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El ser humano es un individuo altamente social por naturaleza que absorbe muchos
de los aspectos y situaciones que vivencia en su relación con el entorno, pero solamente se
apropia de ciertos aspectos con los que se siente identificado, en especial los compatibles con
sus ideales, valores, formas de expresión lingüísticas y estilos de vida que estos adoptan y
que en definitiva afectan en gran medida la forma en la que estos piensan, teniendo un efecto
sobre los procesos psicológicos que se dan en un individuo.
De este modo, los procesos cognitivos están igualmente guiados por intereses
personales y motivacionales, y no solamente eso, sino que también responden a
conocimientos anteriores, experiencias, ideologías, creencias culturales, predisposiciones y
factores actitudinales, los cuales pueden marcar una gran diferencia en la manera en la que
percibimos o damos significado a diferentes representaciones. Y dependiendo de factores
emocionales (de la valencia y fisiología de la emoción), esos pueden tener una influencia
beneficiosa o perjudicial para el procesamiento de la información. Asimismo, la motivación
se relaciona con el proceso psicológico de la atención y la memoria en la medida en que
existen factores internos y externos que predisponen el impulso del ser humano para
comportarse, de modo que, si no existe motivación, la probabilidad de que la atención se
focalice en ciertos estímulos es baja. En efecto, algunos de estos factores externos e internos
se refieren al origen de lo que impulsa el comportamiento, en donde la motivación intrínseca
hace referencia a lo personal y la extrínseca depende de factores externos llamados incentivos
que impulsan al ser humano a la consecución de una meta. Es así, como expone lo expone
Lazarus (1982) las valoraciones cognitivas las que vinculan y median entre los sujetos y el
ambiente, provocan emociones particulares como resultado de las evaluaciones específicas
que realiza el sujeto, de su relación con ambiente en virtud de su bienestar. La tesis general
que guía su posición, es que “cognición y emoción están usualmente fusionadas en la
naturaleza”.
De esta manera, los procesos psicológicos son todos relevantes en la vida del ser
humano y se encuentran interconectados entre sí por lo que procesos como la atención, la
memoria y la motivación juegan un papel preponderante en lo que Goleman (2006) denomina
“inteligencia emocional” en donde el grado de conectividad existente entre el cerebro social
y el cerebro emocional están íntimamente relacionados, es decir, las emociones pueden
entenderse como el resultado de diferentes interacciones sociales. Por tanto, la inteligencia
social tiene cabida dentro de la inteligencia emocional. De esta manera, Goleman (2006),
continúa señalando que la actitud social se refiere a la forma en la que reaccionamos frente a
la conciencia social, entendiendo la conciencia social como aquello que sentimos acerca de
los demás, y de cuya habilidad se desprenden componentes como lo son la empatía
primordial, la sintonía, la exactitud empática y la cognición social.
Lazarus, R. (1982). Thoughts on the relations between emotion and cognition, American