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Se denomina representación legal al fenómeno sustitutorio en virtud del cual, por mandato
de la ley, una persona tiene encomendada la gestión de los intereses de un incapaz o de una
persona que, sin llegar a ser técnicamente tal, no puede desplegar la actividad que requeriría
la marcha de sus asuntos (es el caso del ausente o del nasciturus).
La voluntad del representante no depende de la voluntad del representado, sino que goza de
su propia autonomía, sustituyendo plenamente en su actividad jurídica a la persona sometida
a los poderes familiares de los que aquélla deriva.
Es cierto que entre la representación directa y la representación legal, existen innegables
diferencias, pero, en definitiva, el substratum básico de ambas es el mismo: una persona actúa
en nombre y por cuenta de otra, que será la titular de los derechos y obligaciones dimanantes
de la actuación representativa.
Algunos supuestos de representación legal son:
La finalidad, tal como se denomina en la doctrina, es de una gran utilidad práctica, porque
permite la generación de relaciones jurídicas a través de un ente viabilizador que viene a ser
el representante, quien representa a su representado, también llamado principal o dominus.
EJEMPLO 01
Podemos citar hechos concretos donde la representación asume un papel fundamental, así
tenemos, si una persona por diversas razones tiene que viajar al extranjero y a su vez tiene
que celebrar determinado negocio jurídico y, este debe realizarse en fecha cuando se
encuentra fuera del país, muy bien puede realizarlo a través de cierto representado, el cual
podrá actuar en nombre e interés de aquel (tratándose de la representación directa); de no
existir esta forma para celebrar actos jurídicos por medio de otros, sería imposible hacerlo y,
de todas maneras tendría que estar presente físicamente aquella persona señalada y, con ello
se estaría privando de viajar al extranjero.
EJEMPLO 02
Otro caso por ejemplo, cuando estamos frente a un menor de 10 años que no tiene padres,
quien recibe en calidad de donación un bien inmueble y lamentablemente adquiere una
enfermedad, cuya curación resulta ser costosa y se necesita dinero para ello.
En este supuesto sería iluso esperar que dicho menor llegue a la mayoría de edad y como
consecuencia de ello la enfermedad mine su salud, cuando muy bien a través de su
representante legal y, previa autorización judicial, pueda disponer dicho bien inmueble y
costear los gastos de curación de la enfermedad.
De los dos ejemplos antes citados, se puede observar la importancia y fin práctico de carácter
voluntario y legal que asume al representación como mecanismo para la adquisición y
generación de derechos, deberes y obligaciones.