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1
Dentro de la acción litúrgica de la Iglesia ocupa puesto central la Sagrada
Eucaristía, por la que Cristo hace presente a lo largo de los siglos el misterio de
su muerte y resurrección.7 Ella es «fuente y cima de toda la vida cristiana» 8; los
demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de
apostolado, están unidos a ella y a ella se ordenan; ella contiene todo el bien
espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua. 9
Por esto, con toda verdad, como nos lo ha recordado el Beato Papa Juan Pablo II,
es que podemos afirmar que: «La Iglesia vive de la Eucaristía» 11, es su gran
tesoro, fuente de unidad eclesial y su máxima manifestación, epifanía de
comunión.12 «La Iglesia dirige continuamente su mirada a su Señor, presente en
el Sacramento del altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso
amor.»13
7
Cf. JUAN PABLO II, Cart. ap. Mane nobiscum Domine (7 octubre 2004), n. 3.
8
CONC. ECUM. VAT. II, Const. dog. Lumen gentium, sobre la Iglesia, n. 11.
9
Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Dec. Presbyterorum ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros, n. 5;
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1324.
10
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 47.
11
JUAN PABLO II, Cart. enc. Ecclesia de Eucharistia (17 abril de 2003), n. 1.
12
Cf. Mane nobiscum Domine, n. 21.
13
Ecclesia de Eucharistia, n. 1.
14
Cf. Ibid., n. 52.
15
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 26.
2
de tal manera que a nadie tampoco le está permitido infravalorar el Misterio tan
maravilloso confiado a la Iglesia, «es demasiado grande para que alguien pueda
permitirse tratarlo a su arbitrio personal, lo que no respetaría ni su carácter
sagrado ni su dimensión universal». El sacerdote y la comunidad que siguen con
fidelidad las normas dispuestas para la celebración eucarística, demuestran de
manera silenciosa pero elocuente el amor que tienen por la Iglesia, y en ella por
su Señor16.
16
Cf. Ecclesia de Eucharistia, n. 52.
17
Ibid., n. 61.
18
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1328-1332.
3
2. EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA: Expresa y realiza litúrgicamente el
perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia cuando nos arrepentimos de
nuestros pecados.19
4
3. UNCIÓN DE LOS ENFERMOS: Don particular del Espíritu Santo, unión a la
Pasión Salvadora de Cristo, gracia eclesial y preparación a la eternidad. 24
No podemos olvidar que aunque recibimos la vida nueva de Cristo en los diversos
sacramentos, especialmente en el de la Eucaristía, ésta vida la llevamos en
«vasos de barro» (2 Co 4, 7); «nos hallamos aún en “nuestra morada terrena” (2
Co 5, 1), sometida al sufrimiento, a la enfermedad y a la muerte.» 26 Con amor y
celo de pastores, recordamos que desde nuestra experiencia de fe la enfermedad,
y por lo mismo el sufrimiento y dolor que de ella se pueden derivar, toma un nuevo
sentido a partir del misterio redentor de Cristo, nuestro Señor, más profundo y
esperanzador.
Los relatos evangélicos nos indican que Jesús no se proponía curar a todos los
enfermos, sino que las curaciones realizadas en algunos de ellos eran signos de
una realidad más profunda y anuncio de «una curación más radical: la victoria
24
Cf. Ibid., nn. 1520-1523.
25
Cf. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción Ardens felicitatis, sobre las oraciones para
obtener de Dios la curación (14 septiembre 2000), Introducción.
26
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1420.
27
Ibid., n. 1503.
28
Cf. Instrucción Ardens felicitatis, Aspectos doctrinales, 1. Enfermedad y curación.
5
sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo
el peso del mal y quitó el “pecado del mundo” (Jn 1, 29), del que la enfermedad no
es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un
sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une
a su pasión redentora.»29
Por eso, ya desde su origen, la Iglesia apostólica tuvo un rito propio a favor de los
enfermos, atestiguado por Santiago (St 5, 14-15) y la Tradición ha reconocido en
este rito uno de los siete sacramentos de la Iglesia. 33 «Con la sagrada unción de
los enfermos y con la oración de los sacerdotes, la Iglesia entera encomienda al
Señor paciente y glorificado a los que sufren para que los alivie y los salve (cf. St
5, 14-16); más aún, los exhorta a que, uniéndose libremente a la pasión y a la
29
Ibid., n. 1505. «Los que tienen la fe cristiana, aunque las sienten y experimentan [las enfermedades], se
ven ayudados por la luz de la fe, gracias a la cual perciben la grandeza del misterio del sufrimiento y
soportan los mismos dolores con mayor fortaleza. En efecto: los cristianos no solamente conocen, por las
propias palabras de Cristo, el significado y el valor de la enfermedad de cara a su salvación y la del mundo,
sino que se saben amados por el mismo Cristo que en su vida tantas veces visitó y curó a los enfermos»
(Ritual de la Unción y de la Pastoral de Enfermos, reformado por mandato del Concilio Ecuménico Vaticano
II, aprobado por el episcopado español y confirmado por la Sagrada Congregación para el Culto Divino,
Barcelona 72000, Prenotanda, n. 1).
30
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1421.
31
Cf. Ibid., n. 1503.
32
Cf. Ibid., n. 1509.
33
Cf. Ibid., n. 1510.
6
muerte de Cristo (Rm 8, 17; Col 1, 24; 2Tm 2, 11-12; 1Pe 4, 13), contribuyan al
bien del Pueblo de Dios.»34
34
Lumen gentium, n. 11.
35
Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, Auctoritate Pauli PP.
VI promulgatum, Ordo Unctionis Infirmorum eorunque Pastoralis Curae, Editio typica, Typis Polyglottis
Vaticanis, MCMLXXII.
36
Cf. NARCISO JUBANY ARNÁU, Cardenal Arzobispo de Barcelona, Presentación del Ritual de la Unción y de
la Pastoral de Enfermos, edición española.
37
Cf. Misal Romano, Renovado por decreto del Concilio Ecuménico Vaticano II, promulgado por la autoridad
del Papa Pablo VI y revisado por el Papa Juan Pablo II, Edición típica para Colombia, según la Tercera Edición
Típica Latina, Conferencia Episcopal de Colombia, Departamento de Liturgia, Bogotá, D.C., 2008, pp. 965-
966.
38
Cf. Bendicional, Comisión Episcopal de Liturgia – DELC, Coeditores Litúrgicos, Barcelona 1986, pp. 132-145.
39
Ritual de la Unción y de la Pastoral de Enfermos, n. 3; Cf. Instrucción Ardens felicitatis, Aspectos
doctrinales, 2. El deseo de curación y la oración para obtenerla.
7
cuando indican que «sólo el sacerdote es el ministro propio de la Unción de los
enfermos».
Cabe recordar también que la materia para este sacramento es el aceite de oliva
o, en caso de necesidad, otro óleo sacado de las plantas, bendecido
particularmente para este uso por el Obispo o por un presbítero que tenga la
facultad en virtud del derecho o de una especial concesión de la Santa Sede;
bendición que se hace normalmente en la misa crismal que celebra el Obispo
cada año, o también en el mismo rito de la Unción, en caso de necesidad. Unción
que se confiere ungiendo al enfermo en la frente y en las manos, empleando la
formula establecida en el ritual.40
40
Cf. Ritual de la Unción y de la Pastoral de Enfermos, Prenotanda, nn. 8-25.
41
Sacramentum caritatis, n. 22.
8
deformando la Eucaristía y deformando la Unción de los enfermos; casi siempre
con preocupantes tintes de «magia», «actitudes supersticiosas» o «espectáculo»,
así como con no pocos rastros de «simonía». Es apremiante que todos seamos
cada vez más fieles a la intención y normas de la Iglesia, corrigiendo los serios
abusos que se han ido introduciendo al respecto.
5. LOS SACRAMENTALES
Se llama sacramentales los signos sagrados instituidos por la Iglesia cuyo fin es
preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las
diversas circunstancias de la vida. Entre los sacramentales, las bendiciones
ocupan un lugar importante. Comprenden a la vez la alabanza de Dios por sus
obras y sus dones, y la intercesión de la Iglesia para que los hombres puedan
hacer uso de los dones de Dios según el espíritu de los Evangelios.
42
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1667-1668.
43
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1673.
9
6. ORACIONES PARA IMPLORAR DE DIOS LA CURACIÓN
Si bien san Pablo refiere los «carismas de curación» (cf. 1Co 12, 9.28.30), el
significado del término «carisma» es muy amplio: «don generoso»; entendido
como don concedido a una persona para que obtenga las gracias de curación en
favor de los demás; don concedido por el Espíritu Santo para manifestar la fuerza
de la gracia del Resucitado.45 «Los Padres de la Iglesia consideraban algo normal
que los creyentes pidieran a Dios no solamente la salud del alma, sino también la
del cuerpo.»46
Con estas referencias queremos constatar cómo «la oración que implora la
recuperación de la salud es, por lo tanto, una experiencia presente en toda época
de la Iglesia, y naturalmente lo es en el momento actual. Lo que constituye un
fenómeno en cierto modo nuevo es la multiplicación de encuentros de oración,
unidos a veces a celebraciones litúrgicas, cuya finalidad es obtener de Dios la
curación, o mejor, las curaciones. En algunos casos, no del todo esporádicos, se
proclaman curaciones realizadas, suscitándose así esperanzas de que el mismo
fenómeno se repetirá en otros encuentros semejantes. En este contexto a veces
se apela a un pretendido carisma de curación.
10
atención a la autoridad eclesiástica, a la cual compete vigilar y dar las normas
oportunas para el recto desarrollo de las celebraciones litúrgicas.» 49
Sentimos profundo dolor cuando ciertas celebraciones, no sólo las mal llamadas
«misas de sanación» sino todas las que se mueven en ese contexto, alteran
gravemente el sentido de la vida sacramental de la Iglesia, violan las normas y
disposiciones litúrgicas y afectan la expresión y organización ministerial de las
comunidades.
7. ASPECTOS DISCIPLINARES
49
Ibid., Introducción.
50
Cf. Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos Apostolorum Successores, n. 145: «Como Pontífice
responsable del culto divino en la Iglesia particular, el Obispo debe regular, promover y custodiar toda la
vida litúrgica de la diócesis. Deberá por esto vigilar para que las normas establecidas por la legítima
autoridad sean atentamente observadas y, en particular, cada uno, tanto los ministros como los fieles,
cumpla la función litúrgica que le corresponde y no otra, sin introducir jamás cambios en los ritos
sacramentales o en las celebraciones litúrgicas según preferencias o sensibilidades personales. Compete al
Obispo dictar oportunamente normas en materia litúrgica que obliguen a toda la diócesis, siempre en el
respeto de cuanto haya dispuesto el legislador superior.»
11
disciplinares que en la Instrucción Ardens felicitatis, de la Congregación para la
Doctrina de la Fe,51 se nos ofrecen, a saber:
Art. 1 – Los fieles son libres de elevar oraciones a Dios para obtener la curación.
Cuando éstas se realizan en la Iglesia o en otro lugar sagrado, es conveniente
que sean guiadas por un sacerdote o un diácono.
12
§ 3. Es necesario, además, que durante su desarrollo no se llegue, sobre
todo por parte de quienes los guían, a formas semejantes al histerismo, a la
artificiosidad, a la teatralidad o al sensacionalismo.
Art. 9 – Quienes guían las celebraciones, litúrgicas o no, se deben esforzar por
mantener un clima de serena devoción en la asamblea y usar la prudencia
necesaria si se produce alguna curación entre los presentes; concluida la
celebración, podrán recoger con simplicidad y precisión los eventuales testimonios
y someter el hecho a la autoridad eclesiástica competente.
55
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción El Concilio Vaticano II, acerca de algunos
aspectos el uso de los instrumentos de comunicación social en la promoción de la doctrina de la fe (30
marzo 1992).
56
CONGREGATIO PRO DOCTRINA FIDEI, Epistula Inde ab aliquot annis, Ordinariis locorum missa: in mentem
normae vigentes de exorcismis revocatur, 29 septembris 1985, in AAS 77(1985), pp. 1169-1170.
57
Cf. Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, Auctoritate
Ioannis Pauli PP. II promulgatum, De exorcismis et supplicationibus quibusdam, Editio typica, Typis Polyglottis
Vaticanis, MIM, Praenotanda, nn. 13-19.
13
Art. 10 – La intervención del Obispo diocesano es necesaria cuando se verifiquen
abusos en las celebraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas, en caso de
evidente escándalo para comunidad de fieles y cuando se produzcan graves
desobediencias a las normas litúrgicas y disciplinares.
CONCLUSIONES
5. Ningún fiel laico está autorizado para imponer las manos con fines de curación
y mucho menos para recibir dinero por hacerlo.
58
Cf. Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos Apostolorum Successores, n. 145.
14
7. Deben evitarse celebraciones con unciones a los enfermos el Jueves Santo,
que generan ambigüedades litúrgicas y pastorales. Es mucho mejor,
aprovechar la Jornada anual de los enfermos (el 11 de febrero) o un día
especialmente escogido en Cuaresma o en Pascua, para una celebración de
oración por quienes padecen la enfermedad. Ocasión en la que se puede
administrar también el sacramento de la Unción de los enfermos a quienes lo
necesiten y estén debidamente preparados.
8. No está permitido a los sacerdotes usar el santo óleo de los enfermos fuera del
sacramento de la Unción de los enfermos y mucho menos entregarlo a los
laicos para unciones que producirían presuntas «curaciones».
9. El exorcismo es, ante todo, una oración para ayudar a las personas y no para
dar determinados «poderes» a diversos objetos. Por consiguiente, no se puede
permitir que los llamados «aceite, agua y sal exorcizados», se estén empleando
como objeto de engaño y de negocio por parte de quienes los venden.
Estimados presbíteros y diáconos, redescubramos cada día el don tan grande que
nos ha hecho el Señor del ministerio ordenado, viviéndolo con gozo, en servicio
generoso y humilde a nuestros hermanos, sin pretender otra cosa que no sea el
bien de ellos, dentro de la experiencia de comunión, fidelidad y servicio a la
Iglesia. Las sanaciones que leemos en las páginas de la Sagrada Escritura nunca
están vinculadas con ningún tipo de pago. Jesús, dándoles a sus discípulos el
15
carisma de curar, les dijo: «Ustedes han recibido gratuitamente, den también
gratuitamente» (Mt 10,8).
Que el Espíritu Santo, por intercesión de la Santísima Virgen María, nos regale el
don del discernimiento, para hacer siempre y en todo la voluntad del Padre
Celestial, revelada en su Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Suplicamos para todos
las bendiciones divinas, mientras los saludamos con profundo afecto en el Señor.
16
BIBLIOGRAFÍA
CONC. ECUM. VAT. II, Const. dog. Lumen gentium, sobre la Iglesia.
CONC. ECUM. VAT. II, Const. Sacrosanctum Concilium, sobre la Sagrada Liturgia.
CONC. ECUM. VAT. II, Dec. Presbyterorum ordinis, sobre el ministerio y vida de
los presbíteros.
JUAN PABLO II, Cart. enc. Ecclesia de Eucharistia (17 abril de 2003).
JUAN PABLO II, Cart. ap. Mane nobiscum Domine (7 octubre 2004).
Misal Romano, Renovado por decreto del Concilio Ecuménico Vaticano II,
promulgado por la autoridad del Papa Pablo VI y revisado por el Papa Juan
Pablo II, Edición típica para Colombia, según la Tercera Edición Típica
Latina, Conferencia Episcopal de Colombia, Departamento de Liturgia,
Bogotá, D.C., 2008.
17
Ritual de la Unción y de la Pastoral de Enfermos, reformado por mandato del
Concilio Ecuménico Vaticano II, aprobado por el episcopado español y
confirmado por la Sagrada Congregación para el Culto Divino, Barcelona
7
2000.
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