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Guía de estudios-
Alejandra Oliver Gulle-- Escuela de Cuentería NaRRaCuenToS
►CONTENIDOS:
Elaboración de un poster (según guía tutorial ofrecida por la Ecuela
NaRRaCuenTos) que refleje el proyecto realizado, con el fin de exponerlo a la
comunidad en actividad cierre de noviembre.
Cuento 1:
Eduardo GALEANO
Huellas
Una pareja venía caminando por la sabana, en el oriente del África, mientras
nacía la estación de las lluvias. Aquella mujer y aquel hombre todavía se parecían
bastante a los monos, la verdad sea dicha, aunque ya andaban erguidos y no
tenían rabo.
Un volcán cercano, ahora llamado Sadiman, estaba echando cenizas por la boca.
El cenizal guardó los pasos de la pareja, desde aquel tiempo, a través de todos los
tiempos. Bajo el manto gris han quedado, intactas, las huellas. Y esos pies nos
dicen, ahora, que aquella Eva y aquel Adán venían caminando juntos, cuando a
cierta altura ella se detuvo, se desvió y caminó unos pasos por su cuenta.
Después, volvió al camino compartido.
Las huellas humanas más antiguas han dejado la marca de una duda.
Algunos añitos han pasado. La duda sigue.
Cuento 2
Tradición Oral
La verdad
Erase una vez un hombre que buscaba la verdad.
Un buen día llegó a un lugar en donde ardía una innumerable cantidad de velas
de aceite.
Éstas se encontraban cuidadas por un anciano que, ante la curiosidad de este
individuo, respondió que ese era el lugar de la verdad absoluta.
Aquél le preguntó qué significaban sus palabras, a lo cual respondió que cada
vela reflejaba la vida de cada individuo sobre la tierra: a medida que se consume
el aceite, menos tiempo de vida le queda.
El hombre le preguntó si le podía indicar cuál era la de él.
Al descubrir que la llama estaba flaqueando, a punto de extinguirse, aprovechó
un instante de distracción del anciano y tomó la vela de al lado para verter un
poco de aceite de ésta en la suya.
Cuando estuvo a punto de alzar la vela, su mano fue detenida por la del anciano
diciendo:
- “Creí que buscabas la verdad”
Cuento 3
Tradición oral
El hombre que buscaba la verdad
Esta historia habla de un hombre que buscaba la verdad. Le habían contado que
la verdad era una joven y bella mujer, seductora como nadie; si uno la
encontraba no podía evitar deslumbrarse con sus atractivos y enamorarse de
ella. Empujado por su decisión y también por su espíritu aventurero, dedicó su
vida y su fortuna a viajar por el mundo buscando la verdad.
En cada pueblo, en cada ciudad, en cada parador él preguntaba:
- ¿Está aquí la verdad?
Y siempre obtenía respuestas similares:
- No, por aquí no ha pasado.
- Nosotros no la conocemos.
- Aquí no está.
- Alguna vez vivió entre nosotros.
Pero nadie le decía por donde seguir.
Después de muchos años llegó a una ciudad muy lejana. Allí un anciano le dijo:
- Estuvo viviendo aquí. Yo mismo viajé desde muy lejos para verla.
Lamentablemente cuando llegué ya había partido. Se fue camino de las nieves
eternas.
El hombre se preguntó si valdría la pena adentrarse en semejante aventura para
conocer la verdad. Después de todo había vivido tanto tiempo sin ella que podría
descansar de su búsqueda y nadie que no fuera él, notaría la diferencia. Por otro
lado, le habían asegurado que la verdad era tan hermosa, que no querría morirse
sin haberle visto la cara, aunque sea una vez..
Después de analizarlo mucho, se dio cuenta que no podría seguir viviendo en paz,
si ahora después de todo lo andado abandonaba la lucha por sólo una
complicación de comodidad o cobardía.
Compró lo que necesitaba para tan largo viaje y emprendió la marcha.
Debió viajar durante semanas y mese por lugares inhóspitos, peligrosos y
desérticos. Haciendo frente al frío, al viento, a las tormentas heladas que
amenazaban con paralizarlo eternamente. Renovando su apuesta alentado por el
bello rostros y el cálido abrazo de la bella Verdad.
Una mañana al parar el viento descubrió en el horizonte una primitiva cabaña de
troncos de cuya chimenea salía una pequeñísima columna de humo. Hacia allí
dirigió su trineo.
Apenas entrar, vio sentada junto al fuego tiritando una mujer muy vieja y
arrugada de facciones toscas y piel reseca. Extendía sus temblorosas manos hacia
lo que quedaba del fuego que pronto se apagaría.
- No sabe dónde puedo encontrar a la verdad? -le preguntó a la viejecita.
La anciana tardó en salir de su letargo, pero mirándolo con sus pequeños ojos
ahora grises y casi ciegos le dijo:
- La verdad soy yo. Has venido a conocerme?
.. El hombre supo que ésta era la verdad.. Y sintió la terrible decepción de saber
que la verdad no era joven ni atractiva, mucho menos bella y seductora. La
frustración que se siente cuando lo que se encuentra no es lo que se espera..
Con la cabeza gacha y sintiéndose estúpido por haber llegado hasta allí
persiguiendo una ilusión, sólo pudo decir:
- No... sí... gracias. Debo volver...- y antes de irse, giró aún para articular esa frase
casi obligada;
- ¿Puedo hacer algo por usted?
- Sí, hay algo que puedes hacer -contestó la verdad- dile a todo el mundo que me
has encontrado y que soy joven y hermosa...
Cuento 4
Eduardo GALEANO
EL AMOR
euforia y gritaba:
- ¡Lo encontré!¡ Lo encontré!
Acababa de ver al mono curando a la mona en la copa de un árbol.
- Es así -dijo el hombre, aproximándose a la mujer.
Cuando terminó el largo abrazo, un aroma espeso, de flores y frutas, invadió el
aire. De los cuerpos, que yacían juntos, se desprendían vapores y fulgores jamás
vistos, y era tanta su hermosura que se morían de vergüenza los soles y los
dioses.
Más cuentos
EL SOCAVÓN
POESÍA de JUAN GELMAN
EL MURO Tradición Oral
EL TRABAJO NRO. 13 DE HERCULES …(Marco Denevi)
EL MUNDO… Autor anónimo
LA PUNTA DE LA MADEJA… Gustavo Masso
CUENTO POLICIAL …Marco Denevi
NOSTALGIA DE LOS TOPOS…Eugenio Mandrini
EL NIÑO AL QUE SE LE MURIÓ EL AMIGO…Ana María Matute
EL PÁJARO…Diego Tatián
LA MANO …Ramón Gómez de la Serna (España, 1888-1963)
LAS CINCO DAMAS …Tradición oral –adaptación Ale Oliver Gulle
EL LUGAR DE LA FELICIDAD …Tradición oral –última adaptación Ale Oliver
Gulle
EL NACIMIENTO …Eduardo Galeano
ASAMBLEA EN LA CARPINTERÍA…Cuento popular…Versión escrita por Ale
Oliver Gulle
FUNDACIÓN DE LA BELLEZA …Eduardo GALEANO
LA ÚLTIMA FLOR …James Thurber (Estados Unidos, 1894-1961)
EL CABALLO …Jairo Aníbal Niño
EL REFLEJO…Oscar Wilde
ESE PÁJARO…Eugenio Mandrini
La ALMOHADA …Eugenio Mandrini
LAS LÍNEAS DE LA MANO…Julio Cortázar
EL SUSTO…Eduardo Galeano
EL TAPIZ DEL VIRREY…Pedro Gómez Valderrama (Colombia, 1923-1992)
EL VIAJE DE DARWIN …Eduardo Galeano
TATUAJE …Ednodio Quintero (Venezuela)
El socavón
El socavón apareció justo al final de la calle mayor, donde comienzan ya los
campos: “Menos mal que no pasaba ningún vecino en ese momento”, decían
todos pensando en a quién hubiesen deseado que pasase en ese momento, que
todos queremos bien pero a algunos les queremos un poco menos.
Tiburcio, el de la farmacia, fue el primero en acercarse hasta el borde.
Cipriano, el del colmado, le sujetaba firmemente por la cintura, dando así pábulo
a las malas lenguas que decían ambos no necesitaban de socavones para
sujetarse mutuamente. El fondo no se veía, como el de algunas personas que ni
buenas son porque carecen de él. Melitón, el alcalde, dictó un bando
prohibiendo que nadie tirase basura después de ver a Radegunda, la beata, tirar
las revistas guarras de su sobrino Eufrasio, el estudiante, que con la excusa de
eplorar el interior se deslizó con cuerdas para recuperarlas. La profundidad del
socavón era de apenas veinte metros y en el fondo una hermosa flor. ¿Qué pinta
una flor en esta historia? Será cosa de la primavera que siempre vuelve a
aparecer cuando todo parecía negro y sin fondo.
Dicen que una vez un hombre era perseguido por varios malhechores que
querían matarlo. El hombre ingresó a una cueva. Los malhechores empezaron a
buscarlo por las cuevas anteriores de la que él se encontraba. Con tal
desesperación elevó una plegaria a Dios de la siguiente manera:
"Dios todopoderoso, haz que dos ángeles bajen y tapen la entrada para que no
entren a matarme". En ese momento escuchó a los hombres acercándose a la
cueva en la que él se encontraba, y vio que apareció una arañita. La arañita
empezó a tejer una telaraña en la entrada. El hombre volvió a elevar otra
plegaria, esta vez más angustiado:
"Señor, te pedí ángeles, no una araña." Y continuó: "Señor, por favor, con tu
mano poderosa coloca un muro fuerte en la entrada para que los hombres no
puedan entrar a matarme". Abrió los ojos esperando ver el muro tapando la
entrada, y observo a la arañita tejiendo la telaraña. Estaban ya los malhechores
ingresando en la cueva anterior de la que se encontraba el hombre y éste quedó
esperando su muerte. Cuando los malhechores estuvieron frente a la cueva en la
que se encontraba el hombre ya la arañita había tapado toda la entrada,
entonces se escucho esta conversación:
Primer hombre: "Vamos, entremos a esta cueva." Segundo hombre: "No. ¿No ves
que hasta hay telarañas?, nadie ha entrado en ésta."
Cuando ella descubrió su primera cana quiso arrancarla de un tirón, pero como el
odioso pelo blanco se prolongaba, jaló y jaló, mientras su cuerpo se destejía,
hasta que sólo quedó una niña, llorando asustada.
La abuela le había dicho que los padres estaban de viaje, pero según la niña, el
tiempo para que regresaran se hacía demasiado largo. Pasaba largas horas en
el jardín, sin mirar nada, solamente esperando. Una tarde, desde el seto que
tenía esas flores tan bonitas y coloridas que se llaman “conejitos”, apareció el
duende.
- Hola – le dijo – No esperes más, ellos no vendrán. Pero aquí estoy yo para
acompañarte.-
Dijo llamarse Brunildo. La niña, apenas entró a su casa, le contó a la abuela.
- Niña - dijo la abuela – cuidado con las fantasías, uno termina perdiendo la
cabeza.-
La niña siguió visitando a Brunildo en el jardín y gracias a él no perdió la
confianza en la vida. El tiempo ha pasado, hoy es una mujer, se ha enamorado y
recuerda aquél amigo que tal vez aparezca en otra casa, en un jardín donde una
niña solitaria necesita soñar para olvidar su duelo.
La abuela ha envejecido mucho y ahora es ella la que recibe cada noche, la
visita de un duende que no se llama Brunildo sino Frederik.
Pero esta vez, la niña que es mujer, no le quita a la abuela su necesidad de
imaginar.
Ella le dijo: “Te dejo mi perfume, ahora debo regresar con mi marido.”
Él, prometió esperarla, envuelto en ese aroma de flores que había quedado
entre las sábanas. Durante toda la noche soñó con ella, con el instante en que
volvería a tenerla entre sus brazos mientras el perfume se adueñaba de su
nariz, de su cuerpo, se mezclaba a su sangre y corría turbulento por las venas.
A la mañana, por la ventana abierta, entró el olor del carro recolector de
basura que acababa de pasar por la calle, el violento aroma del excremento de
los caballos, los efluvios de los alimentos podridos, el árido rastro de materia
descompuesta. Por la tarde, cuando ella entró de nuevo en la habitación, su
perfume había sido reemplazado por el desodorante de ambientes, y él, no la
reconoció.
Él se cansó de mirarla. Por eso tomó la goma y minuciosamente, sin dejar más
vestigios que los restos deshilachados de goma sobre el piso, la borró. Luego
con un lápiz, sobre su vida en blanco, dibujó otra mujer. Era casi igual a la
primera, pero mejor, porque lucía nueva y recién hecha…y porque ella lo
miraba distinto, lo miraba mucho, lo miraba tanto…tanto…tanto… que se cansó
de mirarlo, tomó la goma y, minuciosamente, sin dejar más vestigios que los
restos deshilachados de goma sobre el piso: lo borró.
La HORA
Me acordaré de ti
pronunciaré tu nombre
se volverá a repetir.
Un ángel marchoso pone
su cabeza en un cojín.
Otros de rubor cansado,
encendieron un candil.
Y cuando los cuatro primos
llegan a Benamejí,
voces de muerte cesaron
cerca del Guadalquivir.
POEMA SIGUIENTE
CUENTO POLICIAL
Marco Denevi
Rumbo a la tienda donde trabajaba como vendedor, un joven pasaba todos los
días por delante de una casa en cuyo balcón una mujer bellísima leía un libro. La
mujer jamás le dedicó una mirada. Cierta vez el joven oyó en la tienda a dos
clientes que hablaban de aquella mujer. Decían que vivía sola, que era muy rica y
que guardaba grandes sumas de dinero en su casa, aparte de las joyas y de la
platería. Una noche el joven, armado de ganzúa y de una linterna sorda, se
introdujo sigilosamente en la casa de la mujer. La mujer despertó, empezó a
gritar y el joven se vio en la penosa necesidad de matarla. Huyó sin haber podido
robar ni un alfiler, pero con el consuelo de que la policía no descubriría al autor
del crimen. A la mañana siguiente, al entrar en la tienda, la policía lo detuvo.
Azorado por la increíble sagacidad policial, confesó todo. Después se enteraría de
que la mujer llevaba un diario íntimo en el que había escrito que el joven
vendedor de la tienda de la esquina, buen mozo y de ojos verdes, era su amante
y que esa noche la visitaría.
Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el
amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre:
El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos
en las rodillas. «Él volverá», pensó. Porque no podía ser que allí estuviesen las
canicas, el camión y la pistola de hojalata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el
amigo no viniese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella muy grande, y el
niño no quería entrar a cenar.
Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo,
con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar
a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó
buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de
polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed,
estiró los brazos y pensó: «Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj
que no anda, no sirve para nada». Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con
mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo: «Cuánto ha crecido este niño,
Dios mío, cuánto ha crecido». Y le compró un traje de hombre, porque el que
llevaba le venía muy corto.
EL PÁJARO
Diego Tatián
Mi primer recuerdo de niño, o quizás el primer recuerdo del que tenga recuerdos
es, lejos, casi un punto en el horizonte, el de un pájaro grande, del tamaño de un
águila.
Yo estaba sentado en una piedra y el parado en un tronco, mirándome. No sé
porqué le presté atención. Cuando me paré y comencé a caminar, levantó un
vuelo bajo y lento en la misma dirección que la mía, conservando siempre la
distancia. Sentí que me acompañaba, hasta que desapareció. Volví a verlo
algunos años más tarde, al salir de la escuela. Esta vez estaba un poco más cerca,
aunque aún lejos. De manera misteriosa, supe que era el mismo pájaro. Me
siguió un trecho, me detuve y se detuvo, sobre un tejado. Si me acercaba, se
alejaba. La tercera vez que lo vi ya era adolescente, en una noche de verano en
que yo caminaba por un suburbio de la ciudad sintiendo la eternidad de las
cosas, despreocupado y feliz después de una noche de amor. Se aproximó un
poco, y aunque la oscuridad me impidió verlo bien sentí su inminencia y una vaga
amenaza o un acecho. Nunca lo soñé pero a veces me despertaba el estrépito de
un aleteo, que nunca supe si adjudicar al sueño o al mundo. Por primera vez le vi
los ojos una mañana en que caminaba con mi pequeño hijo, en una plaza
desnuda de invierno. Era una mirada sin ninguna particularidad, algo esquiva,
como la de un ser condenado al silencio y al encierro en un cuerpo que no es el
suyo. Ayer apareció otra vez. Se paró en el marco de mi ventana y desde
entonces está ahí, quieto, inmerso, como acongojado. Doy golpecitos en el vidrio
y no se inmuta.
LA MANO
Ramón Gómez de la Serna (España, 1888-1963)
Cuentan los que de cuentos se acuerdan, que una vez llegaron a las puertas del
cielo, cinco enigmáticas mujeres vestidas de blanco, con rebozos de encaje y sus
rostros cubiertos con pañuelos de seda.
El ángel asombrado que estaba en la entrada les detuvo el paso y les preguntó
quiénes eran.
-Yo soy la religión –respondió la primera
-Yo la tragedia-dijo la segunda
-Yo la alegría- exclamó la tercera
-Yo la comprensión- susurró la cuarta
-Y yo la sabiduría-finalizó la quinta
El ángel replicó de inmediato
-Demuéstrenmelo
Entonces la religión se arrodilló y rezó. La tragedia se tiró al suelo llorando. La
alegría cantó y bailó. La comprensión se sentó dispuesta a oír.
Y la sabiduría
…la sabiduría se descubrió el rostro
miró al ángel
y le contó un CUENTO.
EL LUGAR DE LA FELICIDAD
Tradición oral –última adaptación Ale Oliver Gulle
Es desde entonces que los hombres y mujeres de este mundo, van y vienen,
suben y bajan ; construyendo naves, diseñando máquinas, atravesando el cielo y
el infierno en busca de la tan ansiada felicidad; pero sólo pueden encontrarla
aquellos que saben mirarse dentro de sí mismos
EL NACIMIENTO
Eduardo Galeano
ASAMBLEA EN LA CARPINTERÍA
Cuento popular
Versión escrita por Ale Oliver Gulle
Cuentan que cierta noche Luis “el carpintero”, se despertó sobresaltado porque
escuchó un montón de ruidos rarísimos que venían desde adentro de su
carpintería. Despacito y en silencio, se asomó por una rendija y puso la oreja…
entonces esto fue lo que escuchó:
Señor Martillo!– dijo el serrucho - le comunicamos que a partir de hoy
usted deja de ser el presidente de las herramientas, porque se la pasa todo el día
golpeando y metiendo un ruido infernal.
Esto es una injusticia –Exclamó el martillo-justo usted me viene a hablar de
ruidos a mí con su chillido insoportable? Exijo que también usted sea expulsado y
de paso que se vaya la lija que anda teniendo fricciones con todo el mundo.
-Es cierto- dijo la lija- soy algo áspera en mi trato Pero en ese caso también
debiéramos expulsar al metro que no hace otra cosa que andar midiendo a los
demás, como si él fuera el único perfecto.
Si quieren que me vaya me iré-dijo el metro herido en su orgullo-pero que
también se marche el tornillo que es un vueltero para hacer las cosas
Yo vueltero –dijo el tornillo- bueno sí, pero no tanto, bueno sí mhhh a veces
tanto…. Aunque creo, bueno no tanto , me parece digo-digo digo digo que se
vayan los clavos también qué tanto!! Qué son de torcerse a cada rato!!
Fue ahí cuando Luis el Carpintero entro, tomó una madera larga y tosca, buscó el
metro, midió de manera precisa y exacta y marcó los tramos que luego cortó con
la ayuda del noble serrucho. Después con la lija limpió y afinó las asperezas. Con
los tornillos y los clavos, unió con firmeza y con el martillo reforzó y aseguró
aquel precioso mueble que acababa de construir con la ayuda de todas sus
herramientas.
Amigos: Es cierto que tienen defectos, pero yo trabajo con sus fortalezas, que es
lo que los hace tan valiosas para mí.
Y las herramientas orgullosas se fueron a dormir.
FUNDACIÓN DE LA BELLEZA
Eduardo GALEANO
Están allí, pintadas en las paredes y en los techos de las cavernas.
Estas figuras, bisontes, alces, osos, caballos, águilas, mujeres, hombres, no
tienen edad. Han nacido hace miles y miles de años, pero nacen de nuevo cada
vez que alguien las mira.
¿O eran ellas?
LA ÚLTIMA FLOR
James Thurber (Estados Unidos, 1894-1961)
EL CABALLO
Jairo Aníbal Niño
Y la muchacha
sacó el caballo del bolsillo de su delantal,
montó en él
y se fue volando.
EL REFLEJO
Oscar Wilde
Cuando murió Narciso las flores de los campos quedaron desoladas y solicitaron
al río gotas de agua para llorarlo.
-¡Oh! -les respondió el río- aun cuando todas mis gotas de agua se convirtieran
en lágrimas, no tendría suficientes para llorar yo mismo a Narciso: yo lo amaba.
-¡Oh! -prosiguieron las flores de los campos- ¿cómo no ibas a amar a Narciso? Era
hermoso.
-¿Era hermoso? -preguntó el río.
-¿Y quién mejor que tú para saberlo? -dijeron las flores-. Todos los días se
inclinaba sobre tu ribazo, contemplaba en tus aguas su belleza...
-Si yo lo amaba -respondió el río- es porque, cuando se inclinaba sobre mí, veía
yo en sus ojos el reflejo de mis aguas.
ESE PÁJARO
Eugenio Mandrini
Mi amigo y yo, que algo sabemos de bosques y distancias, nunca nos ponemos
de acuerdo sobre ese pájaro. Ése, ese mismo que ahora salta de la rama de un
árbol y en vez de volar permanece inmóvil en el aire, como si fuera la escultura
de un pájaro, que es. Él, mi amigo, dice que ese pájaro es un artista y que sólo los
pájaros artistas se posan en el aire. Yo no, yo le digo que es un simulador, y que
cualquiera, aún los cuervos que sólo saben ver carroña, se darían cuenta de que
ese pájaro no está parado en el aire, sino sobre el hombro de un fantasma.
Pero nunca nos ponemos de acuerdo. Es así que después de una breve discusión,
mi amigo se va volando hacia el norte y yo volando hacia el sur.
La ALMOHADA
Eugenio Mandrini
De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino
y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el
piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro
de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa
de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la
calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir
por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja
por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil
de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es
difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas
sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con
dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac
y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el
chaleco de punto, se desliza hacia el codo y con un último esfuerzo se guarece en
la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la
culata de una pistola.
EL SUSTO
Eduardo Galeano
Cuando el virrey subió a su coche con la virreina, para dirigirse al baile en casa del
marqués, el criado mulato se quedó escondido en un rincón del patio, hasta que
cesaron todos los ruidos del palacio. Sacó entonces una inmensa llave, y abrió la
puerta del salón central. Encendió una antorcha y se situó ante el gran tapiz que
adornaba el fondo del salón, y que representaba una hermosa escena de
bacantes y caballeros desnudos.
El mulato extendió las manos y acarició el cuerpo de una Diana que se
adelantaba sobre el tapiz. Murmuraba en voz baja, hasta que de pronto gritó: -
¡Venid! ¡Danzad!
Los personajes tomaron movimiento y fueron descendiendo al salón. Comenzó la
música del sabbat, y la danza de los cuerpos en medio de las antorchas. Ante el
mulato, los personajes del tapiz iban cumpliendo el rito de adoración al macho
cabrío. Diana permanecía a su lado, besándole de vez en cuando con golosa
codicia.
Después de consumidas las viandas del banquete, vino el momento de la
fornicación, hasta que sonó el canto del gallo y los personajes se fueron
metiendo uno tras otro en el tejido. Sólo quedaron, trenzados en el suelo, Diana
y el mulato, al cual encontraron a la mañana siguiente desnudo y muerto en el
suelo con unos desconocidos pámpanos manchados de sangre en la mano. Diana
no estaba en el tapiz.
EL VIAJE DE DARWIN
Eduardo Galeano
TATUAJE
Ednodio Quintero (Venezuela)
MERECES UN AMOR
“Mereces un amor que te quiera despeinada, con todo y las razones que te
levantan de prisa, con todo y los demonios que no te dejan dormir. Mereces un
amor que te haga sentir segura, que pueda comerse al mundo si camina de tu
mano, que sienta que tus abrazos van perfectos con su piel. Mereces un amor
que quiera bailar contigo, que visite el paraíso cada que mira tus ojos, y que no
se aburra nunca de leer tus expresiones. Mereces un amor que te escuche
cuando cantas, que te apoye en tus ridículos, que respete que eres libre, que te
acompañe en tu vuelo, que no le asuste caer. Mereces un amor que se lleve las
mentiras, que te traiga la ilusión, el café y la poesía.”
Frida Kahlo
LA VOZ
La voz que viene del pasado
marca su sitio en la vendimia de sal.
El sueño a ras
es un paisaje donde
la voz empuja al viento
de la batalla que cesó.
Es un distrito de la ceguera,
una escritura que arde en la pared.
Prendete al aire vacío,
hay palabras en la costa. La Voz
es una cabellera suelta
sobre la vida intacta.
Juan Gelman
GÉNERO
La esperanza, la fe
y la justicia
la palabra, la sabiduría
y la memoria
larebeldía, la revolución
y la libertad
la lucha, la solidaridad
y la utopía
la fidelidad, la alegría
y la felicidad
lacalma, la pasión
y la ternura
la cordura, la razón
y la locura
la paz, la dignidad
y la vida
el amor
Marcos Florit
TE QUIERO a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero
con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las
dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú
piensas en la comida o en el trabajo diario o en las diversiones que no tienes, me
pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para
mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me
convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo
vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos
desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te
digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay
horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me
preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable
que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte
menos que yo, amor mío?
Cristina
Rivera, Iris
Roldán, Gustavo
Roldán, Laura
Schujer, Silvia
Shua, Ana María
Silveyra, Carlos
Sorrentino,
Fernando
Suez, Perla
Valentino, Esteban
Villafañe, Javier
Walsh, María Elena
Wolf, Ema
Extranjeros Conozco parte de Conozco de ellos
No los conozco
sus obras pero no sus obras
Blake, Quentin
Browne, Anthony
Chambers, Aidan
Colasanti, Marina
Da Coll, Ivar
Dahl, Roald
Ende, Michael
Kitamura, Satoshi
Lobel, Arnold
Machado, Ana
María
Martín Gaite,
Carmen
McKee, David
Rodari, Gianni
Ross, Tony
Sendak, Maurice
Van Allsburg, Chris
Wapner, David
Velthuijs, Max
Blake, Quentin
Alejandra Oliver Gulle- Escuela de Cuentería NaRRaCuenToS
Cel -0351 153 033 579-Mail-alepepaaa@yahoo.com.ar
Material y Cronograma de actividades Seminario taller La divina Palabra
Guía de estudios-
Alejandra Oliver Gulle-- Escuela de Cuentería NaRRaCuenToS
Browne, Anthony
Chambers, Aidan
Completa con otros
Conozco parte de Conozco de ellos EL TÍTULO QUE
que conozcas y no
sus obras pero no sus obras MÁS ME GUSTA
están en la lista
Sitios Web
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cuentos-y-leyendas-populares-de-
la-argentina-tomo-v--0/html/015de744-82b2-11df-acc7-
002185ce6064_32.html#I_10_
http://www.leer.org.ar/ http://www.caperucitascomplices.blogs
Lectura Viva - Chile pot.com/
http://www.lecturaviva.cl/index.html Inés Grimland - Argentina
Fundalectura - Colombia http://www.inesgrimland.com.ar
http://www.fundalectura.org/ Red de Mujeres que tienen algo para
Banco del Libro - Venezuela contar - Argentina
http://www.bancodellibro.org.ve/porta http://www.reddemujeres.com.ar
l/ Circulo de cuentacuentos - Argentina
CEPLI - España http://www.circulocuentos.com.ar
http://www.uclm.es/cepli/ Laura Dippolito-Cuentos de la Luna
LLena
http://cuentosdelalunallena.blogspot.co
Talleres m/
Espantapájaros - Colombia "La Ronda" Taller de Narración Oral
http://www.espantapajaros.com/ http://tallerdecuentacuentos.blogspot.c
om
Oralidad Rodolfo Castro - México
LitOral - España http://www.habitantedelcuento.com/
http://www.weblitoral.com/ Red Internacional de Cuentacuentos
Siete Calderos Mágicos - Argentina http://www.cuentacuentos.eu/
http://www.7calderosmagicos.com.ar/
Narradores
Alejandra Oliver Gulle – Córdoba
Argentina
www.alepepa.com.ar
Rubén López – Córdoba Argentina
http://www.rubencuenta.com.ar/
Portal de los Cuentos – Córdoba
Argentina
http://www.portaldeloscuentos.com.ar
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Marita Von Saltzen – Bs. As. Argentina
http://www.maritacazapalabras.com.ar
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Caperucitas Cómplices – Montevideo
Uruguay