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 Se ha dicho que la conciencia puede servir para un centenar de propósitos...

o para
ninguno. Pero sospecho que, desde el punto de vista de la evolución, la posesión de una
«mirada interior» sirvió fundamentalmente para un propósito: permitir a nuestros
ancestros desarrollar su vida social hasta alcanzar un nuevo nivel. La primera función de la
conciencia humana fue, y sigue siendo, permitir a cada persona entender lo que se siente
al ser un ser humano y, de esta manera, comprenderse a sí mismo y a los demás desde
dentro. Sin embargo, no tenemos ninguna garantía de que los seres humanos siempre
usen esta facultad de comprensión.

 No tenemos más que echar una ojeada a otro ser humano y enseguida comenzamos a leer
bajo su superficie. Vemos ahí a otra persona consciente, como nosotros. Vemos a alguien
con sentimientos, recuerdos y deseos humanos. Una mente potencialmente igual a la
nuestra. Y, sin embargo, los sentimientos humanos son algo que no «vemos», como
tampoco Darwin era capaz de ver las montañas ocultas bajo el océano. Lo que yo veo es su
cara, lo que averiguo son sus sentimientos internos. Es ese don, el don universal humano
de la comprensión consciente, el que quiero entender.

 Intenté ponerme en el lugar de los gorilas e imaginarme qué es lo que realmente ponía a
prueba sus mentes, si es que había algo. Cuando hice esto, me encontré pensando del
mismo modo sobre mí mismo. ¿De dónde procedían mis verdaderos problemas? El hecho
era que yo, en un principio, no había venido a África por razones científicas, sino para
escapar de una situación doméstica humanamente insoportable. Mi matrimonio se había
roto; yo tenía un romance intermitente pero apasionado con otra mujer; su matrimonio
también se había roto; padres, amigos, un psicoanalista, todos intentaban ayudarla. Mi
cabeza (cuando no estaba pensando en los gorilas) estaba llena de problemas no
resueltos, referentes a mis propias relaciones sociales. Esto era lo que ocupaba mi
cerebro, sobre lo que pensaba día y noche y lo que se me presentaba con un montón de
interrogantes verdaderamente desconcertantes. Si hago esto... ¿Qué hará ella? Pero
suponiendo que yo hiciera eso, o si ella hiciera otra cosa... De repente vi a los animales
con otros ojos. Me di cuenta de que para ellos, probablemente, los problemas también
eran primordialmente sociales.

 Ya de vuelta, en Cambridge, me sumergí plenamente en lo más denso de mis relaciones


humanas. Inevitablemente me vino a la mente este pensamiento: si los gorilas que había
observado empleaban la mayor parte de su tiempo en ocuparse de sus relaciones sociales,
y el cerebro del gorila ha evolucionado en gran parte con ese propósito, entonces ¿por
qué no iba a ocurrir lo mismo con mi cerebro y con el cerebro de las demás personas?
 Desde luego, nadie pretende decir que la vida de los gorilas tenga mucho en común con la
vida de los seres humanos. Nosotros poseemos el poder del lenguaje, de la creatividad y
de la autoconciencia que, por lo que sabemos hasta el momento, no posee ningún otro
animal; y nuestras sociedades humanas son infinitamente más ricas, más estables y más
exigentes psicológicamente que cualquier otra existente en la naturaleza. Pero la
estrategia que siguen los gorilas para sobrevivir, la estrategia de depender de un grupo
social que les proporciona una «mafia» protectora y una especie de escuela politécnica, es
una estrategia que compartimos con ellos. En realidad, es la que nosotros, los seres
humanos, hemos convertido en piedra angular de nuestra existencia. Los seres humanos
no pueden sobrevivir, en ningún lugar de la tierra, al margen de la sociedad. Y, en
consecuencia, los seres humanos no pueden sobrevivir, en ningún lugar de la tierra, si
carecen de una profunda sensibilidad y capacidad de comprensión de su prójimo. ¿Quiere
esto decir que también las personas han evolucionado para ser psicólogos naturales? ¿Es
eso lo que hace que nuestras familias y comunidades funcionen? ¿Ha sido éste el motor
principal de la evolución de nuestros cerebros y nuestra inteligencia? Si es así, resulta que
la mayoría de las primeras teorías de la evolución humana fueron formuladas al revés.
Hace quince años, en ningún libro de texto que tratara el tema de la evolución humana se
hacía referencia a la necesidad del hombre de hacer psicología: sólo se hablaba de la
construcción de herramientas, del lanzamiento de dardos y de encender fuego; es decir,
de una inteligencia práctica más que social.

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