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Provincia del Chaco

Ministerio de Educación, cultura, ciencia y Tecnología


Instituto de Educación Superior “Miguel Neme”
Profesorado Para la Educación Secundaria en Historia
U.E.S Corzuela

TRABAJO PRÁCTICO
“DE PROBLEMAS DE
AMÉRICA INDEPENDIENTE
I”
Establecimiento: Instituto de Educación Superior “Miguel Neme”.
Materia: Problemas de América Independiente I.
Profesora: Claudina, Díaz.
Integrantes: Banegas, Alexis Oscar Alfredo
Banegas, Cintia Gisselle
Caceres, María Johana
Pruncini, Antonella Grettel
Curso: 3 División: “u”
Tema: Informe de la “Formación Histórica del Estado en América Latina:
Elementos Teórico- Metodológico Para su Estudio” (Oscar Oszlak) y “La reacción
de América: la construcción de las repúblicas en el siglo XIX” (Hilda Sabato).

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Formación histórica del Estado en América Latina: elementos teóricos-


metodológicos para su estudio de Oszlak, Oscar.
El texto sugiere la manera de estudiar la formación del estado en América Latina a
partir de una línea teórica de estudio, a través de él aportar un patrón de desarrollo
histórico.
En cuanto al Estado Nación y Estado Nacional el propósito seria identificar los
determinantes sociales del proceso de formación estatal, plateando el grado de
desarrollo de otras manifestaciones de organización y de funcionamiento social,
dando lugar al surgimiento del Estado, el cual está asociado a cambios en las
condiciones sociales prevalecientes en el origen, con esto afirma que a partir de
la existencia de un Estado se asiste a un proceso de creación social.
La dinámica de la formación del Estado se ve marcada por largos periodos de
estancamiento, hipertrofia de algunos de sus componentes o desarrollos
contradictorios que tienden a negar y transformar la naturaleza del conjunto.
En el sentido de ideal abstracto es la instancia política que articula un sistema de
dominación social. Donde su manifestación material es el conjunto
interdependiente de instituciones públicas que conformaron el aparato en el que
se condensa el poder y los recursos de dominación política.
En cuanto al estudio del estado Nacional se presupone la existencia paralela
constitución de una nación independientemente.
La idea de Nación en plano material se lo vincula al desarrollo de intereses
resultantes de la diferencia de actividades económicas dentro de un espacio
territorial. En cuanto a su desarrollo y surgimiento de intereses diferenciados
generadores de relaciones capitales En el plano ideal la difusión de símbolos,
valores y sentimientos de pertenencias a una comunidad diferenciada por
tradiciones, .etnias, etc., que configuraron una identidad colectiva o personalidad
como se manifiesta en el desarrollo histórico. Creación de símbolos y valores
generadores de sentimientos de pertenencias.
El concepto de Estatidad se refiere al grado en que un sistema de dominación
social ha adquirido el conjunto de propiedades, articulación y reproducción de
relaciones sociales que definen la existencia del estado se manifiesta en
capacidades simbólicas.
El estado no surge a través de una generación espontánea, sino que deviene de
un proceso formativo por cual va adquiriendo distintos niveles de desarrollo. Si
aceptamos que la formación de éste es un gradual proceso de adquisición de los
atributos de la dominación política, el verdadero problema teórico consiste en

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hallar condensaciones de fenómenos sociales que históricamente puedan


vincularse al proceso de adquisición y consolidación de los atributos de ese
estado. En estas circunstancias en necesario observar la relación económica-
política distinguiendo fases o etapas en las que se fueron definiendo rasgos de un
modo de producción y un sistema de dominación que con el tiempo adquirirán una
adjetivación común. Se puede decir que el primer modelo de mercantilismo, en
estas diversas etapas estaría asociado con variables grados de estatidad. La
transición del estado colonial al estado independiente, no consigue eliminar las
tradiciones localistas ni la influencia de instituciones típicas de la colonia, tales
como la iglesia, corporaciones de artesanos y comerciantes y prácticas
administrativas.
En cuanto al segundo modelo asociado con el Liberalismo, implica una relación
entre el surgimiento del orden nacional y los atributos del estado que se iba
conformando al compás del afianzamiento de la relación dependiente. Y por último
el tercer modelo denominado intervencionismo, reconoce los estímulos externos,
resultantes de la interacción entre estado- sociedad.
En cuanto a su objetivación institucional, el aparato del estado se manifiesta como
un actor social diferenciado y complejo, en el sentido de que sus múltiples
unidades e instancias de decisión y acción traducen una presencia estatal
difundida en el conjunto de relaciones sociales. La interpretación precedente
sugiere que el origen, expansión, diferenciación y especialización de las
instituciones estatales, reflejan intentos de resolución de la creciente cantidad de
cuestiones que va planteando el desarrollo contradictorio de la sociedad. De la
misma forma la creación de instancias de coordinación y mando son intentos
siempre subóptimos de superar algunas de las consecuencias negativas de la
dispersión institucional que resulta.
Con respecto a las cuestiones centrales en la etapa formativa del estado, a
mediados del siglo, la integración de mercados en espacios territoriales fue en
buena parte resultado de la posibilidad de condensar alrededor de un centro del
poder necesario para forzar nuevas identidades nacionales. Simultáneamente se
producían la extensión de la revolución industrial, la revolución de los transportes y
el alza continuada de la demanda de bienes primarios.
Como consecuencia durante la primera etapa del período independentista los
esfuerzos de los incipientes estados estuvieron dirigidos a eliminar todo resabio de
poder contestatario, extendiendo su autoridad a la totalidad de los territorios sobre
los que reivindicaban soberanía. La reiterada y manifiesta capacidad de ejercer
control e imponer mando efectivo y legítimo sobre territorio y persona, en nombre
de un interés superior material e ideológico fundado en el nuevo patrón de

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relaciones sociales, es lo que definía el carácter nacional de estos estados.


Capacidad que se veía jaqueada por el enfrentamiento de intereses regionales
con formas caudillistas de ejercicio del poder local y con variables proyectos
federativos y tendencias disolventes que amenazaban la integridad de los
territorios pretendidamente acotados por la nación.
Un estado capaz de imponer el orden y promover el progreso era, parcialmente
por definición un estado que había adquirido como atributos la capacidad de
institucionalizar su autoridad, diferenciar su control e internalizar una identidad
colectiva. Imponer orden y efectivizarlo creaba condiciones materiales para
impulsar el progreso, libraba recursos para su promoción, aumentando la
capacidad extractiva y viabilidad del estado tendiendo a fundar su legitimidad en
su condición de agente fundamental del desarrollo de relaciones sociales
capitalistas. Esto era el sentido de la simbiótica constitución del estado y sociedad
como esfera distinguibles de un único y nuevo orden capitalista.
Si el estado es el principal garante y articulador de las relaciones capitalistas, la
adquisición o consolidación de sus atributos estarían íntimamente ligadas a los
procesos desarrollados.
La reacción de América: la construcción de las repúblicas en el siglo XIX
Un dato fuerte que caracteriza la historia política de las Américas en el siglo XIX:
la adopción generalizada de formas republicanas de gobierno. Mientras Europa
abrazaba la monarquía con renovados bríos, las Américas optaron definitivamente
por la república.
Al comienzo del siglo XIX, la invasión de Napoleón a la península hizo estallar la
unidad de esa nación. Los intentos por mantenerla fracasaron y a poco andar, se
desataron las guerras que desembocaron en la ruptura de los lazos políticos
formales de los reinos americanos entre sí y con España. Pero en las últimas
décadas de este siglo se definió un patrón relativamente estable de estados
nación. Los americanos, en diferentes contextos geográficos, económicos,
sociales y culturales se inclinaron por la república aunque en gran parte de Europa
se redoblaba la apuesta por una monarquía o absolutismo. Tal es así que en
Hispanoamérica y los Estados Unidos, donde se ensayaron por primera vez la
forma republicana de gobierno en su versión moderna. Esta opción de república
generó cambios decisivos sobre el poder político, que junto al principio de
soberanía, hizo necesaria la relación sostenida a partir de dos pilares, la
representación política y la opinión pública, a partir de entonces se establecieron
normas y formas de hacer política.

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El principio moderno de representación política se difundió tempranamente en la


Hispanoamérica que siguió a la independencia y junto a él la concepción renovada
de la nación que a medida que se fue imponiendo se fue comprendiendo que el
gobierno de la nación debía quedar en mano de los elegidos por los ciudadanos, a
quienes debían representar por la voluntad del pueblo, entidad abstracta,
soberana y unitaria, manteniendo su vigencia hasta el último cuarto del siglo XIX.
Hispanoamérica pronto se convirtió en un laboratorio vasto y diverso de
experimentación en torno al sufragio y las elecciones.
En el orden normativo, la introducción del principio de la representación implicaba
definir los dos términos de la relación, representantes y representados, donde se
hacía necesario fijar los límites de la comunidad política, apareció entonces el
derecho de sufragio que se extendió a la mayor parte de la población masculina
adulta, quedando los esclavos excluidos de este derecho, no así indígenas y
libertos; mientras que el universo elegible era más restringido pues se estipulaba
para ello requisitos de propiedad.
Los requisitos de edad, sexo y residencia eran comunes a to0dos las área,
mientras que en muchas de ellas se excluía a los hombres libres que vivían n
relación de dependencia (como hijos de solteros, sirvientes y domésticos).
En lo que respecta a la práctica, la competencia por el poder desató
confrontaciones entre grupos, dando lugar a la aparición de organizaciones que se
conocieron con el nombre de “partidos”; estos convocaban al pueblo, apelando a
su espíritu cívico, pero recurrían por lo general a los militantes organizados
colectivamente como fuerzas electorales. Si bien invocaban al ciudadano libre,
construían sus clientelas. En cuanto el votar era un acto colectivo y los
participantes entonces llegaban a los comicios organizados en grupos
previamente constituidos como fuerzas electorales.
Los regímenes electorales que compartían los rasgos mencionados fueron
relativamente eficientes para producir el sufragio y representación, realizándose
elecciones regulares y frecuentes, que en definitiva no alcanzaron para asegurar
el orden político.
Hacia el último tercio del siglo, las dirigencias que se fueron afirmando buscaron
centralizar el poder y consolidar el estado para asegurar un orden, con ello se
restringió el derecho a voto, la libertad y la competencia electoral y a partir de ahí
se ajustó los controles sobre la vida electoral.
La opinión pública, por su parte también sufrió cambios, ya que desde su
introducción en la política, correspondería al público controlar la autoridad, juzgar

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sus acciones y dar el aval con el cual no tendrían fundamento legítimo. Este
requisito estuvo en la base de la creación y desarrollo institucional fundamentales
en la organización política y social. Puede distinguirse tres momentos,
parcialmente superpuestos. En las primeras décadas, las elites posrevolucionarias
concebían la opinión pública, de esta forma el mayor impulso para la forja de una
opinión pública provenía de las elites y de los gobiernos, y ésta fue sobre todo una
institución. A partir de mediados del siglo hubo un cambio decisivo, la aparición de
una sociedad civil relativamente autónoma; cuya fuerza provenía de la auto
organización de la sociedad misma. Tal es así que diferentes sectores de la
población expresaban sus opiniones y presentaban sus reclamos a través de sus
instituciones y también de manera más directa, desplegando una presencia física
en los espacios cívicos de las ciudades. Constituyéndose un heterogéneo mundo
de instituciones y prácticas que involucra a mucha gente diversa.
La violencia constituyó un ingrediente habitual de la vida política
hispanoamericana de ese período, cuya expresión más acabada fueron las
revoluciones. Si la resistencia al despotismo hacía del uso de la fuerza un derecho
y un deber, las milicias actuaban precisamente en ejercicio de ese derecho y en
cumplimiento de ese deber. Así las revoluciones no se concebían como ruptura
sino como restauración del orden violado por el tirano de turno.
En las últimas décadas del siglo, estas prácticas serían censuradas, y a compás
de los cambios ideológicos y políticos cambiarían las nociones vigentes de opinión
pública y sus formas de gestación. La sociedad civil ganó en autonomía y
complejidad, a la vez que sus instituciones fragmentaron sus demandas y sus
voces y actuaron cada vez más en defensa de sus respectivas bases. Los
conflictos y tensiones sociales tuvieron en su manifestación en la esfera pública: el
lenguaje de los intereses particulares fue desplazando a la retórica cívica de la
virtud republicana. Una nueva modernidad tomaba forma.

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