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La prevención del
delito y la participación
comunitaria en América
Latina: algunos aportes
Ludmila Ribeiro y Rachel Maître
Ribeiro, L., Maître, R. (2010). La prevención del delito y la participación
comunitaria en América Latina: algunos aportes, Serie Documentos de
Trabajo, n.º 2, junio, Consorcio Global para la Transformación de la Seguridad.
Exención de responsabilidad: las opiniones aquí vertidas son de exlusiva responsabilidad del
autor del documento y no representan necesariamente el pensamiento del CGTS o de las
entidades asociadas a esté último
∗ ∗∗
Ludmila Ribeiro y Rachel Maitre
1. Introducción
El concepto de seguridad ciudadana empezó a ser utilizado en América Latina a partir de los
años 90, especialmente, a través los estudios de diversos programas internacionales impulsados por
agencias de cooperación internacional, como por ejemplo, el Banco Interamericano del Desarrollo
(BID); el Programa Ciudades Seguras del UN-Habitat / ONU y del ICPC (Centro Internacional
para la Prevención del Delito); los Programas de prevención del crimen y de la violencia de la
Organización Mundial de Salud (OMS) y de la Organización Pan Americana de Salud (PAHO),
entre otros.
Este concepto de seguridad ciudadana buscaba generar una idea de una seguridad pública
más democrática e integral, dando mayor atención a la prevención, a la participación de nuevos
actores y a la diseminación de la noción de policía comunitaria o, simplemente, de una policía
que compatibilice eficiencia con respeto a los derechos humanos.
∗ Doctora en sociología, master y graduada en administración pública y graduada en derecho. Actualmente es
investigadora del CPDOC de la Fundación Getulio Vargas. Además es representante regional de Altus en Brasil en
conjunto con Centro de Estudios de Seguridad y Ciudadanía (CESEC). Investigadora asociada de la Universidad
de la Florida (EE.UU) y profesora de la Universidad Candido Mendes (Brasil). Sus áreas de interés son: crimen;
justicia criminal y democracia en América Latina y Brasil.
∗∗ Licenciada en Relaciones Internacionales y tiene una Maestría en Ciencias Políticas. Fue investigadora del
Programa de Seguridad Pública de Viva Rio y coordinadora la Red Latinoamericana de Policías y Sociedad Civil
(www.policiasysociedad.org ). Actualmente trabaja en el Comité Internacional de la Cruz Roja para el Cono Sur.
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La prevención del delito y la participación comunitaria en América Latina: algunos
aportes L. Ribeiro/R. Maitre
A pesar de que el desarrollo conceptual se dio desde mediados de los noventa, fue sólo a partir
de la década de 2000 que se impulsaron políticas y programas de esta naturaleza en la región.
Este impulso se vio favorecido tanto por el crecimiento sostenido de las tasas de crimen como
por el consecuente aumento de la tasa ,de percepción de inseguridad.
Frente a ello, los gobiernos han desarrollado diferente iniciativas de intervención„ observándose
principios más técnicos en el diseño de las políticas de seguridad ciudadana. Por ejemplo, hoy se
reconoce la importancia de realizar buenos diagnósticos sobre la violencia y la criminalidad en
el territorio; el análisis de las características de los gobiernos y agentes públicos encargados del
tema y de las características de los vecinos que son afectados por estos problemas.
Durante la última década también se avanzó en generar diagnósticos comparados en el nivel
regional. Para ello, se han utilizado las tasas de homicidio sistematizadas por las organizaciones
de salud, y encuestas de opinión que incluyen en su cuestionario preguntas específicas sobre la vic-
timización en la región. También organismos específicos como UNICRI, han realizado encuestas
de victimización de carácter regional.
Tabla 1. Tasa de homicidios cada 100 mil habitantes en América Latina según país
País 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004
Argentina 4,3 4,1 4,5 4,7 4,7 5,2 5,8 6,9 7,5 7,3 5,8
Brasil 20,2 22,7 23,4 24 24,5 24,7 25,7 26,8 27,4 27,7 25,9
Chile 2,9 3,3 3 2,6 2,8 3 5,2 5,5 5,4 5,3 5,4
Colombia 77,4 64,4 67 60,1 64,2 66 72,2 74,3 77,3 61,3 52,6
Costa Rica 5,6 5,3 5,6 5,8 6 6,5 6,5 6,4 6,6 7,3 6,6
República Dominicana 4,8 4,6 5 6,6 7,8 7,6 5,8 4,6 3,8 5,6 -
Ecuador 11,4 13,4 14 12,3 15,1 14,8 16,6 15,6 15,9 13,5 17,5
El Salvador 45,5 44,7 38 44,2 38,3 35,8 35,1 30,8 32,3 39,6 48,8
Guatemala 20,9 19,6 21,1 28,6 26,2 18,1 19,4 20,3 24,2 28,5 28,5
México 17,3 16,8 15,4 14,1 14 12,4 10,7 10 9,7 9,6 8,8
Nicaragua 5,7 6,3 6,2 5,5 6,5 6,8 7,3 6,8 9,4 10 10,4
Panamá 7,8 10,7 8,9 8,6 9,9 10,4 12,1 11,7 10,4 - -
Paraguay 9,7 10,5 12 10 10,3 9,8 12 11,9 11,2 12 12,3
Uruguay 4,5 4,7 4,4 4,8 5,8 5,4 5,6 4,9 4,5 - -
Venezuela 15,9 15,2 12,8 12,4 17,4 27,1 27,5 30,9 35,8 29,5 30,1
América Latina 20,3 19,8 20,9 20,3 20,9 20,8 22 22,6 23,2 22,3 20,6
Fuente: Waiselfisz (2008)
Desde de los años ’90, el uso de sistemas epidemiológicos de medición han mejorado el registro
de causas de muerte. Ello ha incidido en el aumento de las tasas de asesinato en la región, aún
cuando existen otros fenómenos que inciden también en esta alza.
Por otra parte, también es importante tener en cuenta que las estimaciones de las tasas
de homicidio varían considerablemente dependiendo de si los asesinatos intencionales son o no
separados de otras causas, como por ejemplo las muertes accidentales violentas y o suicidios.
Las definiciones difieren de país en país, a menudo dependiendo de la institución a cargo de
reunir y clasificar los datos. Además, algunas agencias del gobierno manipulan rutinariamente
datos de crímenes no reportados para mostrar el "progreso" en el combate al crimen, alentar a
inversionistas preocupados, o mantener el flujo de ayuda de donantes. La policía también puede
sesgar los datos de homicidio simplemente porque ellos pueden haber participado en hechos de
violencia y abusos en un porcentaje significativo de casos (Prillaman 2003:5). En este sentido,
aún cuando los crímenes son informados, la existencia de corrupción y de archivos con escasa
información llevan a que muchos casos se “pierdan”" durante el procesamiento.
En este contexto, las estimaciones consideradas más válidas y seguras son las calculadas
por la Organización Pan-Americana de Salud (PAHO), la cual se basa en informes de causa de
mortalidad de los sistemas de salud de diferentes países (LaFree, 2007). El sistema de clasificación
que estos países utilizan para informar la causa de muertes sigue generalmente la Clasificación
Internacional de Enfermedades (CIE), elaborada por la PAHO que sufre una revisión regular con
vistas a ser consecuente con las últimas prácticas diagnósticas y avances médicos. En la versión
actual de la décima revisión de la clasificación, los homicidios (ICD-10 X85–Y09) son las muertes
infligidas por otra persona con intención de herir o matar por cualquier medio, excluyendo las
muertes debido a intervención de la policía y operaciones legales de la guerra. Así, para la región
las tasas de homicidio sumariadas en la Tabla 1 revelan variaciones entre países con respeto al
tiempo y la intensidad.
Como se observa en la tabla, algunos países tienen una tendencia al alza, y, en algunos
casos, reversiones notables. Por ejemplo, en 2002, el homicidio en Colombia alcanzó el valor más
alto de la serie: 77,3 homicidios para cada 100.000 habitantes, un valor dos veces más alto que el
registrado en la mayoría de los países denominados como peligrosos en América Latina, como por
ejemplo Venezuela (35,8) y El Salvador (32,3). Desde entonces la tasa de homicidio en Colombia
ha caído bruscamente a 52,6, al revés de El Salvador cuyas tasas han aumentado a 48,8 cada
100.000 habitantes.
Otros países caracterizados por una frecuencia alta de homicidio corresponden a Brasil, El
Salvador, Guatemala, y Venezuela. Mientras que las tasas más bajas de homicidio son las pre-
sentadas por Chile y Costa Rica, donde los valores fluctuaron, pero dentro de un rango reducido.
También es importante subrayar que los niveles de violencia observados en muchos países
son especialmente agudos en zonas urbanas, donde la tasa de homicidio por 100.000 habitantes,
hacia el año 2000, había alcanzado los valores de 158 (Recife, Brasil); 104 (Medellín, Colombia)
y 103 (Ciudad de Guatemala).
Estos valores pueden ser mejor comprendidos a partir del examen de la Figura 1, en la cual,
se ha incluido a ciudades de Estados Unidos como Miami, (con una tasa de homicidio de 9) y
Washington D.C., (con una tasa de 62 homicidios por 100.000), ciudad que posee un grado más
alto de violencia que 12 ciudades latinoamericanas .
Junto a los límites que presenta la medición de la violencia y la criminalidad, existe otro gran
desafío en materia de análisis comparado. Ello refiere al hecho de que muchas veces "crimen" y
"violencia" a menudo son utilizados indiscriminadamente, tanto en la literatura académica como
en el lenguaje corriente. Sin embargo cada concepto refiere a fenómenos distintos. Ni todo crimen
es violento, como en el caso de corrupción, y ni toda violencia es criminal, como en el caso de
matanzas accidentales (Fajnzylber, 2001).
A pesar de que algunas agencias internacionales de desarrollo hacen la distinción entre "cri-
men" y "violencia", ello no siempre es así y “el manejo de los conceptos es bastante elástico”
Prillaman (2003: 5).
Otro aspecto interesante de destacar como desafío en materia de medición se relaciona con las
fuentes de información. En términos muy generales, los datos de crimen que pueden ser reunidos
en tres categorías: 1) los datos "oficiales", que se refieren a la información recolectada por agentes
legales, 2) "auto reportes", provenientes de las encuestas de victimización; 3) los datos de la salud,
que son reunidos por las agencias hospitaleras a partir de las atenciones de víctimas de delito.
Dada la ausencia de medidas estandarizadas y exactas sobre criminalidad basadas en informes
de la policía, los analistas dependen típicamente de estimaciones elaboradas a partir de los
sistemas de información de la salud, lo que presenta sus propias ventajas y las limitaciones.
Algunas de ellas corresponden a información policial que tienen generalmente una tasa más baja
que las tasas de salud (dado que una elevada tasa de crímenes no es reportada a la policía).
Otra forma de medir la tasa de no reporte de crímenes a la policía es a través de las encuestas
de victimización. Al comparar la cantidad de crímenes informados a la policía con el número
de hechos reportados por la población en estas encuestas, se constatan generalmente grandes
diferencias (siempre es menor el delito denunciado que la victimización reportada por los encues-
tados). Una de las explicaciones posibles en este caso refiere al hecho de que sobre la tasa de
denuncia incide el grado de confianza pública que tiene la ciudadanía en las agencias de seguri-
dad y justicia. Es estimado que en Latinoamérica solamente 15 % a 30 % de todos incidentes de
violencia es informado (Rubio, 1998).
Frente a la limitación de las estadísticas de la policía y al hecho de que las cifras del sistema
de salud se refieren solamente a los casos de homicidio, para la elaboración de los diagnósticos
acerca de la situación del delito en la América Latina los analistas con frecuencia utilizan diversas
encuestas de opinión disponibles (Gaviria y Pagés, 1999).
Aunque menos rigurosas que las encuestas de victimización, algunos sondeos de opinión pro-
porcionan datos comparables que pueden estar en el análisis relativo. Dos de estas fuentes de
información tienen una importancia destacada para este estudio, por congregar datos de diversos
países latinoamericanos. Son ellas: el Barómetro de las Américas y la encuesta Latinobarómetro.
Los datos del Barómetro de las Américas son proporcionados por el Proyecto Latinoamericano
de Opinión pública (LAPOP), administrado por Mitchell Seligson, politólogo de la Universidad
de Vanderbilt. Los datos generados por LAPOP incluyen informaciones sobre países latinoame-
ricanos y sobre los Estados Unidos, aunque el tamaño de la muestra de EE.UU sea más pequeño
que los casos de América Latina. La disponibilidad de datos sobre diversos países latinoamerica-
nos y EE.UU a base de un mismo instrumento proporciona una oportunidad extraordinaria de
comparar los dos contextos.
Las mediciones realizadas por el Barómetro de las Américas se encuentran disponibles para 12
países y se refieren al año 2004, 2006 y 2008. En cada país fueran interrogadas, en promedio 1.200
personas. La pregunta foco del análisis es: "¿Ha sido usted víctima de algún acto de delincuencia
en los últimos 12 meses?” Utilizando las respuestas de los interrogados es posible percibir que,
mientras 10 por ciento de la muestra en Estados Unidos indicó haber sido víctima en el año
anterior, en América Latina fue el 18,5 % (Tabla 2) para el año 2006.
Los datos del Barómetro de las Américas no parecen presentar un cuadro muy distinto al que
muestran las tasas de homicidio. Algunos países poseen una tasa muy superior a la media de la
región mientras otros poseen una tasa similar al escenario norte-americano. La excepción, en este
caso es Chile que poseé una baja tasa de homicidio, pero una alta tasa de victimización por otros
delitos. Esta constatación es substancial en el sentido de enfatizar la importancia de considerar
fuentes distintas para la elaboración de un buen diagnóstico de la situación de la criminalidad y
de la violencia en la región. Si el diagnóstico es basado en solamente un tipo de dato, se corre el
riesgo de presentar un escenario no muy compatible con la realidad.
Otra fuente de información para la construcción de un diagnóstico de la situación de violencia
y criminalidad en la región latino-americana es Latinobarómetro. Esta encuesta es financiada por
múltiples fuentes, de los sectores privados y públicos, con participación significativa de organiza-
ciones internacionales como el Banco Inte-americano de Desarrollo (BID), la Unión Europea, y
el Programa del Desarrollo de Naciones Unidas (UNDP).
Casi todos los años desde 1995, Latinobarometro ha aplicado cuestionarios a más de 1.200
individuos seleccionados aleatoriamente entre residentes de México y todas las naciones de Centro
y Suramérica, menos Belice, Surinam y Guyana. El diseño de muestra de las inspecciones del
Latinobarometro varía ligeramente de un país a otro. Todos diseños de la muestra utilizan cuotas
para asegurar la representación por género, por nivel socioeconómico y por edad, aunque áreas
urbanas queden sobre representadas (Gaviria y Pagés 1999).
Las mediciones realizadas por Latinobarómetro son una de las pocas fuentes de datos compa-
rables para los países de América Central y del Sur, constituyéndose como la base de numerosos
estudios acerca de las actitudes políticas.
Por su parte Latinobarómetro pregunta al individuo si él o alguien de su familia ha sido
asaltado, atacado o víctima de un crimen en los últimos doce meses, pregunta que es diferente
en comparación con el Barómetro de las Américas. La proporción de demandados en cada país
que contestó esta pregunta afirmativamente es presentada en la Tabla 3.
Es evidente que el cambio en la pregunta tiene reflejos directos en la cualidad de la respuesta:
en el caso del Latinobarometro, la respuesta afirmativa no ocurre sólo si la persona ha sido
víctima de un crimen, sino que también si algún pariente lo ha sido. La ausencia de marcas de
seguimiento torna imposible saber si el incidente criminal registrado ocurrió al demandado, a un
Años
País 1996 1997 1998 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006
Argentina 9% 14 % 12 % 14 % 16 % 10 % 12 % 18 % 30 % 24 %
Bolivia 8% 18 % 19 % 20 % 13 % 7% 7% 1% 8% 2%
Brasil 10 % 17 % 15 % 17 % 30 % 28 % 20 % 14 % 12 % 15 %
Colombia 29 % 15 % 13 % 11 % 49 % 4% 5% 40 % 7% 40 %
Costa Rica 14 % 28 % 22 % 30 % 28 % 27 % 23 % 13 % 17 % 19 %
Chile 23 % 18 % 13 % 9% 14 % 15 % 19 % 22 % 32 % 23 %
Ecuador 11 % 21 % 21 % 29 % 19 % 8% 6% 4% 18 % 7%
El Salvador 20 % 16 % 13 % 16 % 32 % 27 % 28 % 19 % 29 % 44 %
Guatemala 17 % 15 % 8% 15 % 28 % 21 % 24 % 24 % 46 % 41 %
Honduras 9% 20 % 17 % 14 % 21 % 17 % 28 % 15 % 27 % 30 %
México 12 % 29 % 32 % 26 % 28 % 17 % 16 % 15 % 29 % 19 %
Nicaragua 7% 7% 16 % 17 % 11 % 4% 8% 3% 3% 2%
Panamá 13 % 9% 15 % 10 % 15 % 7% 11 % 6% 5% 19 %
Paraguay 16 % 14 % 20 % 28 % 17 % 15 % 15 % 12 % 26 % 12 %
Perú 13 % 9% 7% 7% 11 % 5% 5% 2% 21 % 10 %
Uruguay 12 % 8% 7% 7% 9% 5% 4% 2% 28 % 8%
Venezuela 14 % 33 % 32 % 13 % 35 % 16 % 11 % 15 % 33 % 41 %
América Latina 14 % 17 % 17 % 16 % 22 % 13 % 14 % 13 % 22 % 21 %
Dado que se incluyen a otros miembros de la familia en la medición, los datos del Latino-
barómetro también definen la experiencia del crimen dentro de las redes afectivas de la vida
doméstica. La medida captura así las consecuencias subjetivas de un acontecimiento amenazante
que puede haber ocurrido al encuestado, o a otro individuo suficientemente próximo para que
tenga un impacto en él. Sin duda ello es muy significativo puesto que, y comparado a una me-
dida que restringe la victimización al individuo, (como el Barómetro de las Américas), ampliar
el alcance del indicador para incluir a miembros de la familia permite reflejar mejor los efectos
emocionales de victimización.
Por último, es importante subrayar que el Latinobarómetro agrega información muy intere-
sante puesto que relaciona la preocupación ciudadana por la delincuencia con las consecuencias
corrosivas del crimen y del temor por cuanto mide las actitudes„ los valores, y las preferencias
de los ciudadanos en relación a la democracia, la confianza en el sistema político y la confianza
interpersonal. (Wood, Gibson y Ribeiro, 2009).
Más allá de las limitaciones metodológicas que existen en la región para analizar el delito y la
violencia de manera comparada, a partir de la presentación de todas estas fuentes de información,
es posible concluir que la violencia urbana se ha vuelto uno de los mayores problemas de América
Latina desde el inicio de los años 90.. Con esto, el problema también pasó a constituir una
de las más grandes preocupaciones de los ciudadanos. Frente a ello, se evolucionó desde una
mirada punitiva de la seguridad pública a un enfoque mas integral, que se ha materializado en
la región a través de formas innovadoras de prevención del delito basadas en la participación de
los ciudadanos.
“i) medidas integrales focalizadas en aquellos factores de riesgo con más incidencia
en hechos de violencia delictual; ii) medidas de control policial de corto plazo que
actúan sobre fenómenos concretos e incluso por tiempo limitado, con reformas de
los sistemas judicial, policial y penitenciario que requieren de consensos políticos
y sociales; iii) medidas preventivas acompañadas de seguimiento policial como el
control del porte de armas y del consumo de alcohol y drogas; iv) medidas preventivas
primarias, que intentan cambiar actitudes, normas y comportamientos sociales de la
población en general; y v) medidas preventivas secundarias, orientadas a grupos de
alto riesgo, como hombres jóvenes que hayan sido testigos o víctimas de violencia
cuando niños.” Arriagada y Godoy (2000: 119).
Fue a partir de la comprensión del delito como producto de una serie de factores distintos, que se
empezó la difusión de la idea de construcción de políticas de seguridad pública más democrática,
con una mayor atención en medidas orientadas a la prevención. Luego de ello, se viabilizó el
surgimiento de nuevos actores, el desarrollo de modelos de policía comunitaria o, simplemente,
de una policía que compatibilizase eficiencia con respeto a los derechos humanos. Todos son
síntomas de este nuevo período de debate y cambio de paradigma del quehacer público en esta
materia (Cano, 2006). Así, en diferentes países, se avanzó desde enfoques basado en la punición a
modelos más integrales y holístico en el abordaje de la delincuencia, que conjugarían iniciativas
de control y prevención basada en los siguientes elementos:
2) Desarrollo de políticas sociales que actúan como elemento de disuasión para el ingreso
en la criminalidad por parte de algunas poblaciones, especialmente los jóvenes.
Todos estos conceptos e ideas fueron reunidos en el término “seguridad ciudadana”, que ha servido
para clasificar las políticas que en la región latinoamericana buscan la prevención del delito a
partir del uso de mecanismos de la participación comunitaria.
Esta distinción conceptual es importante porque, según Araya (1999), no se debe confundir la
prevención del delito con su control. La primera se dirige fundamentalmente al origen de la
criminalidad con un alcance general; mientras que el segundo, no estudia las raíces del problema
sino que opera sobre los hechos delictivos ya ocurridos.
En la región, estas iniciativas, tienen una fuerte perspectiva de prevención del delito a partir
de la participación comunitaria. Esto no significa que en este escenario no haya políticas de
control del delito (con o sin la participación comunitaria). Pero lo que es considerado como gran
Prevención Pretenden reducir las oportunidades de que ocurran crímenes o Son políticas en las cuales los vecinos confeccionan el mapa del
Situa- actos de violencia en determinados espacios, incidiendo delito en el barrio -conforme a un modelo facilitado por el
cional directamente sobre estos. La meta es la modificación del medio gobierno de la ciudad-. Este mapa sirve para conocer
ambiente para hacerlo menos susceptible a la comisión de configuración del barrio, detectar los principales focos de
delitos. Por detrás de este modelo está la teoría de las inseguridad, determinar las situaciones y espacios propicios
oportunidades, que resalta la importancia no de cambiar al para los actos delictivos. Sirve también para advertir a las
agresor potencial sino de reducir las opciones para que lleve a víctimas potenciales señalando lugares de riesgo, como salidas
cabo la conducta violenta o delito. de bancos, terminal de autobuses, calles con antecedentes de
arrebatos o robos de casas (Pegoraro, 2003)
Son intervenciones que buscan cambiar las condiciones de vida Según Cano (2006), algunos ejemplos comunes de prevención
de personas con alto riesgo de desarrollar comportamientos social son los siguientes: a) proyectos educativos, para aumentar
agresivos o delictivos, con el objetivo de disminuir este riesgo. la escolaridad de los jóvenes y evitar el abandono escolar,
Parten del entendimiento de que el crimen esta directamente aumentando así las opciones profesionales y personales de los
relacionado a las condiciones de vida del individuo, tales como posibles delincuentes; b) proyectos de formación en ciudadanía
desintegración y violencia familiar, desempleo, deserción —con diversos sub-temas específicos— para jóvenes de áreas de
escolar, frustración, descomposición social, marginalidad, abuso riesgo, de forma que ellos ejerzan un liderazgo positivo en sus
de drogas y alcohol y tenencia de armas. En regla, contemplan comunidades y se conviertan en agentes catalizadores contra la
tres niveles de intervención: violencia; c) proyectos culturales y recreativos dirigidos a la
juventud; d) proyectos de salud; e) proyectos que dan apoyo
jurídico y administrativo a personas no acostumbradas a lidiar
con los mecanismos del Estado; f) proyectos de asistencia social
o de trabajo comunitario; g) campañas de educación pública en
temas como la violencia doméstica o la resolución de los
conflictos a través de mediaciones; h) centros de acogida para
víctimas de la violencia (violencia doméstica, etc.).
Prevención (i) Prevención primaria: dirigida a la población en general Programas de atención universal que cuentan con la
social participación comunitaria como un mecanismo para facilitar la
coordinación de las múltiples actividades del Estado en el área
de seguridad pública. La participación se hace en gran medida
desde un ámbito local y con una definición territorial específica;
por lo tanto genera un impulso singular, y es más sencillo lograr
la cooperación entre los organismos que, de otro modo, nunca
logran ponerse de acuerdo en las oficinas ministeriales. Como la
comunidad tiene un foco de acción determinado en su territorio,
puede lograrse que allí converjan las intervenciones y no se
duplican esfuerzos (Briceño – León, 1998)
(ii) Prevención secundaria: destinada a los grupos de riesgo de Consiste en el desarrollo de medidas encaminadas a modificar
sufrir o cometer actos violentos aquellas situaciones socio-culturales que favorezcan la violencia,
tales como (Díaz Atienza, 2001): a) Establecimiento de normas
anti - violencia claras, lógicas y de aplicación no arbitraria. b)
Desarrollo de programas en los cuales la población enseñe a los
niños habilidades pro-sociales; c) Desarrollo de sentimientos de
cooperación y solidaridad entre los vecinos o miembros de la
comunidad; d) Actuación inmediata de la comunidad ante los
actos violentos encaminando la situación hacia la institución
estatal o comunitaria que mejor pueda resolverla.
(iii) Prevención terciaria: tiene como meta aliviar la situación Son las políticas dirigidas a los ofensores y que dependen de la
de las víctimas de la violencia o ayudar en la reinserción social participación de la comunidad para garantizar que el individuo
de los autores. no cometa delitos nuevamente. Son acciones que visan a la
resocialización, la rehabilitación social o la reintegración social
y explícitamente tienen su eficacia condicionada al
involucramiento de los residentes locales (Rubio, 2007).
Prevención Constituyen iniciativas en las que el poder local actúa a través Son los casos de experiencias de policía comunitaria —que en la
Policial de una fuerza policial para que ésta, a través del patrullaje en actualidad es el paradigma más notorio de prevención policial-,
la calle, de la policía comunitaria o de algún otro mecanismo, mientras las políticas de esta naturaleza son casi siempre
ayude a reducir la incidencia criminal. Estos programas iniciativas de las autoridades de seguridad pública y no de la
dependen, obviamente, de la capacidad de las instancias locales propia población como ocurre con las políticas de otros tipos.
de articular fuerzas policiales.
Son los programas de policía comunitaria, los cuales comprenden desde esfuerzos por
mejorar la imagen pública de la policía hasta profundos cambios estructurales y
operativos para mejorar la colaboración entre la comunidad y la policía en la
identificación y resolución de problemas. Según Neild (2002), los mejores programas
de policía comunitaria asignan a la comunidad un papel sustancial: colaboración con
Relación
la policía para identificar problemas de seguridad, priorizar las necesidades, y
policía-comunidad
responsabilizar a la policía a darles seguimiento a las demandas presentadas por la
comunidad. Como consecuencia directa, todos estos programas incluyen la promoción
de mejorías en las relaciones entre ambas partes (policía y comunidad), dando a la
comunidad motivos para confiar en la policía y cooperar con ella.
Son los mecanismos de organización que de acuerdo con Dammert (2005) son
conocidos como “guardias urbanas” o “rondas ciudadanas”, las cuales emulan de los
“neighborhood watch” (vigilancia barrial) desarrollados en los Estados Unidos. Según
Salazar (2002), para los sectores populares urbanos existen respuestas proactivas, que
Organización requieren la participación más o menos organizada de los habitantes, sobretodo por
comunitaria de acciones la incapacidad para financiar mecanismos de autodefensa cuyo costo deriva de la
de vigilancia utilización de personas ajenas a la comunidad o del levantamiento de ciertas
estructuras. Son iniciativas que descansan en el esfuerzo de los vecinos; sin embargo,
se conocen algunas formas multi-agenciadas impulsadas por los gobiernos regionales
y municipales.
Son las iniciativas que tienen como objetivo mejorar la calidad de vida de los
ciudadanos residentes de un espacio determinado. La perspectiva es que la mejoría de
estos aspectos tiene impacto directo en la prevención del delito porque limita el
aspecto de desorganización. Esta puede ser entendida como una derivación de la
Trabajo en espacios corriente de la teoría de las ventanas rotas (Wilson y Kellin, 1995) y por esto su
públicos énfasis recae sobre políticas como: iluminación, desarrollo de espacios verdes,
administración de espacios deportivos, dentro de otras. Tienen como elemento
distintivo el rol activo de la comunidad en su realización, diferenciándose de aquellas
desarrolladas únicamente por los gobiernos locales o nacionales.
Vigilancia Buscan proveer Los vecinos se Los vecinos son los Comisaría
comunitaria tranquilidad al organizan para vigilar principales actores de la Modelo de San
barrio a través de los espacios públicos iniciativa. Pueden organizarse Miguel, Lima,
vigilancia y donde más se cometen de forma espontánea o ser Perú.
control delitos o aquellos incentivado por los
puntos críticos. Pueden responsables policiales del
organizarse rondas local.
vecinales o sistemas de
alerta en caso de ser
testimonio de un delito.
Esta afirmación permite formular una serie de preguntas: ¿Qué país ha implementado políticas
de esta índole? ¿Cuáles son los principales mecanismos que cada país ha utilizado en diversos
programas y proyectos? ¿En qué medida estas iniciativas pueden ser replicadas en otras regiones?
Con el objetivo de contestar estas preguntas, las principales políticas de prevención del delito
con participación comunitaria que se han llevado a cabo en algunos países de América Latina
han sido esumidas en el cuadro siguiente. Este tiene como objetivo subrayar los principales
mecanismos o técnicas empleados por cada una de estas políticas con el propósito de permitir su
replicación en otros países.
Las iniciativas descritas en las tablas anteriores son ejemplos de los programas y proyectos
que se encuentran en la región bajo la terminología de prevención comunitaria del delito. Este
cuadro no tiene la pretensión de ser un inventario exhaustivo, sino que más bien una ilustración
de las tipologías propuestas.
Tiene además, el objetivo de proporcionar a los formuladores de políticas públicas algunos
elementos para la construcción de iniciativas y proyectos de prevención, teniendo como base la
realidad de los otros países. Pero es importante subrayar que los proyectos para ser efectivos
necesariamente son adaptados a una situación local particular.
Buscan reducir la presencia de uno de Entrega voluntaria de armas de ciudadanos al go- La presencia de líderes comunitarios o personas Brasil
Campañas de los principales vectores de violencia y bierno. En algunos países se cuenta con algún ti- de confianza en el acto de la entrega inspira con- El Salvador
desarme criminalidad, a partir de la constata- po de recompensa para esta entrega. fianza y seguridad a los ciudadanos, que a me-
aportes
ción de que la mayoría de los delitos nudo temen entregar armas a la policía o al go-
fatales en la América Latina ocurren a bierno en los cuales no confían. En este sentido,
partir del uso de la arma de fuego. La las organizaciones comunitarias y las estructuras
perspectiva enfatizada en estas campa- sociales locales (las iglesias en particular) pueden
ñas es que las armas de fuego, al con- también servir de lugares de recolección.
trario de que se imagina, no son capa-
ces de garantizar la seguridad de los
ciudadanos y en algunos momentos se
convierte en una amenaza.
Buscan desarrollar habilidades en reso- Centros de asesoría jurídica y mediación de con- Personas respectadas y líderes del barrio difun- Balcão de Directos
Mediación de con- lución pacífica de conflictos para evitar flictos son abiertos en los barrios, que permiten den entre los vecinos la existencia de los centros (Brasil) ; Jamaica ;
flictos que se recurra a la violencia. a los residentes encontrar soluciones y concluir y inspiran confianza a los que temen recurrir a Escuelas Efectivas y
a
acuerdos para superar de forma pacífica conflic- sistemas formales de resolución de conflicto. Ade- Solidarias (Salvador,
tos familiares, laborales y de vecindad. más, pueden ser capacitados para contribuir a la El Salvador)
mediación de conflictos in situ, o sea fuera del
centro de mediación.
Buscan la prevención del delito y de “Tarjetas ciudadanas”: con de un lado un pulgar Los ciudadanos son los protagonistas y los princi- Bogotá (Colombia)
Acciones de con- la violencia a través de la regulación hacia arriba y del otro un hacia abajo, las tarje- pales destinatarios de estas acciones, impulsadas
vivencia y cultura interpersonal pacífica y la intervención tas repartidas en centenas de miles de ejemplares por el gobierno de la ciudad. Sólo se recurre a
de las autoridades centrada en la edu- permiten a cualquier ciudadano regular el com- la autoridad en caso de resistencia a la regula-
ciudadana
cación. portamiento de otros de manera pacífica. Ade- ción horizontal de ciudadano a ciudadano. Estas
más, mimos permiten regular el transito, usando acciones se diferencian de los proyectos de vigi-
la vergüenza y trasformando la intervención de lancia comunitaria citados encima porque bus-
19
L. Ribeiro/R. Maitre
La prevención del delito y la participación comunitaria en América Latina: algunos
a En este caso el proyecto de mediación de conflicto tiene lugar directamente en escuelas de comunidades pobres y áreas violentas. Se trata entonces de una iniciativa de prevención social
segundaria, pues atiende a adolescentes y jóvenes susceptibles de ser reclutados por pandillas.
La prevención del delito y la participación comunitaria en América Latina: algunos
aportes L. Ribeiro/R. Maitre
Buscan evitar la
comisión de
nuevos delitos Al cumplir la pena en
proponiendo la cárcel, los infractores Jefes de pequeñas empresas y
Medidas alternativas al son dejados en libertad profesionales de todos los
alternativas a la encarcelamiento y prestan servicios a la ramos son imprescindibles
Brasil, Uruguay,
(constatando los comunidad, lo que les para que se pueda capacitar
prisión y Argentina,
altísimos índices permite al mismo laboralmente a los
prestación de México.
de reincidencia tiempo capacitarse infractores, dándoles la
servicios a la entre ex-presos) y laboralmente con vistas oportunidad de integrarse de
comunidad preparándolos a encontrar empleo al hecho a la sociedad.
para su final de su pena.
(re)inserción
laboral y social.
Constatando los
altísimos índices
de reincidencia La comunidad participa
entre ex-presos, buscando evitar estigmatizar
estos proyectos al infractor, con vistas a
buscan evitar el Atención psicológica, permitir su reinserción
Proyecto de
encarcelamiento y jurídica y social al laboral y social. En el caso en
Justicia Juvenil
permitir la infractor. Organización que el infractor sea menor de
Restaurativa,
(re)integración de encuentro con la edad, el proceso de justicia
Terre des
del infractor a la víctima para firmar restaurativa será acompañado
Hommes, Lima,
Justicia comunidad para acuerdo de reparación y por un o varios adultos
Perú; Justiça
restaurativa prevenir la reconciliación. responsables. En algunos
para o Século 21,
comisión de un Monitoreo del casos, las escuelas son
Rio Grande do
nuevo delito. cumplimiento del directamente involucradas en
Sul, Brasil.
Buscan además acuerdo. el proceso señalando los casos
aliviar la de violencia en sus muros
situación de la para el encaminamiento al
víctima a través proyecto.
de reparación y
reconciliación.
Servicios prestados en
conjunto a la
Buscan
comunidad como un
responsabilizar
todo, en reparación a
un grupo de
los daños causados por Los vecinos señalan los daños
infractores (en
el delito o la violencia causados por el grupo
general un grupo
cometida. Las delincuente, y proponen una
de jóvenes
actividades realizadas forma de reparación que les Asociación
ex-pandilleros) y
pueden ser directa o parezca justa y suficiente. Es Martin Luther
prevenir la
Reparación a la indirectamente muy importante que los King, El
comisión de
comunidad vinculadas a los daños : vecinos lleven seriamente el Agustino, Lima,
nuevos delitos a
restauración y limpieza proceso y se involucren para Perú.
través de acciones
de plazas o espacios que éste pueda realmente
de reparación que
públicos deteriorados, contribuir a la vuelta de la
marcan su deseo
organización de paz en el barrio.
de cambio y de
conmemoraciones
reconciliación con
colectivas para
la comunidad
Navidad, el Día de la
Madre, etc.
Buscan establecer un espacio Reunión de los vecinos o sus Los vecinos participan directamente son su Comités de Prevención
Consejos comunitarios de de diálogo fluido entre los representantes con los representantes presencia en los consejos o indirectamente Social del Delito, Nicaragua,
seguridad / prevención del vecinos y las instituciones de las instituciones, los gobernantes comunicando sus demandas a sus Consejos Comunales de
locales, en particular la electos y los responsables de la policía representantes. Éstos tienen por misión: traer Seguridad, Chile ; Comités
delito
policía al nivel local con vistas a intercambiar las demandas de los ciudadanos del barrio, Locales de Prevención de la
información, determinar las informar la policía sobre los lugares y Violencia y Delincuencia, El
aportes
Defensoría de policía / Buscan, tras las denuncia de Las defensorias (Ombudsman) tienen La población tiene el papel fundamental de Brasil, Chile, Argentina,
Ombudsman la comunidad, como misión la recepción de denuncias hacer las denuncias y demandar a los órganos Peru.
responsabilizar los policías de abusos cometidos por policías, públicos una investigación o un tratamiento de
que no cumplen su papel de garantizando si fuera preciso el la denuncia, para que el policía pueda ser
agente de la ley, practicando anonimato del denunciante. Las responsabilizado.
crímenes o delitos en el área denuncias son encaminadas a los
que deberían proteger. Departamentos de Asuntos Internos
para ser investigadas y la defensoría
acompaña esta investigación.
Foro Metropolitano de Buscan conectar los gestores Los foros tienen el objetivo de planear La población tiene el papel de indicar cuáles Brasil; Colombia.
Seguridad Pública de la seguridad pública iniciativas conjuntas e intercambiar son las acciones prioritarias de su barrio.
(secretarios, jefes de la experiencias e informaciones.
policía) y la población
Buscan recibir denuncias Es un órgano compuesto por La comunidad participa en la elaboración de Brasil; Colombia.
Consejo Municipal de sobre violaciones a los miembros de diversas secretarías mapas de la violencia sobre el riesgo de cada
Derechos Humanos derechos humanos y municipales y por la sociedad civil con zona de la ciudad.
articular políticas públicas el objetivo de coordinar de forma más
22
L. Ribeiro/R. Maitre
La prevención del delito y la participación comunitaria en América Latina: algunos
Justamente por la particularidad local, muchas iniciativas combinan distintos enfoques pre-
ventivos, desde su diseño y dan lugar a composiciones únicas siempre dinámicas y susceptibles de
ser enriquecidas con nuevos aportes. Así por ejemplo, en el área metropolitana del Distrito Fe-
deral brasileño, después de constatar que la mayor parte de los hechos delictivos eran cometidos
durante la noche, el proyecto “Deporte a medianoche” decidió proponer talleres deportivos entre
las 23:00 y las 02:00 am de la madrugada. De la misma manera, el programa “Escuela Abierta”,
inaugurado en Pernambuco y ahora extendido a diversos estados de Brasil, propone actividades
culturales y deportivas en las escuelas públicas durante los fines de semana con el objetivo de
evitar que la falta de opciones de diversión lleve a los adolescentes al delito o al consumo de
drogas.
Otro caso interesante de destacar corresponde a los centros comunitarios multifuncionales,
que proponen talleres artísticos o deportivos junto con un núcleo de apoyo jurídico y lugares
de reunión para los residentes del barrio, y que se vuelven “santuarios de paz” donde no se
registran hechos violentos, lo que muestra cómo espacios públicos compartidos y valorizados por
los residentes son menos susceptibles de ser escenario de violaciones a la ley.
elemento de prevención del delito es que hay pocas reglas generales y muchísima diversidad.
En efecto, la adecuación, tanto de las características del proyecto como de las modalidades de
la participación ciudadana a las condiciones sociales de cada comunidad es indispensable para
el éxito de cualquier iniciativa. Cada contexto determina el tipo de intervención y formas de
participación diferentes, las que a su vez modifican el territorio y sus necesidades. Este proceso
que es dinámico permite la tanto transformación social como la prevención más efectiva del delito.
Sin embargo, dentro de este cuadro de necesaria adecuación local de toda intervención, existen
algunos elementos comunes en torno a la participación ciudadana que deben ser subrayados aquí.
En primer lugar, para el éxito de cualquier intervención, la activa contribución de los residentes
a la elaboración del diagnóstico inicial es imprescindible. El fundamento práctico de las políticas
de prevención comunitaria del delito es que nadie conoce mejor el problema del crimen en un
área que la propia comunidad afectada por ello. Es la instancia más adecuada para apuntar los
sitios, los tiempos, las personas y, en algunas situaciones, las causas de ocurrencia del delito.
Los residentes conocen no sólo los lugares y horarios peligrosos, sino que también las condiciones
familiares y sociales en las cuales viven los infractores o jóvenes en riesgo, entienden las causas
implícitas de muchos actos de violencia, saben diferenciar entre los criminales reincidentes y los
adolescentes en busca de aventura y reconocimiento. En pocas palabras, tienen un diagnóstico
arreadle vecindario - o de la temática - que estadísticas o informaciones de otro tipo difícilmente
pueden sustituir. La elaboración del diagnóstico de la situación de criminalidad debería ser la
primera actividad de cualquier iniciativa de prevención, pero usualmente se realiza en el momento
en que la movilización comunitaria es más débil. Por razones históricas vinculadas a regimenes
represivos, guerras civiles y baja reputación de las instituciones del Estado - y en particular de las
agencias responsables de la mantención del orden – los ciudadanos muchas veces temen juntarse
con la policía, o de forma general desacreditan al Estado como interlocutor y no creen que este
esté disponible para tomar su voz en cuenta.
La participación en el diagnóstico local y en el diseño de las intervenciones está muchas veces
dominada por ‘supuestos representantes de la comunidad’ o por ‘grupos de interés’ poco represen-
tativos del conjunto de los vecinos y de las necesidades más generales del barrio. A esa situación
se suma además la posible cooptación de movimientos sociales por grupos políticos, que facilita
más aún la monopolización de los espacios de diálogo por unos pocos “líderes” autoproclamados
o grupos más articulados que pretenden representar al conjunto de la población.
Es así como, la ausencia o la baja calidad de participación comunitaria puede llevar a que la
política de prevención tenga focos de intervención que no corresponden a la realidad del fenómeno
de violencia y el delito que se presentan realmente en cada vecindario.
Sin embargo, en un proceso auténticamente orientado a la prevención del delito en una región,
estas distorsiones pueden ser corregidas durante el proceso de implementación del proyecto gracias
al proceso de monitoreo de las acciones y de sus resultados. El monitoreo y la evaluación son
de hecho otras fases del proyecto que no pueden prescindir de la participación comunitaria. Así,
sólo bajo la condición de que los responsables de la intervención sean representantes del gobierno
local, activistas sociales o un grupo de residentes se asegura que es posible incluir progresivamente
a todos los grupos relevantes en los espacios de participación ya sea en el diagnóstico, monitoreo
y evaluación .
En todos los casos, cualquiera sean las condiciones iniciales, los objetivos y las modalidades de
que ella pueda hacer uso de los espacios de participación comunitaria de forma constructiva,
adecuada, y verdaderamente libre. Sino, se corre el riesgo que se instauren diálogos de sordos
entre los ciudadanos y las instituciones lo que sólo aumentará la frustración de los primeros, sin
necesariamente impactar sobre el quehacer de los propios agentes públicos.
Por otro lado, es importante también tomar algunos cuidados respecto al imperativo de la
participación en materias de prevención. Lo “participativo” y lo “comunitario” se han vuelto adje-
tivos obligatorios, acoplados a toda política pública actual sin que haya siempre la real voluntad
política de dar sentido a esa etiqueta. Lo que ocurre muchas veces es que esta adjetivación es
simplemente una manera de legitimar políticas previamente decididas: el plano de intervención ya
está escrito al llegar en el barrio, incluso comprende momentos de “consultas con la comunidad”,
que ya no pueden tener ningún impacto sobre el contenido de la iniciativa ya definida. Ello sin
duda lleva a la frustración y a la desconfianza hacia las instituciones por parte de la comunidad,
lo que resultará ser contra-producente para el gobierno local, y pondrá en jaque la intervención
como un todo, a pesar de sus eventuales buenas intenciones.
Asimismo, el imperativo participativo puede servir al Estado para legitimar su inmovilismo
y librarse de sus obligaciones. Alegando la pasividad y el desinterés de la población, que supues-
tamente trataron sin éxito de movilizar, las autoridades locales justificarían así a posteriori el
abandono de un área.
Por último, la definición de prioridades por el Estado en temas de seguridad y combate a la
violencia es un desafío central en la mayoría de los países de la región. Iniciativas variadas han
surgido de forma muchas veces descoordinada, y en diversas situaciones, el escaso compromiso
del Estado ha impedido que la política sea exitosa a largo plazo. Además, como muchas veces
el Estado obliga a la población a participar, por ejemplo a partir de la creación de consejos
comunitarios, la participación es formal pero no produce procesos sinérgicos dado que muchas
veces los ciudadanos no se sienten parte del proceso.
Por lo tanto, se trata de intentar combinar las demandas de los ciudadanos, el conocimiento
que ellos poseen sobre la realidad en términos de la dinámica criminal con las competencias y
prerrogativas de los órganos estatales, sin establecer que el derecho a la participación es una
obligación de los residentes de un área específica.
Así, las políticas de participación comunitaria no deben ser entendidas como un intento del
Estado en liberarse de sus competencias y de sus atribuciones. En otras palabras: no se trata
de disminuir el compromiso del Estado y traspasarlo a la comunidad. Las agencias estatales
deben continuar siendo las reguladoras principales de la seguridad ciudadana en la democracia,
articulando las voces y acciones de los diferentes actores.
El papel de las instituciones a nivel local aparece claramente cuando se analiza la falta de
continuidad que muchas veces caracteriza a los programas de prevención. Iniciativas de grupos
de vecinos para articularse y prevenir la criminalidad por sus propios esfuerzos pueden adolecer
de deficiencias técnicas y nunca llegar a garantizar el grado de homogeneidad, articulación y
sustentabilidad que un programa público bien aplicado podría proporcionar. Sin embargo, los
programas nacionales no suelen alcanzar el grado de universalidad con que son concebidos y
los riesgos de interrupción también son permanentes. Así, una estrategia para garantizar la
continuidad de estos programas es establecer asociaciones público-privadas al nivel local, que
contribuyan para que la acción de los vecinos sea continuamente motivada.
Además, muchas veces las intervenciones públicas logran éxito en un territorio pero empeoran
la situación delictual en otros aledaños. En efecto, cuando cierto tipo de delitos no pueden ser
cometidos en un lugar determinado, es común que los criminales se trasladen a otros, o en su
defecto: cambian de delito, modalidad de comisión o atacan a otro tipo de personas. Por eso,
cualquier evaluación de una intervención comunitaria contra la criminalidad tiene que considerar
la posibilidad de que el crimen aumente en las áreas vecinas. Para impedir este aumento, es
necesario que otras áreas sea igualmente objeto de políticas de prevención del delito, articuladas
en el tiempo y en espacio con las primeras. Para estas dos necesidades, las instituciones locales
son difícilmente substituibles.
Finalmente, el Estado debe hacerse presente no sólo articulando acciones sino que debe estar
presente visiblemente para evitar el sólo desarrollo de iniciativas privadas .1 Pero el papel pre-
ventivo de la policía todavía queda poco claro en la región y hay una escasez de buenas prácticas
en este sentido.
Los diversos cuerpos de policía a nivel latinoamericano han oscilado entre el uso de la disuasión
“robusta” del delito, y otros mecanismos que hacen viable la realización de actividades sociales
que van más allá de sus atribuciones específicas. Con la salvedad de unas excepciones, parece no
haber encontrado el espacio y las modalidades de su acción preventiva. Lo que ha sido llamado
como policía comunitaria en la región muchas veces se reduce al hecho de que la policía está
presente de forma permanente en la comunidad, regularmente patrullando a pie con los mismos
efectivos. Pero ¿qué significa esto en términos de aproximación con la comunidad? ¿En qué
medida esto puede ayudar a construir una policía orientada a la resolución de problemas, una
policía mediadora de conflictos y o reguladora de la convivencia ciudadana?
Dentro de las múltiplas experiencias de prevención del delito actualmente en curso en la
región, en escalas y temporalidades variables, talvez la prevención policial sea todavía la que más
carece de participación ciudadana efectiva y de real disposición de las autoridades para considerar
la voz de la población.
Una de las hipótesis que explican esta situación está relacionada al hecho de que, hasta hoy,
las distintas policías de los países de la América Latina no están preparadas para aceptar que la
planificación y la evaluación de sus acciones sean realizadas por los ciudadanos. Según Dammert
(2005), el cambio de la cultura institucional debe estar entre las primeras prioridades, ya que la
literatura analizada en países desarrollados concluye que la resistencia de la policía al cambio
y la cultura institucional (jerárquica, militarizada y autónoma) son justamente los principales
obstáculos para lograr políticas exitosas de prevención y participación.
Asimismo, es necesario implementar un currículo de capacitación de los miembros de la policía
que incluya trabajo con la comunidad, solución de problemas, mediación de conflictos y desarro-
llo de proyectos, para abrir el abanico de acciones posibles en situaciones críticas. Igualmente, es
necesario definir la relación que la policía entabla con las organizaciones comunitarias y la pobla-
ción, para construir un modelo de policía comunitario adaptado a las condiciones socioculturales
de la región.
1 Pensamos aquí en juntas de vigilancia vecinales o milicias locales, aparecidas para suplir el Estado ausente,
que imponen su propia ley y la aplican con gran violencia, y a menudo degeneran en predadores económicos
extorsionando el comercio local.
8. Consideraciones finales
A modo de conclusión es posible sostener que la revisión de los estudios realizados acerca de
la prevención del delito y la participación ciudadana en América Latina da cuenta que:
1. La prevención del delito empezó a ser considerada como acción gubernamental des-
pués que se constató la debilidad del modelo tradicional de administración del crimen,
el cual ponía énfasis solamente en la represión del delito;
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