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EL YO Y EL ELLO
El autor llama ello a las más antigua de las instancias (o provincias) psíquicas, su
contenido es todo lo heredado, lo que se trae con el nacimiento, lo establecido
constitucionalmente, en especial las pulsiones que provienen de la organización
corporal que encuentran aquí una primera expresión psíquica.
Bajo el influjo del mundo exterior real-objetivo que nos circunda, una parte
del ello desarrolla una organización particular que en lo sucesivo media entre el ello y el
mundo exterior. Este distrito lleva el nombre de yo. El yo dispone respecto los
movimientos voluntarios. Su tarea es la auto-conservación tanto frente al mundo
exterior como frente al ello. Frente al primero se percata de los estímulos, acumulando
experiencias sobre ellos, huyendo o enfrentándolos, buscando modificar el mundo
exterior por su actividad, mientras que frente al ello trata de dominar las pulsiones y
decide si han de tener acceso a la satisfacción o se debe postergar la oportunidad.
El yo aspira al placer y quiere evitar el displacer.
Durante el largo período de infancia durante el cual el ser humano, en crecimiento vive
en dependencia de sus padres, se forma dentro del yo una particular instancia en la que
se prolonga el influjo de estos (los padres), el superyó. Conforma un tercer poder que
el yo se ve obligado a tomar en cuenta.
De esta manera, una acción del yo es correcta cuando cumple al mismo tiempo los
requerimientos del ello, del superyó y de la realidad objetiva, es decir cuando sabe
reconciliar sus exigencias. Los detalles del vínculo entre el yo y el superyó se vuelven
por completo inteligibles reduciéndolos a la relación del niño con sus progenitores. De
la misma forma, en el curso del desarrollo individual el superyó recoge aportes de
posteriores continuadores (docentes, arquetipos públicos, ideales, etc.).