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HANS KUNG Religiomy €tica.en tiempos de globalizacion Conversaciones con Jiirgen Hoeren Herder Hans Kung ¢Por qué una ética mundial? Religion y ética en tiempos de globalizacién Conversaciones con Jurgen Hoeren Herder Version castellana de Gt.beRTo Canal. MARcos de Ia obra de Hans Kona, Wozu Weltethos? Religion und Ethik in Zeiten der Globalisierung, Verlag Herder Freiburg im Breisgau. Diserio de ta cubierta: AMBAR COMUNICACIO VISUAL © 1993, Council for a Parliament of the World Religions, Chicago, por la Declaracion Hacia una ética mundial, 1 traducida al espariol por José Maria Bravo Navalpotro y publicada por la Editorial Trotta, Madrid © 2002, Verlag Herder Freiburg im Breisgau © 2002, Empresa Editorial Herder, S.A,, Barcelona La reproduccién total 0 parcial de esta obra sin el consentimjento expreso de los titulares del Copyright esta prohibida al amparo de la legislacién vigente. Imprenta: REINBOOK, S.L. Depésito legal: B-33659-2002 Printed in Spain ISBN: 84-254-2277-9 Herder Codigo catdlogo: REL2277 Provenza, 388. 08025 Barcelona - Teléfono 93 476 26 26 - Fax 93 207 34 48 E-mail: editorialherder@herder-sa.com - http: // www.herder-sa.com inpice En lugar de un prélogo: Comunicado ante ta Asamblea Plenaria de las Naciones Unidas 7 Pérdida del monopolio de las iglesias ll éNo hay salvacion fuera de la iglesia? 21 Etica mundial, guna nueva religion mundial? . 29 Ecumenismo 35 El Papa y la ética mundial ...... te 39 Reconocimiento de la propia culpa 45 El proximo papa 51 ¢Un Concilio Vaticano Tercero? .. . 55 Elislam misionero............. bee : 59 El 11 de septiembre de 2001 y sus consecuencias . 71 El islam, ¢una religion agresiva? . . 77 Nostalgia de lideres religiosos 83 Las religiones y la paz . 93 El poder de la oracién ... «+. 101 Competencia cientifica .. . +. 113 Globalizacién -.. 119 Buday Jess ...........0-0000-04 a 2. 125 El cristianismo, motor del didlogo «.. 133 Fanatismo religioso . . wee. 137 Veracidad y mentira wee 143 Iglesia del futuro . -.. 151 El caso peculiar de China ... 00... 0... cc eee eee eee 155, Etica mundial y derechos humanos ... . . ... 165 Bibliografia ... 61... 0... cece hee - 181 Apéndice: Hacia una ética mundial: una declaracin inicial (1993)... 6666s 183 EN LUGAR DE UN PROLOGO COMUNICADO ANTE LA ASAMBLEA PLENARIA + DE LAS NACIONES UNIDAS Ante los errores y extravios actuales, son muchos los que se preguntan: ¢Va el siglo xxI a ser realmente me- jor que el siglo xx, leno de guerras y violencia? Lograremos de verdad un nuevo, un mejor orden mundial? En el si- glo xx perdimos tres ocasiones para crear un nuevo orden mundial: —En 1918, después de la Primera Guerra Mundial, por culpa de la «politica real» europea. - En 1945, después de la Segunda Guerra Mundial, por culpa del estalinismo. ~— En 1989, después de la reunificacioén alemana y de la Guerra del Golfo, por culpa de una falta de vision. Aqui proponemos la visién de un nuevo paradigma de relaciones internacionales, que también requiere nuevos actores en la escena global. En nuestros dias aparecen de nuevo las religiones como actores en la politica mundial. Cierto que, con demasia- da frecuencia en el curso de la historia, las religiones han mostrado su lado perturbador. Ellas han inspirado y legi- timado odio, enemistad, violencia e incluso guerras. Pero también han inspirado y legitimado en muchos casos com- prension, reconciliacion, colaboracion y paz. En los ulti- mos decenios han surgido en todas las partes del mundo crecientes iniciativas de didlogo interreligioso y de cola- boracion de las religiones. -7- En este dialogo, redescubrieron las religiones del mun- do que sus afirmaciones éticas fundamentales apoyan y profundizan los valores éticos seculares que contiene la Declaracion Universal de los Derechos Humanos. En el Parlamento de las Religiones del Mundo de 1993, en Chicago, manifestaron mas de 200 hombres y mujeres representantes de todas las grandes religiones del mun- do, por primera vez en la historia, su consenso sobre algu- nos valores, actitudes y modelos éticos comunes como base para una ética mundial, que luego fueron asumidos en el informe de nuestro grupo de expertos para el secre- tario general y la Asamblea Plenaria de las Naciones Unidas. ¢Cual es esa base para una ética mundial, sus- ceptible de ser compartida por las personas de todas las grandes religiones y tradiciones éticas? En primer lugar, el principio de humanidad: «Todo hom- bre -varon o mujer, blanco o de color, rico 0 pobre, joven o viejo~ debe ser tratado humanamente». Esto se expre- sa con mayor claridad aun en la Regla de Oro de la reci- procidad: «Lo que no quieras que te hagan a ti, no se lo impongas a otro», Estos principios se desarrollan en cua- tro Ambitos centrales de la vida, y llaman a cada hombre, cada institucién y cada nacién a asumir su propia res- ponsabilidad: - a favor de una cultura de la no violencia y del res- peto a toda vida, - a favor de una cultura de la solidaridad y del orden econdémico justo, - a favor de una cultura de la tolerancia y de una vida veraz, - a favor de una cultura de la igualdad y la colabora- cién entre hombre y mujer. Precisamente en la era de la globalizacién es absolu- tamente necesaria esta ética global. Sin duda, la globa- lizacién de la economia, la tecnologia y la comunicacion lleva consigo una globalizacién de problemas a escala -8- mundial que amenaza con someternos: problemas medio- ambientales, de tecnologia atémica y de tecnologia ge- nética, pero también globalizacién del crimen y del terro- rismo. En esta clase de tiempos es urgente necesidad que la globalizacién de la economia, de la tecnologia y de la comunicacién vaya acompafiada por una globalizacion de la ética. En otras palabras: la globalizacion requiere una ética globak pero no como lastre complementario, sino como principio y ayuda para el hombre, para la sociedad civil. Algunos politélogos pronostican para el siglo XxI un «choque de culturas». Aqui proponemos, por el contrario, una vision de futuro de talante muy distinto; pero en modo alguno un simple ideal optimista, sino una realista visi6n de esperanza: las religiones y culturas del mundo, en co- laboracién con todos los hombres de buena voluntad, pue- den ayudar a evitar ese choque, siempre naturalmente que lleven a la practica las siguientes iniciativas: No habra paz entre las naciones sin paz entre las re- ligiones. No habra paz entre las religiones sin didlogo de las religiones. No habra diaélogo de las religiones sin estandares éti- cos globales. No habra en nuestro Globo supervivencia en paz y justicia sin un nuevo paradigma de relaciones interna- cionales basadas en estandares éticos globales. Hans Kting Nueva York, 9 de noviembre de 2001 PERDIDA DEL MONOPOLIO DE LAS IGLESIAS aoe Profesor Kiting, cada ario cientos de miles de personas aban- donan en Alemania la iglesia evangélica y la catélica, Crece al mismo tiempo el interés por la religion, y especialmen- te por las grandes religiones no cristianas. ¢Se estan hun- diendo en una crisis las confesiones cristianas, mientras que florece la religién en si misma? Evidentemente: las iglesias han perdido el monopolio sobre la religion. Y esto es especialmente cierto con respecto a Alemania, donde las iglesias oficiales, tanto la catélica como evangélica, se han aislado autocraticamente, ampa- radas en el derecho eclesiastico del Estado y en el impues- to eclesiastico. En los paises de la Alemania Oriental se desperdiciaron ademas, después del cambio, otras opor- tunidades: se cuidaron muy escasamente las nuevas re- laciones con los «no creyentes», al mismo tiempo que se retrocedia otra vez a posiciones y estructuras ortodo- xas; la iglesia se mostraba poco hospitalaria con res- pecto a quienes representaban «otro pensamiento». Pero también escaseaban en la parte occidental ejemplos posi- tivos y alternativos sobre eventuales formas distintas de actuacion. Por otra parte, el mundo en su conjunto ha entrado en una nueva constelacién que plantea grandes problemas, incluso para la iglesia de funcionamiento correcto: secu- larizacion, individualismo, pluralismo, globalizacion. La presencia de las grandes religiones del mundo no es ya unicamente lejana, como en otros tiempos cuando casi -11- Ja unica forma de conocerlas eran los viajes. Ahora tienen seguidores en nuestros paises y se hallan constantemente presentes en nuestros medios de comunicacion. En medio de nuestra sociedad existe ahora un nuevo conglomera- do de religiosidad, de esoterismo y de los mas variados movimientos religiosos. Personalmente, califico a este fe- nomeno como religiosidad que vagabundea libremente, una vez que, falta de un hogar en las grandes iglesias, se situa en cualquier parte, con frecuencia de un modo totalmente arbitrario. Cuando preguntamos a algunas personas por qué pertenecen a este 0 a aquel grupo reli- gioso, no es raro escuchar como respuesta: «Un dia me encontré a uno en el tren», o «me empujé a ello mi amigo o mi amiga», 0 «lei este o aquel libro». Lo que hoy se cree y es materia de practica religiosa se halla determinado por muchos factores subjetivos y depende con frecuencia de este tipo de relaciones muy personales. ¢Por qué en la actualidad se halla el cristianismo en Europa cabalmente en crisis? ¢Es que no ha seguido el cris- tianismo los pasos de la modernidad? Pregunta demasiado compleja como para poderla con- testar con brevedad. En la historia de la humanidad, al menos desde la alta Edad Media, Europa se ha hallado en la cumbre en cuanto a desarrollo. En la Edad Media temprana, esta funcion la cumplia atin el islam, pero des- de entonces ha ido pasando cada vez mas al mundo de sello cristiano. No es casualidad que se hable de Edad Media cristiana. Pero Europa ha vivido luego la Reforma, que, pese a todas las dificultades y divisiones, ha supues- to un enorme enriquecimiento para el futuro desarrollo. Esto es particularmente patente en comparacién con el islam, que no cuenta con ninguna reforma, o en com- paraci6n con el judaismo, que sélo ha realizado una reforma, fruto de la Ilustracién, en el llamado judaismo —12- ” reformado del siglo x1x. El cristianismo, a causa de este doble cambio de paradigma, ha afrontado problemas, al menos parcialmente, pendientes todavia de solucién en el islam o en las otras grandes religiones. La modernidad, que es también, aunque no solo, un producto de la Reforma, no es fruto directo de estas reli- giones, sino mas bien indirecto como resultado de la nue- va filosofia, tle las ciencias de la naturaleza, de la teoria de la sociedad y del Estado, que al principio conmocioné también fuertemente al cristianismo, el cual se posicioné por desgracia ampliamente contra todas estas fuerzas. Descartes —prototipo del pensador moderno- no era en modo alguno un hombre irreligioso. Hasta cabria pen- sar que él habria podido ayudar al cristianismo a supe- rar su crisis. Como es sabido, el cardenal Bérulle le pidi6 expresamente que elaborara una nueva filosofia univer- sal, capaz de servir de ayuda al cristianismo. Tampoco el mismo Galileo Galilei era un hombre antieclesiastico, pero fue arrastrado por la Inquisicién a un claro enfrentamiento que concluyé en su condena. Y muchos ideales de la nue- va concepcion del Estado de ningun modo eran anticris- tianos en su punto de partida. Incluso las palabras «diber- tad, igualdad, fraternidad» habrian podido entenderse como originarias palabras cristianas. Al principio de la Revoluci6n Francesa, existian también en el clero ten- dencias a interpretar aquellos ideales a partir del cristia- nismo. Estoy pensando, por ejemplo, en la gran figura del abbé Henri-Baptiste Grégoire, que en la Asamblea Nacional se manifest6, entre otras cosas, a favor de una declara- cion de deberes humanos al lado de la Declaracién de los Derechos del Hombre, jy cuyos restos mortales fueron trasladados al Pante6n bajo el mandato de Francois Mitterrand! Grégoire era entonces presidente de la Asamblea Constituyente y, en su calidad de obispo, jefe espiritual de la llamada iglesia constitucional. Pero he aqui un sintoma de la posicién catélica adversa a la -13- Revoluci6n hasta los tiempos actuales: el cardenal de Paris, Lustiger, se nego a tomar parte en la ceremonia solemne del entierro de Grégoire en el Panteon. Volviendo al tema central que nos ocupa, todo esto quie- re decir: sobre todo la iglesia catélica, y en parte también la protestante, no han sabido en el fondo adoptar una actitud correcta con respecto a la modernidad. Tuvieron que darse cuenta naturalmente de que la filosofia, la cien- cia, la teoria del Estado se volvian cada vez mas antie- clesidsticas. También el fenémeno de la francmasoneria habia adquirido en el continente europeo, no asi en el ambito anglosajon, esta tendencia fuertemente anticle- rical. En parte, sufrimos todavia hoy en las iglesias cris- tianas problemas que se remontan al siglo xvi, problemas de la Reforma que no hemos solucionado. Baste pensar en el matrimonio de los presbiteros y en los matrimonios mixtos. Pero sobre todo sufrimos problemas que proce- den de lo siglos Xvi, xviii, problemas, por tanto, de la modernidad, que justamente ahora estamos tratando de solucionar poco a poco. El Vaticano Segundo ha inten- tado, tanto realizar las exigencias de la Reforma como tomar en serio y llevar a cabo las de la modernidad. Ha intentado realizar al mismo tiempo dos cambios de para- digma. Pero, jc6mo no pensar en las dificultades que tuvi- mos simplemente para implantar la lengua vernacula en la liturgia 0 sacar adelante la Declaracién sobre la li- bertad religiosa! Y cuando se piensa que Juan XXIII fue el primer papa que recibié positivamente nada menos que los Derechos Humanos, calificados por papas anteriores como invento satanico, puede entenderse que en estas cuestiones nos encontremos todavia en una lucha excep- cional. Mientras tanto, la evolucién de la humanidad sigue su curso. Actualmente, gran parte de la humanidad se ha vuelto muy escéptica con respecto a la modernidad y ha entrado en una cierta posmodernidad. Ya no acepta -4- incondicionalmente a la razon como norma absoluta. Se ha vuelto escéptica con respecto a la pura racionalidad. También son cada vez mas claras las dudas sobre el progreso como segunda idea motriz de la modernidad. El entusiasmo por el progreso, que tuvo su punto culminante antes de la Primera Guerra Mundial, ha caido en nues- tros dias en una profunda crisis. La gente se ha vuelto también eseéptica frente a la nacién, tercera idea motriz de la modernidad. El nacionalismo ha sido superado por la Union Europea. En el fondo, se estaria dando aho- ra la oportunidad para una nueva revitalizacion de la religion. Realmente hoy no existe ya tanto resentimiento antirreligioso como antes, a menos que ciertas enciclicas papales no vuelvan a despertarlo artificialmente. Mas bien, la ignorancia de la religi6n es, a mi entender, lo caracte- ristico del presente: olvido de la dimension profunda del hombre, concentracion en lo material, preferentemente econoémico, eso es lo que caracteriza al hombre occiden- tal. El materialismo del Este tiene hoy su paralelismo en el materialismo de Occidente. Pero en modo alguno existe aversion a la religiosidad en si misma. Sdlo encuen- tra fuerte rechazo cuando se manifiesta en formas reac- cionarias, bien se trate de un islamismo agresivo como el que profesan los talibanes afganos 0 los terroristas isla- micos, bien de un catolicismo agresivo, que piensa que puede en Polonia 0 en cualquier otro sitio volver a implan- tar situaciones medievales. Pero, una vez mas, la religién podria tener hoy oportunidades. En mi condicién de ted- logo catélico que ha penetrado ampliamente en los ambi- tos de la secularidad, la politica mundial y la economia mundial, puedo decir que en todas partes se me escucha, e incluso se me pide constantemente que exponga las po- siciones de la religién y de la fe. No es, por tanto, cierto que, por principio, la religion no tenga ya nada mas que decir. Lo que pasa es que la religién se presenta con frecuencia de una forma que se ha vuelto irrelevante -15- para muchos, o bien desencadena fuertes reacciones en contra. % ¢Se busca, por tanto, religién, pero no confesiones concre- tas, y sobre todo ningtin confesionalismo? El confesionalismo, de facto, s6dlo es mantenido todavia por hombres de iglesia -de mujeres de iglesia es obvio que todavia no podemos hablar- y por los tedlogos oficiales que los apoyan. Pero ya no parece serio pensar que hoy, con el alto porcentaje de matrimonios mixtos existentes, la confesién concreta siga desempenando un papel esen- cial. Muy pocos saben que hace solo unos decenios se intentaba impedir todos los matrimonios mixtos, y que la diferencia de confesién religiosa en la pareja desencade- naba verdaderas tragedias en las familias. Lo preocupante hoy no son ya las diferencias en la doctrina de la justifi- cacién, de las que ya explicaba yo hace cuarenta arios que pueden ser superadas. Tampoco la diferencia en la con- cepcion de los sacramentos, donde se percibe en ambas iglesias un enorme impulso por restablecer finalmente la comunion en la eucaristia. Y tampoco la concepci6n de la comunidad, donde se han aproximado mucho las comunidades catélicas y las protestantes. El distancia- miento se achaca mas bien a la estructura autoritaria del ministerio en la iglesia catélica. E] papado, en su con- cepcién actual, sigue representando todavia el gran obstaculo: no una roca de la unidad, sino la gran piedra de escandalo en el camino hacia la unidad. De eso son conscientes los hombres. Todo dependera de que se con- siga despejar del camino, en un tiempo previsible, ese impedimento del absolutismo y del infalibilismo papal. En principio, es posible. De todos modos, se requeriria un gran esfuerzo y, sobre todo, la renuncia al poder por par- te de Roma. -16— En el fondo, esto parece significar que lo importante ya no es la diferenciacién teolégica. Pero usted mismo, a lo lar- go de su trayectoria cientifica se ha implicado precisamente en la diferenciacion teolégica, y la doctrina de la justifica- cién es solo un ejemplo. ¢No existe el peligro de que el uni- co resultado sea una gran simplificacién? Naturalmente, la diferenciacién teoldgica sigue siendo importante. Pero todo depende de donde y como. Siempre he reaccionado alérgicamente cuando, por ejemplo, teé- logos «politicos» se limitan a difundir expresiones propa- gandisticas, cuando no hacen las suficientes distinciones y utilizan conceptos imprecisos 0 poco decantados. La di- ferenciacién sigue siendo una tarea totalmente esencial de la teologia. Ahora bien, no basta con limitarse a igno- rar las pseudodistinciones doctrinales, es decir, las dis- tinciones teolégicas que hoy no tienen ya razon de ser, sino que es preciso superarlas positivamente. Un ejem- plo: en el caso de la justificacion del pecador, el mensaje positivo no es precisamente lo que el Concilio de Trento dijo contra Lutero, al que ademas sélo entendio a me- dias. En nuestra sociedad de eficiencia hay que decir de nuevo: el hombre no se justifica ante Dios por sus pres- taciones. Tampoco se condena en principio por sus fallos, por sus fracasos. Todo depende en definitiva de que yo mantenga sinceramente mi confianza en mi Dios y Senor a través de todas las penalidades y de todo fracaso, y de que, en todo ello, tenga la certeza de que un dia encontra- ré a un Dios misericordioso. Este mensaje positivo pue- de anunciarlo claramente la predicacion cristiana, apo- yada en todo lo que sabe tanto del Nuevo Testamento como de toda la experiencia de la iglesia. Debemos resaltar por tanto lo que nos une y dejar atras unas diferencias que ya han dejado de serlo. Para lograr- lo se necesita el arte de la diferenciacién. Cuando hoy, por el contrario, algunos tedlogos -siguiendo el lema «yo -~17- he descendido del cielo— creen estar autorizados para hablar sobre fenomenos como la globalizacién de un modo tan indiferenciado como en otro tiempo lo hicieron sobre el capitalismo y el socialismo, yo me remito a lo que Hegel llamo «el trabajo del concepto». Todo debe ser pasado por la criba de la empiria; debe estar claro qué conceptos usa- mos, por qué los usamos, por qué no usamos otros y en qué sentido usamos éstos. Se trata de un trabajo duro que no se puede economizar sustituyéndolo por palabras, esld6- ganes y reclamos publicitarios. Usted mismo se ha comprometido de forma extraordinaria en el didlogo de las religiones del mundo desde que, en 1979, le fue retirada la licencia de profesor. ¢Qué le impul- s6 a abrirse a este gran campo, como tedlogo que ante- riormente habia puesto tan fuertes acentos en el didlogo de las tradiciones cristianas, es decir, entre protestantes y catélicos? La retirada de la licencia eclesiastica para enseflar me proporcioné, sin duda contra la voluntad de los respon- sables de ello, mucha mas libertad y mas tiempo para abrirme a las cuestiones de las religiones del mundo. Con todo, desde mis tiempos de estudiante en Roma, en 1948-1955, ya me interesaba sobremanera esta proble- méatica. Participé, ya entonces, en un seminario sobre la salvacion fuera de las iglesias, sobre la salvacion de los «paganos». En los anos cincuenta, aparecié mi primer esbozo teolégico sobre la «fe de los paganos». En 1955 es- tuve por primera vez en el norte de Africa, viajé en tren desde Tunez hasta Hippo, el campo de accion de Agustin, cuando solo unos pocos tedlogos habian encontrado el camino hacia Africa. Visité entonces la comunidad de los Padres Blancos en Cartago, y todavia recuerdo mi con- versacion nocturna, mirando el tejado de la catedral de Cartago, con el entonces provincial sobre la raz6n por la —18- que el cristianismo en el norte de Africa, en el islam, no consigue ninguna clase de progreso. Por tanto, el estudio de las religiones del mundo y el dialogo con ellas es para mi un asunto que viene de lejos. Sin embargo, no he planeado mi itinerario teolégico, y tampoco me habria sido posible trazarlo. Me encontraba enfrentado constantemente a nuevos retos. He trabaja- do, por asi dtecirfo, con el esquema toynbeeniano de «reto y respuesta». Posponia a veces planes de publicacion por- que, entre tanto, habia surgido otra cosa. Después de mi disertacién sobre la justificacién, queria titularme en filo- sofia en Paris, y ya tenia casi terminado un estudio sobre Hegel. Lo pospuse porque fui llamado a Tubinga y, pos- teriormente, nombrado teélogo del Concilio. Después de las cuestiones sobre la existencia cristiana, sobre la jus- tificacién del pecador, que me ocuparon durante los afios cincuenta, marcaron del todo mis afios sesenta cuestio- nes como el concilio, la iglesia, el ecumenismo. Tenia bas- tante con sobrellevar espiritualmente todo lo que caia sobre mi. Escribi entonces mi libro sobre La Iglesia (1967), que todavia sirve de manual en muchos lugares, a ex- cepcion de aquellos en los que fue prohibido. Los afios se- tenta quedaron consagrados de hecho a los fundamentos del cristianismo. Sucedié como consecuencia de que, en 1970, mi libro ¢Infalible? planteaba la cuestién de si real- mente se podia construir la teologia sobre la base de dogmas infalibles —siendo ellos precisamente tan pro- blematicos como el dogma «fuera de la iglesia no hay sal- vacién». Los tres libros Ser cristiano, ¢Existe Dios? y Vida eterna siguen constituyendo la base de mi labor teoldégi- ca. Hasta hoy no me he visto obligado a revisar ninguna de estas posiciones. Al contrario. Ya el primer capitulo de Ser cristiano comprende, por una parte, el horizonte de la secularidad moderna y del moderno ateismo, y, por otra, el de las grandes religiones del mundo. E] libro ¢Existe Dios? estudia ya la idea de Dios de los chinos, asi como -~19-— la religiosidad no-teista del budismo. El libro ¢Vida eter- na? incluye la escatologia y otros aspectos de las religio- nes del mundo. Con estos presupuestos me encontraba a finales de 1979, cuando estallé la gran polémica con Roma sobre la infalibilidad, bastante bien preparado para esta apertu- ra al «gran ecumenismo». De otro modo, dificilmente me habria atrevido en 1982 a discutir publicamente, en el gran auditorio de la Universidad de Tubinga, con espe- cialistas del islam, del hinduismo y del budismo sobre los fundamentos de estas religiones. El fundamento firme de la teologia cristiana me daba la confianza de poder ofre- cer una respuesta a todo lo que se me proponia desde las otras grandes religiones del mundo. Esta larga funda- mentacién me permitiria posteriormente una construc- cién mucho mas profesional. Del didlogo con mis colegas de Tubinga, el indélogo Heinrich von Stietencron y el espe- cialista del islam Josef van Ess, junto con el buddlogo de Gotinga, profesor Bechert, y la colega china Julia Ching, surgié en mi casi espontaneamente la idea de la paz entre las religiones como base de la paz entre las naciones. Esta idea qued6 formulada ya en 1984, mucho antes de que Samuel P. Huntington atrajera hacia si la atencién con su articulo sobre el Clash of Civilizations. Teniendo en cuenta que ya en 1989, el gran ano de las revoluciones europeas, me habia pronunciado tanto en la Unesco, sobre paz entre las religiones y paz mundial, como en el Foro econdémico mundial de Davos, sobre la problematica «modelos éticos comunes», me encontraba en buenas con- diciones para publicar un ao mas tarde mi Proyecto de una ética mundial (1990). Instancias de otros me llevaron a reflexionar sobre modelos éticos comunes, y he inten- tado ofrecer algunas respuestas. -20- ¢éNO HAY SALVACION FUERA DE LA IGLESIA? aos Me ha llamado la atencién el titulo de uno de sus primeros trabajos: Salvaci6n de los paganos. ¢A qué conclusiones llegé en su trabajo de entonces? Hoy, el término «pagano» ha caido practicamente en desuso. ¢No constituy6 real- mente un fallo de la teologia catélica calificar a todos los no bautizados con el término «spaganos»? Se consideraba «paganos» simplemente a los primitivos que, desde el punto de vista religioso, existian al mar- gen del cristianismo, pero que iban entrando poco a poco en la conciencia de la cristiandad. El axioma «fuera de la iglesia no hay salvacién» se halla ligado a la idea de una unica iglesia salvificac, refiriéndose naturalmente a la igle- sia catdlica romana. Ya desde mis tiempos de estudian- te de Segunda Ensefianza en Lucerna, donde creci al lado de protestantes y también de judios, me inquietaba esta pregunta: ¢Qué pasa con ellos? Se nos respondia con muchos subterfugios. Y crei realmente algunos de ellos largo tiempo, hasta dar con la hermosa respuesta de Karl Rahner de que también los judios y musulmanes son «cris- tianos anénimos», cosa que seguramente ellos no quieren ser. Durante mis estudios en Roma, me sentia obligado a reflexionar: ¢Cual es en realidad para los cristianos la base de su existencia? Me encontré con la idea de con- fianza fundamental, que puede darse tanto en un agnés- tico como en un ateo, y que, naturalmente, también des- cribe un fenémeno fundamental en otras religiones. Los llamados paganos no son, por tanto, simples nihilistas -21- que piensan sin mas que todo es por nada y para na- da. Por el contrario, también ellos ponen una confianza fundamental en la realidad, por ambivalente que ésta sea, por dificil que resulte encararla. Por tanto, también cons- tatamos en no cristianos un «si» a la vida, tal como ella es, a un sentido de la vida. Se trata de un ambito que tie- ne necesariamente que ver con culpa y gracia, pero que no es en principio especificamente cristiano y menos aun catélico, sino universal. En esa linea, la confianza fundamental también es para mi la base de una ética fun- damental que puede vincularnos a todos. En efecto, sin esta «entrega» a la realidad, sin este motivo y confiado «si» a la realidad, a pesar de todas las zozobras, sin esta con- fianza fundamental, nadie puede comportarse ética- mente. Una moral fundamental esta presuponiendo una confianza fundamental en la realidad. Estrechamente ligada a la cuestién «fuera de la iglesia no hay salvaciém se halla la cuestién de la verdad. Elislam cree tener la verdad, el judaismo cree tener la verdad. cQué solucién cabe dar como teédlogo a este dificil tema? Hoy podemos comenzar constatando que ninguna reli- gion quiere ya reivindicar un monopolio de la verdad, pues ello supondria que sélo ella tiene la verdad, mientras que las otras no poseen verdad alguna. Ni el mas tradicional de los catélicos romanos puede ya defender esto, después del Concilio Vaticano Segundo. Pero la otra posicién extre- ma —que la cuestién de la verdad se ha vuelto del todo irrelevante, o que se halla de algtin modo repartida, que resulta, por tanto, indiferente cual sea mi actitud al res- pecto- tampoco puede ser satisfactoria como solucién. La solucién que he elaborado durante bastante tiempo englo- ba tres dimensiones: en primer lugar tiene que ver con mi propia perspectiva interior, es decir, la perspectiva de todos los cristianos que estan convencidos del mensaje cristia- =22- no. Para mi, la unica religion verdadera es la fe cristiana, y Jesucristo, por decirlo en palabras del Evangelio de Juan, el camino, la verdad y la vida. Y esto no cambia en absoluto cuando me encuentro dialogando con miembros de otras religiones. Solo que, en ese didlogo, he de tener en cuenta al mis- mo tiempo una segunda dimension. Cuando, por una par- te, preguntas aljudio: «¢Qué es para usted el camino, la verdad y la vida?», él te contestara: «Para mi lo es la Tora». Y el musulman a su vez te contestara: «Para mi no lo es precisamente Mahoma, sino el Coran». Y el budista dira: «Para mi lo es el 6ctuple sendero de Buda». De ese modo, cada religién tiene su verdad originaria, que nunca es solamente una verdad de la teoria, sino una verdad de la praxis. No se trata, pues, Unicamente de conocimiento verdadero, sino también de recto comportamiento. No se trata solo de doctrinas, sino también de actitud ética. A la pregunta: «¢Céomo armonizar ambas dimensio- nes?», respondo: en primer lugar, el respeto es la virtud fundamental mas importante. Debo respetar que el otro sea distinto. A ello hay que anadir la comprension. He de intentar comprender mejor al otro. De igual modo que el otro me entiende mejor cuando yo trato de entenderle mejor a él. Con el tiempo, constataremos asi muchas coin- cidencias. Lo que en un principio puede parecer tan exclu- sivo, no resulta luego tan exclusivo: como cristianos, no podemos rechazar, de entrada, la Tora. Ella es precisa- mente la raiz de la que procedemos. Tampoco podemos rechazar sin mas el islam, pues se trata de la religién que vino después del cristianismo, y mantiene consciente- mente una relacién con judaismo y cristianismo. El islam es una religién que acepta a los antiguos profetas, y también acepta a Jests como profeta, aunque se consi- dere obligada a anadir determinadas correcciones —por ejemplo, a una cristologia sobredimensionada, «divini- zante», y a otras muchas cosas. Es preciso tenerlo en cuen- -23- ta, Es, por tanto, perfectamente posible que yo esté ple- namente convencido de mi propia religién, de la verdad de mi propia religién, y, al mismo tiempo, abierto sin reser- vas a la religion y a la critica de los otros. Todavia debemos anadir una tercera dimensi6n: aqui y ahora no nos es posible decir donde se encuentra en Ultimo término la verdad. Nos encontramos todos en cami- no. Somos todos, segtin la antigua expresién, homines via- tores, peregrinos en esta tierra. Como dice Pablo, lo vemos todo solamente como en un espejo y fragmentariamente, y no como es en si. Ahora caminamos hacia la consuma- cion, y la verdad, tal como realmente es, solo se revelara al fin. A nosotros se nos abre, por asi decirlo, solamente una pequenia rendija. Me vienen ahora a la mente las pala- bras del apéstol Pablo en 1 Corintios, al final del capitu- lo 15, donde leemos afirmaciones sumamente curiosas. Pablo deja claro que, al final, ningun profeta ejercera ya el papel decisivo. Entonces, dejara de funcionar lo pro- visorio. Si, esto quiere también decir que en este mo- mento Jesus, el Hijo, se somete al Padre para que Dios mismo lo sea todo en todo. Karl Rahner ha escrito un bello articulo en el que dice que «Dios mismo», en el Nuevo Tes- tamento, es siempre el unico Dios y Padre. Asi, él lo es todo en todo. No como ahora en todas las cosas, sino que él lo es todo en todas las cosas. Esto es la consu- maci6n, la verdad incondicional. Sdlo entonces se reve- lara esta verdad plena; todo lo anterior es Unicamente reflejo, Gnicamente fragmentario. Cuando se es consciente de esto, no se cae ya ni en la ilusién de que uno mismo lo ha comprendido todo, ni en el desprecio a los otros, considerandolos deficitarios, por utilizar una formulaci6n del nuevo documento doctrinal Dominus Jesus. Deficitarios somos todos -hasta que conozcamos como nosotros mis- mos somos conocidos por Dios, por citar de nuevo a Pablo. Podemos movernos en estas tres dimensiones, y tam- bién entender el dialogo como un proceso continuo. Tal -24- didlogo no tiene nada de estatico, sino que es algo que acontece diariamente, y, por cierto, no sdlo para los tedlo- gos, sino para todo hombre que escucha en la radio una noticia al respecto, o lee un libro, o coincide con perso- nas de otras religiones. Un didlogo asi entendido es, en estas tres dimensiones, un creciente proceso de profun- dizacion. Se pueden hacer en este sentido grandes pro- gresos, por,poco que uno se esfuerce. ¢Cudl es su reacci6n ante el reproche de que asi sélo se puede llegar a un consenso de minimos? Por de pronto, ya me gustaria que a veces se diera al me- nos un consenso de minimos, particularmente en la acti- tud ética. Me gustaria que en nuestra propia iglesia se reflexionara sobre los minimos de la Regla de Oro: no hacer a otros lo que no quisieras que te hagan a ti. Y estoy pensando ahora en los conflictos actuales con la inquisi- cién romana. Si, en la polémica con el moralista espa- fol Marciano Vidal o con el monje Balasuriya, de Sri Lanka, las autoridades romanas se hubieran limitado a esta regla de minimos, seguramente habrian actuado de otro modo. Con esto quiero decir: también los man- damientos de minimos distan mucho de ser cosa mini- ma. Son elementales —lo que es bien distinto. Es elemen- tal tratar humanamente a todo hombre, también al adversario. Y también hay que afiadir que, con respecto a la actitud ética, no nos limitamos a este principio gene- ral de humanidad, que es preciso tratar de un modo ver- daderamente humano a mujeres y a hombres, negros y blancos, viejos y jovenes, pobres y ricos. Tampoco se tra- ta solo de poner en practica la Regla de Oro. Se requiere también toda una serie de indicaciones ineludibles, que, si se observan, daran un giro positivo a nuestro mundo, por ejemplo, las acciones de un politico orientadas a la justicia, o la informacién de los responsables de medios —25- de comunicacién orientada a la veracidad. Tal veracidad no es un minimo, sino un elemental presupuesto, que constituye, por lo demas, la base de todo didlogo: vosotros tenéis que poder dar por supuesto que no os intento enga- far. Y, por mi parte, tengo que dar por supuesto que estais honestamente interesados en plantearme preguntas de las que ha de surgir algo instructivo. La misma convi- vencia familiar presupone ciertas reglas elementales, por ejemplo, no engafarse unos a otros, no burlarse unos de otros. Y también es valido todo ello aplicado a una oficina, a un instituto universitario, a cualquier empre- sa. Seguramente habra oficinas e institutos, y hasta empresas, en los que es norma la Regla de Oro, en los que el jefe diga eventualmente a cada uno ya en su incorpora- cion: «Mire, hay determinadas cosas que aqui sencillamen- te no hacemos. Nos atenemos a estas y estas reglas». Pero actitud ética no significa que nunca se cometan errores ni se contravengan las reglas. El hombre es un ser libre. No siempre nos controlamos a nosotros mismos, y a veces hacemos algo de lo que mas tarde nos arrepentimos: «Qué daria por no haberlo hecho». Tampoco se trata de negar que se infringen ciertas reglas elementales. Pero es enormemente relevante que en la guarderia, la escuela, y también en nuestras universidades vuelva a estar claro que existen ciertas normas que siguen vigentes y deben ser cumplidas. Y es reconfortante que en los despachos directivos de nuestros consorcios internacionales se diga: determinadas cosas, como todo lo que huele a corrup- cién, aqui no se hacen. En ese sentido, no deberiamos ha- blar aqui de minimalismo, sino de reglas elementales. —26- Usted habla de ethos mundial, no de ética mundial.* cExiste una diferencia entre ethos y ética? Naturalmente, estos términos se usan en parte indistin- tamente. Y yo mismo me he abstenido siempre de dictar una determinada terminologia contra el uso general. Pero si tomo las palabras en sentido estricto, entonces ética Significa una doctrina de comportamiento moral, es decir, un sistema €tico —por ejemplo, la ética de Aristoteles, 0 la de Tomas de Aquino, o la de Emmanuel Kant. Ahora bien, no es necesario para hacer posible la convivencia que uno adopte un determinado sistema ético. Con ethos se quie- re decir otra cosa: no, en primer término, una doctrina oun sistema, sino la interna actitud fundamental, moral y ética de un hombre que se rige de acuerdo con deter- minadas normas y reglas cuyo criterio es la conciencia, es decir, una actitud fundamental que en el fondo deter- mina todo su comportamiento. Y a favor de este ethos vale la pena el compromiso de preguntarse: ¢Qué es lo que realmente ha de determinar mi actitud ética funda- mental? Mi experiencia es ésta: se suele encontrar mucho acuer- do cuando no se pretende imponer una cosa, sino que se hace comprender a la gente lo que en el fondo ha estado siempre vigente, que determinadas cosas hay que hacer- las y otras no. Que no se debe mentir, no se debe dar fal- so testimonio ni engafar, sino que hay que decir la ver- dad. Que no se debe robar ni, menos atin, matar, y que no se debe abusar de la sexualidad, sino que hay que res- * En aleman, Hans King habla siempre en este contexto de Weltethos (sethos mundial»), Asimismo, la fundacién que preside se llama en ale- man Stiftung Weltethos (Fundacion Ethos Mundial}. Sin embargo, en los paises de habla hispana se ha preferido la expresién «ética mundiab y el nombre oficial de dicha fundacién se ha traducido, a su vez, como Fundacion Etica Mundial. (Nota del editor] -27- petarse y amarse. Todo ello son normas que conciernen a mi actitud fundamental interior y que presuponen mi autocontrol. Nadie puede obligarte a decir la verdad. Si quieres mentir, puedes mentir. La cuesti6n es si te des- cubren o no. Pero el querer esto o no es tu propia deci- sién absolutamente personal. En este sentido, es algo grande que el hombre sea en definitiva sefior de si mis- mo, en medio de todos los influjos que le empujan, pre- sionan y mueven, tanto desde fuera como desde den- tro. Cada persona puede actuar de esta manera 0 de la otra. La autorresponsabilidad, sobre todo en tiempos de movimientos globales, es de gran importancia, y hoy adquiere una nueva consideraci6n hasta en cuestio- nes del tribunal de justicia internacional. Ni siquiera los jefes de Estado estan ya por encima de la moral, «mas alla del bien y del mal», sino que, en ciertas circunstan- cias, pueden exigirseles responsabilidades. ~28- EtIca MUNDIAL, gUNA NUEVA RELIGION MUNDIAL? aoe ¢Podria decirse que la ética mundial quisiera crear algo asi como una carta de las religiones del mundo, 0 como los diez preceptos fundamentales de las religiones? Quiza, mas bien, un sistema de coordenadas éticas. Si tienes una brijula y un mapa, necesitas ademas las coor- denadas para poder encontrar el camino. En ese senti- do cabria hablar de coordenadas éticas para la brijula de la conciencia. Naturalmente, es preciso determinarlas. En realidad, sobre pocos textos he tenido que meditar tanto, sobre pocas cosas debido discutir e intercambiar opinio- nes tan largamente como en el momento en que hube de redactar el borrador para la Declaracion del Parlamento de las Religiones del Mundo, en 1993 en Chicago. En esta Declaracién se contiene el intento, ahora ampliamente aceptado, de condensar en seis grandes reglas, dos prin- cipios fundamentales y cuatro iniciativas, el sentido éti- co de la humanidad tal como se ha ido desarrollando des- de tiempos inmemoriales. Pero no con el fin de reemplazar los diez mandamientos de Dios, sino para expresar lo que ya se contiene basicamente en estos mandamientos, lo que, por otro lado, no slo se encuentra en el Sinai, no slo en el Sermon de la Montafia o en el Coran, sino tam- bién en Patanjali, fundador del Yoga, en el Canon budis- ta o en Confucio y en otros grandes textos de la historia religiosa de la humanidad. En nuestro tiempo, seria de mayor interés que la huma- nidad tuviera claro lo siguiente: en primer lugar, que en ~29- cuestiones de moral no es admisible ninguna arbitra- riedad posmoderna, ningun anything goes. Que existen, mas bien, determinadas reglas que nos obligan a to- dos, no solo a la ciudadana y el ciudadano medio, sino también a los hornbres de Estado, los industriales y los profesores, en las universidades o en los laboratorios. En segundo lugar, que se tenga claro que estas reglas fun- damentales son comunes a todos, es decir, que no sdlo tienen vigencia en el ambito de las tres religiones profé- ticas, el judaismo, cristianismo e islam, sino que también en las religiones de procedencia india y china se encuen- tra este tipo de normas. ¢No quiere usted, por tanto, crear ninguna nueva religién mundial? ¢Una ética mundial no es una nueva religién mun- dial? Eso seria ciertamente ridiculo. Toda mi vida he resistido cualquier tentacion de erigirme en tribuno del pueblo y ponerme al mando de una agrupacién. En modo alguno me siento con vocacién de fundador. Pero intentemos una respuesta seria: no tenemos que temer una religi6n mun- dial Unica, pues, para ello, las religiones del mundo son demasiado distintas. Y tampoco podemos esperar una unica religion mundial, pues en la situacion actual no existe indicio alguno que permita sospechar que pudiera darse tal cosa algun dia. De todos modos, si deberiamos afianzar la conviccién de que estas reglas fundamentales deben valer para toda la humanidad. Cuan importante sea esto, lo hemos visto confirmado en el Parlamento de las Religiones del Mundo, en Chicago en 1993, y también en el Parlamento siguiente, en Ciudad del Cabo en 1999. Y ahora, no sdlo es abstracto, como acabo de formularlo, sino de un modo muy concreto y adaptado a los tiempos actuales: ¢Qué significa no matar, sino practicar el res- peto a toda vida? ¢Qué significa no mentir, sino decir la ~30— verdad? ¢Qué significa no robar, sino trabajar por un orden econémico justo? ¢Qué significa no abusar de la sexuali- dad, sino defender el respeto a la mujer y la colaboraci6n de var6én y mujer? Estas son normas que unen a todas las religiones y que también no creyentes pueden asumir. Para ello no hace falta una religion comun, sino nica- mente una comun moral fundamental. os Qué significa esto? Usted menciona el ambito de la sexua- lidad, del abuso de la mujer. gQué exige la ética mundial? Significa que lo negativo se ha de denominar claramente. Y en concreto: existen por doquier en el mundo formas condenables de patriarcalismo, de predominio de un géne- ro sobre el otro. Y esto se muestra, sobre todo, en la explo- tacién de mujeres, el abuso sexual de los nifios, lo mis- mo que en la prostitucién impuesta. También hay que decir claramente que las diferencias sociales en nuestra tierra conducen con frecuencia a que especialmente muje- res e incluso nifios de paises poco desarrollados se vean obligados a asumir la prostitucién como medio de lucha por la supervivencia. Por el contrario, de un modo positi- vo, podemos decir que, de acuerdo con las grandes tra- diciones éticas y religiosas de la humanidad, conserva su vigencia universal el precepto: «No fornicaras». Asi se decia antes. Hoy decimos: «No se ha de abusar de la sexuali- dad». O, de acuerdo con nuestra formulaci6n positiva: «Respetaos y amaos unos a otros». Lo que quiere decir con toda claridad que nadie tiene derecho a humillar a otro convirtiéndolo en mero objeto de su sexualidad, ni a some- terlo a dependencia sexual o mantenerlo en ella. Y, por supuesto, se puede seguir avanzando en este ambito. También hay que tener en cuenta lo que, con respecto a estas normas se reitera en la Declaracion sobre la ética mundial: habria que comenzar por que los jovenes ejer- citaran todas estas cosas en la familia y en la escuela. —31- Deberian aprender que la sexualidad no es ninguna fuer- za negativo-destructora, sino una fuerza creadora y for- madora, que tiene por tanto la funci6én de construir una comunidad defensora de la vida, y que la sexualidad sdlo puede desarrollarse cuando es vivida responsabilizando- se también de la felicidad de la otra parte. Todos estos temas se hallan relacionados con la cuestién de la sexua- lidad. Pero he de hacer una precision. Ni en la Declaraci6én de Chicago, ni en la Ciudad del Cabo, ni tampoco en la Declaraci6n politica del InterAction Council de anteriores jefes de Estado y de gobierno, encontrara usted algo que tenga que ver con las controvertidas cuestiones actua- les del Ambito de la sexualidad o de la bioética. Y esto tie- ne especial aplicacion a las cuestiones de la contracep- cién, del aborto, la homosexualidad y la eutanasia. ¢Por qué estos documentos no se pronuncian en estos temas? Porque se trata de cuestiones controvertidas no sdlo entre las religiones, sino también dentro de una misma religion, de cada religion, e incluso de cada iglesia. Como es noto- rio, tampoco en la iglesia catdlica existe consenso sobre estos cuatro puntos. Por consiguiente, no es posible de- cidir sobre una cuestién como ésta en una declaracion general. Por fortuna, he tenido suficiente influencia en el curso de los acontecimientos para poder rechazar algu- nas exigencias de pronunciarse sobre estas cosas, y asi pudimos mantener los textos libres de unas afirmaciones que, luego, habrian torpedeado la Declaracién en su con- junto porque sin duda habrian provocado imprevisibles controversias, por ejemplo a favor o en contra del aborto. En Alemania se discute precisamente sobre legalizar la prostitucion. Y las iglesias, que elevan la voz en contra, se ven relegadas al ridiculo. =32- Sin duda habra que distinguir entre una ayuda a las pros- titutas que, como acabamos de citar de la Declaracion sobre Etica Mundial, son muchas veces victimas de las circunstancias. Naturalmente, también hay a veces en nuestra sociedad mujeres que se encuentran en esta difi- cil situacion, quién puede meterse a juzgarlo. Una cosa es prestarles ayuda y crear para ellas posibilidades de emancipacién. Yotra muy distinta es pensar que se pue- de banalizar la prostitucién, y no ver que no se trata de una profesién como otra cualquiera, sino que represen- ta un abuso de la sexualidad. También aqui hay ciertos limites, y es sin duda funcién de la iglesia sefalar esos limites. Lo fatal es que una iglesia como la catélica roma- na, cuya jerarquia se opone incluso a la pildora y blan- de en todas las cuestiones las reglas morales, ya no es escuchada ni siquiera cuando realmente deberia serlo. La generaci6n joven suele decir: al fin y al cabo, éstos estan «contra todo». ¢Ha perdido, por tanto, la iglesia catélica su competencia en materia de sexualidad? Por desgracia, ampliamente: el magisterio eclesiastico ha perdido su propia credibilidad en cuestiones de moral sexual. Segun todas las encuestas al respecto, sélo un pequeno porcentaje de la poblacién catdlica se manifies- ta dispuesto a seguir al Papa en cuestiones de ética sexual. Y la culpa es suya, pues habria podido ser de otro modo. Espero que habra alguna vez un Papa que escriba una tazonable enciclica sobre sexualidad, en la que se abra un camino entre libertinismo y rigorismo. =33- ECUMENISMO eos Profesor Kiing, usted ha aludido antes a que, con frecuen- cia, existen en las religiones diferencias objetivas sobre cuestiones centrales. ¢No es un escandalo para el didlo- go que usted propugna en el proyecto de una ética mun- dial, que, por ejemplo, el cristianismo esté todavia tan di- vidido en temas confesionales y en otros ambitos? Naturalmente. La superaci6n de la division era también una esperanza que yo habia acariciado en el Concilio Vaticano Segundo. Los cristianos nos debilitamos extraor- dinariamente por aparecer como distintos constantemente y en las mas variadas situaciones. Con ocasién de la reciente visita oficial del presidente aleman, Johannes Rau, a Israel, pude participar en un dialogo con judios y musulmanes en Jerusalén. A este acontecimiento fueron también invitados el abad catolico, el pastor protestante y un representante de la iglesia ortodoxa. Por fortuna, todos ellos varones pacificos. Pero constatamos una vez mas que mientras no seamos capaces de restablecer ni siquiera entre nosotros, cristianos, el mutuo entendi- miento y la unidad, no podemos pedir estas cosas a otras religiones. Ante esta perspectiva, suelo reaccionar con extraordinaria alegria a las numerosas llamadas de ambas iglesias a la opini6n publica, pidiendo esto 0 aquello, de un modo autosuficiente y moralizante. Mientras tanto, las mismas iglesias no son siquiera capaces de solucionar los problemas mas elementales del siglo xvI -como restable- cer la celebracién eucaristica en comunidad, reclamada -35- ya en muchos informes teologicos y por numerosos cre- yentes. Tendriamos quiza que volver a la propia casa, en lugar de andar siempre salmodiando a la sociedad: tenéis que hacer esto, tenéis que tener en cuenta aque- llo. Claro que es muy digno el compromiso social. Pero los obispos no son creibles cuando se pronuncian a favor de la eliminacion de las minas antipersona, mientras no osan rozar las minas eclesiasticas con la punta del dedo, por no decir intentar desactivarlas. ¢Por qué en Alemania avanza tan lentamente el ecume- nismo entre protestantes y catélicos, o entre Roma y los protestantes? ¢Se trata en ultimo término de una cues- tién de poder? ¢O todavia late en el fondo un problema teolégico no resuelto? No, esto no es ya un problema teolégico en absoluto. Me considero autorizado a afirmar que he estudiado hace algunos decenios todas estas cuestiones controvertidas y publicado bastante sobre el tema. Cualquiera que lo haya investigado lo sabe: las cuestiones teoldgicas estan resuel- tas o tienen solucién. Aqui se trata mas bien de una cues- tion de poder. Pero no en primer término de una cuestién de poder en Alemania, sino de una cuestion de poder romano. Es ciertamente algo que no gusta oir, pero no hace ninguna falta estar obsesionado con el Papa para constatar: en cuestiones de ecumenismo, el papado es el gran lastre, y Ja curia romana ha impedido muchisimas cosas. Ella ha impedido, en primer lugar, que el Concilio pudiera funcionar como realmente queria, y que pudie- ra llegar a conclusiones cargadas de futuro, y no solo en temas como la celebracién conjunta de la eucaristia, sino también en cuestiones como la contracepcion o ei celiba- to. En segundo lugar, la curia romana es claramente res- ponsable de que, después del Concilio, se haya produci- do un anquilosamiento que nos ha ocasionado en la ~ 36 — Reptblica Federal enormes problemas. Recuérdese el si- nodo de Wurzburg: qué cumulo de resoluciones -total- mente ignoradas en Roma, sin dedicarles siquiera una respuesta. ¢Quién habla ya de eso? Y lo mismo pas6 con el sinodo de Suiza. Donde es ya de recibo que el pueblo pida tan claramente unas cosas, y que luego no suceda nada en absoluto? A veces me gustaria que hubiera ple- biscitos eclesi&sticos como los que, en el Ambito politi- co, existen en la Confederacién Helvética: alli se pueden tomar iniciativas o promover un referendum, y cuando lo apoya un numero suficiente de personas, es preceptivo someter el tema a votacién. Asi, es posible superar el estan- camiento por iniciativa de la base. Una cosa es segura: en todas estas cuestiones con- trovertidas, el mismo Concilio habria podido adoptar una decision en sentido positivo. Si se sometieran a un refe- réndum del pueblo creyente cuestiones como la contra- cepcién, el celibato 0 el problema de la ordenacién de mujeres, seguramente el resultado seria abrumadora- mente positivo. Naturalmente, no ha de tomarse esta pro- puesta al pie de la letra, en el sentido de considerar en absoluto al referéndum como el instrumento mas impor- tante de la iglesia catélica romana. Pero una jerarquia que tiene miedo de su propio pueblo, que reacciona tan totalmente a espaldas del pueblo como lo hace la caté- lica romana, no deberia admirarse de encontrar en él cada vez menos eco y confianza. Imaginemos que un dia se priva a la iglesia de la proteccién estatal 0 se supri- me el impuesto eclesidstico: gQué quedaria de toda la gran fachada eclesidstica? Seria sin duda muy conve- niente reflexionar sobre ello. Nuestra «jerarquia» no debe- ria condenar a quienes ejercen la critica, sino tomar final- mente en serio la critica de los cientos de miles que integran los movimientos populares dentro de la iglesia. Se trata de trabajar seriamente por resolver siquiera alguno de estos problemas que arrastramos desde hace ~37~ siglos, o al menos alguno de los que arrancan de hace decenios. Por lo demas, este diagnéstico critico de la situacion social no afecta sélo a la iglesia catolica. También en la iglesia protestante existe en parte este anquilosamiento. De todos modos, el problema es aqui de otro tipo. En la iglesia protestante se ha producido en muchos casos un vacio de sustancia. Cuando, por ejemplo, algunos parro- cos ven su tarea casi exclusivamente en actividades so- cioemancipatorias, y no en el auténtico anuncio del evan- gelio y la celebracién de los sacramentos, si duda se ha abandonado algo esencial. Y mientras la iglesia catoli- ca padece una rigida petrificacion, la evangélica se resien- te, por el contrario, de falta de perfil. Yano se sabe muy bien por qué se es evangélico. Tampoco se sabe bien lo que re- almente hay que anunciar. Ni siquiera las declaraciones publicas conjuntas de los presidentes de ambas iglesias, en las que generaimente el presidente del consejo de la iglesia evangélica alemana se acomoda al presidente de la conferencia episcopal, pueden Ilamarnos a engafio sobre esta desolada situaci6n en diversos aspectos. = 38 — EL PAPA Y LA ETICA MUNDIAL Cuando consideramos los viajes del Papa por todo el mundo, vemos que arrojan una impresionante cifra: Juan Pablo II ha emprendido cerca de un centenar de viajes, y también ha visitado la iglesia luterana de Roma, la sina- goga romana y la gran Mezquita Omeya en Damasco. A veces se me ocurre pensar: ¢Podria Kting imaginarse un mejor colaborador en cuestiones de ética mundial? Reconozco de buena gana que me he alegrado de que el Papa haya hecho suyas a posteriori muchas cosas que yo he elaborado desde el punto de vista tedrico y defendido una y otra vez en mis publicaciones. «No habra paz entre las naciones sin paz entre las religiones, y no habra paz entre las religiones sin dialogo de las religiones» se ha con- vertido por fin en este pontificado en un punto progra- matico. Y recientemente defiende el papa incluso el gran propésito de una ética comin para la humanidad. Inmediatamente antes de su viaje a Damasco, pronunci6, el 27 de abril de 2001, un gran discurso ante la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, en el que acepta explici- tamente la ética mundial. Por mi parte, podria suscribir sin dificultad cada frase de este discurso. Contiene, en primer lugar, una valoracién pormenorizada del fend- meno de la economia de mercado y de la globalizacion. A mi juicio, es importante que él acentte en este con- texto que una globalizacién de la economia sin una globalizacion de la ética es un asunto peligroso. No resul- ta nada sencillo explicar esto razonadamente. Tratandose ~39- de un texto tan valioso, quiero citar aqui un pasaje del mismo: «Puesto que la humanidad ha emprendido el cami- no de la globalizacion, no puede proseguir mas tiempo sin un cédigo ético comun. Y no se trata aqui de un Unico sis- tema socioeconémico dominante o de una cultura que impone sus valores y criterio al discurso ético. Las nor- mas de la vida social han de buscarse en el hombre mis- mo, en la humanidad universal tal como ha salido de la mano del Creador. Esta busqueda es inevitable si no que- remos que la globalizaci6n sea Unicamente otro nombre para la absoluta relativizacién de valores y para la homo- geneizacién de estilos de vida y culturas. Dentro de toda la multiplicidad de formas culturales existen valores hu- manos universales, y estos valores deben ser explicita- dos y subrayados como fuerza conductora de cualquier clase de desarrollo y de todo progreso». Creo que no se pue- de decir mejor. ¢No ha cambiado algo en el pensamiento del Papa, del que usted es claramente critico? Esta es de hecho una dimensién que, en el curso de este pontificado, se ha vuelto cada vez mas clara y que me ale- gra extraordinariamente. Este Papa se ha impuesto aqui a fuerzas muy poderosas dentro de la curia romana, en la que algunas de sus acciones no han encontrado pre- cisamente aprobacion, sino mas bien critica. Naturalmente, las cuestiones de este pontificado y su valoracién global tienen también que ver con las posiciones intraeclesiales, o con la actitud que se oculta tras estas posiciones intra- eclesiales. Cuando Roma, al mismo tiempo que los gran- des viajes ecuménicos del Papa, publica la declaraci6n Dominus Jesus, aunque sin duda no la haya escrito el Papa, se plantea naturalmente esta pregunta: cuando el Papa peregrina a Atenas y hace alli una confesién de culpabilidad, gno esta pensando quizas en lo mas intimo =~ 40— que los orientales deberian «volver» de nuevo bajo el po- der romano, bajo el que, en el fondo, nunca han estado? Y cuando visita la Mezquita Omeya de Damasco, ¢no esta pensando quiza que, en realidad, todos los musulmanes deberian hacerse catélicos? En él esta presente esta ideologia del retorno, que vuel- ve a encontrar fuerte fundamentaci6n en el documento Dominus Jesus: Aqui prevalece de nuevo, con respecto al Vaticano Segundo, otra visién de las diversas religiones. Entonces la vision teoldgica de las otras religiones no era todavia definitiva ni estaba elaborada de modo totalmen- te consecuente. Pero no se puede ignorar que el Concilio Vaticano Segundo abandon6é la ideologia del regreso. Con todo, una vez mas, me alegro de lo que Juan Pablo II ha hecho en esta direccién, sobre todo en los Ultimos afios. Las auténticas cuestiones de controversia entre yo y este papa se refieren a problemas intraeclesiales, y, sobre todo, a su clamorosa contradiccion entre la politica exterior y la politica interna. La politica exterior se halla bajo el sig- no de un compromiso mundial a favor de los derechos humanos, la libertad y el reconocimiento del otro. La poli- tica interna, segun mi impresion, bajo el signo de la repre- sion de la libertad de opinion, de la inquisicién, de la minusvaloraci6n de la mujer, de las constantes trabas a la solucion de cuestiones controvertidas. Un insélito camu- lo de problemas. Bueno, el Papa es un portavoz tinico de la iglesia catélica romana. Otras religiones no disponen de un portavoz tan eminente, si excluimos al Dalai Lama. ¢No supone una ven- taja que exista un portavoz tan eminente en una socie- dad religiosa? ¢No facilita esto el didlogo? Yo me encuentro -contra la imagen que se me suele atri- buir- entre los partidarios decididos de un servicio de Pedro en la iglesia, y, en ese sentido, entre los defensores -41- de una posicién primacial. La disputa nunca fue para mi si debe haber un papa o no, sino cémo debe ejercerse ese primado. Y a este respecto, desde un punto de vista sim- plemente historico, constato con toda claridad: durante el primer milenio no hemos tenido este sistema romano. Ciertamente hubo obispos romanos que intentaron implan- tar su Imperium romanum. Pero la auténtica ruptura fue la revolucién desde arriba de Gregorio VII, quien, en el siglo XI, establecié un primado de jurisdiccién con la Ila- mada Reforma Gregoriana, y adopté un comportamiento agresivo con respecto a la iglesia oriental. He descrito este proceso en mi reciente publicaci6n Pequeria historia de la iglesia catélica. Desde el siglo XI se impuso esta enorme supremacia, esta separaci6n entre el clero y los laicos. También entonces comenz6 a introducirse la ley univer- sal del celibato para el clero secular, con todos los medios de coacci6n espiritual. Desde entonces tenemos estos problemas que atin arrastramos, y desde el siglo XI, te- nemos también la lastimosa separacién de la iglesia oriental. En el fondo, ya habiamos dado un paso mas cuando Pablo Vly el patriarca Atenagoras se dieron un abrazo en Jerusalén. Aquello marcé ciertamente una época. Entonces se podria haber progresado dialogando con los ortodoxos sobre las condiciones bajo las que estarian dispuestos a reconocer un primado romano. A mi entender, no se habria tratado solo de un primado de honor, sino quiza de un primado pastoral, como Juan XXIII preconizé ejemplar- mente para Oriente. Pero lo inaceptable para las iglesias orientales, y mas todavia para las iglesias de la Reforma, es esta increible pretension, completamente ajena a la Biblia, de un primado de jurisdiccién sobre cada una de las iglesias y cada uno de los cristianos. El papa ejerce sin medida este primado de jurisdiccién Unicamente a partir del Vaticano Primero en 1870. Y también es éste un problema que podria resolverse. Ya en mi libro La Igle- —42-— Sia (1967) he ofrecido iniciativas concretas para la so- lucién teolégica de estos problemas, por ejemplo, para la Anglican Roman-Catholic International Commission (ARCIC), es decir, para las conversaciones entre repre- sentantes de la iglesia anglicana y el Secretariado romano de la unidad. En cuanto a la solucion de las cuestiones teoldgicas, la unidad entre Roma y Canterbury podria res- tablecerse casi de un dia para otro. Hace algan tiempo tuve ocasi6n de asistir en el Palacio Lambeth de Londres aun homenaje al arzobispo anglicano George Carey, y recuerdo que le dije el despedirme: «Espero vivir todavia la experiencia del restablecimiento de la unidad entre Canterbury y Roma». Partiendo del mutuo respeto, esto seria posible con dos condiciones: por una parte, el reco- nocimiento del primado pastoral romano por la iglesia anglicana, y, por otra parte, el reconocimiento de la auto- nomia de la iglesia anglicana por Roma, ambas cosas en el espiritu de la antigua tradicion. Esto significaria en con- creto que los obispos pudieran seguir eligiéndose en Inglaterra por un gremio compuesto por clero y laicos, y algunas otras cosas semejantes. Todo ello seria un mode- lo de unidad en la variedad, y no el actual uniformismo dictatorial. En nuestros dias, la iglesia catélica romana da la impre- sién de ser una dictadura clerical. Aqui no se tolera a nadie que opine de un modo distinto. No resulta facil de- sechar la tentacién de comparar al Vaticano con el anti- guo Kremlin y sus métodos. Y no es en modo alguno ino- cente argumentar en contra que «hoy ya no se quema en Roma a nadie en la hoguera». Las personas sometidas a este molino inquisitorial quedan destrozadas psiqui- camente, y terminan por firmar lo que se les ponga delan- te. En el fondo, todos han tenido que firmar algo, como los beneméritos tedlogos Balasuriya y Dupuy. De otro modo no habrian podido salvarse. Personalmente, me he negado a acudir a Roma porque sabia muy bien la orda- = 4B-— lia, el tormento que me esperaba. Ninguna clase de pro- ceso limpio, como exige la Declaracion de los Derechos Humanos de la ONU, sino una exigencia de capitulaci6n, como es usual en todos los sistemas totalitarios. Mientras sigamos teniendo ese sistema dictatorial, no cabe pensar en una reunificacion de los cristianos separados. Por eso digo: con el papa Juan XXIII y también con Pablo VI esta- bamos mejor. Deberiamos volver de nuevo al menos a aquella situacién. Espero que, en la préxima elecci6én papal, haya suficientes cardenales capaces de compren- der que no llegaremos muy lejos mientras sigamos por el camino en que ahora nos encontramos. RECONOCIMIENTO DE LA PROPIA CULPA De todos modos, este Papa ha hecho en Atenas un reco- nocimiento de culpa con respecto a los greco-ortodoxos. También ha reconocido viejas culpas con respecto a los judios. Y ha confesado igualmente culpas en lo referente a la Reforma. ¢No supone esto un signo de cambio de men- talidad? Naturalmente, yo no soy su confesor. De otro modo, le diria que no basta con confesar una culpa. Hay que pro- meter también la enmienda. Y no menos importante: es preciso prestar obras de satisfaccién. Las ltimas confe- siones de culpa del Papa eran al menos mas claras que lo que, con pomposas formas liturgicas, se celebraba en la Basilica de San Pedro, donde se escamoteaba la propia culpa recurriendo a bellas frases. El papa Juan Pablo II aludié con toda claridad en Atenas a la Cuarta Cruzada de 1204, en la que los latinos fueron responsables de ase- sinato, homicidio y destruccién en Constantinopla. Este era felizmente un lenguaje muy claro, que consecuente- mente también fue acogido de forma muy positiva. Los griegos no esperaban que un dia viniera un obispo de Roma a confesar tan claramente su culpa. Esto estaba muy bien, y habria que considerarlo co- mo el verdadero camino para el futuro. Ahora habria que hablar, por ejemplo, con el patriarca de Constantinopla, Bartolomeo I, hombre extraordinariamente abierto, sobre lo que se podria hacer para normailizar las relaciones entre Constantinopla y Roma. Constantinopla nunca pretendié = 45 — ser la primera sede episcopal, ni siquiera en el gran Concilio de Calcedonia, cerca de Constantinopla, el ano 451. Reclamo ser la segunda sede, pues Constan- tinopla era la nueva capital del Imperio. El patriarca de Constantinopla no tiene por tanto problema alguno, por principio, para reconocer la primacia al papa. El obispo de Roma es también el patriarca de Occidente, y también el Metropolita de Italia, cosa que suele olvidarse. Ante todo, el papa es el obispo de una didcesis, la romana, que en modo alguno se encuentra en la mejor situacién. Habria, pues, que hablar sobre esta diversificada gra- duacién de competencias. Con todo, lo decisivo en estas cuestiones es la renuncia voluntaria de Roma al poder en relacién con el conjunto de la iglesia. No ciertamente la renuncia a toda autoridad, y menos todavia a la autori- dad pastoral. Lo importante es la renuncia al poder me- dieval del papado, todavia defendido tedricamente, pero que ya hace tiempo se ha perdido en el ambito secular, por mas que el mundo eclesiastico se agarre a él, aun- que con poco éxito -en Oriente se perdid, ya no es vigen- te desde el siglo x1, y en las iglesias de la Reforma desde el siglo xvi. Habria sin duda que asumir que el representante de una institucién que se remonta a Jesus de Nazaret tomara un poco mas en serio las bienaventuranzas de Jesus y llevara a la practica las reglas que alli se contie- nen sobre la renuncia al poder. El Nuevo Testamento reco- mienda que se acompazie al otro no sdlo una milla, como él pide, sino incluso dos. Traducido a la situacion ecu- ménica, se trataria en el fondo de lo siguiente: ciertamente hemos definido asi el primado en una determinada situa- cién y apoyados en circunstancias histéricas muy con- cretas. Pues bien, hoy no concedemos ningtin valor a las pretensiones jurisdiccionales sobre las iglesias her- manas de Oriente. Si quisiéramos seguir conservando nuestra tradici6n romana, fundada sobre las tumbas apos- — 46 - tdlicas de Pedro y Pablo, quisiéramos cumplir este ser- vicio cetrino que, siguiendo el ejemplo del apdéstol Pedro, ha de ser un servicio de confirmacion de los hermanos en la fe. Pero no queremos dominar, sino mas bien ser lo que, desde Gregorio Magno, ha sido un titulo de los papas: servus servorum Dei (siervo de los siervos de Dios). Lo que, en este caso, significaria: siervos de las iglesias orientales. Por tanto, si mas alla de una confesi6n de culpa y de una afirmacién puramente teérica de este servicio, se vieran consecuencias practicas, una verdadera enmien- da y satisfaccién, entonces si se arreglarian muchas cosas de un dia para otro, literalmente de un dia para otro. ¢Dependen sélo del Papa estas consecuencias practicas? El mismo ha invitado en la enciclica Ut unum sint a refle- xionar sobre el papado. Esta invitacion me ha parecido, perdénenme la expresién, una mentira piadosa. Realmente, sobre el papado ya se ha reflexionado bastante. Yo mismo he escrito sobre el tema algunos libros, bien conocidos en el Vaticano. En ellos se recogen las aspiraciones tanto de las iglesias orien- tales como de los anglicanos y de la iglesia de la Reforma. Por tanto, no se trata ya de que reflexionen los otros, sino de que el mismo Papa recapacite por fin y, sobre todo, camine hacia la accion, hacia la accién reformadora. He releido recientemente un formidable discurso de Pablo VI sobre la reforma de la curia, en el que encarecia que la curia no tiene por qué dominarlo todo. Pero ¢qué ha que- dado de todo ello? Hoy seguimos teniendo un sistema curial par excellence. En esta situacion, que el mismo responsable proponga que se reflexione sobre el papado no me parece otra cosa que un simple subterfugio. A nin- gun dictador moderno se le ocurriria pedir a la poblacién que reflexionara sobre como deberia ejercer su cargo. La iniciativa debe partir del mismo Papa. Para ello es -47- necesaria la presién desde abajo y, naturalmente, sobre todo desde los obispos, a fin de que se cambie en Roma el sistema absolutista —con el consentimiento del Papa. Yo recomendaria a este respecto el sistema de Inglate- rra, donde, mediante una glorious revolution y algunos cambios constitucionales, se ha quitado al rey el poder absoluto, dandoselo a la House of Commons. Necesitamos realmente una transferencia de poder, de este Sefior abso- luto en Roma a las conferencias nacionales de obispos y aun consejo internacional de obispos que pueda code- cidir de verdad, y no se pierda, como esta sucediendo aho- ra, en meros discursos inttiles. ¢No esta ya superado en el mundo actual un pontificado vitalicio? En un tiempo en que los hombres llegan a una edad cada vez mas avanzada, aunque no por ello se vuelvan mas sabios, parece oportuno reflexionar sobre esta cuestion. Durante el Concilio tuve muy buenas relaciones con el primado de Bélgica, el cardenal Suenens, quien propu- so que los obispos se retiraran al cumplir los 75 anos. Pregunté personalmente a Suenens: «¢Por qué excluye usted al papa?». A lo que él contesté sonriendo: «Porque de otro modo perderiamos la votacién». Estaba muy bien pensado. Todos habrian dicho: «No, el Santo Padre en modo aiguno puede retirarse». Prescindiendo de que enton- ces teniamos un papa ya muy entrado en ajios, la cosa no habria sido nada facil. Pero un limite de edad para el papa es algo que parece imponerse. Yo abogo por obispos temporales, como en la iglesia evangélica. No es en abso- luto necesario que, en la iglesia catélica romana, los obis- pos permanezcan tanto tiempo en el ministerio. Con todo, actualmente tenemos en el episcopado el limite de edad. de 75 afios, que realmente Roma suele mantener cuando se trata de obispos progresistas, mientras que los obis- — 48 — pos reaccionarios con frecuencia se mantienen en el minis- terio muchos afios mas. Pero también para el papado pare- ce oportuna una solucién. Claro que no se puede olvi- dar que, segun el derecho canénico vigente, un papa puede perder su ministerio. Y esto no es solo aplicable al caso de herejia o de cisma, pues también un papa puede vol- verse cismatico si se aparta de la iglesia. También pierde su ministerie y su autoridad de modo automatico en caso de demencia o de alzheimer. Un caso semejante sumiria a la iglesia en una crisis tan grave que seria mucho mejor promover con tiempo una soluci6n juridica. —49— EL PROXIMO PAPA aos ¢Cudl puede ser, en su opinion, el modelo del futuro, el per- fil del papa del futuro? ¢Cudles serian las principales cons- tantes del préximo papa? ¢Serd un papa italiano? La nacionalidad del préximo papa nadie puede saberla. Lo cierto, en mi opinién, es que no se tratara de otro papa polaco. Y eso indica que muchos -incluso en las filas del Colegio Cardenalicio- no quisieran ver repetido el estilo del papa actual. El proximo papa ha de ser ante todo un hombre que no venga del derecho canénico romano ni del sistema eclesiastico, sino que tenga al mismo JesUs como el auténtico impulso de su actuaci6n, que aborde los pro- blemas desde el Espiritu de Jestis de Nazaret. Esto seria lo fundamental. No tendria que ver el mundo en el para- digma medieval, es decir, como un mapa en el que estan senalados como puntos mas importantes los santuarios marianos. Deberia asumir los logros de libertad realiza- dos en la humanidad y en la iglesia. Deberia ser cons- ciente de que, en la era de la secularizacion, del pluralis- mo y de la individualidad, ya no se puede tratar a los hombres como si fueran un rebano de ovejas. El pr6éximo papa necesitaria ambas cosas: fuerte afianzamiento en el espiritu cristiano, en el evangelio mismo, y a la vez aper- tura al mundo —una apertura que presupone que adop- ta criticamente las nuevas corrientes, y no solo mantiene hacia fuera, donde nada cuesta, algo distinto de lo que mantiene hacia dentro, donde el implicado es él mismo. Usted ha vivido el mandato de varios papas: Pio XII, Juan XXII, Pablo VI, Juan Pablo If. Para usted, Pio XII fra- cas6 lastimosamente en la cuestién del aniquilamiento de los judios. En mi opinion, Pio XII fallo en el holocausto de igual modo que el Papa actual en la cuesti6n de la explosion demo- grafica. Estoy convencido de que, todavia hoy, sigue sien- do valido un juicio tan severo sobre este Papa en esta cuestién. El tiene su parte de responsabilidad en la ex- plosién demografica y en la pobreza que de ella se deri- va, sobre todo en Africa y América Latina. Con respecto a Pio XII, la critica a su actitud ante los judios durante la Segunda Guerra Mundial salto a la palestra relativamente tarde. No se comenzé a discutir abiertamente sobre el tema hasta la aparicion del drama de Hochhuth El repre- sentante. Pio XII ciertamente no era antisemita desde el punto de vista racial, pero no cabe duda de que tenia una actitud antijudia por motivos teolégicos. Ante la inaudi- ta liquidaci6n de millones de judios, hombres y muje- res, ancianos y nifos, no mostré el espiritu de confesor que se espera de cualquier cristiano, y mas todavia de un papa. Cuando alguien me dice que se esta tratando de declarar santo a este hombre, suelo citar siempre las pala- bras del entonces secretario privado de Pio XII, el padre jesuita Robert Leiber, al que he conocido bastante. Pre- guntado en el Colegio Germanico por un estudiante, sien- do todavia papa Pio XII, «ges Pio XII un santo?», contes- t6 con toda energia: «No, no, un santo no, pero es un gran hombre de iglesia». Precisamente eso era Pio XII, un hom- bre de iglesia. Y, como hombre de iglesia, se dedicaba en primer término a la supervivencia de la institucion ecle- siastica en los tiempos del nacionalsocialismo. Por eso establecié compromisos y firm6 con el Fihrer el fatal Concordato del Reich. Los judios eran entonces para él cosa menor. En el fondo, ni creia en un estado de Israel, ~52— ni se habia librado de los prejuicios antijudios que tenia entonces gran parte de la humanidad. Por eso no se pue- de cometer el error de pensar que el antisemitismo era s6lo cuestion de la iglesia catélica. El antisemitismo esta- ba también extendido en Francia, en Polonia, en Inglaterra y en EE UU. Sigue todavia hoy siendo muy fuerte en Nueva York, aunque nadie hable de ello. Son problemas que debe- rian hacer pensar no sdlo a la iglesia catélica. Después de Auschwitz se ha seguido haciendo teologia en Alemania casi como si Auschwitz no hubiera existido. ¢No es todavia Auschwitz una enorme carga para la iglesia catélica y para el didlogo entre la iglesia catélica romana y el judaismo? El holocausto permanecera siempre como una enorme hipoteca. Honestamente hay que constatar que el holo- causto tampoco ha desempefiado un gran papel en Amé- rica después de la guerra. En América, como también en Suiza, se ha fallado al respecto. Por tanto, hay que comen- zar por decir la verdad tal como es, y tratar de enmendar lo que todavia tiene enmienda. Por otra parte, no creo que el judaismo pueda sobrevivir a largo plazo si -como suce- de ampliamente con los secularizados judios— se sustitu- ye casi del todo la fe en Dios por la fe en el holocausto. El holocausto no puede ser indefinidamente la fuerza que da identidad al judaismo. Necesitamos la reconciliacion. Y reconciliarse significa perdonar, no olvidar. Tampoco es solucion prolongar eternamente la culpa. La reconcilia- cin plantea altas exigencias a ambas partes, a cristianos y a judios. ~53- ¢UN CONCILIO VATICANO TERCERO? oo. ¢Podria un nuevo concilio, un Concilio Vaticano Tercero, tra- zar el camino hacia el futuro? Personalmente, considero de urgente necesidad un Concilio Vaticano Tercero -también se ha sugerido, a veces, un Concilio Segundo de Jerusalén, pues no todo tiene que concentrarse en el Vaticano. Como organizarlo, seria otra cuestién. Si, por ejemplo, deberian participar todos los obispos, dado su cada vez mas elevado numero en todo el mundo. Este problema podria resolverse mediante el procedimiento de la delegaci6én. La simple discusion de determinadas cuestiones supondria ya su solucion. Si el Concilio Vaticano Segundo hubiera tenido la libertad de tratar abiertamente la cuestion del control de la nata- lidad, en vez de limitarse a escuchar en una mafiana tres intervenciones, la del cardenal Suenens, la del patriarca Maximos y la del cardenal Leger de Montreal, sin duda habriamos conseguido el deseado cambio de rumbo en lo referente a la contracepcion —-como sucedié en cuestiones de liturgia, de libertad religiosa o de judaismo. Eso mis- mo habria sido posible si se hubiera discutido sobre el celibato. Seguramente, el Concilio se habria pronuncia- do a favor del celibato voluntario. En ese sentido, la mera discusién ya significa mucho. Por eso, la actividad de la Inquisici6n se orienta siempre a poner todas las trabas posibles a la misma discusi6n. Pero hoy en dia la Inquisicién romana ya no suele tener éxito en estas cosas. Asi, la prohibicién papal de discutir el tema de la orde- —55— nacién de mujeres ha sido simplemente ignorada. Feliz- mente, han pasado ya los tiempos en que medidas como éstas eran todavia eficaces. ¢Seria un signo positivo para el ecumenismo que Roma se convirtiera en miembro del Consejo Ecuménico en Ginebra? Por supuesto que si. Habria que encontrar, naturalmen- te, alguna manera de proceder digna del papel de Roma, sin que la iglesia catélica romana dominara al Consejo Ecuménico, pues no parece que se pueda ordenar alfa- béticamente a los «principes de la iglesia», situando al papa en la «P». A fin de cuentas, el papa representa a una comunidad eclesial cuyos miembros se acercan a los mil millones, lo que sobrepasa con creces la mitad de la cris- tiandad. El que la iglesia catélica romana pasara a ser miembro del CEI supondria un cambio de estructura. Pero no se puede ignorar que precisamente el Consejo Mundial de las iglesias ha sido bloqueado sensiblemen- te por Roma. Hacia fuera, Roma siempre ha actuado de un modo muy ecuménico. En Ginebra se recibe con ale- gria cualquier signo de reconocimiento por parte del Vaticano, pero en principio no se ha avanzado seriamen- te en ninguna cuesti6n, excepto ahora con los luteranos en el tema de la justificacién. El Consejo Mundial de las iglesias estaria ahora mucho mejor si Roma hubiera cola- borado. No conviene olvidar que, todavia en mis tiempos de estudiante en Roma, estaba prohibido tomar parte en cualquier acontecimiento ecuménico, que en 1948, bajo Pio XII, se rehus6 rigurosamente enviar a Amsterdam siquiera un delegado a la Asamblea fundacional del Consejo Ecuménico. Sdlo con Juan XXIII se produjo por fin el cambio de época. No con el actual papa Juan Pa- blo II, sino con Juan XXIII. Ha sido este Papa quien invi- to y recibié a observadores y delegados de las iglesias, -56- hasta entonces ignorados, quien les permitié observar las discusiones conciliares y les ofrecié la posibilidad de inter- venir. Era un excelente comienzo, y deberia haberse se- guido progresando en esa direcci6n, pero ciertamente no con turismo ecuménico, gestos ecuménicos, besos y abra- zos a principes de las iglesias, barbados y no barbados. Aqui habria que emprender acciones ecuménicas mucho mas eficaces. * En el fondo, sélo se trata ahora de tomar en serio lo ya elaborado por diversas comisiones ecuménicas, por ejemplo, en cuestiones como el reconocimiento de los ministerios, la participaci6én comun en la celebracién eu- caristica o el primado, y de llegar luego de una vez a con- clusiones practicas. Son inutiles las eternas discusio- nes sobre un tema en el que no se tiene la minima voluntad de avanzar. Y que quienes bloquean pidan oraciones por la unidad es pura burla. No hacen falta grandes discusiones cuando de verdad se quiere dejar el poder. El mismo Juan XXIII convocé el Concilio sin lar- gas discusiones previas. Una vez mas: el progreso en el ecumenismo es mas una cuestién de voluntad politica que de reflexion teoldgica. -57- EL ISLAM MISIONERO Profesor Kting, cuando contemplamos las religiones del mundo, tenemos la impresién de que en el islam o en el budismo no se plantea la cuestién: cémo me relaciono con las otras comunidades creyentes de un modo tan intenso como el que tiene lugar en la iglesia catolica romana. gEs correcta esta impresién? La impresién es correcta. Eso también depende, como es natural, de que en la cristiandad hemos evolucionado bas- tante mas, debido a los cambios de paradigma, tanto el de la Reforma como el de la modernidad. Podemos decir- Jo con toda humildad. El judaismo tiene sin duda una teo- logia desarrollada, mientras que en el islam ya es un poco mas dificil encontrar una teologia islamica actual de nivel semejante. Existen buenos trabajos, pero no tantos como serian necesarios. En ese sentido, el islam se encuentra un poco en la situacion de los catélicos en el siglo xIx 0 a principios del XX, cuando la teologia catélica, carente de libertad, no habia trabajado suficientemente en el campo exegético y en el historico para estar a la altura de los retos de la teo- logia protestante. Entonces también los catélicos trata- ban de evitar a ser posible las discusiones, porque en el fondo se sabian perdedores. jEncogimiento por miedo! Se protestaba entonces de que catholica non leguntur, las obras catélicas no se van a leer, pero en el fondo se tra- taba de lo contrario. Protestantica non leguntur, no se po- dian leer las obras protestantes, o bien no se tomaban en —59— serio. S6lo mucho mas tarde pudo la exégesis catélica utilizar el método historico-critico. Un poco antes comen- zaron algunos historiadores eclesidsticos a escribir una historia critica de los papas y de la iglesia. Finalmente, también los catélicos conseguimos prepararnos para el dialogo. Todo esto es todavia algo mas dificil en el islam, pues la exégesis y la hermenéutica coranicas siguen siendo cuestiones abiertas. También la historia de las conquis- tas islamicas deberia ser estudiada criticamente por los musulmanes. No se puede hablar indefinidamente de que los cristianos hicieron esto y aquello a los musulmanes, lo que ciertamente no sdélo hay que lamentar, sino también enmendar. Pero hay que reconocer al mismo tiempo que ha existido un periodo antiguo en el islam en el que el cristianismo fue practicamente borrado de sus lugares de origen. Naturalmente, esto ya no tiene vuelta. Estas son justamente las cuestiones pendientes, que resultan in- cémodas para los musulmanes y que no les es grato plan- tearse. Oimos hablar con frecuencia de condenas a escritores y tedlogos criticos que tratan de hacer una exégesis his- torico-critica del Cordn. Se ven obligados a veces a aban- donar su pais, 0 son procesados, etc. ¢Resulta esto difi- cultoso o incluso alarmante para un proyecto de ética mundial? He discutido con musulmanes de todo tipo, también de entornos conservadores, en Arabia Saudi, en Iran, Pakistan y Nigeria. Hay que ser conscientes, por supuesto, de que los musulmanes tienen mas problemas con el Coran que nosotros con la Biblia, en la medida en que hay que tomar en serio al Coran como palabra literalmente dicta- da por Dios. Tal pretensién no se plantea ni en ja Biblia hebrea ni en el Nuevo Testamento. Claro que si obser- ~60— vamos la interpretacién literal que hacen de la Biblia fun- damentalistas judios o fundamentalistas cristianos, lle- gamos praécticamente a lo mismo. El islam no tiene, por ejemplo, los problemas que plantea el relato de creacion cuando es tomado literalmente, ya que no cuenta con una exposicion detallada de la creacion. Pero, por otro lado, el islam y también el judaismo tienen mas problemas con las prescripeiones legales practicas. Cada religion tiene sus problemas. Y cada una tiene en su propia tradicion caras claras y oscuras. Para la com- prension actual de los testimonios religiosos es preciso resaltar los aspectos positivos en lugar de los negativos. Una gran tarea, muy digna de tenerse en cuenta en el ejer- cicio del dialogo. Estoy convencido: esto se observara cada vez mas. De igual modo que, en tiempos del hele- nismo, el judaismo de la diaspora ejercié un gran papel, también el actual islam de la diaspora desempefiara un gran papel. Hoy existen en toda Europa millones de musul- manes que pertenecen ya a la segunda o tercera genera- cion. Y también existe hoy un creciente numero de musul- manes ilustrados, y no sélo los llamados «trabajadores extranjeros». Esta evolucion conduce a que tengamos en el didlogo colaboradores cada vez mas competentes. Estos influyen, a su vez, en sus paises de origen, en Turquia 0 Africa del norte, o cualquier otro pais de procedencia. Todo esta ahora en movimiento. cEs correcta la impresién de que el islam es en nuestros dias un movimiento misionero mas fuerte que la iglesia catolica romana? Los musulmanes repiten en parte lo que hacia en otro tiempo la mision catélica romana. Si observamos los opusculos musulmanes, con fotografias de todas las mez- quitas de reciente construccién, recordamos los optscu- los preconciliares de misiones catélicas, en los que se -61- documentaban las avanzadillas misioneras en todo el mundo por medio de fotografias de las nuevas iglesias construidas, y se presentaba a las nuevas misiones como gloriosas «conquistas». Tampoco el hecho de que, por ejem- plo, Arabia Saudi transfiera dinero a otros paises es real- mente un nuevo invento. Eso ya lo habian hecho antes Jos cristianos. Todavia recuerdo una discusién en Lagos, capital de Nigeria, en la que misioneros catdlicos y evan- gélicos se quejaban de que los musulmanes recibieran mucho dinero del extranjero. Yo me limité a preguntar- Jes: gCuando estuvieron ustedes la Ultima vez en Stutt- gart (en Pan para el mundo y Diaconia)? Y ustedes en Aquisgran (en Missio y Misereor)? Todos soltaron la car- cajada al verse bien retratados. Ya no hubo necesidad de seguir discutiendo sobre este punto. Evidentemente, tan- to en el ambito cristiano como en el islamico, es practi- ca habitual recibir ayuda de las Obras Misionales. No se puede reprochar a los saudies lo que practican de igual modo los cristianos de Alemania. Lo que si es de espe- rar y hay que exigir con insistencia es que también en Arabia Saudi se implante la tolerancia religiosa. Pues es sin duda un gran déficit del islam, sobre todo en paises conservadores, que no exista alli ni se practique ninguna clase de verdadera tolerancia religiosa. En Arabia Saudi ni siquiera se permite la entrada al pais llevando una cadenita con una cruz al cuello. ¢Por qué tal falta de tolerancia? Tampoco en Polonia o Espania era facil hace algun tiem- po ser protestante o judio. Dondequiera que exista una sociedad fuerte unitaria, y, sobre todo, donde hay iden- tificacién de religién y Estado, surgen dificultades para una tolerancia practica. Por tanto, también los paises islAmicos, como los catélicos, deberian haber aprendido tolerancia. Por ejemplo, antes del Concilio Vaticano Se- -62- 4 gundo, se elevaban constantes quejas con respecto a Espana. La catélica Espana de Franco no era precisa- mente un modelo de tolerancia, tampoco Portugal era un pais de tolerancia, ni Irlanda, y el catdlico continen- te latinoamericano distaba igualmente mucho de ser un continente marcado por la tolerancia. Por fortuna, el Concilio movilizé entre nosotros muchas cosas. No esta- ria mal que 4ambién el islam pudiera contar con una es- pecie de concilio en el que pudieran plantearse abierta- mente estas cuestiones. En el caso de Arabia Saudi hay que afiadir que esta enorme peninsula arabiga se en- cuentra aislada por el mar. A causa del aislamiento del devastado paisaje desértico, bendecido con el petrdleo, este pais puede permitirse una soledad muy distinta de la de un pais de transito como Alemania o la actual Polonia. Elislam gana cada vez mds adeptos en el continente afri- cano.

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