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El libro de Apocalipsis comienza con una visión del Cristo Resucitado (Ap. 1).

El Señor Jesús, vestido


de gloria, le ordena a Juan que escriba cartas a los “ángeles” de siete iglesias que se encontraban en
la provincia de Asia, el país que hoy llamamos Turquía. Como la palabra “ángel” significa
“mensajero”, bien puede ser que la carta esté destinada a los pastores de estas congregaciones.
Juan escribe siete cartas. La primera se dirige a la Iglesia en Éfeso. Esta era la ciudad portuaria más
importante de Asia Menor. De acuerdo a los Hechos de los Apóstoles, el Apóstol Pablo visitó Éfeso
durante su segundo viaje misionero (Hch. 18:19). En aquella ocasión, fue bien recibido por la
comunidad judía que se reunía en las sinagogas.
Pablo volvió a Éfeso durante su tercer viaje misionero (Hch. 19). Allí encontró una comunidad con
gran diversidad religiosa. Aparte de la comunidad judía, Pablo también encontró discípulos de Juan
el Bautista. Ahora bien, la práctica religiosa más importante en Éfeso era el culto a una diosa de la
fertilidad que los romanos llamaban Diana y que los griegos llamaban Artemisa. Esta era una
hipóstasis o manifestación de Astarte, la antigua diosa de la fertilidad cananea. Para hablar claro,
“fertilidad’ quiere decir “sexo”. Éfeso era la sede del templo de Diana, la diosa del sexo. Este templo
era la industria principal de la ciudad. La mayor parte de la gente de la ciudad trabajaba en empleos
relacionados al turismo que generaba ese templo.
Pablo le predicó a los tres grupos religiosos que encontró en Éfeso. Los antiguos discípulos de Juan
aceptaron el evangelio de Jesucristo (Hch. 19:1-7). La comunidad judía se dividió. Algunos aceptaron
el mensaje cristiano, pero otros veían la fe de Jesucristo como una superstición. Finalmente, los
plateros que vivían de hacer y vender pequeñas réplicas del Templo de Diana, denunciaron a Pablo
y provocaron su encarcelación (vv. 23-41).
La comunidad cristiana en Éfeso, pues, enfrentó oposición en sus comienzos. Sin embargo, creció
hasta convertirse en el centro misionero más importante de Asia Menor. De hecho, se cree que el
resto de la iglesia nombrada en Apocalipsis—las comunidades cristianas de Esmirna, Pérgamo,
Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea—fueron fundadas por la iglesia en Éfeso. Fue un centro
misionero importante, convirtiéndose en la ciudad más importante del Imperio Bizantino, hasta el
siglo 11 cuando fue conquistada por los musulmanes.
La carta comienza diciendo en los vv. 2 y 3: “Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu
perseverancia, y que no puedes soportar a los malos, has probado a los que se dicen ser apóstoles
y no lo son, y los has hallado mentirosos. Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado
arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado.”
La comunidad cristiana en Éfeso fue perseverante. En el Nuevo Testamento, la palabra
“perseverancia” quiere decir “resistir de manera militante”. Perseverar no es esperar de manera
pasiva. Las personas que perseveran se mantienen firmes ante la adversidad; adoran a Dios aun
cuando las autoridades lo proscriban; y predican el evangelio aunque las autoridades la persigan.
Y la Iglesia en Éfeso fue perseverante. Predicó el Evangelio. Fundó congregaciones. Dio testimonio
de Cristo en medio de la persecución. Fue un modelo de fe, de perseverancia y fidelidad al Señor.
Ahora bien, en el v. 4 el Señor Jesucristo dice que tiene una queja contra la iglesia. La queja era que
había dejado su primer amor.
¿Qué quiere decir perder el primer amor? Una iglesia pierde el primer amor cuando pierde su fervor
por la obra de Jesucristo; cuando se pierde el celo misionero. Un creyente pierde el primer amor
cuando la oración se convierte en una costumbre, la Biblia se queda olvidada en una esquina y asistir
a la Iglesia se toma como algo opcional.
El problema es que, cuando se escribe Apocalipsis, la Iglesia en Éfeso ocupaba una posición de
liderazgo. Sí, los líderes habían perdido el primer amor. Perder el primer amor es un peligro
constante para todo creyente. Cualquier creyente que se aleja de Dios, que pierde el contacto con
la iglesia y que deja de practicar las disciplinas espirituales, puede perder el primer amor.
En el v. 5, el Señor Jesucristo exhorta a la iglesia a cambiar su situación, diciéndole: “Recuerda, por
tanto, de dónde has caído, arrepiéntete y haz las primeras obras, pues si no te arrepientes, pronto
vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar.”
Esto nos lleva a considerar la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos recuperar el primer amor? ¿Qué
debemos hacer para recuperar la relación con Dios que disfrutamos una vez?
1. Para recuperar el primer amor es necesario recordar el fervor y las prácticas que caracterizaron
nuestros primeros pasos en la fe.
2. También es necesario examinar nuestra práctica de la fe. Muchos de nosotros debemos
“arrepentirnos”, es decir, cambiar nuestra manera de actuar. El verdadero arrepentimiento se
demuestra en la práctica.
3. Además, para volver al primer amor debemos cultivar a las disciplinas espirituales que llevan al
crecimiento en la fe.
La carta a la Iglesia en Éfeso termina indicando la recompensa que le espera al creyente que se
mantenga perseverante en la fe: “Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en
medio del paraíso de Dios” (v. 7).

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