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César Hernández Alonso y Leticia Castañeda San Cirilo (eds.

EL ESPAÑOL DE AMÉRICA
Actas del VI Congreso
Internacional de
“El español de América”
( Tordesillas. Valladolid,
PATROCINAN: 25-29 de octubre 2005)
César Hernández Alonso y Leticia Castañeda San Cirilo (eds.)

EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

Actas del VI Congreso Internacional de “El español de América”


( Tordesillas. Valladolid, 25-29 de octubre 2005)

PATROCINAN:

Diputación Provincial de Valladolid, 2007


ORGANIZACIÓN: Instituto Interuniversitario de Estudios de Iberoamérica y Portugal
(Universidad de Valladolid).
ASOCIACIÓN INTERNACIONAL PARA EL ESTUDIO DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA

COMISIÓN PERMANENTE
Excmo. Sr. Dr. Humberto López Morales
Secretario de la Asociación de Academias de la Lengua Española
Dra. Nélida Donni de Mirande
(Argentina)
Dr. Bernard Pottier
(Francia)
Dr. César Hernández Alonso
(España)
Dr. José Luis Rivarola
(Perú - Italia)
Dra. María Vaquero
(Puerto Rico)
Dr. José G. Moreno de Alba
(México)
Dra. Carmen Silva Corvalán
(EE.UU.)

COMISIÓN ORGANIZADORA
Presidente:
Dr. César Hernández Alonso
(U. de Valladolid)
Secretario:
Dr. Antonio Álvarez Tejedor
(U. de Burgos)
Vocales:
Dr. Luis Santos Río
(U. de Salamanca)
Dr. José Ramón Morala Rodríguez
(U. de León)
Dr. Jesús Varela Marcos
(I.I.E.I.P - U. de Valladolid)
Colaboradores:
Dra. M.ª Montserrat León Guerrero
(I.I.E.I.P - U. de Valladolid)
Dña. Gema Sousa López
(I.I.E.I.P - U. de Valladolid)
D. Demetrio Martín Sanz
(I.I.E.I.P - U. de Valladolid)
D. Luis Pascual Terradillos
(U. de Valladolid)
 PRESENTACIÓN

PALABRAS DE PRESENTACIÓN

Ilmo. Sr. D. Ramiro Ruiz Medrano


Presidente Excma. Diputación Provincial de Valladolid

Han pasado diez años desde que se celebró el V Congreso Internacional de “El espa-
ñol de América”, en la ciudad de Burgos, y hoy vuelve a ser esta tierra de Castilla la que
de nuevo acoge, con júbilo, el siguiente Congreso de esta serie. Diversas circunstancias
impidieron que se mantuviera el ritmo regular de estas efemérides.
No podía se de otro modo. Castilla, desde siempre, ha demostrado su gran vocación
americana, su amplitud de miras, su universalidad y una inigualable apertura hacia otros
pueblos y culturas.
No en vano fue la Corona de Castilla la que impulsó incondicionalmente el descubri-
miento de las nuevas tierras transoceánicas.
La reina Isabel la Católica, bien aconsejada, entre otros, por su confesor favorito, fray
Hernando de Talavera, prior del Monasterio del Prado (hoy sede de varias Consejerías de
la Junta de Castilla y León), tomó la decisión histórica de apoyar la empresa descubrido-
ra de Colón.
¿Cómo no recordar aquí algunos de los más ilustres descubridores castellano-leone-
ses que participaron en ella? Ponce de León (vallisoletano de Santervás), Juan Rodríguez
de Fonseca, los cuellaranos Diego de Velázquez y Juan de Grijalva, Pánfilo de Narváez
también vallisoletano, los salmantinos Francisco Vázquez Coronado y Francisco de
Montejo, que recorrió las tierras de Chiapas y Yucatán, el terracampino Diego de Ordax,
explorador del Orinoco, los burgaleses Juan de Salazar y Juan de Ayolas, y tantos otros...
Y ¿cómo olvidar a nuestros grandes Cronistas de Indias? Bernal Díaz del Castillo,
fray Toribio de Motolinia, Alonso de Zorita, López de Gómara, el P. José de Acosta, fray
Bernardino de Sahagún, los también vallisoletanos Agustín de Zárate, Juan Polo de On-
degardo, entre otros muchos.
De ningún modo podemos dejar de mencionar a fray Andrés de Olmos, en representa-
ción de una pléyade de misioneros de diversas Órdenes religiosas. No se ha hecho justi-
cia a aquellos auténticos héroes, que creyeron y apostaron por los indígenas, que dedica-
ron su vida a cristianizarlos, a enseñarles la lengua española y a ayudarles a vivir.
El P. Olmos, gran lingüista, avant la lettre, que predicaba en diez lenguas indígenas
diferentes, que dejó escritas cuatro gramáticas de sendas lenguas indígenas y sentó los
fundamentos de la etnografía mejicana en su “Tratado de antigüedades mexicanas”.
Quienes se dedican al estudio de las lenguas saben bien la dificultad de aprender una
nueva de distinta familia y diferente tronco, dominarla, hacer su gramática -sin prece-
dentes- enseñarla acomodando esa lengua a los moldes y grafías de otras lenguas, ro-
mances, etc... y comunicarse en todas ellas.
PRESENTACIÓN 

En fin, como última muestra de la vocación americanista de estas tierras, y concreta-


mente de esta provincia de Valladolid, querría recordar a los 3.648 vallisoletanos censa-
dos que emigraron al Nuevo Mundo entre los siglos XVI y XVII, y de aquí de Tordesi-
llas, ciento treinta.
Pues esa vocación americanista de Castilla y León, y concretamente de Valladolid, ha
seguido viva. Castilla y León ha acogido a tres de los seis Congresos de “El español de
América”; Valladolid mantiene vivo el recuerdo del Tratado de Tordesillas, cuyo cente-
nario celebramos aquí mismo en 1994.
La Diputación de Valladolid, que tiene entre sus preocupaciones culturales más im-
portantes la promoción y atención de nuestra lengua, ha celebrado una serie de grandes
Congresos Internacionales de la Lengua; y siempre en ellos se ha cuidado la unión de lo
español y lo hispánico nacido en otras tierras, el encuentro de gentes y pueblos diversos,
instalados en culturas distintas, pero siempre unidos por la lengua española. Y todo ello
porque estamos convencidos de que la lengua es el lazo que más une a los pueblos, el es-
pacio en que las gentes se entienden y comprenden.
Un Congreso como éste que se celebra a partir de hoy no puede ser más que un gran
foro de encuentro de estudiosos de muy variados temas en torno al español de América,
que, como se ha dicho ya, es eje del presente y futuro del español en el mundo.
Confío plenamente en que este Congreso logrará unos resultados académicos impor-
tantes y, sobre todo, que refuerce los lazos entre nuestros pueblos en un abrazo fraternal
de los hermanos mayores, que hemos tenido la fortuna de nacer en la primera cuna del
idioma, con los hermanos hispanohablantes más jóvenes, que han sabido dar savia nueva
y enriquecerlo.
Deseo, por fin, felicitar a los organizadores de este Congreso, el Instituto Interuniver-
sitario de Estudios de Iberoamérica y Portugal - ¿qué mejor sede para este evento? - y
desearles que sigan promoviendo acontecimientos culturales y de investigación como
este, con la ilusión y el buen hacer que en ellos acostumbran a poner.

Queda inaugurado el VI Congreso Internacional “El español de América”.

Se levanta la sesión.
 CLAUSURA

CLAUSURA DEL CONGRESO

Dr. D. César Hernández Alonso


Presidente de la Comisión Organizadora y
Director del Instituto Interuniversitario de Estudios de Iberoamérica y Portugal

Ilmo. Sr. Alcalde, Sra. Vicerrectora, Autoridades, amigos todos.


Si al inicio del Congreso mostraba mi satisfacción por llegar a su celebración, mucho
mayor es la que siento en estos momentos, al ver cumplidos nuestros objetivos, al com-
probar el alto nivel, la colaboración y el entusiasmo que ustedes, ponentes, comunicantes
y asistentes han aportado para que todo haya llegado a buen término. Sin su cooperación
las cosas habrían sido muy distintas. Muchas gracias.
Creo que los objetivos se han cumplido dignamente, tanto en lo académico como en la
convivencia. En este último aspecto, ustedes habrán percibido el grato clima de amistad
y entendimiento que ha sustentado el esfuerzo y el trabajo de estos días. Ustedes me han
mostrado su satisfacción, y eso es lo más gratificante. Ello nos da fuerza y ánimo para se-
guir trabajando por el español de América y para proyectos nuevos y eventos como éste
que ahora cerramos.
Si a esto unimos un dato más, la excelente atención que los medios de comunicación
han prestado a nuestro Congreso, podemos sentirnos contentos de que nuestro trabajo
sea conocido (quizás reconocido) por la sociedad. Muchas gracias, pues, también a los
medios.
Como bien saben ustedes, la segunda fase de un Congreso, quizás más importante que
la primera, es la publicación de las Actas. A fin de cuentas verba volant, scripta manent.
Por ello me atrevo a pedir a todos los que no hayan entregado su trabajo que nos lo envíen
lo antes posible.
Presentar a una casa o institución editora un producto”en caliente” y con repercusión
mediática, no es lo mismo que hacerlo en los ásperos fríos del invierno castellano. Ya me
entienden ustedes.
Para todos es evidente que sin el trabajo intenso del equipo de colaboradores esto no
habría funcionado. Muchas gracias a todos; pero permítanme que personalice en los más
jóvenes: gracias Gema Sousa, Montserrat León, Demetrio Martín y Luis Pascual. Gra-
cias Leticia Castañeda, Raquel Álvarez, y Virginia Labajos.
Muchas gracias en nombre propio y en el de todos los congresistas.

Un Congreso que “se precie” y en el que se haya trabajado mucho y bien, suele llegar
a algunas conclusiones, que por una parte son declaración de principios, académicos y
científicos, y por otra compromiso de seguir en la brecha.
Si me lo permiten, leeré las que creo más destacadas de este VI Congreso.
CLAUSURA 10

CONCLUSIONES
VI CONGRESO INTERNACIONAL
“EL ESPAÑOL DE AMÉRICA”

1. Académicas
1. Potenciar y difundir los estudios del español de América.
2. Constatar que las variedades del Español de América aportan extraordinaria rique-
za a la lengua española. El cúmulo de variedades geográficas y socioculturales NO
deterioran la unidad ni el sistema de la lengua, sino que favorecen la comunicación.
3. La eclosión del español en el mundo nos obliga a participar activamente en su ex-
pansión, en su estudio y en su cultivo, a fin de lograr que sea una de las lenguas
internacionales imprescindibles.
4. El eje dominante del español del siglo XXI reside, por razones obvias, en el con-
tinente americano. El presente y futuro del español depende en buena medida del
español de América.
Las expectativas de crecimiento y difusión, apoyadas por el aumento de hispanoha-
blantes en varios países de aquel continente no pueden ser más halagüeñas.
Este camino de expansión no debe deteriorar en modo alguno el profundo respeto
debido a las lenguas indígenas y a sus culturas.
5. El español es la lengua de cohesión e intercambio común en el mundo hispánico.
El contacto de lenguas, debidamente regulado, enriquece a las propias lenguas así
como a sus hablantes, mental y socialmente. El multilingüismo es un factor suma-
mente enriquecedor para el ser humano, para el desarrollo de un espíritu crítico,
para el encuentro y entendimiento de pueblos y culturas diversos.

2. De organización
Reunida una amplia comisión, compuesta por los miembros de la comisión permanen-
te, representantes de varias Academias de la Lengua así como de casi todos los países re-
presentados en este Congreso, Directores de otros Congresos, y personalidades de varias
Universidades en las que el español de América está muy presente, ha acordado proponer
a esta Asamblea, por si en su momento se desea añadir alguna sugerencia, las siguientes
conclusiones relativas a la organización de la Asociación del Español de América:
1. Dar a esta Asociación Internacional una entidad jurídica y científica.
2. Se ha acordado y se propone, como fórmula más conveniente, solicitar el patrocinio
y marco de este Instituto Interuniversitario de Estudios de Iberoamérica y Portugal,
de las Universidades de Salamanca y Valladolid.
Funcionaría, en su caso, dentro del Instituto con la autonomía que permite su regla-
mento, al igual que los Seminarios actuales, con el nombre de “Foro internacional
de estudios del español de América”.
11 CLAUSURA

La sede de este Foro de estudios será, en consecuencia, las Casas del Tratado, Tordesi-
llas (Valladolid - España).
Los objetivos que se persiguen con esta propuesta son:
- Potenciar los estudios del español de América.
- Garantizar la celebración periódica de estos Congresos.
- Crear más actividades referentes al estudio del español de América: investigaciones
interuniversitarias e internacionales; publicaciones; cursos de postgrado, etc.
- Concertar convenios y acuerdos con otras Universidades y Centros de investigación
de ámbito internacional, interesadas en el estudio del Español de América.

Se iniciarán los trámites para llevar a buen término esta propuesta.


Y bien, creo que el bagaje de conclusiones y proyectos es ambicioso. ¡Ojalá se cum-
plan todos!.
Quiero reiterar mi gratitud a todas las instituciones que nos han apoyado:
Gracias, Sr. Alcalde, por la generosa acogida en esta su villa del otero de las cillas.
Gracias a la Universidad de Valladolid por su apoyo.
Gracias al Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, a la Diputación Provincial, a la
Junta de Castilla y León y a la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. Mu-
chas gracias a todos.
Ya solo me queda despedirme de todos ustedes. Que tengan muy feliz regreso a sus ca-
sas, que no olviden lo gratificante y provechoso de este Congreso, que aquí seguiremos
con ilusión trabajando por el español de América y que de aquí a pocos años nos encon-
tremos todos, y aún más, en el VII Congreso Internacional, ¿posiblemente en tierras más
cálidas que esta nuestra y quizás bañadas por el mar?...

Que así sea.


Hasta siempre.
13 PONENCIAS PLENARIAS

EL DICCIONARIO ACADÉMICO DE AMERICANISMOS: PRESENTACIÓN

Humberto López Morales


(Asociación de Academias de la Lengua Española)

0. Introducción
Permítanme ustedes, distinguidas autoridades y estimados colegas, que mi primera
palabra de esta mañana sea de gratitud. En lugar preferente a D. César Hernández Alonso
que con incansable dedicación, entusiasmo y trabajo, ha hecho revivir -tras una pausa
demasiado larga- estos congresos del español de América. El estar aquí hoy con todos us-
tedes en la inauguración de este encuentro, es para mí extraordinariamente gratificante,
no solo por el valor intrínseco que una reunión científica de esta naturaleza trae apare-
jada, sino porque, además, me hace recordar vivamente y con alegría aquel año de prin-
cipios de la década de los 80 en el que celebramos -con el auspicio de la Universidad de
Puerto Rico- el encuentro fundacional de esta serie1.
En efecto, la antorcha fue recogida enseguida por México y su Universidad Nacional
Autónoma, con el profesor José Moreno de Alba al frente, que celebró al año siguiente
-ya sí con número- nuestro II Congreso Internacional. Desde entonces, estos encuentros
han ido y han venido de América a España, y de España a América: Valladolid, Santiago
de Chile, Burgos Con este encuentro de Tordesillas recuperamos nuevos bríos para con-
tinuar esta tradición, debilitada tras la muerte de varios colegas entrañables que integra-
ban nuestra Comisión Permanente, y que pervivirán siempre en nuestra memoria con
admiración y cariño. Con la celebración de este VI Congreso nuestra historia está a punto
de cumplir las ‘bodas de plata’
¡Muchas gracias César por lograr este pequeño milagro! ¡Muchas gracias a las autori-
dades y a cuantos han colaborado para que este nuevo encuentro sea la hermosa realidad
que ya comenzamos a disfrutar.

1. El proyecto de elaboración de este Diccionario


El Diccionario Académico de Americanismos (DAA) no es un proyecto nuevo; muy
por el contrario, cuenta con una larga historia, aunque desgraciadamente no muy fecun-
da en sus principios2. Su origen tuvo su lugar en la Real Academia Española a finales del
EL DICCIONARIO ACADÉMICO DE AMERICANISMOS 14

siglo XIX, fecha en que las actas de esa benemérita institución reflejan, en varias ocasio-
nes, las propuestas de algunos académicos de que la Corporación reflejan la propuesta de
elaborar un gran diccionario de americanismos. Pensaban los académicos entonces que
un diccionario de esta naturaleza sería una ayuda extraordinaria y muy eficaz para lograr
que América estuviese adecuadamente representada en el Diccionario mayor, que por
aquellas épocas hacía prácticamente en solitario la Academia Española con unas pocas
colaboraciones procedentes de ultramar. Sin embargo, la idea no fructificó. Hubo que
esperar a 1951, a la celebración en México del primer Congreso de Academias de la Len-
gua Española para que aquel viejo proyecto renaciera nuevamente.
No obstante, y a pesar de que en todos los encuentros internacionales posteriores - 12
en total- el proyecto de Diccionario de americanismos se mencionaba de continuo como
una necesidad inminente, los primeros pasos en firme no se dieron hasta 1996, año en que
la hermana Academia Nacional de Letras de Uruguay organizó en su sede un encuentro
de lexicógrafos al que asistieron representantes de la mayoría de las academias. De aquí
que finalmente fuera en Montevideo y en ese año, en que la ciudad conmemoraba su de-
signación como ‘Capital Cultural de Iberoamérica’, cuando se logró echar a andar el pro-
yecto. Ya para entonces la Comisión Permanente, órgano de gobierno y de coordinación
de la Asociación de Academias, había elaborado varios documentos de base, entre ellos
la planta, el más importante de todos, con la estructura de la nueva obra. Allí se examinó
y se discutió punto por punto el borrador presentado, se llegó a múltiples conclusiones
y sobre ellas se elaboró una nueva versión del documento original. También importante
fue el surgimiento de la idea de dar una continuidad específica a estas reuniones, aun-
que fuese a escala menor, para seguir trabajando en algunos aspectos que quedaban por
estudiar. Así, en 1997 se celebró una reunión en Santiago de Chile y Valparaíso, al año
siguiente otra en Buenos Aires, y más tarde, en 1999, la tercera en Lima, encuentros en
los pudieron trabajarse los protocolos de transliteración al español de los extranjerismos
y revisar el programa informático que alimenta nuestra base de datos.
El proyecto volvió a estar ligado a México, esta vez a Puebla de los Ángeles, porque
en otro congreso -el undécimo- apoyado y auspiciado por la Academia Mexicana, se
aprobó oficialmente por unanimidad el proyecto, la planta, y todos los documentos pre-
vios elaborados entre Uruguay, Santiago, Valparaíso y Buenos Aires. Otra fecha, mayo
de 2004, es también importante en esta historia, pues se firmó un convenio con Repsol,
que nos permitía contar con la colaboración de varios colegas lexicógrafos de América.
Hoy avanzamos con mucho entusiasmo y seguridad: seguridad porque a mediados de
2008, cuando las subvenciones lleguen a su fin, tendremos el primer borrador de la obra,
que esperamos que alcance unas 100.000 entradas y que entre acepciones, lexías com-
plejas, locuciones. y frases proverbiales, nos acerquemos al medio millón de registros, y
entusiasmo, porque se tratará de una obra lexicográfica moderna, actualizada y ejemplar,
dentro de los diccionarios dialectales.

2. La materia prima de nuestro trabajo


Las variedades del español manejadas en los países hispanoamericanos son el tema
de esta obra; también parcialmente las de los Estados Unidos, aunque aquí encontramos
15 PONENCIAS PLENARIAS

fundamentalmente réplicas lingüísticas de los países de origen de las migraciones hispá-


nicas llegadas a la geografía norteamericana: primero, las mexicanas, las centroamerica-
nas y las antillanas, y ahora, las procedentes de lugares de los que hasta entonces había
habido escasa presencia: Argentina y Venezuela.
El Cuadro 1 indica el número de hablantes de español en Hispanoamérica. Está basado
en datos proporcionados por la empresa Microsoft, cuyos investigadores han considera-
do ‘hispanohablantes’ a los que, por supuesto, tienen el español como lengua materna,
pero también a aquellos que, teniendo otra idioma como primera lengua, hablan español
con un alto grado de competencia.
Cuadro 1

En la mayoría de los países, los hablantes de español superan el 90% de la población;


otros, en cambio, que no llegan a alcanzar estas cotas. En Paraguay solo el 55% de la po-
blación de ese país es hispanohablante, en Guatemala algo más del 35% de la población
no habla español o no lo habla con el grado de competencia necesario. En cambio Méxi-
co, que tiene y ha tenido siempre una larga tradición cultural indígena, ha conseguido
un éxito estelar en sus campañas de castellanización, pues ha logrado en relativamente
pocas décadas que quede tan solo poco más de un millón de hablantes monolingües en un
idioma indígena.

3. Fuentes del DAA


Como todo diccionario, obras que nunca nacen ex nihilo, este también dispone de
una serie de fuentes. Entre las nuestras tenemos diccionarios anteriores de americanis-
mos y otros sobre zonas particulares, solo los publicados entre 1975 y 2005. Mientras
que algunos países como la Argentina, Venezuela, Uruguay, Cuba, por ejemplo, tienen
una cantidad importante de repertorios lexicográficos, otros en cambio, cuentan con
muy pocos. En cualquier caso, todos ellos han sido informatizados, de manera que nues-
EL DICCIONARIO ACADÉMICO DE AMERICANISMOS 16

tro equipo de redactores pueda consultar estos materiales rápidamente en el momento de


producir un primer borrador de las entradas.
También se trabaja con el llamado ‘fichero de papel’ de la Real Academia Española,
que tiene varios millones de fichas desde el siglo XVIII hasta ahora: 100.000 de ellas res-
ponden a los envíos de las Academias americanas. Aunque pudiera pensarse que se trata
de un instrumento algo añejo, este fichero está lleno de sorpresas agradables, y no debe
ser desestimado, aunque es cierto que hoy los corpus académicos, tanto el CORDE como
el CREA, sobre todo este último, se han convertido en una fuente imprescindible.

4. El equipo de trabajo
Para llevar el proyecto a feliz término se cuenta con un equipo de trabajo, coordina-
do desde Madrid, integrado por lexicógrafos hispanoamericanos y españoles, y con un
equipo técnico, compuesto por informáticos de ambos continentes.
El primero de ellos prepara los borradores iniciales, los revisa con cuidado y los envía
a las comisiones consultivas de América. A la vuelta a Madrid de estos materiales, revisa
las enmiendas, adiciones y supresiones hechas y prepara los segundos borradores. Tras
esta versión pre-final vienen las revisiones generales.
Siguen tres comisiones consultivas: la primera está integrada por académicos de todas
las Corporaciones, la interacadémica. La segunda la forman profesores universitarios
hispanoamericanos y españoles, especialistas en cuestiones lexicográficas; a la tercera
-muy grata para nosotros- pertenecen los graduados de nuestra Escuela de Lexicografía
Hispánica, cerca de 90 jóvenes licenciados hispanoamericanos de todos los países de ese
continente que se han formado con nosotros en Madrid -en teoría lexicográfica y en prác-
tica de diccionarios- durante los meses de enero a junio de los últimos cinco años. A estas
tres comisiones van -vía electrónica- los primeros borradores.

5. ¿Qué es un americanismo léxico?


Con la selección de los lemas que integran la macroestructura del DAA se requiere de
un cuidado especial pues, en ocasiones, la clasificación de un término como americanis-
mo no está exenta de problemas. Nuestro diccionario entiende por americanismos:
1º. Lexemas autóctonos de América, y, en caso de haberlos, sus derivados.
caite. (Del nahua cactli ).
I.1. m. Ho, ES, Ni. Sandalia rústica. (cayte).

doblar el ~.

challa. (Del aim. y quech. cha’alla ).


I.1. f. Bo. En la fiesta de carnaval, ofrenda a la tierra que consiste en rociar el lugar
con una bebida alcohólica y desear el bien y la prosperidad.
17 PONENCIAS PLENARIAS

2. En la fiesta de carnaval, costumbre que consiste en rociar con una bebida alcohóli-
ca cualquier tipo de bienes recién adquiridos.
3. En las minas, ofrenda a un dios pagano semejante al diablo a quien se pide protec-
ción y el descubrimiento de grandes vetas.

poroto. (Del quech. purutu).


I.1. m. Pa, AS [menos Co, Pe]. Nombre común de todos los tipos de frijol.
II.1. m. Pa. metáf. Individuo o cosa sin importancia, insignificante.

anotarse un ~.

2º. Creaciones léxicas originales


sifrino, -a. (De or. desc.).
I.1. adj/sust. Ve. Referido a persona, esnobista, que se preocupa de imitar o adoptar
todo lo que está de moda. espon.

3º. Criollismos morfológicos


lloradera. (De llorar).
I.1. f. An, Co, Ve. Llanto persistente. pop/cult → espon.

llanerío.
I.1. m. Gu. Llanura grande.

4º. Lexemas de procedencia española con cambio o especificación de contenido semán-


tico3.
estancia.
I.1. f. Ch, Py, Ar, Ur. Hacienda ganadera.
2. Cu, PR, Bo. Finca dedicada a cultivos menores.
3. Ur. Conjunto de edificaciones de una hacienda ganadera.

lagarto, -a.
I. 1. m. Mé, ES, CR, Ch, Ur, Ar. caimán.
II. 1. m. y f. Mé, ES, Ni, Pa. Persona de gran afición al dinero.
pop/cult → espon ∧ sat. (lagartón).
EL DICCIONARIO ACADÉMICO DE AMERICANISMOS 18

2. Pa, Co. Persona oportunista que se entremete en todas partes para conseguir
prebendas sin tener mérito para ello. pop/cult → espon ∧ desp.
3. ES, Ni, Pa, Ec. Comerciante que vende muy cara su mercancía. pop/cult → espon.
III.1. m. Ni; Mé. p.u. Plancha de madera gruesa y pesada arrastrada por tracción ani-
mal, muy usada para transportar troncos de árboles.
IV.1. m. Ve, Ar. Tipo de corte de carne vacuna.
V. 1. m. Ur. Cinturón en el que se guardan monedas. guillo.

pito.
I.1. m. Gu, ES, Ho, Cu, PR, Ve, Pe. obsol. Cigarrillo de marihuana.
drog. (pitillo).

5º. Arcaísmos españoles vivos en América


botar.
I.1. tr. Am [menos Ar, Ur.]. Malgastar, despilfarrar el dinero.

caravana.
I.1. f. Mé; Ho. p.u. Cortesía afectada.
II.1. f. Bo, Ur; Ch, Ar. rur. Pendiente, arete.
III.1. f. Ec. p.u. Contratiempo.
IV.1. f. Cu. Trampa para cazar pájaros sin lesionarlos. rur.

friolento, -a.
I.1. adj. Am. Referido a persona, que siente mucho el frío.

6º. Lexemas procedentes de otras lenguas, tanto antiguos en el español americano (afro-
negrismos, por ejemplo):
matungo, -a. (Del bantú ku-tunku).
I.1. adj. Ar, Ur. Referido a un caballo, desmedrado, famélico.
pop/cult → espon.
2. P
 R ; Cu. p.u. metáf. Referido a persona, extremadamente flaca. pop/cult → espon
∧ fest.
3. Cu. Referido a persona, enferma. pop/cult → espon.
4. Py. Referido a persona, robusta, corpulenta. pop/cult → espon.
19 PONENCIAS PLENARIAS

ñinga. (Del bantú nganga ).


I.1. f. Pa, Cu, Co, N. Excremento. vulg; pop/cult→ espon.
II.1. f. Cu, Ve. Pizca.

como recientes:
canzoneta. (Del it. canzonetta).
I.1. f. Ch, Ar, Ur. Canción italiana, tonadilla.

placar. (Del fr. placard).


I.1. m. Py, Ar, Ur. Armario empotrado para guardar prendas de vestir y ropa de cama.

reitin. (Del ingl. rating).


I.1. m. Am. En radio y televisión, índice de sintonía. urb.
(rating).

6. Materiales incluidos en la macroestructura


1. Americanismos del DRAE (léxicos y fraseológicos)
Al ser este un diccionario dialectal (de los geolectos americanos) pero independiente,
incluirá todos los americanismos contenidos en el DRAE, (estén con marca americana o
sin ella) con las modificaciones necesarias para adaptarlos a esta planta.

2. Lexicalizaciones de nombres propios


La macroestructura no recogerá nombres propios, pero sí las lexicalizaciones a las
que ellos hayan dado lugar:
juanchiviro.
I.1. m. Ar. Pájaro conirrostro de pequeño tamaño y pico fuerte y agudo. (Tytonidae;
Eydorhis achrocephala).
julia.
I.1. f. Mé. p.u. Vehículo en el que se transportan presos.
2. p.u. Autobús o automóvil de la policía.

3. Gentilicios
Los gentilicios -continentales, supranacionales, nacionales e intranacionales (provin-
cias/estados/departamentos/cantones, y sus capitales o cabeceras)- aparecerán en uno
de los Apéndices. En las zonas donde no existan estas divisiones administrativas (Puerto
Rico, por ejemplo), se atenderá a los municipios.
EL DICCIONARIO ACADÉMICO DE AMERICANISMOS 20

En el cuerpo del DAA aparecerán solamente los gentilicios que posean una de las si-
guientes características:.

1. Etimológicos, pero de difícil deducción:


puntano, -a. (De San Luis de la Punta de los Venados, provincia de Argentina).
I.1. sust/adj. Natural de San Luis de la Punta de los Venados o de su capital.
2. adj. Relativo a esta provincia o a su capital.

quisquellano, -a. (De Quisquella, nombre indígena de La Española ).


I.1. sust/adj. Natural de la República Dominicana.
2. adj. Relativo a este país.

2. Anómalos no derivables:
tico, -a. (De -tico, por la frecuencia con que los costarricenses usan este morfema de diminutivo).
I.1. sust/adj. Mé, AC, RD, Co, Ec, Pe. Natural de Costa Rica.
2. adj. Relativo a este país.

3 Festivos:
azucarero, -a.
I.1. sust/adj. ES. Natural de Apopa, municipio salvadoreño en el departamento de San
Salvador. pop/cult → espon ∧ fest. apopense.
chilensis.
I.1. sust/adj. Ch. Natural de Chile. pop/cult → espon ∧ fest.
pinolero, -a.
I.1. sust/adj. AC. Natural de Nicaragua. pop/cult → espon ∧ fest.

4 Despectivos:
bolita.
I.1. sust/adj. Ar. Natural de Bolivia. pop/cult → espon ∧ desp. (bola, bolí).

cubiche.
I.1. sust/adj. EU:SE, Cu, PR. Natural de Cuba. pop/cult → espon ∧ desp. (cu-
baniche).
21 PONENCIAS PLENARIAS

7. Materiales excluidos de la macroestructura


1. Siglas y acrónimos
El DAA no recogerá siglas ni acrónimos, a menos que estén lexicalizados. Sin embar-
go, tanto las unas como los otros, aparecerán en un Apéndice, siempre que tengan alcan-
ce panhispanoamericano o nacional.

2. Derivados nominales y verbales; adverbios en -mente.


Los derivados nominales (diminutivos, aumentativos, superlativos y despectivos),
los verbales (participios activos, pasivos y gerundios) y los adverbios en -mente no ten-
drán entradas independientes, a menos que a) sean de formación irregular o b) hayan
alcanzado un significado diferente.
casimente. (Del adv. casi y -mente).
I.1. adv. Ho. p.u. De este modo, de esta manera. rur.
2. p.u. Más bien, en verdad. rur.
3. p.u. Aproximadamente. rur.

3. Refranes
La paremiología hispanoamericana será tema de una obra independiente.

8. Índices de uso de los lemas seleccionados.

1. Términos vivos de gran frecuencia en: el continente, zonas supranacionales, países,


grandes zonas intranacionales, y si los hubiere, en capitales o ciudades equivalentes.

2. Vocabulario de baja frecuencia de uso, no determinada por factores generacionales.

3. Vocabulario obsolescente, de baja frecuencia de uso determinada por factores ge-


neracionales (hablantes de mayor edad).

4. Vocabulario que designa realidades históricas, pero no tiene carácter de arcaísmo,


sino que se sigue usando para esos referentes.

9. Estructura de los artículos lexicográficos.


Cada una de las entradas simples de nuestro diccionario responde a la siguiente es-
tructura:
EL DICCIONARIO ACADÉMICO DE AMERICANISMOS 22
23 PONENCIAS PLENARIAS

Un ejemplo simple es el siguiente:


sapurrusco, -a. (De sapo).
I.1. adj/sust. ES. metáf. Referido a persona, rechoncha, de baja estatura y piernas cor-
tas. pop/cult → espon ∧ desp. (sapurruco, sapurrunco, sapurrunquito).

Se trata de solo ámbito semántico y de una sola acepción, pero la estructura de otros
artículos puede llegar ser sumamente compleja, según aumenten estos dos factores y
otros muchos. Véanse, a manera de ejemplo, los siguientes artículos:

pupusa. (Del nahua pupushahua, hinchado).


I.1. f. ES, Ho, Ni. Tortilla de maíz o arroz, rellena de queso, chicharrones y frijoles.
enchida.
2. metáf. Vulva. tabú; pop/cult → espon ∧ fest.

playero, -a.
I.1. adj/sust. Mé, Ho, Ni, Pa, Cu, RD, Co, Ec, Ch. Referido a persona, que vive cerca
del mar.
2. Ni, Cu, RD, Ve, Ec, Ch, Ar, Ur. Referido a persona, aficionada a la playa.
II.1. f. PR. Ave limícola de pequeño tamaño y de grito agudo, frecuente en las playas.
(Oxyechus vociferus). frailecito.
III.1. f. Mé. Camisa de manga corta sin cuello.
2. P
 a, Cu, Co. Camisa de manga corta, con cuello, fabricada con una tela ligera y
fresca de colores vistosos.
IV.1. m. PR. Corte de pelo que se caracteriza por un cabello muy corto en casi toda la
cabeza, salvo en la parte de la nuca, donde se deja melena.
V.1. m. y f. Py, Ar. Empleado de una estación de gasolina.
2. Empleado de un lugar público de estacionamiento al aire libre, que tiene como
función la vigilancia de los automóviles.
VI.1. m. y f. Ar. Persona encargada de recoger la lana de las esquilas. rur.

agua.
I.1. f. Cu. Borrachera. espon.

a.|| ~ aromática. f. Co. Infusión, bebida obtenida al hervir hierbas aromáticas.


b.|| ~ caliente. f. Ec. Bebida caliente compuesta de canela, azúcar y, en ocasiones,
aguardiente. canelazo.
EL DICCIONARIO ACADÉMICO DE AMERICANISMOS 24

c.|| ~ cruda. f. Ec, Pe, Ar. Agua sin depurar.


d.|| ~ de chía. f. Mé, Ho. Bebida que se prepara con agua, semillas de chía y jugo de
limón.
e .|| ~ de imbibición. f. Cu. p.u. En la fabricación del azúcar, la que se utiliza en el últi-
mo molino para extraer más cantidad de jugo del bagazo.
f .|| ~ de jamaica. f. Mé, Ec, Pe,Ho. Bebida que se prepara con agua y pétalos de flor de
jamaica.
 .|| ~ de panela. f. Co, Ec. Bebida de agua hervida con panela. (aguapanela, aguade-
g
panela). aguadulce.
h.|| ~ de remedio. f. Ec. Infusión de hierbas de carácter medicinal. pop/cult → espon.
i.|| ~ gasificada. f. Ar. Agua carbónica artificial.

a.|| ~ chirria. ES, Ho.~ de cangrejo. espon.


 .|| ~ de cangrejo. loc. sust. ES, Ec. Café aguado. pop/cult → espon.
b ~ de chirre, ~
de jeringa.
c.|| ~ chacha. Ni, CR. agua tildanga. espon.
d.|| ~ de chirre. Cu. agua de cangrejo. espon.
e.|| ~ de jeringa. Cu. agua de cangrejo. pop/cult → espon.
f.|| ~ de masa.
i. loc. sust. Ho. Cosa de poca o ninguna importancia. espon.
ii. loc. adj. Pa. Torpe, falto de gracia, lento. espon.
g.|| ~ de piringa. PR. agua tildanga. espon.
h.|| ~ fresca. loc. sust. Mé. Bebida que se prepara con agua, jugo de fruta y azúcar.
i.|| ~ tibia. loc. adj. Ec, Pe. Referido a persona, pusilánime.
j.|| ~ tildanga. loc. sust. RD. Café o algún otro líquido ralo. pop/cult → espon. • ~ cha-
cha, ~ de piringa.
 .|| como ~ para chocolate. loc. adv. Mé, ES, CR, Cu. En actitud colérica, irritable.
k
pop/cult → espon.
l.|| como el ~. loc. adv. Ec. Con detalle y seguridad. pop/cult → espon.
ll.|| fuera del ~. loc. adv. Cu. Al margen.

a.|| más claro, hay que echarle ~. fr. prov. Cu. Indica que algo es evidente.

dar el ~ a alguien; descubrir alguien el ~ fría; echar a alguien el ~ al molino.


25 PONENCIAS PLENARIAS

El lector notará de inmediato que la complejidad de ciertos artículos ha obligado a


diseñar una estructura más elaborada en algunos casos.

10. Final
El DAA tiene además doce apéndices. En cada uno de ellos aparecerá todo el material
existente, pero en el cuerpo del diccionario se encontrarán solo aquellos términos que,
por ser irregulares, no resulta fácil descubrir su significado.
En el caso de los gentilicios en español de los Estados Unidos, por ejemplo, no apare-
cerá en las entradas californiano, pero sí californio y califa; igualmente, el lector encon-
trará entre los lemas kansino (de Kansas), kentuquiano y kentuqueño (de Kentucky), y
nebraskano y nebrasquino (de Nebraska).
El trabajo sigue con entusiasmo. Y es que tenemos la mejor de las motivaciones posi-
bles: colaborar a que las variedades del español de América sean más conocidas. Prime-
ro por los mismos americanos, y también, desde luego, por toda la comunidad hispánica,
que afortunadamente cada día es mayor y más vigorosa.
EL DICCIONARIO ACADÉMICO DE AMERICANISMOS 26
27 PONENCIAS PLENARIAS

BIBLIOGRAFÍA

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cionario Académico de Americanismos”, en Diccionario Académico de Americanismos.
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Lengua Española-Academia Argentina de Letras.
López Morales, Humberto. 2000. “Diccionarios generales de americanismos”, en Igna-
cio Ahumada, ed. Cinco siglos de lexicografía del español, IV Seminario de Lexicografía
Hispánica, Jaén: Publicaciones de la Universidad de Jaén.
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Lexicología y lexicografía en Europa y América, Homenaje a Günther Haensch en su 80
aniversario, 385-390. Madrid: Gredos.
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tesis de planta”, en Martín Zorraquino, María Antonia y José Luis Aliaga Jiménez, eds. La
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canismos: las definiciones de fauna y flora”, en Josefina Pardo y María Victoria Galloso
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dición e innovación”, en Ignacio Ahumada, ed.
EL DICCIONARIO ACADÉMICO DE AMERICANISMOS 28
29 PONENCIAS PLENARIAS

N O TAS

1
. Entonces no lo llamamos I Congreso, sino simplemente Congreso sobre el Español de América, porque no
sospechábamos que lo que hacíamos, además de un congreso científico, equivalía a sembrar una semilla que muy
pronto daría frutos muy sazonados.
2
. Para una breve historia del proyecto, sobre todo a partir de 1951, vid, López Morales (2005).
. Hay términos americanos que parecen significar lo mismo, pero que, sin embargo, no tienen igual contenido
3

semántico; bongó, por ejemplo, nombra a dos instrumentos diferentes, aunque muy relacionados, según se hable
en Cuba o en Puerto Rico. Ambos son de percusión, hechos de madera y cuero, pero el bongó cubano es uno solo
y alto, lo que permite al músico manejarlo de pie; el de Puerto Rico son dos unidos entre sí, y cortos, por lo que el
músico toca sentado. Al bongó puertorriqueño, los cubanos le llaman timbales, y por tocarse teniéndolo el músico
sujeto entre las piernas, esta palabra ha llegado a significar ‘testículos’, término fuertemente tabuizado.
31 PONENCIAS PLENARIAS

ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA.


PARA UN ANÁLISIS SEMÁNTICO, PRAGMÁTICO Y SOCIOPRAGMÁTICO

Antonio Briz (Universidad de Valencia. Grupo Val.Es.Co.)

Introducción. Objetivos y enfoque metodológico


La cortesía es uno de los temas sobre los que gira actualmente una parte del análisis
del discurso, sobre todo, oral. El impulso y desarrollo de la investigación hispánica sobre
este tema en los últimos años ha sido muy notable y me gustaría destacar la labor del pro-
grama EDICE (www.edice.org), dirigido desde la Universidad de Estocolmo por la Dra.
Bravo, que promueve la celebración de coloquios y favorece la publicación de estudios
sobre cortesía en el mundo hispánico y en español. Sirvan de botón de muestra las edicio-
nes de D. Bravo y A. Briz (eds.) (2004) y de D. Bravo (ed.) (2005).
Todo este interés de los analistas del discurso por la cortesía verbal se explica de ma-
nera simple: se trata de uno de los principios que rige la dinámica interaccional. Sin du-
da, el éxito en la comunicación, la felicidad o infelicidad de los actos de habla a la que se
refería Austin, es fruto de una actividad conjunta de los interlocutores participantes en
una interacción. De ahí que la actividad lingüística sea también actividad social. Y la cor-
tesía, una de estas principales actividades sociales que colabora al éxito conversacional.
Como actividad social, se trata de un fenómeno de acercamiento o aproximación al
otro:
a) O bien me acerco al otro con fin cortés, porque hay una norma de conducta social
o una lógica cultural (las imágenes básicas o lo que hemos denominado ideomas cultu-
rales, en Briz, 2004, 82-83) que así me lo dicta o aconseja. En parte, es la que algunos
autores han llamado cortesía normativa, la cual presenta a menudo un alto grado de ritua-
lización (sea el caso de un saludo que responde a otro saludo). Uno es así simplemente
cortés.
b) O bien me acerco al otro cortésmente como estrategia para lograr un fin distinto
del ser cortés, es decir, uno es estratégicamente cortés.
El prototipo lingüístico, semántico-pragmático, para expresar ese acercamiento so-
cial es el llamado acto verbal valorizante o agradador1 con frecuencia, intensificador o
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 32

realzador (halagos, cumplidos, agradecimientos, etc.). Decimos prototípico porque el fin


lingüístico (el mensaje) y el social coinciden: YO me acerco con mi mensaje al OTRO
En la intervención de (1), el invitado cumple con una máxima de cortesía: “eleva la
imagen del anfitrión o anfitriona”, a la vez que responde a un ideoma muy hispánico
“hay que halagar” (hay que reafirmar al otro, por ejemplo, en situaciones de visita):
(1) I: Oye/ cocinas de maravilla
La otra manifestación lingüística, semántico-pragmática, de la cortesía es la atenuado-
ra o mitigadora2, si bien, se trata de un mecanismo más complejo, incluso aparentemente
contradictorio, en tanto me alejo del mensaje, suavizándolo, evitando algo de lo que digo
o hago, para acercarme o no alejarme demasiado del otro. Una estrategia, así pues, de
distancia lingüística a la vez que una estrategia de acercamiento social. Por ejemplo, el
interlocutor S, en (2), recurre al atenuante como relativizador de juicios y opiniones:
(2) S: No es que yo lo sepa seguro/ pero parece que Tina se casa porque se ha queda-
do embarazada/ no sé/ bueno eso es lo que dicen por ahi
El circunloquio, la impersonalización del Yo, las dudas y el desconocimiento fingidos,
que son los atenuantes, las tácticas verbales empleadas, estarían modificando, restando
fuerza ilocutiva a la opinión (el cotilleo), evitando a la vez otro enunciado más simple y,
quizá, más sincero: Tina se casa de penalti, pero estratégicamente menos adecuado y no
tan feliz (más aún si el interlocutor es un familiar de Tina), ya que habría dañado mucho
más la imagen ajena y la propia, y el menor coste cognitivo de este último enunciado no
compensaría el beneficio o en este caso el perjuicio logrado. Además, la respuesta que
podría obtener de su interlocutor (del pariente de Tina) podría ser tan directa o amenaza-
dora como la suya.
Si aceptamos que el fin último de toda conversación es lograr el acuerdo, la acepta-
ción (aunque sea solo social), mucho terreno tiene ganado quien maneja adecuadamente
ambos tipos de cortesía y las estrategias de atenuación. Por eso, cada vez más, los pro-
gramas de enseñanza de lenguas, sea de lengua materna o extranjera, de eso que se llama
español con fines específicos, de mediación lingüística, de asesoría de imagen, etc., in-
sertan materias relacionadas con este tema.
Alguien contaba recientemente en un medio de comunicación los fracasos comercia-
les que tuvo una empresa española en su expansión por algunos países latinoamericanos,
en particular, en Chile, debido al modo de negociación que llevaban a cabo los ejecutivos
españoles, a los que tuvieron que impartir cursos acelerados de cortesía y dinámica inte-
raccional chilena o, más exactamente, de las acciones que agradan y de las acciones que
amenazan en Chile y de cómo evitarlas, de cómo la negociación o el estilo negociador
difiere en las distintas sociedades.
Lo anterior nos trae a la memoria ahora los estereotipos culturales: al otro lado del At-
lántico puede oírse que el español es agresivo al hablar, que muestra prepotencia, que su
discurso es anárquico, opiniones que bien podrían dar mexicanos, chilenos, etc. Y estos
otros estereotipos, desde este lado: cuando hablan, el mexicano es lento o el chileno llo-
ra, etc.3 Y el argentino es soberbio:
33 PONENCIAS PLENARIAS

Léase el fragmento de conversación de (3), extraído del trabajo de D. Bravo (2002:


149 y 153), entre cuatro académicos de la Universidad de la Plata (Argentina), Antonio
(38 años), Beatriz (55 años), Carlos (38) y Dora (37) :
(3)
CARLOS: bueno en México yo me quedaba tranquilo cuando después de un tiempo
me decían/ ah pero TÚ no pareces argentino/ entonces ya/ estee
DORA: es un piropo eso
CARLOS: decía bueno era un piropo/ era un elogio
DORA: sí sí
CARLOS: o sea (...) no les sonaba soberbioo así estee// que sé yo estaba pensando en
parte tiene que ver con que hay muchos argentinos que son muy muy soberbios y que
andan- UNO los ve. Estáss- estas en Mexico en cualquier lugar donde haay/ turistas ar-
gentinos↑/ y los ves los reconoces
(...)
CARLOS: pero TAMBIÉN tiene que ver con la- la- la pura forma de hablar↑/ que ess
mucho más frontal más directa más así como más cortante↑/ que eso a los mexicanos les
choca muchísimo↓porque ellos hablan de otra manera... yo a veces por ahí decíaa una
ironía a un chiste o una cargada respecto a alguien/ y se queda- o a algo y se quedaban así
mirándome como que les parecíaa muy duro algo como muuy→
ANTONIO: no es falta de humor
CARLOS: no no es falta de humor es claro ess ess otra cosa y además bueno claro
ahí↓ eh la manera de hablar y de discutir- por eso yo decíaa cuatro personas discutiendo a
cuatro argentino y a cuatro mexicanos debe dar un resultado muy contrasTANTE allá
DORA: vos cómo te imaginás que discutirían cuatro mexicanos?
CARLOS: cuatro mexicanos discutirían/ con una/ mm todo cuiDANdo cada palabra/
y con una amabilidad extrema y SIN peLEARse (...) una chica mexicana el otro día este
contaba que alguien había dicho algo así comoo estee bueno/ a diferencia de lo quee
usted acertadamente acaba de decir o YO no coincido con lo que usted acertadamente
acaba de decir o sea quee
DORA: mm/ no concuerdo con la idiotez que acaba de decir
CARLOS: exactamente/ en cambio allá es todo/ con vueltas yy todo muy matiZA-
do→y lleno de amabiliDAdes
ANTONIO: ¿en lo académico será eso ooo es en la calle?
El fragmento de (4) pertenece al habla culta de Santiago (corpus de A. Rabanales y L.
Contreras, 1979), un fragmento analizado por J. Puga (1997: 83), en el que los interlocu-
tores hablan de una película:
(4)
B - Oye, yo la encontré tan mala, tan mala, que me atacó...
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 34

A - ¿La encontraste mala?


B - ...me atacó (...)
A - Oye, yo no la encontré tan mala, fíjate.
B - ¡Oh! No me digas, yo la encontré...
A - Claro que la mujer...
B - ...una personalidad tan idiota, oye. Una mujer que no... ¡ay!
A - La mujer era...era en realidad...cómo aceptaba todo eso y con una calma (...)
A - Yo no la encontré tan mal, lo único que un poco deprimente, o sea, bueno, bastante
deprimente ¿ah?
Lo que decían del mexicano los argentinos parece que puede aplicarse, según J. Puga,
también a los chilenos. Afirma la autora que “la actitud del hablante chileno en la con-
versación está determinada por una mayor deferencia hacia el interlocutor. El hablante
español, por el contrario, se caracteriza por un mayor predominio de su yo” (pág. 111), lo
que podría explicar, según la autora, la mayor atenuación en Chile. Aunque no estamos
seguros de que la palabra sea deferencia o, más en general, cortesía, sí creemos que en la
interacción chilena en general se es más atenuado que en la española peninsular. Claro
que, si hay desacuerdo, como ocurre en el fragmento, las atenuaciones aparecen tanto
aquí como allí (eso sí, puede que con distinta frecuencia o no en el mismo grado), pero
aparecen, pues son los mecanismos estratégicos que hacen que la conversación progrese
sin demasiadas tensiones.
En cualquier caso, las visiones o percepciones de los profesores argentinos en los ejem-
plos anteriores podrían tener una explicación o motivación lingüística, y sería de gran
interés observar si realmente la hay. Por ejemplo, la agresividad o el tono cortante pare-
ce que podría tener que ver con la frecuencia de intensificadores (Briz, 1998 y Albelda,
2004b) y con ciertas cualidades de la voz, sea con el tono o la intensidad alta, con la fre-
cuencia fundamental, sea con la mayor velocidad de habla y, muy especialmente, con los
menores contrastes melódicos. Ciertamente, en muchas zonas de América puede notarse
una gran variabilidad tonal o, como describen Álvarez y Blondet (2003) y Álvarez (2005)
para el caso de los venezolanos, “esos contrastes de picos y valles propios del canto”, que
son también característicos, por ejemplo, en Canarias y en Galicia, que hacen el discurso
suprasegmentalmente más cortés. Incluso, interviene a veces la quinésica, el gesto; de
hecho, existen elementos gestuales, elementos paralingüísticos corteses, que también son
distintivos de las diferentes sociedades. Todas estas son cuestiones poco estudiadas hasta
ahora. Por otro lado, que los mitigadores o atenuantes sean más frecuentes en la interac-
ción de chilenos y mexicanos podría explicar que su discurso avance más lentamente,
además, por supuesto, de esa amabilidad o, en principio (aceptemos) esa cortesía a la
que hacen referencia los interlocutores del ejemplo anterior, así como Puga (1997). Y, sin
duda, otra vez hay que recurrir al tan nombrado, pero poco concretado, tono atenuado y
cortés de algunos españoles, por ejemplo, canarios y gallegos, y latinoamericanos4.
Y, volviendo al fragmento (3) de conversación entre los argentinos, uno de los inter-
locutores, Antonio, apunta al final la posibilidad de que esa forma deferencial de interac-
35 PONENCIAS PLENARIAS

tuar sea la académica, pero no la que se utiliza en la calle. Esto es, el modo más o menos
cortés lo vincula a la situación de comunicación.

Lo anterior apunta a los que serán los centros de interés de este estudio:
1) Presentaremos el concepto de atenuación, con un enfoque más lingüístico que cul-
turalista, y lo que implica desde el punto de vista semántico y pragmático. Un enfoque
basado, más concretamente, en la distinción que proponemos entre escala y estrategia,
es decir, entre la atenuación como hecho semántico-escalar y como hecho pragmático-
estratégico.
2) Destacaremos lo que tal distinción implica para el concepto de la cortesía, en su co-
dificación y evaluación. Nos serviremos para ello de la diferenciación que proponíamos
en otro lugar entre cortesía codificada e interpretada, evaluable ésta última sólo a partir
de la reacción (Briz, 2003 y 2004).
3) Hablaremos del factor que explica mejor, en nuestra opinión, la variedad de su uso
de esta cortesía en general y la atenuadora en particular, la situación de comunicación.
4) Plantearemos las diferencias interculturales en relación con las actividades de cor-
tesía (en particular, con la expresión de las estrategias de atenuación), así como un prin-
cipio de explicación basado en la distinción entre culturas de acercamiento y culturas de
distanciamiento (Haverkate, 2003 y 2004), en un intento de acercar los enfoques prag-
malingüísticos y los sociopragmáticos.
5) Y, en fin, concluiremos con un análisis empírico de ciertos datos que validan en
principio algunas de nuestras propuestas.

La definición de atenuación
¿Qué entendemos por atenuación?
La atenuación, de acuerdo con lo escrito en varios trabajos (Briz, 1995 y 2003: esp.
19), es una categoría pragmalingüística cuya función consiste en minimizar la fuerza ilo-
cutiva de los actos de habla y el papel de los participantes de la enunciación con el fin de
lograr la meta prevista, el acuerdo (o en minorar en su caso el desacuerdo), que es el fin
último o primero, según se mire, de toda conversación.
Quitar relieve, suavizar, mitigar, reparar, esconder la verdadera intención son valores
que describen de forma más concreta esta operación lingüística estratégica vinculada a la
actividad argumentativa y de negociación de dicho acuerdo, un acuerdo, que a veces es
también social, de imagen, y en concreto a menudo de imagen cortés.
Metodológicamente, es necesario hacer la precisión anterior, porque la atenuación es
una función estratégica que no siempre tiene que ver con las actividades de imagen cor-
tés y ni siquiera a veces con la imagen.
Si se comparan los ejemplos de (5)
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 36

(5)
a. Por favor, ¿podrías entregar este paquete?
b. Yo me considero guapita
c. Mamá, me he hecho un rotito en el pantalón [El niño lleva el pantalón destrozado]
se observa que (5a) es una petición y, lingüísticamente, se atenúa dicha acción con la fór-
mula modalizadora por favor, el verbo modal de posibilidad y el uso del condicional. La
petición supone una obligación para el otro y, aunque no una amenaza hacia este, como
han afirmado algunos autores, sí afecta a la autonomía del otro, a la imagen propia y aje-
na, y la mitigación puede considerarse por ello cortés. Así pues, hay atenuación, imagen
y cortesía.
En (5b), en cambio, hay actividad de imagen, pero solo de imagen de hablante, y la
atenuación que supone el diminutivo o el uso de ese verbo subjetivo (considerar) nada
tiene que ver con la cortesía, atenúan o minimizan la afirmación poco modesta sobre sí
misma (“soy guapa”). Hay, por tanto, atenuación, imagen, sin cortesía.
Y, en fin, ni la cortesía, ni la actividad de imagen, en general, explican el uso del ate-
nuante (el diminutivo en rotito) en (5c). El fin del niño es evitar o disminuir la reprimen-
da o el castigo de la madre. Atenuación, sin cortesía y sin imagen.
La atenuación, en todos los casos (con o sin cortesía), es un fenómeno semántico-
pragmático. Como fenómeno semántico supone una menor precisión significativa (estás
como gordo). Menor porque el atenuante parece hacer borroso el significado de la pala-
bra o expresión a que acompaña o no expresa todo lo que se quiere decir. Esta minimiza-
ción semántica es gradual, escalar y está codificada en las distintas lenguas y culturas.
En cambio, como fenómeno pragmático constituye una estrategia y su valor es ostensi-
vo-inferencial, esto es, quiere decir o dar a entender algo más allá de lo expresado y está
sometido a interpretación, es evaluable contexto a contexto.
Al leer los ejemplos de (6):
(6)
a. Estás un poquito gordo
b. Ven un poquito a hacerme compañía
puede notarse que, semánticamente, en (6a), el cuantificador un poco, además con su-
fijo diminutivo, atenúa la cualidad negativa atribuida al interlocutor (la lectura es “eres
menos gordo de lo que dices”, por tanto, dentro de una escala, “hay personas más gordas
que tú y otras menos gordas”). En cualquier caso, como decíamos, hace borroso el sig-
nificado de la palabra “gordo”. Pragmáticamente, el atenuante suaviza el acto de habla
asertivo, con el fin de proteger la imagen amenazada del otro. El hablante vela así por la
imagen del interlocutor al tiempo que protege la suya, evitando tensiones.
Y un poquito, en (6b), semánticamente alude al escaso tiempo que durará lo pedido
(“será por poco tiempo”), que es más bien un ruego ahora. Así pues, desde el punto de
vista pragmático, el atenuante es estratégicamente cortés, ya que se minimiza el acto
37 PONENCIAS PLENARIAS

directivo, ahora ‘ruego’, con el fin de obtener un beneficio. La cortesía es aquí solo un
instrumento o medio para lograr un fin, no explícito.
De lo anterior, se puede extraer, además, que el atenuante, como categoría pragmá-
tica, incide sobre lo dicho y el decir, pero, según su nivel inmediato de incidencia en el
discurso, puede tener formalmente un carácter intraproposicional, como en el caso de los
ejemplos de (6), o extraproposicional, como en los ejemplos de (7):
(7)
a. Yo me parece que (=en mi opinión) estáis distraídos
b. ¿Por favor, me podría servir un marroncito?
En los ejemplos de (6), el diminutivo actúa directamente sobre un elemento de la pro-
posición, de lo que se dice, aunque indirectamente minimiza la petición; en cambio, en los
de (7), las tácticas verbales atenuantes, esto es, el verbo performativo parece, un yo que
insiste en que es solo una opinión, la fórmula por favor, junto al valor de posibilidad del
verbo poder y su empleo temporal condicional, minimizan directamente la afirmación.
Claro que a menudo aparecen combinados:
(8) Parece que estáis un poquito distraídos

La codificación e interpretación de la cortesía atenuadora


Decíamos que la atenuación es semánticamente un proceso gradual de minimización
y lo es dentro de una sola escala de modalización, representada en el esquema que sigue
a continuación por una línea horizontal discontinúa y dos puntas de flecha que marcan la
dirección en la escala.
Se entiende, así pues, que atenuación y la intensificación son dos caras de una misma
moneda, la de la modalización, que tiene que ver con la actividad argumentativa y de ne-
gociación de los acuerdos a los que hay que ir llegando en una conversación, si se quiere
que ésta llegue a buen puerto o, simplemente, llegue. Y de esta única escala los interlo-
cutores eligen el grado y la táctica verbal en función de la estrategia para lograr la meta
prevista.

Si procedemos a ordenar sobre la escala los ejemplos de (9) de mayor a menor atenua-
ción cortés en esa escala única, es bastante probable que los hispanohablantes coincidan
en que 1, 2 y 3, por este orden, son las fórmulas más atenuadas, si se quiere más corteses,
de pedir o solicitar algo, y que 5 y 6 están ya en la zona escalar de intensificación, por lo
que podrían entenderse como expresiones menos corteses o descorteses (la petición se
habría convertido en orden). Solo el caso de 4 podría plantear algún problema de ubica-
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 38

ción escalar, porque parece que se sitúa en la periferia de ambas zonas y porque la for-
ma en el español de España está convencionalizada más como ruego, petición, consejo,
sugerencia que como orden, tal y como se entiende habitualmente en muchas zonas de
Hispanoamérica:
(9)
4 Ven
3 Ven, por favor
2 ¿vienes, por favor?
1 ¿ Serías tan amable de venir, por favor ?
5 He dicho que vengas
6 Te he dicho que vengas, coño

Esta coincidencia muestra que existe una cierta convencionalización o gramaticaliza-


ción en la expresión de la atenuación cortés en español (Caffi, 1999, diría, una concien-
cia metapragmática común), que existe una cortesía atenuadora codificada, lo que no
niega, por supuesto, que otros recursos menos o nada convencionales puedan expresar
cortesía (por ejemplo, un acto como tengo prisa puede ser una respuesta atenuada cortés
a un ofrecimiento ¿vienes a mi casa? en tanto rechazo indirecto.
Al margen de la situación, de un evento comunicativo concreto, esas escalas y grados
de mayor o menor atenuación o de intensificación son fácilmente identificables, ya que
son proporcionales a la mayor o menor presencia de recursos lingüísticos atenuantes o
intensificadores y al poder que estos tengan dentro del paradigma.
En otras palabras, esas escalas vienen dadas a menudo lingüísticamente, aunque cada
lengua o variedad pueda llegar a establecer marcas propias de tales gradaciones, de mo-
do que, como decíamos, sintagmáticamente, a más presencia de recursos atenuantes, se
entiende en principio menor fuerza ilocutiva, menor intensidad obligativa, menor ame-
naza a la imagen del otro y, por ende, mayor cortesía. Y a más intensificadores, mayor
fuerza ilocutiva, mayor intensidad obligativa, mayor amenaza y, por ende, menor corte-
sía o mayor descortesía. Paradigmáticamente, entre el uso del imperfecto y condicional
de cortesía (quería que vinieseis/querría que vinieseis) existe una diferencia de grado de
atenuación, mayor en el segundo. Así también, el empleo del presente para pedir o ‘hacer
un pedido’ es más atenuado que el uso del imperativo (¿Me pasas las papas?/ pásame las
papas) o el modo interrogativo, más que el aseverativo.
No obstante, este sería un modo estático y semántico de entender la cortesía y algunos
de su modos de expresión, los atenuantes. Las escalas aludidas pertenecen al código de
una lengua y se sitúan en el nivel semántico, pero los efectos en la interacción pueden al-
terar esa asociación convencional, de modo que lo codificado como atenuado cortés deje
de serlo o, incluso, se interprete como descortés. Y lo codificado como descortés no lo
sea o, incluso, se entienda como cortés (sea el caso, por ejemplo, de algunos usos intensi-
ficados empleados como mecanismos de cortesía).
39 PONENCIAS PLENARIAS

Nuestra hipótesis de partida es que:


- por un lado, en la interacción, la no presencia de atenuación no implica necesaria-
mente que existe menos cortesía, y ni siquiera los actos codificados como amenazadores
(por ejemplo, los que constituyen insulto: eres un imbécil) son necesariamente y siempre
descorteses.
- por otro lado, un exceso de cortesía (atenuadora o valorizante), lo que se ha denomi-
nado (supercortesía5), puede causar, incluso, el efecto contrario que se desea lograr.
La interacción es un hecho dinámico y el fenómeno de la cortesía atenuadora (y tam-
bién valorizante) es un hecho compartido que se define y redefine en la propia interac-
ción, por las reacciones del otro. La distinción ya propuesta en otro lugar (Briz, 2004)
entre cortesía codificada e interpretada (evaluable ésta última sólo a partir de la reacción
del interlocutor) puede servir para entender mejor la actividad cortés en las distintas nor-
mas regionales del español, así como para ubicar las diferencias intra e interculturales
en relación, concretamente, con el uso de la denominada cortesía mitigadora y de las
estrategias de atenuación. Sin olvidar asimismo su utilidad para reconocer la existencia
de (des)cortesía en una situación comunicativa.
Los actos o enunciados de (10a y b) están codificados como actos amenazantes de la
imagen del otro (respectivamente, en tanto acto directivo, orden, y petición):
(10a) Yee tú dame un cigarro
(10b) Por favor ¿serías tan amable de servirme la tortilla?
En (10a), a pesar de estar codificado como amenazador, el acto no aparece atenuado,
más bien todo lo contrario, pero no necesariamente se interpreta como descortés. Pense-
mos en una reunión de amigos jóvenes hablando de los ligues del fin de semana. Además
de la situación de cercanía interpersonal, esta acción sería lateral o secundaria a las ac-
ciones principales y al contenido que se están negociando, por lo que resultaría poco o
nada comprometedora.
Como la petición es una acción que está codificada como acto amenazante en algunas
sociedades, el ejemplo de (10b) es un modo codificado como atenuado y cortés de pedir.
Y dentro de un escala de mayor a menor atenuación, diríamos que está en un grado alto de
la misma. Ahora bien, dicho durante una cena entre amigos que se reúnen habitualmente,
no sería la opción lingüística más adecuada ni esperable y podría obtener un fracaso con-
versacional. El uso excesivo de atenuantes podría provocar justamente el efecto contra-
rio. Así pues, la situación comunicativa determinaría no solo la producción cortés, sino la
interpretación de la cortesía y de los mecanismos corteses por parte de los oyentes.

Cortesía, atenuación y situación


La hipótesis que venimos manteniendo es que no siempre hay correlación entre un
hecho social, como es la cortesía, y un hecho lingüístico, la atenuación. Y, además, la
presencia mayor o menor de atenuantes en una conversación no supone necesariamente
mayor o menor cortesía.
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 40

Y es que la cortesía, aunque como principio puede ser aceptado como universal, como
estrategia que participa en la regulación de las relaciones interpersonales, que da y prote-
ge las imágenes de los participantes en la interacción, el contenido particular que rellena
este principio es diferente en cada lengua y cultura, queda sometido a convención. En
otras palabras, la cortesía (tanto la mitigadora como la valorizante) está regulada en cada
cultura y grupo social por ciertas convenciones a partir de las cuales un comportamien-
to lingüístico puede entenderse como cortés o descortés. Más aún, incluso dentro de la
misma lengua y cultura, el concepto de cortesía varía, según notaremos más tarde, de
acuerdo con la situación, según las características de los participantes y del papel que
desempeñen en la interacción y según el género discursivo.
Por situación entendemos (Briz y Val.Es.Co. 2002)6 un haz de rasgos vinculado:
a) a la mayor o menor (+/-) relación de igualdad social y funcional entre los interlocu-
tores que participan en la interacción,
b) a su (+/-) relación vivencial de proximidad (saberes compartidos),
c) a la (+/-) cotidianidad temática del evento comunicativo,
d) al fin (+/-) interpersonal predominante de la comunicación (esto es, de manteni-
miento de las relaciones sociales, de comunión fática).
e) y al espacio o marco (+/-) cotidiano en que se desarrolla
Así, una situación de mayor solidaridad o inmediatez comunicativa7 (que así conve-
nimos en llamar de modo abreviado a la situación que presente +relación de igualdad
social y funcional, +relación vivencial de proximidad, +cotidianidad temática, +fin in-
terpersonal, +marco cotidiano) permite a veces en la conversación española peninsular
ciertos modos de interacción lingüística y social, que en otra situación, en otras culturas
y para otros hablantes ajenos al grupo serían asociales y descorteses.
En el ejemplo (11), nada condescendientes son los invitados con el anfitrión, que ha
ofrecido su casa para jugar al póquer:
(11)
S. ya verás tú la que nos sacará éste/ toda PRINGÁA asquerosa y aceitosa↓ ésa sí que
valdrá
J: y se notarán las cartas
S: y se notarán las cartas ¡la mare8 que vaa!
Briz y Grupo Val.Es.Co., 2002 [J.82.A.1: pág. 182, líneas 587-591]

En todas las intervenciones del fragmento anterior prima el rasgo de solidaridad, que
hace de la descortesía codificada parte del juego interaccional. Si bien nadie interpreta
en esa situación de inmediatez o alta solidaridad el acto amenazante, esto es, la crítica
intensificada, como descortés. Su codificado valor amenazante ha quedado neutralizado
por el rasgo situacional.
41 PONENCIAS PLENARIAS

En (12), una mujer entra en una cafetería de Caracas y pide un café:


(12) [A y C son clientes; B es el camarero]
A: Señor, por favor ¿sería tan amable de servirme un marroncito?
B: (Silencio)
C: ¡Mira, chico, dame aquí un marrón!
B: ¿marrón? ¿qué? ¿y no vas a comer arepa?
C: ¿No, chico! Solo un marrón, pero bueno. ¿para hoy, vale!
B: ¿Uhum! ¿Aquí’sta!
A: Señor, señor... ¿sería tan amable de servirme un marroncito?
B: (Silencio).
(...)
(Sigue sirviendo a otros clientes)
A: (Bajando aún más el tono de la voz) Señor, señor, por favor, ¿me podría servir
un marroncito?
B: (No responde al pedido...)
A: (Sale de la cafetería)
[C. García (2002: 55-56)]

La explicación de la no respuesta del camarero, según C. García, es el diferente modo


de entender la cortesía de ambos; el camarero no entiende la cortesía deferencial de A,
dicho de otro modo, no entiende el uso de tanto atenuante, que choca con la relación de
solidaridad del camarero con otros clientes. En fin, A y C no utilizaban el mismo sistema
de cortesía o, quizá, más exactamente, los mismos rasgos de situación, que hubieran fa-
vorecido un sistema u otro. Uno hacía primar la solidaridad y la relación de igualdad, el
otro, la asimetría y la distancia interpersonal.
En suma, parece que la situación de solidaridad o inmediatez comunicativa está en
correlación con la menor presencia de atenuantes y, por tanto, de esos llamados atenuan-
tes corteses. Lo contrario, la presencia de éstos en situaciones como la anterior, puede
desembocar en un fracaso conversacional.
Al incorporar la situación, al trabajar no solo con acciones o actos de habla aislados,
sino con inter-acciones, pasamos de una visión estática a una visión dinámica de la cor-
tesía, de un análisis y explicación de la cortesía desde el punto de vista del hablante a una
cortesía también de oyente. A una cortesía, en suma evaluada de situación en situación y
de cotexto en cotexto.
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 42

Cortesía, atenuación y culturas de acercamiento/culturas de distanciamiento


La cortesía es una actividad universal, se da en todas las lenguas, pero la modalización
de la misma varía en las distintas sociedades y culturas. Ciertamente, las amenazas a la
imagen, que de eso va la cortesía negativa de Brown y Levinson (1978), no se entiende
igual para un inglés que para un español. Y lo mismo puede decirse de las diferencias que
el término amenaza tiene para un argentino, un chileno, un peruano, un mexicano, etc.,
sobre todo, si lo comparamos con un español, incluso, las diferencias que dicho término
tiene para dos argentinos de zonas diferentes, de estratos de edad, de sexo y nivel socio-
cultural distintos9.
Nuestra hipótesis es que esta variación, sobre todo, en lo que hace referencia a la ate-
nuación cortés en el mundo hispánico, puede tener a priori un principio de explicación
si nos apoyamos en la distinción entre culturas de acercamiento y culturas de alejamien-
to10, conceptualizada a partir de los rasgos de situación anteriores y entendida no como
oposición sino como continuum gradual. Intentamos así conciliar los enfoques pragma-
lingüístico y sociopragmático.
Para confirmar dicha hipótesis habrá que recurrir a hechos no solo socioculturales,
sino lingüísticos. Y para observar su potencial explicativo, su mayor o menor grado de
abstracción, habrá que contrastar el español en sus distintas normas regionales.
A priori, puede decirse que el español de la península se situaría en una cultura de
mayor acercamiento o de solidaridad en la interacción y, muy especialmente, en la con-
versación cotidiana11.
Nuestra propuesta vincula el término acercamiento al concepto de solidaridad o in-
mediatez comunicativa, la cual, si no la hay, se busca, se construye. Queremos decir, que,
por ejemplo, los españoles (para bien o para mal) estrechan generalmente los espacios
interpersonales, tienden a construir puentes y espacios comunes con el otro, existan pre-
viamente o no (tiende a una +relación vivencial de proximidad), nivelan las diferencias
sociales y funcionales mostrando una relación +simétrica. Hay una tendencia a la solida-
ridad y a la coloquialidad.
Permítansenos estos dos ejemplos:
Dos personas, una licenciada en Económicas y la otra, peón en la construcción del
AVE, ingresadas en la misma habitación de un hospital, muy pronto abandonarán su ro-
les y acabarán por ser simplemente enfermos.
Dos españoles que no se conocen y que se encuentran en el área de servicio de una au-
topista en Alemania acabarán siendo “colegas” españoles y hablando de España y de lo
bien que se come aquí y de lo mal que se come en Alemania.
La interacción cotidiana, coloquial es, sin duda, el caso más prototípico de mani-
festación de ese acercamiento. Por eso, para entender mejor el concepto de cultura de
acercamiento basta pensar en el tipo de interacciones marcadas por la solidaridad, la
coloquialidad, que tal cultura de entrada ya favorece.
43 PONENCIAS PLENARIAS

Socioculturalmente, el acercamiento podría describirse a partir de esa imagen afiliati-


va básica o ideoma del español que, según D. Bravo, es la de la “confianza” (“da y quiere
que le den confianza en la interacción”)12. En ese acercamiento se supone, así pues, un
(mayor) +compromiso afectivo.

Los correlatos o datos lingüísticos de las culturas de acercamiento y de distancia-


miento
¿Hay datos que apoyen la validez y operatividad de la distinción y que comiencen a
corroborar nuestra hipótesis de que la interacción española peninsular se sitúa en una
cultura de acercamiento, frente a la interacción de distanciamiento en algunas zonas de
América?
Creemos que sí, con todas las restricciones variacionales mencionadas (rasgos de
usuario, registro formal e informal, conversación o entrevista, etc.):

El uso de la atenuación
Una de las categorías lingüísticas que nos permite fundamentar la distinción gradual
anterior es la de la atenuación:
+atenuación cortés → -cultura de acercamiento
-atenuación cortés → +cultura de acercamiento
En culturas de menos acercamiento o de distanciamiento la frecuente atenuación cor-
tés es una estrategia de aproximación social al otro. Si con la atenuación estratégica-
mente, según señalábamos, intento acercarme al otro, precisamente es porque existe o
construimos algún tipo de distancia entre el YO y el TÚ o entre las intenciones y metas de
uno y de otro.
El español de muchas zonas de América, de acuerdo con los datos facilitados por al-
gunos estudios empíricos sobre atenuación es en general más atenuado que el español
peninsular. Así, por ejemplo y de modo más concreto, la preferencia del español penin-
sular por el uso del imperativo sin atenuantes puede ser, como afirma Haverkate (2004:
60), “representativa de una cultura orientada hacia la solidaridad”. Que las peticiones, en
particular, no aparezcan atenuadas, que a menudo en España no se pida por favor, o no
se esté continuamente agradeciendo, a diferencia de lo que ocurre en otras partes de Eu-
ropa y América, puede plantearse también en términos de acercamiento y, en absoluto,
de amenaza, como se ha afirmado. En España, en la península, se agradecen demasiado
poco determinadas acciones. Kerbrat-Orecchioni (2004: nota 16) cuenta la sorpresa que
recibe un amigo mexicano que entra en un bar y pide por favor un café, lo que es usual en
su país, al oír la respuesta que le da el camarero: con favor o sin favor. Y nos despedimos
más rápidamente que en otras partes; J. Puga (1997) cuenta que se quedó estupefacta al
escuchar la corta, tajante y descortés respuesta, según la interpretación que hizo en aquel
momento, que le daba quien la había invitado a cenar:
J: me voy yendo13...
B: porque quieres.
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 44

todo por no haber seguido el largo ritual de despedida típico de Chile antes decir adiós
(si no hay causa justificada).
En fin, una cultura de acercamiento o que tiende a construir, por lo general, ese acerca-
miento, favorece la menor frecuencia de atenuantes, tanto autocéntricos como alocéntri-
cos, pues nada ni nadie está o se siente en principio amenazado [comp. también Albelda,
(2003), (2004a) y (e.p.), Briz, (2004: 82) y M. Bernal (2005 y (e.p)].

El uso cortesía valorizante


Otro dato lingüístico que hace buena la distinción entre culturas de acercamiento y de
distanciamiento y que muestra su capacidad explicativa se refiere a la cortesía valorizan-
te. En la interacción española son muy frecuentes las alorrepeticiones, intervenciones
reactivas, a menudo solapadas, que repiten las palabras del interlocutor como muestras
de extrema colaboración de los interlocutores españoles, además de manifestaciones de
acuerdo con el otro, de ratificación del otro en su papel de hablante [así se documenta en
Briz (2003: 31), Haverkate (2004: 57-58) y Bernal, (2005)].
Sirvan de ejemplos los fragmentos de conversación de (13) y (14). Los corchetes [ ]
indican solapamiento. El signo de parágrafo § indica sucesión inmediata sin pausa per-
ceptible entre las emisiones de dos interlocutores:
(13)
A: un telegrama↑ siempre es malo/ lo que dice siempre es malo§
D: § siempre es malo§
A: § puede
ser más malo o menos malo/ pero siempre es malo§
D: § sí sí sí
Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002 [H.25.A.1: pág. 240: líneas 317-321]

(14)
A: me lo encontré en la esquina§
B: § se lo encontró
A: ¿aquí- al volver la esquina↑ no hay un poyete↑ en una ventana/ de mármol? pues
ahí estaba§
B: § [en la caja de ahorros]
C: [en la caja de ahorros]§
A: § exactaMENTE↓ [en la caj- sí]
C: [en la caja de ahorros]
Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002 [RB.37.B.1: pág. 299: líneas 224-233]
45 PONENCIAS PLENARIAS

Lo mismo puede decirse de otros actos de realce (cumplidos, halagos, piropos, etc.).
En estos actos agradadores parece, según los datos manejados, que España y América se
dan más la mano, muestran un grado de acercamiento similar, son más cercanas que otras
culturas como la inglesa, la norteamericana o la escandinava. En Rosario (Argentina),
según estudian Ferrer y Sánchez Lanza (2000b), los cumplidos son muy frecuentes y
tienen un marcado carácter valorizante. Y los halagos, felicitaciones, manifestaciones
explícitas de acuerdo, de colaboración con el otro, son frecuentes también en Mérida
(Venezuela), según A. Álvarez, de acuerdo con el análisis que realiza del corpus del ha-
bla de esta ciudad elaborado por Domínguez, C. y Mora, E. (1998).
Es verdad que los hispanohablantes son muy colaborativos, somos muy cumplidos,
halagamos con mucha frecuencia (basta con acudir a una comida en casa de alguien pa-
ra observar el modo insistente de alabar la comida). Y los piropos, aunque parece que
actualmente amenazadores para la imagen de muchas mujeres (como documenta, por
ejemplo, M. Achugar, 2002, en el caso de la mujer uruguaya...), son muy hispánicos.
Luego, todos estos datos relacionados con determinados actos de habla, nos precisan
un poco más la distinción y nos muestran su aplicación al mundo hispánico ahora en con-
traste con otras culturas, digamos, más alejadas. En concreto, tanto a partir de los actos
atenuados como de los valorizantes, podemos concluir momentáneamente, pues habrá
que confirmarlo con análisis contrastivos posteriores:
- que el español peninsular está en un grado alto de la escala de las culturas de acerca-
miento, como también el argentino, por ejemplo, de Buenos Aires y Rosario, según los
datos que ofrecen, por ejemplo, S. Boretti, (1996) y (2001) y M. C. Ferrer y C. Sánchez
Lanza (1998) y (2000);
- que el de otras zonas de Hispanoamérica está en un grado menor de acercamiento
que los anteriores; es el caso de Chile, México, Perú, Venezuela, etc., según los datos ma-
nejados [Álvarez, A. y Blondet, M. A. (2003), Bolívar, A. (2001) y (2002), Curcó, C y De
Fina, A. (2002), Fant, L. (1996), Félix-Brasdefer, J.C. (2004), García, C. (1992), (1993)
y (2002), etc.];
- aunque mayor el de éstas si se compara con el inglés y la cultura anglosajona, que se
situaría entre las de distanciamiento, una sociedad, la inglesa -quizá no hace falta irse tan
lejos- que no toleraría, como bien dice S. Boretti (2001: 85), el estilo directo del argenti-
no y, yo añadiría, ni tampoco el del español.

El habla simultánea
Otro dato que marca diferencias entre las culturas de acercamiento y distanciamiento
está relacionado con la conducta interaccional y la toma de turnos. La norma de no hablar
hasta que el otro no termine lo será en otras culturas, pero no aquí, ni allá. Lo que se en-
tiende como interrupción se traduce muchas veces en una cultura de acercamiento como
colaboración (Bañón, 1997). Esta frecuente habla simultánea es otro rasgo de conducta
interaccional que une a muchos hispanohablantes.
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 46

Lo paralingüístico
Y, en fin, unos últimos datos paralingüísticos. Por un lado, la extrema gesticulación,
especialmente, eso que se ha venido en llamar el gesto rítmico, es muy característico de
los hispanohablantes y, probablemente, de las culturas de acercamiento. Por otro lado,
mientras británicos y norteamericanos, dice Haverkate (2004: 63) mantienen la distan-
cia 90 cm., un cubano se contenta con la mitad. No nos hemos parado a medir la distancia
que toma el español, pero estará por la del cubano. Nos tocamos y golpeamos cariñosa-
mente al hablar, luego no estaremos muy lejos el uno del otro.

Una valoración final de la distinción


Venimos notando la gradualidad de la distinción, a la vez que su capacidad explica-
tiva en relación con la variación intercultural, lo cual ya queda reflejado en el esquema
siguiente:

<......+ACERCAMIENTO- ..................................... -DISTANCIAMIENTO+ ......>


-atenuantes +atenuantes
+valorizantes -valorizantes
+intervenciones colaborativas -intervenciones colaborativas
+habla simultánea -habla simultánea
+cercanía física al hablar -cercanía física

Insistimos en que se trata de conceptos graduales (no discretos) y, además, relativos.


Graduales y no discretos, porque entre ambos tipos de culturas existen grados interme-
dios (de mayor o menor acercamiento o distanciamiento). Y relativos, porque seguro
varían según la situación, el uso y el usuario.
Además, no sería totalmente acertado afirmar que el español de España pertenece a
una cultura de acercamiento. Los lingüistas canarios o gallegos no estarían totalmente de
acuerdo conmigo. Y si lo afirmo de Argentina, tampoco estarían conmigo todos mis co-
legas argentinos, pues argumentarían que no es lo mismo el estilo comunicativo del norte
que el del centro y del sur, y que Buenos Aires es más de acercamiento que el Noroeste
argentino (Tucumán, Salta, Jujuy, etc.) (ver Rojas, 1998, Boretti, 2004: 150). Quizás, un
estudio de isoglosas a partir de rasgos como los mencionados (y de algún otro, quizá, de
carácter prosódico) daría la verdadera medida de la distinción14.
Ahora bien, aun reconociendo su carácter relativo y a falta de análisis empíricos con-
trastivos, cualitativos y cuantitativos que tengan en cuenta las variables mencionadas de
situación, las de usuario y de género discursivo, dicha distinción permite entender dife-
rencias lingüísticas muy pronunciadas en el uso de la cortesía y, sobre todo, de la cortesía
mitigadora y de las estrategias de atenuación en España y en América.
47 PONENCIAS PLENARIAS

Análisis de la conversación coloquial española. Ausencia de atenuación y presen-


cia de actos valorizantes.

El lenguaje directo de los españoles. Menos atenuado no significa descortés


Recordemos la percepción de algunos hispanohablantes:
“El español es directo cuando habla, tanto que a veces raya en la descortesía, cuando
no es realmente descortés”.
Esta percepción es la que llegan a tener algunos hablantes pertenecientes, sobre todo,
a culturas de +distanciamiento o, si se prefiere, de -acercamiento (o la de aquellos que en
España critican con fuerza esa pertenencia).
Al menos en lo que se refiere a la conversación coloquial peninsular, los análisis em-
píricos realizados y que estamos realizando junto a la Dra. Marta Albelda corroboran la
menor frecuencia de atenuantes, la frecuente presencia de intensificadores, un contraste
o variabilidad melódica menor (si lo comparamos, por ejemplo, con Venezuela) y una
alta velocidad de habla, entre otros rasgos. Si por lenguaje directo entendemos esto, el es-
pañol es muy directo. Lo que algunos autores han constatado también en el caso de la con-
versación española formal con fin primordialmente transaccional, comparada, por ejem-
plo, con este mismo tipo de interacción entre hablantes mexicanos (comp. Fant, 1996).
Pero menos atenuado no significa descortés. Recordemos que a veces lo codificado
como cortés o descortés no coincide en la interacción y que, además, un uso excesivo de
atenuantes en la conversación coloquial española se percibiría antes bien como una tác-
tica de distanciamiento, contraria, por tanto, a la situación de inmediatez (y de coloquia-
lidad) descrita antes y a la cultura de acercamiento a la que parece se adscribe el español
peninsular.
La estrategia de atenuación aparece cuando existe un motivo concreto; así, los ate-
nuantes no son tácticas corteses sino estratégicamente corteses. Por ejemplo, un aleja-
miento ocasional por una imagen comprometida (el honor propio o de la familia), la pro-
blematicidad o el tema polémico de la conversación, el desacuerdo explícito o implicado
favorecen su presencia (ver Briz, 2003: esp. 6-38 y 2004: 85-90).
Además, las características de los conversadores, como decíamos, tienen a veces
incidencia clara sobre su frecuencia y uso. Por ejemplo, es un dato relevante sociolin-
güísticamente en nuestra muestra que el discurso de mujeres españolas, de estrato so-
ciocultural alto y mayores de 55 años suele ser más atenuado que el de otros hablantes,
por ejemplo, hombres, más aún si son jóvenes. No son todavía muchos los estudios que
determinen la variación de la atenuación en virtud de los rasgos sociales de los interlo-
cutores. Sirvan solo de botón de muestra y de llamada para otros trabajos los que cito a
continuación.
Aunque en situaciones de roleplay, C. García (1999) estudia los actos de hombres y
mujeres venezolanos y peruanos a la hora de reprender y responder a la reprimenda, y
señala que los varones son más autoritarios y más cooperativas las mujeres; luego, no ex-
traña que el discurso de éstas sea, en general, más atenuado que el de aquéllos. A. Bolívar
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 48

(2002) nota que el género parece tener incidencia cuando se hacen reclamos en Venezue-
la; las mujeres venezolanas, dice, parecen más afiliativas (perdonan más), minimizan las
reclamaciones. Novedoso es el estudio de I. Madfes (2004), que plantea la posible cova-
riación entre el uso y la función concreta de algunos marcadores discursivos atenuantes
y el sexo (estudio realizado sobre hombres y mujeres uruguayos, egresados, entre 40-50
años). Señala que claro (como marcador de acuerdo cortés) y vos sabés qué (marcador
para establecer o restablecer equilibrios de imagen comprometida) son marcadores de
uso más frecuente entre las mujeres uruguayas. Y que yo qué sé es frecuente en hombres
y en mujeres, pero los primeros usan más dicho marcador como atenuante de aserciones
(de imagen de hablante), frente a la función mitigadora de la imagen amenazada que ha-
cen las mujeres.

La frecuencia de actos valorizantes


Y otro hecho también constatado en el análisis del corpus de conversaciones colo-
quiales españolas (Albelda, 2004a: 119 y123-125): pese a ser un lenguaje directo no
son extraños los actos valorizantes, agradadores de refuerzo de la imagen del otro, sino
todo lo contrario, por ejemplo, los refuerzos o intensificaciones del acuerdo, las inter-
venciones colaborativas, los cumplidos y halagos, que son propios de las culturas de
acercamiento. Este dato coincide con el obtenido en los análisis de Alexandra Álvarez
(2005) sobre el corpus de conversaciones semidirigidas de Mérida (Venezuela) ya citado
de Domínguez, C. y Mora, E. (1998)15. Algo que también hemos comprobado nosotros
en un análisis preliminar de ese mismo CORPUS.
Esta cortesía valorizante es algo menos frecuente en hombres y en jóvenes, aunque el
dato no parece lo suficientemente significativo desde el punto de vista sociolingüístico.
Por lo general, se tiende a la valoración del otro.
Leamos la muestra (15) de una conversación coloquial española:
(15) [La dueña de la casa enseña a una amiga, que está de visita, las lámparas que se ha
comprado]
V: ¿solamente tienes esta?
A: no§
V: § ¿no? cuenta// la verdad es que es muy bonita ¿se parece a la mía?///(3”) ¿eh?
¿tú has visto la mía?// ¡OSTRAS!¡QUÉ MOONA!// ¡QUÉ GRACIOOSA!§
A: § mira cómo se
((queda))
V: ¿cómo la has encendido↑?§
A: § tocando (3”)16
V: ¡ay! pues sí/ sí que [ilumina=]
A [es un mue(ble)]
49 PONENCIAS PLENARIAS

V: = ¡qué cosa más bonita!¿eh?¡qué original!


((...))
V: es una monada ///(3”) es graciosísima/ ¿qué más? ///(3”) ¿qué más lámparas tie-
nes?
A: º(ya/ ninguna más)º ¡ah! sí/ las del cuarto
V: ¡ah! ((7”))17 ¡ay qué mona!
Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002 [IH.340.A.1.: pág. 378, líneas 4-14 y 42-44]

Los mecanismos de intensificación de las cualidades de las lámparas y del otro (por el
gusto en la elección) dan imagen, la elevan y la realzan.
Y esos mecanismos estratégicos de realce agradador y de atenuación aparecen per-
fectamente combinados más aún si alguna de las imágenes está en peligro, como en (16):

(16) [C, Madre, J, hijo de C, y la tía, P. A J le costó mucho aprobar el examen del carné
de conducir]
C: y le dije Juan/ no te duela lo que estás pagando/ tú es que vas a las clases °(un)°
poquito distraído/ porque °(como)° llevaba tantas cosas en la cabeza↑§
P: § claro/ claro
C: pues le decían a lo mejor/ la segunda a la derecha// BUENO// y ya no se acordaba/
u- cuando llegaba/ si era en la segunda o era en la tercera/ y eso es lo que fallaba/ mucho//
entonces→/ como tampoco tenía nadie/ una vez sacao el carnet/ a quien recurrir↑/ para
sacar el coche y hacer unas poquitas más prácticas↑ (...)§
P: § claro§
C: §entonces/
no era cuestión d’eso/ ¿qué pasa?// que ha hecho→///(2’’) tu novia/18 por no dejarlo mal/
dice (RISAS) °(en)° LA FAMILIA DICE QUE HA HECHO VEINTICUATRO PRÁC-
TICAS/ Y HA HECHO CUARENTA Y TANTAS§
J: § cuarenta y cinco§
C: § cuarenta y
cinco/ pero→§
P: § ¿quién ↓tú?§
C: § sí///19 pero bueno§
J: § pero→ §
C: § bueno/ atiéndeme una [cosa]
J: [pero] ahora estoy or- or- o sea→§
P: § orgulloso§
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 50

J: § [satisfecho=]
C: [satis-]
J: = de haberlas hecho/ [porque luego no he tenido/ ninguna dificultad// y no he teni-
do=]
C: [porque ha salido sabiendo del todo///(2’’) todas las pifias]
J: = que recurrir a nadie/ [para- para/// ponerme a tono]
C: [todas las pifias las ha hecho en las clases/ todas las pifias]§
P: § claro
[G.68.A.1+G.69.B.1: págs. 200-1, líneas 383-419]

La imagen de J está en entredicho, amenazada, por momentos por los suelos, y madre
y tía intentan salvarla y elevarla a toda costa. Todos a una, al final, colaboran en ese lava-
do de imagen. Movimientos concesivo-opositivos, de justificación y de reformulación
son los mecanismos minimizadores, los atenuantes de los errores cometidos, a la vez que
surgen estrategias valorizantes, por ejemplo, la colaboración extrema, que refuerzan y
realzan la imagen social de autonomía, que en el caso español, según D. Bravo, es el de
“mostrarse original y consciente de la las buenas cualidades propias”, como en el caso
del ecuatoriano es el respeto máximo a los ascendientes (Placencia, 1996) o el celo a la
privacidad en el caso de la cultura anglosajona (Wierzbicka, 1991).
Así es, cuando la imagen se encuentra amenazada en la interacción surgen con fuerza
estos mecanismos, por un lado, valorizantes, que realzan lo positivo y, por otro, esos
mecanismo mitigadores que minimizan lo negativo. Y eso parece universal en todas las
lenguas, como ya decíamos. Lo que es más relativo -y esto es lo importante- es el con-
tenido de las imágenes y el contenido de las amenazas tanto en lo que se refiere a ideas
(ideomas) de lo que hay que proteger como a los recursos lingüísticos.
Ya decíamos que el español halaga y gusta de ser halagado; el holandés parece, según
Haverkate (1994), que no es tan proclive a ello, pues lo entiende como una especie de
amenaza a su imagen. También, como recurso verbal, el imperativo no atenuado puede
expresar un acto de amenaza a la imagen del otro y, por tanto, estar codificado como
+descortés, aunque su interpretación no sea idéntica en España y en Hispanoamérica.
Así, por ejemplo, los mexicanos, afirman Curcó y De Fina (2002), evitan más que los
españoles el uso del imperativo no atenuado para pedir, puesto que lo perciben como
descortés.

Análisis de las manifestaciones de cortesía en dos géneros discursivos: conversa-


ciones y entrevistas
Queremos presentar para terminar una muestra de resultados de otro análisis empírico
que estamos llevando a cabo, junto a la profesora Marta Albelda, de las manifestaciones
de los actos corteses en diferentes situaciones comunicativas y en géneros discursivos
51 PONENCIAS PLENARIAS

diversos, en concreto, en entrevistas formales y conversaciones coloquiales realizadas


en Valencia (España), muestras todas ellas del corpus Val.Es.Co., un estudio que se in-
tegra, como todo este trabajo, dentro de otro más ambicioso, que trata de comparar la
atenuación de algunas zonas de España y América, y que se incluye en el macro-proyecto
de Gramática del español hablado en Hispanoamérica, dirigido por el profesor César
Hernández.
La entrevista, según los datos que se muestran en los cuadros del anexo, es un dis-
curso, cuya situación (de menor inmediatez) y los rasgos de usuario (roles, entrevista-
do-entrevistador) favorece la casi ausencia de actos amenazadores y los que hay están
siempre minimizados. En concreto, en las entrevistas no hay apenas manifestaciones
de cortesía, (si las hay, son más de carácter ritual), aunque sí de esa atenuación de la
que hablábamos al principio de imagen sin cortesía, (peticiones, opiniones, desacuer-
dos aparecen minimizados: creo que, para mí, es que, porque; quería...). Es cierto que,
cuando la entrevista adquiere tonos informales, de mayor familiaridad surge entonces
un mayor interés por reforzar los lazos sociales y surgen más manifestaciones de corte-
sía (valorizante)20.
En cambio, como ya señalábamos antes, en las conversaciones informales aparecen
con frecuencia muy alta actos valorizantes o agradadores a la vez que actos codificados a
menudo como amenazadores, aunque casi nunca se interpretan como descorteses. Estos
datos corroboran algunas de las hipótesis lanzadas anteriormente; por un lado, que un ac-
to codificado como amenazante significa, pero no implica siempre descortesía, es decir,
no siempre se interpreta como tal; y, por otro lado, que la menor atenuación de la conver-
sación coloquial no implica tampoco descortesía, a pesar de que desde el código pueda
entenderse como tal; de otro modo, la cotidianidad e inmediatez comunicativa de ésta no
va asociada a la descortesía necesariamente (Culpeper, 1996, y Albelda, e.p).
En ese análisis preliminar del corpus de Mérida (Venezuela) de Domínguez y Mora
(1998) que hemos realizado se aprecian también actos de amenaza a la imagen (FTAs),
pero en un alto porcentaje atenuados, reparados (lo constata también A. Álvarez, 2002,
sobre este mismo corpus). Solo en torno a un 10% de estos se encuentra sin atenuar.
En este nuevo fragmento del corpus de conversaciones Val.Es.Co. el interlocutor G
está realizando un acto directivo, no atenuado, pero en absoluto significa amenaza, sino
todo lo contrario:
(17)
E: luego te pregunta si tienes alguna preferencia// y dijee pues/ lo que to’l mundo ↓ad-
ministrativo// y mi carrera↓ y administrativo que °(es lo que más me convence a mí)°///
(5’’) °(yo qué sé)°
G: tú preséntate↓ que no te cuesta na(da)
E: si↓ manaña mañana mañana/ mañana está abierto
Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002 [L.15.A2: pág. 77, líneas 1-5]
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 52

El participante E lo acepta e interpreta no como imposición, sino como consejo alen-


tador. Por tanto, ese acto da imagen, no la quita.
Y lo mismo puede decirse en las intervenciones de L y A en (18) y en (19):
(18)
E: síi/ yo conozco gentee// parezco muy liberal pero// la verdad es que soy muy con-
servadora
L: mujer/ en todo no↓ °(tía)°
Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002 [L.15.A2: 365-367]
(19)
J: mira↓ Láser Medicina/ hablando de láser
A: pos eso es lo que nesesito yo↓ porque yo tengo el cuerpo to(do) etropeao↓ sí yo no
voy mal encaminá (RISAS)
S: ¿tú tienes el cuerpo estropeado?
A: ¡OY QUE NO!
S: tú flipas
Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002 [AP.80.A.1: pág. 163, líneas 852-857]

Digamos que la descortesía codificada aparece neutralizada aquí gracias a un filtro de


evaluación, como es en este caso, la relación de solidaridad entre los interlocutores21. El
realce o intensificación de A en el último ejemplo se interpreta como un claro halago.
Hay ocasiones en que la descortesía, ciertamente, no está reparada, como en (20),
aunque la razón es, quizá, que las imágenes no están tan comprometidas en la conversa-
ción coloquial como en la formal y no existe, por tanto, tanto peligro de que se debilite
la relación interpersonal o que la conversación fracase y termine. Nótese la cantidad de
actos codificados como amenazadores que, además, están intensificados:
(20) [matrimonio: A, hombre, y C, mujer, entre 26-55 años, nivel sociocultural bajo]
C: y- y los polvos te los tienes que tomar pa(ra) la inflamación de los huesos↑
A: si yo no tengo inflamación en los huesos§
C: § TÚ TIENES INFLAMACIÓN EN LOS HUE-
SOS↑ QUE LO HA MIRAO ELLA Y TIENE ESO// TIENE ASTROSIS22
(...)
A: = eso es el frío que tengo [aquí=]23
C: [¿eh?]
A: = QUE SE DESGASTAAN↑
C: y se INFLAMAAN↑/ con el FRÍOO// SABIONDO
53 PONENCIAS PLENARIAS

A: º(¡me cago en la puta [((madre!)) )º=]


C: [síi]
A: = pueh anda quee (( ))
C: Y SE INFLAMAN LOS HUESOS CON EL FRÍO↓ SI NO TE SABE MAAL
Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002 [RV.114.A.1: pág. 296: líneas177-187]

Y muy especialmente en ciertas conversaciones cotidianas existe la denominada des-


cortesía fingida, anticortesía o pseudocortesía (Briz, 2003 y 2004, Zimmeramnn, 2003
Albelda e.p., etc.). Sirva el ejemplo de (21):
(21) [amigos, varones, menores de 25 años, nivel sociocultural: A, alto; B, C y D, me-
dio; interacción en el campo mientras comen]
B: ¡yee pasa las papas!/ ¡hostia ↑! medio paquete os habéis hecho ya↓ cabrones/ dé-
jame coger
((...))
A: yo soy un caballero
D: un caballo
((...))
B: ¡ye! acabaros la Cocacola ↓tíos
C: ¿eh?
B: acabaros esta Cocacola
A: os la regalamos// mezcla a ver
D: Yeti/// yo no soy un criado tuyo ¿eh?
C: no/ eres una sirvienta
Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002 [H.38.A.1: pags. 50 y ss, líneas 9-10, 65-66 y 502-515]

Como puede observarse, hay escasa atenuación, los actos aparecen intensificados, re-
alzados, pero, aunque verbalmente amenazantes y codificados como descorteses, no se
interpretan de ese modo, antes bien, son señas de solidaridad o, incluso, de identidad gru-
pal (en el caso de los jóvenes), modos de estrechar si cabe más los lazos entre los miem-
bros de dicho grupo. Estos actos anticorteses son, por tanto, mecanismos estratégicos
de acercamiento social o afiliación. K. Zimmermann (2003: 57) lo constata al comparar
conversaciones entre hablante jóvenes varones de España (utiliza la conversación citada
en 21), México y Uruguay, y considera que esos comportamientos son antinormativos
(van contra las normas del mundo adulto) y crean identidad masculina. Así lo documenta
también G. Palazzo (2005) en la interacción de jóvenes argentinos a través del chat o diá-
logo electrónico. Pero es preciso ir más allá, pues esta anticortesía, al menos en España,
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 54

aparece también en mujeres y no necesariamente se da en el estrato social más joven. En


efecto, la anticortesía o descortesía fingida va en España más allá del sexo y de la edad,
como hemos visto ya en varios ejemplos (baste recordar el ejemplo del matrimonio en
20), y como documenta, asimismo, M. Bernal (2005) y (e.p.) a partir de otros ejemplos
extraídos del corpus Val.Es.Co. Puede que alguna de estas variables sociales tenga una
incidencia mayor, si bien ello está por confirmar (quizá, el sexo varón) o que la signifi-
cación sea similar y que, por ejemplo, dicho sexo, el nivel sociocultural bajo y la edad
jóven (-25 años) marquen más bien diferencias de grado en la escala de esa anticortesía o
intensificación anticortés.
Según el análisis cualitativo, comprobado estadísticamente mediante el test de la χ2,
podemos concluir (con el 99 % de probabilidad) que la dependencia o asociación entre el
parámetro situación comunicativa o, más exactamente, el género discursivo y la cortesía
es positiva: los contexos situacionales determinan el número y el tipo de actos amena-
zadores de la imagen y los actos corteses, y así también la presencia mayor o menor de
atenuantes.
Resumiendo, la entrevista, un género discursivo de menor inmediatez comunicativa
(los interlocutores no tienen saberes compartidos, hay desigualdad funcional, el marco
de interacción no es familiar, el fin es menos interpersonal, etc.) presenta:
+atenuantes (relacionados con la imagen del hablante, eso que denominábamos ima-
gen sin cortesía)
- atenuantes corteses (-cortesía atenuadora; es decir, menos actividad de imagen rela-
cionada con el tú, de imagen con cortesía)
- valorizantes (-cortesía agradadora)
-intensificación anticortés
-habla simultánea (pregunta/respuesta)
-compromiso afectivo
-cercanía física al hablar (en este caso, impuesta, hay una mesa entre entrevistador y
entrevistado).
Un resultado no del todo sorprendente: hay escasas manifestaciones de cortesía y, si
las hay, son más de cortesía ritual, porque, el dato está en correlación, quizá, con el géne-
ro discursivo y con los fines menos interpersonales de este género.
Si este hecho se confirma para el caso de las entrevistas semidirigidas y, en concreto,
para todas aquellas que se ajustan prototípicamente a los parámetros de dicho género, no
parece muy rentable seguir practicando análisis sobre este tipo de corpus, a no ser que
nuestro objetivo sea, por ejemplo, el del estudio de las actividades de imagen sin corte-
sía, éstas sí frecuentes.
La conversación coloquial (peninsular), un género de más inmediatez comunicativa
(de +relación vivencial de proximidad, +relación de igualdad social y funcional, +inter-
personal, etc.), presenta:
55 PONENCIAS PLENARIAS

-atenuantes (-cortesía atenuadora)


+valorizantes (+cortesía agradadora)
+intensificación anticortés
+habla simultánea
+compromiso afectivo
+cercanía física
No sorprende por lo dicho hasta aquí la alta presencia de cortesía agradadora o valori-
zante, algo menos frecuente, como decíamos en hombres que en mujeres y también algo
menos frecuente en jóvenes, ni tampoco la escasa presencia de cortesía ritual. Hay muchos
actos codificados como amenazantes (FTA) sin atenuación (en esto es diferente, según el
análisis preliminar antes apuntado, por ejemplo, la conversación coloquial venezolana y
española, aunque hay coincidencia en el apunte sociolingüístico: aparece con menos fre-
cuencia en mujeres de estrato alto). Y a menudo aparece asimismo la anticortesía.
Un dato final. En el análisis de una conversación (SCAWM406) del corpus COLA,
dirigido por Annette Jörgensen24, entre seis jóvenes chilenos (-25 años) de la escuela se-
cundaria y de estrato sociocultural medio, grabada en su colegio, se observa que no existe
apenas atenuación y que la cortesía deferencial es escasa, que además, es muy frecuente
la anticortesía, aunque menos frecuente en las chicas. Así pues, los jóvenes chilenos en la
conversación cotidiana, coloquial, parece que emplean un estilo comunicativo similar al
de los jóvenes españoles.
Repárese en la frecuencia de actos codificados como amenazantes (FTAs) sin atenuar:
insultos, recriminaciones, descalificaciones sobre la personalidad de los compañeros,
formas todas estas de anticortesía:
(22)
4g22: qué pusiste carlos/ está grande
4j13: estás pololeando todavía
4g01: no ya terminé ya
4g22: qué terminaron con vos
4g01: qué conmigo huevón
4j13: pues a mí me dijeron que terminaron con vos
4g22: qué sabe vos
4j13: vos/ que vienes
4g23: qué sabes vos huevón/ me contaron otra versión
4g01: y la conociste ya/ {ruido/}
4g22: cuerpo chico huevón
(...)
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 56

4g01: para qué es esa hoja/


4g24: puntaje nacional ah sí toda la huevada al pedo así
4g01: vos vas a ser puntaje nacional huevón cuándo/ dime cuántos meses llevas en el
preuniversitario/ de las veces de las veces que te inscribiste
4g25: uno o dos
4g24: no he ido caleta de veces/ simulacro no más pues
4g01: caleta de veces
4g24: aunque no me crees una vez hubo un simulacro nada más las demás fui todas
4g01: huevón tienes que ir a este simulacro
4g24: pero si no me he inscrito pues
4g01: puta yyyy
4g24: no tengo tiempo en las mañanas
4g01: tú- qué piensas hacer con tu vida
4g25: no voy a hacer la psu voy a hacer la práctica al tiro
4g01: sí hacer la hueva- hacer la práctica al tiro loco
4g25: voy a empezar a
4g24:qué huevada sabes hacer dime qué sabes hacer pero bien así que se ve que no te
equivocas
Como vemos, la anticortesía (sea con función “identitaria” -la palabra no es mía-, de
manifestación de la identidad de un grupo social, o con función lúdica) aparece en la con-
versación coloquial de jóvenes de aquí y de allá.

Conclusiones
La atenuación es una estrategia de distancia lingüística y de acercamiento social. Me
alejo tácticamente de lo que digo o hago, presento borrosos los conceptos o mi punto de
vista o mi intención para llegar con éxito a la meta, que no es otra que lograr la acepta-
ción, el visto bueno, el acuerdo del otro o un menor desacuerdo. Pero al tiempo que me
distancio del mensaje, me acerco a mi interlocutor, al otro, para aumentar la intersubjeti-
vidad, lograr estrechar los lazos interpersonales, una mayor comunión fática.
La atenuación es una estrategia relacionada, así pues, con la imagen, aunque solo a ve-
ces se relaciona con la imagen cortés. Cuando así ocurre, constituye una estrategia para
la eficacia social o, a través de ésta -lo que ocurre con más frecuencia en España- para la
eficacia lingüística (el logro del fin previsto).
Hemos propuesto tres enfoques, aspectos o aproximaciones al estudio de la cortesía o,
más concretamente, de la atenuación cortés:
57 PONENCIAS PLENARIAS

1. El semántico, a partir del cual el estudio de la atenuación se centrará en el significa-


do codificado de dicho fenómeno, de acuerdo con las escalas establecidas en cada lengua
y cultura. En resumen, la atenuación como escala (gradación semántica).
2. El pragmático, que explica la atenuación como estrategia para lograr la aceptación
del otro, y que asigna a dicho fenómeno atenuador un valor interpretado a partir de la si-
tuación y de los rasgos de usuario. De hecho, hemos notado que actos codificados como
amenazantes (descorteses) no se interpretan como tales. La atenuación como estrategia.
3. Y el sociopragmático, que nos permite explicar la atenuación y la cortesía en gene-
ral en virtud de diferencias culturales. En concreto, se plantea un estudio ahora de la ate-
nuación como recurso en las culturas de menos acercamiento o de más distanciamiento,
es decir (y tal como hemos entendido el término acercamiento) en situaciones de menos
inmediatez comunicativa.
La situación de inmediatez, que es la que intentan construir o construyen las culturas
de acercamiento o solidaridad, favorece la menor presencia de atenuantes y la mayor
presencia de valorizantes, sin que por ello se entienda como descortés, por amenazador o
como excesivamente agradador.
No extraña por ello que en la conversación coloquial, el prototipo de interacción de
inmediatez, escaseen los recursos o tácticas de atenuación, frente a la entrevista (un gé-
nero de +distancia interpersonal). Y que en dicha conversación puedan aparecer usos
codificados como descorteses o anticorteses, pues se interpretan pocas veces como ame-
nazadores de la imagen o autonomía del otro.
Es cierto que no ocurre igual en España y en América. El español de algunas zonas de
España pertenece a una cultura de más acercamiento que el de otras zonas de América, de
acuerdo con una serie de rasgos examinados y, especialmente, el de la atenuación. Sí, en
general, en América se es más atenuado que en España. Y sí, en general, en España existe
menos cortesía ritual y es mucho menos frecuente el atenuante esencialmente cortés.
Dichos mitigadores corteses aparecen en la conversación española (peninsular) cuando
existe problematicidad en los temas tratados, o los ideomas o imágenes básicas espa-
ñolas están en peligro, o existen o se perciben ciertos impedimentos para lograr la meta
prevista. En otras palabras, en España, en general, la cortesía es un medio para lograr un
fin (confesable o inconfesable).
En fin, las diferencias lingüísticas y culturales en las variedades del español en el uso
de la atenuación y de la actividad cortés en general se explican mejor atendiendo a los
rasgos de situación, a la formalidad y cotidianidad del discurso, a los géneros discursivos
y a los rasgos y papeles de los interlocutores en cada interacción. Y no solo las diferen-
cias, sino las coincidencias, frente a otras lenguas y culturas como, por ejemplo, la ingle-
sa, la holandesa o la sueca.
Todo lo anterior constituye un conjunto de hipótesis de trabajo, algunas de las cuales
han sido confirmadas con datos y estadísticamente para el caso, sobre todo, del español
de un área concreta, Valencia (España). A partir de otros análisis empíricos que estamos
realizando y que están realizando numerosos investigadores de la cortesía en el mundo
hispánico podremos confirmarlas en otras zonas.
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 58

Anexo 1: Cuadros
Los cuadros están tomados de Albelda (2004a, pág. 119, 120 y 121)

Cuadro 1

Clave FTAS FTAS FTAS FTAS RASGOS SITUACIONALES


CONVERSACIONES INTENS. ATEN.
59 PONENCIAS PLENARIAS

Cuadro 2

Clave FTAS FTAS FTAS FTAS RASGOS SITUACIONALES


(todos son de nivel sociocultural alto:
ENTREVISTAS INTENS. ATEN.
espacio físico: un despacho de la facultad).
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 60

Cuadro 3

FTAS FTAS INTENS. FTAS ATEN. FTAS TOTALES


61 PONENCIAS PLENARIAS

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65 PONENCIAS PLENARIAS

NOTAS

1
En términos de Kerbrat-Orecchioni (2004) y de acuerdo con la traducción, respectivamente, de M. Albelda y
de S. Kaul; en inglés Face Flattering Act.
2
Hace referencia al Face Threatening Act, de Brown y Levinson ([1978], 1987).
Para observar algunas de estas percepciones, ver los trabajos de L. Fant, 1996, y C. Curcó y A. De Fina, 2002,
3

para el caso de México, y de J Puga, 1997, para el caso de Chile.


4
La mayor variabilidad melódica, la mayor duración silábica (menor velocidad de habla), los mayores con-
trastes en la duración, etc., son características destacadas en la investigación de Álvarez y Blondet (2003) y Ál-
varez (2005) sobre el español de Venezuela, junto a un rasgo que llama la atención, el de la mayor altura tonal del
enunciado cortés, esto es, que la emisión presente un tono alto (agudo) (lo que supone una frecuencia fundamental
por encima del tono normal). Y decimos que llama la atención porque en el español peninsular, creemos, no sucede
lo mismo. En España, se han iniciado algunos proyectos sobre prosodia y cortesía en Valencia (Antonio Hidalgo)
y Barcelona (Dolors Poch).
5
El término es de Kerbrat-Orecchioni (2004: 49), que lo entiende como “presencia de un marcador excesivo en
relación a las expectativas normativas vigentes”
6
El concepto de situación aplicado al estudio de la cortesía, en Briz, (2003) y (2004) y Albelda (2004).
El término inmediatez comunicativa, en un sentido próximo al que aquí utilizamos, procede de la propuesta
7

de W. Oesterreicher (1996).
8
Mare, del valenciano, “madre”.
Autores como D. Bravo, (1999), C. Kerbrat-Orecchioni, (1994) entre otros, lo entendieron a la perfección y
9

de ahí que propusieran otros conceptos, si se quiere, relativizados, en tanto que se proponen inicialmente como
casillas vacías que hay que rellenar de acuerdo con la imagen básica o entendida como básica en cada cultura,
grupo o subgrupo sociocultural. Nos referimos a conceptos como los de autonomía y afiliación, una distinción
más social, o la distinción entre actos mitigadores y actos valorizantes o agradadores de Kerbrat-Orecchioni, que
apunta al aspecto más lingüístico del hecho cortés.
10
Nos basamos en Haverkate (2004), si bien, el antecedente es la distinción supuestamente universal entre
culturas de cortesía positiva y culturas de cortesía negativa (Brown y Levinson, 1987), así como su corroboración
en trabajos como los de Sifianou (1992) que llegan a la conclusión de que la griega y, en general, las culturas me-
diterráneas, son culturas de cortesía positiva frente a la inglesa, que está orientada a una cultura negativa (ver Ha-
verkate, 55-56). Kerbrat-Orecchioni (1994 y 2004: 50) habla de ethos más bien igualitario/ethos jerárquico (en-
tonces, la cortesía, afirma, es de tipo deferencial), así como también de ethos de proximidad/ethos de distancia. O,
si aplicamos los conceptos de afiliación y autonomía de Bravo (1999) y (2001), podría establecerse la distinción
entre culturas de +/-autonomía y culturas de +/-afiliación, esto es, culturas más o menos orientadas a la autonomía
o culturas más o menos orientadas a la afiliación.
Una precisión importante: la cultura de acercamiento no supone pérdida de autonomía en favor de la identidad
colectiva. Si así se entendiera la distinción perdería gran parte de su grado de abstracción. De hecho hay culturas de
distanciamiento que tienden a la identidad colectiva, como en el caso de la sociedad japonesa (Matsumoto (1989).
ATENUACIÓN Y CORTESÍA VERBAL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA 66

11
Ya argumentaba Haverkate (2004) que la española era un cultura de cortesía positiva, al compararla con la
holandesa, lo que intenta demostrar a partir de tres parámetros pragmalingüísticos: en relación con los actos de
discurso (ejemplificado con asertivos: la repetición y la ironía; directivos: el ruego; y con expresivos: el cumpli-
do), con los actos paralingüísticos (el proxémico) y con los actos metapragmáticos (por. ej, la regla no interrumpas
al interlocutor). Utilizaremos en parte algunos de estos criterios para mostrar las diferencias al respecto entre el
español peninsular y el español de América.
12
Cada cultura tiene como prioritarias o marcadas ciertas imágenes, utilizando los conceptos culturalistas de
Bravo, da contenido concreto a ese querer se autónomo y afiliativo; de manera que, por ejemplo, para el español,
autonomía es sinónimo de ‘autoafirmación’, de ‘mostrarse original y consciente de sus buenas cualidades’ (Bra-
vo, 1996 y 1999). Verse y ser visto como inferior es una clara amenaza a la imagen de un español (de acuerdo con
algunos test de hábitos culturales). Esto mismo constatamos nosotros a partir del corpus Val.Es.Co. (Briz, 2003:
33 y ss). Y la de afiliación sería la confianza. El acercamiento al que nos hemos venido refiriendo podría ser la
correspondencia de este concepto cultural, si se quiere en nuestro caso más enfocado a la situación ¿Qué imágenes
son prioritarias en las culturas hispanoamericanas? este es otro objetivo de estudio, más sociopragmático, que
excede los que nos hemos marcado en este trabajo.
13
Sobre el uso atenuado-cortés de la perífrasis de gerundio, ver el trabajo de V. Revert (2003) en el castellano
de Chile.
14
La explicación puede que tenga relación con el pasado; quizá, como indica Elena Rojas (1998: 22), haya que
recurrir al pasado para comprender mejor el presente, recurrir a la pragmática histórica, si bien ese es un espacio
por nosotros no transitado y que, además, ya tiene especialistas reconocidos como la autora citada, Emilio Ridrue-
jo, Rafael Cano, etc.
15
A. Álvarez escribe “En el corpus de Mérida se da gran importancia a los acuerdos y crea lazos de interacción
fuertes, enfatizando la comunión con su interlocutor, aunque de forma respetuosa. Los conflictos y polémicas (...)
están (ausentes) (...) en el grupo alto de Mérida” (p. 137). Ciertamente, es así, pero no hay que olvidar que se trata
de entrevistas y que, quizá, dicha frecuencia viene favorecida por ese género discursivo.
16
V hace un gesto que demuestra cómo encender esa lámpara.
17
A y V se dirigen hacia el cuarto de baño.
18
C se refiere a la novia de J.
19
C responde por J.
20
Parece que esto ocurre, por ejemplo, en las entrevistas televisivas a personajes de la prensa del corazón, las
cuales presentan un tono muy coloquial. El dato proviene de la investigación que realiza actualmente M. Albelda
sobre el tema.
21
Para el estudio de los filtros de evaluación de la cortesía, ver Briz, 2004: 79 y ss.
22
Artrosis.
23
Señala su espalda.
24
Agradecemos a Annette Myre Jörgensen, directora del proyecto COLA y a Eli Mari Drange Danbolt, miem-
bro del equipo COLA, profesoras ambas de la Universidad de Bergen, que nos hayan facilitado el corpus.
25
En estos casos, muchos de los FFAs coinciden con las manifestaciones de acuerdo entre los interlocutores
(claro, sí, etc.): al expresar acuerdo, un interlocutor puede estar pretendiendo a la vez mostrarse cortés. Resultaría
interesante dedicar un estudio a las concurrencia de ambos aspectos.
26
De aquí, sólo cinco son halagos o elogios dirigidos directamente a ensalzar la imagen.
67 PONENCIAS PLENARIAS

LA EVOLUCIÓN DEL REGIONALISMO EN EL CONTINENTE AMERICANO

Alberto A. Herrero de la Fuente


Catedrático de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales
Universidad de Valladolid

Introducción
Tras ir alcanzando su independencia, las Repúblicas americanas fueron estableciendo
casi desde comienzos del siglo XIX las bases del regionalismo americano que, años más
tarde, se convertiría en Panamericanismo, muy anterior en el tiempo a otros movimientos
internacionales de agrupación regional que, con posterioridad, se fueron desarrollando
en otras zonas del mundo1. Este acercamiento tuvo en un primer momento un importante
componente defensivo frente a posibles intentos por parte de la antigua metrópoli de re-
cuperar sus posesiones. Eran los tiempos de la Santa Alianza. Pasada esta primera fase, el
regionalismo americano, de origen bolivariano, irá consolidando su base en la comuni-
dad de lengua, de religión, de cultura, y cobrará fuerza a partir del momento, a finales del
XIX, en que los Estados Unidos se incorporan al proceso o más bien toman el timón de lo
que a partir de entonces se denominará el panamericanismo. El “sistema” que se crea irá
estableciendo sus principios y sus reglas de juego en un mundo que empezaría a univer-
salizarse enseguida con la Sociedad de Naciones y, sobre todo, a partir de la creación de
la Organización de las Naciones Unidas al final de la segunda guerra mundial. Termina-
da ésta, los países iberoamericanos logran introducir en el Carta de la Naciones Unidas
un Capítulo en el que se consagra el regionalismo en el orden internacional - en ese mo-
mento el único existente era el americano - y se establecen las bases de su relación con
el sistema universal de la ONU2. Ese regionalismo panamericano, deseoso de conservar
sus especificidades propias frente a la gran Organización universal, quedaría plasmado
en 1948 en la creación de la Organización de Estados Americanos, institución interna-
cional de fines generales de la que hoy son miembros todos los países del Continente3
Con posterioridad, frente al carácter eminentemente político y continental que hasta
entonces había tenido el fenómeno regional americano, a lo largo de los años cincuenta
y sesenta del siglo XX empiezan a concluirse acuerdos internacionales que, tratando de
seguir la senda abierta por el Mercado Común europeo, van a establecer un nuevo regio-
nalismo americano en el que los objetivos de tipo económico y social constituirán el nú-
cleo fundamental de todo el proceso. Nos referimos a los acuerdos que dieron lugar a la
LA EVOLUCIÓN DEL REGIONALISMO EN EL CONTINENTE AMERICANO 68

creación de la Asociación Latino-Americana de Libre Comercio, de la Organización de


Estados Centroamericanos, del Mercado Común Centroamericano, del Pacto Andino o
del Pacto Amazónico, entre otros. Su característica principal es la de que ya no se trata de
un regionalismo de carácter continental sino estrictamente regional o incluso subregio-
nal, formado este último por grupos de Estados cercanos entre si, tanto geográficamente
como desde el punto de vista de sus intereses económicos. Este rasgo es interesante de
resaltar puesto que lo económico va a primar claramente sobre lo político.
Estas organizaciones no van a tener inicialmente demasiado éxito pero van a dejar el
camino abierto a su propia transformación o a la creación, a partir de la segunda mitad
de los años ochenta, de nuevas instituciones internacionales que ofrecen un panora-
ma muy alentador aunque en el momento actual parecen estar pasando por un periodo
de crisis. Efectivamente, la globalización surgida tras la caída del bloque comunista
ha cambiado radicalmente las bases del comercio internacional y muchas repúblicas
americanas, insertas en una tupida red de acuerdos comerciales de diferente tipo, pare-
cen dudar entre las diferentes vias de evolución que se les ofrecen. Por una parte la de
la creación de un Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que propician los
Estados Unidos y que supondría un nuevo panamericanismo bajo una especie de am-
pliación del North American Free Trade Agreement (NAFTA) que ya une a este país con
Canadá y México. Otra es la via abierta por la Comunidad Suramericana de Naciones,
creada en 2004 por la unión del MERCOSUR y la Comunidad Andina tras la firma dos
años antes de un Acuerdo de complementación económica. El problema se complica
con la presencia de la Unión Europea que desde hace unos años mantiene importantes
relaciones económicas pero también políticas - con el Grupo de Río y el Grupo de San
José especialmente - con grupos de países americanos y, con carácter bilateral, con al-
gunos de ellos, si bien últimamente ésta parece menos interesada, más preocupada por
los problemas que plantea su reciente ampliación. Todo ello, naturalmente, dentro de un
escenario cambiante como consecuencia de las crisis políticas, de la aparición de nue-
vos liderazgos en el Continente americano - Brasil, Venezuela - y de la fuerte y creciente
presencia de China en las relaciones comerciales de los países americanos, teniendo
siempre presentes como telón de fondo las negociaciones en el seno de la Organización
Mundial del Comercio4.
Lo que acabamos de exponer muy sucintamente muestra sin duda una evolución que
vamos a examinar con más detalle a continuación, distinguiendo tres momentos dife-
rentes: En el primero tiene lugar la formación del concepto inicial de región, de alcance
hemisférico; en el segundo, ante la incidencia de determinadas factores de carácter emi-
nentemente político y económico que examinaremos, el concepto continental de región
se diluye un tanto y tiene lugar la formación de distintos grupos regionales de ámbito
geográfico más reducido. Tras una primera fase bastante decepcionante, parecen haber
relanzado el vuelo a partir de la última década del siglo XX. La tercera fase, la actual,
la de la globalización, coloca a los países americanos en la encrucijada planteada por
la aparente necesidad de optar entre las distintas vias que se les ofrecen para insertarse
dentro del mercado mundial. A lo largo de estas tres fases, los objetivos del regionalismo
americano han ido cambiado paulatinamente
69 PONENCIAS PLENARIAS

El primer regionalismo americano


La introducción del Capítulo VIII de la Carta de las Naciones Unidas, en abril de1945,
puede ser considerada como el triunfo del regionalismo americano de carácter continen-
tal. Efectivamente, la casi totalidad de los países pertenecientes al Continente se había
reunido unos meses antes en la Conferencia de Chapultepec y había decidido unir esfuer-
zos para defender sus intereses comunes en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Organización internacional que iba a celebrarse en San Francisco de California. No fue
el citado Capítulo VIII su único logro, pero sí el más importante, al menos en lo que a la
materia que estamos tratando se refiere. Consistía, ni más ni menos, que en de dar carta
de naturaleza dentro del marco de las Naciones Unidas a los acuerdos u organismos re-
gionales cuya finalidad fuera la de entender en los asuntos relativos al mantenimiento de
la paz y de la seguridad internacionales. En aquél momento no se había creado todavía la
Organización de Estados Americanos (OEA) pero hacía más de un siglo que las repúbli-
cas americanas habían iniciado un acercamiento que con el paso del tiempo había dado
lugar a la aparición del llamado sistema regional americano o sistema interamericano,
es decir, un conjunto de principios, objetivos, acuerdos e incluso organismos e institu-
ciones que todos ellos aceptaron como básicos en el desarrollo de sus relaciones interna-
cionales. El Capítulo VIII de la Carta significaba fundamentalmente que, en materia de
arreglo pacífico de controversias, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no iba a
prevalecer sobre el sistema regional desarrollado en el continente americano5
Al Congreso que, convocado por Simón Bolivar, se reunió en Panamá en 1826 única-
mente acudieron representantes de la Gran Colombia, de México, de América Central y
de Perú. Por otra parte, sólo Colombia ratificó el acuerdo que allí se concluyó tendente
a crear un Congreso permanente de naciones americanas que habría de servir para in-
terpretar los tratados, como punto de contacto entre sus miembros en caso de peligros
comunes y para facilitar el arreglo pacífico de las controversias que entre ellos pudieran
surgir. Aunque estos objetivos acabaron siendo recogidos en la Carta de la OEA6, el éxito
inmediato de la reunión no fue demasiado grande si bien dio comienzo a una serie de con-
tactos a los que, a lo largo de los años, se irían incorporando otros Estados y en los que,
poco a poco, se fueron estableciendo reglas de conducta y adoptando acuerdos que, en un
primer momento, tuvieron casi como exclusiva finalidad la de defenderse mutuamente
ante posibles intentos españoles de reconquistar las colonias perdidas. Así, la reunión
celebrada en Lima en 18477 supuso la incorporación de Bolivia, Chile y Ecuador y en
ella se concluyó una Tratado de confederación que, aunque tampoco sería ratificado, re-
flejaba claramente la alianza defensiva que perseguían estos primeros encuentros. Casi
veinte años después, en 1865, de nuevo en Lima, siete países americanos - Bolivia, Chi-
le, Colombia, Ecuador, El Salvador, Perú y Venezuela - llevan a cabo el último intento de
crear una confederación de carácter eminentemente defensivo proponiendo la creación
de un Congreso de plenipotenciarios que no llegaría a reunirse nunca, entre otras razones
porque para entonces la amenaza, real o imaginaria, de una intervención española había
desaparecido prácticamente.
A partir de aquí, aunque no hay acuerdo unánime8, la doctrina más extendida coinci-
de en que fue la mano de los Estados Unidos la que, a finales del XIX, logró realmente
LA EVOLUCIÓN DEL REGIONALISMO EN EL CONTINENTE AMERICANO 70

que los contactos entre repúblicas americanas dieran los primeros frutos tangibles. Ya
no se trataba de concertar alianzas sino de establecer relaciones de todo tipo, pero sobre
todo comerciales, que permitieran a los Estados Unidos colocar sus productos en todo
el Continente y, al mismo tiempo, proteger sus inversiones. Así fue como tras la primera
Conferencia Panamericana, celebrada en Washington en 1889, se crea la Unión Inter-
nacional de la Repúblicas Interamericanas y, sobre todo, la Oficina Comercial que más
tarde se convertiría en Unión Panamericana. Las conferencias que tuvieron lugar en los
años inmediatamente posteriores - México 1902, Río de Janeiro 1906, Buenos Aires 1910
- fueron afianzando el sistema interamericano y, tras la primera guerra mundial, junto a
los temas estrictamente comerciales empiezan a tratarse también otros de política inter-
nacional que llevan a que, por ejemplo, en la sexta Conferencia, celebrada en La Habana
en 1928, se discutiera ampliamente sobre el principio de no intervención. La politización
del Panamericanismo se fue haciendo progresiva a pesar de las reticencias de los estado-
unidenses que deseaban evitar a toda costa que el sistema pudiera convertirse en un foro
de reivindicación contra ellos. Por otro lado, tanto en la Conferencia de La Habana como
en la anterior, reunida en Santiago de Chile en 1923, se inicia el proceso de institucionali-
zación que concluiría con la creación de la Organización de Estados Americanos en 1948.
En Santiago de Chile se discutió la posibilidad de crear una Liga Americana de Naciones
a semejanza de la organización que acababa de crearse en Ginebra, y en La Habana se lle-
gó a adoptar una convención, que no sería ratificada, en la que, no obstante, se encuentran
las bases sobre las que se asentaría veinte años más tarde la OEA. El impulso definitivo
para la creación de ésta procede sin embargo de la Conferencia de Chapultepec, a la que
ya nos hemos referido, en la que se aprobó una resolución sobre “Reorganización, con-
solidación y robustecimiento del sistema interamericano”. En ella se adoptó la decisión
de crear una organización que quedara integrada de alguna manera dentro del marco de
la Organización de Naciones Unidas que estaba a punto de ver la luz. No hay que olvidar,
sin embargo, la labor llevada a cabo al respecto por las Conferencias de consulta creadas
a iniciativa del Presidente Roosevelt en la Conferencia de Consolidación de la Paz que, a
raíz del conflicto del Chaco, tuvo lugar en Buenos Aires de 1936. Especialmente las que
celebraron en los años de la segunda guerra mundial contribuyeron de forma relevante a
la formación de ese corpus jurídico que constituye el sistema interamericano.
Con la creación de la OEA en Bogotá, en 1948, culmina la primera fase del regiona-
lismo americano9. Todos los países americanos menos Canadá - que acabaría incorpo-
rándose más tarde - van a entrar a formar parte de una Organización internacional de
fines generales entre cuyos objetivos figuran los de afianzar la paz y la seguridad del
Continente, arreglar pacíficamente las controversias, organizar la acción solidaria de sus
Miembros en caso de agresión y promover mediante la acción cooperativa su desarrollo
económico social y cultural. Todo ello teniendo en cuenta como reglas fundamentales,
entre otras, la buena fe, las normas del derecho internacional, el respeto de la soberanía
e independencia de los Estados y el reconocimiento de los derechos fundamentales de la
persona humana.
Naturalmente, no vamos a examinar aquí el iter bien conocido de la Organización de
Estados Americanos que tiene defensores y detractores. Recordemos únicamente que,
71 PONENCIAS PLENARIAS

como consecuencia de los primeros contactos en el primer tercio del siglo XX, las repú-
blicas americanas quedaron subyugadas por el “natural encanto” de los Estados Unidos,
un país dotado del atractivo que le otorgaba un moderno sistema republicano de gobier-
no liberal, un imponente desarrollo industrial y unos líderes políticos que, como Wilson
o, más adelante, Roosevelt, alcanzaron fama mundial y en general gozaron del favor del
gran público. Sin embargo, a partir del momento en que se creó la OEA, la presencia de
los Estados Unidos dentro de la misma nunca dejó de ser un factor de crisis para la propia
Organización10. De ésta se llegó incluso a decir que constituía “la tripulación desunida
del piloto norteamericano” o “el campo abierto a la vez a la hegemonía americana y a la
resistencia, el remordimiento y la sumisión de sus partenaires”11. Y es que, efectivamen-
te, los Estados Unidos han sido el país poderoso que ha dado apoyo y seguridad pero que,
al mismo tiempo, ha hecho valer su poder, utilizando su posición hegemónica de forma
flagrante con desprecio de la soberanía de las restantes repúblicas americanas cada vez
que ello ha convenido a sus necesidades.
Como consecuencia, la actuación de la OEA en sus primeros veinte años de funcio-
namiento llevó incluso a poner en duda las ventajas del regionalismo12. Un especialista
en la materia como A. Remiro Brotons escribía en 1973 lo que sigue: “...la Organización
regional ha sido incapaz de satisfacer contemporáneamente los intereses que motivaban
la participación de los Estados Unidos - Estado-hegemón - por un lado, y de los restantes
Estados del Hemisferio, por el otro. Con el correr de los años, los paises centro y surame-
ricanos han visto frustrarse en gran medida las esperanzas que decidieron su entrada en
la Organización, al tiempo que Estados Unidos ha forzado radicalmente la realización de
sus propósitos hegemónicos a corto plazo”13. En la actualidad, a pesar de las reformas,
puede decirse que solamente en uno de los tres sectores principales en los que la OEA
había planteado su estrategia - el político, el económico y el de la promoción de la de-
mocracia y la protección de los derechos humanos - tiene una actuación destacada. En lo
político y en lo económico ha perdido liderazgo y únicamente en lo relativo a democra-
cia y derechos humanos mantiene un nivel destacado gracias a la labor desarrollada a lo
largo de los años por la Comisión y la Corte Interamericanas de Derechos Humanos14. La
democracia se ha visto fortalecida gracias a declaraciones como la de Santiago de Chile
de 199115, a la revisión de la Carta llevada a cabo en Washington en 1992 o a la adopción
en 2001 de la Carta Democrática Interamericana16. Sin embargo, la realidad es que la
OEA no ha llegado a superar el desequilibrio que en su seno produce la presencia de los
Estados Unidos y, por otra parte, no ha podido - o sus Miembros no han querido - des-
lindar claramente sus competencias de las de la Organización de las Naciones Unidas.
Como consecuencia de ello, el interés que su actividad suscita es secundario con relación
al que han despertado las nuevas organizaciones americanas que, creadas en los años se-
senta y tras unos años de crisis, han remontado el vuelo a partir de mediados de los años
ochenta17. No se puede negar que, aunque lo que se denomina el nuevo regionalismo
americano o el proceso de integración económica americano sigue tropezando con retos
y dificultades, ha abierto un panorama esperanzador que, sin embargo, se encuentra en
este momento en un especie de incrucijada como consecuencia de los retos que la globa-
lización plantea al conjunto del Continente americano.
LA EVOLUCIÓN DEL REGIONALISMO EN EL CONTINENTE AMERICANO 72

El nuevo regionalismo americano


Al crear la OEA, las veinte repúblicas iberoamericanas, al resguardo de los Estados
Unidos, quisieron encontrar en la nueva organización una institución que diera mayor
solidez a las reglas y a los principios establecidos a través del mecanismo menos formal
de las declaraciones formuladas con motivo de las conferencias panamericanas. Al mis-
mo tiempo, decidieron crear un foro propio en el que poder resolver sus problemas al
margen del enfrentamiento entre las dos grandes potencias. Posiblemente también bus-
caban neutralizar en su seno el gran desequilibrio existente entre ellas y los Estados Uni-
dos sin darse cuenta de que la OEA se iba a convertir, por el contrario, en el instrumento
de dominio del más fuerte. Y lo que es más seguro, las repúblicas americanas esperaban
que la OEA llegara a constituirse en un gran centro de cooperación económica multila-
teral en el que, lógicamente, los Estados Unidos hubieran debido desempeñar el papel
principal. Sin embargo, el fracaso del Convenio Económico de Bogotá al que se confió
esa misión - con solo tres ratificaciones no llegó a entrar en vigor - y de la Conferencia
económica de Buenos Aires de 1957, que tendría que haber resuelto la situación, truncó
cualquier expectativa de cooperación económica americana. No aportó remedio el Con-
sejo Interamericano Económico y Social de la OEA ni tampoco la creación en 1959 del
Banco Interamericano de Desarrollo, cuyos fondos se agotaron en 1965. Ni siquiera la
Alianza para el Progreso - promovida tardíamente por los Estados Unidos y menos real
que aparente18 - sirvió para solucionar el problema19. Fue en el ámbito de la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL), órgano del ECOSOC y, por tanto, de las Na-
ciones Unidas, donde se inició un movimiento que llevaría a la formación de una serie de
organizaciones internacionales que darán lugar a ese nuevo regionalismo americano que
ya no tendrá una dimensión continental o hemisférico y en el que, al menos en una prime-
ra fase, las cuestiones económicas ocuparán el primer plano20.
Las circunstancias que acabamos de describir y el nacimiento del Mercado Común
en Europa llevaron a que los países americanos trataran de implantar en su Continente
mecanismos de integración económica semejantes al europeo. El Comité de Ministros
de Economía y Comercio creado por la CEPAL en 1951 encargó la preparación de un
proyecto de mercado común que hubiera debido abarcar, en principio, a todos los países
hispanoamericanos. El resultado fue el denominado “Documento de México”, estudiado
en 1959 por el Comité de Comercio de la CEPAL, que preveía una zona de libre comercio
que más tarde habría de transformarse en una unión aduanera. Para ello se fijaba un plan
de progresivas reducciones arancelarias cuyo ritmo era más rápido al tratarse de bienes
primarios, bienes de capital y otros de carácter duradero, y más lento para los bienes ma-
nufacturados de consumo21. El proyecto no prosperó pero sus bases fueron aprovechadas
cuando Argentina, Brasil, Chile, México, Paraguay, Perú y Uruguay decidieron estable-
cer una zona de libre comercio. Más tarde se unirían a ellos Bolivia, Colombia, Ecuador
y Venezuela. Tras una serie de reuniones, entre las que las más importantes fueron las
celebradas en Santiago de Chile y en Lima, los Estados citados firmaron en Montevideo
el 18 de febrero de 1960 el Tratado que creó la Asociación Latinoamericana de Libre Co-
mercio (ALALC). Fue concebida en la idea de que la progresiva reducción de aranceles
prevista habría llevado en doce años a la desaparición de la práctica totalidad de las tra-
73 PONENCIAS PLENARIAS

bas al comercio de la zona. Sus creadores, conscientes del diferente grado de desarrollo
económico de los participantes y de las dificultades con las que el proceso podía tropezar,
establecieron cláusulas de salvaguardia que permitirían, en caso de necesidad, limitar las
importaciones y también hicieron otras concesiones a los más retrasados. Surgía así por
primera vez una organización internacional americana en las que no estaban presentes
los Estados Unidos - ni Canadá -, es decir, no tenía carácter continental22 y tampoco tenía
fines generales puesto que sus objetivos eran de índole económico-social.
Casi al mismo tiempo que la ALALC se creó la Oganización de Estados Centroame-
ricanos (ODECA) y el Mercado Común Centroamericano (MCCA). La CEPAL consi-
deraba que Centroamérica constituía el marco por excelencia - número ideal de Estados
cercanos entre sí con un nivel económico semejante - en el que desarrollar el nuevo regio-
nalismo integrador. Los orígenes de la ODECA se remontan, no obstante, a 1951 cuando,
tras algunos intentos de crear una confederación centroamericana, Costa Rica, El Salva-
dor, Guatemala, Honduras y Nicaragua firmaron la Carta de San Salvador que creaba la
ODECA. Sin embargo, esta organización no empezó realmente a funcionar hasta que en
diciembre de 1962 se firmó una nueva Carta, denominada también de San Salvador. Por
su parte, el origen del MCCA se encuentra en la firma por parte de los mismos Estados,
en 1958, de dos Tratados, uno de ellos de Libre Comercio e Integración Económica23 y
el otro sobre el Régimen de Industrias Centroamericanas de Integración. Dos años des-
pués, en diciembre de 1960, en Managua, firmaron el Tratado General de Integración
Económica Centroamericana que recogía los dos tratados anteriores, iba acompañado de
un Protocolo que creaba el Banco Centroamericano de Integración Económica y creaba
el Mercado Común Centroamericano. Tanto este como la ODECA quedaban abiertos a
la adhesión de Panamá.
Estas tres organizaciones internacionales inician la primera fase del nuevo regiona-
lismo americano - distinto del anterior e incluso, en cierta medida, enfrentado a éste en
lo que tenía de exclusión de los Estados Unidos - que, sin embargo, por las razones que
enseguida expondremos, no condujo a los resultados apetecidos24. Ya hemos indicado
cuáles fueron los objetivos de la ALAC. Los de la ODECA tenían un carácter mixto
puesto que eran de tipo económico pero también político. Así se desprende del preám-
bulo y de los primeros preceptos de la Carta de San Salvador en la que quienes la suscri-
ben afirman constituir una comunidad económico-política que aspira a la integración
de Centroamérica y, a través de ella, a lograr el progreso económico y social, la mejora
de las condiciones de vida de sus pueblos, la expansión de la industria y, en general, la
solidaridad centroamericana. De manera más específica, el MCCA pretendía la creación
de una unión aduanera y, más tarde, de un mercado común, para lo cual comenzaban por
establecer una zona de libre comercio.
La realidad fue que ambas organizaciones centroamericanas fracasaron. Por diferen-
tes razones cada una de ellas, pero ambas como consecuencia de los conflictos internos
e internacionales en los que se vieron involucrados la mayoría de los países de la región
durante aproximadamente dos décadas25. En esas condiciones de inestabilidad era impo-
sible que prosperaran proyectos de esa índole. Sin embargo, la pacificación de la zona,
gracias, entre otros factores, a la acción llevada a cabo por el Grupo de Contadora (Co-
LA EVOLUCIÓN DEL REGIONALISMO EN EL CONTINENTE AMERICANO 74

lombia. México, Panamá y Venezuela) y el Grupo de Apoyo (Argentina, Brasil, Perú y


Uruguay), relanzaron el proceso de integración a través de la firma en 1991 del Protocolo
de Tegucigalpa a la Carta de la ODECA, que creó el Sistema de Integración Centroame-
ricana (SICA), al que se incorporó Panamá. También se modificó el MCCA convirtién-
dose en un Subsistema dentro del SICA mediante la firma del Protocolo de Guatemala
de 1993. Los fines del SICA siguen siendo políticos y económicos puesto que junto al
logro de una unión económica se persigue también, entre otras cosas, la consolidación
de la democracia, la desaparición de la pobreza, la seguridad regional, la protección del
medio ambiente o la erradicación de lacras como el terrorismo, el tráfico de armas, el
narcotráfico o la violencia en general. El Subsistema del SICA, sin embargo, se plantea
exclusivamente en el ámbito de la integración económica. Para ello, los participantes se
proponen ir eliminando las barreras arancelarias y no arancelarias para crear una zona de
libre comercio y, más adelante, una unión aduanera que, a su vez, permita la integración
monetaria y financiera, la armonización de las políticas macroeconómicas, etc., es decir,
una integración económica propiamente dicha. Es de señalar que el Subsistema prevé la
adopción de actos de derecho derivado que, aunque adoptados siempre por órganos de
carácter gubernamental, prevalecen sobre los actos de derecho interno de sus Miembros.
La creación del SICA significa la entrada de los países centroamericanos en la segunda
fase del nuevo regionalismo que estamos examinando.
Retrocediendo a la ALALC, a cuyos orígenes ya nos hemos referido, hay que señalar
que tampoco tuvo el éxito esperado aunque, como enseguida veremos, no solo constitu-
yó la plataforma de la surgieron nuevas organizaciones sino que, transformada en Aso-
ciación Latinoamericana de Integración (ALADI), ha continuado su labor sobre unas
bases más realistas que las originarias. La ALALC no pudo superar diferentes problemas
surgidos sin duda de las importantes diferencias de nivel económico existente entre sus
miembros así como de la lejanía - geográfica y política - entre algunos de ellos, cuyas
principales consecuencias fueron que no se cumpliera el calendario de desame arance-
lario previsto y que pronto se vieran defraudadas la expectativas puestas en ella. Por ese
motivo, en 1980 fue firmado un nuevo Tratado de Montevideo que creó la ALADI, la
cual, sustituyendo a la ALALC, inició un nuevo proceso de integración, más realista,
modesto y flexible que el anterior, con la finalidad de impulsar el desarrollo de vínculos
de solidaridad y cooperación que pudieran servir de base para la creación, a largo plazo,
de un mercado común regional. En sus objetivos figura también la ayuda a los países de
la zona con menor desarrollo económico. Su éxito actual puede concretarse en el hecho
de que a finales de 2004 se aprobaron las bases para crear un Espacio de Libre Comercio
entre todos los Miembros de la ALADI, cuyas economías representan alrededor del no-
venta por ciento del PIB de toda América Latina y el Caribe. Además, en el momento ac-
tua decenas de Acuerdos de complementación económica auspiciados por la ALADI han
establecido una amplia red de compromisos bilaterales y multilaterales creando zonas de
libre comercio a lo largo de todo el Continente. Se espera que, por esta vía, más del 87%
del comercio intrarregional esté plenamente liberalizado en 2007.
Del seno de la ALALC, cuando empezaron a comprobarse las dificultades que ésta ex-
perimentaba para alcanzar sus fines, surgieron los Estados que decidieron, con objetivos
75 PONENCIAS PLENARIAS

semejantes, crear instituciones de menor tamaño y mayor afinidad entre sus miembros:
El Pacto Andino, el Sistema de la Cuenca del Plata y, un poco más tarde, el Pacto Ama-
zónico. El Pacto Andino se creó en 1969 mediante la firma del Acuerdo de Cartagena
- “Acuerdo de Integración Subregional” - por parte de Bolivia, Colombia, Chile, Ecua-
dor y Perú - a los que en 1973 se uniría Venezuela - , Estados miembros todos ellos de la
ALALC que, desde hacía unos años ya venían propiciando la creación dentro de ésta de
grupos de países entre los que existiera una mayor comunidad de intereses. El objetivo
del acuerdo de Cartagena era la creación de un mercado común y, con esta finalidad pre-
tendía promover el desarrollo equilibrado y armónico de los países miembros, acelerar
sus crecimiento mediante la integración económica y mejorar las condiciones de vida
de los habitantes de la región. Además, proponía una distribución equitativa de los be-
neficios que se derivasen de la integración al objeto de reducir las diferencias existentes
entre las Partes. En los poco más de veinticinco años que estuvo vigente el acuerdo, se
fueron estableciendo, no sin dificultades y aplazamientos sobre lo inicialmente previsto,
las bases tendentes a la creación de un mercado común, empezando por un programa de
liberalización del comercio andino que habría de llevar al establecimiento de un arancel
exterior común. Sin embargo el Pacto Andino entró en una crisis26 de la que no empezaría
a salir hasta que en 1987 se firmó en Quito el Protocolo que modificaba el Acuerdo de
Cartagena. El relanzamiento definitivo se produjo con la adopción, en 1996, del Proto-
colo de Trujillo que ha dado lugar a la actual Comunidad Andina que constituye un ver-
dadero proceso de integración más en la línea del que se desarrolla en Europa: Órganos
comunitarios, políticas comunes, etc. Forman parte de ella Bolivia, Colombia, Ecuador
y Perú. Venezuela se retiró en 2006.
Con un menor grado de institucionalización que la Comunidad Andina y con un ob-
jetivo muy específico, también surgió de la ALALC el Sistema de la Cuenca del Plata
que viene funcionando desde 1970, fecha en que entró en vigor el Tratado de la Cuenca
del Plata concluido un año antes por Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay. Su
finalidad es la de lograr un buen aprovechamiento de los recursos hídricos, la industriali-
zación de la zona y la mejora de las comunicaciones. Aunque no excluye la vía de la inte-
gración, se trata por el momento de un compromiso de cooperación con un único órgano
de carácter permanente, el Comité Intergubernamental de Coordinación
También con débil institucionalización y contenido específico, otro grupo de Estados
miembros de la ALALC, pertenecientes a una región bien delimitada geográficamente,
suscribieron en Brasilia en 1978 el Pacto Amazónico cuyo objetivo es el de promover
la navegación comercial en la zona promoviendo al mismo tiempo el uso racional de
los recursos, la investigación científica y la preservación de las riquezas ecológicas. En
diciembre de 1998 fue modificado el artículo XXII del Pacto creándose la Organización
del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) dotada de una Secretaría Permanente
- hasta entonces había tenido una secretaría pro tempore en el país en el que hubiera de
celebrarse la siguiente reunión del Consejo de Cooperación Amazónica - con sede en
Brasilia. A ella pertenecen Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam
y Venezuela27
A la misma época - la década de los setenta- corresponde la Comunidad del Cari-
be (CARICOM), creada en 1973 mediante el Tratado de Chaguaramas28 con el nombre
LA EVOLUCIÓN DEL REGIONALISMO EN EL CONTINENTE AMERICANO 76

de Comunidad y Mercado Común del Caribe29. Cuenta con quince miembros de pleno
derecho - Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Guya-
na, Haití, Jamaica, Montserrat, Santa Lucía, San Cristobal y Nieves, San Vicente y las
Granadinas, Surinam y Trinidad y Tobago - y cinco asociados: Anguila, Bermuda, Islas
Caimán, Islas Turcos y Caicos e Islas Vírgenes Británicas. Como puede comprobarse, la
mayoría de ellos miembros de la Comunidad Británica de Naciones. Su objetivo general
es el fortalecimiento de las relaciones de todo tipo y el desarrollo de sus economías y,
de manera específica, la creación de un mercado común. Es preciso reconocer que este
último ha tropezado con muchas dificultades a pesar de que la idea ha sido relanzada en
la Declaración de Grand Anse, en 1989, y en la de Rose Hall, en 2003, con motivo del
trigésimo aniversario de la creación de la Organización30.
Estos mismos Estados del Caribe, junto con los de América central y alguno más, con-
cluyeron en 1994, en Cartagena de Indias, el tratado que creó la Asociación de Estados
del Caribe (AEC)31, con sede en Puerto España, en Trinidad y Tobago, cuya finalidad es
la de promover un espacio económico ampliado para el comercio y la inversión que per-
mita un desarrollo sostenible. Se trata únicamente, como indica su acta constitutiva, de
un organismo de consulta y cooperación que, no obstante, en los años que lleva funcio-
nando ha propiciado un notable aumento del comercio entre sus miembros32.
Volviendo de nuevo a las instituciones surgidas a partir de la ALALC/ALADI, la de
mayor relevancia, debido fundamentalmente a la importancia económica de algunos
de sus miembros, es, sin duda, el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) establecido
por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay en 199133 mediante la firma del Tratado de
Asunción, inscrito en la ALADI como Acuerdo de Complementación Económica nº18.
Se trata probablemente del proceso de integración más conocido del Continente ameri-
cano. Sin embargo hay que apresurarse a señalar que ello se debe más a la importancia
que reviste el potencial económico de Argentina y, sobre todo de Brasil, que al nivel de
integración económica hasta ahora alcanzado34. En efecto, el Tratado de Asunción esta-
blece como propósito de los firmantes la creación de un mercado común, determinando
los elementos que este deberá reunir: libertades de circulación, arancel exterior común,
política comercial común, coordinación de políticas macroeconómicas, etc. Pero el mis-
mo tratado establece también una detallada serie de medidas a tomar durante el periodo
transitorio que haya de transcurrir hasta que efectivamente se cree ese mercado común.
Esta es la normativa que hasta ahora se ha aplicado con algunas modificaciones como las
introducidas, entre otros, por los Protocolos de Brasilia de 1991 y de Ouro Preto de 1994.
El primero creó un mecanismo de solución de controversias35 que indudablemente supo-
ne un progreso en el camino hacia el mercado común y el segundo modificó la estructura
institucional del MERCOSUR estableciendo una etapa de convergencia que debería lle-
var a la constitución del mercado común para el 1º de enero de 2006. Mientras tanto el
MERCOSUR es una unión aduanera. Todo lo cual no quita para que, como ha sido pues-
to de relieve, represente en la actualidad un tercio del comercio exterior latinoamericano,
reciba un tercio de la inversión extranjera en la región y desempeñe un papel importante
en la consolidación de la democracia entre sus Miembros, así como en la proyección
internacional de los mismos36. Con relación a esto último, MERCOSUR participa como
77 PONENCIAS PLENARIAS

tal, aunque con ciertas discrepancias entre algunos de sus Miembros más destacados,
en las negociaciones del ALCA, y desde 1995 tiene concertado con la Unión Europea
un Acuerdo Marco de Cooperación. Desde esa fecha se espera y se negocia su conver-
sión en un acuerdo de asociación. MERCOSUR ha concluido, además, acuerdos de libre
comercio con Chile y Bolivia en 1996. Señalemos para terminar que MERCOSUR y la
Comunidad Andina, han creado en 2004 la Comunidad Suramericana de Naciones, a la
que enseguida nos referiremos, que incide en la promoción del Area de Libre Comercio
Suramericana (ALCSA) que se plantea como una alternativa al ALCA.
Hasta ahora nos hemos referido a procesos de integración en los que han quedado al
margen los Estados Unidos. Existe sin embargo uno que ha sido auspiciado por este país
y que ha dado lugar a la adopción del North American Free Trade Agreement (NAFTA),
firmado en 1992 por Canadá, Estados Unidos y México, al que se han sumado una serie
de tratados que desarrollan aquel. Se trata fundamentalmente, aunque no exclusivamen-
te37, del establecimiento de una zona de libre comercio entre los países citados cuyo in-
terés no solo radica en la importancia económica de los mismos sino en el hecho de que
constituye la referencia inexcusable en la negociación para el establecimiento del Area
de Libre Comercio de las Américas promovida a escala panamericana por los Estados
Unidos. A semejanza del NAFTA, es decir, al objeto de eliminar progresivamente las
barreras arancelarias, Estados Unidos también concluyó en mayo de 2004 un Tratado
de Libre comercio con Centroamérica - Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras,
Nicaragua y República Dominicana - que aún se encuentra pendiente de ratificación por
el Congreso. Y en la actualidad negocia un acuerdo semejante con Colombia, Ecuador
y Perú.
La más reciente realización en el marco del nuevo regionalismo americano tiene su
origen en la conclusión en octubre de 2004 por parte de la Comunidad Andina y MER-
COSUR de un Acuerdo de complementación económica tendente a la creación de una
zona de libre comercio que deberá hacer desaparecer en quince años las barreras co-
merciales entre los países de América del Sur. Su primera concecuencia ha sido que, dos
meses mas tarde, en diciembre de 2004, la III Cumbre Sudamericana, celebrada en el
Cuzco, ha decidido crear la Comunidad Sudamericana de Naciones. En ella se integran
los cinco países miembros de la Comunidad Andina, los cuatro de MERCOSUR más
Chile, Surinam y Guyana38. El Gobierno de Perú ha ejercido la Secretaría pro tempore
hasta la realización de la primera Cumbre, que ha tenido lugar en Rio de Janeiro el 30 de
septiembre de 2005. El objetivo de la nueva Comunidad es la creación de una zona de li-
bre comercio entre MERCOSUR, la Comunidad Andina y Chile a la que podrán sumarse
Guyana y Surinam sin perjuicio de sus obligaciones con el CARICOM. Con ella aspiran
a “desarrollar un espacio sudamericano integrado en lo político, social, económico y de
infraestructuras que fortaleza la identidad propia de América del Sur y contribuya, a par-
tir de una perspectiva subregional, y en articulación con otras experiencias de integra-
ción al fortalecimiento de América Latina y el Caribe y le otorgue una mayor gravitación
y representación en los foros internacionales”39 Las líneas fundamentales que guiarán la
acción de la nueva Comunidad son la eliminación del hambre y la lucha contra la pobre-
za, la salud, la educación, la defensa del sistema democrático de gobierno y la paz y la
LA EVOLUCIÓN DEL REGIONALISMO EN EL CONTINENTE AMERICANO 78

seguridad internacionales. Las Reuniones de Jefes de Estado indicarán la marcha de la


Comunidad y las Reuniones de Ministros de Relaciones Exteriores formularán las pro-
puestas concretas de acción.
Este que terminamos de exponer es el panorama que a dia de hoy presenta el nue-
vo regionalismo americano. No todos lo procesos de integración que hasta aquí hemos
examinado han alcanzado los mismos niveles de institucionalización pero, desde luego,
la labor que han realizado ha contribuido en mayor o menos medida a la consolidación
de ese nuevo regionalismo en el que, seguramente, la Comunidad Andina, la Comuni-
dad del Caribe, MERCOSUR, NAFTA y SICA, constituyen la punta de lanza. Quizá
convenga señalar ahora, aunque de lo expuesto puede seguramente deducirse, que a la
expresión integración económica americana no se le puede dar el sentido que tiene en el
ámbito europeo. Los internacionalistas denominamos integración al proceso que supone
la creación de un mercado común con la consiguiente transferencia de competencias de
los Estados a la organización. En el Continente americano por el contrario, si bien esa in-
tegración propiamente dicha puede ser el objetivo final de algunas de las organizaciones
creadas, salvo excepciones puntuales, no se ha alcanzado todavía y, en general, se consi-
dera como de integración todo proceso que simplemente lleva a la liberalización de los
intercambios y a poner en contacto las economías de los países involucrados.

Las características del nuevo regionalismo


Lo que realmente caracteriza los procesos a los que nos hemos referido y los mecanis-
mos que se han creado o se han consolidado en la segunda fase del nuevo regionalismo
americano es precisamente su diversidad. Sin embargo, todos ellos, igual que muchos de
los acuerdos suscritos entre los países del Continente, persiguen lo que han denominado
“la integración regional”, si bien con diferentes medios y procedimientos y con metas
que se colocan en distintos niveles y que afectan a más o menos sectores de la vida de los
países que se integran: Político, económico, social, cultural, etc.40
Un somero análisis de los diversos procesos de integración que se han iniciado per-
mite observar claramente que todos ellos tienen, por encima de todo, una finalidad eco-
nómica y social. Se trata de facilitar los intercambios y alcanzar un alto nivel de desarro-
llo económico - crecimiento, desarrollo propiamente dicho, libre comercio, promoción
y protección de inversiones, comercio de servicios, competencia, etc. - que, al mismo
tiempo, garantice la justicia social. Esta dimensión social se manifiesta sobre todo en los
acuerdos de integración subregional en los que aparecen preceptos dirigidos a la mejora
de las condiciones de vida con relación a la salud, la educación, el empleo o la vivienda,
pero no es una característica exclusiva de ellos puesto que en el nuevo proyecto de inte-
gración hemisférico al que enseguida haremos referencia - el ALCA - también aparecen
recogidas las preocupaciones de tipo social. Es, sin embargo, dentro de los procesos de
integración más consolidados, como el MERCOSUR o la Comunidad Andina, donde
mejor puede apreciarse esta preocupación social. Esta última adoptó en 1994 la llama-
da Carta Social Andina. El MERCOSUR, por su parte, ha incidido ampliamente en los
79 PONENCIAS PLENARIAS

aspectos sociales de la integración a través de la labor realizada por el Foro Consultivo


Económico y Social creado por el Protocolo de Ouro Preto de 1994.
Otro rasgo interesante que caracteriza al nuevo regionalismo americano es el de que
incorpora contenidos políticos que afectan tanto a la política interior como exterior de
los Estados que participan en los distintos procesos abiertos. Con relación a la primera
es preciso citar la defensa de la democracia y del Estado de Derecho y, en cuanto a la
segunda, las primeras manifestaciones de lo que podríamos denominar una incipiente
política exterior común en el seno de alguna agrupación regional. Como ya tuvimos
ocasión de poner de relieve en otro lugar41, la democracia ha sido desde siempre una
preocupación constante, aunque no una realidad, en la inmensa mayoría de los países
americanos. Sin embargo, más o menos desde que el Presidente Carter de los Estados
Unidos anunció el interés de este país por promover la democracia en América, la situa-
ción empezó a cambiar y en la actualidad puede afirmarse que la democracia - más o
menos formal - es una realidad en prácticamente todo el Continente americano. La inte-
gración regional no podía quedar al margen de este movimiento, si bien hay que señalar
enseguida que, por el momento - quitando el MERCOSUR el ALCA, que aún es sola-
mente un proyecto - no parece que la falta de gobierno democrático implique necesa-
riamente imposibilidad para participar en la misma. Señalemos a título de ejemplo que
Cuba es parte en la ALADI y en la Asociación de Estados del Caribe. En cualquier caso,
aunque no en todos los acuerdos de integración existan referencias expresas a la de-
mocracia no es menos cierto que el progreso de la misma es una realidad gracias, entre
otras cosas, a actitudes como las adoptadas en el marco tanto de la Comunidad Andina
como de MERCOSUR. La primera de ellas aprobó en la reunión de Santafé de Bogotá,
en 1998, la Declaración del Consejo Presidencial Andino sobre Democracia e Integra-
ción, seguida unos meses después por la adopción del Protocolo adicional al Acuerdo
de Cartagena - “Compromiso de la Comunidad Andina por la Democracia” - en el que
se afirma la necesidad de garantizar la plena vigencia de las instituciones democráticas
y del Estado de Derecho como una condición esencial para la cooperación política y
el proceso de integración económica, social y cultural que constituye la Comunidad
Andina42. El MERCOSUR por su parte ya había aprobado en 1996, en la X Cumbre de
Presidentes celebrada en San Luis (Argentina), la Declaración presidencial sobre com-
promiso democrático que dos años después recogería el Protocolo de Ushuaia. A dife-
rencia de la Comunidad Andina, en MERCOSUR se prevé la posibilidad de exclusión
de un Estado miembro que se aparte del régimen democrático. En este mismo orden de
cosas es preciso recordar el relanzamiento de instituciones parlamentarias de carácter
internacional o la creación de otras nuevas. Al primer supuesto corresponde el fortale-
cimiento del Parlamento Latinoamericano, creado en 1964 y reconstituído mediante el
acuerdo adoptado en 1987, en Lima, por la Conferencia Intergubernamental convocada
al efecto. Al segundo, la creación del Parlamento Centroamericano que, creado por el
Acuerdo de Guatemala de 1987, forma parte del SICA a partir de la entrada en vigor del
Protocolo de Tegucigalpa de 1991. Es el caso también del Parlamento Andino43, de la
Comisión Parlamentaria Conjunta de MERCOSUR44 y de la Asamblea Parlamentaria
de la Comunidad del Caribe45.
LA EVOLUCIÓN DEL REGIONALISMO EN EL CONTINENTE AMERICANO 80

Por lo que se refiere a la incidencia de los procesos de integración en las políticas


exteriores de las Estados en ellos involucrados, es posible señalar que en algunos de los
instrumentos que los han puesto en marcha aparece el objetivo de garantizar la seguridad
y la estabilidad y, en alguno concretamente, como sucede en las organizaciones centro-
americanas, la integración se considera un elemento fundamental para afianzar y man-
tener la paz en la zona. Con cierto paralelismo, aunque en un marco diferente en muchos
sentidos, en la Declaración política de Ushuaia, de 1998, se consagra a MERCOSUR,
Bolivia y Chile como zona de paz libre de armas de destrucción masiva. No se puede ha-
blar sin embargo de que, con carácter general, exista coordinación entre las políticas ex-
teriores de los Estados miembros, si bien alguna organización subregional - Comunidad
Andina, MERCOSUR, SICA y CARICOM - ha adoptado medidas al respecto sin que
pueda deducirse de ellas la existencia de una política exterior común semejante siquiera
a la que, no sin dificultades, se desarrolla en el ámbito de la Unión Europea. El ejemplo
más significativ la proporciona, no obstante, la Comunidad Andina en la que los Proto-
colos de Trujillo y Sucre han puesto a cargo del Consejo Andino de Ministros de Rela-
ciones Exteriores la tarea de formular la política exterior de los países Miembros en los
asuntos que sean de interés regional, concertando posiciones comunes que defenderán en
los foros internacionales. Con esa finalidad, el citado Consejo de Ministros adoptó una
Decisión sobre Lineamientos de la Política Exterior Común que ya ha dado los primeros
frutos: La Comunidad Andina como tal mantiene negociaciones con MERCOSUR y con
la Unión Europea, participa en el proyecto del ALCA y dispone del estatuto de observa-
dor ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Finalmente, otro rasgo que en general caracteriza al nuevo regionalismo americano es
la existencia de mecanismos de solución pacífica de las controversias que constituyen un
claro indicio del grado de integración alcanzado o, al menos, perseguido. Estos medios
van de la clásica negociación diplomática a la instauración de órganos jurisdiccionales
permanentes - Comunidad Andina, SICA - pasando por el establecimiento de un siste-
ma de arbitraje, como sucede en el MERCOSUR. Más allá de estas características que
son comunes al fenómeno integrador que examinamos, el resto es diversidad. El área
geográfica que cada uno de ellos abarca es diferente de la de los demás. En unos casos
se ha creado una organización internacional mientras que en otros no. Unos grupos se
conforman con la creación de una zona de libre comercio mientras que otros persiguen
la formación de un mercado común. Además, los avances logrados por estos últimos son
diferentes entre unos y otros aunque puede decirse que prácticamente ninguno ha supe-
rado con claridad el establecimiento de una unión aduanera.
Todos los procesos de los que nos hemos ocupado más el G-3, puesto en marcha por
Colombia, México y Venezuela, y un buen número de acuerdos bilaterales, a los que solo
de pasada nos hemos referido, han tejido en el Continente americano una extensa red de
relaciones económicas que, como en otro lugar hemos afirmado46, constituye más bien
un complicado puzzle formado por distintos círculos de integración - bilateral, subregio-
nal, regional, incluso hemisférica - que no son concéntricos ni se encuentran al mismo
nivel pero entre los que existen conexiones tangenciales. Es así como consecuencia de la
existencia, en unas ocasiones, de relaciones institucionales entre ellos - MERCOSUR-
81 PONENCIAS PLENARIAS

Comunidad Andina constituye el mejor ejemplo - y en otras, porque un mismo Estado


se encuentra involucrado en varios procesos, planteándose con frecuencia la cuestión
de su compatibilidad47. A todo ello hay que añadir que esos mismos Estados americanos
participan - tanto a título individual como colectivamente - en otros procesos semejantes
junto con países o grupos de países de otros Continentes. Es el caso de las Cumbres de
Cooperación Asia-Pacífico o de las Cumbres con la Unión Europea.

¿Hacia la integración económica panamericana?


La situación hasta ahora descrita podría comenzar a cambiar a raíz del interés mos-
trado por Estados Unidos en la creación del Area de Libre Comercio de las Américas
(ALCA) - proyecto en el que participan todos los Estados americanos a excepción de
Cuba - que llevaría a la constitución de una zona de libre comercio que abarcaría desde
Alaska hasta la Tierra de Fuego y cuyo objetivo principal sería el crecimiento económico
sostenible. Su origen se encuentra en la “Iniciativa para la Américas” del Presidente G.
Bush que adoptó su formulación definitiva en la Primera Cumbre de las Américas reuni-
da en Miami en 1994 bajo los auspicios del Presidente B. Clinton. Allí se inició una fase
preparatoria y a partir de la Segunda Cumbre, celebrada en San José de Costa Rica en
1998, comenzó la negociación formal con vistas a la conclusión de un acuerdo que esta-
bleciera, en principio para 2005, una zona de libre comercio. La empresa, que cuenta con
el apoyo expreso de la OEA48, entraña serias dificultades, sobre todo como consecuencia
de las grandes diferencias de desarrollo existentes entre los países que habrán de integrar
la zona, de la necesidad de lograr, de acuerdo con lo previsto en Miami, la compatibilidad
de la misma con las áreas de libre comercio y los otros proyectos más avanzados que ya
existen en el Continente y, finalmente, de la oposición abierta de algunos países, entre
los que destacan Brasil y Venezuela. Por ese motivo, la negociación no está siendo fácil
y la Cuarta Cumbre a celebrar los próximos días 4 y 5 de Noviembre de 2005 en Mar del
Plata, Argentina, habrá de ser decisiva.
Se ha puesto de relieve acertadamente que el Área de Libre Comercio de las Américas
no es únicamente un proyecto de carácter económico49. De hecho, la Cumbre de Miami
se denominó “Pacto para el desarrollo y la Prosperidad: Democracia, Libre Comercio y
Desarrollo sostenible en las Américas” y en el Plan de Acción se inscribieron como prin-
cipales objetivos los de preservar y fortalecer la comunidad democrática de las Américas,
promover la prosperidad a través de la integración económica y el libre comercio, erra-
dicar la pobreza y la discriminación del Hemisferio y garantizar el desarrollo sostenible
y conservar el medio ambiente para las generaciones futuras. Y es que, efectivamente, el
ALCA pretende defender otros valores además de los estrictamente económicos y, por
consiguiente, puede hablarse de su carácter político y de su dimensión social. Desde el
punto de vista político, la defensa de la democracia es sin duda alguna una preocupación
que queda de relieve a la vista de las declaraciones hechas con motivo de las diferentes
conferencias que hasta ahora se han celebrado, en ellas se ha expresado el compromi-
so con la aplicación de la Carta Democrática Americana, en especial en la Cumbre de
Quebec, en 2001, en la que se afirmó que cualquier alteración inconstitucional del orden
LA EVOLUCIÓN DEL REGIONALISMO EN EL CONTINENTE AMERICANO 82

democrático en un Estado del Hemisferio constituía un obstáculo insuperable para la


participación del Gobierno de dicho Estado en el proceso de Cumbres de las Américas.
La eficacia real de estas manifestaciones requiere seguramente algunas puntualizacio-
nes y nuevos pasos que aún no se han dado - salvo la exclusión de Cuba - pero lo cierto es
que la intención de los participantes parece clara. Conectada siempre con la democracia
se encuentra la protección de los derechos humanos y ésta también ha sido objeto de
atención en las Cumbres, sobre todo en la ya citada de Quebec, en cuyo Plan de Acción
se introduce con carácter específico un Capítulo dedicado a los derechos humanos y las
libertades fundamentales. Sin embargo, al igual que ocurre con la democracia, faltan
todavía instrumentos propios que, al margen de los que con carácter general ya existen,
garanticen dentro del ALCA los derechos reconocidos.
En parecidos términos, la dimensión social del ALCA queda expresamente recogida
en las declaraciones. En este caso, la de Miami reviste especial interés puesto que en ella
se afirma que entre los objetivos del proyecto se encuentran la eliminación de la pobreza,
la elevación del nivel de vida de las poblaciones, la educación, la salud, el aumento del
empleo, la mejora de las condiciones de trabajo y el aumento de los salarios, objetivos
todos ellos de indudable carácter social aunque faltos, por el momento, de las corres-
pondientes políticas específicas destinadas a su consecución. Esta previsto que el tema
central de la Cumbre a celebrar en Mar del Plata sea “Crear trabajo para hacer frente a
la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática”. Pero junto a estas que podemos
considerar características positivas del plan que está en marcha no hay que olvidar, sin
embargo, las aprensiones que plantea el indudable protagonismo de los Estados Unidos,
que ya han sido puestas de relieve por los detractores del proyecto50.
En las condiciones descritas, parece como si en este momento los Estados del conti-
nente americano se encontraran en una encrucijada en la que tuvieran que elegir entre las
diversas opciones que se les ofrecen: Mantener el complejo entramado multipolar que ha
creado el nuevo regionalismo que parece que no plantea graves problemas de compati-
bilidad, incorporarse al proyecto ALCA, a la iniciativa brasileña ALCSA - a partir de la
asociación de MERCOSUR con la Comunidad Andina - o participar de todos los proce-
sos de integración tratando de compatibilizarlos51. El problema de elegir se complica si
tenemos en cuenta que junto a los actores a los que hasta ahora nos hemos referido se en-
cuentran otros de los que no nos hemos ocupado. Es el caso de la Unión Europea52, cuyo
peso específico en la economía mundial es de primer orden, que desde hace años mantie-
ne relaciones privilegiadas de carácter económico y político - el “diálogo político” - con
países y grupos de países del continente americano, en especial con MERCOSUR, pero
también con la Comunidad Andina53, con el Grupo de San José54, con el Grupo de Río55 y,
de forma bilateral, con Chile y México56. El objetivo económico de esas relaciones con la
Unión Europea es el establecimiento de un área de libre comercio Europa-América Lati-
na que, indudablemente, entraría en liza con el proyecto ALCA. El objetivo político lleva
a negociaciones sobre diferentes materias entre las que destacan la cohesión social, la go-
bernanza democrática, los movimientos migratorios o la lucha contra el terrorismo. Pero
no es la Unión Europea el único actor extra-continental. Desde hace unos años China se
ha convertido ya en uno de los primeros clientes de varios países iberoamericanos y su
83 PONENCIAS PLENARIAS

increíble potencial comercial puede transformar radicalmente el panorama hasta ahora


existente57. Todo ello teniendo en el horizonte, como señalamos al comienzo de nuestra
exposición, las negociaciones que se desarrollan en el seno de la Organización Mundial
del Comercio. Cabe pensar, teóricamente, en la posibilidad de acomodo de todos los pro-
cesos en presencia si el ALCA se constituyera en mínimo denominador común de carác-
ter hemisférico a partir del cual agrupaciones regionales y subregionales cuyo objetivo
es la creación de mercados comunes profundizaran y establecieran mayores exigencias.
De hecho, hasta el momento, la compatibilidad entre acuerdos, organizaciones y proce-
sos de integración parece que se ha logrado puesto que los Estados que en ellos participan
son conscientes de esa necesidad y actúan con las oportunas cautelas. Se trataría de una
demostración de la viabilidad del “regionalismo abierto” en el que las distintas opciones
de inserción regional no son mutuamente excluyentes sino que tienden a superponerse
entre ellas y los esquemas regionales se adaptan para hacerse compatibles con la libe-
ralización global del comercio dentro del multilateralismo58. La realidad es que, como
se ha puesto de relieve59, el nuevo regionalismo americano no ha tenido consecuencias
negativas: No ha contribuído hasta ahora a la formación de bloques proteccionistas en
torno a grandes potencias económicas y tampoco ha supuesto un retroceso para el multi-
lateralismo. La creación del ALCA podría tal vez cambiar la situación pero, en cualquier
caso, la globalización exige que los países americanos tengan que decidir su estrategia
para insertarse en el comercio internacional en las mejores condiciones posibles.
LA EVOLUCIÓN DEL REGIONALISMO EN EL CONTINENTE AMERICANO 84
85 PONENCIAS PLENARIAS

NOTAS

1
Sobre los denominados “panismos”, vid. A. HERRERO Y RUBIO, Derecho Internacional Público, 10ª Ed.,
Valladolid 1994, p. 401 y ss.
2
Los países iberoamericanos, que no fueron invitados a la Conferencia de Dumbarton Oaks en la que se
preparó el proyecto de Carta de las Naciones Unidas, albergaban el temor de que la nueva organización mundial
- especialmente, la postura de la Unión Soviética como miembro permanente del Consejo de Seguridad - pudiera
prevalecer sobre el sistema interamericano en el que, a lo largo de los años, se habían consagrado principios tan
importantes como el de no intervención o el de solidaridad y se habían establecido procedimientos propios de
arreglo pacífico de controversias.
3
Como es sabido, Cuba no participa en las actividades de la OEA.
4
El Anuario Elcano América Latina 2002-2003, del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estra-
tégicos, proporciona elementos suficientes para obtener un amplio conocimiento de la situación política, econó-
mica y social latinoamericana del momento.
5
Ch.G. FENWICK, “El sistema regional Interamericano: Cincuenta años de Progreso”, Anuario Jurídico
Interameriano 1955-57, pp. 50 y ss.
6
Vid. E. PAZ BARNICA, Lecciones de Derecho Internacional Público, Ed. Cultura Hispánica, Madrid 1984
7
Puede encontrase una detallada exposición sobre el contenido de los diferentes Congresos y Conferencias
panamericanas en F. FERNADEZ-SHAW, La Organización de los Estados Americanos, Ed. Cultura Hispánica,
Madrid 1963
8
Vid., entre otros, C. SEPÚLVEDA, El sistema interamericano. Mudanza y transición, Cuadernos de la Cáte-
dra J.B. Scott de la Universidad de Valladolid, Valladolid 1973, pp. 20 y ss.
9
Sobre la Organización de Estados Americanos antes de la reforma de 1967, A.V.W. Thomas y A.J. THO-
MAS Jr., La Organización de los Estados Americanos, Biblioteca UTEHA de Historia, México 1968
10
Sobre este punto resulta imprescindible la obra de A. REMIRO BROTONS, La hegemonía norteamericana
factor de crisis de la OEA, Studia Albornotiana, Publicaciones del Real Colegio de España en Bolonia nº XV,
Zaragoza 1972
11
R.J. DUPUY, “Les Etats Unis, l’OEA et l’ONU à Saint Domingue », Annuaire Français de Droit Internatio-
nal 1965, p. 90.
En el prólogo de la obra de A.V.W. THOMAS y A.J. THOMAS Jr., citada en nota anterior, puede leerse
12

que “jamás será acusada la OEA de haber seguido una filosofía de “obrar o morir” pues rara vez ha actuado y, sin
embargo, se niega a morir”. C. SEPÚLVEDA (Op.cit. pp. 78 y ss.) considera que el fallo del sistema americano en
esos años es tal vez consecuencia de la inexistencia de un auténtico regionalismo americano o, en todo caso, del
hecho de que las ventajas que supone el regionalismo puedan quedar superadas por las desventajas. Entre las pri-
meras señala la de que los Estados situados en una determinada región geográfica poseen un mejor conocimiento
de las causas y peculiaruidades de los problemas internacionales que los afectan. Entre las segundas figura el he-
LA EVOLUCIÓN DEL REGIONALISMO EN EL CONTINENTE AMERICANO 86

cho de que la regionalización de las disputas conduce a que las controversias se fosilicen o se resuelvan sin justicia
la mayor parte de las veces para preservar los intereses de la potencia dominante. A ello hay que añadir que en el
contexto latinoamericano no existe, salvo excepciones, un impulso solidario ya que la preponderancia norteame-
ricana en el sistema hace que éste sea enteramente asimétrico.
13
A.REMIRO BROTONS, Op .cit., p.183
14
Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José) de 22 de noviembre de 1969 y
Protocolo de San Salvador sobre derechos económicos, sociales y culturales, de 17 de noviembre de 1988. Vid.
M.A.GARRETON y E. NEWMAN (Ed.), Democracy in Latin America, United Nations University Press, Tokyo,
New York, Paris 2001
15
Sobre el “Compromiso de Santiago con la democracia y con la renovación del sistema americano”, A.A.
HERRERO DE LA FUENTE, “La defensa de la democracia en América y el Derecho Internacional” en Los
Derechos Humanos en América. Una perspectiva de cinco siglos, Cortes de Castilla y León, Valladolid 1994, pp.
353 y ss.
16
La Carta Democrática Interamericana es un texto de 28 artículos que fue adoptado por la Asamblea General
de la OEA el 11 de septiembre de 2001 en la que se afirma que los pueblos de América tienen el derecho a la de-
mocracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla (art.1º). Se aplicó por primera vez en la crisis
de Venezuela en abril de 2002 y por última, de momento, en la de Ecuador en abril de 2005. Sin embargo carece
de fuerza vinculante y las fórmulas de acción que ofrece cuando en un Estado miembro de la OEA se produce una
situación que puede afectar al desarrollo del proceso político democrático exigen el consentimiento previo del
gobierno afectado. Las tentativas para obviar esta exigencia no han tenido ningún éxito hasta el momento. Con
anterioridad a la aplicación de la Carta, el “Compromiso de Santiago” - Res. 1080 de la Asamblea General - fue
invocada en las crisis de Haití de 1991, de Perú en 1992, de Guatemala en 1993 y de Paraguay en 1996.
17
Se ha hablado de la evolución del panamericanismo hacia el latinoamericanismo puesto que el sistema inte-
ramericano encarnado en la OEA, aunque no ha desaparecido, ha dejado de tener interés para los países latinoa-
mericanos ya que, por un lado, se ha reducido la influencia hegemónica de los Estados Unidos y, por otro, la OEA
ha perdido liderazgo en el ámbito de la cooperación económica, en el que, por otra parte, han surgido nuevos focos
de atracción, continentales y extracontinentales. Vid. A. CANÇADO TRINDADE, Direito das Organizaçoes In-
ternacionais, Escopio Editora, Brasilia 1990, pp. 247 y ss.
18
Vid. A. JANSEN, Comprender Iberoamérica, Ed.Planeta, Barcelona 1974, p. 121
19
El último intento se llevó a cabo en la segunda Conferencia Interamericana Extraordinaria, celebrada en Rio
de Janeiro en 1965, en la que, con vistas a la revisión de la Carta de Bogotá, se elaboró la denominada Acta Eco-
nómico-Social de Rio de Janeiro (Resolución II) en la que se establecía la necesidad de extender la Alianza para el
Progreso más allá de 1970. Sin embargo, ya en la Conferencia de Panamá de 1996, previa a la de Buenos Aires de
1967 en la que se reformó la Carta, los Estados Unidos, principales involucrados, señalaron su desacuerdo con el
contenido de la citada Resolución de Río.
20
Sobre los fundamentos de los procesos de integración americanos, vid. C.M. DIAZ BARRADO, “Ibero-
américa ante los procesos de intergración”, XVIII Jornadas de la Asociación Española de Profesores de Derecho
Internacional y Relaciones Internacionales (AEPDIRI), Madrid 2000, pp. 36 y ss.
21
Vid. M. VARELA PARACHE, Organización Económica Internacional, Ariel , Barcelona 1965, pp. 141 y ss.
22
La relatividad del concepto de “región” queda de relieve en el Continente americano según que se considere
que la OEA es regional o, por el contrario, hemisférica o continental. En este último supuesto, las organizaciones
como la ALALC o el Mercado Común Centroamericano serían regionales y otras, como la Comunidad Andina
tendrían carácter subregional. Si, por el contrario, consideramos que la OEA tiene carácter regional, las orga-
nizaciones centro y suramericanas serán subregionales y habrá que buscar un calificativo que caracterice a las
que, como la Comunidad Andina o Mercosur, solo abarcan a un grupo reducido de Estados pertenecientes a una
subregión. La realidad es que, como ha puesto de relieve M. CORRAL SUAREZ (“La solución de controversias
de carácter político en el seno de las organizaciones internacionales de fines generales”, trabajo no publicado
presentado en 1993 en el concurso a la plaza de Prof. Titular de D. Internacional Público de la Universidad de Va-
lladolid), el término organización regional se viene utilizando habitualmente referido a realidades muy distintas
87 PONENCIAS PLENARIAS

en las que difícilmente se puede hallar un común denominador, salvo que ninguna de ellas tiene carácter universal.
Así, el término de organización regional aparece con frecuencia frente al de organización universal. Sin embargo,
la organización regional no agota el cupo de organizaciones que se colocan en las antípodas de la organización
universal.
23
Hay que señalar que, aunque en algunos supuestos la expresión “integración económica” se utiliza con rela-
ción a las organizaciones americanas en el mismo sentido que con relación a las europeas, lo normal, por el contra-
rio, es que por integración económica americana se entienda el movimiento que mediante distintos mecanismos
jurídico-económicos trata de favorecer los intercambios comerciales entre países americanos. Por lo tanto, no se
trata de una integración en el sentido europeo - con transferencia de competencias por parte de los Estados, crea-
ción de instituciones independientes, etc. - sino de algo muchos menos compulsivo que podrá sentar las bases de
una futura integración. Para una comparación en este sentido entre MERCOSUR y el Mercado Común Europeo,
A. MANGAS MARTÍN, “Unión Europea y MERCOSUR: Perspectiva jurídico-institucional y política”, Anuario
Argentino de Derecho Internacional 1996-1997, pp. 77 y ss.
24
Sobre esta materia, M. PÉREZ GONZALEZ, “Las organizaciones internacionales en América (II) y (III)”,
en M. DIEZ DE VELASCO, Las organizaciones Internacionales, 13 Ed. Tecnos, Madrid 2003, pp. 678 y ss.
25
Sobre los problemas que dificultaron la consolidación de la integración centroamericana en su primera épo-
ca, M. ORTEGA GÓMEZ, “Factores externos que han incidido en la integración centroamericana”, en XVIII
Jornadas de la AEPDIRI, Madrid 2000, pp.125 y ss.
26
Frecuentes cambios de gobiernos en los países miembros, incompatibilidades entre las políticas económicas
por ellos seguidas y un decepcionante reparto de los beneficios de la integración han sido consideradas las causas
principales de la crisis. Vid. R. VARGAS HIDALGO, “La crisis del Pacto Andino”, Revista de Política Interna-
cional, mayo-junio 1977, pp. 101 y ss.
27
El 14 de septiembre de 2004 se reunieron los ministros de los ocho países participantes por primera vez bajo
la nueva estructura de la OTCA, adoptando la “Declaración de Manaus” en la que se abordan los problemas de la
región relacionados con la seguridad (biopiratería, guerrilla y narcotráfico), el desarrollo social, el comercio, las
infraestructuras, la ciencia y la tecnología y la propiedad intelectual.
28
Revisado en 2001
29
Como antecedente de la Comunidad del Caribe puede citarse la constitución, en 1958, de la Federación de
las Islas Occidentales y la firma en Saint Johns, en Antigua, en 1969, del acuerdo que creó la Asociación de Libre
Comercio del Caribe de la que formaron parte Anguila, Antigua, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Guyana,
Jamaica, Montserrat, San Cristobal y Nieves, San Vicente, Santa Lucía y Trinidad y Tobago
30
Funcionan plenamente como instituciones derivadas de la Comunidad del Caribe el Instituto Meteorológico
del Caribe, la Organización Meteorológica del Caribe, el Instituto de Investigaciones Agrícolas del Caribe, el
Centro Regional para la Educación y Entrenamiento en veterinaria y Salud Animal y el Instituto de Alimentación y
Nutrición del Caribe, y como instituciones asociadas el Banco de Desarrollo del Caribe y la Organización de Esta-
dos del Caribe Oriental, formada esta última por Anguila, Antigua, Dominica, Granada, Islas Vírgenes Británicas,
Montserrat, San Cristobal y Nieves, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas.
31
Son miembros de pleno derecho Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Colombia, Costa Rica,
Cuba, Dominica, República Dominicana, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, México, Ni-
caragua, Panamá, San Cristobal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Surinam, Trinidad y Tobago
y Venezuela. Son miembros asociados Anguila, Islas Vírgenes Británicas, Islas Caimán, Montserrat, Islas Turcas
y Caicos, Antillas Holandesas, Aruba, Guadalupe, Martinica, Guyana Francesa y Bermudas. El Salvador goza de
un estatuto de observador.
32
De acuerdo con los datos proporcionados por el Secretariado de Integración Económica Centroamericana
(SIECA), http://www.sieca.org.gt
33
El 4 de julio de 2006 se firmó el Protocolo de adhesión por el que Venezuela entra a formar parte de
MERCOSUR.
34
También puede inducir a error la utilización, por parte del propio MERCOSUR y por algunos de sus hagió-
grafos de unos términos y de un vocabulario en general que es propio de las organizaciones de integración euro-
LA EVOLUCIÓN DEL REGIONALISMO EN EL CONTINENTE AMERICANO 88

peas pero que no responde todavía a la realidad americana. En este punto sigue siendo esclarecedor el artículo ya
citado de A. MANGAS MARTIN publicado en el Anuario Argentino de Derecho Internacional 1996-1997
35
Vid. A. MARTINEZ PUÑAL, “La solución de controversias en el Mercado Común del Sur: Ante un modelo
abierto y dinámico”, Anuario Argentino de Derecho Internacional 2000, pp. 53 y ss.
36
M. PÉREZ GONZALEZ, loc.cit.,p.731. Sobre aspectos recientes del MERCOSUR, J. PUEYO LOSA y
E.J. REY CARO (Coord.), Mercosur: Nuevos ámbitos y perspectivas en el desarrollo del proceso de integración,
USAL-Ciudad Argentina, Buenos Aires 2000
37
Vid. J.Y. GRENON, “L’accord de libre-échange nord-américain comparé à la Communauté Économique
Européenne”, Revue du Marché Commun nº 367, 1993, pp. 306 y ss.
38
Se forma de esta manera un nuevo bloque de Estados que supera los trescientos sesenta millones de habi-
tantes y tiene una superficie de casi dieciocho mil millones de kilómetros cuadrados, lo que supone el 45% de la
superficie del Continente americano. Su PIB se acerca al billón de dólares, lo que le colocaría en el cuarto lugar del
ranking mundial, aunque a distancia de los tres primeros: Unión Europea, NAFTA y Japón.
39
Declaración de Cuzco de 8 de diciembre de 2004.
40
Coincidimos en este punto con el contenido del ya citado trabajo de C.M. DIAZ BARRADO (“Iberoaméri-
ca ante los procesos....”) cuyo análisis seguimos sustancialmente en las siguientes líneas.
41
Vid. nuestro trabajo “La defensa de la democracia en América...”, loc. cit., pp. 357 y ss.
42
Vid. D. BONDIA GARCIA, “El compromiso de los Estados Miembros de la Comunidad Andina con el
mantenimiento del orden democrático. ¿Compromiso real o retórica?”, XVIII Jornadas de la AEPDIRI, Madrid
2000, pp. 111 y ss.
43
Creado mediante la conclusión del Tratado de La Paz de 1979 y modificado en 1997, en la IX Reunión del
Consejo Presidencial Andino, celebrada en Sucre, mediante la firma del Protocolo adicional al Tratado Constitu-
tivo del Parlamento Andino. Vid. R.BARROS, “Atribuciones del Parlamento Andino como órgano principal del
acuerdo de Cartagena y orientador del proceso de integración subregional, Integración Latinoamericana, 146-
147 (1989), pp. 16 y ss. Igualmente, “El compromiso de los países miembros de la Comunidad Andina con el
mantenimiento del orden democrático. ¿Compromiso real o retórica?”, en XVIII Jornadas de la AEPDIRI, Madrid
2000, pp. 11 y ss.
44
Creado por el Tratado de Asunción de 1991. Vid. M. PEREZ GONZALEZ, loc. cit., p.726
45
Su creación fue acordada en la Conferencia de Jefes de Gobierno celebrada en Grand Anse, Granada, en
1989. Vid. E. CONDE PÉREZ, “La Comunidad del Caribe: realidades y propósitos de futuro”, en XVIII Jornadas
de la AEPDIRI, Madrid 2000, pp. 135 y ss.
46
A.A. HERRERO DE LA FUENTE, “Hacia la creación de una zona de libre comercio Unión Europea-MER-
COSUR”, Revista Lusiada de Relaçoes Internacionais nº 2, 2001, pp. 37 y ss.
47
Todos los países americanos figuran al menos en dos proyectos de integración y algunos de ellos en cuatro o
incluso en cinco.
48
La OEA ha trabajado junto con el Banco Interamericano de Desarrollo y la CEPAL para apoyar la creación
del ALCA. Es más, las Cumbres de las Américas parecen dirigir a la OEA en materias tales como la protección
de la democracia y los derechos humanos - la Carta Democrática Interamericana tiene su origen en la segunda
Cumbre, celebrada en Quebec en abril de 2001 - la reducción de la pobreza, la igualdad de género, la seguridad
hemisférica o la participación de la sociedad civil.
49
Vid. C.M. DIAZ BARRADO y M.B. OLMOS GIUPPONI, “Características y dimensiones de la integración
hemisférica en el continente americano: El Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en Soberanía del
Estado y Derecho Internacional. Homenaje al Prof. J.A. Carrillo Salcedo, Universidades de Córdoba, Sevilla y
Málaga, Sevilla 2005, pp. 465 y ss.
50
Se duda de su carácter social, se le considera un proceso de regionalización “vertical” en el que Estados
Unidos desempeña un papel dominante y se pone de relieve, entre otras cosas, el alto coste que, al igual que Méxi-
89 PONENCIAS PLENARIAS

co dentro de NAFTA, van a tener que soportar los países menos desarrollados. Vid. C. ALZUGARAY TRETO,
“Nuevo regionalismo e integración regional en América Latina y el Caribe”, Cursos de Derecho Internacional y
Relaciones Internacionales de Vitoria-Gasteiz 2002, Servicio de Ediciones de la Universidad del País Vasco, pp.
46 y ss.
51
Se podría hablar también del proyecto “neobolivariano” propuesto recientemente por Cuba y Venezuela que
seguramente habrá encandilado a los partidarios de la economía del trueque.
52
Las relaciones entre Europa y América latina tardaron bastante en establecerse como consecuencia de di-
versas circunstancias, entre las cuales se pueden considerar como los más importantes las grandes diferencias
económicas y la tradicional falta de contactos entre los primeros seis Estados miembros de la Comunidad Europea
y la gran mayoría de los Estados americanos de habla española y portuguesa. Sin embargo, a partir de los años
setenta se estableció un diálogo formal que, tras pasar por diversas fases, experimentó un decisivo salto adelante a
raíz del ingreso en la Comunidad, en 1986, de dos países fuertemente vinculados a América - España y Portugal - y
como consecuencia del relanzamiento de la cooperación económica interamericana fruto de los cambios políticos
habidos en el conjunto de ese Continente. En los años setenta se firmaron los acuerdos llamados de primera gene-
ración con los paises de mayor potencial económico de América latino. Se trataba de acuerdos comerciales que, en
la década posterior, fueron sustituidos por acuerdos de cooperación - segunda generación - en los que la ayuda eu-
ropea al desarrollo revestía gran importancia, que sería aún mayor en los años noventa en los acuerdos de la tercera
generación. En ellos se contempla la liberalización comercial preferencial progresiva con carácter bilateral de
acuerdo con las normas de la OMC y también el diálogo político. La cuarta generación se inicia con los acuerdos
de asociación con México y Chile. A este periodo corresponde la “asociación estratégica Unión Europea-América
Latina y el inicio de las Cumbre Unión Europea-América Latina y el Caribe, la primera celebrada en 1999 en Rio
de Janeiro, la segunda en Madrid en 2002 y la tercera en Guadalajara (méxico) en 2004. En cuanto a las relaciones
de la Unión Europea con agrupaciones regionales es de destacar la que mantiene con MERCOSUR a partir de la
firma , en Guimaraes, en mayo 1992, de un Acuerdo de Cooperación Institucional y, en 1995, en Madrid, del hasta
ahora vigente Acuerdo Marco Interregional de Cooperación que entró en vigor en 1999. Las negociaciones que se
desarrollan desde entonces al objeto de alcanzar un acuerdo de asociación y establecer una zona de libre comercio
aún no han dado el resultado esperado. Se ha alegado que la Unión Europea ha perdido interés al tener que afrontar
cuestiones más acuciantes como consecuencia de la adhesión de los diez nuevos Miembros y, desde luego, está a
la espera de los resultados de las negociaciones multilaterales en las que la próxima ronda en Hong Kong puede ser
crucial. Vid. A. ANTON CORTÉS, “Las relaciones políticas de la Unión Europea con América Latina tras la pri-
mera Conferencia intergubernamental. Agenda y prioridades”, Revista CIDOB d’Afers Internacionals nº 54-55,
Noviembre 2001, pp. 23 y ss.; A.A. HERRERO DE LA FUENTE, “Hacia la creación de una zona...”, loc. cit., pp.
37 y ss.; J.A. OCAMPO y M.A. PARRA, “Las relaciones económicas entre América Latina y la Unión Europea”,
Revista CIDOB d’Afers Internacionals nº 54-55, Noviembre 2001, pp. 37 y ss.; J.A. SANAHUJA, “La tercera
Cumbre Unión Europea-América Latina y el Carive (Madrid,17 y 18 de mayo de 2002)- Luces y sombras del vícu-
lo euro-latinoamericano”, Revista Española de Derecho Internacional 2002, pp.181 y ss.; A. STUHLDREHER,
“Interregionalismo y gobernanza global. Apuntes posibles del eje UE-MERCOSUR”, Revista CIDOB d’Afers
Internacionals, nº60, Diciembre 2002-Enero 2003, pp. 119 y ss.
53
Las relaciones entre la Comunidad Andina y la Unión Europea tuvieron su base en el Acuerdo Marco de Co-
operación firmado en 1998 que sustituyó al Acuerdo de cooperación en matria de política económica y comercial
suscrito en 1983. En diciembre de 2003 la Union Europea firmó con la Comunidad Andina un acuerdo de los lla-
mados de “cuarta generación” y en la Reunión Ministerial Comunidad Andina-Unión Europea celebrada en mayo
de 2005 los ministros han mantenido el objetivo estratégico común fijado en la cumbre de Guadalajara - tercera
Cumbre Unión Europea-América Latina y el Caribe, mayo de 2004 - consistente en la celebración de un acuerdo
de asociación entre la Unión Europea y la Comunidad Andina y la creación de una zona de libre comercio. Con esa
finalidad ya se ha iniciado un ejercicio conjunto de evaluación de la integración económica regional a cuyo térmi-
no, previsto para finales de 2005, se iniciarán las negociaciones.
54
Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá
Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Ecuador, Guatemala, Honduras,
55

México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela


56
Con ambos países tiene firmados la Unión Europea acuerdos de asociación y libre comercio.
LA EVOLUCIÓN DEL REGIONALISMO EN EL CONTINENTE AMERICANO 90

57
China es el segundo mayor mercado al que van las exportaciones brsaileñas. El intercambio comercial en
2003 entre ambos países sacendió a 6.680 millones de dólares.
58
Vid. A. VAN KLAVEREN, “América Latina: Hacia un regionalismo abierto”, Estudios Internacionales, nº
117, enero-marzo 1997, pp. 67 y ss
59
J. IBAÑEZ, “El nuevo regionalismo americano en los años noventa”, XVIII Jornadas de la AEPDIRI , Ma-
drid 2000, p. 330.
91 PONENCIAS PLENARIAS

EL LÉXICO ANTILLANO EN EL DICCIONARIO ACADÉMICO.

Dra. María Vaquero


(Universidad de Puerto Rico)

0. Introducción:
0.1. La presencia del léxico dialectal en el último DME (2001), con las perspectivas
de seguir aumentando las marcas y enmiendas en las futuras ediciones académicas, es
el resultado de una largo camino en la historia de la lexicografía española. Debemos a
Manuel Alvar Ezquerra un riguroso estudio1 sobre la voces regionales en los diccionarios
hispánicos, al cual los remito, con datos importantes sobre los repertorios y lexicógrafos
más significativos, y sobre la atención que dieron al léxico regional, cada uno según el
ideario lingüístico de la época: Nebrija, el segoviano Andrés Laguna2 (1555), el aragonés
Palmireno (1569), Covarrubias en el XVII, el primer repertorio académico del XVIII
y,más tarde, Vicente Salvá con su Nuevo diccionario de la lengua castellana3, repertorio
que ilustra la actitud favorable del siglo XIX hacia las voces americanas, con el despertar
de la conciencia de lo propio y por tanto, de 1o que sea o no americanismo lingüístico4.
Y es que Salvá, además de la crítica constructiva que hace a muchas de las deficiencias
de los diccionarios académicos (la falta de actualidad en las definiciones, por ejemplo)
señalaba precisamente el desconocimiento que tenía la Academia del español americano
y filipino, y es, como dice Seco “el primero que llama la atención sobre este vacío y que
acude a remediarlo”5. Desconfiando, incluso, de la objetividad académica, Salvá quiso
obtener materiales a partir de fuentes directas, aunque sin mucho éxito y tuvo que acabar
por aceptar las realidades, conformarse con fuentes impresas y seguir con las deficien-
cias que tanto lamentaba. A principios del XX , sin embargo, aparece ya el primer diccio-
nario académico que se identifica como “de la Lengua Española” (15ª edición, de 1925),
frente a “castellana”6, que era como se había identificado, con lo cual la Corporación
hace explícita la voluntad de atender todas la modalidades regionales de la lengua, y sus
voces no castizas.
0.2. Hay que recordar que la Real Academia Española se interesó desde el principio en
las variedades dialectales del español. En su Reglamento de 1861, ya incluía la intención de:
“adquirir por diligencia de sus individuos de número, y de los Correspondientes, el
mayor caudal posible de voces, locuciones y frases de uso particular en las provincias
españolas y en los Estados hispanoamericanos, para comprender cuanto antes, y lle-
var a cabo, el más completo diccionario de provincialismos que lesea dado publicar”7.
EL LÉXICO ANTILLANO EN EL DICCIONARIO ACADÉMICO 92

Lamentablemente, esto no podía ser posible al margen de la dialectología científica,


muy lejana en aquellos años, pero baste tener presente que la Academia pensó siempre
en allegar provincialismos, desde los primeros días de su constitución. Recordemos otro
dato a favor de cuanto vengo diciendo: aunque sus modelos fueron el Diccionario de
la Academia Francesa (1694) y el de la Accademia della Crusca en su tercera edición,
(1691), recordemos que estos diccionarios habían registrado respectivamente el uso edu-
cado de París y el de los clásicos florentinos y, por tanto, no tuvieron en cuenta las formas
ajenas a estos ámbitos. El Diccionario de Autoridades, además de tener en cuenta el cri-
terio de “autoridad”, como aquellos, incorporó voces regionales, con todas las deficien-
cias que se quiera. También es verdad que estas intenciones y criterios chocan de alguna
manera con lo que se puede esperar de un “diccionario de la lengua”, como se espera sea
el académico. Pero este es otro asunto, bastante polémico, en el que no vamos a entrar.
0.3. Para terminar con este apunte histórico, Aurora Salvador8 ha encontrado en la pri-
mera obra lexicográfica académica, Diccionario de Autoridades, 1400 voces con loca-
lización geográfica. 3,7% del total de 37.5009, y, de éstas, 127 son americanismos (Las
cifras pueden variar; otro estudioso10 encuentra 168). Los números más altos pertenecen
a la Nueva España (15) y al Perú (13). Si ahora vamos a las dos últimas ediciones, pa-
sando por alto una larga serie intermedia, podremos ver que en 1992 hay 10.908 marcas
dialectales hispanoamericanas, con referencia a todos los países, y en 2001 hay 26.299.
La variación entre estas dos últimas ediciones es de 15.391, una cifra muy considerable a
favor de lo dialectal hispanoamericano.
0.4. Con la marca Ant., el último Diccionario académico registra, no solo las palabras
que considera propias de esta región hispánica, sino las acepciones o significados espe-
ciales con que se usan en estos territorios otras muchas palabras del idioma. El léxico de
cualquier territorio hispánico suele mostrar una gran riqueza de significados particula-
res, y, en este sentido, el Diccionario académico es una de las pocas obras lexicográficas
actuales que, con todos los desfases inherentes a un idioma tan extendido como el nues-
tro, incorpora y revisa continuamente las acepciones geográficas con altos índices de uso
local, de acuerdo con lo propuesto periódicamente por las Academias de la Lengua.
0.5. A partir de las acepciones recogidas en la vigésima segunda edición del DRAE
(2001) con la marca diatópica Ant. (Antillas), este trabajo se propone identificar algunas
tendencias léxicas antillanas, según los datos ofrecidos en dicha fuente, al compararlos
con los de la edición anterior (1992).
0.6. La comparación, teniendo en cuenta formas simples y complejas, permite identi-
ficar, en la edición de 2001, y respecto a la de l992, las unidades ausentes, las mantenidas
sin cambios en la extensión geográfrca,las extendidas y las reducidas diatópicamente,
las añadidas, las que han recibido enmiendas a las acepciones o las que ofrecen algún
otro tipo de comportamiento.
0.7. Si bien los datos obtenidos responden a lo presentado en las fuentes, no siempre
fieles a la realidad viva, confirman el esfuerzo del Diccionario académico para refle-
jar, con los materiales disponibles, el dinamismo de la lengua. Son, además, testimonio
del interés académico en seguir perfeccionando el registro del léxico vivo en los usos
93 PONENCIAS PLENARIAS

regionales, y, asimismo, facilitan la labor de los lexicógrafos al identificar acepciones


concretas que necesitan someterse a investigación de campo antes de proponer, en el
futuro, cambios de marca geográfica o modificaciones semánticas. Los datos, aunque
provisionales, permiten además acercarse a los procesos en marcha del léxico hispiínico,
en cuanto a la retirada o a la difusión de determinados tipos de palabras.
0.8. Lo aquí presentado es el primer acercamiento léxico a la región antillana desde
este punto de vista, como referencia paru aplicar después el mismo procedimiento a cada
uno de los tres territorios hispránicos de la zona: Cuba, Puerto Rico y la República Do-
minicana. Es por tanto la primera parte de un trabajo lexicográfico-dialectal mucho mas
amplio y complejo.

1. Datos generales
1.1. La vigésima segunda edición del DRAE (2001), ofrece 114 marcas de Antillas,
Ant. (APÉNDICE A). El rastreo de estas 114 acepciones, en la edición de 1992 permitió
identificar los cambios y tipos de procesos experimentados respecto a estas 114 unida-
des, entre una y otra edición, en cuanto a la posibilidad de su mantenimiento sin alte-
ración geográfica, los cambios en la extensión o reducción diatópicas (tanto dentro de
las Antillas como en el Continente), la adición y supresión de artículos y acepciones, la
ausencia de marca en l992, las sustituciones de marcas, las marcas indirectas y el caso
especial de la voz central’ ingenio de azucar’ .
1.2. De acuerdo con todas estas posibilidades, el número total de unidades conside-
radas fue de 138. El CUADRO 1 recoge estos datos generales, teniendo en cuenta los
procesos citados.
CUADRO 1.
TOTAL DE UNIDADES CONSIDERADAS. SIMPLES/COMPLEJAS
EL LÉXICO ANTILLANO EN EL DICCIONARIO ACADÉMICO 94

La revisión de estos datos nos permite identificar la gran movilidad del léxico an-
tillano, según la refleja el DRAE. Es cierto que el porcentaje mayor corresponde a las
unidades que se mantienen sin alterar su extensión diatópica, con un 31,16 %, perohay
que destacar Ia mayoría significativa de acepciones, cerca del 70%, con cambios im-
portantes, sobre todo en expansión geográfica, que alcanzan al 26,81 % de las unidades,
seguidas de las que se reducen, 18,84 %. Si tenemos en cuenta, además, las 17 adiciones
en 2001 (l2,3l%), podemos afirmar que el léxico antillano ofrece cambios significativos
en el inventario del último DRAE, inventario que sin duda habrá que seguir investigando
en las futuras ediciones.
1.3. Por su parte, las 114 unidades base de la comparación, marcadas Ant. en 2001, se
distribuyen según se ofrecen en el CUADRO 2.

CUADRO 2
UNIDADES CON MARCA Ant. EN 2001
95 PONENCIAS PLENARIAS

Los datos recogidos en el CUADRO 2, naturalmente, no recogen a) las unidades su-


primidas en 2001 (2); b) las que han dejado de ser antillanas (convertidas en americanis-
mos (2), o reducidas dentro de las Antillas a uno o dos territorios antillanos (17), ni c) los
especiales (caso de central, y de las dos marcas indirectas).
1.4. De estas 114 unidades, un número considerable (46) experimenta enmiendas a la
acepción, lo cual representa un tipo de revisión y de corrección lexicográfrca muy cuida-
doso. La mayoría de las enmiendas a la acepción conesponde a unidades que se mantie-
nen sin cambios en la extensión diatópica. El CUADRO 3. ofrece estos datos.
CUADRO 3.
UNIDADES CONSIDERADAS EN LAS DOS EDICIONES
ENMIENDAS A LA ACEPCIÓN
EL LÉXICO ANTILLANO EN EL DICCIONARIO ACADÉMICO 96

2. Datos particulares: interpretación cuantitativa.


2.1. Acepciones marcadas Ant. que se mantienen en los mismos territorios. (43)
2.1.1. Las acepciones que se mantienen sin cambios de extensión (43) son las
más numerosas y representan el 31,16% de la totalidad de formas consideradas. Forman
un conjunto de formas estables, con altos índices de uso en la zona (entre otras, agallu-
do, fajazo, fañoso, guagua, isleño, maraca, rumba o yagua). (APÉNDICE A: Lista de
acepciones que se mantienen sin cambios de extensión).
2.2. Acepciones que se han extendido (37)
Las acepciones que se han extendido son 37, y representan el 26,8l % de la totalidad
De estas, las más numerosas han sido las extendidas dentro de las mismas Antillas (20:
54,05%), que, por tanto, en 1992 tenían marcas de uno o de dos territorios antillanos,
como: baba1.4. Ant, palabrería, bachata. f. Ant., juerga (_jolgorio); chévere. Adj. l. Pri-
moroso, gracioso, bonito, gallego. 4. Persona nacida en España ...; o salado. 4. desafor-
tunado (_sin fortuna). En dos casos, la acepción se ha hecho Am. : bembón, na. (de
bembo), adj. Am. Dicho de una persona: bezuda. y guayaba. 3. coloq. Am. Mentira, em-
buste. Las que ya eran antillanas y ahora añaden marcas de otros países del continente,
son 15, el 40.54% de las extendidas. (APÉNDICE B: Lista de acepciones que se han
extendido diatópicamente).
2.3. Acepciones que se reducen (26)
Las 26 acepciones que se reducen representan el 18,84% de la totalidad. De estas, las
más numerosas vuelven a ser las que, en la reducción, dejan de ser antillanas y aparecen
con marca de uno o de dos territorios; son 17 y representan el 65,38 % de las reducidas.
Una de ellas, (arepa. Tortilla de pan circular...) deja de estar marcada Am.y se reduce alas
Ant., Col. y Ven., Las ocho restantes, 30,76 %, se han reducido en el continente. (APÉN-
DICE C: Lista de acepciones que se reducen diatópicamente).
2.4. Acepciones sin marca en 1992 que aparecen como Ant. en 2001 (8)
Ocho acepciones con marca Ant. en 200l, aparecían sin marca en la edición anterior,
lo cual representa el 5,80% de la totalidad de acepciones consideradas. (APÉNDICE D:
Lista de acepcciones sin marca en 1992).
2.5. Adiciones, supresiones, sustituciones, marcas indirectas y caso especial
En 2001 se registran 17 adiciones con la marca Ant., lo cual representa el l2,33%;
dos supresiones (1,45%); dos sustituciones (1,45%); dos marcas indirectas (1,45%) y
un caso especial que comentaré más adelante (0,72%). (Véase APÉNDICE E: Lista de
adiciones, supresiones, sustitucionesr marcas indirectas y caso especial).
El CUADRO 4 recoge estos datos.
97 PONENCIAS PLENARIAS

CUADRO 4
TOTAL DE UNIDADES CONSIDERADAS. PORCENTAJES

3. Interpretación cualitativa
3.1. La investigación del léxico antillano en el DRAE, además de ofrecer la posibi-
lidad de acercamiento a la extensión y retirada diatópicas de los significados, permite
identificar los componentes básicos de este léxico dialectal y cuacterizarlo teniendo en
cuenta sus rasgos más importantes.
EL LÉXICO ANTILLANO EN EL DICCIONARIO ACADÉMICO 98

3.2. Si consideramos el conjunto de artículos a los cuales pertenecen las 138 acep-
ciones estudiadas, podemos observar que se refieren a las siguientes clases de rímbitos
léxicos: indigenismos, afronegrismos, canarismos, anglicismos y voces patrimoniales
sometidas a diferentes tipos de adaptaciones, morfológicas o semánticas.
3.3. Lo propiamente antillano, y esto confirma resultados allegados por investigacio-
nes anteriores sobre estos territorios11, descansa en las creaciones y en las adaptaciones
semánticas, a partir del léxico patrimonial. Un 50,73 % delas acepciones pertenecen a
este tipo de voces, frente al 49,27 % restante, distribuido entre indigenismos, afronegris-
mos, canarismos y anglicismos. Es la misma lengua, en reciclaje constante de formas y
de significados, la fuente inagotable del caudaléxico-dialectal de la zona.
3.3.1. Estas creaciones y adaptaciones están presentes en todos los grupos de
acepciones (entre las que se mantienen sin cambios, las que se extienden, las que se re-
ducen, etc.), y representan más de la mitad, (el 52,94 %), de las que se han añadido en la
edición de 2001. Son numerosas, además, en el grupo más estable de unidades, el que se
mantiene sin cambios de extensión geográfica (donde alcanzan el 48,23%), y vuelven a
ser significativas entre las acepciones que se han extendido al continente (con un 65%)
y entre las que se han extendido dentro de las mismas Antillas (65%). Son casos como
los de agalludo por ‘avariento’, aplatanarse por ‘acriollarse un extranjero o adopar las
costumbres del país’, baba por ‘palabrería’, botella por ‘empleo de poco esfuerzo y bue-
na remuneración’, buchipluma para designar al ‘que promete y no cumple’, fajar por
‘trabajar’ y fajazo por ‘embestida’, motete por ‘lío, envoltorio, de ropa’, parejero por
‘vanidoso’, salado por ‘desaforfunado’, o tostón por ‘rodaja de plátano verde’.
3.4. A las adaptaciones y creaciones les siguen los indigenismos, con casi el 40% de
acepciones específicas, presentes también en todos los grupos.
3.4.1. Si bien la presencia de indigenismos es significativa en las unidades com-
partidas por los tres territorios, es importante señalar que algunos de estos indigenismos
pertenecen a los llamados “indigenismos arqueológicos”, referidos a seres y cosas del
pasado histórico12: son casos como areito ‘canto y baile indígenas’, behíque/bohíque
‘sacerdote y médico entre los indios taínos’, coa1 ‘palo aguzado usado por los indios en
la labranza’, o conuco ‘porción de tierra que los indios dedicaban al cultivo’. En otros
casos, son formas derivadas de una misma raíz (manigua, manigual, manigüero). Y
entre las acepciones que se reducen en extensión, están arepa, ‘especie de pan de forma
circular’, carite ‘pez’, guanín ‘oro de baja ley’, guasca ‘ramal de cuero, cuerda o soga,
que sirve de rienda o látigo’, jaiba ‘persona astuta’, jaibería ‘astucia’, jobillo ‘jobo’.
Las dos supresiones son indigenismos, guácima ‘árbol silvestre’, y guaba2 ‘araña pelu-
da especie de tarántula’.
3.5. La acepciones referidas a afronegrismos son escasas (8, para un insignificante
5,80%) y en esto los materiales del DRAE también están de acuerdo con los datos recogi-
dos en las investigaciones dialectales de campo13. Entre las acepciones que se mantienen
sin cambios, aparece el también arqueológico taita ‘tratamiento que suele [sic] darse a
los negros ancianos’, y grifo ‘persona de pelo ensortijado’. Un afronegrismo, bembón.
(Dicho de una persona: bezuda), se ha convertido en Am., y tres se han extendido en den-
99 PONENCIAS PLENARIAS

tro de las Antillas: bachata ‘juerga’, bembo ‘bezo, especialmente el del negro bozal’, y
chévere ‘primoroso, gracioso, bonito’.
3.6. Los datos nos ofrecen cuatro canarismos, para un 2,89 %: dos se mantienen sin
cambios en la extensión diatópica: fañoso, sa, ‘que habla con una pronunciación nasal
oscura’, y gambado ‘patizambo’ , voz de origen portugués. En el Continente se extiende
la acepción 2. de gofio ‘plato de comida que se hace con harina muy fina de maíz tosta-
do’, y, dentro de las Antillas, se extiende la acepción 1. ‘harina gruesa de maíz’ .
3.7. Dos acepciones recoge el DRAE con la marca Ant. para el anglicismo cloche: 2.
embrague (_pedal), adición de 2001, y otra extendida dentro de las Antillas: cloche: 1.
embrague (_mecanismo).

4. Conclusiones
4.1. A partir de las ll4 acepciones recogidas en la vigésima segunda edición del DRAE
(2001) con la marca diatópica Ant., ha sido posible rastrear una serie de cambios signi-
ficativos en este léxico, al compararlo con el registrado en 1992. El total de unidades
consideradas, teniendo en cuenta las presencias/ausencias en ambas ediciones ha sido de
138, 135 simples y 3 complejas.
4.2. En este número total se incluyen 2 acepciones que se han hecho americanismos, 8
que no tenían marca, 2 con marcas indirectas (guineo y marañón), y un caso especial, el
de central, que necesita revisión de las acepciones l0 y 1l.
4.3. Los datos más significativos tienen que ver con los procesos de expansión: el 31%
se mantienen igual, el 26,8l % delas acepciones se extienden y el 18,847 % se reducen.
4.4. Es importante señalar que, de las acepciones que se extienden, más de la mitad
(54,05%) se han extendido dentro de las Antillas, es decir, se han hecho antillanas, pues-
to que en 1992 se registraban con marca de uno o dos de sus territorios. Sólo 2 se hacen
americanismos pero el 40 % se extiende por el Continente.
4.5. El l8,84 % se reduce diatópicamente, y de éstas, más de la mitad se reducen dentro
de las mismas Antillas.
4.6. La edición de 2001 registra 17 adiciones (12,33 % del total considerado), y 46
acepciones han experimentado enmiendas.
4.7. El componente básico de este léxico corresponde a las adaptaciones o creaciones
regionales, a partir del léxico patrimonial, y representa más de la mitad de las adiciones
de 2001. Siguen los indigenismos, con un número considerable de los llamados “arqueo-
lógicos” y su escasa tendencia a la extensión diatópica. La mayoría pertenece al grupo de
las unidades que se mantienen sin cambios de extensión; se trata de voces locales, arrai-
gadas en la zona, sin tendencias expansivas.
4.8. Escasos son también los afronegrismos, 5,8 % del total.
4.9. Se puede afirmar que el léxico antillano, según aparece en el último Dicciona-
rio académico, ha experimentado una serie de revisiones significativas en las últimas
EL LÉXICO ANTILLANO EN EL DICCIONARIO ACADÉMICO 100

décadas, y que sus datos, si bien necesitan seguir afinándose, son sin duda confiables a
la hora de trazar tendencias de posibles expansiones y retiradas. Estos datos demuestran
además, con todas las limitaciones que se quiera, que el DRAE revisa periódicamente sus
materiales y que es fiel a su preocupación secular por el léxico dialetal.

Apéndice A
Lista de acepciones sin cambios de extensión geográfica (43)
agalludo, da. adj.2. Am. Mer., Ant. Ambicioso, avariento.
behíque. m. l. Ant. Sacerdote y médico entre los indios taínos [Enmienda a la acep-
ción]
bohíque. m. l. Ant. Sacerdote y médico entre los indios taínos [Sustituye remisión por
acepción]
botaina. f. l. Ant. y Col. Botana, vaina que se coloca sobre los espolones de los gallos.
[Enmienda a la acepción]
buche1. - y pluma. loc. Ant. buchipluma.
coa1. f. l. Ant. Palo aguzado que los indios taínos usaban en la labranza para abrir ho-
yos en los conucos.
conuco. m. l. Ant. Porción de tierra que los indios taínos dedicaban al cultivo. [lntegra
las tres marcas antillanas]
cundeamor. m. cundiamor.
cundiamor. m. 1. Ant. y Ven. Planta trepadora de la familia de las cucurbitácas de flo-
res en forma de jazmines y frutos amarillos, que contienen semillas muy rojas. Momor-
dica Charantia [Añade clasificación científica]
dajao. m. l. Ant. Pez de río, muy común y gato al paladar. Tiene unos treinta centíme-
tros de largo, el lomo oscuro y el vientre plateado, escamas comunes y cola ahorquillada.
[Añade clasificación científica]
embejucar. tr. Ant., Col. y Ven. Cubrir o envolver con bejucos. [Suprime marca PR]
fajazo. m. Ant. l. Embestida, acometida.
fañoso, sa. adj. 1. Can y Ven. Que habla con una pronunciación nasal oscura. [Integra
las tres marcas antillanas]
gambado, da. adj. Ant. I. Patizambo. [Enmienda a la acepción]
grajo. 2. Ant., Col., Ecuad. y Perú. sobaquina. [Enmienda a la acepción. Integra las
tres marcas antillanas]
grifo. 2. Ant. Dicho de una persona: De pelo ensortijado que indica mezcla de las ra-
zas blanca y negra. U. t. c. s. [Enmienda a la acepción]
grifo1. 2. Ant. Dícese de la persona cuyo pelo ensortijado indica mezcla de las razas
blanca y negra.
101 PONENCIAS PLENARIAS

guabá. m. l. Ant. Araña peluda, de color oscuro o encamado, cuya picadura es muy
dolorosa. Phrynus palmatus [Enmienda a la acepción. Añade clasificación científica]
guaicán. m. l. Ant. rémora (pez acantopterigio). [enmienda a la acepción]
guagua1. f. 2. Can. y Ant.Vehículo automotor que presta servicio urbano o interurba-
no en un itinerario fijo. [Enmienda a la acepción. Integra las tres marcas antillanas]
guanajo. m. t. Ant. Especie de pavo.
guardarraya. f. l. Ant. Linde de una heredad.
guayo2. m. l. Ant. Rallador.
güira. f. 1. Ant. Árbol tropical de la familia de las Bignoniáceas, de cuatro a cinco
metros de altura, con tronco torcido y copa clara. Tiene hojas sentadas, opuestas, grandes
y acorazonadas, flores axilares, blanquecinas, de mal olor, fruto globoso o alargado y de
diversos tamaños según las subespecies, de corteza dura y blanquecina, llena de pulpa
blanca con semillas negras, del cual, serrado en dos partes iguales, hacen los campesinos
de América tazas, platol, jofainas, etc. Crescentia cujete. [Añade clasificación científica]
isleño, ña. adj. l. Ant. y ven. Inmigrante procedente de las Islas Canarias. [Integra las
tres marcas antillas]
macanear. tr. 1. Ant. Golpear con la macana2. [Integra las tres marcas antillanas]
manigua. 2. Ant. Conjunto espeso de hierbas y arbustos tropicales. [Enmienda a la
acepción]
manigual. m. l. Ant. Terreno poblado de manigua (conjunto de hierbas y arbustos).
[Enmienda a la acepción]
manigüero. adj. 1. Ant. Perteneciente o relativo a la manigua (conjunto de hierbas y
arbustos). [Enmienda a la acepción]
manigüero. 2. Ant. Dicho de una persona: Que habita en un manigual. U. t. c. s. [En-
mienda a la acepción]
maraca. f. Ant. Sonajero.
mosto. m. 2. Ant. Residuo fétido del zumo de la caña de azucar.
pailero, ra. m. y f. 2. Ant., C. Rica, Méx., Nic. y Ven. Persona que maneja las pailas en
los ingenios de azúcar o en las fábricas de sal.
pesor. m. l. And., Amér. Central, y Ant. pesantez. [Enmienda a la acepción]
quimbámbaras, en las loc. adv. pl. l. Ant. en las quimbambas. [Enmienda en el lema:
se hace loc.adv]
rasqueta. 2. Am. Mer. y Ant. almohaza. [Enmienda a la acepción] .
regalía. 6. Am. Cen., Ant. y Cot. regalo (dádiva). [Enmienda a la acepción].
rumba. f. l. Ant. Francachela, parranda.
taita. m. 3. Ant. Tratamiento que suele darse a los negros ancianos.
tajá. f. Ant. Especia de pájaro carpintero.
EL LÉXICO ANTILLANO EN EL DICCIONARIO ACADÉMICO 102

tejamaní. Ant. tejamanil


vivijagua. f. l. Ant. bibijagua. [Enmienda a la acepción].
yagua. f. 2. Ant. Tejido fibroso que rodea la parte superior y más tierna del tronco de.la
palma real, del cual se deprendé naturalmente todas las lunaciones y slrve para varios
usos y especialmente para envolver tabaco en rama.

Apéndice B
Acepciones que se han extendido diatópicamente
Se han extendido como Am. en 2001(2)
bembón, na. (de bembo), adj. Am. Dicho de una persona: bezuda. (Enmienda a la
acepción)
guayaba. 3. coloq. Am. Mentira, embuste.
Se han extendido en 2001 a otros países del Continente. (15)
anamú. m. 1. Ant., Col. y Ven. Planta silvestre de la familia de las Fitolacáceas, que
crece hasta unos nueve decímetros de alto, con ramas divergentes, hojas parecidas a las
del solano y flores blancas de ocho estambres en largas espigas. La planta huele a ajo y lo
mismo la leche de las vacas que la comen. Petiveria alliacea [Añade Col. Añade clasifi-
cación científica).
bijao. m. 1, Ant., Col., Ecuad., Hond., Pan. y Ven. Planta de lugares cálidos y húme-
dos, de hojas similares a las del plátano, largas hasta de un metro, que se usan para en-
volver especialmente alimentos, así como para fabricar techos rusticos. Heliconia bihai
[Añade Ecuad. y Hond]
buchipluma. adj. 1. despect. Ant. y Ven. Dicho de una persona: Que promete y no
cumple, o que se las echa de algo sin poder hacerlo. U. t. c. s. [Añade Ven. Enmienda a la
acepción]
buchipluma. v. 3. Ant. y Ven. Dicho o hecho sin valor o sin sustancia. [Añade Ven.
Enmienda a la acepción]
dominico. 3. Ant., Ecuad., El Salv., Méx., Pan., Perú y Ven. Se dice de una especie de
plátano de tamaño pequeño. U. t. c. s. m. [Añade El Salv.,]
embromar . 4. Am. Mer., Ant. y Mex. Fastidiar, molestar. U. t. c. prnl. [Integra marcas
en Ant., y en Am. Mer. Añade Col..]
gofio. 2. Ant. y Ur. Plato de comida que se hace con harina muy fina de maíz tostado y
azúcar. [Añade Ur. Suprime Cuba y P. Rico, ya incluidas incluidas en Ant; eran innece-
sarias]
guabina. f. l. Ant., Cot., El Salv., Hond. y Ven. Pez de río, de carne suave y gustosa,
con cuerpo mucilaginoso, algo cilíndrico y cabeza obtusa. Eleotris pisonis [Añade El
Salv. y Hond. Añade clasificación científica]
103 PONENCIAS PLENARIAS

güiro1. 2. Ant., C. Rica y Méx. Instrumento musical popular que tiene como caja una
calabaza de güiro. [Añade C. Rica y Méx.]
ñapa. f. l. Am. Mer. y Ant. añadidura. [Integra las tres marcas en Ant.; Suprime todos
los países de Am. Cent, separados; Añade Am. Mer. Enmienda a la acepción]
sábila. f. l. Ant., Hond., Méx. y Ven. áloe ([planta liliácea). [Enmienda a la acepción.
Añade Méx. y Ven. Suprime Col. y Perú].
sabrosura. f. l. Am. Cen., Ant., Ecuad., Méx. y Ven. Cualidad de sabroso. [Añade Am.
Cen., Ecuad., Méx. y Ven. lntegra tres marcas en Ant.)
tumba2. 4. Ant., Col. y Ven. Acción y efecto de tumbar (talar árboles). [Enmienda a la
acepción. Añade Ven.]
vianda. 3. Ant. y C. Rica. Frutos y tubérculos comestibles que se sirven guisados, co-
mo el ñame, la malanga, el plátano, etc. [Añade C. Rica]
zábila. f. l. Ant., Col., Ecuad., Hond., Méx., Nic., Perú y Ven. áloe (planta liliácea).
[Añade Ecuad., Hond.,Méx., Nic. y Ven.]
Se han extendido dentro de las Antillas, marcadas como de dos países antillanos
en el 92 (Se han hecho antillanas en 2001). (20)
baba1. 4. Ant. palabrería. [Era de P. Rico y Sto. Dom. Enmienda a la acepción]
bachata. f. l. Ant. juerga (jolgorio). [Era de Cuba y P. Rico. Enmienda a la acepción]
bembo. m. 3. Ant. y Ecuad. Bezo, especialmente el del negro bozal. [Era de Cuba y P.
Rico]
chévere. adj. 1. Ant., Ecuad., Hond., Méx., Pan. y Perú. Primoroso, gracioso, bonito,
elegante, agradable. [Se ha extendido dentro de Antillas, se ha hecho antillana, y se ha
extendido en el continente, en Hond., Méx. y Pan. Sólo estaba en Ant., en P. Rico.]14
chivatear. tr. 1. Ant., Bol. y Col. Acusar, delatar, soplonear. [Era de Cuba y P. Rico.
Añade Bol.]
cloche. m. l. Ant., Col. y Ven. embrague (mecanismo). [Era de P. Rico y Sto. Domingo]
derriscar. tr. l. Can. y Ant. despeñar. U. t. c. prnl. [Era de Cuba y P. Rico]
embromar. 5. Am. Mer. y Ant. Perjudicar, ocasionar un daño moral o material. U. t. c.
prnl. [Estaba en P. Rico y Sto. Dom. Agrupa países e integra marcas].
endrogarse. 2. Ant. y Ven. drogarse (hacer uso de drogas). [Era de P. Rico y Sto. Dom.
Añade Ven. Enmienda a la acepción]
entronque.2, Ant. y Méx. Acción y efecto de entroncar (empalmar). [Era de Cuba y
P.Rico. Enmienda a la acepción. Añade Méx.]
fajar. 12. Am. Cen., Ant. y Ven.Trabajar, dedicarse intensamente a un trabajo. [Era de
P. Rico y Sto. Dom. Se extiende también a Ven y a Am. Cen]
gallego. 4. Ant., Arg., Col. y Ur. Dicho de una persona: Nacida en España o de ascen-
dencia española. U. t. c. S. (Era de P. Rico. Añade Col. y Ur. Enmienda a la acepción).
EL LÉXICO ANTILLANO EN EL DICCIONARIO ACADÉMICO 104

gofio. M. l. Can., Ant., Arg., C. Rica y Ur. Harina gruesa de maíz, trigo o cebada tosta-
dos, a veces azucarada. [Era de Cuba y Puerto Rico. Quita Bol. y Ecuad. y añade C.Rica
y Ur. Enmienda a la acepción.]
guacal. m. l. Can., Ant., Col., Ecuad., Hond., Méx. y Ven. Especie de cesta o jaula
formada de varillas de madera, que se utiliza para el transporte de loza, cristal, frutas, etc.
[Nota explicativa: se hace Ant. pero no era de ningún país antillano. Se extendió también
a Ecuad. y Méx.]
huacal. m. l. Am. Cen., Ant., Col., Ecuad., Méx. y Ven. guacal. (Se ha hecho Antillas, sin
ser de ningún país antillano; se registra en los mismos países que la anterior. Nota explica-
tiva: pero se incluye aquí también porque no era antillana, se hace y extiende a otros.]
motete2. m. l. Am. Cen. y Ant. Lío de ropa, envoltorio. [Integra países en Am. Cen. Era
de P. Rico y R.Dom. Enmienda a la acepción]
parejero. 4. Ant. y Ven. Vanidoso, presumido, jaquetón. U. t. c. s. [Se hace Ant; Era P.
Rico y Sto. Dom. Enmienda a acepción]
pato1. 3. Ant., Nic. y Ven. Hombre afeminado. [Era de Cuba y P. Rico. Añade Nic.)
salado. 4, Am. Cen., Ant., Ecuad., Perú y Ven. desafortunado (sin fortuna). [Era de
Cuba y P. Rico. Enmienda a la acepción]
sicote. m. l. Ant. Cochambre del cuerpo humano, especialmente de los pies, mezclada
con el sudor. [Era de Cuba y P. Rico. Elimina Vizc.]

Apéndice C
Lista de acepciones que se reducen diatópicamente.
Era Am. y se reducen a Ant., Col., Ven. (1)
arepa. f. l. Ant., Col. y Ven. Especie de pan de forma circular, hecho con maíz ablanda-
do a fuego lento y luego molido, o con harina demaíz precocida, que se cocina sobre un
budare o una plancha. [Se hace Ant.]
Se reducen en el Continente y siguen siendo Ant. (8)
abacora. f. l. Ant. albacora2. [Suprime Ven.]
abacorar. 2. Ant. Hostigar, perseguir. [Se ha reducido a las Antillas; era Ant. y Ven].
hico. m. l. Ant., Col y Ven. Cada una de las cuerdas que sostienen la hamaca. [Suprime
Pan.]
hico. 2. Ant., Col y Ven. Cuerda, Soga. [Suprime Pan. Se interpreta, “por extensión”
en 1992 como “válido para los mismos países”]
güiro1. m. l. Am. Cen., Ant., Col. y Méx. Planta que da por fruto una calabaza de corte-
za dura y amarilla cuando se seca. Lagenaria siceraria [suprime Ecuad. y Ven.]
manganzón. adj. l. Ant., Col., Ecuad., Hond., Perú y Ven. holgazán. [Suprime Am.
Cen.; añade Hond. Enmienda la acepción]
105 PONENCIAS PLENARIAS

molote. m. l. Am. Cen., Ant. y Col. monote (riña, alboroto). [Suprime Méx. Enmienda
a la acepción]
pringamoza. f. 1. Ant., Col. y Guat. Arbusto de la familia de las Euforbiáceas, cubier-
to de una pelusa urticante, con hojas alternas, dentadas y pecioladas, flores monoicas
y apétalas, dispuestas en racimos las masculinas y en espiga las femeninas. Platygyne
hexandrá [Sufrime Pan. y Ven. Enmienda a la definición]
Se reducen dentro de las Antillas (Dejan de ser Ant. en 2001) (17)
amanezca. f. P. Rico y R. Dom., amanecer2 [Era de Méx. y Ant. Enmienda a la acep-
ción]
areito. (Voz taína). m. P. Rico y R. Dom. Canto y baile de los indios que poblaban las
grandes Antillas. [Era de Ant. Enmienda a la acepción]
asuntar. l. tr. And., Tol., P. Rico y R. Dom. Poner atención, atender, comprender bien
algo. Ú. t. c. intr. y c. prnl. [Era de And., Tol. y Ant.].
bonete. 7. P. Rico y R. Dom capo. [Era Ant. con marcas separadas de los tres países.
Integra las marcas].
camisón. 3. Col., C. Rica, Ecuad., Par., Perú, P. Rico y R. Dom. Camisa de mujer. [Se
reducen Antillas a P. Rico y R. Dom.; se extiende fuera]
candelón. l. P. Rico y R. Dom. Mangle. [Era Ant.]
carite. P. Rico, R. Dom y Ven. Pez del mar Caribe, de cuerpo alargado hocico largo,
lomo gris oscuro azulado y vientre plateado, que alcanza más de 80 cm. de longitud. Su
carne es comestible. [Era Ant. Enmienda a la acepción]
gala. 6. Méx. P. Rico y R. Dom. Obsequio que se hace dando una moneda de corto va-
lor a alguien por haber sobresalido en alguna habilildad o como propina. [Era Ant. y Méx.
Se reduce dentro a dos países]
guanín. (Voz antillana) 1. m. Col. P. Rico y R. Dom. Entre los colonizadores de Amé-
rica, oro de baja ley elaborado por los indios. [Era Ant. y Col.]
guasca. Am. Mer., P. Rico y R. Dom. Ramal de cuero, cuerda o soga, que sirve espe-
cialmente de rienda o de latigo. [Era Am. Mer. y Ant. Enmienda a la acepción]
jaiba. 2. Com. P. Rico y R. Dom. Persona astute, lista, marrullera. [Era Ant y Méx.]
jaibería. f. P. Rico y R. Dom. Astucia, marrullería. [Era Ant.]
jobillo. 1. m. P. Rico y R. Dom. jobo. [Era Ant.]
taracol. l. m. P. Rico y R. Dom. Crustáceo parecido al cangrejo. [Era Ant.]
tararaco. 1. m. P. Rico y R. Dom. Planta bulbosa de la familia de las Amarilidáceas,
narcótiva y venenosa, que se cultiva en los jardines y tiene flores de color rojo brillante.
[Era Ant.]
tortilla. 2. Am. Cen., Méx., P. Rico y R. Dom. Alimento en forma circular y aplanada,
para acompañar la.comida, que se hace con masa de maíz hervido en agua con cal y se
EL LÉXICO ANTILLANO EN EL DICCIONARIO ACADÉMICO 106

cuece en comal. Es fundamental en la alimenracién de estos países. [Era Am. Cen., Ant.
y Méx.]
túbano. 1. m. P. Rico y R. Dom. puro (_cigarro). [Era Ant. Enmienda a la acepción]

Apéndice D
Lista de acepciones sin marca en 1992.
ajizal. u. l. Am. Mer. y Ant. Terreno plantado de ají. [Enmienda a la acepción]
burundanga. f. l. Ant. y Col. morondanga (cosa inútil y de poca entidad). [Añade
marca Ant. Enmienda a la acepción]
burundanga. 2. Ant y Col. morondanga (enredo, confusión). [Añade marca Ant. En-
mienda a la acepción]
cucuy. u.l. Am. Mer. y Ant. cocuyo (insecto coleóptero). [Enmienda a la acepción]
cucuyo. m. l. Am. Mer. y Ant. cocuyo (insecto coleóptero). [Enmienda a la acepción]
guanín. 2. Col., P. Rico y R. Dom. Joya fabricada por los indios con ese metal.
güira.2. Ant. Fruto de este árbol.
hobo. m.l. Ant. jobo. [Enmienda a la acepción]

Apéndice E
Lista de adiciones, supresiones, marca indirecta y caso especial
ahorita. 2. Ant y Col. Después, dentro de un momento, en seguida [Revisión en línea]
ají. 2. Am. Mer. y Ant. pimiento (_ fruto).
atrasado. 2. coloq., Ant. Dicho de un mulato: Que tiene más rasgos de negro que de
blanco [Revisión en línea]
billetero. m. y f. l. Ant., Méx. y Pan. Persona que se dedica a vender billetes de lotería.
cloche. 2. Ant., Col. y Ven. embrague (_pedal).
cocuy. 2. Am. Mer. y Ant. coculo (_insecto).
corozo. 2. Ant., Col., El Salv. y Ven. Nombre de varias palmeras, de tronco de 6 a 9 m.
de altura, revestido de fuertes espinas, hojas pinadas con hojuelas lineares, angostas y
puntiagudas y fruto en drupa globular de 35 a 45 cm de diámetro. Bactris spp., Acroco-
mia spp.
corozo. 3. Ant., Col. y Ven. Fruto de estas palmeras.
guaba. f. Am. Cen., Ant. y Ecuad. guamo (_arbol mimosáceo). [Desaparece guabal
Fruto del guabo, y se sustituye por guaba, 1. guamo, y 2. fruto del guamo. Desaparece
también en guaba o guabá].
guaba. 2. Am. Cen, Ant., y Ecuad. Fruto del guamo.
guásima. f. 1. Ant., y Col. caulote.
107 PONENCIAS PLENARIAS

lanzador. 3. Ant., Méx., Nic. y Ven. En el béisbol, jugador encargado de lanzarle la


pelota al bateador.
pelotal. 13. Ant. y Ven. béisbol.
pelotero2. m. 3. Ant., Nic. y Ven. Jugador de béisbol.
receptor. 5. Ant., Nic. y Ven. En el béisbol, jugador que indica al lanzador por señas el
tipo de lanzamiento que debe realizar y que recibe la pelota detrás del bateador.
rubiola. f. l. Ant., rubeola.
tostónl. 9. Ant., Nic. y Ven . Rodaja de plátano verde, machacado y frito y a veces con
especias.

Supresiones
guácima. 1. f . Ant., Col., C. Rica. Árbol silvestre.
guaba2. l. Ant. Araña peluda especie de tarántula.

Sustitución de marcas
aplatanar. 3. Ant. y Col. Dicho de un extranjero: acriollarse (adoptar las costumbres
del país] MORF. En Filipinas, u. solo en part. [cambia Fil. por Col.]
botella. 5. Ant., Pan. y Perú. Empleo de poco esfuerzo y buena remuneración. [Cam-
bia C.Rica por Perú]

Marca indirecta
guineo, plátano. m. Fruto de otra musácea [...] procedente de una especie originaria
de la Indiá y muy cultivada en América Central y las Antillas. [Marca indirecta].
marañón. m. 1. Árbol de la Antillas, Venezuela y América Central, de la familia de
las Anacardiáceas, de cuatro a cinco metros de altura, de tronco torcido y madera blanca,
hojas ovaladas de color amarillo rojizo, lisas y coriáceas, flores en panojas terminales y
cuyo fruto, sostenido por un perdúnculo grueso, en forma de pera, es una nuez de cubier-
ta cáustica y almendra comestible. [Añade Ven. Marca indirecta. No está marcada Ant. en
el DRAE].

Caso especial
central. 9. m. Cuba ingenio de azúcar.
central. 11. Nic. P. Rico, R. Dom. y Ven. ingenio de azúcar.
EL LÉXICO ANTILLANO EN EL DICCIONARIO ACADÉMICO 108
109 PONENCIAS PLENARIAS

NOTAS

1
“Lexicografía dialectal”, en De antiguos y nuevos diccionarios del español, Madrid, Arco/Libros, 2002,
pp.397-442.
2
1490-1560, médico y traductor que ponía abundantes comentarios e índices de términos españoles de plantas
de interés medicinal, con voces regionales. Véase: Manuel Alvar López, “Las anotaciones del doctor Laguna y su
sentido lexicográfico”, en Nebrija y estudios sobre la Edad de Oro, Madrid, CSIC, 1997, págs.89-126.
3
Librería de Don Vicente Salvá, París, 1846. Salvá es quizá el primer lexicógrafo del que tenemos noticia que
decide incorporar voces recogidas de informaciones solicitadas por escrito (“Introducción”, p.XVIII).
4
Sigo a Alvar Ezquerra, “Lexicografía dialectal”, ya citado, p. 401.
5
Seco, Manuel, El nacimiento de la lexicografía moderna no académica, en Estudios de lexicografía española,
ya citado [129-l5l], p. 145.
6
Para esta cuestión, M. Alvar Ezquerra,”El diccionario de la Academia en sus prólogos”, en De antiguos y
nuevos, ya citado, pp.253-286.
7
Reglamento de la Real Academia Española. Madrid, 1981, Cap. I, art.2º, p. 2. Referencia y cita tomadas de
M. Alvar, “Atlas lingüísticos y diccionarios”, LEA, IV-2 (1982), 253-323, p.254
8
Salvador Rosa, Aurora, “Las localizaciones geográficas en el Diccionario de Autoridades”, LEA II, 1985,
9
Los más numerosos, entre los peninsulares son los aragonesismos (581), y siguen los andalucismos (177) y
murcianismos (163).
10
Jesús, Gútemberg Bohórquez, Concepto de ‘americanismo’ en la historia del español, Instituto Caro y Cuer-
vo, Bogotá, 1084, págs.56-66.
11
Humberto López Morales, Investigaciones léxicas sobre el español antillano, Santiago de los Caballeros,
PUCMM, República Dominicana, 1991. María Vaquero, “Léxico actual de Puerto Rico”, Encuentro, Revista de la
Asociación de Profesores Universitarios Españoles en Puerto Rico (APUE-PR) IX/18-19 (1995):5-46.
12
María Vaquero: “Índices sociolingüísticos de los indigenismos en Puerto Rico”, Boletín de la Academia
Puertorriqueña de la Lengua, IX/2 (1981): 107-136, y en Léxico marinero de Puerto Rico y otros estudios, Ma-
drid: Playor, pp. 149-193; “El léxico indígena en el español hablado de Puerto Rico”, Philologica Hispaniensia in
honoren Manuel Alvar. Vol.1. Madrid: Gredos, 1983, pp. 621-640; “Indigenismos en Puerto Rico: uso y variables
sociales”, en Scripta Philologica. In honorem Juan M. Lope Blanch, II, México: Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM), 1992, pp. 841-861.
13
Humberto López Morales, “Índices de mortandad léxica en Puerto Rico: afronegrismos”, Investigaciones
léxicas, ya citado, pp. 179-196.
14
chévere. 3. Col., Cuba, Pan., Perú, R. Dom. y Ven. Benévolo, indulgente (con ejemplos). Esta acepción de
chévere se extendió dentro de las Antillas pero no se hizo antillana. En 92 era sólo de Cuba. No la cuento porque
no está marcada como Ant. en 92 ni en 01. La nota sirve para hacer alguna observación sobre la tendencia de la
palabra a extenderse.
EL LÉXICO ANTILLANO EN EL DICCIONARIO ACADÉMICO 110

chévere. 4. Se puede anotar por la misma razón, para hacer la llamada de esta nota en “Se reducen dentro de las
Antillas” la de hacer observaciones sobre las acepciones de esta palabra.: se ha reducido dentro de las Antillas, a
P.Rico. Estaba en Cuba y P. Rico. No era antillana, pero ilustra la retirada. Se puede comentar.
111 PONENCIAS PLENARIAS

UNA PARTICULAR RELACIÓN MATERNO-FILIAL:


ISABEL LA CATÓLICA Y SU HIJA JUANA I

Mª Isabel del Val Valdivieso


(Universidad de Valladolid)

En agosto de 1496 la infanta doña Juana abandona Castilla por el puerto de Laredo
para ir a casarse a Flandes, con Felipe de Austria. La hija de la reina Isabel sale así del
control de su madre, para pasar a depender de su marido. Como es norma en la sociedad
del momento, la joven deja su casa con el matrimonio, y con ello cambia la persona de
la que depende. Poco importan los afectos, lo que se impone es la norma patriarcal y el
interés político de quienes han negociado el matrimonio; en este caso la conveniencia de
Fernando e Isabel, que buscan con esta unión (y con la del príncipe Juan con Margarita,
hermana de Felipe) fortalecer su posición frente a Francia y favorecer las relaciones co-
merciales con Flandes. Eso explica la poderosísima armada que llevó a la joven hasta las
tierras flamencas, donde permanecerá hasta 15021.
La situación de Juana se transforma radicalmente a partir de este momento. Pasa a ser
duquesa y archiduquesa consorte, esposa y madre, además de ostentar la representación
de los reinos e intereses de sus padres en tierras flamencas. Tanto sus progenitores co-
mo su familia política ven en ella: un instrumento a favor de sus aspiraciones de poder;
un vínculo entre las casas de Trastámara y de Borgoña; una garantía de amistad entre
ambos; y un elemento favorecedor de las posiciones e intereses políticos de una y otra
dinastía. En este sentido Juana, como cualquier novia en sus condiciones, no interesa por
lo que ella misma es, sino por lo que representa, por las puertas que puede abrir, y por las
oportunidades que es capaz de ofrecer a quienes se alzan sobre ella, o, lo que es lo mismo,
a la familia o la persona de quien depende, que en este caso es Felipe de Borgoña.
Ella conoce y comprende todo esto, de manera que a partir de su boda intentará cum-
plir con las obligaciones que tal situación le impone, manteniéndose fiel a su marido y
a lo que éste representa. Sin embargo, la joven parece estar también muy apegada a su
familia de origen, y no va a olvidar los intereses y la conveniencia de ésta2. Cuando las
circunstancias ruedan con calma y por los cauces esperados, nada va a perturbar el orden
impuesto como consecuencia de la alianza sellada con su matrimonio; por lo tanto la
situación permite que la vida de Juana transcurra sin grandes alteraciones, aunque no
ISABEL LA CATÓLICA Y SU HIJA JUANA I 112

falten los problemas, ni el control de su madre, que parece enviar allí al subprior de Santa
Cruz para recriminarle algunas cosas y vigilar su conducta3. Pero cuando la coyuntura
cambie y la archiduquesa pase a convertirse en princesa de Castilla y de Aragón, su posi-
ción política se complica y empeora notablemente en el plano de lo personal; la ambición
del marido, la cultura dominante en la corte flamenca, y su propia conducta, que pretende
satisfacer al marido y a los padres, contribuyen a que se produzca un profundo cambio,
tanto en lo que se refiere a la relación entre los cónyuges, como a la que la joven mantiene
con su madre. No hay que olvidar que su persona adquiere otra naturaleza en tanto que
heredera del trono Trastámara, por lo que despierta nuevas y diferentes ambiciones; esto
contribuyó al empeoramiento de la situación personal y política de Juana, a que el con-
trol que sobre ella ejercía su marido se incrementara, y a que las relaciones con su madre
se hicieran más tensas.
Madre e hija tenían caracteres muy diferentes, y desempeñaron papeles muy distintos,
tanto en el ámbito familiar como en el político. No es extraño entonces que acabaran
chocando como consecuencia de la diferente perspectiva desde la que una y otra veía la
realidad. Pero esto no contradice la posible existencia de un lazo afectivo entre ellas, que
debió de mantenerse, después de la marcha de Juana, durante los años en que estuvieron
separadas, y que parece reavivarse cuando en 1502 vuelven a encontrarse en Castilla. Pe-
ro ese afecto estaba mediatizado, al menos en lo que respecta a la reina Isabel, por lo que
hoy llamaríamos “razón de estado”, es decir por el interés político que dirigió todos los
pasos de la Reina Católica desde antes de su acceso al trono, y que marcó el norte de todas
sus acciones, incluidas las que afectaban a su vida familiar, y a la relación con sus hijos.
Sin duda, esta actitud de Isabel influyó en la formación de su hija; además tuvo gran
trascendencia en los acontecimientos que tuvieron lugar a partir de la muerte de la reina
en 1504, y que acabaron conduciendo a Juana al retiro en la villa de Tordesillas, donde
transcurrió, en circunstancias muy penosas, más de la mitad de su vida, desde los vein-
tinueve años hasta su muerte, acaecida cuando tenía setenta y cinco años (de febrero de
1509 a abril de 1555)4.
Considero necesario tomar en consideración esa relación entre madre e hija, por en-
tender que su conocimiento permitirá comprender mejor lo sucedido entre 1504 y 1509,
es decir entre la muerte de la reina Isabel y la llegada de Juana a Tordesillas. Para ello
hay que retroceder unos años, hasta 1479, y prestar atención a la infancia y juventud de
Juana.

La vida en la corte de Isabel


El embarazo de la reina Isabel transcurrió a lo largo de 1479, cuando se estaba nego-
ciando la paz con Portugal, y por lo tanto el final de la guerra de sucesión castellana. La
gravidez no impidió a la reina viajar como de costumbre, ni atender a sus obligaciones
regias, de manera que siguió controlando de cerca todos los asuntos que requerían su
atención. En el mes de septiembre finaliza la negociación de la paz con los tratados de Al-
caçobas, y dos meses después, el 6 de noviembre5, la reina dio a luz en Toledo a una niña6.
Era su tercer descendiente; la primera había sido Isabel, nacida en 1470, quien durante
113 PONENCIAS PLENARIAS

varios años fue la heredera, circunstancia que explica que fuera la que más unida estuvo
a su madre, y la que con más frecuencia le acompañaba en actos de diverso carácter. Tras
ocho años, en 1478, nació su segundo vástago, Juan, que por el hecho de ser varón se
convirtió en heredero de la corona; con este hijo la sucesión parecía quedar garantizada,
no sólo por su misma existencia, sino porque en caso de que el príncipe muriera sin suce-
sión, su hermana mayor podría ocupar su puesto. Pero estamos en una época en la que la
mortalidad infantil es muy elevada, y todas las precauciones son pocas para asegurar la
sucesión al trono; por eso, sin duda, Isabel y Fernando debieron sentirse contentos a co-
mienzos de 1479 con el embarazo de la reina. Probablemente la satisfacción se mitigaría
al nacer una niña, pues desde el punto de vista dinástico un varón tiene mucho más valor;
pero en cualquier caso con el nuevo alumbramiento todo apuntaba a que las dos ramas de
la casa Trastámara tendrían continuidad, como así fue.
Por lo tanto, nacida la tercera en el orden sucesorio, Juana no estaba llamada a heredar
el trono de sus padres, aunque fuera vista como un posible seguro ante alguna desgracia-
da contingencia. Esta es una circunstancia que no hay que perder de vista, pues explica
todo el discurrir de la vida de la infanta hasta el año 1500, momento en el que, contra todo
pronóstico, se convirtió en la heredera de Castilla y de Aragón, siendo jurada como tal
dos años después por las Cortes de uno y otro reino.
Desde su nacimiento hasta 1496 Juana vive en la corte castellana, bajo la vigilancia y
el control de su madre, que gobierna todo lo que afecta a sus hijos. Esto significa, en pri-
mer lugar, que la niña participa en la vida itinerante de la casa de la reina, desplazándose
con ella en la mayor parte de las ocasiones, aunque a veces se quede en la retaguardia con
sus hermanas pequeñas, esperando el regreso de su madre, debido a que las condiciones
del viaje, o las circunstancias políticas, no aconsejaban que toda su casa acompañara a
Isabel. Las crónicas se hacen eco de estos viajes, y permiten percibir el discurrir de la
vida de la infanta.
El Cronicón de Valladolid, por ejemplo, da ciertas noticias al respecto, indicando, de
forma escueta y sin comentarios de ningún tipo, alguno de los viajes de la niña. Consig-
na así que el 15 de enero de 1481, es decir, cuando tenía un año de edad, Juana, con su
hermano Juan, llegan en andas a Valladolid, acompañados por sus respectivas amas7.
En febrero de 1487 el príncipe y las infantas, entre ellas Juana, están en Almagro, desde
donde se dirigen a Córdoba para reunirse con sus padres, llegando a esta ciudad el día 2
de marzo; meses después, en octubre, Juana se traslada a Carpio, donde ya estaban sus
hermanas, y de allí van a Montoro. En enero y febrero del año siguiente el movimiento
es aún mayor, pues las niñas van a Andujar, para dirigirse después a Bailén, el día 13 de
febrero están en Linares, y el día 18, después de pasar por El Viso, se encuentran en Val-
depeñas8. Aunque en esta ocasión viajan todos juntos, no siempre es así como acabamos
de ver en el caso de Carpio, o como sucede en el viaje a Valladolid de 14889: en este caso,
según la misma fuente, en el mes de Julio las infantas se encuentran en Murcia, ciudad
que abandonan iniciando un traslado que les lleva hasta Valladolid, donde llegan en sep-
tiembre; pero no entran todas al mismo tiempo, sino que lo hacen en diferentes días, pues
Juana se retrasa un poco, llegando a esa villa el 16 por la tarde10.
ISABEL LA CATÓLICA Y SU HIJA JUANA I 114

En el transcurso de esos desplazamientos por Castilla, y a veces también por Aragón,


asisten en ocasiones a actos relevantes, entre los que pueden mencionarse la conversión
de unos musulmanes al cristianismo, que tuvo lugar el día 30 de abril de 1492 en el Real
de Granada; o la misa solemne a la que asisten Juana, el príncipe y sus hermanas, en
Barcelona el día 12 de julio de 1493, oficiada por el obispo de la ciudad, que ofreció la
posibilidad, a todos los asistentes “confesados, contritos y satisfechos”, de alcanzar in-
dulgencia plenaria11.
Estos frecuentes viajes de los niños con la casa real permiten que la reina se encuen-
tre próxima a sus hijas, y que, aunque se ocupe en primer lugar en los asuntos políticos,
atienda también a las necesidades de su prole en el más amplio sentido del término. Son
abundantes las noticias al respecto, tanto en general, como en particular sobre el caso de
Juana, si bien la naturaleza de las fuentes explica que sean más expresivas las relativas a
las cuestiones de carácter material que las que aluden a la relación afectiva.
Las cuentas del tesorero real Gonzalo de Baeza aportan una pormenorizada informa-
ción sobre lo que acontecía en el transcurso diario de la corte, y sobre los gastos de todo
tipo que se realizaban para dar satisfacción a todas las necesidades que iban surgiendo,
incluidas las más nimias; con ello es posible vislumbrar el discurrir de la vida cotidiana
y la satisfacción de sus necesidades materiales, siempre a cargo de la reina, que es la que
provee del dinero necesario para ello, y la que decide quienes son los servidores de sus
hijos. Esto significa que esa fuente permite conocer algunos aspectos de la vida privada
de Juana en su etapa infantil y juvenil, y saber qué personal estuvo a su servicio.
Contó la infanta desde su nacimiento con personas encargadas de su cuidado, entre
ellas la nodriza y aya María de Santisteban, que estuvo a su lado hasta los seis años, y que
disponía a su vez de una criada llamada Catalina (María estuvo después al servicio de la
infanta María); a partir de esa edad es el aya Teresa Manrique la que se ocupa de atender
y ordenar todo lo relativo a la infanta (en la cuentas de Gonzalo de Baeza aparece con-
signada con esta función desde 1485). Pero hubo además otras mujeres, pues en 1490 se
cita a Inés Suárez y a Teresa de Benavides como ama y aya respectivamente; si bien en el
caso de Teresa quizá no se trata de otra persona ya que puede haberse producido un error
en el documento debido al nombre, parece indiscutible que Inés Suárez desempeñó ese
oficio, pues aparece así citada en esa fecha y en 150212.
Otro personal atendió también a la infanta, que contó con un amplio abanico de perso-
nas a su servicio, que desempeñaron cargos diversos, entre ellos el de repostero. En este
oficio es citado, en 1485, Alonso de Toledo; pero en fechas posteriores se especifica más,
apareciendo un repostero de la plata, cuyo nombre es Saravia; y un repostero de camas,
que en 1490 es Martín de Muxica (en 1503 este personaje es citado como maestresala),
mientras que en 1497 quien se encarga de tal responsabilidad es, de nuevo, Alonso de
Toledo. Cuenta igualmente con mozos de espuelas (Juan Sarmiento, Molina y Juancho
entre otros), criados, copero (Juan de Tovar), mozas (en 1495 se cita a Juana, Inés, Anas-
tasia y Catalina), sacristán, costurera (Beatriz González le cose seis camisas en 1485),
lavandera, criadas (como Isabel de Toro) y algunos esclavos, entre ellos tres canarias y al
menos un varón al que en 1486 se compran tres pares de zapatos13.
115 PONENCIAS PLENARIAS

Cuando se convierte en archiduquesa tiene cocinero, (Fernando de Vega estuvo con


ella en Flandes; luego pasó a servicio de la infanta Catalina) joyero (en 1502 se cita a
Luis Rosales), y partera (ese mismo año lo es Isabel de Ostende); en 1503, cuando se en-
cuentra en Castilla, se cita a otro personal de su casa, como el maestresala Diego de Gue-
vara, el contador Juan Velázquez, Pedro Díaz de Treviño es “hombre de cámara”, e Inés
Contreras es citada como mujer de cámara; tiene además a su lado a dueñas (entre ellas
Madona Aluy), criadas (se cita a Violante de Alión) damas de compañía (en 1503 la guar-
da de las damas de la princesa está a cargo de Isabel de Balboa), y monteros de guarda14; a
estos hay que añadir toda una larga lista de oficiales y servidores de muy diferente rango
que dan idea de la importancia de la casa de la princesa en ese momento, desde capella-
nes y mozos de capilla, hasta el caballero de honor Mosén de Aluy, pasando por una larga
lista en la que encontramos al físico, secretario, somelieres, coperos, porteros, boticario,
despensero, físico, camarero, caballerizos, aposentadores, palafrenero, hombres de cá-
mara, mozos de despensa, tapiceros, panaderos, pastelero, hombres de cocina, y otros15.
Todas estas informaciones ponen en evidencia que desde muy pronto Juana contó
con una casa, aunque hasta su marcha a Flandes fuera en el contexto de la de su madre
la reina; a partir de 1496 esa casa cobra mayor complejidad, pero Juana tampoco puede
controlarla ahora, pues queda sometida a su marido Felipe de Austria, que es quien admi-
nistra los recursos de su mujer.
Independientemente de que ella no tuviera el control sobre su persona y personal a su
servicio, el trabajo y las atenciones de todos estos servidores debieron contribuir a que
la vida de Juana en esos años discurriera de la mejor forma posible en todos los aspectos;
además se ocuparon de la satisfacción de sus necesidades y algún capricho. Así el sastre
Fernando de Torrijos (en 1483 se dice Juan de Torrijos) y los zapateros Juan de Sahagún
y Diego de Valencia (en 1492 se menciona a Diego de Madrid, pero quizá es la misma
persona) se ocuparon de algunas cuestiones relacionadas con su vestuario y el de sus
hermanas16. Por su parte, su aya y criadas le proporcionan telas y otros materiales para su
vestido y adorno. Todos los años las cuentas de la casa de la reina consignan cantidades,
a veces muy elevadas, gastadas en el vestido de la infanta: todo tipo de ropa de vestir el
cuerpo por dentro y por fuera, así como zapatos, guantes, mantillas y sombreros; las telas
que se adquieren son generalmente ricas y de diversos colores, entre ellas se menciona
con frecuencia el terciopelo, raso, damasco, cebtí veneciano y brocados. Para hacernos
una idea de la situación se puede señalar como ejemplo que en 1494 se compraron para
ella seis varas y media de “brocado carmesí rico de pelo para un abito”, que costaron
64.057 maravedís; al año siguiente se adquirieron doce varas de “brocado rraso carmesí
de oro tirado para un abito e otras cosas”, que costaron 133.325 maravedís, a los que
hay que sumar otros 10.403 que se pagaron por noventa y un conejos, cuya piel sirvió
para forrar un mongil17.
En este sentido habría que decir que la infanta se mostró inclinada al lujo en el vestir, lo
que es una muestra de su saber estar y presentarse conforme a su rango. Así se desprende
de lo señalado hasta aquí así como de otros datos, tales como su afición por el color car-
mesí, que eleva el precio de las telas, y por lo tanto la riqueza de los trajes de ese tono18;
o el empleo de forros de pieles ricas, como el armiño y la marta cibelina, que adornan
ISABEL LA CATÓLICA Y SU HIJA JUANA I 116

sus vestidos al menos desde 1486. Apunta en la misma dirección la referencia a diversos
adornos de gran riqueza que aparecen consignados en las cuentas de la casa de su madre,
como un “cos de çebti carmesí” que le fue bordado en Murcia en 1489, empleándose en
la labor “tres onças e media de oro tyrado a 500 maravedis”, ascendiendo la mano de
obra a 700 mrs.; en 1485 se le compró una cruz de coral engastada en oro que costó un
ducado; también tiene collares, pues se compran para ella sartas de cuentas, como unas
de jaspe que se adquieren en 1493; y otro tipo de adornos para los trajes, como esas “501
pieças de oro para asentar en ropas de la ynfante” por las que el platero Almerique cobra
3.395 mrs. en 149519.
Para completar su ajuar en este aspecto, y favorecer su buena presencia ante los de-
más20, la infanta tiene algunos objetos apropiados, como espejos, toallas de Holanda,
“paños de rostro” de Bretaña, peine y cepillo para la ropa21. Por otra parte, durante esos
años vividos en la casa materna, se atendían igualmente sus condiciones puntuales de
vida, en lo referente a la mesa, la cama y los viajes. También en estos asuntos la infan-
ta, como sus hermanos, contaba con todo lo necesario para satisfacer su mantenimiento
conforme a su propio rango.
En relación con la mesa, la niña, desde muy pronto, disfruta de un buen servicio que es
atendido por Saravia, su repostero de la plata; en 1485, por ejemplo, se le entregan para
el servicio de mesa, entre otras cosas, una mesa con su banco, manteles, servilletas (“pa-
ñizuelos e tovallas de manos”), una caldera, “paños de la plata” y una caja de cuchillos;
por otras nóminas sabemos que recibió también “paños de aparador”, una caldera para
lavar la plata, una espuerta para la plata y “un arca ensalayada e guarneçida de cuero
para la plata”. Tiene además la infanta para su servicio cuchillos de mesa, copas (en una
ocasión se dice que una es “de Valencia” y que costó cinco reales; en otra se mencionan
seis de vidrio), “una mesa con su banco de cadena”, almirez, un aparador de madera,
y varios objetos de plata: candelabro, salero, escudilla, jarro y una “calderuela” para
beber agua. En relación con la bebida cuenta con un copero, a quien en 1488 se dan “dos
varas de olanda” para colar el agua22.
Además, en ocasiones disfrutaba de algún capricho, concretamente del consumo de
azúcar rosada23, que a juzgar por lo que recogen las cuentas de Gonzalo de Baeza, debía
ser muy demandada por el príncipe y las infantas. Esto explica que el aya de Juana se
proveyera de cantidades relevantes de azúcar y de rosas, y a veces de miel, para elaborar
esa golosina; en relación con la misma, en ocasiones se menciona algún recipiente, como
en 1485, cuando en una nómina de la reina, en la que se consignan gastos realizados para
Juana, se dice
“que dio para hazer açucar rrosado, media arrova de açucar, que costo 875 mrs.,
seys quartos de rrosas a 29 mrs., una libra de açucar 70 mrs., que costaron dos ollas ve-
driadas 22 mrs. que son todos 1.141 maravedís”.
La infanta disfruta igualmente con otros dulces, pues se menciona la compra de azú-
car para “haser costra”, concretamente una arroba en 1487; y “carne de membrillos”,
para lo que se compra en 1488 nueve libras de azúcar24.
117 PONENCIAS PLENARIAS

Sobre el dormir, hasta los seis años quizá lo hacía con la nodriza, y probablemente en
una cuna. Pero a esa edad es seguro que ya dormía en una cama de madera adornada, con-
venientemente guarnecida, pues así lo dicen las fuentes. Sabemos por ellas que se toman
disposiciones para que en su cámara todo esté en orden y bien guarnecido, de manera que
se compran y aderezan alfombras, esteras, reposteros con las armas de Juana, braseros,
arcas de madera con sus cerraduras, alguna de las cuales es de ciprés y otras están “ensa-
layadas”, y arquillas con cerradura de plata (probablemente para objetos más delicados
y personales). Se atiende a la cama, desde lo que es el mueble de madera25, hasta las col-
chas (de Flandes, se especifica en alguna ocasión), pasando por todos los demás objetos
necesarios para la comodidad de la infanta, tales como calentador, almohadas, sábanas,
cojines (alguno de seda), mantas de paño, y colchones, para cuya confección se compran
telas y lana, que en alguna ocasión se dice que es merina.26
En lo que respecta a los viajes, contaba con personal y animales a su servicio, cuyo nú-
mero se iría acrecentando a medida que crecía en edad y necesidades y aumentaba el bulto
de su equipaje. En los primeros años viaja en andas, es decir sobre una plataforma llevada
a hombros por peones porteadores al servicio de la corte, como la hemos visto entrar en
Valladolid en enero de 1481. A los diez años ya tiene una mula propia sobre la que viaja.
Parece que fue una buena amazona, y desde luego una joven valiente, como lo demuestra
un episodio que tuvo lugar en 1494: atravesando el Tajo en las proximidades de Aranjuez,
en uno de esos frecuentes viajes de la corte, la mula de Juana fue arrastrada por la corrien-
te que venía fuerte; ella se aferro a la silla y se mantuvo firme, saliendo con bien del trance
ya que resistió en esa difícil situación hasta que un mozo de mulas acudió en su ayuda27.
En mula o en andas (hay constancia de que las utiliza en diversas ocasiones cumplidos
los diez años) sigue viajando por tierras peninsulares hasta su marcha a Flandes en 1496.
Para ello cuenta con personal suficiente, y con medios de transporte adecuados a sus ne-
cesidades, así como con otras cosas necesarias como los “maletones” para la ropa y ar-
cas para otros objetos (una de ellas para el ajuar de la capilla). A lo ya apuntado hasta aquí
habría que añadir las “guarniciones para mula” que debe incluir todo lo necesario para
aderezar al animal y para que sea posible su monta en las mejores condiciones posibles,
lo que significa silla, cojines, paños; sirva de ejemplo una nómina de 1490, según la cual
la reina se gastó 37.652 maravedís en “una guarniçion de brocado raso carmesy, para
una mula de la ynfante doña Juana, con sylla guarneçida de plata e otros aparejos”,
entre los que aparecen hebillas de plata, sedas, brocados, terciopelo, cordobán, estribos y
hierros dorados, cinchas adornadas, y otras cosas28

Los afectos
Lo afectivo, es un aspecto más difícil de percibir, aunque las fuentes de la época dejan
percibir algunos indicios. Jerónimo Münzer, en el relato de su viaje de 1494 indica que
Isabel
“en las ausencias del rey, hasta ahora siempre durmió en dormitorio común en com-
pañía de algunas jóvenes y doncellas de su casa. Ahora lo hace en compañía de sus hijas
ISABEL LA CATÓLICA Y SU HIJA JUANA I 118

y otras honestas mujeres para no dar pie a que la maledicencia pueda manchar la repu-
tación de su fidelidad conyugal”29.
El texto parece apuntar sobre todo al ensalzamiento de la virtud de la reina, pero de
alguna forma deja entrever una cierta vinculación afectiva de la madre con las hijas, al
preferir dormir con éstas en vez de con otras mujeres, como debió hacerlo en la época en
que la edad de las niñas o las circunstancias no aconsejaban esa compañía nocturna.
En cualquier caso, durante esta convivencia familiar, con la corte y con la madre, Jua-
na debió de enlazar lazos de afecto con sus hermanas y con la reina. Es expresivo al res-
pecto el viaje de regreso a Castilla que realiza en 1506, cuando viene con Felipe para ha-
cerse cargo del gobierno del reino; hace un alto en Inglaterra, donde visita a su hermana
Catalina, además de firmar con ese reino el tratado de Windsor30. Tal y como lo expresa la
reina en una carta al embajador Puebla de 1496, amaba especialmente a esta hermana
“Ya avres sabido como el XXII de agosto pasado partio el archiduquesa mi hija con
la bendiçion de Dios del puerto de Laredo (....) y el archiduquesa mi hija va bien ynfor-
mada para que siempre procure e faga lo que cunple al rey de Ynglaterra, y ella lleva
mucho deseo dello asy porque ha conosçido nuestra voluntad como porque ella espera
ver casada la ynfante doña Catalina mi hija con el prinçipe de Ynglaterra y tenerla çerca
de sy, que allende de amor de hermana la quiere ella mucho porque siempre se criaron
juntas”31.
Juana estableció lazos de amor filial hacia la madre, de los que hay indicios en sus
años de juventud, como la correspondencia que debió mantener con ella en los momen-
tos en que estuvieron separadas. Así lo hace suponer los tres mensajeros que envió con
cartas al real de Baza, a los que se pagó 473 maravedís32. En esta ocasión
“La reyna, movida por los ruegos del rey, e por las muchas suplicaciones e amones-
taciones de los grandes e caballeros que con él estaban, platicada primero su ida con el
cardenal de España e con los otros de su consejo, acordó de ir al real que el rey tenía so-
bre la cibdad de Baza, e partió de la cibdad de Jaén, e con ella el príncipe don Juan e las
infantas sus fijas (....) e fue para la cibdad de Úbeda. E mandó quedar en aquella cibdad
al príncipe don Juan e a las infantas (...)”33.
A decir del prior de Santa Cruz, estando en Flandes Juana escribe poco a la reina, pare-
ce que su difícil situación allí provocó en ella cierto retraimiento al respecto; no obstante
el lazo afectivo debió mantenerse, y en los primeros tiempos sufrió a acusa de la separa-
ción de su madre, llegando a decir que no faltaba ocasión en que si se “acordava quan
lexos estava de v. al. que no se hartase de llorar”34.
Por otra parte, la infanta debió observar a Isabel como un modelo a seguir, y sin duda
aprendió de su ejemplo. Este fijarse en la madre, quizá con esa mezcla habitual de admi-
ración y rechazo, típica en las relaciones madre-hija, se refleja en una carta muy posterior
de la propia Juana, en la que reconociendo sus celos, y que éstos le habían hecho perder
su dignidad en alguna ocasión, se disculpa aludiendo al ejemplo materno, señalando que
también “la reina, mi señora, a quien Dios dé gloria, que fue tan eçelente y escogida per-
sona en el mundo, fue así mismo celosa”35.
119 PONENCIAS PLENARIAS

Desde el lado materno, ese afecto puede percibirse ya en el momento de la elección


del nombre escogido, que muestra una actitud protectora hacia la hija. Como he indica-
do, es probable que el sexo del bebé malograra alguna expectativa, pero parece claro que
desde el primer momento los padres, muy especialmente la madre, optaron por buscar lo
mejor para la niña, dotándola de un nombre que la vinculaba al santo protector y patrono
de los Trastámara castellanos, Juana. Sería irracional tratar de buscar relación entre este
nombre y el carácter posterior de la infanta, pero probablemente, para la mentalidad de la
época, lo que se estaba buscando era una mujer fuerte, que fuera capaz de servir a los in-
tereses de su reino, y de sus padres, y que gozara del favor divino, atraído sobre ella a tra-
vés de la intercesión y protección de ese san Juan al que la reina demostró devoción. Juan
Barba, en su Consolatoria de Castilla, expresa ya esta interpretación, cuando al relatar el
momento del nacimiento dice que se le llamó así para que Dios le diera la perfección del
glorioso santo:
“Y diéronle el nombre d’aquel glorioso / Juan, el que hizo Dios escoger / entre los on-
bres y en su naçer / fues’escogido por don copioso; / y a esta señora llámanle Juana, / que
solo por esta vocaçion / Dios le dará perfeçion / obtiman partem de genere umana”36.
Otro gesto que apunta en esa dirección de cariño maternal manifestado por Isabel ha-
cia su hija, es la preocupación por la salud de Juana. Eso la llevó en 1485 a buscar la
intercesión a su favor de las oraciones de los franciscanos de Carmona, a los que con tal
fin dio una limosna para su sustento de 5.000 mrs., y del obispo de León a quién entregó
29.000 mrs. para que a su vez los distribuyera en limosnas con el mismo objetivo de sal-
vaguardar la salud de la infante. Hay otras noticias similares, como el castellano que en
1487 ofreció a san Francisco el ama de la niña por su salud, o los cuatro castellanos que
en 1490 la reina entrega al ama de la infanta para que haga limosnas con ese mismo fin;
probablemente tiene idéntica intención el “bulto de çera” del peso de la infanta que man-
dó ofrecer la reina a Nuestra Señora de la Fuente Santa de Córdoba en 148537.
En otro orden de cosas, la vida en la casa materna debió de discurrir para la infanta en un
clima de seguridad y afecto, reforzado por la presencia de mascotas que le acompañaban,
como lo demuestra la atención a algunos pájaros en la corte isabelina; y de forma más con-
creta la noticia de que, en Bailén, en 1488, un labrador regaló a Juana unos conejos, para
los que se construyó una jaula, cuyo coste aparece reflejado en una nómina de la reina38.
Es decir, esa vida que transcurre en un casi permanente cambio de residencia, debido a
la itinerancia de la corte a la que ya me he referido, no priva a la infanta de nada importan-
te, y garantiza la continua vigilancia materna, que supervisa todo lo referente a la vida de
sus hijos, tanto en lo indicado hasta aquí, como en lo que se refiere a su formación. En es-
te último campo, era preciso atender a tres aspectos diferentes: el religioso, el intelectual
y el cortesano. En los tres fue formada Juana, lo mismo que sus hermanas y hermano.

La formación de Juana
Jerónimo Münzer dejó escrito que, a juzgar por la educación que Isabel les proporcio-
naba, era razonable esperar que las infantas llegaran a ser muy virtuosas (“la educación
ISABEL LA CATÓLICA Y SU HIJA JUANA I 120

que les da su madre, con excelentes maestros, hace esperar que lleguen a ser muy vir-
tuosas”39); esto hace pensar que esa educación ponía el acento en el aspecto religioso-
espiritual. En el caso de Juana, su maestro, el dominico Andrés de Miranda, escribió un
tratado contra la herejía (“Declaración de la herejía y otras cosas pertenecientes a esta
materia”), lo que ya indica que efectivamente la niña fue aleccionada al respecto, a la
vez que se le inculcaban los valores cristianos fundamentales y se le instruía en materia
religiosa. Además del trabajo del maestro, la vida en la corte tuvo que contribuir a hacer
firme esa formación, lo mismo que la frecuente asistencia a las ceremonias religiosas en
la rica capilla de la reina. Por otro lado, entre las cosas que se compra a Juana durante sus
años de estancia en la corte castellana, se encuentran cuatro imágenes de la Virgen que
encarga su madre en 1493, así como libros de oración: ese mismo año un “Vitas patrum”
y dos “Flos santorum” uno en latín y otro en romance; cuando sólo tiene seis o siete
años, se le compra un libro de “Oras grandes guarneçidas” que costó 2.285 mrs.; en
1489 tres libros de oración, dos de ellos “de molde”, y en 1490 otro más, también impre-
so; al año siguiente se pagan mil maravedís a un fraile franciscano por un Libro de Horas
para la infanta40.
En la misma línea abundaba el ejercicio de la caridad a través de limosnas, practicado
por su madre, e inculcado por ésta a sus hijas. Así lo pone de manifiesto las repetidas oca-
siones en que Isabel entrega dinero u otras cosas a las infantas, entre ellas a Juana, para
que ofrecieran limosnas en algunas circunstancias determinadas. En 1485, por ejemplo,
Juana y sus hermanas, por indicación de su madre, donaron un castellano cada una en la
iglesia de Santa María de la Fuente Santa de Córdoba; en 1487 su madre le da una do-
bla para ofrecer “en la Cruz” con ocasión de la Semana Santa. La infanta también hace
ofrendas con ocasión de la Semana Santa, como los seis reales que entrega en el Monu-
mento del Viernes Santo en Valdepeñas en 1488, o los dos ducados que ofrece en 1490
con motivo de la misma festividad41.
Todo ello favorece su profunda religiosidad, que destaca en la corte flamenca, y de la
que se hacen eco los informes que llegan a Castilla desde Flandes42. Al final de sus días
esta inclinación se manifiesta también en su relación con Francisco de Borja, y le causó
algunos problemas en su encierro de Tordesillas.
Sobre lo referente a la educación intelectual y a las formas y maneras cortesanas, ya
me he ocupado brevemente en otra ocasión43, pero es preciso volver aquí sobre ello, ya
que constituye un elemento relevante para comprender la influencia que su madre ejer-
ció sobre Juana, así como su actitud posterior respecto al ejercicio del poder.
Como hija de poderosos y destacados reyes, Juana estaba destinada a desempeñar una
alta función político-social tras su matrimonio, por lo que su formación debía prepararla
para cumplir bien su papel en alguna importante corte europea. Por eso, y por la impor-
tancia que la reina Isabel daba a la educación44, contó con un maestro destacado, que
cobraba lo mismo que el de su hermana mayor, 50.000 maravedís anuales. Se trata, como
ya he indicado, del dominico fray Andrés de Miranda, que es mencionado como maes-
tro de latín, y que debió ejercer bien sus funciones, a juzgar por la amplia cultura de que
Juana hizo gala en la edad adulta, y por su conocimiento de esa lengua, que produjo ad-
121 PONENCIAS PLENARIAS

miración en más de una ocasión. Fray Andrés estuvo con ella desde 1485 hasta que Juana
abandonó Castilla en 1496. Por otra parte la infanta tomó también lecciones de latín de
Beatriz Galindo o de otra mujer, ya que en una nómina de la reina de 1488, se menciona
una “Latyna, criada de la ynfante” Juana.
Esa educación, como era común en su tiempo y en su estatus, le proporcionaría cono-
cimientos de gramática, latín, cultura clásica y música. Para ello contó con instrumentos
adecuados, como unas escribanías “con su guarniçión” que se le compró en 1490, y con
libros; en 1487 su maestro le compró “un Doctrinal para que lea”, sabemos además que
ya en 1489 tenía un libro de Boecio en latín, y en 1490 un “Diornal para leher que costo
seys reales”45. Seguramente la niña asimiló bien las enseñanzas recibidas, ayudada por
su despierta inteligencia, que se manifiesta en otros gestos, entre los que se cuenta la fa-
cilidad con la que, ya en Flandes, aprendió francés. En el campo de la música es conocida
su afición y habilidades instrumentales, en especial con el clavicordio, así como su gusto
por el acompañamiento musical, que le llevó a pagar a algunos músicos46.
Pero no todo era actividad intelectual y religiosa, hubo de ser instruida también en
todo lo relacionado con la vida en la corte y los “modales” propios de una infanta cas-
tellana; ello implicaba el entretenimiento del ocio con trabajos de aguja, que la infanta
practicaba ya en la corte castellana, pues posee una caja de labores y un dedal de plata47; y
también materias tales como la danza y las maneras adecuadas de presentarse en público.
Para completar su preparación, debió de atenderse igualmente a todo aquello que hacía
referencia directa a su condición de mujer, como se deduce de que entre sus libros estu-
viera el famoso tratado de Eiximenis, el “Libro de las donas”. Además, dado su estatus,
debió de recibir, aunque fuera de forma subsidiaria, una cierta formación destinada a
quien pudiera estar cerca de los más altos puestos de gobierno. Así lo indica el hecho de
que en su biblioteca se encontrara la glosa castellana del “Regimiento de príncipes” de
Egidio Romano.
De esta forma, a pesar de no ser princesa, Juana fue objeto de una esmerada y bastante
amplia educación, que tuvo oportunidad de mostrar en la corte flamenca, como pone de
manifiesto Luis Vives, quien al ocuparse de la educación de las mujeres recordaba la
excelente formación de Juana, y la admiración que había causado en Flandes su conoci-
miento del latín.
Todo ello fue fruto de un plan pensado y llevado a cabo por su madre, que Juana debió
seguir con rigor, sabiendo sacar el máximo beneficio del esfuerzo que se le exigía. Pero
su formación no es sólo fruto de esta enseñanza “oficial”. Aunque de forma involuntaria
contribuyeron también a ello los ejemplos que pudo observar a su alrededor durante sus
primeros dieciséis años de vida. En este sentido destaca su madre, que debió aparecer a
los ojos de la infanta como una mujer fuerte y responsable, que atendía con inteligencia
y acierto al gobierno del reino; probablemente éste fue para Juana el ejemplo ideal pero
inalcanzable, sobre todo a partir de 1504. Pero Isabel era también una mujer que buscaba
controlar a su marido, y que se mostraba celosa a causa de los amoríos de éste. En su vida
de casada Juana debió recordar la conducta de su madre, y probablemente constató que la
suya se alejaba bastante de ese modelo. Quizá por esto se esforzó en dos empresas: estar
ISABEL LA CATÓLICA Y SU HIJA JUANA I 122

junto a su marido y contar con un buen consejero para gobernar su reino. Como sabe-
mos, en ninguna de las dos alcanzó el éxito: su marido la controló férreamente e impuso
siempre su voluntad y poder, hasta el punto de hacerse con el cetro que sólo a ella co-
rrespondía. Y su padre, que es quien podía haberle aconsejado, consideró más favorable
aliarse con el yerno, en vez de apoyar, guiar y enseñar a su hija, aunque no dejó de llamar
la atención a Felipe respecto a la necesidad de respetar a Juana, puesto que sólo ella podía
legitimar su poder en Castilla.
Pero eso no contradice que Juana fuera una mujer con una excelente formación, y que
en algunas obras se alabaran sus conocimientos, y se la presentara como modelo a seguir,
tal y como lo hace el “Carro de las Donas” de 1542:
“Viniendo esta señora doña Juana a heredar los reynos de Castilla y de Aragón des-
pués de la muerte de la reyna doña Ysabel, su madre, el rey don Felipe, su marido, murió
en Burgos de unas calenturas. La reyna doña Juana nuestra señora sintió tanto la muer-
te de su marido que cayó en una enfermedad de la qual nunca más convalesció. No ay
que dezir que su alteza desta enfermedad: fue de muy claro ingenio y muy sabia y muy
gran letrada e de muy clara conciencia, muy amiga de toda bondad; e como estas cosas
son juycio de Dios, a los hombres no es dado determinallo. Sucedió en su lugar el Empe-
rador nuestro señor”48.
Como tampoco contradice que Juana intentara ejercer su papel de reina, aunque ense-
guida las adversas circunstancias le aconsejaron abandonar esa posibilidad y centrarse
en otra tarea que consideraba importante, y en la que sí consiguió éxito: salvar el trono y
la herencia Trastámara para su hijo Carlos.

Tensión entre madre e hija


La asimilación por parte de Juana de la formación recibida y de los modelos de con-
ducta que observó en sus primeros años de vida, explican en parte sus posteriores di-
ferencias con su marido y con su madre, que la llevaron a sufrir una gran tensión y a
protagonizar algunas escenas de violencia. Hay que tener en cuenta además que la salida
de la corte castellana debió representar una dura prueba para ella, a pesar de que Isabel la
acompañara hasta el barco que la condujo a Flandes. La escena de Laredo estuvo proba-
blemente marcada por la tensión afectiva si tenemos en cuenta que la separación pudo ser
también difícil para Isabel, quien por entonces perdía a su madre, que murió en Arévalo
pocos días antes, el 15 de agosto de 149649.
Una vez casada50, Juana siguió ligada afectivamente a su progenitora, como lo de-
muestra su deseo de tener noticias de lo que sucede en Castilla. Esto y su sentido del
deber hizo que buscara responder a la responsabilidad que tenía respecto a Castilla y al
afecto y respeto debido a sus padres; en este sentido se expresa el embajador Villaescusa
en agosto de 1501, cuando dice que “mucho me dixo de la gana que tenía de servir y obe-
deçer e tener muy contentos y servidos a sus altezas”51.
El lazo afectivo con la madre volvió a estrecharse cuando regresa para ser jurada prin-
cesa. En este momento se pone de manifiesto que la reina está muy atenta a los intereses
123 PONENCIAS PLENARIAS

políticos de su hija. El gesto más claro al respecto se produce en la entrada en Toledo en


1502, concretamente en el desfile cívico previo al acto de la jura de la heredera, en el que
la colocó bajo el palio, a su lado. Posteriormente, cuando Felipe decide regresar a Flan-
des y Juana ha de permanecer en Castilla debido a su estado de buena esperanza, la prin-
cesa vuelve a sentir la protección y la compañía materna, aunque probablemente también
el control de ésta sobre su persona y conducta. En este sentido hay que tener en cuenta
que Juana tampoco puede disponer ahora de recursos por su propia decisión, ya que es la
madre la que paga los gastos de su casa y cubre sus necesidades, como se desprende tanto
de las cuentas de Gonzalo de Baeza como de las de Alfonso de Morales52.
No obstante, en una primera fase la relación entre ellas discurre por cauces aceptables
para ambas; quizá lo más sobresaliente sea la compañía de la madre en los momentos
finales de la gestación y su contento tras el parto, cuando nace en Alcalá de Henares el
infante Fernando53. En esa ocasión Isabel debió sentirse recompensada por los esfuerzos
realizados, ya que un segundo nieto varón (el primogénito, Carlos, estaba en Flandes)
aseguraba la continuidad dinástica, aunque las reglas patriarcales impusieran un cambio
de denominación con la adopción del nombre de la casa paterna.
Pero esa armonía se rompe enseguida. Juana, una vez libre tras el alumbramiento,
parece caer en un estado de depresión posparto, y sólo busca dejar Castilla para regresar
junto a su esposo, probablemente porque piensa, conforme a la educación recibida, que
su lugar está junto a Felipe. Sea como sea, quiere marchar lo más pronto posible, mien-
tras su madre la reina mantiene la postura contraria; para Isabel es fundamental que la
princesa se quede en el que va a ser su reino, entre otras cosas para que se familiarice
con los asuntos del gobierno, para que conozca al reino y sus gentes (en particular, claro
es, a los principales nobles y magnates), y para que Castilla y quienes están al frente de
la jerarquía social la conozcan y empiecen a amarla y respetarla como futura reina. Esta
disparidad de intereses y criterios, unida al difícil estado anímico de la princesa, culmina
en el conocido enfrentamiento que tiene lugar entre madre e hija en el castillo de la Mota
de Medina del Campo.
La reina residía en los palacios de la Plaza. Juana está en el castillo, pugnando por
partir para reunirse con su esposo y con sus hijos en Flandes. Isabel intenta evitar esa
marcha. La tensión va creciendo, y en un encuentro entre madre e hija, ésta profiere pa-
labras airadas y adopta respecto a su progenitora una actitud de desafío impropia de su
rango. No conforme con esto, protagoniza actos que la degradan de su estatus de prince-
sa, ya que entre otras cosas permanece en el patio, y cuando cede por fin a refugiarse bajo
techo, en vez de ir a los aposentos acordes con su rango, se dirige a la cocina. Este asunto
constituye una pieza de gran importancia en la elaboración de su descrédito público, y
probablemente perjudicó seriamente su autoestima.
De momento, tras esta discusión, en marzo de 1504 Juana logra emprender el viaje
con dirección a los estados de su marido. Aquí hay que llamar la atención sobre un detalle
de interés: este viaje, a diferencia del de Felipe, y contra el deseo de éste, se realiza por
mar, es decir evita Francia. Juana quiere cumplir como buena esposa, volviendo al lado
de quien es su marido legítimo, pero lo hace sin ofender los intereses de la política de
ISABEL LA CATÓLICA Y SU HIJA JUANA I 124

los reinos de sus progenitores, ni las directrices y expectativas de su madre. La princesa


busca ahora, como en otros momentos, un equilibrio imposible de alcanzar entre los dos
roles que la obligan, el de hija de Isabel de Castilla y heredera de este reino, y el de esposa
de Felipe de Borgoña54.
Poco después, cuando muere Isabel, se abre para Juana otra etapa de su vida, aquella
en la que, incapaz de hacer frente a los obstáculos que se le presentan, decide someterse a
la demanda paterna y se retira a Tordesillas. En el transcurso de los acontecimientos que
desde su llegada a Castilla en 1506 conducen hasta Tordesillas en 1509, vuelve a sentirse
el peso de la voluntad materna.
Un mes antes de morir, en el testamento, la reina Católica planteó la posibilidad de
que Juana no quisiera o no pudiera reinar. A través de ese documento fechado en el mes
de octubre de 1504, Isabel dejó establecido todo lo referente a su sucesión y a la prela-
ción de su línea dinástica, estableciendo que después de Juana debería acceder al trono
su hijo mayor con precedencia de varón, desde Carlos hasta la menor de las hijas de la
nueva reina. Pero lo que es más importante, es que deja muy claro que la heredera es su
hija y no su yerno:
“ordeno e establezco e ynstituyo por mi universal heredera de todos mis reynos e
tierras e señorios e de todos mis bienes rayzes despues de mis dias a la illustrissima
prinçesa doña Juana, archiduquesa de Austria, duquesa de Borgoña, mi muy cara e muy
amada hija primogenita, heredera e subçessora legitima de los dichos mis regnos e tie-
rras e señorios, la qual luego que Dios me llevare se yntitule reyna. E mando a todos (....)
ayan e reçiban e tengan a la dicha prinçesa doña Juana, mi hija, por reyna verdadera e
señora natural propietaria de los dichos mis reynos e tierras e señorios e alçen pendones
por ella faziendo la solemnidad que en tal caso se requiere (....) e al illustrisimo prinçipe
don Filipo, mi muy caro e muy amado hijo, como a su marido”.
En esta cláusula nada hace sospechar que Isabel pensara que Juana no fuera a ejercer
como reina, aunque sí parece que se quiere apartar a Felipe del ejercicio directo del po-
der, mencionándolo lo menos posible y declarando su condición de consorte55; tampoco
se establece ninguna carga o amenaza para la sucesora. Sin embargo, párrafos más ade-
lante, la reina considera la posibilidad de que Juana no gobierne, estableciendo que en
ese caso Fernando actúe como gobernador de Castilla,
“por quanto puede acaesçer que al tiempo que nuestro Señor d’esta vida presente
me llevare, la dicha Prinçesa, mi hija no esté en estos mis reynos o despues que a ellos
veniere en algund tiempo aya de yr e estar fuera d’ellos, o estando en ellos no quiera (in-
terlineado: o no pueda) entender en la governaçion dellos”.
Hacia la mitad del párrafo vuelve a expresar en qué casos Fernando gobernará Casti-
lla, y vuelve a introducir ese punto de “interferencia” referente a que Juana no quiera o
no pueda ejercer su cometido; su intención primera al dictar esta línea fue referirse sólo
al caso de que la princesa no quisiera gobernar; es más tarde cuando se introduce la posi-
bilidad de que no puediera hacerlo, pues el “no pueda” está escrito entre las líneas tanto
en la primera parte del párrafo como hacia la mitad del mismo, cuando vuelve a repetir su
decisión:
125 PONENCIAS PLENARIAS

“Ordeno e mando que cada e quando la dicha Prinçesa, mi hija, no estoviere en estos
dichos mis reynos o despues que a ellos veniere en algund tiempo aya de yr e estar fuera
d’ellos o estando en ellos no quisiere (interlineado: o no pudiere) entender en la gover-
naçion d’ellos, que en qualquier de los dichos casos el rey, mi señor, rija, administre
e govierne los dichos miss reynos e señorios e tenga la governaçion e administraçion
d’ellos por la dicha Prinçesa, segund dicho es, fasta en tanto que el ynfante don Carlos,
mi nieto, hijo primogenito heredero de los dichos Prinçipe e Prinçesa, sea de hedad legi-
tima, a lo menos de veynte años cunplidos, para los regir”56.
Los enemigos de la nueva reina se aferraron a esta cláusula testamentaria porque les
ayudaba a alejarla del trono. Con todo, parece que Isabel buscó siempre proteger a su
hija, aunque alguna de sus decisiones le perjudicaron. Frente a esto, quienes más contri-
buyeron a su marginación fueron los varones de los que dependió desde 1504, su marido,
su padre y su hijo Carlos. El resultado de su fracaso en relación con ellos fue ese encierro
en Tordesillas durante el que estuvo sometida a un trato indigno y cruel. No obstante, la
reina Juana consiguió alcanzar un importante objetivo: asegurar el trono para su primo-
génito.
ISABEL LA CATÓLICA Y SU HIJA JUANA I 126
127 PONENCIAS PLENARIAS

NOTAS

1
“(...) casó el dicho príncipe don Juan con doña Margarita, e el dicho archiduque don Felipe con doña Juana, e
partió la flota de España, en que fueron ciento treinta naos e navios e más de veinte o veinte y cinco mil hombres de
armada en ella, con la infanta doña Juana, e la llevaron a Flandes para traer a la princesa doña Margarita” (Historia
de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, escrita por ANDRÉS BERNALDEZ, cura que fue de la villa
de Los Palacios, e capellán de don Diego de Deza, arzobispo de Sevilla, Cayetano Rosell (Ed.), Crónicas de los
Reyes de Castilla, T. III, Madrid, BAE, 1953, cap. CLIV, p. 691a). Una larga relación de gastos y pertrechos de
todo tipo, barcos y personas (entre ellas médicos, físicos y boticarios) que fueron en esa expedición está publicada
en Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ, Política internacional de Isabel la Católica, T. 4, Valladolid, Instituto Isabel la
Católica de Historia Eclesiástica, 1971, doc. nº 165, pp. 569-590.
2
Durante la primera etapa de su estancia en Flandes intenta responder a las demandas políticas relativas al in-
terés de sus progenitores, en concreto en el intento de establecer una alianza anglo-flamenca; seguramente es este
asunto el que ronda su cabeza en 1498, cuando comenta con el embajador de sus padres que está preocupada por lo
que en Castilla se dice de ella (Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ, Política internacional, T. 5, Valladolid, 1972, pp.
174-178 y 279-280).
3
Al respecto resultan expresivas dos cartas del subprior de 1498 (Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ, Política in-
ternacional, T. 5, Valladolid, 1972, pp. 288-289 y 351-356).
4
Miguel Ángel ZALAMA, Vida cotidiana y arte en el palacio de la reina Juana I en Tordesillas, Universidad
de Valladolid, 2000.
5
Siete días después el Papa firmaba un documento concediendo indulgencia plenaria a quienes contribuyeran
a la guerra de Granada, Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ, Política internacional, T. I, Valladolid, 1965, pp. 454-456.
6
Lorenzo GALÍNDEZ DE CARVAJAL, en sus Anales breves del reinado de los Reyes Católicos don Fer-
nando y doña Isabel, de gloriosa memoria, narra así el nacimiento de la niña: “Y en el mes de noviembre nasció
la señora infanta doña Juana, que casó con el archiduque don Felipe, conde de Flandes, hijo del emperador Maxi-
miliano, y de Madama María, hija del duque Charles y Madama Catalina de Borbón” (Cayetano Rosell (Ed.),
Crónicas, p. 543a).
7
Según se desprende de lo indicado en las cuentas de Gonzalo de Baeza, Juana, con sus hermanos Isabel y Juan
venían de Medina del Campo (Antonio DE LA TORRE y E. A. DE LA TORRE, Cuentas de Gonzalo de Baeza,
tesorero de Isabel la Católica, Madrid, 1956, T. 1, p. 15).
8
DOCTOR TOLEDO, Cronicón de Valladolid, 1333-1539, Edición facsimil, Valladolid, Grupo Pinciano,
1984, pp. 146,166, 172 y 173.
9
Los gastos que se hicieron con este viaje del príncipe y las infantas están recogidos en las cuentas de Gonzalo
de Baeza (Antonio DE LA TORRE y E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, p. 238).
10
Cronicón de Valladolid, pp. 175-176.
11
Cronicón de Valladolid, pp. 191 y 206.
12
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 70, 322 y 377, T. 2, pp. 67, 236, 543.
ISABEL LA CATÓLICA Y SU HIJA JUANA I 128

13
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 110, 154, 266, 279, 298, 309; T. 2, pp. 121,
297, 325, 341, 353, 368, 467 y 630 (en esta última página se consigna que la reina paga las raciones, quitaciones y
vestuario de damas y criadas de Juana en 1503, citándose entonces a Blanca Manrique, Aldara de Portugal, Fran-
cisca de Ayala, Marina Ruiz e Inés Hortega).
14
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 2, pp. 523, 550, 561, 577, 583, 587, 593, 618.
15
Rosana de ANDRÉS, El último decenio del reinado de Isabel la Católica a través de la tesorería de Alonso
de Morales (1495-1504), Universidad de Valladolid, 2004, pp. 884-887 (se trata de un conjunto de nóminas de la
reina Isabel, que suman un total de 1.688.349 maravedís, gastados para pagar al personal de la casa de la princesa,
en las que aparece Martín de Móxica como maestresala y actuando como principal responsable de la organización
de la casa). En las cuentas de Gonzalo de Baeza se recoge también el pago de raciones, quitaciones y vestuario de
las damas, mujeres y criadas de la princesa, realizado por la reina Isabel ese año de 1503.
16
Aparecen repetidas veces en las cuentas de Gonzalo de Baeza, como en A. DE LA TORRE, E. A. DE LA TO-
RRE, Cuentas, T. 1, p. 11, y T. 2, pp. 27 y 48.
17
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 154, 199; T. 2, pp. 217, 295 y 296.
18
Bethany ARAM, La reina Juana. Gobierno, piedad y dinastía, Madrid, Marcial Pons, 2001, p. 52.
19
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 152, 153, 248; T. 2, p. 80, 140, 216, 219,
239, 240, 296.
20
Sobre la importancia que para las mujeres tiene el vestido y la forma de presentarse en público, así como
sobre otros asuntos relacionados con la vida en la corte, puede consultarse, Álvaro FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA
MIRALLES, La corte de Isabel I. Ritos y ceremonias de una reina (1474-1504), Madrid, Dykinson, 2004.
21
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 70, 108, 111, 251; T. 2, p. 140.
22
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 110, 111, 153, 199, 249, 253, 254, 299,
300, 376; T. 2, pp. 48, 216.
23
El azúcar es un producto caro y de lujo; sobre esto y otros asuntos relacionados con la mesa, Julio VALLES
ROJO, Comer con Isabel de Castilla. La cocina en tiempos de la Reina Católica, Valladolid, Diputación, 2004.
24
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 109, 152, 200, 252; T. 2, p. 67.
25
Sobre esto y todo lo referente a la vida en la casa isabelina, Mª del Cristo GONZÁLEZ MARRERO, La casa
de Isabel la Católica. Espacios domésticos y vida cotidiana, Ávila, Diputación Provincial e Institución Gran Du-
que de Alba, 2005 (sobre la cama pp. 193-194).
26
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 70, 108, 111, 198, 199, 299, 300, T. 2, pp.
47, 140.
27
Bethany ARAM, La reina Juana, p. 53.
28
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 108, 111, 250, 299, 301, 400.
29
Citado en Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, Isabel la Católica en opinión de españoles y extranjeros.
Siglos XV al XX, T. I, Valladolid, Instituto Isabel la Católica de Historia Eclesiástica, 1970, p. 158.
30
En 1507, Catalina escribía a su hermana Juana recordando ese encuentro y lamentando su brevedad (Be-
thany ARAM, La reina Juana, p. 151).
31
Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ, Política internacional, T. 4, Valladolid, 1971, p. 624.
32
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, p. 301.
33
Hernando del PULGAR, Crónica de los señores reyes don Fernando y doña Isabel de Castilla y de Aragón,
tercera parte, cap. CXXI, en Cayetano Rosell (Ed.), Crónicas, T. III, p. 499a.
34
Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ, Política internacional, T. 5, Valladolid, 1972, p. 352.
129 PONENCIAS PLENARIAS

35
Manuel FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Juana la Loca. La cautiva de Tordesillas, Madrid, Espasa Calpe, 2000,
p. 58.
36
Pedro M. CÁTEDRA, La historiografía en verso en la época de los Reyes Católicos. Juan Barba y su “Con-
solatoria de Castilla”, Universidad de Salamanca, 1989, p. 221.
37
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 108, 190, 199 y 111.
38
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 249-250.
39
Vicente RODRÍGUEZ VALENCIA, ob. cit., p. 158.
40
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 152, 301, 377, 426; T. 2, p. 119.
41
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 111, 197, 249, 376.
42
El subprior de Santa Cruz en 1499 dice de ella que “hay tanta religion en su casa como en una estrecha obser-
vançia y en esto tiene mucha vigilançia de que debe ser loada ahunque aqua les parece el contrario, buenas partes
tiene de buena cristiana” (Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ, Política internacional, T. 5, Valladolid, 1972, p. 352.
43
Mª Isabel del VAL VALDIVIESO, “La educación en la corte de los Reyes Católicos” Jornadas internaciona-
les “Fernando I (1503-1564). Infante, archiduque, rey y emperador. El otro nieto de Isabel la Católica” (Universi-
dad de Valladolid, Instituto Histórico Austriaco, Ayuntamiento de Arévalo) Arévalo, marzo de 2004 (en prensa)
44
Mª Isabel del VAL VALDIVIESO, “Isabel la Católica en el contexto cultural de su tiempo”, J. Valdeón (ed.),
Arte y cultura en la época de Isabel la Católica, Valladolid, Ámbito, 2003, pp. 369-390. Al respecto hay que tener
en cuenta el relieve que las cuestiones culturales adquieren en el entorno de Juan II de Castilla; aunque este monar-
ca muere pocos años después del nacimiento de su hija Isabel, el eco de esa característica de la casa paterna debió
influir en la formación de su personalidad; en este sentido pueden recordarse unos versos de uno de los grandes
escritores de entonces, Fernán Pérez de Guzmán: “Yo digo así, que la buena criança / da más virtud que la naturale-
za / (....) / Fijos de ombres rústicos e serviles / vi venir niños a las cortes reales / y converssando con gentes curïales
/ ser avisados, discretos, sotiles; / fijos de nobles, de sangre gentiles, / por dessanparo o cura negligente / de sus
mayores, venir en tal gente, / que ressultaron torpes, necïos, viles” (Mª Jesús Díez Garretas y Mª Wenceslada de
Diego Lobejón, Un cancionero para Alvar García de Santa María. “Diversas virtudes y vicios” de Fernán Pérez
de Guzmán”, Universidad de Valladolid, 2000, p. 201).
45
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 198, 301, 377, 378.
46
En 1487 ordena el pago de una dobla a dos músicos, un pandero y un tamborino (Antonio DE LA TORRE, E.
A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, p. 200).
47
Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 1, pp. 249, 300.
48
José Luis MARTÍN, Isabel la Católica. Sus hijas y las damas de su corte, modelos de doncellas, casadas y
viudas en el Carro de las Donas. 1542, Ávila, 2001, p. 118.
49
Para asegurarse la protección de la infanta, la reina escribe poco antes, el 18 de agosto, al rey de Inglaterra,
diciéndole que “nos enbiamos a la illustrisima archiduquesa de Austria, duquesa de Borgoña, nuestra muy cara e
muy amada fija a su marido”; y pidiéndole que en caso de que la armada que lleva a Juana tenga que refugiarse en
su reino, “querays proveer e mandar que a la dicha archiduquesa y a la dicha armada que con ella fuere sea fecha
toda honra e buen acogimiento como de vuestra virtud y amistad lo tenemos creydo” (Luis SUÁREZ FERNÁN-
DEZ, Política internacional, T. 4, Valladolid, 1971, pp. 605-606).
50
Antes, en 1488, hubo conversaciones para casarla con el duque Francisco de Bretaña, pero no llegaron a buen
puerto (Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ, Política internacional, T. 2, Valladolid, 1966, pp. 436-437).
51
Tarsicio de AZCONA, Isabel la Católica. Estudio crítico de su vida y su reinado, Madrid, BAC, 1993, p. 882.
52
Son muy expresivos en este sentido dos documentos de 1502 y 1503, el primero firmado por Felipe y Juana y
el segundo sólo por ella; en el primer caso los príncipes parecen disponer de cinco millones de maravedís, pero la
lectura del fechado en 1503 permite comprender que se trata de un dinero donado por Isabel (“vos mando que los
ISABEL LA CATÓLICA Y SU HIJA JUANA I 130

çinco quentos de mrs. que la reyna, mi señora vos mando dar para conplimiento de lo que el prinçipe, mi señor, e yo
ovimos de aver el año pasado ...”), Antonio DE LA TORRE, E. A. DE LA TORRE, Cuentas, T. 2, pp. 576-577.
53
Mª Isabel del VAL VALDIVIESO, “El infante Fernando, nieto de los Reyes Católicos”, Fernando I. Un in-
fante español emperador, Universidad de Valladolid, 2003, pp. 23-29.
54
Mª Isabel del VAL VALDIVIESO, “El camino al trono de Juana I de Castilla”, La voz del olvido: mujeres en
la historia, Universidad de Valladolid, 2003, p. 57.
55
Parece que Isabel carece de confianza en su yerno, y está buscando preservar al reino de los posibles efectos
de su intervención; en este sentido es expresivo el contenido del borrador de una instrucción de Isabel y Fernando
sobre cómo han de ejercer el gobierno del reino sus sucesores, respetando los derechos de los súbditos y naturales;
en el encabezamiento del documento dicen que considerando que “la mejor erençia que podemos dexar al prinçipe
e prinçesa nuestros hijos es dar orden como todos nuestros subditos e naturales les tengan amor e les syrvan leal-
mente como a nosotros lo han hecho, y vyendo como el prinçipe nuestro hijo por ser de otra naçion y de otra lengua
sy no se conformase con las costunbres de la tierra y el y la prinçesa nuestra hija no los gobernase según las leyes e
usos e costunbres della podrian dello tomar escandalo e no les tener el amor que nos querriamos que les tovyesen
...”; en uno de los últimos párrafos, seguramente pensando que quizá Juana iría con Felipe a Flandes cuando los
asuntos de esos estados reclamaran la presencia del archiduque, los reyes ordenan que “si acaeçiere que los dichos
principe e prinçesa nuestros hijos en algund tiempo ayan de yr o estar fuera destos nuestros reynos de España, es
razon que en tal caso se de orden como aya de quedar y quede la governaçion (....) ordenamos e mandamos que su
fijo primogénito heredero, seyendo en hedad, quede por governador dellos y no syendo de hedad queden con el
personas para governar el reyno, los quales sean escogidos por los dichos prinçipes y en Cortes ....” (Luis SUÁ-
REZ FERNÁNDEZ, Política internacional, T. 6, Valladolid, 2002, pp. 498-501).
56
Pablo Garcia Cañón y Violeta Medrano Fernández, Isabel la Católica, Reina de dos mundos (1451-1504),
Universidad de Valladolid, 2005, pp. 149-154. También Antonio DE LA TORRE, Testamentaría de Isabel la Ca-
tólica, Valladolid, Instituto Isabel la Católica de Historia Eclesiástica, 1968, pp. 458-459 y 461-463. En el testa-
mento la reina ordena además a los príncipes Juana y Felipe que obedezcan a Fernando, y que administren bien el
reino (pp. 563-566). Por lo que se refiere al primer “no pudiere”, la trascripción de A. de la Torre no lo incluye, pro-
bablemente por un error de trascripción que le hace omitir “o estando en ellos no quiera (interlineado: o no pueda)
entender en la governaçion dellos”; tampoco indica que el no pudiere está interlineado en el documento original.
131 MESAS REDONDAS

Creación literaria en Hispanoamérica

LA NARRATIVA CUBANA DESDE LA REVOLUCIÓN

Carmen Ruiz Barrionuevo


(Universidad de Salamanca)

Ante una perspectiva tan dilatada como compleja de la narrativa cubana a partir del
triunfo de la Revolución, proponemos una lectura desglosada a través de las décadas que
han ido sucediéndose hasta nuestros días con el fin de ordenar, aunque sea someramente,
en el espacio que ofrece esta mesa redonda, la evolución de las formas narrativas desa-
rrolladas desde ese momento hasta nuestros días.

Los años sesenta


Con el triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959 la historia de la isla sufre un
cambio considerable que afecta a todos los niveles. Algunos escritores se agrupan en
torno a Lunes de Revolución (1959-1961), suplemento literario semanal del periódico
Revolución, que dirigía Guillermo Cabrera Infante con la subdirección de Pablo Arman-
do Fernández, donde se instauró un espíritu renovador que contradecía, pero también
incorporaba, las pautas de los mejores autores de las décadas anteriores. El suplemento
atrajo a los jóvenes escritores y artistas de aquel momento histórico, pero un ambiente
de intolerancia llevará a la prohibición del documental PM de Sabá Cabrera Infante y
Orlando Jiménez Leal y la consiguiente clausura del suplemento. Quedó así abortado un
primer momento renovador de la literatura cubana.
La segunda mitad de la década de los 60 supone la superación de las discusiones de
los primeros años en el terreno artístico, de lo que fue pauta Lunes de Revolución, a lo
que contribuyó el gran éxito de la narrativa latinoamericana en el plano mundial. Serán
unos años activos y optimistas en que los narradores cubanos despliegan una actividad
innovadora. Editoriales, revistas e instituciones latinoamericanas, y muy principalmente
cubanas, llamaron la atención de los intelectuales europeos, y la revista Casa de las Amé-
ricas, fundada en 1965 y dirigida por Roberto Fernández Retamar, se constituyó en foro
de discusión respecto a múltiples problemas de la escritura y el empeño de conseguir
LA NARRATIVA CUBANA DESDE LA REVOLUCIÓN 132

un arte propio que respondiera al perfil del continente. Es evidente que este momento
debe entenderse también en consonancia con el Boom que se está produciendo en el con-
tinente latinoamericano, y respecto al cual la revolución había tenido algún estímulo.
La Habana se constituirá en un importante centro de concurrencia para los novelistas,
ya que además en ese momento la revolución cubana es el ideario que aglutina a los
intelectuales más destacados del continente, por esos años los nombres de Carpentier,
Cortázar, Fuentes, García Márquez, Vargas Llosa, o Benedetti son frecuentes en las re-
uniones y revistas mundiales. Para todos ellos Casa de las Américas realiza una labor de
gran prestigio en la difusión de las obras y de la crítica, originando además el estímulo a
la creación a través de importantes concursos literarios y frecuentes debates acerca de la
actitud del escritor en el contexto revolucionario y de su responsabilidad frente al medio
social.
Pero en cuanto afecta a la literatura cubana se consagran por esos años una serie de
títulos que, publicados la mayor parte en Cuba o, como en el caso de Cabrera Infante,
Severo Sarduy y Reinaldo Arenas fuera de la isla, se van sumando, en sintonía o en
pugna con la Nueva Novela latinoamericana de esa década: El siglo de las luces (1962)
de Alejo Carpentier; La situación (1963) de Lisandro Otero, Paradiso (1966) de José
Lezama Lima, Vivir en Candonga (1966) de Ezequiel Vieta, Tres tristes tigres (1967)
de Guillermo Cabrera Infante, Celestino antes del alba (1967) de Reinaldo Arenas, Los
niños se despiden (1968) de Pablo Armando Fernández, Siempre la muerte, su paso
breve (1968) de Reynaldo González. Además alcanza gran difusión la novela de Lisan-
dro Otero, Pasión de Urbino publicada en 1966, y como éxito sin precedentes la apa-
rición de la novela testimonial con Biografía de un cimarrón (1966) de Miguel Barnet
que, al que luego se sumará La canción de Rachel (1969), con apoyo en la etnografía y
la antropología, lo que permitirá la exploración de ámbitos negados hasta entonces a la
literatura.
Y si hubiera que señalar una pauta general, se puede observar que, junto con los que
trabajan el realismo crítico, una parte de los autores cubanos de estos años sintonizan
con el resto de los países hispanoamericanos en una temática semejante, la búsqueda de
la identidad americana, el uso de elementos míticos y simbólicos que se trasladan con
una escritura elaborada sin desdeñar lo experimental. Aunque muy pronto se acabará
reprochando a los autores del Boom su actitud evasionista frente al contexto social, su
pertenencia a un club exclusivo de intelectuales burgueses y la adopción de modelos
foráneos.
Hacia 1966 también se van fraguando las más jóvenes generaciones que darán a luz
sus obras en las décadas posteriores y que se agrupan en torno a la revista El caimán
barbudo, cuyo primer número sale en 1966, dirigida desde su fundación por Jesús Díaz,
y que apunta una perspectiva distinta al trabajar sobre todo relatos acerca de la realidad
inmediata y cotidiana, con tono coloquial, sobriedad y economía de medios, negando la
mitificación impuesta por los autores coetáneos del Boom. Sin embargo son años en que
la influencia de la narrativa latinoamericana es inevitable en sus escrituras.
133 MESAS REDONDAS

El paréntesis de los años 70


A partir de 1971 la actividad cultural entra en declive en Cuba y da comienzo el llama-
do “Quinquenio gris” (1970-1975) según denominación de Ambrosio Fornet, que toca
su fondo en 1976, año en el que, aunque se dan algunos indicios de recuperación, el
descenso de la actividad cultural se mantiene durante todo el decenio, y la política ejerce
su protagonismo. La difícil situación del país tras el fracaso de la zafra del 70, obliga a
la adhesión del bloque socialista, y al tiempo, se controla la creación y el debate libre.
El “Caso Padilla”, que tendrá repercusión mundial, se produce en 1971 y tiene su punto
de arranque en los ataques de Herberto Padilla a la obra de Lisandro Otero y la paralela
defensa de la literatura de Cabrera Infante. Ello dará lugar a una serie de intervenciones
y actuaciones que implicarán incluso a autores del Boom como Carlos Fuentes y Vargas
Llosa, quienes acabarán rechazando la trayectoria de la revolución cubana. La crisis se
cierra con el discurso de Fidel Castro en el Primer Congreso de Educación y Cultura en
abril de 1971 cuando mantuvo la valoración política del arte: “El arte es un arma de la
Revolución”.
Ello provoca que en la década del 70 dominen los relatos planteados en torno a una
tesis, que se prime la visión objetiva y los personajes tipificados dentro de un mensa-
je ideológico con planteamientos didácticos, esquemáticos y panfletarios. Se retoma el
contenido revolucionario de los primeros años pero sin experimentalismo, los autores se
refugian en un tono épico, se simplifican los rasgos y se aplican con premura al presente
revolucionario, sin valorar el dominio del lenguaje y de la forma narrativa. Resulta sig-
nificativo que en el año 1972 no se publicara ninguna novela. Ello afectó a la producción
de todos los autores. Pablo Armando Fernández ha revelado que se le hizo difícil escri-
bir en los años 1970 a 1976, y ello fue la tónica general, hasta que en la segunda mitad
de la década aparecen indicios de nuevos rumbos, con una excepción singular, El pan
dormido (1975) de José Soler Puig, una de las obras más valoradas de este periodo. En
esta situación el género policial cobra desusado protagonismo. Destacó en especial El
cuarto círculo (1976) de Luis Rogelio Nogueras (1944-1985) y Guillermo Rodríguez
Rivera (1943) de gran éxito y difusión. También tuvo gran importancia Joy (1977) de
Daniel Chavarría (1933), uruguayo pero incorporado a la literatura cubana, autor que de-
sarrollará una interesante labor en el mismo género, y que fue coautor con Justo E. Vasco
(1943) de Completo Camagüey (1983) donde se planteaba el tema de la corrupción en
los bajos niveles del aparato estatal.
Tal situación de control en estos años afectó singularmente a las nuevas promociones
de jóvenes, un caso paradigmático fue el de Jesús Díaz (1941-2002), cuya novela Las
iniciales de la tierra, escrita en 1974, no llega a publicarse hasta mediados de los 80, de
igual modo El comandante Veneno (1977) de Manuel Pereira tuvo que ver retrasada su
aparición.

Las revitalización de la década del ochenta


En el apartado social y político, la década se abre con el “Éxodo del Mariel”, previa
toma de la Embajada del Perú, por el que salieron de Cuba miles de personas de amplio
LA NARRATIVA CUBANA DESDE LA REVOLUCIÓN 134

espectro social, y a mitad de la década, en 1985, la Perestroika, introducida por Mijail


Gorbachov en la Unión Soviética, ocasiona restricciones en la economía cubana, cuya
deriva se acrecentó con la desaparición del régimen soviético al final de la década. Pe-
ro en el plano literario los años 80 suponen una revitalización para las letras cubanas.
Aunque es imposible señalar una fecha concreta, los primeros indicios de trasformación
se hacen notar a fines de la década precedente con la labor de Armando Hart Dávalos al
frente del Ministerio de Cultura desde su creación en 1976. Poco a poco se va suavizando
la exigencia política y no se impondrá ninguna pauta estética con lo que desaparecerá
el dogmatismo, y la narrativa acabará incluyendo el humor en formas más distendidas.
También se incrementan los debates y las reuniones de escritores, aunque se advierta la
falta de un hábito en la discusión abierta.
Aunque los autores del 80 rechazaban los esencialismos del Boom, aceptaban los pre-
cedentes de Lezama Lima y de Pablo Armando Fernández, con los que coinciden en la
incorporación de elementos líricos, y en la asunción de las innovaciones formales en
tanto en cuanto convinieran al rigor de la escritura dentro de un realismo complejo de
aparente espontaneidad. En definitiva no rechazan la experimentación pero requerían
también el acercamiento al lector. Conscientes de la importancia de abrir la escritura,
incorporan no sólo el testimonio sino técnicas derivadas del entorno cotidiano, del pe-
riodismo, del cine, o del comic, y frente al barroquismo de Carpentier o Lezama la es-
pontaneidad de la lengua cobra primacía como puede verse en las primeras obras de los
autores de esta época que corren paralelas a las de los autores del Boom, Los años duros
(1966) de Jesús Díaz y Condenados de Condado (1968) de Norberto Fuentes, en las que
ya se valora el lenguaje directo y el tono referencial. La misma inclinación tiene la obra
de Miguel Barnet que con Biografía de un cimarrón y la Canción de Rachel había abier-
to nuevas posibilidades expresivas de lo cotidiano en época paralela al triunfo de Boom.
Este subgénero del testimonio alcanzará gran impulso en esta década con la obra de Bar-
net y de muchos otros autores en ésta y las décadas sucesivas.
Entre la variada temática, los temas de la infancia y la adolescencia aparecerán en
obras como Las iniciales de la tierra de Díaz, Oficio de ángel (1989) de Barnet y desde
estas perspectivas cotidianas se valoran los primeros años de la revolución, en los que los
ámbitos tratados incluyen la familia, el colegio, el barrio o el grupo de amigos. La histo-
ria sigue apareciendo pero sin asumir la dicotomía del pasado prerrevolucionario frente
al presente revolucionario, sino con algunas dosis de parodia y crítica, puede citarse el
caso de Cuando la noche muera (1982) de Julio Travieso, nacido en 1940, que historia
la Guerra de los Diez Años (1868-1878), la sublevación de Céspedes y la conspiración
revolucionaria en La Habana con excelente ambientación de época.
Podemos resumir esta década con las palabras de Begoña Huertas que ha inves-
tigado bien esta época: frente a las grandes esencialidades alegóricas, estos años “se
distingue[n], tanto del realismo tradicional como de lo que se conoció como narrativa
del Boom, por el afán de ahondar en la realidad cotidiana del individuo a través de una
narración interiorizada, conjugando el tratamiento desenfadado, a menudo irónico, de
la actualidad cubana con la visión poética de ésta, sea en el nivel anecdótico como en el
lingüístico” (Huertas 1993: 37), rasgos con los que de modo general la narrativa cubana
135 MESAS REDONDAS

coincidiría con sus coetáneas en otros países del continente que también reaccionan fren-
te al despotismo del Boom.

Narradores de los noventa y última narrativa


La caída del régimen comunista de la Unión Soviética a finales de la década anterior,
con la supresión de las ayudas que llegaban a Cuba provenientes de la Europa del Este,
llevará al “Periodo Especial” que se inicia en 1991. La grave crisis económica, los se-
veros ajustes, obligan hasta el presente a restringir las publicaciones editoriales por la
falta de papel. Frente a la esperanza arraigada en las décadas anteriores de la caída del
capitalismo, surgen conflictos internos acerca de la credibilidad de las pautas comunis-
tas. Varios hechos paralelos y fundamentalmente la presión norteamericana, que en 1994
desembocará en la llamada “crisis de los balseros” por la que salen de Cuba hacia la Flo-
rida miles de personas, van produciendo una situación de emergencia y de restricciones.
La narrativa también se ajusta a esta situación, y aunque persiste la novela, el testi-
monio, la ciencia ficción y la novela policial, se produce un gran auge del relato breve,
que en su temática también aborda algunos de esos problemas. Un libro singular, Ella
escribía poscrítica (1995) de Margarita Mateo ejemplifica ese momento de crisis y hasta
colapso de la economía cubana, con la reducción de electricidad y su repercusión en el
transporte y el consumo.
Los autores que publican en esta época han nacido dentro de la revolución y plantean
una visión más desinhibida subvirtiendo las tendencias de los años 60. Si los de la década
precedente sitúan sus personajes en una cotidianidad que puede aspirar a una mejora, los
del 90 suelen ver una realidad impuesta por los errores pasado, con lo que se produce un
alejamiento de los discursos utópicos. Irreverentes, iconoclastas, rupturistas, no exentos
de humor, incorporan la cultura friki o neo hippie, incluyen temas hasta entonces tabú
como la homosexualidad, los condicionamientos del presente y la lucha generacional.
“Novísimos” o “postnovisimos” fueron otros nombres que les adjudicaron. Aunque no
ocultan su admiración por Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Virgilio Piñera, Jesús Díaz,
Norberto Fuentes y la obra de Heras León, de quien asumen cierto magisterio, junto al
Boom latinoamericano, no obstante fueron los narradores del 80 los que los iniciaron el
camino del cambio en las formas y estructuras de contar, temas y estilo, La vida es una se-
mana (1988) de Arturo Arango (1955) y Noche del sábado (1989) de Abel Prieto indican
las nuevas líneas del 90, así como la consecución de galardones en el exterior por parte
de varios narradores cubanos. Un golpe de efecto se produjo con el Premio Rulfo otor-
gado en 1991 a “El lobo, el bosque y el hombre nuevo” de Senel Paz (que fue la base de
film Fresa y Chocolate dirigido por Tomás Gutiérrez Alea en 1993), relato que conectó
con ese ambiente de apertura que venía a introducir una temática ya tratada en narradores
como Manuel Puig. El mismo premio lo ganarían otros autores en los años siguientes
desde 1991 y sucesivamente: Jesús Díaz, Arturo Arango, Reynaldo González, Reinaldo
Montero, Miguel Mejides, Chely Lima, Joel Cano, Hugo Luis y Ena Lucía Portela.
Por estas circunstancias restrictivas, los cuentistas de estos años aparecieron antes en
antologías, como la de Salvador Redonet, Los últimos serán los primeros. Antología de
LA NARRATIVA CUBANA DESDE LA REVOLUCIÓN 136

cuentos cubanos (1993) y Francisco López Sacha La nueva cuentística cubana (1994).
Ya en 1988 Arturo Arango señaló que en los nuevos autores había dos tendencias domi-
nantes, “los violentos y los exquisitos” en un artículo así titulado y aparecido en Letras
cubanas, pero años después López Sacha en el libro citado indicó cuatro subdivisiones,
los iconoclastas, los rockeros, los tradicionalistas y los fabulistas en una más abarcadora
clasificación. Se han señalado para ellos, entre otros, rasgos que remiten a la comple-
jidad de sus registros como la tendencia al microrrelato y la fragmentación, la radical
experimentación en la materia verbal, la referencia a realidades inmediatas, la margina-
lidad provocadora, la reapropiación de la contienda bélica para su desmitificación. A ello
colaboró su agrupamiento en colectivos como “El Establo”, surgido en 1987, e integrado
por Ricardo Arrieta, José Miguel Sánchez (Yoss), Ronaldo Menéndez, Raúl Aguiar, Ena
Lucía Portela, Karla Suárez y Verónica Pérez Kónina, que responden a las inquietudes
del momento al practicar una “poética de escándalo” y un trabajo concienzudo del texto,
lo que les proporcionó la atención de la crítica. O el grupo “Seis del Ochenta” fundado
en 1984 en Santiago de Cuba, que rescató temas conflictivos como la homosexualidad
y la guerra de Angola, y al que pertenecieron José Mariano Torralbas, Alberto Garrido y
Amir Valle, muy marcados por la literatura de Heras León. Y el “Grupo Diáspora” apare-
cido en 1993 e integrado, entre otros, por Rolando Sánchez Mejías, Alberto Garrandés y
Antonio José Ponte.
Entre estos autores dos tendencias parecen apuntarse con fuerza, la narrativa policia-
ca y la gran emergencia de las mujeres escritoras.

La narrativa policiaca o negra


La novela policial cobra un gran importancia en esta década al incorporar nuevas di-
mensiones. Lo importante ya no es el crimen, ni la solución del caso, sino el reflejo de la
marginalidad de la sociedad, con lo que el género está llamado a convertirse en mecanis-
mo de reflexión y denuncia del entorno. Si a finales de los 80 con las obras de Justo E.
Vasco y Daniel Chavarría, se comenzaba a transitar por el lenguaje de la marginalidad ya
en las novelas de los autores del presente se incorpora el lenguaje crudo y directo que tras-
funde la filosofía del barrio y de la delincuencia. “Los propios autores, que, desde la tutela
estatal de este género a comienzos de los años 70 [...] cumplieron una función eminente-
mente didáctica, critican ahora no sólo su obra anterior, y con ello indirectamente el siste-
ma, sino que tratan de conquistar un puesto en la competencia del mercado internacional
del libro” (Franzbach en Reinstäler y Ette 2000: 69), es decir, han adquirido un mercado
exterior que no comporta el lastre del maniqueísmo y la utopía del sistema. El mismo
Franzbach recuerda la autocrítica de Daniel Chavarría y Justo E. Vasco en su novela Con-
tracandela (1995), basada en un episodio de Primero muerto... (1988) de ambos autores,
que fue publicada en España, y en cuyo prólogo rechazaban el enfoque laudatorio para las
fuerzas del orden. Justo E. Vasco publicó ya residiendo en España Mirando espero (1998)
con una visión crítica de la Cuba oficial rompiendo el molde de las novelas del 70.
Difusión internacional han alcanzado las obras de Leonardo Padura Fuentes (1955) y
Pedro Juan Gutiérrez (1950). El primero, marcado por las lecturas de Hammett, Chan-
137 MESAS REDONDAS

dler y Manuel Vázquez Montalbán, es autor de la tetralogía Las cuatro estaciones, que
incluye Pasado perfecto (1991), Vientos de cuaresma (1994), Máscaras (1997) y Paisa-
je de otoño (1998). En ellas, a través del policia Mario Conde, Padura describe el desen-
gaño de su generación, la corrupción de la elite en el poder, y la pérdida de los ideales re-
volucionarios. Luego publicó La novela de mi vida (2002) y dentro del cuento La Puerta
de Alcalá y otras cacerías (1998). Pedro Juan Gutiérrez (1950), de eficaz garra narrativa,
busca sus temas en la marginalidad y el realismo sucio; es autor de la colección de relatos
Trilogía sucia de La Habana (1998) y las novelas El Rey de La Habana (1999), Animal
tropical (2000), El insaciable hombre araña (2002), Carne de perro (2003) y Nuestro
GG en La Habana (2004). Otros autores premiados en el exterior son José Latour (1940)
que ganó el premio Hammett con Mundos sucios (2002) en 2003, escrita en inglés y pu-
blicada en España. Eliseo Alberto (1951) que ganó el Premio Alfaguara en 1998, con la
novela Caracol Beach, también es autor de una memoria testimonial, Informe contra mí
mismo (1997).
Dentro de los novísimos destacan Lorenzo Lunar Cardedo (1958) y Amir Valle (1967).
Lunar ha ganado dos premios de novela en la Semana Negra de Gijón, en 1999 y 2001.
Con Que en vez de infierno encuentres gloria (2003) de gran intensidad e impresionante
retrato del barrio marginal de Santa Clara, con una exacta galería de personajes que llega
a constituirse en metáfora del país. Es autor de obras como Échame a mí la culpa (1999),
Cuesta abajo (2002) y el cuaderno de ensayos El que a hierro mata (2002). Amir Valle
(1967) comenzó con los relatos de Tiempo en cueros (1988) y Yo soy malo (1989), pero
sobre todo es representante de la novela policial a través de la cual denuncia los proble-
mas de la isla, la criminalidad, marginalidad, la droga y en definitiva, la pérdida de los
valores humanos. Se inició con Las puertas de la noche (2001) y Si Cristo te desnuda
(2001) en las que toca temas como el turismo homosexual o la explotación sexual infan-
til, para culminar en Entre el miedo y las sombras (2003) protagonizada por el policía
Alain Bec, cuya investigación le lleva a mundo secreto de La Habana más oculta para
encontrarse con el mercado de la droga y las esferas de poder. Tanto Lunar como Valle
utilizan el género negro para explicar el presente de su país.

Narrativa de mujeres en el 90
Las autoras de esta década a las que se puede llamar “novísimas” reciben el legado
de apertura de los narradores precedentes y elaboran un discurso referencial, con acento
testimonial; “prevalecen [en ellas] los motivos de la experiencia y la prueba, y una defen-
sa de valores morales y afectivos, sobre todo, [la] defensa de la autenticidad, enfoque con
el que litigan enfrentándose a la hegemonía del poder patriarcal” (Durán en Reinstädler
2000: 64).
La voluntad de superar las desgarraduras del proyecto social revolucionario en mu-
chas autoras es desplazado a los problemas de género, ello sucede en los cuentos de Ma-
rilyn Bobes (1955) en Alguien tiene que llorar (1995), de tono confidencial y con acu-
sado dominio de la técnica narrativa. Aida Bahr (1958) con Espejismos (1998), donde el
espejo se sitúa como gozne de la vida y del autorreconocimiento; además publicó Hay
LA NARRATIVA CUBANA DESDE LA REVOLUCIÓN 138

un gato en la ventana (1984) y Ellas de noche (1989). Estructuras antinómicas a la par


que testimoniales aparecen en Nancy Alonso (1949) con Tirar la primera piedra (1997),
cuentos marcados por “eventos que problematizan el cambio de valores morales, la crisis
económica y social, la división de la familia y los amigos, las salidas por Mariel, la época
de los balseros, la solidaridad internacionalista” (Durán en en Lit. Ibe. 2003: 1504). En
Mylene Fernández Pintado (1963) con Anhedonia (1999) persiste el tema del viaje, la
evocación de La Habana anclada en la memoria con la incorporación de mujeres insatis-
fechas que manifiestan la ausencia de placer en diferentes espacios y edades. Un pleno
dominio del lenguaje y de la ambientación espacial aparece en los cuentos de Verónica
Pérez Konina (1968), Adoleciendo, que incorpora las historias de personajes marginales
y la violencia cotidiana cuya pasión es la música norteamericana. Adelaida Fernández de
Juan (1961) con Dolly y otros cuentos africanos (1994), memoria del viaje a África co-
mo médica, incorpora el testimonio asumiendo la ironía. También es autora de Oh vida
(1999) acerca de la vida cotidiana de las mujeres en Cuba del 90. De más amplia trayec-
toria son Anna Lidia Vega Serova (1968) y Ena Lucía Portela (1972). La primera, nacida
en Rusia, utiliza este lugar como ambiente de sus cuentos, es autora de Catálogo de mas-
cotas (1998), Bad Painting (1998) en las que muestra atmósferas y dramas desgarrados
y la novela Noche de ronda (2003). Ena Lucía Portela con Una extraña entre las piedras
(1999) destaca por un estilo agresivo creando un acceso desprejuiciado y violento al
mundo. Es autora también de una novela de cierta complejidad y barroquismo Pájaro,
pincel y tinta china (1999), premio UNEAC 1998 y Cien botellas en una pared (2002)
publicadas en España y con diversos premios internacionales.
Se han difundido mucho en Europa las obras, de desiguales resultados, de algunas
autoras. Así, Mayra Montero (1952), nacida en Cuba pero que vive desde su infancia
en Puerto Rico, fue finalista del premio “La sonrisa vertical” con La última noche que
pasé contigo (1991) y es autora de Del rojo de su sombra (1992) donde incorpora el culto
afrocaribeño; Daína Chaviano (1951), más dedicada a la cienciaficción, que recibió en
1996 el premio Azorín por su novela El hombre, la hembra y el hambre (1998) en la que
se refleja el testimonio de una Habana en ruinas y las dificultades de sus habitantes. Kar-
la Suárez (1969), autora de relatos y de la novela Silencios (1999) de afán desintegrador
y burlesco. Y sobre todo Zoe Valdés (1959) que ha obtenido gran éxito y varios premios
por su obra. Inmersa en los tópicos del Boom de la narrativa femenina, en la que abundan
las referencias al sexo y la música, comenzó con La nada cotidiana en 1993 cuyo espacio
es La Habana de la revolución entendida como un mundo sórdido y desesperanzado,
con dosis de erotismo y sensualidad. Entre su amplia obra: Te di la vida entera (1996)
premiada en España, Café nostalgia (1997), Querido primer novio (1999), Lobas de mar
(2003).
En definitiva, esta revisión nos lleva a concluir la inserción de la narrativa cubana en
el registro más amplio de la latinoamericana, pues adopta las mismas pautas y directrices
que las del resto del continente aunque lastrada por los acontecimientos políticos y socia-
les que la han afectado desde 1960.
139 MESAS REDONDAS

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141 MESAS REDONDAS

Creación literaria en Hispanoamérica

CERVANTES Y AMERICA: DEL SUEÑO A LA REALIDAD

Ángel Rodríguez
(P. U. Católica de Chile)

1. Miguel de Cervantes, caballero de mares y mesetas, desdichado y paciente en las


adversidades, transido de melancolías y decepciones, llevó una vida agitada y con con-
tinuos traslados de residencia. Sacudido por deudas paternales, por fracasos y sueños
no cumplidos, minusválido por las heridas recibidas en Lepanto y con las secuelas de
su cautividad en Argel, buscó cómo ganarse penosamente la vida con empleos que le
ocasionaron desagradables sinsabores. Ante estas circunstancias, trató de conseguir una
merced del Estado, en forma de renta o cargo público, que recompensase su actuación
ente los turcos y sus sufrimientos en las tierras de España.
Hacia finales del siglo XVI, ya circulaban historias de indianos que regresaron de
América con cierta fortuna que les permitía vivir en paz sus últimos años.. Su novela
El celoso extremeño (¿1606?) refleja el sueño concretado de tantos aventureros que
lograron amasar cierta fortuna en tierras americanas para regresar ricos y prósperos a la
patria.
Viéndose tan falto de dineros y aún no con muchos amigos, se acogió al remedio de
que otros muchos perdidos en aquella ciudad (Sevilla) se acogen; que es el pasarse a
las Indias, refugio y amparo de los desesperados de España, Iglesia de los alzados,
salvoconducto de los homicidas, pala y cubierta de los jugadores... añagaza general
de mujeres libres, engaño común de muchos y remedio particular de pocos.
... y para concluir con todo lo que no hace a nuestro propósito, digo que la edad que
tenía Filipo cuando pasó a las Indias, sería de cuarenta y ocho años, y en veinte que
en ellas estuvo, ayudado de su industria y diligencia, alcanzó a tener más de ciento
cincuenta mil pesos ensayados.
 iéndose, pues, rico y próspero, tocado del natural deseo que todos tienen de volver
V
a su patria, pospuestos grandes intereses que se le ofrecían, dejando el Perú, donde
había granjeado tanta hacienda trayéndola toda en barras de oro y plata, y registrada,
por quitar inconvenientes, se volvió a España.
CERVANTES Y AMERICA: DEL SUEÑO A LA REALIDAD 142

Miguel de Cervantes, lo mismo que su extremeño personaje, también quiso probar


fortuna en las Indias. Efectivamente, el 17 de febrero de 1582, a los treinta y cinco años,
solicitó a uno de los secretarios reales un cargo en América, petición que fue denegada.
El 21 de mayo de 1590, con cuarenta y tres años, hastiado por los trabajos que debía
realizar, volvió a solicitar, en un memorial dirigido a Felipe II, un cargo vacante en
América.
“Madrid - Mayo 21 de 1590. “Miguel de Cervantes Saavedra, disce: que ha servido
a Vuestra Magestad muchos años en las xornadas de mar e tierra que se han ofrecido
de veinte y dos años a esta parte, particularmente en la batalla naval donde le dieron
muchas heridas, de las quales perdió una mano de un arcabuzazo; y el año siguiente
fue a ‘Navarino’, e después a la de ‘Túnez’ e la ‘Goleta’; e viniendo a esta Corte con
cartas del señor Don Xoam, y del Duque de Sesa para que Vuestra Magestad le hi-
ciese merced, fue captivo en la Galera del ‘Sol’él y un hermano suyo que también ha
servido a V.M. en las mismas xornadas, e fueron llevados a ‘Argel’, donde gastaron
el patrimonio que tenían en rescatarse, e toda la hazienda de sus padres e las dotes de
dos hermanas doncellas que tenían, las cuales quedaron pobres por rescatar a sus her-
manos; y después de libertados, fueron a servir a V:M. En el Reino de Portugal, e a las
‘Terceras’con el Marqués de Santa Cruz, e agora al presente, están sirviendo e sirven
a V.M., el uno dello en ‘Flandes’, de Alférez; y el Miguel de Cervantes fue el que traxo
las cartas e avisos del Alcaide de ‘Mostagán’, e fue a ‘Orán’ por órden de V.M., e des-
pués asistido sirviendo en ‘Sevilla’ en negocios de la Armada por orden de Antonio
de Guevara, como consta por las informaciones que tiene; y en todo este tiempo no
se le ha hecho marced nenguna. Pide e suplica humildemente, quanto puede a V.M.,
sea servido de hacerle merced de un oficio en las ‘Indias’ de los tres o quatro que al
presente están vacos, que es el uno la Conthaduría del nuevo Reyno de ‘Granada’, o
la Governación de la Provincia de ‘Soconusco’ en’Guatimala’, o Conthador de las
Galeras de Cartagena’, o Corregidor de la Cibdad de la Paz’; que con cualquiera de
estos oficios que V.M. le haga merced, la rescibirá, porque es hombre ávil e suficiente
e benemérito, para que V.M. le haga merced; porque su deseo es aconinuar siempre
en el servicio de V.M. e acavar su vida como lo han hecho sus antepasados, que en ello
rescebirá muy gran bien a merced. -En ‘Madrid’ a 21 de Mayo de 1590.’
Nuevamente le fue rechazada la petición con un escueto y ácido “Busque por acá en
qué se le haga merced”.

2. La segunda relación entre Cervantes y América habrá que buscarla ya en la lengua


y en la literatura. La lengua de Cervantes que, en palabras de Nebrija, “tuvo su niñez en
el tiempo de los jueces y reyes de Castilla y León, y comenzó a mostrar sus fuerzas en
tiempos del muy esclarecido y digno de toda la eternidad el rey don Alfonso el Sabio...”,
hasta transformarse en la lengua de toda la cristiandad, lengua universal que se fue en-
riqueciendo gracias a los escritores del Siglo de Oro y transportaba a América por los
conquistadores y colonizadores y cuyo horizonte se amplió hasta lo ilimitado cuando
irrumpieron en su territorio lingüístico los aportes enriquecedores de numerosas varie-
143 MESAS REDONDAS

dades lingüísticas y de un abundante y siempre creciente léxico, proveniente, muchas


veces de las lenguas aborígenes.
La lengua, “segunda posesión nuestra, después del alma y, tal vez, nuestra única po-
sesión sobre la tierra” (G. Mistral), la lengua de Cervantes que hizo exclamar a Neruda:
Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos...
Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas,
buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel
apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo...
Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos
traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra... Pero a
los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras,
como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes...,el
idioma. Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el
oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras.
 l idioma de Cervantes llevado a América de la mano de los conquistadores, pero so-
E
bre todo al amparo de la bandera de Don Quijote, es una lengua enriquecida, que, en
palabras de Unamuno
... flota como el arca
de cien pueblos contrarios y distantes,
que las flores, en ella, hallaron brote
de Juárez y Rizal, pues ella abarca
legión de razas.
Lengua en que a Cervantes
Dios le dio el evangelio del “Quijote.”
Don Quijote, que no desciende de seres divinos, es un simple hidalgo venido a menos,
nacido en un lugar que ni vale la pena recordar. Triste y enfermo de soledad, lleno de
altivez y de ilusiones, obstinado heredero de una grandeza ya perdida, es el sucesor de
un lejano mundo caballeresco y un nostálgico de míticas edades, de maravillosos sueños
y de empresas sublimes. Don Quijote es como el hombre, un esfuerzo no cumplido, un
engendro de pensamientos inquietos. Es el drama de todos los que saben lo que es un
sueño y, a pesar de todo, desean encontrarle sentido.
Alonso Quijano y Don Quijote son, pues, la encarnación del ser y del existir, mirados
desde la perspectiva existencialista (“el hombre no es otra cosa que lo que él se hace”).
Alonso Quijano murió y podrá morir muchas veces, pero Don Quijote vive siempre
eternamente en el espacio y en el tiempo que no tocan la sombra. Don Quijote elige la po-
sibilidad de esencia futura, mediante un actuar y un existir auténticos que sólo pretenden
instalar en el mundo una época metamoral, metajurídica y metasocial.
La figura de Don Quijote y del propio Cervantes se proyectan incontenibles y múlti-
ples después de cuatrocientos años. El hidalgo manchego está en todas partes, en la lite-
CERVANTES Y AMERICA: DEL SUEÑO A LA REALIDAD 144

ratura y en la vida. Don Quijote es tan grande que para hablar con conocimiento de causa
habría que hablar de todo el mundo y de todos los tiempos. Su sentido universal borra
fronteras y hace desaparecer los límites del tiempo.
El quijotismo llega a América con la lengua, con la sangre y con el espíritu. Don
Quijote es el paradigma de héroes humanos y de héroes literarios, de la realidad y de
la ficción. La figura cervantina asoma en América por encima del arco del tiempo para
marcar una ruta y un destino, una forma de vida. Don Quijote se escapa de la ficción, se
derrama, se separa de su creador e incita a los hombres dormidos para que se alcen contra
las sombrías fortalezas de todas las tiranías y para que derriben las prisiones del pueblo
en cautiverio.
Don Quijote refleja nuestro propio destino y el de todos los pueblos, especialmente
de América. Toda la actividad del hidalgo de La Mancha, condenada al fracaso y a la
soledad, pero también a la esperanza, está circunscrita en un claro movimiento de eterno
retorno: la lucha entre la capacidad de los sueños y las circunstancias reales de la exis-
tencia y de la historia. El quijotismo se hace vivo en América. Don Quijote es el héroe
que mejor encarna la historia de los pueblos americanos, de su gloria y miserias, de sus
ansiedades y fracasos, de su deseo frustrado de justicia.
El objetivo del viaje mítico de Don Quijote se renueva en los caminos de las tierras del
nuevo mundo, en los verdaderos revolucionarios que abrazan sueños de justicia y de her-
mandad y cuyo espíritu nadie podrá eliminar. La lucha quijotesca contra fantasmas y gi-
gantes se reanudará continuamente y no se podrá detener, pues es la epopeya dramática
del género humano y la obra que mejor expresa las grandezas y debilidades del hombre,
el anhelo común de todos los seres, el reflejo de la compleja y difícil lucha por la libertad
absoluta del hombre, la historia de la desilusión y de las más disparatadas y sublimes
locuras que el ser humano pueda emprender.
La capacidad de fabular a partir de realidades históricas convertidas en mundos ima-
ginarios para expresar toda la filosofía vital de Don Quijote se puede encontrar en casi
todos los grandes escritores de América. Si a veces no logramos descubrirlo, no sig-
nifica que no esté presente. Sólo es un problema de nosotros como lectores. La lista
sería interminable: Rubén Darío, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges,
Gabriel García Márquez, Guillermo Cabrera Infante, Gonzalo Rojas, Andrés Sabella,
José Toribio Medina, Raúl Silva Castro, Augusto D’Almar, Vicente Mengod, Amanda
Labarca...
Sin embargo, dos escritores merecen destacarse en forma especial por su calidad lite-
raria y por su significación dentro de la historia de la literatura hispanoamericana: Rubén
Darío - puente entre la literatura de América y la de España, ciudadano hispánico, como
lo bautizó Federico de Onís, y que desató la palabra mágica en que todos habíamos de
reconocernos como herederos de igual dolor y caballeros de la misma promesa (Alfonso
Reyes)- y Gabriel García Márquez, uno de los escritores más universales de la América
hispana.
Rubén Darío publicó en 1899 su cuento “D.Q”, cuando aún se escuchaban los ecos de
la quijotesca guerra contra E.E.U.U. y cuando España pierde definitivamente los territo-
145 MESAS REDONDAS

rios americanos. “D.Q” es una breve historia que nos habla de la permanencia de los sue-
ños e ideales quijotescos, de sus frustraciones y de su constante y esperanzadora lucha.
En la historia narrada por Darío, los soldados españoles que se encuentran en Cuba
esperan con ansiedad noticias y nuevos impulsos para seguir luchando. Sin embargo,
les invaden la desesperación, la tristeza y la desolación. Todos son jóvenes y sus sueños
parecen desvanecerse. Sólo el abanderado del grupo es diferente: es mayor, “tendría co-
mo cincuenta años, más bien también habría podido tener trescientos”, “su mirada triste
parecía penetrar hasta lo hondo de nuestras almas, y decirnos cosas de siglos”, “sonría
melancólicamente”, “buscaba la soledad”, “ miraba hacia el fondo del horizonte”, “por
el lado del mar”.
El cuento de Darío señala, además, que “parece bravo y novilísimo de corazón” y que
habla de sueños irrealizables”. Por eso, en el relato de Darío todos se ríen y burlan de él,
como también Don Quijote fue objeto de mofa en la obra cervantina.
Como claramente puede entenderse, Don Quijote no tiene tiempo, pues vive en todos
los tiempos y a todas las circunstancias se acomoda. De la ficción novelesca del siglo
XVII se pasa a la ficción de realidad de finales del S. XIX para transformarse en paladín
de la justicia y de la nobleza de alma. Por eso, continúa el relato de Darío, “debajo del
uniforme usa una coraza vieja.”
En el relato de Darío como en la novela cervantina (palimpsesto universal), Don Qui-
jote pelea contra la realidad circundante, solo, aislado, trágico, envuelto en una lucha
que para los demás no tiene sentido, casi irracional, y con la perspectiva latente de la
angustia, del dolor y del fracaso.
Don Quijote deberá enfrentarse a malignos gigantes, que en el caso del relato de Darío
están representados (¡qué sentido profético del gran poeta nicaragüense!) por el general
norteamericano “en la forma de un gran diablo rubio, de cabellos lacios, barba de chi-
vo... seguido de una escolta de cazadores (entiéndase “depredadores”) de ojos azules.”
La muerte de Don Quijote fue aparente, pues Cervantes hace morir en su cama (como
Tirante) a Alonso Quijano. El hidalgo manchego siempre reaparecerá en mil formas
renovadas, siempre llevado por el sonido del viento (E. Zapata). Cuando en el relato de
Darío Don Quijote se suicida arrojándose hacia el abismo, “todavía de lo negro del preci-
picio devolvieron las rocas un ruido metálico, como el de una armadura”. No hay duda,
Don Quijote está preparando siempre sus armas, pues sólo morirá definitivamente cuan-
do nos rindamos a los gigantes que encontremos en el camino.
Gabriel García Márquez publica en 1989 El general en su laberinto, obra en la que
retrató los últimos siete meses de la vida del general Simón Bolívar, libertador de Amé-
rica, en el declive de su carnadura humana, derrotado, enfermo, escarnecido por las ma-
sas, humillado, que saca fuerzas para aferrarse a su dignidad de hombre, y que está re-
tratando a todos los quijotescos libertadores de América, conocedores, demasiado tarde,
de la inutilidad de soñar realidades inalcanzables, males que Bolívar denuncia en su
clarividencia de moribundo.
CERVANTES Y AMERICA: DEL SUEÑO A LA REALIDAD 146

El Quijote y Cien años de Soledad (1967) son novelas que crean un espacio mágico-
real-imaginario (La Mancha-Macondo), penetrado de utopía, epopeya y mito, de espíri-
tu trágico y cómico, de lo desmesurado e insólito, de lo cotidiano y lo maravilloso.
En ambas novelas, los numerosos personajes que dan vida al acontecimiento son, a
veces, exagerados, de realidad dudosa, viajeros, groseros, perversos o delicados, que
sirven para expresar la metáfora del miedo, del abandono y de la frustración, una larga
metáfora que se prolongará por siglos de aconteceres preñados de ideales y de sueños.
Don Quijote se reencarna en el apetito fáustico desmedido de José Arcadio Buendía
Iguarán, personaje retraído y de mentalidad lúcida, que busca el “paraíso” no prometido
(Don Quijote buscaba la mítica”edad de oro”, la verdad más absoluta que nunca existió)
y en Aureliano Buendía Iguarán, caudillo solitario e impulsivo, marcado por un signo
trágico, con una potencia carismática sin utilidad ni fin.
José Arcadio Buendía, nacido antes de la fundación de Macondo, y Aureliano Buen-
día, luchan por crear y destruir el mito de Macondo, que es todos los sitios del mundo, el
lugar donde todo es presente o todo puede recomenzar. Don Quijote lucha por instaurar
en La Mancha, que es el mundo, el mito de la edad de oro, y aborrece de su descabellada
empresa poco antes de morir.
-Ambas novelas son, pues, utopías, sueños irrealizables de la razón. La fundación de
Macondo es la fundación de la utopía y La Mancha la posibilidad de recuperar la utopía
de la edad de oro, que Don Quijote pretende instalar en el mundo. Don Quijote, con su
desvarío ilusorio y con su locura, se trasforma en el destructor de la utopía (la razón de
la sinrazón). Al fracasar se replantea, por insinuación de Sancho, reinstalar una nueva
Arcadia. La fundación de Macondo, por otra parte, es la fundación de la utopía, el lugar
encontrado por José Arcadio Buendía para instalar la nueva Arcadia: todos llevarán el
nombre genérico de Arcadios, naturales de Arcadia, y de Aurelianos, descendientes del
oro. Aureliano, el caudillo impulsivo y solitario, que encarna el apetito agónico de Don
Quijote, verá una escena de circo antes de que su soledad miserable ya no encuentre ni el
recuerdo. Don Quijote, otro caballero también impulsivo, fue objeto de burla en Barce-
lona, situación casi circense.
-Ambas novelas son epopeyas, confrontación de los nobles valores épicos de la epo-
peya con la realidad degradada, transcursos históricos de una lucha estéril, un esfuerzo
sin sentido en el que todo es negado por la acción activa del tiempo. La mítica edad de
oro buscada por Don Quijote y anunciada por Isaías, por Virgilio y Empédocles, desapa-
rece ante la crudeza de la realidad. La destrucción del mítico Macondo ya estaba anun-
ciada en el libro del Melquíades.
-Ambas novelas son, finalmente, mito, por su carácter simultáneo y renovable, que
será aclarado definitivamente al final por el narrador cervantino (Cide Hamete Berenge-
li) y por el gitano Melquíades. En ambas novelas todo era predecible antes de que suce-
diera, pues todo estaba ya escrito.
El tiempo se encarga de crear en ambas novelas cierta indeterminación de los límites
entre la vida y la muerte, entre la realidad, el sueño y la utopía. El paraíso y la edad de
147 MESAS REDONDAS

oro (Macondo y La Mancha) serán olvidados, consumidos por el peso del olvido, pero
ambos mitos volverán a reaparecer, pues el mito es historia inconclusa, historia infinita,
a pesar de la lluvia que cae sobre Macondo y símbolo mágico que cruza toda la obra de
garcía Márquez para expresar la destrucción y el olvido del tiempo y a pesar de la muerte
de Alonso Quijano.
Don Quijote, aunque también vivió en el tiempo, no es sólo del mundo, es metafísi-
co, y su historia inconclusa e infinita se proyecta en el abanderado del cuento “D.Q”, de
Rubén Darío, en José Arcadio y en Aureliano, y en todos los hombres, especialmente
en los hispanohablantes, que tienen en las páginas de Cervantes, en palabras del cubano
Guillermo Cabrera Infante,
“la mejor ayuda contra la intolerancia, el mejor consuelo frente a la incomprensión y
el mejor instrumento para desentrañar los misterios del alma humana, empezando por
la de uno mismo...” Propaguemos a los cuatro vientos nuestra condición de hijos cul-
turales y espirituales de quien, de forma tan magistral, supo desvelar los secretos de
nuestra condición humana, a la vez que nos enseñaba para siempre a utilizar la lengua
española y a utilizarla de manera ejemplar. (“Guillermo Cabrera Infante, Ceremonia
del Premio Cervantes, 1998).
En su diálogo imaginario con Cervantes, afirmó G. Cabrera Infante, que si a Cervan-
tes le hubiesen dado permiso para emigrar, tal como señalamos al principio de estas pa-
labras, su gran libro quizás no hubiera sido escrito en España, sino en la Nueva España.
¿Qué les parece, continúa Cabrera Infante, “Don Quijote de las Indias”? ¿Qué tal Sancho
Pampa? No habría molinos, pero habría vientos.
149 MESAS REDONDAS

Creación literaria en Hispanoamérica

GERMÁN ESPINOSA Y LA NOVELA HISTÓRICA:


AMÉRICA Y EUROPA EN SINFONÍA DESDE EL NUEVO MUNDO

Patrick Collard
(Universiteit Gent, Bélgica)

En varios ensayos el novelista colombiano Germán Espinosa (Cartagena de Indias,


1938) invita a manejar con mucha prudencia la denominación ‘novela histórica’; es ob-
vio que desconfía de ella y la pone en tela de juicio, hasta declarar en un texto sobre
el que volveremos al final, “aborrezco esa catalogación de novela histórica” (Sinfonía
desde el Nuevo Mundo, (1990: 154). En dos de los ensayos recopilados en La liebre en la
luna (1990), “Reflexión sobre la literatura histórica” y “La historia (y nuestra historia)
y la literatura” las consideraciones de G.Espinosa son ante todo una defensa enardecida
de la novela como construcción artística. En resumen: después de evocar los orígenes
del supuesto metagénero (Walter Scott), Espinosa parte del punto de vista de que casi
toda novela puede calificarse de histórica, “en cuanto son pocas las que no buscan una
referencia temporal en un pasado remoto o próximo”; de suerte que la clasificación “es
siempre un tanto fortuita y caprichosa”, y, sobre todo, pocas veces refleja el propósito
que haya movido al autor. La cuestión es el grado y las modalidades de presencia del pa-
sado. El trasfondo histórico, explícito o no, es inherente a toda trama literaria, pero toda
realidad histórica, al caer entre las coordenadas del tratamiento estético, se convierte en
fabulación. Por otra parte, dice, sucede que a través de la creación literaria, la visión his-
tórica suele, porque así es el arte, hacerse más profunda, quizás más verdadera que la de
los mismos historiógrafos. Domina en Espinosa la firme convicción de que toda novela,
aunque haya en ella personajes históricos, debe ser considerada siempre ficción, aunque
sólo sea porque la fidelidad a lo establecidamente histórico “no es disciplina grata al
novelista”, porque lo suyo sería más bien “lo histórico-psicológico”: la historia no como
la narran documentos, sino como es probable que haya ocurrido y se impone misteriosa-
mente a la fantasía del novelista.
¿Porqué situar una narración en un pasado remoto? La primera razón por la que un
novelista se remonta a épocas pasadas, dice Espinosa, es porque, sencillamente, todo
AMÉRICA Y EUROPA EN SINFONÍA DESDE EL NUEVO MUNDO 150

presente tiene sus raíces en el pasado; la segunda porque a cualquier lector, hablándole
del pasado, “es más fácil desmontarle sus prevenciones y transmitirle lo que deseamos
acerca del presente”. La referencia implícita al presente es pues la clave. Es más fácil
criticar, ironizar, satirizar lo actual remitiendo al lector a tiempos lejanos, además de que
la perspectiva histórica aporta muchas ventajas cuando se trata de reflexionar sobre el
destino humano. Y aquí Espinosa opone de tipos de novelas históricas, representadas por
dos textos famosos y muy distintos:
A Süskind, autor frívolo, no le importan mayormente las tempestades sociales del
siglo XVIII; [...] Le interesan en cambio, al Alejo Carpentier de El siglo de las luces,
novela en la cual el marco histórico se ve magnificado en beneficio de una reflexión de
connotaciones políticas y sociales que, por un truco de perspectiva, acaban envolviendo
nuestra propia época contemporánea (La liebre...1990: 77).
Y aquí Espinosa llega a lo que en el fondo define sus propias novelas de fondo históri-
co y al mismo tiempo las de tantos otros grandes novelistas hispanoamericanos contem-
poráneos: “Lo importante, pienso yo, sería conocer hasta qué punto nuestras literaturas
hispanoamericanas, y la nuestra en particular, han encarado ese pasado, no ya como un
mero anclaje en lo real [...] sino como una forma de reconocimiento de nuestra identidad
histórica.” Se trata de
identificarse en el espejo de la historia. Es esa labor de identificación la que justifica
un volcamiento literario sobre nuestra vieja historia política. Es ese empeño en donde
podemos determinar la condición histórica de una literatura, y o en meras e inofensivas
alusiones a esta o aquella época. En otras palabras es la posibilidad de una identifica-
ción social y cultural lo que distingue las novelas de Alejo Carpentier de los folletines de
Soledad Acosta de Samper sobre piratas del Caribe.

Las tres principales exploraciones de la búsqueda de la identidad, en la obra novelesca


de Germán Espinosa, son, en orden publicación, Los cortejos del Diablo (1970), La te-
jedora de coronas (1982) y Sinfonía desde el Nuevo Mundo (1990); y aunque no fueron
concebidas - que yo sepa - como una trilogía, resulta que podrían funcionar como tal y
que la cronología editorial corresponde a tres fases sucesivas en lo que podríamos llamar
las reivindicaciones criollas y el desarrollo de una conciencia americana: la época de la
colonia, a mediados del siglo XVII, en Los cortejos del Diablo; el XVIII con el espíritu
de la Ilustración pero también todas las tendencias irracionales, en La tejedora de coro-
nas; la empresa bolivariana en Sinfonía desde el Nuevo Mundo. Los escenarios son muy
variados: la capital neogranadina, Cartagena de Indias, en la primera novela; la misma
Cartagena pero también media Europa, los Estados Unidos y el Caribe en la prodigiosa
Tejedora de coronas, que es entre otras muchas cosas una especie de parodia del no me-
nos prodigioso Siglo de las luces de Alejo Carpentier; Sinfonía desde el nuevo mundo
transcurre en Francia, Haití, Jamaica y Venezuela. La más sarcástica y feroz de las tres
novelas, es sin duda la primera: los tipos de discursos de personajes son variados, las fo-
calizaciones también, pero la que domina es la que pone al lector en contacto directo con
la mente delirante y senil de un viejo inquisidor, con sus obsesiones sexuales, relaciona-
151 MESAS REDONDAS

das directamente con su trato - o supuesto trato- con el Diablo y la brujería; Cartagena de
Indias es un crisol, un espacio de encuentro y choque de razas y culturas (la africana, la
europea, la americana) en un momento en que los valores se tambalean y en que la inci-
piente burguesía criolla intuye las ventajas y el margen de libertad que se perfilan detrás
de las ideas nuevas y por eso empieza a resistir a la administración virreinal. La novela
más extensa y compleja, es la segunda, La tejedora de coronas que narra la larguísima
vida, con sus numerosas peripecias, de la criolla neogranadina Genoveva Alcocer que
salida un día de Cartagena de Indias, será amante (ficticia) de Voltaire, pondrá su vida al
servicio de la ideas de las Luces, recorrerá por ello medio mundo y terminará quemada
en una hoguera inquisitorial, otra vez en Cartagena de Indias, pero después de haber de-
positado en su propia tierra la semilla de las ideas nuevas.

Sinfonía desde el Nuevo Mundo (1990 )


Huelga decir que el título de la novela remite al de la famosa sinfonía de Antón Dvo-
rák. La división cuatripartita del texto es una continuación de dicha referencia: “Allegro
ma non troppo”; “Andante con brío”; “Scherzo assai vivace” y “Finale senza conclusio-
ne”. Las subdivisión en 55 capitulillos, de estructura cronológica lineal, y las peripecias
que configuran el texto como novela de aventuras con dimensiones folletinescas se de-
ben a que dicha Sinfonía en realidad responde a un encargo de guión por el director de ci-
ne Francisco Norden en 1989. La sencillez en la composición puede sorprender al lector
que - es mi caso - descubrió a Germán Espinosa a través de la complejísima Tejedora de
coronas. El mismo novelista experimentó el deseo de justificarse: en su “Epílogo nece-
sario” señala que “ciertas necesidades” (cinematográficas) lo empujaron a apartarse de
su “forma habitual de narrar” (p.154).
Por el tema tratado - las aventuras de un personaje ficticio dentro del marco de ciertos
episodios de las campañas de Simón Bolívar - Sinfonía desde el Nuevo Mundo se relacio-
na con varias otros relatos hispanoamericanos contemporáneos, pero hay que pensar en
particular en dos textos literarios que a su vez se relacionan de manera bastante curiosa
entre sí, de sendos escritores colombianos: El último rostro de Alvaro Mutis (1978) y El
general en su laberinto de Gabriel García Márquez (1989). A esta última alude Espi-
nosa (aunque sin citarla) de modo crítico en el “Epílogo necesario” de Sinfonía desde
el Nuevo Mundo, al comentar el problema de la fidelidad a la historiografía diciendo:
“fidelidad que algún novelista comercial se impuso a sí mismo e cierto libro hoy muy
en boga, cuyo protagonista es Simón Bolívar, y que hace de él no una novela sino una
historiografía novelada” (p.154). Con el relato de Mutis, la analogía que salta a la vista
es que en ambos casos se imagina el encuentro entre el Libertador y un ex-oficial de los
ejércitos napoleónicos.
Sinfonía desde el Nuevo Mundo es la historia del capitán francés Victorien (¡what’s
in a name!) Fontenier, quien, sin empleo después de la caída de Napoleón, acepta de
su futuro suegro una misión que lo lleva al Caribe; después de una serie de peripecias
el protagonista, casado ya con una venezolana (y no con su prometida francesa) milita
con rango de coronel en las tropas bolivarianas. La trayectoria de Fontenier sugiere una
AMÉRICA Y EUROPA EN SINFONÍA DESDE EL NUEVO MUNDO 152

idea parecida, aunque menos enfatizada con fines propagandísticos, a la que informa La
consagración de la primavera de Carpentier: la revolución, fracasada por traicionada en
el Viejo Mundo, se traslada al otro lado del Atlántico y encuentra su posibilidad de reali-
zación auténtica en el Nuevo Mundo.
Los acontecimientos narrados comienzan en Francia, el 20 de junio de 1815 unos día
después de la batalla de Waterloo; terminan en el llano venezolano el 12 de febrero de
1818, con la batalla de Calabozo, victoria de Bolívar sobre el teniente general español
Morillo: “Los veloces lanceros, jinetes en espléndidas monturas, se lanzan sobre el ejér-
cito español. A su cabeza va el coronel Victorien Fontenier, de frente la lanza, sin un
asomo de vacilación en los firmes ojos” (p.150). Entre el punto de arranque y este final
abierto - recordemos que la cuarta parte se titula “Finale senza conclusione” - se asiste a
la americanización de Fontenier, por una parte y, por otra, a la novelización de la actua-
ción y los problemas de Simón Bolívar durante aquellos mismos tres años: el exilio en
Jamaica y Haití, la actitud respecto de la esclavitud, las tensiones con los otros caudillos
republicanos, las acusaciones de autoritarismo y dictadura, la relación con Inglaterra y
con Haití, la unión con las fuerzas de José Antonio Páez. Desde el punto de vista de la
figura de Bolívar como personaje literario, la particularidad temática de Sinfonía es su
enfásis en el papel de Pétion, el presidente de Haití, primera nación latinoaméricana y
segunda americana en haber conseguido la independencia. Es sabido que el antiesclavis-
mo de Bolívar, que le atrajo la hostilidad de muchos criollos, fue tardío y se debió en gran
parte al contacto con Haití.
La configuración de la fábula hace aparecer la imagen de una Hispanoamérica en vís-
peras de su emancipación como un espacio codiciado por criollos, españoles y otros eu-
ropeos, y aventureros e idealistas de diverso tipo, todos con sus motivos propios para
luchar por o contra el proyecto bolivariano. El núcleo de esta configuración es la relación
ideológica Bolívar - Fontenier. Este es a la vez hombre de acción y de reflexión; su in-
corporación a la lucha independentista se presenta como una consecuencia lógica de sus
ideas republicanas y de un examen de conciencia que pone en entredicho el Imperio a
cuyo servicio estuvo. Su fidelidad como militar al recuerdo de Napoleón se subordina al
apego a los ideales de la Revolución, lo que lo lleva a incluir (p.80) el Imperio francés,
junto con el Terror y la Restauración, entre los regímenes que tienen en común la traición
de las generosas ideas de 1789.
En cuanto a la composición del relato y el ensamblaje de temas y motivos, destacan
dos elementos que alegorizan la trayectoria de Victorien Fontanier (aparte del nombre
mismo del personaje). Primero el motivo del sombrero. Simón Bolívar no sólo desem-
peñó un papel de primer plano en la historia de la emancipación americana; no menos
histórica aunque mucho más frívola y anecdótica, es la contribución del Libertador a
la historia de la moda francesa (y por tanto europea): el bolívar era un sombrero de alas
anchas que Simón Bolívar solía llevar hacia 1805 durante su estancia en Francia y que
los parisinos adoptaron, bautizándolo con el nombre del huésped venezolano que tanto
éxito tenía en los salones de la capital francesa. Pues bien, en la primera parte, en el mo-
mento de la despedida, otro ex-oficial de Napoleón se quita el sombrero para regalárselo
a Fontenier:
153 MESAS REDONDAS

-Llévalo - instó -, como señal de que aún eres republicano.


-¿Qué es? - se desconcertó Fontenier.
-El sombrero Bolívar. Así lo hemos bautizado en honor de ese guerrero republicano y
genial de la América del Sur. Consérvalo. (pp. 25-26).
El sombrero que “supone un homenaje a Simón Bolívar” (p. 86) es metonímico. Con
él quedan anunciados el encuentro con Bolívar y el significado connotado por el nombre
del Libertador. La prenda se convierte en un leitmotiv que apoya el significado y las pe-
ripecias de la trayectoria de Fontenier. La última referencia al sombrero forma parte de
una escena onírica que alegoriza a través de los trajes la transformación del protagonista,
el itinerario recorrido desde Waterloo: “el capitán portaba sus galas de oficial napoleó-
nico atemperadas por el sombrero Bolívar” (p. 117; subrayado mío). Como si Fontenier
hubiera reencontrado su equilibrio ideológico y Bolívar rectificara una perversión, la de
la Revolución por Napoleón. Después, el sombrero ya no se menciona: Fontenier está ya
americanizado y bolivarizado. En el citado sueño aparecen dos mujeres y esto nos lleva
al segundo elemento por comentar en cuanto a alegorización del itinerario de Fontenier
hacia la lucha independentista sudamericana. En los tres años transcurridos entre la de-
rrota de Waterloo y la victoria de Calabozo, inicio y desenlace de la novela, nuestro vale-
roso capitán tiene relaciones amorosas con, sucesivamente tres mujeres: la francesa Odi-
le, la mulata haitiana Marie Antoinette(¡vaya casualidad!) y la criolla venezolana Maria
Antonia (¡vaya casualidad, bis!). Todo un programa simbólico. Esta sola enumeración
muestra ya que Espinosa no hace el menor esfuerzo de para encubrir sutilmente ni sus in-
tenciones simbólicas ni su ironía (con las dos amantes del hijo de la Revolución francesa
que llevan el nombre de la guillotinada reina de Francia). La identidad de las tres mujeres
y el orden de aparición, corresponden a las tres etapas básicas, ideológico-militares de
la vida. La primera, la culta Odile, es la casta novia con la que tiene concertado el matri-
monio cuando regrese del Caribe; con Marie Antoinette, la fogosa mulata, vive una corta
pero intensa relación que es una verdadera exultación del sexo y con la “garrida y des-
lumbrante”( p.140) llanera, se casa, apadrinado, nótese, por nadie menos que el mismísi-
mo “león de Apure”, o sea, el general Páez que acababa de unirse sus fuerzas con las del
Libertador. Odile es la cultura europea - y eurocéntrica - de la que Fontenier no reniega
pero que sí quiere transcender y contrastar con otros espacios culturales; Marie Antoi-
nette es, no sólo la encarnación - ¡nunca mejor dicho! - de la sensualidad caribeña con su
libertad sexual, sino también del vodú, al que Fontenier es iniciado, lo cual constituye su
primer paso esencial en su proceso de americanización: “Siento ahora ser otro. Creo ha-
berme lavado, purificado. Creo haberme ligado hondamente a esta tierra, estar inserto en
ella y en ti. Acaso no pueda ya nunca ser el que fui antes” (p.100). Con la mulata haitiana
se quedaba todavía, al menos en parte dentro del ámbito cultural francófono. La sustitu-
ción de Marie Antoinette por María Antonia coincide con la definitiva integración en el
mundo hispánico; su padrino Páez le advierte: “Ya lo sabes, franchute. Casarte con ella
es hacer profesión de llanero” (p.148). Y también en este caso, tiene lugar una especie de
ceremonia iniciática, muy llanera: después de salir de la iglesia, Fontenier viste el traje
típico del llano, toma en mano un lazo de vaquería y doma un potro. Enseguida después
AMÉRICA Y EUROPA EN SINFONÍA DESDE EL NUEVO MUNDO 154

de esta escena, se pasa al último y brevísimo capítulo final en que se evoca la batalla de
Calabozo en la que el ya coronel Fontenier carga al frente de sus lanceros, dando pleno
sentido al significado de su nombre: Victorien. Nomen est omen.
Ya queda dicho que la novela está acompañada de un epílogo calificado de “necesa-
rio”, un adjetivo que constituye una irónica invitación a la lectura: ya que por una parte
supone la existencias de epílogos innecesarios y que por otra cuenta con que ningún lec-
tor digno de este nombre se permitiría no leer una epílogo necesario. De todas formas
uno no queda defraudado leyéndolo. Se divide en dos partes; en la primera repite sus
dudas sobre la validez del concepto de novela histórica, o sea sintetiza sus ya citadas
consideraciones de algunos ensayos anteriores, luego recopilados La liebre y la luna. Es
aquí, en este epílogo, donde escribe que en realidad aborrece la denominación de novela
histórica, insistiendo en cambio en el concepto de novela y, por tanto de ficción y obra de
arte. Pero de eso ya hemos hablado. Lo que queda por destacar del epílogo es su declara-
da razón de ser, a saber: “dar fe aquí de los resortes que me impulsaron a emprender esta
narración” (p. 154); estamos, no lo olvidemos en 1989, o sea en vísperas de las celebra-
ciones del Quinto Centenario. Y resulta que como primer motivo para aceptar el encargo
del director cinematográfico Norden cita, una reacción de significativa disconformidad
(quiero decir representativa para cierto sector de la intelectualidad hispanoamericana):
mi desacuerdo con la forma como la corona española orienta las celebraciones de
1992, que van a erigirse, al parecer, en una exaltación más de la dominación hispánica
en estas tierras de América y no, como debiera ser, en un homenaje a las razas del mundo
entero que han hecho de este continente una síntesis de lo humano y de sus tradiciones
(p.155).
Se habrá notado el uso de una expresión “corona española”, un tanto anticuada o his-
tóricamente desfasada al aplicarse a una monarquía constitucional.
Apuntemos para terminar, unas de las reflexiones finales del epílogo, que tratan del
protagonista de la novela, no exentas de resignada ironía social e histórica: “Fontenier
es un individuo típico de los albores del siglo XIX, a la manera que lo fue Simón Bolívar.
Las acciones desinteresadas no eran tan raras en esos tiempos. (En los nuestros, apenas si
se dan)” (p. 156).
155 MESAS REDONDAS

BIBLIOGRAFíA

AÍNSA, Fernando. 1996. “Préface”. En: ESPINOSA, Germán 1996: I-IX.


ESPINOSA, Germán. 1970. Los cortejos del Diablo. Balada de tiempos de brujas. Mon-
tevideo: Tiempo Nuevo /Alfa
ESPINOSA, Germán. 1995.La tejedora de coronas. Barcelona: Montesinos.
ESPINOSA, Germán. 1996. Les cortèges du diable. Trad.Anne PLANTAGENET, Pref.
Fernando AÍNSA. Paris: La Différence.
ESPINOSA, Germán. 1990 . La liebre y la luna. Bogotá: Tercer Mundo Editores.
1990 . Sinfonía desde el Nuevo Mundo. Bogotá: Planeta.
157 MESAS REDONDAS

Creación literaria en Hispanoamérica

SOBRE LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

Teodosio Fernández
(Universidad Autónoma de Madrid)

La pretensión de mostrar en unos pocos minutos un panorama preciso de la novela


hispanoamericana más reciente está condenada al fracaso: apenas cabría la posibilidad
de ofrecer una relación más o menos completa de autores y obras. Por ello he preferido
dedicar las escasas páginas que siguen a señalar algunas de las orientaciones fundamen-
tales seguidas en las últimas décadas por una narrativa cuyo proceso enriquecen y com-
plican las distintas tradiciones nacionales de Hispanoamérica, tantas como los países de
ese ámbito. Para percibir con claridad las novedades aún me resulta inevitable recurrir a
una referencia que los escritores y los lectores pueden compartir sin excesivas dificul-
tades: iniciado el siglo XXI, lo que en el XX se conoció como boom de los años sesenta
constituye todavía esa referencia, sin necesidad de limitarlo a sus representantes estrictos
(Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa) ni de pre-
cisar la significación de las diversas trayectorias personales. Carlos Fuentes, que les dio
coherencia en La nueva novela hispanoamericana (1969), destacó como aportaciones
más sobresalientes la renovación del lenguaje y de los procedimientos literarios con que
los narradores desmantelaban por entonces los viejos esquemas políticos, geográficos,
étnicos, culturales o literarios, descubriendo por fin la verdadera identidad hispanoame-
ricana. También convirtió esa narrativa en una manifestación del pensamiento mítico: al
penetrar en los estratos profundos de lo real, los escritores accedían a dimensiones ajenas
al espacio y al tiempo, y descubrían estructuras y arquetipos compartidos desde siempre
por el hombre de cualquier latitud, más allá de las peculiaridades de cada país y de cada
tradición cultural. La concreción americanista de tales planteamientos (la que García
Márquez culminaba en 1967 con Cien años de soledad) consiguió un éxito excepcional,
de modo que lo real maravilloso y el realismo mágico, expresión cultural de una reali-
dad enriquecida de dimensiones inverosímiles, parecieron definitivamente asociados a
la narrativa más característica de Hispanoamérica. Por otra parte, no fueron pocos los au-
tores que (como Julio Cortázar o el también argentino Ernesto Sábato), sin la pretensión
declarada de precisar la identidad común o la de un país concreto, aprovecharon la lite-
SOBRE LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS 158

ratura fantástica, la herencia del surrealismo y otras posibilidades para enriquecer una
orientación literaria de compartido carácter antirrealista. Con la colaboración de críticos
predispuestos a encontrar en las ficciones una significación trascendental, acorde con la
dimensión universal de lo americano entonces confirmada por la difusión internacional
de algunas novelas, la literatura conseguía imponer la imagen de Hispanoamérica pro-
puesta por los escritores más celebrados, la imagen de un mundo irreductible a los mode-
los del pensamiento racionalista y asociado con frecuencia a lo mítico, a lo primitivo, a lo
popular o no intelectualizado.
Esa orientación antirracionalista de los años sesenta reforzaba su significación al
constituir el resultado de un proceso que podía encontrar sus raíces ya a fines del siglo
XIX, cuando, al hacerse evidente el fracaso de los esfuerzos modernizadores realizados
tras conseguir la independencia de España, los intelectuales hispanoamericanos inicia-
ron la tarea de definir una identidad propia y de algún modo enfrentada al racionalismo
que juzgaban propio de la cultura europea y de su prolongación norteamericana. En tales
circunstancias se subrayó la importancia de esa orientación, que ni siquiera compartían
todo los protagonistas del boom (Vargas Llosa era la excepción más significativa), y se
ignoró la tradición realista todavía vigente en muchos países, quizá mayoritaria. Precisa-
mente en oposición a esa tradición realista, la nueva novela, asociada con frecuencia a la
modernización de las técnicas narrativas, favorecía una orientación experimental cuyas
variadas manifestaciones insistían en que la ficción no tenía por qué dar cuenta de la
realidad e incluso debía liberarse de la necesidad de contar. Además, junto a esta novela
llamada de la “escritura” y a veces frente a ella, aparecían jóvenes decididos a buscar sus
propios caminos (los narradores mexicanos de la “onda” fueron la primera manifesta-
ción consistente de esa actitud), y que, al tratar de llevar a la literatura el sentir de su ge-
neración, prefirieron hacer uso de un realismo renovado. Estas opciones, que no fueron
las únicas, bastan para probar la gran complejidad que ofrecía la narrativa de los años
sesenta: la orientación antirracionalista coexistía con otras que poco a poco ganarían un
espacio de relieve precisamente por oposición a la orientación dominante, convertida
desde entonces en esa referencia obligada que permite precisar los cambios acaecidos en
los últimos tiempos.
Así, pues, al finalizar la década de los sesenta resultaba evidente la presencia de una
promoción de escritores cuyo interés se centraba en lo cotidiano, incluso cuando se
adoptaban soluciones experimentales para abordarlo. Las novedades no sólo tenían que
ver con el mundo de los jóvenes, sino sobre todo con intereses y valores distintos a los
que antes habían justificado el papel del escritor: como aseguraría el chileno Antonio
Skármeta, uno de ellos, estos narradores no buscaban otra realidad que la que tenían ante
sus ojos, no pretendían descubrir dimensiones secretas en las que quizá no creían. Sus
propuestas encontraron dificultades para conquistar un lugar perceptible en el ámbito
cultural hispánico, y los primeros que las representaron con éxito hubieron de tolerar
valoraciones propias de una época nada dispuesta a renunciar a la trascendencia de la
literatura. Fue el caso del argentino Manuel Puig, que con sus novelas La traición de Rita
Hayworth (1968) y Boquitas pintadas (1969) abrió decididamente el camino para que la
cultura de masas (el cine, el bolero y otras formas de la música popular, la novela rosa,
159 MESAS REDONDAS

las revistas del corazón, entre otras posibilidades) empezase a encontrar un lugar en la
literatura. Fue también el caso del peruano Alfredo Bryce Echenique, que en Un mundo
para Julius (1970) parecía dar testimonio del fin de la oligarquía peruana, acosada des-
de 1968 por el gobierno izquierdista del general Velasco Alvarado, cuando en realidad
había iniciado la aventura que había de consagrarlo como representante destacado de
una narrativa cada vez más interesada en la recuperación del pasado en sus dimensiones
personales e íntimas.
Se había entrado en el postboom o boom junior. Naturalmente, estas etiquetas no acla-
ran el proceso seguido por la narrativa hispanoamericana reciente, pero resultan útiles si
se conjugan con una visión históricamente fundamentada de ese proceso, que no ignore
la libertad del escritor para elegir temas y técnicas narrativas, pero que tampoco olvide
la relación inevitable que se establece entre la literatura y el contexto histórico y social
en que surge. A fines de los sesenta no se produjo una crisis del boom (los escritores y las
obras que lo representaron disfrutaban de un prestigio consolidado e incluso creciente,
que se mantiene hasta la actualidad), sino de la orientación antirracionalista señalada,
que empezó a ser atacada desde distintos frentes. Uno de ellos fue la revolución cuba-
na, que desde 1959 había sido un estímulo para superar el pesimismo existencialista y
reencontrar las esperanzas en el presente y en el futuro. Muchos escritores se habían
mostrado dispuestos a colaborar con ella, convencidos de que la literatura propiciaría un
cambio de mentalidad frente a las mentiras oficiales que sostenían en Hispanoamérica
un orden social injusto. La herencia surrealista había fomentado esa pretensión y seguía
alentando un espíritu rebelde aprovechable en las nuevas circunstancias, pues se creía
que la recuperación de la visión mítica del mundo constituía una posibilidad de modifi-
car las estructuras mentales, asociando esa recuperación a las pretensiones revoluciona-
rias. Pero las dificultades que entrañaba esa conciliación no tardaron en manifestarse: a
partir de 1968 la radicalización del régimen castrista denunciaría las tentaciones meta-
físicas en que había caído el realismo mágico, que al insistir en la dimensión mítica del
mundo latinoamericano condenaba a este mundo a permanecer al margen de la historia,
determinado por esa dimensión mítica que fijaría su destino. Las urgencias políticas del
momento potenciaron el desarrollo del testimonio (reportajes, diarios de campaña), un
género de condición literaria discutible, pero valorado por su fidelidad a las experiencias
personales y a la historia más reciente. Su variedad más próxima a la ficción fue la lla-
mada novela-testimonio, a la que el cubano Miguel Barnet dio un impulso notable con
el éxito de Biografía de un cimarrón (1966), donde la vida de un antiguo esclavo sirvió
para recuperar muchas décadas de la historia de Cuba. La solidaridad con la revolución
impulsó en todas partes el acercamiento a la realidad cotidiana, frecuentemente con la
intención de dar voz a las inquietudes de sectores sociales antes ajenos a la cultura.
Eso no impidió que Macondo, el territorio imaginario impuesto por Cien años de so-
ledad, prevaleciese por algún tiempo como imagen de Latinoamérica. Cuando García
Márquez publicó El otoño del patriarca, en 1975, todavía lo hizo con la pretensión de
ofrecer otro producto literario de inconfundible inspiración americana. Como él, varios
escritores consagrados se ocuparon por entonces de la figura del dictador: el cubano Ale-
jo Carpentier con El recurso del método (1974), el paraguayo Augusto Roa Bastos con
SOBRE LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS 160

Yo, el Supremo (1974), el venezolano Arturo Uslar Pietri con Oficio de tinieblas (1976).
Ninguno ofreció una visión decididamente negativa de sus protagonistas: parecía verse
en ellos (con alguna fascinación) frutos característicos de una naturaleza primitiva, nue-
vas manifestaciones de fuerzas ajenas a la razón. Pero la creciente radicalización política
hacía cada vez menos aceptable esa visión de la realidad latinoamericana, y puede en-
contrarse una prueba de ello en la saga “La guerra silenciosa”, cinco novelas que el pe-
ruano Manuel Scorza dedicó a narrar unas revueltas campesinas que habían agitado los
Andes a principios de los años sesenta: la fantasía heredada del realismo mágico resultó
eficaz hasta la última obra, hasta que en La tumba del relámpago (1979) se decidió pres-
cindir de la América determinada por fuerzas ancestrales y destinos preescritos para que
sus habitantes pudieran hacer su propia historia. Para entonces se habían desvanecido la
fe en la realidad maravillosa de América, la esperanza de poder regresar a los orígenes
y beber de las fuentes aún vivas de la magia y el mito, la voluntad de encontrar una di-
mensión atemporal ajena a las desventajas de la civilización y de la historia. El discurso
propugnado por la revolución había contribuido a dinamitarlas en aras de la esperanza en
la transformación de la dolorosa realidad de cada día.
Desde luego, ese no fue el único factor determinante de los cambios. La narrativa de
México no tardó en decidir que algo se había roto ya en 1968, con la matanza de obreros
y estudiantes perpetrada por el ejército en la plaza de Tlatelolco. Más duras fueron las
experiencias sufridas en otros países: en 1973 se instalaron dictaduras militares en Chile
y Uruguay, y a partir de 1976 la represión había de alcanzar en Argentina una brutali-
dad inimaginable. Tales circunstancias se volvían contra la ambigüedad de la América
mágica y de la opción antirracionalista dominante, pues, en la medida en que la reali-
dad descubría sus limitaciones, se adquiría conciencia de que la fantasía había servido
a menudo para ocultar las carencias y justificar las derrotas. Al desatarse la represión de
las dictaduras mencionadas, el discurso revolucionario resultó fortalecido: se extendió
con el rechazo de los regímenes militares, pues la solidaridad con las víctimas exigió el
compromiso de muchos intelectuales que hasta entonces se habían mantenido al margen
de los conflictos políticos y sociales, y la oposición de los enemigos y disidentes de la
revolución contribuía a completar su condición épica. En aquella atmósfera la literatura
adquirió un tono militante que contrastaba con el pesimismo asociado a las inquietudes
metafísicas y existenciales del pasado. Pero el tiempo había de jugar en contra de ese dis-
curso revolucionario, que, al alentar las esperanzas de cambio, había impulsado el desa-
rrollo de nuevos planteamientos utópicos y a su manera (que a veces resultó conciliable
con la precedente) también míticos. A su crisis habían de contribuir no sólo el fracaso de
los proyectos aplastados por las dictaduras, sino también los avatares del gobierno de Fi-
del Castro, crecientemente cuestionado a la vez que se radicalizaba, y cuyas deficiencias
internas resultaron evidentes sobre todo desde que en 1980 miles de cubanos consiguie-
ron abandonar Cuba por la embajada peruana y el puerto del Mariel.
El sandinismo trataría de sostener la fe en la revolución desde el gobierno de Nicara-
gua hasta que en 1990 llegó su derrota electoral, a la vez que la situación internacional se
volvía definitivamente en contra: con la caída del muro de Berlín había llegado el fin de
una época. A medida que se debilitaba la militancia política se habían ido multiplicando
161 MESAS REDONDAS

las visiones críticas de los procesos revolucionarios y del espíritu que los había alentado.
Incluso en Cuba empezaron a escribirse relatos significativos a este respecto, preceden-
tes más o menos lejanos de las crudas visiones del régimen castrista que han proliferado
en los últimos tiempos. Pero no se necesitó cambiar de posición política para reflejar la
pérdida de las esperanzas: desde los cuentos de Con y sin nostalgia (1977) a la novela
Andamios (1996), las ficciones de Mario Benedetti permiten seguir un proceso compar-
tido, pues en ellas quedó constancia sucesivamente de los proyectos revolucionarios,
del heroísmo con que se afrontó la represión y el exilio, del desaliento y el desencanto
que obligaron a optar por propuestas austeras y realistas, de la apuesta final por las di-
mensiones personales de la amistad, el amor y las pequeñas ilusiones de cada día. La
épica de la revolución dejaba paso así a una orientación intimista que se fortaleció en los
años ochenta, mientras las dictaduras del cono sur llegaban a su fin. La experiencia del
“desexilio” no modificó ese rumbo: lo acentuó al determinar que la narrativa recurriese
a la memoria, convertida en refugio frente un presente dominado por el escepticismo, la
claudicación y el oportunismo, en democracias controladas por las fuerzas transnaciona-
les del gran capital, degradadas por el consumismo y por la frivolidad de los medios de
comunicación de masas.
Sin duda resulta significativo que la narrativa, responsable de la fijación de las imá-
genes contemporáneas más persistentes de América latina (la América mágica y la
América revolucionaria, el Mito y la Historia), asumiera también la función de destruir-
las. Las novedades fueron tales en la medida en que constituían distintas respuestas a
las opciones narrativas dominantes: a la mágico-realista o antirracionalista primero, a
la revolucionaria después, o a ambas simultáneamente desde los años setenta. En esas
respuestas también estuvieron implicados los protagonistas del boom, como permiten
comprobar las obras que Vargas Llosa y García Márquez dieron a conocer a partir de los
años setenta: en ese clima adquiere plena significación una novela como La tía Julia y
el escribidor (1977), donde Vargas Llosa subrayaba la condición autobiográfica de toda
creación literaria a la vez que se acercaba con humor a los seriales radiofónicos, en otra
muestra de atención hacia géneros antes juzgados incompatibles con la calidad de la ver-
dadera literatura; no menos expresiva resulta la reconstrucción de los días de decepción
de Simón Bolívar, los últimos de su vida, que García Márquez llevó a cabo en El general
en su laberinto (1989). Como en ella, en las numerosas novelas históricas de las últimas
décadas se ha preferido ver el pasado desde un ángulo menor, marcado por el fracaso y el
desengaño, como recuperado desde una actualidad sin esperanzas de futuro. Esa misma
atmósfera explica el interés creciente por la novela policial, por el thriller y los relatos de
espías, en los que se hallaron procedimientos para adentrarse en una realidad que revela-
ba paulatinamente su degradación, a la que no eran ajenos los encargados de descubrirla,
con frecuencia personajes escépticos, endurecidos por la vida.
Estas opciones terminarían por imponerse, aunque la actitud revolucionaria se resis-
tiera a desaparecer: la inestabilidad del área centroamericana, con el ingrediente del régi-
men sandinista nicaragüense, permitió su supervivencia en la zona durante los ochenta,
años que aún registraron allí manifestaciones notables de la literatura testimonial, alguna
tal conocida como Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia (1983).
SOBRE LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS 162

También la opción mágico-realista ofreció nuevas manifestaciones, en su mayoría debi-


das a escritoras que le dieron una dimensión íntima, como demostraron la chilena Isabel
Allende con La casa de los espíritus (1982) o la mexicana Laura Esquivel con Como
agua para chocolate (1989). Esas pervivencias acentúan el relieve de las numerosas fic-
ciones que muestran los cambios sobrevenidos. La atención prestada al cine, a la novela
erótica y policial, a la música popular y otras fuentes de inspiración “subliteraria” an-
tes desdeñadas, adquiere un profundo significado. No ha sido sólo consecuencia de la
desacralización llamada “posmoderna” de los productos artísticos, condicionada por el
consumismo de la cultura de masas que parece dominar los tiempos recientes: lo que
parecía inicialmente la búsqueda de una literatura menor, orientada a la distracción del
lector, en los años ochenta era ya decididamente una opción para ver la realidad desde ac-
titudes descreídas e incluso cínicas, con frecuencia suavizadas por la ternura, el humor o
la nostalgia. La apariencia intrascendente deriva de la desaparición de las funciones am-
biciosas que se atribuyó a la literatura mientras se vio en ella una forma de conocimiento
de la realidad: ahora caían en desuso las novelas definidas como “totales”, que habían
pretendido la interpretación de Hispanoamérica, de un país o una época.
Escritores como Mario Benedetti, en Andamios, o como el argentino Mempo Giar-
dinelli, en su novela Imposible equilibrio (1995), han relacionado la “posmodernidad”
hispanoamericana con este tiempo presente en que la moral y la ética parecen resultar
anacrónicas: un tiempo sin ideales, insolidario y decadente, asociable a democracias de
valores degradados. Ese planteamiento ayuda a comprender el proceso seguido por la
narrativa contemporánea de Hispanoamérica según las líneas perfiladas hasta aquí: tanto
la orientación antirracionalista como la orientación revolucionaria se convirtieron por un
tiempo en una especie de discursos dominantes, cuya disolución en las últimas décadas
ha facilitado las atmósferas de desorientación y de derrota, con personajes a la deriva,
embarcados en empresas descabelladas o inútiles, como muchos de los que habitan en
La Nieve del Almirante (1986) y otras novelas del colombiano Álvaro Mutis. Aunque,
desde luego, no todo lo que se ha escrito recientemente guarda relación directa ni indi-
recta con las utopías perdidas, con los restos del naufragio. Los narradores jóvenes no
comparten ese pasado, y no hay razón para analizarlos en función de inquietudes que no
tuvieron, pero sus aportaciones pueden sumarse sin dificultades a la libertad de quienes
voluntariamente habían abandonado el Mito y la Historia para ingresar en la vida priva-
da, con los hallazgos y las renuncias que eso implicaba e implica.
163 MESAS REDONDAS

Lenguas en contacto (I)

INDOAMERICANISMOS LÉXICOS EN LA RELACIÓN


DE CRISTÓBAL DE MOLINA (BNM, ms. 3169)

José M.ª Enguita Utrilla


Universidad de Zaragoza

Introducción
1. En la Biblioteca Nacional de Madrid, y con la signatura 3169, se halla depositada
en estado de conservación relativamente bueno una Relación de las fábvlas i ritos de
los Ingas, cuyo autor, el cura cuzqueño Francisco de Molina1, redactó hacia 1583. El
manuscrito madrileño no es, sin embargo, el original de Molina, sino una copia en letra
humanística cursiva que, a juzgar por las similitudes que presenta respecto a otros textos
reunidos en el citado volumen 3169, podría haber sido realizada muy a comienzos del
siglo XVII2.
La Relación constituye un minucioso informe sobre “las ceremonias, cultos y ydo-
latrías” del imperio incaico hasta la llegada de los españoles, aunque también ofrece al-
gunas noticias posteriores. Cristóbal de Molina, para elaborarla, hubo de entrevistar a
testigos fidedignos, es decir, a ancianos que habían participado en las fiestas y en las
ceremonias descritas3. Ello revela sus amplios conocimientos de quechua, lo mismo que
la inclusión en el texto de numerosas oraciones rituales en esta lengua y el hecho -docu-
mentado- de que se sirviera de este vehículo comunicativo en la predicación que, como
párroco de Nuestra Señora de los Remedios, dedicaba a los naturales del Cuzco4, lo que
está en consonancia con el origen mestizo que algunos de sus biógrafos le atribuyen.
El manuscrito de Molina contiene materiales muy útiles para describir los rasgos que
conformaban el español de los Siglos de Oro, pero también -desde una mirada más atenta
a lo específicamente americano- permite estudiar los cambios que nuestra lengua había
desarrollado en el Nuevo Mundo hasta finales del siglo XVI. Y, concretamente, situados
ya en el Perú andino colonial, aporta datos valiosos para observar las consecuencias deri-
vadas del contacto entre el quechua y el español5.
Dentro de este campo de análisis, haré algunos comentarios sobre las voces de filia-
ción quechua que aparecen en la Relación. Conviene recordar antes, no obstante, que en
INDOAMERICANISMOS LÉXICOS EN LA RELACIÓN DE CRISTÓBAL DE MOLINA 164

el texto de Molina se registran, además, algunos indigenismos que no corresponden a la


realidad lingüística del imperio incaico:
agí 26v.15 (3) ‘especie de guindilla’, cacique 9r.26 (6) ‘reyezuelo, jefe indio’, en-
bixauan 35r.6 (1) ‘pintar el cuerpo con sustancias colorantes’, guacamaya 4v.32 (6) ‘ave
de vistosos colores y desagradable grito, especie de papagayo’ y maíz 7v.9 (21) ‘gramí-
nea de tallo grueso y fruto en mazorca de granos muy alimenticios’6.
Aparte de estos arahuaquismos, consta en la Relación el término chicha 4v.26 (12)
‘bebida alcohólica resultante de la fermentación del maíz y de otros granos y frutos’, que
procede del cuna panameño. Todos ellos pertenecen a la primera capa de indoamerica-
nismos léxicos acogidos por la lengua española7. Molina los emplea con total esponta-
neidad porque su uso resultaba ya común entre los españoles asentados en América, lo
que hacía innecesario explicar su significado. Es más, en alguna ocasión se advierte sin
dificultad que la filiación indígena de estas voces se ha perdido completamente en su
conciencia lingüística: “uio que venían dos aues que llaman aguaque, por otro nombre
llaman torito y en nuestra lengua las llamamos guacamayos” 4v.32.
Descontados esos indoamericanismos, todavía quedan en la Relación, aproximada-
mente, 170 voces autóctonas del Perú8, número que contrasta llamativamente con el que
ofrecen otras obras que tratan sobre dicha área geográfica. En efecto, la Historia general
y natural de las Indias, de Fernández de Oviedo, redactada en lo que concierne a los
asuntos de Nueva Castilla a través de fuentes indirectas y en fechas anteriores, aporta 29
bases léxicas de esta procedencia; 11 quechuismos aparecen en la Conquista y población
del Pirú (1552), de Cristóbal de Molina el Almagrista; 16 se registran en el Descubri-
miento y conquista del Perú (1554), de Pedro Cieza de León; 32 constan en la Relación
(1571) de Pedro Pizarro. De modo excepcional, el padre José de Acosta reúne alrededor
de 133 designaciones comunes de esta filiación en su obra más celebrada, que publicó en
1590 con el significativo título de Historia natural y moral de las Indias9.

Análisis cuantitativo
2. Dos motivos pueden ayudar a explicar tan nutrido inventario léxico de quechuis-
mos en el texto de Molina, relativamente breve si se compara con algunas de las obras
arriba enumeradas10: de un lado la temática a la que se atiende -antropología de la civili-
zación incaica-; de otro, el ya señalado bilingüismo del autor.
En consonancia con la temática desarrollada, en la Relación se descubren 80 voces
que reflejan distintos aspectos antropológicos, las cuales pueden agruparse en torno a
dos áreas básicas de significado: por una parte, la religiosidad (con referencias a la mito-
logía, a las ceremonias rituales -con descripción explícita de sus partes más relevantes y
de los objetos empleados en ellas-, a las tareas relacionadas con la custodia de los ídolos
y a los lugares de culto); por otra, la vida comunitaria (con alusiones a la organización
social, a personajes singularizados por su dignidad u oficio, a fiestas y celebraciones co-
munitarias, al folclore musical y a la división del ciclo anual, sin que falte la mención de
los quipos 5v.24 (4), técnica de transmisión de los hechos históricos y de las tradiciones
165 MESAS REDONDAS

del mundo incaico). Como muestra del interés que, para el estudio de la cultura andina,
posee este vocabulario, transcribo a continuación algunos de los términos más llamati-
vos empleados por Molina:
Partes más relevantes de las ceremonias rituales: hichoco 36v.3 (1) ‘confesión de las
propias faltas y pecados’, mayocati 28r.16 (1) ‘ofrenda de comidas y sacrificio de una
vicuña a la divinidad suprema para pedirle paz y bienestar para el año siguiente’, mo-
cha 24v.34 (3) ‘adoración del Inca y de los dioses incaicos’, mochar 14r.13 (1) ‘adorar’,
pilcoyaco ‘acto de colocar sobre la cabeza del Inca y de su mujer, y sobre la estatua de la
divinidad suprema incaica, plumas del ave llamada pilco’, pírac 31r.26 (1) ‘rito consis-
tente en untar con la sangre de los sacrificios la estatua de los ídolos’.
Fiestas y celebraciones comunitarias: apuscay 29v.4 (3) ‘fiesta celebrada al trasladar
al recién nacido a la cuna, a los cuatro días de su nacimiento’, chocanaco 26v.6 (1) ‘lucha
con hondas y cuerpo a cuerpo en la que probaban su fuerza y valentía los jóvenes del
Cuzco’, coñanaco 30r.6 (1) ‘acto en el que el pariente más cercano daba consejos a las jó-
venes de la familia, tras su primera menstruación’, guarachico 19v.2 (5) ‘ceremonia para
armar caballeros a los jóvenes’, quicochico 28r.8 (3) ‘celebración familiar con ocasión
de la primera menstruación de las jóvenes incaicas’, rotuchico 29v.4 (3) ‘fiesta familiar
que se celebraba cuando los niños cumplían un año, que coincidía con el primer corte del
cabello’.
Otras 90 voces quechuas aluden a la cultura material: división del espacio, construc-
ción, alimentación, prendas de vestir y diversos objetos empleados en las actividades co-
tidianas. Conviene destacar respecto a estos términos que, con frecuencia, los referentes
a los que corresponden aparecen insertos en la descripción de las celebraciones religio-
sas y civiles de la sociedad incaica, de manera que en numerosas ocasiones su empleo es
complementario a la mención de los que poseen propiamente un significado religioso o
social:
Y los yndios le entraua adorar con carneros, colle, chicha, llipta, mollo y otras cosas
35r.6; Ya nuestro padre Guanacauri os a dado guaracas de ualientes; y saluos y biuid co-
mo honrrada jente 21v.4.
Así pues, interesa poner de relieve que la intención comunicativa del autor de la Rela-
ción no está orientada hacia la descripción de realidades conocidas desde la experiencia
de los hechos vividos, sino que se centra en el tratamiento de aspectos relacionados con
la antropología y con la sociedad del mundo incaico prehispánico desde una actitud que
podríamos considerar científica, próxima por tanto a la que se manifiesta en la Historia
general y natural de las Indias, de Gonzalo Fernández de Oviedo11, o en la Historia natu-
ral y moral de las Indias, del padre José de Acosta12. Y, lógicamente, esa intencionalidad
condiciona los recursos léxicos de que hace uso el autor13.

Préstamos y extranjerismos
3. No ha de extrañar, por las razones aducidas, que solo en escasa medida los que-
chuismos aparezcan en el texto sin la adición de glosas explicativas que informen sobre
INDOAMERICANISMOS LÉXICOS EN LA RELACIÓN DE CRISTÓBAL DE MOLINA 166

su significado, es decir, como palabras incorporadas ya plenamente al acervo léxico del


español. En total, únicamente pueden considerarse préstamos ya asimilados por el espa-
ñol andino y, en general, por el español peruano de finales del siglo XVI, unos 40 que-
chuismos -y algunos aún requieren, en parte de sus registros, notas aclaratorias-. Entre
ellos cabe enumerar los siguientes:
chácara 6v.9 (13) ‘huerta, sementera’, chaguar 21v.8 (2) ‘cáñamo’, chuspa 10v.15
(2) ‘morral, bolsa’, coca 7v.3 (8) ‘planta cuyas hojas producen efectos relajantes’, coie
35r.36 (2) ‘conejillo de Indias’, cóndor 2v.32 (1) ‘ave rapaz vultúrida que habita en los
Andes’, curaca 21v.13 (1) ‘autoridad indígena’, guaca 2v.28 (130) ‘adoratorio’, ‘ídolo’,
guaraca 20r.31 (12) ‘honda’, guasca 27r.29 (3) ‘soga’, llauto 28r.30 (4) ‘cinta de lana de
varios colores finamente tejida con que los indios ceñían la cabeza’, lliclla 5r.1 (3) ‘man-
ta pequeña de lana que las indias usaban y usan sobre los hombros’, llipta 35r.6 (1) ‘pasta
alcalina que se mezclaba con la coca al consumirla’, mollo 30r.30 (7) ‘coral, concha ma-
rina’, ojota 20r.28 (3) ‘calzado a manera de sandalia’, paco 8v.24 (3) ‘rumiante andino’,
papa 16v.23 (1) ‘planta solanácea tuberosa, patata’, puna 9v.18 (2) ‘desierto o páramo
en regiones altas’, quipo 5v.24 (4) ‘conjunto de hilos de lana o algodón de diversos colo-
res, con nudos, que servían a los indígenas como registro o memorial’, taqui 10r.3 (20)
‘canto y baile colectivo’, ycho 23r.10 (1) ‘hierba’ y çanco 12v.35 (14) ‘gachas espesas de
harina de maíz’.
No es casual que estos indigenismos, muchos de ellos correspondientes a la cultura
material, hayan pervivido en número apreciable hasta nuestros días en las áreas de in-
fluencia quechua ni que, en algunos casos, se hayan difundido incluso fuera de su solar
originario, como permiten observar los diccionarios de americanismos14.
No ocurre lo mismo con las 130 voces, aproximadamente, que aparecen en todos sus
registros acompañadas de las oportunas glosas explicativas, y algunas de ellas imperfec-
tamente asimiladas a las estructuras fonológicas de la lengua española. Es en esta lista de
quechuismos donde quedan reflejados, en buena parte, los términos referidos a la antro-
pología del mundo incaico, como puede deducirse de los ejemplos siguientes:
achícoc 7v.8 (1) ‘adivino’, ayarmacaraymi 19v.11 (1) ‘mes de octubre’, camasca
7v.12 (2) ‘hechicero’, cantaray 19v.19 (1) ‘proceso de elaboración de la chicha’, champi
3r.28 (1) ‘porra para pelear’, chumpi 8v.27 (1) ‘llama de color castaño’, çitua 11r.4 (5)
‘fiesta solemne que se celebraba en el mes de agosto’, collcaonco 20v.13 (1) ‘vestimenta
que se ponían los jóvenes del Cuzco durante la ceremonia en que eran armados caballe-
ros’, gualanbabi 27v.29 (1) ‘pelo hecho de plumas’, guari 21v.18 (5) ‘variedad de taqui’,
mayocati 28r.16 (1) ‘ofrenda de comidas y sacrificio de una cría de llama al Dios supre-
mo de la civilización incaica para pedirle paz y bienestar para el año siguiente’15, metima
12r.1 (9) ‘denominación que recibía el indio trasladado, por mandato del Inca, de una
provincia recién conquistada a otra diferente’, pachapucu 29r.10 (1) ‘mes de febrero’,
pilcoyaco 13v.7 (1) ‘acto de colocar sobre la cabeza del Inca, de su esposa y de la estatua
de la divinidad suprema plumas del ave llamada pilco’, pírac 32r.26 (1) ‘rito consistente
en untar con sangre de los sacrificios el rostro de los ídolos’, quispe 10v.36 (1) ‘mes de
julio’, rayme 8r.30 (1) ‘fiesta en general’, suyo 18r.31 (3) ‘designación de cada una de las
cuatro partes en que se dividía el imperio incaico o Tahuantinsuyo’.
167 MESAS REDONDAS

Una ojeada a los diccionarios generales de americanismos informa, por otro lado, so-
bre el escaso porcentaje que, de ellos, es conocido en las actuales hablas hispanoameri-
canas:
aillo 14r.10 (2) ‘linaje, casta o familia dentro de una comunidad indígena’, araui (ya-
raví) 29r.27 (1) ‘canción que cantaban los indios peruanos acompañados de la quena’,
chupasita (apacheta) 33v.4 (1) ‘cumbre de los montes, que era objeto de adoración por
los indígenas andinos’, concho 10v.13 (1) ‘posos, sedimentos, restos de comida o be-
bida’, mamacona 10r.6 (1) ‘mujer anciana que, en la civilización incaica, se dedicaba
al servicio del templo del Sol y al cuidado de las doncellas consagradas al culto solar’,
ñusta 20v.25 (1) ‘princesa inca’, tambo 10r.21 (2) ‘aposento, especie de posada en los
caminos reales’.
Además, conviene señalar que llama ‘mamífero rumiante propio de la América meri-
dional, variedad doméstica del guanaco’, oqui (oque) ‘del color de la lana, ceniciento os-
curo’, onco ‘camiseta sin mangas, abierta en los costados, que vestían los indios’, yaco-
lla ‘manta hecha con dos piezas cosidas, que se ponían los indígenas sobre los hombros’
y zara (sara) ‘nombre quechua del maíz’ son términos que en la Relación forman parte
de algunos sustantivos compuestos que designan animales, plantas o vestidos que surgen
en la descripción de las celebraciones indígenas:
llancallama 8v.29 (1) ‘llama de pelo negro’, oquipaco 8v.26 (1) ‘rumiante andino,
más pequeño que la llama y la vicuña, de pelo largo y fino de color pardo’, angasonco
27v.25 (1) ‘camiseta larga, sin mangas, abierta por los costados, de color azul, que ves-
tían los indios’, collcaonco 20v.13 (1) ‘camiseta que se ponían los jóvenes del Cuzco
durante la ceremonia en que eran armados caballeros’, pucayonco 27v.4 (1) ‘camiseta
que vestían los indios para ejecutar el taqui llamado yaguaira’, quilapionco 27v.25 (1)
‘camiseta larga, sin mangas, abierta por los costados’, vmiscaonco 22r.32 (1) ‘vestidu-
ras que daban a los jóvenes del Cuzco tras haber sido armados caballeros’, supayacolla
20v.3 (1) ‘manta fina de lana’, collicara 36r.7 (1) ‘maíz negro’, cumacara 36r.7 (1) ‘maíz
rojo y amarillo’, paracaycara 36r.7 (1) ‘maíz blanco y tierno’ y paroçara 36r.7 (1) ‘maíz
amarillo’16.

El empleo de quechuismos y la estructura del discurso


4. La presencia de tantos indigenismos que no se sienten como voces propias de la
lengua española introduce un nuevo motivo de reflexión en el estudio del vocabulario
autóctono registrado en la obra de Molina: el empleo de fórmulas metalingüísticas para
explicar el significado de estas palabras amerindias. Dichas fórmulas no son otras que
las que aparecen en general en la literatura cronística: descripción, definición, sinonimia
y traducción, según estableció el recordado Manuel Alvar17. Pero mientras, por ejem-
plo, en la Historia general y natural de las Indias, de Gonzalo Fernández de Oviedo,
predomina la descripción para presentar -sobre todo ante los ojos del lector europeo- las
especies animales y vegetales del Nuevo Mundo18, en la Relación de Molina el recurso
más empleado es -como cabía esperar en un escritor bilingüe- la traducción, que, lógica-
mente, no se manifiesta mediante las técnicas propias de los diccionarios, sino integrada
en el texto por medio de específicas estructuras sintácticas.
INDOAMERICANISMOS LÉXICOS EN LA RELACIÓN DE CRISTÓBAL DE MOLINA 168

La marca esencial para el reconocimiento de esta fórmula es la presencia de un verbo de


los denominados de lengua: llamar, salvo contadas excepciones en las que intervienen de-
cir y la locución querer decir. Dicha marca puede aparecer en oraciones independientes:
Y a otros mostraua yeruas uenenosas para matar, y a estos llamauan camascas 7v.24;
El qual mes del prinçipio del año llamauan haucayllusque 8v.17; Al mes de junio lla-
mauan cauay, per otro nombre chaguarhuay 10r.32; Llamauan a esta bolas de paja
mauropancuco 12v.28; Llamáuase a este modo de haçer chicha cantaray 19v.19; y las
plumas [...], y así, las llamauan quicotica 20v.16; donzellas [...]. Heran de prinçipal cas-
ta; llamáuanlas ñusta callixapa 20v.21; hadereçauan vnos bordones [...]; heran de pal-
ma; llamáuanle en su lengua yauri 22v.11; Llamauan estos camisetas puçacaychoanco
25r.19; Llamauan a esta soga moroorco 27v.2; Al mes de hebrero llamauan pachapucu
29r.10; Al mes de abril llamauan ayriguay 29r.14 (25).
No obstante, lo habitual es encontrarla en construcciones adyacentes de tipo adjetivo
-tanto relativas como de adjetivo participial-, muy características en el texto de la Rela-
ción con este valor metalingüístico.

4.1. Subordinación relativa


Por medio de proposiciones de relativo Molina traduce el significado de determinados
términos indígenas (finalidad explicativa o incidental)19, pero también puede ampliar el
significado genérico de una voz patrimonial mediante un término autóctono (finalidad
especificativa o restrictiva20).
1. En el primer caso, la cláusula subordinada se construye en algunas ocasiones en
torno a la expresión verbal querer decir21; pero es más frecuente el empleo del verbo
llamar sobre todo cuando en español, situada antes del verbo, no consiste en una simple
sustitución de términos, sino que aporta explicaciones matizadas sobre el significado
de la palabra indígena traducida, la cual funciona como complemento predicativo de
llamar:
querer decir:
sino que auía otro que lo mandase y rijiese, el qual era el Pachayachachi, que quiere
deçir Haçedor 6r.29; el Pachayachachi, que hera otro ydolo figura de hombre, que quie-
re decir el dicho bocablo Haçedor 9r.2; calpariçu, que quiere deçir los que uen la ventura
y suçeso que auían de tener las cosas que les preguntauan 7r.33; capaclaymi, que quiere
dezir fiesta del señor Ynca 20r.21; los guacamayos, que quiere deçir guarda de las gua-
cas y que a cargo las tenían 32v.13 (5).

llamar:
vnas ebras de lana de dos ñudos, y puesta lana de colores en los ñudos, los quales
llaman quipos 5v.25; de a más tenía vn llayto de oro y origeras de oro y medalla de oro,
que llaman canipo 9r.6; dauan braguas, que en su lengua ellos llaman guara 20r.24; y
vnas diademas de pluma, que llaman pilcocassa 24v.12; y en las manos vnas ajorcas
169 MESAS REDONDAS

de oro, que llaman chipana 25r.12; y que allí los atormentauan los demonios, que ellos
llaman cupay 26v.34; ya si acasso estaua en la mar, que ellos llamauan mamacocha, lo
reçeuiese doquiera que estuuiese 28v.30; el quarto día ponían las criaturas en la cuna,
que llaman quirao 29v.9; aconsejaua de la manera que auía de uiuir y obedeçer a sus
padres, a lo quell llamauan coñanaco 30r.6; y con la sangre untauan casi de oreja a ore-
ja el rrostro de la guaca, a lo qual llamauan pírac 31r.28; haçían vna manera de canto,
al qual llamauan taqui hongo 33v.12; y otras conchas de la mar, que llaman ellos mollo
36r.11; le traygan maíz blanco, que llaman paraycara 36r.7; y otras conchas de la mar
[...], de todas las colores que pueden auer, que llaman ymaymanamollo 36r.11 (25).
2. En el segundo caso -relativas restrictivas- el predicado verbal está asimismo cons-
tituido por llamar (+ objeto directo) + complemento predicativo. En estos registros, una
designación genérica del español -colocada también antes del verbo- restringe su sig-
nificado a través de la mención del nombre indígena; a veces, esa mención del nombre
indígena va acompañada de explicaciones complementarias para hacer más transparente
el significado de la voz autóctona:
y uio que venían dos aues que llaman aguaque, por otro nombre llaman torito y en
nuestra lengua llamamos guacamayos 4v.32; vnos cesticos de coca, llamados paucarrun-
go, y vnos que llamauan paucarquinto, a manera de coca 9v.4; hasta que el mes que en
su lengua llamauan quispe acauaua 11r.2; que era el calçado que para ello haçían de vna
paja que llaman coya, muy delgada, que casi pareçía de color de oro 20r.29; vnas mantas
que llamauan supayacolla, de lana blanca, largas y angostas, porque no tenían más de
dos palmos de ancho y largo hasta las coruas 20v.3; los parientes y padres salían bestidos
de vnas uestiduras que llaman collcaonco 20v.12; Las mantas leonadas y la plumas que
se ponían en la caueça heran negras, de vn pájaro que se llama quito 20v.15; uestidas de
vnos uestidos que llaman cuzcoaxo y cochilliquilla 20v.23; daua a cada vno de los dichos
mançeuos vnos pañetes que llaman guarayanos, camisitas colorados con vnas listas
blancas 24v.6; con vna ... que llaman coco, que se da en vnos cardones 26v.2; de vnos
pájaros que llaman tocto 26v.12; Haçían estas fiestas con vnas ropas que llamauan puca-
yonco, que heran vnas camisetas negras, alrededor dellas por lo bajo [...] 27v.4 (18).

4.2. Adjetivos participiales


La misma función cumplen en el texto de Molina las abundantes construcciones de
adjetivo participial22, constituidas en torno al verbo llamar al que sigue un complemento
predicativo (solo en una ocasión aparece el verbo decir con este valor: “el primero día
desta fiesta llamada çitua hera quando comían el sanco dicho yaguarcanco” 18r.20)23.
Para su carácter restrictivo o no restrictivo han de considerarse las mismas condiciones
que se han apuntado en relación con las subordinadas relativas.
1. De carácter no restrictivo:
En esta construcción, la voz patrimonial que concuerda con el participio va deter-
minada frecuentemente por medio de diferentes recursos lingüísticos, de modo que el
INDOAMERICANISMOS LÉXICOS EN LA RELACIÓN DE CRISTÓBAL DE MOLINA 170

predicativo introducido por el participio viene a ser el término que, de manera sintética,
expresa toda esa información. La construcción participial forma grupo fónico propio:
y otros carneros grandes, llamados chumpi, que heran la color dellos casi leonados
8v.27; con rropas muy rricas cuuiertas con chapería de oro, llamados llancapata, colca-
pata y paucaronco 10r.14; los sacerdotes del Sol, llamados tarpuntaes 10v.29; la razón
por que açían esta fiesta, llamada çitua [...] 11r.9; Heran los carneros blancos y lañudos,
llamados cuyllo 14v.26; Asimismo en todas las caueças de prouinçias haçían la dicha
fiesta o pasqua, llamada çitua 19r.26; y vnos manojos de paja, llamados chuspas, en las
manos 21v.2; tanendo con vnos caracoles de la mar oradados, llamados gayllaiquípac
21v.28; Y luego toda la jente hacía el dicho taqui, llamado guari 22r.4; Y los parientes
les dauan ojotas de vna paja que entre ellos hera muy preçiada, llamada cuya 22v.1; y
los [sacerdotes] de las demás guacas ya dichas, llamados tarpuntaes, sacrificauan cinco
corderos 23r.23; teniendo en las manos el dicho bordón, llamado yauri 23r.34; con vnas
hondas en las manos, llamadas huaracas 26r.35; Y así, se acauaua esta pasqua y mes, lla-
mado caparaymi 26r.29; vestidos con vnas uestiduras muy galanas, llamadas angason-
co, quilapionco 27v.25; Tenían en tanta ueneraçión este sacrifiçio, llamado capaccocha
o cachaguaco, que si [...] 33r.18 (31).
2. De carácter restrictivo:
En estos casos, el predicativo especifica al nombre al que se refiere, añadiendo algún
rasgo semántico que no está comprendido en él. Dicha información adicional no se mani-
fiesta superficialmente, a no ser que -como ocurre en bastantes ocasiones- el predicativo
vaya acompañado por una subordinada relativa de carácter explicativo. La construcción
participial no forma grupo fónico propio:
Auía otros llamados camascas, los quales decían que aquella graçia y uirtud que
tenían [...] 7v.12; y otros carneros llamados llancallama, que heran negros y lanudos
8v.29; haçiendo con ellos vna música llamada tica 14r.23; con vn cantar llamado guari,
cantauan 21v.18; vn pastor de los que tenían a cargo çierto gañado llamado rayminapa,
que para esta fiesta tenían dedicado 21v.23; dauan a los que se auían armado caualleros
vnas uestiduras llamadas vmiscaonco, que hera vna camiseta bandeada de colorado y
blanco y vna manta blanca con vn cordón açul y vna borla colorada 22r.32; Y este día
lleuauan consigo el carnero llamado topaguanaco [...], con las orejas de oro como ya
está dicho 23r.1; se leuantauan todas las donçellas llamadas ñusta calejapa 23v.2; luego
hacían el taqui llamado guari, que duraua por espaçio de vna ora 24v.17; de vnos pája-
ros llamados tocto 27v.8; vnas plumas llamadas cupaticas, que son de colas de guaca-
mayas 27v.28; y pilo llamado gualanbabi, que hera hecho de plumas 27v.29; enpeçauan
a haçer el sacrificio llamado mayocati por la horden siguiente 28r.16; Quemauan los
saçerdotes llamados tarpuntaes vn cordero en sacrifiçio 29r.31; Demás de las cerimo-
nias que en estos meses hacían, hacían otras, como dijimos, llamadas apuscay, rotuchi-
co, ticochico 29v.4; Y al quarto día se lauaua y se ponía vna rropa llamado angalloaxo y
vnas ojotas de lana blanca 29v.34 (26).
171 MESAS REDONDAS

Consideraciones finales
5. A través de los comentarios precedentes ha podido observarse -aparte de voces in-
dígenas antillanas plenamente integradas en el español del Perú- la presencia de más de
un centenar y medio de designaciones comunes emparentadas con el quechua, cifra cier-
tamente elevada si se compara con las que ofrecen otras fuentes documentales del siglo
XVI referidas a Nueva Castilla.
Tan rico muestrario de transferencias léxicas desde el quechua al español puede ex-
plicarse a partir del bilingüismo del autor, que le permite establecer abundantes corres-
pondencias entre ambas lenguas. Pero también ha de tenerse en cuenta la intención co-
municativa del texto redactado por Molina, que es la de informar -según se declara en
su título- sobre tradiciones y ceremonias rituales prehispánicas de la zona, de manera
que la utilización de tantos términos autóctonos contribuye poderosamente a resaltar la
distancia que existe entre la cultura incaica y la cultura a través de cuya lengua aquella se
describe.
Desde esta perspectiva, no debe extrañar que un notable porcentaje de quechuismos
quede circunscrito a la religiosidad, a la organización social y a los componentes etno-
gráficos del mundo incaico; además, el empleo de vocablos correspondientes a la cultura
material complementa, con frecuencia, la información que sobre esos temas va ofrecien-
do Molina en su recopilación. En consecuencia, una buena parte de esa nutrida colección
de indigenismos no penetró en el habla cotidiana ni posee vitalidad en nuestros días.
Es lógico, por consiguiente, que Cristóbal de Molina haya de acudir en repetidas oca-
siones a glosas explicativas para aclarar el significado de esas voces. Y desde este punto
de vista, el recurso más frecuente es el empleo de oraciones subordinadas de relativo y
adjetivos participiales para -mediante el verbo llamar casi de modo exclusivo- dar su
traducción a los lectores. Dicho recurso se manifiesta en más de un centenar de ejemplos
y constituye una de las estructuras discursivas más características de las páginas de la
Relación.
INDOAMERICANISMOS LÉXICOS EN LA RELACIÓN DE CRISTÓBAL DE MOLINA 172
173 MESAS REDONDAS

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ZAMORA MUNNÉ, Juan C. (1976): Indigenismos en la lengua de los conquistadores,
Barcelona, Editorial Universitaria de Puerto Rico, Colección Uprex.
INDOAMERICANISMOS LÉXICOS EN LA RELACIÓN DE CRISTÓBAL DE MOLINA 176
177 MESAS REDONDAS

NOTAS

1
Con el apodo “el Cuzqueño” los especialistas se refieren al autor de esta Relación, para diferenciarlo de otro
cronista homónimo que vivió en el Perú y escribió sobre los asuntos de Nueva Castilla a mediados del siglo XVI.
Cf. Esteve Barba (1964: 457-458).
2
Duviols e Itier (1993: 18), editores de la Relación de antigüedades deste Reyno del Pirú, de Santa Cruz
Pachacuti, han observado que en las acotaciones que aparecen en este manuscrito, y también en las primeras
páginas correspondientes a las copias de Cristóbal de Molina y Polo de Ondegardo, la caligrafía coincide con la
que se descubre en el Tratado y relación de los falssos dioses (fechado hacia 1611), escrito por el padre Francisco
de Ávila. De ello deducen que este último las habría mandado trasladar “a partir de otro manuscrito que estaría a
su disposición durante cierto tiempo, y que tendría costumbre en estos casos de caligrafiar él mismo la página del
título”. Añádase, por otra parte, que el mismo copista de la Relación de Molina se hizo cargo de reproducir -salvo
las páginas referidas- el Traslado de un cartapacio de Polo de Ondegardo, como se descubre tras comparar, por
ejemplo, el trazado de algunas mayúsculas, los enlaces entre palabra que termina por consonante y palabra que
comienza por vocal y las abreviaturas.
3
“Para lo qual hize juntar cantidad de algunos uiejos antiguos, que uieron y hizieron en tiempo de Huayna
Cápac y de Huáscar Ynca y Manco Ynca hazer las dichas ceremonias y cultos, y algunos maestros y sacerdotes de
los que en aquel tiempo eran” (Relación, fol. 2r, línea 10; en adelante 2r.10; tras esta localización, aparecerá en la
cita de indigenismos léxicos, entre paréntesis, el número de registros de cada voz).
4
Cf. Romero (1916: 194).
5
Cf. al respecto Enguita (2005: I, 202-204).
6
De esta última planta se distinguen algunas variedades para las que también consta la equivalencia en que-
chua: maíz blanco 18r.13 (4), maíz de colores 34v.20 (1), maíz entreuetado 37r.7 (1) y maíz negro 36r.7 (1).
7
Ya Juan Ignacio Armas y Céspedes, en sus Oríjenes del lenguaje criollo (1882, 2.ª ed. corregida y aumenta-
da), apuntó esta idea en el siguiente fragmento: “Llamo lenguaje criollo, a falta de mejor nombre, al conjunto de
vozes i construcciones peculiares, de uso corriente i jeneral en las islas de Cuba, Santo Domingo i Puerto Rico, en
las repúblicas de Venezuela i Colombia, i en alguna parte de Centro América. Empezó a formarse en las Antillas,
sobre la ancha base del idioma castellano, desde los primeros días del descubrimiento; se propagó con la conquista
al continente, siendo designado en sus principios con el nombre de lengua de las islas; se enriqueció a su vez con
multitud de vocablos de las nuevas rejiones, conquistadas; adquirió homojeneidad i un carácter distintivo, con
los primeros criollos; i hoi constituye un cuasi dialecto castellano, que comprende el litoral del mar Caribe, i que
será sin duda, para una época aún remota, la base de un idioma, hijo del que trajeron los descubridores i conquista-
dores de América” (apud Moreno Fernández, 1993: 17-18). Mucho más próximo a nuestros días es un trabajo de
Guitarte (1980: 121-122) en el que destaca, entre las diversas etapas de la historia del español americano, el que
denomina “periodo de orígenes” o “periodo antillano”, que sitúa entre 1492 y 1519: “Para la historia del español
de América, esos casi treinta años de vida limitada al Caribe son fundamentales, como sabían los viejos cronistas
de Indias; en este periodo la lengua española se acomoda a las circunstancias de la nueva realidad americana, y es
este español ya americanizado el que llevan a México y al Perú los conquistadores, todos ellos veteranos de la vida
del Caribe”; este reconocido investigador considera, además, que dicha variedad antillana hubo de poseer, aparte
del léxico, otras peculiaridades de más difícil determinación. Cf. además Cuervo (1955: 27).
INDOAMERICANISMOS LÉXICOS EN LA RELACIÓN DE CRISTÓBAL DE MOLINA 178

8
Sobre las formas léxicas que se comentan en este capítulo se han tenido en cuenta las contribuciones si-
guientes: de contenido más histórico, Santo Tomás, Escobar, Friederici, Alvar Ezquerra, DCECH y Buesa-Engui-
ta (1992); entre los estudios sobre textos cronísticos, Oroz (1959), Alvar (1972), Boyd-Bowman (1972), Zamora
Munné (1976), Mejías (1980), Baldinger (1983), Romero Gualda (1983), Enguita (1991, 1999) y Marín Ágreda
(1993); además, sobre la pervivencia actual de estas voces, cf. Arona, Foley Gambetta, Lenz, DECh, DA, DGA,
Malaret (1946), Neves, Sala (1977) y DRAE.
9
En relación con estos datos, cf. Enguita (1999: 211-213; 2004: 34-37) y Marín Ágreda (1993: II, 1294).
10
No resulta adecuado establecer, sin más, una proporción directa entre páginas escritas e indigenismos; aun-
que, en principio, a mayor riqueza de originales corresponden más noticias que pueden ser abarcadas y, en con-
secuencia, posibilidades más amplias de emplear medios lingüísticos autóctonos en su presentación, la tipología
textual condiciona con frecuencia la mayor o menor presencia de voces indoamericanas.
11
“Imposible decir -comenta Vaquero (1987: 17)- que Oviedo nos ofrece una descripción emotiva, o emocio-
nada, de las Antillas. Oviedo escribe para registrar realidades objetivas, apuntar datos, informar al emperador de
las expediciones de sus hombres, de las lealtades de sus vasallos, de las curiosidades de un mundo desconocido. Si
en este sentido la fantasía no tiene cabida nunca, la emoción está frenada una y otra vez”. Casi cuatro centenares de
indigenismos acoge su obra, verdadera enciclopedia del Nuevo Mundo, a la que no puede exigírsele la minuciosi-
dad propia de los tratados -como el de Molina- referidos a asuntos específicos.
12
En relación con esta obra -dedicada en buena parte a la gobernación de Nueva Castilla-, los estudiosos no han
dudado en afirmar que inicia la modernidad en la contemplación del Nuevo Mundo; cf. al respecto Gallego Morell
(1985: 39).
13
Téngase en cuenta, sin embargo, que Acosta -igual que Fernández de Oviedo- no solo se preocupa de “las
costumbres morales” sino que también dedica gran atención a la naturaleza del Virreinato del Perú, en tanto que
Molina concentra su interés en la antropología del mundo incaico. De hecho, en la Historia de Acosta se registran
bastantes designaciones de animales, plantas y productos relacionados con estos campos conceptuales -no docu-
mentadas en la Relación- que debían resultar ya muy conocidas para los colonizadores de la segunda mitad del
siglo XVI y que se han mantenido vivas hasta la actualidad: chuño ‘papa seca y curada al sol’, locro ‘guisado de
papas y otros ingredientes’, lúcuma ‘árbol frondoso originario del Perú, de fruto comestible parecido a la ciruela’,
mote ‘maíz cocido o tostado, que sirve de alimento a los indios’, palta ‘fruta de carne blanca y delicado sabor,
parecida a las peras grandes, aguacate’, quinua ‘árbol de abundante ramaje cuyas hojas tiernas son comestibles,
igual que sus semillas’, sora ‘maíz especialmente preparado para hacer la chicha de más alta graduación alcohóli-
ca’, totora ‘junco o espadaña que crece en las orillas del lago Titicaca, aprovechado en la construcción de balsas y
casas populares’, vizcacha ‘nombre común aplicado a los roedores sudamericanos de la familia de las chinchillas’
(cf. Marín Ágreda, 1993: s.vv.).
14
Según el DA, las voces chácara (chacra), chaguar, chuspa, coca, coie (cuy), cóndor, curaca, guaca, guara-
ca, guasca, icho, llauto, lliclla, llipta, ojota, paco, papa, puna, quipo y sanco poseen vitalidad en el español de la
zona, a veces con acepciones referidas al pasado y también, en ocasiones, con significados que derivan de los que
tenían en la cultura incaica. El Diccionario de peruanismos de Arona recoge un número inferior de formas léxicas,
aunque no siempre coincidentes: chacra, chuspa, coca, cóndor, cuy, huaca, huaraca, huasca, icho, ojota, paco,
puna, quipus y sango.
15
Las ofrendas se depositaban en los ríos, con acompañamiento de los indios, para que llegaran al mar.
16
Arona menciona apacheta, concho y yaraví. Según el DA, tienen carácter histórico apacheta (chupasita),
mamacona, ñusta, yacolla, uncu y zara; mamacona se ha conservado en Argentina y Chile, con sentido festivo,
en la acepción de ‘matrona, señorona, mujer gorda y vieja’; en el caso de apacheta se han originado acepciones
secundarias como ‘amontonamiento’ en Argentina, Bolivia, Chile y Perú, o ‘montón de dinero’ en Argentina.
17
Cf. al respecto Alvar (1972: §§ 62-67).
18
Cf. Enguita (2004: 37).
19
“Forman grupo fónico precedido de un tonema de semicadencia o suspensión, tal como es común a todos los
constituyentes parentéticos e incidentales” y, además, no restringen la extensión del sintagma nominal anteceden-
te, sino que aportan “información adicional sobre la entidad designada por aquel a través de una predicación de
segundo orden que se superpone a la principal” (Brucart, 1999: I, 408-409).
179 MESAS REDONDAS

20
Las subordinadas relativas restrictivas no forman grupo fónico propio, por lo que en su elocución todo el
sintagma nominal que contiene a la relativa forma una misma unidad melódica; por otra parte, añaden rasgos in-
tensionales, reduciendo la extensión del conjunto de elementos designados (Brucart, 1999: I, 408-409). Aunque la
separación aducida resulta de fácil comprensión y está sólidamente asentada en la tradición gramatical, en algunas
ocasiones el carácter restrictivo de las especificativas puede debilitarse; por ello, no siempre es posible dilucidar
con total precisión el carácter explicativo o especificativo de algunos registros de la Relación, dado que en el texto
no aparecen los signos de puntuación que proporcionarían las pautas para interpretar el matiz con que Molina
emplea estas construcciones.
21
No consta en la Relación el término significar.
22
“Formas morfológicamente participiales, susceptibles de recibir modificadores verbales, que se encuentran
en la posición de modificadores del nombre”. Como tales, poseen una serie de propiedades que no tienen los par-
ticipios verbales que aparecen en los tiempos compuestos, entre ellas la de matizar al sustantivo al que se refieren
con carácter restrictivo; cf. Bosque (1999: I, 283-285) y Demonte (1999: I, 146-149 y 189).
23
Otras muchas veces consta el participio de este verbo con valor continuativo: “Hasta en tanto que la dicha
capaccocha saliese y passasse adelancte” 33r.27; “por espaçio de vn rato boluían a haçer el dicho taqui llamado
guari” 24r.10; “se asentauan la jente y haçían el taqui llamado guarita con las guayllaquepas y caracoles ya di-
chos” 23r.31; “tomauan cinco corderos y los quemauan delante de la dicha guaca” 21r.24; “y en la caueça de dicho
topayauri vn poco de ycho” 23r.12.
181 MESAS REDONDAS

Lenguas en contacto (I)

ASIGNATURAS PENDIENTES:
EL ESPAÑOL EN EL SAHARA, FILIPINAS Y MARIANAS

Dan Munteanu Colán


(Universidad de Las Palmas de Gran Canaria)

En el mundo actual son pocas las lenguas que no hayan generado o no estén gene-
rando situaciones de contacto lingüístico. El español ocupa uno de los primeros lugares
entre esas lenguas, debido a su difusión en plano vertical y horizontal: es la cuarta lengua
del mundo como número de hablantes, fue exportada a diferentes zonas extraeuropeas
a partir del siglo XV, y se utiliza como lengua materna en cuatro continentes. Esta po-
sición privilegiada originó y sigue originando una infinidad de situaciones de contacto
lingüístico y, consecuentemente, una bibliografía difícilmente abarcable dedicada a las
mismas. Sin embargo, a nuestro juicio, existen por lo menos tres situaciones de contacto
lingüístico generado por el español que no han sido estudiadas suficientemente hasta la
fecha y cuya investigación desde las perspectivas actuales de la sociolingüística, criollís-
tica y la comunicación intercultural podría aportar, en nuestra opinión, datos interesantes
tanto para la lingüística hispánica como para la lingüística general. Como lo menciona el
mismo título de nuestra intervención, se trata del contacto entre el español y el hassanía
en el Sahara Occidental, ex colonia de España, el criollo filipino y el chamorro, idioma
de las Islas Marianas, cuyo estatus lingüístico queda por definir.
Según nuestras informaciones, con la salvedad de los títulos que se mencionan en
las referencias bibliográficas (Lafquir 1993; Sabir 1992; Tarkki 1995), hasta la fecha
no se ha publicado ningún estudio monográfico sobre el contacto entre el español y el
hassanía. Esta última lengua es una modalidad del árabe, que estructuralmente presenta
muchas similitudes con el árabe clásico (Tarkki 1995; De Oro 1940). Sin embargo, casi
el 25% de su vocabulario está constituido por préstamos, principalmente españoles en la
modalidad hablada en el Sahara Occidental.
Como es sabido, la presencia de la Corona española en África, más concretamente en
los territorios de la costa occidental del Sahara, data de comienzos del siglo XVI, gracias
a la política promovida por el cardenal Cisneros, pero fue más bien una presencia testi-
EL ESPAÑOL EN EL SAHARA, FILIPINAS Y MARIANAS 182

monial. Apenas en el siglo XIX, en 1845, José Sáenz de Urraca fue enviado al Sahara
como comisario regio. En 1884, el gobierno español organizó una expedición dirigida
por Emilio Bonelli, que ocupó los territorios Río de Oro, Angra de Cintra y Cabo Blanco.
Y el siguiente año empezó la construcción de factorías hispano-africanas en Río de Oro y
Bahía del Oeste, y de la ciudad Villa Cisneros, hoy Dajla. Casi medio siglo después, en el
tratado internacional de 1920, se trazaron las fronteras definitivas de la colonia española
que recibiría el nombre de protectorado de Río de Oro. En 1931, a raíz de un acuerdo
amistoso con los jefes locales, España ocupó el territorio saharaui, que pasó a depender
administrativamente de la Capitanía General de Canarias. En 1934, se constituyó la pro-
vincia África Occidental Española, que incluía el Sahara e Ifni, y, en 1938, el teniente
coronel De Oro fundó la ciudad de El Aaiún, centro administrativo y capital tradicional
de la región. En 1958, España cedió a Marruecos el norte del antiguo protectorado Río
de Oro y así quedaron establecidas las fronteras del territorio conocido con el nombre
de el Sahara Occidental o Español. Cuando el Frente polisario comenzó la lucha anti-
colonialista en el Sahara, el gobierno español anunció un referéndum para mediados de
1975. El mismo año, Marruecos, sin esperar el resultado del referéndum, inició la llama-
da “Marcha verde”, en contra de las decisiones de la ONU y el Tribunal Internacional de
La Haya, y, en noviembre de 1975, se firmó el acuerdo tripartito por el cual España cedía
el Sahara Occidental a Marruecos y Mauritania. El acuerdo se hizo efectivo en febrero de
1976, con la retirada de las tropas y las autoridades españolas, mientras el Frente polisa-
rio proclamaba, el mismo mes, la creación de la República Árabe Saharui Democrática.
Estos breves datos ponen de manifiesto que los españoles estuvieron presentes efec-
tivamente en el norte africano menos de una centuria, entre 1884 y 1976. No obstante, el
contacto entre los dos pueblos tuvo un particular impacto en la vida de los saharauis. Los
españoles representaban un modo de vida diferente, una civilización y una cultura total-
mente distintas, otro dominio epistémico, otra religión, realidades, conceptos y nociones
desconocidos, que paulatinamente fueron penetrando y arraigando en la vida, la cultura
y la lengua de los nómadas saharauis. En este período, el español fue la lengua oficial y
de instrucción (Sabir 1992: 73) y se llegó a un bilingüismo casi general, con la conse-
cuente incorporación de un gran número de lexías españolas al hassanía. Sin embargo,
no existe estudio alguno sobre los hispanismos léxicos en el hassanía, a excepción del
trabajo de Lafquir (1993) sobre un inventario de 300 hispanismos registrados en la mo-
dalidad urbana de El Aaiún. Como tampoco existen datos estadísticos sobre el número
de hispanohablantes del Sahara Occidental.
Lafquir (1993: 11) aprecia que, en la actualidad, en la región se pueden identificar
tres grupos de personas desde el punto de vista de la relación español - hassanía: bilin-
gües; monolingües de hassanía que utilizan un número elevado de hispanismos léxicos
en la comunicación; y monolingües de hassanía que utilizan pocos hispanismos. Los 300
lexemas recopilados por el autor, “fruto de encuestas realizadas con personas aborígenes
de diferentes edades y con diferente formación” son usados indistintamente por los tres
grupos (Lafquir 1993: 11-12).
El contacto entre el español y el hassanía ofrece, en nuestra opinión, al menos tres
aspectos importantes a tener en cuenta en eventuales estudios futuros: la evolución foné-
183 MESAS REDONDAS

tica de los préstamos españoles, las transferencias españolas a las estructuras hassanía y
el estudio del léxico de origen español.
a) Los préstamos del español se adaptaron al sistema fonético hassanía, como, por
ejemplo, la sonorización de las oclusivas bilabiales: esp. petaca > has. bitaca, esp. pelota
> has. biluta, esp. copa > has. cuba, esp. capote > has. cabut (Munteanu Colán 2003a:
256); pero, a la vez, conllevaron la transformación del inventario hassanía de fonemas,
al enriquecerlo con las vocales medias e, o, aunque limitadas a los vocablos de origen
español: esp. almeja > has. mieja, esp. carrera > has. carrera, esp. recreo > has. ricleo,
esp. ametralladora > has. mitrayedora (Munteanu Colán 2003a: 255). Como hemos
destacado en otra ocasión (Munteanu Colán 2003a), parece de especial interés señalar
que los hispanismos léxicos del hassanía experimentan transformaciones fonéticas que
obedecen a tendencias internas de evolución que se atestiguan en diferentes modalida-
des españolas, peninsulares y americanas, pero también en modalidades cuyo compo-
nente básico es el español, como los criollos de base hispánica (chabacano, papiamento,
palenquero) o el chamorro, lengua con una posición parecida al hassanía, porque tiene
estructura lingüística austronésica, pero el léxico es, en gran proporción, de origen espa-
ñol. Nos referimos a fenómenos como el cierre de las vocales medias en posición átona
y tónica, el seseo (con varias realizaciones: fricativa alveolo-palatal sorda, fricativa al-
veolo-palatal sonora, fricativa siseante alveolo-palatal velarizada sorda), el yeísmo (con
distintas realizaciones: fricativa prepalatal, africada prepalatal sonora, [l] + [y]), alter-
nancia y metátesis de l - r. Todos estos fenómenos son el resultado, en nuestra opinión,
de sendas tendencias internas del español reforzadas por el contacto lingüístico, como
lo hemos puesto de manifiesto en varias ocasiones (Munteanu 1996-1997; Munteanu
Colán 2002a; 2002b; 2003a).
b) El contacto entre las dos lenguas no se limitó exclusivamente al léxico sino parece
mucho más profundo. Muchos hispanismos se utilizan con determinantes, clíticos, mor-
femas nominales y verbales árabes, en construcciones híbridas: has. blasti (< esp. plaza
+ has. ti, pronombre posesivo de 1ª persona ‘mi plaza’), has. changlat ( < esp. chancla
+ has. -t, marca de plural), has. muratni (< esp. multar + has. -n, pronombre personal de
3ª persona, + has. -i, pronombre personal de 1ª persona) ‘me multó (a mí)’1. Este tipo de
construcciones podría indicar, a nuestro juicio, un interesante proceso de pidginización,
que, probablemente, se vio interrumpido por el cambio de las condiciones sociopolíti-
cas, económicas y culturales tras la ruptura de los vínculos permanentes entre el hassanía
y el español.
c) Finalmente, apreciamos que sería de sumo interés elaborar un estudio lo más com-
pleto posible, que establezca con exactitud el número de lexemas españoles en el léxico
hassanía, con su correspondiente análisis semántico y etimológico.
El criollo filipino, conocido con el nombre de chabacano (chavacano), es la modali-
dad criolla de base española con el mayor número de hablantes. Se habla en la Bahía de
Manila de la isla de Luzón (en Cavite y Ternate), en la isla de Mindanao, al sur del archi-
piélago (en Davao, Cotabato, Zamboanga) y en la isla Basilán, situada también en el sur
de Filipinas. La variedad que se hablaba en Ermita, el barrio viejo de Manila, desapareció
EL ESPAÑOL EN EL SAHARA, FILIPINAS Y MARIANAS 184

en la década de los cuarenta del siglo pasado. El chabacano de la Bahía de Manila tiene
influencias del tagalo, mientras las variedades meridionales, influencias del cebuano.
A pesar de ser el más importante criollo hispánico, al menos en cuanto al número de
hablantes, asombra la escasez de investigaciones modernas, particularmente por parte
de investigadores españoles. A excepción de los estudios pioneros de Schuchardt (1883),
el artículo de McKaughan (1954) y la monografía de Whinnom (1956), estudios rela-
tivamente anticuados y discutibles, poco más se ha escrito sobre el chabacano hasta la
década de los ochenta del siglo pasado, con la salvedad de algunas tesis doctorales y de
maestría (Fernández 2001: III-V). Desde la segunda mitad de los ochenta, Lipski publicó
varios trabajos de interés sobre el chabacano (Lipski 1986; 1987; 1988; 1992; 2001), se-
guido, a partir del 2001, por Fernández (2001; 2002; 2004a; 2004b). Sin embargo, parece
increíble, pero no tenemos siquiera datos fiables con respecto al número de hablantes del
criollo filipino: 689.000, según Quilis (1992: 82); aproximadamente 1.200.000, según el
mismo Quilis (1996: 234); 424.273, según Fernández (2001: VII), quien se basa en los
datos del censo de 1995, ofrecidos por Romanillos (1999): Cavite (34.215 hablantes),
Ternate (6.843)¸ Davao (54.744), Cotabato (20.529), Zamboanga (307.940); y 280.000,
según los datos de 1981 del Summer Institute of Linguistics (Fernández 2001: VII).
El chabacano, como resultado último de una situación de contacto lingüístico entre
el español y las lenguas indígenas filipinas es todavía un amplio campo por investigar,
que plantea, a nuestro juicio, problemas de gran importancia relacionados con su origen.
La solución de estos problemas implicaría, en nuestra opinión, una drástica revisión de
la teoría monogenética, incluida la monogénesis familiar, de los patrones corrientes que
rigen las estructuras criollas, y de la presencia del elemento español en el léxico de esa
lengua.
a) Hasta hace poco, nadie ha puesto en tela de juicio la hipótesis de Whinnom sobre el
origen del chabacano. Según el autor citado, el chabacano se originó en Ternate, de don-
de fue trasladado a Manila en el siglo XVII y se fue estructurando como criollo a raíz del
contacto con las aproximadamente 88 lenguas austronésicas que se hablaban en la isla
de Luzón. Según Whinnom (1956: 2), cuando los españoles llegaron a Filipinas, en la
región ya existía un idioma de contacto de base portuguesa, que empezaba a ser utilizado
como lingua franca por una pequeña comunidad cristiana perseguida por los musulma-
nes. Recordemos que los portugueses habían llegado a las Islas de las Especias en 1511-
1512 al mando de Abreu, Serrão y Bisagudo y que, tras perder su nave, Serrão se había
establecido en Ternate. Según parece, el núcleo de la comunidad cristiana mencionada
por el autor citado lo formaban esos portugueses. La hipótesis de Whinnom se convirtió
en la base de la teoría monogenética de los criollos (según la cual todos los criollos se
derivarían de un pidgin o protocriollo afro-portugués)2.
A pesar del interés despertado por la monografía de Whinnom en la época, varios es-
pecialistas mostraron su desacuerdo con algunos de sus planteamientos, particularmente
con los referentes al zamboangueño. Con respecto a la formación del zamboangueño se
han propuesto, con matices, dos escenarios básicos diferentes (Frake 1971; Warren 1981;
Germán 1984; Lipski 1992; 2001): 1) el zamboangueño es el resultado de la expansión
185 MESAS REDONDAS

del ternateño hablado en la Bahía de Manila; y 2) el zamboangueño nació en el territorio


donde se habla actualmente y tuvo una evolución independiente. El mismo Whinnom
(1956: 3-14) había sugerido la posibilidad de que el zamboangueño fuese una modalidad
“semi-independiente”, nacida a raíz del mestizaje cultural y lingüístico exclusivamente
entre malayos y soldados de la guarnición española de categoría social generalmente
baja: “only the convenience, and indeed intermarriage, of Spaniard and Malay can ac-
count for the fact that a creolized language emerged in the brief space of two generatio-
ns” (Whinnom 1956: 3). Un argumento a favor de esta hipótesis es que a mediados del
siglo XIX Zamboanga fue una de las provincias más hispanizadas de Filipinas en cuanto
a la lengua y la cultura. Lipski (1992: 224; 2001: 148), con quien coincidimos (Munte-
anu Colán 2002c: 325-326), aprecia que el zamboangueño se formó in situ, y que, en
seis estadios sucesivos, desde mediados de 1700 hasta 1930, aproximadamente, sufrió
varias transformaciones estructurales y relexificaciones, bajo la influencia del español,
el criollo de la Bahía de Manila, el ilongo, el cebuano y el inglés (Lipski 2001: 148). El
zamboangueño sería, por tanto, un caso extremo de un continuum de patrones filipinos,
relexificado, híbrido en extremo, resultado de la evolución y cristalización gradual de
denominadores comunes en una población en continua transformación. Las similitudes
entre el zamboangueño y las modalidades criollas de la Bahía de Manila se deberían,
más bien, a las características de las hablas filipinas y del español mejicano utilizados
por los dos grupos poblacionales.
b) El chabacano es un caso sumamente interesante entre los criollos europeos y, par-
ticularmente románicos, porque es endógeno, es decir, en su génesis no han participado
componentes lingüísticos importados, sino únicamente las lenguas o modalidades lin-
güísticas de las comunidades existentes en el territorio en el momento de su formación.
Lo que significa que en su estructura no existen elementos africanos, como en la mayoría
de los criollos de base europea. Esta peculiaridad tiene también importantes implica-
ciones en la reconsideración de algunos tópicos de la criollística. En primer lugar, la
ausencia del elemento africano entre las lenguas de input del chabacano es el argumento
fundamental contra todas las versiones (ampliadas o restringidas) de la teoría monoge-
nética, cuya base es la existencia de un protocriollo afro-portugués que habría origina-
do todas las lenguas criollas de base europea, relexificadas ulteriormente por distintas
lenguas europeas. Porque el chabacano demuestra, en primer lugar, que existen criollos
europeos en cuya historia externa no se hace mención alguna a un protocriollo afro-por-
tugués como medio de comunicación inicial entre comunidades que no tenían un medio
de comunicación mutuamente inteligible. Y, en segundo lugar, que, precisamente por esa
razón, presenta una estructura con una fisonomía distinta de otros criollos de base hispá-
nica, y de los criollos europeos en general.
Presentamos los más importantes rasgos caracterizadores del chabacano:
1) los que no coinciden (total o parcialmente) con los de otros criollos hispánicos: tš
> ts, por influencia de las lenguas filipinas; la conservación de las palatales ń, λ,: compa-
ñero, calle, lleno (a diferencia del papiamento y palenquero); el plural se forma con -s,
con el morfema autóctono mana/mga (un ciento el mana/mga gente taquí ‘aquí hay cien
personas’) (Ogiwara 2002: 77-78), o los dos procedimientos juntos (su mana pulseras)
EL ESPAÑOL EN EL SAHARA, FILIPINAS Y MARIANAS 186

(Quilis 1996: 239), a diferencia de casi todos los criollos, que utilizan marcas de origen
africano, generalmente la tercera persona plural del pronombre personal; el acusativo se
construye con la preposición con, rasgo del español filipino no criollizado (Lipski 1992:
219); los pronombres personales son diferentes en las distintas variedades: el caviteño
hereda el sistema español: yo, tu, vo, usté, eli, nisós, vusós, ilós; el zamboangueño tiene
formas de plural del tagalo y cebuano: yo, tu, evós, vos, ele, le, kamé, kitá ‘nosotros, as’,
kamó ‘vosotros, -as’, silá ‘ellos, -as’, con la oposición inclusión (kitá) / exclusión (kamé)
en la primera persona plural, característica de las lenguas austronésicas; no utiliza verbos
copulativos: cav. chiquitito el comedor di nisós ‘nuestro comedor es pequeño’, yo mismo
el mujer di Bob ‘yo misma soy la mujer de Bob’ (Ogiwara 2002: 77-78), zam. esté el di-
miyo casa ‘ésta es mi casa’; el imperativo se forma posponiendo el pronombre a la forma
de infinitivo si es afirmativo, y anteponiéndolo si es negativo: cambia nisós esti allá
‘traslademos esto allá’, pero no nisós cambiá esti allá ‘no traslademos esto allá’ (Quilis
1996: 240; Ogiwara 2002: 78); el participio se forma con -au (< esp. -ado): serrau ‘cerra-
do’, o con la partícula ya: abierto ya ‘abierto’; el gerundio es idéntico al infinitivo en el
caviteño e idéntico al gerundio español, en el zamboangueño;
2) los que son comunes total o parcialmente con los de otros criollos hispánicos o
europeos: el paso s + i > š; la realización de x como fricativa laríngea sorda; la apócope
de la -r (final): murí, pagá, llegá, volá, kumí, cantá, jacé, cambiá, etc. (Quilis 1996: 238;
Pountain 2001: 257-258); la neutralización de la oposición r ~ rr a favor de la realiza-
ción simple; el paso -r > -l; el seseo; el grupo nominal no presenta oposición de género,
excepto los animados (morfemas de género o determinantes: macho, hembra); cuando
el contexto o un modificador indican la idea de pluralidad, el plural no aparece marcado,
como en papiamento o algunos criollos portugueses: como tu tieni miedo cucaracha?
‘¿porqué tienes miedo a las cucarachas?’ (Ogiwara 2002: 76); el sistema TMA está ba-
sado en partículas: ta para el presente, en todas las variedades, ya para el pasado; de o di
para el futuro en el caviteño, ay, en el zamboangueño.
c) Otro aspecto que debería ser investigado a fondo, a nuestro parecer, es la presencia
española en el vocabulario. Superior a la del papiamento y el palenquero, el elemento
español representa el 91.77% del total del léxico chabacano, según Quilis (1996: 240),
pero oscila de una modalidad a otra. Por ejemplo, en el caviteño es del 94%; en el cota-
bateño, el 82.49%; y en el zamboangueño, el 86.30%. Se incluyen en esos porcentajes,
arcaísmos, vulgarismos y mexicanismos. Todas esas razones justifican, en nuestra opi-
nión, un estudio semántico y etimológico más profundizado del léxico chabacano.
Teniendo en cuenta que las evoluciones fonéticas no son tan radicales como en otros
criollos hispánicos, el chabacano tiene, a nuestro juicio, al menos en lo concerniente al
léxico, una fisonomía más parecida al español que los demás criollos de base española.
Sin embargo, como destaca acertadamente Fernández (2001: IX),
Por mucho que nos guste acoger el chabacano bajo el paraguas del español (ya que
ello nos permitiría decir con razón que el español sigue realmente vivo como lengua
materna en Filipinas), tal razón es lingüísticamente incorrecta, y peligrosa para la su-
pervivencia del chabacano [...].
187 MESAS REDONDAS

Indudablemente, el chabacano es una lengua criolla, no una modalidad del español.


Este hecho incuestionable es trascendental para la política lingüística del archipiélago fi-
lipino y de gran importancia para el proceso de revitalización del español. Porque en los
últimos años, algunos estudiosos filipinos, inclusive académicos, consideran que el cha-
bacano “es el dialecto [sic] filipino más cercano al español”. Por tanto, en vez de enseñar
el español “desde arriba”, como se hizo hasta 1987, se debería enseñar el chabacano en
las escuelas y bastaría con “pulirlo” para estar “en rumbo hacia el castellano” (Farolán
Romero 2002: 146).
El chamorro es lengua materna de unas 60.000 personas repartidas entre las islas Ma-
rianas y los EE.UU. (algo más de 40.000 en la isla de Guam, donde el chamorro tiene
estatus de lengua co-oficial; más de 12.000 en el Estado Libre Asociado de las Maria-
nas Septentrionales, o las Marianas del Norte, la mayoría en Saipan; y el resto en los
EE.UU.). A lo largo de algo más de 350 años, las islas Marianas pertenecieron a la Co-
rona española, y el español fue la lengua de la administración, la Iglesia católica y la
instrucción, mientras el chamorro se utilizaba sólo en el ambiente familiar. Según Ro-
dríguez-Ponga (1996a: 244-245), en el siglo XIX, el español “era de conocimiento casi
general” en las Islas Marianas, pero, al igual que en Filipinas, y por las mismas razones
extralingüísticas, nunca llegó a ser la lengua materna de toda la población.
En la actualidad, ya no existen hispanohablantes nativos en el archipiélago, pero se
registran huellas de lo que podríamos llamar “español vestigial” en algunos chamorroha-
blantes que lo aprendieron por el mestizaje o a raíz de su catequización. Rodríguez-Ponga
(1996a : 246) afirma que en la década de los ochenta del siglo pasado todavía había perso-
nas mayores, de más de sesenta años, que “podían comprenderlo” y lo hablaban en “una
forma simplificada, mezclada con chamorro e inglés, con seseo y yeísmo, pronunciación
chamorrizada (-l, -r > t) y frecuente ausencia de concordancia de género y número”.
A raíz del contacto con el español, el chamorro tomó prestado un número muy elevado
de vocablos españoles, [entre el 90% ó 95% de su léxico actual, según Hall Jr. (1966: 99)
y el 50% ó 60%, según Rodríguez-Ponga (1996a: 247). Después de la retirada de España
del Pacífico, el chamorro sufrió también influencias del alemán, el inglés (especialmente
en la modalidad de Guam) y el japonés (en las modalidades de las Marianas del Norte,
principalmente de Saipan).
A pesar de la rica bibliografía sobre el chamorro, los especialistas españoles lo han
ignorado casi totalmente. Constituyen una excepción, los estudios de Alvar (1986), Qui-
lis (1992: 109-200), Albalá Hernández, Rodríguez-Ponga (1986), y, sobre todo, las más
actuales investigaciones de Rodríguez-Ponga (1994; 1996a; 1996b; 1998).
La situación actual de esta lengua, que estuvo en contacto con el español casi cuatro
siglos, plantea, en nuestra opinión, por lo menos tres cuestiones fundamentales que se
deberían estudiar: el estatus lingüístico del chamorro, las transferencias españolas a esta
lengua y el análisis semántico y etimológico de su vocabulario.
a) Algunos investigadores opinan que el chamorro es un pidgin (Fischer 1961), afir-
mación que encierra una profunda contradicción, porque un pidgin nunca llega a ser len-
gua materna; y como hemos vista, el chamorro sí lo es.
EL ESPAÑOL EN EL SAHARA, FILIPINAS Y MARIANAS 188

Otros, como Hall Jr. (1966) aprecian que se trataría de una lengua mixta, en la acep-
ción más clásica y tradicional propuesta por Adam (1883) y Sylvain (1936). “Val” (1967:
5), Solenberger (1962: 59) y Rodríguez-Ponga (1996a; 1996b; 1998) comparten, con
diferencias de puntos de vista, la tesis de la lengua mixta. Witucki (1973) opina que el
chamorro actual es el resultado de una relexificación española casi total de una lengua
malayo-polinesia, y, en la misma línea, el citado Solenberger (1962: 59) destaca que el
chamorro conserva la estructura gramatical austronésica. Estas características permiti-
rían incluirlo en la categoría de lengua mixta. Couto (1996: 88-89) opina también que el
chamorro “se aproxima do caso da media lengua do Ecuador”, porque el vocabulario
está casi totalmente relexificado, pero la estructura gramatical original se conserva. Lo
que permitiría incluirlo entre las lenguas mixtas, aunque no presente las simplificaciones
y reducciones características de esos idiomas, pero no justificaría su inclusión en el gru-
po de los criollos. Munteanu Colán (2003b) aprecia que si tenemos en cuenta los estudios
más recientes que ponen de manifiesto la diversidad de tipos de lenguas mixtas (Bakker
1994, Thomason 1997: 449-487, Bartens 2000, entre otros), el chamorro podría ser con-
siderado, como muchos otros idiomas, una “lengua mixta compleja”, cuyos vocabulario
y gramática sufrieron la influencia de otra/s lengua/s, sin que se llegara a un proceso de
criollización (Cf. Couto 1996: 153-154). Si hace algo más de un siglo, el chamorro era
todavía una lengua mixta en formación, como opina Rodríguez-Ponga (1996b: 53), es
posible que la interrupción de los contactos con el español y la adquisición del inglés
como segunda lengua imprimieran otra dirección al contacto lingüístico activo aún en el
archipiélago, y el resultado fuese el chamorro que conocemos en la actualidad.
Hay también especialistas que consideran, con matizaciones y argumentos diferentes,
que se trataría de una lengua criolla hispánica, como el palenquero, el papiamento y el
chabacano (Alvar 1986: 28; 33; Munteanu 1996-1997: 962; Munteanu Colán 2002c),
“cuyo hispanismo es mucho mayor que el señalado por D.Topping, Pedro Ogo y Berna-
dita Dungca” (Alvar 1986: 28) (Vid. infra).
Finalmente, no faltan los investigadores que afirman que el chamorro es una lengua
austronésica o malayo-polinesia, y niegan cualquier posible proceso de criollización y
todo aspecto criollo o criollizado en esta lengua [Hervás 1801: 14-15; Izui 1965; Top-
ping, Dungca (1973: 3) y Topping et al. (1975: IX)]. Topping y sus colaboradores apre-
cian que los préstamos léxicos del español al chamorro son superficiales desde el punto
de vista lingüístico, comparables a la influencia del español sobre otras lenguas de Filipi-
nas y América, y que no afectan a la estructura de la lengua:
[...] this borrowing was linguistically superficial. The bones of the Chamorro langua-
ge remained intact; a little Spanish flesh was added through vocabulary borrowing,
but Chamorro remained basically Chamorro [...] While Spanish may have left a las-
ting mark on Chamorro vocabulary, as it did many Philippine and South American
languages, it had virtually no effect on Chamorro grammar [...] (Topping, Dungca
1973: 6-7) [...] Altough there are many Spanish loan words in Chamorro, it is not
related structurally to Spanish any more than English is related to Japanese [...]
(Topping, Ogo 1980:1).
189 MESAS REDONDAS

b) Más allá de la diversidad de opiniones sobre el estatus lingüístico del chamorro,


pero en estrecho vínculo con esa cuestión, se debería tener en cuenta que la influencia
española sobre esa lengua no se limitó al léxico, sino que afectó otros compartimentos de
la lengua. Con la penetración masiva de lexemas españolas se enriqueció el sistema vo-
cálico chamorro con las vocales medias e, o (como en el hassanía saharaui), la oposición
l ~ r y los grupos consonante + líquida: bl, br, kl, kr, etc. Pero lo más interesante, a nuestro
juicio, es que en el proceso de adopción al chamorro, los lexemas españoles obedecieron
a las propias tendencias internas de desarrollo del español, como sucede en diferentes
variedades del español peninsulares y americanas, en los criollos hispánicos, o en el has-
sanía saharaui (Munteanu 1996-1997: 971). Se trata de fenómenos como el cierre de las
vocales medias e, o, asimilaciones, disimilaciones, monoptongaciones, seseo, yeísmo
(con una realización africada alveolar sonora dz), la neutralización de la oposición r ~
rr a favor de la realización simple, la desaparición de la realización fricativa de b, varias
evoluciones de la d en posición final e intervocálica, y la metátesis y alternancia de r ~ l.
Según Rodríguez-Ponga (1996a: 246) y Albalá Hernández, Rodríguez-Ponga (1986:
30-31), los principales elementos morfosintácticos transferidos del español al chamorro
moderno son: el artículo indefinido un: na’i yo’ un lapes ‘dame un lápiz’; el morfema de
género para los sustantivos y adjetivos que se refieren a personas: maestro, -a, profesot,
-a, amigo, -a, bonito, -a; el morfema de plural en los préstamos españoles; el pronombre
personal de primera persona yo en determinados contextos: está yo’ munháyan ‘yo ya he
acabado’, chumocho yo’ kahet ‘(yo) como una naranja’, un pacha yo’ ‘me has tocado’;
el pronombre demostrativo este, en correlación con ayu ‘´ése, aquél, ésos, aquellos’:
guaguan este na lepblo ‘este libro es caro’, ayu na lahi ‘ese (aquél) hombre’, así como
algunos pronombres indefinidos, cuantitativos e interrogativos; el sistema del numeral
ordinal completo; el sistema verbal de tipo híbrido, con la presencia de las formas espa-
ñolas esta, estaba, que han adquirido nuevos usos; el futuro expresado mediante perífra-
sis verbales; algunas formas fosilizadas del verbo ser en expresiones como esu es, masea
‘sea el que sea, ya sea’, masea kuanto ‘sea cuanto sea’, nosea ki ‘no sea que, en caso de
que’; la forma era con valor estilístico: era ayu na tiempo ‘(era) en aquel tiempo’, este
era si rai ‘érase una vez un rey’; la forma sera como adverbio, con el valor español de
‘será, quizás, tal vez’ (Rodríguez-Ponga 1996b: 49-50); el futuro de indicativo que se
forma con las partículas boi, bai (< esp. voy), para, siempre, debe di (Albalá Hernández
y Rodríguez-Ponga 1986: 31); preposiciones, conjunciones, interjecciones: asta, desde,
entre, kontra, para, pot (< esp. por), segun, sin, komo, sino; karamba, Dios mio (Albalá
Hernández y Rodríguez-Ponga 1986: 30); algunas locuciones preposicionales: enlugat
di (< esp. en lugar de), dentro di, despues di (Rodríguez-Ponga 1998: 513); antes ke,
despues ke (Albalá Hernández y Rodríguez-Ponga 1986: 30); modelos españoles para
introducir los complementos indirecto (para i familia ‘para la familia’) y circunstancial
(desde i eskuela asta i lancho ‘desde la escuela hasta el rancho’), aunque el orden de
las palabras en el chamorro obedece al patrón VSO, como en otras lenguas non con-
figuracionales (Topping, Dungca 1973; Chung 1990; Woolford 1991); algunos afijos
españoles productivos: des- (desafte), -ero, -a (danderu, dandera ‘músico, -a’ < dandan
‘música’) (Rodríguez-Ponga 1996a: 247) y algunos afijos fosilizados, no productivos:
EL ESPAÑOL EN EL SAHARA, FILIPINAS Y MARIANAS 190

hobensitu (< esp. jovencito), sotteritu (< esp. solterito), katitu (< esp. gatito); bakiya (<
esp. vaquilla), torete (Albalá Hernández, Rodríguez-Ponga 1986: 30).
Todos estos elementos presentes en las estructuras chamorras, por un lado, y la inne-
gable relación genética entre el chamorro y las lenguas austronésicas, por otro lado, jus-
tificarían, en nuestra opinión unas amplias y profundizadas investigaciones sobre esta
lengua, que, indudablemente, aclararían, a la vez, su estatus lingüístico.
c) Finalmente, opinamos que no sería falto de interés un estudio que establezca con
exactitud el número y la proporción de los lexemas españoles en el léxico chamorro, con
su análisis semántico y etimológico, como sugerimos también para el hassanía saharaui.
Los aspectos señalados en las tres situaciones de contacto lingüístico entre el español
y algunas lenguas no europeas - hassanía y lenguas austronésicas - así como, muy pro-
bablemente, otros aspectos que no hemos mencionado, como, por ejemplo el contacto
entre el español y el dariya u otras modalidades árabes en Ceuta y Melilla, así como va-
rios otros casos que no nos han llamado la atención hasta ahora, son, en nuestra opinión,
auténticas asignaturas pendientes para la lingüística hispánica, por haber sido poco o
nada estudiados y, de todas formas, más por especialistas extranjeros que por los pro-
pios españoles o hispanos. No obstante, todas las cuestiones aquí mencionadas, de forma
muy resumida, evidentemente, debido a limitaciones inherentes son, a nuestro juicio, lo
suficientemente interesantes para ser estudiadas desde el punto de vista del contacto lin-
güístico, la comunicación intercultural, la criollística, la sociolingüística y la lingüística
general. Y, no en último lugar, como parte de la lingüística hispánica, por ser relaciona-
das con la presencia del español en áreas extraeuropeas muy distantes y diferentes en
cuanto a lengua, cultura, y civilización, durante un período lo bastante prolongado para
haber originado situaciones de contacto que van más allá de los simples préstamos léxi-
cos. No cabe la menor duda que todos los casos de contacto lingüístico entre el español y
otras lenguas son importantes para la lingüística española e internacional, pero también
para la historia de España y del idioma español, porque, testimonian la importancia de
nuestra lengua en el mundo en distintas épocas y su influencia en la vida, la cultura, la
civilización y el modo de comunicarse de otros pueblos.
191 MESAS REDONDAS

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Woolford, Ellen. 1991. VP-Internal subjects in VSO and nonconfigurational langua-
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195 MESAS REDONDAS

NOTAS

1
Hemos optado por utilizar la transliteración de los ejemplos del hassanía, con las inevitables inexactitudes
en cuanto a las realizaciones fonéticas representadas por los grafemas latinos, porque una transcripción fonética
rigurosa, que respete todas las correspondencias entre el español y el hassanía supone detalladas explicaciones
adicionales.
2
Para hacer justicia, debemos recordar que muchos especialistas, por no decir todos, parece que se han olvida-
do que fue Lenz (1928: 80) quien había prefigurado avant la lettre, ya en 1927, casi treinta años antes que Whin-
nom (Munteanu Colán 2004: 1164), la teoría de la monogénesis y de la relexificación.
197 MESAS REDONDAS

Lenguas en contacto (II)

CONTACTO ESPAÑOL-INGLÉS EN ESTADOS UNIDOS:


NUEVAS TENDENCIAS.

Carmen Silva-Corvalán
(Univ. of Southern California)

En un estudio anterior (Silva-Corvalán 2000), he sugerido que el factor que asegura


la creciente presencia del español en los Estados Unidos es la entrada masiva y continua
de inmigrantes procedentes de países de habla hispana durante los últimos diez a veinte
años, y no tanto la transmisión del español a las nuevas generaciones de hispanos nacidos
en los EE.UU. (cf. Bills 1997; Bills et al. 1995; Hernández-Chávez et al. 1996; Hudson
et al. 1995) Además, según Hudson, Hernández-Chávez & Bills (1995) la retención del
español está relacionada con el nivel de estudios y de ingresos de los individuos ya que
los hispanos más pobres y con menos estudios son los que tienden a mantener más el
español. Los resultados de estas investigaciones llevan a Hudson et al. (1995:182, mi
traducción) a decir que, al menos en el Suroeste de los EE.UU., “en la medida en que [las
comunidades que se declaran hispanohablantes] ganen mayor acceso a una enseñanza de
calidad, poder político y prosperidad económica, lo harán, al parecer, a expensas de man-
tener el español, incluso en el entorno familiar.” Así pues, la disminución del número de
nuevos inmigrantes y el ascenso de los hispanos en la escala socioeconómica, podría dar
como resultado el final del español como lengua de importancia social en los EE.UU.
No obstante, parece claro que la inmigración tanto temporal como permanente no está
próxima a terminarse, ni las ocasiones de interacción con amigos o parientes en His-
panoamérica disminuirán de forma tan drástica como para evitar la revitalización del
español. Por el contrario, la llegada de miles de nuevos inmigrantes hispanohablantes ha
cambiado el panorama demográfico y lingüístico. El poder económico de las comunida-
des hispanas ha contribuido también a motivar el desarrollo de medios de comunicación
en español, el aumento de las empresas que estimulan el uso del español entre sus em-
pleados y el uso del español por parte de políticos prominentes. La retención del español
no parece ya estar relacionada solo con un nivel bajo de estudios y de ingresos, pues el
uso del español es favorecido también por grupos de hispanos de clase media y con buen
nivel de educación.
CONTACTO ESPAÑOL-INGLÉS EN ESTADOS UNIDOS 198

La relevancia social que van adquiriendo los hispanos se puede apreciar si se con-
sidera el aumento regular de los porcentajes que muestra el Cuadro 1. En EE.UU., la
población hispana ha aumentado de más o menos veintidós y medio millones (9%) en
1990 (22.345.059) a alrededor de treinta y cinco millones y medio (12,5%) en 2000 y a
approximadamente cuarenta y un millones en 2004 (el grupo minoritario más numeroso
ya en EE.UU.). Se estima que en 2050 los hispanos constituirán el veinticinco por ciento
de la población total.
Cuadro 1. Población hispana según los censos de 1990 y 2000. Proyección para
2004.

En California hemos sobrepasado este porcentaje: los hispanos constituyen el 32,4


por ciento de la población y se calcula que para el año 2010 representarían cerca del 40
por ciento. En el Condado y en la ciudad de Los Angeles han sobrepasado el 40 por cien-
to: 44,1 por ciento y 46,5 por ciento, respectivamente.
Texas, Florida y Nueva York siguen a California en cuanto a número y porcentaje de
población hispana, como indica el Cuadro 2. En cada uno de estos estados la población
hispana sobrepasa los dos millones y medio. En Texas llega casi a los siete millones y
constituye el 32 por ciento de la población total.
Cuadro 2. Población hispana en tres estados con numerosa población de origen his-
pano (Censo de 2000).
199 MESAS REDONDAS

Texas
Población total 20.851.820
Hispanos 6.669.666 (32,0%)
Florida
Población total 15.982.378
Hispanos 2.682.715 (16,8%)
Nueva York
Población total 18.976.457
Hispanos 2.867.583 (15,1%)

En los últimos veinte años, estados tan alejados de la frontera con México como lo son
Illinois y Washington cuentan ya con un porcentaje de 7,5 y 12,3 por ciento de hispanos,
respectivamente. Chicago, en Illinois, ocupa el tercer lugar (después de Los Angeles y
Nueva York) en cuanto al número de residentes hispanos (sobre 700.000). El Cuadro 3
presenta esta información.
Cuadro 3. Población hispana en dos estados muy alejados de la frontera con México
(Censo de 2000).
Illinois
Población total 12.419.293
Hispanos 1.527.573 (12,3%)
Chicago
Hispanos 752.964 (26,0%)
Washington
Población total 5.894.121
Hispanos 442.059 (7,5%)

El gran aumento de la población hispana en casi todos los estados ha traído consigo
también la expansión del español. Esto es evidente hoy en día en lugares públicos, en el
comercio, en los medios de comunicación y en el hecho de que los políticos se esfuerzan
por atraer el voto hispano dirigiéndose en español al público que los escucha y man-
teniendo debates políticos en español, hechos todos que contribuyen a dar prestigio a
nuestra lengua.
Esta es sin duda una situación prometedora para el futuro de la lengua. Pero a pesar
de estas nuevas tendencias, se observa también que en el seno de muchas familias hispa-
nas continúa inexorablemente el desplazamiento hacia el inglés, que se convierte en la
lengua claramente dominante y deja el español relegado a un plano muy secundario, a lo
que se denomina a veces kitchen Spanish ‘español de cocina’, llamado así tanto porque
CONTACTO ESPAÑOL-INGLÉS EN ESTADOS UNIDOS 200

se aleja de las normas de un español estándar como porque se limita a un registro muy
informal.
La situación familiar típica en Los Ángeles, donde he realizado mis estudios, sigue
siendo una en la que el hijo o la hija mayor adquiere en casa solamente el español, y
mantiene un buen nivel de competencia comunicativa en esta lengua durante toda su
vida, con mayores o menores limitaciones dependiendo de un número de factores extra-
lingüísticos, mientras que los hijos menores adquieren ambos español e inglés en casa.
Estos hijos menores tienen una mayor tendencia a desarrollar y mantener una variedad
de español en contacto caracterizada por tener diferencias más acusadas con respecto a
la norma lingüística de sus padres. Muy a menudo su dominio del español es limitado y
su nivel de comprensión de la lengua es más desarrollado que el de producción, tal como
ilustra el ejemplo (1), sacado de una conversación con Nancy, de 18 años de edad. En es-
te ejemplo el uso de español es principalmente un símbolo de la etnicidad de la hablante y
de sus lazos culturales con la comunidad hispana a la que pertenece. Estos hispanos, a los
que en EE.UU. se denomina heritage speakers ‘hablantes de una lengua heredada o por
herencia’, tendrán sin duda que reforzar su conocimiento productivo de español toman-
do clases de esta lengua en la escuela o en la universidad.

1) C: ¿Y cómo lo haces para poder entender todo en español y hablar en inglés? ¿Có-
mo lo haces?
N: Ay, ya no sé, I don’t know. I’m surprised to be able to do that. (f18,3)

En situaciones de bilingüismo social puede llegar a formarse un continuo respecto


al grado de dominio de las dos lenguas en contacto. Este continuo comprende desde un
español estándar sin restricciones a un uso meramente emblemático del español y vice-
versa, de inglés ilimitado a emblemático. Esto apunta claramente al hecho de que no hay
un español de los EE.UU., sino muchos, caracterizados por fenómenos típicos de una
situación de bilingüismo intenso y extendido: simplificación gramatical y léxica, prés-
tamo masivo del inglés, alternancia de códigos lingüísticos e hipergeneralización de for-
mas lingüísticas. Todos estos son fenómenos que reflejan diferentes grados de pérdida
de competencia en español como consecuencia del proceso de desplazamiento hacia el
inglés. Vistos de forma positiva, los consideramos estrategias aplicadas por los bilingües
para aligerar el peso cognitivo que acarrea el tener que recordar y usar continuamente
dos sistemas lingüísticos diferentes.
El resultado de aplicar estas estrategias conduce a cambios más o menos insignifican-
tes en inglés, la lengua dominante, pero produce cambios más o menos considerables en
español. La transferencia del inglés al español está claramente atestiguada en préstamos
y calcos de expresiones del inglés y en la transferencia de funciones pragmáticas del
discurso (por ejemplo, “Cúidate” y “’ai te guacho” (vernáculo) o “Te veo” (coloquial) se
convierten en fórmulas para despedirse en español, tomadas de las expresiones inglesas
Take care! y See you).
201 MESAS REDONDAS

Otros péstamos usados en la vida diaria:


lonche ‘lunch juego ‘game’ biper ‘beeper’ brecas ‘brakes’
intercom ‘intercom’ cloche ‘clutch’ espíker ‘speaker’ mofle ‘muffler’
esnak ‘snack’ nersería ‘nursery’ espreyar ‘to spray’ imeil ‘e-mail’
dompe ‘dump’ graftear ‘to graft’ formatear ‘to format’ cliquear ‘to click’
puchar ‘to push’ dostear ‘to dust’ fensa ‘fence’ pipa ‘pipe’
auto partes ‘car parts’ liquear ‘to leak’ traques ‘tracks’ suiche ‘switch’
biles ‘bills’

Palabras que incorporan el significado de una formalmente semejante en inglés:


moverse ‘to move (to another house)’ mudarse (de casa)
papel ‘paper’ ensayo académico
aplicación ‘application’ solicitud
colectar ‘to collect’ coleccionar
grados ‘grades’ calificaciones/notas

Avisos en tiendas, calles y diarios publicados en inglés:


Servicio de registración de autos. (por ‘inscripción’)
Aseguranzas $29 al mes. (por ‘seguros’)
Alteraciones. (por ‘arreglos de ropa’)
Shoeteria. (por ‘zapatería’)
Snackeria. (lugar donde venden snacks ‘tentempiés’; no parece haber un término corres-
pondiente en español)

La hipergeneralización sigue un patrón de regularización. Se manifiesta, por ejem-


plo, en la marcación de género, pues los sustantivos terminados en -a se regularizan y
se marcan como femeninos (la problema, la idioma, la sistema, la mapa, etc.); en la re-
gularización de formas verbales a las que no se aplican los procesos morfofonológicos
esperados: tenen por tienen, moven por mueven, cozo por cuezo; en la regularización de
la inflexión en pudió y cabió (que replican el patrón general de comió, movió, etc.) en
vez de pudo y cupo.
La pérdida o simplificación de aspectos gramaticales y la incorporación de elementos
de una lengua de contacto no se producen de forma aleatoria. Por el contrario, los datos
del español de Los Ángeles indican al menos lo siguiente:
CONTACTO ESPAÑOL-INGLÉS EN ESTADOS UNIDOS 202

1. En el proceso gradual de pérdida del español hay un cambio en dirección a reglas


categóricas que resultan en la desaparición de una o más variantes semánticamente cer-
canas.
2. La simplificación de algunos aspectos gramaticales es resultado de la adquisición
incompleta del español.
3. Lo que se transfiere (o se toma prestado) de una lengua a otra no es sintaxis, sino
léxico y pragmática discursiva, de tal manera que los aspectos sistemáticos del español
no calcan los del inglés
El sistema verbal resulta más o menos simplificado a través de las generaciones. Se
pierden los tiempos compuestos y las formas de subjuntivo se usan cada vez menos, co-
mo se ilustra en los ejemplos 2 a 4.

2) Y estábamos esperando a mi ‘amá - porque ella fue a llevar (por `había llevado’)
mi hermano a la dentista. (V, G. 2)1
3) Yeah, porque no lo he quitado yo porque como está tan bonito. Ahí [‘ai] lo voy a
dejar hasta que se cae (por `caiga’). (AM, G. 3)
4) Se comunicó con el police department a ver si tenían uno que estaba ( por `estuvie-
ra’) interesado en ser teacher, so me llamaron a mí. (R, G. 3)

En el español de Los Angeles se manifiesta una clara preferencia por el uso de formas
de Indicativo por Subjuntivo. Se trata de un proceso de cambio en dirección a reglas ca-
tegóricas ya que el Subjuntivo tiende a mantenerse en los contextos obligatorios (ej. 5)
y a no usarse en aquellos contextos en los que es posible la variación, pragmáticamente
determinada, con formas de Indicativo (ej. 6).

5) Subjuntivo se retiene en contexto causativo obligatorio:


El profesor hacía que yo hiciera (S) the problem (‘el problema’) . (H, G. 2)
6) Indicativo en contexto en que el Gr. 1 prefiere Subjuntivo:
No creo que estoy (I) de acuerdo. (H, G. 2)

Estos y otros fenómenos muestran que la pérdida de estructuras no es aleatoria sino


que condicionada al menos por la distribución más amplia de una variante en compe-
tencia, lo que determina que ésta se retenga y se extienda a un número cada vez mayor
de contextos lingüísticos en detrimento de la variante menos frecuente en ese contexto
determinado. Este patrón se refleja también en la extensión cada vez más avanzada de
“estar” como cópula verbal en contextos antes reservados a “ser” en predicados adjetiva-
les. Este estado avanzado de extensión, ilustrado en los ejs. 7 a 9, no ha sido observado en
las comunidades puertorriqueñas ni cubanas sino sólo en las méxicoamericanas.
203 MESAS REDONDAS

7) ¿Rasgos de ella? Mira, la nariz de ella no es como la mía; está un poco grande, pe-
ro, anchita. Ah, sus ojos son chicos como los míos. (S, G. 1)
8) Yo digo que la mía [la nariz] está chistosa. Nunca me ha gustado mucho mi nariz.
(A, G. 2)
9) Teníamos otro cabanete (sic) allá arriba - pero estaba muy largo, y no cabía la hie-
lera, y no estaba, no estaba ancho. (AM, G. 3)

La extensión de “estar” a contextos previamente reservados para “ser” no causa una
anomalía sintáctica sino semántico-pragmática y es observable, en mayor o menor gra-
do, en otros dialectos del español (vid. de Jonge 1987). En este sentido, es posible que mi
variedad, la chilena, sea más conservadora, ya que la respuesta que se da con frecuencia
en Madrid a la pregunta en 10a es 10b; en cambio, en Chile esta respuesta se construiría
con “ser”, como en 10c.

10. a. ¿Dónde se puede comer buen lechón en Madrid?


b. En la Casa Paco está bueno el lechón.
c. En la Casa Paco es bueno el lechón.

Fuera de EE.UU., es en México donde la extensión de estar parece más avanzada (cf.
Gutiérrez 1994). Frente a estos hechos, no podemos explicar la ocurrencia de ejs. como
7 a 9 como resultado de influencia directa del inglés. Es posible, sin embargo, que el con-
tacto con el inglés, que tiene una sola forma verbal, to be, que corresponde en parte a dos
en español, “ser” y “estar”, favorezca la neutralización de estas cópulas. La influencia
sería, entonces, indirecta. Se manifiesta también en la simplificación de semi-auxiliares.
Por ejemplo, los inmigrantes forman construcciones progresivas con diferentes se-
mi-auxiliares: “estar”, “ir”, “venir”, mientras que los nacidos en EE.UU. las construyen
casi exclusivamente con “estar”. Así pues, en vez de decir “veníamos regresando” (o
“regresábamos”) o “íbamos caminando hacia el parque”, dirían “estábamos regresando”
y “estábamos caminando hacia el parque”.
Estos son ejemplos de simplificación documentados en numerosas situaciones de
contacto: dadas dos o más formas con diferencias sutiles de significado, una o más de
ellas tenderá a simplificarse y finalmente a desaparecer.
Nos preguntamos qué justificaría este tipo de pérdida: ¿Por qué en el español reducido
se prefieren “estar”, y los tiempos simples de Indicativo? Nos parece que la respuesta
se encuentra en las condiciones en que se adquiere una lengua: los niños adquieren en
el hogar las formas que se usan con mayor frecuencia. Si el proceso de adquisición del
español se interrumpe entre los 5 y los 6 años, al iniciarse la escolarización en inglés, los
niños no tendrán la oportunidad de adquirir, entre otros, los tiempos verbales del modo
Subjuntivo, poco frecuentes en los temas de conversación dirigidos a ellos, ni una gama
CONTACTO ESPAÑOL-INGLÉS EN ESTADOS UNIDOS 204

más completa de semi-auxiliares, ni los usos menos concretizantes de la cópula “ser”.


Así pues, el resultado sería el sistema más reducido que caracteriza a los adultos bilin-
gües nacidos en EE.UU.
El Cuadro 4 es ilustrativo; presenta el nivel de desarrollo del sistema verbal en español
y en inglés alcanzado por seis niños bilingües entre los 5 años y 1 mes (5;1) y los 5 años y
6 meses (5;6). Incluyo dos adultas en este Cuadro: Sil, inmigrante mexicana, y Ali, cuyos
abuelos emigraron de México a los EE.UU.
Cuadro 4. Nivel de desarrollo del sistema verbal en español y en inglés. Dos adultas:
Sil y Ali; seis niños (edades 5;1-5;6).

Notas : ‘+’ forma usada de acuerdo con las normas del español oral.
1* Un caso de “podría”; ** Un caso de used to `solía’; *** ‘-’ forma ausente en los datos.
Participios usados en predicados adjetivales. ‘#’ formas de Imperfecto usadas en contextos perfectivos.
1, 2 = forma usada una o dos veces, a pesar de haber más con- ‘@’ formas de Pretérito usadas en contextos imperfectivos.
textos para su uso. ‘x’ forma no usada en todos los contextos en que se requiere.
205 MESAS REDONDAS

El sistema verbal de los niños no se encuentra completamente desarrollado aún entre


los 5 y 6 años de edad: carece de nueve de las formas verbales constatadas en el habla de
Sil, la inmigrante mexicana. Los enunciados producidos por los niños evidencian los
mismos usos simplificados del sistema verbal que se ilustran en el habla de los adultos,
como muestra la comparación de los ejemplos 2 y 3 con 11 y 12.

11) R: ¿Te trajo tu mami? ¿Vino por ti o qué?


B: Pues, ajá, vino por mí, porque me llevaron (por `habían llevado’) a la ofici-
na. (Bryan 5;6)
12) C: ¿Quieres que te lo lave [el brazo]?
B: No, no, no, no lo tocas [por `toques’]. (Bren 3;1)

La neutralización de la oposición Pretérito-Imperfecto identificada en el habla de los


adultos bilingües se constata también en los niños, aunque muchos de estos niños no han
estado expuestos a las variedades reducidas de español en las que se da este fenómeno.
La neutralización afecta a un cierto número de verbos estativos que aparecen solo en
Imperfecto (era, estaba, tenía, había, podía, quería por fue, estuvo, tuvo, hubo, pudo,
quiso) y a algunos verbos dinámicos, que se usan en Pretérito en vez de Imperfecto (fue,
corrió, habló por iba, corría, hablaba) (Silva-Corvalán 1994). Los ejemplos 13 a 16 son
ilustrativos.

13) Iba a ser profesional, pero creo que tenía (por ‘tuvo’) un accidente. (G. 2, adulto)
14) N: ... Y Amanda le dio un puñete en, en, en el estómago.
C: ¿A quién?
N: A Edwin, un, un compañero mío. Y ellos, te - tenían [por `tuvieron’] que po-
ner su cabeza en, en su, en su escritorio. (Nico-5;7)
15) Porque este mejicano no sabía el inglés, no más habló (por `hablaba’) español.
(G.3, adulta)
16) R: ¿Y te gusta, te gusta [el karate]?
M: Ajá. Es que yo no más todos los días hice [por `hacía’] así esto, mire, así
[ruido], pero now I know how to do it like (pause) (`pero ahora sé cómo hacerlo’), así lo
puedo hacer ahora. (Mike 5;5)

Este hecho parece indicar que la neutralización de la marca de aspecto con ciertos
verbos puede corresponder a una etapa natural del desarrollo lingüístico infantil. Nótese,
por otra parte, el cambio al inglés en el ejemplo (16), fenómeno denominado intercambio
de códigos, frecuente en situaciones de bilingüismo de sociedad cuando los interlocuto-
res saben que comparten las lenguas en cuestión.
CONTACTO ESPAÑOL-INGLÉS EN ESTADOS UNIDOS 206

En los datos de los niños aparece solamente “estar” como semi-auxiliar de formas
progresivas, otro hecho que apunta a la adquisición incompleta como factor determinan-
te de (al menos algunos) los procesos de simplificación constatados en los adultos.
El sistema reducido de los adultos ilustrado en el Cuadro 4 por la hablante Ali corres-
ponde al sistema de los niños bilingües, con una excepción: los niños en cuyo hogar se
habla español (Bryan y Mike) han adquirido el Pretérito Perfecto Compuesto. Son Nico
y Bren, que no hablan español en casa, los que no tienen este tiempo, tal como Ali, la
adulta del grupo 3. En el hogar de los padres de Ali, en cambio, sí se habla inglés y espa-
ñol, como en el caso de Bryan y Mike. Pero en estos hogares en los que se usan las dos
lenguas, las oportunidades de uso del español disminuyen, mientras que el contacto con
el inglés se intensifica. Esta es la característica situación de bilingüismo sustractivo que
conduce a sistemas simplificados.
Los niños bilingües expuestos a un input reducido de español pueden no llegar nunca
a tener el suficiente número de ejemplos, la “masa crítica”, como la llaman Marchman &
Bates (1994), necesaria para adquirir las formas y subsistemas menos frecuentes y más
complejos. La instrucción formal puede ser de gran ayuda en estas situaciones en las que
el input reducido hace más difícil para el niño la tarea de descubrir los patrones gramati-
cales de una lengua.
Podríamos preguntarnos si los cambios lingüísticos y la reducción en el uso del espa-
ñol en el ámbito familiar predicen un trasvase completo hacia el inglés y la desaparición
del español. La respuesta a esta pregunta debe considerarse en relación con factores polí-
ticos, económicos, educativos y demográficos, además de las actitudes hacia las lenguas
en cuestión. Obviamente, el mantenimiento del español no depende solamente de actitu-
des individuales o de grupo sino también, y esto es más importante, de actitudes políticas,
que son las que determinan las normativas gubernativas y educativas. Recientemente, la
actitud hacia el español entre los jóvenes parece ser más favorable, lo que puede deberse
a cambios de actitud causados por la enseñanza bilingüe de los últimos treinta años.
Tampoco debe pasarse por alto el impacto que suponen los medios de comunicación
en español a la hora de crear una imagen más positiva y de promover esta lengua. La dé-
cada de los 90 vio el crecimiento de la comunicaciones en español, mejor representadas
por cadenas nacionales de televisión: Univisión, Telemundo y ahora TeleFutura (desde
2002), con más de 600 estaciones afiliadas.
Música, películas, noticieros, deportes, telenovelas, coloquios y telediarios en espa-
ñol llegan a los Estados Unidos a través de la televisión y fortalecen lazos culturales y
lingüísticos con los casi cuatrocientos millones de personas que hablan español hoy día
alrededor del mundo. También son numerosas las emisoras de radio. Además, todas las
ciudades grandes cuentan con un periódico en español, y se pueden encontrar revistas
escritas en español para latinos en kioskos dentro y fuera de comunidades hispanoha-
blantes. La expansión de los medios de comunicación en español hace necesario, ade-
más, que los hispanos estadounidenses adquieran alguna variedad de español estándar si
su propósito es obtener trabajo en el floreciente campo laboral de la radio, la prensa y la
207 MESAS REDONDAS

televisión. En consecuencia, el español es la lengua extranjera o segunda más estudiada


en colegios y universidades. No puede quedar ninguna duda, por tanto, de que la cer-
canía geográfica con México y la presencia de los medios de comunicación en español
favorecerán el mantenimiento del español en los EE.UU. como lengua con una sólida
importancia social.
CONTACTO ESPAÑOL-INGLÉS EN ESTADOS UNIDOS 208
209 MESAS REDONDAS

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NOTAS
1
La información entre paréntesis corresponde a la inicial del nombre del hablante y al grupo al que pertenece:
G. 1 (nacido en México, llegado a EE.UU. después de los 11 años), G. 2 (nacido en EE.UU. o llegado antes de los 8
años), o G. 3 (hijos de hablantes del grupo 2).
211 MESAS REDONDAS

Lenguas en contacto (II)

SOBRE LA PRESENCIA DE VOCES DE ORIGEN AMERINDIO EN LA ÚLTIMA


EDICIÓN DEL DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA (2001)*

Milagros Aleza Izquierdo


(Universitat de València)

En este trabajo, se tratará la presencia de voces de procedencia amerindia en la última


edición del Diccionario de la Lengua Española (2001), como reflejo del contacto del
español con las lenguas indígenas americanas.
Se tendrán en cuenta los siguientes aspectos: número de lemas, lenguas amerindias
implicadas, marcas utilizadas, campos semánticos de las acepciones, derivados de los
términos de origen amerindio, y otras cuestiones relacionadas con la metodología em-
pleada en la inclusión y presentación de los contenidos de los lemas.
Los datos obtenidos, cuya descripción podría ser útil para el manejo y consulta del
diccionario, proceden de la versión en papel y de la edición en CD-ROM. Es importante
tener en cuenta que la edición en CD-ROM (2003) corresponde a la segunda tirada, co-
rregida, de la vigésima segunda edición del diccionario académico, que fue publicado en
dos volúmenes en el año 2001.

El diccionario y la marcación del origen


La última edición del diccionario académico en versión CD-ROM (DLE: 2003) con-
tiene 1.371 lemas de origen amerindio (información del CD-ROM), marcados explícita-
mente como tales. El número de lenguas presentes es de 25 (aunque las etiquetas suman
un total de 38, al introducir también marcas que remiten a la procedencia geografía y ét-
nica). En todos los casos marcados, aparece el nombre de la lengua amerindia de origen,
familia o tronco lingüístico o, en su defecto, procedencia geográfica o étnica, como se ha
mencionado. En el caso de la secuencia referida al origen, a veces se compone de lengua
de origen, etimología y significado de la etimología, otras veces no hay significado, y, en
ocasiones, solo consta la lengua de origen, como ocurría en la edición de 1992, tal como
señaló Julio Calvo (1995):

* Investigación inscrita en el marco del Proyecto BFF2002-04654: Norma y uso del español para los pro-
fesionales de los medios de comunicación, Ministerio de Ciencia y Tecnología (Plan Nacional de Investigación
Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológico) y fondos FEDER.
SOBRE LA PRESENCIA DE VOCES DE ORIGEN AMERINDIO 212

a) Lemas con origen, etimología y significado de la misma:


amauta.
(Del aim. ama uta, casa del saber).
1. m. En el antiguo imperio de los incas, sabio o filósofo.
2. m. Bol. y Perú. Persona anciana y experimentada que, en las comunidades indias,
dispone de autoridad moral y de ciertas facultades de gobierno.
calcha.
(Del mapuche calcha, pelos interiores).
1. f. Arg. Manta del apero de montar.
2. f. Chile. Pelusa o pluma que tienen algunas aves en los tarsos.

b) Lemas con origen, etimología, sin significado de la misma:


alpaca1.
(Del aim. all-paka).
1. f. Mamífero rumiante, de la misma familia que la llama, propia de América Meri-
dional y muy apreciado por su pelo, que se emplea en la industria textil.
2. f. Pelo de este animal, que es más largo, más brillante y flexible que el de las bestias
lanares.
3. f. Paño hecho con este pelo.
4. f. Tela de algodón abrillantado, a propósito para trajes de verano.

quincha2.
(Del aim. qhincha).
1. f. Perú. Infortunio, desgracia.
caer a alguien la ~.
1. fr. Perú. Sobrevenirle un infortunio.
balché.
(Del maya balché).
1. m. Méx. Árbol del sureste de México, de la familia de las Leguminosas.
2. m. Méx. Bebida de fruta fermentada con la cáscara de este árbol.

c) Lemas con indicación únicamente de origen:


aparapita.
(Voz aim.).
1. m. Bol. cargador (‖mozo de cordel).
213 MESAS REDONDAS

chinchilla.
(De or. aim.).
1. f. Mamífero roedor, propio de la América Meridional, poco mayor que la ardilla y
parecido a esta, pero con pelaje gris, más claro por el vientre que por el lomo, y de una
finura y suavidad extraordinarias. Vive en madrigueras subterráneas, y su piel es muy
estimada para forros y guarniciones de vestidos de abrigo.
2. f. Piel de este animal.

Hay ocasiones en las que aparece un primer lema donde no hay indicación de origen,
pero el sinónimo o variante, a la que se nos remite, sí contiene dicha información etimo-
lógica, como ocurre con los ejemplos del apartado siguiente.
Julio Calvo señaló que cuando hay duplicidad, se elimina la etimología en uno de los
miembros, hecho que se repite en la del 2001, como puede constatarse en los siguientes
ejemplos de una serie de parejas, en las que una de ellas contiene la información del ori-
gen y la otra carece de ella:

coihue.
1. m. Arg. coihué.
coihué.
(De or. mapuche).
1. m. Arg. y Chile. Árbol de la familia de las Fagáceas, de gran porte y amplia copa
ovoide, con hojas coriáceas y persistentes.

cuy.
(De or. quechua).
1. m. Am. Mer. conejillo de Indias (‖ mamífero roedor).
cuye.
1. m. Chile. conejillo de Indias (‖ mamífero roedor).

chuchumeco.
1. adj. chichimeco. Apl. a pers., u. t. c. s.
2. m. despect. U. para zaherir al hombre ruin.

chichimeco, ca.
(Del nahua chichimecatl).
SOBRE LA PRESENCIA DE VOCES DE ORIGEN AMERINDIO 214

1. adj. Se dice del individuo de una tribu que se estableció en Tezcuco y, mezclada con
otras que habitaban el territorio mexicano, fundó el reino de Acolhuacán. Morf. U. m.,
para referirse al masculino, la forma chichimeca. U. m. c. s. pl. Los chichimecas.
2. adj. Se dice de los indios que habitaban al poniente y norte de México. Morf. U. m.,
para referirse al masculino, la forma chichimeca. U. m. c. s. pl.
3. adj. Perteneciente o relativo a los chichimecos. Morf. U. m., para referirse al mas-
culino, la forma chichimeca. El origen chichimeca.

chupé.
1. m. Ecuad. chupe (‖ guisado hecho de papas).
chupe2.
(Del quechua chupi, sopa).
1. m. Á. Andes, Chile y Pan. Guisado hecho de papas en caldo, al que se le añade carne
o pescado, mariscos, huevos, ají, tomates y otros ingredientes.
2. m. Ven. Sopa hecha con caldo de gallina, pollo o camarones al que se le añade leche,
granos de maíz, trocitos de patata y queso.

cobaya.
(Quizá del tupí sabúia).
1. amb. conejillo de Indias.

cobayo.
(De cobaya).
1. m. conejillo de Indias.

cumba.
1. f. V. cumbo.

cumbo, ba.
(Quizá del maya cum, calabaza).
1. adj. Hond. torcido (‖ que no es recto).
2. m. coloq. El Salv. y Hond. adulación.
3. m. El Salv. piropo (‖ lisonja, requiebro).
4. m. Hond. Calabaza en forma de 8, de boca estrecha, que se utiliza para llevar agua.
5. m. Hond. Vasija de barro cocido de forma semejante a la de esta calabaza.
6. f. El Salv., Hond. y Nic. Calabaza ancha y redonda que se utiliza para contener líquidos.
7. f. Hond. y Nic. Jícara grande que se utiliza para el mismo fin.
215 MESAS REDONDAS

Lenguas indígenas implicadas


Las lenguas que más lemas aportan son el nahua, quechua (quechua / quichua), ma-
puche y guaraní, seguidas del caribe, taíno, aimara, maya, arahuaco (que en el DLE in-
cluye arahuaco antillano), cumanagoto, tupí, tarasco, chibcha, cahíta, mochica. Siguen
con una solo lema los siguientes: algonquino, chaima, iroqués, lenca, matagalpa, pampa,
quiché, rarárum, tamanaco y tolteca.
El DLE, en sus marcas, distingue entre familias lingüísticas precisas como quechua
(que incluye la variedad ecuatoriana quichua), aimara, tupí, guaraní, arahuaco, taíno (va-
riedad del anterior), caribe, cumanagoto (variedad del anterior), aimara, maya, mapu-
che, tarasco, mochica, tamanaco, lenca...; y, en cambio, utiliza también etiquetas menos
determinadas y más imprecisas, como americana, indígena, antillana, cubana.

LISTADO COMPLETO, POR ORDEN ALFABÉTICO, DEL TOTAL


DE MARCAS REFERIDAS AL ORIGEN Y NÚMERO DE LEMAS
Aimara 35 lemas
Algonquino 1
Americano** 23
Antillano** 8
Arahuaco 16
Arahuaco (11)
Arahuaco antillano (5)
Cahíta 3
Caribe 54
Chaima 1
Chibcha 7
Cubano** 8
Cumanagoto 11
De las Antillas y Venezuela** 1
De los criollos de las Antillas** 1
De los indígenas del Brasil** 1
Del Panamá** 1
Guaraní 110
Indígena** 24
Inca*** 1
Iroqués 1
Lenca 1
Mapuche 144
Matagalpa 1
SOBRE LA PRESENCIA DE VOCES DE ORIGEN AMERINDIO 216

Maya 25
Mochica 2
Nahua 466
Pampa 1
Quechua 312
Quechua (311)
Quechua antiguo (1)
Quichua: 44
Quichua (43)
Quichua de Ecuador (1)
Quiché 1
Rarámuri 1
Taíno 38
Tamanaco 1
Tarasco 8
Tolteca 1
Tupí 10
** Denominación geográfica.
*** Denominación étnica.

LISTADO DE LEMAS DE ORIGEN AMERINDIO


DISTRIBUIDOS POR MARCAS
(De mayor a menor número de lemas. El número que aparece, a veces, corresponde al
orden entre homónimos).

- De origen nahua:
Acahual, acal, acamaya (quizá), acapaneca, achacual, acicalar, achichinar, [achichin-
cle, achichinque o achichintle], achín, achiote, achipilarse, acholote, achoque, acocil,
acocote, acolhua o acolhuaque, aguacate, aguasol, aguaucle o aguautle, aguayo2 -ya,
ahuate, ahuehuete, ahuejote, aiguaste, aje3, ajolote, alacate, alaste, amanal, amate, amole,
amoyote, amuzgo, anacahuite, analco, apachar, apante, apantle, apaste o apastle, apinto,
apipisca o apipizca, atepocate, atole, ausol, áxcale, ayacahuite, ayacaste, ayate, ayocote,
ayote, azteca, biznaga2, cacahuacentli o cacahuacintle, cacahuete, cacalichuche, cacalo-
súchil, cacalote, cacao1, cacaonance, cacastle, cacle, cacomite, cacomixtle, cajete, cala-
guastazo, calpián, calpixque, calpul, calpulli, camagua, camanarce, camote, camulián,
capulí, capulín, cascalote, caucel, caulote, cayagual, cayote1, celeque, cempasúchil,
cencuate, cenzontle, chacha, chachaguato-ta (quizá), chachalaca, chacho2 -cha (quizá),
217 MESAS REDONDAS

chacmol, chagüite, chalchihuite, chalmate (quizá), chamagoso-sa, champa2, chancaca,


chane, chapapote o chapopote (nahua o caribe), chapulín, chayote, chele, chía2, chicalo-
te, chiche2, chichí, chichicaste o chichicastle, chichigua, chichimeco, chichina, chichin-
guaste, chichipate, chicle, chicuije, chilacayote, chilamate, chilaquila, chilaquiles, chi-
le1, chilmotate, chilmote, chiltepe, chiltipiquín, chiltota, chimar, chimichaca, chinama,
chinamo, chinampa, chinaste, chinchayote, chingaste (quizá), chinín, chinto, chipilín-
na, chipotle, chiquigüie, chiquihuite, chirmol, chischil, chocoyo, chuchulmeca, chulun-
co, cicahuite, cicimite, ciguanaba, ciguapate, cipe, cipotada2, clazol, cocolea, cocoliste,
colochera, colocho-cha, colote, comal, conacaste, contil, contlapache, copal, copalchí
(quizá), copante, copina, copinol, coquito2, coscomate, coyol, coyote, cuajicote, cuaji-
lote, cuajinicuil, cuamil, cuate-ta, cuatezón, cuauhnahuacense, cuayote, cuculmeque-ca,
cueste, cuico, cuilio, cuilío, cuitlacoche, cusuco, cuto-ta, ejote, elote, entilar, epacina,
epazote, equipal, escajocote, escamol o escamole, escaupil, escuincle-cla o escuintle-tla,
esquisuche, esquite2, estafiate, galpón, guacal, guacamol o guacamole, guacamote, gua-
chinango-ga, guachipilín, guaje, guajolote, guamúchil, guanacaste, guate1, guate2, gua-
tusa, guazalo, güegüecho, güipe, hoatzin, huapango, huautli, huauzontle o huazontle,
huehuenche, hueste2, huilo-la, huiltota, huipil, huisache, huisquil, huisquilete, huitota,
hule, ijillo, itacate, izote, jacal, jagua, jalacate, jícama, jicaque, jícara, jicote, jilote, jimar,
jinicuil, jinicuite, jiote, jiquilete, jiquilite, jitomate, jocón, jocoque, jocote, juanacastle,
juco-ca, jumil, macazuchil, macegual, machigua, machincuepa, machote3, macuelizo,
madrecacao, malacate, mapache, maquilisguate, maquilishuat, mastate, mástil2, matate,
maxtate, mayate, mecapal, mecate, memela, metate, metatudo, metlapil, mezcal, mez-
quile, milpa, miltomate, mitote, molcajete, mole3, molotera, moto 3 -ta, nacarigüe, nacas-
colo, nacaspilo, nacatamal, nagual, nahua, náhuatl, nanacate, nanche o nanchi, nauyaca,
nejayote, nejo-ja, neutle, niscome, niste, nixquear, nixtamal, nixte, nopal, ocelote, ocote
1, ocozoal, ocozol, olote, otate, otomía, otompaneco-ca, pacana, pacha, pachiche o pa-
chichi, pacho2 -cha, pachola o pacholi, pachuco-ca, paco3, pagua, paliacate, papolote,
pascón, paste, pastle, pate, peche, pepenar, petaca, petate, petateada, peyote, pichete,
pilmama, pinacate, pinole, piocha3, pipil, pipiola, pisca2, pizote, pochote, popote, pozol,
pulque, pupusa, quechol, quelite, quetzal, quinichoua, quintonil, quiote, quiscamote,
sabacuante, sapayolo, sigualepa, siguampero, siguapate, sisimite, sonchiche, soncone-
to-ta, sonto-ta, sonzapote, sotol, súchil, suyate, tacotal, tacuacín, talayote2, talchocote,
talete, talguatoso-sa, talnete, talpetate, talpuja, taltuza, tamagasero-ra, tamal, tameme,
tanate, tanateada, tapa2, tapayagua, tapegua, tapesco, tapisca, tapiscar, tatemar, taxcal,
tayacán, tecina, tejocote, tecolote, tecomajuche, tecomate, tecuán, tecuín o tecuino,
tehúl, tejamanil, tejolote, temascal, tempisque, tenamaste, teocali, teocinte, tepalcate,
tepeizcuinle, tepemechín, tepetate, tepezcuinle, tepezcuintle, teponastle, tequesquite,
tequio, tesgüino, tetelque, tetunte, teul, textal, tezontle, tianguis, ticuco, tigüe-gua, ti-
le, tilinte, tilma, tiste, titipuchal, tiza, tizate, tlachique, tlaco, tlaconete, tlacote, tlacoyo,
tlacuache, tlapalería, tlazol, toloache, tomate, topil, tornachile, totol, totoposte, tul2, tu-
le, tutumilpate, tuza2, xicaque, xocoatole, xocoyote, xolo, yácata, yagual, zacamecate,
zacate, zacatuste, zanate, zapalote, zapote, zompantli, zonchiche, zonconeto, zoncuán,
zonto-ta, zonzapote, zopilote, zuncuán, zunteco.
SOBRE LA PRESENCIA DE VOCES DE ORIGEN AMERINDIO 218

- Del tronco quechua (quechua y quichua). Señalamos con asterisco (*) los lemas
marcados como quichuas:
Aca, acatanca, achachay, achalay, achira, achogcha o achojcha, achuma, achupalla,
achura, aclla, acullico, aíllo, ayllu, airampo, ajipa, amacayo, [amancay, amancaya o
amancayo], amarcar, anaco, ananay, ancua, antarca, ananay, añás, apa1, apasanca, api,
apiri, arnaucho, arracacha, arrarray*, asnaúcho, atatay, auca2, ayahuasca*, ayáu*, ca-
charpari, cacharpas, cachina, cachullapi*, caima, calancas, callampa, callana, camarico,
cancha1, cancha2, cangador, cantuta, capi, capia, caracha o carache, carachupa, cara-
pucho, carapulca, carca 3, carcachento-ta, cariucho*, carpa3, catanga, catatar, caucho,
causa2, cenca, cencapa, chacana*, chácara2, chachay*, chaco, chacra, chagra, chagri-
llo*, chagual, chahuador-ra*, chala, challar, challulla, chamico, chamillo, chancacazo,
chancar, chanda, changar*, chañar, chaqui, chasca2, chasqui, chauchear, chaya, chilca,
chimba, chimbador-ra*, chinchulín, chingana, chingua, chino3 -na*, chirapa, chirigua-
no, chirimacha, chivillo, chocho3, choclo2, chócolo1, chonta, choro2 -ra, chúa, chúca-
ro-ra, chucho3, chuchoquear, chuchuy, chulla2, chullo, chullpi, chumbe, chuncha, chun-
cho-cha, chunchules, chuño, chuñusco, chupe2, chupilca, chupo, churco2*, chuspa, chu-
yo-ya, cilampa, cimba2, coca1, cocaví*, cocha1, cochayuyo, colla4, combo2, concho1
-cha, cóndor, congona, copaquira, cora2, coronta, coto5, cuarango, cucayo*, curaca, cur-
co-ca*, curiquingue*, cuscungo*, cusma, cuy, cuzma, descoronte, gara*, gato2, guaca,
guache, guacho-cha, guaco2, guaco3 -ca*, guagatear (quizá), guagua2, guaina, guaiño,
guaira, guambra*, guampa, guanaco, guando, guano1, guara3 (quizá), guaraca, guaran-
go2, guarapo, guasca, guato1, guayaca, güincha, haravico, huacatay, huacho1*, huacho2
(quizá)*, huaco, huaico, huaino, huaiño, huairuro, huallca*, huango*, huasca, huincha,
huiro1, humita, icho, ichu, inga, ingón-na, inti, jora, laicho*, lancha3*, llajua, llama2,
llanca, llanque, llapa, llapingacho*, lliclla, llicta, llucho, locro, longo2 -ga*, lúcuma, ma-
ca3, máchica, macurca, maltón-na, mamacona, maquisapa*, mashca*, mate3, melloco,
micha2, minga1, mingaco, misachico, mita, mitimae, molle, morocho-cha, mote2, mu-
ca, mullo2*, nana2, ñaño-ña, ñapa, ñato, ñatuso-sa, ñuto-ta, oca2, ocote2, ojota, olluco,
omoto*, opa1, oroya, pacae, pacay, pachamanca, paco1, paico, pajla, palca, pallador,
pallar2, palta, pampa, panca2, papa2, papalisa, paraca, pascana, pasparse, patasca, paya-
na*, pichana, pichanga, pichanguear, pingullo*, pique3, pirca, pisco2, pite, pongo2, po-
ro2, porongo, poroto, poto1, pucará o pucara, pucho, puma, puna2, pupo, pupu, puquina,
quegua, quena, quero, quihuicha, quin, quinaquina, quincha1, quinde, quingo*, quino,
quinua, quiñar, quipa*, quipu, quirquincho, quisca, quiscudo, ratania, rocoto, runa2, sa-
chapera, sambo*, sanco, simpa, sirvinacu, soroche, suche1, suncho2, sunicho, surumpe,
tala3*, tambo, tangán*, tara3, tarasa, tarhui, tarsana, tascar2*, tatay, tauca, tinca, tincada,
tincar, tincudo-da, tipa1, toco, tola2*, topo3, totora, tuco2, tuco4, tucurpilla*, tulpa, tupo*,
uchu, ulala, ulluco, ura, uta1, vicuña, vincha, viracocha, viravira, vizcacha, yacón, yana-
cona, yapa, yaraví, yunga, yuyal, yuyo, zapallito, zapallo-lla.

-De origen mapuche:


Boldo, cachanlagua, calcha, calchacura, canchalagua, cancos, canquén, cari, chalcha,
chequén, chercán, chilco, chilla3, chirigüe, chucao, chuico, cóguil, coihué, coipo, co-
licoli, coliguacho, coligüe, colliguay, colocolo, concón, contri, copihue, cuicuy, culén,
219 MESAS REDONDAS

culpeo, daudá, dicha2, dihueñe o dihueñi, dinacho, diuca, doca, dóllimo, echona, gua-
chi, guala, gualve, guata2, guayo1, guillatún, huemul, huilín, huingán, imbunche, laque,
laucha, lingue, litre, llaulláu, loco1, loica, luche2, luma, machi, maitén, mallín, maloca,
malón, mañío, mapuche, maqui, nalca, natri, notro, nuco, nuño, ñire, ñocha, palhuén,
palpallén, palpi, palqui, pangue, panul, pañil, patagua, pehuén, pehuenche, pellín, pelú,
pequén, percán, petra, peuco, peumo, pichi1, pichihuén, pidén, pilapila, pilcha, pillo1,
pillopillo, pilme, pilpilén, pilvén, pirco, pircún, pirgüín, pirhuín, pirquén, pitao, piune,
piuquén, piure, pololo2, póquil, pudú, puelche, puya2, quelenquelén, queltehue, quetro,
queule, quiaca, quila, quillay, quilmay, quilo3, quilquil, quinchamalí, quintral, quique,
radal, ranquel, raulí, repo, rimú, ruca2, rulo2, taca4, temu, tique1, trarigüe, traro, tricahue,
trile1, trique2, trutro, tupa2, turca2.

-Voces del guaraní:


abatí, acutí (agutí), agace, aguaí, aguapé, aguará, aguaraibá, agutí, amambaiense,
apereá, ara2, aragüirá, arasá, ayacuá, ayúa, caaminí, caburé, camambú, cambará, cama-
rú, camoatí, camuatí, capicatí, capiguara, caporoca, caracará, caracú, caraguatá, carau
o caraú, carayá, carurú, catinga, cay, chiricote, cuatí, cumarú, cumbarí, curí, curuguá,
curupay, curuvica, guabirá, guabiyú, guaraní, guazubirá, irupé, isoca, itapuense, jaca-
randá, kaaguaseño-ña, kaakupeño-ña, kaasapeño-ña, kanindeyuense, macá, mambore-
tá, mandí, mandioca, mangangá, manguruyú, maraca, maracaná, matete, micuré, muru-
cuyá, ñacurutí, ñandú, ñandubay, ñandutí, ñapindá, ñeembukeño-ña, ombú, pacá, pacú,
paraguay, patí, payé, pecarí, pirincho, pororó, sacuara, saguaipé, sarandí, sariá, sariama,
suruví, tacurú, tamanduá, tapera, tapioca, taropé, tarumá, tataré, tatú, tayuyá, tereré, te-
yú, timbó, tipoi, toba2, urubú, urucú, urunday, urutaú, viraró, yacaré, yaguané, yaguar,
yaguareté, yapú, yarará, yataí.

-De origen caribe:


Acure, agamí, aité, aje2, anón, auyama, avocado (quizá), báquira, batey, bejuco, bija,
boniato, botuto, cabuya, cacique, caguama, caoba, cariaco, cariaquito, caricarí, chapa-
pote (nahua o caribe), cocuyo, colibrí, conoto, corí, curare, curiara, curiel, dúho, guara-
guao, guarimán, guasa, guasanga, guasasa, guateque, hobo, jaba, loro1, macagua, maca-
na2, manatí (caribe o arahuaco), mangle, mapurite, papaya, piragua, quibey, sabana, totí,
turpial, turupial, urao, yagua, yaicuaje, yaití, yare.

-De origen aimara:


Achachi, achachila, aguayo1, alcamar, alpaca1, amauta, apacheta, aparadita, ari-
coma, callapo, camanchaca, cañihua, chinchilla, chuto1 -ta, conacho2, cuculí, equeco,
gualaicho-cha, guaragua (quizá), imilla, ipsi, lagua, lampa, llocalla, murucullo, palliri,
pasancalla, pututo o pututu, quijo, quincha2, sicu, sora, suche2, tarca, tunta.

-De origen taíno:


Ají, areito, bahareque o bajareque, barbacoa, bijao, caimán, caney, canoa, carey, cei-
ba, coa, conuco, copey, cusubé, dajao, guabá, guacamayo, guanábano, guano2, guásima,
SOBRE LA PRESENCIA DE VOCES DE ORIGEN AMERINDIO 220

guayacán, güiro1, hicaco, hicotea, huracán, icaco, maíz, mamey, maní, manigua, mira-
guano, naboría, nagua, nigua, tuna1, yampa, yuca.

-Voz indígena:
Angú, casual2, chachi2, checo2, chemicol, chuco-ca, culiche, curil, chuco, dividivi,
guaitambo, guajana, guamo, guara1, güero-ra, guatiní, irayol, jate, jigüe, mataras, sigo-
go, siguamonta, sique, sirín, sorosí.

- De origen americano:
Aura2, calaba, capá, caraña, chacuaco, chaquira, chingo-ga, chirimoyo, chiringo-ga,
ciguapa, curbaril, guachapelí, guaco1, gualicho, guaraná, guaro1, guaso-sa, jabí2, jacha-
lí, juta, macana, parcha, quechua.

-De origen maya:


Akalché, anolar, balché, cenote, chelo2 -la, chinapopo, cigarro, cu2, cuchumbo, cum-
bo (quizá), enchibolar, henequén, kodzito, macal2, maquech, pibil, picha2, piche2, picho,
poch, put, salbute, tup, yaxché, zompopo.

-De origen arahuaco:


Ácana (probable), anaibora, caimito, cazabe, cebucán, cibucán, guanajo, guayaba,
hutía, jején, taíno-na.
Arahuaco antillano:
Comején, guaicán, guajiro1, hibuero, iguana.

- De origen tupí:
Babaco, cayena, cobaya (quizá), genipa, ipecacuana, jaborandi, pian (tupí o guaraní),
tanga2, tapir, tararirá2 (tupí o guaraní).

- De origen cumanagoto:
Arepa, butaca, butaque, catire-ra, guacharaca, guaricha, guayuco, mico, morrocoy,
múcura, topo2.

- De origen lenca:
Bubulín, bumbulín o bumbulón, curarina, cute, lepasil, lislique, shunte, somo2, zomo.

-De origen tarasco:


Charal, chinapo, entacuchar, guarache, querenda, tacuche, tambache, timbiriche.

-Voz antillana:
Cayo, guanín, güira, maguey, majá, majagua, mambo, sao.

- De origen cubano: Baría, cají, chayo, corúa, cuaba, cuajaní, cúrbana, cuyá.

- De origen chibcha: Chisgua, hunche, jiné, quiche1, quizcuate, tote, tunjo.


221 MESAS REDONDAS

- De origen cahíta: Bacanora, bule, yori.

- De origen mochica: Faique, poto2.

- De origen tamanaco: Cachicamo.

- De origen aborigen del Panamá: Chicha2.

- De origen algonquino: Pecán.

- De origen chaima: Cuaima.

- De origen iroqués: Aralia.

- De origen matagalpa: Mulito.

- De origen de la pampa: Calquín.

- De origen quiché: Sute.

-De origen rarámuri: Tarahumara.

- De origen tamanaco: Cachicamo.

- De origen tolteca: Motete2.

- De origen de las Antillas y Venezuela: Macuto.

- De origen de los criollos de las Antillas: Corrosal.

- De origen de los indígenas del Brasil: Tucán.

- De origen inca: Porro3.

Acepciones y campos semánticos


El número total de acepciones que he podido contabilizar es de 2.337. Las he orga-
nizado en campos semánticos (campos que yo misma he elegido, en función de las ma-
terias más relevantes que he encontrado). Distribuidos en 17 campos, se ha sumado la
cantidad de acepciones correspondientes y este es el resultado estadístico, acompañado
de algunos ejemplos:

Grupo 1:
El 25´97% del total (2.337) corresponde a elementos de la vegetación: árboles, ar-
bustos, plantas y frutos de los mismos. Sobresalen el nahua, quechua y mapuche, como
lenguas que aportan más acepciones. Concretamente, el nahua aporta 211, el quechua
presenta 113, el mapuche contribuye con 79 y siguen el taíno, con 51; el guaraní, con 49,
el caribe con 39 y el resto con muchas menos unidades:
SOBRE LA PRESENCIA DE VOCES DE ORIGEN AMERINDIO 222

acahual.
(Del nahua acahualli).
1. m. Especie de girasol, muy común en México.
2. m. Méx. Hierba alta y de tallo algo grueso de que suelen cubrirse los barbechos.
pacay.
(Del quechua páqay).
1. m. Am. Mer. guamo (‖ árbol mimosáceo).
2. m. Am. Mer. Fruto de este árbol.

Grupo 2:
El 13´17 de las acepciones constituye un grupo que remite a rasgos y características
del ser humano: cualidades morales, psíquicas, físicas y partes del cuerpo. Hay que tener
en cuenta que muchos de los lemas de cualidades físicas se relacionan morfológicamente
con términos del cuerpo humano, razón por la que se han agrupado. También encabezan
el grupo la lengua nahua y el quechua, ambas con 87 acepciones. El resto presenta canti-
dades irrelevantes:
calancas.
(Quizá del quechua kallanca, fortaleza).
1. f. pl. Perú. Piernas largas y flacas.
Sirva también como ejemplo la acepción segunda del lema siguiente:
mangangá.
(Del guar. mamangá).
1. m. Arg., Bol. y Ur. Insecto himenóptero de cuerpo grueso y velludo que al volar pro-
duce un característico zumbido fuerte y prolongado. Vive solitario en troncos o cañas, o
gregario en nidos subterráneos.
2. m. Arg., Par. y Ur. Persona fastidiosa por su continua insistencia.

Grupo 3:
Los nombres de animales constituyen el 11´68%. Las lenguas que sobresalen son el
nahua (71), guaraní (48), mapuche (44) y quechua (26):
acamaya.
(Quizá del nahua).
1. f. Méx. Crustáceo de río parecido al langostino.
También puede servir de ejemplo la acepción primera del artículo del grupo anterior.
223 MESAS REDONDAS

Grupo 4:
El 5´00% se refiere a alimentos, comidas, bebidas y remedios naturales. 49 acepcio-
nes son del quechua y 46 del nahua, seguidas de lejos por una lengua aborigen de Panamá
con 5 acepciones. El resto se distribuye en cantidades insignificantes:
carapulca.
(De or. quechua).
1. f. Guisado criollo del Perú, hecho a base de chuños, con carne, ají y otros ingredientes.
chimichaca.
(Quizá del nahua ximixcolli, de xim, forma reducida de ximiti, toma, e ixcolli, trago).
1. f. Hond. Aguardiente ordinario de caña.

Grupo 5:
Con un 5´00% también, sigue un grupo que recoge voces relacionadas con objetos de
las culturas amerindias, música, bailes, monedas y vestimenta aborígenes. El quechua
es el tronco que más acepciones presenta (48), seguido del nahua (33) y el aimara (8). El
resto contiene cantidades muy pequeñas:
challar.
(De or. quechua).
1. tr. Arg. y Bol. Rociar el suelo con licor en homenaje a la madre tierra o Pachamama.
2. tr. Bol. Festejar con comidas y bebidas la adquisición de un bien.
cacharpari.
(Del quechua kacharpariy, soltar, liberar).
1. m. Perú. Convite que por despedida se ofrece a quien va a emprender un viaje.
2. m. Perú. Baile que se celebra con este motivo.
cusma.
(Del quechua kusma).
1. m. Ecuad. y Perú. Saya de algodón usada por los indígenas que viven en las selvas.

Grupo 6:
Con un 4´40% agrupamos las acepciones relacionadas con el grupo primero (vegeta-
ción). Se refieren a partes, propiedades, o productos elaborados con el material de las del
grupo primero (exceptuando comidas, bebidas y remedios, que entran en otro apartado).
Destaca el nahua con 49 acepciones, seguida del quechua con 20, y muy alejadas de ellas
están las 9 acepciones de la lengua caribe:
aguasol.
SOBRE LA PRESENCIA DE VOCES DE ORIGEN AMERINDIO 224

(Del nahua ohuatl, caña tierna del maíz, y zolli, viejo, gastado).
1. m. Méx. Caña del rastrojo de un maizal que, seca, se usa como pastura.
Si unimos este porcentaje al del primer campo, todo lo que tiene que ver con la vegeta-
ción y sus productos constituye casi el 30% del total, lo que hace que este macroapartado
sea cuantitativamente el más importante.

Grupo 7:
El 3´59% de las acepciones remite a denominaciones de pueblos y etnias amerindias.
El quechua aporta 28; el nahua, 25 y del mapuche se contabilizan 12. En el resto, obtene-
mos de 5 a 0 acepciones repartidas.
ranquel.
(Del mapuche ranquelche, gente del cañaveral, de ranquel, carrizo de las pampas, y
che, gente).
1. adj. Se dice del individuo de un pueblo amerindio del grupo tehuelche fusionado
con los araucanos que, entre los siglos XVIII y XIX habitó las llanuras del noroeste de La
Pampa, el sudeste de San Luis y el sur de Córdoba, en la Argentina. U. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a los ranqueles.
3. m. Lengua de los ranqueles, que es un dialecto del araucano o mapuche.

Grupo 8:
El 2´01% corresponde a acepciones derivadas de la ordenación social y organización
de las comunidades indígenas y mestizas (incluyo acepciones por extensión). Al que-
chua corresponden 21; al caribe, 7; y con 5 siguen, empatados, el nahua y el aimara:
cacique, ca.
(De or. caribe).
1. m. y f. Señor de vasallos en alguna provincia o pueblo de indios.
2. m. y f. Persona que en una colectividad o grupo ejerce un poder abusivo.
3. m. y f. coloq. Persona que en un pueblo o comarca ejerce excesiva influencia en
asuntos políticos.
4. f. coloq. p. us. Mujer del cacique.

Grupo 9:
Porcentaje muy parecido, 1´96% resulta al sumar las voces de conceptos que se rela-
cionan con el mundo animal: rasgos físicos, cualidades, actitudes, y productos (no co-
mestibles). Empatan el nahua y el grupo quechua, con 15 acepciones. Sigue el guaraní,
que presenta 6 acepciones:
225 MESAS REDONDAS

cenca.
(Del quechua sinqa, nariz).
1. f. Perú. Cresta de las aves.
cuatezón, na.
(Del nahua cuatezón, motilón).
1. adj. Méx. Dicho de un animal: Que, debiendo tener cuernos por su especie, carece
de ellos.

Grupo 10:
Seguimos bajando. Los elementos de la orografía constituyen el 1´75%. El nahua nos
proporciona 18 casos. El quechua aporta 13, seguidos en la distancia por el mapuche con
3. El resto presenta números mínimos:
amanal.
(Del nahua amanalli).
1. m. Méx. Alberca, estanque.
2. m. Méx. manantial.

Grupo 11:
El 1´58% son oficios y profesiones. 20 acepciones corresponden al nahua, 11 tienen
origen quechua. El resto está por debajo o no supera las 2 acepciones:
calpixque.
(Del nahua calli, casa, y pixqui, guardián).
1. m. Hond. y Méx. En la época colonial, capataz encargado por los encomenderos del
gobierno de los indios de su repartimiento y del cobro de los tributos.
cuilío.
(Del nahua cuilía, robar o tomar algo).
1. m. despect. coloq. Hond. Miembro del cuerpo de Policía.
2. m. coloq. Hond. militar (‖ persona que profesa la milicia).

Grupo 12:
La mitología, religión, creencias espirituales y sus símbolos también están presentes,
generalmente proceden del mundo prehispánico. El tronco quechua contiene 10 acep-
ciones, el nahua aporta 5, el mapuche y el aimara coinciden con 4 unidades cada uno,
seguidos del guaraní con 3. El resto está por debajo de estas cifras. Como ejemplos ilus-
trativos, seleccionamos chacmol, payé y la segunda acepción de guayaca:
SOBRE LA PRESENCIA DE VOCES DE ORIGEN AMERINDIO 226

chacmol.
(Formación mod. del nahua chac mool, [jaguar de] garra roja, [de] garra poderosa).
1. m. En escultura maya, figura de un dios reclinado, con las rodillas dobladas y una
vasija sobre el vientre.
payé.
(De or. guar.).
1. m. NE Arg. y Par. hechizo (‖ práctica de los hechiceros).
2. m. NE Arg. talismán.
guayaca.
(Del quechua wayákka, bolsa).
1. f. rur. Arg. Bolsita pequeña para guardar monedas o adminículos de fumar.
2. f. Arg. Objeto al que se atribuye virtud sobrenatural contra un daño.

Grupos 13, 14 y 15:


Empatan con un 0´77% los siguientes:
-Gentilicios. Sobresale el guaraní con 14 acepciones:
amambaiense.
(Del topónimo guar. Amambai).
1. adj. Natural de Amambái. U. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a este departamento del Paraguay.
-Enfermedades y problemas de salud. La mitad de las acepciones son del quechua (9):
macurca.
(Voz quechua).
1. f. Bol. agujetas (‖ molestias musculares).
surumpe.
(Del quechua surump’i).
1. m. Perú. Inflamación de los ojos que sobreviene a quienes atraviesan los Andes ne-
vados, causada por la reverberación del sol en la nieve.
-Interjecciones. Casi todas son del quechua (15). También el nahua contribuye (2) y el
mapuche lo hace mínimamente (1):
achachay.
(De or. quechua).
1. interj. Col. U. para denotar aplauso o aprobación.
227 MESAS REDONDAS

2. interj. Ecuad. U. para expresar la sensación de frío.


3. interj. Perú. U. para expresar miedo.

Grupo 16:
El porcentaje menor es el de los fenómenos meteorológicos: 0´34% (quechua: 3, ma-
puche: 2, taíno: 2 y nahua: 1):
paraca.
(Del quechua paraqa, de páraq, pluvial).
1. f. Am. Viento muy fuerte del Pacífico.

Grupo 17:
El resto está constituido por el 20´62% de las acepciones. En realidad, no es un cam-
po, sino un cajón de sastre donde se incluyen acepciones sueltas que no se relacionan y
forman un grupo heterogéneo, que no encajaba en el resto y me resulta difícil de clasifi-
car. Algunos de los elementos son objetos de diversa utilidad:
chacuaco.
(De or. amer.).
1. m. Ingen. Horno de manga para fundir minerales de plata.
2. m. Méx. chimenea (‖ conducto para que salga el humo).
motete2.
(Voz tolteca, a través del nahua).
1. m. Am. Cen. y Ant. Lío de ropa, envoltorio.
2. m. Pan., P. Rico y R. Dom. Cesto grande fabricado con cintas entrelazadas de beju-
co que los campesinos llevan en la espalda.
liar el ~.
1. fr. coloq. Col. marcharse (‖ irse de un lugar).
Es posible que exista algún error en el cómputo: se han ido revisando todos los artícu-
los para hacer el recuento, ya que en el CD-ROM no se puede obtener esta información.
De todos modos, número arriba o número abajo, quedan destacados los campos que do-
minan y las lenguas que han aportado mayor número de entradas al diccionario.

Sobre los derivados


A la hora de valorar el peso de los términos de origen amerindio, hay que tener en
cuenta también la existencia de derivados. En el caso de muchos derivados de afijación
hispánica, no se indica ningún origen, como, por ejemplo, en los siguientes: coyotero,
SOBRE LA PRESENCIA DE VOCES DE ORIGEN AMERINDIO 228

coyota, coyotaje, coyotería, coyotea, que derivan de la voz nahua coyote (en cuyo artícu-
lo sí consta el origen amerindio):
coyote.
(Del nahua coyotl, adive).
1. m. Especie de lobo que se cría en México y otros países de América, de color gris
amarillento y del tamaño de un perro mastín.
2. m. Ecuad., El Salv., Hond. y Méx. Persona que se encarga oficiosamente de hacer
trámites, especialmente para los emigrantes que no tiene los papeles en regla, mediante
una remuneración.
coyotero, ra.
1. adj. Am. Dicho de un perro: Amaestrado para perseguir a los coyotes. U. t. c. s.
2. m. Am. Trampa para cazar coyotes.
3. m. Ecuad. coyote (‖ persona que hace trámites oficiosamente).
coyota.
1. f. El Salv. y Méx. Hembra del coyote.
coyotaje.
1. m. coloq. Méx. Acción de coyotear.
coyotear.
1. tr. coloq. Méx. Actuar como coyote (‖ persona que oficiosamente hace trámites).
coyotería.
Coyotería.
1. f. Méx. coyotaje.
En algunos casos, sí se indica explícitamente que derivan de un lema de origen ame-
rindio, como en los siguientes ejemplos:
copeicillo.
(De copey).
1. m. Am. Árbol de la familia de las Gutíferas, del mismo género que el copey, pero
más pequeño que él. Se cultiva como planta de adorno.
3ª. En escasos lemas el origen no se plantea como seguro, indicándose la duda o pro-
bablidad: cobaya (quizá del tupí), copalchí (quizá del nahua), cumbo (quizá del maya).
copey.
(De or. taíno).
1. m. Am. Cen., Cuba y Ven. Árbol de la familia de las Gutíferas, de mucha altura,
hojas dobles y carnosas, flores inodoras amarillas y rojas, con apariencia de cera, y fruto
esférico, pequeño y venenoso.
229 MESAS REDONDAS

curiela.
(De curiel).
1. f. coloq. Cuba. Mujer muy prolífica o paridora.
curiel.
(Del caribe curi).
1. m. Cuba. conejillo de Indias (‖ mamífero roedor).
Pero este criterio no siempre se aplica. En muchas ocasiones no se indica que sea un
derivado, como en los lemas derivados de coyote. Hay que hacer constar que los deriva-
dos no se contabilizan en los listados que aparecen en el CD-ROM.

Algunas conclusiones
A la vista de los resultados, se destacan los siguientes aspectos:
a) Multiplicidad de criterios a la hora de ejecutar algunos aspectos metodológicos:
• En el caso de la secuencia referida al origen, a veces se compone de lengua de origen,
etimología y significado de la etimología, otras veces no hay significado, y, en ocasio-
nes, solo consta la lengua de origen, como ocurría en la edición de 1992, tal como señaló,
en su momento, Julio Calvo.
Es posible que el tipo de secuencia dependa de la certeza que se tenga en cuanto a la
veracidad del contenido de los componentes. Por los estudios sobre el léxico de origen
amerindio, se sabe que la etimología de muchas palabras es discutible, existe una falta de
unanimidad, incluso, a la hora de adscribir ciertos términos a una lengua indígena. Esta
discusión no puede reflejarse en un diccionario normal, sino únicamente en un dicciona-
rio etimológico.
• La alternancia de criterios se observa igualmente en los artículos de los derivados.
En algunos se remite a la palabra base, en otros no, como hemos visto en la familia lexe-
mática de coyote.
• También se registra esta variedad de criterios en las etiquetas de las lenguas amerin-
dias. El diccionario académico afina muchísimo, por un lado, distinguiendo entre varie-
dades de una misma lengua y, por otro, opta por etiquetas imprecisas. Incluso encontra-
mos lenguas amerindias apenas conocidas en los estudios hispánicos, cuya información
solo se obtiene en trabajos especializados en lenguas amerindias. Es de suponer que este
hecho está relacionado también con la certeza o no certeza de la adscripción de un lema a
una lengua concreta.
• Esto se extendería a las marcas geográficas, aunque no se haya hablado de ellas pre-
viamente. Estas marcas van desde el nombre de un país, pasando por macrozonas (como
área guaranítica o área del Río de la Plata), hasta extensiones hemisféricas o macrozonas
superiores (como América, América Central, América Meridional).
SOBRE LA PRESENCIA DE VOCES DE ORIGEN AMERINDIO 230

Las marcas geográficas plantean siempre problemas de imprecisión en todos los es-
tudios contrastivos de las modalidades americanas, como se observa en los Diccionarios
generales de americanismos. Este problema se arrastra desde hace siglos. No se obtendrá
solución hasta que no tengamos recogido el léxico actual de cada uno de los países his-
panoamericanos, e, incluso, de las modalidades norteamericanas de la legua española en
Estados Unidos. Siempre y cuando se utilicen criterios metodológicos similares a la hora
de discriminar los americanismos en cada uno de los países.

b) En cuanto a las áreas temáticas, la clasificación que aquí se he hecho es totalmente


subjetiva y provisional. Habría que afinar un poco más en cada uno de estos campos, y
desglosar el último, que constituye un grupo caracterizado por la heterogeneidad refe-
rencial.
Se podría hacer de otra manera, pero a mí, particularmente, me interesaba comprobar
si el diccionario académico reflejaba la preferencia por determinados campos, presentes
en los diccionarios tradicionales. La flora y la fauna suelen ser tradicionalmente los cam-
pos sobresalientes en lexicones, vocabularios y diccionarios.
Se comprueba, en efecto, que todo lo relacionado con la vegetación constituye un
grupo importante, en cuanto al número de acepciones. Siguen rasgos y características del
ser humano, animales, alimentos, bebidas y remedios naturales extraídos de los recursos
naturales, elementos de las culturas aborígenes, ordenación social y organización de las
comunidades indígenas...
En cambio, son escasos los términos de la orografía y fenómenos meteorológicos, lo
que contrasta con la abundancia de acepciones relacionadas con la vegetación.
Por otra parte, sorprende la poca presencia de términos y acepciones en el mundo
espiritual religioso y mitológico, cuando sus referencias han tenido tanta transcendencia
en las culturas latinoamericanas, y han formado parte de procesos de “transculturación”
en determinadas macrozonas, como el área andina o azteca, por ejemplo. De todos mo-
dos, habría que seguir investigando sobe el tema de los campos semánticos.

c) Por último, a la hora de valorar el peso de las voces de origen indígena en este dic-
cionario, habría que tener en cuenta que hay más lemas que los que realmente aparecen
marcados. A los que aquí han sido contabilizados como tales, se suman voces probable-
mente amerindias, cuyo origen se desconoce, o es discutible, y aparecen sin marca.
Por supuesto, también hay que tener presentes los derivados. Aunque no llevan mar-
ca, proceden de lemas de origen amerindio, y hay que contar con ellos.
231 MESAS REDONDAS

APÉNDICE

Información sobre lenguas amerindias:

ALGONQUINO: Lengua de tribus indígenas que se extendían por el Canadá y Estados


Unidos (DLE: 107).
ANTILLANO: Se utiliza este término cuando no se puede precisar si la voz pertenece al
tronco caribe o al arahuaco, por lo que en estos casos los estudiosos se refieren en general a
las lenguas de las Antillas (Enguita, 2002: 213). [El DLE recurre a esta etiqueta, presumi-
blemente en casos de difícil filiación].
ARAHUACO: Familia lingüística que abarcó desde el “extremo meridional de La Flori-
da (al norte) hasta el Paraguay septentrional (al sur) y desde la costa peruana (al oeste) hasta
la desembocadura del Amazonas (por el este)” (Enguita, 2002: 207-208).
AIMARA: De gran extensión geográfica, cedió terreno al quechua. Persiste en los An-
des bolivianos (La Paz, Oruro), del Perú (Puno, partes de Arequipa, Moquegua y Lima) e
incluso en el altiplano chileno septentrional. En muchas zonas se habla quechua y aimara
(Enguita, 2002: 211).
CAHÍTA: Lengua de los yaquis. Yaquis: pueblo azteca que habita en el estado mexicano
de Sonora (DLE).
CHAIMA: lengua de un pueblo amerindio que habita al nordeste de Venezuela (DLE:
513).
CARIBE: Familia lingüística que ocupaba áreas de Colombia, Venezuela, las Guayanas,
Brasil. Se extendió por las Antillas, Honduras Británicas, Guatemala y una zona de Florida
(Enguita, 2002: 211).
CHIBCHA: Lengua de un pueblo amerindio que habita en las tierras altas de Bogotá y
Tunja (DLE: 525).
CUMANAGOTO: Variedad del caribe en las Bocas del Orinoco (Venezuela) (Enguita,
2002: 212).
IROQUÉS: Lengua de un pueblo amerindio de América septentrional (DLE: 1302).
LENCA: Lengua de un pueblo amerindio que habita en el sur, centro y occidente de
Honduras y la zona fronteriza con El Salvador (DLE: 1362).
SOBRE LA PRESENCIA DE VOCES DE ORIGEN AMERINDIO 232

MATAGALPA: Lengua de un pueblo amerindio que se encuentra al noroeste de Nicara-


gua y El Salvador (DLE: 1465).
MAYA: Lengua que hablan actualmente cientos de miles de personas en zona de estados
mexicanos de Yucatán y Campeche, oriente de Tabasco y Chiapas, norte de Guatemala,
Honduras Británicas y parte de El Salvador (Enguita, 2002: 224).
MOCHICA: Dialecto de la lengua yunga, hablado por los moches, pueblo que se exten-
día por Ecuador y Perú (Tovar, 1984: 168).
NAHUA: Lengua general del imperio azteca. En el XVI abarcaba “desde la ciudad de
México hasta Tuxtla (Veracruz) y desde Pachuca (Hidalgo) hasta las cercanías de Iguala
(Guerrero) y con islotes hasta Panamá” (Enguita, 2002: 214).
PAMPA: Pueblo amerindio que habitó la llanura del centro argentino (probablemente de
origen tehuelche) (DLE: 1661).
QUECHUA: Lengua de la civilización incaica. Se extendió desde la costa del Pacífico
hasta los Andes, desde Ecuador hasta casi el centro de Chile. Llegó hasta el sur de Colom-
bia, noroeste argentino, norte de Chile, Perú, Ecuador y Bolivia (Enguita, 2002: 217-218).
Incluso penetra en la denominada Venezuela andina.
QUICHÉ: Pueblo amerindio de origen maya que puebla departamentos del occidente de
Guatemala (DLE: 1878).
RARÁMURI: Lengua de los tarahumaras (perteneciente a la familia azteca que vive en
estado mexicano de Chihuahua) (DLE).
TAÍNO: Variedad del arahuaco. Se hablaba en todas las Antillas. No pasó a lengua gene-
ral (la comunidad taína desapreció a mediados del XVI) (Enguita, 2002: 208).
TAMANACO: Lengua de una tribu del Orinoco (DLE: 2128).
TARASCO: Lengua aborigen de una tribu del estado mexicano de Michoacán (DLE:
2137).
TOLTECA: Lengua de antiguas tribus mexicanas (DLE: 2189).
TUPÍ-GUARANÍ: Aunque el DLE discierne entre ambas, normalmente los estudiosos
se refieren a la gran familia tupí-guaraní, pueblo y lengua de agricultores guerreros que
ocuparon la región entre el Paraná y el Paraguay. Hoy se extiende por América del sur, des-
de Amazonas hasta Uruguay y desde el Atlántico hasta los Andes. En Paraguay el guaraní
es lengua oficial (Enguita 2002:226; Tovar, 1984: 85-87).
233 MESAS REDONDAS

BIBLIOGRAFÍA

BUESA OLIVER, Tomás y ENGUITA UTRILLA, José María (1992): Léxico del espa-
ñol de América. Su elemento patrimonial e indígena, Madrid, MAPFRE.
CALVO PÉREZ, Julio (1995): “Análisis crítico de las entradas de origen quechua y
aimara en el DRAE (21ª edición)”, Español Actual, 63, pp. 25-41.
ENGUITA UTRILLA, José María (2002): “Léxico”, en Aleza, M. y Enguita, J. M., El
español de América: aproximación sincrónica, Valencia, Tirant lo Blanch, pp. 203-234.
GUTIÉRREZ CUADRADO, Juan (2001-2002): “El nuevo rumbo de la vigésima se-
gunda edición (2001) del Diccionario de la lengua española de la Real Academia”, Revista
de Lexicografía, VIII, pp. 297-319.
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2001): Diccionario de la lengua española, Madrid,
Espasa Calpe. Tomos I y II, 22.ª ed. (DLE, 2001). Edición en CD-ROM: versión 1.0. Co-
rresponde a la segunda tirada, corregida, de la vigésima segunda edición del diccionario,
2003 (DLE, 2003).
SÁNCHEZ MÉNDEZ, Juan (2003): Historia de la lengua española en América, Valen-
cia, Tirant lo Blanch.
TOVAR, Antonio y LARRUCEA DE TOVAR, Consuelo (1984): Catálogo de lenguas
de América del sur, Madrid, Gredos.
235 MESAS REDONDAS

Lenguas en contacto (II)

SOBRE PRÉSTAMOS LÉXICOS DEL QUECHUA AL ESPAÑOL


(DESDE EL ENTORNO PERUANO)

Julio Calvo Pérez


(Universitat de València)

Fuentes
Cuando se estudia el origen del español y las fuentes de su léxico, se recurre a la enu-
meración de las lenguas que han incidido en su formación y desarrollo: griego, árabe,
francés, italiano, etc. No se dice que haya préstamos del latín al español por la circunstan-
cia obvia de que la lengua madre es la primera. Obviamente también se hace un listado de
las lenguas que han influido de manera más abundante en el español actual, sobre todas
ellas el inglés. No obstante, la bibliografía en España no abunda demasiado sobre una se-
rie de préstamos de las lenguas indígenas americanas en nuestra lengua. Hay dos razones
para entender esto: 1) que parece que los préstamos no han sido tantos ni tan importantes
y 2) que en cualquier caso se trataría de préstamos regionales o locales no aplicados al
estándar del español peninsular. La segunda razón es en parte defendible: muchos de los
préstamos tienen una extensión regional y provienen de las lenguas indígenas vecinas,
sin más proyección. La primera, no. Los préstamos indígenas han sido bastantes y ade-
más importantes: no se puede entender la cultura española a cabalidad en América Latina
sin el recurso a las influencias indígenas. Las plantas y animales que sólo en América se
hallan; los pueblos que sólo allí habitan; las palabras que emanan de aquellas sociedades
ancestrales; la referencia a la administración de los imperios, sobre todo el azteca y el in-
ca; los recursos a las religiones primitivas, etc. no se pueden desligar de las palabras con
que los indígenas los nombran. Ese es el valor fundamental de los préstamos amerindios,
un valor que no se debe minimizar ni ningunear. Por ejemplo, la lengua quechua, soporte
vehicular del imperio inca, ha dejado miles de palabras en el castellano, probablemente
tres o cuatro mil, muy por encima de las 216 y luego las 356 que reconoce el DRAE (edi-
ción 21ª y 22ª respectivamente).1
Los préstamos del quechua, a los que se refiere este artículo, se pueden localizar en
su mayoría en las diversas publicaciones sobre léxico latino-americano: vocabularios y
PRÉSTAMOS LÉXICOS DEL QUECHUA AL ESPAÑOL 236

diccionarios de peruanismos (Arona 1975, Hildebrandt 1969-1994, Ugarte Chamorro


1997, Álvarez Vita 1990) u obras más restringidas geográficamente (Arámbulo Palacios
1995); obras especiales (Bendezú 1977) y generales de léxico (Palma 2003), dicciona-
rios muy generales sobre el español de América (Morínigo 1993), monografías sobre
temas particulares (Antúnez de Mayolo 1981), trabajos sobre lexicología quechua (De-
denbach-Salazar 1990) y hasta en obras de divulgación (Steel 1990) o diversas páginas
web de intenet (como WIKIPEDIA).2 La base para este trabajo, la constituye, no obstan-
te, la amplia recopilación de quechuismos en el ND (Calvo en prep.).3

Obras clásicas: gramáticas y diccionarios


Los préstamos del español al quechua se iniciaron pronto y, todavía con mucha ma-
yor presteza, en sentido contrario. Cuando Santo Thomas (1560: f. 74) aseguraba que
los indígenas decían yglesiaman rini missacta oyangaypac,’voy a la yglesia a oyr mis-
sa’, al carecer de palabras propias para “iglesia” y “misa” o ñachu padreguan confes-
sacurcangui? ‘haste confessado con el padre?’, por desconocer “padre” y “confesarse”
y aun cauállocta frenassac ‘enfrenare el cauallo’ y mulacta sillarcani ‘ensille la mula’,
por no poder expresar de otro modo “caballo”, “mula”, “freno” o “silla”, no desconocía
para las carencias del español, las mismas que decía encontrar para los hablantes de
quechua que:
“han hecho este hurto de nuestra lengua, sin auerles nadie impuesto en ello, y hazen
estos prouechosos barbarismos, dignos de muy justa escusa y alabança, tanto más quan-
to como digo ellos de suyo lo han sacado, por la necessidad que tienen de terminos para
significar las cosas que antes no tenían y de que al presente vsan” (ibíd.)
Lo que sucede es que Santo Thomas no estaba escribiendo una prematura gramática
del español de América, por lo que sería injusto pedirle esta información,4 pero claro,
¿cómo llamar a la llama5 o a la vicuña? ¿cómo a la papa o a la coca? Una cita de Cerrón-
Palomino (2001) sobre la opinión de Dávalos y Figueroa (1602) será muy esclarecedora:
“Enumera entonces [Dávalos] ocho quechuismos de uso generalizado por entonces:
<cocha>, «en lugar de charco, laguna, estanque y alberca», advirtiéndonos que el tér-
mino «sirve a todos estos nombres referidos, y en algunos es impropio»; <guasca>, «en
lo qual se incluyen soga, cordel o qualquiera otra cuerda»; <ysanga>, «en lugar de un
cestillo o cesto mal formado»; <mayto>, «qualquiera envuelto de ropa o de otra cosa»;
<hámbi>, «qualquiera medicamento»; <chácara> «qualquiera heredad, agora sea guer-
ta, agora tierra de pan, viñas o otra qualquiera»; <guayco>, «qualquiera quebrada de
sierra, cerro o otra alguna»; y <pampa> «campo llano». Y, para frustración nuestra, por
la omisión que el autor hace de ellos, agrega que hay «otros muchos verbos y nombres de
que siempre usamos, como si fueran naturales nuestros»”6
No habría por qué extrañarse de ello, como hace Dávalos: una lengua inmersa en un
contexto que no es el suyo, ha de poblarse de préstamos de ella. Por poner un caso extre-
mo, el latín de hoy, o de los siglos pasados, tras su extinción, habría de tener a la fuerza,
de usarse, muchos préstamos en dirección contraria a lo que fue su costumbre. Y el es-
237 MESAS REDONDAS

pañol en América comenzó siendo -no exagero- una lengua muerta a los efectos de su
crecimiento propio en los nuevos territorios: se nutrió, por supuesto, de los muchos emi-
grantes y colonos que siguieron llegando a América y se mantuvo en los hijos que estos
engendraron, pero tuvo que hacerlo apropiándose necesariamente de las propuestas de
su entorno. Cosa distinta es que en la escritura se procurara casi siempre el mayor puris-
mo y las obras no reflejen la realidad que describe Dávalos. Cosa distinta también es que
se insistiera en poner un freno a tan gran peligro para la lengua sentida como superior y
tan anhelada por los propios colonizados.
Los diccionarios del español sienten un poco de rubor todavía a la hora de incorporar
préstamos reales.7 Santo Thomas (1560), que acepta ya canoa, pues toma como refe-
rencia a Nebrija, que se mostró abierto al Nuevo Mundo, y toma hamaca del taíno, no se
atreve a incorporar por sí mismo quechuismos. Un ejemplo: dice “llama o paco o guaca
o guanaco o vicuña ‘oueja, animal conoscido de las yndias’”, pero no acepta ninguno de
ellos en el orden español-quechua, donde también utiliza “oueja”.8 Lo mismo vale para
conejo en vez de vixcacha o ampolla en vez de porongo. El Anónimo de 1586 sigue la
misma estrategia: dirá “llama de fuego” (nina raurac) o “papas para niños” (api), para
no confundirse con el animal llama o el tubérculo papa, y aceptará maíz (en vez de sara)
y chaquira (en vez de mullu), prefiriendo palabras importadas del taíno o el chibcha para
provocar la diferencia léxica y no incurrir en la tautología lexicográfica del préstamo.9

Crónicas de la época
Sí se puede encontrar un amplio vocabulario de préstamos en documentos notariales
o juicios inquisitoriales. En un trabajo muy reciente (Calvo 2006b) y sólo respecto a los
documentos de extirpación de idolatrías de Huarochirí llegué a contabilizar casi un cen-
tenar de préstamos del quechua. Entre ellos: tinya ‘pandereta’, topo ‘alfiler’, vincha ‘dia-
dema’, cuy ‘cobaya’, colca ‘depósito, silo’, cancha ‘maíz tostado’, choclo ‘maíz tierno’,
mote ‘maíz hervido’, etc. La revisión de obras en que se explican las costumbres o la his-
toria de los incas como la Relación de Molina de 1575 (Calvo y Urbano, en pr.) o la Nue-
va Corónica de Guaman Poma de Ayala (1616) ofrecen multitud de referencias léxicas
ajenas. La Relación de Molina cuenta con más de ciento cincuenta términos quechuas, la
mayoría de ellos presentes en los diccionarios, pero el autor se niega a traducirlos como
dando por hecho que tales palabras deben pasar sin más al español. Las primeras treinta
palabras son:
MITIMA. Mitma. ‘colonia’. Los mitmaqkuna eran los colonizadores de un territorio
recién conquistado, a los que el imperio concedía tierras para que las explotaran y al
tiempo vigilaran las fronteras. Hay una oposición manifiesta entre mitma ‘extranjero’ y
llaqtayuq ‘nativo’.10
HUACA. Waka. ‘Guaca’. Hay una metonimia léxica por la que se reconoce que waka
tiene un significado múltiple, ya que se alude a ella como enterramiento y como templo,
como la deidad o ídolo a que está dedicada la guaca e incluso como santuario sagrado,
digno de respecto religioso y cultural. En el ND (Calvo en prep.):
PRÉSTAMOS LÉXICOS DEL QUECHUA AL ESPAÑOL 238

“WAKA, guaca ¶11, sepulcro; santuario, templo; adoratorio, oratorio; guaco ¶; deidad,
ídolo, penate; (adj.), sacro, sagrado; anormal, extraordinario”.
SUMTUR PAUCAR. Suntur Pawqar ‘cetro, estandarte, pica real con plumas en el
asta colocadas en redondo’. (suntur ‘redondo’ < SUNTU ‘montón’; pawqar ‘objeto fino,
multicolor’).
CHAMPI. Chanpi ‘hacha de guerra’. La palabra se aplica a la minería y, además, a
una serie de armas de guerra de similar forma o uso:
CHANPI [min.], champi ¶, metal {de cobre, zinc y oro}; «fig.», bronce; [mil.], piqueta;
alabarda, partesana; [cult.], champi ¶, hacha {de guerra incaica}; tumbaga ¶, tumpaga ¶;
cachiporra, clava {con puntas en forma de estrella}, mazo, porra; (adj.), broncíneo, éneo.
CHICHA ‘bebida alcohólica de maíz fermentado’. No es palabra quechua, sino chi-
bcha. El préstamo ASUA (q. aqha), que es el genuino en el ámbito de este estudio, no
prosperó, sino regionalmente.
AGUAQUE. Awaqi ‘guacamayo’. (Guacamayo es cruce cultural de [a]waqi + mayu,
donde mayu no es el equivalente común ‘río’ en quechua, sino una terminación -[ma]yu
probablemente quiché, importada de Guatemala o el Caribe, que se observa también en
papagayo, chirimoyo, etc. Otro nombre suyo es uritu (torito < TORO en Molina, como
consecuencia de otro cruce cultural, ahora con el español; véase también luritu (< LO-
RO), con el mismo tipo de licencia: la prótesis fónica.
LLICLLA. Lliklla ‘manto de mujer’. La prenda tiene diversas longitudes, según los
lugares:
LLIKLLA [pr.], lliclla ¶, manta, manto {de las mujeres}, mantilla; pellerina, toquilla;
rebozo; [+3ª], mantón; tapado ¶; [±3ª], manta; [-3ª], mañanita; esclavina, visita; [±1/2ª],
toca; capa; manto {hasta la cintura}; [+2ª], manto {hasta los pies}.
QUIPO. Khipu ‘nudo’ // QUIPOCAMAYO. Qhipu Kamayuq ‘experto en quipos’
(khipu ‘nudo’, kamayuq ‘experto’). Si nos atenemos a la entrada siguiente, podríamos
decir que kamay significa ‘oficio, saber, o talento’, como resumía González Holguín
(1608). Se han de hacer investigaciones más precisas para determinar el tipo de conoci-
miento exacto que representa camayo, préstamo asociado al oficio concreto,12 que por
el momento identifico, incluso por su extensión, con la propuesta de los griegos como
techné (τέxνη), la ‘habilidad técnica’:
ARTE {[-mat.] [a.]} (habilidad {para hacer algo}), kamay; (ciencia {especulativa},
facultad {científica}), yuyay; [abstr.] (ciencia {aplicada}), yachay. A él se opone el co-
nocimiento meramente práctico, riqsiy. (Calvo 2006a).
CANCHA. Kancha ‘terreno llano, cercado, pequeño; equivalente a corral, albergue
o redil’
PAMPA / BAMBA. Panpa ‘terreno llano, abierto, extenso’, equivalente a ‘llanura’.
CHÁCARA. Chakra ‘parcela de cultivo’). Palabra tomada a préstamo del quechua en
muchos lugares de América.
239 MESAS REDONDAS

LLAYTO. Llawt’u (Antiguamente llayt’u) “cíngulo de la corona del Inca”.


GUATOC. Watuq ‘adivino’. Término corriente para el que adivina por procedimien-
tos naturales o con sortilegios, llamado también rikuq ‘el que ve’.13
CALPARICU. Kallpa rikuq ‘sacerdote que adivina por las vísceras’ (kallpa ‘fuerza,
-rikuq ‘el que ve’ con el significado global de ‘el que ve con la fuerza’). Se describe como
el hechicero, el que miraba los bofes de las aves y soplaba con fuerza por la vena de los
mismos.
UIRAPIRICOC. Wirapi rikuq ‘el que mira la grasa’ (wira ‘grasa, sebo’, -pi ‘locativo’
rikuq ‘el que ve’). Hechicero, que adivinaba por la grasa de la llama.
ACHICOC. Achikuq ‘el que adivina por la saliva’ (achiy ‘adivinar por la saliva’; achiq
‘adivino por la saliva’; el sufijo -ku ‘reflexivo’ interioriza la acción). Para Molina se lla-
maba así al hechicero que se valía de maíz y excrementos de llama.
CAMASCA. Kamasqa ‘mandado’ (kamay ‘ordenar; auspiciar’). Hechicero elegido
por algún hecho curioso y potenciado por los ayunos ante la comunidad. En conjunto,
los principales hechiceros (layqa) o adivinos (watuq) eran muy abundantes, y aún lo son
hoy, entre los indígenas.
YACARCA(ES). Yaqarqa ‘pretendido, continuado’. (yaqay ‘seguir en algo; conti-
nuar, proseguir’). Hechicero que pactaba con las fuerzas del mal y que solía acompañar
al Inca. Invocaba a los muertos.
RAYME. Raymi ‘fiesta’. Toda fiesta era un conjunto de ceremonias y ritos que dura-
ba, cuando menos, tres o cuatro días.
QUILLA.14 Killa ‘luna’, ‘mes lunar’.
HAYCAY LLUSQUE. Awqay Kuski ‘mayo-junio (de 23 de mayo a 22 de junio)’
(awqay ‘guerrar’, kuskiy ‘barbechar’). Podría significar ‘hacer la guerra y cultivar la tie-
rra’.. Por otros indicios, podríamos considerar tal vez más atinadamente que responde
a Hawkay Lluski ‘holgar y escurrirse’ (hawkay ‘descansar, divertirse, holgar’, lluskhay
‘escurrirse, evadirse’).15
INTIP RAYMI.16 Inti Raymi ‘fiesta del sol’ (inti ‘Sol’). La Fiesta del Sol es la más
grande de todo el incanato.
HUACARPAÑA. Waka arpana / Waq’arpaña ‘cordero para el sacrificio’. Sacrificio
de cordero de llama blanco. Es díficil asegurar la etimología de esta palabra y por tanto
su ortografía actual: Waka arpana ‘sacrificio de la guaca’ (waka ‘guaca’, arpana ‘sacri-
ficio; víctima para el sacrificio’) parece el candidato más natural; además, muchos auto-
res añaden uña ‘cría’ lo que no es concorde con la segunda opción.
HUANACO. Wanaku ‘guanaco, gamo’. Uno de los cuatro principales rumiantes au-
quénidos andinos. Los otros son la llama, la alpaca y la vicuña.
PACO. P’aqu ‘llama híbrida rojiza’.17 Una variedad es el PAUCARPACO Pawqar
paqu ‘llama pintada de múltiples colores’ (pawqar ‘multicolor’). Otro tipo es el OQUI-
PACO Uqi paqu ‘llama plomiza’ (uqi ‘gris, plomizo; pardo; claro’) y otro más el
PRÉSTAMOS LÉXICOS DEL QUECHUA AL ESPAÑOL 240

CHUMPI(PACO) ch’unpi paqu ‘llama marrón’ (ch’unpi ‘castaño, marrón; pardo; oscu-
ro, subido; tostado’).
CUYLLO. Quyru - Quyrur - Quyllu ‘fulgencia, resplandor’. Llama de un blanco bri-
llante, para el sacrificio. Quyllu está relacionado con quyllur ‘astro resplandeciente, lu-
cero’, tiene que ver con el color blanco cándido (latín: CANDĬDUS) ‘blanco brillante’
(frente a yuraq ‘blanco mate’ o ‘blanco en general’).
LLANCA LLAMA. Llanka llama ‘llama de color rojo oscuro’ (llanka ‘alazán, ba-
yo’). Cordero negro y lanudo, según Molina.
CANIPO. Qanipu - Qañipu (llamado infrecuentemente utusi) ‘plancha circular de
metal que se ponía en la frente’. También se alude en ocasiones al cañipo como ‘pectoral
de oro; peto’; incluso como ‘diadema de los nobles’: La plancha de oro y piedras precio-
sas del inca se llamaba tupa quchur o tupa kusi con el significado de ‘el que se regocija
con una distinción honorífica’.
TARPUNTA(ES). Tarpuntay ‘sacerdote’ (tarpuy ‘sembrar’). Sacerdote mayor de la
guaca. Sería el encargado de autorizar la siembra de los campos.
PAUCAR RONCO. Pawqar Runku ‘cesto multicolor’. (pawqar ‘matizado’, runku
‘cesto grande, de anea o junco; canasta’). PAUCAR QUINTO. Pawqar Kintu ‘ramillete
multicolor de coca’ (kintu ‘racimo; ramillete’).
MULLO. Mullu ‘concha de mar’. También ‘coral; cochinilla de las tunas’). El comer-
cio de mullo era abundantísimo a lo largo de la toda la costa pacífica a la llegada de los
españoles.
De todas las palabras reunidas en esta cata inicial, algunas han tenido más éxito como
préstamos y otras menos, como es natural. Así:18
1) Han pasado como préstamos al español y de ahí a múltiples lugares o lenguas: can-
cha, chácara o chacra, llama, mitima o mitma, pampa y quipo.
2) Tienen relevancia cultural importante para el imperio inca, para el Perú y para Amé-
rica del Sur: champi, guaca,19 mullo, raimi, llauto.20
3) Tienen relevancia menor, aunque son conocidas por los peruanos y especialmente
en el la Sierra y el Altiplano: lliclla, guanaco e inti raimi.
4) Son especialmente cultas o mucho menos usuales: canipo, guato o gautoc,21 tar-
puntay.
5) Es palabra híbrida quechua, aunque conocida en todo el mundo: aguaque > guaca-
mayo.
6) Alguna de las palabras usadas por Molina no es de origen quechua, aunque sea en
Perú donde tiene más uso: chicha; la genuina, asua o asúa, se oye aún muy de tarde
en tarde en lugares de la Serranía.
7) No ha pasado al castellano como quilla el muy conocido killa como consecuencia
del uso firme de luna y mes en español.
241 MESAS REDONDAS

8) Ni han pasado ni son conocidos, salvo por algunos especialistas el resto: cuillo,
huacarpaña, suntur paucar y los nombres concretos de los tipos de adivinos.22
Respecto a Guaman Poma de Ayala, habría que decir que la Crónica... encierra una
gran cantidad de nombres, comunes y propios, en quechua (y algunos menos en aimara),
lo mismo que textos enteros de muy variada índole en estas lenguas. Pero muchos de
esos nombres (y verbos) no siempre han superado la barrera de la mera citación en que-
chua o, cuando mucho, han sido usados esporádicamente en español, por los especialis-
tas correspondientes; algunos permanecen vigentes como préstamos, otros son anticua-
dos, por cuanto que no se habla ya de los objetos que nombran (son palabras históricas)
o simplemente se han arcaizado o han quedado en desuso. La palabra mochar ‘adorar’,
tan frecuente en esta época en el español andino, periclitó hace tiempo. Pese a estas ad-
vertencias, hago al azar una cata de palabras quechuas que hoy constituyen evidentes
préstamos en español (p. 141-154):23
Cóndor (‘rapaz’) “que lo comiesen las zorras y cóndores”, mate (‘recipiente’) “mate
de beber chicha”, jiguaya (‘cuarzo ahumado, meteorito’) “y que pase por el tormento de
la hiuaya”, ñuñumea o ñuñumía (‘planta para afeite’) “enbijadas las caras, y de negro
con nununya, y quiquincha, hollín”24, oca (llamada también: apilla, apiña; kuyi kuyi,
quwi quwi; yunka, yunkilla: ‘tubérculo’) “que se siembre mucho maíz y papas y ocas”;
caví (‘oca arrugada’), caya (‘yuca25 seca’), chuño (‘papa arrugada’), tamo (‘chuño de
papa cocida’),26 chochoca (o chuchoca: ‘maíz hervido y seco’), quinua (‘planta de fruto
redondo y muy pequeño’), olluco (o lisas o papa lisa: ‘tubérculo’), masua (o apiña: ‘tu-
bérculo dulce’), yuyo (‘hoja del nabo’; ‘verdura en general’) “caui, caya, chuño, tamos,
chochoca y quinua, ulluco, masua, todas las comidas; hasta las yerbas yuyos”; cumbe,
cumpi o compi (‘tejido de vicuña’), aguasca (‘tejido común’), llipta (‘pasta de cal y qui-
nua o papa, que acompaña a la coca’), marco (‘altamisa, artemisa’)27 “para teñir colores
para el cumbi y auasca, y quemen lipta de marco y quinua”; guacha o huashua (‘ganso’),
yuto (‘perdiz’), quiuyo28 (‘ave de altura’), tacama (‘pato negro’), abas29 (‘guacamayo’),
ricric30 (‘pájaro que canta así’) “cogían con lazos y ligas los pájaros llamados uachiua,
yuto, quiuyo, tacami, abas, recrec, y hacían de la carne petaquillas” [...].31
El total de palabras en quechua, sin contar los textos completos que se encuentran en
la obra de Guaman Poma, ronda la dos mil. Si de ellas descolgamos, grosso modo, los
nombres propios, las referencias biunívocas, que no considero de inmediato préstamos
(del tipo: “rumitachicoc, canteros; mancallutac, olleros; tacac, plateros; cumbicamayoc,
bordadores y sederos; pachaca, labradores; pastor, michic; auacamayoc, tejedores” p.
143, que son como vocabularios reducidos) y algunos compuestos descriptivos, podría-
mos asegurar, sin contarlas, que hay bastante más de medio millar de préstamos efecti-
vos del quechua al castellano en la crónica del mestizo huanuqueño.

Diccionarios
La última parte de este trabajo la voy dedicar a hacer un comentario crítico de las
entradas que aluden al quechua en el DRAE32 y al de los préstamos del ND. Como dije,
el DRAE contiene en su última edición 356 entradas. Éstas son muy variadas (lo que es
PRÉSTAMOS LÉXICOS DEL QUECHUA AL ESPAÑOL 242

bueno) y muy dispersas (lo que ya es peor): hay palabras de distintos campos (amancay
‘azucena’es una flor, acatanga33 ‘escarabajo pelotero’ es un animal u ojota ‘sandalia’ es
una prenda), pero la elección de los préstamos resulta casi aleatoria (palta ‘aguacate’ es
muy común, pero el bolivianismo quegua34 ‘pusilánime’ es muy raro, de modo que para
que esta palabra fuese aceptada en el conjunto habría que aceptar varios miles más an-
tes). Quiero decir que esas tres centenas largas de entradas, que comprenden lógicamente
palabras panandinas y otras más propias de Argentina o Chile, Ecuador, Perú o Colom-
bia, no son siempre las más representativas de los préstamos quechuas. Insistiendo en
ello, alimentos como los populares causa y pachamanca35 es necesario que estén -y lo
están- como también llapingacho36, por encima del cual habría que introducir el célebre
chiriucho37 y a su par el cafchi y el patachi, la ocopa y la cocopa; y hablo precisamente
de uno de los campos mejor representados. La frecuencia también deja de ser un criterio
cuando falta por adoptarse pistaco ‘bandolero’ o calato ‘desnudo’.38 El campo cultural
deja mucho que desear: así, se acepta pucara o pucará ‘fortaleza inca’ y deja de adop-
tarse una palabra tan importante como ñusta ‘princesa inca’ y tantísimas otras. En oca-
siones, el error o la carencia son aún más palpables; así, por ejemplo, se asegura que la
palabra puquina es de origen quechua, lo que no se afirma de la propia palabra quechua
o quichua.39 El conjunto de variantes que presenta el español andino respecto a ciertos
nombres no es recogido por igual en el DRAE; así, se integra el ecuatoriano curiquingue
y no el peruano corequenque ‘buitre de cuello pelado’. Especialmente graves son los
errores de definición o su insuficiencia: achura se define como ‘víscera comestible de
una res’.40 Con todo, el campo más errático es el de la ortografía: si la Academia ha de
proponer la uniformización de las entradas y la consecución de un contexto válido para
el español en su conjunto, allí donde sea posible, no veo por qué no se ha hecho con los
dobletes ortográficos <achogcha> (!) / <achojcha> (?), <huayño> en beneficio del más
común y actual <huaino>41, etc. Por otro lado, la ortografía individual deja que desear:
<cenca> y <cencapa> son grafías erróneas de quien no distingue /s/ de /ɵ/, pero al tiempo
percibe la diferencia entre la sibilante apical y la dorsal del mundo andino;42 <llicta> de-
be pronunciarse como /llíp-ta/, <tarhui> como /tár-wi/;43 payana ‘juego de los cantillos’
debe escribirse <pallana> o al menos reflejarse el doblete de pronunciación rehilado (en
Argentina) o no (en el resto) de la palabra; <añás> ‘zorrino’ (Conepatus chinga) es muy
infrecuente sobre el común y más correcto añas, etc. Pese a las observaciones anteriores,
los préstamos quechuas recogidos en el DRAE son por lo general de lo más comunes;
entre ellos -y por no repetir lexemas-: chaco, chancar, chullo, chuspa, guaraca, lúcuma,
oroya, porongo, soroche y zapallo. En cambio, son más infrecuentes, además de los ci-
tados: cachina, curco, cuscungo (noctua nudipes, que comparte con otros muchos nom-
bres, según los lugares44), chachay, gara, huango (< WANKU; simpa igualmente ‘trenza’
es el más común), tarsana o sunicho.45
Respecto al ND, la cantidad de quechuismos reales encontrados, en el ámbito peruano
-muy pocos de ellos, de los que no quepa considerar peruanismos, son conocidos por mis
informantes gracias al contacto internacional- se eleva a unos 1.500 lexemas, sin estimar
en el cómputo los compuestos, 46 derivados,47 o variantes fónicas o morfológicas.48 Si
nos atenemos a otros criterios excluyentes: (1) no haber optado apenas por préstamos del
243 MESAS REDONDAS

quechua fuera del ámbito del quechua cuzqueño,49 (2) haber dejado de lado, salvo conta-
das excepciones, los préstamos propios de otros países como Bolivia, Argentina, Chile o
Ecuador50, podemos decir que existen más de tres mil préstamos del quechua al español
en todo el ámbito sudamericano. La cifra anterior de millar y medio largo de palabras
de origen quechua en el ND refleja todas las universales y exportadas al mundo (llama,
papa, quechua), las conocidas también en el ámbito peninsular español (cancha, cóndor,
carpa), las utilizadas en toda América del Sur (chacra, mate, zapallo), las sabidas por
todos los peruanos (guaico, humita, chupe), las propias de amplias zonas del Altiplano
(guallata, sanco, upi) y así hasta las de zonas más reducidas, como ciertos dialectalismos
(chuchupe, pallapar, shillinto).
Véase como ejemplo una cata en la letra Ñ de préstamos por orden alfabético encon-
trados en el ND:
ÑACTO ‘pájaro carpintero’
ÑAGÜICHINCHA ‘pieza metálica, que protegía los ojos con una visera’ / NA-
GÜINCHEAR <fam.» ‘escudriñar, ojear’ / ÑAGÜIPA ‘salsa de ají y achiote’.
ÑAÑA <fem.> «coloq.» ‘niñera’; «fam.» ‘hermana mayor’ / ÑAÑO ‘niño’; «fam.»
‘hermano mayor’; (adj.) ‘íntimo <el amigo>’; ‘consentido’.
ÑAÑACA ‘mantilla para cubrirse la cabeza las mujeres’.
ÑAPANGO ‘mestizo’.
ÑATE ‘asadura, vísceras’.
ÑATO (ñatoso) «fam.» ‘chato’ / ÑATURA (q. + esp. -URA) ‘calidad de chato’.
ÑAUPA ‘tiempo antiguo’; [hum.] ‘persona vieja’ / ÑAUPAS «fam.» ‘marras’ / ÑAU-
PATIEMPO (q. + esp.) ‘antiguamente’ // ÑAUPADOR (q. + esp.)«±us.» ‘investigador
del pasado’ / ÑAUPERÍA (q. + esp.) ‘acción de un anciano’.
ÑAUSA «fam.» ‘ciego’.
ÑEQUE ‘fuerza muscular’; «pop.» ‘coraje, valor’; «±us.» ‘golpe’; (adj.) ‘fuerte, vi-
goroso’ / ÑEQUEAR (q. + esp.) ‘golpear’.
ÑIPE ‘mirto de ramas colorantes’.
ÑIQUE (q. < K’IÑA / K’IÑI) ‘cachada, golpe de púa del trompo’.
ÑORBO (q.? < ÑURPU) ‘enredadera pequeña, de muy buen olor’ / ÑORBOS «fig.»
‘ojos con largas pestañas’.
ÑUNCHO (ñugcho) ‘salvia real’.
ÑUÑO «fam.» ‘pecho de mujer’ / ÑUÑUMEA (ñuñumía) ‘dulcámara’ ‘fruto rojo,
muy amargo, para destetar a los niños’ // ÑUÑUNEAR (q. + esp.) ‘mamar’ / ÑUÑUNYA
‘arbusto de tallo ramificado, de hojas verdes acanaladas, de flor morada’.
ÑUSTA ‘princesa real inca’.
ÑUTO «fam.» ‘ablandado a golpes’; ‘hecho añicos’; (sust.) ‘añicos’, ñut’u // ÑUTE-
RÍA (q. + esp.) ‘calidad de ñuto’.
PRÉSTAMOS LÉXICOS DEL QUECHUA AL ESPAÑOL 244

Como complemento de todo lo dicho, quiero hacer hincapié en la necesidad de que


los estudiantes de español sepan que el cebiche viene de Perú, pero que cebiche (mejor
que ceviche o seviche) no es palabra quechua (del esp. CEBO o tal vez de del ár. hisp.
assukkabá_, y este del ár. sikb_))) y, sin embargo lo son: rocoto ‘pimiento’ y quina, que
nombra la planta con la que se curaba y cura el paludismo; pampa, que no es sólo nom-
bre geográfico, sino un quechuismo para indicar ‘llanura’; tambo, que no sólo alude a la
‘posada’ inca, al borde los caminos, sino también a ‘tienda rural’ y ‘lechería’ (incluso a
‘burdel’); puna, que es ‘páramo frío’; guano, que es el ‘abono’ natural más famoso del
mundo o que soroche es una enfermedad que se contrae por falta de oxígeno en las altu-
ras. Seguramente alguno conocerá, por influencia del turismo, lo que es un tumi ‘cuchillo
ceremonial en forma de media luna’ y quizá con el tiempo, cuando esta ancestral cultura
andina, que soporta y evidencia la lengua quechua, le subyugue, se informará de que lo
mismo que hay mestizaje de culturas, también lo hay de palabras: misachico ‘ceremonia
de campesinos que, entre festejos, realizan una procesión en honor de un santo’ (lit.: ‘ha-
cerse decir la misa’) viene de la raíz española misa ‘misa’51 y de los sufijos quechuas -chi,
-ku e -y (causativo, reflexivo e infinitivo’).
245 MESAS REDONDAS

BIBLIOGRAFÍA

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247 MESAS REDONDAS

NOTAS

1
La evaluación, además, no es buena. En la edición 21ª había error en 213 de las entradas, casi en todas. En la
edición vigente hay menos errores y el número de entradas se ha incrementado en un 165%. Pero la “improceden-
cia” académica sigue en sus trece; por ejemplo, se ha hecho eliminar aini ‘reciprocidad andina’, una palabra relati-
vamente usual, en vez de corregir el gran error de su definición en la edición previa. Antes muertos que sencillos; o
bien, muerto el perro se acabó la rabia.
2
Hablo sólo de los quechuismos del Perú, pero los estudios deberían ampliarse con toda necesidad a Ecuador
y Bolivia y en segundo grado a Argentina, Chile, Colombia y Brasil, llegándose a extender algunos a todo el
continente americano (como es el caso de macana, claro quechuismo al que los estudios etimológicos y léxicos
dan tradicionalmente como de origen caribe). Por ejemplo, Coello Vila (2001) comenta que “en los materiales
recogidos para elaborar un Nuevo Diccionario de Bolivianismos registramos 2.152 quechuismos y 1.324 aymaris-
mos. Si tomamos en cuenta que la cosecha no es exhaustiva y que muchos artículos tienen varias acepciones, esos
números aumentan significativamente.”
3
Un trabajo que es urgente realizar es aquel que recoja no sólo los quechuismos actuales, sino que haga una
recopilación histórica de los mismos, señalando las fuentes donde aparecen y la fecha de documentación más
temprana. Para ello es necesario recurrir a las obras lexicográficas misioneras (Anónimo 1586, González Holguín
1608, Santo Thomas 1560) y actuales (Lira 1944), a las distintas crónicas (Inca Garcilaso 1609-1616), a los docu-
mentos que duermen en los archivos (como los de las extirpaciones de idolatrías), etc.
4
De hecho, lo reconoce, cuando afirma: “...esta lengua (como está dicho), en algunos nombres es más abun-
dante que la nuestra, y tiene más terminos que ella, en otros no es tanto, y carece de nombres de algunas cosas y de
verbos para algunas obras, como son de las que ellos no tenían noticia ni se hallauan ni vsauan entre ellos” (f. 42v).
5
Sin duda no como carnero, palabra española con la que, como venía siendo costumbre en muchos casos, el
préstamo español sustituía inconvenientemente a la palabra quechua. El carnero es el macho de la llama: urqu lla-
ma. Si fuese el carnero español, el de la oveja, sería: urqu ukya.
6
Siguiendo el comentario de Cerrón-Palomino puede precisarse: “Ahora bien, de todos esos préstamos, que-
dan hoy, en el castellano peruano general, sólo tres: chacra, huayco y pampa. Y fuera del registro más bien local de
cocha e isanga, los demás parecen haber sucumbido o, en un caso por lo menos, sobrevivido con otro significado:
nos referimos al de huasca”. Según el ND tenemos: “GUAICO ÷(huaico) (guaiquería) (quebrada), wayq’u; (alu-
vión {de piedras y barro, por las lluvias}), lluqlla; fig.», wayq’u” / “GUASCA (huasca) (ramal, soga {de los arreos
de la caballería}), waskha; (borrachera), waskha”, de los que las correspondencias ‘aluvión’ y ‘borrachera’ son los
predominantes. Pampa y chacra (o chácara) son universales.
7
También algunos repertorios que yerran por tópicos. Por poner un ejemplo, como aquellos que tienen a peri-
cote ‘ratón’ (< esp. PERICO) como quechuismo.
8
Este esfuerzo de purismo se aprecia en casos en que las diferencias son notables: “pepino” es cachon o “per-
diz”, yuto, pese a las diferencias en forma, sabor o apariencia. Hubiera parecido más correcto haber dicho kachun y
haber explicado ‘cachun, pepino andino (o yuthu ‘yuto, perdiz andina’). Hay diversos “pepinos”, pero no se logra
cortar el cordón umbilical con el español. La siguiente entrada del ND refleja la situación histórica posterior en que
del mismo modo que ha pasado el pepino europeo al quechua, ha sucedido al revés con otras variedades o frutos si-
PRÉSTAMOS LÉXICOS DEL QUECHUA AL ESPAÑOL 248

milares: “PEPINO {europeo} (pepinillo ¶) [veg.] (planta {rastrera, de hojas palmeadas, flores amarillas}), pipinu
(pipinillu); [-cant.] (fruto {verde, cilíndrico, con espinillas}), pipinillu; «fig.» (melón {crudo}), mana p’uqusqa
milun; {andino} (pepino-melón) [part.] (hierba {leñosa, muy ramificada, de fruto dulce entre pepino y melón, en
racimo}), kachun; [-cant.] (fruto {amarillo, redondeado, con franjas moradas}), kachun; [part.] {de enredadera}
(achogcha), achuqcha; [part.] {de olor} (enredadera {de tallos aristados, ventosas y zarcillos), siqana; [-cant.]
(fruto {alargado, rojo por fuera, anarajado por dentro}), siqana.”
9
Este último argumento es importante por lo que respecta a los diccionarios. Por ejemplo Bertonio (1611)
acepta el préstamo papa ‘comida ordinaria de los indios’ al no ser ese el nombre aimara, sino amca y choque. De
hecho dedica una página larga a las distintas variedades. También González Holguín (1608), con la perspectiva
de más de medio siglo de convivencia, acepta papas, pero sigue renuente en tantas otras cosas: “pan de maíz” y no
sanco, “pan de empanada” y no huminta, “saya de india” y no acso, etc.
10
Llactayo, que yo sepa, no ha penetrado como préstamo usual (aunque leo tímidamente en internet “paren-
tesco o vínculo o [sic.] social solidario entre mitimas o extranjeros y llactayos o nativos”: www.edym.com/bo-
oks/esp/duc/libro.htm - 520k - 27 Ene 2006), pero sí lo han hecho de antiguo dos cultismos: “LLACTACAMAYO
[cult.] (funcionario {que gobernaba el pueblo}), llaqta kamayuq / LLACTARAUMA [cult.] (representante {de
una parcialidad indígena ante el gobierno}), llaqta rawma”.
11
El signo ¶ se emplea circunstancialmente para señalar que se trata de un quechuismo.
12
Más restringido es el siguiente uso de la administración inca: “CAMAYO {[cult.] [adm.]} (administrador),
kamayuq”.
13
Como se verá de inmediato, hay más préstamos cultos más que incluyen el final -rico (o más cultamente -
ricu o -ricoc): oyarico ‘el vigilante de la mina’ (q’uya ‘mina’), pacharico ‘adivino por las arañas’ (pacha ‘espacio
de abajo’), pichiurico ‘adivino por los pájaros’ (pichiw ‘pájaro’), tocairico ‘adivino por la saliva’ (thuqay ‘escu-
pir’), tucuirico ‘veedor del inca’ (tukuy ‘todo’; mejor t’uqrikuq). No todos los préstamos quechuas acabados en
-rico son de la citada procedencia: en ocasiones la base es la sucesión -ri + -ku + -q (incoativo, reflexivo y agente
quechua) como en camarico ‘manutención del sacerdote en visita pastoral’ (< kamarikuy ‘aprestarse, disponerse’:
kamarikuq ‘lo que se dispone’).
14
No aparece aislado en la Relación, sino formando nombres compuestos (como inti raymi).
15
Era una afición muy común de los habitantes del Cuzco acudir a los suchunakuna o lluskhanakuna ‘rodade-
ros’ y escurrirse por ellos cuesta abajo.
16
Deficiente ortografía de la Relación...: inti se acompaña del genitivo -p (hoy -q), lo cual obliga a la concor-
dancia en 3ª persona raymi-n, con el resultado de ‘del sol su fiesta’. Todavía hoy, esta fiesta se celebra por todo lo
alto en Cuzco, en el solsticio de junio, y se llama inti raimi.
17
El paco2 o pago (< PAQU) es, además, el adivino o curandero, quien invoca a los espíritus. Y un tercer présta-
mo homófono, paco3 o paco paco (< P’AQU2 y P’AQU P’AQU) responde al nombre un planta (aciachne pulvinata
Bentham).
18
Otros destacados préstamos son sucanca ‘pirámide para determinar el tiempo de la actividad agrícola o lúdi-
ca’, siguana ‘’cortadera, paja para hacer barro’, taqui ‘canción’, mamacona ‘matronas al servicio del sol’, y todos
aquellos que tienen que ver directamente con los ceremoniales incaicos.
19
Por coherencia ortográfica, prefiero esta opción a huaca.
20
Llayto era la forma antigua, hoy anticuada.
21
La ortografía usual, aunque menos precisa, es huato o huatoc.
22
Con todo, hay que hacer una precisión. Una vez “puestos” en el texto, los términos pasarían a ser efectivos
préstamos, puesto que no se recurre ni a la búsqueda de un término más o menos similar en español, ni a una pará-
frasis o calco. Solamente en caso de ser “referidos” y aún no nombrados autónomamente deberían desconsiderar-
se. Por ejemplo, en “y otros carneros llamados huanacos y otros pacos blancos lanudos llamados cuyllos” (f. 8v),
Molina no pretende “todavía” que hablemos de huanacos o cuyllos en español, sino que se constriñe al léxico que-
249 MESAS REDONDAS

chua; en cambio, pacos, que ya había sido citado por Molina como un nombre quechua, ha pasado a constituirse
como préstamo, puesto que ha sido “puesto” con todas las de la ley en el texto. Sépase que, de no proceder así, por
el mero hecho de tener un diccionario bilingüe ya deberíamos considerar que todas sus palabras en bloque habrían
sido prestadas a la lengua de llegada. No obstante, me he tomado una licencia: la de aceptar como préstamo real
guanaco, aunque Molina nunca lo da por directamente usado en español; lo hago por deducir que constituía ya
préstamo habitual y que aún perdura hasta hoy en español como uno de los más conocidos.
23
Pongo entre paréntesis la correspondencia mínima en español estándar, para que se entienda directamente
por quien no domine el léxico altiplánico.
24
Quiquincha (hoy k’illinsa o k’illimsa), inmediatamente definido como ‘hollín’ no constituye préstamo en
esta cita.
25
Yuca (en q. rumu) no es un préstamo del quechua, sino del taíno. En quechua se ha formado luego el verbo
yukay ‘engañar’, debido a que los españoles alargaban una yuca a los indios y cuando éstos iban a cogerla, la retira-
ban de inmediato hacia sí con evidente burla.
26
Esta palabra ni la contienen los diccionarios modernos ni ha quedado como préstamo. Puede tener alguna
relación con tamuña: ‘cohombro amargo’.
27
De uso muy restringido; supongo que como consecuencia de haberse impuesto el préstamo español.
28
Es palabra onomatopéyica. Se la nombra, indiferentemente en cada lengua implicada, por el canto del ani-
mal; no la he podido identificar con el nombre científico.
29
Aguas o aguaque (palabras onomatopoyéticas) no han entrado como préstamo consuetudinario, porque se
emplea la palabra alternativa guacamayo (véase más arriba).
30
Es palabra onomatopéyica. Se la nombra, indiferentemente en cada lengua implicada, por el canto del ani-
mal; no la he podido identificar con el nombre científico.
31
Son 24 palabras tomadas a préstamo y cuya ortografía en quechua corresponde sucesivamente a kuntur,
mati, hiwaya, ñuñunqa (ñuñunya; ñuñumiya), uqa, qawi, kaya (khaya), ch’uñu, t’amu, chuchuqa, kywña, ulluku,
maswa, yuyu, qunpi, awasqa, llipt’a, markhu, yuthu, kiwyu, takama, awa, riqriq.
32
Para la evaluación de los préstamos de la edición anterior (199221), cf. Calvo (1995) y Baldoceda (2000), que
aprentemente no tiene en cuenta al anterior.
33
También catanga, con aféresis. De aka ‘excremento’ y tanqay ‘empujar’.
34
En el ND: “Q’IWA, afeminado, cobarde; (q’iwaku), flaco, flojo; inútil; «fig.», decaído, lacio; raquítico; [sex.]
(q’iwa runa) «fig.», pederasta”.
35
La primera de kawsay ‘vivir’ y la segunda de pacha ‘tierra’ + manka ‘olla’.
36
Probablemente de llaphiy ‘aplastar, estrujar’ y khachuy ‘comer algo semiduro’
37
De chiri ‘frío’, uchu ‘guiso’.
38
Parece que el DRAE no ha tenido en cuenta el vocabulario indígena utilizado por el más famoso de los escri-
tores peruanos del hoy español Mario Vargas Llosa, que hace uso abundante de estos préstamos.
39
Del quechua qhiswa ‘cañada de clima templado, quebrada, valle; tierra templada’, que dio nombre a la tribu
que luego se convirtió en la más poderosa de toda la América precolombina.
40
Aplicado a Argentina, Paraguay y Uruguay. Aplicado a Perú el préstamo cobra un interés añadido: vale por
‘fiambre de res: chorizo, morcilla...’ y sobre todo, culturalmente, por ‘ración de carne que se da al matador’.
41
Pronunciado habitualmente como /gwáino/. Sí que es correcta la diferencia entre huincha (o güincha) ‘cinta
de lana o algodón’ (y sobre todo ‘cinta métrica’, acepción no recogida) y vincha ‘diadema’.
42
Al provenir de sinqa ‘nariz’, con pronunciación dorsal.
PRÉSTAMOS LÉXICOS DEL QUECHUA AL ESPAÑOL 250

43
De llipt’a y tarwi respectivamente. La (p) implosiva se pronuncia fricativa en quechua, como una /f/ o como
una /ph/, lo que se corresponde con el archifonema /P/ del español (como en /óPtiko/). Por su parte, la posición
explosiva de (w) impide de hecho la formación de diptongo /wi/, comportándose a todos los efectos como una
consonante plena. De ahí que la ortografía natural sea, por este orden, <llipta> y <targüi>.
44
Algunos son: cernícalo, cotunto, cuco, cucubá, cuije, cusco, cuyaya, chonchón, chucho, chuncho, espan-
tavenado, espanta-venado, lloramuerto, gavilancillo, morrocó, múcaro, ñacunda, sijú, sijúcuco, sumurucucu,
surrucuco, tajpí. Cf.: www.diccionariosdigitales.com/.../ GLOSARIOS%20y%20VOCABU LARIOS /Nomen-
clatura% /Nomenclatura%20Zool%F3gica-NNN.htm.
45
Queda la duda de si caucho es quechua (q. kapi, kaypi). En cambio, entre los mapuchismos, aimarismos, etc.
debe descartarse alguno en beneficio de la etimología quechua. Por ejemplo, amauta ‘sabio’ (ai. → q.) o cachanla-
gua - canchalagua ‘genciana’ (map. → q.) son claros quechuismos.
46
En efecto, he computado sach’a,“salvaje” y “pseudo-” a efectos de recuento, como quechuismo, pero no
las siguientes subentradas en la entrada correspondiente: “SACHACAIMITO [veg.] (árbol {del que se saca la
gutapercha}), sach’a kaymitu / SACHACHORRO (q. + esp.) [geogr.] (manantial {natural}), pukyu / SACHA-
GUALPA [anim.] (pavo {silvestre}), sach’a wallpa / SACHAGUASCA [veg.] (enredadera), sach’a waskha /
SACHAGÜIRO [veg.] (caña {de azúcar silvestre, de sabor agrio}), sach’a wiru / SACHAMAMA [anim.] (ser-
piente {grande}), sach’a mama / SACHAPAPA [veg.] (planta {trepadora, de tallo anguloso, raíz ovoide roja con
corteza negra}), sach’a papa (k’ira papa) / SACHAPERA [veg.] (árbol {espinoso, de frutos dulces}), k’ita pira
(k’ita pira sach’a) / SACHARUNA [mit.] (duende {bajo, de vientre voluminoso, extremidades delgadas, ojos de
ave y cabellera vegetal}), sach’a runa / SACHATULPAY (chingonga, machinga, mururé, panguana; árbol de le-
che) [veg.] (árbol {muy alto, de fuste recto, corteza áspera con fisuras, látex dulce amarillo claro}), sach’a tullpay;
«coloq.», lichi k’aspi / SACHAVACA [anim.] (tapir), sach’a waka.”
47
Como “SACHERO ¶ (q. + esp. -ERO) [mag.] (brujo {maléfico}), layqa” de la nota anterior, como “GA-
TERA2 (revendedora), qhatu warmi”, respecto de “GATO2 ¶ {[com.] [±cant.]} (mercado), qhatu”, o bien como
“PUPULO (ombligudo), pupulu”, de la nota siguiente.
48
Como “VINCHUCA (huinchuca) (q. < WIKCH’UKUY) [anim.] (chinche {oscura que salta sobre las ro-
pas}), uluchi (wikch’usqa).” y como “PUPO (puputi) (q.) (ombligo), pupu (puputi)”
49
Por ejemplo, faltan muchos quechuismos del Oriente o de las áreas de quechua A (o II): chigüiso o chihuiso
‘cierto pájaro’ (< CHIWIY ‘silbar’) que un piuranismo; chogo ‘cierta gramínea’ (< ?CH’UKU ‘ajustado’) que es de
Huánuco, quillosisa ‘cierto árbol’ (q’illu ‘amarillo, sisa ‘flor’), etc.
50
Por ejemplo: chapchosa ‘fea’ es del español de Bolivia (q. ch’apchay ‘picotear’), añapa ‘refresco’ es más
propia del español de Argentina (q. añaka ‘caramelo, dulce, golosina’), tincanque ‘golpe con los dedos dado en el
juego’ es propia del español de Chile (q. t’inkay ‘jugar a bolas, lanzar con los dedos’) , caricuri ‘alhaja de hombre’
es del español de Ecuador (qhari ‘varón’, quri ‘oro).
51
No ha de confundirse con el préstamo misa2, poco usual: ‘juego con una mazorca con granos de dos colores:
claro y oscuro’.
251 MESAS REDONDAS

Lenguas en contacto (II)

LA RESPUESTA DE LA LENGUA ESPAÑOLA ANTE


LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA Y EL ANGLICISMO LÉXICO

Francisco Gimeno Menéndez


(Universidad de Alicante)
A mi excelente amigo H. López Morales

01. Introducción
La globalización económica como término actual presenta varios aspectos que de-
bemos desvelar, con el fin de reconocer sus dinámicas específicas (a menudo ocultas e
ignoradas) y canalizarlas. Frente al propio calco del inglés (ya usual en todos los círculos
científicos), el hispanohablante ha utilizado los términos de mundialización, internacio-
nalización, universalización, liberalización, desterritorialización, modernización, gene-
ralización, uniformización, nivelación, homogeneización, etc.
El presente y futuro próximo del español (de América y de España) debe responder al
desafío inmediato que plantean dos características fundamentales de principios del siglo
XXI: la globalización económica y el anglicismo léxico. De hecho, durante la mayor
parte del siglo pasado, los modelos principales en la lingüística (estructuralismo y ge-
nerativismo) han ignorado sistemáticamente el grado de desplazamiento (o estabilidad)
de las lenguas particulares, y no incluyeron el capítulo del multilingüismo social en sus
respectivos paradigmas, aunque dichas tendencias respondían a prioridades teóricas y
metodológicas indiscutibles.
La historia social de las lenguas considera la evolución de los contactos crecientes
entre ellas, ya que la mayor densidad y la movilidad de sus poblaciones las han lleva-
do a interactuar, con el progresivo impacto sobre las funciones sociales de las lenguas,
donde no retroceden la propia lengua y el número de hablantes, sino dichas funciones
relacionadas con los ámbitos de uso, a través de la emigración, vigencia de mecanismos
históricos de sustitución lingüística, descenso del índice de natalidad, globalización eco-
nómica, desigual socialización de la generaciones más jóvenes en la lengua autóctona,
etc. Y a su vez, otra lengua puede expandirse por asunción de las funciones sociales de la
lengua subordinada.
LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA Y EL ANGLICISMO LÉXICO 252

02. El multilingüismo social


Los modelos de distribución de la función social de la lengua se están modifican-
do continuamente a causa de una combinación de factores demográficos, culturales y
económicos. Además, cualquier incremento en la comunicación (o en el potencial de
comunicación) puede incrementar la velocidad del contacto de lenguas. A medida que la
extensión y la distribución de los hablantes se amplían, un incremento en la velocidad se
convierte en un crecimiento en el valor que, a su vez, incrementa el uso de las lenguas.
La velocidad del contacto se relaciona con la ecología de una lengua, a fin de producir
profundos y trascendentales efectos en el contexto de su cultura (véase W. F. Mackey,
1994). Esta (como información y entretenimiento) se convierte en una mercancía que
puede ser comprada y vendida. El propio volumen, velocidad y economía de la produc-
ción y distribución rápidas y a gran escala de los productos culturales limitan el número
de las lenguas que operan a nivel mundial, con una difusión directa e indirecta de sus
conceptos, cultura, cosmovisión, significados y otros elementos. Los medios de comuni-
cación social forman parte indiscutible del entramado económico, y se han globalizado.

2.1. El futuro de una lengua se ha dicho que depende del número de sus hablantes, y
este ha determinado a menudo la importancia de una lengua. Sin embargo, este criterio
suscita divergencias, a causa de las dificultades que entraña la definición estricta de ‘ha-
blante nativo’ de una lengua, y a la carencia de datos fidedignos. Así, p. ej., W. F. Mackey
(2003, pág. 64 y sig.) ha planteado que en países con una cuestión de lenguas en su censo
nacional puede catalogarse su población según distintas variables no comparables (así, p.
ej., origen étnico, identidad, lengua materna, lengua familiar, lengua habitual o primera
lengua utilizada). La lengua más habitual de millones de hablantes a través del mundo no
es su primera lengua hablada, sino aquella en la que fueron escolarizados, normalmente
una lengua regional, nacional o colonial. Y en ese caso la estadística demográfica del pa-
sado de las lenguas del mundo se limita más al número de lectores que al de hablantes.
Asimismo, algunos indicadores básicos de la posición internacional de una lengua
funcionan al mismo tiempo como factores que influencian dicha posición. Algunos de
estos índices se relacionan (además de la trascendencia de la fuerza demográfica) con
los amplios campos de las relaciones internacionales, así, p. ej., con el desarrollo econó-
mico, tecnológico, político y científico (véase U. Ammon, 2003). Es más, otros factores
más sutiles, como las tradiciones históricas y el sentimiento de grupo o de identidad so-
cial, también deberían incluirse (véase H. Giles, R. Y. Bourhis y D. M. Taylor, 1977).
Cada vez se vuelve más inútil la atribución del poder económico a diferentes países y
a su lengua. Dentro de una economía mundial, los estados nacionales pierden la sobera-
nía económica. Pero lo que viene favoreciendo la globalización económica es el continuo
aumento del inglés como una lengua mundial, el cual se basa en una tendencia que se re-
monta a la revolución industrial y particularmente a principios del siglo XX. A mediados
de dicho siglo, el inglés era la lengua de la mitad de los periódicos y revistas del mundo,
los tres cuartos de su correo y las tres quintas de sus emisoras de radio. Desde entonces
253 MESAS REDONDAS

la tendencia ha continuado, a través de la exportación de películas de cine, canciones de


moda, casetes de video, programas de software de ordenador y más recientemente de la
expansión de internet (véanse W. F. Mackey, 2003; D. Cristal, 2004).
En este sentido, la industria cultural anglosajona, la más potente del mundo, emite
continuamente mensajes, aunque para algunos escépticos de la globalización puede
constatarse que las culturas nacionales y locales conservan sus respectivas instituciones
que dominan la vida pública, y reinterpretan a la luz de las tradiciones culturales autóc-
tonas parte de los productos o modos de vida ajenos. No obstante, para los partidarios de
la toma de posición frente a la globalización, los canales de interconexión entre culturas
nunca habían sido tan fuertes, ni habían dispuesto de unas infraestructuras de permeabi-
lidad internacional tan sólidas: las tecnologías de la información y de la comunicación
han barrido todas las fronteras. En la medida en que un mundo globalizado plantea un
desafío al incremento de la interdependencia entre todas las lenguas, con el beneficio
explícito y general de unas pocas lenguas, y en particular del inglés, la globalización en-
traña el peligro de la aculturación y la sustitución lingüística.

2.2. Entre todos los factores sociales que han afectado a las lenguas románicas en su
larga historia, la influencia del inglés contemporáneo es el más sorprendente en muchos
aspectos. El incremento de dicho influjo durante las pasadas décadas ha sido tan impor-
tante que supera en número de préstamos y anglicismos léxicos, así como en términos de
repercusiones socioculturales, todos los contactos entre las lenguas románicas en con-
junto. Sin duda alguna, puede calificarse ya de contribución histórica.
La historia social del contacto de lenguas se ve reflejada dentro de la lengua española
en la masiva presencia de préstamos de otras lenguas. La íntima convivencia medieval
del romance castellano con el árabe, junto a la influencia de la cultura islámica, originó
la introducción de numerosos arabismos. A los primeros galicismos y occitanismos de la
influencia francesa en los siglos XI, XII y XIII, siguió el influjo del Renacimiento ita-
liano entre los siglos XV y XVII. Mientras que la influencia francesa en la vida social de
los siglos XVIII y XIX motivó el auge del galicismo, en el siglo XX el anglicismo ha ido
creciendo en intensidad, primero en los países hispanoamericanos más estrechamente
afectados por la expansión política y económica de los Estados Unidos (Antillas, Méxi-
co y América central), y después en todo el mundo hispánico.
La preocupación común por el porvenir de nuestra lengua nos trae a colación las pa-
labras de S. Gili Gaya (1963) sobre la lengua de la ciencia y de la técnica. Según este
estudioso, haríamos mal en situarnos extremosamente en la actitud mental del que se
siente amenazado y se prepara a defenderse. El español tiene una contextura fonética y
sintáctica sobradamente firme para resistir la invasión léxica extranjera sin desnaturali-
zarse. El inglés, con un sistema fonológico mucho más frágil y una estructura sintáctica
simplificada, ha incorporado a su vocabulario un 50 % de palabras latinas, francesas y de
otras procedencias, sin mermas esenciales en su naturaleza. Por grande que sea la base
común que nos dan el latín y el griego para formar neologismos, queda siempre un cau-
dal importante de tecnicismos extranjeros. El vocabulario científico y técnico respon-
LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA Y EL ANGLICISMO LÉXICO 254

de a tres caracteres principales: a) la nomenclatura científica tiende a ser internacional;


b) vive confinada en el mundo de los especialistas, pero influye en la lengua coloquial, y
c) sus formas y significados varían según las mudanzas de los conceptos científicos.
La solución perfecta y duradera que propuso dicho autor ante los tecnicismos extran-
jeros (ya propuesta por E. Terradas en su discurso de ingreso en la RAE) consiste sensi-
blemente en adaptar del mejor modo las palabras extranjeras. Cuando hay discrepancia
notable entre la grafía y la pronunciación exótica, se resuelve a favor de una u otra, según
que la palabra en cuestión haya entrado por medio de los libros o de la lengua hablada.
Así, p. ej., trust y club se pronuncian tal como se escriben, y no trost y clob, como corres-
ponde a la pronunciación inglesa. Hay unos pocos ejemplos de anglicismos antiguos
cuya escritura se ha ajustado a la pronunciación de origen, como esplín (spleen) y bisté
(beefsteak), y más recientemente béisbol y fútbol.

03. La globalización económica y la diversidad lingüística y cultural de los pueblos


En el debate sobre el proceso de globalización, dentro de las claves del siglo XXI, A.
Sasot (2004) ha planteado que no hay acuerdo alguno sobre su concepto, cronología, esca-
la, impacto, significado político o sobre el modo de controlar el proceso. Así, p. ej., aque-
llos que defienden como válido el termino globalización lo han utilizado con cinco acep-
ciones diferentes, según los entornos lingüísticos en que aparece: a) internacionalización;
b) liberalización; c) universalización; d) occidentalización, y d) desterritorialización.
Con independencia de que aceptemos o no la validez del concepto de ‘globalización’,
es indiscutible que su misma existencia y el conjunto de procesos y problemas con los
que se halla relacionado afectan a cualquier ciudadano de principios del siglo XXI. Por
consiguiente, pueden ser útiles las siguientes premisas sobre cómo enfrentarnos a su
continua invasión de nuestro espacio cotidiano:
1) estamos viviendo un período de trasformaciones, cuyas implicaciones y dirección
no están siendo precisadas por los analistas, que mezclan constantemente el discurso
sobre la realidad y el discurso que quiere generar esta realidad;
2) independientemente de la posición que adoptemos en el debate teórico, hemos de
aceptar que (hasta que no se demuestre lo contrario) los seres humanos somos entidades
físicas que vivimos en geografías concretas;
3) no hay procesos sociales de base humana que no puedan ser reelaborados, reestruc-
turados y redirigidos por las acciones de los propios humanos;
4) el peso de los cambios sociales se deja sentir de forma muy distinta sobre los dife-
rentes segmentos de población de una formación social y entre las diversas formaciones
sociales;
5) los cambios sociales son procesos complejos, cuyos factores determinantes no han
sido desvelados por ningún investigador;
6) el único aspecto de nuestro sistema social que no parece ser contestado es el modo
de producción capitalista, y
255 MESAS REDONDAS

7) nuestra realidad está marcada por el auge del neoliberalismo. Otros modos de ne-
gociar la realidad no sólo son factibles, sino que parecen necesarios: modelar, construir y
gestionar un mundo mejor es posible.

3.1. La globalización ha sido definida por el Fondo Monetario Internacional (FMI)


como la interdependencia económica creciente del conjunto de los países del mundo, la
cual ha sido provocada por el aumento del volumen y la variedad de las transacciones
transfronterizas de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales de capita-
les, al tiempo que la difusión acelerada y generalizada de la tecnología. Aunque parece
un concepto técnico de los economistas, J. Estefanía (2002, pág. 27 y sigs.) reflexiona
que la globalización nos afecta a todos, y desde luego no es un fenómeno estrictamente
económico, sino más amplio. Se califica de estado de desarrollo planetario sin barreras,
donde todo está próximo y accesible, y por consiguiente las solidaridades y las interde-
pendencias se acrecientan.
La globalización no es un fenómeno nuevo en la historia de la humanidad, ya que
siempre se ha conocido el acercamiento de unos individuos a otros, a través de su eco-
nomía, cultura y costumbres. Sin embargo, la globalización más reciente tiene caracte-
rísticas distintas a las anteriores, debido a que se asienta en una revolución tecnológica
(el código digital, la era de internet), y afecta (más que a cualquier otro sector) a las
finanzas. Es una globalización financiera. El capital no sólo está ganando la carrera de la
movilidad, sino que está dirigiendo la globalización de todo lo demás. La globalización
no es sinónimo de la internacionalización de todo, sino de los movimientos de capitales.
El libre movimiento de capitales por todo el mundo es la característica central de esta
globalización. Estos movimientos no son nuevos, aunque sí su amplitud y libertad. La
globalización financiera es sólo una parte de la globalización económica, y ésta es una
visión parcial de la creciente uniformización de la vida moderna. La verdadera globali-
zación tiene un componente económico, otro cultural y otro social, pero el que domina y
descompensa sería el económico.
La etapa globalizadora que vivimos tiene tres características iniciales: 1) libertad ab-
soluta del movimiento del dinero a través de las fronteras; 2) libertad relativa de los movi-
mientos de bienes y servicios entre las naciones, y 3) una libertad muy restringida de los
movimientos de personas y trabajadores, a través del fenómeno migratorio contemporá-
neo. La inmigración forma parte, pues, de la globalización. Es una etapa de la historia de
la humanidad y un proceso que da una dimensión nueva a los fenómenos ya presentes.
Significa que todos somos más interdependientes, más cercanos, que nos parecemos más
y actuamos de modo crecientemente semejante, y que vivimos en el mismo mundo con la
lingua franca de principios del siglo XXI: el inglés americano. En cualquier caso, los dos
factores más determinantes de este conjunto de fenómenos son el desarrollo tecnológico,
por un lado, y aquellas ideologías que empujan a la apertura internacional, sobre todo en
el campo económico, por el otro. La mayor parte de los debates sobre los efectos de la
internacionalización giran en torno a dos grandes temas: a) el aumento/reducción de la
desigualdad, y b) la uniformación/diversidad cultural.
LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA Y EL ANGLICISMO LÉXICO 256

Las características fundamentales del cambio social en las décadas de final del siglo
XX y principios del XXI constan de dos procesos paradójicamente opuestos: 1) nivela-
ción y globalidad de la producción y el consumo, mayor homogeneización y conver-
gencia hacia una sociedad general y mundial, y 2) mayor aspiración por la autonomía
nacional, regional y local. En el primer caso, la integración de las sociedades en el campo
científico y tecnológico podría implicar la sustitución de la diferenciación lingüística y
cultural con la selección de una lengua y cultura universal. En el segundo, las tendencias
de autoafirmación en el campo político, religioso, lingüístico, cultural y étnico deri-
varían hacia la preservación del pluralismo, que hace tanto a la diversidad de culturas,
lenguas, creencias y prácticas, como a la distribución del poder en la sociedad, y la con-
servación de la diversidad lingüística y cultural de los pueblos.
Por otro lado, asistimos a una tendencia universal hacia la especialización o diferen-
ciación estructural de funciones y de posiciones, con el aumento creciente de la pobla-
ción mundial. A. de Francisco (1997, págs. 47-108) ha analizado el cambio social como
un universo conceptual, y distingue dos niveles del cambio social: el nuclear y el perifé-
rico de las instituciones dominantes de la vida social. La tradición de la dinámica social
ha supuesto el cambio social como un proceso direccional. Una buena parte del evolu-
cionismo social y etnográfico ha entendido linealmente la evolución cultural, es decir,
como un proceso que ha de ir superando progresivamente determinadas fases de desarro-
llo. Con todo, la triple distinción de evolucionismo (unilineal, universal y multilineal) es
útil, ya que permite hablar de un evolucionismo unilineal débil para describir el proceso
universal de evolución de la humanidad, lo que es compatible con la constatación de la
existencia de secuencias divergentes (multilineales) de evolución particular.
El proceso de modernización puede considerarse como universal, pero ni todos los
procesos modernizadores son iguales, ni sus configuraciones finales son idénticas en el
plano sociocultural. Al mismo tiempo, que se constata la existencia de contratendencias
“desmodernizadoras”, ya no sólo en el mundo contemporáneo, sino en el proceso secular
mismo de la modernización occidental, como parte inseparable de dicho proceso, por
más que la tendencia general y dominante ha sido la racionalización, la diferenciación y
la secularización. Parece haber un consenso creciente sobre el hecho de que el desarrollo
de la humanidad (sin entenderlo teleológicamente) ha sido un macroproceso globalmen-
te marcado por el crecimiento de la información disponible, especialmente de aquella
información relevante para la manipulación tecnológica del mundo material, y ello al
margen o por debajo de otras tendencias seguramente más visibles: crecimiento demo-
gráfico, crecimiento urbano, creciente división del trabajo, creciente poder del Estado,
burocratización creciente, etc. (véase J. Vidal Beneyto, 2003).

3.2. J. Maurais y M. A. Morris (2003) han destacado la importancia de la integración


económica supranacional (o suprarregional) para el futuro de las lenguas, y han sugeri-
do cómo las comparaciones pueden ayudar a aportar mayor comprensión. La integración
supranacional comparativa ha sido reconocida como una dimensión cada vez más im-
portante de un mundo globalizado, pero las comparaciones acerca de su dimensión lin-
257 MESAS REDONDAS

güística relacionada han sido en gran parte descuidadas. Europa, Norteamérica y Suda-
mérica ofrecen una base sólida para la obtención de relaciones entre la globalización, el
suprarregionalismo y las lenguas, pero también contrastan en los mayores rasgos de las
dinámicas lingüísticas. La Unión Europea y el MERCOSUR incluyen una política lin-
güística dentro de una integración supranacional, mientras que el Área de Libre Comer-
cio de Norteamérica (NAFTA) entre Canadá, los EEUU y México no la plantea.
Además, las complejas comparaciones entre las propuestas de diferente integración
supranacional de la UE y el MERCOSUR han llegado a ser los vehículos mayores para
la promoción de las mayores lenguas, con más éxito en el caso de la agrupación suprana-
cional de la primera que en el de la agrupación del segundo. Una diferencia más es que
la UE ha tomado algunas medidas activas para promocionar las lenguas minoritarias,
mientras que el MERCOSUR no habría tomado ninguna (véase infra). La NAFTA por
su parte no tiene jurisdicción sobre otras cuestiones lingüísticas que la declaración de
tres lenguas oficiales (inglés, español y francés), aunque algún hecho pueda hacer prever
que se convierta en una zona bilingüe (inglés y español), como resultado de la extensión
de la NAFTA a un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). No obstante, el es-
tatus del francés en Quebec a final del siglo pasado era más alto que la predicción que se
había hecho medio siglo antes (véase J. A. Fishman, 1991).
Los desafíos planteados por la propagación continua del inglés afectan a las tres agru-
paciones de integración económica supranacional, pero las implicaciones parecen dis-
crepar. En la UE, la difusión del inglés puede haber contribuido a la relajación de la he-
gemonía tradicional de lenguas mayoritarias, tales como el francés y el español dentro de
sus territorios nacionales, ya que de ese modo permitía mayor libertad para las lenguas
minoritarias, tales como el corso, el euskera y el catalán. La continua propagación del in-
glés en Norteamérica no parece haber puesto en peligro todavía al francés en Québec, ni
al español en México ni en Puerto Rico, pero parece haber amenazado más las lenguas de
las minorías en los Estados Unidos. En Sudamérica, los esfuerzos de MERCOSUR para
promocionar el español o el portugués no se han materializado (véase infra) ni han dete-
nido la difusión del inglés, pero ninguna de esas lenguas ibéricas está amenazada aún.
J. Maurais y M. A. Morris concluyen que un mundo globalizado plantea un desafío
de interdependencia creciente entre las lenguas, ya que ningún sistema lingüístico está
protegido o asegurado, y un mundo más fuertemente integrado favorece generalmente la
difusión del inglés. La sustitución lingüística no es nueva, pero el alcance mundial de la
competitividad entre las lenguas es de nuestros días. Sin embargo, esto es especialmente
difícil, puesto que en tanto que política lingüística ha estado históricamente orientada
dentro de las naciones, mientras que las actuales relaciones son mundiales en su alcance.
Es necesaria una estrategia lingüística mundial que equilibre la continua difusión del
inglés, con la conservación de la diversidad lingüística.
Sin embargo, debe comentarse que la difusión del inglés no ha contribuido a la relaja-
ción de la hegemonía tradicional de las lenguas mayoritarias, ya que nuestra experiencia
de campo no suscribe la hipótesis de que permite mayor libertad para las lenguas mino-
ritarias. Particularmente, en la Comunidad Valenciana durante el siglo XX la aparición
LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA Y EL ANGLICISMO LÉXICO 258

de los medios de comunicación social y la alfabetización general en el español castellano


estándar han desestabilizado la situación social, y han originado un conflicto lingüístico
en el que la sustitución lingüística del catalán se ha independizado de la movilidad social
objetiva. La sustitución lingüística se manifiesta en las situaciones sociales de diglosia
amplia y de conflicto lingüístico, pero no deben confundirse ambas situaciones, ya que
son completamente dispares (véanse D. Mollà, L. Alpera, F. Gimeno et al., 1989; F. Gi-
meno, 1986; F. Gimeno y M. V. Gimeno, 2003, págs. 21-99; F. Gimeno y J. R. Gómez,
2007; F. Gimeno, 2007).
Tampoco puede suscribirse alguna hipótesis sobre que el fortalecimiento de las len-
guas minoritarias (catalán, vasco y gallego) es un factor que contribuye al debilitamiento
del español. A duras penas, las políticas de normalización lingüística tratan de enderezar
la precaria situación de las minorías lingüísticas del Estado español, pero no lo consi-
guen, excepto en el caso de Cataluña. Por lo demás, la situación social del español en
la Unión Europea y en el mundo (como otras lenguas europeas) se encuentra ante una
diglosia amplia, que le ocasiona el desplazamiento lingüístico con movilidad social en
algunas funciones sociales (ciencia, economía, política, tecnología, relación suprana-
cional, etc.), vinculadas a ámbitos de uso internacionales.

3.3. En este sentido, J. Maurais (2003) se pregunta si vamos hacia un nuevo orden
lingüístico en el siglo XXI, y ofrece algunos de los pronósticos ofrecidos por varios au-
tores. Unos auguran que asistiremos a una disminución de la diversidad: así, p. ej., se
evalúan aproximadamente las lenguas habladas en el mundo en unas 6.000, y se calcula
que el 90 % de todas las lenguas desaparecerán o estarán próximas a la extinción durante
el presente siglo (en mi opinión, es más aceptable el pronóstico que cita W. F. Mackey,
2003, pág. 77, quien escribe que el 50 % de las 6.600 lenguas no sobrevivirán al siglo
XXI). Otros vaticinan acerca de la fragmentación de las grandes lenguas y de la pérdida
de intercomprensión entre las diferentes variedades geográficas de los países. Incluso
menciona la pasada posición de A. Meillet acerca de la uniformización de todas las len-
guas europeas, con la tendencia hacia la convergencia lingüística a través de los calcos
semánticos y calcos léxicos. Además, alguno ha presagiado que en un futuro lejano el
mandarín será la lengua franca del mundo. El aumento aparentemente irresistible del
inglés en el mundo pone a las otras lenguas a la defensiva, como resultado de su empeño
en conservar su espacio en un mundo que cambia rápidamente. La globalización, acom-
pañada por la difusión del inglés, sitúa ya y continuará situando a los países que tienen el
inglés como una lengua mayoritaria en una posición incluso más especial. Todos los paí-
ses se verán afectados, pero particularmente aquellos en los que el inglés sea la primera
lengua mayoritaria.
La idea de que los problemas lingüísticos en el mundo podrían resolverse fácilmente
bien por la difusión del inglés, bien por los recursos tecnológicos de la máquina de tra-
ducción automática, o bien por la enseñanza obligatoria de dos lenguas extranjeras, no
tiene que ver nada con la realidad. Es una falacia. Ni el multilingüismo universal utópico
ni el monolingüismo del mundo hegemónico pueden satisfacer nuestras necesidades de
259 MESAS REDONDAS

la comunicación y de las identidades culturales. Frente al multilingüismo caro que pro-


mueve la UE, donde todos los discursos en las sesiones mensuales del parlamento deben
ser traducidas a las 23 lenguas oficiales (así, p. ej., en 1997 la actividad de traducción e
interpretación en Europa se evaluaba en 3,75 billones de euros), J. Maurais opina que la
auténtica respuesta a los problemas lingüísticos y de comunicación en los albores del
siglo XXI está en una lengua internacional auxiliar (el inglés).
A partir de la evolución tanto económica y demográfica, como la potencial sustitución
lingüística, D. Graddol (1997, pág. 59) ha ofrecido un informe sobre la jerarquía de las
lenguas en el año 2050, y establece la siguiente clasificación:
a) las grandes lenguas (chino, hindi/urdu, inglés, español y árabe);
b) las lenguas supranacionales de los mayores bloques comerciales (árabe, malayo,
chino, inglés, ruso y español);
c) las lenguas nacionales, alrededor de unas 90 lenguas que atenderán más de 220
estados-nación, y
d) las lenguas regionales, el resto de unas 1000 lenguas del mundo con grados diver-
sos de reconocimiento oficial.
En el siglo XXI ninguna lengua ocupará la posición hegemónica que casi alcanzó el
inglés a finales del siglo XX. Por un lado, la sustitución actual del monopolio del inglés
por el oligopolio de varias lenguas en el estrato superior producirá mayor pluralismo, pe-
ro la pérdida significativa de varios miles de lenguas en el estrato inferior ocasionará la
inmensa pérdida de la diversidad actual, por el otro. El español es una de las lenguas que
crecerá más rápidamente.
Por su parte, C. Truchot (2003) señalaba que la realidad de la UE está muy lejos del
preconizado multilingüismo, ya que la comunicación intrainstitucional favorece el uso
de dos lenguas supranacionales dominantes o lenguas francas (inglés y francés), y en las
reuniones de expertos se utiliza normalmente una sola (el inglés desde 1996, más en el
registro escrito que en el oral). El alemán es elegido generalmente como tercera lengua,
pero su uso queda limitado, a pesar del elevado peso demográfico, político y económico
de Alemania dentro de la UE. Las lenguas francas tienen un papel más importante, gozan
de mayor prestigio y su posición internacional se consolida. Sin embargo, el gran gana-
dor en cada campo es el inglés, como resultado del proceso de globalización que lleva al
uso del inglés en los campos de fundamental importancia que están bajo la competencia
de la UE. Factores económicos y políticos están, pues, detrás de la presente actuación
para fomentar el uso del inglés en numerosos campos en Europa. Su papel en las institu-
ciones europeas le da de hecho una legitimidad institucional que interactúa con los otros
factores, la cual se fortalecería si llegara a ser la única lengua franca de sus instituciones.
Sin embargo, es evidente que la UE debería contribuir en gran parte a mantener un equi-
librio lingüístico en Europa, a través de la consolidación y ampliación de su régimen lin-
güístico oficial. En cualquier caso, no es una cuestión económica, sino política (véanse
F. Marcos, 1995; E. Lamo y J. Noya, 2002).
LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA Y EL ANGLICISMO LÉXICO 260

En efecto, de acuerdo con la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Euro-


pea (aprobada en Niza, 2000), la UE contribuye a la conservación y al fomento de los va-
lores comunes, dentro del respeto a la diversidad de culturas y tradiciones de los pueblos
de Europa. Por su lado, el Parlamento Europeo (entidad europea más sensible a la diver-
sidad lingüística y único organismo público que ha adoptado el principio del multilin-
güismo integral) ha recomendado a los gobiernos de los estados miembros que faciliten a
las lenguas minoritarias un estatuto legal adecuado, que abarque al menos los campos de
la enseñanza, cultura, justicia y administración pública, medios de comunicación social,
toponimia y otros sectores de la vida pública y cultural (véase A. Argemí, 2002).

3.4. El MERCOSUR es una comunidad económica regional que incluye algunos de
los países más importantes de Sudamérica (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), a
lo largo de la principal frontera lingüística entre el español y el portugués, donde Brasil
representa el 71 % del PIB, el 71 % del territorio y el 78,7 % de la población. Los cuatro
países firmaron el 26 de marzo de 1991 un “Tratado para el Establecimiento de un Mer-
cado Común”, que previera el comercio interno libre de barreras arancelarias y sin barre-
ras arancelarias, así como una política comercial unificada con un arancel externo común
desde 1995. En junio de 1992, se aprobó un plan de tres años (renovado cada tres años),
que establecía tres líneas de acción: a) formación de conciencia ciudadana favorable a la
integración; b) preparación de recursos humanos, y c) armonización de los sistemas edu-
cativos. El plan incluía la enseñanza (como segundas lenguas) en las dos lenguas oficia-
les de MERCOSUR: español en Brasil y portugués en Argentina, Paraguay y Uruguay,
dentro de sus respectivos sistemas educativos. En este sentido, considera la integración
cultural y educativa como un prerrequisito para toda integración económica y política.
A propósito de la política lingüística regional de MERCOSUR y de su posible consti-
tución como una barrera contra una fase histórica de feroz globalización y la hegemonía
del inglés, R. E. Hamel (2003) ha planteado que el principal conflicto lingüístico mun-
dial y externo en Iberoamérica está representado indudablemente por la relación entre el
inglés como una lengua mundial y las lenguas nacionales (en mi opinión, una diglosia
amplia). Sin embargo, este hecho no ocultaría la realidad de los conflictos lingüísticos
internos entre las lenguas nacionales preponderantes y las lenguas indígenas subordi-
nadas, como el principal conflicto lingüístico de mayor importancia en la mayoría de
países, particularmente en las áreas regionales tales como los Andes o Mesoamérica, con
una concentración alta de poblaciones indígenas. No hay soporte teórico ni evidencia
empírica para opinar que el fortalecimiento de las lenguas indígenas en Iberoamérica (a
través de la alfabetización y de la enseñanza de materias afines) pudiera amenazar la po-
sición del portugués y del español, como lenguas nacionales e internacionales.
Los pueblos indígenas que continúan hablando sus propias lenguas pueden encon-
trarse prácticamente en todos los países iberoamericanos, excepto en Uruguay. Su peso
demográfico oscila entre el 0,17 % de la población en Brasil, hasta el 50 % en Guate-
mala. De acuerdo con las estimaciones más optimistas, son unos 13 millones de indios
que hablan una de las 1.000 lenguas autóctonas. A pesar de que ha habido una pérdida
261 MESAS REDONDAS

total de algunas lenguas, la mayoría de ellas goza de gran vitalidad, y no disponemos de


datos sobre el incremento del número de hablantes. Desde una perspectiva geopolítica,
debe subrayarse que en todos los países iberoamericanos con poblaciones indígenas el
reconocimiento del pueblo autóctono y su fuerza política ha crecido enormemente en los
pasados veinte años. Esto se refleja en cambios legislativos que reconocen sus derechos
y en programas de educación bilingüe, que al menos señalan la conservación de las len-
guas indígenas.
Un diagnóstico del grupo de trabajo sobre la enseñanza del español y del portugués
observó en 1999 (cinco años después del plan trienal) que la enseñanza de las lenguas
oficiales no había sido todavía incorporado en el plan de estudios de los sistemas educati-
vos de los estados miembros. No obstante, ante el reto de que en la puesta en práctica hay
una escasez de recursos necesarios y de profesores especializados. R. E. Hamel se mues-
tra partidario de un modelo de política lingüística que considere la diversidad lingüística
dentro de una perspectiva de enriquecimiento, e integre la comunicación intercultural.
Por su parte, el Gobierno español ha ofrecido en nuestros días la ayuda a Brasil para la
formación de profesores de español, y ha propuesto la elaboración de un plan de forma-
ción del profesorado necesario para aplicar la ley (en vigor desde hace unos meses), con
el que se garantizará que dentro de cinco años los 9.000.000 de alumnos brasileños de
secundaria podrán estudiar español, si lo desean. Brasil requerirá unos 12.000 docentes
para afrontar ese gran reto.

3.5. Sin embargo, la tendencia hacia una sociedad mundial, como resultado de la glo-
balización económica y tecnológica, no debe pasar por la homogeneización cultural y
lingüística, sino por permitir la descentralización nacional, regional y local que conserve
la diversidad cultural y lingüística de los pueblos. Son dos procesos paradójicamente
contrarios, que manifiestan la característica fundamental del cambio social en estas dé-
cadas de transición hacia una nueva era. Aunque teóricamente puedan parecer términos
incompatibles, globalización y diversidad cultural y lingüística son reconciliables en la
práctica, y constituyen dos corrientes actuales de presión medioambiental que encajan a
la perfección en el principio de la diversidad en la globalidad. Así se ha afirmado que más
que un proceso que conduce a la uniformidad, la globalización parece tender hacia la
creación de nuevas formas mixtas de cultura, lengua y organización política.
Por consiguiente, ciencia, economía, política, tecnología y relación supranacional de-
ben integrarse dentro de los conocimientos y hábitos de los pueblos, de manera que pue-
da evitarse que la lengua y la cultura vayan a remolque de aquéllas. Es necesario, pues,
frenar la globalización cultural y la anglización, a partir de preconizar un respeto absolu-
to a la diversidad lingüística y cultural de los pueblos, tal como propuso la ONU. En este
sentido, los pueblos deben reconocer y concienciarse ante las dinámicas negativas de ese
aspecto perverso de la globalización, que deberíamos llamar colonización lingüística y
cultural.
Recientemente, en Madrid (11-12 de junio de 2005) los ministros de Cultura de 45
países suscribieron un acuerdo sobre la diversidad cultural como factor de pluralismo,
LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA Y EL ANGLICISMO LÉXICO 262

democracia, identidad de las sociedades y los individuos, cohesión social y diálogo. Di-
cha declaración, presentada unos días después (20 de octubre) en la 33ª Convención Ge-
neral de la UNESCO que se celebró en París, fue confirmada con los votos a favor de 148
estados. Dos gobiernos lo hicieron en contra (EEUU e Israel), y cuatro se abstuvieron.
Entrará en vigor cuando la ratifiquen 30 países, y sólo tendrá valor de ley en aquellos te-
rritorios cuyos gobiernos la hayan ratificado. El pleno sanciona el derecho de los pueblos
a la diversidad cultural, y exige la protección y la promoción de la diversidad cultural,
a fin de frenar la globalización económica y la liberalización actual. Además, tiene en
cuenta el principio de igualdad de todas las culturas (ya que forman parte del patrimonio
común de la humanidad), la naturaleza de los bienes y servicios culturales (que deben te-
ner un tratamiento diferenciado del conjunto de las mercancías, y los libera de las reglas
de la Organización Mundial del Comercio), el establecimiento y desarrollo de políticas
que fomenten y protejan la diversidad cultural, y el papel de la cultura como factor de
empleo y crecimiento económico.

04. El anglicismo léxico y el desplazamiento lingüístico del español


La mayoría de los investigadores que se han ocupado del anglicismo léxico no han
separado claramente el acto inicial del proceso lingüístico del contacto de lenguas y la
aceptación final del préstamo ya integrado, a consecuencia de la falta de delimitación
entre el proceso sociolingüístico de trasferencia léxica y la discusión lexicográfica sobre
la procedencia última o inmediata del préstamo. Es más, hasta nuestros días, este último
análisis es el que más generalmente se ha planteado, y ha sido bastante ignorado cual-
quier reconocimiento de la dinámica concreta de integración lingüística y social de los
cambios de código y de los calcos léxicos. De esta manera se explica que hasta ahora se
haya admitido generalmente bajo la denominación de anglicismo léxico todo préstamo
de origen inglés.

4.1. El análisis del desarrollo de la trasferencia léxica debe comenzar con un estudio
del comportamiento de los hablantes bilingües. Mientras que el préstamo puede darse en
el discurso de hablantes monolingües, el cambio de código y el calco implican siempre
algún grado de competencia comunicativa bilingüe. Nuestra investigación parte de las
aportaciones sociolingüísticas del multilingüismo social y de la abierta diferenciación
entre el anglicismo léxico y el préstamo integrado. Análogamente, el proceso de inte-
gración lingüística y social de los préstamos exige la diferenciación entre préstamos no
integrados y préstamos integrados. Las dos manifestaciones que definen mejor el proce-
so del contacto de lenguas son el cambio de código y el calco. Por consiguiente, dentro
del anglicismo léxico debe plantearse la delimitación entre el cambio de código frente al
calco, ya que el primero siempre implica un intento de importar todo o parte del lexema
extranjero.
El análisis del anglicismo léxico en el español de América y de España ha ocupado la
atención de estudiosos y lingüistas desde hace ya bastantes años. La influencia del inglés
fue anterior y mayor en la América hispana que en España, ya que las vinculaciones de
263 MESAS REDONDAS

los países de Hispanoamérica con las naciones anglosajonas les determinaron un mayor
contacto con la lengua inglesa. A partir de los años cuarenta del siglo pasado, comenzaron
a aparecer estudios dedicados a recopilar los anglicismos comunes en el español de Amé-
rica, particularmente en Puerto Rico y Panamá, y manifestaban la preocupación por dife-
renciar entre los extranjerismos superfluos y los neologismos que debían adoptarse para
el enriquecimiento del idioma (véase F. Gimeno y M. V. Gimeno 2003, págs. 101-200).
La influencia del anglicismo léxico en el español (de América y de España) suscita la
necesidad de una política lingüística definida por la integración y adaptación de los cam-
bios de código, la cual evite estrategias claras de la diglosia amplia y del desplazamiento
lingüístico con movilidad social. Todos los hablantes hispánicos deben comprometerse
con la conservación del español, y también con el mantenimiento y reforzamiento de las
relaciones con las demás lenguas. Un ejemplo sencillo y claro puede ser el siguiente: el
hispanohablante debe evitar en el registro oral y escrito los cambios de código jazz, flash
y bungalow, y utilizar en su lugar los préstamos integrados de yas, flas y bungaló. La
Real Academia Española debe evitar en su próxima edición del Diccionario de la lengua
española los más de cien anglicismos léxicos en cursiva que incluyó en su última edición
(22ª, 2001), ya que su representación gráfica o pronunciación son ajenas a las conven-
ciones de la lengua española, sobre todo en un diccionario normativo universalmente
reconocido.
Completamente distinta es la situación de conflicto lingüístico que mantiene el espa-
ñol en los Estados Unidos, donde se da un componente claro e irreversible de sustitución
lingüística, sin movilidad social. La sustitución del español por el inglés entre las comu-
nidades de las minorías hispanas de los Estados Unidos, que ascendía a un 22 % (es decir,
5 millones de hablantes jóvenes, según el censo del 1990), requiere una actuación clara
de recuperación lingüística y cultural, que favorezca una postura de respeto y promo-
ción del uso de la lengua materna en la educación, de acuerdo con las recomendaciones
de la UNESCO en los años cincuenta del pasado siglo (véanse O. García, 2001; F. Gime-
no y M. V. Gimeno, 2003, págs. 227-287). Por su volumen de convocatoria y su obvia
repercusión, los medios de comunicación social tienen una extraordinaria influencia en
el presente y futuro de la lengua española.

4.2. El desplazamiento lingüístico del español por el inglés a finales del siglo XX se ha
materializado en los tres grados o fases siguientes del proceso:
a) la sustitución lingüística del español, en los casos de las comunidades de habla his-
panas de Los Ángeles y Nueva York. El “espanglish” no responde a una nueva lengua
o amalgama de español e inglés, sino a un estadio terminal de atrofia lingüística, como
resultado de la dinámica sustitutiva;
b) el desplazamiento lingüístico del español dentro de algunas funciones sociales (go-
bierno, medios de comunicación social y sistema educativo) vinculadas al ámbito de uso
público (ante la política bilingüe de protección oficial del inglés), en el caso específico
de la comunidad de habla de Puerto Rico, y
LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA Y EL ANGLICISMO LÉXICO 264

c) la preferencia por la importación categórica u obligatoria del lexema angloamerica-


no, aunque deba mencionarse también la utilización del cambio de código variable (jun-
to a la variante léxica española), en los casos de las comunidades de habla de los países
hispanoamericanos y del Estado español.
El gobierno español y los gobiernos de los países hispanoamericanos deben tener
conciencia del papel de su legado lingüístico y cultural en el mundo: la defensa y expan-
sión de todas las lenguas y las culturas españolas y del mundo hispánico, respectivamen-
te (véase H. López Morales, 2006). Frente a las pérdidas de terreno en algunas funciones
sociales (ciencia, economía, política, tecnología, relación supranacional, etc.), vincula-
das a ámbitos de uso internacionales, dichos gobiernos deben materializar el principio
de respeto y protección para la diversidad lingüística y cultural de los pueblos, así como
reclamar la utilización y difusión del español (de América y de España) en dichas funcio-
nes sociales, a partir de las correspondientes políticas de planificación lingüística (véan-
se R. L. Ninyoles, 1994; K. D. McRae, 1994).

05. Conclusiones
La aparición de una lengua mundial (el inglés) refleja el proceso mismo de la globali-
zación económica, que puede provocar pérdidas significativas en la diversidad lingüísti-
ca y cultural de los pueblos, durante el presente siglo. En nuestros días, las mayoritarias
comunidades occidentales (la inglesa y la española) se comunican en dos grandes len-
guas europeas (el inglés y el español) de extraordinaria proyección supranacional. Todas
las culturas y las lenguas son formaciones y evoluciones de pueblos particulares, y en
los promotores de una cultura y una lengua universal subyacen actitudes colonialistas.
El multilingüismo es un bien intrínseco, y se le considera como la condición humana
normal.
La lengua española debe mostrar una extraordinaria capacidad asimilatoria ante la
influencia indiscutible de la lengua, cultura y sociedad anglosajonas, con la conserva-
ción de su patrimonio lingüístico y cultural. Sin embargo, la opción del español debe ser
una clara e inequívoca apuesta por la diversidad lingüística y cultural de los pueblos. Las
tecnologías de la información y de la comunicación deben garantizar el respeto y la pro-
tección de dicha diversidad.

5.1. Nuestra propuesta ante el desafío inmediato del español se ciñe a los siguientes
apartados:
1. Todas las lenguas se enriquecen con el contacto lingüístico, y reflejan las necesi-
dades sociales y culturales de los hablantes. El presente y futuro próximo del español
(de América y de España) debe responder al reto que plantean dos características fun-
damentales de principios del siglo XXI: la globalización económica y el anglicismo
léxico. Entre todos los factores sociales que han afectado a las lenguas románicas en su
larga historia, la influencia del inglés contemporáneo es el más sorprendente en muchos
aspectos.
265 MESAS REDONDAS

2. La influencia del anglicismo léxico en el español (de América y de España) suscita


la necesidad de una política lingüística definida por la integración y adaptación de los
cambios de código, la cual evite estrategias claras de la diglosia amplia y del desplaza-
miento lingüístico con movilidad social. La sociedad debe comprometerse con la con-
servación del español, y también con el mantenimiento y reforzamiento de las relaciones
con las demás lenguas. Los medios de comunicación social tienen una extraordinaria
influencia en el presente y futuro de la lengua española.
3. La globalización económica debe canalizarse a través de un respeto absoluto a la
diversidad lingüística y cultural de los pueblos, y constituir así dos corrientes actuales de
presión medioambiental. Es necesario frenar la globalización cultural y la anglización,
a partir de preconizar un respeto a la diversidad cultural y lingüística de los pueblos, tal
como propuso la ONU, y en nuestros días ha sido sancionado por el pleno de la 33ª Con-
vención General de la UNESCO.
4. La planificación lingüística de la diversidad lingüística y cultural debe reclamarse
y exigirse. Es posible, pues, que la política supranacional de protección y promoción
cultural equilibre la continua difusión del inglés, con la conservación de la diversidad
cultural y lingüística de los pueblos. De otro modo, la globalización económica debería
llamarse por su nombre: colonización lingüística y cultural.
5. Frente al desplazamiento lingüístico del español con movilidad social en algunas
funciones sociales relacionadas con ámbitos de uso internacionales, el gobierno español
y los gobiernos de los países hispanoamericanos deben materializar el principio de res-
peto y protección para la diversidad lingüística y cultural de los pueblos, así como recla-
mar la utilización y difusión del español (de América y de España) en dichas funciones
sociales.
LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA Y EL ANGLICISMO LÉXICO 266
267 MESAS REDONDAS

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269 MESAS REDONDAS

Estudios sobre el español de América

EL ESPAÑOL DE AMÉRICA ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVIII


A PARTIR DE LOS DOCUMENTOS DE LA ÉPOCA

Elena M. Rojas Mayer


(Universidad Nacional de Tucumán)

Introducción
Desde hace algunos años, el interés por la historia del español en América mueve a
muchos lingüistas a descubrir los principales factores que le han dado sustento a la lengua
en su etapa de definición como tal en el continente americano, a examinar sus principales
características y a conocer en qué ordenes ésta ha abierto una ventana a la preocupación
por la investigación históricolingüística teniendo en cuenta la gran cantidad de hablantes
que la sustentan y la vasta extensión territorial que ocupan. Según ello, la preocupación
se manifiesta no solo respecto de la complejidad de las formas lingüísticas en las que se
basa el discurso hispanoamericano, sino también de las numerosas situaciones sociocul-
turales y psicológicas que se observan en cada comunidad en la que ha arraigado, por lo
cual el panorama que se ha abierto para su estudio es amplia.
Revisando la escritura de diversas páginas manuscritas que en su momento persiguie-
ron otros propósitos, vemos representada una realidad activa, donde juegan pensamien-
tos, emociones, ideas, creencias, actitudes evidenciadas a través de los elementos gra-
maticales que componen los enunciados, de las variaciones fonológicas y de un léxico
cautivante en muchos casos, que dibuja la actividad colonial en distintas circunstancias.
Son muchos los elementos que pueden incidir en la construcción del discurso. Desde
lo que tiene que ver con la función que cumplen, hasta con lo formal, como los segmen-
tos descriptivos o dialogales que se integran en su estructura sin que cambie por ello el
tipo discursivo principal cuando lo consideramos en su conjunto. Pero, si bien centramos
nuestro objetivo en la consideración de los cambios históricolingüísticos de los rasgos
que advertimos entre el pasado y el presente, no podemos dejar de lado las situaciones
de interacción comunicativa que aproximan los tiempos pese a estar aferradas al pasado.
Por lo tanto, para comprender la construcción discursiva aproximada a cada momento,
EL ESPAÑOL DE AMÉRICA ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVIII 270

necesitamos respaldar los cambios estructurales de la lengua no solo con datos históricos
precisos, sino con la visión pragmática del hacer lingüístico que dio lugar al texto, pues
en la comparación de los documentos de nuestro corpus, correspondientes a distintas
épocas, observamos cómo van cambiando lentamente no solo los rasgos sino las varia-
bles de la estructuración del discurso en su conjunto.
Por eso, para un estudio históricolingüístico en particular es necesario considerar pre-
viamente que los hechos que se suceden en una sociedad -tanto los lingüísticos como los
no lingüísticos que tienen cabida en ella- aportan cotidianamente a la lengua el material
que forja su historia, por lo que podemos decir que éste se vincula tanto con el mundo
que lo precede como con el presente y el futuro, a través del hacer ininterrumpido de sus
hombres, responsables de las variadas actividades y actitudes que se flexibilizan en cada
época y lugar de acuerdo a sus necesidades comunicativas.

Al respecto observa Antonio Briz (1998: 25):


La lengua varía en el tiempo (variedad diacrónica), en el espacio (variedad
diatópica), según las características de los usuarios (variedad diastrática) y la si-
tuación de comunicación (variedad diafásica). De las citadas variedades resultan,
respectivamente, estados sincrónicos diferentes a lo largo de la historia de la len-
gua, dialectos, sociolectos y registros. Estos últimos son, así pues, modalidades
de uso determinados por el contexto comunicativo. Ese contexto de comunica-
ción regula y marca de algún modo las conductas lingüísticas y extralingüísticas
de los hablantes, los cuales suelen esforzarse en acomodar en mayor o menor gra-
do sus actos diarios de comunicación a la situación precisa en que tienen lugar.
De aquí que es importante, para conocer los antecedentes y condicionamientos de las
distintas variaciones lingüísticas, encarar el estudio exhaustivo de documentos manus-
critos coloniales provenientes de archivos españoles e hispanoamericanos reconocidos,
que ofrecen textos oficiales e informales de índole diversa, desde mercedes, provisiones,
actas de cabildo, testamentos, cartas públicas y familiares, numerosas piezas judiciales,
etc., correspondientes a sucesivas etapas de la historia, en los cuales seguramente se han
grabado, en algún momento, un número apreciable de relaciones directas entre los ha-
blantes de diferentes regiones de América y de España.
Es decir que, para lograr una información más o menos exhaustiva del contexto de-
terminante de cada momento histórico y de las situaciones comunicativas que les tocó
afrontar a nuestros antepasados, conviene, sin duda, señalar los recursos pragmalin-
güísticos que se utilizaban en las diferentes construcciones discursivas. Pero para el
caso debemos aclarar que ello no significa que en este abordaje nos inclinemos a olvidar
los detalles filológicos que determinan la constitución de una lengua, sino que -por el
contrario- consideramos que el investigador debe atender en su estudio los distintos
tipos de elementos que intervienen, para poder rescatar todos los estadios de la lengua y
ofrecer a las generaciones contemporáneas -a partir de la lingüística histórica-, un apor-
te valioso en beneficio de una mejor comprensión del discurso de la época que fuera.
271 MESAS REDONDAS

Los primeros estudios específicos a la lengua en América


Podríamos decir que con la aplicación del enfoque antes planteado se inicia una nueva
modalidad de estudio sobre la historia del español de América. Durante mucho tiempo
las investigaciones al respecto se habían basado, casi exclusivamente, en datos acerca de
cambios en cierne y observaciones sincrónicas de las variedades del territorio americano
proporcionados por historiadores españoles o hispanoamericanos. Muchos estuvieron
ciertamente respaldados por estudios lingüísticos valiosos como el de Rufino José Cuer-
vo (1955) sobre las Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano. Con frecuente
referencia al de los países de Hispanoamérica, Bogotá, ICC, que atendían específica-
mente lo americano o por algunas investigaciones de las posibles influencias de las len-
guas indígenas, como la teoría de Rodolfo Lenz en Chile sobre el contacto interlenguas
araucano-español desde fines del siglo XIX hasta 1930. Pero la necesidad de atender la
problemática histórica del español de América con seguridad de datos se define alrede-
dor de 1980, a partir de algunas publicaciones en las que se habría tenido en cuenta por
primera vez el punto de vista diacrónico. Al respecto son muy importantes los aportes de
Tomás Buesa y de Guillermo L. Guitarte en las Perspectivas de la Investigación Lingüís-
tica en Hispanoamérica (1980), como parte de la Memoria de la reunión científica que
organizara Juan M. Lope Blanch en México, en la cual se destaca la necesidad del trata-
miento diacrónico en los estudios lingüísticos a emprender en el continente americano.
En esa época, además, otros lingüistas preocupados por la temática hispanoamericana
en general como Manuel Alvar y Germán de Granda demuestran su interés en el enfoque
histórico a través de numerosos trabajos. Sin embargo la coincidencia en ese mismo año
de un acontecimiento importante, el de la realización del VIII Congreso Internacional de
la ALFAL en Tucumán (Argentina), en una de cuyas reuniones se decidió la conforma-
ción de una comisión que se abocaría a la búsqueda y transcripción de documentos colo-
niales de América, constituyó el inicio de la compilación y el tratamiento sistemático de
los Documentos para la historia lingüística de Hispanoamérica. Canarias y Andalucía.
Siglos XVI al XVIII 1, por un grupo de investigadores españoles e hispanoamericanos
(entre los cuales me incluyo) con la coordinación de María Beatriz Fontanella de Wein-
berg dentro del marco de los Proyectos de investigación de la ALFAL. Esta tarea marcó
-sin duda- un punto de partida fundamental para una nueva manera de considerar el as-
pecto diacrónico en los estudios sobre el español americano.
Por cierto, el interés de la época por la revalorización del enfoque histórico se puso
en consonancia con la aspiración expresada por Dn. Rafael Lapesa en su conferencia
de apertura del III Congreso Internacional sobre el Español de América, en Valladolid,
1989, en cuanto a lograr una “visión conjunta y orgánica de un corpus de textos unitarios
y completos” para un estudio seguro y fidedigno de los rasgos del español. La opinión
del gran maestro, en cuanto a la necesidad de contar con “documentación segura con-
sultada”, significaba un avance “para cambiar radicalmente el modo de entender rasgos
fundamentales de la evolución seguida por la fonología del español en el Nuevo Mun-
do”. Pero no sólo se atendió en este orden, sino también en relación a lo morfosintáctico,
léxico-semántico y a los diversos cambios sociolingüísticos y pragmáticos que funda-
mentan la visión histórico-lingüística.
EL ESPAÑOL DE AMÉRICA ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVIII 272

Con características del español peninsular y que poco a poco fueron adquiriendo pe-
culiaridades propias (Lapesa, 1991:8), la modalidad hispanoamericana detectada en los
manuscritos del Archivo General de Indias y de los de los archivos históricos del conti-
nente americano comienza a ofrecer un rico caudal de aspectos de la lengua en el período
colonial, prolegómeno complejo del español de América. Las palabras de Lapesa, volca-
das en las Actas del referido III Congreso del Español de América (1991: 11-12), de las
que sobresaliera su expresión de anhelo de “¡Qué gran cosa sería disponer de un instru-
mento así para cada país o grupo de países americanos! ¡Cuánto ayudaría para diseñar su
historia lingüística!” movieron a establecer un firme compromiso entre los historiadores
de la lengua española en América. Su advertencia acerca de la necesidad de emprender
“una colección de Documentos Lingüísticos de Hispanoamérica semejante a la que Me-
néndez Pidal proyectó para el español medieval” selló el compromiso asumido por los
investigadores que ya habían iniciado con entusiasmo la recopilación de los Documentos
para la historia de América, Canarias y Andalucía antes citado.
El primer volumen fue publicado por la Real Academia Española en 1993 y pasó a ser
uno de los referentes importantes en la Historia de la Lengua Española. Era ésta una las
primeras ediciones de manuscritos coloniales fidedignos, transcriptos con respeto hacia
sus formas abreviadas, sus ligaduras, sus mayúsculas asistemáticas, sus diferencias orto-
gráficas y su falta de signos de puntuación.
Con la intención de proporcionar un amplio corpus de documentación para quienes
precisaran este material para sus trabajos y que deseen valorar los datos lingüísticos que
ofrecen e interpretar lo que allí se expone, se reunieron en el primer volumen y en los pos-
teriores textos correspondientes a distintas épocas y países. Por cierto estos documentos
despertaron mucho interés entre los investigadores de todo el mundo y se produjo una
cantidad apreciable de trabajos en los distintos centros de donde provienen los investiga-
dores inscriptos en el mencionado Proyecto.
Además de Beatriz Fontanella de Weinberg, fue asimismo promotor de esta iniciativa
Juan M. Lope Blanch, a quien siguieron varios estudiosos mexicanos o radicados en
México como Concepción Company Company, quien en 1994 ofreciera los Documentos
lingüísticos de la Nueva España. Pero el entusiasmo por los estudios sobre la evolución
del español de América abarcó asimismo otras regiones, como el de Miguel Quesada Pa-
checo (1990). El español colonial de Costa Rica, la investigación de Mercedes Román
(1994) sobre El español dominicano en el siglo XVIII. Análisis lingüístico de la Historia
de la conquista de la isla española de Sto. Domingo de L. J. Peguero, la tesis doctoral de
Juan Pedro Sánchez (1998), sobre la Aproximación histórica al español de Venezuela y
Ecuador durante los siglos XVII y XVIII, la que resultó del estudio de una buena cantidad
de documentos de esos países. Actualmente el Proyecto Internacional de Estudio Histó-
rico del Español de América, Canarias y Andalucía, cuya responsabilidad de coordina-
ción está a mi cargo desde 1997, luego del fallecimiento de Beatriz Fontanella, continúa
el trabajo conjunto con la mayoría de los integrantes que se reunieron en 1987, aunque
en los últimos años se incorporaron otros investigadores que recopilaron documentos de
otros países y regiones dentro de países ya considerados, como puede observarse en el
caso de la Argentina, de Bolivia, México.
273 MESAS REDONDAS

Para informar respecto de la marcha de la investigación, en 1996 se publicó un peque-


ño libro con los Avances del Proyecto Histórico del Español de América, donde es po-
sible consultar todo lo que hicieron hasta entonces los investigadores del Proyecto. Más
adelante se establecieron nuevos nexos científicos como por ejemplo el que se formó
entre las Universidades de Heidelberg y de Tucumán, con intercambio de investigadores
para el tratamiento de los temas que se publicaron luego en Estudios sobre la historia
del español de América I (1998) y Estudios sobre la historia del español de América
II (1999) y se hizo entrecruzamiento de información gracias a la página Web que creó
Antonio García Español para este Proyecto coordinado sobre la historia del español en
América, Canarias y Andalucía, desde la Universidad de Rovira Virgili (http://pizarro.
fll.urv.es/proyecto.htm). En los últimos años los trabajos de los integrantes del Proyecto
se publicaron en sus propios centros de investigación y en otros organismos.

La consulta de los documentos


La posibilidad que se abrió a los historiadores de la lengua, en cuanto a contar con
fuentes originales para sus trabajos de investigación, llevó a muchos a considerar im-
prescindible su consulta para obtener o asegurar la información lingüística correspon-
diente a las distintas etapas del español en general y del español americano en especial, y
ello estimuló muchos nuevos trabajos. Al respecto opina Claudia Parodi (1995: 23):
El estudio de manuscritos originales redactados en América proporciona in-
formación sobre los cambios lingüísticos del español en distintas regiones ameri-
canas en que éstos se escribieron. Asimismo, este tipo de estudio permite determi-
nar qué dialectos peninsulares pasaron a América y desde cuando se puede hablar
de un español americano, distinto del peninsular. [...]
La interpretación de textos originales es una de las varias maneras, quizás la
más segura, de estudiar diacrónicamente una lengua, [...]
La transcripción cuidada de los textos históricos comenzó así a representar una ayuda
fiable para el estudio de la transformación de los distintos elementos lingüísticos a través
del tiempo, para señalar los momentos relativamente precisos en que se producen los
cambios y hasta para confirmar la originalidad territorial de algunos fenómenos y acep-
tar o no la coincidencia temporal con España.
Asimismo estos textos se vinculan en mayor o menor proporción con la vida cotidiana
y giran en torno de ella, aún sin proponérselo sus redactores, con una supuesta espon-
taneidad siempre presente, por lo que dan la posibilidad de encarar su estudio desde la
pragmalingüística histórica. Si bien los escritos más aptos para este tipo de investigación
son las cartas y los textos judiciales, en la mayoría de los documentos podemos encontrar
elementos que nos orientan hacia la oralidad.
El discurso no se asienta en una estructura estable y permanente, sino que, gracias a
una lengua como la nuestra, dinámica y cambiante, se reconstruye incesantemente, se
transforma con el paso del tiempo y supone una orientación determinada de acuerdo
EL ESPAÑOL DE AMÉRICA ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVIII 274

con las circunstancias concretas en que se inscribe y la interactividad de los hombres


que integran cada comunidad. De allí la necesidad de tener en cuenta el contexto en cada
construcción del discurso, de indagar cuáles fueron las estrategias y cómo se definió has-
ta ahora este proceso discursivo.
Es decir que podemos acercarnos a diversas situaciones discursivas de cualquier épo-
ca, teniendo en cuenta en primer término su entramado textual, para luego analizar el
papel del contexto no solo por el peso de la realidad circundante para una eficaz interpre-
tación de la formación lingüística de la sociedad que elegimos, sino porque nos da mayor
seguridad en la observación de las causas de algunos cambios y su afianzamiento o no en
la comunidad que nos interesa examinar lingüísticamente.
Pese a la distancia temporal, muchos actos del hombre de cualquier época que fuera no
cambian fundamentalmente, sino que coinciden con los de sus antecesores; por lo que no
obstante la manifestación de los cambios fonológicos, morfosintácticos y léxicos, lo dis-
cursivo constituye un puente entre las distintas centurias. Le cabe al estudioso la respon-
sabilidad de recomponer el escenario preciso de acuerdo a los datos históricos con que se
cuente y las inferencias que puedan realizarse de acuerdo al conocimiento del mundo.

La construcción de la historia lingüística hispanoamericana


Por cierto, la historia que podemos construir a través del análisis de textos originales
de los integrantes de una sociedad está ligada estrechamente a la vida cotidiana por una
serie de hechos que acontecieron en un momento determinado y cuya única perspectiva
de análisis, más allá de lo inmediato, es la que se muestra en los documentos de la época.
Por ello en nuestro caso conviene examinar las características de sus habitantes a tra-
vés de los Documentos Coloniales, aunque cuando comenzamos a leer los textos adver-
timos que la escritura de los manuscritos corresponde -preferentemente- a pobladores
españoles o criollos medianamente cultos, quienes eran los únicos que sabían escribir en
la región sur del territorio americano. Hasta las firmas que rubrican los documentos judi-
ciales, que aparentemente son de puño y letra de los indígenas, pertenecían casi siempre
a españoles, muchas veces no identificados.
Para observar algunas de las características posibles, en esta oportunidad recurrire-
mos a dos cartas familiares, ya que este tipo de escritos ofrecen pantallas en las que pue-
de verse nítidamente la composición y comportamiento de la familia, lo que atañe al
individuo y, en consecuencia, los distintos elementos gramaticales y pragmalingüísticos
que constituían el discurso en cada situación comunicativa.
Las dos cartas seleccionadas, redactadas a fines del siglo XVIII se dirigen a parientes
muy cercanos: cuñado (llamado “hermano”) en un caso y marido en el otro y se ini-
cian con referencias afectuosas hacia los destinatarios (“querido hermano”, “mi amado
esposo”). Sin embargo en la primera podemos advertir el empleo de algunos términos
actualmente en desuso, así como los elementos a los que se refieren: “tisana”, “baños
en tina”, así como “Vmd” para el trato de un cuñado, al que el darle la denominación de
275 MESAS REDONDAS

“hermano” puede significar la utilización de un recurso de atenuación y la pronunciación


de reumatismo (“romatismo”).
En la segunda, de mayor extensión, observamos otros elementos que actualmente
han cambiado, tanto en cuanto a la construcción gramatical, confusa y repetitiva, po-
siblemente debida a un nivel sociocultural bajo del que escribe, quien no apocopa el
adjetivo grande antepuesto al sustantivo en “con el grrande golpe de la noticia” y utiliza
perífrasis verbales no corrientes en la actualidad. Con valor de futuro: “le e de estimar”,
“a de esperar”, “ce las a de trraer “; como hipotético: “abia de entrregar la plata”, con va-
lor de condicional: “pues a no ser echo”, y entre otros usos verbales desprestigiados en
nuestros días, el del presente plural de ser para enunciar fechas: “oy somos beinte y trre
de diciembre” . Por otra parte, la ortografía de “ll” en casos en que en la actualidad llevan
y y de “c”, por s, o “s” por c, advierten sobre confusiones debidas al yeísmo y al seseo
que se habían impuesto en Buenos Aires en la época de estas cartas: “sulla”, “llo”, “lla”,
“noticia”, “misericordioso”, “ofrecer”, “aser”, “mucica”, “osiosidad”, etc. El léxico
ocupa otro renglón importante. En especial se distingue la variación semántica de algu-
nas formas léxicas. Por ejemplo: “estimar”, por nuestro actual agradecer, ofrece varios
ejemplos: “asi le e de estimar le escrriba aparte a mi conpadre el Cura estimandole este
fabor”, “estimele de mi parte a Da Tomasa qe lla estoy tomando Mate en su nombre”; “le
e de estimar qe con el qe es persona segura me mande...” También observamos la acep-
ción de “memorias” por nuestros recuerdos o saludos de hoy: “memorias de todos los
yjos de Maria Josefa”, “memorias de todas las ermanas tias y prrimas.” Y registramos
en la despedida otra variación de sentido, la de “despachar” por desocupar : “llo quedo
Rogando à Dios lo saque con bien de todos sus asuntos y ce despache quanto antes para
qe nos beamos”
Los cambios terminológicos se evidencian en cuanto a la moneda en uso (“reales”):
“me mande algunos Riales si es cosa qe puede qe estoy debiendo y quiero pagar”, o las
medidas de peso: “trres tersios de yerba y las aRobas qe tubieron”. Pero también es va-
lorable otro aspecto en el análisis pragmalingüístico epistolar: el de la construcción del
ambiente familiar de época, por medio de elementos varios que permiten calar en las
costumbres y creencias de la época colonial e inferir situaciones comunicativas diversas,
por ejemplo a partir de los sentimientos expresados en torno al fallecimiento de un pa-
riente, al luto, a las creencias y las costumbres religiosas, según tenemos la oportunidad
de observarlo en la segunda carta que ofrecemos.
A modo de conclusión, debemos reiterar que son numerosos los aspectos de orden so-
cial y lingüístico dignos de tener en cuenta para rescatar lo más importante de estos docu-
mentos que ahora ocupan nuestra atención. Por eso es imprescindible auscultar no solo
en sus costumbres diarias, en sus actividades y profesiones, sino también en sus creen-
cias religiosas, en su trato familiar, en la situación económica personal o en relación al
lugar donde viven. En lo que respecta a lo lingüístico, aparte de los rasgos fonético-fo-
nológicos y morfosintácticos, es riquísimo el material léxico que podemos distinguir
en los textos coloniales en general, el que ayuda a interpretar mejor la realidad de cada
momento histórico.
EL ESPAÑOL DE AMÉRICA ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVIII 276

Carta De María Aurelia Ros (Criolla), A Su Cuñado Manuel De Basavilbaso


(1779). A.G.N., Sucesiones 4310.
(Publicado en A.H.T., Fontanella de Weinberg, B (1993): Documentos para la Histo-
ria Lingüística de Hispanoamérica. Siglos XVI al XVIII, Madrid, RAE, 411.-412).
Sr Dn Manl de Basavilbaso
Querido Ermano, pr hallarme tan enferma del romatismo, à determinado Ferreros, el
q desde mañana enpiese à tomar una tisana, p.a despues tomar los baños en tina, y pr
e

hallarme en la ocasion sin dinero, pa tomar una, qe seme proporciona el comprar paso à
molestar à Vmd, suplicandole me haga fabor de mandarme 12 ps. fabor qe espero de Vd.

Ntro Sr Gue a Vd ms as
Enero 22 de 1779
Su Ermana qe corason le estima
Ma Aua Ros

Carta De María Bonifacia Carballo (Criolla), A Su Esposo (1789).


A.G.N., IX, 18-10-2
(Publicado en A.H.T., Fontanella de Weinberg, B (1993): Documentos para la Histo-
ria Lingüística de Hispanoamérica. Siglos XVI al XVIII, Madrid, RAE, 263).

Mi amado esposo Resibi la sulla con el grrande golpe de la notisia de la muerte de mi


ermano pues a no ser echo por Dios no se podria soportar pero el es dueño de todo pue
junto con la notisia se me ocurieron tantas cosas pero como Dios es tan micericordioso
luego qe supo la noticia mi Conpadre el Cura Gusman ce me bino a ofrreser para cantarle
una misa de onRas en su ilesia sin interes ninguno pues no tube mas que buscar llo qe la
mucica la qe se iso con toda solenidad lo qe me a serbido de mucho consuelo pues echo lo
qe me correspondia aser con mi ermano y asi le e de estimar le escrriba aparte a mi conpa-
dre el Cura estimandole este fabor.
Dn Grrabiel me dio para luto para mi y para Maria Josefa y la crriada y para los niñitos
no me quiso me dijo qe era osiosidad pero llo les e teñido los unicos calsones de color qe
tenian del paño qe les deja su tio y asi los e Remediado por aora.
Resibí los trres tercios de ierba y el Cagonsito y luego abrri el del Regalo y a salido co-
mo de manos estimele de mi parte a Da Tomasa qe lla estoy tomando Mate en su nombre
y con los otrros me yre supliendo poco à poco esabido qe salas esta para benir le e de esti-
mar qe con el qe es persona segura me mande algunos Riales si es cosa qe puede qe estoy
debiendo y quiero pagar.
dise bentura qe le aga fabor de mandarle en primera ocasion el tercio de irba y las es-
teras qe no se olbide qe esta necesitada y la funsion de la birgen lla serca qe para entonses
quiere la yerba.
277 MESAS REDONDAS

dise mi madre ugenia qe le aga fabor de buscarle la carta qe le dio al difunto qe fue la qe
le cerbia de obligasion de lo qe le debia pedro Antonio Miere y un papel donde costa aber
Resibido de cuenta de Mieres trres tersios de yerba y las aRobas qe tubieron qe le busque
esos papeles y se los guarde y qe si puede usted cobrrarle algo qe lo aga de por [...] pues el
difunto le abia escrrito qe le abia dicho Mieres qe dentro de pocos dias le abia de entrregar
la plata qe quisas consige algo.
memorias de todos los yjos de Maria Josefa de frranco de grregorio de pero Antonio
de Maria frran.ca y dise Maria Josefa qe le mande las ebillas con alguna persona segura qe
quando a de esperar tanto memorias de todas las ermanas tias y prrimas y en pararticular
de mama ugenia y de monica y de las mieres y dise bentura qe con salas le mande sus en-
comiendas qe disiendole qe es para ella ce las a de trraer con buena boluntad.
llo quedo Rogando à Dios lo saque con bien de todos sus asuntos y ce despache quanto
antes para qe nos beamos.
oy somos beinte y trre de diciembre su esposa qe le estima.

Maria Bonifasia Carballo


EL ESPAÑOL DE AMÉRICA ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVIII 278
279 MESAS REDONDAS

BIBLIOGRAFÍA

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281 MESAS REDONDAS

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EL ESPAÑOL DE AMÉRICA ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVIII 282
283 MESAS REDONDAS

NOTAS

1
Los dos primeros volúmenes ya fueron publicados por la RAE. El segundo tomo de Documentos para la
historia lingüística de Hispanoamérica, Siglos XVI a XVIII, compilación y coord. gral. de Elena Rojas Mayer,
se encuentra además en CD y se publicó en papel en 2001. Reúne material de archivo provisto por investigadores
hispánicos e hispanoamericanos que integran actualmente la Comisión. Los documentos corresponden a: I, Ca-
narias (Las Palmas de Gran Canaria y Tenerife), siglos XVI - XVIII), con la coordinación de José Antonio Samper
de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Javier Medina, de la Universidad de La Laguna (España); II,
Cuba (siglos XVI - XVIII), con la coordinación de Antonio García Español, de la Universidad de Rovira Virgili,
Tarragona (España); III, Costa Rica (siglos XVI - XVIII) y Guatemala (siglo XVII), a cargo de Miguel Quesada
Pacheco, de la Universidad de Bergen (Noruega); IV, Venezuela (siglos XVI a XVIII), con la coordinación de Ma-
ría Josefina Tejera, Universidad Central de Venezuela, Caracas (Venezuela); V, Reino de Nueva Granada (Colom-
bia) (siglos XVI a XVIII), por Micaela Carrera de la Red, de la Universidad de Valladolid (España); VI, Ecuador
(siglos XVII a XVIII), por Juan Sánchez, de la Universidad de Valencia (España); VII, Paraguay (siglos XVII a
XVIII), con la coordinación de Francisco Gimeno Menéndez, de la Universidad de Alicante (España); VIII, Esta-
dos Unidos de Norteamérica (siglo XVIII) por Claudia Parodi, Universidad de California (U.S.A.) y IX, México
(siglo XVIII), por Juan Miguel Lope Blanch, de la Universidad Nacional Autónoma de México, (México). Ade-
más se cuenta con un CD III, que se encuentra desde hace tres años en la RAE para su publicación en papel, pero
aún no se concretó. En éste, además de proporcionar material de otros países que no habían participado anterior-
mente, se amplían los documentos que correspondían solo a una o dos provincias de cada país, y se incluyen varias
provincias más de cada uno.
285 MESAS REDONDAS

Estudios sobre el español de América

TRABAJOS GEOLINGÜÍSTICOS DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA

Pilar García Mouton


(CSIC)

En primer lugar, quiero agradecer expresivamente, en la persona de César Hernán-


dez, la invitación que me han hecho los organizadores de este VI Congreso Internacional
El español de América, lo que me permite compartir este encuentro con maestros, cole-
gas y amigos.
Hablar sobre el español de América supone un nivel de abstracción grande y resulta
difícil no caer en la tentación de repetir cosas ya dichas. Comparto esta Mesa redonda con
personas muy caracterizadas en el conocimiento del español americano que hablarán de
proyectos conocidos para estudiar diacrónica y sincrónicamente aspectos gramaticales
y de disponibilidad léxica, importantes proyectos de lexicografía, redes de variación so-
ciolingüística, etc. Considero que mi participación debe estar relacionada con los traba-
jos de Geolingüística que se han hecho o están planificados para el español de América,
que pertenecen a la parte más cercana a mi experiencia profesional.

La Geografía Lingüística se ha planteado en América como una metodología tras-


plantada, metodología europea, en principio, centrada en el estudio de la lengua en el es-
pacio, y ligada, por tanto, a la arealidad de la lengua. Desde el primer momento se cues-
tionó la adecuación de la metodología geolingüística a un medio como el americano, que
reúne unas características tan diferentes a las del europeo, con grandes desplazamientos
demográficos, con capas superpuestas de población en distintas cronologías, con una
situación significativa de lenguas en contacto, etc.
En Europa, la Geografía Lingüística ha seguido una evolución conocida. La primera
etapa fue la constituida por los grandes atlas nacionales, como el Atlas Linguistique de la
France de Gilliéron y Edmont, atlas de gran dominio, más bien fonéticos; la segunda eta-
pa, la de los atlas regionales, de pequeño dominio, atlas lingüísticos y etnográficos como
los que ideó Albert Dauzat para el Nouvel atlas linguistique de la France par régions, o
del tipo de los atlas que Manuel Alvar planteó para España, herederos ya del Atlas ita-
TRABAJOS GEOLINGÜÍSTICOS DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA 286

lo-suizo de Karl Jaberg y Jakob Jud. Una mezcla metodológica de estas dos etapas es lo
que quiso ser el malogrado Atlas Lingüístico de la Península Ibérica dirigido por Tomás
Navarro Tomás.
Después ya, atlas más pequeños, especializados, atlas de mínimo dominio -como el de
Cantabria-, y finalmente macroatlas, atlas de gran territorio, interpretativos, con mapas
elaborados, como el Atlas Linguistique Roman o el Atlas Linguarum Europae1. Junto a
ellos, otros desarrollos, como el Atlas parlant, atlas con sonido, para las áreas románicas
de Suiza y el norte de Italia, dirigido por Hans Goebl2, o el Atlas Lingüístico de Sicilia, de
Giovanni Ruffino3, con una fuerte dimensión sociolingüística.
A los dominios del español de América la Geolingüística llegó de la mano de Tomás
Navarro Tomás, quien aplicó en Puerto Rico la metodología del ALPI y cuya obra El
español en Puerto Rico. Contribución a la geografía lingüística hispanoamericana ha
sido reeditada con rigor y mimo por María Vaquero4. No conviene olvidar que su Cues-
tionario lingüístico hispanoamericano fue, en su día, el germen del primer proyecto de
una acción de conjunto sobre el español de América, si bien Schädel, el lingüista de la Es-
cuela de Hamburgo, había hablado antes de la posibilidad de hacer un atlas lingüístico,
fonético, de España y también de América.
Los primeros atlas lingüísticos americanos se hicieron como adaptación de la meto-
dología francesa, previamente aclimatada en España5. Así se hizo el esfuerzo enorme
que supuso el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Colombia (ALEC) de Luis Flores, ase-
sorado, entre otros lingüistas, por Tomás Navarro Tomás, Manuel Alvar y Tomás Buesa,
atlas de gran dominio, por las dimensiones del territorio estudiado, y el Atlas Lingüístico
y Etnográfico del Sur de Chile (ALESuCh) de Guillermo Araya, herederos ambos de los
avances del método Wörter und Sachen.
Al Atlas Lingüístico de Hispanoamérica, la gran empresa diseñada por los maestros
Manuel Alvar y Antonio Quilis6, se le han puesto los inconvenientes que se ponen a todo
atlas de gran -en este caso, de enorme- dominio. Un dominio casi imposible de abarcar,
por más que se haya contado con la tenacidad de sus directores y con magníficos equipos
que desarrollaron una labor de ámbito nacional: para corroborarlo está aquí Rocío Cara-
vedo, responsable de los trabajos en el Perú; debería estar con nosotros María Vaquero,
responsable de los trabajos en El Caribe, y también Claudio Wagner, coordinador del
equipo chileno. Como corresponde a un atlas de grandísimo dominio, su cuestionario es
general y, desde cada zona, se considera que deja pasar mucha información. Y es cierto.
Pero cuánto daríamos por tenerlo totalmente terminado. Desde el año 2000 han ido apa-
reciendo los volúmenes monográficos de Manuel Alvar dedicados al español del sur de
los Estados Unidos, al de la República Dominicana, al de Paraguay, al de Venezuela7.
Pero quedan muchos materiales inéditos: Antonio Quilis publicó una relación actualiza-
da del estado de las encuestas del atlas en el año 2000, en un anejo de la revista francesa
Géolinguistique dedicado a La géolinguistique en Amérique latine8.
Al tiempo que se desarrollaban los trabajos del ALH fueron surgiendo otros inno-
vadores, como el Atlas Lingüístico de México de Juan M. Lope Blanch -que partió de
la consideración del polimorfismo como característica irrenunciable y un alto grado de
287 MESAS REDONDAS

elaboración en sus mapas9-, o el Atlas Lingüístico Diatópico y Diastrático del Uruguay


(ADDU) de Harald Thun y Adolfo Elizaincín, que ha abierto camino a la geolingüística
pluridimensional, añadiendo a la consideración diatópica, la diastrática y la diafásica10.
Y no parece que la veta metodológica se considere agotada: en Chile se ha hecho un
atlas de mínimo dominio, el Atlas Lingüístico de la Provincia de Parinacota de Magda-
lena Contardo y Victoria Espinosa, de orientación sociodialectológica, y están avanza-
dos los trabajos de un atlas de gran dominio, el Atlas lingüístico-etnográfico de Chile por
regiones, dirigido por Claudio Wagner, que conjuga metodología tradicional e innova-
ciones sociolingüísticas; en la Argentina están terminados los trabajos de elaboración de
un atlas regional, el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Cuyo, dirigido por César Quiroga
Salcedo; en Paraguay, y en relación con el ADDU, Atlas del Uruguay, se han desarrolla-
do los trabajos de un atlas que estudia específicamente el contacto de lenguas, el Atlas
Lingüístico Guaraní-Románico, dirigido por Wolf Dietrich, Almidio Aquino y Harald
Thun, y hoy, junto a trabajos que elaboran los materiales recogidos, se plantean intere-
santes proyectos para estudiar de forma coordinada el español centroamericano. Miguel
Ángel Quesada Pacheco presenta bajo las siglas ALAC, Atlas Lingüístico de América
Central11, una investigación compartida por la Universidad de Costa Rica y la de Bergen
(Noruega), que incluirá Costa Rica, El Salvador y Nicaragua.
Es evidente que la Geografía Lingüística sigue pareciendo a la comunidad académica
una metodología válida para recoger materiales comparables, y resulta estimulante ver
cómo esa metodología se está actualizando en América -de forma semejante a lo que
ha ocurrido en Europa- y, para ello, combina sus marcas de identidad con enfoques de
orientación sociolingüística. De esta experiencia saldrán, como ya se puede ver por los
primeros trabajos, resultados interesantes que, además de matizar la arealidad de las rea-
lizaciones, van a permitir la observación de las tendencias del cambio lingüístico. Ahora
bien, se correría un serio riesgo si la adopción de estas saludables novedades metodoló-
gicas conllevase una relajación en el método, que debe mantener el rigor irrenunciable
del trabajo de campo bien hecho.
En América conviven, pues, todas las tendencias geolingüísticas en un sincretismo
productivo. Los atlas lingüísticos, sobre todo en unos territorios como los americanos,
que a veces pueden carecer de una primera descripción fiable, deberían preocuparse por
conservar su primer valor como archivos descriptivos de la variación lingüística en el
espacio. Cubierta esta primera misión, todo lo que suponga ampliar su cobertura pluri-
dimensional resultará un valor añadido. La cartografía informática apoyada en bases de
datos gráficos y sonoros propiciará la disponibilidad de los datos lingüísticos del español
americano para el futuro.
TRABAJOS GEOLINGÜÍSTICOS DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA 288
289 MESAS REDONDAS

NOTAS

1
P. García Mouton, “El Atlas Linguistique Roman (AliR): historia y características de un proyecto europeo”,
en Lengua, variación y contexto. Estudios dedicados a Humberto López Morales, Madrid, Arco Libros, 2003, pp.
611-624.
2
Atlante linguistico del ladino dolomitico e dei dialetti limitrofi, Wiesbaden, Ludwig Reichert Verlag, 1998.
3
Percorsi di geografia lingüística: idee per un atlante siciliano della cultura dialettale e dell’ italiano regio-
nale, Palermo, Centro di Studi Filologici e Linguistici Siciliani, 1995.
4
Río Piedras, Ed. Universitaria, Univ. de Puerto Rico, 1974. La edición facs. con estudios introductorios de
María Vaquero es de 1999.
5
P. García Mouton, “Sobre geografía lingüística del español de América”, El español de América, RFE,
LXXII, 3-4, 1992, pp. 699-713.
6
M. Alvar - A. Quilis, Atlas Lingüístico de Hispanoamérica. Cuestionario [estudios preliminares de M. Al-
var], Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1984.
7
M. Alvar, El español en el Sur de Estados Unidos. Estudios, encuestas, textos y , El español en la República
Dominicana. Estudios, encuestas, textos, Univ. de Alcalá-La Goleta ed., 2000, El español en Venezuela. Estudios,
mapas, textos, I-III, y El español en Paraguay. Estudios, encuestas, textos, ibid., 2001.
8
V. La géolinguistique en Amérique latine,[hors série nº2 de Géolinguistique, 2001-2002], especialmente An-
tonio Quilis, «Les travaux de l’ Atlas Lingüístico de Hispanoamérica», pp. 187-195 y María Vaquero de Ramírez,
«La géolinguistique hispanique aux Caraïbes», pp. 7-31.
9
“Atlas Linguistique du Mexique”, La géolinguistique en... cit., pp. 127-141.
10
Harald Thun, “L’Atlas Linguistique Diatopique et Diastratique de l’Uruguay (ADDU)”, ibid., pp. 169-185.
11
V. http://atlaslinguistico.blogspot.com. En ese marco están previstos un Atlas Lingüístico pluridimensional
de El Salvador, de Raúl Ernesto Azcunaga, y un Atlas Lingüístico pluridimensional de Nicaragua, de María Auxi-
liadora Rosales Solís.
291 MESAS REDONDAS

Estudios sobre el español de América

ESTADO ACTUAL Y PERSPECTIVAS DEL PROYECTO ATEFONHA


(ANTOLOGÍA DE TEXTOS FONÉTICOS HISPANO-AMERICANOS)

Félix Fernández de Castro


(Universidad de Oviedo)

Origen del proyecto


El proyecto se originó hace seis años, cuando empecé a impartir clases de la asigna-
tura “Español de América” en la Universidad de Oviedo. Muy pronto eché de menos en
las clases alguna antología donde figuraran textos de diversos lugares de América trans-
critos fonéticamente. El único precedente era la Antología panhispánica de Don Manuel
Alvar (Alvar: 1960), pero la investigación y recogida de datos había avanzado mucho
desde esa obra (en buena medida, por cierto, gracias al mismo Alvar, responsable del
27% de los materiales que he conseguido reunir hasta hoy), y parecía deseable encon-
trar y recopilar textos transcritos con un nivel científico homogéneo para toda América,
algo que no le había sido posible a Alvar, como explicaba en el prólogo a esta obra, al
referirse a las limitaciones con que la reunió. Estas limitaciones le habían obligado a
colocar transcripciones fonéticas del máximo rigor, como las de Espinosa y Navarro,
junto a fragmentos de literatura costumbrista de aquellas zonas en las cuales no disponía
de muestras equivalentes, y yo pensé que restringiéndome al español de América (EA),
quizás valiera la pena reunir lo transcrito desde entonces.
Quizás una de las razones por las que este hueco bibliográfico no ha sido llenado aún
es que hoy en día no están de moda las transcripciones fonéticas con que los antiguos
dialectólogos, especialmente Navarro y sus discípulos, ilustraban sus monografías y
estudios dialectales. La sociolingüística prefiere centrarse en el estudio estadístico de
rasgos diferenciales, y ya no le vale la “foto” lingüística de un individuo, sino el estudio
matematizado de los rasgos diferenciales de un grupo; sin embargo, creo que en el fon-
do todos seguimos necesitando esa foto, por poco científica que ahora se la considere.
Cuando se recopilan materiales para la Norma Culta (salvo alguna honrosa y laboriosí-
sima excepción) se impone, por razones prácticas, el nivel de transcripción ortográfica.
ESTADO ACTUAL Y PERSPECTIVAS DEL PROYECTO ATEFONHA 292

El problema es que limitándose a este nivel sólo puede estudiarse la variación mofosin-
táctica, la léxica y los niveles superiores, pero se excluye de raíz el plano fonético, y ade-
más quedan enmascaradas variaciones alomórficas importantes (¿cómo entender, por
ejemplo, el uso de los pronombres personales en el Caribe sin constatar adecuadamente
la caída de /-s/ y de /-n/?).
Todo esto refuerza la necesidad de un muestrario de textos, lo más variados y repre-
sentativos posible, donde gracias a la transcripción puedan estudiarse rasgos del espa-
ñol de América en todos los niveles. Es cierto que no hay dos transcripciones fonéticas
iguales: varía mucho su “anchura” o “estrechez”, y al menos hasta los 1970 variaron
muchísimo también los alfabetos fonéticos y la forma de aplicarlos. Pero parece que
vale la pena enfrentarse a estos problemas operativos y ofrecer, si no al investigador, sí al
profesor y al estudiante, una herramienta mínimamente homogénea en su metodología
y representatividad. En última instancia, es un homenaje merecido a todos los dialec-
tólogos que se dedicaron a una labor tan dura como es la transcripción de textos, hoy
dispersos, y cuya repercusión se vio después truncada por la hegemonía avasalladora de
la estadística moderna.

Metodología y material utilizado


Hasta ahora (octubre del 2005) se han recopilado muestras de diversos lugares de
América recogidas en 45 trabajos distintos. En esa cifra hay materiales muy variados:
desde el centenar largo de transcripciones de Alvar en el atlas de Venezuela (Alvar:
2001), hasta los párrafos sueltos que adornan algunos artículos antiguos de dialectología.
El planteamiento inicial, más exigente, sólo admitía transcripciones fonéticas formales.
Con el tiempo se han ampliado los criterios, hasta admitir materiales muy diversos que
se mueven entre dos límites, aunque se sigue desechando lo que está por encima o por
debajo de ambas líneas:
293 MESAS REDONDAS

Quedarían fuera (por encima) de los límites de este trabajo los análisis de textos litera-
rios y costumbristas, donde el aprovechamiento estilístico de rasgos dialectales dificulta
su valoración estrictamente lingüística. Por debajo, en cambio, ha sido necesario excluir
los repertorios de palabras y frases inventariados en numerosos trabajos, dado que no
llegan a la categoría de textos, que es el tipo de objeto recopilado en este proyecto.
Entre ambos límites queda pues cualquier texto transcrito por un lingüista con la
intención de reflejar el plano de la expresión. Además de las transcripciones fonéticas
propias de la dialectología tradicional, este criterio da cabida a materiales recogidos por
investigadores o equipos en los que la lingüística se cruza con la sociología, la etnografía
o la antropología, como es muy frecuente que ocurra en la América hispana actual. La
única condición es que el autor se acoja a unas pautas regladas y explícitas de transcrip-
ción de la realidad fonética, incluso aunque no use un alfabeto fonético sensu strictu,
como es frecuente que ocurra por dificultades prácticas o técnicas, o por limitaciones
editoriales y de imprenta.

Lo conseguido hasta ahora


A continuación se resumen las cifras más significativas del estado en que actualmente
se halla el proyecto:
- Número de trabajos con materiales utilizados: 47.
- Número de autores del total de trabajos: 42.
Si son varios, se cuentan todos, pero no figuran más de una vez quienes firman más
de un trabajo.
- Países: todos menos Guatemala, Honduras y Costa Rica.
De los demás, la proporción de materiales es muy distinta, pero hay al menos una
mínima muestra inventariada; en general, las zonas más deficitarias son Andes y
Centroamérica;
- Número de textos: 371.
En realidad es una referencia muy poco indicativa, dada la extrema diferencia de
extensión que existe entre unos textos y otros.
- Nº de líneas de transcripción tipográfica o equivalente: 10.360.
Se trata de una unidad de medida un poco extravagante, pero había que cuantificar la
extensión de los materiales y no se me ha ocurrido otra mejor, ya que medir el núme-
ro de palabras es impracticable hasta no tener la transcripción ortográfica de todos
los textos.
Conviene señalar que esta medida, tal como se maneja aquí, es ponderada, no exacta;
si se transcriben versos octosílabos o afines, por ejemplo (caso de muchas muestras de
folklore, adivinanzas, romances), se cuenta una línea cada dos versos; si dos párrafos
de una página acaban en líneas que sólo llegan a la mitad, se resta una; y así se opera en
cada caso.
- Nº total mínimo de informantes involucrados: 219.
ESTADO ACTUAL Y PERSPECTIVAS DEL PROYECTO ATEFONHA 294

El adjetivo “mínimo” advierte aquí que, cuando no se especifican la(s) identidad(es)
de los informantes cuyas muestran se recogen, se cuentan como uno solo.
- Nº de informantes identificados o caracterizados: 180.
Se trata de un subconjunto del colectivo anterior, el formado por los informantes
que se individualizan e identifican mediante marcadores sociolingüísticos básicos
(edad, nivel sociocultural, profesión, residencia, sexo), aunque no lo sean con un
nombre propio.
- Nº total mínimo de lugares de encuesta (identificados o no): 144.
Al igual que en el inventario de informantes, se ha considerado aquí que los orígenes
de las muestras son siempre uno salvo que se indique.
A la vista de este resumen numérico de resultados, parece aceptable afirmar que existe
un auténtico corpus, disperso, sí, pero que no puede ser desaprovechado. Es cierto que
estos materiales son demasiado heterogéneos en su calidad, metodología, presentación
y objetivos como para satisfacer los requisitos de la sociolingüística moderna, pero no lo
es menos que su reunión constituye una especie de gigantesca encuesta colectiva, mante-
nida durante más de un siglo, y por personas que comparten una mínima base científica.

La homogeneización de los materiales


Quizás la decisión más importante que ha habido que tomar era la del formato final
de los materiales de la antología. Hasta los 1970 no empieza a predominar el uso del AFI
(Alfabeto Fonético Internacional) sobre el del ARFE (Alfabeto de la Revista de Filolo-
gía Española), y a esta dualidad anterior hay que sumarle la diversidad de criterios y ni-
veles de las diversas transcripciones. Aquí se ha optado por un nivel homogéneo, que en
la práctica será el de una transcripción ancha en AFI, aunque acompañada siempre con
una reproducción facsimilar de fragmentos representativos del original. A continuación
se muestran ejemplos de algunas transcripciones, ordenadas por sus características más
externas (tipo de alfabeto fonético utilizado, nivel de profundidad). La presentación de
materiales en la antología se hará con un criterio regional; aquí interesa sólo adelantar la
extrema heterogeneidad de formatos con que los investigadores han ido vertiendo sus
datos en el pasado:

ARFE (22 trabajos) AFI (16) OTROS (9)


Tipográfico (16) Tipográfico (12) Mixto (1)
Ancho (4) Ancho (9) Ortografía (8)
Estrecho (12) Estrecho (3) Ancho (6)
Manuscrito (6) Manuscrito (4) Estrecho (2)
Ancho (3) Ancho (0)
Estrecho (3) Estrecho (4)
295 MESAS REDONDAS

A continuación veremos pequeñas muestras de los tipos más representativos de este


catálogo, así como las dificultades específicas de cada una de ellas.

Transcripciones en ARFE
Veamos primero ejemplos de textos en ARFE publicados con tipos de imprenta. Es el
caso de Wagner: 1949, que ofrece transcripciones anchas en las que simplifica al máxi-
mo lo que toma de otros y lo registrado por él mismo. La siguiente corresponde al espa-
ñol mexicano:

Las muestras chilenas de Lenz: 1892 tienen un carácter casi fundacional, y han sido
adaptadas y retocadas en muchas ocasiones, pero se concibieron como estrechas:

Un tipo especial de muestra ARFE estrecha es el escogido por Isbăşescu: 1968, pro-
tagonista de una de las mayores aportaciones: unas 1.000 líneas procedentes de seis in-
formantes cubanos, con la peculiaridad de que los rasgos prosódicos se reflejan según la
pauta ortográfica (acentos incluidos):

Pero sin duda el tipo de muestra más importante en ARFE estrecho es el que final-
mente utilizó Alvar a partir de su monografía sobre Luisiana (Alvar: 1998). Hasta ahora
he podido reunir casi 2.500 líneas de transcripción en este formato, el 26% del total. El
ejemplo siguiente corresponde a los textos del Suroeste de USA (Alvar: 2000):
ESTADO ACTUAL Y PERSPECTIVAS DEL PROYECTO ATEFONHA 296

Ha habido ocasiones en que estudiosos que usaban el ARFE no dispusieron de asis-


tencia tipográfica y optaron por la caligrafía. Así lo hizo Alvar al principio, y en su mo-
nografía sobre Leticia, en Colombia (Alvar: 1977) encontramos el mismo tipo que en
la antología de textos andaluces de Gredos (Alvar & Llorente & Salvador: 1995). Pero
bastante tiempo antes, y en otra obra fundacional de la dialectología hispanoamericana,
la monografía sobre Puerto Rico de Don Tomás Navarro Tomás (Navarro: 1948; también
en Navarro: 1956, para una muestra de la República Dominicana), encontramos el recur-
so a esta solución, que al menos permitió a su autor plasmar los más finos detalles de su
transcripción:

Transcripciones en AFI
Disponemos de muchas transcripciones en AFI, pero en general se trata de aporta-
ciones más escasas y dispersas. En este apartado tienen un valor histórico varias mues-
tras aparecidas ocasionalmente, ya desde inicios del XX, en las páginas de la revista LE
MAÎTRE PHONÉTIQUE, título que tuvo durante décadas el órgano oficial de la Aso-
ciación de Fonética Internacional. Un ejemplo de éstas es la siguiente muestra de Zapata
sobre el español de Chile (Zapata: 1905), la cual, por cierto, resultaría de un nulo valor
dialectológico de no ser por el contrapunto normativista en que se apoya:
297 MESAS REDONDAS

Un caso especial es el de Bentivoglio & Sedano: 1997, con textos pequeños pero toma-
dos homogéneamente de varias capitales. La muestra siguiente corresponde a Bogotá:

Especial atención merecen las muestras de Quilis & Quilis Sanz: 2002. Se trata sin
duda de aportaciones del más alto nivel científico, de un extremado detallismo fonético,
y además se acompañan de un comentario lingüístico integral. Ojalá que los continuado-
res de la labor de Don Antonio Quilis puedan algún día seguir en este camino. El ejemplo
siguiente corresponde a una grabación nicaragüense:

Al igual que ocurría en el apartado anterior, también hay autores que debieron pu-
blicar manuscritas sus transcripciones en AFI. Es el caso de Rocío Caravedo, quien no
quiso renunciar a que su aportación limeña a la Norma Culta (Caravedo: 1989) abarcase
también, al menos en parte, el plano fonético, aunque debió limitarse a la reproducción
fotográfica de sus borradores de trabajo:

En cambio Haverbeck pudo reproducir sus textos de Atacama, en Chile (Haverbeck:


1992), con un AFI manuscrito más elaborado:
ESTADO ACTUAL Y PERSPECTIVAS DEL PROYECTO ATEFONHA 298

Otro recurso, seguido en dos recientes aportaciones sobre el español de Argentina, es


completar la tipografía normal, hasta donde pueda aprovecharse, con diacríticos aña-
didos a mano. Así lo hacen, por ejemplo, Massone y Borzone en sus textos en español
bonaerense (Massone & Borzone: 1985):

Las transcripciones «ortográficas»


Finalmente quiero presentar un tipo de transcripción que al principio me costaba acep-
tar en el proyecto, pero que cada vez me fue resultando más difícil rechazar. Se trata de
los casos en que lingüistas, o bien otros estudiosos afines, e igualmente interesados en un
reflejo más o menos fiel de la realidad oral, utilizan la ortografía convencional o «fone-
tizada» como sistema de representación. Supongo que en algún momento me di cuenta
de que, si bien presentaban algunos inconvenientes, mucho mayores eran las ventajas de
aprovechar lo que estos textos me ofrecían.
De hecho, el alfabeto convencional puede convertirse en un eficaz alfabeto fonético,
al menos para una transcripción ancha, siempre que se establezcan unas pautas previas
de equivalencia de los grafemas, y se eviten por tanto los casos de no biunivocidad entre
grafema y sonido. Así lo encontramos usado por Juana Pabla Pérez Tejedor en sus trans-
cripciones del palenquero colombiano (Pérez Tejedor: 2004):

Sin embargo, hay casos de este tipo en los que el autor utiliza la ortografía para hacer
una transcripción que podríamos llamar incluso más «estrecha», pero que al no sujetarse
al principio de biunivocidad requieren un filtrado muy atento de la información fonética
que aportan. Veamos, por ejemplo, la siguiente muestra del texto oral que tan minuciosa-
mente se analiza, a todos los niveles, en Mora: 1998, y que corresponde a un hablante de
Boyacá (Colombia):
299 MESAS REDONDAS

Parece claro que el autor ha querido dejar cuenta de detalles articulatorios bastante
precisos, que ningún profesor de EA desaprovecharía en un comentario en clase. Ahí
están la diptongación de apaliaban, la forma jue por fui ~ fue, guerjandá, endiaudaos,
habián. Sin embargo, al lado de esto encontramos sistemáticamente mantenidas la ‘c’ y
la ‘ll’ ortográficas. Es más: el profesor Mora ni siquiera menciona el seseo en su estudio
lingüístico. No deja de tener su lógica, pues en rigor el «seseo» como fenomeno lingüísti-
co, y no como mero desajuste ortográfico, sólo existe de verdad para un 5% escaso de los
hispanohablantes del mundo, los peninsulares septentrionales que aún distinguimos /s/
y /θ/. Para todos los demás es una cuestión totalmente «transparente», algo en lo que no
se repara. Y lo mismo, pero a una escala mucho mayor, ocurre con el «yeísmo». La trans-
cripción ortográfica, en la cual por cierto están vertidas cientos, quizás miles de páginas
de textos hispanoamericanos, al ser la preferida de muchos folkloristas e investigadores
de la literatura oral y popular, se revela así como una meta-herramienta poderosísima,
que nos permite conocer no sólo datos, sino también la propia percepción de los datos de
nuestros colegas americanos.
Para acabar, y dentro de este apartado, merece señalarse la transcripción ortográfica
«estrecha» practicada por Yolanda Lastra en sus investigaciones sobre el español popu-
lar y rural de México (Lastra: 1997). Se trata de un tipo de muestra especialmente ade-
cuado para la investigación sociolingüística y etnolingüística, las dos disciplinas en cuya
introducción esta autora ha jugado un papel tan importante. El reflejo de las variantes
permite su aprovechamiento como marcador cultural, y el formato ortográfico hace el
documento accesible a un público no especializado en fonética. A continuación se mues-
tra un texto tomado de San Miguel Allende, Guanajuato:

Parece que Lastra ha dado un paso más que Mora, pues no sólo encontramos refle-
jado toi, cái, pos, dispué, todo [por todos], yúdame, trai [por traer], psándale, etc. Lo
llamativo es que la autora, además, ha sido tan fiel que ha reflejado el plurimorfismo
del elemento formular entonces, reflejado en unas pocas líneas como Antons ~ entonce
~ Entons. Magnífico ejemplo de vocales caedizas, sí, pero, ¿qué podemos hacer con el
entonce de en medio? Siempre nos quedará la duda de si el hablante tuvo un ataque de
ceceo, una súbita ultracorrección, o simplemente que la ausencia del fenómeno más des-
tacable rebajó la atención sobre su fricativa por parte del transcriptor. Se trata, pues, de
materiales que no pueden ser usados igual que los formalizados en un alfabeto fonético,
pero que igualan en interés lingüístico a todos los que se han presentado aquí en el marco
de este proyecto.
ESTADO ACTUAL Y PERSPECTIVAS DEL PROYECTO ATEFONHA 300

Las herramientas informáticas


Para poder manejar con libertad todos estos formatos de signos fonéticos resultan im-
prescindibles herramientas que cumplan un doble objetivo: disponer de cualquier signo
necesario, y poder insertarlo con comodidad y rapidez en un texto. El proyecto ATeFon-
HA se apoya pues, para su plasmación material, en la disponibilidad de dos recursos de
desarrollo propio, que serán puestos a libre disposición de la comunidad académica en
cuanto alcancen la solidez y estabilidad de funcionamiento adecuadas.

Menú Fonético (Álvaro Arias)


Este módulo de software lleva siendo desarrollado desde hace ya varios años por el
profesor Álvaro Arias Cabal, de la Universidad de Oviedo, compañero y colaborador del
autor de este proyecto. Consiste en un exhaustivo conjunto de menús que se añaden a los
del programa Microsoft Word, permitiendo llegar a la inclusión del símbolo de cualquier
sonido a través de los rasgos articulatorios que lo definen. La siguiente ilustración mues-
tra su funcionamiento:

En principio se concibió como herramienta independiente para la enseñanza y la in-


vestigación en fonética, y actualmente su autor colabora con quien suscribe este proyec-
to en una adecuación a sus fines específicos.

Fuente fonética propia


Al no haber encontrado ninguna fuente que contenga todos los caracteres fonéticos
ARFE, y al haber resultado un tanto azarosa la composición de los símbolos necesarios
para la transcripción del español con las fuentes AFI disponibles, se ha optado por crear
una o más fuentes propias, que alberguen los signos fonéticos necesarios para el proyec-
to. Existen ya aplicaciones de usuario final que permiten llevar a cabo esta tarea, y aquí
se está utilizando «The Font Creator Program 4», de High-Logic The Netherlands.
301 MESAS REDONDAS

Lo que queda por conseguir


Este proyecto es un trabajo de gabinete, y asume desde un comienzo las limitaciones
derivadas de su naturaleza. Quien lo empezó no aspira a tener pericia fonética ni vida
suficiente como para recorrer toda América entrevistando y transcribiendo a sus gentes,
por mucho que le gustaría poder hacerlo. El objetivo es recuperar e integrar lo que otros
ya han hecho, sobre todo lo que está más disperso o difícil de encontrar.
Por tanto, se lanza desde aquí una petición de ayuda para localizar cualquier texto
que reúna los mínimos requisitos antes expuestos, y especialmente aquellas monogra-
fías dialectales sobre las distintas regiones de América que cumplan con la vieja pauta de
Don Tomás Navarro, de poner al final algún texto en transcripción fonética.
Además de lo ya encontrado, cabe esperar que en los próximos años podamos conocer
todo el material que Don Manuel Alvar dejó sin publicar: él solo es el autor del 27% de lo
que yo he encontrado hasta ahora, pero tenemos indicios de que hay mucho más:
- En las solapas de Alvar: 2002 se anuncian obras equivalentes sobre Argentina y Uru-
guay, México y Chile.
- En Alvar: 1998: 141 leemos: «...tenemos mil transcripciones de Yucatán, de todo el
norte de Méjico, de Estados Unidos, de Nicaragua, de Ecuador, de Panamá, de Chile, de
Argentina, de Paraguay, de Uruguay.»
- Es decir, que entre ambos anuncios, y restado lo ya publicado (103 textos en 6 obras),
cabe esperar material que cubre prácticamente toda América, y en especial completa al-
guna de las lagunas más importantes: Ecuador, Uruguay, Nicaragua y Panamá, además
de México, Chile y Argentina.
- Parece que al final D. Manuel consiguió lo que quería en 1960, y que llegó mucho
más allá de esos libros que no había podido consultar en la convalecencia de la que en-
tonces hablaba, y en la cual se gestó su primera antología panhispánica.
Respecto a Don Antonio Quilis, sabemos que anduvo por América Central, y yo al
menos tuve el privilegio de oírle relatar sus experiencias, y de que nos dijera en 2002 que
“lo tenía todo listo [el material] para su publicación”. Por otro lado, si extrapolamos el
cuadernillo publicado por la UNED (Quilis: 2002) puede que tuviera más materiales de
Bolivia, que por tanto reforzarían la zona andina. Como en tantas otras cosas, también en
esto su muerte, brutalmente temprana, nos dejó huérfanos a todos.
ESTADO ACTUAL Y PERSPECTIVAS DEL PROYECTO ATEFONHA 302
303 MESAS REDONDAS

BIBLIOGRAFÍA

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REVISTA DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA, Anejo LXXIII, Madrid, C.S.I.C., 1960, 917 págs.
Alvar [López], Manuel: Leticia. Estudios lingüísticos sobre la Amazonia colombiana.
Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1977, 558 págs.
Alvar [López], Manuel: El dialecto canario de Luisiana. Universidad de Las Palmas de
Gran Canaria, 1998, 252 págs.
Alvar [López], Manuel: El español en el sur de los Estados Unidos. Estudios, encues-
tas, textos. Universidad de Alcalá de Henares, 2000, 508 págs.
Alvar [López], Manuel: El español en Venezuela. Estudios, mapas y textos. 3 vol., Uni-
versidad de Alcalá de Henares, 2001.
Alvar [López], Manuel: El español en Paraguay. Estudios, encuestas, textos. Universi-
dad de Alcalá de Henares, 2002, 506 págs.
Alvar [López], Manuel; Llorente, Antonio; Salvador, Gregorio: Textos andaluces en
transcripción fonética. Madrid, Gredos, Biblioteca Románica Hispánica, col. Textos 25,
1995, 402 págs.
Bentivoglio, Paola; Sedano, Mercedes: «Actitudes lingüísticas hacia distintas varieda-
des dialectales del español latinoamericano y peninsular». En: Matthias Perl y Klaus Pörtl
(eds.): Identidad cultural y lingüística en Colombia, Venezuela y en el Caribe. Actas del II
Congreso Internacional del Centro de Estudios Latinoamericanos. Tübingen, Max Nieme-
yer, 1999, págs. 135-159.
Caravedo, Rocío: El español de Lima: materiales para el estudio del habla culta. Lima,
Pontificia Universidad Católica, 1989, 467 págs.
Haverbeck Ojeda, Erwin (et al.): Relatos de la tradición popular de la región de Ataca-
ma. Valdivia, Universidad Austral de Chile, 1992, 140 págs.
Isbăşescu, Cristina: El español de Cuba. Observaciones fonéticas y fonológicas. Buca-
rest, Sociedad Rumana de Lingüística Románica, 1968, 136 págs.
Lastra de Suárez, Yolanda: «Rasgos otomíes en el español rural de San Miguel Allen-
de, Guanajuato». En: THESAURUS: LII (1997), Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, págs.
206-212.
ESTADO ACTUAL Y PERSPECTIVAS DEL PROYECTO ATEFONHA 304

Lenz, Rodolfo; Bello, Andrés; Oroz, Rodolfo: El español de Chile. Ed. de Amado
Alonso y Raimundo Lida, Universidad de Buenos Aires, Biblioteca de Dialectología His-
panoamericana 6, 1940, 374 págs.
Massone, María Ignacia; Borzone de Manrique, Ana María: Principios de Transcrip-
ción Fonética. Buenos Aires, Macchi, 1985, 128 págs.
Mora Monroy, Siervo Custodio: «El habla popular boyacense. Análisis lingüístico de
un texto oral». En: THESAURUS: LIII (1998), Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, págs.
217-241.
Navarro Tomás, Tomás: El español en Puerto Rico. Contribución a la geografía lin-
güística hispanoamericana. Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, 1974 (3ª ed.). [1948]
Navarro Tomás, Tomás: «Apuntes sobre el español dominicano». En: REVISTA IBE-
ROAMERICANA XXI (1956) [Homenaje a Pedro Henríquez Ureña], México, págs.
417-428.
Pérez Tejedor, Juana Pabla: El criollo de Palenque de San Basilio: una visión estructu-
ral de su lengua. Bogotá, Universidad de Los Andes, 2004, 134 págs.
Quilis Morales, Antonio; Quilis Sanz, María José: El español en América. Madrid,
U.N.E.D., col. Cuadernos de prácticas, 2002, 44 págs.
Wagner, Max Leopold: Lingua e dialetti dell’America spagnola. Firenze, Le Lingue
Estere, 1949, 190 págs.
Zapata Lillo, Francisco: «Fonética chilena». En: LE MAÎTRE PHONÉTIQUE: 1905,
págs 34-36.
305 MESAS REDONDAS

Estudios sobre el español de América

UNA FUENTE PARA EL CONOCIMIENTO DEL LÉXICO


ACTUAL DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA:

EL PROYECTO PANHISPÁNICO DE LÉXICO DISPONIBLE *

José A. Bartol Hernández


(Universidad de Salamanca)

Introducción.
La fijación y el estudio del léxico del español de América se ha convertido en las úl-
timas décadas en una de las tareas más necesarias -y me atrevería a decir apasionantes-
en el ámbito del hispanismo. Como tarea urgente la ha calificado el prof. Haensch. Con
este objetivo han surgido grandes proyectos en los que se unen nuevas concepciones
de la lingüística (en especial de la sociolingüística y de la lexicografía) con los avances
tecnológicos que permiten la puesta en marcha de trabajos hasta hace unos años im-
pensables.
Tanto las obras lexicográficas encuadradas en el Proyecto del NDA o Proyecto de
Augsburgo, los diccionarios integrales como el del español de México dirigido por Luis
F. Lara, o el Diccionario de Americanismos que están elaborando las Academias de la
Lengua; como los proyectos Varilex (Variación léxica del español en el mundo)de Hiroto
Ueda o el de Difusión Internacional del español por Radio, TV y Prensa de Raúl Ávila,
o el más antiguo, pero no por ello, menos útil Proyecto de la Norma Culta, nos propor-
cionan una visión mucho más real de la unidad y diversidad del léxico utilizado por los
hablantes hispánicos en la actualidad. Son proyectos que trabajan con grandes bancos de
datos y con una amplia red de colaboradores. Analizan el español más actual; muestran
una predilección por lo urbano frente a lo rural y por los niveles cultos o semicultos. Son
investigaciones que superan la “concepción enciclopédica” basada en los exotismos que
ha estado vigente en los recuentos léxicos del español americano desde los orígenes has-
ta bien entrado el siglo XX.
Otra investigación que empieza a darnos datos valiosísimos sobre esa realidad léxica
es el Proyecto Panhispánico de léxico disponible (DISPOLEX PANHISPÁNICO). Di-
EL PROYECTO PANHISPÁNICO DE LÉXICO DISPONIBLE 306

rigido por el prof. Humberto López Morales, en estos momentos lo forman 31 equipos de
investigación, de los cuales 13 trabajan en Hispanoamérica1.
Hasta ahora -finales de 2005- se han publicado ya, por lo que se refiere a Hispano-
américa y dentro del proyecto2, los léxicos disponibles de la República Dominicana, de
Puerto Rico, y de Chile3 y contamos con léxicos parciales de Colombia (Popayán) y de
Venezuela (Coro, Falcón). En estos momentos están trabajando equipos en Chile, Ar-
gentina (Buenos Aires), Uruguay, Paraguay, Colombia (Bogotá y Colombia caribeña),
Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Cuba y la República Dominicana -donde
se volverán a pasar las mismas encuestas 20 años después. Esperamos que en el próximo
año podamos empezar las encuestas en el resto de países.
El proyecto panhispánico de léxico disponible tiene como objetivo la recogida y des-
cripción del léxico disponible de los hispanohablantes. Entendemos por léxico disponi-
ble el conjunto de palabras que almacenadas en el lexicon mental están en disposición de
ser usadas cuando se necesitan. Pretende recoger un léxico actual de informantes instrui-
dos no condicionados aún por los estudios universitarios o por el ámbito profesional.
La recogida de materiales -por ahora limitada a 16 campos léxicos- se hace a través
de encuestas basadas en pruebas asociativas y la muestra está estratificada según las va-
riables sexo, titularidad del centro de estudio: público/privado; ubicación del centro de
estudio: urbano/rural, y NSC.
Los informantes son alumnos del último año de bachillerato o equivalente (unos 18
años), buenos representantes, a nuestro entender, de algunas de las características cultu-
rales actuales que afectan al léxico: la internacionalidad, la moda y el dinamismo (Hiro-
to Ueda, 2003).

Aportaciones del DISPOLEX PANHISPÁNICO.


¿Qué puede aportar este proyecto a otros que trabajan con el léxico americano actual?
Aunque los listados de léxico disponible no reflejan el “uso real” sino la “disponibili-
dad de uso”, los datos pueden ser muy útiles como complemento de los que nos ofrecen
otras investigaciones.
En concreto, presentan varias ventajas:
- La metodología utilizada permite recoger en muy poco tiempo una gran cantidad de
palabras de un importante número de informantes. Cada informante de media escribe
más de veinte palabras diferentes por campo léxico (en disponibilidad léxica, centro de
interés), aunque en algunos campos la media se acerca a las 30 palabras.
En Puerto Rico (López Morales, 1999), por citar un ejemplo, los 558 informantes
produjeron 7.311 palabras diferentes (vocablos); con un promedio de 457 palabras por
centro de interés, aunque hay que hacer notar que hay grandes diferencias entre unos
centros de interés y otros. En el centro de interés La ropa, por ejemplo, se recogieron 329
vocablos, mientras que en Juegos y diversiones, 805 y en Animales 570.
307 MESAS REDONDAS

Los léxicos disponibles nos proporcionan, por lo tanto, una mayor cantidad de infor-
mación sobre el léxico de una determinada zona que otros proyectos.
Veamos dos ejemplos:
1) Para “la prenda interior femenina que sirve para cubrir los senos” en el excelente
proyecto VARILEX se documentan en Puerto Rico las palabras brassier (anglicismo pro-
cedente del francés) y sostén (la más panhispánica de todas las palabras que se utilizan
para nombrar esa prenda). En el léxico disponible de Puerto Rico (López Morales, 1999)
vemos que en esta isla caribeña (tabla 1) también son utilizables las palabras ajustador,
sustantivo preferido por los cubanos, y sujetador, mayoritario en España, aunque la dis-
ponibilidad de estas dos últimas palabras es muy baja, en especial la de la última, que fue
mencionada por un único informante.

Tabla 1. Rango y disponibilidad en Puerto Rico para


“prenda interior femenina que cubre los senos”
2) Algo similar ocurre con las denominaciones para “prenda interior femenina que cu-
bre la parte inferior de la cintura”. VARILEX documenta para la República Dominicana
las palabras panties y calzón (2 informantes cada uno). En el léxico disponible publicado
por Orlando Alba (Alba, 1995) también aparecen (tabla 2) pantaleta - de uso frecuente,
por ejemplo, en México, Colombia, Venezuela- la peninsular braga y blumen4, adapta-
ción del inglés bloomer, que bajo la forma blúmer se utiliza en Cuba y otros países cen-
troamericanos. Panties es con mucho la denominación más disponible (ocupa el rango
6). A esta le siguen calzón y pantaleta. Menos disponibles son braga y blumen.

Tabla 2. Rango y disponibilidad en R.Dominicana para


“prenda interior femenina que cubre la parte inferior de la cintura”
La mayor cantidad de datos exige, claro está, una mayor atención y cuidado en su
análisis. En las encuestas aparecen numerosas palabras que son producto de menciones
aisladas, cuando no creaciones individuales de los informantes. Éstas sólo deben tenerse
en cuenta para probar el dinamismo de la lengua y los recursos de que dispone para la
creación léxica (ejemplo de creación léxica es el vocablo sujetatetas que aparece en el
EL PROYECTO PANHISPÁNICO DE LÉXICO DISPONIBLE 308

léxico disponible de Aragón). Aquellas, las menciones aisladas, no pueden ser tenidas en
cuenta en la descripción de la norma de la comunidad (su disponibilidad y frecuencia son
demasiado bajas); pero su presencia no deja de ser interesante,
a) como manifestación unas veces de desuso y otras de neologismo.
b) como ejemplo de una de las características de la cultura actual: la globalización y la
ruptura de fronteras, que afecta también al léxico. Así se pueden interpretar, entre otros,
el caso de sujetador en Puerto Rico o el t-shirt documentado en Ávila y Castilla La Man-
cha; o el de bomber documentado en Aragón, Castilla la Mancha, Valencia, Asturias,
Cádiz y Córdoba.
Además debe tenerse en cuenta que un bajo índice de disponibilidad no siempre sig-
nifica que la palabra que lo obtiene sea poco conocida en la comunidad; también puede
significar que la palabra es poco representativa ( poco típica) del campo léxico, que es
poco “utilizable” como respuesta al estímulo propuesto.
1.2. La segunda ventaja es la medición de la disponibilidad. Parece obvio que no todas
las palabras son igualmente “disponibles”. Por eso se ha ideado una fórmula matemática
( López Chávez-Strassburger, 1987, 2000) que mide el grado de disponibilidad; es decir
las probabilidades de uso.
Hoy sabemos que el grado de disponibilidad de una palabra está condicionado, al me-
nos, por su nivel de tipicidad dentro del campo léxico y por su familiaridad (Natividad
Hernández, 2005). Por ello, podemos asegurar que las palabras más disponibles son pa-
labras de alto nivel de tipicidad con respecto al estímulo, de gran familiaridad y que, por
ello, están muy arraigadas en los individuos y en la sociedad.
El contar con el ID es de gran utilidad en los análisis intracomunitarios, pues nos
permite no sólo saber si una palabra está disponible (es utilizable) en una determinada
comunidad de habla, sino también su nivel de disponibilidad (o de “utilizabilidad”) res-
pecto de otras palabras del mismo campo léxico, lo que es de gran ayuda para la descrip-
ción del léxico.
Veamos otro ejemplo también tomado de VARILEX. Para referirse a “prenda que se
lleva pegada al cuerpo con adornos y leyendas, sin ser una prenda interior”, se documen-
tan en la República Dominicana camiseta (3 informantes), playera (1) y el anglicismo
poloshirt(1)5.
En el léxico disponible de este país (Orlando Alba, 1995) también aparecen poloché
(adaptación del anglicismo anterior) franela, t-shirt, y polo. Ordenados según su dispo-
nibilidad de uso los podemos ver en la tabla 3.

Tabla 3: Disponibilidad de “camiseta”


en la RD.
Los datos del léxico disponible co-
rrigen los de VARILEX: Poloché es la
palabra más disponible (más aún si le
sumamos los casos de la versión en in-
309 MESAS REDONDAS

glés), seguida muy de cerca por camiseta. Franela y t-shirt están en un lugar intermedio
y en posiciones más alejadas aparecen las otras tres palabras: polo shirt, polo y playera.
1.3. La estratificación de la muestra según las variables sociales -y esta es una nueva
ventaja- nos permite además comprobar la extensión social de la disponibilidad de cada
palabra. En el ejemplo que estamos poniendo la disponibilidad de franela en la Repú-
blica Dominicana está favorecida por los hombres y por el NSC bajo, mientras que el
anglicismo t-shirt está favorecido por los informantes que estudian en colegios privados
y por el NSC alto (tabla 4).
Poloché y camiseta, por su parte, presentan una gran estabilidad en todas las variables

Tabla 4: Rango de disponibilidad según variables.

1.4. En las comparaciones interdiatópicas, tanto en las globales6 como en las parcia-
les, también los diccionarios de léxico disponible ofrecen al investigador más datos,
aunque en el caso de las primeras, las que miden el grado de compatibilidad entre los
léxicos disponibles de dos regiones, como ya han indicado investigadores como Orlando
Alba (1998, 2004) y José A. Samper (1999), debemos ser muy cuidadosos con la meto-
dología empleada, si no queremos llegar a conclusiones inadecuadas.
Si lo que pretendemos es comparar la norma lingüística de dos sintopías, deberemos
prescindir de aquellas palabras que no alcancen un determinado índice de disponibili-
dad, por debajo del cual no estamos en condiciones de aseverar la pertenencia de esas
palabras a la norma de uso de la comunidad7.
Uno de los criterios que se han propuesto y que ha demostrado ser bastante eficaz es
tomar como filtro el índice de disponibilidad 0,01 (Bellón, 2003)
Veamos ahora, siguiendo ese criterio, el grado de compatibilidad existente entre los
léxicos disponibles del campo léxico de la Ropa de dos zonas americanas (Puerto Rico
y la República Dominicana), por un lado; y entre los de una región americana y otra
peninsular (Puerto Rico y la región española de Castilla la Mancha), por otro. Con estas
comparaciones comprobaremos el nivel de unidad y de diversidad léxica entre las zonas
comparadas.
1.4.1. Puerto Rico- República Dominicana
La comparación entre Puerto Rico y la República Dominicana arroja los siguientes
datos:
De las 69 palabras que en Puerto Rico tienen un ID superior al 0,01 (entre todas al-
canzan una frecuencia del 93,73%) 64 también fueron mencionadas por los informantes
EL PROYECTO PANHISPÁNICO DE LÉXICO DISPONIBLE 310

dominicanos (lo que supone un 92,75%). Algunas de ellas (12) tienen para los dominica-
nos un índice de disponibilidad menor al 0,01, pero su presencia en las listas demuestra,
como se desprende de lo ya señalado, al menos, su conocimiento.
Es decir cuando un puertorriqueño habla de ropa en un casi 94% de las ocasiones usa-
rá alguna de esas 69 palabras y en ese caso las posibilidades de ser entendido por un jo-
ven dominicano serían al menos de un 92,75%. Porcentaje este muy diferente al obteni-
do por López Chávez (1992), quien en la comparación tuvo en cuenta todas las palabras
que aparecen en los listados, independientemente de su disponibilidad. Según este autor
la compatibilidad entre el léxico disponible de la Ropa de Puerto Rico y de la República
Dominicana es de sólo el 19,83%.
Las cinco palabras que no encontramos en el listado de léxico disponible de la Repú-
blica Dominicana son: mahón8, sudadera, hilo, traje de etiqueta9 y traje de color. Ahora
bien, hilo no es una palabra típica del centro de interés - no es una respuesta esperable- y
esta puede ser la causa de su no aparición en el listado dominicano, pues las palabras de
baja tipicidad tienen menor estabilidad en lo listados.
Por otro lado, el significado de traje de etiqueta es fácilmente deducible del significa-
do de las dos palabras y del contexto de uso, por lo que un dominicano no tendría especial
problema en relacionar ese vocablo con traje de fiesta, traje de gala y traje de noche, que
sí aparecen en los listados. Algo similar podríamos decir de traje de color.
Así pues, el joven dominicano sólo tendría problemas con la palabra mahón, él diría
jeans, y quizás con sudadera, que él llamaría suéter o camiseta.
Los vocablos que también aparecen en la República Dominicana, pero con ID inferior
a 0,01 los podemos ver en la tabla 5:

Tabla 5: Vocablos puertorriqueños que aparecen en RD pero con ID inferior a 0,01


Se trata de palabras cuyo bajo ID en la República Dominicana puede ser debido:
a) a que son palabras que no responden bien al estímulo del campo léxico (no son pala-
bras típicas) como botón, tela, cinta, manga, bolsillo;
b) o bien - y esto es mucho más interesante para la descripción del léxico hispánico
por ser manifestación de variación léxica- a que en República Dominicana se prefieren
311 MESAS REDONDAS

otras palabras: saco o abrigo en lugar de gabán; overol en lugar de mameluco; camiseta,
poloché o franela en lugar de justillo y polo.
1.4.2. - República Dominicana- Puerto Rico
Si tomamos como base de la comparación el léxico disponible de la República Do-
minicana, veremos que el porcentaje de coincidencia es menor; lo que indica una mayor
singularidad léxica dominicana en este campo léxico.
De las 88 palabras que en República Dominicana tienen un ID de al menos el 0.01
(96,138% de frecuencia acumulada), 67 también están en los listados de Puerto Rico (es
decir, un 76,14%). Aunque el porcentaje de coincidencia ha bajado con respecto al de las
palabras puertorriqueñas recogidas en el léxico de los dominicanos (92,75%), la compa-
tibilidad sigue siendo alta.
Dicho de otra manera: si un joven dominicano habla de ropa hay un 96 % de probabi-
lidades de que use alguna de esas 88 palabras, y en este caso, las posibilidades de que un
joven puertorriqueño lo entienda serían de al menos un 76%.
Las palabras que no aparecen en el listado de Puerto Rico -las que le crearían proble-
mas de comprensión a los puertorriqueños - son las que aparecen en la tabla 6

Tabla 6. Palabras que aparecen en la RD con un ID superior a 0,01 y no aparecen en PR


Once se refieren a accesorios y complementos - arete, cadena, anillo, cintillo, gan-
cho, guillo, pulsa, bretel, cordón, lente, pisapelo- palabras que sólo marginalmente per-
tenecen al campo léxico. Si no las tuviéramos en cuenta el porcentaje de compatibilidad
sería aún mayor.
EL PROYECTO PANHISPÁNICO DE LÉXICO DISPONIBLE 312

Las palabras coincidentes en las dos sintopías, pero que en Puerto Rico obtienen un ID
menor del 0,01 y con notable diferencia sobre la disponibilidad en la República Domini-
cana son las siguientes (tabla 7):

Tabla 7: Vocablos coincidentes, pero con un ID notablemente inferior


en Puerto Rico y siempre por debajo de 0,01.

La explicación de la diferencia de disponibilidad de estas palabras está, como ya di-


jimos más arriba, en dos hechos: por un lado, la presencia de palabras poco típicas del
campo léxico: adornos y complementos: reloj, collar, pulsera; o calzado: zapatilla, taco.
La poca tipicidad de una palabra, como ya he señalado, hace que su disponibilidad sea
menos estable en las distintas sintopías. Por otro, en que los puertorriqueños prefieren
otras palabras para designar la misma prenda de vestir: chaqueta o gabán en lugar del
dominicano saco; panties en lugar de calzón, mameluco en lugar de overol.
1.4.3. -Puerto Rico - Castilla la Mancha
La compatibilidad entre los léxicos disponibles de Puerto Rico y Castilla la Mancha
(Natividad Hernández, 2005) es, como era de esperar, menor.
De las 69 palabras con ID superior a
0,01 de Puerto Rico, aparecen en Castilla la
Mancha 54 (78,26%; un 14% menos que en
la República Dominicana) . Las quince que
no aparecen son las siguientes (tabla 8) 26:

Tabla 8. Palabras con ID de 0,01 o superior en


Puerto Rico y ausentes en Castilla la Mancha
La mayoría de estas palabras designan
prendas (salvo chalina y zipper) para las
que se utilizan otras palabras en Castilla la
Mancha (y en la península) y constituyen un
claro ejemplo de variación léxica: brassier /
313 MESAS REDONDAS

sujetador; pantaloncillo /calzoncillo, slip; mahón / pantalón vaquero; jacket / chaque-


ta, americana; mameluco / mono; pantyhose /panties, leotardos; blazer / americana;
chalina / chal, fular; zipper / cremallera; justillo / camiseta; jumper / pichi, vestido sin
mangas.
Las palabras puertorriqueñas que también aparecen en Castilla la Mancha, pero con
índices de disponibilidad inferiores al 0,01 las podemos ver en la tabla 9:

Tabla 9: Palabras que aparecen en ClM pero con ID inferior a 0,01


Al igual que sucedía en las comparaciones anteriores, nos encontramos con dos tipos
de palabras: las que están en los márgenes del campo léxico (correa, lazo, hilo, tela,
manga, bolsillo) y las que tienen un sinónimo o cuasisinónimo que es el preferido en
Castilla la Mancha: camiseta se prefiere a t-shirt, abrigo a gabán, bañador a traje de
baño, deportivas a tenis.
1.4.4. - Castilla la Mancha- Puerto Rico
Si tomamos, para finalizar, como base de la comparación el léxico disponible de Cas-
tilla la Mancha nos encontramos con que sólo 57 de las 93 palabras que obtienen un
ID superior a 0,01 (frecuencia 93,62%) aparecen también en Puerto Rico (es decir, un
61,29%); el porcentaje de coincidencia más bajo de los vistos hasta aquí; lo que pone de
manifiesto la mayor singularidad léxica de esta región (y de España) frente a Puerto Rico
en este campo léxico.
Las palabras que no aparecen en el listado puertorriqueño son las siguientes:jersey,
chándal, pantalón vaquero, cazadora, deportivas, bañador, plumas, forro polar, camise-
ta interior (sí camiseta), mallas, anorak, chubasquero, pajarita, gabardina, fular, chal,
manoplas, bolso, rebeca, camiseta de tirantes, braga de cuello, pantalones chinos, slips,
liguero, body, pantalones piratas, impermeable, albornoz, niqui, calcetas, calentador,
palabra de honor, mono, botón, peto, corpiño.
Y en la tabla 10 podemos ver las que también aparecen en Puerto Rico, pero lo hacen
con una disponibilidad mucho menor que en Castilla la Mancha:
EL PROYECTO PANHISPÁNICO DE LÉXICO DISPONIBLE 314

Tabla 10. Vocablos que también aparecen en Puerto Rico pero con ID inferior a 0,01
Junto a los dos motivos de la baja disponibilidad que hemos señalado en las otras com-
paraciones: palabras poco típicas del campo (liga, botín) y diversas preferencias léxicas
(en Puerto Rico se prefiere panties a braga), en la tabla 10 aparece uno nuevo: el menor
uso de la prenda por cuestiones climáticas (gorro, chaquetón).

Conclusiones
a) Los listados de léxico disponible del Proyecto panhispánico pueden aportar datos
valiosos a la descripción del léxico del español de América -y del español de España-,
tarea ésta que no puede ser abordada desde una única perspectiva.
b) Es evidente la necesidad de coordinación entre proyectos que tienen el mismo obje-
to de estudio. Entre todos, desde diferentes perspectivas, podemos avanzar más en nues-
tro conocimiento.
c) De las tres regiones comparadas, Puerto Rico es la que presenta en el campo léxico
de la Ropa un léxico más general, más panhispánico; en cambio, Castilla la Mancha es la
que tiene un léxico más singular.
d) El grado de tipicidad de las palabras condiciona su estabilidad en las diferentes
sintopías, en el sentido de a mayor tipicidad, mayor estabilidad.
315 MESAS REDONDAS

BIBLIOGRAFÍA

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Caballeros, Pontificia Universidad Católica y Madre.
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Presente y perspectiva de la lingüística computacional en México, México, UNAM .
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mática para obtener un índice de disponibilidad léxica confiable”, Anuario de Letras, 38 ,
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Ueda, Hiroto. 2003. “Varilex, Variación léxica del español en el mundo, Proyecto in-
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Pautas y pistas en el análisis del léxico hispano(americano), Frankfurt-Madrid, Iberoame-
ricana, 141-278.
EL PROYECTO PANHISPÁNICO DE LÉXICO DISPONIBLE 316
317 MESAS REDONDAS

NOTAS

*
Este estudio se ha elaborado gracias al proyecto del Ministerio de Educación y Ciencia, Hum 2005 - 00654/Filo.
1
Del desarrollo de estas investigaciones en los últimos años dan idea las siguientes cifras: En España se han
leído en los últimos ocho años, ocho tesis doctorales (otras cuatro están muy avanzadas) y seis memorias de Grado.
Desde el año 2000 han aparecido doce libros y otros tres están en prensa; más de treinta artículos en revistas cientí-
ficas y se han presentado más de 50 comunicaciones en Congresos y reuniones científicas. El proyecto cuenta con
una página electrónica y un banco de datos http://www.dispolex.com gestionados ambos desde la Universidad de
Salamanca. Estos datos se refieren a octubre del 2005. Desde entonces tanto los grupos de investigación como las
tesis y los artículos han aumentado.
2
Fuera de las normas del proyecto panhispánico se han realizado otras investigaciones en Puerto Rico, México
y Costa Rica.
3
En Chile con algunas diferencias con respecto a las normas del Proyecto panhispánico. En la actualidad se
están haciendo nuevas encuestas que se ajustan al modelo del Proyecto panhispánico.
4
blumen se documenta en el CREA en República Dominicana. No así calzón ni pantaleta.
También se recoge sudadera, hecho que contrasta claramente con su no aparición en el léxico disponible de la
5

República Dominicana (Orlando Alba, 1995)


6
Llamamos globales a las comparaciones que miden el grado de compatibilidad entre dos léxicos. Con parti-
culares nos referimos a las comparaciones de aspectos más concretos.
7
Las palabras con bajo índice de disponibilidad forman un conjunto muy variado. Las hay que son palabras
conocidas por la comunidad, pero que son poco representativas (les falta tipicidad) del centro de interés. Por
ejemplo, los adjetivos sucia, vulgar, apropiada, limpia, inapropiada, elegante, sensual o los sustantivos puntilla,
lengüeta, que aparecen en las listas de Puerto Rico. Otras son menciones ocasionales debidas a la cercanía del
estímulo: una película, una clase, una lectura, etc. Otras, finalmente son creaciones individuales más o menos
afortunadas, como sujetatetas en Aragón.
8
pantalón vaquero
9
Sí aparecen traje de fiesta, traje de gala, traje de noche.
10
Según VARILEX, gabán en Puerto Rico es “jacket”.
11
mono de trabajo
12
cremallera
13
camiseta
14
Ropa interior femenina que se coloca entre las bragas y la falda, (España: forro, combinación)
15
especie de guayabera formal, con bordados.
16
diadema (el DRAE la señala para Cuba)
EL PROYECTO PANHISPÁNICO DE LÉXICO DISPONIBLE 318

17
prenda de vestir informal, deportiva, parecida al mono.
18
horquilla para sujetar el pelo
Tipo de sandalias con suela de goma y unas tiras del mismo material que se unen en las cercanías del dedo
19

mayor para ser enganchada entre este y el segundo dedo de los pies
20
pulsera o brazalete.
21
Prenda de vestir deportiva compuesta de pantalón y piezas que cubren la espalda y pecho.
22
malla
23
pulsera
24
tirante de ropa interior femenina
25
gancho para sujetar el pelo.
26
No se tienen en cuenta en esta comparación las palabras coincidentes en el significante pero que difieren en
el significado, como panties.
319 MESAS REDONDAS

Cronistas de Indias

FRAY DIEGO DE LANDA: DESTRUCCIÓN Y RECUPERACIÓN


DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE YUCATÁN

Manuela Cristina García Bernal


(Universidad de Sevilla)

Fray Diego de Landa, polémico religioso franciscano y obispo de Yucatán, es una de


las figuras más controvertidas de la historia de Yucatán. No en balde representa la gran
paradoja de ser responsable de la destrucción de valiosos testimonios de la vieja civiliza-
ción maya y, al mismo tiempo, el autor de una obra fundamental para el conocimiento de
la historia de Yucatán. Y es que, movido por su celo religioso, no dudó en quemar, ade-
más de muchos ídolos y objetos labrados, numerosos manuscritos y códices con signos
y jeroglíficos, haciendo así desaparecer irreparablemente preciosas fuentes de la antigua
cultura mesoamericana. Lo cual no impidió que, posteriormente, con su Relación de las
cosas de Yucatán, contribuyera poderosamente a la recuperación del pasado de la región
yucateca, al constituir su manuscrito el documento más importante sobre la cultura maya
tal y como la conocieron los primeros españoles asentados en la península. De ahí que
haya llegado a ejercer una influencia decisiva en la conformación de la disciplina cientí-
fica denominada mayística.
El fraile franciscano fue el responsable del Auto de fe público que se celebró en 1562
ante el descubrimiento de ritos idolátricos en el pueblo yucateco de Maní. Un caso que
tuvo una gran repercusión en su tiempo y que ha trascendido hasta la actualidad por cons-
tituir el eje alrededor del cual gira toda la polémica en torno a la personalidad de este reli-
gioso, al haberse enfrentado implacables detractores y ardientes defensores de su gestión
pastoral. De hecho, Landa redactó su Relación de las cosas de Yucatán cuando estaba en
España aguardando la resolución de la causa que se le había promovido ante los informes
del obispo de Yucatán, Fray Francisco de Toral, y los cargos de abuso de autoridad que
de los mismos se habían derivado. De ahí que se entienda su escrito como un alegato ante
el rey y el Consejo de Indias, realizado con el fin de ordenar y documentar los hechos y
poder así utilizarlos como argumentos y testimonios para su defensa. Quería de esa for-
DESTRUCCIÓN Y RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE YUCATÁN 320

ma justificar su severidad al tratar de extirpar las idolatrías, pues era consciente, al igual
que otros religiosos experimentados en la evangelización, de que el escaso número de
frailes frente a la gran población maya y el poco tiempo transcurrido desde el inicio de la
colonización constituían serios obstáculos a la hora de conseguir que la religión cristiana
arraigase en la vida de los indios. No dejaba de reconocer la antinomia que existía entre
los antiguos ritos de religión indígena y las enseñanzas cristianas y percibía, por tanto,
el peligro latente de la apostasía.1 Ello quizá explique que un autor tan prestigioso, co-
mo Eric Thompson, mantenga que Fray Diego de Landa “no fue sino un producto de las
circunstancias que reflejan, además, los puntos de vista de su tiempo, o sea que el alma
ha de tener prioridad sobre el cuerpo, así como que el fin justifica los medios”. Y termine
preguntándose “¿quiénes somos nosotros para criticar esta manera de ver las cosas?”2
El texto de la Relación de las cosas de Yucatán se conserva en la biblioteca de la Real
Academia de la Historia de Madrid, aunque, al parecer, dicho texto no es más que una co-
pia incompleta, reproducida años después de que Diego de Landa la escribiera como tes-
timonio indirecto para avalar su defensa. El mérito de su hallazgo le cupo al abate Charles
Etienne Braseeur de Bourbourg, quien procedió a su primera publicación en París en 1864.
Años después, en 1881 apareció publicada la transcripción de Juan de Dios de la Rada y
Delgado, anexa al Ensayo sobre la escritura jerogífica maya de León de Rosny. Ya en el si-
glo XX, el manuscrito ha sido objeto de diversas publicaciones, apareciendo la primera en
el tomo XIII (págs. 265-411) de la Colección de Documentos Inéditos Relativos el Descu-
brimiento, Conquista y Organización de las antiguas poblaciones españolas de Ultramar
de la Real Academia de la Historia de Madrid en 1900. A partir de ahí cabe destacar, tras la
primera versión en inglés de William Gates en 1937, la primera edición yucateca prepara-
da por Alfredo Barrera Vázquez y la mexicana de Héctor Pérez Martínez, ambas en 1938,
y la monumental edición inglesa de Alfred Tozzer (con 1.154 notas, apéndices e índices
de singular valor), aparecida en 1941 bajo los auspicios del Museo Peabody de la Uni-
versidad de Harvard. No menos meritorias son las reediciones de Angel María Garibay y
Miguel Rivera Dorado aparecidas en las postrimerías del pasado siglo y que se sumaban a
la versión rusa aparecida en 1955 con notas y estudio de Yuri V. Knorozow.3

Una obra fundamental


Ahora bien, todos los autores que se han adentrado en la lectura de la obra de Landa
coinciden en que la Relación va mucho más allá de lo que el vocablo encierra. Es mucho
más que una crónica, descripción o narración de los hechos, más que un simple informe
o alegato ante el rey y el Consejo de Indias, ya que se adentra claramente en el ámbito
de la historia y, más concretamente, de lo que en tiempos se denominó historia natural y
moral. En realidad, constituye un auténtico compendio que, a través del relato ordenado
de los acontecimientos, discurre de la etnología a la geografía, revelando la historia anti-
gua de Yucatán, a la par que brinda un completo panorama de los habitantes de la región
hacia 1560.
Lógicamente, para los historiadores que nos hemos preocupado por investigar el pa-
sado colonial de esta peculiar y, por demás, interesante región, el manuscrito de Diego
321 MESAS REDONDAS

de Landa constituye un punto de partida, somero pero indispensable, para conocer la


llegada de los primeros españoles a la península y el proceso de la conquista, así como
para captar los inicios de la colonización, al describir brevemente el asentamiento de
los colonos y la labor de los frailes franciscanos. Es más la Relación ofrece un intere-
sante testimonio del enfrentamiento entre los primeros pobladores, especialmente los
encomenderos, y los frailes ante la preocupación de éstos por proteger a los indígenas
de los abusos y extorsiones a que eran sometidos. No hay que olvidar que la actividad de
los misioneros que por aquellos tiempos pasaban a las Indias trascendía del ámbito es-
trictamente espiritual y religioso, al tener que justificar, mediante la cristianización y la
defensa de los indios, el derecho que la Corona se había arrogado para la ocupación po-
lítica de aquellos territorios. De ahí que llegaran a desarrollar un papel predominante en
las relaciones hispano-indígenas. Landa pone así de manifiesto cómo en Yucatán fueron
los franciscanos los que asumieron el doble compromiso de evangelizar a la población
maya y de velar porque su integración en la empresa colonizadora se mantuviera siempre
dentro de los cauces legales.4
Sin embargo, donde la Relación de Landa adquiere verdadera dimensión es en el ám-
bito de lo que hoy se conoce como mayística, disciplina o ciencia que engloba los di-
ferentes aspectos de la cultura maya y que se ha visto cimentada por los valiosos datos
que la Relación incluye. De ahí que tanto geógrafos, ecológos y arqueólogos, como fi-
lólogos, epigrafistas, antropólogos culturales, historiadores y hasta sociólogos tengan
que recurrir a los datos de Landa como obligadas referencias, al constituir su obra una
aportación inestimable para el estudio de la sorprendente, por grandiosa, realidad maya.
No extraña por ello que Thompson considere que la crónica o relato que compuso Landa
es “toda una mina de información”, no sólo del medio geográfico y ecológico en que
se desenvolvieron las antiguas comunidades mayas, sino también de sus costumbres,
creencias religiosas, monumentos, historia y, sobre todo, de su calendario y escritura
jeroglífica. Se comprende, por tanto, que llegue a afirmar que “viene a ser así lo que más
se aproxima a una especie de piedra de Rosetta de esta cultura, casi tanto como la mejor
que podríamos desear jamás”.5
Ciertamente, no creemos que Thompson exagere, pues nadie duda de que con la in-
formación que el religioso aporta la arqueología ha cobrado sentido, ya que los dibujos
jeroglíficos de los días y los meses, que sustentan su minuciosa explicación del calenda-
rio maya, han servido para ilustrar los datos que la tierra y los monumentos ofrecen. Al
mismo tiempo, filólogos y epigrafistas, aun partiendo desde perspectivas diferentes, re-
conocen su contribución al esclarecimiento de buena parte de los símbolos gráficos que
conformaban la antigua escritura maya, aunque su hipótesis sobre el alfabeto de los jero-
glíficos no fuera acertada y no llegara a captar, como señala Rivera Dorado, el verdadero
significado de dichos jeroglíficos.6 Con todo, aun cuando muchos de los glifos mayas se
resistan todavía a desvelar sus secretos, todos los especialistas aceptan las aportaciones
de Landa como una fuente de primer orden, pues sin ellas se sabría mucho menos sobre
lo que fue y representó la civilización maya. En realidad, como se verá a continuación, la
Relación encierra información, aunque en algunos casos sea bastante superficial, acerca
de los grandes temas que en los dos últimos siglos han preocupado a los investigadores.
DESTRUCCIÓN Y RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE YUCATÁN 322

La Relación y su contenido
Para construir su relato Landa utilizó como fuentes a los mismos indígenas de los que
requirió explicación sobre diferentes aspectos de su cultura y sobre la forma de interpre-
tar los extraños símbolos gráficos que figuraban en los viejos libros de corteza. Tal labor
de consulta se vio, sin duda, facilitada por el profundo conocimiento de la lengua maya
que él tenía. Y es que conviene recordar que, ayudado por Fray Luis de Villalpando, con-
siderado el proto-lingüista maya por haber sido el primero en estudiar el idioma yucateco
y en reducirlo a una serie de reglas, Diego de Landa llegó a componer, tras revisar y aña-
dir otras reglas, todo un sistema de normas para el conocimiento del maya que resultaron
tan perfectas que para el cronista Bernardo de Lizana no dejaba de ser “cosa misteriosa”
que los religiosos que llegaban de España en sólo dos meses pudieran aprender y domi-
nar la lengua para predicar a los naturales.7 Finalmente, también se sirvió de su capaci-
dad de observación, ya que las costumbres, los ritos, los monumentos, las plantas y los
animales aún perduraban cuando él recorría las diferentes zonas por las que se repartían
los indígenas en la península yucateca con el fin de darles a conocer la religión católica.
Es más, de su obra se desprende que supo captar con gran perspicacia que se encontraba
ante una civilización en ruinas, pero ante una cultura viva.
Aunque en su forma de hacer historia la Relación adolezca de cierto desorden, incon-
gruencia o imprecisión, en su discurso se puede observar, sin embargo, una clara división
en tres partes, aunque desiguales en importancia y extensión.
a) Bosquejo de la realidad y la historia de Yucatán
Emprende Landa su escrito con lo que podríamos considerar una especie de preámbu-
lo, que incluye los primeros 19 epígrafes o capítulos de los 51 en que distribuye su Rela-
ción, más la Conclusión.8 Comienza así describiendo las condiciones geográficas y cli-
máticas de la tierra, es decir, su carácter peninsular frente a la creencia inicial de que era
una isla, su orografía, su clima normalmente cálido y, sobre todo, la bajura de sus costas y
la dificultad que ello entrañaba para el arribo de los grandes navíos. Una observación esta
última que no deja de ser interesante, porque revela que el religioso supo captar las limi-
taciones costeras que tanto influirían a la larga en sus intercambios atlánticos.9 También
aborda la etimología del nombre de la provincia y la llegada de los primeros españoles,
relatando brevemente el arribo y las vicisitudes de Jerónimo de Aguilar y Hernando Gue-
rrero, al encontrarse éstos entre los que sobrevivieron al naufragio del navío de Valdivia
en 1511, así como las posteriores expediciones y descubrimientos de Francisco Hernán-
dez de Córdoba, Juan de Grijalva y Hernán Cortés entre 1517 y 1519.
A continuación, también dentro de esta parte introductoria, dedica varios apartados a
narrar la historia de los antiguos pobladores de la península, desde el reinado de Kukul-
cán y la fundación de Mayapán en Chichén Itzá hasta la destrucción de la ciudad, pasan-
do por la descripción de su gobierno, costumbres, ciencias, monumentos y diferentes
grupos étnicos o “reinos”, para terminar relatando la serie de calamidades -huracanes,
pestilencias y guerras- que acabaron provocando la dispersión de los indios y el fin de
una esplendorosa civilización. Lo cual no impidió, sin embargo, la posterior recupera-
323 MESAS REDONDAS

ción demográfica de los mayas, hasta el punto de que Landa llega a manifestar “que es
maravilla haber la gente que hay”.10
Los episodios más sobresalientes de la conquista los introduce aludiendo a las profe-
cías mayas que anunciaban la llegada de los españoles o “gente extranjera” y ofreciendo
un bosquejo biográfico del adelantado Francisco de Montejo, el conquistador de Yuca-
tán. La brevedad con que Diego de Landa narra los hechos bélicos que culminaron con
la dominación de los indios, contrasta ciertamente con el desarrollo del proceso de con-
quista, si se tiene en cuenta que fue uno de los más largos, arduos, y cruentos de los lle-
vados a cabo en tierras americanas.11 No deja de mencionar, sin embargo, las crueldades
de los españoles con los naturales y, tras hacer referencia al estado, casi idílico, en que se
encontraba la población maya antes de que aquellos ganasen la tierra, explica la poste-
rior sublevación de los indios de la zona oriental (1546-1547) por los malos tratos recibi-
dos. Como contrapartida, detalla en dos apartados la llegada de los frailes franciscanos y
“sus luchas” con los encomenderos en su afán por proteger a los indios, así como la labor
educativa y religiosa de los misioneros, reseñando muy brevemente, como de pasada, las
prácticas idolátricas descubiertas y los procesos instruidos a los indios que culminaron
en el famoso Auto de fe de Maní.
No hay que olvidar que desde el principio de la conquista el reparto de los pueblos en
encomienda fue considerado clave para el arraigo y estabilidad de los nuevos poblado-
res, ante la ausencia de metales preciosos o de otros incentivos que pudieran compensar
los riesgos y fatigas de la pacificación. Como consecuencia, los religiosos se encontra-
ron a su llegada con una estructura socioeconómica perfectamente definida, en función
por supuesto de los conquistadores y primeros colonos. Como era de esperar de su vo-
cación misional y formación cristiana, pronto entraron en conflicto con autoridades, en-
comenderos y vecinos, al defender la dignidad de los indios y tratar de evitar, por tanto,
los agravios y excesos que éstos padecían. De hecho, las denuncias de los frailes acerca
del descontrol que existía en la tributación y en los servicios personales requeridos a los
indígenas determinaron, como Landa brevemente refiere, no sólo la primera tasación
oficial de los tributos de Yucatán, aprobada por la Audiencia de los Confines en 1549,
sino también el envío en 1552 del licenciado Tomás López, oidor de dicha Audiencia,
para que revisara las tasaciones anteriores y suprimiera el servicio personal a los enco-
menderos. Es más, la gran autoridad moral de los franciscanos, derivada de su cohesión
como Orden y del poder que les confería la representación de todo el pueblo indígena, les
permitió interferir en todas las materias de la jurisdicción civil que afectaban a los indios,
haciendo valer los derechos de éstos frente a los intereses creados de encomenderos y
vecinos. De ahí que llegaran a asumir competencias hasta cierto punto insólitas, dada su
condición religiosa.12
Se ponía así en evidencia la total integración de los misioneros en el engranaje social
yucateco y la perfecta simbiosis que se había producido entre la Orden seráfica y la anti-
gua zona maya, hasta el punto de que en 1559 Landa y otros religiosos consideraban que
por la pobreza de la tierra “no se sufre enviar de otra ninguna Orden, porque los indios
no conocen sino a frailes de San Francisco y no puede haber otra Orden”.13 Pero también
ello explica las graves desavenencias surgidas entre los franciscanos y los encomende-
DESTRUCCIÓN Y RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE YUCATÁN 324

ros que muy bien Landa refleja, al manifestar que todo lo hecho en pro de los indígenas
“causó que aborreciesen más a los frailes, haciéndoles libelos infamatorios y cesando de
oír sus misas”.14
Lo cierto es que el religioso seráfico, que había resultado elegido Custodio y primer
Definidor de la Orden en 1556 y, por tanto, Comisario Apostólico ante la ausencia de
obispo en Yucatán, se consideró investido de la autoridad diocesana competente para
actuar tanto en el ámbito religioso -frailes y clero secular- como en el civil, tratando de
remediar los problemas que afectaban a los indios y censurando la conducta moral y reli-
giosa de los españoles. Por ello se preocupó de moderar las cargas tributarias y laborales
que soportaban los indígenas, al tiempo que trató de combatir las malas costumbres y
los vicios públicos, que se materializaban, entre otras cosas, en uniones deshonestas y
escandalosas. Sus constantes e implacables disposiciones, aun tendiendo a un loable fin,
provocaron grandes alarmas entre los vecinos y pobladores por considerar que emana-
ban de una autoridad incompetente. Sus preceptos, considerados despóticos, le acarrea-
ron fuertes críticas y numerosas enemistades.
En realidad, Diego de Landa, en su calidad de prelado de los franciscanos, no hacía
sino mantener una actitud de atenta vigilancia del proceso colonizador, semejante a la
que adoptaron los frailes de la orden seráfica en otras áreas americanas, con el fin de en-
samblar armoniosamente los diferentes elementos que confluían en la recién constituida
sociedad. Por ello viajó a Guatemala para informar a la Audiencia de los Confines, de la
que entonces dependía la provincia, de los abusos y extorsiones que padecían los mayas.
Su gestión propició el envío del oidor García Jofre de Loaíza (1560-1561) con el fin de
mediar y reconciliar a colonos y frailes. Pero este nuevo visitador vendría también a re-
conocer la autoridad moral de los religiosos, al basarse en el acuerdo de 1553, suscrito
entre franciscanos y vecinos, a la hora de proceder a una nueva tasación de los tributos y a
la regulación del transporte de los tributos por los indios, toda vez que sin dicho transpor-
te no era posible el abastecimiento de los españoles por la inexistencia de caminos.15 A
este respecto, conviene recordar que poco antes de que el visitador Jofre de Loaíza llega-
ra a la provincia, concretamente desde enero de 1560, Yucatán había revertido de nuevo
y definitivamente a la jurisdicción de la Audiencia de México ante las peticiones hechas
por Landa y otros franciscanos acerca de la conveniencia de dicho traslado, lo que, sin
duda, añadió un nuevo motivo de conflicto, al considerarse una clara injerencia de los
franciscanos en el ámbito civil. Al mismo tiempo, en febrero de ese año, la Corona había
también nombrado al que había de ser el último alcalde mayor de Yucatán, el Doctor Die-
go Quijada, dado que, en adelante, todos los que asumirían el gobierno de la provincia lo
harían con título de gobernador.16
Ahora bien, no deja de ser importante que Diego de Landa cierre esta primera parte de
su Relación exponiendo, también de forma muy concisa, la llegada del obispo de Yucatán
Fray Francisco de Toral en agosto de 1562 y cómo éste reaccionó ante las informaciones
que recibió sobre el Auto de fe de Maní que habían llevado a cabo los frailes, dirigidos
por Landa, quien desde 1561 se había convertido en el primer Provincial franciscano de
Yucatán y Guatemala. En realidad, el nuevo obispo se encontró una sociedad sumamente
alterada y con una comunidad española dividida en dos bandos contrapuestos: uno inte-
325 MESAS REDONDAS

grado por los franciscanos y el alcalde mayor Diego Quijada con sus partidarios, y el otro
conformado por vecinos influyentes y algunos clérigos que no aprobaban los métodos
de Landa y de los frailes que lo apoyaban. Toral asumió de inmediato las investigaciones
que se estaban llevando a cabo en las localidades vecinas, desautorizando lo realizado
hasta entonces por Landa y los religiosos y preocupándose de la resolución del proceso
inquisitorial. Todo ello provocó una relación tirante y hostil entre ambas autoridades
eclesiásticas que desembocaría en un agrio enfrentamiento personal, dado el apasionado
temperamento del obispo y del provincial.17 Como refiere Landa con un estilo claramen-
te impersonal, el obispo “deshizo lo que los frailes tenían hecho y mandó soltar los presos
y que sobre esto agravió al provincial”.18 Y es que, según Toral, “en lugar de doctrina han
tenido estos miserables [los indios] tormento; y en lugar de les dar a conocer a Dios, les
han hecho desesperar; y en lugar de los atraer al gremio de nuestra madre la Santa Iglesia
de Roma, los han echado a los montes”.19
Ante tal situación y, sobre todo, ante las informaciones y acusaciones que el obispo
Toral había hecho al rey, Diego de Landa decidió viajar a España para defender perso-
nalmente su causa y la de sus hermanos frente a las autoridades civiles y religiosas de la
metrópoli. Lo que se cuestionaba era si Landa se había excedido al asumir una autoridad
que no le correspondía, hasta el punto de que en el Consejo de Indias, según su relato, “le
afearon mucho que hubiese usurpado el oficio de obispo y de inquisidor”. Frente a ello,
el provincial alegaba una serie de Bulas papales que fijaban los poderes y privilegios de
los prelados de las órdenes religiosas en las provincias indianas donde no hubiese obispo
residente, así como una real provisión de la Audiencia de los Confines, en la que se reco-
nocía específicamente la autoridad de los prelados de los franciscanos en Yucatán para
actuar como jueces eclesiásticos. Sus argumentos eran contundentes, y así debió enten-
derlo el Consejo de Indias, porque ante el problema legal planteado remitió la causa al
provincial de la provincia franciscana de Castilla, Fray Pedro de Bobadilla, quien, a su
vez, encargó a Fray Francisco de Guzmán, definidor de la provincia, que hiciese los car-
gos y descargos pertinentes. Las opiniones de los canonistas y el informe de Fray Fran-
cisco de Guzmán promovieron la absolución de Landa en 1569, al considerarse que no
se había excedido en el ejercicio de la jurisdicción asumida, ni en los castigos a los indios
idólatras.20 Cabe pensar que los hechos y recuerdos que Diego de Landa recogió en su
Relación para apoyar sus vindicaciones debieron contribuir no sólo a su absolución, sino
también a su posterior promoción, en 1572, al obispado de Yucatán.21 No en balde Landa
terminaba esta parte introductoria de su obra, aludiendo a cómo los indios yucatecos, tras
explicarles un fraile lo que debían al rey, respondieron que “bien sabían lo que eran obli-
gados a Dios por haberles dado tan noble y cristianísimo rey”.22

b) Los diferentes aspectos de la cultura maya


La segunda parte de la crónica o relato de Fray Diego de Landa es la más extensa
e importante, por cuanto constituye una auténtica enciclopedia de la cultura maya del
período tardío. Y es que se centra en la descripción de la cultura física (casas, indumenta-
rias, comidas, medios de producción, comercio, monumentos) e intelectual (creencias,
DESTRUCCIÓN Y RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE YUCATÁN 326

oficios, matrimonios, bailes, ritos religiosos y costumbres funerarias, calendario, escri-


tura), aportando también información sobre la guerra y sus artes.23 Llama la atención el
estilo mesurado, conciso e impersonal, casi burocrático, que imprime a su redacción y
también cómo combina el tiempo pretérito con el presente, dando así a entender que en
la segunda mitad del siglo XVI aún tenían vigencia y significado muchos de los aspectos
de la vida y cultura maya que los indios le cuentan y él refiere, en no pocos casos, con una
cierta complacencia. Es decir, que sus informaciones están avaladas por su propia expe-
riencia y observación, al haber sido testigo de muchos de los sucesos que narra. Quizá
por ello se detiene a explicar los detalles más peregrinos y las costumbres más insólitas.
En su narración no hay una estructura temática clara, una cierta coherencia, ya que los
diferentes aspectos se intercalan sin orden ni concierto. Comienza describiendo el modo
de construir las casas, el aspecto físico y la forma de vestirse y adornar sus cabezas los
indios, aludiendo a cómo la gente del común, por la obediencia y el respeto debidos a sus
señores, les hacían a su costa las casas y las sementeras. A partir de ahí se entremezclan
las múltiples facetas de la vida material y espiritual de los mayas, desde sus comidas y
bebidas, borracheras, banquetes, músicas y bailes, hasta el labrado y pintura de sus cuer-
pos, manera de contar, matrimonios, repudios, casamientos, genealogías, sucesión de los
señores, herencias y tutela de los huérfanos. También se preocupa de explicar su agricul-
tura y semillas, industria, comercio y moneda, justicia y hospitalidad, penas y castigos a
los adúlteros, homicidas y ladrones, educación de los mancebos, la forma de criar a los
hijos y la costumbre de allanar la cabeza a los niños. Se detiene, asimismo, en exponer
las creencias y prácticas religiosas, detallando la manera de bautismo que “no se halla en
ninguna parte de las Indias, sino [sólo] en esta de Yucatán” (epígrafe XXVI) y la especie
de confesión, las abstinencias y supersticiones, sacrificios y mortificaciones, diversidad
y abundancia de sus ídolos, oficios de los sacerdotes y víctimas humanas sacrificadas a
flechazos. Dedica un apartado a describir sus duelos, entierros de los sacerdotes, la for-
ma de guardar las cenizas de los señores y la creencia en una vida futura. Y, después de
referir las armas y costumbres guerreras, se preocupa de especificar los vestidos y ador-
nos de las indias yucatecas, su castidad y educación, sus relevantes cualidades y cómo
velan por su economía, así como sus devociones y costumbres en los partos.
Es decir, todo un tratado de etnología que sirve para hallar respuesta a muchas de las
inquietudes e interrogantes de los arqueólogos, ante la variedad de los temas que aborda
y la riqueza de datos que el religioso proporciona sobre la vida de las comunidades pre-
hispánicas yucatecas e, incluso, sobre el sistema de valores que regía el comportamiento
cotidiano de sus miembros. Se explica así que una sociedad como la maya, profunda-
mente aferrada a la tradición, que ha preservado a través de muchas vicisitudes los primi-
tivos valores de su cultura e identidad, pueda constituir para los especialistas un modelo
del que extraer información con que explicar, mediante la extrapolación, el pasado de
otros pueblos antiguos. Y es que de sus patrones de asentamiento, tipo de agricultura
e iconografía, así como del movimiento comercial y su repercusión en el auge de las
ciudades, se puede inferir hipótesis sobre distribución de las construcciones, formas de
residencia, régimen de trabajo, leyes de descendencia, mecanismos de control político
o modo de concebir la autoridad y el prestigio. Todas las crónicas encierran testimonios
327 MESAS REDONDAS

inestimables sobre el pensamiento y la vida social de los indígenas del Nuevo Mundo.
Pero la obra de Landa va mucho más allá, no sólo porque aporta multitud de noticias so-
bre estas cuestiones, sino porque, como reconoce Rivera Dorado, constituye “la fuente
más antigua y completa para el estudio y conocimiento de las comunidades yucatecas”.24
En realidad, es la única de su clase en el siglo XVI, si excluimos la rica pero limitada
información que los encomenderos ofrecieron a Felipe II en las famosas Relaciones geo-
gráficas de Yucatán.
Sin embargo, los epígrafes más valorados por los especialistas son los que Landa de-
dica a exponer, de forma minuciosa, el funcionamiento del calendario maya y la forma de
computar el tiempo, por ser un tema trascendental del pensamiento indígena. Tanto ar-
queólogos como filólogos han encontrado un filón inapreciable en la profusión de deta-
lles que el religioso incluye en la Relación, ya que, además de describir cuidadosamente
el ciclo de fiestas y ritos, incorpora los dibujos de los días y los meses y explica la llama-
da rueda de los Katunes, espacio de tiempo que combina los períodos sagrados de 7.200
días con los trece numerales básicos, pasándose así del reducido marco del año ordinario
al período de 93.600 días. Ello supone una información de extraordinario alcance, ya que
asienta las bases de la cronología prehispánica, sobre todo porque conviene recordar que
las fechas arqueológicas que se aplican al área cultural de Mesoamérica parten en buena
medida de las correlaciones hechas con las inscritas en los edificios del Mayab.
Pero es que, además, todos esos valiosos testimonios se ven complementados, para
alegría y también tortura de los mayistas, con una breve información sobre el sistema
de escritura, al reproducir el supuesto alfabeto de los jeroglíficos. No obstante, se debe
recordar que en este aspecto su contribución se ha visto limitada tanto por la parvedad
de los datos que aporta sobre la antigua escritura como por su errónea concepción de los
jeroglíficos, ya que Landa creyó que los mayas utilizaban un alfabeto similar al europeo
y transcribió por ello el conjunto de letras según la correspondencia de sus sonidos al
lenguaje hablado. Y es que los indios le dibujaron algunos jeroglíficos que podían ser
leídos como esas letras, pero que realmente tenían un significado totalmente diferente
al pretendido abecedario. Lo curioso es que, al parecer, el fraile captó perfectamente que
la escritura de los mayas respondía en buena medida a principios silábicos, o que incluía
ideogramas, como se desprende de un par de frases sucintas, pero no supo o, quizá, no
quiso averiguar más, posiblemente porque consideraba que el gran número de libros que
hallaron “de estas sus letras ... no tenían cosa en que no hubiese superstición y falseda-
des del demonio”.25 Sin embargo, aun cuando sus explicaciones no hayan servido para
descifrar de forma definitiva la escritura maya, sí han puesto, al menos, los cimientos
para avanzar en el conocimiento del mensaje de los signos inscritos en las piedras y para
poder comprender una parte de la antigua historia de los mayas. Lo cual es muy impor-
tante, sobre todo porque ahora se sabe que los jeroglíficos inscriptos en los monumentos
no reflejaban sólo asuntos religiosos y de calendario, sino que también referían sucesos
históricos.
A este respecto conviene reseñar el carácter arqueológico de las alusiones a las cons-
trucciones del pasado yucateco. Y es que, para aclarar su descripción de las dimensiones
de los monumentos, Diego de Landa llega a esbozar unos rudimentarios pero interesan-
DESTRUCCIÓN Y RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE YUCATÁN 328

tísimos dibujos los de Izamal, Mérida y Chichén Itzá que dan idea de su estructura, de
la disposición de las escaleras y hasta de la cantidad de escalones que tenían. La mera
redacción del texto ya revela la impresión que debieron experimentar los franciscanos
ante la magnificencia de los templos y santuarios prehispánicos que se conservaban en
Yucatán en la segunda mitad del siglo XVI. Es más, la admiración del provincial ante
tales manifestaciones arquitectónicas debió ser tan grande que no dudó en afirmar que
la “muchedumbre, grandeza y hermosura” de los edificios era “la más señalada cosa de
cuantas hasta hoy en las Indias se han descubierto, porque son tantos y tantas las partes
donde los hay y tan bien edificados de cantería, a su modo, que espanta”.26 Es indudable
que con estas palabras Landa estaba rindiendo un claro homenaje a los antiguos mayas y
a su cultura.

c) El medio natural
Finalmente, sólo queda resaltar que la última parte de la Relación constituye el primer
texto descriptivo de la geografía, fauna y flora de la península de Yucatán. Y es que Lan-
da inicia esta parte exponiendo las características de la tierra, maravillándose de que, aun
siendo toda ella “una viva laja”, “sea tanta la fertilidad de esta tierra sobre las piedras y
entre ellas”, hasta el punto de que “entre las piedras y sobre ellas siembran y se dan todas
sus semillas y se crían todos los árboles, y algunos tan grandes y hermosos que maravilla
son de ver”.27 Para el religioso la causa de ello debe estar en la humedad que existe y se
conserva más en las piedras que en la tierra, pues observa con gran perspicacia que, si
bien la península de Yucatán no se caracteriza por abundancia de ríos ni de fuentes, la
naturaleza le ofreció, en cambio, una serie de fuentes de agua dulce que corren por la
tierra y que producen el agua necesaria para la producción y el sustento del hombre. A
este respecto conviene recordar que el suelo yucateco, aparentemente árido o desértico,
guarda en sus entrañas mucha agua procedente de la lluvia, que se filtra a través de su ca-
pa calcárea para depositarse en grandes cuevas naturales que son, a su vez, consecuencia
de su constitución rocosa. Son estas cuevas los famosos zenotes, que Landa describe mi-
nuciosamente, siendo consciente de que son fuentes inagotables de las que se nutren las
zonas más secas y que, además de asegurar la pervivencia de la población yucateca, son
la salvación de la provincia en las épocas de sequía.
No menos importantes son sus observaciones sobre el aprovechamiento de los mine-
rales, los animales y las plantas, ya que posibilitan un conocimiento de la explotación y
aprovechamiento de los recursos. Va detallando así las diversas especies de pescados, las
peculiaridades de las iguanas y lagartos, de las serpientes y otros animales ponzoñosos,
de las abejas con su aportación de miel y cera, de la flora, de las aves de la tierra y del mar,
para terminar aludiendo a la gran variedad de otros animales que existen en Yucatán. La
multitud de datos sobre las características del medio permite apreciar la estrecha relación
y dependencia entre la colectividad maya y el suelo que la sustentaba.
Con todo, el interés del provincial franciscano por la forma de vida y costumbres de
los mayas, así como su admiración por las manifestaciones culturales de los mismos no
impidieron que en su Conclusión el provincial franciscano se preocupara de resaltar lo
329 MESAS REDONDAS

mucho que habían ganado los indios con la llegada de la “nación española” por todas las
aportaciones, espirituales y materiales que ello les había supuesto.

Conclusión
De todo lo expuesto se deduce que Fray Diego de Landa refleja en su persona y en su
Relación de las cosas de Yucatán todas las contradicciones de los hombres de su tiempo.
Si como celoso guardián de la ortodoxia católica, y en consonancia con el proyecto mi-
sional franciscano, no dudó en destruir valiosos objetos labrados y códices inapreciables,
supo a la vez captar la importancia y el valor de la civilización maya y, por tanto, preser-
var con sus detalladas anotaciones los rasgos principales de los testimonios culturales
destruidos. Por otra parte, su asombro y entusiasmo por todo lo que conoció en la región
yucateca no atenuaron su disgusto y rechazo a las prácticas idolátricas, de la misma for-
ma que los duros castigos que impuso a los indios apóstatas fueron ampliamente contra-
rrestados con la protección y encendida defensa que hizo de ellos frente a los abusos y
extorsiones de los encomenderos.
Quizá por ello se puede concluir que, como bien señaló Ángel María Garibay, Diego
de Landa forjó “una Relación que tiene el encanto de una leyenda y el valor de un códice.
Los que leen, gozan; los que estudian, aprenden”.28
DESTRUCCIÓN Y RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE YUCATÁN 330
331 MESAS REDONDAS

NOTAS

1
Los hechos de Maní y la actuación de Landa en los mismos, así como toda su trayectoria personal son recogi-
dos por diferentes cronistas y autores contemporáneos. Puede consultarse, entre otros: Diego López Cogolludo,
Historia de Yucatán. México: Academia Literaria, 1957; Crecencio Carrillo Ancona, El obispado de Yucatán. Mé-
rida, Yuc.: Imp. y Lit. de Ricardo B. Caballero, 1892; France V. Scholes y Eleanor Adams, Don Diego Quijada.
Alcalde Mayor de Yucatán, 1561-1565. 2 vols. México: Antigua Librería Robredo, 1938 (en esta obra se repro-
duce, con una muy buena Introducción, toda la documentación sobre el Auto de fe público de Maní); Stella María
González Cicero, Perspectiva religiosa en Yucatán, 1517-1571. México: El Colegio de México, 1978.
2
J. Eric S. Thompson, The Rise and Fall of Maya Civilization. Oklahoma Press, 1954, pág. 34.- Véase también
la versión española de Lauro José Zavala, Grandeza y Decadencia de los Mayas. México: Fondo de Cultura Eco-
nómica, 1959, pág, 46.
3
Fray Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán. Edición a cargo de Angel María Garibay. México: Ed.
Porrúa, S. A., 1982. Al final de su interesante Introducción Garibay reproduce todas las ediciones que se han hecho
de la obra de Landa, con excepción de la rusa. También incluye un Apéndice con cartas de Diego de Landa y varios
documentos importantes para la historia de la península maya.- Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán.
Edición, introducción y notas de Miguel Rivera Dorado. Madrid: Historia 16, 1985. Serie Crónicas de América 7.
La versión rusa es aludida por Rivera Dorado en su Introducción. Ésta, además, nos sido de gran utilidad para la
elaboración de este sintético comentario sobre la obra del religioso franciscano.
4
Véase también al respecto, Scholes y Adams, tomo I, págs. XII-XX; González Cicero, págs. 104-108 y 128-
142.; Manuela Cristina García Bernal, “Los franciscanos y la defensa del indio yucateco”, en Temas Americanis-
tas, núm. 1 (Sevilla, 1982), págs. 8-11.
5
Thompson, pág, 46 (versión española). No hay que olvidar que la piedra de Rosetta ayudó a Champollion a
descifrar los jeroglíficos egipcios. No obstante, para una revisión de las interpretaciones que se han hecho sobre la
obra de Landa, véase Matthew Restall y John F. Chuchiak, “A Reevaluation of the Authenticity of Fray Diego de
Landa’s Relación de las cosas de Yucatán, en Ethnohistory, 49:3 (summer 2002) págs. 651-669.
6
Landa, Edición de Rivera Dorado, pág. 28.
7
Bernardo de Lizana, Historia de Yucatán. Edición, introducción y notas de Félix Jiménez Villaba. Madrid:
Historia 16, 1988. Serie Crónicas de América 43, pág. 164.- Fr. Diego López Cogolludo, Historia de Yucatán.
Prólogo, notas y acotaciones por J. Ignacio Rubio Mañé. México: Ed. Academia Literaria, 1957, lib. IV, cap. XIV
(vol. I, pág. 285).
8
Para la descripción de su contenido hemos seguido la edición de Angel María Garibay y no la de Ribera
Dorado que distribuye la obra en grandes bloques o capítulos, aparte de la Conclusión. Y es que entendemos que,
aunque esta última división facilita una mejor comprensión del conjunto, con ella se diluye, sin embargo, la ex-
tensión e importancia que Landa atribuye a los diferentes temas. Así los 19 epígrafes de esta primera parte quedan
contenidos en 4 de los 9 capítulos de Ribera Dorado.
9
Manuela Cristina García Bernal, “El afianzamiento de un precario comercio: los intercambios entre Sevilla y
Yucatán (1590-1600)”, en Historia Mexicana, núm. 198 (México, octubre-diciembre, 2000), págs. 205.- Las limi-
taciones portuarias de la península aparecen más desarrolladas en Manuela Cristina García Bernal, El comercio de
Campeche (1561-1625). Campeche, Cam. Méx.: INAH/CONACULTA, 2006.
DESTRUCCIÓN Y RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE YUCATÁN 332

10
Landa, Edición de Angel María Garibay, epígrafe X, pág. 20.
11
Puede consultarse al respecto la obra de Robert S. Chamberlain, Conquista y colonización de Yucatán, 1517-
1550. Trad. de Alvaro Domínguez Peón y Prólogo de J. Ignacio Rubio Mañé. México: Ed. Porrúa, S. A., 1974.
12
Landa sólo alude a la tasación de 1549 (sin citar la fecha) y a la visita del oidor Tomás López. Edición de
Angel María Garibay, pág. 30.- Todo ello aparece más desarrollado en Manuela Cristina García Bernal, Población
y encomienda en Yucatán bajo los Austrias. Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos (CSIC), 1978, págs.
186-193 y 378-383. Sobre los servicios personales exigidos a los indios en los primeros tiempos puede también
consultarse Manuela Cristina García Bernal, “Los servicios personales en Yucatán durante el siglo XVI”, en Estu-
dios sobre política indigenista española en América. Valladolid: Universidad de Valladolid, 1976, págs, 269-279.
13
García Bernal, “Los franciscanos y la defensa del indio yucateco”, pág. 9.
14
Landa, Edición de Angel María Garibay, pág. 30.
15
López Cogolludo, lib. VI, cap. I (vol. I, págs. 307-308).- García Bernal, Población y encomienda, págs. 191-
192 y 382-383.
16
Scholes y Adams, tomo I, págs. X-XI.
17
López Cogolludo, lib. VI, cap. I y cap. VI (vol. I, págs. 308 y 322-324).
18
Landa, Edición de Angel María Garibay, pág. 33.
19
Carta de Fray Francisco de Toral, obispo de Yucatán, al rey, 1º de marzo de 1563, en Scholes y Adams, tomo
II, págs. 34-41. La cita textual está recogida en las páginas 36-37. Dicha carta es analizada por González Cicero,
pág. 167.
20
Landa, Edición de Angel María Garibay, pág. 33.- Véase también: Scholes y Adams, tomo I, págs. CII-CIV;
González Cicero, págs. 162-166; Stella María González Cicero, “Datos biográficos de Fray Diego de Landa” y
“Fray Diego de Landa: un hombre de su tiempo”, en Reflexiones sobre el acontecer histórico de Yucatán. Mérida,
Yuc.: Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán, 2001, págs. 171-187 y 189-206, respectivamente.
21
López Cogolludo, lib. VI, cap. XV (vol. I, pág. 352).
22
Landa, Edición de Angel María Garibay, pág. 34.
Esta parte abarca 24 epígrafes, concretamente, desde el XX al XLIII, ambos inclusive. Landa, Edición de
23

Angel María Garibay, págs. 34-117.


24
Landa, Edición de Ribera Dorado, pág. 31.
25
Landa, Edición de Angel María Garibay, pág. 105.
26
Landa, Edición de Garibay, Ibidem, pág. 106.
27
Ibidem, pág. 117.
28
Ibidem, pág. XIV.
333 MESAS REDONDAS

Cronistas de Indias

LA FIGURA DEL CONQUISTADOR


EN LOS CRONISTAS DEL NUEVO REINO DE GRANADA

Julián B. Ruiz Rivera


(Universidad de Sevilla)

Es obligado comenzar diciendo que los cronistas del Nuevo Reino de Granada no
alcanzaron las cumbres que los de Nueva España o Perú, ni historiográfica ni litera-
riamente. Ni hubo historiadores oficiales como López de Gómara para las hazañas de
Cortés o Francisco de Xerez para Pizarro, ni la variedad de narradores desde hombres de
tropa hasta el propio conquistador de Medellín en sus Cartas de Relación. Bueno, parece
que el adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada también escribió, como hombre ilustra-
do que era, su versión de la conquista en el Epítome de la conquista del Nuevo Reino de
Granada, aunque haya sido puesta en duda su versión.1 Daría la impresión que, al care-
cer esta conquista de la espectacularidad de otras, hubiera quedado igualmente opacada
incluso en el terreno de sus relaciones históricas. Indiscutiblemente no hubo una captura
como la de Atahualpa en Cajamarca en que menos de dos centenares rindieron todo un
imperio con sus miles de soldados, ni un encuentro de ensueño entre Moctezuma y Cor-
tés en medio de una calzada construida sobre las aguas del lago que daba acceso a la ciu-
dad de Tenochtitlan, sino una conquista prosaica pueblo a pueblo, penosa y nada lucida.
Sólo frailes o clérigos alcanzaron a contar aquellos hechos, de los que ni siquiera fue-
ron testigos directos, aunque tuvieron testimonios orales o escritos. Aquella empresa de
conquista nada tuvo que envidiar a otras por su dureza, por lo mucho que tuvieron que
pelear, por el número de bajas cercano a las cuatro quintas partes en el ascenso de Jimé-
nez de Quesada a la meseta. El menor grado de organización e integración política de
las poblaciones indígenas forzó a someter uno a uno a cada pequeño señorío, fueran los
guechas, los panches, los súbditos de Duitama o Sogamoso y, por supuesto, de Hunza,
traducido por Tunja y de Bogotá o Bacatá.
Sorprender no puede sorprender que los cronistas neogranadinos fueran clérigos y
mayormente frailes, puesto que por vocación asumían las empresas más arriesgadas o
que no querían otros y por preparación de estudios las podían emprender, dotados como
LA FIGURA DEL CONQUISTADOR EN LOS CRONISTAS DEL NUEVO REINO DE GRANADA 334

estaban para escribir y contar los hechos vividos. Sí se percibe que unos cronistas bebie-
ron de otros, no tanto en la forma de narrar, cuanto en la similitud de los hechos que rela-
tan. Efectivamente, al no haber testigos presenciales de las acciones el hilo del discurso
de los relatos del Epítome o los contados por Fr. Antonio Medrano convenientemente
narrados en la Recopilación historial por su compañero de orden seráfica, Fr. Pedro de
Aguado, impusieron la pauta para las Noticias historiales de Fr. Pedro Simón o para las
Elegías de varones ilustres de Indias de Juan de Castellanos, si bien este compuso su
enorme poema de 113.609 versos, comenzando con el descubridor de descubridores,
Cristóbal Colón.2 Seguramente debido a ese lugar secundario ocupado en la historiogra-
fía, las obras de estos autores no fueron publicadas sino parcialmente, pues para verlas
íntegras en letra impresa tuvieron que transcurrir dos o más siglos, Fr. Pedro Simón en
1819, el beneficiado Juan de Castellanos en 1847 y Fr. Pedro de Aguado en 1917.
Ante la imposibilidad de abordar en tan corto espacio cualquier análisis más prolijo,
se ha optado por centrar las breves consideraciones en la figura del conquistador y es-
pecíficamente del adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada, aunque por las páginas de
los cronistas desfilen muchas otras figuras de conquistadores. No se puede comparar la
extensión dedicada a los rivales directos de la conquista de la meseta cundiboyacense,
Nicolás Féderman o Sebastián de Belalcázar, con la atención prestada al general, que es
el apelativo más comúnmente utilizado para referirse al licenciado Jiménez de Quesada.
Claro que de poco serviría el halago forzado o falso, si él no se hubiera comportado como
jefe y no hubiera refrendado con hechos de armas sus dotes de mando.
La primera responsabilidad del jefe era conducir a los suyos a la meta, es decir, a la
conquista del territorio, pese a las voces contrarias de que no cabía esperar botín o de que
no podrían resistir los ataques de tan numerosas poblaciones. Obraba en ellos el haber
perdido una gran parte de los que habían salido de Santa Marta remontando el valle del
río Magdalena. Pero, una vez que llegaron a la meseta y comenzaron a ver los centenares
y miles de combatientes, algunos de los capitanes aconsejaron el regreso. El general, co-
mo de costumbre, no perdió el ánimo y arengó a los suyos:
Nunca se alcanza nada, si no es por guerra y trabajos, pues nunca mucho costó poco y
los trabajos se hicieron para los hombres, los cuales después de haberlos pasado tienen
gusto en contarlos, en especial cuando están gozando de los frutos de ellos. Volver el pie
atrás habrá sido en balde, como lo serán nuestras esperanzas todo el tiempo que estu-
viéramos en Santa Marta, si nos volviésemos a ella. Y pues dondequiera que vamos las
hemos de hallar [incomodidades] aprovechemos las pasadas y sigamos su porvenir, que
podemos estimar por gloria y noble fama, como será infamia su vergonzosa vuelta.3
Y no es que no le hubiera tentado la idea de abortar la empresa y regresar a lugares más
plácidos y conocidos en la costa venezolana, pues si “algunas veces me ha ocurrido dar
la vuelta que ahora se me propone, no lo he querido admitir por no parecerme convenir al
valor de nuestros pechos dar pie atrás en lo comenzado.”4
Curioso que su liderazgo no se basara en su capacidad militar, pues frente a la destre-
za de los jefes militares natos reconoció que él no era tan experto, aunque lo compensó
con que “nunca hace cosa sin consulta”. Entre los grandes caudillos de la conquista del
335 MESAS REDONDAS

continente americano los más ilustres conquistadores fueron, sobre todo, conductores
de hombres, líderes en los que sus seguidores depositaban enteramente la confianza. La
estrategia militar consistía en demostrar quién tenía la superioridad y no dar la menor
muestra de debilidad. Como buen jefe siempre dio muestras de fortaleza de ánimo, según
el juicio del cronista de adopción tunjana:
En esto se mostró varón perfecto
Don Gonzalo Jiménez de Quesada,
Pues con ser el angustia y el aprieto
El mayor que jamás tuvo jornada,
Nunca lo vieron a temor subjeto,
Ni palabra habló desconfiada:
Antes cuando más mal se padecía,
Mayor esfuerzo se le conocía.5

Aunque la mayoría de los supervivientes tuvieran puestas sus esperanzas en un buen


botín, el jefe tenía que motivarlos con mayores premios, primero y principal “la honra
de Dios y la corona de nuestro Rey y Señor”, cuyos efectos aún no habían tenido ocasión
de experimentar en la adhesión de los pueblos indígenas. Y más allá de la riqueza del oro
de la que iban teniendo suficientes muestras, el caballero renacentista les arengó con la
fama y el prestigio de ser conocidos por grandes hechos utilizando imágenes poéticas:
De donde saldrá materia para que se celebren nuestros nombres, no sólo en las minas
de bronce eterno, sino de oro bruñido e imitación a nuestra posteridad, que alentadas
por nuestros hechos no les ocupen temores hacer otras tales y mayores.6
Además del valor y la motivación a su hueste el líder dejó claros los criterios de con-
ducta con respecto a los objetivos y los medios a utilizar. El general tenía mandado por
ordenanzas que ningún miembro de la hueste pudiera entrar en los bohíos de los indios
para con ello impedir los saqueos y robos que ocasionaran animadversión y represalias
de los indios. No sin un cierto deje de crítica recoge el cronista Aguado las consecuencias
adversas que tuvo en algún aspecto:
Por el rigor de las constituciones y leyes que el General había hecho, dejaron de sacar
de algunos templos y buhíos dedicados a sus simulacros y dioses gran cantidad de oro
que aún se estaba en ellos; porque como el General había ahorcado a un hombre porque
recibió unas mantas que unos indios le dieron y por sus ordenanzas tenía vedado que no
entrasen en buhíos ningunos, no había soldado que se desmandase en cosa ninguna ni
fuese tan escudriñador de lo que había en las casas de los indios como lo son los de este
tiempo; y por esta causa tuvieron lugar los indios de venir de noche a los buhíos de sus
sacrificios y sacar todo el oro que en ellos había y llevallo a esconder a otras partes.7
Efectivamente, en más de una ocasión el general había ejecutado castigos ejemplares
sobre los soldados, como la pena capital aplicada a Juan Gordo por haber quitado unas
LA FIGURA DEL CONQUISTADOR EN LOS CRONISTAS DEL NUEVO REINO DE GRANADA 336

mantas a un indio, pese a que no había quedado muy claro si el indio las había dejado en
el camino para que se las llevara o para tenderle una trampa pues luego le denunció, lo
que tuvo un efecto fulminante, pues “fue temido el General dende en adelante y no hubo
hombre que se le desmandase.”8 No valieron mediaciones ni súplicas de compañeros,
como describió el poeta Castellanos, pues se ejecutó el ejemplar castigo:
Al fin lo trajo preso, y aunque el pobre
dio su disculpa sin ficción alguna,
y no faltaron buenas tercerías,
de ningún fruto fue la diligencia;
pues no sin gran pesar del campo todo
a muerte natural fue condenado,
y ejecutada luego la sentencia.9

Otro soldado estuvo a punto de morir por garrote al haber quitado a los indios unos
venados para alimentarse.
El instrumento primordial en la penetración se cifró en evitar la lucha en cuanto fuera
posible y ofrecer siempre la amistad, aunque no pocos malentendidos en esta cuestión
fueron causados por la falta de buenos intérpretes, que debían explicar a sus señores
naturales cómo aquellos extranjeros venían de parte de un rey muy poderoso, que man-
daba sobre muchas tierras y al que debían prestar obediencia, si querían evitar la guerra.
Junto con esto debían explicarles muchos otros temas, como que no eran dioses ni se
alimentaban de carne humana ni aceptaban los sacrificios humanos. Sucedió en Chipatá
que enviaron un indio a los españoles para que se lo comieran. Mas, como lo recibieron
amistosamente, pensaron los indios, situados en lo alto de la colina, que no lo habían
querido comer por ser viejo y se pusieron a arrojar niños desde unas peñas juzgando que
esa carne sí les gustaría. Tanto el general como los soldados comenzaron a dar voces para
que detuvieran la carnicería.10
No obstante lo dicho, a los jefes indígenas les habló con términos muy claros y drás-
ticos porque les hizo saber que no toleraría rebeliones, sino que pagarían con la vida los
que tuvieran el atrevimiento de sublevarse:
“Esta puede pasar, amigos míos,
por quien sois y por quien os padrina;
mas entended que tales desvaríos
no caben en guerrera disciplina.
Son, como veis, crecidos los gentíos,
Pocos los de la gente peregrina,
Y en terrenos de bárbaros tan llenos,
337 MESAS REDONDAS

Apartados podríamos ser menos.


Mas agora no quiero más que enmienda
Para lo que adelante sucediere,
Y que ningún caudillo me pretenda
Salir fuera del orden que yo diere;
De lo contrario, quiero que se entienda
Castigo, con rigor, sea quien fuere,
Porque por salir uno de medida
Acontece perder muchos la vida.11

Pese a toda la estrategia pacificadora, los indios con frecuencia no se rendían sin lu-
cha, sobre todo los que tenían más que defender, como los caciques de Bogotá y de Tun-
ja, que estaban enfrentados entre sí y en preparativos de guerra cuando los españoles
alcanzaron la meseta. En esas ocasiones el general estaba siempre al frente de los suyos,
incluso a la hora de las guardias: “y aquella noche con los capitanes / el mismo Licencia-
do hizo vela”12
Toda la estrategia podía peligrar a causa de la ambición y la codicia del oro, como casi
siempre. Por más que los cronistas se empeñan en maquillar estos rasgos de avaricia, los
objetivos de Quesada y de su hueste en este terreno quedan meridianamente dibujados,
expresando la dificultad para obtener rescates de oro, sobre todo cuando se trataba de los
grandes señores, pues no les parecía suficiente o anotaban exiguas cantidades de 2.000
libras.13 La tropa estaba ilusionada con descubrir algo semejante a lo que se había logra-
do en Cajamarca para el rescate del inca Atahualpa, -”Pirú, Pirú, Pirú, buen Licenciado /
que, voto a tal, que es otro Caxamalca”- aunque en la tierra de Bogotá aparte de abundan-
te comida y mucha población, no se había hallado oro, sentencia Aguado.
Esta fiebre del oro llevó a los españoles a caer en un tremendo engaño. El Sagipa, he-
redero del zipa de Bogotá como sobrino por línea materna, intentó ganar tiempo con los
españoles a ver si en cuarenta días había pedido para llenar la habitación de oro, hallaba
forma de que lo liberaran de la prisión. Así que mandó llamar a algunos indios principales
y les instruyó sobre la forma de engañar con un rescate en oro que debían llevar durante
una cuarentena para llenar una habitación en la que dormía. Cada día llegaba un indio su-
doroso llevando dentro de una manta cantidad de piezas de oro que hacía sonar pero sin
destaparlas. Él y los treinta acompañantes se metían en la habitación donde dejaba caer
las piezas con estruendo y cada uno de la comitiva escondía una pieza dentro de su ropa
para salir, con lo que no quedaba nada. Así día tras día hasta cumplir la cuarentena, en que
entraron los soldados en la alcoba y en lugar de encontrarla repleta de oro la encontraron
vacía. Simón sentencia: “sintió el general más que nadie el engaño.”14
Usaron el tormento para intentar averiguar el paradero del oro en esta y en otras oca-
siones. Aquí, después de mucho llegaron a conseguir unos 20.000 pesos que repartieron
LA FIGURA DEL CONQUISTADOR EN LOS CRONISTAS DEL NUEVO REINO DE GRANADA 338

equitativamente, aunque no dejó de burlarles un falso fraile dominico, que les sacó 1.600
pesos para la fundación de una capellanía, que nunca se fundó porque el tal fraile se fugó
con el dinero. Las cuestiones de dinero fueron posiblemente el talón de Aquiles de Jimé-
nez de Quesada, pues nunca vio satisfechas sus aspiraciones y peticiones de recompensa
por sus conquistas, posiblemente a causa de haber metido la mano en la caja real para
llevarse varios miles de pesos sin licencia.15 Más tarde, puede que “el dorado metal” le
llevara a emprender la aventura de El Dorado que sólo le produjo cuantiosas deudas que
arrastró hasta el final de sus días. No obstante, fue un caudillo ilustrado, con estudios,
considerado con sus hombres y partidario de los instrumentos pacíficos siempre que eran
posibles.
Si ese es el fondo de los juicios sobre el conquistador, dado que estamos en un congre-
so de lengua ¿cómo es la lengua de estos narradores? No cabe duda de que el más original
resulta Castellanos por la sucesión de tantos miles de versos, pese a todos los defectos
que se le puedan achacar de pies quebrados, así como versos sueltos o defectuosos. Que
no se le ha estudiado en serio se ve en las escasas ediciones que se han publicado y en que
ni siquiera hay una edición con los versos numerados. Con estas salvedades el cronista
poeta Castellanos exhibe un riquísimo vocabulario, que con elementos comunes cons-
truye piezas dignas y elegantes. ¿Cómo se pueden mencionar en verso los integrantes de
la hueste de Quesada? Pues lo hace así:
En oculto lugar acomodado
quedaron escondidos Diego Franco,
Batolomé González y Poveda,
Alonso Gómez y Pedro Gutiérrez
y Francisco de Murcia y Juan Mateos
un Alonso Domínguez y Herreño,
Pero Fernández Bolegan, Aranda,
Ansimismo Bartolomé Fernández
de León, y también Fernán Gallego,
soldados excelentes y cursados
en tratos de belígeras contiendas.16

No digamos nada tampoco de la descripción de los preparativos y de las batallas, en


las que necesariamente tiene que repetir los mismos elementos a describir. Por ejemplo:
Traían tan formados escuadrones
y con tal regulada disciplina
como si fuera banda de tudescos;
unos dellos cubiertos con paveses
339 MESAS REDONDAS

y multitud de dardos a la mano


que mujeres armígeras traían;
otros con picas largas y con mazas
pendientes de los hombros ansimismo;
otros con fuertes arcos y con flechas;
otros fundibularios, proveído
zurrón de lisas piedras y redondas;
otros también traían cerbatanas
y aljabas de saetas emplumadas
que violentos soplos despedían;
pero ningunos jáculos sin hierba
que con rabioso fin amenazaba.

El Céspedes alzó la voz diciendo:


¡Santiago y a ellos, caballeros!
Baten luego las piernas los jinetes
ellos y los caballos bien armados
y rompen por aquella muchedumbre
de bárbaros opuestos con paveses,
que, siendo del encuentro furioso
de los lozanos potros embestidos,
caen unos sobre otros dando vueltas.
Y aquí y allí confusos y tendidos
como golpes de leños mal compuestos17

El conocimiento personal del cronista Castellanos con el Adelantado, “cuyo valor a


mi me fue notorio / por la conversación de muchos años”, le llevó a calificarlo de “varón
docto, insigne capitán y animosísimo letrado”,18 versado en letras y poesía: “de quien
puedo decir no ser ayuno / del poético gusto y ejercicio.”19
Castellanos tiene toda la formación clásica de historiador y poeta, tanto de Tácito,
como de Homero o Virgilio en diferentes rasgos de la composición poética, poniendo en
boca del líder discursos para arengar a la tropa o para justificar la empresa, aunque los ar-
gumentos no encuentren aquellas grandes tramas que movían entre los antiguos los dio-
ses del Olimpo. Este artificio literario de poner en boca del general discursos y arengas
está totalmente ausente en el Epítome donde la descripción es sucinta y directa. Las tran-
LA FIGURA DEL CONQUISTADOR EN LOS CRONISTAS DEL NUEVO REINO DE GRANADA 340

siciones del poeta Castellanos se asemejan igualmente a los clásicos al hacer concesio-
nes a figuras poéticas que imitan la homérica “aurora de rosáceos dedos” cuando dice:
En efecto, después que luz febea
hizo restitución de los colores
que nocturnos vapores encubrían,
nuestros atribulados españoles ...20

o este otro más rebuscado


Del parto de la Virgen ya corrían
sobre mil y quinientos los cuarenta
y el radiante Febo visitaba
la imagen del cornígero segundo,
de tres que entre los signos se numeran
cuando la valerosa compañía.21

Tomados de la literatura clásica y de tantas fábulas incorporadas en la novelística ca-


balleresca aparecen mitos y fábulas recogidos a veces en refranes y del dominio de los
eruditos al menos como figuras literarias, si no como elementos de la realidad, como
humanos de tamaño anormal, al estilo de Polifemo:
Salvaje más crecido que gigante,
y cuyas proporciones y estatura
eran según las pintan en Atlante,
de hombre natural la compostura,
en el hocico solo discrepante,
algo largo y horrenda dentadura.
De ñudoso bastón la mano llena,
el cual sobrepujaba su grandeza,
pues era como la mayor entena
y del cuerpo de un hombre la groseza;
y aqueste meneaba tan sin pena
como caña de mucha ligereza:
hermafrodito, porque los dos sexos
le vieron no mirándolo de lejos.22
341 MESAS REDONDAS

Que recoja algunas de esas fábulas no quiere decir que se las crea, como a la hora de
describir la fuente de la eterna juventud:
Bebiendo de sus aguas pocas veces,
lavando las cansadas proporciones,
perdían fealdades de vejeces,
sanaban las enfermas complexiones;
los rostros adobaban y las teces,
puesto que no mudaban las facciones;
y por no desear de ser doncellas
del agua no salían todas ellas

Estoy agora y considerando,


según la vanidad de nuestros días,
¡qué de viejas vinieran arrastrando
por cobrar sus antiguas gallardías,
si fuera cierta como voy contando
la fama de tan grandes niñerías!
¡cuán rico, cuán pujante, cuán potente
pudiera ser el rey de la tal fuente! 23

Lo mismo que le ocurrió a Jiménez de Quesada y que a tantos miembros de las expe-
diciones de conquista, a saber, que la nueva tierra les cautivó y les conquistó, también a
Castellanos le sucedió explicablemente, si uno se sitúa en su casa de la Villa de Leiva,
expresándolo con estas emotivas palabras:
¡Tierra buena, tierra buena!
Tierra que pone fin a nuestra pena
Tierra de oro, tierra bastecida,
tierra para hacer perpetua casa,
tierra con abundancia de comida,
tierra de grandes pueblos, tierra rasa,
tierra donde se ve gente vestida,
y a sus tiempos no sabe mal la brasa;
tierra de bendición clara y serena,
tierra que pone fin a nuestra pena.24
LA FIGURA DEL CONQUISTADOR EN LOS CRONISTAS DEL NUEVO REINO DE GRANADA 342

No pudieron encontrar en los clásicos antecedentes de los sacrificios humanos y qui-


zá por ello los describe no sin cierta repugnancia y, por supuesto, censura como cuando
van a ver al cacique después de haber matado a uno y les despide con favores para que
sigan sus juegos y diversiones. Así describe el punto máximo de la fiesta, aderezado de
bailes, vestidos, juegos y danzas:
E ya cuando llegaban al remate,
hacían a sus ídolos ofrendas;
no sin humana sangre hartas veces,
porque ponían sobre las garitas
de aquellos mástiles que ya dijimos
algún esclavo vivo y amarrado,
tirándole con jáculos agudos,
al pie del mástil muchas escudillas
que ponían los unos y los otros,
y la sangre que el vaso recibía,
del mísero paciente destilada,
los dueños cuyas eran las vasijas
ofrecían al torpe santuario
con sus ridiculosas ceremonias.25
Los hermanos de religión, los dos Pedros Aguado y Simón, guardan no pocos rasgos
en común, no exclusivamente en el planteamiento de la obra como memoria de su tránsi-
to por los conventos que tuvieron bajo su jurisdicción y que luego ampliaron hasta abar-
car la historia del territorio, sino en la propia ejecución y redacción de su respectiva obra.
Fr. Pedro Simón, que fue más nuevo en el territorio, se basó en la parte que le permitió la
cronología en Fr. Pedro Aguado, que a juicio de Manuel Pérez, hace en esa parte un relato
similar en lo sustancial.26 Pero, a su vez, Aguado también es deudor a otro compañero de
orden, Fr. Antonio Medrano, aunque no sea más que en lo referente a materiales reuni-
dos, si no redactados, a juicio de Jerónimo Becker. Puede que ni pensara abordar la his-
toria que luego redactó cuando recopilaba materiales, entre los que contaron en primer
lugar los de su compañero de orden, que como ha señalado Demetrio Ramos se encon-
traban en el convento de Santa Fe.27 Friede distingue incluso los libros que redactó con
los materiales de Medrano.28 En cuanto al lenguaje, tanto uno como otro hacen gala de un
franciscanismo lingüístico, sin concesiones a la imaginación, a las figuras o metáforas,
al lenguaje culto, no ya culterano. La orden, los estudios y la vida austera les había mar-
cado, así como el propósito primero de recopilar información para entender la realidad
del territorio y de las gentes que la orden había colocado a su cargo.
Aguado siempre resulta más incisivo a la hora de emitir juicios sobre los indios, sin
excluir los más severos, como en la descripción de sacrificios humanos o de conductas
343 MESAS REDONDAS

reprensibles y faltas de humanidad. No obstante, resulta más conciso y sintético lo relati-


vo a la orden franciscana, pero mucho más rico y prolijo al tratar de los indios y de la geo-
grafía, mientras que su compañero de religión abunda en detalles sobre las fundaciones
de ciudades o los choques con los indios.
Simón no hace profesión de lenguaje cortesano, aunque no se le puede tachar de vul-
gar, siendo como es sencillo. Contra quienes le habían recomendado escribir en latín, él
hace una encendida defensa de la “lengua mera castellana” con toda humildad, siendo
consciente de que no le faltaban precedentes en la experiencia de los escritores bíblicos,
que lo habían hecho en su propia lengua vernácula. Y frente a la imitación de los clásicos
latinos del estilo de Cicerón, él aboga por un lenguaje popular de vocablos inteligibles
aunque no fueran tan cultos. Hay alguna diferencia con Aguado en algunas citas latinas
que este introduce y en alusiones a personajes y ejemplos del mundo clásico como Héc-
tor, Julio César, etc. Quizá Aguado fue más intelectual y teólogo, pero no exhibe su eru-
dición en citas de teólogos o juristas. Pronunciarse sobre el estilo de la obra de Aguado
puede ser engañoso, dado que intervinieron dos autores al menos, así como algunas otras
manos correctoras. El estilo es sencillo y exacto, sin retórica, dejando traslucir en ocasio-
nes diversas emociones. No así la temática eclesial ni conventual que para nada aparece,
puede que por tener en mente escribir alguna obra específica o por no parecer en alguna
medida frailuna.
Simón adopta el modelo clásico de narrar sucesos poniendo en boca del protagonista
o del líder discursos en que no sólo dibuja los trazos de su personalidad, sino que descri-
be acontecimientos o decisiones importantes. Pero este recurso tan clásico lo adopta tal
cual de Aguado que no tiene que forzar el estilo de discursos y de arengas en acciones
tan del estilo heroico y épico sin disimulo de que los héroes caen de su lado y los villanos
del contrario. El estilo de Simón es “sencillo, con técnica narrativa y despreocupada, sin
entender nunca su tarea humanística como ‘opus oratorium maxime’. No hay morosas
descripciones con los consabidos recursos estilísticos, ni siquiera el ‘pathos’ típico de las
obras inspiradas en Tácito o Salustio.”29 Muy al contrario, el popular franciscano hace
uso abundante de refranes y proverbios en la mejor tradición castellana.
En cualquier caso, los cronistas retratan la gesta sin espectacularidad, ni factual ni
estilísticamente, a no ser por el poeta de Alanís, vecino de Tunja y Villa de Leiva. Los
prosistas resultan bastante planos y el poeta, desigual pero con episodios logrados de
vocabulario rico, rimas logradas y conceptos fulgurantes. No hubiera podido quedar la
historia de este territorio sin narradores ni poetas, pese a que nadie les encargó realizar
esta labor desinteresada y austera.
LA FIGURA DEL CONQUISTADOR EN LOS CRONISTAS DEL NUEVO REINO DE GRANADA 344
345 MESAS REDONDAS

NOTAS

1
El texto facsímil y transcrito con un exhaustivo y extenso estudio se encuentra en Demetrio Ramos Pérez,
Ximénez de Quesada en su relación con los cronistas y el Epítome de la conquista del Nuevo Reino de Granada
(Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1972).- Juan Friede, Descubrimiento del Nuevo Reino de Gra-
nada y Fundación de Bogotá (Bogotá: Banco de la República, 1960), p. 123.
2
Juan de Castellanos, Elegías de Varones Ilustres de Indias, Gerardo Rivas Moreno (edit.) (Bogotá, 1997),
p. XI.
3
Fray Pedro Simón, Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales (Bogotá:
Biblioteca Banco Popular, 1981), tomo III, p. 102.
4
Ibidem, t. III, p. 121.
5
Castellanos, Elegías, p. 590, col. 2, versos 5-12.
6
Ibidem, t. III, p. 162.
7
Fray Pedro de Aguado, Historia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada. Prólogo, notas y comentarios por
Jerónimo Becker (Madrid: Real Academia de la Historia, 1916-17), tomo I, p. 274.
8
Ibidem, t. I, p. 248-249.
9
Castellanos, Elegías, p. 1.173, col. 2ª, versos 37-43.
10
Aguado, Op. cit. t. I, pp. 238-239.
11
Castellanos, Elegías, p. 1.175, col. 2ª, versos 7-22.
12
Ibidem, p. 1.176, col. 1ª, versos 19-20.
13
Aguado, Op. cit., t. I, p. 306.
14
Simón, Noticias historiales, t. I, pp. 291-292.
15
Juan Friede, El adelantado don Gonzalo Jiménez de Quesada, 1509-1579 (Bogotá: Carlos Valencia Editores,
1979), v. II, p. 37.- Julián B. Ruiz Rivera, “De conquistador a colonizador: perfil antiheroico de Jiménez de Quesa-
da”, Actas del Congreso del Descubrimiento (Madrid: Real Academia de la Historia, 1992), pp. 579-606.
16
Castellanos, Elegías, p. 1240, col. 1ª, versos 33-43.
17
Ibidem, p. 1.183, col. 2ª, versos 20-35 y p. 1.184, col. 1ª y 2ª, versos 45-55.
18
Ibidem, p. 1.147, col. 1ª, versos 22-23 y col. 2ª, versos 7-8.
19
Ibidem, p. 1.262, col. 1ª, versos 23-24.
20
Ibidem, p. 1.251, col. 1ª, versos 41-44.
21
Ibidem, p. 1.254, col. 2ª, versos 4-9.
LA FIGURA DEL CONQUISTADOR EN LOS CRONISTAS DEL NUEVO REINO DE GRANADA 346

22
Ibidem, p. 866, col. 2ª, versos, 1-16.
23
Mario Germán Romero, Juan de Castellanos. Un examen de su vida y de su obra (Bogotá: Banco de la Repú-
blica, 1964), pp. 365 y 369.
24
Castellanos, Elegías, p. 593, col. 1ª, versos 15-24.
25
Castellanos, Elegías, p. 1.177, col. 2ª, versos, 2-15.
26
Manuel Pérez, Diccionario de Historia de Venezuela (Caracas: Fundación Polar, 1997), t. IV, p. 47.- Jeróni-
mo Becker afirmó que la obra de Aguado sirvió de base y fundamento a la de Simón. Aguado, Historia de Santa
Marta y Nuevo Reino de Granada, t. II, p. 6.
27
Demetrio Ramos Pérez, “Estudio preliminar”, en Fray Pedro Simón, Noticias Historiales de Venezuela (Ca-
racas: Academia Nacional de Historia, 1963), t. I, p. XCV, nota 205.
28
Juan Friede, “Fray Pedro Aguado y Fray Antonio Medrano, historiadores de Colombia y Venezuela”, Revis-
ta de Historia de América, 57-58 (en.-dic., 1964), p. 179.
29
Ibidem, t. I, p. CLI.
347 MESAS REDONDAS

Cronistas de Indias

AMPLIFICACIONES IMAGINATIVAS EN LAS CRÓNICAS DE INDIAS:


LA FLORIDA DEL INCA

Carmen de Mora
(Universidad de Sevilla)

Las crónicas de Indias del siglo XVI y las llamadas crónicas tardías del siglo XVII
ocupan un espacio en la literatura hispanoamericana equivalente al de la prosa ficcional
en España. Desde que en 1972 Pedro Henríquez Ureña publicara sus ‘Apuntaciones de
la novela en América’ (Humanidades, la Plata, t. 15) las reflexiones y debates sobre los
orígenes de la novela en América y sobre la casi ausencia de novelas durante la época
colonial no han dejado de sucederse. Lo cierto es que sí hubo algunas novelas como
Claribalte (1519), de Gonzalo Fernández de Oviedo, Siglo de Oro en las selvas de Erífile
(1608) de Bernardo de Balbuena, Los sirgueros de la Virgen (1620) de Francisco Bra-
món, Sueño de sueños (1792) del mexicano José Mariano Acosta Henríquez y El evan-
gelio en triunfo (1797) de Pablo de Olavide. Sin embargo ninguna de ellas ha alcanzado
la significación que han tenido otras obras no literarias en sentido estricto como el Diario
de Colón, la Historia verdadera, las Cartas de relación, los Naufragios, los Comentarios
reales, El Carnero o Infortunios de Alonso Ramírez. Tales textos, a pesar de no pertene-
cer a un género literario determinado y de la ambigüedad discursiva que presentan, po-
seen un estatuto en el imaginario cultural de Hispanoamérica no alcanzado por ninguna
de las novelas citadas. Arturo Uslar Pietri, Pablo Neruda, Alejo Carpentier, Roa Bastos,
Juan Rulfo, García Márquez, Vargas Llosa y otros grandes nombres de la literatura his-
panoamericana han reconocido en ellos el origen de la escritura sobre América y, por
tanto, los orígenes literarios de América.
Por haber sido escrita en un período de transición entre los siglos XVI y XVII, La Flo-
rida del Inca (1605) es una de las obras que mejor ilustran la confluencia de elementos
históricos, retóricos y literarios, y, por tanto, permite comprender el proceso de transfor-
mación del texto histórico en obra literaria. Editada el mismo año que la primera parte
del Quijote, cuando su autor tenía ya 66 años, es uno de los textos cronísticos más inno-
vadores y mejor escritos de la época virreinal. Es también desde el punto de vista formal
el libro más logrado del Inca Garcilaso. No hace mucho Vargas Llosa reconocía que este
LA FLORIDA DEL INCA 348

texto bastaba por sí solo para hacer del Inca uno de los mejores prosistas del Siglo de
Oro. Seguramente tiene mucho que ver en ello el tiempo transcurrido desde que lo conci-
bió hasta que finalmente lo publicó. La redacción fue muy pausada. Debió de empezar la
obra hacia 1585 o 1586, cuando tenía 46 o 47 años, pero -como sugiere Miró Quesada- se
la puede considerar un “mapa vital” de Garcilaso que lo acompañaría desde la juventud
a la vejez. Se supone que el origen del proyecto surgió cuando el Inca se encontró con
Gonzalo Silvestre -su informante acerca de la expedición de Hernando de Soto a la Flo-
rida- en Madrid entre 1561 y 1563. Posteriormente, en los Preliminares de la traducción
de los Diálogos de amor de León Hebreo, comenta que en 1586 escribía La Florida y en
1587 ya tenía redactada la cuarta parte. Entre 1587 y 89 se trasladó a Las Posadas, para
estar más cerca de Gonzalo Silvestre, quien, enfermo de bubas, había llegado allí en
busca de unas yerbas para curarse. Después de 1590, cuando la obra ya estaba terminada,
cotejó dos fuentes escritas -según cuenta en el Proemio al lector: las Peregrinaciones de
Alonso Carmona, cuyo manuscrito le fue enviado por el autor en 1591, y la Relación de
Juan Coles, que encontró en un impresor de Córdoba comida de polilla y ratones. Añade,
además, que un cronista regio -posteriormente se ha sabido que fue Ambrosio de Mora-
les- comparó sus borradores con cierta relación que poseía (Durand 1963: 598). Hubo
otras crónicas de la conquista de la Florida, como la Relaçao verdadeira, del Hidalgo de
Elvas, escrita en portugués y publicada en Evora en 1557; la Historia de Rodrigo Rangel,
incorporada tardíamente a la Historia de Fernández de Oviedo y que, por tanto, no llegó
a publicarse hasta el siglo XIX; la Relación de Hernández de Biedma, que tampoco es
seguro que fuera cotejada por el Inca. En cuanto a la Historia general de los hechos de los
castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano, de Antonio de Herrera, a juzgar
por la utilización que hizo de numerosas fuentes, fue él quien recurrió al Inca Garcilaso
para los sucesos de la Florida 1. De la comparación de La Florida del Inca con las demás
crónicas en que, ya sea de forma parcial o total, se trata el mismo asunto, destaca con mu-
cho la cuidada elaboración literaria del texto del peruano.
Al analizar y aquilatar la obra de Garcilaso se ha valorado la perfección formal y el es-
tilo literario que determina la composición de su escritura. Se han ocupado de esta cues-
tión, entre otros, Miró Quesada, Dario Puccini y E. Pupo-Walker. Aurelio Miró Quesada
fue el primero en identificar escenas de la novela bizantina, narraciones al estilo de las
novelas italianas e inclusive idealizaciones y aventuras como en los libros de caballería
condenados por él (1955). Puccini y Pupo-Walker examinaron algunos de los episo-
dios más representativos. No insistiré, por tanto, en tales comentarios. Mi propósito es
aproximarme a la técnica compositiva que sustenta el discurso histórico del Inca y poten-
cia la proximidad al discurso ficcional. Conviene detenernos brevemente en la doctrina
de la Historia que maneja el Inca para enlazarla con la elaboración literaria.
Cuando el escritor cuzqueño escribió sus obras no existía una doctrina general de la
Historia concebida de forma sistemática, sólo en los prólogos y dedicatorias de las obras
históricas se prestaba atención a esas cuestiones. A partir del siglo XVI empiezan a escri-
birse tratados, aunque todavía muy generales. No obstante, los tratadistas españoles de
los siglos XVI y XVII, entre los que se encuentran Vives, Fox Morcillo, Costa, Cabrera y
fray Jerónimo de San José fueron en conjunto superiores a los del resto de Europa (Mon-
349 MESAS REDONDAS

tero Díaz 1941:7). En la historiografía renacentista -cuyo modelo era Guicciardini- los
autores recurrían a los grandes historiadores de la antigüedad clásica, principalmente
Herodoto, Tucídides, Polibio y Tácito, que combinaban con la historiografía medieval
(Montero Díaz 1941:6). En el inventario de la Biblioteca del Inca dado a conocer por
José Durand2 apenas figuran obras de preceptistas españoles ni de la literatura española
de su tiempo:
Si bien abundan libros españoles, éstos son de índole científica o devota, o, a lo más,
de curiosidades. Muy poco lo estrictamente literario: la Celestina, el Guzmán de Alfa-
rache, Juan de Mena, Antón de Montoso, el padre Granada, Guevara (citado en la obra
del Inca), y luego algunos humanistas e historiadores de importancia, como Nebrija,
Vives (citados también), Aldrete, el portugués Osorio da Fonseca, Vitoria, Domingo de
Soto, Rades Andrada, Baltasar de Morales, la Retórica del jesuita Francisco de Castro
-obra dedicada al propio Inca- y quizás el padre Mariana (Durand 1948: 239-240).
Pero se sabe que esa biblioteca debió de ser más completa en un principio, cuando el
Inca se encontraba en Montilla. También pudo conocerlas por otras vías, como préstamos
de amigos. Lo cierto es que, sin que pueda hablarse de influencia directa -salvo en el caso
de Vives-, las ideas del Inca sobre la Historia coinciden en lo sustancial con la de algunos
de los principales preceptistas españoles: Vives, Páez de Castro, Fox Morcillo, Melchor
Cano y Juan Costa. Todos ellos sostienen el valor pragmático y el carácter ejemplar de
la Historia (magistra vitae) ciceronianos, y exigen del historiador una actitud indepen-
diente y ética a la vez 3. Con Vives comparte la idea de la universalidad de la Historia y
su profunda unidad, y el considerarla no sólo como ciencia sino también como arte. Con
Páez de Castro, la importancia instrumental de la Filología. Con Juan Costa, la elegancia
de la expresión, la importancia de la disposición y orden de los datos, la propiedad de los
discursos y el empleo de sentencias (Cfr. Sánchez Alonso 1944, II: 8-12). Los precep-
tistas españoles, a pesar de la actitud renovadora generalizada que los caracteriza, man-
tienen aspectos de la tradición filosófica del medioevo, como la concepción teológica y
providencialista de la Historia. En La Florida del Inca el aumento de la Fe Católica se
convierte en origen, razón y objetivo prioritario de la conquista. Por intervención divina
se justifica la expansión imperialista de la nación española: Garcilaso sostiene la idea de
los españoles como pueblo elegido por Dios para predicar el evangelio. La otra vertiente
de la teoría providencialista es la homogeneidad o uniformidad psicológica que postula
la semejanza entre los hombres y los hechos más allá de las diferencias de cultura, raza,
tiempo o clima.
Ya desde fines del siglo XV la influencia cultural extranjera predominante en España
era la italiana. El Inca Garcilaso, que conocía bien la lengua toscana, no permaneció
ajeno a ella. Los autores más leídos por él fueron Alessandro Piccolomini, Collenuccio
y Botero de Bene, autor de las Relaciones universales del mundo. Pero probablemente el
más cercano en la concepción de la Historia fue Guicciardini.4
Entre los preceptistas de la Antigüedad clásica, los criterios más próximos a los ma-
nejados por los autores citados y por el Inca figuran en De oratore de Cicerón. Cicerón
defendía el ornato para la escritura de la Historia tanto en el fluir del discurso como en
LA FLORIDA DEL INCA 350

la variedad. Si bien la primera ley de la Historia -según la entendía- era no atreverse a


mentir en nada y ser ecuánime, tanto la narración como su expresión exigían sus propios
requisitos. En primer lugar, la narración requería un orden cronológico, una descripción
del escenario, y que al narrar los hechos quede claro no sólo lo que ocurrió, sino de qué
modo. También era necesario, al hablar de los resultados, explicar los factores debidos
al azar, la prudencia o la temeridad. De los protagonistas, no sólo la actuación sino la
biografía y carácter de los más destacados. En segundo lugar, la expresión debía discurrir
en un estilo “anchuroso y apacible”, que fluyera con suavidad y sin sobresaltos (Sobre el
orador, libro II, 51-61: 224-231). De los historiadores, además de Julio César y Suetonio,
citados en La Florida, se ha relacionado la obra del Inca con Lucano (Marcel Bataillon),
Jenofonte (Riva Agüero) y Tácito (Arocena), autor que figuraba en su Biblioteca, aunque
Sanmartí Boncompte no cita al historiador cuzqueño entre los seguidores de aquél en su
Tácito en España. Sea directo o no el conocimiento que pudiera tener del autor de Agrí-
cola, no faltan en La Florida estrategias similares: la inserción de episodios, anécdotas
y sentencias breves sacadas de los casos de la Historia; los retratos morales; el poder de
humanizar e individualizar; el manejo de los elementos dramáticos para incrementar el
interés; la penetración psicológica en los personajes y sus intenciones con objeto de
entender mejor los hechos; la utilización de arengas para darle más vida a la historia y
verosimilitud a la narración; la combinación de lo artístico con lo moralizador.
Según hemos visto, la historiografía humanista combinaba el propósito moral y di-
dáctico con el valor artístico de la obra. Es este segundo aspecto el que abordo a conti-
nuación, centrándome sobre todo en la técnica de la amplificación que forma parte del
desarrollo de la estructura sintagmática del discurso (dispositio) y, más concretamente,
de una de sus partes: la narratio. La amplificación es definida por Lausberg, en relación
con el discurso grecolatino, como una “intensificación preconcebida y gradual (en in-
terés de la parte) de los datos naturales mediante los recursos del arte en interés de la
utilitas causae (I, 259: 234). Pero en los textos medievales el concepto de amplificación
adopta un sentido más vasto. Los teóricos de los siglos XII y XIII la entienden con el
significado de desarrollar o alargar un tema (Faral 1982: 61). Es en este segundo sentido
que utilizamos aquí el concepto. Que la intención del Inca Garcilaso era embellecer el
discurso histórico e ir más allá de la relación escueta de los hechos es evidente. Además
de contener descripciones de la naturaleza, de los ritos y costumbres de los indios, de sus
templos y viviendas, la obra está plagada de episodios, muchos de carácter bélico, donde
se trata de aquilatar la dimensión moral del personaje: el valor, la magnanimidad, la pru-
dencia, la capacidad estratégica, etc, así como sus contrarios. De casi todos los episodios
puede extraerse una enseñanza moral y muchos de ellos se cierran con una sentencia, a
modo de epifonema.
En el Renacimiento las teorías de la dilatatio narrativa proceden del opúsculo De co-
pia rerum ac verborum (1512) de Erasmo, dedicado a la amplificación de toda clase
de discurso, laico o religioso. La teoría erasmista expuesta en la Copia fue adoptada en
numerosos tratados retóricos del Renacimiento español. Se encuentra, por ejemplo, en
las obras de Miguel de Salinas, Palmireno y Fray Luis de Granada (Aragües Aldaz 261-
262). Las obras de este último estaban en la biblioteca del Inca y él bien pudo consultar
351 MESAS REDONDAS

el libro tercero donde se trata el modo de amplificar y los afectos. Según Fray Luis de
Granada, las amplificación tiene por finalidad conmover, persuadir o disuadir y alabar o
vituperar, y las hay de diversos tipos. Las amplificaciones narrativas del discurso histo-
riográfico que lleva a cabo el Inca en La Florida no se limitan a una simple acumulación
verbal (copia verborum) sino a un desarrollo pormenorizado de todos los matices del
asunto (copia rerum). Garcilaso opta por un desarrollo minucioso hasta de los menores
acontecimientos, muchos de los cuales cabe pensar que son ficcionales o recreados con
una gran inventiva, y el escritor los incluyó para reforzar sus argumentos y la visión que
quería presentarnos de aquella expedición. Parecería que quiso hacer de la expedición
de Hernando de Soto una sucesión de episodios ejemplares o antiejemplares dignos de
ser recordados, como lo fueron en su día otros citados por él en el libro: la historia de
Cleopatra, los bravos caballeros que aparecen en Ariosto y el Boiardo, Julio César en
Alejandría, los españoles que vencieron en el río Albis al duque se Sajonia, el entierro
que los godos le hicieron a su rey Alarico en el río Bissento, etc. La construcción de la
Historia en el Inca presenta, entonces, esta doble vertiente: contar los sucesos relativos a
la expedición de Hernando de Soto de la manera más fidedigna posible, cotejando todas
las fuentes que tenía a su alcance, y darles una dimensión pragmática, a la manera cicero-
niana, por la que debían interpretarse desde criterios filosófico-morales. Probablemente,
con el propósito de dotar a la Historia del Nuevo Mundo del mismo carácter ejemplar
que tuvieron los hechos de la Antigüedad, en suma, de darle autoridad a la conquista de la
Florida, pues, como reconoce Rodríguez Vecchini, La Florida es particularmente cons-
ciente de toda la problemática que conlleva acreditar una historia de América, autorizar-
la y hacerla verosímil (1984:13).
Los criterios morales ejemplificados en los distintos episodios se van poniendo de re-
lieve a lo largo de la narración con personajes diversos, aunque la máxima ejemplaridad
esté a cargo de Hernando de Soto. Por razones de espacio me voy a centrar sólo en uno de
los primeros episodios que aparecen en La Florida: la traición de Hernán Ponce donde se
perfila la caballerosidad de Soto.
Existía un acuerdo de hermandad entre Hernando de Soto y Hernán Ponce, desde que
participaron en la conquista del Perú, por el que se repartirían siempre durante su vida lo
que ganasen o perdiesen. Hernán Ponce, después de que Hernando de Soto se marchara a
España, tuvo un repartimiento de indios que le había concedido Francisco Pizarro, ade-
más de conseguir mucho oro, plata y piedras preciosas. Como no estaba dispuesto a com-
partirlo con su amigo, no quiso pasar por la Habana, pero, por una jugada del destino,
hubo de hacerlo para refugiarse de una tempestad. Durante la noche quiso esconder el
tesoro que llevaba para ocultárselo a Soto, pero éste, sospechando su intención, había en-
viado algunos guardas y centinelas que se lo arrebataron a su gente. Sin embargo, al día
siguiente, Hernando de Soto se lo devolvió y le censuró su actitud 5. Hernán Ponce fingió
arrepentimiento y ofreció a doña Isabel de Bobadilla, esposa de aquél, diez mil pesos en
oro y plata en calidad de ayuda a la jornada, cantidad que -según él- representaba la mitad
de lo que había traído del Perú (pero no era cierto). Ambos, de común acuerdo, renovaron
las escrituras de compañía y hermandad. Pasados ocho días, Hernán Ponce presentó un
escrito ante el teniente de gobernador de la Habana reclamando el dinero que le había en-
LA FLORIDA DEL INCA 352

tregado a doña Isabel so pretexto de que había sido forzado por el temor de que le quitaran
toda la herencia que traía del Perú. Demanda a la que no cedió la mujer. La narración se
cierra con una sentencia de la que se extrae una enseñanza: “Muchas veces la codicia del
interés ciega el juicio a los hombres, aunque sean ricos y nobles, a que hagan cosas que no
les sirven más que de aver descubierto y publicado la bajeza y vileza de sus ánimos”.
La construcción de este episodio es paradigmática y se asemeja a la de otros muchos
episodios amplificativos que están construidos a partir de la dualidad y de la repetición de
situaciones. Los dos personajes son semejantes y contrarios. Les une haber participado
en la conquista del Perú y compartir una misma condición social. Esos lazos de amistad
se ven reforzados por un contrato. Son contrarios porque uno actúa con ética y otro no:
uno es leal, generoso y magnánimo; el otro traidor, ruin y vil. También las acciones son
paralelas y contrapuestas: Hernán Ponce se propone engañar a Hernando de Soto, pero
resulta descubierto; quiere proteger el tesoro, pero le es arrebatado. Soto se lo devuelve,
pero Ponce persiste en la traición y trata de quitarle a doña Isabel la parte que le había
entregado. Soto empeña todos sus bienes en la expedición a la Florida, Ponce se niega
a arriesgar su patrimonio en una expedición incierta y regresa a España. El hecho en sí
mismo nada aporta a la historia de la expedición. Si el Inca lo incluye es para glorificar la
figura de Hernando de Soto y vituperar a Hernán Ponce. Es decir, para predisponer a los
lectores a favor de Hernando de Soto y construir una imagen heroica y edificante de él. Al
dignificar a Soto, está dignificando la Historia que narra y, por tanto, su propia obra. Los
valores que el Inca le atribuye a Soto - y que han sido contradichos por otros historiadores
de la expedición- son los que, a su juicio, debería tener un buen jefe militar, y que pueden
encontrarse en El Cortesano de Castiglione. La figura de Hernán Ponce puede relacio-
narse con la de Luis Moscoso, quien capitaneó la expedición al morir Soto. Moscoso se
negó a poblar aquellas tierras -como reclamaba continuamente el Inca en esta obra- por
no haber hallado en ellas oro ni plata. Además de ser tan interesado como Hernán Pon-
ce, al negarse a poblar la tierra traicionó la voluntad y los proyectos del Adelantado.
Otra contrafigura del gobernador es Pánfilo de Narváez, quien acaudilló la expedición
de 1527. En varios lugares se compara la actuación de Narváez y de Soto para favorecer
a éste. Y de nuevo es el paralelismo y la antítesis el recurso utilizado. Así, por ejemplo,
se contrasta la crueldad mostrada por Pánfilo de Narváez con el cacique Hirrihigua y con
su madre, a la que echó a los perros, con el recibimiento cordial que le hizo Hernando de
Soto a la madre de Mucoço. Si Narváez consiguió que Hirrihigua odiara para siempre
a los españoles, Soto logró que Mucoço se convirtiera en el mejor amigo de ellos. Este
juego de traiciones y engaños, de magnanimidad y ejemplaridad se repite en numerosos
episodios y actuaciones de los personajes. En la construcción, como sucede en la épica,
la manera que tienen de articularse esas amplificaciones corresponden a las leyes de la
simetría, las repeticiones, los paralelismos y las antítesis. Para este último procedimiento
el escritor parece aplicar una máxima que se encuentra en su traducción de los Diálogos
de amor de León Hebreo: “las cosas se conocen por sus contrarios que, como dice Aristó-
teles, la ciencia de los contrarios es una misma” (Diálogo Segundo, 50b).
Sin duda, el Inca estaba muy familiarizado con los procedimientos de la epopeya. En
La Florida cita el Orlando innamorato de Matteo Maria Boiardo y el Orlando furioso de
353 MESAS REDONDAS

Ludovico Ariosto. Admiraba también el Palmerino d’Oliva de Ludovico Dolce. Pero la


obra más próxima a La Florida del Inca, sobre todo por el tema, los enfrentamientos en-
tre indios y españoles durante la Conquista, y el escenario americano es La Araucana de
Ercilla. De hecho, Ventura García Calderón describió la obra del Inca como una Arauca-
na en prosa. El análisis de las amplificaciones y, en general, el examen de la construcción
de la obra demuestra que el escritor cuzqueño recurrió a una estrategia fundamental de la
epopeya: la “disyunción exclusiva” o la “no-conyunción”. Como explica Julia Kristeva,
en la epopeya la individualidad del hombre está limitada por una remisión lineal hacia
una de las dos categorías: los buenos y los malos, los positivos y los negativos (1981: 80).
Pero Garcilaso presenta la particularidad de neutralizar la disyunción exclusiva de ca-
rácter cultural que afectaba a los protagonistas de los enfrentamientos -españoles vs. in-
dios- en la mayor parte de las Crónicas de Indias y sustituirla por disyunciones de natura-
leza moral exclusivamente: bueno vs. cruel; valiente vs. cobarde; prudente vs. insensato;
noble vs. vil; leal vs. traidor; etc. De ese modo, los indígenas, considerados inferiores por
muchos cronistas, quedan en un mismo plano que los españoles, pues los criterios para
valorar a los individuos no son los de la raza o la cultura sino de orden ético. A lo largo de
los seis libros que integran la obra se encontrarán virtudes y defectos similares en los dos
bandos. Lo mismo sucede cuando se trata de otros pueblos. El ejemplo más representa-
tivo tiene lugar en el doble entierro de Hernando de Soto que es comparado con el que le
hicieron los godos a su rey Alarico.
Las amplificaciones en el Inca contribuyen también a favorecer la iucunditas, es decir,
el carácter placentero de la narración conseguido a partir de la variedad, como prescribía
la doctrina retórica ciceroniana. Basten estos pocos ejemplos para testimoniar uno de
los procedimientos amplificativos más recurrentes en La Florida y cómo el tratamiento
particular de la dualidad o disyunción exclusiva, propia del discurso épico, constituye su
principal soporte estructural.
LA FLORIDA DEL INCA 354
355 MESAS REDONDAS

BIBLIOGRAFÍA

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LA FLORIDA DEL INCA 356
357 MESAS REDONDAS

NOTAS

1
José Durand comenta que Herrera conoció el libro manuscrito y habla de plagio: “El hurto se echa de ver por
cuanto la parte culpable sigue punto por punto al Inca en sus errores; por ejemplo, en las parciales equivocaciones
de Silvestre respecto a algunos nombres” (Durand 1963: 598-599).
2
El catálogo de la biblioteca del Inca Garcilaso de la Vega, basado en el inventario de sus bienes hecho por los
albaceas poco después de la muerte del escritor, fue publicado en primer lugar por José de la Torre y del Cerro, y
posteriormente por Aurelio Miró Quesada, pero el más exacto y completo es el de José Durand, al que Bruno Mi-
gliorini y Giulio Cesare Olschki añadieron unas apostillas.
3
Miró Quesada señala la influencia de dos grandes escritores de la Edad Media: el Canciller Pero López de
Ayala y Fernán Pérez de Guzmán (1971: 157).
4
Miró Quesada ha señalado algunos rasgos de la escritura de la Historia en el Inca que podrían derivar de Giuc-
ciardini: “el interés por la individualidad y la humanidad de los personajes, el gusto por las máximas morales, la
preocupación un tanto fatalista por las interferencias del destino o “fortuna”, cierta melancolía un poco nostálgica
que no le impide exaltarse, en su momento, con una vibración de carácter nacional” (1971: 469).
5
El ejemplo se constituye a partir de tres factores: situación, decisión, salida de la situación. Esta tripartición se
define a partir de la conexión pragmática en la que hay que situar el ejemplo. Con arreglo a su verdadera finalidad
retórica, el ejemplo entra en juego en una situación pragmática todavía abierta y que exige una decisión (Stierle
1972: 183). La traducción es mía.
359 MESAS REDONDAS

Políticas lingüísticas y constitucionales en Hispanoamérica. (Pasado y presente)

LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA Y LA VARIACIÓN NORMATIVA

Rocío Caravedo
(Università di Pisa)

El tema de la política o las políticas lingüísticas plantea una variedad de problemas de


muy diverso orden que es imposible desarrollar aquí en toda su magnitud. Desde el inicio
hay que distinguir al menos tres aspectos en la cuestión: el agente institucional que las
impone o las transmite, el contenido y el destinatario. Me detendré en dos de los aspectos
enumerados, el agente institucional educativo y el destinatario o la colectividad recepto-
ra, y los abordaré en relación con la problemática que plantea la variación normativa del
español.
Una precisión necesaria: al decir variación normativa no me refiero a la variación
lingüística o sociolingüística comprobable de modo objetivo en el uso de las lenguas.
Aludo, más bien, a una dimensión subjetiva, la cual se expresa en la evaluación que ha-
cen los hablantes de sus lenguas o de las ajenas, evaluación que puede ser, bien arbitraria
o razonada, bien implícita o explícita, bien global (de la lengua como totalidad) o pun-
tual (de un fenómeno particular). La variación normativa se identifica, pues, más con la
percepción, que con la producción. Quede claro asimismo que la norma, en el sentido en
que la trato aquí, implica un contenido deóntico: el deber ser de una lengua, de modo que
no es necesariamente equivalente al uso general mensurable estadísticamente.1 Al igual
que la variación lingüística, la variación normativa forma parte también de la naturaleza
intrínseca de las lenguas en tanto fenómenos institucionales, es decir, aquellos que se
definen en relación con sus hablantes.2 Por lo tanto, resulta natural -y hasta obvio- que,
ora las lenguas, ora las variedades, ora los rasgos aislados de ellas, puedan ser objeto de
evaluación y, en consecuencia, también de norma. Los autores por excelencia de las eva-
luaciones son, ante todo, los propios hablantes comunes, tanto como lo son los llamados
agentes institucionales, si bien solo estos últimos tienen como objetivo la elaboración y
la ejecución de una política lingüística determinada. A pesar de tratarse de una interven-
ción programada y sistemática cuya finalidad es la modificación de la conducta o de las
actitudes de los hablantes, la política lingüística no actúa directamente en el plano de la
producción, aunque pueda a la larga influir sobre ella. Antes bien, al expresarse sobre
LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA Y LA VARIACIÓN NORMATIVA 360

contenidos normativos, la política se sitúa en una dimensión evaluativa dirigiéndose bá-


sicamente a la percepción lingüística de hechos generales o particulares.
Por otro lado, es preciso señalar el carácter pluricéntrico de las normas del español,
cada vez más aceptado entre los estudiosos, según el cual existirían diferentes centros
de irradiación normativa coincidentes con las distintas regiones o países hispánicos.3 Y
aún más, si se parte de cada espacio nacional, se puede observar la existencia de una plu-
ralidad de normas que no permite identificar una unidad normativa ni siquiera dentro de
un mismo ámbito nacional. Es precisamente en esta situación en la que me detendré, si-
tuación en la que son protagonistas sobre todo los espacios en que se da el contacto entre
lenguas distintas y entre variedades muy diferenciadas de una misma lengua.
En la formación del sistema normativo de los hablantes, tanto el ambiente familiar
cuanto el escolar desempeñan un papel fundamental. Y en este último tiene lugar el pro-
ceso sistematizado de aprendizaje de la lengua durante el cual se actualizan las políticas
lingüísticas educativas vigentes. Sin lugar a dudas, la escuela representa el espacio de la
primera confrontación entre los modelos familiares del individuo y los institucionales
transmitidos en el proceso de enseñanza. A partir de la comunicación directa de los con-
tenidos normativos académicos se va construyendo la conciencia lingüística que permite
orientar la percepción reflexiva hacia la lengua a través de la escritura. Como resultado
del proceso de aprendizaje unido al de inserción social más amplia, el individuo adquiere
un sistema normativo que guía su percepción y su valoración respecto de lo que es per-
misible o aceptable en su lengua. Así, el hablante construye sus propios modelos de co-
rrección, que en una situación ideal deberían coincidir con los recibidos o, por lo menos,
mostrarse compatibles con estos. Tales modelos, como integrantes del conocimiento lin-
güístico del hablante, tendrían asimismo que constituir un punto unitario de referencia
para las valoraciones y para el propio uso lingüístico. Si tales condiciones se cumplieran,
no existiría variedad normativa en el interior de una comunidad. Pero no es de situacio-
nes ideales de las que voy a tratar en esta ocasión.
Me plantearé la siguiente cuestión: ¿qué sucede en las sociedades donde conviven
lenguas de variada tipología y donde además se ha producido un fenómeno de recompo-
sición demográfica desordenado y conflictivo, motivado por la migración masiva que ha
puesto en contacto individuos que corresponden a diferentes universos sociales, cultura-
les y lingüísticos?
Ilustraré el problema tomando como ejemplo el caso de la sociedad peruana, en la
que se han producido fenómenos de cambio demográfico y social profundo, comunes
a muchas regiones hispanoamericanas, sobre todo a aquellas que cuentan con una po-
blación indígena cuantitativamente relevante. Tal población ha sido sin duda la prota-
gonista del cambio. Así, los movimientos migratorios masivos de pobladores de todo el
país, especialmente de las zonas andinas, hacia la capital, han acercado grupos cultural
y lingüísticamente distintos, antes separados por la geografía, que no se comunicaban
ni se confrontaban cotidianamente entre ellos. Se trata, por un lado, de hablantes bilin-
gües (cuando no, monolingües de quechua o aimara) con un conocimiento desigual del
español como segunda lengua y, por otro, de hablantes monolingües de español en sus
361 MESAS REDONDAS

distintas variedades regionales y sociolingüísticas (identificadas de modo grueso, sin


abundar por ahora en detalles de tipo sociolingüístico, como costeñas, andinas o ama-
zónicas, estas dos últimas, sin duda, con marcada influencia de las lenguas vernáculas)4.
El hecho de que además se trate de grupos en su mayoría con escasa escolaridad, la cual
se manifiesta en un aprendizaje deficiente tanto de su primera cuanto de su segunda len-
gua y en el insuficiente desarrollo de la competencia de escritura, entre otros factores
adicionales, ha contribuido a la conversión de las variedades diatópicas en diastráticas,
devaluadas por los hablantes del espacio receptor.5 Si tenemos en cuenta que la lengua
de la interacción social entre migrantes y capitalinos es el español, lo que directamente
se pone en contacto no son diferentes lenguas sino diversas variedades o modalidades de
español asociadas a distintos modos de percepción lingüística.
Claro está que en estas condiciones el sistema normativo impartido en la escuela en-
frenta graves dificultades en el cumplimiento de la función uniformadora del uso y de la
percepción, no obstante los programas interculturales propuestos en los últimos años.6
La profunda desigualdad social existente entre migrantes y capitalinos se refleja en el
propio sistema educativo, no solo de modo material en la pobreza de recursos destinados
a la enseñanza. También se refleja en la estratificación socio-económica y sociocultural
de las escuelas mismas, y -lo que es peor- en los contenidos transmitidos y hasta en sus
propios transmisores. Para ilustrar esta compleja problemática, me valdré de los revela-
dores datos presentados por L.E. López y I. Jung (1989), quienes transcriben distintos
momentos de la propia interacción de una clase dirigida a alumnos bilingües de aimara y
español. El texto pone de manifiesto cómo el profesor incurre en usos incorrectos desde
la visión normativa académica, justamente durante el propio acto de transmisión del pa-
trón correctivo a los alumnos. Así, según reza la transcripción de los autores, en el proce-
so de la enseñanza de redacción, el profesor da indicaciones a los alumnos para escribir
una carta formal dirigida a un imaginario ingeniero de una región pequeña del país.
Dice el profesor:
1.“entonces deregimos a microregión...al ingenero...señor engeniero...no sabemos
su nombre del inginiero...ingeniero de la ofecina de microregión”.....
En otra situación, el profesor trata de enseñar a los alumnos a escribir una carta:
2. “A quién estamos dirgiendo? Al señor Campos, no solamente pues como está en la
pizarra vamos a escribir, es solamente un ejemplo....solamente ejemplo”.
Después tenemos la despedida, la despedida....¿Cómo vamos a despedirnos?...En des-
pedida vamos a decirle: “Aprovecho la oportunidad para expresarle...expresarles nues-
tro sentimiento personal...por su participación y por último vamos a tener...lo que todo
documento oficio se escribe....Dios guarde a usted...o también se escribe: atentamente”.
El enunciado siguiente es una pregunta dirigida al alumno durante un ejercicio oral:
3. ¿”Qué vas a hacer el domingo cuando estás libre...cuando estés libre?” 7.
En las secuencias anteriores se pueden apreciar varios fenómenos propios del español
andino, desautorizados en una visión prescriptiva que pasamos a mencionar. En el ejem-
LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA Y LA VARIACIÓN NORMATIVA 362

plo 1 figuran los siguientes: cambio vocálico (deregimos, ofecena) (nótese la alternancia
de las vocales en la misma palabra ingenero, engeniero, inginiero, y finalmente, la canó-
nica: ingeniero; nótese además la elisión vocálica en dirgiendo); ausencia de artículo (a
microregión, solamente ejemplo) y de pronombre o de objeto en el caso del verbo dirigir,
además de doble posesivo (su nombre del inginiero).
En el ejemplo 2 encontramos además de la ausencia de artículo (en despedida) una
vacilación en la asignación de número al pronombre objeto (expresarle...expresarles) y
el uso del focalizador lo que con ausencia de preposición (lo que todo documento oficio
se escribe...). Es interesante observar además el orden de constituyentes con el verbo al
final, que no es prototípico del español normativo: (no solamente pues como está en la
pizarra vamos a escribir).
En el ejemplo 3, el profesor vacila entre indicativo y subjuntivo en el mismo enuncia-
do (estás/estés).
Aparte los fenómenos mencionados, todos estigmatizados y característicos del espa-
ñol andino, la vacilación adquiere una significación importante porque a través de ella se
comunican tanto las formas prescritas cuanto las proscritas, en forma de alternativas o de
variantes libres sin ninguna conciencia de parte del profesor. Lo interesante de resaltar es
que algunos de los fenómenos mencionados son materia de corrección en el aula. El pro-
fesor, sin embargo, no puede evitarlos en su discurso, y no porque desconozca la norma
académica. Más bien, la conoce, pero solo en un sentido abstracto, como algo externo y
artificial, que no forma parte de su propio sistema normativo, puesto que no es capaz de
cristalizarla en su propio uso ni siquiera en el contexto controlado de la enseñanza de la
escritura. Lo dicho revela hasta qué punto la pauta correctiva académica y las normas de
los hablantes van por caminos divergentes.
Hay que tener en cuenta varios aspectos para entender esta situación: primero, que los
profesores mismos son representativos de las propias modalidades regionales cultas, no
coincidentes con las de la capital; segundo, que poseen sus propios sistemas valorativos,
respecto de los cuales los usos comentados no son probablemente incorrectos; terce-
ro, que tienen conocimientos inseguros de las normas generales; cuarto, que la escritu-
ra no actúa de canal homegeneizador -como se podría pensar- dado que constituye una
práctica poco frecuentada aun por los docentes. Esta última consideración explica que el
profesor no pueda cambiar del estilo oral al escrito, y explica también su vacilación en
el momento de elegir cuál de las variantes en juego es la más adecuada para el discurso
formal, de tal manera que la escritura termina reflejando de modo no consistente los usos
orales. Cuando se habla de la homogeneidad o de la unidad de la lengua española en el
estilo formal o escrito obviamente no se toma en cuenta esta problemática.
Las normas académicas explicitadas en los textos de gramática escolar son transmiti-
das por los agentes educativos de modo incoherente (como el caso del profesor de nues-
tro ejemplo). En consecuencia, el alumno debe contrastar una transmisión confusa, por
una parte con sus propios modelos familiares andinos, de los cuales el propio profesor es
representante, y, por otra, con una variación lingüístico-social de gran magnitud que se
produce en el espacio de migración. Allí se dan todas las posibilidades, incluso las vigen-
363 MESAS REDONDAS

tes en la normativa académica, lo que le impide discernir entre lo correcto y lo incorrecto.


El resultado: la multiplicación, cuando no, la desaparición de los ideales de corrección.
La variación en el uso en esta sociedad no se remite, pues, a un solo sistema normativo,
como puede ocurrir en sociedades mas uniformes, donde los modelos correctivos son
compartidos, al menos, por la mayoría.8
Ahora bien, los estudios hasta ahora realizados en el ámbito del español sobre las
relaciones entre evaluación y producción son, más bien, escasos, y por ello las políticas
educativas carecen de una base informativa suficiente que dé sustento al contenido de
sus programas. A propósito de esto, paso a comentar un caso particularmente representa-
tivo de la variación normativa del español, muy difundido en el mundo hispanohablante,
no solo en la modalidad que comento, pues se presenta también -aunque con distintas
características- incluso en la zona peninsular. Me refiero a las variaciones del pronombre
objeto de tercera persona (leísmo, laísmo/loísmo), fenómeno que en el caso andino llega
a involucrar además la diferenciación de género y de número.
Sabemos que la norma de la Academia acepta tanto el sistema etimológico diferencia-
dor, según el cual los pronombres se delimitan de modo tajante a partir del objeto grama-
tical, cuanto el sistema del leísmo parcial, el cual supone una indistinción de la diferencia
de caso o de objeto oracional solo cuando va referida a objetos masculinos (le saludo a
Juan). Esta misma norma no aceptará ni el laísmo ni el loísmo, aunque el primero de ellos
esté ampliamente generalizado en Castilla.9 El español costeño peruano mantiene, en
general, la norma del sistema etimológico, no concordante con el leísmo ni con el laísmo
castellanos. Pero en el habla andina -y también en la amazónica- se da un sistema com-
plejo donde convergen varios entrecruzamientos como en los enunciados siguientes:
1. leísmo: (“ teniendo ocho hijos le deja [a mi mamá] abandonado10 por una india”),
2. loísmo (“ usted lo escribe a mi padre”) ,
3. discordancia de género y de número (“la mantequilla en mi pueblo casi no lo fabri-
can”; “hemos tomado las tierras y debemos defenderlo”).11
Lo que me interesa subrayar es que en el uso andino no se manifiestan de modo con-
sistente las indistinciones de caso, género y número, sino que se produce toda suerte de
entrecruzamientos, entre los cuales incluso se presentan las formas etimológicas, norma-
tivamente aceptadas. Y aún más, en el contexto migratorio, los hablantes se confrontan
con distintos modelos normativos: el de su región originaria que acepta los entrecruza-
mientos, el del espacio capitalino receptor, que los proscribe y -por si fuera poco- el aca-
démico transmitido a través de los textos de enseñanza en los cuales se admite el leísmo
parcial. En tales condiciones los hablantes no son capaces de identificar un sistema de
referencia unitario. El hecho de que los costeños, sobre todo los grupos de baja escolari-
dad con los que los andinos se relacionan, no mantengan tampoco de modo absoluto las
referidas distinciones hace más difícil una inferencia adecuada del sistema canónico. Se
cumple, pues, con tales hablantes una relación discordante un tanto más compleja, entre
varios modelos: primero el modelo andino que autoriza las mezclas sin casar con un
solo sistema de modo consistente y unitario; segundo, el normativo capitalino hiperdi-
ferenciador de caso, género y número; y tercero, el académico transmitido en la escuela,
LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA Y LA VARIACIÓN NORMATIVA 364

que combina el etimológico con el leísmo parcial. Por otro lado, en la producción real el
individuo se confronta con todas las posibilidades, incluso las canónicas, pero sin nexos
definidos y consecuentes con el conocimiento metalingüístico.
Basten solo los ejemplos presentados para ilustrar los desajustes normativos en una
doble dimensión: de una parte, entre la norma codificada de alcance transnacional que
se transmite en la escuela, cuyo agente institucional por excelencia son las Academias y
las normas regionales originarias de los hablantes recibidas en el entorno familiar, y de
otra parte, entre las diversas normas de los diferentes grupos confrontados en el espa-
cio de migración. Una situación semejante contribuye a intensificar la diversidad al no
permitir de modo claro la dirección de la percepción del individuo hacia determinados
usos de su lengua. De este modo se fomenta, más bien, una desorientación perceptiva,
la cual favorece la aparición de fenómenos lingüísticos no coincidentes con las normas
prescriptivas, pero que surgen de modo natural de la producción lingüística, e impulsan
procesos de cambio en direcciones imprevistas y que no pueden ser frenados de modo
artificial por las pautas correctivas. Fenómenos semejantes pasan a formar parte de las
modalidades lingüísticas del español, en la medida en que no son de carácter idiolec-
tal. Se trata, más bien, de fenómenos en que están involucradas inmensas porciones del
mundo hispanohablante, que podrían extenderse favorecidos por la situación actual, en
que la migración se ha convertido en la condición casi natural de la comunidad hispano-
hablante.
A la luz de los fenómenos comentados, la investigación no debe solo concentrarse en
la variación referida al uso sino también en la variación normativa existente en cada una
de las sociedades hispanohablantes. Cuando las políticas lingüísticas intentan imponer
normas correctivas ideales de modo ciego sin tener en cuenta a sus destinatarios y los
procesos naturales de las lenguas, lejos de servir de principios orientadores y uniforma-
dores, podrían contribuir, como en el caso tratado, al desconcierto y a la confusión.
365 MESAS REDONDAS

BIBLIOGRAFÍA

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367 MESAS REDONDAS

NOTAS

1
He desarrollado esta interpretación axiológica de la norma en Caravedo (2006). Sin embargo, la interpreta-
ción objetivista que concibe la norma como hecho regular o habitual en el sentido estadístico ha sido defendida
con distintos alcances y matices conceptuales por muchos estudiosos (cf. Paul 1880, Hjelmslev 1942, Coseriu
1973, Heger 1974). Ver también las críticas de Lara (1999) a la posición objetivista. Para una presentación históri-
ca de la evolución del concepto en el dominio hispánico, v. Méndez García de Paredes (1999).
2
Utilizo aquí la diferencia conceptual introducida por Searle entre hechos institucionales (como las lenguas) y
meramente sociales (cf. Searle 1995).
3
Cf. Guitarte (1991), quien desarrolla la historia de las actitudes monocentrista y policentrista en la normativa
española. Ver también Lara (1999), Oesterreicher (2001), Rivarola (2001), para el tratamiento -con diferentes
matices- del concepto de pluricentrismo.
4
Cf. Caravedo (1992).
5
Cf. Caravedo (1996).
6
Puede verse Heise (ed.) (2001), para un enfoque multidisciplinario de la cuestión. Una visión de conjunto en
el espacio hispanoamericano se presenta en López (ms.).
7
Todos los ejemplos citados (1,2 y 3) provienen de López y Jung (1989), quienes analizan, a través de graba-
ciones tomadas de las clases de una escuela andina, las incoherencias entre los patrones impuestos por las gramáti-
cas codificadas y los propios usos de los profesores.
8
Cf. la definición de comunidad lingüística en Labov (1972, p. 120).
9
Cf. Hernández (1996) y Moreno (1996).
10
Se da también discordancia de género.
11
Los ejemplos provienen del corpus analizado en Caravedo (1997, pp. 131-155).
369 MESAS REDONDAS

Políticas lingüísticas y constitucionales en Hispanoamérica. (Pasado y presente)

Del deber ser utópico de las Constituciones de los Estados


Hispanoamericanos a las políticas lingüísticas para el
desarrollo armónico de su patrimonio cultural

Estanislao Ramón Trives


Universidad de Murcia

Dentro del debate suscitado por el tema marco sobre Políticas lingüísticas y consti-
tuciones en Hispanoamérica (pasado y presente), el corpus constitucional hispanoame-
ricano se presenta como arranque fecundo de las coordenadas de fructíferos desarrollos
ulteriores.
La planificación docente, la carga lectiva de las distintas materias, el empleo del es-
pacio horario y los recursos humanos y materiales asignados es algo que excede la im-
prescindible acción del individuo. En tal sentido, los Estados deben secundar las mejores
propuestas de los agentes educativos, expertos en el análisis y didactismo del bilingüis-
mo o plurilingüismo de las diversas comunidades pertenecientes a un mismo Estado, sin
injerencia política de ningún tipo, dado el carácter subsidiario de lo político institucional,
más allá de lo que debe ser una labor de razonable gobierno imprescindible, respetuoso,
exigente y justo con los especialistas y docentes de las distintas disciplinas, que requie-
ren el mismo apoyo, exigencia y respeto que los diversos poderes de cualquier Estado.
Está fuera de toda discusión que los problemas lingüísticos afectan a los hablantes,
que merecen un protagonismo efectivo, tanto en las comunidades monolingües como en
las bilingües o plurilingües, puesto que, en cualquier caso, se trata de su patrimonio cul-
tural, que tienen el derecho, que es deber y exigencia a un tiempo, de cuidar y favorecer
de acuerdo con su historia y realidad social. En el caso concreto de la realidad lingüística
plural de los Estados Latinoamericanos Hispanos, parece fuera de toda duda que una co-
munidad plurilingüe tiene un protagonismo ineludible y derivado de su responsabilidad
de autogobierno cultural en algo tan próximo a sus ciudadanos como el cultivo y fomento
de sus lenguas, en consonancia con las sugerencias y directrices generales acordadas por
los representantes de las diversas comunidades, en orden a alcanzar una cobertura armó-
nica de cuidado y apoyo cultural e institucional, socio-político y económico, acorde con
DESARROLLO ARMÓNICO DE SU PATRIMONIO CULTURAL 370

el patrimonio lingüístico vertebrador de la convivencia de los ciudadanos dentro de los


diversos Estados Hispanoamericanos.
Situándome más en los debieras que en los realia, quiero partir para esta reflexión con
ustedes de uno de nuestros maestros, a mi juicio, más entusiastas y más persistentemente
buscadores de la exuberante realidad lingüístico-cultural latinoamericana. Me refiero a
don Manuel Alvar, especialmente a sus dos magistrales aportaciones: Hombre, Etnia,
Estado. (Actitudes lingüísticas en Hispanoamérica), y el capítulo Lengua y sociedad:
Las Constituciones Políticas de América, dentro del libro coordinado por el mismo Prof.
Alvar bajo el título El Lenguaje Político, de 1986 y 1987, respectivamente. De este últi-
mo quiero destacar las palabras siguientes, tal vez con el afán de que entre todos intente-
mos extraer sus indudables enseñanzas. Dice el Prof. Alvar en el capítulo ya citado:
«...la andadura libre de los pueblos de América no lo es tanto que no descubramos co-
nexiones y dependencias...-sobre todo, añadimos, cuando el ordenamiento constitucio-
nal hispanoamericano no es otro que el español, el castellano, pues- ...la Torre de Babel
que iba a resultar de aquel amasijo de gentes tuvo que organizarse para que el caos no fue-
ra la única fuerza vital. La lengua fue el principio que se buscó para establecer el orden...
Y el Estado, cuya obligación suprema es la de integrar dentro de la idea de Nación, no
pudo renunciar al instrumento que une a los hombres más que nada, y se asió a la lengua
como principio ineludible para lograr la integración nacional... Los problemas subya-
centes tendrían que aflorar pronto. Pero surgieron al querer perfeccionar el propio articu-
lado de las Constituciones; brotaron entonces cuestiones como la lengua del Estado y, en
función de ella, qué es la lengua nacional y qué es la lengua oficial. De cualquier manera,
el descenso a la realidad conduce a la hispanización de los nativos como instrumento
para lograr su incorporación a la organización estatal y como posibilidad de disfrutar
de las ventajas y protección que facilite el Estado...no hemos de creer que la transcultu-
ración sólo ha dado factores negativos; América Central, por ejemplo, cuando llegaron
los españoles, “era un hacinamiento de caciques, tribus y algunos señoríos divididos por
odios raciales”, y algo parecido tendría que decirse de Méjico...la lengua une elementos
sociales y la sociedad busca su más firme sostén en la lengua» (1986:161-165).
Como he señalado en el volumen coordinado por mí y H. Provencio Garrigós, LOS TEX-
TOS CONSTITUCIONALES IBEROAMERICANOS, Estudio Semántico Compa-
rado, 2003:100, los lúcidos planteamientos del Prof. Alvar nos dan pie, en mi opinión,
para insistir en que el punto de convergencia de estos productos de cultura social que lla-
mamos Constituciones no es otro que la lengua, que da cobertura social a la percepción
humana del mundo, pues, en efecto, «las palabras socializan los conceptos», según apuntó
ya G. Mathoré, La méthode en lexicologie, 1953, en una necesaria interrelación semiótica
entre memoria funcional y expresión verbal comunicativa, de acuerdo con los perspicaces
planteamientos de E. Benveniste, Problèmes de linguistique générale, 1966:49-55.
Hay que valorar, pues, en sus justos términos, el hecho de que existe un ámbito de
indudable convergencia en el marco intertextual de las Constituciones hispanoameri-
canas, que es la lengua, si bien los enunciados de los Textos Constitucionales hispano-
amerianos, como cualquier texto, pueden considerarse como objetivo de la lengua en
371 MESAS REDONDAS

su instrumentalidad radical, pero no ingrediente de la misma. Si hay un marco en el que


tiene especial razón de ser la convergencia entre lo literal y lo contextual, en los términos
de F. Recanati (2004), en su Literal Meaning, lo significativo y lo designativo, ese marco
es una Constitución. En efecto, son los hablantes, en nuestro caso, los representantes o
compromisarios de cada Pueblo, dentro del marco de legitimidad constitucional adecua-
do, los responsables últimos del sentido constitucional de cada Constitución, que se debe
valorar en función de los ciudadanos receptores del nuevo orden de comportamiento cí-
vico-social entre los distintos componentes de un Estado, de aplicación según dinámica
o dialéctica intersubjetiva entre todos los ciudadanos de un mismo Estado dentro de la
cobertura convivencial colectiva compartida y en cierto modo amparada por el horizonte
territorial, cultural e histórico, generador de un especial denominador común, que es el
esencial punto de convergencia intra e intercultural para la convivencia de los ciudada-
nos, que se sienten unidos, protegidos y obligados por un orden constitucional comparti-
do, más allá de la diversidad lingüística o cultural de distinto orden.
La territorialidad, con su temporalidad radical y su variabilidad, impone sus insos-
layables condicionamientos en lo que atañe a los hechos socio-políticos y, desde luego,
en cualquier Constitución o Ley de leyes. El territorio es a una Constitución lo que la
realidad geográfica es a la cartografía, de acuerdo con lo señalado por Andréa Semprini,
1990, en su artículo «Métro, réseau, ville. Essai de sémiotique topologique», publicado
en TRAMES, Universidad de Limoges.
Un porcentaje importante y fundamental en cualquier Constitución está dedicado al
territorio o condicionado por él. El territorio es, también, con respecto a la Constitución
de una Nación como Estado independiente, lo que la propiedad privada o patrimonio es
a la inalienable personalidad de un ser humano como individuo sujeto de derechos y de
deberes.
Una Constitución requiere, para su vigencia y viabilidad, el necesario marco terri-
torial, escenario ineludible para la existencia misma y el legítimo funcionamiento del
proceso constitucional. En efecto, así como los cambiantes aquí/ahora, son el obligado
marco enunciativo que condicionan la identificación de los protagonistas del comporta-
miento verbal, yo/tú, también el marco del territorio con su historia y su cultura identifi-
ca a los responsables axiológico-deontológicos de una Constitución, que quedan legiti-
mados como representantes fiables y responsables en función del grado de legitimidad
de la tenencia del territorio, como pertenencia o parte integrante del devenir histórico o
socio-político de un Estado.
Como es sabido las Constituciones en Hispanoamérica son plenamente conscientes
de su variedad plurilingüística:
Argentina habla de:
la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas;
respeto y derecho a una educación bilingüe;
personería jurídica de las comunidades indígenas;
la igualdad de oportunidades en educación;
la protección a la identidad y pluralidad cultural; etc.
DESARROLLO ARMÓNICO DE SU PATRIMONIO CULTURAL 372

Bolivia se refiere a:
los derechos fundamentales de cada persona;
derecho a recibir instrucción y adquirir cultura;
fomento de la cultura del pueblo;
respeto y protección a los derechos sociales, económicos y culturales de los pueblos
indígenas: identidad, valores, lenguas, costumbres, etc.
supervigilancia e impulso de la alfabetización; etc.

Chile se ocupa de:
derecho a la educación;
protección e incremento del patrimonio cultural;
fomento de la educación en todos sus niveles; etc.

Colombia trata lo siguiente:
idioma oficial;
lenguas y dialectos de grupos étnicos; oficiales en su territorio;
derecho a la educación y a la cultura;
conformación de las entidades territoriales indígenas;
gobierno de los territorios indígenas;
reconocimiento de las comunidades negras;
protección de la identidad cultural y los derechos de estas comunidades; etc.

Costa Rica considera:
el idioma oficial: español;
organización de la educación pública;
educación de adultos; etc.

Cuba dictamina sobre lo siguiente:


idioma oficial: español;
igualdad de derechos y deberes de todos los ciudadanos;
enseñanza en todas las instituciones; etc.
derecho a la educación; etc.

Ecuador determina lo que sigue:


idioma oficial y de relación intercultural: castellano;
obligatoriedad de la educación;
reconocimiento del quichua y demás lenguas indígenas, que forman parte de la cultu-
ra nacional;
lengua de educación en zonas de educación indígena: el quichua o la de la cultura
respectiva; etc.

El Salvador plantea lo que sigue:


idioma oficial: castellano;
preservación, conservación, etc., de las lenguas autóctonas, patrimonio cultural;
373 MESAS REDONDAS

Guatemala se pronuncia sobre:


derecho a la identidad cultural;
derecho y obligación de los habitantes a recibir educación inicial, preprimaria, prima-
ria y básica;
sistema educativo y enseñanza bilingüe en zonas de población indígena;
idioma oficial: español:
lenguas vernáculas: patrimonio cultural de la Nación; etc.

Honduras declara:
idioma oficial: español;
protección a su pureza y enseñanza;
culturas nativas, expresiones del folklore nacional, arte popular y artesanías;
cooperación de las fuerzas armadas en labores de alfabetización; etc.

México decide lo que sigue:


composición pluricultural sustentada en los pueblos indígenas;
desarrollo de sus lenguas, culturas, costumbres, recursos y formas de organización
social; etc.

Nicaragua plantea lo siguiente:


idioma oficial del Estado: español;
uso oficial de las lenguas de las comunidades de la Costa Atlántica;
derecho a la libre expresión y preservación de las lenguas de la Costa Atlántica, su arte
y su cultura; etc.

Panamá manifiesta:
defensa, difusión y pureza del idioma español;
lenguas aborígenes: alfabetización bilingüe en las comunidades indígenas;
identidad étnica de las comunidades indígenas; etc.

Paraguay dispone:
país pluricultural y bilingüe;
idiomas oficiales: castellano y guaraní;
patrimonio cultural: culturas indígenas;
enseñanza en la lengua oficial materna;
conocimiento y empleo de los idiomas oficiales;
lengua de enseñanza para las minorías étnicas;
pueblos indígenas: derecho a preservar y a desarrollar su identidad étnica; etc.

Perú resuelve sobre:
erradicación del analfabetismo;
educación bilingüe e intercultural;
diversas manifestaciones culturales y lingüísticas del país;
idiomas oficiales: castellano, quechua, aymara, etc.
DESARROLLO ARMÓNICO DE SU PATRIMONIO CULTURAL 374

Puerto Rico establece:


derecho a la educación;
obligatoriedad de la escuela primaria; etc.

La República dominicana hace saber sobre:
deber del Estado de proporcionar educación a todos los habitantes y de eliminar el
analfabetismo;
obligatoriedad de la educación primaria;
gratuidad de la educación; etc.

Uruguay determina:
consejos directivos autónomas para la enseñanza;
coordinación de la enseñanza; etc.

Venezuela propone:
idioma oficial: castellano;
obligatoriedad de la educación;
derecho a la educación;

De los testimonios aducidos, podemos señalar que el hecho de reflejarse en las Cons-
tituciones de Hispanoamérica la conciencia de lo diverso, cultural y lingüísticamente
hablando, por la propia voluntad de los signatarios de dichos textos, no es banal sino
que reclama, a mi juicio, un entendimiento integrador, en orden a una más fructífera y
próspera convivencia. Lo cual es extremadamente coherente desde el punto de vista lin-
güístico, siendo como es la lengua un modo convencionalizado de vivir con los demás,
en busca permanente del otro y de lo otro, que se materializa en todo momento dentro de
una lengua y, evidentemente, entre las distintas lenguas. No se trata, pues, de desinte-
gración o despersonalización alguna, en una suerte de desvertebración cultural o verbal,
sino más bien de una dialéctica e integración en las tareas de cultivo de la cultura de los
pueblos, de los que sigue siendo su máximo exponente la lengua española en dialéctica
permanente con las otras lenguas, sin perjuicio del enriquecimiento cultural que entraña
el bilingüismo o plurilingüismo, a partir de cuya situación siempre será más fácil y hace-
dera la colaboración y convivencia entre los pueblos de un mismo Estado.
Para concluir, parto nuevamente de las palabras de don M. Alvar (1987:155):
«Cada país se encuentra inserto en su propia realidad y la lengua le es tan suya como
el paisaje, los monumentos o cualesquiera otros bienes culturales...la lengua es un bien
propio, íntimo e inalienable».
La misión de una buena política lingüística, en mi opinión, no puede ser otra que la
de dotarse de los medios humanos, materiales y técnicos para fomentar el cultivo culto,
estético y reflexivo de todas las lenguas de un país, tanto más rico cuanto más dotado esté
lingüísticamente. Nuestras lenguas, cualquier lengua nos da una visión nueva de expe-
riencias irrepetibles e interiorizadas, a las que sólo desde las diversas lenguas podemos
375 MESAS REDONDAS

tener acceso. Educar en la diversidad lingüística supone para el País que lo consigue un
enriquecimiento de la condición humana de sus ciudadanos. El disponer de una lengua
intercultural tan arraigada como el español o castellano es una situación de privilegio
para promover el enriquecimiento mutuo entre los ciudadanos de las distintas latitudes
del vasto mundo hispanoamericano, que, sin pérdida de sus hábitos vernáculos más en-
trañados, se ven enriquecidos a diario con el contacto adulto y sin complejos con otras
lenguas, que forman parte de su patrimonio cultural compartido.
DESARROLLO ARMÓNICO DE SU PATRIMONIO CULTURAL 376
377 MESAS REDONDAS

BIBLIOGRAFÍA

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ALVAR, M., coordinador, (1997): El Lenguaje Político, Fundación Friedrich Ebert, Ins-
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SEMPRINI, A. (1990): «Métro, réseau, ville. Essai de sémiotique topologique» in TRA-
MES, Université de Limoges, Limoges.
379 MESAS REDONDAS

Políticas lingüísticas y constitucionales en Hispanoamérica. (Pasado y presente)

TRATAMIENTO CONSTITUCIONAL DE LA LENGUA EN HISPANOAMÉRICA

Jesús Ignacio FERNÁNDEZ DOMINGO


Profesor de Derecho Civil. UCM

INTRODUCCIÓN. 1. Las lenguas en las Constituciones: una cuestión de épocas. 2. La ig-


norancia de los primeros tiempos. 3. A la búsqueda de un espacio práctico. 4. La preocupación
actual. CONCLUSIONES.

Introducción
Al plantearse en este Congreso la cuestión lingüística en las Constituciones Hispa-
noamericanas son dos las expectativas que se abren: De un lado, el propio lenguaje uti-
lizado en las Cartas Magnas; y de otro, la preocupación por la lengua, o por las lenguas,
existentes en los países hermanos.
Obviamente voy a hablar del segundo de los aspectos por una cuestión lógica: enten-
demos que a ello hace referencia la justificación de esta Mesa, y porque resulta especial-
mente interesante ver cómo se ha ido evolucionando en la redacción de los textos.
Ahora bien, y como nota previa, debo advertir que quien se acerque a los textos consti-
tucionales esperando encontrar en ellos una consagración de las inquietudes lingüísticas,
se verá defraudado. Resulta hasta cierto punto frustrante observar el escasísimo interés
que estas cuestiones han suscitado en los redactores de las Cartas Magnas; desinterés que
ha calado también en las poblaciones de las jóvenes Repúblicas.
O es que quizá las Constituciones no han hecho más que reflejar lo que sentía la
sociedad gobernante; la única que no estaba inmersa en la penumbra del olvido y la
marginación.
Sabemos que una Constitución no es otra cosa que una super-ley, o, si se quiere, la ley
de leyes de un país (salvo si aceptamos las posiciones iusnaturalistas de Helmut Coing),
y, por lo mismo, debe tener una cualidad no exigible en las demás normas, dependientes
de ella: la claridad; la posibilidad de ser accesible a todos los ciudadanos que puedan, de
este modo, ser conscientes de las políticas que van a seguirse en desarrollo de la norma
TRATAMIENTO CONSTITUCIONAL DE LA LENGUA EN HISPANOAMÉRICA 380

suprema. Pero las Constituciones son, también, obras temporales, y mantienen la inercia
de los tiempos en que han sido redactadas. Es interesante comprobar cómo también su
lenguaje ha ido evolucionando desde las grandilocuentes declaraciones de principios,
propias del diecinueve, hasta esas redacciones actuales, mucho más técnicas y, por ende,
descuidadas en cuanto al aspecto comprensivo que acabamos de precisar.
Por ello, en esta intervención, quiero destacar la evolución en la preocupación por las
diferentes lenguas que conviven, junto al español, en los países hermanos, a través de sus
Cartas Magnas; y en las que puede comprobarse diferencias de tratamiento, consustan-
ciales a las variaciones ideológicas y políticas a que han quedado sometidas; así como
sus diversas formas de acercamiento a la cuestión ligüística, que no siempre se aborda de
manera directa, como hubiera sido de desear.
De entre los dos sistemas en que podríamos ordenar este trabajo, el alfabético o el
cronológico, nos hemos decantado por el primero, pese a que sea el segundo el que re-
presenta una mayor cohesión; independientemente de que pueda también comprobarse
que el estilo va unido indisolublemente a la ideología y a las influencias políticas del mo-
mento. Ello resulta especialmente relevante en el caso de Hispanoamérica, que, desde
su emancipación, se ha visto inmersa en situaciones convulsas que, de alguna manera,
todavía repercuten en nuestros días.

Las lenguas en las Constituciones: una cuestión de épocas.


La primera de las cuestiones que queremos destacar es la dependencia de la política
lingüística a cada época concreta de la reciente Historia americana. Por lo mismo, quizá
resulte interesante comprobar el escaso -por no decir nulo- interés que los patricios fun-
dadores de las Repúblicas habían tenido por las lenguas indígenas.
No debe extrañarnos este aspecto, porque los próceres independentistas, por regla ge-
neral, formaban parte de una elite o, al menos, de una burguesía, cultural y económica,
que seguía teniendo un sentido colonial frente a los indios, a los que, por ende, no iba a
prestar otra consideración que la propia emanada del reconocimiento de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano, absorbidos por los planteamientos revolucionarios y de-
mocráticos de los países.
En un rápido recorrido por las primeras Cartas Magnas puede comprobarse que no va
a existir una política que pudiéramos llamar conservacionista respecto de los idiomas
nativos hasta bien avanzado el siglo XX; en concreto, la primera manifestación sería la
llevada a cabo por las Constituciones de Bolivia, Paraguay y Ecuador, todas de 1967, en
sus artículos 6, 5, y 38, donde se señala la “igualdad sin distinción de idioma”, en el caso
boliviano; la nacionalidad del idioma guaraní, si bien el español se determina como de
uso oficial, en el caso paraguayo; y la preocupación por la educación del campesinado en
quichua o en otras lenguas vernáculas, como sucedía en Ecuador.
Así pues, y como hemos destacado, puede decirse que la cuestión lingüística no ha
constituido preocupación esencial -ni tan siquiera preocupación- en un extenso período
de tiempo. No es algo que forme parte de los derechos fundamentales, ni halló su acogida
381 MESAS REDONDAS

en los Títulos Preliminares. Las lenguas autóctonas pertenecían a la población indígena


y, sencillamente, se ignoraba por quienes dirigían los destinos patrios.

La ignorancia de los primeros tiempos.


La ruptura con la metrópoli significó para América un tránsito y, a la vez, un trauma
reconocible, sobre todo en sus primero años de Independencia. Sin embargo ese aleja-
miento claro que se constata en esos primeros períodos no significó, sin embargo, ningu-
na apertura hacia su propia realidad interior, al menos en lo que ahora nos concierne.
En efecto, la figura del indio siguió ignorándose y, con ello, sus costumbres, su cul-
tura... y su lengua. Resulta inconcebible imaginar al patriciado fundador intentando el
aprendizaje de unas lenguas que habría de considerar, a buen seguro, rotundamente sal-
vajes. No puede decirse con ello que los padres de la patria siguieran la tradición de los
misioneros españoles, cuya primera preocupación -o una de las primeras- fue la ense-
ñanza de la Doctrina a los indios en su propio idioma; lo que conllevaba, obviamente, su
aprendizaje y, consecuentemente, su respeto.
Como botón de muestra de lo que acabamos de señalar, bástenos recordar aquí el ca-
tecismo de fray Pedro de Córdoba. Antonio Alatorre, del Colegio de México, ha escrito
que «quienes hicieron imperial la lengua castellana no fueron [el Arte o Gramática, de
Nebrija, ni] los conquistadores, sino los [...] innumerables frailes que dialogaron con el
vencido en su lengua. El paradójico cimiento de la lengua castellana en América es una
serie impresionante de gramáticas y diccionarios de peregrinas lenguas: náhuatl, otomí,
zapoteco, guaraní, quechua, y tantas más. De paso, esos frailes escribieron una página
brillantísima en la historia de la lingüística. Fueron lingüistas en el sentido más noble:
expertos en comunicación verbal entre los hombres. La hazaña de Nebrija es muy chica
frente a la de ellos» (1)
Como señala igualmente Álvaro Huerga (O.P.), los peruanistas han admirado siempre
la faena quechuista de fray Domingo de Santo Tomás, ya que, según ha puesto de relieve
Raúl Porras Barrenechea, se trata del «fundador de los estudios de lingüística en el Perú»
(2)
, puesto que tanto su Gramática como su Vocabulario «inician la labor científica del
quechuismo» (3)(4).
Pero, como hemos indicado, se trata sólo de algún ejemplo, dado que labor análoga, y
posiblemente la más rica, fue la que llevó a cabo en Chichicastenango, Guatemala, fray
Francisco Jiménez: no sólo aprendió el quiché, sino que tradujo al romance el Popol vuh,
que es sin duda la fuente primordial para poder conocer, en la actualidad, la etnografía y
la cultura precolombinas de aquella región. (5)
Obviamente, estas inquietudes no se encuentran en Bolívar; tampoco en Sucre, en San
Martín, o en los Carrera. Pudo haberlas sentido Piar, y quizá Reyes Vargas, pero el fragor
revolucionario acabó arrastrándoles en su vorágine.
Decididamente la emancipación no representó ningún apoyo para las culturas o las
lenguas autóctonas. Ni siquiera en México donde sí existía un interesante caldo de culti-
vo indigenista, aún no bien digerido por parte de la sociedad.
TRATAMIENTO CONSTITUCIONAL DE LA LENGUA EN HISPANOAMÉRICA 382

A la búsqueda de un espacio práctico.


La realidad es incontrovertible, podría decirse, incluso, que terca, contumaz, y apare-
ce allí donde ni siquiera pretende tenérsela en cuenta. Y tal realidad no es otra que la exis-
tencia de un mestizaje cultural, que se asienta en gran manera sobre las lenguas indígenas
aún subsistentes.
Hagamos un excursus, país por país, vara ver cómo está la situación:
Argentina: Su idioma oficial es el español, aunque junto a él se reconoce cierta impor-
tancia al italiano, inglés, francés y alemán, por ese orden. De las lenguas indias no existe
el menor rastro estadístico, aunque la familia toba y mocobí no pueden ignorarse, ni la
guaraní del Nordeste.
Bolivia, con mayor coherencia, dado su gran porcentaje de población indígena, reco-
noce como idiomas oficiales el español, el quechua y el aymará.
Para la república de Chile sólo el español es lengua oficial, desatendiéndose de las
lenguas vernáculas, que aún subsisten en ese Sur inmenso y en las islas.
Colombia, al igual que en el caso anterior, tan sólo reconoce al español como lengua
oficial.
El caso de Costa Rica es peculiar, dado que señala como oficial al español, aunque
también considera de manera especial al inglés, que se habla en los alrededores de Puerto
Limón.
Cuba no ha tenido más remedio que admitir sólo el español, pero por razones obvias
de inexistencia de una población autóctona.
Para el Ecuador el español es también el idioma oficial, si bien coexistiendo con len-
guas amerindias, especialmente el quechua.
El Salvador, por su parte, se pronuncia por el español y por el nahua.
Guatemala mantiene una coexistencia, basada en datos porcentuales: Un 60% de la
población habla español, y un 40% lenguas amerindias (en total se contabilizan 23, in-
cluyendo las principales como el quiché, el cakchiquel y el kekchi).
En Honduras se habla también el español y algunos dialectos amerindios.
México reconoce el español, y junto a él existen también algunas variedades de la
lengua maya, el nahuatl y otros idiomas regionales de menor importancia, repartidos por
todo el territorio.
En Nicaragua el español es el idioma oficial, si bien también es relevante el inglés y el
amerindio. Este último se practica por minorías de la costa atlántica nicaragüense.
La República de Panamá ostenta también al español como idioma oficial, si bien exis-
te un 14% de población angloparlante.
Paraguay reconoce como oficial el español, y junto a él se destaca la importancia del
guaraní. Hay que señalar también, aunque no quiera reconocerse así por las autoridades,
que en extensas zonas del país el brasileño es un idioma imperante.
383 MESAS REDONDAS

Perú mantiene como oficiales el español y el quechua, admitiéndose -aunque ya no


con esta importancia- al aymara.
En Puerto Rico, obviamente, español e inglés se reparten el arco idiomático.
La Dominicana mantiene tan sólo el español.
La República Oriental del Uruguay admite el español y el portugués o brasilero, que
es una mezcla de portugués y español, y que se habla en la frontera brasileña.
Finalmente Venezuela tiene también al español como idioma oficial, subsistiendo en
el territorio numerosos dialectos indígenas.
Pero una cosa es la existencia de, por ejemplo, un idioma oficial, que las más de las
veces ni siquiera se señala en los textos constitucionales, y otra muy diferente esa coexis-
tencia de lenguas amerindias, que no pueden obviarse, porque son habladas por partes
importantes o significativas de la población. El hecho de que, por ejemplo, los docu-
mentos administrativos deban redactarse en español, no es óbice para que las lenguas
indígenas, normalmente ajenas a esos trámites burocráticos, sigan siendo utilizadas con
sencillez y habitualidad.

La preocupación actual.
El constitucionalismo actual se halla muy lejos del generador del XIX. Se ha con-
vertido, no lo olvidemos, en una producción -obligada- de normas fundamentales, con
el solo objeto de ir poniendo orden en unas sociedades cambiantes, sometidas a dema-
siadas disensiones, sobre todo de origen interno, que no han conseguido aún la ansiada
estabilidad.
En este punto, el final de mi exposición, y sin duda alguna el más extenso, sí quiero
llevar a cabo el tratamiento constitucional del problema lingüístico, en el sentido arriba
señalado, de una indicación alfabetizada.

República Argentina.
El primitivo Proyecto de Constitución de Carácter Federal, de 1813, ni plantea, como
es obvio, el problema que ahora nos ocupa. Habrá pues que esperar al Proyecto de Cons-
titución de 25 de mayo de 1818, para encontrar el artículo 139, en el que se señala: “Sien-
do los indios iguales en dignidad y en derechos a los demás ciudadanos...” Y nada más,
pero tampoco menos. Ahora bien ¿eso creían los argentinos? Mucho nos tememos que,
hasta que no se llevó a cabo la campaña del desierto por Julio Argentino Roca, aquello
no pasó de ser una mera declaración. Y después... sencillamente ya no había indios, que
pudieran considerarse como tales (si exceptuamos los matacos y otros pueblos del norte
y nordeste).
Con posterioridad, desde 1853 hasta la última Constitución, de 22 de agosto de 1994,
se ha establecido la igualdad de los habitantes provinciales en toda la República, pero
nada se dice de las lenguas vernáculas.
TRATAMIENTO CONSTITUCIONAL DE LA LENGUA EN HISPANOAMÉRICA 384

República Bolivia
Ya hemos indicado que su primera manifestación es de 1967.
Quizá pudiéramos entender una somera protección -sólo eso- en la pretendida igual-
dad entre los bolivianos, planteada tempranamente en el artículo 13 de la Constitución
de 21 de septiembre de 1851; pero, como muy bien sabemos, es sólo una declaración
programática, sin más valor que el que se quisiera dar por los Gobiernos de turno.
Así pues, tan sólo puede considerarse protector el tímido enunciado del artículo 6, ya
contemplado, que ha sido reproducido en la posterior Constitución de 6 de febrero de
1995 (también en su artículo 6); y en la Ley nº 2650, de Reformas a la Constitución Polí-
tica del Estado, de 13 de abril de 2004.
No obstante, la gran bancada indígena del Parlamento boliviano, y el indiscutible ac-
ceso del Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales, debe ponernos sobre aviso
para un posible nuevo tratamiento legislativo del problema de la multiplicidad lingüísti-
ca boliviana.

República de Chile
Habiendo tenido normativas importantes desde el Reglamento Constitucional provi-
sorio de 26 de octubre de 1812, resulta significativo que Chile, que mantuvo hasta bien
entrado el siglo XX, fuertes problemas con los indígenas del Sur, no haya tenido ninguna
preocupación lingüística, ni siquiera frente a mapuches o araucanos.
Si algo quisiéramos vislumbrar, tan sólo podríamos hacer referencia al artículo 1º de
la Constitución de 1980, en su reforma de 2001, donde se señala, más como declaración
programática que otra cosa, lo siguiente:
“Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos.
La familia es el núcleo fundamental de la sociedad.
El Estado está al servicio de la persona humana y su finalidad es promover el bien
común, para lo cual debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a
todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización es-
piritual y material posible, con pleno respeto a los derechos y garantías que esta Consti-
tución establece.
Es deber del Estado resguardar la seguridad nacional, dar protección a la población
y a la familia, propender al fortalecimiento de ésta, promover la integración armónica
de todos los sectores de la Nación y asegurar el derecho de las personas a participar con
igualdad de oportunidades en la vida nacional”.

Quizá en esa “·contribución” a la creación de las condiciones sociales sea donde po-
damos hallar un reflejo del respeto hacia las minorías lingüísticas chilenas. Pero, insisto,
nada que no vaya más allá de la mera declaración programática, a la que nos referíamos.
385 MESAS REDONDAS

República de Colombia
Teniendo Colombia una dilatadísima historia constitucional, que dio comienzo con
la Constitución de Cartagena, no va a ser hasta 1991 cuando hallemos una inquietud
lingüística.
El artículo 7 de esta Constitución, por otra parte la más reciente, pese a las reformas
posteriores, que han llegado hasta 2003, deja constancia del reconocimiento de la di-
versidad étnica y cultural de la Nación colombiana. Esta diversidad la desarrolla en los
artículos 68 y 70, referidos a la educación y la cultura. Así, el párrafo 5º del artículo 68 es-
tablece que “Los integrantes de los grupos étnicos tendrán derecho a una formación que
respete y desarrolle su identidad cultural”. Y el párrafo 2º del artículo 70, determina
que “La cultura en sus diversas manifestaciones es fundamento de la nacionalidad. El
Estado reconoce la igualdad y dignidad de todas las que conviven en el país. El Estado
promoverá la investigación, la ciencia, el desarrollo y la difusión de los valores cultura-
les de la Nación”.

República de Costa Rica.


La primera vez que Costa Rica, con Constitución desde 1825, hace alguna referencia
idiomática, será en 1949, cuyo artículo 76 señalaba al español como “idioma oficial de la
Nación”. Este mismo precepto va a mantenerse en la Ley nº 5703, de 6 de junio de 1975.
No obstante, con la reforma constitucional de 1999 (Ley 7878, de 27 de mayo) el nue-
vo artículo 76 establece que “El español es el idioma oficial de la Nación. No obstante, el
Estado velará por el mantenimiento y cultivo de las lenguas indígenas nacionales”.

República de Cuba.
Por razones más que obvias, pese a hallarse Cuba en situación de haber potenciado
alguna lengua autóctona, ninguna de las Constituciones de la isla hacen referencia al
problema lingüístico.
Todo el movimiento constitucional cubano, importante ya desde 1869, con la Cons-
titución de Guaimaro, ha reconocido la evidencia de la existencia de un único idioma, al
que ni siquiera se hace referencia.

República del Ecuador.


Resulta curiosa la evolución legislativa ecuatoriana, que había afrontado el tema con
decidida corrección, desde la Constitución de 25 de mayo de 1967.
Esta legislación merece que nos detengamos un momento en su exposición.
Constitución de 1967. Artículo 38 (De campesinos e indígenas): “En la educación se
prestará especial atención a campesino. Se propenderá a que los maestros y funciona-
rios que traten con él, conozcan el idioma quichua y otras lenguas vernáculas.
TRATAMIENTO CONSTITUCIONAL DE LA LENGUA EN HISPANOAMÉRICA 386

En las escuelas establecidas en las zonas de predominante población indígena se usa-


rá de ser necesario, además del español, el quichua o la lengua aborigen respectiva,
para que el educando conciba en su propio idioma la cultura nacional y practique luego
el castellano”.
Constitución de 1978, modificada en 1997. Artículo 27. 9º: “En los sistemas de edu-
cación que se desarrollen en las zonas de predominante población indígena, se utilizará
como lengua principal de educación el quichua o la lengua de la cultura respectiva; y
el castellano, como lengua de relación intercultural”. (Este mismo precepto, sólo que
en el párrafo 4º, se reproduce en la Constitución de 1979, modificada en 1984).
Artículo 39: “El Estado fomentará y promoverá la cultura, la creación artística y la
investigación científica; y velará por la conservación del patrimonio cultural y la ri-
queza artística e histórica de la Nación”.
Constitución de 1998. Dentro del Capítulo 4, de los derechos económicos, sociales y
culturales, vamos a destacar dos artículos generales (62 y 63), y dos específicos (68 y 69).
Artículo 62. “La cultura es patrimonio del pueblo y constituye elemento esencial de
su identidad. El Estado promoverá y estimulará la cultura, la creación, la formación
artística y la investigación científica. Establecerá políticas permanentes para la conser-
vación, restauración, protección y respeto del patrimonio cultural tangible e intangi-
ble, de la riqueza artística, histórica, lingüística y arqueológica de la nación, así como
del conjunto de valores y manifestaciones diversas que configuran la identidad nacio-
nal, pluricultural y multiétnica. El Estado fomentará la interculturalidad, inspirará sus
políticas e integrará sus instituciones según los principios de equidad e igualdad de las
culturas”.
Artículo 63. “El Estado garantizará el ejercicio y participación de las personas, en
igualdad de condiciones y oportunidades, en los bienes, servicios y manifestaciones de
la cultura, y adoptará las medidas para que la sociedad, el sistema educativo, la empre-
sa privada y los medios de comunicación contribuyan a incentivar la creatividad y las
actividades culturales en sus diversas manifestaciones.
Los intelectuales y artistas participarán, a través de sus organizaciones, en la elabora-
ción de políticas culturales”.
Artículo 68. “El sistema nacional de educación incluirá programas de enseñanza
conformes a la diversidad del país. Incorporará en su gestión estrategias de descentra-
lización y desconcentración administrativas, financieras y pedagógicas. Los padres de
familia, la comunidad, los maestros y los educandos participarán en el desarrollo de los
procesos educativos”.
Artículo 69. “El Estado garantizará el sistema de educación intercultural bilingüe;
en él se utilizará como lengua principal la de la cultura respectiva, y el castellano co-
mo idioma de relación intercultural”.
Finalmente, y en consideración también a las minorías afroecuatorianas, el Capítulo
5, De los pueblos indígenas y negros o afroecuatorianos, tres preceptos (83, 84 y 85) se
ocupan de esta variada realidad.
387 MESAS REDONDAS

Artículo 83. “Los pueblos indígenas, que se autodefinen como nacionalidades de raí-
ces ancestrales, y los pueblos negros o afroecuatorianos, forman parte del Estado ecua-
toriano, único e indivisible”.
Artículo 84. “El Estado reconocerá y garantizará a los pueblos indígenas, de confor-
midad con esta Constitución y la ley, el respeto al orden público y a los derechos huma-
nos, los siguientes derechos colectivos:
-. Mantener, desarrollar y fortalecer su identidad y tradiciones en lo espiritual, cultu-
ral, lingüístico, social, político y económico.
-. Conservar la propiedad imprescriptible de las tierras comunitarias, que serán in-
alienables, inembargables e indivisibles, salvo la facultad del Estado para declarar su
utilidad pública. Estas tierras estarán exentas del pago del impuesto predial.
-. Mantener la posesión ancestral de las tierras comunitarias y a obtener su adjudica-
ción gratuita, conforme a la ley.
-. Participar en el uso, usufructo, administración y conservación de los recursos natu-
rales renovables que se hallen en sus tierras.
-. Ser consultados sobre planes y programas de prospección y explotación de recursos
no renovables que se hallen en sus tierras y que puedan afectarlos ambiental o cultural-
mente; participar en los beneficios que esos proyectos reporten, en cuanto sea posible y
recibir indemnizaciones por los perjuicios socio-ambientales que les causen.
-. Conservar y promover sus prácticas de manejo de la biodiversidad y de su entorno
natural.
-. Conservar y desarrollar sus formas tradicionales de convivencia y organización so-
cial, de generación y ejercicio de la autoridad.
-. A no ser desplazados, como pueblos, de sus tierras.
-. A la propiedad intelectual colectiva de sus conocimientos ancestrales; a su valora-
ción, uso y desarrollo conforme a la ley.
-. Mantener, desarrollar y administrar su patrimonio cultural e histórico.
-. Acceder a una educación de calidad. Contar con el sistema de educación intercul-
tural bilingüe.
-. A sus sistemas, conocimientos y prácticas de medicina tradicional, incluido el de-
recho a la protección de los lugares rituales y sagrados, plantas, animales, minerales y
ecosistemas de interés vital desde el punto de vista de aquella.
-. Formular prioridades en planes y proyectos para el desarrollo y mejoramiento de
sus condiciones económicas y sociales; y a un adecuado financiamiento del Estado.
-. Participar, mediante representantes, en los organismos oficiales que determine la ley.
-. Usar símbolos y emblemas que los identifiquen”.
Artículo 85. “El Estado reconocerá y garantizará a los pueblos negros o afroecua-
torianos, los derechos determinados en el Artículo anterior, en todo aquello que les sea
aplicable”.
TRATAMIENTO CONSTITUCIONAL DE LA LENGUA EN HISPANOAMÉRICA 388

República del Salvador.


Sólo de forma tangencial, encuadrada en el ámbito de la educación y sus fines, pode-
mos entrever la defensa de las lenguas vernáculas por las autoridades salvadoreñas.
Ya el artículo 198, de la Constitución de 8 de septiembre de 1950, que enmarcaba la
educación dentro de un cuadro de valores ciudadanos, podía servir de atisbo -pero sólo
eso- de una preocupación indirecta por cualquier manifestación de cultura autóctona, en
una lectura, ciertamente generosa, del “pleno desarrollo de la personalidad”.
Decía sí el precepto: “La educación debe tender al pleno desarrollo de la personali-
dad de los educandos para que presten a la sociedad una cooperación constructiva; a
inculcar el respeto a los derechos y deberes del hombre; a combatir todo espíritu de into-
lerancia y de odio, y a fomentar el ideal de unidad de los pueblos centroamericanos”.
Este mismo precepto se repite (bajo el numeral 198), en la Constitución de 8 de enero
de 1962.
En esta misma norma, se establecía:
Artículo 203. “La riqueza artística, histórica y arqueológica del país forma parte
del tesoro cultural salvadoreño, el cual queda bajo la salvaguarda del Estado y sujeto a
leyes especiales para su conservación”.

La Constitución de 26 de abril de 1982 señalaba, por su parte:


Artículo 62. “El idioma oficial de El Salvador es el castellano. El gobierno está obli-
gado a velar por su conservación y enseñanza.
Las lenguas autóctonas que se hablan en el territorio nacional forman parte del
patrimonio cultural y serán objeto de preservación, difusión y respeto”.
Artículo 63. “La riqueza artística, histórica y arqueológica del país forma parte del
tesoro cultural salvadoreño, el cual queda bajo la salvaguarda del Estado y sujeto a le-
yes especiales para su conservación”
Algo más explícita, la Constitución de 15 de diciembre de 1983, con reformas de
2000, señalaba en su artículo 55 lo siguiente:
“La educación tiene los siguientes fines:
-. Lograr el desarrollo integral de la personalidad en su dimensión espiritual, moral y social;
-. Contribuir a la construcción de una sociedad democrática más próspera, justa y humana;
-. Inculcar el respeto a los derechos humanos y la observancia de los correspondientes
deberes;
-. Combatir todo espíritu de intolerancia y de odio;
-. Conocer la realidad nacional e identificarse con los valores de la nacionalidad salvado-
reña; y
-. Propiciar la unidad del pueblo centroamericano.
389 MESAS REDONDAS

Los padres tendrán derecho preferente a escoger la educación de sus hijos”.


Artículo 62. “El idioma oficial de El Salvador es el castellano. El gobierno está obli-
gado a velar por su conservación y enseñanza. Las lenguas autóctonas que se hablan
en el territorio nacional forman parte del patrimonio cultural y serán objeto de preser-
vación, difusión y respeto”.

República de Guatemala
La Constitución guatemalteca que aborda el tema lingüístico no es otra que la de 31 de
mayo de 1985, en su Capítulo II, dedicado a los Derechos sociales. En él encontramos las
siguientes normas:
Artículo 58. “Identidad cultural. Se reconoce el derecho de las personas y de las co-
munidades a su identidad cultural de acuerdo a sus valores, su lengua y sus costum-
bres”.
Artículo 59. “Protección e investigación de la cultura. Es obligación primordial del
Estado proteger, fomentar y divulgar la cultura nacional; emitir las leyes y disposi-
ciones que tiendan a su enriquecimiento, restauración, preservación y recuperación;
promover y reglamentar su investigación científica, así como la creación y aplicación de
tecnología apropiada”.
Artículo 60. “Patrimonio cultural. Forman el patrimonio cultural de la Nación los
bienes y valores paleontológicos, arqueológicos, históricos y artísticos del país y están
bajo la protección del Estado. Se prohíbe su enajenación, exportación o alteración salvo
los casos que determine la ley”.
Artículo 62. “Protección al arte, folklore y artesanías tradicionales. La expresión ar-
tística nacional, el arte popular, el folklore y las artesanías e industrias autóctonas, de-
ben ser objeto de protección especial del Estado, con el fin de preservar su autenticidad.
El Estado propiciará la apertura de mercados nacionales e internacionales para la libre
comercialización de la obra de los artistas y artesanos, promoviendo su producción y
adecuada a tecnificación”.
Artículo 63. “Derecho a la expresión creadora. El Estado garantiza la libre expresión
creadora, apoya y estimula al científico, al intelectual y al artista nacional, promovien-
do su formación y superación profesional y económica”.
Artículo 65. “Preservación y promoción de la cultura. La actividad del Estado en
cuanto a la reservación y promoción de la cultura y sus manifestaciones, está a cargo de
un órgano específico con presupuesto propio”.

En esta misma Ley, aunque ya bajo distinta rúbrica, se aborda en la Sección tercera, lo
referente a las Comunidades indígenas:
Artículo 66. “Protección a grupos étnicos. Guatemala está formada por diversos
grupos étnicos entre los que figuran los grupos indígenas de ascendencia maya. El Esta-
TRATAMIENTO CONSTITUCIONAL DE LA LENGUA EN HISPANOAMÉRICA 390

do reconoce, respeta y promueve sus formas de vida, costumbres, tradición es, formas
de organización social, el uso del traje indígena en hombres y mujeres, idiomas y dia-
lectos”.
Artículo 67. “Protección a las tierras y las cooperativas agrícolas indígenas. Las
tierras de las cooperativas, comunidades indígenas o cualesquiera otras formas de te-
nencia comunal o colectiva de propiedad agraria, así como el patrimonio familiar y
vivienda popular, gozarán de protección especial del Estado, asistencia crediticia y de
técnica preferencial, que garanticen su posesión y desarrollo, a fin de asegurar a todos
los habitantes una mejor calidad de vida.
Las comunidades indígenas y otras que tengan tierras que históricamente les per-
tenecen y que tradicionalmente han administrado en forma especial, mantendrán ese
sistema”.
Artículo 68. “Tierras para comunidades indígenas. Mediante programas especiales y
legislación adecuada, el Estado proveerá de tierras estatales a las comunidades indíge-
nas que las necesiten para su desarrollo”.
Artículo 69. “Traslación de trabajadores y su protección. Las actividades laborales
que impliquen traslación de trabajadores fuera de sus comunidades, serán objeto de
protección y legislación que aseguren las condiciones adecuadas de salud, seguridad y
previsión social que impidan el pago de salarios no ajustados a la ley, la desintegración
de esas comunidades y en general todo trato discriminatorio”.
Artículo 70. “Ley específica. Una ley regulará lo relativo a las materias de esta
sección”.
Y en la Sección Cuarta (Educación)
Artículo 76. “Sistema educativo y enseñanza bilingüe. La administración del siste-
ma educativo deberá ser descentralizado y regionalizado.
En las escuelas establecidas en zonas de predominante población indígena, la ense-
ñanza deberá impartirse preferentemente en forma bilingüe”.

República de Honduras
En el Decreto 21, Constitución de 19 de diciembre de 1957, tan sólo encontramos
un precepto (artículo 14) donde se dispone: “El idioma oficial de la República es el
español”.
Con posterioridad, el Decreto nº 20, Constitución de 3 de junio de 1965, lleva a cabo
una ampliación en la que, en cierto modo, podría encontrarse la protección de las lenguas
amerindias hondureñas. Así, se establece:
Artículo 12. “El idioma oficial de la República es el español”.
Artículo 13. “Toda la riqueza artística, histórica y arqueológica del país, constituye
el tesoro cultural de la Nación; estará bajo la salvaguardia del Estado, y la ley estable-
cerá lo que estime oportuno para su defensa y conservación”.
391 MESAS REDONDAS

Finalmente, en la Constitución de 11 de enero de 1982, se determina:


Artículo 172. “Toda riqueza antropológica, arqueológica, histórica y artística de
Honduras forma parte del patrimonio cultural de la Nación.
La Ley establecerá las normas que servirán de base para su conservación, restaura-
ción, mantenimiento y restitución, en su caso.
Es deber de todos los hondureños velar por su conservación e impedir su sustracción.
Los sitios de belleza natural, monumentos y zonas reservadas, estarán bajo la protec-
ción del Estado”.
Artículo 173. “El Estado preservará y estimulará las culturas nativas, así como las
genuinas expresiones del folclore nacional, el arte popular y las artesanías”.

Estados Unidos Mexicanos


Tan sólo en un extenso artículo 3, de la Constitución Federal de 5 de febrero de 1917,
encontramos unos apartados referentes al tipo de educación estatal, y en ellos podría
caber -porque no se explicita- una cierta preocupación lingüística, que no aparece, sin
embargo, claramente enunciada en los planteamientos revolucionarios de la Constitu-
ción carrancista.
Artículo 3. “La educación que imparte el Estado -Federación, Estados, Municipios-,
tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará
en él, a la vez el amor a la patria y la conciencia de la solidaridad internacional, en la
independencia y en la justicia:
I. Garantizada por el Artículo 24 la libertad de creencias, el criterio que orientará a
dicha educación se mantendrá por completo ajeno a cualquier doctrina religiosa y, ba-
sado en los resultado del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos,
las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios. Además:
a) Será democrática, considerando a la democracia no solamente como una estructura
jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante me-
joramiento económico, social y cultural del pueblo;
b) Será nacional en cuanto -sin hostilidades ni exclusivismos- atenderá a la compren-
sión de nuestros problemas, al aprovechamiento de nuestros recursos, a la defensa de
nuestra independencia política, al aseguramiento de nuestra independencia económica y
a la continuidad y acrecentamiento de nuestra cultura; y
c) Contribuirá a la mejor convivencia humana, tanto por los elementos que aporte a
fin de robustecer en el educando, junto con el aprecio para la dignidad de la persona y la
integridad de la familia, la convicción del interés general de la sociedad, cuanto por el
cuidado que ponga en sustentar los ideales de fraternidad e igualdad de los derechos de
todos los hombres, evitando los privilegios de razas, sectas, de grupos, de sexos o de
individuos;”.
TRATAMIENTO CONSTITUCIONAL DE LA LENGUA EN HISPANOAMÉRICA 392

República de Nicaragua
Las singularidades de esta pequeña República centroamericana han hecho que el pro-
blema de las lenguas autóctonas sí se consideren desde el movimiento sandinista, quizá
debido al impulso de Ernesto Cardenal, Ministro de cultura, y que conservaba un influjo
indigenista desde su relación con Merton. Sea lo que fuere, el caso es que aquí sí encon-
tramos una preocupación, inexistente en otras áreas.
Como muestra de lo que antecede, traemos a colación el inicio del Preámbulo de la
Constitución de 9 de enero de 1987, y dos preceptos del Título II, Sobre el Estado, Capí-
tulo único.

Preámbulo:
“NOSOTROS, Representantes del Pueblo de Nicaragua, reunidos en Asamblea Na-
cional Constituyente,
EVOCANDO la lucha de nuestros antepasados indígenas.
El espíritu de unidad centroamericana y la tradición combativa de nuestro Pueblo
que, inspirado en el ejemplo del General José Dolores Estrada, Andrés Castro y Em-
manuel Mongalo, derrotó al dominio filibustero y la intervención norteamericana en la
Guerra Nacional....”
Continúa el Preámbulo con alocuciones diversas, que no son del caso referir ahora.
Artículo 8. “El pueblo de Nicaragua es de naturaleza multiétnica y parte integrante
de la nación centroamericana”.
Artículo 11. “El español es el idioma oficial del Estado. Las lenguas de las Comu-
nidades de la Costa Atlántica de Nicaragua también atendrán uso oficial en los casos
que establezca la ley”.
Y, curiosamente, ya desde la reforma llevada a cabo en 1993, el artículo 5 determina:
“Son principios de la nación nicaragüense: la libertad; la justicia; el respeto a la dig-
nidad de la persona humana; el pluralismo político, social y étnico; el reconocimiento
a las distintas formas de propiedad; la libre cooperación internacional; y el respeto a la
libre autodeterminación de los pueblos.
El pluralismo político asegura la existencia y participación de todas las organiza-
ciones políticas en los asuntos económicos, políticos y sociales del país, sin restricción
ideológica, excepto aquellos que pretenden el restablecimiento de todo tipo de dictadu-
ra o de cualquier sistema antidemocrático.
El Estado reconoce la existencia de los pueblos indígenas, que gozan de los dere-
chos, deberes y garantías consignados en la Constitución, y en especial los de mantener
y desarrollar su identidad y cultura, tener sus propias formas de organización social y
administrar sus asuntos locales; así como mantener las formas comunales de propiedad
de sus tierras y el goce, uso y disfrute de las mismas, todo de conformidad con la ley.
Para las comunidades de la Costa Atlántica se establece el régimen de autonomía en la
presente Constitución....”
393 MESAS REDONDAS

República de Panamá
Nos referimos a la Constitución de 1972, don reformas de 1978, 1983 y 1994 (Cons-
titución de 11 de octubre de 1972, reformada por Actos Reformatorios de 1978, por el
Acto Constitucional de 1983 y los Actos Legislativos 1 de 1983 y 2 de 1994).
Artículo 7. “El español es el idioma oficial de la República”.
Artículo 77. “La cultura nacional esta constituida por las manifestaciones artísticas,
filosóficas y científicas producidas por el hombre en Panamá a través de las épocas.
El Estado promoverá, desarrollará y custodiará este patrimonio cultural”.
Artículo 78. “El Estado velará por la defensa, difusión y pureza del idioma español”.
Artículo 81. “Constituyen el patrimonio histórico de la Nación los sitios y objetos
arqueológicos, los documentos, los monumentos históricos y otros bienes muebles o in-
muebles que sean testimonio del pasado panameño. El Estado decretará la expropiación
de los que se encuentren en manos de particulares. La Ley reglamentará lo concerniente
a su custodia, fundada en la primacía histórica de los mismos y tomará las providencias
necesarias para conciliarla con la factibilidad de programas de carácter comercial, tu-
rístico, industrial y de orden tecnológico”.
Artículo 83. “El Estado reconoce que las tradiciones folclóricas constituyen parte
medular de la cultura nacional y por tanto promoverá su estudio, conservación y divulga-
ción, estableciendo su primacía sobre manifestaciones o tendencias que la adulteren”.
Artículo 84. “Las lenguas aborígenes serán objeto de especial estudio, conserva-
ción y divulgación y el Estado promoverá programas de alfabetización bilingüe en las
comunidades indígenas”.

República de Paraguay
Dada la peculiaridad étnica de la población paraguaya, era obvio que habían de tenerse
en cuenta los factores culturales y lingüísticos de una parte importante de su población.
No obstante, y como podemos comprobar, la que pudiéramos llamar protección integral
no se ha producido hasta tiempos muy recientes, siendo significativo que sea la fecha de
1992 la que ha hecho reaccionar, en este sentido, a las autoridades paraguayas.
Constitución de 25 de agosto de 1967.
Artículo 5. “Los idiomas nacionales de la República son el español y el guaraní.
Será de uso oficial el español”.
Artículo 92. “El Estado fomentará la cultura en todas sus manifestaciones. Protege-
rá la lengua guaraní y promoverá su enseñanza, evolución y perfeccionamiento. Vela-
rá por la conservación de los documentos, las obras, los objetos y monumentos de valor
histórico, arqueológico o artístico que se encuentren en el país, y arbitrará los medios
para que sirvan a los fines de la educación”.
Constitución de 20 de junio de 1992.
TRATAMIENTO CONSTITUCIONAL DE LA LENGUA EN HISPANOAMÉRICA 394

Capítulo V. De los pueblos indígenas


Artículo 62. DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS Y GRUPOS ÉTNICOS.
“Esta Constitución reconoce la existencia de los pueblos indígenas, definidos como
grupos de cultura anteriores a la formación y organización del Estado paraguayo”.
Artículo 63. DE LA IDENTIDAD ÉTNICA.
“Queda reconocido y garantizado el derecho de los pueblos indígenas a preservar
y a desarrollar su identidad étnica en el respectivo hábitat. Tienen derecho, asimismo,
a aplicar libremente sus sistemas de organización política, social, económica, cultural
y religiosa, al igual que la voluntaria sujeción a sus normas consuetudinarias para la
regulación de la convivencia interior siempre que ellas no atenten contra los derechos
fundamentales establecidos en esta Constitución. En los conflictos jurisdiccionales se
tendrá en cuenta el derecho consuetudinario indígena”.
Artículo 64. DE LA PROPIEDAD COMUNITARIA.
“Los pueblos indígenas tienen derecho a la propiedad comunitaria de la tierra, en
extensión y calidad suficientes para la conservación y el desarrollo de sus formas pe-
culiares de vida. El Estado les proveerá gratuitamente de estas tierras, las cuales se-
rán inembargables, indivisibles, intransferibles, imprescriptibles, no susceptibles, no
susceptibles de garantizar obligaciones contractuales ni de ser arrendadas; asimismo,
estarán exentas de tributo.
Se prohíbe la remoción o traslado de su hábitat sin el expreso consentimiento de los
mismos”.
Artículo 65. DEL DERECHO A LA PARTICIPACIÓN.
“Se garantiza a los pueblos indígenas el derecho a participar en la vida económica,
social, política y cultural del país, de acuerdo con sus usos consuetudinarios, esta Cons-
titución y las Leyes nacionales”.
Artículo 66. DE LA EDUCACIÓN Y LA ASISTENCIA.
“El Estado respetará las peculiaridades culturales de los pueblos indígenas espe-
cialmente en lo relativo a la educación formal. Se atenderá, además, a su defensa contra
la regresión demográfica, la depredación de su hábitat, la contaminación ambiental, la
explotación económica y la alienación cultural”.

República de Perú
Ya desde la Constitución de 9 de abril de 1933, Perú tiene conciencia de la problemá-
tica de sus comunidades indígenas, pero sólo en cuanto a la propiedad que pudiera per-
tenecerlas, dado que no existe, en tan temprana fecha, ninguna inquietud por las lenguas
indígenas.
Título XI. Comunidades de indígenas
Artículo 207. “Las comunidades indígenas tienen existencia legal y personería jurí-
dica”.
395 MESAS REDONDAS

Artículo 208. “El Estado garantiza la integridad de la propiedad de las comunidades.


La ley organizará el catastro correspondiente”.
Artículo 209. “La propiedad de las comunidades es imprescriptible e inajenable, sal-
vo el caso de expropiación por causa de utilidad pública, previa indemnización. Es, asi-
mismo, inembargable”.
Artículo 210. “Los Concejos Municipales ni corporación o autoridad alguna inter-
vendrán en la recaudación ni en la administración de las rentas y bienes de las comuni-
dades”.
Artículo 211. “El Estado procurará de preferencia dotar de tierras a las comunida-
des de indígenas que no las tengan en cantidad suficiente para las necesidades de su po-
blación, y podrá expropiar, con tal propósito, tierras de propiedades particular, previa
indemnización”.
Artículo 212. “El Estado dictará la legislación Civil, penal, económica, educacional
y administrativa, que las peculiares condiciones de los indígenas exigen”.
La Constitución de 12 de junio de 1979 se acerca, aunque todavía tímidamente, al
problema que nos ocupa, pero se refiere, de modo esencial, a cuanto concierne a la pro-
piedad campesina.
Capítulo VIII. De las comunidades campesinas y nativas
Artículo 161. “La Comunidades Campesinas y Nativas tienen existencia legal y per-
sonería jurídica. Son autónomas en su organización, trabajo comunal y uso de la tierra,
así como en lo económico y administrativo dentro del marco que la ley establece.
El Estado respeta y protege las tradiciones de las Comunidades Campesinas y Nati-
vas. Propicia la superación cultural de sus integrantes”.
Artículo 162. “El Estado promueve el desarrollo integral de las Comunidades Cam-
pesinas y Nativas. Fomentan las empresas comunales y cooperativas”.
Artículo 163. “Las tierras de las Comunidades Campesinas y Nativas son inembar-
gables e imprescriptibles. También son inalienables, salvo ley fundada en el interés de la
Comunidad, y solicitada por una mayoría de los dos tercios de los miembros calificados
de ésta, o en caso de expropiación por necesidad y utilidad públicas. En ambos casos
con pago previo en dinero.
Queda prohibido el acaparamiento de tierras dentro de la Comunidad”.
Finalmente, el tema no se aborda hasta la actual Constitución, de 1 de julio de 1993.
Artículo 17. “La educación inicial, primaria y secundaria son obligatorias. En las
instituciones del Estado, la educación es gratuita. En las universidades públicas el Esta-
do garantiza el derecho a educarse gratuitamente a los alumnos que mantengan un ren-
dimiento satisfactorio y no cuentan con los recursos económicos necesarios para cubrir
los costos de la educación.
Con el fin de garantizar la mayor pluralidad de la oferta educativa, y en favor de quie-
nes no pueden sufragar la educación, la ley fija el modo de subvencionar la educación
privada en cualquiera de sus modalidades, incluyendo la comunal y la cooperativa.
TRATAMIENTO CONSTITUCIONAL DE LA LENGUA EN HISPANOAMÉRICA 396

El Estado promueve la creación de centros de educación donde la población los re-


quiera.
El Estado garantiza la erradicación del analfabetismo. Asimismo fomenta la edu-
cación bilingüe e intercultural, según las características de cada zona. Preserva las
diversas manifestaciones culturales y lingüísticas del país. Promueve la integración
nacional”.
Artículo 48. “Son idiomas oficiales el castellano y, en las zonas donde predominen,
también lo son el quechua, el aimara y las demás lenguas aborígenes, según la ley”.

Estado libre asociado de Puerto Rico


Puerto Rico, cuyo idioma vernáculo se perdió ya en los primeros años de la conquista,
no podía referirse a un problema que no tiene, salvo si consideramos el bilingüismo de su
población, por su especial estatus político. Por ello, dentro del artículo II, Carta de Dere-
chos, de la Constitución de 1952, tan sólo aparece la siguiente sección:
Sección 5. “Toda persona tiene derecho a una educación que propenda al pleno de-
sarrollo de su personalidad y al fortalecimiento del respeto de los derechos del hombre
y de las libertades fundamentales. Habrá un sistema de instrucción pública el cual será
libre y enteramente no sectario. La enseñanza será gratuita en la escuela primaria y se-
cundaria y, hasta donde las facilidades del Estado lo permitan, se hará obligatoria para
la escuela primaria. No se utilizará propiedad ni fondos públicos para el sostenimiento
de escuelas o instituciones educativas que no sean las del Estado. Nada de lo contenido
en esta disposición impedirá que el Estado pueda prestar a cualquier niño servicios no
educativos establecidos por ley para protección o bienestar de la niñez”.
Obviamente, no podía señalar nada más al respecto.

República Dominicana
Ni la Constitución de 1994, ni la más reciente de 2002, se hacen eco -obviamente- de
ningún problema lingüístico. Sencillamente, en la Dominicana sucedió, históricamente,
lo mismo que en Puerto Rico, y no es algo que deba preocupar, por inexistente.

República Oriental del Uruguay


Causa extrañeza el que Uruguay no se haya preocupado por la conservación de su
cultura nativa, pero es que la influencia europea, quizá excesiva, y la desaparición de la
etnia charrúa, la principal del territorio, han llevado a la extinción de un posible proble-
ma que, como señalamos, tampoco aquí se plantea.

República de Venezuela
La primera inquietud idiomática se produce en Venezuela en 1961, sólo referida al
castellano, que se consagra como lengua oficial en una Constitución cuyos tintes políti-
cos no se nos escapan. Así, se establece:
397 MESAS REDONDAS

Artículo 6. “El idioma oficial es el castellano”.


Y en lo que respecta a la actual Constitución, Constitución de la República Boliva-
riana de Venezuela, de 30 de diciembre de 1999, habría que señalar una preocupación,
otrora inexistente, y motivada, cómo no, por las especiales circunstancias políticas que
actualmente vive el país.
Artículo 9. “El idioma oficial es el castellano. Los idiomas indígenas también son de
uso oficial para los pueblos indígenas y deben ser respetados en todo el territorio de la
República, por constituir patrimonio cultural de la Nación y de la humanidad”.
Artículo 99. “Los valores de la cultura constituyen un bien irrenunciable del pueblo
venezolano y un derecho fundamental que el Estado fomentará y garantizará, procuran-
do las condiciones, instrumentos legales, medios y presupuestos necesarios. Se recono-
ce la autonomía de la administración cultural pública en los términos que establezca la
ley. El Estado garantizará la protección y preservación, enriquecimiento, conservación
y restauración del patrimonio cultural, tangible e intangible, y la memoria histórica de
la Nación. Los bienes que constituyen el patrimonio cultural de la Nación son inaliena-
bles, imprescriptibles e inembargables. La ley establecerá las penas y sanciones para
los daños causados a estos bienes”.
Artículo 100. “Las culturas populares constitutivas de la venezolanidad gozan de
atención especial, reconociéndose y respetándose la interculturalidad bajo el prin-
cipio de igualdad de las culturas. La ley establecerá incentivos y estímulos para las
personas, instituciones y comunidades que promuevan, apoyen, desarrollen o financien
planes, programas y actividades culturales en el país, así como la cultura venezolana en
el exterior. El Estado garantizará a los trabajadores y trabajadoras culturales su incor-
poración al sistema de seguridad social que les permita una vida digna, reconociendo
las particularidades del quehacer cultural, de conformidad con la ley”.
Artículo 107. “La educación ambiental es obligatoria en los niveles y modalidades
del sistema educativo, así como también en la educación ciudadana no formal. Es de
obligatorio cumplimiento en las instituciones públicas y privadas, hasta el ciclo diver-
sificado, la enseñanza de la lengua castellana, la historia y la geografía de Venezuela,
así como los principios del ideario bolivariano”.
Capítulo VIII. De los derechos de los pueblos indígenas
Artículo 119. “El Estado reconocerá la existencia de los pueblos y comunidades in-
dígenas, su organización social, política y económica, sus culturas, usos y costumbres,
idiomas y religiones, así como su hábitat y derechos originarios sobre las tierras que
ancestral y tradicionalmente ocupan y que son necesarias para desarrollar y garantizar
sus formas de vida. Corresponderá al Ejecutivo Nacional, con la participación de los
pueblos indígenas, demarcar y garantizar el derecho a la propiedad colectiva de sus tie-
rras, las cuales serán inalienables, imprescriptibles, inembargables e intransferibles de
acuerdo con lo establecido en esta Constitución y la ley”.
Artículo 120. “El aprovechamiento de los recursos naturales en los hábitats indíge-
nas por parte del Estado se hará sin lesionar la integridad cultural, social y económica
TRATAMIENTO CONSTITUCIONAL DE LA LENGUA EN HISPANOAMÉRICA 398

de los mismos e, igualmente, está sujeto a previa información y consulta a las comuni-
dades indígenas respectivas. Los beneficios de este aprovechamiento por parte de los
pueblos indígenas están sujetos a la Constitución y a la ley”.
Artículo 121. “Los pueblos indígenas tienen derecho a mantener y desarrollar su
identidad étnica y cultural, cosmovisión, valores, espiritualidad y sus lugares sagrados
y de culto. El Estado fomentará la valoración y difusión de las manifestaciones cultura-
les de los pueblos indígenas, los cuales tienen derecho a una educación propia y a un
régimen educativo de carácter intercultural y bilingüe, atendiendo a sus particulari-
dades socioculturales, valores y tradiciones”.
Artículo 122. “Los pueblos indígenas tienen derecho a una salud integral que consi-
dere sus prácticas y culturas. El Estado reconocerá su medicina tradicional y las tera-
pias complementarias, con sujeción a principios bioéticos”.
Artículo 123. “Los pueblos indígenas tienen derecho a mantener y promover sus pro-
pias prácticas económicas basadas en la reciprocidad, la solidaridad y el intercambio;
sus actividades productivas tradicionales, su participación en la economía nacional y a
definir sus prioridades. Los pueblos indígenas tienen derecho a servicios de formación
profesional y a participar en la elaboración, ejecución y gestión de programas especí-
ficos de capacitación, servicios de asistencia técnica y financiera que fortalezcan sus
actividades económicas en el marco del desarrollo local sustentable. El Estado garanti-
zará a los trabajadores y trabajadoras pertenecientes a los pueblos indígenas el goce de
los derechos que confiere la legislación laboral”.
Artículo 124. “Se garantiza y protege la propiedad intelectual colectiva de los co-
nocimientos, tecnologías e innovaciones de los pueblos indígenas. Toda actividad re-
lacionada con los recursos genéticos y los conocimientos asociados a los mismos per-
seguirán beneficios colectivos. Se prohíbe el registro de patentes sobre estos recursos y
conocimientos ancestrales”.
Artículo 125. “Los pueblos indígenas tienen derecho a la participación política. El
Estado garantizará la representación indígena en la Asamblea Nacional y en los cuer-
pos deliberantes de las entidades federales y locales con población indígena, conforme
a la ley”.
Artículo 126. “Los pueblos indígenas, como culturas de raíces ancestrales, forman
parte de la Nación, del Estado y del pueblo venezolano como único, soberano e indivisi-
ble. De conformidad con esta Constitución tienen el deber de salvaguardar la integridad
y la soberanía nacional. El término pueblo no podrá interpretarse en esta Constitución
en el sentido que se le da en el derecho internacional”.

Conclusiones
Una vez finalizado este excusrsus por las Constituciones Hispanoamericanas, las
Conclusiones no pueden ser otras que las que, de alguna manera, ya planteamos al co-
mienzo de este recorrido: Que el problema de las lenguas vernáculas no ha constituido
preocupación política sino desde hace, relativamente, muy poco tiempo. Y aún así -tam-
399 MESAS REDONDAS

bién lo hemos podido comprobar- las más de las veces disimulado (o ignorado) bajo la
pátina de las inquietudes culturales o antropológicas, mucho más atractivas, sin duda,
para los políticos americanos.
Y cuando el tema se ha abordado con decisión, nos queda igualmente la sensación de
que no se ha planteado con suficiente sinceridad porque, salvo honrosísimas excepcio-
nes, sólo mantiene un tufo político, señalado por las contingencias de oportunidad en que
se debaten los Gobiernos de estos países. Lo hemos visto en Nicaragua; lo comprobamos
en el populismo chavista; lo reconocemos en el oportunismo paraguayo. En definitiva,
todo ello un poco frustrante para quien, con sinceridad, entienda que el respeto a las len-
guas vernáculas es, y debe ser, vehículo esencial para el entendimiento y buen gobierno
de las sociedades mestizas, como es el caso de las hispanoamericanas.
Pero, seamos realistas, si tal preocupación no lo fue de la burguesía criolla indepen-
dentista, tampoco podemos esperar que constituya ahora inquietud para quienes, de al-
guna manera, son sus directos continuadores. Y es que los pueblos indígenas se hallan,
también hoy, normalmente alejados de los mecanismos del poder. Quizá la excepción lo
represente Bolivia, en las esperadas elecciones de diciembre. Pero en este caso, habría
también que temer que la política de Evo Morales tenga, además de una clara inspiración
chavista, otro tipo de connotaciones inesperadas, muy difíciles de prever.
O, lo que es lo mismo, que la preocupación lingüística es, como lo fue en un princi-
pio, tarea de “misioneros”. Los de ayer, y los de hoy; vocacionales y enamorados de una
profesión fascinante. Pero no es -aunque debiera- preocupación de los políticos. No nos
extrañe que las ayudas oficiales resulten dádivas miserables, sobre todo si las considera-
mos frente a partidas absurdas, mucho mejor dotadas. Pero no es cuestión ahora de hacer
política, sino de señalar la realidad.
Y la realidad no es más que ésta: Que la preocupación por los problemas de las lenguas
autóctonas en las Constituciones Hispanoamericanas es reciente, escasa y, por regla ge-
neral, ni tan siquiera constituye una verdadera preocupación. Eso es, al menos, lo que
se deduce de sus Cartas Magnas. Otra cosa será el desarrollo legislativo, a través de los
Parlamentos o los Ministerios correspondientes, pero cuya oportunidad o determinación
desborda, con mucho, los límites de la colaboración que ahora presentamos.
TRATAMIENTO CONSTITUCIONAL DE LA LENGUA EN HISPANOAMÉRICA 400
401 MESAS REDONDAS

NOTAS

1
ALATORRE, «Nebrija y la comunicación verbal en la conquista», diario El País, de 12 de octubre de 1985,
pág. 6.
2
PORRAS BARRENECHEA, Fuentes históricas peruanas, Lima, 1964, pág. 21.
3
Ibidem.
4
Vid. HUERGA, «Los Dominicos en el “Novus Orbis”: predicación y teología», en Historia de la Evangeliza-
ción de América, Simposio Internacional, Actas, Ciudad del Vaticano, 11-14 de mayo de 1992, pág. 185.
5
Ibidem.
403 MESAS REDONDAS

La reina Juana y América

LA REINA JUANA Y AMÉRICA

M. Cuesta Domingo
(Universidad Complutense)

Las conmemoraciones vienen a ser un testimonio de la memoria colectiva, un discur-


so sobre la comunidad en que existe un colaboracionismo entre poder político y núcleo
científico, una “complicidad” en expresión que se va imponiendo en un lenguaje colo-
quial que quiere ignorar sus connotaciones extremadamente peyorativas, o quizá lo hace
intencionadamente; se trata de hacer una relectura de la historia, también da lugar a un
progreso de su conocimiento, al incremento de su difusión y a la creación de una imagen.
No en balde, como dice Céspedes, la Historia es en sí interpretación del pasado, es
retrospectiva pero también establece un panorama de futuro, es prospectiva. Todo ello
basado en unas fuentes, puzzle incompleto, y necesariamente realizado desde la menta-
lidad, creencias y valores del momento en que sucedieron los acontecimientos y relatan
las fuentes. La Historia es herencia, es comprensión y explicación; o si no será inven-
ción, manipulación, arma.
El lapso de gobierno de la reina Isabel, 1480-1504, fue notable a nivel interno y es-
pectacular en el horizonte oceánico1. En este tiempo se dio el final y comienzo de todo un
proceso descubridor y explorador que tuvo su principal actor en el almirante Colón, su
teatro de operaciones en el mar océano y un Nuevo Mundo que comenzaba a desvelarse,
sus bases de partida en el Reino de Castilla y su pedestal y clave en Isabel la Católica.
Fue una etapa de triunfo, de explotación del éxito portugués, para un “príncipe perfeito”
y para un rey “afortunado”; fue una etapa de triunfo, de creación por y para Castilla, de
germen, gestación y descubrimiento e incorporación a la Historia Universal, del ámbito
marítimo, de un nuevo continente, de un nuevo hombre, el indio, de una nueva Historia.
Fue también un tiempo culminante en las tensiones hispano-portuguesas por su ex-
pansión ultramarina que, con notas de pervivencia, dio lugar a cambios sustancias en la
política internacional y puso las bases de un “orden mundial” que quedó firmado en este
mismo edificio hace 512 años. Podría afirmarse que el Océano fue la construcción de
Isabel, el teatro del Descubrimiento, el medio por el que se desveló un Nuevo Mundo, a
LA REINA JUANA Y AMÉRICA 404

través del cual se introdujo en Europa un ambiento generalizado de euforia, exotismo,


novedades, alicientes y expectativas. También fue la etapa en que el poder teocrático
del Papa declina definitivamente para dar paso a negociaciones internacionales directas
entre reinos cristianos. De tal modo se pasó de las “bulas alejandrinas” al tratado de Tor-
desillas; se abandonó la seguridad de la delimitación papal a cambio de la indefinición
manifiesta, pero virtualmente exacta, de ese tratado político.
No menos prodigiosa que la anterior, la última década de la Reina estuvo marcada por
la acumulación simultánea de sus experiencias; fue plena en acontecimientos, no todos
buenos, no todos malos. Se creó la Casa de la Contratación para centralizar y coordinar
los asuntos indianos, se dio a conocer la primera imagen del Mundo incluyendo, ya, uno
nuevo; se estableció una comunicación, conocimiento y control susceptibles, andando el
tiempo, de permitir al menos una autosuficiencia económica de la empresa sin olvidar un
aspecto muy importante, la transculturación y evangelización que resultaba inexcusable
e irrenunciable.
También es verdad que los achaques de toda una vida unidos a los sinsabores de todo
un reinado, de toda una familia, dan un tono pesimista a un trayecto de por sí melancó-
lico, mustio, por encima de las alegrías y éxitos. Los triunfos en el Océano y en Indias
tuvieron su contrapunto en sus preocupaciones por sus Reinos, por las Indias, por los
indios, por su sucesión, por su familia. Los unos recogidos en sus últimas voluntades;
su familia lastrando su ánimo. Los intereses de Estado, las preocupaciones familiares
y cuestiones de conciencia pesaban sobre su dolorido cuerpo que parecía necesitar un
descanso eterno.
Así pues, el proceso descendente de su curva biográfica estuvo marcado por la enfer-
medad, los desconsuelos familiares, los temores por la sucesión y sus precauciones para
con las Indias y sus pobladores. Es bien conocido que los problemas somáticos se ven
afligidos por los psicológicos; los cierto es que las amarguras familiares superaron con
creces a las alegrías que recibió; el oficio de reina se mostró con toda su crudeza. Lo me-
jor le vino dado de su amado esposo, el rey Fernando; de sus hijos no tanto, veremos unos
trazos suficientes al efecto:
Isabel, nacida en Dueñas (1470), era la princesa de Asturias; con ella se concertó la
boda del heredero al trono portugués, Alfonso (hijo de Juan II) con lo cual los acuerdos
de Alcáçovas y las Tercerías de Moura quedaban cerrados con broche de oro. Presumi-
blemente, un hijo de Isabel y Alfonso sería heredero de las Coronas de Castilla, Portugal
y Aragón; pero he ahí que Alfonso muere enseguida (1490) dando al traste con esta op-
ción. Aún la Reina Isabel Iª tuvo la alegría de ver casada a su hija Isabel con el sucesor al
trono luso, Manuel I el Afortunado, y cuando su hija Isabel quedó embarazada la felici-
dad se sumó al éxito político, su nieto tendría, por segunda vez, la oportunidad de ser el
unificador de los reinos peninsulares bajo su Corona. En 1497 nació ese niño, Miguel;
lamentablemente su madre, Isabel, moría de parto y el infante que tantas expectativas
había levantado también dejó de existir en 1500.
Juan, el heredero, nació en Sevilla (1478) y cuando tenía una año de edad se concertó
su boda con Juana la Beltraneja, que contaba 17, para cerrar viejas heridas; Juana re-
405 MESAS REDONDAS

nunció a tal honor. Posteriormente (1495) se convino su matrimonio con Margarita de


Austria; no duró mucho la alegría de la Reina, el mismo año de los esponsales murió el
joven príncipe, decía él mismo “enfermo de mi cuerpo e sano de mi seso e entendimien-
to” (1497).
LA REINA JUANA Y AMÉRICA 406

Juana, nacida el año que se firmó el tratado de Alcáçovas, se casó con Felipe el Her-
moso (1497); la Reina Isabel recibió algunas alegrías de ellos como abuela, una parti-
cularmente grande con nacimiento de su nieto Carlos (1500), llamado a ser Emperador
aunque ya fuera de las expectativas biográficas de la reina Isabel; tampoco tuvo ocasión
de ver, no digo con satisfacción, la muerte de su yerno, Burgos, 1506, hace quinientos
años.
Catalina, nació en Alcalá (1485) y tuvo convenida su boda con Arturo, príncipe de
Gales, que murió en 1502, sin consumar el matrimonio; cuando casó con Enrique VIII
(1509) la reina Católica no pudo disfrutar de los presumibles éxito y felicidad; afortuna-
damente para ella, tampoco prever el final de su reinado.
Para el momento de la muerte de la Reina Isabel, las Indias eran una realidad insosla-
yable e ineludible; la responsabilidad adquirida, a ojos de la Reina, era trascendente y lo
fue por hallarse habitada por pueblos nunca evangelizados. Era una cuestión que, aunque
gravosa, no podía dejar de cumplirse; así lo exigía el compromiso de la concesión papal.
Su conciencia se hallaba fundamentada en sus ideas y su pensamiento marcaba el orden
de sus hechos y compromisos; además de una reina culta era consecuente.
Próxima a su muerte la Reina hizo testamento (12, X) y después añadió un codicilo
(23, XI)2. Isabel en sus últimas voluntades quería dejar todo bien claro, bien atado: Del
primero es oportuno recordar la cláusula 26ª que hace referencia a las Islas y Tierra Fir-
me del Mar Océano e islas de Canaria que incorporaba a los reinos de Castilla y León;
la incorporación de las Indias a la Corona de Castilla y por el codicilo, estipulaba el buen
tratamiento a los indios como unos súbditos más. No tenía seguridad de que sus suce-
sores prosiguieran su obra con rectitud, tenía dudas acerca de su capacidad y, en último
término siempre estaba alguien en quien confiar, el Rey Fernando.
Había resultado duro el oficio de Reina para Isabel pero sus frutos maduros se cose-
chaban en el interior de España, en la acción sobre el Atlántico y América y, sobre todo,
en Europa (frente a Francia).
A su muerte -26, noviembre, 1504- sube al trono Juana Iª de Castilla (1504-1555) ca-
sada con Felipe, conde de Flandes. La boda de Juana (1479-1555) estuvo presidida por
la euforia; afectividad, fiesta y vino a raudales y los promotores satisfechos por “cómo va
el negocio”
Juana tenía 17 años la despedida familiar fue fría; la reina Isabel prácticamente no
volvió a ver a la joven y la vida de reina en ciernes fue lamentable. Comenzó con un viaje
largo que devino en una soledad profunda en que se acumuló sobre el desarraigo, lo des-
conocido, otro mundo cultural en el que se hacía más opresor la supeditación de la “per-
fecta casada” al hombre, una sumisión del mimo del hogar que la impulsó a una lucha por
la supervivencia; altercados con su marido Felipe y reencuentros que son cuantificables
por el número de hijos a que dieron lugar. Una generación que, a pesar de su tormentoso
origen, también podía haber sido calificada de famosa gloriosa y hasta de ínclita: Carlos,
que sería nada menos que Emperador, Isabel que fue reina de Dinamarca, Fernando que
también llegó a ser Emperador, María que tuvo la corona de Hungría y Catalina que al-
canzó a ser reina de Portugal.
407 MESAS REDONDAS

Pero ella misma, fue una mujer de mala suerte; sobria y de total entrega, con visión de
Estado incluso en momentos de verdadera insania. La hermosa Juana, 17 años (la infanta
más guapa del mundo en la época), contrajo matrimonio, con el mentecato Felipe, con
18. La principal dotación de Felipe era la hormonal (bien es cierto que tampoco la infanta
andaba escasa de ella) además de unas maneras amables en apariencia; por todo lo demás
brilló por su ineficacia, pésima gestión y permisión a los amigos para un expolio de lo
que parecía ser una finca a tal efecto; era una apetencia permanente por la jarana y recep-
ción de lo que le interesa, con un interés ramplón, puro y duro; la muerte no le dio opción
a demostrar otras habilidades ni más utilidades. Sin duda una conmemoración de su V
Centenario, ahora, que no faltará, tendrá ocasión de hacer una semblanza y valoración
del personaje.
Se desposaron por poderes en Valladolid, 1496, mediante Balduino de Borgoña y tuvo
su encuentro con Felipe en Lila (8, septiembre, 1496) donde había llegado vía Laredo y
Rótterdam.
El acceso de Juana al trono estuvo propiciado por el fallecimiento de sus hermanos
Juan e Isabel y la de su sobrino Miguel (hijo de Isabel), 1500 el mismo año que nacía su
propio hijo Carlos; fue jurada heredera de Castilla y Aragón, 1502 (22 de mayo y 27 de
octubre).
LA REINA JUANA Y AMÉRICA 408

En 1503 Felipe partió hacia Flandes y allá llegó la infanta Juana, 1504 (marzo), vía
Alcalá, Segovia, Medina y Laredo; y pronto se desencadenó el proceso de desavenencias
conyugales achacables o incrementados por la conducta de Felipe. Poco después (26 no-
viembre 1504) muere la reina Isabel y aquella infanta juvenil, entusiasta y algo paletita se
convertía en una joya llena de posibilidades. Oportunidades en los cambios que también
algunos trataron de aprovechar en Castilla, donde levantaron “pendones” por Juana Iª.
Por la Concordia de Salamanca (24, noviembre, 1505) el gobierno, y muy especial-
mente por lo que afectaba a América, sería conjunto de los reyes Juana, Felipe y Fernan-
do. Las ambiciones de Felipe hicieron replegarse a Fernando hacia Aragón poniendo en
riesgo la política de los Reyes Católicos; fue la Concordia de Villafáfila (27, junio). Fi-
nalmente Felipe, pródigo hasta el abuso e imprudente hasta el fin, falleció (25, septiem-
bre, 1506); muchos debieron pensar “que Dios le perdone”, otros quizá no.
Juana Iª, prudente, revocó las concesiones realizadas por su marido y se negó a firmar
los documentos que le presentaban. Fue pretendida por Enrique VIII pero Fernando el
Católico no llegó a dar una respuesta. Y desde 1509 hasta el día de su fallecimiento,
1555, permaneció en Tordesillas, en una situación de angustia, abandono, deprimente;
fue visitada por su hijo en 1507 y por su padre en 1510. Reina pero patética, turbadora,
conmovedora.
Como dice el exitoso historiador M. Fernández Álvarez3 “ Juana la Loca es uno de
los personajes más patéticos de nuestra historia. Viuda a los veintiséis años, madre de
seis hijos de los que vive desde muy pronto separada -salvo la pequeña Catalina, la hija
póstuma de Felipe el Hermoso, y aún esta le será arrebatada en 1525-, acorralada por el
poder, encerrada en sus habitaciones por su marido Felipe, recluida en Tordesillas por su
padre, mantenida en este cautiverio por su hijo Carlos, viviendo desde 1525 apartada de
los suyos...hasta que la sobreviene la muerte treinta años después”.
Su hijo Carlos se impuso como Rey y la reina Juana deja hacer. No interfirió negati-
vamente; cuando se reclamó su participación activa, mediante su firma contra Carlos o
cuando las acciones de su hijo eran lesivas, en la primera etapa, Juana puso por encima de
sus posibles derechos personales, los intereses de la Corona, los intereses de Estado.
Cuando se quiere hacer un estudio y valoración de su reinado por cuanto afecta al
Nuevo Mundo, se encuentran datos de simple titularidad sea en correspondencia real sea
nombramientos; unos de importancia capital, que estudia el prof. Castañeda en esta mis-
ma Mesa, otros, reales cédulas o reales provisiones de enjundia, como puede percibirse
en algunos ejemplos que siguen un orden cronológico:
1506 (fines de abril) el Almirante, D. Cristóbal Colón, escribía a los Reyes don Felipe
I y doña Juana I, ofreciéndoles su voluntad de servirles, aunque falto de salud.
1507, julio, 1. Salvoconducto dado por la reina Juana para que el almirante don Diego
Colón y su comitiva fuesen por Aragón y Valencia a recibir al rey Fernando.
1508, junio, 9. R. C. con referencia a las capitulaciones de Ojeda y Nicuesa...”Doña
Juana, por la gracia de Dios...”
1508, junio, 17. R. C. confirmando a Juan de la Cosa como alguacil mayor de Urabá.
409 MESAS REDONDAS

agosto, 6. Título de Piloto Mayor a Américo Vespucio.


5, octubre, 1511. R. P. para que el tribunal de Apelación de la Española proceda contra
Ojeda, gobernador de Urabá, por crímenes de Jamaica y Cuba...
1512, marzo, 20. Provisión de los jueces de apelación de las Indias
1515, enero, 16. Título de Adelantado de las Indias al Almirante D. Diego Colón. En
estos dos últimos puede verse su solemne encabezamiento, con todos sus títulos.
1518, marzo, 22. Títulos de Capitanes de la armada a Magallanes y Falero realizados
por “Dª. Juana y don Carlos su hijo, por la gracia de díos Reina e Rey...”
1519, septiembre, 23. R. P. señalando escudo de armas a los Pinzón y otros, bajo el
encabezamiento: “D. Carlos, por la gracia de Dios rey de Romanos, Emperador semper
augusto. Dª. Juana, su madre, e el mismo d. Carlos por la misma gracia, Reyes de Casti-
lla, de León, de Aragón”....
1522. R.P. con los privilegios para los que inviertan en las Molucas.
1529, abril, 15. R. P. Capitulación establecida con Portugal sobre las islas Molucas
en Zaragoza, obviamente según las características del documento, con todos los títulos:
“Dª. Juana por la gracia de Dios, Reina de Castilla, de León, de Granada, de Toledo, de
Galicia, de Servilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algecira, de
Gibraltar e de las islas de Canaria, e de las Indias, islas e tierra firma del mar océano,
princesa de Aragón e de las dos Çecilias, de Jerusalén, archiduquesa de Austria, duque-
sa de Borgoña e de Brabante, condesa de Flandes e de Tirol, etc. Señora de Vizcaya e de
Molina, etc...”4.
Juana Iª llegó a tener uno de los más largos reinados (1504-1555) oscurecidos por la
creciente figura de su hijo Carlos; el Emperador renunció a la Corona al año siguiente del
deceso de su madre y dos años más tarde murió él mismo. El reinado de Juana tuvo una
forma más que menos virtual pero también fue uno de los menos protagonizados por su
titular.
He ahí los motivos historiográficos que han dejado en las tinieblas el reinado de Juana
sobre América; la oscuridad se levanta ligeramente para hacer ver un cierto valor como
elemento moderador en la acción de gobierno que debía llevar su firma.
Lo que no hay duda es que Tordesillas se constituyó en capitalidad de la Corona y, por
tanto, de América y de que esta “mesa” con los profesores Castañeda Delgado, Álvarez
Villazán, Zalama Rodríguez y Armillas Vicente van a tratar de explicar en lo posible,
aquí, en Tordesillas, para que la Historia, en este punto, no sea arma sino herramienta.
LA REINA JUANA Y AMÉRICA 410
411 MESAS REDONDAS

NOTAS

1
CÉSPEDES DEL CASTILLO, G. La exploración del Atlántico. Madrid 1991; CUESTA DOMINGO, M.
“Isabel, el océano y las Indias”. En el Centenario de Isabel la Católica. Sevilla, 2006.
2
Testamento y codicilo de la Reina Isabel la Católica. Ed. facsímil. Madrid, 1969.
3
Juana la Loca. La cautiva de Tordesillas. Madrid 2000, 11.
4
CUESTA DOMINGO, M. “La fijación de la Línea -de Tordesillas- en el Extremo Oriente”. El tratado de Tor-
desillas y su época: pág. 1482-1518. Madrid 1995.
413 MESAS REDONDAS

La reina Juana y América

DOÑA JUANA I: UN DOCUMENTO CLAVE EN LA HISTORIA DE AMÉRICA

Paulino Castañeda Delgado


(Universidad de Sevilla)

He de confesar que nunca había pensado en un título como éste; pero pronto otorgué
un voto de confianza a los organizadores, que, amigos al fin, me hicieron recordar; la
muerte de Isabel la Católica (25 de noviembre de 1504), su testamento, que tantas veces
he leído con otra finalidad; la primera regencia de Fernando, las intrigas de su yerno y
la regencia de éste con su nueva política internacional; la concordia de Salamanca (24
de noviembre de 1505), la muerte de D. Felipe (25 de septiembre de 1506) y la segunda
regencia de Fernando (1507-1516); que son nueve años de gran actividad nacional e
internacional. Y claro, llevando el agua a mi particular molino, me pregunté ¿Cuál fue
su relación con la Santa Sede? Y me he fijado en dos documentos capitales en los que
intervienen y firman la Reina y el Regente: 1) la obtención del derecho de Patronato y de
Presentación (1508); 2) la concordia de Burgos de 1512. Pero atendiendo a los límites de
tiempo que impone una mesa redonda, estudiaremos solo el primero.

Antecedentes
Es históricamente incuestionable que fueron los clérigos los protagonistas de los pri-
meros contactos entre las dos culturas1. Concretamente, los mendicantes. Su labor hu-
manística y evangelizadora merece admiración y respeto. De ellos nacieron también los
primeros atisbos de organización eclesiástica. Pero faltaba la estructura orgánica dirigi-
da por los obispos. Y los Reyes pusieron manos a la obra. Porque, creemos, que su prota-
gonismo -el de los Reyes- en este proceso de estructuración eclesiástica es indiscutible.
No significa esto poner entre paréntesis el primado del Papa; pues fue Julio II quien con-
cedió el Patronato a los Reyes de España. Y de ellos partió la iniciativa de crear diócesis
en América.
Ya en 1504, Ovando hacía notar al Rey esta necesidad. Y el Rey: “Ya está proveído...,
presto irán prelados”2. Julio II (1503-1513) firmó la Bula Illius fulciti praesidio, el 15
de noviembre de 1504, erigiendo tres diócesis en Santo Domingo, con sus prelados co-
DOÑA JUANA I: UN DOCUMENTO CLAVE EN LA HISTORIA DE AMÉRICA 414

rrespondientes3. Álvaro Huerga ha publicado el Acta consistorial de 20 de noviembre de


1504 ¿Obliga la fecha del Acta a corregir la fecha de la Bula? Creemos que no necesaria-
mente. Pero sin duda es un documento importante, pues cita los nombres de los electos y
aclara los de las diócesis creadas: un arzobispado (Hyaguadensis) y dos obispados sufra-
gáneos (Maguanensis y Bayunensis)4.
Pero la Bula no hacía referencia al Patronato, ni decía nada de los diezmos, donados
ya por Alejandro VI. Y esto, naturalmente, no encajaba en los planes de Fernando, ni
concordaba con las decisiones de los papas anteriores5. Fernando decidió retenerla, y or-
denó gestionar otra: “es menester que S.S. conceda el dicho patronazgo de todo ello, per-
petuamente, a mí e a los reyes que en estos reinos de Castilla e de León subcedieren...”6.
Con claridad meridiana expone el Rey sus pretensiones: patronato, diezmos, facultad
para fijar límites a las diócesis. El tono era resuelto. Daba a entender que no había lugar
para la transacción.
Y pasaron tres años sin respuesta. La coyuntura política no era, ya lo hemos dicho, la
más apropiada para conseguir lo solicitado por la vía de urgencia. Como ya indicamos,
a la muerte de la Reina sucede el delicado interregno de su primer gobierno castellano,
la cesión de la Corona de Castilla a su yerno Felipe el Hermoso, su retiro a Aragón y su
viaje a Italia... Pero cuando murió Felipe, y D. Fernando retoma el gobierno de Castilla,
replantea la cuestión: “El despacho de los obispos se ha detenido por mi ausencia... Yo
mando proveer lo que conviene”7.
El 28 de julio de 1508 Julio II firmó la Bula del Patronato, Universalis Ecclesiae,
concediendo el derecho de Patronato y de Presentación de personas para las iglesias del
Nuevo Mundo8. El documento es de importancia capital, y contiene dos puntos funda-
mentales: 1) derecho de Patronato y Presentación de sujetos idóneos para todos los obis-
pados y beneficios; 2) prohibe construir y erigir iglesias, capillas, etc., sin expreso con-
sentimiento regio.
Pues bien, la Bula está dirigida a D. Fernando y a la Reina Juana I de Castilla. A Don
Fernando le llama “Rex”, y Regente de los reinos de Castilla y León. Que son términos
exactos, pues era eso: Rey de Aragón y gubernator generalis de Castilla y León. Y a Dña.
Juana, filia nostra, y Reina eorumden regnorum. El Papa deja muy claro que concede
la Bula ad magnam instantiam de los Reyes, que, en efecto, hicieron la petición en un
tono exigente... Se ha subrayado mucho este detalle, y hasta se ha comparado con bulas
anteriores que concedieron las tierras descubiertas y los diezmos motu proprio, y no ad
vestram instantiam. Pero, en realidad, no son más que fórmulas, porque a estas alturas
sabemos que en todas hubo instantiam. Creemos que, en todo caso, si hay que marcar
diferencias habría que encontrarlas en la concesión de los papas: Alejandro, español,
concede de buen grado privilegios y diezmos; y Julio II, más desabrido, hace constar
la impertinencia del ruego. Ya lo habíamos observado en la Illius fulciti, dirigida a Fer-
nando e Isabel, que la concede hoc etiam cupientibus et super hoc Nobis suplicantibus;
y esto, después de alabar a los Reyes Católicos por la propagación de la fe, no solo en
Europa sino también en África, Asia y las Indias Occidentales. El Patronato se concede
nominalmente a D. Fernando y a Dña. Juana, y a los Reyes de Castilla y León pro tem-
415 MESAS REDONDAS

pore existenti; y no solo para las islas y lugares iam adquisitis, sino también para los que
se han de conseguir, adhuc adquirendis; extendiendo así el Patronato a todo el Nuevo
Mundo que se descubra dentro de la demarcación.
¿Algún problema? Efectivamente. Porque de este documento tan generoso no ha apa-
recido el original en España, ni en el Registro del Archivo Vaticano. Y algunos críticos
abrigan dudas, por ejemplo, el P. Mariano Cuevas (S.I.) ¿Fundamento? Los términos de
la Bula que dan a entender que ya los Reyes habían conquistado una isla espléndida a la
que llaman Novam Hispaniam que, lógicamente, haría referencia a México, que se des-
cubrirá once años más tarde. Y en consecuencia, para el ilustre jesuita la Bula es apócrifa,
o al menos interpolada9. Pero el problema tiene solución.

El original de la Bula y sus peripecias.


El documento no está en el Registro vaticano, cierto. Pero hay una explicación más
que suficiente, como ya apuntó el gran investigador, y obispo, Sergio Méndez Arceo10.
La Bula está expedida per Cameram secretam, que se contrapone a per Cameram apos-
tolicam; aquella se ocupaba de diplomas que corrían a cargo del Secretario doméstico
del Papa, y se usaba para privilegios a reyes, príncipes, etc., quedando registrada en los
libros del secretario. De estos libros se conoce un volumen del secretario doméstico de
Julio II, Monseñor Conti, pero solo llega hasta 1506. Y de momento no se han encontra-
do más; no sabemos si aparecerán, pues sorprende la escasez de “Secretas” de Julio II11.
En España no se sabe dónde andará el original, pero hay noticias ciertas de su existen-
cia, por lo menos hasta 1642. Después se pierde la pista. Veamos.
1) En 1510, el original era muy conocido en el Consejo y en Roma. Hay un informe
confidencial indicando la conveniencia de suplicar a Su Santidad suprimir la provincia
eclesiástica y erigir solo una; y reconoce el Consejo que para hacerlo efectivo “hase de
enmendar la bula del Patronazgo que aquí esta despachada...”. No puede ser otra que la
Universalis12.
2) La Real Cédula de Felipe II, de 23 de abril de 1580, dirigida a Diego de Ayala,
“nuestro secretario... a cuyo cargo están los papeles de los Archivos de Simancas”. Pide
un traslado de la Bula de 1501 (de concesión de diezmos) y de otra Bula dada por Julio II,
año de 1508, en que les concedió el Patronazgo..., “que ambas están en esos archivos”13.
3) Don Juan de Solórzano Pereira, del Consejo de Indias, asegura que en el archivo del
Consejo de Indias, muchas bulas originaliter aservantur, et praesertim illa Julii II anno
1508... Sigue el texto íntegro, que conserva el error Novam Hispaniam14.
4) El Patronato universal sobre las iglesias de España se consiguió en el Concordato
que Fernando VI firmó con Benedicto XIV, el 11 de enero de 1753. Don Fernando pedía a
Su Santidad la gracia de un indulto apostólico, a semejanza de los concedidos a Granada
e Indias, “que permita al Rey presentar a todos los beneficios de las iglesias de España”15.
Esta petición a un Papa como P. Lambertini, considerado el mejor canonista de la épo-
ca16, le haría reflexionar sobre los dos históricos patronatos propuestos como modelo, y
las bulas en que éstos se basaban, como se reflejó claramente en el Concordato17. Y así,
DOÑA JUANA I: UN DOCUMENTO CLAVE EN LA HISTORIA DE AMÉRICA 416

como dice Leturia, quedaron reconocidos solemnemente por la Santa Sede ambos patro-
natos, e indirectamente, las bulas de concesión18.
5) La Universalis de Julio II a Juana I de Castilla tuvo otros reconocimientos, aún más
explícitos, en el siglo XIX. Sabemos que al emanciparse las repúblicas hispanoamerica-
nas, cobró actualidad el tema del Patronato; digamos, tan solo, que nadie puso en duda
la histórica concesión; la Santa Sede siempre consideró auténtica la Bula de Julio II; y el
Patronato, legítimo19.

Las copias.
Y por supuesto, hay copias fidedignas; 1) La del Archivo General de Simancas es muy
interesante20. Leturia adjunta una fotografía21 que nos ahorra relatar detalles de letra, pa-
pel, etc.22. Hay una copia más23; 2) la del Archivo General de Indias24 fue, sin duda, la más
utilizada, pues en ella bebieron Solórzano, Frasso y Rivadeneira, que han sido, a su vez,
las fuentes más citadas.
En cuanto a la frase motivo del error, la copia de Simancas dice: Novum spagnole
nomen. Y la de Indias Novum Hispanie nomen. Evidentemente, apostamos por la de Si-
mancas; es la copia más antigua; la letra, el papel, su forma arcaica nos la acerca a 1508.
Y creemos que reproduce el original; sobre todo por el cambio de Novam -que primero
había escrito- por novum, que es lo correcto; novum concertando con nomen, que es neu-
tro; y se refiere al nombre nuevo que puso Colón a las tierras de Haití: la Española; que es
un “nombre nuevo”, no una “Nueva España”.
Pero claro, para un amanuense normalito de la segunda mitad del siglo XVI esos ma-
tices pasaban desapercibidos; y como hablaba de tierras opulentas y superpobladas, que
evidentemente no se correspondían con la realidad de la Española, y sí con México, pues
escribió Novam Hispaniam. Claro, que también había datos suficientes para detectar el
error y concluir lo contrario: habla de una isla, que tenía adjudicada una provincia ecle-
siástica... que evidentemente encaja con la Española, y solo con ella; y aunque los cali-
ficativos maximi pretii y populatissimam no se corresponden con la realidad de la isla, sí
estaban en sintonía con las descripciones de cronistas y colonos. Las Casas, por ejemplo,
agota los calificativos hablando de la excelencia, bondad, fertilidad, grandeza...25. Pero
eso no era tarea de un copista
Otra cosa es cómo se propaló el error; cuestión harto difícil de precisar. De modo que
lo que se haya dicho a este respecto, y lo que se diga, no pasarán de meras conjeturas.
Leturia26 dice que la primera vez que el error se fijó en un texto impreso fue en una Colec-
ción de Diego de Encinas27, que no obtuvo la licencia del Consejo. Apenas habría tenido
eco, pero Solórzano la incluyó en sus obras28, sin consultar el original que, asegura, tenía
a la vista en el Consejo. Ni siquiera corrige la fecha. Después, el error va pasando a otros
bularios; por ejemplo el de F.J. Hernáez29, que la toma de Frasso30, quien, a su vez, la
tomó de una copia impresa que hizo el Consejo31; por cierto, mejor que la de Encinas-So-
lórzano, aunque conserva el Novum Hispanie nomen.
Por último, y pasando a la praxis, nos permitimos recomendar a los alumnos, dos co-
pias, de las publicadas, fácilmente asequibles; 1) la de Leturia. Edición crítica, basada
417 MESAS REDONDAS

fundamentalmente en el traslado antiquísimo y oficial de Simancas32; y, para corregir


distracciones del copista, utiliza las copias nacidas entre los consejeros y oficiales del
Consejo de Indias en los siglos XVI y XVII, ya editadas. Moderniza la puntuación y
conserva la ortografía. La titula Bulla concesionis iuris Patronatus Insularum maris oc-
ceani, título que atribuye al copista, y que deja entrever la antigüedad de la copia, pues
habla -lo mismo que la Bula original- de islas, y no de tierra firme y continente33. Y 2)
La publicada por Metzler34 en América Pontificia. Tuvo a la vista la edición del P. Fidel
Fita35, y la publicada en la Colección de documentos inéditos36, que reproduce el texto
del Archivo General de Indias. Tuvo también presente las citadas ediciones de Hernáez y
Leturia; y la de R. Streit37.
Naturalmente, estas dos ediciones recomendadas corrigen el error.
DOÑA JUANA I: UN DOCUMENTO CLAVE EN LA HISTORIA DE AMÉRICA 418
419 MESAS REDONDAS

NOTAS

1
P. Chaunu, L’Amérique et les amériques de la Prehistoire à nous jours. París, 1964; P. Borges, El envío de
misioneros a América durante la época española. Salamanca, 1977.
2
Carta-respuesta del 27.XIII.1504, en: Codoin. Am., 1, VI, p. 125.
3
América Pontificia. Cittá del Vaticano, 1991, I, p. 91-94; B. Tovar, Compendio bulario índico. Sevilla, 1954,
t. I, p. 42-44.
4
V. Murga, A. Huerga, Episcopologio de Puerto Rico. Ponce, 1987, t. I, p. 33, nota 23.
5
P. Leturia, “El origen histórico del Patronato en Indias”, en Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica.
Roma-Caracas, 1959, t. I, p. 7 ss.; P. Castañeda delgado, “Problemas sobre diezmos en las Antillas y en Nueva Es-
paña”, en Actas del VI Congreso del Instituto de Historia del Derecho Indiano. Madrid, 1984, t. II, p. 61-62.
6
Carta de D. Fernando a Francisco de Rojas. Segovia, 13.IX.1505, en A.M. Fabié, Ensayo histórico sobre la
legislación de los estados españoles de Ultramar (Codoin. Am., 2, V), Madrid, 1890, p. 80-83); E. Sarralbo, “Una
correspondencia diplomática interesante: las cartas de Fernando el Católico a Jerónimo de Vich”, en V Congreso
de Historia de la Corona de Aragón. Zaragoza, 1956, p. 177-194.
7
Carta a Ovando, 21.X.1507, en Fabié, op. cit., p. 119; P. Castañeda Delgado, Problemas sobre diezmos..., p. 62.
8
Puede verse en América Pontificia, op. cit., vol. I, p. 104-107; y en Leturia, “La bula del Patronato de las In-
dias que falta en el Archivo Vaticano”, en Relaciones entre la Santa Sede..., p. 253-258.
9
Historia de la Iglesia en México. México, 1921-1924, vol. II, p. 47-49. Es conocida su profunda aversión a la
faceta política que representa el Patronato. Pero sabe matizar: su juicio sobre la autenticidad es bastante más mo-
derado que el dedicado a la integridad del documento. En realidad, no niega la autenticidad, pero le gustaría tener
pruebas más contundentes.
10
S. Méndez Arceo, Primer siglo del episcopado de la América española. Tesis doctoral inédita. Roma, 1938
(Cfr. Leturia, Relaciones..., p. 239 ss.)
11
P. Leturia, Relaciones..., I, p. 44 y 239 ss.
12
Fita, “Primeros años del episcopado en América”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, XX (1892),
p. 294.
13
AGS, Expedientes de Buscas, lib. 10, fol. 135.
14
De Indiarum Iure, II, lib. III, c. 2, n. 10.
15
R. Sánchez de Lamadrid, El Concordato español de 1753 según los documentos originales de su negocia-
ción. Jerez de la Frontera, 1937, p. 54 y 159.
16
Próspero Lambertini (1675-1758), Dr. en Derecho y Teología, abogado consistorial, consultor de varias con-
gregaciones romanas, y Papa en 1740; el “piu grande Papa del secolo XVIII” (Cfr. M. Rosa, Riformatori e ribelli
nel 700 religioso italiano. Bari, 1969).
DOÑA JUANA I: UN DOCUMENTO CLAVE EN LA HISTORIA DE AMÉRICA 420

17
Nº 5, dice: “No habiéndose controvertido tampoco a los Reyes Católicos las nóminas de los arzobispados,
obispados y beneficios que vacan en los reinos de Granada y de las Indias, como ni algunos otros beneficios...”
(Cfr. Sánchez de Lamadrid, op. cit., p. 161).
18
P. Leturia, Relaciones..., I, p. 42 ss.
19
Ibidem, p. 101-139; A. de Egaña, La teoría del Regio Vicariato español en Indias. Roma, 1958, p. 89 ss.
20
Libros de copias, 34, fol. 166.
21
Relaciones..., II, p. 54.
22
Incluso las erratas en latín que contiene la copia; por ejemplo, servus Dei, cuando debe ser servus servorum
Dei, etc.
23
Bulario, t. 28, fol. 364. Es un Bulario manuscrito, hecho por orden de Felipe II y realizado por un buen copis-
ta del S.XVI. Parece copia de la anterior, pero con algún cambio.
24
Patronato, 1.
25
Apologética historia, Madrid, 1992, cap. I, p. 287.
26
Relaciones, Estudio 3, p. 49-59.
27
Colección de cédulas impresas. Se imprimieron unos pocos ejemplares y sin las licencias acostumbradas.
Hay un ejemplar en la B.N. de Madrid. Al error de que tratamos añade otro: le adjudica la fecha de 1580. Sin duda,
un baile de números.
28
De Indiarun Iure. Lyon, 1672, IIII, lib. III, c. 2, n. 10, p. 509-510. En su Política indiana, P. I, lib.2, c.2, trata
de ella, aunque no la pone.
29
Colección de bulas, breves y otros documentos relativos a la Iglesia en América y Filipinas. Bruselas, 1895.
30
P. Frasso, Tractatus de Regio Patronatu. Matriti, 1677.
En AGI, Lima 2; y otra idéntica en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid, Colección
31

Muñoz, vol. 75, fol. 241-242.


32
Patronato Real, Libro de copias, n. 34, fol. 166v-167r.
33
Leturia, op. cit., I, p. 253-258.
34
America Pontificia primi saeculi evangelizationis, 1493-1592. Ed. Josef Metzler. Cittá del Vaticano, 1991,
vol. I, p. 104.
35
En Boletín de la Real Academia de la Historia, XX (1892), pp. 279-282.
36
Colección de documentos inéditos de América Oceanía, vol. 34, pp. 25-29.
37
Bibliotheca missionum, II, p. 54.
421 MESAS REDONDAS

La reina Juana y América

EL JURAMENTO DE JUANA DE TRASTÁMARA


Y FELIPE DE BORGOÑA COMO PRÍNCIPES DE ARAGÓN*

José A. Armillas Vicente


(Universidad de Zaragoza)

Y dixo una vez en Consejo (la Reina Isabel)


tratando destas dilaciones, que le parecía mejor y más breve
conquistar a los Aragoneses, que sufrir sus Cortes y desacatos. 1498».
Vincencio Blasco de Lanuza. 1622 **

Introducción
El 28 de junio de 1502, estante en Toledo la corte itinerante de los Reyes Católicos,
Fernando II de Aragón convocó las Cortes particulares del Reino en la ciudad de Zara-
goza para el día 23 de agosto1. El asunto principal que motivaba la convocatoria era el
juramento de la princesa Juana como heredera del Reino y del archiduque de Austria,
como a su marido, habida cuenta del reciente fallecimiento del anterior heredero, el prín-
cipe Miguel, hijo de la difunta reina de Portugal y del monarca reinante, don Manuel,
acaecido en Granada el 20 de julio de 1500 cuando contaba veintidós meses de edad
2
. El señorío de la Parca venía cebándose en la descendencia de Fernando e Isabel de
Trastámara desde que tres años antes, el 4 de octubre de 1497, segase el hilo de la vida
del príncipe Juan, «dejando no sólo a sus padres y a su mujer pero a todos estos reinos
gran sentimiento y tristeza y un increíble dolor»3. Por tercera vez consecutiva -Juan, Isa-
bel, Miguel- los meticulosos planes dinásticos de los diarcas eran desmantelados por la
Muerte presentida. La parafernalia regia del ritual en el que se desenvolvían los aconte-
cimientos gozosos o lúgubres encajan en la capacidad de manifestación que ostentan los
actos ceremoniales que expresan vivamente un lenguaje retórico 4. “Todo poder político
-ha escrito G. Balandier- acaba obteniendo la subordinación por medio de la teatralidad,
más ostensible en unas sociedades que en otras, en tanto que sus diferencias civilizadoras
las distribuyen en distintos niveles de espectacularización. Esta teatralidad representa,
en todas las acepciones del término, la sociedad gobernada. Se muestra como emanación
EL JURAMENTO DE JUANA DE TRASTÁMARA Y FELIPE DE BORGOÑA 422

suya, le garantiza una presencia ante el exterior, le devuelve a la sociedad una imagen de
sí idealizada y aceptable. Pero representación implica separación, distancia; establece
jerarquías; cambia a aquellos a cuyo cargo se halla. Son estos últimos quienes dominan
la sociedad, brindándole un espectáculo de ella misma en el que se contempla (o debería
hacerlo) magnificada. Las manifestaciones del poder se adaptan mal a la simplicidad y
son la grandeza o la ostentación, la etiqueta o el fasto, el ceremonial o el protocolo lo que
suele caracterizarlas”5.
La jura de los príncipes herederos era un acto de honda repercusión institucional y
pública por cuanto representaba la continuidad de la dinastía, asegurando el futuro desde
la inmovilidad de las estructuras del poder, mediante al acatamiento solemne del here-
dero por el Reino en Cortes -genuina representación de la sociedad estamental-. Como
afirma atinadamente J.M.Carretero, la jura de los príncipes herederos ante la asamblea
estamental representa “asumir que la monarquía reinante es legítima en tanto arbitra su
continuidad mediante la proclamación por el Reino de un continuador, situación que es
reconocida, no a título individual por un grupo de procuradores, nobles, clérigos y servi-
dores del monarca, sino por todo el Reino a través de la más alta institución representati-
va del mismo”6.
En Aragón, la solemnidad de los actos de Corte, establecida con todo rigor por Pedro
IV el Ceremonioso, decreció súbitamente en el reinado de su hijo Juan I quien, incluso,
retiró a Zaragoza la preeminencia de acoger y contemplar las juras y coronaciones reales
en beneficio de la villa de Monzón, con objeto de optimizar la rentabilidad de la presen-
cia de los representantes de las Cortes valencianas y catalanas que con las aragonesas in-
tegraban la Cort General reunida episódicamente en la villa fronteriza de la raya oriental
del Reino 7. Recuperado parcialmente el ceremonial por Martín I el Humano, quien llegó
a jurar dos veces, con evidente satisfacción de los cuatro brazos de las Cortes aragonesas,
restauró el protocolo de Pedro IV el Ceremonioso por el que los reyes juraban ante las
Cortes, reunidas en La Seo y en presencia del Justicia Mayor de Aragón. Después, a su
muerte, el acceso al trono de Fernando I, como consecuencia de la discutida sentencia
arbitral de Caspe y no por sucesión biológica, el monarca Trastámara intensificaría las
imágenes escénicas de los fastos reales como forma de legitimación complementaria de
su autoridad8.
Consecuentemente, en el reino de Aragón reyes y príncipes juraban ante las Cortes: a)
respetar los Fueros, Privilegios, Libertades, usos y costumbres del Reino y los de Teruel
y Albarracín, para todos los habitantes del Reino así como los de las villas y lugares del
reino de Valencia poblados a Fuero de Aragón; b) no imponer a nadie sin, previo cono-
cimiento judicial y de acuerdo con los Fueros, la pena capital, ni las de destierro o de
mutilación, ni encarcelar a ningún aragonés conculcando sus Fueros, usos y libertades;
c) respetar el estado de la moneda jaquesa, no aumentando ni disminuyendo su peso ni su
ley, comprometiéndose, además, a no proceder a nuevas acuñaciones; d) mantenimiento
de los reinos, tierras y señoríos de la Corona y los derechos que sus soberanos pretendían
sobre otros; y e) confirmar y dar validez universal a todos los instrumentos de cambios,
donaciones y otras libertades verificadas entre los súbditos9.
423 MESAS REDONDAS

Efectuado el juramento, y tras hacer una solemne protestación en el sentido de que en


virtud del juramento regio no se les causase daño alguno a su Fueros ni contrajesen nin-
guna obligación nueva, el monarca o el Príncipe heredero, en su caso, eran jurados, a su
vez, por los representantes de las Cuatro Brazos integrantes de las Cortes. Tanto el cere-
monial de la convocatoria y reunión de Cortes como los actos de jura estaban minuciosa-
mente reglados, cumpliéndose con exquisito rigor, lo que no impedía que antes de cons-
tituirse el solio real se planteasen no pocos problemas de precedencias protocolarias10.

Incómodos Precedentes
Cuatro años antes a la fecha que nos ocupa, también desde Toledo, el 28 de abril de
1498 el Rey había convocado Cortes particulares en Zaragoza para el día 25 del mes
siguiente con el objeto principal de que la princesa Isabel fuese jurada por tal en Aragón
con su marido el rey de Portugal, don Manuel11, habiéndolo sido ya por todas las ciuda-
des de Castilla, Granada y León. Reunidos en dicho día los Cuatro Brazos de las Cortes y
el Justicia Mayor de Aragón, Juan de Lanuza menor (II) y ejerciendo el oficio de Notario
Jaime Malo, tras las formalidades rituales, el Protonotario del Reino leyó ante los reuni-
dos la proposición real: «Ya sabeis como a la Serenísima Señora doña Isabel, Reyna y
Princessa, primogénita nuestra muy cara, pertenesce por fallecimiento del Príncipe don
Joan, fijo nuestro que sancta gloria haya, después de nuestros felices días de la succes-
sión deste Reyno y de los otros Reynos y Señoríos nuestro de la Real Corona de Aragón:
y como en su mayor edad constituyda. Por lo qual los súbditos y naturales deste Reyno
de Aragón le deven prestar juramento de fidelidad por Princessa legítima successora
nuestra y Primogénita de Aragón. Y para después de los dichos nuestros bienaventura-
dos días, por Reyna y Señora del dicho Reyno de Aragón. Y al Serenísimo don Manuel,
Rey y Príncipe, como a legítimo marido suyo. Ca ellos están prestos y aparejados jurar
a los del dicho Reyno, lo que según los Fueros y Costumbres del jurar deven. Para lo
qual mandamos convocar Cortes a los del dicho Reyno en este lugar para que por los del
dicho Reyno el dicho juramento sea prestado y la dicha nuestra Primogénita y el dicho
Rey su marido presten el juramento que prestar deven a los del dicho Reyno; y para otras
cossas que a lohor de Dios, servicio nuestro y beneficio del dicho Reyno cumpliessen»12.
La respuesta de las Cortes vino por boca del diputado prelado, don Alonso de Aragón, ar-
zobispo de Zaragoza e hijo del rey, en los siguientes términos: «Muy alto y muy poderoso
Señor. La Corte y los quatro brazos de aquella que aquí son presentes han oido vuestra
notable e real proposición: e sobre aquella comunicarán entre sí y deliberarán: e savida
su deliberación farán a vuestra Alteza respuesta que si plazerá a Nuestro Señor Dios,
será a servicio de vuestra Real Alteza y bien de la república deste Reyno»13. A partir de
aquel momento los Brazos del Reino deliberaron por separado.
Analizado minuciosamente el cuerpo foral, la respuesta que requería el diarca se fue
difiriendo argumentando la falta de precedentes puesto que en Aragón nunca se había
jurado princesa, estando, además, excluidas las hembras del acceso al trono por numero-
sos testamentos reales, sin que el caso de Petronila sirviese de precedente por cuanto la
hija de Ramiro II el Monje transmitió los derechos dinásticos mientras que la Corona la
EL JURAMENTO DE JUANA DE TRASTÁMARA Y FELIPE DE BORGOÑA 424

retuvo su padre los veinte años que aún vivió, retirado voluntariamente del ejercicio del
poder, correspondiendo este al marido de Petronila, Ramón Berenguer IV, conde Bar-
celona. No faltaron en las Cortes argumentos de improcedencia de jurar como princesa
a quien ya era reina de Portugal; pero sobre todo, latía el fantasma de los precedentes
navarros en vida del rey Juan II quien, accediendo a la Corona por su matrimonio con la
reina Blanca, ejerció el poder toda su vida sin haberlo cedido a su hijo Carlos de Viana y
gobernando después por dejación de su hija la también reina Blanca. «Nunca el rey don
Juan -escribe Blasco de Lanuza- quiso renunciar en su heredero Carlos aquel Reyno,
mientras vivió, de que se siguieron grandes guerras, y daños en Nauarra, Cataluña, y
otras partes por esta causa, y era verosímil poderse seguir los mismos en Aragón, juran-
do al Rey don Manuel de Portugal si la Princesa doña Isabel muriese»14. Tampoco era
ajena a los temores de los aragoneses la posibilidad de que el rey Fernando tuviese otros
hijos varones de su esposa la reina Isabel o de un segundo matrimonio.
La urgencia del Rey por resolver este asunto y atender militarmente la nueva ofensiva
francesa sobre el Rosellón, se cohonestaría mal con la parsimonia de los Aragoneses en
sus deliberaciones. Todavía el 15 de junio, viernes, el Justicia Mayor planteó al Rey la
improcedencia de jurar como príncipes de Aragón a los Reyes de Portugal, porque el pro-
cedimiento exigía que primero se resolviesen los greuges o agravios que se presentaban
al Rey en Cortes, para tratar después la conveniencia de la jura15. Como apunta Blasco de
Lanuza, la impaciencia regia se veía atizada por el enfado de la reina Isabel, con su hija
homónima y preferida a punto del parto y el obligado cambio de planes que las delibera-
ciones de los Brazos de las Cortes imponían a la Corona. La Reina «usada a mandar, y
dar leyes en lo presente, y contento a los Reyes de Portugal, que estaban aguardando el
juramento, sintía mucho el nombre de Fueros y leyes antiguas, que pudiessen interpre-
tarse contra los desseos, que a su parecer se debía poner en execucion, luego conforme la
necessidad de aquel tiempo, y del estado que tenían las cosas de España» 16.
Parece obvio que latía en fondo y forma la asunción de la preeminencia castellana
sobre toda la Cristiandad que se encuentra diáfanamente expresada en la obra de Alfonso
de Cartagena17, penetrándose la idea imperial, de tan honda raíz en Castilla, y cuya con-
creción se atisbaba en el horizonte mediato al conjugarse los efectos de la Danza de la
Muerte y la política matrimonial diseñada por los Reyes Católicos, haciendo que el Im-
perio fructificase en la descendencia de Juana de Trastámara y Felipe de Borgoña, cuyas
recientes nupcias habían tenido lugar en 149618.
La impaciencia regia, que hizo a la Reina pronunciar las palabras con que se inicia este
artículo, se aliviaría con la imprevista muerte accidental de Carlos VIII de Francia en el
castillo de Amboise, mientras que las indecisiones de los aragoneses se resolverían como
consecuencia de la tragedia que llevó a la tumba a la princesa Isabel, reina de Portugal,
el 23 de agosto de aquel año, muerta de sobreparto tras el alumbramiento del príncipe
Miguel. Golpe tan inesperado provocó gran turbación en los diarcas que, abandonando
el Palacio Arzobispal en el que residían, se trasladaron a la Aljafería donde la Reina se
encerró, mientras la Corte estuvo en Zaragoza, víctima de una profunda crisis de dolor
y neurastenia, sin que se hubieran hecho exequias solemnes por el alma de la difunta,
depositada temporalmente en el convento franciscano de Jesús, hasta el traslado de sus
425 MESAS REDONDAS

restos a Toledo a primeros de octubre, donde reposarían definitivamente en el convento


de Santa Isabel; mientras tanto, don Manuel regresaba a Portugal.
La renuncia a la pompa ritual inherente a la muerte de un miembro tan cualificado de
la familia real da la medida exacta del estado de hundimiento psicológico sufrido por
la soberana, más si tenemos en cuenta la exacta manipulación que de tales ceremonias
hacía la Corona tendente a simbolizar en ellas la perennidad del poder. Las manifestacio-
nes de dolor colectivo, perfectamente orquestadas y ritualizadas, afectando obligatoria-
mente a las poblaciones urbanas, podían traducirse en propaganda política mediante el
efecto sobrecogedor que producía en los vasallos, fortaleciendo y legitimando la imagen
de la autoridad19.
Si la muerte de la princesa Isabel venía a resolver el problema que se planteaban los
Brazos en sus deliberaciones, aprovechando la presente ocasión en la que las Cortes con-
tinuaban reunidas, hizo el Rey una nueva proposición en orden a que se jurase como he-
redero al recién nacido príncipe Miguel. En este caso, la respuesta de las Cortes por boca
del arzobispo don Alonso fue tan explícita como positiva, aun expresando la cautela de
que en el caso de que el Rey tuviese hijos varones legítimos y de legítimo matrimonio,
«la dicha jura fazedera por la dicha Cort y quatro brazos de aquella del dicho Ilmo. Don
Miguel, nieto de V. Alteza, y actos en virtud de aquella subseguidos, sea havida por no fe-
cha»20, añadiendo la exigencia de que, alcanzada la mayoría de edad, a los catorce años,
el Príncipe volviese a jurar los Fueros y Libertades.
En su respuesta, Fernando II agradecía a la Corte su lealtad y aceptación de la previa
proposición, comprometiéndose con la Reina, su mujer, a ejercer de procuradores del
Príncipe en el acto solemne de la Jura, dada su minoría de edad, celebrándose el acto con
toda solemnidad el sábado 22 de septiembre de 1498, con todas las formalidades y caute-
las forales ante el Justicia Mayor. Después, concluidas las Cortes, los Reyes y su séquito
abandonaron Zaragoza, ciudad a la que la Reina ya no regresaría nunca por el amargo
recuerdo que le había deparado aquella prolongada estaría.

Las cortes de 1502


Como se adelantaba en la introducción, Fernando II convocó nuevas Cortes aragone-
sas tras el fallecimiento del príncipe Miguel, con objeto de que fuesen jurados herederos
del Reino la princesa Juana y su marido Felipe, archiduque de Austria. No pudiendo
llegar el diarca para le fecha prevista, el Justicia Mayor pregonó la prórroga anunciando
que las Cortes se abrirían el 4 de agosto. Tras la preceptiva ceremonia del solio, el día 16
Fernando II hizo una nueva proposición a las Cortes leída por el Protonotario del Reino
con nuevos argumentos: «Que es natural obligación de los padres ser curiosos y solí-
citos de la legítima successión de sus hijos: mayormente en los Reyes porque en lo mas
con mayor atención y solicitud se devía proveer no esperando a la última hora, antes
proveyendo para de presente y después para quando por Dios fuesse ordenado» 21. La
proposición regia, en este caso, se separa del modelo anterior; pero, condicionada por la
fórmula, insiste en los aspectos legales de la primogenitura no habiendo hijos varones,
y urge la respuesta ante la situación de Apulia y Calabria, objetivo militar del nuevo mo-
EL JURAMENTO DE JUANA DE TRASTÁMARA Y FELIPE DE BORGOÑA 426

narca francés, requiriendo, además, un servicio militar de quinientos hombres de a caba-


llo para ir a las fronteras del Reino. «Por todas estas razones, decía el Rey, que era cosa
muy debida, que en darles la dicha jura fuessen prontos y no quisiessen admitir ninguna
plática ni dificultad que aquello dilatasse, por complir con lo que tenían obligación,
y para que desocupados desto con mayor presteza, en lo otro que había propuesto de
la defensión de los reinos se pudiesse luego entender»22. La respuesta ordinaria de las
Cortes por boca de don Alonso de Aragón sería idéntica que en el caso precedente y los
Brazos de las Cortes, pese a la urgencia expuesta por el diarca, se disponían a deliberar
acerca de la jura de los príncipes y el servicio requerido por el Rey.
Señala Zurita que aunque en las deliberaciones de los Brazos se manifestaron menores
resistencias que en el caso precedente de la reina de Portugal, no faltaron reticencias por
lo nuevo y extraño del procedimiento, acaudilladas por el conde de Belchite, don Luis de
Híjar, y los de su parcialidad; pero el Rey, mediante personas interpuestas, supo vencer
las resistencias y procedió a llamar con urgencia a Juana y Felipe para que comparecie-
sen ante las Cortes una vez que estaba allanado el camino hacia su jura como príncipes
herederos del Reino23.
Aún habría de aguardar Fernando II hasta el 24 de octubre -fecha fijada por el Justicia-
para conocer la respuesta de las Cortes leída por el obispo de Tarazona, estando ausentes
los prelados de Zaragoza y Huesca, en los términos siguientes: «Que sobre las rogarías
por su Alteza a la Corte y quatro brazos hechas, condescendiendo a ellas y por aquellas,
estaban prestos y aparejados de jurar a la Ilustrísima doña Juana, princesa y archidu-
quesa primogénita fija legítima y natural de su Alteza durante la luenga y bienaventura-
da vida de su Alteza, en y por primogénita de Aragón, y después de sus bienaventurados
días en Reyna y Señora natural, y al Ilustrísimo señor don Felipe, Príncipe Archiduque
de Austria y Duque de Borgonia como a legítimo marido de la dicha Ilustrísima Señora
durante el dicho matrimonio tan solamente y no más; empero si a nuestro Señor Dios
plazía de dar a su Alteza hijo o hijos varones legítimos y de legítimo matrimonio pro-
creados, la dicha jura hazedera havía de ser havida por no hecha. Y ante todas cosas ha-
bían de jurar los Príncipes Archiduques el juramento acostumbrado como se les daría
por escripto»24.
Recibidos los príncipes con grandes manifestaciones de regocijo por los zaragoza-
nos25, con la pompa y circunstancia de tales ocasiones26, el Justicia fijó el acto solemne
de la jura para tres días más tarde, el 27 del mismo mes de octubre, jueves. Previamente,
en la mañana de aquel día, un pregón precedido de tromperos y atabaleros, informó a la
ciudad del acontecimiento. El acto comenzó en la Sala Real de las Casas del Reino a la
que comparecieron el Rey, la Princesa y su marido el Archiduque. Estando sentados en
el solio y en presencia de Mossén Juan de Lanuza, Justicia Mayor de Aragón, se juntaron
los cuatro Brazos; y el arzobispo de Zaragoza, don Alonso de Aragón, repitió la respues-
ta de la Corte que ya había hecho unos días antes el obispo de Tarazona en su ausencia.
Concluida su intervención, salieron todos en comitiva solemne de las Casas del Reino
hacia el templo de La Seo ante cuyo altar mayor y en presencia del Justicia Mayor, ante
los Diputados del Reino27, los Jurados de Zaragoza28 y una crecida muchedumbre, doña
Juana y don Felipe juraron juntamente y cada uno por sí como gobernadores generales
427 MESAS REDONDAS

del reino de Aragón el juramento acostumbrado de la guarda y observancia de los Fueros,


Libertades, usos y costumbres del Reino.
Prestado el juramento y constatado por el notario de la Corte, regresaron el Rey y los
Príncipes en nueva comitiva a las Casas del Reino y sentados nuevamente en el solio, don
Alonso de Aragón entregó al Protonotario una cédula en la que se expresaba la siguiente
cautela: «Que la Corte y quatro brazos con la reverencia que debían, protestaban que
por la dicha jura no fuesse causado perjuicio a los Fueros y Libertades del Reyno, antes
aquellas quedasen sin fuerza ni valor»29. Una vez expresada formalmente la salvaguarda
foral, toda la Corte30 procedió «graciosamente y de buena voluntad, presente el dicho
señor Rey» a jurar a los Príncipes de acuerdo con la siguiente fórmula leída por el Proto-
notario del Reino: «Que los quatro brazos de la Corte General deste Reyno, habida entre
sí deliberación y diligente examen por ellos y sus successores, juraban por Dios sobre la
cruz de nuestro Señor Jesu Cristo y los Santos Quatro Evangelios delante dellos puestos,
y por ellos y cada uno de ellos manualmente tocados, a la Ilsutrísima Señora doña Jua-
na, Princesa y Archiduquesa Primogénita. Fija natural y legítima del Señor Rey, que la
tenían y tendrían, habían y habrían en y por Primogénita de Aragón, durante la larga y
bienaventurada vida del Señor Rey, y después de sus bienaventurados días, en Reyna y
por Reyna y Señora suya natural, y que como a tal la obedecerían y guardarían fidelidad
en la manera sobredicha, como vasallos naturales debían y eran tenidos, y assí mesmo
al Ilustrísimo Señor don Felipe, Príncipe Archiduque de Austria y Duque de Borgonia,
como a legítimo marido de la dicha Ilustrísima doña Juana, durante el dicho matrimo-
nio tan solamente y no más. Mas si a Nuestro Señor Dios plazía dar al Señor Rey fijo o
fijos legítimos y de legítimo matrimonio procreados, que aquella jura y actos en ella
contenidos fuessen havidos por no hechos»31. Seguidamente, todos los integrantes de las
Cortes accederían en hilera al solio para besar las manos al Rey y a los Príncipes, así co-
mo la cruz y los evangelios que doña Juana y don Felipe tenían en las suyas, regresando
después cada uno a su lugar.

Epílogo
Fernando II de Aragón abandonó con urgencia Zaragoza el mismo día de la jura de
los Príncipes sin concluir las Cortes a causa de la grave dolencia que afectaba a la reina
Isabel32. Como todavía no se había resuelto el servicio militar pedido al Reino, desde el
monasterio de Santa María de Huerta el 29 de octubre escribió el Rey a las Cortes que los
Príncipes, como Lugartenientes Generales del Reino fuesen habilitados para continuar
y concluir las Cortes en ausencia del diarca, siendo jurados como tales al día siguiente,
30 de octubre. No llegaron Juana y Felipe a cerrar las Cortes pues el Príncipe-archiduque
pretendió convocar nuevas Cortes, a lo que se opusieron tajantemente las Cortes argu-
mentando fuero contrario a la convocatoria en ausencia del Rey33. Fue preciso habilitar
para la presidencia de las Cortes y su conclusión a la reina Juana de Nápoles, hermana del
Rey, que ya lo había sido por su padre en las Cortes de Zaragoza de147434.
EL JURAMENTO DE JUANA DE TRASTÁMARA Y FELIPE DE BORGOÑA 428
429 MESAS REDONDAS

NOTAS

*
Trabajo inserto en los objetivos del Grupo de Investigación consolidado “J. Blancas” del Gobierno de Aragón.
**
Blasco de Lanuza, Vincencio: Historias eclesiásticas y secvlares de Aragón en que se continvan los Annales
de Çurita, y tiempos de Carlos V, con Historias Eclesiásticas antiguas, y modernas, que hasta aora no han visto luz,
ni estampa. Çaragoça 1622. Edición de las Cortes de Aragón. Zaragoza MDCCCCLXXXXVIII, dos vols. I, p. 34.
1
Sumario y Resumario de las Cortes celebradas en Aragón por sus Serenísimos Reyes, hechos por orden de los
Diputados del Reyno de Aragón por Gerónimo de Blancas Coronista del mismo Reyno.Año de 1585. Biblioteca
Universitaria de Zaragoza (BUZ), manuscrito nº 97, f. 191.
2
Zurita, Jerónimo: Historia del rey don Hernando el Católico: de las empresas y ligas de Italia (libros tercero y
cuarto). Edición preparada por Angel Canellas López. Gobierno de Aragón. Zaragoza 1991, 2, p. 217.
3
Ibidem, p. 40.
4
Schmitt, Jean-Claude: Les raisons des gestes dans l’Occident Médiéval. Gallimard. Paris 1990, p. 26.
5
Balandier, Georges: El poder en escenas. De la representación del poder al poder de la representación. Paidós.
Barcelona 1994, p. 26.
6
Carretero Zamora, José Manuel: “Representación política y procesos de legitimación”, en Nieto Soria, J.M.
(dir.): Orígenes de la Monarquía Hispánica: propaganda y legitimación (CA. 1400-1520). Dykinson. Madrid
1999, p. 186.
7
Palacios Martín, Bonifacio: La Coronación de los Reyes de Aragón, 1204-1410. Anubar ediciones. Valencia
1975, p. 271.
8
Massip Bonet, Françesc: “Imagen y espectáculo del poder real en la entronización de los Trastámara (1414)”,
en XV Congreso de Historia de la Corona de Aragón, I, 3º. Zaragoza 1993, pp. 371-386.
9
Procesos de Cortes. Archivo de la Corona de Aragón (ACA). Reg. 11, ff. 103-105v. Cfr. Palacios Martín, B.:
o.c., p. 274 y doc. XVIII del apéndice documental.
10
Martel, Gerónimo: Modo de celebrar Cortes en Aragón. Çaragoça 1641. Reedición facsimilar de las Cortes
de Aragón. Zaragoza 1984.
11
Proceso de las Cortes de 1498. Archivo de la Diputación de Zaragoza. Mas. 673.
12
Sumario y resumario..., BUZ, Ms. 97, f- 192.
13
Ibidem, fol. 192 v.
14
Blasco de Lanuza, Vincencio: o.c., pp. 33 -34.
15
Sumario y resumario..., BUZ, ms. 97, fol. 194.
16
Blasco de Lanuza, Vincencio: o.c., p. 34.
17
Gómez Moreno, Angel: “El reflejo literario”, en Nieto Soria, J.M.(dir): Orígenes de la Monarquía hispánica:
propaganda y legitimación (CA. 1400-1520). Dykinson. Madrid 1999, pp. 315-339, p. 324.
EL JURAMENTO DE JUANA DE TRASTÁMARA Y FELIPE DE BORGOÑA 430

18
Deyermond, Alan D.: “La ideología del Estado Moderno en la literatura española del siglo XV”, en Rucqoi,
Adeline (coord.): Realidad e imágenes de poder. España a fines de la Edad Media. Ámbito. Valladolid 1988, pp.
162-180.
19
Nieto Soria, José Manuel: Ceremonias de la realeza. Propaganda y legitimación en la Castilla Trastámara.
Nerea. Madrid 1993, p. 20.
20
Sumario y resumario... BUZ, Ms. 97, ff. 195 y 195 v.
21
Ibidem, ff. 207-209 v.
Blancas, Gerónimo de: Coronaciones de los Serenísimos Reyes de Aragón. Publicada por Juan Francisco
22

Andrés de Uztarroz. Zaragoza 1854, p. 319.


23
Zurita, Jerónimo: o.c., 3, p. 24.
24
Sumario y resumario...BUZ, Ms. 97, f. 211 v.
25
Zurita, Jerónimo: o.c., p.24.
Narbona Vizcaino, Rafael: “Las fiestas reales en Valencia entre la Edad Media y la Edad Moderna (siglos
26

XIV-XVII)”, en Pedralbes. Revista d’História Moderna, 13, tomo 2, Barcelona 1993, pp. 463-472.
27
Por el Brazo eclesiástico, don Alonso de Aragón, como abad de Montearagón, como diputado prelado; y
Mossén Ximeno de Olleta, canónigo de Santa María la Mayor de Zaragoza, diputado capitular. Por el brazo no-
biliar, don Alonso de Aragón y Gurrea, hijo del conde de Ribagorza, diputado extracto de la bolsa de los nobles
de natura del Reino; estuvo ausente, por grave enfermedad, su padre don Juan de Aragón, conde de Ribagorza,
de la bolsa de ricoshombres. Por el brazo de Caballeros e Infanzones, Mossén Francisco Contamina, caballero, y
Francisco de Altarriba, escudero. Pedro de Val, ciudadano de Zaragoza y Juan Rodrigo, villano de Lechón, por el
brazo de las Universidades del Reino. Vid. Sesma, J.A. & Armillas, J.A.: La Diputación de Aragón. El Gobierno
aragonés, del Reino a la Comunidad Autónoma. Eds. Oroel. Zaragoza 1991,p. 191.
28
Gabriel Sánchez, que había sido Tesorero del Rey, Martín de Torrellas y Micer Gonzalo de Santa María.
Blancas, G.: Coronaciones..., o.c., p. 322.
29
Sumario y resumario..., BUZ, Ms. 97, f. 213 v.
30
Por el Brazo eclesiástico: don Alonso de Aragón, arzobispo de Zaragoza y abad de Montearagón; los obispos
de Huesca y Tarazona; los abades de Veruela, Piedra y Santa Fe; el castellán de Amposta, representado por el co-
mendador de Montalbán; y los representantes capitulares de cabildos y monasterios. Por el Brazo de la alta noble-
za: don Luis de Híjar, conde de Belchite; don Miguel Ximénez de Urrea, conde de Aranda; don Felipe Galcerán de
Castro; don Jaime Martínez de Luna; don Ximeno de Urrea, vizconde de Biota; don Francisco Hernández Luna;
don Juan de Palafox y de Rebolledo, señor de Ariza; don Gaspar de Espés, conde de Sclafana; don Francés de Sos
y Castro, vizconde de Ebol; don Alonso Felipe de Aragón y de Gurrea, hijo del conde de Ribagorza; don Juan de
Alagón el mayor; don Juan de Híjar; don Luis de Alagón; don Juan de Moncada; don Felipe de Eril; don Artal
de Alagón; don Juan de Torrellas; don Antonio de Alagón y de Arborea; don Lope de Rebolledo; don Enrique de
Palafox; don Juan Felipe de Alagón; don Juan Gilbert; don Pedro de Castro; don Pedro Manuel de Urrea, hermano
del conde de Aranda; don Juan de Alagón el menor; don Hernando Díez; don Sancho de la Caballería; y don Martín
Doz, procurador del conde de Ribagorza. Por el Brazo de la baja nobleza un total de noventa caballeros e infanzo-
nes o escuderos, entre los que destacaban estrechos colaboradores del rey Fernando como Gabriel Sánchez, Juan
Cabrero, Gonzalo de Paternoy o Francisco de Funes Villalpando. Y del Brazo de las universidades del Reino sólo
constan los ciudadanos de Zaragoza: Martín Torrellas, Jurado Segundo, y cinco síndicos: Ramón Cerdán, Bernar-
dino de Espital, Juan de Paternoy, Gaspar Manente y Bartolomé de Albión. Vid. Zurita, G.: o.c., 3, pp. 25-26.
31
Sumario y resumario... BUZ, Ms. 97, ff. 213 v-214.
32
Zurita, G.: o.c., 3, p. 26.
33
Sumario y resumario... BUZ, Ms. 97, f. 219.
34
Zurita, G.: o.c., 3, p. 26.
431 MESAS REDONDAS

La reina Juana y América

JUANA I DE CASTILLA ENTRE LA MUERTE DE SU ESPOSO


Y EL RETORNO DE SU PADRE.
LA REINA NO GOBIERNA, LA REINA SE PREOCUPA POR LAS FORMAS

Miguel Ángel Zalama


(Universidad de Valladolid)

Reinado largo como pocos, superó los cincuenta años, el de Juana I de Castilla lo fue
de iure, que no de facto, durante prácticamente todo el tiempo; su padre, su esposo, su
hijo y un largo número de regentes, desde el cardenal Cisneros hasta su nuera, la em-
peratriz Isabel, o sus nietos, gobernaron en su nombre. Siempre hubo algún personaje
dispuesto a ocupar el puesto que otro abandonaba para hacerse con la administración
del reino sin dejar posibilidad de que fuese doña Juana la que tomase las riendas. Esta
actuación, que llevó incluso a internar a la reina en el palacio de Tordesillas, de donde
no se le dejaba salir bajo ningún concepto, desde nuestro punto de vista sin duda es más
que reprobable, pues a fin de cuentas fue la usurpación del poder que legítimamente le
correspondía. En este sentido, la crítica al proceder de sus familiares debe hacerse por el
escaso afecto que hacia ella mostraron, condenándola a la reclusión de sus habitaciones,
hasta atándola u ordenando que no abandonase el palacio cuando la peste hacía estragos
en la villa y las víctimas se contaban entre sus propios servidores. Por más que uno inten-
te comprender el comportamiento de su familia, que se redondea con el desvalijamiento
del tesoro que doña Juana llevó consigo a Tordesillas, la conclusión está más próxima a
una historia de la infamia que la deferencia debida a una reina que no dejó de serlo hasta
el día de su muerte1.
Sin embargo, el que sus familiares se hicieran con el gobierno del reino no merece la
desaprobación de la Historia. Juana I no quiso, y no pudo, gobernar. La reina no estaba
en su sano juicio y así lo demostró en múltiples ocasiones. No podía hacerse cargo de la
administración de sus territorios patrimoniales, cada vez mayores pues a la Castilla pe-
ninsular había que ir sumando las nuevas conquistas en América, y ante su dejación otros
tuvieron que hacerlo por ella. El problema de la sinrazón de la reina ha sido objeto de de-
bate, aunque normalmente desde un presupuesto falso: la creencia en que su enajenación
LA REINA NO GOBIERNA, LA REINA SE PREOCUPA POR LAS FORMAS 432

fue producto de los celos enfermizos por su marido, Felipe el Hermoso. En realidad, doña
Juana ya mostró síntomas inequívocos de su incapacidad antes de casarse, y por supues-
to de conocer a su marido, del que cuenta la leyenda que se enamoró perdidamente2. Por
otra parte, dado que las Cortes de Castilla reunidas en Valladolid en 1506 acordaron jurar
a Juana como reina, sin querer inhabilitarla tal como deseaba su esposo3, se ha llegado a
la conclusión de que la reina estaba perfectamente dotada para llevar a cabo la labor de
gobierno y que fue apartada por una confabulación contra su persona. Celos, conjuras...,
buen caldo de cultivo para la leyenda y así lo entendieron los románticos que vieron en
la reina la figura ideal para desarrollar su idílica visión del pasado. Desgraciadamente,
no estamos muy lejos de este planteamiento en la actualidad, pues si por un lado es cierto
que la reina fue maltratada, no es menos cierto que no hubo conspiración en el sentido de
arrebatar el poder a la legítima soberana. Ella no quiso gobernar y en diferentes ocasio-
nes dio muestras de ello, la más nombrada ante los comuneros, cuando se negó a estam-
par su firma en documento alguno. Ante esto se puede argüir que en 1520 ya llevaba once
años recluida en Tordesillas y que su salud mental se habría quebrantado de tal modo que
no era capaz de regirse, pero hubo otra ocasión anterior donde la reina hizo dejación de
sus obligaciones, ante la desesperación de sus súbditos. Fue cuando falleció su esposo,
cuando en Castilla sólo estaba ella pues su padre, literalmente expulsado por la nobleza
que apoyó decididamente a Felipe el Hermoso, había tomado camino de sus posesiones
en Italia. Examinar la actuación de la reina en el periodo que media entre la muerte de su
marido, el 25 de septiembre de 1506, y el retorno de su padre once meses después, resulta
esclarecedor para comprender el proceder de Juana I y las razones por las que otros se
hicieron cargo de la administración de Castilla.

Antecedentes: Infanta, princesa, reina


Juana se convirtió en reina de Castilla al fallecer su madre, Isabel la Católica, el 26
de noviembre de 1504. En aquel momento vivía en Flandes, en los territorios patrimo-
niales de Felipe el Hermoso, con quien se había casado en 1496. La distancia impedía el
gobierno directo y su estado mental hacía dudar de que alguna vez fuese reina de hecho.
La reina Isabel conocía perfectamente quién era su hija. Sabía de su incapacidad, y así
lo puso de manifiesto en 1495, un año antes de que la infanta contrajese matrimonio,
mediante una cédula por la que prohibía taxativamente a cualquier persona del entorno
de su hija ponerse en contacto incluso con sus familiares y así acallar lo que hacía doña
Juana4. Sin embargo, el golpe de gracia a la sucesión efectiva de la princesa lo dio Isabel
en su testamento. Un año antes madre e hija habían protagonizado una agria discusión en
el castillo de La Mota, en Medina del Campo, cuando Juana abandonó sus aposentos y
permaneció junto a la puerta de la fortaleza ante la negativa de la guardia a dejarla partir.
La reina escuchó “palabras de tanto desacatamiento y tan fuera de lo que hija debe decir
a su madre, que si yo no viera la disposición en que ella estaba, yo no se las sufriera”5.
¿Por qué la princesa perdió el decoro al permanecer a la intemperie junto a la guarda del
castillo? ¿Es admisible que en aquellos momentos una hija hablase a su madre, y sobre
todo si ésta era la reina, con el desafecto y desacato que refiere Isabel la Católica? Todo
indica que doña Juana tenía seriamente mermadas sus facultades mentales y era incapaz
433 MESAS REDONDAS

de asumir su papel. Y ese papel era nada menos que el de futura reina. Isabel la Católica
sabía del desastre que se avecinaba y trató de solucionarlo con una disposición testamen-
taria por la que facultaba a Fernando el Católico para gobernar Castilla en el supuesto de
que a su muerte la princesa Juana “no esté en estos mis reynos [...] o estando en ellos no
quiera o no pueda entender en la gobernaçión dellos”6. Quiso solucionar el problema,
pero al apartar de hecho a su hija de la gobernación surgieron más complicaciones de las
que podía prever. Fernando esgrimió el testamento de la manera que más le convenía,
mostrando a todos que su esposa, la reina, había eliminado políticamente a su hija y era
a él al que correspondía el gobierno. Y así fue en los primeros meses tras la muerte de la
reina Isabel, si bien otros intereses pronto salieron a la luz. Felipe el Hermoso no estaba
dispuesto a perder un reino que le había llegado como el maná, y para reclamar lo que
consideraba suyo tenía la baza de su esposa, la legítima soberana de Castilla, y pronto
el respaldo de la nobleza a su causa, empezando por los grandes. Éstos veían en Felipe
un rey lejano y fácilmente manejable, mientras que no querían a Fernando quien, junto a
Isabel, había cercenado parte de sus prerrogativas.
Suegro y yerno se disputaron el gobierno de Castilla, con intentos de acuerdos para
compartir el reino que al final no fructificaron ante la pérdida de apoyos que sufrió el rey
de Aragón. Así, Fernando gobernó hasta junio de 1506, cuando abandonado por todos
firmó un acuerdo con Felipe por el que abandonaba Castilla a cambio de pingües bene-
ficios: la tenencia de los tres Maestrazgos y la mitad del oro que llegara de las Indias7. A
cambio de ello, Fernando declaró la incapacidad de su hija y aunque después se desdijo,
arguyendo que había firmado bajo presión, no parece que fuera tal pues él mismo se ha-
bía encargado de mostrar la sinrazón de doña Juana en las Cortes de Toro de 1505 para
hacerse con la administración del reino8. El rey Católico se retiró a Aragón y emprendió
viaje a Italia, mientras que Felipe el Hermoso, ya seguro de su poder, consideró que la
reina era un obstáculo y parece que planeó recluirla en la fortaleza9. Al margen de cual-
quier valoración ética sobre las actuaciones del padre y del esposo de la reina, lo cierto es
que ella no gobernó ni un sólo día desde que murió su madre. Salvo alguna intervención
puntual como la que tuvo con los procuradores que la visitaron en Mucientes ante la in-
minente jura en Valladolid, en la que mostró una determinación ajena a su forma habitual
de proceder, lo que desbarató el plan de Felipe para que las Cortes la inhabilitaran, lo que
supuso que él sólo fue reconocido rey consorte10, pero que no sirvió sino para cambiar en
cierta medida la táctica filipina; la estrategia por la cual Juana debía estar al margen del
gobierno no se modificó un ápice y la reina no reinó. Su padre lo hizo en su ausencia y su
marido en su presencia. Al margen de las Cortes, la poderosa nobleza estaba de acuerdo
en la incapacidad para gobernar de Juana y sin su aquiescencia no habría sido posible la
postergación de la soberana que, en el verano de 1506, parecía estar condenada a un reti-
ro del que no habría retorno.

Juana I ante la muerte de su esposo


Todo indica que Juana I habría sido recluida sin miramientos, y así lo demuestra el he-
cho de que en 1509, cuando todo había vuelto a la normalidad, ingresara en el palacio de
Tordesillas de por vida, ¡y vivió cuarenta y seis años más! No obstante, un nuevo falleci-
LA REINA NO GOBIERNA, LA REINA SE PREOCUPA POR LAS FORMAS 434

miento cambió de raíz todo el proceso durante un tiempo: la muerte inesperada de Felipe
el Hermoso el 25 de septiembre de 1506 en Burgos. Con Fernando el Católico camino
de Italia, tras la desaparición de Felipe I Castilla se quedó sin gobernante. Sin duda fue
el momento de doña Juana. No sólo pudo reinar por la ausencia de cualquier otro le que
disputara el gobierno, sino que la nobleza le pidió con insistencia que actuara. Muerto
Felipe el sucesor era su hijo Carlos, pero tan sólo tenía seis años y estaba en Flandes, y es-
to sin olvidar que Juana I era la legítima reina de Castilla. Parte de la nobleza no quería ni
oír hablar del retorno de Fernando el Católico, al que había abandonado por encontrarle
contrario a sus intereses, y que además suponía que de volver se vengaría por su defec-
ción. Por todo ello, doña Juana debía reinar, y tenía que hacerlo porque eran muchos los
asuntos que había que despachar sin dilación, empezando por las pagas de los miembros
de su propia casa.
El desorden se instaló en los primeros momentos de la inesperada muerte del rey. Lle-
no de deudas, contraídas para ganarse el apoyo de la nobleza -el cardenal Cisneros le
prestó 50.000 ducados11- sus arcas estaban vacías tras dos meses de reinado. Hasta tal
punto carecía de recursos cuando murió, que los cortesanos que le acompañaron desde
Flandes se dedicaron a la más vil de las rapiñas, haciéndose con todo aquello de valor que
hubiera en palacio: joyas, vajillas, tapices, vestidos..., en aras de cobrarse sus servicios
y de conseguir el dinero suficiente para regresar a Flandes, temerosos de una reacción
poco amistosa por parte de los castellanos12. Superada la incertidumbre inicial, la corte
parecía reanudar su quehacer y durante los tres meses siguientes Juana I permaneció en
Burgos, en la Casa del Cordón, el palacio del condestable de Castilla, donde murió el rey,
con alguna estancia en la Casa de la Vega, residencia del mismo personaje situada en las
afueras de la capital castellana; infructuosamente se mantuvo la esperanza de que tomase
decisiones de Estado, o en último caso que nombrara a las personas apropiadas para que
actuasen en su nombre.
Todos entendían la postración de la reina tras la muerte de su esposo, pero pasados
algunos días esperaban que reaccionase. Pedro Mártir de Anglería13, quien permaneció
junto a la reina durante todo este período, relata que los problemas surgieron inmediata-
mente, sobre todo por parte de la nobleza, que ante la ausencia del poder real empezó a
actuar como en la época de Enrique IV -el duque de Medina Sidonia puso sitio a Gibral-
tar-, y que por más que se insistía a la reina para que ordenara repeler la agresión, “De
ésta no se puede sacar ni orden ni palabra alguna. Desde una pequeña ventana oye al
arzobispo de Toledo y a los demás próceres pidiéndole remedio; pero no les presta aten-
ción”14. Pocas semanas después de la muerte de Felipe I el desgobierno ya era patente; no
sólo la nobleza se levantaba en los confines del reino sino que en la misma corte la lucha
era fratricida. Se formaron dos bandos, encabezados por el condestable de Castilla y el
duque de Nájera, que Pedro Mártir no duda en identificar con “lo que entre los italianos
las detestables, vesánicas e infernales denominaciones de güelfos y gibelinos”. Si la rei-
na no gobernaba había que pensar en alguien que la sustituyera: la cuestión era quién. El
duque de Nájera, declarado enemigo de Fernando el Católico, se negaba a llamarlo para
que se hiciese, de nuevo, con las riendas del poder. Se pensó seriamente en ofrecer la
regencia al emperador Maximiliano, en tanto abuelo del príncipe Carlos, e incluso hacer
435 MESAS REDONDAS

venir al niño desde Flandes. Para cualquier decisión, ante el enfrentamiento de la corte,
era necesaria la intervención de la reina, pero ella no hacía absolutamente nada. Atajaba
con firmeza la posibilidad de que su hijo o su suegro se allegaran a Castilla y expresaba
su deseo de que fuese su padre el que retomase el mando15, pero a la vez se negaba a escri-
birle para que volviese.
No es difícil imaginarse la situación de caos de aquellos momentos. Todos suplicaban
a la soberana que tomase decisiones: “Los nobles que desean la paz, la amonestan, rue-
gan y suplican que se preocupe de que los reinos de su herencia no vengan abajo. Hacen
protestas de que todo va hacia la perdición, de que todo anda revuelto y candente. Ella, a
su vez, responde que a causa de su viudez, de su embarazo, de su salud y de la ausencia de
su padre, no ha podido hasta ahora consagrarse a los negocios; pero que en adelante pon-
drá todo su empeño en celebrar consultas con ellos”. Anglería relata con crudeza la situa-
ción y concluye: “En lo que atañe a estas frases, parece estar en su cabal sentido; más es
absurdo y superfluo instarle a que escriba a su padre o que ponga su firma en algún escri-
to”16. Esta carta data del 19 de diciembre, cuando la situación ya era insostenible. Ante
el vacío de poder se trató de dar una solución con la celebración de Cortes en Burgos,
pero la reina se negó a firmar la convocatoria17 -legalmente sólo ella podía hacerlo- y
saltándose el ordenamiento jurídico fue el Consejo Real quien llamó a los procuradores
de la ciudades; la ilegalidad de la convocatoria y la larga mano de Fernando que a través
de la nobleza que respaldaba su regreso a Castilla impidió cualquier acuerdo, junto con
la negativa de la reina a tomar partido, dieron al traste con el intento de poner orden en
la gobernación de Castilla18. Con semejante panorama, una reina que no gobernaba y
una nobleza enfrentada, surgió la figura del arzobispo de Toledo, Francisco Jiménez de
Cisneros, como el árbitro de la situación. El arzobispo, quien ya firmaba documentos
oficiales ante la negativa de la reina en octubre19, un mes antes de recibir la prerrogativa
de Fernando el Católico para ejercer el poder hasta su regreso20, defendió desde el primer
momento que sólo con el concurso del rey de Aragón la situación podía enderezarse,
convencido de que Juana I no iba a gobernar bajo ningún concepto. Y ella no quería ha-
cerlo sencillamente porque no podía, como muy bien sentenció Isabel la Católica en su
testamento; Juana vivía ajena a la realidad sin conciencia de lo que ocurría a su alrededor.
A esas alturas, nadie tenía dudas sobre la incapacidad mental de la reina, máxime cuando
las escasas decisiones que tomó se pueden tachar de extravagantes.

La reina asombra con sus decisiones: de pueblo en pueblo con el cortejo funera-
rio de su esposo
Aunque las crónicas insisten en la dejación de sus obligaciones por parte de Juana I,
sabemos por diferentes documentos que sí tomó alguna decisión, si bien la mayor parte
de sus órdenes no sólo fueron inútiles para el normal funcionamiento del reino sino que
lo complicaron más. Desde un punto de vista político lo más significativo fue la cédula
del 18 de diciembre de 1506, firmada por doña Juana y señalada por el secretario Juan
López, por la que revocaba todas la mercedes hechas por su esposo, ya que se concedie-
ron “syn mi sabiduría ni mandamiento”, por lo cual “mando que sean quitadas e restadas
de los dichos mis libros [...] como inválidas, revocadas e consumidas”21. La orden se re-
LA REINA NO GOBIERNA, LA REINA SE PREOCUPA POR LAS FORMAS 436

dondeaba con el cese de los miembros del Consejo Real nombrados por Felipe, exigien-
do que se repusieran en sus puestos los designados por su madre22. Decisiones sorpren-
dentes que lejos de mejorar el gobierno supusieron el descontento de los afectados -don
Juan Manuel, el duque de Nájera, el marqués de Villena y el conde de Benavente, entre
otros, perdían todo lo concedido por Felipe I- y el miedo de los demás a una disposición
imprevista que le afectara negativamente. El secretario real, Juan López de Lazárraga,
siempre solícito a los deseos de la soberana, no cursó la orden con prontitud, o al menos
no se ejecutó por lo radical de la medida, pero doña Juana insistió y el 30 de julio de
1507 (el documento está expedido en Palencia, donde la reina no estuvo), se ordenaba su
cumplimiento “por su mandado con acuerdo de los de su consejo”23. Con todo, no parece
que se llevara a efecto -hay una nueva disposición del Consejo Real el 26 de agosto-, y
se esperó a que Fernando el Católico tomara las riendas del gobierno24. Aún absortos
ante la actitud de la soberana, no supieron qué decir cuando ésta les comunicó que había
dispuesto sacar el cuerpo de su esposo, depositado en la Cartuja de Miraflores, y llevarlo
a Granada.
Desde la muerte de Felipe el Hermoso Juana tuvo fijación por permanecer junto a su
cadáver. No se apartó de su lado durante su enfermedad y allí siguió hasta que los restos
fueron conducidos a la Cartuja de Miraflores. Como si temiera que alguien pudiera robar
el cuerpo, visitaba frecuentemente el monasterio, al que hizo algunas donaciones, pero, y
esto sólo se explica atendiendo a su enfermedad mental, también ordenaba abrir el fére-
tro25. El 20 de diciembre la reina protagonizó el último espectáculo en Miraflores; se pre-
sentó y ordenó sacar el ataúd, no para simplemente volverlo a abrir sino para llevárselo,
arguyendo que en el testamento de su marido se disponía que de morir en España quería
ser enterrado en la Capilla Real de Granada26. Antes de comenzar el viaje hizo reconocer
el cuerpo a los cortesanos, episodio que cuenta con estupor Pedro Mártir de Anglería,
uno de los testigos que dieron fe de que se trataba del rey, más porque quién iba ser el di-
funto que por lo que constataron, “nos parecía estar viendo una cabeza de yeso”27, que a
decir de otro testigo, Lope de Conchillos, sobrino del secretario de Fernando el Católico,
“no huele a algalia”28.
Inmediatamente la comitiva comenzó su periplo hacia el sur ante el asombro de los
cortesanos, boquiabiertos por haber visto cómo se desenterraba al rey y porque el cami-
no hasta Granada se antojaba imposible -la reina estaba en el octavo mes de embarazo- y
no sabían dónde iban a ir ni cómo acabaría aquello. Por si fuera poco el viaje se hacía
únicamente por la noche, lo cual rayaba el esperpento29. Pocos días después doña Juana
dio la orden de parar; habían llegado a Torquemada, a mitad de camino entre Burgos y
Valladolid, y allí se dispuso a esperar el parto que se aproximaba (la infanta Catalina, la
hija póstuma de Felipe el Hermoso, nació el 14 de enero en esa villa). Allí continuó con
la fijación por su esposo -ordenaba que se hicieran honras fúnebres todos los días- y allí
habría permanecido hasta la llegada de su padre de no ser por la epidemia de peste que
aconsejó abandonar la localidad. Mas no fue muy lejos; tan sólo cruzó el río Pisuerga y
se instaló en Hornillos, villa -villorio según Anglería- al este de Torquemada. En el tras-
lado nocturno la reina mostró otras de su obsesiones, el odio a las mujeres, pues se negó
a entrar en el convento femenino de Nuestra Señora de Escobar, entonces sito entre Tor-
437 MESAS REDONDAS

quemada y Hornillos30. Extravagancias aparte, entre las que no es menor el que hiciera
abrir el ataúd en mitad del campo, es probable que la reina, continuamente agobiada por
las demandas de los nobles, quisiera ganar tiempo al elegir semejantes pueblos, en nada
apropiados para ubicar a la corte. Quizá ella vio que ante tal incomodidad los poderosos
abandonarían temporalmente su compañía hasta la llegada de Fernando el Católico31.
De hecho, Juana I no hipotecó con decisión alguna el futuro gobierno de su padre, ni
siquiera en cuanto a la provisión de sedes vacantes32. Mas casi nadie hacía caso a la reina
en lo de llamar a su padre; si al final se acabó por tomar esa decisión fue porque no se
vio otra posibilidad. Los que pedían con insistencia a la reina que actuara no quisieron
aceptar hasta el último momento que su deseo era el regreso de Fernando, si bien no se les
puede achacar toda la culpa pues la reina ni siquiera le escribió solicitando su presencia.
Sin embargo, doña Juana tomó algunas decisiones para el funcionamiento de su entorno
que no dejan de llamar la atención por el carácter selectivo y carentes de interés general,
mientras era renuente a implicarse en la normalización el gobierno de Castilla.

El oro de las Indias


Felipe I había dejado a su muerte vacías las arcas del reino. Es más, había contraído
importantes deudas: debía 50.000 ducados a Cisneros, quien se encargó de cobrarlos
inmediatamente33. Por si fuera poco, había que pagar a los servidores que nada más ver
morir a su señor quisieron cobrar y ante la falta de numerario se dedicaron a desvalijar el
tesoro del rey. Había que hacer frente a gastos inmediatos, como la despensa, y ya en oc-
tubre la reina ordenó retribuir a sus cantores. Para acudir a los desembolsos se utilizó el
oro de las Indias, del que doña Juana se preocupó que llegase a su dominio emitiendo una
tras otra cédulas a los oficiales de la Casa de Contratación de Sevilla34. La primera cédula
en este sentido data del 12 de octubre de 1506, por la que ordenó se le entregaran 217.125
maravedís, cantidad exacta a la que daba a sus cantores35, lo que indica que no tenía di-
nero alguno en ese momento. Preocupada la reina por no poder disponer de fondos, y a la
vez empeñada en controlar el oro que llegaba de las Indias, llegó a comprar un cofre para
guardarlo36. Y no debió ser un acto sin consecuencias pues de hecho se le entregaron a
ella ciertas cantidades de oro que a su vez retornaba en parte37.
Tal como se había estipulado en el acuerdo de Villafáfila entre Felipe el Hermoso y
Fernando el Católico, la mitad de los ingresos de América correspondían al rey de Ara-
gón, y esto en ningún caso dejó de respetar Juana I. Así, escribía el 15 de diciembre de
1506 a la Casa de Contratación “plaser he avido de las buenas nuevas que me escribís
de la abundançia del oro que a Nuestro Señor plaze de mostrar en aquellas yslas [...] no
pagueys de mi mitad syn firma mía y en quanto a los ocho mill pesos de oro y perlas que
me escrevió por esta presente carta que agora son venidos y eso mesmo de los seys mill
pesos que teneys nueva que trae el nabío que se llama la garça, de lo uno e de lo otro yo
vos mando que deys e pagueys la meytad que a my pertenesçe a Ochoa de Landa...”, y
el 23 de junio de 1507 ordenaba que “como an venido con la gracia de Dios de la ysla de
la Española dos nabíos el uno del alcalde Francisco de Spinola y el otro de Arbolancha
y que traen entre ambos seys mill pesos para el rey my señor y para my [...] con los tres
LA REINA NO GOBIERNA, LA REINA SE PREOCUPA POR LAS FORMAS 438

mill pesos que me pertenesçen de los dichos seys mill pesos yo vos mando que acudáis a
Ochoa de Landa...”38.
Durante este periodo la reina recibió alrededor de diez millones de maravedís39, con-
siderable cantidad que no gastó en su totalidad ella directamente, pero hay que tener
presente que Cisneros ordenó diversos pagos que asimismo debieron salir del oro de
las Indias. No es fácil determinar cuál fue el gasto al que se hizo frente desde la muerte
de Felipe el Hermoso hasta el retorno de Fernando el Católico, pues no se debió utili-
zar América como fuente única de ingresos. Sabemos que el tesorero del descargo de la
almoneda de Isabel la Católica, Bartolomé de Zuloaga, había fallecido antes del 25 de
febrero de 1506, pues en esa fecha una çédula firmada por Fernando el Católico declara
el hecho y se dispone que a partir de ese momento se pagase a Ochoa de Landa, tesorero
de Juana I, las cantidades adeudadas y las provenientes de nuevas ventas40. En cualquier
caso resulta curioso comprobar cómo la reina, despreocupada por el gobierno de Casti-
lla, se mostró inquisitiva en saber qué dinero llegaba de América y que en todo momento
lo quiso controlar incluso físicamente al ordenar que se realizara un cofre para guardar lo
que ella considerara.

Desinterés por el gobierno, preocupación por las formas


Desde la muerte de su esposo hasta el regreso a Castilla de su padre se han localizado
treinta y ocho documentos con ordenes directas la reina41; seguramente fueran más las
que cursó pero no hay noticia de que alguna tuviera una mínima trascendencia para la
administración del reino, a excepción de la referida revocación de mercedes que no se
llevó a cabo. Esta decisión la tomó la reina tres meses después de la muerte de su esposo
y fue la primera de carácter político, pero antes ya había cursado diferentes disposiciones
en aras de mantener el funcionamiento de su entorno más próximo con especial atención
a los aspectos meramente formales. La primera orden emitida por Juana después fallecer
Felipe el Hermoso data del 11 de octubre y, ante el asombro de la corte, se limitaba a re-
solver la paga de los miembros de su capilla musical. Anglería resalta el hecho de que sea
esta la única decisión de la reina ante el desgobierno general: “No ha puesto todavía su
mano sobre ningún papel, excepción hecha de las nóminas para que abonen los sueldos
a los cantores de Flandes, que fueron los únicos de entre los filipenses a quienes admitió
a su servicio, pues siente gran deleite en las melodías musicales, arte que aprendió en su
tierna infancia”42. Mayor sorpresa, si cabe, fue que el pago a los “capellanes, cantores,
organistas y mozos de capilla”, lo hacía por adelantado, pues correspondía al último tri-
mestre del año. No era una pequeña cantidad, 217.125 maravedís, y el pago no fue un
hecho aislado, producto de una reacción momentánea, pues con increíble puntualidad
ordenó el abono de los salarios correspondientes a los trimestres sucesivos, siempre por
adelantado43.
Es evidente que Juana gustaba de la música. Sabemos que desde niña se educó en un
ambiente donde se daba importancia a ese arte y ella misma interpretaba piezas, y que
en su larga vida en Tordesillas siguió contando con músicos a su lado44. Sin embargo, la
deferencia que tuvo hacia los flamencos no es fácil de explicar. Sentenciar que se deshizo
439 MESAS REDONDAS

de todos los servidores que le acompañaron desde los Países Bajos excepto a los músi-
cos es una simplificación de lo que ocurrió; la mayor parte salieron inmediatamente se
produjo la muerte de Felipe el Hermoso, y lo hicieron porque consideraban que no iban a
ser bien vistos entre los castellanos, no por temor a una reacción en su contra de la reina.
De hecho, doña Juana no sólo mantuvo a los miembros de su capilla musical sino que,
por ejemplo, mantuvo a “Juan de la Capela, maestro de mi cámara” o Beltran de Fromont
“my posentador”45, u otros sirvientes como, “Guilelmo my sastre”, o “Michel, marido de
Anela my labandera”46. Ni todos los flamencos, ni todas las mujeres, eran objeto del odio
de la reina. En 1508, cuando ya se contaban meses desde que Fernando el Católico se
había hecho cargo de la gobernación, momento desde el cual la reina no volvió a cursar
orden escrita alguna, se continuaba pagando a los flamencos, que aparecen agrupados
atendiendo a su origen47. Determinado que no fueron los músicos los únicos flamencos
que permitió a su lado, resta por averiguar la razón de por qué mostró tantos desvelos en
pagar sus salarios. Es fácil concluir que la superioridad de su arte les hacía inigualables,
pero hoy sabemos que las capillas musicales castellana y aragonesa competían con la
flamenca, como se demostró durante el primer viaje de Felipe el Hermoso a España en
150248. Según esto, es probable que doña Juana mantuviese la capilla, más que como
deleite propio, para participar en los oficios de difunto que continuamente mandaba rea-
lizar junto al féretro de su esposo, pues a la postre todas sus decisiones se orientaban a la
celebración diaria de funerales por el difunto rey.
Y fue este interés -fijación- por mantener los ritos por su esposo lo que le llevó a orga-
nizar su entorno. Se preocupó de que se pagara a los músicos, pero también a su guardia
personal, los monteros de Espinosa49, quienes se encargaban de velar por su seguridad,
y a los alabarderos que montaban guardia junto a los restos del rey Felipe50. Juana había
sacado el cadáver de la Cartuja de Miraflores en contra de toda opinión, y sin duda temía
que se pudiese hacer retornar el féretro sin que se le consultara al respecto, por lo que el
mantenimiento junto a él, día y noche, de una guarnición fiel, es decir, puntualmente pa-
gada, garantizaba su seguridad51. Las medidas que adoptó para evitar que se llevaran el
cadáver denotan conocimiento de la realidad circundante, si bien no hay que olvidar que
las tomó como consecuencia del dislate que suponía deambular con el cuerpo de su espo-
so por pueblos de Castilla. Despropósito que raya la locura cuando el traslado, por orden
de la reina, se convirtió en un macabro espectáculo. El siempre distante Pedro Mártir
de Anglería no puede por menos que referirse en diferentes ocasiones al asunto: “en un
carruaje tirado por cuatro caballos traídos de Frigia hacemos su transporte. Damos es-
colta al féretro, puesto encima y recubierto con regio ornato de seda y oro [...] a diario se
celebran funerales, con la misma pompa que si acabara de morir”. La carta está escrita el
24 de diciembre, el día que alcanzaron Torquemada, donde permanecería la corte cuatro
meses, pero a finales de febrero del año siguiente el humanista aún seguía espantado de
tal proceder, como comunicaba al arzobispo de Granada fray Hernando de Talavera: “A
juicio mío, ninguna época vio un cadáver sacado de su tumba, llevado por un tiro de cua-
tro caballos, rodeado de funeral pompa y de una turba de clérigos entonando el Oficio de
Difuntos. Como en triunfo, desde la ciudad de Burgos, en un carruaje tirado por cuatro
caballos, en jornadas nocturnas, aquí [Torquemada] lo trajimos y aquí lo velamos. Si tú,
LA REINA NO GOBIERNA, LA REINA SE PREOCUPA POR LAS FORMAS 440

que estás más cerca de Salomón por tu sabiduría, no me resuelves este problema y me
demuestras que pasó algo parecido en alguna ocasión, yo desataré mi lengua contra este
Salomón tuyo”52.
Músicos, guardia personal y oficiales de su casa cobraron sus salarios por orden ex-
presa de la reina. Asimismo, dispuso que se cubrieran los gastos que ocasionaba el man-
tenimiento diario de su entorno, empezando por su propia comida “plato e despensa”,
pero sobre todo destaca el dispendio en todo lo que tuviera que ver con las honras fú-
nebres por su esposo. Se preocupó de la caballeriza -los caballos que tiraban del carro-,
emitió un cédula firmada por ella disponiendo que se pagara a los monjes cartujos que
le acompañaron desde Miraflores53 y, especialmente, gastó grandes cantidades en cera;
desde que salió de Burgos hasta que se encontró con su padre a finales de agosto de 1507,
la reina desembolsó 577.775 maravedís54. Continuamente disponía que se comprara cera
para mantener hachas encendidas junto al féretro de su esposo y no debieron ser pocas
las antorchas, no sólo a juzgar por el coste sino porque tanto en Torquemada como en
Hornillos se incendiaron las iglesias. Dado que había ordenado que el catafalco de Fe-
lipe el Hermoso debía permanecer en el interior de los templos de los pueblos donde
estuvo alojada -así se hizo en Torquemada, en Hornillos, en Santa María del Campo y en
Arcos-, el fuego acabó afectando a los edificios -y a las personas, Anglería dice que “el
humo constante de las antorchas encendidas nos ha dado color de etíopes”55. Fernando
el Católico por lo que se refiere a la iglesia de Santa Eulalia de Torquemada, y Cisneros
por la de San Miguel de Hornillos, dieron órdenes para que se pagaran los desperfectos
ocasionados. El afán de Juana I a punto estuvo de acabar con bastantes más vidas que la
de su esposo56.
La preocupación de la reina por el rito no se limitaba al aspecto meramente religioso
sino que se obsesionó por las formas. Quiso que los músicos estuvieran vestidos como
correspondía a la ceremonia, y para ello ordenó comprar una considerable partida de ter-
ciopelo y camelote, de color negro, para que se hicieran nuevos vestidos57. Y se debieron
hacer porque entre los pagos ordenados y firmados por la reina hay uno específico al sas-
tre Guillermo de Espinoy, fechado el 18 de julio de 1507, en el que se le paga todo el año
y una cantidad extraordinaria, sin que se especifique la razón58. Todo giraba alrededor
del difunto rey. La ceremonia se repetía cada día y con gran solemnidad, “a diario se ce-
lebran funerales, con la misma pompa que si acabara de morir”, y la reina ordenaba que
se mantuviera continuamente la guardia, “en el templo parroquial guardan el cadáver
soldados armados, como si los enemigos hubieran de dar el asalto a las murallas”, inclu-
so cuando estaba de viaje, “lo mismo se hacía todas las tardes, cuando íbamos de camino,
colocando centinelas nocturnos”. Esta solemnidad se mezclaba con el desatino de doña
Juana en su fijación hacia las mujeres, pues a ninguna permitía entrar en el templo, “se-
verísimamente se prohíbe la entrada a toda mujer”59. La reina mantuvo con idéntico rigor
el rito fúnebre hasta después de la llegada de su padre, como lo prueba el hecho de que
en Santa María del Campo impidiese que se celebrara la ceremonia de imposición del
capelo cardenalicio que el papa Julio II, por intercesión de Fernando el Católico, otorgó
a Cisneros, quien tuvo que trasladarle a la localidad cercana de Mahamud donde se llevó
a cabo la ceremonia60.
441 MESAS REDONDAS

Solemnidad formal en todo lo que tenía que ver con Felipe I, sin descuidar detalle ni
en las vestimentas, pero lo que callan las crónicas es si ordenaba decorar la iglesia para
el evento. A pesar de la pérdida de prácticamente todo el tesoro de Felipe I, a manos de
su propia camarilla que vio la única forma de cobrarse unos servicios que el difunto rey
no podría compensar61, doña Juana ingresó en Tordesillas un considerable tesoro en el
que se contaban diversas piezas de platería litúrgica, que hay que suponer utilizaba en
el rito diario en recuerdo de su esposo62. Asimismo, está documentada una importante
colección de tapices que es más que probable colgara de las paredes de los templos. Los
paños tenían como principal cometido decorar las frías paredes de la residencia de turno
(el palacio real de Tordesillas se ornó con magníficos tapices cuando se allegaron por
primera vez el futuro Carlos V y su hermana Leonor en 1517) y asimismo se llevaban a
las iglesias para adornarlas en diferentes momentos: al menos en 1511 se documenta el
traslado a la iglesia conventual de Santa Clara en Tordesillas de “tapicería y al[f]onbras”
para honrar el monumento levantado en memoria de Felipe el Hermoso63. Sin embargo,
con doña Juana es difícil seguir una línea argumental; si bien no hay duda sobre estas ac-
tuaciones, también sabemos que en Santa María del Campo mandó “retirar de la corte los
tapices y todos los adornos, alegando que no es conveniente celebrar fiestas y regocijos
donde ella tiene encerrado a su marido para llorarle”64. ¿Significa esto que no permitía el
uso de tapices en el rito fúnebre diario, o tan sólo se refiere a un supuesto desmonte de la
decoración que se habría comenzado a colocar para celebrar la ceremonia de imposición
del capelo a Cisneros? Quizá se tratase de esta última hipótesis, pues el mero hecho de or-
denar que se retirasen implica que los estaba utilizando, como por otra parte era habitual.
Una lectura rápida de las actuaciones de Juana I, nada interesada en el gobierno -“La
reina no tiene la menor preocupación por si crecen o si se hunden sus reinos”, colegía
Anglería-, y totalmente desvelada por los músicos y los aspectos formales que rodeaban
al rito funerario por su esposo, podría hacer pensar que a doña Juana le interesaban las
artes. Sin embargo, el análisis de sus intervenciones no permite sacar esa conclusión. La
reina tenía fijación por el celebrar exequias por su esposo, y quería que se llevaran a cabo
con todo el aparato debido a un rey, para lo que utilizaba las mejores galas de su tesoro;
todo lo demás no le importaba absolutamente nada. Es cierto que ordenó algunos pagos
a miembros de su entorno, pero no es menos cierto que, si exceptuamos a los músicos,
el resto no consiguió cobrar su salario y debió ser Fernando el Católico quien dispusiera
que se pagaran los atrasos65. La prueba más contundente de la desidia de Juana I hacia to-
do lo que no tuviese que ver con su esposo, se extrae de la actuación que tuvo para con sus
hijos. Dos de ellos vivían en Castilla, Catalina, nacida en enero de 1507 y que no se había
separado de su madre, y Fernando, quien vino al mundo en marzo de 1503. Respecto a la
primera hubo que esperar a la llegada de Fernando el Católico para que se pagase a sus
amos y se hiciesen unas andas donde pudiera trasladarse con comodidad66, pero tam-
bién el rey debió cursar una orden para que se compraran ropas e incluso pañales para la
criatura67. Por lo que se refiere a su hijo Fernando, doña Juana no mostró preocupación
alguna por el niño; ni siquiera lo llevó a su lado hasta el 3 de junio de 1507, y es más que
probable que no fuese ella quien tomase la decisión sino el Consejo ante la epidemia de
peste que afectaba a Valladolid, lugar donde residía el infante68.
LA REINA NO GOBIERNA, LA REINA SE PREOCUPA POR LAS FORMAS 442

Por fin, once meses después de tener que abandonar Castilla por la defección de la no-
bleza, Fernando el Católico llegó a la localidad de Tórtoles, al sur de la provincia de Bur-
gos, el 29 de agosto de 1507. La corte respiró. Juana I se sintió aliviada y pronto dejó en
manos de su padre cualquier negocio. En los primeros días mantuvo el interés por todo lo
que tuviera que ver con el ritual en torno a su esposo, con decisiones como la negativa a
que se impusiese a Cisneros el capelo cardenalicio en la iglesia de Santa María del Cam-
po, donde estaba el féretro de Felipe el Hermoso, pero inmediatamente se desentendió,
de forma que Fernando el Católico el 23 de septiembre ya firmó una cédula para pagar la
cera y a los religiosos “que syrven en la yglesia con el cuerpo del rey don Felipe, my muy
caro e amado hijo”69, y dos días después se encargó de todo lo que tuviera que ver con la
celebración del cabo de año de Felipe I70. A partir de ese momento doña Juana no tuvo na-
da más que ver con el gobierno de Castilla, perdió su oportunidad, más la perdió porque
no era capaz de reinar. En las cinco décadas que transcurrieron hasta su muerte, la reina,
que nunca dejó de serlo, estuvo totalmente apartada del gobierno.
443 MESAS REDONDAS

NOTAS

1
Cfr. ZALAMA, M. Á., Vida cotidiana y arte en el palacio de la reina Juana I en Tordesillas, Valladolid, 2000;
2.ª ed., revisada y aumentada, Valladolid, 2003, a la que se refieren las citas posteriores.
2
Ibidem, passim, especialmente pp. 405-423.
3
ZURITA, G., Los cinco libros postreros de la historia del rey don Hernando el Católico, Zaragoza, 1580,
libro VII, fol. 75.
4
ZALAMA, M. Á., Vida cotidiana y arte..., pp. 410-411.
5
RODRÍGUEZ VILLA, A., Bosquejo biográfico de la reina doña Juana, Madrid, 1874, pp. XII-XIV.
6
La reina otorgó testamento el 12 de octubre de 1504. Archivo General de Simancas (AGS), Patronato Real
(PR), leg. 30-2, fol. 5v.
7
RODRÍGUEZ VILLA, A., La reina doña Juana la Loca, Madrid, 1892, p. 161. El tratado se firmó en Villafá-
fila (Zamora), el 27 de junio de 1506.
8
CARRETERO ZAMORA, J. M., Cortes, monarquía, ciudades. Las Cortes de Castilla a comienzos de la
época moderna (1476-1515), Madrid, 1988, pp. 202-203.
9
ANGLERÍA, P. M. de, Epistolario «Documentos inéditos para la Historia de España, X», (Ed. de J. López de
Toro), Madrid, 1955, p. 147.
10
SANTA CRUZ, A. de, Crónica de los Reyes Católicos (Ed. de J. de M. Carriazo), II, Sevilla, 1951, pp. 56-57.
11
AGS, Contaduría Mayor de Cuentas (CMC), 1.ª Época, leg. 190, s. f.
12
“Segundo viaje de Felipe el Hermoso a España en 1506”, en GARCÍA MERCADAL, J., Viajes de extranje-
ros por España y Portugal, I, Madrid, 1952, pp. 583-584.
13
De entre las diferentes crónicas que nos han llegado de aquellos meses destaca la de Pedro Mártir de Angle-
ría, humanista italiano al servicio de la corona española que fue testigo presencial de los acontecimientos, de los
que ha dejado constancia a través de un considerable número de cartas. Aunque no siempre es preciso en la infor-
mación, suele referirse a los hechos con tardanza y omite demasiados detalles, su testimonio, al ser de primera
mano, es más fiable que el de otros cronistas que utilizaron datos de terceros. Cfr. ANGLERÍA, P. M. de, Ob. cit.,
pp. 151ss.
14
Ibidem, pp. 153-154. La noticia la da en carta fechada el 22 de noviembre de 1506.
15
Ibidem, p. 162, “Carlos mi heredero por ser primogénito en línea masculina, es un niño y no está todavía en
disposición de gobernar. El emperador Maximiliano, mi suegro, ocupado en lo suyo, no puede abandonar la mole
de su imperio [y] no sabría tampoco dirigir mis reinos que, por otro lado, son para mi padre de sobra conocidos, el
cual en parte me los proporcionó a costa de muchos trabajos y desvelos, y en parte los recuperó en lo que se había
perdido”.
16
Ibidem, pp. 158-159.
LA REINA NO GOBIERNA, LA REINA SE PREOCUPA POR LAS FORMAS 444

17
SANTA CRUZ, A. de, Ob. cit., II, p. 64.
18
CARRETERO ZAMORA, J. M., Ob. cit., p. 214.
19
AGS, CSR, leg. 14, fol. 1/40, “Pedro del Alcáçar, nos vos mandamos que las dozientas e sesenta mill ma-
ravedís que aveys de dar e pagar este presente año de quinientos e seys para los gastos de la despensa de la reyna
nuestra señora e ofiçios de su casa deste presente año, los dedes e paguedes a Ochoa de Landa por que él los pague
a las personas e segund nos le mandaremos por nuestras çédulas firmadas de nuestro nombre [...] en la çibdad de
Burgos a veynte e quatro días del mes de otubre de quinientos e seys años. F. Toletani [rubricado]”.
20
La carta con el poder a Cisneros está fechada en Nápoles el 6 de noviembre: “yo vos ruego que entre tanto
trabajéis quanto en vos fuere que esos reinos estén en toda paz y sosiego, que ésta será la cosa en que mayor cargo
y obligación hagáis a la dicha sereníssima Reina mi hija y a mí”, cfr. RODRÍGUEZ VILLA, A., La reina doña
Juana..., pp. 206-297.
21
AGS, Diversos de Castilla (DC), leg. 1, fol.12.
22
ZURITA, G., Ob. cit., libro VII, fol. 108v. “...[la reina] dixo al mismo secretario, que los que auian sido del
consejo en tiempo del Rey, y de la Reyna, quedasen en él: y los puestos por medio de don Ioan Manuel, fuesen
removidos sin quedar ninguno”.
23
AGS, DC, leg. 1, fol.12.
24
ARAM, B., “Juana the Mad’s signature: The problem of invoking royal authority, 1505-1507”, Sixteenth
Century Journal, XXIX, 2 (1998), pp. 340-341.
25
“Segundo viaje de Felipe el Hermoso...”, p. 588, “...se hizo bajar a la fosa y en el panteón donde estaba el
cuerpo de su buen marido, y después de que ella hubo estado allí mientras dijeron el funeral y la misa, hizo llevar
el féretro arriba, y allí lo hizo romper el plomo, la madera y las telas enceradas y embalsamadas en que había sido
puesto, y, hecho esto, comenzó a besar los pies de su marido; y allí permaneció tanto y tan largo tiempo, que se
vieron obligados a llevársela...”.
26
AGS, PR, leg. 57-107. Sobre lo que sigue, véase ahora ZALAMA, M. Á., “El rey ha muerto, el rey continúa
presente. El interminable viaje de Felipe I de Burgos a Granada”, en ZALAMA, M. Á. y VANDENBROECK, P.,
Felipe I el Hermoso. La belleza y la locura, Madrid, 2006, pp. 195-210.
27
ANGLERÍA, P. M., Ob. cit., p. 164.
28
RODRÍGUEZ VILLA, A., La reina doña Juana..., p. 215.
29
ZALAMA, M. Á., Vida cotidiana y arte..., pp. 411-412.
30
No todas las mujeres sufrían su inquina. En su casa había mujeres y en Burgos estuvo acompañada por su
hermanastra, Juana de Aragón, esposa del condestable, y por la marquesa de Denia, que si bien prohibió que fue-
ran con ella a Torquemada, sí se hizo acompañar, entre otras, por doña María de Ulloa, quien siempre permaneció a
su lado, cfr. ZALAMA, M. Á., Vida cotidiana y arte..., pp. 185-187.
31
Ibidem, p. 63. La salida hacia a Torquemada no fue alocada pues la reina ya había meditado esta posibilidad,
como se deduce de que se realizaran pagos para hacer el camino a la villa antes de partir. Lo que le obligó a tomar
la decisión, a decir de Zurita, fue la presión de los flamencos y proflamencos que unidos al embajador de Maximi-
liano I, Andrea del Burgo, insistían en que no debía regresar Fernando el Católico. Por otra parte, Cisneros, quien
ya había recuperado los 50.000 ducados que “auía prestado al rey don Felipe, para pagar las guardas”, no dudaba
en ofrecer esa cantidad por un lado, y diez millones de maravedís por otro, para ganarse el favor del Consejo y de
los procurados y ponerse al frente del gobierno, a la espera de que llegase Fernando, intromisión que no gustó a la
reina que “por esta causa llegó a estar muy indinada contra el Arçobispo: porque se declaró querer él gouernar”,
cfr. ZURITA, G., Ob. cit., libro VII, fol. 107.
32
ANGLERÍA, P. M., Ob. cit., p. 156, “Cuando se le urge para que suplique al Sumo Pontífice provea en quien
desee las sedes vacantes de prelados [...] responde que está esperando a su padre, que conoce los méritos de las
personas”.
445 MESAS REDONDAS

33
El 6 de agosto de 1506 Felipe el Hermoso reconocía haber recibido el préstamo del arzobispo de Toledo,
quien a su vez empezó a cobrar cantidades a cuenta ya en octubre. AGS, CMC, 1.ª Época, leg. 199, s. f.
34
ARAM, B., Ob. cit., p. 357; ZALAMA, M. Á., Vida cotidiana y arte..., p. 67.
35
Cfr. infra.
36
AGS, CMC, 1.ª Época, leg. 294, s. f., “Que dio e pagó en XII de octubre del año pasado de quinientos e seys
años a Ramales, correo, veynte çinco ducados de oro porque llevó una çédula para los oficiales de la Casa de la
contratación de las Yndias que resyden en la çibdad de Sevilla para que no acudiesen con el oro que a ella perten-
sçiese syn çédula suya [...] Que dio e gastó con las personas que con él fueron desde la villa de Torquemada a Se-
villa que fue por el oro que avía venido de las Yndias, ansy en yda y en benida que se detubieron quarenta e quatro
días, beynte e dos mill e seyscientos maravedís [...] Que dio e pagó a Martín de Regoytia çient e ochenta e syete
maravedís e medio por otros tantos que él dio a pagó por un cofre pequeño que se compró para en que se guardase
el oro que vino de las Yndias”.
37
AGS, CSR, leg. 14, fol. 2/85, “Por quanto del oro e dinero de las Yndias que vos Ochoa de Landa me distes
de lo que por my mandado reçibistes de los oficiales de la Casa de la contrataçión de las Yndias, yo vos torné a dar
dies e seys marcos e medio e dos ochavas e media de oro e vos me tornastes e distes a my en persona los seys çien-
tos e çinquenta ducados que vos di [...] Hornillos a veynte e tres días del mes de junio de quinientos e siete años. Yo
la reina [rubricado]”.
38
Ibidem, fol. 1/29 y 31. Cada peso valía 460 maravedís.
39
ARAM, B., Ob. cit., pp. 357-358. Calcula que la reina recibió 8.646.720 maravedís, pero hay algunas parti-
das de las que no se declara su valor en moneda que también llegaron a manos de la reina.
40
AGS, CSR, 14, fol. 1/53ss.
41
ARAM, B., Ob. cit., pp. 357-358.
42
ANGLERÍA, P. M., Ob. cit., p. 154.
43
ZALAMA, M. Á., Vida cotidiana y arte..., passim.
44
Ibidem, p. 287.
45
Se conservan varias provisiones desde el 20 de diciembre de 1506 de la reina, firmadas por ella, en las que
se ordena entregar diversas cantidades a Juan de la Capella, quien declara la recepción con el texto en francés y
firmando “Jan de la Chapelle”, AGS, CSR, leg. 14, fols. 1/1,3,6,9...
46
Ibidem, fol. 1/16.
47
AGS, CMC, 1.ª Época, leg. 294, s. f., “Ofiçiales flamencos: a Guillermo Punço, repostero de camas, XIIII
U DC; a Beltrán Flomont XIII U DCCCXXV; a Enrique, barrendero, IIII U DCCLXVI; a Guillermo, sastre, X U
DCL; a Quinot de Marçias IX U CXXV; a Currol, cozinero, VII U; a Borgoñón, portero de cozina, IX U CXXV;
a Anela, labandera, V U DC”. Se trata del pago del primer y segundo tercio de 1508. En un listado posterior (fol.
49) la nómina incluso aumenta: “Oficiales flamencos: a Guillermo Punçol, repostero de camas, XIIII U DC; a
Beltrán, posentador, otros tantos; a Enrique, barrendero, IIII U DCCLXVI; a Guillermo, sastre, X U DCCCL; a
Quinot de Marçias IX U CXXV; a Currol, cozinero, otros tantos; a Guillermo Sent borgoñón, portero de cozina,
otros tantos; a dicho Currol para un moço de cozina I U; a Cornelia, lavandera, VII U CC; a Michel, panatero, III U
CCXXXIII; a maestre Juan, herrador, VII U CC”. Las cantidades abonadas son en maravedís. Sobre la presencia
de flamencos en la corte de doña Juana, cfr. FAGEL, R., “Juana y Cornelia. Flamencos en la corte de Juana la Loca
en Tordesillas”, en El Tratado de Tordesillas y su época, Madrid, 1995, pp. 1855-1866.
48
KNIGHTON, T., “Una confluencia de capillas. El caso de Toledo, 1502”, en CARRERAS, J. J. y GARCÍA
GARCÍA, B. (eds.), La Capilla Real de los Austrias. Música y ritual de corte en la Europa Moderna, Madrid,
2001, pp. 127-149.
49
AGS, CSR, leg. 14, fol. 2/80, “...diez e syete mill maravedís para las raçiones de treze monteros de my guarda
e çinco onbres de pie e un portero de cadena [...] en Torquemada a veynte e tres días del mes de março de quinientos
LA REINA NO GOBIERNA, LA REINA SE PREOCUPA POR LAS FORMAS 446

e siete años. Yo la reyna [rubricado]”; los pagos se repiten en Hornillos. AGS, CMC. 1.ª Época, leg. 294, s. f., “...a
mis monteros de Espinosa para una cama...”.
50
AGS, CSR, leg. 14, fol. 4/206-207, “...quinientas e beynte e dos baras e media de contray de caçualla e de tan
e dozientas e dos baras de terçiopelo negro e çinquenta e nueve gorras de lana negras que el dicho thesorero Ochoa
de Landa compró e pagó a çiertos mercaderes para la librea que la serenísima reyna e prinçesa mi muy cara e muy
amada hija mandó dar a sus capellanes e cantores flamencos e al capitán Pedro de Corrales e a los alabarderos de
su capitanía de la guarda de la dicha reyna...”. Orden dada por Fernando el Católico en abril de 1508 pero referida
a gastos ya realizados por la reina. Lo que recibieron los alabarderos fue: “Al dicho capitán Pedro de Corrales ocho
varas e media de contray de caçualla, las seys varas para un sayo e una vara e media para un jubón e otra vara para
calças e más le dad tres varas de terçiopelo negro para otro jubón e una gorra negra de paño”; los cincuenta y siete
alabarderos de su compañía, sin diferencias de rango, se beneficiaron de “siete varas de contray de tan las quatro
varas e media para un sayo e una vara e media para un jubón e una bara para calças e dadle más dos varas e media
de terçiopelo negro para otro jubón e una gorra de paño”.
51
ANGLERÍA, P. M., Ob. cit., p. 168, “Tus cartas [escribe al legado apostólico Juan Rufo], aunque extraordi-
nariamente lacónicas, nos sirven de refugio nocturno en nuestro triste cometido junto al féretro de Felipe, al cual
damos guardia por turnos, mezclados con centinelas armados”.
52
Ibidem, pp. 164 y 174.
53
AGS, Estado, leg.1-II, fol 475, “La reyna. Ochoa de Landa, yo vos mando que de qualesquier maravedís de
vuestro cargo dedes e paguedes al prior de Myraflores treynta e çinco mill e çiento e setenta e çinco maravedís que
es mi merced de le mandar pagar por lo que han gastado él y otros religiosos del dicho monesterio en my corte el
tiempo que en ella han estado sirviendo con el cuerpo del rey my señor que aya santa gloria [...] fecha en Hornyllos
a diez e ocho días del mes de jullio de quinientos e siete años. Yo la reina [rubricado]”. En esta misma cédula orde-
na que se pague a “Juan de la Huerta, my cozinero”.
54
ARAM, B., Ob. cit., p. 343. Esta autora ha calculado que el gasto en cera supuso el 18% del total de dinero
que ordenó pagar la reina a lo largo de siete meses.
55
ANGLERÍA, P. M., Ob. cit., p. 168.
56
El deambular de la reina por los pueblos de la provincia de Palencia en ZALAMA, M. Á., “Doña Juana la Lo-
ca con el cortejo fúnebre de su esposo por tierras de Palencia”, en Actas del III Congreso de Historia de Palencia,
IV, Palencia, 1995, pp. 551-563, desarrollado y con nuevos datos en Vida cotidiana y arte..., pp. 59-72.
57
ZALAMA, M. Á., Vida cotidiana y arte..., p. 68, “...trezientas e sesenta e una varas de chamelot negro e çin-
quenta e siete varas de terciopelo negro [...] para el vestuario que yo mando dar a mis cantores [...] en Torquemada a
nueve días del mes de abril de quinientos e syete años. Yo la reyna [rubricado]”. Cfr. AGS, CSR, leg.14, fol. 2/77.
58
AGS, CSR, leg. 14, fol. 2/91, “...a Punçon my repostero de camas e a Guillermo my sastre sesenta e tres mill e
dozientos e diez maravedís [...] al dicho Guillermo veynte e syete mill e noventa maravedís para en cumplimiento
de todo lo que ovieron de aver desde el primero día de enero deste presente año fasta postrimero día de dizienbre
del, de sus gajas e raçiones e quitaçiones que de mí tienen [...] en Hornillos a diez e ocho días de jullio de quinien-
tos e syete años. Yo la reina [rubricado]”. El sastre reconoció haber recibido lo estipulado mediante carta de pago
fechada al día siguiente.
59
ANGLERÍA, P. M., Ob. cit., p. 164.
60
ZALAMA, M. Á., Vida cotidiana y arte..., p. 74. La imposición del capelo cardenalicio fue el 23 de septiem-
bre de 1507.
61
“Segundo viaje de Felipe el Hermoso...”, pp. 583-584.
62
Sobre el tesoro de la reina, cfr. ZALAMA, M. Á., “El tesoro de la reina Juana I en Tordesillas: relación de su
expolio”, en REDONDO CANTERA, M.ª J. y ZALAMA, M. Á. (coords.), Carlos V y las artes. Promoción artís-
tica y familia imperial, Valladolid, 2000, pp. 45-65, y, especialmente, Vida cotidiana y arte..., pp. 295-384.
63
ZALAMA, M. Á., “Juana I de Castilla y el monasterio de Santa Clara de Tordesillas”, Reales Sitios, 151
(2002), p. 17.
447 MESAS REDONDAS

64
ANGLERÍA, P. M., Ob. cit., p. 214.
65
El 7 de octubre dispuso el pago a los oficiales de la casa de su hija “para en cuenta e socorro de lo que les es
debido de raçiones e quitaçiones deste presente año”, AGS, CMC, 1.ª Época, leg. 294, s. f.
66
El 23 de septiembre de 1507, en Santa María del Campo, Fernando ordenó pagar “a Andrés de Alarçón amo
de la ynfante doña Catalina my muy cara e muy amada nyeta çient ducados de oro e por ellos treynta e syete mill e
quinientos maravedís para el ama su muger”, AGS, CSR, leg. 14, fol. 2/9
67
AGS, CSR, leg. 14, fol. 2/114, “Que dio e pagó m*s en veynte e quatro de noviembre deste año de quinientos
e siete años [...] por doze varas de raso negro de Florençia a quinientos e çinquenta la vara que montan seys mill e
seisçientos maravedís para dar de vestir a los ynfantes don Hernando e doña Catalina. Por doze varas de terciopelo
negro de Granada a ochoçientos e çinquenta maravedís la vara para los dichos ynfantes mis nietos diez mill e dos-
cientos”. AGS, CMC, 1.ª leg. 294, s. f., “Que dio e pagó en diez e ocho de diziembre del dicho año [1507] por veyn-
te e quatro varas de tafetán negro a çiento e veynte maravedís la vara que montan dos mill e ochoçientos maravedís
los quales fueron para hacer cierto vestido e ropas de los ynfantes don Fernando e doña Catalina mis nietos”; “Que
dio e pagó más en veynte e quatro de diziembre del dicho año [...] por treynta e quatro varas e media de olanda a
ochenta e çinco maravedís la vara que montan dos mill e noveçientos e treynta e seys maravedís lo qual fue para
pañales a la dicha ynfanta doña Catalina mi nieta”.
68
ZALAMA, M. Á., “Ámbito artístico y vida del infante don Fernando”, en EGIDO LÓPEZ, T. (ed.), Fernan-
do I. Un infante español emperador, Valladolid, 2003, pp. 73-74.
69
AGS, CSR, leg. 14, fol. 2/70.
70
Ibidem, fol. 2/105 y 117-118.
449 MESAS REDONDAS

La reina Juana y América

TORDESILLAS EN LA ÉPOCA DE LA REINA JUANA I

Emilio Álvarez Villazán


(Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Tordesillas)

Doña Juana I llega a Tordesillas en el año 1509, al parecer con la intención de que su
estancia en la Villa iba a ser temporal, tal como había ocurrido con los destinos anterio-
res. Sin embargo, como señala el profesor Miguel Ángel Zalama, aunque en 1509, nadie
podía prever que Tordesillas fuera la residencia última de la Reina, Tordesillas se convir-
tió en la morada definitiva de doña Juana para el resto de su vida, de donde sólo saldría
una vez, y por poco tiempo, debido de la peste que asoló el lugar, para regresar inmedia-
tamente y permanecer aquí cerca de 50 años.
Tordesillas no era entonces una gran ciudad. En ningún momento de las épocas
medieval y moderna los habitantes de Tordesillas alcanzaron la cifra de los 1.000 veci-
nos. Señala Alberto Marcos Marín que ni tan siquiera en su etapa de mayor esplendor,
la que se extiende desde la derrota del movimiento comunero en Villalar hasta 1580, su
vecindario superó ese número.
Sabemos, por el censo realizado en 1561 que, en ese año, Tordesillas tenía 919 veci-
nos, sin contar a los frailes y monjas. Aún teniendo en cuenta que estos eran numerosos
en la localidad, la población no superaría los 3.700 habitantes.
Por otra parte, a pesar de estar tan bien situada, no tuvo un desarrollo económico tan
importante como Medina del Campo, Rioseco o Villalón, localidades peor situadas geo-
gráficamente, pero en las que se celebraban importantísimas ferias, en las que se reali-
zaban toda clase de negocios. Tordesillas, por su rango y tamaño, por las funciones que
desempeñaba y los servicios que ofertaba, no era más que una ciudad de segundo or-
den, un centro comarcal con una influencia territorial limitada que apenas iba más
allá de los límites comprendidos por los pueblos de su tierra o alfoz.
Pero esta última peculiaridad, unida a su condición de cabeza de corregimiento y de
arciprestazgo, a su mercado semanal y al hecho de que en su estructura socioprofesional
primasen las ocupaciones no agrícolas, conferían a Tordesillas un aire de ciudad más
TORDESILLAS EN LA ÉPOCA DE LA REINA JUANA I 450

consistente que el que cabría esperar de su escaso potencial demográfico, algo que se ha-
cía notar también a la vista de su trazado urbano, de la monumentalidad de muchas de sus
casas y edificios y de la conservación de un elemento tan característicamente ciudadano
como era la muralla.
La consolidación de Tordesillas como una auténtica ciudad se basó, entre otros
aspectos, en su capacidad para atraer emigrantes: de los pueblos de su entorno, pero
también de otras comarcas de la región, y del norte peninsular.
Y además de los emigrantes, el crecimiento de la ciudad, se basó también en los exce-
dentes agrarios que captaba en los alrededores, asegurados por medio del control sobre
los pueblos que componían su jurisdicción, o gracias a los arrendamientos, diezmos,
tributos, etc., de los que se beneficiaban los grupos e instituciones privilegiadas, sobre
todo eclesiásticas, que residían en la localidad. El mercado que se celebraba los martes
de cada semana colaboraba igualmente a la consecución de tales objetivos.

Población
Por aquellos años, más de la mitad de los vecinos censados desempeñaban una
profesión y unos cuantos tenían dos, la segunda de las cuales guardaba relación con el
comercio al por menor. Los restantes, sin profesión serían mujeres y clérigos seculares,
miembros de la pequeña nobleza local, propietarios rentistas que podían vivir sin traba-
jar, y también los que desempeñaban ocupaciones ocasionales y no bien definidas, los
imposibilitados para el trabajo o los pobres cuya subsistencia dependía de la caridad.
El carácter predominantemente urbano de Tordesillas se pone de manifiesto al
comprobar que más de la mitad de los vecinos con profesión formaba parte de los secto-
res secundario y terciario, no faltando, sin embargo, las profesiones relacionadas con las
actividades primarias, y en especial con la agricultura, corroborando la estrecha asocia-
ción que había, en aquella época, entre el campo y la ciudad.
Cerca del 39 % de los vecinos con profesión se enmarcaba dentro de la población
campesina, y el hecho de que el número de jornaleros duplicase al de labradores, nos
hace pensar en una estructura de la propiedad de la tierra bastante desequilibrada, algo
normal en todas las ciudades dado el número de propietarios privilegiados y de institu-
ciones rentistas que en ellas se concentraban. Había hortelanos que cultivaban en ré-
gimen de arrendamiento las huertas de la ribera del Duero y que abastecían al mercado
urbano de frutas y hortalizas, algunos vecinos que vivían de la pesca en el río de forma
permanente, pastores, un porquero y dos ganapanes.
A su vez algo más del 38 % de vecinos estaban empleados en el sector industrial, sobre
todo en el textil, en el que se contabilizan sastres, calceteros, un sombrerero, perailes,
un cardador, tejedores y tundidores, oficios que contribuían a dar un innegable tono
industrial a la villa.
Seguían en orden de importancia las actividades relacionadas con la manufactura
del cuero, (zapateros, un chapinero, un albardero, un cabestrero, once curtidores y
dos zurradores) pero la fabricación de zapatos y de otros productos con dicha materia
prima aventajaba al curtido y acabado de pieles.
451 MESAS REDONDAS

También había vecinos dedicados a las industrias de la madera y de la alimentación


destacando los ocho molineros que trabajaban en las aceñas del río.
En cambio, las industrias del metal, estaban representadas únicamente por quince
vecinos, entre ellos seis herreros y cuatro cerrajeros. Había también olleros, candele-
ros y un empedrador.
Y abría que destacar, por último, como representantes de los oficios artísticos, a dos
pintores y de un entallador.
El sector terciario, agrupaba casi al 29 % de los vecinos con profesión, porcentaje
que se explica por la función que desempeñaba la villa como centro comercial y de servi-
cios a escala comarcal. Del gran comercio sólo se encuentran tres vecinos que son mer-
caderes de paños. En cambio, el comercio al menudeo, desempeñado por minoristas
y que tenía por objeto el proporcionar ciertos artículos a los vecinos de la villa y de los
pueblos de los contornos, estaba bastante bien representado, destacando los pequeños
comerciantes de especiería y los tratantes de pescado, tejidos, aceite, ganado y hie-
rro así como varios fruteros y vendedores de cueros.
Si bien la situación de Tordesillas en un importante cruce de caminos no la benefició
especialmente como era de esperar, en cambio a ello se debe, sin duda, el que contara con
mesoneros, bodegoneros, carreteros y dos correos.
También contaba Tordesillas con suficientes servicios jurídicos (escribanos y procura-
dores de causas), y sanitarios (médicos, cirujanos, boticarios y barberos), más numerosos
los jurídicos que los sanitarios, quizá porque, como dice Alberto Marcos Marín, la salud del
cuerpo, como la del alma, se encomendaban a otras instancias que se creían más eficaces.
Curiosamente, no se menciona a ningún maestro de niños, aunque sabemos que ha-
bía una escuela de primeras letras sufragada por el concejo. A estos oficios habría que
añadir otros del sector terciario como los servicios de administración y orden públi-
cos, incluido el oficio de verdugo, y los de abastecimiento de la villa. Y por último nos
encontramos con cuatro criados del convento de Santa Clara, y uno más nombrado
como “criado de las monjas”, que demuestran la importancia que esta institución monás-
tica tenía en la villa.
El peso numérico del estamento eclesiástico tenía una indudable trascendencia eco-
nómica, ya que era responsable en gran parte de la progresiva “terciarización” de la eco-
nomía tordesillana y del incremento de algunos de sus rasgos más improductivos, ya que
muchos oficios estaban vinculados a la demanda de trabajo y de productos de los con-
ventos y de las parroquias de la villa. Dichas instituciones eclesiásticas habían incremen-
tado también su participación en la propiedad de la tierra y habían contribuido a acentuar
los desequilibrios sociales.

Urbanismo
A pesar de la escasa población, Tordesillas tenía en el siglo XVI carácter de ciudad,
lo que se hacía notar en su trazado urbano, en la monumentalidad de sus casas y edificios
y en su muralla.
TORDESILLAS EN LA ÉPOCA DE LA REINA JUANA I 452

Tenemos la suerte de que una buena parte de lo que fue la villa en aquellas fechas se
ha conservado: el Puente, el Monasterio de Santa Clara, las Casas del Tratado, Iglesias,
Hospitales y Conventos. Con estos y otros elementos, como las crónicas de viajeros, po-
demos realizar una reconstrucción cauta de un tiempo histórico grandioso.
Cuando en 1517 el futuro emperador Carlos V visita a su madre en Tordesillas, Lo-
renzo Vital, miembro de su cortejo, escribe de ella que “...es una buena villa, pequeña,
rodeada de murallas entremezcladas con piedra y tierra..., habiendo allí varias iglesias
bajas y fuertes... Toda la villa está llena de buenos alojamientos, a causa de las gentes
de bien que allí se encuentran, por los privilegios, franquicias y exenciones que hay allí
m*s que en otras partes,... se encuentra situada en una comarca muy agradable, junto a
un valle muy fértil, allí donde hay hermosas y grandes praderas y pastos y todo lleno de
buenas tierras de labor. Al pie de aquella villa, y en la parte baja de la montaña, corre
allí un río ancho de agua dulce [el Duero], que es la mejor agua que jamás haya bebido.
En ese río se cogen buenos peces como truchas y barbos”.
Los beneficios económicos de los que habla Lorenzo Vital se refieren al privilegio de
celebrar mercado los martes, otorgado por Enrique IV en 1465, que tenía la prerrogativa
de estar libre de impuestos, lo que convertía a Tordesillas en un lugar atractivo para el
asentamiento de mercaderes, y que, sin duda, se tradujo en el crecimiento de la población.
Andrea Navagero, embajador veneciano ante Carlos V, se refiere a Tordesillas, en
1527, afirmando que “...Es buen lugar, tiene buenas casas y está situada en la margen
derecha del Duero, en un lugar apacible, y toda la tierra de alrededor está poblada de ár-
boles y de buenas viñas. Al entrar en la villa se pasa el Duero por un puente de piedra”.
En uno y otro relato apenas se menciona a los monumentos de la villa: Probablemente,
piensa Miguel Ángel Zalama, los cronistas consideraron que Tordesillas era un lugar
secundario en el aspecto monumental, ya que en otras ocasiones describieron con detalle
los edificios y obras de arte de ciudades como Valladolid, Sevilla o Granada.
Sin embargo esta carencia de noticias se suple con un dibujo excepcional, fechado
entre 1565 y 1570, realizado por Anton van den Wyngaerde -Antonio de las Viñas-, que
representa una panorámica de Tordesillas vista desde el sur, desde la orilla izquierda del
Duero, en el que se pueden apreciar claramente el Puente, las iglesias de San Antolín,
Santa María, y San Pedro, el Palacio de doña Juana, el Monasterio de Santa Clara, etc.
El dibujo, advierte el profesor Zalama, aunque es una fuente gráfica de gran valor para
conocer el aspecto urbano de Tordesillas en el siglo XVI, debe ser analizado con precau-
ción, ya que, al parecer, no se trata de un levantamiento topográfico, sino de un intento de
Van den Wyngaerde de recrear el urbanismo a partir de los más destacados edificios: las
tres principales Iglesias, el Monasterio de Santa Clara, el Palacio y el Puente.
Es curioso que no refleje la muralla a pesar de que sabemos que en esa fecha se man-
tenía en pie. Efectivamente, dice Lorenzo Vital, que la villa estaba rodeada por una mu-
ralla, construida en piedra, ladrillo y tapial. La muralla estaba en malas condiciones en
1509, cuando la reina Juana llegó a Tordesillas: “mucha parte de los muros desa dicha
villa están caidos y otros se avían menester de reparar...”, y las autoridades municipales
solicitaron la intervención real para proceder a su consolidación.
453 MESAS REDONDAS

También existía ya la Plaza Mayor, aunque no como en la actualidad. Su construc-


ción se debe al interés de los Reyes Católicos por fomentar una política municipalista
donde el Consistorio se convertía en lugar fundamental de la vida de la localidad. En
1485 se ordena que se hiciera una plaza pública en la localidad, porque no había o porque
la que había era muy pequeña, pero la Plaza tardó más de lo previsto en realizarse por los
problemas que suponía la adquisición de los inmuebles que era necesario derruir para
abrirla.
Cuando doña Juana se instala en Tordesillas el puente estaba necesitado de reparacio-
nes debido a los daños ocasionados por las avenidas del invierno. La Reina decretó que
se restaurase, aunque, por la escasa cantidad de dinero que se solicitó para la reparación,
parece ser que los daños no debían ser de gran importancia.
El puente era del siglo X y hacia 1485-1486 había sufrido una profunda remodelación,
surgiendo el puente medieval de arcos apuntados, con tajamares y espolones en ángulo
agudo, de una excelente fábrica de cantería, cuya importancia queda demostrada por los
relatos de todos los viajeros: Vital, Navagero y posteriormente Enrique Cock. En el dibu-
jo de Anton van den Wyngaerde el puente tiene una torre en el centro, que podría tener
una función defensiva, y de carácter fiscal: recaudar la tasa de paso por el mismo.
El Palacio en el que se alojó Doña Juana había sido construido por Enrique III en
torno a 1400 y fue morada de los reyes en contadas ocasiones: lo utilizaron Juan II y los
Reyes Católicos y fue utilizado también por el Concejo de Tordesillas ante la carencia de
Casa Consistorial.
El profesor Miguel Ángel Zalama opina que, dadas las escasas estancias de los reyes
en el mismo, se podría pensar en un edificio prácticamente vacío de personas y de orna-
mentos, que sólo se aderezaría cuando se previese la visita del rey.
Conocemos su ubicación exacta, por un plano que se levantó en los momentos inme-
diatos a su derribo, en el que se observa que tenía planta rectangular, y que la fachada
principal, la meridional, se disponía paralela al río y se alineaba con el muro sur de la
capilla de los Alderete de la Iglesia de San Antolín. El Palacio llegaba hasta la calle de las
Cocinas y formando ángulo recto seguía esta última calle, ocupando la que hoy se cono-
ce como calle Nueva, que entonces no existía.
En el plano no se dibujan ninguna de las estancias interiores pero sí una torre de planta
cuadrada casi en el centro de la fachada principal, que según una leyenda tenía 74 pies de
altura (20’72 m) y que estaba repartida en tres cuerpos, el último con un corredor exte-
rior. También se dice que había un corredor exterior que comprendía casi toda la fachada
meridional y que continuaba sin interrupción por el muro de poniente hasta alcanzar la
nave del Evangelio de la Iglesia de San Antolín, desde donde cruzaba la calle para unir
los dos edificios.
Los cimientos eran de “piedra mampostería” y el resto de “tapias de tierra”. Las es-
tancias, cubiertas con artesonados de madera, se disponían en el perímetro del edificio
en torno a un patio. Probablemente tenía otros dos patios que se corresponderían con los
dos corrales de los que se habla en el momento de su derribo. Así mismo se dice que el
edificio tenía dos pisos.
TORDESILLAS EN LA ÉPOCA DE LA REINA JUANA I 454

En otros documentos se habla de dos patios y de una huerta en el extremo oriental,


hacia Santa Clara. No se sabe hasta donde llegaría el Palacio pero sí es seguro que no
enlazaba con el Convento de Santa Clara. Delante del Palacio había “un terreno ancho
y hermoso, tanto para pasearse por él como para galopar allí los caballos”, según cuenta
Lorenzo Vital, en el que sabemos que se celebraban fiestas.
El que ningún viajero haga mención especial del Palacio nos hace pensar que el mis-
mo no tendría gran valor arquitectónico: seguramente era un edificio mediocre, construi-
do en madera, ladrillo y adobe, en el que sólo merecía destacar su excelente ubicación.
De la falta de mención de estos mismos cronistas deducimos que ni tan siquiera estaría
ricamente decorado. Lorenzo Vital es el único que ofrece algún detalle de la decoración,
que parece ser que se limitaba tapices colocados para la ocasión de la visita del Carlos V
y que después de su partida se recogerían.
En el momento en que Tordesillas se convirtió en residencia real existían numerosas
casonas, muchas de las cuales fueron derruidas para hacer la Plaza Mayor. De entre las
que se conservan, destacan tres que nos pueden hacer ver cómo eran las casas nobles de
Tordesillas en el siglo XVI: La majestuosa mansión junto a la iglesia de San Pedro, de
dos plantas y un torreón en esquina, la de la familia Alderete, en la calle de San Antolín,
con dos plantas totalmente de piedra y aspecto de fortaleza, con almenas en el muro de la
entrada, y que conserva un escudo de armas, y la Casa del Tratado con su fachada en dos
plantas, la inferior de piedra, la de arriba de ladrillo y un torreón en la esquina. La puerta
está formada por un arco rebajado sobre el que hay un escudo de los Reyes Católicos
donde ya aparece la granada; debajo hay otros dos blasones, peor conservados y que de-
notan haber sido movidos de su primitiva ubicación, pertenecientes a Alfonso González
de Tordesillas y a la familia Ulloa.

Vida Cotidiana
Tordesillas, señala Jonás Castro Toledo, era cabeza del arciprestazgo al que pertene-
cían las Iglesias de villa y tierra.
En el casco histórico había seis Iglesias parroquiales. Dos de ellas, Santa María y
San Pedro, se repartían lo más del vecindario y las otras cuatro, Santiago y San Miguel al
este, San Antolín y San Juan al sur, eran más bien marginales.
Santa María era la más antigua, matriz y cabeza del arciprestazgo. Poseía la torre
más alta, con el reloj de la villa regulando el trabajo, la primera campana en las fiestas, y
la salida de las procesiones. San Pedro tenía la mitad de clero y raciones. A San Miguel
acudían labriegos y pastores. La parroquia de Santiago tenía el número de tierras sufi-
ciente para mantener a su clerecía y en ella se reunían los caballeros e hijosdalgos. Estaba
cercana de la Sinagoga, al barrio de la Judería. La iglesia de San Juan era sede del co-
mún, los pecheros y en San Antolín se reunía el Consistorio, a campana repicada según
uso y costumbre, hasta 1511.
La religiosidad de los vecinos se puede contemplar a la luz de los patronos. La pa-
rroquia de Santa María estaba consagrada a la Virgen. En San Antolín se rendía culto a
455 MESAS REDONDAS

este santo diácono que tuvo en Castilla un gran predicamento y que compartía el retablo
mayor de la iglesia con la Virgen de la Guía, patrona de Tordesillas.
Santa Bárbara era invocada por los labradores cuando salían al campo, para alejar
las tormentas. Se rezaba a San Cristóbal para librarse de la muerte repentina; a San Ro-
que para evitar las enfermedades contagiosas o a Santa Lucía; a San Isidro para garan-
tizar la siembra, la cosecha, la alimentación, o a San Antón o San Antonio Abad como
cuidador de las piaras de cerdos o de los animales domésticos. También había en la villa
cofradías penitenciales, como la de la Vera Cruz, que testimoniaban ese otro aspecto de
la devoción en la calle que representan los días de la Pasión.
Si la parroquia indicaba empadronamiento, (registro de nacimiento, matrimonio y
muerte), el monasterio en cambio es compañía de los que se refugian en el claustro con
intención devocional. A Tordesillas acuden frailes con celda abierta, que pasan la vida en
la plaza, en la calle, entre el pueblo, mientras que en Santa Clara se recoge la clase regia.
Además del Monasterio de Santa Clara había en Tordesillas tres Conventos: El de San
Juan Bautista de Jerusalén, el de San Francisco y el de Santo Tomás, de la orden de
los dominicos.
Y junto a las Iglesias sabemos que había numerosas ermitas extramuros. Anton van
den Wyngaerde reflejó en su dibujo de Tordesillas tres: Santa Marina, San Cristóbal
y la del Cristo de las Batallas. Doña Juana pudo conocer también la ermita de San Vi-
cente y la de Nuestra Señora de las Angustias. La principal ermita de la localidad, el
santuario de la Virgen de la Peña, patrona de villa y tierra, que data del siglo XVII,
parece ser que se construyó sobre un anterior edificio existente en el siglo XVI. De otras
sólo tenemos datos de sus nombres: Nuestra Señora del Arenal, San Roque, San Lázaro,
Santa Cecilia, San Sebastián...
En Tordesillas había tres hospitales. El más importante, el de Mater Dei, se transfor-
mó considerablemente en tiempos de la reina Juana I. Sobre las casas que cediera la in-
fanta Beatriz, hija del rey don Dionis de Portugal, se levantó una iglesia y se dispusieron
los edificios alrededor de un claustro. Se reconstruyó la primitiva iglesia, destruida como
consecuencia de un incendio y se modificó el claustro original.
Próximo a la iglesia de Santa María estaba el Hospital de Peregrinos, regido por una
cofradía compuesta por doce caballeros seglares y cinco eclesiásticos.
El tercer establecimiento benéfico, el Hospital de la Misericordia, hoy desapareci-
do, funcionaba como tal en época de doña Juana, y en él se internaron los heridos después
de que las tropas imperiales entraran en la villa en la Guerra de las Comunidades.
El vivir diario de los tordesillanos pasaba por las coordenadas inevitables de naci-
miento y muerte, entre los que se intercalan la boda, el trabajo, la diversión y la oración.
Un número importante de la población se acogía a la vida religiosa; la mayoría se despo-
saba y la soltería era muy poco frecuente.
Señala José Luis Alonso Ponga que, entre todas las diversiones, sobresalen en Tor-
desillas, las fiestas de toros.
TORDESILLAS EN LA ÉPOCA DE LA REINA JUANA I 456

En el siglo XVI tiene mucha importancia el toreo ecuestre que se practica en las vis-
tas reales. Esto sucede en las de Felipe el Hermoso y Juana la Loca en 1502 y 1506. Hay
una suerte de lanzada a pie muy celebrada por el público, consistente en “aguardar la
cometida del cornúpeta un peón, rodilla en tierra, en que el valor de una parte y la co-
dicia de otra movían a ejecutarla... “ que lógicamente no era practicada por los nobles,
sino por sus lacayos.
También sabemos que se practicaban alanceos, desjarretes, toros estoqueados, co-
rridas con dogal, embolados y despeñamientos de toros, y además de los juegos de
toros con motivo de las visitas reales, era costumbre celebrar con estos festejos la elec-
ción de mayordomos de las cofradías. Precisamente con motivo del nombramiento de
uno perteneciente a la del Santísimo Sacramento, en 1664, aparecen por primera vez las
palabras Toro Vega, de Vega o de la Vega.
Como diversiones de caballeros están, junto a los toros, los juegos de cañas, la sorti-
ja, que consiste en insertada en una lanza marchando con el caballo al galope, el juego de
la calva, y la pelota.
“Los labradores - dice Covarrubias - suelen jugar al juego que llaman de la chueca”
para lo que hacen dos equipos iguales y cada uno de ellos defiende una meta entre dos
mojones llamados “pinas o piñas y guardan que los contrarios no les pasen la chueca
por ellas, y sobre esto se dan muchas caidas y golpes”.
Los soldados y gente moza más propensa a juegos de azar, manejan con asiduidad los
naipes y los dados mientras que las niñas juegan a las pitas o tabas.
Hay que destacar, entre las fiestas, una de arraigo durante el siglo XVI: la Maya, que
Rodrigo Caro describe como “fiesta de mozas en la cual de un barrio o calle eligen a la
más agraciada a la que llaman Maya, y colocándola en un trono en torno a ella hacen
fiestas bailes etc, y a los que pasan les piden dinero o algún obsequio”.
En unos versos de comienzos del XVII se describe la costumbre festiva en la que los
labradores forman el cortejo de la maya en Tordesillas: El primero día de mayo / se jun-
taron en su aldea / las mozas de Tordesillas / con pandero y castañetas; / Quieren hacer
una maya, / Y entre todas, suertes echan / y en fin le cupo a Marina / que es serafín de
belleza, / Adornándola de galas, / de joyas y de patenas, / de collarejo y manillas / de co-
rales y de perlas; / Sacándola de la mano, / Al puesto escogido llegan / Y alegres bailan y
cantan / Aquesta siguiente letra: / Esta maya se lleva la flor / que las otras no.
No podemos dejar de mencionar, las carreras de gallos, juego parece ser de carnaval,
que consistía en intentar matar estos animales colgados de una cuerda, pasando por de-
bajo de ellos, a caballo o a pie. Espectáculo que ha pervivido en Tordesillas hasta no hace
muchos años.
Esta panorámica del ayer de Tordesillas se basa en muchos documentos aportados
por un tipo de vida ligado a la Iglesia. Era el marco institucional en que se desenvolvía la
vida. No pocos de los organismos sociales se desarrollaban dentro de las fronteras de lo
eclesiástico.
457 MESAS REDONDAS

Hubiera sido deseable saber algo más ligado a la vida en su aspecto laico. Los dis-
tintos especialistas han reunido elementos, acudiendo a la etnografía y al folklore, pero
el perfil de la villa en aquella época se define, sobre todo, por las torres, campanarios y
espadañas.
459 COMUNICACIONES

Fonética y Fonología

SOBRE LAS HABLAS INSULARES DEL ESPAÑOL ATLÁNTICO.


DATOS Y OBSEVACIONES EN TORNO A LAS CONSONANTES IMPLOSIVAS

Antonio Lorenzo Ramos


Universidad de La Laguna

Las relaciones y similitudes de las hablas canarias con las americanas han sido inten-
sas y son evidentes sobre todo entre las canarias y las antillanas. Eso no quiere decir que
no las haya con las de la Península, sobre todo con las de su mitad occidental, hecho igual-
mente evidente, ya que el surgimiento de la variedad canaria se debe al establecimiento
en las islas de castellanohablantes procedentes en su mayoría de esas regiones peninsu-
lares con vocación atlántica. Pero corresponde en esta ocasión poner proa hacia América
y por eso fijamos nuestra atención en las Antillas, a cuya formación como pueblo y como
comunidad lingüística contribuyeron en buena medida los canarios. Quisiera exponer
aquí, con la brevedad exigida, ciertos hábitos lingüísticos relativos al consonantismo im-
plosivo que registramos en las hablas canarias, los cuales con frecuencia encuentran su
paralelismo en variedades antillanas. Con ello no tratamos de mostrar ningún vínculo de
relación causal sino simplemente señalar ciertas coincidencias en la articulación de las
consonantes que pueden aparecer en el margen posnuclear de la sílaba.
A lo largo de los últimos tres siglos de la Edad Media se produce un cambio sustancial
en la estructura silábica del castellano, pero a partir de entonces, desde la época clásica
hasta hoy, dicha estructura no ha sufrido grandes modificaciones y, si se produce algún
cambio significativo en algunas de sus variedades, se trata de alteraciones que no hacen
sino profundizar en la vía de los cambios iniciales ocurridos en la época medieval aludida.
Desde una situación inicial en la que prácticamente todas las consonantes podían apa-
recer en el margen posnuclear de la sílaba se desemboca en otra, a la altura del Siglo de
Oro, en la que muy pocas consonantes podían cerrar sílaba. En ese momento la sílaba
castellana acaba solamente en vocal y semivocal o en -d, -z, -s, -j, -n, -l, -r. A esta situa-
ción se llega mediante la transformación de la consonante implosiva debido a vocaliza-
ciones, asimilaciones, metátesis, etc.(cabdal, cobdo, setmana, comptar, riepto, etc.) en
el interior de la palabra y, al final de la misma, mediante la supresión de la implosiva o la
adición a ésta de una vocal (quiçab, Lop, grand, duc, Dieg, etc.).
SOBRE LAS HABLAS INSULARES DEL ESPAÑOL ATLÁNTICO 460

En un artículo sobre la estructura silábica el español, Diego Catalán (1989: 77-104)


señala que esta tendencia a reducir el inventario de las consonantes implosivas pondrá
más tarde en peligro a dos de ellas, de modo que ‘si hoy -j y -d aún pueden citarse como
consonantes finales del español, ello se debe, solamente, a la importancia adquirida en la
época moderna por la lengua escrita como modelo de la pronunciación culta’. O sea, que,
en realidad, las consonantes implosivas quedaron reducidas al final de la época clásica a
-z, -s, -n, -l, -r, y en las zonas de seseo a -s, -n, -l, -r, es decir, cuatro consonantes continuas
que se articulan en la zona dentoalveolar, una de ellas oral, otra nasal y dos líquidas.
Las necesidades comunicativas han impuesto siempre a los usuarios de una lengua la
admisión de voces extranjeras. En el español moderno la introducción de voces latinas y
otros extranjerismos ha dado lugar a la aparición de los llamados grupos cultos de con-
sonantes. Por esa vía la lengua escrita ha llegado a admitir nuevas consonantes implosi-
vas, que por lo general son consonantes de las series oclusiva sorda y sonora. Y como la
lengua escrita se toma como modelo de la pronunciación en la enseñanza escolar, hoy
encontramos, sobre todo en el lenguaje culto, articulaciones consonánticas que es preci-
so describir y analizar. En el trabajo que antes citamos, Diego Catalán opina que las nue-
vas consonantes implosivas ‘no se hallan perfectamente integradas en la estructura de la
lengua y que en una descripción fonológica del español es preciso seguir distinguiendo
entre las implosivas tradicionales y las “cultas”.
Así, pues, en este punto debemos decir algo de lo que ha estado ocurriendo en el cas-
tellano moderno en los distintos niveles de lengua, ya que los hechos que se observan en
el lenguaje culto difieren bastante en algunos casos de los que se registran en las hablas
populares. Para Alarcos (1964)’lo tradicional, lo que persiste en el español hablado por
gentes sin deformaciones cultas y académicas es el estado que refleja la lengua hasta
los siglos de oro; muchos fonemas intolerables en el margen postnuclear se eliminaban
cuando penetraban en el español latinismos u otros cultismos en que se presentaban gru-
pos consonánticos bisilábicos, por ejemplo en efeto, dino, etc.’. En ese español hablado,
según este autor, las consonantes con posibilidades funcionales en el margen posnuclear-
se reducen a ‘/d, θ, s, l, r, n/ y escasamente /f/’, reducción aún más acusada en el sistema
meridional, pues ‘los dos fonemas /θ, s/ se reducen a uno solo’.
Ahora bien, los distintos niveles de lengua, al estar siempre en contacto, no pueden
dejar de influirse mutuamente, por lo que no sería de extrañar que muchos hablantes
populares eviten, como dice Catalán, ‘la antigua pronunciación con reducción del gru-
po consonántico (tipo colúna, dotór, ojéto, fúbol ), por considerarla demasiado rústica
o vulgar’. Sin embargo, en algunas regiones la pérdida de las consonantes implosivas
afecta a todos los niveles, como es el caso del español del noroeste peninsular. Observa
Alarcos que en esta zona ‘cuando se intenta conseguir una elocución más de acuerdo con
la norma correcta, el resultado es en muchos casos /θ/ (leztura, direztor), u otro fonema
que hasta puede situarse en posición falsa dentro de la secuencia (ojebto, ojegto)’. En
este mismo sentido Diego Catalán señalaba que los hablantes populares que encontraban
vulgar la reducción del grupo consonántico suelen ‘introducir una de las consonantes
implosivas tradicionales (doztór, fúrbol) o una consonante neutra (ojécto, colúgna)’.
461 COMUNICACIONES

También Julio Fernández Sevilla (2000: 207-234) indica en relación con los grupos
cultos que éstos suelen aparecer ‘en vocablos también de carácter culto, lo que facilita su
conservación’; pero añade que en ocasiones dichos grupos consonánticos ‘aparecen en
voces que por uno u otro motivo gozan de vitalidad incluso en el habla popular’, como
ocurre con ‘los grupos -kt-, -kθ- en voces como efecto, recta, acción etc.’. Según él, en
las hablas andaluzas el grado de relajación de esta k es tal ‘que deja de percibirse en la
pronunciación o se asimila a la consonante siguiente produciendo una geminación’. Pero
no son éstas las únicas soluciones que registra y para mostrarlo presenta ejemplos como
eférto, eféhto, efeto, rerta, rehta, re:ta.
Piensa también Fernández Sevilla que la consonante implosiva ‘por no ejercer fun-
ción distintiva, tiende a debilitarse y desaparecer’. Añade que ‘en ese proceso -y como
paso intermedio- la k originaria puede ser sustituida por una consonante líquida, por ser
ésta la consonante más próxima a la vocal’. Esta situación andaluza la hace extensible a
‘Canarias y a gran parte de Hispanoamérica’. Sin embargo, señala que en Andalucía no
es frecuente la vocalización de la consonante al contrario de lo que ocurre en muchas zo-
nas de América. En relación con este último fenómeno no menciona a Canarias1.
En relación con lo dicho hasta ahora podrían plantearse ciertas dudas en torno a al-
gunas de las afirmaciones recogidas aquí. En primer lugar, la vocalización de las im-
plosivas en las hablas populares parece contradecir la afirmación acerca de la falta de
funcionalidad de esas consonantes, ya que, de ser así, el resultado más consecuente sería
“la antigua pronunciación con reducción del grupo consonántico”. En segundo lugar, y
en la misma línea, parece débil el argumento de que ‘simplemente el carácter culto de las
voces’ facilite la conservación de los grupos cultos, a pesar de que la consonante implosi-
va no ejerza función distintiva alguna.
En la década de los sesenta del pasado siglo, en “El español en Canarias”, Diego Cata-
lán (1989: 192) afirmaba, en relación con los grupos cultos, que en Lanzarote ‘las formas
arcaicas y vulgares con eliminación de la implosiva extraña a la estructura tradicional
de la sílaba, son muy frecuentes’, pero para Tenerife, añade que junto a estas formas
vulgares conviven otras más cultas. Luego, en “El español de Tenerife” (1989: 216), nos
dice que las formas tradicionales con simplificación de los grupos ‘circulan en el campo
y entre las clases populares ciudadanas, pero a su lado, conviven otras pronunciaciones
“semicultas” en que la implosiva se conserva pero como una “oclusión glotal” inmatiza-
da (esá’to, o’héto, a’solúto, elicó’tero, Conse’sión, e’séna)’.
Sobre estas afirmaciones de Diego Catalán quisiera hacer algunas observaciones y
añadir algunos datos sobre la situación actual en las islas de estos grupos consonánticos.
En primer lugar, la simplificación de los grupos se considera hoy, de manera general,
un vulgarismo que es preciso evitar; pero hay una excepción: la isla de La Palma. Aquí,
hasta ahora, la situación predominante se asemeja mucho a la del noroeste peninsular,
es decir, la pérdida de la implosiva es casi tan frecuente en los ámbitos cultos como en
los populares. Esta solución no puede calificarse en este caso de vulgar, pues, como dice
Alarcos para la mencionada zona peninsular, abarca todos los niveles sociales y se da
‘incluso en gentes de cultura’.
SOBRE LAS HABLAS INSULARES DEL ESPAÑOL ATLÁNTICO 462

En segundo lugar, llama la atención que Catalán no registre en ninguna de las islas
casos de vocalización de la implosiva, fenómeno que hoy está bastante extendido no sólo
en ambientes populares sino también entre gentes de cultura media, tanto que los humo-
ristas suelen utilizar dicho hábito para caracterizar el habla de personajes representativos
de estos sectores de la población.
En tercer lugar, lo que Catalán llama pronunciación “semiculta”, caracterizada por la
realización de la implosiva como oclusiva glotal, presenta hoy gran vitalidad y se regis-
tra en hablantes de los distintos estratos socioculturales. Por otra parte, esta realización
de la implosiva como ‘”oclusión glotal” inmatizada’, en expresión de dicho autor, no
puede dejar de relacionarse con la que más tarde Juan C. Zamora Munné y Jorge M. Gui-
tart (1982: 109) describirán, para el dominio hispanoamericano, como “posteriorización
de obstruyentes posnucleares”, fenómeno general que, según estos autores, incluye ‘la
realización, a veces como velar y a veces como glotal, de /p, t, b, d/’ implosivas.
La sustitución de la consonante implosiva de los grupos cultos por una aspiración ha
sido una de las soluciones ensayadas por las hablas populares isleñas (trahtór, sihnár),
pero no ha prosperado. La causa quizás habría que buscarla en el hecho de que por esta
vía se podrían producir homonimias, algunas de las cuales hasta podrían resultar bastan-
te engorrosas: “llegar a un pacto” podría convertirse en “llegar a un pasto” y, además, en
este caso no cabe el recurso a la pronunciación tradicional eliminando la implosiva, pues
así el resultado sería “llegar a un pato”. Otro tanto ocurriría con expresiones como “trac-
to intestinal”, que por una u otra vía llegaría al trasto o al trato. Como el número de casos
semejantes no es escaso, la falta de funcionalidad de este archifonema consonántico no
parece tan evidente. Es posible que para evitar problemas semejantes a los mencionados
no se registre en las hablas isleñas la sustitución de esas implosivas de los grupos cultos
por una de las consonantes líquidas, otra de las soluciones, que sí se registra en Andalu-
cía, según nos recuerda Fernández Sevilla en el artículo antes citado.
La solución que parece predominar hoy en el habla del archipiélago canario es la vela-
rización, la oclusión glotal que ya señalara Diego Catalán, en las variedades más cultas, y
la vocalización, que es más frecuente en las hablas populares. Pero uno y otro fenómeno
implican de alguna manera un cierto grado de funcionalidad de la consonante implosiva
de los grupos cultos. Más congruente parece ser la solución popular, ya que, a diferencia
de las unidades fónicas que hoy pueden aparecer en el margen posnuclear de la sílaba, la
oclusión glotal no aparece en dicho margen en la sílaba final de la palabra y, en cambio, la
semivocal aparece tanto en posición interior como en posición final, exactamente igual
que las consonantes /s, n, l, r/. Además, la vocalización ha sido una de las soluciones tra-
dicionales para eliminar las consonantes implosivas.
No es indiferente la solución oclusiva de la consonante implosiva de los grupos cultos,
como pudimos comprobar en los ejemplos aducidos más arriba y en otros que podrían
allegarse2. Además, su efecto se deja sentir sobre el entorno del mismo modo que en el
caso de la aspiración implosiva. Así, por ejemplo, las consonantes de la serie sonora /b, d,
y, g/ se realizan oclusivas cuando van precedidas de la oclusión glotal3. Dicho efecto so-
bre las sonoras, por otra parte, no es sólo característico de esta oclusiva glotal, puesto que
463 COMUNICACIONES

también las consonantes de dicha serie tienden a realizarse oclusivas tras las líquidas -l y
-r en hablas insulares como las de Tenerife4, innovadoras, aunque no en el mismo grado
que las de Gran Canaria, donde la aspiración glotalizada provoca igualmente la oclusión
de las sonoras.
Todo esto nos muestra la complejidad de estas cuestiones y la necesidad de indagar
con más detalle lo que está ocurriendo con el consonantismo implosivo. En esta línea in-
tentaremos ahora, aunque sea brevemente, aclarar al menos algo acerca del efecto de las
líquidas sobre las sonoras que acabamos de apuntar.
Es propio de la pronunciación culta castellana, según Navarro Tomás (1965: 104),
que ‘la l final de sílaba, en contacto con t o d siguientes, se asimila también a estas, como
la n, formándose su articulación con la punta de la lengua contra la cara interior de los
incisivos superiores, y no contra los alvéolos, como la l normal’. Pues bien, nosotros,
al describir el habla de una zona del norte de Tenerife5, indicábamos claramente que la l
posnuclear no se asimilaba a la dental prenuclear siguiente sino que ocurría todo lo con-
trario, es decir, que era la dental explosiva la que se asimilaba a la apicoalveolar implosi-
va precedente. Debido a ello, las consonantes dentales /t, d, s, n/ precedidas de l tienden
a realizarse apicoalveolares. La r implosiva produce efectos similares. Por eso hablába-
mos entonces de una variante apicoalveolar de /s/ en el habla insular, algo que por enton-
ces causaba cierta extrañeza. También las líquidas implosivas modifican la articulación
de las consonantes palatales, ya que elevan hacia la zona dentoalveolar el ápice de la
lengua, que en otros contextos está caído a la altura de la cara interior de los incisivos in-
feriores. Pero, además de eso, si las consonantes que siguen a l y r implosivas pertenecen
a la serie sonora, dichas consonantes tienden a realizarse oclusivas.
Estos fenómenos se asemejan a los descritos poco después por Zamora Munné y Gui-
tart (1982: 125-127) para ciertas hablas habaneras. Me refiero a lo que ellos describen
bajo el epígrafe de “neutralización de líquidas por retroflexión”. Ello consiste, según sus
propias palabras, en que ‘la representación fonética tanto de /r/ como de /l/ puede ser una
consonante retrofleja, esto es, un segmento que se articula con la cara inferior de la len-
gua’ adhiriéndola o aproximándola ‘a una zona que podemos llamar posalveolar’.
He dicho hace un momento que los fenómenos de uno y otro lado del Atlántico se
asemejan, no que sean iguales; aunque no cabe duda de que existe entre ellos un claro
paralelismo.Las diferencias están sobre todo en que en el habla de Tenerife la l implosiva
no es retrofleja y, además, en todos los casos se sigue articulando como apicoalveolar
lateral. Las coincidencias las encontramos principalmente en la modificación de la ar-
ticulación de la consonante prenuclear siguiente. Esta cambia su punto de articulación,
convirtiéndose en retrofleja posalveolar en las hablas habaneras y en apicoalveolar en las
hablas canarias pero, además, tanto en unas hablas como en las otras, dicha consonante,
si es sonora, puede realizarse oclusiva. En este último punto puede haber también cierta
divergencia, ya que en las variedades canarias la oclusión tiende a afectar a todas las con-
sonantes de la serie.
En definitiva, en hablas insulares como las de Tenerife, las consonantes de la serie
sonora se realizan como oclusivas no sólo después de nasal sino tras las líquidas y la
SOBRE LAS HABLAS INSULARES DEL ESPAÑOL ATLÁNTICO 464

oclusiva glotal. En las hablas de Gran Canaria podríamos decir que se ha dado un paso
más. Aquí las sonoras pueden resultar oclusivas detrás de todas las unidades consonánti-
cas que pueden aparecer en el margen posnuclear de la sílaba: /K, s, n, l, r/, o dicho de otra
manera, la oclusiva glotal, la aspirada glotal, la nasal y las dos líquidas.
Estos datos para que cobren mayor sentido tenemos que considerarlos en un marco
más amplio. Es necesario describir las distintas realizaciones de cada una de las unidades
de ese pequeño grupo de implosivas y, además, tratar de justificar su uso. Aquí casi no
hemos hecho otra cosa que abordar apresuradamente algunos hechos relacionados con
el uso de las consonantes implosivas de voces de otras lenguas que han estado tratando
de adaptarse al sistema silábico español. Este problema de inmigración no parece tener
una solución fácil ni que ésta sea única. Por otra parte, se trata de un problema endémico,
puesto que es y seguirá siendo necesario el concurso de estas voces para que la lengua lo-
gre mantener su nivel de productividad y pueda de este modo seguir generando riqueza.
465 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

Alarcos Llorach, Emilio. 1964. “Algunas cuestiones fonológicas del español de hoy”,
Presente y futuro de la lengua española, II, pp. 151-161, (OFINES), Madrid.
Catalán, Diego. 1989. El español. Orígenes de su diversidad, Paraninfo, Madrid.
Cuervo, Rufino José. 1954. “Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano”, Obras,
I, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá.
Fernández Sevilla, Julio. 2000. “Los fonemas implosivos en español”, Panorama de la
fonología española actual, ed. Juana Gil Fernández, pp. 207-234, Arco/Libros, Madrid.
Lorenzo Ramos, Antonio. 1976. El habla de Los Silos, Caja General de Ahorros de San-
ta Cruz de Tenerife.
Navarro Tomás, Tomás. 1965. Manual de pronunciación española, CSIC, Madrid.
Zamora Munné, Juan C. y Jorge M. Guitart. 1982. Dialectología hispanoamericana,
Ediciones Almar, Salamanca.
SOBRE LAS HABLAS INSULARES DEL ESPAÑOL ATLÁNTICO 466
467 COMUNICACIONES

NOTAS

1
De acuerdo con lo dicho en los últimos párrafos, y puesto que para algunos hechos se cita a Canarias y para
otros no, como datos para las hablas isleñas, hacemos ahora la siguiente aclaración: En la actualidad es inusual que
‘la k originaria’ sea sustituida por una consonante líquida, como parece ocurrir en Andalucía. La vocalización, en
cambio, no es sólo fenómeno americano, ya que es frecuente en las islas en esas voces cultas que por uno u otro
motivo gozan hoy de vitalidad en el habla popular. Ahora bien, si el proceso de vocalización es común a canarios
y americanos, los resultados no siempre son semejantes. Cuervo (195, pp. 715-716) nos dice que en el habla bo-
gotana ‘la c se vocaliza generalmente en i antes de la combinación ci, si (acción>aición...)’, pero que ‘antes de t se
vocaliza por regla general en u (acto>auto...)’. En Canarias, en cambio, no se produce la vocalización en u en estos
casos; tampoco, al contrario que en Colombia, ‘la p se vocaliza en u (cápsula>cáusula...)’. En nuestras hablas in-
sulares, en caso de vocalizarse la implosiva, lo hace de manera general en i: eleiciones, aproisimado, esaitamente,
preceito.
2
Por ejemplo, reptar/restar, acta/asta, secta/sexta etc. También en casos como sección/sesión, lección/lesión,
que en nuestras hablas seseantes se pronunciarían igual si se eliminara la implosiva, es la glotalización de ésta
(se’sión) o su vocalización (seisión) lo que mantiene distintas dichas parejas de palabras. Hay que recordar que
en estos últimos casos no es posible la aspiración de la implosiva, ya que ante las consonantes de la serie fricativa
sorda desaparece la aspiración glotal (descenter>desender, desfilar>defilar)
3
Así, en rugby>rú’bi, Bagdad>Ba’dá, súbdito>sú’dito, subyugar>su’ŷugár, subgrupo>su’grupo,
afgano>a’gáno.
4
En voces o expresiones como albino, carbón, caldo, cardón, el yugo, por yanqui, el guelfo, vergasta.
5
Vid. Antonio Lorenzo (1976: 47-61)
469 COMUNICACIONES

Fonética y Fonología

EL HABLA DESLIGADA DEL ESPAÑOL DEL CARIBE

José Ignacio Puebla Gutiérrez y Alfonso Gordaliza Ramos


Universidad de Valladolid

La presente comunicación pretende ahondar en la búsqueda de rasgos prosódicos co-


munes del español caribeño.
Hace años, el primer autor intentó estudiar la entonación colombiana (1991), pero en
aquel momento carecía de medios instrumentales y el estudio fue “impresionístico”. En
ese momento describió la entonación colombiana como aquella que mantenía un ritmo
muy constante del F0. Este fluctuaba en dos niveles casi constantes separados por des-
nivel promedio de 3 semitonos. Pero la entonación no se agota con el estudio del F0 sino
que contiene una serie de fenómenos tan complejos, que requieren la acción conjunta de
un oído adiestrado y de máquinas o analizadores de habla.

Metodología
Variables prosódicas estudiadas.
A menudo los especialistas han tratado de describir la prosodia exclusivamente a tra-
vés de los contornos de F0. Esta es quizá una causa que explica la escasez de resultados.
En la prosodia, además de las variables F0, Energía y duración, entran factores como los
silencios que junto con la duración silábica conformarán un ritmo.
En esta ocasión hemos decidido estudiar los silencios en el interior de los grupos fónicos.
Área de estudio.
Empezaremos con una reflexión sobre la metodología de la investigación dialectal
de la entonación. Especialistas de diferentes latitudes y a lo largo de mucho tiempo, han
intentado describir prosódicamente localidades, zonas más o menos amplias, regiones
y hasta países enteros. Un ejemplo de descripción de un país completo, sería el caso de
Méjico. Matluck (1965:31) llegó a describir la mejicana a través del recurso prosódico
de la suspensión del F0 en la última sílaba.
EL HABLA DESLIGADA DEL ESPAÑOL DEL CARIBE 470

El investigador podría decidir buscar y buscar diferencias prosódicas entre localida-


des incluso dentro del mismo valle. A nuestro entender, este punto de vista puede des-
enfocar la metodología del trabajo de campo y además, si se llevara a rajatabla haría
impracticable cualquier estudio lingüístico que intente abarcar una zona amplia. Final-
mente, aunque fuera posible, desde el punto de vista científico no parece lo mejor.
De la misma forma que los meteorólogos tienden redes amplísimas para detectar bo-
rrascas o anticiclones que llegan a cubrir extensas zonas, así quizá habría que proceder
en una primera aproximación con las entonaciones regionales.
No pretendemos, por supuesto, querer decir que los rasgos prosódicos de los países
estudiados sean los mismos. Algo nos gusta a todos los seres humanos es exagerar las
diferencias, recrearnos en las características diferenciales. Pero la labor del investigador
que busca nexos, puentes, rasgos comunes debería ser la antecedente, la labor primera.
Para este estudio, hemos partido de tres países: Colombia, Méjico y Venezuela. A su
vez, comparo los datos obtenidos con los de una informante de Castilla y León (España).
Presento finalmente datos referentes al español peninsular.

Corpus
- He partido de la grabación en vídeo de un capítulo del culebrón “Rebeca” (produc-
ción USA-Venezuela, grabada en Miami, 2003). El vídeo (en torno a una hora) permite
poder contar con la expresión no verbal (gestos, interacciones, etc.) que puede siempre
aportar información. Este capítulo se emitió en España el día 22-7-04 por TV1.
Posteriormente se hizo una grabación en DAT.
En este capítulo participan actores y actrices pertenecientes a tres países: México,
Cuba y Venezuela.
Este es el elenco de actores grabados por países. En la segunda línea viene el nombre
del papel que representan.
471 COMUNICACIONES

- También hemos partido de unas grabaciones de Radio. Con motivo de la Vuelta Ci-
clista a España de 1989, el primer autor se dirigió un día a Salamanca coincidiendo con
un final de etapa en dicha ciudad. Se presentó en la cabina de RCN (Radio Colombia Na-
cional) que junto con Radio Caracol eran dos cadenas que Colombia había desplazado
para seguir a sus “pedalistas”. Allí pudo hacer grabaciones no sin dificultades (demasia-
do ruido, voz de retorno, etc.). En este trabajo hemos partido de las grabaciones de cinco
periodistas, un mecánico y de una modelo, Sandra Murcia.
- Para poder comparar el habla del caribe con la del español peninsular, mandamos
leer a una informante de Castilla y León los mismos grupos fónicos al tiempo que hacía
una grabación digital.
- También hemos partido de grabaciones que hice en su momento para mi tesis doc-
toral (1996). En aquel momento decidimos realizar grabaciones diarias a lo largo de una
semana. Seleccionamos los telediarios o programas informativos similares. Estas fueron
las grabaciones: TV1: Telediario 1; Antena 3: Noticias; Tele 5: Entre hoy y mañana; Ca-
nal +: Redacción Noticias; La 2: Telediario 2. Dado que el material tiende al infinito se
impone un cuidadoso método de selección de la muestra.
Las grabaciones son casi todas correspondientes a entrevistas entre periodistas y pro-
fesionales de distintos campos. Habitualmente los canales en este tipo de informativos
seleccionan mucho el material que se emite y así es frecuente en los informativos escu-
char muchas entrevistas de breve o muy breve duración. Hemos estudiado fundamental-
mente estas respuestas de los profesionales que representan emisiones de habla oral (no
habla escrita leída) muy próximas al habla espontánea lo cual se aprecia por la multitud
de rectificaciones, pequeñas imprecisiones, cambios de orden, etc., propios del habla
espontánea o natural.
Número de informantes. Hemos estudiado todos los sujetos que fueron entrevistados.
Excepcionalmente hemos excluido dos hablantes que estaban muy alejados del habla
estándar y que podríamos decir que pertenecen al estrato sociocultural bajo. Para este
estudio hemos seleccionado a 18 informantes. Parto de un breve fragmento de habla se-
miespontánea.
Las grabaciones se hicieron con un DAT (Digital Audio Tape) de SONY TCD-D3 y
con un micrófono digital.

Estudios entonativos
Los datos acústicos que se presentan se han realizado con el analizador Praat diseñado
por el Laboratorio de Fonética de la Facultad de Letras de la Universidad de Amsterdam.
Las sílabas se han etiquetado.

Ritmo
El Ritmo es uno de los factores, aunque no el único, que más definen la entonación
caribeña. Pero a su vez, decir que una lengua es rítmica, no es decir mucho, porque hay
muchos elementos capaces de aportarlo. Todos los rasgos prosódicos del habla caribe-
ña que hemos seleccionado, salvo el último, aportan Ritmo:
EL HABLA DESLIGADA DEL ESPAÑOL DEL CARIBE 472

- Habla entrecortada o desligada.


- Agrupación constante en grupos de dos o tres sílabas.
- Presencia de un ritmo constante: 3/4, 4/4, 5/4
- Fenómenos de compresión / dilatación. Toledo ha estudiado estos fenómenos
(1988,1994).
- Serie de sílabas seguidas con similar F0, Duración e Intensidad.
- Alargamiento con mantenimiento de F0 en la última sílaba (solo para mejicanos).
En este trabajo me referiré exclusivamente al primer apartado.

Estudio de silencios.
- Se trata de un estudio de habla que quiere comparar el número de pausas (por peque-
ñas que sean) del español de cuatro países: Colombia (7 informantes), Méjico (6), Vene-
zuela (10), España (18). Algunos informantes tienen varias frases.
- Hemos elaborado hojas Excel. En cada una se comparan el número de pausas de
cada país con el de España. Cada frase (grupo fónico) de un hispano, ha sido recitada y
grabada por una castellana (España). Hemos comparado el número de sílabas ligadas.
Cuando no se unen, hay pausa.
- Durante meses hemos comparado entre los informantes hispanoamericanos y la in-
formante española, las duraciones temporales de los silencios entre sílabas y, también, el
total de silencios dentro de grupo fónico. Hemos buscado diferencias significativas pero
no las hemos obtenido. Por otra parte, esta labor es agotadora.
- El objetivo es verificar la hipótesis de que el habla caribeña tiene muchas más pausas
que la del español peninsular; es decir, es mucho más entrecortada.
- Otro objetivo, si se puede, sería el de estratificar los países por el número de pausas.
Aquí el problema es que las frases de los venezolanos son distintas de, por ejemplo, los
mejicanos, colombianos y españoles.
- Para decidir si existe pausa o nos hemos basado en los espectrogramas. Allí, bus-
comos cortes en la sonoridad y si los encontramos, los computamos como pausas. Las
nasales implosivas suelen servir de puente de sonoridad entre las vocales de diferentes
sílabas. Si no vemos corte de sonoridad no contamos pausa.
- Cuento la sinalefa como una sola sílaba. Muy a menudo se unen vocales abiertas
final de sílaba con otras abiertas de la siguiente palabra.
- Consideramos pausa si veo corte aunque este sea breve. No obstante me he fijado un
límite en torno a 20 milisegundos.
- Hay una serie de factores que favorecen el que las sílabas se junten. Si una palabra
acaba en vocal y la siguiente comienza por vocal (independientemente de que sean abier-
ta o cerradas), entonces hay muchas posibilidades de juntura.
473 COMUNICACIONES

Comparación de datos
En el gráfico 1 puede verse la comparación de una informante mejicana, Maite Embil
(en el papel de Carolina) con el de la informante española que sirve de comparación con
todos los informantes. Las sílabas están etiquetadas y se representa solo la energía. El
grupo fónico “Tanto mi papá como tú” ha sido emitido por Maite con todas las sílabas
aisladas. En cambio, en el caso de la informante española, hay cuatro sílabas unidas de
dos en dos: “to-mi” y co-mo”.
En el gráfico 2 puede verse los mismos grupos fónicos en sus espectrogramas. En el
caso de la informante española no hay discontinuidad en la sonoridad en las sílabas cita-
das anteriormente.

Resultados:
EL HABLA DESLIGADA DEL ESPAÑOL DEL CARIBE 474

La media es de un 49,85 % para Venezuela frente a un 34,53 para la informante de Es-


paña en los mismos grupos fónicos.
La forma de contrastar estadísticamente estas diferencias observadas es la realización
de una prueba por pares el la que se contrasta la hipótesis nula de que no existen diferen-
cias entre el habla de los dos países en cuanto a la separación silábica, frente a la alternati-
va de que existen diferencias favorables al habla venezolana.
Se realiza una prueba t por pares (prueba paramétrica bajo hipótesis de normalidad) y
una prueba de Wilcoxon de los rangos con signo (prueba no paramétrica).
Con ambas se rechaza la hipótesis nula al nivel de significación del 5 %. Concreta-
mente, el p-valor para la primera es 0,047 < 0,05 y para la segunda 0,033 < 0,05.

La media es de un 49,04 % para Méjico frente a un 26,98 para la informante de España


en los mismos grupos fónicos.

p-valores: 0,016 y 0,047


475 COMUNICACIONES

La media es de un 72,28 % para Colombia frente a un 42,1 para la informante de Espa-


ña en los mismos grupos fónicos.
p-valores: 0,001 y 0,011

- Estudio comparativo de las diferencias de las tres hablas hispanoamericanas


respecto al habla española peninsular.
Los datos que se comparan son las diferencias de porcentajes de sílabas aisladas entre
cada informante hispanoamericano y su pareja española.
EL HABLA DESLIGADA DEL ESPAÑOL DEL CARIBE 476

Las diferencias que se observan entre los países se pueden estudiar mediante una prue-
ba de Análisis de la Varianza. Si eliminamos el dato extremo del grupo de Venezuela, que
es claramente atípico y rompe la tendencia, las diferencias entre los tres grupos son signi-
ficativas para un nivel de significación del 5 %, con un p-valor igual a 0,0391.
Se ajusta un modelo de regresión lineal entre la variable “Número de sílabas aisladas”
(variable dependiente) y la variable “Total de sílabas del grupo fónico” (variable inde-
pendiente), en presencia de una variable cualitativa, correspondiente a la clasificación
de los informantes por países, que origina cuatro grupos (España, Colombia, Méjico y
Venezuela).
Las diferencias entre los términos independientes resultan no significativas, por lo
que se suprimen del modelo y se ajusta finalmente un modelo con término independiente
común y pendientes diferentes.
El modelo recoge casi un 90 % de la variabilidad (89,21 %), el término independiente
común, 0,566 resulta no significativo, como era de esperar (un grupo fónico de 0 sílabas
tendría obviamente 0 sílabas aisladas). Las pendientes asociadas a cada país son todas
significativas:
COLOMBIA: 0,69 (p-valor = 0,000)
MEJICO: 0,55 (p-valor = 0,023)
VENEZUELA: 0,39 (p-valor = 0,000)
ESPAÑA: 0,31 (p-valor = 0,000)

Explicación: El número de sílabas aisladas es proporcional a la extensión del grupo


fónico en los cuatro casos, con constantes de proporcionalidad diferentes según los paí-
ses. El estudio concuerda con el anterior.

- Comportamiento en español estándar


Dado que una informante no puede representar el habla de un país, para este estudio
he partido de 23 informantes. El porcentaje de sílabas aisladas ha sido del 33,44%.
477 COMUNICACIONES

Extensión y origen del desligamiento.


En cuanto al posible origen indígena de la entonación del español de América, hay
defensores y detractores.
Beatriz Fontanella (1992:31) dice que: “La afirmación del origen indígena de las en-
tonaciones regionales constituye un lugar común en la lingüística hispanoamericana del
que participan, entre otros, Malmberg, Ángel Rosenblat, Marcos Morínigo, Berta Vidal
de Batín y el propio Amado Alonso.”
Juan Manuel Sosa (1999: 243-5) sobre el mismo tema, divide a los investigadores en
dos grupos. A favor de la influencia indígena cita a Rosenblat, Ignacio Alcocer, Zamora
Vicente y Lapesa. El otro grupo de investigadores, o bien está en desacuerdo, o bien, no
lo ve claro. Según Sosa, en este grupo estarían: Lope Blanch, Fontanella, Lipski y López
Morales.
Es curioso ver que investigadores que no dan mucho crédito a las teorías sustratís-
ticas, como Amado Alonso, en el terreno de la entonación, apuestan claramente por el
sustrato indígena.
Personalmente desconocemos las entonaciones indígenas y, de este modo, es difícil
defender el origen indígena de la entonación. Pero no es menos cierto que dichas entona-
ciones tienen que tener un origen o una causa y en nuestra opinión España no es el origen
de estas entonaciones.
En cuanto a la extensión del desligamiento, hemos propuesto en este trabajo: Colom-
bia, Méjico y Venezuela. Esto no quiere decir que este fenómeno se restrinja a estos paí-
ses. De hecho, creemos, aunque no hemos hecho estudios, que el desligamiento alcanza
otros países caribeños e incluso otros más meridionales como puede ser el caso de Perú.
EL HABLA DESLIGADA DEL ESPAÑOL DEL CARIBE 478

Conclusiones:
- El español de los países caribeños analizados tiende a desligar las sílabas mucho más
que el español peninsular. En el anexo puede observarse un ejemplo.
- El país con mayor porcentaje de sílabas aisladas es Colombia seguida de Méjico.
- Venezuela y Méjico tienen valores porcentuales semejantes pero por comparación
con la informante española, los grupos fónicos de Méjico son más proclives a la unión de
sílabas.
- Para el español peninsular hemos obtenido un porcentaje de sílabas aisladas del
33,44 %
479 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

B. FONTANELLA (1992): “El español de América”, Madrid, Mapfre.


J. MUTLUCK (1965): “Entonación hispánica”, Anuario de Letras V, México, UNAM.
J. I. PUEBLA (1991): “Rasgos prosódicos en el lenguaje colombiano del ciclismo”,
Actas del III Congreso de El español de América, Valladolid, págs. 423-34.
J. I. PUEBLA (1995): “Entonación del español estándar”, Actas del XI Congreso Na-
cional de Lingüística Aplicada, Valladolid, 635-43.
J. M. SOSA (1999): La entonación del español, Madrid, Cátedra.
A. TOLEDO (1988): El ritmo en el español, Madrid, Gredos.
A. TOLEDO, (1994): “Compresión rítmica en el español caribeño: habla espontánea”
en Estudios de Fonética Experimental VI, 187-217 Barcelona, PPU.
481 COMUNICACIONES

Gramática

ANDRÉS BELLO Y LAS EDICIONES DE LA GRAE


DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX

Alberto Hernando García-Cervigón


(Universidad Rey Juan Carlos)

Introducción
La publicación de la Gramática de la lengua castellana de A. Bello marca uno de los
hitos más importantes de nuestra tradición. Tanto es así que en el prólogo de la edición de
1854 de la GRAE se le dedica al gramático venezolano, junto con V. Salvá, un recuerdo
muy honroso:
“varios autores, entre los cuales merecen recuerdo muy honroso el difunto D. Vicente
Salvá y el venezolano Don Andrés Bello, actual Rector de la Universidad de Santiago de
Chile, han dado á la prensa Gramáticas de nuestro idioma, ya extensas ya compendiadas,
que la Academia ha tenido presentes al ordenar esta nueva publicacion de la suya, valién-
dose de ellas en lo que ha juzgado oportuno, como los citados escritores y otros se han
servido de la Gramática, Ortografía y Diccionario de la Academia” (1854: V).
Sin embargo, al analizarse con detenimiento las aportaciones más relevantes de la
doctrina gramatical de A. Bello y compararlas con las de la citada edición de la GRAE, se
observa que su seguimiento no fue el que a la luz de la afirmación reproducida más arriba
se hubiese esperado, pues entre ésta y la del venezolano se advierten diferencias profun-
das, tanto desde el punto de vista doctrinal como metodológico1.
Los miembros de la Corporación sentían un evidente respeto por A. Bello y admiraban
su clarividencia en materia lingüística. Prueba de ello es que la Prosodia del venezolano
fue tomada como punto de referencia por los Académicos, quienes la alabaron y tomaron
la determinación de pedirle permiso para reimprimirla, y, con las modificaciones oportu-
nas, llenar el vacío que tenía la Real Academia en este terreno2.
No obstante, en lo tocante a la Gramática, un excesivo apego a la tradición hizo que
las innovaciones conceptuales, teóricas y metodológicas del venezolano no fuesen in-
cluidas en la edición de 1854 de la GRAE. Todo apunta, pues, a que, dado el prestigio del
ANDRÉS BELLO Y LAS EDICIONES DE LA GRAE DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX 482

que gozaba el texto gramatical de A. Bello, la Real Academia Española utilizara el nom-
bre de este autor en el prólogo “para respaldar la nueva edición de su gramática” (Garrido
Vílchez, 2002: 177).
La influencia de A. Bello en la GRAE, como hemos podido comprobar mediante
la consulta de todas las ediciones posteriores de la GRAE y de los documentos y actas
académicas, se va incrementando con el tiempo, “como si la presencia viva de su autor
hubiera suscitado las aprensiones de la Corporación” (Lázaro Mora, 1981: 129), hasta
culminar en las ediciones de 1911 y 19173, en las que se registran abundantes materia-
les que, sin modificar sustancialmente los supuestos lógico-semánticos adoptados por la
Corporación, los enriquecen o matizan, especialmente en la Analogía. Con anterioridad
a estas fechas, de la Gramática de A. Bello se habían tomado sobre todo datos para per-
feccionar las listas de ejemplos y excepciones propuestas por la Real Academia Españo-
la en su Gramática a la hora de regular el uso idiomático.
Es preciso advertir que las aportaciones bellistas incorporadas en las ediciones del
siglo XX pudieron deberse no solo a la consulta directa de la obra de este gramático, sino
también a las de otros autores de reconocido prestigio, quienes se sirvieron de sus ideas
para la elaboración de sus propias teorías, como el Académico de Número E. Benot.
Según F. A. Lázaro Mora, la edición de 1920 de la GRAE es “la más bellista de cuantas
ha publicado la Academia” (1981: 129). Sin embargo, la mayor parte de las modificacio-
nes efectuadas en esta edición se habían llevado a cabo en la de 19174. En ella, las de ma-
yor relieve se efectuaron en el terreno de la Sintaxis, principalmente en el “método y plan
de exposición de la doctrina sintáctica, y hasta la forma misma de esa exposición, que en
la edición presente es más lógica, más razonada que en las anteriores”5 (1917: VI).
Esta parte de la Gramática ya no se estructurará en torno a la concordancia, régimen
y construcción, sino que se centrará, en primer lugar, en los componentes de la oración
simple, así como en los oficios y complementos de las partes de la oración, para pasar
posteriormente al de la compuesta, distinguiéndose dos grandes tipos, el de las coor-
dinadas6 y el de las subordinadas, y, dentro de éstas, el de las adjetivas, sustantivas y
adverbiales, distribución que con anterioridad había sido llevada a cabo, en parte o en su
totalidad, por algunos gramáticos como Blanco, Benot, Hermosilla Rodríguez, Tamayo,
y Cejador y Frauca, entre otros (Calero Vaquera, 1986: 261).
En el terreno de la Analogía también se produjeron ciertos cambios de envergadura7,
como la alteración en el orden del tratamiento dado al artículo, al que, desde la edición de
1796 se le había concedido prioridad en su estudio; la inclusión del adverbio, la preposi-
ción, la conjunción y la interjección dentro de un apartado nuevo, denominado de forma
genérica De las palabras invariables; o la exposición de forma esquemática de los capí-
tulos dedicados a la preposición y la conjunción, cuyo estudio se remite a la Sintaxis. Co-
mo hace notar M. Iglesias Bango, La influencia de A. Bello en esta edición de la GRAE
se observa fundamentalmente “en la analogía o en temas que se reubicaron en la sintaxis
con la nueva reordenación” (2001: 580).
A este respecto, hemos de advertir que gran parte de los cambios efectuados en la Ana-
logía de esta edición ya se venían incluyendo, sin modificación alguna, con pequeñas
483 COMUNICACIONES

variantes, o simplemente esbozando, desde una edición que ha pasado desapercibida en


la mayor parte de los estudios que han versado sobre la Gramática de la Real Academia
Española, la de 1911, pues contiene una advertencia que no se reproducirá en reimpre-
siones posteriores. Por ello, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la Analogía
de la edición de 1911 debe mucho, como tendremos ocasión de comprobar más adelante,
a A. Bello.
Allí se indica que en esta nueva edición de la Gramática, “la Academia ha creído ne-
cesario hacer en ella correcciones, limitándonos por ahora a aquellas que no alteran, sino
rara vez, el plan y disposición antiguos de la obra, y rehaciendo sólo las partes que el
transcurso del tiempo había dejado necesitadas de reforma” (1911: 3), y que “se han co-
rregido bastantes definiciones; se ha rectificado la manera de analizar algunas palabras y
frases” (1911: 3). Al final de la advertencia se adelanta que “otras reformas de más tras-
cendencia se propone hacer la academia en ediciones sucesivas” (1911: 3).

El Artículo
A. Bello no concibe el artículo como una clase de palabras funcionalmente autónoma8.
Teniendo en cuenta que diacrónicamente el y él proceden del demostrativo ille, interpreta
estos dos signos como una misma unidad perteneciente a la categoría del adjetivo, en la
que otros elementos, como este, ese y aquel, poseen dos formas, una átona y otra tónica,
aspecto en el que no fue seguido por la Real Academia Española en su Gramática.
El gramático venezolano fija como criterio distintivo entre el y un el hecho de que
el objeto sea conocido o no por el hablante. Con ello viene a completar la doctrina de lo
consabido esbozada ya por G. Correas en nuestra tradición. Añadiendo el artículo defini-
do a un sustantivo, subraya que “damos a entender que el objeto es determinado, esto es,
consabido de la persona a quien hablamos, la cual, por consiguiente, oyendo el artículo,
mira, por decirlo así, en su mente al objeto que se le señala” (1988: § 267).
Esta clase de artículo, a su juicio, “señala ideas; ideas determinadas, consabidas del
oyente o lector; ideas que se suponen y se señalan en el entendimiento de la persona a
quien dirigimos la palabra” (1988: § 267). Por lo que respecta al artículo indefinido,
manifiesta que “se le da este título siempre que se emplea para significar que se trata de
objeto u objetos indefinidos, esto es, no consabidos de la persona o personas a quienes
hablamos” (1988: § 190).
La doctrina del artículo recogida en la edición de 1854 de la Gramática de la Real
Academia Española camina por derroteros diferentes a la de A. Bello. En la edición de
1911, se opera un cambio de rumbo y se adoptan sus ideas sobre el artículo. La definición
de esta parte de la oración, que no había experimentado variación alguna desde la de
18709, se basa ahora en su función determinativa en combinación con la doctrina de lo
consabido de A. Bello, reformulada e influida muy probablemente por la huella dejada
en la Real Academia Española por E. Benot (1910):
“El artículo es una parte de la oración que sirve principalmente para circunscribir la
extensión en que ha de tomarse el nombre al cual se antepone, haciendo que éste, en vez
ANDRÉS BELLO Y LAS EDICIONES DE LA GRAE DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX 484

de abarcar toda la clase de objetos a que es aplicable, exprese tan sólo aquel objeto deter-
minado ya conocido del que habla y del que escucha. Al decir dame libros, no se determi-
na cuáles; pero cuando se dice dame los libros, el artículo los expresa que se piden ciertos
libros consabidos, de que se ha tratado antes”10 (1911: 52).
En la misma dirección se afirma que el artículo indeterminado es el que “designa un
objeto no consabido de aquel a quien se dirige la palabra”11 (1911: 56).

Los Pronombres
A. Bello tampoco incluye los pronombres entre las partes de la oración12. Los estu-
dia en el capítulo XIII como elementos pertenecientes a la categoría del nombre. En su
opinión, son signos de persona gramatical, “nombres que significan primera, segunda
o tercera persona, ya expresen esta sola idea, ya la asocien con otra” (1988: § 229),
motivo por el cual, en sentido estricto, solo podrían ser considerados como tales los
personales.
A diferencia de la Real Academia Española en las ediciones de la Gramática de los
siglos XVIII y XIX, A. Bello no considera que la función exclusiva del pronombre sea la
sustitutiva. Basándose en la teoría de la sustitución en su variante estilística, se pregunta
por qué el pronombre, dada su constitución morfológica y su comportamiento funcional,
en lo que no difiere del nombre, ha podido ser interpretado como una categoría distinta a
la de éste:
“El pronombre, se dirá, tiene una cosa que lo diferencia, que es ponerse en lugar del
nombre para evitar su repetición. Pero tomar el lugar y hacer el oficio del nombre, y esto
no accidentalmente, sino por su naturaleza y por la constitución del lenguaje, ¿no es serlo
verdaderamente?” (1988: § 229, nota IV).
Volviendo al rasgo asignado al pronombre desde antiguo de evitar las repeticiones
fastidiosas, observa que esta misma función la puede desempeñar el nombre apelativo,
del mismo modo que, por otro lado, el hablante, al referirse a sí mismo, normalmente lo
hace con el pronombre yo y no con su nombre propio:
“Ni ponerse en lugar de nombres para evitar repeticiones fastidiosas es tan peculiar
del pronombre que no lo hagan a menudo los nombres apelativos. En una historia de Car-
los V se dirá muchas veces el Emperador para no repetir el nombre propio de aquel prín-
cipe. Por otra parte, el que habla de sí mismo dirá cien veces yo, y acaso no se designará
una sola vez a sí mismo con el nombre que le pusieron sus padrinos: ¿cuál es entonces la
repetición que se trata de evitar” (1988: § 229, nota IV).
En la GRAE, por el contrario, desde la primera edición, el pronombre siempre había
sido definido como sustituto del nombre13. Con posterioridad a la publicación de la Gra-
mática de A. Bello, la Comisión de Gramática de la Real Academia Española, tras mos-
trarse contraria en el Dictamen (1861) a la concepción de esta parte de la oración como
sustituto del nombre, caracteriza a los pronombres, en consonancia con A. Bello14, como
“aquellas palabras ó partes de la oración que expresan las personas que intervienen en el
485 COMUNICACIONES

coloquio” (1861: 6). No obstante, esta propuesta no prosperó en el Seno de la Corpora-


ción en las sesiones académicas de 1861 y, por tanto, no fue incluida en la Gramática.
En la edición de 1911 de la GRAE, una vez caracterizado el pronombre como “una
parte de la oración llamada así porque a veces se emplea en lugar del nombre para evi-
tar la repetición de éste” (1911: 43), se señala, bajo la influencia de V. Salvá y A. Bello,
principalmente, que “designa ora simplemente la persona gramatical que habla (primera
persona), o aquella a quien se habla (segunda persona), o la persona o cosa de que se
habla (tercera persona), ora además alguna circunstancia referente a una de estas tres
personas” (1911: 43).
La definición de la edición de 1917 de la GRAE, continuando con la línea emprendi-
da en la de 1911, es, tal como ya se ha apuntado, la que más debe a A. Bello. En ella se
establece que el pronombre “es la parte de la oración que designa una persona o cosa sin
nombrarla, y denota a la vez las personas gramaticales” (1917: 28), sin tenerse en cuenta
si sustituye o no al nombre.
A. Bello define los pronombres demostrativos como “aquellos de que nos servimos
para mostrar los objetos señalando su situación respecto de determinada persona” (1988:
§ 254), y a renglón seguido añade que “este, esta, estos, estas, denota cercanía del objeto
a la primera persona; ese, esa, esos, esas, cercanía del objeto a la segunda; aquel, aque-
lla, aquellos, aquellas, distancia del objeto respecto de la primera y segunda persona”
(1988: § 254).
En la GRAE, desde la primera edición, estos pronombres son definidos de acuerdo
con su valor deíctico como “aquellos con los quales demostramos, y señalamos alguna
persona, ó cosa” (1771: 42). Tal caracterización no se modificará, en esencia, hasta la de
188015, en la que se añade a lo indicado en las definiciones de las anteriores que con ellos
se designa por el mismo orden que en su relación de proximidad con las personas grama-
ticales “lo que está ó se considera presente ó más próximo, lo menos próximo y lo más
distante” (1880: 56).
Pero será en la de 1911 donde se perciba el eco de las ideas de A. Bello, dado que, por
primera vez en la GRAE, además del inherente y ya clásico señalamiento, se apuntará
la distancia que indican con respecto a la primera y segunda persona gramatical: “son
aquellos con que se muestra un objeto, o varios, entre todos los de su especie, indicando
su proximidad o lejanía respecto de la persona que habla o de aquella a quien se habla”
(1911: 47)16. Esta definición será reproducida con exactitud en las ediciones de 1917 y
1920. Por tanto, la posible influencia de A. Bello debe ser situada en aquella edición, no
en éstas.
En las definiciones de los pronombres posesivos17 de las ediciones de la GRAE de
principios del siglo XX también se advierten concomitancias con la de A. Bello, quien
los había caracterizado como “los que a la idea de persona determinada (esto es, primera,
segunda o tercera) juntan la de posesión, o más bien, pertenencia” (1988: § 248). En la
edición de 1911, de acuerdo con la definición general del pronombre, se hace referencia
a las personas del discurso. De este modo, se indicará que “los pronombres posesivos,
llamados así porque denotan posesión o pertenencia” (1911: 48), sirven para “calificar”
ANDRÉS BELLO Y LAS EDICIONES DE LA GRAE DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX 486

(1911: 48) lo que pertenece a la primera, segunda y tercera persona respectivamente. En


la de 1917, se explica que, “además de designar la persona gramatical, la indican como
poseedora” (1917: 29), concepción que, como puede observarse, se acerca mucho a la de
A. Bello.
Los relativos son concebidos por A. Bello como “los demostrativos que reproducen un
concepto anterior, y sirven especialmente para enlazar una proposición con otra” (1988:
§ 304). Según este autor, el relativo adjetivo que une dos proposiciones, subordinada y
subordinante. “La proposición explicativa se llama incidente, y la de que ésta depende
principal” (1988: § 307).
En la GRAE, los relativos son caracterizados hasta la edición de 190918 por el hecho
de referirse al antecedente. En la de 1911, como hicera A. Bello (y V. Salvá) siguiendo el
modelo de la tradición francesa, se interpretan como elementos anafóricos bifuncionales
que, como las conjunciones, sirven de enlace de la oración subordinada con la principal
y, como los pronombres, desempeñan en aquélla una función.
En esta edición se explica que “son los que además de referirse a persona o cosa de que
antes se ha hecho mención, la cual se llama antecedente, relacionan con éste una oración
secundaria, ora especificativa, ora explicativa” (1911: 48-49). Esta caracterización de
los relativos no tendría, en principio, semejanza directa con la de A. Bello. Sin embargo
las similitudes con las doctrinas de este gramático son evidentes al analizar los valores y
usos del pronombre que.
En la edición de 1911 se distingue, siguiendo muy de cerca a E. Benot en su Arte de
hablar, entre oración incidental o explicativa y oración determinativa o que concreta la
significación del antecedente, comentándose que, en el primer caso, que “va precedido
de coma, significa lo mismo que el cual, la cual, lo cual, los cuales, las cuales, según el
antecedente a que se ajuste” (1988: 49). A. Bello, por su parte, había indicado en su Gra-
mática la importancia que posee la pausa en las oraciones incidentales: “Sucede muchas
veces que en la recitación el sentido especificativo no se distingue del explicativo, sino
por la pausa que suele hacerse en el segundo, y que en la escritura señalamos con una
coma”19 (1911: § 306).

El Verbo
La caracterización del verbo de A. Bello no será seguida en las definiciones de la
GRAE. Pero su huella se observará en determinados puntos doctrinales. Este autor con-
sidera las formas en -ría pertenecientes al indicativo. Teniendo en cuenta sus objeciones
a la costumbre de reunir, de acuerdo con la gramática latina, las formas en -ría, -ra y -se
bajo un mismo epígrafe temporal _aunque esta determinación se consideraba excesiva-
mente radical_, en la edición de 1917 de la GRAE se opta por la solución intermedia de
suprimir dichas formas del subjuntivo y, en lugar de traspasarlas directamente al indi-
cativo, crear el modo potencial, que se añade a los cuatro reconocidos en las anteriores
(indicativo, imperativo, subjuntivo e infinitivo)20.
Por lo que respecta a los tiempos verbales, si las doctrinas de las formas de indica-
tivo no se tuvieron demasiado en cuenta en las ediciones de la GRAE del siglo XIX, su
487 COMUNICACIONES

acercamiento a ellas fue considerable en las de principios del siglo XX, sobre todo en
la explicación de sus valores y usos en la edición de 1917. Este hecho ha sido puesto de
relieve por F. A. Lázaro Mora (1981: 90-98), quien ha señalado, asimismo, el cambio
de orientación experimentado por la Real Academia en este sentido desde la edición de
1911. Únicamente, hay que apuntar que los datos que atribuye a la edición de 1920 se
registran ya en la de 1917.
En la clasificación de los verbos irregulares de la edición de 1917 se tuvo en cuenta,
entre otras, la propuesta por A. Bello21. Para facilitar el aprendizaje, se forman con los
tiempos simples, los únicos que pueden ser irregulares, estos cuatro grupos:
1) Presentes de indicativo, subjuntivo e imperativo.
2) Pretérito imperfecto de indicativo (tiempo en el que sólo son irregulares los verbos
ir y ver).
3) Pretérito indefinido y pretérito y futuro imperfectos de subjuntivo.
4) Futuro imperfecto de indicativo y potencial22.
La Real Academia Española agrupa los verbos irregulares en doce clases. A. Bello los
había distribuido en trece. No obstante, la Docta Institución, que en todo momento se man-
tuvo a su altura, tanto en la edición de 1880 como en la de 1917, según hace notar F. A Lá-
zaro Mora en su análisis de la cuestión basándose en el texto de la de 1920, “no estableció
una similitud exacta entre sus clases de irregulares y las del venezolano”23 (1981: 132).

Conclusiones
De lo expuesto en las páginas precedentes puede concluirse que, si bien la Gramática
de A. Bello ha sido una de las más importantes de nuestra tradición y tras su publicación
fue objeto de admiración de los miembros de la Real Academia Española, hecho que se
manifiesta al dedicarse un honroso recuerdo a su autor en la edición de 1854 de la GRAE,
sus doctrinas no fueron incluidas en ella hasta más de medio siglo después debido a la
actitud prudente de la Corporación en relación con los avances de la ciencia lingüística.
En las ediciones de la GRAE del siglo XX, la influencia del gramático venezolano se
percibe sobre todo en el terreno de la Analogía, concretamente en los aspectos relativos al
artículo, el pronombre y el verbo. Muchas de éstas son deudas directas con dicho autor, pe-
ro algunas son debidas a las obras de otros gramáticos, como el Académico de Número E.
Benot, que bebieron de las doctrinas de A. Bello para la elaboración de las suyas propias.
En este estudio hemos tratado de poner de relieve la importancia de una edición que
ha pasado inadvertida prácticamente en todos los trabajos que se han realizado sobre
la Gramática Académica, la de 1911, ya que con las novedades incluidas en su texto
se inicia la reforma que, completada en la de 1917 con la modificación de la Sintaxis,
concretamente, el plan y método de exposición de la doctrina sintáctica _la Analogía en
aspectos como la definición de algunas partes de la oración como el artículo no varía_ se
completará en la de 1920, pero sólo con la inclusión del capítulo IX de la primera parte,
dedicado a la formación de palabras.
ANDRÉS BELLO Y LAS EDICIONES DE LA GRAE DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX 488
489 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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491 COMUNICACIONES

NOTAS

1
En el prólogo de la edición de 1854, la Docta Institución se muestra en desacuerdo con algunos aspectos teóri-
cos y terminológicos demasiado innovadores, sustentados, entre otros, por A. Bello.
2
En este sentido, en el acta correspondiente a la sesión del 25 de junio de 1852 se lee que
“La Comision encargada de la formacion de la Prosodia dio cuenta del resultado de sus tareas en un luminoso
informe, en el que se hacia presente cuan completo era en esta parte el tratado de nuestro Académico honorario el
Sr. D.n Andrés Bello, el que reimpreso con algunas observaciones llenaria sin duda el vacio que en esta parte hasta
su publicacion se advertia con sentimiento en la literatura española; y que por lo tanto se atrevia á proponer que se
pidiese al Autor correspondiente permiso, manifestandole el grande aprecio que hacía la Academia de su impor-
tantisima publicacion, y se aprobó en todas sus partes este informe acordado se dirija al Sr. Bello la comunicacion
en los terminos propuestos por dicha Comision” (Actas, 25 de junio de 1852).
3
De todas las ediciones de la GRAE que vieron la luz con anterioridad a la publicación del Esbozo (1973) so-
lamente han contado con un proyecto de planta previo las de 1771, 1854, 1870, y 1917 y 1920. La incorporación
de las doctrinas de A. Bello a principios del siglo XX, y no antes, puede ser debida casi con seguridad al talante
discreto de la Corporación, manifestado en las ediciones de 1854, sobre todo, y 1870. Tras la publicación de la
edición de 1854 de la GRAE, en las sesiones de 1861 y 1868, así como en el Dictamen de la Comisión de Gramá-
tica (1861), muchos Académicos se mostraron partidarios de doctrinas y teorías muy novedosas, algunas de las
cuales habían sido sustentadas por A. Bello. Sin embargo, sus autores, dada la responsabilidad moral que presidía
todas sus obras, al ser una Corporación oficial, no vio oportuno recogerlas en la Gramática hasta que el tiempo
no les imprimiese el sello de certeza definitiva. Hacia 1910, la Real Academia Española veía necesaria la mejora
de la GRAE ante los avances de la investigación científica de la época. Por ello, se desvinculó en cierto modo del
peso de la tradición y abrió la puerta a las doctrinas de A. Bello y a novedades -que ya no lo eran tanto- que antes no
habían sido introducidas en la Gramática.
4
La mayor parte de los cambios que se atribuyen con frecuencia a la edición de 1920 en numerosos trabajos de
investigación se habían producido en la de 1917. En la edición de 1920 se incorpora una Advertencia preliminar
que es reproducción casi literal de la incluida en la de 1917, y que será recogida en las de 1924 y 1928. El error pue-
de deberse a que en ésta se le indica al lector que se incorpora la Advertencia de 1920. El texto de las ediciones de
1917 y 1920 es el mismo. En ésta solamente se añade el Capítulo IX de la primera parte, dedicado a la formación de
palabras (composición, derivación y parasíntesis). A su vez, la mayor parte de las modificaciones incluidas en ésta
se habían introducido en el texto académico en las de 1874, 1878, 1880, 1883, 1885, 1904 y 1911, principalmente.
5
En la edición de 1917 de la GRAE, como hiciera A. Bello, los contenidos se ordenan por parágrafos.
6
En esta edición, las oraciones coordinadas, de acuerdo con la índole y naturaleza de la relación que guardan
entre sí, se clasifican en copulativas, disyuntivas, adversativas y correctivas, causales y consecutivas. La inclusión
de la coordinación causal en este grupo, fenómeno poco frecuente en las gramáticas anteriores a esta edición de la
GRAE, responde, como señala M. Iglesias Bango, “a un intento, que también existía en Bello, pero analizado en
otra dirección, de transponer al castellano la distinción que se defendía en las gramáticas latinas entre coordina-
ción y subordinación causal” (2001: 581).
7
En la Advertencia preliminar de la edición de 1917 se indica que en la Analogía, “se han hecho algunas im-
portantes reformas, nada más que algunas, las absolutamente necesarias para aclarar ciertos puntos doctrinales y
ANDRÉS BELLO Y LAS EDICIONES DE LA GRAE DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX 492

para poner en armonía el contenido de esta parte de la GRAMÁTICA con la reforma introducida en la Sintaxis”
(1917: VI).
8
Así, el artículo no se encuentra incluido entre las clases de palabras por sus varios oficios que cita el gramático
venezolano: “Atendiendo ahora a los varios oficios de las palabras en el razonamiento, podemos reducirlas a siete
clases, llamadas Sustantivo, Adjetivo, Verbo, Adverbio, Preposición, Conjunción, Interjección” (1988: § 34).
9
En la edición de 1854 el artículo es definido como “una parte de la oracion, que sirve para determinar el
género y el número de los nombres sustantivos” (1854: 3-4). En esta edición, el papel actualizador del artículo se
considera secundario al ponerse en duda su valor determinativo en todos los contextos. En la de 1870, se mezclan
dos funciones en su caracterización, una de raigambre tradicional, señalar el género y el número, y la sustanti-
vadora, al ser concebido como una parte de la oración que se antepone al nombre para “anunciar su naturaleza y
accidentes, y tambien á toda diccion, y áun á locuciones enteras, para indicar que ejercen en la oracion oficio de
nombres” (1870: 9).
10
Esta definición del artículo será reproducida en los mismos términos en las ediciones de 1917 y 1920, lo que
viene a corroborar la tesis que sostenemos de que los cambios atribuidos normalmente a estas ediciones habían
sido incorporados en otras anteriores, sobre todo en la de 1911.
11
No obstante, en la GRAE a la doctrina de lo consabido de A. Bello se añade que, en ocasiones, “la indeter-
minación está también de parte del que habla” (1911: 52). En esta edición, siguiendo las doctrinas de A. Bello,
pasadas por el tamiz de J. Cejador y Frauca (1907) y E. Benot (1910), se reconoce por primera vez en la GRAE el
papel sustantivador del artículo.
12
Al justificar esta postura, A. Bello destaca el hecho de que, si, desde una perspectiva lógico-semántica, se
acepta que el nombre sustantivo denota los objetos de un modo absoluto con exclusión de sus calidades, las formas
yo y tú no difieren en este sentido de otras como Pedro y Juan:
“Si el nombre sustantivo, como dice una autoridad que acatamos, es el que expresa los objetos de un modo
absoluto, prescindiendo de sus calidades, parece que es preciso dar este título a yo y tú, porque ciertamente señalan
sus objetos de un modo tan absoluto, y con tanta prescindencia de sus cualidades, como Pedro y Juan” (1988: §
229, nota IV).
13
En la GRAE, el pronombre fue definido en todas las ediciones, hasta la de 1916, teniendo en cuenta su con-
dición de vicario del nombre. Si en la de 1771 se concibe como un mero sustituto del nombre (“PRONOMBRE es
una palabra, ó parte de la oracion que se pone en lugar del nombre” [1771: 34]), desde la de 1796, como sustituto
con una función estilística: “parte de la oracion, que se pone algunas veces en ella en lugar del nombre para evitar
su repeticion” (1796: 63). Esta definición del pronombre seguirá siendo reproducida, con ligerísimas modifica-
ciones, hasta la edición de 1909.
14
A. Bello, por su parte, había recibido el influjo de la tradición francesa, sobre todo a través de A. I. Silvestre
de Sacy, seguidor de N. Beauzée. En nuestro país, V. Salvá, en este contexto también, había concebido el pronom-
bre como “un signo que indica las personas que intervienen en la conversación” (1988: 202).
15
En la GRAE, los demostrativos habían sido puestos en relación, desde la edición de 1854, con los adjetivos,
pero sin ser privados de su carácter de pronombres, dado que, si bien suelen calificar al sustantivo, con frecuencia
lo sustituyen. Desde la edición de 1880, bajo la influencia de la tradición francesa, en la línea de V. Salvá y A. Be-
llo, se interpreta que son adjetivos cuando acompañan a un nombre, y pronombres, cuando se construyen solos.
Como puede observarse, en esta caracterización se introduce otra novedad, la de su concepción como deter-
16

minantes de la extensión del sustantivo. Esta práctica, que se venía repitiendo entre los autores de la Gramática
General, penetró en la GRAE probablemente bajo la influencia de E. Benot (1910).
17
Los posesivos son considerados en las sucesivas ediciones de la GRAE como adjetivos, puntualizándose en
la de 1911 que a veces se sustantivan, sobre todo en su forma neutra, y en la de 1917, que, a pesar de poseer este
carácter, son, a la vez, pronombres, tendencia registrada en la Gramática General, seguida por V. Salvá y A. Bello,
a favor de la cual se había mostrado la Corporación en las sesiones de 1861.
18
En las sesiones académicas de 1861 se les reconoce con mayor derecho que a los demostrativos y posesivos
el carácter de pronombres.
493 COMUNICACIONES

19
Para más detalles sobre las similitudes entre la doctrina gramatical de la Real Academia Española sobre el
relativo que y la de A. Bello a principios de siglo, véase Lázaro Mora (1981: 62-66).
20
Esta clasificación, recogida en las ediciones de la GRAE comprendidas entre 1771 y 1916, es la que cuenta
con el más alto índice de frecuencia en la época.
21
Las clases de verbos irregulares se proponen por primera vez en la edición de 1880. En ella ya se advierte
que se han tenido en cuenta, entre otras gramáticas, la de V. Salvá y la de A. Bello, especialmente. El texto de esta
edición de la GRAE sobre el particular se repite prácticamente sin alteraciones hasta la de 1916.
22
En esta misma edición, en nota, se advierte que, fuera de estos grupos, queda el gerundio, cuya irregularidad,
en lo concerniente a las vocales, suele coincidir con las de los tiempos del tercer grupo.
23
En mayor o menor grado, se dan ciertas coincidencias (que se pueden observar en el trabajo de F. A. Lázaro
Mora [1981: 98-109]) entre la primera clase de Bello y la tercera de la Academia; la segunda de Bello y la primera
y segunda de la Academia; la tercera de Bello y la sexta y séptima de la Academia; la cuarta de Bello y la décima de
la Academia; la séptima de Bello y la cuarta de la Academia; la octava de Bello y la duodécima de la Academia; la
novena de Bello y la octava y undécima de la Academia. Las clases quinta, sexta, décima, undécima, duodécima y
“décimatercia” no fueron consideradas como tales por la Academia, que incluyó sus verbos en el grupo de los que
guardan una irregularidad especial.
495 COMUNICACIONES

Gramática

LA CONTROVERSIA SOBRE
LOS TRATAMIENTOS EN EL PERÍODO DE INDEPENDENCIA*

Mª Teresa García Godoy


(Universidad de Granada)

Introducción
En las periodizaciones sobre la historia del español de América, se acude a los proce-
sos de emancipación para distinguir dos etapas: el español de la Colonia y el español de
la Independencia. Entre los lingüistas que se han ocupado de esta cuestión parece existir
acuerdo en señalar el nacimiento de los nuevos países hispanoamericanos como hecho
crucial para la evolución del español ultramarino1, especialmente en lo que atañe a los
procesos de diferenciación lingüística en las entonces llamadas “provincias españolas de
ultramar”. Hechos como la estandarización policéntrica, la castellanización de nuevos
territorios americanos o la aparición de las primeras reflexiones sobre el nacionalismo
lingüístico surcan el ochocientos hispanoamericano y, como sostiene Pedro Sánchez
Méndez, confieren tal singularidad a este siglo que cabe considerarlo, en sí mismo, como
“toda una etapa histórica de la lengua”2.
De los elementos lingüísticos más sensibles a los procesos de cambio sociopolítico
del XIX descuella el sistema de tratamientos. Tal sistema se compone de estructuras lin-
güísticas en las que se conciertan elementos nominales, pronominales y verbales, que
actúan como verdaderos “marcadores lingüísticos de relaciones interpersonales de los
hablantes -donde rigen las dimensiones de poder y solidaridad (Brown y Gilman 1960)-,
y marcadores sintomáticos de identidad individual y grupal, nacional, regional, política,
étnica, de género, etc. Su análisis excede así el marco de lo estrictamente lingüístico para
proyectarse, a partir de esa estrecha correlación con variables históricas, sociales, cul-
turales e ideológicas, en la historia política y cultural del país”3. Son varios los trabajos
dedicados a la evolución del sistema de tratamientos en el siglo XIX, referidos, princi-
palmente, a las modalidades argentina4, uruguaya5 y costarricense6. En ellos, se ofrecen
explicaciones sobre los cambios que experimentan las formas nominales y pronominales
de tratamiento, en los ámbitos familiar y social. Pero poco sabemos, todavía, de cuál es
LA CONTROVERSIA SOBRE LOS TRATAMIENTOS EN EL PERÍODO DE INDEPENDENCIA 496

el sistema de cortesías políticas que usan los independentistas en sus flamantes “oficios
de república”: ¿qué tratamiento adoptan las nuevas autoridades? ¿Con qué fórmulas se
dirigen a la Cámara cuando se inaugura el parlamentarismo hispánico? ¿Cuáles son las
formas de trato que prescriben los constitucionalistas para aludir a los representantes de
los nuevos poderes legislativo, ejecutivo y judicial? El objetivo del presente trabajo es
analizar algunos de los preceptos ideados por los independentistas americanos relativos
a las formas de tratamiento aplicables en el nuevo ámbito administrativo postcolonial.
Igualmente, se persigue determinar la filiación de estas nuevas normas de cortesía con el
canon irradiado desde la metrópoli.

El estilo cortés en el lenguaje de la Administración colonial


Cuando agoniza la Colonia, los hablantes ultramarinos están habituados a que los
diversos aspectos de la vida pública estén regulados por ley: el vestido, el ceremonial
de jura y los tratamientos están muy reglamentados en el discurso oficial. No en vano,
numerosas pragmáticas reales se promulgan en el Antiguo Régimen para establecer los
modelos de cortesía lingüística prescritos para los distintos estamentos. En la legislación
del período clásico destinada al empleo de los tratamientos, se informa del uso estratifi-
cado de las formas más deferentes y se detalla el tipo de honorífico que debe aplicarse,
en virtud del emplazamiento que ocupe en determinados tipos textuales: formas de trato
adecuadas para el saludo y despedida de una representación (‘memorial’), variantes es-
peciales para el sobrescripto de las cartas, etc.7 Así pues, en la Administración colonial
existen unos estereotipos lingüísticos bastante estables que, respecto del destinatario,
designan el máximo nivel de formalidad y asimetría. A poco que analicemos la legis-
lación sobre los tratamientos en el período clásico relativos a las relaciones de poder,
constatamos que los exponentes lingüísticos (tanto vocativos como referenciales) des-
tinados a la comunicación escrita y dirigidos al polo de máxima deferencia estaban muy
normalizados y presentaban poca variación. Por otra parte, las pautas de uso sobre las
cortesías lingüísticas establecidas en las pragmáticas reales ponen de relieve la vigencia
del llamado estilo cortés en las cartas oficiales y en los escritos administrativos.
El estilo cortés, presente en distintas lenguas europeas del período clásico, se caracte-
riza por el uso de artificios retóricos alusivos a la relación de vasallaje8. Dicha relación,
en el género epistolar, se evidencia en las fórmulas de saludo y despedida indicadoras de
máxima pleitesía al destinatario (mi dueño y señor, a los reales pies de S.M., su seguro
servidor que su mano besa, etc.).9 Por lo que respecta a los tratamientos, el estilo cortés
se manifiesta, principalmente, en el subsistema de honoríficos, fórmulas que subrayan la
máxima distancia social del destinatario respecto del emisor. La estructura de los hono-
ríficos se caracteriza por el uso concertado de sustantivos abstractos de carácter reveren-
cial, formas posesivas (su, vuestra) y verbos de tercera persona10: vuestra/su majestad,
vuestra/su alteza, vuestra/su excelencia y vuestra/su señoría son los esquemas de trato
consolidados en el español colonial para dirigirse a las autoridades de mayor rango11. En
los inicios del constitucionalismo hispánico, algunos de los nacientes países apuestan
por el mantenimiento de estos honoríficos y por su aplicación en la práctica parlamenta-
497 COMUNICACIONES

ria. Con intervenciones conscientes, los independentistas elaboran un canon lingüístico


que debe regir en el nuevo orden político y dictan normas prescriptivas que se recogen en
los mismos textos constitucionales12, como veremos a continuación.

La legislación postcolonial sobre el tratamiento


Cuando se inaugura el parlamentarismo hispanoamericano, los constitucionalistas
tienen que determinar los tratamientos aplicables a los nuevos representantes del po-
der, hecho que desencadena una discusión lingüística de gran calado que se refleja en
la prensa13, en los famosos catecismos políticos14, en los memoriales elevados al Con-
greso15, en los diarios de sesiones16 e incluso en los textos constitucionales. En el primer
tercio del XIX, los líderes de la Independencia polemizan sobre la idoneidad lingüística
de los tratamientos vinculados con el Antiguo Régimen, que tenían gran arraigo en las
tradiciones discursivas hispánicas. Por una parte, la eficacia del sistema de honoríficos
les lleva al mantenimiento de las pautas de uso establecidas secularmente por la metró-
poli; por otra, el contenido ideológico de tintes coloniales implícito en estos marcadores
lingüísticos abocó a estas formas a un proceso de desprestigio que aceleró el surgimien-
to de fórmulas innovadoras. Mantenimiento y cambio son las dos posturas lingüísticas
reflejadas en los numerosos artículos constitucionales que se destinan a regular el uso de
los tratamientos. Sirvan de ejemplo los primeros textos constitucionales17 de Argentina,
Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Uruguay y Venezuela18 que se recogen en
la siguiente tabla:
LA CONTROVERSIA SOBRE LOS TRATAMIENTOS EN EL PERÍODO DE INDEPENDENCIA 498
499 COMUNICACIONES

La aplicación de esta normativa constitucional, en algunos casos, fue muy polémica.


El hecho de que determinados formulismos acuñados por el sistema feudal se mantuvie-
ran vivos en el nuevo orden político, desencadenó reacciones contrarias. Tan es así que,
casi simultáneamente a la aparición de los textos constitucionales, se promulgan decre-
tos para matizar o anular las normas constitucionales. Así, el independentista mexicano
Morelos publica, en noviembre de 1813, una proclama en la que adopta el tratamiento de
“Siervo de la Nación”43 y rechaza el de “Altesa Serenísima”44 decretado en ese mismo
mes. Parecidas motivaciones tienen los próceres argentinos cuando publican el conocido
decreto de supresión de honores, con el que se deroga el artículo constitucional sobre el
tratamiento que llevaba en vigor sólo 7 meses. Con este nuevo decreto, los “hombres de
Mayo” justifican por qué han adoptado el mismo tratamiento que los virreyes y rectifi-
can el ámbito de uso del honorífico Excelencia, que ya no recibirán “en toda ocasión”, si-
no sólo en actos de servicio. Del mismo tenor es el decreto promulgado por la República
Federal de Centroamérica el 23 de julio, en el que prohíben los títulos y tratamientos co-
loniales, e incluso la distinción de don. A continuación, se citan, los textos de supresión
de honores elaborados, respectivamente, por argentinos y centroamericanos:
 s verdad que [la Junta] conseqüente á la acta de su erección decretó al Presidente en orden
E
de 28 de mayo los mismos honores que antes se habían dispensado á los virreyes; pero este
fue un sacrificio transitorio de sus propios sentimientos, que consagró al bien general de este
pueblo. La costumbre de ver a los virreyes rodeados de escoltas y condecoraciones habría
hecho desmerecer el concepto de la nueva autoridad, si se presenta desnuda de los mismos
realces [...] el vulgo que solo se conduce por lo que vé se resintiría de que sus representantes
no gozasen el aparato exterior de que habían disfrutado los tiranos [...] Si deseamos que los
pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad. Si me con-
LA CONTROVERSIA SOBRE LOS TRATAMIENTOS EN EL PERÍODO DE INDEPENDENCIA 500

sidero igual a mis conciudadanos, por qué me he de presentar de un modo, que les enseñe,
que son menos que yo? [...] En esta virtud ha acordado la Junta el siguiente reglamento, en
cuya puntual é invariable observancia empeña su palabra, y el ejercicio de todo su poder.
 º) El artículo 8º de la órden de 28 de mayo de 1810, queda revocado y anulado en todas sus
1
partes [...]
 º) Solamente la Junta reunida en actos de etiqueta y ceremonia tendrá los honores militares,
2
escolta y tratamiento que están establecidos (Reglamento sobre despacho y ceremonial en
actos públicos de la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata. 28
de mayo de 1810 (Mallié: 1965: 85).
 onsiderando: que los tratamientos y títulos de distinción son ajenos de un sistema de igual-
C
dad legal, en que los funcionarios y ciudadanos no deben tener otro título que el que sea
propio de las funciones que ejercen, ni más distintivo que el que merezcan por sus virtudes
cívicas, ha tenido a bien decretar y decreta:
 º) Quedan abolidos todos los tratamientos de Majestad, Alteza, Excelencia, Señoría, y de-
1
más que se han usado hasta hoy.
 º) Las autoridades, corporaciones y empleados públicos no se denominarán con otro título
2
que el que diere la ley al destino o empleo que ejerzan.
3º) Queda abolida la distinción del Don. (Decreto de la Asamblea Nacional Constituyente
de 23 de julio de 1823, aboliendo los tratamientos y la distinción del Don, en Gallardo:
1958, 679).

Fórmulas de tratamiento en el primer constitucionalismo hispanoamericano


Las fuentes legales consultadas nos permiten atisbar, en el uso de los tratamientos,
una tendencia a disminuir las cotas de formalidad y asimetría lingüísticas. Entre 1810 y
1861 se aprecia, en el subsistema de tratamientos políticos, un proceso de modernización
que estriba en el paulatino abandono de formas exclusivas para el depositario del poder
absoluto (Majestad, Alteza), en favor de esquemas de trato impersonales que subrayan la
condición cercana y solidaria del nuevo estadista. Pero veamos ahora, siquiera somera-
mente, cuáles son los exponentes lingüísticos que marcan esta trayectoria:
- En primer lugar, llama la atención la presencia de fórmulas monárquicas especiali-
zadas para el tratamiento del Rey y de su sucesor. La elección de una u otra, a veces, está
motivada por el hecho de que en las actas de Independencia se reconozca o no la autori-
dad de Fernando VII: en el primer caso optan por Alteza, en el segundo por Majestad. La
adopción de estos honoríficos parece estar condicionada por el concepto de soberanía. Si
Majestad y Alteza son las fórmulas dispensadas al Soberano y a su heredero, éstas deben
ser también las idóneas para los nuevos representantes de la soberanía nacional. Los tra-
tamientos que ocupan el polo máximo de asimetría y que representan la distancia máxi-
ma en las relaciones de poder son los que, en un primer momento, se consideran más
idóneos para las nuevas instituciones constitucionales. Vuestra Majestad es la fórmula
que adoptan únicamente los mexicanos del Congreso de Chilpancingo, a imitación de
501 COMUNICACIONES

las Cortes de Cádiz. Más éxito tuvo, entre los primeros próceres de la Independencia his-
panoamericana, el honorífico de los príncipes: Alteza (Serenísima) es el tratamiento que
adoptan los constitucionalistas de Cundinamarca y los de Cartagena de Indias en 1812,
es también la fórmula prescrita para el mejicano Morelos en 1814, y la patrocinada por
los argentinos en 1811 y 1819. Pero tanto Majestad como Alteza tuvieron vida efímera en
las modalidades del español americano del ochocientos, ya que su vigencia se limita al
período 1811-1819. El hecho de que, constitucionalmente, los primeros diputados hispa-
noamericanos tuvieran los mismos marcadores lingüísticos que los monarcas absolutos
pronto debió considerarse un esnobismo lingüístico, difícilmente adaptable a la dinámi-
ca de las sesiones parlamentarias.45
- Excelencia. Es el honorífico prescrito en la mayoría de los textos constitucionales
para la máxima autoridad ejecutiva: Argentina (1815-1816), Chile (1811-1822), Colom-
bia (1812), Ecuador (1820), México (1822), Paraguay (1813) y Uruguay (1813). Las
pautas de uso de este honorífico debían ser muy conocidas en todas las modalidades
geográficas del español americano, dado que Vuestra Excelencia es la fórmula destinada
al máximo representante del poder colonial en tierras americanas: el virrey. La vincu-
lación de Vuestra Excelencia con las autoridades virreinales hace que los hablantes de
mayor conciencia lingüística expresen su desacuerdo con este tratamiento, dado que el
valor ideológico asociado a ella la hace incompatible con las ideas igualitarias del nuevo
credo constitucional. Con todo, al menos hasta 1860, este es el honorífico que adoptan
las nuevas autoridades, aunque su valoración peyorativa limita su ámbito de uso exclusi-
vamente a actos oficiales.
- Señor. En el siglo XIX, la forma señor, empleada como vocativo, podía cumplir dos
funciones: a) apelación de respeto entre conocidos y desconocidos, de uso general; b)
apelación reverencial a una alta dignidad, circunscrita al ámbito religioso y a las más
altas esferas administrativas. Este último esquema a duras penas pervivía fosilizado en
las oraciones para dirigirse a la divinidad y en las representaciones que los vasallos di-
rigían al Soberano. Durante siglos, los manuales de cartas misivas informan de que el
tratamiento de los Reyes es Majestad, pero precisan que, en el nivel escrito, al comienzo
de todos los textos que se le dirijan debe aparecer Señor (‘dueño’, ‘soberano’), forma
que se conceptúa como la más ceremoniosa y deferente46. Este es el uso prescrito por
la Constitución de Cundinamarca: “a los miembros o funcionarios de cada uno por se-
parado, oficialmente, el de Señor, por cortesía”. Pero fueron los argentinos los que más
insistieron en mantener este uso administrativo tradicional, como puede comprobarse en
los códigos de 1813, 1816 y 1819. Este intento de habilitar la forma (Soberano/Podero-
so) Señor, como tratamiento oficial de la Cámara, originó una acalorada disputa entre los
detractores y los partidarios de este uso tradicional, en la jornada parlamentaria del 25 de
enero de 1825, que puede seguirse en el diario de sesiones47. Quienes rechazan la forma
Señor como tratamiento al Congreso, destacan el carácter familiar que esta forma ha ido
adquiriendo en la época. Por su parte, los defensores del empleo institucional de Señor
ponen de relieve la rancia estirpe de este uso escrito tan deferente en los textos adminis-
trativos, y defienden su habilitación para la práctica parlamentaria, como había ocurrido
en las Cortes de Cádiz48.
LA CONTROVERSIA SOBRE LOS TRATAMIENTOS EN EL PERÍODO DE INDEPENDENCIA 502

No fueron los argentinos los únicos que intentaron recuperar oficialmente un uso
que estaba agonizando. En efecto, ya a finales del XVIII, algunos nobles residentes en
Santiago de Chile y Lima solicitan a la Chancillería de Granada que se les aplique el
antiguo tratamiento de Señor, cuando comparezcan como litigantes en las Audiencias
americanas49. En resumidas cuentas, todos estos testimonios nos indican que el uso más
administrativo de Señor había sufrido un importante retroceso en el XIX, sobre todo en
el nivel oral.
- Ciudadano. A principios del XIX, el contenido de la voz ciudadano evoluciona de
‘vecino’ hasta ‘miembro de un Estado de Derecho’. Este cambio semántico se atestigua
tanto en la metrópoli50, como en el español rioplatense51 y en el de la Banda Oriental52.
Igualmente se hizo oficial en Venezuela, con la primera constitución de 181153. Con este
cambio de contenido, la voz ciudadano ingresa en el sistema de tratamientos políticos
del español americano y se hace frecuente en la primera década de Independencia, aun-
que pierde actualidad a mediados de siglo y cae en desuso.
- El tratamiento impersonal. El reglamento constitucional mexicano de 1822 dicta
en su artículo 11 que “el tratamiento de la Junta será impersonal”. En 1825, el diputa-
do argentino Agüero propone que, para la práctica parlamentaria, se hable en “términos
impersonales de Congreso”54. En 1861, un decreto argentino ordena que “los diputados
dirijirán la palabra al Presidente, hablando de sus colegas en tercera persona, designán-
dolos por la Provincia en que han sido electos”.
El desgaste que han experimentado los distintos honoríficos en su aplicación parla-
mentaria lleva a algunos congresistas a privilegiar el uso de la tercera persona cortés para
aludir al interlocutor. El uso concertado de verbos de tercera persona con formas nomi-
nales de carácter social (señor, ciudadano) y ocupacional (diputado, presidente) evita
el escollo de utilizar en los debates parlamentarios emblemas de honor que exigen la re-
ferencia genérica a la institución y que, además, son valorados negativamente. El estilo
indirecto y la referencia individual se imponen como recurso parlamentario, al permitir
obviar la controvertida aplicación de honoríficos a destinatarios no cualificados. Así, de
“Señor, Vuestra Alteza debe atender este asunto” (1811) se pasa a “el diputado por Salta
tiene que responderme” (1861).
- Señoría. Los textos constitucionales, casi unánimemente, indican que señoría es
el tratamiento destinado a los miembros del poder judicial. Esta pauta de uso debía
estar muy consolidada en las Audiencias americanas, y hay intentos de transferirla al
flamante parlamentarismo, sobre todo en el Cono Sur. El caso más paradigmático es
el de Chile (1811-1822), aunque existen también testimonios argentinos que apuestan
por habilitar vuestra señoría como fórmula parlamentaria: Gómez: “[para parlamentar]
no correspondería otro que el de vuestra señoría [...] seria ese tratamiento elevado [...]
el uso del país [...] ha hecho bastante común el tratamiento de señoría”.55 Este nuevo
ámbito de aplicación prefigura los usos innovadores de este honorífico en el español
moderno.
503 COMUNICACIONES

Conclusión
A la luz de los textos legales mencionados, podemos sostener que las acciones plani-
ficadoras sobre el tratamiento constituyen una tendencia general en el español atlántico
del primer tercio del XIX. Los independentistas de distintos dominios lingüísticos his-
panomaericanos determinan qué formas de trato deben regir en la nueva era constitucio-
nal, cuando se inaugura el parlamentarismo. Esta nueva necesidad comunicativa pone
al descubierto un proceso de cambio lingüístico, en el que compiten fórmulas de trato
tradicionales y acuñaciones nuevas. La contienda de variantes lingüísticas en la nueva
palestra política, en ocasiones, viene acompañada de valoraciones conscientes que nos
informan del valor ideológico de determinados tratamientos y del grado de prestigio que
van adquiriendo en la vida pública. Por todo ello, considero que este curioso episodio
de la historia del español de América es significativo para estudiar, con perspectiva so-
ciolingüística un cambio “desde arriba” que se proyecta en los procesos de diferencia-
ción lingüística de las diversas modalidades americanas, sobre todo en lo que se refiere
a la modernización del estilo administrativo ultramarino y a la evolución del tratamiento
apelativo en la interacción parlamentaria.
A este respecto, ha de destacarse que los diarios de sesiones constituyen una fuente
privilegiada para estudiar, con perspectiva sociolingüística y pragmática, la evolución
de las segundas personas en el español de América56. La transcripción literal de las in-
tervenciones parlamentarias nos ofrece testimonios reales de oralidad y ejemplos de de-
bate, difícilmente rescatables en otros tipos textuales. Trabajos futuros basados en esta
fuente podrán demostar el grado de vigencia que adquirió la legislación independentista
sobre el tratamiento.
LA CONTROVERSIA SOBRE LOS TRATAMIENTOS EN EL PERÍODO DE INDEPENDENCIA 504
505 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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los de cartas, esquelas, memoriales, etc. Para toda clase de asuntos y objetos. Obra escrita
espresamente para aquellas personas que careciendo de la precisa instrucción, puedan
con su ayuda y sin necesidad de confiar sus secretos á nadie, dirijirse a propios y estraños,
llenando los preceptos generales del buen lenguje y la cortesía..., Barcelona, Imprenta y
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507 COMUNICACIONES

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de la Revolución Francesa, Grupo Editor Latinoamericano, 79-99.
LA CONTROVERSIA SOBRE LOS TRATAMIENTOS EN EL PERÍODO DE INDEPENDENCIA 508
509 COMUNICACIONES

NOTAS

*
Este trabajo se inscribe en el proyecto I+D BFF2003-01206
1
V. Guitarte: 1983, 168; Eberenz : 1991, 102. Cfr. Lodares: 1999, 118-119.
2
Sánchez Méndez (en prensa): 3. Agradezco al autor que me haya proporcionado un ejemplar de este valioso
trabajo.
3
Rigatuso: 2004, 197.
4
Fontanella de Weinberg: 1993. La autora que más trabajos ha dedicado a los tratamientos decimonónicos de
la modalidad bonaerense es Elizabeth Rigatuso, véase, especialmente, Rigatuso: 1992, 1993, 1998 y 2004. Véase
también, para la región del Alto Perú, Ramírez Luengo: 2003.
5
Bertolotti/Coll: 2001.
6
Quesada Pacheco (en prensa).
7
En estos documentos se indica, incluso, el tipo de pena que deberá aplicarse, en caso de incumplir algún pre-
cepto, como puede comprobarse en las pragmáticas promulgadas en 1594, 1600 y 1638.
8
V. Fontanella (1993: 12-13).
9
Los trabajos sobre el estilo cortés en la historia del español están dedicados a la modalidad bonaerense (Fonta-
nella: 1993, 12; Rigatuso: 2004, 2002-2004). En este último trabajo, la autora ofrece un lúcido análisis de la pervi-
vencia de algunas de estas convenciones retóricas (los honoríficos) en el siglo XIX; la información que aporta sobre
los “cambios planificados” por la élite política y el estudio de las actitudes lingüísticas resulta muy reveladora.
10
Lapesa: 2000, 338.
11
Sobre este patrón consolidado en la historia del español los independentistas acuñarán fórmulas nuevas
como vuestra soberanía (García Godoy: 1998, 129) o vuestra honorabilidad (García Godoy: 2005, 90), que no
lograrán arraigar en el español del ochocientos.
12
Véanse, a este respecto, las interesantes observaciones de Rocío Caravedo sobre el discurso evaluativo en
su trabajo “La constitución de las normas en el español de América” (en prensa). Respecto de la percepción social
de las normas sostiene: “En términos labovianos, las diferencias de estilo aluden a la gradación de formalidad, y
por lo tanto los estilos más formales suponen un mayor grado de atención y de control de la forma, que aquellos
situados en la parte inferior de la escala. Si quisiéramos seguir por este camino reflexivo, resultaría obvio que son
precisamente los estilos más formales los que revelan de modo patente las diferencias normativas de los hablan-
tes” (p. 14; agradezco a la autora que me haya facilitado una copia del trabajo).
13
García Godoy: 1998, 129.
14
García Godoy: 1998, 128.
15
García Godoy: 2005, 81.
16
García Godoy: 2001/2002: 18-19.
17
Para elaborar este corpus de preceptos hemos acudido tanto a textos legales promulgados, como a proyectos
que no llegaron a estar en vigor. En este punto, se sigue el criterio ya adoptado en las compilaciones del pensa-
miento constitucional hispanoamericano (véase Academia Nacional de la Historia: 1961).
LA CONTROVERSIA SOBRE LOS TRATAMIENTOS EN EL PERÍODO DE INDEPENDENCIA 510

18
Como es sabido, estos nombres actuales de los países no se corresponden con las demarcaciones territoriales
de los primeros años de la Independencia. Así por ejemplo, la decimonónica “República federal de Centroaméri-
ca” comprendía cinco países: Nicaragua, Honduras, Costa Rica y El Salvador. Del mismo modo, la “gran Repú-
blica de Colombia” abarcaba el territorio del antiguo virreinato de Nueva Granada, la presidencia de Quito y, más
tarde, también las provincias venezolanas. En el territorio de la Argentina ochocentista se integraban las entonces
llamadas provincias internas, que vienen a coincidir con las demarcaciones de Bolivia, Paraguay y Uruguay. Por
otra parte, la ausencia de algunas regiones en esta tabla se debe a dos hechos: a) Sus constituciones no recogen
cuestiones sobre el tratamiento (Perú); b) Los procesos de independencia se dan en fecha tardía, cuando el trata-
miento ya no tiene rango constitucional (Cuba, Puerto Rico).
19
Academia Nacional de la Historia (1961, I, 17).
20
Ravignani (1937: I, 5).
21
http://wwwcervantesvirtual.com/portal/constituciones
22
Ib.
23
Ravignani (1937: 185-186).
24
Ib.
25
Ravignani (1937, I, 423).
26
Sampay (1975: 278).
27
Ravignani (1937, IV, 1040).
28
Academia Nacional de la Historia (1961: II, 245-255).
29
Academia Nacional de la Historia (1961: II, 269-347).
30
En www.cervantesvirtual.com
31
Academia Nacional de la Historia (1961: II, 349-352).
32
Academina Nacional de la Historia (1961: II, 353-378).
33
En www.cervantesvirtual.com
34
Academia Nacional de la Historia (1961: IV, 11-73).
35
La concisión del texto nos impide saber si el tratamiento marcado como familiar es usted (<vuestra merced)
o su merced, forma característica de la modalidad colombiana para el trato familiar (Carricaburo: 1997, 60).
36
Academia Nacional de la Historia (1961: IV, 75-148).
37
En www.cervantesvirtual.com
38
Cámara de Senadores: 1963, 131-162.
39
En www.cervantesvirtual.com
40
Academia Nacional de la Historia: 1961, IV, 185-188.
41
Academia Nacional de la Historia: 1961, IV, 331-349.
42
Academia Nacional de la Historia: 1961, V, 44-100.
43
“Breve razonamiento que el Siervo de la Nación hace a sus conciudadanos y también a los europeos”, en
Cámara de Senadores: 1963, 106-107. Nótese que las nuevas acuñaciones se siguen nutriendo de los elementos
léxicos alusivos a la relación de vasallaje.
44
“Decreto sobre el tratamiento que debía darse a Morelos. Noviembre 1813”, en Cámara de Senadores (1963),
100.
45
Ejemplos parlamentarios de Vuestra Majestad en las Cortes de Cádiz (1810-1814) pueden verse en García
Godoy (1998: 130). En la Asamblea argentina de 1825 se señalaron los problemas que entraña la actividad parla-
mentaria, cuando se obliga a usar formas de trato con referencia institucional, en detrimento de la apelación direc-
ta a los intervinientes. Véase García Godoy: 2001/2002 y 2005.
46
Este patrón de uso, descrito en los manuales de escribientes del período clásico, se mantiene en los formula-
rios de cartas misivas del siglo XVIII (Ezpeleta: 1764, 30-31) y XIX (Saura: 1850, 10-11).
511 COMUNICACIONES

47
García Godoy: 2005.
48
García Godoy: 1998, 130.
49
Esta petición se desestimó, porque, a juicio de los Escribanos de Cámara de la Real Audiencia y Chancillería
de Granada “acerca del tratamiento que seda en las salas deste Tribunal a los Titulos de Castilla lo que podemos y
devemos exponer en el asumpto es que en la epoca presente ni en tiempo algunosea dado tratamto a los Titulos de
Castilla, asien las providencias que da el tribunal como en los Despachos qe se libran para el Cumplmto dellas, se-
gún asi aparece de los procesos que existen en nuestras respectivas Escnias de Camra” (Archivo Real Chancillería
de Granada. Real Acuerdo. Legajo C-440; pieza 25).
50
García Godoy (1998:327-329).
51
Vallejos de LLobet (1990: 90-91). En García Godoy 2001/2002: 16, se ofrece un análisis del tratamiento
ciudadano en el español bonaerense del período 1811-1861, a la vez que se indican las variantes de esta fórmula.
Imitando el uso fraguado por los revolucionarios franceses, la palabra ciudadano se hace acompañar del apellido
(ciudadano Pueyrredón), de voces alusivas al turno de palabra (ciudadano preopinante), de sustantivos que pre-
fieren la ocupación (ciudadano diputado) o de una combinación de tales opciones (ciudadano diputado Gómez).
52
Frega/Islas (2001: 227).
53
Hildebrandt (1961: 39), Rosenblat (1960: I, 305).
54
La forma de tratamiento impersonal se prescribe también en algunos ordenamientos de carácter militar y ju-
dicial, publicados en España a finales del XIX: Así en la “Ley Provisional sobre Organización del Poder Judicial”
se dice: “198. Los Tribunales tendrán de palabra y por escrito el tratamiento impersonal”. Igualmente, el artículo
75 del “Código de justicia militar” (1890) indica: “El tratamiento del Consejo es impersonal”. Los ejemplos se han
extraído del Corpus Diacrónico del Español (CORDE).
55
Ravignani 1937: I, 981-982.
56
Las circunstancias bélicas en las que se gestaron algunos textos constitucionales obligaron a que los parla-
mentos tuvieran sede itinerante e, incluso, que carecieran de taquígrafo. Así, las sesiones del Congreso de Apatzin-
gán tienen forma de actas, en las que no se reproducen literalmente las intervenciones de los diputados. Con todo,
ya en los años 20 se suelen editan diarios de sesiones convencionales.
513 COMUNICACIONES

Gramática

CONSTRUCCIONES DE REFERENCIA IMPLÍCITA


(CON SE PASIVO E IMPERSONAL) EN
LA «MEMORIA» DE JUAN RUIZ DE ARCE

María Begoña Arbulu Barturen.


(Università degli Studi di Padova)

Introducción
El recurso de la referencia implícita (construcciones con se pasivo e impersonal) es
empleado con frecuencia en las obras historiográficas de autores que están comprometi-
dos con los sucesos narrados porque fueron testigos directos o protagonistas de los mis-
mos. El uso de este recurso permite a estos autores minimizar o, al menos, reducir la
representación de su implicación subjetiva en los hechos1.
La «Memoria» de Juan Ruiz de Arce2 es una crónica soldadesca sobre la conquista del
Perú y está escrita hacia 1543 por uno de los protagonistas de los sucesos que se relatan3.
En ella observamos numerosos casos de construcciones con se pasivo e impersonal en
episodios directamente relacionados con la conquista de ciudades y poblados, las bata-
llas, las estrategias bélicas, las tretas, los engaños y la repartición del botín, episodios en
los que el autor participó activamente.
Teniendo en cuenta el estado de la cuestión y la bibliografía especializada, nuestro ob-
jetivo será analizar todas estas construcciones desde dos perspectivas: una perspectiva
semántico-formal, que nos permita una descripción y clasificación de las mismas; y una
perspectiva semántico-pragmática, teniendo en cuenta la parte de la Memoria en la que
aparecen, el contexto narrativo en el que se encuentran y el contraste con otras formas
verbales, sin se pasivo o impersonal, que aparecen en los mismos contextos narrativos.
Oraciones pasivas e impersonales con se: estado de la cuestión
-Definición
Una de las cuestiones más debatidas y controvertidas de la gramática española es el
análisis de las construcciones con se, que suelen clasificarse en pasivas, impersonales
y medias. Desde un punto de vista formal, estas oraciones se consideran “pronomina-
LA MEMORIA DE JUAN RUIZ DE ARCE 514

les”, pues se construyen con un pronombre clítico (se) y un verbo; semánticamente, sin
embargo, se entienden como oraciones con un sujeto implícito indeterminado, que se
desconoce, se sobreentiende o no interesa mencionar. En nuestro trabajo dejaremos a un
lado las construcciones medias y nos centraremos en las pasivas e impersonales con se.
Para llevar a cabo un análisis completo de estas construcciones, hay que atender a tres
cuestiones importantes (Martín Zorraquino, 1979: 28; Mendikoetxea, 1999: 1635 y ss.):
la cuestión semántico-formal de la voz, para clasificarlas como pasivas o impersonales;
la cuestión semántico-pragmática de la interpretación del sujeto; y la cuestión formal de
la presencia de se y su estatus en la gramática.
La voz
Con respecto a la voz, las oraciones pasivas con se, también llamadas pasivas reflejas,
se corresponden formal y semánticamente con las oraciones pasivas perifrásticas, pues
tienen como sujeto gramatical el objeto nocional del verbo, con el que concuerda en per-
sona y número (a)4. Se diferencian, sin embargo, en que generalmente el agente no apare-
ce explícito con un sintagma nominal introducido por la preposición por (b).
(a) Se pasaron los trabajos a ordenador. Los pasó Sandra.
(b) * Se pasaron los trabajos a ordenador por Sandra.
Las oraciones impersonales con se presentan un verbo con flexión invariable de ter-
cera persona del singular, pues las construcciones impersonales no tienen un sintagma
nominal con función de sujeto (c); y con verbos transitivos, pueden llevar un objeto de
persona introducido por la preposición a, como ocurre en la voz activa (d).
(c) Por aquí se llega antes a Madrid.
(d) Se agasajó a los invitados.
El sujeto
Hemos dicho que semánticamente considerábamos estas construcciones como ora-
ciones de sujeto implícito indeterminado. Según Mendikoetxea (1999: 1643), las pasi-
vas e impersonales con se describen una acción o una actividad que implica “necesaria
y obligatoriamente la intervención de un agente con intencionalidad, que no se mencio-
na porque interesa solo destacar la acción verbal (...)”. Igualmente Lapesa (2000: 808),
centrándose en la pasiva con se, señala que viene usada cuando el agente de la acción es
indeterminado o no está claro, y la acción se ve como un proceso y no como la obra de
alguien identificable.
La interpretación del sujeto implícito en estas construcciones se puede relacionar con
el aspecto verbal (perfectivo o imperfectivo) de las mismas5. Así, parece más frecuente
que en las construcciones con aspecto verbal perfectivo del tipo (e) y (f), el sujeto se in-
terprete como sujeto no genérico (con una lectura existencial), lo que equivaldría a decir
que “existe una persona X que ha realizado una acción Y”; mientras que en las cons-
trucciones con aspecto verbal imperfectivo (g) (h), el sujeto viene interpretado como
genérico (con una lectura universal), es decir, equivalente a “todo el mundo”, “la gente”,
“uno”, etc.
515 COMUNICACIONES

(e) Se quemó el bosque paca acabar con la plaga de orugas. Lo quemaron los guardias
forestales.
(f) Ya se ha avisado a los bomberos. Los ha llamado la vecina de abajo.
(g) En verano se queman los bosques al menor descuido.
(h) Cuando se empieza a ver el humo se avisa a los bomberos.
Desde un punto de vista pragmático, sería interesante analizar los casos en los que
un sujeto en primera o segunda persona singular o plural viene sustituido por una forma
con se, pues las motivaciones no siempre son las generalmente señaladas -el sujeto no
interesa, no está claro, se desconoce, etc.-, sino que en muchos casos hay una serie de
motivaciones de carácter extralingüístico como, por ejemplo, fórmulas de cortesía y dis-
tanciamiento (i), ocultación del sujeto de la acción tras el anonimato (j), atenuación de
una crítica (k), polarización de agentes (l), etc. (Mendikoetxea, 1999: 1647-48).
(i) Como ya se ha dicho anteriormente... Recuérdese que...
(j) Se agradece... Se le felicita...
(k) No se empieza a comer antes de que se sienten todos a la mesa.
(l) Se aprobaría más en los exámenes (referido a los alumnos) si se organizaran las
clases de forma distinta (referido a los profesores).
Estatus gramatical de se
La mayoría de los estudios coinciden en negar a se el estatus de pronombre, pues en
estas construcciones pierde su categoría como unidad léxica y morfológica, y queda re-
ducido a índice categorial del verbo: no tiene significado y tampoco presenta accidentes
gramaticales, como género, número, persona o caso (Bobes Naves, 1974: 93). Los estu-
dios llevados a cabo en los últimos años han tratado de identificar el sustrato común de se
en oraciones tanto pasivas e impersonales como en medias, y la conclusión es que se in-
terpreta como un afijo verbal de persona que expresa una concordancia, cuya su función
es la de ‘signo de pasividad’ o ‘signo de impersonalidad’ (Mendikoetxea, 1999: 1635).

-Diacronía del fenómeno


Sabemos que el latín presentaba construcciones con se que podían expresar valores de
reflexividad, reciprocidad y media de interés, pero estas formas no denotaban los signi-
ficados pasivos o impersonales de las construcciones españolas6, sino que la evolución a
estos matices parece haber sido el resultado de un proceso de gramaticalización en el que
el pronombre reflexivo pierde parte de sus valores y adquiere los valores propios de un
afijo verbal (Bobes Naves, 1974: 308-314).
Lapesa (1981: 216) señala que la pasiva refleja se encuentra ya en las Glosas Emilia-
nenses y en los primeros textos romances, como el Poema de Mío Cid. Primeramente
se dio con sujetos gramaticales con referente de cosa y, en general, de baja animación
(Elvira, 2002: 605). Después los usos se extendieron a sujetos animados, presentando
problemas diferentes en uno y otro caso. Estas construcciones fueron ganando terreno
LA MEMORIA DE JUAN RUIZ DE ARCE 516

en la Edad Media y se mantuvieron en la lengua hasta el siglo XVI7. Sin embargo, poco a
poco fueron adquiriendo valor impersonal, atestiguado desde el siglo XV (Lapesa, 200:
811), y extendiéndose a verbos intransitivos.
Con verbo transitivo y sujeto paciente personal singular, se producía ambigüedad en-
tre la pasiva y la impersonal; y cuando el sujeto era plural, la ambigüedad se daba entre
la pasiva y la recíproca. Lapesa (1981: 401) señala que, para evitar estas anfibologías,
la forma se, que sufría una creciente asociación a un sentido impersonal, se convirtió en
índice de impersonalidad y el sujeto paciente pasó a ser objeto introducido por la prepo-
sición a. Ya Andrés Bello había considerado esta estructura como desambiguadora. Ge-
neralizada la construcción para complementos de persona, se propagó a los de cosa, pero
sin preposición (RAE, 1973: 383).
Este cambio es, según Girón Alconchel (2004: 875), el más “llamativo” en la estructu-
ra del predicado de este periodo pues supone un reajuste relacionado tanto con las nuevas
formas de expresión de un sujeto indeterminado como con la pérdida de ser como auxi-
liar de los tiempos compuestos, con la marcación de los complementos argumentales y
con la pronominalización de algunos verbos que rigen complemento preposicional.

Construcciones de referencia implícita (con se pasivo e impersonal) en La “Me-


moria” de Juan Ruiz de Arce
- Análisis semántico-formal: descripción y clasificación de los ejemplos recogidos
Hemos recogido un total de 40 construcciones de se + verbo que, ya sean pasivas o
impersonales, presentan una serie de características comunes: a) un sujeto nocional im-
plícito, que no es desconocido, sino referido a uno de los protagonistas -que es además
el narrador de los hechos- o al grupo al que éste pertenece -los soldados que participaron
con él en la conquista del Perú-; b) el verbo en aspecto perfectivo, lo que hace que el su-
jeto se interprete como sujeto no genérico y, por tanto, con una lectura existencial; c) el
orden de los elementos: todas las construcciones siguen el orden VS, si son pasivas (ex-
cepto en los casos de subordinación), y VO, si se trata de impersonales.
A continuación trataremos de establecer cuáles de estas construcciones pertenecen
a una categoría y cuáles a otra. Para su clasificación seguiremos criterios formales -
persona y número del verbo, sujeto y objeto gramatical- y semánticos -sujeto y objeto
nocional-.
Un primer grupo está formado por construcciones claramente pasivas pues presentan
un verbo transitivo en 3ª persona del plural acompañado de un sujeto gramatical también
de 3ª persona del plural, que es el objeto nocional de la acción del verbo. Hemos identifi-
cado 13 construcciones con tres tipos de sujeto gramatical: a) sujeto con referente anima-
do de persona, plural e indefinido, pues en todos los casos aparece un adjetivo o pronom-
bre indefinido: mataronse muchos yndios (8v, 47), alançearonse muchos yndios (9v,
50-51; 10r, 41; 10v, 55), alançearonse muchos (6r, 49; 9v, 25-27; 10r, 49; 13v, 25-26); b)
sujeto con referente animado, no persona y plural: si no fuera por los caballos pereçie-
ramos todos; comieronse todos por suertes (3r, 7); y c) sujeto con referente inanimado
517 COMUNICACIONES

plural: tomaronse seis esmeraldas (6r, 51), prendieronse muchas pieças (6r, 52), se les
dieron muy largos rrepartimientos (12v, 63-64), se perdieron muchas naos (14v, 1-2).
Desde un punto de vista formal y semántico, son oraciones impersonales aquellas
que presentan un verbo intransitivo: solo un ejemplo en nuestro texto, y porque veais
lo que se trabaja en auello (1v, 27); o aquellas con un verbo transitivo en 3ª persona del
singular y un objeto gramatical de persona con a. De este último tipo, que estaba en desa-
rrollo en este período, no hemos encontrado ningún caso8.
Tenemos otro grupo -el más numeroso, con 22 construcciones- que formalmente po-
drían ser, en principio, tanto pasivas como impersonales, pues presentan un verbo conju-
gado en 3ª persona del singular y un sujeto u objeto gramatical en 3ª persona del singular,
inanimado. Los ejemplos recogidos son: tomose oro y plata poca cantidad (6r, 49-50),
diose de quinto al rrey un millon de pesos de oro (9r, 32-33), tomose mucho oro y plata
(10r, 34), Juntose aquí mucho oro y plata (12v, 45-46), Repartioseles toda aquella tierra
(12v, 57-58), y hizose la fundiçion (9r, 31) (referido a la fundición del oro tomado a los
indios), y para que beais como se gano este mi mayorazgo que os dexo (1v, 26), y como
se vbo y de que manera (1v, 27) (referido al mayorazgo y con el verbo haber todavía con
el sentido de ‘obtener’ o ‘conseguir’), alli nos aposentamos y estuuimos ocho dias alli se
hizo vn pueblo (9v, 62-64), siguiose el alcançe quatro leguas (9v, 49-50), La respuesta
que se les dio (6r, 64), etc.
Aunque estos ejemplos pueden ser formalmente construcciones tanto pasivas como
impersonales -el objeto nocional puede ser formalmente sujeto u objeto-, semántica-
mente las interpretamos como pasivas por diferentes motivos: 1) si el referente del ob-
jeto nocional fuera plural, el verbo iría también en plural; 2) la construcción pasiva es
la tradicional y la más usada en los textos pertenecientes al periodo en que fue escrita la
Memoria; 3) desde una perspectiva semántico-pragmática, estas construcciones tienen
un sujeto nocional implícito conocido y siempre referido a persona (el narrador y las
personas que lo acompañaban); 4) la impersonalidad chocaría con el uso tan frecuente
de la pasiva para referentes plurales inanimados en el texto; 5) en nuestro texto no apa-
rece ninguna impersonal con objeto animado de persona, por lo tanto, resultaría extraño
su uso con objeto inanimado, que parece haber sido una construcción de cronología
posterior.
Por último, tenemos una serie de construcciones de giro no concertado9, es decir,
construcciones que presentan falta de concordancia pues están formadas por un verbo
en 3º persona del singular y un sintagma nominal con referente inanimado plural. El giro
no concertado ha sido considerado tradicionalmente como una construcción al margen
de la norma, resultante de una evolución posterior a la impersonal con objeto de persona
introducido por a (RAE, 1973: 383) 10. La bibliografía señala diversos factores que pue-
den favorecer la aparición de estas construcciones: sintagmas nominales plurales sin de-
terminante, anteposición del sintagma nominal al verbo, aspecto verbal imperfectivo o
distancia entre el verbo y el sintagma nominal (Mendikoetxea, 1999: 1677-1678). Nues-
tros ejemplos son 4: se perdio la rrecamara del emperador y todas las de los señores que
yvan con el (14v, 2-4), Tomose el dia de la batalla muchas esmeraldas y mucha plata (9r,
LA MEMORIA DE JUAN RUIZ DE ARCE 518

36-37), y lo que rrestauan que eran quatro millones de pesos de oro se rrepartio por los
companeros a cada uno como era (9r, 33-36) y y se dio por rraçion partes yguales (3r,
17-18), donde prevalece el último de estos factores.
- Análisis semántico-pragmático de las construcciones recogidas
Hemos señadado en la introducción que la utilización de construcciones de referencia
implícita es un recurso frecuente en las obras historiográficas de autores comprometidos
con los hechos narrados pues les permite reducir la representación de su implicación en
los mismos. Creemos que se trata de una fórmula de distanciamento de estos hechos na-
rrados por motivaciones de carácter extralingüístico (Mendikoetxea, 1999: 1647-48).
El objetivo de este apartado será el de analizar las construcciones halladas en nuestro
texto desde un punto de vista semántico-pragmático para tratar de establecer cuándo el
autor las utiliza y qué motivaciones11 lo animan, todo ello teniendo en cuenta la parte de
la Memoria en la que aparecen, el contexto narrativo en el que se encuentran y el con-
traste con otras formas verbales, sin se pasivo o impersonal, que aparecen en los mismos
contextos narrativos.
Parte del texto en la que aparecen
En nuestro caso, las construcciones estudiadas pertenecen a las tres primeras partes
de la obra12. Tenemos un total de 4 casos para la primera parte, que es un breve pasaje
introductorio en el que el autor explica a sus hijos -los únicos destinatarios del texto- su
intención a la hora de escribir la Memoria, con construcciones del tipo y para que beais
como se gano este mi mayorazgo que os dexo (1v, 26), donde el sujeto nocional de la
acción es el propio autor, como se aprecia a través del verbo siguiente en 1ª persona del
singular: dexo.
En la segunda parte, se han encontrado 33 casos, pues es la más extensa, y se refiere a
la relación autobiográfica de lo ocurrido en América desde 1525 hasta 1535: son episo-
dios en los que el autor participó activamente y están directamente relacionados con la
conquista de ciudades y poblados, las batallas, las estrategias bélicas -tretas y engaños-
y la repartición del botín. Tenemos construcciones como: si no fuera por los caballos
pereçieramos todos; comieronse todos por suertes (3r, 7), tomaronse seis esmeraldas
(6r, 51), prendieronse muchas pieças (6r, 52), mataronse muchos yndios (8v, 47), y el lo
cumplio mui como señor aunque no se hizo con el como era razon (9r, 21), Huvose buen
despojo ansi de oro como de plata (9v, 56-57) o Repartioseles toda aquella tierra (12v,
57-58), etc.
Por último, hemos encontrado 3 casos para la tercera parte, mucho menos extensa que
la anterior y en la que se relatan los hechos ocurridos en España de 1535 a 1542. Son las
únicas construcciones en las que el autor no forma parte del sujeto nocional: se perdie-
ron muchas naos (14v, 1-2) o se perdio la rrecamara del emperador y todas las de los
señores que yvan con el (14v, 2-4).
Contexto narrativo
Nuestros ejemplos pertenecen a contextos narrativos distintos que implican motiva-
ciones diferentes en la elección de estas construcciones.
519 COMUNICACIONES

Un primer grupo de construcciones pertenece a episodios en los que aun sabiendo


quién o quiénes son los sujetos nocionales de las acciones, el autor parece no estar inte-
resado en mencionarlos o ponerlos de relieve. Son construcciones del tipo: esto se çeno
aquella noche (3r, 17), y se dio por rraçion partes yguales (3r, 17-18), Y ansi se dixo a
Cotoir que no queriamos pasar a la isla (5v, 7-8), etc. Y alternan en el discurso con cons-
trucciones cuyo verbo va en 1ª persona del plural: de allí partimos otro día y fuimos a
dormir a Cholote Gamalalaca (3r, 19-21), Manteniamosnos con pescar (3r, 27), Luego
nos partimos donde el governador estaua (...) y hallamos mucha cantidad de gente (5r,
59-60), etc. Son episodios en los que no hay una especial implicación afectiva del autor
en los hechos, pues narran cosas cotidianas o dan información general sobre el desarrollo
de la conquista.
Pero, en muchos casos, estas construcciones de referencia implícita se hallan en pasa-
jes en los que el autor parece querer tomar claramente distancia de los hechos narrados: el
narrador y protagonista de los mismos parece esconderse tras unas formas con se que ge-
neralizan sobre el sujeto nocional de las acciones que se narran y le permiten distanciarse
de lo narrado (Beinhauer, 1963:137; Boves Naves,1974: 322). Hemos creído identificar
dos motivaciones distintas en este segundo grupo de construcciones, que equivale a más
de un tercio del total.
Por un lado, casi todas las construcciones encontradas pertenecen a episodios en los
que lo narrado resulta cruel, violento o va contra los principios del autor. Si tenemos en
cuenta que la Memoria fue escrita por un padre únicamente para sus hijos, resulta lógico
que éste quisiera dar buen ejemplo 13 y tratara de tomar distancia de las acciones menos
ejemplares. En estos casos las construcciones con se suelen ir acompañadas de explica-
ciones que justifican las acciones llevadas a cabo, sirviéndose además del uso de cons-
trucciones de dativo ético.
De este modo se da, por ejemplo, una justificación al episodio en el que se narra que
tuvieron que comerse los caballos para sobrevivir durante la estancia en Nicaragua: si no
fuera por los caballos pereçieramos todos; comieronse todos por suertes (3r, 7). Unas
líneas después explica a través de un dativo ético: En este camino se nos quedó mucha
jente de hambre en toda esta tierra no hallamos cosa de comer si no fue ocho o nueve
palmas que hallamos quatro leguas de un pueblo que se dezia Choletegania (3r, 8-14).
Igualmente, en el episodio de la guerra con Quizquiz, leemos: ...en una loma se dio la
batalla. Duro buen rrato alançearonse muchos yndios hirieron tres cristianos mataron
vn cauallo y hirieronnos tres (10r, 39-43). Lo mismo ocurre en Alançearonse muchos
yndios peleamos mucha parte del dia hasta que la noche nos partio. Mataronnos tres
caballos entre los cuales fue el mio que me auia costado mill y seisçientos castellanos
y hirieronnos muchos cristianos (10v, 55-61), donde el verbo pelear va en primera
persona del plural, pero el verbo que comporta la parte más cruel de la situación va en
pasiva con se. Aquí volvemos a encontrar una justificación a través de construcciones
de dativo ético.
Otros ejemplos pertenecen al episodio de la Paz con Chirimasa: y alançearonse mu-
chos (6r, 49), tomose oro y plata poca cantidad (6r, 49-50), tomaronse seis esmeraldas
LA MEMORIA DE JUAN RUIZ DE ARCE 520

(6r, 51), prendieronse muchas pieças (6r, 52). Estas son acciones que vienen justificadas
por un episodio narrado con anterioridad en el que también hay un dativo ético: Murieron
muchos yndios; mataronnos dos cristianos e un cavallo (...) y enuiamos a llamar a Chi-
rimasa señor de Tunbez y luego uino con muchas barças y con ellas y los nauios pasamos
a Tunbez y de todos los enfermos que avian quedado sino tres. Estos se fueron delante
que no devieran. Y en el puerto de Tunbez estaua un rrio llegados al puerto metenlos el
rrio arriba y lleuanlos al pueblo, y auquella noche los sacrificaron a sus dioses creese
que los comieron. Nunca mas pareçieron cosa alguna de ellos (6r, 28-44)14.
Parece, por tanto, que la utilización del dativo ético aporta un valor afectivo que justi-
ficaría la reacción del grupo al que pertenece el narrador15.
Un último ejemplo perteneciente a esta categoría sería el del episodio de la ejecución
de Atabalica: y el lo cumplio mui como señor aunque no se hizo con el como era razon
(9r, 21). Es una de las situaciones en las que el autor expresa su opinión y juzga los he-
chos desde un punto de vista moral. La utilización de una forma con se es aquí lógica
pues nunca como en este episodio el autor quiere distanciarse de lo que allí se hizo.
Otras veces, sin embargo, parece que la utilización de estas construcciones se debe a
una especie de modestia, pues relatan con orgullo las acciones llevadas a cabo; además
incluyen dativo ético referido, esta vez, al grupo enemigo: mataronse muchos yndios
confesado por boca de Atabalica que le auiamos muerto en aquella batalla siete mill
yndios (8v, 47-50); o siguiose el alcançe quatro leguas alançearonse muchos yndios.
Tomamosle toda la jente de seruiçio y las mugeres (...) Huvose buen despojo ansi de oro
como de plata (9v, 56-57).
Por último, hemos distinguido un tercer grupo de construcciones en las que la utili-
zación de las formas con se parece obedecer a una cuestión sintáctico-estilística y no
de contexto narrativo: creemos que en estos casos el objetivo del autor es el de aportar
cierta variedad en el uso de las formas verbales. Son los ejemplos de la primera parte de
la Memoria, en los que estas construcciones alternan con otras con verbo en 1ª persona
del singular: Y para que veáis como yo le e servido (...) os dexo aquí por memoria lo que
se a hecho en seruiçio del enperador don Carlos y del rrey catolico don Fernando (1r,
25-26); o y para que beais como se gano este mi mayorazgo que os dexo y porque veais lo
que se trabaja en auello y como se vbo y de que manera yo parti despaña (...)(1r, 26-28).

Conclusiones
Las conclusiones principales del análisis de las construcciones de referencia implícita
en esta crónica soldadesca son dos. Por un lado, el análisis semántico-formal ha consta-
tado un uso mucho mayor de construcciones de pasiva con se con todo tipo de referentes,
respecto al uso de la impersonal. Por otro, el análisis semántico-pragmático ha confir-
mado nuestra idea de que la utilización de estas construcciones no siempre obedece a las
motivaciones generalmente señaladas por las gramáticas -el sujeto no interesa, no está
claro, se desconoce, etc.-, sino que muchas veces de debe a motivaciones de carácter
extralingüístico: en nuestro caso, el autor, protagonista y testigo directo de los hechos
521 COMUNICACIONES

que narra, toma distancia de los mismos a través del uso de estas construcciones, sobre
todo en aquellos episodios en los que lo narrado le resulta violento, cruel o contrario a
sus valores morales. Y esto resulta lógico si tenemos en cuenta que la Memoria estaba
destinada a sus hijos y la intención del padre era dejarles por escrito un ejemplo de vida
digno de imitación.
LA MEMORIA DE JUAN RUIZ DE ARCE 522
523 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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W., E. Stoll y A. Wesch (eds.), Competencia escrita, tradiciones discursivas y variedades
lingüísticas, Tübingen, Narr.
LA MEMORIA DE JUAN RUIZ DE ARCE 524
525 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Schmidt-Riese (1998a: 194).
2
Esta Memoria ha sido editada por Eva Stoll (La «Memoria» de Juan Ruiz de Arce (1543). Conquista del Perú,
saberes secretos de caballería y defensa del mayorazgo. Colección Textos y documentos españoles y americanos,
vol. 2, Vebuert - Iberoamericana, Frankfurt - Madrid, 2002).
3
Este soldado cronista nació hacia 1507 en Alburquerque (Badajoz) en una familia de hidalgos y participó en
la expedición de Francisco Pizarro que conquistó el Perú. A su regreso, la corona le recompensó por sus servicios
armándolo caballero y concediéndole un mayorazgo. Una vez establecido en sus tierras, escribió una memoria
destinada a sus hijos, en la que narraba de forma detallada las empresas en las que tomó parte y describía de manera
exhaustiva lo que vio y lo que encontró en las Indias.
4
Citamos los ejemplos siguiendo a Mendikoetxea (1999).
5
Mendikoetxea (1999: 1643-44) remite a los capítulos 44.4, 48.1.2. y 46 de Bosque y Demonte (1999).
6
Los posibles precedentes latinos de la pasiva refleja son escasos y la documentación latina no demuestra cla-
ramente el origen latino de esta construcción (Elvira, 2002: 597).
7
Para un análisis de estas construcciones en textos del siglo XVI, cfr. Keniston (1937: 340 y ss.), que trata las
construcciones pasivas; para las impersonales, Schmidt-Riese (1998b), cuyo análisis sigue la perspectiva tipoló-
gico-universal de Givón, que distingue entre pasiva promocional y pasiva no-promocional, distinción basada en la
supresión del agente, la promoción del no-agente y la estativización del verbo.
8
En este aspecto, el texto analizado se aleja de otros textos del mismo siglo, en los que la construcción imper-
sonal acompañada de objeto de persona introducido por a aparece con frecuencia. Schmidt-Riese (1998b: 333)
afirma que esta construcción es empleada especialmente por los autores menos cultos y con una finalidad pragmá-
tica nueva: “En vez de servir a finalidades desambiguadoras, es decir a la perfección de los recursos sintácticos,
la impersonal con acusativo preposicional parece servir principalmente para propagar el uso de la pasiva refleja a
referentes sumamente individuados y por ello sumamente afines a la función de agente”.
9
Para un análisis detallado de estas construcciones cfr. Cartagena (1972: §2.4.1.3.), Martín Zorraquino (1979:
149 y ss.), Bobes Naves (1974: 308 y ss.) y Mendikoetxea (1999: 1676-1680).
10
Sin embargo, los textos examinados por Schmidt-Riese (1998b: 323) ponen en duda esta cronología poste-
rior pues presentan 7 ocurrencias con acusativo preposicional, frente a 24 de giro no concertado.
11
Desde un punto de vista sintáctico, parece que la elección de la pasiva con se presenta menos restricciones:
aparece en todo tipo de contextos, no muestra restricciones respecto a la naturaleza semántica del objeto nocional
del verbo, ni con respecto al sujeto nocional, ni muestra restricciones aspectuales. Desde un punto de vista prag-
mático, es una cuestión todavía sin delimitar y sin estudiar (Mendikoetxea, 1998: 1669 y ss.).
12
Para la división de las partes de la Memoria hemos respetado la edición de Stoll. Hemos dejado fuera de
nuestro análisis la última, referida al “Tratado de caballería”, pues es el único párrafo apartado del texto restante
(Stoll, 2000:35) y se diferencia de las otras partes tanto por el tema como por el estilo.
LA MEMORIA DE JUAN RUIZ DE ARCE 526

13
La intención del autor queda explícita en la primera parte de la Memoria: Amados hijos, por el amor que os
tengo, y porque querría que ymitaseis a mi y a mis passados os dexo esta memoria con las demás (1r-1-3), y para
que beais como se gano este mi mayorazgo que os dexo y por que veais lo que se trauaja en auello y como se ubo
y de que manera (1v, 26-27); o también en la despedida: para que veais que el tiempo que estuve en Yndias no me
ocupe de cosas ylliçitas... (17v, 60-61).
14
Nótese el empleo de cristianos frente a yndios; pocas veces se habla de soldados o de otros términos que
relacionen a los protagonistas con lo bélico; se prefiere el término cristianos o el de hombres. Igualmente se in-
cluyen en estos episodios las bajas de los caballos como una pérdida tan importante en la batalla casi como la de los
propios soldados, capaz de justificar las reacciones narradas.
15
Stoll (200:27) ve en el uso del dativo ético el reflejo del punto de vista partidario del conquistador que polari-
za entre españoles e indios.
527 COMUNICACIONES

Gramática

VARIACIONES EN EL SISTEMA DE POSESIVOS DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA

Isabel Acero Durántez


Luis A. Santos Domínguez
(Universidad de Valladolid)

La amplia geografía del mundo hispánico junto a la evolución diacrónica de la lengua


española ha llevado a la coexistencia de diversas normas. Nuestro propósito en esta co-
municación es el de señalar los diferentes subsistemas presentes en el español, centrán-
donos en la consideración y ejemplificación1 de algunas variaciones diatópicas en el uso
del sistema de posesivos.
Los pronombres posesivos, en estrecha relación con los personales, presentan formas
tónicas y átonas así como formas apocopadas proclíticas y plenas. Pero frente al sistema2
de la mayor parte del español de España, en el español hablado en América, así como en
el hablado en Canarias y en Andalucía occidental, se ha perdido la forma de pronombre
personal de 2ª persona vosotros -as3 neutralizada con la forma Uds, lo que ha llevado a la
eliminación del posesivo vuestro(s)-a(s) y al empleo de su(s)~suyo(s)~a(s) como pose-
sivo de segunda persona de plural. Estas últimas formas, por tanto, muestran una amplia
homonimia ya que se emplean para la tercera persona singular y plural su casa (de él, de
ella, de ellos, de ellas), para la segunda de singular en trato respetuoso su casa (de Ud)
y para la 2ª de plural (su casa de Uds). Así el sistema pronominal de la 2ª persona queda
como sigue:
Pronombre personal Posesivo correlativo
Singular
Confianza Tú tu (s)~tuyo(s)-a(s)
Respeto Ud su (s)~ suyo(s)- a(s)
Plural
Confianza Uds su(s)~suyo(s)-a(s)
Respeto Uds
VARIACIONES EN EL SISTEMA DE POSESIVOS DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA 528

Teniendo en cuenta este último sistema pronominal, que añade mayor vaguedad refe-
rencial a la forma su, nos vamos a referir a algunas diferencias en el uso del sistema de po-
sesivos en el español americano en relación al considerado estándar peninsular, con dis-
tinta extensión geográfica según los casos, tales como a) la alternancia entre forma léxica
posesiva ~ posesivo analítico, b) doble posesivo c) ausencia~presencia de posesivo, d)
posesivo precedido de artículo indefinido y e) forma plena de posesivo tras adverbio.

Posesivo léxico ~ posesivo analítico.


Se ha considerado un rasgo característico del español del Nuevo Mundo (Rosenblat,
1946) el empleo de formas analíticas posesivas frente a las formas posesivas léxicas. Es-
te hecho respondería a la reestructuración del sistema de posesivos castellano que impli-
ca, como hemos señalado líneas arriba, la desmorfologización de vuestro-a(s) y su susti-
tución por su(s), lo que conlleva el deseo de eliminar equívocos al ser la forma posesiva
su(s)~suyo(s)-a(s) ambigua por cuanto puede referirse a varios poseedores asociados
a pronombres personales tanto de segunda como de tercera persona, si bien no siempre
que se emplea su es ambiguo.
Se discute la preferencia de uso de los hablantes entre la forma su(s) (y la variante su-
yo-a) para referirse a la 2ª o a la 3ª persona gramatical. Hay quienes dicen, como Kany4,
que en Hispanoamérica su se refiere a la 2ª persona, por lo que el habla popular lo evita
cuando se trata de la tercera empleando de él, ella, etc, y quienes, como la R.A.E, que
alude a la 3ª persona tanto en América como en España.
El empleo del sintagma preposicional se ha constatado también para la 1ª persona gra-
matical en Venezuela5 (Megenney 1999:182) : Ella tomó café en casa de mí, así como en
Paraguay (Granda 1988). Puesto que esta construcción se dio en el español clásico se ha
rechazado la tesis indigenista (Usher 1976) de influjo guaraní en el español de Paraguay,
siendo interpretada, por tanto, como una tendencia morfológica del español atlántico. En
el habla de Venenzuela se considera que, al origen hispánico de la construcción, se habría
sumado la influencia de los lenguajes criollos (Megenney 1999).
No obstante, este empleo de la estructura de + pronombre personal no parece que
responda únicamente al interés por dilucidar ambigüedades discursivas. Freites (1998),
en el análisis del habla de Caracas, ha mostrado que hay factores lingüísticos - como
los rasgos semánticos del poseedor y poseído o la estructura y función gramatical de los
sintagmas donde aparece el posesivo- y extralingüísticos - sexo, edad y nivel socioeco-
nómico- que explican una u otra elección por parte de los hablantes. Así, señala la prefe-
rencia por la forma su en los casos en que el poseedor es inanimado, colectivo, o cuando
hay relación afectiva entre poseedor y poseído; a su vez, la forma analítica cuando el
posesivo determina a un sustantivo que hace la función de sujeto o predicativo- no la
favorece la función término de preposición ni la de objeto directo-, para desambiguar los
referentes personales tanto de tercera persona de singular como de segunda, o cuando
el poseedor tiene el rasgo semántico [+ humano]. Los ejemplos que siguen, encontrados
en nuestro corpus, confirman esos factores y el empleo por hablantes de todos los niveles
socioeconómicos, si bien predomina en el medio y bajo:
529 COMUNICACIONES

Estos padres se llevan a sus niños a trabajar, así muchos Va el papá de Ud (México )
no terminan su instrucción primaria ( México )
Cada cual que viva a su medida ( Colombia ) El papá de él tiene mucho dinero
(Colombia )
Los caballistas se inscriben con sus caballos (Costa Rica) Tengo muchos años de trabajar con
la familia de ella (Costa Rica)
La gente tiende a hacer su fortuna ( Chile) Mi hija es floja para escribir, solamente
he tenido una carta de ella ( Chile).

Nuestro(s)-a(s) ~ De nosotros-as.
Especial atención merece el uso de la forma analítica de + pronombre personal de 1ª
persona de plural en lugar del posesivo nuestro(s)-a(s). Diversos estudiosos han hablado
de la sustitución general en América de la forma posesiva léxica por la analítica, en unos
casos sin precisar la extensión geográfica y condiciones de uso (Rosenblat 1946:141)
y, en otros, particularizando el área de empleo, caso de Colombia (Flórez, 1957), Ecua-
dor (Toscano 1953), México (Boyd-Bowman 1960:154), Argentina (Vidal 1949:115),
el litoral argentino (Boretti 1977: 18), Panamá (Graell 1992:1001), Caracas (Stefano
1992). Este uso se ha justificado como resultado de un proceso analógico por el que la
forma nuestro(s)-a(s), como vuestro(s)-a(s), ha sufrido un proceso de desmorfologiza-
ción a la vez que la perífrasis de nosotro(s)-a(s) se ha morfologizado como término de la
oposición posesivo de un solo poseedor ~ posesivo de varios poseedores oponiéndose a
mío(s)-a(s)
Nuestro corpus muestra ejemplos de todas las áreas analizadas, a excepción de Boli-
via, y de todos los niveles socioeconómicos.:

Se tiene que portar de acuerdo a nuestras normas ( Puerto Rico) Porque el papá de nosotras era colector
de rentas internas ( Puerto Rico)
Queremos que nuestros hijos tengan tranquilidad (Colombia) La canción del ballenato no es la
de nosotros (Colombia)
Nuestros padres, nuestros abuelos hablaron de
esa manera (Chile) El verde se ve lo que desgraciadamente
aquí, en la ciudad de nosotros no lo
captamos (Chile).
Nos gusta mucho cuidar nuestros seres queridos (Rep. D.) El mango y los dulces son de
nosotros (Rep. Do).

Con Stefano(1992) pensamos que el empleo de la forma analítica frente a la sintética


está condicionado por factores lingüísticos y extralingúísticos, prefiriéndose la perífra-
sis cuando el posesivo acompaña a sustantivos que indican parentesco, cuando hay una
cercanía afectiva entre poseedor y poseído y cuando la relación de posesión es efectiva.
VARIACIONES EN EL SISTEMA DE POSESIVOS DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA 530

Doble posesivo:
Un mecanismo que ofrece la lengua para resolver la ambigüedad contextual es el re-
curso a construcciones caracterizadas por que en ellas se marca doblemente la referencia
al poseedor, combinándose un adjetivo posesivo y un sintagma genitivo con de. Estas
frases posesivas duplicadas se encuentran en gran parte del territorio americano si bien
con diferente frecuencia en las distintas variedades. Así se ha señalado su empleo fre-
cuente en el español andino (Luján y Parodi, 1996 : Murió su prima de mi mamá, Ca-
macho 1995: Se quemó del joven su pantalón), Perú (Rodríguez 1982), Bolivia (Eso
es por dar gusto a su padre de Ud, Mendoza 1992), o habla popular de México ( Com-
pany 1993, 1994, 1995 A su llegada de Cortés a Cholula construyó un templo sobre
la pirámide, sus nuevos aviones de Aeroméxico).
Estos posesivos redundantes del español americano constituyen una parcela de la gra-
mática del español que genera controversia entre indigenistas e hispanistas. Los hispa-
nistas consideran que se trata del mantenimiento de un rasgo de la sintaxis medieval cas-
tellana6 que, perdida en el español peninsular, se habría visto favorecida por la polisemia
referencial de su(s) al carecer todas las modalidades dialectales hispanoamericanas del
tratamiento pronominal vosotros~ vuestro. El deseo de evitar la ambigüedad no explica
por qué esta construcción es menos frecuente que la simple ni tampoco por qué solo de-
terminados sustantivos precisan la desambiguación.
Los indigenistas, por su parte, defienden que la expresión posesiva redundante es re-
sultado del contacto lingüístico entre el español y las lenguas indígenas americanas, en
algunas de las cuales es obligado la referencia al poseedor, en la misma frase en que apa-
rece lo poseído, para mostrar que la relación de posesión es inalienable.
Quizá, como en otras ocasiones, estemos ante un fenómeno de causación múltiple si
tenemos en cuenta los resultados que arrojan algunos estudios. Tal es el caso de Com-
pany (1995) quien muestra la fuerte asociación entre duplicación posesiva y español de
zonas con fuerte influencia indígena, como el de las ciudades de Lima, Cuzco y Gua-
temala donde la media de duplicaciones era más elevada que en el caso de La Habana,
Montevideo y San José de Costa Rica, con la influencia indígena escasa o nula.
Idénticos resultados ofrece el muestreo que la autora lleva a cabo para México sobre
el habla urbana culta y popular así como sobre el español rural de hablantes indígenas bi-
lingües (hablantes monolingües cultos 9% de duplicaciones ~ monolingües popular 22%
~ bilingües español-náhuatl 33% ~ bilingües español-maya 43%). Es posible, por tanto,
pensar que la posibilidad de duplicación posesiva que ofrece el sistema del español se ve
reforzada por el contacto con una lengua indígena.
La doble marcación muestra restricciones léxicas tanto en el caso del poseedor co-
mo en el del poseído. El sustantivo que indica el poseedor (Company 1993) presenta ,
mayoritariamente, el rasgo [+ humano], nombre propio o pronombre y si es un sustan-
tivo común va especificado por algún determinante; lo poseído suele ser un término de
parentesco, de partes del cuerpo o términos abstractos que se refieran a una cualidad o
parte del poseedor, puesto que el hablante lo que quiere es significar que el poseído se
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encuentra muy próximo al poseedor, que forma parte de él, como se ve en los ejemplos
que siguen:
Eso es mi opinión de mí (Bolivia).
Mi madre sigue viviendo en Mucurubá, porque ella no quiere salir de allá...
Le hemos construido su casita y entre todos la ayudamos a su mantención de
ella7(Venezuela)
Ese es su papá de la niña (México).
Si tú lo vas a dejar a su voluntad de ellos (México).
Vino acá su tío de mi cuñado (Perú).
Eso es por dar gusto a su padre de Ud (Bolivia)
Los dos primeros ejemplos muestran claramente que la duplicación no responde ex-
clusivamente a la necesidad de resolver ambigüedades, ya que en ese contexto no hay
otros participantes.
Si bien la estructura más habitual es poseído~poseedor, en el español andino la doble
posesión puede implicar cambio en el orden de los elementos:
De mi tío su casa ( Perú).
De la señora su sobrina ( Perú).
De mi mama en su casa estoy yendo8.
Esta estructura poseedor ~ poseído, como también la reiteración en los casos en los
que el poseedor es la 1ª o 2ª persona del tipo Esta es mi casa mía, mi santo de mí lo han
celebrado, por su inexistencia en el español europeo, han sido consideradas (Granda
1999:66) resultado de la transferencia de estructuras morfosintácticas de posesión exis-
tentes en el código gramatical quechua ~ aimara. Tesis reforzada porque en Ecuador no
se registra la doble posesión considerando que es debido a que en la modalidad quechua
de esta zona, no existe la doble marca de posesión (Toscano 1953)

Ausencia ~ presencia de posesivo:


Muchos hispanohablantes emplean marcas de posesivo en contextos gramaticales en
los que el español de España utiliza el artículo. La construcción : me duele mi cabeza,
se rompió su pierna, que se rastrea desde los orígenes del idioma hasta el siglo XIX, con
abundantes ejemplos en el Siglo de Oro, se emplea en la actualidad en áreas geográficas
muy diversas como Puerto Rico, República Dominicana, Colombia, Venezuela, Pana-
má, Ecuador, Perú y México9. Como en casos anteriores, también aquí se ha defendido
el influjo de la sintaxis de lenguas indígenas, tales como la guaraní, o las mayas y se ha
rechazado considerando la construcción de carácter hispánico .
En general, en el ámbito peninsular, no se usa el posesivo sino el artículo en los con-
textos que permiten recuperar, por medios gramaticales o inferenciales, la información
aportada por el posesivo (Leonetti 1999: 809). Se añade que son los nombres que desig-
nan partes y propiedades del cuerpo y facultades psíquicas los que permiten la ausencia
del posesivo en español, seguidos de los que designan objetos situables en la esfera per-
sonal (adornos, vestidos, utensilios) así como los nombres de parentesco (Picallo 1999:
VARIACIONES EN EL SISTEMA DE POSESIVOS DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA 532

1006-08). Se considera que debe eludirse cuando la posesión es inalienable El corpus


analizado nos muestra ejemplos de este posesivo redundante:
Depende de mi situación económica en que me encuentre (México)
Su deseo que está pensando se le va a hacer realidad (Bolivia)
Vivo feliz con mi trabajo que tengo (Colombia)
Mi esposo era huérfano. No tenía su papá ni su mamá ( México)
En estos ejemplos el español de España usaría el artículo, puesto que el poseedor ya
está representado por el clítico me, le, o es deducible del contexto.

Artículo indefinido ante posesivo.


Es frecuente que al hablar de la distribución del posesivo antepuesto en el interior
del sintagma nominal se señale que, por su carácter principalmente determinativo, las
formas átonas de pronombre posesivo no pueden seguir al artículo indefinido ni a cuanti-
ficadores universales como ningún, algún, muchos, etc. Este tipo de construcciones ( tal
que un mi tío, otro mi amigo) usuales en el español hasta el siglo XVI10 y agramaticales
en el español europeo actual, se documentan en ciertas variantes del español americano.
En este caso no cabe hablar de construcciones empleadas con el fin de evitar posibles
ambigüedades sino con fines expresivos. Ejemplos11:
Hay otra costumbre al cumplir los doce años. Se le entrega un su cochito o una su
ovejita o unas sus dos gallinitas ( Guatemala).
Una mi tacita de café (Guatemala)
Una su hija se fue con el novio y hasta ahí llegó ( México)
Vinieron un su hijo y la señora grande ( México)
Actualmente se extiende por, Uruguay, Perú, Costa Rica, Honduras, Nicaragua, El
Salvador, Guatemala, México, Paraguay12, Chile, Colombia y Venezuela13, si bien el área
en la que el uso es más amplio es Guatemala y El Salvador. Pero incluso en estos casos el
empleo de la estructura posesiva con artículo indefinido y posesivo antepuesto es muy
inferior (7%) a la del posesivo pospuesto (93%) , empleándose con las tres personas gra-
maticales 14, aunque con ligera ventaja para la tercera, si bien, Martin (1985:386) señala
que en Guatemala la construcción es más frecuente en primera persona.
El que hoy sobreviva esta construcción posesiva con artículo indefinido en América,
y que la mayor presencia de este tipo de construcciones se de en Centroamérica y Para-
guay, ha llevado a considerar como factores explicativos, por un lado, el que esta área
geográfica, en la época de formación del español americano, tuviera poco contacto con
la metrópoli donde estas formas estaban cayendo en desuso; y, por otro, el ser zonas de
fuerte bilinguismo español-lengua amerindia. Se tratará, pues, de un fenómeno de cau-
sación múltiple por retención de una estructura del español medieval que converge con
una estructura similar en una lengua indígena, guaraní para el caso del Paraguay (Granda
1988), lenguas mayas para Guatemala (Martin 1978, 1985), y que se emplea hoy cuan-
do se quiere marcar una relación especial, afectiva, entre el poseedor y la posesión, es-
pecialmente si la posesión es de cosas, según señala Nieuwenhuijsen (2005). Nuestros
533 COMUNICACIONES

datos, sin embargo, nos muestran que esta construcción es especialmente frecuente con
sustantivos que expresan relación como madre, hijo, hermanos, amigo, etc:
“Ante la consternación de estos mis amigos, rompí todas esas páginas. (José María
Arguedas, escritor peruano, hablante de quechua. Primer encuentro de narradores perua-
nos. Lima, Casa de la Cultura del Perú, 1969, pág. 41)
”pues ni siquiera lo he mirado, porque ese día yo andaba ingiriendo licor con unos mis
amigos del Reparto Coovilaco”, sostuvo el detenido, que en las próximas horas pasará a
la orden. / La Prensa. Nicaragua 7/10/2001
El 31 de julio de 2002 a don Héctor Castillo le mataron a un su hijo llamado William
de una fuerte golpiza que le propinaron en casa de una su hermana solamente de madre.
Diario La Hora. Guatemala.

Posesivo tónico en construcciones adverbiales:


Finalmente, nos vamos a referir a un uso generalizado en el español hablado en Amé-
rica, no solo en el habla coloquial sino también en la lengua literaria (Rosenblat 1946,
Vidal de Battini 1949) y en registros formales, como es el uso de posesivo pospuesto
tras un adverbio, en lugar de un pronombre tónico precedido de la preposición de: de-
trás mío, delante mío, encima nuestro por detrás de mí, delante de mí, encima de no-
sotros. No obstante, hemos de decir que este uso, tradicional en Andalucía y conocido
en otras regiones como Castilla y León, se está extendiendo en las hablas populares de
otras varias regiones peninsulares como Murcia, Levante, o Extremadura , lo que lleva
a que sea censurado (Gómez 1991, Llorente 1980) puesto que el posesivo no puede ser
determinante o adyacente de ningún adverbio o locución adverbial. En el habla popular
de Bolivia, Perú y Ecuador se usan, además, las formas delante y detrás con posesivos
antepuestos en construcciones precedidas de la preposición en, del tipo: Riñó al niño en
mi delante (Stefano1992).
Este estudio de los distintos subsistemas de expresión de los posesivos en el español
americano nos muestra que el factor motivador de la variación es, en primer lugar, la ne-
cesidad de deshacer la ambigüedad contextual, pero no el único ya que parece darse un
continuum en las diferentes formas de expresión que va de lo más referencial a lo más ex-
presivo, de la construcción con de antepuesta al pronombre personal, a la doble posesión
y al uso de artículo indefindio con posesivo antepuesto.
VARIACIONES EN EL SISTEMA DE POSESIVOS DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA 534
535 COMUNICACIONES

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VARIACIONES EN EL SISTEMA DE POSESIVOS DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA 538
539 COMUNICACIONES

NOTAS

1
El corpus con el que hemos trabajado y del que extraeremos los ejemplos corresponde al proyecto EGREHA
(Estudio gramatical del español hablado en América). Este proyecto pretende llevar a cabo una gramática des-
criptiva del español hablado en América. Los corpora despojados son los siguientes: 1) macrocorpus de la norma
lingüística culta de las grandes ciudades; 2) selección del CREA de la RAE; 3) grabaciones realizadas a nativos,
pertenecientes a tres grupos generacionales y tres niveles socioeconómicos, de Argentina, Bolivia, Colombia,
Costa Rica, Chile, Ecuador, Guatemala, México, Perú, República Dominicana y Venezuela; 4) encuestas realiza-
das por el equipo que integra el proyecto. Además incluimos ejemplos aportados por los investigadores que se han
ocupado del tema así como otros extraídos de páginas web.
Pronombre personal Posesivo correlativo
Yo mi(s) ~ mío(s)-a(s)
Tú ~ Ud tu(s) ~ tuyo(s)-a (s)/ su(s) ~ suyo(s)-a(s)
Él~ ella su(s) ~ suyo(s)-a(s)
Nosotros- as nuestro (s)-a (s)
Vosotros-as vuestro(s)-a (s)
Ellos-as ~ Uds su (s) / suyo(s)-a (s)
3
Al lado de esta neutralización, para la segunda persona de singular encontramos la forma vos empleada en una
gran parte del Hispanoamérica, si bien se desconoce en la Península y Canarias, y cuya forma posesiva correspon-
diente es tu(s) ~tuyo(s)-a(s).
4
Pone ejemplos de Argentina, Chile, Colombia , Venezuela, Costa Rica, Honduras, El Salvador y México. A la
2ª persona alude en Ecuador, según Toscano (1953).
5
En concreto en el habla de Barlovento y lago de Maracaibo.
6
El uso, poco frecuente en la Edad Media, se documenta desde los primeros textos : sus fijas del Cid, limitán-
dose en la actualidad, en el español peninsular, a los casos su(s) de Ud, Uds (RAE: 1973 § 3.10.9b)
7
Ejemplo citado por Freite (2001).
8
Ejemplos tomados de Rodríguez (1982), Caravedo (1992:732) y Company (1995).
9
Luna (1980) señala que las construcciones del tipo: Está lastimado de su brazo son muy frecuentes en el habla
popular de la ciudad de México, Lope (1972) para la altiplanicie mexicana.
10
Hay ejemplos desde los orígenes del idioma: ..fiziera ende emperador a un su fijo que auie nombre Augustu-
dulu (Estoria de España, s.XIII) citado por Niewenhuijsen (2005), o Halla en Milán a un su amigo en seruicio de
un mercader (Guzmán de Alfarache, Mateo Alemán) tomado de RAE (1973 § .3.10.10b).
11
Tomados, respectivamente, de Nieuwenhuijsen (2005), Martin (1985) y Company (1995).
12
Granda (1999:93) da cuenta de que en Paraguay la construcción posee gran vitalidad en las áreas rurales y en
el registro formal de todos los estratos urbanos.
13
Freite (1998) señala que no se da en Venezuela. Sí lo registra Nieuwenhuijsen (2005)
VARIACIONES EN EL SISTEMA DE POSESIVOS DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA 540

14
Vid. los datos porcentuales que aporta Nieuwenhuijsen (2005) en el siguiente cuadro:
Frecuencia de las construcciones posesivas un+pos+sust y un+sust+pos en el español actual de 8 países hispa-
noamericanos (datos tomados de CREA)
541 COMUNICACIONES

Gramática

LA CONCORDANCIA EN EL ESPAÑOL HABLADO EN AMÉRICA:


EL PRONOMBRE INDEFINIDO PERSONAL UNO, UNA.

Carmen Castillo Peña


(Universidad de Padua)

Introducción
-La concordancia en los estudios sobre el español de América
En los trabajos de conjunto sobre el español de América el tema de la concordancia
gramatical ha sido tratado de forma marginal, frecuentemente asociado a fenómenos de
variación diastrática. Algunas calas bibliográficas servirán de ejemplo ilustrativo: Cuer-
vo, en los capítulos sobre el género y el número de sus Apuntaciones críticas ya hacía
referencia a una serie de formaciones analógicas no normativas (la cabra/el cabro, el
tigre/la tigra servicial/serviciala). En tiempos más recientes, J.M. Lope Blanch (Lope
Blanch, 1993: 151-152) menciona entre los hechos lingüísticos distinguidores de la nor-
ma mexicana la concordancia del pronombre átono lo con antecedente en singular pero
construido en plural (tachado de “error en el que incurren sistemáticamente los mejores
hablantes mejicanos y que cubre gran parte del territorio lingüístico hispanoamerica-
no”), la personalización del verbo haber, con extensión a otros verbos modales, la ad-
jetivación del adverbio medio y la “indebida” concordancia del indefinido poco con su
término: una poca de agua. B. Fontanella de Weinberg (Fontanella de Weinberg, 1993:
152) también se refiere a la concordancia de haber con el complemento directo “más
frecuente en los niveles sociolingüísticos bajos”; junto a esta, en la lista de concordan-
cias no normativas pero frecuentes en gran parte de América Latina, añade la de hacer
en construcciones temporales, la de verbos referidos a fenómenos metereológicos, y la
de las impersonales con se (1993:154-155). Asimismo Fontanella incluye entre los fe-
nómenos de concordancia la variación en la clasificación genérica de los nombres (el
sartén/la sartén) y la recategorización como masculinos de los nombres femeninos que
inician por á- (un hambre bárbaro). M. Sedano y P. Bentivoglio (Sedano y Bentivoglio,
1996: 122) dan como característica del habla de Venezuela la discordancia del verbo en
plural con sujetos colectivos singulares (la gente dicen) o con sujetos singulares cuyo
LA CONCORDANCIA EN EL ESPAÑOL HABLADO EN AMÉRICA 542

núcleo es una estructura cuantificadora del tipo la mayoría de, siendo la primera típica
de la lengua hablada, y la segunda tanto de la hablada como de la escrita. Este tipo de
discordancias ha sido documentado por Sánchez Méndez (Sánchez Méndez, 2003: 276)
en Caracas en 1622 y en Quito en 1638, junto a la concordancia del sustantivo con otro
que lo complementa por medio de la preposición de (crianzas de ganados). R. Caravedo
(Caravedo, 1996: 164) nos recuerda que en Perú hay casos de concordancia de género
distinta de la normativa (la calor/el calor) y que en las modalidades andina y amazónica
se producen discordancias de género como consecuencia del contacto de lenguas. En
el mismo sentido (pero con una perspectiva geográfica más amplia al incluir el con-
tacto con el guaraní, las zonas bilingües del suroeste estadounidense y los indígenas
hispanohablantes de Costa Rica) se manifiesta Franco Figueroa (Frago García y Franco
Figueroa 2003: 124) con ejemplos de discordancias de género y número; también A.
Ramírez (Ramírez, 1992) ha descrito lo que llama “inconsistencia en el uso del género
y del número” (era cosa serio, un bonito mujer) en el español isleño de Luisiana. Esta
sumaria lista de referencias que he esbozado a modo de estado de la cuestión se debe
ciertamente completar con los estudios detallados de uno o varios aspectos parciales,
como por ejemplo los de De Mello (De Mello 1991 y 1994) para la concordancia con
haber impersonal, con los verbos con se, o el uso de le por les (De Mello 1997) o de se lo
por se los (De Mello 1997b).
Lo expuesto hasta aquí podría autorizar las siguientes consideraciones:
a) La concordancia gramatical no ha sido estudiada como tal en los trabajos sobre el
español de América. Este vacío se explica a mi juicio porque no se trata de un hecho dife-
rencial, ya que las reglas de la concordancia gramatical parecen ser ajenas a la variación
diatópica.
b) Sí se han descrito, sin embargo, algunos fenómenos de discordancia, caracteriza-
dos como propios de la lengua hablada (y escrita) en algunas zonas de América o incluso
en todo el continente. Estos fenómenos de discordancia se reducen sustancialmente a
tres tipos:
El primer tipo se refiere a la concordancia nominal y consiste en el hecho de que haya
sustantivos con un género distinto al normativo (la calor), o adjetivos que en el sistema
normativo son invariables y en la zona descrita, no (serviciala). Este aspecto tiene, a su
vez, dos perspectivas: que la recategorización genérica esté circunscrita a algunas uni-
dades léxicas (el sartén), o bien que se trate de una ausencia de concordancia, o de una
inconsistencia en el uso de las marcas de concordancia, como consecuencia del contacto
lingüístico (bonito mujer), ya con ciertas lenguas indígenas, ya con el inglés de los Esta-
dos Unidos.
El segundo tipo se refiere a la concordancia verbal; en concreto han sido descritas las
concordancias ad sensum (por ejemplo las de los colectivos singulares con verbos en
plural) y la personalización de verbos o estructuras impersonales o terciopersonales.
Finalmente, el tercer tipo reúne las observaciones dedicadas a los desajustes de núme-
ro en el uso de los clíticos agrupados con se (se los por se lo o se le por se les).
543 COMUNICACIONES

- La concordancia en las gramáticas normativas y descriptivas


En las gramáticas normativas la estructura del capítulo dedicado a la concordancia es,
como poco, peculiar, si no paradójica, ya que tras el establecimiento de la regla, aquello a
lo que la gramática se dedica es al análisis, o a la simple enumeración, de todos los casos
en los que dicha regla no se aplica o se incumple. Una especie de sensación de fracaso es
lo que trasluce el último párrafo del capítulo sobre la concordancia de la Gramática de
Bello:
“Esta materia de concordancia es de las más difíciles para el que se proponga reducir
el uso a cánones precisos, que se limiten a representarlo fielmente. En caso de duda debe
estarse a las reglas generales. Propender a ellas es contribuir a la mejora de la lengua
en las cualidades esenciales de conexión lógica, exactitud y claridad. Algunas de sus
libertades merecen más bien el título de licencias, originadas del notorio descuido de los
escritores castellanos en una época que ha dejado producciones admirables por la fecun-
didad y la elevación del ingenio, pero pocos modelos de corrección gramatical.” (§ 855)
Las reglas generales a las que se refiere Bello son dos; la primera establece la concor-
dancia, entendida como “armonía”, entre un sustantivo y un verbo o un adjetivo; la se-
gunda se refiere a la concordancia entre varios sustantivos y un verbo o un adjetivo. Las
excepciones a la primera regla, llamadas silepsis, comprenden la concordancia en plural
con colectivos o con cuantificadores, mientras que las excepciones a la segunda están
sobre todo referidas a cuestiones relacionadas con el orden de palabras.
Tiene razón J. A. Martínez (Martínez, 1999: 2710) cuando reconoce que, debido a su
extrema simplicidad, estas reglas no pueden dar cuenta de los hechos de concordancia en
español, al tratarse, más bien, de observaciones referidas a la concordancia de género y
de persona.
En todo caso, a pesar de la profunda diferencia en el concepto de gramática que hay
entre Bello y las modernas gramáticas descriptivas y explicativas, las cosas no han cam-
biado sustancialmente en este punto: tras la definición o el establecimiento de la estruc-
tura aparece una más o menos prolija enumeración (no siempre acompañada de análisis)
de casos de discordancia1. En lo que sí se distinguen las gramáticas modernas es en el re-
chazo de la etiqueta de discordancia para algunas estructuras, lo cual supone el reanálisis
de dichas estructuras; en realidad se trata de una operación metalingüística consistente
en demostrar que una cierta discordancia no es tal; por ejemplo para E. Alarcos (Alarcos
Llorach 1994:§325) “no es cuestión gramatical de concordancia o discordancia el des-
ajuste entre la persona aludida en realidad y la persona manifestada en la terminación
verbal y en el sujeto explícito”, como ocurre con usted, vuestra majestad , y otras formas
de tratamiento (3ª persona, pero referidas a la segunda), o con la primera persona plural
con referencia a la primera, o a la segunda, singular, o, por último, con el uso de la tercera
persona en lugar del yo (esta chica se va ‘me voy’, uno no está para bromas ‘no estoy para
bromas’). Con esta idea concuerda plenamente J. A. Martínez (Martínez 1999: 2702),
ya que no reconoce como silepsis ni el desajuste referencial entre sustantivos como ma-
jestad, santidad, y la persona aludida, ni las discordancias entre el género (normalmente
LA CONCORDANCIA EN EL ESPAÑOL HABLADO EN AMÉRICA 544

femenino) de dichos sustantivos y el de los adjetivos que los modifican (su majestad está
cansada/o), por tratarse de sustantivos “indiferentes al género”. El mismo J. A. Martí-
nez (1999: 2700), tras distinguir entre rección2 y concordancia, explica que casos como
la mayoría votaron no representan propiamente fenómenos de discordancia, ya que el
plural morfológico del verbo se encuentra repetido en el contenido pluralizador del sus-
tantivo cuantificador, al igual que ocurre en votaron tres. Un tipo análogo de argumento
es aplicable a la mayoría de ellos votaron, un grupo de ellos votaron. Tampoco es dis-
cordancia cuando el verbo haber concierta en plural con lo que la gramática normativa
interpreta como complemento directo (habían tres personas): el reánalisis de la estructu-
ra está encaminado a reconocer en el sintagma nominal plural el sujeto (y no el comple-
mento) del verbo.
Nótese que no se trata de meras cuestiones nominales (discordancia, desajuste refe-
rencial, rección). La capacidad explicativa de la gramática ha adquirido mayor peso gra-
cias a la finura con la que se analizan y deslindan los hechos, evitando así la etiqueta de
“falta”, o de “error”, con la que se marcan datos lingüísticos procedentes con mucha fre-
cuencia de registros no cultos; de ahí que a propósito de la “discordancia o falta de con-
cordancia propiamente dicha entre morfemas, especialmente entre el número de sujeto
léxico y el del sujeto morfológico” Martínez precise que “no se trata, con todo, de una
mera falta, no solo porque el concepto de falta carece de significado fuera de la gramática
normativa, sino porque esa desconexión de los contenidos morfológicos puede verse
corregida por la intervención de otros factores que restauran la continuidad de la relación
entre el sustantivo sujeto y el verbo” (Martínez 1999: 2766). En lo que sigue, se utiliza-
rá el término discordancia desprovisto de todo valor normativo, entendiéndolo como la
ausencia de repetición de la marca morfológica de género o de número/persona en una
estructura en la que dicha repetición es el índice sintáctico de constitución del sintagma.
La discordancia, considerada en las gramáticas normativas como una falta, o en el
mejor de los casos una licencia, transformada en las gramáticas descriptivas en objeto
de reflexión metalingüística, es analizada desde otra perspectiva en los estudios sobre lo
coloquial. A. M. Vigara Tauste (Vigara Tauste 1992: 215 y ss.) propone “justificar desde
el punto de vista del principio de comodidad las múltiples irregularidades en la concor-
dancia que pueden recogerse en la lengua hablada. En ella, el hablante, con poco tiempo
para la reflexión y en la urgencia de ser inmediatamente atendido y comprendido por su
interlocutor improvisa la concordancia formal en sus enunciados”, de ahí que más que
de discordancias, Vigara hable de “concordancias improvisadas”. Del estudio de Vigara,
destaco las discordancias explicadas por “hábitos” (son la una menos diez), por “acción
del contexto previo” (-¿Cuál es el problema? -Es varios ), por el especial relieve que el
hablante da a una parte del discurso (los horribles que son), o por “interpretación sub-
jetiva del hablante” (los hombres son todos igual), ya que al depender del momento de
la enunciación o de las condiciones en que se produce la comunicación son ciertamente
asistemáticos, y probablemente independientes de la variación diastrática. De signo con-
trario es la justificación de las estructuras discordantes que da A. Briz (Briz 1996), quien
no pone el acento en la “improvisación”, sino en la reelaboración permanente a la que el
hablante somete el propio discurso, bien por falta de palabras, bien por considerarla ne-
cesaria para la eficacia de la comunicación.
545 COMUNICACIONES

Premisas para el análisis


Los datos de este estudio proceden fundamentalmente del Macrocorpus de la norma
lingüística culta de las principales ciudades del mundo hispánico (Samper Padilla et
al.) y de las grabaciones no transcritas de encuestas realizadas para el EGREHA (Estudio
gramatical del español hablado en América3), proyecto en cuyo marco se inscribe esta in-
vestigación. He considerado como un corpus escrito el primero, aunque sea el resultado
de la transcripción de encuestas, ya que dicha transcripción no refleja las dudas y reela-
boraciones propias de la oralidad4, por lo que se corre el riesgo de identificar lo escrito
con lo culto. De esta forma he trabajado con un corpus bicéfalo en el que la norma culta
está privilegiada por mayor cantidad de datos: los procedentes del Macrocorpus y los de
los informantes de nivel alto y medio-alto del corpus del EGREHA.
En el planteamiento teórico del análisis, y como consecuencia de lo expuesto en los
apartados anteriores, he trabajado con las siguientes premisas:
a) El estudio de la concordancia en el español de América es, en realidad, consustan-
cial al estudio de la discordancia: lo diferencial ( si es que efectivamente lo hay) desde el
punto de vista diatópico o diastrático es la falta de concordancia.
b) Un estudio sobre la concordancia entendida exclusivamente como mero hecho
morfológico5 excluiría del análisis una buena parte de los casos de discordancia a los que
hasta ahora se les había dedicado espacio en la bibliografía sobre el español de América
(por ejemplo las concordancias ad sensum, la silepsis, etc.) y, en todo caso, las estructu-
ras a priori más “interesantes”.
c) En el análisis de la concordancia debemos distinguir los casos procedentes del Ma-
crocorpus, escrito, de los procedentes de las grabaciones no transliteradas.
d) A su vez, en el corpus oral debemos distinguir la discordancia “natural” -producto
de la reelaboración que el informante hace del propio discurso, interdependiente, por
tanto, de las condiciones del contexto comunicativo y del género discursivo entrevista-,
que con gran improbabilidad aparecerá documentada en textos escritos, de la “grama-
tical”, originada por la concurrencia de uno o más factores de naturaleza estrictamente
lingüística y cuya documentación en un texto escrito es, por tanto, posible.
Un tipo de discordancia “natural” (cercano a lo que Vigara Tauste llama “concordancia
improvisada”) relativamente frecuente en el corpus oral es el que se produce entre determi-
nante y sustantivo, por ejemplo cuando en el flujo del discurso se inicia una secuencia que
inmediatamente se altera porque no se dispone de la palabra exacta, o porque se está inten-
tando dar mayor precisión: estaa // hombre6. A su vez, los casos de discordancia “gramati-
cal”, son siempre describibles en función de criterios estrictamente sintácticos o semánti-
cos (el hecho de que el sustantivo sea un colectivo, la distancia entre sujeto y verbo, etc.).

El pronombre indefinido personal uno, una: desajustes referenciales y concor-


dancia con el atributo
Como se indica en el título de este apartado, conviene deslindar dos fenómenos a mi
LA CONCORDANCIA EN EL ESPAÑOL HABLADO EN AMÉRICA 546

juicio distintos: de una parte la alternancia uno/una presuntamente dependiente del sexo
de la persona a la que el pronombre se refiere, de otra la concordancia de uno, una con el
atributo (uno está cansado/ una está cansada).
Bello (1981, § 859) explica el valor pronominal de uno y su variación genérica:
“Se usa el indefinido uno significando “alguna persona” o “persona alguna”, es decir
sustantivado: Es difícil que uno se acostumbre a tantas incomodidades y se suele enton-
ces aludir a la primera persona de singular: No puede uno degradarse hasta ese punto es
un modo enfático de decir no puedo. Si la que habla es mujer, lo más corriente es decir
una: Tiene una que acomodarse a sus circunstancias. Y entonces, ¿qué ha de hacer
una?”
Cuervo (1939: 143) recomienda el femenino cuando quien habla es una mujer, aun-
que admite el uso del masculino si la hablante no hace alusión a sí misma o a asuntos ex-
clusivos de mujeres. Contrario a dicha recomendación es Salvador Fernández Ramírez
(1986: 50), quien tilda de “vulgar y plebeyo” el uso de la forma femenina “que emplean a
veces las mujeres”. No atribuye, sin embargo marcación diastrática alguna a la secuencia
una misma (Fernández Ramírez 1986: 53).
A propósito de la connotación “vulgar y plebeya” del uso de la forma femenina con-
viene aclarar que no encontramos unanimidad en las opiniones de gramáticos y lexi-
cográfos: J. A. Martínez (1989: 59-63) ofrece ejemplos del uso de la forma femenina
(una queda desconcertada, la atropellan a una) silenciando cualquier juicio sobre la
“corrección” de los usos; la misma actitud aparece en Gómez Torrego (1997:271): una
se encuentra a gusto. Las dos ediciones del Diccionario de uso de María Moliner (DUE
1966 y 1998) ejemplifican la forma femenina (Si una está triste busca la soledad) sin
ningún tipo de marcación; en la primera edición, además, se advierte: “Es posible usar
uno aunque la que habla sea mujer cuando, aunque la frase se refiera a sí misma, su
contenido puede generalizarse: ‘No te extrañe verme asustada: uno se impresiona con
estas cosas”. El Diccionario del español actual (DEA) de M. Seco atribuye la marca
col. (coloquial) al uso pronominal de uno, una con referencia a la persona que habla
y recoge la misma aclaración de la primera edición del DUE (“a veces se usa la forma
masculina para designar mujer”7). No concuerda con los anteriores la continuación del
Diccionario de construcción y régimen de Cuervo, ya que respecto a la forma una co-
menta: “Se usaba con frecuencia en femenino, pero esta forma ha adquirido un matiz
regional o vulgar”. Por último, la edición en línea del Diccionario de la Real Academia
Española no da ejemplos del uso del femenino8; lo mismo sucede en algunos dicciona-
rios escolares españoles (Clave, Salamanca) y en los diccionarios de americanismos
consultados.
En nuestro corpus apenas se documenta la forma una como pronombre indefinido
personal referido a mujer , ya que la inmensa mayoría de las ocurrencias de este pronom-
bre con referente femenino corresponden a la forma uno. El siguiente cuadro refleja el
número de ocurrencias en el Macrocorpus:
547 COMUNICACIONES

En la primera columna aparece el número de ocurrencias de la forma uno como pro-


nombre indefinido personal referido al yo (con independencia de que sea hombre o mu-
jer) en estructuras sin atributo:
(1) le dedica... se lo dedica uno a otras cosas, tal vez menos importantes, abandonando
asuntos que no debería abandonar...(BO39).
En la segunda columna aparecen las escasas ocurrencias de una :
(2) Una ya tiene otras preocupaciones: la casa, el chico... Pero en general... no sé...
creo que tienen un nivel bastante alto... todos los compañeros” (BA4).
En la tercera columna se han contado las ocurrencias en las que uno aparece con un
atributo concordado en masculino. Se marcan con asterisco los casos especiales de
México y Lima, ya que todas las ocurrencias corresponden a informantes mujeres, es
decir que ningún informante varón utilizó el pronombre indefinido con un adjetivo o
participio concordado, mientras que las mujeres se refirieron a sí mismas con estructuras
como la del ejemplo (3):
(3) Cuando se levanta el telón por primera vez en una obra, una obra la tiene uno dor-
mido, despierto, bañándose, comiendo, en el desayuno. (ME4).
Por último, la cuarta columna reúne los casos en los que las informantes utilizaron la
forma uno con un adjetivo o participio concordado en femenino:
(4a) Cuando uno se siente inspirada por algo (CH8).
(4b) Estaba hablando en la fila, que es donde uno debe ir... callada (LI8).
(4c) Lo único que es muy deprimente cuando uno se cae sentada (BA3).
Aceptando el análisis de Alarcos y de Martínez, el uso de uno con referencia a una mu-
jer no es un caso de discordancia, sino de desajuste referencial; la escasa frecuencia de la
forma femenina una podría justificar una explicación según la cual uno utilizado como
pronombre personal es invariable, y no masculino; de ahí que si en la estructura en la que
aparece el pronombre hay un atributo, este se comporte reflejando en el género morfoló-
gico (que no concordando, ya que las palabras no concuerdan con las cosas) el sexo del
referente, al igual que ocurre en tú estás cansada/tú estás cansado.
Ahora bien, la situación que refleja el Macrocorpus no es paralela a la de tú estás
cansado/cansada, ya que en este caso se presume que el género del adjetivo refleje efec-
LA CONCORDANCIA EN EL ESPAÑOL HABLADO EN AMÉRICA 548

tivamente el sexo del referente, mientras que en los ejemplos de (3) parece producirse un
desajuste referencial no solo en el uso del pronombre uno, sino también en el del adjetivo
concordado con el pronombre. Los ejemplos de (4) documentan, sin embargo, una situa-
ción inversa: el desajuste referencial que se produce con el uso de la forma masculina se
“corrije” con la discordancia entre el pronombre y el atributo.
Los datos del Macrocorpus podrían resumirse así:
a) El pronombre uno apenas si manfiesta variación genérica dependiente del referente
b) En estructuras atributivas con uno el género del atributo puede estar referencial-
mente ajustado al sexo del hablante. En definitiva, parece que lo que ocurre es que la
concordancia entre el pronombre y el atributo a veces se manifiesta (3) y a veces no (4);
el primer caso bloquea la interpretación del pronombre como forma invariable, ya que
prevalece la concordancia sobre la correspondencia referencial entre la hablante que se
refiere a sí misma y el género del atributo. Cuando la concordancia no se manifiesta, (4),
el pronombre es interpretable como forma invariable o indeferente al género (al igual que
los pronombres personales yo, tú o sustantivos de tratamiento como majestad), mientras
que en el género del atributo se refleja la necesidad del ajuste referencial; esta última está
además fuertemente determinada por factores expresivos y comunicativos, de ahí que en
una entrevista (BA4) la misma informante utilice tanto estructuras del tipo (3), como del
tipo (4).
c) Por último, en coocurrencia con el indefinido mismo hay siempre concordancia:
uno mismo/una misma y en ningún caso la forma masculina corresponde a informantes
mujeres. La presencia solidaria de ambos factores (concordancia y ajuste referencial)
podría explicarse como un principio de fosilización de la estructura.
En todo caso, nótese que la orientación (y a mi juicio el interés) del análisis no es tanto
la “discordancia” que se produce en el uso de la forma uno aplicado a una mujer (no en-
teramente análoga a la de majestad aplicado a un hombre, ya que a diferencia de lo que
ocurre con ese sustantivo, el sistema dispone de un paradigma con variación genérica:
uno, una) sino el hecho de que el pronombre a veces concuerde con el atributo y a veces
no. Es precisamente esta variación la que me ha inducido a ocuparme del caso en un estu-
dio sobre la concordancia.
549 COMUNICACIONES

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553 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Por ejemplo el estudio de M. Álvarez García (2001) consiste en la documentación de una serie de casos de
discordancia a los que se adjudican etiquetas normativas.
2
“La rección es una especie de concordancia en que los contenidos ligados, más o menos afines, pertenecen
a distintas categorías (contenido léxico/contenido morfológico), mientras que en la concordancia propiamente
dicha lo relacionado viene a ser un mismo contenido que se reitera y es, como es lógico, de idéntica categoría.”
3
Dirigido por César Hernández Alonso.
4
No se marcan, por ejemplo, la duración de las pausas, las vacilaciones y titubeos, la repetición de las sílabas
iniciales del enunciado, el relieve dado a ciertas partes del discurso con las variaciones del tono de la voz, etc.
5
Es decir, cuando se reitera el contenido (de número/persona o de género) con estructuras lingüísticas de la
misma categoría (morfemas)
6
Cuando lo exija la pertinencia de la explicación, seguimos la convención elaborada por el grupo Val.Es.Co
para la transcripción de su corpus de conversaciones (A. Briz (coord.) 1995: 39-48)
7
Este uso se ejemplifica con citas de I. Aldecoa y C. Martín Gaite.
8
En el artículo enmendado que constituye el avance de la vigésima tercera edición. Tampoco en el artículo de
la XXII ed. hay ejemplos del femenino.
9
Para permitir la localización del ejemplo, las abreviaturas siguen la convención utilizada por el Macrocorpus:
las dos letras representan la ciudad y el número se refiere al de la encuesta.
555 COMUNICACIONES

Gramática

LAS ESTRUCTURAS TRANSITIVAS E INTRANSITIVAS


EN EL ESPAÑOL HABLADO DE AMÉRICA.

Rosario Portillo Mayorga


(Universidad de Cantabria, Departamento de Filología)

Introducción
Si revisamos la amplísima bibliografía sobre el problema de la transitividad en es-
pañol deducimos enseguida que las dificultades lingüísticas afectan a dos niveles de la
lengua: la clasificación de los verbos en transitivos o intransitivos y, en paralelo, la clasi-
ficación de las oraciones en transitivas o intransitivas.
En esta investigación relacionamos lo que ya ha sido objeto de investigación funda-
mentalmente en la gramática del español con el análisis de las estructuras del español
hablado en América. Para ello contamos con el Macrocorpus de la norma lingüística cul-
ta1 y también con un amplio corpus de español americano: el del proyecto EGREHA2 .
Siempre que sea posible indicaremos el uso de cada una de las estructuras, frecuencias,
registro culto o vulgar...

La transitividad en el verbo
En la clasificación gramatical denominamos transitivo al verbo que lleva comple-
mento directo: comer pan o ver una película mientras que los intransitivos carecen de
complemento directo ( RAE.1931: 8240 a).Pero cuando consultamos los diccionarios la
clasificación de un verbo en transitivo o intransitivo es independiente de su uso concreto.
Así el verbo saltar aparece con o sin complemento: Saltó los cinco metros o El hombre
saltó hasta la parte superior del tejado.
La RAE subraya que algunos verbos intransitivos se construyen con complementos
directos tautológicos y que no debemos considerar al verbo transitivo por ese uso: en la
frase vivió la vida intensamente 3, vivir sigue siendo intransitivo.
Aunque es poco frecuente encontramos en el corpus de español de América del pro-
yecto EGREHA algunos ejemplos de verbos que tienen las dos estructuras:
LAS ESTRUCTURAS TRANSITIVAS E INTRANSITIVAS 556

a.- Cuando está bailando (estructura intransitiva).


b.- A mí me gusta bailar más polca que cualquier otra cosa.
En el ejemplo b simplemente se hace explícito el tipo de baile. Otras veces la alter-
nancia transitividad/intransitividad da pie a los siguientes contrastes: no entiendo (IN-
TRANS)/ yo digo que entiendo el guaraní (TRANS).
En las gramáticas latinas y en las descriptivas tradicionales se denomina estructura
u oración transitiva a las activas que pueden transformarse en pasivas4. De esa forma
se confunden ‘transitividad’ y ‘transformabilidad’ ya que los verbos tener o ver serían
intransitivos porque no admiten esa transformación. O sea, no todas las estructuras con
complemento directo pueden pasar a pasiva.
Siguiendo la revisión de R. Cano Aguilar (1981) estos conceptos han sido explicados
por todas y cada una de las teorías lingüísticas. Para Hjelmslev(1972) el verbo determina
el tipo de complemento que rige. Tesnière (1966:103) ya había propuesto dos planos lin-
güísticos: un plano de conexiones estructurales y otro de conexiones semánticas. En el
plano sintáctico el verbo es el elemento regente del que dependen los complementos. En
el plano semántico el verbo es el determinado y el sustantivo-objeto completa su signifi-
cado. O sea, el verbo transitivo lleva complemento directo que está regido por el verbo y,
que, además, completa el significado del verbo(5).
Para la gramática generativa el CD se define por la relación que tiene con el verbo y
por la posición del sintagma nominal. O dicho de otra forma verbo transitivo sería el que
aparece con un SN como complemento en una estructura. Por lo tanto se incluye infor-
mación semántica sobre el complemento directo.
Características del complemento directo
Complemento directo es el sintagma nominal que está regido por el verbo, semántica
y sintácticamente, ya que sólo algunos tipos de complementos nominales se califican co-
mo complementos directos. Los criterios sintácticos no están muy claramente definidos
y son objeto de debate para los gramáticos. El hecho de que la estructura transitiva se
puede transformar en pasiva no es aplicable a todos los verbos. La transformación en una
estructura interrogativa en la que el complemento responde a la pregunta qué o a quién
está más aceptada. También es problemática la sustitución del CD por los pronombres
personales átonos ya que el leísmo interfiere, a veces, en la identificación.
No le veo de forma inmediata (no veo su utilidad). (ARGENT)
O el loísmo: Lo acompañé a tomar exámenes. (ARGENT)

Funciones semánticas del complemento directo


Según Palmer (1994:5) la falta de claridad entre los investigadores lleva a plantearse
el tema de las funciones semánticas válidas para todas las lenguas mientras que las carac-
terísticas sintácticas son distintas en cada lengua.
Siguiendo a V. Demonte (1990) vemos que, básicamente, hay dos funciones semán-
ticas: la del agente animado o inanimado que realiza o es causa voluntaria o involun-
557 COMUNICACIONES

taria de la acción y la del paciente6. En el término paciente englobaríamos tres tipos de


complementos: los que pueden ser ‘afectados’ por la acción verbal, los que designan el
resultado de la acción o proceso verbal (‘efectuados’) y al que denomina Demonte com-
plemento ‘desplazado’7.
Violeta Demonte (1990) indica que las once clases de verbos propuestas por Cano
Aguilar pueden dividirse en dos superclases: la primera superclase afecta a los verbos
cuyo sujeto es agente o causa y el complemento directo es paciente; en esos casos el com-
plemento se interpreta como efectuado, afectado o desplazado. La segunda incluye los
verbos de actividad cognitiva en los que el sujeto es un experimentante y el complemen-
to directo es un objeto percibido, efectuado o un tema. Por ejemplo: Guillermo y Pedro
aman a su tío, el niño quiere un juego.

Rasgos sintácticos distintivos


Los contrastes son obvios en el corpus: los ejemplos de estructuras intransitivas son
más sintéticos y dinámicos como podemos ver en los siguientes enunciados:
Cuando se habla del rescate de los valores democráticos...
En ninguna parte se superan los conflictos sociales
Yo volví de la Argentina en mil novecientos ochentaitres.
La tendencia analizante, más descriptiva corresponde a las estructuras transitivas co-
mo podemos comprobar en el texto 1: Durante el gobierno del doctor Lleras se creó lo
que se llamó el Consejo Nacional de Integración Popular...
Y de acuerdo al espíritu de ese decreto se pretendía, más o menos, el agrupar el es-
fuerzo de diversas entidades... para tratar de sacar del estado de marginalidad en que se
encuentra * la gran parte de la población del país. (Bogotá, registro culto).
1.- Como características propias de la lengua oral de Hispanoamérica en el nivel sin-
táctico hemos recogido ejemplos de alargamiento del predicado verbal de la oración con
lo que se enfatiza la transitivación:
Te reitero que no soy el espécimen más adecuado para tu muestreo (Paraguay)
2.- Otra variante supone el truncamiento de la estructura transitiva:
Recordarme al dia siguiente en horas de mañana apenas me levanto que yo soy la
voluntad del legislador.
3.- Por el contrario encontramos a veces el complemento directo omitido porque ya se
hacía referencia a él en estructuras anteriores: no puedo juzgarla porque en realidad no
conozco.
4.-El complemento directo de persona aparece sin la preposición a:
...En estos programas se ha pretendido traer las autoridades en su materia.
...tratar de sacar del estado de marginalidad... la gran parte de la población del país.
LAS ESTRUCTURAS TRANSITIVAS E INTRANSITIVAS 558

Jose G.Mendoza ya hizo referencia a una serie de rasgos distintivos como sintaxis di-
vergente característica del habla de Bolivia(8). El mismo insiste en que muchos de estos
rasgos son comunes al castellano andino de América del Sur y que otros países de His-
panoamérica también presentan algunas divergencias. De hecho algunos rasgos como
la duplicación del complemento directo, la elisión del pronombre complemento o de la
preposición a en el complemento de persona aparecen en el nivel culto de los informan-
tes de nuestro corpus en varios países y zonas: Paraguay, Argentina...Este tipo de carac-
terísticas sintácticas se multiplican cuando el informante utiliza el registro vulgar (véase
el texto nº 2 del anexo).

Frecuencia de uso del Español de América


Aunque hay diferencias según el registro 9e importantes diferencias individuales las
frecuencias de las diferentes estructuras reflejan un dominio de los esquemas transitivos
(56-60%) respecto a los intransitivos (37-40%). La diferencia está motivada porque el
esquema verbo + complemento directo representa un 45-50% de los esquemas transiti-
vos y un 20-25% de todas las estructuras.
Los esquemas intransitivos reflejan una mayor variación ya que en ellos encontra-
mos estructuras pronominales, impersonal refleja, verbo con predicativo... Sin embargo,
cuando analizamos las estructuras transitivas sus variaciones afectan a los complementos
que acompañan al verbo: verbo + complemento directo, verbo + complemento directo +
complemento indirecto o verbo + complemento circunstancial. También encontramos
reflexivas que suponen un 8% y las estructuras recíprocas solo tienen una frecuencia del
0,11 en la parte del corpus ya analizada. En la siguiente tabla se hacen explícitos los datos
provisionales obtenidos:
a) TRANSITIVAS
1.- Con complemento directo: 42%
2.- Con complemento directo e indirecto: 8%
3.- Con complemento directo y circunstancial: 3%
4.- Reflexivas: 8%
5.- Recíprocas: 0,11%

b) INTRANSITIVAS
1.- Impersonal con SE: 11,9% 6.- Con predicativo: 2,3%
2.- Con complemento circunstancial: 7.- Pasiva con SE: 2,1 o 3%
6,3% 8.- Transitivas con complemento
3.- Con verbo existencial: 4,7% directo: 1,5%
4.- Con verbo de movimiento: 2,3% 9.- Pasiva atributiva:1,5%
5.- Con verbo de acción: 2,3% 10.- Con suplemento: 0,7%
559 COMUNICACIONES

Tipos de Estructuras
TRANSITIVAS
1.- CON COMPLEMENTO DIRECTO: 42%
2.- CON C.DIRECTO E INDIRECTO: 8%
3.- Reflexivas: 8%
4.- Recíprocas: 0,11%

INTRANSITIVAS
1.- IMPERSONAL CON SE: 11,9%
2.-CON COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL: 6,3%
3.- CON VERBO EXISTENCIAL: 4,7%
4.-CON VERBO DE MOVIMIENTO: 2,3%
5.- CON VERBO DE ACCIÓN: 2,3%
6.-CON PREDICATIVO: 2,3%
7.-PASIVA REFLEJA: 2,1 o 3%
8.-TRANSITIVAS SIN COMPLEMENTO DIRECTO: 1,5%
9.-PASIVA PERIFRÁSTICA:1,5%
10.-CON SUPLEMENTO: 0,7%
LAS ESTRUCTURAS TRANSITIVAS E INTRANSITIVAS 560
561 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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(coord) Historia y presente del español de América. PABECAL, Valladolid, págs. 63-84.
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Campos, Héctor (2000): Transitividad e intransitividad en Bosque, I y Demonte, V Gra-
matica descriptiva de la Lengua Española, pp 1521-1574.
Germán de Granda (1992): El español del Paraguay. Distribución, uso y estructuras en
C.Hernández (coord) Historia y presente del español de América. PABECAL, Valladolid,
págs. 675-695.
Demonte, Violeta (1987): Transitividad, intransitividad y papeles temáticos en V. De-
monte y B.Garza Cuarón (comps), Estudios de lingüística de España y México, El Colegio
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Hernández Alonso, César (coord.) (1992), Historia y presente del español de América,
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(coord) Historia y presente del español de América, págs. 565-590.
LAS ESTRUCTURAS TRANSITIVAS E INTRANSITIVAS 562
563 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Me refiero al de las principales ciudades del mundo hispánico. Editado por J.Antonio Samper Padilla,
C.Eugenia Hernández Cabrera y Magnolia Troya Déniz.
2
El proyecto se denomina Estudio de la Gramática del Español Hablado en Hispanoamérica .El investigador
responsable es César Hernández Alonso de la Universidad de Valladolid
3
Según la RAE las oraciones transitivas están formadas por un verbo transitivo cuya acción recae sobre un
objeto distinto del sujeto y no comprendido en la significación del verbo. O sea, hay dos procedimientos de intran-
sitivación: que no haya complemento directo expreso o que el verbo derive de una palabra que, si se expresa, sería
su complemento directo (bailar o granizar).
4
El término’ transitivo ‘está emparentado con el vocablo latino transitivus que se relaciona, a su vez, con el
adjetivo transieus: con el sentido de que un elemento necesita referirse al otro (G. Raimundo Cardona 1991).
5
Cuando la R.A.E. indica que los verbos transitivos son los que llevan complemento directo olvida la conexión
semántica.
María pega a Juan La policía usó bombas lacrimógenas :’afectado’
El viento destruyó la casa Ese locutor sólo dice mentiras:’efectuado’
Indurain ganó el Tour Luis puso las galletas en la caja: ‘desplazado’
6
Seguimos la clasificación de Rafael Cano Aguilar porque es el sistema de clasificación de los complementos
directos más claro en español (1981).
7
Aquel argumento que designa al objeto que se mueve.
8
Véase Jose G. Mendoza, Aspectos del castellano hablado en Bolivia en C.Hernández (coordinador), Historia
y presente del Español de América, PABECAL, Valladolid, 1992, págs. 437-501.
9
En el registro culto correspondiente al nivel sociocultural medio-alto se incrementa la frecuencia de uso de
la pasiva refleja (3,65) y desciende el de la impersonal refleja (3,6%) Sobre este interesante tema puede consul-
tarse de la autora Las estructuras con se: teoría y uso en las actas del VI Congreso de Lingüística de Granada (en
prensa).
565 COMUNICACIONES

Gramática

LOS MORFEMAS DE GÉNERO Y NÚMERO


EN EL NOMBRE COMÚN DEL ESPAÑOL AMERICANO

Hernán Urrutia Cárdenas (Universidad del País Vasco)


José L. Ramírez Luengo (Universidad de Deusto)

Introducción
Los diversos aspectos que tienen que ver con el uso de los morfemas de género y nú-
mero en el nombre común o apelativo resultan de interés para analizar las posibles pecu-
liaridades del español americano en relación con el español europeo. El análisis presente
se realiza a partir de los materiales que aporta el “Macrocorpus de la norma lingüística
culta de las principales ciudades del mundo hispánico”1.
Desde un punto de vista morfosintáctico el nombre común se caracteriza como un
«signo lingüístico, núcleo de un sintagma nominal, con morfemas de género y número
que denota unidades semánticas referentes a entes, procesos, acontecimientos... inde-
pendientes y autónomos, subsistentes por sí» (Hernández Alonso, 1992:394). Y tanto
las oposiciones de género (masculino/ femenino) y de número (singular/plural) como la
concordancia de los adyacentes en el sintagma se desdibujan cuando se debilita el uso
normativo o se reestructura el paradigma de tales morfemas.

El género
En relación con los distintos géneros, todos los autores (entre ellos, Bello, 1847: 223;
RAE, 1973: 172; Hernández Alonso, 1992: 397; Alarcos Llorach, 1994: 60) coinciden
en señalar el proceso de cambio que este morfema ha sufrido en la evolución que da
como resultado el nacimiento, desde la lengua latina, del español, lo que ha conllevado
la reducción de tres a dos géneros diferentes, debido a la desaparición -en el nombre co-
mún, por más que perviva en otras categorías- de lo que se ha denominado género neutro,
al pasar los nombres que en latín presentaban éste bien al género masculino o bien al
femenino (Hernández Alonso, 1992: 398).2
LOS MORFEMAS DE GÉNERO Y NÚMERO EN EL NOMBRE COMÚN DEL ESPAÑOL AMERICANO 566

Dentro, por lo tanto, de los dos géneros existentes en español, el nombre común se
puede, a su vez, clasificar de acuerdo con otros criterios, como es la aparición-no apari-
ción de la diferencia genérica aun en nombres que semánticamente deberían contar con
ella: así, si bien la regla de comportamiento entre el género de los nombres animados
apuntada por Ambadiang -tomada, a su vez, de Bergen (1978: 869)- de que «un nombre
que se refiere exclusivamente a un varón o macho es masculino, mientras que es feme-
nino si designa a una mujer o hembra» (Ambadiang, 1999: 4848) resulta cierta, también
hay que tener en cuenta la existencia de algunos sustantivos comunes que escapan a la
generalización apuntada, y que por su anomalía y dificultad se engloban en lo que la gra-
mática tradicional denomina nombres de género común, ambiguo y epiceno.3
- Nombres de género común
Por lo que se refiere al nombre de género común, se denomina así, de acuerdo con
Alarcos Llorach (1994: 60-61), a los sustantivos en los que «la discriminación entre los
géneros sólo se produce gracias a las variaciones propias del artículo», definición muy
semejante a la que, a este respecto, ofrece la RAE (1973: 175): «hay una larga serie de
nombres en -a y una menos extensa de nombres en -o que designan indistintamente por sí
mismos varón y mujer, y en estos casos la determinación del sexo la realizan los pronom-
bres y artículos masculinos o femeninos que se unen atributivamente a dichos nombres o
que hacen referencia a ellos». Evidentemente, tales sustantivos resultan comunes, tanto
al español de España como a las diferentes variedades que conforman lo que se ha dado
en denominar español de América, según se puede descubrir en los siguientes ejemplos:
[...] se les dan temas extranjeros: un reportaje de alguna artista o de algún personaje en el momen-
to [...]. (Bogotá, mujer, 1.ª generación)
Entonces... es una evasión del artista, pero trabaja con materiales... reales [...]. (Bogotá, mujer, 2.ª
generación)
Quiere decir que el artista, por más abstracto que sea, no se puede liberar de la realidad física [...].
(San Juan de Puerto Rico, hombre, 1.ª generación)
[...] responde en forma adecuada, pues es un buen «cliente» [...]. (México, hombre, 2.ª gene-
ración)
El abogado resulta que es el cliente por el que uno aboga. (La Paz, mujer, 3.ª generación)
[...] pero no es lo mismo tocada por un pianista que por otro. (Buenos Aires, hombre, 3.ª gene-
ración)
Dentro de esta categoría, existe un grupo de nombres que se refieren a profesiones y
que, en ciertos usos, no presentan diferencia genérica morfemáticamente marcada: así,
casos como el/la presidente, el/la estudiante, el/la médico se pueden interpretar como
nombres comunes, al coincidir sus características con las de las definiciones que en los
párrafos anteriores se han presentado sobre la categoría que se está estudiando.
Ahora bien, en la sincronía actual tal conjunto de nombres presenta en usos crecientes
con el apoyo normativo de la RAE -y dependiendo de criterios de tipo diatópico o dias-
trático- una forma de femenino por medio de la adición de un morfema de este género
al término común: así, el/la presidente aparece desdoblado en dos formas, el presiden-
567 COMUNICACIONES

te/la presidenta, donde la marca de género se explicita de forma clara, extrayendo tales
sustantivos, por tanto, de la subdivisión a la que se está atendiendo en estas líneas; con
todo, y tal y como expresa de forma certera Ambadiang (1999: 4865), «las soluciones
formales que puede recibir la diferenciación genérica [...] no se extiende[n] de manera
uniforme a todos los nombres de persona de estructura similar, cuyos referentes requie-
ren la diferenciación sexual, sino que tienden a variar de un nombre a otro y, por tanto,
pueden recibir juicios encontrados entre formas admitidas del tipo de jueza y otras, como
agenta, cantanta o fiscala», que incluso actualmente resultan «chocantes», en palabras
de Gómez Torrego (1993: 15-16).
Así, los datos que ofrece el corpus aquí estudiado muestran la doble tendencia a que
se ha hecho mención anteriormente, es decir, junto a casos en los que los sustantivos se
mantienen como invariables, aparecen también otros ejemplos donde se ha producido el
desdoblamiento del que se ha hablado con anterioridad, con la consiguiente creación de
un femenino analógico terminado en -a.
En cuanto a la primera de las tendencias -esto es, al mantenimiento del sustantivo
como común y, por lo tanto, con una única terminación compartida para el masculino
y el femenino-, los materiales analizados ofrecen ejemplos como jefe, en San Juan de
Puerto Rico o Bogotá; dependiente en San José de Costa Rica; sirviente en Santiago de
Chile; presidente en Lima o médico en esta misma ciudad, en todas las ocasiones con un
referente que pertenece al sexo femenino, según se pone de manifiesto en la presentación
de los ejemplos:
[...] pues yo no podía salir del hospital, como dietista jefe que yo era. (San Juan de Puerto Rico,
mujer, 2.ª generación).
X .X . de X . que es la jefe de redacción que trabaja también permanentemente. (Bogotá, mujer, 2.ª
generación)
Aunque cuando estaba soltera fue dependiente de una tienda que tenía un familiar de ella. (San
José de Costa Rica, hombre, 3.ª generación)
[...] y dice las razones por las cuales no ha sido ella sirviente. (Santiago de Chile, hombre, 1.ª
generación)
La esposa del Sah, fue nombrada presidente honoraria, abrió la sesión, y presidente formal la hici-
mos a la hermana gemela del Sah. (Lima, mujer, 3.ª generación)
Fui con mi hija, que es médico. (Lima, mujer, 3.ª generación)
Por otro lado, junto a los casos señalados con anterioridad, en estas mismas ciudades
se registran ejemplos que ponen de manifiesto la otra tendencia que, con respecto a estos
sustantivos, se da también en español, esto es, la regularización morfemática que da co-
mo resultado la existencia de pares del tipo presidente/presidenta para la discriminación
del género del referente; así, aparecen casos de presidenta en Lima -nótese que antes se
ha señalado la aparición de presidente en esta misma ciudad con referente femenino- y
en San Juan de Puerto Rico, junto a otros como arquitecta en La Paz y San José de Cos-
ta Rica, ecónoma y estudianta en Santiago de Chile, o parienta en San Juan de Puerto
Rico. A este respecto, resulta especialmente destacable un caso como estudianta, que
parece ejemplificar la tendencia señalada por Ambadiang (1999: 4867) de que «muchos
LOS MORFEMAS DE GÉNERO Y NÚMERO EN EL NOMBRE COMÚN DEL ESPAÑOL AMERICANO 568

sustantivos invariables en la Península se prestan al desdoblamiento genérico en Hispa-


noamérica».
Ahora bien, dado que ambas tendencias anteriormente descritas se dan no sólo en
los diferentes dialectos del español americano, sino que incluso -y lo que resulta más
importante- conviven en una misma variedad geográfica, parece posible determinar, en
coincidencia una vez más con Ambadiang (1999: 4868), que la tendencia a establecer
unas formas inequívocas por medio del desdoblamiento morfemático no sólo tiene que
ver con factores diatópicos, sino también con otros de tipo diastrático.
Sin embargo, la distribución de tipo sociolingüístico no presenta tendencias claras, si
bien es muy probable que una mayor cantidad de datos sirviera para establecer de forma
más adecuada las preferencias según los factores de tipo social: así -y pese a lo que en un
primer momento se pudiera pensar- las dos tendencias arriba indicadas aparecen tanto en
hombres como en mujeres y, del mismo modo, ambas se recogen también en las diferen-
tes divisiones por edad que se han establecido en el presente estudio; es probable, por lo
tanto, que haya que pensar en otro tipo de factores, de tipo más personal, que conllevan
la elección de una de las dos tendencias que se han indicado, así como en el factor léxico,
que impone que en algunos términos el desdoblamiento resulte posible y en otros, sin
embargo, se evite por «resultar chocante» (Gómez Borrego, 1993: 15-16): tal vez no sea,
por tanto, casualidad la aparición, más allá de determinaciones geográficas o sociolin-
güísticas, de la forma arquitecta siempre en femenino -esto es, como forma muy integra-
da-, frente a la vacilación presidente/presidenta, o a la aparición siempre en masculino
de jefe -a pesar de su referente femenino-, dado el carácter vulgar o peyorativo que jefa
puede presentar.
Por lo tanto, a este respecto el español americano ofrece una situación muy semejante
a la que se da en las variedades peninsulares de la lengua, con cierta vacilación, pese a la
aceptación académica, en cuanto al femenino de los sustantivos -en principio- comunes
que se refieren a nombres de profesión con referente de este género; así, si bien es cierto
que parece detectarse cierta preferencia en Hispanoamérica por la creación de un feme-
nino inequívoco para tales sustantivos -de ahí el carácter «arcaizante» que, en ocasiones,
se ha achacado al español peninsular (Bonilla Ruano, 1956; Rodríguez Herrera, 1956)-,
lo cierto es que la tendencia contraria también existe, según se desprende del análisis de
la norma culta, lo que obliga a pensar que se trata no tanto de un proceso divergente entre
el español de Europa y el de América, sino de una inestabilidad de la sincronía presente
que atañe a la lengua en su conjunto, sin resultar en ningún caso propia de las variedades
lingüísticas del Nuevo Mundo.
- Nombres ambiguos
De acuerdo con Alarcos Llorach, se entienden como nombres ambiguos aquellos que
«sin modificar su significado, admiten la combinación de los dos géneros» (Alarcos Llo-
rach, 1994: 62), definición que, si bien coincide con la que aporta Ambadiang (1999:
4857), este autor completa al señalar que, de acuerdo con su comportamiento, se pueden
establecer varias subdivisiones posteriores: así, el mismo Ambadiang (1999: 4857) se-
569 COMUNICACIONES

ñala la necesidad de distinguir, por una parte, los nombres que se usan en ambos géneros
con un significado único -como acné, herpes, interrogante, linde o reúma-, los que admi-
ten ambos géneros en el singular pero sólo uno en el plural (arte, mar, calor) y, por otra,
aquellos que designan referentes distintos según se asocien a uno u otro género, como
canal, capital, margen u orden.
Ahora bien, desde un punto de vista estricto -que, por otro lado, es el que se ha se-
guido de manera general-, se entienden por ambiguos únicamente los sustantivos que
se pueden englobar en la primera de las subdivisiones anteriormente descritas, esto es,
aquellos que se emplean en ambos géneros sin diferencia de significado, por más que
tal empleo indistinto de ambos géneros no sea absoluto, dado que, según señala una vez
más Ambadiang (1999: 4857), «la norma privilegia siempre uno de los dos géneros», y
en muchos casos la preferencia por uno u otro de los géneros en estos casos se encuentra
estrechamente vinculada a dialectos y sociolectos, con una valoración sociolingüística
muy diferente según la diatopía y diastratía que se esté atendiendo.
En este caso, y según se desprende del análisis de la norma culta de los diferentes
países que se están estudiando, se debe indicar la coincidencia de género de los nombres
ambiguos no sólo en las diferentes variedades americanas, sino también entre éstas y lo
que constituye la norma culta peninsular; así, y a manera de ejemplo, en todas las ciuda-
des que constituyen el corpus de estudio aparecen los sustantivos arte, calor, color y mar,
según se desprende de los siguientes ejemplos:
...los colores son semejantes a la realidad... (Santiago de Chile, mujer, 1.ª generación)
[...] alguien que baja al infierno y se baña en el infierno, en vez de bañarse en el mar. (San Juan de
Puerto Rico, hombre, 2.ª generación)
[...] él sintió que en determinado momento había un apoyo humano a él, que había un calor huma-
no [...]. (Bogotá, hombre, 3.ª generación)
[...] lógicamente tengo que dedicar el tiempo libre a la casa, y no puedo dedicarme al arte en la
forma en que debo hacerlo [...]. (Bogotá, mujer, 3.ª generación)
[...] en Rusia evidentemente no se ha desarrollado bien una sicología, como tampoco se ha desa-
rrollado bien un arte [...]. (Buenos Aires, hombre, 3.ª generación)
[...] en una esquina, había un gran letrero que decía: «Con este calor, sírvase una Coca-Cola» [...].
(Caracas, hombre, 3.ª generación)
Otra forma sería llevarlo al mar, en las mismas condiciones, llevarlo a que reme [...]. (Caracas,
hombre, 1.ª generación)
No porque uno se canse de un nombre y quiera un nombre diferente, ni se canse de un color y
quiera otro color sino porque a cada momento coyuntural en la historia de los países hay que darle una
respuesta coyuntural diferente. (Asunción, hombre, 2.ª generación)
Tal estado de cosas sirve, por un lado, para confirmar la coincidencia de los datos
americanos con la norma peninsular -donde tales sustantivos también son masculinos,
al menos en lo que se puede considerar el estándar culto peninsular-, y, por otro, señala
la inexistencia de diferencias de tipo sociolingüístico -siempre dentro de la norma culta,
evidentemente- en lo que se refiere a este tipo de sustantivos.
LOS MORFEMAS DE GÉNERO Y NÚMERO EN EL NOMBRE COMÚN DEL ESPAÑOL AMERICANO 570

- Nombres epicenos
Al igual que ocurría en los conceptos definidos hasta el momento, también en el caso
de los nombres epicenos se da cierta unanimidad en las definiciones que aportan los di-
ferentes gramáticos que se están consultando en estas páginas: así, la RAE indica que se
entiende por epicenos «los apelativos que no determinan el sexo ni por sí mismos ni con
el auxilio de formas pronominales» (RAE, 1973: 176), definición muy semejante a la
que propone Bello, que señala que «hay sustantivos que denotando seres vivos, se juntan
siempre con una misma terminación del adjetivo que puede ser masculina, aunque el
sustantivo se aplique accidentalmente a hembra, y femenina, aunque con el sustantivo se
designe varón o macho» (Bello, 1847: 181); también Fernández Ramírez define esta ca-
tegoría como el nombre común que «es indiferente en la designación del sexo y se usa un
género gramatical determinado» (Fernández Ramírez, 1986: 99), que también denomina
cuasi-común.
Evidentemente, tales términos epicenos se registran en el corpus que se está utilizando
como base para este estudio, todos ellos con el género que les corresponde y, por lo tanto,
sin diferencias para con lo que constituye la norma estándar del nivel culto del español
europeo, según se descubre en los siguientes ejemplos que se presentan a continuación:
[...] unos arrecifes donde habían unos nidos inmensos de unas aves... quizás unas águilas [...].
(San José de Costa Rica, hombre, 2.ª generación)
[...] unos arrecifes donde habían unos nidos inmensos de unas aves [...]. (San José de Costa Rica,
hombre, 2.ª generación)
En las aves hay el silencio. Las aves ni trinan. En la vegetación, las plantas anuales han desapareci-
do [...]. (México, hombre 3.ª generación)
[...] cuando se recibe alguna profecía de que si es para nosotros o es, dijéramos, pues para los burri-
tos o las hormigas. (México, hombre, 2.ª generación)
Y cómo tratar a un obrero, que es una persona muy especial también [...]. (Caracas, hombre, 1.ª
generación)
Porque el bohemio aquí en La Paz es mal visto, es considerado una persona hippie, inconstante y
todo lo que quieras. (La Paz, mujer, 1.ª generación)
[...] no anoto únicamente, por ejemplo, «una mariposa», «un murciélago», sino... «me parece
una mariposa»... o «me parece un murciélago»... (Buenos Aires, hombre, 3.ª generación)
Es decir que... en un solo animal se están moviendo cuarenta y dos o sesenta millones de pesos...
(Buenos Aires, hombre, 2.ª generación)
El día que tuvo que candidatar a una persona le pidió certificado de afiliación. (Asunción, hom-
bre, 2.ª generación).
Así, se puede concluir que la nota dominante respecto a este tipo de nombres es, una
vez más, la homogeneidad de la norma culta de todo el ámbito hispánico, y tan sólo se
puede señalar, en todo el corpus que se ha analizado, la existencia de un caso en el que
un nombre epiceno no aparece con el género que le corresponde, ejemplo registrado en
Caracas, en una mujer de la segunda generación:
571 COMUNICACIONES

[...] y por eso no se le exige que... sino el hombre es casi un... un vago... casi lo que puede ser el...
el... el abejo... yo no sé cómo se llama eso [risas] en la colmena, nada más [...]. (Caracas, mujer, 2.ª
generación)
Con todo, conviene precisar el contexto en el que tal caso aparece, dado que parece
haber algunos elementos que determinan el uso de ese anómalo abejo: en concreto, el
informante está hablando con ironía sobre los hombres como característicamente pe-
rezosos, para lo cual, de manera jocosa, los compara con los zánganos de una colmena;
se trata, por lo tanto, de un contexto donde prima la cercanía y la expresividad -en este
caso, la ironía-, y en el que se quiere dejar bien a las claras el sexo de la abeja que encarna
la pereza -el masculino, a semejanza de lo que ocurre en los seres humanos-, por lo que
el cambio de género en el término epiceno resulta, por un lado, adecuado al momento y
situación en que se emite y, por otro, máximamente eficaz para incidir en el sexo mascu-
lino, que se perdería de otra manera al utilizar el epiceno en género femenino.
- Divergencias en la adscripción de género: América y España.
Aunque la coincidencia en la adscripción genérica en el nombre es casi total, los tér-
minos americanos de género disonante para la norma peninsular se pueden agrupar en
cuatro conjuntos diferentes, según la motivación o la función que conlleva el cambio
genérico: 1) términos adaptados genéricamente al referente; 2) préstamos adaptados con
un género distinto al del español peninsular; 3) términos en los cuales la diferenciación
genérica implica diferencia de significado; y, por último, 4) sustantivos no animados cu-
yo género difiere del que ofrece la norma peninsular.
a) Términos adaptados genéricamente al referente
Se trata, en este caso, de un proceso mediante el cual se produce un cambio de desi-
nencia para adaptar ésta a la que corresponde a su referente, sea masculino o femenino,
en una tendencia que resulta, según Ambadiang (1999: 4868) -quien, a su vez, cita a
Cotton y Sharp (1988: 227-281)-, muy extendida en los dialectos hispanoamericanos a la
hora de llevar a cabo la regularización morfológica.4
A este respecto, cabe señalar que de lo que se trata no es tanto de un cambio de género
con respecto a lo que constituye la norma del español peninsular, como de un cambio de
desinencia -en los casos registrados en el corpus, cambio de -a en -o en los sustantivos
masculinos; o de -e en -a en los de género femenino- que sirve, por un lado, para que tales
sustantivos presenten la desinencia propia del género natural del referente -en el caso
de tenerlo-, y, por otro, para que no se produzcan supuestas disonancias entre los deter-
minantes de un género y la desinencia que, en principio, resulta más propia del otro. Tal
estado de cosas resulta especialmente claro en ejemplos como los siguientes:
[...] una de las causas puede ser el miedo a la ternura, el miedo a ser sensible... nada más que los
poetas y los maricos son sensibles... (Caracas, mujer, 2.ª generación)
[...] la cría de este novillo holando argentino fue hasta hace poco... yo creo que va a variar, pero
hasta hace poco era una especie de subproducto de la existencia de tambos. (Buenos Aires, hombre,
2.ª generación)
De Canadá se trae la Hostein Frishen que aquí hace el holando, holando argentino le llaman.
(Buenos Aires, hombre, 2.ª generación)
LOS MORFEMAS DE GÉNERO Y NÚMERO EN EL NOMBRE COMÚN DEL ESPAÑOL AMERICANO 572

Evidentemente, tal fenómeno ofrece también casos de sustantivos no animados, se-


gún se descubre en los siguientes ejemplos registrados en Bogotá:
[...] los últimos, últimos no he podido ir, porque estuve enferma y no me convenía serenarme, por-
que tenía bastante gripa [...]. (Bogotá, mujer, 3.ª generación)
[...] muy interesante también; no he recibido todavía el programa pequeño. ¿Tienes gripa? ¿No?
(Bogotá, mujer, 2.ª generación)
Por último, en una ocasión se produce también este cambio desinencial no tanto en
el sustantivo, sino en un adjetivo que acompaña al nombre, si bien el ejemplo registrado
presenta ciertas peculiaridades que conviene explicar: en concreto, se trata de un nombre
propio (Santa Claus), en el que la desinencia del adjetivo sufre una variación genérica
para hacer que concuerde con el género del referente masculino, razón a la que tal vez se
deba sumar el hecho de que el término Claus no ofrezca de manera inequívoca su género,
por lo que el cambio desinencial en santo (por santa) no sólo resulta más adecuado para
aclarar el sexo del referente, masculino, sino que además sirve para explicitar de manera
inequívoca el mismo; en todo caso, resulta este caso un ejemplo claro de la manera de
actuar de la tendencia que se está explicando en estas líneas, aplicable -según se acaba de
señalar- tanto a los sustantivos como a los adjetivos que acompañan a éstos formando un
nombre propio de referente único.
[...] todos los años colecta de cuarenta a cuarenta y cinco mil pesos... anuales. Le decimos nuestro
Santo Claus. (México, mujer, 2.ª generación)
Aunque la adaptación formal es escasa en el nivel culto, en el registro popular oral
puede tener una mayor presencia, como ocurre en el español peninsular. Así, por ejem-
plo, se pueden encontrar creaciones femeninas en -a: estudianta, parienta, tigra, tora,
etc.; y creaciones masculinas en -o: cabro, ovejo, etc. (Vaquero, 1996: 14).
Así pues, si bien es cierto que este proceso de adaptación desinencial -más que genéri-
co- se registra, de acuerdo con Cotton y Sharp (1988: 227-281) en el español americano,
conviene con todo precisar que resulta notablemente escaso -de acuerdo con el corpus
que se está analizando- en la norma culta y popular de los países americanos, lo que sin
duda resulta un dato de importancia a la hora de llevar a cabo la descripción del español
de América, que demuestra - como se ha repetido insistentemente a lo largo de estas pá-
ginas- un comportamiento admirablemente homogéneo en la norma general de todo el
mundo hispanohablante.
b) Cambio genérico en préstamos léxicos
A la hora de adscribir los diferentes préstamos lingüísticos a un género determinado,
Ambadiang (1999: 4878-9) indica que esta adscripción se lleva a cabo por medio de
factores de tipo semántico o fonológico, según se trata de nombres animados o inanima-
dos: lejos de tener carácter arbitrario, los nombres animados atenderán en primer lugar a
criterios semánticos, al adoptar el género gramatical del sexo de los referentes, mientras
que «el género de los préstamos referidos a cosas depende generalmente de su adapta-
ción a la fonología española, y específicamente de sus segmentos finales» (Ambadiang,
1999: 4879).
573 COMUNICACIONES

Sea de una forma o de la otra, del análisis del corpus que se está llevando a cabo se ex-
trae la conclusión de que los procesos de asignación de género a tales sustantivos se pro-
ducen de manera semejante tanto en el español europeo como en el español americano,
al descubrirse un género común en todas las variedades, tal y como se pone de manifiesto
en los ejemplos que se presentan a continuación:
[...] a ellos no les importa, por eso comen cualquier cosa. Y... comen mucho sándwich [...]. (Cara-
cas, mujer, 1.ª generación)
¿Cómo se llama esa boîte famosa que ahora, bueno, no me sale? (Buenos Aires, hombre, 1.ª gene-
ración)
[...] dudo de que haya tantos ensayos de qué es un parisién como hay de qué es un porteño [...].
(Buenos Aires, hombre, 1.ª generación)
Yo he conocido al señor León Salles que era como un amauta [...]. (La Paz, mujer, 3.ª generación)
[...] yo soy muy friolenta, así que yo tenía un coat conmigo, un abrigo. (San Juan de Puerto Rico,
mujer, 1.ª generación)
[...] me salí hacia atrás y al prim... en la primera persona que había ahí que me subiera el zipper
[...]. (México, mujer, 1.ª generación)
Después el... básquet, también es un deporte muy bonito, pero necesita uno bastante dedicación.
(Lima, hombre, 1.ª generación)
c) Creación de diferencias léxicas por diferencia genérica
Por otro lado, en el corpus se registra también una serie de sustantivos que presenta
un género gramatical diferente al que el término posee en la norma culta del español
europeo, si bien tal diferencia genérica lleva aparejada un cambio de significado, lo que
establece, de este modo, pares léxicos opuestos únicamente por el género, pero con un
significado muy diferente en cada una de las formas: se trata, por lo tanto, de un fenóme-
no absolutamente habitual en la lengua española. Lo peculiar que ofrece el corpus que
se está analizando en este caso es la presencia de algunos términos que resultan descono-
cidos en la norma estándar peninsular y que forman los pares de sustantivos que se han
mencionado con anterioridad. En concreto, se trata únicamente de cuatro sustantivos,
que se presentan en los ejemplos siguientes:
[...] se puede hablar muy poco de las leches, pero fíjate que... el... el... quien da el tete-
ro, no es la madre... es el padre... (Caracas, mujer, 2.ª generación)
[...] y se invierten por lo menos medio millón de bolívares diciendo que el papá da el tetero [...].
(Caracas, mujer, 2.ª generación)
Llené una boletilla ahí que decía, ¿verdad?, que lo que yo quería estudiar era Medicina. (San José
de Costa Rica, mujer, 2.ª generación)
[...] no son capaces... las... las televisoras ni... ni las radios ni nada de eso, así sea... por mero gesto
personal de decir: «Caramba, vamos a suspender durante una hora, hora y media de música... en duelo
de estos señores y demás». (Caracas, hombre, 2.ª generación)
Ahora bien, como se ha indicado más arriba, tal situación no es privativa de los nom-
bres inanimados, sino que el corpus ofrece algunos ejemplos de este proceso al que se
LOS MORFEMAS DE GÉNERO Y NÚMERO EN EL NOMBRE COMÚN DEL ESPAÑOL AMERICANO 574

está haciendo mención en el que el referente de los sustantivos del par léxico es animado,
o bien en el que uno de los miembros es animado y el otro no, según se puede descubrir en
los ejemplos que se ofrecen a continuación:
[...] fueron personas que yo conocí en las placitas adonde a mí me llegaba... me llevaba a jugar mi
cargadora... y ahí conocía yo... muchachos de todas las clases sociales. (Caracas, hombre, 2.ª gene-
ración)
Yo no sé quién en este país planta café, yo no conozco ni uno sólo cafetero y ni un solo cafetal no
he conocido en la República del Paraguay. (Asunción, hombre, 2.ª generación)
En otros estudios se presentan algunos casos más de bifurcación semántica por me-
dio de la oposición de género en determinadas palabras invariables (Quesada Pacheco,
2000: 79):
-chinche (Costa Rica, Chile): masculino «insecto»; femenino «clavito»,
-radio (Costa Rica): masculino «instrumento receptor de ondas»; femenino «radiodi-
fusión»,
-costumbre (Colombia, costa atlántica): masculino «hábito, uso»; femenino «mens-
truación»,
-pelambre (Chile): masculino «chismorreo»; femenino «conjunto de pelos».
Por lo tanto, se trata de nuevo de una tendencia de notable escasez en el corpus docu-
mental que se está analizando y en otros, y que en ningún caso sirve para establecer dife-
rencias de peso entre las diversas variedades del español: se trata, simplemente, de una
tendencia existente de manera general en el español, que en el caso concreto de América
se ha producido en algunos términos en los que no se ha dado en España; diferencias, por
tanto, no sólo escasas, sino además dentro de una tendencia común, que sirven apenas
para señalar pequeñas divergencias dentro de la homogeneidad que constituye la nota
dominante en lo que atañe al género gramatical.
d) Sustantivos no animados cuyo género difiere del que ofrece mayoritariamente la
norma peninsular
Por último, en el corpus que se está analizando se registra también una serie de sus-
tantivos que, a diferencia de los anteriores, presenta un cambio de género con relación a
la norma estándar peninsular sin que eso tenga ningún efecto en la semántica, es decir,
se trata de términos con el mismo significado en las variedades americanas y europeas,
pero con género diferente en cada una de ellas. Los ejemplos son escasos:
[...] para mí era cómodo, ¿no?, no tener que correr con mi ropa, no tener ningún problema de telé-
fono, tener los llamados todos ordenados en la tarde [...]. (Santiago de Chile, hombre, 2.ª generación)
[...] y ahí fui informado de que los expedientes o los denuncios de la ley de alcoholes se extravia-
ban [...]. (Santiago de Chile, hombre, 3.ª generación)
Y este caballero comprobó todo lo que yo decía, eso es... de que se habían presentado alrededor
de trescientos denuncios y se encontraron solamente cincuenta. (Santiago de Chile, hombre, 3.ª
generación)
[...] que sirva de propaganda, que se pueda poner en la plaza Venezuela, una cosa así, que tenga
bombillos de todos colores, ¿no? [...]. (Caracas, hombre, 1.ª generación)
575 COMUNICACIONES

Yo no pude estar allí, yo oí la gritería, pero yo estaba en mi oficina en una reunión y los oí gritando
[...]. (San Juan de Puerto Rico, hombre, 1.ª generación)

El número
Los diferentes gramáticos coinciden en su totalidad en señalar la existencia de dos
números gramaticales, que, de acuerdo con la RAE (1973: 180), «constituye en sus gran-
des líneas un sistema coherente que afecta por igual a todos los sustantivos apelativos»,
lo que, a su vez, coincide con la idea expuesta por Ambadiang (1999: 4884) de que, en
comparación con el género, «la flexión de número constituye un sistema más uniforme
y coherente, en el sentido de que afecta por igual a todas las formas incluidas en estos
subsistemas».5
Tales posibilidades morfemáticas a que se ha hecho mención son, de acuerdo con lo
dicho anteriormente, el singular y el plural, y así, el segundo se forma a partir del prime-
ro -que, según la RAE (1973: 180), carece de morfema- por medio de la adición de una de
las tres variantes alomórficas de número de acuerdo con determinadas reglas que tienen
que ver con lo señalado por Hernández Alonso (1992: 420), las oposiciones que se esta-
blecen en español entre plural y singular son las siguientes:
-s/-Ø; -es/-Ø; -Ø/-Ø
En cuanto a las reglas que determinan la adición de uno de los alomorfos al que ya se
ha hecho mención, tienen que ver, en principio -y según se acaba de mencionar- con la
estructura fonológica de la unidad léxica, si bien existen algunas excepciones que rom-
pen lo que constituye el esquema básico que se puede establecer.
En el corpus americano analizado resaltan algunos aspectos en relación con el uso del
morfema de número.
- El morfema de número en los extranjerismos
Si bien la formación del plural resulta sencilla en los términos de origen extranjero
terminados en vocal -a los que únicamente se añade la variante morfemática -s, como a
los sustantivos propios del español-, aquellos que terminan en consonante ofrecen una
situación más complicada, al existir en numerosas ocasiones dos plurales diferentes para
el mismo sustantivo o para sustantivos del mismo origen y con una estructura fonológi-
ca semejante, lo que pone de manifiesto, como señala Ambadiang (1999: 4897), que la
adaptación fonológica es insuficiente para dar cuenta de las razones que determinan el
uso de uno u otro de los morfemas plurales. Y que «la distribución de las diversas marcas
de plural refleja el estatuto de las formas a que se adjuntan: -es es típico de préstamos to-
talmente castellanizados, es decir de formas que, además de adaptarse a la fonología es-
pañola, han perdido el estatuto de extranjerismos, mientras que la adjunción de -s (igual
que, en su caso, la ausencia de moción) es característica de los extranjerismos, es decir
de formas que no están totalmente integradas en el léxico español (castellanizadas sólo
en su pronunciación, o bien en su pronunciación y grafía pero sin perder su estatuto de
extranjerismos)» (Ambadiang, 1999: 4897).
LOS MORFEMAS DE GÉNERO Y NÚMERO EN EL NOMBRE COMÚN DEL ESPAÑOL AMERICANO 576

. Se establece, de este modo, una correlación entre las formas de plural y el grado de
adaptación de tal término al español que se puede describir de la siguiente manera:
- castellanización completa > plural en -es,
- castellanización parcial > plural en -s/-Ø.
Pero la realidad presenta una mayor complejidad, incluso con los préstamos antiguos
y de una esperable castellanización completa. Es el caso del plural de club en algunos
usos del corpus:
[...] entonces ya empecé a hacer mi tesis sobre clubs deportivos [...]. (México, hombre, 1.ª gene-
ración)
En... bueno, voy a diferentes clubs, ¿no?, últimamente estoy en Hockey. (Lima, hombre, 2.ª gene-
ración)
[...] se recuperaba de la venta de eso se invertía en la... en las instalaciones, ¿no?, en clubs de niños,
una serie de cosas de allí. (Lima, mujer, 2.ª generación)
Después fue evolucionando, fueron organizando unos clubes de madres [...]. (Lima, mujer, 2.ª
generación)
[...] él no puede así ir al mar porque no tiene playas donde bañarse, porque todas las playas son de
clubes privados donde tiene que pagar [...]. (Caracas, hombre, 1.ª generación)
[...] Es de lo más divertido analizar por ejemplo la historia del club centenario, la historia del Yo-
guey Club, es decir, la historia de clúes que son tradicionales. (Asunción, hombre, 2ª generación)
Para formar el plural de los extranjerismos y préstamos terminados en consonante, los
usos cultos de las variedades americanas presentan las posibilidades siguientes:
- la invariabilidad en el plural, esto es, el alomorfo -Ø,
- la adición de -s a la consonante final,
- la adición de -es al extranjerismo.
a) Invariabilidad en el plural alomorfo.
Al ser iguales el singular y el plural son los determinantes y adyacentes los que especi-
fican el carácter singular o plural del referente:
[...] llevarlo al contacto con todos los medios ambientes, los hábitat naturales, llevarlo a la alta
montaña, llevarlo a las cavernas, llevarlo al llano, llevarlo a la selva [...]. (Caracas, hombre, 1.ª gene-
ración)
[...] los hombres de mi generación de treinta y cinco años todavía guardan algo del... el formalismo
de los gentleman, ¿no? (Buenos Aires, hombre, 1.ª generación)
Esta solución también la encontramos en el español europeo para estos casos.
b) Adición de -s a la consonante final
Resulta el procedimiento más habitual en el corpus analizado para formar el plural de
los extranjerismos terminados en consonante. Tal pluralización por adición del alomorfo
-s no sólo resulta independiente del origen del préstamo -ingleses o franceses en los ca-
577 COMUNICACIONES

sos recogidos en el corpus, por ejemplo shocks o restaurans-, sino también del segmento
final del término en cuestión, que en el material analizado puede ser /k/, /r/, /n/ o /t/, o in-
cluso el grupo consonántico [nt], que, a su vez, puede aparecer pleno o, por el contrario,
con simplificación de la /t/, según se pone de manifiesto en los siguientes ejemplos:
[...] se puede producir por... traumatismos graves o por transfusiones incompatibles o por shocks
prolongados; son... (Buenos Aires, hombre, 2.ª generación)
Porque tenemos, en primer lugar, una colecta de Navidad, por medio de blocs [...]. (México, mu-
jer, 2.ª generación)
[...] dos quarters, que son como dos semestres... (San Juan, mujer, 1.ª generación)
[...] con mi hermana Charo y su cuñada, decidimos salir en una de esas turs típicas de las islas [...].
(Lima, mujer, 2.ª generación)
[...] manejan... esté... el aspecto del llamado arte dentro de la publicidad... esté... escritores... pues-
tas en escena, directores, asistentes, iluminadores, cameramans, sonidistas [...]. (Buenos Aires,
hombre, 2.ª generación)
Ahora, fíjate, damos al hospital sillas de ruedas, croupets, incubadoras... (México, mujer, 2.ª ge-
neración)
[...] dábamos este tipo de programa, se mantenía al tanto de lo que llaman los cover events [...].
(San Juan, mujer, 2.ª generación)
Usted le podía preguntar a cualquier persona una dirección, los que servían en los restaurans...
(San Juan, mujer, 1.ª generación)
c) Adición de -es a la consonante final
En este caso se trata de vocablos adaptados al español que, siguiendo las normas de
la lengua, presentan el alomorfo que corresponde a los sustantivos terminados en conso-
nante, es decir, -es. Resultan, con todo, más escasos que los del grupo anterior, y su inte-
gración se ha producido mediante la adaptación de la forma a la fonología del español.
Aquí en Venezuela desgraciadamente estamos acostumbrados a sentarnos en butacas, en recibos,
en restoranes, en café [...]. (Caracas, mujer, 1.ª generación)
[...] y luego Pascual manda todos los refrescos, los... esos boinges que son de frutas... jugos de
frutas [...]. (México, mujer, 2.ª generación)
Resulta interesante la aparición del término restoranes, adaptado al español con pér-
dida de la -t final y, como elemento totalmente hispanizado, con plural en -es, que con-
trasta con la documentación anterior del término restaurans, esto es, con plural formado
por la adición del alomorfo -s, lo que una vez más -y al igual que el caso de club, ya expli-
cado con anterioridad- pone de manifiesto cómo la castellanización de estos elementos
no sólo no resulta igual en todas las variedades del español, sino que, además, depende
de factores múltiples que superan una mera caracterización diatópica del fenómeno.
Así pues, el análisis del corpus documental pone de manifiesto dos conclusiones con
respecto a la pluralización de los extranjerismos: por un lado son tres las tendencias exis-
tentes a la hora de establecer el plural de un término de origen extranjero, representadas
por la adición de los alomorfos -Ø, -s o -es; por otro -y resulta de mayor importancia-, la
LOS MORFEMAS DE GÉNERO Y NÚMERO EN EL NOMBRE COMÚN DEL ESPAÑOL AMERICANO 578

norma culta de las diferentes variedades del español americano utiliza las tres de acuerdo
con diversos factores que van más allá de lo diatópico o lo diastrático, sin que aparezca
una correlación clara entre estas tendencias y alguno de estos factores indicados. El fac-
tor determinante tiene que ver en mayor medida con la unidad léxica en sí y su integra-
ción en la lengua.
- Algunos cambios de número en construcciones fijas
Junto a los casos señalados ya anteriormente -y que constituyen la mayoría de los ele-
mentos de interés en lo que se refiere a la formación del plural-, desde un punto de vista
no tan estrictamente morfológico, el corpus analizado ofrece una serie de construccio-
nes lexicalizadas o fijas que presentan un número morfológico que no resulta habitual
en la norma culta peninsular, donde, si bien se registra la misma construcción, ésta se
utiliza con otro diferente al que aparece en los textos analizados, bien sea el singular o
el plural, según se puede descubrir en los siguientes ejemplos de Caracas y San José de
Costa Rica:
[...] a ciudad que todavía era un recuerdo de Roma... caía en poderes de un... toda una nueva raza y
demás... (Caracas, hombre, 2.ª generación)
Sí recuerdo unas especies de concursos de demagogia que transmitían por radio [...]. (Caracas,
hombre, 2.ª generación)
[...] y pueda responder de tal forma que uno toma la rienda de esa situación a través de una posi-
ción muy digna. (San José de Costa Rica, hombre, 2.ª generación)
[...] cuando uno llega a una farmacia, uno dice: «Bueno, aquí voy a meter las patas porque no sé
nada de esto». (San José de Costa Rica, mujer, 2.ª generación)
También en estos casos, como en los que el cambio de género en la norma europea y
americana no implicaba un cambio de significado -véase el apartado d), en página 116-,
se produce una divergencia entre lo que constituye la norma europea y la americana, pe-
ro dado que la construcción aparece lexicalizada -y, por lo tanto, no señala un referente
preciso que se deba especificar como singular o plural-, la preferencia por uno u otro nú-
mero gramatical no es más que una selección vacía, en el sentido de que en ningún caso
tiene trascendencia para el significado de la expresión en sí; se trata, por tanto, de una
diferencia de norma entre las variedades americanas y las de España, sin que esto afecte
de ninguna manera al sistema lingüístico común.6

Conclusiones
El análisis que se ha llevado a cabo en las páginas anteriores pone de manifiesto ante
todo un dato que puede servir para caracterizar el uso del nombre común, y que es la fun-
damental coincidencia en cuanto a su uso en todas las variedades que componen el mun-
do hispanohablante: así, por lo que toca a la norma culta se debe indicar no sólo lo escaso
de los aspectos divergentes para con la norma peninsular en lo que se refiere al género y
al número, sino también -y lo que resulta más importante- que tales divergencias no son
sino realizaciones de las diferentes posibilidades que se dan en todo el mundo hispáni-
co; no se trata, por tanto, de tendencias distintas en España e Hispanoamérica, sino de
579 COMUNICACIONES

un estado de cosas común a todo el mundo hispanohablante, con ciertas inestabilidades


-como, por ejemplo, la formación del plural de los extranjerismos- compartidas que en
ningún caso afectan a la cohesión fundamental de la lengua.
Así pues, por las razones aducidas, se puede concluir que el nombre común no pre-
senta, en cuanto a su uso, variaciones de peso en las diversas variedades del español más
allá de aspectos muy puntuales y que en nada afectan al sistema, por lo que constituye un
ejemplo paradigmático de la fundamental homogeneidad que, en el nivel morfosintác-
tico, ofrece la lengua española.
Las diferencias se pueden encontrar en el léxico, que presenta -aunque predomina el
vocabulario común panhispánico en el uso culto-creaciones lexicogenésicas peculiares,
cambios semánticos específicos y la influencia de otras lenguas en las diversas zonas
americanas, como también ocurre en las variedades del español europeo.
LOS MORFEMAS DE GÉNERO Y NÚMERO EN EL NOMBRE COMÚN DEL ESPAÑOL AMERICANO 580
581 COMUNICACIONES

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583 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Edición preparada por J. A. Samper, C. E. Hernández y M. T. Déniz, Universidad de Las Palmas de Gran Ca-
naria. Se ofrece en ella la transliteración de 84 horas de grabación que recogen las intervenciones de 168 hablantes
representativos del nivel culto de doce ciudades hispánicas. De éstas, nueve son capitales americanas y aportan el
corpus que es la base del presente análisis morfemático del género y el número en el español de América.
2
Este mismo autor precisa que el neutro -en las categorías gramaticales donde se mantiene- presenta «un
carácter abstracto, conceptualizador o desconcretizador» (Hernández Alonso, 1992: 392), por lo que, basándose
en la propuesta de Mariner Bigorra (1971), considera que en la categoría de género de produce «una transgrama-
ticalización sufrida desde el latín a las lenguas romances, con la creación de una categoría desindividualizadora,
representada solamente por unas cuantas formas pronominales derivadas de los neutros latinos» (Hernández Alo-
nso, 1992: 399).
3
A este respecto, Hernández Alonso (1992: 400) señala que «la distribución tradicional de nombres comunes
en cuanto al género, ambiguos y epicenos, no tiene otro sentido que el de ser los representantes de la no distinción
de género». Así, según indica este autor, hay en español una serie de sustantivos en los que la oposición de género
no se marca formalmente y aparece, por lo tanto, actualizada.
4
Con todo, Ambadiang (1999: 4868) señala que no es ésta la única manera en la que los dialectos del español de
América proceden a la hora de llevar a cabo la regularización morfológica a la que se ha hecho mención: así, junto
al proceso ya señalado, este autor señala otros, como la reasignación de género (la clima, la idioma, la programa) o
el desdoblamiento genérico del tipo el carreristo, el pesimisto, el prostituto (Ambadiang, 1999: 4868).
5
A este respecto, el mismo autor indica que «frente a la gran complejidad tanto formal como semántica de la
flexión de género, la que reviste la flexión de número tiene que ver esencialmente con los aspectos semánticos de
la pluralización, dada la reducida cantidad de los nombres en que el contraste de número no supone cambios for-
males, sea porque son invariables en los dos números (atlas, crisis, lunes), o porque se trata de sustantivos plurales
idénticos a las formas de plural de algunos nombres singulares (esposas, grillos) o no (exequias, víveres).
6
Tal vez el único caso de los señalados anteriormente para el que se puede aportar otra explicación sea el de
unas especies de concursos, donde es posible que el plural del elemento concursos haya determinado la presencia
plural de unas especies; nótese, además, que se trata del único ejemplo que no constituye una construcción o es-
tructura fija, en oposición de los otros casos presentados más arriba, a lo que se debe sumar también la aparición de
una especie de en otras ocasiones en la misma ciudad.
585 COMUNICACIONES

Gramática

USOS Y VALORES DE LA DISYUNTIVA O EN AL HABLA CULTA DE


LAS PRINCIPALES CIUDADES DE AMÉRICA Y ESPAÑA

Juan Antonio Moya Corral


Universidad de Granada

Opcionalidad alternativa
El punto de partida de este análisis no puede ser otro que el del valor general que
transmite la conjunción o, el significado a partir del cual se pueden explicar los diversos
sentidos que adoptan las construcciones en las que interviene tal conjunción. El valor
de “opcionalidad alternativa” de la conjunción o, que en otro lugar se discute (Moya
en prensa), es el que permite explicar con más exactitud los sentidos que adoptan las
construcciones disyuntivas. Este valor de opcionalidad constituye la base sobre la que
se combinan los contenidos que expresan los miembros y permite que surjan los dis-
tintos sentidos puntuales que adquiere cada construcción. Cuando los contenidos que
manifiestan los miembros están muy polarizados, la opcionalidad se potencia conside-
rablemente y surge el sentido exclusivo. En caso contrario, cuando los contenidos de los
miembros están muy próximos, la opcionalidad rebaja su valor contrastivo y emerge el
sentido de equivalencia. Cuando los miembros segmentan un continuum (así ocurre en
las enumeraciones), los límites que marcan los miembros suelen tener un valor orientati-
vo y, consecuentemente, la opcionalidad se establece entorno a los límites fijados por los
miembros, con lo que la opcionalidad queda, en cierto modo, abierta.
Pero nuestro interés en esta comunicación está en analizar las estructuras en que se ma-
nifiesta la disyunción, es decir, sus usos, y, a continuación, describir sus valores. De este
modo podremos evaluar, incluso, el significado que le hemos asignado a la conjunción.

Usos y valores de las construcciones Disyuntivas1


- Las construcciones bimembres (M1 o M2)
La más mínima observación de las construcciones disyuntivas nos confirma que
los esquemas con dos miembros dominan considerablemente sobre todos las demás
USOS Y VALORES DE LA DISYUNTIVA 586

(88,9%). Ante este porcentaje tan elevado, el resto de las construcciones (trimembres,
9,6%, tetramembres, 1,4% y pentamembres, 0,1%), significan poco. En lo que respecta
al número de conjunciones, encontramos una situación similar: las construcciones con
una sola conjunción son, con mucho, las más frecuentes (90’7%). Los valores que apor-
tan las demás quedan muy alejados (dos conjunciones 7,4%, tres 1,6% y cuatro 0,2%). A
la vista de estos resultados no cabe duda de que la construcción más frecuente es la que
presenta dos miembros ligados por una conjunción, M1 o M2 (99 % en América y 95,5
% en España). Ello implica que la doble alternativa constituye el estándar en el que se
mueve la comunicación humana en terrenos de opcionalidad; es decir, con dos opciones
se cubre la mayoría de las necesidades que pueda plantear la comunicación humana.
Ofrecer más de dos opciones no parece ser económico y, por tanto, su justificación debe
obedecer a la intervención de parámetros que, por ahora, no acertamos a reconocer. Por
otro lado, estas estructuras bimembres con una sola conjunción son construcciones neu-
tras, no marcadas, en todos los sentidos:
a) en cuanto a la condición de la serie, pues no indican que esté cerrada la serie de
unidades de que consta, al contrario de lo que ocurre con las que inician la serie con un
miembros precedido de conjunción, “o A o B” (Borrego, 2003);
b) en lo que se refiere al valor semántico, pues permiten la interpretación excluyente o
incluyente de los miembros, pero no exigen ninguna de ellas;
c) finalmente, son construcciones neutras en cuanto al esquema disyuntivo al que per-
tenecen: teóricamente pueden representar el esquema en que todos los miembros, salvo
el primero, están precedidos de conjunción, (A o B o C), o al esquema que manifiesta
conjunción sólo ante el último miembro (A, B o C).
En definitiva, la construcción M1 o M2 es la que ofrece más posibilidades comuni-
cativas (en el sentido de que no impide ninguna de las que puedan expresar las otras
construcciones) y, además, es la más económica. Todo, pues, colabora a que sea la cons-
trucción más frecuente.
- Los usos
El estudio de los esquemas disyuntivos no puede hacerse analizando por separado las
dos variables que intervienen en la construcción: miembros y conjunciones. Es necesario
observar de manera conjunta los dos elementos. Incluso, si se observa de manera global
la relación entre conjunciones y miembros coordinados los resultados también pueden
inducir a engaño, pues la conclusión inmediata sería que lo más frecuente es el grupo de
bimembres con monosíndeton (98,2 %). Sin embargo, si observamos cuál es la norma en
los grupos trimembres, tetramembres y pentamembres, la situación cambia radicalmen-
te, véase la tabla 1 que muestra datos globales, de América y España:
587 COMUNICACIONES

Es decir, en cuanto son más de dos los miembros que entran en relación disyuntiva la
polisíndeton es el resultado más frecuente (73,9 y 77,8 %2), con muchos puntos por en-
cima de la monosíndeton (26,1 y 22,2 %). Esto indica que es necesario analizar cada uno
de los grupos por separado.
Veamos, pues, los esquemas estructurales que presentan estas construcciones (tabla 2,
datos de América) y comprobemos su funcionamiento:

1. Cuando son dos los miembros coordinados, el 99 % de los casos lleva una conjun-
ción entre los miembros, es decir, responde a la estructura: M1 o M2.
2. Las construcciones con tres miembros, arrojan un 69% de casos en los que todos los
miembros, a excepción del primero, van precedidos de conjunción, el esquema formal
es, pues: M1 o M2 o M3.
3. Cuando la disyunción consta de cuatro miembros encontramos una situación casi
idéntica a la anterior: el porcentaje más alto (66,7 %) corresponde a las construcciones
en que todos los miembros, menos el primero, van precedidos de conjunción: M1 o M2 o
M3 o M4.
4. No hay, finalmente, más que una construcción con cinco miembros4 por lo que no se
le puede asignar valor significativo a estos datos; sin embargo, no deja de ser sintomático
que se ajuste a la estructura que presenta la frecuencia más alta en los anteriores aparta-
dos, es decir, la que ofrece conjunciones ante todos los miembros, salvo ante el primero:
M1 o M2 o M3 o M4 o M5.
A la vista de los datos analizados (tabla 2), es posible decidir los dos parámetros que
nos permitirán extraer los esquemas en los que se manifiestan las construcciones disyun-
tivas y, además, caracterizar las variantes en que cada uno de ellos se manifiesta:
1. Relación entre conjunciones y miembros. Los resultados indican que las estructu-
ras disyuntiva constituyen una variable que se manifiesta bajo tres variantes, y sólo tres,
así se justifican las casillas vacías que se observan la tabla 2:
a) Estructura en la que hay tantas conjunciones como miembros disyuntivos, (On =
Mn)5, que es la menos frecuente de las tres (entre el 1 y el 7%).
b) Estructura en la que, independientemente del número de miembros de que conste,
únicamente manifiesta una conjunción (On = 1).
c) La tercera se caracteriza porque el número de miembros es superior en uno al de
conjunciones (On = Mn–1), esta es, como se puede observar en la tabla 2, la más frecuen-
te de las tres, recoge entre el 66,7 y el 100% de los resultados.
USOS Y VALORES DE LA DISYUNTIVA 588

2. Distribución de las conjunciones a lo largo de la estructura disyuntiva. Este paráme-


tro no lo registra la tabla 2, pero se extrae de la observación directa de las construcciones.
En este caso también existen unas constantes que se repiten en todos los casos:
a) Cuando coincide el número de miembros y conjunciones, no cabe duda de que cada
miembro está precedido de su conjunción: o M1 o M2 o M3.
b) Cuando la construcción sólo ofrece una conjunción, la conjunción se sitúa siempre
ante el último miembro, nunca ocupa otra posición: M1, M2 o M3.
c) Cuando la construcción ofrece un miembro más que conjunciones, el miembro que
carece de conjunción es siempre el primero, nunca otro: M1 o M2 o M3.
Prescindimos del análisis de los escasísimos “esquemas heterogéneos”, que, “con fre-
cuencia, no existen como tales esquemas heterogéneos, sino que corresponden a la pre-
sencia contigua de esquemas homogéneos de monosíndeton, asíndeton o polisíndeton,
insertados a diferentes niveles” (Rojas, 1982: 41-42).
Una vez aplicados los dos parámetros referidos, la variación estructural se reduce con-
siderablemente, hasta tal extremo que puede afirmarse que las construcciones disyunti-
vas sólo se manifiestan bajo tres estructuras formales distintas. Son las siguientes:
1º En la que todos los miembros, menos el primero, van precedidos de conjunción: M1
o Mn: (A o B o C6)
2º En la que sólo el último miembro va precedido de conjunción: Mn o M: (A, B o C)
3º En la que todos los miembros van precedidos de conjunción: o Mn: (o A o B o C)
No cabe duda de que, si exceptuamos las bimembres con una sola conjunción, que
habrá que comentar aparte, todas las demás se ajustan con precisión a estos esquemas y,
lo que es más importante, el esquema más frecuente es el 1º, le sigue a gran distancia el
2º y, finalmente, está el tercero que ofrece unos valores muy bajos, en ningún caso supera
el 7 %.
Resulta obligado, por tanto, detenerse a analizar las construcciones bimembres que
presentan una sola conjunción, pues son, como se ha dicho, las más numerosas y las que
presentan problemas para su inclusión en los esquemas apuntados arriba. Efectivamen-
te, la estructura de estas construcciones, M1 o M2, es ambigua. Puede entenderse que
pertenecen al esquema 1º, esto es, que se trata de construcciones en las que todos los
miembros, menos el primero, van precedidos de conjunción, o bien, que pertenecen al 2º,
lo que implicaría que se tratara de construcciones en las que sólo el último miembro va
precedido de conjunción. En puridad, hay que considerar que formalmente son estruc-
turas neutralizadas en cuanto a lo que aquí tratamos, pero es posible que la información
estadística sirva para decidirnos por una u otra opción.
Si la estructura M1 o M2 de las bimembres se considera una expresión del esquema A
o B o C (M1 o Mn), se supone que las bimembres tienen las mismas pautas de comporta-
miento que el resto de las construcciones disyuntivas. Los datos estadísticos apoyan esta
opción, pues se trata del esquema estructural más frecuente en todas las demás construc-
ciones disyuntivas. En justa lógica, pues, también lo debe ser en las bimembres. El infor-
589 COMUNICACIONES

me estadístico no ofrece dudas: grado de libertad 9, chi-cuadrado de Pearson 1604,681


y razón de verosimilitud 472,3617. Unos datos tan destacados han de interpretarse en el
sentido de que no sólo existe una fuerte dependencia entre las variables que intervienen
(número de miembros y número de conjunciones), sino también en su reparto por las
casillas del entramado. En definitiva, hay que considerar que las bimembres funcionan al
unísono con el resto de las estructuras disyuntivas. Pero, aunque no fuera así -opción que
no apoyamos-, las conclusiones que habría que extraer de los datos que refleja la tabla
que se comenta serían las mismas, porque, si las bimembres se neutralizan, han de ser las
restantes estructuras las que informen acerca del comportamiento del grupo.
De acuerdo con nuestras conclusiones, los datos que se obtienen abundan aún más
en lo que se ha visto en el análisis específico de cada estructura por separado. Así pues,
del total de las construcciones analizadas (1365), el porcentaje que corresponde a cada
esquema estructural es el siguiente8:
- 94,7 % al esquema 1º, conjunción ante todos los miembros salvo el primero: M1 o
Mn (A o B o C).
- 2,9 % al esquema 2º, conjunción sólo ante el último miembro: Mn o M (A, B o C).
- 2,3 % al esquema 3º, conjunción ante todos los miembros: o Mn (o A o B o C).
- Valores
Pero estos datos son valiosos en tanto en cuanto nos ayudan a comprender mejor el
funcionamiento interno de las disyuntivas, la intencionalidad con que los hablantes las
utilizan, el valor exacto de las formas en que se manifiestan.
(i) En primer lugar, hay que concluir que el uso reiterado de la conjunción es consus-
tancial con estas construcciones. La norma, lo habitual, estable y sistemático9 es repro-
ducir la conjunción ante cada uno de los miembros que se añaden a la serie, esquema 1º
(M1 o Mn), por tanto, esta estructura es la básica, la no marcada, no cabe asignarle valo-
res estilísticos o connotativos especiales.
Este esquema 1º manifiesta, pues, el funcionamiento habitual de los hablantes en la
comunicación: el hablante hace una propuesta (M1) y, a continuación, añade las opcio-
nes alternativas que considera oportunas -si añade sólo una, la estructura resultante será
una construcción bimembre (M1 o M2); si añade dos, la estructura será trimembre (M1
o M2 o M3); si tres, tetramembre (M1 o M2 o M3 o M4); etc.- y cada una de ellas prece-
dida de un marcador lingüístico (conjunción o) que informa de que se trata de una nueva
opción alternativa. El hablante es quien decide las opciones que necesita para completar
su discurso. Lo más habitual es que con una sea suficiente, de ahí que las estructuras más
comunes sean las bimembres. Sin embargo, en otras ocasiones el hablante considera que
debe añadir otras opciones que supongan nuevas alternativas a las anteriores y así se
construyen las estructuras tri, tetra o pentamembres.
Cada nueva opción no surge como alternativa a la anterior, sino que se añade de forma
global a todas y cada una de las anteriores. Esto supone que una secuencia como “A o B
o C” implica la existencia de tres opciones equivalentes, “A/B/C”, es decir, “B” no es la
opción alternativa de “A”, ni “C” la correspondiente a la unidad “AB”. En el ejemplo:
USOS Y VALORES DE LA DISYUNTIVA 590

-[Hay que] tener una actitud inclusive indiferente cuando le llamen a uno la atención o
se enojen con... con uno, ya sea los superiores, [o] los iguales o los inferiores... ¿verdad?
(CR-7)
La última opción, “los inferiores”, no se opone al conjunto de las otras dos “los su-
periores, o los iguales”, sino que se une a ellas dos para constituir un grupo de tres: “los
inferiores/los superiores/los iguales”.
(ii) En segundo lugar, cabe destacar que la correlación conjunción~miembro es tan
estrecha que en ocasiones hay conjunción incluso ante el primer miembro de la serie,
esquema 3º (o Mn).
(iii) Finalmente, las estructuras con una sola conjunción, esquema 2º (Mn o M), se
escapan a la tendencia general del resto de las disyuntivas, son estas, sin duda, las que
habrá que observar con detenimiento a fin de encontrar el factor que las motiva.
Este análisis permite una clasificación en dos grupos: uno -esquemas 1º (M1 o Mn), y
3º (o Mn)- en el que domina el carácter de opcionalidad que impone la conjunción, y dos
-esquema 2º (Mn o M) -, menos frecuente, en el que dominan las posibilidades de opción
que expresan los miembros. En el primer grupo, cada opción10 va introducida por una
conjunción, con lo cual se singulariza a cada una de ellas y se destacan los contenidos que
aportan, y todo ello debido al valor de propuesta de opciones que arranca de la conjun-
ción; en cambio, en las construcciones del grupo segundo, donde sólo el último miembro
va introducido por la conjunción, no se singulariza el contenido de cada miembro, sino
que, por el contrario, se ofrecen todos como un conjunto de propuestas opcionales.
Pero, como se ha dicho, el hablante usa las disyuntivas porque tiene intención de ma-
nifestar el carácter de opción diferente que supone cada miembro, y de ahí que las con-
junciones se repitan. Son dos las estructuras que se integran en el grupo uno: la más ge-
neral, esquema 1º, (M1 o Mn), consiste en que se formula una propuesta y a continuación
se ofrecen una o varias opciones alternativas entre las que el oyente puede optar, o con
las que el hablante puede precisar su enunciación o, simplemente, responden al estado de
cosas de que se habla.
La otra estructura formal que se integra en este grupo, esquema 3º (o Mn), puede in-
terpretarse como un desarrollo de la anterior. En este esquema que tratamos, la primera
propuesta nace ya como una opción más. El hablante informa, desde el principio, de que
todas las propuestas que se hacen son opciones que se ofrecen. No se trata ahora de la
existencia de una propuesta a la que se le añaden otras opciones posibles. En este caso,
todas son opciones, se hace especial énfasis en el carácter opcional de los miembros. En
las estructuras de este tipo más que en ninguna otra se percibe el significado de la con-
junción y su fuerza expresiva. Por otro lado, en estas construcciones no sólo todas las
propuestas son opciones, sino que también se proponen todas las opciones posibles y,
por eso, como decía sabiamente el profesor Borrego (2003), se cierra la serie. Probable-
mente, sea el efecto de cierre de la serie de opciones lo que propicie el sentido exclusivo
que se ha señalado particularmente en las construcciones del esquema disyuntivo que
comentamos: o A o B o C (Jiménez Juliá 1986, 1995).
591 COMUNICACIONES

El análisis del aspecto formal de las disyuntivas nos ha permitido extraer algunas con-
clusiones que apoyan la interpretación que aquí se defiende:
1. La reiteración de la conjunción, lejos de ser la realización estilísticamente marcada,
es lo más habitual, lo estándar y sistemático en estas construcciones. Mediante la repeti-
ción de la conjunción se logra el sentido disyuntivo pleno.
2. El significado de opción alternativa intrínseco de la conjunción es el que condi-
ciona todos los valores que las construcciones disyuntivas adquieren en el enunciado e,
incluso, el que fuerza la repetición de la conjunción ante los miembros.
3. El valor de exclusión que frecuentemente muestran estas construcciones, se apoya
en el efecto singularizador que aporta la conjunción a los miembros y en el efecto de cie-
rre de la serie que confiere la conjunción ante el primer miembro.
- Disyunción de reformulación
Ocurre con bastante frecuencia -25 % de los usos- que la opcionalidad que ofrece la
disyunción le sirve al hablante para expresarse con precisión. De este modo, la disyun-
ción cumple una importante función pragmática en la comunicación. No se trata ya de
ofrecer nuevas opciones alternativas, sino de que el hablante se sirve de esas alterna-
tivas para: reformular las ideas, precisar los conceptos, concretar la terminología, sin-
gularizar el referente, precisar las referencias temporales, aspectuales, de persona, de
número, etc. El procedimiento en bastante simple, consiste en formular un contenido y,
a continuación, tras una pausa, precisarlo, concretarlo, reformularlo de otro modo, etc.
El contenido que inicialmente se formula pasa a constituir la primera opción, o primer
miembro disyuntivo, y cada una de las precisiones que se añaden representa el resto de
los miembros.
Además, al principio del segundo miembro, puede introducirse un marcador discur-
sivo que actúa como refuerzo informativo, mediante el cual el hablante llama la atención
acerca del hecho de que la información que se añade en el segundo miembro disyuntivo
sirve para precisar, corregir, reformular, etc. lo que se ha enunciado en el primero. Es-
te mascador refuerza argumentativamente la segunda opción, señala que la opción más
precisa es la que sigue y que la primera hay que desestimarla o, al menos, minimizarla,
ponerla en un lugar secundario.
La pausa, por su parte, es la señal que preludia el movimiento reformulador, distancia
los contenidos de las opciones manifiestas en los miembros y potencia el valor de opción
alternativa que introduce la conjunción, con lo cual el contenido del segundo miembro
adquiere mayor prominencia.
El esquema general al que se ciñen estas construcciones de reformulación es el si-
guiente:
USOS Y VALORES DE LA DISYUNTIVA 592

Otro de los factores que colabora a que la estructura disyuntiva se interprete como un
uso de reformulación es el relativo al hecho de que los dos miembros expresen el mismo
estado de cosas, es decir, tengan el mismo referente.
Como se puede apreciar, el contenido que se vuelca en el segundo miembro, lo que en
el esquema hemos llamado reformulación, corrige y, en cierto modo, anula el contenido
(impreciso, erróneo, inadecuado) que se ha vertido en el primer miembro, que anotamos
aquí como concepto. En nuestro ejemplo, la precisión que formula el hablante en ‘gasta
mucho dinero’ corrige la inadecuación que se guarda en el concepto ‘tiene mucho dine-
ro’. El miembro segundo sustituye, pues, al primero, o, más exactamente, la información
de M2 sustituye a la de M1. Se trata, en definitiva, de una manifestación más del cono-
cido proceso de reformulación que tanto interés ha despertado en los estudios de lengua
hablada, de aquí que a M2 pueda llamarse miembro reformulador y a M1 miembro refor-
mulado.
Estas reformulaciones tienen con frecuencia valor atenuador, sirven para restar fuerza
a lo dicho o hecho o para proteger la imagen del locutor que no se responsabiliza tanto de
lo dicho o de su actuación.
Este procedimiento tiene un alto rendimiento en el habla: según nuestros datos supera
el 25% de los usos de la disyunción y es más frecuente en las construcciones con dos
miembros que en las de tres o más, de hecho, el porcentaje desciende conforme aumenta
el número de miembros11 (véase la tabla 3):

Es probable que este uso sea específico del registro oral de la lengua y de ahí que no
se mencione en los manuales que tradicionalmente han tomado, como base para las re-
flexiones gramaticales, la lengua escrita. En cambio, las reformulaciones, las atenuacio-
nes, la revisión de lo enunciado previamente, las correcciones en la emisión del mensaje,
las búsquedas de la precisión en la enunciación, son mucho más frecuentes en la lengua
hablada.
Han sido los estudios sobre la lengua hablada los que han prestado a las reformulacio-
nes la atención que merecen (Gülich y Kotschi, 1983; Roulet, 1987; Rossari, 1994; Pons,
1998).
Los estudios sobre los reformuladores en español hacen referencia a un amplio núme-
ro de marcadores discursivos con muy diferentes usos y valores (Fuentes, 1993; Porto-
lés, 1998; Briz, 1998). Pero hay varios trabajos particularmente interesantes para el es-
tudio que aquí planteamos, son los que se dedican a la descripción del funcionamiento
del marcador o sea (Casado, 1991; Cortés, 1991). En particular, merece ser destacado
el trabajo de A. Briz “El uso de o sea en la conversación” (2001). Dice el profesor va-
lenciano que “o sea es un conector metadiscursivo que, desde el punto de vista de la
593 COMUNICACIONES

conexión y cohesión discursivas, marca la relación entre un elemento reformulado y


un elemento reformulador y, desde el punto de vista interactivo, indica insatisfacción
informativa o de actuación, ya del hablante, ya del oyente. Estos sienten a veces la nece-
sidad de explicar, matizar, aclarar, precisar, ilustrar, a través de un ejemplo, orientar o
reorientar algo ya dicho, un (conjunto de) enunciado(s) o parte del mismo, o la actitud
o punto de vista manifestado. [...] Tiene que ver, así pues, con la operación compleja de
la reformulación, con la regulación o control de lo formulado” (pág. 294, el subrayado
es del autor). Ciertamente, el marcador, o conector como prefiere llamarlo Briz, o sea
adopta en el texto muchos usos y sentidos que no se detectan en las construcciones
disyuntivas que aquí tratamos; sin embargo, conserva semejanzas interesantes.
En las disyuntivas, como se ha dicho anteriormente, es el valor de opción alternativa
que expresa la conjunción o el que permite la interpretación reformuladora que adoptan
estas construcciones. Pero, además de la conjunción y la pausa, las disyuntivas que tra-
tamos pueden presentar un refuerzo expresivo, es decir, un marcador discursivo cuya
función es la de apoyar y orientar debidamente el sentido reformulador o de precisión
que adquiere este tipo de construcción disyuntiva. No puede ser de otro modo, pues las
construcciones sin refuerzo -sin marcador- no son infrecuentes. Se trata, pues, de tres
elementos diferentes -conjunción, pausa y marcador- que actúan independientemente,
aunque en el mismo sentido. Es decir, el valor de reformulación no se le puede asignar en
exclusividad al marcador discursivo. Hay, pues, tres elementos con funciones diferentes:
la conjunción, que permite la interpretación reformuladora, la pausa que marca un des-
equilibrio en el valor de los contenidos de los miembros, y el marcador que potencia el
movimiento reformulador.
Se ha escrito mucho acerca del valor de excusión de las construcciones disyuntivas,
pero es probable que esta sea la única estructura disyuntiva que exprese exclusión. Se
caracteriza, además de los rasgos formales expuestos, por los siguientes rasgos: a) se
manifiesta bajo una estructura no marcada, es decir, aquella en la que el primer miembro
no va precedido de conjunción; b) se conoce cuál es el miembro que ha de excluirse: el
miembro primero, M1, es siempre el que se excluye y el segundo, que va precedido de la
conjunción o, es el que prevalece.
Este análisis viene a apoyar nuevamente el valor que hemos asignado a la conjunción
disyuntiva o: opcionalidad alternativa. En estas construcciones la disyuntiva o incorpora
la opción alternativa, M2, -verdadera, apropiada, en este caso- con la que se anula la pro-
puesta inapropiada, que se formula en M1. Es, pues, el valor de opción nueva que propo-
ne la disyunción el que permite que, en determinadas condiciones contextuales, emerja
el sentido de reformulación de que tratamos.

Conclusiones
Poco queda por añadir en este apartado, sin embargo, conviene destacar algunas notas
de nuestra comunicación:
USOS Y VALORES DE LA DISYUNTIVA 594

1. Es el valor de opción alternativa que comunica la conjunción o el que permite que


emerjan los diferentes sentidos que manifiestan las construcciones disyuntivas.
2. La repetición de la conjunción ante los miembros constituye el estándar de estas
construcciones.
3. El quema M1 o Mn es, con mucho, el más frecuente en estas construcciones.
4. La exclusión con valor reformulador es otra de las posibilidades de la disyunción.
595 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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USOS Y VALORES DE LA DISYUNTIVA 596

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597 COMUNICACIONES

NOTAS

1
El corpus base de esta comunicación lo hemos tomado de Samper et alii 1998.
2
No citamos el 100% de los casos de polisíndeton en construcciones con cinco y seis miembros, pues hacen
referencia a una sola entrada cada uno.
3
Es interesante observar que los datos que aportan los hablantes españoles son similares, los porcentajes más
altos ocupan las mismas casillas y la distribución de los valores porcentuales es también equivalente:
En este cuadro, habida cuenta de que el número de entradas es menor (sólo se analizan los datos de Las Palmas
de Gran Canaria, Madrid y Sevilla), faltan algunos resultados -no se ha registrado ninguna estructura con 5 miem-
bros-, pero las tendencias no varían, son las mismas.

4
En los datos españoles ocurre lo mismo con una construcción de seis miembros.
5
Donde O equivale a la disyunción; M, a miembro y n, a número.
6
Tomamos como modelo una construcción con tres miembros, pues no presenta la ambigüedades de la de dos,
y es más económica que las de más miembros, pero, como bien se sabe, los esquemas sintetizan todas las construc-
ciones.
7
En una nota anterior se ha señalado que el funcionamiento de las estructuras disyuntivas es similar en Amé-
rica y en España. Ello nos proporciona la posibilidad de tratar, cuando se considere necesario, los datos de manera
conjunta. Pues bien, si sumamos los datos de ambas partes del Atlántico, los resultados son aún más abultados
y, consecuentemente, más favorables para la hipótesis que sostiene una completa armonía de funcionamiento
en las estructuras disyuntivas: grado de libertad 16, chi-cuadrado de Pearson 3395,860 y razón de verosimilitud
590,926.
8
En cada una de las dos regiones analizadas se reparten del siguiente modo: América: 1046 entradas que co-
rresponden: 95,7 % al esquema 1º; 2,7 % al 2º, y 1,6 % al 3º; en España la distribución es la siguiente: total de
entradas 319 que se reparten en las siguiente proporciones: 91,2 % para el esquema 1º; 5,0 % para el 2º; y 3,7 %
para el 3º.
9
Así es, al menos, en el corpus manejado.
10
Todas las opciones en el caso del esquema 3º y todas menos la primera, es decir, todas las opciones nuevas en
el del esquena 1º.
11
En cualquier caso, el tipo de discurso sobre el que se han extraído estas reflexiones (Samper et alii, 1998)
puede influir en la presencia se estas reformulaciones.
599 COMUNICACIONES

Gramática

EL USO VARIABLE DE DONDE ~ OTROS RELATIVOS


(PREPOSICIÓN + ARTÍCULO DETERMINADO + QUE / CUAL)
EN EL ESPAÑOL ESCRITO DE VENEZUELA Y ESPAÑA

Consuelo González Díaz


(Universidad Central de Venezuela)

El presente estudio forma parte de una investigación más amplia sobre la alternancia
que se da entre el relativo donde y las formas que he denominado tipo PAR (preposición +
artículo determinado + que / cual) en el español formal escrito de América y de España.
El interés por este tema surgió luego de observar en el español actual de Venezuela y
de España el uso de donde en contextos no locativos, esto es, en contextos en los que apa-
rece un antecedente (ANT) que hace referencia a elementos temporales (cf. 1 y 2), su-
cesos (cf. 3), eventos (cf. 4), circunstancias (cf. 5), textos (cf. 6), aspectos (cf. 7) y otros
(cf. 8). En estos ejemplos el atecedente va en cursiva, donde va en negritas y las formas
alternantes aparecen entre paréntesis.
(1) “La directora de Epidemiología [...], señaló que el acumulado del dengue, hasta el
28 de febrero en donde (en que, cuando) culmina la semana 8, es de 26 casos”. (Venezue-
la, El Universal, 10-03-04, C-2, p.12).
(2) Tenía una gran esperanza en este nuevo tiempo de la Iglesia, donde (en el que /
cual, cuando) deberían escucharse los gritos del Tercer Mundo (...). (España, El País, 21-
04-05, p.17).
(3) Parece ser que estas personalidades perturbadas encontraron su liberación en la
guerra, donde (en la que/ cual, en que) no existían reglas. (Venezuela, Últimas Noticias,
04-04-04, p.52).
(4) Sobre todo porque el estadio de San Pedro es una fiesta multicultural, multiétnica,
donde (en la que/ cual, en que) se habla latín, coreano, árabe. (España, El Mundo, 25-04-
05, p.24).
(5) Eso sería en una situación donde (en la que / cual, en que) todo esté normal, en
paz...(Venezuela, Últimas Noticias, 18-04-04, p.17).
EL USO VARIABLE DE DONDE Y OTROS RELATIVOS 600

(6) Palabras -y objetos- que, entendidas como fundamento de la literatura, son el nu-
triente de la extensa obra de Lobo Antunes, donde (en la que / cual) se ponen en juego
ensoñaciones, imágenes... (España, ABC, 11-05-205, p.6).
(7) Habían previsto todos los detalles donde (en los que) obviamente no faltó el factor
seguridad. (Venezuela, 14-03-2004, p.26).
(8) ... la policía encontró un croquis donde (en el que, en que) se explicaba, detallada-
mente, cómo se podían montar bombas... (España, El Mundo, 12-04-05, p.23).
Véase cómo el relativo donde aparece en lugar de otras formas relativas, que en estos
casos serían las esperadas.
Frente a estas evidencias me propuse hacer un estudio contrastivo acerca de la alter-
nancia entre donde y PAR en el español escrito de Venezuela y de España. El objetivo
de la investigación es conocer el índice de frecuencia de ambas formas relativas y los
condicionantes lingüísticos (tipo de referente del ANT, ausencia / presencia de preposi-
ción en el ANT, función sintáctica del ANT y del relativo, y tipo de cláusula relativa) que
determinan el uso de uno u otro relativo. El segundo objetivo de esta investigación, des-
pués de hacer un análisis comparativo entre los datos obtenidos en el español de España
y el español de Venezuela, es determinar si hay factores diatópicos que intervienen en la
distribución del fenómeno estudiado.
El relativo donde, tal como señalan las gramáticas, posee un valor locativo y sue-
le alternar con las formas tipo PAR (preposición + artículo determinado + que / cual)
en aquellos contextos en los que el antecedente (ANT) es un sustantivo (cf. Brucart
1999:509, entre otros). Se dice, sin embargo, muy poco sobre el empleo de una u otra for-
ma relativa según el tipo de referente del ANT, esto es, si es un elemento espacial concre-
to -un lugar, una localidad, un sitio- o abstracto -una institución, una organización, una
sociedad-, si se trata de un objeto cualquiera sobre el que se puede situar o localizar algo
-una silla, un libro, un croquis- o si, por el contrario, no se trata de un elemento espacial
en sentido estricto -un evento, una situación, un momento-.
Respecto de este punto cabe señalar que la Gramática de la lengua española (GRAE
1931: §335) en su edición de 1931 hace referencia al empleo del adverbio relativo donde
en lugar del pronombre relativo que cuando el ANT es un nombre que designa lugar o
tiempo, o cuando aparecen los vocablos señal, indicio u otros análogos, tal como se ob-
serva en el ejemplo (9) tomado del Quijote.
(9) “porque se llegaba la hora donde me convenía volver a salir de la sima. (Quijote.
II, 23).
Alcina y Blecua (1975:1113), en su Gramática española, apuntan que el antecedente
del relativo puede ser un sustantivo o un pronombre que expresa “lugar, recinto o un
objeto cualquiera acerca del cual se enuncia en la oración subordinada una relación se-
mejante a la que simboliza la preposición “en”. [SFR, 172]”. Asimismo, advierten que en
los casos en los que se manifiesta esta relación, el relativo donde concurre con las formas
de relativo que o cual precedidas de la preposición en.
601 COMUNICACIONES

En otros estudios se ha mencionado el uso de donde en contextos no locativos. Lope


Blanch (1986:121), por ejemplo, registra el uso frecuente de donde con valor no locativo
en el español hablado de México, v.gr.,
(10) Es la única cuestión en donde todos estamos de acuerdo.
Pruñonosa Tomás (1990:94) y Brucart (1999:509) han señalado de igual forma el uso
no locativo de donde, en concreto cuando el ANT hace referencia a un elemento tempo-
ral. Según el último autor, el valor fundamental de donde es locativo, pero pueden produ-
cirse desplazamientos metafóricos a otros contenidos, tal como ha observado en algunas
expresiones escritas en España, v.gr.,
(11) Es en estos momentos donde el fabricante de automóviles debe hacer una pro-
funda autocrítica. (El País Semanal, 11-05-1980, p.30; ejemplo tomado de Pruñonosa
Tomás 1990: 94).
Osuna (2005:225), en un estudio reciente sobre las construcciones de relativo, señala
que el adverbio relativo cuando “se diferencia de donde en que su referente está marcado
también como localizador, pero no espacial, sino temporal”. El hecho de que ambos rela-
tivos -cuando y donde- posean ese valor “localizador” tal vez influya en el uso de donde
en lugar de cuando u otra forma PAR alternante en contextos en los que el antecedente
tiene un referente temporal.
Luego de hacer esta sucinta revisión de gramáticas y autores, me atrevo a decir que,
hasta donde tengo conocimiento, no existen estudios centrados en el análisis del uso va-
riable de donde y PAR en contextos locativos y no locativos, aspecto que justifica el pre-
sente estudio. 1

Metodología
Para analizar el fenómeno del uso variable de donde~PAR se ha utilizado una muestra
conformada por 24 ediciones completas de dos diarios venezolanos y tres españoles, que
han sido publicadas en 2004 y 2005. La distribución de las publicaciones por cada país
se muestra en el cuadro 1.
Cuadro 1. Distribución de las publicaciones por cada país

Los 24 volúmenes fueron seleccionados al azar y se revisaron por completo, salvo los
clasificados, los anuncios publicitarios, los horóscopos y las tiras cómicas. De esta revi-
sión se obtuvieron 1.476 cláusulas relativas en las que aparece un ANT expreso seguido
de una de las formas relativas alternantes, donde o PAR.
EL USO VARIABLE DE DONDE Y OTROS RELATIVOS 602

Para el análisis, efectuado con la ayuda del programa Excel, se tomaron en cuenta los
siguientes factores lingüísticos:
- Tipo de referente del ANT: se consideran dos tipos de entidades referenciales, a sa-
ber: las entidades espaciales que expresan un lugar concreto o abstracto, y las entidades
no espaciales que expresan nociones temporales, eventos, sucesos, aspectos, circuns-
tancias, textos, otros.
- Ausencia / presencia de preposición en el ANT.
- Función sintáctica del ANT: incluye las funciones de sujeto (S), objeto directo e
indirecto (O), objeto preposicional (OP), complemento circunstancial de lugar (CCL),
complemento circunstancial de tiempo (CCT), complemento del nombre, Otros -abarca
las funciones de atributo, objeto de comparación, etc.-.
- Función sintáctica del relativo: comprende las funciones de CCL y Otros -incluye las
funciones de atributo, OP y CCT-.
- Tipo de construcción relativa: comprende tres clases, a saber: especificativas, expli-
cativas y perífrasis de relativo.

Análisis de los resultados


En este apartado se estudia el comportamiento de las formas alternantes donde ~ PAR
en el español escrito de Venezuela y España. El primer objetivo es presentar el índice de
frecuencia del relativo donde y las formas alternantes PAR en cada país (véase el cuadro
2). Luego se observará de qué manera influyen los factores lingüísticos mencionados en
el apartado anterior.
Cuadro 2. Índice de frecuencia de donde y PAR en España y Venezuela

En España la alternancia entre donde y PAR no presenta porcentajes muy disímiles, sin
embargo, el índice de frecuencia de PAR (54,21%) es ligeramente superior al de donde
(45,79%). En Venezuela, por el contrario, la alternancia de las formas estudiadas mues-
tra valores opuestos y el índice de donde alcanza el 72%.2
Los resultados de la correlación de las formas relativas donde y PAR con los paráme-
tros lingüísticos seleccionados se muestra en los cuadros 3 y 5. Primero se presentan los
resultados obtenidos en la muestra de España y, luego, los correspondientes a la muestra
de Venezuela. La razón de este orden se debe a que las formas relativas alternantes regis-
tradas en España revelan, a diferencia de la muestra de Venezuela, una distribución casi
complementaria, hecho que permitirá conocer qué factores determinan en el uso de una
u otra forma.
603 COMUNICACIONES

Cuadro 3. Factores lingüísticos que condicionan el uso de donde / PAR en España

Los resultados ofrecidos en el cuadro 3 revelan que el uso de donde y PAR se asocia a
un conjunto de factores que se analiza en los siguientes párrafos. Para ello seguiré el mis-
mo orden en que han sido presentados estos parámetros en el cuadro anterior.
(1) Ausencia/presencia de preposición en el SN- ANT
Cuando el ANT es un sintagma nominal (SN) precedido de una preposición suele em-
plearse donde, mientras que la ausencia de preposición se asocia a la forma PAR. Véanse
los ejemplos (12) y (13):
(12) Jasmine, por ejemplo, que es estudiante de turismo, dice que en el pueblo donde
(en el que, en que) vive no percibe esas tensiones sociales. (ABC, 01-06-05, p. 27).
(13) En el papel del detective había que vivir una exótica aventura en la que (donde)
su amiga Teresa Marsé se veía involucrada en una trama de amor y tráfico de diamantes.
(El País, 21-04-05, p.10).
A simple vista pareciera que la presencia de la preposición “en”, en el ejemplo (12),
inhibe el uso de una forma PAR, mientras que su ausencia, en el ejemplo (13), favorece
su empleo pues no cabe la posibilidad de la repetición de la preposición. Sin embargo,
la relación donde-antecedente precedido de preposición, y PAR-antecedente sin pre-
posición se debe a las funciones sintácticas que dichos ANT suelen desempeñar dentro
EL USO VARIABLE DE DONDE Y OTROS RELATIVOS 604

de la oración, y a la exigencia o no de marcas preposicionales, tal como veremos segui-


damente.
(2) Función sintáctica del antecedente
Donde suele emplearse cuando el ANT cumple las funciones de OP y CCL; el ANT en
estos casos lleva una marca preposicional propia de la función sintáctica que desempeña.
Véase el ejemplo (14), en el que el ANT va precedido de la preposición en exigida por el
verbo ingresar:
(14) La paciente, de 26 años, fue ingresada a principios de abril en el centro donde (en
el que, en que) se le diagnosticó la enfermedad. (ABC, 04-05-05, p.47).
Por el contrario, el uso de las formas PAR es frecuente si el ANT desempeña las fun-
ciones de S(ujeto), O(bjeto) (salvo la función OI), atributo (en Otras), etc. El ANT que
cumple con estas funciones no requiere de una marca preposicional, a diferencia de otras
funciones -OP, CCL, CCT, etc.-. Véase el ejemplo (15):
(15) Por ejemplo, resulta soberbia la presa de cerdo ibérico a la parrilla, en la que
(en la cual, donde) sólo desentonan las rodajas de kiwi... (El País, 16-05-05, p. 8 de El
viajero).
El hecho de que la forma relativa donde se asocie con ANT que cumplen las funciones
de OP y CCL se debe a que donde es un adverbio relativo que expresa tanto su valor loca-
tivo característico como una serie de valores referidos al movimiento (origen, dirección,
meta), por lo tanto es el candidato más idóneo para aparecer con antecedentes congruen-
tes con la idea de locación que le es propia.6 La forma relativa que, sin embargo, suele
aparecer con antecedentes S, O, atributo, etc., que no suelen tener referentes locativos,
por lo que resulta poco usual que se emplee la forma relativa donde.
(3) Función sintáctica del relativo
El relativo donde cumple la función de CCL en porcentajes más elevados que las
formas PAR, mientras que estas últimas desempeñan sobre todo las funciones de atri-
buto, OP y CCT representadas por la variante Otras Los ejemplos (16) y (17) ilustran
cada caso.
(16) Alonso sabía que su coche era inferior, así que cuando comenzó a tantear al ger-
mano, se dio cuenta de que había un par de curvas donde (en las que, en que) Schuma-
cher era netamente superior. (El Mundo, 24-05-05, D2).
(17) Así, a principios de 2004, el 92 por ciento de los municipios extremeños, en los
que (en los cuales, donde) reside el 99,1 por ciento de la población, disponía de al menos
una biblioteca... (ABC, 01-06-05, p.60).
Es de esperarse que donde funcione como CCL pues, como bien señala Brucart (1999:
508), uno de los rasgos característicos de los adverbios relativos, entre ellos donde, es
que desempeñan “la función de adjuntos del predicado de la subordinada”.
(4) Tipo de construcción relativa
605 COMUNICACIONES

La forma relativa donde suele aparecer en construcciones explicativas (cf 18) y en


perífrasis de relativo, mientras que la forma PAR lo hace preferentemente en las especifi-
cativas (cf. 19).
(18) El atleta español le tiene cogida la medida al maratón de Hamburgo, donde (en el
que) ayer se volvió a adjudicar la victoria. (El Mundo, 25-05-05, D1).
(19) Por otro lado, Abebe habita un submundo en el que (donde) se cotillea sobre él...
(El País, 21- 05-05, p.6).
El empleo frecuente de las formas PAR en las relativas especificativas quizá se deba
al hecho de que el artículo determinado que precede al relativo que / cual manifiesta el
género y el número del referente del antecedente, y refuerza su identidad referencial.
(5) Tipo de referente del antecedente
La forma donde se emplea en un 77% con antecedentes que refieren entidades espa-
ciales concretas -países, ciudades, calles, etc.- y abstractas -sociedades, instituciones,
etc.- (cf.20). Por el contrario, la forma PAR aparece de forma contundente en otros con-
textos distintos, a saber: sucesos (cf. 21), con un índice de frecuencia del 100%, elemen-
tos temporales, circunstancias, eventos, textos, aspectos y otros, con índices de frecuen-
cia que van desde un 91% hasta un 75%.
(20) Asegura que ha notado más densidad de tráfico en la calle de Atocha, donde (en
la que, en que) vive... (ABC, 04- 05-05, p.35)
(21) El primer ministro somalí sale ileso de un atentado en el que (donde) murieron
15 personas. (ABC, 04-05-05, p.30).
En el cuadro siguiente se ofrecen los índices de frecuencia de ambas formas relativas
según el tipo de referente del antecedente de los casos que conforman la muestra de Es-
paña. Debido a la falta de tiempo no se comentarán estos resultados.
Cuadro 4. Índice de frecuencia de donde y PAR según el tipo de referente del ante-
cedente

En los cuadros 5 y 6, que aparecen a continuación, se presentan los resultados obteni-


dos en la muestra de Venezuela.
EL USO VARIABLE DE DONDE Y OTROS RELATIVOS 606

Cuadro 5. Factores lingüísticos que condicionan el uso de donde / PAR en Venezuela

En el español escrito de Venezuela las formas donde y PAR no muestran esa distribu-
ción equilibrada que se observa en el español escrito de España. En este punto me cen-
traré en analizar los casos de donde, puesto que esta forma aparece en el 72% del total de
los casos, y presenta los índices de frecuencia más altos en casi todas las variantes de los
factores estudiados -excepto en la función sintáctica CCT del antecedente-.
(1) Ausencia / presencia de preposición en el antecedente
El relativo donde se emplea indistintamente cuando el ANT forma parte de un sintag-
ma nominal con o sin preposición antepuesta, sin embargo, cabe apuntar que la variante
presencia de preposición (cf. 22) muestra un porcentaje más elevado que la variante au-
sencia de preposición en el antecedente (cf. 23).
(22) Este muñecote también será pasto de las llamas hoy en la calle Chea, donde (en
la que / cual) ayer los lugareños martillaban a todo el que pasaba en carro... (Últimas No-
ticias, 11-04-04, p. 21).
(23) Decidieron hacerle una fiesta donde (a la que) asistieron primos, tíos y sus mejo-
res amigos. (El Universal,11-03-04, p. 2-11).
(2) Función sintáctica del antecedente
Donde aparece en porcentajes bastante elevados, y superiores a los de PAR, indepen-
dientemente de la función que ejerza el ANT (cf. 24, en el que hay un ANT O). También
puede cumplir la función de CCT (cf. 25) pero, en este caso, el índice de frecuencia de
donde no llega a superar al de PAR (cf. 26).
607 COMUNICACIONES

(24) La impactante película de Mel Gibson profundiza en nuestro ánimo ese momento
terrible en donde (en el que, en que) unos hombres juzgaron y condenaron a un elegido
(Últimas Noticias, 11-04-04, p.56).
(25) A diferencia de los sucesos del 11 de abril, donde (cuando, en que) los círculos
bolivarianos fueron convocados para frenar la manifestación opositora (...), esta vez la
estrategia se hizo en combinación y bajo el control de la FAN.(El Universal, 07-03-04,
p. 1).
(26) En Venezuela, plana se empleaba en el sentido referente a la enseñanza de la es-
critura en una época en que (en la que, donde) se aprendía a escribir por la repetición de
letra... (Últimas Noticias, 11-04-04, p.56).
(3) Función sintáctica del relativo
El relativo donde desempeña tanto la función de CCL (cf. 27) como las que aparecen
reunidas en la variante Otras -Atributo, OP y CCT- (cf. 28 y 29), en porcentajes más ele-
vados que los de la forma PAR.
(27) La obra introduce al espectador en un mundo fantástico, donde (en el que) lo in-
esperado es perfectamente normal. (Últimas Noticias, 21-03-04, p.5)
(28) Los tribunales en donde (en los que, en que) están sus casos tienen ya ocho días
de retraso. (El Universal, 23-03-04, p. 2-10).
(29) Guaros de Lara se ha presentado como el equipo más vulnerable en estos albores
donde (en los que, en que, cuando) ha salido triunfante en una sola ocasión.(El Univer-
sal, 23-03-04, 2-4).
(4) Tipo de construcción relativa
El índice de frecuencia de donde es categórico en las perífrasis de relativo (cf. 30), al
igual que en la muestra de España, y supera el índice de la forma PAR tanto en las expli-
cativas como en las especificativas (cf. 31 y 32, respectivamente).
(30) Fue en este lugar (Iglesia san Francisco) donde (en el que, en que, que) Simón
Bolívar, en 1813, recibió el título de Libertador. (Últimas Noticias, 04-04-04, p.3).
(31) La palabra de Dios también se referirá no sólo a la enfermedad del alma sino a la
del mal, del odio, de la corrupción, en donde (en que, en la que / cual) cada día mueren
muchas personas a manos de aquellos que no tienen valores... (El Universal, 06-04-04,
p. 2-10)
(32) El director de Catastro, (...) , nos entregó un documento en donde (en el que) se-
ñala que el terreno es del INAVI ... (Últimas Noticias, 11-04-04, p.3).
(5) Tipo de referente del antecedente
En Venezuela el índice de frecuencia de donde es casi absoluto (89,34%) cuando
se trata de antecedentes con referentes espaciales concretos (cf. 33) o abstractos (cf.
34). Asimismo, presenta un índice ligeramente más elevado (51,55%) que el de PAR
(48,45%) en antecedentes con referentes no espaciales (cf. 35).
EL USO VARIABLE DE DONDE Y OTROS RELATIVOS 608

(33) El principal termómetro para medir la situación fue la poca afluencia de pasajeros
en los terminales, donde (en los que / cuales) no hubo cola. (Últimas Noticias, 03-03-04,
p.19).
(34) El uso de los “cartuchos aliñados” ha sido una práctica común en regímenes dic-
tatoriales donde los garantes del orden público pretenden causar bajas... (El Universal,
07-03-04, p.2-22).
(35) Decidieron hacerle una fiesta [a]donde (a la que) asistieron primos, tíos y sus
mejores amigos. (El Universal, 11-03-04, C2, p.11).
En el cuadro 6, en el que se detallan los diferentes tipos de referente del ANT, se puede
apreciar que la forma PAR es la más frecuente cuando se trata de elementos temporales
y textos. Sin embargo, en estos casos, donde muestra índices de frecuencia muchos más
altos que los de la muestra de España: cuando se trata de textos, el índice es de 20,75%
en la muestra de España frente a 45,54% en la de Venezuela, y cuando los antecedentes
refieren elementos temporales, el índice es de 0,71 en la muestra española frente al 25%
en la venezolana.
Cuadro 6. Índice de frecuencia de donde y PAR según el tipo de referente del an-
tecedente

Conclusiones
Los resultados revelan disimilitudes en el uso de donde y PAR en el español escrito de
Venezuela y España. Estas diferencias se enuncian seguidamente:
1) El uso de donde es más frecuente en Venezuela, mientras que el empleo de PAR
supera ligeramente al de donde en España.
2) Los relativos donde y PAR presentan una distribución casi complementaria en la
muestra tomada de los diarios españoles, mientras que en la muestra venezolana, el em-
pleo de donde parece no estar condicionado por los factores lingüísticos seleccionados.
3) En Venezuela se observa un mayor índice de frecuencia de donde en contextos lo-
cativos y no locativos, mientras que en España el empleo de PAR supera al de donde en
contextos no locativos. Podría decirse que, en algunos contextos no locativos -eventos,
sucesos, circunstancias, etc.-, el empleo de donde responde a un desplazamiento meta-
609 COMUNICACIONES

fórico del valor de locación desde el lugar en el que se desarrollan dichos eventos hacia el
evento mismo; en otros contextos su uso obedece a la necesidad de localizar un elemento
en otra entidad continente, como puede ser un texto o un objeto cualquiera, e incluso un
momento en la línea temporal.
4) La alta frecuencia de aparición del relativo donde en la muestra venezolana, tanto
en contextos locativos como no locativos, podría depender de las características de don-
de, a saber: i. el adverbio relativo donde posee una estructura simple; ii. esta forma con-
juga el valor anafórico y el significado locativo, aspectos que aparecen separados en las
formas PAR, y iii. no implica problemas de concordancia, a diferencia de las formas tipo
PAR, que sí requieren de la presencia de una preposición para indicar valores locativos, y
presentan ciertos problemas de concordancia.
5) Los resultados tan dispares en una y otra variedad permiten afirmar que hay diferen-
cias diatópicas relevantes en la alternancia entre las dos formas de relativos estudiadas.
EL USO VARIABLE DE DONDE Y OTROS RELATIVOS 610
611 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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EL USO VARIABLE DE DONDE Y OTROS RELATIVOS 612
613 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Cabe mencionar que en distintos estudios sobre el español de América se suelen registrar de manera casi
exclusiva tres fenómenos referidos a las subordinadas relativas, a saber: el empleo del relativo que escueto en las
llamadas perífrasis de relativo (Quesada Pacheco 2000:98; Frago y Franco 2001:102), la reduplicación del relati-
vo (Kock 1997:163; Frago y Franco 2001: 102), y la variación en la presencia de preposición delante del relativo
(Fontanella de Weinberg 1992:164), sin embargo, no se hace mención alguna de la alternancia entre donde y PAR
ni del uso de donde con valor no locativo.
2
En Venezuela la forma más frecuente es donde, luego le siguen, con porcentajes muy inferiores, las formas
en + art + que y en + art + cual. En España las formas más frecuentes son en + art + que y donde, con porcentajes
muy similares; la forma en + art + cual, a diferencia de la muestra venezolana, no aparece en ninguno de los casos
recogidos.
3
Los valores presentados en esta columna deben leerse horizontalmente.
4
Los valores señalados en esta columna deben examinarse verticalmente.
5
En el cuadro 4 y 6 se detallan los valores absolutos y relativos de cada uno de los tipos de referente del ANT
estudiados en esta ocasión en cada muestra.
6
Al revisar el tipo de referente de los antecedentes OP (92 casos) y CCL (98 casos) se observa que, de los 190
casos encontrados, 155 tienen como referente un elemento locativo. Por el contrario, los antecedentes S (45 ca-
sos), O (109 casos de OD) y atributo (25 casos, en Otras) no suelen referirse a elementos locativos (30/ 179 casos).
7
Esta clasificación es mía.
615 COMUNICACIONES

Gramática

LA CONSTRUCCIÓN MÁS NADA EN EL CREA

Ana María Pérez Martín


Juan José Bellón Fernández
(Universidad de Las Palmas de Gran Canaria)

Introducción
Según los diferentes autores1, la anteposición del adverbio más a las palabras nada,
nadie, nunca o ninguno no es propia del español estándar, sino que posee un marcado
carácter dialectal. Esta afirmación ha motivado nuestro interés por comprobar tanto la
extensión geográfica del fenómeno como el análisis de algunas de sus peculiaridades
sintácticas, de modo que el presente trabajo constituye un primer acercamiento al estudio
de una de estas construcciones en el español moderno; en concreto, a la secuencia más
nada. Para ello se ha utilizado el Corpus de referencia del español actual (CREA), elabo-
rado por la Real Academia Española, en el que se recoge una nómina bastante amplia de
obras y autores españoles e hispanoamericanos2 de los últimos 30 años (exactamente, el
periodo comprendido entre 1975 y 2004).
Con respecto a la ordenación más nada, son numerosas las menciones que sobre su
localización geográfica se encuentran en la bibliografía. La gran mayoría la sitúa en Ca-
narias (D. Catalán, 1964; M. Alvar, 1978: 902; y M. Almeida y C. Díaz Alayón, 1989)3 e
Hispanoamérica (J. Corominas, 1944; Ch. E. Kany, 1969), aunque no faltan ejemplos en
Andalucía (G. Salvador, 1958-1959; M. Alvar, A. Llorente y G. Salvador, 1973: 1876),
Galicia y León (R. J. Cuervo, 1885: § 432). Es precisamente en la zona occidental de la
Península donde los diferentes autores ubican su origen, que algunos vinculan de una
forma directa con el portugués (R. J. Cuervo, 1885: § 997; M. Morera, 1994).
En cuanto a la caracterización sintáctica de la secuencia, M.ª Á. Álvarez (1987: 23)
plantea la posibilidad de dos interpretaciones distintas según el elemento considerado
núcleo del sintagma. Así, si la función nuclear recae en el adverbio de cantidad, este pue-
de ir precedido de un adyacente nominal (sería el caso de nada más), mientras que si el
núcleo es el sustantivo, el adverbio funciona como un adyacente y la combinación más
nada podría considerarse “perfectamente correcta”, a pesar del carácter más generaliza-
do de nada más.
LA CONSTRUCCIÓN MÁS NADA EN EL CREA 616

Por su parte, M. Morera (1995: 1038) señala, a partir de un enfoque de carácter se-
mántico, que en las combinaciones más nada, más nadie, más nunca, etc. (al contrario de
lo que ocurre con nada más, nadie más...) el adverbio de cantidad es el elemento nuclear
y que estas ordenaciones (cuya anticipación realza el elemento comparativo, en opinión
de Navarro Tomás) parecen presentar un mayor énfasis que las del español estándar. Un
punto de vista diferente había expuesto con anterioridad Á. Rosenblat (1960: 51-52) en
su trabajo sobre el español de Venezuela. Para este autor, en las construcciones nada más
y nunca más se destaca el más, mientras que en más nada y más nunca, todo el énfasis
expresivo recae en la negación. La preferencia por esta última ordenación obedece, en
su opinión, a un “afán de negación rotunda”. Además, que se trata de una variación esti-
lística parece justificarse con el mantenimiento del orden estándar cuando la secuencia
posee valor conjuntivo (nada más que...)4, frente a lo que ocurre cuando se emplea sim-
plemente como negación.
Por último, hay quien defiende (J. Miyoshi, 1995: 759-761), al menos en su origen, un
posible valor adversativo de la construcción más nada, heredado del magis latino.

Metodología
Dado que en este trabajo nos hemos propuesto como objetivo el análisis de documen-
tos escritos, se han considerado los casos de más nada registrados en el CREA en libros,
periódicos y revistas, y se han descartado los correspondientes a miscelánea5 y orales.
Del total de ocurrencias recogidas en cada uno de los tres apartados consultados hay que
descontar, por un lado, aquellos ejemplos que no coinciden con la secuencia que se bus-
ca6 y, por otro, los que se repiten, que, lógicamente, se han computado una sola vez7.
Por otra parte, no siempre la construcción estudiada aparece en el CREA con su grafía
normativa, lo que nos ha llevado a realizar una búsqueda que ofrece los resultados refle-
jados en el cuadro 1.
Cuadro 1: Casos de más nada con diversas grafías

Como puede observarse, el corpus final con el que se va a trabajar asciende a 135
ejemplos de más nada.

Resultados
La primera distribución que se ha considerado es de carácter geográfico (cuadro 2).
Así, se ha podido comprobar que la secuencia aparece en todos los países sobre los que se
posee documentación, salvo en Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua
y República Dominicana8.
617 COMUNICACIONES

Cuadro 2: Distribución de más nada según países


LA CONSTRUCCIÓN MÁS NADA EN EL CREA 618

Para tener una idea más exacta del relativo grado de aparición de más nada en las di-
ferentes zonas, se ha operado con el número de libros10 en los que se registra la construc-
ción en cada país y el total de ellos incorporados al CREA (cuadro 3).
Cuadro 3: Distribución de más nada según países y documentos

De acuerdo con las cifras precedentes, Venezuela, Uruguay y Puerto Rico se presentan
como los lugares en los que es más frecuente la secuencia, que también resulta relevante,
aunque algo menos, en Bolivia y Panamá (la relación aproximada es de un documento
en el que se registra algún caso de más nada por cada cuatro libros seleccionados en el
CREA). Un segundo grupo en cuanto a grado de importancia estaría constituido por Cu-
ba, Argentina y Costa Rica (1/12). A partir de estos, la relación entre ambas proporciones
se distancia de forma progresiva, de manera que en Colombia y México es de 1/50, en
Chile y Perú, de 1/100 y, por último, en España, de 1/200.
Cuando el análisis se centra en el uso que se hace de la construcción, se observa un
indicador que resulta interesante: su carácter conversacional, que remite a un discurso
de naturaleza dialógica. Así, en la gran mayoría de los ejemplos estudiados, más nada
puede aparecer en boca de alguno de los personajes que participa en un diálogo, ya sea en
una obra de teatro11 o en cualquier otro tipo de escrito12; también puede tratarse de una in-
tervención previa que es citada por el autor del texto (hecho frecuente en los documentos
no literarios -cuyo tema puede girar en torno a la música, la psicología, la sociología, la
lingüística, etcétera- y en los periodísticos)13. Son ejemplos como los siguientes:
(1) “ARNALDO Pero, Antonio, mamá está inquieta. Hace poco supimos que
andabas por aquí, por El Callao. Y más nada. ¿Cuándo vas a regresar? A propó-
sito, te manda esto. (Le da el pañuelo rojo.)
ANTONIO ¿Y qué se supone que haga yo con esto?”.
(Ugo Urive: El Dorado y el amor. Comedia en ocho actos, Uruguay, 1989; CREA).

(2) “Perdoname.
619 COMUNICACIONES

- Está bien...
- Me ibas a contar de tu compañera y no me contaste más nada.
- No, mejor nos olvidamos de eso”.
(Manuel Puig: El beso de la mujer araña, Argentina, 1993; CREA).
(3) “Pero también había otro relato: una mujer decía en un bar neoyorquino:
-Era la Cuba de entonces... ¿Tú comprendes? Todos la vivimos. Yo tendría quin-
ce años. ¿Comprendes? Salía con el muchacho que me gustaba. Porque sí, por
un gesto de cariño, le puse la mano en el muslo. Pero entonces él me cogió la
mano y me la puso ahí... ¿Comprendes? No nos dijimos más nada. No hicimos
más nada. Sólo que él me puso la mano ahí”.
(Lorenzo García Vega: Los años de Orígenes, Cuba, 1978; CREA).
(4) “Incluso el vicepresidente Luis Conde -encargado de las negociaciones- se
llamó a silencio. «No hablé con Guillermo (Coppola) ni pienso hacerlo. No voy
a comentar más nada, me abro. Diego sabe lo que tiene que hacer. Y en Boca
esperamos su respuesta», le comentó a Clarín”.
(Clarín, 11/04/1997: “Maradona: el acuerdo, cada vez más lejos”, Argentina;
CREA).
En algunos casos, el contexto conversacional en el que se incluye la construcción se
indica por medio de un verbo que se encuentra relativamente cercano o, incluso, por la
presencia de la segunda persona; en otras ocasiones, se trata de un monólogo interior.
(5) “No sé ni por dónde empezar a contarle la que se formó. Yo, que estaba pen-
diente desde que la vi llegar por si había que llamar a los guardias, vi cuando
salió corriendo la jabá, enreda en una toalla. (...) Pasó un rato largo y no se oyó
más nada”.
(Ana Lidia Vega: Falsas crónicas del sur, Puerto Rico, 1997; CREA).
(6) “Yo, ya te digo, es que me quedé fría porque me puse en lo que pasaría la chi-
quilla pariendo con un libro en la mano, sin más nadie ni más nada”.
(Fernando Quiñones: Las mil noches de Hortensia Romero, España, 1979;
CREA).
(7) “Mi madre sueña dormida (porque a veces sueña despierta la muy divina y
adivina ella): ha perdido dos menstruaciones ya, dormida así con el pelo suelto
ocultando su rostro de aceituna clara, dormida pesada ya conmigo, respirando
fuerte, caliente bajo los brazos y en la nuca y entre las piernas: ardiente y yo
presente toditito, como para compensar mi ceguera súbita: todo presente ya en
mí, chico, no me hace falta más nada, no vayan a echarle el moco al atole: yo ya
soy una personita que de ahora en adelante no hará más que crecer y perfeccio-
nar sus funciones: saben ustedes que mi corazón lleva un mes de latir? Que mis
músculos han empezado sus ejercicios?”.
(Carlos Fuentes: Cristóbal Nonato, México, 1988; CREA).
LA CONSTRUCCIÓN MÁS NADA EN EL CREA 620

En concreto, de los 135 casos que componen la muestra, en 100 ocasiones (el 74.1%)
más nada se encuentra en un contexto conversacional.
Con respecto a las estructuras sintácticas en las que aparece la secuencia, resulta in-
teresante comentar algunas peculiaridades. En el corpus manejado se pueden distinguir
dos grandes grupos: uno, bastante más numeroso, en el que la construcción se combina
con una negación y una forma verbal, (a); y otro, en el que no se halla vinculada a un ver-
bo explícito, aunque, en algunas ocasiones, este pueda sobrentenderse, (b).
(a) “Natacha cierra los ojos; cuando los abre, no ve más nada, tiene la impresión
de que le han echado tinta china en ellos”.
(Nut Arel Monegat: Para un jardín en otoño, Uruguay, 1985; CREA).
(b) “Después de haber manifestado sus quejas y ser sometido al examen físico
correspondiente, se le explica al paciente la naturaleza de sus síntomas y en-
fermedad, dándosele las instrucciones necesarias a seguir. Se le responden las
preguntas que el paciente haga y más nada”.
(Gabriel Barrera Moncada y Oswaldo Kerdel Vegas: El adolescente y sus pro-
blemas en la práctica, Venezuela, 1987; CREA).
Dentro del primer grupo (del que se registran 95 ocurrencias)14, en 74 ocasiones (el
78%) más nada aparece sin ningún tipo de complementación específica, al margen de la
que pudiera acompañar al verbo. En este último caso (16 ejemplos de los 74 menciona-
dos), lo más frecuente es que los complementos verbales se sitúen tras más nada (como
en (a.1)), que se coloca inmediatamente después de la forma verbal; esta distribución
solo se vio alterada tres veces, (a.2).
(a.1) “Le contesté diciéndole que yo no tenía ninguna intención de abandonar la
casa de Jack y le devolví su cheque. Desde entonces no supe más nada de él...”.
(Juan Martín: El fantasma imperfecto, Argentina, 1994; CREA).
(a.2) “La improvisación colectiva, el jazz libre y la Cocina habían cobrado una
víctima más, pero los detectives no quisieron darse cuenta. De la cantante no se
supo más nada”.
(Alain Derbez: Los usos de la radio, México, 1988; CREA).
En los otros 21 casos, la construcción sí aparece acompañada de un complemento. En
16 ocasiones, la estructura es similar (ejemplos (a.3) y (a.4)): negación + verbo transitivo
+ CD (más nada + subordinada relativa con infinitivo); se trata de oraciones en las que la
relativa aporta un valor modal próximo a la necesidad o la posibilidad, que se hace explí-
cito cuando el infinitivo da paso a la forma conjugada, como puede verse en (a.5).
(a.3) “La sociedad habanera se convirtió en un prostíbulo. No hubo más nada
que narrar”.
(Lorenzo García Vega: Los años de Orígenes, Cuba, 1978; CREA).
(a.4) “CARLITOS.- Bueno... entonces no tengo más nada que decirles”.
621 COMUNICACIONES

(Roberto Cossa: El viejo criado, Argentina, 1986; CREA).


(a.5) “¡Ah, ilusiones perdidas!; más nada tengo que ofrendarte pueda; el porve-
nir lo espero indiferente. Ya ni las canciones podían conmigo mismo”.
(Luis Gustavo Carrera: Cuentos, Venezuela, 1992; CREA)15.
Por otra parte, la construcción en la que se inserta la relativa con infinitivo se asemeja
a las perífrasis de necesidad y obligación, aunque no llegan a ser sinónimas (M.ª L. Her-
nanz, 1999: § 36.3.3.1).
En cuatro de los cinco casos restantes (ejemplificados con (a.6) y (a.7)), la secuencia
se integra en lo que se ha denominado construcción pseudocomparativa restrictiva. En
ella, si bien hay cierta similitud morfológica con las construcciones comparativas, el sig-
nificado no es el mismo (L. A. Sáez del Álamo, 1999: § 17.2.). De hecho, si se hiciera una
paráfrasis afirmativa de los ejemplos (a.6) y (a.7), el equivalente de la secuencia no...más
nada que sería solo: No se ve más nada que esa piel / Solo se ve esa piel; No oía más nada
que aquella especie de rezongo interior / Solo oía aquella especie de rezongo interior (C.
Sánchez López, 1999: § 40.2.3.3.).
Además, frente a lo que ocurría en las construcciones previas, en las que cualquiera
de los dos componentes de la secuencia se podía sustituir por el conjunto (no tengo más
nada / más / nada que decirles)16, en esta última la conmutación solo es viable con el
cuantificador más:
(a.6) “Y no sé cómo explicarte, mi amor, pero la sábana me parece... que es en
realidad una piel muy suave y tibia, de mujer, y no se ve más nada en este lugar
que esa piel que llega hasta donde la vista me alcanza”.
(Manuel Puig: El beso de la mujer araña, Argentina, 1993; CREA).
(a.7) “No la oía. No oía más nada que aquella especie de rezongo interior: «Lo es-
tán cazando. Cuídese. Cada día va a estar más cerca del poder y en más peligro»”.
(Arturo Uslar Pietri: Oficio de difuntos, Venezuela, 1976; CREA).
Finalmente, se ha registrado un caso en el que la secuencia se complementa con la
conjunción sino, (a.8). Al margen de las diferencias formales con la estructura anterior,
coincide con ella en que también se trata de una construcción con carácter restrictivo (J.
Alcina Franch y J. M. Blecua, 1975: § 8.1.3.2. y M.ª Moliner, 1998, II: 1095a).
(a.8) “Gladys algunos domingos hace un alto en los quehaceres para «puro dormir
y ver la televisión sin hacer más nada sino mirar películas», como ella dijera”.
(Leoncio Barrios: Familia y televisión, Venezuela, 1993; CREA).
Con independencia de las estructuras sintácticas con las que se combina más nada, es-
ta construcción suele aparecer junto a determinados tipos de verbos. En concreto, se trata
de verbos de entendimiento (de entre los que destaca el uso mayoritario de saber, frente
a algunos otros más precisos pero de reducida aparición en el corpus como aprender,
entender, comprender, creer), lengua (la misma distinción puede llevarse a cabo entre
LA CONSTRUCCIÓN MÁS NADA EN EL CREA 622

decir, por un lado, y contar, preguntar, significar, por otro) y sentido (ver y, algo menos,
oír); también resulta significativa la aparición de un verbo de acción con un significado
muy general como es hacer.
En cuanto a los ejemplos en los que la secuencia no aparece vinculada a un verbo ex-
plícito (40 casos), en 36 ocasiones se presenta sin complementos. En la mayoría, la cons-
trucción equivale a ‘solamente’, (b.1), mientras que en unas pocas, (b.2), posee un mero
valor expletivo (R. J. Cuervo, 1993: 379b).
(b.1) “Fabián valía como pocos. Pero un sordo a las transformaciones. Rutina y
más nada. Eso sí, no le podía yo hablar ni de cambios ni de política”.
(Miguel Barnet: Gallego, Cuba, 1981; CREA).
(b.2) “¿Dónde me empato hoy día con unos tacos así? Y se veían nuevecitos...
Total, que me quedaron bien, se los compré y más na...”.
(Daniel Chavarría: El rojo en la pluma del loro, Uruguay, 2002; CREA).
Por último, en los cuatro ejemplos en los que más nada sí lleva complementos, de nue-
vo se trata de sintagmas introducidos por la conjunción que con carácter restrictivo:
(b.3) “Para él, lo más difícil fue versionar la pieza, pues en ella coexisten tres his-
torias en tiempos y lugares diferentes. Marval escogió una: la que narra la vida
de un grupo de ancianas y huérfanas abandonadas en un convento que será de-
molido. Sin más nada que la esperanza intentan sobrevivir en un mundo donde la
miseria y lo decadente es cotidiano”.
(El Universal, 06/04/1999: “El obsceno pájaro de la noche de José Donoso”,
Venezuela; CREA).

Conclusiones
Las conclusiones que se desprenden del estudio realizado indican, en primer lugar, la
escasa aparición de la estructura más nada en los documentos escritos del CREA17.
En segundo lugar, y dada la elevada representatividad que posee el español peninsu-
lar en el corpus (50%), puede afirmarse que en esta modalidad resulta una combinación
muy restringida en la escritura, aunque no es desconocida. Como ya habían indicado
otros autores, su uso está bastante más extendido en el español hispanoamericano, espe-
cialmente en Venezuela, Uruguay y Puerto Rico.
En tercer lugar, uno de los rasgos fundamentales de esta secuencia es su carácter dia-
lógico, que se desprende de su uso mayoritario en textos que intentan recrear una situa-
ción comunicativa conversacional.
Finalmente, con respecto al análisis sintáctico, en las ocasiones (por otra parte, redu-
cidas) en las que más nada se acompaña de algún tipo de complemento, puede tratarse, o
bien de oraciones subordinadas de infinitivo, o bien de construcciones en las que el sin-
tagma que sigue a la secuencia implica una restricción de la negación expresada.
623 COMUNICACIONES

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625 COMUNICACIONES

NOTAS

1
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Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, 2005: 419a.
2
De acuerdo con la información aportada por el Departamento de Banco de datos (CREA) [en línea] <http://
www.rae.es> [19/7/2005], el porcentaje de participación de los documentos de España y de Hispanoamérica es el
mismo: 50%.
3
No obstante, no todos los autores coinciden en sus consideraciones. Así, mientras que para D. Catalán (1964:
155) “nunca se dice sino: (...) más nada, más nadien [sic], más nunca”, M. Almeida y C. Díaz Alayón (1989: 133)
señalan que en el habla más estandarizada de los hablantes cultos se prefiere la posposición del adverbio más. De
hecho, en J. A. Samper, C. E. Hernández y M. Troya (1998), la única solución registrada entre los informantes cul-
tos de Las Palmas de Gran Canaria es la ordenación nada más.
4
No obstante, como veremos con posterioridad en nuestros ejemplos, en el CREA se han registrado algunos
casos de más nada...que.
5
Se trata de “material de carácter efímero que podría definirse como un híbrido entre la lengua oral y la escrita:
propaganda, correos electrónicos...”, Departamento de Banco de datos (CREA) [en línea] <http://www.rae.es>
[19/7/2005].
6
Son ejemplos en los que entre más y nada se intercala algún tipo de pausa.
7
Además, se ha decidido prescindir de tres ocurrencias que no se corresponden con la construcción que se está
analizando, aunque gráficamente puedan coincidir con ella. En concreto, se trata de un ejemplo en libros (“Sobre-
vivir era la consigna, y para ello el concepto de mañana debía arrancarse de raíz, asimilando el recorrido de un solo
día como un verdadero triunfo. Desde mi cama me declaré un sitio baldío: todo podía acontecer como nunca más
nada”. Marcela Serrano: Lo que está en mi corazón, Chile, 2001; CREA), y dos en periódicos (“- No queda nada
de lo que fue nada... - y más nada será después de todo - después de tanto todo, para nada. (versos del poeta José
Hierro)”. La razón digital, 19/12/2003: sección Tribuna Libre, España; CREA. Y “Ahí ella interpretó una canción
inédita que, aunque alguna vez fue tocada en la radio, no fue grabada. Tiburcio Gabilondo Goya, hijo menor del
memorable compositor prestó a Proceso la partitura y la letra de El Puerto, un danzón de 1954: Partí para el puerto
tres veces heroico el pícaro puerto del flaco Agustín. Llevé sus canciones de tipo jarocho que son las que mucho
me gustan a mí. Pero los cocuyos de las lentejuelas estaban en huelga y nunca los vi... La noche era tibia más nada
callada con tanta boruca no dejan dormir”. Proceso, 13/10/1996: “El Puerto, danzón inédito de Cri Cri”, México;
CREA). Por último, hay un cuarto caso que sí recoge la combinación estudiada, pero se trata de la cita de una carta
fechada en 1829, por lo que tampoco se ha incluido en el corpus manejado.
8
Lo que no implica, lógicamente, que no se utilice en alguno de ellos. También es cierto que la cifra de docu-
mentos de estos países que se ha incorporado al CREA en el apartado libros (en el que se ha registrado el mayor
índice de ocurrencias) resulta ligeramente reducida: Ecuador (8), El Salvador (5), Guatemala (13), Honduras (1),
Nicaragua (7) y República Dominicana (7). Con respecto a este último país, en las encuestas de M. Alvar (2000:
339) se señala el uso de más nunca, más nadie y más ninguno, pero no el de más nada; sin embargo, C. Kany
(1969: 364) sí lo documenta.
LA CONSTRUCCIÓN MÁS NADA EN EL CREA 626

9
No se ha anotado el número de documentos cuando coincide con el de las ocurrencias.
10
Los datos no hubieran resultado significativos en los otros dos apartados, periódicos y revistas, debido al
reducido número de casos.
11
Solo en dos de las 28 ocurrencias de más nada en teatro, la construcción aparece fuera del diálogo; en concre-
to se trata de una acotación y de un comentario de los autores de la obra (Juan José Campanella y Fernando Castets:
El hijo de la novia, Argentina, 2002; CREA).
12
En el caso de los periódicos, en una entrevista.
13
Para el estudio de los diferentes elementos caracterizadores del discurso directo y del discurso indirecto pue-
de verse C. Maldonado González (1999: 3549-3595).
14
El verbo del que depende la secuencia puede ser una forma personal flexionada, una perífrasis (“La palabra
sufrir, como cualquier palabra, ya no podía significar más nada”. Rodolfo Enrique Fogwill: Cantos de marineros
en la Pampa, Argentina, 1998; CREA), o un infinitivo (“La voz lo sacó de su ensimismamiento y, alisándose de
nuevo el bigote, casi con rapidez, subió los escalones y sin preguntar más nada, caminó por el amplio corredor
derecho”. Alfredo Chase Brenes: El pavo real y la mariposa, Costa Rica, 1996; CREA).
15
Como señala A. Bello (1847: § 1134), la anteposición de más nada a la forma verbal hace innecesaria la pre-
sencia del adverbio de negación. Por otro lado, parece tratarse de la rememoración por parte del personaje de un
fragmento de una canción, lo que podría explicar la peculiar ordenación de la frase.
16
Aunque es cierto que, en el caso de la sustitución por nada, hay también variación semántica.
17
Incluso en los que aparece la secuencia, esta alterna con nada más, que, por lo general, resulta más frecuente.
627 COMUNICACIONES

Léxico y Semántica

ESTUDIO COMPARATIVO DE LOS PREFIJOS INTENSIVOS EMPLEADOS


EN EL ESPAÑOL AMERICANO Y PENINSULAR:
TRATAMIENTO LEXICOGRÁFICO Y USO ACTUAL1.

Marta Torres Martínez


(Universidad de Jaén)

Introducción
El objetivo de nuestro trabajo es realizar un estudio comparativo entre diccionarios
generales y regionales del español americano y peninsular con el fin de revisar el tra-
tamiento que estos repertorios otorgan a las palabras formadas con prefijos intensivos.
Posteriormente, presentamos una comparación entre los datos obtenidos en los diccio-
narios objeto de estudio y los resultados extraídos del banco de datos de la RAE (CREA).
Nuestro punto de partida son distintos diccionarios generales publicados en España
y en América durante la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI. Además,
consultaremos distintos repertorios lexicográficos regionales del español americano y
peninsular dedicados a cubrir diferentes extensiones geográficas (Argentina, Chile, o
Uruguay y Andalucía, Asturias o Canarias, respectivamente).
Nuestro estudio consta de tres partes. En la primera fase establecemos la nómina de
prefijos intensivos que nos servirá de base para comparar el empleo de estos morfemas
a la hora de formar palabras nuevas en el español americano y peninsular. La segunda
etapa consiste en revisar las palabras derivadas mediante los prefijos intensivos en las
distintas obras lexicográficas objeto de estudio. Finalmente, compararemos los datos
obtenidos en los apartados anteriores a fin de concretar qué prefijos son los más produc-
tivos en cada variedad del español. Además, consultaremos el CREA (Corpus de referen-
cia del español actual) para comprobar si los prefijos intensivos documentados en los
diccionarios objeto de estudio se emplean en el español actual.

Revisión bibliográfica y nómina de prefijos intensivos seleccionada


En este trabajo hemos elegido como objeto de estudio el grupo de prefijos intensivos
debido a su enorme productividad en el español actual. Estos morfemas son frecuente-
TRATAMIENTO LEXICOGRÁFICO Y USO ACTUAL 628

mente empleados por los hablantes a la hora de añadir rasgos expresivos al significado
de una palabra, tanto para aumentar o enfatizar su contenido semántico (1a) como para
disminuirlo (1b):
(1) a. extrarrápido, maxicamiseta, megatienda, recontento, superdotado.
b. hipotenso, mediocampista, microbús, semidormido, subalimentado.
En este punto, cabe destacar que algunos de los prefijos intensivos del español tienen
originariamente un valor locativo, tal es el caso de entre-, extra-, hiper-, hipo-, infra-,
re-, sobre-, sub-, super- y ultra-. Esta idea es desarrollada en el trabajo de Varela y Martín
García (1999: 5010-5011), autoras que afirman que los prefijos de significado espacial
desarrollan habitualmente valores semánticos no locativos, esto es, se pasa de la idea de
extensión y de límite espacial a la de grado de intensidad.
Son muchas las clasificaciones que se han realizado de los prefijos intensivos. Pode-
mos distinguir dos tipos de trabajos: por una parte, aquéllos cuyo objeto de estudio es
la caracterización y clasificación de la prefijación en español -Alemany (1919), Lang
(1992), Almela (1999), Varela y Martín García (1999)- y, por otra, los trabajos que se
centran en el valor intensivo de algunos de los prefijos empleados en nuestra lengua -
Martín García (1998), Montero Curiel (2001), Rodríguez Ponce (2002)-.
Si atendemos cronológicamente a algunos de los trabajos mencionados2, en primer
lugar, destacamos la nómina propuesta por Alemany (1919)3. Los elementos que este au-
tor incluye entre los prefijos que “aumentan o refuerzan la significación del simple” son
aquéllos que se recogen en (2):
(2) archi-, des-4, entre-, hiper-, re-, res-, sobre- y super-
Por su parte, una autora de nuestros días como Montero Curiel (2001) estudia los pre-
fijos que otorgan a la base a la que se anteponen un valor aminorativo o de reducción,
atendiendo tanto al tamaño como a la cualidad asociada a la base. La autora asigna a este
subgrupo de prefijos intensivos la etiqueta de “prefijos aminorativos”:
(3) a. prefijos aminorativos de inferioridad: hipo-, infra-, menos-, sub-, vice-
b. prefijos aminorativos de cualidad intermedia: casi-, entre-, medio-, semi-
c. prefijos aminorativos de pequeñez: micro- y mini-
En cuanto al trabajo de Rodríguez Ponce (2002), bajo la etiqueta de “prefijación apre-
ciativo-cuantitativa”, esta autora distingue dos tipos de prefijos, esto es, los aumentati-
vos y los diminutivos, y los agrupa en diversas categorías, tal y como observamos en (4):
(4) a. prefijos aumentativos:
a.1. prefijos superlativos: archi-, extra-, hiper-, re-/requete-/rete-, sobre-/su-
per-/supra-, sobre-, super-, supra-, ultra-
a.2. prefijos de tamaño: macro-, maxi-, mega-
a.3. prefijos de cantidad precisa: ambi-, anfi-, bi-, cuadri-/cuatri-, deca-, di-,
dodeca-, enea-, endeca-, hecto-, hexa-, hepta-, kilo-/kili-, miria-, mono-, octo-, omni-,
pan-, penta-, quinque-, tetra-, tri-, uni-.
629 COMUNICACIONES

a.4. prefijos de cantidad imprecisa: multi-, pluri-, poli-


b. prefijos diminutivos:
b.1. prefijos de inferioridad: hipo-, infra-, sub-, vice-
b.2. prefijos de tamaño: micro-, mini-
b.3. prefijos de cantidad precisa: centi-, deci-, hemi-, mili-, semi-
b.4. prefijos de aproximación-atenuación: c(u)asi-, seudo-, semi-, entre-
Para concluir la revisión de los estudios que caracterizan y clasifican los prefijos in-
tensivos, cabe destacar el trabajo Varela y Martín García (1999). Estas autoras los llaman
“prefijos gradativos o intensivos” y hacen dos grupos según afecten al tamaño o a la cua-
lidad que expresa la base:
(5) a. tamaño o cantidad:
a.1. tamaño mayor: hiper-, macro-, maxi-, mega-, super-
a.2. tamaño menor: micro-, mini-
b. cualidad
b.1. gradación positiva (orden gradual)
- prefijos de grado superlativo: archi-, extra-, ultra-, hiper-
- prefijos de grado intermedio: re-, sobre-, super-
b.2. gradación negativa (orden gradual):
- prefijos de grado neutro: casi-/cuasi-, entre-, medio-, semi-/hemi-
- prefijos de grado cero: infra-, hipo-, sub-
Tras exponer las distintas listas de prefijos intensivos recopiladas por diversos auto-
res, resta presentar la nómina de prefijos tenida en cuenta en nuestra investigación:
(6) archi-, casi-/cuasi-, entre-, extra-, hiper-, hipo-, infra-, macro-, maxi-, medio-,
mega-, -micro-, mini-, re-, semi-/hemi-, sobre-, sub-, super- y ultra-
Como podemos observar en (6), hemos tomado la lista de elementos derivativos de
Varela y Martín García (1999), debido a que consideramos la clasificación de prefijos
intensivos ofrecida por estas autoras como la más representativa y sistemática de todas
las consultadas. No obstante, nuestro trabajo no pretende ofrecer una caracterización
semántica de los prefijos intensivos5, sino observar el tratamiento lexicográfico y el em-
pleo actual de los prefijos intensivos en nuestra lengua.

Tratamiento lexicográfico de las palabras derivadas mediante prefijos intensivos


- Obras lexicográficas objeto de estudio
A la hora de revisar y consultar las palabras derivadas mediante los prefijos intensi-
vos, hemos considerado dos tipos de obras lexicográficas del español: los diccionarios
generales y los repertorios dialectales o de regionalismos.
Así, además de contar con los diccionarios generales del español -frecuente y, a la vez,
necesaria fuente de consulta para los usuarios- incluimos en nuestra nómina una bue-
TRATAMIENTO LEXICOGRÁFICO Y USO ACTUAL 630

na representación de repertorios regionales del español americano y peninsular, ya que,


como destaca Ahumada (2000: 9), las variedades geográficas del español han gozado
de un estatuto preferente en los diccionarios generales y, además, en cuanto a actividad
lexicográfica independiente del diccionario general, los diccionarios de regionalismos
del español tienen su origen a mitad del siglo XIX tanto en las provincias españolas de
América como en los antiguos reinos peninsulares6.
- Diccionarios generales del español
Repertorios generales del español de América
Tal y como observa López Morales (2000: 161), los repertorios generales del español
americano son muy escasos y, además, su fecha de publicación queda muy alejada de
nosotros. Según este autor, los diccionarios generales de americanismos son aquellos
repertorios lexicográficos monolingües que persiguen captar la norma léxica actual del
español americano7. A la espera de la próxima publicación del Diccionario académico
de americanismos8, hemos consultado las palabras derivadas objeto de estudio en los
siguientes repertorios: Diccionario manual de americanismos (1966), Diccionario de
americanismos. ABC of Latin American Spanish (1990) y Breve diccionario ejemplifi-
cado de americanismos (1999).
Según Morínigo (1966: 11), el Diccionario manual de americanismos nace con el
propósito de ofrecer a los lectores un instrumento de trabajo eficaz y, así, se destina a
las personas cultas de lengua española que carecen de un conocimiento pormenorizado
de las variaciones regionales americanas del español. En este repertorio hemos docu-
mentado palabras formadas por cinco de los diecinueve prefijos que componen nuestra
nómina: casi-, entre-, re-, semi- y sobre-. De ellos, únicamente encontramos una palabra
en el caso de casi-, semi- y sobre- (casimiro, semicupio, sobrecoser ‘sobrecargar una
costura’, respectivamente), mientras que entre- (entrecerrar, entrefuerte, entremás) y
re- (rejugado, relampuso, revejido) son los prefijos más frecuentes.
En cuanto al Diccionario de americanismos. ABC of Latin American Spanish (1990),
podemos decir que se trata de un repertorio superado por otro del mismo autor, esto es,
el Breve diccionario ejemplificado de americanismos (1999). En la primera obra Steel
(1990) recoge algunas palabras derivadas mediante tres prefijos intensivos: micro- (mi-
crobús), medio- (medialuna ‘cruasán’) y re- (retacón). En el segundo repertorio el autor,
además de las voces formadas a partir de los prefijos anteriores, incluye palabras prefija-
das mediante sobre- (sobretiempo ‘horas extra’).
Repertorios generales del español peninsular
A la hora de revisar las palabras prefijadas de significado intensivo objeto de estu-
dio en los diccionarios generales del español, hemos consultado los siguientes reperto-
rios: Diccionario de uso del español [DUE] (1966-67), Diccionario del español actual
[DEA] (1999) y Diccionario de la lengua española [DRAE]9 (2001). Además, cabe des-
tacar que hemos incluido en esta nómina el Nuevo diccionario de voces de uso actual
[NDVUA] (2003), repertorio que hemos tenido en cuenta porque, aunque no contempla
el léxico general de nuestra lengua, recoge un amplio número de palabras que no figuran
631 COMUNICACIONES

en el diccionario de la Academia10 y que son empleadas en la prensa escrita durante la


última década.
A diferencia de los diccionarios generales del español de América, en los que hemos
documentado palabras formadas a partir de una tercera parte de la nómina establecida de
prefijos intensivos, los repertorios generales peninsulares recogen palabras derivadas
mediante todos los prefijos intensivos listados. A continuación, recogemos en (7) nues-
tra nómina de prefijos intensivos y el número de palabras derivadas que se documentan
en cada repertorio general objeto de estudio: (7)

En primer lugar, destacamos que hemos ordenado los diccionarios por orden crono-
lógico. Este aspecto es relevante a la hora de observar el paulatino éxito de cada prefijo a
la hora de formar palabras en nuestra lengua durante los últimos años. Así, mientras que
la mayoría de prefijos intensivos han experimentado un incremento de uso en el español
peninsular, otros como re-11, entre- o sub- han sufrido un considerable descenso. En este
punto, cabe destacar que, según los datos obtenidos en nuestra consulta, los prefijos más
productivos actualmente en nuestra lengua son hiper- (hiperviolento), macro- (macro-
concierto), mega- (megaatasco), micro- (micropana), mini- (minigira), semi- (semilujo),
ultra- (ultrasilencioso) y, por encima de los anteriores, super- (superboda, superfan).
Por último, podemos observar cómo los casos de palabras prefijadas mediante hiper-,
macro-, mega-, micro-, mini-, semi- y super- se duplican en el caso del NDVUA.
- Diccionarios de regionalismos del español
Repertorios dialectales del español de América
Tal y como explica Ahumada (2004: X), la lexicografía regional del español de Amé-
rica atiende a dos corrientes: por un lado, la lexicografía integral y, por otro, la lexicogra-
fía diferencial. El diccionario integral se centra tanto en el uso de las unidades y variantes
significativas de la lengua general como en el uso de las unidades y variantes significa-
TRATAMIENTO LEXICOGRÁFICO Y USO ACTUAL 632

tivas de la variedad correspondiente. El diccionario diferencial únicamente estudia el


uso de todas aquellas unidades y variantes significativas que no están registradas en los
diccionarios generales de la lengua o en las bases de datos léxicas al uso. La lexicografía
integral posee como mentor a Luis Fernando Lara, mientras que el “Proyecto de Augs-
burgo”, bajo la dirección de Reinhold Werner, es el máximo exponente de la lexicografía
diferencial.
En nuestro trabajo hemos tomado como referencia repertorios lexicográficos ilustra-
tivos de las dos principales tendencias de la lexicografía regional de América. Por una
parte, hemos consultado uno de los diccionarios publicados bajo la supervisión de Luis
Fernando Lara -Diccionario del español usual en México (1996)-; por otra parte, he-
mos estudiado algunos de los diccionarios diferenciales y contrastivos del español de
América que forman parte del “Proyecto de Augsburgo” -Nuevo diccionario de colom-
bianismos (1993), Nuevo diccionario de uruguayismos (1993), Diccionario del español
de Cuba (2000) y Diccionario del español de Argentina (2000)-, cuya finalidad es la
elaboración final de un diccionario general de americanismos. No obstante, dentro de la
nueva lexicografía del español de América se han publicado excelentes proyectos de dic-
cionarios diferenciales al margen de los mencionados anteriormente. Se trata de reperto-
rios como el Diccionario ejemplificado de chilenismos y de otros usos diferenciales del
español de Chile (1984-87) o el Nuevo diccionario de costarriqueñismos (1991), obras
lexicográficas que también hemos tenido en cuenta en nuestro trabajo.
Al igual que en el caso de los repertorios generales del español de América, los dic-
cionarios de regionalismos americanos no recogen palabras derivadas mediante todos
prefijos listados. En general, podemos decir que en todos los repertorios se documentan
voces prefijadas mediante entre- (entreajustar en Colombia, entrecogida en Cuba o en-
trever en México), sobre- y, sobre todo, re- (reputear en Costa Rica, recaldear en Chile,
rechiflado en Argentina o revolar en Colombia); menos frecuentes son los prefijos mi-
cro- (microfútbol en Colombia ), mini- (miniserie en Uruguay), medio- (mediotiempo en
Cuba), semi- (semifondismo en Chile) y, únicamente en algunos casos, documentamos
extra- (extrachato en Argentina), infra- (infradotado en Argentina), hipo- (hipoalimen-
tación en Chile)y sub- (subutilización en Cuba). Cabe destacar que, al contrario que en el
español peninsular, el prefijo super- goza de escasa productividad en el español hablado
en América, mientras que es re- -prefijo que ha experimentado en España un fuerte re-
troceso en su valor intensivo- el más empleado por los hispanohablantes. Por ejemplo,
únicamente hemos documentado algunas palabras formadas por super- en Diccionario
del español usual en México (supervivencia, superviviente) y en el Nuevo diccionario de
colombianismos (supervigilancia, supervigilar).
Repertorios dialectales del español peninsular
En cuanto a la lexicografía regional del español de España, Ahumada (2004: XI)
apunta que esta disciplina ha orientado sus trabajos hacia la redacción de tesoros lexi-
cográficos a partir de los materiales disponibles. A la hora de documentar palabras prefi-
jadas mediante los prefijos intensivos objeto de estudio, hemos consultado diccionarios
que cubren distintas extensiones geográficas: Diccionario extremeño (1988), Dicciona-
633 COMUNICACIONES

rio de los bables de Asturias (1989), Diccionario aragonés (1991), Diccionario de las
hablas leonesas (1993), Tesoro lexicográfico del español de Canarias (1996) y Tesoro
léxico de las hablas andaluzas (2000).
Al igual que en el caso de los diccionarios generales y regionales del español de Amé-
rica, en los repertorios dialectales del español peninsular se recogen palabras derivadas
mediante una tercera parte de nuestra nómina de prefijos (entre-, medio-, semi-, sobre-,
mini-, re- y ultra-). Según los datos obtenidos en nuestra consulta, el prefijo re- es el que
forma más voces intensivas en las distintas regiones de España (retemblique en Extre-
madura, resecar en Asturias, retuno en Aragón, recaldoso en Castilla y León, reblanquío
en Canarias y recalmaza en Andalucía). Otro prefijo bastante empleado en el español re-
gional es entre- (entrepetar ‘estar mal afectado u enfermo una persona o cosa’ en Extre-
madura, entresudó ‘sudor frío’ en Aragón, entrecadente ‘impertinente, molesto’ en Cas-
tilla y León, entremetido ‘charlatán’ en Canarias y entrematarse ‘meterse entre matojos’
en Andalucía), si bien el Diccionario de los bables de Asturias (1989) no recoge palabras
formadas mediante este prefijo. Por otro lado, poseen menos frecuencia en los reperto-
rios dialectales del español peninsular prefijos como medio- (mediopelo en Aragón) y
sobre- (sobrepujar en Andalucía). Finalmente, hemos documentado muy pocas palabras
formadas mediante mini- (minichol ‘vestidito muy corto’ en Andalucía) semi- (semibo-
rra ‘cordera de medio año’ en Castilla y León) y ultra- (ultracamado ‘árbol que está más
allá del marco’ en Andalucía). Cabe destacar la ausencia de palabras formadas mediante
el prefijo super- en los repertorios regionales del español peninsular, elemento que tam-
poco es habitual en los diccionarios generales y regionales del español de América.

Estudio comparativo y uso actual de los prefijos intensivos en América y España


Tras presentar los datos obtenidos al revisar las palabras derivadas mediante prefijos
intensivos tanto en los diccionarios generales como en los repertorios dialectales del es-
pañol americano y peninsular, hemos observado dos tendencias distintas. Por un lado,
tanto los diccionarios generales del español de América como los repertorios regionales
del español americano y peninsular recogen palabras formadas mediante algunos de los
prefijos que componen nuestra lista (entre-, hipo-, infra-, medio-, micro-, mini-, sobre-
y, sobre todo, re-). Por otro lado, los diccionarios generales del español peninsular do-
cumentan palabras prefijadas por todos los elementos derivativos que integran nuestra
nómina, si bien destaca ampliamente super-, prefijo que no goza de mucha fortuna en los
diccionarios generales del español de América ni en los repertorios dialectales america-
nos y peninsulares, obras en las que se documentan sobre todo palabras de significado
intensivo formadas mediante re-.
A continuación, presentamos los porcentajes obtenidos al consultar los 19 prefijos de
nuestra nómina en el CREA con el fin de comprobar si el empleo actual de palabras pre-
fijadas con significado intensivo en español dista mucho de los resultados obtenidos en
nuestra consulta lexicográfica12. Con esta consulta, que no pretende ser exhaustiva sino
orientativa, hemos constatado el empleo de cada prefijo intensivo en América y en Espa-
ña, tal y como observamos en (8):
TRATAMIENTO LEXICOGRÁFICO Y USO ACTUAL 634

Si comparamos los porcentajes de la tabla (8) con los datos obtenidos en la búsqueda
lexicográfica, podemos observar algunos aspectos relevantes. En primer lugar, consta-
tamos qué prefijos son los más usados en cada variedad. Así, mientras que en español
americano destacan extra- (54,5%), macro- (56%), infra- (75%), micro- (78,5%), sub-
(80%), archi- (84,6%), medio- (100%) y re- (100%); en español peninsular descuellan
mini- (57,8%), mega- (58,8%), semi-/hemi- (61,9%), hipo- (66,6%), super- (66,6%), ul-
tra- (66,6%), maxi- (70%), hiper- (72,5%), casi-/cuasi- (83,3%), entre- (100%) y sobre-
(100%). Seguidamente, corroboramos el asiduo empleo del prefijo re- a la hora de formar
palabras de significado intensivo en español de América (100%), mientras que, por otro
lado, confirmamos el uso tan frecuente del prefijo super- en español peninsular (66,6%)
-en español de América registramos un 33,4%-. En tercer lugar, podemos destacar que,
al pasar los filtros, algunos prefijos han sido documentados exclusivamente en América
(medio- y re-) o en España (entre- y sobre-), datos que coinciden sólo parcialmente con
nuestro estudio lexicográfico, ya que, en el caso de América, aunque re- es muy emplea-
do, medio- no es tan frecuente y, en el caso de España, ni entre- ni sobre- son productivos
en nuestros días -el NDVUA muestra el franco retroceso de ambos prefijos-, si bien en-
tre- es frecuente a la hora de formar palabras en español regional. Un cuarto aspecto des-
tacable es la preferencia de mini- en España y de micro- en América, prefijos que denotan
el mismo contenido significativo. Por último, podemos observar que algunos prefijos se
han vuelto más productivos con el paso de los años -la fecha de publicación de los diccio-
narios consultados oscila entre 1966 (DUE y Diccionario manual de americanismos) y
2003 (NDVUA)-, este es el caso de archi- (archicursi, Cuba), extra- (extracaro, Argen-
tina), macro- (macroproblema, República Dominicana), medio- (medioestúpido, Vene-
zuela) o micro- (microempresa, Chile) en América y cuasi- (cuasiheróico), extra- (ex-
tracaro), mega- (megaestrella), semi- (semifrío) o ultra- (ultradesarrollado) en España.
635 COMUNICACIONES

Conclusiones
Tras revisar los principales estudios que analizan los prefijos intensivos del español
y una vez establecida la lista empleada en nuestra investigación, nos hemos ocupado
del tratamiento lexicográfico de las palabras formadas mediante estos elementos deri-
vativos en diccionarios generales y regionales del español americano y peninsular. En
esta consulta, por un lado, hemos constatado el empleo de algunos prefijos intensivos en
español general y dialectal de América y en español regional peninsular -en los tres casos
el prefijo más frecuente es re--; por otro lado, hemos documentado el empleo de todos los
prefijos de nuestra nómina en el español general peninsular, si bien super- es el más fre-
cuente. Finalmente, hemos extraído los porcentajes de cada prefijo objeto de estudio en
el CREA y, en general, podemos decir que los porcentajes obtenidos en el banco de datos
se ajustan sólo parcialmente a los resultados extraídos de los diccionarios objeto de es-
tudio, ya que prefijos apenas documentados en los repertorios lexicográficos analizados
son muy productivos en nuestros días -archi- o macro- en América y mega- o ultra- en
España-.
TRATAMIENTO LEXICOGRÁFICO Y USO ACTUAL 636
637 COMUNICACIONES

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639 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Esta investigación se ha llevado a cabo gracias a una beca predoctoral de Personal Docente e Investigador
(convoc. 2003) de la Junta de Andalucía.
2
Únicamente esbozaremos los trabajos de algunos de los autores señalados, ya que, en la mayoría de los casos,
las listas de prefijos intensivos son muy semejantes.
3
En este punto, podemos destacar que Alemany (1919) denomina “compuestos formados con prefijos” a las
palabras prefijadas, incluyendo así la prefijación dentro de la composición.
4
Como comprobaremos más adelante, el prefijo des- únicamente es considerado como prefijo intensivo por
Alemany (1919) y, en este sentido, Torres Martínez (en prensa) señala que des- intensivo se puede documentar,
sobre todo, en voces dialectales localizadas tanto en el español peninsular como en el español de América (des-
apartar, descharchado, descuacharrangado, desinquieto, deslenguarse).
5
Aunque el estudio de Varela y Martín García (1999) se publique en España, podemos señalar que la lista de
prefijos establecida por estas autoras es representativa tanto del español peninsular como del español hablado en
América, ya que entre las referencias tenidas en cuenta en este trabajo se encuentran, entre otros, Cuervo, Moreno
de Alba y Oroz, autores que han estudiado la prefijación en el español colombiano, mexicano y chileno, respecti-
vamente.
6
Como señala Ahumada (2000: 17), la lexicografía regional del español tiene sus orígenes en aquellos glosa-
rios que solían añadirse a los tratados de geografía e historia sobre la conquista, repoblación y otros aspectos del
Nuevo Mundo. Más adelante, el nacimiento de la dialectología y la preocupación de los movimientos folclóricos
por la lengua popular orientarán el camino recorrido por la lexicografía regional del español, disciplina que apenas
cumple los dos siglos de vida.
7
López Morales (2000: 162) señala el libro Americanismos de Miguel del Toro y Gisbert (1912) como el ante-
cedente de los diccionarios de americanismos, si bien no se trata de una obra lexicográfica, sino de una colección
de ensayos en la que se estudian algunos aspectos relacionados con la técnica lexicográfica.
8
En uno de sus trabajos, López Morales (2004) presenta el Diccionario académico de americanismos como
un repertorio dialectal y diferencial con respecto al español de España. Además, el autor realiza una exhaustiva
descripción sobre la microestructura que presentarán distintos artículos de este ambicioso proyecto en vías de
ejecución.
9
Al ser publicado en España, incluimos el DRAE entre los repertorios generales peninsulares, si bien recoge
en su macroestructura americanismos, especialmente desde la edición de 1992. No obstante, no computaremos las
voces prefijadas de valor intensivo empleadas en español de América que son recogidas en el DRAE 2001.
10
Cabe destacar que este repertorio parte de la versión anterior de la obra, el Diccionario de voces de uso actual
(1994), del que se han suprimido las entradas de palabras que recoge la Academia en la última edición de su dic-
cionario (2001).
11
A propósito del prefijo re-, podemos comentar que, actualmente, es productivo en español peninsular cuando
queda reforzado con las sílabas -quete (requeteagujereado, requetecuenta, requeteinformativo). En español de
América, además de emplearse requete-, e incluso, requetecontra- (requetecontracaro), también se suele intensifi-
car el significado de la palabra en cuestión añadiendo -contra al prefijo re- (recontraseguro, recontrafácil).
TRATAMIENTO LEXICOGRÁFICO Y USO ACTUAL 640

12
El procedimiento seguido al consultar el CREA ha sido introducir el lema, esto es, el prefijo en cuestión, se-
guido de un asterisco (p.ej. extra*). A continuación, debido al ingente número de documentos encontrados, hemos
filtrado dos veces los datos e incluso, en algunas ocasiones -entre-, micro-, sobre- o super--, hemos seleccionado
el medio oral. Además, cabe destacar que, una vez obtenidos los resultados de cada prefijo objeto de estudio en el
CREA, únicamente hemos contabilizado los casos de valor intensivo y no aquéllos en los que el prefijo posee un
valor locativo o posicional.
641 COMUNICACIONES

Léxico y Semántica

SOBRE ALGUNOS OCCIDENTALISMOS EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA*

José R. Morala
Janick Le Men
(Universidad de León)

Introducción
Cuando se analizan elementos constitutivos del acervo léxico del español de América,
aparecen siempre, además de la obligada referencia a la incorporación de indigenismos,
reiteradas menciones a la procedencia geográfica y a las diferencias lingüísticas de los
españoles que llegan a América. Estas diferencias que, como ha puesto de manifiesto re-
cientemente J.A. Frago Gracia (2001), pueden rastrearse desde los primeros textos ame-
ricanos, suponen que sea viable hablar de, por ejemplo, andalucismos, occidentalismos o
canarismos en el español de América. Otro de los capítulos obligados para quienes tratan
de caracterizar el léxico americano es el de la presencia de arcaísmos, es decir, voces que
han decaído en su uso en el español peninsular y que, sin embargo, en América gozan de
una mayor vitalidad1.
Dejando al margen el capítulo de los indigenismos, a los que no vamos a referirnos
aquí, los otros dos capítulos -arcaísmos y dialectalismos- presentan no pocas veces bas-
tante dificultad a la hora de delimitar lo que son voces de origen dialectal trasplantadas
a América, de los vocablos anteriormente de uso general y que hoy solo se conservan en
áreas más o menos arcaizantes. Dicho de otro modo, entre los criterios que aplicamos
al léxico no siempre es fácil separar los de orden diatópico de los de tipo diacrónico. A
reflexionar sobre las posibles interferencias entre los conceptos de arcaísmo léxico y de
dialectalismo –y específicamente de los occidentalismos– en el español de América de-
dicamos las páginas que siguen.

Arcaísmos y occidentalismos
La bibliografía en la que se reúnen y estudian voces clasificadas con estos criterios es
relativamente amplia y, desde luego, bien conocida. Para los arcaísmos, son clásicos el
SOBRE ALGUNOS ACCIDENTALISMOS EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA 642

trabajo de I. Lerner (1974) o el apartado que le dedica A. Zamora Vicente en su Dialecto-


logía española (1974, 423-429). En el caso de los occidentalismos, la referencia obliga-
da es el trabajo de J. Corominas (1944) o capítulos en monografías como la de R. Lapesa
(1980, 593-594) o la mencionada de A. Zamora Vicente (op.cit. 429). Aunque puedan
parecer obvios, uno y otro conceptos no son fáciles de aplicar ni de definir. En el caso del
arcaísmo, por la dificultad para establecer un límite sobre el momento en el que el uso de
una palabra se puede considerar anticuado y no simplemente una voz regional2. En el de
los occidentalismos, porque no siempre es fácil deslindar entre lusismos, galleguismos
o leonesismos3 y con frecuencia hay que conformarse con un término neutro como el de
occidentalismo.
Pero los problemas no se acaban en los conceptos teóricos sino que alcanzan también
los inventarios de palabras. Un ejemplo evidente lo tenemos en la voz andancio que, en
el mencionado trabajo de I. Lerner4 (1974, 49-50), figura entre los arcaísmos, mientras
que en el de J. Corominas (1944, 144-145) o en el de A. Zamora Vicente (1974, 429) se
clasifica como occidentalismo, leonesismo para ser más exactos. Y, lo que es más curio-
so, utilizando unas referencias no muy diferentes. Por trabajos recientes que han podido
reunir mucha más información (J. Le Men, 2002, 299-300), podemos comprobar que
esta voz, dentro de la Península, sigue viva donde seguramente siempre lo estuvo: en
toda la franja occidental que va desde el Cantábrico hasta el Golfo de Cádiz, de donde
seguramente pasó a América. Sin embargo, por más que pueda considerarse que su uso
está hoy en retroceso en algunos puntos5, no por ello puede deducirse que estemos ante
un arcaísmo. Para aceptarlo, habría que demostrar que en el pasado el uso de andancio
se dio en áreas originariamente castellanas de la Península de las que, siguiendo con ese
supuesto, hoy habría desaparecido, lo que no parece ser el caso.
Como nuestro objetivo en este trabajo no es el de establecer una relación más o me-
nos extensa de voces de procedencia occidental sino, antes bien, reflexionar sobre có-
mo son tratadas en la lexicografía relativa a América las voces con este origen, haremos
únicamente un par de calas en las que estudiaremos, con cierto detalle, dos ejemplos
que creemos pueden resultar muy significativos: maza y uñir. Utilizaremos para ello las
fuentes disponibles6 que, en nuestros días, van mucho más allá del criterio seguramente
bienintencionado –pero no por ello menos subjetivo– del lexicógrafo quien, para definir
el ámbito de uso de una palabra dada, no podía por menos que recurrir a su propia expe-
riencia lingüística.

Uñir / uncir
En el caso de uñir ‘uncir’ y su antónimo desuñir estamos ante una voz que no suele
figurar en las listas de arcaísmos pero a la que la información del DRAE apunta como
tal indirectamente: en la entrada correspondiente a uñir se nos da la información, por un
lado, de que se trata de una voz anticuada con el sentido de ‘unir, juntar’ y, por otro, se
remite a uncir ‘atar o sujetar al yugo bueyes, mulas u otras bestias’ indicando que uñir es
voz propia de León, Zamora, Salamanca y Valladolid, en España, y de Uruguay y Argen-
tina, en América7.
643 COMUNICACIONES

Su clasificación como arcaísmo es mucho más meridiana en el DECH, donde se en-


tiende que uñir es un resultado paralelo a uncir –sin que se indique entre ambos ningún
tipo de adscripción geográfica en época antigua– que hoy se conservaría como arcaísmo
solo en el área occidental de la Península, además de hacerlo en el área rioplatense. Una
forma de interpretar los datos, por otra parte, generalmente aceptada8.
Sin embargo, la información que nos proporcionan los atlas lingüísticos, mucho más
precisa, apunta a otra explicación. El atlas de Castilla y León (ALCyL, mapas nº 295 y
296) muestra una división que, a grandes rasgos, localiza uñir en las provincias más oc-
cidentales (León9, Zamora y Salamanca, a las que se añade una buena parte del occidente
de Ávila). Por el contrario, en las provincias más orientales, lo usual es uncir y secunda-
riamente variantes como yuncir. Estos resultados ocupan regularmente todas las pro-
vincias castellanas10 con la salvedad ya mencionada de Ávila. Más al sur, la forma con la
palatal /ñ/, uñir, la encontramos únicamente en algunos puntos aislados de una estrecha
franja occidental que sigue por Extremadura11 y alcanza hasta Andalucía12.
Esta disposición en los resultados se explica por el distinto tratamiento que se da al
grupo /-nge,i-/, que aparece en el latín iungere, del que proceden ambos resultados. Es de-
cir, no se trata de una forma más antigua y otra que se ha ido imponiendo posteriormente
sino que estamos ante dos resultados que parten ambos de un mismo étimo latino y que,
por la disposición geográfica que presentan, solo pueden analizarse uno como leonés
–uñir– y otro como castellano, uncir.
Por razones en las que ahora no vamos a entrar, la antigua forma leonesa, extendida
hacia el sur por Extremadura y Andalucía pervivió en el área del Río de la Plata del mis-
mo modo que se extendió también por las Islas Canarias, donde compite con formas con
otro origen como enyugar –un derivado de yugo– pero donde no aparece el castellano
uncir13. Es muy posible que tanto uncir como uñir estén hoy en retroceso como lo está la
realidad que designan pero, desde un punto de vista filológico y con los datos expuestos,
el uñir localizado en América no es en modo alguno un arcaísmo, sino una forma leonesa
trasladada a América.

Maza ‘cubo de la rueda del carro’


Maza ‘cubo de la rueda del carro’ es uno de esos
ejemplos recurrentes que suelen servir para ilustrar el
capítulo de los arcaísmos léxicos del español de Amé-
rica. La voz figura, por ejemplo, en el citado trabajo
de I. Lerner dedicado exclusivamente a este tipo de
léxico. De ella indica que es una acepción general en
todo el continente al mismo tiempo que menciona di-
versos puntos de la Península (Salamanca, Zamora,
Mérida ...) en los que se conservaría hoy como forma
dialectal (Lerner, 1974, 185). El mismo calificativo
de arcaísmo merece el término para A. Zamora Vi-
cente, quien indica que se usa en las Antillas, Chile,
SOBRE ALGUNOS ACCIDENTALISMOS EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA 644

Argentina y Uruguay y, en el lado europeo, se registra también en puntos de Salamanca o


en Extremadura (Zamora Vicente, 1974, 426)14.
Si acudimos ahora al diccionario académico, vemos que maza, con este sentido de
‘cubo de la rueda’, no entra en el DRAE hasta la edición de 1803 y lo hace, desde ese
mismo momento, con la notación de voz anticuada. En la edición de 1925 al rasgo de
“anticuado” se le añade una indicación geográfica: “úsase en Chile”, que se mantuvo
como tal hasta la penúltima edición, la de 1992. En la edición actualmente en vigor, la de
2001, desaparece la mención a Chile, quedando de nuevo únicamente la marca de voz
anticuada.
Los datos hasta aquí parecen bien claros. Estaríamos –según lo que se desprende de
la lectura del DRAE– ante una voz que en épocas pasadas se usó de forma general y que
hoy, a la vista de la definición que se utiliza, se habría visto sustituida por la denomina-
ción alternativa cubo. En el mejor de los casos, en España perviviría solo de modo frag-
mentario en zonas dialectalmente marcadas, mientras que en América, pese a los datos
del DRAE, parece mantener una mayor vigencia. En conclusión, estaríamos ante lo que
tradicionalmente se define como un arcaísmo del español de América.
Ahora bien, las fuentes de información con las que hoy contamos para trabajar en
lexicografía superan con mucho las monografías dialectales o los diccionarios al uso.
Si recurrimos a estas fuentes alternativas podremos perfilar mucho mejor los rasgos que
definen esta voz –o cualquier otra– en el conjunto del léxico hispánico. De la adaptación
a nuevas realidades materiales y, por tanto, de la vitalidad del uso de esta voz en América
son buena prueba los casos que, por ejemplo, se localizan en la base de datos académica,
el CREA, en los que maza se aplica en México a la pieza central de la rueda de las bici-
cletas15 o los que, referidos también a bicicletas, coches o tractores, es posible localizar
fácilmente en Internet para Argentina, Uruguay o Chile. No insistiremos más en el apar-
tado correspondiente a América pues todos los datos apuntan al uso habitual y extendido
de esta voz no solo con los significados tradicionales sino que también lo hace, lo que es
una buena prueba de su vigencia, adaptada a las ruedas de los nuevos vehículos.
Por el contrario, los datos referidos a España apuntan a un significado mucho más tra-
dicional, ceñido exclusivamente al antiguo significado de ‘cubo de la rueda de un carro
o carreta’, sin que se hayan creado nuevas aplicaciones. Esto abundaría, desde luego, en
la menor vitalidad de esta palabra en la Península. Ahora bien, eso no significa necesaria-
mente que esté en retroceso y que haya de ser calificada como arcaísmo no ya en América
sino incluso en España. Sin entrar a analizar datos históricos y haciendo hincapié única-
mente en el estudio del uso actual del vocablo podremos comprobar, delimitando el área
geográfica en la que se usa en España, que difícilmente puede considerarse que se trate
de una mera reliquia del pasado, un arcaísmo léxico.
Contamos para ello con las monografías dialectales y los atlas lingüísticos. Una de las
preguntas habituales en las encuestas para elaborar los atlas es justamente la denomina-
ción local que se da a la referida pieza de la rueda por lo que, a la habitual enumeración
de los datos fragmentarios de los glosarios dialectales, se suma así la visión de conjunto
de toda una región que nos brindan los atlas. Un recorrido de Sur a Norte por los atlas his-
645 COMUNICACIONES

pánicos ofrece esta distribución en las respuestas. En el correspondiente a Andalucía, el


ALEA (mapa nº 166), vemos que la respuesta maza ocupa una amplia área en el centro y
el occidente de Andalucía. Mientras que cubo es prácticamente general en las provincias
más orientales (Jaén, Granada y Almería), en el resto de las provincias (Córdoba, Sevilla,
Málaga, Cádiz y Huelva), la respuesta general es maza, en un área tan compacta y con
una división tan clara que J. Fernández Sevilla16 (1975, 358) no duda en considerar que
ésta es una de las isoglosas léxicas donde más claramente se manifiestan las diferencias
entre el andaluz occidental y el oriental en relación con los límites administrativos pro-
vinciales.
En el caso de Extremadura (mapa nº 146.4)17, maza es la respuesta que se registra de
forma sistemática en toda la región. Si continuamos hacia el norte, en el atlas correspon-
diente a Castilla y León (ALCyL, mapa nº 310), comprobamos que las denominaciones
para ‘cubo de la rueda’ presentan una distribución menos homogénea, lo que no implica
que las diversas respuestas no formen áreas perfectamente delimitadas. La forma más
general, cubo, es exclusiva o casi general en las provincias más orientales de Segovia,
Soria, Valladolid y Burgos, alcanzando, por el valle del Duero, a puntos de Zamora; por
su parte, calabaza es la forma más general en León, al occidente. En medio, dos áreas en
las que sistemáticamente se registra maza. La primera viene dibujada por la provincia
de Palencia, a la que se unen unos pocos puntos limítrofes con ella de las provincias de
León, Burgos o Valladolid. La segunda, más compacta aún, es la formada en el cuadrante
suroccidental por Salamanca, donde la respuesta es sin excepciones maza, y junto a ella
la mayor parte de Ávila y de Zamora, aunque en éstas con alternancia entre maza y otras
formas.
Fuera de estas áreas los ejemplos de maza ‘cubo de la rueda’ en los atlas de otras
regiones son muy escasos y siempre en zonas limítrofes con las áreas arriba dibujadas.
Es el caso de algunos puntos en las provincias más occidentales de Castilla-La Mancha
(ALECMan, mapa nº 314): uno en Ciudad Real, muy cerca ya de Córdoba, y unos pocos
más en la franja más occidental de Toledo, lindante con Ávila y Cáceres. En el resto
de la región, la forma usual es cubo, la misma respuesta que se obtiene en la mayoría
de los puntos de Aragón, Navarra y La Rio-
ja (ALEANR, mapa nº 157) donde en ningún
caso figura maza. También se registra ma-
za en Cantabria (ALEC, mapa nº 217) pero,
de modo más que significativo, solo lo ha-
ce en las comarcas del Alto Ebro, lindantes
con Palencia y Burgos donde, como hemos
visto, también se usa esa voz. Por último,
fuera de la Península, en las Islas Canarias,
maza apenas si aparece en un par de puntos
en Gran Canaria y Fuerteventura (ALEICan,
mapa nº 120)18.
De esta apresurada relación de datos se
deduce que maza y cubo se reparten la ma-
SOBRE ALGUNOS ACCIDENTALISMOS EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA 646

yor parte de la geografía peninsular para designar el objeto al que nos venimos refirien-
do. Sin embargo, lejos de la relación en términos históricos que suele establecerse entre
ambos términos –maza, voz anticuada, frente a la supuestamente general hoy cubo– los
atlas lingüísticos permiten afirmar que la relación entre ellos es, sobre todo, de varia-
ción en el campo diatópico, más que en el diacrónico o diastrático. Así, a tenor de los
datos manejados y como puede verse en el mapa, cubo ocupa la mayor parte del centro y
oriente de la Península mientras que maza hace lo propio en la zona occidental e incluso
central. Otra cosa bien distinta es que en el modelo de castellano normativo peninsular
–el que refleja el DRAE– cubo haya ocupado el rango de variante correcta, lo que ha
supuesto inmediatamente que maza se convierta en un término marcado. La elección no
debe extrañar si se tiene en cuenta que cubo es la forma usual en buena parte de las dos
mesetas, incluyendo las regiones sobre las que preferentemente se construye el modelo
normativo. Paralelamente, y por motivos similares, tampoco debe sorprendernos que en
América haya triunfado a todos los efectos la variante usual en el occidente de la Penín-
sula, zona de la que estadísticamente procedían la mayoría de los españoles que pasan a
América en los primeros siglos, donde llevarían también su propio modelo lingüístico.

¿Arcaísmos o dialectalismos?
Ahora bien, ¿es correcto analizar como un arcaísmo del español de América una voz
que sigue hoy siendo usual en las mismas amplias zonas de la Península en las que lo fue
en el pasado? Porque es muy probable que la distribución geográfica entre maza y cubo
que reflejan hoy los atlas lingüísticos sea muy similar a la que se daba hace varios siglos,
en la época del descubrimiento. Si así fuera, el análisis como arcaísmo de maza no pasa-
ría de ser una interpretación poco adecuada –y quizá excesivamente subjetiva19 desde el
modelo de lengua usado por el propio lexicógrafo– de un hecho que se circunscribe a la
variación diatópica antes que a la diacrónica.
Al contrario de lo que ocurría con uñir / uncir, que representaba una clara diferencia
entre dos soluciones romances históricas, el leonés y el castellano, en este caso, estamos
ante dos voces maza / cubo cuya distribución no puede achacarse en sentido estricto a
las antiguas isoglosas dialectales de la Península. A tenor de los datos aportados, difí-
cilmente podemos calificar maza como leonesismo pero, del mismo modo, también es
innegable que se trata de un occidentalismo, dando a este término un sentido mucho más
amplio que al anterior. Lo que desde luego no puede considerarse, salvo que nos guie-
mos por criterios puramente subjetivos, es que sea una voz arcaizante. Casos como los
de andancio, uñir o maza –de los que creemos haber demostrado su falso análisis como
arcaísmos– nos sugieren claramente la necesidad de reconsiderar las listas habituales de
arcaísmos del español de América.
647 COMUNICACIONES

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649 COMUNICACIONES

NOTAS

* Para la realización de este trabajo se ha contado con la financiación del Ministerio de Educación y Ciencia al
proyecto con número de referencia HUM2006-11883-C04-01.
1
Un buen trabajo de conjunto sobre los diferentes componentes del léxico del español de América (indigenis-
mos, arcaísmos, regionalismos hispánicos ...) puede verse en T. Buesa y J.M. Enguita (1992).
2
Al respecto puede verse, por ejemplo, un trabajo reciente de J.G. Moreno de Alba (1991) en el que se plantea
este problema entre los andalucismos y los arcaísmos.
3
Interesante la distinción que establece M. Ariza (1995) entre los conceptos de leonesismo, de voz propiamen-
te leonesa y de occidentalismo.
4
No es el único caso. Releyendo el inventario de arcaísmos que hace I. Lerner, se ve que, con alguna frecuen-
cia, se indica que la voz en cuestión sigue usándose en una u otra zona de la Península.
5
El dato del abandono reciente de esta voz en el habla de Canarias está documentado en encuestas que de-
muestran que, pese a que es una palabra de uso efectivo entre gente de una cierta edad, entre las generaciones más
jóvenes es muy poco conocida (C.E. Hernández y J.A. Samper, 2001, 724).
6
Nos referimos tanto a las bases de datos en línea como a las bibliotecas digitales de diccionarios o a los atlas
lingüísticos.
7
No siempre fue así. Las marcas de uñir en el DRAE han ido variando ligeramente con el paso del tiempo. Des-
de Autoridades (1739) hasta 1925 se indicaba, sin más, que era voz anticuada “que hoy se usa en algunas partes”.
A partir de la fecha mencionada se especificó que era en Extremadura, León, Zamora, Salamanca y Valladolid; en
la edición correspondiente al diccionario manual de 1985 se añade Uruguay y en la vigente, de 2001, se suprime
Extremadura y se añade Argentina.
8
Vid., por ejemplo, I. López de Aberasturi (1992, 185 y nota 31) donde, precisamente ejemplificando con uñir,
se afirma que se trata de un “arcaísmo castellano encastillado en la mitad norte del dominio leonés y en el occiden-
te andaluz”.
9
Curiosamente, en el área más norteña de esta provincia aparece algún caso de uncir pero también de juncir o
xuncir.
10
Pese a la información de la Academia, el ALCyL localiza un único caso de uñir en la provincia de Valladolid
que, dicho sea de paso, está en un punto limítrofe con León, una zona históricamente de ascendencia leonesa.
11
J.A. González Salgado, Cartografía lingüística de Extremadura, edición en línea. Los mapas correspon-
dientes a uncir y desuncir pueden verse en http://es.geocities.com/vozextremadura/115.tif y http://es.geocities.
com/vozextremadura/116.tif [consulta en abril de 2005].
12
ALEA, mapas nº 134 y 135, donde se localizan puntos aislados de uñir o desuñir en Cádiz y Sevilla, cerca ya
de la desembocadura del Guadalquivir, y en Huelva.
13
ALEICan, mapas nº 102 y 103.
SOBRE ALGUNOS ACCIDENTALISMOS EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA 650

14
Como dato curioso puede decirse que, además de entender que es un arcaísmo del español de América, en
la misma obra Zamora Vicente considera que maza ‘cubo de la rueda’ constituye un leonesismo en Extremadura
(ibid. 336) mientras que sería un arcaísmo del castellano hablado en Murcia (ibid. 343).
15
Figuran 14 ejemplos de maza con este significado en un Manual de reparación de bicicletas (L. Lesur, Méxi-
co, 1993) incluido en el CREA.
16
La distribución geográfica de la voz en Andalucía lleva a J. Fernández Sevilla a llamar la atención sobre lo
contradictorio de la información del ALEA, que demuestra la pervivencia general de la voz en buena parte de An-
dalucía, y la del DRAE, que desde hace dos siglos la considera una voz anticuada.
17
J.A. González Salgado, Cartografía lingüística de Extremadura, edición en línea. El mapa puede verse en
http://es.geocities.com/vozextremadura/146-4.tif [consulta en abril de 2005].
18
A la luz de la distribución del léxico hispánico, podría extrañar que, siendo general en América la voz maza,
sea casi desconocida en Canarias pero hay que tener en cuenta que, como se informa en el mismo mapa arriba men-
cionado, el uso del carro como medio de transporte está muy poco extendido en las islas, lo que explica la falta de
respuestas en general en este apartado y no solo para la pregunta que aquí nos interesa.
19
Sobre la posición glosocéntrica del DRAE y los españolismos no indicados como tales en la norma académi-
ca pero extraños a la mayoría de los hispanohablantes puede verse el trabajo de R. Ávila citado en la bibliografia
final.
651 COMUNICACIONES

Léxico y Semántica

EL NUEVO TESORO LEXICOGRÁFICO DE LA LENGUA ESPAÑOLA Y LOS


DICCIONARIOS DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA: LAGUNAS Y AUSENCIAS.

Gonzalo Águila Escobar


(Universidad de Granada)

No pretende ser ésta, una ponencia en la que se critica con acrimonia la Academia de la
lengua española, es más, empezaré diciendo que el Nuevo Tesoro lexicográfico de la len-
gua española (NTLLE), como su nombre reza, constituye una de las grandes riquezas de
la lexicografía actual, una compilación muy digna de estimación, una obra de referencia
que sin duda es de gran ayuda para los investigadores de todos y cada uno de los ámbitos,
no sólo para lexicógrafos, sino también para historiadores de la lengua, historiógrafos o
curiosos. Ahora bien, como dice Haensch1, “donde no hay crítica y sólo indiferencia, no
hay siquiera un estímulo para mejorar estas obras de consulta”. Y puesto que se prevén
nuevas adiciones y enmiendas, es objetivo primordial destacar aquellas direcciones en
las que debiera expandirse esta insigne obra “para incorporar a su elenco otras zonas y
ámbitos de la tipología lexicográfica hispánica: variantes regionales, diccionarios mo-
nográficos, de artes, oficios, etc”2.

El Nuevo Tesoro lexicográfico de la lengua española: naturaleza y rasgos


esenciales3
Las nuevas tecnologías al servicio del lenguaje han hecho posible la edición de este
Nuevo Tesoro lexicográfico de la Lengua Española que, como la propia Academia defi-
ne4, “es un diccionario de diccionarios, un diccionario total que contiene todo el léxico
de la lengua española desde el siglo XV hasta el XX, tal y como es recogido, sistemati-
zado, definido e inventariado por los más importantes repertorios lexicográficos, sean
monolingües o bilingües, dedicados a la lengua española”. En total, sesenta y seis diccio-
narios5 han sido objeto de una reproducción facsimilar digital6 con el objeto de “ponerlas
al alcance de todas aquellas personas interesadas en conocer mejor nuestra lengua, en
descubrir la evolución de las palabras que la integran y en profundizar en el conocimien-
to de su léxico”. No obstante, además de esta ayuda para investigadores y curiosos, este
proyecto ha sido concebido, en palabras de la misma Academia, “con la vista siempre
EL NUEVO TEXTO LEXICOGRÁFICO DE LA LENGUA ESPAÑOLA 652

puesta en el Diccionario histórico”, que anhelamos sea de estimable ayuda para que al-
gún día pueda estar concluido.
Una de los aspectos más beneficiosos de la elaboración de una obra digital es la posi-
bilidad constante de mejorar la misma, y de que este perfeccionamiento pueda realizarse
fácilmente y de manera inmediata mediante soportes como el de Internet. Por ello, como
se especifica en el prólogo, este Tesoro se concibe como una obra en marcha y abierta,
de ahí que se prevean nuevas adiciones al diccionario. De hecho, en la página 37 del Ma-
nual de instrucciones se hace referencia a la página electrónica donde se “facilitarían las
correcciones y mejoras que se incorporen al sistema en sucesivas versiones”, y el mismo
programa, en las opciones de manipulación de imágenes, acoge la posibilidad de una
[Ruta de las imágenes corregidas]: “Ruta del directorio en el que se almacenan las imá-
genes de sustitución (imágenes que se incorporan al sistema con posterioridad a la insta-
lación, para la corrección de defectos u omisiones)”. Para tal fin se menciona una página
(http://ntlle.rae.es) en donde se facilitarían dichas correcciones y mejoras. Sin embargo,
esta página aún no ha sido creada, y desde el año 2001 en que se realizó la primera ver-
sión, todavía no se han publicado ningún tipo de adendas o revisiones. En la página de la
Academia (www.rae.es) tan sólo se incluye un apartado dentro del bloque “Lexicografía
y Gramática” dedicado al Tesoro Lexicográfico en donde se hace una pequeña presenta-
ción del mismo, se ofrece la lista de obras contenidas, y un acceso de libre consulta a la
propia obra, pero con la limitación exclusiva a los diccionarios de la Academia.
El producto que se comercializa bajo el título Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Len-
gua Española se compone de dos DVD-ROM y un Manual de Instrucciones donde, de
forma detallada y clara, se exponen los distintos aspectos de esta obra de consulta: desde
los procedimientos de instalación, hasta el uso del programa, incluyendo al final de sus
páginas una relación de los diccionarios que se incluyen en esta obra.
Lo más importante de este tipo de obras electrónicas es la gran versatilidad que ofrece
al investigador: un programa capaz de buscar un lema en 66 diccionarios a la vez es algo
loable, pero la posibilidad de poder acotar estas búsquedas a un período concreto, a un
grupo de diccionarios, poder comparar entre diccionarios académicos/ no académicos,
poder componer informes, imprimir búsquedas, buscar por prefijos, etc., es admirable.
Los tipos de consulta disponibles son tres: simple, mediante comodines o mediante
operadores lógicos.
A la hora de realizar las consultas, como advierte el Manual de instrucciones, es nece-
sario tener en cuenta que se han respetado los criterios ortográficos de cada diccionario.
Esto quiere decir que hay que considerar las grafías de cada época y cada obra consulta-
da. Para ello, se ha dispuesto de la portada, prólogo y apéndices de cada obra lexicográfi-
ca, en donde se especifican dichos criterios7.
Uno de los grandes aciertos de esta obra es la posibilidad de determinar los diccio-
narios sobre los cuales queremos que se efectúe la búsqueda. Por defecto, el sistema
efectúa la búsqueda en todos los diccionarios. No obstante, se puede determinar un perfil
a la hora de llevar a cabo una consulta. Por ejemplo, si lo que estamos estudiando es el
léxico científico de los siglos XIX y XX, entonces deberemos limitar la búsqueda a los
653 COMUNICACIONES

diccionarios de este período, y si además queremos estudiar por separado los dicciona-
rios académicos y los no académicos, en la opción “Selección de diccionarios” (Crtl+D),
podemos crear nuestro propio perfil optando por las obras que queremos emplear en
dicha consulta.
Aparte de todas las posibilidades que ya hemos reseñado, el Tesoro lexicográfico de
la lengua española presenta toda una serie de opciones que facilitan la tarea del inves-
tigador:
- La presentación de los resultados puede ordenarse por lema o por diccionario. Si se
hace por lema, estos se clasifican por orden alfabético. En cambio, si se opta por la se-
gunda preferencia, los lemas se ordinan según el criterio cronológico.
- Igualmente, se puede realizar una consulta activando la opción “mostrar solo la pri-
mera aparición”, con lo que el estudioso puede indagar acerca del origen de las palabras:
es el caso de sicalíptico, que no aparece en una obra lexicográfica hasta 1917, en el Dic-
cionario de la Lengua Española de Alemany y Bolufer.
- Se puede consultar e imprimir las fichas bibliográficas de las obras contenidas.
- Podemos imprimir la relación de diccionarios de la consulta.
- Podemos componer informes en los que se adjuntan la imagen recortada de los lemas
consultados, y anotar en ellos cuántas apreciaciones consideremos oportunas. Posterior-
mente, estos datos pueden ser manejados en formato html, o en papel impreso.
Hasta ahora hemos visto los aciertos de esta obra, veamos las sombras que oscurecen
a la misma, y que Gago8 resume en tres:
1. La calidad de las imágenes.
2. El índice sobre el que el sistema efectúa las consultas.
3. Ausencias significativas en el corpus de diccionarios: los diccionarios del español
de América.
Entre estas deficiencias9 que consideramos en el NTLLE, es objeto de estas líneas po-
ner de manifiesto las lagunas y ausencias importantes de esta obra respecto a los diccio-
narios hispanoamericanos más importantes de la lexicografía. De las sesenta y seis obras
lexicográficas que se incluyen, tan sólo tres hacen mención a la dimensión léxica del
español de América, y ninguna de ellas constituye un diccionario propiamente dicho de
americanismos:
- Vicente Salvá, Nuevo diccionario de la lengua castellana, que comprende la última
edición íntegra, muy rectificada y mejorada del publicado por la Academia Española, y
unas veinte y seis mil voces, acepciones, frases y locuciones, entre ellas muchas ameri-
canas [...], París, 1846.
- Gaspar y Roig, Diccionario enciclopédico de la lengua española, con todas las vo-
zes, frases, refranes y locuciones usadas en España y las Américas Españolas [...], Im-
prenta y Librería de Gaspar y Roig, editores, Madrid, 1853.
EL NUEVO TEXTO LEXICOGRÁFICO DE LA LENGUA ESPAÑOLA 654

- M. Rodríguez Navas y Carrasco, Diccionario general y técnico hispano-americano,


Cultura Hispanoamericana, Madrid, 1918.

El Nuevo Tesoro lexicográfico de la lengua española y los diccionarios del espa-


ñol de América: lagunas y ausencias
Como acabamos de ver, sólo tres diccionarios hacen referencia al español de Améri-
ca, y ninguno de ellas constituye una obra lexicográfica de americanismos. De hecho, el
Diccionario general y técnico hispano-americano de Rodríguez Navas es un diccionario
heterogéneo que se centra primordialmente en los aspectos técnicos del léxico: “Cinco
novedades comprende este Diccionario respecto de todos los demás, españoles o extran-
jeros publicados hasta el año 1918. La principal es la de contener la mayor parte de los
términos científicos modernos, con sujeción a las últimas clasificaciones autorizadas fi-
lológicas, químicas, botánicas, etc.”; y no es verdaderamente un diccionario del español
americano, aunque como quinta novedad se incluyan, según el mismo autor, “el mayor
número que hasta ahora se había reunido de vocablos usados con autoridad en todas las
regiones de la América de origen español”10.
Por todo lo dicho, la afirmación que se vierte en el Manual de instrucciones de que el
Nuevo tesoro “es un diccionario de diccionarios, un diccionario total que contiene todo
el léxico de la lengua española desde el siglo XV hasta el XX” y que éste se colecta de
los más importantes repertorios lexicográficos de la lengua española, debe ser matizada
en muchos de sus puntos: el NTLLE no contiene todo el léxico de la lengua española, si
tenemos en cuenta que dentro de esta lengua española también se inserta el español de
América; y no se incluyen los más importantes repertorios lexicográficos dedicados a la
lengua española, ya que brillan por su ausencia las obras que configuran lo que podría-
mos denominar como lexicografía hispanoamericana.
- La dimensión léxica del español de América: la lexicografía hispanoamericana
“El español de los 19 países hispánicos de América tiene una increíble riqueza léxica.
Su vocabulario no difiere sólo del español peninsular, sino también de una país hispano-
americano a otro...”11. Fruto de esta importancia y variedad ha sido el desarrollo paralelo
de una lexicografía del español de América, de manera que, como destaca Lope Blanch12,
“el campo más investigado de la lingüística hispanoamericana es, desde hace muchos
años, el lexicográfico. Además de los numerosos vocabularios de palabras indígenas,
existen incontables investigaciones en las que se registran, de manera más o menos siste-
mática, las peculiaridades léxicas del español americano”.
Muchas son las obras lexicográficas que se han elaborado en el contexto hispanoame-
ricano y no es pretensión nuestra, la de llevar a cabo una descripción pormenorizada de la
misma, pues otros ya se han encargado con profusión y rigor de estos menesteres13. Ade-
más, podemos hallar casi más de dos mil diccionarios, compendios, léxicos, glosarios,
vocabularios del español de América, y la enumeración de los mismos sería tarea baldía
para los propósitos de este espacio. No obstante, es necesario volver a estas cuestiones,
en la medida en que la exposición somera de algunas de las obras más destacadas nos
655 COMUNICACIONES

ofrecerá, de manera ilustrativa, las ausencias, es decir, aquello que no se ha incluido y


podía haberse hecho.
Podemos considerar la obra de Antonio de Alcedo, Vocabulario de voces provinciales
de la América usado en el Diccionario geográfico-histórico de ella y de los nombres pro-
pios de plantas y animales (1786-1789) como gozne o elemento de transición entre el pa-
sado y el futuro de la lexicografía hispanoamericana, entre lo que Haensch14 llamó como
prehistoria de la lexicografía del español de América y el punto de partida de su historia.
Del lado de la prehistoria, hallamos toda una primera lexicografía de las lenguas in-
dígenas, escrita en su mayoría por misioneros y evangelizadores de las tierras nuevas
con el fin de “explicar al lector europeo de la época las voces que aparecían en los textos
geográficos, históricos, o literarios y que este lector probablemente desconocía”15. Ade-
más, estas prístinas compilaciones de léxico son el germen de la presencia constante en
la tradición lexicográfica hispanoamericana de los llamados “exotismos”. Algunas de
estas obras son:
- Vocabulario de la lengua mexicana, del P. Andrés de Olmos (1547).
- Vocabulario en la lengua Castellana y Mexicana, de Alonso de Molina (1571).
- Vocabulario en lengua de Mechuacán, de Fray Matutino Gilberty (1559).
- Tesoro de la lengua guaraní, del P. Antonio Ruiz (1639).
El primer glosario de voces indígenas y españolas latinizadas se incluye en las co-
nocidas Décadas de Pedro Mártir de Anglería y se denominaban “Vocabula barbara”;
Pedro Fernández Castro de Andrade tiene el honor de ser el autor del primer glosario del
español de América con tan sólo 18 palabras; Fray Pedro Simón compone su Tabla para
la inteligencia de algunos vocablos incluida en su obra Noticias historiales de 1627;
Juan Francisco de Páramo y Cepeda inserta un pequeño glosario a modo de anexo en su
poema Alteraciones de Dariel, y Manuel José de Ayala es el autor del Diccionario de vo-
ces americanas. Antes de la obra de Alcedo, el Diccionario de autoridades ya incluyó un
número muy importante de americanismos en su macroestructura.
Posteriormente a la obra de Antonio de Alcedo, comienzan a publicarse toda una serie
de diccionarios de provincialismos y de barbarismos. En estas obras aún puede apreciar-
se una dependencia del español peninsular: aunque las obras de provincialismos tienen
como objeto recoger el léxico característico de una zona, de un área determinada, lo cier-
to es que siempre se hace como medio para completar el diccionario principal, que es el
de la península; y por otro lado, la denominación de barbarismos ya hace explícita esta
posición de inferioridad.
- Diccionario de chilenismos y de otras voces y locuciones viciosas, de M.A. Román.
- Diccionario de provincialismos y barbarismos centro-americanos, de Salomón Sa-
lazar García.
- Diccionario de barbarismos y provincialismos de Costa Rica, de Carlos Gagini.
El mejor diccionario de provincialismos es sin duda el de Esteban Pichardo, el Dic-
cionario provincial de las vozes de Cuba que, según Morínigo, “abrió el cauce para la
EL NUEVO TEXTO LEXICOGRÁFICO DE LA LENGUA ESPAÑOLA 656

compilación y publicación por todo el ámbito americano de muchas obras de la mis-


ma estirpe”16. Destaca de esta obra la aparición de muchos universalismos frente a la
presencia masiva en la tradición anterior de unidades léxicas que designaban realidades
americanas.
También es la época de diccionarios con una finalidad específica:
- Neologismos: Neologismos y americanismos, de Ricardo Palma.
- Léxico jergal: El idioma del delito, de Dellepiane.
- Diccionarios de fauna y flora: Diccionario botánico de nombres vulgares cubanos y
puertorriqueños, de Manuel Gómez de la Maza.
Poco después, se inician los movimientos nacionalistas de recuperación de lo par-
ticular y lo propio, de las lenguas vernáculas. Así, si la obra de Ganini se denominaba
Diccionario de barbarismos y provincialismos de Costa Rica, la segunda edición ya se
reconvierte al Diccionario de Costarriqueñismos. Junto a esta obra tenemos otra serie de
compilaciones que atienden al léxico de zonas y áreas determinadas:
- Vocabulario rioplatense razonado, de Daniel Granada17.
-V
 ocabulario de mexicanismos, comprobado con ejemplos y comparado con los de
otros países hispanoamericanos, de Joaquín García Icazbalceta.
- Voces usadas en Chile, de Anibal Echevarría i Reyes.
El siglo XX viene determinado por la independencia de los países hispanoamerica-
nos. Fruto de ello es el interés por la idiosincrasia de cada pueblo, exaltando lo propio y
perteneciente a su tradición. Según esto, en Argentina aparecen diccionarios de criollis-
mo, lunfardo, tango, etc.
De esta última época, como se señala generalmente, la innovación más importante es
la elaboración de los diccionarios generales de americanismos que aspiran a ofrecer una
visión general de español de América. Las cuatro obras18 que suelen señalarse son:
1. Diccionario de americanismos, de Augusto Malaret.
2. Diccionario general de americanismos, de Francisco J. Santamaría.
3. Diccionario de americanismos, de Marcos A. Morínigo.
4. Diccionario de americanismos, de Alfredo Neves.
Junto a estos diccionarios generales de americanismos, destacan igualmente las obras
de M. A. de la Cruz, Brian Steel, José Luís Pando de Villaroya, George Friederici, o Ma-
ria Schwauss, etc.
En la actualidad, podemos hablar de lo que algunos ya han llamado como la “nueva
lexicografía” del español de América, la cual viene determinada por dos metodologías
de trabajo que han dado, -y siguen dando en la actualidad-, frutos esenciales en forma de
diccionarios. Nos referimos al método integral empleado en la elaboración del Diccio-
nario del Español de México (DEM) dirigido por Luís Fernando Lara, que se propone
recopilar el léxico usual que se emplea en el país mejicano sin tener en cuenta si se usa o
no en España o América. Se han publicado ya dos avances de esta obra: Diccionario fun-
657 COMUNICACIONES

damental del español de México y el Diccionario básico del español de México. En cam-
bio, el método diferencial-contrastivo incluye sólo unidades léxicas de uso exclusivo en
territorio americano, o que se emplean también en España pero que en Hispanoamérica
tienen una distinción en cuanto a la acepción, connotación, frecuencia, contexto, nivel,
etc. Este método está auspiciado por Cátedra de Lingüística aplicada de la Universidad
de Augsburgo y se encuadra en el “Proyecto de Augsburgo”, que tiene como finalidad la
elaboración de un diccionario contrastivo de cada uno de los países hispanoamericanos,
cuya suma ofrezca una visión general de conjunto del léxico empleado en esta dilatada
extensión. Se han publicado hasta ahora:
- Nuevo diccionario de colombianismos.
- Nuevo diccionario de argentinismos.
- Nuevo diccionario de uruguayismos.
- Diccionario del español de Cuba: español de Cuba - español de España.
- Diccionario del español de Argentina: español de Argentina - español de España.
Las obras que hemos referido en este sucinto repaso constituyen una mínima parte de
las que conforman la bibliografía de la lexicografía hispanoamericana. La referida Cá-
tedra de Lingüística románica aplicada de la Universidad de Augsburgo, en cooperación
con el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, y bajo la dirección de Djamal Benhacine, ela-
bora una recopilación de obras en donde se incluyen más de 2300 referencias.
No obstante, somos sabedores de que la cantidad no es lo importante y que el ingente
número de obras publicadas no es garante en ningún momento de la calidad y rigor de las
mismas. De hecho, la lexicografía americana posee muchas deficiencias que han sido
puestas de manifiesto por los mismos lexicógrafos, y es de naturaleza muy heterogé-
nea: se entreveran obras de gran calidad realizadas por lingüistas, junto a recopilaciones
menores hechas por aficionados sin ningún criterio metodológico. Sin embargo, lo más
destacable es que, por un lado, siempre ha habido una gran interés por el léxico y dentro
de este maremagnum de obras, hay aportaciones muy interesantes que han hecho posible
la continuación de estas tareas; y por otro, y lo más importante, es que a la vez se ha arti-
culado toda una lexicografía teórica de gran rigor científico en torno a esta actividad que
ha llevado a cabo una revisión exhaustiva de lo hecho, y ha puesto las bases científicas
y metodológicas para el futuro. En este contexto, se han publicado numerosos trabajos
metalexicográficos acerca de los diccionarios y la lexicografía hispanoamericana, ahon-
dando en las siguientes cuestiones:
- Actividad crítica acerca de las obras publicadas.
- Reivindicación de figuras importantes de la actividad lexicográfica, como el caso de
Malaret, por parte de Humberto López Morales.
- Publicación de muchas de estas obras.
- La compilación y acercamiento a las obras pioneras de la lexicografía de español
americano, como las incluidas en los Textos clásicos sobre la historia de la lexicografía
de español en América (Clásicos Tavera), dirigida por Günter Haensch.
EL NUEVO TEXTO LEXICOGRÁFICO DE LA LENGUA ESPAÑOLA 658

Sobre este último punto, el de la compilación de las obras, Werner19 advierte sobre las
tareas pendientes de la lexicografía hispanoamericana, y entre ellas anota la necesidad
de “recuperación sistemática de información contenida en diccionarios de español ame-
ricano ya existentes”, “de disponer de obras en las que se recupere y se compile, según
métodos científicos modernos, la información contenida en aquéllas”. Werner aboga por
la compilación sinóptica de información procedente de diccionarios ya publicados, y
habla expresamente de la idea de un «tesoro lexicográfico» en donde se apliquen las úl-
timas tecnologías. Defiende la idea de una compilación sinóptica en CD-ROM o base de
datos en la red, frente a la mera digitalización de las obras, porque permite un estudio del
léxico desde múltiples variantes: permite seleccionar una unidad en varias obras, acce-
der a su definición y compararlas, procesar los datos obtenidos, etc.
Estas ideas de Werner, de llevar a cabo una reunión sinóptica de las obras lexicográfi-
cas hispanoamericanas, de iniciar la elaboración de un tesoro lexicográfico, nos remiten
inexorablemente al NTLLE, a lo que ya se ha hecho, y a la oportunidad perdida de haber
incorporado las obras de la lexicografía del español de América, que hubiera sido de gran
utilidad para el avance teórico y práctico de esta actividad.
Causas y azares de la ausencia de obras lexicográficas del español de América en el
NTLLE: ¿Por qué no se han incluido?
Antes de aventurarnos en verter las razones que han motivado la ausencia de obras
lexicográficas hispanoamericanas en el NTLLE, es preciso que comencemos aludiendo a
una realidad que ya han puesto de manifiesto muchos lingüistas: “por una serie de razo-
nes históricas y doctrinarias, la descripción del léxico del español de América, tal y como
está a nuestro alcance hoy en día, es incompleta, fragmentaria, arbitraria y anticuada
en relación con el conjunto del léxico del español de América que se usa de hecho en la
actualidad”20; o dicho de otro modo por Werner21, “el vocabulario específico de los paí-
ses y regiones de Hispanoamérica no está representado en los diccionarios en la medida
en la que debería estar representado, sea por efecto de actitudes restrictivas frente a los
llamados americanismos, sea simplemente a consecuencia de problemas empíricos”. Lo
cierto es que, como ya se ha dicho en muchas ocasiones, el español de América represen-
ta aproximadamente al 80% de los hispanohablantes, y sin embargo todavía sigue siendo
una asignatura pendiente a la hora de incluirse el léxico en las distintas recopilaciones
lexicográficas. Durante mucho tiempo se ha hablado de eurocentrismo o preeminencia
del español peninsular sobre las otras variantes: el concepto de barbarismo aplicado al
léxico hispanoamericano era significativo de este hecho. En consecuencia, esta ideo-
logía eurocéntrica podría esgrimirse como razón y causa de esta notable ausencia en el
NTLLE. Sin embargo, no es éste el camino que ha trazado en los últimos años la Real
Academia de la lengua española, sino todo lo contrario: el de iniciar un cambio ideológi-
co significativo que se ha traducido en la incorporación cada vez mayor de los elementos
hispanoamericanos en la obras que elabora. En el DRAE de 2001 se han incluido 15.391
americanismos más que la edición vigésimo primera, con una total de 26.299; se está ul-
timando la publicación del Diccionario panhispánico de dudas; del recién editado Dic-
cionario del estudiante, se dice que es un diccionario para España e Hispanoamérica,
pues “incluye una muestra que no pretende ser extensa pero sí significativa de voces del
659 COMUNICACIONES

español de América”22; y por último, en este Congreso se ha presentado como ponencia


inaugural por parte de Humberto López Morales, el Diccionario académico de america-
nismos. Siendo esto así, ¿por qué la RAE no ha aplicado esta renovada ideología lingüís-
tica a la elaboración del NTLLE? Es verdad que se acusa con mucha facilidad a la Aca-
demia, y que en numerosas ocasiones dicha crítica se lleva a cabo desde una perspectiva
anacrónica sin tener en cuenta el peso de la historia23, pero en esta ocasión la obra que
analizamos se ha publicado en 2001, con toda una lexicografía teórica y práctica muy
sólida como base.
Por todo lo expuesto, y aferrándonos a la máxima de que las obras lexicográficas son
el “resultado de una serie de compromisos entre el máximum deseable y el óptimum rea-
lizable”24, queremos pensar que ha sido el tiempo, la economía, los derechos de autor, el
acceso a los manuscritos, etc., los que han motivado el que la lexicografía hispanoameri-
cana no quede representada en esta magna obra.

Cuestiones finales
En definitiva, si esta obra se concibió como instrumento al servicio de todo aquel in-
teresado en conocer la lengua, ya sea como curiosidad, o como fuente de investigación,
lo cierto es que hallará en su consulta un importante vacío a la hora de estudiar el léxico
hispanoamericano o las obras lexicográficas publicadas en este contexto. Si bien es ver-
dad que muchas de estas obras diferenciales del español americano no poseen una gran
calidad lexicográfica, hubieran ofrecido datos muy relevantes sobre la dimensión léxica
y el devenir lexicográfico del español de América.
A pesar de todo lo dicho, somos conscientes, y por ello concluimos de este modo, que
en aras de destacar esta deficiencia hemos aumentado el peso de nuestra crítica en aque-
llo que no estaba bien hecho, desformando quizá la realidad de una obra que sin duda,
es un monumento de la lexicografía actual y como ella misma expresa, es una obra en
marcha que poco a poco irá acrecentándose. Esta obra de consulta es la mejor recopila-
ción que se ha hecho hasta el momento, y no sólo ofrece al investigador o curioso “la ex-
traordinaria posibilidad de tener juntos y reunidos cerca de 70 diccionarios que ninguna
biblioteca en el mundo está en condiciones de custodiar de forma conjunta”25, sino que
ante todo, es una herramienta de gran versatilidad con la que los investigadores podrán
avanzar de forma resuelta y presta en el conocimiento de nuestra lengua.
EL NUEVO TEXTO LEXICOGRÁFICO DE LA LENGUA ESPAÑOLA 660
661 COMUNICACIONES

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EL NUEVO TEXTO LEXICOGRÁFICO DE LA LENGUA ESPAÑOLA 664
665 COMUNICACIONES

NOTAS

1
G. Haensch, Los diccionarios del español en el umbral del siglo XXI, Ed. Universidad de Salamanca, Sala-
manca, 1997, p.237.
2
RAE, Manual de instrucciones, Espasa-Calpe, Madrid, 2001.
3
Para una reseña pormenorizada de esta obra: F. Gago Jover, “Real Academia de la lengua española. Nuevo
tesoro lexicográfico de la lengua española”, Revista de lexicografía, VIII, 2001-2002, pp. 331-339; G. Águila,
“Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española”, La corónica. A journal of Medieval Spanish Language and
Literature, 2006. (En prensa).
4
Esta definición se expresa en la presentación del NTLLE en la página web de la Academia: www.rae.es
5
Una lista completa de los diccionarios contenidos puede consultarse en las páginas ulteriores del Manual de
instrucciones, o en la página web de la Real Academia de la lengua española.
6
Y no de una trascripción digital como se corrige ya en la página web de la Academia y como muy bien advierte
Francisco Gago en su reseña para la Revista de Lexicografía.
7
Ahora bien, no siempre se detalla la ortografía y además es una dificultad añadida el tener que consultar el
prólogo de cada obra. Al igual que el sistema de búsqueda puede ignorar las mayúsculas/minúsculas, las tildes y la
diéresis (aunque se puede activar en las “opciones de configuración”), del mismo modo se podía haber operado en
la ortografía con el fin de facilitar la investigación.
8
F. Gago, op. cit., p. 334.
9
Para ahondar sobre los dos primeros problemas, consúltense las reseñas ya citadas de F. Gago y G. Águila.
Fragmentos incluidos en el prólogo del Diccionario general y técnico hispano-americano de Rodríguez
10

Navas.
11
G. Haensch, op. cit., p. 215.
12
J. M. Lope Blanch, El español de América, Alcalá, Madrid, 1968, p. 58.
13
Sobre el status quaestionis al respecto, consúltese la bibliografía final donde se hallan numerosos artículos
que incluyen una revisión histórico-crítica de este fenómeno y lo cuales, hemos seguido en esta pequeña revisión.
14
G. Haensch, “Dos siglos de lexicografía del español de América: lo que se ha hecho y lo que queda por ha-
cer”, en Unidad y variación léxicas del español de América, eds. Gerd Wotjak/Klaus Zimmermann, Frankfurt am
Main, 1994 (Bibliotheca Ibero-Americana, Vol. 50), p. 39.
15
Ibidem, p. 41.
16
M. Morínigo, “La penetración de los indigenismos americanos en el español”, en Presente y futuro de la
lengua española (Actas de la Asamblea de Filología del I Congreso de Instituciones Hispánicas), vol. 2, vols.,
Madrid, 1964, p. 224.
17
Esta obra se publica en la editorial Arco-Libros en 1998, con introducción y edición a cargo de Úrsula Kühl
de Mones.
EL NUEVO TEXTO LEXICOGRÁFICO DE LA LENGUA ESPAÑOLA 666

18
Sobre una revisión crítica de estas obras: G. Haensch y R. Werner, “Un nuevo diccionario de americanismos:
proyecto de la Universidad de Augsburgo”, en Thesaurus, XXXIII, 1978, pp. 1-40.
19
R. Werner, “Tareas pendientes en la lexicografía del español americano”, en II Congreso Internacional de la
Lengua Española, Valladolid, 16 - 19 de octubre de 2001.
20
G. Haensch, “La lexicografía hispanoamericana entre la teoría y la práctica”, en López Morales, Humberto y
María Vaquero (eds.), Actas del I Congreso Internacional sobre el español de América. San Juan, Puerto Rico, del
4 al 9 de octubre de 1982, Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, San Juan, 1987, p. 575.
21
R. Werner, “Identidad nacional y regional de las palabras en los diccionarios españoles”, en Diccionarios:
textos con pasado y futuro, M. Teresa Fuentes Morán y Reinhold Werner (eds.), Frankfurt am Main - Madrid,
2002, p. 75.
22
Los datos ofrecidos corresponden a la información que dispone la propia Academia en su página web.
23
M. Seco, “El léxico hispanoamericano en los diccionarios de la Academia Española”, en M. Seco, Estudios
de lexicografía española. Segunda edición aumentada, Gredos, Madrid, 2003, p. 363.
24
G. Haensch, op. cit., 1997, p. 24.
25
Fragmento de la presentación del NTLLE en la página de la Academia: www.rae.es
667 COMUNICACIONES

Léxico y Semántica

ESTUDIO COMPARATIVO DE EXPRESIONES FRASEOLÓGICAS


CHILENAS Y COLOMBIANAS.

Marina Roa Arancibia


(Universidad de Santiago de Chile)

Introducción
La Fraseología es una disciplina lingüística que se ocupa de estudiar “el conjunto de
frases hechas, locuciones figuradas, metáforas y comparaciones fijadas, modismos y
refranes, existentes en una lengua, en el uso individual o en el de algún grupo” (DRAE
1984:659)
Nos referiremos a algunos autores que han estudiado el tema de las expresiones fijas,
Eugenio Coseriu en 1964, dentro de un trabajo dedicado al léxico, hace referencia al
“discurso repetido”, que recoge las unidades fraseológicas, en oposición a “técnica del
discurso” y dice al respecto: “El discurso repetido” abarca todo lo que tradicionalmente
está fijado como “expresión”, “giro”, “modismo”, “frase”, o “locución” y cuyos ele-
mentos constitutivos no son reemplazables o re-combinables según las reglas actuales
de la lengua” (1977:113)
Por otra parte, Julio Casares en su libro “Introducción a la lexicografía moderna”
adopta ciertos criterios para “seleccionar y clasificar los diferentes tipos de uniones
estables de palabras, a saber, locuciones, frases proverbiales, refranes...” (1969:70)
Siguiendo esta línea el lingüista colombiano Alberto Zuluaga, de la Universidad de
Tübingen, se refiere a estas expresiones como unidades fraseológicas cuyos rasgos prin-
cipales son la fijación fraseológica, que se da en el plano de la norma lingüística social,
no en el sistema funcional de la lengua. Otra característica de estas expresiones es la idio-
maticidad, que corresponde a la carencia de contenido semántico de los componentes en
algunas unidades fraseológicas.
En el marco del VI Congreso Internacional de“El español de América” hemos que-
rido presentar un estudio comparativo de dichas expresiones entre dos países de habla
hispana: Chile y Colombia.
ESTUDIO DE EXPRESIONES FRASEOLÓGICAS CHILENAS Y COLOMBIANAS 668

Hemos seguido la clasificación que utiliza Zuluaga, según las funciones que puedan
darse en el discurso, vale decir, si funcionan como textos, oraciones gramaticales, sin-
tagmas, unidades léxicas o unidades gramaticales.
Cabe hacer presente que trabajamos con un total de 62 entrevistas, de las cuales 28
corresponden a los materiales del programa PILEI del habla culta y 34 a recientes con-
versaciones grabadas de hablantes nativos, de distinto sexo, edad y nivel socio-económi-
co, que hemos transcrito fonográficamente, Como podemos observar este es un estudio
sincrónico del lenguaje natural y espontáneo de los hablantes, ya que representa con fi-
delidad la viva realidad lingüística de estos países.

Análisis e interpretación de los datos


En la selección del corpus hemos consignado mil trescientos veintiuna (1.321) expre-
siones de Chile y ochocientas veintiocho (828) correspondientes a Colombia.

Corpus de Chile:
Relación sexo femenino y expresiones fraseológicas
Las mujeres produjeron un total de 1.027 expresiones, que equivalen al 78% del total
de la muestra, tal como lo muestra el siguiente gráfico, en oposición al 22% que efectua-
ron los hombres.

GRÁFICO COMPARACIÓN DE EXPRESIONES FRASEOLÓGICAS DE CHILE POR SEXO.

Con relación a las mujeres podemos constatar que las fórmulas pragmáticas son las
más utilizadas, alcanzan a 380 unidades y representan un 37% del total de la muestra del
sexo femenino.
Le siguen las locuciones adverbiales con un 331 apariciones, que corresponden a un
32,23%, con menos porcentaje aparecen las locuciones conjuntivas con un 9,93% y 102
ejemplos. A continuación las locuciones prepositivas con 73 realizaciones y un 9,93%;
las frases hechas (47) con 4,58%, las locuciones nominales con 35 apariciones y un por-
centaje de 1,85%. Finalmente los dichos que solo llegan a 5 con un 0,48%
669 COMUNICACIONES

En este análisis de la variable social sexo, las mujeres no tienen el mismo comporta-
miento lingüístico de acuerdo a la edad. Por un lado las mujeres de la primera genera-
ción, vale decir de 18 a 35 años, son las que llevan la delantera en la producción de estas
expresiones, realizan 748 con un 72,83 %, le sigue la segunda generación de 36 a 55
años, con un 13,83 y 142 realizaciones y finalmente la tercera generación de 56 y más
años con 137 expresiones.
En el caso de la primera generación son las fórmulas pragmáticas las más privilegia-
das con 263 ocurrencias y un total de 35,16%, a continuación le siguen las locuciones
adverbiales con 224 apariciones, que representan un 29,95%, le siguen las locuciones
conjuntivas con un registro de 93 de ellas, vale decir un 12,43%. Con menor producción
aparecen las locuciones prepositivas con 63 realizaciones y un 8,42%; las frases hechas
son 45 y equivalen al 6,02%, a continuación aparecen 25 locuciones nominales con
un porcentaje de 3,34%, las locuciones nominales con 20 realizaciones y representan
el 2,67%. Finalmente el grupo más escaso corresponde a las locuciones adnominales
con tan solo 15 unidades y un 2,01% del total de la muestra perteneciente a la primera
generación.
Con relación a las mujeres de la segunda generación se puede apreciar una gran dis-
minución en la producción de expresiones fraseológicas y en este grupo las más abun-
dantes son las fórmulas pragmáticas que destacan con 55 registros y un 38,73% le siguen
a corta distancia, las locuciones adverbiales con 52 realizaciones que corresponde a un
36,62%. Las locuciones prepositivas y verbales son escasas, solamente 9 apariciones en
cada caso con el 6,34% de ellas.
Las nominales son solamente 6 con un 4,23%. También aparecen 5 dichos que equi-
valen a un 3,52%. Sola 1 realización encontramos de locuciones adnominales y de frases
hechas, que corresponde en cada caso a un 0,70%
La tercera generación de mujeres observa el siguiente comportamiento respecto a la
producción de expresiones fraseológicas.
En primer término las fórmulas pragmáticas con un 42,25% y 62 realizaciones. En se-
gundo lugar las locuciones adverbiales con 55 exponentes y un 40,15%, en tercer puesto
aparecen las locuciones verbales con un 4,38% y solo 6 apariciones. Con escasa repre-
sentación, 5 locuciones conjuntivas que representan un 3,65%; las nominales con 4 uni-
dades y un porcentaje de 2,92 %; las adnominales, solo 3 con un 2,19% y las prepositivas
y frases hechas con 1 caso cada una, con un 0,73%.

Dentro de las fórmulas pragmáticas más utilizadas aparecen:


¿No? Como asentimiento a lo emitido por el interlocutor
Bueno Como inicio de discurso y como afirmación
¿Sabes? Como continuador del discurso
¿Entiendes? Como continuador y reforzador de la idea expresada
ESTUDIO DE EXPRESIONES FRASEOLÓGICAS CHILENAS Y COLOMBIANAS 670

CUADRO EXPRESIONES FRASEOLÓGICAS MUJERES CHILENAS SEGÚN EDAD

Relación sexo masculino con expresiones fraseológicas según la edad


El sexo masculino presenta 294 expresiones fraseológicos, que corresponde al 22%
del total de la muestra obtenida, cifra muy baja en relación a las mujeres que produjeron
el 78% restante.
Los varones chilenos entrevistados tanto de la primera, segunda y tercera generación
producen en mayor cantidad, locuciones adverbiales.74, 38 y 11 unidades respectiva-
mente, con un 38,34%, 53,52% y 36,67% en cada caso; los hombres de la primera ge-
neración en segundo término producen 40 locuciones preposicionales, con un 20,75%,
en cambio la segunda y tercera generación de varones utilizan fórmulas pragmáticas
19,72% y 33,33% respectivamente. Estas últimas expresiones son utilizadas en tercer
lugar por la primera generación con 36 realizaciones y un 18,65%.
La segunda generación de varones emite 6 locuciones verbales con un 8,45% y la ter-
cera generación locuciones prepositivas, con 16,67%, con cifras menores aparecen las
locuciones conjuntivas en la primera generación con un 9, 33%, locuciones adnominales
5,18%, locuciones nominales 3,63%, locuciones verbales 2,59% y frases hechas 1,55%.
La segunda generación también cuenta con pocas ocurrencias de dichos 7,04% que co-
rresponden a 5 realizaciones y cabe destacar que es la única generación que los utiliza, le
siguen en orden decreciente las frases hechas 4,22%, las locuciones conjuntivas y nomi-
671 COMUNICACIONES

nales, ambas con 2,82% y finaliza con una locución adnominal que equivale a un 1,41%
del total de su serie.
La tercera generación concluye con solo dos realizaciones de locuciones conjuntivas
y nominales, cada una con un 6,67%
Todo esto se puede ver en el cuadro que sigue a continuación.

CUADRO EXPRESIONES FRASEOLÓGICAS HOMBRES CHILENOS SEGÚN EDAD

Corpus de Colombia
Relación sexo con producción de expresiones fraseológicas
Las mujeres produjeron un total de 536 expresiones, que equivalen al 63,20% del total
de la muestra colombiana, en desmedro de los varones que solo alcanzaron un 36,80%
con solo 312 de las unidades en estudio.
GRÁFICO COMPARACIÓN
DE EXPRESIONES FRASEOLÓGICAS DE COLOMBIA POR SEXO.
ESTUDIO DE EXPRESIONES FRASEOLÓGICAS CHILENAS Y COLOMBIANAS 672

Corpus de expresiones fraseológicas de Colombia :mujeres


El total de expresiones fraseológicas asciende a 536 , las más recurridas son las lo-
cuciones adverbiales que en la 1ª. generación de mujeres alcanza 64 unidades con un
41,83%. En la segunda generación aparecen 100 con un 32,15% y la tercera generación
produce 25 que corresponde a un 34,72%. Ejemplos de locuciones adverbiales :
Desde el punto de vista, en fin, en este momento, a pesar de que, con más tranquili-
dad, de una manera saludable al mismo tiempo, en la mañana y en la noche. La parti-
cularidad de estas locuciones es que están precedidas de preposición, pero su contenido
semántico es adverbial.
Tanto en la 1ª. como 2ª. generación siguen las fórmulas pragmáticas con 39 y 69 rea-
lizaciones y un 25,49 % y un 22,19% respectivamente. La tercera generación tiene en
segundo término a las locuciones conjuntivas con 23 realizaciones y un 31,94%.
Las locuciones conjuntivas y las nominales aparecen en la 1ª. generación con 14 ex-
presiones cada una y un porcentaje de 9,15%, con menos apariciones 13, 6 y 2 respecti-
vamente están las locuciones conjuntivas, verbales y léxico con porcentajes de 8,50%,
3,92% y 1,31% respectivamente.
En cambio, en la segunda generación siguen las locuciones prepositivas con 65 eje-
cuciones y un 20,90 %, en cuarto lugar aparecen las nominales con 31 realizaciones y un
CUADRO EXPRESIONES FRASEOLÓGICAS MUJERES COLOMBIANAS SEGÚN EDAD
673 COMUNICACIONES

9,97%, luego aparecen 22 locuciones conjuntivas con un 7,07%. Con menos representa-
ción (17) aparecen las locuciones verbales y un 5,47%, las adnominales con 3 aparicio-
nes y un 0,96% , finalmente hay solo una aparición de locución elativa que representa
un 0,36%.
La tercera generación de mujeres colombiana prosigue con 13 locuciones preposicio-
nales y que representan un 18,06%, las fórmulas pragmáticas con 10 lo que corresponde
a un 13,89% y finalmente solo una locución adnominal con 1,39%

Corpus de expresiones fraseológicas de Colombia: hombres


Todos los hombres colombianos privilegian el uso de las locuciones adverbiales, 51
en la primera generación, 60 en la segunda generación y 29 en la tercera generación con
un 41,13%, 27,65% y un 56,86% respectivamente. Las demás expresiones fraseológicas
que aparecen en la primera generación de varones corresponde a las siguientes: locu-
ciones conjuntivas 33 ocurrencias y un 26,61%; luego están las fórmulas pragmáticas
con 13,70% y 17 realizaciones, le siguen las locuciones nominales con 13 apariciones
y un 10,48%. Además aparecen 5 locuciones prepositivas con un 4,03%, 3 locuciones

CUADRO EXPRESIONES
FRASEOLÓGICAS HOMBRES COLOMBIANOS SEGÚN EDAD
ESTUDIO DE EXPRESIONES FRASEOLÓGICAS CHILENAS Y COLOMBIANAS 674

verbales con un 2,41% y un dicho y una frase hecha que corresponde a un 0,81% para
cada una.
La situación cambia en la 2ª. generación, en segundo lugar aparecen 34 locuciones no-
minales con un 13,82%; a continuación 30 locuciones preposicionales con un 13,82%,le
siguen 24 locuciones conjuntivas con un 11,06%; aparecen 19 fórmulas pragmáticas
con un 8,76%, luego se encuentran 17 locuciones verbales con un 7,83%,12 locuciones
adnominales con 5,52%; figuran además 9 frases hechas y 9 léxicos, ambos con 4,15%;y
finalmente 3 dichos con un 3,18%
La tercera generación de varones aporta además de lo mencionado anteriormente, 15
locuciones conjuntivas con un 29,41%; 4 fórmulas pragmáticas con un 7,84% y una lo-
cución preposicional, una frase hecha y un léxico propio con un 1,96% cada uno.

Conclusiones
-En líneas generales los hablantes chilenos producen mucho más expresiones fraseo-
lógicas, en comparación a los colombianos (1321 contra 828).
-Las diferencias mayores que encontramos, tienen relación con la producción de las
expresiones fraseológicas respecto al sexo. En ambos países las mujeres llevan la delan-
tera. (78% en Chile y 63,20% en Colombia).
-Las fórmulas pragmáticas, aparecen en primer lugar en Chile, producidas por las mu-
jeres.
-En Colombia dichas expresiones aparecen en segundo lugar en el caso de las muje-
res. Es necesario precisar que estas fórmulas pragmáticas constituyen cadenas del habla
y equivalen a unidades mínimas de comunicación.
-Los varones tanto de Chile como de Colombia, privilegian el uso de las locuciones
adverbiales, con algunas variantes en la forma, ya que algunas están precedidas de pre-
posición, sin embargo su significado es adverbial. En otras oportunidades aparecen co-
mo modificadores de un verbo o de un adjetivo .
-Las locuciones preposicionales también aparecen en los hombres chilenos con alto
porcentaje (2° lugar), en las mujeres chilenas y colombianas está en 3er. lugar . Al respec-
to debemos señalar que actúan como transferentes de un SN en S adv., como por ejem-
plo: a través de, en torno a, por encima de etc.
- Las locuciones conjuntivas también aparecen en 3er. y 4° lugar en Chile, los varones
de Colombia la utilizan en 2° lugar, como por ejemplo: con todo y que, ni siquiera, con
tal de que
Para concluir, queremos destacar la importancia de estas expresiones, por cuanto per-
miten ahondar en una serie de aspectos como la utilización de recursos expresivos, la
inclusión de los fraseologismos en los diccionarios, así como también permite facilitar la
interpretación de dichas expresiones en la profesión del traductor y en la aplicación de la
enseñanza del español a extranjeros.
675 COMUNICACIONES

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(1992) “Fraseología” en Lexikon der Rommanistischen Linguistik. Vol.VII, I. Max
Niemeyer Verlag. Tübingen.
677 COMUNICACIONES

Léxico y Semántica

EL FENÓMENO DE LAS “ZOONIMIAS”


Y “GASTRONIMIAS” EN EL ESPAÑOL DE CHILE.

Saide Cortés Jacob


(Universidad Católica de Chile)

¿Será la oportunidad para aceptar como pertinente la vieja pregunta, Quién estuvo
primero, el huevo o la gallina?, o dirimir entre los conceptos de la Retórica tradicional
que advertía dos tipos de lenguaje: uno simple, directo, desnudo... y otro desviado del
anterior, adornado y más complejo. ¿Quién da origen a quién? La creación de metáforas
de la vida cotidiana, nacerá del error o de la necesidad?. La incapacidad de abstracción
produciría recursos espontáneos, de poco valor, o como bien señala Kayser (1954) “es
una manera básica del comportamiento de la lengua (182), y se da según manifiesta R.
Lastagimo (1971) “no sólo en la literatura, sino también en el habla familiar” (204). En-
tonces, coexisten el huevo y la gallina: ambos enriquecen al lenguaje, alimentándolo de
nuevas connotaciones semánticas, en evolución permanente, y dotándolo de una car-
ga expresiva importante. Hay aquí una suerte de interdependencia, porque el sistema lo
acepta como propio.
En el habla coloquial chilena se ha advertido la creación masiva de expresiones que
evidencian nombres de animales y temas afines, a los que hemos denominado zoonimias;
simultáneamente hemos encontrado un grupo de expresiones relacionadas a la gastrono-
mía, elementos de la cocina y otros afines; todas estas expresiones aplicables a personas
y con un claro propósito humorístico. Estas impregnan todos los grupos etáreos, sociales
y geográficos; además, están presentes en diversos medios de comunicación. La publici-
dad se ha encargado, por su parte, de recogerlas y de difundirlas.
Comenzaremos con las voces de los animales. Todas ellas parten desde los infinitivos,
ya conocidos, para ir transformándose según las necesidades modales y temporales. Si se
quiere ironizar la auto-promoción, No hace nada sin cacarear. Si se quiere maximizar el
apetito, Estoy que trino o aúllo de hambre. Para una golpiza, Te voy zumbar.
En cuanto a las gastronimias, se presentan de forma similar. Encontramos ejemplos
como aceitar para referirse a la acción de sobornar, se destapó la olla al hacerse público
EL FENÓMENO DE LAS “ZOONIMIAS” Y “GASTRONIMIAS” 678

algún escándalo, andar pelando cuando se difama a alguien, o Estoy frito cuando me
encuentro en problemas.
Algunas características extremas de la fauna, expresan comportamientos análagos,
¡Qué bestia es un salvaje! Pero también se construyen mensajes halagadores, ¡Qué fan-
tástico, qué salvaje: el muy bestia acertó en todo!
Y gastronimias como ¡Ese fresco, es demasiado caluguiento! O ese perejiliento es
demasiado picante, deberías mandarlo a freír espárragos.
Cuando se alude a una clase o tipo de animales el abanico conceptual se abre también
en ambos sentidos. Parece ave de rapiña esperando la ocasión. No hay caso es un bicho
peligroso. Agregamos a este matiz descalificador un dicho popular, Esta es pelea de pe-
rros grandes y no de quiltros. En el otro extremo estaría ¿Y qué le hace el agua al pez. Me
siento como pez en el agua.
Y encontraremos expresiones del tipo Quedé como el ajo después del partido, más
machucado que membrillo colegial, pero hay que pelar el ajo para ganar porque uno
cosecha lo que siembra. O son como agua y aceite para referirse a dos personalidades in-
compatibles y Es mejor no mezclar peras con manzanas o es hacer cazuela de jote y pa-
vo para no mezclar dos asuntos que no tienen relación entre sí. Advertencias como ¡No
sabe la chichita con que se está curando! Y consejos: Es bueno el cilantro, pero no tanto
Las toponimias tienen una participación importante en el habla coloquial. La ley de la
selva, que no es exclusividad, tiene su versión criolla, La ley del gallinero (la gallina del
palo más alto “ensucia” a la de ubicación inferior). Está claro el propósito de amenaza
o advertencia, basado en el poder laboral o social privilegiado. Como pollo en corral
ajeno, también se refiere a una desprotección en ese sentido. Marcar territorio, aunque
aplicable a una delimitación conceptual, esconde una sutileza. Quedó la chacra y esto es
un chiquero constituyen dos expresiones de perfil aumentativo para significar escándalo
y desorden. El amoroso nidito de amor se abre a otras acepciones. El síndrome del nido
vacío que da cuenta del abandono y, Este es nido de ratas o de víboras, para representar
lo turbio, lo repulsivo. Por otra parte, si cierre derivó en encerrarse; cueva produjo una
análoga creación léxica y semántica Está encuevado estudiando aperrado. Expresión
de origen juvenil y con gran frecuencia.
Encontraremos otras como saltar de la sartén al fuego para una situación se complica
cuando creíamos estar solucionándola, En la puerta del horno se quema el pan, para evi-
tar confiarse en el resultado de un proyecto aún no concluido o echar el poto pa las moras
para quien se arrepiente antes de realizar algo.
Cuando el habla popular acude a partes o segmentos de animales, lo hace mediante
fórmulas de ingeniosidad en búsqueda del ridículo y la ironía para caricaturizar y pa-
rodiar. Este recurso, disfemismo, se advierte en Tiró pa’ la cola (se arrepintió) Quedó
con cola (perdió) Paró la cola (se fue). Encontramos sinécdoques en los adjetivos del
siguiente ejemplo. Muy paleteado, aunque un poco panúo y hocicón. Y encontraremos
gastronimias del tipo Abrió las medias pepas, para referirse a grandes ojos de asombro o
interés, sacarle a uno la pepa o obligarle a soltar la pepa cuando obligan a revelar infor-
679 COMUNICACIONES

mación que se mantenía en secreto; O tocarle a uno la sin pepa, para referirse a la buena
suerte o recibir lo mejor.
Consideramos productos animales los propiamente tales y aquellos en los que ha par-
ticipado la elaboración humana. Entre los primeros, el más frecuente ya lexicalizado es
huevo polisémico y multifuncional, según la finalidad del acto en el cual participa. Con
variación morfemática de género y número, presentándose como vocablo derivativo:
huevón. Este aporta sentido positivo (amigo, compadre) en función sustantiva, frecuen-
temente como vocativo Te invito, huevón a un asado-Qué bueno me encanta esa huevá.
Con matiz negativo (estúpido, torpe) se comporta en función adjetiva. Sólo mediante un
recurso de sustitución pudiera entenderse ¡Pucha el huevón, huevón, huevón! (¡Vaya
el tipo torpe, compadre!). El término bien puede considerarse un operador pragmático
reforzativo intensificador. Se denomina lana a la moda juvenil de rasgos folclóricos-
artesanales. Hay un matiz despectivo, desde una visión social tradicional, ¿Tu polola
es lana, hijo? El término chorizo alude a una función expresiva de enojo, de molestia,
equivale a choreado: Cuidado anda chorizo, no se le puede ni hablar. Una expresión
ya tipificada en el ámbito de la sicología es jamón del sándwich, equivalente al hijo
problemático entre dos hermanos. Se agrega a este concepto otro significado calificativo
muy popular, Se cree el jamón del sándwich. La misma expresión, pero con otra equiva-
lencia semántica.
Si se pretende una descripción con modalidad prosopográfica para destacar el atrac-
tivo de una joven, ¡Buen cuero: pechugas, asiento y perniles espectaculares. Más linda
que la cresta! Este último tendrá significado positivo o negativo, dependiendo del adje-
tivo pospuesto al nexo comparativo, Más malo que la cresta. Si no se le compara, consti-
tuirá perífasis equivalente a grosería. ¡Por la cresta! Se fue a la cresta. Se sacó la cresta o
se descrestó. Decimos que tiene piernas de fideo aquella persona muy delgada, que tiene
guata de sandía si su barriga es prominente, que tiene cabeza de ajo a los cabezones y
chocleros para los dientes grandes.
Infinidad de sustantivos, adjetivos y verbos se expresan con nombres de animales.
Entre los primeros, reemplazan a hombre y mujer, gallo y galla. Advertimos el uso fre-
cuente de monomorfos supercomunes (epicenos) como dimorfos monotemáticos: galla,
sapa, chora...Como también, la discordancia genérica en gallo mula, gallo vaca, Ca-
da toro con su tora. Hay en las zoonimias interesantes creaciones léxicas: pelagatos,
pintamonos (compuestas) conejillo, palomilla (diminutivos) acaballado, mosqueado
(derivados con función adjetiva) pololeo, chuleteo (derivados con función sustantiva)
apotráncate, desgorilarse, (afijación discontinua) achunchar, lorear (formaciones
derivativas tipo infinitivo) conejiando, culebriando (formaciones derivativas tipo
gerundio) aletazo, hocicón ; (derivaciones aumentativas).
Una selección de sustantivos: condoro (error), mula (mentira), trucho (falso), pollo
(flema). En un bar se podría decir, Tráeme dos potrillos y una garza para servir el cola de
mono, un jote y un pájaro verde.
Una selección de adjetivos positivos: papá mono (el mejor), corazón de pollo (bene-
volente), ratón de un solo hoyo (fiel); corazón de alcachofa (corazón blando o tierno),
EL FENÓMENO DE LAS “ZOONIMIAS” Y “GASTRONIMIAS” 680

aliñado (empeñoso), ser un bombón (apuesto). Negativos: mosca muerta (cínico), pe-
rro faldero (adulador) pajarito nuevo (ingenuo); picante (ordinario); desaliñado (des-
arreglado).
Las expresiones verbales, se pueden presentar con un infinitivo equivalente:
aquiltrarse (cansarse) pulpear (aprovechar) Como también en una construcción
[infinitivo+zoonimia] Poner la mosca (firmar), igualmente las gastronimias: morir po-
llo (callar), Camotear (molestar), picarse (enojarse), Achoclonarse (amontonarse).
Las zoonimias y gastronimias pueden aparecer en varias estructuras lingüísticas.
- Con atributos:
[sustantivo+de+zoonimia] patas de gallo, cabeza de pesca’o, cabeza de pollo.
[sustantivo+de+gastronimia] Guata de tarro, Tela de cebolla, Piel de naranja.
- En comparación
[adjetivo o verbo+nexo+zoonimia] Duele como caballo, Aburrido como ostra.
[adjetivo o verbo+nexo+gastronimia] Fresca como lechuga, Flaca como tallarín,
Arrugado como repollo.
-Otra estructura comparativa
[elemento cuantificador+adjetivo o sustantivo+que+zoonimia y atributo], Más ham-
briento que piojo de peluca, Más rayado que portón de perrera.
[elemento cuantificador+adjetivo o sustantivo+que+gastronimia y atributo]
Más enredado que trenza de ajo, Más enredado que plato de tallarines, Más sano que
el yogurt, Más chileno que los porotos, Más pesado que collar de melones.
- [nexo+zoonimia+circunstancia] Como chancho en Misa, Como loro en el alambre.
- [nexo+gastronimia+circunstancia] Como tallarín en su salsa, Como si tuviera un ají
en el trasero.
- Sólo [nexo+zoonimia] Como araña peluda, Como león enjaulado.
La utilidad de las zoonimias es innegable, aparecen en insultos, ¡Huemul, hijo de
perra! Para advertir, ¡Te conozco mosco! ¡Me extraña araña! (todas ellas en ecolalia)
Para quejarse, No me pican ni los zancudos. Para ironizar, ¡Está cabezona la hormiga!,
¿Te comiste un bistec de león? Para dar órdenes, ¡Chicotea los caracoles!, Ahueca el
ala.
Usamos gastronimias para expresar estados de ánimo o sentimientos: Estar avina-
grado, Estar con la leche cortá, Lo quiere con papas fritas, Andar tostado, Estar a baño
maría. También para ironizar: Se cree el hoyo del queque, El cajón con más manzanas,
El tarro con más duraznos, El saco con más papas. E incluso para describir situaciones
como Ganarse los porotos y Vivir a costillas de alguien.
Fórmulas de saludo o despedida ¡Hola ratón con cola!, Chao pesca’o., Calabaza,
calabaza, cada uno pa’ su casa. Para expresar indeterminación, Entre gallos y media no-
che. Si está lejos, Vive en la concha de la lora. Si hace calor, Caen los patos asados, está
681 COMUNICACIONES

caldeado. Si hace frio, Un frío de yegua. En general, A vuelo de pájaro, Mucho, tengo
chicha y chancho, tengo a mango. Poco, Cuatro gatos, Totalidad, De chicol a jote. Mul-
titud, Tropa de pajarotes, choclón de gente. Barato, A precio de huevo y caro, Salado.
Durable, Cuero de chancho o para darle como tarro.
Las zoonimias y gastronimias también se pueden agrupar por temas. En el ámbito
social, a los ricos se les dice jaivón, la crema y nata de la sociedad, pepe pato o paltón;
a la clase media, medio pelo y a los pobres, ratón de cola pelá, perejilientos, pobre ave.
Si alguien pretende ascender en la escala, se le acusa de piojo resucitado, ave que se viste
con otras plumas. En materia de dinero, poseerlo es Andar con lana y carecerlo A palos
con el águila o andar raspando la olla..
El tema amoroso ofrece simpáticas expresiones. Los pretendientes reciben el nombre
de moscardones o abejorros. Si su interés es manifiesto, Este huevito quiere sal o lo
quiere con papas fritas y si exagera, Anda baboso o se derrite. Los besos se denomi-
nan patos, piquitos o calugazos, según su intensidad. Tratamientos cariñosos, Perrito
choco, chanchi, osito y mi media naranja para el alma gemela. Una mujer experta es
Zorra corretiá; si es virgen, Con tela de araña. El amante es El patas negras y el lugar de
encuentro Pollo al velador (motel). Agregamos al tema un dicho: “Trillar con burros es
para que te caguen la paja, porque hay muchos peces en el río” (no vale la pena el ena-
morado, hay m*s...).
Finalmente, en el ámbito policial a los delincuentes se llama: ratero, pato malo,...Al
jefe de la banda, pez gordo. Los delitos suelen denominarse, chanchullos, robo hormi-
ga, meter mula, un cheque falso se llama chirimoyo. Las acciones, chorear, chivatear,
cogotera, chupar... A los soplones se les dice: sapo, loro y que abren el tarro o son san-
guchito de palta...y obtener éxito Dar un zarpazo. Y para terminar un consejo policial:
Destruye al león cuando aún es cachorro, pero eso sí, avíspate porque gatos con guan-
tes no cazan ratones.
EL FENÓMENO DE LAS “ZOONIMIAS” Y “GASTRONIMIAS” 682
683 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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685 COMUNICACIONES

Léxico y Semántica

LEXÍAS VENEZOLANAS: PASADO Y PRESENTE

Rita Jáimez
(UPEL-IVILLAB)

Introducción
Para cualquier especialista en lingüística es un lugar común, que se asocie a Saussure
con la imposición de la sincronía sobre la diacronía a lo largo del novecientos. Sin em-
bargo, este resultado metodológico no es totalmente responsabilidad del ginebrino, y sí
probablemente de sus sucesores, puesto que entre las tareas de la lingüística, Saussure
(1916=1967: 46) reconocía que debía hacerse “la descripción y la historia de todas las
lenguas (...), lo cual equivale a hacer la historia de las familias de lenguas y a recons-
truir en lo posible las lenguas madres de cada familia”. Pero los estudios de la lengua
postsaussureanos prácticamente fueron de naturaleza sincrónica, una metodología que,
en cierta manera, impulsó la perspectiva homogénea de la lengua. De este modo, los lin-
güistas se dedicaron a describir y explicar la lengua en un estado y en una única variedad:
la estándar. Crespo García (2004: 53) lo interpreta de la siguiente manera: “la confusión
del lingüista radica, principalmente, en su visión sincrónica de la lengua que no le permi-
te aceptar la existencia de variación y la estratificación social”.
En un principio, los estudios del español de América no escaparon a esta configura-
ción. Es así como J. M. Lope Blanch1 (1964) propone ante la Comisión de Lingüística y
Dialectología Iberoamericanas el “Proyecto de estudio de la norma culta de las principa-
les ciudades de Hispanoamérica”, que se ocuparía de la descripción de los usos normati-
vos de las variedad latinoamericana. Los filólogos americanistas se dedicaron a esta em-
presa y, desde entonces, continúan dedicándose con ahínco, a pesar de que tres años más
tarde y ante la misma audiencia pero esta vez en Bogotá, nuevamente J. M. Lope Blanch
expuso otra tarea: el “Proyecto de estudio histórico del español americano”. Con este
proyecto señalaba de paso que para describir, explicar y entender el funcionamiento en el
Nuevo Mundo del español actual, era necesario conocer su pasado. El propósito básico
del mencionado proyecto lo presentó Lope Blanch en los siguientes términos: “conocer
cuál ha sido el proceso histórico seguido por la lengua española desde el momento de
su transplante al Nuevo Mundo hasta nuestra época” (1980: 11). Como se sugirió arri-
LEXÍAS VENEZOLANAS: PASADO Y PRESENTE 686

ba, este proyecto pudo representar un giro en los estudios hispanoamericanos, pero no
irrumpió inmediatamente, de hecho una década más tarde eran mucho más los trabajos
de naturaleza sincrónica; sin embargo, paulatinamente han ido apareciendo trabajos que
revisan el español americano en sus primeros días, y también hay quien lo ha estudiado
desde una perspectiva diacrónica.
El estudio que se pretende realizar aquí se enmarca, en cierto modo, en esa última
línea. Es un trabajo diacrónico porque estudia la evolución de algunas entidades lingüís-
ticas, pero también es sincrónico porque se detiene en algunos segmentos históricos. Y
es que en este tipo de estudio priva la concepción de que la lengua hay que verla tanto
en la diacronía como en la sincronía, en otras palabras, se entiende que una lengua, en
cualquier momento de su historia, en cualquier corte, no solo contiene una pluralidad de
superposiciones sincrónicas, sino que también carga subsistemas de estados anteriores
suyos porque la lengua es el resultado de “una pluralidad de susbsistemas que coexisten
en la sincronía pero que han ido surgiendo sucesivamente en la diacronía” (Abad,1992:
17). Por esta razón, en este ensayo se pretende tejer una red que permita ver algunos esta-
dios de la lengua sin romper su continuidad.
Así pues, el objetivo esencial de este ensayo consiste en perseguir la evolución de al-
gunas lexías españolas. En términos más específicos, será lo siguiente: se partirá de una
serie de lexías que aparece en diferentes documentos suscritos en Caracas (Venezuela)
en el siglo XIX. Se rastreará su pasado, y luego se examinará su presente, simultánea-
mente se irá comparando su diferente contenido semántico, a la vez que su vitalidad.
De esta manera, se sabrá qué queda del ayer, dónde reside la novedad, y además podrá
explicarse algunos usos actuales. Finalmente debe acotarse que este es un trabajo que se
detiene en la interfaz léxico-semántica.
La organización global de este estudio es la siguiente: 1) la introducción que recoge
el objetivo del estudio; 2) la metodología que aclara el cómo se llevó a cabo el trabajo; 3)
los resultados que hablan de los hechos lingüísticos y su interpretación, y 4) se finaliza
con las conclusiones. Dicho esto, a continuación se presentará una serie de lineamientos
metodológicos.

Criterios metodológicos
Como se manifestó arriba el objetivo de este trabajo consiste en perseguir la evolu-
ción de algunas lexías españolas. Su concreción impuso una variedad de condiciones,
entre las que es pertinente destacar:
La naturaza del corpus: el corpus se puede dividir en fuentes directas e indirectas.
Las directas la constituyen varios documentos datados en Caracas en el siglo XIX. La
mayoría de los documentos fueron extraídos de la prensa caraqueña de la época: El co-
lombiano, El siglo, El diablo, El tiempo; un único documento es un manuscrito, el cual
reposa en el Archivo de la Nación bajo la signatura de Tierras. ABCGHLSU 1824. Las
fuentes indirectas están conformada por diferentes diccionarios y otras obras afines, co-
687 COMUNICACIONES

mo Covarrubias (1611), Correas (1627), la RAE (Diciconario de la lengua castellana...,


1726); los glosarios de Alvarado (1953), el DRAE (versión digital, 1999); Núñez y Pérez
(2002) y Celdrán Gomariz (2004).
Criterio de selección de las lexías: estas fueron seleccionadas siguiendo la intuición.
La investigadora consideró que, en general, no pertenecen a la variedad formal, en decir,
que no son fórmulas que se oirían en un académico que esté dictando una conferencia, al
menos no, en un académico venezolano. En este orden de ideas, se estarían estudiando
unidades lingüísticas que no son etiquetadas, al menos en el español de Venezuela, bajo
la inscripción de variedad estándar. En otras palabras, a partir de las diferentes compe-
tencias (lingüística, comunicativa y sociolingüística) de la autora de este trabajo, se cree
que las lexías seleccionadas no pueden considerarse -en estricto sentido- pertenecientes
a la variedad estándar. Por otro lado, es pertinente resaltar que son formas que se mue-
ven en capas lingüísticas típicamente no estudiadas, a la vez que se estarían describiendo
y explicando sus significados en diferentes épocas.
El proceso de la investigación: Para alcanzar el objetivo propuesto se adelantaron
ciertas tareas que se realizaron en etapas: i) se seleccionaron textos venezolanos, datados
en Caracas a los largo del siglo XIX; ii) se extrajeron una serie de lexías de todo tipo, para
ser más específicos, en términos de Pottier: simples, complejas y textuales; y iii) se revi-
saron sus significados en ese siglo, y se compararon con el pasado mediante connotados
autores como Covarrubias (1611), Correas (1627), la RAE (Diciconario de la lengua
castellana..., 1726). Asimismo se contrastaron con el presente a partir de los datos aco-
piados en el DRAE (versión digital, 1999); Núñez y Pérez (2002) y Celdrán Gomariz
(2004), pasando por Alvarado (1953). Una vez descrita la metodología, seguidamente se
presentarán los resultados.

Resultados
En la incursión realizada se encontraron estructuras léxico-semánticas que son pro-
ductos patrimoniales, otras lo son en escaso sentido, y también las hay que son el resulta-
do de la creación de la comunidad venezolana.
Entidades patrimoniales, es decir, estructuras que se mantienen prácticamente sin
modificación alguna a pesar del paso del tiempo y de la diversidad sociocultural:
1. cachete (Archivo nacional. Tierras. ABCGHLSU 1824) (1830).
Mientras en otras zonas de habla española, como la Península, se prefiere el uso de
mejilla, en Venezuela normalmente se elige cachete. Cachete para el venezolano del si-
glo XIX, igual que para el de inicios del XXI tiene el significado que recoge la última
edición del DRAE:
[m.] Carrillo de la cara, y especialmente el abultado.
Es la segunda entrada que da el DRAE (versión digital, 1999). Así que su uso debe
ser también general en otras zonas de habla española. Con este valor no se encuentra en
Covarrubias (1611: 258) que lo entiende como:
LEXÍAS VENEZOLANAS: PASADO Y PRESENTE 688

el golpe que se da con el puño cerrado y por debaxo del braço, teniendo cacho y cor-
vado al que está maltratando, o por estar la mano cacha, conviene a saber encogida
Sin embargo, está anotado por el primer diccionario de habla castellana (RAE, 1726:
37), donde también se encuentra como segunda acepción. La primera coincide con Co-
varrubias.
Cachete: se toma también por el carrillo ó mexilla: y assi del que esta hueso se dice,
que tiene buenos cachetes: y deste modo de decir se usa especialmente hablando de los
muchachos gordos, y tienen buenos carillos.
El hecho de que no se encuentre en Tesoro quizás indique que este uso no estaba del
todo generalizado. Esta interpretación cobra fuerza cuando se aprecia la última aclara-
toria que hacen los académicos del XVIII: especialmente hablando de...Probablemente
este uso no estuviese dentro de la normal de prestigio madrileña. En otras palabras, pudo
ser en sus inicios un uso restringido a carrillo de la cara, pero sobre todo cuanto el carrillo
es abultado. Con este valor llegó en Venezuela, pero se extendió sin marca semántica, es
decir, todo carrillo, abultado o no, se hizo igual a cachete. Otra fórmula que testimonia la
conservación patrimonial en el léxico venezolano se encuentra en
2. el que no los conoce que los compre (El Diablo, 30 de enero de 1892. p. 2)
Esta frase significa que hay posibilidad para el engaño cuando se está ante una cir-
cunstancia o persona desconocida, pero no cuando se sabe que la persona o la circuns-
tancia no es de fiar. Esta expresión ya está recogida en Covarrubias (1611: 345) como
proverbio:
quien no te conoce te compre.
Además continúa viva en la Venezuela actual y con el mismo sentido. Es decir, sin
sufrir cambios. Pero en la incursión realizada también se encontraron expresiones que
viven el otro extremo de lo visto hasta aquí: son entidades lingüísticas que ya no se oyen
en el habla actual, al menos no con regularidad.
Patrimonio perdido: bajo esta etiqueta se han agrupado a expresiones que se oyeron
en Venezuela en el siglo XIX, pero que hoy no son de uso general, probablemente se en-
cuentran en desuso, como:
3. chanzonetas (El Siglo, 30 de mayo de 1885. p.1)
Asegura el DRAE (versión digital, 1998) que llegó al español desde le francés. El
valor que tuvo en la Caracas del siglo XIX se aproxima al que se encuentra en la RAE
(1726: 304):
chanzoneta: f.f. dimin. De chanza. Palabra placentera y jocósa de fiesta y chanza, de
donde viene. Lat. Ioculus, i. Pic.Just. fol. 98. comenzóme à decir algúnas chanzonetas.
Con la diferencia de que en el contexto registrado tiene valor de jocosidad, pero pesa-
da. Jocosidad pasada de tono, casi soez. Pero en cuanto a su presencia en el habla actual,
lo cierto del caso es que son muy pocos los jóvenes venezolanos que deben de haber
escuchado este vocablo. El venezolano prefiere broma. De esta última voz dice la RAE
(1726: 160):
689 COMUNICACIONES

Broma: cualquier cosa muy pesada. Dícese metafóricamente del que es machacón
y molesto en la conversación, ó trato; y asi se dice: es un broma. En este sentido se usa
como masculino.
Y además añade una frase que es frecuente en la Venezuela de hoy, y que compita con
echar broma:
Meter broma. F. fam. Gastar muchas palabras en contar, ó referir alguna cosa. (RAE,
1726: 160)
Si broma sustituyó a chanza en el siglo XX, habrá que determinarlo en investigacio-
nes posteriores. Sin embargo, para enriquecer esta discusión cabe reseñar que Alvarado
(1953 vol II: 89) apunta otro valor:
Broma (89): contrariedad, chasco.- “Que broma! Allí está Gioccondo diciendo que
al desembarcar...”. Pocaterra, Tierrra del sol amada. Pág. 197. U.t. en Puerto Rico,
Argentina. Ref. Pic., 55.
Uso que también está bastante extendido en el español venezolano. Pero siempre co-
mo sintagma que funciona como interjección, y que siempre marca alguna contrariedad,
situación desagradable. Tal cual como lo emplea Pocaterra en su obra: ¡Qué broma! Otra
fórmula desaparecida del español venezolano se encuentra en una estructura usada a me-
nudo en el español peninsular:
4. ojo de buen cubero (El Tiempo, 7 de septiembre de 1898. p. 2)
Esta frase la recoge la Academia (1726: 29):
A ojo de buen cubero: phrase vulgar para explicar las cosas que se hacen o venden sin
medida, y a bulto.
Celdrán Gomariz (2004: 312) la reconoce en el uso español actual y con el mismo va-
lor la tiene registrada desde el XVIII:
a ojos de buen cubero: a quien hace las cosas confiado en su intuición e instinto, sin
preparativos especiales ni medidas previas decimos que hace las cosas a ojo, o a ojo de
buen cubero (...) El sainetista madrileño del siglo XVIII Ramón de la Cruz emplea así la
expresión.
En Venezuela del siglo XIX pudo oírse esta expresión. Pero la Venezuela de hoy se
inclina por al ojo o por al ojo por ciento. Probablemente haya influido el hecho de que
tampoco los venezolanos empleen la voz cubo, en su lugar, usan tobo o balde. Pero en el
español de Caracas no solo se encontraron testimonios inalterados o perdidos del todo,
también se hallaron herencias lingüísticas que han sufrido el impacto del tiempo. A estas
las denominamos
Adaptaciones patrimoniales: como puede deducirse de lo dicho con anterioridad es-
tas adaptaciones son entidades lingüísticas que conservan algún rasgo de su pasado, pero
que, en alguna manera, hoy significan o denotan una realidad nueva.
5. Ladilla recién pegada (El Colombiano, 1825).
En sus inicios refiere a insecto, por ejemplo, Covarrubias (1611: 744) lo tiene regis-
trado de esa forma:
LEXÍAS VENEZOLANAS: PASADO Y PRESENTE 690

Una especie de piojuelos redondos y chatos, que se crían en las raízes de los cabellos,
y particularmente en los debaxo de los braços, de do tomaron el nombre.
Los académicos (1726: 347) recogen este mismo valor, pero además añaden:
pegarse como ladilla: phrase con que significa que alguna persona se arríma à otra,
neciamente, y con pesadez, hasta lograr su intento ù desfrutar su conveniencia.
Y con esta misma denotación lo reconoce Celdrán Gomariz (2004: 243), y además
ratifica lo dicho por Covarrubias:
Ser como una ladilla; pegarse más que la ladilla: Se predica o dice de la persona que
se pega a otra para vivir a su costa. La naturaleza venérea de este desagradable insecto
contagia de negatividad el término y multiplica la capacidad ofensiva del calificativo,
de modo que fue antaño insulto mayor. En la novela de francisco López de Úbeda, La
pícara Justina (1605), su protagonista exclama: “¡Negra fue la hora pegóseme como
una ladilla”.
Igual tenor expresa la Academia actual (DRAE, versión digital, 1999):
pegarse uno como ladilla.
fr. fig. y fam. Arrimarse a otro con pesadez y molestándole.
Sin embargo, desde 1825 a la actualidad esta entidad en Venezuela se ha reforzado,
incluso puede hablarse del proceso de gramaticalización. En Venezuela pocos son, si
los hay, quienes se pega como una ladilla o son como una ladilla; en el país se es simple-
mente una ladilla o ladilloso, -a; incluso se tiene el verbo ladillar. Este fenómeno ya lo
presentan Núñez y Pérez (2002: 292) en los términos siguientes:
Ladilla m y f. // adj 1 juv. Persona, animal o cosa que produce molestia o fastidio. / 2
juv Contratiempo o inconveniente que obstaculiza los planes de una persona. // ser una
˜ juv Ser una persona, un animal, un objeto, molesto o fastidioso. // ¡qué ˜! juv Locución
que se usa para expresar molestia o disgusto.
Ladillar v tr e intr.. 1 juv Fastidiar o molestar a alguien. / ˜se v pron 2 juv Aburrirse.
Como puede apreciarse únicamente le falta a los lexicógrafos venezolanos incorporar
el adjetivo. Otra frase que al parecer fue modificada en Venezuela es:
6. traje dominguero (El Siglo 30-05 1885 p.1)
Covarrubias (1611: 481) reconoce una variante en el siglo XVI:
sayo dominguero, el que se viste solamente en las fiestas.
Los venezolanos del siglo XIX, así como los de hoy prefieren la expresión traje do-
minguero. Incluso Núñez y Pérez (2002: 192) recogen la siguiente voz:
Dominguero m // adj coloq Traje o vestido elegante que se usa los domingo a los días
especiales
Lo que significa que dominguero se ha cargado de contenido, tanto que no requiere
de sayo ni de traje. Pero este fenómeno no es nada nuevo en la lengua, ya la RAE (1726)
decía:
691 COMUNICACIONES

Dominguero, ra. Adj. Lo que pertenece al domingo, ó se usa solo en este día; como:
sayo dominguero, capa dominguera.
La innovación reside en la carga de contenido de domingo en esta expresión, y el vacío
de traje, que se omite. De donde se entiende que decir dominguero es decir traje de día de
asueto. Por otro lado, cabe destacar que también se oye en Caracas: palabra domingue-
ra. Refiere a una expresión muy formal que fue usada en una conversación espontánea.
Así pues la frase continúa vive en Venezuela en su contenido semántico, no así en su es-
tructura formal. Un caso similar se aprecia en:
7. camaleones políticos (El Siglo 30 de mayo de 1885.p.1)
Covarrubias (1611: 274) además de la información presentada sobre el reptil saurio el
filólogo reconoce que también
es el camaleón símbolo del hombre astuto, disimulado y sagaz, que fácilmente se aco-
moda al gusto y parecer de la persona con quien trata para engañarla. Significa también
el lisonjero y adulador, que si lloráis llora, y si reís ríe, y si a medio día claro decís vos
que es de noche, os diré que es assí, porque él vee las estrellas...
El DRAE (versión digital, 1999) también reporta esta acepción:
[m.]fig. y fam. Persona que tiene habilidad para cambiar de actitud y conducta, adop-
tando en cada caso la más ventajosa.
Lo mismo hacen Núñez y Pérez (2002: 97):
adj coloq Aplicado a una persona, especialmente en la política, que cambia de ten-
dencia o de partido con facilidad.
Adviértase que en 1885, se dice camaleón político, significa esto, que hay diferentes
tipos de camaleones. De hecho, así lo reconocen las acepciones más antiguas: ‘cualquier
persona que cambia de parecer según conveniencia’. Pero en este caso informa que no
es cualquier camaleón, es un camaleón político: el adjetivo político funciona como mo-
dificador directo. Sin embargo, tal como lo indican Núñez y Pérez, en Venezuela, alude
esencialmente a ‘quien cambia de partido político con facilidad’. Y esa es la acepción
más generalizada en la Venezuela actual, de ahí que para los venezolanos sea una redun-
dancia hablar hoy de camaleón político, simplemente se dice es un camaleón. Otra crea-
ción semántica se tiene en pollina, lexía que desde el punto de vista formal no ha sufrido
modificación:
8. pollinas (El Siglo 30-05 1885 p.1)
Covarrubias (1611: 876) sostiene que Pollino es un
el borrico nuevo, del nombre latino pullas. Pollina, la burra.
Igual acepción maneja la Academia desde sus días iniciales (RAE, 1726: 313):
F.m. en su riguroso significado el asno nuevo y cerril; pero oy regularmente se entien-
de por qualquier borríco.
Pero en América pollino no es de uso común, mientras que pollina es una voz bastante
empleada, pero no en su acepción original, según Covarrubias: Pollina, la burra. Pero la
LEXÍAS VENEZOLANAS: PASADO Y PRESENTE 692

RAE (DRAE, versión digital, 1999) manifiesta que en Puerto Rico significa flequillo,
valor que concuerda con el dado en Venezuela como lo señalan Núñez y Pérez (2002:
401).
Pollina f cabello que a manera de fleco cae sobre la frente.
Así que desde finales del XIX, en Venezuela, pollina ocupaba un espacio en oposición
a flequillo. Queda por saber desde cuándo se inició el desplazamiento, incluso determi-
nar si el desplazamiento es caribeño o es una herencia de una forma no registrada por los
diccionarios normativos, andaluza por ejemplo. Pero mientras se realizan esas tareas,
otras realidades lingüísticas se han reconocido, por ejemplo, los venezolanos también
recurren a estructuras que probablemente son realizaciones sus propias, como se verá
seguidamente.
Creaciones: dentro de esta nominación se han incluido fórmulas que no se han encon-
trado en otras variedades diatópicas del español, al menos no están generalizadas. Es por
ello, que se piensa que con creaciones hecha en Venezuela, particularidades exclusivas
del habla venezolana.
9. repartiéndose la cochina (El Diablo, 6 de mayo de 1891. p. 1 y 2.)
La expresión que ha llegado hasta nuestros días se usó como sinónimo de repartir ga-
nancias. De hecho una variante de ese sintagma fue recogido por Alvarado a mediados
del siglo pasado (1953, vol II: 139):
Partir la cochina: repartir la ganancia, dividir las utilidades fácilmente ganadas.
Puede que provenga de cochino, -a, puesto que el país suele ser cochino, -a la voz que
con mayor frecuencia se utiliza para aludir al cerdo. Esto significa que este animal o su
carne, en algún sentido, ha tenido valor positivo para los venezolanos. Otra creación ve-
nezolana se consigue en
10. no le entra ni coquito (El Diablo, 20 de febrero de 1892. p. 2.)
Esta expresión que se encontró a finales de 1800, ayer como hoy, denota un ser ‘de es-
casa inteligencia’, normalmente lo expresa una persona para referirse a otra que no logró
persuadir de sus ideas, así que también puede significar obcecado. Su carga semántica es
negativa. Sin embargo, ese significado con que es empleado en el texto no se acomoda al
registrado por Alvarado (1953, vol I: 114):
No le pica coquitos se dice en un asunto que está definitiva y favorablemente resuelto
-”Sólo un hombre permanece firme en sus puestos - No le entra ni coquito, porque este
virtuoso mortal sabe mucho”. (Tosta G., El poder civil, 165)
Nótese que Alvarado recurre al adverbio favorablemente, sobra decir que contiene
marca positiva. De esto puede deducirse que en su origen esta frase tuvo dos significa-
dos: uno positivo (firmeza y honestidad); otro negativo (terquedad e ignorancia). Y que
con el transcurrir del tiempo el valor negativo se extendió hasta prácticamente hacer
desaparecer al positivo. Otra creación con valor negativo será presentará a continuación:
11. mamón o mamones (El Siglo 30 de mayo de 1885.p.1)
El mismo autor del documento nos explica quienes son estos seres. He aquí un extracto:
693 COMUNICACIONES

“El Mamón o los Mamones los hallamos en todas partes... es mitad hombre, mitad pe-
ligroso... con ribetes de bufón, y como éste hipócrita, y como éste ridículo.... En los bai-
les el Mamón luce sus habilidades críticas por fuera de la ventana, ofendiendo el pudor
de las damas con sus burlas groseras...abusan de la tolerancia del dueño de la casa... se
olvidan por completo del respeto debido al templo y á la sociedad que los tolera.
Incluso su autor expone las razones de tal denominación:
Mamón, pues como esta fruta tiene más de hueso que de carne y más de ácido que de
dulce.
En otras palabras, se tiene que un mamón es alguien que ‘abusa de la confianza o se
toma excesiva confianza, y además viola los cánones de conducta social de algunos con-
textos formales.’ Es lo que para el peninsular sería alguien que tiene mucho morro. Pero
este mamón no lo inscribe Alvarado (1953, vol II: 296), de acuerdo con el académico
venezolano:
Mamar: “obtener gangas de los gobiernos” (Mendreño). Igual sentido en Venezuela.
U. t. en Honduras.
Sin embargo, Núñez y Pérez (2002: 315) anotan ambos usos, uno generalizado (4 co-
loq) y otro con marca diatópico, han encontrado un rastro del mamón del novecientos en
el occidente venezolano (5):
4 coloq Persona que vive siempre de empleos públicos. / 5 And Zul coloq Persona que
hace constantemente burlas o bromas a otra.
Es decir, que esta región venezolana resguarda del paso del tiempo dicha expresión.
Esto no extraña, pues normalmente se considera a esta zona del país más conservadora,
mientras que se considera a Caracas como el centro de irradiación, es decir, la zona desde
donde se impulsan los cambios. Ahora bien, una vez explicadas las diferentes lexías y su
evolución léxico-semántica, a continuación se pasará a presentar las conclusiones a las
que condujo el estudio.

Conclusiones
En este breve estudio se ha querido aproximar al pasado y al presente de ciertas lexías
que se usan tradicionalmente en Venezuela o se usaron en una época. Con ello, se preten-
día estudiar su evolución, su comportamiento a lo largo de varios siglos tanto en la región
americana como en otras zonas, de esta forma se consiguió tener alguna idea de cuales
pueden considerarse, en muchos sentidos, creaciones venezolanas y cuales no. A partir
de este criterio se logró una clasificación, que es la siguiente: i) entidades patrimoniales
como cachete y el que no lo conoce que los compre. Todas estas formas heredadas tanto
en su forma como en su contenido, y muy vivas en el español hablado en la Venezuela
de hoy; ii) patrimonios perdidos, son voces que una vez se oyeron en Caracas, pero no
hoy, quizás se encuentran en algunas localidades, sin embargo, no fueron recogidas por
autores venezolanos, estas son: chanzonetas y ojo de buen cubero. Entre los hechos lin-
güísticos que permiten sugerir su pérdida, sirve como argumento el reconocer otros usos
generales que funcionan como sustitutos, respectivamente, bromas y al ojo por ciento.
LEXÍAS VENEZOLANAS: PASADO Y PRESENTE 694

También se encontraron ciertas iii) adaptaciones, que no es más que antiguas estructuras
con nuevos usos como pollina. y finalmente, también se localizaron iv) estructuras que
se creen que son creación venezolana, debido a que en el arqueo de fuente que se realizó
no se encontraron estructuras semejantes en el pasado de la lengua. Bajo esta etiqueta
ubicamos fórmulas como no le entra (o pica) ni coquito y repartir (o partir) la cochina.
Por otro lado, según lo que se ha visto, probablemente la lexía que tiene menor fuerza en
la variedad venezolana sería chanzonetas y a ojo de buen cubero, seguida de mamón,
puesto que su uso está restringido a un área específica, no sucede así con el resto, que al
parecer son de uso general.
En función de estos resultados debe reconocerse la importancia metodológica de rom-
per la dicotomía diacronía/sincronía, y recurrir al binomio, que es el hecho natural de la
lengua. Desplazarse hacia arriba y hacia abajo en el tiempo permite mirar la ebullición
lingüística, permite apreciar lo que se queda, que es lo el aspecto que determina que se
está ante una misma lengua; la diversidad, las diferentes variantes, que señala que se
está ante una variedad de la misma lengua, que la lengua es un diasistema; y lo que se
ha perdido y lo que se ha incorporado, que siempre habla de la libertad de creación y la
necesidad de uso.
Finalmente, de estos hechos lingüísticos se entiende que los primeros y segundos apa-
rezcan en los diccionarios españoles. Los dos últimos tendrían que anotarse en dicciona-
rios venezolanos. De acuerdo con los resultados, ya la labor está iniciada. Adviértase que
Núñez y Pérez (2002) prácticamente tienen reconocidas la mayoría de las estructuras
que se organizan bajo la clasificación de adaptaciones. Faltaría determinar la existencia
(o vitalidad) de chusma, y anotar ladilloso, -a como adjetivos. Un caso parecido se en-
cuentra en las creaciones venezolanas, aunque el trabajo de Núñez y Pérez (2002) solo
apunta una de las tratadas aquí: mamón, el resto (repartir la cochina, no le entra ni coqui-
to) ya habían sido indicadas por Alvarado (1953). Al parecer la lexicografía venezolana
viene haciendo su trabajo desde hace años, no en balde la Academia en el “Preámbulo”
de 1956, cuando cuestiona la poca ayuda que ha recibido de las academias americanas
reconoció que de la “desidia se exceptúa la Academia Argentina de Letras, y en menor
grado las de Chile, Cuba, Colombia, Venezuela y Nicaragua)” (Alvar Ezquerra, 1993:
228). Sin embargo, queda a los lexicógrafos venezolanos continuar trabajando, y funda-
mentalmente no olvidar el pasado porque mediante su acceso podrá levantarse cimientos
más sólidos en torno a la historia de nuestra lengua.
695 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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697 COMUNICACIONES

NOTAS

1
En seno del segundo simposio del Programa Interamericano de Lingüística y Enseñanza de Idiomas (PILEI)
realizado en Bloomington, en agosto de 1964.
699 COMUNICACIONES

Léxico y Semántica

SIGNIFICADO, SIGNIFICACIÓN, SENTIDO(S)

Tomás Labrador Gutiérrez


(Universidad de Cantabria)

Propuesta
- A lo largo del proceso de significación, el significado general de lengua se precisa, se
desenvuelve, en sentidos, conforme a las condiciones en que se realiza el hablar. Los ver-
bos son clases de palabras especialmente idóneas e ilustrativas para verificar este aserto.
- Me centro en las acepciones del verbo echar recogidas en diccionarios de la lengua,
desde el Tesoro de Covarrubias al DEA, pasando por los de mayor relieve (digámoslo así
para simplificar y entendernos)
- Quizás logre aclarar algo de lo que se suele denominar ‘diferencial’ americano (es-
pañol de América): dónde está, cómo se desarrolla y cómo se manifiesta.
- Los procesos de desarrollo del significado están orientados y dirigidos desde
el contenido semántico del dominio al que pertenecen las unidades léxicas. Determi-
nados contenidos favorecen desarrollos específicos. El comienzo de la generosa (una
treintena de páginas) y, como es habitual, certera entrada del Diccionario de Construc-
ción y Régimen de la Lengua Castellana [DCyR], de Cuervo, lo refleja bien:
“ECHAR Conforme a su origen vale arrojar, lanzar, pero atenuada1 esta significa-
ción considerablemente, en el uso común denota una acción menos violenta que aque-
llos verbos, lo que se observa en general en el desenvolvimiento de las acepciones: “Se
echa, y no se arroja ni lanza agua en el vaso, dinero en el bolsillo, trigo en el costal.
Echarse en la cama no es lo mismo que lanzarse o arrojarse a la cama: en el primer ca-
so se expresa una acción ordinaria y tranquila; en el segundo la de un hombre agitado
por la pasión u oprimido por el cansancio”. Mora, sinón. De aquí proviene que llega a
emplearse para actos a que cuadrarían verbos de significación tan general como poner,
hacer, lo cual dificulta grandemente deslindar y clasificar genealógicamente sus varia-
dísimas aplicaciones.”
- El verbo ECHAR es tan causativo como el propio HACER, con el que se expresa
la acción y la causa; de ahí que un número muy considerable de los sentidos enumera-
SIGNIFICADO, SIGNIFICACIÓN, SENTIDO(S) 700

dos por los diccionarios se inicien con el hiperónimo hacer que (lo mismo ocurre con
PONER y DAR): alguien o algo causa que se desencadene un proceso cuyo desarrollo
concluye, cuando se completa en su totalidad, en el correspondiente resultativo (cambio
de estado); el número y contenido semántico de actantes o participantes seleccionados
desde el verbo, entre otros datos pragmalingüísticos, decide los valores desarrollados,
los semas (rasgos semánticos mínimos pertinentes) activos.

Desarrollo
Precisiones: pureza, mestizaje, eclecticismo. Se acepta hoy, con algunos matices, que
el mestizaje es lo auténticamente real, por ser lo natural: nada es adánico ni se presenta en
estado puro (quizás así nos entendamos y aceptemos mejor). Bien entendido que no sirve
la mera acumulación: se trata del compromiso responsable en la elección, selección e
interpretación de datos y teorías. Las teorías cognitivas ponen en solfa -se les aplica una
melodía diferente- bastantes consabidos y aceptados, aunque no necesariamente com-
partidos, sin echarlo todo por la borda. Seguimos caminando y renovándonos, recorre-
mos (ni hacemos ni abrimos) caminos, sendas, veredas, atajos o trochas. Cada cual asu-
me su tarea y respeta la del otro, como eso de “échale guindas al pavo,/ que yo le echaré a
la pava / azúcar, canela y clavo.”

Los diccionarios: hallazgos y sorpresas2.


- La sorpresa inicial fue comprobar que las informaciones sobre americanismos en
la forma verbal ECHAR3 son relativamente escasas y muy poco sistemáticas. Algunas
eran de esperar (ninguna referencia en las 51 acepciones del DEA y muy poco en DRAE):
coinciden con las formas de las unidades léxicas primarias de las que, se postula en la
Semántica Generativa, derivaron todas las otras (formas comodín, baúl, ómnibus): dar4,
hacer y poner, muy próximos a ECHAR, con el que coinciden en casi todo. Anticipo una
caracterización, que no definición, inicial: “hacer/causar que algo/alguien se desplace,
cambie de lugar o estado, como resultado de una fuerza ejercida, desde fuera o desde
dentro, sobre ello. Espero que se confirme a lo largo de este trabajo, en que reviso los
datos de mayor relieve anotados inicialmente en Covar., Cuervo, Nañez (2001) y Bosque
(2004), con las precisiones y rectificaciones oportunas. Contrástese con el tratamiento
de una muestra mínima aleatoria de lemas, que pueden tomarse como contraejemplos:
cortar (cf. abajo), galgo, ga, gallego, ga, gallo, gato, pata (patoso), perro, ra5. Tampoco
Moríñigo (1985) añade ni aclara mucho6; DPdeD ratifica algunos datos de relieve. En
suma, el número y frecuencia de desarrollos depende, se vincula a su capacidad de fun-
cionar como formas “acomodaticias”: seguidas de un sustantivo asumen su significado
casi total (cf. en nota núm. 7 acepción 35 del DRAE).
- Sintetizo y anticipo lo específico de la forma de palabra ECHAR: marca la acción
verbal causativa-resultativa y su proceso; los sentidos específicos los aporta, en la ma-
yoría de los casos, el sustantivo7, según las diversas funciones (complementos o argu-
mentos, si se prefiere) y conforme a la naturaleza y contenido semánticos de los actantes,
701 COMUNICACIONES

participantes o argumento que rodean y completan la acción verbal: agentivo, objetivo,


dativo, circunstanciales (locativos, modales, instrumentales), relacionados sin o con di-
versas preposiciones, tanto en usos transitivos como no-transitivos; en suma, ECHAR se
ha vaciado en mayor o menor medida de su contenido semántico específico. Se crean y
afianzan así solidaridades léxicas, en estado más o menos evolucionado del proceso de
integración léxicosemántica, camino de acabar convertidas y funcionar como frases (la
fraseología es una de las dimensiones más activas en los estudios de nuestra lengua). A
partir de aquí, previa la categorización8, se desarrollan diversos sentidos, algunos de los
cuales se anotan en los diccionarios consultados (desarrollo de sentidos, solidaridades
léxicas, frases -unidades léxicas más o menos complejas-, fraseología son hechos y datos
que doy por consabidos y aceptados y como tales los empleo); todo ello está mediatizado,
condicionado y orientado por contenidos semánticos, hechos y datos socio-pragmáticos:
meter la pata (cf. pata en DRAE) se usa en sentido real y figurado (metonímico-metafó-
rico: sentidos desarrollados). No son aceptables *metepatear ni *patimeter (sí patoso):
en la familia no funciona la clase verbo; pero sí se ha activado la adjetiva; peinar canas y
canoso, pero ¿*canear?, ¿*peinecanear?; cortar la hierba bajo los pies, cortar la retira-
da; cortar/cortarse la coleta; pero menos *segar la hierba bajo los pies9 . Son unidades
léxicas complejas, si no son distintas, sí que significan de manera distinta.

Trayectoria lexicográfica de ECHAR


Repaso sucintamente su tratamiento en los, para mí, más representativos; destaco los
datos que considero de mayor relieve para mi propósito; parto del DRAE 2001 como
referente; me muevo, a partir de Cov., hacia atrás y hacia adelante hasta el DEA y el DP-
deD; cito algunos usos de las Glosas y del Cantar de Mió Çid.
DRAE enumera 48 acepciones y 18 frases (construcciones lexicalizadas) al-
gunas de las cuales incluyen a su vez varios (sub)sentidos, normalmente entre 2 y 3. Los
hiperónimos que encabezan las descripciones comienzan con hacer, dar, poner, echar,
empezar, etc. aquí y en otros pasajes mantengo algunos:
tr. 1, 3, 4 Hacer que / hacer salir; 19 Hacer cálculos; 2 Despedir de sí; 5 Deponer
de; 6 Dicho de una planta, brotar; 7 dicho de una persona o de un irracional, juntar
machos y hembras [para cubrir, coger el macho a la hembra]; 9 Poner, aplicar; 10 Dar
el movimiento necesario; 18 Dar o repartir; 11 Imponer o cargar [=hacer que]; 12
Atribuir una acción a cierto fin; 13 Inclinar, reclinar; 14 Empezar a tener...; 15 Remi-
tir algo a la suerte; 16, 17 Jugar [sinonímicas]: 20 Suponer o conjeturar; 21 Invertir o
gastar en algo; 22 Publicar [hacer que algo sea conocido; pregonar, etc.: echar un bando
o pregón]; 23 Representar [comedias: hacer que...]; 24 Pronunciar, decir, proferir; 25
Junto con algunos nombres etc. (cf. nota núm. 7); 26 Adquirir aumento [hacer que
aumente] notable en; 27 Mostrar mucho enojo; 28 Ponderar y exagerar; 29 Derribar,
arruinar [causar que...]; 30 Condenar a una pena o castigo; 31 Ser causa o motivo de una
acción; 32 Empezar a gastar o usar; 33 Coloq Comer o beber: 34 Arg. y P. Rico;
intr. 35 Apostar, competir con alguien; 36 Jugar o aventurar dinero; 37 Seguir una ca-
rrera o profesión; 38 Iniciar la marcha; 39 Dar principio a una acción; 40 a ir;
SIGNIFICADO, SIGNIFICACIÓN, SENTIDO(S) 702

prn 41, 42 arrojarse; 43 Tenderse a lo largo; 44 Dicho de una persona: tenderse; 45


Dicho de las aves; 46 Dicho del viento; 47, 48 Dicho de una persona.
Se evidencia con claridad el dominio de sentidos causativos, resultativos, incoativos,
que coinciden con dar y poner. No he anotado las manifestaciones del proceso de signi-
ficación que acaban en usos figurados. Es, asimismo, claro que se cumple lo postulado
en 25, tanto en sentido recto como figurado y que la selección de argumentos, actantes,
participantes en la acción verbal (agentivo, objetivo, dativo, circunstanciales -locativos,
temporales, modales-), relacionados con o sin preposición, concuerda siempre con el
contenido del verbo, desde el que se seleccionan conforme a la naturaleza semántica de
unos y otros (lo anticipé en 2.1.1 y 2.1.2 y ratifico después).
Todo esto se manifiesta ya en latín; Segura Munguía (1985):
“iacto, -are, avi, atum [frec. de iacio], tr. Lanzar, arrojar [con frecuencia, en gran nú-
mero, precipitadamente... ]; echar: tela arrojar dardos”; siguen más ejemplos, en sentido
real (siempre hay impulso, fuerza, violencia): de muro argentum; talos ‘echar los da-
dos’; arma ‘deponer las armas’ [arrojarlas al suelo]; cinerem per agros esparcir ceniza
por los campos; basia ‘tirar besos’ [¿con o sin violencia?: metafórico]; florem ‘esparcir
flores’. fig. lanzar [palabras]; proferir, decir públicamente, divulgar’; proferir amena-
zas, lanzar insultos contra alguno’; haec vulgo iactantur ‘se dice esto públicamente’ [se
lanza, echa, arroja o es lanzado por el vulg]; agitar, mover: bracchia [no me parece que
sea necesariamente en sentido fig.]; pennas ‘las alas’, etc.; fig. ‘afanarse, trabajar por’;
// agitar en la mente, debatir [una cuestión] // jactarse, vanagloriarse, hacer ostentación,
alardear, presumir de: de aliqua re; genus et nomen ‘presumir de linaje y de nombre’.
Como muestra, es suficiente. Lo ratifican Coromines-Pascual con algunas precisiones
(la mayoría de ellas no vienen al caso ahora10).
También hay muestras en las Glosas. p. 234; nota 102: inici [por actare] ‘echa-
dos’, ‘enterrados’, lat. inicio injicio ‘arrojar; p. 231 nota 53 iactatis: relictis [iactatis]
‘abandonadas las armas = [tiradas, arrojadas al suelo]. Jectar aparece en el Fuero de Avi-
lés; p. 205 nota 45 No aclara: está encima de respuit = torna, devuelve. ¿Han decaído ya
los rasgos -semas-de violencia o todo se sigue haciendo, como en la guerra, con violen-
cia?; sí se han desarrollado y funcionan sentidos “nuevos” figurados.
Cantar de Mió Çid. Menéndez Pidal recoge un muestrario considerable de ca-
si todos los usos en diversos pasajes, desde el “Albricia, Albarffáñez, ca echados somos
de tierra” (v 14) hasta el final; enumera y diferencia:
- activo, ‘derribar’, ‘hacer caer’, en tierra lo echó 3686, 751; echó gelas aparte 766,
3631, “Auie a parte echada mucha barva bellida”, Alex. 1415, 1446 // hacer caer una
cosa en sitio dado; hacer pasar una cosa a través de otra, lanzar; presentar; hacer correr,
publicar `hacer público [pregonar]; expulsar, desterrar;
- reflexivo: ‘acostarse en cama’; dejarse caer de hinojos; situarse, colocarse en situa-
ción que domina una cosa,
Cov. (Tesoro). “ECHAR Quasi iechar; del verbo latino iacio, iacis, por arrojar o apar-
tar de sí alguna cosa. Echar los árboles , brotar. Echar a fondo, hundir en la mar. Echar
703 COMUNICACIONES

fuera, excluir. Echarse en la cama, acostarse. Echarse con una mujer, conocerla carnal-
mente. Echarse los panes [metonimia: las mieses], caerse de viciosos o cargados con el
agua. Echarse de ver una cosa, entenderse y ser manifiesta. Echar cantos [ambiguo],
estar loco. Echar suertes, sortear sobre alguna cosa. Echar a la buena barba, la plática
que haze el suplacionero, en que señala uno de los circunstantes que han comido las su-
plicaciones, el cual paga por todos. Echar mano, desembaynar la espada. Echar mano
de alguna persona, escogerla para algún negocio. Echarle mano a uno es agarrarle para
llevarle a la cárcel o detenerle. Echar chispas, encenderse en enojo, que parezca saltarle
centellas de los ojos, como las chispas que saltan del hierro ardiendo quando le martillan
sobre la yunque [pero *chispear]. Echar candados, cerrar alguna casa por justicia. Echar
fuera, excluyr, sacar. Echarse pullas, dezirse uno a otro palabras de quemaçón o choca-
rrería. Echa[r] china, vale tanto como contar las vezes que uno beve, porque entre gente
rústica cada vez que uno bevía le echavan una china en la capilla de la capa o capote, y
después las contavan los taberneros para hazerse pagados. Echar de la gloriosa, contar
hazañas, que no son creydas. Echar fama, publicar cosa que no es verdad [*famear,
*famar]. Echar grillos, aprisionar. Echar la cuenta, ajustarla. Echar vando, pregonar; es
término militar. Echa y derrueca, término de borrachos en taberna. Echarse con la car-
ga, no poder sufrir tanto peso o trabajo, como haze la bestia quando le echan más carga
de la que puede llevar, especialmente el camello. Echarse en baraxa, desistir de alguna
pretensión, como haze el que haziéndole algún embite en el juego de la primera y, no ha-
llándose en puntos para querer, echa las cartas que tiene en la mano con las demás de la
baraxa. Echarse al agua, determinarse de golpe a negocio dificultoso y arriesgado, como
el que vee que la barca o vagel en que va se pierde y se arroja al agua para salir a nado a la
orilla. Echar el sello en un negocio, concluirlo, porque el sello es la postrera cosa que se
pone en los instrumentos públicos auténticos, como en bulas, privilegios, executorias,
etc. Echar la brivia, se dize de la arenga que hazen los briviones y gente perdida, que
anda por el mundo para sacar dinero; vide supra verbo brivión, palabra francesa, bribeur,
id est mendicus.”
Si mi recuento no falla, son 28 frases, en usos transitivos, no-transitivos y pronomina-
les (clítico polivante -se), introducidos con o sin preposición; usados en sentidos rectos o
figurados (frecuentes ambigüedades), sin que falten explicaciones curiosas, pertinentes
y necesarias, sobre todo hoy. En suma, queda ejemplificada casi toda la doctrina que
vengo proponiendo: causativo, incoativo, resultativo.
Corr. enumera 78 refranes-frases (sentencias, adagios, etc.); algunos de ellos llama-
tivos, lo que es habitual en este autor; ejemplos (transcribo el cuerpo de la frase-refrán
seguido del comentario [Cº]): “Echa acá la barca, ¡hao! [Cº] Lo que enseñan al papaga-
yo”; “Echa carbón y fuella, y llámame a las doce. [Cº] “Sonar”, y “follar”, y “sollar”, es:
soplar las fuelles [género] del herrero; palabras son con que manda al mozo. Tómase con
ironía por: perder cuidado. “Fuella”, “suella”, “suena”, todo es uno”; “Echa estiércol y
palomina al pan, que las tierras te lo pagarán”; “Echa sopa, Bartolillo, que después que
madre es madre, nunca hizo tal caldillo. [Cº] De los puertos abajo, “padre” solamen-
te, y “madre”, vale tanto como decir “nuestro padre”, “nuestra madre”, hablando entre
hermanos”; “Echa mantas como un carretero [Cº] Para decir que jura mucho”; “<Echá
SIGNIFICADO, SIGNIFICACIÓN, SENTIDO(S) 704

torta, Lucía, y hornazo. Y ella dábale sartenazo”; “Echa vino y beberemos, que buen
rey tenemos”; “Échamelo todo en vino, marido mío, que no en lino”; “Echar coces al
aguijón; o contra el aguijón. [Cº] Lo que: “dar coces contra...”; “Echar el fallo [Cº] Dar
la sentencia, y última determinación, y razón valederas; concluir con la última fuerza;
“Echar el mango tras el destral”; “Echar calabaza; echar las calabazas. [Cº] Es decir
que ya uno puede sin ayuda hacer algo. Tómase de los que aprenden a nadar ayudán-
dose de calabazas, y las dejan cuando ya saben nadar sin ellas. También usan vejigas
hinchadas”; “Echar la casa por la ventana; o por las ventanas”; “Echar leña al fuego
para apagarle. [Cº] Es: acrecentar mal y pesadumbre”; “Echarlo al trenzado. [Cº] Es:
olvidarlo. Metáfora de las trenzas y cofias con que atan y recogen las mujeres al cogote.
Lo que: ‘Echallo a las espaldas’”; “Echárselo para peras. [Cº] Esta frase estrañamente
se toma en deshonesta parte”; “Échasele de ver como a la tuerta el ojo”; “Échese otro
toro. Echemos otro toro. Salga otro toro. [Cº] Cuando cansa una plática o murmuración,
y el cuerdo la quiere evitar con otra cosa”; “Echó el trapo. [Cº] Para decir que uno echó
el resto, y hizo mucho o todo su poder en una cosa. Comenzó en Andalucía, a semejanza
del dinero atado en trapo”.
- En Aut. recuento 102 entradillas; 25 con el lema ECHAR; 77 son frases muy varia-
das (echar a es la primera, tanto seguida de infinitivo como de sustantivo: precisa tam-
bién que “seguido de algunos nombres, equivale a la significación de los verbos corres-
pondientes formados de los mismos nombres: como echar maldiciones vale maldecir;
echar fuertes fortear, etc.”). |Se anotan un elevado número de sentidos figurados además
del inicial “Arrojar, despedir y apartar de sí alguna cosa11”.
- DCyR (Cuervo) sintetiza certera y ventajosamente para lectores curiosos y científi-
cos, antes de desarrollarla, la nutrida información en 13 apartados y dedica el 14 a las lo-
cuciones: 1 a) Hacer que un cuerpo, dándole el impulso suficiente, vaya por el aire a dar a
cierto sitio”...; b), c), d) y e) Met[tafóricos]; 2 a) Hacer que, dando el impulso necesario,
que un objeto caiga esparciéndose o diseminándose”; b) Met., c) “Publicar, hacer llegar
a noticia de todos”...d) “Anunciar al público...”; 3 a) “Arrojar, esparcir por generosidad u
ostentación”..; b), c), d) Met.; 4 a) “Hacer salir o dejar brotar de sí, experimentar en sí la
salida de algo”...b) “Causar o producir...” ; 5 a) Hacer salir; hacer que alguno se aparte
de algún sitio o lo deje”...; b) Met; c) Despedir...; d) Excluir...; 6 a) Hacer que un objeto
vaya a dar o caiga en cierto lugar con determinado fin o para producir determinado efec-
to”...; b) Met., c) En especial dícese... d) Dícese del juego...; 7 a) Hacer que algo caiga o
quede dentro de una cavidad o receptáculo para determinado objeto”...; b,c,d Dícese...;
8 a) Hacer que un objeto caiga en otro..” Como muestra es suficiente: sistemático, cohe-
rente, preciso, certero en todo: modelo.
- El DEA, más sistemático, ordenado y coherente, en la línea de Cuervo, distribuye la
información en 50 apartados:
[1] a) Normal: 1 hacer salir [a alguien o a algo] de un sitio [preciso: echar + objetivo
+ lugar de]; b) hacer que [alguien] deje de realizar un trabajo: echar de ‘expulsar’: han
echado a 500 empleados de la fábrica; 2 Despedir de sí [algo] [aclaro: en sentido real o
metafórico]; [también] Fig: echar chispas; b) Parir [popular] [una hembra uno o más
hijos]; c) Vomitar; 3. Producir o empezar a tener [un organismo (suj) algo (cd) que forma
705 COMUNICACIONES

o pasa a formar parte de su naturaleza; b) Pasar a tener o usar [coche]; 4 Hacer que [al-
guien o algo (cd)] vaya a alguna parte b) Tirar a lanzar algo, c) inclinar; 5 Poner [algo en
un lugar (compl. Adv)] o hacer que pase a estar; Poner.. ; 7,8,9 con se clítico, muy avan-
zado el proceso de integración léxico-semántica, próximos o plenamente lexicalizados
(frases).
- En el DPdeD, echar(se) incluye dos apartados y un par de frases12. Suma datos e
instrucciones normativas precisos, positivos y menos positivos; presta más atención a lo
gramatical que al léxico: usos y abusos sintácticos, morfológicos, ortográficos (cf. el, la,
un, mismo, laísmo, leísmo, loísmo, paréntesis): ¿ronda en la mente de los redactores
el proyecto, parece que muy próximo, de gramática académica? Los lemas transcritos,
antes y después, (notas 5, 6,19, 12, 13, 14, 15, 16 y 20) son ejemplares en sí mismos. En
pro de mis postulados pueden alegarse otros usos como el elevado número de lemas ver-
bales con la partícula clítica polivalente -se: compuestos -los considera derivados- con
des- (pp. 216 y ss.) y en-/em- (pp. 252-253) o verbos tan jugosos como ir(se) (p. 375).
Testimonian estados diversos del proceso causativo.
- Náñez (1985) ofrece una enumeración variada de ejemplos con todas las preposicio-
nes, en orden alfabético, de a hasta tras, visualmente bastante llamativa: ECHAR -una
carta al buzón; -la pregunta a broma...; -con cajas destempladas; -de casa, -de ver, -de
menos... -la carga sobre el asno, -tras el fugitivo y construcciones con -se: ECHARSE
-al suelo, -a llorar, -a pedir...Cabe mejorarlo considerablemente.
- REDES (Bosque 2001) precisa los sustantivos con que se combina según los di-
versos sentidos, en construcciones tr., no-tr., con -se y en diversas frases: “En el sentido
de ‘colocar en posición horizontal’ o recostar se combina con sustantivos que designan
seres materiales de cualquier naturaleza...”; “A) Sustantivos que denotan energía, afán
o empeño...”. Es evidente que el procedimiento lexicográfico sigue criterios coherentes,
razonables, en la línea de DCyR y DEA.

Recapitulación. Datos y hechos relevantes.


Un aspecto no bien enfocado ni desarrollado es el de la formación (construcción) de
palabras (familias de palabras). Ni todos los lexemas (raíces) ni en la misma medida
admiten construcciones con los mismos afijos (prefijos, sufijos, interfijos: compuestos,
derivados o parasintéticos: ¿sintaxis o semántica?: comportamientos sintácticos condi-
cionados, mediatizados, orientados por y desde lo semántico):
Des-echar Muchos derivados de la forma participio:
*in-echar echado, echada : ech-ad-ura; ech-ad-ero,
*a-echar ech-ad-or; ech-ad-izo;
*contra-echar (contrahecho) otras menos habituales: ¿echazón?, echamiento;
doblete *inter/*entre echar. ech-ad-ín, ech-ad-ito, ech-ad-illo; ech-ad-ill-ito;
y ¿*echadismo13?
SIGNIFICADO, SIGNIFICACIÓN, SENTIDO(S) 706

Contrástense comportamientos, resultados y diferencias en usos como:


dar besos ⇔besar, besuquear (frecuentativo), besuqueo, pero *besear; dar patadas #
patear (¿iterativo-intensificativo?), pataleo y patalear; pero *patar;
dar coces ⇔cocear (menos coceo) # [dar coces/*patadas contra el aguijón]
# aguijonear, *aguijonar. *patiaguijonear o *aguijoneopatear.
En el desarrollo de sentidos rectos y no-rectos (figurados, metonímicos) ha de diferen-
ciarse entre lo real y lo no-real; los rasgos semánticos del agentivo (+/-animado, +/-hu-
mano son decisivos (compatibilidad semántica): pata es compatible con seres animados
humanos y no-humanos; coz es propia de de los (no)-humanos, aunque sea compatible,
en usos metafóricos, con los +humanos. Siempre se pueden construir unidades léxicas no
frecuentes, no habituales, tolerables o no tolerables en mayor o menor grado (nota 13).
El léxico por sí mismo ni es decisivo ni autosuficiente: el contexto permite al receptor
entender lo suficiente para que la comunicación no se interrumpa, no quede bloqueado el
circuito; la información será menor, pero el acto de comunicación, puede continuar. Ello
permite que en cada dominio semántico, ámbitos social y espacio geográfico, se usen
unidades léxicas habituales y propias allí y poco conocidas en otras partes, consideradas
como arcaísmos, vulgarismos o formas en des-uso: son tanto figuras de dicción (meta-
plasmos: síncopas, amalgamas...) como de pensamiento. En las formas compuestas los
contenidos se asocian y condicionan, pero las estructuras formales no son necesariamen-
te, como se afirma, motivadas; siempre hay un trasfondo de realidad subyacente14. Así
se constata en el espacio geográfico cubano15, en escritores y obras como Gutiérez 2003
(pp.7-24): DRAE “templar coloq. Cuba “realizar el coito”; se usan las formas tiemplo,
tiemplas: ¿anomalía o analogía16?; ¿cuál de las acepciones es soporte de la imagen?:
¿música; temperatura; impulso; contención?; la definición de DRAE para singar no tie-
ne desperdicio, resulta tan graciosa como, casi seguro, no intencionada: “Remar con un
remo armado en la popa de una embarcación, manejado de tal modo que produzca un
movimiento de avance”. 2ª acep., Cuba y Ven. “Realizar el coito”. Contrástese con chin-
gar, del caló. Hay perífrasis para sentidos muy precisos, propias de situaciones específi-
cas: Vamos echando (“-Dale una puñalá, acere, y vamos echando -dijo el blanco”, -”¡No,
no, yo no! Dale, dale, vamos echando que esto se enmarañó”, pp. 22-23). El DRAE acu-
mula información para ir + gerundio: la 9ª de las 38 aceps. que enumera dice: “Denota
la actual y progresiva ejecución de una acción”. La frase está sincopada: se omite algo
consabido y aceptado; se superpone la función conativa (orienta y dirige la atención del
receptor): vamos echando a correr. Las estrategias de que dispone el emisor para marcar
sus discursos vienen siendo objeto de atención preferente, lo que no significa que sean
novedad absoluta; por ejemplo, las denominadas estrategias de rodeo: el significante
de una flor nombra a personas a las que se atribuyen las cualidades y simbolismo del
referente ‘flor’ (Violeta, Azucena); se trata (la correspondencia no es rigurosa) del cir-
cunloquio17.
Me he centrado en el desarrollo de sentidos generales comunes a dominios sociolin-
güísticos de los dos grandes espacios geográficos de nuestra lengua. Son tratamientos
707 COMUNICACIONES

bien diferenciables (se pretende que así sea) aquende y allende para diferentes grupos de
palabras, atendiendo a su origen y evolución:
a) En las patrimoniales la tendencias y desarrollos son comunes, con variantes y ma-
tices, aquí y allí; peculiaridades propiamente dichas hay pocas y todas ellas lo son por
motivos de proximidad de hechos y datos socio-pragmáticos, vinculados, lo mismo que
en el español peninsular, a experiencias de vida y de lengua propias de situaciones y gru-
pos sociales: lo “diferencial” americano no queda muy reflejado. Son procesos evoluti-
vos que responden y se mediatizan por causas y motivos variados y siempre variables:
interfieren creencias y comportamientos intra/extra- y paralingüísticos18. La explicación
de lo normal, del proceso normal (normas de uso y usos de las normas), se puede aclarar
con una o varias imágenes: al caudal de realizaciones activas de la lengua afluyen, en
épocas distintas, al transcurrir por parajes diferentes (ríos, riachuelos, arroyos, más o
menos torrenciales, con sus correspondientes periodos de estiaje y pluviosidad) y se in-
corporan unidades léxicas (palabras), como, si se prefiere, viajeros que suben y se apean
del tren a su paso por distintas estaciones. Nada es estable, nada definitivo, nada perfecto,
nada acabado: el eterno fluir heraclitiano; todo se puede contemplar, observar, estudiar
desde una u otra orilla, desde laderas, puentes, rocas, alturas o eminencias: se observan
panoramas desde el puente, camino hacia arriba o hacia abajo19. Todo es cuestionable.
Somos, al fin y al cabo, al comienzo y al final, interrogantes vivos; las respuestas el tiem-
po las precisará.
b) Los indigenismos (las procedentes de lenguas prehispánicas) son hoy en día objeto
de atención y estudio constantes. Transferencias o traslados de lenguas indígenas pre-
hispánicas al español; son muy pocas “una gotita de agua en el mar”, dicen.
c) Los neologismos (préstamos y desplazamientos: Gimeno 2004) son, sin duda, más;
Pero no puedo detenerme ahora en su amplia casuística.
A las veces, se conservan o prefieren usos tenidos por arcaísmos en la Península.
En suma, el proceso general, recuerdo, es: alguien/algo HACER/CAUSAR que se des-
enlace un proceso, cuyo final es un resultativo (cambio de estado). Decisivos son la parte
o partes de los referentes activadas y el número de actantes -participantes en el desarrollo
de la acción -, seleccionados desde el contenido semántico del lexema verbal, introdu-
cidos por preposiciones específicas y diferenciados por su naturaleza semántica (clases:
+/- animadado; +/-humano...); esto es, desarrollos en el hablar de sentidos a partir del
significado base (el originario) de lengua, en formas de palabras; en este caso, de la for-
ma de palabra de la clase verbo ECHAR (ya en lat. alea iacta est y otras); los dicciona-
rios enumeran y testimonian sentidos desarrollados en espacios geográficos, niveles so-
cioculturales, obras y autores. Así pues, desde el contenido semántico del verbo se selec-
cionan argumentos, actantes, participantes, complementos, del agentivo al instrumental
(abrir alguien o algo -llave- algo, específicamente ‘puertas’, ‘ventanas’...). Contrástense
los sentidos “reales” y los “figurados” de echar chispas (*chispar/*chispear); echar
leña (*leñas) al fuego; echar polvos (*polvo), echar un polvo (no recogido en DRAE);
si el referente está bien individualizado, pueden funcionar rasgos como ‘vivo’ o ‘no-vi-
vo’: echarle guindas al pavo ‘vivo’ / vs/ echarle a la pava ‘no-viva’, dispuesta para ser
cocinada, azúcar, canela y clavo20.
SIGNIFICADO, SIGNIFICACIÓN, SENTIDO(S) 708

La razón y fundamento de todo ello está en que el contenido semántico primario del
verbo permite, favorece cambios, mezclas, contagios, debilitamientos, añadidos y su-
presiones, en la base de la mayoría de los cuales está la metonimia (en el principio fue y
sigue siendo la metonimia; las lenguas son metonimias: representaciones parciales (de
partes) de la totalidad de los referentes, materiales o abstractos, del universo mundo) [el
significado fundamenta la realidad del mundo cuyos referentes se manifiestan como sen-
tidos]. Por ello es posible diferenciar entre sentidos propios y evolucionados, figurados
en el dominio semántico de ‘lanzamiento’ => ‘arrojar’, en el que Casares incluye la for-
ma ECHAR. La dinámica del cambio (fonético, morfológico, sintáctico y especialmente
semántico) tiene su fundamento lingüístico en el hecho natural, connatural (conforme
con su naturaleza misma, con su razón de ser) y, por ello, común a todos los sistemas y
códigos idiomáticos, de la no-vinculación necesaria entre expresión y contenido, signi-
ficante y significado.

Cierre
El futuro de la lengua, en cualquier caso, es un hecho esperanzador, pues las lenguas
disponen de mecanismos propios de defensa, desarrollo y continuidad, aunque son de-
seables políticas lingüísticas bien orientadas; desviaciones certeras, las hubo siempre y,
por fortuna, también las hay hoy21.
Mi aportación puede resultar escasa: un refrán húngaro reza: “Más vale poco que na-
da”, dijo el ratón e hizo pis en el mar”: la utopía es legítima y necesaria; siempre alcanza-
ble, nunca alcanzada. Romper esquemas y no respetar lo acotado siempre es admisible;
no lo es acotar parcelas, repudiar o desahuciar. Cuando se enfoca o focaliza, son ineludi-
bles las penumbras y aun los espacios oscuros y hasta tenebrosos.
“La verdad de hoy se convierte en error mañana; todo es precario, variable y contiene
en proporciones desconocidas tanto de cierto como de falso” (...) “nuestra felicidad o
nuestra infelicidad, individual o colectiva, es una responsabilidad que nos corresponde
por entero, sin que podamos trasladarla “a algo objetivo”, sean leyes de Dios, de la natu-
raleza, de la economía o del pasado” (Ridao, El País 14.05.005:13-14).
709 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

a) Diccionarios
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[Corr.] Correas, G. (2000 -1627-) Vocabulario de refranes y frases proverbiales. Ed.
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[Aut.] Real Academia Española (1984 -1732-) Diccionario de Autoridades. Madrid,
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haraya de la isla de Panay y Sugbú...Ed. Joaquín García Medall. Valladolid, Universidad
SIGNIFICADO, SIGNIFICACIÓN, SENTIDO(S) 710

b) Estudios y obras literarias


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del español por el inglés. Madrid, Cátedra.
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ticos”: Perspectivas recientes sobre el discurso. Ana I Moreno y Vera Cowell Edts. León.
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seología constrastiva. R. Almela, E.R. Trives G. Wotjak Eds. Murcia, Leipzig, Universi-
dades.
711 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Modernas teorías como la de la cortesía inciden y desarrollan estos hechos, que ya aparecen en la retórica
antigua: el Diccionario de términos filológicos, de F. Lázaro Carreter remite desde atenuación a lítotes, donde cita
al DRAE : “Figura que consiste en no expresar todo lo que se quiere dar a entender, sin que por ello deje de ser bien
comprendida la intención del que habla. Cométese generalmente negando lo contrario de aquello que se quiere
afirmar, v. gr. no soy tan feo; en esto no os alabo” y añade: “Se denomina también atenuación”. Se puede llegar
hasta la antífrasis.
2
A los seleccionados inicialmente añado el recién salido Diccionario Panhispánico de Dudas [DPdeD], Ed.
Santillana, 2005; ISBN 842 9406 239 [DPD].
3
En Arg. y P. Rico, “Proponer o presentar a una persona o animal como de superiores cualidades, en compa-
ración con otros”; en C. Rica, Hond. y Nic “echado, da” es indolente, perezoso; en Méx. echada, “fanfarronada,
bola, mentira”; en Cuba, Méx y Ven., echador, “fanfarrón”.
4
DRAE enumera 67 sentidos para hacer, 53 para dar y 32 para poner, además de numerosas frases: “53 Méx.
darse por vencido (//ceder del propio dictamen)”; “a todo dar loc. adj Muy bueno” y //2 loc.adv. Muy bien”. Nin-
guna referencia en hacer y poner.
5
Cortar en Chile “22 Tomar una dirección , echarse a andar: Cortó por el jardín”; “23 coloq. Cuba Conge-
niar”; “cortarse solo, loc, verb, Ur. Apartarse de un grupo”; “fr. Coloq. Arg. y Ur. Hacer o decir algo sin consultar
al grupo al que se pertenece”; “cortarla Arg. y Chile. Dejar de hacer algo que molesta a alguien” y en Méx. y Ur.
“Romper una amistad”.
Pata entra en diversas expresiones similares a las usuales entre nosotros: pata de cabra (zapatero); en Perú
“pie de cabra. Herramienta de hierro usada en albañilería, con dos uñas que sirven para sacar clavos y palan-
quear”; en C. Rica, “a pata pelada loc. adv. Con los pies descalzos”; bailar en una pata, en And. y Am. “Estar muy
contento”; en Chile “hacer la pata, adular (//hacer o decir lo que se cree que puede agradar)”; en Arg. y Ur, hacer
la pata ancha o hacer pata ancha, hacer frente a un peligro o dificultad”; en C. Rica “parar a alguien las patas,
caerse (//perder el equilibrio)”; en Cuba, Ecuador y Ve. “pata caliente. Dicho de una persona: callejera (//que gusta
de callejear)”; en Cuba y Ur. “serruchar las patas a alguien, arruinarlo moralmente”; en Cuba, “ser la pata del
diablo, fr. Coloq. Dicho de una persona: Ser muy divertida y simpática”; en Arg. y Ur., “verle las patas a la sota, fr.
coloq. Ver las orejas al lobo. Tomó en serio su enfermedad cuando le vio las patas a la sota”.
Algunos apelativos se conocen y usan extensamente en sentidos variados; así: gallego, ga “4 Ant. Arg. Col
y Ur. Dicho de una persona: Nacido en España o de ascendencia española”; C. Rica, Tonto (//falto de entendi-
miento); 6 El Salv., tartamudo; 7 Lengua de gallegos; 8 C.Rica y Nic., especie de lagartija crestada que vive en las
orillas de los ríos y nada con mucha rapidez ; 9 libélula; 10 Cuba y P. Rico, “ave palmípeda de plumaje ceniciento,
rabadilla, vientre y cola blancos, patas, pico y párpados rojizos”; 11 Cuba, en un ingenio, dispositivo que aplaza y
nivela la caña antes de ser molida”;
En el dominio semántico de los animales domésticos hay “curiosidades” varias y elevada frecuencia de senti-
dos desarrollados (usos): para galgo, ga “Hond., Hormiga amarilla que anda velozmente” [siguen funcionando
las metonimias: se atribuyen cualidades y valores concretos del Término Real a la Imagen]; gallo : 13 Col. Rehile-
te, volante; 14 C.Rica, “bocadillo compuesto de una tortilla de maíz, con carne y fríjoles o verduras picadas” ; 15,
SIGNIFICADO, SIGNIFICACIÓN, SENTIDO(S) 712

cucaracha2; 16, “en los muelles, cable de la grúa”; 17 Col. Cuba, hombre adulto y 18, dinero (//moneda corriente);
19 El Salv., ropa usada; 20 El Salv. “pequeño defecto en una cosa que aparenta estar bien hecha” y 21, clítoris
[las denominaciones de las partes pudendas son un campo generoso, agudo y no pocas veces divertido]; 22, Méx.
serenata; 23 Perú, “papagayo (//botella de forma especial que se usa para recoger la orina del varón encamado)”;
anoto algunas de las abundantes frases (lexías compuestas o complejas): “g. chinguero. El Salv. El que se utiliza
para que provoque a los gallos que van a competir en una pelea”; “g. de monte 2 Méx. Persona con experiencia
conocedora de la vida”; g. pinto C.Rica. Comida hecha a base de arroz y fríjoles...”; “cantar el g. fr. coloq. Cuba.
Cumplirse el plazo para el pago de una cantidad de dinero” [en mi pueblo, sur de la provincia de Salamanca, en
tiempos, las “mozas más bravas” rebajaban los humos de los mozos gallitos bajándoles los pantalones y dándoles,
a la vez que los contaban en voz alta, el número adecuado de tirones de su miembro viril: la oposición unidad/plu-
ralidad permite también desarrollar modos de significar (sentidos) diferenciados]; “comer g. fr. Méx. Mostrarse
agresivo, estar de mal humor”, etc. gato1, 13 y 14 Arg. y Ur., baile de movimientos rápidos, etc” y (14) la música
que lo acompaña [habituales en el español peninsular]; 15 C.Rica , variedad de pastel; 16 El Salv., bíceps braquial;
17 desp. Coloq. El Salv., Méx. servidor (//persona que sirve, criado); gato2, quechua, Perú, mercado al aire libre;
gato3, uso específico en C.Rica y Nic.,”persona que tiene los ojos azules [otra metonimia]; perro, ra, de agua [que
no de aguas], Méx. nutria y hurón y perro del mal, perro rabioso y “no ser alguien perro que sigue a su amo” es ser
ingrato. Y podríamos cerrar con eso de para ti la perra chica.
6
Transcribo literalmente: “ECHADA. F. Méx. Fanfarronada. Méx. y Perú . Son más las ECHADAS que las
que están poniendo. Es más el ruido que las nueces”. “ECHADO, DA. Adj. Amér. Central y P. Rico. Que tienen
una posición bien remunerada. // C. Rica. Indolente. //Amér. Central, Perú y P. Rico. Estar uno ECHADADO. Es-
tar arrellanado. // Arg. ECHADO para atrás. Fanfarrón. Engreído. // m. Colom., Chile y Hond.. Inclinación, cuesta
en una mina.”; “ECHADOR, RA. Adj. Cuba y R.Dom. Fanfarrón”; “ECHAR. Tr. Arg. y P. Rico. Azuzar a un
animal [en mi pueblo, el pastor echa el perro a las ovejas]. Ú.t.c.r. Chile. ECHARLAS. Huir. // Perú. ECHARLE.
Tener el vicio de emborracharse: Fulano siempre LE ECHA” // Arg. y R. Dom. ECHAR chispas. ECHAR espu-
ma. Mostrar coraje. // Arg. ECHARSE a andar. Frase que expresa la determinación de superar las dificultades que
una empresa ofrece. // Guat. ECHAR fuerte. Echar bravatas. //Méx, (Durango) ECHAR tipo. Ser presumido.”;
“ECHÓN. M. Méx y Venez. Jactancioso, que hace alardes de poder, riqueza o amistades que no tiene.”
7
DRAE acep. 25 “Junto con algunos nombres, tiene la significación de los verbos que se forman de ellos o la
de otros equivalentes: Echar maldiciones, maldecir; echar suertes, sortear, echar un cigarro, fumarlo; echar un
sueño, dormir; echar la siesta, sestear”; Covar. comienza su serie: “Echar los árboles, brotar” (cf. la entrada com-
pleta abajo); también en Cuervo y DEA, Bosque, Nañez y DPD.
8
La categorización semántica inicial básica se manifiesta en el nivel-segmento PALABRA; de donde las cla-
ses de palabras y más preciso y propio formas de palabras (la clase y forma de palabra VERBO). El contenido
genérico no especificado soportado por el LEXEMA se orienta y funciona en el discurso (el hablar) como clase:
Verbal <=adverbial: am-a-r, am-able-mente; am-or-osa-mente;
Nominal <=adjetival: am-o-r, am-or-oso
Esquema general: [(Adv.) V (adv.)] vs [(Adj) N (Adj.)].
9
El DPdeD emplea el signo bolaspa (bolo + aspa: aspa dentro de un círculo) para señalar “formas [de palabra]
consideradas como incorrectas o desaconsejables, y (...) ejemplos que ilustran usos no aceptados en la norma cul-
ta”: entre ambos extremos siempre hay zonas límite. En “pata. mala pata. --> malapata”: ‘persona torpe y sin gra-
cia’. Como sustantivo, es común en cuanto al género: un/una malapata (...) También puede usarse como adjetivo.
Se escribe en una sola palabra y no debe confundirse con la locución nominal femenina mala pata, que significa
‘mala suerte’ “; preceden malagana y malaleche y sigue malasangre. Todos son ilustrativos, así como “meter(se).
1. ‘Introducir(se) dentro de una cosa o en alguna parte’. Se construye normalmente con un complemento de lugar
introducido por en (...) 2. Con el sentido de ‘dedicar(se) a una actividad u oficio, el complemento, si es un sustan-
tivo, va introducido por de (...) Referido a profesión o estado religioso, la construcción tradicional prescinde de
toda preposición (...); pero el uso actual mayoritario prefiere el uso con preposición (meter(se) A monja, A cura,
A fraile, etc.) (...) 3. Cuando meterse significa ‘aventurarse alguien a hacer algo que no es su ocupación habitual o
para lo que no está capacitado’, el complemento va precedido a de a”. Sigue metomentodo. La cita, tan generosa
como ilustrativa, corrobora no poco de lo que vengo anotando.
713 COMUNICACIONES

10
En el Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana (1976. Madrid, Gredos) “ECHAR, 1125. Del
latín JACTARE ‘arrojar, lanzar’ ‘agitar’ (frecuentativo de JÁCERE ‘echar, arrojar’) La locución echar menos,
1517, o echar de menos, 1786, viene del gall,-port....
11
“Vale también hacer salir de alguna parte, o apartar con violencia por desprecio o por castigo (...) vale
asimismo brotar y arrojar para fuera (...) , dar distribuir o repartir (...); junto con las voces Baladronadas, bernar-
dinas, bravatas y otras semejantes (...) Rayos, por arrobas, abaxo, en tierra (...) Junto con la preposición a” y con
el clítico -se (echarse y echarse a) etc. Echado, da figura como entrada independiente, procedimiento habitual con
los participios considerados como adjetivos.
12
“1. ‘Tirar(se)’, ‘tender(se) y ‘hacer salir [a alguien] de un lugar’. No debe escribirse con h- inicial...”; 2.
echar(se) a + infinitivo. Perífrasis que indica el comienzo de la acción expresada por el infinitivo [incoativa]. En el
español general, forma construcciones intransitivas y su empleo solo es normal con ciertos infinitivos (echar(se)
a correr, echar(se) a volar, echar(se) a andar/caminar, echar(se) a temblar, echar(se) a reír, echar(se) a llorar (...) Es
raro en España, pero bastante común en algunas zonas de América, el uso de echar[¿sin se?] a en construcciones
transitivas, con sentido de ’hacer que [algo o alguien] empiece a moverse o a funcionar’: “El muchacho echó a
andar su máquina” (Mastretta Vida [Méx. 1990]). Debe evitarse el uso de esta construcción con infinitivos que
no impliquen movimiento, con el simple sentido de ‘comenzar’: *[bolaspa] “Echaron a hacer problemas” (Alape
Paz [Col. 1895])”. Censura 3.*echar a faltar *4. 4. Echar (de) menos. Locución verbal transitiva que significa
‘notar la falta [de alguien o algo]’ (...) La variante echar menos, frecuente en otras épocas, está hoy en desuso (...)
Igualmente correcta es la expresión echar en falta (...) ; se desaconseja *echar a faltar, construcción influida por el
catalán trobar a faltar”. Mis * (asteriscos) son en el texto bolaspas.
13
El comportamiento de los compuestos de dos o más unidades léxicas es similar: en la misma página, inme-
diatamente antes, que echar, el DRAE anota echacantos, echacuervos, echacorvear, echacorvería; echapellas;
echaperros. Las diferencias entre los sentidos rectos y los no-rectos (figurados, evolucionados, metafóticos) son
más llamativas, si cabe, que lo habitual (Cov. echar cantos ‘estar loco’). Las posibilidades no son ilimitadas; unas
encajan bien; otras, menos bien: acabo de leer en prensa *des-prolijidad *prolijo *des-prolijo (DRAE: prolijo,
prolijear, prolijamente, prolijidad).
14
Bien seguro que el Diccionario Académico de Americanismos, cuya redacción está muy avanzada, recogerá
bastante de todo esto y que se explicarán construcciones (lexías compuestas) como que, en C. Rica, un indio
viejo y gallo pinto hayan llegado a nombrar platos de comida popular y el sentido de cantar el gallo /vs/ cantar los
gallos, sea el que es (cf. nota 5); así como otras frases proverbiales y numerosas locuciones : “No te vista que no
vas”; el DPdeD las marca con sus bolaspas como desviación, error, no-aceptable; siempre hay grados y arcaísmos
y dialectalismos no tienen por qué corresponderse ni, por supuesto, son la misma cosa.
15
Máquinas tragamonedas (cita Íncipit, p.7) No se recoge zicote ni cicote ¿guarda relación con rabo?; sí con
cipote1 sust. y menos con cipote2 adj. ‘Niño, persona que está en la niñez’, en El Salv., Hond. Nic y en El Salv.
tambien ‘novio’. Contexto: “Se rasca el zicote y se huele” (p. inicial); “estoy encerrado aquí, con Basilio revol-
cándose el zicote de las patas, el muy zopenco”; “Basilio siguió con su cochiná rascándose los zicotes” (p. final).
En el mismo cuento, primero del libro, se usan, entre otras: guajiro, acere, una chusmita de casas de hojalata”,
una pinchita en la guarapera, con una mandarria, decía que era “frapé”. Nunca se me ha olvidado esta palabrita”,
moliendo caña en el trapiche, una temba, “le extendí la botella y le dije: Dinorah, date un candangaso, detrás del
timbiriche. Me metí a pinguero, otra jeba y construcciones con echar presentes ya en Cov. (echarse con una mujer)
y ausentes en los actuales: “Pensó que tenía que echarse al viejo maricón para tumbarle unos fulas esta misma no-
che” (p. 27). Un cantar popular dice: “Que te tumbo, niña, / que te tumbo, / que te tumbaré. / Y me dice la hija de su
madre: / No me tumbes que yo me echaré”. Atenuado el rasgo ‘violencia’ (Cuervo), la fuerza se queda un ímpetu
o simple intencionalidad. El actual tumbar (onomat. tumb. ‘Hacer caer o derribar a una persona o cosa’ (DRAE)
cuesta relacionarlo con “TUMBA. Un modelo de arca cuya tapa está en forma de medio círculo redondo; ésta se
pone sobre la sepultura de algún difunto” (Cov.) y “TUMBAR. Caer de alguna cosa alta desliçadera, tumbada”;
Cov. propone varias etimologías posibles .
16
DPdeD: templar(se) . ‘Dar el tono adecuado [a un instrumento]’, ‘entibiar(se) y ‘dar, o adquirir, temple o
templanza’. Este verbo, así como su derivado [compuesto para mí] destemplar(se), (‘hacer perder, o perder uno
mismo, el temple o la templanza’), es regular en el español culto (des-templo, des-templas, etc.) (...) No obstante,
aún pervive, especialmente en América, la conjugación irregular según el modelo de acertar, esto es, con dipton-
SIGNIFICADO, SIGNIFICACIÓN, SENTIDO(S) 714

gación en las formas con raíz tónica - (des)tiemplo, (des)tiemplas, etc -, conjugación que era general en el español
medieval y clásico (...) El uso mayoritario se inclina hoy por la conjugación regular, que es la más recomendable”.
17
DRAE: “circunloquio. Rodeo de palabras para dar a entender algo que hubiera podido expresarse más bre-
vemente” y en interlocución añade y matiza “con menos o con una sola palabra, pero no tan bella, enérgica o
hábilmente” y Lázaro (1971): “CIRCUNLOCUCIÓN. Figura retórica que consiste en expresar por medio de un
rodeo algo que podría decirse con menos palabras. Obedece, a menudo, a la dificultad, al temor que se experimen-
ta al decir algo, girando en torno a ello y evitando la expresión directa. El concepto no coincide exactamente con
el de perífrasis.”
18
Nada es exclusivo de nadie: compruébense los múltiples y diversificados sentidos de ECHAR que se preci-
san en el Vocabulario de Fr. Alonso Méntrida (2004: 90): 48 en total, desde “echado enfermo” a “echarse sacaya-
nes al agua”, pasando por “echar a granel”, “echar al niño”, “echarse a lo largo”, “echarse boca abajo”, “echarse
de lado”
19
Recientemente, creo, se ha tomado de América - no sé si la de arriba o la hispana - el término específico go-
bernanza, que bien podría ser una forma patrimonial < GOBERNANTIA.
20
Otras veces me he ocupado de estos temas (Labrador 2001a y 2001b y para microtoponimia 1999 y 2005).
Juegos maliciosos, equívocos, ambigüedades: hacer pucheros: recto, real (¿fabricar?)/figurado, evolucionado
(metonimia), llorar y más preciso lloriquear. En ningún caso *pucherar ; *¿pucherear?
21
¿Siempre fue así? Sabemos poco de léxicos recuperados y, aunque se ha estudiado mucho el fenómeno de las
migraciones, aun sabemos posiblemente menos de los “regresados”, sobre todo de los “modestos” (recuperación
económica escasa) y menos aún de los definitivamente “fracasados”. Podría aducir un caso ejemplar (mínimo
sin duda): los emigrados de mi pueblo hacia Argentina para trabajar, la mayoría, en la construcción del puerto de
Rosario. Entre el Chaco y Tucumán quedan grupos bien identificados y definidos; conocí y conozco casos de todo
tipo; allí conservan las tradiciones y el léxico de la elaboración de productos artesanos y aquí creo reconocer pala-
bras y sentidos venidos de allí: mi abuela tomaba mate a diario.
715 COMUNICACIONES

Léxico y Semántica

NOMBRES DE PLANTAS AMERICANAS EN LA OBRA


DE ÍÑIGO ABBAD Y LASIERRA*

Mónica Mª Gómez Gonzalvo


(Universidad de Zaragoza)

- El análisis de la obra americanista de fray Íñigo Abbad y Lasierra, autor culto arago-
nés del S. XVIII, nos permite observar las consecuencias lingüísticas en el aspecto léxico
que tuvieron los nueve años que permaneció en Puerto Rico como ayudante del obispo,
porque sin duda asimiló allí un buen número de indigenismos y americanismos léxicos.
Aunque el estudio léxico de su Descripción de las Costas de California1 y de su Rela-
ción de la Florida2 arroja datos interesantísimos para el estudio de la historia del español
de América, es en el Diario del Viaje a América3 donde mejor se comprueba la reper-
cusión léxica de su estancia en tierras americanas, ya que esta obra es fruto de su expe-
riencia personal durante las sucesivas visitas pastorales por la diócesis de Puerto Rico y,
por tanto, ofrece información de primera mano sobre el particular4. De hecho, el propio
Abbad y Lasierra en la carta que acompaña la entrega del Diario advierte:
Le remito algunos cuadernos tan informes y defectuosos como los escribí en mi viaje.
Sin embargo, me atrevo a asegurarle que sólo refiero en ellos lo que he visto con mis
ojos y que muchas cosas que le parecerán equivocaciones no lo son, aunque en sus libros
lea vuestra merced lo contrario5.
En este texto su autor describe minuciosamente los territorios de dicha diócesis: la is-
la de Puerto Rico, la provincia de Cumaná, la isla Margarita, la provincia de Nueva Bar-
celona, el río Orinoco y la isla Trinidad, preocupándose, además, como hace en otras de
sus obras, por los intereses de España en Ámerica, aportando también valiosa informa-
ción acerca del potencial económico que ofrecería la explotación comercial e industrial
de la riqueza natural de dichos lugares:
Considérese ahora lo que se percibiría por la extracción de sus propios frutos: ¡la
abundancia de malagueta y nuez de especie que se disfruta sin trabajo alguno![...], ¡las
resinas, bálsamos, vainillas, drogas y muchas buenas maderas que se pierden inútilmen-
te o pasan a los enemigos de la Corona!, ¡el añil achote, algodón, tabaco, cueros curti-
dos y al pelo y otras producciones que salen por alto a las islas, rendirían mucho aunque
se les gravase muy poco! (138)
NOMBRES DE PLANTAS AMERICANAS DE IÑIGO ABBAD LASIERRA 716

-No es de extrañar, pues, que dicho corpus contenga abundante información acerca de
las plantas americanas. Efectivamente, Abbad y Lasierra da cuenta de un buen número
de vegetales con importante valor medicinal como la cañafístola, el árbol drago, la es-
corzonera que se usa “para purificar y templar la sangre” (243), el guayacán del que se
obtiene una resina “admirable contra el mal venéreo y contra la gota” (99), la higuereta
que “es un purgante eficaz” (83), la piña “utilísima para templar y corregir los efectos de
los ardores del sol” (89), la quina o la zarzaparrilla, entre otros, que tienen “virtud espe-
cífica para curar las infecciones venéreas, reumatismos, gonorreas, ciática y escrófulas
o lamparones” (242). Asimismo, hallamos en el corpus del erudito aragonés plantas con
efectos absolutamente opuestos a las anteriores: el curare, el manzanillo que “es veneno
tan eficaz que mojando la punta de la flecha en él se conserva su actividad para siempre
y con una leve herida que haga, quita la vida con mucha brevedad” (83), el marunguey,
todavía no incluído en la última edición del diccionario académico6, “que ocasiona eva-
cuaciones de sangre, de lo que suelen morir la mayoría” (80), o el pajuil cuyo fruto, si se
come crudo, “es un cáustico terrible capaz de quitar la vida” (89).
Igualmente menciona el autor muchos frutos de los que se alimentaban los habitantes
de los pueblos que visitó en sus viajes: el aguacate, el anón, la batata, el cacao, el coco,
los frejoles, el gicaco, el guaimaro, la guayaba, el maíz, la piña, la totuma, el zapote,
etc.; otros que les servían para hacer bebidas: el corozo del que se obtenía “el vino de
corozo [...] que es muy sano y lo aplican por medicina singular a los que padecen calentu-
ras etílicas” (300), o el culén que tomaban en infusión; y otros productos que empleaban
para condimentar sus manjares: el ají, la pimienta del tabasco, la vainilla, entre otros.
De la misma manera, enumera árboles cuyas maderas, de excelente calidad, son utilí-
simas para la construcción y la ebanistería (árbol capá, caoba, cupey, espinillo, grana-
dillo, guayacán, palo de hierro, árbol de María, osua, quiebrahachas...) y otros de los
que se obtienen bálsamos y resinas: el anime que produce una resina con propiedades
muy beneficiosas para las enfermedades de la cabeza7, el cupey8 o el tabanuco, que “da
incienso abundante y bueno del cual se surten todas las iglesias de la isla” (99).
Nuestro autor a lo largo de su obra da cuenta también de aquellas plantas que utiliza-
ban los habitantes de la diócesis de Puerto Rico en la industria textil. De la ceiba y de la
cocuisa obtenían fibras que empleaban en la confección textil. Fabricaban tintes vegeta-
les de distintos colores: el araguane, el chaguaray y el granadillo daban un tinte amarillo
muy fino; el rojo lo obtenían gracias al achote; el guataparanaro o dividivi les propor-
cionaba “el color negro muy superior” (223); del guarimacuar resultaba, según palabras
del propio Abbad y Lasierra, un color morado del que se servían los indios caribe para
pintar su cuerpo y que aprovechaban los españoles para teñir sus ropas y vestidos9.
No se olvida Abbad y Lasierra del ámbito doméstico refiriéndose a la totuma, fruto
utilísimo ya que, además de constituir un importante recurso alimentario, poseía una
corteza durísima con la que se elaboraban buena parte de los utensilios que constituían el
menaje del hogar y que utilizaban con otros usos:
De la corteza de esta fruta hacen platos, escudillas, cucharas, vasijas para traer el
agua y guardarla. En ellas toman el café, la leche, en el mismo árbol les dan la figura
717 COMUNICACIONES

que quieren en moldes que les ponen cuando pequeñas. También suelen poner en la co-
pa del sombrero alguna totuma para defender la cabeza de los ardores del sol (96).
-Tal y como hemos visto hasta ahora, las plantas constituyen una importante fuente
de recursos para cubrir las necesidades de la vida diaria. Por consiguiente, si Abbad y
Lasierra en el Diario quería informar acerca de los pueblos que conforman la diócesis de
Puerto Rico describiendo su geografía, sus costumbres, sus medios de riqueza..., en de-
finitiva, su vida, nuestro autor no podía pasar por alto el sinfín de plantas de las que tales
pueblos se abastecían. De este modo, la obra de la que aquí nos ocupamos se convierte
en un auténtico catálogo botánico, muy ilustrativo para el estudio del indigenismo y del
americanismo léxico.
Tan sólo en lo concerniente a los términos que emplea nuestro obispo para dar nombre
a los diferentes tipos de plantas que aparecen en el Diario, hemos registrado más de cien
formas distintas propias del léxico del otro lado del Atlántico. Este hecho, que hace tan
interesante el texto del que aquí nos ocupamos, nos obliga, sin embargo, a ocuparnos de
dichos vocablos de una forma mucho más general de la que nos hubiera gustado.
Entre el léxico americano que aparece en la obra, hallamos un buen número de indi-
genismos de diversa procedencia. Abundan en el Diario los términos de origen taíno.
Así nuestro autor recoge voces como ají, anón, batata, caoba, ceiba, cupey10, guayacán,
maíz, maguey, tuna o yuca, todas ellas empleadas por los españoles desde los primeros
tiempos de la colonización e incluidas en el Diccionario de Autoridades y, anteriormen-
te, guayacán, maíz y tuna en el Tesoro de Covarrubias11. Pero en nuestro corpus también
caben tainismos que no han alcanzado la difusión de los anteriores y que aún no habían
entrado en el Autoridades: bejuco, cocuisa, dividivi, guanábana, guayaba, mangle, ya-
gua... Esto, sin embargo, no significa que alguna de estas palabras no hubiera aparecido
ya en textos españoles tal y como sucede con bejuco que se encuentra ya en las primeras
páginas del Persiles12.
Cuantitativamente, la segunda lengua indoamericana que abastece a Abbad de nom-
bres de plantas en este texto es el caribe: araguane, camuirro, curare, currucay, gicaco,
guaimaro, guataparanaro, jobo, marunguey, muriche, papaya, simarouba, totuma y hú-
car son los términos caribes que aparecen en el texto. Hallamos también la voz mara que
según el DAm. pertenece al dialecto chaima y el término chaguarama procedente del cu-
managoto. Ninguno de estos indoamericanismos aparecía en el Autoridades en los años
en que escribió Abbad y Lasierra y es que, excepto gicaco, muriche, papaya y totuma, el
resto de las voces se documentan por primera vez en el XVIII y no han alcanzado amplia
difusión13.
Aunque en menor proporción, también hallamos en el léxico del Diario la huella del
náhuatl, con las voces: achote, aguacate, jalapa, mechoacán, tabasco y zapote. Todas
estos vocablos nahuas hoy son indoamericanismos de amplísima difusión, hecho que no
es de extrañar, dada la extraordinaria importancia económica y mercantil que enseguida
cobró el virreinato de Nueva España. Mechoacán se halla ya en el Tesoro de Covarrubias
y, junto con el resto de estas palabras, en el Autoridades, si bien el diccionario académico
define aguacate como ‘lo mismo que esmeralda’14.
NOMBRES DE PLANTAS AMERICANAS DE IÑIGO ABBAD LASIERRA 718

El quechua ocupa también un pequeño lugar en nuestro análisis del léxico de las plan-
tas del Diario de Abbad y Lasierra, hallamos dos quechuismos: coaca y quina, merced a
sus útiles aplicaciones medicinales de las que ya se había ocupado Nicolás Monardes en
el s. XVI15. Para concluir con la revisión de los indoamericanismos léxicos que aparecen
en el texto, debemos señalar la presencia de culén y pucherí, términos de origen mapu-
che y tupí, respectivamente, para los cuales los ejemplos del Diario suponen la primera
documentación.
- A pesar de que todas las plantas que menciona nuestro autor son originarias del Nue-
vo Mundo, no siempre sucede lo mismo con los nombres que las designan. Así, pues,
en el Diario hallamos buen número de términos en los que se aprecia la adaptación a la
realidad indiana del bagaje idiomático de los emigrados al Nuevo Mundo y casi todos los
americanismos léxicos de nuestro corpus que aluden a las distintas especies pertenecien-
tes al mundo vegetal tienen origen hispánico. Muchos de ellos se han originado a través
de un proceso de adecuación semántica según el cual el nombre de una planta ha aumen-
tado su significado para designar a otra originaria de América con la que comparte cierta
semejanza. Esto es lo que ha sucedido en los ejemplos siguientes: anime, brusca, caña-
fístola, escorzonera, espino, giguera, piña y zarzaparrilla.
Otras veces para hacer referencia a las plantas americanas distintas de las españolas
se recurre a la aplicación de mecanismos de derivación, la prefijación y la sufijación,
para suplir las carencias del léxico patrimonial hispánico. De este modo, surgen en el
texto formas como cardón con un sufijo aumentativo que alude al tamaño gigantesco
de la cactácea americana que designa (DAm.); y otras en cuya formación interviene el
sufijo diminutivo -illo: javilla, manzanillo y vainilla que derivan de haba, manzana y
vaina, respectivamente, o -eta: higuereta. Tal vez en la preferencia por este sufijo tenga
algo que ver el origen regional del autor, ya que en lugar de la forma higuerilla, mucho
más frecuente, se decanta por el empleo de la voz con el sufijo diminutivo típicamente
aragonés16.
En otras ocasiones se realizan agrupaciones sintagmáticas con las cuales se da nom-
bre a las plantas autóctonas del otro lado del Atlántico. En nuestro corpus hemos regis-
trado algunos americanismos léxicos que se han formado mediante este mecanismo de
composición que adoptan el esquema de verbo más sustantivo: quiebrahachas aludien-
do así a la dureza de la madera que se obtiene de este árbol. Otras veces el americanismo
léxico refleja una estructura de núcleo sustantivo más adjetivo que hace referencia a una
característica de la planta a la que denomina: burro silvestre, caña dulce, pajabrava,
palma real, palo morado... Algunas de estas agrupaciones sintagmáticas están consti-
tuidas mediante un sustantivo genérico más un complemento que precisa su significado,
tal y como sucede en palo de hierro, palo de cruz, palma de coco, palma de sombrero...
En ocasiones dicho complemento indica la procedencia de la planta a la que se designa:
higuera de Indias, pimienta de Tabasco.
Aunque casi todos los americanismos léxicos que hemos estudiado en nuestro corpus
tienen su origen en el español general, la lengua del Diario deja paso también al occiden-
talismo hispánico con las voces corozo y frejoles, que formaban parte del léxico america-
no desde hacía mucho tiempo17.
719 COMUNICACIONES

En la formación del español de América han intervenido también otras lenguas aparte
de la nuestra, y, como es lógico, no había de ser distinto en lo que al léxico de las plantas
se refiere. Prueba de ello son los dos portuguesismos léxicos que aparecen en el texto:
coco y tamarindo y el afronegrismo ñame que debieron llevar al Nuevo Mundo los pro-
pios españoles, quienes habrían conocido esta palabra en el curso de las navegaciones
que andaluces y canarios realizaron hasta el golfo de Guinea antes del Descubrimiento18.
- En el análisis del léxico de esta obra de fray Íñigo Abbad y Lasierra nos han llamado
la atención tres aspectos en particular: la presencia de un buen número de voces que se
documentan por primera vez en textos españoles en el siglo XVIII, algunos rasgos foné-
ticos propios del español de América y la aparición de dobletes léxicos.
Muchos de los nombres de plantas que aparecen en el corpus se documentaban ya
desde los primeros tiempos de la colonización: achote, ají, cardón, ceiba, cupey, gica-
co, guanábana, guayaba, jalapa, mangle, papaya, zapote..., e incluso algunos de ellos
habían llegado a España incorporándose rápidamente al acervo lingüístico peninsular:
maíz, batata, quina... Sin embargo, el interés léxico del Diario no reside únicamente
en la presencia de estos indigenismos y americanismos léxicos, sino en el hecho de que
ofrezca una larga lista de nombres de plantas cuya documentación más temprana se ha-
lla en el siglo en el que escribió nuestro autor. Así pues, voces como brusca, cachipae,
camuirro, caracolí, curare, higuereta, javilla, mara, palo morado, merey, simarouba,
parcha, tabonuco, tuatúa, tusilla... se registran por primera vez en el s. XVIII según los
datos que ofrece el DCECH, el CORDE y Boyd-Bowman en su Léxico hispanoameri-
cano. Aun más interesante es la aparición en la obra de indigenismos léxicos que dichos
corpus datan en el mismo siglo pero en fechas posteriores a la publicación del Diario
como culén, guataparanare, pucherí; e incluso casi doscientos años después: araguane,
cariaquillo, chaguaray, marunguey, yagrumo; de tal manera que la obra de Abbad y
Lasierra de la que aquí nos ocupamos, escrita en 1781, se convertiría en la primera docu-
mentación de todos estos indigenismos léxicos, usuales en el territorio que visitó Abbad
y Lasierra durante sus sucesivos viajes por la diócesis de Puerto Rico, por lo que es más
que probable que sean fruto de la experiencia personal y no del conocimiento erudito,
como sucede en otras obras suyas.
Resulta curioso que en un texto en el que el autor no da muestra de un fonetismo afec-
tado por su estancia en tierras americanas aparezcan las voces siguientes: cocuisa, osua,
gicaco, giguera y javilla. Las dos primeras, cocuisa y osua, reflejan una pronunciación
seseosa; las tres siguientes, gicaco, giguera y javilla, representan gráficamente la aspi-
ración de corte genuinamente caribeño. Es impensable que un autor tan culto como fray
Íñigo Abbad y Lasierra y tan minucioso en la elaboración de sus obras halla dejado pasar
en su Diario tales fenómenos, a no ser que se trate de ejemplos de lexicalización de dos
rasgos fonéticos americanos que habría tomado bien de otras fuentes documentales, bien
del contacto con los habitantes de la diócesis.
Nuestro autor demuestra su conocimiento del léxico americano a lo largo de la obra
no sólo en el uso de numerosos indigenismos y americanismos, sino también a través de
explicaciones de tipo metalingüístico. En efecto, a veces junto a la voz indoamericana
Abbad y Lasierra incluye la equivalente patrimonial, o viceversa, aclarando así su sig-
NOMBRES DE PLANTAS AMERICANAS DE IÑIGO ABBAD LASIERRA 720

nificado: “El menaje de cocina consiste en una olla de tierra, los platos, cucharas, escu-
dillas, etc., lo hacen de la corteza de la fruta de la giguera, que también llaman totumo”
(96), “Ya dije que la isla por todas partes está cubierta de tunas, que en España llaman
higueras de Indias” (225), “En todo este territorio se encuentran muchas plantas medi-
cinales entre otras la yguereta o palma christi”(244). En otras ocasiones Abbad trata de
explicar el significado de un americanismo léxico a través de voces indígenas plenamen-
te conocidas en España: “También se encuentran la baratilla, que en España llaman me-
choacan o jalapa blanca, con otras innumerables plantas medicinales” (243). En otros
ejemplos aparecen dos indoamericanismos léxicos que sirven para dar nombre a una
misma realidad: “el árbol guataparanaro o dividivi, que da el color negro muy superior”
(223); otras veces incluye información sobre el uso de estos indoamericanismos: “No es
menos útil y sabrosa la fruta llamada pajuil. En Tierra Firme, merey y, entre los indios,
caracoli” (89).
La presencia en la obra considerada de más de cien indigenismos y americanismos
léxicos, el hecho de que incluya buen número de voces americanas que no se habían
documentado en obras anteriores y las aclaraciones léxicas que ofrece Abbad y Lasierra
la convierten en un auténtico catálogo botánico, muy ilustrativo para el estudio de los
nombres de las plantas del Nuevo Mundo, útil asimismo para el conocimiento histórico
del léxico americano.
721 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Íñigo Abbad y Lasierra, Descripción de las costas de California (1785), ed. de Sylvia Lyn Hilton, Madrid,
CSIC, 1981.
2
Íñigo Abbad y Lasierra, Relación de la Florida (1785), ed. de J. J. Nieto Callén y José M. Sánchez Molledo
Madrid, Iberoamericana, 2003.
3
Íñigo Abbad y Lasierra, Diario del Viaje a América (1781), ed. de J.J. Nieto Callén y José M. Sánchez Mo-
lledo, Madrid, Miraguano Ediciones, 2003 (Diario). Todas las citas de esta obra de Abbad y Lasierra pertenecen a
esta edición, por lo que sólo indicaré entre paréntesis el número de página correspondiente.
4
De este viaje por tierras americanas de Abbad y Lasierra da cuenta el aragonés coetáneo Antonio Arteta de
Monteseguro. Discurso instructivo sobre las ventajas que puede conseguir la industria de Aragón con la nueva
ampliación de puertos concedida por S.M. para el comercio de América (1783), edición facsímil, Zaragoza, Dipu-
tación General de Aragón, 1985, p. 108.
5
Estas palabras corresponden a la carta que escribe fray Íñigo Abbad y Lasierra cuando entrega el “Diario del
Viaje a América” (Diario, p. 58).
6
Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, Madrid, Espasa-Calpe, 2001, 22ª edición.
7
Nicolás Monardes describe el anime y explica cuáles son sus propiedades: “Usamos dello para muchas en-
fermedades, principalmente para males de cabeça, y dolor della, causado de humores, o causas frias, y para cada-
rros (sic)”. Historia Medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales (1574), edición facsímil,
Madrid, Ministerio de Sanidad y Consumo, 1989, fol. 3r.
8
Con esta resina, según la tradición, los indios de Santo Domingo hacían sus pelotas para jugar al batey (DA).
9
Íñigo Abbad y Lasierra, Diario, p. 242.
10
Según el DAm, cupey es variante usual de copey en tierra continental y en Puerto Rico.
11
Real Academia Española, Diccionario de Autoridades (1726-1739), edición facsímil, Madrid, Editorial
Gredos, 1969; Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española (1611), Madrid-México, Edi-
ciones Turner, 1979-1984.
12
V. Carlos Fernández Gómez, Vocabulario de Cervantes, Madrid, Real Academia Española, 1962, s.v. bejuco.
13
Esteban de Terreros y Pando recogerá curare, gicaco, jobo, muriche, papaya, simarouba y totuma en fecha
posterior a la obra de Abbad y Lasierra. Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1786-1793),
edición facsímil, Madrid, Arco Libros, 1987.
14
Aunque este diccionario define aguacate como ‘lo mismo que esmeralda’, para ejemplificar su uso incluye
una cita de Fernández de Oviedo en la que esta voz tiene el significado de ‘fruta’: “Hypérboles y energías parecen
frutas de las Indias como plátanos y Aguacates”.
15
Nicolás Monardes, Historia, fol. 13r.
NOMBRES DE PLANTAS AMERICANAS DE IÑIGO ABBAD LASIERRA 722

16
V. Juan Antonio Frago Gracia, “La palmacristi o jiguereta ‘higuereta’, raro americanismo de un texto arago-
nés dieciochesco”, Revista de Filología Española, LXXV, 1995, pp. 345-349.
17
Peter Boyd-Bowman documenta por primera vez la voz corozo en Venezuela en 1578 y el DCECH registra
frejoles ya en Fernández de Oviedo en 1535: Peter Boyd-Bowman, Léxico hispanoamericano 1493-1993, ed. R.
Harris- Northall y John J. Nitti, Hispanic Society of America, 2003; Joan Corominas con la colaboración de J. A.
Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Madrid, Editorial Gredos, 1980-1991.
18
Juan Antonio Frago Gracia, Historia del español de América, Madrid, Gredos, 1999, p. 179.
*Del proyecto HUM2005/06435/FILO, MEC
723 COMUNICACIONES

Léxico y Semántica

ANÁLISIS DEL ANGLICISMO LÉXICO EN EL SOCIOLECTO PUBLICITARIO

Luiza Valozic

Introducción
El trabajo de investigación que se resume aquí tiene como objeto de estudio el análisis
del anglicismo léxico en la prensa española, italiana y francesa. Es una preencuesta sobre
una muestra pequeña que será ampliada en la tesis doctoral a los países de América, con-
cretamente a México, Argentina y Chile.
Los medios de comunicación social son uno de los principales canales a través de
los cuales se expande el inglés, lengua de presencia significativa en algunas funciones
sociales (científica, económica, política, tecnológica y de relación supranacional) vincu-
ladas al ámbito de uso público.
El sociolecto publicitario es un elemento importante del contenido de los medios de
comunicación social (aparte de manifestarse en otros soportes), y tiene un peso destaca-
ble en la sociedad. Juntos forman parte indiscutible del entramado económico y se han
globalizado.

Delimitación del marco teórico


Este trabajo de investigación se inscribe dentro del paradigma de la sociolingüística.
El individuo es considerado como miembro de una comunidad de habla, y se caracteriza
por poseer un conocimiento compartido de las restricciones comunicativas y de las nor-
mas que rigen el comportamiento social.
La sociolingüística se concibe de una manera global e interdisciplinaria y engloba dos
niveles. El primer nivel lo constituye la macrosocilingüística que incluye la sociología
del lenguaje. La lingüística se sitúa dentro de la antropología cultural. La microsociolin-
güística integra la sociolingüística estricta y de manera complementaria una etnografía
de la comunicación, que conforma su componente pragmático y la conecta con el análisis
del discurso. La sociolingüística representa una alternativa a la teoría generativa desde
una base sociológica y antropológica. El planteamiento teórico y metodológico multi-
ANÁLISIS DEL ANGLICISMO LÉXICO EN EL SOCIOLECTO PUBLICITARIO 724

disciplinario no supone una restricción de la sociolingüística, sino un ampliado marco de


estudio donde las aportaciones de las disciplinas se complementan y enriquecen mutua-
mente.

Estudios sobre el sociolecto publicitario: status questionis


Los estudios que adoptan el sociolecto publicitario como objeto de investigación pre-
sentan gran dispersión, así como en ocasiones incluso contradicciones. A continuación
presentamos un breve resumen de las principales líneas de estudio del sociolecto publi-
citario.
En primer lugar cabe destacar estudios desde el punto de vista sociológico e ideoló-
gico, que se centran frecuentemente en una crítica, tanto de los medios de comunicación
social, como de la publicidad y su variedad. Uno de los autores que se han centrado en
este paradigma es L. Pignotti (1976), quien realiza una crítica hacia la publicidad como
fenómeno social que incita al consumo para diferenciarse de los demás, cuando de esta
manera la población lo que hace es uniformizarse.
El autor H. Marcuse (1984) critica el uso “esterilizado” de la lengua por parte de la
publicidad y de los medios de comunicación social que influye de manera negativa en la
población.
El trabajo de J. Baudrillard (1979) habla de la manipulación que los signos creados
por el sociolecto publicitario efectúan sobre los individuos. Se centra sobre todo en los
análisis semióticos, pero también realiza una crítica del sociolecto publicitario y el mun-
do ficticio que crea a partir de las connotaciones del lenguaje.
Los modelos de análisis del sociolecto publicitario que mayor repercusión han tenido
provienen de la semiótica. Autores como R. Barthes, E. Péninou, U. Eco, J. Baudrillard y
otros han realizado varios análisis del sociolecto publicitario, desde el punto de vista de
signo semiótico, los cuales ofrecen lamentablemente una simplificación de connotacio-
nes generales del signo literario y, en ocasiones, subjetivas. Al contrario, el estudio de M.
A. K. Halliday (1978) ofrece un análisis donde relaciona los aspectos semióticos del len-
guaje con los elementos lingüísticos y culturales. El autor habla del contexto social como
un entorno semiótico dentro del cual los hablantes intercambian significados. Plantea el
concepto de “lenguaje como semiótica social”, y lo explica de la siguiente manera: “...
significa interpretar el lenguaje dentro de un contexto sociocultural, en que la propia cul-
tura se interpreta en términos semióticos...” (p.10). También habla de una doble función
del sistema lingüístico, que por una parte cumple la función de expresión de los sucesos
sociales y por otra, la función de metáfora para esos sucesos.
En el paradigma semiótico-literario se puede observar esta falta de visión del lenguaje
como hecho social. Para muchos autores, los significados que establecen en sus análisis
no se relacionan con el contexto social, sino que este representa un mero escenario pa-
ra los significados. Estos estudios semióticos no elaboran sus conclusiones sobre una
muestra de trabajo definida sino que tienden hacia la enumeración casuística de las ca-
racterísticas del sociolecto publicitario.
725 COMUNICACIONES

Algunos autores introducen conceptos que en lugar de delimitar el campo concreto al


que se refieren entorpecen el análisis al aportar matizaciones innecesarias y redundantes.
Es el caso de conceptos como competencia publicitaria de L. Sánchez (1997), o compe-
tencia mediática de J. Benavides (1997). Ambos conceptos son redundantes con el térmi-
no de competencia comunicativa desarrollado por D. Hymes a mediados de los años 60.
Este investigador estableció el concepto de competencia comunicativa como ampliación
del término de competencia lingüística de N. Chomsky. D. Hymes (1971) habla de la
insuficiencia del concepto de N. Chomsky a la hora de aplicarlo a la descripción de la
realidad, ya que presupone la existencia de un hablante-oyente ideal ajeno a los factores
sociales. Para D. Hymes, la competencia comunicativa está formada por un sistema de
reglas que superponen los dos subcomponentes (lingüístico y social), y engloba actitu-
des, valores y motivaciones, que conciernen tanto a la lengua como a la interrelación de
ésta con los otros códigos de conducta comunicativa. Por lo tanto, la competencia comu-
nicativa incluye en su definición dichos conceptos, ya que sitúa al hablante dentro de un
contexto social que influye sobre todas las variedades de la lengua.
Desde el punto de vista del análisis lingüístico del sociolecto publicitario, los estudios
se centran en la descripción de los elementos por niveles. Estos niveles son el gráfico, fó-
nico, morfo-sintáctico y léxico-semántico. Los autores también tienden a hacer comen-
tario de las figuras retóricas principales. Estos estudios no se basan en ninguna metodo-
logía concreta ni en muestras claramente definidas por lo que elaboran características
dispersas que han localizado en los anuncios.
Algunos análisis pragmáticos se centran en la descripción de los elementos que ro-
dean al sociolecto publicitario entendido como discurso. No ofrecen una clara relación
del sociolecto publicitario con el contexto social, como tampoco se realiza una cuantifi-
cación de los datos de las investigaciones.
En resumen, los trabajos que se inscriben dentro del análisis del sociolecto publicita-
rio presentan una ausencia de teoría sociolingüística, así como una falta de consenso en
el establecimiento de una metodología de trabajo. No constituyen una imagen clara del
fenómeno del sociolecto publicitario, sino un aglomerado de opiniones sin clara demos-
tración científica. Muchos de los autores hablan de la frecuente presencia del inglés en
los anuncios que comentan, pero no llevan a cabo un análisis de dicho fenómeno de una
manera organizada y cuantificada.

La globalización
La globalización es un fenómeno mundial que influye significativamente sobre el so-
ciolecto publicitario.
Este fenómeno se inició como un proceso principalmente económico. La globaliza-
ción ejerce una influencia tanto desde el punto de vista económico como social, político,
cultural y lingüístico. Se describen dos vertientes de la globalización: una tendencia a
la homogeneización financiera, política, cultural y social entre los países del mundo, y
la aspiración a la diversificación a través de la reivindicación de elementos autóctonos
ANÁLISIS DEL ANGLICISMO LÉXICO EN EL SOCIOLECTO PUBLICITARIO 726

sociales, culturales y lingüísticos. La mundialización económica y tecnológica puede


provocar situaciones de diglosia y conflicto lingüístico con la sustitución lingüística de
las lenguas minoritarias por la lengua dominante que, en la actualidad, es el inglés. Las
tendencias a la autodefinición política, cultural y lingüística, por su parte, son suscepti-
bles de favorecer el mantenimiento de la diversidad política, cultural y lingüística.
El sociolecto publicitario también está influenciado por la globalización. Las agen-
cias publicitarias más importantes se encuentran en Inglaterra y los Estados Unidos, al
igual que sucede con las agencias de noticias. Muchas campañas publicitarias de empre-
sas multinacionales llegan a diferentes países hechas en inglés y se traducen o se utilizan
en inglés, lo cual se ha podido observar en la muestra.
El sociolecto publicitario está inmerso en el contexto social e influye en los hábitos
lingüísticos, a la vez que es influido por el mismo para acercarse al consumidor. Su es-
tudio sociolingüístico puede aportar datos relevantes sobre el contexto social de los ha-
blantes, así como sobre su lengua. Asimismo, puede aportar información valiosa para la
creación de políticas lingüísticas adecuadas, al igual que puede ser un elemento clave
para su difusión.

Objetivos y metodología de la investigación


El objetivo de este trabajo de investigación es el estudio de los cambios de código y
calcos léxicos en el sociolecto publicitario con una muestra significativa y .represen-
tativa
El cambio de código es el uso de dos lenguas por un mismo hablante durante una
conversación, y presenta importación lingüística (parcial o total) sin integración lingüís-
tica alguna. Al igual que el calco léxico, implica siempre algún grado de competencia
bilingüe, y además es un fenómeno que no infringe las reglas de ninguna de las lenguas
utilizadas en la mayoría de los casos. El cambio de código es un concepto que surge de
la idea de la diferenciación definitiva entre el anglicismo léxico y el préstamo integrado.
El préstamo integrado conlleva una integración lingüística y social del modelo, y forma
parte de la competencia comunicativa de los hablantes. En el pasado bajo la denomina-
ción de anglicismo se ha admitido todo préstamo de origen inglés.
Los cambios de código y calcos léxicos categóricos u obligatorios son aquellos que
siempre se cumplen. Los cambios de código y calcos léxicos variables son aquellos que
compiten y alternan con variantes léxicas del español u otras lenguas ya que subyacen a
la variabilidad superficial.
El cambio lingüístico es un cambio gramatical, hecho postulado por la teoría genera-
tiva y la sociolingüística. No existen lenguas puras y exentas del mestizaje lingüístico.
En la sociedad actual, los medios de comunicación social juegan un papel importante en
el proceso de mestizaje de lenguas y culturas en el mundo. El cambio lingüístico se trans-
mite de manera global. La lengua no cambia en función de la cantidad de anglicismos
dentro del léxico, sino por transiciones constantes de la gramática social de la comunidad
de habla. Para el estudio de la variedad del sistema lingüístico es preciso establecer mar-
727 COMUNICACIONES

cadores sociolingüísticos, ya que su descripción abstracta no alcanza ofrecer elementos


metodológicos que la abarquen de una manera completa.
La investigación sociolingüística debe establecerse sobre las bases de observación y
experimentación, y las hipótesis de trabajo conforman el punto inicial para esta investi-
gación.
La investigación que aquí se presenta es un estudio cualitativo y cuantitativo del im-
pacto del anglicismo léxico en el sociolecto publicitario. Se trata de la realización de una
preencuesta sobre la muestra de periódicos diarios de mayor audiencia en España, Italia
y Francia y de revistas de interés general españolas. Es una investigación de carácter
comparativo que se desarrolla sobre las siguientes hipótesis de trabajo:
1) el total de tipos léxicos diferentes y de ocurrencias de los cambios de código es más
numeroso que el total de ocurrencias de los calcos léxicos, en cualquiera de los anuncios
de las prensas comparadas;
2) la presencia de los cambios de código y calcos léxicos es más frecuente en los anun-
cios de la prensa italiana que en los anuncios de los diarios españoles y franceses;
3) los anuncios de las revistas españolas presentan mayor número de total de tipos
léxicos diferentes y total de ocurrencias de los cambios de código y calcos léxicos que
los anuncios de los diarios españoles.
Un ejemplar de cada periódico y revista constituyen la muestra, con las fechas que
constan a continuación: El País, El Mundo, Corriere della Sera y Le Monde (martes 01
de marzo de 2005), La Repubblica y Le Figaro (lunes 28 de febrero de 2005), Quo y Muy
interesante (marzo de 2005).
Características del sociolecto publicitario. El sociolecto publicitario, por una parte,
es condicionado por el contexto social, cultural y lingüístico en el que se desarrolla. Por
otra, influye sobre el registro oral de la población.
Para situar la variedad publicitaria, seguimos la diferenciación que establece F. Gi-
meno (1990, p. 39). El autor especifica las variedades geográficas, sociales y estilos con-
textuales que ofrece la heterogeneidad descriptiva de la lengua. Las variedades sociales
(esto es, los sociolectos) diferencian entre las variedades generacionales, sexuales, so-
cioeconómicas, de origen y especiales, en función de las variables independientes (edad,
sexo, grupo socioeconómico y otros). Dentro de estas últimas se distingue el argot, va-
riedades científico-técnicas y variedades sectoriales, que incluyen el sociolecto publi-
citario. Algunas variedades sectoriales utilizan el estándar, no presentan univocidad y
dependen del uso lingüístico.
El sociolecto publicitario presenta una heterogeneidad de códigos. Estos códigos son
el lingüístico, el paralingüístico (referido a la tipografía y el icónico (limitado a las imá-
genes).
V. Romero (1994, p. 9 y sigs.) cita la presencia de estos tres códigos cuando describe
el sociolecto periodístico. Ambas variedades comparten estos tres códigos, pero la mate-
rialización de los mismos es diferente.
ANÁLISIS DEL ANGLICISMO LÉXICO EN EL SOCIOLECTO PUBLICITARIO 728

El sociolecto publicitario no siempre contiene estos tres códigos simultáneamente.


Puede estar formado solamente por una imagen, o por elementos lingüísticos, estos en
ocasiones incluyen el código paralingüístico y en otras no. El código paralingüístico
mantiene una relación directa con el código lingüístico, no influye de igual manera sobre
la imagen, ya que esta se sitúa en su plano de representación.
La presencia simultánea de los tres códigos no es determinante ni excluyente. La pre-
sencia del código paralingüístico, sin embargo, sí va unida a la presencia del código lin-
güístico. Esta posibilidad de la alternancia de los códigos es otra característica del socio-
lecto publicitario.
No obstante, es propia del sociolecto publicitario la marca, o el logotipo de la em-
presa. Es un elemento muy importante que a su vez la distingue. La marca o el logotipo
puede estar formada por el código lingüístico, paralingüístico o icónico. La presencia
simultánea o no de los códigos puede variar.
El sociolecto publicitario es susceptible de introducir elementos propios de otras
variedades como la literaria, periodística o científica dentro del código lingüístico. En
cuanto al código icónico, también puede adoptar componentes cinematográficos, de la
pintura, la escultura o del cómic.
La sintaxis del sociolecto publicitario tiende a la sencillez. Se evitan las construccio-
nes complejas. Predominan oraciones breves y simples.
A nivel léxico se destaca el uso de cambios de código, calcos, palabras inventadas y
siglas.
Estas características generales describen al sociolecto publicitario independiente-
mente del soporte en el que se presente (sea radiofónico, televisivo, exterior o informá-
tico).

Los resultados de la investigación


A continuación resumimos algunos de los más ilustrativos resultados de la investiga-
ción.
CUDARO 1
Total de ocurrencias de los cambios de código y calcos léxicos

Los resultados del análisis de los datos de la muestra comprueban la primera hipótesis
de trabajo (véase cuadro 1). La diferencia entre el total de ocurrencias de los cambios de
código y el total de ocurrencias de los calcos léxicos es muy significativa y se puede ex-
plicar con la naturaleza de la variedad publicitaria, como veremos más adelante.
729 COMUNICACIONES

Asimismo, la segunda hipótesis de trabajo está verificada en el análisis de la muestra


de los diarios italianos, españoles y franceses (véase cuadro 2).
CUADRO 2
Total de ocurrencias de los cambios de código y calcos léxicos según país

En cuanto a la tercera hipótesis cabe destacar, en primer lugar, que las revistas son
las que contienen mayor número del total de ocurrencias de los cambios de código con
81 ocurrencias, frente a 34 ocurrencias de los diarios españoles. En cuanto a los datos
referentes a los calcos léxicos, la hipótesis no se cumple, ya que las revistas no presentan
ninguna ocurrencia de calcos léxicos, mientras el diario El País presenta una única ocu-
rrencia de los calcos léxicos.
Aparte de la comprobación de las hipótesis del trabajo, los resultados del análisis de la
muestra ofrecen otros datos interesantes.
Se ha observado la diferente tipología de los cambios de código. El primer conjunto lo
conforman los cambios de código que son parte del texto del anuncio. Un segundo con-
junto lo conforman las marcas y los nombres de las líneas de producto. Estos cambios de
código son diferentes de los primeros, porque están estrechamente unidos al producto.
Las marcas nombran al producto, y es probable que desaparezcan del uso con el mismo,
ya que en la actualidad las empresas tienden a la constante renovación de sus carteras de
productos. El nombre de la marca también es susceptible de permanecer por más tiempo
en el uso de los hablantes, un ejemplo sería el caso de la marca “Kleenex” que se ha con-
vertido en un sustantivo genérico. En tercer lugar se sitúan los eslóganes que son frases
enteras en inglés. Los eslóganes forman parte de la filosofía de la empresa y también la
resumen. No forman parte de la continuidad del texto del anuncio, pero conviven con él.
En el análisis se observa que los sectores que presentan el mayor número del total de
ocurrencias de los cambios de código son el sector informático, automovilístico y de
telefonía (véase cuadro 3).
CUADRO 3
Distribución de cambios de código según el sector

Además, esta superioridad también está presente en el análisis de los diarios italianos,
españoles y franceses, como en el de las revistas y diarios españoles. Este hecho está re-
lacionado con el predominio acusadamente superior del total de ocurrencias de los cam-
ANÁLISIS DEL ANGLICISMO LÉXICO EN EL SOCIOLECTO PUBLICITARIO 730

bios de código sobre los calcos léxicos. Los cambios de código son los que generalmente
denominan los conceptos que están relacionados con los avances tecnológicos que se
producen en dichos sectores. Por lo tanto, la presencia de estos sectores influye sobre el
mayor número de los cambios de código en el sociolecto publicitario. En el caso de las
marcas los diarios italianos también son superiores en número del total de ocurrencias
(véase cuadro 4).
CUADRO 4
Total de ocurrencias de cambios de código en marcas

La mayor presencia de los cambios de código en dichos sectores también está relacio-
nada con el fenómeno de la globalización. En este aspecto, tales datos reflejan la influen-
cia que ejerce la globalización sobre el sociolecto publicitario. Es una relación en la que
la globalización influye sobre el sociolecto publicitario y este la refleja así como también
algunas de sus características.
A diferencia de las dos tipologías anteriores, los eslóganes son bastante menos nume-
rosos y su distribución por sectores es más dispersa. Estos presentan la filosofía de la em-
presa y por este motivo son más susceptibles de reflejar características particulares. Los
eslóganes en inglés también reflejan el influjo de la globalización sobre las campañas de
publicidad y a su vez sobre la variedad publicitaria.
En la muestra se ha podido observar la presencia de eslóganes globales que están en
inglés y que se utilizan generalmente por parte de las empresas multinacionales para
cualquier mercado, no se traducen.
En otros casos, el eslogan global está traducido a la lengua autóctona. Una tercera op-
ción es que el eslogan global vaya acompañado de uno en lengua oficial, el protagonismo
lo tiene el eslogan autóctono mientras que el global lo acompaña junto al logotipo.

Conclusiones
Los estudios que tienen como objeto principal el sociolecto publicitario presentan
gran dispersión. En la mayoría de los casos los autores hablan del lenguaje publicitario.
Esta denominación es muy imprecisa y carece de una clara definición. El sociolecto pu-
blicitario es una variedad de la lengua, no es un sistema individual alternativo. Es preciso
situarlo de esta manera claramente como una variedad especial que se sitúa dentro de las
variedades sociales de la lengua.
Por lo tanto, dichos estudios parten de una denominación terminológica imprecisa
desde el mismo objeto de estudio. La falta de consenso terminológico se extiende a las
bases teóricas y metodológicas.
731 COMUNICACIONES

La caracterización que realizan de la variedad publicitaria se ciñe a una enumeración


de casuística que puede variar de un autor a otro. De esta manera no se obtiene una ima-
gen clara del fenómeno, sino un aglomerado de opiniones sin demostración científica.
Esta está ausente tanto referente a la delimitación de una muestra como a la cuantifica-
ción de datos. Además, no se establecen unas hipótesis de trabajo como marco para el
desarrollo de las investigaciones.
Se observa también una falta de relación del sociolecto publicitario con el contexto
social. En los estudios semióticos es donde los autores hacen mayor referencia a este he-
cho, sin embargo no parten de bases metodológicas claras que les permitan explicar esta
relación e influencia. Incluso en el análisis pragmático se observa una falta de definición
del contexto social, y se habla de un contexto mental interior al hablante fruto de su expe-
riencia vital.
Otro hecho destacable es que algunos autores tienden a identificar el sociolecto pu-
blicitario con la variedad literaria y le aplican modelos de análisis correspondientes. El
sociolecto publicitario tiene como receptor a un público muy amplio, heterogéneo y dis-
perso. Su función es llegar a ese público. Es poco razonable sostener que el sociolecto
publicitario utilice para este fin una variedad literaria culta que va dirigida a una pobla-
ción mucho más reducida. Por lo tanto, el sociolecto publicitario no es identificable con
la variedad literaria.
Se ha podido observar también que las características que enumeran los autores varían
según hablen de un u otro soporte de los anuncios. Incluso algunas de las características
pueden ser contradictorias. Este hecho se da por la falta de una caracterización general
que permita la creación completa y clara del objeto del estudio.
Muchos de los autores hablan de la frecuente presencia del inglés en los anuncios que
comentan, pero no llevan a cabo un análisis de dicho fenómeno de una manera organiza-
da y cuantificada.
El estudio del sociolecto publicitario presenta una diversidad muy grande que no per-
mite su mejor conocimiento, sino que ofrece una imagen muy dispersa del fenómeno.
En este trabajo de investigación se proponen unas bases teóricas y metodológicas cla-
ras para el estudio de la variedad publicitaria, al igual que se realiza una investigación
basada en hipótesis de trabajo y una muestra definida.
Las variables lingüísticas dependientes son los cambios de código (categóricos y va-
riables) y los calcos léxicos (categóricos y variables). Estos conceptos se basan en la
delimitación definitiva entre el anglicismo léxico y el préstamo integrado. El préstamo
integrado describe una integración tanto lingüística como social. Por otra parte, el cam-
bio de código no presenta integración lingüística y una integración social parcial que
corresponde al registro oral de los hablantes bilingües. Los cambios de código corres-
ponden a la variabilidad profunda que los delimita. El uso de los hablantes genera la va-
riabilidad superficial de los cambios de código y calcos léxicos que compiten y alternan
con variantes léxicas del español y otras lenguas.
A lo largo del análisis se ha podido observar que el total de ocurrencias de los cambios
de código era mayor que el de los calcos léxicos, tanto en el caso de comparación entre la
ANÁLISIS DEL ANGLICISMO LÉXICO EN EL SOCIOLECTO PUBLICITARIO 732

prensa italiana, española y francesa, como en el caso de los diarios y revistas españoles.
De la misma manera esta tendencia aparece también en el caso de las marcas que son
cambios de código.
Por otra parte, los datos de estas dos tipologías también coinciden en cuanto a la co-
rrespondencia de la mayor presencia de los cambios de código en los siguientes sectores:
informático, telefónico y de automóviles.
Esta relación de los cambios de código con los sectores se corresponde con los princi-
pales campos de influencia del fenómeno de la globalización. De esta manera se observa
claramente que el sociolecto publicitario está influenciado por la globalización a la vez
que refleja sus características.
La creciente tendencia de las empresas multinacionales a elaborar campañas globales
en inglés se ha podido observar en la presencia de eslóganes en este idioma, dentro del
sociolecto publicitario. Sin embargo, también se ha observado que estos en otras ocasio-
nes van traducidos, o en tercer caso, van acompañados de un eslogan en legua autóctona.
La tendencia a lo local es otra característica de la globalización que se traduce en el caso
del sociolecto publicitario en la presencia de eslóganes en las lenguas autóctonas. Tam-
bién cabe destacar que los anuncios de productos nacionales describen una total ausencia
de los cambios de código y calcos léxicos del inglés.
El sociolecto publicitario influye sobre el registro oral de la población al igual que es
influenciado por el mismo.
El estudio sociolingüístico del sociolecto publicitario aporta datos significativos so-
bre la competencia comunicativa de los hablantes. Por otra parte también describe la
variación que existe en la gramática social de la comunidad de habla. El análisis de las
variables de este trabajo de investigación muestra la variabilidad que caracteriza a la
lengua y su adecuación constante a la sociedad y a la cultura. De esta manera la investi-
gación sociolingüística considera la variedad lingüística, y permite su estudio científico
a partir de unas hipótesis de trabajo, una metodología clara y una muestra significativa y
representativa.
733 COMUNICACIONES

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Léxico y Semántica

EVOLUCIÓN DE LOS AMERICANISMOS EN LA ACADEMIA:


DEL DRAE-92 AL DRAE-01

Ana Isabel Navarro Carrasco


(Universidad de Alicante)

En nuestro libro La Academia y los americanismos de La tía Julia y el escribidor1


analizábamos los americanismos usados en esa novela de Vargas Llosa2 a partir de la
vigésimo primera edición del Diccionario Académico (DRAE-92)3, además de otros
diccionarios generales de lengua (Diccionario manual e iIlustrado de la lengua española
de la Academia4, Diccionario general de la lengua española de Manuel Alvar Ezquerra5,
Diccionario de uso del español de María Moliner6, Diccionario ideológico de Julio Casa-
res7), de americanismos (Morínigo8, Neves9, Malaret10, Santamaría11, Steel12, principal-
mente) y de los distintos países hispanoamericanos (hemos hecho un rastreo exhausti-
vo). Ahora queremos ver cómo han evolucionado esos americanismos en el DRAE-0113
después de la edición anterior, lo que ha incorporado o no la Academia.
En las conclusiones que ofrecíamos en nuestro libro clasificábamos los americanis-
mos en los siguientes apartados:
1. Americanismos bien localizados y definidos por el DRAE-92.
2. Americanismos que no recoge el DRAE-92.
3. Americanismos que el DRAE-92 da como generales y nosotros los documentamos
en países hispanoamericanos.
4. Americanismos que localizamos en distintos países del DRAE-92.
5. Americanismos que localizamos en más países que el DRAE-92.
6. Americanismos que el DRAE-92 localiza en América y también se usan en España.
7. Americanismos que presentan una localización más restringida de la que ofrece el
DRAE-92.
Vamos a marcar las diferencias entre el DRAE-92 y el DRAE-01:
1. Americanismos bien localizados y definidos por el DRAE-92 y que han sido
modificados en el DRAE-01.
EVOLUCIÓN DE LOS AMERICANISMOS EN LA ACADEMIA 738

Ofrecíamos un total de 53 voces de las cuales han sido modificadas 15. Estas rectifica-
ciones constituyen un porcentaje del 28.3%.
1.1. aviso
El DRAE-92 para América afirma que es ‘anuncio’. El DRAE-01 con la misma loca-
lización modifica la explicación, dice lo mismo pero con más detalle: ‘anuncio (||soporte
visual o auditivo en que se transmite un mensaje publicitario)’.
-No le pagamos para que sea original sino para que nos entretenga a la gente -me dijo
Genaro-papá, que no era, a todas luces, un empresario progresista sino uno tradiciona-
lista-. Con estas bromas va a perder audiencia y los auspiciadores nos quitarán avisos.
Usted, que es amigo suyo, dígale que se deje de modernismos o que se puede quedar sin
trabajo14.
1.2. camote
El DRAE-92 para América dice que es ‘batata’ y con la misma localización ‘bulbo’.
El DRAE-01 para América Central, Ecuador, Filipinas, Méjico y Perú ‘batata (||planta)’
y con la misma localización ‘batata (tubérculo)’.
Las catástrofes naturales -lluvias, plagas, desbordes- y las limitaciones humanas
-falta de mano de obra, pereza y estulticia de la existente, alcohol, escaso crédito- liqui-
daron uno tras otro los ideales del pionero, quien, a los dos años de su llegada a Tingo
María, debía ganarse el sustento, modestamente, con una chacrita de camotes, aguas
arriba del río Pendencia15.
1.3. chacra
El DRAE-92 lo localiza en América con el significado de ‘alquería o granja’. El
DRAE-01 en América Meridional con la misma definición.
Había quedado a cargo de la chacra el capataz, quien, con los dos peones restantes,
tenía una enramada lejos de la cabaña del patrón16.
1.4. charqui
El DRAE-92 para América Meridional recoge la voz como ‘tasajo, carne salada’. El
DRAE-01 para Argentina, Bolivia, Chile, Perú y Uruguay define charqui de la siguiente
manera: ‘carne salada y secada al aire o al sol para que se conserve’.
Caminaron hasta la calle Chanchamayo -las criaturas se habían quedado dormidas-
y Domitila les sirvió de comer unos olluquitos con charqui recalentados17.
1.5. chueco
El DRAE-92 para América dice que chueco es ‘estevado, patituerto’. El DRAE-01
con la misma localización indica ‘estevado’ y para Cuba y México ‘torcido (||que no es
recto)’.
Él hubiera querido que todas las mujeres se conservaran lozanas y duras hasta la
menopausia y le apenó inventariar los estragos que causaban a las madres los partos:
las cinturas de avispa que cabían en una mano estallaban en grasa y también senos y
nalgas y esos estómagos tersos, láminas de carnoso metal que los labios no abollan, se
739 COMUNICACIONES

ablandaban, hinchaban, descolgaban, rayaban, y algunas señoras, a consecuencia de


los pujos y calambres de los partos difíciles, quedaban chuecas como patos18.
1.6. departamento
El DRAE-92 recoge departamento ‘apartamento’ con localización en Argentina, Bo-
livia, Chile, Ecuador, Méjico, Perú y Uruguay. El DRAE-01, sin localización, dice que
es ‘piso (||vivienda)’. No tenemos constancia de que en España el departamento tenga
este significado.
-Qué suerte tienes -se acordó-. Te puedo conseguir justo lo que te hace falta. Un de-
partamento en una quinta de la calle Porta19.
1.7. estar a tres dobles y un repique
El DRAE-92, s. v. doble, con localización en Chile, Perú y Puerto Rico define estar a
tres dobles y un repique como ‘no tener un cuarto, estar muy pobre’. El DRAE-01 añade
Bolivia y da la misma definición.
-Usted sabe de sobra que él no tiene medio y vive también a tres dobles y un repique
-añadió Luciano Pando-. ¿Qué sería de él si lo botan? ¡Se moriría de hambre!20
1.8. huachafo, -a, -ería
El DRAE-92 dice que huachafo con localización en Perú es ‘cursi’. El DRAE-01 aña-
de Bolivia con la misma significación. Huachafería ‘cursilería’ para Perú tanto en la
última como en la penúltima edición del Diccionario.
La tía Julia me agradeció otra vez las rosas -las vi sobre el aparador de la sala y eran
poquísimas- y se puso a bromear, como siempre, pidiéndome que confesara qué clase de
«programa» me había salido la noche que la dejé plantada: ¿alguna «piba» de la Uni-
versidad, alguna huachafita de la Radio?21
1.9. mote
El DRAE-92 afirma que mote es ‘maíz desgranado y cocido con sal, que se emplea co-
mo alimento en algunas partes de América’. El DRAE-01 modifica la definición: ‘maíz
desgranado y cocido, sea tierno o maduro, con cáscara o pelado, que se emplea como
alimento en algunas regiones de América Meridional’.
Fuimos caminando con él, casi sin darnos cuenta, hacia el jirón Quilca, y en el tra-
yecto Pedro Camacho y la tía Julia mantuvieron una conversación patriótica de la que
quedé excluido, en la que desfilaron las minas de Potosí y la cerveza Taquiña, esa sopa
de choclo que llaman lagua, el mote con queso fresco, el clima de Cochabamba, la belle-
za de las cruceñas y otros orgullos bolivianos22.
1.10. paradero
El DRAE-92 registra paradero con la siguiente definición: ‘en algunos sitios de Amé-
rica, parada de taxis u otros vehículos colectivos’. El DRAE-01 para América da la mis-
ma definición, y para Bolivia, Colombia y Perú ‘parada de autobuses y tranvías’.
Iba a esperarla al paradero del ómnibus y la acompañaba hasta la casa diciéndole:
«Me gustaría chuparte la miel», «Tú tienes dos naranjitas y yo un platanito» y «por tí me
estoy chorreando de amor»23.
EVOLUCIÓN DE LOS AMERICANISMOS EN LA ACADEMIA 740

1.11. rulero
El DRAE-92 con localización en Argentina, Perú y Uruguay dice que es ‘rulo, cilin-
dro para rizar el pelo’. El DRAE-01 añade Bolivia y Uruguay con la misma definición.
Les dolía la cabeza, mi tío Lucho se quejaba de que su oficina andaría patas arriba,
mi tía Olga decía que era una vergüenza trasnochar fuera de sábados, y la recién llega-
da, en bata, sin zapatos y con ruleros, vaciaba una maleta24.
1.12. sello
El DRAE-92 con localización en Colombia, Chile y Perú dice que sello es ‘cruz o re-
verso de las monedas’. El DRAE-01 añade Bolivia y Venezuela con la misma definición.
En los mejores casos, a través de agencias de publicidad, o de colegas y amigos, Ge-
naro-hijo averiguaba cuántos países y con qué resultados de sintonía habían comprado
el radioteatro que ofrecían; en los peores, decidía por los títulos o, simplemente, a cara
o sello25.
1.13. velador
El DRAE-92 para Canarias, noroeste de Argentina, Chile, Perú y Venezuela nos dice
que es ‘mesa de noche’. El DRAE-01 con localización en Canarias, área de los Andes,
Chile y Costa Rica trae la misma definición.
Esa noche, después de pensar largo rato, dando vueltas en la cama, prendí la lampa-
rita del velador y escribí en un cuaderno, donde anotaba temas para cuentos, en orden
de prioridad, las cosas que haría26.
1.14. yapar
El DRAE-92 dice que yapar con localización en América Meridional es ‘añadir la
yapa’ y para Argentina ‘agregar a un objeto otro de la misma materia o que sirve para
el mismo uso’. Y de yapa para América Meridional ‘añadidura, adehala, refacción’. El
DRAE-01 para yapar dice lo mismo, sólo añade Bolivia para la segunda definición. En
cuanto a yapa con la misma localización de la edición anterior solo indica ‘añadidura’.
Allí, presa de un nerviosismo que, según la víctima le hacía chocar los dientes, el vio-
lador le arrancó las ropas a jalones, procedió también a desabotonar las suyas, y se de-
rrumbó sobre ella, hasta perpetrar, allí en el suelo, el acto carnal, el mismo que, debido
a la resistencia que ofrecía la muchacha, estuvo yapado de nuevos golpes, de los cuales
quedaban huellas en forma de hematomas y chichones27.
1.15. yaraví
El DRAE-92 indica que es ‘especie de cantar dulce y melancólico que entonan los
indios de algunos países de América Meridional’. El DRAE-01 sin localización alguna
ofrece la siguiente definición: ‘melodía dulce y melancólica de origen incaico, que se
canta o se interpreta con quena’.
Aunque sabía que nunca podría sacarla del convento y hacerla suya, Crisanto Mara-
villas se sentía feliz viendo a su musa unas horas por semana. De esos breves encuentros
salía robustecida su inspiración y así surgían las mozamalas, los yaravíes, los festejos y
las resbalosas28.
741 COMUNICACIONES

2. Americanismos que no recoge el DRAE-92 y ahora incluye el DRAE-01.


La penúltima edición del diccionario académico no recogía 63 voces de la novela de
Vargas Llosa. De esos términos el DRAE-01 registra 14, lo cual constituye un 22.2%.
Estas voces son:
2.1. apanado
El DRAE-01 localiza apanado en Panamá, Perú y Puerto Rico con el significado de
‘empanado (||rebozado en pan rallado). Carne apanada, mero apanado’.
Llegué a la casa de los abuelos a las once de la noche; ya estaban durmiendo. Me
dejaban siempre la comida en el horno, pero esta vez, además del plato de apanado con
arroz y huevo frito -mi invariable menú- había un mensaje escrito con letra temblona29.
2.2. avisaje
El DRAE-01 con localización en Chile indica que avisaje es ‘contratación de avisos
(||anuncios)’ y con la misma localización ‘conjunto de avisos contratados en un cierto
medio de difusión’.
Todo marchó sobre ruedas, un tiempo, pese a las deudas que arrastraban. Pero en el
último año, con la subida del papel, los aumentos en la imprenta, la campaña en contra
de parte de los enemigos y la retirada del avisaje, las cosas se habían puesto negras30.
2.3. buenmozo
El DRAE-01 con localización en Venezuela lo define así: ‘dicho de un hombre:
Apuesto, de buena presencia o bien parecido’.
Le recordé que sólo era mi tía política y ella me contó que en el radioteatro de las tres,
un muchacho de San Isidro, buenmosísimo y gran corredor de tabla hawaiana, tenía
relaciones nada menos que con su hermana, a la que, horror de horrores, había dejado
embarazada31.
2.4. cafiche, cafichazgo
El DRAE-01 dice que cafiche con localización en Chile es ‘proxeneta’. La forma cafi-
chazgo ‘proxenetismo’ no es recogida por la Corporación.
Ahogándose, don Federico Téllez Unzátegui vio armarse este estremecedor reparto:
tus hijas, las rameras; tus hijos, los cafiches, y tu esposa, la alcahueta32.
2.5. carcocha
El DRAE-01 trae carcocha con localización en Perú y el significado de ‘carricoche
(||coche) viejo)’.
Ya en el colectivo, una vieja carcocha que iba parando en cada esquina de la avenida
Arequipa, mientras yo la besaba despacito en la oreja, en el cuello, la oí decir alarmada:
-O sea que los escritores son unos muertos de hambre. Quiere decir que toda la vida
vivirás fregado, Varguitas33.
EVOLUCIÓN DE LOS AMERICANISMOS EN LA ACADEMIA 742

2.6. cerquillo
El DRAE-01 con localización en Cuba, Ecuador, Perú y Uruguay afirma que es
‘flequillo’.
Para lograr que sus hijas lograran domiciliarse en el cinco por ciento de virtuosas,
don Federico les había organizado la vida mediante un sistema puntilloso: nunca esco-
tes, invierno y verano medias oscuras y blusas y chompas de manga larga, jamás pintar-
se las uñas, los labios, los ojos ni las mejillas o peinarse con cerquillo, trenzas, cola de
caballo y todo ese gremio de anzuelos para pescar al macho34.
2.7. chupar
El DRAE-01 para El Salvador, Paraguay y Perú dice que chupar es ‘ingerir bebidas
alcohólicas’.
-Cuando comas, cuando trabajes, cuando estés en el cine, cuando paletees a tu hem-
bra, cuando chupes, en todos los momentos de tu vida, y, si puedes, hasta en el féretro:
¡hunde la panza!35
2.8. lagua
El DRAE-01 para Bolivia afirma que lagua es ‘sopa espesa hecha con harina de maíz,
trigo u otro cereal’.
Fuimos caminando con él, casi sin darnos cuenta, hacia el jirón Quilca, y en el tra-
yecto Pedro Camacho y la tía Julia mantuvieron una conversación patriótica de la que
quedé excluido, en la que desfilaron las minas de Potosí y la cerveza Taquiña, esa sopa
de choclo que llaman lagua, el mote con queso fresco, el clima de Cochabamba, la belle-
za de las cruceñas y otros orgullos bolivianos36.
2.9. metete
El DRAE-01 con localización en Chile y Perú dice que es ‘entremetido’.
¿Acaso nuestros parientes no eran tan metetes que el día que ella salía con un mucha-
cho distinto diez tíos, ocho tías y cinco primas llamaban a su mamá para contárselo?37
2.10. miéchica
El DRAE-01 dice que es eufemismo de ‘mierda’ y lo localiza en Chile.
-He dicho manos a la cabeza, miéchica -gritó el sargento, dando un paso hacia el
hombre. Éste no obedeció, no se movió38.
2.11. picarón
El DRAE-01 con localización en Perú indica que picarón es ‘masa de harina, huevos,
leche, agua de anís y azúcar, a la que a veces se incorpora camote o zapallo, que se fríe en
forma de aros y se sirve con almíbar solo o de higos’.
Estaba en estas reflexiones cuando entró Genaro-hijo a invitarme a almorzar. Me lle-
vó a Magdalena, a un jardín criollo, me impuso un arroz con pato y unos picarones con
miel, y a la hora del café me pasó la factura39.
743 COMUNICACIONES

2.12. pocotón
El DRAE-01 dice que pocotón es ‘cantidad grande de algo’ con localización en
Venezuela.
El hombre del Chirimoyo era físicamente menos potente que el ex-guadia civil pero
lo superaba en tretas. De arranque le echó un pocotón de polvo de ají en los ojos que lle-
vaba preparado (después explicaría a la hinchada: «En las trompeaduras criollas todo
vale»), y cuando el gigantón, Goliat deteriorado por el hondazo inteligente de David,
comenzo a dar traspiés, ciego, lo debilitó con una andanada de patadas en las partes
pudendas hasta que lo vio doblarse40.
2.13. primus
El DRAE-01 para Perú y Uruguay indica que primus es ‘aparato portátil para cocinar,
que funciona con gas de queroseno y se apoya en patas que se prolongan hacia arriba y
soportan una rejilla sobre la que se coloca el recipiente’.
El violador, aparentando el aire más inofensivo del mundo, alegó que su primus se
había quedado sin combustible: ya era tarde para ir a comprarlo y venía a que le presta-
ran un conchito de kerosene para preparar su comida (prometía devolverlo mañana)41.
2.14. vaina
ni de vainas
El DRAE-01 dice que esta expresión con localización en Ecuador y Venezuela signi-
fica ‘de ninguna manera’.
-Ni de a vainas, compañeros, búsquense otro manso para que les fría ese churrasco
-nos dijo, con un vozarrón musical-. Por una broma parecida, casi me gano mi balazo42.
3. Americanismos que el DRAE-92 da como generales porque no indica locali-
zación y nosotros los documentamos en diversos países hispanoamericanos. Ahora
han sido modificados por el DRAE-01.
El DRAE-92 ofrece para este apartado 9 voces, de las cuales 3 han sido modificadas
por el DRAE-01. Eso constituye un 33.3%.
3.1. botar
El DRAE-92 sin localización indica que botar es ‘arrojar, tirar, echar fuera a una per-
sona o cosa’. El DRAE-01 ofrece la misma definición pero además incluye otras acep-
ciones: para Costa Rica, Cuba, El Salvador y Venezuela ‘tirar, dejar caer. Botar un edi-
ficio. El árbol bota las hojas’. Para Costa Rica, Cuba, Honduras y Venezuela ‘dilapidar
bienes, especialmente dinero’, y para Costa Rica, Cuba y Venezuela ‘despedir a alguien
de un empleo’.
-¡Tres series de treinta side bonds, inválidos! -rugió Coco, con ochenta kilos sobre la
cabeza, hinchado como un sapo- ¡Hundiendo la panza, no botándola!43
3.2. pisco
El DRAE-92 dice que pisco es ‘aguardiente fabricado en Pisco, lugar peruano’. El
EVOLUCIÓN DE LOS AMERICANISMOS EN LA ACADEMIA 744

DRAE-01 modifica la definición: ‘aguardiente de uva’ y como etimología ofrece ‘de


Pisco, ciudad peruana en el departamento de Ica’.
Nos recibió en una salita desvencijada y grasienta, nos convidó unas galletas de agua
con trocitos de queso fresco y una parca mulita de pisco44.
3.3. tomar
El DRAE-92 sin localización alguna y como pronominal indica que tomar es ‘embo-
rracharse, sufrir los efectos del alcohol’. El DRAE-01, también sin localización y como
pronominal, da una definición parecida ‘emborracharse (||beber hasta trastornarse los
sentidos)’ pero, además, con localización en América dice que es ‘ingerir bebidas alco-
hólicas’.
El doctor le pasó una mano por los hombros, le revolvió los cabellos como había he-
cho un rato antes con su hermana, y tranquilizó con un gesto que quería decir «el chico
ha tomado demasiado» al chofer que lo miraba por el espejo retrovisor45.
4. Americanismos que localizamos en distintos países del DRAE-92 y que ahora
han sido modificados por el DRAE-01.
Constituían un total de 11 voces de las cuales dábamos distinta localización. De esas
11, han sido modificadas 9 de ellas. Esto hace un porcentaje del 81.8%.
4.1. arranchar
El DRAE-92 recoge arranchar con localización en Chile, Ecuador y Perú y el signifi-
cado de ‘quitar violentamente algo a alguien’. El DRAE-01 con la misma definición sólo
lo da para Ecuador y Perú.
Apenas vieron perecer a su jefe, la moral de los guardias se descalabró; olvidaron
la disciplina, el espirítu de cuerpo, el amor a la institución, y sólo pensaban en quitarse
los uniformes, disimularse dentro de las ropas civiles que arranchaban a los muertos y
escapar46.
4.2. canillita
El DRAE-92 para Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Perú, Santo Domingo y
Uruguay afirma que canillita es ‘vendedor callejero de periódicos’. El DRAE-01 con
localización en América da esta misma definición.
Fue en este preciso segundo en que don Federico Téllez Unzátegui, para su desgracia
psíquica y física, vio la revista que un canillita metía por la ventana del Sedán, la carátu-
la de colores que brillaban pecadoramente en el sol de la mañana47.
4.3. chalina
El DRAE-92 para Argentina, Colombia y Costa Rica dice que chalina es ‘chal angos-
to’. El DRAE-01 con localización en América modifica ligeramente la definición: ‘chal
estrecho’.
Se frotaba las manos con furia, su cara había desaparecido tras una chalina fantas-
mal que sólo le dejaba los ojos libres48.
745 COMUNICACIONES

4.4. chompa
El DRAE-92 para Bolivia, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay dice que
chompa es ‘jersey de punto, ligero, poco ceñido, con mangas y abotonadura al cuello’. El
DRAE-01 con localización en todos esos países, menos Colombia, dice que es ‘jersey’, y
para Colombia y Panamá ‘cazadora (||chaqueta corta ajustada a la cadera)’.
Cuando el mayordomo le trajo su jugo de papaya, su café negro y su tostada con miel
de abeja, Alberto de Quinteros se había afeitado y vestía un pantalón gris de corduroy,
unos mocasines sin taco y una chompa verde de cuello alto49.
4.5. cocacho
El DRAE-92 con localización en Argentina, Colombia, Ecuador y Perú dice que co-
cacho es ‘coscorrón, golpe con los nudillos en la cabeza’. El DRAE-01 añade Bolivia y
pule la definición: ‘coscorrón (||golpe dado con los nudillos en la cabeza)’.
El ex-sargento se alejó, contorsionándose de risa y explicando a los vecinos que él
cuando era guardia civil, acostumbraba matar de un cocacho en el cerebro a los perros
bravos que se encontraba por la calle50.
4.6. colectivo
El DRAE-92 para Argentina, Bolivia y Perú afirma que colectivo es ‘autobús’. El
DRAE-01 da la misma definición pero añade Ecuador y Paraguay.
Sin apurarme, fui a tomar el colectivo a Miraflores en La Plaza San Martín51.
4.7. huaracha
El DRAE-92 recoge guaracha con localización en Cuba, Chile y Puerto Rico como
‘baile semejante al zapateado’. El DRAE-01 ofrece la localización de Cuba, Guatemala,
Nicaragua, Panamá y Puerto Rico con la siguiente definición: ‘baile popular afroantilla-
no en parejas’.
Esta sabiduría que sólo veinte años de regencia de lupanares en Tingo María puede
forjar, supo ganarse la simpatía de las niñas dándoles cursos que las divertían: cómo
pintarrajearse labios y mejillas y párpados sin necesidad de comprar maquillaje en las
boticas, cómo fabricar con algodón, almohadillas y aun papel periódico, pechos y cade-
ras y nalgas postizas y cómo bailar los bailes de moda: la rumba, la huaracha, el porro
y el mambo52.
4.8. mate
El DRAE-92 para Bolivia y Río de la Plata dice que mate es ‘infusión de yerba mate’ y
con esa misma localización ‘infusión o tisana que se obtiene de cualquier yerba medici-
nal que se toma con bombilla, como el mate: MATE de cedrón, MATE de menta, MATE
de poleo, etc.’ El DRAE-01 para Argentina, Bolivia, Chile y Uruguay registra la siguien-
te definición: ‘infusión de yerba mate que por lo común se toma sola y ocasionalmente
acompañada con yerbas medicinales o aromáticas. Mate de poleo’.
De otro lado, los matecitos de yerbaluisa y menta eran útiles, desatoraban los con-
ductos cerebrales y la imaginación lo agradecía53.
EVOLUCIÓN DE LOS AMERICANISMOS EN LA ACADEMIA 746

4.9. playa de estacionamiento


El DRAE-92 con localización en Argentina, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela
ofrece la siguiente definición de playa: ‘espacio plano, ancho y despejado, destinado a
usos determinados en los poblados y en las industrias de mucha superficie. PLAYA de
estacionamiento. PLAYA de maniobras, etc.’ El DRAE-01 da la misma definición y la
localización en Argentina, Bolivia, Paraguay, Perú y Uruguay.
Una vez partidos, don Federico, según su costumbre, cerró él mismo la oficina con
doble llave, enfundó su sombrero gris pericote, y se dirigió, por las atestadas aceras del
jirón Huancavelica, hacia la playa de estacionamiento donde guardaba su automóvil
(un Sedán marca Dodge)54.
5. Americanismos que localizábamos en más países que el DRAE-92 y ahora han
sido modificados por el DRAE-01.
Ofrecíamos un total de 33 términos de los cuales el DRAE-01 modifica 25 de ellos.
Todo eso constituye un 75.7% de rectificación de la última edición con respecto a la pe-
núltima.
5.1. alfajorero
La voz alfajorero ‘vendedor de alfajores (=dulces)’ no es recogida por los dicciona-
rios, pero sí alfajor. El DRAE-92 con localización en Argentina, Chile, Perú y Uruguay
trae la siguiente explicación de alfajor ‘golosina compuesta de dos o más piezas de masa
relativamente fina, adheridas una a otra con dulce’. El DRAE-01 localiza la voz en Amé-
rica Meridional y modifica un poco la definición: ‘golosina compuesta por dos rodajas
delgadas de masa adheridas una a otra con dulce y a veces recubierta de chocolate, me-
rengue, etc.’
Precisamente, esa mañana estaba plantado, como un turista, frente a la bonita Capi-
lla de los Próceres, observando a los ambulantes del contorno -lustrabotas, alfajoreros,
heladeros, sandwicheros- cuando sentí que me cogían el hombro55.
5.2. atorrante
El DRAE-92 con localización en Argentina dice que atorrante es ‘vago, callejero y
generalmente sin domicilio’. El DRAE-01 para Argentina y Uruguay afirma que es ‘va-
go (||holgazán)’ y para Costa Rica, República Dominicana y Uruguay ‘vagabundo sin
domicilio fijo’.
-¿Así que somos mataniños, no, Camacho de porquería? ¿Te has creído, atorrante
[lo dice un argentino], que en este país no hay nadie que pueda enseñarte a guardar
respetos?56
5.3. auquénido
El DRAE-92 con localización en Perú afirma que auquénido es ‘denominación popu-
larizada de los camélidos de los Andes meridionales. Comprende cuatro especies: llama,
alpaca, guanaco y vicuña’. El DRAE-01 da la misma definición y añade la localización
de Bolivia.
747 COMUNICACIONES

Obligué al escriba a detenerse frente a la dama con túnica que en la parte central del
Monumento, representa a la Patria, y, para ver si lo hacía reír, le conté por qué llevaba ese
extravagante auquénido aposentado en su cabeza: al vaciar el bronce, aquí en Lima, los
artesanos confundieron la indicación del escultor ‘llama votiva’ con el llama animal57.
5.4. basurear
El DRAE-92 para Argentina, Perú y Uruguay afirma que basurear es ‘tratar mal o
despectivamente a una persona’. El DRAE-01 modifica la definición para decir lo mis-
mo: ‘insultar, tratar muy mal a alguien’ y añade la localización de Bolivia, Ecuador y
Paraguay.
-Es un excelente muchacho y seguro que la hará muy feliz -compuso las cosas el doc-
tor Quinteros, algo cortado-. Quería decir que, entre los admiradores de tu hermana,
estaban los mejores partidos de Lima. Mira que basurearlos a todos por terminar acep-
tando al Pelirrojo, que es un buen chico, pero tan, en fin...58
5.5. calato
El DRAE-92 para Perú dice que calato es ‘desnudo, en cueros’. El DRAE-01 da la
misma definición y añade la localización de Bolivia.
El grito lo tomó tan desprevenido que, con el susto, la linterna se le escapó de las
manos y rodó por el suelo, revelando bultos, fardos, que parecían de algodón, barriles,
vigas, y (fugaz, intempestiva, inverosímil) la figura del negro calato y encogido, con las
manos tratando de taparse la cara, y, sin embargo, mirando por entre los dedos, los oja-
zos espantados, fijos en la linterna, como si el peligro le pudiera venir sólo de la luz59.
5.6. calzonudo
El DRAE-92 para Argentina indica que calzonudo es ‘torpe, timorato’. El DRAE-01
lo da también para Bolivia y modifica la definición: ‘dicho de un hombre: Que tiene ca-
rácter débil o condescendiente’.
Mira que basurearlos a todos para terminar aceptando al Pelirrojo, que es un buen
chico, pero tan, en fin...
-¿Tan calzonudo, quieres decir? -lo ayudó Richard.
-Bueno, no lo hubiera dicho con esa crudeza -aspiraba y expulsaba el aire el doc-
tor Quinteros, abriendo y cerrando los brazos-. Pero, la verdad, parece algo caído
del nido60.
5.7. chinchulín
El DRAE-92 para Bolivia, Ecuador y Río de la Plata dice que chinchulín es ‘yeyuno
de ovino o vacuno, trenzado y asado’. El DRAE-01 con localización en Argentina, Boli-
via y Uruguay lo define como ‘intestino delgado comestible de ovinos o vacunos’.
Los reconocí en el acto: eran los churrasqueros, dos hermanos bigotudos de La Pa-
rrillada Argentina, un restaurante situado en la misma calle, frente al colegio de las
monjitas de Belén, donde ellos mismos, con mandiles blancos y altos gorros de cocine-
ros, preparaban las sangrientas carnes y los chinchulines61.
EVOLUCIÓN DE LOS AMERICANISMOS EN LA ACADEMIA 748

5.8. choro
El DRAE-92 para Chile dice que choro es ‘mejillón’. El DRAE-01 indica lo mismo
pero añade también la localización de Bolivia.
Yo almorzaba todos los jueves donde el tío Lucho y la tía Olga y ese mediodía en-
contré a la familia todavía en pijama, cortando la mala noche con choritos picantes y
cerveza fría62.
5.9. cierre relámpago
El DRAE-92, s. v. cierre, dice lo siguiente de cierre relámpago: ‘en la Argentina y al-
gunos otros países de América, cremallera de prendas de vestir, bolsos, etc.’ El DRAE-01
para Argentina, Perú y Uruguay modifica ligeramente la definición pero dice lo mismo:
‘cremallera (||de prendas de vestir, bolsos y cosas semejantes)’.
Su mano izquierda se deslizó sin prisa hacia la ranura del pantalón que ocultaba el
cierre relámpago y, mientras, iba diciendo con voz adolorida:
-Yo soy puro, señor juez, yo no he conocido mujer63.
5.10. expendio
El DRAE-92 con localización en Argentina, Méjico, Perú y Uruguay afirma que ex-
pendio es ‘en comercio venta al por menor’. El DRAE-01 da la misma definición y añade
la localización de Cuba, Paraguay y Venezuela.
Veía, acercándose, el puente, la encrucijada, endebles construcciones -quioscos de
bebidas, expendios de cigarrillos, la caseta del Tránsito- y siluetas de personas cuyas
caras no distinguía -estaban a contraluz- yendo y viniendo junto a las cabañas64.
5.11. guagua
El DRAE-92 para el noroeste de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú
afirma que es ‘rorro, niño de teta. En Ecuador es sustantivo común de dos’. El DRAE-01
para el área de los Andes lo define como ‘niño de pecho. En Ecuador usado como nombre
común en cuanto al género’.
-Ya está en tercero de Derecho y trabaja como periodista -le explicó mi tío Lucho, al-
canzándome un vaso de cerveza.
-La verdad -me dio el puntillazo la tía Julia- es que pareces una guagua, Marito65.
5.12. huevón
El DRAE-92 para América define huevón como ‘lento, tardo, bobalicón, ingenuo’. El
DRAE-01 sin localización dice que es ‘perezoso (||tardo, lento)’ y, además, da otra defi-
nición también sin indicar lugar: ‘imbécil (||alelado)’.
-Creo que ya se fregó -le dije, cuando oí que el alcalde, en el colmo de la dicha, habla-
ba de traer guitarristas, de cerrar El Sol de Chincha, de ponernos a bailar-. Y me parece
que voy a ir preso por romperle la cara a ese huevón66.
749 COMUNICACIONES

5.13. lisura
El DRAE-92 para Guatemala, Panamá y Perú ofrece lisura con el significado de ‘pa-
labra o acción grosera e irrespetuosa’. El DRAE-01 da la misma definición y añade la
localización de Bolivia, Ecuador, Honduras.
Sólo nos besábamos cuando nadie podía vernos, lo que ocurría rara vez, porque a
esas horas los cafés estaban siempre repletos de oficinistas lisurientos67.
5.14. nomás
El DRAE-92 para Argentina, Méjico y Venezuela indica que es ‘no más, solamente’.
El DRAE-01 para esta misma acepción da la localización de América Meridional, Costa
Rica, Honduras, Méjico y Nicaragua. El DRAE-92 trae otra definición que nos conviene
al caso: para Argentina, Bolivia, Méjico y Venezuela dice que ‘en oraciones exhortativas,
añade énfasis a la expresión. Atrévase NOMÁS. Pase NOMÁS. Ú[sase] m[ás] pospues-
to’. El DRAE-01 ofrece esta misma definición con localización en América Meridional,
El Salvador, Honduras y México.
-¿Es usted un ladrón o qué es usted? -lo increpó y yo me di cuenta que me estaba in-
demnizando por el terremoto de Ispahan-. ¿Se le ocurre que se va a llevar así nomás las
máquinas del Servicio de Informaciones?68
5.15. palomilla
El DRAE-92 para Perú dice que palomilla es ‘pilluelo, muchacho travieso y calleje-
ro’. El DRAE-01 suprime de la definición ‘pilluelo’ y amplia la localización para Bolivia
y Chile.
La conversación con Genaro-hijo, la reconciliación con la tía Julia, algo, me había
estimulado mucho y regresé al altillo a escribir con ímpetu mi cuento de los levitadores,
mientras Pascual despachaba los boletines. Ya tenía el final: en uno de esos juegos, un
palomilla levitaba más alto que los otros, caía con fuerza, se rompía la nuca y moría69.
5.16. palta
El DRAE-92 para América Meridional dice que palta es ‘aguacate, fruto’. El DRAE-
01 da la misma definición con localización en Argentina, Chile, Perú y Uruguay.
Alentaba el ingeniero proyectos grandiosos: talar árboles, exportar maderas precio-
sas para la vivienda y el mueble de los pudientes, cultivar la piña, la palta, la sandía, la
guanábana y la lúcuma para los paladares exóticos del mundo, y, con el tiempo, un ser-
vicio de vaporcitos por los ríos amazónicos70.
5.17. piba
El DRAE-92 para Argentina dice que pibe, ba es ‘chaval, niño o joven’. El DRAE-01
solo dice ‘chaval’ y añade la localización de Bolivia y Uruguay.
La tía Julia me agradeció otra vez las rosas -las vi sobre el aparador de la sala y eran
poquísimas- y se puso a bromear, como siempre, pidiéndome que confesara qué clase de
«programa» me había salido la noche que la dejé plantada: ¿alguna «piba» de la Uni-
versidad, alguna huachafita de la Radio?71
EVOLUCIÓN DE LOS AMERICANISMOS EN LA ACADEMIA 750

5.18. poto
El DRAE-92 para el noroeste de Argentina y Perú trae poto como ‘trasero, nalgas’. El
DRAE-01 modifica ligeramente la definición para decir lo mismo: ‘nalgas (||porciones car-
nosas y redondeadas)’ y, a la localización dada, añade Bolivia, Chile, Ecuador y Paraguay.
Decapitó las muñecas con que, en los parques, las niñeras entretenían, arrebató chu-
petes, tofis, caramelos que estaban a punto de llevarse a la boca y los pisoteó o echó a los
perros, fue a merodear por circos, matinales y teatros de títeres y, hasta que se le entume-
cieron los dedos, jaló trenzas y orejas, pellizcó bracitos, piernas, potitos, y, por supuesto,
usó de la secular estratagema de sacarles la lengua y hacerles muecas, y, hasta la afonía
y la ronquera les habló del Cuco, del Lobo Feroz, del Policía, del Esqueleto, de la Bruja,
del Vampiro, y demás personajes creados por la imaginación adulta para asustarlos72.
5.19. pucho
El DRAE-92 para América Meridional dice que es ‘colilla del cigarro’. El DRAE-01
dice lo mismo pero añade a lo dado la localización de Honduras.
-Amanece con el sol y con él va calentando -me explicó, musicalmente, mientras, a
nuestro alrededor, un muchacho soñoliento barría el aserrín lleno de puchos y sucieda-
des del Bransa-73.
5.20. rotoso
El DRAE-92 para Argentina, Chile, Ecuador, Perú y Uruguay afirma que rotoso es
‘roto, desharrapado’. El DRAE-01 modifica un poco la definición pero indica lo mismo:
‘desharrapado (||andrajoso)’ y a la localización dada añade Bolivia, Ecuador, Paraguay
y Perú.
Le decían Marimacho, pero ni por ésas se le hubiera ocurrido a Joaquín que ese ado-
lescente cetrino, calzado con viejas zapatillas, cubierto por un blue jeans y una chompa
rotosa, hubiera sido mujer74.
5.21. sapo
El DRAE-92 para Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay afirma que
sapo es ‘juego de la rana’. El DRAE-01 suprime la localización de Paraguay.
Se fueron a La Punta, al Club de Cabos y Marineros, a tomarse una cerveza y a jugar
al sapo75.
5.22. tacho
El DRAE-92 para Argentina y Chile recoge tacho con el significado de ‘vasija de
metal, de fondo redondeado, con asas, parecida a la paila. Por ext[ensión], cualquier re-
cipiente de latón, hojalata, plástico, etc.’ Y para Argentina, Ecuador y Perú ‘cubo de ba-
sura’. El DRAE-01 con localización en Argentina, Chile y Uruguay lo registra como ‘re-
cipiente de latón, hojalata, plástico u otro material’ y para Bolivia, Colombia, Ecuador,
Perú y Uruguay ‘cubo de la basura’.
El hijo del estupro mostró para sobrevivir la misma terquedad que para vivir había de-
mostrado cuando estaba en la barriga: fue capaz de alimentarse tragando todas las por-
querías que recogía en los tachos de basura y que disputaba a los mendigos y perros76.
751 COMUNICACIONES

5.23. torta (de bodas)


El DRAE-92 para Argentina, Chile y Uruguay afirma que torta es ‘tarta, pastel gran-
de, de forma generalmente redonda, relleno de frutas, crema, etc.’ El DRAE-01 añade
la localización de Bolivia, Paraguay y Venezuela y reduce la definición a ‘tarta (||pastel
grande)’.
En el vestíbulo había también un buffet, y en el comedor se explayaban los dulces
-mazapanes, queso helado, suspiros, huevos chimbos, yemas, coquitos, nueces con al-
míbar- alrededor de la impresionante torta de bodas, una construcción de tules y colum-
nas, cremosa y arrogante, que arrancaba trinos de admiración a las señoras77.
5.24. trinche
El DRAE-92 para Colombia, Chile, Ecuador, Méjico y Perú lo trae con el significado
de ‘tenedor de mesa’. El DRAE-01 lo localiza en el área de los Andes, El Salvador, Hon-
duras y Méjico con la misma definición.
Construyó luego trampas multifamiliares, de base ancha, en la que un trinche con
arabescos podía apachurrar simultáneamente al padre, la madre y cuatro crías78.
5.25. vaina
El DRAE-92 para América Central y Meridional da la siguiente definición de vaina
‘contrariedad, molestia, cosa no bien conocida o recordada’. El DRAE-01 con localiza-
ción en América Central, América Meridional y Cuba dice que es ‘contrariedad, moles-
tia’ y con la misma localización da otra definición: ‘cosa no bien conocida o recordada’.
Por lo tanto de una acepción ha hecho dos y ha añadido la isla de Cuba.
-Sea como sea, déjenme decirle una cosa -oyó protestar a Manzanita-. Esta vaina no
me gusta y me hizo usted un flaco favor escogiéndome79.

En sexto lugar teníamos los americanismos que el DRAE localizaba en América y


también se usan en España. Solamente había uno: garúa ‘llovizna’. La última edición del
diccionario mantiene la incompleta localización.
Finalmente, dábamos los americanismos que presentan una localización más restrin-
gida de la que ofrece el DRAE-92. Sólo había dos: jebe ‘caucho, goma elástica’ y montu-
bio ‘montaraz’, ‘agreste, rústico’. En ambos casos se mantiene la localización por parte
del DRAE-01.

Final
En nuestro libro La Academia y los americanismos de La tía Julia y el escribidor ana-
lizábamos 172 términos. Esas voces las clasificábamos en distintos apartados de los cua-
les ya hemos ofrecido los porcentajes correspondientes. Del total de voces, 66 de ellas
han sido modificadas en la información que ofrecía el DRAE-92 con respecto al DRAE-
01, lo cual constituye un 38.3% de rectificación. Naturalmente, ese porcentaje solo tiene
en cuenta las voces de la novela pero eso puede darnos una idea de lo que ha cambiado la
EVOLUCIÓN DE LOS AMERICANISMOS EN LA ACADEMIA 752

última edición del DRAE con respecto a la penúltima, por lo menos en lo que se refiere
a los americanismos. Introduce catorce nuevos de los de nuestra nómina, amplia la loca-
lización de las voces y modifica las definiciones para hacerlas más precisas, entre otras
cosas. A pesar de todo lo que ha mejorado el Diccionario aún le queda mucho camino
por andar. Las localizaciones están incompletas porque en muchísimos casos las voces
tienen un área más amplia de la que señala la Corporación. Los diccionarios actuales de
los distintos países hispanoamericanos tienen mucho que decir a la hora de informarnos
sobre la extensión y el significado de un término.
753 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Universidad de Alicante, Alicante, 2000.
2
La tía Julia y el escribidor, Seix Barral, Barcelona, 1984, 7ª. edición.
3
Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, Espasa-Calpe, Madrid, 1992, 21ª. edición.
4
Real Academia Española, Diccionario manual e ilustrado de la lengua española, Espasa-Calpe, Madrid, 1989,
4ª. edición revisada.
5
Manuel Alvar Ezquerra (director), Diccionario general de la lengua española, Biblograf, Barcelona, 1997.
6
María Moliner, Diccionario de uso del español, Gredos, Madrid, 1998, 2ª. edición, 2 tomos.
7
Julio Casares, Diccionario ideológico de la lengua española, Gustavo Gili, Barcelona, 1979, 2ª. edición.
8
Marcos Augusto Morínigo, Diccionario de americanismos, Muchnik Editores, Buenos Aires, 1966, 1ª. edi-
ción; Muchnik Editores, Barcelona, 1985, 2ª. edición; Diccionario del español de América, Anaya & Mario Mu-
chnik, Madrid, 1993.
9
Alfredo N. Neves, Diccionario de americanismos, Buenos Aires, 1973, 1ª. edición; Editorial Sopena Argen-
tina, Buenos Aires, 1975, 2ª. edición.
10
Augusto Malaret, Diccionario de americanismos, Mayagüez, Puerto Rico, 1925, 1ª. edición; Imprenta Vene-
zuela, San Juan, 1931, 2ª. edición, extensamente corregida; Emecé Editores, Buenos Aires, 1946, 3ª. edición.
11
Francisco J. Santamaría, Diccionario general de americanismos, Editorial Pedro Robredo, Méjico, 1942, 3
tomos.
12
Brian Steel, Diccionario de Americanismos. ABC of Latin American Spanish, Sociedad General Española
de Librería, Alcobendas (Madrid), 1990; Breve diccionario ejemplificado de americanismos, Arco Libros, Ma-
drid, 1999.
13
Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, Espasa, Madrid, 2001, 22ª. edición.
14
La tía Julia y el escribidor, op. cit., págs. 242-243.

15
Ibídem, pág. 169. 22
Ibídem, pág. 160. 29
Ibídem, pág. 68.
16
Ibídem, pág. 169. 23
Ibídem, pág. 139. 30
Ibídem, pág. 439.
17
Ibídem, pág. 96. 24
Ibídem, pág. 16. 31
Ibídem, pág. 112.
18
Ibídem, pág. 225. 25
Ibídem, pág. 15. 32
Ibídem, pág. 180.
19
Ibídem, pág. 317. 26
Ibídem, pág. 331. 33
Ibídem, pág. 165.
20
Ibídem, pág. 282. 27
Ibídem, pág. 130. 34
Ibídem, pág. 177.
21
Ibídem, pág. 73. 28
Ibídem, pág. 391. 35
Ibídem, pág. 34.
EVOLUCIÓN DE LOS AMERICANISMOS EN LA ACADEMIA 754

36
Ibídem, pág. 160. 51
Ibídem, pág. 68. 66
Ibídem, pág. 363.
37
Ibídem, pág. 204. 52
Ibídem, pág. 303. 67
Ibídem, págs. 150-151.
38
Ibídem, pág. 84. 53
Ibídem, pág. 162. 68
Ibídem, pág. 24.
39
Ibídem, pág. 154. 54
Ibídem, pág. 167. 69
Ibídem, pág. 203.
40
Ibídem, pág. 301. 55
Ibídem, pág. 433. 70
Ibídem, pág. 168.
41
Ibídem, pág. 129. 56
Ibídem, pág. 244. 71
Ibídem, pág. 73.
42
Ibídem, pág. 368. 57
Ibídem, pág. 234. 72
Ibídem, pág. 227.
43
Ibídem, pág. 36. 58
Ibídem, pág. 36. 73
Ibídem, pág. 56.
44
Ibídem, pág. 69. 59
Ibídem, págs. 83-84. 74
Ibídem, pág. 344.
45
Ibídem, pág. 51. 60
Ibídem, pág. 36. 75
Ibídem, pág. 95.
46
Ibídem, pág. 358. 61
Ibídem, págs. 243-244. 76
Ibídem, pág. 294.
47
Ibídem, pág. 178. 62
Ibídem, pág. 16. 77
Ibídem, pág. 42.
48
Ibídem, pág. 79. 63
Ibídem, pág. 148. 78
Ibídem, págs. 171-172.
49
Ibídem, pág. 30. 64
Ibídem, pág. 211. 79
Ibídem, pág. 101.
50
Ibídem, pág. 301. 65
Ibídem, pág. 16.
755 COMUNICACIONES

Léxico y Semántica

ASPECTOS LÉXICOS EN
LAS NOTICIAS AMERICANAS DE ANTONIO DE ULLOA*

Mariano Franco Figueroa


(Universidad de Cádiz)

El Siglo de las Luces propició la mayor atención científica sobre el continente ameri-
cano, con el envío de expediciones concretas que permitieran mejorar el conocimiento
de las nuevas realidades descritas por cronistas y colonizadores en el Nuevo Mundo.
Los abundantes corpus documentales de este período final de la colonia proporcionan,
de igual modo que las primitivas crónicas y descripciones americanas, datos referentes
a las normas lingüísticas y a sus variedades sociales en América1. La obra de Ulloa es
representativa de esta labor investigadora en tierras americanas, en la que se reconocen
nombres como José Celestino Mutis, Alejandro Malaspina, Félix de Azara, entre otros
muchos. La inquietud científica de este sevillano, plasmada en todos sus escritos espe-
cializados2, justifica el propósito didáctico de las Noticias, que describe, de forma sinté-
tica, la originalidad del mundo americano y su diversidad cultural. Su afán por instruir y
divertir al público a través de sus «entretenimientos» permite recuperar las informacio-
nes americanistas con un espíritu netamente divulgativo. Nuestro análisis léxico procura
ponderar el valor cultural de sus observaciones acerca de la fauna y flora del nuevo ámbi-
to geográfico, y confirma el grado de penetración de los indigenismos en el vocabulario
general del español. La cala léxica de las Noticias corrobora el proceso de adaptación de
nuestra lengua tanto en la adopción de préstamos indios como en el desarrollo de ame-
ricanismos léxicos y semánticos. Las descripciones de los bajos costeros «que llaman
cayos», de las «aberturas, ó quebradas, según allí las nombran», de «las llanadas que
acompañan al río, que es á lo que allí dán el nombre de valles», de la «llacma, ó carnero
de la tierra», que se alimenta de «ichú, ó pajón», de las «totumas, ó calabazas», de las
«mitas, ó servicios de las haciendas», etc., confirman la plena criollización de la lengua
de nuestro científico y marino aventurero.
Si ya en su Relación histórica3 había confirmado la veracidad de sus datos, «Debo
sincera y fielmente asegurar que todas las que se incluyen en esta historia, han sido averi-
guadas con el examen propio y especuladas con el cuidado y atención que pide cada una
ASPECTOS LÉXICOS EN LAS NOTICIAS AMERICANAS DE ANTONIO DE ULLOA 756

según su especie: que no se habla de paraje donde no hayamos estado y residido algún
tiempo» (pág. 33), las Noticias mantienen este compromiso, con una información que se
apoya en el testimonio de lo vivido, como afirma en la introducción de la obra: «Después
del Descubrimiento de las Indias no se ha trabajado con la aplicación que se requería en
conocer lo que encierran de raro». Ulloa critica la falta de comprobación de las informa-
ciones aportadas por indios, mestizos y otras gentes, y justifica su preocupación por la
veracidad de sus descripciones porque «se omite aquello por falso, ó no bastantemente
averiguado; ó que se contradice esto por poco seguro, dudoso ó incierto» (pág. 34). In-
cluso se excusa con el uso textual de la captatio de la crítica literaria: «los defectos del
estilo tengan la disculpa de que no puede un marino passar por orador, ni aspirar á nume-
rarse en la classe de los historiadores» (pág. 35).
Aunque las Noticias toma y extracta muchas de las observaciones dichas, difiere, no
obstante, por su contenido y finalidad, de las Noticias secretas y de la Relación histórica,
porque será el tono divulgativo y ameno el que prime ahora4. Expresa, en el prólogo, que
«Su relación es por consecuencia de las cosas raras que contienen los mismos dominios
de V. M.», porque «si hasta aquí no se ha tenido puntual conocimiento de ellas, es por no
haber quien se dedicase á observarlas, y hacerlas comunicables con la extensión y pro-
lixidad que merecen» (11). No ofrece una descripción general y completa, sino que pro-
cura «una pintura exacta de las cosas, y descifrando lo que representan de extraordinario,
con el juicio de las causas, de donde procede la desigualdad, para que de este modo, al
paso que divierta su lectura, se registren en aquellos países retirados la diversidad de los
territorios, las distintas especies de climas, y temperamentos, las producciones» (Intro-
ducción).
Como cualquier otro cronista de Indias, da cierto sesgo personal a los discursos según
la funcionalidad de su texto, y descubre actitudes hacia la cultura, la raza, el grupo étnico
y social, y, cómo no, hacia la lengua. Dejando aparte las tesis mantenidas acerca de la na-
turaleza y costumbres de los indios, del beneficio de los minerales y del valor científico
de sus informaciones botánicas, médicas, climáticas, etc.5, Ulloa demuestra una moder-
na conciencia medioambiental cuando se refiere a la destrucción de los hábitats: «el río
de Chagres es muy diferente al presente de lo que era ahora 20 años: la frondosidad de
sus orillas, la abundancia de animales propios de aquel temperamento, la hermosura en
los matizes de las distintas especies de aves que se registraban entre los pimpollos de los
árboles, y alternaban en sus cantos, y el conjunto de un verdor muy vivo y variado, se ha
transformado en casas de madera, fabricadas á distancias unas de otras por las gentes que
se han establecido allí, las cuales, desmontando desde las orillas hasta cierta distancia
en lo interior, han dado cultura en la tierra, desterrando por este medio la abundancia de
aves animales que poblaban antes aquel río» (159). Recalca el respeto de los indios a la
naturaleza: «según se hacía en tiempo de los incas, con cuya providencia se multiplica-
rían, y cada vez habría más abundancia de lana, cuando al presente cuesta trabajo encon-
trarlas» (126). Y propone una nueva valoración del continente americano al que consi-
dera, a tenor de los hallazgos arqueológicos y a su estructura geológica, más antiguo que
el europeo: «de esta mayor elevación que tiene aquella parte de la tierra, comparada con
las otras, se saca por consecuencia, que aunque se le llama Nuevo Mundo, con atención á
757 COMUNICACIONES

su descubrimiento por los europeos, es verdaderamente el Mundo Viejo, ó más antiguo»


(301).
Centrados en el aspecto lingüístico, la adopción de unos usos frente a otros confirma
la variación lingüística que incluye, además de la finalidad tipológica textual, el saber
expresivo de su autor, con su origen regional y su aclimatación americana6. Si de tradi-
ción normativa pueden tildarse algunos recursos gramaticales que muestra7, la selec-
ción léxica presenta una inclinación latina propia del estilo dieciochesco y cierto matiz
arcaizante: «la naturaleza, próvida en sus obras» (3), «proprio efecto» (24), «declivio
de las pendientes» (28)8. El habitual recurso medieval de la reiteración sinonímica en
las definiciones es muy abundante: «nichos, ó alacenas» (341), «doctrinas, ó partidos»
(22), «bueltas, ó recodos» (23), «cordillera, ó serranía» (18), «diques, ó murallones»
(33), «náuseas y fatigas» (92), etc. Pero, ahora también sirve para contrastar la diferen-
ciación con la que algunos términos sugieren la naturaleza aborigen: «de los aljives, y
de las fuentes que salen de la tierra» (55), hoy aljibe ‘pozo de agua’ en Colombia; caja
‘lecho del río’, hoy en Chile, según Neves, «caxa, ó cauce» (23); «cascarilla ó quina»,
‘corteza de un árbol americano -Croton eleuteria- de uso estomacal’, que Terreros iden-
tifica como «cierta corteza de Indias, que se halla en el país de los mojos, y sirve contra
toda especie de calenturas. Algunos lo toman también por la quina, y aún en América es
como llaman á la quina», y Alcedo define como «quinaquina aromática». Se trata de la
criollización de nuestro vocabulario peninsular, como demuestra el cambio estacional
en aquellas tierras: «en la parte alta llaman verano al tiempo en que no lluebe, sin emba-
razarse en que sea entonces quando hiela y hace más frío; y llaman invierno al llovioso,
aunque el sol haga su carrera por aquel emisferio» (71).
El léxico patrimonial no oculta la presencia de variedades regionales y sociales afin-
cadas en el Nuevo Mundo. Del arcaísmo acequia ‘albañal’, ‘arroyo’, muy documentada
en Andalucía, hoy en Perú, México, Argentina, Chile, Bolivia y Colombia, se registra
el derivado acequión, «caños, ó cequiones» (174), «cequiones que se hacen» (99, 100),
murcianismo, según el DRAE, que hoy es ‘canal y acequia grande’ en Chile y Perú, ‘arro-
yo’ en Venezuela, y documentado en Aragón, Murcia y Chile, según el DCECH. De idén-
tica ascendencia meridional son curiana, durazno, estancia, hacienda, estero, rancho,
ranchería, etc.; de raíz canaria, la caña de azúcar, ingenio, trapiche. Los occidentalis-
mos tampoco faltan: garúa, laja, lama, pexe espada, turbionada, etc.9
Hace gala de su profesión marinera: «en Cartagéna, Portovélo, y en Panamá les lla-
man brizas, y no son precisamente del Norte» (56), «esto es á lo que en la Náutica se lla-
ma sonda» (37-38), «si no se les quisiese aplicar el nombre de bahía, por su poco fondo,
pudiera dárseles de balsas, ó ensenadas» (176). Y no faltan los americanismos náuticos:
aguaje, banda, placer, tumbo, etc.10 El cambio semántico se revela igualmente en el ám-
bito marinero con la innovación que supone para voltear la acepción ‘volcarse una em-
barcación’ (Frago, 1999: 227): «en canoas puede practicarse con menos riesgo de que se
bolteen» (404), hoy muy usada en América para señalar la acción de ‘hacer caer una res’,
en las labores del rodeo; «se rebalsan» (177), «rebalso» (178), en América ‘desbordar,
rebosar’, no sólo líquido (DCECH, s. v. balsa I).
ASPECTOS LÉXICOS EN LAS NOTICIAS AMERICANAS DE ANTONIO DE ULLOA 758

La acomodación del vocabulario europeo es palpable a poco que se busque el signi-


ficado de voces de la fauna, flora y naturaleza americanas11: «la piña de las Indias es en
la figura parecida á la que dán los pinos, y en la sustancia totalmente diversa» (119). Así,
montaña designa un ‘monte de árboles y arbustos’, como arcaísmo que permanece en
Costa Rica, Colombia, Chile y Perú (DRAE), «bosques espesos, que á lo que por allá
dán el nombre de montaña, aun cuando el suelo es llano» (17); caño ‘río pequeño’ en Co-
lombia, Venezuela y Nicaragua (Frago y Franco Figueroa: 2003: 271), «desde la embo-
cadura del río hasta el caño que llaman impropiamente río de Ivervila» (189-190); «pa-
bas montesas» (133), «culebras, corales, y las cascabeles» (136), «cascaveles, las que
llaman de dos cabezas, bejuquillos12» (145), «culebras de tamaño disforme, que llaman
bobas» (137), «calabazos chatos» (380), «zambos, que procede de la mezcla de indios
con negros» (347), «negros de África, que llaman allí bozales» (323bis), etc.
La innovación americana13 se produce también en las derivaciones léxicas: «peñas-
querías» (25), «bien anchurosos» (34), «quemazones del campo» (62), hoy define el ‘es-
pejismo de las pampas’, en Chile y Río de la Plata, y se refiere al ‘mineral de poco valor’,
en Bolivia y Chile, según Neves; «pajonales» (58), «de la especie de los solanos, conoci-
da por el nombre de fraylecillo, cuyas hojas sirven de purgante» (107), hoy en Cuba se re-
fiere a varias plantas; «los piñoncillos, cuya planta es también muy común en los climas
cálidos, sirven de purgante» (108), «el aprecio que los indios hacen de ella es estremoso,
y no trabajarían con gusto si los faltase» (111), «parte grasosa» (117), «zorrillo» (112),
«el manzanillo, que es bien común, cuya sombra hincha á los que se acogen á ella» (106),
«esta planta, que allí conocen por el nombre de barba-española» (118), «patorras, que
son de los mayores, labancos, patillos, y gallaretas» (152), hoy, según Malaret, labanco
‘pato bravío’ en Chile y Cuba; «zambullidores» (153), «en las quebradas no faltan peri-
quitos, ó cotorritas» (151), Malaret, ‘perico’ en Antillas, Perú y Venezuela; «frayletes, y
algunos les dán el nombre de gritadores: son en algo parecidos á las aves frías» (156), Al-
cedo y Malaret, s. v. frailecillo, ‘ave zancuda gritadora’; «las becasinas» (158), Malaret,
s. v. becacina, ‘ave de ribera parecida a la agachadiza europea’, hoy en Puerto Rico, Cu-
ba, Uruguay y Argentina; «anchoba, ó anchobeta» (162), Alcedo, s. v. anchoueta, ‘espe-
cie de boga’, en la laguna de Chucuito y el reino del Perú, Malaret ‘especie de sardina, en
Perú, el DRAE ‘especie de anchova o boquerón’, en Chile, Panamá y Perú; «preñadillas
y bagres» (167), Alcedo y Terreros lo recogen, este último como ‘pescado en las lagunas
de Cuicocha y San Pablo en la América; «barbudo» (173), Malaret en Colombia, Puerto
Rico y Perú; «esterilla» ‘arte de pesca de los indios’ (169-170), «palizadas que arrastra»
(186), ‘conjunto de trocos y madera que arrastran los ríos en sus crecidas’ (Frago y Fran-
co Figueroa: 2003: 271); llanada es ‘valle’, «las llanadas que acompañan al río, que es
á lo que allí dan el nombre de valles» (22), lo que explicaría la sinonimia «llanuras, ó se-
rranías» (21); «tos y afecto al pecho, que llaman allí pechuguera» (205), Terreros señala
que así «llaman en Cartagena de Indias al catarro»; «los obispos son los que llamamos
azulejos» (150), Malaret indica la referencia a un ave en América Central; también mari-
posa se refiere a un pájaro: «papas son los que en español se nombra mariposas» (150),
hoy muy común en Cuba, del género Passerina ceris, según la Academia, etc.
759 COMUNICACIONES

La cala léxica permite asimismo hallar la jerga de los mineros: «pasarles la veta»
‘morirse’ (93), «á los visos de plata» (224), «cateador» (226), «la piña que se saque [de
la mina]», «piñoncillo de pocos marcos» (228), «veta, que es el nombre que dan á la mi-
na» (224), «estos son los que llaman aviadores» ‘los que proporcionan el material para
las minas’ (228), «aquellos minerales, que en el lenguage común llaman metales» (235),
«estrivos» (241), «socabones por donde desagüen» (241), «piedras de plata blanca, que
también llaman machacado» (249), «el negocio de ir a comprar piña a las minas, llaman
rescatar, y de ellos toman nombre de rescatadores los que llevan cosas» (263), «las la-
bas, que es la última diligencia que se hace para sacar la plata» (263), «los toros que se
encuentran, y son unos nudos de piedra durísima que interrumpen la veta» (264), «dispa-
rar los cuerpos» ‘impedir la amalgama de metales’ (268), etc.
Sin embargo, la lengua del entorno andino se halla presente en sus reflexiones y se
permite algunos comentarios metalingüísticos que recuerdan opiniones ya conocidas de
cronistas e historiadores. Así, la lengua quechua «es suave y tierna, dudándose que haya
otra que le iguale en frases propias de agasajo y de cariño» (387)14, y se diferencia por-
que «es cortísima esta lengua en cuanto á las voces, y al mismo tiempo muy abundante
de expresiones, nacido de que una palabra mudando el acento significa varias cosas»
(386)15. Y aconseja su empleo en determinadas comunidades, con vistas a una mejor in-
tercomprensión: «entre las mugeres es mejor explicarse en la quichuá» (389). Conscien-
te de la variedad de lenguas y de dialectos en la zona andina, defiende la autonomía y el
poder del quechua como lengua general: «la verdadera quichuá es la del Perú» (389) y se
muestra como conocedor y usuario, e incluso se aventura con referencias etimológicas16:
«chacos, voz que en la lengua de los indios, ó inca significa unión» (124), y que en los
contextos «cuantas [vicuñas] entran en el chaco» (125), «llaman chaco a estos crecidos
hormigueros» (146), significa ‘montería’, de poco uso en América Meridional, ‘cerca-
do’, ‘chacra’, hoy en Bolivia, y se amplía a la designación de la ‘caza de caimanes, con
empalizada’, hoy en Venezuela, según Morínigo17.
Alude continuamente a las costumbres culturales europeas con el deseo de precisar
las informaciones18: «trahen la coca y la toccra pendiente de la cintura, al modo que en
Europa los que usan del tabaco, trahen el de polvo en caxas, y el de humo en bolsas»
(112). Como en el indigenismo tabaco, aclara el diferente uso que se da: «el tabaco [...]
el consumo que tiene es en andullos, ó rollos para hacer rapés, y en hoja para fumar»
(121). Ofrece datos que diferencian la fauna, flora y demás aspectos tratados en distintos
contextos americanos: «yerba que llaman hedionda [...] en la Luisiana, donde también es
muy común, para matar lombrices» (112), «este añil [de la Habana] es de mejor calidad
que el que dá la Luisiana» (108), «las llacmas son comunes en el Reyno de Quito; y las
vicuñas son particulares de este último, en el del Perú (129), «viscachas, de que el Reyno
de Quito carece enteramente» (130), «caimán [...] y se encuentran de disforme tamaño:
diferenciándose los de allí de los de Guayaquil, Chagres, y otros ríos, [...] dánles el nom-
bre de cocodrilo» (144). En sus comparaciones recurrentes, trae a colación términos de
culturas más remotas: «[mandrágora] llámanla los chinos ginseng» (115), las llamas y
alpacas con los «renes» de Laponia (264). La interacción entre la fauna y flora y el há-
bitat está continuamente esbozada: «las perdices se encuentran en los ichales, que son
parages fríos» (157), «el ajo es natural del temperamento frío» (112).
ASPECTOS LÉXICOS EN LAS NOTICIAS AMERICANAS DE ANTONIO DE ULLOA 760

Asimismo, el propósito de su viaje a América y su embarque en la expedición francesa


de La Condamine, Jussieu -al que nombra en su texto «Don Joseho de Jusieu» (109)-,
Bouguer, entre otros, justifica la recurrencia a esta lengua19 cuando define el bisonte me-
jicano20: «el cíboro es animal proprio de la Luisiana [...] comúnmente le dán el nombre
de baca silvestre, y los franceses le llaman buey silvestre» (133). Idénticas nominaciones
muestran estas citas: «sinsonte [...], los franceses le llaman moqueur, burlador» (149),
«las cucarachas [...] llámanles ravers» (140), «el capiler, que vulgarmente llamamos
culantrillo» (114), «las garrapatas de monte, que llaman los franceses, pou de bois, pio-
jos de bosque» (138), «insectillo [...] llámanle los franceses, bete rouge, animal rojo»
(138), «macamuca21, ó chuca: llámanle rá devois, rata de bosque» (143), «hachas [...] los
franceses les llaman casatete» (373).
A pesar de las coincidencias léxicas con la Península, el medio exigía el aindiamiento
del vocabulario con la adopción de indigenismos tanto antillanos, como corresponde a
las lenguas del primer contacto, como a la propia del ámbito geográfico en que se mue-
ve nuestro autor, en este caso, particularmente la quechua. Pasada la etapa inicial y de
colonización temprana, la consolidación del vocabulario indígena se observa en el uso
de términos arahuacos y taínos22: «embarazados en una canoa persiguiendo al pescado»
(Introducción), «en mucha parte baxa, y en parages tanto, que parece estar igual con
el Mar, lo que se nota particularmente en los que llaman Cayos» (15), «mazorcas del
maíz» (111), «vejucos» (100), «el árbol llamado ceibo, imita con su fruto la lana de los
animales» (118), «los caobos, los ceibos» (100), «caréis», «careyes» (172), «se tien-
den en las jamacas que ellos mismo fabrican» (321bis), «cuyo hilo es de pita» (361),
«guacamayos» (151). Son también antillanas: «cucuyos, que abundan más en la isla de
Cuba» (141), «el guao, ó guau es una planta en forma de arbusto, cuya malignidad no
le dexa levantarse» (106), que documenta Friederici en 1535, y que registra Malaret en
Cuba; «ocuge, el qual destila una resina tan adecuada para las relajaciones» (106), que
Neves considera caribe, hoy designa al calambuco en Cuba; «mosquitos, ó zancudos, y
gegenes hay los llamados frape dábor, pega de repente, damoiseles, moscones» (139). A
este conocimiento general de indoamericanismos caribeños se debe la sinonimia nigua
y pique23: «insecto, tan general en las Indias, llamado nigua, ó pique» (137). El empleo
común de sinónimos indígenas da fe de la adopción generalizada: «curacas y caciques»
(304, 323). Ulloa emplea igualmente otras lenguas con registros abundantes en su obra:
«hay otra yerba que llaman culén24 que crece en las alturas del Reyno de Chile [...] de ho-
jas al modo del perejil [...] muy favorables para las dolencias ordinarias de las mugeres»
(109). También se hace eco de enfermedades conocidas por el nombre indio antillano, y
de localización muy concreta, como en el caso de la «infección de la ciguatera25» (170),
que la produce el pescado contaminado por la fruta de la manzanilla, y que venden los
«ciguatos» (171), y que se remedia con el «usar del aguardiente», que se produce espe-
cialmente en la Habana y «no se conoce en las costas de Cartagena, Tierra Firme, ni en
las otras de aquella parte, sin embargo de haber por allí el árbol del manzanillo» (171).
Si los referentes gozan de un amplio conocimiento, la terminología indígena aflora en
su descripción sin el apoyo contextual explicativo también en las lenguas continentales.
Así, habla de «los turpianes26, cuyo canto es también entretenido» (150), o del nahuatlis-
761 COMUNICACIONES

mo petaca, «se le desapareció con la petaca, que contenía el principal tesoro de su trabajo
(110), del guarango quechua - árbol parecido al algarrobo (Acacia cavena), muy cono-
cido en Perú- y del azteca zapote, «algarrobos, guarangos, sapotes silvestres» (99), del
indoamericanismo chibcha que designa a la bebida chicha y de sus correlatos peninsular
y caribeño para aludirlas: «porción de chicha, de aguardiente, y de maíz tostado» (127),
consciente de su empleo habitual. No hay necesidad de aclarar las «pampas de Buenosa-
yres» (31), quechuismo documentado desde 1560 (Buesa y Enguita, 1992: 102), para el
que Terreros señala que en Tucumán son llanuras extensas, y en otros lugares de América
«se llaman sábanas», y que hoy define también a cualquier llano o meseta andina; ni un
«taburones» (173), de claro fonetismo portugués, por influencia del Brasil (Frago, 1999:
238). La generalización excusa de explicaciones para coca y su derivado: «la coca es
planta muy común» (111), «las coqueras, que son por lo regular Indias» (111), para «los
cóndores» (158), «miyatos» (265), «la mita» (265), «historias fundadas en los quipos»
(290), para «piches, muy comunes en todas las Indias» (151), que Friederici, en la Rela-
ción de Ulloa, da como ‘calabazos redondos’, y que Terreros, s. v. pilches, define como
«calabazas en que beben los indios». etc.27
Sin embargo, la finalidad de su obra exige una reiterada comparación del vocabulario,
con los términos peninsulares y americanos contrapuestos o identificados como sinó-
nimos. Los recursos lingüísticos descriptivos, con explicaciones, definiciones, traduc-
ciones, etc., empleados en los textos cronísticos desde el inicio de la colonización, están
presentes en Ulloa, con mayor uso, si cabe, ahora de la coordinación sinonímica. Y es
aquí donde podemos, de nuevo, observar el grado de penetración de las palabras aprendi-
das en las Antillas y de su conocimiento ultramarino. El científico marinero nos recuerda
la confusión entre el tainismo y la voz quechua cuando recoge «pampas, que es lo que en
Europa llaman batatas de Irlanda» (80), aunque hoy en día la designación del aztequismo
camote resulta más generalizada y ya nuestro marino la trae a colación, «batatas, que
llaman camotes28, y en otras partes moniatos, yucas» (99), con el sinónimo taíno monia-
to, que Terreros ya registra como voz «con que llaman en algunas partes de América à
las raíces de la que hacen el cazabe» y con la yuca taína, hoy americanismo general que
designa a la guaraní mandioca, según Morínigo. Esta base explicativa en la terminología
indígena se emplea al diferenciar especies: «papas silvestres, llamada chaucha» (382),
variedad de papa peruana, que recoge Malaret, ya registrada en Guamán Poma. En la
lista de frutos «plátanos, piñas, aguacates, ó paltas» (80), aparece en segundo lugar el
término quechua, que ha desbancado al nahuatlismo en la denominación del árbol (Per-
sea americana) y de la fruta, muy extendidos en los territorios andinos29. Se repite esta
disposición cuando el tainismo guaba alterna con el peruanismo pacay30 (Inga vera),
que la Academia define con la voz guamo, sin alusión alguna a su origen indiano: «chi-
rimoyos, aguacates, ó paltas, guabas, ó pacaes, nísperos, guayabos, lucumos, palmas, y
plátanos» (99). No resultan, entonces, extraños el panamericano chirimoyo y el andino
lúcumo, citados, hoy usado en Chile y en Perú, según el DRAE. Asimismo, resultan habi-
tuales términos de otras lenguas: «tintes daban con el achote» (382), voz azteca muy co-
nocida por sus propiedades medicinales y tintóreas, con documentación desde el s. XVI
(Friederici), que aparece en Autoridades y en Terreros, con las variantes achiote y acho-
te. Los matices diferenciales llevan a usar el término indígena quechua guanaco como
ASPECTOS LÉXICOS EN LAS NOTICIAS AMERICANAS DE ANTONIO DE ULLOA 762

definición del aimara «las alpacas son en la especie semejantes a los guanacos» (123),
quizás por su relación con el quechuismo paco, por el color pardo de su lana. Tampoco
sorprende que en las explicaciones para entender un quechuismo se utilice el aztequismo
universal chocolate: «tierra llamada toccra, ó llipta31, que es una pasta á manera de bollos
de chocolate» (111).
De igual manera, las definiciones con el vocabulario patrimonial son abundantes:
«llicllas, que es una especie de manta» (382), hoy muy conocidas en Bolivia y Perú; «se
sientan a prepararla, á lo que llaman acullicar» (111), ‘preparar la coca’, hoy en Boli-
via y Perú, según la Academia; «siples cuya madera es muy semejante á la del pino del
norte, y por lo tanto la aplican á hacer tablazón y viguería» (116); «pacanos32, que es un
género de nogal» (116), «las llacmas33, que también llaman carneros de la tierra» (123,
263). La descripción de un ave, «semejante á la gallareta, que se llama jujui» (153), que
recuerda a los indios que habitaban la zona, con un posible origen guaranítico, de pe-
ces como «chita [...] al modo de la corbina» (167), registrado como propio del Perú por
Malaret, «chiches: son de la hechura de un besuguito» (169), ya registrado en Guamán
Poma (Friederici), confirma el afán por ofrecer la información más real a quienes des-
conocían el mundo americano. Incluso este deseo de claridad expositiva aparece en la
alusión al quechuismo mate, como yerba y como remedio medicinal, muy generalizado
en la población americana, «polvos de mates», «estos mates son unas pepitas del tamaño
de avellanas» (107), que Terreros definía como ‘yerba del Paraguay’. A veces, su deseo
de claridad expositiva le lleva a comparaciones que intentan reflejar, lo más fiel posible,
la imagen del referente americano: «el machú venía á ser el abuelo» (324bis), «son los
quinuales, ó por otro nombre quisuales de regular altura y corpulencia, poblados de ra-
mazón competentemente, y como á la altura de dos varas se divide el tronco en distintos
brazos. La hoja es menuda y gruesa al modo de las encinas, ó más propiamente al de las
carrascas» (102), «se podría equivocar el árbol que llaman especia con el quinual, mira-
do de repente, si su corteza no fuese enteramente diversa [...] la flor de estos árboles es
al modo de los olivos» (102-103), «vicuñas, alpacas, y llacmas, tres especies, que en la
estructura se diferencian poco, pero se distinguen en el tamaño, en las propiedades, en el
color, y en lo largo de la lana» (122). La coordinación se realiza en una doble dirección,
es decir, sin importar qué término se anticipa ni de qué lengua aborigen proceda: «cerros,
ó Punas» (93), «españoles, ó viracochas» (333), «guairas, ó hornillos en donde se fun-
día» (255), «la cascarilla, ó quina34» (105), «ichú, ó pajón» (123) -con la variante caste-
llanizada «el icho, ó pajón» (178)-, «totumas, ó calabazas de chicha» (127). Una vez más
el estilo divulgativo de Ulloa no repara en repetir las explicaciones y a una información
«guacas, que servían de monumento donde se enterraban» (303), le sigue la coordina-
ción «guacas, ó entierros» (350), que ya registraba Alcedo, s. v. huaca. La correspon-
dencia se realiza, a veces, con indicaciones diatópicas importantes, como demuestra el
comentario acerca de puna: «el mareo de la puna» (92), de plena adopción en el espacio
andino, que se complementa con la explicación que sigue: «lo que llaman puna en el Pe-
rú, es lo mismo que páramo en el Reyno de Quito» (96).
Pero Ulloa siente la necesidad de valorar la realidad indígena con las denominaciones
que pertenecen a este entorno cultural: «punzón, que llaman ticpe» (382), «pajonales,
763 COMUNICACIONES

que en nombre proprio se llama ichales, porque a la paja que crece allí se llama icho»
(103), «yerba de las mataduras, en la lengua de los indios hualhua» (105), que Malaret
registra como planta leguminosa (Psorale glandulosa) en Perú, de uso medicinal; «aguas
[...], allí llaman á estas colpales, siendo propiamente vitriólicas» (180), ‘sales minerales
que sirven para tintes’, en Chile y Perú, según Morínigo; «a estos pedazos [de mineral]
llaman pallacos, y la diligencia de escogerlos pallaquear» (230), «pacos, que son de co-
lor tabaco» (267), referido a metales de este color o ‘amarillo rojizo’ (Frago, 1999: 243),
«especie de ayre umpé» (277), que adormece, como indica Neves, s. v. umpa ‘atontado’,
‘que no puede moverse’ en Argentina. Incluso comenta el olvido en el Viejo Mundo de
voces, en este caso mapuches, ya introducidas en la cultura europea: «la calaguala, y
la canchalagua35, más conocidas ya por sus virtudes en Europa que ahora veinte años»
(109).
Los datos expuestos confirman el propósito didáctico del escrito y el interés de Ulloa
por dar a conocer una historia natural de América a un público no especializado, ajeno
al saber erudito y científico y ávido de noticias ‘raras’, pero asumibles para su cultura
cotidiana36. Basta con comparar la descripción del insecto nigua o pique en el texto de las
Noticias y en la Relación histórica para comprobar la amplia y minuciosa información
que, a lo largo de varias páginas (106-109), muestra en la segunda obra. Idéntico estilo,
por ejemplo, se observa en la mayor atención que presta al caimán en la Relación, con
una descripción exhaustiva de su morfología, costumbres, peligrosidad, etc. (págs. 246-
250). En el aspecto léxico, la terminología indígena de las Noticias americanas sirve
para especificar el referente exacto, y refrenda la tesis del atenuado exotismo indigenista
del español americano. Son las voces panamericanas y más conocidas en Europa las ha-
bituales en Ulloa, con abundante presencia de las antillanas, como batata, cacique, cai-
mán, canoa, carey, cayo, hamaca, maíz, tiburón, yuca, etc. También han pasado al uso
común voces aztecas, como camote, aguacate, chocolate o petaca, y términos del mundo
andino: coca, cóndor, llama, mate, palta, papa, pampa, quina, etc. Y se podrían añadir,
si atendemos a la clasificación de Sala (1982), voces que se distribuyen ampliamente por
las tierras americanas, como chaucha, chuño, pacay, paco, palta, quinua, totuma. Pero,
incluso de esta lista, son pocas las palabras que aparecen sin los recursos explicativos en
la lengua española, por razón del lector europeo al que va dirigido, que exige una mayor
presencia de contextos para la descripción conceptual de los indoamericanismos. Esta
necesidad de aclaración continua justifica, al mismo tiempo, la ausencia de voces indias,
sustituidas por sus equivalentes españoles, todo en virtud de una mejor comprensión.
De ahí los americanismos léxicos comentados, como hacienda, rancho, páramo, caño,
coral, cascarilla, cardenal, garúa, manzanillo, maría, montaña, pajón, preñadilla, etc.,
muchos de clara impronta regional, que muestran el peso real del vocabulario patrimo-
nial del español en el nuevo continente y su proceso de acriollamiento, detectable en
cualquier escrito, y, en nuestro caso, en las Noticias de un científico sevillano fascinado
por las ‘rarezas’ del mundo americano y obsesionado por divulgarlas de la manera más
comprensible. No ofrece primeras noticias, pero sí primeras decripciones científicas di-
vulgativas para el Viejo Mundo.
ASPECTOS LÉXICOS EN LAS NOTICIAS AMERICANAS DE ANTONIO DE ULLOA 764
765 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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767 COMUNICACIONES

NOTAS

*Del proyecto HUM2005-06435/FILO, MEC.


1
Véase Frago (1999: 209-252), con referencias al panorama documental dieciochesco en la América Meri-
dional, particularmente las que analiza de La obra del obispo Martínez Compañón sobre Trujillo del Perú en el s.
XVIII, y de las Noticias secreta de América, de Jorge Juan y Antonio de Ulloa.
2
Escribió sobre astronomía, geografía, el clima, el mundo animal y vegetal, mineralogía, etc., relacionados
casi todos con América. Sus obras más conocidas las publicó junto a Jorge Juan y Santacilia, aunque la redacción
por capítulos se deba, en muchos casos, a uno de ellos: Discurso y reflexiones políticas sobre el estado presente
de los reinos del Perú. Su gobierno, régimen particular de aquellos habitadores y abusos que se han cometido en
uno y otro (1747) -obra que ha quedado, por la impresión del editor inglés David Barry, con el título de Noticias
secretas de América-, Relación histórica del viaje a la América Meridional (1748), Observaciones astronómicas
y físicas hechas de orden de S. M. en los reinos del Perú (1748), Disertación histórica y geográfica sobre el meri-
diano de demarcación entre lo dominios de España y Portugal (1749).
3
Merino Navarro, J. y M. Rodríguez San Vicente (1978), Relación histórica del viaje a la América Meridio-
nal, Fundación Universitaria Española, edición facsímil. Citamos por la ed. de A. Saumell Lladó (2002), Viaje a la
América Meridional, I, II, Madrid, Crónicas de América, 37-38.
4
El título resulta ilustrativo: Noticias americanas: entretenimientos phísicos-históricos sobre la América Me-
ridional, y la Septentrional oriental, comparación general de los Territorios, Climas, y producciones de las tres
especies, Vegetales, Animales, y Minerales: con relación particular de las petrificaciones de cuerpos marinos de
los indios naturales de aquellos países, sus costumbres, y usos: de las antigüedades: discurso sobre la Lengua,
y sobre el modo en que pasaron los primeros pobladores. A pesar de la favorable acogida de la obra en 1772, su
reedición en español se produce en 1792 y salta a 1944, en una publicación argentina. La traducción al alemán se
produce en 1787, y también en francés, en 1788.
5
Véanse la introducción de Molina Martínez (1992), con referencias bibliográficas concretas para cada asunto
tratado, y las actas del centenario de Ulloa, editadas por Losada y Varela (1995), que abarcan todo el campo cientí-
fico que nuestro autor toca.
6
Rivarola (1997) defiende la heterogeneidad lingüística de español americano y considera que el sistema pa-
trimonial, a través de la selección y de la generalización de variedades regionales y sociales, se aclimata a las dife-
rentes zonas americanas. La acomodación al medio se produce por adaptación patrimonial o por adopción alogló-
tica de las lenguas aborígenes, además de la interferencia producida por el contacto entre los sistemas lingüísticos
involucrados, con preponderancia de la hispanización.
7
Así, la expresión partitiva, «no sabría usar de sus facultades» (Introducción), «usaban de la chicha» (316),
«no se usa de fuego para calentarse» (91), el cambio prepositivo «se dejan arrastrar de las pasiones», «fáciles á mo-
ver» (24), el uso de nexos «la toman de parte de la noche» (108), «luego que llegan con él a las playas lo abren para
sacarle las tripas, y puesto en las banastas caminan» (88), «luego que empiezan los hielos» (86), «bien que siempre
que se intenta subir alguna cuesta se encuentra la dificultad» (95), etc.
8
Citas: «queda persuasible todo lo demás» (4), «ministran cosas bien raras al juicio» (4), «quedan preocupa-
dos de la misma novedad, sin penetrar el origen, interin que no lo desentrañan» (6), «modo de perorar con pre-
sunción » (334), «los vivientes de todas las especies» (10), «estos [gusanos] comidos tienen la propiedad de hacer
venir la leche á las mugeres, aunque no estén en positura de tenerla» (104), «equiponderar» (265), «elaboratorios
de ensayos» (268), que ya Terreros indica que «algunos dicen laboratorio», etc. El arcaísmo léxico se observa en
«desde donde fenecen estas llanuras baxas empiezan las serranías que llaman cordilleras» (16), «el curso del agua
ASPECTOS LÉXICOS EN LAS NOTICIAS AMERICANAS DE ANTONIO DE ULLOA 768

fue profundándolo» (24, 27), «civilidad» (37), «las brizas más endebles, y no haber refrescado tanto la tierra»
(49), que ya Alcedo daba como americanismo semántico; «cabimento» (62), «descombros» (230), «derrumbos, y
las aguas» (265), etc.
9
Citas: «en «curianas, ó de las cucarachas» (141), «aquellas haciendas de cañas, que en unas partes llaman
trapiches, y en otras ingenio» (120), «duraznos, priscos, melocotones, ciruelas» (99), «caña del azúcar» (80),
«no le entran caños, ó esteros» (192), «varios esteros, ó caños» (192), «palma, distinguida con el nombre de real,
á que llaman palmiche» (213), «en el hato de Manicaragua» (285), «alpargatas» (316), «pueblos, ó rancherías»
(326bis), «cassa, ó rancho» (353), «estancias» (148), «arena, ó de lama» (299), «garúas de Invierno, que son llu-
bias menudas, ó más propiamente niebla» 68), «la positura de las lajas» (225), «oficinas donde se reduce á azúcar,
los bagazos» (199), «peges colorados» (193), «Pexe espada y pexe sierra» (164), «las lluvias á turbionadas, ó bo-
rrascas pasageras» (204), «escaramujos» (163), que la Academia define como ‘percebe’. Norteña puede ser soca,
aragonesa y catalana según el DCECH, «el tercero [corte de la caña de azúcar] que llaman soca» (120), aunque con
los datos de Terreros, ‘fruto americano que sirve para replantar la caña de azúcar’, y de Sala (1982) pueda pensarse
en un supuesto quechuismo, que no considera la Academia. De impronta regional puede ser el registro «terreno
enguacharnado» (206), en lugar del popular, según Autoridades y Terreros, enaguacharnar, relacionado con en-
guachinar, presente hoy en lugares de América y Andalucía.
10
Citas: «anegadizo» (30), «aguajes» (31), «placeres, que son parages donde hay poca profundidad» (38, 39),
hoy con significados americanos diferentes como ‘pesquería de perlas en las costas americanas’, ‘plazuela’ y ‘te-
rreno yermo en las inmediaciones de un pueblo’, en Cuba; «entabladas las Brizas» (49), con el significado de ‘fi-
jarse el viento en determinada dirección’; «forcegear con las embarcaciones» (397), el DCECH indica que es voz
documentada en el s. XIX, según Cuervo, «diques, ó malecones» (189), «ríos caudalosos y pequeños, para atrave-
sar los de una vanda á otra» (401), «hagan muchos tumbos» (402), «con los canaletes para bogar» (403), etc.
11
Así, «pinos, robles, castaños, encinos, alcornoques, cuyas especies son desconocidas» (101), «las marías,
los évanos, granadillos, las palmas» (100), «cedros» (80), «zarzafrás» (114), «priscos, melocotones, ciruelas»
(99), prisco es hoy es una variedad del melocotón en Argentina (DCECH), «ciervo volante» (140), «cardenales»
‘tipo de ave’ (150), que ya registra Alcedo (Loxia cardinalis), «aberturas ó quebradas, según allí las nombran»
(21), «quebradones» (21), «en la parte baxa del Perú, llamadas valles, y en las quebradas de la alta» (120). etc.
12
En Viaje a la América aparece como culebra de bejuco (101). Malaret, s. v. cascabela, indica que designa
una ‘serpiente grande venenosa’, en América Central. Alcedo registra ambas voces, y el término coral, como pro-
pias de diferentes culebras americanas.
13
También en la gramática se constata: «se supo haberse regresado por la habana» (111).
14
Ya el padre Bernabé Cobo, en su Historia del Nuevo Mundo, había caracterizado a la lengua quechua como
«muy fácil de aprender y de hablar, y de dulce y suave pronunciación [...] se hace su declinación no por variación
de casos, como en la latina y griego, sino añadiendo ciertas partículas al nominativo» (ed. de Francisco Mateos,
Madrid, Atlas, BAE, 1964, II, 235-236).
15
Ejemplifica su estructura aglutinante: «apa, que es la primera del verbo apami, traer» (385), «acacau signifi-
ca me quema [...] alalaus tengo frío: ananau, me duele» (386).
16
Citas: «metal de apunchao, palabra india, que significa metal rico» (274), «calumó, que es una pipa» (343),
«ñuñu-quehua. El nombre ñuñu significa los pechos, y de él deriva el de el ama que dá de mamar» (105), «chuño,
que es palabra de la lengua de los indios, y significa cosa arrugada y curtida con el frío» (87), «el chuño de las ma-
nos» (91), «urcu, que significa cerro, y estirarse el cabello» (311), «Guancavelica, nombre corrompido de Huanca
Vilca» (272), las variantes «Cuismancu», «Cuvismancu» nombre de un curaca (363); «mochaderos: la vulgaridad
pretende ser adonde concurren á idolatrar», «mochadero puede venir de muchar, que significa besar» (337); «el
nombre de cayana los hornos en donde se hace la fundición de la piña; porque en la lengua de los yacas significa
tiesto» (259, 261).
17
Este quechuismo documentado desde 1555 (Friederici), en sus acepciones ‘cacería’ y ‘cercado’, aparece en
Terreros, s. v. chacos, como un árbol medicinal del Perú muy útil para el mal de la piedra.
18
Este es el sentido cuando dice «el termómetro, á las 6 de la mañana, señala en Cádiz 14 1/2 grados (52)».
19
Así, aparece «La obra de pintarse [...]. Llámanle ellos mactacher», «después de estar mactaches, no sueltan
el espejo» (310), que Friederici , s. v. matachiaz, registra desde 1611.
769 COMUNICACIONES

20
El cíbolo es nombre metonímico por la ciudad de Cíbola, en Nuevo México, documentado desde 1590, y
registrado por Alcedo.
21
Quechuismo, mucamuca, o chucha, que designa a la zarigüeya, hoy en Perú y el Salvador, aunque Morínigo
lo afilia a Colombia. Ambas voces se encuentran en Alcedo como ‘zorra mochilera’.
22
Su extensión obedece a la necesidad de nominación; si los indigenismos servían para llenar el vacío lingüís-
tico, llenado este, resulta rara su sustitución, salvo en el caso de las lenguas generales.
23
Los dos términos se encuentan en Alcedo. La generalización del tainismo no excluye el empleo general pe-
ruano de pique, como señala Frago (1999: 242), al constatar la ausencia de nigua en el corpus del obispo peruano
Martínez Compañón. Ulloa, en su Relación, dice «en Cartagena nigua y en el Perú conocen con el nombre de
pique».
24
Malaret registra esta planta, de origen mapuche, con un uso medicinal. Terreros dice que es una especie de
canchalagua, muy buena para el resfriado. La albahaquilla dice Alcedo y repite el DRAE, con referencia chilena,
aunque se oye en Perú, Chile y Argentina.
25
Autoridades registra esta enfermedad y Terreros la refiere al mundo de la prostitución, aunque considera que
el término tiene poco uso. Morínigo registra su uso en las Antillas y México.
26
Voz procedente de la cuenca del Orinoco, o de Venezuela (Buesa y Enguita, 1992: 120), que Friederici docu-
menta en 1745. La Academia registra trupial y turpial; Malaret añade turupial.
27
Otras citas: «anfivio, que llaman zaramagullón» (168), que Neves lo afinca en el Río de la Plata, como ave
acuática; «quinuales, especias, y casis» (101), repetido con orden diferente «casis, especias y quinuales» (301),
quinua se oye en Argentina, Bolivia, Chile y perú, según Morínigo; «semillas, como la del lino, la del cáñamo,
del navo, del colsac» (117), Malaret define como ‘arbolillo de madera amarilla’, aunque ya tiene una antecedente
en Guamán Poma, como ‘troje, o granero’, pero dudamos de que sea la misma voz; «ser de los pallacos que están
fuera» (227), se refiere a los ‘escombros de minerales’, aunque sin explicación directa, etc.
28
Alcedo lo define como «nombre que dan en el Perú a la batata de Málaga» y, s. v. papa, registra el sinónimo
«patatas».
29
Véase Frago (1999: 242). Terreros registra el significado de fruta americana tanto para aguacate como para
palta, aunque añade que esta última, en Panamá, llaman aguacate. Alcedo, s. v. palta, dice «véase aguacate».
30
Alcedo, s. v. pachae o pacae, «nombre que dan en el Perú a la guaba».
31
Neves registra además llipta, en Argentina, Ecuador, Bolivia y Perú. El quechuismo toccra viene de tucru
‘coágulo’.
32
Malaret lo refiere a un árbol que da una fruta seca parecida a la aceituna, propio de América Central, también
llamado pacanero. El DRAE registra el aztequismo pacana.
33
Alcedo define paco como ‘llama’, y a la llama como ‘carnero de la tierra’, dando a entender la amplia difu-
sión de este quechuismo.
34
Morínigo aduce un origen probablemente quechua, hoy americanismo general, con especificaciones acerca
de su procedencia: quina del Orinoco, caribe, brasileña, de Guayaquil, de Loja, etc.
35
Autoridades, s. v. canchelagua, ya habla de esta planta «que viene de Indias y es buena para muchas enfer-
medades». Terreros añade las variantes canchalagua o canchilagua. Alcedo registra os dos términos, con las pro-
piedades medicinales conocidas. Malaret habla del posible origen quechua de calaguala y de canchalagua, que la
Academia estima como mapuche.
36
En el prólogo a su Relación histórica, ya advertía que «al passo que a los naturalistas parecerán cortas las
noticias, que miran á este particular, y con especialidad las de las plantas, serán largas y molestas estas descripcio-
nes a los que sólo gustan de historia [...], pero, hecho cargo de que escribiendo de plantas y animales era impropio
desentenderme enteramente de sus descripciones, me pareció conveniente no escusarlas del todo, ciñiéndome en
cuanto ha sido posible a evitar la molestia que causaría la demasiada prolixidad» (32).
771 COMUNICACIONES

Dialectología, sociolingüística y geografía lingüística

CINCUENTA AÑOS DE INVESTIGACIÓN LINGÜÍSTICA


CANARIO-AMERICANA (1955-2005)

Javier Medina López


Instituto Universitario de Lingüística «Andrés Bello»
(Universidad de La Laguna)

Introducción
Se cumple en este año de 2005 el primer cincuentenario de la publicación de un artícu-
lo fundamental -por su enjundia científica y por los caminos que luego inauguró y alentó-
de las relaciones lingüísticas, etnográficas e históricas entre las Islas Canarias y América.
En efecto, en el primer volumen del Anuario de Estudios Atlánticos, el investigador pal-
mero José Pérez Vidal dio a conocer un largo trabajo titulado «Aportación de Canarias a
la población de América. Su influencia en la lengua y en la poesía tradicional»1. Nunca
antes se habían trazado de forma tan exhaustiva -y abriendo tantas perspectivas de aná-
lisis- los vínculos históricos (en prácticamente todas sus manifestaciones) entre las dos
realidades atlánticas: la española por parte de Canarias y la plenamente americana. El
autor palmero resaltaba entonces cómo la corriente migratoria de las islas hacia América
se ha ido ensanchando ininterrumpidamente desde los primeros viajes colombinos hasta
nuestros días. A las Islas Canarias se les ha atribuido un papel destacado en la conquista
americana, ya que éstas supusieron, en realidad, el primer experimento ultramarino que
Europa necesitó antes de su expansión definitiva (Morales Padrón, 1956: 357). Algunos
hablan simplemente de la “aportación de los canarios” como entidad ya configurada des-
de el siglo XVI y, en otros casos, la participación se refiere a una plataforma geográfica
a través de la cual se gestionó una compleja red de aspectos, especialmente económicos,
administrativos, sociales, demográficos y evangélicos. Unido a estos hechos -de capi-
tal importancia para la subsistencia del Archipiélago canario-, las corrientes migratorias
fueron dejando su huella en la nuevas tierras de Ultramar. Y una vez que las islas podían
exportar su identidad, el emigrante llevó su manera de pensar, la fuerza y la experiencia
de su trabajo, sus creencias religiosas y sus devociones, su manera de organizar el núcleo
familiar y por su puesto su lengua. El continuo trasiego de barcos y gentes en los puertos
isleños trajo consigo la adopción de todo aquello que era considerado de interés y no sólo
CINCUENTA AÑOS DE INVESTIGACIÓN LINGÜÍSTICA CANARIO-AMERICANA 772

en el terreno económico, que lo fue, sino también en el musical, gastronómico, artístico,


en la arquitectura doméstica o en las influencias literarias y lingüísticas. En definitiva,
la vertiente cultural de las islas se amplió enormemente con la aportación americana. Es
lo que Alvar (1990: 67) ha descrito como un doble proceso de “adopción” y de “adapta-
ción” que tuvo en las islas su primer exponente como antesala de América.
En el desarrollo alcanzado por algunas regiones, ciudades y pueblos de América hay
que hacer constar la aportación isleña tanto en la etapa Colonial como en la época de la
Independencia (con la moderna emigración desde el siglo XIX), y de ello se han ocupado
numerosos estudiosos hasta la fecha. Así, los canarios tuvieron un destacado protagonis-
mo en la fundación de Montevideo, San Agustín de la Florida, Valenzuela, Galveztown,
San Carlos de Tenerife, Luisiana, Yucatán, Trinidad, Guayana, Cuba (Vuelta de Aba-
jo, Matanzas, Sagua, Guantánamo, San Fernando, San Carlos de Nuevitas), Cumaná,
Puerto Rico o Santo Domingo (San Rafael de la Angostura, Samaná, Sabana de la Mar,
Montecristo), etc.
Pero si los canarios influyeron en la gestación de las sociedades virreinales y, especial-
mente, en el terreno urbanístico, demográfico y socioeconómico de los siglos XVIII al
XX, no menos es lo que podría denominarse una «influencia de vuelta»: todo aquello que
el emigrado ha introducido en las islas, donde ha arraigado con mayor intensidad que en
otras regiones españolas. El comercio trajo papas, boniatos, batatas, tomates, maíz y ta-
baco, además de nopales o tuneras, pimenteros peruanos, cueros o cacao. También pro-
porcionó nuevas frutas como las papayas, mangas, chirimoyas, aguacates, piña tropical
o guayabas, consideradas como «frutas tropicales» en muchos mercados peninsulares y
que, sin embargo, en las Canarias pierden ya ese carácter exótico y se han adaptado, sin
duda, por las similares condiciones climáticas de las islas con algunas áreas del Caribe.
Canarias aportó vinos y vides, quesos, harina, animales (gallinas, cabras, carneros, ove-
jas, cabritos, camellos, cerdos), simientes, pescado y carne salados, tocino, conchas co-
loradas, plátanos, ñames, almendras, miel, agua, leña... En el terreno musical se hacen
habituales los «puntos cubanos», «guajiras», las «habaneras» o «corridos mejicanos»;
mientras que el arte ofrece hermosas muestras de orfebrería, ornamentos de variado tipo,
imaginería y arquitectura religiosas junto con la doméstica de claras resonancias venezo-
lanas, tan fácilmente perceptible hoy en la geografía de algunas islas, en especial, de las
occidentales. Costumbres y modismos lingüísticos son también reconocidos aquí y allá
con bastante facilidad, si bien es cierto que en muchos casos no sabemos quién importó o
quién exportó a uno y otro lado del Atlántico (Medina López, 1999).
El proceso emancipador de las colonias americanas trajo como consecuencia para la
comunidad canaria en América, entre otros factores, la necesidad de mantenerse infor-
mados y conectados allí donde el peso social y cuantitativo de este colectivo así lo exigía.
Y la comunicación se produjo a través del nacimiento de numerosos periódicos y gacetas
que -hechos por canarios para la comunidad canaria- cumplían con el objetivo de infor-
mar acerca de cuestiones de interés para el emigrante, dar noticias de las islas o llevar a
cabo análisis y comentarios de diversa índole. Junto con las publicaciones más o menos
periódicas empezaron a nacer también las distintas «asociaciones canarias» o, más mo-
773 COMUNICACIONES

dernamente, los «hogares canarios» o «centros canarios» que desarrollan, todavía hoy,
una intensa labor cultural y social y siempre mantienen vivo el recuerdo de las islas.
Así pues, a partir del estudio de Pérez Vidal (1955) -y ya en el terreno puramente lin-
güístico- ha sido incesante el número de trabajos que ha visto la luz a uno y otro lado del
atlántico; investigaciones en las que bien de forma directa o bien a través de fuentes indi-
rectas, o de manera referencial, Canarias está presente en América y América lo está en
las islas. O ambas forman parte de un mismo devenir histórico en un proceso continuo de
mutas interrelaciones a través de los últimos cinco siglos. En las páginas que siguen tra-
zaré, homenajeando a la figura de Pérez Vidal, las principales líneas de la investigación
lingüística entre Canarias y América.
Y en consonancia con el hecho de ser pionero en este campo, Pérez Vidal (1955: 74)
alertó de la carencia de datos y materiales tanto lingüísticos como folclóricos que senta-
ran las bases de una segura comparación entre la realidad americana y la canaria. Cuatro
años después, apareció otra obra capital en la dialectología hispánica: El Español ha-
blado en Tenerife, de M. Alvar (1959), primera monografía sobre un habla canaria. De
su importancia y de los caminos que trazó es suficiente hoy, a falta de pocos años para
cumplirse también el primer cincuentenario, la realidad investigadora del Archipiélago.
Se trata ahora de una de las zonas mejor y más estudiadas del mundo hispánico.
Pero así como escaso y fragmentario -por no señalar desértico- era el status quaes-
tionis sobre el español canario y sus relaciones con América en la década de los años
cincuenta del siglo XX, lo cierto es que el panorama que podemos trazar hoy en día (cin-
cuenta años después) es radicalmente opuesto. Y eso que una total comparación entre
Canarias y América no está exenta de algunos planteamientos de orden teórico-práctico
y documental. Así, nos encontramos con la propia consideración del concepto de “espa-
ñol atlántico”2, al que añadiríamos la diversidad sociolingüística americana, el descono-
cimiento en materia lingüística que se tiene de algunas zonas, al tiempo que la desigual
huella americana en las islas o de lo canario en América, circunstancias todas que de un
modo u otro muchas veces hacen insegura una total o parcial comparación e interrela-
ción de las dos realidades (Samper Padilla, 1994: 1175-1178). Y por todo ello, y cada vez
más, se demanda un expurgo de la documentación histórica y de variadas fuentes, porque
sólo un análisis pormenorizado de dichos documentos (estudiados con fines claramente
lingüísticos) pondrá de relieve -hasta donde sea posible- los caminos de la lengua, de las
modas y de los usos que llegaron a triunfar en las dos orillas o de lo que en unas zonas
arraigó y en otras, por el contrario, cayó en el olvido y en desuso3. Canarias y América,
en fin, entran de lleno en el espacio asignado a los centros irradiadores de los modelos
de habla en el mediodía peninsular español, constituyendo así -en buena medida- una
norma meridional-atlántica. Por ello aparecen los sustratos del occidente ibérico, los
portuguesismos, los andalucismos, la huella del pasado aborigen (si bien es cierto que
con características e intensidades muy diferentes), además de las múltiples expresiones,
giros y adaptaciones que han pervivido en las islas y en la América hispana y que ya han
desaparecido de las hablas peninsulares.
A riesgo de simplificar mucho las cosas -y dadas las limitaciones asignadas a una
comunicación de estas características- yo destacaría tres grandes líneas de investigación
por las que ha transitado la historiografía canario-americana.
CINCUENTA AÑOS DE INVESTIGACIÓN LINGÜÍSTICA CANARIO-AMERICANA 774

Áreas de investigación en las relaciones Canario-Americanas


- Zonas de influencia sustratística canario-americana.
Esta perspectiva es la que mayor interés ha suscitado, enmarcada, casi siempre, en
una visión histórico-dialectal de las interrelaciones Canarias-América. Y esto es así dado
que se han puesto de relieve las coincidencias léxicas4, entre las que destacan los por-
tuguesismos5 y andalucismos, los dialectalismos del occidente peninsular, indoameri-
canismos, los arcaísmos, las voces de origen marinero o los afroamericanismos, en ese
intenso tráfico humano y comercial desarrollado entre los siglos XVI y XVIII y en el que
los puertos andaluces y canarios jugaron un papel determinante en los viajes hacia las
Indias. Claro que toda esta incesante actividad investigadora muchas veces pone de ma-
nifiesto las dificultades sobre la filiación etimológica de una voz, toda vez que en nume-
rosas ocasiones no es posible reconocer el verdadero rumbo que tomó un vocablo en su
travesía atlántica de ida o de vuelta. Parece, una vez más, que un pormenorizado análisis
histórico-documental ayudará a resolver no pocas incógnitas en este sentido. El retorno
de los inmigrantes, por ejemplo, es un factor clave para entender por qué en Canarias han
calado con más fuerza algunos indoamericanismos como las voces del arahuaco-caribe
arepa, batata, batatero, babatazo, batato, boniato, coroto, curiel, guanajo, aguanajado,
guano, guayabo, jíbaro, macana, macanazo, macanudo, maní, tunera o tuno, o del tupí-
guaraní (pitanga, pitanguero). Estas palabras, sin bien no muy numerosas, arraigaron y
designaron elementos nuevos; en otras ocasiones añadieron acepciones no conocidas y
en otras, en fin, siguieron su propio rumbo derivativo en la recreación y expresión insula-
res: batata, batatazo, batatero, batato; guanajo, aguanajado, aguanajarse, guanajada;
guataca, guatacazo, guataquear; macana, macanazo, macanudo, etc. En cuanto a su
distribución geográfica, las islas de La Palma, Tenerife y Gran Canaria son las que po-
seen mayor número de indoamericanismos, sin duda por las intensas relaciones migrato-
rias de aquellas con América (Corbella Díaz y Medina López, 1996).
En esta perspectiva histórico-dialectal llevada a cabo por numerosos investigadores,
destacan, sobremanera, dos áreas: la Luisiana en EE.UU. y Puerto Rico. En cuanto a la
primera, el interés por el llamado “isleño” arranca ya desde finales el siglo XIX con el ar-
tículo de Fortier (1894), aunque los grandes trabajos empiezan a publicarse hacia finales
de los años cuarenta del siglo XX. Así, el profesor norteamericano R. MacCurdy (1948,
1950, 1959, 1975) daba cuenta de la huella canaria en la zona, investigación que en 1948
fue presentada como tesis doctoral con el título The Spanish Dialect in St. Bernard Pa-
rish, Louisiana y que ve la luz en la monografía de 1950; trabajo que -a juicio de Lipski
(1990: viii)- «continues to be the most complete work of its kind». Con posterioridad, y
en distintas décadas6, la atención por describir y relacionar los vestigios lingüístico-etno-
gráficos entre Luisiana y Canarias ha ido en aumento hasta la última e interesante mono-
grafía de Manuel Alvar (1998), quien analiza el dialecto canario según el cuestionario de
su ALEICan, el ALH (Atlas Lingüístico de Hispanoamérica) y la terminología marinera
(ALMP), como fruto de sus encuestas e incursiones en este terreno (Alvar, 1991, 1992a,
1996) y Alvar, Moreno y Alvar (1998), sobre fonética. De igual modo, son destacables
los estudios de Samuel G. Armistead sobre la lengua, el folclore, los romances, adivinan-
zas, préstamos, topónimos y en general sobre aspectos de etnolingüística de los canarios
en la Luisiana7
775 COMUNICACIONES

Puerto Rico es la otra gran zona del reclamo investigador. De la mano pionera de Ál-
varez Nazario conocemos las intensas relaciones históricas, migratorias, demográficas
y lingüísticas de la aportación canaria a la isla caribeña. Su monografía más valiosa, en
este campo, es la publicada en 1972 (Álvarez Nazario, 1972) con el título La herencia
lingüística de Canarias en Puerto Rico. Estudio histórico dialectal, que ahonda también
en una vertiente poco practicada por aquellos años, como es la dialectología comparada.
El número de fuentes, acopio de datos y la pericia investigadora de su autor, hacen de
este manual una obra de obligada consulta, aunque hayan pasado ya más de treinta años
desde su publicación.
También en el área del Caribe, la isla de Cuba ha merecido algunos estudios de tipo
comparativo. Los condicionantes históricos basados en las fuertes corrientes migrato-
rias del siglo XIX hacen que Cuba mantenga con las Canarias intensas conexiones en el
terreno lingüístico, ya sea a través de la paremiología, del léxico tabaquero coincidente
entre Cuba y La Palma, por ejemplo, ya mediante las coincidencias léxicas entre algunos
occidentalismos compartidos por ambas realidades: margullo, raposa, magua, fañoso
y serventía, así como los cubanismos incorporados al español tradicional de las islas:
arique, curiel, ciguata, cuje, morrocoyo, guagua, cocuyo, mameyazo, jimagua, rebam-
baramba, batilongo, barrenillo, guataca, papalote y tibor (Díaz Alayón, 1991a; Ortega
Ojeda 1991). [Sobre los occidentalismos hispánicos entre Cuba y Canarias, véase Herre-
ra del Castillo (1999) y sobre el vocalismo García Pérez (1992 y 1993)]. En esta misma
región, el romancero canario y sus relaciones con Cuba y Puerto Rico ha sido estudiado
por Cáceres Lorenzo (1995), señalando que esta manifestación folclórico-literaria tiene
una misma línea de transmisión que con toda probabilidad no se inicia en las Canarias,
sino en Andalucía, particularmente por la importancia de esta región en la configuración
de la cultura oral en las islas.
La tercera de las Grandes Antillas hispanas, la República Dominicana, ha sido objeto
de varios estudios de la mano de Granda y Pérez Guerra (1989) para la voz me[s]turado
y Pérez Guerra (1993 y 2003), fruto de su Tesis doctoral, sobre la población de Sabana
de la Mar, fundada por canarios en 1760. El fin de esta investigación última, ha sido el de
«insertar los datos lingüísticos sincrónicos (que representaron los materiales concretos
a considerar), en un contexto histórico que no sólo facilite los puntos de partida y las
estructuras previas explicativas de la situación actual [...] sino que aporte también la ne-
cesaria dimensión genética de la misma» (Pérez Guerra, 2003: 1063).
La llamada por los canarios “octava isla”, Venezuela, ha contado con pocos trabajos8
si se tiene en cuenta, por el contrario, la importancia de las corrientes migratorias en
décadas anteriores (y la abundante bibliografía dedicada por los historiadores). No obs-
tante, ha interesado el comportamiento semántico de las formas de tratamiento del tipo
don/doña, según Trujillo (1981: 216) de incorporación venezolana; algunos fenómenos
fonéticos (seseo, yeísmo, aspiración de /x/ > /h/ o los trueques -r/-l, entre otros, puestos
de relieve por Herrera del Castillo (1995) o los más recientes de Pérez (1999a, 1999b y
2003), basados en lo que él denomina apropiación léxica, en particular de las voces gofio
y arepa.
CINCUENTA AÑOS DE INVESTIGACIÓN LINGÜÍSTICA CANARIO-AMERICANA 776

En el cono sur americano el sustrato canario se encuentra especialmente en la funda-


ción de Montevideo (Uruguay) desde 1726, fecha en la que un grupo de familias canarias
fundó la ciudad. Elizaincín (1992b: 761) destaca el “aluvión migratorio” de la segunda
mitad del XIX, con la llegada de corrientes itálicas e hispánicas, y que conformarán el
actual perfil lingüístico del país. El trabajo que recoge la presencia canaria es el de La-
guarda Trías (1982), donde se analiza un grupo de voces, entre ellas numerosos portu-
guesismos, y en los que, según manifiesta, Canarias ha jugado un papel decisivo como
vía de penetración9.
- Rasgos canarios y rasgos americanos.
La nómina de estudios en este apartado es amplia y tiene como objetivo resaltar algu-
na peculiaridad o coincidencia, pero abandonando la perspectiva histórico-dialectal que
caracteriza en buena medida los trabajos citados anteriormente. Una de esas perspecti-
vas tiene como punto de arranque los datos suministrados por el ALEICAN de Manuel
Alvar. Tal es lo que se comprueba con los estudios de López Morales (1981 [con infor-
mantes cubanos] y (1984) para el segmento fonológico /r/ en Puerto Rico, o los trabajos
de Vaquero (1984a, 1984b y 1984-1985) con el léxico marinero de Puerto Rico, Canarias
y Andalucía, sobre el término sacho o acerca de los indoamericanismos léxicos canarios
según el ALEICan, respectivamente. Moreno Fernández (1991), por su parte, compara
los andalucismos en los mapas de Andalucía, Colombia y Canarias, o más recientemente
Alvar (2001 y 2003) entre los mapas canarios y los venezolanos.
Desde la perspectiva fonética, han sido objetivo de especial atención los procesos
de debilitamiento de la nasal implosiva -/n/ y su contraste con el área del Caribe o los
dialectos puertorriqueños de Filadelfia y Jersey City, el cubano de Miami o el de Pana-
má (Samper Padilla, 1991); la aspiración y elisión de -/s/, llevado a cabo por Almeida
Suárez (1991) entre los datos canarios y los disponibles para amplias zonas americanas.
También la cuestión del polimorfismo ha llamado la atención a algunos estudiosos, co-
mo son los casos de Alvar (1972), en su trabajo pionero sobre el habla urbana de Las
Palmas de Gran Canaria, y Lope Blanch (1981) cotejando los datos grancanarios con los
mexicanos.
En lo que a la comparación de rasgos gramaticales se refiere, Granda (1978) estudió
el sistema de posesivos en el español atlántico; Gutiérrez Araus (1991) contrastó los ras-
gos comunes entre Canarias y Puerto Rico, Cuba y Santo Domingo a través del análisis
de los coloquialismos, la morfología léxica y gramatical, formas verbales y fenómenos
sintácticos. Serrano Montesinos (1991-1992 y 1994), por su parte, se acerca al estudio
del modo subjuntivo, partiendo de los datos del habla culta de Caracas y México, por un
lado, y de los datos de la ciudad tinerfeña de La Laguna, por otro. En el trabajo de 1994
(Serrano Montesinos, 1994) esta autora coteja la información de Beatriz Lavandera para
el español bonaerense con los de La Laguna, según el empleo de las formas verbales en
las cláusulas introducidas por si. También son varios los estudios referidos a las formas
del pasado (perfecto simple/compuesto), como los llevados a cabo por Herrera Santana
y Medina López (1994) y Piñero Piñero (2003), este último con datos de la norma culta
grancanaria.
777 COMUNICACIONES

- Proyectos de alcance panhispánico.


La conclusión de esta breve panorámica quiero hacerla refiriéndome a las vías de in-
vestigación que de forma directa o tangencial relacionan a las Canarias con América
a través de proyectos panhispánicos o de aquellos que, alentados desde instituciones o
grupos de investigación hispanoamericanos, han tenido su caldo de cultivo en las Islas.
Uno de ellos es el que se refiere a la norma culta -de cuya génesis y alcances ahora
no voy a referirme por ser muy conocida su trayectoria-, y que ha tenido su máximo
exponente en la isla de Gran Canaria, donde el equipo de trabajo encabezado por Sam-
per Padilla (1996a, 1996b, y [dir.] 1998, entre otras referencias) elaboró y publicó los
resultados de dichas encuestas, al igual que preparó la edición del Macro-corpus de la
norma lingüística culta de las principales ciudades del Mundo Hispánico (MC-NL-
CH) (Samper Padilla, Hernández Cabrera y Troya Déniz, 1998). Estos materiales han
sido la base, a su vez, de algunas tesis doctorales como la de Troya Déniz (1998) sobre
las perífrasis de infinitivo o la de Piñero Piñero (2000) sobre las formas de perfecto,
entre otras. Así mismo, son destacables los trabajos sobre disponibilidad léxica (Sam-
per Padilla y Hernández Cabrera, 1997), que en su momento fueron introducidos en
el mundo hispánico por López Morales. Hay que resaltar que el método de análisis
de todas estas investigaciones es el mismo y ha sido aplicado -entre otras zonas- en
Puerto Rico, México, la República Dominicana, Chile o Madrid, por lo que el análisis
contrastivo está perfectamente justificado. También es interesante la línea de investi-
gación sobre la madurez sintáctica y en este sentido contamos con las investigaciones
de Torres González (1996) en las que compara datos de Canarias y Puerto Rico o Torres
González y Espinet (2001) con el análisis de textos narrativos y descriptivos de los es-
critores puertorriqueños y canarios. Resulta, pues, interesante el estudio que se hace de
la sintaxis -tanto en la producción infantil como en la prosa literaria-, pues hasta hace
algunos años esta parcela de la investigación estaba prácticamente inexplorada en las
Canarias.
Y desde la vertiente puramente histórica, la incorporación de Canarias en 1993 al Pro-
yecto del Estudio Histórico del Español de América, Andalucía y Canarias, auspiciado
por la ALFAL, ha generado un interés notable por la lingüística diacrónica aplicada a
Canarias. Y esto es así si se comprueba la cada vez más numerosa nómina de trabajos que
dedican ya sus páginas a inventariar y describir el devenir de la lengua en las islas Cana-
rias desde la época de la Conquista hasta prácticamente el siglo XIX. En este sentido, el
expurgo de viejos papeles que representan una variada tipología textual pone también en
relación los hechos de la lengua en Canarias con la situación experimentada en América.
Por ello, los datos que van viendo la luz dibujan lentamente una historia de la lengua
del español atlántico. Conocemos ya aspectos fonéticos (Frago Gracia, 1996, 1999 y
2003; Medina López y Corbella Díaz, 2002), morfosintácticos (González Monllor 2003
y 2004) y, sobre todo, léxicos de nuestra lengua en las islas, así como la impronta históri-
ca de los canarios en América desde la perspectiva diacrónica (Morera, 2004). Como en
toda empresa de este tipo, el tiempo irá aportando sus frutos investigadores para conocer
más y mejor la realidad del pasado lingüístico.
CINCUENTA AÑOS DE INVESTIGACIÓN LINGÜÍSTICA CANARIO-AMERICANA 778

Para Finalizar
Las páginas precedentes han trazado las líneas principales de lo que han sido las in-
tensas relaciones lingüísticas entre Canarias y América. Mi objetivo ha sido traer a la
memoria un gran trabajo de los años cincuenta y poner de relieve cómo la situación ha
cambiado considerablemente en todo este medio siglo de investigación canario-ameri-
cana. No obstante, aún quedan numerosas zonas en las que a buen seguro obtendríamos
datos comparativos de mucho interés, como por ejemplo, Cuba y Canarias o Venezuela y
Canarias, además de profundizar y ampliar las investigaciones relacionadas con la pervi-
vencia y mortandad léxicas a ambos lados del Atlántico.
Por último, reitero que estas páginas son sólo un esbozo -muy limitado, por tanto, por
el tiempo y el espacio dedicado a una comunicación en un Congreso Internacional- de
las relaciones entre Canarias y América. La consulta de las fuentes y la bibliografía que
a continuación se relacionan darán al estudioso y al lector en general una verdadera di-
mensión de todo lo que en estos últimos cincuenta años se ha hecho y de lo que todavía
queda por emprender.
779 COMUNICACIONES

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CINCUENTA AÑOS DE INVESTIGACIÓN LINGÜÍSTICA CANARIO-AMERICANA 786
787 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Anuario de Estudios Atlánticos, 1, (1955), pp. 91-197. Publicado décadas más tarde como libro, junto con un
artículo titulado «Poesía tradicional canaria en Méjico», Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran
Canaria, 1991.
2
Cfr. Los conocidos trabajos de Catalán (1958, 1960 y 1964), Menéndez Pidal (1958), Lapesa (1964 y 1966),
Salvador (1981), Granda (1987 y 1990), Abad (1983 y 1991) y Montes (1984), entre otros.
3
Como ocurre, por ejemplo, con las zonas voseantes y las tuteantes en América.
4
El ejemplo más claro es el diccionario de coincidencias léxicas entre Canarias y América (Corrales y Corbe-
lla, 1994).
5
Cfr., por ejemplo, Granda (1968), Corbella Díaz (1995), García Padrón (1991).
6
El análisis del habla de esta pequeña comunidad de hablantes hispanos de origen canario, que asombrosa-
mente han conservado muchos de los rasgos del español canario del siglo XVIII, ha sido estudiada a través de
encuestas realizadas en la zona, sobre sus romances y adivinanzas, la permanencia de algunos portuguesismos,
los topónimos, la fauna y flora, así como la fonética. Por razones de espacio me resulta imposible reseñar todos los
datos bibliográficos. Como ejemplo véanse Álvarez Martínez (1993) y Corrales Zumbado, Álvarez Martínez y
Corbella Díaz (1998: 44-46).
7
Cfr. Armistead (1978, 1980-1981, 1983, 1985, 1989, 1991, 1992a, 1992b, 1994a, 1994b, 1997, 1998).
8
Ya lo señala Alvar (2003: 19): “Es un lugar común hablar de las relaciones de las Islas Canarias con Venezue-
la, pero poco se ha escrito -desde la lingüística- sobre tales acercamientos”.
9
También Groppy y Malcuori (1992) dedicaron un trabajo a la huella canaria en la localidad rural del noreste
de Canelones (Uruguay), con afluencia masiva de canarios en la segunda mitad del XIX.
789 COMUNICACIONES

Dialectología, sociolingüística y geografía lingüística

EL “ARTE NUEVO” DE HACER CULEBRONES: EL CAMINO HACIA


UNA POLÍTICA LINGÜÍSTICA GLOBALIZADORA1

María del Rocío Rivera González


(Universidad de Sevilla)

A Pepe González (†) por estar conmigo y con todos


nosotros en los primeros balbuceos de tantísimas cosas.

1. Los medios de comunicación y el poder de la legua: conciencia de universaliza-


ción y unificación del español
La ardua tarea que supone el proponer un proyecto panhispánico en el que se pretenda
conseguir una globalización de la lengua española en toda su extensión geográfica es
un tema harto conflictivo, pues lleva consigo una gran polémica: ¿hacia qué español
vamos? ¿cuál es el referente? Parece que desde hace tiempo se intenta proponer un espa-
ñol nivelado, estandarizado, regulado y normativizado en el que se intuyen una serie de
patrones que, sin imponerse, se antojan “aconsejables” con el único fin de llegar a la in-
tercomunicación entre todos los países hispanohablantes. Pero, ante tal espíritu globali-
zador, se han lanzado voces en contra, porque conllevaría a la desaparición de la cultura
e identidad del pueblo, sobre todo en aquellas series televisivas escritas en “lenguaje de
nadie”, que contribuyen <<a reforzar el sentimiento de la no-pertenencia, de la desola-
ción, del desarraigo>> (F. Prieto, 1997).
Ante esta postura, H. López Morales (2003) piensa que sucedería si concibiésemos
como sinónimos “español general” y “español internacional” (o “globalizado”), cuya
diferencia radica en que el primero está compuesto por las voces de uso generalizado en
el ámbito hispánico y por los “términos neutralizadores” o “nómina pasiva”, mientras
que el segundo podría entenderse como una nivelación, en tanto en cuanto las formas
autóctonas se van sustituyendo por otras de ámbito general con mayor prestigio o más
útiles para los hablantes que así las conciben. Para evitar esta posible ambigüedad, de-
fiende que habría que distinguir entre las “variedades regionales” y el “español general”
(+ natural) y los intentos de internacionalización (+ artificial).
EL CAMINO HACIA UNA POLÍTICA LINGÜÍSTICA GLOBALIZADORA 790

Sea como fuere, tanto los medios de comunicación (prensa, radio y televisión) como
los investigadores de la lengua, se están preocupando por estas cuestiones. Incluso, ha
llegado a convertirse en uno de los temas más solicitados y recurrentes para aquellos que
trabajan en la unidad y diversidad del español y que toman como referente a los mass me-
dia como vehículo o medio de cohesión lingüística. En este terreno destacan Raúl Ávila
(1997, 2001 y 2003), Juan M. Lope Blanch (2003), Humberto López Morales (2000,
2001, 2003), Mª Josefina Tejera (2003), Hiroto Ueda (1997), entre otros. Además, hay
quien habla de una “norma hispánica general” (R. Ávila), aunque Tejera (862-863) pre-
fiera hablar de una “tercera norma” (o norma exógena), creada a imitación del inglés,
que se detecta en las emisiones de la CNN de Atlanta y en canales comerciales de Miami
y que <<sólo alcanza aquellos textos operativos donde la homogeneidad es un instru-
mento necesario que evita la ambigüedad y que pretende el entendimiento entre millones
de hispanohablantes>> (873).

2. La lengua española y las telenovelas: en busca de un “español general”


Partiendo de todo lo anterior, el mundo de las telenovelas se presenta como una prue-
ba de fuego, pues se está creando una nueva koiné en la que la fuerza motriz emerge de
un trabajo elaborado por los “correctores de estilo geográfico” (Salvador, 1994), a car-
go -como era previsible- de lingüistas especializados que, pese a cumplir una función
imprescindible, se pierden en los créditos finales de cada capítulo sin gozar del menor
interés para los telespectadores. H. López Morales ha venido poniendo de manifiesto
esto mismo: las telenovelas reportan un interés lingüístico inimaginable, pues de ellas
se desprende una política que persigue el equilibrio a través de la escasísima presencia
de dialectalismos y del aprovechamiento de ese “léxico pasivo” que, a pesar de no em-
plearse, se conoce y se comparte. La cuestión, como pone de manifiesto el investigador
cubano (2003), es que:
España envía su modelo de lengua, la variedad central-norteña, mientras que nuestros
culebrones se esfuerzan por presentar un español neutral, sin estridencias regionales,
que de alguna forma pudieran dificultar la buena inteligencia de los mensajes. Todo in-
cide en difundir y sancionar los fenómenos de una lengua general, colectiva, aunque se
observen, es esperable y deseable, ciertos rasgos lingüísticos específicos.
2.1. Objeto de estudio y justificación del corpus
Para ir corroborando estas hipótesis, analizaremos el modus operandi de los guionis-
tas en dos telenovelas emitidas por TVE1 que llevaron a escena una obra de Fernando
Gaitán (21997[1995]): una versión es colombiana (Café, con aroma de mujer)2, la otra
mexicana (Cuando seas mía)3 y, sendas producciones, narran la historia de una recolec-
tora de café que tras muchas penalidades se convirtió en una alta directiva del mundo
cafetero. Ahora bien, debido a la extensión del corpus y a que la extracción de los datos
suele repetirse a lo largo de las telenovelas, estudiaremos -para esta ocasión- una selec-
ción de las mismas, motivada por la presencia o ausencia de una serie de mecanismos
que analizaremos a lo largo del artículo.
791 COMUNICACIONES

2.2. Mecanismos empleados para la globalización en las versiones de Café


Los medios de los que se sirven los guionistas y redactores de estos melodramas son
más perceptibles en el campo de la fonética y en la lexicología, pero ello no quita que se
puedan percibir en otros ámbitos. Sea como fuere, atendiendo a los rasgos principales
que describen estudiosos como M. Alvar (1996), J. M. Lipski (1996), M. Vaquero (21998
y 32003), etc., agruparemos el análisis en tres niveles: fonética, morfosintaxis y léxico.
2.2.1. Fonética
Raúl Ávila (1997 y 2003:16-18), al defender la existencia de una “norma hispánica
general”, distingue tres normas yeístas4: a) la más extendida es la seseante que mantiene
la /-s/ implosiva y suele pronunciar la /x/ como velar (México D. F.), pero hay una sub-
norma que pronuncia este último fonema un poco más “abierto” [x] (Bogotá); b) otra
norma es la seseante que aspira la /-s/ implosiva y presenta para la /x/ una aspirada fuerte
[h] (Caracas) o la que, presentando menos aspiraciones de /-s/, la /x/ se pronuncia como
velar [x] y se percibe rehilado el fonema palatal /y/ con una realización “tensa” o “ensor-
decida” (Buenos Aires); c) la tercera es la distinguidora y la que mantiene una /-s/ implo-
siva mucho más “grave” que las otras con la /x/ un tanto “vibrante” (Madrid).
Partiendo de estos “patrones”, parece que Café se ajusta más a la subnorma de la pri-
mera posibilidad, pues manifiesta un seseo evidente y mantiene con bastante regularidad
la /-s/ (“yo vine a buscar al bobo de su hermano”). Pero, por el contrario, suele presentar
aspiraciones suaves -en menor medida fuertes- del fonema /x/ (“¿qué querías que le dihe-
ra?; después que me rahao la vida por venir aquí”), salvo en dos casos de pronunciación
velar (“que la Virxen [...] me los bendigan; ¡parece como un ánxel!”). Por su parte, la
producción mexicana, a pesar de regirse por la primera norma (mantiene casi la totalidad
de las /-s/ implosivas y realiza como velar la /x/ [“desde Brasil hasta México”], a excep-
ción de algunos casos de aspiraciones fuertes [“la hente del café se siente muy pobre”]),
presenta la peculiaridad de tres casos de distinción entre /ɵ/ y /s/ por parte de los protago-
nistas, tratándose quizá de decisiones individuales y propias de los actores que podrían
estar motivadas por la conciencia de esos usos normativos de la variedad central-norteña
española: “Diɵe que ya viene de regreso” (Diego), “no sé como haɵerlo sin lastimarte”
(Diego) y “¿no te pareɵe estúpido?” (Paloma).
2.2.2. Morfosintaxis
Con respecto al nivel morfosintáctico, las peculiaridades gramaticales detectadas no
pueden considerarse propias de Colombia o de México, puesto que pueden registrarse en
el resto de Hispanoamérica5. Destacaremos los fenómenos más sobresalientes:
1a) En lo que al pronombre vosotros se refiere, parece que su ausencia define, no sólo
al español americano, sino a la zona occidental de Andalucía y a Canarias. Ahora bien,
como contrapunto con la zona occidental del sur de la Península, tanto en Canarias como
en América, se viene diciendo que la segunda persona del plural no se emplea, conflu-
yendo con las formas de tratamiento respetuoso, por lo que su valor dependerá del con-
texto (“ustedes no me lo van a quitar” y “¿qué soy para ustedes dos?” [CSM]). Pero en
tal relación de acontecimientos lingüísticos, sorprende el uso de la segunda persona del
plural por parte del cura de Café en el ritual del casamiento:
EL CAMINO HACIA UNA POLÍTICA LINGÜÍSTICA GLOBALIZADORA 792

¿Habéis venido con plena libertad? / ¿Estáis dispuestos a amaros, honraros y respeta-
ros? / ¿Estáis preparados para recibir responsable y amorosamente los hijos?
pues fuera de este contexto emplea la tercera persona del plural, a pesar de seguir
tuteando a los personajes (“¿por qué no me dan unas horitas hasta la tarde?” y “¿podrán
esperarse?”). La interpretación de estos datos es muy variada, ya que podría ser otra de-
cisión individual por parte de un actor que conoce la norma central-norteña española y
ha decido emplear este fenómeno en ese momento, o que se trate de una tradición textual
que lleve implícito esos usos lingüísticos, ya que todos coinciden en la ausencia de este
uso de la conjugación verbal en América y sólo en la celebración de la misa el cura em-
plea estas formas.
1b) En estrecha relación con el empleo de ustedes por vosotros y la “ausencia” de
la segunda persona del plural, suelen aparecer estructuras vinculadas a las fórmulas de
tratamiento que intentan evitar ambigüedades. Se han detectado dos casos en Gaviota
(Café): “yo no podría irme a buscar a su nieto si yo no tengo la aprobación de usted, su
consentimiento” y “comuníqueme usted con don Mr. Thomas que él... le tengo que dar
las instrucciones a él”.
1c) Todo esto nos lleva a analizar las fórmulas de tratamiento empleadas en las dos
telenovelas. En primer lugar, se aprecia que Café se caracteriza por la preponderancia
de usted (entre parientes, entre empleados, por parte de la protagonista hacia su ama-
do, etc.), pero el cura tutea a sus feligreses y Sebastián, como norma general, tutea a su
amada Gaviota. Por su parte, en CSM predomina tú, (entre parientes, amantes, amigos,
empleados, etc.), dejando usted para personas de poca confianza o a personas a quienes
no se les tiene mucho aprecio con el único fin de marcar las distancias. Esto no quiere de-
cir, entiéndase bien, que el habla colombiana tenga un sistema mucho más rígido que la
mexicana, pues la diferenciación semántica entre el tú (‘+ informalidad, + familiaridad’)
y el usted (‘+ formalidad, + distanciamiento’) del español de España no tiene por qué co-
rresponderse con todo el ámbito hispánico, porque <<la ‘formalidad’ y la ‘familiaridad’
no son valores inherentes a los pronombres USTED y TÚ, respectivamente, sino que ta-
les valores son resultado del contexto sociolingüístico en que se usan>> (Ruiz Morales,
1987: 766). En el caso concreto de Colombia, los hablantes parecen evitar el pronombre
tú, porque lo consideran improcedente, ya que se vincula con <<nociones de desdén, hu-
millación o actitud paternalista, como en el caso de intercambios entre médico y paciente
o entre sacerdote y parroquiano>> (767-768). Así explicamos el porqué de la elección
del cura y quizá la del rico hacendado.
2) Los sufijos empleados para formar diminutivos en la grabación colombiana son
-ito e -ico, mientras que en la mexicana sólo se ha detectado -ito, situación comprensible
si tenemos en cuenta que las formas diminutivas se reparten y conviven a lo largo de todo
el ámbito hispánico. Lo más interesante es la creación de formas nuevas a partir de inter-
jecciones, adverbios,... tratándose de “diminutivos de frase como expresión del temple
emocional del hablante” que <<en el lenguaje realmente coloquial o en escritos que lo
representan [...] supone una corriente activa o emotiva (o combinada) hacia el interlocu-
tor>> (Alonso, 21967: 170): “¡Si clarito sentí que me atravesaba el ombligo, amigo!” y
“Ahorita lo vamos averiguar” (CSM)6.
793 COMUNICACIONES

3) Con respecto a los usos del sistema verbal, tan sólo examinaremos la tendencia a
la construcción perifrástica y al uso reflexivo y pronominal de los verbos: a) La posi-
ble tendencia americana por las formas perifrásticas no resulta representativa en nuestro
corpus, ya que ha sido detectada en un caso en CSM: ir + gerundio con valor de acción re-
cién concluida (Voy llegando de Londres ‘acabo de llegar’); c) Por su parte, sí se advierte
-sobre todo en Café- esa tendencia hacia construcciones de verbos como reflexivos y
pronominales donde el español de España no los emplearía (ella se acepta casar conmigo
‘ella acepta casarse conmigo’ [Café]; me lo voy a casar ‘me voy a casar’ [Café]; ¿Cómo
me le va, Carolina? ‘¿Cómo le va, Carolina?’ [Café]).
4) Como era de esperar, en ambas teleseries sobrevive -aunque escasamente- acá7 y
allá8, junto con las formas allí9 y aquí10. Aparte, resulta relevante aquellas interjeccio-
nes lexicalizadas, empleadas como refuerzo o apoyo constante del diálogo (“¡Perdóna-
me! ¿sí?” [CSM]; “¡pásele “pa” dentro, pues!” [CSM]), junto con una serie de fórmulas
que apoyan el decurso del diálogo, cuya utilidad es la de dirigirse al receptor: “¿Sí, mi
amor?”, “mijita, dígale que el frac del abuelo está en la hacienda” (Café), “no mija, si
está en algún reclusorio, pues, nos vamos a tardar todo el día buscándolo” (CSM), etc. A
esto, hay que añadir aquellos casos de adverbialización del adjetivo (“está muy bueno,
cantas divino” ‘está muy bien’ [Café]) y del uso de las preposiciones (“la tuviste a frente
en Londres” [Café]).
2.2.3. Léxico
Al principio comentábamos que H. López Morales pensaba que, distinguiendo entre
“español general” y “español internacional” (o “globalizado”) no habría problemas en
la intercomunicación entre todos (o casi todos) los hablantes de español y que ninguno
perdería sus señas de identidad. Pues bien, las telenovelas que aquí estudiamos, ya por el
mero hecho de haber sido producidas para la exportación, han participado en este proce-
so universalista, porque los productores -como desvelaba Gregorio Salvador (1994: 5-6)
comentando una anécdota del investigador cubano- al iniciarse en el lanzamiento de sus
culebrones, vieron que fracasaban por:
desajustes semánticos que, acumulados, hacían ininteligible o equívoco un parlamen-
to, palabras inocentes en el país de procedencia, impronunciables, por obscenas, en otros
ámbitos, improcedencias expresivas desde la diversa valoración social de los usos y otras
zarandajas idiomáticas.
El motivo por el cual vieron pertinente revisar los guiones y contratar a especialistas
para conseguir los fines que perseguían no era otro que el de los intereses económicos,
pues la factoría televisiva -en este caso las telenovelas- dejan beneficios muy altos a las
cadenas de televisión, por lo que los culebrones se conciben como un “negocio comuni-
cacional”11. El problema está en saber conjugar el poder de la palabra y saber qué térmi-
nos se deben escoger y los motivos de su elección.
De cualquier manera, en lo que a Café y CSM se refiere, hemos de decir que en su ma-
yoría están compuestas del léxico común que posee cualquier hablante de español (otra
cosa son los usos o valores que se les den a ciertas voces, giros o expresiones):
EL CAMINO HACIA UNA POLÍTICA LINGÜÍSTICA GLOBALIZADORA 794

(1) Léxico común, léxico pasivo. Dentro de este ámbito, hemos de distinguir entre
las palabras generales y aquellas que, a pesar de ser reconocidas por los televidentes,
no son empleadas por ellos -al menos naturalmente-, puesto que su uso es intencionado
y suele partir de unos conocimientos previos entre los interlocutores o, de lo contrario,
se emplean para captar la benevolencia del destinatario. Además, hemos de partir de la
base de que la globalización de los medios está haciendo posible que muchas de estas
voces aparezcan en España, tal y como puede comprobarse si consultamos el CREA,
pero casi siempre en textos periodísticos. A esto, hay que añadir la necesidad de contar
con la suficiente memoria histórica como para reconocer que en muchas ocasiones este
léxico pasivo no nos es ajeno, puesto que muchas voces han sido empleadas por nuestros
antepasados y otras tantas se siguen oyendo dentro de nuestras fronteras. Así, cuando es-
cuchamos apurarse, cachetada, carro, empacar, enojarse, frijol, plata y reservación12,
palabras entre muchas otras que son totalmente inteligibles por los telespectadores, no
podemos creer que estemos siempre ante creaciones o “invenciones” americanas, por-
que a) apurarse ‘darse prisa’ se emplea en zonas andaluzas y, tal acepción se creó, se-
gún Corominas y Pascual, del significado peninsular ‘apremiar, poner en aprieto’, quizá
documentada desde Berceo; b) cachetada ‘golpe que se propina en la cara con la mano
abierta’ se percibe también en Canarias como derivado de cachete ‘carrillo abultado’,
documentado desde Lope de Rueda († 1565); c) carro ‘turismo’ se documenta desde
Berceo, aunque la forma usual en España sea coche, documentada desde 1576. A esto,
hay que añadir que recientemente se está empleando la forma abreviada auto ‘automó-
vil’, documentada en Galdós desde en 190913; d) empacar ‘hacer el equipaje’ está do-
cumentada desde 1680 (Recopil. de Indias) y sí parece ser propiamente americana14;
e) enojarse ‘sentimiento de ira contra alguien’ es una voz que se documenta desde Ber-
ceo, pero que hoy su uso en España es más bien literario (frente al americano que sigue
siendo popular), ya que fue sustituido por enfadar (documenta desde Nebrija); f) frijol
‘judía blanca’, por más que el DRAE ‘01 lo trate como de uso exclusivo americano, se
encuentra todavía en zonas del dominio español, como en Lepe (J. Mendoza, 1985: 189)
y se trata, en última instancia, de una legumbre que pudo tomar el castellano del galle-
go-portugués y que está atestiguada desde 1492 por Nebrija; h) plata ‘dinero’ surgió
como una acepción secundaria en España, sólo que en la actualidad ese significado se
ha restringido a usos coloquiales y jergales, frente a la gran vitalidad de uso en Hispano-
américa; y, finalmente, i) reservación ‘reserva de billetes’, acepción admitida desde la
edición manual de 1985, se concibe como significación americana, ya que en esta orilla
no adquiere ese significado tan concreto.
(2) Términos locales, términos actualizados. Los guionistas saben muy bien cómo
darles sabor regional a sus producciones con la finalidad, no sólo de conseguir que el país
se identifique con la teleserie, sino también para enseñarnos palabras propias de su en-
torno. En estos casos estaríamos ante términos desconocidos para aquellos que no perte-
nezcan a ese ámbito local y que, por consiguiente, no podrán ser neutralizados por otras
formas, puesto que no pertenecen a esa “norma particular”. Pero, para eso, los guionistas
nos proporcionan claves semánticas para entender su significado, sin pasar por alto que
su aparición casi siempre se da en hablantes, si no indígenas, al menos de clase socio-
cultural inferior (recolectores de café, camareros pueblerinos, etc.), incluso en la prota-
795 COMUNICACIONES

gonista (Gaviota / Paloma), pues por mucho que haya ascendido, todavía se siente más
apegada a esta capa social que a la de los altos directivos cafeteros. Pues bien, a través de
este mecanismo y del poder de la imagen, entendemos que jiverde y rayoles, a pesar de
no haber sido encontradas en ningún banco de datos, pueden significar rubio y hombres
y que mono encierra el significado de ‘persona de pelo rubio’ (DRAE ‘01, s. v.):
A-¿Usted de dónde se sacó ese casé que está sonando? / B-¡Ah, pues! vinieron unos
rayoles y me lo cambiaron por media de aguardiente / [...] / A-¡Sí! Pásamelo, pues para
acá. ¡Vea! ¡que!... ¡ah! Si acaso... los que vinieron a preguntarle o a entregarle esto, ¿no
había uno como monito, como jiverde, todo divino? / B-Pues divino no sé, pero rubio si
era. / [...] / A-Bueno, me voy a buscar a ese mono. Ciao!
Otro caso de actualización del léxico lo encontramos en CSM en dos participaciones
de Juancho, uno de los empleados del rico hacendado: a) cuando arrestan a su patrón y
emplea la interjección ¡jalaya! ‘¡demonios!’ para mostrar su disconformidad; y b) cuan-
do evita que disparen a Paloma en el día de su boda, poniéndose en el punto de mira de
Matilde:
“¡Me botó! ¡No estoy muerto! Si clarito sentí que me atravesaba el ombligo, el cora-
zón y el montalayo, amigo”.
En este último caso, atendiendo al momento de producción, entendemos que se refiere
a alguna parte del tronco, aunque el significado no parece estar muy claro. No obstante,
el valor concreto lo entendemos, gracias al foro de una página web en la que una chica
mexicana nos contaba una anécdota que le aconteció en un restaurante pueblerino:
Yo le dije “montalayo ¿qué es eso?” y me respondió “Montalayo”, “ Sí, pero ¿qué
es?”, “Montalayo”, me volvió a decir. “Es que no sé que es Montalayo” y me dijo como si
no pudiese creer que yo no conociera aquello “Ah, es la panza del borrego”...15.
Tras encontrar esta referencia ya son comprensibles las risas de los invitados, pues
empleó un término destinado a los animales para referirse al vientre.
(3) Expresiones y giros con inteligibilidad plena. Muy vinculadas con estas técni-
cas señaladoras de identidad lingüística y cultural, estarían las expresiones y giros que
pueden concebirse como flashes (o filtros) dialectales. Todos los detectados en las te-
lenovelas son perfectamente entendibles y adaptables a nuestra cultura idiomática: me
hubiera echo patás ‘hubiera pataleado’ (Café), me (he) rajao la vida por venir aquí ‘me
he dejado la piel’ (Café), ¿pa dónde pegó? ‘¿para dónde fue?’ (Café), ¿en dónde queda
eso? ‘¿dónde está eso?’ (CSM), ponerse de roada ‘recorrer’ (Café), va a estar difícil la
transportada ‘el viaje’ (Café), no volvemos ni de fundas ‘no volver bajo ningún con-
cepto’ (Café), ¡voltea! ‘¡vuélvete!’ (CSM), ¡veme! ‘¡mírame!’ (CSM), ¡me chocas! ‘¡me
vuelves loco!’ (CSM), ¡te pegó en la hebilla! ‘¡te dio en la hebilla!’, (CSM) ¡me botó!
‘¡me rebotó!’ (CSM), muerto de la pena ‘vergüenza’ (CSM), etc.
(4) ‘Asir fuertemente’ y la sexualización del idioma. Salvador (1994: 8-9), al hablar
de las palabras tabú, citaba el caso universal de coger como muestra de malas interpreta-
ciones entre hablantes de diversas culturas idiomáticas. Apuntaba que Argentina se había
servido de agarrar y que esta sustitución estaba siendo acatada por los redactores de las
EL CAMINO HACIA UNA POLÍTICA LINGÜÍSTICA GLOBALIZADORA 796

telenovelas, independientemente de su procedencia, lo que podría ser un claro ejemplo


del camino hacia la globalización del idioma. La cuestión es que en Café encontramos
coger en bastantes ocasiones (“yo creo que si usted quiere coger el vuelo que sale para
Armenia tiene que apurarse”), mientras que en México encontramos tomar (“ni siquiera
me tomaron la llamada”), lo que nos plantea una gran incógnita, independientemente de
que en esa zona concreta se pueda emplear este verbo sin temor a ambigüedades: si Café
se proyectó en gran parte de la América latina con un éxito arrollador, ¿se hizo una adap-
tación o simplemente los telespectadores entendieron que su significado no encerraba
connotaciones peyorativas? A esto, hay que añadir que en el CREA, hasta la propia Ar-
gentina recoge casos de coger ‘asir fuertemente’ en textos periodísticos. Con todo esto,
podríamos pensar que estaríamos ante otro ejemplo de la capacidad globalizadora de los
medios de comunicación.
(5) Spanglish como realidad social. Otro de los aciertos de estas telenovelas es la
creación de un personaje nativo (Harold), novio de la hermana del protagonista, que re-
fleja la realidad social de la interferencia entre el español y el inglés. Este fenómeno se
detecta nítidamente -más en el personaje colombiano que en el mexicano-, pues sólo
se detectan pequeños flashes cuando le escuchamos decir “¡Hello, family!”, “¡Hello,
men!”, etc.

Conclusiones
Examinado y analizado el corpus de trabajo, a pesar de que se trate de una muestra de
una selección de dos de las múltiples telenovelas que se producen en América, podemos
concluir que los culebrones que se fabrican con la finalidad de ser exportados a todos los
países posibles de lengua española (y extranjera), evidencian una marcada norma fonéti-
ca -aunque en ocasiones se detecten vacilaciones- y un esfuerzo por excluir términos dia-
lectales, a excepción de aquellos contextos de una inmediata proximidad comunicativa
entre los personajes de una misma clase social. La cuestión es que, para poder conseguir
todo esto, influye el hecho de que en el mundo de los melodramas (también en el cine y,
como no, en el teatro) se actualicen, expliciten y desvelen todas las circunstancias comu-
nicativas a través del contexto, ya que ello nos da pie a la asimilación de nuevas voces, de
nuevas expresiones, de usos propios, regionales, locales e, incluso, de recuperar lexías
que un día empleamos los españoles y que regresan por la vía de los mass media; es el
campo léxico-semántico que va y viene de una orilla a otra para enriquecer lo que nos es
común a todos: el español.
797 COMUNICACIONES

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799 COMUNICACIONES

NOTAS

1
El presente trabajo parte de Estudio filológico-comparado del español colombiano y mexicano en “Café,
con aroma de mujer” y “Cuando seas mía”, elaborado por Marta R. Delgado, Mª Rosario Martínez, J. Antonio
Rodríguez, Obdulia Torres y Mª Rocío Rivera en 2002. Aún así, he de aclarar que, si me he servido del corpus y de
algunas anotaciones que en su día hiciéramos, la perspectiva y enfoque de análisis son totalmente diferentes.
2
1995-1996. Citada Café.
3
Diciembre de 2001 - marzo de 2002. Citada CSM.
4
Sólo haremos referencia a los fenómenos relacionados con las articulaciones de la /s/ y de la /x/. Para ver esta
teoría más desarrollada véanse los citados trabajos de R. Ávila (1997 y 2003).
5
Incluso, algunos de estos fenómenos podrían encontrarse en España.
6
De todas maneras no es fenómeno exclusivo del español americano, pues en España no es inusual oír, aunque
en menor medida, este fenómeno.
7
Cinco casos en Café (“¿Qué estuvo acá?”), ninguno en CSM.
8
Tres en Café (“¡sácame a ese imbécil de allá!”), dos en CSM (“a mí me lo dijeron allá fuera”).
9
Uno en Café (“Pues como que cogió pa’llí pa’l parque del Despechao, Gaviota”), ninguno en CSM.
10
Trece en Café (“¿usted no ha visto a Sebastián Vallejo por aquí?”), diecinueve en CSM (“¡Y aquí estamos!
Cuatro años tan sólo han sido un parpadeo”).
11
Vid. Luis Rodolfo Rojas Vera (1993).
12
Para el estudio de estas voces recurriremos, sobre todo, a los datos del DECH y del DRAE (2001a y 2001b).
13
Esta voz se emplea en la producción mexicana, nunca en la colombiana.
14
El DRAE incorpora esta acepción en la edición manual de 1984.
15
http://papelesdeviaje.com/foro/posting.php.
801 COMUNICACIONES

Dialectología, sociolingüística y geografía lingüística

LA LENGUA MATERNA COMO VEHÍCULO DE ENSEÑANZA


EN PUERTO RICO (1898-2004)

Iris Yolanda Reyes-Benítez


(Universidad de Puerto Rico)

Introducción
Es bien sabido que hace ya más de cuatro siglos el idioma vernáculo en Puerto Rico
es el español. Bajo el Imperio de España la enseñanza del español en las escuelas fue
administrada fundamentalmente por la Iglesia. Los maestros ofrecían sus clases en aulas
que casi siempre estaban ubicadas en sus propios hogares. Aunque impartían las clases
utilizando una metodología general y uniforme, los maestros también organizaban el
material de manera particular tomando en cuenta la composición de los grupos que asis-
tían a las mismas. A partir del 1898 la educación en español y del español como vehículo
de enseñanza sufrió un giro considerable. La Guerra Hispanoamericana (1898) trajo a
la instrucción de los puertorriqueños otro idioma ajeno por completo a su vernáculo:
el inglés. Desde comienzos del siglo XX se trató de impartir la enseñanza de todas las
materias en inglés. Para el 1902 ya era Ley esta directriz y así permaneció, con ligeras
variaciones, hasta 1949.
Después de 1949, bajo el Programa de gobierno del Partido Popular Democrático
(PPD) que había triunfado por primera vez ese mismo año, las directrices del Depar-
tamento de Instrucción Pública (DIP), seguían una política de bilingüismo para la en-
señanza de todas las materias. Es decir, se indicaba que el español sería el vehículo de
enseñanza de todas las materias y que el inglés se enseñaría como segunda lengua. Esta
política ha prevalecido en el sistema escolar para todos los niveles desde entonces hasta
nuestros días. Lo interesante de esta política lingüística es conocer sus variaciones, sus
resultados en el aprovechamiento escolar, sus aplicaciones a lo largo de más de medio
siglo. En nuestro trabajo atenderemos estas inquietudes.
Primera etapa (1898-1949) Al comenzar el siglo, luego del cambio de soberanía,
el español como vehículo de enseñanza, pasó a compartir su espacio con el inglés, que
como se sabe, era la lengua del nuevo pueblo soberano: Estados Unidos. La transición
LA LENGUA MATERNA COMO VEHÍCULO DE ENSEÑANZA EN PUERTO RICO 802

del Imperio español al Imperio norteamericano fue muy abrupta en todos los niveles y,
por supuesto, en el plano educativo se sintió con mucha fuerza. Todo esto a pesar de que
el Puerto Rico que encontraron los norteamericanos ya era un país lingüísticamente ho-
mogéneo desde hacía más de cuatrocientos años. Desde sus inicios la política educativa
para Puerto Rico tuvo un matiz político. El Informe Clark (1899), llamado así porque
quien lo presenta es el Dr. Víctor S. Clark, no reflejaba la realidad puertorriqueña, sino
un desconocimiento de lo que hoy llamamos la “modalidad” del español hablado en la
Isla. El Dr. Clark llama a esta modalidad “un patois casi ininteligible para los oriundos
de Madrid o Barcelona, incapaz de producir textos de valor alguno y sin posibilidad de
manifestación intelectual.”1 Desde entonces, creídas las “observaciones” de Clark por
el gobierno invasor, se impuso un sistema de enseñanza pública en inglés. Este error
acompañó desde entonces el proceso educativo en la Isla y lo convirtió en un problema
político. Después de muchas variaciones de esta política educativa, en la cual el inglés
era el vehículo de enseñanza en casi todos los niveles, en el año 1949 Don Mariano Villa-
ronga como Comisionado de Educación ratificó sus propias palabras emitidas en 1946
a los efectos de que “...para obtener los mejores resultados, el inglés debe enseñarse en
todos los niveles del sistema educativo, pero, si esta enseñanza ha de ser eficaz, debe
considerar el inglés como una asignatura y no como el medio de enseñanza a través del
cual se enseñen todas las demás asignaturas.” (Cfr. M. Villaronga, Asamblea Anual de la
Asoc. de Maestros, 1946). Esta disposición de Ley fue aprobada para todos los niveles el
6 de enero de 1949 y así se ha mantenido hasta el momento actual.
Segunda etapa (1949-2004). Durante este período la vida total del país, bajo la go-
bernación de don Luis Muñoz Marín, cuya incumbencia permaneció por más de dos
décadas, experimentó un acelerado proceso de industrialización que fue alterando las
actitudes de los puertorriqueños ante los problemas que representaba su relación con los
EE.UU., entre los cuales el de la solución del status político quedó relegado a un segundo
plano. La educación fue uno de los sectores que más se afectó durante esta etapa, a pesar
de que no se volvió a enseñar todas las materias en inglés. Aunque se hicieron varias
reformas educativas conducentes a mejorar la enseñanza de la lengua materna, los resul-
tados arrojados por las evaluaciones del College Board señalaban una situación de crisis
en el sistema educativo del país. Entre 1965 y 1966, el Departamento de Educación Pú-
blica recoge las recomendaciones propuestas por estos informes evaluativos y comienza
la utilización de nuevas tareas educativas encaminadas a sustituir las que operaban desde
1952 en el Sistema de educación pública. (i.e. En 1966 se preparó un Plan de desarrollo
curricular a cargo del Dr. Luis Nieves Falcón, en el que se expone una reorganización
del sistema escolar.)
Así las cosas y luego de cincuenta años nos encontramos con el problema de que las
deficiencias en la enseñanza del vernáculo han reflejado un deterioro en su aprendiza-
je. Este deterioro, afectado siempre por la interferencia del inglés sobre el español, ha
sido señalado, desde hace varias décadas, por especialistas e intelectuales interesados
en el tema2. Algunos piensan que “el anglicismo”- especialmente el léxico- no afecta el
vernáculo.3 Otros, por su parte, ven un deterioro ascendente en la lengua materna -tanto
hablada como escrita- a causa de su contacto con el inglés4 en la modalidad del español
puertorriqueño.
803 COMUNICACIONES

Estos debates, que se han producido, a nuestro modo de ver, por la prolongación de
una relación política colonial que favorece sobre todo nuestra dependencia política y
económica de los Estados Unidos, denuncian dos posturas diferentes ante el anglicismo:
(1) los que, como don Rubén del Rosario, no ven peligro alguno en la influencia del in-
glés sobre el vernáculo; y, (2) los que se alarman “exageradamente” ante dicha influencia
y que se ha conocido como la postura “purista”.
Afortunadamente, el tema del bilingüismo, se ha desarrollado ampliamente mediante
estudios empíricos que no son tan restrictivos como los planteados por Bloomfield al
definir el término hace ya varias décadas. Los mismos nos ofrecen una visión mucho más
realista y flexible que nos sirve para entender la complejidad del problema del bilingüis-
mo en Puerto Rico, puesto que algunos de ellos lo examinan, a la luz de nuevas concep-
tualizaciones que toman en cuenta nuestra realidad política, social y cultural.
El 5 de abril de 1991 marca una nueva etapa en la política oficial frente al idioma. El
Gobernador de Puerto Rico entonces, el Lic. Rafael Hernández Colón, endosa la Ley ba-
jo la cual se declara al español como idioma oficial de Puerto Rico. Esta acción convier-
te, aunque por breve tiempo, el Proyecto de Ley número 417 de la Cámara de Represen-
tantes en la Ley del Idioma (Ley Núm. 4) que deroga la Ley del 21 de febrero de 1902,
bajo la cual se amparaba la enseñanza bilingüe en el Sistema de Instrucción Pública. En
el quinto párrafo de la Exposición de Motivos que precede al contenido de la Ley de
1991 se justifica la derogación de la Ley de 1902 de la siguiente forma:
[...] La Ley de 1902, que en realidad no alcanzó el propósito que perseguían sus im-
pulsores ya que no estableció lengua oficial alguna, sino que se limitó a permitir el uso
indistinto de los dos idiomas que conviven en nuestro medio, perdió por otra parte lo que
pudo quedarle de razón de ser al cesar el gobierno de Puerto Rico de estar en manos
de funcionarios estadounidenses que no conocían el español. Desacorde como siempre
estuvo con la realidad puertorriqueña, la Ley del 21 de febrero de 1902 que por la pre-
sente se deroga se convirtió en una expresión inconsecuente en el 1965, cuando nuestro
Tribunal Superior le negó carácter preceptivo en los procedimientos judiciales puerto-
rriqueños. (p.1- 2).
De acuerdo con estas palabras que acabo de citar, el hecho de que las directrices im-
perantes hasta este momento favorecieran la enseñanza bilingüe, ha estado diluyendo y
debilitando nuestra lengua materna. Esto ha llevado a una situación de lenguas en con-
tacto, en la que ocurre, eventualmente, una contaminación que puede dar lugar a cambios
dialectales o sistemáticos sobre la lengua materna. 5
Hemos carecido de esa legislación por muchos años. Por eso, aunque por muy breve
tiempo, la iniciativa propuesta en la Ley del Idioma, fue una buena alternativa.
Posteriormente, en 1993 asume el poder político de la Isla el Dr. Pedro Roselló, quien
en el primer mes de su incumbencia aprueba el Proyecto de Ley #1 del 28 de enero de
1993, que deroga la del 5 de abril de 1991. Esta acción nos vuelve a situar en la misma
posición de origen: tanto el español como el inglés se consideran lenguas “oficiales” con
el mismo rango legal. Con ello se apoya, nuevamente, la política de bilingüismo estable-
LA LENGUA MATERNA COMO VEHÍCULO DE ENSEÑANZA EN PUERTO RICO 804

cida en la Ley de 1902. Esta medida, pretende igualar el inglés a la lengua materna, lo
cual no se revela en la realidad de nuestro país.6
El 6 de marzo de 1996, el Congresista de Alaska, Mr. Don Young, presenta ante el
Congreso de los EE.UU. el Proyecto de Ley # H.R. 3024, mejor conocido como el Pro-
yecto Young, en el que propone una serie de medidas encaminadas a definir el status
político de la Isla y, por consiguiente, la política lingüística a seguir en caso de que se
elija la anexión. Este documento provocó muchos debates inmediatos sobre las implica-
ciones del mismo para la Isla en todos los sentidos. Entre ellos, como era de esperarse, la
polémica sobre el idioma ocupó uno de los lugares prominentes en diferentes foros del
país. El Proyecto es claro en este sentido y expresa en las páginas 8 y 9 que si el status se
resolviese a favor de la estadidad, y cito:
“(2) A path under United States sovereignty leading to statehood, in which-[...]
(G) Puerto Rico adheres to the same language requirement as the several States”. (p.
8-9)
Sin embargo, las legislaciones sobre el idioma español en nuestro país no conclu-
yeron con el Proyecto Young, que como es del conocimiento de todos, su discusión se
aplazó indefinidamente. En abril de 1997, el Departamento de Educación propone una
nueva medida que da a conocer como Proyecto para formar un ciudadano bilingüe.
El mismo provoca una nueva polémica, porque se apoya en la Ley #1 de 1993, que como
señalé antes, pretende equiparar nuestro vernáculo con el inglés, lo cual falsea la realidad
lingüística puertorriqueña luego de un siglo de debates constantes para mantener nuestra
lengua materna como vehículo de enseñanza.
Afortunadamente, también a esta medida no se hicieron esperar los reparos y las re-
acciones. La Academia Puertorriqueña de la Lengua Española publicó un análisis por-
menorizado de los efectos que podría tener la aprobación de este Proyecto en la sociedad
actual de nuestro país.7 No pretendemos aquí entrar en los argumentos aducidos en dicho
documento, por la falta de tiempo del que disponemos en esta ocasión. Sin embargo, de-
bemos destacar que uno de los más contundentes, a nuestro juicio, es el que señala que:
Imponer en Puerto Rico, por motivaciones políticas, una educación, en todo o en par-
te, transmitida en un idioma que no es el vernáculo, sería tanto como crear una situación
artificial en el país: la de considerar a los niños puertorriqueños como extranjeros (in-
migrantes o “de minorías”) en su propia tierra. Decir al pueblo que esta política es la
adecuada para aprender bien el inglés, es a nuestro juicio, injusto y demagógico, puesto
que sus resultados serían igualmente negativos para ambas lenguas.
(La enseñanza del español y el inglés..., APLE:1998: 58).
Otra observación que debemos hacer a propósito del Proyecto para formar un ciu-
dadano bilingüe es la que se advierte en la página 8 del texto de la Academia y con la
cual concurrimos totalmente:
La Academia quiere aclarar que el texto del proyecto citado está respaldado parcial-
mente con referencias bibliográficas de gran solvencia científica, muchas de las cuales
se citan también en el texto que ofrecemos a continuación. Es importante señalar, sin
805 COMUNICACIONES

embargo, que estas referencias en el Proyecto del Departamento de Educación, se adu-


cen sin haberlas puesto en la perspectiva contextual que las mismas autoridades citadas
propugnan, para que sus datos puedan ser debidamente interpretados.[...] La Acade-
mia considera necesario matizar, en este documento, toda afirmación categórica que,
fuera de contexto, pueda ofrecer una perspectiva simplista e incompleta del problema
expuesto.
(La enseñanza del español y el inglés..., APLE:1998: 8).
Las fuentes bibliográficas mal aplicadas pueden desvirtuar el contenido del texto que
la utiliza y, por consiguiente, ofrecer una idea distorsionada o irreal del concepto que se
trata de sostener con las mismas. Debo señalar también que el texto del Departamento
de Educación fue circulado con fallas de ortografía imperdonables. (i.e. acerbo por acer-
vo, p. 7)

Conclusiones
A la luz de los hechos expuestos en esta presentación debo señalar que:
1º El español de Puerto Rico y su contacto con el inglés desde el cambio de soberanía
en 1898 no es un problema lingüístico únicamente, sino que será siempre también un
problema político por las circunstancias extralingüísticas que lo rodean.
2º La política de enseñanza bilingüe que se implementó en el Sistema de Instrucción
Pública en nuestro país desde principios del siglo XX fue una injusta y desafortunada
para la formación de nuestros niños puesto que no se consideró en ningún momento la
realidad cultural ni lingüística de tradición hispana que prevalecía en la Isla desde 1493.
3º El intento del Gobernador a partir de 1993 y del Departamento de Instrucción al
presentar el Proyecto para formar un ciudadano bilingüe en el sistema escolar público,
tienen intenciones políticas que no se ajustan a la realidad lingüística puertorriqueña
actual.
4º Las investigaciones más recientes que tratan el tema del bilingüismo aplicado a
Puerto Rico en todas sus dimensiones, toman en cuenta su especial situación política
colonial.
Las batallas liberadas a lo largo de un siglo por los puertorriqueños isleños para man-
tener su vernáculo como vehículo de comunicación y de enseñanza demuestran su co-
hesión como comunidad lingüística. Creo, comenzado ya el siglo XXI, que ha valido
la pena luchar por nuestra lengua materna, y que no debemos “bajar la guardia” ante las
circunstancias extralingüísticas que aún la amenazan.
LA LENGUA MATERNA COMO VEHÍCULO DE ENSEÑANZA EN PUERTO RICO 806
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LA LENGUA MATERNA COMO VEHÍCULO DE ENSEÑANZA EN PUERTO RICO 810
811 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Víctor S. Clark, Informe del Comisionado de Instrucción, 1901, p.65; Juan José Osuna, A History of Educa-
tion in Puerto Rico, San Juan, P.R., EdUPR, 1949, p. 197-198.
2
Baste recordar aquí las investigaciones producidas a partir de la década de los cincuenta que se recogen en
el trabajo de Mª Vaquero y A. Morales, “El español en Puerto Rico y su enseñanza: recopilación bibliográfica y
estado de la cuestión”, en : REHPR, XIII (1986); pp.121-154. Además de las revisiones hechas por el Consejo de
Educación Superior (CES) desde la década de los 40 y los documentos publicados por el DIP para ese período.
3
Los trabajos de don Rubén del Rosario en las décadas del 40 al 60 así como de algunos de sus discípulos (i.e.
Paulino Pérez Sala) son ejemplos de esta postura.
4
Esta postura ha sido apoyada por trabajos más recientes que examinan la lengua hablada y escrita en dife-
rentes muestras del español urbano tomando como punto de referencia el español estándar. (i.e. Algunos de los
trabajos llevados a cabo con la norma lingüística culta de San Juan a partir de la década de los 70 bajo el proyecto
del P.I.L.E.I.)
5
Uno de los trabajos más recientes sobre el tema de lenguas en contacto en el español puertorriqueño es el de
Amparo Morales, Gramáticas en contacto: Análisis sintácticos sobre el español de Puerto Rico, España, Ed. Pla-
yor, BAP, 1986, 123 p. Para un examen más actualizado referimos al lector interesado a los últimos trabajos de A.
Morales y de otros especialistas en el tema del bilingüismo que aparecen en el documento que publicó la APLE en
1998 y cuya ficha aparece en la Bibliografía (#1) de esta comunicación.
6
Cfr. Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, La enseñanza del español y del inglés en Puerto Rico:
Una polémica de cien años, San Juan de Puerto Rico, 1998, pp. 24 - 25.
7
Ibíd., 70 p.
813 COMUNICACIONES

Dialectología, sociolingüística y geografía lingüística

ANÁLISIS DIALECTOMÉTRICO DEL LÉXICO VARIABLE ESPAÑOL


INTERPRETACIÓN TAXONÓMICA

Hiroto Ueda
(Universidad de Tokio)

Introducción
Desde 1993 nuestro equipo japonés, contando con la colaboración de los investigado-
res residentes de distintos lugares del mundo hispanohablante, ha venido desarrollando
una investigación conjunta sobre el léxico variable español. Hasta el momento hemos re-
unido los datos sobre más de 1.120 conceptos comunes que presentan una rica variación
formal. El método de recolección está basado en los cuestionarios comunes distribuidos
a los colaboradores residentes. El motivo de investigación es observar el estado actual
del léxico en cuestión y presentar en múltiples formas el resultado de las encuestas anua-
les: cartografía lingüísica, base de datos, diccionarios y análisis multivariados1.
En esta ocasión intentamos presentar algunos métodos de análisis multivariados apli-
cados a muestras extraídas de nuestra base de datos2, con el objetivo de verificar la efi-
cacia de los métodos escogidos y obtener una visión general de la variación léxica del
español. Concretamente nos enfocaremos en los métodos de cálculos de coocurrencias,
coeficiente de correlación tipo phi modificdo, cluster, análisis de componentes princi-
pales y finalmente el método de patronización. Por cuestión del espacio disponible, nos
limitaremos a ofrecer algunos datos obtenidos y explicar la manera de interpretarlos, sin
entrar en los detalles de operaciones matemáticas ni computacionales3.

Datos
Los datos, objeto de nuestro estudio, se presentan en forma bidimensional: formas
lingüísticas en el eje vertical y países en el horizontal y las reacciones positivas se situán
en la intersección de los dos ejes con el signo de plus (+). La siguiente figura representa
la parte inicial de los datos, construidos por 841 formas y 20 países:4
ANÁLISIS DIALECTOMÉTRICO DEL LÉXICO VARIABLE ESPAÑOL 814

Fig. 1. Datos: Formas y países, parte inicial5

Las formas situadas en el eje vertical están ordenadas por conceptos comunes, por
ejemplo el concepto de ACERA tiene dos formas diferentes: banqueta y vereda, a ex-
cepción del mismo término de acera, que es irrelevante para nuestro estudio por tener
una distribución generalizada. La forma banqueta tiene la reacción positiva en México
y Guatemala, mientras que vereda, en Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay
y Argentina. Los conceptos y formas están ordenados alfabéticamente. Los países es-
tán situados geográficamente empezando por España, pasando por países caribeños para
llegar al continente americano, cuyo criterio es del norte al sur, del este al oeste.

Coocurrencia y coeficiente de correlación


Observando la distribución de los datos, se nota que hay reacciones continuas y dis-
continuas. Por ejemplo tanto la forma banqueta como vereda presentan una continuidad
respecto a su ditribución geográfica. Por otra parte el verbo adelantarse se encuentra en
distintos países geográficamente discontinuos: España, Cuba, República Dominicana,
Guatemala, Nicaragua, Colombia, Chile, Uruguay, Argentina. Algunos países coinciden
en elegir determinadas formas y, por el contrario, en otras formas se distancian.
La descripción general en forma bidimensional, tal como se presenta en la Fig. 1, es
útil para elaborar, por ejemplo, un diccionario pero no es muy adecuada para captar una
vista general de la distribución. En la práctica de la dialectometría se suele utilizar el cál-
culo de coocurrencias. Se trata de contar el número de veces que los dos lugares en cues-
tión coinciden en elegir las mismas formas. En la Fig. 2a observamos que España tiene
48 veces de coincidencia con Cuba. Las cifras que aparecen en la intersección consigo
mismo representan el número de formas que hay para cada país. En el caso de España te-
nemos 172 formas encontradas. La cifra que se encuentra en el extremo superior derecho
representa la totalidad de formas analizadas: 841.
A partir de la tabla de las coocurrencias podemos calcular coeficientes de correlación
tipo phi6. Se trata de relativizar las cifras absolutas de coocurrencias. Ahora, en vez de
calcular sólo las veces de coincidencias, se obtienen unas cifras normalizadas en la esca-
la de cero a uno. Véase la siguiente Fig. 2b.
815 COMUNICACIONES

Fig. 2a.
Coocurrencias

Fig. 2b.
Coeficientes
de correlación

La tabla simétrica de coeficientes de correlación es el punto de partida para diferentes


análisis multivariados.

Análisis de cluster
Uno de los métodos más utilizados en la disciplina de dialectometría es el de cluster.
Este método nos ofrece una visualización concreta de agrupación (Anderberg, 1973).
La siguiente figura es el resultado del análisis de cluster por el método de la distancia
promedio:
Fig. 3. Análisis de cluster, método de la distancia promedio

METHOD: 3 / Width: 70 / Max: 1.000 / Min: 0.000


ANÁLISIS DIALECTOMÉTRICO DEL LÉXICO VARIABLE ESPAÑOL 816

La figura se presenta en forma de un árbol acostado7, con la raíz en el lado derecho,


las ramificaciones en el lado izquierdo y las partes finales de la ramificación, donde se
encuentran los países. Se puede interpretar de dos maneras: de derecha a izquierda y de
izquierda a derecha, lo que es lo mismo para la comprensión total del gráfico. Si partimos
del lado derecho, en el punto de MX (0.243) encontramos la primera diversificación:
de España a Costa Rica de una parte y de México a Argentina de otra. Dentro del primer
grupo, en el punto GU (0.279), se encuentra la siguiente diversificación entre el grupo
de España a Venezuela y otro de Guatemala a Costa Rica. Así sucesivamente podemos
llegar a las ramas que representan los veinte países.
Partiendo del lado izquierdo, el primer encuentro es entre Uruguay y Argentina, lo
cual explica la mayor similitud que hay dentro de las múltiples coincidencias. Efecti-
vamente en la Fig. 2a encontramos la cifra de 89, que es la máxima cantidad dentro del
cuadro.
El análisis de cluster es útil para estudios taxonómicos. Con respecto al léxico escogi-
do en esta ocasión, podemos trazar la demarcación geográfica siguiente: España, Caribe
(Cuba, República Dominicana, Puerto Rico) Centroamérica (Guatemala, El Salvador,
Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá), Andes (Ecuador, Perú, Bolivia), Chile y la
Plata (Paraguay, Uruguay, Argentina). Estos grupos se agrupan en el gráfico anterior.
México y Colombia, por otra parte, nos llaman la atención por reunirse con los países
andinos y con España, respectivamente.

Análisis de componentes principales


Ahora nos proponemos analizar los mismos datos por un método más sofisticado que
el de cluster denominado el análisis de componentes principales8. Este método nos ofre-
ce una visión multidimensional de la distribución de los datos tanto de los individuos
como de las variables; en nuestro caso, tanto las formas lingüísticas como los países. Por
cuestión de espacio nos limitamos a analizar las variables, que son 20 países hispanoha-
blantes. Por el cálculo multivariado de la matriz de coeficientes se busca una supuesta
línea de regresión que reúna la información de la manera más eficiente posible. La línea
representa la mayor desviación estadística. Se pueden encontrar varias líneas, de las cua-
les se escogen las más significativas. Nos fijaremos en las dos que se presentan en forma
de componentes principales:

Fig. 4a. Componentes


El primer componente nos ofrece únicamente valores positivos, lo cual produce cierta
homogeneidad, de modo que no es útil para dividir las variables de manera tajante. Sus
valores absolutos, sin embargo, nos llaman la atención por representar la situación con-
creta de cada país. El segundo componente, por otra parte, posee tanto valores positivos
como negativos y divide claramente los países en dos grupos. Veamos los valores repre-
sentados en el siguiente gráfico de barras:
817 COMUNICACIONES

Fig. 4b. Componentes. Valores relativos

En este gráfico podemos apreciar los valores relativos que posee cada país con res-
pecto a los dos componentes. No obstante, para fines taxonómicos conviene preparar un
gráfico bidimensional para situar los puntos en las coordinadas de los dos componentes.
Veamos el siguiente gráfico:
Fig. 4c. Componentes. Situación de países

En contraste con el análisis de


cluster, el de componentes principa-
les nos presenta un resultado un tanto
confuso. Los países caribeños, Méxi-
co, Centroamérica y los dos países del
Norte de Sudamérica se acercan tan-
to que resulta difícil trazar una línea
divisoria. Por otra parte, España, los
países andinos, Chile y los países de
la Plata ocupan su sitio más o menos
independiente con respecto a otros.

Patronización
Los dos métodos anteriores, el análisis de cluster y el de componentes principales,
nos presentan una forma abstracta de la distribución concreta. Por abstraerse un eje de
los dos del cuadro de distribución, perdemos una información tan importante como las
formas lingüísticas en concreto. Lo que tenemos a mano es una abstracción de los datos
bidimensionales. Por lo tanto, a veces nos resulta difícil interpretar correctamente los re-
sultados ofrecidos por los análisis anteriores. Por esta razón hemos desarrollado nuestro
propio método de análisis multivariado. Lo denominamos método de patronización.
ANÁLISIS DIALECTOMÉTRICO DEL LÉXICO VARIABLE ESPAÑOL 818

La geografía lingüística trata el léxico como conjunto para observar el panorama que
se presenta en el universo de la matriz (vocablos por localidades), tal como se presenta
en la Fig.1. A partir de la matriz bidimensional, podemos elaborar una imagen nítida de
la distribución. Supongamos que estamos ante una distribución como la presentada en la
parte izquierda de la Fig. 5a.
Fig. 5a. Ejemplo de patronización

En los dos gráficos, uno a la izquierda y otro a la derecha, podemos observar que las
informaciones de las reacciones (+) no varían antes y después de la patronización. Por
ejemplo en la línea-a, tenemos reacciones en las columnas B y D, tanto en el gráfico de la
izquierda como en el de la derecha. Lo mismo puede observarse para otras líneas (de b a
k). Lo que ha cambiado es la posición de las líneas, de a-b-c-d-e-f-g-h-i-j-k en d-e-g-h-a-
b-c-k-j-f-i, con lo cual se obtiene una distribución más nítida en forma de una línea dia-
gonal desde la parte izquierda superior a la derecha inferior. Por medio de esta operación,
nos es posible interpretar la distribución de los objetos (a, b, c, ..., k) agrupados según la
semejanza de la elección de los atributos (A, B, C, ..., F).
Para juntar las formas lingüísticas por un lado y los puntos geográficos por otro, calcu-
lamos los valores de distancia de las reacciones con respecto al punto cero. Por este mé-
todo podemos obtener una imagen patronizada de la distribución en la colocación idónea
de las formas y los puntos, según su semejanza. Como el cuadro es grande, veamos unos
gráficos parciales que nos parecen relevantes para nuestro argumento. El orden patroni-
zado de localidades es de Honduras a la izquierda hasta Argentina a la derecha.
El primer gráfico es un extracto de la parte superior de la distribución patronizada.
Aquí encontramos unas palabras peculiares de los países centroamericanos y caribeños:
Fig. 5b. Patronización (1)
819 COMUNICACIONES

La misma distribución se expande hacia la derecha junto con las palabras siguientes:
Fig. 5c. Patronización (2)

Si nos dirigimos a los países de la Plata, que se encuentran en nuestro gráfico en el ex-
tremo derecho, hallamos los siguientes léxicos peculiares:
Fig. 5d. Patronización (3)

Se puede confirmar que por este análisis de patronización también llegamos a la con-
clusión parecida sobre la zonificación dialectal9 que hemos presentado en la sección an-
terior: Caribe, Centroamérica, Norte de Sudamérica, Andes, Chile y la Plata. Las cues-
tiones pendientes, México y Colombia, ahora se resuelven por situarse cerca de los paí-
ses centroamericanos y de Venezuela, respectivamente. El siguiente gráfico representa
la distancia de cada país con respecto al punto cero:
Fig. 5e. Distancia de los países con respecto al punto cero
ANÁLISIS DIALECTOMÉTRICO DEL LÉXICO VARIABLE ESPAÑOL 820

Final
En Ueda (1995b) intentamos realizar la taxonomía lingüística de distintas ciuda-
des hispanohablantes. La conclusión que sacamos es la siguiente: ZONA-1. ESPAÑA
Y ÁFRICA: La Coruña, Santiago de Compostela, Vigo, Zaragoza, Guadalajara, Bar-
celona, Madrid, Murcia, Granada, Málaga, Almería, Tenerife, con la añadidura de Te-
tuán, Nador y Malabo; ZONA-2. CARIBE: La Habana, Santiago de Cuba, Santiago de
los Caballeros, Santo Domingo, San Pedro de Macorís, San Juan, Dorado, Mayagüez.;
ZONA-3. MÉXICO: Monterrey, Aguas Calientes y Ciudad de México; ZONA-4. CEN-
TROAMÉRICA, COLOMBIA Y VENEZUELA: Ciudad de Guatemala, San Salvador,
Puerto Limón, Panamá, Santafé de Bogotá, Mérida y Caracas; ZONA-5. ANDES: Quito,
Lima, Arequipa, La Paz; ZONA-6. CONO SUR: Arica, Santiago de Chile, Concepción,
Temuco, Asunción, Montevideo, Salta, Tucumán, Buenos Aires.
Nos permitimos reproducir la observación: las ciudades pertenecientes a un mismo
país tienden a formar un grupo convergente dentro de cada región multinacional, lo que
nos asegura la eficacia de esta clasificación. Del mismo modo, merecería la pena obser-
var en esta clasificación la coherencia geográfica de cada grupo: en ninguna de las zonas
arriba mencionadas hay mezcladas ciudades geográficamente no contiguas.
En esta ocasión, en vez de clasificar las ciudades, intentamos hacer la misma opera-
ción con los datos de los países en la creencia de que las ciudades presentan la homoge-
neidad relativa dentro de cada país. Además, en comparación con el estudio de 1995,
cuando contábamos sólo con el método de cluster, ampliamos el número de métodos
utilizados. Además los datos son diferentes: en aquel entonces dependimos sólo de los
materiales obtenidos directamente de las encuestas. En el presente estudio utilizamos no
solo los datos de nuestra investigación sino que los relativizamos con las informaciones
obtenidas a través de los diccionarios.
A pesar de todo hemos llegado a una conclusión parecida, naturalmente con algunas
modificaciones. En vez de agrupar los países de Centroamérica, Colombia y Venezuela
hemos decidido dividirlos en dos grupos. Dentro de los países de Cono Sur, nos parece
más razonable tratar Chile como independiente. De esta manera, con respecto al léxico
variable escogido en esta ocasión, podemos trazar una demarcación geográfica con los
ocho grupos siguientes: España, Caribe (Cuba, República Dominicana, Puerto Rico),
México, Centroamérica (Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Pa-
namá), Norte de Sudamérica (Colombia y Venezuela), Andes (Ecuador, Perú, Bolivia),
Chile, y la Plata (Paraguay, Uruguay, Argentina).
821 COMUNICACIONES

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823 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Véase R. Ávila et al. (2003) y otros estudios enumerados en la sección de la referencia.
2
En esta ocasión no utilizamos datos originales, sino relativizados con los diccionarios anteriores. Véanse: T.
Takagaki (ed. 2003) y C. Rubio et al. (2004).
3
Las informaciones al respecto se encuentran en nuetra página de web: http://gamp.c.u-tokyo.ac.jp/~ueda/
sp.php
4
Por razones de la inconveniencia e irrelevancia para los análisis posteriores, hemos excluidos las formas
comunes de casi todo el territorio de la lengua española: ACERA: acera; ARMÓNICA: armónica; ASCENSOR:
ascensor; COLILLA: colilla; CORDONES: cordones; DUCHA: ducha; ENCENDEDOR: encendedor; ESTI-
LOGRÁFICA: pluma fuente; EXAMEN: examen; FALDA: falda; MALETA: maleta; MESA DE NOCHE: mesa
de noche; MESA DE NOCHE: mesita de noche; PASTA (DE DIENTES): pasta (de dientes); PISCINA: piscina;
PARABRISA(S): parabrisa(s). También se excluyen americanismos comunes: AUTOMÓVIL: carro; BACA:
parrilla; BILLETE: boleto; BOLSO: cartera; CACAHUETE: maní; CARPETA: fólder; CARTERA: billetera;
CHAQUETA: saco; CHILE: ají; COMIDA: almuerzo; CONDUCIR: manejar; CREMALLERA: zípper; CUBO:
balde; DEPÓSITO: tanque; DESCAPOTABLE: convertible; DIGA: aló; ESCAPARATE: vitrina; ESCURRIR:
exprimir; FARMACIA DE GUARDIA: farmacia de turno; FAROS: luces; FIAMBRE: carnes frias; GIRAR: do-
blar; GUISANTES: arvejas; HUCHA: alcancía; INTERMITENTES: intermitentes; JERSEY: suéter; LIMPIAR
(LOS ZAPATOS): lustrar (los zapatos); MANILLAR: manubrio; MEJILLAS: cachetes; MELOCOTÓN: duraz-
no; MONO: overol; NUEZ: manzana (de Adán); PATATA: papa; PERMISO: licencia; PILA: lavadero; PINTAR-
SE (LOS OJOS): delinearse (los ojos); PIZARRA: pizarrón; PORTALÁMPARAS: sócket; RADIO (LA ~): el
radio; SELLO: estampilla; SILLÍN: asiento; SOLAR: terreno; TABERNA: cantina; TALONARIO (DE CHE-
QUES): chequera; TOSTADA: pan tostado; VÍA: carril; VUELTA: vuelto; ZUMO: jugo.
5
MAYÚSCULAS corresponden a los conceptos, minúsculas a las formas. Siglas de países son: ES: España,
CU: Cuba, RD: República Dominicana, PR: Puerto Rico, MX: México, GU: Guatemala, HO: Honduras, EL: El
Salador, CR: Costa Roca, NI: Nicaragua, PN: Panamá, CO: Colombia, VE: Venezuela, EC: Ecuador, PE: Perú,
BO: Bolivia, CH: Chile, PA: Paraguay, UR: Uruguay, AR: Argentina.
6
D.W. Reed y J. L. Spicer han aplicado el coeficiente phi para estudiar diversas áreas de transición en el inglés
hablado en los Estados Unidos, siguiendo la fórmula de Kroeber y Chrétien, basada en (a) el número de elementos
comunes en dos grupos de variantes, (b) el número de elementos que se dan en el primero y no en el segundo, (c) el
número de elementos que no se dan en el primero y sí en el segundo; y (d) el número de elementos que no aparecen
en ninguno de ellos. La fórmula para calcular el valor (phi) de las variantes dialectales sería:

Por otra parte se ha propuesto otra fórmula derivada de la del coeficiente phi:

Moore et al. (1994:372) afirman que: “it was derived to overcome the problem of including joint absences.” En
la lingüística indoeuropea ha habido una polémica entre A. L. Kroeber y C. D. Chrétien (1937, 1939, 1960) por una
parte y A. Ellegård (1959) por otra, sobre la utilización de los dos coeficientes citados
ANÁLISIS DIALECTOMÉTRICO DEL LÉXICO VARIABLE ESPAÑOL 824

7
Por esta razón, la representación del resultado del análisis de cluster se denomina “dendrograma”.
8
Para la aplicación del análisis a los datos lingüísticos, veáse A. Woods et al. (1986), pp. 273 y sigs.
9
En Ueda (1995b: 53) hemos distinguido entre el concepto de la división dialectal y el de la zonificación de
fenómenos lingüísticos. Nos permitimos reproducir el siguiente argumento: (...) todos los resultados de clasifica-
ción son válidos con tal de que se mantengan los mismos criterios, pero dentro de sus limitaciones materiales. Si
se toman en consideración los rasgos fonéticos, el resultado es la división dialectal de la fonética española. Si se
investiga la distribución de la morfología pronominal, la conclusión será, evidentemente, la de las formas de los
pronombres sin más. Del léxico se puede decir lo mismo. Todo depende de las características de los materiales
escogidos. Por lo tanto, antes de que contemos con un número suficiente de datos sincrónicos, comparables y
fiables, será más adecuado hablar de la ‘zonificación’ (de los fenómenos particulares) que de la ‘división dialectal’
general que han venido persiguiendo los autores de la dialectología española.
825 COMUNICACIONES

Dialectología, sociolingüística y geografía lingüística

UNA MUESTRA DE FRASEOLOGÍA AMERICANA:


LAS LOCUCIONES VERBALES DEL PARLACHE1

Mª Nieves Vila Rubio (Universidad de Lleida)


Luz Stella Castañeda Naranjo (Universidad de Antioquia)

Introducción
En los últimos años, los estudios sobre los argots han cobrado importancia y se han
puesto al orden del día en el ámbito de la investigación lingüística. Estos lenguajes espe-
ciales, en algunos casos, han dejado de ser léxicos minoritarios, exclusivos de rufianes y
de habitantes de la calle, y han iniciado una interesante difusión por diversos sectores de
la sociedad. En cuanto al caso concreto del que aquí nos ocupa, el llamado parlache2, di-
remos que se trata de una variedad lingüística de carácter argótico creada por los jóvenes
de los sectores marginales y populares de Medellín. Su expansión entre estos usuarios de
las zonas de Medellín y su Área Metropolitana, e incluso entre hablantes de otras ciuda-
des de Colombia, así como su presencia reiterada en los medios, permiten pensar que se
trata de un fenómeno lingüístico de notoria importancia, tanto por el número de hablan-
tes, como por su repercusión en las diferentes esferas sociales3.
La cuestión es que el parlache ha experimentado una notable difusión, como decía-
mos, desde los estratos sociales que le dieron origen, a otros de carácter más abierto. Así,
entró en la cuentería y en el teatro popular; más adelante, incursionó en los medios de
comunicación oral: radio y televisión, y se convirtió en el lenguaje preferido de los pro-
gramas humorísticos; se puso en boca de personajes de las telenovelas y de dramatizados
y el Estado empezó a utilizarlo en las campañas educativas dirigidas a los jóvenes.
Estos medios orales le abonaron el terreno y permitieron que el parlache saltara fá-
cilmente a los medios escritos. Cuando penetró en la letra impresa y halló un lugar
en periódicos, revistas y libros, se posicionó como una variedad sociolectal, muchas
de cuyas palabras y expresiones son de dominio público, utilizándose como recursos
lingüísticos para llamar la atención de los lectores y para caracterizar a determinados
personajes.
UNA MUESTRA DE FRASEOLOGÍA AMERICANA 826

Esta comunicación parte de un trabajo más amplio, en el que se ha recogido un signi-


ficativo conjunto del léxico del parlache, que se ha estudiado desde los puntos de vista
lexicológico y lexicográfico, con el fin de preparar el terreno para elaborar un dicciona-
rio. Entre los diversos aspectos estudiados, se halla la fraseología, muy rica, de la que
hemos seleccionado para esta comunicación uno de sus segmentos más relevantes, el
referido a las locuciones verbales, puesto que se destaca en nuestro corpus por su produc-
tividad y riqueza semántica.

Acerca de la creación léxica en parlache


La formación de palabras en parlache se realiza mediante los procesos habituales que
en la lengua estándar existen para ello -aunque aplicados con ciertas especificidades, en
algunos casos, en esta variedad-, de manera que, en el vocabulario del parlache, encon-
tramos unidades mono y pluriverbales. Las palabras de este lenguaje, en relación con sus
constituyentes, pueden ser: simples, derivadas, compuestas y acronímicas; y por lo que
se refiere a su transformación semántica, pueden sufrir cambios a través de la revitaliza-
ción y la resemantización.
Así, la clasificación del léxico del parlache se ha realizado siguiendo este orden:
a) Unidades derivadas a través del modelo de adición, esto es, prefijadas: catrechim-
ba ‘lo peor’, antibacán ‘hosco’4; sufijadas: tamalera ‘doce papeletas de marihuana’,
amuradero ‘lugar donde se consume droga’, pepazo ‘balazo’; y parasintéticas: enfierrar
‘llevar armas de fuego’, engorilado ‘aburrido’.
b) Unidades compuestas: dedicaliente ‘asesino’, picoelora ‘navaja en forma de pico
de ave’.
c) Casos de modificación, especialmente, de repetición: run run ‘rumor’, bonbom-
bum ‘pene’, y de conversión de algunos fonemas: peligruesa ‘peligrosa’.
d) Inversión silábica, caso específico de los argots: tabogo ‘Bogotá’, rocaco (cacorro)
‘homosexual’, zabeca ‘cabeza’, lleca ‘calle’.
e) Casos de sustracción: ñero ‘compañero’, parce (parcero) ‘amigo, colega’.
f) Casos de combinación: aburrilandia ‘lugar o ambiente aburrido o poco agradable’,
patrasiar -con derivación verbal añadida- ‘arrepentirse de algo’.
Asimismo, se han clasificado las unidades léxicas procedentes de la incorporación, de
esta manera:
a) A partir de la lengua estándar, a través de la revitalización y la resemantización:
madrugar ‘matar a un enemigo antes de que éste pueda reaccionar’, sacudir ‘expulsar a
alguien de un lugar’, hechizo ‘arma de fuego casera’.
b) Según las voces tomadas de otros argots, es decir, del lunfardo: banderola ‘persona
mentirosa, peligrosa’, cana ‘cárcel’, amurao ‘encarcelado, triste’, y del argot español
peninsular5: abrirse ‘irse, salir con prisas’, arrugarse ‘acobardarse’, arreglar ‘mantener
relaciones sexuales con alguien’.
827 COMUNICACIONES

c) Finalmente, figuran los préstamos de otras lenguas, algunos ligeramente modifi-


cados y/o adaptados fonética y gráficamente: bisniar ‘negociar’, ansorris (usado para
presentar excusas), termineitor ‘pistolero eficaz’.

Las unidades fraseológicas en parlache


Pasemos ahora a las unidades pluriverbales, cuya abundancia y riqueza semántica
en el parlache las hace dignas de ser consideradas. Como sabemos, las unidades fraseo-
lógicas son aquellas expresiones prefabricadas y utilizadas con mucha frecuencia por
los hablantes y que, precisamente, por el uso, sufren un proceso de lexicalización, con-
virtiéndose en expresiones fijas. Al igual que en la lengua estándar, en las variedades
dialectales y argóticas, se forman y se lexicalizan combinaciones de palabras que los
hablantes repiten constantemente. En el parlache ello ocurre con especial intensidad, de
manera que nos encontramos ante un buen número de locuciones y enunciados fraseoló-
gicos que nos permiten observar un mundo lingüístico y cultural caracterizado por unos
parámetros específicos: la violencia, la muerte, el uso de armas, el mundo del sexo y el
narcotráfico, aunque también el compañerismo y la amistad, conceptos, estos últimos,
eminentemente relacionados con la cohesión social propia de estos grupos. Todos estos
elementos forman parte de la vida cotidiana de los hablantes de este lenguaje y, en conse-
cuencia, ello se transmite de forma inevitable a sus usos lingüísticos.
Veremos algunas muestras de este tipo de unidades que consideramos frecuentes (tan-
to en uso como en coaparición de sus elementos integrantes)6, convencionalizadas (en su
ámbito de uso), fijas, especializadas semánticamente, pero también con un cierto grado
de variación, pues existen, como veremos, variantes de ciertas locuciones con el mis-
mo significado, como es el caso de ciertas variantes morfológicas como abrirse/open
del parche ‘huir apresuradamente’, dar fruta/chumbimba/gatillo ‘agredir con arma de
fuego’, a la efe/a la final ‘finalmente’, nueve milímetros/pepazos ‘pistola de nueve mi-
límetros’; o de sinónimos extrafraseológicos como piyama de madera/vestido de palo
‘ataúd’.

Las locuciones verbales del parlache


En el parlache, el número de locuciones verbales es muy elevado, tanto en términos
absolutos (número de locuciones verbales recogidas en el corpus) como relativos (si te-
nemos en cuenta la frecuencia de uso). Los patrones morfosintácticos más habituales son
verbo + objeto directo (coger un quieto ‘asaltar a alguien’), verbo + suplemento (ir de
volqueta ‘morir asesinado’), verbo + complemento circunstancial (estar por lo alto ‘tra-
tar con gente de poder y dinero’) y verbo copulativo + predicado nominal (estar güelido
‘encontrarse bajo los efectos de un narcótico inhalado’).
Las locuciones verbales presentan el mismo valor que los verbos simples, en conse-
cuencia, actúan como núcleos del predicado y pueden constituir enunciados (Ruiz Gu-
rillo 1998: 38). Observamos en las locuciones verbales del parlache este mismo com-
portamiento, de manera que algunas de estas unidades pueden formar predicado por sí
UNA MUESTRA DE FRASEOLOGÍA AMERICANA 828

mismas, como demostrar finura ‘tener capacidad para realizar una acción’: “Él mismo
se encargó de matarlos para poder demostrar finura”; o echar pupila ‘vigilar, estar aten-
to’: “Tenía que echar pupila para que no me fuera a subir la ley”. Se trata de unidades que
exigen un objeto directo interno que forma parte de la locución, pero que, en bloque, son
intransitivas. Otras, sin embargo, precisan de un elemento en el cual actualizarse, como
dar/hacer la voladora ‘romper relaciones amorosas con alguien’: “La pelada me dio
la voladora”; o hacer un catorce ‘hacer un favor, ayudar a alguien’: “Me llama cuando
suceden cosas raras, cuando necesita que le haga un catorce o cuando se aburre en la
selva”. En estas locuciones el objeto directo, mediante la fijación, se halla igualmente
incorporado en la locución (la voladora, un catorce), pero precisan de otro complemento
que se actualizará según el contexto; en los ejemplos citados, el elemento actualizado es
el objeto indirecto representado en el constituyente pronominal.
La clasificación de estas unidades también pasa por establecer el grado de fijación y
variación que presentan. Así, en parlache, hallamos locuciones con un grado de fijación
e idiomaticidad total, como ocurre en boliar guadaña ‘dar patadas’ o ruñir el culo ‘ha-
blar mal de alguien’, pero también hallamos unidades con variantes como probar/mos-
trar/demostrar finura o manejar/pilotear cama ‘desvelarse, por lo general, por efecto de
la droga’.
Es característico, asimismo, que algunos núcleos de la unidad, los verbos, se repitan
de forma notable, con lo cual, nos hallamos ante locuciones que exigen un objeto directo
o un suplemento, si bien este es cambiante. Algunos verbos dan origen a grupos de locu-
ciones que presentan el mismo significado, como armar, que combinado con determi-
nados sintagmas nominales, hace referencia al hecho de provocar o producir una pelea
o reyerta: armar bonche, armar el zafarrancho, armar un peo/pedo; o coger, que puede
tomar el sentido de burlarse de alguien, en estos casos: coger de parche, coger de tema,
o el de acumular fama y poder por hechos delictivos, en estos otros: coger cartel, coger
escama, coger vuelo. Con echar, encontramos echar un polvo/un moco/un tibio, que
significan tener relaciones sexuales, si bien la primera de ellas también puede referirse a
consumir cocaína.
Sin embargo, quizá es más habitual hallar series de locuciones que comparten el verbo
pero que, al cambiar el sintagma nominal que los acompaña, varían asimismo su signifi-
cado. Es el caso de algunas de las formas que recurren, una vez más, al verbo coger: co-
ger a lata corrida ‘atacar con arma blanca reiteradamente’, coger de teta ‘vivir a expen-
sas de otro’, coger un quieto ‘asaltar a alguien’, coger pescuezo ‘asaltar con arma blanca,
poniéndola al cuello de la víctima’, coger pagando ‘sorprender a alguien en el momento
de cometer un acto delictivo’.
Pero es indudable que el verbo más productivo para la formación de series de locucio-
nes verbales en el parlache es dar, como se puede comprobar en la tabla que incluimos
más adelante. Con este verbo se forman expresiones en relación con la muerte, como
dar en la cabeza ‘asesinar’, aunque en determinados contextos también puede significar
‘engañar’. También se forman locuciones referidas a lo sexual, como dar un tren de hue-
vo ‘tener relaciones sexuales’; y se crean otras que se utilizan en situaciones delictivas,
como dar zonas ‘alertar acerca de un peligro’ y dar visaje ‘generar sospechas’. Incluso se
829 COMUNICACIONES

generan locuciones en relación con el amor, como dar quiebres (‘cortejar de forma indi-
recta’) o la ya mencionada dar la voladora.
A dar le sigue en productividad el verbo estar. Aunque se forman piezas léxicas en
relación con varios campos semánticos, en este caso particular, son abundantes las lo-
cuciones que hacen referencia a la droga, especialmente al estado del drogadicto en el
momento en que se encuentra bajo sus efectos. Por ejemplo: estar groguis, estar ma-
riado/mareado, estar güelido, estar con armando, estar embalado, estar corrido. Aquí
es importante señalar que algunas expresiones, como, por ejemplo, esta última, pueden
significar también ‘tener problemas’. Vale la pena advertir que esta expresión es de uso
muy frecuente con ambos significados. Ello nos muestra que en estas unidades también
se presentan variaciones semánticas según el contexto.
Con el verbo ir, es frecuente la estructura verbo + suplemento (V+de+N): ir de chori-
zo ‘viajar sin detenerse’, ir de frenchis ‘emprender con ímpetu una acción violenta’ o ir
de volqueta ‘morir asesinado’; aunque también aparece la estructura verbo + predicado
nominal (V + Adj): ir grave ‘estar amenazado’.
Dejar es otro de los verbos que da origen a un número representativo de este tipo de
locuciones que tienen como característica que todas se refieren al acto del asesinato,
como puede constatarse en la tabla correspondiente, donde pueden apreciarse los signi-
ficados respectivos.
Hemos visto hasta aquí cómo el fenómeno polisémico se da en algunos de los casos
analizados, pero también es cierto que se constata, entre no pocas de las expresiones
recogidas en el corpus, un alto grado de sinonimia externa o extrafraseológica7. Así, y
siempre dentro del contexto sociocultural específico en el que se desarrolla el parlache,
observamos cómo muchos significados y usos se reproducen y se manifiestan en formas
diversas. Veamos, por ejemplo, cuántas unidades fraseológicas se han registrado en el
corpus con el significado de matar o asesinar a alguien:
Aplicar el tratamiento.
Borrar del mapa.
Dar borrador/ el paseo/ el último paseíto/ en la cabeza/ mate/ piso.
Dejar de cajón/ estirado/ floriado/ frío/ listo/ tieso.
Despegar del planeta
Hacer el vómito/ la vuelta/ un cascado/ un pegado.
Llevar al otro mundo/ de cajón.
Mandar de cajón/ a cargar lápida/ al averno/ de viaje.
Pegar pelo.
Poner a cargar/a hueler adobe/a cargar tierra en el pecho/a chupar revoque/a oler
gladiolo.
Tapar la boca.
Tirar al piso.
De igual manera, podemos aportar un buen número de locuciones que se refieren a la
acción de mantener relaciones sexuales:
UNA MUESTRA DE FRASEOLOGÍA AMERICANA 830

Boliar clavija, boliar/voliar rejo.


Botar cachucha.
Chuzar riñón.
Dar clavo/ culo/ güevo/ la trilla/ por el culo/ un tren de huevo.
Echar un moco/ un polvo/ un tibio.
Hablar por micrófono.
Hacer el mandado/ el revolión/ el tales/ la vaca muerta.
Hundir los pelos.
Mojar la mecha.
Partir/repartir la torta.
Pasar a manteles.
Como se puede observar, se trata de unidades con estructuras muy diversas:
a) Verbo + objeto directo (V+N): En este tipo, al verbo se une un nombre (pegar pelo,
boliar clavija), o bien un determinante más nombre (hacer el mandado, echar un tibio),
que realiza la función de objeto directo. En ocasiones, a este sustantivo se le añade un
complemento, bien preposicional, bien un mero adjetivo (dar un tren de huevo, hacer la
vaca muerta).
b) Verbo + suplemento/complemento circunstancial (V+prep+[det]+N): En estos ca-
sos, el verbo se acompaña de un sintagma preposicional (bien en función de suplemento,
bien de complemento circunstancial) que puede incluir también un determinante (pasar a
manteles, hablar por micrófono, mandar de viaje, mandar al averno, borrar del mapa).
c) Verbo + predicado nominal/predicativo (V+Adj): Aquí el complemento es un ad-
jetivo con lo cual estamos ante predicados nominales o predicativos (estar parolo, dejar
floriado/frío...).
d) Perífrasis verbal + N: Son los casos de los verbos poner y mandar, especialmente,
como se puede apreciar en la lista precedente. En estos casos, la base de la locución con
el significado de ‘matar, asesinar’ es otra cuyo significado es el de ‘estar muerto’: car-
gar/hueler adobe, cargar tierra en el pecho, chupar revoque, oler gladiolo. Naturalmen-
te, tan solo hay que recurrir a verbos auxiliares como poner o mandar, para obtener las
perífrasis que componen las locuciones finales que se relacionan con el sentido de matar.
Sin embargo, todas estas estructuras, desde el punto de vista semántico, constituyen
variantes sinonímicas, si bien no todas -aunque sí la mayoría- presentan carácter idiomá-
tico. En el segundo bloque, por ejemplo, dar por el culo, sería semiidiomática; el resto,
sin embargo, son claramente idiomáticas.
En cuanto a si se trata de sinonimia parcial o absoluta, diremos que en el primer blo-
que, el referido al acto del asesinato, la sinonimia es total desde el punto de vista del re-
ferente (‘asesinar’, ‘matar’), si bien puede considerarse parcial en algunos casos, desde
una perspectiva pragmática, ya que los hablantes de parlache pueden establecer ciertas
gradaciones en el uso de algunas de estas unidades, como es el caso de hacer el vómito,
que se aplica básicamente a una masacre, es decir, al acto del asesinato, pero de más de
una persona; o el de dar el último paseíto, expresión en la que también va implícito, pre-
viamente al asesinato, el acto de secuestrar a la víctima. Igualmente, tapar la boca sig-
831 COMUNICACIONES

nifica asesinar a alguien pero con la finalidad de impedirle hablar o denunciar algo. Por
último, dejar florido implica en el acto el uso de un arma de fuego.
En lo que respecta al segundo grupo, el referido al acto sexual, la sinonimia es, en
muchos casos, claramente parcial, puesto que el mundo de las relaciones sexuales es
muy amplio y, en consecuencia, dependiendo de la práctica en especial, se usará una u
otra expresión. Así, el sexo oral queda reflejado en hablar por micrófono, que es distinto,
naturalmente, del sexo anal, representado en unidades como dar culo/dar por el culo.
Sin embargo, echar un moco/un polvo/un tibio y boliar clavija/rejo se refieren todas al
acto de la copulación, en cuyo caso estaríamos ante variantes morfológicas, una de las
manifestaciones más claras de la sinonimia total o absoluta (García Page 1998: 87), fe-
nómeno que también hemos podido observar en las locuciones referidas al acto de matar.
No obstante, botar cachucha, si bien significa también copular, presenta la restricción
de referirse a la primera vez que el hombre realiza el acto. En cuanto a los casos de hacer
el revolión y hacer la vaca muerta, el acto sexual aquí va acompañado de violencia, con
lo cual se acercan más al significado de violar. Finalmente, repartir la torta presenta un
rasgo añadido de promiscuidad.

Breve referencia y comparación con el argot peninsular


Al revisar los diccionarios de argot peninsular de Sanmartín y de Ruiz, observamos
que las locuciones verbales también son abundantes y, de igual manera que en parlache,
verbos como dar o estar son muy productivos. Por otra parte, también los temas relacio-
nados con la droga, el sexo y la delincuencia dan lugar a un número relevante de piezas
léxicas de esta naturaleza. En ambos diccionarios hallamos algunas locuciones muy si-
milares a las del parlache tanto en su estructura formal como en su valor semántico. En
el diccionario de Sanmartín, por ejemplo, se recoge la locución ser del otro bando, con
el significado de ‘ser homosexual’, para lo que el parlache tiene la equivalente ser de la
cooperativa. En este mismo diccionario hallamos la locución dar agua, que significa
‘avisar del peligro’, mientras que en parlache tenemos la equivalente dar zonas. Por su
parte, en el diccionario de Ruiz, observamos ejemplos como regar el asfalto, que signifi-
ca ‘asesinar’; para ello se usa en parlache la expresión equivalente tirar al piso.
En otros casos, la expresión es idéntica, por ejemplo, en el diccionario de Sanmartín
se encuentra la locución ser de ambiente, que también significa ‘ser homosexual’ y que
se usa en ambas latitudes sin ninguna variación. En el diccionario de Ruiz, entre otras
idénticas a las del parlache, se encuentra armar la bronca, que significa ‘alborotar’. En
algunos casos, las locuciones coinciden en la forma, pero tienen significados diferentes,
por ejemplo, en el diccionario de Ruiz, estar tieso es ‘estar sin dinero’, mientras esa mis-
ma expresión significa en parlache ‘estar muerto’. Todo ello, naturalmente, se explica en
función de las posibilidades polisémicas y sinonímicas que presenta este tipo de unida-
des a uno y otro lado del Atlántico.

Conclusiones
Hemos podido constatar dentro del corpus estudiado cómo las unidades fraseológicas
del parlache y especialmente, las locuciones verbales, presentan una gran vitalidad y
UNA MUESTRA DE FRASEOLOGÍA AMERICANA 832

sirven a la creatividad lingüística de un conjunto de hablantes caracterizados por su per-


tenencia a un mundo marginal marcado por la violencia y el delito. Aquí hemos revisado
algunos campos semánticos y las diversas estructuras que los reflejan. Se trata de unida-
des que van penetrando en el habla de otros sectores de la población y que por esta razón,
especialmente, han llamado la atención tanto de sociólogos como de lingüistas. Desde
esta última perspectiva, la nuestra, creemos que es imprescindible realizar estudios, cada
vez más profundos acerca de este lenguaje. En esta comunicación hemos abordado algu-
nos de los procesos creativos que han dado lugar a una de las manifestaciones de lo que
Coseriu llamó “discurso repetido” y que de un tiempo a esta parte ha atraído la atención
de muchos estudiosos. Las locuciones verbales, por su gran capacidad para dar cuenta de
un entramado cultural, en este caso, además, muy específico, constituyen el ámbito ideal
para realizar estudios que tanto desde el punto de vista formal y estructural como semán-
tico, a la par que etnolingüístico, pueden aportar luz sobre la creatividad expresiva de los
hablantes de una comunidad, y por ende, de sus comportamientos lingüísticos.
833 COMUNICACIONES
UNA MUESTRA DE FRASEOLOGÍA AMERICANA 834
835 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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dad de Ámsterdam.
UNA MUESTRA DE FRASEOLOGÍA AMERICANA 836
837 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Esta comunicación forma parte de un trabajo de investigación más amplio en el que se da cuenta de la for-
mación del léxico así como de la fraseología de este lenguaje argótico. Asimismo, estos trabajos se realizan en el
marco de la coordinación de los grupos de investigación de las universidades a las que pertenecen ambas comu-
nicantes: Grupo de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia (Colombia) y Grupo de Investigación
Samuel Gili Gaya de Lingüística y Literatura de la Universidad de Lleida (España).
2
Sobre esta cuestión, una de las autoras de esta comunicación, L. S. Castañeda, realizó una investigación so-
ciolingüística, conjuntamente con José Ignacio Henao, que dio origen a la publicación de un volumen por la edito-
rial de la Universidad de Antioquia, en julio de 2001, y que recogió los resultados fundamentales de la misma.
3
El parlache no es exclusivo de Medellín y de su Área Metropolitana, pues ha llegado a los pueblos de Antio-
quia, a sus zonas rurales y a otras ciudades del país. Sin dejar de reconocer las diferencias diatópicas, determinadas
por cada región, podemos afirmar que hay muchas similitudes entre el habla de los jóvenes de los sectores popula-
res de Medellín, de Agua Blanca, en Cali y de Ciudad Bolívar, en Bogotá, este último sector con más de un millón
de habitantes.
4
Por razones obvias de comprensión, indicaremos siempre, junto al término en parlache, su significado en
español estándar.
5
Para determinar la presencia de palabras del argot español ibérico en el parlache se ha llevado a cabo el cotejo
con dos diccionarios de reciente publicación: Sanmartín (1999) y Ruiz (2001).
6
Gloria Corpas (1996: 19-30) establece como características básicas lingüísticas de las unidades fraseológicas
las siguientes: frecuencia (de uso y de coaparición), institucionalización o convencionalización, estabilidad (fija-
ción y especialización semántica), idiomaticidad y variación (variantes y modificaciones). Hemos aplicado estos
criterios en el análisis del corpus aquí presentado.
7
Según Mario García Page, la sinonimia externa “queda definida por la presencia, en el código fraseológico,
de expresiones de estructura formal diferente y significado idéntico o semejante.” (1998: 84)
839 COMUNICACIONES

Dialectología, sociolingüística y geografía lingüística

VARIACIÓN SINTÁCTICA Y ESPACIO DIALECTAL: A PROPÓSITO DE


LOS CUANTIFICADORES INTERROGATIVOS Y EXCLAMATIVOS*

Álvaro Octavio de Toledo y Cristina Sánchez


(Universidad Complutense de Madrid)

Introducción
La conveniencia de establecer zonas dialectales en el español sobre bases gramatica-
les firmes ha tropezado tradicionalmente con la ausencia de descripciones abarcadoras
de tipo gramatical sobre el español de América. Si bien existe abundante bibliografía
sobre algunos fenómenos (tiempos verbales, voseo, pronombres personales y formas
de tratamiento, queísmo y dequeísmo, uso de algunas preposiciones),1 parece nutrido el
número de aquellos otros que podrían ser relevantes para caracterizar el espacio dialectal
y permanecen, sin embargo, desatendidos.
Uno de esos fenómenos es la variación que presentan los cuantificadores interrogati-
vos y exclamativos. Las formas cuán(to), cuál, qué tan(to), y cómo (de) presentan nota-
bles diferencias de uso y distribución en las distintas variedades del español, que afectan
no sólo a la pervivencia y/o coexistencia misma de dichas formas sino también a sus dis-
tintos valores en las oraciones interrogativas y exclamativas. Nuestro primer objetivo es
describir con detalle la variación gramatical a la que está sujeto este aspecto del idioma, a
lo que dedicaremos el apartado siguiente, así como fijar su correcta delimitación geográ-
fica, lo que haremos a continuación; ambas cuestiones, por lo que sabemos, nunca han
sido abordadas hasta ahora.2 Ello nos permitirá caracterizar el espacio dialectal sobre la
existencia de dos grandes paradigmas de cuantificadores exclamativos e interrogativos,
representados respectivamente por el español de España y el de México; junto a ellos
existen numerosos paradigmas mixtos que se acercan más o menos a los paradigmas ex-
tremos. La comparación de los datos dialectales con la historia de estas construcciones,
que se tratará después permite llegar a la conclusión de que la oposición entre los dos
grandes paradigmas mencionados se basa en su mayor o menor grado de innovación, en
tanto que los paradigmas mixtos se corresponden con situaciones intermedias, lo que nos
permite trazar un ceñido paralelismo entre el continuo evolutivo y la fragmentación del
VARIACIÓN SINTÁCTICA Y ESPACIO DIALECTAL 840

espacio dialectal. Finalmente, mostraremos que existe un paralelismo similar entre la


variación en español actual y las distintas soluciones en las lenguas románicas, de mane-
ra que puede trazarse una correspondencia entre los tres parámetros de variación, a saber,
geográfica, histórica e interlingüística.

El sistema de los cuantificadores interrogativos y exclamativos en español actual


- Subsistema común
Existen dos formas comunes a todo el dominio hispánico: cuán(to), utilizado en pre-
guntas o exclamaciones para inquirir o encarecer la cantidad o el grado, y la forma qué,
con valor generalmente exclamativo de grado. Cuánto, del lat. QUANTUM, es el cuan-
tificador interrogativo y exclamativo por excelencia y se utiliza con idénticos valores
en todo el dominio hispánico. Expresa cantidad tanto en sus usos determinativos, pre-
cediendo a sustantivos, como en su uso adverbial como adjunto del predicado. En cual-
quiera de los dos casos, puede encabezar bien oraciones exclamativas directas (1b) o
indirectas (1a), bien interrogativas directas (1c) o indirectas (1d):3
( 1) a. Le hago el drama de mi vida y le cuento, compungido, cuánta es la incompren-
sión de mi esposa cada vez que le hablo de mis amigos (Seatiel Alatriste, Por vivir en
quinto patio, México, 1985; apud CREA).
b. Cuánta obra de arte... Cuánto libro... Cuánto librito ... ¿Quién es capaz de
leerlos?... (Pablo Neruda, Confieso que he vivido. Memorias, Chile, 1973; apud
CREA).
c. ¿Cuánto tiempo hace que no viajas?
d. El dueño del local le preguntó cuánto estaba dispuesto a pagar.
La diferencia más relevante entre el cuánto interrogativo y el exclamativo es que sólo
este segundo expresa una cantidad elevada, en tanto que el interrogativo no presupone
ningún valor para la variable por la que se pregunta, pero ello se deduce de la distinta
naturaleza de los dos tipos de oraciones y es un fenómeno común a todos los cuantifica-
dores que entran en este tipo de construcciones.4
La forma apocopada cuán tiene naturaleza adverbial y precede a adjetivos y adverbios
para expresar grado. Su uso es igualmente general en todo el dominio hispánico, si bien
se halla restringido a los registros más alejados de la inmediatez comunicativa: es más
frecuente en la lengua escrita que en la hablada. Se documenta tanto en preguntas como
en exclamaciones:
(2) a. ¿Cuán desfasada está la ECS? - Muy atrasada (El Universal, Venezuela,
23.9.1996; apud CREA).
b. ¿Cuánta sangre más ha de correr para que esta toma de conciencia se produzca? La
respuesta depende de cuán lejos pueda ir el terrorismo... (Caminos. Revista cubana
de pesamiento sociotecnológico, Cuba, 2002; apud CREA).
c. Cuán feo es lo útil y lo bello ¡cuán inútil! (El Mundo, 25.5.1996, España; apud
CREA).
841 COMUNICACIONES

En oraciones exclamativas5 la forma qué se usa cuantitativamente para expresar gra-


do precediendo a adjetivos o adverbios, y cualitativamente delante de sustantivos para
ponderar una cualidad, expresa o tácita:
(3) a. ¡Qué hermosa era la naturaleza! ¡Qué tranquilamente reposaba! (Leopoldo
Alas, La Regenta, 16.24; apud CORDE).
b. ¡Qué casa tiene! ¡Qué salones tan hermosos! ¡Qué patios...!
- Subsistema divergente.
La variación está provocada por la existencia de piezas léxicas que solapan total o par-
cialmente los usos de las formas comunes: por un lado, en ciertas variedades las formas
anteriores coexisten con las formas complejas qué tan y qué tanto, creadas a partir de la
forma qué y capaces de expresar todos los valores de las formas comunes cuán y cuánto;
por otro, el adverbio de modo como tiene en ciertas variedades el valor de un cuantifica-
dor de grado que expresa los valores del interrogativo-exclamativo cuán y algunos del
exclamativo qué.
A partir de la forma qué, limitada en las preguntas al uso exclusivamente referencial,
se han creado en español las formas complejas qué tanto y qué tan.6 Estas formas com-
plejas resultan transparentes desde el momento en que están constituidas por un elemen-
to inherentemente interrogativo-exclamativo (qué) más un elemento que es inequívo-
camente cuantitativo (tanto) y gradativo (tan). Estas dos formas son utilizadas en buena
parte del español americano para preguntar o ponderar cantidad o grado:
(4) a. No puede saberse con facilidad qué tanta importancia se dio a las acciones de
salud pública y qué tanta atención fueron capaces de atraer las instituciones (Daniel
López Acuña, La salud desigual en México, México, 1980; apud CREA).
b. Al margen de algunos detalles, ¿qué tanto cambió el equipo desde el adiós de Car-
los B.? (Caretas, Perú, 20.2.2001; apud CREA).
En alguna variedad, esta forma se utiliza hasta tal punto con los mismos valores de
cuánto que es frecuente como expresión del diferencial en las estructuras comparativas
precediendo a más o menos:
( 5) ¿Qué tanto más hacemos para proteger el bosque?, ¿qué tantos más guardabos-
ques tenemos? ... ¿Cuánto más estamos haciendo para proteger el bosque? ¿Y cuán-
to más deberíamos hacer...? (Ricardo Elizondo, Setenta veces siete, México, 1987;
apud CREA).
La forma qué tan expresa grado en oraciones interrogativas y exclamativas, coinci-
diendo con los usos de cuán y qué:
(6) a. ...de qué tan mal estacionaba la gente casi no llegaban los vehículos (Oral. Pa-
raguay: encuesta 71 [Ángel Sadoka Chiripe]; apud CREA).
b. Una vez más, el conocimiento de qué tan ocupada se encuentra usted siempre, me
hizo... (“Carta de amor...” Proceso, México, 1/9/1999)
Las formas qué tanto y qué tan constituyen, pues, un subsistema paralelo al que for-
man cuánto y cuán que presenta la ventaja de resultar no sólo homogéneo desde el punto
VARIACIÓN SINTÁCTICA Y ESPACIO DIALECTAL 842

de vista morfológico sino también congruente con el qué interrogativo y exclamativo y


capaz de satisfacer los usos tanto exclamativos como interrogativos. Se trata, además, de
formas que en principio no parecen, frente a cuán, estar marcadas diastráticamente.
La última pieza del puzzle es el adverbio cómo, que muestra un uso divergente en las
variedades del español estudiadas. En algunas variedades, existe un cómo que se utiliza
en oraciones exclamativas directas o indirectas que contienen algún adjetivo o adverbio
graduable no precedido de preposición, de manera que el exclamativo parece afectar a
todo el contenido proposicional pero también interpretarse como operador de alcance
sobre dicho elemento (véase (7)). Cómo puede, además, formar parte de la expresión de
grado compleja como(...) de que se utiliza modificando a adjetivos y adverbios; según
las variedades que se consideren, esta expresión puede aparecer en oraciones exclamati-
vas como (8 a), o también en interrogativas como (8 b):
(7) a. El niño debe vivir en un ambiente simple y suave; la observación muestra cómo
es sensible al carácter de la persona que lo cuida (Anónimo “Educación del lactante”,
Argentina, 1935; apud CORDE).
b. ¡Cómo estaba su vida llena de preguntas sin respuesta! (Dulce Mª Loynaz, Jardín.
Novela lírica, Cuba, 1935; apud CORDE).
(8) a. ¡Cómo es de justo que el ataúd en que halló al fin reposo lo envuelva la bandera!
(Marco Fidel Suárez, Sueños de Luciano Pulgar II, Colombia, 1923; apud CORDE).
b. ¿Cómo de pequeño ha de ser un astro para que lo consideremos “asteroide” y no
“planeta”? (Eduardo Bataner López, Planetas, España, 1991; apud CREA).
Así pues, podemos resumir el complejo sistema de los cuantificadores interrogativos
exclamativos en el cuadro 1. En él se muestra, frente a un subsistema común a todo el do-
minio hispánico, constituido por las formas cuán(to) y qué, dos subsistemas divergentes
que delimitan dos áreas geográficas claramente delimitadas: un tipo A, históricamente
atestiguado y muy próximo al actual español de México, que se caracteriza por la coexis-
tencia de las formas comunes con las formas qué tan(to) y que limita el uso de cómo -con
o sin preposición- particularmente a las oraciones exclamativas. Frente a él, el tipo B,
cuyo máximo exponente es el español de España, desconoce las formas complejas qué
tan(to) y ha desarrollado la expresión compleja como (...) de para expresar grado tanto en
preguntas como en exclamaciones:

Cuadro 1
Sistema de los
cuantificadores
exclamativos e
interrogativos
843 COMUNICACIONES

Delimitación del espacio dialectal


El tipo A recién presentado no se corresponde hoy día con ninguna variedad concre-
ta del español: su lugar propio, como veremos, está en otros tiempos de la historia del
idioma. El tipo B describe el uso actual en España, que desconoce las formas qué tan(to)
y la ponderación con un marcador exclamativo cómo en inicio de oración (cómo eres
hermosa), al tiempo que practica la cuantificación interrogativa de grado con las formas
{cómo / cuánto} (...) de. Todas las variedades americanas, en cambio, utilizan un qué tan
interrogativo de grado, con restos más o menos abundantes del qué tan exclamativo de
grado (9) y de qué tanto, generalmente interrogativo (10); en todas ellas, por otro lado, se
localiza el esquema exclamativo con cómo (...) de, documentado en algunas zonas desde
hace tiempo (11):
(9) a. Vaya situación: todo un señor ex presidente rogándole a una simple agente de
inteligencia militar. Qué tan atrás había quedado la soberbia y la prepotencia del
omnipotente funcionario (Felipe Victoria Zepeda, La casta divina. Historia de una
narcodemocracia, México, 1995; apud CREA).
b. El deber... qué tan fácil olvidan muchos el deber (Esteban Navajas, La agonía del
difunto, Colombia, 1977; apud CREA).
( 10) ¿Qué tanto podrá desarrollarse el mercado bursátil en los próximos cinco años?
(Prensa Libre, Guatemala, 8.7.1996).
(11) a.Cómo es la luz de bella / tras de las vagas brumas! (José Asunción Silva, Obra
poética, Perú, 1880-1885; apud CORDE).
b. ¡Cómo quedará de suave! (Tomás Carrasquilla, Hace tiempos, Colombia, 1896;
apud CORDE).
c. Y calculaba al ver la feracidad de aquel terreno [...], tupido de arbustos de riqueza,
cómo es de fecundo y próvido aquel suelo (Rubén Darío, “El viaje a Nicaragua”,
Nicaragua, 1909; apud CE).
Sin embargo, solo en algunas zonas de América parece haberse desarrollado el esque-
ma interrogativo cómo (...) de, que, en los corpus que manejamos, se documenta sin di-
ficultad en Argentina, Cuba y Paraguay (12), pero no en variedades ampliamente repre-
sentadas, como la mexicana o la colombiana; en Argentina, además, es posible encontrar
el más escaso -y, al parecer, más reciente- esquema cuánto de (13):
( 12) a. [Beto] (Asustado) ¿Yo te hablé de un tipo bajito? (Pausa) ¿Cómo de bajito?
[Pepe] (Marca con la mano la altura de un enano) Y sería así más o menos (Eduardo
Pavlovsky, El señor Galíndez, Argentina, 1975; apud CREA).
b. [Yarini] Dime cómo de fuerte es tu amor. [Bebo] ¡Ay! El mío es débil (Carlos Feli-
pe (Carlos Fernández Santana), Réquiem por Yarini, Cuba, 1960; apud CORDE).
c. No sé cómo camina, ni cómo contonea la cintura y cómo de redondo y duro tiene el
trasero (Mario Halley Mora, Cita en el San Roque, Paraguay, 1999; apud CE).
(13) No tendría que haber llegado tarde a la reunión, pero ha llegado. Cuánto de tar-
de, no sé. (Tomás Eloy Martínez, La novela de Perón, Argentina, 1989; apud CREA).
VARIACIÓN SINTÁCTICA Y ESPACIO DIALECTAL 844

Estos datos sugieren una variación diatópica en la que algunos dialectos propenden
más al tipo B, mientras otros muestran mayor apego al tipo A. Entre los primeros puede
citarse como paradigmático el caso de Argentina, y entre los segundos destaca el español
de México, como parecen confirmarlo los siguientes argumentos:
a) De acuerdo con los datos del CREA -vid. la Tabla 1- la frecuencia de aparición de
qué tan difiere bastante según las variedades7: así, para cada ejemplo argentino (frecuen-
cia mínima) son esperables 11,5 ejemplos mexicanos, 13 ejemplos nicaragüenses o 16
ejemplos colombianos, pero únicamente 5 uruguayos o 4 chilenos y tan solo 1,5 ejem-
plos peruanos o cubanos. En general, pues, Perú y el Cono Sur, junto con Cuba, parecen
mostrar una menor vigencia de la forma, cuya mayor actividad corresponde en cambio a
México, Centroamérica y Colombia. Puesto que son precisamente Cuba y dos países me-
ridionales los que muestran un cómo (...) de interrogativo que es desconocido en México
o Colombia, la frecuencia relativa de aparición de la forma podría ser un buen indicador
de la tendencia de la variedad hacia el asentamiento de uno u otro de los paradigmas8.

Tabla 1. Frecuencia de usos de la forma qué tan.

b) Como muestra la tabla anterior, qué tan es una forma especializada en la interroga-
ción de grado, puesto que los usos exclamativos alcanzan apenas un 8% del total.9 Para
la exclamación, claro está, todas las variedades pueden echar mano también de cómo (...)
de, pero lo hacen en proporciones aparentemente desiguales: de los tres corpus consul-
tados solo hemos podido extraer dos ejemplos mexicanos con este último esquema (14),
que quedan en clara minoría frente a los 8 casos con qué tan del CREA; por el contrario, el
CREA ofrece tres ejemplos colombianos de cómo (...) de meramente bajo el lema Cómo,
bastantes ya para igualar e incluso superar ligeramente a los dos de qué tan en ese mismo
corpus10. Este contraste parece sugerir una difusión del cómo (...) de exclamativo nota-
blemente mayor en el español colombiano que en el mexicano, aproximando así un tanto
la primera de estas variedades al tipo B y confirmando la cercanía de la segunda al tipo A.
845 COMUNICACIONES

( 14) a. [...] haciendo comentarios de cómo se había comido el guajolote [..] y de cómo
era de rápido para levantar una tortilla tras otra rociándolas con salsa de guacamole
(Juan Rulfo, El llano en llamas, 1953; apud CORDE).
b. y el Chapeado, que ya sabes cómo es de penoso, se ponía más colorado que un pája-
ro cardenal (José T. Espinosa-Jácome, “Paseo en coche por las Cañadas”, México,
años 90; apud CE).
c) Otra posibilidad exclamativa es el recurso a un marcador inicial cómo que afecta a
toda la predicación. Este esquema es usual en México11 y alterna con cómo (...) de
en otros países (15), pero no lo hemos documentado, por contra, en Colombia. La
alternancia implica una difusión incompleta del más reciente cómo (...) de, lo que
confirma las tendencias apuntadas en el apartado anterior12.
(15) a. México: ¡Ah!, cómo eres mal pensado, Lucas (Rulfo, El llano en llamas; 1953:
apud CORDE) // haciendo comentarios [..] de cómo era de rápido para levantar una
tortilla... (ibid.).
b. Uruguay: ¡Cómo te has puesto fea! (Nut Arel Monegal, Para un jardín en otoño,
1985; apud CREA) // ¡Cómo estará de alegre el trigo ondeante! (Juana de Ibar-
bourou, “Noche de lluvia”, de Raíz salvaje, 1922; apud CORDE).
c. Bolivia: ¡Cómo es grande mi pueblo! (Moema Viezzer, Si me permiten hablar,
1977) // Había que ver cómo de felices estaban todas (íbid.).
Con arreglo a lo expuesto se perfilan en el dominio hispánico cinco tipos principales
de variedades (cf. su distribución en el Mapa 1), que se pueden caracterizar como sigue:
1. Presencia muy activa de qué tan(to); cómo (...) de exclamativo escaso, minoritario
frente a qué tan y alternante con el simple cómo; cómo (...) de interrogativo desconocido:
México (próximo al tipo A).
2. Presencia muy activa de qué tan(to) interrogativo; gran difusión de cómo (...) de ex-
clamativo, que ha relegado al simple cómo y es mayoritario frente a qué tan; cómo (...) de
interrogativo no documentado: Colombia, países centroamericanos (intermedios entre
los tipos A y B, pero más cercanos al A).
3. Presencia poco activa de qué tan(to); difusión generalmente avanzada, pero varia-
ble de cómo (...) de exclamativo, ocasionalmente alternante con el simple cómo; cómo
(...) de interrogativo no documentado: Bolivia, Chile, Perú, Uruguay, República Domi-
nicana, Venezuela. (intermedios entre los tipos A y B, pero posiblemente más cercanos
al B).
4. Presencia (más bien) débil de qué tan(to); difusión generalmente avanzada, pero
variable de cómo (...) de exclamativo, ocasionalmente alternante con el simple cómo;
cómo (...) de interrogativo documentado, cuánto de interrogativo esporádico: Argentina,
Cuba, Paraguay (próximos al tipo B).
5. Qué tan(to) desconocido; difusión total de cómo (...) de exclamativo, con exclusión
del simple cómo; cómo (...) de interrogativo generalizado, cuánto de interrogativo docu-
mentado: España (tipo B).
VARIACIÓN SINTÁCTICA Y ESPACIO DIALECTAL 846

Mapa 1.
Distribución
geográfica de los
fenómenos

Variación dialectal y evolución diacrónica


El tipo A se corresponde enteramente con las opciones morfosintácticas del español
hasta los comienzos del siglo XVII13. Desde esa fecha se documenta la marcación del
elemento cuantificado con la preposición de (16), siempre con valor exclamativo. En
España se produjo, durante los años centrales del siglo XVIII, un hundimiento de qué
tan(to) y, entre esas fechas y mediados del siglo XIX, el desarrollo de un valor interro-
gativo de cómo (...) de (17), lo que trajo consigo asimismo el abandono del marcador
exclamativo cómo:
(16) ¡Cómo habláis de satisfecho! (Lope de Vega, Los ramilletes de Madrid; apud
Cuervo, DCRLC, s. v. como).
(17) y asiendo un asperón de tosco grano, / como de piel de zapa, recogido, / no se ve
cómo es de largo o de corto [el pelo del caballo] (Hartzenbusch, “La estrella del po-
tro”, Fábulas en verso, 1843, apud Davies, CE).
De esta trayectoria puede inferirse que durante el siglo XVIII y el primer XIX, cuando
se prefigura y, finalmente, se produce la fractura entre la metrópoli y las colonias, qué
tan(to) competía ya en el dominio hispánico con un esquema exclamativo cómo (...) de
de cierta solera y con un esquema interrogativo cómo (...) de que, recién introducido,
pudo no surgir en todas las áreas o ser rechazado por algunas normas locales en una fase
incipiente e insegura de su implantación; en ese momento, la exclamación total con có-
mo aún no se había abandonado, y se había consolidado, en la segunda mitad del XVIII,
el desarrollo de cuán como elemento interrogativo de grado. Mientras que la tendencia
en España fue la de extender las innovaciones a costa de los usos más antiguos, dando
847 COMUNICACIONES

lugar así al tipo B, las variedades americanas han conservado, en mayor o menor medida,
todas las posibles opciones diacrónicas, salvo la de desarrollo más tardío, promovida
solo en unos pocos lugares. La posterior evolución particular de las distintas variedades,
quizá condicionada por diferencias locales presentes ya en la situación de partida14, ha
dado lugar a los diferentes tipos enumerados en la sección anterior, constituyéndose así
un continuo dialectal que refleja los elementos (y hasta cierto punto, las fases15) del con-
tinuo diacrónico y que -y esto es lo más importante- reproduce sus tendencias: una fuerte
presencia de qué tan inhibe el desarrollo interrogativo de cómo (...) de, y este solo es po-
sible allí donde previamente ha tenido éxito el esquema exclamativo, lo que sugiere, por
un lado, que las variedades del tipo 3 son potencialmente más proclives que las del tipo 2
a la adopción de un cómo (...) de interrogativo (y, por ende, posiblemente más próximas
al tipo B); y, por otro, que la creación de nuevas formas de interrogación de grado tiene
históricamente su origen en el uso exclamativo de esas mismas formas16, quizá a través
de las ambigüedades que surgen en las exclamativas indirectas que pueden ser seleccio-
nadas en contextos típicamente interrogativos, donde la asertividad propia de la excla-
mativa está discursivamente presupuesta por el enunciador, de modo que el interlocutor
posee un cierto margen de interpretación sobre si se trata de una interrogación retórica,
que presupone un valor factivo para la subordinada, o bien de una auténtica pregunta,
como podría ser el caso del ejemplo siguiente:
(18) Mas nunca podremos saber cómo sería de desesperada la vida del hombre el día
en que esa verdad llegara a ponérsele de manifiesto [...]. Desde ese día, el hombre no
pudiera seguir siendo hombre (Ecuador, 1935)

Espacio dialectal y variación interlingüística


El paralelismo entre el continuo dialectal y el continuo diacrónico tiene también una
clara correspondencia, como sería de esperar, con el continuo románico. Presentar los
sistemas de cuantificadores exclamativos e interrogativos de las lenguas románicas ex-
cede con mucho los límites de este trabajo. Sin embargo, mostraremos algunos ejemplos
paradigmáticos que permiten comprobar hasta qué punto los parámetros de variación se
repiten en las coordenadas geográfica, histórica e interlingüística.
Con la excepción del francés, que los sustituyó tempranamente por combien
(<comme+bien17), todas las lenguas románicas han conservado los derivados de los
cuantificadores latinos QUANTUS y QUIS. Es decir, el subsistema común a todas las
variedades del español es también el sistema compartido por todas las lenguas románi-
cas. Como en el caso de las variedades del español, los herederos de las formas latinas
tienen mayor o menor extensión de uso, pero, a grandes rasgos, puede decirse que fran-
cés, italiano, rumano y portugués mantienen la vigencia de los herederos de QUANTUS
en preguntas y exclamaciones, y de QUIS en exclamaciones, pero no en preguntas. Así,
el fr. combien, el it. quanto, el rum. cât, el port. quanto-quao y el cat. quanto-quan, apa-
recen tanto en oraciones interrogativas como exclamativas para expresar cantidad mo-
dificando a sustantivos (19) y grado modificando a adjetivos y adverbios (20). Las dife-
rencias entre ellos, en las que no nos detendremos, se refieren sobre todo a la presencia o
VARIACIÓN SINTÁCTICA Y ESPACIO DIALECTAL 848

ausencia de la preposición de18 y a la posibilidad de aparecer o no separado del elemento


cuantificado:19
(19) a fr. Combien de sucres?! 20 (‘¡¿cuántos terrones de azúcar?!’)
b. rum. Câta lume e aici!? 21
(‘¡¿cuánta gente hay aquí?!’)
c. it. Quanti libri ha comprato?! (‘¡¿cuántos libros has comprado?!’)
d. cat. Quanta (de) sort tinc!? (‘¡¿cuánta suerte tiene?!’)
( 20) a. fr. Combien naïves sont nos spéculations! // Combien souvent cela c’est-il
vu? (apud Gérard, 1980: s.v. combien).
b. rum. Cât e de destept baiatul asta?! (‘¡¿cuánto es de listo el chico este?!’) // Cât de
departe de aici locuiesti?! (‘¡¿cuánto de lejos de aquí vives?!’)
c. it. Quanto è alta questa ragazza!? // Quanto scrive male! //Il caffè, quanto dolce
lo prendi? (apud Renzi, Salvi, 1999).
d. cat. Quan era petita ...!? (apud Brucart, 2002).
e. port. Quanto tosco eu sou?!
En cuanto a los equivalentes del qué exclamativo de grado, todas las lenguas romá-
nicas comparten su existencia, aunque con algunas diferencias que afectan fundamen-
talmente a dos hechos: uno es la posibilidad de que este elemento aparezca separado de
la entidad graduada, ocupando por tanto una posición de alcance; la otra es el requerir
la presencia de la preposición de. Español, italiano y rumano comparten la ausencia de
preposición y la posición obligatoriamente adjunta a adjetivo o adverbio, como se ve en
los ejemplos de (21). En cambio, tanto francés como catalán mantienen la posibilidad de
que el exclamativo ocupe una posición de alcance, si bien no desconoce las otras posi-
bilidades; en francés antiguo era posible la posición adjunta, hoy relegada, mientras que
en catalán ambas coexisten con una significativa diferencia gramatical: el uso disjunto
exige la presencia de la preposición de y el clítico partitivo en lo que sugiere que esta len-
gua ha extendido al exclamativo que el proceso de marcación gramatical de la relación
de cuantificación a distancia por un mecanismo paralelo, la preposición, al utilizado con
el exclamativo cómo:
(21) a. rum. Ce frumoasa e Maria! (cf. *Ce e María frumoasa)
b. esp. Qué hermosa es María (cf. *¡Qué es hermosa María!)
c. it. Che stranno che è tutto ciò! (cf. *Che è stranno tutto ciò!)
(22) a. fr. Que vous me semblez beau! (apud Gérard 1980: 17).
b. fr. ant. Que courte est la vie! (ibid.).
c. cat. Que n’es de llarg! (apud Brucart 2002).
d. cat. Que llarg que ès! (ibid.).
Las mismas piezas que fragmentan las variedades del español, qué tan(to) y
cómo...(de) separan a las lenguas románicas. En cuanto a la primera, parece que úni-
camente el italiano ha desarrollado este tipo de forma compleja como exclamativo de
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cantidad o grado. Los ejemplos siguientes están tomados de Zanuttini y Portner (2002),
quienes de manera sumamente explícita excluyen la posibilidad de utilizarlos en cons-
trucciones interrogativas, lo que le da una restricción mayor que la que estas formas tie-
nen en español actual, pero similar a la que debió de tener en las primeras fases del espa-
ñol antiguo (véase Octavio de Toledo y Sánchez, en prensa):22
(23) a. Che tanti libri che ha comprato! (apud Zanuttinii y Portner, 2003: 31).
b. ¡Che (tanto) alto che è! (ibid.).
En cuanto a cómo, presenta dos puntos centrales en la variación: la existencia de la
preposición de delante del adjetivo o adverbio cuantificado y la posibilidad de utilizarlo
tanto en exclamativas como en interrogativas. Francés e italiano presentan una situación
similar: en ninguna de las dos lenguas se ha desarrollado una marca de relación entre
cuantificador y cuantificado (y por consiguiente, tampoco es posible que el adjetivo o
adverbio esté inmediatamente modificado por el exclamativo) y en las dos la construc-
ción es únicamente exclamativa (24a,b). El catalán se encuentra en una situación inter-
media: la construcción sólo es exclamativa, pero ha desarrollado la preposición de (24c).
No parece, por los datos que tenemos, que exista una construcción equivalente en ruma-
no ni en portugués:
(24) a. it. Come è stata brava!// Come canta bene!
b. fr. Comme est singulière la vie! // Vous ne sauriez croire comme elle est
affollée de ce Leandre (apud Gérard 1980: 35).
c. cat. ¡Com va de brut! // Em sorprèn com son de forts // Em sorprèn com can-
ta de bé aquest ària (apud Brucart 2002).
Así pues, entre las lenguas románicas, el español ha llegado más lejos en la innovación
dentro del sistema de los cuantificadores exclamativos e interrogativos: por un lado, con
la creación de las formas complejas qué tan(to) en todos los usos posibles (interrogativo-
exclamativo, cuantitativo y de grado) ; y por otro, con el desarrollo de la forma compleja
cómo (...) de, culminado con la atribución a esta forma de un valor interrogativo que no
tenía en origen. De las demás lenguas románicas, rumano y portugués ocupan el extremo
opuesto: no sólo desconocen las formas complejas sino que, además, no han atribuido a
los correspondientes de cómo un valor cuantitativo que permitiese su desarrollo como
elemento de grado. En distintos puntos de la situación intermedia se hallan italiano, fran-
cés y catalán: sólo el primero ha explorado tímidamente el camino de la innovación me-
diante la forma compleja che tanto, mientras que los tres se hallan en distintos puntos del
desarrollo de cómo. Francés e italiano se corresponden aproximadamente con la variante
del español más conservadora (el español mexicano), con un cómo sólo exclamativo ge-
neralmente sin preposición; el catalán corresponde más bien a las variedades americanas
intermedias de los tipos 2 y 3.
VARIACIÓN SINTÁCTICA Y ESPACIO DIALECTAL 850
851 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

Alvar, Manuel (2000a): El español en la República Dominicana: estudios, encuestas,


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853 COMUNICACIONES

NOTAS

* Esta investigación ha sido parcialmente financiada por los proyectos BFF2003-0653 y HUMO4-3610, de la
DGICYT, y el grupo UCM-930590.
1
Constituye un excelente estado de la cuestión el trabajo de Álvarez Martínez (1994), quien llega a la misma
conclusión sobre la escasa presencia de la variación gramatical en los estudios dialectales.
2
Con la excepción de los datos recogidos por Kany (1963), no existen, por lo que sabemos, ni estudios parcia-
les ni un estudio sistemático de conjunto.
3
Todos los ejemplos dialectales e históricos proceden de tres corpora documentales CREA, CORDE y el Cor-
pus del Español, de Marc Davies; remitimos a ellos para la consulta de las ediciones de los textos.
4
Véase Bosque (1984), Zanuttini y Portner (2003) y Octavio de Toledo y Sánchez (en prensa). Sobre los excla-
mativos e interrogativos de grado y su relación con otros cuantificadores, véase Sánchez López (2006).
5
No existe un qué interrogativo de grado (cf. *¿qué triste estaba? ) y el qué cualitativo que precede a sustanti-
vos tiene valor exclusivamente referencial en las preguntas: ¿qué libros? inquiere únicamente por la referencia, no
por la cualidad ni la cantidad.
6
Existe una tercera forma compleja, qué tal, formada a partir del cualitativo tal, que sirve en todo el dominio
hispánico para preguntar por la cualidad (cf. ¿Qué tal tiempo hace?¿Qué tal está su esposo?). Esta forma no pare-
ce haber prosperado en las exclamativas, lo que resulta lógico si pensamos que el exclamativo qué tiene de manera
exclusiva el valor cualitativo en estos casos. Sin embargo, no es desconocido este uso, al menos en América; en el
español de Perú, en concreto, parece tener cierto éxito con un significado marcadamente valorativo similar al que
han desarrollado en otras zonas expresiones como vaya o menudo, sobre las cuales remitimos a Octavio de Toledo
(en prensa):
(i) Ahora protestan porque comen. ¡Qué tales conchudos! (Manuel Scorza, La tumba del relámpago, Perú,
1988; apud CREA).
7
La tabla recoge los resultados de la búsqueda en el CREA bajo los lemas Qué tan y qué tan; unos pocos ejem-
plos más pueden recuperarse buscando bajo Que tan y que tan, ejemplos que hemos eliminado por comodidad,
pero que atestiguan el uso del cuantificador interrogativo también en países como la República Dominicana, Cos-
ta Rica, El Salvador o Paraguay. Reflejamos en la tabla el contexto sintáctico en el que se presentan las formas -
interrogativo o exclamativo, directo o indirecto- y dos tipos de información cuantitativa (proporción de palabras y
proporción de textos en el corpus) que hemos obtenido a partir de los resultados de la búsqueda con la palabra para
cada país y tomando a Perú -un país con una representación media en este corpus- como punto de referencia. Las
cifras que ofrecemos a continuación resultan de la ponderación de los casos documentados en relación con la ratio
de palabras, mientras que la ratio de documentos es meramente indicativa de las diferencias, a veces notables, en
la representatividad de cada corpus local. Este cálculo, aunque estadísticamernte rudimentario, ofrece resultados
que creemos suficientemente significativos.
8
Paralelamente, el interrogador cuantitativo qué tanto, presente también en toda América, parece conservarse
con mayor vigor en México (53 casos en el CREA) y Colombia (20 casos) que en otros países, y alcanza frecuen-
cias muy pequeñas en Cuba o Argentina (1 caso para cada país). La tendencia a mantener esta forma frente a cuán-
VARIACIÓN SINTÁCTICA Y ESPACIO DIALECTAL 854

to se antoja, pues, correlativa del mayor índice de conservación de qué tan. Este es el único contraste para el que
podemos fundarnos en información específicamente dialectal: los datos recogidos por Alvar para la República
Dominicana, Venezuela y el sur de los Estados Unidos respecto de ¿Cuánto / qué tanto (te costó)? (Alvar 2000a:
368, Alvar 2000b: 379, Alvar 2001: 1212) revelan un uso escasísimo en el primer país (solo los informantes de uno
de los puntos de encuesta manifiestan la forma analítica, en alternancia con cuánto), bastante escaso en el segundo
(qué tanto es solución única en tres puntos de encuesta y alternante con cuánto en otros tres, frente a más de 40 que
solo ofrecen cuánto) y más general únicamente en el tercer caso (11 puntos con qué tanto, 8 alternantes y 6 con
cúanto). Suponiendo una mayor proximidad del español del sur de los EE. UU. con el español mexicano que con
otras variedades, los datos vienen a confirmar indirectamente la fortaleza de qué tan(to) en la zona mexicana y su
debilidad en el área caribeña.
9
Tenía, por tanto, razón Bello (1854: 1156) al afirmar: “En las oraciones interrogativas cuánto se puede re-
solver en qué tanto y cuán en qué tan (...). Pero es de advertir que esta resolución apenas tiene uso fuera de las
interrogaciones en que verdaderamente preguntamos, esto es, en que solicitamos una respuesta instructiva; y que
de las oraciones exclamatorias (que se reducen a las interrogativas, en cuanto se hacen por los mismo medios gra-
maticales), solamente las admiten las indirectas”. La existencia de usos exclamativos, no obstante, obliga a hablar
de especialización no de desaparición de tales usos.
10
Esta situación se confirma para Colombia con los datos del CORDE, y especialmente con los muy abun-
dantes de las obras de Tomás Carrasquilla (La marquesa de Yolombó, Frutos de mi tierra y Hace tiempos), que
muestran ya un ligero predominio de cómo (...) de sobre qué tan en las exclamativas para los primeros años del
siglo XX; y se comprueba asimismo en las muestras de corpus oral, donde hemos localizado dos ejemplos colom-
bianos de cómo (...) de (cómo era de sabroso, mire cómo son de pequeños) por ninguno de qué tan (en Venezuela,
en cambio, un caso de Qué tanto ha cambiado eso se opone a otro de Figúrense cómo era de buena gente). Guate-
mala parece mostrar también una notable actividad de cómo (...) de exclamativo -ya abundante en los escritos de
Miguel Ángel Asturias-, mientras que no hemos logrado documentar el qué tan exclamativo en ese país; la escasez
de datos, con todo, obliga a la cautela.
11
Hasta el punto de que Kany (1969: 343, y n.4), al encontrar un caso mexicano de cómo (...) de junto a varios
con un cómo inicial, se pregunta si el primero no se deberá a la mano del editor español de esa obra.
12
Conviene advertir, sin embargo, que una difusión incompleta de cómo (...) de exclamativo no inhibe necesa-
riamente la aparición del cómo (...) de interrogativo característico del tipo B, puesto que la alternancia de (15) no
es desconocida, por ejemplo, en la Argentina.
13
La historia de la configuración de este sistema antiguo, así como las tendencias y la justificación de su evo-
lución posterior, pueden verse con detalle en Octavio de Toledo / Sánchez (en prensa). En lo que aquí nos interesa,
baste con mencionar por ahora que, en origen, el cuantificador de grado qué tan fue eminentemente exclamativo,
valor que cedió terreno muy rápidamente ante el desarrollo interrogativo entre los siglos XV y XVI.
14
Es difícil establecer si estas existieron, puesto que la documentación disponible -en bancos de datos o edicio-
nes más o menos accesibles- para el siglo XVIII y el primer XIX, menos abundante y generalmente más parca en
la refracción de ciertos rasgos de oralidad que la de épocas anteriores, rara vez muestra contextos de interrogación
o exclamación de grado. El hecho de que los polos del continuo dialectal americano puedan identificarse, respec-
tivamente, con México y la Argentina podría sugerir la intervención de procesos peculiares a la configuración de
cada estándar nacional similares a los postulados por Fontanella (1992) para el caso del voseo. Así, el estándar
mexicano, históricamente más asentado, podría haber reaccionado contra las innovaciones, borrando sus posibles
huellas y decantándose hacia el sistema recibido de antiguo, mientras que el estándar bonaerense, más dinámico
por cuanto sujeto a transformaciones más abruptas a lo largo de los dos últimos siglos, podría ser más receptivo al
“ascenso a norma” de los esquemas nuevos, con relativo abandono de los anteriores. No estamos en condiciones,
sin embargo, de llevar más lejos esta hipótesis, que dejamos aquí meramente apuntada, conscientes, entre otras
cosas, de la falta de datos empíricos concluyentes y de que los paralelismos entre la distribución de los fenómenos
que aquí estudiamos y la del voseo son limitados.
15
No es prudente postular equivalencias entre los estadios del desarrollo diacrónico y los estados lingüísticos
sincrónicos, ni en términos de ritmo o dinamismo evolutivo (que el sistema del estándar mexicano, por ejemplo,
coincida ahora con el del siglo XVII hispánico no implica en absoluto que se haya mantenido inalterado desde
esos tiempos: véase, a este respecto, la nota anterior), ni en términos de la dirección previsible del cambio (un buen
855 COMUNICACIONES

ejemplo es el que parece proporcionar el español de Colombia, donde el éxito del cómo (...) de exclamativo no ha
dado lugar a una versión interrogativa y a la consiguiente erosión de qué tan, sino que cada esquema podría estar
tendiendo a especializarse para dar lugar a una situación de convivencia armónica), ni siquiera en términos del
grado de difusión de las distintas opciones (la estratificación de soluciones que muestra el español de Argentina,
por ejemplo, parece más escalonada que la que tuvo el español europeo, puesto que este eliminó la exclamación
total con cómo en las mismas fechas en que afianzó la interrogación con cómo (...) de, y tampoco ha tolerado nunca
del todo la interrogación de grado con cuán).
16
Para el caso paralelo de qué tan, véase la nota 12.
17
Podemos afirmar que la innovación léxica no supone, sin embargo, un cambio desde el punto de vista sintác-
tico, ya que la nueva forma adquiere todos los valores de la forma latina.
18
Sobre la naturaleza de esta preposición, su extensión en las construcciones de grado y las implicaciones que
su uso puede haber tenido respecto a la posibilidad de que los cuantificadores de grado se separen del elemento
graduado véase Octavio de Toledo y Sánchez (en prensa).
19
Esta situación se corresponde de manera exacta con la que presenta cuánto en español medieval, que tenía
todos los posibles valores activados -podía modificar nombres, adjetivos, adverbios o verbos, tanto en adyacencia
directa como a distancia y en exclamativas o interrogativas-. Véase Octavio de Toledo y Sánchez (en prensa) para
más precisiones y abundante documentación a este respecto.
20
Añadimos los signos ¿¡ al final de los ejemplos para señalar que pueden recibir tanto una interpretación inte-
rrogativa como exclamativa.
21
Agradecemos estos ejemplos a la cortesía de la Dra. Laura Eugenia Tudoras.
22
No hay descripciones, que sepamos, de esta construcción en las gramáticas italianas (no aparece, por ejem-
plo, en Renzi et alii (1995). Es posible, como Zanuttini y Portner mismos sugieren en nota, que exista una varia-
ción geográfica significativa que habría que delimitar de manera precisa y que, al igual que en el caso del español
que nos ocupa, queda oculta en las descripciones de la lengua estándar.
857 COMUNICACIONES

Análisis del discurso y Pragmática

Usos discursivos del adverbio “sí” en el español mexicano

Domnita Dumitrescu
California State University, Los Angeles

Este trabajo se enfoca en los usos discursivos de una de las palabras más frecuente-
mente usadas, pero no por ello en igual medida estudiada, del castellano: el adverbio de
afirmación sí.
Según Corominas (1954:302), sí se desarrolla en castellano a raíz de una antigua “pe-
rífrasis afirmativa” sí+V (sí fago= “hago así como tú dices”), documentada ya en el siglo
XII y todavía usual en el Siglo de Oro. (Ej: “¿Atreveráste a bajar por este balcón....? Sí
atrevo”...Tirso de Molina), “...construcción a la cual permanace fiel el portugués mucho
más tiempo que el castellano, en el cual pronto se desarrolló la construcción elíptica, que,
partiendo de sí hago y análogos, empleó solamente sí, naciendo así el nuevo adverbio
afirmativo sí...”(Por esta razón, Bello 1984:141 afirmaba que “sí y así son una misma
palabra”).
El reciente Diccionario panhispánico de dudas (2005:601) explica que este adverbio
de afirmación “se usa normalmente en respuestas a oraciones interrogativas, para con-
testar afirmativamente a lo preguntado o propuesto” y “[t]ambién se emplea con valor
enfático para reforzar una afirmación, frecuentemente seguido de la conjunción que”
(aparte de que, seguido de este mismo que , se puede emplear “irónicamente para refor-
zar una negación”). Una descripción similar se halla en el DRAE 2001 y también en el
Diccionario del español usual en México(2002:821), que solo menciona dos usos: “res-
puesta afirmativa a una pregunta” y “énfasis a una afirmación”.
Sin embargo, el diccionario de María Moliner, y sobre todo el Diccionario del espa-
ñol actual (1999:4015) enumeran una gama mucho más amplia de usos, agregando, a lo
mencionado anteriormente, por ejemplo, “asentir a una afirmación que se acaba de oír”,
“manifestar sorpresa ante lo que se acaba de oír, como pidiendo confirmación o aclara-
ción, o simplemente para acusar recibo de ello”, “replicar a una negación oponiendo la
afirmación de lo contrario”, etc.
Sabiendo que la última obra lexicográfica citada refleja exclusivamente el español
empleado en España hoy en día, la pregunta cuya respuesta me propongo explorar en lo
USOS DISCURSIVOS DEL ADVERBIO “SI” EN EL ESPAÑOL MEXICANO 858

que sigue es en qué medida se pueden encontrar todos esos usos de sí (y quizás otros más)
en el español mexicano contemporáneo usual, pese a la escasez descriptiva del citado
diccionario de dicha variedad.
Para ello, me valgo del corpus electrónico de lengua hablada recogido en el Macro-
corpus de la norma lingüística culta de las principales ciudades del mundo hispánico
(ALFAL, 1998), apoyándome asimismo, como refuerzo de las conclusiones que saque,
en el tomo de entrevistas sobre El habla popular de la República Mexicana: Materiales
para su estudio (UNAM , 1995), editado por Juan M.Lope Blanch.
La sección mexicana del Macrocorpus contiene 14 grabaciones de hablantes cultos:
7 informantes hombres entre 25 y 81 años y 7 informantes mujeres entre 25 y 80 años,
con un total de 41 518 978 palabras (que incluyen los discursos tanto de los informantes
como de los encuestadores, también mexicanos usuarios del registro culto de la lengua,
por lo cual no vi la necesidad de descartarlos del recuento).
En estas 14 grabaciones (abreviadas como M1, 2, etc., en los ejemplos comentados)
el adverbio afirmativo sí ocurre 270 veces: 148 en forma sintácticamente autónoma, y
otras 119, como parte integrante de una construcción sintáctica de la que no se puede
separar, o sea en forma no autónoma. También se han dado tres instancias - dentro de un
mismo y único pasaje discursivo -en que el adverbio de afirmación ha sido sustantivado:
“hay escenas, hay frases que... que sean anécdotas, ¿verdad?, de actores muy famosos,
de estrellas famosas que por decir un sí han tenido que repetir hasta sesenta veces, ¡un sí!
En el teatro no se puede dar uno esos lujos de repetir sesenta veces un sí, pues si no se te
oyó, ni modo, no se te oyó y... y adelante, ¿no?” (M4)
Voy a analizar por separado las funciones discursivas del adverbio sí “autónomo” y,
respectivamente, “no autónomo” en el corpus electrónico mencionado, sin preocupar-
me más por los usos sustantivados arriba ilustrados.
El sí que he llamado “autónomo” (de ahora en adelante Sí A)- que representa casi
55% del total de ocurrencias del adverbio en este corpus- es el que aparece en uno de los
contextos sintácticos siguientes: 1. adverbio “pro-oracional”, o sea configurador de ora-
ción (en la terminología de Hernández Alonso 1986: 487) o proforma oracional (Brucart
1999: 2834); 2. adyacente oracional (en la terminología de Alarcos Llorach 1999: 166),
separado por coma del resto del enunciado; 3. marcador conversacional (o conector
pragmático) metadiscursivo (cf. Briz 1998, Martín Zorraquino y Portolés Lázaro 1999).
El sí que he llamado “no autónomo” (de ahora en adelante Sí NA)- que representa un
poco más del 44% de las ocurrencias - es el que forma parte de un Sintagma Verbal 1.
explícito o 2. elidido (lo que Hernanz y Brucart 1987:137 llaman “elisión de SV con par-
tícula de polaridad”). Hay 14 ocurrencias de SV elididos con sí (un poco menos de 12%),
versus105 (casi 88%) sin elisión.
A su vez, el Sí NA que forma parte de un SV explícito puede conectarse al mismo me-
diante la conjunción que (uso mediato) o preceder inmediatamente al verbo (uso inme-
diato). Hay 102 ocurrencias de éste (85%) en contraste con solo 3 de aquél (2.5%). Por
supuesto, como se verá más adelante, el Sí A y el Sí NA pueden ocupar, con frecuencia,
859 COMUNICACIONES

posiciones contiguas en el discurso, o ir reforzados, a su vez, por otras unidades léxicas


(como pues, claro, cómo no, etc.)
Sí A. La proforma oracional sí tiene la función semántica de “reproducir el conteni-
do proposicional de un enunciado presente en el contexto inmediatamente precedente,
asignándole polaridad positiva...”(Brucart 1999:2834). Pragmáticamente, su uso más
habitual es el de respuesta afirmativa a una pregunta, o señal de conformidad con lo ma-
nifestado por el interlocutor.
La primera función se puede ver en los ejemplos 1) y 2); la segunda, en los ejemplos
3)- aceptación de una propuesta-, 4) -permiso para actuar- , 5) -ratificación de una aser-
ción- y 6)-conformidad con un mandato.
1) Enc.- Una pregunta. Perdón. Antes de esa época, ¿usted ya iba a bastantes congre-
sos?
Inf.- Sí. La primera vez que salí al extranjero fue en el cuarenta y cuatro (M11)
2) Enc.- ¿Hay una disposición para no cambiar la...?
Inf.- ¿El estilo de la arquitectura? Sí. Las calles tienen que ser todas así, empedra-
das, y las casas también. (M3 )
3) Enc.- Oye, ¿nos puedes contar algo de la Llorona?
Inf.- Sí, ¡cómo no! (M3)
4) Enc.- ¿Me permite interrumpirlo?
Inf.- Sí, cómo no. (M5)
5) Enc.- Pero esa materia está muy dentro de su rama.
Inf.- Sí. (M11)
6) Y ya cuando se fue, se despidió de mí, y me dice: “Te espero mañana en Mascaro-
nes a las cinco de la tarde”. “Sí, padre”. (M14)
Sin embargo, en la inmensa mayoría de los casos (al menos en el corpus que anali-
zamos), la respuesta afirmativa o la ratificación de lo afirmado por el interlocutor no se
realiza a través de la pro-forma usada en aislamiento (“a secas”), como en los ejemplos
de arriba, sino más bien convirtiéndola en un adyacente oracional, separado por coma
del resto del enunciado - el cual, a su vez, a menudo repite o parafrasea el turno del inter-
locutor, intensificando de este modo el acuerdo entre ambos. Los ejemplos 7), 8) y 9), a
continuación, ilustran esa idea:
7) Inf.- Bueno, no había especialización. Yo fui a... un... autodidacta. Además...
Enc.- ¿En la parte de especialización?
Inf.- Sí, en la parte de especialización. No había... Había unas cuantas personas
que trabajaban en la especialidad; no era muy... amplio y genera... y generoso el campo
de la enseñanza.( M11)
8) Enc.- ¿Acá, en la universidad? ¿Aquí, en México?
Inf.- Sí, en la Universidad de México. (M9)
USOS DISCURSIVOS DEL ADVERBIO “SI” EN EL ESPAÑOL MEXICANO 860

9) Enc.- ...Pero... pues, de eso que se te va pasando el tiempo... no sé qué pasa...


Inf.- Sí, no sé qué pasa, que dice uno: “Sí... Voy a verla, y voy a verla”, y nunca va
uno. (M14).
El adyacente oracional no ocupa necesariamente la primera posición en el turno
de habla, aunque ésta sí es, por lo común, la más frecuente. El ejemplo 10) contiene, por
ejemplo, un adyacente oracional en posición final y 11), uno en posición medial.
10) Inf.- Es muy bonito, muy agradable, y se puede esquiar y nadar y comer allí y todo.
Enc.- ¿Esquiar también?
Inf.- Esquiar también, sí.( M3)
11) Inf.- Bueno: el rebozo es una especie de... pues de... ¿cómo dicen ustedes?, ¿tapa-
do, chal o...?
Enc.- Chal.
Inf.- Un chal, sí, de seda o de algodón. La gente humilde lo usaba de algodón,
(M3)
Un tercer uso autónomo de sí presente en nuestro corpus es el de marcador discursivo.
Efectivamente, como señala Brucart (1999:2837), “los adverbios de polaridad no fun-
cionan como proformas oracionales en todos sus usos sintácticamente independientes.
Con mucha frecuencia aparecen en el diálogo como marcadores que regulan la conversa-
ción o sirven para expresar las reacciones anímicas de los interlocutores.”
Entre las funciones reguladoras de la conversación, se pueden citar las de señalar la
recepción del mensaje o el cambio de turno conversacional subsidiario, que permite que
progrese el discurso (cf. Martín Zorraquino y Portolés Lázaro 1999:4193, quienes afir-
man que este sí marcador metadiscursivo representa una “desemantización” del adver-
bio afirmativo, que ni reproduce las palabras del hablante, ni las ratifica). El ejemplo 12)
del corpus mexicano parece ilustrar esta función metadiscursiva de sí, usado despúes de
la interrupción provocada por la risa, como para reanudar el hilo de la conversación:
12) Enc.- Y dime, en la oficina, ¿qué haces?
Inf.- Pues en la oficina, pues ya sabes, es una agencia de viajes; es muy divertido,
es pura pachanga allí [Risas]. Sí. Pues somos seis muchachas y el pobre del gerente [Ri-
sas] que todo el día nos peleamos con él y demás. (M3).
Asimismo, en el ejemplo 13) el informante parece intervenir durante el turno de
habla del encuestador simplemente para mostrar que está prestando atención a lo que
éste dice:
13) Enc.-... En alguna ocasión tú me mencionabas que... que no estabas de acuerdo
con una práctica especial, o...
Inf.- Sí.
Enc.- ...y es que dentro de tu religión no se admiten ministros de color... (M7)
Finalmente, en el ejemplo 14) el sí del informante parece significar, simplemen-
te, que ha recepcionado el pedido del interlocutor e intenciona darle curso.
861 COMUNICACIONES

14) Enc.- Bueno, ahora yo le quiero preguntar: usted ¿cómo empezó a meterse de lle-
no, digamos, en este nivel internacional de especialistas?
Inf.- Bueno, mire usted...
Enc.- No. Su vida a través de los congresos, y sus títulos.
Inf.- Sí. Bueno, mire usted: en el año cincuenta y cuatro tuve aquí, en México, la
visita de... de unas gentes de Sudamérica que tenían el problema de una criatura sorda.
(M11)
Por otra parte, en 15), el informante expresa, más bien (o al mismo tiempo) que
conformidad con su interlocutor, la satisfacción de haber recordado algo que se le había
olvidado, al menos momentáneamente.
15) Inf.- Bueno, pues no me acordaba.
Otra persona.- ¿Ya ves?
Inf.- Fue Arístides Monterior.
Otra persona.- Arístides Monterior. Por un trabajo en otorrinolaringología...
Inf.- ¡Ah, sí!
Otra persona.- ...la primera vez...
Inf.- Y muy temprano: fue en años de treinta y ocho; fíjese usted, hace treinta
años...
Otra persona.- ...que se trataron las amígdalas en una forma especial.
Inf.- Sí, sí. (M11).
Por último, el ejemplo 16) - en que sí se repite cuatro veces seguidas, con tono excla-
mativo- parece sugerir que la frontera entre la proforma y el marcador discursivo es en
este caso borrosa, o que las funciones se superponen, en el sentido de que el informante,
en este ejemplo, claramante expresa no sólo acuerdo con las palabras del interlocutor,
sino también entusiasmo por el don de éste ultimo de “leer su pensamiento”, por así decir
(o sea, una reacción de fuerte empatía, en última instancia).
16) Enc.- ¿Así que es más difícil en la televisión? Aparentemente, es fácil.
Inf.- No.
Enc.- Porque en el teatro es directamente...
Inf.- ¡Sí, sí, sí, sí!
Enc.- Es decir, en el teatro cuando metes la pata... (M4)
En mi corpus, no ha habido instancias de sí usado en forma interrogativa, como mar-
cador de sorpresa doblado, quizás, de un pedido de confirmación para asegurarse de la
recepción correcta del mensaje (cf. Diccionario del español actual 1999), pero tales
ejemplos abundan en el corpus impreso del habla mexicana popular (Lope Blanch 1995)
del que transcribo el siguiente ejemplo, a manera de ilustración:
17) Inf.- Un marroquín que le decían; una tela que le llamaban aquí fla, ¿no?, y marro-
quín. Esa valía dos pesos. Unos zapatos muy bonitos, pero de esa piel bien regular, ¿no?,
color... verde o así, seco, pues valía cinco pesos.
USOS DISCURSIVOS DEL ADVERBIO “SI” EN EL ESPAÑOL MEXICANO 862

Enc.- ¿Cinco pesos?


Inf.- Una zapatilla que vale ahorita cien pesos.
Enc. - ¿Ah, sí?
Inf.- Sí.
Enc.- ¡Huy, pues era baratísima entonces! (516-17)
Sí NA. Voy a empezar con el uso de sí en Sintagmas Verbales elididos, como en los
ejemplos 18) y 19) a continuación:
18) Enc.- Bueno; pero fíjate que... una cosa: a uno muchas veces le gustan muchas
cosas, pero desde secundaria no sabe qué es lo que va a estudiar, y tú sí. (M2)
19) Inf.- Sí, en la Universidad de México. (M9)
Enc.- ¿Y han estado ahí varias veces?
Inf.- Sí. No, yo no; ella sí, sí. Ella ya ha dado clases allí. ¿Cuántos años? Yo creo
que han de ser cuatro con este. (M9)
Los ejemplos de arriba ilustran un caso de coordinación adversativa con partículas
de polaridad, brevemente comentado en Flamenco García, cuyo ejemplo es: “Pepe no
estudia informática, pero yo sí 0”, donde el cero representa precisamente la elisión del
SV “estudia informática” (1999: 3859). Este esquema adversativo no excluyente ha sido
notado también por Hérnandez Alonso (1986:225), y estudiado por Barrenenchea 1977
y, especialmente, por Rojas Nieto 1977, quien se enfoca precisamente en su uso en la
norma culta mexicana.
Mi corpus no contiene ninguna instancia del conector adversativo pero sí + elipsis,
pero sí (sic!) se dan varios ejemplos del mismo en el corpus mexicano con que ha trabaja-
do esta última investigadora. Entre otros, ella cita los siguientes dos ejemplos, incluidos
aquí como 20) y 21):
20) No te puedo exigir cariño, pero sí consideración y respeto
21) En el budismo no hay fanáticos, pero en el islam, sí.
En mi corpus sólo aparecen y sí (ejemplo 18) o la mera juxtaposición de las cláusulas
en contraste (ejemplo 19), lo cual puede sugerir, quizás, una intención de evitar el con-
traste demasiado explícito por parte de los hablantes mexicanos. (Es de notar que Barre-
nechea 1977 comenta la sutil diferencia entre y sí y pero sí, indicando que en el último
caso se enfatiza un rasgo de contraposición explícita, mientras que en el primero sólo se
trata de una “confrontación simétrica” que carece del matiz de contraposición).
Un uso diferente de la elipsis verbal se da en los ejemplos de 22) a 24), donde la “mo-
dulación” contextual de la afirmación se realiza dentro del ámbito epistémico, variando
en intensidad desde la duda hasta la certidumbre más absoluta y la afirmación enfática de
la verdad de lo expresado.
22) Enc.- Pero entonces la televisión es problema, ¿verdad?
Inf.- No, pues yo pienso que sí, los chicos entonces se dedican a emplear mucho
tiempo en ver televisión; no estudian, no se preparan. (M6)
863 COMUNICACIONES

23) Enc.- Entonces, este tipo de problemas emocionales ¿repercuten físicamente?


Inf.- Indudablemente que sí.
Enc.- ¿Orgánicamente?
Inf.- Indudablemente que sí. (M8).
24) Te va a gustar. Y por supuesto que hay cantidad de platerías, donde se pueden
comprar prendedores y cositas y cantidad de adornos, y cubiertos también; de verdad
que sí. (M3)
Mucho más numerosos, en cambio(un 38% del total de usos de sí en el corpus) son los
usos de sí encabezando un Sintagma Verbal específico (no elidido), aunque el significa-
do contextual básico de la afirmación no parece estar afectado por la presencia o ausen-
cia de elipsis. También en el caso que presentaré a continuación, se pueden distinguir-
como en el anteriormente comentado- dos usos pragma-discursivos de sí claramente di-
ferenciados: una afirmación “adversativa”, basade en contraste y contraposición, y una
afirmación “ratificadora”, basada en confirmación e intensificación. En ambos casos, la
construcción resultante es enfática, ya que, como señalan Hernanz y Brucart (1987:138),
“la polaridad afirmativa se toma en español (como en la mayoría de las lenguas natura-
les) como forma básica, por lo que resulta redundante el incluir una partícula que haga
explícito tal valor”.
En efecto, cualquier hablante de español se puede dar cuenta sin dificultad de la di-
ferencia de intensidad entre las formulaciones A, B, C y D en el siguiente ejemplo, que
construyo únicamente con próposito didáctico:
25) A.(Luis) habla inglés.
B. Sí, (Luis) habla inglés.
C. (Luis) sí habla inglés.
D.Sí, (Luis) sí habla inglés.
Mientras que 25) A y 25)B no implican énfasis ( y solo difieren en que A puede ser
un turno conversacional iniciativo, mientras que B ha de ser reactivo), tanto 25)C como
25)D se perciben como construcciones enfáticas, que solo pueden aparecer en turnos de
habla reactivos, estableciendo algún contraste con una afirmación anterior de polaridad
opuesta (por ejemplo D podría usarse como réplica a una afirmacíon del tipo “Me parece
que Luis no habla inglés”, en cuyo caso podría ir precedido de “No”), o recalcando (“rati-
ficando”) una afirmación previa, propia o ajena, de polaridad idéntica, del tipo: “Me pa-
rece que Luis habla inglés”, en cuyo caso el uso de un “No” precedente sería imposible).
Nótese también que entre el sí que encabeza el SV y el núcleo verbal del mismo, sería
posible insertar la conjunción que, con el siguiente resultado:
26) A. (Luis) sí que habla inglés.
B. Sí, (Luis) sí que habla inglés.
Bello- quien, como en tantos otros casos, acierta en notar finos contrastes de la
lengua que luego serían explorados más a fondo por la pragmática moderna- considera
USOS DISCURSIVOS DEL ADVERBIO “SI” EN EL ESPAÑOL MEXICANO 864

que este que es redundante, pero no deja de ser el primero, creo, en notar el reforzamien-
to de la afirmación y el contraste tácito que tales construcciones, con o sin que, conllevan
(1984:142). (En cambio - y curiosamente- otro importante pionero de la pragmática del
español, Beinhauer, no menciona esta construcción en su apartado dedicado a “Formas
afectivas de afirmación”; en cambio, comenta la afirmación precedida de que, que re-
presenta un caso de intensificación totalmente distinto, basado en la elipsis del verbo
principal, no subordinado: Cf. “Es preciso que me ayudes/ Que sí, mujer”- significando:
‘Ya te dije que sí’).
Veamos ahora más de cerca la afirmación enfática a la que he llamado adversativa
(cf. Dumitrescu 1973). Cabe distinguir dos situaciones: una, en la que el contraste se da
entre dos enunciados del mismo hablante, el primero de los cuales ha de ser implícita o
explícitamente negativo; y otra, en la que el contraste se da entre la pregunta negativa de
un participante en el diálogo y la réplica afirmativa de su interlocutor, que contradice sus
expectativas.
La primera situación se puede ilustrar con los ejemplos 27), 28) y 29) a continuación,
que contienen, todos, contrastes explícitos entre enunciados con verbos idénticos:
27) Enc.- ¿Qué, hubo niñitos lesionados?
Inf.- No, no hubo eso; pero sí hubo un... este, por ejemplo, lo que era emergencia,
se abrió una grieta de un lado a otro. (M10)
28) México era desconocido para los mexicanos. No había turismo, porque ¿cómo
se... cómo el turismo podía llegar a conocer el país? En cambio ahora tenemos sesenta
mil kilómetros de carreteras, que permiten conocer el país en todos sus rincones. Y que
se irá multiplicando, y cada vez habrá manera de conocerlo más íntegramente. Hoy sí se
conoce el país. Hoy sí hay turismo, tanto nacional como extranjero. (M12)
29) Son muy pocas las personas que se interesan en la cosa arqueológica, desgracia-
damente, como turistas, pues tú sabes que no todos son suficientemente preparados para
comprender eso. Sin embargo, los que vienen, los turistas franceses que vienen, esos sí se
interesan muchísimo por la cuestión arqueológica de todo, no importando que ellos sean
o no sean, digamos... arqueólogos, especialmente arqueólogos, ¿no?, sino simplemente
turistas (M3)
Otras veces, sin embargo, el contraste es sólo implícito, o sea que se deduce del con-
texto previo, sin que el hablante lo formule tal cual. Por ejemplo, en:
30) Inf.- ... Diferentes cosas que no se pudieron seguir haciendo y no fuimos jamás.
Mi marido, él sí fue. Él estuvo ahí viviendo cuatro años en París (M9),
sólo se infiere que la esposa nunca llegó a viajar a Francia, porque la frase “él sí fue”
evoca en la mente del oyente la contraparte “yo no fui”, a pesar de que la hablante no la
haya verbalizado.
Mi corpus electrónico no contiene ningún ejemplo de afirmación enfática usada en
réplica a una pregunta negativa, pero se pueden encontrar abundantes instancias de ella
en el corpus del habla popular mexicana (Lope Blanch 1995), al cual pertenecen los
ejemplos 31)-34).
865 COMUNICACIONES

31) Enc.-¿Centros de Salud no hay aquí?


Inf. -Sí hay Centros de Salud, pero también cuesta dos pesos la ficha na más por-
que vaya usted .... a lo que vaya, ¿sí? Por curación. (48)
32) Enc.- ¿Y no hay camino?
Inf.- ¿Eh?
Enc. - ¿No hay camino?
Inf.- Sí hay camino.¡Cómo no! Pa’ir allí hay camino (147)
33) [hablando de los mormones]
Enc.- ¿Y no rezan?
Inf.- Sí rezan. Sí rezan, pero de una manera...no como nosotros así:” Padre nuestro que
estás en los cielos”, no... (625)
34) Enc.- Diga, ¿aquí no usan cama?
Inf. - Pues...sí usan; sí usan.
Enc .- ¿Ustedes?
Inf. - No, nosotros no; pura hamaca. (664)
Como ha señalado en su tiempo Norwood Pope (1976:118), hay cuatro categorías
básicas de respuestas a las preguntas totales en todas las lenguas: acuerdo positivo (AP),
acuerdo negativo (AN), desacuerdo positivo (DA) y desacuerdo negativo (DN) (la auto-
ra citada considera que hay acuerdo cuando la polaridad de la pregunta y de la respuesta
son idénticas, y desacuerdo, cuando son diferentes). Estas categorías se pueden ilustrar
con el ejemplo 35), adaptado de Dumitrescu 1979:
35) ¿Se marchó? Sí, se marchó (reducible a Sí): AP
No, no se marchó (reducible a No): DN
¿No se marchó? No, no se marchó (reducible a No): AN
Sí se marchó : DP
Pues bien: los ejemplos 31)-34) del habla mexicana representan, precisamente, ins-
tancias de “desacuerdo positivo”, el más marcado de todos, y, en castellano, el único
irreducible a la simple pro-forma, sin riesgo de ambigüedad (porque si a la pregunta
negativa se contestase simplemente con Sí, no resultaría claro si el hablante quiere decir
que está de acuerdo con la negación, o al contrario la está impugnando). Digo en caste-
llano, porque vale la pena señalar que otras lenguas cuentan con procedimientos lingüís-
ticos especializados para tales casos: por ejemplo, el francés usa “oui” para expresar AP,
pero “si” para expresar AN, y el rumano, en las mismas circunstancias, usa “da” y “ba”,
respectivamente (Cf. Il est parti? Oui, il est parti vs. Il n’est pas parti? Si, il est parti, o: A
plecat? Da, a plecat vs. N-a plecat? Ba a plecat o: Ba da, a plecat). Por su parte, el inglés
expresa el DP dando relieve fónico al auxiliar “do”e insertándolo delante del verbo prin-
cipal (la diferencia entre Ana sells ticket/ Yes, she does “Sí, los vende” y Ana doesn’t sell
tickets/Yes, she dóes (sell them) “Sí, sí los vende” se discute en Whitley 2002:448-49, y
se ilustra en las traducciones de ejemplos similares del español al inglés en Steel 1985).
USOS DISCURSIVOS DEL ADVERBIO “SI” EN EL ESPAÑOL MEXICANO 866

La situación es diferente cuando se usa un sí no autónomo (que encabeza un SV no eli-


dido) en la respuesta a una pregunta afirmativa, como en los ejemplos 36), 37) y 38 (los
últimos dos proceden de Lope Blanch 1995)
36) Enc.- Por eso te decía. Oye, ¿y los gringos se interesan por esas regiones?
Inf.- ... Los gringos... hay de todo... sí se interesan; les gusta todo lo que sea pa-
changa, eso sí. (M3)
37) Enc -¿Y aquí hay mucho vicio?
Inf.- -Pues sí hay vicio aquí, pero...
Enc.- -¿Qué tipo de vicios hay aquí?
Inf.- -Pus hay... de todo. Píldoras, mariguanos.. (18)
38) Enc. - ¿Y en Lagartos hay un río?
Inf. - Sí hay, sí hay.
Enc.- La gente se puede meter a nadar allí?
Inf. - Sí se puede; hay partes que sí. Pero tiene uno que cruzar un cayuco...un....
este...(653)
En estos caso, se trata no de desacuerdo, sino de acuerdo positivo (AP), pero un acuer-
do positivo enfático, porque no sólo afirma que lo que pregunta el interlocutor es verdad,
sino que también rechaza de plano la posibilidad de que no lo sea (o sea que implica la
negación tajante de la otra alternativa).
Es muy común, por lo demás, que el acuerdo positivo simple (o sea, expresado única-
mente a través del adyacente oracional) vaya seguido - y por ende intensificado- por un
acuerdo positivo enfático, como en el 39), también del corpus de habla popular mexica-
na, o 40), del corpus elctrónico.
39) Enc.-¿Es muy aplicada entonces?
Inf.-Sí. Sí es muy aplicada. Es muy estudiosa. (58)
40) Enc.- ¿Qué, el hospital tiene restaurant?
Inf.- Sí, sí tiene restaurant; ahí comemos. (M10)
El mismo tipo de afirmación enfática confirmadora (o”ratificadora”, como la he lla-
mado antes) se da - y de hecho parece ser mucho más frecuente en mi corpus- no des-
pués de preguntas, sino de aserciones hechas por el interlocutor, con el cual el hablante
expresa de este modo su acuerdo incondicional (demostrando de este modo la “cortesía
positiva” que se considera tan típica del mundo hispano, y mediterráneo en general - cf.
Hickey& Stewart 2005). Los ejemplos 41) y 42) ilustran esta situación:
41) Enc.- Entonces tú consideras que es necesario prepararse o ampliarse sus estudios
fuera de México.
Inf.- Claro que sí es muy conveniente. (M2)
42) Inf. - Nuestro lema -también puede que te interese- es “amar, ayudar y consolar”.
“Amar, ayudar y consolar”, ese es el lema que tenemos.
867 COMUNICACIONES

Enc.- Y sí que lo hacen. Porque -¡ay!- ¡es una ayuda para esos niños...!
Inf.- Pues sí; sí, realmente sí lo hacemos; sí ayudamos mucho. (M10)
Nótese que en este último ejemplo, se da uno de los tres usos de sí que+ SV que hay en
todo el corpus; las fuentes que he consultado afirman todas que se trata de una variante de
la afirmación enfática, sin especificar si una es más fuerte que la otra, o si son totalmente
intercambiable.
Dado el escaso número de ocurrencias de la construcción en mi corpus, no puedo
ofrecer yo tampoco una respuesta más precisa al respecto. Pero lo que sí puedo comen-
tar es que esta construcción parece ser de tan escasa frecuencia también en el corpus
de español mexicano oral, que no se usa ni siquiera en su contexto más prototípico (y
registrado en todos los trabajos que la mencionan): eso sí que no, para significar una ne-
gación rotunda. El ejemplo 43), de este último corpus citado, lo demuestra:
43) Inf.- No; yo no hice nada. Yo no les...no los...interrumpí para nada. Los dejé a...
a su modelo de ellos; que...que se casaran. Pero yo no...lo que muchos acostumbramos,
que dizque ver al juez, que ir a ver al presidente, y que esto y que el otro. No, yo no. No se-
ñor. Eso sí no. Eso no tendrán que echarme a mí en la cara...en cara a mí...mis mucachos
.(216).
Por su parte, 44) -del mismo corpus- contiene un interesante juego de negaciones y
afirmaciones enfáticas usadas en réplica por el informante para contrarrestar, en ambos
casos, las expectativas de su interlocutor (quien, primero, piensa que el informante debe
saber el número de curas que hay en la iglesia local, y luego, al recibir una respuesta ne-
gativa, sospecha que su informante no frecuenta la iglesia por pertenecer a una religión
distinta):
44) Enc.- Oiga, ¿aquí hay iglesia?
Inf.- Sí. Ahí la tiene, a sus espaldas.
Enc.- ¿No más esta iglesia hay?
Inf. - Nada más.
Enc.- ¿Y cuántos padres hay?
Inf. -Ahí sí no sé.
Enc.- ¿No sabe? ¿Usted no es católico?
Inf. -Sí soy católico. Pero no...no me entero yo. Casi...casi le digo que nosotros
estamos en la vida privada.Porque nosotros ni muy para allá ni muy para acá. (225)
Por último, cabe señalar que también es muy frecuente el uso de la afirmación enfática
“ratificadora” en el pasaje discursivo de un solo y mismo hablante (o sea no como réplica
en un diálogo), con la intención, por lo visto, de despejar sus propias dudas al respecto y
de infundirse a sí mismo confianza en lo que afirma, o también, de anticipar y contrarres-
tar de antemano posibles objeciones de su interlocutor con respecto a la probabilidad de
realizarse lo que él mismo afirma.
En efecto, son sumamente numerosos los casos en que el SV encabezado por el sí
enfático que nos ocupa va precedido de expresiones de duda y/o deseo, como: ojalá, qui-
USOS DISCURSIVOS DEL ADVERBIO “SI” EN EL ESPAÑOL MEXICANO 868

zás, tal vez, seguramente, probablemente, creo, me parece, espero, etc. Los ejemplos 45)
y 46) ilustran este aspecto.
45) Hicimos un té canasta el... a principios del año. Y hacemos... ahorita tenemos un
ofrecimiento de Cantinflas para su première. Que me imagino... -que ya nos la ofreció
él- me imagino que sí nos la irá a cumplir. Y entonces, pues... ahí sí vamos a sacar un buen
dinero. Y así hacemos, ¿ves? (M10)
46) Enc.- Se puede ir perfecto; entonces podremos conseguir un permiso de ir cual-
quier fin de semana.
Inf.- Sí, sí podemos perfectamente bien.
Enc.- Se podría hacer, pues sería lindísimo, de lo más interesante ver los frescos
ahora que están en su lugar natural.
Inf.- Sí, a ver si se puede conseguir el permiso. Ya ves que son chocantones, eh,
para dar los permisos; pero, en fin, yo creo que sí se puede.
Enc.- Yo creo que puedo mover influencias más o menos como para conseguirlo.
Inf.- Sí. (M3)
Se podría decir que tales ejemplos representan un puente entre la afirmación enfática
adversativa y la afirmación enfática ratificadora, ya que simultáneamente rechazan una
posible oposición o contrariedad y afianzan la fe de los interlocutores en la realización
de lo esperado por ambos.
A guisa de conclusión. Del somero análisis del corpus electrónico mexicano arriba
esbozado, así como de una lectura atenta del corpus de habla popular (para el cual, sin
embargo, no dispongo por ahora de datos estadísticos como en el primer caso), creo no
equivocarme al afirmar que el adverbio de afirmación sí aparece en proporciones relati-
vamente iguales como elemento sintácticamente autonómo y como parte integrante de
un SV (elidido o realizado fonéticamente).
En sus usos autónomos, sí se combina muy a menudo con marcadores discursivos an-
tepuestos o pospuestos, como: pues, cómo no, claro, ah, ay, bueno, y, e incluso, no pocas
veces, con no, como en el ejemplo 47) abajo:
47) Enc.- Pero ¿usted terminó primero medicina general, o -cómo se llama- o sea, seis
años?
Inf.- No. Sí, sí.
Enc.- ¿Y después?
Inf.- Bueno, no había especialización. Yo fui a... un... autodidacta. Además...
Enc.- ¿En la parte de especialización?
Inf.- Sí, en la parte de especialización. ( M11)
También actúa como marcador conversacional metadiscursivo, regulador de turno,
señal de recepción o simple manifestación afectiva (sorpresa, alegría, etc.)
En sus usos no autónomos, realiza una afirmación enfática ya sea adversativa (con-
trastiva), o ratificadora (confirmativa), e incluso participa en la realización de una nega-
ción tajante, al afirmar enfáticamente su misma negatividad, por así decirlo.
869 COMUNICACIONES

Por lo tanto, la pregunta que me hacía al comienzo del trabajo queda contestada: en el
español mexicano, sí cumple todas y cada una de las funciones que los trabajos dedica-
dos al español peninsular le atribuyen en dicha variedad de la lengua. Quizás lo que dis-
tinga el español mexicano(especialmente en su variante popular) del español peninsular
sea la frecuencia aparentemente muy alta con que acude a la afirmación enfática ratifica-
dora (la que expresa puro énfasis afirmativo e intensifica el acuerdo con el interlocutor),
y la marcada escasez de usos de la variante sí que+Verbo, precisamente la que todos los
diccionarios destacan como la más común en la expresión de la afirmación enfática.
Pero esto, por cierto, queda por comprobar con datos estadísticos del español peninsular
- probablemente en un trabajo futuro...
USOS DISCURSIVOS DEL ADVERBIO “SI” EN EL ESPAÑOL MEXICANO 870
871 COMUNICACIONES

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873 COMUNICACIONES

Análisis del discurso y Pragmática

“La Voz del Viejo Antonio en el discurso


del Movimiento Zapatista en México”

Dña. Nicolina Montesano Montessori

Cuando me invitó Francisco Gimeno para participar en este evento, se me ocurrió


immediatamente que no puede faltar la voz del Viejo Antonio en este congreso sobre el
Español en América.
El Viejo Antonio es uno de los personajes claves en el discurso Zapatista. Para esta
ocasión he analizado el discurso con relación a la cosmovisión Maya. A través del Viejo
Antonio, se ha creado una nueva cosmografía así como nuevos mandamientos. Primero
voy a describir esta cosmovisión. Posteriormente, voy a explicar la función del Viejo An-
tonio en el discurso Zapatista y la importancia de esta nueva cosmovisión. Este análisis
forma parte de mis estudios para la tesis que estoy preparando sobre el discurso Zapatis-
ta, con énfasis en las estrategias discursivas y dentro de la disciplina del análisis crítico
del discurso.
El primer encuentro que el Subcomandante Marcos tuvo con el Viejo Antonio, lo re-
lata de la siguiente manera: “Ayer topé al Viejo Antonio por vez primera. Mentimos am-
bos. Él diciendo que andaba para ver su milpa, yo diciendo que andaba de cacería. Los
dos sabíamos que mentíamos y sabíamos que lo sabíamos.” Al día siguiente se encuen-
tran nuevamente y la conversación sigue así: “El Viejo Antonio inicia:
- No andas de cacería.
Yo respondo: “Y usted no anda para su milpa”
Aquí empiezan a hablar sobre la lucha de los Zapatistas. Marcos explica la historia a
partir de Emiliano Zapata y la Revolución Mexicana. El Viejo Antonio no acepta su ver-
sión e introduce los dioses de Ik’al y Votán Zapata, que eran dos en uno: dos caras de una
misma moneda. Antonio pasa a explicar su versión sobre la historia de Emiliano Zapata
(EZLN vol. 2:160). Votán Zapata integra dos figuras que tienen en común la defensa de
las tierras de las comunidades. Según el historiador García de León Votán es un persona-
je legendario que desempeña esta función en las creencias de algunos grupos indígenas
de Chiapas, encarna en Zapata, el héroe de la Revolución Mexicana (Lebot 1997:74).
LA VOZ DEL VIEJO ANTONIO EN EL DISCURSO DEL MOVIMIENTO ZAPATISTA EN MÉXICO 874

Lynn Stephen, catedrática de antropología en la Universidad de Oregón niega la existen-


cia de Votán, diciendo que en las comunidades nadie le conocía y en su lengua ni siquiera
reconocen la V. Según ella, Votán es una creación de Marcos (Stephen 2002:162).
Este incidente en la que el Viejo Antonio se convierte en el maestro de Marcos es im-
portante, porque simboliza la historia de la EZLN en Chiapas. Vinieron con un conoci-
miento tradicional de una guerrilla urbana y con un mensaje Marxista para los indígenas.
Al confrontarse con ellos, la guerrilla fue convertida por los mismos indígenas y la EZLN
convirtió su lucha original en una en la que sirvieron a una sublevación indígena. En esta
transición, el Viejo Antonio sirvió como mensajero y como puente entre los guerrilleros
y los indígenas. El explica la especificidad de la cuestión indígena en el sureste del país
(LeBot 1999:154). El Viejo Antonio existió en realidad y fue probablemente el padre de
Ana María, la que entonces era la compañera de Marcos. Marcos conoció a Antonio en
1984 y éste murió de tuberculosis en 1994. Sin embargo, en el discurso Zapatista apare-
ce también como personaje mítico que cuenta la historia desde antes de que existiera el
tiempo y explica el origen de los dioses y explica la creación del mundo, del sol y de las
estrellas (Vandenberghe 2001:165). Marcos se posiciona a si mismo como el discípulo,
el que escucha y aprende (ibid: 165-6). Marcos dice que El Viejo Antonio une y confunde
tiempos nuevos y viejos. De por sí dice que el indígena tiene un manejo del tiempo muy
curioso y que te pueden contra una historia que lo mismo pudo haber ocurrido hace una
semana que hace 500 años (De Vos 2002:361).
Jan de Vos, un Belga que ha vivido muchos años con los Mayas, explica que el Viejo
Antonio hace una mezcla ingeniosa de mito, leyenda, parabola y fábula para contar la
génesis. Ahora pasaré a explicar la cosmovisión con sus mandamientos, lo que significa
una variación a la Teología de la Liberación oficial y también una variación del Popol
Vuh, la biblia Maya.
En un relato del 31 de mayo de 1994, titulado “Los arroyos cuando bajan”, se narra el
origen del mundo: ‘Cuando el mundo dormía y no se quería despertar, los grandes dioses
hicieron su asamblea para tomar los acuerdos de los trabajos y tomaron acuerdo de hacer
el mundo y hacer los hombres y las mujeres. Y llegó en la mayoría del pensamiento de los
dioses de hacer el mundo y las personas.” (EZLN vol1:240).
En este fragmento, lo que llama la atención es que la creación ya no es la decisión to-
mada por un dios que tiene una autoridad única, sino que es una decisión tomada por la
mayoría y en asamblea. A través del discurso Zapatista, la tradición de escuchar y de de-
cidir en base al consensus adoptada de los indígenas, tiene un impacto muy significativo
en la visión Zapatista con respecto al poder, expresado en su slogan: “mandar obedecien-
do”. O sea, los líderes ejecutan la voluntad de la mayoría y se decide a través de la asam-
blea y la consulta. En este caso además, la nueva genesis parece prometer la creación de
un mundo más justo y más democrático desde sus orígenes.
Luego habla de la creación en tres etapas. En la primera creación se hizo el hombre de
oro. El problema con esta creación fue que estas personas no caminaban ni trabajaban,
porque pesaban mucho. Luego se hizo el hombre de Madera. Ellos caminaban y traba-
jaban mucho y todo parecía bien, hasta que los dioses se dieron cuenta de que el Nuevo
875 COMUNICACIONES

hombre siempre trabajaba y caminaba para el hombre de oro. Para remediar se hizo la
tercera creación y se hizo el hombre de maíz: el verdadero hombre (ibid).
Marcos explica que el hombre de oro representa al rico, el de Madera al pobre y el de
maíz al indígena (ibid).
Esto parece ser una nueva versión inventada del Popol Vuh. El Viejo escrito Maya
también habla de la creación en tres etapas. El primer hombre era de lodo y no pudo fun-
cionar. El Segundo era de Madera y no agradecía a los dioses ni rezaba ni nada. El tercer
hombre fue el hombre de Maíz: la creación de los Mayas.
En el caso de la nueva narración, el hombre de maíz surge como el Salvador: el que
remedia la relación entre el rico y el pobre; el que terminará la situación de injusticia que
encuentra en su entorno. Si su llegada fue temido por los de oro, fue fuente de esperanza
para los de madera. Van den Berghe (2005:121) señala la simultaneidad de las creaciones
contrastándola con la consecutividad de las creaciones en el propio Popol Vuh.
La narración de Diciembre de 1994 es de gran importancia. Aquí se trabaja el concep-
to de caminar y de hacer el camino. En esta narración Antonio introduce la figura de Ik’al
y Votán, los dos caras de una medalla. Son unidos y por lo mismo no pueden moverse
ni caminar. Sin embargo, después de varios intentos y preguntando ¿Cómo? y ¿Para
dónde?, de repente empiezan a moverse. De puro placer empiezan a bailar: un pasito el
uno y un pasito el otro. La moraleja de esta narración es que se camina preguntando: las
preguntas sirven para caminar, no para quedarse parados así nomás. “Desde entonces,
los hombres y mujeres verdaderos para caminar preguntan” (EZLN vol. 2:161). A un
nivel más profundo aquí se contesta una pregunta clave de cualquier movimiento social:
¿Cómo podemos movernos juntos? La respuesta es: juntos, pero separados y en un mu-
tuo entendimiento (Stephen 2002:162).
En narraciones sucesivas se cuenta la creación del sol y de la luna. Al principio, las no-
ches eran negras y la gente estaba triste. Los siete dioses llegaron al acuerdo de soñar la
luz. A soñar el fuego una herida apareciók una rajadita, una palabrita así Chiquita que se
bailaba y grande se hacía y Chiquita y se alargaba y gorda y flaca se ponía en el centro de
los dioses que eran siete. Llamaron “fuego” a esas palabritas que bailaban y así hubo luz.
Los dioses levantaron el sol, menos el dios más blanco, que era cobarde y que no quiso
morir para vivir.
Este se quedó solo y muy triste. Luego también subió como una bolita blanca y se
hizo la luna, que siguió el sol (EZLN vol1: 76). Las estrellas se hacían en base al acuerdo
común y en el esfuerzo de remediar un error que se había cometido. La gente quedó triste
porque la noche quedó tan obscura. Los dioses habían decidido de quitar el techo de la
obscuridad, para que entrara la luz. Pero la luz era demasiado y la gente buscó refugio.
Entonces “los dioses se dieron cuenta de que estuvo mal lo que hicieron, porque eran
dioses pero no eran tontos y sabían ver si estaba mal su acuerdo y se reunieron otra vez
y sacaron nuevo acuerdo de poner otra vez el largo techo de la noche mientras pensaban
cómo hacer un buen acuerdo”. El acuerdo consistió en buscar voluntaries que luego su-
bieran para hacerse estrella. Había muchos voluntarios y la noche ya no quedó tan obscu-
ra (EZLN vol1: 89).
LA VOZ DEL VIEJO ANTONIO EN EL DISCURSO DEL MOVIMIENTO ZAPATISTA EN MÉXICO 876

La lección aquí es la de hacer consultas y sobre todo la de reconocer errores y corre-


girlas.
En otra narración se cuenta la historia de los colores: Cuenta como poco a poco iban
surgiendo diferentes colores: el color verde de la esperanza, café, Colorado, etc. “Para
entonces los dioses ya estaban cansados y se fueron a tomar pozol y a dormirse y los de-
jaron a los colores en una cajita, botada bajo una ceiba. La cajita no estaba bien cerrada y
los colores se salieron y empezaron a hacer algetría y se amaron y salieron más colores
diferentes y nuevos y la ceiba lo miró todo y los tapó para que la lluvia no los borrara
a los colores y cuando llegaron los dioses ya no eran siete colores sino bastantes y los
empezaron a aventar. Algunos colores salpicaron a los hombres y por eso hay hombres
de distintos colores y distintos pensamientos” (EZLN vol. 2: 113). Esta narración toca el
tema de la diferencia y del derecho de ser diferente, que es una de las demandas claves
del Zapatismo.
Los primeros dioses eran dioses gemelos: eran siete dioses, pero cada uno eran dos.
Eran dioses alegres que bailaban y reían y se amaban (EZLN comunicado de abril de
1996). No eran muy sabedores, pero sabían algo muy importante: sabían escuchar al
otro. Al contestar la pregunta de cómo se pudo decidir sobre la creación del mundo con
tanta armonía, el Viejo Antonio decía: “Así que el primer acuerdo que tuvieron los dioses
más primeros fue reconocer la diferencia y aceptar la existencia del otro. Y qué remedio
les quedaba si de por sí eran dioses todos, primeros todos, y se tenían que aceptar porque
no había uno que fuera más o menos que los otros, sino que eran diferentes y así tenían
que caminar” (EZLN vol. 4:151).
En un encuentro con la sociedad civil (20 de noviembre de 1998) se recapitulan una
vez más
Las palabras del Viejo Antonio: “Así dijo el Viejo Antonio para que nosotros supié-
ramos, para que nosotros camináramos este tiempo de cyclones y huracanes no solo con
el dolor que moja nuestros suelos y cielos, también para que, con la luz que regala ahora
el Caculhá Hurakán, con ustedes nos habláramos y con palabras nos acordáramos y pla-
neáramos algo simple: nacernos otro mundo,uno mejor,uno más bueno, uno donde hay
lugar, respeto, óido y voz para todos los otros que somos todos” (EZLN vol. 4:266). Esto
parece ser una profecía.
Si en la creación original el indígena, el hombre de maíz apareció como libertador de
la cadena entre el rico y el pobre, aquí el movimiento y los Zapatistas parecen ser los nue-
vos agentes de cambio a los que, escuchándose unos a otros, les toca crear un mundo más
libre, más justo y más democrático. Para repetir la famosa frase de los Zapatistas: para
hacer un México en el que quepan mucho Méxicos.
Es importante observar que dentro de estas narraciones se formulan una serie de nue-
vos mandamientos divinos que llegan a ser principios claves del movimiento Zapatista.
Aquí se destacan los ejemplos más importantes:
1) morir para vivir
2) darse cuenta de que el mundo sólo será alegre si todos los colores y pensamientos
tienen su lugar
877 COMUNICACIONES

3) caminar preguntando
4) reconocer y respetar la diferencia del otro
5) creer en la posibilidad de un mundo mejor
6) saber que la sabiduría no está en conocer muchas cosas, sino en saber escuchar
(De Vos, 2002:373).
Con estas narraciones, en el discurso Zapatista se ha construido una doctrina alterna-
tiva a la doctrina cristiana:
1. El solitario y lejano Dios cristiano es sustituido por una asamblea de siete dioses
que no solo trabajan, sino también se divierten: bailan, hablan y escuchan.
2. La Santísima Trinidad es sustituida por la Dualidad de ls Divinos Gemelos, here-
dada de los antiguos mayas. Como dualidad se ha creado la figura del Votán Zapata, el
doble protector de las comunidades.
3. La creación del universo ya no es una decisión solitaria y autocrática, sino un acuer-
do colectivo y compartido con los hombres.
4. La salvación en este caso es la renovación sociopolítica del país entero bajo la ban-
dera del héroe divino Votán Zapata y los salvadores son los mismos Zapatistas.
(De Vos 2002: 375).
¿Cuál es la función del Viejo Antonio? Me parece que cumple con varias funciones:
a) Figura como Puente entre los Zapatistas y las comunidades indígenas. Explica a los
Zapatistas cómo funcionan las comunidades (Lebot 1997:154-5, Stephen 2002:158). A
la vez introduce a los Zapatistas dentro de las comunidades. El Viejo Antonio sirve ade-
más como puente hacia el pasado. El es capaz de comunicarse con los antepasados y los
muertos.
b) Da credibilidad y legitimidad al personaje de Marcos como líder mestizo de una
lucha indígena
c) Resuelve el problema de la representación. Kristine Vandenberghe ha problemati-
zado el asunto de la representatividad en la lucha Zapatista. Cuestiona si el subalterno es
capaz de autopresentarse (Vandenberghe 2001:158). Llega a la conclusión de que los in-
dígenas de Chiapas “siguen dependiendo de un representante que pueda servir de Puente
entre dos mundos totalmente distintos, un intérprete letrado que utiliza el poder de la
lengua y el conocimiento de la cultura del colonizador a fin de preserver y dinamizar la
del subalterno” (ibid, 172)
En esta presentación he introducido la voz del Viejo Antonio, he explicado la nueva
génesis que se ha construido en base a sus historias. Lo he explicado como una versión
alternativa de la Teología de la Liberación y del Popol Vuh. Se han recapitulado los nue-
vos mandamientos y se ha discutido la function del Viejo Antonio dentro del discurso
Zapatista.
LA VOZ DEL VIEJO ANTONIO EN EL DISCURSO DEL MOVIMIENTO ZAPATISTA EN MÉXICO 878
879 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

EZLN (1994), Documentos y Comunicados, vol 1, México:Era


EZLN (1995), Documentos y Comunicados, vol 2, México:Era
EZLN (2003), Documentos y Comunicados, vol 4, México: Era
Le Bot, Y. (1997) Subcomandante Marcos. El sueño zapatista, Barcelona : Plaza & Janés
Stephen, L. (2002) !Zapata lives! Histories and Cultural Politics in Southern Mexico,
Berkeley: University of California Press
Vanden Berghe, K. (2001) “La Marca de Marcos: ¿Pueden hablar los Indígenas mexica-
nos?” Cuadernos Americanos, Nueva Epoca, mayo-junio, UNAM, 87:3, 158-173
Vanden Berghe, K. (2005) Narrativa de la rebellion Zapatista. Los relatos del Subco-
mandante Marcos, Madrid: Iberoamericana
Vos, J.de (2002) Una tierra para sembrar sueños. Historia reciente de la Selva Lacan-
dona 1950-2000, México: Ciesas/FCE
881 COMUNICACIONES

Análisis del discurso y Pragmática

RECURSOS SINTÁCTICOS RECURRENTES DE FOCALIZACIÓN


EN EL HABLA PÚBLICA MEDIAL DE CHILE

José Luis Samaniego Aldazábal


(Pontificia Universidad Católica de Chile)

Introducción.
El presente trabajo se propone dar cuenta de algunos recursos sintácticos de foca-
lización que, por su recurrencia, contribuyen a caracterizar el habla pública medial de
Chile. Forma parte de un proyecto de investigación de mayor envergadura, actualmente
en desarrollo, que pretende describir los patrones prosódicos del español de Chile que
se presentan en forma recurrente en actos de habla pública. Estos actos corresponden
a un corpus que incluye muestras de los diferentes ámbitos de esa zona lingüística del
español: ámbitos académico-cultural, castrense, empresarial, gremial-sindical, medial
y religioso. Como se ha dicho, en esta presentación se atenderá únicamente a describir el
procedimiento de focalización en actos de habla pública de los medios. En cuanto a los
recursos empleados por los emisores, solo daremos cuenta de los más recurrentes como
son los de carácter sintáctico correspondientes a orden y a ciertas estructuras sintácticas
especiales, según la categorización propuesta por Gutiérrez (1997). El análisis prosódi-
co de los fenómenos analizados se podrá conocer en la ponencia que, a continuación de
esta, presentará la colega Miriam Cid.

Recursos de focalización referentes al orden sintáctico


Frecuentemente, la función informativa o pragmática, más conocida con el nombre de
focalización, énfasis o puesta en relieve, se manifiesta a través del recurso que emplea el
emisor de un mensaje al alterar el orden sintáctico no marcado o neutro de un enunciado,
posibilidad para la que se presta la lengua española por poseer una estructura sintáctica
bastante flexible. De este modo, el emisor pone en juego, además, la relación soporte/
aporte o información conocida/información nueva; en otras palabras, pone en juego las
funciones temática y remática e, incluso, la función que sirve de marco o tópico al enun-
ciado, mediante dislocaciones de determinados segmentos hacia la izquierda o hacia la
RECURSOS SINTÁCTICOS RECURRENTES DE FOCALIZACIÓN EN EL HABLA DE CHILE 882

derecha. Con ello se logra enfatizar, poner en relieve o contrastar un determinado seg-
mento de acuerdo con la particular intención comunicativa del emisor.
En el estudio de la muestra medial que hemos considerado para este trabajo, las altera-
ciones de orden con mayor recurrencia son de dos tipos. En primer lugar, la dislocación
hacia la izquierda, esto es, el desplazamiento de algún determinante o modificador del
verbo a la posición inicial absoluta del enunciado, con lo cual este queda focalizado en
función temática. Cabe agregar que en ciertos casos, marcados por cierta entonación es-
pecial y -según algunos autores- por pausa menor, se desempeñaría también como mar-
co o tópico del resto del enunciado.
- (E.f.(Z).f.1/1) Según estudios entregados por el Servicio Nacional de la Mujer, efec-
tivamente, el noventa y siete por ciento afecta a las mujeres. (CC de fuente)
- (B.f.(Z).f.1/6 Para que las autoridades tomen cartas en el asunto, los cesantes de la
región realizaron una bullada protesta en las afueras de la sede del Gobierno Regional
exigiendo trabajo y dignidad. (Cláusula final)
- (B.f.(Z).m.1/7) Cansados por la excesiva demora de entrega de recursos que hasta
la fecha no se ha concretado, bomberos esperará como plazo máximo hasta el viernes la
devolución de los noventa y ocho millones de pesos que el Gobierno Central, a través de
la Administración regional, les prometió luego de .... - (Atr. Pred. del sujeto).
- (B.f.(Z).m.1/5) Hoy, el alcalde Kaplán y una comitiva visitaron el recinto deportivo
para ver cómo marchan los trabajos que se encuentran en su etapa final. (Adv. de tiempo).
- (B.f.(Z).m.1/5) Desde el año pasado hasta el actual se han presentado proyectos por
una inversión de mil ciento treinta y dos millones de pesos. (CC tiempo)
- (B.f.(C).m.1/1) En calidad de detenido, Nelson Mery salió custodiado por sus pares
y personal de Gendarmeria con destino a Santiago. (CC modo)
- (B.f.(C).m.1/5) Cerca de la medianoche de ayer, cuatro sujetos ingresaron en forma
violenta hasta la empresa maderera Pacifor. (Grupo adverbial de tiempo)
- (B.f.(S).m.1/1) Para el alcalde Bernardo Berger, el caso de los cisnes dejó al descu-
bierto las deficiencias en los sistemas de fiscalización por parte del Gobierno. (CC de
intérprete)
En segundo lugar, la permutación entre el segmento que se desempeña como sujeto
y el que corresponde a algún modificador del verbo. El primero se desplaza a la derecha
del verbo, a la posición propia de la función remática y el segundo se antepone al verbo,
pasando a ocupar la posición inicial absoluta del enunciado. En este caso se produci-
ría un doble fenómeno de focalización: el modificador dislocado a la izquierda pasa a
desempeñar función temática o, incluso, de marco o tópico, focalización que tendría,
además, que ir marcada prosódicamente. Por otra parte, el sujeto desplazado a la derecha
del verbo, particularmente cuando queda en posición final absoluta, se focalizaría por
desempeñar función remática.
- (B.f.(C).f.1/4) Un dramático testimonio entregó hoy en Talca la madre de Claudia
Fuentes, la presidenta de la Fundación ARASI, quien fue acusada en estos días por el
senador Nelson Ávila.
883 COMUNICACIONES

- (B.f.(C).f.1/2) Hoy declaró por espacio de cuatro horas el ex intendente Norman


Marchant.
- (B.f.(C).m.1/5) Con romerías al cementerio y eucaristías en distintas comunas de la
Región se rindió un homenaje a todos aquellos que dieron su vida defendiendo ideales.
- (B.f.(C).m.1/1) Un año y ocho días se tomó el ministro en visita para resolver en
tiempo récord esta investigación.
- (B.f.(N).m.2/1) Molesto se encuentra el presidente de la Federación de Trabajadores
de la Salud Fenat, Manuel Ramírez.

Recursos de focalización referentes a estructuras sintácticas especiales.


En la lengua española hay construcciones sintácticas que contribuyen a destacar al-
gunos de sus constituyentes. Entre estas, se detectan como recurrentes en el discurso
medial las estructuras pasivas con perífrasis verbal, las construcciones ecuacionales y
ciertas construcciones especiales del tipo de “lo que es” y variantes.
- Construcciones pasivas con perífrasis verbal.
Se trata de la construcción pasiva que se suele considerar de escaso uso en español,
aseveración que se cuestiona cuando se detecta la frecuencia de uso en el discurso me-
dial. Hay quienes se preguntan si este empleo que hemos observado en el español medial
de Chile se explicaría por influencia del inglés y, en particular, del inglés del ámbito me-
dial. Lo interesante es que, mediante esta construcción, el objeto verbal se tematiza al an-
teponerse al verbo para desempeñar la función de sujeto, focalizándose. Pero también se
focaliza el agente cuando se expresa entre los modificadores del verbo, construido con la
preposición por y dislocado hacia la derecha, a la posición final, desempeñando función
remática. Por otra parte, es interesante destacar que más de la mitad de las ocurrencias
registradas en que se presenta esta construcción son parte de oraciones subordinadas o
cláusulas adjetivas, sustantivas y adverbiales e, incluso, de cláusulas de infinitivo. Cier-
tamente que las cláusulas en las que más abunda el fenómeno son las adjetivas.
- B.f.(Z).m.1/7 La llegada del sol prometida para los días sábado y domingo fue con-
firmada por el Servicio Meteorológico de la Armada de Chile, entidad que señaló que las
condiciones climáticas variarán considerablemente en la región, ...(Oración autónoma)
- (B.f.(N).f.2/1) Los manifestantes entonaron el himno patrio y marcharon pacífica-
mente por el sector, que fue resguardado por la policía. (Cl. Adj.)
- (B.f.(C).m.1/1)...manejaba las carpetas de los detenidos, decidía los sitios donde
eran trasladados -para ser torturados- actos que, incluso, resaltan, presenció en varias
ocasiones. (Cl. Adj.)
- (B.f.(N).m.2/3) El alcalde Carlos Balcarce explicó que el puerto le pertenece a to-
dos los ariqueños, porque fue construido por la junta de adelanto de Arica. (Cl. Adv. de
causa)
- Construcciones ecuacionales.
Se las conoce también con el nombre de oraciones hendidas, escindidas y copulati-
RECURSOS SINTÁCTICOS RECURRENTES DE FOCALIZACIÓN EN EL HABLA DE CHILE 884

vas enfáticas de relativo. Estas construcciones están constituidas por tres segmentos: el
segmento que se focaliza, el verbo ser en presente o en el tiempo del verbo originario y
el resto de la secuencia introducida por un relativo (pronombre o adverbio), concordante
desde el punto de vista semántico con el segmento que enfatiza. La combinación sintag-
mática de sus tres constituyentes da origen a los siguientes esquemas:
A es B
- (C.f.(Z).m.2/2) Tú hablas de liderazgo y, teóricamente, el director técnico es el que
tiene una de las principales responsabilidades de liderar a un grupo para llevarlo a un
mundial, po’.
- (B.f.(Z).f.1/6) Una singular manera de realizar turismo es la que harán diez estado-
unidenses quienes pretenden recorrer en moto todo el Sur chileno, hasta llegar a la aus-
tral ciudad de Ushuaia.
- E.c.(Z).m.3/3 Eso es lo que le decía yo: que van a llamar más.
B es A
- (B.f.(S).f.2/3) Los que mueren son todos los agricultores.
- (E.f.(Z).m.2/1) Lo que pasa es que aquí el padre Felipe Berríos llama públicamente,
no solo a sacar del aire este spot, eh, sino que también pide públicas disculpas a los hijos
de divorciados.
Es AB
- (B.f.(C).m.1/5) Fue en diciembre del año dos mil dos cuando pudimos conocer de
cerca cómo la Dirección Nacional de Aeronáutica...
- E.c.(Z).m.2/4 No quisiéramos que las Fuerzas Armadas, eh, se vieran involucradas
en en en hechos de orden público. Es, eh, Carabineros el que se va a mantener en el con-
trol del orden público;...
- Construcción especial “lo que es” y variantes.
Si bien es cierto que de esta construcción hay antecedentes documentados en textos
literarios, su empleo se extiende actualmente en el habla de Chile a todos los ámbitos de
la sociedad. Es especialmente notoria, sin embargo, la recurrencia con que se presenta
en el habla publica medial. Nos atrevemos a sostener que en este registro ha pasado a ser
una verdadera muletilla.
- E.f.(Z).f.1/3 Coronel, eh, dos preguntas dentro de ese mismo conse ~ contexto: eh, el
tema de la violación -por lo menos lo que es en el Código Penal- eh, está estipulado sola-
mente en el caso de las mujeres,...
- (B.F.(N).m.3/1) Está disfrutando de una jornada especial, reponiendo energías mi-
rando lo que será el largo fin de semana.
También es posible encontrar esta misma construcción precedida de ciertas prepo-
siciones, principalmente las preposiciones de y en, seguida de la locución prepositiva
dentro de, y con menor frecuencia las preposiciones para y a.
885 COMUNICACIONES

- (B.F.(N).m.3/1) Estamos listos para participar en lo que será, eh, los o el campeonato
del año dos mil cuatro.
- (B.F.(S).f.1/1) Ahora los invito a ver imágenes de lo que fue el lanzamiento de Tele-
trece Temuco.
- E.f.(Z).f.1/3 Hasta hace un tiempo atrás, por ejemplo, la figura de violador ni siquie-
ra era pensada dentro, eh, de lo que es un castigo para las personas que usan a estas niñas
para la prostitución.
- (E.c.(Z).m.2/13) ... e+h, otros proyectos de promoción, en donde la comunidad reali-
za sus actividades para lo es prevenir, puntualmente, ya sea drogas, violencia, delincuen-
cia, violencia intrafamiliar.
(E.c.(S).m.1/1) El Campus Teja siempre ha sido un campus abierto a la comunidad, en
el cual hay visitas de turistas nacionales y extranjeros a lo que es el Jardín Botánico, en
los alrededores de la Universidad.
nteresante de observar es la ocurrencia de ciertos casos especiales, variante de la cons-
trucción anterior y que podría significar que el empleo de este recurso se estaría exten-
diendo a otros verbos, como se puede apreciar en los ejemplos siguientes:
- (E.f.(Z).m.1/1) ... porque tener a todas las mujeres de Chile en contra, específica-
mente, en el tema de lo que significa los niños con enfermedades graves.
- (E.c.(N).m.3/3) ... sanitario desde el punto de vista de+ la sanidad animal, propia-
mente tal, como también de las enfermedades que los animales pudiesen transmitir al ser
humano; lo que llamamos salud pública.

Conclusión
Hasta aquí la descripción de los recursos de focalización que, por la productividad
que manifiestan, contribuyen a caracterizar el discurso de los medios, registro cuya fuer-
te influencia en la lengua estándar del español actual no es posible ignorar. Pero como se
señaló al inicio de la ponencia, esta presentación se complementará con lo que expondrá
a continuación la colega Miriam Cid, esto es, el comportamiento prosódico de estos mis-
mos fenómenos.
RECURSOS SINTÁCTICOS RECURRENTES DE FOCALIZACIÓN EN EL HABLA DE CHILE 886
887 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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GUTIERREZ ORDÓNEZ, Salvador (1997). Temas, remas, focos, tópicos y comenta-
rios. Madrid: Arco/Libros, Valladolid, España: Junta de Castilla y León.
889 COMUNICACIONES

Análisis del discurso y Pragmática

FENÓMENOS DE FOCALIZACIÓN
EN EL HABLA PÚBLICA MEDIAL DE CHILE.
COMPORTAMIENTO PROSÓDICO.

Miriam Elizabeth Cid Uribe


(Pontificia Universidad Católica de Chile)

El habla pública de Chile, según se manifiesta en el ámbito de los medios de comuni-


cación, pareciera mostrar recursos de focalización recurrentes que contribuyen a carac-
terizar el registro en estudio. Dentro de los fenómenos de relieve empleados en el discur-
so medial, el recurso de focalización prosódico tiene no solo existencia por sí mismo sino
que es además un componente que presenta cierta recurrencia en apoyo a otros procedi-
mientos empleados para lograr los efectos deseados de énfasis o relieve. De modo que
en esta ponencia se describe el comportamiento prosódico de los recursos sintácticos
referentes a la dislocación en el orden o al uso de determinadas estructuras especiales,
entre estas, las construcciones pasivas con perífrasis verbal, las ecuacionales y las co-
rrespondientes al esquema “lo que es” y variantes.
En la investigación del que este trabajo forma parte “Patrones prosódicos recurrentes
en los actos de habla pública de Chile: descripción fono-fonológica” (proyecto Fondecyt
N° 1030953 Facultad de Letras, Pontificia Universidad Católica de Chile), partimos del
supuesto que en dichos procedimientos sintácticos de focalización subyace un patrón
prosódico que los caracteriza.

Introducción
En el marco del proyecto de investigación “Patrones prosódicos recurrentes en los
actos de habla pública de Chile: descripción prosódico-discursiva”, en actual realización
en la Facultad de Letras, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, se ha analizado
un corpus de alrededor de 25 horas de duración en el cual se han recopilado muestras de
habla pública producida por representantes de lo que el equipo de investigación a cargo
de este proyecto ha definido como habla pública, esto es: “Aquella actividad oral que
realizan determinadas personas desde su papel institucional, cuya expresión idiomá-
FENOMENOS DE FOCALIZACIÓN EN EL HABLA DE CHILE 890

tica tiende a un estilo más bien formal, evitando en todo caso lo vulgar; que está dirigida,
además, a auditorios colectivos reales o virtuales; que es producida en un espacio semió-
tico público o escenario público; y cuyos temas son de naturaleza también pública o, al
menos, de interés general”. Un grupo importante de usuarios de lo anteriormente carac-
terizado como habla pública es, precisamente, el conjunto de personas que se desempeña
en el ámbito medial, particularmente en la radio y la televisión. Por ser ellos, en gran
medida, modélicos del habla estándar de nuestra variedad, hemos considerado pertinen-
te analizar aquellos recursos que, estando presentes con algún grado de frecuencia en los
hablantes de los medios, presentan un comportamiento prosódico que releva, enfatiza,
contradice y/o refuerza aquel fragmento del enunciado que se quiere focalizar. Ya hemos
escuchado lo expuesto por el profesor José Luis Samaniego quien identifica y clasifica
algunos recursos de focalización de naturaleza sintáctica, según ocurren en el habla me-
dial de Chile, tanto desde el punto de vista gramatical como desde el punto de vista prag-
mático. Tomando como material de análisis el mismo corpus utilizado por el profesor
Samaniego, describiremos el comportamiento prosódico de esos recursos recurrentes de
focalización en el habla pública medial de Chile. Cabe destacar que un análisis auditivo
primario refleja que los recursos de focalización bajo estudio parecieran, a través de la
utilización de patrones prosódicos específicos que a continuación detallaremos, tener un
comportamiento sistémico que, sin embargo, admite variantes idiosincráticas aparente-
mente determinadas por razones ilocutivas, mayoritariamente, y por razones dialectales
geográficas, por otra.
1.- Recursos de focalización referentes al orden sintáctico: Ya descritos por el pro-
fesor Samaniego Aldazábal, los entenderemos, para efectos de nuestro estudio, como
aquellas alteraciones en el orden sintáctico neutro o no marcado de los enunciados y que
alcanzan una recurrencia importante en el habla de los medios ya sea para servir de mar-
co o tópico al resto de la oración, para cumplir una función informativa de diferenciación
entre información nueva o conocida o simplemente relevar partes de información im-
portantes con la finalidad de transmitir las particulares intenciones comunicativas del
hablante. En cualquiera de las tres circunstancias, hay, indudablemente, un componente
prosódico que acompaña a cada uno de los casos y los caracteriza prosódicamente, según
detallamos a continuación.
• Dislocación hacia la izquierda
En la utilización de este recurso, la pausa -realizada o potencial- pareciera cumplir
un rol importantísimo en la caracterización del fenómeno, por cuanto ella determina la
presencia de un movimiento tonal ascendente ya sea al interior de una frase entonacio-
nal independiente con su propio tonema nuclear o como parte de una frase entonacional
multinuclear. De acuerdo con nuestros resultados, el primer caso es el más recurrente y
lo adscribimos a la peculiar característica del habla de los medios siempre presionados
por cuestiones de tiempo ya sea televisivo o radial. En cualquier caso, la dislocación
sintáctica hacia la izquierda en el habla pública de los medios de Chile pareciera tener un
comportamiento prosódico que se manifiesta de dos maneras:
a) El segmento focalizado hacia la izquierda se tematiza y se realiza con tono ascen-
dente no acompañado de pausa. La pausa es solo potencial con lo que estamos en pre-
891 COMUNICACIONES

sencia de una frase entonacional multinuclear: un núcleo tonal ascendente al interior del
enunciado y que acompaña al segmento dislocado hacia la izquierda y un núcleo entona-
cional descendente al final del enunciado que es informativo.
(B.f.(C).m.1/1)
En calidad de detenido, Nelson Mery salió custodiado por sus pares y personal de
Gendarmeria con destino a Santiago.
El ejemplo que estamos viendo refleja una realidad presente en los medios, especial-
mente en la televisión, en donde las exigencias de tiempo televisivo impiden en gran
medida la realización real de una pausa. El tempo es, por lo tanto, rápido y el hablante se
ve forzado a tematizar el segmento focalizado, recurriendo a la marca prosódica descrita.
En otros ámbitos discursivos, lo más probable es que la pausa que precede al enunciado
mayor es realizada de manera semejante a lo que ocurre en otras lenguas -inglés, por
ejemplo- en que los elementos introductorios forman una frase entonacional indepen-
diente con su propio núcleo acentual y seguido de pausa.
b) Segmento focalizado hacia la izquierda se topicaliza cuando hay una pausa sepa-
rando los componentes del enunciado en cuyo caso, estamos en presencia de dos frases
entonacionales independientes cada una de ellas con un fonema nuclear propio: el ele-
mento dislocado tiene un ascenso y el resto del enunciado característicamente se ma-
nifiesta con un tonema descendente.. La presencia de la pausa, a nuestro juicio, sería el
elemento determinante a la hora de caracterizar el segmento en foco dislocado hacia la
izquierda como tópico.
B.f.(Z).m.1/7
Cansados por la excesiva demora de entrega de recursos que hasta la fecha no se ha
concretado, bomberos esperará como plazo máximo hasta el viernes la devolución de los
noventa y ocho millones de pesos que el Gobierno Central, a través de la Administración
regional, les prometió luego de ....
• Permutación
Dentro del recurso de dislocación, la permutación se presenta ya sea con cambio de
posición del sujeto, por una parte, o de los modificadores del verbo, por otra. General-
mente, el sujeto pasa a la posición de la función remática, es decir, a la derecha y el o los
modificadores quedan en posición de función temática, es decir, a la izquierda. Dado este
intercambio, se esperaría la presencia de alguna marca prosódica especial que acompañe
a cada uno de los recursos permutados. El análisis realizado hasta ahora, refleja que, de
hecho, existe una marcación prosódica evidente manifestada por la presencia de acento
de intensidad en los elementos que componen el recurso en cuestión y por la utilización
recurrente de un nivel tonal alto al comienzo del enunciado, según lo podemos ver en los
ejemplos seleccionados.
(B.f.(C).m.1/5)
Con romerías al cementerio y eucaristías en distintas comunas de la Región, se rindió
un homenaje a todos aquellos que dieron su vida defendiendo ideales.
(B.f.(C).m.1/1)
FENOMENOS DE FOCALIZACIÓN EN EL HABLA DE CHILE 892

Un año y ocho días se tomó el ministro en visita para resolver en tiempo récord esta
investigación.
Contrario a lo esperado, ninguno de los elementos permutados va caracterizado por
la presencia de una pausa real; sí se advierte la potencial de una pausa evidenciada por la
presencia de un leve ascenso tonal al final de cada uno de los elementos permutados
2. Recursos de focalización referentes a estructuras sintácticas especiales.
Dentro de este grupo de recursos de focalización tenemos la estructura de pasiva con
perífrasis verbal, construcciones ecuacionales, y construcción especial “lo que es” y va-
riantes.
- En el primer caso, se evidencia solo la marca de focalización gramatical: el compo-
nente prosódico esperado manifestado ya sea por la presencia de acento de intensidad
y/o movimiento tonal nuclear no se registra en ninguno de los enunciados producidos
por los hablantes del ámbito medial.
- En el caso de las construcciones ecuacionales nos encontramos con un comporta-
miento prosódico errático no evidenciándose ningún tipo de recurrencia prosódica que
acompañe a estas construcciones.
- Finalmente, la construcción gramatical “lo que” y variantes de alta recurrencia en el
habla medial de Chile, tampoco evidencia una recurrencia prosódica específica; de he-
cho, ni siquiera aparece acento de intensidad acompañando a este recurso.

Conclusiones
Por todo lo dicho anteriormente, podemos concluir que, a pesar de lo esperado en
términos de un reforzamiento prosódico de las estructuras sintácticas de focalización
estudiadas, nuestro análisis refleja que solo en los casos de dislocación pareciera haber
presencia recurrente de ciertos elementos prosódicos -acento de intensidad, núcleo tonal
ascendente, pausa-, pero en los otros casos, la focalización se marca exclusivamente por
los elementos gramaticales. Cabe hacer notar que, a nuestro juicio, el tempo de enuncia-
ción al igual que variantes discursivas de género y ámbito podrían reflejar una situación
diferente, lo cual esperamos demostrar a través de estudios posteriores. Llama la aten-
ción que en los medios la focalización gramatical no tiende a ir acompañada por una
focalización prosódica lo que nos lleva a cuestionarnos si, en otros ámbitos, en que la re-
levación de la información no tiene la importancia que tiene en los medios, se evidencia
una situación similar a la descrita en esta comunicación.
893 COMUNICACIONES

Análisis del discurso y Pragmática

DIÁLOGO PORTEÑO

Ernestina Rosa Susevich Lefcovich


Instituto Cultural Brasil Argentina - ICBA
Curitiba - Paraná - Brasil

El español de Argentina posee una serie de rasgos diferenciales con respecto a las otras
variedades del español tanto americanas como europeas. Estos rasgos se encuentran no
sólo en el nivel del léxico sino también en los niveles fonológico y sintáctico. En el nivel
del léxico, las características diferenciales conciernen a aspectos que van desde el origen
mismo de las voces (arcaísmos, como vos; indigenismos, como poncho; extranjerismos,
como chau) hasta rasgos morfológicos y semánticos propios (derivados del tipo de po-
trero y abatatarse; conversiones, como overo; y cambios de significado, como lazo).
La Argentina, como otros países latinoamericanos, absorbió millones de inmigrantes
a finales del siglo XIX y principios del XX. Estos inmigrantes provenían de diferentes
países de Europa y hablaban distintos idiomas y varios dialectos. Argentina es un caso
único a nivel mundial, ya que durante más de 50 años, a principios del siglo XX, los ex-
tranjeros superaron en número a la población nativa. Representaban la mitad de la pobla-
ción adulta del país y casi el 70% de los habitantes porteños. Por lo tanto, era evidente la
fuerte influencia que tuvieron los inmigrantes en el habla local. Surgieron jergas como el
cocoliche y el lunfardo. Este último aportó un léxico variado al español rioplatense, que
se conserva hasta hoy día.
Analizando el siguiente diálogo entre dos amigos que hace mucho tiempo que no se
ven y se encuentran en una esquina de Buenos Aires, vamos a identificar los rasgos dife-
renciales del español porteño.
Diálogo entre dos amigos porteños
- ¿Qué hacé, papá?
- ¿Qué hacés, nene?
- Acalambrado de subir al podio....!!!
- Andaaaaaá!!
- ¿En qué andás?, ¡Tanto tiempo!
DIÁLOGO PORTEÑO 894

- Laburando de fercho en el bondi..... ¿y vos?


- Yo vivo en Brasil, en Curitiba....
- Ah sí, debe hacer un lorca bárbaro...
- ¡Nada que ver! Hace un frío de cagarse...
- ¡No joda...! ¿Y qué hacés allá?
- Soy profesor....
- Ja, ja, ja....
- En serio, nabo...Soy profesor...
- ¿De qué?
- De Economía...
- ¿Economía, vos? ¡Cómo afanás!
- No salame, de Economía sé un pedazo, la tuve en la facu...
- Sí, ya sé....no te chivés....
- ¿Y vos? Contame de vos, ¿qué hiciste todo este tiempo?¿te casaste, tenés pibes?
¿seguís en el barrio?
- Sí me casé, pero el casorio no es para mí....ya se pudrió...
- ¿Qué? ¿Ya te divorciaste?
- Sí, hace un año y un cacho....¡Pero no me la puedo sacar de encima!
- ¿Por qué? ¿Todavía la mina está muerta con vos?...
- Nooooo, qué muerta si me rompe las talopes con la pensión, me puso un boga que me
está rompiendo el orto....
- Pero, ustedes hicieron la separación de bienes, ¿o no?
- Sí, pero la guacha las quiere todas para ella..., se quedó con la saca, pero el boga me
quiere sacar hasta los calzone...
- ¡Y bue!!!! ¡Es así! Y de los chicos, ¿sabés algo?
- Sí, el Cholo por lo que sé, se tomó el palo y está en España, el Negro labura en una
fábrica de colchones y zafa..., el Turco sigue con la fábrica del viejo, ¿te acordás?...
- Ah, sí ¿Y cómo le va?
- Bueno, ahora está mejorando, pero la pasaron fulera, ¡vos sabés que acá fue un
desbole!!
- Sí, me enteré, ¿y cómo se llamaba aquél que tenía un Renó 12?
- ¿Cuál?
- Ése que era amigo del Pancho...
- Ahh, sí, ¿cómo se llamaba? ....ehhhh.....el Gato, no, el Gallo.
- No boludo, el que vivía en el Bajo.
- El Gallo...
- No, pedazo de pelotudo....el Gallo vivía en Flores, gil...
- Ah, vos estás hablando del Cacho, el que vivía en la calle Bolívar.
- Siiiiiii, papá, ese.
- ¡Ahh!, está en Devoto...
895 COMUNICACIONES

- ¿Qué? ¿Se mudó a Devoto?


- Sí, pero del lado de adentro...
- ¿Tá en cana?
- Siiiii, no sabés......... fue un quilombo.
- Perooooo ¿Qué moco se mandó?
- Y bueno, te acordás que le gustaba mucho la frula, ¿no?
- Bueno, pero por falopero no te meten en cana.
- No... lo que pasa que el chabón después la empezó a transar, lo agarraron con medio
loki, y fue hasta las manos.
- Uhhhh, que bajón...
- Che, estamos acá como dos queso en esta esquina... ¿Por qué no vamos a tomar un
feca o un champán para celebrar?
- Dale, vamos. Capaz que nos encontramos a alguien.
- ¿Una minita, por ejemplo?.
- Y bue....
- Vos siempre el mismo calentón...
- Ja, Ja, Ja.....
- ¿Tenés un faso?
- Dejé de fumar hace dos año....
- ¡No joda!
- Te digo en serio, no sabé lo que me costó....
- Bueno, bancame a comprar unos fasos....encendedor entonce....¡ni a ganchos!!!!
- No.....
- Bueno, entonces faso y fósforo......
- Dale vammm!!!!!
Papá: En lenguaje popular, tratamiento afectivo que se da a personas, mayores o me-
nores. (DVEA)
Nene: Voz usada un tanto irónicamente , cualquiera sea la edad del destinatario, para
advertir, contradecir, requerir atención, etc. (DVEA)
En el encuentro entre los dos amigos, me parece que también fue expresado en tono
afectivo.
Acalambrado de subir al podio: siempre triunfando en la vida.
¡Andaaaá!: El colectivero, al decir ¡Andaaaá!, le da de entender a su amigo que no le
cree.
Laburando: Gerundio del verbo laburar. Del italiano dialectal lavurare. Tr. Lunf.
Trabajar. (DIHA)
Bondi: (del portugués brasileño) 2. coloq.Transporte público automotor. (DIHA)
¡Nada que ver¡: En lenguaje popular, frase empleada para manifestar que lo que se
DIÁLOGO PORTEÑO 896

dice en la ocasión no tiene ni remotamente vinculación con lo que muestra la realidad.


(DVEA)
Frío de cagarse: mucho frío.
El verbo cagar como expresión popular y grosera, se usa con muchas acepciones en
Buenos Aires. (NDL)
¡No joda!:
El verbo joder está en el diccionario de la RAE con cuatro acepciones, ninguna de las
cuales tiene la connotación con la cual es usada esa expresión por los porteños.
El NDL también incluye varias acepciones para la palabra. En el caso que nos ocupa
es sinónimo de bromear.
Nabo: aquí usado como sinónimo de tonto.
¡Como afanás!
Afanar: robar.
En el DIHA aparecen tres sentidos para este lunfardismo.
El primero dice: “En competencias deportivas vencer holgadamente uno de los com-
petidores debido a su manifiesta superioridad”.
En el diálogo, podemos deducir que el colectivero duda de la capacidad del profesor
para administrar Economía e ironiza en cuanto a su preeminencia.
Salame: coloq. Tonto, persona de escaso entendimiento. (DIHA)
Saber un pedazo: Saber mucho.
Facu, ¡Y bue!: Facultad( ¡Y bueno!
Tendencia porteña a abreviar o apocopar palabras y nombres de personas y lugares: el
cole, el depto, el super,el presi, el profe, el dire. Flor (Florencia), Lau (Laura), San (San-
dra), Fede (Federico), Guille (Guillermo), Floria (Florianópolis).
¡No te chivés!: coloq. Chivarse: enojarse, irritarse. (DIHA)
Pibe,ba: coloq. Niño o joven (chaval) (DIHA)
Casorio: Casamiento. (DVEA)
Se pudrió: Se acabó. (NDL)
Un cacho: En lenguaje popular, pedazo de algo. (DVEA)
Mina: Del lunfardo: mujer. Diminutivo: minita.
Término incluido en todos los diccionarios de argentinismos y lunfardismos consul-
tados.
Está muerta con vos: Todavía lo ama.
Orto: popular y grosero: ano.
Gobello, en el NDL, comenta que el término proviene probablemente “del español
hortelano que, por juego paronomástico, nombró al ano y luego se abrevió en orto”.
897 COMUNICACIONES

¿O no?: En lenguaje popular, fórmula de rigor empleada para obtener del interlocutor
conformidad de lo que se dice o afirma. (DVEA)
Guacha: Vocablo proveniente del quechua y que en Argentina tiene tres acepciones.
El chofer del diálogo se refiere a su ex mujer vulgarmente usando esa expresión como
injuriosa o de desprecio. (DIHA)
Sacar hasta los calzones: Tomar todo lo que tiene, todas sus posesiones.
Tomarse el palo: Partir de un lugar. Popularmente el verbo tomar se utiliza en innúme-
ras expresiones. Con el sentido de irse, también encontramos tomárselas (NDL) y tomar
el buque. (DVEA)
Zafar: coloq. En este caso corresponde a la acepción 2 del DIHA, que en el lenguaje
coloquial es “superar un obstáculo sin demasiado esfuerzo”.
Viejo, ja: coloq. Padre, madre.
(DIHA)
Fulero, ra: coloq. Muy feo, muy mal. (DIHA)
Desbole: coloq. Desorden, confusión. (DIHA)
Renó 12: transcripción de la forma con que se pronuncia la marca Renault. El Renault
12 fue un modelo de coche muy vendido en Argentina.
Boludo, da: vulg. Necio, tonto. (DIHA)
Incapaz de darse cuenta de inmediato de lo que ocurre a su alrededor. (DVEA)
El Bajo: se llama así a un barrio porteño, cercano al puerto, que tiene como caracterís-
tica estar en un sitio inferior respecto de los terrenos que lo circundan.
Pedazo de pelotudo,da: coloq. Tonto, estúpido (igual que boludo,da). (DIHA)
Gil, la: coloq. Tonto, fácil de embaucar. (DIHA)
Devoto: Penitenciaría que está en el barrio porteño del mismo nombre.
En cana: coloq. De las varias acepciones citadas en el DIHA, en este caso es: en la
cárcel.
Quilombo: vulg. Acepción 2 de la palabra en el DIHA: lío, barullo, gresca, desorden.
Moco: coloq. Macana: hecho o situación que provoca incomodidad o disgusto.
(DIHA)
Frula: Cocaína. (NDL)
El Cholo, El Negro, El Turco, El Pancho, El Gato, El Gallo, el Cacho: todos los
amigos nombrados por los dialogantes tienen apodos. Los apodos están precedidos de
artículo determinante, lo cuál no está permitido en la norma culta del idioma español.
Falopero: Que se falopea o consume drogas. (NDL)
Chabón: Corre ahora más frecuentemente con el significado genérico de sujeto, per-
sona innominada. Síncopa del castellano chambón. (NDL)
DIÁLOGO PORTEÑO 898

Transar: Comerciar. Se origina de transacción: trato, convenio, negocio. (RAE)


Ir hasta las manos: Agredir físicamente.
Bajón: fig. Depresión circunstancial, desánimo. (DIHA)
Queso: fig. coloq. Persona torpe, inepta y, por lo común, desprovista de gracia. (DI-
HA)
Calentón,na: vulg. Se dice de la persona que se exita sexualmente, enoja o entusias-
ma con facilidad y, por lo común, en forma pasajera. (DIHA)
Faso: m. lunf. Cigarrillo. (DIHA)
Bancar: acepción 2. Soportar, aguantar a alguien o algo. (DIHA)
Ni a ganchos: No enfático. De ninguna manera. Ni: acepción 2. Forma frases que
expresan el colmo o extremo a que se llega en cierta cosa. Valor semejante tienen en las
exclamaciones de negación enérgica: “¡Ni mucho menos!”; “¡Ni pensarlo!”.
El vesre
En el Diálogo Porteño, los amigos que conversan utilizan: fercho, lorca, talopes, lo-
ki, feca y boga. Están hablando al vesre.
Segun la definición del DIHA: Vesre. (Metátesis de revés). Recurso estilístico propio
del habla popular urbana que consiste en la inversión del orden silábico de una palabra.
En el NDL, aparecen 15 procedimientos diferentes para la transformación vésrica. (p.
255/256)
Para realizar la transmutación, los dialogadores hicieron lo siguiente:
En fercho (chofer), lorca (calor), loki (kilo), feca (café) y saca (casa): uma transposi-
ción sucesiva de las sílabas desde atrás hacia adelante. En boga (abogado): una transpo-
sición con síncopa. En talopes (pelotas): una pluralización de la forma vésrica singular.
Che
Che: Fórmula de tratamiento para llamar, pedir atención o dirigirle a alguien la pala-
bra. DIHA
Che! Interj. Exclamación con que a veces se manifiesta asombro o sorpresa. DIHA
El vocativo che tiene origen controvertido. Es tan llamativo que los habitantes de los
países vecinos lo emplean para caracterizar a todos los argentinos como “los che”.
El che en el diálogo porteño
“- Che, estamos acá como dos queso en esta esquina... ¿Por qué no vamos a tomar un
feca o un champán para celebrar?”
El voseo
Voseo. Sustantivo masculino. Uso sistemático del pronombre vos en el tratamiento de
la segunda persona del singular (tú). Consiste en dar a una persona de nuestra confianza
el tratamiento de vos, en lugar de tú..
899 COMUNICACIONES

Hoy día es difícil identificar los tratamientos formales e informales en los hablantes
porteños. A pesar de que se usa usted para dirigirse a personas mayores, desconocidas y
de más jerarquía social o laboral, la regla no es general. Durante una conversación, dos
personas desconocidas pueden pasar del uso de usted al vos si la situación lo permite. A
veces hay uma invitación para cambiar a vos, cuando la persona mayor o de más jerar-
quía lo solicita: “Podés tratarme de vos, no soy tan viejo”.
El voseo en el Diálogo Porteño
Hacés, afanás, tenés, seguís, sabés: 2a. persona del singular del Presente del Modo
Indicativo de los verbos hacer, afanar, tener, seguir y saber.
Andá: Imperativo. En el voseo, el verbo ir en el Imperativo se sustituye, en general,
por el verbo andar.
Y vos, ¿Economía, vos?: vos, pronombre personal, 2a. persona del singular, en sus-
titución de tú.
No jodas, no te chivés, no sabés: En el Imperativo negativo, el verbo se conjuga de la
misma forma que el Presente del Subjuntivo (chives), pero en el lenguaje coloquial por-
teño, generalmente se acentúa la ultima sílaba (chivés).
De vos, con vos: después de preposición, como término de complemento.
¿Te acordás?: el pronombre te sigue cumpliendo las funciones de CD y CI.
Vos estás: con el verbo estar, las formas tú y vos coinciden.
Principales rasgos fonológicos del español de Buenos Aires
Pérdida de /-s/ en el final de palabra
¿Qué hacé, nene?( ...y el boga me quiere sacar hasta los calzone;...estamos acá como
dos queso( ¡No joda!; Dejé de fumar hace dos año; ...no sabé lo que me costó...; ...encen-
dedor, entonce...
Hay autores que defienden que la pérdida de /-s/ en final de palabra y su aspiración
ante consonantes se deben a la influencia del andaluz.
Pensamos que el español porteño también sufrió posteriormente una fuerte influencia
del italiano, idioma que no forma sus plurales agregando /s/ y este factor puede haber
contribuido para reforzar el rasgo que estamos describiendo.
Aspiración de /-s/ ante consonantes como /f/ o /t/
Actualmente, la /-s/ se aspira antes de consonante en el interior de una palabra , como
lo demuestran en el Diálogo Porteño los hablantes antes de [fóhforo] (fósforo) y [cohtó]
(costó)
Reestructuración de las palatales
Fusión de /y/ y /λ / - Yeísmo
Desde hace dos siglos se notan importantes transformaciones en el orden palatal entre
los hablantes de Buenos Aires.
DIÁLOGO PORTEÑO 900

Una de las transformaciones es la fusión de /y/ y /λ /, llamada también yeísmo.


/y/ es una palatal africada sonora correspondiente al grafema y. /λ / es una consonante
lateral palatal: dígrafo ll
Ejemplos del Diálogo Porteño: yo, allá, ya, ella, llamaba, gallo, todas realizaciones
en /y/
Incorporación del fonema /š/
En la segunda mitad del siglo XIX se incorpora al español de Buenos Aires un fone-
ma: /š/, que proviene de la influencia del francés durante el período literario romántico
argentino. Se supone que en un primer momento su uso estaba limitado al nivel sociocul-
tural más alto. Su extensión a los sectores populares fue posterior.
En el Diálogo Porteño, aparece champán con esta pronunciación.
Ensordecimiento de /ž/
En la primera mitad del siglo XX se inició un nuevo proceso de cambio en las palata-
les de Buenos Aires: el ensordecimiento de /ž/.
Finalmente, en los hablantes jóvenes de variantes sonoras de /š/ junto con realizacio-
nes sordas de /ž/ se ha producido una fusión fonológica de /š/ y /ž/.
Así, puede confundirse pillado (hallado, sorprendido) con pishado (orinado).
901 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la Lengua Española. 21ed. Madrid:


Editorial Espasa Calpe, 1998.
ACADEMIA ARGENTINA DE LETRAS. Diccionario del habla de los argentinos.DI-
HA. Buenos Aires: Espasa, 2003.
AMAROUCH, A. La evolución del lenguaje en la Argentina. Revista Amanecer del
nuevo. siglo: Buenos Aires, 1992.
BORGES, José Luis. El idioma de los argentinos. Madrid: Alianza Editorial, 1998.
COLUCCIO, Félix. Diccionario de voces y expresones argentinas. (DVEA) Buenos
Aires: Editorial Plus Ultra, 1996.
FRAGO GRACIA, Juan A. Estrategias para la investigación em el español americano
hasta 1656. In: Congreso de Sevilla, 1992. La lengua española: unidad y diversidad. p.1-
12. Centro Virtual Cervantes: HTTP://CVC.cervantes.es
GOBELLO, José; AMUCHÁSTEGUI, I. Vocabulario ideológico del lunfardo. Buenos
Aires: Corregidor, 1998.
GOBELLO, José. Nuevo diccionario lunfardo. (NDL) Buenos Aires: Corregidor, 2003.
GRANMONTAGNE, Francisco. Testimonios de estados de lengua de inmigrantes es-
pañoles en el Río de la Plata a fines del S XIX. Centro de Investigaciones Lingüísticas “Ri-
cardo L. J. Nardi”. p. 1-13. (info@cil-nardi.com.ar), 2002.
GUIURIA, Carlos A. Indagación del porteño (a través de su lenguaje). Buenos Aires:
A.Peña Lillo Editor, 1965.
WEINBERG, Ma. Beatriz Fontanella de. El español bonaerense: Cuatro siglos de
evolución lingüística (1580-1980). Buenos Aires: Hachette S. A., 1987.
WEINBERG, Ma. Beatriz Fontanella de. El español de América. Madrid: Editorial
Mapfre, 1992.
903 COMUNICACIONES

Análisis del discurso y Pragmática

UN CASO DE PRAGMATIZACIÓN EN EL ESPAÑOL HABLADO


DE COLOMBIA: LA FUNCIÓN DISCURSIVA DE DE PRONTO

Florencio del Barrio


(Universidad de Padua)

Pragmatización de de pronto en el español hablado de Colombia


Es sabido que en varios países de Hispanoamérica (véase Kany 1969: 353-4), la locu-
ción de repente adquiere, entre otros, el significado de ‘a lo mejor’. Este cambio semán-
tico también se ha producido en la locución sinónima de pronto, especialmente, en el
español de Colombia.
Ahora bien, si tomamos un ejemplo como (1), observamos un valor distinto para la lo-
cución que nos ocupa. Por supuesto, no se trata ya de la simple y general locución modal
y creemos que tampoco puede equipararse con el significado de ‘a lo mejor’. El ejemplo
(1) presenta, más bien, un uso discursivo de nuestra locución, esto es, de pronto indica al
interlocutor cómo puede o debe interpretar la relación entre dos miembros del discurso.
En nuestra opinión se ha producido o se está produciendo un proceso de pragmatización,
por el que de pronto está adquiriendo nuevos valores discursivos que lo acercan a la cate-
goría de conector.
(1) Recibimos mucha influencia americana mucha influencia europea/ porque esta-
mos invadidos por todas por todas/ por todas las nacionalidades y vemos que ellos tienen
cosas que nosotros de pronto carecemos (CO2; 13’06”).
En esta comunicación nos gustaría demostrar que la locución de pronto ha evolucio-
nado hacia la categoría de conector discursivo como punto final de un proceso de prag-
matización. No obstante, hemos de admitir que no estamos seguros de que el proceso
haya concluido del todo y de que, por lo tanto, la recategorización se haya producido.
Puesto que no podemos resolver definitivamente la cuestión sobre la categorización de
este de pronto colombiano como conector discursivo, nos contentaremos más modesta-
mente con mostrar (abandonamos aquí el pretencioso demostrar) el proceso de cambio
lingüístico en el que se haya inmerso1.
LA FUNCIÓN DISCURSIVA DE DE PRONTO 904

Este proceso de cambio puede caracterizarse como un proceso de pragmatización.


Según este proceso, una unidad atraviesa «a series of categorical and functional leaps
across mutually exclusive classes of form and meaning» (Schiffrin 2001: 59).
Ya Matsumoto en 1988 habló del proceso de pragmatización por el que algunos afijos
del japonés se habían convertido en marcadores discursivos.
(2a) Taro-wa shippaishi-ta. Sore-de-mo kare-wa kujike-nakat-ta.
‘Taro suspendió. Aun cuando esto era el caso, no estaba desanimado’
(2b) Taro-wa shippaishi-ta. Demo kare-wa kujike-nakat-ta.
‘Taro suspendió. Con todo, no estaba desanimado’ (Más detalles en Matsumoto 1988:
342).
Siguiendo a este autor, podemos examinar el proceso de pragmatización respecto a
dos criterios2:
1º El ámbito funcional. Así, los afijos japoneses dejan de funcionar dentro de la ora-
ción para relacionar dos oraciones dentro del discurso. En otras palabras, dejan de fun-
cionar en la sintaxis para hacerlo en el discurso.
2º El enriquecimiento pragmático. Este autor habla de la pragmatización del signifi-
cado como la adquisición de nuevas funciones discursivas.
Antes de examinar el proceso en el que se halla de pronto en el español de Colombia,
destacaremos la conveniencia de utilizar el término pragmatización frente al de gramati-
calización para caracterizarlo. A nuestro entender, el primero remite a un enriquecimien-
to semántico-pragmático de un elemento y señala su ascenso de un estrato inferior (la
palabra en japonés; el nivel de la predicación, como veremos, en nuestro caso) a un estra-
to superior (el discurso). Por supuesto, esto no impide que la pragmatización comparta
ciertas características con la gramaticalización e incluso que ambos procesos puedan
darse en paralelo o sucesivamente3.
Además hablar de pragmatización (y de gramaticalización) nos permite expresar
nuestra convicción de que el cambio lingüístico es un proceso dinámico, cuyas etapas
son observables en un estado sincrónico, y resaltar el papel decisivo que el discurso tiene
en él.

De la oración al discurso: tres tipos de de pronto


Vamos a distinguir tres tipos de de pronto en el español de Colombia. Esta distinción
se justifica por el hecho de que los tres funcionan sincrónicamente y, además, debemos
matizar que estos tipos no son otra cosa que puntos más o menos estables dentro de una
escala. Dicho esto, pasemos a detallar estos tres tipos y a ver cómo se produce el cambio
de ámbito funcional.
El primer tipo, de pronto1, es la locución adverbial de modo, función general en el es-
pañol. En este caso, funciona en la oración como complemento circunstancial indicando
la manera repentina en que un agente realiza una acción o en que un evento ocurre. La
905 COMUNICACIONES

aparición de esta locución en la oración provoca la interpretación puntual de la acción o


del evento.
(3) En... en... Armero hicimos un almuerzo con... con los empleados y las empleadas,
y, de pronto, una señora de unos cuarenta y cinco años pidió la palabra y habló explican-
do algo sobre unos cursos que a ella le habían dado de conservación de alimentos (CO1).
En (3) de pronto1 indica el modo en que la señora realizó la acción de pedir la palabra
y funciona como circunstancial de modo (cf. Fue de pronto como una señora pidió la
palabra). Siguiendo la clasificación que ofrece Kovacci (1999: 724) de los adverbios,
diremos que este de pronto1 afecta al componente sintáctico (más concretamente, a la
predicación) de la oración, donde cumple una función oracional.
Este de pronto1 puede modificar a un verbo de lengua, indicando así el modo repenti-
no e irreflexivo en que el hablante realiza el acto de habla.
(4) En ese entonces pues yo recuerdo de pronto eso de que no fui afortunada de eso/
mi niñez fue así como muy parca (CO3; 18’05”).
(5) Luego estaba en el trabajo y tenía la verja abierta/ y se acercó un señor y me dijo no
eres española// entonces de pronto uno dice/ yo extraño eso de mi casa (CO6; 21’42”).
(6) Como como en estructura de las ciudades funciona más o menos lo mismo/ lo que
pasa que yo digoo que la mejor es la mía porque [muah] a nivel de pronto dee por ejem-
plo allí tenemos el metro (CO4; 9’49”).
Si observamos ahora el ejemplo (7), nos encontramos con un nuevo tipo de de pronto.
Este de pronto2 no afecta ya al componente sintáctico de la oración (cf. *Es de pronto co-
mo mi esposo sabe), sino al componente modal (cf., de nuevo, Kovacci 1999: 724).
(7) De pronto mi esposo sí sabe/ de pronto más se acuerda/ yo/ no (CO3; 10’31”).
Este uso de de pronto es el que Kany equiparaba al significado de ‘a lo mejor’. Se-
mánticamente se introduce entonces en la escala de adverbios indicadores de actitud, co-
mo seguramente, probablemente, tal vez, a lo mejor, posiblemente, difícilmente, quizás,
acaso, de los que Kovacci (1999: 755) dice: «Desde el punto de vista semántico todos
conforman una escala continua de duda, desde su grado máximo, que se aproxima a la
negación (difícilmente) hasta la aproximación a la certeza (seguramente).» Así pues, de
pronto2 pasa a indicar la modalidad dubitativa y permite al hablante no comprometerse
con la verdad de la proposición.
Se trata, pues, de un adverbio de modalidad epistémica y ya no actúa en el nivel de
la predicación, sino en el nivel de la proposición, pues afecta a los valores de verdad de
ésta. Que estos adverbios funcionan en un nivel más externo de la oración puede demos-
trarse mediante la extracción que admiten los adverbios modalizadores en -mente y su
conversión en predicados modales con el dictum como sujeto:
LA FUNCIÓN DISCURSIVA DE DE PRONTO 906

Esta reformulación sólo la admiten, como hemos dicho, los adverbios en -mente, pero,
si admitimos que de pronto funciona como indicador de modalidad epistémica lo mismo
que el probablemente del ejemplo, admitiremos también que funcionan en el mismo ni-
vel, que no es otro que el de la proposición. Se ha producido, por lo tanto, un ascenso en el
nivel de funcionamiento de nuestra locución, pero todavía sigue funcionando dentro de
la oración o intraoracionalmente.
El paso de la función intraoracional a la interoracional se observa en ejemplos como
los siguientes:
(9) Las navidades son unas fiestas/ de pronto aquí se reúnen pero son más fríos/ más
secos/ yo digo que de pronto puede ser el clima (CO7; 6’17”).
(10) Las navidades son unas fiestas/ de pronto aquí se reúnen pero son más fríos/ más
secos/ yo digo que de pronto puede ser el clima (CO7; 6’17”).
(11) Es una de las cosas que yo siempre discuto por qué aquí tanta violencia domés-
tica/ que el esposo agrede a la esposa que éste/ allí de pronto es entree/// gente que ha
hecho malos negocios [muah] que asaltan// pero no no/ no dentro de la propia familia
(CO6; 25’04”).
En estos casos, de pronto2 ya no actúa -o, por lo menos, no lo hace únicamente- en la
oración o la secuencia en que aparece, sino que se vincula con otra secuencia, anterior o
posterior. Así, en (9) de pronto no actúa en su secuencia, sino que su función se relaciona
con la aserción que aparece en la secuencia precedente: son más fríos/ más secos. Lo
mismo cabe decir de los ejemplos (10) y (11), donde de pronto anticipa y atenúa la oposi-
ción que se introduce en el segundo miembro articulado por pero.
En estos ejemplos, de pronto interviene en lo que Briz denomina movimiento conce-
sivo sí, pero, «donde el primer miembro atenúa la oposición o restricción expresada en
el segundo miembro y marcada inicialmente por pero» (2001: 149). En los ejemplos, de
pronto concede y pero introduce la oposición. Así, en (10) la hablante concede que los
españoles se reúnan por Navidad, es más, no sólo lo concede, sino que lo afirma y sobre
esta afirmación introduce una oposición, que suprime las conclusiones que podrían de-
rivarse de aquella, es decir, del hecho de reunirse podría derivarse que los españoles son
amables y cálidos en el trato humano, pero esto no es así.
Lo que nos interesa resaltar aquí es que el ámbito funcional de de pronto ha cambiado,
ya no se trata de indicar un rasgo, ni modal ni modalizador, de la oración o el miembro en
que aparece, sino de anticipar el contraste o la oposición que va a aparecer en un miem-
bro posterior.
Este cambio de ámbito funcional nos parece trascendental en la evolución de de pron-
to hacia la categoría de conector discursivo.
Figura 1.
Cambio de
ámbito funcional
de de pronto
907 COMUNICACIONES

En los ejemplos (12-17), de pronto vincula el miembro discursivo en el que aparece


con uno anterior y ya no anticipa una oposición, sino que la introduce. En nuestra opi-
nión, el uso de de pronto en estos ejemplos se acerca a la definición que Portolés y Martín
Zorraquino (1999: 4109) ofrecen de los conectores contraargumentativos. Según esta
definición, los conectores contraargumentativos se caracterizan, en general, por introdu-
cir el miembro discursivo que suprime o atenúa las posibles conclusiones del miembro
precedente. De este modo, de la primera afirmación del ejemplo (12) podría concluirse
que cualquiera puede asistir sin dificultades a la universidad en España. En cambio, el
miembro introducido por de pronto restringe esta conclusión.
(12) Pero la universidad es muy costosa// aquí tienes más posibilidades/ de pronto
uno como emigrante no tanto (CO7; 17’01”).
(13) Recibimos mucha influencia americana mucha influencia europea/ porque esta-
mos invadidos por todas por todas/ por todas las nacionalidades y vemos que ellos tienen
cosas que nosotros de pronto carecemos (CO2; 13’06”).
(14) Colombia es un país muy alegre/ y tiene MUY BUEna música y sabemos bailar
mUY bien/ entonces difícilmente se pasan en casa// de pronto el treinta y uno de diciem-
bre sí es más de estar en familia (CO3; 7’03”).
(15) Pero bueno/ de que me haga el compromiso a que yo esté de pronto allí verifi-
cando que realmente lo lo lo haga/ pues que no/ que sí respete a su profesor y todo eso
pues (CO5; 12’19”).
(16) Entonces vives ese calor humano/ que de pronto aquí yo nunca lo he sentido en
el tiempo que estoy aquí (CO6; 9’30”).
(17) Cuando yo era niña era la que estaba en casa/ cocinaba lavaba planchaba y no
más/ ehhh de pronto ahora se ha ido manejando más en que la mujer es más tirando a
ejecutiva// trabaja (CO7; 12’51”).
Algunos conectores contraargumentativos exigen (otros sólo lo permiten) un cambio
de tópico o tema discursivo. Observemos los ejemplos de Portolés y Martín Zorraquino
(1999: 4077):
(18a) A María le gusta el teatro y a su marido, por el contrario/ en cambio, le desagrada.
(18b) A María no le gusta el teatro. Por el contrario/#En cambio, le desagrada.
En (18b) el conector en cambio no es aceptable cuando se comenta el mismo tópico
(a María), sino que exige el cambio de tópico, como en (18a): A María - a su marido.
Si volvemos a los ejemplos anteriores (12-17), observamos un cambio de tópico. Baste
comentar el ejemplo (13). En el primer miembro ellos tienen cosas, se trata de ellos, los
europeos y los norteamericanos, mientras que el segundo miembro introduce un tópico
distinto nosotros, los colombianos.
Es cierto que la mención explícita de los temas discursivos en (12-17) y su propia na-
turaleza favorecen contextualmente el contraste y, por esta razón, se podría eliminar de
pronto: aquí tienes más posibilidades, Ø uno como inmigrante no tanto; vemos que ellos
tienen cosas que nosotros Ø carecemos; etc, pero si eliminamos los conectores de (18a),
LA FUNCIÓN DISCURSIVA DE DE PRONTO 908

el contraste sigue manteniéndose: A María le gusta el teatro y a su marido le desagrada,


sin que nadie discuta la categoría de conectores de por el contrario y en cambio. No obs-
tante, no hay que olvidar que el significado de los conectores discursivos no es concep-
tual, sino «de procesamiento» (Portolés y Martín Zorraquino 1999: 4072).
Por todo esto, si caracterizamos los conectores contraargumentativos, por un lado, por
su capacidad para suprimir o atenuar las conclusiones de un miembro discursivo anterior
y, por otro lado, por la posibilidad de comentar tópicos distintos, podemos concluir que
el nuevo de pronto colombiano se acerca a esta categoría.

Tres tipos de de pronto: extensión metafórica


Si en el apartado anterior hemos observado el aspecto -digamos- sintáctico de la prag-
matización, nos ocuparemos ahora de su aspecto -digamos- semántico.
En el proceso de pragmatización que comentamos asistimos a un enriquecimiento
semántico-pragmático de de pronto, que aparece en todo su esplendor en el momento
presente del español de Colombia.
Volvamos al ejemplo (3). En él de pronto funcionaba como circunstancial de modo.
Según el diccionario de la R.A.E., la locución adverbial de pronto (s.v. pronto) se define
como ‘apresuradamente, sin reflexión’ y como equivalente, además, a de repente, esto
es, ‘prontamente, sin preparación, sin discurrir o pensar’. De estos rasgos va a partir su
evolución semántico-pragmática.
La atractiva propuesta de Sweetser para estudiar cómo el significado deóntico de los
verbos modales ingleses (may, must, can, etc.) se extiende a la expresión de la modalidad
epistémica nos ayuda a encontrar una explicación para el paso del valor modal de de pron-
to1 al valor de modalidad epistémica de de pronto2. Dice esta autora que «we generally use
the language of the external world to apply to the internal mental world» (1991: 50).
A partir de las inferencias que genera de pronto1 podremos explicar entonces su ex-
tensión metafórica hasta de pronto2. Así pues, al usar de pronto1, expresamos que algo
ocurre repentinamente o que alguien procede irreflexivamente y sin preparación. Si esto
es así, el hablante no puede responsabilizarse de acciones que se realizan de tal modo ni
de sus consecuencias. Aprovechando estas inferencias4, el hablante, al usar de pronto1
en nuevos contextos, no se hará responsable de los valores de verdad de la proposición
correspondiente y expresará así la modalidad epistémica dubitativa. Así en el ejemplo
(7) la hablante, preguntada por el origen de algunas leyendas colombianas, minimiza su
compromiso con la verdad de la proposición ‘mi marido sabe’ a través del operador de
pronto2 y opta por una modalidad dubitativa: Tal vez/ a lo mejor mi esposo sí sabe. En
este ejemplo, la hablante atenúa el contenido proposicional de una aserción (Briz 2001:
148), presentándolo como una posibilidad y protegiendo su imagen ante posibles exi-
gencias por parte del interlocutor5.
La necesidad de atenuación del contenido proposicional de una aserción se debe a
que, al afirmar algo, invadimos la esfera de las creencias y opiniones de nuestro interlo-
cutor, al mismo tiempo que nos exponemos a una réplica o a un desacuerdo. Por supues-
909 COMUNICACIONES

to, no sería lo mismo en el caso de (9) afirmar que los españoles son más amables, más
simpáticos y más rumberos que los colombianos. Por el contrario, la hablante afirma
que los españoles son mas fríos y más secos, afirmación que puede amenazar la imagen
del interlocutor (si bien en las entrevistas que comentamos la interacción es especial) y
exige una rápida justificación. Para ello, la hablante no sólo recurre a de pronto2, sino que
acumula una serie de atenuantes: la aparición del performativo yo digo, el operador de
pronto2 y el verbo modal (poder): yo digo que de pronto puede ser el clima. Observemos
que todos estos atenuantes no tienen el objetivo tanto de minimizar el contenido proposi-
cional de la oración en que aparecen como el de rebajar la fuerza ilocutiva de la aserción
anterior. Nos encontramos ahora ante una atenuación que Briz clasifica de «estrictamen-
te pragmática» (2001: 150).
Si la atenuación es necesaria cuando se afirma algo, lo será todavía más en el momento
de introducir un contraste o una oposición. Para ello, se aprovecha el valor atenuante que
de pronto2 ha adquirido y que es probable que en los ejemplos (12-17) ya no tenga o lo
presente en un grado muy bajo, como demuestra el hecho de que no tengan el mismo sen-
tido si sustituimos la locución de pronto por a lo mejor: Aquí tienes más posibilidades,
#a lo mejor uno como emigrante no tanto; y vemos que ellos tienen cosas que nosotros #a
lo mejor carecemos; entonces vives ese calor humano, que #a lo mejor aquí yo nunca lo
he sentido en el tiempo que estoy aquí; etc. En todo caso, en estos ejemplos se observa un
significado cercano al de procesamiento, propio de los conectores discursivos.
Aquí acabaría la extensión metafórica de de pronto desde su significado conceptual
hasta el propiamente instruccional, a través de un largo proceso de atenuación. Tendría-
mos como resultado un nuevo de pronto3 con la función de conector discursivo.
Como síntesis de los dos apartados precedentes, proponemos la Figura 2, donde pue-
de contemplarse el proceso de pragmatización completo o casi completo6 de de pronto
en el español hablado de Colombia. En esta figura, indicamos tres fases, que no han de
entenderse como fases discretas y diferenciadas, sino como fases más o menos estables
en esta evolución.
Conviene, además, aclarar que estas tres fases suponen la evolución vertical, desde la
locución modal hasta el conector contraargumentativo, pero no hay que olvidar que cada
uno de estos de pronto funcionan normalmente -como hemos podido comprobar a través
de los ejemplos expuestos- en el español contemporáneo de Colombia.

Figura 2.-
Proceso de
pragmatización
de de pronto en
el español de
Colombia.
LA FUNCIÓN DISCURSIVA DE DE PRONTO 910

Conclusiones
Apenas comenzada esta comunicación, renunciábamos ya al pretencioso objetivo de
demostrar la categorización de la locución de pronto como conector discursivo, en parti-
cular, contraargumentativo en el español hablado de Colombia y nos contentábamos con
poner de manifiesto el proceso de pragmatización que nuestra locución está atravesando
y que la conduce hacia la función conectiva, que representaría el de pronto3.
Creemos haber cumplido con nuestro modesto objetivo y haber puesto las bases para
el estudio de este cambio lingüístico, que tiene una motivación semántico-pragmática y
que deberá complementarse con nuevos análisis desde distintas perspectivas.
911 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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ción preparada por José A. Samper Padilla, Clara E. Hernández Cabrera y Magnolia Troya
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LA FUNCIÓN DISCURSIVA DE DE PRONTO 912

CO2: Centro (Bogotá), mujer, 1ª generación, nivel sociocultural alto (Fuente: entrevista
personal proyecto EGREHA).
CO3: Centro, mujer, 2ª generación, nivel sociocultural medio (Fuente: entrevista perso-
nal proyecto EGREHA).
CO4: Sur, mujer, 2ª generación, nivel sociocultural medio (Fuente: entrevista personal
proyecto EGREHA).
CO5: Sur, mujer, 2ª generación, nivel sociocultural alto (Fuente: entrevista personal pro-
yecto EGREHA).
CO6: Sur, mujer, 2ª generación, nivel sociocultural bajo (Fuente: entrevista personal
proyecto EGREHA).
CO7: Sur, mujer, 1ª generación, nivel sociocultural medio (Fuente: entrevista personal
proyecto EGREHA).
913 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Para ello, hemos analizado muestras del español hablado de Colombia a partir de entrevistas realizadas por
el autor a inmigrantes colombianos en España (véanse más detalles en la sección dedicada al Corpus al final del
trabajo). En los ejemplos tomados del Macrocorpus, mantenemos la transcripción empleada por los editores.
2
Matsumoto (1988: 345-7).
3
Para la gramaticalización, véase Hopper y Traugott (1993). Para la gramaticalización de los marcadores dis-
cursivos, véase Portolés y Martín Zorraquino (1999: 4059-71).
4
«In Semantics we may think of reanalysis as involving change in the status of implicatures associated with
lexemes» (Traugott 2004: 548).
5
Para el concepto de imagen, véase Brown y Levinson (1987: 65). Se trataría, en este caso, de proteger su
imagen negativa.
6
La prudencia nos aconseja usar los paréntesis para el tercer tipo de de pronto. Este de pronto3 indica el extre-
mo del proceso de pragmatización que aquí hemos explicado.
915 COMUNICACIONES

Análisis del discurso y Pragmática

UNA MUESTRA DEL ESPAÑOL ORIENTAL BOLIVIANO EN EL S. XVIII1

María Cristina Egido Fernández


(Universidad de León)

Esta comunicación es el segundo trabajo realizado por mí que tiene como objeto el
conjunto de documentación de los siglos XVII y XVIII perteneciente a los fondos del Ar-
chivo histórico de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (UAGRM), en Santa
Cruz de la Sierra, capital oriental de Bolivia. Como ya indicaba en un estudio anterior2,
la recopilación realizada hasta el momento para Bolivia se había centrado especialmen-
te en la zona andina del país. Diversas circunstancias me permitieron acceder hace al-
gún tiempo a la documentación que se encuentra en el citado Archivo procedente de la
vastísima zona oriental boliviana; un área que apenas cuenta con estudios lingüísticos
sincrónicos y nunca había sido objeto de ninguno diacrónico. Entre esta documentación
se pueden encontrar desde interrogatorios de juicios por idolatría, hasta sentencias de
divorcio o cartas de denuncia de indígenas bilingües. Sin embargo, en el conjunto de la
misma destacan un grupo de doce cartas procedentes de la “Misión de Moxos” que están
fechadas en los años inmediatamente posteriores a la expulsión de los jesuitas de lo que
había sido su primera “misión viva” en el Perú3. Muestran muy bien la situación caótica
en las reducciones controladas, después de su expulsión, por la codicia de un clero seglar,
en la mayoría de los casos ineficiente y corrupto.
Debido a la limitada extensión que deben tener las comunicaciones, me he centrado
sólo en los aspectos fonológicos y morfosintácticos de uno de los documentos de ese
grupo4: una carta de 1769 escrita por fray Miguel Buitrón a su “hermano” de Orden fray
Melchor Guillén. Al tratarse de una carta entre amigos muestra un estilo mucho más co-
loquial y cercano a la variedad de lengua hablada que caracterizará al oriente boliviano.
En este sentido, no debemos pasar por alto un aspecto tan importante como la proce-
dencia y las peculiaridades del español que se llevó a esa zona. La colonización (y, por
tanto, la castellanización) de los Llanos no comenzó, como tal empresa, hasta mediados
del S. XVII. Militares y religiosos salían de las ciudades andinas del Alto Perú (La Paz,
Cochabamba, Sucre...) y, tras instalarse en Santa Cruz de la Sierra, realizaban incursio-
UNA MUESTRA DEL ESPAÑOL ORIENTAL BOLIVIANO EN EL S. XVIII 916

nes más o menos organizadas. Podemos suponer que llegarían variedades más o menos
estandarizadas de castellano del altiplano que, por otro lado, mostraba ya muchos rasgos
de interferencia con quechua y aymara extendidos tanto entre los hablantes bilingües,
como monolingües de español.
Pero antes de pasar al análisis del documento veamos el texto completo:
// Mi hermano Fray Melchor Guillen6 =
5

Hermano mio, quanto hé ce- / lebrado la apreciable salud que gosa, quiera / su divina
Magestad continuar para todo mi alivio, / yó hermano quedo siempre áchacoso, créo que
// és daño lo que me hán hécho, y a qualquiera / suerte á tu mandár =
5 Hermano mio árto sien- / to de darte noticias de mis trabajos; mas como / erés el unico
consuelo mío, te declaro como éstoí / áburrido en ésta Mision por mis vecinos con- / tra-
rios. El dia que llegaron sus Yndios de mi her- / mano á su Pueblo, éstava en la Estancia
hacien- / do trabajár una Capilla; se me fueron dos Potros / áquerenciados en la Pampa
de San Simon, y en / seguimiento fueron dos Baqueros hasta llegar / al ótro Pueblo, y el
10 Doctrinero les puso al Zepo, / les pegó mas de docientos ázotes, les quitó los ca- / ballos
en que ivan, y mas se há quedado con los / dos Potros, y los Yndios sin ésperanza de vida
/ con todos los sacramentos que no tardarán en / morir: Hermano mio todos los señores
clerigos / són nuestros contrarios: llegó Verazain á éste tu / Pueblo, y la primera noticia
que me dió, fué de- / cirme que éstavas preso en la Magdalena, jun- / tamente con nuestro
hermano Fray Bartolomé, / y preguntandole él por qué, me respondio que mi / hermano
15 havia escrito contra el Señor Obis- / po, y por este motivo lo ívan á desterrár: her-// mano
fué para mí la agonia de muerte de / oír tal cosa, y con áquella vana gloria que de- / cia
éra un dogal para mi; y asi todos nos quie- / ren tan mal, que no puede comparár áquella
/ desestimación que hacen: Hermano mio por / Dios te pido haceme una peticion y pre-
sen- / tamelo ánte el superior sobre éste Doctrine- / ro de San Simon que me tiene yá sin /
20 vida a fuerza de sus iniquos hechos, que / yó no sóy digno de embiar mi Gente / a ninguna
parte por que los hace átracár / y travajár á fuerza de ázotes sin / darme primero parte a
mi, como ahórá ha / hecho con dos Yndios mios que éstán á la muer- / te de tanto ázote,
y Zepo que los hace padecér, / y fuera de éso les há quitado los caballos / en que ívan, y
se ha hécho servir para su paséo / â San Juaquin y no sé si me los bolverá que / son tres;
y asi hermano yó padesco aqui / la pena del condenado, no sóy dueño de hacér / juntar el
25 ganado que está áquerenciado en la / inmediacion de dicha Mision por las sentine- / las
que pone, ni yó quiero éxponerme á qu-// entos; por que dirán los superiores que como /
muchacho óbro en mis cosas, que a mi no me / falta valór para todo, pero fuera peor; y asi
/ sobre éste ásunto formeme una Peticion de lo / que se quiere hacér dueño ábsoluto, qui-
tando- / me los derechos que me pertenesen por sér Doc- / trinero, pero no los tengo por
30 que no puedo ócu- / rrir á ninguna parte por las sentinelas que / pone á no darme pasaje,
por que no cuente / sus maldades que viene â hacér a ésta Mision; / lo mesmo sucede con
las cartas que jamás lle- / gan a ésta Mision, ni circulár, ni carta par- / ticular por que me
tiene prometido que no á / de pasár a mi Mision nada; y el Yndio ô Yndios / que áportaren
por sus Pampas lo á de matár / á ázotes, como lo há hécho tres veses con és- / ta, quitan-
doles él pelo y los suelta tan suma- / mente dañados de sus manos que tengo el trava- / jo
35 de curarlos á cada paso: áy se experimen- / ta palos haciendo corrér tanta sangre sin te- /
917 COMUNICACIONES

nér miedo á la irregularidad en que incurre. / Hermano mio desde áhorá hagamos nuestro
/ chasque de corréo de cartas, sin que sus Yndios // de mi hermano dentren á ótra Mision;
ni los / mios; séa tiempo de águas ô secas, por que de / lo contrario me veo perdido; solo
mi hermano / me alienta el éspiritu, siempre para â- / guantár los travajos como hijo de
40 nuestro / Padre san Francisco, y no se olvide de mi / quando escriviere a nuestro Provin-
cial / de contár los trabajos que padesco: no quie- / ro molestarte en contár mis males
quisie- / ra hallárme un rato para parlár con mi / hermano; áunque no hé tenido la dicha
/ de vermelo en ésta su casa, pues lo éspera- / va para san Miguel animese un instante /
siquiera con áchaque de curarme / para la fiesta y me hará el éstre- / no de la Estancia para
quebrarles / las caras á nuestros énemigos. / Ahí te remito unos seis masos de Tavaco, no
45 pidas á nadie que áqui tengo mu- / cho aunque no mui fuerte, pero és pasadero. / Tambien
ván tres Baqueros á que me embies un / poco de Azucár, un par de Zapatos de los que /
tendrás muchos á la medida de tu pié, y la // sobra de mi Abito que me olvidé / para hacer-
me unos calsones: tambien te éstima- / ré por Dios yá que tienes tantas Mu- / las, haceme
el favór de que me [traygan] / ésas dos Votijas de vino que no tengo / gota; la Votija de san
50 Pedro [...] vi- / nagre, y salas me hizo fiar un Frasco / de san Simon y me tiene sin vida pi-
dien- / dome; por Dios haceme ésta óbra de cari- / dad para el santo sacrificio de la Misa.
Ahi és- / crivo â Zapata, pero no despacho Yndios confi- / ado en mi hermano lo uno y lo
ótro por que aquí / no hai áqui [sic] mulas los caballos no sirven / para el éfecto; y te pido
me avises ésto y per- / donarás la mala letra [...], que con mis / [...] mas hago mue[...] en
éscrevir, y en [...] / que ésta llegue; pido a Dios te guarde muchos / años: San Nicolas y
55 septiembre diez y seis / de mil setecientos sesenta y nueve =
De mi her- / mano Amigo ápacionado y seguro capellan=
Fray Miguel Buitron =
Esta copia está fiel- / mente sacada de la carta original lo que certifico, para que conste
en éste Pueblo de // Nuestra señora de Loreto, en primero de / óctubre de mil setecientos
60
sesenta y nueve âños = Bonifacio de Contreras Vicario de Moxos =

1. Aspectos fonológicos 7
1.1. En el vocalismo se aprecian pocas vacilaciones, únicamente la supresión del hia-
to, tan común en el habla coloquial, en San Juaquin (23), y la abertura i> e en éscrevir
(54) y mesmo (31).
1.2. En el consonantismo, aunque no es sistemática, el texto muestra, la inevitable
confusión entre los signos “c, s” que, con base en la distinción s/θ, ha mantenido la nor-
ma gráfica castellana: gosa (2) padesco (24), sentinelas (30), pertenesen (29), veses
(33), masos (44), calsones (47), ápacionado (56). En América corresponden, ya desde
el S. XVI, a un único fonema /s/, producto de la convergencia del sistema de sibilantes
español /ŝ-ẑ; ŝ-ẑ/ en el resultado seseante que triunfó en todas las variedades americanas.

2. Aspectos morfosintácticos
2.1. El Género y Número de los sustantivos no presentan alteraciones importantes.
UNA MUESTRA DEL ESPAÑOL ORIENTAL BOLIVIANO EN EL S. XVIII 918

En cuanto al número, hay que señalar el uso del colectivo gente. Aparece aún como “con-
junto de entes”, de ahí su concordancia en plural con el verbo o pronombre8: “yó no sóy
digno de embiar mi Gente a ninguna parte por que los hace átracár...” (20).
Sentinelas es el único caso de cambio de género9: “en la inmediacion de dicha Mision
por las sentinelas que pone...(25)” “...no puedo ócurrir á ninguna parte por las sentine-
las que pone á no darme pasaje...(29-30)”
2.2. En el apartado de los posesivos lo más destacable es la expresión doble de la po-
sesión “El dia que llegaron sus Yndios de mi hermano á su Pueblo...(7)” “sin que sus
Yndios de mi hermano dentren á ótra Mision...(37)” .
G. de Granda (1999, 63-65) ha señalado la vigencia de esta estructura en el español del
siglo XVI y su presencia en América desde los inicios de la colonización. Se ha mante-
nido en el español boliviano (y de otras zonas andinas) como una retención del español
clásico reforzada por condicionamientos gramaticales de las lenguas amerindias en con-
tacto con él.10
2.2.1. Igual podemos afirmar de la estructura demostrativo + posesivo +nombre:
(“llegó Verazain á éste tu Pueblo, y la primera noticia que me dió...”(12-13); “no hé
tenido la dicha de vermelo en ésta su casa...”(42)) general también en los siglos XVI-
XVII y que se ha mantenido en el español de esta zona como retención propiciada por
estructuras presentes en las lenguas amerindias de contacto.
2.2.2. Por último, tenemos algún uso del posesivo en el que parece sustituir a un deter-
minante: (“por que no cuente sus maldades que viene â hacér a ésta Mision...”(30-31);
“...que me embies... la sobra de mi Abito que me olvidé...”(47) y une más estrechamente
la oración de relativo especificativa con su antecedente.11
2.3. En cuanto a los pronombres, llama la atención, en primer lugar, el uso regular del
paradigma etimológico en los referentes átonos de 3ª persona (O.D.= lo,la, los, las/ O.I.=
le, les)12:
“...fueron dos Baqueros hasta llegar al ótro Pueblo, y el Doctrinero... les pegó mas
de docientos ázotes, les quitó los caballos en que ivan”(10) ; “... y preguntandole él por
qué, me respondio que mi hermano havia escrito contra el Señor Obispo, y por este mo-
tivo lo ívan á desterrár” (14-15) ; “yó no sóy digno de embiar mi Gente a ninguna parte
por que los hace átracár y travajár...”(20); “...y fuera de éso les há quitado los caballos
en que ívan... y no sé si me los bolverá que son tres”(22-23); “dos Yndios mios que éstán
á la muerte de tanto ázote, y Zepo que los hace padecér”(21-22).
2.3.1. Aunque ésta es la norma general, encontramos un caso de leísmo de persona: “
fueron dos Baqueros hasta llegar al ótro Pueblo, y el Doctrinero les puso al Zepo”(9) y,
además, algún caso de clítico invariable lo (“...por Dios te pido haceme una peticion y
presentamelo ánte el superior”(18) cuyo uso está muy extendido en la variedad general
andina (Ahí lo ponen la coca) debido a transferencia gramatical de las lenguas indígenas
(Granda, 1999, 87).13
2.3.2. Registramos asimismo dos casos de omisión de referente pronominal cuando
antes ha aparecido el C.D.: “les há quitado los caballos en que ívan, y se (los?) ha hécho
919 COMUNICACIONES

servir (de ellos?) para su paséo â San Juaquin”(22-23); “...y salas me hizo fiar un Fras-
co de san Simon y me tiene sin vida pidiendome (lo?)”(50). Esta es otra de las caracterís-
ticas del español andino boliviano (Mendoza, 1992, 486); como también lo es el aparente
uso superfluo del clítico lo en una falsa pronominalización que creemos ver en “...sobre
éste ásunto formeme una Peticion de lo que se quiere hacér dueño ábsoluto”(28).
Muy expresivo resulta el único dativo de interés que aparece en el texto: “...áunque no
hé tenido la dicha de vermelo en ésta su casa...”(42).
2.3.3. En cuanto a los pronombres de tratamiento, el único que aparece explicitamente
en el texto es tú (te, etc.), pero podemos observar, a través del paradigma verbal, formas
que corresponden a usted y vos, aunque estas últimas sólo son imperativas. Todas ellas
expresan el mismo grado de aprecio y confianza:
“Hermano mio árto siento de darte noticias de mis trabajos; mas como erés el unico
consuelo mío, te declaro como éstoí áburrido en ésta Mision...”(5-6); “decirme que és-
tavas preso en la Magdalena”(13); “ no quiero molestarte en contár mis males..” (40-
41). “...quanto hé celebrado la apreciable salud que gosa (usted)”(2); “...áunque no hé
tenido la dicha de vermelo en ésta su casa, pues lo ésperava para san Miguel animese
un instante... y me hará el éstreno de la Estancia (usted)”(42-43); “...y asi sobre éste
ásunto formeme una Peticion...(usted)”(29); “y no se olvide de mi quando escriviere a
nuestro Provincial (usted)”(39-40); “Hermano mio por Dios te pido haceme una peti-
cion y presentamelo...(voseo)”(18); “tambien te éstimaré...haceme el favór de que me
[traygan]...(voseo)(48)”; “por Dios haceme ésta óbra de caridad...(voseo)(50)”.
J. Sánchez (1997, 181) señala, siguiendo a Lapesa, que vos y tú comparten el mismo
valor pragmático de confianza en el S. XVII. Al haber dos pronombres de confianza, se
dieron dos soluciones: en las cortes virreinales pronto se prefirió tú como única forma
para expresar aprecio y confianza, desapareciendo vos al finalizar el S. XVIII. En cam-
bio, en las regiones alejadas de la influencia virreinal (el oriente boliviano, por ejemplo),
continuaron ambos empleos afectivos para vos y tú que se resolverán con la mezcla de
ambos pronombres y paradigmas verbales.
Este estadio de intercambio de formas es el que parece presentar nuestro texto y es
el que señala Mendoza (1992, 445, 446) para esta zona oriental en la actualidad (tú/vos
quieres ~ tú/vos querés), aunque para el imperativo se usan formas voseantes (mandá,
pedí, etc.)14. Aún así, en el documento entra también en juego usted como forma afectiva,
que Mendoza no recoge para ninguna de las áreas diatópicas bolivianas; Coello Vila, en
cambio, sí señala que en la zona cruceña es la forma apelativa predominante en el trato
entre padres e hijos. Una extensión de ese uso muy afectivo y familiar puede ser el que
aparece en nuestra carta.
2.4. En el sistema verbal no se advierten dislocaciones graves respecto de las formas
y usos más extendidos en la norma americana general de la época. Veamos cada aspecto
por separado:
2.4.1. En el aspecto formal, además de las formas imperativas voseantes que ya he-
mos señalado arriba, destaca la variante dentrar, creada a partir de dentro (“hagamos
UNA MUESTRA DEL ESPAÑOL ORIENTAL BOLIVIANO EN EL S. XVIII 920

nuestro chasque de corréo de cartas, sin que sus Yndios de mi hermano dentren á ótra
Mision”(36-37)). Es general en nuestros documentos y se mantiene como vulgar en
América (DCECH, s.v. entrar).15
2.4.1.1. Los verbos con uso pronominal eran mucho más abundantes durante el Siglo
de Oro que en la actualidad (Keniston,1937). Algunos continúan hoy vigentes en la nor-
ma de muchas hablas americanas (robarse, huirse, enfermarse, etc.). En el texto localiza-
mos: “...quisiera hallárme un rato para parlár con mi hermano...”(41)
2.4.1.2. Se expresa como impersonal la pasiva refleja “...áy se experimenta palos ha-
ciendo corrér tanta sangre sin tenér miedo á la irregularidad en que incurre” (35-36).
2.4.2. En cuanto a las funciones y valores de los distintos tiempos y modos destaca-
remos, en primer lugar la fluidez en el empleo del indefinido (canté) y el p. perfecto (he
cantado); el reparto de valores entre ambas formas está delimitado con bastante claridad:
canté indica sucesos puntuales en el pasado que no se han prolongado hasta el “ahora”
del hablante. He cantado, en cambio, hace referencia a hechos que, habiéndose produ-
cido en el pasado, siguen manteniéndose así en el momento presente (en el “ahora”) del
hablante. La diferencia se ve bien en estos párrafos:
“ El dia que llegaron sus Yndios de mi hermano á su Pueblo, éstava en la Estancia
haciendo trabajár una Capilla; se me fueron dos Potros áquerenciados en la Pampa de
San Simon, y en seguimiento fueron dos Baqueros hasta llegar al ótro Pueblo, y el Doc-
trinero les puso al Zepo, les pegó mas de docientos ázotes, les quitó los caballos en que
ivan, y mas se há quedado con los dos Potros, y los Yndios sin ésperanza de vida...”(7-
11)/ “...y fuera de éso les há quitado los caballos en que ívan, y se ha hécho servir para
su paséo...”(22-23) /”...áunque no hé tenido la dicha de vermelo en ésta su casa”(42).
(llegaron, fueron, quitó, puso ‘hechos puntuales en el pasado’ / ha quedado, ha quitado,
he tenido ‘se los quedó y permanecen en su poder’; ‘no tuve la dicha y permanezco sin
tenerla’).16
2.4.2.1. Aunque el uso del futuro de subjuntivo (cantare) como futuro eventual entró
en decadencia rápida en España durante el S. XVI, sustituido progresivamente por el pre-
sente, en América este proceso durará aún dos siglos más (J. Sánchez, 2003, 356-357).
Esa es la razón de que en un texto de mediados del S. XVIII, como el nuestro nos encon-
tremos aún con ejemplos como: “...y el Yndio ô Yndios que áportaren por sus Pampas lo
á de matár á ázotes” (33); “...y no se olvide de mi quando escriviere a nuestro Provincial
“(40)
2.4.2.2. El imperfecto de subjuntivo presenta sólo la forma en -ra y lo registramos,
por un lado, en un uso que podemos llamar general: en una oración independiente ex-
presando deseo improbable (“...quisiera hallárme un rato para parlár con mi herma-
no...”(41)).
Pero a la vez aparece en lugar del condicional en “...a mi no me falta valór para todo,
pero fuera peor”(27) (sería). El uso del subjuntivo por el condicional está muy extendi-
do en la variedad occidental de español boliviano.17
921 COMUNICACIONES

2.4.2.3. En cuanto a las formas no personales, el gerundio, como en la mayoría de los


textos coloniales (Sánchez 2003, 359), aparece como núcleo de oraciones subordinadas
adverbiales, con valor modal (“...se quiere hacér dueño ábsoluto, quitandome los dere-
chos que me pertenesen”(28)); temporal (“...preguntandole él por qué, me respondio
que mi hermano havia escrito contra el Señor Obispo” (14)); causal (“...salas me hizo
fiar un Frasco de san Simon y me tiene sin vida pidiendome...”(50)); etc.
Más interesantes son, respecto al infinitivo, las perífrasis haber de + infinitivo que
presentan aún el valor de futuro tan habitual en el S. XVI (Keniston, 1937, 461): “ ...ni
carta particular por que me tiene prometido que no á de pasár a mi Mision nada” (32);
“...y el Yndio ô Yndios que áportaren por sus Pampas lo á de matár á ázotes” (33).18
Por otro lado, el texto presenta uso abundante de constucciones causativas con hacer
+ infinitivo (“...éstava en la Estancia haciendo trabajár una Capilla”(7-8), “...yó no
sóy digno de embiar mi Gente a ninguna parte por que los hace átracár y travajár á
fuerza de ázotes”(20), “...dos Yndios mios que éstán á la muerte de tanto ázote, y Zepo
que los hace padecér”(22), “...áy se experimenta palos haciendo corrér tanta sangre
sin tenér miedo á la irregularidad...”(35)); pero si nos fijamos en tres de ellas, vemos
que presentan, determinadas discordancias en la expresión de la causatividad con la co-
rrespondiente en español general. Me refiero a: “...les há quitado los caballos en que
ívan, y se ha hécho servir para su paséo â San Juaquin”(22-23)(se ha servido); “...no
sóy dueño de hacér juntar el ganado que está áquerenciado en la inmediacion de dicha
Mision”(24-25)(juntar); “...y salas me hizo fiar un Frasco de san Simon y me tiene sin
vida pidiendome” (49-50) (fio).
G. de Granda (1999, 198) señala que, en la zona andina -y la guaranítica- se dan estas
estructuras con mayor densidad que en otras áreas americanas porque la lengua aborigen
(quechua) han transferido al español local, por contacto, el alto índice de uso de cons-
trucciones en las que se marca al sujeto como inductor de la acción que afecta al comple-
mento directo de la misma.19
En cuanto al participio señalaremos la perífrasis tener+ participio en :”...ni carta
particular por que me tiene prometido que no á de pasár a mi Mision nada...” (32). Su
valor es muy cercano al de la forma compuesta ha prometido pero creemos ver el matiz
durativo que expresa el auxiliar tener, es decir acción acabada y mantenida en el tiempo
(Sánchez, 1997, 325-326).
2.5. En el uso de las preposiciones, además de algunos casos de elisión, encontramos
interferencias entre ellas que recuerdan a usos antiguos del castellano:
a) En el C.D. de persona predomina la omisión de a: “ ...que yó no sóy digno de em-
biar (?) mi Gente a ninguna parte (20); “ ...y el Yndio ô Yndios que áportaren por sus
Pampas lo á de matár...” (33-34).
b) A con sentido locativo (por en): “...les puso al Zepo”(9), (Kany,1994,397-98).
c) A con sentido final (por para): “...no puedo ócurrir á ninguna parte por las sentine-
las que pone á no darme pasaje” (30); “Tambien ván tres Baqueros á que me embies un
poco de Azucár” (46).
UNA MUESTRA DEL ESPAÑOL ORIENTAL BOLIVIANO EN EL S. XVIII 922

2.6. Por último, en el apartado propiamente sintáctico del texto no encontramos dis-
locaciones llamativas, ni en el orden de los complementos de la oración ni en la concor-
dancia de tiempos y modos verbales; en ambos aspectos se adapta al castellano general
americano.
3. Partiendo de que un único texto no basta para llegar a una conclusión definitiva
sobre el estado de lengua de la zona nororiental boliviana en el S. XVIII, y a la espera de
los resultados que pueda aportar el estudio completo de nuestra documentación, pode-
mos adelantar algunas consideraciones provisionales que se apoyan también en trabajos
nuestros anteriores a los que hacíamos referencia al iniciar este análisis:
a) El texto presenta una notable coincidencia de rasgos con la zona occidental (andi-
na) boliviana (expresión doble de la posesión, ausencia de clíticos, clítico invariable lo,
voseo verbal mezlado con tuteo pronominal, abundancia de construcciones causativas,
etc.), pero con la variedad occidental más general de los hablantes monolingües de espa-
ñol; no con la subestándar de los hablantes bilingües quechua-aymara/ español (no hay
dislocaciones sintácticas ni faltas de concordancia de género, número o modos verbales,
etc.). Recordemos, no obstante, que, según indica G. de Granda (1999, 19-49), el español
general de la región andina boliviana es producto de interferencias notables de las len-
guas amerindias que han producido fenómenos de retención y transferencia gramatical
tanto en hablantes monolingües como bilingües.
b) Considero que estas coincidencias tienen que ver con lo que ya apuntaba al prin-
cipio de este trabajo: la procedencia y las peculiaridades del español que se llevó a esa
zona. Los religiosos, doctrineros, etc. que llevan la primera colonización (y, por tanto,
castellanización) a los Llanos parten de los núcleos occidentales (Potosí, Cochabamba,
Sucre...), donde el español general tiene ya las características que se han citado.
c) Por último, e insistiendo en que se trata de una conclusión parcial, el texto parece
mostrar que en la época a la que pertenece, mediados del S. XVIII, aún no se había produ-
cido la diferenciación tan marcada que se da en la actualidad entre las variedades diatópi-
cas oriental y occidental en Bolivia. Es posible que esto se debiera a que en ese momento
la presencia colonizadora en los Llanos se limitaba casi exclusivamente a las Misiones.
Posiblemente hasta el S. XIX, y más con la independencia del país, no se dieran las con-
diciones demográficas -por la afluencia colonizadora - y de nivelación lingüística nece-
sarias para que la variedad oriental de español boliviano adquiriera unos rasgos suficien-
temente diferenciados de la occidental.
923 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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español de América, Ariel, Barcelona, 1996, págs. 169- 184.
DCECH = Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Corominas, J.-
Pascual, J. A. Gredos, Madrid, 1981.
Egido Fernández, Mª. C.; “Una carta del S. XVIII desde Moxos (Oriente de Bolivia)”.
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dad Complutense, Arco-Libros, AHLE, Vol. III, 2006, págs. 2189-2204.)
García Recio, J. M. (1988): Análisis de una sociedad de frontera. Santa Cruz de la Sie-
rra en los siglos XVI y XVII. Diputación provincial de Sevilla.
Granda, G. de (1999): Español y lenguas indoamericanas en Hispanoamérica. Valla-
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Kany, CH. E. (1994): Sintaxis hispanoamericana. Madrid, Gredos, (Reimp. de la ed. de
1970).
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Mendoza, J. G. “Aspectos del castellano hablado en Bolivia”, en C. Hernández (comp.)
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[cit. Mendoza (1992)].
Sánchez Méndez, J. P. (1997): Aproximación histórica al español de Venezuela y Ecua-
dor durante los siglos XVII y XVIII. Valencia, Tirant Lo Blanch.
Sánchez Méndez, J. P. (2003): Historia de la lengua española en América. Valencia.
Tirant Lo Blanch.
UNA MUESTRA DEL ESPAÑOL ORIENTAL BOLIVIANO EN EL S. XVIII 924
925 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto Historia del español en zonas de América no inves-
tigadas: transcripción y estudio lingüístico de documentación inédita procedente del oriente boliviano (S.
XVII-XVIII) financiado por la Junta de Castilla y León (LE 36/04).
2
Egido Fernández, M.C. “Una carta del S. XVIII desde Moxos (Oriente de Bolivia)”, Actas del VI Congreso
Internacional de Historia de la Lengua española, Madrid, Universidad Complutense, Arco-Libros, AHLE, Vol.
III, 2006, págs. 2189-2204.)
3
J. M. García Recio (1988,20-22).
4
Por limitaciones de espacio no haré aquí un análisis del léxico, que trataré en un estudio futuro sobre el con-
junto de la documentación oriental boliviana con la que cuento.
5
La transcripción respeta fielmente la grafía, acentuación y signos de puntuación del original. Sólo se ha va-
riado: a) el considerar el signo “.=” como punto y aparte, aunque, en el original, el texto va seguido y b) el separar
palabras según la escritura actual, aunque en el original aparecen unidas. Las partes ilegibles se han señalado con
“[...]”. Las partes muy borrosas, que hemos supuesto, aparecen entre “[ ]”. Se separan con “/ “ las líneas del origi-
nal, y se indica el final de las páginas con “//”.
6
En el margen “Copia de carta de Fr. Miguel Buitron”.
7
Tampoco trataremos aquí la variación gráfica del texto ni las características de acentuación y puntuación.
Acentos y signos de puntuación son, sin duda, labor del copista. Estos tres aspectos serán objeto de ese estudio
posterior, más amplio, centrado en todo el conjunto de documentos a nuestra disposición.
8
Corominas (s.v. gente) señala que su uso plural decae en el Siglo de Oro, pero se mantendrá más tiempo en
América (Sánchez, 2003, 276), como indican estos ejemplos actuales: “Como había bastante gente que estaban
robando no dejábamos los animales” (Perú); “Pero allá se han ido otra gente y no fue la de Pompeya” (Bolivia).
(Ej. tomados de grabaciones del proyecto EGREHA).
9
Centinela pasó a denominar al soldado que hacía el servicio de vigilancia (la centinela); por ello se emplea en
femenino hasta principios del S. XIX (DCECH, s.v. centinela).
10
Vid. también, Mendoza, 1992, 457.
11
Keniston (1937, 249) ve en este empleo un valor partitivo. Vid también J. Sánchez (1997, 149-150).
12
Parece que en las hablas americanas se impuso desde el principio el sistema etimológico, como hacían anda-
luz y canario, pero tampoco fueron ajenas a los casos abundantes de leísmo, laísmo y loísmo existentes en el S. de
Oro (Sánchez, 2003:294-99).
13
“Abrímelo esos cajones” ; “Estos tres panes lo vas a partir” (Mendoza, 1992, 459 y 461).
14
Coello Vila (1996, 179). Este autor reconoce sólo vos como único pronombre de segunda persona en el habla
cruceña.
15
El CORDE registra unos ochenta casos en castellano desde 1300 aproximadamente.
UNA MUESTRA DEL ESPAÑOL ORIENTAL BOLIVIANO EN EL S. XVIII 926

16
La expresión del pasado es una de las diferencias más marcadas entre el oriente y el occidente de Bolivia. En
esta segunda zona se emplea habitualmente el pretérito perfecto (he cantado) en sustitución del indefinido [“Yo he
nacido en La Paz pero mis papás son corocoreños...yo he nacido en 1932” (La Paz); “No sé, cuando yo he nacío
ya conocí por Laces (Tarija)]. En el oriente se utilizan ambas formas: “Ahora les está pagando setiembre o ya les
ha pagado setiembre” (Beni); “El dijo que me lo iba a entregar hasta la segunda semana de diciembre” (Beni)
(Ejemplos tomados de grabaciones del proyecto EGREHA). Vid. Kany (1994, 199-201), Mendoza (1992, 464-
465) y Coello Vila (1996, 178).
17
“Si yo fuera vos, fuera donde ese y le dijera unas cuantas” (Mendoza, 1992, 461); “Hay mucha...¡cómo le
dijera! mucha desigualdad entre los pobres y los ricos” (Larecaja) (Grab. EGREHA).
18
J. Sánchez las documenta profusamente en los textos de Venezuela y la Audiencia de Quito (1997, 310-311).
19
Ejemplos actuales son: “Hacen hervir papa con arroz, después le condimentan con cebolla, comino, ají...”=
Hierven...[EGREHA Tarija(Bolivia)]; “En una burra lo hacen sentar” (la figura de Jesús)= Lo sientan [EGREHA
Cusco (Perú)].
927 COMUNICACIONES

Análisis del discurso y Pragmática

ALGUNAS PRÁCTICAS DISCURSIVAS SOCIOPRAGMÁTICAS VIGENTES


EN COLOMBIA Y OTRAS EN VÍA DE EXTINCIÓN

Martha Menjura Torres


(Colombia)

“En todas las sociedades humanas se constata la existencia


de comportamientos que permiten mantener un mínimo de armonía
entre los interactuantes, a pesar de los riesgos
de conflictos inherentes a toda interacción”.1 Catherine Kerbrat-Orecchioni.

Cada país posee una competencia socio-cultural propia. Las prácticas discursivas
sociopragmáticas y culturales que utiliza y comparte una comunidad son actos de vida
históricos y en ese sentido están presentes en determinados momentos de un pueblo y
desaparecen con los cambios normales del devenir de ese pueblo o comunidad.
En ocasiones estas prácticas constituyen el fundamento de las reglas sociales que garan-
tizan la cohesión grupal y refuerzan los lazos de identidad y pertenencia de sus miembros.
Los cambios sociales científicos y el agitado ritmo de vida que caracteriza el mundo
moderno así como el cambio de las vivencias religiosas generan un nuevo orden social
del cual quedan excluidas o son consideradas arcaicas este tipo de prácticas.
Desde el punto de vista cultural se caracteriza al colombiano y especialmente al campe-
sino como un hombre fervoroso, católico, al igual que supersticioso, creencias que asocia
a su cotidianeidad, a sus labores, al amor y a las enfermedades. En la enfermedad confían
en curaciones milagrosas, en rezos para sacar el “mal de ojo”, enfermedad infantil y tam-
bién de adultos, atribuida a la fuerza maléfica de algunas personas que acarician los niños.
Estas características favorecen la existencia de rituales como los ensalmos y los conjuros
que son habituales y están tan unidos a la actividad diaria que en ocasiones resulta difícil
identificarlos por su mismo carácter inherente al diario actuar de las personas.
Sin embargo no existe uniformidad en la presencia de rituales en Colombia, general-
mente son las clases más pobres, más apartadas de la ciudad y analfabetas o con un bajo
nivel educativo, quienes se muestran más proclives a adoptar rituales mágicos.
ALGUNAS PRÁCTICAS DISCURSIVAS SOCIOPRAGMÁTICAS VIGENTES EN COLOMBIA 928

En cuanto a lo religioso, la confesión como sacramento y como acto discursivo ha


cambiado radicalmente su ritual y en ocasiones desaparece por la extinción de practi-
cantes o queda relegada únicamente a momentos rituales marcados ( La semana Santa, la
primera comunión) o a personas más creyentes del tipo descrito en el apartado anterior.
Las rogativas estarían compartiendo también este tipo de extinción aunque la expli-
cación no sería solamente dada por un cambio religioso sino más bien por los cambios
tecnológicos que implementan sistemas de transporte, almacenamiento y riego para
garantizar la presencia de agua en las cosechas a lo largo del año.
En cuanto a los rituales para perpetuar la familia como núcleo social a través del ma-
trimonio: las declaraciones oficiales (novios), las visitas de novios, la propuesta de ma-
trimonio o la pedida de mano, éstas han dejado en muchas ocasiones de tener el carácter
ritualístico tradicional, porque hoy se manifiestan informal y espontáneamente, o sim-
plemente están implícitas o ni siquiera existen en las parejas.
Es sabido que existe un número considerable de acciones cuya ejecución está dada en
el ejercicio verbal. Tal capacidad del lenguaje de hacer saber, de cambiar una situación,
de condicionar una relación entre individuos, en fin, de hacer cosas con el ejercicio de
la palabra, ha sido reiteradamente analizada y ponderada en las últimas décadas. Por
otra parte, la comprensión de que estas acciones son agrupables en series más pequeñas
según ciertos criterios, ha dado lugar a varias clasificaciones de los actos de habla, y a
muchísimos más estudios de cada uno de los tipos de acto de habla, desde la época de
Austin hasta ahora. Lo que este pequeño aporte pretende es reflexionar acerca de actos
sociales que estuvieron otrora fuertemente ritualizados y hoy adquieren formas diferen-
tes o han pasado de ser actos lingüísticos explícitos para convertirse en actos implícitos
determinados por la gestualidad, la proxémica o la simple convivencia. Tal es el caso de
la declaración de amor que como su nombre lo indica no podía dejar de ser un acto explí-
cito y que hoy sin embargo no lo es en todos los casos.
Se trata en este breve trabajo de: las declaraciones oficiales (novios), la propuesta de
matrimonio, las visitas de novios, la pedida de mano, las rogativas, los conjuros y los
ensalmos. Cada uno de los cuales es descrito atendiendo al siguiente orden: Nombre del
acto, definición, participantes, función (social o cultural), estructura, tipo de acto de ha-
bla y procedimientos retóricos que utiliza para lograr su cometido.

Descripción del acto de habla


Las declaraciones oficiales (Novios)
1. Definición: La declaración de amor. El diccionario de la academia de la lengua
ofrece en la acepción 7 de la entrada “declarar” la siguiente definición: “Dicho de un
enamorado: manifestar su amor a la persona amada pidiéndole relaciones.” A esta defi-
nición se oponen las expresiones populares según las cuales la declaración es claramente
un acto de habla por excelencia ya que se refiere como: “Me le declaré”, “ me le voy a
declarar”, “voy a hablar con ella”, “fulanito se me declaró”, “vino a hablar conmigo”,
“me echó el cuento” o “me lo dijo”
929 COMUNICACIONES

2. Participantes: La pareja de novios preferiblemente sin testigos.


3. Función: Comenzar una relación amorosa o esperar el consentimiento de la otra
persona para comenzarlo.
4. Estructura: Elogio a la novia, declaración del afecto, solicitud de comenzar una
relación, aceptación.
5. Tipología: Es un acto complejo según el cual no solamente se ejecuta un acto de-
clarativo sino que se inicia un compromiso y una relación amorosa, la cual normalmente
está determinada por la pregunta “quieres ser mi novia” la cual como petición pregunta
solicitud o permiso constituye claramente un acto o subacto de tipo directivo.
6. Procedimientos retóricos: No existen procedimientos establecidos para la petición
y normalmente los nervios traicionan y un acto que ha sido pensado y meditado sobre el
que decir termina siendo muy diferente de lo previsto. Lo normal es que se dé la pregun-
ta: ¿Quiere ser mi novia? O ¿Me aceptas como novio? Posteriormente comienzan las
visitas de novios que antiguamente estaban vigilados por una chaperona, normalmente
familiar de la novia, y hoy en día son encuentros informales de la pareja en casa de algu-
no de los novios o fuera de ella.

Acto de habla
La pedida de mano y propuesta de matrimonio
1. Definición: La petición de matrimonio, pedida de mano, compromiso o formaliza-
ción del matrimonio constituye un acto de habla fuertemente ritualizado en nuestro país
en época inmediatamente anterior. Hoy sin embargo sólo conserva esa formalización en
sociedades conservadoras y particularmente en las clases altas desde el punto de vista
económico. Un aspecto que marca la conservación de este ritual en la actualidad es el
apellido. Determinadas familias de apellidos en cada ciudad o región actúan como un
grupo cerrado que mantiene una fuerte cohesión interna e impiden la inclusión de perso-
nas que no pertenezcan a ese grupo de familias. En estas sociedades todavía se conserva
un ritual muy formal de petición de mano que consta generalmente de una cena a la cual
están invitadas las dos familias interesadas en el compromiso y eventualmente algunos
familiares cercanos y amigos íntimos. Con esta cena y la conversación privada entre
suegros y yerno se hace oficial el compromiso de matrimonio.
2. Participantes: Como quedó explicado en la descripción anterior, los participantes
son los familiares de las dos familias pero fundamentalmente los novios y padres de los
mismos.
3. Función: Oficializar la relación de noviazgo existente en una pareja y comprome-
terse con el otro.
4. Estructura: El marco general del acto es la cena, la conversación previa entre no-
vios y padres es propiamente la petición de mano y el momento nuclear, la entrega del
anillo y su aceptación. Al terminar la cena se fija la fecha y lugar de celebración del
matrimonio.
ALGUNAS PRÁCTICAS DISCURSIVAS SOCIOPRAGMÁTICAS VIGENTES EN COLOMBIA 930

5. Tipología: Directivo y compromisorio. Es directivo porque se dirige a un destina-


tario para hacerle una petición, y adquiere también el carácter compromisorio en el mo-
mento en el cual el acto busca comprometer la voluntad del destinatario.
6. Procedimientos retóricos: Normalmente no existen procedimientos retóricos ni
fórmulas establecidas para este ritual, aunque sí se hace una especie de elogio de la novia
y sus virtudes, y este elogio unido al gran amor que se tienen y que es expresado ante la
familia en ese momento, argumentan el deseo de casarse con ella. En este punto cabe re-
cordar lo ateniente a la cortesía que se hace muy evidente en este tipo de actos y en la cual
tanto el elogio como las estrategias de mitigación se actualizan en el discurso para lograr
el favor de los suegros.

Los ensalmos
1. Definición: Ensalmar: Curar con ensalmos. m. Modo supersticioso de curar con
oraciones y aplicación empírica de medicinas. Por ensalmo: con gran rapidez y de modo
desconocido.
En esta definición, tomada de la enciclopedia Encarta, se puede observar que el ensal-
mo actúa de modo mágico, tal como lo describe la rapidez y el modo desconocido desde
el punto de vista científico, en que opera este método.
La práctica del ensalmo adquiere diversos niveles de aproximación desde quien la
aplica. El hecho simple de responder: “salud” o “Jesús” o “zape gato”2 ante una persona
que estornuda puede constituir un acto de ensalmo para ahuyentar la posibilidad de con-
traer un virus resfriado o enfermedad y también como residuo de un antiguo ensalmo que
se profería para ahuyentar los malos espíritus que podían entrar en el cuerpo de la perso-
na al quedar libre el canal respiratorio.
También está el ensalmo practicado por cualquier persona no profesional de la hechi-
cería para ahuyentar algún mal como por ejemplo las conocidas prácticas para curar las
verrugas:
“Verrugas tengo verrugas vendo
Aquí las dejo y me voy corriendo”
O la simple y sana mención de algún santo que te ayude a sacar una mugre del ojo.
Ej Virgensita sacame este mugre
O la archiconocida mención a San Antonio como santo casamentero:
“San Antonio dame un novio”
Si a una persona se le aparece un ánima, ésta debe decirle: “De parte de Dios te man-
do que me digas quién eres y lo que quieres”. Ella responderá si Dios no se lo hubiere
prohibido.
Sin embargo, la practica de la magia, la brujería y la hechicería en Colombia adquiere
diversos matices que se generan en la tradición indígena o en la mezcla entre lo español
y lo precolombino; generalmente son curanderos los encargados de curar con ensalmos,
931 COMUNICACIONES

oraciones y rituales mágicos, una serie de molestias y enfermedades o aojaduras de quie-


nes acuden a su consulta.
El mal de ojo o aojadura constituye un buen ejemplo de combinación de ideas na-
turales y sobrenaturales y en cuya curación coexisten los modelos mágico-religiosos
al lado de los científico-técnicos. Al tiempo que se ven grandes multitudes asistiendo
a templos cristianos, en ciudades como Bogotá, se notan cada vez muy importantes
reuniones espirituales de curación alrededor del yagüe dirigidas por taitas indígenas y
mestizos.
Para contrarrestar el mal de ojo, muchas personas recurren al uso de talismanes o
amuletos que pueden ser desde medallas con imágenes religiosas, hierbas, semillas,
piedras y cristales, ajos, hasta trozos de cuerno, objetos de oro y plata e, incluso, he-
rraduras. Entre los conjuros para alejar la maldición se encuentra el gesto de cerrar el
puño de la mano, colocar el pulgar entre los dedos índice y corazón y pronunciar las
palabras taf tafio anaquendavit. O el uso de un colgante que representa una mano em-
puñada con el pulgar entre los 2 y 3 dedos, o este mismo objeto en una pulsera y otra
con el ojo de buey.
2. Participantes: Hechicero o persona que realiza el ensalmo y destinatario del mismo
(niño aojado).
3. Función: Quitar o deshacer la aojadura, proteger al destinatario de espíritus malig-
nos, desear buena suerte a alguien.
4. Estructura: Dependiendo del grado de formalidad del ritual y de los participantes en
el mismo. Tal como se describe arriba puede ser un acto informal o altamente ritualizado.
Si es muy formal puede ser tratado más específicamente como conjuro.
5. Tipología: Directivo y compromisorio: Es directivo porque se dirige a un destina-
tario para hacerle una petición, y adquiere también el carácter compromisorio en el mo-
mento en el cual el acto busca comprometer la voluntad del destinatario.
6. Procedimientos retóricos: Los procedimientos retóricos utilizados en los ensalmos
y conjuros suelen ser realizados en verso y preferiblemente rimados. Parecen tener más
fuerza y contundencia, y conservarse más históricamente, aquellos pareados con rima
consonante como el que acompaña los tradicionales rituales de año viejo en los cuales el
sahumerio llevado por toda la casa es acompañado por el siguiente ensalmo:
“Salga el mal y entre el bien
Como entró Jesús en Jerusalén”
Recordar aquí el mencionado arriba para quitar las verrugas. Sin embargo no todos
poseen esta forma rimada, como sucede en la siguiente fórmula:
“Yo te cojo para tener ventura en el juego”
Acto directivo que ordenaba al trébol de 4 hojas, encontrado por una persona, que le
ayudase a ganar en el juego y con este ensalmo convertía un elemento vegetal, natural y
escaso (uno entre 10.000) en un amuleto portador de la buena suerte.
ALGUNAS PRÁCTICAS DISCURSIVAS SOCIOPRAGMÁTICAS VIGENTES EN COLOMBIA 932

Los conjuros
1. Definición: conjuro m. Acción de conjurar. Efecto de conjurar. Imprecación su-
persticiosa con la cual cree el vulgo que hacen sus prodigios los hechiceros.
Otra modalidad de acto de habla, casi extinto o sólo presente en la consulta de los cu-
randeros, consiste en el encantamiento o recitación de conjuros, versos o fórmulas que
contienen los nombres de los seres sobrenaturales o las personas a las que se pretende
ayudar o dañar.
La existencia de conjuros, aunque de sobra se conoce, adquiere una connotación ne-
gativa en nuestro país y su práctica es considerada como de brujería. Por esta razón los
conjuros sólo se utilizan en circunstancias especiales y cuando una persona acude a un
brujo lo hace a escondidas para no ser tildada por ignorante o por creyente en brujerías,
ya que sólo es bien visto creer en Dios. Es tradicional escuchar la expresión: “yo no creo
en brujas pero que las hay las hay”.
Debido a la característica anterior es muy difícil citar un ejemplo de conjuro. Lo cierto
es que los curanderos, brujos y chamanes (falsos o verdaderos) tienen sus negocios en
la calle más importante de Bogotá (Avenida Caracas) y ofrecen allí los ligues, amarres,
desalaciones y alejamiento de malos espíritus bajo la invocación de todo tipo de santos,
muertos y dioses. Conviven allí los santos católicos con los mitológicos y con algunos
de ancestro típicamente indígena.
2. Participantes: Curandero y cliente.
3. Función: Sacar un mal de tipo sobrenatural, que ha caído sobre la persona consul-
tante.
4. Estructura: Normalmente está la invocación del santo a quien se pide y posterior-
mente la orden de actuar sobre la persona. También suele invocarse el mal que la persona
lleva dentro y después ordenarle que salga de ese cuerpo y le deje en paz.
5. Procedimientos retóricos:
Igual que en los ensalmos la rima consonante del verso, las repeticiones y el carácter
circular de lo proferido imprimen mayor fuerza al conjuro.
“Yo María te llamo, Francisco,
que vengas por mi amor gimiendo y llorando.
Como la virgen gimió y lloró.
Por el amor de su hijo al pie de la cruz.”3
En este caso la repetición se une al carácter versal y circular de este conjuro en el cual
se hace referencia a un hecho religioso.
Acerca de la función que cumplen estos procedimientos se puede citar a Balmir, para
quien « la répétition de certains mots a, sur l’auditorie, une fonction psichologique, cepen-
dant que la musique et certaines formules du pasteur favorisent l’esprit de participation ».4
6. Tipología: Directivo. Normalmente es una orden.
933 COMUNICACIONES

Las rogativas
1. Definición: La rogativa es un ritual celebrado por una comunidad ante una entidad
divina con el fin de pedir la lluvia o el cese de la misma para posibilitar el buen término de
las cosechas y los pastos.
“Las rogativas públicas, nacidas de las angustias y frustraciones de las sociedades
agrarias por su incapacidad para dominar el medio, eran decretadas y organizadas por
los cabildos en concierto con las autoridades eclesiásticas. Incluían novenario de mi-
sas cantadas con procesión general el último día. El 2 de junio de 1817, en la Villa de la
Candelaria de Medellín, el cabildo mandó hacer rogativa por la sequía y las pestes que
se presentaban, “siendo graves los perjuicios que resultan a los frutos por la seca que se
advierte e igualmente la peste que amenaza una gran devastación y ruina del vecindario,
por tanto pide se haga una rogativa a nuestra Patrona la Virgen de la Candelaria”. Pedido
que fue aprobado y “al efecto pedir la limosna que se acostumbra”. Desde la fundación
de la villa en 1675 hasta el año de 1717, se encuentran trece solicitudes de rogativas, el
54% de ellas por motivos climáticos. Las rogativas se realizaban en una de las parroquias
de la población y el último día, que solía ser domingo, se salía en procesión con las cofra-
días y órdenes religiosas liderando el fervor público. Los cabildos exigían del vecindario
“contrición y arrepentimiento”, con la advertencia de ser castigados los ausentes. Estos
actos de fe religiosa manifiestan la certidumbre en los poderes divinos para restablecer el
curso regular de la naturaleza”.5
San Isidro labrador cese el agua y salga el sol
San Isidro labrador ponme el agua y quita el sol
En “La rama dorada”, Frazer nos entrega completísimos antecedentes acerca del do-
minio mágico de la lluvia y el sol, en los pueblos antiguos donde generalmente era entre-
gado a un “hacedor de lluvias”. Las técnicas rituales son variadísimas y en algunos casos
van acompañadas de oraciones y cantos. En la mitología griega Océano y Tetys engen-
dran todas las aguas que riegan la tierra. Según esta cosmogonía el cielo y la tierra surgen
del agua primordial que subsisten en el exterior del universo. Las aguas penetran en las
tierras a las que riegan y fertilizan, hacen que la vida y la abundancia sean posibles.
1. Participantes: Los participantes de la rogativa son los habitantes de una comuni-
dad quienes de forma masiva realizan una procesión cantando y orando para hacer sus
peticiones a la divinidad. Generalmente existe un líder que puede ser algún habitante
destacado de la comunidad, un sacerdote, un anciano, un chamán o una autoridad, de-
pendiendo del tipo de comunidad que hace la petición.
2. Función: La función de la rogativa es obtener el favor de la entidad divina invocada
para que propicie el buen tiempo deseado.
3. Estructura: Sintetiza la rogativa un macroacto que puede constar de varios rituales
tales como la misa, la procesión, la ofrenda y la limosna.
4. Tipología: Es un macroacto directivo pero en sí mismo tiene petición, agradeci-
miento, alabanza y orden.
ALGUNAS PRÁCTICAS DISCURSIVAS SOCIOPRAGMÁTICAS VIGENTES EN COLOMBIA 934

5. Procedimientos retóricos: La parte nuclear del ritual consiste en la repetición cícli-


ca manifiesta a través de un verso rimado:
San Isidro labrador cese el agua y salga el sol
San Isidro labrador ponme el agua y quita el sol
Este verso es elegido de acuerdo con la necesidad de lluvia o de cese de la misma. Es-
tos versos son en ocasiones cantados y acompañados por instrumentos musicales en la
misma procesión con el santo.
Finalmente, es pertinente recordar que los rituales y actos de habla descritos y comen-
tados anteriormente deben su éxito o fracaso a varios factores:
1. Los realiza la persona indicada, en el lugar y fecha indicados y ante la persona o
divinidad indicada.
2. Posee la persona la autoridad dignidad y conocimiento para ejecutarlos
3. Cree la persona en esos rituales.
4. Atiende a un procedimiento convencional.
5. El procedimiento se ejecuta en forma correcta y completa. En el caso de los ensal-
mos y conjuros, estos deben ser proferidos firmemente y sin equivocaciones.
935 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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Santafé de Bogotá, Ecoe ediciones.
ALGUNAS PRÁCTICAS DISCURSIVAS SOCIOPRAGMÁTICAS VIGENTES EN COLOMBIA 936
937 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Pag. 39
2
Estas 3 formas de expresarse ante un estornudo son utilizadas en Colombia. Las dos primeras coexisten ac-
tualmente mientras que la tercera ha caído en desuso y solo se oye aún en la región central, más conservadora, y
por personas mayores.
3
Citado por Cirac 1946:126
4
Acerca de la función del paralelismo y la repetición en los sermones y cantos populares de los negros ameri-
canos. Balmir 1982: 84.
5
Tomado de http://www.banrep.gov.co/blaavirtual/credencial/agosto2001/terremot.htm
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Análisis del discurso y Pragmática

SOCIOLINGÜÍSTICA Y PRAGMÁTICA HISTÓRICAS:


DOS ACERCAMIENTOS AL ESTUDIO DE LA EVOLUCIÓN DE LAS
FÓRMULAS DE TRATAMIENTO EN EL MUNDO HISPÁNICO*

Miguel Calderón Campos


(Universidad de Granada)

En esta comunicación, tomando como hilo conductor la historia del voseo, quiero, en
primer lugar, dejar constancia de algunos errores cometidos en el estudio de la evolución
de las fórmulas de tratamiento en español, y en segundo lugar, clasificar los factores que
explican la elección de una determinada forma de tratamiento. Haré hincapié en la nece-
sidad de combinar factores sociales (sociolingüística histórica) con factores psicoprag-
máticos (pragmática histórica).
En los orígenes del voseo moderno. Algunas matizaciones sobre el “debilitamien-
to” de vos durante el siglo XV
Vayamos a los orígenes del actual voseo americano (uso de vos con valor de ‘tú’), es
decir, al momento en que vos va perdiendo su valor de respeto y se va aproximando al
terreno del tú. Llegamos al siglo XV. Aquí suele decirse que vos se debilita, se aplebeya,
que pierde buena parte de su valor respetuoso, que se desvaloriza, incluso, que el sistema
del XV ya no sirve para reflejar las diferencias sociales por el excesivo uso de vos. Todo
ello es verdad en cierto sentido, pero requiere algunas matizaciones.
Lo que ocurre, según la documentación que he estudiado1, es que durante el siglo XV,
vos y su paradigma pronominal y verbal se convierten en la práctica en el único pro-
nombre usado, dado que el recurso a tú está prácticamente restringido para dirigirse a
los niños.2 De manera que en la mayoría de las relaciones sociales vos es la única forma
usada, el único recurso pronominal y verbal a disposición de los hablantes. Por tanto,
para adecuarse a la formalidad de la situación, para marcar la relación con el interlocutor
o para expresar distinto grado de cortesía, los hablantes del cuatrocientos y de principios
del quinientos recurrían a elementos nominales diversos, como puede apreciarse en los
ejemplos siguientes:
SOCIOLINGÜÍSTICA Y PRAGMÁTICA HISTÓRICAS 940

Y avn vos, Figueroa, me dixistes que el jurado vos avia ynpuesto en que dixedes que yo
vos lo avia dicho e que yo vos tome a vos en la plaça e que yo os dixe lo que el jurado me
avia dicho e vos me respondistes que el jurado mentia e que de çelos que el jurado tenia
de vos vos leuantaua todo aquello e mas me dixistes que vos echavades con la jurada, su
muger, e que la besavades e abraçavades y mas me dexistes que besauades y abraçava-
des a la de Pero Ruys de Valdelomar (Averiguación, 71)
Señor liçençiado, sy conosçiesedes quien es Pero Ruys de Valdelomar y el jurado Mo-
rales maravillarosyedes [...] Acordaysos señor, de vn dia que salia la jurada de casa
de Juan de Soria [...] Vistes que queriades yr con ella e no quiso e llego Pero Ruys de
Valdelomar e fue con ella [...] Pues a la entrada de casa la tomo de la mano e se fue con
ella a vn palaçio a donde estava el jurado acostado en su cama e a la entrada del palaçio
echole el braço ençima de los ombros e fuese con ella fasta la cama del jurado. Y Pero
Ruys de Valdelomar llevaua a su muger a alla, a casa del jurado. Y echose el jurado con
la de Valdelomar y el dicho Valdelomar con la del jurado y avn diz que el vno con el otro
(Averiguación, 81).
Se trata de dos fragmentos de la Averiguación de Loja, de 15093, un juicio en el que se
ven implicados personajes de la oligarquía granadina de principios del XVI. Obsérvese
cómo Bernaldino de Figueroa y el licenciado Pedro de Morales se tratan de vos, aparen-
temente en un esquema simétrico. Sin embargo, si analizamos detenidamente la fórmu-
la, comprobaremos que la clave del sistema está en los elementos nominales elegidos, y
no en sus componentes pronominales ni verbales. La distancia social está marcada por el
sintagma Señor licenciado, con que el personaje de inferior condición se dirige al supe-
rior, sintagma que se opone al simple Figueroa, forma nominal que utiliza el personaje
de mayor rango.
Es evidente que el sistema funcionaba a la perfección, de forma parecida a como lo
hace hoy el inglés: tutear en inglés no es más que usar el único pronombre disponible
(you) y el nombre de pila de nuestro interlocutor, frente al “Mr. Smith” distante. De
forma similar funcionaba el español del XV y principios del XVI. La clave del sistema
estaba en los elementos nominales sobre los que vos necesitaba apoyarse para matizar
su grado de cortesía. Es decir, ya no funcionaba una oposición pronominal “tú no defe-
rente / vos deferente”, puesto que la alternancia entre tú y vos, en la práctica, no se daba.
El fundamento lo establecían los elementos léxicos que acompañaban al prácticamente
universal vos. ¿Había perdido vos su primitivo valor reverencial? Sí y no. Sí, porque por
sí solo no servía para expresar respeto, antes al contrario, era forma irrespetuosa4. No,
puesto que acompañado de formas nominales corteses servía a la perfección para dar un
trato deferente.
En este escenario, la gente cultivada y familiarizada con el lenguaje administrativo,
empieza a usar un elemento nominal llamativo, muy novedoso y rompedor, puesto que
rige tercera persona de singular en vez de combinarse con elementos de segunda de plu-
ral. Se trata de la forma léxica vuestra merced (luego, tras gramaticalizarse, usted), que
en su origen se utilizaba para dirigirse a los príncipes5 y que encontramos después, de
manera especial, en escritos administrativos dirigidos a altos cargos. En las peticiones
941 COMUNICACIONES

que hacen los vecinos de la Alhambra al conde de Tendilla predomina el uso de Vuestra
Señoría, pero empiezan a verse ejemplos de Vuestra Merced:
Los vezinos della que aqui firmamos nuestros nonbres dezimos que en el arrenda-
miento que Vuestra Merçed dize hizo estre presente año del forno della puso por con-
diçion quel hornero [...] fuese obligado a tener vna persona que tuviese cargo de llevar
las tablas de pan en masa a cozer al dicho horno de todos los veznios desta Alhanbra que
amasan [...] Y nos holgamos mucho en que Vuestra Merçed oviese açertado en vna cosa
tan buena y tan provechosa [...] Pedimos e suplicamos a Vuestra Merçed que lo mande
remediar (De Castro Martínez, En la Alhambra cristiana. Bastimentos, tiendas y merca-
dos, Diputación Provincial de Granada, 1999, 67-68, 1546).
Esta nueva forma tiene la ventaja de emplear un nuevo elemento léxico prestigioso:
lo usaba especialmente gente de clase alta y media alta, digamos, usando la desenfada-
da terminología de Grijelmo6, que es una especie de “administrativismo” pegadizo, que
empieza a utilizarse especialmente en las funciones de mayor fuerza semántica: como
sujeto y como término de preposición.
En los primeros momentos, seguramente ayudado por la presencia de vuestra en su
estructura, vuestra merced puede combinarse con elementos del paradigma de vos. Es-
tas mezclas paradigmáticas indican claramente que el proceso de gramaticalización de
vuestra merced estaba todavía en una fase muy inicial.7 Al principio del proceso, la mez-
cla era frecuente, como se muestra en el epistolario del conde de Tendilla8:
Al alcayde de Los Donzeles: os suplico, señor, que vuestra merçed mande que se va-
yan a Marbella [...] la condesa y toda esta gentezilla besan vuestras manos y quedo
vuestro seruidor (Epistolario, vol. I, 1504, pp. 5-6).
Al marqués de Villena: Las manos beso a vuestra merçed por su ofresçimiento, el qual
al debdo y al deseo de serviros que yo tengo me tyenen çertyficado [...] Y sy de más desto
algo me tocare, a vuestra merçed, como a señor y padre, recurreré para que ayude a esta
casa a quien tanta razón y cabsa tyene de favoresçer y fazer merçed (ibíd., 216-217).
A mosiur de Vere, mayordomo mayor del rey. Magnífico señor: Vna letra del rey, nues-
tro señor, y otra de vuestra merçed reçebí. En la de su alteza dize que dé fe a lo que vos,
señor, de parte de su alteza me dirés. En la vuestra dezís que su alteza me enbía a saludar
y se tyene por muy servido de la orden y manera que tengo en el sosyego, paçificación y
justyçia desta çibdad y su reyno (ibíd., 1505, 318).
Por tanto, los hablantes de la época disponían de tres recursos para dirigirse a un su-
perior: el moderno paradigma etimológico de vuestra merced, el tradicional etimológico
de vos, siempre que se reforzara con elementos nominales del tipo señor, o el uso híbrido
de vuestra merced en las funciones tónicas combinado con vos en las demás posiciones.
El primer recurso era el más prestigioso, elegante y “moderno”, razón por la cual fue
comiéndole terreno a vos y expulsándolo hacia la esfera del tú.
Así pues, la extensión de vuestra merced en detrimento de vos no se debió a una quie-
bra del sistema, que siempre funcionó bien, sino a que una forma de origen escrito y
administrativo se cargó de prestigio, de connotaciones de modernidad y respeto, y acabó
SOCIOLINGÜÍSTICA Y PRAGMÁTICA HISTÓRICAS 942

desvalorizando a la otra, que se vio como anticuada y vulgar. El éxito fulgurante de este
elemento nominal novedoso contribuyó decididamente al desprestigio de vos. El perio-
do que va desde los primeros usos de vuestra merced hasta su completa gramaticaliza-
ción es una etapa de transición, caracterizada por un sistema dominado por los elementos
nominales y que acabará dando paso a un nuevo sistema en que vuelve a funcionar la
oposición pronominal, usted / tú, en las regiones tuteantes, o usted / vos, en las voseantes.
El surgimiento y gramaticalización de vuestra merced es un buen ejemplo de cambio
desde arriba, de imitación consciente de una forma prestigiosa.
La continuación del proceso. Vos en el siglo de Oro. Sociolingüística histórica y
pragmática histórica9
Es inevitable citar aquí el epistolario de Otte10, que tantas críticas ha suscitado, pero
que al mismo tiempo tanta luz ha dado sobre el sistema de tratamientos de finales del
XVI y principios del XVII. Como es bien sabido, se trata de unas seiscientas cartas pri-
vadas, escritas por andaluces establecidos en América, a sus familiares o amigos, casi
siempre con el objetivo de animarlos a viajar y reunirse con ellos.
Recientemente, tres investigadoras se han ocupado de su análisis: fue pionera B. Fon-
tanella, que ya en 199211 analizó el epistolario siguiendo la metodología de Brown y Gil-
man, precursores de la Sociolingüística Histórica. Según esta perspectiva, las fórmulas
de tratamiento reflejan relaciones de poder o de solidaridad, es decir, básicamente se se-
leccionan en función de la relación social existente entre los hablantes. Las conclusiones
a las que llega Fontanella pueden resumise como sigue:
1) La forma más usada en el epistolario es vuestra merced, que predomina incluso
dentro de las relaciones familiares. Es la fórmula exclusiva en relaciones asimétricas de
inferior a superior y la predominante en las simétricas (personas ajenas a la familia, entre
cuñados y familiares lejanos, incluso predomina entre hermanos y primos, etc.).
2) Es evidente que vos ya no es la fórmula para dirigirse al superior, sino que sirve
para expresar ‘intimidad’, en relaciones simétricas de confianza (entre marido y mujer,
entre hermanos o primos, aunque en estos casos predomina vuestra merced), o se utiliza
para dirigirse al inferior. Este uso “moderno” de vos lo acerca al actual de las regiones
voseantes y se manifiesta en el progresivo aumento de las confusiones paradigmáticas
entre vos y tú.
3) Escaso uso de tú, como se indicó más arriba respecto del siglo XV y principios del
XVI.
El mismo corpus, pero con distinta metodología, es analizado por P. Bentivoglio.12
No le interesan tanto las relaciones de poder y solidaridad como los casos de alternancia
de formas y su motivación. Selecciona Bentivoglio cincuenta y dos cartas escritas entre
1556 y 1599, todas entre esposos o hermanos. En veintitrés de ellas aparece vos, sin alter-
nancias, con lo que se confirma que ésta era la forma preferida para la intimidad; en tre-
ce, también sin alternancias, se usa vuestra merced, y en dieciséis hay alternancia entre
ambas formas pronominales. Los cambios de vuestra merced a vos pueden interpretarse
como un paso de un tono formal a otro más íntimo o cariñoso; los de vos a vuestra merced
como un cambio a un tono más distante, esto es, para hacer peticiones más formales, dar
943 COMUNICACIONES

consejos o expresar quejas. No obstante, los cambios de forma de tratamiento no tienen


un sentido único, como puede apreciarse en aquellos ejemplos en que el paso de vuestra
merced a vos es reflejo de enfado hacia el destinatario.
Un magnífico antecedente de esta perspectiva adoptada por P. Benivoglio lo tenemos
en el trabajo de Kormi Anipa, A Critical Examination of Linguistic Variation in Golden-
Age Spanish.13 El reto que se plantea Anipa es explicar la mezcla de fórmulas de trata-
miento, es decir, el hecho de que un hablante se dirija a un mismo interlocutor empleando
distintas formas. Recurre a la pragmática histórica para explicar aquellos usos que la
sociolingüística no puede aclarar.
Como se vio en el trabajo de Fontanella, el uso de bastantes fórmulas de tratamiento
se explica convenientemente recurriendo a factores sociales. Pero hay muchos casos en
que éstos no dan una explicación satisfactoria, especialmente cuando se producen cam-
bios de la forma esperada (“address switching”) o mezclas inesperadas de paradigmas
(“address mixing”). Estos usos no se explicaban, pues se consideraba, desde la perspec-
tiva tradicional, que simplemente se había producido un error, un mal uso de la fórmula o
un descuido del autor o de los editores. Eran, por tanto, usos descuidados, casuales, inapro-
piados, indiscriminados, “promiscuos”, etc. Lo que intenta hacer Anipa es encontrar una
explicación para estas aparentes “excepciones” o “equivocaciones”.
Por tanto, habrá que considerar que, con frecuencia, la elección no está motivada por
el estatus del interlocutor, sino por otras razones: el estado de ánimo, el deseo de ser
cortés o descortés, de dar una imagen positiva de sí mismo, de engañar o convencer, etc.
Entramos de lleno en el terreno de la pragmática histórica ¿Qué ocurre cuando se violan
las normas esperadas por un miembro de un grupo determinado? ¿Qué ocurre cuando en-
contramos formas de tratamiento inesperadas desde el punto de vista sociolingüístico?
Es muy interesante la distinción que establece Anipa entre “address switching” o cam-
bio de fórmula de tratamiento y “address mixing” o mezcla de formas. En el primer caso,
un hablante modifica su pauta habitual de trato hacia un determinado interlocutor, casi
siempre de manera consciente y motivado por factores psicopragmáticos (fingimiento,
adulación, convergencia, enfado, hipocresía, amabilidad para persuadir, etc). En el se-
gundo caso se producen mezclas o alternancias inconscientes de formas de tratamiento
en un mismo texto (en una carta, en una misma intervención de un hablante, etc.).

Factores psicopragmáticos conscientes en el cambio de fórmula de tratamiento


Los casos de cambio de fórmula de tratamiento (“address switching”) deben analizar-
se uno a uno porque revelan matices que pasan desapercibidos cuando aplicamos sin más
los principios de poder y solidaridad. Con frecuencia, estos cambios se deben a “estra-
tegias” conscientes. El hablante se aleja deliberadamente de la pauta de uso no marcada
para obtener algún beneficio, para dar una determinada imagen de sí mismo o de los
demás. Vamos a analizar algunos ejemplos tomados de El Buscón.14
En el encuentro entre “el Buscón” Pablos y el hidalgo todo es apariencia, desde la ro-
pa que llevan (hábitos de estudiante, camisa (“hojaldres”) de hidalgo) hasta la insistencia
en las formas respetuosas (“señor”, “vuestra merced”):
SOCIOLINGÜÍSTICA Y PRAGMÁTICA HISTÓRICAS 944

(Hidalgo): Irá vuestra merced, señor licenciado, en ese borrico con harto más des-
canso que yo con todo mi aparato (Buscón, 171)
(Pablos): En verdad, señor, que lo tengo por más apacible caminar que el del coche,
porque aunque vuestra merced vendrá en el que tray detrás con regalo, aquellos vuelcos
que da inquietan (Buscón, 172)
El Buscón y el hidalgo reciben “mercedes” que no merecen, visten y hablan para en-
gañar. Unas páginas más adelante encontramos que ambos personajes han abandonado
sus disfraces y se tratan ya de “hermano” y “vos”. Este cambio se ha producido después
de descubrir la verdad que se ocultaba tras las apariencias: el hidalgo está acechado por
los acreedores y Pablos es un falso estudiante. En esta relación no tiene ya sentido el res-
petuoso y distante vuestra merced sino que prevalece el vos de la complicidad:
(Hidalgo): Estos son los aderezos de negar deudas. Aprendé, hermano, que veréis mil
cosas destas en el pueblo (Buscón, 189)15
(Pablos): Hermano, este de la hambre es recio noviciado [...] si vos no lo sentís, no es
mucho, que criado con hambre desde niño, como el otro rey con ponzoña, os sustentéis
ya con ella. No os veo hacer diligencia vehemente para mascar, y así yo determino de
hacer lo que pudiere (Buscón, 191)
El Buscón está lleno de ejemplos en que se usan deliberadamente formas inapropiadas
para obtener beneficios de la situación. Así deben interpretarse los excesos de cortesía
con que los rufianes tratan a D. Diego, el joven estudiante, cuando llega a la venta cami-
no de Alcalá. Obsérvense las formas “mi señor”, “este caballero”, “vuestra merced”, etc.
Naturalmente, el tono es burlesco: adulan al joven estudiante para que los invite a cenar.
(Rufianes) Todos lo somos [criados] de vuestra merced y le hemos de servir. ¡Hola
güésped!, mirad que este caballero os agradecerá lo que sirviéredes: vaciad la dispen-
sa. Y diciendo esto, llegóse el uno y quitóle la capa, y dijo: - Descanse vuestra merced, mi
señor (Buscón, 105).
Igualmente intencionado es el vos que recibe el falso D. Filipe (Pablos) de unos caba-
lleros y unas damas. Aquí tratan al que creen un caballero principal con un “vos, D. Fili-
pe” inesperado, saltándose las convenciones sociales que imponían un vuestra merced
distante, para con ese vos romper las barreras y ganarse la simpatía del recién conocido:
Llegué, y ya estaban allá las dichas y los caballeros, y todo. Recibiéronme ellas con
mucho amor y ellos llamándome de vos en señal de familiaridad. Había dicho que me
llamaba don Filipe de Tristán, y en todo el día había otra cosa sino don Filipe acá y don
Filipe allá (Buscón, 222-223).

Factores psicopragmáticos inconscientes en la alternancia o mezcla de formas


Distinta consideración merecen aquellos casos en que, en un mismo fragmento, se
producen mezclas aparentemente indiscriminadas de formas de tratamiento (“address
mixing”). A veces, estas alternancias pueden explicarse por razones psicológicas incons-
cientes, tal y como se desprende del análisis efectuado por Bentivoglio.16 Incluyo aquí
945 COMUNICACIONES

un caso más en que el paso a vos se produce en los momentos en que el tono de la carta es
más afectuoso y cordial. Comienza la misiva en un tono severo, casi de reprimenda, por-
que el destinatario, hermano del que escribe, no se ha preocupado por cobrar un dinero
que le correspondía:
Estoy espantado de auer tenydo tan poco cuidado de lo que enbie en las cartas a su-
plicar de que me cobrase aquel dinero de la cochinylla que enbiee a seuilla y no e Rezivi-
do nynguna Respuesto de lo prosedido (Cano Aguilar, 404).17
Después vienen los consejos y recomendaciones, también con vuestra merced. Y se-
guidamente, tras la forma nominal hermano, empieza un breve fragmento dominado por
los sentimientos, los deseos de reencuentro familiar y por la tristeza de haberse enterado
de las dificultades económicas del hermano. Justo aquí aparece el pronombre vos:
hermano por amor de dios que os vea yo en estas partes como yo e mys hijos y mujer lo
deseamos. tenya munchas cosas quescrevir porque me avian dicho que os auiades deter-
mynado otra bes a venyr a estas partes e no pudistes por faltaros el pusible y ansy agora
me determyno a que no os falte (ibid.)

Otros casos de “address mixing”


Como se vio más arriba, en los primeros momentos de irrupción de vuestra merced en
el sistema, se dan frecuentes casos de alternancias inconscientes con vos. Vuestra merced
aparece en las posiciones semánticamente prominentes, aquellas que el hablante contro-
la con más facilidad.18 Los elementos de vos se sitúan en las posiciones de menor rele-
vancia. Otras veces, los elementos de vos sirven para evitar ambigüedades.19
A medida que nos acercamos al siglo XVIII, las confusiones paradigmáticas se pro-
ducen en otro sentido: las formas de vos y de tú se mezclan hasta constituir el paradigma
híbrido actual.20
Parece evidente que estas hibridaciones son reflejo del valor semántico que han tenido
históricamente vos, vuestra merced y tú. Al principio del proceso, mientras vos conserva-
ba parte de su valor medieval de respeto, podía mezclarse con vuestra merced. Cuando,
pasado el tiempo, vos se aleja de este valor deferente y se acerca al de ‘tú’, las confusio-
nes se producen entre vos y tú.

Conclusión
He querido mostrar que para hacer una historia completa de las fórmulas de tratamien-
to en español es necesario tener en cuenta tanto los elementos pronominales y verbales
como los nominales. Además, que los factores psicopragmáticos conscientes e incons-
cientes ayudan a aclarar usos que parecían extraños a la sociolingüística. Pero queda
mucho por hacer: salvo excepciones, como el caso argentino aquí citado, sabemos muy
poco de lo que ocurre en América después de la independencia21; y sobre todo, necesita-
mos elaborar corpus amplios diseñados específicamente para estudiar la evolución de
las fórmulas de tratamiento, a imitación de lo que ya se ha hecho para el inglés con el
SOCIOLINGÜÍSTICA Y PRAGMÁTICA HISTÓRICAS 946

Corpus of Early English Correspondence (1410-1681)22 y el Corpus of English Dialo-


gues (1560-1760).23 Refiriéndome, en concreto, a mi trabajo, debo decir que en su pri-
mera parte me baso en las declaraciones de testigos de un solo juicio y en el análisis de
dos epistolarios, el de Otte y el del conde de Tendilla. En estas tres fuentes, el uso de tú
ocupa una porción insignificante. Pero qué ocurrirá cuando se amplíe el corpus con otros
epistolarios y otros juicios. Esas son las incógnitas que deben resolverse en el futuro.
947 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Véanse Calderón Campos, Miguel, “Fórmulas de tratamiento en las cartas del conde de Tendilla (1504-
1506)”, en Actas del V Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, Madrid, Gredos, 2002, vol. I,
477-487 y “El desgaste pronominal y verbal de vos en la primera mitad del siglo XVI”, en Actas del VI Congreso
Internacional de Historia de la Lengua Española, Madrid, Arco Libros, 2006, vol. I, 557-568.
2
Fontanella, cuando analiza las cartas publicadas por Otte (1540-1616) encuentra que el uso de tú se da solo de
padres a hijos, y aun en este caso, en alternancia con vos, que se usa en casi un 70% del total de los ejemplos (Fon-
tanella de Weinberg, B., El español de América, Madrid, Mapfre, 1992, 85). También se usaba tú para dirigirse a
los criados jóvenes, y en algunos casos a la esposa (Eberenz, R., El español en el otoño de la Edad Media, Madrid,
Gredos, 2000, cap. IV). Pueden verse más casos de tuteo dirigido a los criados y del marido a la mujer en Pedro-
viejo Esteruelas, J.M., “Análisis de las fórmulas de tratamiento en los pasos de Lope de Rueda”, Artifara, 3, 2003
(http://www.artifara.com/rivista3).
3
Trillo San José, Carmen, La vida en Loja al final de la Edad Media. La averiguación de 1509, Granada, Uni-
versidad de Granada, 1992.
4
La desvalorización de vos consistía en que por sí solo había perdido su valor respetuoso de antaño. Lo que
debía de molestar a las clases altas era ese uso aparentemente igualitario de vos, razón por la cual buscan nuevos
mecanismos diferenciadores, entre los cuales el recurso a vuestra merced con su paradigma de tercera persona
acabaría por triunfar y generalizarse. Digamos, utilizando terminología sociolingüística, que este cambio desde
arriba (el uso de vuestra merced) sirvió para frenar un cambio desde abajo (la generalización pronominal de vos)
que se venía produciendo desde hacía tiempo.
5
Véase Líbano Zumalacárregui, A., “Morfología diacrónica del español. Las fórmulas de tratamiento”, Revis-
ta de Filología Española, 71, 1991, 115.
6
Grijelmo, Álex, La punta de la lengua. Críticas con humor sobre el idioma y el Diccionario, Madrid, Aguilar,
2004. El primer capítulo está dedicado a los “administrativismos”.
7
Recientemente se ha ocupado de la evolución de vuestra merced a usted Bob de Jonge, “El desarrollo de las
variantes de vuestra merced a usted”, Estudios de Lingüística del Español (ELiEs), 22, 2005 (http://elies.rediris.
es/elies22/cap7.htm).
8
Epistolario del conde de Tendilla (1504-1506), Estudio de J. Szmolka Clares; edición y transcripción de M.
Amparo Moreno Trujillo y M.J. Osorio Pérez, Granada, Universidad de Granada-Diputación Provincial de Gra-
nada, 1996, 2 vols.
9
De los “repertorios de tareas” de la pragmática histórica se ocupan Cano Aguilar, R., “Pragmática histórica e
historia de la lengua”, Cauce, 1995-1996, 703-717 y Ridruejo, E., “Para un programa de pragmática histórica del
español”, en Actas del V Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, Madrid, Gredos, 2002, vol.
I, 159-177.
10
Otte, Enrique, Cartas privadas de emigrantes a Indias (1540-1616), Sevilla, Junta de Andalucía, 1988 (hay
edición posterior en México, Fondo de Cultura Económica, 1993):
SOCIOLINGÜÍSTICA Y PRAGMÁTICA HISTÓRICAS 948

11
Véanse Fontanella de Weinberg, B., “La evolución de los usos americanos de segunda persona del singular”,
Lingüística, 4, 1992, 7-25 y su libro El español de América, Madrid, Mapfre, 1992. Idéntico corpus y perspectiva
adopta P. García Mouton, “Tratamientos en las cartas de Indias”, en Morales, Amparo et al. (eds.), Estudios de
lingüística hispánica. Homenaje a María Vaquero, San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1999,
250-262.
12
“Spanish forms of address in the Sixteenth Century”, en Taavitsainen, Irma, Andreas H. Jucker (eds.) , Dia-
chronic Perspectives on Address Term Systems, Amsterdam/Filadelfia, John Benjamins, 2003, 177-191.
13
Peter Lang Publishing, New York, 2001, capítulo 8, especialmente las páginas 210-228.
14
Francisco de Quevedo, El Buscón [1626], ed. de Pablo Jauralde, Madrid, Castalia, 1990.
15
El hidalgo se ha soltado la melena y se ha puesto un parche en el ojo, para no ser reconocido por un acreedor.
16
Pueden verse más ejemplos de cambio pronominal de tratamiento en Carrera de la Red, M., y A. Álvarez,
“Tratamientos y cortesía en la elaboración de fuentes documentales de la etapa fundacional de la provincia de Mé-
rida (Venezuela)”, en Bravo, D. y A. Briz (eds.), Pragmática sociocultural: estudios sobre el discurso de cortesía
en español, Barcelona, Ariel, 2004, 227-243.
17
Carta transcrita por Cano Aguilar, R., “Lenguaje ‘espontáneo’ y retórica epistolar en cartas de emigrantes es-
pañoles a Indias”, en Kotschi, T., W. Oesterreicher y K. Zimmermann (eds.), El español hablado y la cultura oral
en España e Hispanoamérica, Vervuert-Iberoamericana, Frankfurt, 1996, 375-404.
18
Para esta cuestión, véase: García, Erica C., “Una casilla vacía en el paradigma pronominal del voseo: con-
vusco”, en J. Lüdtke (comp.), El español de América en el siglo XVI. Actas del Simposio del Instituyo Ibero-Ame-
ricano de Berlín, Frankfurt, Vervuert, 1994, 13-38.
19
Compárense los efectos del inequívoco “en la vuestra dezís” con un ambiguo e imposible “en la suya dize”,
en la carta tercera recogida más arriba del Epistolario del conde de Tendilla.
20
La historia de la fusión de los paradigmas de vos y tú está descrita por B. Fontanella en El voseo bonaerense.
Visión diacrónica, Bahía Blanca, Departamento de Humanidades, 1989.
21
Véanse los trabajos de García Godoy, M. T., “Estilo cortés y tratamientos honoríficos en los orígenes del
constitucionalismo argentino”, RILI, 5, 2005, 79-96 y “La controversia sobre los tratamientos en el periodo de
Independencia”, en estas mismas actas.
22
Dpt. of English, Universidad de Helsinki (http://www.eng.helsinki.fi/varieng/team2).
23
Incluye juicios, declaraciones de testigos, obras teatrales y diálogos didácticos. Pueden verse trabajos elabo-
rados a partir de estas bases documentales en Taavitsainen, Irma, Andreas H. Jucker (eds.) , Diachronic Perspecti-
ves on Address Term Systems, Amsterdam/Filadelfia, John Benjamins, 2003.
949 COMUNICACIONES

Análisis del discurso y Pragmática

SENTIMIENTOS Y SENSACIONES ANTE EL ESPAÑOL DE LAS


TELENOVELAS HISPANOAMERICANAS

Mª del Rosario Llorente Pinto


(Universidad de Salamanca)

El lenguaje de los medios de comunicación en español


Mucho se ha hablado sobre el uso del español en los medios de comunicación, sobre
todo en la televisión, por considerarlo inadecuado, con un léxico pobre y desnaturaliza-
do, lleno de solecismos y barbarismos. Esta preocupación se extiende a los profesiona-
les de los medios de diferentes países, como el mexicano Zabludovsky (1998:32), que
señala que “el idioma que influye ya no es solo el que se publica en libros o periódicos,
sino el que llega por satélite”; por ello considera que “es nuestra obligación impedir que
este invento magnifique los barbarismos”.
Sin embargo esto no parece del todo cierto. Después de investigaciones recientes Ávi-
la (2001: 7) demuestra con datos estadísticos fiables que el lenguaje que se utiliza en
programas de televisión o de radio y también el de las telenovelas es denso1 y tiene una
riqueza semejante a la de una persona culta.
Gracias fundamentalmente a la televisión, en la actualidad podemos escuchar en
nuestra casa a hispanohablantes de cualquier parte del mundo. Las ondas han rebasado
las fronteras políticas y nos han puesto en contacto con un español de distintas melodías,
de diferentes acentos y con palabras y expresiones desconocidas. Y, sin duda, algunos
de los programas con más audiencia son los seriales novelados. Por ello, no podemos
restar importancia a productos televisivos que, como las telenovelas hispanoamericanas,
consiguen en España hasta seis millones de espectadores en algunos capítulos (este fue
el caso de uno de los últimos fenómenos sociológicos2 en culebrones: la telenovela co-
lombiana “Betty la fea”).
Las telenovelas hispanas que se consumen en España se producen en distintos países
americanos: Perú, Colombia, Argentina, Venezuela o México, principalmente, lo que
nos lleva a suponer que el público no tiene grandes problemas en aceptar las distintas
variedades del español americano, aunque, según el profesor Humberto López Morales,
SENTIMIENTOS ANTE EL ESPAÑOL DE LAS TELENOVELAS HISPANOAMERICANAS 950

las primeras telenovelas fracasaron al ser exportadas, posiblemente debido a desajustes


semánticos o a la aparición de palabras tabúes en el país importador del producto.
Sin embargo los errores se subsanaron con la ayuda de asesores lingüísticos logrando
que las producciones de un país concreto tuvieran éxito en cualquier otro3; de hecho, al-
gunos guionistas colaboran en multitud de exitosas telenovelas4.
Por la importancia que tienen estos productos como vehículos de cohesión, como he
señalado en anteriores ocasiones5, decidimos centrar nuestro trabajo en la audición de
tres seriales con el objeto de conocer los gustos de los posibles consumidores españoles y
extranjeros respecto de las telenovelas hispanoamericanas.
No hay nada más subjetivo que lo concerniente a los sentimientos y a las sensaciones
que nos producen las cosas, las personas, el mundo que nos rodea...; lo que a mí me pue-
de parecer bonito, a otros feo; lo que para algunos tiene la apariencia de normal resulta
extraño para muchos otros.
Recientemente oí en la televisión (Tele 5) que un piloto colombiano de Fórmula 1,
después de comentar la carrera en inglés lo haría en “algo parecido al español” -comenta-
rio que me pareció despectivo-; en aquel momento recordé otras ocasiones en las que al-
gunas personas “presuntamente cultas” informaban de que el famoso cantante de origen
portorriqueño Marc Anthony se expresaba mal en nuestro idioma, cuando mi sensación
era completamente contraria. Esto me produce algo cercano a la indignación puesto que
se puede decir que siento una especie de fascinación por el español de la otra orilla.
Esa es una de las razones por las que me propuse encuestar a mis estudiantes univer-
sitarios. Deseaba conocer cuál era la aceptación de las variedades americanas, qué senti-
mientos les provocaban y qué opinaban del doblaje en “español neutro”.

La investigación
Son tres las telenovelas de diferente nacionalidad y distinto carácter, que los alumnos
visionaron durante 10-12 minutos (cada una).
La primera, “Bettty la fea”, es de producción y actores colombianos. Se desarrolla en
época actual y se exhibió en España en 2002. El pasaje que se presentó contenía diálogos
en situaciones más o menos formales, pero también una pequeña conversación de carác-
ter coloquial entre las empleadas de la compañía “Ecomoda”.
La segunda, “TerraNostra”, es una telenovela brasileña, ambientada a finales del siglo
XIX, producida por Red Globo Televisión y doblada al “español neutro” por la compañía
mexicana Grupo Macías. Llegó a las pantallas de Televisión Española en 2001, avalada
por muy buenas críticas respecto a la técnica de doblaje empleada.
La tercera telenovela, “Peligrosa” (1995), es venezolana y transcurre en Caracas en
época actual. Los actores son venezolanos y todo el pasaje visionado transcurre en un
ambiente sociocultural alto. Esta telenovela llega a España en 2002 a un canal regional6.
En este trabajo queremos presentar las encuestas llevadas a cabo a 41 estudiantes
universitarios, 34 españoles y 7 extranjeros que asisten a la universidad de Salamanca
951 COMUNICACIONES

y pertenecen a distintas licenciaturas. Tienen edades comprendidas entre los 18 y los 21


años, en su mayoría.
Los informantes respondieron a la pregunta sobre sus sentimientos en dos apartados
diferentes: uno concerniente a pronunciación-entonación y otro concerniente al léxico.
Este es el modelo de cuestionario en el que, además de señalar lo impreso, se podía
añadir cualquier observación que se pudiera considerar oportuna.

NOMBRE......................................................................................................EDAD..............................................................

LUGAR DE RESIDENCIA HABITUAL.................................................................................................................................

LENGUA MATERNA............................................................................................................................................................

LICENCIATURA....................................................................................................................................................................

¿HA VIAJADO ALGUNA VEZ A ALGÚN PAÍS HISPANOAMERICANO?........................................................................

¿A CUÁL? , ¿CUÁNTAS VECES?.........................................................................................................................................


...............................................................................................................................................................................................

¿Qué le parece la forma de hablar en esta telenovela?

Pronunciación y entonación
Bonita/ elegante/ correcta/normal/muy parecida a la propia/graciosa/dulce/
Fea/ vulgar/incorrecta/rara/muy diferente a la propia/sosa/seca/incomprensible
¿Por qué?

Léxico
Bonito/ elegante/ correcto/normal/muy parecido al propio/gracioso/ dulce
Feo/ vulgar/incorrecto/raro/muy diferente al propio/soso/incomprensible
¿Por qué?
Palabras no comprendidas

Otros
...................................................................................................................................................................

He aquí los resultados (las cifras indican el número de informantes):


SENTIMIENTOS ANTE EL ESPAÑOL DE LAS TELENOVELAS HISPANOAMERICANAS 952

Pronunciación y entonación (españoles)

Léxico (españoles)
953 COMUNICACIONES

Pronunciación y entonación (extranjeros)


SENTIMIENTOS ANTE EL ESPAÑOL DE LAS TELENOVELAS HISPANOAMERICANAS 954

Léxico (extranjeros)

Interpretación de los resultados


Según estos datos, los estudiantes españoles aceptan las variedades diferentes de pro-
nunciación y entonación propuestas en este estudio, incluyendo la variedad artificial del
“español neutro” representada aquí por “TerraNostra”. Las características positivas son,
en todos los casos, superiores en número a las negativas, en proporciones que van desde
el doble (“Peligrosa”), a más del triple en la telenovela colombiana y a más del cuádruple
en el doblaje mexicano neutro.
Ahora bien, es evidente que la variedad venezolana no tiene tanta consideración como
la colombiana, y que a esta se le ponen más reparos que al doblaje en “español neutro”.
Llama, por otra parte, la atención el hecho de que el valor más repetido en esta última
telenovela sea la corrección y la claridad de la pronunciación (17), frente a las otras dos
variedades que fundamentalmente son caracterizadas como graciosas (17), aunque la
corrección está presente en muy alto grado en “Betty la fea” (15), y en muy bajo en “Pe-
ligrosa” (3).
Respecto a las características negativas podemos observar que los valores más altos
sirven para caracterizar la variedad venezolana como exagerada (9) e incorrecta (7); le
sigue la variedad colombiana: entonación exagerada (6), y muy rápida (5). El doblaje
955 COMUNICACIONES

en “español neutro” es considerado por cuatro encuestados como artificial y por otros
cuatro, seco.
La sensación que les transmite la pronunciación a 15 de los universitarios es que la va-
riedad neutra es muy parecida o casi igual a la propia, frente a los valores de la variedad
colombiana (5) y la venezolana (2); habría, no obstante, que señalar que los que las con-
sideran diferentes lo hacen sobre todo refiriéndose a la entonación respecto a Colombia y
al doblaje neutro, pero a pronunciación y entonación en el caso venezolano7.
Al observar el cuadro referente al léxico, es evidente que la corrección es lo que di-
ferencia fundamentalmente la variedad neutra (11) de la venezolana (3), quedando la
telenovela colombiana en un lugar intermedio (6).
La característica coloquial representa en este esquema valores positivos debido a que
así lo han manifestado los informantes, considerando que en ciertas situaciones el len-
guaje tiene que ser informal y no rebuscado. Este rasgo diferencia también en gran medi-
da las distintas modalidades, puesto que la variedad neutra no recibe valoración en este
apartado por considerar que lo que la caracteriza es un léxico formal (5) y sobre todo
elegante (9).
Aún así, creo que lo que verdaderamente marca la diferencia son los considerados
“rasgos propios”, puesto que se disparan los de las variedades naturales frente a las del
“español neutro”. Es especialmente llamativa la sensación de la aparición de diminuti-
vos (18) en la telenovela venezolana, cosa que indudablemente ayuda a identificarla8. En
menor medida, los estudiantes apreciaron el uso de usted por tú entre amigos y compañe-
ros, característico de la variedad colombiana (5)9.
Aunque los datos de los que disponemos corresponden tan solo a siete informantes,
podríamos hablar de una misma tendencia en los estudiantes extranjeros. Respecto al
apartado fonético la diferencia en la valoración de las distintas telenovelas se hace to-
davía mayor, pues a la variedad venezolana solamente le adjudican características ne-
gativas. Esta modalidad les parece muy distinta a la que ellos estudian y utilizan. La
misma apreciación se repite en el léxico: “TerraNostra” aparece como la telenovela con
un léxico más estándar respecto a la que ningún informante señala haber encontrado ex-
presiones diferentes.

Conclusiones
Los sentimientos que provocan estos pasajes son diferentes porque también lo son las
telenovelas y la forma de presentar el lenguaje en cada una de ellas. La mayoría de estos
productos representan a un país determinado, -a pesar de que, en algunos casos, se con-
trata en papeles principales a actores de países distintos que tienen que neutralizar, en lo
posible, su acento local-.
Por ello, porque conservan su carácter nacional, mantienen las expresiones y la pro-
nunciación propias del lugar donde están hechas respetando los giros y usos propios de
cada país10, aunque posiblemente suavizados, excepto cuando se trata de retratar a la clase
baja11, ya que se pone mucho cuidado al representar los niveles sociales de elocución12.
SENTIMIENTOS ANTE EL ESPAÑOL DE LAS TELENOVELAS HISPANOAMERICANAS 956

A pesar de las diferencias, los estudiantes españoles aceptan y consideran en alto gra-
do las diferentes modalidades americanas, incluyendo la del llamado “español neutro”,
que, en la actualidad, depende de una industria principalmente mexicana, lo que ha aler-
tado a distintos profesionales de otros países hispanos al estimar que esto puede influir
en la pérdida de identidad cultural, puesto que en muchas naciones hispanoamericanas
se están introduciendo giros lingüísticos propios de la cultura mexicana13.
Los extranjeros -al menos los que estudian en España- no parecen aceptar de igual
manera estas variedades y prefieren la modalidad neutra, posiblemente por ser la más
parecida a la que han estudiado y aprendido.
Por otra parte, resulta evidente que la aceptación de la modalidad de las “tierras al-
tas”14, incluyendo al “español neutro”15 es mayor que la de las “tierras bajas”, sin que es-
to quiera decir que los informantes no aprecien sus cualidades; en realidad, son muchos
los que la consideran una modalidad dulce, bonita graciosa, suave, pero le atribuyen
grandes defectos como son el pronunciar con poca claridad o marcar exageradamente la
entonación, rasgo este último que comparte con la variedad colombiana.
Posiblemente, la razón por la que las modalidades de tipo meridional se relacionan
más con ciertos ámbitos del entretenimiento es la consideración de que se alejan más
del “español normativo” al apartarse de la ortografía, unido esto a que la enseñanza en la
escuela sea la variedad de las “tierras altas”. También se podría hablar de fenómenos de
tipo extralingüístico que relacionan las zonas donde es normal esta pronunciación con la
diversión (Caribe, Canarias y Andalucía, principalmente). Esto hace más difícil la apari-
ción de esta modalidad a nivel internacional, en otro tipo de programas como las noticias
o los documentales16.
Es natural, por lo tanto, que los medios de comunicación masiva favorezcan la con-
vergencia idiomática para procurar que productos con vocación internacional sean acep-
tados por el mayor número de personas posible.
Los sentimientos son libres y aunque los lingüistas estemos obligados a vigilar los
usos de nuestra lengua, y a decidir si se está haciendo bien, son los hablantes los que en
último término van a elegir los patrones lingüísticos.
Respecto a estos patrones, parece que la tendencia para la comunicación internacional
es la neutralización de muchas de las características locales o regionales, porque como
hemos comprobado, no todas ellas tienen la misma consideración.
Queda pendiente el estudio de la aceptación de las modalidades peninsulares en
América.
957 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

A. Ávila (1997a), El doblaje, Madrid, Cátedra.


A. Ávila (1997b), Historia del doblaje cinematográfico, Barcelona, Cims.
Ávila, R. (2001), “Los medios de comunicación masiva y el español internacional”, en
internet, www.cervantes.es
Ávila, R. (2002), “Espacios, convergencias y divergencias: lengua y medios”, Confe-
rencia pronunciada en los “Encuentros sobre el español en los medios de comunicación”, 6-
10 de mayo de 2002, Salamanca, Universidad de Salamanca- Fundación Duques de Soria.
Henríquez Ureña (1921), “Observaciones sobre el español de América”, RFE, 8, pp.
357-390.
Llorente Pinto (2000), “El español de las telenovelas hispanoamericanas”, en Borre-
go et alii, eds., Cuestiones de actualidad en Lengua Española, Salamanca, Ediciones Uni-
versidad de Salamanca/Instituto Caro y Cuervo, pp. 235-243.
Llorente Pinto, R. (2005), “La nueva cohesión del español y la importancia de las tele-
novelas”, en Homenaje a Manuel Alvar, Zaragoza, Institución Fernando el Católico
Salvador, Gregorio (1994), El español hablado en los culebrones, Burgos, Caja de
Burgos.
Sedano, M. y Bentivoglio, P. (1996), “Venezuela”, en M. Alvar, dir. Manual de dialec-
tología hispánica, El español de América, Barcelona, Ariel.
Zabludovsky (1998), “La lengua española vía satélite”, en La lengua española y los
medios de comunicación, Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, (Zacate-
cas 1997); México Siglo XXI, SEP, Instituto Cervantes, pp.33-39.
SENTIMIENTOS ANTE EL ESPAÑOL DE LAS TELENOVELAS HISPANOAMERICANAS 958
959 COMUNICACIONES

NOTAS

1
La densidad resulta de obtener el número de palabras diferentes por cada segmento de un determinado núme-
ro de palabras gráficas. Dentro de esas cien palabras no se consideran los casos de onomástica (nombres propios,
nombres de lugar, etc.).
2
En Colombia el éxito llegó a ser tal que hasta en el Parlamento se discutía sobre el argumento de la serie, y
se daban posibles soluciones al problema económico que se planteaba en ella. El ministro de Economía puso a la
empresa “Ecomoda” como ejemplo de mala gestión, lo que nos indica el nivel de audiencia que debía de tener en
aquel país. En el nuestro, la telenovela_ emitida por la cadena Antena 3 en el año 2002_ consiguió “enganchar”
también al sexo masculino, que tradicionalmente se interesa menos por este tipo de programas.
3
Estas manifestaciones las hizo en junio de 1990 en Burgo de Osma, en una reunión de la Asociación de Histo-
ria de la Lengua Española, patrocinada por la Fundación Duques de Soria, y las recoge Salvador (1994: 5).
4
Ahí está el caso tan llamativo de Delia Fiallo, escritora cubana exiliada en Miami, que escribe guiones para las
televisiones de Argentina, de México, de Venezuela y de Perú.
5
Véase “La nueva cohesión del español y la importancia de las telenovelas”, Llorente Pinto (2005).
6
Estas cadenas, con un presupuesto mucho más reducido que el de las estatales, suelen adquirir productos
antiguos; aunque las telenovelas venezolanas causaron furor hace años, en la actualidad parece que el mercado
prefiere las de otros países como México o Colombia.
7
Es importante advertir que no tiene por qué significar que las consideren variedades muy diferentes si no se-
ñalan que son parecidas; indudablemente tiene más valor lo que subrayan que lo que omiten.
8
Sedano (1996: 121) explica la productividad de estos sufijos en el español de Venezuela.
9
El uso de usted como marcador de familiaridad, conocido como ustedeo, se emplea en Costa Rica, en las
zonas rurales de Panamá y en Colombia para dirigirse a hermanos, hijos, amigos, compañeros y conocidos. Fre-
cuentemente el hablante alterna entre el tuteo y el ustedeo, a veces de una forma caótica.
10
Esta es también la opinión de Salvador (1994:7).
11
Precisamente “la caracterización social de los personajes desde su habla es constante en las telenovelas y es
uno de sus mayores aciertos”, según palabras textuales de Gregorio Salvador (1994: 16).
12
Los enunciados de la clase baja se caracterizan por tener una entonación muy marcada, una pronunciación
descuidada (salvo en el caso de México) y por la utilización de muchos más ismos (término utilizado por Ávila
(2002:8) para hablar de ‘vocablos marcados de uso no general’).
He podido analizar varias telenovelas de distintos países, donde se aprecia muy bien lo importante que se
considera “hablar bien”. En el caso mexicano la pronunciación de la clase baja no difiere en gran medida de la de
la alta, la verdadera diferencia está en la entonación, que es especialmente llamativa, y en el léxico utilizado. Para
más información puede consultarse Llorente Pinto (2000: 242).
13
A. Ávila (1997a: 26) considera que este asunto está empezando a preocupar a muchos intelectuales y univer-
sidades americanas.
SENTIMIENTOS ANTE EL ESPAÑOL DE LAS TELENOVELAS HISPANOAMERICANAS 960

14
Me refiero a la división tradicional entre el español de las “tierras altas” y el de las “tierras bajas” propuesta
por Henríquez Ureña (1921).
15
Según A. Ávila (1997b: 205), fuentes de Televisión Española aseguraban que en 1973 terminaron los dobla-
jes en español neutro porque chocaba frontalmente con los gustos de la audiencia española.
En el caso de este doblaje hay que considerar que representa un avance respecto a los anteriores, aunque la
sincronización entre los labios y el sonido no es perfecta, cosa señalada por algunos (aunque no muchos) infor-
mantes.
16
Esta es la opinión de varios estudiantes andaluces de la Universidad de Salamanca, que no aceptarían su
propia modalidad en las noticias de alcance nacional, por considerar que la norma del norte da más impresión de
seriedad.
961 COMUNICACIONES

Análisis del discurso y Pragmática

USO Y FUNCIÓN DE ESTE EN EL DISCURSO ORAL


ESPONTÁNEO DE HABLANTES PUERTORRIQUEÑOS

María Inés Castro


(Universidad de Puerto Rico)

Este trabajo pretende presentar los hallazgos más importantes que se desprenden de
la investigación doctoral cualitativa del uso y función de la forma este en el discurso
oral no planificado de hablantes de la zona metropolitana de San Juan, Puerto Rico. Se
realiza un acercamiento sintáctico-gramatical, lógico-semántico y pragmático al uso de
la forma, cuyas características pragmáticas, estructurales y de significación son evalua-
das en el marco del intercambio comunicativo cara a cara, en el contexto de entrevista
dirigida.
La investigación que realizamos, se apoya en contextos tomados de las entrevistas
realizadas para dos investigaciones institucionales de la Universidad de Puerto Rico, Re-
cinto de Río Piedras, Estudio sociolingüístico del Caribe Hispánico Insular1 (ESCHI) y
La norma popular en la zona metropolitana de San Juan.2
El trabajo realizado hasta el momento es uno estrictamente cualitativo de valoración
de formas. Sin embargo, el hecho de que se apoye en estudios que cumplen con el rigor
de la investigación sociolingüística, nos da la posibilidad de explorar el uso y función de
este a la luz de un marco sociolingüístico y cuantitativo. Utilizamos 16 entrevistas, ocho
de cada proyecto. Seleccionamos aleatoriamente una entrevista de cada sexo, en cada
uno de los cuatro niveles generacionales.
Nos apoyamos en el acercamiento propuesto por Jan Ola Östman (1981, 1995) para
el análisis de formas conectivas. Östman, al estudiar los conectivos como elementos res-
ponsables de la conexidad discursiva, propone que la función principal de las partículas
es pragmática, por lo tanto enfatiza el aspecto funcional y no proposicional. Denomina
“partículas periferales” a aquellas formas que tienen significado proposicional implícito
que sirven de anclaje implícito en el discurso; mientras que denomina “partículas pro-
pias” a aquellas formas proposicionalmente vacías que pueden cumplir con funciones de
conexidad pragmática. A la luz de lo propuesto por Östman, este sería considerado una
USO Y FUNCIÓN DE ESTE 962

partícula conectiva “propia”, puesto que no tiene significado proposicional implícito.3


Obviamente no tomamos en consideración los casos de este con valor normativo de de-
terminante, pronombre o sustantivo.
Asimismo, nos sirve de apoyo conceptual los planteamientos de Anscombre y Du-
crot (1994) y de Teun van Dijk. Los primeros proponen en su tesis de la polifonía de la
enunciación que se pondere la intervención simultánea, no jerarquizada, de los niveles
sintácticos, semánticos y pragmáticos, según se integran en el componente lingüístico y
retórico. Por su parte van Dijk (1995), cuya concepción de lo que debe ser la gramática
de la lengua natural abarca el contexto histórico, cultural, social y cognoscitivo, preten-
de que la gramática formalice los tres niveles lingüísticos. Por lo tanto, una gramática
que dé cuenta o formalice tal sistema, es decir, el lenguaje natural, tiene que explicar las
relaciones entre estructuras morfosintácticas y las estructuras semánticas de base lógica;
así como de los niveles de forma y significado, según se realizan en la expresión. Este as-
pecto incluye las reglas que gobiernan, la dimensión pragmática, que, como bien expresa
van Dijk, también son convencionales.
En consonancia con lo propuesto, nuestro acercamiento a la forma conectiva este pre-
tende ponderar los tres niveles. El nivel pragmático ha quedado fuera de muchos análisis,
sin embargo, es precisamente en ese nivel en el que muchas veces intuimos4 la presencia
de la conexión, incluso en casos de asyndeton. En muchos contextos, en el nivel pragmá-
tico se delata la presencia de la conexión que subyace en el nivel semántico.
El acercamiento tripartita a los elementos responsables de la conexidad en que insis-
timos no es novel. Se desprende, por ejemplo, de La Poética y La Retórica de Aristóteles
el interés en descubrir los elementos responsables de la conexidad discursiva. Aristóteles
utiliza el término syndesmoi, traducido como “conjunciones” o “partículas conectivas”,
para referirse a aquella clase de palabra responsable de la conexidad. Es interesante se-
ñalar que Aristóteles, aunque se fundamente principalmente en el elemento semántico
para definir las clases de palabra, hace también referencia a la posición sintáctica. En La
Retórica, va un paso más allá y anticipa la función pragmática del lenguaje cuando pos-
tula, como la primera regla de estilo, el uso adecuado de las partículas conectivas como
instrumento para garantizar la conexidad y enaltecer el estilo.
Aristóteles es uno de los primeros en señalar los diferentes valores de los elementos
discursivos según las exigencias del tipo de retórica en que se den: discurso oral, debate
oral público o presentaciones en cortes, por ejemplo. Podemos trazar en Aristóteles los
primeros acercamientos a la pragmática y análisis discursivo.5
Las gramáticas tradicionales también han considerado las relaciones de conexidad,
primordialmente en lo que se refiere a las conjunciones, las cuales se apoyan en las cons-
tantes lógicas.6 Presuponen que el lenguaje natural no se ajusta ni se limita estrictamente
a la conexidad lógica y reconoce que la conjunción es un tipo específico de conectivo
y no sinónimo de este. La Gramática de la Real Academia Española (1983) identifica
como palabras de enlace, no tan sólo a las conjunciones, sino también a los relatores, ad-
verbios y preposiciones (3.17.3.d). Reconoce, además, la unión asindética como forma
conectiva (1983: 3.17.1) y el uso, aun en texto escrito, de formas no conectivas como
conectivas.
963 COMUNICACIONES

Andrés Bello, aunque presenta la descripción de las clases de palabras en el nivel ora-
cional, hace referencia a la conexión de enunciados y conexiones inter-oracionales. Re-
saltamos su acercamiento puesto que intenta formalizar las estructuras o formas con fun-
ción semejante, aunque no hayan sido identificadas tradicionalmente como conectivas.
Los señalamientos de Bello advierten sobre el riesgo de limitarse al análisis del nivel
sintáctico, lo cual pone a riesgo que el trabajo se convierta en un inventario de palabras
según sus “oficios gramaticales”, en el cual identificaríamos formas tradicionalmente
clasificadas como conectivas que no cumplan con esa función en determinado contexto
y formas no reconocidas como conectivas que ocupen tal función en determinado con-
texto. Tomamos el riesgo de que dicha evaluación de funciones sea arbitraria si no la rea-
lizamos dentro de un marco semántico que nos permita remitir a las constantes lógicas
para resolver la función que ocupa según la relación que subyace. Necesitamos, además,
de un corpus que rebase el nivel oracional en el cual se justifiquen una serie de posibles
relaciones conectivas a las que no tendríamos acceso de no contar con el discurso.
Otro de los acercamientos gramaticales que admite la importancia de rebasar el nivel
sintáctico-gramatical y ponderar el nivel semántico, es la gramática funcional de Alarcos
(1980). A pesar de que su acercamiento no incluye el nivel discursivo, considera el valor
semántico de los términos unidos por los conectivos. 7
Las gramáticas mencionadas representan una pequeña muestra que evidencia el acer-
camiento de parte de la gramática tradicional al tema de la conexidad y los conectivos.
Aunque algunos de ellos rebasen el nivel gramatical e incluso sintáctico, y reconocen
la intervención del nivel semántico para dar cuenta de las relaciones conectivas exis-
tentes y quizás intuyen la importancia de considerar el texto en su totalidad, lo hacen
fundamentalmente desde una perspectiva normativa que se limita al nivel oracional. En
cuanto a los acercamientos gramaticales al texto, tenemos que decir que no existe una
gramática del texto para el español, aunque podrían rastrearse algunos planteamientos
(Casado Velarde, 1995).8
Suele citarse el trabajo de Gili Gaya (Carbonero, 1987; Casado Velarde, 1995, Porto-
lés, 1987) como uno de los pocos intentos de la gramática de ponderar el nivel textual de
la lengua. Se refieren al último capítulo del curso superior de sintaxis española titulado
“Enlaces extraoracionales”. Entre los recursos discutidos por Gili Gaya como elemen-
tos de que se vale el idioma “para dar expresión gramatical a relaciones que van más allá
de la oración” (1976:325) incluye, además de las conjunciones, la repetición, la anáfora,
la elipsis y el ritmo. Se desprende de los planteamientos de Gili Gaya que será en la tota-
lidad del discurso en el que se pueda completar la evaluación de las formas. El trabajo de
Gili Gaya anticipa, desde la perspectiva sintáctico-gramatical, la necesidad del análisis
textual y discursivo que trataremos de ponderar.
Ha habido otros intentos que de alguna manera se acercan al estudio de la conexidad.
En los últimos treinta años, la investigación de los elementos o partículas parece haber
adquirido auge (Bosque, 63.1.1). Se han dirigido los esfuerzos desde varias perspectivas
que abarcan una amplia gama, desde establecer criterios teóricos para delimitar su estu-
dio, hasta estudios empíricos sobre valores y funciones de conectivos específicos. 9
USO Y FUNCIÓN DE ESTE 964

El trabajo de Briz (1996, 1998), por ejemplo, pretende sistematizar el uso coloquial
del español, con el fin de delimitar una gramática del español coloquial que se funda-
mente sobre los tres niveles de lengua. Portolés (1998) provee un marco teórico y toma
en consideración los tres niveles de análisis. Fuentes Rodríguez (1987) es posiblemente
quien se acerca por primera vez al estudio de los marcadores del discurso en español de
forma más abarcadora.
Entre los acercamientos recientes en Hispanoamérica hay que destacar el trabajo de
Lope Blanch (1983), que estudia, desde una perspectiva gramatical y sociolingüística,
la relación nexual en lengua culta y popular. Estudia, además, algunas formas de uso
frecuente estigmatizadas en México. Solano (1989), desde la perspectiva de lengua en
uso, estudia varios conectores de uso frecuente en Costa Rica, a saber, verdad, bueno,
digamos, diay, mirá, fíjate.
En Puerto Rico se ha señalado la importancia sobre el estudio de conectivos para el
habla de Puerto Rico, pero como bien señalara Amparo Morales (1996) el tema consta
de una bibliografía muy limitada. María Dolores Bodega Mora-Granados (1990), quien
estudia los nexos subordinantes y coordinantes en el español de San Juan desde una pers-
pectiva gramático-semántica y sociolingüística, encontró que los nexos más utilizados
no tienen valor subordinante sino fático. Corujo, Santiago, Tapia y Vergne (1998) estu-
dian el proceso de gramaticalización de los adverbios temporales ahora y entonces en el
habla culta de San Juan. Comprueban que el valor semántico y función sintáctica de los
mismos ha evolucionado. Como vemos, la inquietud por descubrir los elementos res-
ponsables de la conexidad tiene una larga tradición pero es muchísimo más lo que queda
por hacer.

Acercamiento al uso de este


La selección de este como representativo de una partícula conectiva propia se des-
prende del interés original de la autora por estudiar la pausa, lo cual lleva a considerar las
pausas llenas, umm, ehh, y eventualmente la selección de este como partícula conectiva
propia. Van Dijk intuitivamente menciona que es “muy puertorriqueña”. Estamos de
acuerdo en que aparentemente su uso es frecuente en el discurso oral no planificado,
pero es algo que queda por validarse científicamente. Sin embargo, el uso aparentemente
extenso de este no es exclusivo de Puerto Rico. Lope Blanch (1983) encontró que en
México es superado sólo por pues.
Uno de los primeros retos al que nos enfrentamos fue diseñar la metodología para
poder realizar el análisis tripartita. Ya bien señalan Anscombre y Ducrot (1994) que una
de las dificultades mayores de este tipo de acercamiento estriba en descubrir el sistema
adecuado para poder describir y analizar la lengua en los tres niveles propuestos. Para
tales efectos diseñamos tres rúbricas que sirvieron de guía para cada una de las perspec-
tivas de análisis.
En el acercamiento sintáctico-gramatical evalúo la presencia de este en cinco contex-
tos sintagmáticos: (1) con relación a otras clases de palabras (adjetivo, ante sustantivo,
ante nombre propio, ante sujeto pospuesto, ante verbo), (2) en entorno de otras formas
965 COMUNICACIONES

conectivas, (3) entre constituyentes obligatorios (determinante-nombre, adjetivo-nom-


bre, verbal, ante objeto directo, (4) en frases o cláusulas, y (5) en entornos de repetición
de otras palabras o frases. Además, se tomó en consideración la posición y función en el
sintagma, tanto en la frase principal como en la subordinada.
Las constantes lógicas nos sirvieron de apoyo para el análisis lógico-semántico. Nos
servimos de estas debido a la correlación tan estrecha que tienen con las relaciones fun-
cionales paratácticas e hipotácticas de que se vale la gramática oracional tradicional
para explicar las relaciones intraoracionales. Asimismo, se puede establecer paralelismo
con lo que Van Dijk (1977) identifica como posibles relaciones conectivas en las lengua
naturales y las relaciones de cohesión propuestas por Halliday y Hasan (1994).
En cuanto al acercamiento sintáctico-gramatical, resultó productivo separar la catego-
ría sustantivo de 100 nombres propios, puesto que valida nuestra hipótesis respecto a que
la presencia de este en el discurso oral no planificado no responde necesariamente a falta
de riqueza léxica. Partimos de la premisa de que los nombres propios no se ven afectados
por la riqueza léxica y por lo tanto, la falta de léxico no explica ni justifica la presencia de
este en esos contextos. La presencia de este tanto en entrevistas de norma popular, como
norma culta (cuya cuantificación queda para un acercamiento de corte sociolingüístico),
así como en construcciones sintácticamente complejas, también avala nuestra premisa.
No negamos que el uso de este, en ocasiones, carezca de valor gramatical, semánti-
co o pragmático pero proponemos que su uso no es necesariamente tan arbitrario y ca-
rente de valor como tradicionalmente se ha pensado. Encontramos este en contextos de
nombre propios en prácticamente cualquier posición sintáctica en el enunciado, tanto en
estructuras principales como en subordinadas: en sintagmas preposicionales, objeto de
preposición, Y gané una beca par venir acá con este, Abraham Díaz; sintagma nominal
(SN)- objeto directo, Después tuve este a Landy; SN sujeto, Sí, que se organizaban en
tertulias, este...este...Canino Canino nos explicaba lo que era el estructuralismo.
Este está presente en contextos de enumeración, en los que subyace la conjunción adi-
tiva y: Piri, Oscar Lewis, este...Cuqui Marxuach, eh...Carrillo. En el contexto anterior,
las forma este y eh cumplen funciones equivalentes. Pueden también ser consideradas
pausas llenas, con las que el hablante se da tiempo para recordar o decidir a quién más va
a nombrar. Asimismo, subyace la constante lógica aditiva con valor especificativo, como
en...profesores que, que tienen cierto nombre, este, Mario Valdés...
Encontramos aditiva especificativa y explicativa tanto a nivel intra como intero-
racional.
Resulta interesante la presencia de este seguido o precedido de y. En el contexto, ...si
tú eres la artista, este, y abandonas la atención de tu esposo, eso le va a hacer daño, le
hace daño..., cumple función aditiva en la que se unen dos predicados dentro de un pe-
ríodo de implicación condicional. Sin embargo, aún acompañado de y, no necesariamen-
te subyace la función aditiva en el plano gramático-léxico. El hablante también parece
utilizarlo como marcas discursivas pragmáticas que sirven para mantener la cohesión,
principalmente interoracional. Obsérvese cómo en Este y pues las playas no eran la gran
cosa que digamos pero pues como estaba un grupo de gente de todos los países pues
USO Y FUNCIÓN DE ESTE 966

ellos le parecían la gran maravilla. Este... y claro la economía se nota que es bien impor-
tante, se inicia la oración con este como marca de continuidad en la elaboración del tema.
En terminología de Gili Gaya, cumplen la función de enlace lógico o afectivo con lo
anteriormente pensado, lo cual no lo reduce a constante lógica estrictamente. Sin embar-
go, aunque no subyace la conexidad lógica como fórmula de enlace léxico-gramatical,
consideramos que el hecho de que sirva para establecer cohesión discursiva es en sí un
tipo de función aditiva. Un acercamiento pragmalingüístico podría plantear la presencia
de cohesión aditiva discursiva. Encontramos que también se utiliza este, y este, este y
con función pragmática de cohesión discursiva, sin valor aditivo para finalizar, concluir,
resumir o retomar el tema.10
Van Dijk (1995: 141) señaló la utilización del conectivo con valores similares. Al
respecto nos dice que la función semántica de los conectivos es la de relacionar hechos,
mientras que los conectivos pragmáticos relacionan secuencias (o proposiciones). Ofre-
ce como ejemplo la inferencia y las conclusiones. Como vemos, el apoyo lógico semán-
tico al análisis de la conexidad y estructuras discursivas es muy rentable.
También resultó productivo el análisis de este en contextos de obligatoriedad gramati-
cal. Aceptamos que en dichos contextos, léxico y semántica van de la mano. Como bien
señala Alarcos Llorach “no es la función gramatical la que exige la presencia o ausencia
de términos adyacentes, sino el valor semántico de su signo léxico el que exige o no
delimitaciones de tipo semántico” (1980:149). Señala, además, que “lo gramatical -en
la estructura del predicado- es la aparición o ausencia de un término adyacente pero la
probabilidad de que un verbo determinado aparezca con término adyacente es cuestión
de léxico” (1984:152).
La presencia de este entre constituyentes obligatorios lleva a ponderar su presencia
ante la palabra foco, término que lleva el peso de la carga semántica que contribuye a
resaltar el sentido de lo que el hablante quiere expresar. Esto tiene implicaciones semán-
ticas y pragmáticas. Es decir, el sentido de lo que se quiere comunicar exige que se com-
plete el significado semántico. Nuestra interpretación del valor de este como marca del
término foco se ve reforzada por el hecho que en los pocos contextos en que aparece este
en la secuencia nombre-adjetivo, coincide con que el adjetivo es el término foco, pues
tienen valor especificativo: el rock este movido.
La presencia del elemento este entre constituyentes obligatorios nos hace pensar en
las restricciones que fueran planteadas en los comienzos de las investigaciones sobre
la alternancia de código, en los estudios de bilingüismo.11 Si aceptamos que entre los
elementos que hemos catalogado en nuestro trabajo como ‘obligatorios’, verbo-imple-
mento, verbo-atributo, determinante-nombre, media una interdependencia léxica, por
analogía con las restricciones de los patrones de alternancia de código, no debería inter-
calarse en el sintagma ninguna forma entre estos. Sin embargo, en los últimos años las
restricciones gramaticales en la alternancia de código han sido reevaluadas. Según Ha-
mers y Blanc (2000), hay múltiples ejemplos que contradicen las restricciones plantea-
das por unos y otros. Según estos autores la alternancia de códigos debe ser un término
abarcador que se utiliza para referirse al fenómeno interlingual en el que las limitaciones
de alternancia son la excepción, más que la regla. En otras palabras, el análisis sintáctico
967 COMUNICACIONES

no parece arrojar mucha luz respecto a las restricciones de uso de las formas, en término
de posibles posiciones en el sintagma.
Encontramos algo similar en nuestro análisis. Desde la perspectiva estrictamente sin-
táctica- intraoracional, el uso de este no parece que se vea afectado por la posición sintác-
tica, puesto que, como señaláramos, aparece prácticamente en cualquier posición en el
período. Sin embargo, con relación a construcciones en que hay “obligatoriedad sintác-
tico - léxica” la presencia de este parece estar justificada como un elemento que asegura
se ocupe el espacio que por obligación corresponde a una verbalización que complete el
sentido de lo enunciado. Según la conjunción sirve para especificar cómo lo que sigue
está conectado en el sistema con lo anterior, la presencia de este está justificada entre ele-
mentos obligatorios en los que, en discurso oral no planificado, el hablante intuye o sabe
que el sistema, en determinadas circunstancias exige que continúe o complete la verba-
lización. Puede que se use como un elemento gramatical en la medida en que establece
relaciones entre palabras y estructuras y no entre significados de las palabras, pero dado
su valor como marcador de la palabra foco nos inclinamos a proponer obligatoriedad
sintáctico-léxica.
En un contexto como...Un día me puse a leer el periódico y salió una...un anuncio
que, que estaban buscando en Guaynabo, era la Cárcel Federal, este empleados, el seg-
mento este, no tan solo contribuye a mantener la cohesión de la cadena sintagmática dis-
cursiva, sino que tiene, además, valor anafórico que salva la conexión discursiva y por
ende la cohesión y el sentido del enunciado, a pesar de la dislocación sintáctica. Según
Halliday y Hasan (1994), solamente los elementos léxicos tienen la capacidad de crear
cohesión discursiva, aunque también plantean que la línea entre cohesión gramatical y
léxica no está clara (278). ¿Podremos entonces proponer que estamos ante un proceso
potencial de lexificación?
Al margen de otros factores que puedan estar presentes como lapsos de memoria,
riqueza léxica, incluso al margen de las funciones pragmáticas de organización discur-
siva y de rasgos representativos del discurso oral no planificado, la obligatoriedad de la
presencia de la forma en un contexto dado parece justificar, en el hablante, la presencia
de una verbalización del tipo este ante formas de obligatoriedad sintáctico-semánti-
cas. Habría que comparar en otros dialectos si algunas de las denominadas muletillas o
formas fáticas de uso frecuente en esos dialectos también aparecen en construcciones
obligatorias.
El acercamiento pragmático nos permitió identificar el uso de este en posición de mar-
cador de frontera temática (coherencia) con las siguientes funciones: iniciar, retomar o
cambiar de tópico, elaborar o expandir, especificar o enumerar, resaltar y concluir o resu-
mir. También encontramos que este funciona como marcador argumentativo en posición
inicial absoluta, de desarrollo y de cierre.
Su uso como marcador de memoria con valor catafórico es evidente. En algunos con-
textos da la impresión de que este se convierte en una forma deíctica metalingüística que
el hablante utiliza para evocar, no el objeto/sujeto que quiere nombrar, sino el término
que no recuerda: En Quebradillas estaba Reymond y estaba este este ¿cómo se llama
USO Y FUNCIÓN DE ESTE 968

este/(éste)? Este que esta hablando como ronco ahora. Si esta interpretación es acertada,
podríamos estar ante un proceso de relexificación de un este marcador o conectivo a un
este pronombre deíctico.
Encontramos una posible justificación a la presencia de este en el modelo de Östman
puesto que intenta identificar los elementos que tienen el potencial de anclar implícita-
mente el enunciado a las actitudes que el hablante tiene hacia aspectos de la interacción
que se lleva a cabo. Su modelo se relaciona con el concepto de presuposición en la Teoría
de la polifonía de la enunciación y en Decir y no decir (Ducrot 1982), el cual propone
que los aspectos pragmáticos y semánticos forman parte del componente retórico. Sólo
cuando se tomen en consideración se tendrá la capacidad de explicar los fenómenos que
ocurren en la lengua natural.12
El análisis realizado parece indicar que el uso de dicha forma no es tan arbitrario ni
anárquico como parece a simple vista. Por un lado, se pueden postular justificaciones
claramente pragmáticas como marcador de frontera temática y marcador argumentativo.
Encontramos, además, apoyo lógico semántico al uso de este en la constante lógica adi-
tiva. Desde la perspectiva del análisis estructural en constituyentes inmediatos, resultó
productivo el análisis en contextos de obligatoriedad, pues este parece adquirir valor co-
mo elemento que sirve para mantener relaciones conectivas entre palabras y estructuras.
En este trabajo no descartamos que el segmento este sea utilizado como muletilla, con
valor fático, postura que adoptaran Lope Blanch (1983) y Reyes Benítez (1988, 1995),
entre otros. Tampoco descartamos que su uso responda en ocasiones a falta de fluidez
discursiva o riqueza léxica o simplemente para compensar por lapsos de memoria. Sin
embargo, corroboramos que puede servir de anclaje discursivo, no tan sólo como marca
de contenido pragmático y pragmático-semántico, sino que puede subyacer en su uso
algún tipo de valor de conexidad lógico-semántica e incluso léxico-gramatical.
Su mera presencia en el discurso oral no planificado nos lleva a pensar que las “partí-
culas propias” no son elementos tan innecesarios como parece a simple vista. Nos invita
a ponderar otros posibles usos y funciones en el contexto de la lengua oral no planifi-
cada. La realidad del discurso oral no planificado propicia el que el hablante elabore y
estructure su discurso sobre la marcha. Necesita, en ocasiones, esos espacios mentales
que propone Fauconnier (1994) que permitan se elabore y complete el discurso, que per-
mitan ese enlace mental de estructuración discursiva. El análisis de partículas conecti-
vas propias puede arrojar luz sobre la identificación de los universales lingüísticos. Ya
Aristóteles nos alertó sobre el valor del asíndeton ¿Por qué no explorar la justificación y
valor de elementos tradicionalmente descartados como fáticos, ya que son constantes en
el discurso oral no planificado?
969 COMUNICACIONES

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973 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Este proyecto, dirigido por la Dra. Iris Yolanda Reyes Benítez, tiene como objetivo el estudio de la norma
culta de las capitales de San Juan, Santo Domingo y La Habana. Sigue las directrices metodológicas del Proyecto
de estudio coordinado de la norma lingüística culta de las principales ciudades de Ibero América y de la Península
Ibérica. Este último, también conocido como el P.I.L.E.I., Proyecto Internacional de Lingüística y Enseñanza
de Idiomas, fue presentado por el Dr. Lope Blanch en 1963. EL P.I.L.E.I. incluye tres generaciones. La primera
generación corresponde a hablantes entre 26 y 35 años. ESCHI, al igual que los estudios de norma culta en Madrid,
entre otros, incorporan a la generación joven de 15-25 años, que corresponde a la primera generación. Los mate-
riales de estudio de la generación joven fueron publicados por la Universidad de Puerto Rico en el 2001. Luego se
extendió el proyecto a 4 generaciones.
2
El Proyecto sobre la investigación de la norma popular fue iniciativa de la Dra. Iris Alemán. Toma como
modelo las directrices de la investigación La norma culta de la zona metropolitana de San Juan, que se realizara a
partir de 1968 en el Instituto de Lingüística de la Universidad de Puerto Rico, bajo la dirección de la Dra. Mauleón
y que fuera una de las pioneras del P.I.L.E.I. Una muestra de los materiales recogidos bajo dicho proyecto fueron
publicados por Morales y Vaquero (1991). Muchas de las tesis presentadas en el Departamento de Estudios Hispá-
nicos y en el Instituto de Lingüística de la Universidad de Puerto Rico a partir de la década de los setenta, se apoyan
en dicho corpus.
3
El acercamiento propuesto por Östman a la estructuración de las partículas pragmáticas (término utilizado
por Östman) en periferales o propias, resulta productivo puesto que da menos margen que otros a ambigüedades y
duplicidades clasificatorias. Permite que nos acerquemos a las unidades bajo estudio sin que se privilegie a priori
un nivel de análisis sobre otro. Me refiero, por ejemplo, a la diferenciación entre conectivo y marcador discursivo
reformulativo que utiliza Portolés, el cual privilegia lo semántico-gramatical, en el caso del conectivo vs. lo prag-
mático en el caso del segundo. Sin embargo, hay que aclarar que Portolés advierte “que la postura que adopto para
clasificar los marcadores no niega el interés que posee la contraria” (1998: 137).
4
Esta “intuición” a que nos referimos coincide con la propuesta teórica de Portolés sobre una comunicación
inferencial que necesita del principio de pertenencia, lo cual relaciona lo enunciado y la pertenencia para que a lo
dicho se le añada lo inferido del contexto para lograr lo comunicado (159-161).
5
En el pseudo Longino y posteriormente en maestros como Quintiliano y en las artes poéticas del siglo XII y
XIII encontramos la inquietud por descubrir los elementos responsables por la conexidad en los diferentes niveles.
6
Las constantes lógicas son: negación, conjunción, disyunción inclusiva y exclusiva, implicación o condicio-
nal y equivalencia o implicación bicondicional.
7
Hemos tomado de Alarcos el término “conectivo” para referirnos a esos elementos o partículas de que se vale
el hablante para crear conexidad discursiva. En el caso de Alarcos esto conlleva la consideración de los niveles
sintáctico tanto como semántico. Conectores y conectivos son los término que según Portolés han sido utilizados
por lingüistas para referirse a los marcadores. Por su parte él usa conector para referirse a un tipo particular de
marcadores que “realmente conectan de un modo semántico-pragmático un miembro del discurso con otro expre-
so en la mayoría de sus usos o si no, con una suposición textual, fácilmente accesible” (1998:36-37). En nuestro
caso, hemos preferido utilizar el término conectivo para referirnos a esas partículas de que se vale el hablante para
USO Y FUNCIÓN DE ESTE 974

establecer algún tipo de conexidad discursiva. Es decir, consideramos las funciones pragmático-discursivas co-
mo aspecto intrínseco de lo que denominamos conectivo.
8
Para un acercamiento a algunos intentos de descubrir y describir la gramática del texto de las lenguas, puede
consultarse los esfuerzos de los investigadores del Proyecto de Constanza: T. van Dijk, J. Petöfi, Hannes Reiser, P.
Hartmann, Jens Ihwe y W. Kock, así como los trabajos de Beaugrande (1981) y Dressler (1978).
9
Cortés Rodriguez (1994) presenta una bibliografía sobre el tema en español; Véase Bosque (1999) para el
estado de la cuestión en cuanto a los marcadores del discurso. También parece haber aumentado el interés sobre
partículas conectivas en otras lenguas. Para el inglés se pueden consultar los trabajos de Schiffrin (1987, 1994);
Lakoff (1971, 1972); Östman (1981, 1995), entre otros.
10
Cabe señalar que la función no aditiva de y ha sido documentada por Barriga (1992) como marcador de co-
hesión y ritmo en el habla de los niños. Moliner (1987) documenta su uso no-aditivo en posición inicial oracional
para aparentemente enlazar “mentalmente con algo pensado o dicho antes o por otra persona”.
11
Sankoff y Poplack (1981), por ejemplo, plantearon que existe una restricción en la alternancia de código que
no permite que se violen las reglas sintácticas de ninguna de las lenguas en alternancia. Muysken y Singh (1986),
desde un modelo generativista de gobierno y ligaje, plantean que si dos elementos dependen léxicamente uno del
otro, no puede haber cambio de código entre ellos.
12
El concepto de la presuposición ha sido discutido ampliamente por filósofos del lenguaje y lingüistas. Se
ha abordado el fenómeno desde diferentes perspectivas, entre otras, semántica y pragmática. Kempson (1975),
por ejemplo, critica el que los lingüistas utilicen el concepto de presuposición indiscriminadamente, sin distinguir
si la relación que subyace es semántica o pragmática, “Presupposition is very generally defined as that which
the speaker assumes to be true as opposed to what he asserts to be true” (54). Pero a la misma vez justifica dicho
uso indiscriminado al aseverar que en la lengua natural la presuposición no se distingue lógicamente de la impli-
citación (entailment) (112). Eco y Violi (1990) apoyan la distinción presuposición semántica y presuposición
pragmática porque de esta manera se puede dar cuenta del fenómeno de la presuposición en el lenguaje natural:
“The semantic theory of presupposition is committed to a truth-functional approach, concerned with the logi-
cal conditions under which a presupposition can be introduced into a true sentence. [...] such a truth-functional
approach cannot capture presuppositional phenomena as they occur in actual processes of communication based
on a natural language. [...Pragmatics] sounds closer to the nature of pressupositional activity in natural language
communication” (224-225). Eco además hace una distinción importante entre las presuposiciones del hablante
que se relacionan al conocimiento que éste tiene y la presuposición de la oración que está implícita en la oración
misma, a la cual denomina “presuposición oracional”. Señala que debido a la naturaleza dual de la presuposición
es necesario que su explicación integre los niveles semántico y textual.
975 COMUNICACIONES

Contacto de lenguas

MUERTE Y DESAPARICIÓN DE LAS LENGUAS EN COLOMBIA:


EL CASO DE LA CULTURA MOKANÁ, EN EL MUNICIPIO DE TUBARÁ,
DEPARTAMENTO DEL ATLÁNTICO, COLOMBIA

Liliana Santo Domingo Llanos


(Universidad de Alicante )

A menos de treinta minutos de la ciudad de Barranquilla, capital del departamento del


Atlántico, Colombia, se presenta un cambio súbito de escenario. En un subpaisaje de
serranía, que es la estribación final y septentrional de la cordillera occidental de Colom-
bia, habita una población constituida por 12.000 habitantes, de los cuales el 40% vive en
la zona rural, DANE (2.001). Son parte integrante del grupo de 22.500 miembros de la
comunidad Mokaná distribuidos entre Galapa, Baranoa, Puerto Colombia y Tubará.
El pueblo mokaná se encuentra en un proceso de rescate cultural y de búsqueda de la
identidad, ya que su lengua y cultura fueron asimiladas por la española.
La lengua mokaná hace parte de una extensa lista de lenguas extintas de las que hay al-
gún tipo de evidencia documental que confirma su existencia en el pasado. Por la escasez
de investigaciones que se dispone, la filiación lingüística no se ha logrado establecer de-
bido a la gran problemática que entraña la gran variedad de lenguas que puede contener
una familia lingüística amerindia y las similitudes que presentan lenguas pertenecientes
a familias diferentes.
Pese a que la comunidad mokaná perdió la expresión más pura de su identidad y la
mayor parte de su cultura aborigen, pudo obtener su legitimación como etnia por parte
del Gobierno Colombiano, desde el 2 de mayo de 1998, basándose en el concepto de co-
munidad o parcialidad indígena expuesto en el Artículo 2, del decreto no. 2164 de 1995,
que se transcribe a continuación:
“Es el grupo o conjunto de familias de ascendencia amerindia, que tienen conciencia
de su identidad y comparten valores, rasgos, usos o costumbres de su cultura, así como
formas de gobierno, gestión, control social o sistemas normativos propios que la distin-
guen de otras comunidades, tengan o no títulos de propiedad, o que no puedan acreditar-
los legalmente, o que sus resguardos fueron disueltos, divididos o declarados vacantes”.
MUERTE Y DESAPARICIÓN DE LAS LENGUAS EN COLOMBIA 976

Entre los criterios aludidos por la comunidad mokaná del municipio de Tubará que se
ajustan a la definición de parcialidad están:
- El reconocimiento de su ascendencia indígena (los rasgos fenotípicos evidencian
que son descendientes de una familia americana y los restos arqueológicos dispersos en
la localidad son prueba de ello, al igual que las actas de principios de siglo de los cabil-
dos, los títulos de los resguardos, entre otros).
- La restitución del cabildo indígena como una forma propia de gobierno.
- La reivindicación del antiguo “Resguardo de indígenas de Tubará” ya que sus habi-
tantes son nativos del lugar donde actualmente viven.
- El esfuerzo e interés por la recuperación del pasado histórico y cultural para lograr la
consolidación del imaginario colectivo.

Desplazamiento y sustitución lingüística de la lengua mokaná


Aunque es poca la evidencia lingüística hallada hasta el momento, es posible descri-
bir de manera aproximada, desde la sociolingüística histórica, las estrategias de con-
servación y sustitución lingüística, a través del reconocimiento de la covariación de los
hechos lingüísticos y sociales, reconstruidos históricamente desde la antropología y que
se proponen como hipótesis de trabajo.
A grandes rasgos, la historia lingüística del pueblo mokaná se puede dividir en dos
largos períodos:
- La Época Prehispánica
El Departamento del Atlántico, en Colombia, por su ubicación geográfica (extremo
norte de Sur América y desembocadura del río Magdalena) fue el paso natural de nume-
rosas migraciones hacia diferentes puntos cardinales, según la teoría de la H de Corne-
lius Osgood, ampliada por José María Cruxent (1961).
Según algunos estudios lingüísticos y antropológicos, las tribus asentadas en este te-
rritorio formaban parte de dos grandes familias lingüísticas americanas: la arawack y la
carib.
Los arawack se extendían desde Cuba y las Bahamas (y tal vez Florida), al Gran Cha-
co y fuentes del Xingú, posiblemente hasta el Uruguay; desde las bocas del Amazonas
hasta el pie de las vertientes andinas. Fue la más importante familia lingüística de Sur
América, tanto por la extensión territorial que ocuparon, como por la multiplicidad de
sus dialectos.
Los Carib, procedentes de Centro América, penetraron en las regiones costaneras e
interiores del país. Los carib despojaron a los arawack de sus tierras, esclavizaron a los
hombres y se apoderaron de las mujeres.
Se presume que los “mokaná” se establecieron “en la región natural que se extiende al
oriente de Cartagena, sirviéndole de marco el Canal del Dique, el río Grande de la Mag-
dalena y el mar de las Antillas” A. Escalante (1955).
977 COMUNICACIONES

Gerardo Reichel-Dolmatoff (1986) sitúa la cultura prehistórica tubareña dentro de


la secuencia cultural de Zambrano (Bolívar) del período Formativo Tardío. Las pri-
meras manifestaciones culturales datan del primer milenio después de Cristo. Localiza
la cultura Zambrano en las siguientes áreas: a) Vecindades de la Ciénaga de Zapatosa
(Magdalena), en la confluencia del Río Cesar y Magdalena, en cuyos poblados se prac-
ticaba la caza y la pesca. b) En la otra banda del río Magdalena y al sur de Zapatosa en
Cerro Barco. c) En las colinas y lomeríos de Tubará, Piojó y Luruaco, además de otroas
localidades entre Barranquilla y Cartagena. La cultura Zambrano fue desarrollada por
grupos de pequeños agricultores, desprovistos, aparentemente, de cohesión política. Se
agruparon alrededor de una laguna, un grupo de colinas (como en el caso de Tubará) o en
el trecho de un río.
El uso del término mokaná para designar una tribu indígena aparece registrado en las
crónicas de indias. Fray Pedro Simón (1891) lo emplea en Noticias Historiales de las
Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales. Sin embargo, es difícil precisar
si era el nombre dado por los españoles o por los mismos indígenas, si designada un gru-
po o una lengua, o si esa lengua poseían variedades dialectales.
Sobre el significado del término mokaná existen varias interpretaciones:
Para José Agustín Blancos (1995), mokanaes procede del término macana, ya que la
macana era una de las armas de guerra empleadas por los indios costaneros, y según esto,
sería un nombre dado por los españoles y no una palabra indígena.
Aquiles Escalante (1955) traduce el término como “no hay”, pero no expone razones.
Orlando Yance (1974) explica que “mokaná” es la aglutinación de tres palabras de
origen arawack. El morfema ma significa “sin” oka “pluma” y ná es un morfema que in-
dica pluralidad. En la aglutinación Mocaná se pierde la a de ma, por fusión vocálica.
Existen dos hipótesis acerca de la lengua hablada por los mokaná: según O. Yan-
ces (1974) hablaban una lengua arawack; para A. Escalante, la lengua arawack era
hablada por las mujeres y la carib por hombres, resultado del sincretismo entre ambas
familias.
Es probable que en la población de Tubará existiera una comunidad de habla multi-
lingüe en la que se dio una convergencia de dos lenguas (L1 y L2), que corresponderían
a una variedad mixta arawaca y caribe; y una reestructuración lingüística de estas dos
variedades particulares en una nueva gramática, bajo la forma de una amalgama (L3),
como resultado del mestizaje entre ambos grupos. No se considera la posibilidad de una
sustitución lingüística de una lengua por otra, ya que no se conoce ningún predominio
lingüístico y cultural que privilegiara a una sobre la otra. Los arawack poseían la lengua
autóctona, eran un pueblo sedentario que subsistía con la agricultura y no había desarro-
llado una importante cultura. Los carib, por el contrario, eran un pueblo nómada, sepa-
rados de su foco original en épocas recientes, dato que se infiere por la similitud entre
sus dialectos. Eran los poradores de la cultura foránea. Ambas culturas eran ágrafas y no
poseían literatura. Tampoco tenían peso demográfico en lo que hoy es el departamento
del Atlántico, ya que a todo lo largo de la costa caribe cohabitaban diferentes tribus indí-
genas, o un mismo grupo podía encontrarse dividido y en rivalidad.
MUERTE Y DESAPARICIÓN DE LAS LENGUAS EN COLOMBIA 978

Conquista y colonización del municipio de Tubará.


Según Pedro Simón (1626.), en 1533 Pedro de Heredia procedente de Calamar (Car-
tagena) llegó a Bahaire y hizo unas negociaciones para su propio beneficio con el caci-
que llamado Dohoa. De ahí pasó a Zambra (Nao en lengua aborigen). Según Oviedo y
Valdés (1575) que la india Catalina, la interprete de los conquistadores, por ser natural de
esa población influyó sobre su pueblo para que recibieran en paz a los conquistadores a
quienes les obsequiaron oro y comida. Pasaron luego sin problema por los pueblos cos-
taneros de Tocana, Mazaguapo, Guaspates, Turipana y Mahates ya que esos pueblos lo
recibieron en paz. El conquistador les dió los llamados rescates o artículos de intercam-
bio: hachas, cuchillos, cuentas de colores, etc. Heredia bautizó aquel sitio con el nombre
de Valle de Santiago.
Fray Pedro Simón afirma que el conquistador Heredia conocía las rivalidades exis-
tentes entre algunas de las poblaciones indígenas de la región, aprovechó de situación y
se alió con Cambayo, cacique de Bahaire, enemigo acérrimo de Zipacua.
Continuó con el recorrido a seguir y se internó en el interior septentrional de Tierra-
dentro, hacia el oriente dirección al río Magdalena arriba. En ese momento el ejército
español sólo tenía un ejército muy pobre, cuarenta y cinco hombres a pie y trece caballos
en mal estado. El 14 de marzo de 1533, Heredia y Cambayo, al mando de sus ejércitos,
marcharon hacia Oca, pero al llegar allí éstos ya se habían marchado.
Dice el padre Simón que una vez solos, los españoles penetraron tierra adentro y “...
fueron a dar a una gran ciudad llamada Tubará, gente rica, valiente y robusta como se
echó de ver en la resistencia que hicieron a los nuestros, defendiendo su pueblo con tan
valientes bríos, que a no ser los que eran los de los españoles, saliesen con la suya. Pero
al fin, después de derramada mucha sangre y vidas de indios y haber muerto un caballero
llamado Juan de Vega, que dejó bien vengada su muerte con la de muchos bárbaros, los
ahuyentaron del pueblo y rancheando las casas, sacaron de ellas gran suma de oro, sin
hacer mucho daño a la chusma de mujeres y niños que por sus pocas fuerzas no las tuvie-
ron para huir”.
Pedro de Heredia apresó al cacique de Tubará, Morotoava, y a su sobrino Hero.
Con la llegada de los españoles, se inició un nuevo proceso en la historia lingüística de
los tubareños.
Para someter al pueblo indígena, en primera instancia, se empleó la violencia. Sin
embargo, la fuerza no es suficiente para garantizar la sumisión de un pueblo. Por eso, la
Corona española, durante el período colonial, se valió de otras tácticas: la creación de
instituciones y políticas de opresión lingüísticas, como mecanismos de poder y control.
La encomienda fue una institución jurídica pero además un instrumento de difusión
del cristianismo. La misma reina Isabel de Castilla enfatizó en la misión evangelizadora
que debía cumplir la encomienda. Cada encomendero debía tener en su pueblo de indios
un religioso, fraile o sacerdote, regular o secular que enseñara la doctrina cristiana a los
aborígenes y así incorporarlos a la nueva sociedad. El pago al doctrinero consistía en un
estipendio anual (en dinero) y un camarico anual (en especie). Un visitador determinaba
979 COMUNICACIONES

el tiempo que debía durar la doctrina: seis, nueve o doce meses. El encomendero tenía
que edificar una iglesia y proveerla de todo lo indispensable.
Por orden de la Corona española, en el año de 1540, bajo la responsabilidad del obispo
Jerónimo de Loaysa y el gobernador Santa Cruz, se realizó el primer repartimiento de in-
dígenas y se asignaron los correspondientes tributos. Entre toda la provincia de Cartage-
na se repartieron cincuenta y cinco pueblos entre cuarenta y cuatro encomenderos, todos
ellos pertenecientes a los altos círculos sociales de Cartagena. De los cuarenta y cinco
pueblos, veintiuno correspondían al Partido de Tierradentro, y la mayor encomienda fue
la de Tubará. El producto para pagar como tributo fue el maíz, ya que el terreno era apto
para las actividades agrícolas.
Bajo el mandato del cuarto encomendero, Alvaro de Mendoza, quien inició su regen-
cia en 1552, llegó el primer doctrinero a la Encomienda de Tubará. Se cree que se trataba
del dominico Fray Jusepe de Robles.
En 1555, Juan de Maldonado, en calidad de gobernador interino de la Provincia de
Cartagena, expidió las “Ordenanzas para la doctrina y enseñanza de la religión a los indí-
genas de la Provincia de Cartagena”; y estableció la obligatoriedad de edificar escuelas e
iglesias, en los pueblos de mayor concurrencia de aborígenes.
Se destacó en su labor evangelizadora el sacerdote dominico San Luis Beltrán, entre
los años 1562 y 1565.
El trabajo de los doctrineros fue arduo debido a las distancias que debían recorrer
ya que las viviendas de los indígenas no se encontraban concentradas sino esparcidas
a lo largo del terreno. Debían andar a pie o a caballo en la escarpada serranía, la cual se
inunda considerablemente en tiempo de lluvia por la formación de arroyos caudalosos.
El clima malsano, los mosquitos, los jejenes, las serpientes venenosas eran otras de las
complicaciones con las que se enfrentaron los religiosos. La evangelización de los indí-
genas correspondió a una política monolingüe castellana impuesta en América, diseñada
por los Reyes Católicos y continuada por Carlos V, ya que los aborígenes debían apren-
der obligatoriamente el castellano.
Pese a todos los esfuerzos, en 1580, el obispo de Cartagena le comunicó al rey Felipe
II que los religiosos franciscanos que en ese momento estaban a cargo de los tubareños,
no conocían la lengua de los aborígenes y se les evangelizaban en lengua española, por
lo cual no eran bien adoctrinados ni confesados. Hacia ese mismo año, Felipe II dispuso
el establecimiento de cátedras de las lenguas generales indias: ningún sacerdote podía
ordenarse sin conocer la lengua de la provincia que se le había asignado. El Concilio
Limense se pronunció en el mismo sentido. Los misioneros componen artes de lenguas
nativas para evangelizar en ellas.
Después de la Indianización de la Iglesia, dado a la multiplicidad de lenguas aborí-
genes, el Consejo de Indias en 1.596 se pronunció a favor de la necesidad del empleo de
la lengua castellana por ser la única conveniente para la enseñanza de los misterios de la
fe cristiana. En muchos lugares de América se vivieron circunstancias de bilinguísmo
como solución intermedia.
MUERTE Y DESAPARICIÓN DE LAS LENGUAS EN COLOMBIA 980

Pese a todo, la situación de irregularidad, con lo que a la religión concierne, prosiguió


por muchos años. Ilustra el caso, los cargos que formuló el visitador Villabona contra el
encomendero Alonso de Mendoza Carvajal, en el año de 1610. Después de realizarle
“exámenes de religión” a los indígenas obtuvo unos resultados muy regulares. El templo
que encontró estaba hecho en bahareque, con techo de paja, tres puertas y sacristía (se
trataba de la ermita construida por San Luis Beltrán). Entre las anomalías que denunció
estaba la falta de una iglesia bien construida, la negligencia en la formación religiosa de
los aborígenes y la falta de congregación de la población en un núcleo.
Durante el siglo XVIII, Carlos III (1716-1788) mediante los burgueses ilustrados
introdujo en España una serie de reformas para sacar al país de una serie de problemas, la
mayoría de ellos de índole económica. En 1770 una real cédula determinó la obligatorie-
dad de la enseñanza del español a los aborígenes, resultado de una política de unificación
lingüística, medio para alcanzar un estado nacional, unitario y centralizado.
Uno de los objetivos principales fue lograr la sustitución de la lengua aborigen por la
española para así lograr que los pueblos asimilaran la cultura española y adoptaran los
cánones de vida del mundo occidental.
Faltan datos de la historia colonial en Tubará que muestren el resto de proceso de
evangelización y transformación lingüística. Hacia 1730 ya no existían encomenderos
ni indios que gobernar, pero la presencia de la iglesia católica en este territorio continuó
hasta nuestros días.
Gracias a los empadronamientos realizados se puede rastrear, de alguna manera, las
estrategias de conservación y sustitución de la lengua mokaná. Además se pueden ob-
servar otros factores sociales.
En Tubará y sus alrededores más próximos se realizó el primer empadronamiento en
el año de 1574, en la iglesia de Tubará y dió como resultado una población de 962 perso-
nas: 508 hombres y 454 mujeres. Los naturales solo representaban el 8% de la población
total. La población tributaria estaba conformada por 321 hombres (de 15 a 50 años) a
los que se les sumaba la ayuda de las mujeres en época de cosecha. Se estima que la po-
blación era un poco superior ya que todos los indígenas no acuden al llamado. El censo
arrojó como resultados un bajo índice de crecimiento demográfico ya que las parejas con
cinco hijos son muy escasas. Los naturales fueron empadronados con sus nombres en
lengua indígena.
En el año de 1610, en el partido de Tierradentro sólo hay diecisiete pueblos de indí-
genas y el padrón de Tubará de ese año muestra que la población ha disminuido a 542
personas (indios, indias y zambos), con únicamente 131 indígenas tributarios. En este
año, en Tubará había 78 indígenas con apellido en lengua aborigen, es decir, el 16% de
los varones. Las indias tenían tanto el nombre como el apellido en castellano.
El censo de 1777 es un inventario de nombre y apellidos en lengua castellana.
Se puede estimar que el proceso del cambio lingüístico se inició desde 1533 y hacia
1777 había culminado. En aproximadamente doscientos años se desarrollaron las estra-
tegias de conservación y sustitución lingüística.
981 COMUNICACIONES

En síntesis, entre los hechos sociales e históricos que determinaron los hechos lin-
güísticos están:
1533: Conquista de Tubará por Pedro de Heredia.
1540: Primer repartimiento de indígenas entre los encomenderos de la provincia de
Cartagena.
1552: Llegada del primer doctrinero a la Encomienda de Tubará.
1574: Empadronamiento de los habitantes de Tubará e inscripción de los indígenas
con nombre y apellido en lengua nativa.
1580: Informe del Obispo de Cartagena al rey Felipe II donde le comunica la dificul-
tad de adoctrinar y confesar a los aborígenes por emplearse únicamente la lengua caste-
llana.
1610: Empadronamiento de los habitantes de Tubará e inscripción de los hombres
indígenas con nombre en castellano y apellido en lengua nativa, y de las mujeres con
nombre y apellido en lengua española. Formulación de los cargos del visitador Villabona
contra el encomendero Alonso de Mendoza Carvajal, ya que el resultado de los exáme-
nes de religión practicado a los indígenas no fue satisfactorio.
1777: Empadronamiento de los habitantes de Tubará e inscripción de todos los indí-
genas con nombre y apellido en lengua castellana.
En este segundo período de la historia sociolingüística se presenta una nueva situa-
ción de multilingüísmo entre L1 y L2, donde L2 es la lengua nativa y ágrafa, de relacio-
nes no formales; y L1 se constituye en la lengua de cultura, la cual en un principio cumple
funciones oficiales. De la convergencia de L1 y L2 se pasa a la transferencia cultural,
dada por el mestizaje social y cultural, y a la sustitución lingüística de L2 por L1, según
el esquema de Configuración general del cambio lingüístico sobre las situaciones del
contacto de lenguas, F. Gimeno (2003).
La sustitución lingüística de la lengua aborigen (L2), a favor de la lengua castella-
na (L1) ejemplifica el modelo general e histórico de sustitución lingüística, F. Gimeno
(2004). La lengua aborigen se desplazó y dejó de utilizarse, por imposición de las po-
líticas lingüísticas dictadas por la metrópolis, en los ámbitos públicos y formales. La
restricción del uso a los contextos familiares e informales propició la falta del relevo
generacional que culminó con la desaparición de la lengua autóctona.

Conclusión
Para realizar la reconstrucción histórica de la situación sociolingüística del contacto
de lenguas entre los aborígenes de Tubará y los españoles se adoptó como hipótesis de
trabajo la relación lengua/sociedad/cultura de los siglos XVI, XVII y XVIII.
Se pudo constatar el modelo antropológico (económico, político, social, lingüístico y
cultural) presente en la historia de las colonizaciones: imposición de la lengua y cultura
del país colonizador y de la dinámica de la sustitución lingüística de los pueblos, lo que
MUERTE Y DESAPARICIÓN DE LAS LENGUAS EN COLOMBIA 982

explica que la actual comunidad de habla en el municipio de Tubará posea como lengua
una variedad del español de América específica de la comunidad mokaná, con residuos y
multiples variables lingüisticas y culturales heredadas del pasado que se pueden estudiar
y determinar desde el variacionismo.
Pese a los pocos datos lingüísticos propiamente dichos, a través de las propuestas de
sociolingüística histórica se pudo reconstruir hipotéticamente los procesos de cambio
lingüístico de la lengua mokaná, a través de algunos hechos lingüísticos y sociales que
pudieron ser extraídos de las crónicas de indias y de investigaciones antropológicas y
arqueológicas. Es posible seguir adentrándose en dichos estudios porque queda mucho
por explorar y el desplazamiento y sustitución de la lengua vernácula de los indígenas es
un campo poco explorado.
983 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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985 COMUNICACIONES

Contacto de lenguas

LAS RELACIONES LINGÜÍSTICAS CANARIO-CUBANAS:


SU REFLEJO EN LA FRASEOLOGÍA

Gonzalo Ortega Ojeda


Isabel González Aguiar
(Universidad de La Laguna)

Introducción
Desde el mismo momento de la Conquista de América, sobre todo coincidiendo con
las diversas crisis económicas que ha conocido el Archipiélago, sucesivas oleadas de ca-
narios marcharon al Nuevo Mundo en busca de horizontes más lisonjeros. El destino que
resultó privilegiado por muchos de los emigrantes insulares fue casi siempre el Caribe
hispánico y, dentro de él, la isla de Cuba. Esta circunstancia ha propiciado todo un con-
junto de vínculos e influencias culturales que, aún hoy, resultan perceptibles en ambas
orillas.
Las siguientes palabras de José de Ávalos subrayan el importante papel que jugaron
los canarios en la colonización americana. Dice este estudioso: “El canario fundó nu-
merosos pueblos y comunidades rurales y dio origen al campesinado blanco, un rasgo
diferenciador que caracteriza a las regiones en las que los isleños desempeñaron un papel
esencial, por medio de una emigración con un elevado componente familiar, una fuerte
endogamia interna y una proporción de mujeres superior a la del resto de la emigración
española” (apud Marrero 1987: 143).
Por lo que respecta a la mayor de las Antillas, los datos estadísticos que cuantifican
la emigración canaria son en sí mismos concluyentes. Repárese, por ejemplo, en el si-
guiente: de los 50.881 emigrantes españoles residentes en Cuba que resultan censados
como tales en 1861, 20.293 son de origen canario, lo que representa un 39,88% del total
de españoles asentados en dicha isla antillana (Guanche 1992: 60). Porcentajes similares
pudiéramos aportar para otros momentos históricos, pero creemos que no hace falta.
Dicho lo anterior, y con objeto de completar el estudio de las interinfluencias lingüísti-
cas canario-cubanas que venimos abordando desde hace años (Ortega 1986, Ortega 1991
y Ortega y González 2004), intentaremos a continuación dejar constancia del alcance
LAS RELACIONES LINGÜÍSTICAS CANARIO-CUBANAS 986

que ese influjo recíproco tiene en lo que respecta a la fraseología prestada en alguno de
los dos sentidos y también a la fraseología originada en cada parte y alusiva a la otra.
El conjunto de expresiones que hemos allegado van a ser clasificadas en los siguien-
tes cinco capítulos: a) fraseologismos canarios de origen cubano (cogerle los güiros a
alguien, la caña se va a poner a tres trozos, etc.), b) fraseologismos cubanos de origen
canario (haber muchos Marcos Pérez en Buenavista, estar hecho gofio, etc.), c) fraseo-
logismos canarios que hacen referencia a Cuba (ser algo La Habana en Cuba, dar/ha-
cer un viaje a La Habana, etc.), d) fraseologismos cubanos que hacen referencia a los
canarios o “isleños”1 o a alguna noción relacionada con Canarias (ser más bruto que un
isleño, el isleño es como el buey, lo mismo te lame que te patea, etc.) y, finalmente, e)
fraseologismos compartidos por Cuba y Canarias cuyo punto de partida no estamos en
condiciones de establecer (¡que le zumba el aparato!, ni amarrado, etc.). Además de ca-
racterizar como merecen estos cinco apartados, haremos algunas consideraciones de uso
de entre las varias que este material suscita.
Es oportuno señalar también que las expresiones acopiadas en este trabajo proceden
de diversas fuentes y que las hemos ido recopilando tras paciente y laboriosa recogida. Lo
relativo a Canarias ha sido obtenido a través de numerosas pesquisas dialectológicas, y lo
concerniente a Cuba proviene tanto de las fuentes lexicográficas disponibles (especial-
mente de Cárdenas et ál. 2000), como de investigaciones directas realizadas en la Isla.

Clasificación de los fraseologismos


a) Fraseologismos canarios de origen cubano.
No resulta fácil determinar qué singularidades fraseológicas compartidas por Cuba
y Canarias se deben a la influencia de Cuba en el Archipiélago. En el presente apartado,
sin embargo, hemos utilizado una serie de índices para establecer, aun con cierto margen
de error, la envergadura de esa influencia. Entre esos índices podríamos destacar los si-
guientes:
1) Cuando se trata de un fraseologismo que presenta algún nombre propio (a menudo
un topónimo): (querer) meter La Habana en Guanabacoa.
2) Cuando un determinado fraseologismo contiene algún cubanismo léxico: cogerle
los güiros2 a alguien.
3) Cuando el fraseologismo es general o prácticamente general en la mayor de las
Antillas y tiene un uso restringido (y a menudo obsolescente) en Canarias: acabar con la
quinta y los mangos.
4) Cuando el fraseologismo se circunscribe a una sola isla en Canarias (a menudo a La
Palma3) y es general, en cambio, en la isla de Cuba: ser más largo que un real de tripas.
Listado de expresiones4
acabar con la quinta y los mangos. Occ. Acabar con todo, destrozarlo, consumirlo.
¡alabado sea San Antonio de los Baños! LP. Expresión que denota sorpresa, contra-
riedad, asombro, etc.
987 COMUNICACIONES

cogerle los güiros a alguien. GC., Hi. Sorprender a alguien en algún comportamiento
censurable y oculto.
como éramos pocos parió Catana. LP. Frase irónica con que se da a entender que
aumenta, en contra de lo deseado, la concurrencia de gente o el número de problemas o
de contratiempos.
descubrirle el chivo a alguien. GC. Descubrirle algo que ocultaba.
eso lo paga Liborio. Go. Expresión que se utiliza para indicar que un gasto determi-
nado lo paga el pueblo.
estar algo en el pico de la piragua. LP. Estar a punto de malograrse.
estar en la tea/quedarse en la tea. LP. Estar o quedarse sin dinero.
ganarse los frijoles. Lz., Fv., GC., Go. Trabajar para costearse la vida.
la caña se va a poner a tres trozos. Frase con la que se pronostica que las cosas se van
a complicar o que algo va a traer malas consecuencias.
no arreglar/curar/resolver algo ni el médico chino. Indica la imposibilidad de curar
o de arreglar una cosa.
que Dios te lo pague con un hijo macho. Fórmula festiva de agradecimiento.
que le zumba el mango. Occ. Expresión que se emplea con sentido ponderativo o
admirativo.
que le zumban los manises. Occ. Ídem.
(querer) meter La Habana en Guanabacoa. Hi. (Querer) meter una cosa grande en
una pequeña.
ser alguien el macho del batey. Hi. Ser una persona que sobresale en algo, destacan-
do sobre todas las demás.
ser más largo que un real de tripas. LP. Ser muy largo.
tener gandinga. GC., Tf., LP., Go., Hi. Tener descaro o desvergüenza.
tener los lechones muertos. Hi. Frase que denota la indolencia o la pereza con que
alguien actúa.
b) Fraseologismos cubanos de origen canario.
Estamos ante un capítulo de unidades ciertamente exiguo, pues son pocas las expre-
siones cubanas que contienen algún topónimo o algún canarismo léxico que asegure esa
procedencia. No obstante, estamos convencidos de que, cuando la influencia lingüística
de Canarias en Cuba esté mejor estudiada, esta, por el momento, escasa cantidad de uni-
dades se verá incrementada de manera notable.
Listado de expresiones
estar hecho gofio5. Hallarse sumamente abatido por las preocupaciones, la falta de
salud o el cansancio.
LAS RELACIONES LINGÜÍSTICAS CANARIO-CUBANAS 988

haber muchos Marcos Pérez en Buenavista6. Frase que se usa para destacar que una
característica negativa que se le atribuye a una persona no es privativa de ella, sino que
también la presentan otras.
c) Fraseologismos canarios que hacen referencia a Cuba7.
En muchas de las expresiones encuadradas en este capítulo late la idea de prosperidad
y bonanza económica que durante tanto tiempo caracterizaron al país caribeño. En este
sentido, de lo que representó Cuba para los canarios son particularmente reveladoras las
palabras del antropólogo británico de origen polaco Bronislaw Malinowski, quien, en el
prólogo al libro de Fernando Ortiz Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, afirma
que “había conocido y amado a Cuba desde los días de una temprana y larga estancia mía
en las Islas Canarias. Para los canarios Cuba era la ‘tierra de promisión’, a donde iban los
isleños a ganar dinero para retornar a sus nativas tierras en las laderas del pico de Teide o
alrededor de la Gran Caldera, o bien para arraigarse por vida en Cuba, y sólo volver a sus
patrias islas por temporadas de descanso, tarareando canciones cubanas, pavoneándose
con sus modales y costumbres criollas y contando maravillas de la tierra hermosa donde
señorea la palma real, donde extienden su infinito verdor los cañaverales que dan el azú-
car y las vegas que producen el tabaco”8.
Listado de expresiones
a Cuba van y vienen las brujas en una cáscara de nuez. LP. Frase que denota la
gran facilidad con que viajaba la gente a Cuba.
¡adiós, La Habana! LP. Expresión que se emplea para indicar el carácter negativa-
mente irreversible de una situación.
como de aquí a La Habana. GC., Tf. Frase que se emplea para ponderar las grandes
distancias.
dar un viaje a La Habana. GC., Hi. Hacer un buen negocio, ganar mucho dinero de
una sola vez.
escasear algo como cartas de La Habana. Escasear mucho una cosa.
estar viejo para ir para Cuba. LP. Expresión que se emplea para indicar que a al-
guien se le ha ido la ocasión para realizar un proyecto o un plan determinado.
haber pasado alguien por El Morro de La Habana. GC. Expresión que se emplea
para indicar que alguien es capaz de afrontar con éxito un negocio o empresa difícil.
hacer un viaje a La Habana. LP. Hacer un buen negocio, ganar mucho dinero de una
sola vez.
irse para Triscornia. Go. Morirse.
¡La Habana pa(ra) ti! GC. Expresión que, en tono recriminatorio, se le dirige a al-
guien que se ha excedido en su afán egoísta o acaparador.
lo que está en Cuba es de los cubanos. Refrán exculpatorio que dice el que se apode-
ra a la vista de otros de algo ajeno.
989 COMUNICACIONES

más se perdió cuando el Valbanera. LP. Frase que se emplea para lamentar algo que
se ha perdido o malogrado.
me cago (cacho-is/caso) en La Habana. Frase que denota enfado o contrariedad.
quedar/estar alguien en el (mismo) centro de La Habana. Fv. Quedar bien en ge-
neral o, más en concreto, estar económicamente en buena situación. Se utiliza a menudo
con sentido irónico.
salir más barato que un Cuervo y Sobrino. Tf. Salir muy barato.
ser algo como el que tiene un tío en Cuba y otro en Granada (y a última hora no
tiene nada). Lz. Frase que se utiliza para recriminar a alguien que, por ingenuidad o pre-
sunción, propone una cosa imposible o inalcanzable.
ser algo como el que tiene un tío en Cuba. GC. Ídem.
ser algo como quien tiene un tío en Cuba (y no lo conoce). Go. Ídem.
ser algo como tener un tío en La Habana. Fv., GC. Ídem.
ser algo La Habana en Cuba. Ser un lugar o un negocio muy próspero.// Tf. Reinar el
desorden en un lugar.
-Tal día me voy a La Habana. -¿Cuándo vienes? -Cuando me dé la gana. Lz. Ex-
presión jocosa que se emplea con relación a quien pregunta en exceso cosas que no le
incumben.
tener alguien un tío en La Habana. Hi. Frase que se utiliza para señalar que una per-
sona aparenta tener grandes riquezas.
d) Fraseologismos cubanos que hacen referencia a los canarios o isleños, o a alguna
noción relacionada con Canarias.
La mayor parte de tales expresiones alude al carácter tosco de los isleños. Debemos
tener en cuenta que una porción muy considerable de los emigrantes insulares a Cuba
eran campesinos analfabetos. Esto, sumado al carácter proverbialmente esforzado de los
canarios y a una cierta xenofobia hacia el foráneo que llega a competir laboralmente, ha
forjado, en Cuba y en otras partes de América9, este estereotipo sobre su idiosincrasia.
El propio José Martí, hijo de la canaria Leonor Pérez, llegó a decir de los paisanos de
su madre residentes en Venezuela lo siguiente: “En Venezuela hay isleños, nativos de
las Islas Canarias, una posesión española, hombres rutinarios, de poco alcance mental,
de mano pesada, preocupados y mezquinos”. Pero años más tarde, en 1892, afirmaría,
en cambio: “Y no cría aquella volcánica naturaleza más que campesinos que no tienen
donde emplear su fuerza y honradez, y un melancólico señorío, que prefieren las mansas
costumbres de su terruño a la mendicidad y zozobras de la ingrata corte [...]. Oprimidos
como nosotros, los isleños nos aman. Nosotros, agradecidos, los amamos” (De Paz y
Hernández 1992: 21-22).
Listado de expresiones
comer gofio. Hacer o decir algo inconveniente, inoportuno o inadmisible.// Compor-
tarse con pedantería o arrogancia.
LAS RELACIONES LINGÜÍSTICAS CANARIO-CUBANAS 990

comerse un millo con algo o con alguien. Quedarse defraudado con algo o con al-
guien.
donde hay isleños no hay bueyes. Frase que pondera la laboriosidad y resistencia del
isleño.
el animal que más se parece al buey es el isleño. Expresión que destaca la tosquedad
de los isleños.
el isleño es como el buey, lo mismo te lame que te patea. Expresión que subraya la
supuesta doblez del isleño.
el isleño es el único animal que no lame al hijo. Frase que resalta la supuesta insen-
sibilidad del isleño.
estar como los isleños, fajados a los trancazos. No ponerse de acuerdo en la ejecu-
ción de un trabajo.
pasar más hambre que dos isleños juntos. Pasar mucha hambre.
ser como el remedio del isleño. Expresión irónica que se utiliza cuando algo tiene
poca eficacia.
ser más bruto que un isleño. Ser muy tosco.
ser un cabrón isleño. Ser hosco y brusco.// Frase con que se pondera la supuesta falta
de inteligencia y talento de los isleños.
un isleño con una cuadrilla de bueyes son nueve animales. Expresión que destaca
la tosquedad de los isleños.
un isleño solo es un buey, dos isleños juntos una yunta de bueyes, ocho isleños
juntos una cuadrilla de bueyes. Frase que pondera la resistencia y laboriosidad de los
isleños.
e) Fraseologismos compartidos por Cuba y Canarias cuyo punto de partida no esta-
mos en condiciones de establecer.
Este apartado es, con gran diferencia, el más numeroso. Conviene aclarar que el ám-
bito geográfico de uso de algunas de las expresiones aquí incluidas puede ser más vasto
que el que se circunscribe a Cuba y Canarias10. Además, como se podrá observar, la lite-
ralidad de algunas frases no es del todo coincidente, aunque sí muy cercana.
991 COMUNICACIONES
LAS RELACIONES LINGÜÍSTICAS CANARIO-CUBANAS 992
993 COMUNICACIONES

Consideraciones finales
Los datos fraseológicos expuestos con anterioridad nos sugieren las siguientes consi-
deraciones finales:
1.ª) El carácter abstracto (no designativo) de la fraseología facilita el préstamo. Lo
mismo sucede, por ejemplo, con las acepciones metafóricas del léxico simple (guanajo
‘persona simple, necia, tonta’, chapear ‘matar a alguien’, etc.).
2.ª) En lo que atañe a la fraseología que hemos presentado, y por lo que se refiere a la
alusiva a Canarias, hay que decir que su vigor es declinante en estos momentos, como
corresponde a unas unidades utilizadas sobre todo por personas de la tercera generación
radicadas en el ámbito rural. En lo que a Cuba respecta, conviene señalar que los elemen-
tos que hemos comentado tienen una vigencia desigual. Es necesario agregar que las re-
feridas a los isleños y las heredadas de Canarias tienen presencia sobre todo en las zonas
de mayor asentamiento canario: el Occidente y el Centro de la isla caribeña.
3.ª) El tipo de socialización tradicional determina que muchas de estas expresiones
sean conocidas en Canarias sólo por los hombres. La emigración a Cuba fue en muchos
casos, aunque dependiendo de la época, exclusivamente de varones (a menudo solteros),
muchos de los cuales al regresar al Archipiélago las transmitían a sus hijos o a otros hom-
bres del grupo social inmediato.
LAS RELACIONES LINGÜÍSTICAS CANARIO-CUBANAS 994

4.ª) Por vía cubana no sólo han entrado en Canarias fraseologismos privativamente
cubanos, sino también antillanos e incluso americanos en general.
5.ª) Las interinfluencias que han constituido el motivo central de esta comunicación
podrán quedar mejor establecidas cuando el influjo lingüístico ejercido por Canarias en
América sea descrito con la exhaustividad que merece.
995 COMUNICACIONES

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LAS RELACIONES LINGÜÍSTICAS CANARIO-CUBANAS 996
997 COMUNICACIONES

NOTAS

1
En buena parte de la América en que ha habido emigración canaria (Cuba, EE.UU., Venezuela...), los natu-
rales del Archipiélago son conocidos como isleños. Con respecto a Cuba, se puede ver cómo define las palabras
isleño e Islas Esteban Rodríguez Herrera (1959):
- isleño, ña: Dícese por excelencia al natural de las islas Canarias. Sin embargo, no es redundante decir en una
frase isleño de Canarias.
- Islas: Se aplica en Cuba, por antonomasia, a las Canarias, que forman un grupo en las Costas de África.
2
La frase tiene su motivación en el nombre de una planta rastrera común en América, cuyo fruto, una especie
de calabaza, suele estar cubierto por las ramas.
3
De forma paralela a lo que sucede en la fraseología, el léxico simple de origen cubano es particularmente
abundante en La Palma. Todo esto casa además con el mantenimiento en esa isla de un conjunto de prácticas y tra-
diciones vinculadas a la mayor de las Antillas: festivas (La Fiesta de los Indianos, por ejemplo), folclóricas (culti-
vo del punto cubano o guajiro por parte de los verseadores; abundan también los grupos que hacen exclusivamente
música cubana: Troveros de Asieta, Pimienta y Ají, etc.), gastronómicas, etc.
4
En las expresiones registradas para Canarias, cuando la expresión no es general, emplearemos las siguientes
abreviaturas: Occ. (Islas Occidentales), Or. (Islas Orientales), Lz. (Lanzarote), Fv. (Fuerteventura), GC. (Gran
Canaria), Tf. (Tenerife), LP. (La Palma), Go. (La Gomera) y Hi. (El Hierro).
5
Luis Alfaro, profesor e investigador adscrito a la Universidad Central de Las Villas (Santa Clara), que ha
iniciado una línea de trabajo en este sentido, da como común esta expresión en esa región central de Cuba (Alfaro
Echevarría 2002).
6
Esta frase proverbial, que ya fue recogida para el Archipiélago por J. A. Álvarez Rixo, alude en su literalidad a
cierto eclesiástico del pueblo tinerfeño de Buenavista del Norte.
7
Expresiones como más se perdió en la guerra de Cuba quedan descartadas, precisamente por su carácter
general.
8
Es oportuno recordar que Malinowski estuvo en dos ocasiones en las Islas Canarias: la primera en 1906 y la
segunda de 1920 a 1921.
9
En Venezuela, por ejemplo, son varias las frases hechas que, a partir de la palabra gofio, denigran la condición
de isleño. A este propósito puede consultarse el Diccionario del habla actual de Venezuela, s.v. gofio (Núñez y
Pérez 1994).
10
Es posible también que alguna coincidencia fraseológica entre Cuba y Canarias pueda deberse a una pervi-
vencia histórica en ambos lugares, esto es, a un arcaísmo fraseológico.
999 COMUNICACIONES

Contacto de lenguas

¿UN CAMBIO DE RUMBO EN LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA DE LA CORONA


ESPAÑOLA EN AMÉRICA EN EL SIGLO XVIII?1

José María García Martín


(Universidad de Cádiz)

Desde comienzos del siglo XVIII hay algunos signos de que la política lingüística de
la Corona en América va a cambiar. Es lo que permiten deducir algunas Reales órdenes,
como las dirigidas al arzobispo de México en 1718 y 1720 por Felipe V o, ya a mediados
de la centuria, la de Fernando VI a los arzobispos y obispos de Indias en 1754. Sin embar-
go, esa política no parece cambiar definitivamente hasta el reinado de Carlos III, época
en la cual no sólo se cierra el camino a la evangelización en lenguas indígenas, sino que
se afirma rotundamente la voluntad de extender el español por el continente americano,
y ello no sólo por parte del rey, sino también por obra de al menos una parte del episcopa-
do. ¿Cuáles fueron los factores que hicieron posible esta situación y cuáles fueron las ar-
mas de las que se sirvió España para este intento tardío de “castellanizar” unos territorios
que hasta aquel momento sólo se había ocupado de “cristianizar”?
En la sociedad del Antiguo Régimen sólo hay una materia que pueda constituirse en
problema dentro del ámbito cultural. Esa materia es la religión. Ni la lengua ni los sím-
bolos (por citar dos de los campos en que desde el siglo XIX se han basado las proclamas
nacionalistas) se habían convertido en elementos conflictivos. Y parece que, según los
especialistas, frente a ideas como las de “patria” o “nación”, hasta terminado el siglo el
siglo XVIII no empieza a ceder la noción de “dinastía” como columna vertebral en la
concepción de una comunidad política. Hay autores, como Hobsbawn, que adelantan esa
fecha hasta 1780 (lo cual, no quiero dejar de señalarlo, coincide con el reinado de Carlos
III, es decir, con la del monarca al que se le atribuye una política más claramente expan-
siva para el español). Desde mi punto de vista, la labor del rey ilustrado se puede inscri-
bir dentro de ese movimiento de consolidación no meramente dinástica de una nación
española (frente a las dudas de investigadores como Álvarez Junco: vid. 2001: 77-79),
lo cual encaja con la cronología propuesta por el ya citado Hobsbawn, pero dentro de un
movimiento mucho más amplio, que tiene antecedentes incluso anteriores a la llegada de
la Casa de Borbón a España.
UN CAMBIO DE RUMBO EN LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA 1000

En un trabajo anterior cifraba los caracteres diferenciales de la política lingüística de


la Corona española en el siglo XVIII con respecto a épocas previas en tres puntos: 1) ya
no sólo hay Reales órdenes, sino también documentos de las autoridades civiles y, signi-
ficativamente, eclesiásticas en favor del uso del español en las tareas de evangelización;
2) cambio de actitud de los clérigos, empezando por una parte del episcopado; y 3) acti-
tud absolutamente enérgica de la Corona desde Carlos III2. Este intento de singularizar el
siglo XVIII frente a momentos anteriores necesita de precisiones más minuciosas sola-
mente a la vista de la documentación reunida en Francisco de Solano 1991.
En primer lugar, se debe hacer una doble observación: la diferencia fundamental en-
tre el siglo XVIII y los precedentes radica en que en estos últimos se suceden, a veces de
forma esquizofrénica, textos en los que se solicita o se ordena la enseñanza del español a
los indígenas (y a los negros en algún caso)3 y otros en los que se indica la conveniencia
de que los misioneros sepan lenguas indígenas o, incluso, en los que se lanzan severas
admoniciones contra los que no las dominen, mientras que en el Setecientos no hay más
que una sola línea de actuación (en las fuentes escritas, que quede claro). Y, junto a ello,
nos encontramos con que la divisoria cronológica no coincide con el cambio de siglo
o de dinastía, sino con un acontecimiento jurídico-administrativo, la publicación de la
Recopilación de las Leyes de Indias (1681), tal como indica Solano (1991: LXXII)4. Es
decir, que no son los Borbones los que dan el primer impulso, sino los Austrias y precisa-
mente durante el reinado considerado como muestra palpable de la decadencia española.
¿Habrá que atribuir este hecho al espíritu de la todavía mal conocida primera Ilustración
que se desarrolla para algunos precisamente a partir de esa etapa? ¿O es que, después
de la separación de Portugal y del intento de Cataluña a mediados del XVII, la política
lingüística tradicional de los Habsburgo había cambiado de signo? ¿O, simplemente,
es que, por fin, después de decenios de “inestable política lingüística del Consejo de In-
dias” (Solano 1991: LXXIX), la existencia de una codificación ha ayudado a vislumbrar
el camino adecuado?5 Son puntos que habrá que examinar con cuidado en el futuro.
Después de 1681 la resistencia de las autoridades eclesiásticas a tomar medidas expre-
sas a favor del español no debió de ser tan clara como en otros tiempos. Dejando a un lado
la pastoral del arzobispo de Guatemala, Solano sólo nos proporciona elementos de juicio
indirectos, que son las Reales cédulas en que se insta a los eclesiásticos al cumplimiento
de lo dispuesto en materia de enseñanza del español a los indios. De este tenor son las de
20 de junio y 8 de agosto de 1686, 30 de mayo de 1691, 20 de diciembre de 1693, 5 de
junio de 1754 y 10 de mayo de 1770 (dirigidas a todas las autoridades o, al menos, a las
eclesiásticas), de 10 de noviembre de 1689 (al obispo de Puebla), 16 de junio de 1700 (al
obispo de Guatemala), de 25 de mayo de 1720 (al arzobispo de México), así como la carta
del Virrey de Nueva España al arzobispo de México de 1 de octubre de 1769. Hay que re-
saltar también la existencia ya en una fecha tan relativamente temprana como el 11 de ju-
lio de 1718 de una Real cédula dirigida al arzobispo de México en la que se le agradecen
sus esfuerzos en la enseñanza de la lengua española a los indios, que tiene un paralelo en
la Real orden de 2 de marzo de 1771 en la que se dan las gracias al obispo de Cuba por su
celo en afianzar el español entre los negros, así como una carta pastoral en este sentido.
1001 COMUNICACIONES

En la Real orden de junio de 1686 el Rey “manda se guarde y cumpla lo dispuesto en la


ley 5, título 13, libro 1 de la Nueva Recopilación de Indias” (que los obispos y arzobispos
ordenen a los curas que instruyan a los indios en la lengua española y expliquen en ella
la doctrina cristiana) y la ley 18, título 1 del mismo libro (que a los indios se les pongan
escuelas y maestros, como los sacristanes de las iglesias, para enseñarles el castellano).
Este mandato se repite en la Real cédula de 8 de agosto del mismo año, en la de 16 de
febrero de 1688 (no incluida por Solano), la de 30 de mayo de 1691, la de 5 de junio de
1754... y quizá en otras, lo cual nos indica que el cumplimiento de las disposiciones de
1681 debía de ser insuficiente e insatisfactorio. Y ello no sólo porque los reyes se vieran
obligados a agradecer las muestras de celo y observancia de quienes sí las respetaban,
sino también por otros tres detalles:
1) En la Real cédula de 16 de junio de 1700 el Rey le dice al obispo de Guatemala que,
gracias a una carta del oidor de la Audiencia, se ha enterado de que, a pesar de los diver-
sos despachos reales, no se logra mucho fruto,
“pues aunque los referidos despachos llegan a las Audiencias y se envían provisiones
generales a todos los corregidores y alcaldes mayores, éstos ofrecen el cumplimiento,
pero no llega a lograrse... [por lo que] causando gran dolor el que por falta de estas
escuelas y maestros los indios vivan tan olvidados del Evangelio que a costa de tantas
haciendas y vidas se ha solicitado introducir en esas partes, manteniéndose en aquellos
ritos e idolatrías en que sus antepasados los dejaron impuestos, he resuelto rogaros y
encargaros, como lo hago, que en las visitas que por vuestra persona o las de vuestros
visitadores se hicieren, se reconozcan y tanteen las partes donde los sacristanes deban
tener la incumbencia de enseñar a los indios a leer y escribir, y unido con mi Presidente,
Gobernador y Capitán General de esas provincias como vicepatrón les señaléis el esti-
pendio correspondiente al trabajo que hubieran de tener...” (Solano 1991: 217).
El texto parece suficientemente revelador. La denuncia del oidor obliga al rey a rogar
al obispo que realice una labor que ya le había sido encomendada en Reales cédulas ante-
riores de carácter general.
2) La Real orden de 20 de junio de 1686 termina con una amenaza que casi se puede
ver como una declaración de impotencia. Literalmente, dice así:
“...apercibiendo S:M. a los Virreyes, Presidentes y Gobernadores y demás justicias de
todos sus reinos, que se les hará cargo en sus residencias si no cuidan y hacen observar
esta cédula. Y asimismo encarga a los ministros eclesiásticos y manda a los seculares
que le den cuenta en todas las ocasiones de flotas y demás que se ofrecieren de el modo
cómo han puesto en práctica este su mandato y guarda de las leyes expresadas, y manda
que todo se obre precisa y puntualmente, por ser tan importante al servicio de ambas
Majestades y estar informado muy por entero del fruto que se puede conseguir en que
los indios sepan la lengua castellana y que se hagan guardar y observar las referidas
leyes.” (Solano 1991: 191)
Fórmula semejante se emplea en la Real cédula de 8 de agosto de 1686 (cfr. ibid.: 193),
pero quiero destacar en la reproducida que el Rey terrenal se ve precisado de aludir al ce-
lestial para hacer más imperativa su decisión de extender el castellano a los indígenas. La
UN CAMBIO DE RUMBO EN LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA 1002

Real cédula de 5 de junio de 1754 es, de otro modo, una sutil muestra de desconfianza del
Rey en la jerarquía eclesiástica, en la que se repiten los argumentos del bien espiritual de
las indios y la enseñanza de la doctrina cristiana para animar al aprendizaje del español:
“Por tanto, ruego y encargo a los citados Arzobispos y Obispos de los Reinos del
Perú, Nuevo Reino de Granada y Nueva España, no omitan, ni descuiden la ejecución y
práctica de lo que por ellas se ordena, como cosa en que tanto se interesa la salvación de
las almas que están puestas a su cuidado; pues aunque me persuado, que en materia tan
grave procederán con la vigilancia que corresponde al descargo de sus conciencias6,
para que Yo esté asegurado e instruido como debo, les encargo también informen a mi
Consejo de las Indias en las ocasiones que se ofrecieren, sobre la observancia de las ex-
presadas leyes; como asimismo tocante a los progresos y adelantamientos que tuviere la
religión y su estado cada uno en su territorio; y que si por algún accidente o motivo hu-
biere omisión o descuido en la enseñanza de la doctrina cristiana en el idioma castellano
a los indios, provean el remedio correspondiente, usando de los medios más oportunos
a este fin y proponiendo, cuando no alcanzaren sus facultades, al expresado mi Consejo
los que tuvieren por convenientes, para que aplicándolos Yo se logre en todo lo que con
tanta reflexión y madurez se previene en las mencionadas leyes, por ser así mi voluntad,
y convenir al servicio de Dios y al mio.” (ibid.: 238)
El Rey, Fernando VI, ruega y encarga nuevamente, pero no se priva de aludir a la omi-
sión y al descuido (esto es, a la negligencia) como posibles fuentes de incumplimiento
de la legislación y, como no acaba de estar seguro del comportamiento de los religiosos
(“para que Yo esté asegurado e instruido como debo”), les encarga (pero esta vez encar-
gar suena casi a ‘mandar’7) que informen al Consejo de Indias “sobre la observancia de
las citadas leyes”, para más adelante insistir aún en que los destinatarios deben proveer
el remedio que corresponda para las omisiones y los descuidos “en la enseñanza de la
doctrina cristiana en el idioma castellano a los indios” (siempre la motivación religiosa
por delante). De todas formas, en una fecha como el 22 de febrero de 1778 todavía tiene
el Rey que urgir el establecimiento de escuelas de lengua castellana en pueblos de indios
(cfr. ibid.: 264-265), y en ella sí que emplea la fórmula sancionadora que habíamos visto
en los documentos de Carlos II.
3) Hay otro texto mucho más claro aún, que es el parecer del arzobispo de México en
1769. Reza así:
“Las escuelas para que los niños aprendan la doctrina cristiana y castellano desde
el principio se contempló por preciso, y se ha repetido en todos los concilios y cédulas
reales, y así los ministros eclesiásticos que no procuran adelantar y extender el idioma
castellano y cuidar que los indios sepan leer y escribir en él, dejándolos cerrados en su
nativo idioma, son en mi concepto enemigos declarados del bien de los naturales, de su
policía y racionalidad: intentan perturbar el mejor gobierno eclesiástico, que se impide
con tantos y tan distintos idiomas, fomentan las idolatrías, que se ven más en los indios
que ignoran el castellano; quita el premio de los curatos a los profesores de los colegios
y universidades, que gastan en éstas sus caudales y se fatigan en el estudio de las facul-
tades, y por falta del idioma de los indios se ven precisados los prelados a proponer para
un curato a un sujeto menos docto, menos prudente y de bajo nacimiento, únicamente
1003 COMUNICACIONES

porque sabe el idioma de aquel pueblo. Creo que si los párrocos instaran por cincuenta
años en que sus feligreses aprendieran el castellano se lograría y sería toda Nueva Es-
paña terra labiis unius [tierra de un solo idioma].” (Solano 1991: 287)
La tesis del arzobispo Lorenzana se centra en la oposición existente entre los intereses
del bajo clero y las posibilidades de movilidad social de los indios en la sociedad colo-
nial. Para él, estaba claro que la lengua representaba una primera barrera, no sólo para
el acceso a la verdadera religión (que era el argumento manejado con preferencia por
los propios monarcas desde fecha muy temprana: cfr. Solano 1991: LXIV y ss.), sino en
general “para el bien de los naturales, de su policía y racionalidad”. Los primeros que se
verían afectados por el ascenso social del indio serían precisamente las personas menos
doctas y de bajo nacimiento que, tradicionalmente, habían ocupado determinados pues-
tos eclesiásticos sólo por su conocimiento de las lenguas indígenas. Pero, en mi opinión,
el argumento de Lorenzana no es tan altruista como pueda parecerlo en un principio. En
realidad, sus intereses, como miembro de la jerarquía, están más en consonancia con los
de los profesores de los colegios y universidades, preteridos a menudo para los curatos
por su ignorancia de aquellas mismas lenguas, que, así, se habían convertido en un obstá-
culo insalvable para la promoción de los preferidos del alto clero8.
¿Cómo se describe la situación en las mencionadas Reales cédulas, aparte el recorda-
torio de la Recopilación? Si tenemos en cuenta no sólo los documentos de alcance gene-
ral, sino también los dirigidos a autoridades particulares de algunas zonas, los motivos
que se aducen para justificar la conveniencia de la enseñanza del español a los indios y
las circunstancias que condicionan el proceso son los siguientes:
1) Los indígenas deben dominar la lengua para poder quejarse directamente a sus su-
periores “de las vejaciones que se les hacen, sin que sea necesario que se valgan de in-
térpretes por no saber la lengua española” y que éstos no puedan trocarles “la traducción
a los miserables indios con las voces que a dichos intérpretes les parece” (Solano 1991:
190-191). Sin embargo, hay textos en los que esta enseñanza, ligada indisolublemente
a la de la doctrina cristiana, aparece limitada en sus destinatarios (cfr. la Real cédula al
Gobernador de Chile instándole para que se potencien las escuelas y la enseñanza del
español, sobre todo a los hijos de los caciques, de 27 de abril de 1692).
2) En la Real cédula de 30 mayo de 1691 se establece que “para inducir y obligar a que
los indios aprendan la lengua castellana y que envíen a sus hijos a estas escuelas, se man-
da que ningún indio pueda obtener oficios de república que no supiere la lengua castella-
na.” (ibid.: 210)9 Naturalmente, ello hace pensar que, hasta ese momento por lo menos,
no era imposible que, por ejemplo, el alcalde de un pueblo indígena no supiera español
en absoluto. A los indios que no saben el castellano se les conceden cuatro años desde la
fecha de la Real cédula para adquirir el conocimiento de la lengua. Era una manera de
contrarrestar las causas económicas y antropológicas del rechazo hacia el español, quizá
no la mejor, pero sí una de las pocas de las que disponía un Estado que se había declarado
en quiebra varias veces a lo largo del siglo XVII y que no se había mostrado muy cohe-
rente en su política hacia las lenguas10.
3) En algunos territorios el poblamiento hace muy difícil organizar bien la enseñanza:
los indios han tenido que abandonar sus antiguos pueblos, bien por enfermedades, bien
UN CAMBIO DE RUMBO EN LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA 1004

por la acción de los encomenderos, que los han llevado a sus estancias. La política real es
la reagrupación en los antiguos pueblos para no multiplicar los esfuerzos sin fruto (cfr. la
Real cédula a la Audiencia de Chile de 27 de abril de 1692: ibid.: 213-214)11.
4) Otro problema que aparece planteado en la Real cédula de 1691 es el de la financia-
ción de los establecimientos escolares y la dotación de las plazas de maestros. La solu-
ción adoptada parece fuente de conflictos más que otra cosa:
“Y siendo el fundamento principal para conseguir el que se pongan estas escuelas
en la forma que va expresada el dotar y señalar congrua a los maestros que se han de
poner en ellas para que enseñen la lengua a los indios, ordeno se doten y señalen en la
porción y cantidad que prudentemente, y sin exceso, se juzgare precisa y necesaria para
mantenerse según el precio que en cada parte tuvieren los mantenimientos y vestuarios,
sacándose lo que para esto fuere necesario de los bienes de comunidades de los pueblos
de los indios...” (cfr. ibid.: 210).
No hace falta ir muy lejos para darse cuenta de que quienes en otros lugares son cali-
ficados como “miserables” difícilmente iban a poder dotar unas plazas que sólo podrían
resultar aceptables para quienes ya tuviesen otra ocupación principal, como los sacrista-
nes, y que, por tanto, no era nada probable que se consagraran a las tareas docentes12 con
la dedicación que éstas necesitan.
5) La empresa adquiere ribetes sorprendentes cuando, hacia el final de la citada Real
cédula de 1691, vemos que el propio Rey recomienda se procure “en todo caso que los
maestros que se pusieren en ellas [las escuelas], sean inteligentes y ladinos en la len-
gua castellana para que lo que enseñaren a los indios lo aprendan con fundamento y se
consiga el fin que se desea” (cfr. ibid.: 211). Este consejo pone de manifiesto que no
abundarían, no ya los sacristanes13, sino ni siquiera laicos que quisieran hacerse cargo
de tales funciones. ¿Quizá indios más o menos letrados que tuvieran a bien ilustrar a sus
hermanos de raza?14 La impresión de que todo el proceso es mucho más improvisado de
lo que quiere Solano se impone. Lo grave, como ya he señalado, es que esto ocurre ciento
setenta años después de que Cortés conquistara la capital del imperio azteca.
6) La Real cédula al arzobispo de México de julio de 1718 saca a la luz otros hechos
que también tienen su relevancia para la política lingüística real en cuanto depositada en
la Iglesia: obispos que, por su avanzada edad, no están en condiciones de visitar sus dió-
cesis; otros a los que el “haber estado ocupados en empleos políticos” los había “embara-
zado poder atender a la visita de su diócesis de que resultaba la relajación de costumbres y
omisión de los párrocos en el cultivo de esas almas”, por ejemplo, decir misa sin explicar
la doctrina cristiana; en fin, los ministros no vivían con las comunidades que les estaban
asignadas, pues se sugiere “que en los pueblos donde hay congrua suficiente, se pusiese
un ministro de pie fijo que viviese con los indios, para que tuviesen persona a quien vene-
rar (cfr. ibid.: 230-231). Además, en la Real cédula al arzobispo de México de 25 de mayo
de 1720 se pone de manifiesto la inadecuación de la división eclesiástico-administrativa
de los diversos territorios, lo cual dificulta la erección de un número suficiente de escue-
las (cfr. ibid.: 232). Pero hay un factor que no aparece en las disposiciones reales, sino en
una carta del Virrey de Nueva España, de octubre de 1769, que matiza todo lo anterior, y
1005 COMUNICACIONES

es “la indolencia con que por los párrocos y justicias se han desatendido estos importan-
tísimos preceptos” [se refiere a las leyes de la Recopilación ya citadas] (cfr. ibid.: 239),
lo cual, al decir del Virrey, ha provocado una pésima impresión en la población indígena,
por lo que le pide al arzobispo
“concurra con cuantas providencias regule oportunas para que por los curas de su
diócesis se observen puntualmente las citadas Reales Leyes, desimpresionando a los
indios de todo cuanto hasta ahora les ha influido perniciosamente, maxima con que ge-
neralmente se ha procurado retraerlos del uso de la lengua castellana sobre todo lo cual
dirijo también a los justicias de este arzobispado la más estrecha orden para que por su
parte lo cumplan y hagan cumplir con la puntualidad y exactitud debidas, y auxilien efi-
cazmente cuantas providencias V.S.I. diese al mismo efecto.” (ibid.: 239-240)
Aquí se llega más allá de la indolencia; se habla de que los curas han procurado retraer
del uso de la lengua castellana, lo mismo que, según hemos visto, les imputaba el propio
arzobispo en otro texto redactado en el mismo año. Estoy seguro de que había complici-
dad absoluta entre estos dos fieles servidores de Carlos III. De la improvisación aparente
que reina en las medidas tomadas por Carlos II15, cuyos análisis, sin embargo, empiezan
a hacer tomar conciencia del problema en toda su magnitud, vemos cómo se pasa a pro-
poner soluciones realistas que pretenden acabar con una situación anárquica de una vez.
Pero todavía hemos de considerar otras vertientes de este espinoso asunto antes de ver el
documento más célebre sobre la materia.
Antes de afrontar la Real cédula de 1770, veamos el contenido de los textos debidos a
la pluma de otros altos dignatarios, esta vez religiosos: se trata de las pastorales que, man-
comunadamente, publicaron el arzobispo de México y los obispos de Puebla y Oaxaca
en el año 1769. No voy a detenerme demasiado en ellas, sólo voy a señalar sus elementos
más peculiares, pero merecen un estudio particular en relación con el pensamiento del
Rey y sus ministros. La de Lorenzana, si no es un recurso retórico, parte de un pronóstico
sombrío: “el que los indios aprendan el castellano y lengua propia de nuestro Soberano,
en lugar de haberse adelantado, cada día parece se imposibilita más la ejecución.” (ibid.:
241). Una larga introducción histórica abre paso a una declaración sumamente inteligen-
te sobre la forma de instaurar o reforzar la cohesión social y hasta política:
“El hablarse un mismo idioma en una nación propio, de su soberano y único monar-
ca, engendrar cierto amor e inclinación de unas personas a otras, una familiaridad que
no cabe entre los que no se entienden y una sociedad, hermandad, civilidad, policía,
que conduce mucho para el gobierno espiritual, para el trato doméstico, para el comer-
cio y la política, como también para ir olvidando los conquistados insensiblemente sus
enemistades, sus divisiones, sus parcialidades y su aversión a los que mandan.” (ibid.:
242-243).
Es más: en línea con las ideas defendidas en el “Parecer”, pero desde el ángulo opues-
to, en vez de culpar al clero del escaso progreso del español en dos siglos, se dirige direc-
tamente a él en los siguientes términos:
“...Con todo la doctrina cristiana se ha puesto toda en mexicano por los mismos espa-
ñoles o mestizos. ¿Quién no admite los inconvenientes gravísimos que pueden resultar
UN CAMBIO DE RUMBO EN LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA 1006

de un error? ¿Quién no ve que al prelado, párrocos y ministros eclesiásticos se echará


siempre la culpa de que los naturales no aprendan el castellano? Porque el alcance ma-
yor no les ha de predicar, confesarse, ni enseñar la doctrina cristiana, ni puede estar ha-
blando con ellos todo el día, como el párroco, a quien como su padre, maestro y director
espiritual: ¿Y quién se le oculta, que si con empeño tomaran a su cuidado los ministros
evangélicos la enseñanza del castellano, la lograran, como esperamos, en pocos años?
(ibid.: 243)
No hay que insistir en la habilidad de quien se integra en el grupo de los que han obra-
do mal, no habiendo sido ésa su actitud, para intentar atraer a los que sí se han comporta-
do de esa manera, con la intención de servir a los intereses generales.
Los últimos fragmentos que citaré provienen de la pastoral del obispo de Puebla de 19
de octubre de 1769. Aquí no hay ninguna retórica ni se pretende ejercer la más mínima
persuasión. En la línea del “Parecer” de Lorenzana, se afirma el derecho a difundir el
español:
“En consideración asimismo de que los indios desde que fueron conquistados por
nuestros católicos monarcas, no tienen derecho alguno de justicias que se le manten-
gan sus lenguas, antes sí lo gozan nuestros Soberanos de hacer valer la suya en la vasta
extensión de sus dominios, para que siendo todas sus tierras de un solo labio y de unas
mismas palabras, las puedan gobernar más fácil y uniformemente, y más cuando entre
todas las lenguas de los naturales, aún inclusa la mexicana que es la más abundante,
ninguna hay que se pueda llamar sabia...” (ibid.: 247)
Por si cabía alguna duda en cuanto a su pensamiento, poco más abajo remacha su idea
absolutamente imperial:
“Visto igualmente que el precisar a los indios, por una que nos consta que algunos
poseídos de equivocación, llaman inicuamente razón de Estado, a hablar su propia
lengua aun cuando pueden hablar la castellana; es proceder contra aquella noción in-
nata en todos los conquistadores de instruir a su idioma a las naciones conquistadas”
(ibid.: 248)
Si hay algo que destacar en todas estas declaraciones, es la contundencia y la nitidez
de ideas que se puede apreciar en todas ellas, mucho mayor que la vista en los documen-
tos reales precedentes. No es extraño, pues, que Carlos III se sienta facultado (más que
impelido) a pronunciarse sin dejar resquicios a la duda.
La pastoral y el parecer del arzobispo de México Francisco A. de Lorenzana son signi-
ficativos por haber quedado como paradigma del cambio mental de la jerarquía eclesiás-
tica. La Real cédula emitida por Carlos III el 10 de mayo de 1770, en la que se ordena se
pongan los medios para erradicar los idiomas aborígenes16 y solamente se hable el espa-
ñol, superándose así muchos inconvenientes, implica una seguridad absoluta en disponer
de los medios necesarios para alcanzar el objetivo que se ha asignado. Para el rey ilus-
trado, en la primera sección de este texto (expositiva), es un hecho que todas las medidas
tomadas con anterioridad han sido inútiles y el futuro no se anuncia mejor (“parece que
cada día se indisponen más los ánimos”, ibid., 257). La situación de absoluta diversidad
lingüística no parece vaya a cambiar si se mantiene la misma política lingüística, pues
1007 COMUNICACIONES

“los indios están cerrados, rehusando aprender el castellano y enviar sus hijos a la escue-
la” (ibid.). La situación se describe como ingobernable, tanto por motivos objetivos (“en
las inmediaciones a la ciudad de México, en el corto espacio de dos leguas en un propio
curato hay pueblos mexicanos y othomites, verificándose esto mismo en otras partes...”,
ibid.: 257-258) como, sobre todo, por motivos de psicología social, por la negativa tácita
de la población indígena:
“...no porque los naturales no entiendan el castellano sino por que [sic] no quieren
hablarle, mediante que ha visto pobres indios que entendian castellano, othomi y mexi-
cano, y al cura y sus vicarios nunca les hablan en castellano; sucediendo lo mismo con
los alcaldes mayores y justicias valiéndose éstos del intérprete.” (ibid.: 258).
Pero en el fondo esto es sólo la manifestación externa de un mal más oculto y dañino.
Y ahí la descripción de la enfermedad hecha por Carlos III olvida por completo la “edu-
cación” de sus predecesores y señala claramente con el dedo a los que él cree culpables
de la situación del español en América “pasados más de dos siglos y medio”:
“Que la raíz de este daño está en que se ha mirado con escrupulosidad la provisión
de curatos en sujetos de los idiomas de los naturales, y como sus párrocos y ministros a
quienes siempre tratan y ven les hablan en su lengua y les predican y explican la doctrina
en ella, poco o nada se ha adelantado ni adelantará si no se aplica el remedio, a causa de
que los párrocos y ministros hacen alarde de estar cada día más expeditos en los idiomas
con la frecuente comunicación con los naturales, y no hay quien promueva en los pue-
blos el castellano, antes bien tiene noticia de que les impresionan que es falta de respeto
hablar en castellano o se les castiga si lo hacen, cuya impresión nace de dos bajos con-
ceptos: uno, de persuadirse los clérigos criollos que el modo de afianzar en ellos la pro-
visión de los curatos y excluir a todo europeo, son los idiomas; y el otro, que extinguidos
éstos, se les quitaba el título a que ordenarse además de que en los naturales se propensa
la inclinación a retener su propia lengua, dificultando los arbitrios para aprender otra
ajena, añadiendo algo de malicia para ocultar sus acciones de los españoles, y no con-
testarles derechamente cuando conciben que no les tiene cuenta.” (ibid.: 258)17
Hay a continuación dos largos períodos en los que se encadenan argumentos que he-
mos ido viendo a lo largo del tiempo: los obispos, normalmente, no saben las lenguas in-
dígenas y, sin embargo, ejercen su ministerio, con la ayuda, cuando es necesario, de los
vicarios del idioma18; las enormes dificultades para que la doctrina cristiana sea expresa-
da en las lenguas indígenas; la injusticia que supone para “los jóvenes más distinguidos
en nacimiento y habilidad”, después de “fatigarse en el estudio de facultades mayores”,
ver cómo son “promovidos a curatos clérigos de idioma que a lo más han estudiado una
suma moral”; el engaño a que están expuestos los indios en sus pleitos o tratos comer-
ciales... (cfr. ibid.: 258-260). Hay un tercer período conclusivo de esta segunda sección
(que podríamos llamar deliberativa) en el que se establece un principio firme que debe
guiar todo tipo de nombramientos: “si fuese de mi real agrado se encargase a los obispos
que en las propuestas que se hacen para curatos, se tienda únicamente al mayor mérito
aunque ignoren el idioma” (ibid.: 260). El monarca asegura a los no europeos que “nun-
ca mi Real piedad dejaría sin premio a los nacidos en aquel país”. La ventaja es evidente
para el Rey:
UN CAMBIO DE RUMBO EN LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA 1008

“con lo expresado se podrían entender por todos los ministros Reales dentro de pocos
años a los naturales sin la necesidad de intérpretes que con facilidad se pueden corrom-
per; los obispos serían igualmente entendidos en todos los pueblos de sus diócesis; los
indios no quedarían tan expuestos a ser engañados en sus tratos comercios o pleitos; los
párrocos estarían más uniformes; los colegiales de tantas comunidades respectuosas de
aquellos dominios lograrían el premio de sus desvelos; y con la emulación crecería el
adelantamiento, y toda la tierra podría gobernarse con más facilidad.” (ibid.: 260)
Resulta significativo cómo Carlos III se aparta de Lorenzana al definir la causa próxi-
ma del problema. No es sólo un problema de enfrentamiento entre distintos estamentos
eclesiásticos lo que ve el Rey, sino además una confrontación entre continentes. Con
ello hace explícita la razón por la que Lorenzana apoyaba su razonamiento en los indios.
Los intereses de los religiosos europeos chocan con los de los americanos. El campo de
batalla, por así decirlo, son los indios (y en algunos territorios los negros). Son los curas
americanos los que, en principio, tienen la mejor posición por su conocimiento del espa-
ñol y de una o varias lenguas indígenas, según los casos. El dominio de éstas les servirá
como elemento de resistencia frente a los europeos durante la época colonial. Cuando se
formen las nuevas repúblicas tras la independencia, la clase a la que pertenecen, los crio-
llos, empleará el español como elemento diferencial, esto es, como arma para articular
una posición superior a la de los pueblos indios, que, ahora sí, deberán aprender obligato-
riamente el español gracias a una planificación educativa mucho más eficaz que los tres
siglos de colonia española19.
La conclusión es radical, como se sabe y como ya está expresado en el encabeza-
miento de esta Real cédula (la he comentado brevemente en García Martín 2003: 29-33
intentando situarla en su contexto histórico, y no voy a repetir lo dicho allí). Dentro de
la mentalidad ilustrada, hay una serie de conceptos básicos (tales como utilidad y civi-
lización, fundamentalmente) que, en esta oposición entre español y lenguas indígenas,
son adscritos al castellano, mientras que sirven para socavar la posición de estas últimas.
Pero lo más importante es la posibilidad de tener un medio de comunicación general no
sólo entre las elites, sino sin más entre los distintos grupos sociales de las diversas regio-
nes del Imperio.
¿Por qué puede Carlos III lanzar ahora una campaña en tal sentido? Volviendo a la pre-
gunta del título, ¿hay un cambio de rumbo en la política lingüística de la monarquía es-
pañola en la segunda mitad del XVIII? Ya he dicho antes, y coincido con Solano en ello,
en que el cambio se da a finales del XVII, y no especialmente por las medidas legislativas
contenidas en la Recopilación de 1681, que son pocas y más antiguas. En ese momento,
sí cambia el proyecto de los gobernantes españoles para América. Desde el punto de vista
lingüístico, si quieren una fórmula, con todos los riesgos que ello implica, España se
decide a actuar como un Imperio... precisamente cuando su momento de mayor fuerza
ha pasado. Quizá porque hasta Westfalia había estado demasiado volcada hacia Europa.
Para Carlos II, América puede empezar a no ser ya solamente una fuente de materias pri-
mas, sino la parte principal de lo que ha quedado del Imperio. Pero la situación está toda-
vía demasiado verde para que se apliquen las ideas contenidas en sus documentos. Ade-
más, el propio estado de cosas en España, con los problemas dinásticos que estallarán a
1009 COMUNICACIONES

su muerte, no es el más adecuado para acabar con una cuestión que se había enquistado
en las relaciones entre los poderes civil y eclesiástico. España pagó en este punto ser el
adalid de la Contrarreforma. La economía no se encontraba en una situación mucho más
boyante. Y no hace falta decir que el proceso de normativización lingüística del español
dieciochesco no había comenzado. Si comparamos estos tres puntos (política, econo-
mía, lengua) en los dos reinados, comprobaremos fácilmente que Carlos III sí se hallaba
en posición de intentar cerrar el ciclo que comienza en su antecesor: estabilidad política
(que se traduce en que España tiene una participación activa en la política internacional),
crecimiento económico (a la sombra de la expansión de las ideas ilustradas) y normativi-
zación lingüística plena (cuando Carlos III firma la Real cédula de la que hemos hablado,
queda sólo un año para que se publique la Gramática de la Real Academia, obra impul-
sada por el monarca a través del Duque de Alba, director de la institución). Carlos III no
cambia el rumbo, pero lleva el proceso a su culminación natural.
Las pastorales de los obispos mexicanos y la Real cédula de 1770 corresponden, res-
pectivamente, a dos procesos, uno ideológico y otro político-administrativo, que van
de la mano y no es posible justificar el segundo si no es a través del primero. En pocas
palabras, es el espíritu de la (segunda) Ilustración el que inspira las actitudes del monarca
y del arzobispo y, al mismo tiempo, el que les da una fortaleza de la que habían carecido
intentos anteriores en el mismo sentido. Pero es posiblemente otra Ilustración, la que
germina en las postrimerías del siglo XVII, la primera que intenta interpretar y aplicar
normas anteriores de un modo que rompe con las vacilaciones características de la políti-
ca lingüística de la monarquía española20.
UN CAMBIO DE RUMBO EN LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA 1010
1011 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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UN CAMBIO DE RUMBO EN LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA 1012
1013 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Escribo estas líneas sin haber consultado la comunicación del malogrado Juan Ramón Lodares al VI Congre-
so Internacional de Historia de la Lengua Española (Madrid, 2003). Por lo tanto, cualquier coincidencia es fruto
de que utilicemos o los mismos documentos o semejantes criterios. En otro orden de cosas, no creo que haya con-
tradicción entre la tesis que sostiene Lodares en otra ocasión, a saber, que el proceso evangelizador desarrollado
en América por la Iglesia, y sobre todo por las Órdenes religiosas, se corresponden con un sistema productivo y
económico en general que chocaba con el mundo de la segunda mitad del XVIII (cfr. 2001: 77-79 y 88-93), y las
que defiendo en esta comunicación. Por eso, por ahora, prefiero no conceder la primacía a ninguno de los dos tipos
de razones.
2
Vid. García Martín 2003, sobre todo las páginas 28-29.
3
Por ejemplo, el 4 de febrero de 1608 se expide una Real cédula a la Audiencia del Nuevo Reino de Granada
para que se corrija el escaso celo de los curas en la enseñanza del español entre los indios, único modo de que estos
comprendan la doctrina, tal como han logrado algunos jesuitas en Caxicá, pero el 1 de mayo de 1609 el Rey firma
otra Real cédula, dirigida en esta ocasión al arzobispo de Santa Fe de Bogotá para que en los seminarios de las
Órdenes religiosas se intensifique la enseñanza de lenguas aborígenes y estudio de la teología. Naturalmente que
ambos documentos se pueden ver como dos caras de una misma moneda, en tanto no se logre una situación de sufi-
ciente conocimiento general del español, pero lo que está claro es que las medidas en pro de las lenguas aborígenes
dificultaban objetivamente todo intento de extender el castellano (no se pierda de vista que el objetivo fundamen-
tal, que justifica todo, es la propagación de la fe cristiana: en este sentido, es llamativa la distinta naturaleza de los
destinatarios de las Reales cédulas). Es decir, no toda “la legislación lingüística del período colonial, fuertemente
influida por la misión evangélica,... defendía la conservación -e incluso la extensión- de las grandes lenguas in-
dígenas”, pero lo que sí está claro son los resultados de los equilibrios que intenta realizar la Corona: “Cuando se
intenta cambiar este estado de cosas, ya era demasiado tarde. Los dominios españoles en América constituyen el
único ejemplo que se conoce en el que lenguas dominadas, el nahua y sobre todo el quechua, salgan fortalecidas en
su extensión geográfica al finalizar el período de dominación.” (López Morales 1998: 67).
4
En este cuadro sólo disuena, en la documentación de Solano, la Pastoral de Fray Juan Bautista Álvarez de
Toledo, obispo de Guatemala, sobre la obligación de los curas y beneficiados de saber lenguas aborígenes y pre-
dicar en ellas, publicada el 11 de noviembre de 1715. En ella, con tintes apocalípticos que llegan a considerar
pecado mortal que una autoridad eclesiástica calle (quiere “exonerar nuestra conciencia por el medio más eficaz”)
o que los párrocos ignoren la lengua de los indios que les están consagrados, el prelado expone las razones que lo
inducen a amonestar tan severamente a sus sacerdotes basándose en una larga lista de citas bíblicas y autoridades
religiosas, al tiempo que esgrime el magisterio de Séneca para advertir que “los prudentes no deben obrar ni se-
guirse por lo que ordinariamente sucede, sino por lo que es según razón” (Solano 1991: 220). Sólo en una ocasión
usa como argumento de autoridad el que le suministran tres Reales cédulas (9 de julio de 1596, 25 de julio de 1608
y 4 de abril de 1609), todas ellas, como se ve, anteriores en más de un siglo a la fecha en que escribe el obispo. Este
seguía la senda de un antecesor suyo, Alonso de la Peña Montenegro, autor del Itinerario para párrocos de Indias
(Madrid, 1668), quien estimaba pecado grave la ignorancia de la lengua aborigen (cfr. ibid.: 169-187). Quizá
mayor importancia revista, por tratarse de una zona menos aislada, la Constitución del Sínodo de Caracas sobre el
orden y modo que deben tener los maestros para la enseñanza de la doctrina cristiana según la raza y la lengua de
los niños, de título bien significativo, que data de 1687 (cfr. ibid.: 194).
UN CAMBIO DE RUMBO EN LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA 1014

5
Respecto de este último punto, no debe pasarse por alto que, como dice Solano, “Las apenas tres leyes de la
Recopilación que recomiendan la enseñanza del español van a ser, sin embargo, las más citadas y recordadas en el
período que nace en 1681.” (1991: LXXIII)
6
Precisamente el interés de la salvación de las almas (cfr. Solano 1991: 224) y la actuación de acuerdo con la
propia conciencia (cfr. ibid.: 220) habían sido esgrimidas por obispo de Guatemala Juan Bautista Álvarez de Tole-
do con fines absolutamente opuestos (vid. n. 4).
7
Según Solano, ruega y encarga “son los términos educados con que el monarca ordena y manda al alto clero”,
pero los contextos matizan el alcance de la orden en cada caso: la presencia de la subordinada final con los objeti-
vos de “asegurar e instruir” al Rey en el conocimiento de algo da a esos verbos un valor mucho más perentorio que
su mera enunciación neutra.
8
Las cosas se entienden bastante bien si nos atenemos a la síntesis de Solano, quien no analiza la pastoral de
Lorenzana desde esta perspectiva: “Detrás de estos intentos divulgadores se oculta una vieja tensión colonial entre
la iglesia secular y la iglesia regular, bien segura ésta en sus antiguos y omnímodos privilegios. Una de esas tensio-
nes sitúan [sic] en un lado a los obispos y al Estado decididos a aplicar los cánones del Concilio de Trento seculari-
zando las parroquias en manos de Órdenes religiosas desde el tiempo en que eran escasos los sacerdotes seculares,
y en el lado opuesto se encontraban las Órdenes, que retrasaban su entrega. En materia lingüística se producen,
igualmente, posturas enfrentadas, reflejadas en el empeño de los eclesiásticos (regulares y seculares) en aplicar la
evangelización en idiomas aborígenes, tal como fue el espíritu y política de la primera época americana; mientras
los obispos, en general, se pronunciaban por una cristianización en castellano.” (ibid.: LXXV-LXXVI) Las ideas
de Lorenzana (quien no duda en invocar la racionalidad en este texto como argumento en favor de la evangeliza-
ción en español) chocan con los intereses de los sacerdotes: por su cargo, podía intentar controlar a los seculares; la
política lingüística que propone reduce la importancia de los regulares, que no dependían de él.
9
Lo mismo se había dicho ya en una Real cédula dirigida exclusivamente al Virrey y a la Audiencia de México,
de 25 de junio de 1690 (cfr. ibid.: 207).
10
Por un lado, recuerda Solano, “la población indígena, como todas las tradicionales en las que el niño es un
colaborador estrecho en la economía familiar desde edad temprana, contó con rechazos habituales, sobre todo en
fechas próximas a siembras y cosechas.” (1991: LXXIII). Por otro, también los adultos se oponían, como los de
Guadalajara: “los indios viejos y principales sienten mucho esta introducción, pareciéndoles se tira a borrar cuan-
to heredaron de sus mayores, pues hacen las diligencias posibles para que en sus casas ni en las Juntas que tienen se
hable otra lengua que la natural, con lo demás que se ofrece, diciendo se continuarán las diligencias posibles para
que tenga cumplido efecto lo que a este fin está prevenido.” (ibid.: 216; cfr. el comentario de las pp. LXXIV-LXXV,
donde también se cita el caso de Puebla en idéntico sentido). Lo que parece increíble, como exclama indignado el
arzobispo Lorenzana en 1769 (cfr. ibid.: 241-242), que tiene en el pensamiento el ejemplo romano, es que en más
de dos siglos la Corona no hubiese optado seriamente desde el principio por alfabetizar a los niños en español (es la
solución propuesta en la Real cédula de 10 de noviembre de 1689 al obispo de Puebla: cfr. ibid.: 195-196).
11
Del éxito de la empresa da idea que en fechas como 22 de febrero de 1778 y 5 de noviembre de 1782 todavía
Carlos III tiene que urgir el establecimiento de escuelas del idioma castellano en los pueblos de indios, eso sí en
zonas aisladas, bajo vigilancia de “las justicias, prelados y los amos o patronos de las casas”, financiadas de modo
no tan distinto del que veíamos en tiempos de Carlos II (cfr. ibid.: 264-267).
12
Solano escribe: “Se ha superado con esto la inseguridad de los procedimientos anteriores, que no precisaban
de dónde saldrían los recursos, añadiendo trabajo a curas y sacristanes” (1991: LXXIV). Es cierto, pero lo único
que se ha superado (y tentativamente) es la inseguridad producida por el desconocimiento de las vías de financia-
ción, no la que deriva de la inadecuación de lo previsto a la realidad. Además, como el mismo autor reconoce, los
sacristanes eran “algo remisos a añadir estas tareas a sus funciones.” (ibid.: LXXIII). Se entraba, así, en un círculo
vicioso de difícil resolución si no se cambiaban las variables en juego: aportaciones presupuestarias de la Corona,
otro tipo de maestros...
13
Del escaso interés que podían sentir estos personajes por la labor que se les encomendaba puede dar idea el
hecho de que, en un documento en el que se pide “especial cuidado en la enseñanza y extensión de la lengua caste-
llana.”, se observa, casi de pasada, lo siguiente: “...está dispuesto que haya estos preceptores y que se encargue es-
te ministerio a los sacristanes siendo idóneos, pues parece que con menos estipendio por el que tienen en la iglesia,
1015 COMUNICACIONES

asistirán con más puntualidad...” (ibid.: 189; se trata de la Real cédula al Virrey del Perú para que se enseñe a los
indios la lengua española y se pongan escuelas pudiendo ser maestros los sacristanes).
14
Lo confirma la citada Real cédula de 1690, que recoge el testimonio del obispo de Oaxaca, quien afirma que
“en algunos pueblos hay algunos indios que sepan y puedan enseñar la lengua española y en muchos la ignoran
todos y así en los más no se pueden poner maestros que la enseñen, pero donde los hay dice aplicará exactísimo
cuidado en que se pongan las escuelas como le ha puesto...” (ibid.: 206).
15
Hay un documento, breve, que no llega a ser tan explícito como la carta del Virrey de Nueva España, pero
que podría permitir una lectura entre líneas en el mismos sentido: es la Real cédula de 20 de diciembre de 1693, en
la que se ordena que los Virreyes y las justicias civiles colaboren en la formación de escuelas y maestros de lengua
española, cuidando que los indios envíen a sus hijos, y ello por petición expresa del obispo de Michoacán (cfr.
ibid.: 215).
16
En su pastoral de 3 de noviembre de 1769 el obispo de Oaxaca había hablado de “extinción de los idiomas de
los indios en este obispado.” (ibid.: 251).
17
Más abajo se insiste de otra manera: “podrá suceder que si al principio de la conquista se hubiese puesto
todo el empeño en enseñar a los indios el castellano, en menos de medio siglo se hubiera conseguido; lo cual ha
consistido que al principio los regulares vincularon en si los curatos manteniendo los idiomas, y después que los
seculares los han aprendido ha sido trascendental el perjuicio, procediendo en esto contra la práctica de los con-
quistadores, como los romanos introdujeron su lengua en las naciones conquistadas.” (ibid.: 259-260) Parece que
estamos oyendo a Lorenzana.
18
El rey apostilla: “... y nunca han pensado mis predecesores ni yo en colocar con preferencia a los que los sa-
ben [los idiomas indígenas] porque ninguna utilidad resultaría de ello y acaso muchos perjuicios.” (ibid.: 258)
19
Algunas noticias más sobre el siglo XVIII, a pesar de no ser la época que analiza más detenidamente, se
pueden encontrar en González Ollé 1996-1997: 354-358. En ese estudio también se subraya el papel fundamental
que desempeñaron las Órdenes religiosas en la deficiente aclimatación del español en la América colonial. En
cualquier caso, es fundamental para este período Lüdtke 1998.
20
Convendrá buscar la relación de este hecho con la tesis que recoge Francisco Moreno: “A finales del siglo
XVII la influencia francesa ya era palmaria en España. El prestigio de la política fue trasladándose a los más diver-
sos ámbitos de la cultura y la sociedad y, en los últimos años de la dinastía Habsburgo, los españoles incluso ves-
tían a la moda francesa. Los historiadores Comellas y Suárez sacan sus conclusiones...: siempre se ha pensado que
los Borbones llegaron a reinar en España para implantar importantes reformas, pero más bien fueron las reformas
de los tiempos de Carlos II las que trajeron a los Borbones.” (Moreno 2005: 167).
1017 COMUNICACIONES

Cronistas, descubrimientos y colonización

COMENTARIO SOBRE CARTAS DEL SIGLO XVI


RELACIONADAS CON EL RÍO DE LA PLATA*

Francisco Ruiz Fernández


(Universidad de Cádiz)

El Archivo General de Indias de Sevilla guarda entre sus documentos un precioso


corpus de alrededor de 650 cartas privadas redactadas entre 1540 y 1616 por emigrados
españoles que habían atravesado el Atlántico para probar fortuna en las tierras del Nue-
vo Mundo. Los manuscritos originales de las citadas piezas epistolares, cuya principal
motivación en gran parte de los casos era la llamada de familiares que habían quedado en
la metrópoli, se encuentran actualmente custodiados en la Sección Indiferente General
del establecimiento hispalense mencionado anteriormente1. El historiador E. Otte publi-
có las transcripciones de las misivas en Cartas privadas de emigrantes a Indias, 1540-
1616, si bien los criterios adoptados carecen del rigor que exige el filólogo2.
Indudablemente las transcripciones y el análisis fonético que de tres manuscritos per-
tenecientes al referido corpus realizó P. Boyd-Bowman (1975) presentan un mayor inte-
rés para el especialista en nuestra disciplina lingüística3. Años más tarde publicamos las
transcripciones paleográficas y el estudio fonético de un centenar de estas misivas, con
la particularidad de que las elegidas fueron escritas por andaluces casi con total seguri-
dad (Ruiz Fernández 2002).
En esta comunicación nos ocupamos de tres cartas privadas dadas en la ciudad de
Charcas (cuya denominación actual es Sucre) el 3 de junio de 1576 y enviadas a la lo-
calidad de Ronda. No nos extenderemos aquí sobre las relaciones de la Real Audiencia
de Charcas con la zona conocida como Río de la Plata. Baste recordar que la citada Au-
diencia, creada por Felipe II en 1559, en principio dependiente del virreinato del Perú,
pasó a formar parte del virreinato del Río de la Plata en el siglo XVIII4. Los materiales
textuales objeto de nuestra atención se conservan en el legajo 2089, n. 36, de la Sección
Indiferente General del Archivo General de Indias de Sevilla y en ninguno de los tres
casos su extensión sobrepasa las dos páginas (recto y vuelto) del folio, exceptuando el
sobrescrito, que siempre figura en el dorso del segundo folio que completa el pliego.
COMENTARIO SOBRE CARTAS DEL SIGLO XVI RELACIONADAS CON EL RÍO DE LA PLATA 1018

Siguiendo la tónica habitual en la mayor parte del corpus, en nuestras tres cartas predo-
minan las noticias familiares y se anima a determinados parientes (no necesariamente
los destinatarios en todos los casos) a que hagan la travesía del Atlántico. El aviso solía ir
acompañado del envío de dinero5, característica que también presentan las piezas episto-
lares investigadas.
Concretamente vamos a comentar algunos aspectos lingüísticos de los documentos
que en el libro de Otte (1988) citado más arriba se reproducen con los números 564, 565
y 566, cifras que mantenemos en este trabajo6. Las misivas 564 y 565 aparecen firmadas
por Hernán Sánchez de la Barrera y fueron enviadas a su hermano Antonio Díaz de Soto
y a su sobrino Juan de Soto, respectivamente. La 566 presenta la firma del licenciado
Antonio Sánchez y la destinataria es su hermana Melchora de la Cruz. Según se deduce
de la lectura de las piezas epistolares en cuestión, los remitentes de las mismas eran her-
manos7.
Teniendo en cuenta los datos que aparecen en la ficha 1216 del tomo V del Catálogo
de pasajeros a Indias durante los siglos XVI, XVII y XVIII, el licenciado Antonio Sán-
chez era natural de Ronda8. Se hace alusión a su condición de chantre de la Catedral de
Charcas en el expediente de solicitud para pasar a América de sus sobrinos Juan de Soto
y Francisco de Soto, vecinos de Ronda. No tenemos certificación de la localidad de na-
cimiento de Hernán Sánchez de la Barrera, si bien pueden ser relevantes tanto el lugar
de origen de su hermano como la ciudad a la que van dirigidas sus misivas, Ronda a la
sazón, al tratarse de correspondencia enviada a familiares cercanos.
En las tres piezas epistolares que nos ocupan, que, por cierto, presentan una letra bas-
tante cuidada, existe correspondencia entre las caligrafías de las firmas y de los textos
correspondientes. También hay que decir que los documentos 564 y 565, cuyo remitente
coincide, fueron escritos por la misma mano. Todo ello no garantiza que los hermanos
Sánchez sean los amanuenses de las cartas, pues puede ocurrir que el propio escribano
firme una misiva dictada, sin que la letra del remitente aparezca en ningún momento.
En estos casos, Boyd-Bowman, atendiendo al marcado espíritu regionalista manifestado
por los nuevos pobladores del continente americano, sospecha que es muy probable que
el individuo que no supiera escribir se sirviera de un amigo o familiar que compartiera el
mismo dialecto de remitente y destinatario9.
Por tanto, haya coincidencia o no entre autores y amanuenses, podemos afirmar casi
con toda seguridad que los que escribieron los manuscritos investigados eran andaluces.
La hipótesis del origen meridional de los escribanos se ve reforzada por la aparición de
cacografías seseo-ceceosas. Así, en la carta 565 encontramos Cançino (l. 11) y pacos
‘pasos’ (l. 23), mientras que en la 566 se detectan yndispuziçiones (l. 15), cazar ‘casar’ (l.
23), prouizión (l. 31), pézame (l. 39) y Cabesa (l. 46).
En cuanto a la evolución de /f-/ inicial latina, en el habla del amanuense de las misivas
564 y 565 parece mantenerse la aspiración, pues se escribe la h- en todos los casos. Carta
564: hize (l. 3), hazienda (l. 13), hazer (ls.16, 19 y 28), hazerlo (l. 16), harto (l. 32), hijos
(l. 32); carta 565: hizistes (l. 4), hiziera (l. 5), hiziesen (l. 8), hazer (l. 9), hecho (l. 10),
hijos (l. 26), hijo (l. 1 del sobrescrito).
1019 COMUNICACIONES

No ocurre igual con el escribano del documento 566, que representa la h- en la mayo-
ría de las ocasiones, pero no en todas: hijos (ls. 11 y 19), hazienda (ls. 20 y 33), hijas (l.
23), hazer (l. 34), frente a azienda (l. 19), arán (l. 49).
Nos interesa destacar en las dos misivas firmadas por Hernán Sánchez de la Barrera
la convivencia de las variantes así (carta 564, ls. 18 y 31; carta 565, l. 6) y ansí (carta
564, l. 26; carta 565, ls. 4 y 29). La epéntesis nasal de esta última forma es atribuida por
Corominas y Pascual (DCECH, s. v. así) “a un influjo de la preposición en, empleada en
muchas locuciones adverbiales (entonces, en antes, en uno, en contra, en suso, etc.)”. En
la carta 566 encontramos ondradamente (l. 16) y ondra (l. 26), palabras relacionadas con
ondrar10, una de las dos variantes junto con onrrar (con erre) en las que tendió a estabili-
zarse la forma onrar (con ere). La variante triunfante onrrar es ya general en Juan Ruiz y
demás escritores del siglo XIV (DCECH, s. v. honor). Por otra parte, el nunqua (l. 29) de
la misma misiva, aún con la grafía predominante en la Edad Media, parece ser un caso de
latinismo gráfico, sin que haya muchos indicios que permitan admitir una pronunciación
*
nuncua en ningún texto castellano (DCECH, s. v. no). En cuanto a la manera de escribir
estraños (carta 564, l. 13) hay coincidencia del amanuense con la opinión expresada en
la primera mitad de la centuria por J. de Valdés, que prefería s y no x en la escritura de pa-
labras que en latín comenzaban con ex-11.
Centrándonos ahora en cuestiones gramaticales, es necesario destacar la presencia de
la forma compuesta nosotros (carta 564, l. 26). Como indica Gili Gaya (1946: 112), ya
desde el siglo XV había rebasado su significación originaria y tendía a convertirse en la
única usual del pronombre personal tónico de primera persona de plural. No obstante,
por la lentitud con que la expansión y aceptación de los cambios se producen en el ámbito
morfosintáctico, todavía en la segunda mitad del siglo XVI se registran muestras del an-
tiguo nos tónico (Frago Gracia 1999: 296 y 2002: 49).
Por lo que se refiere a las fórmulas de tratamiento, en los documentos 564 y 566, en-
viados a hermano y hermana, respectivamente, encontramos el deferente vuestra mer-
ced, asociado al pronombre átono le, a los posesivos su, sus y a las formas verbales de
tercera persona de singular. Ejs.: “y por la que vuestra merced me escriue entendí lo que
por ella se me significa...” (carta 564, ls. 4-5); “y que a benido vuestra merced al estrecho
de no poder rremediar sus hijos” (carta 566, ls. 10-11). También hay que hacer notar el
empleo de vuestras mercedes en estas piezas epistolares cuando el remitente se refiere a
varios miembros de la familia: “Así que, pues Dios me a dado con que yo pueda hazer por
todos vuestras mercedes...” (carta 564, ls. 18-19); “que sienpre oiga yo buenas nuebas de
todos vuestras mercedes como deseo, amén” (carta 566, ls. 6-7). Incluso en una ocasión
se utiliza sus mercedes para la referencia de plural: “y al señor Juan Belasco y al señor
Juan Gil y a la señora doña Isabel, su muger, y a la señora mi comadre Isabel Gómez, a
todos beso a sus mercedes las manos y que por otro les escriuo” (carta 566, ls. 51-53).
En contraste con ello, en la misiva 565, dirigida a un sobrino por la misma persona
que enviaba la 564 a un hermano, encontramos el voseo entre cortés y de confianza, con
empleo del pronombre tónico vos, asociado al átono os, a los posesivos vuestro, vuestra,
vuestros, vuestras, y a las formas verbales de segunda persona de plural. Ejs.: “y ansí bos
lo hizistes mejor de no darnos quenta de vuestra salud a uno ni a otro” (l. 4); “no os pongo
COMENTARIO SOBRE CARTAS DEL SIGLO XVI RELACIONADAS CON EL RÍO DE LA PLATA 1020

culpa porque como moço lo auéis hecho...” (ls. 9-10); “no tengo más que deziros sino
que pongáis diligençia en vuestro despacho” (ls. 29-30). En el texto no quedan restos del
vos átono, apareciendo en todo momento el moderno os12.
Parece evidente que en la época de referencia vuestra merced estaba asentándose cla-
ramente en la casilla más alta del sistema de relaciones, desplazando a vos hacia abajo.
No obstante, aunque vos ya había empezado a perder terreno ante vuestra merced, en el
quinientos todavía no se había degradado tanto como lo haría en la centuria siguiente.
Sobre este particular, R. Eberenz manifiesta que durante gran parte del siglo XVI el vo-
seo siguió siendo de buen recibo13. No se aprecian en las tres piezas epistolares estudia-
das interferencias entre las fórmulas de tratamiento, aspecto que sí tiene incidencia en
otros manuscritos del corpus14.
En la misiva 566 encontramos el pronombre quien con referencia plural: “y lleben
información de quién son” (l. 46). No hay muestras del plural analógico quienes, que,
según Frago Gracia (2002: 366), tal vez fue creado a finales del cuatrocientos, pero que
se abre camino muy lentamente, hasta el punto de que en nuestros días aún puede darse
coloquialmente el uso antiguo (Urrutia Cárdenas y Álvarez Álvarez 1988: 185).
En cuanto a la morfología verbal, consideramos indispensable hacer alusión a las for-
mas de segunda persona de plural que aparecen en el documento 565. Así, Girón Alcon-
chel afirma que hacia 1560 las desinencias llanas de cantades, tenedes, sodes, adoptan
las formas modernas15. En la citada carta sólo apreciamos las variantes diptongadas:
auéis (ls. 10 y 12), os bayáis (l. 17), sois (l. 19), sauéis (l. 20), proveáis (l. 22), pongáis
(l. 30). Por lo que se refiere a las formas verbales esdrújulas cantávades, cantárades,
cantássedes, cantáredes, cantaríades, la pérdida de la /d/ y la adopción del diptongo de-
creciente átono no se consuman en la lengua literaria hasta finales del siglo XVII y prin-
cipios del XVIII. No obstante, R. Lapesa constata que ya desde los albores del quinientos
hay testimonios de las variantes finalmente triunfantes16. En el manuscrito en cuestión
únicamente detectamos formas que ya han perdido la consonante dental sonora intervo-
cálica: escriuíais (l. 3), auíais (l. 9), administraríais (l. 25). En otras piezas epistolares
del corpus podemos encontrar convivencia de las variantes primitivas y modernas17 e in-
cluso casos de variantes con pérdida de la vocal postónica18. Por lo que hace a las formas
de segunda persona de plural del pretérito perfecto simple de indicativo, en la misiva 565
aparecen hizistes (l. 4) y os salistes (l. 12), aún sin el diptongo decreciente que se impon-
dría hacia finales de la centuria siguiente por analogía con la desinencia general19. Para
terminar con la morfología verbal, cabe destacar la presencia de la tradicional truxiese
(carta 566, l. 32). Valdés (1982: 158) prefería truxo frente a traxo “porque es a mi ver más
suave la pronunciación, y porque assí lo pronuncio desde que nací”.
Por lo que se refiere a la colocación de los pronombres personales átonos, lo habitual
es la anteposición de éstos al verbo conjugado cuando la situación no es en el inicio del
grupo fónico. Sin embargo, cuando el verbo se encuentra detrás de pausa o el primer
elemento tras ella es una conjunción son posibles los casos de enclisis, como los tres que
observamos en este fragmento de la carta 565 (la puntuación es nuestra): “...quám bien
os auéis aprovechado en el estudio, y pésame quán fuera de mi contento os salistes dél
para ser boticario. Pero escríueme vuestro padre que no os pudo fauoreçer para proseguir
1021 COMUNICACIONES

vuestro estudio. Pésame dello, pues cada año enbiamos...” (ls. 11-14). También es inte-
resante este ejemplo del documento 566: “...que todo lo paga en esas deudas que tiene,
pézame que tan poco se gozen con ello...” (ls. 38-39). Recordemos que en castellano
medieval los pronombres afijos eran básicamente enclíticos, por lo que debían apoyarse
en algún elemento tónico anterior (Cano Aguilar 1997: 137). Durante los siglos XVI y
XVII se avanza bastante en el paso del sistema medieval de colocación de los pronom-
bres átonos en la frase al sistema moderno, pero éste no se va a alcanzar de forma plena
hasta finales del XVIII o incluso el XIX (Girón Alconchel 2004: 878). En cuanto a la
combinación con las formas no personales del verbo en nuestras piezas epistolares, la
posposición de los clíticos a los infinitivos es frecuente, si bien hay un caso de anteposi-
ción: “...por no tener en mis minas persona de quien me poder fiar, se me pierde cada vn
año más...” (carta 564, ls. 29-30).
Sobre la delimitación de usos de aver y tener, Lapesa (1983: 398-399) sostiene que
en el período clásico las primitivas diferencias de matiz se habían hecho cada vez más
borrosas y que la decadencia de aver como transitivo era notoria. No obstante, la misiva
564 todavía lo muestra con este valor, si bien en franca inferioridad respecto a tener: “No
podré significar el contento que huue quando rreçiuimos...” (l. 2); “a mi señor primo
Joan de Belasco y a los señores mis sobrinos besso las manos y les suplico ayan ésta por
suya” (ls. 34-35).
Aunque en el Siglo de Oro la repartición de usos de ser y estar se hallaba ya confi-
gurada en sus líneas esenciales, Lapesa (1983: 400) reconoce que los ejemplos de ser
para indicar situación local, cada vez más raros desde fines del siglo XVI, llegan hasta el
siglo XVII. No extraña, por tanto, encontrar en el documento 565 una secuencia como la
siguiente, ya que la distinción era mucho menos fija que en la lengua moderna: “...en la
çiudad de las Charcas, donde es el licençiado vuestro tío chantre” (ls. 20-21).
La aparición de la construcción impersonal con se en el Siglo de Oro implica que el
objeto directo de persona adquiera la preposición a propia del acusativo personal. La
invariabilidad del verbo, aunque el objeto directo esté en plural, es una característica
de esta construcción. Sin embargo, Lapesa (1983: 402) señala que no faltan ejemplos
de concordancia conservada, a pesar de la marca prepositiva. Así, en la misiva 564 en-
contramos una muestra: “se me enbiasen a mis dos sobrinos e hijos de vuestra merced”
(l. 10).
En cuanto al adverbio agora, presente en la carta 564 (l. 20), fue general o poco menos
hasta final de la Edad Media, siguió usándose literariamente hasta el siglo XVII y per-
manece hasta la actualidad en el habla rústica (DCECH, s. v. hora). Por lo que hace a la
conjunción copulativa, aunque hay un claro predominio de y, se observan apariciones de
la antigua e ante el pronombre personal tónico de primera persona de singular en los tres
manuscritos: e yo (carta 564, l. 3; carta 565, ls. 14 y 25; carta 566, l. 41). Cano Aguilar
(1997: 250) confirma que desde el siglo XVI se fija y para la conjunción copulativa, que-
dando e sólo ante i- inicial.
En el ámbito de la relación interoracional, los manuscritos investigados presentan al-
gunos casos de ausencia de la conjunción que introductora de oraciones subordinadas
COMENTARIO SOBRE CARTAS DEL SIGLO XVI RELACIONADAS CON EL RÍO DE LA PLATA 1022

sustantivas en función de complemento directo. Se trata de secuencias en que el verbo de


la completiva puede aparecer en modo subjuntivo o indicativo20: “...suplicándole se me
hiziese tanta merced...” (carta 564, ls. 9-10); “...suplicándoles me hiziesen merced de en-
biarme a mis dos sobrinos” (carta 566, ls. 14-15); “según yo estoi, creo biuiré poco” (car-
ta 566, l. 27). Curiosamente, el documento 565 presenta una preposición de superflua
seguida del que introductor tras la misma forma verbal de dos de los ejemplos anteriores:
“...suplicándoles de que me hiziesen tanta merced...” (l. 8).
Cuando nos enfrentamos al análisis de cartas privadas, no es extraño encontrar de-
terminados rasgos que denotan cierto desaliño y la falta del debido acabamiento, co-
mo la repetición de determinados nexos en un mismo enunciado. Así, presentamos un
fragmento de la misiva 566 en el que se observa la repetición innecesaria de que cuando
algún elemento se intercala entre el primer nexo y el verbo subordinado: “Señora her-
mana, en lo que dize vuestra merced que el señor mi hermano Antonjo Díaz de Soto que
todo quanto en todas las flotas les enbiamos que todo lo paga en esas deudas que tiene,
pézame que tan poco se gozen con ello” (ls. 37-39). También habría que hacer alusión a
la anticipación del complemento directo de pagan, lo que provoca la posterior aparición
del pronombre lo en aras de la claridad del discurso.
En otra parte de esta pieza epistolar se aprecia un anacoluto con la presencia de una
conjunción que, introductora en buena lógica de una subordinada con verbo conjugado,
que finalmente no es tal, sino un infinitivo: “Y así quisiese que antes que Dios me lleuase
tenerlos a mj cauecera” (ls. 27-28). También puede observarse la ruptura del hilo sintác-
tico en la siguiente secuencia: “...con las quales rreçeuimos particular contento en saber
de la salud de vuestra merced y de toda su casa estar buenos” (ls. 4-6).
Otras discordancias gramaticales pueden rastrearse en el documento en cuestión, co-
mo las que revelan los siguientes fragmentos: “En lo que vuestra merced me escriue de
las pérdidas que a vuestras mercedes en tan poco tiempo se le an ofreçido...” (ls. 8-9); “y
vno de mis sobrinos yrán por ellas” (l. 45).
En resumen, las tres misivas investigadas revelan que los dos escribanos eran an-
daluces por las cacografías seseo-ceceosas que en ellas aparecen. Es evidente que a
comienzos del siglo XVI existían en Andalucía modalidades dialectales diferenciadas
del castellano siglos atrás implantado en la Bética, con rasgos fonéticos iguales o muy
próximos a los actuales. Por tanto, si atendemos a los estudios demográficos que de-
muestran que la colonización americana de las primeras décadas fue llevada a cabo en
buena medida por individuos del sur de la Península Ibérica, parece lógico pensar que
el componente dialectal que había llegado con los más tempranos viajeros debió jugar
un papel de indudable trascendencia en la configuración de las hablas hispanoameri-
canas.
El estudio del nivel gramatical nos alerta de que en cualquier sincronía conviven ca-
sos de innovación en curso de expansión social con otros de pervivencias de sus opuestos
usos tradicionales con manifestaciones de diferente vigor (Frago Gracia 2002: 15). De
esta manera, en un mismo manuscrito se registran las variantes y, e, de la conjunción co-
pulativa y así, ansí, del adverbio de modo.
1023 COMUNICACIONES

Nos encontramos, por otra parte, ante espléndidas muestras del español escrito de la
segunda mitad del siglo XVI, sobre el que todavía pesan ciertas reminiscencias de usos
medievales, pero que deja traslucir una evidente modernidad en otros aspectos. Así, to-
davía se registran la variante tradicional truxiese, algún caso de aver como transitivo y de
ser para expresar situación local, pero al mismo tiempo ya aparecen las variantes moder-
nas (escriuíais, auíais, administraríais) de las antiguas formas verbales esdrújulas de la
segunda persona de plural.
Finalmente, debemos insistir en que, frente a los documentos oficiales y las obras
literarias de tono elevado, la tipología textual de nuestros documentos, cuya finalidad es
exclusivamente práctica, lleva aparejadas cierta despreocupación por los aspectos for-
males, una mayor relajación en su elaboración y la ausencia de una elaboración previa,
lo que en ocasiones puede dar lugar a errores gramaticales. No debemos perder de vista
que, además de las variantes de carácter diatópico y diastrático, podemos encontrar usos
lingüísticos diferentes por razones de índole diafásica en manuscritos de centurias pre-
téritas.
COMENTARIO SOBRE CARTAS DEL SIGLO XVI RELACIONADAS CON EL RÍO DE LA PLATA 1024
1025 COMUNICACIONES

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COMENTARIO SOBRE CARTAS DEL SIGLO XVI RELACIONADAS CON EL RÍO DE LA PLATA 1026

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1027 COMUNICACIONES

NOTAS

* Del Proyecto HUM 2005-06435/FILO, MEC.


1
Las misivas aludidas eran presentadas como documento de prueba por los nuevos viajeros, que las habían re-
cibido de familiares que ya estaban en América. De esta manera pasaron a engrosar los expedientes de solicitud de
licencia de emigración a Indias. Hoy pueden ser localizadas en dos series denominadas “Nueva España” y “Perú”,
correspondientes a los legajos 2048-2075 y 2077-2107, y en las series 1209ss. y 1374ss. de la Sección Indiferente
General.
2
A la hora de realizar su meritoria labor, Otte (1988) moderniza los textos no sólo en lo que se refiere a las
grafías, sino también a la morfología en ciertas ocasiones. Por otra parte, no es difícil encontrar algunos errores de
lectura.
3
El trabajo de Boyd-Bowman se basa en tres cartas con numerosos errores gráficos, firmadas en Veracruz por
Antonio de Aguilar en 1568 y 1569 y enviadas a su hermana y a su esposa, residentes en la capital sevillana. Tam-
bién Cano Aguilar (2000: 173-186) transcribe y analiza lingüísticamente uno de estos manuscritos.
4
Durante los primeros siglos de la colonización, Charcas se convierte en lugar de tránsito hacia el Cono Sur y
alcanzará una mayor importancia con el aumento de la población originado por la explotación de Oruro y Potosí.
La zona necesitará mano de obra, no sólo vinculada a la minería, sino también a la agricultura, que mantenga cul-
tivos tan necesarios para la población indígena como el de la coca. La encomienda será el régimen administrativo
más desarrollado en este territorio.
5
“El fin principal de las cartas es la llamada a un pariente, y esta llamada siempre estuvo acompañada de di-
nero. Los fletes solían ser pagados en América, pero los emigrantes envían dinero para los gastos de viaje” (Otte
1988: 25).
6
Pueden consultarse las transcripciones paleográficas de las tres cartas con la citada numeración en Ruiz Fer-
nández 2002.
7
“...Suplicándoles de que me hiziesen tanta merced de que os enbiasen a bos y a buestro hermano donde yo y el
liçenciado mi hermano estamos...” (carta 565, ls. 8-9); “En dos de maio de 1575 rreçeuí vn pliego de cartas para mí
y para mi hermano Hernán Sanches de la Varrera...” (carta 566, ls. 3-4).
8
El texto de la ficha 1216 del tomo V del Catálogo de pasajeros a Indias... dice así: “El licenciado Antonio
Sánchez, clérigo, natural de Ronda, hijo de Francisco Sánchez y de María Rodríguez, al Perú. 30 de diciembre de
1568”.
9
“Thus when a colonist who could not write (and there were of course many) wanted to send an intimate letter
to someone back home, it is statistically probable that such a letter would be dictated to a friend or relative who
spoke the same dialect as both sender and recipient. This fact is important in evaluating linguistic data, especially
phonological, contained in the rare but often highly revealing ‘phonetic’ spellings in letters that may not necessari-
ly represent the sender’s own handwriting” (Boyd-Bowman 1975: 3).
10
La variante ondrar se documenta en el Poema de Mio Cid, en las obras de Berceo, en el Libro de Apolonio y
en el Libro de Alexandre (DCECH, s. v. honor).
11
“Yo siempre la quito [la x], porque no la pronuncio, y pongo en su lugar s, que es muy anexa a la lengua caste-
llana” (Valdés 1982: 183-184).
COMENTARIO SOBRE CARTAS DEL SIGLO XVI RELACIONADAS CON EL RÍO DE LA PLATA 1028

12
Sobre el particular Alvar y Pottier (1983: 124) se limitan a afirmar que “vos perdió la v- inicial en la época del
Emperador” en lo que ellos denominan “la lengua normativa” y Lapesa (1983: 280) da cuenta de la contienda en-
tre darvos y daros, os despierta y vos han envidia en el período comprendido entre 1474 y 1525, sin más alusiones
a épocas posteriores. Para Urrutia Cárdenas y Álvarez Álvarez (1988: 139), vos empieza a reducirse a os a finales
del siglo XV en algún caso de enclisis verbal con el imperativo (como levantadvos > levantados > levantaos) y se
propaga hasta hacerse general en el XVI.
13
“Los soldados y oficiales que protagonizan el Diálogo de la lengua de Valdés se tratan exclusivamente de
vos y evitan vuestra merced. Pero en el Lazarillo de Tormes, tú, vos y vuestra merced constituyen ya un sistema
ternario de tratamientos bien establecido, en el que vuestra merced aparece con una función y unos mecanismos
gramaticales claramente distintos. Esta estructura tripartita se conserva en lo esencial durante todo el siglo. [...]
Sólo para esa época [a partir de 1600] y los siglos siguientes es, por lo tanto, exacta la conocida observación de
Gonzalo Correas sobre la escasa consideración del interlocutor que expresaba vos y la ya firme implantación de
vuestra merced” (Eberenz 2000: 114-115).
14
Así, en la misiva 17 de Otte 1988, dada en México el 1 de noviembre de 1566 y enviada por Antonio de Blas a
su mujer Leonor Bernal, en Sanlúcar, se utiliza el voseo con las características ya indicadas más arriba, pero en un
momento determinado comienzan a aparecer formas verbales de tercera persona de singular para volver inmedia-
tamente a las de segunda persona de plural: “Todo el llyenzo que pudiere traer trayga, porque a según bale acá es
de de (sic) balde en Castylla, y trayga muncho asafrán, y de toda espesya, asta ylo, y todo lo que pudieres traer para
serbycyo para buestra casa, y traeme vn par de syllas xynetas que sean tales, vna para bos y otra para buestro yxo,
porque no las podéys escusar” (ls. 22-30).
15
“Hasta entonces [en torno a 1560] podían coexistir cantades, cantás y cantáis, tenedes, tenés y tenéis, sodes,
sos y sois, como pasa en la Celestina. Desde el principio del XVI dejaron de usarse las más antiguas, -ades, -edes,
con muy contadas excepciones en textos jurídicos y administrativos, en la poesía pastoril -casi siempre por mo-
tivos métricos- o en dialectos estigmatizados, como el de esos labradores, condenados por Villalón en 1558, que
decían sodes. Hasta mediados del siglo XVI la alternancia era, pues, entre cantás, tenés, sos y cantáis, tenéis, sois.
Después de 1560 el español de la Península y de la América no voseante eligió -áis, -éis, sois y quedaron -ás y -és,
sos para el voseo más extendido” (Girón Alconchel 2004: 865-866).
16
“Otros arcaísmos subsistieron hasta la época de Calderón. Así los esdrújulos amávades, sentíades, dixéredes,
quisiérades, en lucha con sus reducciones amavais, sentíais, dixereis, quisierais, atestiguadas desde principios del
siglo XVI y que al fin triunfaron. La larga resistencia de la /d/ en estas desinencias átonas, mientras en las tónicas
amades, tenedes, sentides había caído en los siglos XIV y XV, tiene su explicación en la necesidad de distinguir las
formas correspondientes a la persona vos de las correspondientes a la persona tú” (Lapesa 1983: 394).
17
La carta 17, ya citada en la nota 14, presenta variantes que mantienen la /d/ intervocálica (uyéredes, l. 14;
gastáredes, l. 15; pudyéredes, l. 32), junto a un caso de pérdida de la consonante dental sonora con asimilación
vocálica (pudyeres, l. 26).
18
En la misiva 38 de Otte 1988, dada en México el 22 de abril de 1572 y enviada por Pedro Martín Curtidor a su
esposa Ana Martín en Sevilla, registramos ouierdes (l. 15).
19
“Las personas vos del pretérito fuistes, matastes, que respondían a la desinencia latina -stis, duraron hasta
muy avanzado el siglo XVII; después se convirtieron por contagio en fuisteis, matasteis, sin que falte algún ejem-
plo de dístedes” (Lapesa 1983: 394-395).
20
Bravo García (1987: 108) destaca la constante presencia de la construcción directa, sin la conjunción que,
en un corpus de documentos fechados en el primer tercio del siglo XVII y conservados en el Archivo General de
Indias de Sevilla. Los escritos en cuestión, originarios de una y otra orilla del Atlántico, pertenecen al tipo deno-
minado petición o memorial. En los ejemplos aducidos por Bravo García hay casos de omisión de que con verbo
subordinado tanto en subjuntivo como en indicativo.
1029 COMUNICACIONES

Cronistas, descubrimientos y colonización

LOS COMENTARIOS DEL PADRE LAS CASAS A LA VISIÓN


COLOMBINA DEL INDÍGENA

Emelina Martín Acosta


(Universidad de Burgos)

Colón inicia su diario reflejando la necesidad de obtener el mayor beneficio posible


de las tierras recién descubiertas, tanto de sus recursos materiales como humanos y ello
le lleva a plasmar la creencia feliz de la facilidad de la empresa ante la bondad y actitud
favorable de los indios1,opinión que comparte el Padre Las Casas aunque a la visión co-
lombina de los indígenas él añade siempre una reflexión más profunda, como podemos
apreciar en su extensa obra, escrita posteriormente y que cuenta con el Diario Colombino
como borrador, pero que también conoce más la realidad de la población india como reli-
gioso y por tanto ya no se trata de una mera impresión a simple vista. Así, por ejemplo, en
los primeros momentos del descubrimiento, el dominico nos brinda su gran conocimien-
to sobre los lucayos, población de San Salvador, a los que retrata con una bondad na-
tural, gran simplicidad, humildad, mansedumbre, inclinaciones virtuosas, así como
una prontísima disposición para recibir la santa fe y ser imbuidos en la religión cris-
tiana; los que con ellos mucho conversamos, así en las cosas espirituales y divinas,
comunicándoles la doctrina cristiana y administrándoles todos los siete sacramen-
tos, oyendo sus confesiones, dándoles la Eucaristía y estando a su muerte2.
Así mismo el Almirante nos describe el aspecto físico de la población indígena con
una gran minuciosidad, pero también un tanto parcial: e contacto con los indígenas: “me
pareció que era gente muy pobre de todo, ellos andaban todos desnudos como su madre
los parió y también las mujeres, aunque no vi mas de una harto moza,y todos los que yo
vi eran mancebos, pues ninguno pasaba de treinta años, muy bien hechos, de muy her-
mosos y lindos cuerpos y muy buenas caras, los cabellos gruesos casi como cerdas de
cola de caballo y cortos; los cabellos los traen por encima de las cejas, salvo unos pocos
detrás, que traen largos, que jamás cortan. Unos se pintan de prieto, otros son del color
de los canarios, ni negros ni blancos, unos se pintan de blanco, otros de colorado, unos
se pintan las caras, otros los cuerpos, o los ojos o la nariz. No traen armas, ni las cono-
cen porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia. No
LOS COMENTARIOS DEL PADRE LAS CASAS A LA VISIÓN COLOMBINA DEL INDÍGENA 1030

tienen algún hierro; sus azagayas son unas varas sin hierro y algunas de ellas tienen al
cabo un diente de pez y otras de otra cosa. Tienen todos buena estatura, buenos gestos
y bien hechos. Deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto
dicen todo lo que les decía y creo que ligeramente se harían cristianos, que pareció que
ninguna secta tenían.
Las Casas comenta el hecho de que Colón no vio viejos porque no querían apa-
recer, ya que todas aquellas islas de los lucayos eran gente muy sana, que conta-
ban con hombres y mujeres viejísimos, que no podían morir por la gran suavidad,
amenidad y sanidad de la tierra. E incluso cree que esta gente por su simplicidad y
mansedumbre se parecen a las de una isla que cuenta Diodoro en el libro III, capi-
tulo 13 de su Historia, de la que dice maravillas: “aquella gente tenía cuatro codos de
cuerpo, eran hermosos en todos sus miembros y tenían la costumbre vivir hasta cierta
edad y llegados a allí, ellos mismos se dan la muerte; hay cierta hierba, sobre la cual, si
alguno se echa, le viene luego un suave sueño y así se muere. Las Casas echa mano de
su magnifica cultura para encontrar sentido a la existencia de seres humanos en esta parte
del mundo.

Descripción del primer viaje colombino


Y el 14 de octubre cuando el Almirante navegaba por la costa de la isla Guanahaní, co-
menzó a ver dos otras poblaciones y gran número de gentes, hombres y mujeres que ve-
nían hacía la playa llamando a los cristianos a voces y dando gracias a Dios; unos traían
agua fresca, otros cosas de comer, otros se lanzaban al agua y nadando se acercaban a las
barcas y entendían que les preguntaban por señas si venían del cielo; y un viejo de ellos
quiso llegar hasta ellos y entró en el batel para irse con ellos; otros llamaban a grandes
voces a hombres y mujeres diciéndoles: “Venid y veréis los hombres que vinieron del
Cielo; traedlos de comer y de beber. Vinieron muchos hombres y muchas mujeres, cada
uno trayendo lo que tenían, dando gracias a Dios, echándose el suelo y levantaban las
manos al Cielo”. Esa creencia de encontrarse ante un mundo pacífico, receptivo y prác-
ticamente paradisíaco, es lo que trasladó Mártir de Anglería a sus Décadas, en las que
describe cómo “bajando los nuestros de las naves, fueron recibidos honoríficamente
por el rey y demás indígenas y reverenciaban a los nuestros por cuantos modos podían
y sabían”3. No obstante esta visión contrasta con la decisión que más adelante plantea
el Almirante cuando aunque no ve necesario hacer allí fortaleza por ser aquella gente
muy simple y sin armas, si que determina hacerles esclavos: por los siete que mandé
tomar para llevarlos para aprender nuestra habla y devolverlos de nuevo, salvo que sus
Altezas mandaren llevarlos todos a Castilla o tenerlos en la misma isla cautivos, porque
50 hombres los tendrán todos sojuzgados y les harán hacer todo lo que quisieren. Es la
primera señal de esclavitud por parte de Cristóbal Colón y que por supuesto no va a ser la
última. Tampoco resulta extraño que hable de esclavitud, alguien que viene de un mundo
lusitano donde los esclavos suponen un pingüe negocio y donde en la misma Castilla los
grandes señores y los mismos Reyes los tienen a su servicio. Por supuesto aún no se ha-
bían concedido las Bulas Papales por parte del Pontífice Alejandro VI.
1031 COMUNICACIONES

El padre Las Casas critica la política seguida por el Almirante, pues la considera
contraria a los principios que Dios y la Iglesia habían marcado como fin de este des-
cubrimiento al apuntar cuán lejos estaba el Almirante de acertar en el derecho divi-
no y natural, y de lo que según esto, los reyes y él estaban obligados a hacer con estas
gentes, pues ligeramente determinó que los Reyes podían llevar todos los indios,
que eran vecinos y moradores naturales de aquellas tierras, a Castilla o tenerlos en
la misma tierra cautivos.
Cuando llegaron a la isla Fernandina, conocieron el pan de cazabe que llevaba un in-
dio en su canoa y al bajar a tierra los mismos indios con mucha alegría traían los barriles
a cuestas hasta los bateles y no sabían en que hacer para complacer. Los indios tenían pa-
ños de algodón como mantillas y las mujeres se ponían por delante de su cuerpo una tela
de algodón que escasamente les cubría las vergüenzas. Colón cree que no conocían secta
alguna y que creía que muy prestos se tornarían cristianos, porque entendían fácilmente
las cosas que les explicaban. Más adelante cuando llegaron a la isla Isabela fueron a una
población y como la gente de ella sintiese los cristianos, dejaron sus casas, escondieron lo
que pudieron de sus alhajas en el monte y huyeron todos de espanto. Después volvieron
algunos cuando vieron que no iban tras ellos, y uno se llegó confiadamente a los cristia-
nos, al que el Almirante hizo dar unos cascabeles y unas cuentecillas de vidrio. El 22 de
octubre llegaron junto a los españoles muchos indios semejantes a los pasados, desnudos
y pintados de diversos colores, traían ovillos de algodón y tenían algunos pedazos de oro
puestos en las narices y tenían por cierto que los cristianos habían descendido del cielo.
En la isla de Juana (Cuba) hallaron las casas muy hermosas, en forma de alfaneques
muy grandes, que parecían tiendas en real o ejército, sin concierto de calles, cubiertas
de hojas grandes de palmas muy hermosas y por dentro muy barridas y limpias y sus
aderezos muy compuestos, maravillosos aparejos de redes y anzuelos para pescar. Había
muchas avecitas silvestres amansadas y perros que nunca ladraban y muchas estatuas
en figura de mujeres y muchas cabezas muy bien labradas de palo; pero no supo si lo
tenían por arreo y hermosura de casa o lo adoraban. Esta gente es de la misma calidad y
costumbre de los otros hallados, sin ninguna secta que yo conozca, pues hasta hoy no he
visto hacer ninguna oración, antes dicen la salve y el Ave María, con las manos al cielo
como se lo muestran y hacen la señal de la cruz. El Almirante les mostró oro y perlas y
le respondieron ciertos viejos que en un lugar que llamaron Bohío había infinito. Según
el Padre Las Casas los indios con el vocablo bohío se referían a su casa y que ellos
se limitaban a hablar de Haití, la isla Española, donde había oro, pero los españo-
les entendían que habían grandes barcos y mercadurías y cuando hablaban de los
caribes que comían carne humana de algunas islas, los españoles entendían que
existían monstruos, que jamás se vieron en aquellas tierras como apostilla también
el cronista4.
Y hacía el interior de esa isla de Cuba algunos españoles encontraron una población
de hasta cincuenta casas, en las cuales morarían hasta mil vecinos, porque les parecía que
vivían muchos en una casa, son gente humilde, mansa y pacífica. Habían sido recibidos
en aquel pueblo con gran solemnidad...besaban les las manos y los pies, creyendo que
venían del cielo. Entraron en la casa principal y los españoles se sentaron en silla y los
LOS COMENTARIOS DEL PADRE LAS CASAS A LA VISIÓN COLOMBINA DEL INDÍGENA 1032

indios en el suelo en cuclillas alrededor de ellos. Después salieron los hombres y entra-
ron las mujeres sentándose de igual forma. Los hombres tenían siempre en sus manos un
tizón, que son unas ciertas hojas secas metidas en cierta hoja seca también a manera de
mosquete hecho de papel, que llaman tabaco. Colón dice que: son gentes sin mal, ni de
guerra; desnudos todos, hombres y mujeres, como su madre los parió; verdad es que las
mujeres traen una cosa de algodón solamente, tan grande, que les cubre su natura y no
más, y son ellas de muy buen acatamiento, ni muy negras salvo menos que las canarias.
Y de nuevo vuelve a insistir Colón en la idea de que, son personas devotas, religiosas,
que luego todos se tornarían cristianos, y así espero en Nuestro Señor que Vuestras Al-
tezas se determinarán a ello con mucha diligencia, para tornar a la Iglesia tan grandes
pueblos y los convertirán, así como han destruido aquellos que no quisieron confesar el
Padre y el Hijo y el Espíritu Santo.
Esta preocupación de Colón para que los indígenas se convirtieran hizo que el lunes
12 de noviembre, estando en el puerto de Mares de la isla de Cuba, determinara llevar a
Castilla algunos indios para que aprendiesen la lengua de allí y saber de ellos los secretos
de la tierra y para instruirlos en las cosas de la fe. Por tanto viniendo una canoa o almadía,
por la confianza y seguridad o bondad que todos los indios tenían a los cristianos, llegán-
dose a bordo de la nao para rescatar, 6 mancebos, entraron 5 en la nao, porque el otro se
quedó en la canoa y los hizo detener contra su voluntad, para llevarlos consigo a Castilla.
El Padre Las Casas se manifiesta contrario a la acción de Colón y dice, de nuevo que
es “violar tácita o interpretativamente las reglas del derecho natural y derecho de
las gentes, que dictan y tienen que al que simple y confiadamente viene a contratar
con otros, mayormente habiéndose ya confiado los unos de los otros y tratado ami-
gablemente, lo dejen tornarse a su casa, sin daño de su persona ni de sus bienes, li-
bre y desembargadamente. Agravia este hecho-sigue diciendo-haberlos recibido en
su tierra y en sus casas con tantas ceremonias y regocijos, adorándolos como a cosas
divinas del cielo. Igualmente el dominico se pregunta que sentiría Colón, si por el
contrario, los indígenas hubieran detenido a la fuerza a los dos cristianos que envió
tierra adentro, no dudaría en hacer una guerra justa. Pues de este modo Las Casas
justifica la guerra justa de los indígenas: las leyes y reglas naturales y del derecho de
las gentes sean comunes a todas las naciones, cristianos y gentiles, y de cualquier sec-
ta, ley, estado, color y condición que sean, sin una y sin ninguna diferencia, la misma
justicia tenían y tuvieron los vecinos de aquella isla contra el Almirante y sus cristia-
nos por la recuperación de sus convecinos.
Las Casas cree así mismo que los españoles perderán autoridad y crédito ante los
indios y no le parece excusa suficiente el que el Almirante creyese que al final todo
sería bueno y provechosos, ya que “nunca hemos de hacer cosa mala, por chica y mí-
nima que sea, para que por ella o de ella haya de salir o hayamos de sacar inestimables
bienes. Las Casas cita para sus afirmaciones a San Pablo en su carta a los Roma-
nos: Nos sunt facienda mala ut bona eveniant. Y según él como los hombres nunca
suelen caer en un solo yerro, antes suele ser mayor el que se cometerá después, el
Almirante queriendo perfeccionar su propósito, envió una barca con ciertos mari-
neros a una casa que estaba en la parte poniente del río y tomaron y trajeron siete
1033 COMUNICACIONES

mujeres, entre chicas y grandes, con tres niños. Pues Colón creía que si en España
los hombres se comportan mejor habiendo mujeres de su tierra que sin ellas; los
indios teniendo a sus mujeres tendrían ganas de negociar lo que se les encargare y
también estas mujeres enseñaran su lengua a las mujeres que ya estaban con los es-
pañoles. Las Casas apostilla que de nuevo se trata de una gentil excusa para colocar
o justificar obra tan nefaria y se pregunta ¿si fue pecado y grave quitar o hurtar o
robar con violencia las mujeres que tenían sus propios maridos, pues el matrimonio
es de derecho natural? Y además ¿quién había de dar a Dios cuenta de los pecados
de adulterio que cometieron los indios que llevó consigo a quien dio por mujeres
aquellas mujeres y sí quizás se añadió algo de incesto, que es mayor que el adulterio,
si acaso eran parientes?; aquí el Almirante actuó inconsideradamente aunque en
otras veces había sido prudente. Por esta injusticia sola tan culpable es que aunque
no cometiera nunca otra será merecedor ante Dios de las tribulaciones y angustias
que toda su vida padeció.
E incluso, la actitud del Almirante ante los indios le lleva a Las Casas, como fer-
voroso religioso a profundizar sobre la noción de pecado al afirmar que a los es-
pañoles allí no les parecía nada pecado por su ceguera, costumbre o facilidad de
hacerlo, pero delante de Dios es juzgado por muy grave y muy pesado, cuyas consi-
deraciones si alcanzásemos a conocerlas nos llevarían a temblar las carnes. Por ello,
cuando en la noche en que se partió del puerto de Mares, vino una canoa a la nao
del Almirante con un hombre de unos 45 años, marido de una de las mujeres que
habían tomado y padre de los tres niños, un macho y dos hembras, y rogó que, pues
le llevaban a su mujer y sus hijos, le llevasen a él también con ellos y el Almirante
aceptó su propuesta. Las Casas cree que el indígena y su familia estarían mejor en
su tierra que no desterrado en una ajena. De nuevo el respeto del dominico ante el
indio y su entorno natural.
No obstante esta falta de consideración de Colón hacía los indígenas se contradice con
la afirmación -varias veces repetida-sobre la bondad natural de los indios de aquella isla:
“yo conozco que esta gente no tiene secta alguna, ni son idólatras, al contrario son muy
mansos, no conocen el mal, ni matar a otros, ni prender y sin armas y tan temerosos, que
a una persona de los nuestros huyen cientos de ellos, aunque burlen con ellos, y crédulos
y conocedores que hay Dios en el cielo y creen firmemente que nosotros hemos venido
del cielo, y están muy prestos a aprender cualquier oración que nosotros digamos que
digan y hacer la señal de la cruz. Pero tampoco olvida la parte económica de su empresa
y por tanto describe a los Reyes la gran suma de oro que hay en esas tierras, así como
piedras preciosas, especias y algodón, justificando el recoger en su navío a los indígenas
para que puedan dar buena prueba de todo ello.
Estando Colón el 26 de noviembre, por la costa sur de la isla de Cuba; por el Sudeste
halló una gran población, la mayor que hasta entonces había hallado y vio venir a la
ribera del mar infinita gente, dando grandes voces, todos desnudos con las azagayas en
las manos. Sin embargo cuando se acercaron los españoles los indígenas huyeron de
la playa. No obstante el Almirante vuelve a comentar en su diario que: se trabajará de
hacer todos estos pueblos cristianos, porque no tienen secta alguna, ni son idólatras
LOS COMENTARIOS DEL PADRE LAS CASAS A LA VISIÓN COLOMBINA DEL INDÍGENA 1034

y Vuestras altezas mandaran hacer en estas partes ciudad y fortaleza y se convertirán


estas tierras5. Según Las Casas esas eran las palabras formales del Almirante, aun-
que no en perfecto romance castellano, porque no era su lengua materna. Y de sus
palabras destaca dos ideas fundamentales:“primera es cómo en todas partes y di-
versas, que hasta aquí había descubierto de estas islas, hallaba y experimentaba las
gentes de ellas mansísimas y dóciles y juzgaba ser aptas para recibir nuestra santa fe
y así lo certificaba; la segunda es cómo el Almirante conocía ser el fin de sus trabajos
y del descubrimiento de aquellas tierras y gentes la conversión de ellas y el aumento y
gloria de la religión cristiana. No nos cabe la menor dudad que tanto el Descubridor
cómo el Dominico tienen presentes la conquista de Granada y la idea de Cruzada en
la necesidad de convertir a los indígenas al cristianismo, aún antes de expedirse las
Bulas Papales.
Dos días más tarde ciertos marineros hallaron en una casa de aquel pueblo una cabeza
de hombre, debía ser una calavera metida en un cestillo y colgado de un poste de la casa
y de la misma manera otra en otra población. El Almirante creyó que debía ser de algún
principal linaje, porque en esas casas residía mucha gente y debían ser parientes des-
cendientes de unos sólo. En ningún momento se le ocurrió pensar que ello tuviera una
vinculación religiosa. Días más tarde, el 1 de diciembre en Puerto Santo, Colón subió
a una montaña, sembrada de calabazas y en medio de ella estaba una gran población de
gente buena y pacífica, aunque no tenían oro ni otras cosas preciosas. Posteriormente
cuando se adentró un río con sus barcas se le acercaron con sus barcas otros indios tinta-
dos de colorado y desnudos como su madre los parió y algunos de ellos con penachos en
la cabeza y otras plumas, todos con sus manojos de azagayas. El Almirante pensaba que
esta gente era como los otros que había hallado y de la misma creencia y que tenían a los
cristianos como seres descendientes del cielo, y que daban en rescate cuanto tenían por
poca recompensa que les diesen. En tierra vieron una casa hermosa, muy grande de dos
puertas y una obra maravillosa, como una cámara, hecha de una manera muy especial y
en cuyo cielo tenían colgados caracoles y otras cosas, por lo que pensó el Almirante que
era un templo; pero al preguntarles si hacían en ella oración, le dijeron que no, por lo que
Colón se quedó tranquilo porque confirmaba su idea de que no tenían secta.
El lunes 10 de diciembre estaban en el puerto de la Concepción de la isla Españo-
la, donde vieron unas cabañas como ranchos y lugares donde se habían hecho muchos
fuegos y los caminos muy anchos, indicios, al fin de mucha gente; y esto debía ser que
venían a pescar a la mar, de sus poblaciones como duermen en el suelo y andan desnudos
siempre y hacen cada dos o tres indios un gran fuego y cenan y duermen alrededor de él.
En el monte encontraron una gran cantidad de gente, todos desnudos como los de atrás,
que huyeron, pero pudieron coger a una mujer, muy moza y muy hermosa, con un peda-
zo de oro en la nariz, a la que Colón vistió y adornó con cuentas de vidrio y cascabeles y
sortijas de latón y envió de nuevo a su tierra con tres indios que traía de la isla de Cuba,
porque todos eran de la misma lengua. Su gente andaba en unas canoas pescando. En
una población que estaba a cuatro leguas y media hacía el Sudeste, que hallaron en un
grandísimo valle, tenía 1.000 casas y más de 3.000 hombres, que cuando se acercaron a
los españoles les pusieron la mano sobre la cabeza, que era señal de amistad y gran reve-
1035 COMUNICACIONES

rencia. Después iban todos a sus casas y cada uno traía de lo que tenían de comer, pan de
unas raíces que siembran, pescado y otras cosas cuantas de comer tenían. Los españoles
decían que esta gente era más hermosa y de mejor condición que la que habían visto hasta
entonces; e igualmente decían que los hombres y las mujeres eran blancos más que los
que habían visto y señaladamente decían que habían visto dos mujeres mozas tan blancas
como podían ser en España6
Ante esta narración idílica de los indígenas que fueron encontrando, de nuevo
Las Casas reflexiona sobre la disposición natural y buenas cualidades que Dios dotó
a estas gentes,” cuán aparejadas estaban por natura para ser doctrinadas e imbuidas
en las cosas de la fe y religión cristiana y en todas virtuosas costumbres, si hubieran
sido tratadas y atraídas virtuosa y cristianamente y que tierras estas tan felices que
nos puso la Divina Providencia en las manos para pagarnos aun en esta vida, sin lo
que habíamos de esperar en la otra, los trabajos y cuidados que en atraerlas a Cristo
tuviéramos. Temo que no merecimos ni fuimos dignos, por lo que Dios conoció que
habíamos de ofenderle.
El 14 de diciembre en un golfo de la isla Española frente a la Tortuga, vinieron unos
500 hombres con el rey de ellos y algunos traían granos de oro finísimo en las orejas y en
las narices. Mandó el Almirante hacer a todos honra, porque dice que son la mejor gente
del mundo y la más mansa:“tengo mucha esperanza en nuestro Señor, que Vuestras Al-
tezas los harán todos cristianos y serán todos suyos, que por suyos los tengo”.El rey que
estaba en la playa y que todos le hacían reverencia y acatamiento, era un mozo de hasta
veintiún años y que tenía un ayo viejo y otros consejeros que le hablaban y respondían y
él hablaba muy pocas palabras. Uno de los indios que traía el Almirante habló con el rey
y le comentó que aquellos cristianos a los que él acompañaba, venían del cielo y anda-
ban en busca de oro.“ Este rey y todos andaban desnudos como su madre los parió y las
mujeres sin algún empacho y eran más hermosos que los que hasta aquí han hallado y
blancos como si fuesen vestidos y se resguardasen del sol y el aire. Casi serían tan blan-
cos como en España”.
Colón mandó dar de comer al rey los alimentos que habían traído de Castilla y el rey
tras comer un bocado, lo daba todo a sus consejeros y al ayo y los demás que trajo con-
sigo. Y de nuevo destaca en su diario cómo no tienen armas y están todos desnudos y sin
ningún ingenio en las armas y muy cobardes y sí son buenos para mandarles y hacerles
trabajar, sembrar y hacer todo lo que fuera menester y que hagan villas y se les enseñe a
andar vestidos y nuestras costumbres. El padre Las Casas continua con su especial
cruzada en defensa de los indígenas y en contra de los conquistadores, pues afir-
ma que la mansedumbre natural, simple, y benigna y la humilde condición de los
indios, al carecer de armas y andar desnudos, dio atrevimiento a los españoles a te-
nerlos en poco y ponerlos en tan acerbísimos trabajos en que los pusieron y a encar-
nizarse para oprimirlos y consumirlos como los consumieron. Su dureza en la crítica
nos hace fácilmente comprensible la leyenda negra de siglo XVII europeo.
El 18 de diciembre el rey se presentó ante Colón con 200 hombres, mientras cuatro
más le traían en andas, después se sentó frente al Almirante con sus consejeros y el ayo y
los otros más lejos. Comía de las viandas que le dieron de igual forma que lo había hecho
LOS COMENTARIOS DEL PADRE LAS CASAS A LA VISIÓN COLOMBINA DEL INDÍGENA 1036

anteriormente e hizo lo mismo con la bebida que sólo se lo llevaba a la boca y después
lo daba a los otros, y todo con muy pocas palabras y sus acompañantes más íntimos ha-
blaban con él con mucho acatamiento. Después entregó oro al Almirante en rescate por
algunos regalos y Colón se lamentaba de no conocer su lengua, aunque si creyó entender
que el rey le aseguró que si le gustaba algo de allí, toda la isla estaría “a su mandar”.
El 20 de diciembre estando en otro puerto vinieron otros indios que no tenían varas ni
azagayas ni otras grandísimas armas y estaban desnudos, hombres y mujeres desde arri-
ba hasta abajo, y que en otros lugares los hombres escondían sus mujeres por celos, pero
aquí no, antes ellas eran las primeras que venían a dar gracias al cielo viendo los cristia-
nos y les traían cuanto tenían y frutas de cinco o seis maneras. Tenían muy lindos cuerpos
y el Almirante mandaba que ninguno le diese pena, ni les tomase cosa alguna contra su
voluntad, antes les pagasen cuanto les daban. Tenían muy buenos corazones y francos
para dar y tan temerosos, pues el Almirante y su gente habían venido del cielo.

La relación con Guacanagarí y el fuerte de la Navidad


El 22 de diciembre el rey Guacanagarí, uno de los cinco reyes grandes y señalados de
esta tierra, envió una gran canoa llena de gente y en ella una persona principal, criado su-
yo a rogar afectuosamente al Almirante que fuese a su poblado. Le envió como presente
un cinto que tenía una gran carátula, que tenía dos orejas grandes de oro de martillo y la
lengua y la nariz. De pedrería fina como aljófar, hecha de huesos de pescado, cosidos en
hilo de algodón y con tanto artificio que parecían muy lindas labores. Los indios traían
muchas cosas de algodón labradas y en ovillo hilado, los indios seguían creyendo que los
españoles venían del cielo y les ofrecían comida de pan, pescado y agua en cantarillos de
barro, muy bien hechos y por de fuera pintados como de almagra, y algunas simientes. La
población del rey Guacanagarí era la mayor y mejor ordenada de calles y casas que hasta
allí habían visto y juntos en la plaza que tenían bien barrida serían unos 2.000 hombres e
infinitas mujeres y niños. Les dio el rey unos paños de algodón que vestían las mujeres y
papagayos y pedazos de oro. La verdad es que son maravillosos los pueblos de esta isla,
de muy singular trato, amorosos y habla dulce, no como otros que cuando hablan parece
que amenazan y de buena estatura hombres y mujeres y no negros. Verdad es que todos
se tiñen, algunos de negro y otros de otro color y los más de colorado. Las casas y lugares
son hermosos y con señorío en todos, como juez y señor de ellos y todos le obedecen que
es maravilla.
Las Casas aquí está completamente de acuerdo con Colón ya que dice “razón es
de advertir aquí cuantas veces repite los loores de la mansedumbre, humildad, obe-
diencia, simplicidad, liberalidad y bondad natural de estas gentes, como quien por vis-
ta de ojos muchas veces lo experimentaba el Almirante. Igualmente explica por qué
se pintaban de negro y otros colores para defenderse del sol y para tener las carnes
más tiesas y andar más prestos en los trabajos. En las guerras también se teñían de
aquellos colores. Como siempre el dominico concluye las largas relaciones del Descu-
bridor con un razonamiento antropológico de gran interés.
1037 COMUNICACIONES

El 25 de diciembre montaron el fuerte de la Navidad en un lugar cercano a la pobla-


ción de Guacanagarí y dice el Almirante de ellos ante su postura por el naufragio de la
nao que son gente de amor y sin codicia y convenibles para toda cosa, que certifico que
no hay gente mejor en el mundo, ellos aman a sus prójimos como a sí mismos y tienen el
habla más dulce del mundo y mansa y siempre con risa, ellos andan desnudos, hombres
y mujeres, pero tienen buenas costumbres. Para defender a los españoles que estaban en
el fuerte empleaban arcos y flechas. El 26 de diciembre el rey Guacanagarí entregó a los
españoles dos casas grandes y cuantas canoas fueron necesarias para descargar la nao y
ponerlo en tierra. Entretanto vino otra canoa con indios de otro lugar y traían ciertos pe-
dazos de oro que querían dar por un cascabel que deseaban más que otra cosa porque los
indios de esta isla y aún de toda la India son inclinadísimos y acostumbrados a bailar mu-
cho y para hacer son que les ayude a las voces y los cantos que bailando cantan y sones
que hacen tenían unos cascabeles muy sutiles, hechos de madera, muy artificiosamente,
con unas piedrecillas dentro, los cuales sonaban, pero poco y roncamente.
El rey Guacanagarí invitó al Almirante a comer en su casa y le dio una colación con
dos o tres especies de frutas, pescado y caza y otras viandas que ellos tenían y un pan que
llaman cazabi y después le llevó a ver unas verduras y arboledas que tenían junto a sus
casas y le acompañaban unos mil hombres todos desnudos. Después de haber comido le
trajeron muchas hierbas con que se frotó las manos y después se echo agua. También le
regaló al Almirante una gran carátula que tenía grandes pedazos de oro en las orejas y en
los ojos y otras joyas de oro. Todas estas cosas iban animando a Colón que dejaba de lado
su angustia por la perdida de la nao y daba gracias a Dios por encallarse la nao en aquel
lugar: “ y bien es verdad que mucha gente de esta que va aquí me habían rogado que les
diese licencia para quedarse, tengo ordenado hacer una torre y una fortaleza no porque
creo que haya menester por esta gente ( porque tengo por dicho que con esta gente que yo
traigo sojuzgaría toda esta isla la cual creo que es mayor que Portugal y más gente, pero
están desnudos ,sin armas y muy cobardes) sino porque conozcan la gente de Vuestras
Altezas, porque con temor y amor les obedezcan”. Las Casas no duda tampoco que
fue voluntad de Dios que se perdiera la nao, porque así se conoció aquellas tierras,
ya que Colón no tenía ninguna intención de pararse en ningún sitio sino de seguir
descubriendo. Aparece de nuevo la mentalidad del religioso que ve la mano divina en
todo momento.
El 28 de diciembre un hermano del rey llevó a Colón a una de sus casas, donde le te-
nían aparejado un estrado de camisas de palmas que son grandes como un cuero de un be-
cerro y parecido en la forma, que son muy limpias y frescas y con una se cubre un hombre
se defiende del agua como si se cubriese con un gran cuero de becerro o de vaca, son muy
provechosas para muchas cosas y las llaman yaguas. Le hicieron sentar al Almirante en
una silla, con su espaldar, baja, de las que ellos usaban, que son muy lindas y bruñidas y
relucientes, como si fueran de azabache, que ellos llamaban duhos. Al día siguiente se
acercó a Colón un sobrino del rey al que le preguntó por las minas de oro y por las señas
entendió que había unas islas al este de donde procedía el oro. Sin embargo el dominico
apostilla que el Almirante no entendía nada a los indios, porque los lugares que le
nombraban no eran islas por sí, sino provincias de esta isla y tierras de señores.7
LOS COMENTARIOS DEL PADRE LAS CASAS A LA VISIÓN COLOMBINA DEL INDÍGENA 1038

El domingo 30 de diciembre llegaron al lugar cinco reyes sujetos al gran señor Guaca-
nagarí, todos con sus coronas de oro en las cabezas, representando gran autoridad. Dos
de aquellos reyes dieron al Almirante una gran plasta de oro no fundida sino hecha de
varios granos de oro que los indígenas majaban entre dos piedras y así los ensanchaban.
Sin embargo como el Almirante tenía prisa por partir hacia Castilla para dar las noticias
a los Reyes de su feliz viaje, determinó dejar en aquella villa y fortaleza de la Navidad
39 hombres, a los que antes de partir les dio la consiguiente platica y las normas de com-
portamiento y por supuesto les mandó y rogó encarecidamente que no hiciesen agravio
a ningún indio, ni les tomasen cosa alguna contra su voluntad, que se guardasen de hacer
injuria y violencia a las mujeres, causando escándalo y mal ejemplo para los indios e in-
famia de los cristianos, pues los indios les tenían por celestiales virtudes y enviados del
cielo. Las Casas apostilla que en esto mucho más confió el Almirante en los españo-
les de lo que debiera, antes se dejó engañar de su confianza, si creía que habían de
guardar estas reglas; debiera ser que aún no los conocía, como después los conoció.
Y no digo de los españoles solos -continua diciendo Las Casas - , sino de cualquier otra
nación de las que hoy conocemos, según el mundo está, no debiera confiar quien
debiera de guardarlas, puesto que sola la cordura y la prudencia debiera bastarles,
aunque no temieran a Dios, quedando en tierras tan distantes y extrañas y entre
gente que no conocían a Dios, para vivir de tal manera, que no decayeran en la esti-
ma de que eran reputados, casi por dioses, lo cual les fuera muy cierta y ganancial
granjería, viviendo de forma hipócrita. Las Casas critica duramente a los españoles
que hipócritamente deben comportarse bien para seguir siendo dioses a los ojos de los
indígenas y por otro lado cree que Colón es un ingenuo por fiarse de ellos.
Colón se despidió de la gente de la Navidad y partió el viernes 4 de enero de 1494, pues
no pudo partir el jueves, porque por la noche se le acercaron tres indios de los que traía
de las otras islas y le dijeron que los otros y sus mujeres embarcarían con él al salir el sol.
Las Casas no sabe cuantos indios llevó de esta isla, aunque cree que llevó algunos y
entre todos cree que serían unos 10 ó 12 indios, según dice se refiere la historia por-
tuguesa y los que vio en Sevilla, puesto que no miró ni se acuerda haberlos contado.
Más adelante en una gran bahía cerca del cabo del Enamorado encontró unos indios con
arcos y flechas y el rostro tiznado de carbón de cierta tinta que hacen de unas frutas y tie-
nen costumbre de teñirse de varios colores y uno de ellos tenía los cabellos muy largos,
cogidos y atados atrás y puestos en una redecilla de plumas de papagayos y desnudo en
cueros. Sospechó el Almirante si eran caribes de los que comen hombres. Las Casas lo
niega, pues en esa isla jam*s los hubo... Es aquí de saber que un gran pedazo de esta
costa, bien más de 25 o 30 leguas está poblada de una gente que se llamaba macorige
y otras ciguayos y tenían diversas lenguas de la universal de toda la isla. Los cigua-
yos eran quienes tenían los cabellos largos como nuestras mujeres de Castilla. Le
hablaron de una isla que se llama Matinino, que tenía mucho oro y que estaba habi-
tada por mujeres solas, y a esa isla venían los hombres en cierto tiempo del año, y si
parían hembra la tenían consigo y niño lo enviaban a la isla de los hombres.
Los indios ciguayos además de andar desnudo y con el pelo largo llevaban arcos y
flechas y una espada de tabla de palma, durísima y muy pesada, no aguda, sino chata, de
1039 COMUNICACIONES

cerca de dos dedos en gordo de todas partes. Ante la postura de los españoles de quererles
comprar los arcos y las flechas, los indios arremetieron contra ellos pensando que les
compraban los arcos y las flechas para luego atacarles y así cogieron ciertas cuerdas o
sogas como para atar a los cristianos. Viéndolos venir los españoles que pocos deseaban
ser mártires, dieron con ímpetu en ellos y alcanzó uno de ellos a un indio con gran cuchi-
llada en las nalgas y a otro en los pechos le dio una saetada. Los indios al darse cuenta
que las armas de los españoles eran otras que las suyas y que en tan poco tiempo hacían
tanto efecto y aunque los cristianos no eran sino siete y ellos cincuenta y tantos huyeron
abandonando las flechas y los arcos. Y los españoles hubieran matado a todos los indios a
no ser por el capitán que se lo impidió. Las Casas se lamente de que ésta fue la primera
pelea que hubo en todas las Indias y donde se derramó sangre de indios e incluso
cree que el indio que recibió la saetada murió y el de las nalgas desgarradas no que-
daría muy sano “entre indios y cristianos buenas aunque chicas primicias fueron
estas de la sangre que de ellos por los cristianos fue después derramada”. Que duda
cabe que estas reflexiones fueron premonitorias de lo que ocurrió enseguida en el fuerte
de la Navidad.
Colón creía que estos indios si no eran caribes al menos debían ser de frontera y de
las mismas costumbres y gentes sin miedo, no como los otros de las otras islas que eran
cobardes y sin armas ya que los juzga caribes y de las mismas costumbres. Quiso enviar
esa noche a buscar las casas de aquellos indios por tomar algunos de ellos y por el gran
viento y el mal estado de la mar no lo hizo. Y dice Las Casas que si lo hiciera no estaría
bien hecho, porque se movió solamente por sospechar que eran caribes y que lo
supiera que de cierto lo eran, no convenía dejar escandalizada toda aquella tierra,
mayormente que ya sentía que aquella tierra, con la que dejaba atrás, donde tan
buenas obras siempre había recibido, era toda una isla; item no era este el camino
para atraer a los caribes y cualquier otra gente, por gravísimos pecados que tuvie-
sen a que dejasen aquellos vicios, sino la paz y amor y buenos ejemplos y sembrarles
buena opinión y estima los cristianos de sí mismos, según las reglas que nos dejó
ganar los infieles Jesucristo y San Pablo también a propósito de sí mismo, dijo que
indiferentemente de todos era deudor de bárbaros, griegos, sabios y no sabios, fieles
y no fieles8.
El lunes 14 de enero vieron muchos indios en la playa y mandó el Almirante saltar a
tierra gente bien aderezada de armas. Enseguida se le acercó un indio que venía con el
rey de aquella tierra, el cual al día siguiente envió una corona de oro, tal como había pro-
metido y vinieron otros hombres con algodón, pan, ajes y cosas de comer, todos arma-
dos con sus arcos y flechas. Después que todos habían rescatado lo que traían, llegaron
cuatro indios mancebos a la carabela y Colón cómo vio que sabían sobre todo lo que les
preguntaba y que conocían las islas que estaban hacía el Oriente o el este, camino que él
debía de llevar, determinó llevarlos a Castilla. Algo indigno según Las Casas: porque
llevar por fuerza y contra su voluntad los que habían venido y fiándose de los cris-
tianos, bajo titulo de paz y seguridad, no se pudo, sin gran pecado, tal violación del
derecho natural cometer. Y partió de aquellas tierras el 16 de enero. Durante la nave-
gación cuando algunas veces hacía calma y la mar estaba muy llana y sosegada, saltaban
LOS COMENTARIOS DEL PADRE LAS CASAS A LA VISIÓN COLOMBINA DEL INDÍGENA 1040

los indios en el agua y nadaban y se holgaban. Durante el viaje de vuelta Las Casas no
hace ningún comentario digno de mención sobre los indios y su comportamiento en rela-
ción con Colón.
Como conclusión podemos decir que el Padre Las Casas describe en su Historia de las
Indias todo el descubrimiento colombino con la perspectiva de los años pasados y con
una visión particular fruto de su sentimiento religioso.
1041 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Carta de Colón sobre el Descubrimiento .Estudio de RAMOS, D. Edición de la Diputación de Granada. Gra-
nada, 1983.
2
DE LAS CASAS, Bartolomé: Historia de las Indias. Edición de Agustín Millares Carlo y estudio preliminar
de Lewis Hanke. Fondo de Cultura Económica. México. 3ª impresión. 1992. Tomo I, pág.202 y ss.
3
MÁRTIR DE ANGLERÍA, P.: De Orbe Novo. Década 1ª, libro 1º, cap. II, tomo I, pág.107, de la traducción de
Torres Asensio. Madrid, 1892.
4
Vid LAS CASAS: La Historia de las Indias, pág.228
5
Vid. LAS CASAS: Historia de las Indias, pág. 244.
6
Vid LAS CASAS: Historia de las Indias, pág. 260
7
Vid LAS CASAS: Historia de las Indias pág. 287.
8
Vid LAS CASAS: Historia de las Indias, pág. 305
1043 COMUNICACIONES

Cronistas, descubrimientos y colonización

LOS VIAJES COLOMBINOS A TRAVÉS DE LAS CRÓNICAS

M.ª Montserrat León Guerrero


(Instituto Interuniversitario
de Iberoamérica)

Al hablar de los cronistas colombinos a todos nos viene a la cabeza nombres como
Hernando Colón, Bartolomé de Las Casas, Pedro Mártir de Anglería o el propio Cris-
tóbal Colón. Sin embargo, otros muchos cronistas, oficiales o no, como Diego Álvarez
Chanca, Diego Méndez, y Diego Porras, nos dieron noticia de los sucesos de los viajes
colombinos, de ellos también nos ocuparemos a lo largo del presente trabajo.
En cuanto a la manera de enfocar el estudio de estos cronistas, nos surge una duda,
plantearlo de manera nominal, es decir, analizando cronista a cronista sus aportaciones
al conocimiento de las expediciones realizada por el genovés, lo cual no sería posible
por la extensión limitada de este estudio, o intentar agrupar los cronistas por viajes, pues
algunos de ellos tan sólo nos dan noticia de uno de ellos, al ser partícipes directos de los
sucesos que narran.
Finalmente nos decidimos por un híbrido entre las dos posibilidades planteadas, pues
algunos de estos cronistas nos dan noticia de varios viajes de exploración y descubri-
miento capitaneados por el Almirante, y como decíamos, otros tan sólo cuentan los acon-
tecimientos de uno de ellos. Por lo tanto, estructuraremos el trabajo en dos grandes blo-
ques, cronistas generales, y cronistas puntuales de los viajes colombinos, dando tan sólo
unas pequeñas pinceladas generales pues como indicábamos, un análisis detallado de lo
arriba planteado requeriría una extensión mayor a la que en estos momentos nos pode-
mos permitir.

Cronistas generales de los viajes colombinos


Comencemos analizando los escritos del primer cronista colombino, que no es otro
que el propio Cristóbal Colón. El descubridor elaboró un Diario de a bordo de cada uno
de sus viajes, pero no nos ha llegado ninguno de ellos, tan sólo un extracto del primer via-
je elaborado por el padre Las Casas. Tal y como escribe Francisco Esteve Barba “Lo que
LOS VIAJES COLOMBINOS A TRAVÉS DE LAS CRÓNICAS 1044

queda del Diario del primer viaje es, desde un punto de vista literario, uno de los más
bellos trozos de prosa que sea dable leer; sencilla expresión de una inconmensurable
aventura, admirable relato de una maravilla no imaginada, sino vivida y real (...) Todo
ello sin adobo literario, sin retórica ni envaramiento, contado con la misma claridad y
sencillez con que fue visto.”1
Además de los Diarios, Colón escribió numerosas cartas, relaciones y memoriales,
tanto a los monarcas, como a particulares, oficiales y privadas. A falta de diarios de los
segundo, tercer y cuarto viaje, utilizaremos las cartas relación enviadas a los Reyes Cató-
licos informándoles de los sucesos de cada uno de estos viajes.

Hernando Colón
En 1571 aparece en Venecia la Historia de Hernando Colón, considerada la primera
biografía del genovés.2 Hernando fue uno de los privilegiados acompañantes de su padre
en los viajes a las tierras que el ligur descubrió. Con tan sólo 13 años participó en el cuar-
to viaje, siendo testigo directo de todo lo sucedido. Además, tenía a su disposición la do-
cumentación original del Almirante, reconociendo en más de una ocasión haber tenido a
la vista el Diario, y contaba con las evidentes noticias directas que su padre le facilitaría.
La obra de don Hernando ha producido un interesante debate historiográfico sobre su
autenticidad, pues autores como Harrisse dudaron de su autoría, Carabia y Ciaronescu
la atribuyen al padre las Casas por su similitud con otros escritos del religioso, Rumeu
piensa que es obra de varias manos, y por último, y la opinión más generalizada, es la
de autores como Vignaud, Ballesteros, Manzano, etc. que admiten la autenticidad de la
autoría hernandina.
Hernando tuvo en su poder documentos que le habrían facilitado realizar una gran
obra, con datos exclusivos e interesantes, con fragmentos de los diarios, de cartas, o do-
cumentos especialmente relevantes para su familia como la confirmación de privilegios
al regreso del viaje descubridor, de manera que pudiera realizar un escrito objetivo. pero
por desgracia eso ocurre en contadas ocasiones. Sin embargo, la situación que planteaba
el pleito de los Colón por sus derechos con la corona hizo que compusiera una obra polé-
mica y apologética, en la que siempre intenta favorecer a su padre, aunque sea narrando
acontecimientos como la rebelión de los hermanos Porras en la isla de Jamaica, durante
el cuarto viaje.
La exclusividad más relevante de su Historia del Almirante3 es la de incluir en el capí-
tulo LXII la relación de fray Ramón o Román Pané,4 que acompañó a Colón en el segun-
do viaje, y convivió con los indios durante dos años. Pané anotó todas las costumbres y
creencias de los indígenas, convirtiéndose así en el primer “antropólogo”5 de la Historia,
y el conocimiento de su obra se la debemos a don Hernando.

Bartolomé de las Casas


Lo que conocemos como Diario6 de la primera navegación, es en realidad un extracto
realizado por el padre Las Casas, pues el original y la copia encargada por los Reyes se
1045 COMUNICACIONES

han perdido. Es una gran fuente para conocer el viaje descubridor, a pesar de haberse
resumido muchos párrafos, o incluso añadido opiniones y datos posteriores. Cobra un
mayor interés el extracto si tenemos en cuenta que para los otros tres viajes ni siquiera
contamos con un extracto del diario de abordo, lo que obliga al investigador a recurrir a
otro tipo de fuentes.
Otro de los escritos del religioso, la Historia de las Indias7, en su parte dedicada a Co-
lón muestra la utilización de una amplia documentación original, transcribiendo algunos
de estos manuscritos por completo, fragmentos, o aludiendo a que está realizando un
resumen. Su obra tiene grandes similitudes con la Historia del Almirante, de Hernando
Colón, pero en ella incluye mayor número de documentos. El padre Las Casas tuvo acce-
so a los documentos colombinos conservados en la Cartuja de las Cuevas. También co-
noció la Biblioteca Colombina, entonces localizada en el convento de Santo Domingo. A
modo de curiosidad, indicaremos que el dominico realizó sus escritos en el Convento de
San Pablo, de Valladolid.
En los dos primeros libros de su Historia inserta 31 documentos casi completamente
transcritos, hecho que le debemos agradecer pues 17 de ellos los conocemos tan sólo
gracias a esta copia.
Su Historia de las Indias permaneció inédita8 durante mucho tiempo, pero fue utiliza-
da por el cronista de Indias Antonio de Herrera (1559-1625), para su Historia general
de los hechos de los castellanos.9 Los dos siglos siguientes la documentación colombina
fue manejada a través de estos dos cronistas. Herrera utiliza, y hasta copia a Las Casas,
pero no reproduce documentos.
Otros cronistas que utilizaron documentos colombinos, aunque no los publicaron ín-
tegros, son Pedro Mártir de Anglería10 y Andrés Bernáldez. El primero elaboró sus
Décadas utilizando información de primera mano, algunos originales de Colón que iba
leyendo y traduciendo al latín, y con noticias de algunos de los acompañantes de Colón,
como Antonio de Torres o Melchor Maldonado. Por su parte, el cura de los Palacios11
tuvo ocasión de tener ante sí los escritos colombinos, incluso estar presente en alguna de
las reuniones que Juan Rodríguez de Fonseca y el genovés tuvieron para tratar sobre la
localización de las nuevas tierras a la vuelta del segundo viaje, que el padre Lasa Casas
dice que se produjeron en casa de Bernáldez. No en vano, el sacerdote nos informa de
manera muy somera de los viajes colombinos, excepto el segundo en que se entretiene
con detenimiento, pues de él tuvo noticia directa del propio genovés, y como él mismo
anota pudo consultar otros escritos como el del doctor Chanca.12
Cronistas como Gonzalo Fernández de Oviedo13 recogen información oral o fuentes
anteriores, pero no se puede decir que recojan información de documentos directamente
colombinos. Oviedo fue el primer cronista oficial de Indias, y tuvo la ocasión de pre-
senciar siendo adolescente el recibimiento que los Reyes Católicos hicieron a Colón en
Santa Fé y a la vuelta del primer viaje en Barcelona; además, sirvió como paje del prín-
cipe don Juan, junto a los hijos del Descubridor, Diego y Hernando. Su obra fue escrita
20 años después de la muerte de Colón, 14 y en ella recoge interesantes datos sobre estos
primeros momentos del descubrimiento de América. Desde el segundo viaje tuvo oca-
LOS VIAJES COLOMBINOS A TRAVÉS DE LAS CRÓNICAS 1046

sión de hablar con muchos de los que regresaron a Castilla, como Pedro Margarit, o los
comendadores Arroyo y Gallego, el piloto Hernán Pérez Mateos, etc.15. Oviedo procura
relatar los hechos de la manera más veraz posible, aun a riesgo de no dar como resultado
un escrito ordenado y armónico.

Cronistas puntuales de los viajes colombinos


Tras citar apenas los nombres más relevantes de los cronistas que se ocupan de la épo-
ca colombina, veamos ahora cómo algunas personas del entorno de la corte o la familia
Colón hicieron sus propias anotaciones sobre alguno de los viajes del descubridor, sien-
do incluso partícipes en ellos.

El viaje descubridor
Para el primer viaje debemos citar inevitablemente el Diario del descubrimiento.16
Sin olvidar que se trata de un extracto del padre las Casas. Así mismo, debemos tener en
cuenta la Carta de Colón dando noticia del descubrimiento y que envió a Gabriel Sánchez
y a Luis de Santángel.17 Especialmente a través de la segunda, la enviada a Santángel, que
fue publicada rápidamente en Barcelona, se dio a conocer a Europa el descubrimiento de
unas nuevas tierras.
Ambos documentos anotan los nombres con que Colón fue bautizando a las islas que
iban descubriendo, llegando a Juana (Cuba), pensando que era tierra firme, y la perma-
nencia en la costa Norte de la isla Española. También tenemos ocasión de ver someras
descripciones sobre cómo eran los habitantes de las tierras que iban recorriendo, su or-
ganización social, la existencia de caníbales, detalla los productos que allí se pueden
obtener, y los beneficios espirituales de la evangelización para los indígenas, dóciles y
sin secta.

El segundo viaje, o de confirmación


El segundo viaje, a pesar de ser el menos estudiado hasta fechas bien recientes18, es el
que cuenta con un mayor número de crónicas y relaciones puntuales. Comencemos ci-
tando las abundantes cartas-relación que el genovés escribió a los soberanos, pues como
hemos indicado en esta ocasión no contamos con el diario de la navegación a las nuevas
tierras y por las islas del Caribe que exploraron entre 1493 y 1496, aunque sabemos que
fue utilizado por Hernando, Las Casas19 y Bernáldez.
En este viaje se sucedieron varias armadas, y el Almirante envió constantemente in-
formación de los sucesos del viaje en cada grupo de naves que regresaba a la península:
- Carta - Relación del segundo viaje de exploración a América y colonización de la
isla Española.20 Señalar que en esta relación aparece la descripción literaria de la carta
plana que Colón envió por escrito y por pintura con los descubrimientos realizados en el
primer y segundo viaje hasta enero de 1494, y sirvió de base para los acuerdos del Trata-
do de Tordesillas.
1047 COMUNICACIONES

- Carta Relación del viaje explorador a Cibao.21


- Carta Relación del viaje de exploración a las islas Española, Cuba y Jamaica.22
- Carta Relación del segundo viaje por vía terrestre al interior de la isla Española.23
Todas ellas vienen en parte a sustituir al desaparecido Diario. A ellas, y a las cróni-
cas de Hernando y las Casas, debemos sumar documentos escritos por Colón como El
Memorial de Cristóbal Colón para los Reyes Católicos (conocido como el Memorial
de Antonio Torres), fechado el 30 de enero de 1494 en La Española, y otras relaciones y
cartas de carácter privado, como las del doctor Diego Álvarez Chanca, Miguel Cuneo o
Guillermo Coma.
La Carta del Doctor Chanca al cabildo de Sevilla sobre el segundo viaje colombino24
nos aporta interesantes datos del viaje de ida, a pesar de carecer de datos cronológicos
concretos.
Sabemos que desde el 23 de mayo de 1493, es decir, desde el momento en que se em-
pieza a organizar el apresto de naves para el segundo viaje de Colón, los monarcas mani-
fiestan su intención de que este médico de la corte (de los Reyes y de la princesa Juana)
participe en la expedición. Gracias a su capacidad de observación, contamos con una de
las escasas crónicas, aunque en realidad es una carta privada, que nos permite reconstruir
los hechos del viaje de 1493. Se dirige al Cabildo de Sevilla, aunque las ultimas inves-
tigaciones realizada por la Dra. Adelaida Sagarra identifican al “Muy magnífico Señor”
que encabeza la carta, con Juan Rodríguez de Fonseca, entonces arcediano de Sevilla, y
responsable de los preparativos de este segundo viaje.
Su relato, bastante objetivo, nos aporta detalles tanto de la naturaleza de las Indias
como de la situación vivida por los españoles en el momento del primer asentamiento
organizado en América, la villa de la Isabela. Debemos destacar que anota el nombre
indígena de las islas del arco de las Antillas que van recorriendo, la visita al cacique
Guacanagari constatando que tras los sucesos del fuerte de la Navidad no estaba herido
como él afirmaba, y facilita interesantes noticias acerca de las costumbres de los indios
de la Española y sus productos.
El médico regresa en febrero de 1494 en la armada de 12 naves capitaneada por An-
tonio de Torres, por lo que a partir de ese momento finalizan sus informaciones, que
concluyen con las siguientes palabras “Aquí me parece será bien cear el cuento: creo los
que no me conocen que oyeren estas cosas, me ternán por prolijo e por hombre que ha
alargado algo; pero Dios es testigo que yo no he traspasado una jota los términos de la
verdad”.
El escrito de Guillermo Coma25 Sobre las islas recientemente descubiertas del Mar
Meridiano e Indico. La carta de Coma fue traducida por Niccolò Scillacio, o Nicolás
Esquilache. Guillermo Coma, aragonés, escribió a Scillacio sobre los acontecimientos
sucedidos hasta el momento del regreso de Torres. Coma también contó con información
de primera mano de participantes en el viaje con puestos relevantes como mosen Pedro
Margarit, y los numerosos paralelismos con el texto de Chanca nos hace pensar que tuvo
delante la carta del médico. Destaca lo minucioso de la descripción de la fundación de la
LOS VIAJES COLOMBINOS A TRAVÉS DE LAS CRÓNICAS 1048

villa de la Isabela y la magnificación de lo descubierto, o el interés por recoger la fauna y


la flora de las islas, o las costumbres de los indígenas.
La relación de Miguel o Michele Cuneo Sobre las novedades de las islas del Océano
Hespérico descubiertas por Don Cristóbal Colón26 se incluye en una carta dirigida a
Gerolamo Annari de Savona, está datada el 15 de octubre de 1495 y se conserva en la
Biblioteca de la Universidad de Bolonia. 27
El saones Miguel Cuneo probablemente procede de una familia de laneros, como
Cristóbal Colón. Embarcó junto a Colón el 25 de septiembre de 1493, participando tam-
bién en el viaje de exploración a Cuba y Jamaica. Permaneció en las Indias hasta la vuelta
de la segunda armada de Torres, el 2 de febrero de 1495. Una vez de regreso, en octubre
de 1495 Miguel de Cuneo escribe a Jerónimo Ianuario una breve relación de lo aconteci-
do en el segundo viaje colombino durante los dos años en que fue testigo directo.
A pesar de participar en la expedición atraído por las promesas del genovés, y por las
riquezas que prometía a los que fueran en su séquito, Cuneo en ningún momento pierde
la objetividad, dando en todo momento su propia opinión, aunque en ocasiones sea con-
traria a Colón (exploración del interior de la Española de Ojeda y Gorvalán, Cuba, escasa
tendencia al trabajo del indígena y corta vida que no les hacen aptos para venderlos como
esclavos, etc.) No obstante, recibe favores de Colón quien le regala una mujer caribe y la
isla de Adamaney, poniendo el nombre de Saona a otra isla en honor de su compañero de
viaje. Atento a todo el nuevo mundo que se abre ante sus ojos es capaz de enviar a Ianua-
rio, de memoria, una descripción de flora y fauna. La relación de Cuneo, en definitiva,
constituye el contrapunto obligado de la visión idealizada que transmiten Chanca y Co-
ma, de suerte que los tres informes se complementan mutuamente.
La Carta de Simone del Verde a Pietro Niccoli. 1494,28 uno de los comerciantes ita-
lianos que residía en la península en la época de los descubrimientos, concretamente en
Valladolid (1493-1494) y Cádiz (1498), contiene información proporcionada al italiano
por Antonio de Torres, el piloto de la Marigalante (el piloto mayor de la armada iba en la
Marigalante, y se le llamaba Camareco), y un maestre de la expedición. Nada de extra-
ñar, pues Verde se contaba entre el grupo de amistades más cercanas de la familia Colón.
Verde decide realizar una selección de los hechos que escucha narrar basándose en
“lo verosímil”, es decir, que tan sólo considera cierto aquello que escucha y le parece que
pudo haber ocurrido, dejando de lado algunos datos reales al pasar por el tamiz de su cri-
terio personal, con intención de evitar los excesos en los que suelen caer los narradores
de acontecimientos tan fantásticos como los del descubrimiento y exploración de unas
nuevas tierras. La carta al también florentino Niccoli está datada el 10 de mayo de 1494,
por lo que es evidente que no puede contar más que aquello que pudieron relatar los hom-
bres que regresaron con Torres, que llegaron a Cádiz el 7 de marzo: narra las costumbres
antropofágicas de los caribes, las expediciones de reconocimiento del interior de la isla
Española, y aspectos como la indumentaria de los indios como penachos de plumas y
otros adornos.
La Carta de Giovanni Bardi29 se conserva en el Archivo Gonzaga de Mantua. Al pa-
recer Bardi recibió copia de las cartas del Almirante, lo que hace evidente que no era un
1049 COMUNICACIONES

desconocido. Su carta aparece fechada en Sevilla, el 19 de abril de 1494, pero descono-


cemos su destinatario. En su relato Bardi comete varios errores, como confundir algunos
sucesos de la isla Guadalupe, como sucedidos en La Española (la pérdida de un grupo de
hombres a cargo de Diego Márquez), aunque sin embargo detalla con exactitud aconteci-
mientos como el enfrentamiento con los indígenas en Santa Cruz, fragmento que recuer-
da a la relación de Coma.
Ramón, o Román, Pané es uno de los primeros religiosos que fueron a las Indias con
el fin de intentar una rápida cristianización del indígena. El original de la relación escrita
por Pané se ha perdido, y no la conoceríamos si don Hernando no la hubiera incorporado
en el capítulo LXII de su Historia del Almirante30.
Cristóbal Colón encargó al jerónimo que se informara acerca de las costumbres y
creencias de los indios, tal y como escribe don Hernando. De este encargo habla tam-
bién Pedro Mártir de Anglería en una carta de 13 de junio de 1497. En ella nos dice que
no se había sabido nada de lo que creían los indios “hasta que ahora, por mandado del
Almirante Colón, ha tratado con más familiaridad a los [caciques] principales cierto
Ramón, ermitaño [quien], ha tenido ocasión de comprobar que la mayor parte de ellos
profesan un admirable respeto a los antros...”
Este fue el primer intento de conocer las creencias de los indígenas y para ello Pané
debía entender la lengua taina y su día a día. Vivió junto al cacique Guarionex durante ca-
si dos años y después con el cacique Mabiatúe. Aunque con un cierto desorden, como él
mismo reconoce, realizó una importante labor anotando todo aquello que pudo conocer.
El trabajo de Pané fue utilizado abundantemente por el padre Las Casas en su Apolo-
gética Historia y por Pedro Martir de Anglería en su primera Década.

El tercer viaje
En esta ocasión tampoco contamos con el Diario, pero sí con la Carta relación del
Almirante a los reyes sobre su tercer viaje. De la copia manuscrita en el original de la
Historia de las Indias, del padre Las Casas, que se conserva en la Biblioteca Nacional de
Madrid, ms. Res. 21-23, Fol.. 67 vto - 76 rto.31
En su tercer viaje Colón no se muestra tan animado y maravillado con todo lo que va
surgiendo ante sus ojos. Ahora se presenta más receloso pues sabe que en la Corte se está
perdiendo interés por su empresa al no mostrarse tan beneficiosa como él prometió. Esto
hace que, tras llegar a tocar finalmente tierra firme, tras salir de las Bocas del Drago, y en
las inmediaciones de la isla de Trinidad, el genovés se sintiera obligado a justificar ante
los soberanos la realización de este tercer viaje.
Probablemente por el apremio de la situación, influenciado por la exhuberancia de la
vegetación tropical, y tomando como referencia la observación previa del cambio mag-
nético producido en torno a las 100 leguas al Oeste de las Azores, Colón justificó el no
haber llegado a las tierras prometidas con una nueva concepción geodésica del globo
terrestre. Desde esta raya se aprecia un cambio en los vientos y el camino se eleva y
aparecen las hierbas del Mar de los Sargazos, y ve cómo varía la localización de la es-
LOS VIAJES COLOMBINOS A TRAVÉS DE LAS CRÓNICAS 1050

trella polar. Colón piensa que este es el camino al Paraíso que se encuentra al final de la
elevación comenzada a 100 leguas al Oeste de las Azores. Allí se encuentran los cuatro
grandes ríos, eso justifica el abundante caudal de la desembocadura del Orinoco, donde
en realidad se encuentra.
El ligur justifica que no se sabía que esta elevación que producía que la tierra tuviera
forma pezonoidal no se conocía, porque se encuentra en la mitad desconocida del globo,
sin embargo, la otra mitad tiene forma redondeada. “La solución era adecuar la realidad
a su teoría, si la Tierra era pequeña, se le hacía un añadido para que coincidiese con sus
medidas. Este añadido fue un pezón que compensaba la falta de grados, y de paso jus-
tificaba el clima, la presencia de un río enorme, que suponía un gran continente, y a la
vez le daba pie para localizar el Paraíso Terrenal al extremo de oriente, como decían los
Santos Padres. Sólo le faltaba recomponer toda la teoría reformando de paso las bases
ptolemaicas y convertirse él en el verdadero descubridor de la forma de la Tierra”. 32
A pesar de no contar con crónicas como tal que nos informen del tercer viaje, además
de las generales, si tenemos documentos puntuales, como la carta del alcalde Miguel
Ballester a Colón sobre la rebelión de Roldán, y otros incluidos en el Libro de los privile-
gios, tras la ampliación realizada por Colón en 1502, y como no la Colección Documen-
tal del Descubrimiento que nos ayudan a reconstruir los acontecimientos de este viaje.

El cuarto viaje, o el conocimiento completo de la esfera


En cuanto al cuarto viaje ocurre algo similar a los dos precedentes, no conocemos el
Diario, pero sí la “Carta relación del cuarto viaje de Cristóbal Colón”, o “Carta de Ja-
maica” (Jamaica 7 de julio de 1503).33 En ella el genovés nos cuenta el recorrido desde
la Española, pasando por Cuba y Jamaica a la tierra firme, en la zona de las Guanajas y
Honduras. En el viaje de regreso, los pasajeros quedaron como náufragos en la costa
Norte de Jamaica durante más de un año.
De nuevo Colón se ve obligado a justificar ante los Reyes Católicos su fracaso. Si en
el tercer viaje inventó una “tierra pezonoidal”, ahora afirma haber rodeado la esfera. Re-
curriremos otra vez a las palabras utilizadas en el Itinerario de Colón para resumir la idea
colombina: “Colón, en su planteamiento científico de justificar sus descubrimientos, se
sitúa en el pueblo de Carambaru, en la actual Costa Rica, y dice haber recabado noticias
de los nativos, según las cuales a nueve jornadas al poniente tierra adentro se encuentra
la provincia de Çiguare. Y dice que esta provincia está como en España «Tortosa con
Fuenterrabía», o lo que es lo mismo que la provincia de Çiguare está al otro lado de un
istmo en el que ellos se encuentran, y que para atravesarlo sólo son necesarias nueve
jornadas a pie. ....
La siguiente afirmación de su planteamiento científico no es menos interesante. Co-
lón escribe que los hombres de laregión de Çiguare afirman que el río Ganges se encuen-
tra a tan sólo diez jornadas por tierra de esta provincia suya, y que también se puede ir
por mar. El genovés pretende que lo smonarcas, tras leer estas declaraciones científicas
suyas, entiendan que él, Cristóbal Colón, está a un tiro de piedra de contactar con los
portugueses; y que ha demostrado que la ruta d eOriente por Occidente es viable.”34
1051 COMUNICACIONES

Diego Porras35 era escribano de la armada, por lo que debe estar presente en todos los
actos y dar fe de todos los bienes rescatados. En su relación fue anotando los rumbos y
recorridos de las naves de la expedición, los acontecimientos con los indígenas de mane-
ra breve y sucinta que debemos leer con cuidado pues pretende demostrar la ineficacia
de Colón. También es el autor de la Relación de la gente e navíos que llevó a descubrir
el Almirante Cristóbal Colón36. En esta Relación se especifica el pago adelantado -por
seis meses- a las tripulaciones de las cuatro naves que formaron la armada de este “alto
viaje”; clasificados los hombres por barcos y en cada uno los tripulantes según su profe-
sión: oficiales, marineros, escuderos, grumetes. Además esta lista aclara, algunas veces,
datos personales de los pasajeros como fechas de fallecimiento o si decidió quedarse en
La Española. Así mismo, gracias a este documento conocemos los fletes y gastos de los
navíos, al menos los previstos.
Diego Méndez de Segura37 participó en el cuarto viaje como escribano de la arma-
da. Fue criado del Almirante. En varias ocasiones a lo largo del cuarto viaje colombino
destaca el nombre de Diego Méndez. En Tierra Firme, en el intento de asentamiento de
Santa María de Belén, nos lo encontramos luchando valientemente contra los indígenas,
pero el hecho que nos recuerda sin dudas su nombre es el lograr pasar en una canoa a la is-
la de la Española desde la bahía de Santa Ana cuando los supervivientes de la expedición
naufragaron al Norte de la isla de Jamaica. Méndez consiguió los esperados refuerzos y
que los hombres pudieran regresar a España, donde le veremos sirviendo al Almirante
hasta sus últimos días, y posteriormente a su familia.
Conocemos también su testamento completo, en el que se inserta su narración del
cuarto viaje, que nos aporta interesantes datos de este último viaje del genovés al Nuevo
Mundo.
Por nuestra parte, consideramos que en este breve resumen no hay espacio para más
crónicas, si cabe, mencionar el Diario de los Verdesotos38 unos comerciantes vallisole-
tanos, pues es el único documento que recoge la muerte de Cristóbal Colón en Valladolid,
hecho que conmemoramos en mayo de 2006 con algunas exposiciones, publicaciones y
un magno congreso en las instalaciones del museo de la Ciencia de la ciudad castellana.
LOS VIAJES COLOMBINOS A TRAVÉS DE LAS CRÓNICAS 1052
1053 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Francisco ESTEVE BARBA. Historiografía indiana, Madrid, Gredos, 1992 (2ª ed.)
2
En esta edición Alfonso Ulloa tradujo la obra al italiano. En español no fue conocida hasta que la tradujo An-
drés GONZÁLEZ DE BARCIA en su recopilación Historiadores primitivos de las Indias Occidentales. Madrid,
1749. Esta traducción es la seguida por Luis ARRANZ. Historia del Almirante don Cristóbal Colón. Madrid,
Historia 16, 1984.
3
COLÓN, Hernando: Historia del Almirante. Edición de Luis ARRANZ. Madrid, 1991. Historia 16.
4
PANÉ, Román: Relación acerca de las antigüedades de los indios. Crónica de carácter antropológico reco-
gida en el capítulo LXII de la Historia del Almirante de Don Hernando Colón.
5
STREIT. “Fr. Roman Pane der ersle Etnogrph Americas”, en la Zeitsch-rift für Missous-wisensohaft (Múns-
ter), 1920.
6
Hasta el momento se han realizado varias ediciones del Diario de la primera navegación, pensamos que la
más lograda hasta el momento es la que han realizado Jesús VARELA y José Manuel FRADEJAS, y el Ayunta-
miento de Valladolid. Diario del primer viaje de Cristóbal Colón. Valladolid. 2006
7
CASAS, Bartolomé de las: Historia de las Indias. Ed. de Agustín MILLARES CARLO, FCE, México, 1992.
8
Se publicó por primera vez en la Colección de Documentos inéditos para la Historia de España (tomos 62 a
66), entre 1875 y 1876, por el marqués de la Fuensanta del Valle y José Sancho Rayón. De las ediciones actuales
las más interesantes son las de Agustín MILLARES CARLO (México, 3 vols, 1ª ed. 1951, 3ª reimp. 1992, Fondo
ce Cultura Económica), y la editada por Juan PÉREZ DE TUDELA en la Biblioteca de Autores Españoles, tomos
95, 96, 105, 106 y 110.
9
Historia General de los Hechos de los castellanos en las Islas i Tierra Firme del Mar Océano (publicada por
primera vez en Madrid, 1601) Madrid, 1730, década I, lib. I, cap. VII, p.11. Reed. de la R.A.H., Madrid, 1934-
1936, 5 vóls.
HERRERA Y TORDESILLAS, Antonio de: Historia General de los hechos de los españoles en las islas e
tierra firme del Mar Océano. Madrid, 1730.
Historia General de los hechos de los españoles en las islas e tierra firme del Mar Océano, escrita por Antonio
de Herrera cronista mayor de su Majestad, de las Indias, su cronista de Castilla, en quatro décadas. Madrid, 1934
10
MÁRTIR DE ANGLERÍA, Pedro: Opus epistolarum. Madrid, 1953. En “Documentos Inéditos para la His-
toria de España”. Tomo IX. También escribió las Décadas del Nuevo Mundo. Buenos Aires, 1954. Edición de
Joaquín TORRES ASENSIO.
11
BERNÁLDEZ, Andrés, Cura de los Palacios. Crónicas de los Reyes de Castilla III. Historia de los Reyes
Católicos D. Fernando y Dª Isabel. BAE, tomo LXX, Madrid 1953, cap. cap. 131.
12
BERNÁLDEZ [11], cap. 131.
LOS VIAJES COLOMBINOS A TRAVÉS DE LAS CRÓNICAS 1054

13
FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Gonzalo. Historia General y Natural de las Indias. BAE. Edición de Juan
PÉREZ DE TUDELA. Madrid, 1992
14
Historia General y Natural de las Indias, islas y Tierra Firme del mar océano; obra dividida en 50 libros en
tres partes, publicada la 1ª parte en Sevilla, 1535, reimpresa en Salamanca en 1547; ed. en Madrid, 1851; ed. de
Pérez de Tudela. Biblioteca de Autores Españoles. Madrid, 1959, t. 117; t. I, lib. I, cap. II, pp. 15-16
15
Vid libro II, cap. XIV de su Historia General y Natural de las Indias, islas y Tierra Firme del mar océano.
16
Diario del descubrimiento. Edición de Manuel Alvar. Gran Canaria, 1976.
17
Pensamos que no es el momento de relatar las distintas ediciones de esta Carta de Colón, tan sólo recordar
que la más conocida es la edición de Carlos Sanz: La carta de Colón. 15 de febrero - 14 de marzo de 1493. Repro-
ducción del texto original español impreso en Barcelona (Pedro Posa, 1493). Madrid, 1962.
18
Vid LEÓN GUERRERO, M.ª Montserrat. El segundo viaje colombino. Edición virtual en www.cervan-
resvirtual.com (2002), o Cristóbal Colón y su viaje de Confirmación (1493-1496). Valladolid, Ayuntamiento de
Valladolid, 2006.
19
Césare De Lollis ha realizado una reconstrucción del Diario de este viaje a través de las obras de Hernando
Colón y el padre Las Casas, en Raccolta, parte I, pp. 139-231.
20
COLÓN, Cristóbal. Carta - Relación del segundo viaje de exploración a América y colonización de la isla
Española, en Manuscrito del libro copiador de Cristóbal Colón. Edición de Antonio RUMEU DE ARMAS. Ma-
drid, 1989 (2 vol), pp. 445-467.
21
COLÓN, Cristóbal. Carta Relación del viaje explorador a Cibao, en Manuscrito del libro copiador de Cris-
tóbal Colón. Edición de Antonio RUMEU DE ARMAS. Madrid, 1989 (2 vol),. pp. 469-484.
22
COLÓN, Cristóbal. Carta Relación del viaje de exploración a las islas Española, Cuba y Jamaica, en Ma-
nuscrito del libro copiador de Cristóbal Colón. Edición de Antonio RUMEU DE ARMAS. Madrid, 1989 (2 vol),
pp. 485-521.
23
COLÓN, Cristóbal. Carta Relación del segundo viaje por vía terrestre al interior de la isla Española, en
Manuscrito del libro copiador de Cristóbal Colón. Edición de Antonio RUMEU DE ARMAS. Madrid, 1989 (2
vol), pp. 523-541
24
ÁLVAREZ CHANCA, Diego: Carta del Doctor Chanca al cabildo de Sevilla sobre el segundo viaje colom-
bino. De la copia existente en la biblioteca de la Real Academia de la Historia, tomo E 27, grada 3ª, nº 93.
25
COMA, Guillermo: Sobre las islas recientemente descubiertas del Mar Meridiano e Indico. Traducido por
Nicolás ESQUILACHE. En “Cartas de particulares a Colón”. Madrid, 1984, pp. 177 - 203
26
CUNEO, Miguel: Sobre las novedades de las islas del Océano Hespérico descubiertas por Don Cristóbal
Colón. En “Cartas de particulares ... “. Madrid, 1984, pp. 235 - 260.
27
Ms. en Universidad de Bolonia, Cód. 4.075; Raccolta, P. III, vól. II, pp. 95-107; Cittá, pp. 182 a 183 facs. trad
y trans.; Co.Do.Des., II, n. 316, pp. 853-869
Se apunta en la Raccolta, fundamentándose en las actas notariales savonesas, que Cuneo era hijo del Corrado
de Cuneo que vendió a Doménico Colombo en 1474 una casa; y, aunque Colón no regresó del segundo viaje hasta
1496, se estima que Cuneo pudo volver a la Península en una de las 12 naves (de las 17 que salieron en ese viaje)
que el Descubridor mandó de vuelta en 2 de febrero de 1494.
En cuanto a la existencia de Annari, consta una carta que éste envió al Almirante unos años después, desde Gé-
nova, el 18 agosto de 1497, pues aparece registrada en los inventarios de las Cuevas ( Serrano y Sanz, El Archivo
Colombino, p. 116: Una carta de Jerónimo Annari para el primer Almirante, fecha en Génova a XVII de agosto de
MCCCCXCVII años)
VERDE, Simone: Carta de Simone del Verde a Pietro Niccoli. 1494. En “Primeras cartas de América”, ed. de
28

MORALES PADRÓN, pp. 169-174


1055 COMUNICACIONES

29
BARDI, Giovanni: Carta de Giovanni Bardi. En “Primeras cartas sobre América”. Ed. de Francisco MO-
RALES PADRÓN. Sevilla, 1990.
30
Román PANÉ. Relación acerca de las antigüedades de los indios. Crónica de carácter antropológico recogi-
da en el capítulo LXII de la Historia del Almirante de Don Hernando COLÓN.
31
COLÓN, Cristóbal. Carta relación del Almirante a los reyes sobre su tercer viaje. De la copia manuscrita en
el original de la Historia de las Indias, del padre Las Casas, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid,
ms. Res. 21-23, Fol.. 67 vto - 76 rto.
32
Vid al respecto. Jesús VARELA y M.ª Montserrat LEÓN. Colón, su tesis “pezonoidal” del globo terráqueo y
el Itinerario del tercer viaje: la fantasía del Paraíso Terrenal”. Valladolid, 2002. Jesús VARELA y M.ª Montserrat
LEÓN. El Itinerario de Cristóbal Colón (1451-1506). Valladolid, 2003.
33
COLÓN, Cristóbal: “Carta relación del cuarto viaje de Cristóbal Colón”, o “Carta de Jamaica” (Jamaica
7 de julio de 1503). En Manuscrito del Libro Copiador de Colón. Edición de Antonio RUMEU DE ARMAS. Ma-
drid, 1989 (2 vol), pp. 575-594.
34
Jesús VARELA y M.ª Montserrat LEÓN. De Valencia de las Torres a Valladolid. El cuarto viaje de Colón
y su Itinerario. Valencia de las Torres, 2003. Jesús VARELA y M.ª Montserrat LEÓN. El Itinerario de Cristóbal
Colón (1451-1506). Valladolid, 2003.
35
Relación del viaje y de la tierra descubierta por Colón, realizada por Diego Porras. Sanlúcar de Barrameda, 7
de noviembre de 1504. AGS, Secretaría de Estado, leg. 11, fol. 152 y ss. Vid Fernández de Navarrte I, pp. 282-295,
y Codotes pp. 1664-1668.
36
Diego Porras también elaboró la Relación de la gente e navíos que llevó a descubrir el Almirante Cristóbal
Colón AGS, Estado,leg. 1-2º, Fol.. 153 rto - 158 vto.
37
Testamento de Diego Méndez. AGI, Patronato 295, nº 90. Publicado en Fernández de Navarrete [*], I, pp.
314-329. Vid la transcripción de J VARELA y M.ª M. LEÓN, De Valencia de las Torres a Valladolid. El cuarto
viaje de Cristóbal Colón y su Itinerario. Valencia de las Torres, 2003.
38
Conservado en la biblioteca de la Real Academia de la Historia, Colección Vargas Ponce, t. LII.
1057 COMUNICACIONES

Cronistas, descubrimientos y colonización

LA CRÓNICA DE LOS DESCUBRIMIENTOS


DE JUAN ÁLVAREZ MALDONADO

Mª Luisa Martínez de Salinas Alonso


(Universidad de Valladolid)

Para la mayor parte de los conquistadores y exploradores que recorrieron la geografía


americana en la etapa de los descubrimientos, tan importante, si no más, era llevar a cabo
la empresa que habían proyectado y que se habían comprometido a realizar como darla
a conocer en un amplio ámbito y divulgar los esfuerzos y las penalidades que habían
soportado. Todo ello con el fin de obtener la recompensa económica a la que aspiraban y
lograr una fama que les otorgara el reconocimiento general y un prestigio que facilitaría
el enganche en caso de querer proseguir con las empresas conquistadoras.
A lo largo del siglo XVI fueron incontables las expediciones que, respondiendo a ese
principio general, llevaron a cabo en las Indias personajes muy diferentes. De la suma de
todas ellas resultó la exploración de un espacio geográfico inabarcable en su momento y
la incorporación de amplísimos y con frecuencia hostiles territorios a la Corona de Cas-
tilla. En este sentido, destaca por méritos propios la figura de Juan Álvarez Maldonado,
un personaje escasamente conocido pero que emprendió una de las expediciones más
ambiciosas de cuantas se llevaron a cabo en el Perú al iniciarse la segunda mitad del siglo
XVI. Su objetivo era explorar, conquistar y gobernar el oriente del Cuzco -la zona que
entonces se conocía como los Andes del Cuzco- de lo cual resultó que “...no se hizo en la
época colonial un estudio tan vasto de los afluentes del [río] Madre de Dios como el reali-
zado por Maldonado y sus tenientes”1. La expedición forma parte del amplio conjunto de
las que se realizaron en aquellos años hacia múltiples puntos del interior del continente,
pero, a diferencia de la mayor parte de ellas que se conocen muy poco e incluso algunas
son prácticamente desconocidas, la de Álvarez Maldonado se puede seguir con detalle
gracias a que cuenta con una pormenorizada relación, que es la que interesa destacar en
este trabajo2 y que nos proporciona múltiples noticias sobre las circunstancias de la em-
presa y las características del área que recorrió.3
Se trata de un amplio escrito dividido en dos partes distintas. Una primera de 24 capí-
tulos en la que se narra de forma detallada la empresa conquistadora, las dificultades de
LOS DESCUBRIMIENTOS DE JUAN ÁLVAREZ MALDONADO 1058

la misma, los diversos episodios guerreros, la estrategia, los encuentros con los indios,
la fundación de ciudades y en general los avatares que se vivieron a lo largo de los meses
que duró la expedición, y una segunda más descriptiva y breve - Descripción y calidades
de esta tierra llamada la Nueva Andalucía - en la que de forma compendiada se propor-
cionan muchos datos de tipo naturalista, geográfico e incluso etnográficos sobre la zona
y la población indígena con la que tuvieron contacto. Todo ello realza la importancia de
la empresa y del personaje que la promovió y llevó a cabo, que en definitiva es lo que se
pretendía con este texto. Un texto, por otro lado, anónimo y cuyo contenido no propor-
ciona ningún dato para poder localizar al autor.
“Relación verdadera del discurso y subceso de la jornada y descubrimiento que hize
desde el año de 1567 hasta el de 69” puede llevar a pensar que fue el propio Álvarez
Maldonado quien la escribió, pero esta hipótesis se descarta al continua la lectura y com-
probar que las múltiples referencias que a él se hacen son siempre en tercera persona,
lo que indica una autoría diferente. Ulloa se inclina a pensar que quien lo redactó fue el
piloto Hernando Alonso, que había participado en todo el proyecto y luego, siguiendo
instrucciones del propio Maldonado, permaneció diez meses con los indígenas de Opa-
tari realizando una cierta aculturación y esperando la vuelta de los españoles a esa zona.
Sin embargo, dado que el escrito está fechado en Lima el 31 de julio de 1570, cuando Ál-
varez Maldonado había vuelto de la jornada descrita en la Relación y estaba preparando
el retorno, se puede pensar que seguramente fue redactado a instancias suyas por alguien
desconocido buscando un aval para el nuevo proyecto y un instrumento que presentar a
las autoridades para convencerles -sobre todo al virrey- no sólo de sus méritos y capaci-
dad sino de las posibilidades de éxito que, basándose en la experiencia adquirida en la
primera ocasión, que el escrito se encarga de resaltar sobradamente, sin duda tendría la
continuación de la jornada.
Los pocos datos biográficos que se poseen sobre Juan Álvarez Maldonado4 indican
que había nacido en Salamanca hacia 1524 en el seno de una familia hidalga y que de-
cidió pasar a las Indias en torno a 1542. Inicialmente se dirigió a la zona de Veragua
donde permaneció hasta que en 1548 se trasladó al Perú. Se estableció en la ciudad de
Cuzco y, adscrito al bando leal a la Corona, participó activamente en las luchas políticas
que caracterizaron aquellos años. Tomó parte en los principales enfrentamientos que se
sucedieron entre las diversas facciones y, al parecer, tuvo una destacada participación
en la batalla de Jaquijaguana a las órdenes de D. Pedro Lagasca, lo que, por otro lado, le
permitió convertirse en encomendero en Cuzco al premiársele con tres repartimientos;
intervino en la campaña contra Hernández Girón, en las batallas de Guamanga, Abancay,
Pucará y en todos aquellos episodios en los que las autoridades requirieron su presencia.
En 1556 fue nombrado Rector del Hospital de Indios de Cuzco y al año siguiente se tras-
ladó a Lima para negociar con las autoridades su gran proyecto de explorar las cabeceras
de los ríos del oriente peruano.
El objetivo era adentrarse en un territorio que desde tiempo atrás había llamado la
atención de los españoles por cuanto se pensaba que en él podía hallarse sino el Dorado,
que por aquella época se localizaba algo más al norte, al menos si un mundo rico que
cubriría sobradamente las expectativas de quien lo encontrara; además de lo que ello su-
1059 COMUNICACIONES

pondría en cuanto a reconocimiento personal al ensanchar la tierra conocida e incorporar


nuevos dominios a la Corona de Castilla. Así, siguiendo las noticias que en este sentido
llegaban periódicamente hasta el Cuzco y convencidos de la veracidad de las mismas,
algunos conquistadores habían realizado incursiones al otro lado de la cordillera, como
el veterano soldado de origen griego Pedro de Candía que salió con 300 hombres en 1538
dispuesto a encontrar en esa zona el rico país de Ambaya, de cuya existencia y magnifi-
cencia le había informado una india pero que constituyó un auténtico fracaso; y lo mismo
puede decirse de la expedición que, como continuación de la anterior, encabezó al año
siguiente Pedro Antúnez (Peranzúrez) de Camporredondo para conquistar la tierra de los
Chunchos también en el área oriental, y cuya principal aportación fue haber explorado el
valle de Carabaya y descubrir el río Beni, al que los expedicionarios llegaron maltrechos
tras padecer incontables penalidades y haber muerto gran parte de ellos, tanto españo-
les como indios acompañantes5. Posteriormente, el Conde de Nieva encargó en 1561
a Gómez de Tordoya la organización de una ambiciosa expedición, que quedó en mero
proyecto, para conquistar el área oriental por el río Tono, más o menos en la zona que se
entregaría después a Álvarez Maldonado, y tampoco tuvieron mucho éxito las empresas
de Juan Nieto el mismo año de 1561 para penetrar en el este por la parte más sureña de
Camata, la de Antón de Gascos en 1562 que entró por Cochabamba o la de Diego Alemán
en 1563 que trató de acceder igualmente por Cochabamba6.
Pues bien, aunque estas jornadas precedentes resultaron un fracaso y fue práctica-
mente nulo el resultado económico que obtuvieron, sin embargo contribuyeron a incre-
mentar la fama de esa tierra oriental por cuanto las noticias que los participantes llevaron
al Cuzco sobre ella insistían en las posibilidades de enriquecimiento que allí existían,
aunque ahondaban también en las dificultades del acceso. En realidad, era un territorio
considerado casi inexpugnable debido, por un lado, a sus complejas características geo-
gráficas y, por otro, a que los indígenas que residían en las cercanías se habían encargado
de difundir la misma idea para proteger de esa forma a los descendientes de los incas
que allí se habían refugiado tras la conquista española. Pero las múltiples leyendas que
circulaban relacionadas con esta cuestión7 y el carácter de tierra infranqueable, lejos de
desanimar a Álvarez Maldonado lo alentaron para organizar un gran expedición con la
que estaba seguro de poder llegar al fabuloso reino del Gran Paititi, tal como lo planteó a
las autoridades peruanas, localizado tras los ríos que nacen al este de los Andes y, según
se decía, habitado por indígenas tan poderosos que incluso a los Incas les había resultado
difícil lograr someterlos y cuyo ámbito eligieron posteriormente como refugio8, lo que
incrementaba la importancia del territorio a los ojos de los indios.
La solicitud para llevar a cabo la empresa se presentó en un momento propicio para
obtener la correspondiente autorización, pues por esos años el gobernador del Perú, Lope
García de Castro, pretendía insistir en la política de “descarga de la tierra” orientada a sa-
car sobre todo de Lima al mayor número posible de los soldados que residían en la ciudad
llevando una vida más o menos ociosa y causando muchos problemas a las autoridades; el
objetivo, era, por tanto, ampliar el espacio para fundar poblaciones y estabilizar gentes9,
por lo que la propuesta de explorar el oriente efectuada por Álvarez Maldonado fue muy
bien acogida y se le concedió no solo la autorización solicitada sino que se le dieron tam-
bién facilidades para efectuarla, incluidos los cargos de gobierno que demandó para sí.
LOS DESCUBRIMIENTOS DE JUAN ÁLVAREZ MALDONADO 1060

El proyecto de la expedición se fundamentaba en la creación de una gran gobernación,


de la que el propio Álvarez Maldonado evidentemente sería el titular, de límites impreci-
sos pero muy extensos y en los que claramente se comprueba el desconocimiento que por
entonces existía de la geografía americana. El título de Gobernador y Capitán general de
las tierras por descubrir hasta el territorio de los indios Mojos que se le entregó a Álvarez
Maldonado para sí y para un sucesor, incluía una jurisdicción que, según la Relación,
abarcaba más de ochocientas cincuenta leguas, hasta “la Mar del Norte” en longitud y
hasta el paralelo que atraviesa la ciudad de la Plata en latitud, exceptuando de sus límites
las zonas ya conquistadas o pacificadas o que estuvieran concedidas a otros conquista-
dores. En cualquier caso, una extensión gigantesca que en la actualidad corresponde al
este de Perú y el centro de Bolivia, Paraguay y Brasil y que además explícitamente se
prolonga hasta el Atlántico por el este, lo que suponía llegar hasta territorio portugués.
Realmente se trata de una gobernación inusitada cuya concesión responde sin duda, por
un lado, a ese desconocimiento aludido, pero también seguramente al deseo de las auto-
ridades peruanas de que se realizaran este tipo de expediciones que, en el dudoso caso de
que tuvieran éxito por los peligros que entrañaban, al retorno concretarían los límites con
mayor exactitud.
Además, no es sólo muy llamativa la amplitud de los términos de la gobernación sino
que también lo es su denominación de Nueva Andalucía, ya que se trata de un nombre
que aparece repetidas veces en las capitulaciones de conquista que se firmaron los años
centrales del siglo XVI10. En este caso tal vez la elección del nombre se deba igualmente
al desconocimiento exacto de la geografía, que llevó a un acortamiento de la extensión
continental e hizo creer a Álvarez Maldonado que, adentrándose por los ríos, podía lle-
gar a esa zona denominada Nueva Andalucía, que se localizaba a la espalda de los terri-
torios portugueses en dirección norte-sur siguiendo la línea de Tordesillas hasta el Río de
la Plata y cuyo gobierno estaba negociando también por entonces Hernández de Serpa,
quien finalmente lo consiguió en 1568. Es decir, la coincidencia temporal de las dos
solicitudes, el hecho de que se designen ambas gobernaciones con el mismo nombre y
el que el límite oriental de la de Álvarez Maldonado se fije en el Mar del Norte, induce a
pensar en un planteamiento un tanto competitivo entre los dos capitanes y a considerar
el deseo de este último de llegar a conquistar y gobernar una zona a la que otros también
aspiraban, pero accediendo por un camino diferente por el que estaba seguro de lograr
acceder antes que Hernández de Serpa. Es más, a pesar de que la empresa que se describe
en este relato no logró los objetivos pretendidos y de que la titularidad de la gobernación
de la Nueva Andalucía recayó en Hernández de Serpa, todavía tiempo después Álvarez
Maldonado siguió utilizando el título, evidentemente sin corresponderle, tal como puede
verse en el encabezamiento de su Información de méritos y servicios: “Información de
los méritos y servicios de Juan Álvarez Maldonado, gobernador de Nueva Andalucía,
donde descubrió y conquistó las provincias desde el lago de Opatari hasta el Mar del
Norte en latitud y longitud de 120 leguas y después pasó a Vilcabamba y consiguió apa-
ciguar a los indios alzados”11.
La parte de la crónica relativa a la propia empresa descubridora y conquistadora des-
cribe pormenorizadamente las circunstancias de la misma y los acontecimientos que tu-
1061 COMUNICACIONES

vieron lugar, lo que permite conocer y seguir con detalle el proceso, vivir los esfuerzos
con los protagonistas y adentrarnos en lo que suponían las expediciones de este tipo.
La de Álvarez Maldonado comenzó con la salida del Cuzco, hacia septiembre de
1567, únicamente con 14 hombres como avanzadilla para comprobar las posibilidades
de penetración que existían en la zona de los ríos y si era factible la navegación. Llegó
hasta unas doce leguas de distancia del río Picopata y, convencido de que podía realizar
la expedición, regresó a Cuzco, reunió 120 hombres y los guió hasta Opatari donde fundó
una primera población que llamó ciudad del Bierzo, que serviría para señalar el comien-
zo de su jurisdicción y de punto de partida de la jornada. Desde allí, continuaron por el
río Tono en cuyas márgenes fundó la población de Buenavista, utilizada sobre todo como
astillero para construir las embarcaciones que le serían necesarias para el descenso de los
ríos. En este punto la expedición se dividió. Álvarez Maldonado regresó al Cuzco con el
fin de reunir más gente, un pequeño grupo quedó en Buenavista como defensa y para ir
dando forma al asentamiento y otro de 80 hombres fue enviado al interior al mando del
lugarteniente Martín de Escobar a proseguir la empresa hasta las tierras de los toromo-
nas; este grupo continuó recorriendo los ríos hasta la confluencia del Paucartambo con el
Tono y, por lo tanto, entraron en el Manú o alto Madre de Dios, alcanzaron el territorio de
los toromonas y entraron en contacto con el cacique Tarano, que si bien en principio les
recibió pacíficamente poco después cambió de actitud, resistió la entrada de los españo-
les y casi terminó con ellos.
Mientras tanto, Álvarez Maldonado concluyó los preparativos para retornar a la zona
y auxiliar a los hombres que allí había dejado, pero tuvo que retrasar su salida del Cuzco
para solventar el problema de jurisdicción con Gómez de Tordoya a quien, como se ha
dicho, el virrey conde de Nieva, antecesor de García de Castro, había concedido el go-
bierno de la misma zona que éste había entregado a Álvarez Maldonado. En definitiva,
se trataba de un caso más de los muchos de conflicto de jurisdicción que se plantearon
aquellos años, pero en esta ocasión se agravó porque, lejos de solucionarse en el Cuzco,
ambos implicados se dirigieron al área en litigio con sus respectivas tropas tratando de
adelantarse al adversario. Maldonado envió emisarios a Martín de Escobar comunicán-
dole lo que sucedía y las precauciones que era preciso tomar en caso de que Tordoya
llegara antes que él, como así fue, aunque Escobar no tuvo ocasión de decidir nada pues,
al poco de encontrarse, los hombres de Tarano les atacaron y terminaron primero con el
grupo de Tordoya y poco después con el de Escobar.
Tras un peligroso recorrido por haberse producido ya para entonces las crecidas de
los ríos y hallarse el camino en difíciles condiciones, que la crónica describe con detalle,
Maldonado consiguió llegar a la provincia de los toromonas donde suponía que se en-
contraba Escobar y comprobó la muerte de todos sus hombres -salvo dos que el jefe indio
dejó con vida- y la actitud hostil del cacique, que logró apaciguar un tanto asegurándole
que no continuaría la expedición. Fue sin duda una decisión difícil pero obligada por las
circunstancias y en la que casi por primera vez se percibe a un Álvarez Maldonado cons-
ciente de la realidad de su escasamente planificada aventura y el pobre papel de sus limi-
tadas fuerzas frente a los cientos de indígenas que les cerraban el paso, tal como se lo hizo
saber el propio Tarano: “...que no pensase conquistalle a él ni a sus indios porque mo-
LOS DESCUBRIMIENTOS DE JUAN ÁLVAREZ MALDONADO 1062

rirían él y los que con él venían, que bien sabía lo que le había sucedido en el río y en el
camino y las guaçavaras que le habían dado y como venían pocos y heridos, desnudos y
enfermos y que si llevaba buen coraçon les recibirían en su tierra y les aviarían para que
luego se saliese al Perú y le daría guías”. En consecuencia, no le quedó otra opción que
aceptar la ayuda de Tarano para salir de aquella zona y, por el camino de San Juan del Oro
y Carabaya, regresar al Cuzco, donde llegó a mediados de 1569 con la clara intención de
intentar regresar en busca del Gran Paititi, pero el virrey Toledo se negó a concederle la
preceptiva autorización.
En toda la narración se ponen de relieve las características personales del promotor y
sus cualidades para la organización y la dirección del grupo de hombres que consiguió
formar en Cuzco. Se nos presenta a Álvarez Maldonado como un personaje esforzado,
que “padesció un tal trabajo qual jamás [otros] descubridores han padecido...”, con
frecuentes actitudes ejemplarizantes, sobre todo a la hora de realizar las tareas más duras,
como cuando ante las dificultades que en un momento dado se presentaron para avanzar
él “con determinación temeraria començó con un machete en la mano a abrir camino y
derribar maleza de la montaña, y luego a su ejemplo le siguieron los soldados abriendo
con las manos a donde pusiesen los pies y aunque parescía imposible a fuerças humanas
con la perseveración que tuvieron hicieron por sus manos camino por donde llegaron y
pasaron la cordillera....”, y sobrada capacidad para apaciguar a los soldados cuando la
situación lo requería. Sobre todo ello resulta muy expresivo, por cuanto supone un com-
pendio de lo que se ha apuntado, el siguiente párrafo, con el que concluye el relato de uno
de los difíciles episodios que vivieron los expedicionarios: “...En esto [el paso de un río]
se pasó trabajo muy grande porque la montaña es especísima (sic) y espantable y de los
que más padecían era el gobernador porque demás del trabajo corporal pasaba muchas
soçobras animando y consolando a muchos de los soldados que se enfadaban del traba-
jo y no sin causa porque era grande, y con otros que publicaban salirse al Perú, y con
todos templaba, con unos con palabras y con otros con obras poniéndoles por delante el
premio y honra que les estaba esperando tras el trabajo que tenían entre manos si perse-
verasen en tan heroico hecho como habían acometido y que considerasen la ignominia
y afrenta que les sería salirse a donde cada día sus amigos les podrían dar en cara la
poca constancia que tuvieron en una cosa que de su voluntad habían començado y que
mirasen cuanto de mejor nombre es morir honrosamente haciendo lo que los hombres
de vergüenza son obligados que vivir con perpetua afrenta de hombres flacos y de poco
valor. Esto hizo mucho al caso a los animosos, puso mayor brío y a los demás hizo dejar
las flaquezas que cada día mostraban”.
Sin embargo, vista la forma en que se fue desarrollando la jornada y el escaso resul-
tado que tuvo para sus integrantes, -en lo que seguramente fue decisivo también la falta
de experiencia y de información sobre la zona y la poca gente y medios que llevó- se
plantean serias dudas sobre las cualidades reales de su organizador. Resulta innegable
que era un hombre con iniciativa, que supo convencer a quienes le acompañaron de los
múltiples beneficios que se podían obtener y que destacaba entre ellos por el entusiasmo
que ponía en sus acciones y su inagotable capacidad de trabajo. Pero, por otro lado, no
parece que la planificación fuera acertada ni se perciben atisbos de estrategia sobre todo
1063 COMUNICACIONES

a la hora de acometer los enfrentamientos con la población indígena que inevitablemente


iban a producirse. Por el contrario, todo el proyecto se apoyó en una excesiva confianza
en las relaciones con los naturales, que ni siquiera se quebró ante la resistencia que les
presentaron los indios toromonas que prácticamente terminaron con el grupo e hicieron
fracasar los objetivos de la expedición al tratar de impedir el acceso de los españoles a la
tierra del Paititi donde se refugiaban los Incas y de cuya defensa eran los responsables.
En definitiva, aunque con ciertas matizaciones se puede estar de acuerdo con quien dice
que Álvarez Maldonado “Tenía, como se observa en su carrera, más ojos, bíceps, panto-
rrillas y entusiasmo que mente capaz de calcular y resolver con sagacidad”12.
De esta misma opinión participaba sin duda el virrey Toledo cuando le denegó la au-
torización para regresar con más hombres a los Mojos del Paititi y continuar su empresa.
Sin embargo, apoyándose en sus otras virtudes, en 1572 le dio un puesto destacado en la
expedición contra los incas alzados de Vilcabamba, y de hecho fue Álvarez Maldonado
quien apresó a Tupac Amaru y lo custodió hasta Lima para ser juzgado. Cuando conclu-
yó esta tarea, siguió insistiendo en su tentativa de retornar a los Mojos, pero Toledo frenó
siempre sus aspiraciones por considerar que no poseía las aptitudes necesarias para ello,
tal como lo expone en una carta al monarca en la que, en referencia a Maldonado como
protagonista del apresamiento de Tupac Amaru y su deseo de salir de nuevo hacia los ríos
andinos, dice: “Yo le he entretenido, no le dejo entrar otra vez, que es lo que ha pretendi-
do y pretende y lo hubiera hecho aunque no le ayudara con un solo peso de oro, porque
no ha convenido por ninguna vía. Agora le mandé ir por maestre de campo de guerra a
esta jornada de los ingas y ha servido y trabajado bien. No me parece que tiene cabeza
para arrojalle la tierra adentro de por sí, y ansi me parece limitalle por agora el estarse
en un lugarejo que había comenzado a poblar en la primera entrada, con poca gente,
llamando y convidando a los indios de la comarca, de paz, si quisieren salir a recibir la
doctrina del Evangelio...”13. Es decir, circunscribió su área de acción hasta el enclave
del Bierzo y aunque existen algunas referencias de que en 1588 finalmente proyectó otra
gran expedición al territorio de Opatari, que seguramente no realizó, permaneció entre
ese lugar y el Cuzco hasta su muerte en 1612.
Es indudable que el principal mérito del viaje de Maldonado reside en la exploración
de un territorio prácticamente desconocido hasta ese momento y sobre todo en haberlo
transmitido con llamativa precisión en la narración que aquí se analiza, que permite, so-
bre todo a partir de la descripción que se contienen en la parte final, conocer de primera
mano y con detalle las características geográficas y la riqueza etnográfica del mismo.
Así, el curso del río Tono, la continuación en el Manú y la unión de este con el Madre de
Dios, junto a todos los afluentes y los múltiples ramales que desaguan en ellos aparecen
descritos de forma tan pormenorizada que resulta perfectamente posible identificarlos y
seguir su recorrido en un mapa actual con los datos que proporciona la narración. Incluso,
aunque no está claro que la expedición llegara hasta allí, se indica el punto de confluencia
del Madre de Dios con el Beni algo más abajo y se deduce que todos ellos “van a salir a la
Mar del Norte”, como realmente sucede pues todos son afluentes del Amazonas.
Y lo mismo puede decirse en relación con la población indígena de la zona, cuya no-
menclatura aparece igual de exacta que la de los ríos. Los principales rasgos de los gru-
LOS DESCUBRIMIENTOS DE JUAN ÁLVAREZ MALDONADO 1064

pos indios con los que entraron en contacto están perfectamente reflejados; la descrip-
ción de sus emplazamientos, costumbres y formas de vida permiten realizar un mapa fiel
de la localización de cada uno de ellos e incluso, en las pocas ocasiones en las que el autor
no proporciona el nombre, por los rasgos que señala es posible saber a que tribu se está
refiriendo. En definitiva, puede decirse que pocas descripciones de la época resultan tan
lúcidas y completas.
No obstante, los descubrimientos de Maldonado, que ofrecían un exacto conocimien-
to de la zona que recorrió, no sólo no adquirieron en su tiempo la relevancia que mere-
cían sino que no se difundieron y poco a poco fueron pasando al olvido. Tanto que ni la
experiencia ni los datos contenidos en esta relación fueron tenidos en cuenta por los que
tras él se adentraron por el río Madre de Dios, fundamentalmente religiosos a los que
conocer esta expedición y utilizar la información que ofrece hubiera facilitado mucho la
tarea. Así, a pesar de que en este escrito se describe claramente la geografía y se identifi-
ca cada uno de los ríos y de las sierras que atravesó la expedición, lo que proporciona un
conocimiento bastante exacto del territorio, todavía durante mucho tiempo se manejarán
ideas confusas que no contribuyeron en nada a clarificar al menos la localización de cada
uno de los enclaves naturales y habrá que esperar a la segunda mitad del siglo XIX para
que nuevos exploradores confirmen, sin conocer este texto, la veracidad de lo que en él
se contiene.
1065 COMUNICACIONES

NOTAS

1
R. VARGAS UGARTE: Historia General del Perú, Vol. I El Descubrimiento y la Conquista (1524-1550),
Carlos Milla Batres, Lima, 1966, vol. II, pág. 153.
2
Solamente ha sido editada una vez a finales del siglo XIX. L. ULLOA: Relación de la jornada y descubri-
miento del Río Manu (hoy Madre de Dios) por Juan Álvarez Maldonado en 1567, Sevilla, 1899. La edición inclu-
ye un detallado mapa de la zona y los límites de la gobernación.
3
Aproximadamente, la expedición cubrió desde el nacimiento del río Tono hasta algo más abajo de donde hoy
se encuentra la ciudad de Puerto Maldonado, cuya denominación no se debe al personaje del que aquí se trata sino
a Faustino Maldonado que en 1861 recorrió el río Madre de Dios hasta el límite con Brasil.
4
Solamente se pueden encontrar algunas referencias en J. A. DEL BUSTO DUTHURBURU: Diccionario
Histórico-Biográfico de los conquistadores del Perú, Librería Studium, Lima, 1986, vol. I y en el estudio prelimi-
nar de L. ULLOA: Op. Cit.
5
J. A. DEL BUSTO DUTHURBURU: Historia General del Perú. Descubrimiento y conquista, Librería Stu-
dium, Lima, 1978, págs. 225 y ss. Señala este autor que, frente a lo sucedido con la de Antúnez de Camporredondo,
el principal mérito de la expedición de Candía fue que no murió ni uno solo de los soldados.
6
A.G.Indias. Patronato, Leg. 29, R. 17. Relación anónima al virrey del Perú sobre los descubrimientos hechos
en la otra parte de la cordillera llamada de los Andes. Colección de Documentos Inéditos de Indias, T. V, pág. 478.
7
En la Relación de la expedición se dice que la tierra que van a recorrer se tiene “casi por encantada por haber
entrado en ella muchos e muy buenos capitanes y a ninguno le ha sido posible ver como dicen la cara”.
8
R. LEVILLIER: El Paititi, el Dorado y las Amazonas, Emece, Buenos Aires, 1976, pág. 6.
9
D. RAMOS: El Mito del Dorado. Su génesis y proceso, Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1973,
pág. 455.
10
Ya en 1536 se le concedió a Juan de Espes la conquista y población de una zona en la costa de Tierra Firme a
la que se denominó Nueva Andalucía, y en 1544 Francisco de Orellana aspiró a una gobernación en las bocas del
Amazonas a la designó con el mismo nombre. A. DA PRATO: Las encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo
XVII, Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1990, vol I, pág. 20.
11
A.G. Indias. Patronato, Leg. 118, R. 4.
12
R. LEVILLIER: Op. Cit., pág. 105.
13
Citado por R. LEVILLIER: Op. Cit., pág. 112.
1067 COMUNICACIONES

Cronistas, descubrimientos y colonización

GLOSARIO DOCUMENTADO DE VOCES INDÍGENAS EN LA APOLOGÉTICA


HISTORIA SUMARIA DE FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS

Eufrocina Rojas Arregocés


(Universitat Pompeu Fabra)

Los estudios que se han hecho a lo largo de los años sobre las lenguas indígenas han
acentuado la idea de que su gran aporte al español ha sido el léxico. Sin embargo, existen
otros estudios que evidencian la influencia de éstas en los niveles fonológicos-morfoló-
gicos y semánticos en el español de América1. Las voces indígenas que han perdurado a
pesar del paso de los siglos son las que llamamos en un sentido muy amplio indigenis-
mos2 ya sea como calco o préstamo.
La presencia de las voces indígenas en textos antiguos, las crónicas, evidencian la
convivencia de lenguas entre las amerindias y el español generándose el fenómeno de
contacto interlingua, en que tanto una como otra se influyeron mutuamente.
En este trabajo se recopilaron las voces de filiación indígena que Bartolomé de Las
Casas registró en la Apologética Historia Sumaria. Se hizo así por dos razones funda-
mentales, la primera, para corroborar la existencia de dichas voces con otras fuentes bi-
bliográficas y segundo para constatar en esas mismas fuentes, la presencia de éstas vo-
ces, a lo largo y ancho de América, hecho que sustenta la idea que los indigenismos son
un elemento esencial en la constitución de la cultura latinoamericana.
Esta presentación se divide en cuatro partes: la primera realiza una breve descripción
del pensamiento de Las Casas. La segunda expone desde la lexicografía el problema de
la descripción y de las denominaciones que los cronistas tuvieron que solventar, en la
descripción del nuevo mundo.
La tercera corresponde a la metodología que se utilizó en la elaboración del glosario
documentado de las voces indígenas extraídas de la Apologética.
En la cuarta y última parte se presentan 140 voces ordenadas y registradas por orden
alfabético, con citas textuales, registro de la existencia o no de cada una en las fuentes
principales y el comentario documentado que obedece a criterios lexicográficos, dialec-
VOCES INDÍGENAS EN LA APOLOGÉTICA HISTORIA SUMARIA DE FRAY BARTOLOMÉ 1068

tológicos, lingüísticos, históricos y antropológicos. Por razones de espacio sólo se co-


locan como ejemplos trece. Por último, se registran algunas conclusiones y una extensa
bibliografía sobre este tema tan apasionante y siempre actual.

El pensamiento de Las Casas


El Nuevo Mundo tuvo dos lecturas distintas, una, la convicción de los humanistas so-
bre la esclavitud legitimada que la sustentaron con La Política de Aristóteles, quien sos-
tenía la existencia de una especie de división del trabajo en la que ciertas razas o gentes
nacieron para servir; con lo que se concluía que unos hombres nacían para servir y otros
para mandar, por lo tanto, se justificaba la dominación de los españoles sobre los indios.
La segunda lectura, de Bartolomé de Las Casas, creía firmemente en la igualdad de los
indios con los blancos y en su pacífica evangelización.
Tres fueron los argumentos principales que propugnó Las Casas en contra de la con-
quista, como sistema político y social:
- La defensa de la cultura de los pueblos conquistados.
- El apoyo al progreso de todos los hombres y a la libertad de los indígenas para go-
bernarse y tener su propia administración.
- La protesta continúa en contra de la explotación inhumana, económica y la ocupa-
ción violenta de los conquistadores en el Nuevo Mundo.

El problema de las denominaciones en Las Crónicas


Tres fueron los pasos dados por los cronistas en las descripciones: a) añadir connota-
ciones a la voz europea para evocar con precisión el objeto que permanecía inédito, b)
adoptar el término americano y c) unir el vocablo indígena y la voz castellana. Con esto
sólo se hizo referencia a lo significativo para el cronista pero, por otro lado, se evidencia-
ron las realidades del Nuevo Mundo.
Los cronistas optaron, en un primer momento, por describir los rasgos del referente
u objeto, sin nombrarlo, ya que lo más importante era caracterizarlo y oponerlo a otras
realidades.
Luego, seguía un proceso de comparación con lo ya conocido (Castilla), “el deseo de
precisión en la operación de nombrar lo nuevo se plasmó en equivalencias, referencias,
traducciones, comparaciones y descripciones”3. Además “el deseo de acercarse a la iden-
tidad del referente es evidente cuando, a la alusión por medio del término español más
amplio, que abarca el definido, se le acompañó con una referencia comparativa”4. Para
ello, los cronistas utilizaron varios recursos estilísticos con el fin de definir el referente,
entre los que se destaca el uso de hiperónimos para de esta manera incluir el término in-
dígena, el cual se presentaba con la forma un, precedido de por cierto que reemplazaba la
falta de equivalencia exacta en cuanto al referente.
Por otro lado, estaban las definiciones hiponímicas que aludían a las variedades posi-
bles a través del género o sustantivo. Las definiciones analógicas o sinonímicas enrique-
1069 COMUNICACIONES

cieron el término indígena con comparaciones y referencias a objetos similares; en las


descripciones antonímicas el autor aludía a los rasgos compartidos y a los individuales.
La definición serial fue otro recurso para describir con precisión el objeto. Algunas ca-
racterísticas de las descripciones hechas por los cronistas fueron:
- Utilización del verbo ser seguido de la locución a manera de: “este mezquíquez [...]
es de la manera de algarrovas” (Cabeza de Vaca, 1984: 109)5.
- Utilización del verbo ser seguido de la locución hechura de: “Cabuya. Es lo mismo
que soga. Hácese de un cáñamo que se saca de las hojas de una mata que son de la hechu-
ra de una sábila, pero muy mayores [...]”6.
- El valor comparativo se indicó también con el verbo parecer: “Hay también quinua
es una yerba parecida a los cenizos de España (Vásquez, Compendio, 259)7.
En suma, las definiciones fueron numerosas, porque fueron descriptivas aludiendo al
color, tamaño y forma del referente, como en el caso de los animales:
Debido a este enorme interés por describir con precisión los animales nuevos, los
cronistas nos dijeron cómo eran de grandes, cuál era su color, si su carne era sabrosa o
no; los compararon con animales más familiares; nos advirtieron de su mansedumbre
y de su ferocidad. Llama la atención del lector de hoy no sólo cómo pudieron, sin ser
naturalistas, descender a los detalles más nimios de su constitución, sino también cómo
pudieron, sin ser literatos, producir descripciones tan sensibles8.
Posteriormente los cronistas decidieron adoptar el término americano, para dar mayor
precisión a sus descripciones: “Dado que se trataba de reproducir sonidos que se oían,
fue, más que otra cosa, una modificación del nombre indio, para que se adaptara al siste-
ma fonológico español”9. La mayor parte de los indigenismos que quedaron incorpora-
dos al español provenían de las lenguas taína, náhuatl, quechua y tupí guaraní. El mismo
Colón, en la redacción del primer viaje, incorporó varias voces indígenas entre las que se
encuentra canoa, procedente del taíno. Escritores como Las Casas, Fernández de Ovie-
do, Juan de Castellanos, Francisco Pizarro, entre otros, evidencian este otro principio de
denominación, con la utilización del vocablo indígena; esto comenzó todo el proceso de
mestizaje lingüístico en América, en cuyo proceso pasaron construcciones y léxico del
español, a las lenguas indígenas. Pero también ocurrió lo contrario, es decir, al español
ingresaron voces indígenas y, por medio de éste, dichas voces entraron a las lenguas eu-
ropeas, como es el caso de caimán, coca, iguana, jaguar, liana, entre otras.
Además de mencionar la voz indígena y de registrarla, algunas veces españolizán-
dola, se agregó la voz española. Esto, obviamente, para mayor comprensión de quienes
leyeran los textos, los cuales eran posibles lectores que se encontraban a kilómetros de
ellos, al otro lado del Atlántico.
En el afán por dar una idea de estas nuevas tierras, el vocablo español se hacía necesa-
rio para poder explicar esa realidad, totalmente nueva y disímil con relación a la propia.
Así que las denominaciones de las realidades americanas empezaron a mencionarse y
a ‘existir’ con el uso de las voces en conjunto, tanto de la española como de la indígena,
siempre en comparación con Castilla.
VOCES INDÍGENAS EN LA APOLOGÉTICA HISTORIA SUMARIA DE FRAY BARTOLOMÉ 1070

Otra forma de dar la doble denominación consistió en acompañar la primera deno-


minación, fuera de la española o la india, con una frase encabezada por “que es...”. La
equivalencia entre los dos nombres se expuso a veces con relativa prudencia dentro del
apartado de parejas de denominaciones equivalentes, por lo que hay que incluir los nu-
merosísimos casos en los que el término indígena venía introducido por verbos como
decir o llamar. De esta manera, América fue reinventada con un discurso que intentó ser
una fiel copia de lo que eran estas tierras, pero indudablemente que ello no se logró y co-
mo resultado, el Nuevo Mundo fue solo la lectura de Occidente a través de los ojos de los
cronistas. “Ello explica que, [...] esa tierra fue inventada en la medida en que se explicó
y describió con un discurso que pretendía definir e identificarla, elaborado por los allí
llegados que, al hacerlo, la desfiguraron”10.
En suma, dos fueron los métodos utilizados por los cronistas en la elaboración de los
textos: Comparación de lo desconocido con lo conocido y el razonamiento sobre el por
qué de la denominación.

Metodologia
Las voces indígenas registradas por Fray Bartolomé en la Apologética, suman aproxi-
madamente 300, de las cuales 144 se comentaron. Los vocablos que se seleccionaron y
forman parte de este glosario, fueron escogidos conforme a la concepción de indigenis-
mo como préstamo. Se aclara que las voces registradas podrían también hacer parte de un
concepto más amplio, conocido como americanismo11.
a. Selección de las voces. El criterio de indigenismo que se tuvo en cuenta fue la con-
cepción del profesor José Joaquín Montes (1997), quien los considera como préstamos
lingüísticos de forma y contenido. En esta selección las voces tienen relación con los
ámbitos de fauna, flora, costumbres, alimentación, vestuario, aspectos de la vida diaria y
fenómenos naturales. No se tuvieron en cuenta los antropónimos ni los topónimos12. Las
otras voces que no se incluyeron y que son indigenismos, no se encontraron en las fuen-
tes básicas de consulta, por la tanto, no se tiene ningún registro escrito de éstas.
b. Documentación y revisión de cada voz en los textos. Se consultaron las siguientes
obras: Cecilio A. Robelo. Diccionario de aztequismos, o sea, Jardín de las raíces aztecas.
Palabras del idioma nahuatl, azteca o mexicano, introducidas al idioma castellano bajo
diversas formas; Marius Sala y otros. El léxico indígena del español americano. Apre-
ciaciones sobre su vitalidad; Emilio Tejera. Indigenismos; Hugo A. Mejías. Préstamos
de lenguas indígenas en el español americano del siglo XVII; Manuel Galeote. Léxico
indígena de flora y fauna en tratados sobre las Indias occidentales de autores andaluces;
Diccionario de la Real academia Española (Drae); Manuel José de Ayala. Diccionario de
voces americanas. Madrid: Arco Libros, 1995.
c. Estructura del artículo lexicográfico:
Entrada. La grafía de cada vocablo aparece tal y como Las Casas lo registró en el es-
crito original. Por criterio lexicográfico, las entradas se ordenaron alfabéticamente; los
nombres aparecen en singular y dependiendo de su género en masculino o femenino.
1071 COMUNICACIONES

Etimología. En un paréntesis etimológico, a continuación de la entrada, se presenta


información relacionada con el origen de cada voz, la cual se extrajo de las fuentes bási-
cas. La mayoría de las veces los autores coinciden con el origen de la palabra, pero hubo
casos en que no se encontró la etimología, que de una u otra forma sigue siendo descono-
cida o incierta, por esa razón no se transcribe. Se registran las diferentes variantes gráfi-
cas, como el vocablo aparece en las fuentes consultadas. Cuando se transcribe el nombre
del autor, es porque éste presenta la forma completa y estructurada de la etimología del
término.
Definición. Obedece a la concepción que Las Casas tuvo de la realidad registrada. Se
opta por la definición en paráfrasis, para aclarar de manera sencilla el concepto. Cuando
un vocablo tiene diferentes acepciones, éstas van numeradas, junto con el ejemplo res-
pectivo (Ver cacao).
Cita textual: Es el contexto en donde aparece la voz tal cual lo anotó fray Bartolomé
en la Apologética.
Paréntesis de fuentes: Se registra entre corchetes cuadrados solamente los autores
que han estudiado el término.
Comentario: Presenta la siguiente información: primero se hace alusión al origen de
la voz y su significado, dando datos histórico-lingüísticos sobre las realidades a que hace
referencia el vocablo; se informa acerca de qué otros cronistas registraron la voz y, por
último, se mencionan algunos de los sentidos actuales que puedan tener en las diferentes
regiones de América, de acuerdo con lo que mencionan al respecto los autores que estu-
diaron y registraron el término: Cecilio A. Robelo, Marius Sala, Emilio Tejera, Hugo A.
Mejías, Manuel José de Ayala, Manuel Galeote y la Academia. La documentación que se
presenta aborda diferentes aspectos lexicográficos, dialectales e histórico-lingüísticos.
En los casos que una voz posee diferentes sentidos los comentarios aparecerán en el or-
den respectivo de cada acepción (Ver cacao).

Glosario
De las 144 voces sólo se presentan 15: aguacate, cabuya, cacao, caimito, chaquira,
chicha, guabina, hicotea, iguana, mamey, petaca, tambo, tomatl, xícama, zabana.
AGUACATE (ahuacate. Del nahua ahuacatl. DRAE) Árbol laureáceo de América,
cuyo fruto es parecido a una pera grande, de carne suave.
«Los que llaman en lengua mexicana aguacates, que son a las peras de nuestra Castilla
en hechura y en color muy semejantes, pocas se hallarán que en sabor y dulzura se les
igualen.» Apologética, I, 309.
[DRAE, GALEOTE, MEJÍAS , ROBELO , SALA y TEJERA]
Comentario. Voz generalizada en América, por lo que se considera americanismo.
Aparece registrada desde el siglo XVIII en diferentes textos y con ella se designan una
fruta y un árbol que en quechua reciben el nombre de palta; el árbol se cultiva desde
época prehispánica en México, Guatemala y América del sur, fue llevado al Perú proba-
VOCES INDÍGENAS EN LA APOLOGÉTICA HISTORIA SUMARIA DE FRAY BARTOLOMÉ 1072

blemente desde el sur de Ecuador, zona donde estuvo localizada la producción más im-
portante. La fruta, ‘aguacate’, se consumió entre los productores hasta finales del siglo
XVIII y a partir del XIX adquirió gran valor comercial. En México, aguacate se utiliza
como remedio vermífugo. En Colombia con este nombre se conoce a los policías.
CABUYA. Fibra del fique que se utiliza para fabricar cuerdas y tejidos.
«Éstas [tunas blancas], por la lengua de esta isla llamamos magüeyes, porque los que
aquí hay en los montes son de la misma color y hechura, y deben ser de la misma especie,
sino que no sabían los vecinos naturales destas islas usar más dellos de hacer cáñamo
más doncel y delgado que otro que sacaban de los árboles muy semejantes que llamaban
cabuya, la penúltima sílaba luenga; de manera que el magüey, la penúltima sílaba tam-
bién luenga, es como el hilo, y la cabuya como el cáñamo en esta isla.» Apologética, I,
310. «En cada una de aquellas asas [de la hamaca], ponen unas cuerdas muy delgadas y
bien hechas y torcidas, de mejor materia que de cáñamo, pero no tan buena como el lino
(y ésta llaman cabuya, la penúltima luenga), de la manera puesta como si quisiésemos
ponella en las mallas caberas de una red cuadra, de un cabo y de otro, para hacer de colgar
la red de ambas partes y quedase en el aire suspendida.» Apologética, II, 310.
[DRAE, GALEOTE, MEJÍAS, SALA y TEJERA]
Comentario. Este indoamericanismo es un préstamo tomado del arahuaco que se
hablaba en la isla de Santo Domingo lo emplearon Fernández de Oviedo, Fray Pedro
Simón, Las Casas, Acosta, Aguado y Juan de Castellanos, entre otros cronistas. La docu-
mentación demuestra que la voz cabuya obtuvo una difusión geográfica considerable en
América, ya que aparece en fuentes de carácter literario desde 1513 en Puerto Rico, con
el sentido de ‘hilo, hebra de pita’. Existen otros registros donde cabuya tiene el sentido
de ‘planta silvestre’, adquirido con posteridad; también se conoció y se conoce con el
sentido de ‘soga o cuerda’ en América Central, Antillas, Colombia, México, Venezuela,
Bolivia y Perú, de la misma manera que se usa como medida de longitud. En Colombia
la ‘cuerda’ o ‘pita’ extraída de esta planta, se usaba en tiempos coloniales para cercar las
tierras y correspondía a cien varas de largo y de ancho, que son unas diez mil varas cua-
dradas.
CACAO (cachua o cuahuitl. De cacahuatl ‘cacao’ y cuahutl ‘árbol’ de donde resultó
‘Árbol de cacao’. ROBELO) 1. Árbol de los países tropicales. «Primero que ponen el
almendra de donde ha de salir el árbol, ponen cuatro antes un árbol de hojas grandes,
y después que él está en medio estado alto y algo más, siembran el almendra, y así vale
haciendo sombra y por entre aquellas hojas le entra el sol que ha menester, y siempre los
árboles de cacao, que crecen hasta tres brazas cuando más, están debajo de los otros que
son más altos y se sembraron primero.» Apologética, I, 309.
2. Semilla de este árbol que se usa como principal ingrediente del chocolate. «Las
heredades que por más de ochocientas leguas todas las gentes dellas tienen, al menos
en las tierras que son cándas y comúnmente las que están cerca de la mar, que son los
cacahuatales, donde nacen unas almendras que llaman cacao, la sílaba del medio luenga,
son grandes y de mucha riqueza.» Apologética, I, 309. «La bebida generalísimamente
1073 COMUNICACIONES

agua en todas estas Indias, y donde se alcanza, el cacao, que es agua fresquísima, y ésta
no embriaga.» Apologética, I, 182. «La bebida es agua mezclada con cierta harina de
unas almendras que llaman cacao; esta es de muncha sustancia, muy fresca y sabrosa y
agradable y no embriaga.» Apologética, II, 380. «También les hace para esto harto daño
y es impedimento beber de continuo el cacao, que es de su naturaleza muy fresco y frío, y
comer los que comen, ruines mantenimientos.» Apologética, I, 335.
3. Moneda mesoamericana consistente en granos de esta semilla. «Las gentes de otras
provincias, y para esto hasta moneda tenían y había en su reino, y esta era el cacao, que
son ciertas almendras de muchas heredades que tienen, que entre ellos valen por moneda
y úsanse por setecientas o ochocientas leguas.» Apologética, I, 335.
[DRAE, GALEOTE, MEJÍAS, TEJERA, ROBELO y SALA]
Comentario. Con este término náhuatl se denomina tanto el árbol como los frutos,
cuyos granos utilizaron los aztecas para elaborar chocolate y para sus tratos comerciales.
Este árbol perteneciente a la familia sterculiacecae es originario del Golfo de México y de
la parte septentrional de América del Sur. Su consumo era aristocrático en Nueva España
y se conocían bien sus virtudes terapéuticas, así como su uso cosmético. La producción
de cacao en las zonas tropicales era muy importante, por lo que lo llevaron a la Nueva
España, Tierra Firme, Perú y Europa, desde las haciendas de Guatemala, Guayaquil y el
Nuevo Reino de Granada. Este indoamericanismo viene del náhuatl cacahua, raíz léxica
de cacáhuatl o cacáoatl ‘grano de cacao’, que pierde la terminación -tl para formar parte
de los compuestos. Cacahua adoptó la forma cacao por analogía con otros nombres de
árboles terminados en -o. Zorita registra, en su Historia, otras variantes indoamericanas:
cacavatl y cacabatl, como voces indígenas. Durante el siglo XVII el consumo de cacao
aumentó, lo que generó una gran demanda de comercio entre España y América; desde
esta época el vocablo se encuentra como préstamo indoamericano al español.
CAIMITO. Árbol silvestre de la familia de las sapotáceas, de corteza rojiza, madera
blanda, hojas alternas y ovales, flores blancuzcas y fruto redondo, del tamaño de una na-
ranja, de pulpa azucarada, mucilaginosa y refrigerante.
«Hay otros árboles delgados, pequeños, en los montes de la costa del sur hacia Sanc-
to Domingo especialmente, que los indios llamaban caimitos, la penúltima luenga, que
tienen la madera para hacer arcos como de tejo, y déstos creo que los hacían los indios.»
Apologética, I, 73.
[DRAE, GALEOTE, MEJÍAS y TEJERA]
Comentario. Voz de origen taíno, según diferentes autores y lexicógrafos; aparece
documentada, aparte de Las Casas, por Fernández de Oviedo, Cieza de León, Aguado y
Juan de Castellanos, entre otros cronistas. El árbol es oriundo de las Antillas y Nicaragua
y también se encuentra en Colombia, Venezuela y Perú, entre otros lugares de Hispa-
noamérica. El árbol y la fruta se designan con el mismo nombre, en Costa Rica, Cuba,
Colombia, Perú, México, Venezuela y Guatemala.
CHAQUIRA. Cuentas de distintos materias y colores con que se elaboran collares,
aretes y brazaletes.
VOCES INDÍGENAS EN LA APOLOGÉTICA HISTORIA SUMARIA DE FRAY BARTOLOMÉ 1074

«La chaquira, que son unas cuentecitas no mayores que cabezas de chequititos alfile-
res y oradadas, que es joya entre ellos muy preciada y que hay en una sarta infinitas tan
menudas que apenas se divisan o pueden ver, sobre todas las que hacen primas, sotilísi-
ma y muy extraña.» Apologética, I, 341.
[DRAE, MEJÍAS Y SALA]
Comentario. Este préstamo, de origen probablemente cuna, nombra cuentecillas de
vidrios de colores o conchas, con las cuales los indios elaboraban varios adornos que
llevaban este mismo nombre cuya equivalencia en el español era collar. Según Víctor
Patiño, en su obra Historia de la cultura material en la América equinoccial, las chaquiras
eran empleadas como objeto de cambio que los españoles recibían de los indios por obje-
tos europeos, y que posteriormente negociaban con otras tribus indígenas por oro. En la
actualidad esta denominación se usa para designar ‘abalorios’ o ‘vidrios muy menudos’
en Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, México, Panamá, Perú y Venezuela, donde tam-
bién se conoce como ‘brazalete o collar de huesos’.
CHICHA. Bebida alcohólica que resulta de la fermentación del maíz en agua azu-
carada.
«No contradice a esto que algunas veces, y muchas, los indios de la tierra firme, con la
chicha y otros vinos se destemplan y emborrachan, porque no es su bebida ordinaria ésta,
ni la beben por ser destemplados, sino cuando hacen sus convites comunes y fiestas por
cerimonias y ritos en honor y religión del culto de sus ídolos.» Apologética, I, 183.
[AYALA, DRAE, MEJÍAS y SALA]
Comentario. La voz, probablemente de origen cuna, nombra una bebida alcohólica
que se obtiene del maíz, plátano, uva, maguey, algarrobo, etc. Dicha bebida era conside-
rada por los españoles como el ‘vino’ de los indios, ya que con ella estos se embriagaban.
El proceso de elaboración de la chicha era el siguiente: el grano de maíz quebrado y
remojado se mezclaba con una porción masticada por alguna mujer, luego todo se ponía
a hervir por un tiempo de tres a cuatro horas. Cuando el líquido estaba frío se colaba y se
dejaba reposar para que fermentara, hasta el grado deseado. En Colombia esta bebida fue
usada por las tribus que cultivaban el maíz, entre las que se pueden citar las localizadas
en Cauca, Atrato y Amazonas. En la actualidad esta bebida forma parte de la cultura y
gastronomía autóctona de las diferentes regiones de Colombia y está siempre presente
en las fiestas patronales y regionales que durante todo el año se celebran en el país. En
algunos países de América este vocablo ha tomado otros sentidos, en América Central y
Ecuador es ‘berrinche, mal humor’; en Argentina, la expresión ‘sacarle la chicha a una
cosa, a una persona’ es sacar de ella el mayor provecho posible.
GUABINA. Pez de río, de carne suave y gustosa, el cuerpo mucilaginoso, algo cilín-
drico, cabeza obtusa.
«Hay otros [peces] que llaman guabinas, la media sílaba breve, las cuales tienen cuasi
el parecer de truchas, en la escama, especialmente cuanto a las pinturas, puesto que son
las pinturas o manchitas negrecitas y el pescado dellas muy blanco.» Apologética, I, 38.
[DRAE, SALA y TEJERA]
1075 COMUNICACIONES

Comentario. Este vocablo de origen arahuaco, en Colombia designa tres clases de


peces de río, uno de aproximadamente 35 cm de largo, muy apreciado por su carne (rha-
mdia sebae); otro, un predador con dentadura fuerte que alcanza a medir hasta unos 40
cm (hoplias malabaricus), vive en el río Magdalena; y el último, un pez muy pequeño,
de unos 10 cm de largo (pygidium striatum). También en nuestro país se conoce un ‘aire
musical popular de la región Andina’. En Cuba equivale a ‘camaleón, persona que, inte-
resadamente y con frecuencia, cambia de parecer o de filiación política’; en Puerto Rico
se aplica a la ‘persona desconfiada, lista, que sale airosamente de cualquier empresa’, y
también se le dice al ‘hombre que rehuye del matrimonio’.
HICOTEA (icotea y jicotea, arahuaco. SALA) Reptil quelonio de la familia de los
emídidos que se cría en América; tiene unos 30 centímetros de longitud y es comestible.
«Hay en ellos [en los arroyos] también hicoteas que son galápagos de los arroyos de
Castilla, puesto que estas hicoteas son muy más limpias y más sanas que aquéllos, según
creo, porque no son tan limosas ni tan amigas de lodo y tierra, porque andan más por el
agua que los galápagos; verdad es que tenían por opinión los indios desta isla que las
hicoteas eran madres de las bubas, y así a mi muchas o algunas veces me lo dijeron; por
esta causa nunca jamás las quise comer, puesto que muchos las comían y nunca tuvieron
bubas.» Apologética, I, 38.
[DRAE, GALEOTE, MEJÍAS y TEJERA]
Comentario. El término indígena probablemente proviene del taíno, teniendo en
cuenta los testimonios de Fernández de Oviedo, Cieza de León (1554), Aguado (h.
1575), Juan de Castellanos (h. 1580) y Cervantes de Salazar (1560-167), entre otros.
Cuando Vásquez de Espinosa lo utilizó, en una sola ocasión, lo hizo bajo el registro es-
crito de hicotea con h-ortográfico debido, quizás, a la aspiración originaria indígena,
según se demuestra por las formas conservadoras en la lexicografía y en las hablas vivas.
Fr. Pedro Simón lo recoge en su Tabla y presenta una explicación de su significado por
ser una voz americana. Este vocablo nombra una tortuga de agua dulce cuyos huevos son
apreciables y comestibles en Cuba, América Central, Antillas, Colombia, México, Vene-
zuela, donde se conoce también como ‘tortuga’.
IGUANA (iuana o igana, voz taína. TEJERA) Reptil parecido al lagarto que tienen
una gran papada y una cresta espinosa a lo largo del dorso.
«Había otra caza, según ellos muy preciada, y aún según muchos de nuestros espa-
ñoles después que la gustaron, y ésta fue la que llamaron iuanas, propias sierpes. Es tan
grande como un perrillo de halda, de la hechura de un lagarto, pintada como él, pero no
de color verde las pinturas o azafranadas, sino pardas que la afean más; tiene un cerro de
espinas desde la cabeza por el lomo hasta lo postrero de la cola, que la hace más horrible
y espantable.» Apologética, I, 56.
[AYALA, DRAE, GALEOTE, MEJÍAS, SALA y TEJERA]
Comentario. Este indaoamericanismo, que pasó a formar parte del léxico del español
muy tempranamente, procede al parecer del arahuaco antillano iwana, sin -g- intervo-
cálica, que fue documentado en la forma iguana o yuana con anterioridad a 1526 por
VOCES INDÍGENAS EN LA APOLOGÉTICA HISTORIA SUMARIA DE FRAY BARTOLOMÉ 1076

Gonzalo Fernández de Oviedo; iunas o iguanas son formas atestiguadas también en P.


Mártir de Anglería (Década VIII). Es probable que el vocablo indígena empezará por
h- aspirada. Fray P. Simón uso el término iguana en Venezuela, fechado a comienzos
del siglo XVII. El animal que denomina esta voz causó gran espanto entre los cronistas
que siempre lo describieron como ‘horripilante’ y ‘feísimo’. En Guatemala, Venezuela,
México y Colombia es usual la voz para nombrar esta especie de reptil, que en algunos
casos alcanza hasta un metro de longitud; su carne y huevos son comestibles y muy ape-
tecidos.
MAMEY. Fruto del árbol americano de la familia de las gutíferas, casi redondo, de
corteza verdusca, pulpa amarilla y una o dos semillas.
«Al cabo último desta provincia y punta de toda esta isla, que dejimos arriba llamarse
en el lenguaje de los indios guacayarima, que se mira con la punta oriental de la isla de
Jamaica, son todos los árboles o los más, de grandes montes o arboledas que allí hay, de
la fructa que los indios llamaban mameyes. Esta fructa es en olor y sabor fructa de reyes,
y en color y a la vista no mucho menos.» Apologética, I, 29.
[AYALA, DRAE, GALEOTE, MEJÍAS, SALA y TEJERA]
Comentario. Con esta voz se denominaba a una planta originaria de las Antillas y de
la parte septentrional de América del Sur. El término aparece documentado por Pedro
Mártir (1510 y 1519), Fernández de Enciso (1519), Motolinía (h. 1541), T de Ortiguera,
Fernández de Oviedo (1526), Díaz del Castillo (h. 1574), Juan de Castellanos (h. 1580) y
Cervantes de Salazar. El indigenismo mamey es de origen antillano, como lo evidencian
los testimonios de Fernández de Enciso y Zorita, que comprueban el uso de este prés-
tamo. Fr. P. Simón especificó el contenido de la voz mamei en la Tabla (1627) de voces
peculiares de América, añadida al final de sus Noticias Historiales y Murillo Valverde
hace una clara distinción entre el mamey y el zapote mejicano. En las Antillas, Panamá,
Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Méjico es de conocimiento general el término,
con el que se denomina tanto el árbol como su fruto.
PETACA (Del náhuatl petla-calli: petlal ‘estera, petate’, calli ‘caja, arca’: ‘caja de
petate’) Caja o baúl hecha de caña, cuero o mimbres con cubierta de piel. Se ha usado
mucho en América.
«Úsanse por aquestas Indias unas cajas de caña muy ligera, cubiertas de cuero de ve-
nado, que llaman petacas, con su coberteras, donde se mete y lleva ropa y otras cosas.»
Apologética, II, 391.
[AYALA, DRAE, MEJÍAS, ROBELO, SALA y TEJERA]
Comentario. Este término designaba las cajas de los indios que eran elaboradas de
palma fina o corriente, de aproximadamente 35 cm de largo por 20 de ancho y 12 de alto.
Algunos registros escritos documentan que las petacas eran hechas también de cuero de
vaca o de toro, forradas por dentro, hechas precisamente para formar el tercio de la carga
de una caballería; se dice que las del Cuzco eran las mejores por su resistencia al agua. En
la actualidad dicha voz posee otros sentidos entre los que está el estuche de cuero, metal
u otra materia adecuada, que sirve para llevar cigarros o tabaco picado; en Méjico es la
joroba, corcova, así como, en plural, las caderas o nalgas.
1077 COMUNICACIONES

TAMBO (Del quechua tampu. DRAE) Especie de posada, parador.


«Tenían en él [el Cuzco] grandes y riquísimos aposentos y palacios reales y templos
más sumptuosos, esmerados y ricos que en otras partes de sus reinos; y así tres o cuatro
leguas el valle abajo y a ocho de la ciudad de Cuzco estaban los que por excelencia lla-
maban el tambo, cuasi la casa sobre todas las casas, porque tambo quiere decir, en su
lengua, casa, y diciendo absolutamente sin adición alguna, tambo quieren dar a entender
que a todas las otras dichas sobrepujaba en edificios y riquezas, como todas las casas se
digan tambos.» Apologética, I, 303. «Por los caminos tenían todas las cosas que habían
menester en abundancia, o en los depósitos principales [...], o en ciertas casas, que llama-
ban tambos, como mesones, de más de ciento y cincuenta pasos de luengo, muy anchas y
espaciosas, limpias y aderezadas con munchas puertas y ventanas, porque estuviesen ale-
gres y claras, llenas de provisiones para esta gente, a cada jornada.» Apologética, II, 602.
[AYALA, DRAE y SALA]
Comentario. La voz de origen quechua se documenta por primera vez en Lima (1608)
en el Libro de los cabildos de Lima. También se halla documentada en el Libro de los
cabildos de Quito en el año 1615. Con este vocablo el español americano formó otras
palabras con los sufijos -ero, -illo, -ería, para constituir las voces respectivas: tambero,
tambillo, tambería. En algunos países de América este término se usa con el sentido de
‘venta’, Chile, Ecuador y Perú; ‘vaquería’, Argentina, Paraguay y Uruguay; y en Colom-
bia significa ranchería aislada, usada como posada. Es interesante observar la proceden-
cia del término, para lo cual se consultó el vocablo posada, que aparece definido como
aquel lugar donde por precio se hospedan o albergan personas, en especial arrieros, via-
jantes, campesinos, etc., destacando en significado antiguo: en palacio y en las casas de
los señores, cuarto destinado a la habitación de las mujeres sirvientes.
TOMATL. Fruto de la tomatera.
«Algunas [madre o ama] comían carne, otras pan sólo callente, con sal y algunas fru-
tas sanas, en especial una que se llama tomatl.» Apologética, II, 417.
[DRAE, GALEOTE, MEJÍAS, ROBELO y SALA]
Comentario. La voz es una adaptación de la planta que los indios de México llama-
ban xitomatl en náhuatl. La primera documentación data del año 1577, registrada por el
P. Sahagún en su Historia general de las cosas de Nueva España. Durante el siglo XVII
se encuentra copiosamente documentada por diferentes cronistas. La planta es originaria
de América del sur, desde donde fue llevada por los españoles a México. En la actuali-
dad, este fruto es un elemento esencial en la gran variedad de comidas del mundo; así
mismo, ha adquiridos otros sentidos, como el que refiere el juego de naipes, parecido al
julepe, en el cual el que da se queda con el triunfo, en lugar de una de las tres cartas que le
han correspondido, y pierde si no hace dos bazas, y el roto o agujero hecho en una prenda
de punto, como medias, calcetines, guantes, etc.
XÍCAMA (Del náhuatl xicamatl. ROBELO) Tubérculos comestibles o medicinales,
sobre todo de uno de forma parecida a la cebolla, aunque más grande, duro, quebradizo,
blanco y jugoso, que se come aderezado con sal y limón.
VOCES INDÍGENAS EN LA APOLOGÉTICA HISTORIA SUMARIA DE FRAY BARTOLOMÉ 1078

«Unas [casas en renglera] estaban llenas de maíz o trigo, pan común de la tierra firme
destas indias, y frisoles, habas, papas, camotes, xícamas, que todas son raíces comesti-
bles y buenas con otras especies dellas.» Apologética, I, 356.
[DRAE, GALEOTE, MEJÍAS, ROBELO, SALA y TEJERA]
Comentario. Este préstamo fue incorporado en poco tiempo al español hablado en
el siglo XVI, razón por la cual esta voz es considerada auténticamente patrimonial. Se
estima que se volvió usual durante los primeros cincuenta años, después de la conquista
de Nueva España. La registran Boyd-Bowman, Fray Bernardino de Sahagún, Francisco
Hernández y Cabello de Balboa, éste último con otra variante gráfica giquima, la cual se
relaciona con las variantes jíquima, en Bernabé de Cobo y xiquima en Acosta y Vásquez
de Espinosa; durante el siglo XVII se siguió documentando, pero con la primera grafía.
Esta planta se cultivaba en México y en la Región Andina, sus tubérculos comestibles
eran consumidos por los indios, quienes los comían endulzados igual que las frutas. En la
actualidad pervive el indigenismo bajo la forma jícama.
ZABANA (sabana o savana. TEJERA) Planicie o llanura extensa, sin vegetación ar-
bórea.
«Esta provincia tiene dos partes, la una de llanos y campiñas, que los indios llamaban
zabanas, de yerba, muy hermosas, como parte y fin que son de la Vega Real y grande, y
duran diez y doce leguas algunas dellas, con algunas manchas de arboledas.» Apologéti-
ca, I, 22.
[AYALA, DRAE, MEJÍAS, SALA y TEJERA]
Comentario. El indoamericanismo sabana es de filiación taína y fue llevado por los
españoles al Perú. No logró sustituir al término quechua pampa, pero ambas voces apare-
cen documentadas durante la primera mitad del siglo XVII. Al finalizar la mitad de este
siglo, el quechuismo se había impuesto, por lo que no se encuentra documentación del
taínismo en México. Este es otro ejemplo de cómo un término indígena ya generalizado
y arraigado es reemplazado por otro correspondiente a una lengua indígena diferente.
Esto no quiere decir que en otras partes de América meridional se desconozca el término,
al punto que hoy en día tanto pampa como sabana están plenamente identificados y dis-
tribuídos en el territorio suramericano.

Conclusiones
Este trabajo contiene los presupuestos de varias disciplinas entre las que están la lexi-
cografía, la lingüística, la historia, la dialectología, el análisis del discurso y la antropolo-
gía. Desde todas ellas se plantean algunas reflexiones.
Las crónicas siguen siendo documentos valiosos que reflejan el afán de aquel enton-
ces por escribir, por contar sobre un mundo inimaginable, por eso más allá del valor
lexicográfico de estos textos está su valor patrimonial, como los primeros discursos na-
rrativos e históricos que se hicieron de nuestras tierras. El uso de voces indígenas en
las crónicas refleja, por un lado, que los españoles no tenían palabras para nombrar las
realidades americanas, porque sencillamente eran distintas a las de ellos y, por otro, que
1079 COMUNICACIONES

inevitablemente debían utilizar los términos indígenas para no solo entenderse con los
aborígenes sino para comprender la magia del entorno americano.
La parte práctica de esta investigación se concreta en la elaboración del glosario. El
hecho de que en el siglo XXI podamos realizar de manera sistemática una lista de voces
que datan de aproximadamente quinientos años, las cuales todavía siguen vigentes, nos
hace pensar que el español sigue teñido de ‘indio’ y que esas voces presentes en nues-
tro idioma, todavía nos hablan de cómo nuestros ancestros percibieron y denominaron
aquellas realidades.
VOCES INDÍGENAS EN LA APOLOGÉTICA HISTORIA SUMARIA DE FRAY BARTOLOMÉ 1080
1081 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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grafía crítica y cuerpo de materiales para el estudio de su vida, escritos, actuación y polémi-
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José Toribio Medina, 1954. 394 p.
HANKE, Lewis. Bartolomé de Las Casas, Pensador, Político, Antropólogo. La Habana:
Sociedad Económica de Amigos del País. Ediciones de su Biblioteca Pública, 1949. 126 p.
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Editada por VARGAS MACHUCA, Bernardo. París: Librería de la Vda. de Ch. Bouret,
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ROBELO, Cecilio A. Diccionario de aztequismos, o sea, Jardín de las raíces aztecas.
Palabras del idioma nahuatl, azteca o mexicano, introducidas al idioma castellano bajo di-
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VOCES INDÍGENAS EN LA APOLOGÉTICA HISTORIA SUMARIA DE FRAY BARTOLOMÉ 1082

SALA, Marius y otros. El español de América. Bogotá: Publicaciones del Instituto Ca-
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TEJERA, Emilio. Indigenismos. República dominicana: Editora de Santo Domingo,
1977. 2 tomos. 1383 pág.
1083 COMUNICACIONES

NOTAS

1
El profesor Montes (1997) señala precisamente que los estudios relacionados a las interferencias fónicas
indígenas en español son escasos, sin embargo son digno de mención los trabajos de De Granda y Cassano en el
Paraguay, Perú y Méjico, como también los de Carranza para el Perú y de Lope Blanch en el caso de Méjico.
2
Se llama indigenismos a aquellos préstamos lingüísticos procedentes de lenguas amerindias que se incorpo-
raron al español. Un préstamo, según define el profesor Montes (1997), es una palabra de una lengua donante (Ld),
compuesta de forma (F) y contenido (C), pasa tal cual a otra lengua, que es la lengua receptora (Lr). De acuerdo con
esto, algunos indigenismos son: chocolate del nahuatl xoco-atl: xococ, ‘agrio’ y atl: ‘agua’, ‘agua agria’; Cacique,
del arahuaco ‘jefe’, Canoa, de origen taíno ‘embarcación’. Un préstamo se consolida en una lengua cuando pasa a
formar parte de su sistema, lo que necesariamente implica una serie de adaptaciones fonológicas, morofológicas
y semánticas. La categoría gramatical predominante de los indigenismos en el español americano, es el sustantivo
con conceptos en su mayoría referidos a flora, fauna y costumbres.
3
MARTINELL GIFRE, EMMA, “Valor lexicográfico de las cartas, crónicas y relaciones de indias”, en: Con-
tribuciones al estudio de la lingüística hispánica, tomo II. Madrid: Montesinos, 1997. p. 187.
4
Ibid., p 188.
5
Ibid., p. 188.
6
SIMÓN, Fray Pedro. Vocabulario de americanismos. Edición facsimilar de la “Tabla para la inteligencia de
algunos vocablos de las noticias historiales”. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1986. p. 57.
7
GALEOTE, Manuel. Léxico indígena de flora y fauna en tratados sobre las Indias occidentales de autores
andaluces. Granada: Universidad de Granada, 1997. p. 127.
8
Ibid., p. 190.
9
MARTINELL GIFRE, Emma. La comunicación entre españoles e indios, Madrid: Mapfre, 1992. p. 108.
10
Ibid., p. 79.
11
El profesor Montes señala que existe dos conceptos de americanismo. El primero es el histórico -genético
en que se denomina americanismo a un vocablo procedente de América. Es el caso cuando se dice que canoa es el
primer americanismo escrito en español, ya que primero aparece registrado en el Diario de Colón y seguidamente
en la obra de Nebrija (1495). Por origen idiomático se pueden establecer sus clases: indigenismo cuando procede
de las lenguas aborígenes. Africanismo cuando se origina de alguna lengua de África. Americanismo endohis-
pánico cuando la voz es originaria de América con elementos propios del español. Extranjerismo. Cuando la voz
procede de lenguas extranjeras adoptadas en el español americano. El segundo concepto es el uso diferencial, de
acuerdo con este criterio se considera americanismo cualquier rasgo lingüístico usual en América y no en España.
Este criterio es básico para los estudios descriptivos-sincrónicos. En resumen, ambos lineamientos resumen de
manera global los sentidos posibles del concepto americanismo. MONTES, José Joaquín. Dialectología general e
hispanoamericana. Santafé de Bogotá, Instituto caro y Cuervo, 1995, p. 153-154.
12
Existen estudios interesantes sobre la toponimia y la antroponimia que son una prueba fehaciente de la in-
fluencia indígena en las sociedades latinoamericanas, es el caso del trabajo elaborado por la profesora María Ber-
narda Espejo Olaya titulado Notas sobre toponimia de la región cundiboyacense, ponencia del XXII Congreso
Nacional de Lingüística, Literatura y Semiótica. Cali, Universidad del Valle, publicación electrónica, 2002.
1085 COMUNICACIONES

Cronistas, descubrimientos y colonización

LA DIMENSIÓN HISTÓRICA
DE LA CRÓNICA DE MOTOLINÍA Y SUS FUENTES

Pilar Panero García


(Universidad de Valladolid)

Fray Toribio de Benavente o Motolinía debió de nacer en el mismo lugar que sus hu-
mildes padres, en el pueblo zamorano de Paredes situado junto al río Carrión y próximo
a la villa de Benavente, entre los años 1482 y 1492. Como era costumbre en la época, y
sobre todo en aquellos franciscanos que pertenecían a movimientos reformistas, adoptó
el apellido de la ciudad más cercana que solía estar avalada con el prestigio de una fami-
lia noble, en este caso el de los condes de Benavente. Él nunca perderá la vinculación con
sus nobles protectores y a finales de 1540 o principios de 1541 no duda en dirigirse a don
Antonio Pimentel, el sexto conde de Benavente y uno de los más influyentes consejeros
de Carlos V, al que en la “Epístola Prohemial”, que encabeza su Historia de los Indios de
la Nueva España, al que convierte en abogado de la causa franciscana frente a las presio-
nes dominicas.
Los textos conservados de fray Toribio resultan ser unos de los testimonios más origi-
nales e interesantes de la temprana conquista de México. Éste, como misionero seráfico,
y, sobre todo, por su talante personal, contribuyó vivamente a que en el proceso de con-
quista se pudiera prescindir en parte de las lentas y sumamente penosas campañas mili-
tares en favor de lo que Robert Ricard1 llama “conquista espiritual” con la que dominar a
los primitivos habitantes de Mesoamérica.
Sus obras son un valioso testimonio de los primeros contactos interculturales que se
sucedieron entre Europa y América tras el descubrimiento, pero la importancia de fray
Toribio radica en la capacidad que tiene para erigirse como un elemento humano capaz
de cohesionar, e incluso estabilizar, los diversos intereses que confluyeron en los años
de la superposición de la cultura española en las nuevas tierras conquistadas. Fue uno de
los “los doce primeros apóstoles”2 encargados de evangelizar los nuevos dominios de la
Corona, pero no se limitó a desempeñar su labor ecuménica sin más, sino que directa o
analógicamente centró sus esfuerzos en conocer la realidad del otro como manifiesta el
propio fray Toribio en su polémica Carta a Carlos V fechada el 2 de enero de 1555:
LA DIMENSIÓN HISTÓRICA DE LA CRÓNICA DE MOTOLINÍA 1086

Tres o cuatro frailes [hemos] escrito de las antiguallas y costunbres questos naturales
tuvieron, e yo ten[go] lo que los otros escribieron, y porque a mí me costó más trabaxo y
más [tiempo], no es maravilla que lo tenga mejor recopilado y entendido que otro3.
El profesor Carmelo Lisón Tolosana4 ya reivindicó el papel de los castellanos del siglo
XVI como pioneros en la ciencia etnográfica debido a la conmoción que el viejo Hombre
europeo sufrió con el descubrimiento de Otros y sus modos de vida, y que repercutió de
forma estruendosa en todos los ámbitos del saber. Tanto en la Historia de los indios de la
Nueva España como en los Memoriales fray Toribio se deja llevar por su despierta cu-
riosidad y su entusiasmo, y se muestra maravillado con sus investigaciones sistemáticas
sobre la civilización pasada de los que fueron sus feligreses. Motolinía, que fue un viaje-
ro infatigable, con su vida errante y su eficacia misionera también logra impresionar a los
antiguos mexicanos, y así la reciprocidad aporta riqueza a su legado antropológico. En
su obra se muestra como un descubridor y se esfuerza, a pesar de la difícil comunicación,
para al mismo tiempo conocer una que le es ajena. Es sumamente inteligente e intuye
muy pronto la necesidad de entender plenamente lo anterior para así cimentar bien lo
suyo. Pero su actuación no se limita tan sólo a comprender creencias, sino que fray Tori-
bio para su investigación de campo aprendió náhualt llegando incluso a adaptar su patri-
monio cultural, el del grupo dominante, como demuestran los autos sacramentales que
escribió en dicha lengua, a las estructuras socio-culturales de los nativos.
Sin embargo, el estudio de la crónica de Motolinía, en sus dos formas es delicado por
tratarse de un texto de circunstancias una de ellas, la Historia, y por ser unos borradores
mutilados y desordenados la otra, los Memoriales; pero ambas encajan perfectamente en
el ambicioso proyecto milenario de su autor.
Tanto en la crónica como en sus epístolas no existen los motivos capitales de la lite-
ratura aurisecular -idealismo, pasión y las trágicas alternativas de la miseria y grandeza
humanas-, sino que centra sus esfuerzos en insistir en que la gesta de los conquistadores
y de su Orden mendicante es una predeterminación divina, y, así, cualquier actuación
humana no es más que una iluminación fruto de la voluntad de Dios. Su estilo es sobrio,
directo y, en muchas ocasiones, ingenuo, puesto que está al servicio de sus ideas apoca-
lípticas. Esta sobriedad se hace extensible a las fuentes que utiliza ya que no es excesi-
vamente prolijo en su utilización. Fray Toribio no plantea su obra como un ejercicio de
erudición y esto explica el hecho de que algunas veces cite erróneamente, como cuando
atribuye a Aristóteles el libro De Admirandis in Natura.
Recurre a las autoridades en la medida en que necesita expresar una concepción global
del espíritu humano, que sirva para explicar el sentido de los acontecimientos históricos
y de los gestos y objetos que descubren, porque el demonio quiso imitar a la Santa Madre
Iglesia desviando a los hombres por ignorancia. Su forma de comparar sólo tiene razón
de ser confrontando el Viejo y el Nuevo Mundo, y su red conceptual, a pesar de que en
algunas ocasiones se ayuda de fuentes grecolatinas como Plinio o Dioscórides, descansa
en el saber de la época: la patrística, datos y planteamientos de los tiempos medievales
como la obsesión occidental por la verdad dogmática que tiene su origen en la escolásti-
ca, vidas edificantes de otros compañeros, y, sobre todo, en las Sagradas Escrituras.
1087 COMUNICACIONES

Así la caída de la ciudad de México es narrada gracias al tópico frecuente de destruc-


ción de Jerusalén. En otros cronistas de la época como López Gómara, Díaz del Castillo,
Fernández de Oviedo o Cortés también fue frecuente este tópico tomando como punto
de partida la misma obra histórica de la antigüedad, el libro VII de la relación de Flavio
Josefo Historia de la guerra de los judíos.
El primer paso del proyecto de fray Toribio, y en esto coincide con Las Casas, es sepa-
rar la religión verdadera de la falsa. Para ello no puede encontrar mejores ejemplos en la
patrística y recurre, aunque a veces no mencione las obras con las que desarrolla su ex-
posición, a San Jerónimo, San Gregorio y San Agustín. De este último y de Santo Tomás
hereda la idea escolástica de las tres virtudes o potencias del alma -la potencia racional
(razón), la potencia concupiscible (deseo) y la potencia irascible (energía)- y cómo si la
primera se desvía por ignorancia, y los indios eran para él “venciblemente ignorantes”,
las otras también lo hacen sobreviniendo la catástrofe:
El maestro Vitoria é otros afirman que los infieles, teniendo muchas mujeres están en
invencible ignorancia5 é no pecan si empero á ellos nunca ha venido la ley evangelica,
ni se la han predicado; ó si fué predicada no hay noticia de ella, que se perdió en tiempos
pasados, sin culpa de los hijos (Memoriales, II, cap. 7, p. 146).
También adopta la idea de Duns Escoto, que en palabras de Lino Gómez Canedo es
“el santo Tomás de los franciscanos”6, de presionar a los infieles para que estos acepten,
aunque sea por la fuerza, la religión que se les impone:
Había de haber para éstos un fiscal que los apremiase con penas; porque más le valdría
ser buenos por mal, que no dejarlos perseverar en su pecado (Historia, III, cap. 11, pp.
348-249).
El valor empático de su obra es algo evidente y fray Toribio después de su definitivo
paso por América en 1524 firmará con orgullo como Motolinía7 según el apodo que los
indios le pusieron por su hábito raído. Además de estudiar in situ las comunidades indias
en sus numerosos viajes conoce el cuerpo teórico de la estructura y organización social
de estas valiéndose de fuentes escritas, los códices náhualt, y fuentes orales para elaborar
una etnogénesis lo más fiable posible:
Estos indios además de poner por memorias, caracteres y figuras las cosas dichas, en
especial el suceso y generación de los señores y linajes principales, y las cosas notables
que en su tiempo acontecían, había también entre ellos personas de buena memoria que
retenían y sabían contar y relatar todo lo que se les preguntaba; y de éstos yo topé con
uno, a mi ver harto hábil y de buena memoria, el cual sin contradicción de lo dicho, con
brevedad me dio noticia y relación del principio y origen de estos naturales, según su opi-
nión y libros más auténticos (Historia, p. 107).
Motolinía se está refiriendo a los Xiuhámatl (‘papeles de años’, ‘códices de años’),
libros prehispánicos donde se inscribían los acontecimientos más notables en forma de
anales, pero también conoció otros libros prehispánicos: Ilhuiamatl de los días y fiestas
del año, el Temicamalt o el Tetzauhamatl de los sueños y agüeros, el Tocoamatl de los
bautizos y nombres de los niños, y el Temimacanalt de los ritos y agüeros de los matri-
monios.
LA DIMENSIÓN HISTÓRICA DE LA CRÓNICA DE MOTOLINÍA 1088

Los misioneros, y en especial los franciscanos, utilizaron para adoctrinar a sus neó-
fitos dos categorías de obras en las lenguas nativas bien definidas: las primeras, que se
utilizaban como un mero instrumento de trabajo, eran artes o gramáticas, vocabularios,
opúsculos e inventarios de costumbres, estos últimos en la lengua de los conquistadores;
las segundas lo conformaban un nutrido número de catecismos, sermones, confesiona-
rios y diversas traducciones del Evangelio, de las Epístolas, de relatos hagiográficos, etc.
La mayor parte de estas obras se escribían sin la intención de que trascendieran puesto
que, muchas veces, pasaban los manuscritos de mano en mano y ni siquiera se llegaron a
imprimir. Antes hemos afirmado que la obra de fray Toribio fue utilizada por diferentes
autores, a veces saqueada literalmente, del mismo modo que él utilizó la obra perdida de
su predecesor fray Andrés de Olmos, al que había conocido unos años antes y que había
mostrado mucho interés por la gramática y la mitología indígena, y la Vida de fray Mar-
tín de Valencia de fray Francisco Jiménez (Historia, III, cap. 2, p.279).
Pero Motolinía no sólo emplea el trabajo de sus correligionarios, sino que también
recurre a autores civiles en la medida que comparten la visión del descubrimiento de
América como un designio providencialista. No es extraño, entonces, que el franciscano
cite explícitamente como Historia General de las Indias (Historia, III, cap. 11, p. 347) la
crónica del hidalgo Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés titulada Historia General y
Natural de las Indias, Islas y Tierra Firme del mar Océano, cuya primera parte se termi-
nó de imprimir en Sevilla el 30 de septiembre de 1535, y que refleja que el mundo natural
y su observación científica y el mundo sobrenatural y su especulación filosófica son dos
órdenes de una misma misión, la de la implantación de un catolicismo universal.
El franciscano se muestra conocedor de las decisiones papales con respecto a cómo
se debe enseñar la catequesis y administrar los sacramentos en las tierras americanas. En
la Historia y en la correspondencia lo demuestra sobradamente con la clara intención de
rebatir las tesis de los dominicos expuestas por Las Casas en Confesionario y explica el
contenido de tres bulas: Alias felicis del 25 de abril de 1521 emitida por León X, Exposis
nobis fecisti del 9 de mayo de 1522 conocida como la “Omnímoda” emitida por Adriano
VI y Altitudo divini consilii del 1 de julio de 1537 emitida por Pablo III.
La crónica de fray Toribio tiene una dimensión histórica a pesar de la ausencia de cro-
nología que en según qué circunstancias y hechos es sustituida con hipótesis difusionis-
tas, en las que el Génesis tiene un lugar preeminente, que se hacen patentes mediante la
analogía. Partía de la idea medieval de que Dios había creado al hombre para ocupar los
lugares despoblados del paraíso después de la expulsión de los ángeles caídos. El pecado
original fue un problema para esta tarea que la Pasión de Cristo subsanó:
Estas tierras o islas pudieran ser las que están antes de San Juan, o La Española, o
Cuba, o por ventura alguna parte de esta Nueva España; pero una tan gran tierra, y tan po-
blada por todas partes, más parece traer origen de otras extrañas partes; y aún en algunos
indicios parece ser del repartimiento y división de los nietos de Noé (Historia, p. 113).
De esta tierra dice Sant Anselmo en el tractado De Imagine Mundi, afirma que en las
partes de occidente hay una isla que es mayor que Europa, África, a donde Dios ha dila-
tado a Japhet cumplido agora más que nunca aquella profezia ó bendición del patriarca
1089 COMUNICACIONES

Noe que dijo a su hijo Japhet Dilated Deus Japheth, de donde decienden los españoles,
no solo agora dilatados por las tres partes del mundo en fe, señorio, ciencias é armas, pero
acá también los dilata en todas estas cosas en esta gran tierra (Memoriales, cap. 1, p. 10).
El Diluvio Universal le sirve de base para explicar la unidad humana, puesto que to-
dos somos descendientes de Adán, y la dispersión de los pueblos, dado que Dios mandó
al hombre henchir todos los lugares de la Tierra. Así el pecado de Cam y la maldición
que cayó sobre sus descendientes (Génesis, 9, 18-27) permitía comprender el origen de
las costumbres tenidas por bárbaras y justificar la esclavitud o la tutela de unos pueblos
sobre otros como un hecho natural.
Las citas escriturarias, las más abundantes con diferencia, gravitan en toda la obra, y
si bien son más prolijas en los Memoriales que en la Historia no pasa desapercibido que
las diez plagas de México se asimilan a las plagas de Egipto narradas en el Éxodo. Fray
Toribio se muestra conocedor de todo el universo bíblico y cita pasajes tanto del Penta-
teuco como de los libros poéticos y sapienciales -Job y Salmos-, de los cuatro Evangelios
o de las Epístolas; pero, y para concluir, es muy importante que resaltemos la importan-
cia que poseen los libros históricos y proféticos de la Biblia. Los primeros, porque si la
función de los autores de ésta consiste en demostrar que tanto personajes como sucesos
son meros accidentes históricos que actúan como agentes necesarios de los propósitos de
Yahveh, a Motolinía le resulta fácil hacernos ver que los hechos de Nueva España -como
los relatados en Josué, Judith, Primero y Segundo de Samuel, Primero y Segundo de
Reyes y Primero y Segundo de Crónicas- formaban parte de los designios divinos y, sim-
plemente, tenían que ocurrir amparados por su orden mendicante. Los segundos, porque
como preconizan Isaías, Jeremías, Miqueas, Ezequiel y Daniel, éste último es el primer
libro de la Biblia propiamente apocalíptico, y el Apocalipsis del Nuevo Testamento la
ruptura trágica que supuso el descubrimiento de las nuevas tierras encajan perfectamen-
te en el ideario milenarista franciscano iniciado por el calabrés Joaquín de Fiore al que
tanto admiraron “los doce”.
LA DIMENSIÓN HISTÓRICA DE LA CRÓNICA DE MOTOLINÍA 1090
1091 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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1093 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Cfr., La conquista espiritual de México. Ensayo sobre el apostolado y los métodos misioneros en la Nueva
España de 1523-1524 a 1572, México, Fondo de Cultura Económica, 1986.
2
Conviene que aclaremos que antes de la llegada de “los doce” tres franciscanos había desembarcado con
Cortés en Veracruz en agosto de 1523. Los tres procedían de Gante y llegaron a México por motivaciones de ca-
rácter personal a diferencia de “los doce”, que lo hicieron en función de un plan bien determinado. Dos de ellos,
Juan de Tecto y Juan de Aora, fallecen pronto; sin embargo fray Pedro de Gante, un lego que no había aceptado el
sacerdocio por humildad, dedicará cincuenta años a la actividad misionera en esas tierras. Éste sería de gran ayuda
para fray Martín de Valencia y su misión en sus comienzos. Antes de 1523 otros cuatro frailes habían acompañado
a Cortés y dos de ellos, fray Pedro Melgarejo y fray Diego Almirantano, eran franciscanos, pero habían realizado
una acción misionera mínima puesto que acompañaban al conquistador en calidad de hombres de confianza y de
diplomáticos (Historia, III, cap. 1. p. 273). Aunque realmente fray Toribio y sus compañeros no fueron los prime-
ros frailes que llegaron a México, y ni siquiera los primeros franciscanos, los cronistas de la época y más tarde los
historiadores se refieren a ellos como “los doce primeros padres” o “los doce primeros apóstoles” puesto que es a
partir de ellos cuando los resultados de la actividad misionera dejan de ser insignificantes.
3
Cfr., Fray Toribio de Motolinía, O.F.M., “Carta de fr. Toribio Motolinía al Emperador, en que rebate ciertas
teorías y actitudes de fr. Bartolomé de las Casas (Tlaxcala, 2 de enero de 1555)”, en Epistolario (1526-1555),
recopilado, paleografiado directamente de los originales y transcrito por Javier O. Obregón y ed. de Lino Gómez
Canedo, O.F.M., México, Penta Com. S. A., 1986, p. 171.
4
Cfr., “Pequeña historia del nacimiento de una disciplina”, en Antropología social en España, Madrid, Akal,
1977, pp. 9-104.
5
Para Santo Tomás los paganos se dividían en dos grandes grupos: los que eran “venciblemente ignorantes”,
que nunca habían tenido la oportunidad de oír la palabra de Dios; y los “invenciblemente ignorantes”, como los
judíos y los musulmanes, que habían oído la “verdad”, pero habían rehusado escucharla. Hemos de suponer, en-
tonces, que cuando fray Toribio dice en este texto “invencible ignorancia” quiere decir lo contrario. Véase también
Memoriales, II, cap. 8, pp. 147-148.
6
Cfr., Fray Toribio de Motolinía, Epistolario (1526-1555), recopilado, paleografiado directamente de los ori-
ginales y transcrito por Javier O. Obregón y ed. de Lino Gómez Canedo, O.F.M., México, Penta Com. S. A., 1986,
p.117, nota 24. Para entender mejor la influencia que Escoto tuvo en los franciscanos observantes, véase Marcel
Bataillon, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI, México, Fondo de Cultura Econó-
mica, 1966, pp. 10-22.
7
Este apodo tiene su origen en una anécdota muy conocida que relatan con alguna variante dos personalidades
de la época, su compañero y discípulo Jerónimo de Mendieta y el conquistador Bernal Díaz del Castillo, y que re-
cogen, sin excepción, todos sus biógrafos. Bernal atribuye el sobrenombre a los caciques y señores de México:
Cfr., Historia de la verdadera conquista de la Nueva España, 2 vols., ed. de Carlos Pereyra, Madrid, Espasa-
Calpe, 1933, vol. 2, cap. CLXXI, p. 302: “...y pusiéronle este nombre de Motolinea los señores y caciques de Mé-
jico, que quiere decir en su lengua fraile pobre, porque cuanto le daban por Dios lo daba a los indios y se quedaba
algunas veces sin comer, y traía los habitos muy rotos y andaba siempre descalzo, y les predricaba, y los indios le
querían mucho porque era una santa persona”.
LA DIMENSIÓN HISTÓRICA DE LA CRÓNICA DE MOTOLINÍA 1094

Parece ser que la versión más autorizada es la de Mendieta:


Cfr., Historia Eclesiástica Indiana, 2 vols., ed. de Francisco Solano y Pérez-Lila, Madrid, Atlas, 1973 (Biblio-
teca de Autores Españoles, núms. 260 y 261), vol. I, libro III, cap. XII, p. 129: “Y decían unos a otros (los indios):
¿Qué hombres son estos tan pobres? ¿Qué manera de ropa es esta que traen? No son estos como los cristianos de
Castilla. Y menudeaban mucho un vocablo suyo diciendo: motolinea, motolinea. Y uno de los padres llamado fray
Toribio de Benavente preguntó a un español qué quería decir aquel vocablo que tanto lo repetían. Respondió el
español: Padre, motolinea quiere decir pobre o pobres. Entonces dijo fray Toribio: Ese será mi nombre para toda la
vida; y así de allí adelante nunca se nombró ni firmó sino fray Toribio de Motolinea”.
Motolinía, motoliniani o motoliniqui es un adjetivo o sustantivo verbal cuya raíz es el verbo tolinia: ser pobre,
tener penas, en náhuatl. Motolinía tiene un sentido de exclamación compasiva: “¡Qué desdichado!”.
1095 COMUNICACIONES

Cronistas, descubrimientos y colonización

CORTESÍA ESTRATÉGICA EN ALGUNAS EPÍSTOLAS DE FUNDADORES


ANDINOS COLOMBO-VENEZOLANOS*

María Josefina Valeri de Colina


(Universidad de Valladolid)

Actos directivos en epístolas de petición de inmigrantes a Mérida (Venezuela)


El objetivo central de nuestra investigación consiste en estudiar una parcela de la cor-
tesía como fenómeno lingüístico en la historia del español, tomando como base algunos
documentos escritos por pobladores españoles de la Provincia de Mérida durante el pri-
mer siglo de su etapa fundacional. La ciudad de Mérida, hoy en día capital de un estado
del mismo nombre en Venezuela, fue fundada en 1558 por españoles enviados desde la
Real Audiencia de Santa Fe, situación político-administrativa que se mantuvo hasta el
año 1777. Y estos documentos comparten el rasgo de ser epístolas (cartas o letras).
Estudiar el fenómeno de la cortesía en el discurso epistolar nos ha conducido a con-
siderar al acto de habla directivo como la unidad de análisis básica (Haverkate 2004:
59-60). El contexto pragmático por excelencia en el que se desenvuelven los actos di-
rectivos en estas cartas es el de la petición, que es el enlace entre la cortesía y la epístola
por las relaciones que guarda con ambas; con la primera, por representar una amenaza a
la imagen negativa del destinatario, con la segunda, por ser una de las partes en las que el
arte epistolar dividía la carta (Murphy 1974/ 1986:202-274; 1985) y una de las varieda-
des dentro de la tipología textual diplomática: carta de petición (Heredia 1985).
Para llevar a cabo el análisis de los actos de habla directivos presentes en las cartas pri-
vadas y oficiales de los siglos XVI y XVII escritas desde Mérida, Venezuela, utilizamos
el que puede llamarse modelo de cuatro dimensiones creado por Mulder (1998: 239-
275). Las particularidades de este modelo y sus bondades se describen más adelante,
pero de antemano queremos dejar entrever su orientación hacia el análisis morfo-sintác-
tico. Es una orientación similar a la de Haverkate (2002; 2004), cuyos trabajos aplicados
al español contemporáneo, son pioneros en demostrar para este idioma y la cultura que
sustenta, la correlación entre la cortesía y estructuras morfo-sintácticas.
CORTESÍA ESTRATÉGICA EN ALGUNAS EPÍSTOLAS DE FUNDADORES ANDINOS 1096

El concepto de ‘cortesía estratégica’ dentro de lo social


Durante mucho tiempo, la cortesía entendida del modo tradicional formó parte de los
buenos modales; concepción que fue criticada por reflejar y mantener una organización
social jerárquica rígida. En esta concepción tradicional, la cortesía se definía como “un
conjunto de muestras de respeto o deferencia cuyo uso determina y exige la organización
social de acuerdo con el estatuto relativo de los participantes en la interacción” (Escan-
dell 1995: 32). Esta era la visión de los manuales de etiqueta, bajo la cual “la cortesía se
convierte entonces en una forma de indexación social, porque señala a quienes se tienen
como personas bien educadas, como miembros del propio grupo y a los otros, como vul-
gares, indelicados y sin distinción” (Álvarez 2005).
En antítesis, se configuró una concepción moderna de la cortesía, que la considera
como un conjunto de maniobras lingüísticas de las que puede valerse un hablante, para
evitar o reducir al mínimo el conflicto con su interlocutor, cuando los intereses de ambos
no son coincidentes. (Brown y Levinson 1978/ 1987). Frente a la concepción tradicional,
que destacaba los aspectos sociales y formuláicos, el nuevo enfoque resalta el aspecto
individual, creativo y estratégico de la cortesía. En esta cortesía ocurre una revaloriza-
ción de las estrategias para evitar conflictos y una pérdida de importancia de las normas
sociales. De ahí que quizás pudiera hablarse de una cortesía definida por el diferente uso
que de las estrategias hacen los individuos en interacciones concretas en el marco más
amplio de la sociedad.

Cortesía, cultura e historia: variación de estrategias


Frente a los inicios de este tipo de análisis en el seno de la cultura anglosajona, trabajos
recientes sobre la cortesía hacen una caracterización de los sistemas y las estrategias de
cortesía que rigen en la actualidad en culturas diferentes a la anglosajona1. Con análisis
basados en la actualidad, Blum-Kulka y House (1989) demuestran la variación en el uso
de una misma estrategia entre distintas culturas. Al recopilar las respuestas de más de 700
informantes originarios de diferentes culturas sobre las estrategias utilizadas para pedir
algo en ocho situaciones distintas, los autores encontraron que en la cultura española, la
forma imperativa se utiliza más que en cualquiera de las otras culturas (un 40% de fre-
cuencia en contra de un 20% de la alemana y la francesa, un 10% de la estadounidense, y
un 33% de la hebrea); mientras que el uso de las peticiones indirectas y las alusiones es
menor en la cultura española comparándose con las otras culturas. Esto deja a la española
como una cultura donde comparativamente no se sigue el precepto de Brown y Levinson
(1978/1987), según el cual mientras más indirecta la petición mayor la cortesía. ¿Podría
interpretarse esto como una evidencia de la ausencia de cortesía en la cultura española?
En la cultura española actual el predominio de la cortesía positiva hace que lo im-
portante sea “ser aceptado por los otros y comportarse de acuerdo con cual sea el lugar
que a cada uno le corresponda dentro del grupo” (Escandell 1995) En tal sentido, las
estrategias de cortesía no están centradas en la no imposición, sino en mostrar y reforzar
la interdependencia. Además, Escandell (1995) afirma que en el momento actual el en-
foque de la cortesía estratégica tiene limitaciones para interpretar los usos de las formas
1097 COMUNICACIONES

lingüísticas en relación al mantenimiento del equilibrio en las relaciones interpersonales


de individuos pertenecientes a la cultura española.
De las formas indirectas convencionales dice Escandell (1995) que son aquellas que
se usan de manera constante con un significado distinto al significado literal.
Hemos de ver si los enunciados corteses en el español de otras épocas atienden como
en la cultura actual, además de a una estrategia de preservación de las imágenes positiva
y/o negativa, a ser fórmulas fijas que el grupo social aceptaba y promovía, y si eran en-
tendidas por ese grupo social de una forma precisa.

La cortesía en el español de otras etapas históricas


- Estrategias directas de cortesía: Valores pragmáticos el imperativo
El imperativo se caracteriza por no tener en propiedad más que dos formas: ama,
amad. Ambas de 2. ª persona, singular y plural respectivamente. Para nuestro estudio de
la cortesía es importante resaltar que, como indica Andrés-Suárez (1994), en los textos
primitivos había presencia de una gran variedad de expresiones sustitutorias del man-
dato. No es raro encontrar, por ejemplo, el presente de subjuntivo o el imperfecto en -SE
(más escaso) con dicha función. Veamos a continuación, con mayor detalle, los modos
verbales que en los textos medievales sustituían al modo imperativo:
(En el castellano moderno utilizamos el presente de subjuntivo para expresar una or-
den o prohibición en frases negativas: “no vengas”, o dependientes: “quiero que ven-
gas”. Mas en castellano medieval no es raro encontrar la segunda persona del singular y
del plural del presente de subjuntivo en frases afirmativas que exigen hoy la utilización
de las formas específicas del imperativo.
- Aunque menos frecuente, otro sustituto del imperativo en los primero textos medie-
vales es el imperfecto de subjuntivo en -SE (nunca en -RA, lo que demuestra sus funcio-
nes divergentes en aquella época).
- Las perífrasis formadas por el presente de subjuntivo (segunda persona) + infinitivo
también contienen la noción de mandato.
Como en latín, se usa el futuro de indicativo con valor de imperativo energético.
-Modelo de análisis de las estrategias directas e indirectas de cortesía en actos de
habla directivos
En nuestra investigación se toma el modelo de Mulder (1998), denominado 4D, para
realizar un análisis lingüístico de los actos de habla directivos a través de cuatro dimen-
siones: dimensión predicativa, dimensión deíctica personal, dimensión modificadora y
dimensión del tipo de oración. La ventaja del modelo de Mulder se centra en la posibi-
lidad de detectar el uso de la cortesía en cada una de las dimensiones. Las estrategias de
cortesía que el remitente puede usar en ellas son:
1) El uso de implicidad predicativa: la acción descrita en la proposición principal no
corresponde con la acción que el remitente quiere que el destinatario realice.
CORTESÍA ESTRATÉGICA EN ALGUNAS EPÍSTOLAS DE FUNDADORES ANDINOS 1098

2) El uso de la implicidad deíctica personal: el remitente no se refiere al destinatario


como ejecutor de la acción.
3) El uso de modificadores cuando en la proposición principal existe explicidad pre-
dicativa: como la acción que el remitente quiere que ejecute el destinatario o un tercero
se expresa en forma directa, el destinatario mitiga la fuerza directiva usando un elemento
léxico tal como un verbo modal, un verbo preformativo o un metadirectivo.
4) El uso de un modo verbal o un cambio en el orden de las palabras que reduce la fuer-
za directiva.
Cuando Mulder (1998) explica la dimensión del tipo de oración, afirma que esta di-
mensión está referida a constituyentes de índole gramatical como la prosodia, el modo
verbal y el orden de las palabras; ahora, el autor reduce su análisis en esta dimensión a
la clasificación de las oraciones que expresan los actos directivos en imperativas, inte-
rrogativas y declarativas, obviando el análisis del modo verbal. En esta investigación se
profundiza en el aspecto de los modos verbales, dentro de la dimensión del tipo de ora-
ción, para buscar su relación con la cortesía.

Resultados del análisis de los enunciados en el corpus epistolar


A continuación, con fines expositivos, mostramos apenas algunos ejemplos de las
oraciones analizadas.
Primer Corpus: Cartas privadas de inmigrantes españoles escritas a sus familiares
desde el Reino de la Nueva Granada
Carta
Santa Fe, 26 de Enero de 1577
De esposo a esposa
Asunto: El objetivo fundamental de la carta es pedir a la esposa que haga ciertas dili-
gencias antes de partir a América: cosas de las que conviene hagáis.
Oración 1: “...y si viniéredes, como he dicho, hareís con mi hermano el conchabo
sobre la hacienda.”
Dimensión predicativa: Directivo explícito
Dimensión deíctica personal: Directivo explícito.
Dimensión modificadora: No hay modificación de tipo léxico.
Dimensión del tipo de oración: Oración subordinada condicional
Prótasis: futuro de subjuntivo (viniéredes)
Apódosis: futuro del indicativo (haréis)
Tipo de acto de habla directivo: Petición (impositiva)
Estrategias de cortesía: El acto directivo es expresado mediante una oración subordi-
nada condicional lo cual hace que la imposición sea menor y, además, el modo verbal que
expresa la acción a ser ejecutada es el futuro del indicativo.
1099 COMUNICACIONES

Oración 2: “Y comprarás vuestros tocados de mujer muy juiciosos; no penséis que


acá se tratan como allá las mujeres, que andan muy bizanas.”
Dimensión predicativa: Directivo explícito
Dimensión deíctica personal: Directivo explícito.
Dimensión modificadora: No hay modificación.
Dimensión del tipo de oración: Oración en futuro de indicativo.
Tipo de acto de habla directivo: Recomendación (no impositiva)
Estrategias de cortesía: El modo verbal usado es el futuro de indicativo que se solía
utilizar en la Edad Media como sustitutivo del modo imperativo para suavizar la fuerza
directiva.
Oración 3: “Y venga con vos Bartolomé de Ortega, y deje el ser fraile, que acá cantará
misa, que tendrá cada año de renta quinientos ducados y más, que para clérigos es muy
buena tierra las Indias.”
Dimensión predicativa: Directivo implícito. La acción en la proposición principal
(venir y dejar de ser) no corresponden con la acción que el remitente está incitando al
destinatario (trae y dile).
Dimensión deíctica personal: Directivo implícito. La implicidad predicativa presu-
pone la implicidad deíctica personal, pues el destinatario no está señalado directamente
como ejecutor de la acción.
Dimensión modificadora: La modificación es hecha por el conector y.
Dimensión del tipo de oración: Oración subordinada en presente de subjuntivo intro-
ducida por y.
Tipo de acto de habla directivo: Petición (impositiva)
Estrategias de cortesía: Se aplica una cortesía negativa al realizar una petición en for-
ma indirecta.

Segundo Corpus: Documentos Públicos escritos desde Mérida.


Cartas públicas de petición
Documento
Petición para incluir a Pamplona, Mérida y San Cristóbal en la Gobernación del Espí-
ritu Santo de la Grita (Fragmentos) (Santa Fe, 5 de Noviembre de 1588)
Asunto: Los alcaldes de la ciudades de Mérida, Pamplona y San Cristóbal junto al go-
bernador Francisco Cáceres de la Gobernación del Espíritu Santo de la Grita justifican al
Rey que esas ciudades están lejos de la Real Audiencia de Santa Fe (de la que dependen)
y que conviene incluirlas en la Gobernación del Espíritu Santo de la Grita.
CORTESÍA ESTRATÉGICA EN ALGUNAS EPÍSTOLAS DE FUNDADORES ANDINOS 1100

Oración 1:”Pidimos y Vmilldemente. Suplicamos se duela de nos Otros.” Dimensión


predicativa: Directivo explícito
Dimensión deíctica personal: Directivo explícito.
Dimensión modificadora: La petición es expresada con los verbos performativos pe-
dir y suplicar. Estos verbos funcionan como elementos léxicos que modifican la pro-
posición principal la cual contiene la acción que el remitente quiere que el destinatario
realice.
Dimensión del tipo de oración: Oración declarativa que contiene una cláusula subor-
dinada en presente de subjuntivo
Tipo de acto de habla directivo: Petición (Impositivo)
Estrategias de cortesía: El efecto modificador de los verbos pedir y suplicar hace que
la petición se incluya en una oración subordinada y que se atenúe la imposición.
Oración 2: “Y pido y suplico a vuestra merçed me lo mande dar originalmente porque yo
estoy de camino y al presente no me puedo detener mas”.
Dimensión predicativa: Directivo explícito
Dimensión deíctica personal: Directivo explícito.
Dimensión modificadora: La proposición principal es modificada por los verbos per-
formativos pedir y suplicar y, adicionalmente, hay un modificador imperativo (mande).
Dimensión del tipo de oración: Oración declarativa
En la proposición que expresa el acto directivo se utiliza la forma compuesta mandar
+ verbo en infinitivo.
Tipo de acto de habla directivo: Petición (impositivo)
Estrategias de cortesía: El uso de los verbos pedir y suplicar hace que el acto directivo
parezca más un ruego que una petición. Adicionalmente, el metadirectivo mandar + ver-
bo en infinitivo tiene la particularidad de indicar al destinatario la autoridad y la respon-
sabilidad de sólo dar la instrucción insinuando que la acción sea realizada por otros.

Testamento
Los testamentos de la época siguen una forma estandarizada y los actos de habla di-
rectivos contenidos siguen una forma convencional.
Documento Nº 27: Testamento de Antonio Ruiz (Mérida, 2 de Marzo de 1622).
Oración 1: “yten mando quel dia de mi finamiento si fuere hora Para ello se me diga
Por el qura vna misa cantada de reequeen de querpo presente”.
Dimensión predicativa: Directivo explícito
Dimensión deíctica personal: Directivo implícito. El se indeterminado indica que no
hay mención expresa de la persona que debe hacer la acción.
1101 COMUNICACIONES

Dimensión modificadora: El verbo que expresa la acción a ejecutar es modificada por


la expresión yten mando que.
Dimensión del tipo de oración: Oración declarativa con cláusula subordinada en pre-
sente de subjuntivo.
Tipo de acto de habla directivo: Petición (impositivo)
Estrategias de cortesía: El acto directivo es expresado en una cláusula subordinada en
presente de subjuntivo evitándose así el uso del modo imperativo. Además, el uso de se
indeterminado desfocaliza el sujeto de la acción y, por lo tanto, evita la imposición.

Conclusiones
Con respecto a las estrategias de cortesía encontradas en el corpus, nuestro enfoque
plantea que los remitentes pueden usar una estrategia de cortesía que está enmarcada
en alguna de las dimensiones del modelo 4D de Mulder. El análisis de los resultados
demostró que, ni en las cartas privadas ni en los documentos públicos escritos por los
inmigrantes españoles en los siglos XVI y XVII, se usaba la implicidad predicativa o la
implicidad deíctica personal como estrategia de cortesía. Lo que si pudimos apreciar es
que en las cartas privadas, ni siquiera hay, en general, un uso de modificadores de tipo
léxico (verbos modales, verbos preformativos, metadirectivos) que mitiguen la fuerza
directiva del acto directivo; más bien, lo que se evidencia es el uso del modo verbal para
lograr cortesía negativa. En otras palabras, los inmigrantes españoles, al escribir cartas a
sus familiares, preferían elaborar actos de habla directivos mediante oraciones imperati-
vas expresadas en futuro de indicativo y en presente de subjuntivo.
En cuanto a los documentos públicos, sí abundan los modificadores de tipo léxico, ge-
neralmente los verbos performativos y los modificadores imperativos; y se mantiene la
tendencia a usar los modos verbales de presente de subjuntivo y de futuro de indicativo,
solo que en oraciones declarativas. Es en los documentos públicos donde más se eviden-
cia el uso de fórmulas de cortesía en contraposición al uso de estrategias de cortesía.
En vez de prescindir de los conceptos de cortesía positiva y negativa para el análisis
de los documentos públicos, lo que proponemos es su complementación con el rol de las
formas convencionales de realización de los actos directivos que son expresados con
cortesía. Por estas razones, la mayoría de los actos directivos dirigidos a autoridades del
Reino se expresan como: verbo performativo (pedir o suplicar o rogar) + modificación
imperativa (se sirva de, sea servido de, haga merced de, mande) + verbo de la proposi-
ción principal (en presente de subjuntivo o futuro de indicativo). Se aprecia lo mismo en
los actos directivos de los testamentos donde la forma convencional se expresa como:
yten mando que + se + verbo en presente de subjuntivo.
CORTESÍA ESTRATÉGICA EN ALGUNAS EPÍSTOLAS DE FUNDADORES ANDINOS 1102
1103 COMUNICACIONES

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1105 COMUNICACIONES

NOTAS

∗ Este trabajo se inserta dentro del Proyecto VA021/04, financiado por la Junta de Castilla y León, así como
gracias a una beca de investigación de la Universidad de Valladolid (España).
1
Entre ellos destacan Wierzbicka (1991), y Blum-Kulka (1989).
1107 COMUNICACIONES

Cronistas, descubrimientos y colonización

EL ESPAÑOL EN LA FRONTERA:
INTERACCIÓN COMUNICATIVA Y CONTACTO HISPANO-NÁHUATL A
TRAVÉS DEL VOCABULARIO BILINGÜE (1555) DE ALONSO DE MOLINA

Dr. Miguel Figueroa-Saavedra


(Universidad Complutense de Madrid)
Prof. Dr. Manuel Galeote
(Universidad de Berna)

El incunable americano del siglo XVI “titulado Aquí comiença un vocabulario en la


lengua castellana y mexicana (1555), de fray Alonso de Molina,”, supone un hito histó-
rico en el conocimiento de la realidad lingüística mesoamericana y el resultado de un es-
fuerzo sistemático que, desde 1530 -tras la conquista de México en 1521 por H. Cortés-,
perseguía un registro lexicográfico exhaustivo del náhuatl. Por añadidura, el VCM55
se convertía en el primer inventario léxico de una lengua americana1. La necesidad de
establecer unas correspondencias semánticas entre la lengua náhuatl y la castellana nos
proporcionó una instantánea de la relación entre ambas en los primeros momentos de
la dominación española. Puede estudiarse, por tanto, el tipo de interrelación entre el
castellano y el náhuatl, así como el impulso de un proceso de gramaticalización para la
lengua mexicana. Para entonces hacía mucho tiempo que el español, la primera entre las
lenguas neolatinas, disponía de una gramática que describía la peculiaridad de su estruc-
tura lingüística.
Antes de seguir adelante conviene destacar que no habría sido posible la elaboración
del VCM55 sin una actitud abierta, activa y conocedora del plurilingüismo de los nuevos
territorios recién anexionados. Es notorio que, a diferencia de lo que ocurrió doscientos
años después, tanto la existencia de estas lenguas como su diversidad no se vio como un
obstáculo sino como una circunstancia connatural que debía ser aceptada y transformada
en el medio preferente e idóneo de acceso a una realidad que quería ser transformada. Es,
por tanto, desde un pragmatismo realista desde el que se enuncian una serie de principios
y actuaciones que defienden la posibilidad de crear unos métodos y herramientas forma-
les para el aprendizaje de otras lenguas en aras de favorecer la labor misionera.
EL ESPAÑOL EN LA FRONTERA 1108

De todos es sabida la labor que desempeñó la orden franciscana, muy especialmen-


te los frailes que sacaron adelante el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco a partir de
1533. Esta institución, que cristianizaba a las “elites” locales, a través de la educación
de sus hijos, contribuyó a que los frailes aprendieran la lengua náhuatl en contacto con
sus pupilos. De este modo, se fue gestando en el seno de aquel colegio una comunidad de
gramáticos que hizo de Santa Cruz de Tlatelolco una escuela de traductores y filólogos
compuesta tanto por españoles como por nahuas. Se convirtió en el espacio de conviven-
cia y trabajo donde se gestarían buena parte de los primeros trabajos lingüísticos sobre la
lengua náhuatl.
El poder disponer de informantes nativos hizo factible un trabajo exhaustivo de re-
copilación interactiva del léxico náhuatl. La propia educación impartida por los fran-
ciscanos se veía como una forma de cualificación del propio informante, en cuanto que
lo sumergía en una visión metalingüística a través del aprendizaje del latín. Al saber los
jóvenes hablantes nahuas las lenguas castellana y latina, resultaba más fácil para los frai-
les averiguar la equivalencia en náhuatl de las palabras castellanas. Podían recurrir a pre-
cisiones lingüísticas o etiquetas explicativas a partir de la lengua latina, aunque pronto se
dieron cuenta de las limitaciones de tal sistema referencial. Como nos cuenta Mendieta,
los métodos tendieron a fijarse cada vez más en los contextos de uso y en la adecuación
situacional de las expresiones, gracias a los comentarios de los estudiantes nahuas y de
las observaciones hechas sobre cómo empleaban ellos su lengua. Se tendía a la naturali-
dad de tal aprendizaje derivando del interrogatorio al juego:
[Se esforzaban para que] los niños que tenían por discípulos se volviesen también
niños como ellos para participar de su lengua, [...]. Y así fue que dejando a ratos la gra-
vedad de sus personas se ponían a jugar con ellos con pajuelas o pedrezuelas el rato que
les daban de huelga, para quitarles el empacho de la comunicación. Y tenían siempre
papel y tinta en las manos, y en oyendo el vocablo al indio, escribíanlo, y al propósito
que lo dijo. Y a la tarde juntábanse los religiosos y comunicaban los unos a los otros los
escriptos, y lo mejor que podían conformaban a aquellos vocablos en romance que les
parecía más convenir. Y acontecíales que lo que hoy les parecía habían entendido, ma-
ñana les parecía no ser así. Y ya que por algunos días fueron probados en este trabajo,
quiso Nuestro Señor consolar a sus siervos por dos vías. La una, que algunos de los
niños mayorcillos les vinieran a entender bien lo que decían, y como vieron el deseo que
los frailes tenían de deprender su lengua, no solo les enmendaban los que erraban más
también les hacían muchas preguntas, que fue sumo contento para ellos [...] (Historia,
lib. III, cap. XVI).
Estos misioneros, metidos a lingüistas en la frontera ultramarina del español, apren-
dían a emplear adecuadamente el náhuatl en diferentes situaciones sociales y aclaraban
el uso retórico y figurado de determinadas expresiones. Este sistema parecía más renta-
ble que el uso de informantes adultos, pues planteaba menos barreras para aclarar la se-
mántica de determinadas palabras y expresiones. La informalidad de las relaciones con
las que se quería despertar la confianza y el espíritu lúdico era algo difícil de conseguir
fuera, con las autoridades locales y la población indígena, pues las indagaciones de los
religiosos siempre levantaban recelos al dirigirse a la persecución y la represión de las
1109 COMUNICACIONES

creencias y prácticas tradicionales. Tales dificultades y reticencias ya fueron anotadas


por fray Andrés de Olmos cuando quiso hacer su arte y vocabulario, durante la década de
1530-1540:
[...] son ellos muy parcos en el hablar y en este género de docencia inexpertos, de tal
suerte que, con muchos rodeos y con una gran multiplicidad de palabras, acercándonos
a los secretos de esta lengua e inquiriendo de ellos, apenas, como dicen, pudimos sacar
algún vocablillo de su lengua. Por lo cual, como alucinados, olfateamos o adivinamos
qué piensan o quieren pensar (Olmos, Arte: Epístola nuncupatoria, en latín el original).
Por tanto, el auxilio de estos jóvenes nativos convertidos en avezados gramáticos fue
indispensable para confeccionar las tres grandes obras de la lexicografía mexicana: el
Vocabulario de 1555 y los dos Vocabularios bilingües (en puridad, se trata de un vocabu-
lario bidireccional náhuatl-castellano) de Alonso de Molina. Asimismo, la comunidad
de maestros franciscanos logró con estos métodos una sin par competencia lingüística,
que les confería autoridad, confianza y capacidad para redactar gramáticas y vocabula-
rios impensables diez años antes.
En este punto, la figura del “niño Alonsito” resultó clave para consolidar y superar los
logros obtenidos hasta entonces en materia de lexicografía náhuatl. Precoz aprendiz de
la lengua indígena mexicana -de ahí el cariñoso apodo, pues hacia los 15 años ya era un
consumado nahuatlato-, desde finales de la década de 1540 comenzó con su recopilación
encaminada a un vocabulario, que vio la luz en la primera imprenta mexicana en mayo
de 1555. Esta labor no se puede considerar resultado de un esfuerzo personal aislado,
sino culminación de una serie de trabajos elaborados con el apoyo de una comunidad de
expertos. Así, Molina contaba con la experiencia y los trabajos previos de fray Andrés
de Olmos, que en 1547 acabó su Arte de la lengua mexicana y el Vocabulario que se le
atribuye. Olmos enseñaba la lengua latina en Tlatelolco. Por supuesto, debió de resul-
tarle muy especial la colaboración de fray Bernardino de Sahagún (también maestro de
latinidad e historia), pues se le encomendó el examen y supervisión del Vocabulario de
1555, según reza el colofón. Bien pudo ser Sahagún el responsable del apartado final de
la obra en el que se incluyó un listado alfabético con vocablos supuestamente no inclui-
dos en el texto principal2. A estas valiosísimas colaboraciones se suma la de Hernando de
Ribas, nahuatlato natural de Tetzcoco, antiguo estudiante del colegio, gramático latino y
autoridad nativa a quien se le debe, con probabilidad, buena parte de la riqueza dialectal
del VCM55.
Otro factor que contribuyó al caudal lingüístico del VCM55, fue la existencia de fuen-
tes – himnos religiosos (teocuicatl), anales históricos (tlàcuilolli, xiuhtlahtolli), pláticas
doctrinales (huehuètlàtolli), relatos, fábulas (machiotlàtolli,), proverbios (tlàtlàtolli) y
juegos verbales (zazanilli)- que, transcritos a caracteres latinos, servían de corpus para
extraer los vocablos y definir sus diversos significados, además de sus usos metafóricos
y simbólicos. Estas fuentes junto con los materiales ya empleados y los conocimientos y
experiencia adquiridos con la publicación de su Doctrina Cristiana de 1546, permitieron
que fray Alonso de Molina pudiera erigir un diccionario que rebasó en dimensiones y
profundidad a cualquier obra precedente e incluso posterior.
EL ESPAÑOL EN LA FRONTERA 1110

Como decimos, el proyecto lexicográfico de Molina no se ciñó a un mero acopio o


inventario provisional de voces, sino que aspiraba a un registro sistemático de términos
y expresiones en náhuatl, con definiciones y equivalencias precisas en castellano, que
facilitasen la interacción comunicativa y cultural de los hispanohablantes con la comu-
nidad náhuatl. No está de más insistir en que el diccionario al que aspiraba Molina -una
obra lo más práctica y completa posible, para hacer frente a las necesidades comunicati-
vas sobre todo de los misioneros- era un diccionario náhuatl-castellano, inspirado en los
diccionarios castellano-latino y latino-castellano de A. Nebrija.
En la primera mitad del s. XVI precisaban los lingüistas misioneros un diccionario
náhuatl-castellano (la magna obra de fray Alonso de Molina), que alcanzó a salir impre-
so en 1571. Entre tanto, el Vocabulario de 1555 era un ensayo, una obra primeriza, una
“opus in fieri”, un anticipo que le permitía a Molina perfeccionar el método lexicográfi-
co: recolección de materiales, ordenación de entradas (macroestructura), lematización
(microestructura) e impresión. No se nos puede olvidar lo más obvio: este incunable
americano se imprimía en la primera imprenta, recién instalada en la Nueva España: esto
también era una novedad. Frente a los vocabularios manuscritos, las copias impresas
del VCM55 iban a permitir que muchas más personas pudieran aportar correcciones y
añadidos3. El propio Molina, en el Prólogo del VCM55, compara su obra con un vegetal
recién transplantado, que otros deberán cultivar:
[...] enmendando lo que aquí va mal puesto, quitando lo superfluo, y añadiendo lo
mucho que falta, porque como yo pretenda principalmente el provecho y utilidad de los
próximos, y que esta planta crezca a honra y gloria de nuestro señor: contentarme he con
haberla plantado con el favor divino, aunque la honra del cultivarla, y ponerla en perfec-
ción para que lleve grandes frutos, sea de otros que en este genero de agricultura mas se
les entiende y mejor sabrán alcançar y descubrir los secretos desta lengua [hojas 4-5].
Apuntaremos seguidamente algunas innovaciones que incorpora Molina y que, como
señalan diversos autores (Cf. León-Portilla, 1977), modernizan la obra hasta el punto de
que su macroestructura vino a coincidir en parte con los diccionarios actuales. Repare-
mos en los siguientes criterios aplicados por el franciscano:
- Ordenación alfabética de los vocablos (explicitada en los preliminares Aviso sexto y
undécimo).
- Enunciación de los verbos en primera persona del presente (Aviso tercero) y la in-
dicación de la raíz verbal que se expresa en dicho tiempo mediante su posposición en el
enunciado.
- Indexación de los verbos transitivos con la posposición explícita de los prefijos ver-
bales de sujeto y objeto indefinido o reflexivo (Aviso cuarto).
Estos son ejemplos de cómo, al igual que otros gramáticos españoles del momento,
Molina supo apreciar las diferencias específicas del náhuatl frente al castellano y al latín.
Comprendió la necesidad de prescindir de los moldes gramaticales latinos y de captar
la peculiaridades estructurales de la lengua náhuatl. En este sentido, no se puede seguir
afirmando que la obra de Molina sea una copia servil de Nebrija, como han sostenido
1111 COMUNICACIONES

algunos especialistas (Gili Gaya 1960, VIII), demostrando un acercamiento superficial


a la obra de los frailes gramáticos en América. Por el contrario, como señalan bastantes
estudiosos de la labor intelectual desarrollada por los franciscanos en la Nueva España
hay una reelaboración de la obra de Nebrija que tiene como vértice idiomático a la lengua
náhuatl como lengua original (Bustamante 1989,414; Hernández de León-Portilla 1993,
216). Igualmente, se diría que el lexicógrafo misionero sobrepasa la idea de hacer una
mera relación de vocablos, pues “[...] da informes completos: explicaciones y determi-
naciones locales y temporales, lo que, en la mayoría de los casos, hace posible compren-
der el contexto social y cultural, determinando, además, el tiempo prehispánico [...]. Se
encuentran indicaciones de uso, y esto más allá de un simple registro de las unidades de
un vocabulario [...] Hay explicaciones -hasta detalladas- que permiten comprender mu-
chísimos detalles de la cultura ajena, reflejada en estas frases y unidades fraseológicas”
(Thiemer-Sachse, 1997, 149).
Hay en todo esto el reconocimiento de la idiosincrasia lingüística del náhuatl, como
lengua no románica, que exigía otro trato en el proceso de gramaticalización, lo que re-
virtió satisfactoriamente en la funcionalidad del VCM55. Uno de esos primeros pasos
fue el intento de fijar un sistema estandarizado de escritura alfabética. En el caso del
náhuatl este proceso no ofreció demasiada complicación gracias a poseer un sistema fo-
nológico no excesivamente diferente del castellano, creándose en el caso de los fonemas
no compartidos con el castellano varios dígrafos (hu/uh, cu/uc, qu, tl, tz). A este respecto,
Molina empleó un sistema bastante formalizado que consolida lo ya hecho por otros gra-
máticos, especialmente fray Andrés de Olmos, pero en el que se hace patente la presencia
del propio sistema ortográfico latino y castellano como base con la que formar el reperto-
rio de signos hasta componer los siguientes grafemas y digrafemas:
EL ESPAÑOL EN LA FRONTERA 1112

Molina, como otros, se tuvo que enfrentar, a la hora de escribir los vocablos, a la diver-
sidad dialectal del náhuatl y a las diferencias del habla que parecían complicar aún más
la confección de vocabularios. Estas diferencias locales dentro de una misma comunidad
lingüística, se juzgaron en principio como accidentales y, por tanto, no relevantes para
el aprendizaje sistemático de la lengua. Simplemente había que establecer una norma de
pronunciación correcta, como ya se había hecho en el ámbito románico.
En general se acordó entre los frailes metidos a gramáticos seguir el ejemplo de Nebri-
ja al establecer una variedad local como modelo de la lengua. Se tomó como modelo de
lengua el dialecto hablado en el Valle de México, sobre todo en las localidades de Tetz-
coco y México-Tenochtitlán tal y como refiere en su Aviso segundo, por ser allí “donde
mejor y más curiosamente se habla la lengua” 5. Sin embargo, esta designación no estuvo
basada en su propio criterio sino en la estimación que daban los hablantes nativos a de-
terminados usos. Precisamente Tetzcoco y México-Tenochtitlán, entre los siglos XIV y
XV, se destacaron como centros políticos y culturales hegemónicos, siendo los lugares
donde se inició un proceso de formalización del habla en registros corteses y elegantes
(tecpillàtolli) de acuerdo con el predominio que iban adquiriendo sus élites en la geopo-
lítica mesoamericana, imponiendo su forma de hablar como norma modélica, elegante
y prestigiosa del buen hablar. De este modo, esta preferencia relegó en importancia y
aprecio a otros dialectos, como por ejemplo el tlaxcalteca (Cfr. Sullivan, 1987, 36-37),
que, curiosa y casualmente, era el hablado por los conquistadores nativos, aliados de los
españoles.
No obstante, las diferencias entre las variantes habladas en México y en Tetzcoco -y
seguramente alentado por las observaciones de Hernando de Ribas- Molina dejó abierta
la puerta a las variantes de estas localidades u otras. Como se advierte en el Aviso segun-
do, después del término náhuatl estándar “se pondrán los [vocablos] que se usan en otras
provincias, si algunos oviere particulares”.
En este sentido, inesperadamente, nos sorprende Molina con la inclusión de algunas
referencias. Sin embargo, no se indica la procedencia de las variantes, aunque parece
obvio que responden a diferencias léxicas o fonológicas entre las variedades de Tetzcoco
y México. Así podemos establecer algunas identificaciones claras a este respecto en la
siguiente tabla:

En cualquier caso, el trabajo en equipo que se desarrolló en la confección del VCM55,


sirvió para recoger un amplio corpus léxico donde las diferencias dialectales debían de
aflorar de alguna manera; tanto por la participación de gramáticos nativos -como el ya
1113 COMUNICACIONES

mencionado Hernando de Ribas- y de otros frailes como Sahagún y Olmos con estancias
en diversas comunidades nahuatlatoque. Todos ellos pudieron proporcionar un acarreo
de experiencias, materiales y logros, enriquecido por la puesta en común de los vocablos
recogidos en México, Tetzcoco, Tepepulco, Cuauhtitlán, Azcapotzalco y Xochimilco,
por citar algunas de las procedencias y estancias de aquellos que trabajaban en el Colegio
de Santa Cruz de Tlatelolco.
Otra de las aportaciones destacables que nos proporciona el VCM55 es la inclusión de
modismos y tropos de uso convencional. Se atendía de esta manera la necesidad de que
el Vocabulario fuera algo más que una enumeración de nombres comunes y verbos ajus-
tados a una lista previa de términos y conceptos expresados en castellano, puesto que:
“No basta saber la lengua, como quiera, sino entender bien la propriedad de los vocablos
y maneras de hablar que tienen: pues por falta desto podría acaecer, que aviendo de ser
predicadores de verdad, lo fuesen de error y de falsedad” (VCM55: iii v).
A este tenor, se comprueba de nuevo que la macroestructura, la propia relación de en-
tradas castellanas ordenadas alfabéticamente en el Vocabulario no es un calco de la obra
de Nebrija. Molina elaboró la sección castellana con el material recopilado en náhuatl,
que luego volvió también a ser reordenado en el VMC71. Además es patente que tales
términos se extraen de los textos nahuas confeccionados ex profeso. Las corresponden-
cias de la sección náhuatl no se incorporaron solamente con la intención de encontrar una
palabra náhuatl para cada palabra castellana. Molina recurre en algunos casos a tomar
como entrada en el Vocabulario no tanto un término castellano como toda una glosa o
explicación ordenada por una palabra clave, generalmente un verbo. Ejemplos de tal
solución los vemos en la siguiente tabla:

En tales casos, el supuesto equivalente en náhuatl es en realidad una entrada o con-


junto de entradas agrupadas por su unidad de significado. La cuestión es que prima en el
registro la profundización en las formas de expresión propias de un discurso elaborado,
pues buena parte de éstas expresiones son de carácter metafórico o simbólico. De esta
manera se le capacita al hablante de español para manejarse en las formas de expresión
corrientes y cultas nahuas, huyendo de la tendencia ampulosa e ineficaz de darle un re-
EL ESPAÑOL EN LA FRONTERA 1114

pertorio de traducciones literales en náhuatl de metáforas y proverbios hispanos, latinos


o bíblicos que poco calado o sentido habrían tenido en un auditorio sin tal sustrato cultu-
ral compartido.
Al margen de este acercamiento, donde mejor se aprecia la interrelación náhuatl-cas-
tellano es en la adopción de préstamos lingüísticos que en este periodo se produce en
ambas direcciones reflejando transformaciones y fusiones culturales. De esta manera,
Molina no tiene reparo en emplear nahuatlismos como palabras de uso corriente en el
español en las entradas en castellano, sin que el mismo se dé cuenta de la capacidad par-
ticularizadora que tendrían para el léxico del futuro español hablado en México. Unos
cuantos ejemplos nos darán cuenta de tal adopción y uso normalizado de los préstamos
náhuatl empleados como neologismos castellanos.

Se considera así un papel también fundamental de la obra lexicográfica de Molina


como aportación y prueba del importante trasvase de términos nahuas al castellano que,
a juicio de Lope Blanch, con ellos “[...] se enriqueció notoriamente el tesoro léxico de
la lengua castellana, al tener que registrar conceptos, acepciones o matices semánticos
nuevos, ausentes en los dos Vocabularios de Nebrija” (Lope Blanch 1999, 70, n. 47).
De cara al léxico náhuatl, la presencia española supuso una alteración sustancial de
diferentes esferas de la vida cotidiana, principalmente en los núcleos urbanos, tanto en
lo que se refiere a los aspectos materiales como ideacionales de la cultura nativa. Nuevas
formas de pensamiento, prácticas religiosas, formas de organización social y política,
productos, materias, animales y artefactos, suponen un esfuerzo de asimilación que pasa
inevitablemente por poner nombres a esa nueva realidad, cuyo crecimiento progresivo y
presencia habitual o regular, formaba parte de la identidad de los pueblos nahuas.
Si como se ha señalado repetidamente, la obra de Molina es una pieza fundamental
en el estudio del impacto de la realidad cultural, material y lingüística mexicana con la
lengua castellana, no es menos cierto que en el náhuatl también encontramos informa-
ción sobre cómo la influencia de lo español revierte en ciertos cambios de la lengua. Ese
encuentro interactivo de culturas, esa convivencia en la frontera repercutió en ambas
comunidades lingüísticas, alterándolas incesantemente desde el primer momento. A fi-
1115 COMUNICACIONES

nales de la década de 1540, en aquella lengua mexicana la presencia española ya se había


hecho notar con la aparición de términos que buscan nombrar los nuevos elementos que
hacen acto de aparición, los cuales son incluidos en la sección náhuatl del VCM55. En
muchos casos es una extensión de significado, aprovechando su sentido genérico, de pa-
labras ya existentes. Así encontramos algunos ejemplos:

En el caso de los sustantivos compuestos, las nuevas creaciones tienen un valor clasi-
ficatorio y descriptivo del objeto con vistas a resaltar su especificidad como nuevo refe-
rente cultural, esto es como NRCE en expresión acuñada por Nelson Cartagena (2002).
En estos casos se podría hablar de neologismos, aunque estos se ven más claramente
representados por la creación de sustantivos específicos que remiten metafórica o analó-
gicamente a términos precedentes, siendo más descriptivos con el empleo de sustantivos
posesivos y verbales como vemos en estos ejemplos:

Como se puede observar en algunos casos, más que términos equivalentes, son “defi-
niciones” dada la dificultad de encontrar equivalentes precisos que sumergen al lexicó-
grafo en la problemática de ofrecer una traducción comprensiva de los términos, trabajo
siempre complicado (Cfr. Figueroa-Saavedra, 2000). Molina nos comenta a este respec-
to que éste fue uno de los grandes problemas que le surgieron en su tarea pues:
[...] haze dificultad y no pequeña tener nosotros muchas cosas que ellos no conocían,
ni alcançavan: y para éstas no tenían ni tienen vocablos proprios; y por el contrario, las
cosas que ellos tenían de que nosotros carecíamos en nuestra lengua, no se pueden bien
dar a entender, por vocablos precisos y particulares: y por esto assí para entender sus
EL ESPAÑOL EN LA FRONTERA 1116

vocablos como para declarar los nuestros, son menester algunas vezes largos circunlo-
quios y rodeos (VCM55, iiii r.-v.).
Esta circunstancia se hace notar en especial en las entradas castellanas que ya vimos
que han de explicar sentidos figurados. También se aprecia en los equivalentes en náhuatl
que en buena parte son también en sí definiciones. Esta práctica general que fue observa-
da por James Lockhart (1999: 303) tiene en el VCM55 un ejemplo destacable, que nos lo
proporciona la entrada esponja de la mar. En este caso, no existe un término en náhuatl
para designar este animal y se optó por adoptar el mismo término como préstamo (espon-
ja). Sin embargo esta forma léxica equivalente se acompañó de una definición que no
tiene más fin que explicar el préstamo castellano, aunque se señale como una forma de
nombrarlo en náhuatl. Así, se dice que ‘esponja marina’ en náhuatl es ylhuicaapan mo-
chihua çonectic ‘cosa esponjosa que se encuentra en el mar’.
Esta inclusión de glosas o definiciones nos revela, en numerosas ocasiones, la nece-
sidad de explicitar qué se designa a través de los préstamos castellanos, como realidades
ajenas al entorno del potencial lector, además del reconocimiento de que el VCM55, es-
taba también destinado a ser consultado por nahuatlatos, tanto para aprender castellano
como para consultar dudas en relación a la propiedad en el uso y significado de las voces
castellanas. Esta apreciación se desprende del hecho de que de por sí no tiene ninguna
utilidad explicar en náhuatl a un religioso español el sentido de un término castellano
cuando no hay equivalente en náhuatl.
En otros casos, la identificación analógica de elementos se establece en el marco de
una distinción de realidades geográficas calificando a los objetos foráneos, originarios
de España, como “de Castilla” 7, recurso que también emplea el castellano (mediante las
expresiones “de la tierra”, “de Indias”, etc.) en la asimilación de la realidad americana
como paso previo a la adopción de indigenismos (Galeote, 2001, xxxvi). Veamos algu-
nos ejemplos:

La aparición de préstamos del castellano, sobre todo como sustantivos, se incrementa


después de la primera década de contacto, entre 1520 y 1530 (Lockhart, 1991; Karttunen
y Lockhart, 1976). La adopción de préstamos se impone como un recurso para salvar la
extrañeza de elementos innombrados o no autóctonos. Habitualmente, estos préstamos
se imponen o bien porque resulta difícil encontrar un término comparable con el que se
pueda establecer una equivalencia o porque por el proceso de dominación española el
término español acaba por imponerse como usual, lo que ocurre normalmente en el te-
rreno político, tecnológico, económico y religioso. De cualquier modo, este caso implica
una convivencia próxima con la población hispanohablante.
Es interesante apreciar que la diferencia de sistemas fonológicos hace que la pronun-
ciación del préstamo se nahuatlice, sobre todo en aquellos objetos que no tienen una
1117 COMUNICACIONES

especial significación para la sociedad española, lo que también afecta a la morfología


y empleo de los mismos que es eminentemente náhuatl. Estos préstamos son adoptados
como parte de la lengua náhuatl, y por tanto se ajusta su expresión y uso a las reglas que
la rigen. El procedimiento sobre el cual se realiza la nahuatlización -fonológica y morfo-
sintáctica- de los préstamos castellanos es variado como explica Molina:
[d]onde se pone, lo mesmo, o, idem (después del romance) se ha de entender que los
naturales no tienen otro vocablo proprio en su lengua, sino que vsan del mismo que no-
sotros tenemos a la letra: y otras vezes de nuestro romance y su lengua forman sus nom-
bres o verbos variando o mudando algo del romance nuestro y su lengua, o mezclando el
vn lenguaje con el otro. (Aviso octavo).
En lo que atañe a los sustantivos, estos se adaptan a la morfología náhuatl con la adi-
ción de sufijos sustantivizadores singulares (-tl, -tli) o plurales (-mê, -tin); pero es fre-
cuente que la forma del singular no reciba ningún sufijo (por ejemplo, clerigo y cuchillo
permanecen inalterables) y se incorpore a la categoría de los llamados sustantivos trun-
cados (sustantivos sin sufijo sustantivo), seguramente por no haber sabido apreciarlos
como formas verbales. Incluso en los casos más tempranos, los préstamos se adecuaron
a la fonología náhuatl (esp. caballo > náh. cauallo). La adopción, en todo caso, no se ha-
ce partiendo de la morfología castellana, de modo que sustantivos castellanos en plural
pueden considerarse formas singulares en náhuatl -por ejemplo, esp. nabo(s) > náh. na-
box- lo que se hace más evidente en el caso de los animados al pluralizarse por dos veces.
La adopción de préstamos verbales en el momento en que se redactó el VCM55, que J.
Lockhart denomina primera etapa del náhuatl durante la colonia española y la transición
a la segunda etapa (Lockhart 1991; Karttunen y Lockhart, 1976), es un fenómeno que no
se da todavía. No obstante, la presencia de préstamos en formas verbales del náhuatl se
produce mediante la verbalización de sustantivos con la adición de los sufijos verbales
-oa, -ohuia, -huia y -tia -por ejemplo, mofirmatia ‘firmar’, mocalçastia ‘calzarse’- o en
composición con el verbo chihua ‘hacer’: tominchiua o quartochiua ‘acuñar moneda’.
Por tanto, la situación lingüística del náhuatl que refleja Molina en su VCM55 no da pie
para sostener que se estuviera viviendo un bilingüismo sustitutivo y mucho menos que
la generalidad de la población nahua fuera bilingüe. Por el contrario, el náhuatl mantuvo
plena vitalidad y la presencia de términos de origen castellano debe explicarse como
préstamos o neologismos necesarios, que se limitaban a áreas léxicas muy específicas de
la relación intercultural. Un aspecto que merece subrayarse, por ser el VCM55 una pieza
clave, es su valor como modelo de excelencia en el dominio y competencia de la lengua
náhuatl del que hacen gala los lingüistas misioneros. Se ha destacado con frecuencia
el papel de “académicos” de estos como guardianes de la lengua náhuatl, hecho que se
comprueba por el celo puesto en la difusión de un lenguaje estandarizado y pulcro que
lleva, curiosamente, a omitir la inclusión de castellanismos de uso frecuente que no eran
considerados propios de la lengua.
Este celo purista se fue perpetuando y acentuando, hasta el punto de generar una ex-
traña aversión e incomprensión sobre los desarrollos del náhuatl en los siglos XVII y
XVIII, que se tildaron de corrupción lingüística (Canger, 1994-1995). Esto es, los frailes
no tenían ojos para alcanzar a ver que, tras la conquista, colonización y predicación re-
EL ESPAÑOL EN LA FRONTERA 1118

ligiosa, tanto la cultura como la sociedad y la lengua náhuatl se estaban transformando.


Los franciscanos se olvidaban de que vivían en la frontera del español y en la frontera del
náhuatl, vivían en un tiempo nuevo: una transición que algunos llaman desde la lingüís-
tica hispánica la americanización del español, el mestizaje del español, etc. La lengua
náhuatl, por su parte, no podía quedar incólume y resultar ajena a esta abrupta transfor-
mación, obra de la llegada de un pueblo de colonizadores. A este proceso se le puede
llamar de muchas maneras: aculturación, hispanización o globalización. Por eso Molina,
como el resto de frailes, se negaba a reconocer la evidencia de los nuevos desarrollos lin-
güísticos del náhuatl. Fray Alonso perseguía una variedad que estaba empezando a que-
darse antigua, acendrada o “castiza” del náhuatl, en un proceso similar al de los autores
costumbristas que falsean la realidad idiomática, en busca de la inexistente originalidad
prístina: las lenguas vivas están sometidas al cambio incesante. Solo se fosilizan y no
cambian cuando muere el último hablante.
En consecuencia, como hemos dicho, en el magno Vocabulario náhuatl-castellano
(1571) -la obra más granada del niño Alonsito-, los castellanismos tendían a suprimirse
de las entradas en náhuatl: de este modo se evitaba afrontar las trasformaciones semánti-
cas que los castellanismos experimentaron para los nahuatlatos. De este modo, conclui-
mos que el VCM55 es una pieza fundamental para detectar aquellos castellanismos, que
entre 1555 y 1571 fueron marginados de aquel proyecto lexicográfico encaminado a un
diccionario bidireccional náhuatl-español. Molina se dedicó en cuerpo y alma a aquel
proyecto de vida, de trabajo y de fe, a pesar de las circunstancias y las dificultades inima-
ginables hoy que debió sortear durante tres largas décadas marcadas en su inicio y final
por el VCM55 y el VMC71.
Un último aspecto sobre el que queremos incidir es la modificación semántica del
léxico náhuatl a causa de la influencia cultural española. Se crearon significados más
amplios o ambivalentes, e incluso cambios por completo del sentido originario. Esto se
percibe sobre todo en la terminología referida a la religión y a los rituales. En el proceso
de evangelización era necesario eliminar sentidos paganos de palabras que, por ser di-
fícil su erradicación o sustitución, debían conservarse en el discurso cotidiano. De esta
manera, tequatequia ‘lavar la cabeza con un uso ritual’ sirvió para designar ‘el acto de
bautizar, el bautismo con agua bendita’; teopixqui ‘guardián de los dioses, sacerdote in-
dígena’ se aplicó a ‘los frailes y sacerdotes cristianos’; tlapilchiua ‘hacer un feo, ofen-
der’ y tlatlacoua ‘dañar, estropear algo, hacer mal’ resultó equivalente de ‘pecar’; mict-
lan ‘inframundo a donde van los muertos, señorío del dios Mictlantecuhtli’ fue identifica-
do con el ‘infierno cristiano’; y el xuchitlalpan ‘floresta o tierra de las flores, lugar mítico
donde lo efímero es duradero, donde se encuentra lo verdadero y a dónde van los guerreros
caídos en combate o sacrificados’ acabó identificándose con el ‘paraíso terrenal’.
Lo más sobresaliente, sin embargo, es que el dominio de la lengua náhuatl por parte de
los frailes misioneros conllevaba un uso creativo de la lengua, a semejanza de los propios
hablantes nativos. Los frailes nahuatlatoque, bien para lograr la comprensión inmediata
de la población nahua, bien para mantener el purismo de la lengua, crearon neologis-
mos (Lockhart, 1999, 381-382) que respondían a necesidades ideológicas. Otras veces
la neología denominativa estaba motivada por la dificultad de traducir elementos ideoló-
1119 COMUNICACIONES

gicos o ceremoniales ajenos al mundo religioso nahua. Se crearon términos explicativos


-seguramente con asistencia de los estudiantes y gramáticos nativos- tales como los que
siguen:

Asimismo, para apoyar los objetivos pedagógicos de la obra franciscana se crearon


formas o expresiones referidas a la enseñanza de la escritura y las artes liberales:

De este modo, en los orígenes de la lexicografía bilingüe hispanoamericana, comen-


zaba el establecimiento de una terminología propia para el proceso de gramaticalización
del náhuatl y la reflexión metalingüística .
Indudablemente, la madrugadora edición del Vocabulario castellano-mexicano
(México, 1555) de Molina resulta hoy, a todas luces, un valioso logro editorial, lexico-
gráfico e histórico-cultural. Fray Alonso Molina logró culminar su ambicioso proyec-
to gramatical-lexicográfico y ver sus obras impresas en letras de molde. Su admirable
producción hispano-náhuatl sirvió de acicate para posteriores empresas y trabajos de
investigación (histórica, filológica o de traducción) entre la orden franciscana y entre la
orden jesuita durante el siglo XVII. Este corpus de textos auspició la convivencia entre
los estudiantes nativos y sus doctos maestros; estimuló la resolución exitosa a los proble-
mas de traducción lingüística que impedía una ajustada comprensión de la mentalidad
y cultura náhuatl. Para nosotros las páginas de fray Alonso de Molina representan un
legado inapreciable para acercarnos mejor al conocimiento del patrimonio lexicográfico
del náhuatl antiguo.
EL ESPAÑOL EN LA FRONTERA 1120
1121 COMUNICACIONES

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1123 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Dada la rareza de ejemplares de esta obra, nos servimos en nuestro estudio de la edición facsímil (2001), con
estudio preliminar de M. Galeote.
2
La inclusión de este apartado se nos antoja acelerada y confiada, pues algunos de los vocablos incluidos, con-
tradictoriamente, sí lo están aunque con diferencias en su escritura y sobre todo por no estar colocadas donde de-
biera. Es el caso por ejemplo de “luziernaga” que al incluirse entre luchar y ludir es ilocalizable y que en el anexo
se registra como “luciernega”, y de “tericia”, que aun bien situada, es repetida en el anexo.
3
Señalaba García Icazbalceta (1989) que la mayor parte de aquellas ediciones salidas de la imprenta mexicana
“se destinaba al estudio o al rezo, es decir, a un uso diario que las destruía”.
4
El uso de la letra v en el VCM55 es raro y sólo hemos encontrado un ejemplo en la entrada “Señor souerano”,
que es el que se cita en este cuadro. Sin embargo, puede deberse a razones de impresión y se deben considerar las
grafías u y v como equivalentes por lo que su empleo es indistinto, sea cual sea el fonema que representen, no sien-
do realmente significativo.
5
Olmos es también del mismo parecer cuando dice que “y puesto caso que quanto a la congruidad de la lengua
los mexicanos y tetzcucanos hagan ventaja a otras provincias...” (Arte, III, 6).
6
La constelación de las Cabrillas es un conjunto de siete estrellas localizadas en el cúmulo estelar de las Pléya-
des. Aquí, la expresión náhuatl significa solamente “muchas” o “multitud”.
7
Castillan no hacía referencia específica al reino de Castilla sino a una variedad vegetal diferente: la no indíge-
na o no autóctona; esto es, la otra, que es tan diferente de la nuestra: el chilli, por antonomasia.
8
Se quería diferenciar claramente el calendario indígena y el calendario religioso cristiano.
1125 COMUNICACIONES

Cronistas, descubrimientos y colonización

LA IMPORTANCIA DE LAS RELACIONES GEOGRÁFICAS


EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

Verónica Rivera Reyes


(UNED-Centro Asociado de Ceuta)

1.- Las relaciones geográficas. Historia y tipología textual.


Las relaciones geográficas presentan una tipología textual bastante interesante ya
que, por un lado, poseen una finalidad eminentemente práctica, interesada y subjetiva
y, por otro lado, conforman una documentación alejada en gran medida de la cultura le-
trada y a la vez ajustada a la información que intenta transmitir y organizar. Este tipo de
texto forma parte de una iniciativa estadística del monarca Felipe II y constituye, por lo
tanto, la expresión de un nuevo modelo de Estado y de administración pública basado en
la necesidad de conocimiento y en la que América permaneció en un lugar preferente1.
Tal vez el primero que usó la expresión relación o, para ser exactos, carta de relación,
fue el impresor sevillano Jacobo Cronberger, quien editó en 1522 las Cartas de relación
de Hernán Cortés -aclaremos que éste utilizaba el término “carta” como ‘intercambio de
información privada en las Indias’, no de ‘informe geográfico o de actividades’-. En lo
que respecta al significado de esta voz, destacaremos que el sentido que posee el voca-
blo “relación” en los albores del Siglo de Oro es el de ‘narración o informe que se hace
de alguna cosa que sucedió’, si bien posteriormente pasó a significar ‘relato o informe
solicitado por la Corona’; en este sentido, la labor de Ovando y Godoy, que continuó
Juan López de Velasco, fue fundamental para consolidar la nueva carga semántica “ins-
titucional” del término -tal es el caso, por ejemplo, de los “relatores” de la Comisión de
Derecho Internacional-.
Una vez establecida la trayectoria semántica de este término, recurriremos a la figu-
ra de Marcos Jiménez de la Espada2 para conocer más profundamente la historia de la
relación como documento indispensable en la construcción de la geografía del Nuevo
Mundo.
Comenzaremos indicando que existen tres importantes momentos históricos que ca-
racterizan el tipo discursivo relación: 1) el período no oficial (1505-1574); 2) el período
LAS RELACIONES GEOGRÁFICAS EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA 1126

oficial posterior a 1574; y, finalmente, 3) los libros que se modelan, en parte, bajo el
mismo principio organizativo de las relaciones cuya base es el cuestionario. Entre estas
obras destacamos la Historia de las cosas de la Nueva España, de fray Bernardino de
Sahagún3.
En la historia de las relaciones es importante hacer mención de la cédula fechada en
Zaragoza el 8 de marzo de 1533 y firmada por la Reina Isabel de Portugal, donde comien-
zan a regularizarse las preguntas -siete asientos elementales en este caso- a las que debe
responder un buen informe o relación que proceda de las Indias. Posteriormente Juan de
Ovando y Godoy, con más rigor y sistematicidad, dirigirá la importante tarea de reco-
ger las relaciones geográficas e históricas indianas4 para enviarlas a los gobernadores
y virreyes. Tras el fallecimiento de Ovando y Godoy (? 1575), el cosmógrafo López de
Velasco continúa con esta tarea, reduciendo el cuestionario a cincuenta preguntas o cues-
tiones básicas que no deben faltar en las relaciones que se envíen a las autoridades. Entre
dichas directrices se encuentran5: “primeramente, en los pueblos de los españoles se di-
ga el nombre de la comarca o provincia que están, y qué quiere decir el dicho nombre en
lengua de indios y por qué se llama así (...) Quién fue el descubridor y conquistador de la
dicha provincia, y por cuya orden y mandamientos se descubrió, y el año de su descubri-
miento y conquista, lo que de todo buenamente se pudiere saber. (...) El temperamento y
calidad de la dicha provincia o comarca, si muy fría o caliente o húmeda o seca, de mu-
chas aguas o pocas, y cuándo son más o menos, y los vientos que corren en ella, qué tan
violentos y de qué parte son, y en qué tiempos del año. (...) Si es tierra llana o áspera, ra-
sa o montosa, de muchos o pocos ríos o fuentes, y abundosa o falta de aguas, fértil o falta
de pastos, abundosa o estéril de fructos y de mantenimientos. (...) Las leguas que cada
ciudad o pueblo de españoles estuviere de la ciudad donde residiere la Audiencia en cu-
yo districto cayere o del pueblo donde residiere el gobernador a quien estuviere sujeta;
y a qué parte de las dichas ciudades o pueblos estuviere. (...) El nombre y sobrenombre
que tiene o hubiere tenido cada ciudad o pueblo, y por qué se hubiere llamado así (...) y
quién le puso el nombre y fue el fundador della”.
En el documento que hemos seleccionado como acompañamiento práctico de este
estudio se puede constatar la plena vigencia que la reforma del “código ovandino” posee
en los inicios del siglo XVII. La descripción de lugares y gentes que se lleva a cabo en
nuestro documento responde -incluso manteniendo el mismo orden de prelación- a las
cuestiones mencionadas.
Finalmente, con el transcurso de los años, se resumirá el informe, estableciéndose que
la pauta que habrá de seguirse será la de reseñar el nombre, descubridor, temple, mante-
nimientos y riquezas mineras del lugar.

2.- Repercusiones de las relaciones geográficas en el español americano. El caso


de Cristóbal de Troya.
En los apartados 2 y 3 analizamos la relación geográfica escrita por el capitán Cristó-
bal de Troya Pinque -vecino de Sevilla que emprendió su aventura hacia el Nuevo Mun-
do el 28 de septiembre de 1553-, Corregidor y Justicia Mayor de San Miguel de Ibarra, a
1127 COMUNICACIONES

quien el Presidente de la Audiencia de Quito le encomendó hacer “viaje y entrada” en la


mar del Sur. El documento6 que hemos elegido como base está fechado en Lachas (Au-
diencia de Quito) el 3 de mayo de 1607 y consta de 10 folios, en los cuales su autor realiza
un seguimiento cronológico y etno-geográfico -acatando rigurosamente los preceptos
legales7- durante treinta y nueve días de expedición desde la villa de San Miguel de Iba-
rra a la mar del Sur.
Con el estudio de este corpus documental pretendemos destacar una serie de procesos
lingüísticos, relacionados fundamentalmente con el ámbito discursivo, que contribuye-
ron a desarrollar en América una tipología textual muy concreta -la de las relaciones
geográficas- así como a enriquecer una lengua española en pleno proceso de expansión
y desbordada por completo ante la exuberante e ignota realidad americana. Así pues, si
tomamos en consideración tanto el origen de nuestro relator como su ferviente deseo de
explorar y de conocer nuevas tierras, no debe extrañarnos que sus recursos lingüísticos
se vuelvan insuficientes y que broten de su imaginación pensamientos singularmente be-
llos. La razón de este cambio estriba en que, como no podía ser de otra forma, en el Nue-
vo Mundo el contacto mental entre el entorno físico y lo legendario inicia una manera de
concebir la Historia y de utilizar la lengua que por sí misma invitará al narrador a recurrir
a sus facultades imaginativas. De esta manera, como afirmara E. Pupo-Walker, “la na-
rración histórica afronta nuevas exigencias que incitan a una revalorización simultánea
del discurso y de las metodologías disponibles hasta entonces”8.
En las relaciones geográficas la verdad histórica se mezcla inextricablemente con la
verdad testimonial. Una buena muestra de ello reside en la utilización de mecanismos
lingüísticos como la acumulación de sustantivos y de adjetivos para describir “denotati-
vamente” una realidad completamente nueva, sin referentes léxicos en el idioma, es de-
cir, inaprehensible lingüísticamente y que produce, dentro de la mente del observador, un
magnífico choque cultural. Este fuerte impacto se traduce en que el discurso se impregna
de descripciones tanto negativas como positivas, algo totalmente lógico, puesto que el
referente español está siempre presente en la mente de un relator que continuamente está
comparando. Así las tierras son descritas ensalzando “lo que no tienen” -ríos “sin saltos,
ni basíos, ni sapos, ni culebras, ni otras sauandijas de mal hazer” (2-f.3v.)9-, ya que se
trata de elementos poco deseables, o bien realzando mediante superlativos aquellas cir-
cunstancias dignas de alabanza -árboles grosísimos y grandísimos, de mucha altura, por
ser la montaña abundantísima de madera (2-f.2r.)-.
Otro de los mecanismos fundamentales que se utilizan en las relaciones es el de la
comparación, un tipo de asociación lingüística que se realiza para establecer semejanzas
y diferencias entre vocablos y que de nuevo tiene a la realidad española como trasfondo
permanente. Todo lo inédito, por lo tanto, no aparece representado como tal, sino como
un aspecto, un uso o una síntesis de objetos y realidades conocidos -en este caso “conoci-
do” valdría también por ‘español’-. Por lo tanto las indicaciones descriptivas que se ob-
tienen utilizando la comparación son sumamente imprecisas y conducen generalmente
a falsas representaciones de la realidad. Lo que no sabemos es hasta qué punto esa falsa
realidad era buscada por el relator o se trataba de una insuficiencia lingüística acaecida
ante la contemplación de lo desmesurado y desconocido. Un claro ejemplo de lo anterior
LAS RELACIONES GEOGRÁFICAS EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA 1128

lo encontramos en “este testigo le tiene por mexor Río que el de Guadalquevi desde la
ciudad de Sivilla en España a la mar” (2-f.4v.), donde además el referente andaluz -pre-
sente ya en la escritura desde las comparaciones colombinas con las realidades “del An-
daluzía”- aparece en esta ocasión como término real dentro de la estructura comparativa.
Así pues, todos los recursos que utilizaban los relatores resultaban tan insuficientes
como obsoletos e inadecuados. Como consecuencia de ello la lengua española experi-
mentó una gran revolución en todos sus niveles que la llevó, por ejemplo, a enriquecerse
en su faceta morfosintáctica, sin olvidar que en el siglo que nos ocupa, el XVII, también
el caudal léxico se ensancha enormemente gracias a América, debido tanto a la avidez
de tecnicismos que poseía nuestra lengua -vocablos propios del mundo administrativo,
marítimo, comercial, etc.- como a los también necesarios indigenismos, que constituyen
el paso final del proceso de aprehensión española de la realidad americana y que nos
ofrecen la prueba más clara del fenómeno de la transculturación. En el caso que analiza-
mos las expediciones que dan lugar a las relaciones geográficas se llevan a cabo en gran
medida por vía marítima, siendo entonces este campo un origen importante del incre-
mento del patrimonio léxico de la lengua española. Tomás Buesa y José María Enguita
nos recuerdan también que”en el estudio de la formación del español americano no ha
de olvidarse el papel desempeñado por las gentes del mar, tanto en las largas travesías
como en la población de los diferentes territorios”10.
La realidad americana, por lo tanto, contribuyó de manera importantísima al flore-
cimiento moderno de la lengua castellana, no sólo porque se hizo necesario el uso de
numerosos tecnicismos -muchos de los cuales ampliaron semánticamente su significado
y pasaron a formar parte de la lengua común- sino porque puso en marcha, como hemos
visto, numerosos mecanismos de formación de palabras, descripción y “construcción”
de la realidad.

3.- Superación de los problemas lingüísticos.


Este breve estudio de las repercusiones de las relaciones geográficas en el español
de América no estaría del todo completo si no hiciéramos mención de un aspecto fun-
damental dentro del proceso de aprehensión de la realidad americana: se trata del paso
de las ideas, de la realidad observada, de los gestos y de los términos indígenas a las
palabras españolas. En este sentido la obra de Emma Martinell constituye un referente
primordial en lo que respecta a los primeros contactos lingüísticos entre españoles e in-
dios. Ella misma nos recuerda que “[...] esa tierra fue “inventada”en la medida en que
se explicó y describió con un discurso que pretendía definirla e identificarla, elaborado
por los allí llegados que, al hacerlo, la desfiguraron”11. Como veremos a continuación
los exploradores y, por ende, los autores de las relaciones geográficas construyeron su
propia realidad y como tal la transmitieron, tamizada por sus lentes españolas de la Edad
Moderna y teniendo presente de forma constante que el receptor de sus textos sería un
lector europeo. Como nos recuerda Moreno de Alba, existe una “actitud propia en ge-
neral de todos los españoles en lo tocante al léxico de las nuevas tierras: empeñarse en
designar con nombres españoles las realidades americanas”12, lo que conlleva nume-
1129 COMUNICACIONES

rosos dobletes semánticos. En la documentación que hemos manejado únicamente he-


mos hallado como ejemplo de lo anterior el término “çedro”, utilizado para designar un
referente distinto al español. Posteriormente mediante el complemento de lugar “de las
Indias” se intentó aclarar aquellas voces que, designadas mediante términos patrimonia-
les, no estuvieran completamente matizadas semánticamente; ese fue el caso del “cedro
de las Indias”.
Debido a que el relator europeo, como hemos visto, se empeña en designar con pala-
bras españolas una realidad que no se corresponde con los términos que utiliza, nos ve-
mos obligados en numerosas ocasiones a recurrir a los repertorios léxicos americanistas
e indigenistas para hacernos una idea concreta de lo que los autores de la documentación
indiana nos quieren dar a entender. En otros casos son los mismos autores los que inten-
tan explicar el contenido conceptual de las palabras .
Continuando con las situaciones de impacto entre realidades totalmente distantes, la
solución más inmediata para establecer una comunicación más o menos exitosa consiste
en la utilización de señas o gestos. Éstos, como indica Emma Martinell, “no forman un
sistema estructurado, con una motivación natural. Sus signos no tienen valor universal;
lo tienen estable, sí, y bastante duradero, pero sólo para los miembros de una misma cul-
tura, y esa no es precisamente la circunstancia que se dio allí <en América>”. “[...] Es
evidente que cada cual interpretaba las señales según su deseo13” y la muestra más tan-
gible de ello es la utilización de verbos como “entender”, “colegir”, “conocer”, “saber”,
etc. En la relación que estamos tomando como base hemos encontrado varios ejemplos
de esto, como es el caso de: “vio este testigo que ansí los yndios como algunos españoles
hallaron y sacaron a mano y sim batea algunos granos de oro, por donde este testigo
colixió auer gran grosedad en ella” (2-f.6v.). La forma verbal que se utiliza es colixió,
aunque deberíamos leer quiso colexir. Lo mismo ocurre en “vio este testigo que auía muy
buena yerua, por donde entiende que en qualquier parte que se Roce la abrá” (2-f.7v.),
donde sin problema podría leerse quiere entender, en lugar de entiende. Así pues, cada
persona entendía y veía lo que deseaba y, si tenemos en cuenta los fines administrativos
de las relaciones geográficas, hemos de puntualizar que muchos relatores “entendían”
aquello que resultara más beneficioso para sus intereses personales y, por ende, para los
de la Corona española. Por todo esto, si tenemos en cuenta que los exploradores e in-
formadores españoles observaban el Nuevo Mundo desde la mentalidad europea -recu-
rriendo a los términos indígenas sólo cuando era estrictamente necesario o tras agotar
los recursos lingüísticos disponibles- y que, además, tenían una predisposición especial
para extraer conclusiones subjetivas y adecuadas a sus pretensiones, no podemos dejar
de preguntarnos qué veracidad tienen las relaciones geográficas que analizamos o has-
ta qué punto se relacionaba con la realidad aquello que nos cuentan los informadores.
Evidentemente, no nos plantearíamos estas preguntas si considerásemos las informacio-
nes y relaciones como textos pseudoliterarios, puesto que en ellos se observan algunas
características de la comunicación literaria. En el límite entre lo científico y lo literario
podrían situarse estos escritos y deberían ser analizados, en nuestra opinión, como textos
híbridos, dejando una puerta abierta a la subjetividad y a la expresión íntima de los infor-
mantes.
LAS RELACIONES GEOGRÁFICAS EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA 1130

Finalizamos estas consideraciones sobre la insuficiencia de los recursos de la lengua


española ante la realidad americana haciendo una breve mención de un elemento fun-
damental para la superación de las dificultades lingüísticas: el intérprete. Respecto a la
necesidad de la figura del indio como intermediario entre españoles e indígenas, nuestro
relator nos proporciona noticias sobre la utilización de “indios lenguas” o intérpretes
-”el intérprete, al tiempo que era un puente entre sistemas lingüísticos diferentes, lo era
también entre las correspondientes culturas14”-. En nuestra relación podemos leer lo si-
guiente: “mandé por el yntérprete y lengua que llebaba” (1-f.7v.) o “abiéndole dado a
entender a los yndios” (1-f.8v.). Teniendo el cuenta el contexto, en este último ejemplo
la expresión verbal “dar a entender” posee el sentido de ‘hacer comprender un mensaje
utilizando para ello a un intérprete’. Por último hemos de recordar que el indio-lengua o
el lengua, como también se denominaba al intérprete, era utilizado como ayudante lin-
güístico y como guía, ya que servía para vadear los ríos por los sitios correctos y “para
obtener de otros indios información en el caso de que ellos procedieran de otros territo-
rios y allí fueran extranjeros”15.
Como hemos tenido la ocasión de comprobar, la exuberante realidad del Nuevo Mun-
do supuso un cambio fundamental dentro de la mentalidad y de la lengua española del
Siglo de Oro. Como consecuencia de ello, las estructuras discursivas se ampliaron y el
español hablado en América se enriqueció enormemente merced a la necesidad de narrar
la experiencia vivida, plasmada, entre otras muchas formas, en las denominadas relacio-
nes geográficas.

4.- Conclusiones
Como síntesis de nuestro trabajo podemos establecer las siguientes afirmaciones a
modo de conclusión:
Las relaciones geográficas son una fuente de conocimiento “europeizado” y consti-
tuyen un tipo de documentación de carácter híbrido entre el cientifismo y la literariedad
que tuvo numerosas repercusiones en el desarrollo de la lengua española en América
-contribuyendo intensamente a la creación de lo que se denomina “español de Améri-
ca”-. De este modo los exploradores y relatores españoles fueron modelando la historia
y el español americanos, desarrollando nuevas estructuras morfosintánticas y explotan-
do sus recursos léxicos hasta que la nueva realidad consiguió imponérseles por medio
de unos términos indígenas que enriquecieron la lengua española como jamás lo harían
otras circunstancias históricas.
Los españoles ante la contemplación del Nuevo Mundo vivieron una “imposición” de
la realidad que se manifestó en un profundo cambio de mentalidad, fruto de un impacto
cultural y lingüístico sin precedentes. Estos hombres, que inicialmente observaban ante
sí un conjunto nuevo de detalles antiguos -así lo transmitían en sus escritos-, sucumbie-
ron ante la magnificencia americana.
La observación, descripción e interpretación de la nova realia americana tuvo tam-
bién repercusiones en el discurso lingüístico. El objeto americano se impuso al sujeto
observador peninsular y, como consecuencia, esto se plasmó en la preferencia por la uti-
1131 COMUNICACIONES

lización de determinadas estructuras sintácticas, aunque, sin duda alguna el paso final, es
decir, la incorporación del léxico indígena al acervo lexicográfico español, nos ofrecerá
la prueba más palpable del fenómeno de la transculturación.
Todo esto nos sirve para recordar, una vez más, que América fue “inventada” por sus
exploradores y relatores, aunque no debemos olvidar que esta mítica y paradisíaca visión
de la realidad americana tuvo en numerosas ocasiones -como en el caso de Cristóbal de
Troya, que nos ha servido de ejemplo- un trasfondo económico y social importantísimo.
La necesidad de ganar un título o unas tierras y por ende adquirir una más elevada posi-
ción social movió a la mayoría de los exploradores a magnificar excesivamente su fiel
descripción de los hechos observados y de la realidad vivida.
LAS RELACIONES GEOGRÁFICAS EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA 1132
1133 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

BUESA OLIVER, T. y ENGUITA UTRILLA, J. M. (1992): Léxico del español de Amé-


rica: su elemento patrimonial e indígena, Madrid, MAPFRE.
BUSTAMANTE, J. (2000): “El conocimiento como necesidad de Estado: las encuestas
oficiales sobre Nueva España durante el reinado de Carlos V”, Revista de Indias, Vol. LX,
nº 218, págs. 33-56.
JIMÉNEZ DE LA ESPADA, M. Compilador (1965): Relaciones geográficas de Indias,
edición y estudio preliminar de J. U. Martínez Carreras, Madrid, Atlas (B.A.E.).
MARTINELL GIFRÉ, E. (1992): La comunicación entre españoles e indios. Palabras y
gestos, Madrid, MAPFRE.
MIGNOLO, W. (1992): “Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la con-
quista”, Historia de la Literatura Hispanoamericana. T.1. Época colonial, (coord. L. Íñigo
Madrigal), Madrid, Cátedra.
PUPO-WALKER, E. (1982): “La vocación literaria del pensamiento histórico en Amé-
rica”, Desarrollo de la prosa de ficción: siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, Madrid, Gredos.
RIVAROLA, J. L. (2001): El español de América en su historia, Valladolid, Secretaria-
do de Publicaciones e Intercambio Editorial, Universidad de Valladolid.
La referencia del documento estudiado es la siguiente:
ARCHIVO GENERAL DE INDIAS, secc. QUITO, nº 27-4/1-2.
LAS RELACIONES GEOGRÁFICAS EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA 1134
1135 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Los antecedentes de esta iniciativa son estudiados por BUSTAMANTE, J. (2000), quien realiza un análisis de
la importancia que tuvieron las encuestas promovidas por Carlos V en la primera mitad del siglo XVI para saciar la
necesidad de conocimiento de la Corona española.
2
Su obra Relaciones geográficas de Indias: Perú, Madrid, Atlas, 1965, cuya edición y estudio preliminar co-
rren a cargo de José Urbano Martínez Carreras, nos servirá de base para establecer un adecuado recorrido histórico
de las relaciones.
3
La obra de Sahagún está concebida como relación geográfica -aunque lleve por título Historia- más que como
un discurso historiográfico. Esto puede deberse, según recoge MIGNOLO, W. (1992) en su artículo “Cartas, cró-
nicas y relaciones del descubrimiento y la conquista”, a que este sistema de relación basada en cuestionarios era
en cierto modo usual en la escolástica española y a que, mientras Sahagún vivía sus últimos años, los funcionarios
oficiales de Felipe II preparaban los cuestionarios para las relaciones geográficas. Hipótesis tomada de BALLES-
TEROS GAIBROIS (1973): Vida y obra de Fray Bernardino de Sahagún, León, CSIC.
4
Juan de Ovando y Godoy obtuvo, en 1568, el cargo de Consejero de la Inquisición y visitador de Indias,
pasando a ser presidente del Consejo de Indias en octubre de 1571. Además de encargarse de la publicación de
las Leyes de Indias, Ovando es, al parecer, el responsable de la publicación en 1571 de las Ordenanzas Reales del
Consejo y también de instituir las bases para la formación de un libro descriptivo de todas las provincias indianas.
Estas bases se encuentran en OVANDO Y GODOY, J. (1978): Gobernación espiritual de Indias: Código Ovandi-
no, Guatemala, Instituto Teológico Salesiano.
5
JIMÉNEZ DE LA ESPADA, M.: Op. cit., págs. 86-89.
6
Ref.: Archivo General de Indias, sección QUITO, legajo nº 27-4/1-2.
7
La Ordenanza 22 del rey Felipe II sobre poblaciones manda “Que los descubridores describan su viage, le-
yendo cada día lo escrito, y firmando alguno de los principales”.
8
PUPO-WALKER, E. (1982): “La vocación literaria del pensamiento histórico en América”, Desarrollo de la
prosa de ficción: siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, Madrid, Gredos.
9
En las referencias aparecerá el número de documento dentro del legajo referido anteriormente, seguido del
folio (recto o verso) en el que se encuentra la cita.
10
BUESA, T. y ENGUITA, J. Mª. (1992): “El fondo léxico patrimonial ante la nueva realidad”, Léxico del es-
pañol de América: su elemento patrimonial e indígena, Madrid, MAPFRE, pág. 154. Es también muy interesante
el capítulo dedicado a “Marinerismos léxicos”, en la misma obra, págs.179-190.
11
MARTINELL, E. (1992): La comunicación entre españoles e indios. Palabras y gestos, Madrid, MAPFRE,
pág.79.
12
MORENO DE ALBA, M. (1988): “La influencia indígena”, El español en América, México, FCE, pág. 53.
13
Ibidem., págs. 132-133.
14
Ibidem, pág. 151.
15
MARTINELL, E. (1992:163).
1137 COMUNICACIONES

Cronistas, descubrimientos y colonización

LAS MOTIVACIONES SEMÁNTICAS DE LA PRIMERA


TOPONIMIA HISPÁNICA DE LA NUEVA ESPAÑA

Marcial Morera
(Universidad de La Laguna)

Es muy probable que no haya un documento tan revelador para conocer cómo empezó
a forjarse la toponimia hispánica de México como la obra Historia verdadera de la con-
quista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo. Junto a datos precisos acerca de
los preparativos de las expediciones de Cuba al continente, las actividades bélicas, las
disensiones internas, etc., de los españolas y las prácticas religiosas, el precario arma-
mento, las tretas para sobrevivir, etc., de los antiguos mejicanos, anota su autor puntual-
mente qué nombres españoles van imponiendo los soldados de Cortés a los ríos, llanuras,
cabos, sierras, etc., por los que pasan y a los pueblos que arrebataban de las manos de
sus antiguos propietarios o se adherían a la causa castellana. ¿Qué motivaciones semán-
ticas son las que movieron a estos espíritus aventureros a poner dichas denominacio-
nes toponímicas? Un análisis detenido de los nombres de lugar contenidos en este libro
singular nos lleva a la conclusión de que las causas onomásticas que movieron a estos
antiguos dominadores y denominadores de la Nueva España fueron fundamentalmente
las siguientes, de acuerdo con su mentalidad religiosa, su cultura, su origen geográfico y
las mismas circunstancias del descubrimiento y posterior conquista de esta dilatadísima
porción de tierra americana.
Una de las primeras razones que mueve a los conquistadores españoles de México
cuando necesitan bautizar alguna de las zonas de sus correrías es la nostalgia de la tierra
de origen. Es lo que explica que en muchos casos se impusieran a las para ellos nuevas
tierras y nuevos pueblos nombres de las ciudades españolas que más conocían. Es lo que
sucede en el caso de los topónimos Nueva España, Nueva Galicia (hoy Jalisco), Alme-
ría, Medellín, Ciudad Real (hoy Chiapas), Trujillo, Santiago de Compostela, etc., con
que empezará a designarse tal o cual de las ciudades hispánicas más antiguas de México,
e incluso toda la enorme extensión del viejo virreinato. El mismo Bernal confiesa en
muchas ocasiones el carácter nostálgico de tales denominaciones. Así, en relación con el
LAS MOTIVACIONES SEMÁNTICAS DE LA PRIMERA TOPONIMIA HISPÁNICA 1138

mencionado nombre de Medellín, nos dice que Gonzalo de Sandoval “nombró a la villa
que pobló Medellín, porque ansí le fue mandado por Cortés, porque Cortés nació en Me-
dellín, de Extremadura” (p. 411). Respecto del pueblo de Trujillo nos dice también que
el capitán Francisco de las Casas “púsole aquel nombre porque era natural de Trujillo de
Extremadura” (p. 478).
El parecido entre algunos pueblos conquistados y determinadas ciudades europeas
fue otro de los móviles más fecundos de la primera toponimia castellana de la Nueva
España. Como lo desconocido se ve siempre a través de lo conocido, la comparación
resultaba inevitable en este proceso denominador que comentamos. Así se explica, por
ejemplo, que la primera imagen que acude a la mente de los españoles cuando entran
en la grandiosa ciudad del México de los aztecas sea la para ellos entrañable ciudad de
Valladolid. “Acuérdome, cuando en aquella ciudad entramos, que desque vimos tan altas
torres y blanquear, nos pareció el propio Valladolid”, recuerda emocionado Bernal Díaz
del Castillo (p. 169). Consecuencia de este proceso comparativo son los topónimos de
Gran Cairo y Venezuela (diminutivo de Venecia) que dan los españoles a sendas ciuda-
des mejicanas. La razón del primero es la enorme cantidad de gente que encontraron los
soldados de Cortés en el pueblo designado. “Viendo que era gran poblazón y no había-
mos visto en la isla de Cuba ni en la Española pueblo tan grande, le pusimos por nombre
el Gran Cairo” (p. 29). La razón del segundo es que su referente, denominado Mezquique
en lengua de indios, se encontraba ubicada dentro de la gran laguna de México: “vinieron
luego en aquella sazón -nos dice Bernal- a demandar paces y nuestra amistad los de un
pueblo que está en la laguna, que se dice Mezquique, que por otro nombre le llamábamos
Venezuela” (p. 309). Esta misma denominación se repetirá, con mucha mayor fortuna,
al sur, en la Nueva Granada, donde, con el andar del tiempo, pasó a dar nombre a toda la
porción norte de este vasto territorio y al estado moderno que se construyó sobre ella.
También la vanidad del conquistador, que, como cualquier otro descubridor, quiere
inmortalizar la denominación personal en sus descubrimientos, explica la aparición de
ciertos nombres en la vieja onomástica hispánica de México. Es el caso de los siguientes
topónimos: Río de Grijalba, en honor del descubridor Joan de Grijalba (p. 44); Sierra de
San Martín, “porque el primero que la vio desde los navíos fue un soldado que se decía
San Martín y era vecino de la Habana, que iba con nosotros” (p. 46); Río de Alvarado,
“que le pusimos nombre de río de Alvarado porque entró en él el mismo Alvarado” (p.
46); Peñoles del Marqués, en honor de Cortés, marqués del valle de México; Villa de San
Gil de Buena Vista, en honor de su primer capitán y gobernador nombrado Gil González
de Ávila.
La cuarta motivación semántica de la toponimia que aparece consignada en la Histo-
ria verdadera de la conquista de la Nueva España es la religiosa cristiana. No olvidemos
que el pretexto de la conquista fue ganar para la causa de Cristo a los infieles americanos,
que, además, vivían en el pecado nefando y consumían carne humana. De ahí la gran
cantidad de nombres religiosos que encontramos en las denominaciones de villas y pue-
blos mejicanos, como los siguientes: la Villa de Santa María de la Vitoria, cuyo nombre
se debe a que fue conquistada por los españoles en el mismo día de la Virgen María, se-
gún explica Bernal en el siguiente párrafo: “Y como era día de Nuestra Señora de Marzo
1139 COMUNICACIONES

llamóse una villa que se pobló, el tiempo andando, Santa María de la Vitoria, así por ser
día de Nuestra Señora como por la gran vitoria que tuvimos” (p. 78); la Villa del Espíritu
Santo, a la que “pusimos aquel sublimado nombre lo uno, porque en Pascua Santa del
Espíritu Santo desbaratamos a Narváez, y otro, porque el santo nombre fue nuestro ape-
llido cuando lo prendimos y desbaratamos” (p. 412); la Villa Triunfo de la Cruz, porque
se llegó a la bahía en que se asienta el día tres de Mayo, conmemoración de la Santa Cruz;
el pueblo Lázaro, porque se llegó a él un domingo de Lázaro, según indica el mismo Ber-
nal: “Faltó el agua y hubimos de saltar en tierra junto al pueblo, y fue un domingo de Lá-
zaro, y a esta causa pusimos a aquel pueblo por nombre Lázaro, y ansí está en las cartas
de marear, y el nombre propio de indios se dice Campeche” (p. 31).
Ciertos topónimos hispánicos de la Nueva España tienen su origen en alguna carac-
terística física del lugar designado. Es lo que sucede en el caso de la isla denominada La
Blanca, cuyo nombre se debe a las arenas blancas que caracterizaban sus playas. “Vimos
una isleta que bañaba la mar y tenía la arena blanca y estaba, al parecer, obra de tres leguas
de tierra; y pusímosle el nombre de isla La Blanca, y ansí está en las cartas de marear” (p.
47); en el caso de la isla denominada Isla Verde, cuyo nombre tiene su origen en la enor-
me cantidad de árboles que poseía al tiempo del descubrimiento. “Y no muy lejos de esta
isla blanca vimos otra isla que tenía muchos árboles verdes y estaba de la costa cuatro
leguas, y pusímosle por nombre isla verde” (p. 47); en el caso de la villa denominada La
Rambla, por los arenales en que se asentaba. Oigamos de nuevo las palabras de Bernal:
“Y los indios que las traían (habla de rodelas hechas de conchas de tortuga) iban hacien-
do pernetas, como burlando de los navíos, como ellos estaban en salvo, por los arenales
y costa adelante. Y pusimos por nombre a este pueblo La Rambla, y ansí está en las cartas
de marear” (p. 45); en el caso de la ensenada denominada Boca de Término, porque se
consideraba que era boca de un río que partía términos con la tierra, según relata también
nuestro autor: “Yendo por nuestra navegación adelante llegamos a una boca como de río
muy grande y caudaloso y ancho, y no era río, como pensamos, sino muy buen puerto, y
porque está entre unas tierras y otras y parecía como estrecho, tan ancha boca tenía, decía
el piloto Antón de Alaminos que era isla y que partía términos con la tierra; y a esta causa
le pusimos Boca de Términos, y ansí está en las cartas de marear” (p. 43); y en el caso
de la villa denominada Segura de la Frontera, así nombrada por su situación fronteriza:
“Y nos fuimos al pueblo de Tepeaca -nos dice Bernal- adonde se fundó una villa que se
nombró Villa de Segura de la Frontera, porque estaba en el camino de la Villa Rica y en
una buena comarca de buenos pueblos sujetos a Méjico, y había mucho maíz, y teníamos
a guardar la raya a nuestros amigos los de Tascala” (p. 287).
Otros topónimos tienen su origen en el nombre de alguna cosa o persona observada
por los conquistadores en el lugar designado. Sucede así en el caso de las formas siguien-
tes: Río de Banderas, porque en sus riberas observaron los españoles muchos indios que
portaban lanzas con banderas: “Y luego navegamos con todos cuatro navíos en conserva
-nos dice Bernal- hasta que llegamos en paraje de otro río, que le pusimos por nombre río
de Banderas, porque estaban en él muchos indios con lanzas grandes y en cada lanza una
bandera de manta grande rebolándola y llamándonos” (p,. 46); Río de Canoas, porque
en él sufrieron los españoles el ataque de muchos indios que los acometían en canoas. “E
LAS MOTIVACIONES SEMÁNTICAS DE LA PRIMERA TOPONIMIA HISPÁNICA 1140

yendo por nuestra navegación llegamos a un río grande y muy corriente, quele pusimos
nombre de río de Canoas, y enfrente de la boca dél surgimos. Y estando surtos todos tres
navíos, estábamos algo descuidados, y vinieron de repente por el río abajo obra de veinte
canoas muy grandes llenas de indios de guerra” (p. 53); Punta de las Mujeres, porque en
ella encontraron los conquistadores adoratorios de indios plagados de figuras de muje-
res. “Tenían cuatro cues -escribe nuestro autor-, que son casas de ídolos, y en ellos mu-
chas figuras, y todas las más de mujeres, y eran altas de cuerpo, y se puso nombre aquella
tierra de Punta de las Mujeres” (p. 71); Estero de los Lagartos, porque en los parajes
designados “había muchos grandes lagartos” (p. 35).
También motivaron algunos topónimos de la Nueva España ciertas percances o acon-
tecimientos que los soldados de Cortés experimentaron o presenciaron en los lugares
designados. Es lo que sucede en el caso de las denominaciones de Costa de la Mala
Pelea e Isla de los Sacrificios. La primera de ellas obedece a que en la costa así designa-
da “estuvimos peleando en aquella batalla cosa de una hora” (p. 34). La segunda, a que
en la mencionada isla hallaron los conquistadores “sacrificados de aquella noche cinco
indios, y estaban abiertos de los pechos y cortados los brazos y los muslos, y las paredes
de las casas llenas de sangre. De todo lo cual nos admiramos de gran manera, y pusimos
nombre a esta isla isla de los Sacrificios, y ansí está en las cartas de marear” (p. 48).
En otras ocasiones, los primeros topónimos de la conquista y colonización de México
tienen su punto de partida en tal o cual palabra amerindia adaptada con mayor o menor fi-
delidad a la lengua de los españoles. En unos casos, dichas palabras amerindias se asimi-
lan totalmente a palabras castellanas conocidas por los conquistadores, por etimología
popular. Es lo que sucedió en el caso del nombre autóctono Coadlavaca, que se transfor-
mó en el español Cuernavaca, como señala el mismo Bernal: “Y otro día fuimos camino
de otro muy mejor y mayor pueblo que se dice Coadlavaca, e comúnmente corrompemos
agora aquel vocablo y le llamamos Cuernavaca” (p. 334). En otros, lo que hicieron los
viejos conquistadores de México fue simplemente adaptar la voz originaria a las condi-
ciones fónicas de su lengua. Ocurrió así en el caso del topónimo Yucatán, formado por
los españoles, según dice Bernal, a partir de las formas amerindias yuca ‘pan’ y tlati.
Dejemos hablar a nuestro autor: “Y ansimismo les mostrábamos los montones donde
ponen las plantas de cuyas raíces se hace el pan cazabe y llámase en la isla de Cuba yuca,
y los indios decían que las había en su tierra, y decían “tlati” por la tierra en que las plan-
taban; de manera que yuca con tlati quiere decir Yucatán, y para declarar esto decíanles
los españoles que estaban con Velásquez hablando, hablando juntamente con los indios:
‘Señor, dicen estos indios que su tierra se dice Yucatán’ y ansí se quedó con este nombre,
que en su lengua no se dice ansí” (p. 38). Algo similar ocurrió en el caso del topónimo
Punta de Cotoche, que tiene su origen en la expresión india cones cotoche ‘andad acá’,
según interpreta Bernal: “Entonces estaba (el cacique) diciendo en su lengua ‘cones co-
toche, cones cotoche’, que quiere decir ‘andad acá, a mis casas’. Por esta causa pusimos
por nombre aquella tierra Punta Cotoche” (p. 30).
Por último, lo que tenemos en realidad en algunas de las primeras denominaciones to-
ponímicas castellanas de la Nueva España es una solución híbrida, mezcla de una palabra
castellana y otra amerindia. Es el caso del nombre San Joan de Ulúa con que se empezó a
1141 COMUNICACIONES

denominar cierta isleta de la costa de México. Se trata de la combinación del hagiónimo


castellano San Joan y el nombre amerindio Ulúa, según explica Bernal en el siguiente
párrafo: “Y respondió el indio Francisco que los de Ulúa los mandaban sacrificar; y co-
mo era torpe de lengua decía: ‘Ulúa, Ulúa’; y como nuestro capitán estaba presente y se
llamaba Joan y era por San Joan de Junio, pusimos por nombre aquella isleta San Joan de
Ulúa” (p. 48).
El éxito de estos nombres propios de lugar fue fulminante. La mayoría de ellos pasó
a formar parte de las cartas de marear, de la documentación pública y privada de la épo-
ca, de los libros de viaje, etc.; y de esta manera se consolidó pronto en todo el mundo
hispánico. Así, se enseñorearon de buena parte de la geografía mejicana los nombres
españoles y los sentidos íntimos que ellos conllevan. El hecho no es ni mucho menos
baladí, porque estas denominaciones toponímicas hispánicas afectaron, no solamente a
los lugares de México que no tenían nombre, sino también a muchos pueblos, ríos, mon-
tañas, etc., que tenían ya denominación propiamente americana, como indica el mismo
Bernal en muchas ocasiones. Así, el nombre de Tonala que daban los antiguos mejicanos
a determinado río fue sustituido por el nombre español de Río de San Antón. “Y yendo
más adelante, costeando -señala Bernal-, vimos una ensenada donde se quedó el río de
Tonala, que a la vuelta que volvimos entramos en él, y le pusimos nombre de río de San
Antón, y ansí está en las cartas de marear” (p. 45). La antigua denominación del pueblo
de Campeche fue sustituida por el nombre cristiano de Lázaro, por las razones que indi-
camos más arriba. El nombre amerindio de Tabasco con que se designaba cierto río fue
sustituido por el nombre de Grijalba: “Y vueltos a embarcar, navegamos costa a costa
junto a tierra, hasta que llegamos a un río que llaman de Tabasco, que allí le pusimos
nombre de río de Grijalba” (p. 43). El río que los indios denominaban Papaloaba fue
rebautizado con el nombre de río de Alvarado: “Y navegando nuestra costa adelante,
el capitán Pedro de Alvarado se adelantó con su navío y entró en un río que en nombre
de indios denominaban Papaloaba, y entonces le pusimos nombre de río de Alvarado,
porque entró en él el mismo Alvarado” (p. 46). El nombre de Cozotlán con que los indios
denominaban cierto pueblo fue sustituido por el nombre de Castil Blanco: “Y en aquella
sazón también tuvo noticia Cortés que en un pueblo questaba de allí seis leguas que se
decía Cozotlán y le pusimos por nombre Castil Blanco, habían muerto veinte españoles”
(p. 295). El nombre azteca de Ayagualulco, que designaba un pueblo de indios, fue sus-
tituido por el nombre español mencionado de La Rambla: “allí queda La Rambla, que
en lengua de indios se dice Ayagualulco” (p. 83). Evidentemente, esta usurpación de los
nombres autóctonos no fue ni mucho menos inocente: con ello se eliminó una forma de
significar particular, que respondía a la mentalidad, sensibilidad, experiencia humana y
cultura del viejo pueblo mejicano, un universo de sentido que desapareció para siempre
bajo la presión de la cultura y la lengua españolas. Las pocas restituciones que se han he-
cho posteriormente (Campeche, Tabasco, Mezquique, etc.) solamente han servido para
satisfacer las legítimas aspiraciones identitarias del nuevo pueblo de México, pero no
para restablecer el antiguo universo de sentido que contenían estas viejas denominacio-
nes amerindias. Lo que latía en el fondo de la conquista de América era la expansión de la
cultura indoeuropea hacia Occidente, y ello implicaba, lamentablemente para la cultura
y la lengua, la eliminación de los valores de las culturas autóctonas.
LAS MOTIVACIONES SEMÁNTICAS DE LA PRIMERA TOPONIMIA HISPÁNICA 1142
1143 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

Díaz del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España,


Madrid, 1975.
1145 COMUNICACIONES

Cronistas, descubrimientos y colonización

EL PRIMER TRATADO MILITAR PUBLICADO EN EL NUEVO MUNDO.


LA NEOLOGÍA

María Ángeles López Vallejo


(Universidad de Granada)

Mejor es la sabiduría (que es la Sciencia de todas las cosas diuinas,


con la prática y vso dellas) que las armas militares, y las vezes
que han subcedido vencer, y desbaratar cosarios, Turcos,
y Moros a algunos Christianos, ha sido por quererlo y permitirlo él,
assí por açote, y castigo nuestro, a causa de nuestros peccados y culpas.
(Diego García de Palacio, Diálogos militares, 1583a: 29r.º)

El libro ha sido históricamente uno de los instrumentos de comunicación que ha faci-


litado el encuentro entre individuos pertenecientes a distintas culturas. El conocimiento
de este hecho y el de la importancia de la difusión de los textos impresos en las ciudades
europeas llevaron a Juan Cromberg en 15391 a instalar la imprenta en la ciudad de Méxi-
co. Se inaugura de esta forma el natalicio de la imprenta en el Nuevo Continente con la
edición de un texto hoy perdido titulado La Breve y más compendiosa doctrina cristiana
en lengua mexicana y castellana. El tema mayoritario de los libros mexicanos impresos
en el siglo XVI -hoy considerados como incunables americanos- será principalmente el
religioso; sin embargo, podían leerse textos cuyo contenido versaba sobre materias más
generales como música, aritmética, filosofía, teología o, los más específicos, acerca de
historia de los indios, instrucciones náuticas o militares2. Entre los textos que florecen
en esta última temática, la militar, destacará un autor español, Diego García de Palacio,
que en la segunda mitad del quinientos ve publicadas dos obras que contribuirán a la in-
mortalidad de su fama hasta nuestros días. Se trata de los títulos Diálogos militares de la
formación e información de Personas, Instrumentos y cosas necesarias para el buen vso
de la Guerra; Instrucción náutica para el buen uso y regimiento de las naos, su traza y
gobierno conforme a la altura de México.
Escasos serán los datos biográficos que aquí esbocemos acerca de este personaje his-
tórico que, desde tierras norteñas de nuestro país, viajó hasta el continente recientemente
EL PRIMER TRATADO MILITAR PUBLICADO EN EL NUEVO MUNDO 1146

descubierto. Aunque existen discrepancias acerca de la fecha y lugar exactos del naci-
miento, todos los testimonios apuntan a que nació en torno a 1539 en Cantabria3. Cursó
estudios en Salamanca y llegó a ser Doctor y Jurisconsulto, y hombre del Consejo de
Indias. En 1572 fue nombrado Procurador fiscal y Promotor de la Audiencia y Cancille-
ría de Guatemala. Sus expediciones desde 1575, a través de las cuales observó las cos-
tumbres de los indios y las particularidades geográficas de aquellas zonas, dieron como
resultado una Carta-Relación enviada al rey Felipe II (García de Palacio, 1573). En 1578
es promovido a alcalde en la Audiencia de México, pero no se incorporará hasta 1580.
Mientras, decide trasladarse a Realejo para iniciarse en sus inquietudes navales con la
construcción de dos galeones. En 1579 fue nombrado general de la Armada encargada
de capturar a Francis Drake, misión que concluyó en fracaso. Dos años más tarde, tras
volver a su puesto de alcalde del crimen de la Audiencia de México, obtuvo el grado de
doctor en cánones por la Universidad de esta ciudad y posteriormente fue elegido rector.
Otras funciones y nombramientos ocuparon la actividad de García de Palacio hasta que
en 1589 se hizo efectiva su condena por apropiaciones indebidas y usurpación y fue sus-
pendido de sus cargos administrativos. Tenemos noticia de que su muerte tuvo lugar el
14 de diciembre de 1595 por la carta del Conde de Monterrey4.
La publicación de sus obras fue simultaneada con sus avatares diplomáticos. En 1583
se editaron sus Diálogos militares, texto aprobado por el virrey Lorenzo Suárez de Men-
doza, a quien dirige la dedicatoria. En 1587 publicará Instrucción náutica (...), dedicada
al nuevo virrey, Alonso de Manrique de Zúñiga, Marqués de Villamanrique. Nuestra in-
vestigación se basará en la primera obra. Con su experiencia en Realejo nacerá la voca-
ción militar de nuestro autor, quien –en palabras del Coronel Corderas Descárrega– debió
de «disponer de una bibliografía muy actualizada y de un interés desmedido por sintetizar
todos los conocimientos castrenses para que hoy nos podamos enorgullecer de ser el pri-
mer tratadista de pequeñas y grandes unidades, de ingenios de pólvora, de construcción
naval y de sus aportaciones a la ciencia cosmográfica aplicada». Corderas, 1993: 387).
Se ha acusado de plagio la obra de García de Palacio. Othón Arróniz manifiesta esta
posibilidad centrándose en la falta de conocimiento de los asuntos militares que teoriza
el alcalde mexicano y sospecha para la creación de los diálogos la colaboración de Eu-
genio de Salazar5. Sea de forma individual o en coautoría, lo que sí parece evidente es
que aquella obra publicada en 1583 fue el primer tratado de contenido militar original-
mente producido en la Nueva España y, por ende, en América. Mas hay otra singularidad
no menos importante que arropa esta obra: su carácter pionero en la tratadística militar
renacentista. En el siglo XVI el escenario bélico está siendo testigo de profundas trans-
formaciones; nuevas tácticas, estrategias de distinto signo y un armamento hasta ahora
desconocido invaden el terreno del «nuevo tipo de guerra». Surge la necesidad de con-
feccionar manuales y tratados técnicos para instruir al guerrero que ha de operar en un
medio donde están de manifiesto las innovaciones. La arquitectura militar, la ingeniería,
la erudición matemática y, sobre todo, la artillería se convertirán en herramientas funda-
mentales para el soldado moderno. Para responder a estas exigencias proliferan una serie
de escritos en torno a la teoría y práctica del oficio de la lucha, pero no será hasta 1590
cuando dispongamos de la primera aportación hispana realizada por Diego de Álava y
1147 COMUNICACIONES

Viamont con El perfecto capitán instruido en la disciplina militar y nueva ciencia de la


artilllería6, seguida por la obra Plática manual de artillería de Luis Collado publicada
en 15927. La ausencia de tratados monográficos u obras misceláneas que dedicasen su
atención a la artillería o cuestiones técnicas relacionadas con esta arte convierten los
Diálogos militares de García de Palacio en la primera obra impresa en nuestro idioma
que trata de conocimientos vinculados a las armas de fuego. Esto nos lleva a afirmar
que el alcalde de la Audiencia de México no solo intenta dar respuesta en sus líneas a las
inquietudes que existían en el virreinato acerca de la forma de hacer la guerra a los pocos
pueblos precolombinos que quedaban por sojuzgar, sino que ofrece a la metrópoli una
lección sobre el control de las novedades en el campo de batalla desde el conocimiento
de los aspectos más «revolucionarios» de la guerra8. Hemos visto en la obra de García de
Palacio un binomio de singularidades que la hace innovadora en dos contextos:
1. El americano, lugar desde y para el que se escribe: las Indias.
2. El peninsular, que constituye un ejemplo de la técnica, especialmente de la artille-
ría, al servicio de la monarquía.
A partir de ahora abordaremos el instrumento de expresión utilizado por el autor y,
concretamente, las peculiaridades que, relacionadas con el caudal léxico empleado, pue-
dan también denunciar tintes precursores en este texto. Así, en los Diálogos militares y,
especialmente, en el libro III, dedicado a la artillería y asuntos relacionados con la mis-
ma, y en el IV, en el que se exponen brevemente las formas de llevar los escuadrones en la
época clásica y en el momento de su redacción, podemos destacar cómo la presentación
de una realidad con la que el lector o destinatario –representado en el interlocutor vizcaí-
no– está poco familiarizado exige, por un lado, definiciones precisas y explicaciones ex-
tensas, y por otro, la introducción de un vocabulario específico. Cuando se abusa de este
léxico técnico –normalmente neológico– el propio autor identificado con el montañés
opta por glosar la palabra nueva o desconocida, incluir reformulaciones, insertar voces
sinonímicas o equivalentes, etc. Nuestro propósito será estudiar con estos ejemplos algu-
nos de los procedimientos de creación léxica que tienen que adoptarse en una época y en
un contexto en el que se conjugan nuevos inventos (utensilios, tácticas, operaciones) que
solicitan nuevas voces designativas para ser nombrados. Haremos hincapié en el papel
hegemónico que cumple la neología en la configuración de la terminología militar y nos
centraremos fundamentalmente dentro de las posibles y varias soluciones en un tipo de
neología: el préstamo. El que persiga conocimientos militares tendrá que familiarizarse
con un lenguaje especializado que se está gestando con elementos autóctonos y extran-
jeros. Aunque varias son las lenguas que pueden contribuir en la época renacentista a
la contaminación de empréstitos en nuestro idioma, Italia va a ser uno de los países que
tenga mayor responsabilidad al respecto. Los contactos hispano-italianos van a facilitar
la entrada de términos militares desde aquel país, que se encargaría de dar nombre a
los ingenios que allí se inventaron. Huelga señalar la importancia italiana en cuestiones
bélicas en general y en el campo de las armas de fuego y estrategias de formación de sol-
dados en particular. En el texto advertimos la presencia de muchos vocablos de reciente
incorporación en nuestra lengua y, entre ellos, los italianismos ocupan el porcentaje más
representativo9. Sólo se han podido analizar en el presente trabajo ejemplos de ellos que
EL PRIMER TRATADO MILITAR PUBLICADO EN EL NUEVO MUNDO 1148

hemos considerado paradigmáticos por ser la primera o única vez que se registran en los
documentos españoles. Se trata de las voces baqueta, cortaldo y el sintagma escuadrón
falso. No obstante, habría que tener en cuenta que el alcalde mexicano acuñará muchas
otras palabras cuyo interés para el estudio del léxico no es desdeñable. En el conjunto de
tan enriquecedoras instrucciones militares, el lenguaje empleado es testigo de la renova-
ción léxica que venimos denunciando y que pretende etiquetar elementos impuestos por
el nuevo arte de la guerra. Lagrimillas, granujar, áspides, falcones, sacres, pasavolan-
tes... podrían encabezar una larga lista de neologismos que penetran en nuestra lengua a
finales del siglo XV o en el siglo XVI. García de Palacio los incluirá en 1583 en su expo-
sición dialogada.
A continuación exponemos un estudio diacrónico de las unidades léxicas selecciona-
das. Procuraremos ver la recepción que han tenido dichos italianismos en los dicciona-
rios del español (técnicos y generales) y cuáles son los primeros documentos en la lengua
originaria y en la receptora, para así justificar la transmisión de un idioma a otro.
BAQUETA (uaqueta, vaqueta). Varilla de acero que sirve para atacar y comprimir
la carga en las armas de fuego portátiles.
Esta palabra es definida ya en 1611 por Francisco del Rosal, quien cree que se trata de
un diminutivo de la matriz reconstruida baco o baca: «Baqueta de arcabuz: lo mesmo es
que vara o báculo delgado; porque, como muchas naciones considerasen que báculo en
lat[ín] tenía terminación diminutiva, fingieron por original baco o baca, y de allí sacaron
y sacamos el diminutivo baqueta» (Rosal, 1611: s.v.). El Diccionario de autoridades da
como étimo el francés baguet. Lo mismo hará Terreros y Pando (1786: s.v.). En cam-
bio, Zerolo deriva la voz baqueta del italiano bacchetta, procedente del lat. BACŬLUS,
‘bastón’. A partir de la edición de 1884 el diccionario académico reconsiderará lo apun-
tado en 1726 y aceptará el origen italiano, que será el defendido en el Diccionario his-
tórico de 1936 y en la obra de Pagés, en 1902. Corominas y Pascual (1980-1991: s.v.)
están de acuerdo con la procedencia italiana de esta voz (de bachetta ‘bastoncillo’) y
afirman que el francés baguette sería tomado también del italiano en el mismo siglo que
nuestro término español baqueta. Los etimologistas señalan tres fechas como primeras
documentaciones. En la primera, 1517, la voz baqueta significaría ‘palillo con que se
toca el tambor’. Se refieren a un texto de Torres Naharro10. En 1569 localizan el primer
documento11 relacionado con la acepción hípica. Para la tercera fecha, 1592, únicamente
indican que se trata de la acepción relacionada con el fusil, mas al igual que en el caso an-
terior no especifican ninguna referencia de autor u obra. El primer texto recogido por el
Diccionario histórico (Milica de Eguiluz) es de 1592: «A así harán una era redonda cada
cuadrilla, siempre cargando y atacando la pólvora con la baqueta». El documento de fe-
cha más temprana ofrecido por el Corpus Diacrónico del Español12 es de 1595:
Después de cargados los arcabuzes, las baquetas13 dentro del cañón y en el rascador,
estopas con pez a que se ha de dar fuego disparando el arcabuz luego a los lienços, don-
de la baqueta con el no estar lexos enciende fuego quemándose, efecto que se haze con
ballestas y que yo he advertido, hallándome en ocasión que era necessario semejante
remedio (Mendoza, 1595: 56v.º).
1149 COMUNICACIONES

En nuestros diálogos encontramos el empleo de esta unidad; lo que supondría adelan-


tar cerca de una década estas primeras documentaciones en nuestra lengua.
Y tapado con cera, o otra cosa, de manera que no se pueda salir, se meterá en el arca-
buz, poco a poco, con la vaqueta, sin hazelle fuerça, porque no se quiebre, y con ella se
podrá apuntar hasta sesenta o ochenta passos al suelo, dos o tres antes del lugar a do es-
tuuieren los enemigos, para que dando allí el golpe, y quebrada la pelota dicha, el azogue
salte, y esparzido, hiera y mate (García de Palacio, 1583a: 107r.º-107v.º).
Aunque los textos de que disponemos en la lengua italiana que recogen el significado
militar de este término son de época tardía, la forma bacchetta como ‘bastoncino, picco-
la mazza (in forma suttile e diritta); stecca’ se documenta ya en el siglo XIV en el Deca-
meron de Boccaccio (1313-1375):
Vide il re uscire della sua camera inviluppato in un gran mantello e aver dall’una mano
un torchietto acceso e dall’altra una bacchetta, e andare alla camera della reina e senza
dire alcuna cosa percuotere una volta o due l’uscio della camera con quella bacchetta, e
incontanente essergli aperto e toltogli di mano il torchietto (Battaglia, 1961-2002: s.v).
Los italianos bautizarían antes de finales del siglo XVI el instrumento empleado en la
milicia con el mismo término del que ya disponían para denominar un objeto físicamente
parecido por su forma y dimensiones. La asociación metafórica provocará la extensión
semántica de la voz que nos ocupa. La lengua española importará el neologismo con los
significados ya derivados del sentido recto en la lengua original14.
CORTALDO
Únicamente encontramos registro lexicográfico de esta voz en la obra dirigida por
Cabanellas de Torres (1962): «Antigua pieza de artillería italiana, de tipo curvo, corta
de cañón y reforzada. Disparaba balas de 24 a 30 libras, y necesitaba para su arrastre 10
caballos. Fue empleada en los siglos XV y XVI». El autor ofrece como sinónimo en el
lema la palabra cortana. Ni los restantes diccionarios técnicos militares, ni los dicciona-
rios generales consultados registran este término. García de Palacio introduce el nombre
cortaldo cuando enumera las piezas de artillería más comunes:
Los nombres del artillería de bronze más vsada son Falcones, Áspides, Sacres, Cu-
lebrinas, passabolantes, cañones de differentes effectos, Cortaldos, Lombardas, y otras
formas con diuersos nombres según las prouincias donde los vsan, y en lo que toca al
tamaño y cantidad del metal dellas (García de Palacio, 1583a: 112v.º-113r.º).
El personaje montañés da unas breves características de la medida y calibre de esta
arma:
Y el Cortaldo, de quatro mil y quinientas libras de metal, ha de ser de siete pies de lar-
go, y anle de echar quarenta y cinco libras de bala (ibíd.: 113r.º).
No hemos hallado ningún texto en español en el que aparezca cortaldo ni tampoco la
palabra cortana, pero ambas formas se documentan en italiano en los siglos XV y XVI
con el significado militar ‘antiguo cannone di grosso calibro’ o ‘antico tipo di bocca di
fuoco’15:
EL PRIMER TRATADO MILITAR PUBLICADO EN EL NUEVO MUNDO 1150

A chi è piaciuto el farle [le artiglierie] longhe,...come le cerbottane, o un poco maggio-


ri, come passavolanti o basalischi; e chi è piaciuto le corte, come le spingarde, mortari,
cortaldi, cannoni, bombarde e simili. (Biringuccio, La pirotecnia, 1540, en Battaglia,
1961-2002: s.v. cortaldo).
La quarta [specie principale di artiglieria] è apellata cortana, lunga la tromba sua piedi
8 e la coda piedi 4; la pietra sua di libbre 70 in 100. (Francesco di Giorgio Martini, Tratta-
to di architettura ciuile e militare, a1502, en Battaglia, 1961-2002: s.v.cortana).
Tampoco encontramos rastro del derivado cortaldino, que en el diccionario de Caba-
nellas se define como «pequeño y antiguo cañón»16.
Posiblemente en España triunfase una voz sinonímica para designar la misma arma
que en Italia recibe este nombre pues, como advierte el autor, conviven «cañones de di-
fferentes effectos [...] y otras formas con diuersos nombres según las prouincias donde
los vsan» (García de Palacio, 1583a: 113rº).
ESCUADRÓN (esquadrón).
En la primera acepción que el Diccionario de autoridades señala para la palabra es-
cuadrón leemos: «La porción de gente formada en filas con igualdad y cierta proporción,
según le parece convenir al que manda. En lo antiguo se entendía por esquadrón una
parte del exército compuesto de Infantería y Caballería; y assí se decía, El Exército se
dividió en tres, quatro y más esquadrones». En la segunda acepción: «se llama el día de
oy una porción de soldados de Caballería que por lo regular es de ciento a ciento y veinte;
y tres ó quatro esquadrones componen un Regimiento». Covarrubias en su Tesoro nos
ofrece un sentido totalmente distinto: «dize más que esquadra, parte del exército que por
llevar forma quadrada se dixo esquadrón». (Covarrubias, 1611: s.v.). Justificaba el autor
toledano la aplicación de este término en la forma cuadrada que adoptaba la parte organi-
zada del ejército que se designaba con este nombre17.
Se ha interpretado en algunos repertorios lexicográficos del español que escuadrón es
aumentativo de la palabra escuadra. Es el caso del diccionario académico de 1884 (del
que se hacen eco Zerolo et al. (1895) y Pagés (1904), entre otros). En dicha edición, la
duodécima, la Academia señala el origen italiano (squadra) en la segunda entrada que
dedica a la voz escuadra en sus acepciones militares; y esta distinción etimológica será
seguida del mismo modo por los autores citados anteriormente. Sin embargo, a partir de
1914 recogerá, bajo un mismo lema derivado del latín ex quadrare, los distintos signifi-
cados de escuadra. En el diccionario especializado de Cabanellas aparecen las siguien-
tes consideraciones respecto a la voz escuadrón: «en un comienzo, escuadrón fue sin
duda aumentativo de escuadra [...] como conjunto o reunión de varias de ellas [...]. La
Academia se inclinaba por la procedencia geométrica del latín quadrus, cuadro; pero
hoy, más astuta, opta por ser aumentativo de escuadra».
Para la palabra escuadra conviven otras hipótesis; la de Ducange, quien la deriva del
bajo latín scarra, y la de Gebelin, que la hace evolucionar del anglosajón skara, en ale-
mán schaar, que produjo el italiano schiera, ‘banda o tropa’ (Cfr. Almirante, 1869: s.v. y;
Cabanellas: 1962, s.v.).
1151 COMUNICACIONES

Los primeros textos en español facilitados por el CORDE pertenecen a la segunda mi-
tad del siglo XV. En la obra de Pedro Carrillo de Huete encontramos la forma escuadrón
con el primer significado señalado en Autoridades:
E salieron seys esquadrones grandes, la vna del condestable, que llevaba el avanguar-
da, e esta yva a la mano derecha, con sus alas; la otra vatalla era del Príncipe, con otras
dos alas: la vna llevaba la gente de don Lope de Varrientos, obispo de Quenca, en que
yvan fasta noventa honbres de armas, la otra ala lleuaba Juan Pacheco, criado del Prínci-
pe, casi con otros tantos (Carrrillo de Huete, 1454: 463).
Si rastreadas las primeras documentaciones en nuestro idioma, las comparamos con
las halladas en la lengua italiana, no sería osado pensar que esquadrón procede directa-
mente de la forma italiana squadrone y que los diccionarios utilizados han ignorado que
el aumentativo ya había adquirido en italiano un valor semántico distinto de escuadra.
Terlingen (1943: 188-189) deduce que esto ya ocurría desde los tiempos de Maquiavelo.
Encontramos en aquella lengua textos desde el siglo XV (uno anterior incluso a L’ Arte
della guerra) con las distintas aplicaciones adoptadas en nuestro país para la voz escua-
drón, desde el sentido más específico (1) hasta el más general (2):
(1) Presentandome col squatrone e con le fanterie avute che le altre squatre arrivas-
sero, pigliarono accordo (Giovanni Pontano, Lettere inedite in nome de’ Reali di Napoli,
a1503, en Battaglia, 1961-2002: s.v.).
Machiavelli, I-II-367: Oggi un squadrone di uomini d’arme, pesando assai, viene ad
essere con più difficultà sostenuto che non erano gli antichi cavagli (Niccolò Machiave-
li, L’Arte della guerra e scritti politici minori, a1527, en Battaglia, 1961-2002: s.v. ).
(2) Tre volte entrorno e’ Turchi il giorno dentro / e per battaglia ne furon cacciati,/ che
tutti avean del morire spavento/ vedendo li cristiani così arrabbiati/ che venivan soffian-
do com’un vento,/ in un grosso squadrone tutti serrati (Lamenti storici dei secoli XIV, XV
e XVI, 4 vols., 1887-1894, en Battaglia, 1961-2002: s.v.18).
Un siglo más tarde, García de Palacio utiliza este préstamo ya consolidado en nuestro
idioma:
Los Griegos acostumbraban traer Arneses, algo liuianos, y Picas de a diez cobdos,
mayormente los Phalanges Macedonicos, con que rompían y abrían las hileras de los
enemigos esquadrones (García de Palacio, 1583a:54r.º).
Los Griegos, Señor, ordenauan su gente en forma de batallón o esquadrón, a cinquen-
ta o sesenta por orden y las cinco o seys órdenes primeras, peleauan juntamente (ibíd.:
146r.º).
Y assí por esta orden se podrá regir en todas las de más batallas de más o menos
infantes, y cierto paresce, que no ay mejor orden para poner las vanderas en los es-
quadrones, porque sin dubda se sigue del yr ordenados en esta forma mucho prouecho
(ibíd.:160v.º).
Pero lo más innovador por su parte no va a ser el empleo independiente del italianis-
mo, sino la inclusión del adjetivo falso acompañando a la voz escuadrón, que nos remite
a una forma específica de ordenar a los que participan en la lucha19.
EL PRIMER TRATADO MILITAR PUBLICADO EN EL NUEVO MUNDO 1152

Pero pues la criança de Italia ha de aprouechar, si quiera para en lo honesto vencer a


mi natural verguença, suplico a vuessa merced me diga qué orden se tiene en formar vn
esquadrón falso, que los Alemanes llaman de Infantes perdidos, y en quantas partes van
de la batalla, y qué armas llevan los guerreros que van en él (ibíd.:163r.º-163v.º).
Para entender el significado exacto de este sintagma contamos únicamente con las pa-
labras que, puestas en boca de uno de los personajes que intervienen en el diálogo, inten-
tan explicar esta forma de organización al interlocutor que solicita dicha información20.
Junto a estas disquisiciones teóricas se alude a la fórmula equivalente preferida por los
alemanes, esto es, infantes perdidos21.
Los esquadrones falsos, llamados assí, por la falsedad y engaño encubierto que en
ellos ay, pueden lleuar órdenes falsas, dichas también infantes perdidos en dos o quatro
partes. Presupuesto pues, que van solamente en dos, han se de poner en la auanguar-
dia a ocho, o a nueue órdenes de la parte delantera, poniendo por el lado derecho tantas
órdenes,quantas por lo ancho toma, y occupa el tercio dela batalla, y por el costado o
cuerno yzquierdo otras tantas, que occupen assí mesmo el otro tercio dela batalla, y el ter-
cio de en medio, quede desoccupado, dela forma que esta demonstración o figura señala,
entendiendo por los perdidos los sitios y lugares, que señalan las letras P.P (ibíd.:163v).
Una vez más, nuestro autor pone de manifiesto la influencia italiana en el campo mi-
litar. Aquellos soldados serán en repetidas ocasiones fuente de inspiración para las tác-
ticas, las estrategias, los sistemas de organización y el tipo de armamento que el resto de
las naciones tendrán que incorporar en sus filas. Nuestro país no dudará en hacerlo y muy
frecuentemente no sólo deberá a Italia la mímesis de la realidad bélica que incorpora,
sino el propio bautizo lingüístico que permite identificarla.
1153 COMUNICACIONES

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EL PRIMER TRATADO MILITAR PUBLICADO EN EL NUEVO MUNDO 1156
1157 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Ya habían iniciado los primeros esfuerzos en tal empresa el obispo fray Juan de Zumárraga y el virrey Antonio
de Mendoza.
2
Los impresos en lenguas vernáculas constituirán un sólido enriquecimiento para la lingüística dada la escasa
presencia de obras escritas en lenguas distintas de la griega o latina.
3
Cfr. Arróniz, 1980: passim, apud García de Palacio (1583b): 141-147.
4
Cfr. Corderas Descárrega, 1993: 386.
5
Así lo prueban –según el criterio del biógrafo– los dos primeros libros, con una retórica más elaborada que los
otros dos y las reminiscencias italianas de la obra (división en “estancias”, alusión a los asuntos de la guerra en la
Península de Italia, etc). Por otra parte, Eugenio de Salazar es el autor reconocido del poema laudatorio inserto al
comienzo de los Diálogos (Arróniz, 1980: 36-49).
6
Unas décadas antes el matemático veneciano Niccoló Tartaglia había tenido en cuenta –en sus obras La noua
scientia inuenta o Quesiti et inventioni diuerse– la primera formulación de los nuevos métodos e instrumentos de
balística, dándoles una rigurosa formulación matemática según los principios euclidianos. Podría interpretarse
esta aportación como intentos iniciales de relacionar matemáticas y artillería.
7
En italiano había sido publicada en el año 1586.
8
En repetidos momentos de la obra se traducirá su implícita experiencia indiana sobre todo en la preferencia
por contingentes pequeños a la hora de luchar, ya que habían facilitado las operaciones en las conquistas de Cortés
y Pizarro. El que su texto se escriba una vez finalizado el período de mayores conquistas territoriales va a dejarse
ver en su desarrollo.
9
El otro porcentaje se disputaría entre galicismos, germanismos y neologismos semánticos de distintos pro-
cedimientos de formación (extensiones semánticas, especialización de términos, asociaciones metafóricas, conti-
güidades metonímicas, etc.).
10
Probablemente sea la obra Propaladia.
11
Solo se marca el año.
12
En adelante, CORDE.
13
La cursiva es nuestra. Se utilizará a partir de ahora en todos los textos donde queremos destacar su aparición.
14
Con la forma plural baquetas y los verbos dar, correr, pasar se conocía el castigo –prohibido en 1821– que
consistía en «sufrir los golpes de una tropa más o menos numerosa, que, formada en dos filas dándose frente,
azotaba con el portafusil o la grupera al condenado, que corria por en medio con la espalda desnuda» (Almirante:
1869: s.v. baquetta). Este tipo de tortura recibía también el nombre de carrera de baquetas. Se documentan en
nuestra lengua los siguientes derivados de baqueta: baquetada, baquetazo, baquetear, baquetón.
15
En el Grande Dizionario della lingua italiana (Battaglia, 1961-1962), cortaldo y cortana son tratados como
equivalentes. La palabra cortana tiene una segunda acepción en aquella lengua ‘espada sin punta’.
16
Ni Terlingen (1943 y 1967: 263-305) ni González Ollé (1975-1976: 195-206) incluyen esta palabra entre los
italianismos que estudian relacionados con la vida militar.
EL PRIMER TRATADO MILITAR PUBLICADO EN EL NUEVO MUNDO 1158

17
En el diccionario de Domínguez (1846-47) se recoge la acepción extramilitar: «enjambre, multitud, mu-
chedumbre, reunión numerosa de alguna cosa». Este sentido no se tiene en cuenta en ningún otro diccionario, y el
lexicógrafo podría referirse a los usos figurados, como en el caso siguiente : «Venía / con un esquadrón de amigos,
/ de su inorancia testigos, / Liberio a tu casa, y mía. / Y sobre entrar o no entrar /para mí metieron mano / quando
llega Feliciano» (Lope, 1993: 751). El sentido más actual de escuadrón hace referencia al ejército de aire, ‘unidad
aérea compuesta por un número elevado de aparatos’.
18
De aquí derivaría la segunda acepción que considera Terlingen y que no aparece en ningún diccionario:
‘tropel de gente’. En este caso debería interpretarse tropel en su sentido militar de ‘parte o trozo en que se dividía el
ejército’ y gente como ‘conjunto de personas que intervienen en la guerra’.
19
Otras formas de escuadrón que sí se registran en los diccionarios son escuadrón cuadrado, escuadrón vo-
lante, escuadrón en cruz, escuadrón en trozos...; algunos calcados del italiano, donde se utilizan, entre otros:
squadrone quadro, squadrone sacro, squadrone volante, squadrone della morte. Derivados de escuadrón son:
escuadronar, escuadronear, escuadronamiento, escuadron-cete, escuadroncillo.
20
En el texto se incluyen láminas ilustrativas que facilitan su comprensión.
21
Algunos repertorios lexicográficos de nuestra lengua definen una fórmula muy próxima a esta última, cen-
tinela perdida, como sigue: «La que se envía, para que corriendo la campaña observe mejor al enemigo, y va muy
expuesta a perderse». (Salvá, 1846: s. v. centinela) Almirante nos indica que el adjetivo perdido se predica del
centinela o escucha «muy avanzado, que se comunica difícil o peligrosamente con la avanzadilla o puesto» (Almi-
rante, 1869: s. v.: perdido).
1159 COMUNICACIONES

Cronistas, descubrimientos y colonización

LOS CRONISTAS DE INDIAS, FUENTES PARA LA HISTORIA:


JUAN RODRÍGUEZ DE FONSECA
EN EL RELATO MEXICANO DE LÓPEZ DE GÓMARA.

Adelaida Sagarra Gamazo
(Universidad de Burgos)

Pocos relatos introducen tanto al lector en la viveza de los sucesos y en la piel de los
protagonistas como las Crónicas de Indias. Esto es así porque estas relaciones fueron el
producto de la sorpresa y la admiración ante un mundo imprevisto y desconocido que se
percibió personalmente: muchos cronistas fueron testigos directos y -podríamos decir-
víctimas de una fascinación. Aquellos hombres, cautivados por un Paraíso que no siem-
pre fue tal, escribieron en la mayoría de los casos por su libre iniciativa, por el carácter
comunicativo del hombre de todos los tiempos: hay cosas que es imposible silenciar, y
por eso es preciso que sean escritas. Y se escribieron a veces por quienes no tenían la es-
critura por oficio pero se pusieron a trabajar porque el Nuevo Mundo superaba los sueños
y las leyendas. Colón, Oviedo o Díaz del Castillo le ganaron el pulso a Juan de Mandevi-
lle por una sencilla razón: cuanto vieron y describieron era real. Tuvieron que solventar
una dificultad: su lengua materna, el castellano o español de más acá del Atlántico, se les
quedaba “corta”, empezaba a resultar insuficiente y por eso empezaron a poblarla, a en-
riquecerla con palabras de origen diverso. El propio emperador Carlos utilizó términos
como “cues” o “cacique” en documentos de gobierno.
Miles de líneas fueron atrapando ese mundo mítico para los lectores de entonces, y pa-
ra la tradición oral: las historias se leían por algunos y se contaban por todos. Semblanzas
de un mundo multiforme en sus culturas, dioses, lugares, flora y su fauna, sus costum-
bres antiguas, sus gentes, y el encuentro con los extraños hombres barbados venidos de
más allá del océano circularon por la vieja Castilla y deslumbraron al Viejo Mundo de su
alrededor. Pero no se reservó ese placer intelectual para los contemporáneos de los he-
chos, porque hoy, detrás de una primera lectura, cotejando con otras fuentes, aplicando la
metodología científica pertinente, escudriñando las palabras, analizando los conceptos,
determinando el entramado o contexto histórico de los relatos hay mucha historia ence-
rrada en los cronistas que es preciso desbrozar. Y en el breve espacio de tiempo y papel
JUAN RODRÍGUEZ DE FONSECA EN EL RELATO MEXICANO DE LÓPEZ DE GÓMARA 1160

del que dispongo voy a tratar de realizar un ejercicio de rescate entre las líneas que Fran-
cisco López de Gómara -que jamás cruzó el Atlántico- dedicó a la figura de Juan de Fon-
seca y su frontal oposición a Hernán Cortés en su relato sobre la conquista de México.
Durante los años que he dedicado a la investigación sobre Fonseca y su tarea indiana
he recurrido una y otra vez a los cronistas de Indias, de Castilla e incluso a alguno de Ara-
gón, como Jerónimo Zurita. Dejando a un lado los condicionantes o sesgos personales
con los que cada uno de ellos pudieron escribir sus relatos puede decirse que hay dos pos-
turas a la hora de historiar a don Juan. Una primera muestra un Juan Rodríguez de Fonse-
ca eficaz, unido a los intereses de la Corona, hombre de acción enérgica, muy influyente,
personaje principal en la Corte, omnipresente en los asuntos y negocios reales: sería la
posición de Alonso de Santa Cruz, Andrés Bernáldez, Jerónimo Zurita, Galíndez de Car-
vajal, Sandoval, Antonio de Herrera, Gonzalo Fernández de Oviedo, por citar algunos
ejemplos. La segunda es la negativa, explicable generalmente por el choque de intereses
personales, que presenta a un obispo corrupto, injusto, arbitrario, perseguidor y cruel,
ambicioso y despreocupado. Los dos casos más nítidos son Bernal Díaz del Castillo y
fray Bartolomé de las Casas.
Esta constatación sirve para introducir un comentario metodológico: siempre es pre-
ciso depurar y cotejar las informaciones de los cronistas, debido precisamente a la carga
testimonial de la mayoría de las crónicas, que hace trabajosa la objetividad científica.
No obstante, está muy por encima de esta pequeña dificultad el valor de sus aportacio-
nes: por la inmediatez con que se recogieron y fijaron por escrito los hechos, por el ca-
rácter testimonial mencionado, y porquen recogen directamente y con el punto de vista
del momento histórico la consideración de las personas o los hechos, las crónicas son
insustituibles como fuentes.

Un pulso interesante: el oro de México frente a la tradición indiana


La envergadura, desarrollo y consecuencias del proyecto de Hernán Cortés son cono-
cidos, por lo que no que me referiré solo a los hechos relacionados con Juan Rodríguez
de Fonseca. Como es sabido, Diego Velázquez, teniente del gobierno de la Española en
Cuba, conocidos los descubrimientos de Hernández de Córdoba y Grijalva, decidió or-
ganizar una nueva expedición, cuya dirección encomendó a Hernando Cortés. Para ello
envió al clérigo Benito Martín a España, a solicitar la correspondiente capitulación, que
se firmó en Zaragoza, a 13 de noviembre de 1518.
El asiento se apartaba de las estipulaciones tradicionales: Velázquez, lugarteniente
del gobernador en Cuba, y capitán y repartidor de ella podría descubrir a su costa cual-
quier tierra o islas hasta entonces no descubiertas. Inmediatamente, se introducía la po-
sibilidad de conquistar: “es mi merçed y mando que las tierras que ansí descubrieredes o
abéis descubierto las podáis conquistar como nuestro capitán y poner debaxo de nuestro
señorío e servidumbre, con tanto que en el dicho descubrimiento e conquista guardéis las
ynstruçiones que se os darán para el buen tratamiento y paçificaçion y conbersion de los
yndios1” .
1161 COMUNICACIONES

Interesa destacar el carácter de capitulación de conquista de este asiento, y un rasgo


“colombino” por lo que contrastan con los proyectos de don Juan: la concesión perpetua
del quinto de los beneficios que diera a la Corona la isla que Velázquez quisiera seña-
lar. Ramos Pérez mantiene que “Fonseca se negó a aceptar el régimen de conquista y le
contuvo cuanto le fue posible, desde que recuperó el poder (...) ante la tenaz pretensión
señorial de todos los pretendientes, tal como fue el caso de Cortés...2 “. De una actitud tan
firme del obispo se desprende que los dos rasgos mencionados fueron introducidos por
otros consejeros; la autonomía de Fonseca nunca volvió a ser como en tiempo de don
Fernando. No obstante, Diego Velázquez tenía tanta prisa en llegar a las tierras más allá
de Yucatán que se dispuso a despachar la armada de Cortés sin tener la capitulación, pero
sin salirse del terreno legal puesto que -según Ramos Pérez- la empresa se convertía así
en una de las previstas de iniciativa directa.
La actuación de Cortés fue distinta. Asociado a Andrés de Duero y Amador de Lares -
hombre de Fonseca hasta entonces- se marchó de Cuba rumbo a Yucatán haciendo la em-
presa de Velázquez suya y exclusiva. Una vez en el litoral mexicano, utilizó al Cabildo de
Villa Rica de la Vera Cruz, recién fundada, para tratar de legitimar su situación a través
del nombramiento de Capitán General: Cortés decidió crearse otra jurisdicción que le
desvinculase del gobernador de Cuba. Por eso rechazó a todos los enviados de Veláz-
quez, y no reconoció al gobernador legítimamente designado, Cristóbal de Tapia. Esta
rebeldía reincidente es lo que don Manuel Giménez Fernández denominó el “alzamien-
to comunero”3 de Hernán Cortés en la Nueva España; es lo que Rodríguez de Fonseca
consideró traición: así, esa mezcla de héroe de leyenda, genio y espíritu vividor que fue
Cortés pasó a situarse fuera de la ley, como un proscrito.
Y eso era enfrentarse a Fonseca, que no era hombre que fuera a resignarse pasivamen-
te. Empezó así un pulso, probablemente uno de los pulsos más interesantes de la Historia
-Cortés versus Fonseca, genio versus trabajo, oro de México versus tradición indiana-
que, contra lo previsible, Cortés ganó. Al conquistar México, el extremeño condenó al
toresano a la muerte política en los asuntos indianos, que bien siguió utilizando el joven
Carlos I y V su habilidad para recaudar fondos y crear los Consejos de Hacienda e Indias.
Pero el tema no es directamente ese, el duelo, sino cómo reflejaron los cronistas de la
Conquista de México la figura lejana pero omnipresente de Juan Rodríguez.

Con un obispo casi protagonista: dos relatos de la Conquista de México


Además de las Cartas de Relación, dos son las fuentes escritas más importantes para
conocer los primeros pasos de la gesta de los españoles en su penetración hacia el inte-
rior, desde San Juan de Ulúa, y la posterior dominación del imperio azteca, las crónicas
de Francisco López de Gómara y de Bernal Díaz del Castillo. A partir de una conside-
ración de la figura del obispo que ambos cronistas -que escribieron con muy diversa
intención- nos proporcionan, se puede hacer una crítica constructiva, para esclarecer los
hechos. El propio conquistador en su cuarta carta escribió -refiriéndose a la llegada de
Juan Bono de Quejo- “según pareció por los despachos que trata, venia por mandado de
don Juan de Fonseca, obispo de Burgos, creyendo que Cristóbal de Tapia, que el había
JUAN RODRÍGUEZ DE FONSECA EN EL RELATO MEXICANO DE LÓPEZ DE GÓMARA 1162

rodeado que viniese por gobernador a esta tierra estaba en ella traía el dicho Juan Bono
hasta cien cartas de su tenor, firmadas del dicho obispo y aún creo que en blanco para que
diese a las personas que acá estaban diciéndoles que servirían mucho a vuestra cesárea
majestad en que el dicho Tapia fuere recibido4”.
Cortés relató como él mismo había recibido una carta de don Juan en los siguientes
términos “que si yo obedeciese al dicho Tapia, que él haría con vuestra majestad seña-
ladas mercedes, donde no, que tuviese por cierto que me había de ser mortal enemigo5”.
Tranquilizó el conquistador a sus soldados explicándoles los motivos que Fonseca tenía
para actuar así, y les dijo que “el mayor servicio que vuestra Majestad recibiría, y por
donde más mercedes les mandaría hacer era por no consentir que el obispo ni cosa suya
se entrometiera en estas partes , porque era con intención de esconder la verdad dello a
vuestra majestad”.
Y añadía una apreciación muy interesante al relatar como supo que los hombres ha-
blaban de que si sus servicios eran pagados con temores, estaría bien -ya que en Castilla
se habían levantado las Comunidades- hacer allí lo mismo “hasta que vuestra Majestad
fuese informado de la verdad, pues el obispo terna tanta mano en esa negociación, que
hacía que no viniese a noticia de vuestra alteza y que tenía los oficios de la casa de la Con-
tratación de Sevilla de su mano, y que allí eran maltratados sus mensajeros y tomadas sus
relaciones y cartas y dineros y se les defendía que no les viniese socorro de gente ni de
bastimentos6”. Pero Cortés tenía muy clara su línea de actuación y no cejó en su empeño.
Como ya estudié la interpretación bernaliana de don Juan7 me he centrado en la relación
histórica del cronista soriano López de Gómara.

El Obispo Fonseca en la crónica de López de Gómara8.


Gómara estaba escribiendo la Crónica de los Barbarrojas cuando interrumpió su re-
dacción9 para empezar las crónicas del Nuevo Mundo. Así lo escribió en una carta a don
Pedro Álvarez de Osorio, en 1545. Se refería a la que será Historia General y Conquista
de México10. La relación personal de Gómara con Hernán Cortés influyó decisivamente
a la hora de escribir. Sus textos -el cronista nunca fue a Indias- testimonian lo sucedido
en el nuevo continente desde la información del propio Cortés; utilizando textos publi-
cados - Fernández de Oviedo, Pedro Mártir de Anglería, y las Cartas de Relación- y el
testimonio de varios soldados que participaron en la conquista, como Andrés de Tapia y
Gonzalo de Umbría. Las fuentes utilizadas condicionaron el texto resultante, y la pluma
de Gómara introdujo buenas dosis de subjetivismo, acotando su mirada y deformando
los hechos históricos.
Respecto a Cortés, Gómara le convirtió en único protagonista y héroe glorioso: este
hecho no justifica -pero al menos explica- la verdadera fobia que Díaz del Castillo le
tuvo y que fue una de las razones que le movieron a escribir su Historia Verdadera de
la Conquista de la Nueva España. Como es sabido, ese “Verdadera” sirvió en parte al
medinense para denunciar la versión errónea del soriano y para resaltar su participación
directa como soldado en la Conquista y por tanto el carácter testimonial de su relato: “lo
que yo oí y me hallé en ello peleando, como buen testigo de vista, yo lo escribiré, con la
1163 COMUNICACIONES

ayuda de Dios, muy llanamente11” devaluando así, en cierto modo, el relato de “segunda
mano” de Gómara.
Precisamente por las diferencias de ambos cronistas es especialmente significativo
que coincidieron sustancialmente en lo que al obispo Fonseca se refiere, aunque las men-
ciones que Gómara hace son mucho menores -Bernal hizo casi 60-, y más limitadas cro-
nológicamente. Empezaba presentando el poderío del obispo, y analizando la situación
de Nueva España como un enfrentamiento de bandos : “tenía el obispo de Burgos , Juan
Rodríguez de Fonseca, que gobernaba las Indias, tanta enemiga e odio tenía a Fernando
Cortés, o tanto amor y amistad a Diego Velázquez que desfavorescía y encubría sus he-
chos y servicios, por donde fue Cortés difamado cuando merescía más fama12 “. Fonseca
desde luego no calló su opinión sobre el conquistador extremeño y trató de hacer ver a los
miembros del Consejo como era simplemente un traidor.
Martín Cortés y los procuradores Montejo y Puertocarrero llegados desde México,
encontraron las posibilidades de defender y tratar de legitimar la posición de Hernán
Cortés bastante cerradas. “Colgaban del obispo todos los negocios de las Indias; estaba
el rey en Alemania como emperador, y no tenían remedio ni aún esperanza de bien ne-
gociar13”. Se dispusieron a pasar a la acción, ya que ninguna de sus cartas y peticiones
llegaban hasta don Carlos, para lograr apartar a Fonseca de la dirección de los negocios
indianos. “Hablaron al papa Adriano14, que gobernaba estos reinos antes que a Italia pa-
sase y al Emperador luego que fue venido. El papa quiso entender en aquel negocio muy
de raíz, por ser el obispo principalísima persona, a suplicación de monsieur de Lasao15
(sic. La Chaulx) , que era de la cámara del emperador y había venido a darle el parabien
del pontificado; el cual favorecía a Cortés por la fama; y oídas las partes y vistas las re-
laciones, mandó al obispo que estaba en Zaragoza, que no entendiese más en asuntos de
Cortés ni de las Indias y el emperador mandó lo mesmo16”
Cruda -y parcialmente- describió López de Gómara las causas de la cesación de Ro-
dríguez de Fonseca: “ el odio que tuvo siempre a Cortes y sus cosas, llamándole públi-
camente traidor , que encubría sus relaciones y torcía sus servicios por que no lo supiese
el rey , que mandaba a Juan López de Recalde que no dejase pasar a la Nueva España
hombres, ni armas, ni vestidos , ni oro, ni otras cosas...,que proveía los oficios y cargos
a hombres que no los merecían como fue Cristóbal de Tapia ; que se apasionó por Diego
Velázquez para casarle con doña Petronila ,su sobrina17 “ Así que don Juan abandonó la
Corte cabizbajo, y Diego Velázquez perdió el pleito frente a Cortés.
Como colofón, resume brevemente López de Gómara la vida de don Juan en estos
términos “comenzó siendo deán de Sevilla, y acabó obispo de Burgos, arzobispo de Ros-
sano y comisario general de Cruzada, y fuera arzobispo Toledo si tuviera ánimo ; mas
como era riquísimo clérigo y había servido tanto tiempo y le favorescía su hermano An-
tonio, confióse mucho; y hurtóle, como dicen bendición Alonso de Fonseca , sobrino
suyo arzobispo de Santiago, que prestó dineros para lo de Fuenterrabía, por lo cual no se
hablaban18”
En definitiva, se limita a realizar afirmaciones muy generales sobre el obispo; no da
ninguna referencia cronológica; proporciona una visión bastante simple y parcial de los
JUAN RODRÍGUEZ DE FONSECA EN EL RELATO MEXICANO DE LÓPEZ DE GÓMARA 1164

sucesos; y -aunque no es comparable al relato pormenorizado de del Castillo- queda más


ajustado a la realidad por ser más sereno; el Obispo aparece como paisaje fondo muy di-
fuso y lejano en el relato de Gómara. De todas formas, Francisco López introduce ideas
comunes a Bernal Díaz: don Juan gobierna las Indias, favorece a los miembros de su
clientela mientras odia a Cortés y sus hombres haciendo lo posible por destruirles; e in-
cluso el dato -erróneo- de la posible boda de su sobrina Petronila con Diego Velázquez:
las sobrinas de Fonseca, Mayor y María Fonseca y Toledo estaban casadas -e incluso
podemos decir que mejor casadas- con un Carrillo y un Mendoza.
Esto hace caer en la cuenta de algo que no tiene nada de extraordinario: la visión que
Gómara transmite -como la de Bernal- es eminentemente cortesiana. La pregunta era in-
evitable y me la cuestioné: ¿por qué si la historia es la misma se lee prolija e intensamente
en del Castillo, hasta tal punto que Fonseca no es un personaje secundario sino principal,
es la atmósfera que se respira...y en cambio tan desvaída y sin pulso, exánime en Góma-
ra? La primera respuesta me pareció suficiente: era lógico puesto que Bernal vivió los
acontecimientos y Francisco no. Entonces, de pronto, entendí algo esencial: el primero
vivió los acontecimientos mexicanos pero en los relativos al Obispo tan solo recibió la
información que Cortés quiso, que el conquistador mediatizó, cosa que al segundo le
sucedió en todo.
Y eso me condujo ante una idea tan sorprendente como palmaria: si la fuente del rela-
to es la misma y las incisividad de la información y su contenido se ha depauperado hasta
extremos tan llamativos el que ha cambiado es el informante. Fue Hernán Cortés quien
evolucionó...El paso siguiente era claro ¿qué hay entre el Cortés que manejó al Obispo
de Burgos como “cabeza de turco19” ante sus hombres y el que le relegó como horizonte
de hostilidad política ante su capellán-cronista? Un cambio de situación, un tiempo dife-
rente, un hombre mayor, con fracasos a sus espaldas y la ambición tronchada, cansado de
luchar contra el silencio administrativo...pero sobre todo 1522.

1522: el año en que pasó lo que pasó y no pasó lo que no pasó.


Resulta obvio pero yo no me había dado cuenta....He hablado de uno de los pulsos más
interesantes de la Historia sin percibir su alcance. Vamos por partes: el momento estelar
de la vida de Cortés fue sin duda la conquista de Tenochtitlán. Ganó su baza por la vía de
los hechos pero necesitaba recuperar para su futuro y el de su empresa el territorio de la
legalidad. 1522 fue su tiempo vértice ya que la Corona debía resolver el pleito, confron-
tación jurídica que ganó el extremeño gracias al apoyo de La Chaulx y Utrecht: el 15 de
octubre fue nombrado Gobernador y Capitán General, mientras Fonseca era destituido.
Curiosamente, nada hay tan poco comunero como el recurso a los consejeros flamencos
del Rey de Castilla: si a Mallitzin se le ha acusado de romper la lealtad de sangre, lo mis-
mo podría decirse de Cortés. Pero ¿qué había hecho hasta la confirmación oficial de su
regreso a la impunidad? El 15 de mayo escribió la tercera Carta de Relación, en la que
con su habilidad característica se preparaba el terreno: la conquista no había hecho más
que empezar20, su liderazgo era pues necesario; de esta forma conducía al Rey a concluir
que no había mejor forma de garantizarlo que concederle el gobierno de México. Pero en
1165 COMUNICACIONES

esa carta hablaba también de sus proyectos: “estaba pensando en buscar por la Mar del
Sur “islas ricas de oro y perlas y piedras preciosas y especiería” cuando aún no había en-
trado en el puerto de Sevilla la nao Victoria con su carga de clavo21”. Acariciaba la idea de
explotar la Especería desde la Nueva España. Ignoro si sabía que en Castilla este negocio
pertenecía a los hombres de Cristóbal de Haro y Juan de Fonseca, el llamado Grupo de
Burgos. Si no lo sabía, hay que alabar la magnanimidad de sus aspiraciones; si lo sabía, el
carácter maquiavélico de su oferta al Rey: si Rodríguez de Fonseca había logrado cum-
plir el viejo sueño castellano de llegar a las islas del Maluco sin los Colón, Cortés inducía
a una nueva versión del viejo sueño: llegar a las islas del Maluco sin los Fonseca. Pero el
caso es que sabiéndolo o no promovió la construcción de navíos y la habilitación de Zi-
huatanejo y Tehuantepec como puertos para el tráfico pacífico, si bien la primera singla-
dura entre la costa occidental de la Nueva España y el Maluco no se realizó hasta 1526.
Pero, volviendo al singular año 22, si en octubre resolvió su problema legal, en no-
viembre enviudó en extrañas circunstancias. No pretendo desenterrar antiguas -o no tan-
to- diatribas sobre la muerte de la Marcaida, solo señalar como para el ambicioso Cortés,
que parecía estar diseñando una región alternativa a o sustitutiva de la creación política
indiana de Fonseca tener libre posibilidad de contraer un matrimonio de conveniencia
eligiendo bien era una ventaja. En 1522 ¿casualmente? había en Castilla dos Contadores
Mayores de bastante influencia -no se puede olvidar que el poder se estructura en dos
planos: las decisiones políticas y el dinero para hacerlas posibles- uno era Antonio de
Fonseca -facilidades para don Juan- el otro, Alonso de Zúñiga, duque de Béjar, tío de
Juan de Zúñiga, que será la segunda mujer de Hernán Cortés...¿Pudo intuir o diseñar una
“vía de facilidades” económicas o al menos de influencia contrapuesta a la del Obispo?
Pero si en noviembre murió Catalina, el 22 de diciembre Carlos I creaba la Casa de la
Contratación de la Coruña, lo que implicaba la reserva -y en la práctica casi el pretendido
monopolio- del comercio con la Especería para Fonseca, Haro y el grupo financiero y
promotor de Burgos22. Quizá Cortés ignoraba todo esto, quizá no...En todo caso, era un
contratiempo para alguien que quería impulsar una región que pivotara sobre la Nueva
España como núcleo económico y descubridor; y que quizá incluso pretendía configurar
un grupo de poder tal que le diera carta de juego en la propia Castilla para relegar a los
poderosos Fonseca y su clientela. Este -el Cortés a un paso de la cima, el soldado que lo
vió todo a su alcance- es el hombre que conoció Bernal Díaz del Castillo.
Incluso la muerte parecía servir a sus pretensiones: en 1524 muere Juan Rodríguez de
Fonseca. Sin embargo, la construcción fonsequiana prevaleció porque si Cortés logró
imponerse a Cristóbal de Olid y los alzados de las Hibueras y después a los usurpadores
Chirinos y Salazar en la ciudad de México, las repetidas acusaciones de las que fue ob-
jeto en la Corte hicieron que la Corona designara varios Jueces de Residencia; el propio
conquistador decidió regresar a Castilla en 1528 para tratar de mejorar su suerte en el
entramado político de las decisiones imperiales. Mientras, la regionalización mexicana
se consolidaba conforme a lo sugerido o esbozado por don Juan y el primitivo núcleo de
la gestión indiana, ya que en 1527 se había creado la segunda Audiencia americana, la de
México. Don Hernando nada pudo contra eso: el orden legal algunas veces barría a los
hombres de la frontera, que lo habían hecho posible.
JUAN RODRÍGUEZ DE FONSECA EN EL RELATO MEXICANO DE LÓPEZ DE GÓMARA 1166

En la Corte, buenas palabras para el de Medellín: el Marquesado del Valle de Oaxa-


ca, 23.000 vasallos, 22 pueblos; el Adelantamiento del Mar del Sur y a doña Juana de
Zúñiga, pero no el gobierno político de Nueva España. A partir de entonces -mientras
las Cortes suplicaron a Carlos I en 1523, 1525 y 1528 que no cediera ante las presiones
portuguesas sobre el Maluco- muchos años de prosperidad como hacendado y muchos
de frustración como descubridor por la Mar del Sur fueron desgastando el espíritu, la vi-
sión política y el bolsillo de Hernán Cortés. El Rey, empinado al Imperio por las hazañas
temerarias del soldado se hizo inasequible a sus insistentes requerimientos; ni siquiera
le escuchó mientras pelearon juntos en la desastrosa campaña de Argel de 1541. Este
-el hombre al que casi todo se le había esfumado ya- es el Cortés que conoció Francisco
López de Gómara. Todo -cuanto fue y cuanto no fue- había pasado para él hacía mucho
tiempo.
Espero, con estas páginas, además de haberles presentado una hipótesis -la configura-
ción por Cortés de un grupo de poder alternativo a la construcción de Fonseca, que ahora
tendré que demostrar- haber contribuido a mostrar como las crónicas indianas mantienen
intacta su capacidad de asombrarnos; atesoran entre sus descripciones y sus ausencias
interrogantes capaces de desequilibrar los planteamientos establecidos; y nos siguen
conduciendo a encrucijadas apasionantes.
1167 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Vid. Capitulación con Diego Velázquez, Zaragoza, 13 de noviembre de 1518. Archivo General de Indias. In-
diferente General. Legajo. 415. Libro 1 .Folioss. 14v-16.También en CoDoIn América. Tomo XXII, Págs.38-46.Y
en Demetrio RAMOS PEREZ Audacia, negocios y política en los viajes españoles de descubrimiento y rescate
.Págs.541-45.
Por el asiento, Diego Velázquez sería Adelantado de cuanto descubriese ; percibiría 1/15 de los beneficios que
la empresa embolsara a la Corona ; no tendría que pagar ningún derecho en las tierras descubiertas ; para financiar
la expedición recibió como merced una hacienda real, de conucos, que había en la Habana ; tendría 300.000 ma-
ravedís de salario perpetuo , sobre las rentas que el territorio produjera para la real Hacienda ; le corresponderían
las cenizas y relaves de las fundiciones que allí se levantaran ; sería tenedor de todas las fortalezas que se erigieran
; por si había oro, se establecieron unas condiciones fiscales ventajosas para los pobladores, haciéndoles francos
de cualquier derecho primeros diez años ; la Corona enviaría un boticario y un clérigo para la armada, armas, daba
licencia para que desde Cuba pudiera ir quien quisiera, hasta 200.
2
Vid. RAMOS PÉREZ, Demetrio. Audacia, negocios y política en los viajes españoles de descubrimiento y
rescate. Valladolid, 1981.
3
Manuel GIMÉNEZ FERNÁNDEZ. “EI alzamiento de Fernando Cortés según las cuentas de la Casa de la
Contratación” en Revista de Historia de América nº 31. México, 1951.Págs. 1-58.Pág. Joseph PEREZ en su estu-
dio sobre las Comunidades se niega a admitir que se pueda equiparar este suceso con las Comunidades de Castilla
de ninguna manera.
4
Vid. Hernán CORTÉS. Cartas de relación. Espasa Calpe. Madrid, 1942. Tomo II. Cuarta carta. Págs. 74-75.
5
Vid. Hernán CORTÉS. Cartas de relación. Espasa Calpe. Madrid, 1942. Tomo II. Cuarta carta. Págs. 76.
6
Vid. Hernán CORTÉS. Cartas de relación. Espasa Calpe. Madrid, 1942. Tomo II. Cuarta carta. Pág. 76.
7
Vid. Adelaida SAGARRA GAMAZO. “El Obispo Fonseca, un personaje enfrentado a Cortés en la crónica
de Bernal Díaz del Castillo” en Cortés, hombre de empresa. Valladolid, 1990. Págs. 25-51. Y también Adelaida
SAGARRA GAMAZO. Burgos y el gobierno indiano: la clientela del Obispo Fonseca. Caja de Burgos. Burgos,
1998. Págs.181-193.
8
López de Gómara nació en la pequeña villa castellana de Gómara el día 2 de febrero de 1511; hasta los dieci-
nueve años vivió en España. Es probable que estudiara en la Universidad de Alcalá de Henares y allí se ordenara
sacerdote, obteniendo además la Cátedra de Retórica. En 1531 se fue a Roma, quizá al servicio de alguno de los
representantes de España en la corte del Papa. En 1540, se encontraba en Venecia con Hurtado de Mendoza, hijo
del conde de Tendilla y embajador ante la Señoría del Emperador Carlos I. Parece ser que también viajó a Bolonia
y, por algunos datos que ofrece el cronista, pueden suponerse las buenas relaciones de Gómara en el círculo rena-
centista italiano. El 23 de octubre de 1541 se unió a las tropas españolas que partían hacia Argel a luchar contra
el ejército otomano. Años más tarde, ya en España, dejaría constancia escrita en una de sus crónicas de algunas
hazañas ocurridas en el combate de Spezzia. Fue precisamente en esa batalla donde conoció al entonces Capitán
General Hernán Cortés y, maravillado por la valentía y el fuerte carácter del conquistador, le siguió, una vez termi-
nada la guerra, hasta Valladolid, donde entró a su servicio como capellán. Al año siguiente, en 1542, se trasladaron
a Castilleja de la Cuesta; y allí permaneció hasta la muerte de Cortés cinco años más tarde, en 1547. Aunque no se
JUAN RODRÍGUEZ DE FONSECA EN EL RELATO MEXICANO DE LÓPEZ DE GÓMARA 1168

conoce la fecha exacta de la muerte de López de Gómara, es muy posible que fuera en 1564, puesto que en 1566 su
sobrino Pedro Ruiz ya tenía todos los manuscritos de su tío en su poder.
9
La Crónica de los Barbarrojas no vió la luz hasta 1851.
10
La Historia General y Conquista de México fue impresa por Miguel Capilla en Zaragoza en 1552. De ella
se hicieron seis ediciones a pesar de los impedimentos que fueron surgiendo. La obra se estructura en doscientos
veinticuatro capítulos. El autor cuenta hechos de naturaleza; lo general y lo particular tienen cabida en sus escri-
tos, desde la concepción de la Tierra y del universo hasta el desarrollo pormenorizado de las conquistas, pasando
previamente por la fauna y la flora del nuevo continente, las costumbres de los indígenas, el descubrimiento de
Cristóbal Colón. Consideraba Gómara que después de la creación del hombre por Dios, el descubrimiento del
Nuevo Mundo es el acontecimiento más grande de la historia. No cabe duda de que la obra tuvo gran éxito porque,
a pesar de que el 17 de noviembre de1553 se publicaba una cédula real prohibiendo la obra, no sólo ese mismo año
se reimprimió en Zaragoza y se volvió a publicar en Medina del Campo, sino que al año siguiente Pedro Bermuz
y Agustín Millán la imprimieron de nuevo en Zaragoza. La difusión de la obra llegaría hasta Amberes, donde sólo
un año más tarde -en 1554- sería editada por partida doble por Juan Bellero y Martín Mucio. En 1556, la Historia
general y Conquista de México entraba en Italia y se publicaba allí por vez primera en la imprenta de los Dorici,
en Roma. En Venecia saldrían a la luz varias ediciones en los años siguientes; en 1557 la imprimieron Arribarene
y Giordano Ziletti, en 1560 Francisco Lorenzini de Tutino, y en 1564 Giovani Bonadro. Por entonces López de
Gómara estaba terminando los Anales del emperador Carlos V, que no se publicaron hasta 1912. Otros títulos de
López de Gómara son: la Crónica de los Barbarrojas, los Anales de Carlos V y la Vida de Hernán Cortés; esta últi-
ma recogida por García Icazbalceta en su Colección de documentos para la historia de México y de autor incierto
hasta que en 1942 un estudio determinara que la obra es de López de Gómara.
11
Vid. Bernal DÍAZ DEL CASTILLO. Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. Colección
Austral. Espasa Calpe Argentina. Buenos Aires, 1955. Pág. 13.
12
Vid. Francisco LÓPEZ DE GÓMARA. Conquista de México. Atlas. Madrid, 1946. Biblioteca de Autores
Españoles. Tomo 22. Pág.408.
13
Vid. Francisco LÓPEZ DE GÓMARA (12).Pág.408.
14
Adriano VI (1459-1523), Papa. Adriano Florenz o Tiunseto, más conocido como Adriano de Utrecht. Profe-
sor y teólogo de la Universidad de Lovaina, preceptor de Carlos V (1507). Fue obispo de Tortosa, más tarde como
inquisidor general de la Corona de Aragón y luego de la de Castilla. Nombrado Cardenal en 1517. Fue la regente
de Carlos I cuando tuvo que ausentarse en 1520 por razón de su designación como cabeza del Sacro Imperio. Tuvo
que enfrentarse a los gravísimos incidentes ocasionados por las revueltas de las Comunidades castellanas y las
Germanías levantinas. Fue elegido Papa el 9 de enero de 1522 y murió al año siguiente.
15
Charles de Poupet, señor de la Chaulx. Primer Sumiller de Corps de Carlos V.
16
Vid. Francisco LÓPEZ DE GÓMARA (12).Pág.408.
17
Vid. Francisco LÓPEZ DE GÓMARA (12).Pág.409.
18
Vid. Francisco LÓPEZ DE GÓMARA (12).Pág.409.
19
Vid. Hugh THOMAS. Historia de la Conquista de México. Planeta. Madrid, 1994. Pág. 241. El seguimien-
tote este proceso y algunas precisiones críticas pueden verse en Adelaida SAGARRA GAMAZO. Burgos... (7)
Págs. 180-188.
20
Vid. El interesante análisis que sobre esta cuestión hace Ángel DELGADO GÓMEZ. Cartas de Relación.
Ed. Clásicos Castalia. Madrid, 1993. Pág. 49.
21
Mª Lourdes DÍAZ-TRECHUELO LÓPEZ-SPINOLA. “Hernán Cortés y el negocio de la Especiería” en
Hernán Cortés, hombre de empresa. Valladolid, 1990. Págs.107-112. Pág.112.
22
Vid. Sobre esto Adelaida SAGARRA GAMAZO. Burgos...(7). Pág. 115.
1169 COMUNICACIONES

Interpretación de textos hispánicos

SOBRE EL TRATAMIENTO DE LA LENGUA EN LA CATIRA

Luis Alberto Hernando Cuadrado


(Universidad Complutense de Madrid)

Introducción
El propósito del presente trabajo es el estudio del tratamiento dado por Camilo José
Cela en La catira al español hablado en Venezuela y de su técnica narrativa. Para ello, tras
apuntar brevemente las circunstancias que llevaron al autor a escribir la novela y desvelar
la clave fundamental de su interpretación, nos centraremos, sucesivamente, en el análisis
de los aspectos fonético-grafemático, gramatical, léxico-semántico y estilístico.
Así, pues, como punto de partida, hemos de tener en cuenta que en mayo de 1953
Camilo José Cela cruza el Atlántico a bordo de un avión de hélice con cien pesetas en el
bolsillo. El joven y ya famoso escritor español sobrevivió en Colombia, Ecuador y Vene-
zuela improvisando sobre el terreno con los recursos que le iban saliendo al paso.
Se había llevado unos cuantos ejemplares de sus libros lujosamente encuadernados
para regalárselos a las autoridades y gente de relieve. Sin embargo, sus planes se vieron
frustrados nada más pisar tierra americana. El primero de ellos, con sus iniciales, estaba
dedicado al presidente de Colombia Laureano Gómez; pero, justamente el día en que
llegó a Bogotá, un golpe de Estado convirtió el espléndido ejemplar en algo inútil y,
hasta incluso, peligroso. Años más tarde, aprovechando la coincidencia de las iniciales,
se lo regalaría al pintor Lorenzo Goñi, sin que éste entendiese muy bien a qué venía tanta
atención.
Gracias a las conferencias y charlas literarias, pudo enviar algo de dinero a su fami-
lia, residente en Madrid, y llegar a Venezuela habiendo comido casi todos los días. Sus
ahorros, que ascendían a un dólar americano, no le alcanzaban para tomar el avión desde
Maiquetía a Caracas. Pero unos amigos que fueron a buscarlo lo sacaron de apuros.
Aprovechando su gira americana, el Centro Gallego de Caracas lo invitó a dar una
conferencia sobre La morriña en la literatura gallega. Al entretenerse demasiado en
Quito, los gallegos, molestos por el retraso, le enviaron un telegrama comunicándole
SOBRE EL TRATAMIENTO DE LA LENGUA EN LA CATIRA 1170

que ya era demasiado tarde para ir a Venezuela. Camilo José Cela hizo caso omiso del
mensaje y se embarcó en uno de los tambaleantes aeroplanos que cruzaban los Andes en
zigzag.
Al llegar, tuvo la suerte de encontrarse con un país en el que el dictador del momento,
Marcos Pérez Jiménez, echaba en falta las relaciones públicas. La presencia allí de un
escritor de la madre patria suponía una magnífica ocasión para recuperar el tiempo per-
dido. Por eso, lo hicieron Huésped de Honor de la República con derecho a diploma y a
banda.
El ministro del Interior, Laureano Vallenilla, tenía el proyecto de encargar una novela
a un escritor famoso, como Ernest Hemingway, Albert Camus o el mismo Camilo José
Cela, con la única condición de que el argumento versara sobre aquel país. Fuera por la
oportunidad de su presencia o por las ventajas de la lengua común, el caso es que el en-
cargo recayó sobre el escritor gallego.
El contrato de la novela venezolana suponía una cantidad de dinero sumamente ele-
vada para la época: tres millones de pesetas. Sin embargo, al interesado le costó mucho
trabajo y varios meses de gestiones cobrar el anticipo.
En noviembre, de vuelta en España, las estrecheces económicas por las que anterior-
mente había pasado la familia quedaron superadas. El matrimonio Cela decidió que,
cuando estuviera acabada la novela y cobrados todos los derechos de autor, se gastaría
el dinero viajando, cenando fuera de casa y haciendo realidad cuantas cosas en el pasado
había visto lejanas.
Escrita la obra, como reza al final del texto, en Palma de Mallorca-Puerto de Pollensa,
entre febrero y septiembre de 1954, en Mis páginas preferidas expresa el autor su punto
de vista sobre ella en los siguientes términos: «La catira es, en mi intención, un canto
arrebatado a la mujer venezolana. También a la tierra venezolana. A veces, el amor no
encuentra razones con las que hacerse comprender. Novela novelesca, novela con mu-
cha acción, mucha pasión y no poca -aunque ignoro si lograda o no- poesía, en La catira
ensayé con todas las agravantes la doble experiencia de la incorporación del mundo ame-
ricano y su peculiar lenguaje a la literatura española. Sé bien que su lengua no es fácil,
tanto por el empleo constante de palabras no habituales en el español de España como
por la figuración que me propuse de su fonética» (1956: 179).
Después sería la crítica la que se encargaría de subrayar sus aspectos más relevantes.
En este sentido, La catira, en opinión de Paul Ilie, por ejemplo, es una «novela de la tie-
rra, de su gran permanencia entre agitación y muerte, y su fuente de genuina fertilidad
frente a la supuesta y decadente civilización» (1971: 225). Por eso, la clave para inter-
pretar su significado se encuentra en la idea de que «lo espontáneo de la vida es lo más
valioso; si a veces resulta destructivo, es también fructífero, por ser elemental y tan rico
como la misma tierra» (1971: 228).
La arquitectura de la obra, dada la madurez alcanzada por su autor en el momento en
que la escribe, está perfectamente lograda. A lo largo de sus páginas se nos va presentan-
do sucesivamente una serie de trágicos acontecimientos relacionados con la vida de la
catira Pipía Sánchez y su entorno1, a pesar de los cuales, la tierra, fuente de riqueza y ma-
1171 COMUNICACIONES

nantial de vitalidad para quienes se mantienen junto a ella, permanece: «La tierra quea,
negra... La tierra quea siempre... Manque los cielos lloren, durante días y días, y los ríos
se agolpen... Manque los alzamientos ardan, güeno, y mueran abrasaos los hombres...
Manque las mujeres se tornaran jorras, negra...» (1974: 270).
La tierra, con su permanente asechanza y esquivez, alimentándose de muertos, es la
vida. Por eso, «la catira Pipía Sánchez, desde la muerte del hijo, se agarró aun todavía
más a la tierra» (1974: 250). En la tierra se encuentran sintetizadas las cualidades posi-
tivas y negativas del ser humano: «La tierra es, al mismo tiempo, caritativa y cruel, her-
mosa y monstruosa, blanda como la pluma de garza y dura como el viento del páramo,
amarga y dulce, sonreidora y esquiva, desmemoriada y rebosante de amor» (1974: 250).
Su presencia se hace palpable por doquier como una sombra misteriosa.
La inmensidad de la tierra americana se erigió, ya desde las primeras narraciones de
la Conquista, en motivo de inspiración para la creación, a través de los tiempos, de una
tradición literaria rebosante de belleza y magnificencia. La catira, como advierte Alonso
Zamora Vicente, es «la novela de la tierra americana -dentro, se entiende, de la peculiar
visión de Camilo José Cela-, a la que sirven de pretexto Los Llanos venezolanos» (1962:
74). En este sentido, en el texto de la obra se señala que el mundo «lo forman Europa,
América, Venezuela, Chile, Suiza, la China, España, el hato Potreritos, el hato del Peder-
nal, el hato Primavera, el llano, el mar, la selva, la montaña, el corazón de la catira Pipía
Sánchez, la memoria: esa fuente de dolor» (1974: 161-162), es decir, unas cuantas cosas
y, sobre todo, los hatos de la catira.
En los personajes se descubren a veces ciertas similitudes con el comportamiento,
la actitud y los atributos de la vida salvaje, quedando la referencia reforzada en alguna
ocasión con un estilo primitivista: «El indio Adelo Rosas tenía olfato de perro. El indio
Adelo Rosas tenía oído de venado. El indio Adelo Rosas tenía vista de tigre» (1974:
130). En la personalidad de estos individuos el instinto es el común denominador: «La
negra María del Aire llegó en punto y exacta. La negra María del Aire no tenía reloj. La
negra María del Aire tenía instinto» (1974: 192-183). A la primacía del instinto obede-
cen, por ejemplo, el asesinato del indio Consolación (p. 76), la violación de su viuda, la
india María (p. 76), la subsiguiente huida de ésta una vez pegado fuego al rancho (p. 80),
o la violación del cadáver del peón Gilberto Flores (pp. 110-111)2.
Estos personajes se expresan libremente, en consonancia con su nivel de instrucción
y el contexto en que se encuentran inmersos. A este respecto, Alonso Zamora Vicente
explica que «las gentes que en América pueden hoy leer la novela o interesarse por ella ni
hablan ni escriben como se ve en La catira, exclusivamente. No; aquellas gentes se van
haciendo, aún, su lengua literaria. Y tienen muy lejos el tiempo en que un tipo de literatu-
ra a base de vulgarismos o ruralismos o localismos se quiso convertir en prototipo de lo
nacional. (Recordemos la falsía, ya superada, de lo gauchesco respecto a los países del
Plata; lo mismo que, y mucha atención a esto, nosotros, hispanohablantes europeos, no
podemos considerar típicamente nuestro, representativo literariamente hablando, el ha-
bla de Arniches o de José María Gabriel y Galán)» (1962: 200-2001). Por su parte, Ángel
Rosenblat sostiene que, «aunque la novela se desarrolla en la región llanera, el lenguaje
es una mezcla del de las distintas regiones del país» (1969, IV: 282)3.
SOBRE EL TRATAMIENTO DE LA LENGUA EN LA CATIRA 1172

Nivel fonético-grafemático
En el nivel fonético-grafemático, por lo que respecta a las vocales, se producen vaci-
laciones en las átonas («sepoltura» [p. 235]) y en la tónica de la forma «mesmo» (p. 157),
así como alteraciones en los diptongos, por contracción («pacencia» [p. 263]) o por reso-
lución: «tierrero» (p. 241).
En el subsistema consonántico, son frecuentes la aspiración de la /f-/ latina, con-
servando la antigua aspiración («juye» [p. 19]) o sustituyendo la [f-] conservada en el
español normativo por la aspiración («juertes» [p. 27]), y la pérdida de las consonan-
tes simples /d-/ («[d]ejo» [p. 54]), /-d-/ («salu[d]ándola» [p. 205]), /-d/ («usté[d]» [p.
191]), /-r-/ («pa[r]ece» [p. 214]), /-r/ «mujé[r]» [p. 19]), /-s/ («atrá[s]» [p. 128]), /l-/ («yo
[l]e [d]igo» [p. 204]), /-l-/ («sa[l]í[d]o» [p. 112]), /-l/ («prencipá[l]» [p. 257), /-Ɵ/ «-z»
(«Santa Cru[z]» [p. 13]), /-k/ «-c» en el grupo /GƟ/ «cc» («ele[c]ción» [p. 88]), /-g/ en
el grupo /Gn/ «gn» («i[g]norantes» [p. 61]), del grupo /-dr-/ («compa[dr]e» [p. 32]) o de
una sílaba entera: «pie[ce]citos» (p. 211).
En general, también son característicos los casos de prótesis («dir» [p. 28]), epéntesis
(«guargüero» [p. 218]), paragoge («ridiculeza» [p. 179]), metátesis («naide» [p. 118]),
equivalencias acústicas («polgorín» [p. 93]), palatalización de /n-/ («ñú[d]o» [p. 65]), y
nasalización de /y/ («ñema» [p. 213]) y /ĉ-/ “ch-”: «ñato» (p. 257). El único ejemplo de
seseo se encuentra en la voz «suidá» (p. 88)4.

Nivel gramatical
En gramática, en el campo de la morfología derivativa, entre los sufijos nominales
más representativos se encuentran -á(da) («tenazcá[da]» [p. 194]), -aje («bestiaje» [p.
268]), -al («cañabraval» [266]), -ango («bicharango» [p. 50]), -enta («güesamenta»
[204]), -era («realera» [p. 62]), -eza («pitreza» [p. 85]), -ista («gobiernista» [p. 46]), -ivo
(«previsivo» [p. 192]), -iza («cueriza» [p. 103]), -ón («pavón» [p. 191]), -or («hechor»
[p. 201]), -oso («pavoso» [p. 113]), -uco («furruco» [p. 234]), -uno («zebruno» [p. 103])
y -ura: «agriura» (p. 104).
De los sustantivos con sufijo diminutivo5, «mamasita» (p. 203) presenta el interfijo
/-s-/; de los adjetivos6, en «pobretico» (p. 212) el interfijo /-Ɵ-/ se ha transformado en
/-t-/ por influjo de las soluciones del tipo de «morenitica» (p. 207), donde se encuentran
encadenados los sufijos -it[a] e -ica.
El posesivo suya adopta el diminutivo -ita en la expresión exclamativa «¡Po vía su-
yita!» (p. 152). Algún indefinido, como to[do], según los casos, lleva un sufijo diminu-
tivo («toíto» [p. 219]) o un conglomerado de dos: «toitico» (p. 200); nada presenta uno
(«naíta» [p. 216]), o bien un conglomerado de dos («naitica» [p. 216]) o incluso de tres:
«naitiquita» (p. 216). El numeral ordinal prime[r]o es portador de un conglomerado de
dos: «primeritico» (p. 240).
De los adverbios que admiten sufijos apreciativos, aunque alguna de sus unidades se
combina con un aumentativo («lejotes» [p. 241]), lo más frecuente es que incluyan en su
1173 COMUNICACIONES

estructura un diminutivo («ahorita» [p. 222]; «lueguito» [p. 188]) o un conglomerado de


dos: «ahoritica» (p. 231); «claritico» (p. 183).
Los compuestos suelen estar formados por la combinación de sustantivo + sustantivo
(«pasitrote» [p. 59]), sustantivo + adjetivo («lengualargas» [p. 176]), sustantivo + nu-
meral («domingosiete» [p. 101]), sustantivo + verbo («cristofué» [p. 103]), adjetivo +
adjetivo («tontiloco» [p. 252]), numeral + adjetivo («sietemesino» [p. 92]), verbo + sus-
tantivo («capaburros» [p. 83]), verbo + adjetivo («soisola» [p. 237]), verbo + adverbio
(«piapoco» [p. 260]), oración («diostedé» [p. 295]), adverbio + sustantivo («malcuero»
[p. 13]), adverbio + adjetivo («malobediente» [p. 191]), locución adverbial («porsiaca-
so» [p. 43]), dos sustantivos articulados por un elemento de relación («peloeguama» [p.
149]) o dos sustantivos en aposición (separados en la grafía): «paltó levita» (p. 206).
Desde la perspectiva morfofuncional, se observan algunas anomalías en relación con
los morfemas nominales de género (afeitada ‘afeitado’ [«Don Job Chacín prendió el re-
verbero para calentar el agua de la afeitada», p. 252]; arpisto ‘arpista’ [«El libro tiene
ciento cinco páginas y va dedicado al arpisto Manuel Colmenares y el cantor Gregorio
Páez», pp. 14-15]; el radio ‘la radio[telefonía]’: «hasta el más cholúo quié escuchá el
radio» [p. 14]), número («¡Guá, güen día...! ¿Ta mi esposo?» [p.198]) y artículo: «¡Guá,
que esta gorda maracucha e la Telefonía cargó esgracia con los maríos, a pesá e to lo que
cambió...!» (p. 257); «Y ese que andaba con el Dorindito, pues, ¿ices que es un propieta-
rio e San Carlos?» (p. 265).
El comportamiento de los pronombres personales en cuanto al orden («yo y el licen-
ciao pensamos muy iferente e la tierra...» [p. 266]; «no me se retrase» [p. 222]); «te se
ha ocurrío» [p. 187]), uso de le catafórico en singular referido a un sintagma nominal en
plural («le contó a los hijos» [p. 227]) o del complemento ético («me le caes a bala y sin
marrá» [p. 12]), junto con las formas átonas lexicalizadas («no las cavila» [p. 46]), prin-
cipalmente, contribuye asimismo al mantenimiento de la atmósfera lingüística popular7.
Los demostrativos neutros llevan a veces un modificador indirecto desarrollado en for-
ma O´ introducido por la preposición [d]e: «Esto e juntá la tierra ha sío un güen acierto»
(p. 188).
En el verbo se observan varios fenómenos, como el del empleo del pretérito indefi-
nido por el pretérito perfecto («¿Y qué le trajo pu estos pagos, Fortunato?» [p. 129]), o
de la perífrasis haber de + infinitivo en presente de indicativo con valor de futuro («Un
marrón te he e da pa tóa la gente, vale. Yo no me muevo e el hato. Don Froilán Sánchez ha
e vení a buscame, lo has de ve» (pp. 11-12) o en pretérito indefinido en lugar de la forma
simple correspondiente: «¡Onde naide hubo e dormí, niña, que no saben aún cómo güele
la gente!» (p. 65).
El mandato, además de con el imperativo («¡Juye, catira, que se prendió el macán!»
[p. 19]) o el presente de subjuntivo con la forma usté[d] («Guárdese las niguas pa usté so-
lo, ¿sabe?, que tampoco es usté el único niguatero e la República!» [p. 104]), se expresa
mediante el presente de indicativo («A la doña la llevas al hato Primavera, pues, a casa
e mis primas, ¿sabes?, y le ejas tres hombres pa que la guardien» [p. 12]), ya + presente
de indicativo («ya tas allá» [p. 31]), ya + presente de indicativo perifrástico («¡Ustés ya
SOBRE EL TRATAMIENTO DE LA LENGUA EN LA CATIRA 1174

se tan raspando, ca cual pa su juraco...!» [p. 152]), ya + pretérito indefinido («¡Usté ya


se jué pa la casa, castigao!» [p. 161]), ya + pretérito perfecto («¡Usté ya se ha callao, ne-
gra!» [p. 27]) o que + presente de subjuntivo: «que le igas a la pioná que se arrimen tóos a
la casa» (p. 17)8.
En la conjunción, aparte de la utilización de manque («La tierra quea siempre... Man-
que los cielos lloren, durante días y días, y los ríos se agolpen...» [p. 270]) o como que
(«Pues que ya lo ve, caporal, que aquí le toy como que lleno e sosiego...» [p. 109]), resal-
ta la presencia en el discurso de pues, al comienzo («Pues pienso que tiene usted el noble
porte de un vigía del tiempo de los descubrimientos» [p. 86]), en el interior («Sí, doctó,
fíjese, pues, que pa mí como que el aire trae una jedentina a muerto...» [p. 130]) o al final:
«Po la salú e su señora, pues... » (p. 263); la de que, como elemento introductor («Que yo
me voy a dir pa abajo...» [p. 124]) o con matiz causal: «Dame un beso, pues, que eres mi
señora...» (p. 151); o la de y, al comienzo: «Y entonces, don, lo que el ama mande y orde-
ne es lo mesmitico que aquí hemo e cumplí, ¿sabe?» (p. 60).
Además de conjunciones, el discurso de los personajes contiene abundantes expresio-
nes de relleno y muletillas: «Güeno, que yo les comunico, pues, que mi pioná no me se ha
alzao, ¿saben?, que tóos me son fieles y parciales, eso es, y que bregan pa mí... Güeno, y
que también les comunico que sé lo que vale que se hayan juntao en la plaza, pa veme...
Güeno, y que yo me he venío pa Santa Rita poque me tomó la loquera pu ese lao... Güeno,
y que les tengo agraecimiento, pues, a tóos ustés...» (p. 157).
Entre las interjecciones o locuciones exclamativas más representativas se encuentran
ajá («¡Ajá, qué bigotico pinturero, vale!» [p. 62]), ¡guá! («¡Guá, que es suavecito co-
mo el canto e la peraulata!» [p. 65]), ¡zape! («¡Zape, la pájara!» [p. 241]), ¡sampablo!
(«¡sampablo, la tara negra!» [p. 154]), ¡de bola! («¡Gua, que es fea! // -¡De bola!» [p.
26]), ¡ah, cresta! («¡Ah, cresta, que yo pienso que el doctó Publio le ha metío ice cream
po las venas, ¿ah?, a este virote e musiú!» [p. 202]), ¡ah, pizarra! («¡Ah, pi... zarra! ¡Si
a ño Perico no me lo egüelven, de Potreritos no va a quear ni la jumaera!» [p. 27]), ¡ah,
trenza! («¡Ah, qué güevón del diablo! ¡Ah, trenza! ¡Este marico metío a cuatrero!» [p.
59]), ¡cónchales! («¡Ajá, cónchales, y esapártese, pues!» [p. 165]), ¡Concha Martínez!
(«¡Concha Martínez, que el ama como que paece entabaná!» [p. 147]) y ¡ave María Pu-
rísima!: «¡Qué tiempos, Flo, qué tiempos! ¡Ave María Purísima!» (p. 59).
Los personajes de la novela hablan muy alto. El lector, conforme va avanzando en su
lectura, se va tropezando con numerosos enunciados exclamativos. Sirva de ejemplo el
siguiente turno de la negra Cándida José en el que ésta indica a don Froilán Sánchez que
ha desaparecido la catira: «¡Ay, patrón, que nos han bailao a la niña Pipía, ah, trenza!
¡Que la hube e buscá por tóa la casa, don, y no se eja ve! ¡Ay, patrón, que estoy encocoraí-
ta! ¡Que hay mucho bolero suelto, don! ¡Que nos han bailao a la niña Pipía!» (p. 17).

Nivel léxico-semántico
El poder de captación de los valores de la lengua de Camilo José Cela queda patente
sobre todo en el léxico, que se puede agrupar, grosso modo, en torno a varios campos
(Hernando Cuadrado, 1983: 71-303). Así, guardan relación con el cuerpo humano, tér-
1175 COMUNICACIONES

minos como calambeco ‘flaco’ («Sí, don, y que mesmo paece tísico, e calambeco como
ta» [p. 47]), chimirito ‘enclenque’ («¡Ah, qué chimirito e manganzón, qué zosco e do-
minguejo!» [p. 220]) o terba ‘cabeza’ («Lo que hay que ta es listos pa cuando muestre la
terba, ¿sabe?, y no marrá el lanzazo» [p. 68]).
La idiosincrasia de los personajes se expresa a través de vocablos del tipo de arras-
tracuero ‘fanfarrón’ («Miá, ño Perico, pues, que mi compae don Filiberto está como al-
zao, ¿sabes?, que es un arrastracuero e el carajo, ¿sabes?, y que me bailó a la niña» [p.
18]), fregado ‘decidido’ («¡Guá, que es fregao el mozo, mijita!» [p. 77]) y toñeco ‘mimo-
so’ («¡Su madre, qué toñeco e muchacho!» [p. 164]).
Entre las unidades léxicas relativas a las acciones y el quehacer de la vida cotidiana fi-
guran bregarse la arepa ‘buscarse el sustento’ («Pues ya lo ve, buscando quien quiea bre-
gase la arepa con honradez, ¿sabe?, que alguien aún queará... » [p. 76]), echar pico ‘con-
versar’ («Güeno, que yo me voy, pues, le venía a ecí; que yo no tengo voluntá, ¿sabe?, pa
pasame el tiempo echando pico con usté..., que ya he sufrío muchos ultrajes y maltratos
por tóa esta tierra... » [p. 123]), vaquear ‘cuidar el ganado que pasta por la sabana’ («Yo
pienso que, po lo menos, ya he e serví pa andá vaquiando po la sabana» [p. 22]).
Al mundo del folclore y las creencias populares pertenecen furruco ‘instrumento mu-
sical de sonido poco armonioso’ («a mí no me venga con esta pila e vainas, caporal, que
soy llanero viejo y, e muchacho, tocaba el furruco untándome pez en los deos, ¿sabe?»
[p. 57]), zambe ‘antiguo baile popular muy animado’ («Y que tampoco quería perderme
el zambe, cuñao, ¿sabe?» [p. 112]) o La Pelona ‘la muerte’ («¡Como guste, compae, peo
la pelona también lo ha e vení a buscá, ¿sabe?, cuando menos piense, que pa semilla no lo
va a ejá, manque se esconda!» [p. 162]).
El léxico de la fauna está compuesto por un variado conjunto de elementos en el
que se encuentran aguaitacaminos ‘Nyctidromus albicollis, especie de chotacabras, de
pico corto, boca ancha y ojos grandes, que durante el crepúsculo vuela a trechos en los
caminos delante del viandante y por la noche canta imitando las palabras tú, judío’ («El
aguaitacaminos, a cinco leguas aún de El Yagual, anunció la caída, la muerte y el entie-
rro de la tarde» [p. 113]), chuco ‘Brachyurus melanocephalus, mono’ («Un chuquito
miedoso, harto ya de chuquear el islote, seguía con los apenados ojillos el tembloroso,
el alocado vuelo del mamaflor» [p. 87]) y pinche ‘Serrasalmus spilopleura, pez inofen-
sivo más pequeño que el caribe’ («¡Que si distingue usted el caribe del pinche, coño!»
[p. 83]).
Albarisco nombre apureño de la macanilla ‘Bactris macanilla, planta llanera a cuya
semilla se le atribuyen propiedades mágicas y medicinales, por lo que se hacen con ella
sortijas que se utilizan como amuletos’ («El mestizo Rubén Domingo marcó la higa, en
la diestra, y se palpó el mágico anillo de albarisco» [p. 140]), cotoperiz ‘Talisia (Meli-
cocca) oliviformis, árbol tropical sumamente frondoso que nace en los cerros pedrego-
sos de tierra caliente y produce una fruta semejante al mamón, pero de color amarillento
y muy rica en jugo’ («En el cotoperiz de Potreritos, la pavita cantó» [p. 243]) y sibisibe
‘Chusquea scandens, bambú’ («La Pachequera, cuñao, es como una cestica e sibisibe
toíta rebosá e sangre...» [p. 266]) son una muestra de la terminología de la flora.
SOBRE EL TRATAMIENTO DE LA LENGUA EN LA CATIRA 1176

Para la designación de la realidad espacial donde transcurre la acción de la novela se


usan palabras específicas como calceta ‘pampa de escasa extensión’ («Mié, patrón, que
si quié yo me salgo a ecile a ese piazo e sute e el vecino que se esarrime a sus calcetas» [p.
31]), pajarito diminutivo de pajar ‘herbazal’ («El pajarito quea, catira, manque la yerba
sea nueva tóos los años y el ganao se la coma...» [p. 258]) o pisado ‘camino’ («Váyase,
pues, derechito pu el pisao...» [p. 46]).
A la vivienda y sus objetos aluden caney ‘cobertizo con techo de palma o paja, sin
paredes, sostenido por horcones’ («Que en el caney se ta mejó, moreno, a la sombrita e
la luna...» [p. 255]), ramadas ‘corredores, en las posadas del camino, donde la peonada
cuelga sus chinchorros para pasar la noche’ («¡Alante, que esta noche hay que tomá ra-
más en Potreritos!» [p. 31]) o chinchorro ‘hamaca ligera tejida de cordeles o fibra’ («Don
Froilán, sin soltar la botella del whisky, se incorporó en el chinchorro» [p. 21]).
Acemita ‘pan dulce, con forma de corona o disco, fabricado con harina de trigo y pa-
pelón, fermentado y cocido al horno, sazonado con anís, de sabor y olor característicos
muy agradables’ («¡Guá, morenitica, pues, que me des un besitico, ¿sabes?, que si me das
un besitico e lo más bien apretao, güeno, te he e regalá una corona e acemita!» [p. 207]),
ponqué ‘especie de torta fabricada con harina, manteca, huevos y azúcar’ («¡Guá, no
haga caso, pues, con el ponqué, y el bizcochuelo, ¿sabe?, pronto se le alzará la paleta!»
[p. 193]) o sancocho ‘plato nacional compuesto de trozos de carne, papas, cambur, tubér-
culos y algún ingrediente más, cocidos en agua y condimentados con sal y especias’ («La
negra Cándida José mató a la gallina más tierna del corral, para cocinarle un sancocho a
la catira» [p. 64]) se encuentran comprendidos en el grupo de la alimentación.
De la relación social en la vida real se toman fórmulas de tratamiento («Güeno, misia,
y que yo le toy a la orden» [p. 108]), saludo («Catalino Borrego, hasta que don Juan Evan-
gelista asomó por Mantecal, no las tenía todas consigo. // -¿Qué hubo, don? // El doctor
Pacheco tenía el aire algo cansado. // -¡Pues ya lo ve, compae, regulá pal tiempo...!» [p.
135]) y despedida: «Don Juan Evangelista tomó su peloeguama, para marcharse [...] //
-Güeno, pues, catira... // La catira Pipía Sánchez -¡nunca lo hubiera creído!- no lloró. //
-Güeno, pues... // Don Juan Evangelista Pacheco besó la mano, por única vez en sus años,
a la niña Pipía Sánchez» (p. 49).
Tratándose del nivel popular de la lengua, no podían faltar los hipocorísticos («El
amigo de don Juan Evangelista se llamaba Chachango Chávez y era tan fino que no pro-
nunciaba la che» [p. 113])9, las palabras comodín («El coroto, pa mí, como que no tié
güen arreglo...» [p. 120]) y los refranes: «Güeno, Salú, pues, que con esto e tanto mucha-
chito, una no tié ni pa lo más preciso... ¡Guá, que al que nace pa caleta, e el cielo le caen
los bultos!» (p. 254).

Recursos estilísticos
En la novela, por otro lado, se percibe una honda preocupación estética, que se mani-
fiesta principalmente a través de la adjetivación, la comparación, la metáfora, la antítesis
y la reiteración (Hernando Cuadrado, 1989: 175-212).
1177 COMUNICACIONES

La belleza y el interés de la adjetivación son consecuencia de la aplicación de la


técnica personal inconfundible de Camilo José Cela. La configuración de un amplio
número de secuencias está determinada por el juego de los elementos formales en es-
trecha relación con el número y el orden, factores esenciales en cualquier manifesta-
ción del arte. Según el contexto, en el grupo sintagmático nominal podemos encontrar
casos de adjetivación simple («la oscura muerte» [p. 87]), doble («sus ojos inocentes
e inmensos» [p. 87]), triple («un gringo pelirrojo, topocho y cucarachón» [p. 138]) o
cuádruple: «le nacieron vergonzosas, cautelosas, tímidas, galantes, las primeras ca-
nas» (p. 138).
De la comparación, en la que se establecen vínculos entre ámbitos diferentes que po-
seen una calidad en común, se distinguen varios tipos, el de forma incipiente de compa-
ración («Don Froilán echó los duros a la peonada como hubiera podido echar un puñado
de maíz a los pavos del corral» [p. 28]), el de pseudocomparación («La negra Cándida
José estaba como sorda» [p. 245]), y la comparación propiamente dicha, que se manifies-
ta bajo las formas de humanización («La noche cayó negra, solemne y temerosa como el
entierro de un pobre» [p. 24]), animalización («La catira Pipía Sánchez estaba linda co-
mo una garza real» [p. 29]), vegetalización («el muchachito es tierno como el jojoto» [p.
192]) o materialización: «¡Ah, que es cariñosón el muchacho, comae, que es tal y como
una estrella e el firmamento!» (p. 175).
En la metáfora se enlaza el plano real con el evocado al confluir ambos en una deter-
minada característica poseída en común. En la metáfora asociativa («la memoria, esa
quebradiza vena de la ilusión» [p. 268]) se incluye la representación de una realidad y
la evocación de un plano figurado en razón de una cierta analogía ligadas mediante el
procedimiento de la yuxtaposición. En la metáfora sintética («el oso del morichal, el ara-
guato aullador, la verde iguana, se miran en las aguas, tristes y casi sin esperanza, desde
el alto balcón de los árboles» [p. 74) se sensibiliza el elemento metaforizado. En la metá-
fora sugerente («El ciego Clorindo López, tras el negro telón de su mirada, adivinó a la
negra Balbina grácil y espiritual» [p. 153]) se prefigura una realidad afectiva.
En lo concerniente a la antítesis, forma de oposición en la que median diversos gra-
dos comprendidos entre la contradicción propiamente dicha y otras formas menos es-
trictas de contraste que se confunden con la diferenciación, se distinguen claramente
dos tipos, el de la antítesis sencilla («La negra María del Aire y su novio de turno, el
moreno Chepito Acuña, se amaron, honestos y violentos» [p. 269]) y el de la antítesis
compleja: «¡Y con qué señorío, don, la esposa de Vásquez le atiestó media docena e
lufres!» (p. 260).
La reiteración es una de las estructuras más usadas por el autor en sus obras. La moda-
lidad repetitiva que más abunda en La catira es la onomástica: «La negra Cándida José
era la única persona contenta del Pedernal. La negra Cándida José se había venido de la
isla Margarita, detrás de su ama, cuando misia Chabelonga se casó. // La negra Cándida
José entendía el llano como un destierro, pero no sabía el camino de vuelta. La negra
Cándida José, algunas mañanas, se iba a Potreritos, montada en un burro guaracho de su
propiedad, a ver a la catira»10 (p. 45).
SOBRE EL TRATAMIENTO DE LA LENGUA EN LA CATIRA 1178

Conclusión
Llegados a este punto, podemos afirmar para concluir que La catira, escrita por encar-
go del ministro del Interior de Venezuela Laureano Vallenilla, en la época del presidente
Marcos Pérez Jiménez, aprovechando la estancia en aquel país de Camilo José Cela
-que es declarado Huésped de Honor-, constituye un hecho de capital importancia en la
incorporación del mundo americano y sus rasgos lingüísticos dialectales a la literatura
peninsular en lengua española.
La obra, cuya acción se desarrolla en la región llanera, es en la intención del autor un
canto arrebatado a la mujer y a la tierra venezolanas. Al tratarse de una novela de tales
características, en ella lo espontáneo de la vida resulta ser lo más valioso. Por eso, el es-
critor de Iria Flavia pone en boca de los personajes un rico caudal idiomático de índole
popular y coloquial integrado en mayor o menor medida por elementos empleados por
los hablantes de aquellas latitudes en la vida real, sin dejar de mostrar, por otro lado, una
profunda preocupación estética, fruto de la cual es la destreza que se advierte en el tra-
tamiento de la adjetivación, comparación, metáfora, antítesis y reiteración, entre otras
cosas.
Del análisis de los fenómenos registrados en los niveles fonético-grafemático, grama-
tical, léxico-semántico y estilístico se desprende que el mayor mérito de Cela reside en
su aguda capacidad de observación del ambiente, las gentes y la magia de Venezuela, y
en su extraordinaria intuición de los valores de la lengua hablada allí y en el mundo his-
pánico en general, gracias a lo cual su prosa se eleva por encima de la de la mayor parte
de los autores de la época en cuanto a rapidez, fuerza plástica y originalidad expresiva.
1179 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

CELA, Camilo José (1974): La catira, 6ª ed., Barcelona, Noguer.


GARCÍA GARCÍA, Cristina (1991): «La catira: incursión hispanoamericana en la no-
vela de Cela», en La palabra en libertad. Homenaje a Camilo José Cela, II, Madrid, Para-
ninfo, pp. 275-281.
HERNANDO CUADRADO, Luis Alberto (1983): Camilo José Cela y el lenguaje po-
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ILIE, Paul (1971): La novelística de Camilo José Cela, 2ª ed., Madrid, Gredos.
MARÍAS, Julián (1971): «La novela española de nuestro tiempo», en ILIE, Paul, op.
cit., pp. 9-30.
PRJEVALINSKY, Olga (1966): El sistema estético de Camilo José Cela, 2ª ed., Ma-
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3ª ed., Caracas, Mediterráneo.
ZAMORA VICENTE, Alonso (1962): Camilo José Cela (Acercamiento a un escritor),
Madrid, Gredos.
SOBRE EL TRATAMIENTO DE LA LENGUA EN LA CATIRA 1180
1181 COMUNICACIONES

NOTAS

1
La catira Pipía Sánchez huye del hato del Pedernal y del dominio de don Froilán Sánchez, de quien pasaba por
ser hija sin serlo, para casarse con don Filiberto Marqués en el hato Potreritos. Don Froilán envía a sus hombres
para que don Filiberto se la devuelva. Tras el enfrentamiento entre los dos bandos, la catira queda viuda, huérfana
-ella misma mata a don Froilán- y dueña de ambos hatos. Con el tiempo, vuelve a casarse; ahora, con don Juan
Evangelista Pacheco, el más fiel colaborador de don Filiberto cuando éste vivía. Vuelve a enviudar, pero esta vez
con un hijo, en el que tiene puestas todas sus esperanzas, ya que piensa que será el heredero de todas sus posesio-
nes, a las que, con la muerte de su segundo esposo, se han añadido los hatos Primavera y Coracero Largo, unifica-
dos en La Pachequera. El joven Juan Evangelista muere en accidente de coche. La catira recibe ofertas de compra,
a las que no accede por considerar que «hasta que el mundo reviente e la viejera, y el mundo ta entoavía finito, la
tierra tié que se e la mesmitica sangre que la apaciguó...» (1974: 271).
2
La catira, en realidad, se llama Primitiva (Pipía es su hipocorístico), nombre que concuerda con el tempera-
mento de la mujer «que mató a la mamá, doña Chabelonga Saro, para nacer» (1974: 18).
3
Cristina García García, tras subrayar que, además de la maestría en el arte de plasmar las tierras hispanoame-
ricanas, «lo que asombra en la novela es la capacidad lingüística de Cela» (1991: 278), comenta que, «para un lec-
tor que ojee la obra sin demasiada profundidad, tal lenguaje puede resultar artificial. Pero no: no se puede calificar
de artificial un lenguaje que va a tono con el ambiente, las gentes y la magia de Venezuela» (1991: 278). La catira,
en opinión de Julián Marías, «está apoyada, como una frágil catedral en sus arbotantes y contrafuertes, en una serie
discontinua de mínimos “nódulos narrativos” -si vale la expresión-, conseguidos mediante un prodigioso acierto
en el decir, y que sería muy sugestivo unir en una singular antología» (1971: 29).
4
El yeísmo no está representado gráficamente en la novela.
5
En los sustantivos son frecuentes los diminutivos -ito, tanto en los nombres comunes («joropito» [p. 62])
como en los propios («Chepito» [p. 203]), e -ico, en los comunes: «bigotico» (p. 62).
6
En los adjetivos el sufijo -ito («sanito» [p. 222]) es uno de los usados con mayor asiduidad.
7
La única forma de plural correspondiente a la segunda persona es usté[de]s: «aquí se quean ustés» (p. 12). Por
otro lado, del pronombre vos sólo se encuentra un ejemplo (aunque hay otras dos formas verbales de voseo sin su
presencia) en la canta entonada por el caporal Feliciano Bujanda «No estés triste, corazón; / no seas tan embele-
quero. / Que si te han dado mal pago, / no serás vos el primero» (p. 182).
8
El mandato, en otros casos, se expresa con enunciados sin verbo: «¡Abajo ahorita mesmo!» (p. 161).
9
Tras este toque de humor a propósito del nombre del amigo de don Juan Evangelista Chachango Chávez, el
autor continúa señalando que «los que no pueden decir la erre, suelen llamarse Roque Ruiz, o Ramón Ramírez, o
Roberto Rodríguez y suelen, también, pasarse la vida hablando de perros sin rabo, de revoluciones rusas o de ras-
cas de ron, de morrocotudas rascas de ron. Ésas son las cosas que pasan» (p. 113). En la misma línea se encuentra
el nombre de Telefoníasinhilos Fernández y los de los seis hijos que aporta a su tercer matrimonio, con Dorindo
Eliecer Vásquez R., Sesquicentenario del Lago, Helicóptero y Supereterodino (de su primer esposo, Libertad de
Asociación Gutiérez, nombre tampoco exento de humor), y Tucán, Televisa y Penicilina (del segundo, el filatélico
albino Wolf Schneider, «judío que se dio el bote a tiempo de la Alemania de Hitler» [p. 259]).
SOBRE EL TRATAMIENTO DE LA LENGUA EN LA CATIRA 1182

10
En la repetición onomástica, según Olga Prjevalinsky, «el nombre de una persona, aderezado con algún epí-
teto a veces, y en general al principio de frases cortas, sencillas y precisas, recuerda estructuras de poética primi-
tiva. No representa, como es sabido, novedad en nuestras letras modernas. Azorín y Baroja la han usado; Miguel
Delibes, entre los más recientes, se han valido del procedimiento con frecuencia (Mi idolatrado hijo Sisí, El loco
y Los raíles) con efectos estilísticos semejantes, y el mismo Cela, menos frecuentemente, en obras anteriores»
(1966: 43).
1183 COMUNICACIONES

Interpretación de textos hispánicos

APROXIMACIÓN A DOS ARTES POÉTICAS DESDE EDGAR ALLAN POE:


EL POETA ES UN PEQUEÑO DIOS.

Juan de Dios Torralbo Caballero


(Universidad de Córdoba)

Hacia las formas breves


Poética de Aristóteles (siglo V a. C.) es el trabajo estético más célebre de la antigüe-
dad clásica. Los conceptos de mímesis, catarsis o verosimilitud eclosionan en la obra del
filósofo de Estagira (Macedonia), discípulo de la escuela platónica. Está compuesta en
prosa, no en verso. Ars Poetica de Horacio inaugura la tradición. Epistola ad pisones es
una arte poética que data del siglo I a. C. El italiano Marco Girolamo Vida elabora otra
poética en verso. En 1609 Lope predica su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo.
La extensión asiste a estos ejemplos.
“The Poetic Principle” y “The Rationale of Verse” son dos artículos brotados de la
pluma de Edgar Allan Poe (cfr. 1982: 889-942) que versan sobre la poesía. Están llenos
de poemas ejemplificadores pero su canal de transmisión es la prosa. En el primero se
explica la ‘unity’, ‘the effect of impression’. Divide el mundo de la mente en ‘Pure In-
tellect’, ‘Taste’ y ‘Moral Sense’ incluso define así: ‘I would define, in brief, the Poetry
of words as The Rhythmical Creation of Beauty. Its sole arbitrer is taste’. El segundo
ensayo trata sobre la creación del ritmo, la rima, el metro y la versificación. Sin duda, dos
artes poéticas, no de mucha extensión. El escritor de Boston (1809-1849) en la primera
mitad del siglo XIX ya planea y plantea teoría acerca del hecho creativo. De la prosa al
verso, de Norteamérica a Hispanoamérica. La preocupación sobre el instrumento poé-
tico y la reflexión sobre el proceso y producto es una constante en el corpus literario de
cualquier autor.
Este capítulo alude a las formas breves de siete gigantes latinoamericanos. Por moti-
vos de espacio se pliega a dos: Huidobro y Vallejo. “Palabras liminares” a Prosas pro-
fanas (1896) anticipa la búsqueda, ‘yo persigo una forma’ o ‘soy un himno gigante’,
refracta la (in)capacidad de enfrentarse al propio instrumento. ‘Ama tu ritmo y ritma’.
Después de Darío, a las Vanguardias con sus textos programáticos. A las artes poéticas en
EL POETA ES UN PEQUEÑO DIOS 1184

verso de siete poetas, a siete poemas. Huidobro, Neruda y Borges. Vallejo, Guillén, Paz y
Parra. Ahora Huidobro y Vallejo.

Vicente Huidobro y el creacionismo: ‘El poeta es un pequeño Dios’


La “Arte poética” de Huidobro se compone de 18 versos y no es monoestrófica. Cada
estrofa contiene su significado.
Que el verso sea como una llave
Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creado sea,
Y el alma del oyente quede temblando. (1-5)
Muestra una escritura telegráfica, con levedad de toque, que intenta suprimir nexos
lógicos. Contiene palabras relacionadas con la poesía. La primera imagen es la llave,
símbolo de libertad al salir de un mundo interior, de comunicación. La llave es poderosa,
mágica como la poesía -influencia romántica, plurisignificación del lenguaje-. Se ob-
serva un simultaneismo, un intento de representación en dos planos (piénsese en “Las
señoritas de Avignon”). Indica la fugacidad. La cohesión estilística (3) está en la manera
sintética de expresar hechos muy simples. En 1888 Darío ha conseguido la objetivación
y el enfriamiento. Mirar es crear. La mirada es creación. La teoría del efecto se aprecia
en ‘temblando’, un efecto romántico, catársico. ‘Animos in delere’, la vía de la función
de la literatura. Los hechos externos (1) en indicativo (3) contrastan con los interiores en
subjuntivo.
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra,
El adjetivo, cuando no da vida, mata, (6-7)
Con la llave se entra en ‘mundos nuevos’: inventar es cuidar. La poesía no es la expre-
sión como para el poeta romántico, sino invento, poesía científica; el poeta inventa. Max
Jacob confirma que ‘hay que escribir el poema con el rigor que se compone un cuadro’.
El rigor es un principio. La lección de Darío ha sido aprendida: es oficio, es trabajo, es
cuidar los rudimentos. Se trata de poesía esencialista frente a la ornamental, la esenciali-
dad frente al adorno:
Estamos en el ciclo de los nervios,
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Mas no por eso tenemos menos fuerza:
El vigor verdadero
Reside en la cabeza. (8-13)
Lo esencial, lo sustantivo, el nervio frente a lo visible, lo externo, el músculo. La ca-
beza (esencial, sustantivo, cerebral) frente a la fuerza (corporal, exterior, accesorio y
1185 COMUNICACIONES

ornamental). Es que en Le Figaró Tomasso Maniretti publica el “Manifiesto Futurista”


donde postula la fuerza, el dinamismo, la modernolatría (un automóvil, la “Victoria de
Samotracia”). Huidobro critica el Futurismo que defiende el vigor atlético, el músculo,
el deporte. Ahora resulta que el músculo -que quería destruir los museos- cuelga como
recuerdo en los museos.
Por qué cantáis la rosa, ¡oh, Poetas!
Hacedla florecer en el poema;

Sólo para nosotros


Viven todas las cosas bajo el sol. (14-17)
En el año 14 Vicente lee un manifiesto en el Ateneo de Buenos Aires: “Non serviam”,
no te serviré, no te imitaré. La re-presentación de la naturaleza, idea clásica que está en
Aristóteles. La poesía que propone Huidobro, contra la mímesis, no imita sino que es una
naturaleza per se. Se crea un objeto nuevo, que es el poema. La rosa simboliza la belleza,
la fugacidad. En el año 16, por esas mismas fechas, Juan Ramón establece en Diario de
un poeta recién casado la piedra de toque de la poesía moderna: ‘No la toques ya más que
así es la rosa’. El poema es una rosa en sí misma. Eklesiastés: ‘Nihil sub solem’. No hay
nada nuevo, todo está dicho. Este programa lo desarrolla Huidobro en Altazor, donde
llega lo más lejos posible. Un manifiesto celebérrimo de Vicente Huidobro, “El Creacio-
nismo”:
El poeta es un pequeño Dios. (18)
El poeta, el creador (del griego ποιεν) es un ‘pequeño’ Dios. Aquí el adjetivo da vida,
es coherente con los principios de su autor. Parece la concepción de una idea religiosa.
Este verso es ambiguo, provocador, arrogante y, ciertamente, tímido. No llega al grado
máximo de atrevimiento. Dios no quiere significar egolatría, sino capacidad creadora
por analogía. Dios-poeta es una identificación: va desde el verso hasta Dios. Hay un
transcurso, una gradación de la unidad al infinito: de la creación al creador, como un
árbol hasta llegar a Dios. La palabra de Dios crea a los animales, al hombre. Libro del
Génesis. La palabra de Dios cura, resucita, purifica. Así está en los Evangelios. Así es el
poeta para Huidobro. La palabra poética así es.
Es una arte poética, una preceptiva que contiene imperativos, órdenes y preguntas.
Huidobro es la cabeza visible de un movimiento, el gran sacerdote (sacerdos) del Crea-
cionismo.

El silencio elocuente de César Vallejo: “[Un Hombre pasa con un pan al hom-
bro...]
Un hombre pasa con un pan al hombro
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?

Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, Mátalo


¿Cón qué valor hablar del psicoanálisis?
EL POETA ES UN PEQUEÑO DIOS 1186

Otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano


¿Hablar luego de Sócrates al médico?
Un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿Voy, después, a leer a André Bretón?
Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?
Otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo escribir, después, del infinito?
Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?
Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿Hablar después, de cuarta dimensión?
Un banquero falsea su balance
¿Con qué cara llorar en el teatro?
Un paria duerme con el pie a la espalda
¿hablar, después, a nadie de Picasso?
Alguien va en un entierro sollozando
¿Cómo luego ingresar a la Academia?
Alguien limpia un fusil en su cocina
¿Con qué valor hablar del más allá?
Alguien pasa contando con sus dedos
¿Cómo hablar del no-yó sin dar un grito?

Desconcertante orden. Binarismo selectivo. Sistema de dilemas. Ausencia de pausas


fuertes. Presencia necesaria de la pausa versal. Arrasador presente simple, excepto el
verso quinto, parecido, pretérito perfecto, ‘otro ha entrado en mi pecho con un palo en la
mano’.
Mecanismo pregunta respuesta. Perdón, mejor dicho, afirmación y pregunta, que es
respuesta. Todas con un infinitivo, excepto el verso segundo que emplea la fórmula ‘voy
a escribir’. De todas formas, también, incluye el infinitivo. Inminencia. Inmediatez. Pre-
sencia. Contundencia. Escribir, hablar, hablar, leer, aludir, escribir, innovar, hablar, llo-
rar, hablar, ingresar, hablar y por sexta vez hablar en el último verso, en el duodécimo.
Escribir dos veces, hablar seis. Lo coloquial, lo doméstico, lo inmediato frente a lo más
formal, lo más mediato, lo menos inmediato. Hablar frente a escribir.
‘El adjetivo, cuando no da vida, mata’, Huidobro, “ARTE POÉTICA”, verso siete.
Presencia de adjetivos en el poema: cero. ‘¿Por qué cantáis la rosa, ¡oh poetas!’, verso
catorce del mismo. Vallejo no canta la rosa, canta a un hombre con un pan al hombro, al
que se extrae un piojo, al que entra en su pecho con un palo en la mano, al que se sustenta
1187 COMUNICACIONES

en el niño, al que está helado y escupe sangre, al que busca cáscaras en el fango, al albañil
que se accidenta y muere, ya no come; al comerciante ladrón, al banquero opresor, al pa-
ria que duerme, a alguien que va a un entierro, a alguien que limpia su fusil en la cocina,
a alguien que pasa contando sus dedos. La insignificancia, la pequeñez, la nimiedad,
lo diario. Lo habitual que es otredad. Lo cercano que es desconocido y anónimo. Los
ladrones opresores del pobre. Los falseadores. Hechos sin gradación lógica. Azarosos,
aleatorios, heterogéneos. La vida. Sujetos indefinidos: otro, un hombre, un paria. ‘Una
hoja cae (...)’, Huidobro. Puedo ser yo, puedes ser tú.
El poema está vertebrado en trece preguntas y trece respuestas. Es la estética de lo
impar.
En Vallejo la idea de poesía se da como transmisión del dolor humano.

Conclusiones
Vicente Huidobro postula la obra de arte verbal como creación, como innovación,
no como mímesis aristotélica y mucho menos platónica, sino como una entidad por sí
misma. César Vallejo en plena des-representación y tachadura, aduce el sufrimiento y
encapsula, a través de la sinceridad y autenticidad, la experiencia humana; si bien no
establece un mensaje en lo que atañe a la redención del ser humano. Una se intitula ex-
plícitamente “Arte poética”. Otra no. Ambos poemas desarrollan con laudable precisión
los ideales estéticos de sus autores. Pendiente dejamos para otras ocasiones el estudio de
otras cinco.
El objetivo de unas y otras es mostrar abiertamente la base teórica y las ideas subya-
centes a cada autor que sustentan y ostentan, generalmente, el resto de sus poemas. Las
Vanguardias consolidan la época de manifiestos, consagrados como un género más. La
poesía es uno de los grandes temas de la poesía. Es el bucle de la actitud reflexiva, la me-
taliteratura, la metaficción, la metapoesía o la metalírica. Sucede utilizando la brevedad.
Edgar Allan Poe trata de cartografiar el modo compositivo en prosa, mediante ensa-
yos de corta extensión. Alude a los principios poéticos y los ejemplifica. Los dos vates
que nos han permitido articular este microestudio amasan ideas sobre la composición
poética en moldes estróficos y versales.
1189 COMUNICACIONES

Interpretación de textos hispánicos

MARTÍN LUIS GUZMÁN:


LA VIOLENCIA EN LA SOMBRA DEL CAUDILLO

Miguel Á. Rebollo Torío


(Universidad de Extremadura)

Dentro de la producción de Martín Luis Guzmán, su novela La sombra del Caudillo,


ha sido objeto de numerosos estudios. Las razones son evidentes, estamos ante una ex-
celente obra que trata, además, de un período muy convulso en la historia de México. Es
un atractivo doble: la propia literatura y lo acaecido en el país hispanoamericano. Bien es
cierto que la novelación puede discurrir por caminos no coincidentes con la realidad, y
así lo han visto algunos críticos1. En el fondo lo que nos interesa es más la novela que los
propios hechos, y prueba de que es así es que la matanza de Huitzilac ha quedado relega-
da al olvido, incluso para los propios mexicanos, frente a la vitalidad de la novela2. Para
alguno de sus críticos, esta obra es “la novela más perfecta que en este género se haya
escrito en México”3, juicio no compartido por todos4 como es comprensible. Además,
hay una serie de factores que ayudan a la controversia. De una parte, su autor ha sido
censurado por razones extraliterarias debido a su apoyo al presidente mexicano, Díaz
Ordaz, en los sucesos de la matanza de Tlatelolco (2-X-1968). De otra, la propia novela
ha conocido reelaboraciones muy diversas tal y como señalan todos los estudiosos5. Una
buena introducción de todos estos problemas puede verse en la edición a la que remito6,
si bien pueden consultarse otras7. Lo que es indudable es que su publicación constituyó
una sacudida en la sociedad mexicana y que el general Calles quiso, incluso, evitar su di-
fusión en el país8. De la novela se ha hecho incluso una película que, al contrario, apenas
ha podido difundirse.
La historia es conocida y no hace falta recordarla. Se comprende que exista una gran
violencia en la sociedad descrita por el autor. Estamos en los años 20 de una sociedad
muy fragmentada con unos generales llenos de ansia de poder. Todo en la narración va
caminando desde una cierta calma, pues el ministro de la Guerra no quiere ser candidato
a la presidencia mexicana y no es oponente de nadie, hasta que los hechos se suceden
como si fuera una tragedia clásica (el ministro de la Guerra se ve envuelto en lo que no
quiere, la lucha por el poder), y termina todo de una forma brutal.
LA VIOLENCIA EN LA SOMBRA DEL CAUDILLO 1190

Se entiende que la violencia constituye un factor básico en la novela. Y esta faceta es


la que me interesa analizar. Cabrían varios enfoques, posibles todos ellos, pero, dada la
brevedad de la exposición, me voy a detener en dos puntos cruciales de la obra: dos diá-
logos que me parecen imprescindibles para una comprensión cabal: los encuentros del
protagonista, el general Ignacio Aguirre, ministro de la Guerra, con su mentor, el Caudi-
llo9, y con su contrincante, el también general Hilario Jiménez. En ambos casos el lector
dispone de tres puntos de vista y no tan sólo de dos, pues el narrador interviene siempre,
es “omnisciente” como corresponde a su época10. Tal consideración polifónica es funda-
mental para introducirnos en la esfera de la violencia.
El encuentro entre el Caudillo y Aguirre es muy corto. Tan sólo ocupa cinco páginas
(123-128). Sorprende que en una novela, no muy larga ciertamente, tan sólo en cinco
páginas se nos muestre al Caudillo, de cuya opresión no dudamos a lo largo de la obra. Se
inicia la charla con una introducción del narrador:
Una de aquellas mañanas Aguirre aprovechó la coyuntura del “acuerdo” para tener
con el Caudillo la explicación que, a su juicio, ya se necesitaba (123)
Y termina con una doble reflexión, ambas del narrador también:
Y comprendió que su esfuerzo había sido inútil (128)
Y prosigue tras una pausa tipográfica:
Minutos después el auto de Aguirre corría rampa abajo en tránsito de desenfreno, se
hundía en la masa de verdura, era por un momento submarino del bosque. Y de modo
análogo, Aguirre bajaba, atónito todavía por las inesperadas consecuencias de la entre-
vista, hasta lo más hondo de sus reflexiones. Trataba de explicarse cómo era posible que
el Caudillo, su amigo y su jefe por más de diez años, no hubiera querido creer una sola
de sus palabras (128).
En un espacio tan corto se produce una transformación de los sentimientos del prota-
gonista. Lo que nos interesa establecer es cómo se plasma esto en la obra. De una manera
ingenua, Aguirre quiere sincerarse con el Caudillo sobre el “enredo” electoral (124).
La elección de este término ya indica una confusión sin que suponga una pugna. Aquí
es Aguirre quien se dirige al Caudillo. Pero, en las pocas líneas que sigue, propias del
narrador, se cambia la mirada que siempre había sido de “afecto” (125) por algo distor-
sionador:
Al contestar él, sólo quedaron en sus ojos los espurios resplandores de lo irónico; se
hizo la opacidad de lo impenetrable (125).
Incluso la voz se modifica, en opinión del narrador pues las palabras salieron dispues-
tas a “la defensa y al ataque” (125). Hay una gradación muy medida: desde la visión posi-
tiva con que siempre había saludado a su ministro, unos ojos de mirada “afectuosa” hasta
unos términos bélicos, la “defensa y el ataque”, extremos en los que encaja algo mucho
más inclasificable, elegido con una precisión sorprendente tanto por el léxico como por
la construcción sintáctica. Me refiero al sintagma de “la opacidad de lo impenetrable”,
frase en la que se juega con dos términos abstractos, un sustantivo el primero (“opaci-
dad”) y un sintagma neutro el segundo (“lo impenetrable”). Ambos pertenecen a un mis-
1191 COMUNICACIONES

mo campo semántico, en el que el lector encuentra una hostilidad, surgida de una sensa-
ción visual por lo oscuro (=opaco) y otra de carencia de movilidad por lo infranqueable
(=impenetrable). De repente, el Caudillo ha pasado una raya invisible, el narrador nos
lo ha situado del otro lado tan sólo con la alusión al “enredo”. El cambio de actitud de su
jefe es perceptible para el subordinado, de quien indica el narrador que
Sintió Aguirre, por primera vez desde hacía diez años, que una cortina invisible iba
interponiéndose, conforme hablaba, entre su voz y el Caudillo (125).
Curiosamente, no se recoge el diálogo entre ambos políticos, sino los resultados de
ese diálogo enfocado desde el punto de vista del escritor11. A la idea, difusa, de la “opaci-
dad”, que es algo casi etéreo, se suma una sensación más próxima, derivada de la fonía,
transformada metafóricamente en la “cortina invisible”. El ritmo se acentúa en progre-
sión geométrica:
Éste [el Caudillo], a cada segundo que corría, se le antojaba más severo, más hermé-
tico que en el segundo precedente (125)
El autor nos describe las sensaciones de Aguirre de una manera angustiada, como si
fuera precipitándose por un pozo sin fondo. La idea de la “oscuridad” se hace cada vez
más patente. Es un peligro que se siente, pero del que no se sabe en qué consiste pues su
característica es la negrura, marcada por los términos ya indicados. Tras un intercambio,
muy breve, de frases, vuelve a explicar el narrador que
la pregunta salió envuelta en las entonaciones profundamente irónicas que Aguirre
había advertido tantas veces en frases que el Caudillo dirigía otros (126)
Curiosamente, la pregunta no muestra ninguna violencia, es un lugar común como
bien se puede considerar:
-Muy bien... ¿Y piensa usted eso mismo? Lo importante está allí (126)
La sensación de haber cambiado una persona afable por otra enemiga es total. El es-
critor nos lo señala de una manera concisa, que recoge todas las reacciones marcadas
hasta ahora:
De modo que ahora el tono de la voz, como poco antes la mirada y el gesto de su jefe,
vino a desconcertarlo, a herirlo. Algo se rompió en sus sentimientos” (126)
Se da una triple manera de violencia sensorial: el sonido, la vista y la gesticulación.
Todo entra por los sentidos, pero se ahonda en los sentimientos, de ahí la triple manera de
expresarlo también de forma gradual, paralela a lo anterior: el desconcierto, la herida y la
ruptura. Todo esto culmina en lo peor para un ser humano: la humillación, de la que toma
conciencia nítida Aguirre a través de un matiz de la voz, el tono:
Tono que hizo que Aguirre experimentara, por primera vez en su vida, que ser subor-
dinado del jefe lo humillaba (127)
Aquí alcanzamos el punto central del diálogo, acentuado por ser la primera vez que
eso ocurre. Todo lo que es sensorial ha traspasado la capa de los sentimientos para situar-
se en un nivel muy profundo, del que es consciente el agredido. La humillación es lo últi-
mo a lo que puede descender el ser humano. La violencia percibida por los sentidos se ha
LA VIOLENCIA EN LA SOMBRA DEL CAUDILLO 1192

introducido profundamente en lo anímico. El interlocutor sale derrotado del encuentro


según concluye el narrador en el cierre ya indicado de la entrevista y por la sensación con
se despide el Caudillo12:
Y al preguntar esto último, la sonrisa del Caudillo, y su gesto, y su ademán fueron tan
glaciales, que Aguirre respondió como si no hablara, no desde donde estaba, sino desde
muy lejos (128)
La despedida, triste y embarazosa, queda realzada por el polisíndeton de la conjun-
ción y. No hay sinónimos entre el “gesto” y el “ademán”. El “gesto” tiene un significa-
do más extenso, el “ademán” resulta más particularizante. Ambos disponen del mismo
adyacente, la metáforica sinestésica de lo que implica más que el frío, la congelación
(=”glacial”). La acotación del narrador incide en el total desencuentro: el auto “corría”
(cfr. con lo anterior: “a cada segundo que corría”) y se “hundía” en un paisaje, que es el
bosque de Chapultepec, y de “modo análogo”, el interlocutor “bajaba” (...) “hasta lo más
hondo de sus reflexiones”. La huida es paralela: se aleja y desciende tanto en un plano
físico, en el automóvil, como en un plano anímico: se distancia de su jefe en una carrera
literalmente abismal.
Martín Luis Guzmán juega excelentemente con las palabras, pero lo hace desde el
punto de vista del creador que todo lo sabe, que puede entrar en las conciencias de los
personajes creados por él13.
El otro pasaje, el del encuentro con quien va a ser su oponente, pero del que aún, en su
buena fe, Aguirre lo ignora, ocupa también muy pocas páginas (138-146), las correspon-
dientes al capítulo 3º del libro 2º. Su título es muy significativo, “Los rivales”, matizado
en la VP como “El encuentro de los rivales”14. Ya el narrador predispone al lector sobre la
pugna entre ambos generales desde el título. “Rival” es término de oposición, de lucha,
en definitiva de violencia con muchos matices, pues tal como hemos visto al principio,
una “rivalidad” no debe implicar una pelea absoluta. Es un término amplio, muy extenso,
que incluso no llegaría a excluir la amistad fuera de determinados ámbitos15. Igualmente,
“encuentro”, en la versión periodística tampoco implica una confrontación necesaria-
mente. Se parte, en consecuencia, de algo que pudiéramos considerar como una cita de
dos iguales que el narrador empieza a mostrar como un inicio de exclusión de uno de
ellos (es a lo que lleva, inexorablemente, la rivalidad). El texto se dispone de manera si-
milar, en parte, al analizado antes: se abre con un comentario del narrador, pero se cierra
con las palabras del general Hilario Jiménez. Veamos el marco en el que se desarrolla:
Hilario Jiménez e Ignacio Aguirre celebraron al otro día su última entrevista. Vién-
dose solos y frente a frente, ambos políticos experimentaron la sensación de que aquella
era la hora que tarde o temprano había de venir. Los dos eran generales, los dos minis-
tros -uno de Gobernación, el otro de Guerra-, y a los dos se les señalaba, por obra de
quién sabe qué poder oculto, para encontrarse en la senda de nuevas ambiciones (138)
El final es el siguiente:
-Conformes. Entonces hasta aquí hemos sido amigos. Y mientras abría la puerta, oyó
Aguirre que Hilario Jiménez rectificaba desde su asiento: -Hasta aquí, no. Va ya para
meses que dejamos de serlo (146)16
1193 COMUNICACIONES

El inicio del texto es premonitorio, la entrevista la plantea el narrador como el mo-


mento decisivo (=”la hora que tarde o temprano había de venir”). Y prosigue el escritor
con una descripción física del contrincante que nos recuerda los recursos ya señalados:
El ministro de Gobernación recibió a su colega con gesto frío” (...) Se hizo más torva
su catadura: se le acentuó el ensombrecimiento de la mirada bajo la curva defectuosa de
los párpados (138)
La idea de hostilidad aparece subrayada con dos notas, la gesticulación y la sinestesia
de la frialdad (cfr. la despedida “glacial” del Caudillo). El “gesto” es “frío” y, por más
añadidura, el escritor no tiene inconveniente para utilizar un término muy despectivo
para mostrar la configuración del general Hilario Jiménez, “catadura”, calificado, por si
no nos hubiéramos dado cuenta de “torva”. Así ya se predispone un choque en el que los
“rivales” acuden de manera desigual. A la belleza de Aguirre se contrapone la tosquedad
de Hilario Jiménez17. Como en la entrevista con el Caudillo, la idea de la hostilidad va
en aumento progresivo. Aguirre trata de saber en qué “se apartan y se combaten” dos
compañeros de lucha (139). Los términos son claros y diáfanos: en primer lugar hay un
desajuste en el camino (=”apartan”) y en segundo lugar se produce no sólo una separa-
ción, sino un choque (=”combaten”). Tras la pregunta directa de Aguirre, el narrador
dedica casi una página a la descripción física y psíquica de Hilario Jiménez, y prosigue
con otra interpelación de Aguirre. La técnica empleada por el escritor, con el inciso de la
descripción, tensa aún más el diálogo que el lector sigue atentamente. El ministro de la
Guerra reitera su carencia de ambiciones con respecto a la consecución del poder supre-
mo: “no luchar por mi candidatura” (139), “dejarte dueño del campo” (140); le da razo-
nes por las que cree que puede convencerle: “oponerme a ti sería oponerme al Caudillo,
desconocerlo, negarlo” (141)18. La respuesta de Jiménez es nítida, pero puesta en boca
del narrador: “Jiménez volvió entonces el rostro y declaró sin rodeos, mientras miraba a
su rival muy de frente y con dureza reconcentrada, lacónica” (140). Nuevamente la vista
se erige en elemento de censura, de violencia. Sigue un breve diálogo, en el que no se
razona absolutamente nada:
- Razones, tengo muchas.
- Dímelas.
- Sería muy largo.
- Dime las principales (140)
De nuevo estamos ante la ocultación. Lo más interesante viene en el comentario del
escritor:
A uno y otro el tono de los dos les sonaba a nuevo. No se hablaban como amigos ni
como enemigos, como conocidos ni como extraños. La mesura contenida de su acento
-suavidad neutra y falsa, irritada e indiferente a la vez- los colocaba en el borde de la
separación, en el límite de una amistad que muere porque ha consumado su ciclo (140)
Estamos en la fase antes indicada del “se apartan” en boca de Aguirre. Aquí Martín
Luis Guzmán se apoya en uno de los sentidos físicos ya enunciados: la voz. El tono no es
aún hostil, pero tampoco es amigable. Esto marca el inicio de la enemistad, indicado por
LA VIOLENCIA EN LA SOMBRA DEL CAUDILLO 1194

el novelista como la posibilidad de transmutarse en “odio” (140). Vemos que se recorre


el mismo trayecto que en el episodio anterior: de las sensaciones se va hacia los senti-
mientos, sin que el raciocinio pueda abrirse paso. Hay un texto fundamental, en mi opi-
nión, que establece el juego de luces y sombras entre ambos, y que, como es previsible,
pertenece a la voz del narrador:
Vibraba en la voz de Aguirre sinceridad de sobra para desarmar las dudas de cual-
quiera. Pero Hilario Jiménez, candidato presidencial, era todo menos cualquiera. Bajo
el dominio de la desconfianza, su alma, al contrario de lo que debía esperarse, iba po-
niéndose más y más turbia conforme Aguirre aparecía más y más transparente (141)
La violencia máxima aparece aquí, manifiesta en el juego cromático de la transparen-
cia (lo contrario de la impenetrabilidad) y la negrura (la opacidad). Volvemos, de nuevo,
a conectar con los mismos elementos que habían aparecido en la entrevista anterior. Las
sensaciones dan paso inmediato a los sentimientos más recónditos, imposibles de modi-
ficar de ninguna manera. El novelista se apoya en un esquema sintáctico intensificador
y reiterativo para resaltar la antonimia patente en la actitud de los dos ministros: “más y
más”.
Tras esto sigue un breve diálogo en el que el ministro de la Gobernación le pide a su
colega la entrega lisa y llana de todos sus partidarios (y amigos) como prueba de que no
va a encabezar una candidatura enfrentada. La petición es inaceptable para el ministro
de la Guerra, por lo que no hay posibilidad de un acuerdo. En este punto, a Aguirre le han
tocado una fibra vital, la de la amistad, muchas veces poco acorde con la política19. La
traición de la amistad supondría un grado intolerable de violencia, por eso, Aguirre no
puede transigir más. De nuevo, el narrador manifiesta la sensación que tiene el ministro
de la Guerra:
Aguirre se puso en pie. La cólera le hinchaba el pecho, le zumbaba en los oídos (145)
Hemos pasado una vez más a los sentimientos, a las sensaciones anímicas. El final del
encuentro, según se ha indicado es la despedida, en la que se ponen en claro que la oposi-
ción no nace de este diálogo, tal como podría verlo Aguirre (“Entonces hasta aquí hemos
sido amigos”), sino de muy lejos, según manifiesta Jiménez (“-Hasta aquí, no. Va ya para
meses que dejamos de serlo”).
Martín Luis Guzmán ha establecido un cuadro en el que todo estaba predeterminado:
dijera lo que dijera e hiciera lo que hiciera Aguirre, no había ninguna posibilidad de que
Jiménez lo creyera. Se parte ya de un convencimiento y de un final, por lo que la novela
tiene el sentido de una tragedia clásica: ya se sabe lo que va a ocurrir, o, más moderna-
mente, es la crónica de una muerte anunciada, por seguir el título célebre de la novela de
Gabriel García Márquez. Y es comprensible que sea así, pues la novela se apoya en unos
hechos trágicos e históricos, que revolvieron la conciencia de su autor. Si la novela sigue,
con más o menos fidelidad, los hechos acontecidos, el desenlace no constituye ningún
misterio para nadie. Lo interesante es la forma en la que el escritor consigue plasmar la
historia. Y en esto, me parece que la violencia constituye un fenómeno fundamental. La
contraposición de los contrincantes (por un lado Aguirre y por otro el Caudillo e Hilario
Jiménez) se basa no tanto en lo que dicen, en el razonamiento o en los hechos, sino en las
1195 COMUNICACIONES

actitudes: la mirada, la voz, los gestos, los sentimientos en definitiva comunican los es-
tados del ánimo. La violencia ejercida así es mucho más potente porque se sustenta en la
irracionalidad. De ahí que pasemos de voces, tonos, gesticulación, catadura a odio, có-
lera y enemistad. Las sinestesias ayudan, pese a ser lugares comunes, a esta percepción,
de ahí la frialdad, la negrura, la opacidad, la impenetrabilidad. El factotum que mueve
los hilos es el narrador, desde su situación preeminente de penetrar en las conciencias de
los personajes.
Este tipo de violencia psíquica es mucho más dura y perniciosa que la física. Lo po-
demos ver si cotejamos todo lo indicado hasta ahora con el episodio final, en el que los
agentes de Hilario Jiménez llevan prisioneros a Aguirre y su grupo con la inequívoca fi-
nalidad de ejecutarlos. Los sometidos lo saben, no se rebelan ya porque su situación es de
total impotencia, pero no toleran la indignidad, como manifiesta el general Aguirre:
-Yo no me opondré, muchachos a que ejecuten ustedes en mí las órdenes que traigan;
pueden, si es preciso, matarme ahora mismo. Pero ¿qué objeto tiene que se me humille
con precauciones envilecedoras? Deshonra a ustedes, tanto como a mí, el querer atarme
las manos en esta hora. Soy general de división, he sido ministro de la Guerra, me con-
sidero aún candidato a la Presidencia de la República. Y siendo esto verdad, como lo es,
y estando yo dispuesto a recibir la muerte, ¿consentirán ustedes que se me trate como si
fuese un bandolero? (319)
El texto es de una intensidad excepcional por la valentía y el conocimiento de la muer-
te final. Existe una dilogía en el verbo “ejecutar”. Tal como está enunciado significa ‘po-
ner en obra algo’, pero es también ‘ajusticiar’ sobre todo si Aguirre hubiera empleado
el pronombre “me” (ejecuten) que es lo que subyace. El narrador ha jugado sutilmente
con los recursos de la lengua: “ejecutar en mí” no equivale a *”ejecutarme”. Interesa
detenernos en la acumulación de términos que se dirigen al mundo de los sentimientos:
“humille”, “envilecedoras”, “deshonra” y “se me trate como si fuese un bandolero”. El
alegato tiene el efecto de una arenga que cala en los soldados, pero que, rápidamente, al
darse cuenta del efecto, deshace el superior de una manera “soez” (320):
-Usted habrá sido general y ministro, pero aquí no es más puro jijo de la tizna-
da20.(320)
El juego de luces y sombras que ya veíamos sigue de manifiesto aquí entre los pri-
sioneros y los captores. La negrura de Hilario Jiménez se prolonga en sus partidarios,
mientras que la transparencia se da en el bando de Aguirre21. Es una dicotomía de bue-
nos y malos, excesivamente simplista en una sociedad tan compleja y herida como es la
mexicana de comienzos del siglo XX. Martín Luis Guzmán ha tomado partido, no hay
duda de ello. Y es así como se construye la novela. También hay aquí un eco de la trage-
dia griega: el general y ministro de la Guerra, Aguirre, es joven para morir, exactamente
igual que les sucede a los héroes mitológicos.
Es conveniente destacar también que esa violencia va transmitida fundamentalmente
por la voz del narrador. Los personajes se mueven, dialogan (no mucho), pero es el omni-
presente escritor quien nos interpreta sus sensaciones y quien nos adentra en el fondo de
los más íntimos sentimientos.
LA VIOLENCIA EN LA SOMBRA DEL CAUDILLO 1196

En suma, la obra del escritor mexicano ahonda en el análisis de la conciencia. La pug-


na entre los dos “rivales” se manifiesta no en una oposición de violencia física fundamen-
talmente (que también existe, como la ebriedad forzosa de Axkaná y el fusilamiento de
Aguirre y los suyos), sino en una violencia anclada profundamente en los sentimientos,
a la que se llega por medio de las sensaciones, de la palabra, del gesto. La violencia no se
trasluce tanto en puñetazos y balazos (que también se dan) como en maltratos psíquicos.
Ahí se halla la clave de la obra de Martín Luis Guzmán.
1197 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Benjamín Salvo Aguilera escribe que “La sombra del Caudillo ha conjuntado dos momentos históricos que
fueron acercados, yuxtapuestos, fusionados y manejados magistralmente por el autor. El primero ocurrió durante
el gobierno de Álvaro Obregón (1920-1924) al comenzar el proceso de sucesión presidencial y Adolfo de la Huerta
optó a la máxima magistratura, en 1923. El segundo, que funcionó como detonador, sucedió durante el cuatrienio
de Plutarco Elías Calles (1924-1928), cuando el general Francisco Serrano, uno de los candidatos a la presidencia,
fue asesinado el 3 de octubre de 1927, junto a 13 de sus partidarios, en Huitzilac, cerca de Cuernavaca” (“La som-
bra de Martín Luis Guzmán”, en Cuadernos Americanos, núm. 73, 1999, p. 214).
2
B. Salvo Aguilera: “Art. cit.”, p. 215.
3
Margo Glantz: “¿Fin del milenio: Fin de la Revolución mexicana? (La sombra del caudillo: los malos feos y
los bellos buenos, una metáfora de la realidad política mexicana)”, Revista de Literatura, 1993, 22 (66), 109.
4
Leopoldo Azancot la juzga como “novela parcialmente fallida desde un punto de vista artístico” según recoge
Carlos Cortínez: “Simetría y sutileza en la narrativa de Martín Luis Guzmán”, Revista Canadiense de Estudios
Hispánicos, XII, nº 2, 1988, 221-234.
5
Envío, para todas estas cuestiones, a la tesis doctoral de Juan Velasco Moreno: Las diferentes ediciones de
“La sombra del Caudillo” (Historia, revolución y literatura chicana), Madrid, Universidad Complutense, 2002,
que se puede consultar por internet en la página de dicha universidad. Las alteraciones y correcciones de la obra
son bien conocidas, prueba de ello es que la edición de Antonio Lorente Medina: La sombra del Caudillo, Madrid,
Castalia, 2002, que es por la que siempre voy a citar, se apoya en la “editio princeps” de 1929, publicada por Espa-
sa-Calpe, pero tiene en cuenta también las “versiones periodísticas (VP) de Los Ángeles, San Antonio y México,
D. F., y la edición mexicana de 1951 (Compañía General de Editores), que subsana sus escasísimas erratas” (Vid.
“Nota previa” a la edición mencionada, p. 73).
6
Calificada de “excelente” por Jaime J. Martínez en “Vuelve La sombra del Caudillo”, Rassegna-Iberistica,
2002, septiembre, p. 75.
7
Véase, entre otras publicaciones, la novela objeto de este estudio en sus Obras Completas, I, México, Fondo
de Cultura Económica, 1998, 507-659.
8
El testimonio es del propio autor según recoge un crítico que, al cabo de 70 años, recuerda la publicación de
la novela, “tan extraordinaria, en términos artísticos, como hace más de siete décadas, cuando en Madrid su autor,
enfebrecido y arrebatado por la emoción, la escribió vertiginosamente” (Juan Domingo Argüelles: “Hace 70 años
se publicó La sombra del Caudillo”, El Universal, 31-08-99).
9
Siempre se alude por este nombre al Presidente del Gobierno de México de entonces.
10
“Su obra utiliza una estructura lineal, narrador omnisciente y un lenguaje correcto pero sin arranques líricos”
(Carlos Cortínez: “Art. cit.”, 221).
11
No es la única vez en que se omite lo que se dice, pues no es lo más interesante. Al narrador le importa la
repercusión de las palabras en el (los) interlocutor(es), que es lo que él, como creador absoluto puede precisar. Así
lo ha visto Yvette Jiménez de Báez a propósito de un discurso de Axkaná González (personaje fundamental de la
novela): “Lo que específicamente dice el orador se omite a los lectores. El silencio atento sugiere que se habla de
otras cosas, y que lo importante es percibir el efecto del discurso sobre los interlocutores” (“Estructura y proyec-
LA VIOLENCIA EN LA SOMBRA DEL CAUDILLO 1198

ción en La sombra del Caudillo de Martín Luis Guzmán”, Actas Irvine-92. Asociación Internacional de Hispanis-
tas, (J. Villegas, ed.), Universidad de California, 1994, 323-330).
12
Es el todopoderoso, como corresponde al personaje que encarna, es quien “bajo el referente de su omnipre-
sencia todo lo controla, a pesar de ser, también y en muchos casos (como éste), el gran ausente de la novela” (Jesús
Ferrer Solà: “Martín Luis Guzmán y la novela caudillista”, Congreso del Instituto Internacional de Literatura
Iberoamericana, XXIX, 1992, Barcelona, 646).
13
La creación tan sorprendente del autor mexicano ha sido realzada por todos los estudiosos. Vid. por ejemplo
Sophie L. Bidault: “Aspectos estéticos en La sombra del Caudillo”, Neophilologus, 73 (1989), 548-559.
14
Remito a la edición ya mencionada de Antonio Lorente Medina, p. 138.
15
Se puede ser rival en una competición (deportiva por ejemplo) y no dejar de ser amigo en el resto de las acti-
vidades.
16
No todas las ediciones coinciden en este final, pero me limito a la ya mencionada.
17
La importancia de la belleza ha sido destacada en muchos estudios. Véase la importancia que la pintura tiene
en la obra de Martín Luis Guzmán en el artículo de Mª Camilla Bianchini: “La figura del dittatore in La sombra del
Caudillo”, Studi di Letteratura Ispano-Americana (SLIA), 1983, 15-16, 167-176.
18
Este argumento de tipo moral sucede tras la entrevista con el Caudillo, de la que ha salido totalmente des-
corazonado, Aún así, Aguirre tiene fidelidad hacia su mentor y el convencimiento de que no va a participar en la
carrera presidencial. Por eso introduce este razonamiento de tipo psicológico.
19
Axkaná ya le había advertido de la incompatibilidad entre amistad y política: “En el campo de las relaciones
políticas la amistad no figura, no subsiste. Puede haber, de abajo arriba, conveniencia, adhesión, fidelidad; y de
arriba abajo, protección afectuosa o estimación utilitaria. Pero amistad simple, sentimiento afectivo que una de
igual a igual, imposible” (134). Ésta es otra señal clara de que Aguirre no podía triunfar frente a Jiménez pues el
ministro de la Guerra seguía creyendo en la amistad.
20
“Hijo de la chingada o jijo de la chingada. expr. grosera injuriosa o de desprecio, que equivale a malvado, ma-
lévolo, que realiza acciones malintencionadas. Existen variantes como: hijo de la jodida, hijo de la mala vida, hijo
de tu pinche madre, hijo de tu rechingada madre y otras eufemísticas como: hijo de la guayaba, hijo de su pelona,
hijo de la tiznada, hijo de la tostada, hijo de la trompada, hijo de tal por cual. Son expresiones malsonantes” (Guido
Gómez de Silva: Diccionario breve de mexicanismos, México, Fondo de Cultura Económica, 2001, s.v.: hijo).
21
Véase también el capítulo en el que se emborracha a Axkaná en el desierto. La lucidez y la elegancia del ami-
go de Aguirre contrastan con la beocia y zafiedad de quienes le han secuestrado (cap. II, libro 4º, pp. 200-207).
1199 COMUNICACIONES

Interpretación de textos hispánicos

DESDE UNA OLLA DE CERVANTES HASTA LA HOYA EN CARPENTIER

Casimiro Melgar Hoyos


Centro Regional UNED. Castilla y León (España)

“Don Quijote es hombre de todos los tiempos,


y verdadera idea de lo que ha habido, hay y habrá”.

Mayans1
Un par de consideraciones previas al desarrollo de la presente comunicación. En pri-
mer lugar, mi intención es contribuir al cuarto centenario del Quijote con una reinterpre-
tación exclusivamente literaria de una obra de Carpentier, ya que sus intenciones sociales
son de sobra muy conocidas e incluso fueron declaradas por el propio Alejo. En segundo
lugar, su breve dimensión la aleja de un trabajo exhaustivo realizado por un especialista
en la obra del creador antillano; no se espere, pues, una enumeración minuciosa de auto-
ridades en la materia, aunque se hayan consultado2.
La influencia cervantina comienza en su infancia: “De niño yo jugaba al pie de una
estatua de Cervantes que hay en La Habana, donde nací”3. Esta última afirmación su-
bordinada ha sido cuestionada últimamente. ¿Será casualidad que Lausana suene igual?
Pero además el apellido es otra paronimia, menos perfecta, que relaciona a ambos patro-
nímicos: Cervantes/Carpentier.

La influencia quijotesca
El cervantismo continúa, ya como narrador, en el idealismo de sus conocidísimas no-
velas, donde el modelo de vida libre y de sociedad justa al que los protagonistas aspiran
se convierte en frustración. Recordemos el repetido comentario de Don Quijote a San-
cho tras salir del palacio de los Duques: “Por la libertad, así como por la honra, se puede y
debe aventurar la vida; y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal”.4
Si aplicamos este principio a la novelística carpenteriana, la perspectiva cuadra per-
fectamente. En El siglo de las luces5, Víctor Hugues representa el prototipo de revolu-
cionario radical que, sin embargo, ignorará sus principios en aras del poder, sin olvidar el
DESDE UNA OLLA DE CERVANTES HASTA LA HOYA EN CARPENTIER 1200

recurso a la guillotina. Quizá por eso se ha juzgado este texto como la novela del “desen-
canto revolucionario”6.
En cambio, el mismo Alejo reafirmaba la permanencia de los ideales con los que se
identificó. Y en este vigésimo quinto aniversario de su muerte, a pesar de la caída general
de los regímenes comunistas, perviven excepcionalmente algunos, así el sistema al que
siempre apoyó. Añádase que la publicación de esa obra sobre la Revolución francesa,7
“exportada” al Caribe, coincidió en el tiempo con la Revolución castrista.
Pero esta dieciochesca búsqueda de la libertad ya había fracasado en un texto previo:
en Los pasos perdidos, relato aparecido unos años antes8, el autor utiliza la primera per-
sona para describir un proceso quijotesco similar, que acaba en desengaño... y para intro-
ducir a la compañera/Dulcinea, el escritor cubano se vale de uno de los muchos recursos
morfonológicos que enriquecen su discurso barroquista9.

El principio del Quijote en Los pasos perdidos


Cuando ha transcurrido aproximadamente menos de una quinta parte de la novela (en
la octava de 39 secuencias más final), el viaje del protagonista se enlaza con el recuerdo
de la Castilla quijotesca de manera explícita:
“De pronto, apareció un pueblo, puesto sobre una pequeña meseta redonda, rodeada
de torrentes, que me pareció de un sorprendente empaque castellano (...). El rebuzno de
un asno me recordó una vista del Toboso -con asno en primer plano- que ilustraba una
lección de mi tercer libro de lectura (...)”10.
A continuación, Carpentier cita textualmente el comienzo de la inmortal obra, pero se
produce un olvido que corta el texto cervantino:
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho que
vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corre-
dor... Estaba orgulloso de recordar (...). Sin embargo, había sabido de memoria el párrafo
completo, y ahora no lograba pasar más allá del galgo corredor”.
Este corte lo va a resolver el novelista con una graciosa y sorprendente solución, que
consiste en la intervención de una extraña mujer recogida poco antes en el autobús donde
viaja, y que precisamente será la próxima y principal compañera del resto del relato. Si-
gamos leyendo:
“Me enojaba ante este olvido (...) cuando la mujer que habíamos rescatado de las nie-
blas señaló una ancha curva, al flanco de la montaña que íbamos a recorrer, afirmando
que su ámbito se llamaba La Hoya”.
Y la historia continúa retomando otra vez con exactitud la escritura de Cervantes hasta
donde la memoria le permite. Acabemos la anécdota:
“Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches (...). No podía pasar
de allí. Pero mi atención se fijaba ahora en la que había pronunciado tan oportunamente
la palabra Hoya, llevándome a mirarla con simpatía.”
1201 COMUNICACIONES

A partir de ahora, el efecto positivo del comentario de la mujer irá en aumento, cons-
tituyéndose un progresivo acercamiento que desembocará en una culminante unión sólo
rota al finalizar el libro.

Análisis de la paronimia convertida en homonimia


La relación entre olla y hoya es en principio, de paronimia: son dos términos muy
parecidos, pues sólo se diferencian fonológicamente en un fonema (/λ/ versus /y/) y orto-
gráficamente en la escritura con “h” y “ll” del segundo11.
Ahora bien, como recordaba la última Gramática auspiciada por la Academia, el yeís-
mo es una de las reducciones del inventario de fonemas consonánticos del español atlán-
tico12. La consolidación de este fenómeno identifica la pronunciación del dígrafo ll con
la letra y13.
Es más, la reciente publicación del diccionario escolar académico -aparecido el pa-
sado mes- indica que la grafía de la “ll” se pronuncia como “y” en zonas de yeísmo14.
De acuerdo con anteriores estudios, esa igualación fonológica procede, al parecer, del
español peninsular15.
En este caso, se ha producido la pérdida del rasgo lateral de /óλa/, lo que hace que la
palabra suene igual que /óya/, y así nos encontramos ante un caso de homonimia, aunque
de vocablos sólo homófonos, denominada léxica, que constituye un recurso excelente
para llamar la atención sobre el mensaje, como ocurre en esta secuencia16.
No obstante, la sustancia formal del idioma le sirve a Carpentier para reunir en su
lúdico discurso literario dos realidades de distinta significación que, sin embargo, están
conectadas en la creación del narrador, puesto que la olla manchega de Cervantes viaja
hasta América para “esconderse” en el topónimo La Hoya señalado por Rosario, la futu-
ra compañera del escritor/Quijote.

Otros recursos
Nos hemos centrado en la alusión al pasaje cervantino, pero el juego carpenteriano
mediante atracciones fónicas recorre toda la novela. Pocas páginas más adelante, utiliza
la toponimia europea para asociarla a determinados elementos: Bonn se asemeja a bron-
ce y Siena a cisne17.
La culminación del uso poético del fonema /λ/ se produce sólo unas líneas después,
cuando, al evocar su infancia, el escritor rememora el famoso verso clásico “Estos, Fa-
bio, ay dolor, que ves agora...”18. Entonces, Alejo yuxtapone, disfrazado de prosa, otro
endecasílabo de su invención con la misma rima asonante (o-a) y, lo que resulta sensa-
cional, con tres apariciones del citado sonido: “La negra, allá en el hollín de sus ollas
(...)”19.
Esta llamativa aliteración forma parte del caudal estético que, como decimos, aporta
nuestro autor en el presente relato20. Quizá lo más pertinente para este comentario sea
destacar la vinculación que, a través de estos mecanismos sonoros, se hace con el mundo
DESDE UNA OLLA DE CERVANTES HASTA LA HOYA EN CARPENTIER 1202

de la niñez, mediante ejemplos de la edad barroca europea y, en el caso que nos ocupa,
del Quijote21.

Significación quijotesca de la aventura


En Los pasos perdidos, se busca la liberación individual del “cómitre” social. Antes
de finalizar la epopeya y de que el desenlace sea frustrante, el viajero escapista nos da la
clave del título de la historia: “Soy dueño de mis pasos y los afinco en donde quiero”22.
Pero, justo antes del fin, la privación de Rosario en el mundo que se ha perdido le hace
exclamar: “Hoy terminaron las vacaciones de Sísifo”23.
Esta perspectiva del héroe derrotado era justificada, no obstante, por Camus en su
conocido ensayo: “Hay que imaginarse a Sísifo dichoso”24. Sin embargo, es posible que
Carpentier pretenda precisamente esa visión pesimista del asunto. Acaso “la imagen que
él busca es la que él mismo proyecta”25. Seguramente, por su visión social del ser hu-
mano, pues para él “terminaron los tiempos de la soledad. Empezaron los tiempos de la
solidaridad”26.
Quizá el Quijote sea el gran libro del fracaso humano, y en él cuente más el aprendiza-
je de la astucia sanchopancesca que las aspiraciones del loco caballero27. En todo caso,
el tratamiento doloroso y triste del ingenioso hidalgo en nuestras letras es una constante:
este mismo año se cumple el centenario de aquella “Letanía de Nuestro Señor Don Qui-
jote” que Rubén declaraba como oración del nuevo siglo para la comunidad hispana28.
Alejo, por medio de la sonoridad un tanto modernista, aporta un nuevo “Rosario”, con-
cretamente la mujer salvadora de la novela, enésimo ejemplo de su sensibilidad lingüís-
tica29.
Carpentier, en fin, ha aceptado en su narrativa la categoría del Quijote, en palabras de
Kundera, como “razón de ser del arte de la novela”30. No en vano, según el propio escri-
tor, “Cervantes es el novelista mayor de Cuba”31.

Cuando Alejo fue preguntado por un personaje admirable, aludió al mundo del baile.
Pero él, en lugar de ser bailarín, hizo su ballet en la dimensión de la lengua32.
Espero haberles aportado alguna pista sobre el quijotismo en Hispanoamérica en este
año del cuarto Centenario. No obstante, sirvan de colofón a esta breve “quijotada” las
palabras de otro premio Cervantes en el prólogo a una edición de la creación cervantina:
“Como Cervantes que lo hizo, y como Voltaire que lo aprendió, hay que inventarse la
pasión política o vital de cada día, pues la Historia no la hace el tiempo, sino los pueblos
apasionados”33.
Curiosa conexión volteriana con la Revolución ilustrada. ¿También con las Revolu-
ciones americanas? Le dejaremos al lector la respuesta.
1203 COMUNICACIONES

NOTAS

1
Mayans y Síscar: Vida de Miguel de Cervantes Saavedra [1750], edición facsímil, Junta de Castilla y León,
2005, pág. 159.
2
Véase el sitio de Internet cubaliteraria.com, que contiene bibliografía actualizada sobre las publicaciones de
y sobre nuestro autor.
3
Cita extraída del Discurso en la ceremonia de recogida del premio Cervantes, en la dirección http://usuarios.
lycos.es/precervantes, primera página.
4
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Espasa, 1998, página 598.
5
Releída en ed. Bruguera, 1982.
6
E. Rodríguez Monegal reconoce no obstante que “su obra narrativa es superior a su capacidad de teorizar”, en
el vol. XX de Historia Universal de la Literatura, Orbis, 1988, pág. 45.
7
“A ella debemos la independencia de los países latinoamericanos” en R. Chao: Conversaciones con Alejo
Carpentier, Alianza, 1998, p. 126.
8
“Su mejor novela”, calificada así en la entrada correspondiente a nuestro autor del Diccionario Oxford de
Literatura Española e Hispanoamericana, Crítica, 1985.
9
Según J. L. Sánchez, en El realismo mágico en la novela hispanoamericana, Anaya, 1990, a partir de Los
pasos perdidos, “Carpentier se aleja de la concepción de lo maravilloso, prefiriendo hablar de sí mismo como
escritor barroco”, página 45.
10
Ésta y todas las referencias posteriores se basan en Los pasos perdidos, Bruguera, 1980; en este caso pp. 84
y 85.
11
Olla procede del latín olla, ‘vasija’; hoya, de fovea, ‘concavidad’. Cf. Diccionario de la Lengua Española,
Real Academia Española (en adelante, RAE), Espasa, 1994.
12
E. Alarcos: Gramática de la Lengua Española, RAE, Espasa, 1994, página 35.
13
Ortografía de la Lengua Española, RAE, Espasa, 1999, página 3.
14
Diccionario del estudiante, RAE, Santillana, 2005, pág. 1513.
L. A. Hernando: “El yeísmo en Hispanoamérica”, en Estudios sobre el español de América, Universidad de
15

Burgos, 2001 (cd-rom), p. 761.


16
Véase la nueva Introducción a la Lengua Española, realizada por M. Luz Gutiérrez et al., Cerasa, 2005, p.
281, donde se cita holla del verbo “hollar”.
17
Los pasos perdidos, página 92 op. cit.
18
Se trata del comienzo de la conocida Canción a las ruinas de Itálica, del áureo Rodrigo Caro.
19
Ibídem, pág. 96.
DESDE UNA OLLA DE CERVANTES HASTA LA HOYA EN CARPENTIER 1204

20
Podríamos añadir “olla de grillos”, otro sintagma popular, creando un alejandrino.Véase el Gran Dicciona-
rio de frases hechas, Larousse, 2001, p. 476.
21
En la página electrónica cmbfjazz.cu puede consultarse la alusión a G. Alea: “Reminiscencias cervantinas en
la obra de Carpentier”.
22
Pág. 269, op. cit.
23
Pág. 279, op. cit.
24
A. Camus: El mito de Sísifo, Losada, 1980.
25
J. Marco: La literatura hispanoamericana, Salvat, 1985, p. 35.
26
Al final de Visión de América, Seix Barral, 1999, p. 183.
27
Esta es la tesis de A. de Miguel en su El espíritu de Sancho Panza, Espasa, 2000.
28
R. Darío: Cantos de vida y esperanza, Espasa, 1998 [1905], p.255.
Es interesante Dolores Ortiz: “La sensibilidad lingüística de Alejo Carpentier en La consagración de la pri-
29

mavera”, en El español de América, Junta de Castilla y León, 1991, página 1593.


30
M. Kundera: “El Quijote y el arte nuevo”, en El Cultural, 6 enero 2005.
31
Recordado en la pág. 152 de El español de América, op. cit.
32
“¿El hombre que me gustaría haber sido?: ¡Sin duda, Fred Astaire!”, final -p. 314- de Conversaciones con
Alejo Carpentier, op. cit.
33
F. Umbral, en el “Prólogo” a Don Quijote de la Mancha, Millenium, 1999.
1205 COMUNICACIONES

Interpretación de textos hispánicos

EL OTRO, EL MISMO, WHITMAN

Juan de Dios Torralbo Caballero


(Universidad de Córdoba)

Introducción
Sirva el poema que analizamos en este capítulo como pórtico a la poética de Jorge
Luis Borges. Establece T. S. Eliot y retoma Harold Bloom que cada escritor elige y selec-
ciona a sus padres, a sus ancestros. Estas aseveraciones nos parecen adecuadas y apro-
piadas para la tarea que emprendemos aquí. Harold Bloom, teórico del Círculo de Yale,
en The Anxiety of Influence deja bien claros estos conceptos. Y Thomas Stearns Eliot en
The Sacred Wood. Essays on Poetry and Criticism, concretamente en “Tradition and the
Individual Talent”, canaliza teóricamente los preceptos que convienen a esta idea, en su
amago de ‘archeological reconstruction’.
El procedimiento adoptado es clásico, en la línea apuntada por Lázaro Carreter y Vi-
cente Tusón en Cómo se comenta un texto literario, si bien amplificando las miras de
cada uno de los apartados y dotando los macroapartados de otra terminología (contexto y
paratexto versus cotexto y texto). Se mantiene la clásica partición entre tema, argumen-
to, partes y análisis, diferenciando el léxico, morfológico, sintáctico y pragmático, para
abordar un aparato de conclusiones. Se añade un primer contacto encaminado a disipar
las dudas de lectura surgidas en una aproximación epidérmica.
2) “Camden, 1892”
El olor del café y de los periódicos.
El domingo y su tedio.
La mañana y en la entrevista
página esa vana publicación de versos alegóricos
de un colega feliz. 5
El hombre viejo está postrado y blanco
en su decente habitación de pobre.
Ociosamente mira su cara
EL OTRO, EL MISMO, WHITMAN 1206

en el cansado espejo.
Piensa, ya sin asombro, que esa cara es él. 10
La distraída mano toca
la turbia barba y la saqueada boca.
No está lejos el fin.
Su voz declara: casi no soy
pero mis versos ritman 15
la vida y su esplendor.
Yo fui Walt Whitman.

3) Contexto o elementos paratextuales


a) Título: “Camden, 1892”
b) Obra: El otro, el mismo, 1964
c) Autor: Jorge Luis Borges

4) Cotexto o elementos textuales


a) Tema: Oda a la poesía de Walt Whitman.
b) Argumento: El poema presenta una plétora de motivos poéticos y describe a un
escritor en el ocaso de su senectud que se reconoce como Walt Whitman.
c) Partes: A la luz del argumento que se acaba de colegir, el texto se divide en tres par-
tes, tal como se expone seguidamente:
1ª) Listado de cuatro componentes que se bifurcan en ocho elementos ‘de un colega
feliz’ (1-5)
2ª) Presentación del ‘hombre viejo’ a través de su postura, ubicación, mirada, pensa-
miento y gesto (cada uno de estos seis datos puede vertebrar una sub-sección) que reco-
noce el ocaso de su vida (6-12).
3ª) Declaración del declive vital, de la permanencia literaria y aseveración de quién
fue (13-17).

5) Primer contacto
En un primer contacto con los significantes o componentes léxicos en el poema re-
sultan significados obscuros o, al menos, poco familiares dos: ‘Camden’, en el título y el
lexema‘ritman’, en el antepenúltimo verso. La incógnita sobre el primero queda disipa-
da al comprobar que Camden es una ciudad de New Jersey. La segunda es una creación
nueva, si bien aparece en otros poemas hispanoamericanos, por ejemplo en un poema
de Nicolás Guillén. En cualquier caso es fácil desvelar su significado, ya que se desgaja
del sustantivo ‘ritmo’ y se convierte en verbo, cuyo infinitivo sería ‘ritmar’. El resto de
1207 COMUNICACIONES

palabras resultan comprensibles; puede resultar revelador, sin embargo, bucear en la se-
mántica de otras diez:
- Tedio (2), del latín tedium es el cansancio que produce una cosa que no interesa o por
la que se ha perdido el interés, es decir, el estado de ánimo del que no encuentra atractivo
o interés en lo que le rodea o en la vida en general.
- Alegóricos (4) significa en forma de alegoría, a saber (del latín allegoria y del griego
αλλεγορια) de representación de una cosa o de una idea abstracta por medio de un ob-
jeto que tiene con ella cierta relación real, convencional o creada por la imaginación. Se
aplica a la obra literaria o artística -aquí aparece en el sintagma ‘versos alegóricos’- o par-
te de ella, desarrollada en forma de alegoría, se relaciona con la fábula y con la parábola.
- Postrado (6), que es el participio adjetivo de postrar(se) (del latín postrare), quiere
decir abatido o debilitado, particularmente sin fuerzas y adormecido. El infinitivo signi-
fica derribar o inclinar hacia el suelo una cosa, y se puede derribar a alguien tanto física-
mente como moralmente.
- Decente (7), del adjetivo latino decens -entis, se aplica a la personas y a sus acciones
y a sus cosas: honrado o digno, incapaz de acciones delictivas o inmorales. A veces com-
porta la idea de modestia de posición social, incluso honesto o moral desde el punto de
vista sexual, aplicado a un espectáculo o a un modus vivendi y se le aplica a personas de
comportamiento irreprochable, principalmente desde el panorama de la moral sexual. Se
refiere, asimismo, a personas o cosas sin pobreza o miseria pero sin lujo, por ejemplo a
un traje, a una casa.
- Ociosamente (8), deriva de ocio -otium, puede intercambiarse por sin trabajar, inútil-
mente o innecesariamente.
- Asombro (10), compuesto de a-sombra, es la acción y efecto de asombrarse así como
la cosa que asombra, es decir, que impresiona a alguien por su belleza o magnitud u otra
cualidad extraordinaria. Es, en función a su etimología, oscurecer un color mezclándolo
con otro.
- Distraída (de distraer, latín distrahere) responde a entretenido o divertido o a aburri-
do, pues se aplica a las cosas que entretienen o divierten y a la persona que no se da cuen-
ta de lo que pasa a su alrededor o que no pone atención en lo que hace.
- Turbia (12) (de turbiar, latín turbiare) es el estado del agua corriente enturbiada por
el arrastre de tierra. Turbiar, turbar es producir desorden, confusión o cambio violento en
una cosa. Causar en una persona una intensa emoción contenida o la alteración de ánimo
que le priva de envoltura y aplomo.
- Saqueada (12) proviene de saquear que a su vez resulta de saco. Saquear se emplea
cuando los soldados se apoderan de lo que encuentran al entrar a un país enemigo. Signi-
fica también apoderarse, aunque no constituya robo, de todo o casi todo lo que hay guar-
dado o depositado en un sitio.
- Declara (14) (latín declarare) es la conjugación en tercera persona de singular de
declarar: decir alguien cierta cosa relativa a un asunto reservado en que tiene interven-
EL OTRO, EL MISMO, WHITMAN 1208

ción, a otras personas. Es decir una cosa que se mantenía oculta o callada o que pertenece
a la intimidad del que la declara. Es incluso confesar alguien su amor a la persona que es
objeto de él. O decir una cosa con valor legal; decir una cosa ante un juez o tribunal de
justicia.

6) Prosodia
La métrica acusa una notable irregularidad ya que el cómputo silábico oscila desde las
doce en el verso primero y la veintena en el cuarto hasta las seis sílabas que ocupan los
versos cinco y trece o incluso el último que puede contabilizarse con cinco.
Entre las escasas rimas existentes en el poema destacan dos, precisamente las únicas
rimas consonantes de las cuatro que hay: ‘toca’ (11) con ‘boca’ (12) y ‘ritman’ (15) con
‘Whitman’ (17). Las otras dos son asonantes: ‘/i-o/’(1, 2, y 3) de ‘periódicos’ (1), ‘tedio’
(2), ‘alegóricos’ (4); y /e-o/ de ‘espejo’ (9) y ‘esplendor’ (16).
En cuanto a la base rítmica se aprecia una marcada variedad. El poema comienza con
anapestos hasta que alude al ‘colega’ (5) que torna los anapestos en yámbicos, los cua-
les se dislocan a la altura del verso trece (cuando fluye la oración ‘No está lejos el fin’)
durante tres versos (hasta el quince incluido) para despojarse de la anomalía en los dos
últimos que retoman el pie yámbico. El cómputo de pies oscila desde el pentámetro que
aparece en el verso sexto hasta el trímetro que emerge en varios (por ejemplo en el quinto
o noveno).

7) Morfología
En la primera parte de la serie se aprecia un predominio de sustantivos comunes, con-
tables y determinados, conviviendo los masculinos y femeninos. Destacan tres adjetivos
aglutinados al final de dicha tirada: ‘vana’ (4) que modifica a ‘publicación’, alegóricos
(4) que califica a ‘versos’ y ‘feliz’ (5) que se refiere a ‘colega’. Los adjetivos emergen con
una falta la determinación neta, a saber, los versos cuarto y quinto carecen de artículos y
cuando aparece el artículo es indeterminado: ‘un colega feliz’. Es notorio en esta porción
la falta de verbo pero quizá no sea necesario ya que su función es expresar acciones que
recogen los sustantivos presentes. Tres datos más avalan el carácter de listado que aduci-
mos en el argumento: la presencia del nexo unificador ‘y’ en polisíndeton, los tres puntos
finales en cinco versos sin verbo y los cuatro complementos nominales que concretan lo
sustantivo: ‘olor del café y de los periódicos’ (1),’publicación de versos’ (4) y ‘de un co-
lega feliz’ (5) que precisa aun más lo matizado, ya que es un complemento contenido en
el anterior. No se ha de pasar por alto el modo de presentar la ‘vana publicación’ a través
del demostrativo ‘esa’ que radia distancia, incluso desprecio; sin embargo esta última
acepción no resulta plausible ya que el hacedor de dichos versos es ‘un colega feliz’. El
contraste de ‘un’ con la cercanía que implica el sustantivo se resuelve infiriendo que se-
rían muchos los ‘colegas’ del sujeto lírico.
La segunda parte del poema presenta un mayor predominio de adjetivos. El primero
(‘hombre viejo’, 6) remite al tópico del puer senex que es reflejado a su vez a través de
1209 COMUNICACIONES

su postura (‘postrado’ 6) y mediante un cromatismo inusitado (‘blanco’ 6). La trabazón


de estos tres adjetivos desvela una clara relación que se abordará en el plano semánti-
co. Todo el sintagma está presidido por la caracterización rigurosa que aporta el artículo
presentador, de la cual adolece el sintagma anterior ‘un colega feliz’. Los dos siguientes
son ‘decente’ (7) y ‘pobre’ (7) -otro tópico espigado, el del ‘poeta pobre’, calificando el
primero a la ‘habitación’ del referente, igual que el segundo, sólo que éste aparece sustan-
tivado-. Esta ensarta adjetival se completa con el adverbio ‘ociosamente’ (8) para especi-
ficar el modo de su gesto, y culmina con la adjetivación del ‘cansado espejo’ (9). En este
segmento poemático aparece el primer verbo de la composición, copulativo, con valor de
hilván y correlación, ‘está’ (6) y le sigue el segundo que ya es transitivo: ‘mira’ (8).
La tercera parte del poema continúa la senda verbal de tercera persona y en presente:
ahora ‘piensa’ (10) y ‘toca’ (11), el primero predica sobre el sujeto elíptico referido en
las partes anteriores, el segundo desarrolla el movimiento de ‘la distraída mano’ (11),
que nos hace recapacitar inmediatamente sobre el valor adjetival antepuesto, lo que se
correlaciona con los dos adjetivos presentes en el verso duodécimo: ‘la turbia barba y la
saqueada boca’, también específicamente presentados. Se trata de dos sintagmas nomi-
nales compuestos de tres elementos simétricos, no sólo morfológicamente sino incluso
fonéticamente. Del verso once salta a la vista el adverbio temporal ‘ya’ antepuesto a ‘sin
asombro’ (11), así como el papel de la conjunción ‘que’ la cual entrevera las partes ora-
cionales.
La última parte despunta de la mano de la partícula negativa seguida del verbo copula-
tivo adjunto al adverbio de lugar ‘lejos’ antes de ‘el fin’ (13). La concisión léxica y la pre-
cisión sintáctica, eso sí en hipérbaton, serán abordadas en los planos sintáctico y semán-
tico. Sigue el aspecto durativo en presente, y ahora referido a ‘su voz’, que ‘declara’ con
otra negación y una partícula adversativa ‘pero’ (15). Sin embargo, la tercera persona de
‘su voz’ se torna ahora en ‘mis versos’ pasando a primer plano el empleo primopersonal
para rimar ‘la vida’ con ‘su esplendor’, de nuevo en claro paralelismo, eso sí, despojado
ya de adjetivos y ordenadamente coordinado con el nexo explícito. El pronombre de pri-
mera persona se alinea al comienzo de la oración final para sustentar el verbo en pasado y
el nombre propio concreto y determinado que le sigue: Walt Whitman (17).

8) Sintaxis
La introducción del poema permite referirse a sintagmas y no a oraciones propiamente
dichas, pues la carencia de verbo apunta a ello. La coordinación exacerbada hila a mitad
del verso primero dos complementos del ‘olor’ (1) y en el segundo un posible sujeto ‘la
mañana’ con un complemento circunstancial de lugar ‘en la entrevista’. Estos maridajes
desprenden, por un lado, aglomeración de elementos y, por otro, una posible situación
caótica en la elaboración procesual del poema y en su lectura. El efecto acumulativo que-
da también consignado en el verso cuarto donde se suceden elementos que se barruntan
con los anteriores ya que no existe punto al final de los sintagmas, si bien no se anexionan
mediante partícula alguna. De hecho, el posible encabalgamiento del verso tercero con el
cuarto cruje cuando los dos elementos léxicos que se suceden son sustantivos: ‘entrevis-
EL OTRO, EL MISMO, WHITMAN 1210

ta / página’ (3-4). La recta final de esta primera parte, aun sin verbo plantea más unidad
e inteligibilidad sintáctica: ‘página esa vana publicación de versos alegóricos / de un co-
lega feliz’ (4-5) debido a que la co-presencia de tres sintagmas es perfectamente grama-
tical. Por tanto, los treinta significantes y los tres puntos a final de verso de este apartado
boreal no articulan ni siquiera una oración gramaticalmente bien compuesta.
En la segunda parte del poema cesa el desconcierto sintáctico, incluso predomina un
marcado sesgo ordenador y armonioso ya que la única anomalía -aunque tenue- es la an-
teposición del adverbio en la oración que arranca en el verso octavo. El sujeto del verso
sexto mantiene incluso el orden lógico nombre más adjetivo para unirse mediante la có-
pula y mostrar el predicado de dos adjetivos conectados: ‘El hombre viejo está postrado
y blanco’ (6). Ya hay materia para una oración completa, sin embargo, el afán clarifica-
dor que parece erigirse a estas alturas del poema permite desglosar un encabalgamiento
suave con el complemento circunstancial de lugar que se despliega a todo lo ancho en el
verso séptimo: ‘en su decente habitación de pobre’, el que a su vez se expande mediante
el complemento de la ‘habitación’. En la otra oración, que abre con ‘ociosamente’ (8) y
elide el sujeto, se diagnostica otro encabalgamiento similar al anterior y con los mismos
ingredientes, pues la fluidez versal del adverbio, verbo y objeto directo vasta para codi-
ficar una oración completa, sin embargo, está más esclarecida gracias al complemento
circunstancial de lugar que se equipara al otro que acabamos de entresacar. La ausencia
de sujeto se torna en la presencia del pronombre posesivo: ‘su cara’, que rememora el
sujeto en ojos del receptor.
Una vez calificado adjetival y adverbialmente tanto en el estadio locativo (‘en su de-
cente habitación’) como modal (‘ociosamente’), es el verbo despojado de otros elemen-
tos el que presenta la tercera parte, y a su vez la oración que nace y desfallece en el verso
mismo: es una esticomitia que coadyuva al forjado de claridad que venimos pergeñando
desde el verso sexto. Si acabamos de aducir varios paralelismos, aquí también se aprecia
otro, o al menos una estructura complementaria, pues el complemento directo de ‘pien-
sa’ se desarrolla en otra oración a su vez: ‘que esa cara es él’, es un objeto desarrollado a
través del deíctico referido a ‘cara’, de la cópula y del atributo, ‘él’ (10). Estas estratage-
mas sintácticas parecen introducir al lector en una dinámica especular (esta aseveración,
empero, para ser aceptada necesitará ser precisada en el plano semántico). El sujeto que
destapa la oración siguiente (‘la distraída mano’, 11) está compuesto de artículo, adjetivo
y sustantivo, otra estructura reflejada, en este caso por cuarta vez (‘vana publicación’ (4),
‘decente habitación’ (7) y ‘cansado espejo’ (9)). A pesar de que Jorge Luis Borges, en su
seno materno, tiene la ocasión de paladear de primera mano el inglés, no pensamos que
la anteposición adjetival sea consecuencia del bilingüismo que ostenta su autor, aunque
en la gramática inglesa exista una regla rígida que estipula la anteposición del adjetivo
al nombre en todo caso; antes bien, la meticulosidad y el exquisito cuidado borgiano lo
habrían meditado conscientemente. El objeto directo del verbo en tiempo presente (‘to-
ca’ 11), que está encabalgado en el verso siguiente, se plasma mediante dos partes, podría
incluso considerarse como dos objetos directos: ‘la distraída mano y la saqueda boca’.
Esta distribución bipartida, muy en consonancia con las otras que venimos señalando, su
extensión y su encabalgamiento confluyen en un valor durativo y ralentizado.
1211 COMUNICACIONES

El primer verso del cierre del poema aglutina al final tanto el sujeto como el atributo
o circunstancial de lugar, para anteponer solitaria y acomodada a principio de oración
la partícula negativa: ‘no está lejos el fin’, remedando la esticomitia del verso 10 y con-
virtiéndose en eslabón de la tercera y última esticomitia de la serie, en el último verso:
‘Yo fui Walt Whitman’ (17) cuyo sujeto monosilábico compone un tándem con la nega-
ción del verso trece. Borges ha forzado la sintaxis creando un hipérbaton, además, para
compilar en posiciones de proximidad los significantes: ‘lejos’ y ‘fin’. Subrayamos de
nuevo que la transparencia y nitidez sintáctica es digna de contraste con la primera parte
del poema. ‘Su voz’ (14) en posición de sujeto presenta al verbo en presente de indica-
tivo seguido de dos puntos para explicitar la aseveración, en forma de objeto directo.
Este complemento, dotado de vida propia, crece en el microuniverso poemático y se
desarrolla en ‘casi no soy / pero mis versos ritman la vida y su esplendor’, resultando
en dos oraciones de coordinación adversativa. La primera de esta canaliza el verbo ser
en presente de indicativo, casi solitario, despojado de matices apriorísticos, si no fuera
por el valor adverbial de ‘casi’ (14) y la partícula negativa. La mejor forma de afirmar
objetivamente es mediante el verbo ‘ser’, y así también es la mejor forma de negar: ‘casi
no soy’. El adverbio encuentra un foco de expansión en la adversativa, cuyo sujeto ‘mis
versos’ enarbola el contenido en objeto directo doble, ‘la vida y su esplendor’, de nuevo
en praeclaro paralelismo. En el remate, ahora sí en pasado, asoma la fidelidad sintáctica a
través del sujeto, pronombre de primera persona de singular, la cópula, y el atributo: Walt
Whitman: el nombre propio más su apellido correspondiente.

9) Semántica
En nivel semántico de la realización lingüística se cotejan sendas ideas que se han ve-
nido apuntando en los estadios anteriores:
(a) La acumulación que se acusa desde la entrada del poema.
La aparente sinestesia referida al denotatum en los periódicos (el olor de los periódi-
cos) afianza desde el principio la tapicería visual.
(b) La repetición de la conjunción copulativa en políptoton.
(c) La atribución de cualidades negativas al hecho material de publicar (‘vana’, 4),
aneja al tipo de poesía (alegórica, 4) y adjunta a la calificación del ‘colega feliz’: existe
un choque significativo entre la edición, los versos y el progenitor-creador.
(d) Un tránsito desde el nivel meramente compilador, hasta el centro metapoético de
la serie ‘página esa vana publicación [...]’ (4) hasta el realizador de los versos: es un
deambular desde lo inanimado a lo animado.
(e) La explicitud se gesta en la segunda parte, se califica al dedillo y se cifra con pre-
cisión, moviéndose el abanico semántico desde su posición, hasta su entorno, su mirada
y sus gestos, para culminar en los epítetos de su ‘barba’ y de su ‘mano’ (10). El poema se
está haciendo preciso, destallístico.
(f) El ámbito siguiente es metafísico y finalista. Es profético, como la poesía de Whit-
man, el gran profeta de América. Todo mediante la proclamación de los últimos días de
EL OTRO, EL MISMO, WHITMAN 1212

vida: ‘No está lejos el fin’. La rotundidad sintáctica y morfológica antes analizada enlaza
la exactitud semántica que alcanza incluso un tema de ultimidades y teleológico.
(g) A estas alturas del poema no es atrevido afirmar la realidad especular que se plan-
tea. Los objetos de la entrada destapan al autor supuesto referido en el poema. El autor,
provecto en edad, (segunda parte señalada del poema) se mira en un espejo (hecho físico
y tangible), el espejo -símbolo de la poesía, generalmente, por ejemplo en Huidobro, cfr.
“El espejo de agua”- permite articular el pensamiento y explicitar incluso un monólogo
interior en pleno flujo de conciencia.
(h) Esta realidad especular se afianza con los binomios constantes que se han consta-
tado en los planos anteriores en el análisis, los ‘couplings’ o emparejamientos sintácticos
y morfológicos. Y estos maridajes resultan también en otras dualidades a nivel de signi-
ficado: El poeta morirá, los versos permanecerán. El tempus fugit, y el tópico horaciano
de ars longa, vita brevis. De otro lado la realidad, narrador-personaje: Borges-Whitman,
que establece una contigüidad creativa y aduce una intertextualidad (en términos de Kris-
teva, o un ‘palimpsesto’, en términos de Genette) sugerida, o al menos un influjo recono-
cido. Otra dicotomía se establece entre la oralidad de la voz que declara y la escritura que
permanece y vence al tiempo. Entre la caducidad y la eternidad. He aquí las dimensiones
metafísicas de un poema que arranca con lo tangible y culmina con lo inasible.
(i) No cabe duda que el listado material a modo de catálogo que venimos señalando,
todos los referentes comunes, reconocibles y cercanos al pueblo, al ‘terruño’, configuran
un acabado referido a la poética whitmaniana. Whitman es ‘one of the roughs’, es de-
cir, uno de los trabajadores, de los ‘currantes’. ‘Walt Whitman, an American, one of the
roughs, a kosmos’ (canto 24, 499). ¿Acaso no se registra una pretendida democratización
y popularización en el verso hispanoamericano? Pues qué mejor ancestro y patriarca que
el profeta de la poesía en Norteamérica, cuyo mentor es Emerson y cuyo fiel practican-
te es Thoreau, que se va a vivir, en efecto, a mitad del campo, en su Walden para hacer
praxis del Trascendentalismo, movimiento a cuyos estambres se adscriben.
El listado de figuras y habilidades retóricas enarbolan un proceso dinámico de trans-
mutación en la órbita del sujeto poético, en el plano de la escritura y en la esfera de la re-
cepción. El horizonte de expectativas jaussiano se colma. La voz del poeta, lejos de apa-
recer como objeto reificado, se erige como capacidad personificada, capaz de declarar,
mediante un proceso de transferencias que el sujeto adquiere (14). Descuella la stream of
consciousness en ‘casi no soy / pero mis versos ritman la vida y su esplendor’, es el flujo
personajístico, pero también la erupción del poeta mismo que escribe.
Y a guisa de colofón al plano semántico, visitemos la toponimia y la data titular del
poema. Whitman llega a Camden en 1873 y se hospeda en casa de su hermano George.
Por estas fechas es admirado por Charles Dickens, William M. Thackeray y Oscar Wilde
entre otros, quienes no tardan en visitarlo. Pero hermano y cuñada se mudan a Burling-
ton, una zona más rural de New Jersey y Walt decide permanecer en Camden para lo que
adquiere en 1884 una casa en Mickle Street, cerca de donde vivía con el matrimonio. Los
1.750 dólares que le cuesta no es óbice para Walt, ya que desde la princeps editio -4 de ju-
lio de 1855- (edición privada de 800 copias) hasta la última de 1882 de Leaves of Grass,
1213 COMUNICACIONES

publicada dos años antes, le aumenta sus ahorros. Aquí conoce a Mary O. Davis, viuda de
un capitán, la que pone en venta su casa en la misma calle. Tal vez esta circunstancia y la
soledad de ambos permite a Mrs. Davis que aloje sus enseres en casa del nascituro poeta,
incluso recibir un pequeño sueldo del escritor. Mary está al cuidado de la casa de Walt
hasta el 26 de marzo de 1892. En el número 328 de Mickle Boulevard, entre las calles
tercera y cuarta, a modo de museo, se puede visitar la casa -con una plétora de detalles y
objetos- del que inspirara a Borges en 1964.

10) Pragmática
En el plano cognitivo hay que referir desde la óptica del receptor el posible efecto
catársico del lector, que empieza sin verbo y acaba predicando en forma de atributo. El
efecto ilocutivo del poema es claro: El relato ha cabalgado del desconocimiento al cono-
cimiento, en un acto de kenosis bloomiana. El receptor transita del desconcierto y des-
orientación a la plena exquisitez locativa y semántica.

11) Conclusión
La poesía de Walt Whitman, en concreto su obra maestra, Leaves of Grass inserta ele-
mentos cotidianos haciendo un poema cercano a la vida, al pueblo, por ejemplo desde los
cantos seis al diecinueve, cuando se describe la hierba, o los cinco siguientes que dibujan
un sujeto en prisión. Pero, Hojas de hierba, cuyo título es sencillo, comprensible y físico,
no es ajeno a la realidad metafísica, como tampoco es ajeno el poema que nos ocupa. Fiel
ilustración son los cantos finales, cuya esencia la enunciamos seguidamente:
- Canto 37: La representación de la infinitud, de lo ilimitado, como reconciliación de
contrarios, a partir de Hegel.
- Canto 38: La presentación de un modo plural, polifónico, comunitario de hablar y
expresarse.
- Canto 42: La alusión a una dimensión cristológica, con versos tales como “Come my
children, / Come my boys and girls, (...)”.
- Canto 44: El escepticismo, la negatividad y la opacidad desplegados a partir de una
sabiduría profética y una dimensión cristiana.
- Canto 48: Una prórroga a la salvación, una negación de la redención.
- Canto 50: Una plétora de negatividad, de la inefabilidad en el poema. La anticipa-
ción del psicoanálisis.
- Canto 51: La imposibilidad de expresión.
- Canto 52: El sujeto poético se desata y se pregunta sobre sus contradicciones, adu-
ciendo que el poema es la escritura. Encarna así el fallo romántico, la intraducibilidad, el
poema del yo.
- Anejo a estos cantos finales del libro está el poema añadido como “I Sing the Body
Electric” que anuncia el acto sexual y la catarsis como ingredientes del espíritu.
EL OTRO, EL MISMO, WHITMAN 1214

La arquitectura del poema trazado por Borges ha querido que coincida lo supraterrenal
y fenomenológico también al final de su composición, reflejo sinecdóquico y especular
del macro-poema whitmaniano, que a mitad de la serie se torna sensorial (cantos 26-29)
para terminar con la identificación del poema (cantos 30-38), el sermón (cantos 42-45)
y la despedida del sujeto, el adiós del poeta (51-52). ¿No es sospechosamente similar al
discurrir que delinea Borges?

12) De Whitman a Borges


La perpetuidad de la escritura y la fugacidad de la vida del poema que se ha señalado
encuentra reflejo a mitad del canto 20 en Leaves of Grass (403-408):
And I know I am solid and sound,
To me the converging objects of the universe perpetually flow,
All are written to me, and I must get what the writing means.
And I know I am deathless,
I know this orbit of mine cannot be swept by a carpenter’s compass,
I know I shall not pass like a child’s carlacue (...)
Ese fluir incesante que establece Whitman en el verso 404, ¿no es similar al índice
temático que señalamos en Borges, ‘como fuego interminable’? Y esa perdurabilidad de
la escritura y finitud de la contingencia humana se acomoda en el canto 16 de Whitman,
donde se establece la cognitio visual, la opacidad y la cognitio erótica, equilibrándose
cada una con ver, leer y sentir, y correlacionándose con la transparencia, la meditación y
de nuevo la transparencia, respectivamente. ¿Acaso no se articulan estos movimientos
en el poema de Borges?
La acumulación caótica esbozada al comienzo descuella en los cantos 4-7 de Leaves
of Grass, cuya multiplicidad de paralelismos verbales, unida a los semas y su contenido
convergen en dicha aglomeración, cuya reconciliación u homeostasis acontece en los
cantos 11 y 21, donde late Terencio con su ‘homo sum et nihil humani a me alienum puto’
(Eautontimouromenos, V, 77). y Espinoza con su ‘self-soul-nature’. Una realidad que
tampoco desdeña el poema borgiano “Camden, 1892”. Con este prisma se entiende có-
mo la aglomeración iniciática del poema es la ancilla narrationis del mismo.
Con razón Whitman es el poeta de lo material y de lo espiritual (canto 21, 422-423):
I am the poet of the body,
And I am the poet of the soul.
La cualidad mesiánica que celebra el yo anuncia una nueva lengua y convierten a
Whitman en el profeta de América, que se reencarna en Borges según establecemos (can-
to 21, 425):
The first I graft and increase upon myself....the latter I translate
Into a new tongue.
El plectro borgiano se posa sobre la aureola profética de Whitman, y así cierra la serie
y abre el campo hermenéutico sobre el que hemos argüido: ‘Yo fui Walt Whitman’ (17).
1215 COMUNICACIONES

Cervantes en América

EL QUIJOTE EN SONETOS DE J.L. BORGES Y DOMINGO RIVERO

Emilia Fierro Sánchez


(Universidad de La Laguna)

El Quijote, “el libro en que con más perfección están expresadas las grandezas y las
debilidades del corazón humano”, según dice el segundo novelista español, Benito Pérez
Galdós, por boca de su personaje el profesor “amigo Manso”, tuvo una notable repercu-
sión en todo el ámbito hispano.
Maeztu nos lo muestra como uno de los tipos universales: ser un “quijote” es, en todo
el mundo, sinónimo de un “idealista” (como un “donjuán o tenorio” es un conquistador
mujeriego, o una “celestina” una tercera o encubridora) aunque a veces pase de “caballe-
ro o soñador” al matiz despectivo de “iluso”.
El Quijote fue el libro de cabecera de Galdós, presente en toda su obra, desde su pro-
yecto educador, precursor de los regeneracionistas, hasta su paso de lo real a lo inverosí-
mil en La razón de la sinrazón. Los noventayochistas identificaron España con Castilla:
Unamuno dice “Tú me levantas, tierra de Castilla,” viendo la meseta como un ara o altar,
visión que ampliará el “Cántico” de Guillén a una cima universal, y el andaluz Antonio
Machado evocará en Soria la “mística y guerrera” tierra de Teresa y el Cid; su hermano
Manuel plasma a la niña de nueve años que hará seguir cabalgando al destierro “polvo,
sudor y hierro” al Campeador. (El móvil del Cid fue recuperar la honra, el del Lazarillo
comer con deshonor).
Las “Letanías de Nuestro Señor Don Quijote” del nicaragüense universal Rubén Da-
río desplazan lo histórico a lo literario, del Cid pasamos al enloquecido Alonso Quijano:
Rey de los hidalgos, señor de los tristes, / que de fuerza alientas y de ensueños vistes, /
coronado de áureo yelmo de ilusión; / que nadie ha podido vencer todavía, / por la adar-
ga al brazo, toda fantasía, / y la lanza en ristre, toda corazón. (Teniendo a Orfeo, tienes a
orfeón...Ruega por nosotros... con el alma a tientas, con la fe perdida... ridiculizan el ser
generoso y el ser español... (Tiembla la floresta de LAUREL del mundo, / y antes que tu
hermano vago, Segismundo, / el pálido Hamlet te ofrece una flor)
EL QUIJOTE EN SONETOS DE J.L. BORGES Y DOMINGO RIVERO 1216

El triunfo del arte, laureado, se tambalea: Hamlet dudaba, Segismundo se pregunta


qué es la vida, sombra (platónica) y ficción o sueño; Aristóteles en su Problema XXX
identifica al genio y al melancólico, y el LOCO por antonomasia, el Quijote, muere al
recobrar la razón, melancólico, y el realista Sancho le animará a rematar el otro género
literario ficticio de su época, el pastoril, pero en simbiosis, el amo refraneará: “No hay
pájaros hogaño en los nidos de antaño”, no hay caballeros andantes en el mundo.
Unamuno en su “Vida de Don Quijote y Sancho” comenta que se deje llevar de su
caballo al azar de los senderos de la vida (el instinto de las bestias depende de la voluntad
divina más directamente que nuestro libre albedrío) y sueña cobrar ETERNO NOMBRE
Y FAMA (conjugando el medievo teocéntrico y el humanismo renacentista en paso del
genio creador al ingenio barroco de un silencio absolutista que denunciará luego el com-
prometido Quevedo “No he de callar...¿siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca
se ha de decir lo que se siente? En quiasmo ‘lamentar-pensar’) Unamuno se lamentaba
como su homónimo Miguel Cervantes, de la gracia que no quiso darle el cielo, ser poeta.
Pero su sentido trágico de la vida, la muerte,se consolaba con vivir en el recuerdo, la me-
moria que salva del letal olvido: “Aquí quedáis, mis momentos, / con el ritmo que os fijé.
/ Dios mío, este yo, ¡ay de mí! / se me está yendo en cantares”; y pide a sus versos “sed
mis valederos”.
También Azorín en La ruta de Don Quijote recrea los pueblos y nombres como Aldo-
nza-Dulcinea.
Pero hay un soneto del argentino Jorge Luis Borges, tercero de una serie que forma
frase “Yo”- “Soy”- “El testigo” que a mí me parece ejemplar y comento en clases de Lin-
güística y de Literatura:

EL TESTIGO
Desde su sueño el hombre ve al gigante / de un sueño que soñado fue en Bretaña / y
apresta el corazón para la hazaña / y le clava la espuela a Rocinante
El viento hace girar las laboriosas / aspas que el hombre gris ha acometido; / Rueda
el rocín; la lanza se ha partido / y es una cosa más entre las cosas
Yace en tierra el hombre de armadura.. /Lo VE caer el hijo de un vecino / que no sabrá
el final de la aventura
/ y que a las Indias llevará el destino./Perdido en el confin de OTRA llanura / se dirá
que fue un Sueño el del molino.
La materia caballeresca bretona hace soñar o enloquecer en ficción del ancestro pa-
tria-religión (en la Reconquista los nobles virtuosos protegían a sus vasallos, la aristo-
cracia heredada se desvirtua); el soñado desfacedor de entuertos y agravios quiere pro-
teger a la Humanidad de gigantes enemigos; pero los tiempos heroicos se han trocado
en mercantiles: molinos, como los castillos ventas y los ejércitos rebaños (de la Mesta;
seguimos vendiendo la lana a los nórdicos y comprando el tejido carísimo, como los
1217 COMUNICACIONES

canarios exportamos tomate e importamos ketchup o entramos al Mercado Común arrui-


nando vid y olivo)
El hombre gris (triple connotación: simple hidalgo lugariego de vida cenicienta, no
un noble campeón; canoso, no un joven adalid; y el color de la armadura) es vencido por
el aire o viento de la fugaz vanidad mundana industrial (Sinécdoque laboriosas aspas:
ellas no trabajan, el viento las hace moler) Vencido, el rocín no es “antes de lo que ahora
era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo” y la lanza rota se cosifica, ya
no es emblema heroico. Yace anticipa la muerte que vendrá tras su derrota. La supresión
del artículo en el hombre de armadura reduce el significado de portarla a cosificar al hé-
roe en “hombre de lata”. Hasta aquí puede ser la anécdota de la novela; pero en el verso10
se trasmuta a símbolo de la España Imperial: lo ve (testigo) el hijo de un vecino (Borges
, argentino, hijo de la Madre Patria, España; sueño imperial trasladado (llevará) de la
Mancha a la Pampa otra llanura (doble connotación del título, “testigo”: el que ve y el
“relevo”) a las Indias, Hispanoamérica ;El pronombre se es ambivalente: con valor ‘re-
flexivo’ (Borges pensará) e ‘impersonal’ (la Historia juzgará si fue un ‘sueño’ no ponerse
el sol). Bécquer rimará: “La gloria y el amor tras que corremos / sombras de un sueño son
que perseguimos/; ¡despertar es morir!”.
(La rima de Bécquer Al brillar un relámpago nacemos/ y aún dura su fulgor cuando
morimos/ ¡tan corto es el vivir!/ La gloria y el amor tras que corremos/ sombras de un
sueño son que perseguimos/ ¡despertar es morir!).
Emilio Carilla en Cervantes y América dedica el primer capítulo a relacionar las edi-
ciones de Cervantes en Indias; el segundo, a Montalvo “Capítulos que se le olvidaron a
Cervantes”, un curso de moral; el tercero, a “Peregrinación de Luz del Día” de Alberdi,
asunto y acento (educar América a gobierno interior de sí misma, no economía política
sino moral social); y el cuarto a las “Letanías de Nuestro Señor Don Quijote” de Da-
río. (El padre del modernismo español en falsa dicotomía de “forma” frente al “fondo”
98ista, pues si bien enriquece la métrica añadiendo la clásica griega y la moda francesa
parnasiano-simbolista, también se interroga con el cuello del cisne por el porvenir patrio
en la Oda a Roosevelt: “hay mil cachorros del león español” “os falta una cosa: Dios” ;
evolucionará como Juan Ramón Jiménez , a una poesía pura: “de desnuda que está brilla
la estrella”, y anticipará lo existencial en “Lo fatal”: “Ser y no saber nada” en polisínde-
ton intensificador “y no saber dónde vamos ni de dónde venimos”)
Tras el espléndido soneto de Borges, trascribo el del grancanario (de Arucas) Domin-
go Rivero:
DON QUIJOTE
Nunca afán más generoso /alentó en humano pecho; / luchaste por el derecho / de lo
feo a ser hermoso
De tu caballo la huella / aún blanquea en la llanura / que el fulgor de tu locura / puso
en tu lanza una estrella.
Su luz al poeta guía: / Jamás de la poesía / logrará la cumbre suma / quien no lleve
algo, potente, / de tu locura en la mente / y de tu amor en la pluma
EL QUIJOTE EN SONETOS DE J.L. BORGES Y DOMINGO RIVERO 1218

No precisa comentario; la honestidad cervantina, ese autor que escribió en la cárcel


la mejor novela del mundo, al que visitaron en su penuria unos franceses asombrados de
que no mantuvieran del erario público a tal gloria de las Letras, que prefería le cortasen
la mano con que escribía antes que suscitar un mal pensamiento en sus Novelas Ejempla-
res, Que se dolió de que Avellaneda lo tildase de “manco y viejo” como si se escribiera
con las canas y no con el pensamiento y como si su herida no fuese de la más gloriosa
ocasión que vieron los siglos, batalla de Lepanto, ese hijo de su época que la trascendió
a lo intemporal, plasmó, en su criatura ese altruismo (que en ocasiones desbarra valentía
a temeridad, como el episodio del león, peligrando a los circunstantes, frente al sereno
mismo episodio del Cid) que a través de los siglos nos sigue insuflando.
Acabo contando algo personal: A mis trece años novelé “Política y amor”: Una niña
embajadora de la paz mundial, que amplía el cristiano “Paz a los hombres de buena vo-
luntad” a desear “Buena voluntad a todos los hombres”; se me perdió al viajar destinada
a Manresa en 1979 (dejando a mis cinco hijos en Tenerife) en 1982 intenté memorizarlo
y regalarlo a mi padre, que me contestó que “aterrizara”:
A Emilita ante 1982 y ante su libro de penas:
I.- Sueñas con lanzas sin freno / para atacar los molinos; / Ese es el sueño del bueno
/ante los tristes destinos.
Tiempla tu pulso, sereno, / calma sueños, desatinos, / y, por ti, procura el pleno, / el
mejor de los caminos.
¿Los demás?... Si tú eres buena / con tus hijos, por lo menos, / podrás ser la luz que
alumbre.
Enseña la vida serena, / y si logras hijos buenos / has alcanzado la cumbre.
II..- Como tú, pienso que soy, / como yo, pienso que eres, / Si yo padre, yo te doy, / y es
por eso lo que quieres.
Pero el viejo que soy hoy / y que tuvo sus ayeres, / que ahora está donde yo estoy / ya
cambió los pareceres.
Es de ley, el niño, niño; / y es de ley, el viejo, viejo, / cada cosa con su ciencia.
Emi, hija, con cariño: / el buen vino es el añejo, / la verdad es la experiencia.
III.- ¿Escribir lo que escribiste / a tus viejos trece años, / cuando tanto ya creciste / en
verdades, desengaños?
Ya no eres la que fuiste / escribirías amaños, / porque ya te convertiste / te convirtie-
ron los daños.
Porque fuerte te han pegado / yo no te digo cambiar / para buscarte tu paz.
Mas los palos que te han dado / deben hacerte pensar / cómo es esto, dónde estás.
Y IV.-Mas no te cortes el vuelo; / yo por ti, te engañaría, / que si pienso lo que haría /
yo, en tu lugar, / yo, seguro, intentaría / despegarme de este suelo / y orientándome hasta
el cielo / alto, muy alto, volar.
1219 COMUNICACIONES

Y, ya que ‘publico’ a mi padre e.p.d. Facundo Fierro Fernández, 1912.2001, trascribo


otra suya:
No me mires a los ojos / para verme allá en lo hondo / que te los cierro, amorcito, /
pues mis penas las escondo.
A la que yo contesté:
No me cierres más tus ojos / que son tu trozo de cielo, / el encuentro pasajero / de lo
que serán despojos.
Mira en torno: todavía / tienes mucho en qué gozarte; / lo demás es ‘nadería’ / que
revela la agonía / por el amor de plasmarte.
Y aún añado la siguiente suya que descubrí postmortem y parece hablar desde el más
allá (de acento más quevediano que cervantino):
De vivir, pensar, de ser, / paso, hijos, a no estar, / a no más poder hablar, /a no más
poderos ver.
Viviréis y no estaré, / y olvidaréis que yo estuve; / seré yo sólo la nube / que con el
viento se fue.
Pero si fuisteis mi vida / guardadme buena memoria, / deseadme allá la gloria / que
me queda aquí perdida.
Todo tiene su momento, / todo tiene su hora justa, / pero cosa que nos gusta / no se va
sin sentimiento.
Y, queridos, lo que siento, / lo que, amados, no me gusta, / lo que, míos, me disgusta /
es que me voy, como el viento.
EL QUIJOTE EN SONETOS DE J.L. BORGES Y DOMINGO RIVERO 1220
1221 COMUNICACIONES

BIBLIOGRAFÍA

Americana:
-Rosa BAZÁN DE CÁMARA El alma del Quijote, B. Aires 1924
-Rafael MAYA Los tres mundos de Don Quijote, Bogotá, Mºde Educación 1952
-Augusto D’HALMAC La Mancha de Don Quijote, Santiago de Chile, ed. Ercilla 1934
-José de ARMAS Y CÁRDENAS El Quijote de Avellaneda y sus críticos, Habana 1884
-Stephen GILMAN Cervantes y Avellaneda, Méjico 1961
-José Toribio MEDINA El disfrazado autor del Quijote impreso en Barcelona fue Fray
Alonso Fernández Santiago de Chile 1918
-Octavio MÉNDEZ PEREIRA Cervantes y el Quijote apócrifo, Panamá, Impr. Nnal.
1914
-Luis BARAHONA JIMÉNEZ Glosas del Quijote, San José de Costa Rica, 1953
-Santiago MONSERRAT Interpretación histórica del Quijote, Córdoba Argentina 1956
-F.David RUBIO ¿Hay una filosofía en el Quijote? New York Hispanic Inst. 1924 y
B.Aires U. 1943
-Amenodoro URDANETA Cervantes y la crítica Caracas La Opinion Nacional 1877
-Emilio CARILLA Cervantes y América, MºEducación U. B.Aires Fac. Fía. y Letras
1951
-Julio FERRER CORDERO Don Quijote en América Caracas 1930

Peninsular:
-Ramiro de MAEZTU Don Quijote, Don Juan y la Celestina, Madrid, Calpe 1936
-Ramón MENÉNDEZ PIDAL Un aspecto de la elaboración del Quijote Madrid 1920
-Juan VALERA Cervantes y el Quijote Madrid 1962
-Miguel de UNAMUNO Vida de Don Quijote y Sancho Austral, Madrid 1933
“El caballero de la Triste Figura y otros ensayos”
-Santiago RAMÓN Y CAJAL “Psicología de Don Quijote y quijotismo” ,discurso, Ma-
drid 1905
EL QUIJOTE EN SONETOS DE J.L. BORGES Y DOMINGO RIVERO 1222

-Marcelino MENÉNDEZ PELAYO “Discurso acerca de Cervantes y el Quijote” 1905


-José ORTEGA Y GASSET Meditaciones del Quijote 1914
-J.Mtnez. Ruiz “AZORÍN” La ruta de Don Quijote Madrid 1912
-José GOYANES CAPDEVILA Tipología del Quijote, prólogo del Dr.Marañón, Ma-
drid 1932
-Concha ESPINA El amor de las estrellas. Mujeres del Quijote Madrid Renacimiento
1916
-Joaquin CASALDUERO Sentido y forma del Quijote, Madrid Insula 1949
-8º CONGRESO INTERNACIONAL GALDOSIANO, Las Palmas de Gran Canaria
20-24 junio 2005: Sección 1 “Galdós y Cervantes”: Sadi Lakhdari “Una identificación he-
roica”, Leoardo Romero Tobar “La Desheredada y la tradición del Don Quijote con faldas”,
Mª Prado Escobar “La sombra alargada del Quijote en las Novelas contemporáneas”, Dia-
ne F. Urey “¿Qué es el hombre sin ideal?: Cervantes, Galdós y la lucha del ser”, Belén Gon-
zález Morales “Ontología de la ficción en Cervantes y Pérez Galdós”, MªD. Nieto “Persiles
y El caballero encantado”
-MLA (Modern Lang. Assoc.) Convention, Philadelphia, USA, 27 al 30 diciembre 2004:
cervantistas.
1223 ÍNDICE

ÍNDICE

PONENCIAS PLENARIAS
- Dr. Humberto López Morales.............................................................................13
“Presentación del diccionario académico de americanismos”

- Dr. Antonio Briz.................................................................................................31


“La cortesía verbal”

- Dr. Alberto Herrero de la Fuente......................................................................67


“La evolución del regionalismo americano”

- Dra. María Vaquero...........................................................................................91


“El léxico antillano en el Diccionario académico”

- Dra. Mª Isabel del Val. .................................................................................... 111


“Juana I, Reina de Castilla”

MESAS REDONDAS

Creación literaria en Hispanoamérica.


- Dra. Carmen Ruiz Barrionuevo........................................................................131
“La narrativa cubana desde la revolución”

- Dr. Ángel Rodríguez. .......................................................................................141


“Cervantes y America: del sueño a la realidad”

- Dr. Patrick Collard. ........................................................................................149


“América y Europa en Sinfonía desde el Nuevo Mundo”

- Dr. Teodosio Fernández....................................................................................157


“Sobre la narrativa hispanoamericana de los últimos tiempos”

Lenguas en contacto (I)


- Dr. José Mª Enguita Utrilla.............................................................................163
“Indoamericanismos léxicos en la relación de Cristóbal de Molina”
ÍNDICE 1224

- Dr. Dan Munteanu...........................................................................................181


“El español en el Sahara, Filipinas y Marianas”

Lenguas en contacto (II)


- Dra. Carmen Silva Corvalán...........................................................................197
“Contacto español-inglés en Estados Unidos: nuevas tendencias”

- Dra. Milagros Aleza....................................................................................... 211


“Sobre la presencia de voces de origen amerindio en la última edición
del Diccionario de la Lengua Española (2001)”

- Dr. Julio Calvo. ...............................................................................................235


“Sobre préstamos léxicos del quechua al español (desde el entorno peruano)”

- Dr. Francisco Gimeno......................................................................................251


“La respuesta de la lengua española ante la globalización económica
y el anglicismo léxico”

Estudios sobre el español de América


- Dra. Elena M. Rojas........................................................................................269
“El español de América entre los siglos XVI y XVIII a partir de los
documentos de la época”

- Dra. Pilar García Mouton. .............................................................................285


“Trabajos geolingüísticos del español de América”

- Dr. Félix Fernández de Castro........................................................................291


“Estado actual y perspectivas del proyecto ATeFonHA”

- Dr. José Antonio Bartol..................................................................................305


“El proyecto panhispánico de léxico disponible”

Cronistas de Indias.
- Dra. Cristina García Bernal...........................................................................319
“Fray Diego de Landa: destrucción y recuperación de la memoria
histórica de Yucatán”

- Dr. Julián B. Ruiz Rivera.................................................................................333


“La figura del conquistador en los cronistas del Nuevo Reino de Granada”

- Dra. Carmen de Mora Valcárcel....................................................................347


“Amplificaciones imaginativas en las crónicas de Indias: La Florida del Inca”

Políticas lingüísticas y constitucionales en Hispanoamérica (pasado y presente)


- Dra. Rocío Caravedo.......................................................................................359
“La política lingüística y la variación normativa”
1225 ÍNDICE

- Dr. Estanislao Ramón Trives........................................................................... 369


“Del deber ser utópico de las constituciones de los estados
hispanoamericanos a las políticas lingüísticas para el desarrollo
armónico de su patrimonio cultural”

- Dr. Jesús Ignacio Fernández Domingo............................................................. 379


“Tratamiento constitucional de la lengua en hispanoamérica”

La reina Juana y América.


- Dr. Mariano Cuesta Domingo.......................................................................... 403
“La reina Juana y América”

- Dr. Paulino Castañeda.................................................................................... 413


“Doña Juana I: un documento clave en la historia de América”

- Dr. José Antonio Armillas Vicente. ................................................................ 421


“El juramento de Juana de Trastámara y Felipe de Borgoña
como príncipes de Aragón”

- Dr. Miguel Ángel Zalama............................................................................... 431


“Juana I de Castilla entre la muerte de su esposo y el retorno de su padre.
La reina no gobierna, la reina se preocupa por las formas”

- Dr. Emilio Álvarez Villazán............................................................................ 449


“Tordesillas en la época de la reina Juana I”

COMUNICACIONES
Fonética y Fonología
- D. Antonio Lorenzo Ramos.............................................................................. 459
“Sobre las hablas insulares del español atlántico.
Datos y observaciones en torno a las consonantes implosivas”

- Dr. José Ignacio Puebla Gutiérrez y Alfonso Gordaliza Ramos.................... 469


“El habla desligada del español del Caribe”

Gramática
- Dr. Alberto Hernando García-Cervigón........................................................ 481
“Andrés Bello y las ediciones de la GRAE de principios del siglo XX”

- Dña. Mª Teresa García Godoy......................................................................... 495


“La controversia sobre los tratamientos en el periodo de Independencia”

- Dra. Mª Begoña Arbulu Barturen. ................................................................. 513


“Construcciones de referencia implícita (con se pasivo e impersonal)
en La ‘Memoria’ de Juan Ruiz de Arce”
ÍNDICE 1226

- Dra. Isabel Acero y Dr. Luis Santos Domínguez.............................................527


“Variaciones en el sistema de posesivos del español de América”

- Dra. Carmen Castillo Peña.............................................................................541


“La concordancia en el español hablado en América.
Análisis de algunos casos”

- Dra. Rosario Portillo......................................................................................555


“Reflexión sobre las estructuras transitivas e intransitivas:
su uso en el español de América”

- Dr. Hernán Urrutia y Dr. José L. Ramírez. ....................................................565


“El nombre común: número y género”

- Dr. Juan Antonio Moya....................................................................................585


“Usos y valores de la disyuntiva o en el habla culta de las principales
ciudades de América y España”

- Dña. Consuelo González Díaz.........................................................................599


“El uso variable de donde-otros relativos (preposición + artículo
determinado+que/cual) en el español escrito de Venezuela y España”

- Dra. Ana Mª Pérez Martín y Dr. Juan José Bellón. ........................................615


“La construcción más nada en el CREA”

Léxico y Semántica
- Dña. Marta Torres Martínez. .........................................................................627
“Estudio comparativo de los prefijos intensivos empleados en español
americano y peninsular: tratamiento lexicográfico y uso actual”

- Dr. José Ramón Morala y Dra. Janick Le Men Loyer.....................................641


“Sobre algunos occidentalismos en el español de América”

- D. Gonzalo Águila Escobar. ...........................................................................651


“El nuevo tesoro lexicográfico de la Lengua española y los diccionarios
del español de América: lagunas y ausencias”

- Dra. Marina Roa..............................................................................................667


“Estudio comparativo de expresiones fraseológicas chilenas y colombianas”

- Dra. Saide Cortés. ...........................................................................................677


“El fenómeno de las ‘zoonimias’ en el español de Chile”

- Dña. Rita Jáimez...............................................................................................685


“Lexías venezolanas: pasado y presente”
1227 ÍNDICE

- Dr. Tomás Labrador........................................................................................699


“Significado, significación, sentido(s)”

- Dña. Mónica Mª Gómez Gonzallo...................................................................715


“Los nombres de plantas en la obra de Íñigo Abbad y Lasierra”

- Dña. Luiza Valozic. .........................................................................................723


“Análisis del anglicismo léxico en el sociolecto publicitario”

- Dra. Ana Isabel Navarro.................................................................................737


“Evolución de los americanismos en la Academia: del DRAE 92 al DRAE-01”

- Dr. Mariano Franco Figueroa.........................................................................755


“Aspectos léxicos en las Noticias americanas de Antonio de Ulloa”

Dialectología, sociolingüística y geografía lingüística.


- Dr. Javier Medina López...................................................................................771
“Cincuenta años de investigación lingüística canario-americana (1955-2005)”

-Dña. Mª Rocío Rivera González.......................................................................789


“El ‘arte nuevo’ de hacer culebrones: el camino hacia una pollítica
lingüística globalizadora”

- Dra. Iris Yolanda Reyes Benítez.....................................................................801


“La lengua materna como vehículo de enseñanza en Puerto Rico (1898-2004)”

- Dr. Hiroto Ueda...............................................................................................813


“Análisis dialectométrico del léxico variable español .
Interpretación taxonómica de resultados”

- Dra. Nieves Vila Rubio y Dra. Stella Castañeda...........................................825


“Una muestra de fraseología americana: las locuciones verbales del parlache”

- Dña. Cristina Sánchez y Álvaro Octavio de Toledo........................................839


“Variación sintáctica y espacio dialectal: a propósito de
los cuantificadores interrogativos y exclamativos”

Análisis del discurso y Pragmática.


- Dra. Domnita Dumitrescu................................................................................857
“Pragmática del “sí” en el español mexicano”

- Dra. Nicolina Montesano Montessori............................................................873


“La voz del Viejo Antonio en el discurso del Movimiento Zapatista en México”
ÍNDICE 1228

- D. José Luis Samaniego.....................................................................................881


“Recursos sintácticos recurrentes de focalización en el habla
pública medial de Chile”

- Dra. Miriam E. Cid...........................................................................................889


“Fenómenos de focalización en el habla pública medial de Chile.
Comportamiento prosódico”

- Dña. Ernestina Rosa Susevich.........................................................................893


“Diálogo porteño”

- Dr. Florencio del Barrio.................................................................................903


“El uso (discursivo) de de pronto en el español hablado de Colombia”

- Dña. Cristina Egido. ........................................................................................915


“Una muestra del español oriental boliviano en el s. XVIII”

- Dña. Martha Menjura Torres.........................................................................927


“Algunas prácticas discursivas sociopragmáticas vigentes en Colombia
y otras en vía de extinción”

- D. Miguel Calderón Campos............................................................................939


“Sociolingüística y pragmática históricas: dos acercamientos al estudio
de la evolución de las fórmulas de tratamiento en el mundo hispánico”

- Dra. Rosario Llorente. ...................................................................................949


“Sentimientos y sensaciones ante el español
de las telenovelas hispanoamericanas”

- Dña. Inés Castro..............................................................................................961


“Uso y función de este en el discurso oral espontáneo
de hablantes puertorriqueños”

Contacto de lenguas
- Dña. Liliana Santo Domingo Llanos...............................................................975
Muerte y desaparición de las lenguas en Colombia. El caso de la lengua
“mokaná” en el municipio de Tubará, departamento del Atlántico

- D. Gonzalo Ortega y Dña. Isabel González....................................................985


“Las relaciones lingüísticas canario-cubanas: su reflejo en la fraseología”
1229 ÍNDICE

- Dr. José Mª García Martín. .............................................................................999


“¿Un cambio de rumbo en la política lingüística de la Corona española
en América en el siglo XVIII?”

Cronistas,descubrimientos y colonización.
- Dr. Francisco Ruiz Fernández......................................................................1.017
“Comentario sobre cartas del
siglo XVI relacionadas con el Río de la Plata”

- Dra. Emelina Martín Acosta........................................................................1.029


“Los comentarios del Padre Las Casas a la visión colombina del indígena”

- Dra. Montserrat León Guerrero.................................................................1.043


“Los cronistas de los viajes colombinos”

- Dra.Mª Luisa Martínez de Salinas...............................................................1.057


“La crónica de los descubrimientos de Juan Álvarez Maldonado”

- Dña. Eufrocina Rojas Arregocés. ................................................................1.067


“Glosario documentado de voces indígenas en la Apologética
Historia Sumaria de Fray Bartolomé de las Casas”

- Dra. Pilar Panero García.............................................................................1.085


“La dimensión histórica de la crónica de Motolinía y sus fuentes”

- Dña. Mª Josefina Valeri de Colina. ..............................................................1.095


“Cortesía estratégica en algunas epístolas de fundadores andinos
colombo-venezolanos”

- Dr. Manuel Galeote y Dr. Miguel Figueroa...............................................1.107


“El español en la frontera: interacción comunicativa y contacto
hispano-náhuatl a través del vocabulario bilingüe (1555)
de Alonso de Molina”

- Dña. Verónica Rivera Reyes.........................................................................1.125


“La importancia de las relaciones geográficas en el español de América”

- Dr. Marcial Morera Pérez...........................................................................1.137


“Las motivaciones semánticas de la primera
toponimia hispánica de la Nueva España”

- Dra. Mª Ángeles López Vallejo....................................................................1.145


“El primer tratado militar publicado en el Nuevo Mundo. La neología”
ÍNDICE 1230

- Dra. Adelaida Sagarra Gamazo...................................................................1.159


“Los cronistas de Indias, fuentes para la Historia: Juan Rodríguez
de Fonseca en el relato mexicano de López de Gómara”

Interpretación de textos hispánicos


- Dr. Luis Alberto Hernando Cuadrado.........................................................1.169
“Sobre el tratamiento de la lengua en La Catira”

- Dr. Juan de Dios Torralbo Caballero..........................................................1.183


“Aproximación a dos artes poéticas desde Edgar Allan Poe:
el poeta es un pequeño dios”

- Dr. Miguel Ángel Rebollo Torío.................................................................1.189


“Martín Luis Guzmán: la violencia en La sombra del caudillo”

- D. Casimiro Melgar Hoyos...........................................................................1.199


“Desde una olla en Cervantes hasta la Hoya en Carpentier”

- Dr. Juan de Dios Torralbo Caballero..........................................................1.205


“El otro, el mismo, Whitman”

Cervantes en América
- Dña. Emilia Fierro Sánchez..........................................................................1.215
“El Quijote en sonetos de J. L. Borges y Domingo Rivero”

Índice..............................................................................................................1.223

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