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LOS MATICES DE LA VIOLENCIA EN EL CINE COLOMBIANO.

Por Natalia Guevara Mejía.

Es innegable que la historia de Colombia está marcada por el conflicto de intereses de sus
gobernantes, esto ha resultado en años y años de violencia en todas sus manifestaciones.
Dentro de nuestra historia podemos identificar al menos cinco momentos importantes del
conflicto entre el pueblo, el estado y los grupos al margen de la ley.

Es importante reconocer si nuestros realizadores cinematográficos, quienes desean


inmortalizar la historia del país, le han hecho justicia con sus obras a estos momentos claves,
ya que cada uno de estos conflictos ha influenciado el pensamiento colectivo social y político
del pueblo hasta el presente.

El primer momento del conflicto vino de la incompetencia del estado en cumplir con las
demandas del pueblo respecto a la pobreza causada por la diferencia de clases y el abuso de
poder, esto se dió antes de los años cuarenta en regiones donde no había intervención del
estado para asegurar una mejor vida a los habitantes, un retrato cinematográfico de esto es la
obra del director Julio Luzardo, Tres cuentos colombianos, una representación de cómo la
pobreza se manifiesta en diferentes regiones de Colombia y cómo esta pobreza afecta el
comportamiento de los personajes.

Otro ejemplo a recalcar es Río de las tumbas, también del director Julio Luzardo, es un claro
reflejo de un pueblo en medio de la ineptitud de sus gobernantes y la espiral de la violencia ,
un producto seguro del mismo gobierno inepto. A los habitantes de este lugar no les queda más
que lidiar con discursos vacíos de un político en busca de votos y las distracciones de una
fiesta popular.
Llegamos al segundo momento, donde las tensiones políticas llevaron a pueblo a tomar partido
en busca de una ideología que se alineara con sus intereses, el azul o el rojo, el conservador o
el liberal , este conflicto ideológico se tornó sanguinario a finales de los cuarenta y principios de
los cincuenta con el detonante de la muerte de Gaitán, años después en Colombia todavía la
política se encuentra polarizada en dos extremos.

En Cóndores no entierran todos los días por Francisco Norden basada en el libro por Gustavo
Álvarez Gardeazábal , la historia toma lugar en los años cuarenta, un claro ejemplo de cómo el
extremismo político afecta la vida de un pueblo del Valle del Cauca, las representaciones de
fanatismo político y abuso de poder vienen tanto del partido conservador como del partido
liberal y llevan a un personaje principalmente taciturno a convertirse en un líder violento.

A lo finales de los cincuentas y principios los sesentas en Colombia se dió el surgimiento de


grupos armados al margen de la ley, las guerrillas aparecieron como una respuesta al gobierno
derechista y se alzaron bajo una ideología de extrema izquierda , esto después llevó al
surgimiento de grupos paramilitares en los setentas lo que dejó al pueblo en medio de un fuego
cruzado entre dos grupos de nuevo.

En Canaguaro vimos cómo campesinos tomaron armas al ser víctimas de las atrocidades del
gobierno , vimos como violencia generó aún más violencia y bajo esta premisa es difícil que
algún lado salga moralmente victorioso.

En los setentas y ochentas la demanda de drogas como la marihuana y la cocaína le abrió


camino a la cultura “narco’’, que ahora se ha vuelto un concepto que ha sido difícil de separar
de la cultura colombiana, el hombre en medio de la violencia encontró una forma de ganar
capital por medio del negocio ilícito en el que podía mejorar su estado socioeconómico sin
necesidad de venir de una familia pudiente, esto cambió el concepto del poder y del dinero en
el país y lo que conlleva adquirirlo.

La película Pájaros de Verano del director Ciro Guerra y Cristina Gallego narra cómo la
demanda extranjera llevó a una familia a traicionar sus principios y a convertirse en un
ejemplo temprano de lo que llegó a ser la narcocultura, otro ejemplo del poder del tráfico de
drogas dentro del cine colombiano está en María eres llena de gracia, un testimonio más
personal de lo que la desesperación y la pobreza pueden hacer a una joven de clase
trabajadora en medio de una situación difícil.

Hoy en día somos testigos de una normalización de este tipo de violencia, la estética de la
violencia alrededor del mundo del poder, de las drogas y de la extorsión nos ha dejado con
producciones como Narcos, Blow, Operación Escobar, Savages, El cartel de los sapos, etc, etc,
que aunque uno puede argumentar que son buenas respecto al valor de producción en verdad
lo que terminan haciendo es distorsionar la realidad de los que están involucrados y le arman
pedestales a estos “capos’’ del narcotráfico.
Hoy en día estamos en una Colombia “post-conflicto’’ , o eso es lo que se supone , para acabar
con este ciclo de comportamiento no sólo hay que confiscar armas y desmantelar carteles, hay
que lidiar con las repercusiones que han quedado en las víctimas de esta historia.

Al ver estas películas aparecen estas pregunta, ¿ A quién le ha beneficiado tomar una posición
extrema en el país representado en estas películas? Y ¿A quién le afecta más todo este
enfrentamiento?

Aquellos que no tenían la potestad de decidir eran los que se veían más afectados, las mujeres
por una parte no tuvieron el derecho de elegir a sus gobernantes hasta finales de los
cincuentas y los niños no tenían la capacidad de entender lo que estaba sucediendo.
Comunidades afrodescendientes, comunidades indígenas , personas discapacitadas eran, y
siguen siendo, puestas al margen de la conversación respecto a las decisiones que deben
tomarse en Colombia , así que ¿Quiénes son las verdaderas víctimas de las decisiones de los
demás?

Lo que podemos esperar de las nuevas generaciones de cineastas es un testimonio que le


haga justicia a la realidad en que nos encontramos y no la deforme para explotarla bajo
intereses personales.

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