo quería tomar de la mano a
todos los que habían participado. Pero eso era imposible. Hubiésemos necesitado
más tiempo.
*

MUJER: Yo sólo quiero contar dos cosas que fueron importantes para mí. Sentí
mucho dolor y mucho miedo. Especialmente fuerte fue el dolor y el miedo por los
miembros de mi familia que quedaron con vida cuando yo morí. Ese dolor y ese
miedo se volvieron menos intensos cuando Stalin murió. Y entonces el rostro de
Stalin se fundió con la cara de Hitler.

HOMBRE: Durante toda la constelación sentí una conexión muy fuerte con la
figura de Stalin. De alguna manera yo quería ayudarlo. Yo lo quería apoyar como
una persona que hace algo muy grande. Para mí fue muy impactante cuando él
rechazó la ayuda de las personas que querían defenderlo. El no quiso recibir apoyo
de nadie. El no confiaba en nadie. Pero la persona a quien yo estaba representando
en esta constelación le siguió siendo fiel, a pesar de que también él fue arrojado al
medio. El estaba muy enojado y se sentía impotente de poder cambiar algo.
Cuando Stalin se acostó y quedó claro que había muerto yo tuve la fuerte
sensación de que había sido una gran pérdida, y no solamente para mí sino para
todos los que habíamos participado en esa constelación. A pesar de lo mucho que
sucedió aquí y no obstante el daño y las muchas injusticias que se cometieron en
aquel tiempo yo sentí una profunda tristeza de que él nos abandonara.
Yo estaba muy enojado con las personas que en el momento en que él estaba en el
poder no hicieron nada. Ellos sólo lloraban y en el momento en que él murió
comenzaron a reír. Yo tuve ganas de decirles: ¿Por qué se ríen ahora, por qué
actúan ahora así, por qué no hicieron nada antes, por qué fueron tan pacientes?
¿Por qué se comportan ahora de un modo completamente distinto? Eso es todo.

HELLINGER al grupo: Ahora hago una pequeña pausa. Es mucho lo que se está
diciendo aquí. Cerramos los ojos y dejamos que actúe en nosotros.

Después de la pausa: Okay, ahora continuamos.

HOMBRE: Para mi fue extraño. Yo me sentí como si estuviese al costado en una


actitud filosófica. Para mí mucho más importante era mi familia. Mientras yo
miraba todo desde lejos me sentía muy fuerte y pensé en como poder estrangular al
representante de Stalin. Cuando él estuvo a mi lado me sentí muy pesado y no
pude moverme. Para mí fue igual a lo que me pasa hoy en día. Yo me siento como
un filósofo que observa todo a la distancia, pero que cuando se deja llevar por la
corriente ve todo de una manera diferente.

MUJER: Yo me siento muy agitada. Cuando miro esta constelación desde afuera
veo que esta fue mi historia. Al escuchar los comentarios de los representantes al
respecto entendí de pronto que en mi vida yo toqué este tema dos veces. La
primera vez cuando tenía 17 años pasé con éxito las pruebas de admisión en una
muy conocida y respetada universidad rusa. Sin embargo no fui matriculada
porque esta era una universidad que estaba relacionada con la energía nuclear. Me
aconsejaron entonces cambiar de facultad y sin necesidad de una prueba de
admisión ir a otra universidad. Yo me negué y fui matriculada en otra universidad
en la carrera de filología. La universidad en la cual yo no pude estudiar era la
Universidad Físico-Tecnológica de Moscú. En ella no podía estudiar ninguna
persona que tuviese familiares que durante la época de Stalin hubiesen estado en
un campo de detención o hubiesen sido perseguidos.

La segunda vez fue cuando yo quise visitar Bulgaria con una compañera de
estudios. No me fue permitido viajar al extranjero por el mismo motivo, porque
mis parientes habían sido detenidos. En mi familia y entre mi parentela hubo
muchos que estuvieron detenidos en campos de castigo.

Cuando atentamente seguía esta constelación no pude verla como la historia de mi


país. Ella parecía algo artificial. Desde el inicio me di cuenta y vi con que
profundidad esa gente sentía y percibía algo. Lentamente paso a paso dejó de ser
una tragedia. Se convirtió en una farsa hasta el momento en que los otros
participantes aquí comenzaron a hablar. Yo les estoy profundamente agradecida
porque eso me permitió escuchar y superar mi inmovilidad. Tal vez todavía no
había desaparecido mi miedo. Tal vez ese miedo era el que me mantenía alejada de
lo que aquí estaba sucediendo.

MUJER: Al principio yo estaba sentada en el grupo externo, pero Stalin me arrojó


al centro. Cuando llegué allí mi corazón latía con fuerza. Porque conozco bien la
historia de mi familia sabía de que se trataba. Mis dos abuelos fueron enviados
durante el tiempo de Stalin a campos de castigo. No sé lo que sucedió con ellos. Al
comienzo me sujeté fuertemente a mi silla. Cuando me tocó entrar en la
constelación ya no pude controlarme más. Todo el tiempo yo rezaba para que se
terminase pronto. Las secuelas que el pasado dejó en lo más hondo fueron
expresadas aquí en los tiempos actuales. Yo estoy profundamente agradecida por la
plegaria que pudimos presenciar después. Esa plegaria sigue todavía resonando en
mí y me presta ayuda.

HOMBRE: Fue como si yo estuviese del lado de los malos. Pero en realidad yo
era el representante de un grupo de personas que desde el inicio, cuando Stalin
llegó al poder, se mantenían alejados. Ellos tenían curiosidad, pero sin embrago no
se inmiscuyeron en los procesos y los acontecimientos. Más tarde ellos se
adaptaron de tal manera a la situación que participaron en los acontecimientos
históricos globales. Esa fue la tarea que se les encomendó. En ese plano no existe
nada que podamos señalar como bueno o malo. Aquí no hay culpable o inocente.
Fue necesario efectuar ese trabajo en el ámbito de la nación. Desde algún lugar allí
arriba nos fue encomendada esta tarea y nosotros la cumplimos.

HELLINGER al grupo: De estas devoluciones podemos ver la riqueza de las


experiencias en esta constelación, todas ellas sin ninguna especificación previa,
todas ellas como consecuencia de un movimiento de espíritu.

MUJER: Cuando se nos dijo que el hombre en el medio era Stalin me sentí muy
mal porque en mi familia también hubo presos. Mi propia constelación que había
realizado antes repercutió en esta. Yo pensé que tal vez no iba a poder soportarla.
Yo quería escaparme, esfumarme sólo para no ver nada. Cuando el primer hombre
gritó yo pensé: me muero junto con él. Entonces comprendí que cuando en mi
constelación mi madre miraba a uno de los hombres y marchaba detrás de él, se
trataba de su tío que había estado detenido en un campo de castigo. Su padre debió
renegar de él.

En nuestra familia no nos estaba permitido llorar. Teníamos que resistir hasta el
final. Para mí fue muy importante haber podido llorar aquí a las víctimas. Si no
tenemos lágrimas nuestro corazón se vuelve una piedra. Yo lo sentí en el momento
en que usted me dejó ir en esa dirección cuando fue constelada mi historia. Cuando
yo tuve que llorar algo se alivió en mi corazón. Tuve entonces la sensación de que
las flores habían florecido. Yo empecé a percibirme de otra manera. Estoy
profundamente agradecida de que se me haya permitido llorar a las víctimas.

La mujer se refería a su propia constelación que precedió la constelación con


Stalin.

HELLINGER al grupo: Vuelvo a hacer una pequeña pausa para que podamos
dejarlo actuar en nosotros. Vuelvan a cerrar los ojos.

Después de un rato: Okay, seguimos.

HOMBRE probablemente el representante de Trotski: Yo no me podía imaginar


que como representante frente a esas figuras iba a percibir sentimientos de ese tipo.
Siempre pensé, me siento muy tranquilo frente a una figura que ya es historia. Esa
figura le ha causado sufrimiento a muchas personas. Hoy en cambio tuve
sensaciones contradictorias.

Al principio incluso lo guié a Stalin. Yo era un poder. Cuando estábamos sentados


en el círculo exterior con los ojos cerrados tuve la imagen de que yo llevaba a ese
monstruo atado de una cuerda, de que se trataba de mi monstruo. Entonces él se
soltó de la cuerda y se convirtió en un animal. Ese animal destruyó a todo y a
todos los que se oponían en su camino. El se convirtió en un asesino. El no tenía
ley, él no tenía nada sagrado. El destruía todo: amigos, parientes, prójimos, todos.

Cuando él se acercó a la gente que estaba situada fuera de la constelación y la


arrojó al centro surgió en mí un sentimiento que fue creciendo y creciendo. La
sensación de que yo estaba furioso con él. Era una fuerte sensación de agresividad.
Yo comprendí que nada podía hacer contra ese poder. Yo quería huir, quería
escapar. Si usted señor Hellinger no me lo hubiese impedido y hubiese mandado al
centro yo me hubiese ido.

Cuando yo llegué al centro sentí durante todo el tiempo que estuve dentro de esa
constelación mi maldad. Yo estaba enojado, estaba furioso y agresivo, estaba lleno
de odio. Tenía la sensación de que debía destruirlo físicamente. Sin embargo
cuando él murió mi agresividad no disminuyó. Yo quería decirle: ¡Cuando vas a
morir de una vez, tú perro!

Cuando él murió me sentí muy aliviado. Yo vi como junto a mis amigos me puse
de pie, junto con todos los que habían participado en la constelación y que habían
sobrevivido a todo esto que había sido absolutamente inhumano.
*

MUJER: Yo tuve sensaciones muy interesantes. Yo estaba sentada en el círculo


exterior y no estaba involucrada en la acción. Desde el comienzo compartí los
sentimientos con los demás. Sufrí junto a las personas que estaban en el círculo
interior. Pero luego con el tiempo surgió en mí la sensación de que era mala. Yo
no lo podía comprender y no quería entender porque una figura puede tener tanta
influencia y su presencia generar tanto miedo en nosotros. En mí surgió una fuerza
muy extraña. Yo me sentí como si fuese un conductor que levantaba a las personas
que estaban fuera del círculo. Ellas debían tomarse de la mano y luchar con lo que
sucedía aquí. Yo vi que todas las personas eran muy fuertes y poseían una gran
fuerza. El miedo que la gente del círculo interior tenía me irritó a mí también.
Esto no me gustó. Yo sé que en mi familia también hubo presos. Yo tuve la
sensación de que ellos eran hombres amantes de la libertad. Ahora yo siento la
fuerza de mi familia y su conexión con las personas que entonces pertenecían a
ella. Yo me siento muy agradecida con todas esas personas.

MUJER: Yo tuve sensaciones muy intrincadas. Yo soy una niña nacida en un


campo de prisioneros. Mi padre sobrevivió a dos campos de concentración, en
Alemania y en Rusia. Mi madre es alemana nacida en Crimea, Rusia. Su aldea ya
había saqueada en 1920 y sus habitantes expulsados. La familia era grande y mi
madre tenía entonces sólo trece años. En diciembre de 1930 ella era la única
sobreviviente de la familia. Ocho miembros de mi familia fueron arrojados al río
Donga en Ucrania. Solamente mi madre pudo conservar la vida. Ella nos dio la
vida.

Mi padre era polaco. En 1946 fue detenido y enviado a un campo de castigo


porque él tenía un documento que mostraba que había sido liberado de un campo
de concentración en Alemania. Ese documento estaba escrito en inglés. El fue
condenado a diez años de cárcel porque pensaban que podía ser un espía alemán o
inglés. En ese campo de castigo mis padres se encontraron y yo soy el resultado de
ello. Después vinieron dos hermanos y una hermana.

Durante la constelación, cuando se dijo que esa figura era Stalin me tomó de
sorpresa. Fue para mí un descubrimiento porque un movimiento me llevaba hacia
fuera de esa constelación. Yo no tenía miedo pero permanecí afuera. Después de
un tiempo algo me impulsó hacia el centro. Mi voz interior me dijo: Tienes que
mirarlo detenidamente. Entonces para mí dejó de ser importante quien era esa
figura en realidad, era Stalin o era Hitler. Era un sistema. En ese momento habían
desaparecido todos los problemas personales. Yo era solamente una fuerza
impresionante. Era el poder que se movía en los límites de esta trama. Era el poder
que apoyaban las personas que se encontraban en el círculo. En términos
personales, como niña nacida en un campo de detención, yo traté de sentir junto a
las víctimas. Sin embargo no lo conseguí y abandoné esos intentos. Entonces sólo
acompañé el movimiento.

Para mí resultó inesperado y nuevo sentir esa fuerza. Esa fuerza comprendió: Lo
que pasó pasó. Pero la gente debería liberarse de la sensación de desesperación.
Recién en el momento en que una mujer fue empujada al centro quise tener un
brazo tan largo para retenerla en ese movimiento. Pero ella entró en el círculo y
ese deseo íntimo desapareció. En ese momento ambas nos miramos a los ojos y yo
vi que allí no había miedo, entonces me tranquilicé.

Cuando Stalin murió, en sus últimos minutos, una voz interna me dijo: Bueno, ya
se acabó. Ahora todos resucitarán. Para mí fue un importante descubrimiento ya
que yo desde la niñez siempre tuve un tremendo miedo a la muerte y sobre todo a
lo que está ligado al dolor. Todo desapareció en esta constelación cuando me
encontré en el límite entre la vida y la muerte. Yo pude incorporarlo en mí. En ese
momento comprendí que da lo mismo si yo me quedo o me muero. No obstante yo
dije: Tengo todavía tanto que hacer, prefiero quedarme aquí. Me quedo aquí.

HELLINGER al grupo: ¿Pueden escuchar todavía.

Algunos del grupo dicen que es bastante complicado, otros dicen que todavía
pueden.

MUJER: Para ser honesta yo al principio no quería pasar al frente. Pero cuando la
gente contó acerca de sus sentimientos yo comprendí que en un plano físico
también a mí me pasaba algo. Yo entendí que si no decía nada al respecto no
sabría lo que sucedería conmigo. Lo peor para mí fue lo que me sucedió durante la
plegaria. En ese momento todos mis sentimientos estaban encendidos. Desde el
inicio cuando se dijo que ese hombre representaba a Stalin tuve tanto miedo que
yo perdí todos los sentimientos. Primero lo pude ver con sentimientos
contradictorios. Por un lado tenía miedo, por el otro lado era absurdo. Parecía una
obra de teatro. Pero después se pusieron en marcha procesos físicos en mí. Tuve
dificultades para inspirar y exhalar correctamente. Primero pensé que tenía que ver
con mi pulóver, pero después sentí intensos dolores en el estómago. Incluso pensé
en abandonar la constelación. Después todo se volvió comprensible y real. Yo no
puedo decir que me sentí como una persona determinada. Sólo sentí que distintos
procesos avanzaban en mí, procesos que en realidad no me afectaban. Pasaban a
través de mí sin perturbarme. Finalmente quise dibujar un gran círculo y mirar
todo desde un costado. Yo no quería que nada se perdiese, que todo quedase dentro
del círculo. Lo demás lo experimenté como algo tranquilo, pero al mismo tiempo
doloroso. Y recé por Stalin. Esto fue muy fuerte para mí.

HELLINGER al grupo: Ahora, al final, le doy al representante de Stalin la


oportunidad de decir algo.

Devolución del representante de Stalin


REPRESENTANTE DE STALIN: Cuando todo comenzó lo extraño era que yo
no veía ni caras ni ojos. Yo experimentaba a todas las personas como si no
tuviesen cabeza. Eso me daba una sensación de no tener ningún sentimiento
humano. Pero por el contario tenía la sensación de que yo era guiado por una
fuerza y que por eso mi personalidad no estaba involucrada. Faltaba la
personalidad. Lo que todo el tiempo experimentaba en mi cuerpo era un constante
flujo de energía. Pero era una energía extraña. Yo puedo imaginarme lo que
significa una energía luminosa o una energía espiritual, algo que abre. Aquí se
trató de una energía muy extraña que me enceguecía. Ella no era tanto una
corriente de energía, sino más bien como nudos. Pero por el otro lado puedo
afirmar que sí se trataba de una energía espiritual, pero no una energía luminosa.
Era otra cosa.

Bajo la influencia de esa fuerza a ninguno se lo veía como un individuo separado


de los demás, sino como una masa. Ellos no eran personas sino células o incluso
organismos separados que no poseían ninguna comprensión, eran algo muy
primitivo. Muy de vez en cuando se despertaba en mi alma algo humano. Cuando
entonces pude encontrar el contacto con las personas y pude ver sus caras y sus
ojos, en ese momento volví a ser persona, yo volví a convertirme en una persona.
Cuando la muchacha lloró aquí, algo se despertó en mi alma. Ese tal vez fue el
único sentimiento humano.

Yo percibí todo lo que estaba ocurriendo con mi espalda. Yo percibí con absoluta
claridad todo lo que sucedía a mis espaldas. Realmente había muchas dimensiones
distintas. Recién después me di cuenta de todo. Para mí fue muy importante
primero haber estado en el medio. Entonces sentí que era importante arrojar a las
otras personas a ese centro. Pero no se trataba de una necesidad personal. Con
mucha frecuencia me daba cuenta que yo por encima de las cabezas miraba al
horizonte, como si algo que vino de allí me guiase. De pronto fueron muy pocos
los que quedaron en el centro. Pero yo no sentía que esas personas padeciesen
sufrimientos o sintiesen dolor, y tampoco veía sus caras. Del mismo modo yo no
sentía nada especial por esas personas. Entonces sucedió algo que estaba
relacionado con esto. Yo quise mirar de cerca algo del círculo. Entonces
comprendí que los que estaban en el centro eran muy pocos. Yo quise arrojar al
centro a las personas que estaban en el círculo exterior. Pero no hubo ningún
sentimiento determinado que pudiese decidir a quien yo quería arrastrar al centro.
Me pregunté ¿qué es lo que pasó, por qué lo hice, que sentimiento fue ese?
Yo comprendí que no se trataba de miedo. No era maldad, no era enojo, no me
sentía malo. Era otra cosa que por otra parte no consigo entender. Entonces
comprendí que necesitaba a alguien más a mi servicio que pudiese realizar esa
tarea, que juntase a las personas y las arrojase al centro. Cuando él intentó huir me
pareció ridículo, porque todo el tiempo yo me la pasé controlando con el rabillo
del ojo lo que sucedía fuera del círculo. El podía estar en algún lado y yo iba a
rastrearlo. Pero no era un sentimiento, simplemente yo sabía donde estaba él.
También tuve la sensación de que se trataba de Trotski que fue asesinado en
México. Yo tuve una extraña sensación: ¿Bueno, que quieres? ¿Con quién quieres
hacer algo así? ¿Con quién quieres medir fuerzas?

De repente, cuando alguien a mis espaldas vino hacia mí, sentí en mí una sensación
de calidez. Yo quise sacarme a esa persona de encima. No quería que tuviese
ninguna influencia sobre mí. Entonces miré por encima de las cabezas hacia arriba
a algo que estaba detrás de ese plano. Después de esa mirada hacia arriba lo
comprendí, las fuerzas me abandonaban. Tuve la sensación de que me adormecía.
Primero con los ojos abiertos. Después los ojos se cerraron y apareció en mí la
sensación de que yo en algún lugar descendía a las profundidades. Esa figura que
estaba detrás de mí despertó en mi alma algo muy delicado, algo sosegado, algo
muy liviano, como si se tratase de calor y un leve amor. En esa calidez me dormí,
como si estuviese en una cuna. Lo que ocurrió a posteriori no tenía que ver
conmigo. Eso ya no me conmovió más.

Quisiera decir algo más. Antes de arrojar al centro a las personas que estaban en el
círculo exterior tenía la sensación de que mi corazón se iba a romper, que se
desgarraba y que iba a sufrir un infarto. Era la sensación de que esa energía
encerraba a todo lo demás. Todo lo que yo podía percibir solamente podía hacerlo
a través de esa energía. Así fue.

HELLINGER al grupo: Gracias. Y ahora nos vamos a casa.


Cuarta historia
Existen historias que llevamos con nosotros por el camino, y cuando en un tramo
de él nos entregamos a su conducción ellas consuman lo que están contando, aun
mientras las estamos escuchando.

La fiesta
Alguien se pone en marcha y como mira hacia delante ve en la distancia la casa
que le pertenece. El camina hacia allí y cuando arriba abre la puerta y entra en una
habitación arreglada para una fiesta.

A esa fiesta vienen todas las personas que fueron importantes en su vida. Y cada
uno que viene trae algo, se queda un rato – y se va. Igual que los pensamientos que
vienen, traen algo – y se van. Así como vienen los deseos o el sufrimiento. Ellos
traen algo, se quedan un rato – y se van. Así como también viene la vida, nos trae
algo, se queda un rato - y se va.

Así vienen ellos a la fiesta, cada uno con regalo particular por el que de todas
maneras pagaron el precio total: la madre – el padre – los hermanos – algún abuelo
– alguna abuela – el otro abuelo – la otra abuela – los tíos y las tías – todos los que
hicieron lugar para ti – todos los que te cuidaron – vecinos tal vez – amigos –
maestros – parejas – niños: todos los que fueron importantes en tu vida y aún lo
son.

Después de la fiesta la persona se queda enriquecida por los muchos regalos, y


solamente permanecen con ella aquellos para quienes es importante quedarse
todavía un rato más. Entonces la persona se asoma a la ventana y mira hacia fuera,
ve otras casas, sabe que algún día habrá allí una fiesta a la que concurrirá, llevará
algo, se quedará un rato – y se irá.

También nosotros estuvimos aquí en una fiesta, trajimos algo y nos llevamos algo,
nos quedamos un rato – y nos vamos.

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