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El animal público
La dimensión oculta
Inteligencia colectiva
La condición urbana
Más allá del ver está el mirar
Teoría de la deriva
La cámara lúcida
El animal público
La dimensión oculta
Inteligencia colectiva
La condición urbana
Más allá del ver está el mirar
Teoría de la deriva
La cámara lúcida
Manuel Delgado
El animal público
Hacia una antropología de los espacios urbanos
EDITORIAL ANAGRAMA
BARCELONA
Diseño de la colección:
Julio Vivas
Ilustración: «30103/93", Pamela Jane (P.J.) Crook, 1993
Primera edición: mavo 1999
Segunda edicíon: mayo 1999
Tercera edición: julio 1999
Cuarta edición: julio 1999
cultura Libre
© Manuel Delgado, 1999
© EDITORIAL ANAGRAMA, S.A., 1999
Pedró de la Creu, 58
08034 Barcelona
ISBN: 84-339-0580-5
Depósito Legal: B. 35222-1999
Printcd in Spain
Liberduplex, S.L., Constitució, 19,08014 Barcelona
El día 8 de abril de 1999, el jurado compuesto por Salvador
Clotas, Román Gubern, Xavier Rubert de Ventós, Fernando Savater,
Vicente Verdú y el editor Jorge Herralde, concedió, por
mayoría, el XXVII Premio Anagrama de Ensayo a El animal público,
de Manuel Delgado.
Resultó finalista Los Goytisolo, de Miguel Dalmau
V. UNA NIEBLA OSCURA, A RAS DE SUELO
1. LA SOCIEDAD INTERMINABLE
2. LA CIUDAD ILEGIBLE
En la ciudad, todo orden político trata de alimentar como puede la ilusión de una
identidad entre el mismo –la polis- y la urbanidad que administra y supone bajo su
control –la urbs- .En cambio, como Isaac Joseph ha escrito, la urbs es “la ciudad antes
de la ciudad, la ciudad superior y el paradigma de la ciudad ” (Joseph, El transeúnte y el
espacio urbano, p.18)
No se debe confundir, no obstante, la oposición ente la urbs y la polis con aquella otra,
tan frecuentada desde el liberalismo y el libertarismo –difíciles de distinguir a veces-,
entre sociedad civil y Estado- y superior en legitimidad. Así, el enfrentamiento que
Pierre Clastres registra en las sociedades amerindias entre sociedad y Estado se
parece ciertamente, al que aquí se sugiere entre las prácticas de la urbanidad y la
sociedad políticamente centralizada. Esta analogía no implica, cono todo, una plena
equiparación. La diferencia entre la oposición entre sociedad/Estado en Clastres y la
de urbs versus polis estribaría, ante todo, en que la sociedad en todos los casos se
corresponde con el modelo de las estructuras conclusas y cerradas, trabajadas desde
la sociología y la antropología funcionalistas. Lejos del referente sociológico tradicional
-la sociedad como totalidad orgánica integrada funcionalmente-, la sociedad urbana
es, por principio, la concreción radical de lo que Lévi Strauss llamaba sociedad
caliente, es decir sociedad dependiente de procesos caóticos, impredecibles y
entrópicos. En este sentido, la oposición urbs/polis sería análoga a la propuesta por
Spinoza y retomada por Maffesoli y Negri de potencia/poder, ya comentada y sobre la
que conviene regresar. La urbs, en efecto, sería /como la potencia spinoziana- una
energía creativa y a moral, un puro funcionamiento sus funciones, dinamismo hecho
de fragmentos en contacto, una pasión constante que se agitaría de espaldas a un
orden político que intenta pacificarla como puede, sin conseguirlo. Por su parte la
potestas/polis se pasaría el tiempo esforzando en desactivar los fragores de la
sociedad urbana, forzándola a confesar el sentido escondido de sus extravagancias.
Para resolver esa comparación imperfecta entre la oposición sociedad versus estado y
la de urbs versus polis, acaso sería conveniente considerar una tercera instancia
conceptual, relativa a las territorializaciones elaboradas por una organización social
institucionalizada al margen de la administración política y que conformarían las viejas
instituciones primarias ―parentesco, sistema de producción―, funcionando en
precario e insuficientemente en las sociedades urbano-industriales. (Lefebvre. El derecho a
la ciudad, p.19), Más recientemente Jairo Montoya se ha referido a esa misma ciudad
como espacio colectivo, distinto tanto del espacio público ―o civitas― como del
espacio político de las polis (J.Montoya, La emergencia de las subjetividades metropolitanas,
Revista de Ciencias Humanas, Medellín, 1998, p.91-133). Cabría sugerir a la sazón un desglose
que sustituiría la oposición diádica urbs/polis por una división triádica que distinguiera
entre administración política, sociedad estructurada y sociedad estructurándose. De
ahí se desprendería otra división en términos espaciales entre territorios políticamente
determinados, territorios socialmente determinados, y espacios socialmente
indeterminados, estos últimos disponibles y abiertos para que se desarrolle en su seno
una sociabilidad inconclusa, por decirlo de algún modo en temblor, intranquila, y por
tanto, intranquilizante. Un esquema simple podría resumir esta matización:
La idea, latente ya en la potentia espinoziana y que la oposición polis/urbs reactualiza,
de una instancia que no es nada en sí, sino una pura posibilidad de ser, independiente
de todo factor material o ambiental, aparece reflejada en el concepto de Hanna Arendt
propuso de poder. El poder está asociado a lo que era para Arendt el espacio de
aparición, lo "surge entre los hombres cuando actúan juntos y desaparece en el
momento en que se dispersan". El poder es la energía que mantiene ese espacio todo
él hecho de posibilidades, algo que reúne todas "las potencialidades que pueden
realizar pero que jamás materializarse plenamente". Para Arendt" el poder sólo es
realidad donde la palabra y el acto no se han separado, donde las palabras no están
vacías y los hechos no son brutales, donde las palabras no se emplean para velar
intenciones sino para descubrir realidades, y los actos no se usan para violar y destruir
sino para establecer relaciones y crear nuevas realidades". (Arendt, La condición humana,
p/223) Ese poder ―que Arendt identifica explícitamente con la potentia latina, y no con
la potestas― es lo contrario de la fuerza. El poder, en Arendt, es siempre un poder
potencial, y un poder potencial de juntar. La fuerza en cambio en intercambiable y
mensurable, está ahí para ser ejercida sobre algo o alguien. Se asocia a la violencia y
si bien pude derrocar el poder jamás podría sustituirlo. La fuerza es, por definición,
como la potestas espinoziana, como la polis moderna, impotente.
Los conceptos de potencia (Spinoza, Maffesoli, Negri) y poder (Arendt) se adecuan a
la perfección a los principios activos que constituyen la urbs y cuyo marco natural es el
espacio urbano Cómo definir ese espacio público que constituye lo urbano en la
ciudad? Un espacio paradójico, testimonio de todo tipo de dinámicas enredadas hasta
el infinito, abierto, en el sentido de predispuesto a conocer y crear informaciones,
experiencias y finalidades nuevas, y a concretarlas. Frente a esa realidad conformada
por diferencias que se multiplican, de intensificaciones, aceleramientos,
desencadenamientos súbitos. (Arendt, La condición humana, p/223). acontecimientos
imprevistos, se produce un continuada esfuerzo por convertir todo ello ―la
urbanización en politización, es decir en asunción del arbitrio del Estado sobre la
confusión y los esquemas paradójicos que organizan la ciudad. En esa dirección, y
más allá de los dispositivos de control directo que no dejan de inventar y analizar lo
que sucede en las calles, la administración política de la ciudad sabe que resulta
indispensable la proclamación de polos que desempeñan una tarea de integración
tanto instrumental como expresiva, y que le resulten atractivos al ciudadano tanto en el
plano de lo utilitario como en el semántico y afectivo. Manuel Castells establecía cómo
tras la idea de “centro urbano”lo que hay es la voluntad de hacer posible, sea como
sea, lo que la administración política entiende que es una “comunidad urbana”, en el
sentido de “una sistema específico, jerarquizado, diferenciado e integrado de
relaciones sociales y valores culturales”. (M. Castells, Problemas de investigación en
Sociología urbana, Siglo XXI, Madrid, 1971, pag.169)
Con ello se aspira a alcanzar la utopía de la ciudad ordenada y tranquila que el poder
político ha venido soñando desde Platón. A partir de ahí y de la mano de San agustín,
Campanella, Moro, Fourier y otros, la utopía urbana se ha venido contemplando como
la realización de un sistema arquitectónico cerrado, de tal manera que no nos
equivocaríamos diciendo que la utopía urbana, la ciudad soñada es sobre todo un
orden social entendido como orden arquitectónico. En urbanismo, la geometrización de
las retículas urbanas y la preocupación por los equilibrios y las estabilidades
preceptúales se plantean, al igual que las retóricas arquitecturales, a las maneras de
máquinas de hacer frente a la segmentariedad excesiva, al desbarajuste de todas las
líneas difusas que los elementos moleculares trazan al desplazarse sin sentido, al
ruido de fondo que lo urbano suscrita constantemente. Sedantes que intentan paliar
las taquicardias y arritmias de la autogestión urbana. Es decir, el urbanismo no
pretende ordenar lo urbano de la ciudad, sino anularlo, y si no es posible, cuando
menos atenuarlo al máximo.
Ahora bien, la sofisticación y perfección de los dispositivos de fiscalización panóptica y
las estratagemas de imposición de significados no tienen garantizado el éxito. Una y
otra vez ven desbaratada su intención por la hiperactividad urbana que de un modo u
otro, siempre acaba escapándosele entre las manos alas instancias encargadas de
mirar y unificar, Dicho de otro modo, Son constantes los desmentidos mediante los
que la urbs advierte a la polis sobre lo precario de la autoridad que cree ejercer. En su
manifestación más expeditiva, estas autorizaciones pueden producirse cuando la urbs
decide apearse del simulacrote su sumisión y deja de inhibirse ante los grandes
propósitos arquitectónicos y urbanísticos, para pasar a exhibir su hostilidad hacia ellos
y hacia las instancias políticas y socioeconómicas que los patrocinan, articulando por
su cuanta modalidades específicas de acción sobre la forma urbana. Se trata de
convulsiones que tienen como protagonista a las masas, ese viejo personaje de la vida
urbana moderna, que decide llevar hasta las últimas consecuencias una lógica que se
ensaya en cada fiesta y que consiste ñeque el poder político sea expulsado o
marginado del escenario urbano, ocupado ahora de manera tumultuosa por sus
propios usuarios que, reunidos para proclamar o hacer algo, pasan a convertirse en
amos del lugar.
Esta ocupación inamistosa -antiurbanística y antiarquitectónica- del espacio público
pude producirse masivamente, en forma de grumos que proclaman a sí mismos en
tanto que entidades colectivas dotadas de voluntad y dirección propia>
manifestaciones, algaradas, insurrecciones, protagonizadas por lo que se presentará
como la turbamulta o el pueblo en función de la respetabilidad que se le quiera
conferir. Pero el reconocimiento de una distancia irreconciliable entre la sociedad
urbana y el orden político también puede darse en el desacato microbiano que
ejecutan los usuarios ordinarios de la calle: paseantes, peatones, caminantes
anónimos…, un ejército de merodeadores sin rumbo aparente, dispuestos a cualquier
cosa, guardianes de secretos, conspiradores que usan a su manera los espacios por
los que circulan.
La calle es el escenario de prácticas/ formas de hacer, -a la manera como lo expresara
Durkheim- ajenas al espacio geométrico o geográfico que se ha construido según
premisas teóricas abstractas. Tales operaciones hilvanan la especialidad otra, punto
ciego de una ciudad politizada, que se quisiera apacible, pero que nunca lo es. Para
las tecnologías y discursos a ella relativos, la ciudad debería ser un espacio
confeccionado a partir de un número finito de propiedades estables, aislables y
articuladas las unas con las otras, que harían de ella una maquinaria intervenida por
todo tipo de estrategias que la racionalizan, que la colocan en el centro mismo de los
programas políticos y de las ideologizaciones de cualquier orientación. En cambio, de
espalda a esos dispositivos y de control proliferan por miles micropoderes opacos,
astucias combinadas hasta el infinito e irreductibles a cualquier manejo o
administración.
Tales indisciplinas unicelulares, grupales o masivas deberían ser el objeto de una
teoría de la cotidianidad, de lo que Certeau llama un “espacio vivido y de una
inquietante familiaridad de la ciudad”, una teoría atenta a las motricidades peatonales,
las instrumentalidades ,menores que se derivan del discurrir sin más, del errar sin
objeto. En eso consiste la enunciación secretamente lírica de los viandantes,
diseminadores y borradores de huellas, exploradores de indicios, colonizadores de
continentes tan ignotos como breves. Son ellos quienes trazan trayectorias
indeterminadas e impredecibles por los territorios edificados, escritos y prefabricados
por los que se desplazan. Adoptando un término concebido para describir los usos
espaciales de los niños autistas, Certeau habla de las deambulaciones ordinarias
como vagabundeos eficaces, y lo hace para referirse al simple caminar por las calles
como un acto radicalmente creativo e iluminador, de igual forma que el hecho mismo
de abrir el portal para salir es un movimiento inicial hacia la libertad. En uno de sus
relatos brevísimos “Paseo repentino” Franz Kafka nos presenta a un hombre que
parece decidido a pasar la velada en su casa,. Se ha puesto el batín y las pantuflas y
se ha sentado frente a la mesa para iniciar algún trabajo o algún juego, luego del cual
se irá a la cama, como cada noche. Nada haría pertinente no aconsejable salir en ese
momento. A pesar de ello e indiferente a la sorpresa e incluso a la ira despertada entre
los miembros de su familia, el protagonista se levanta, se viste, da una excusa y sale.
Entonces, ya en la calle siente reunidas en sí todas las posibilidades de decisión, nota
el poder de provocar y soportar los mayores cambios. “Por una noche, uno se ha
separado completamente de su familia, que se desvanece en la nada, y convertido en
una silueta vigorosa y de atrevidos y negros trazos, que se golpea los muslos con la
mano, adquiere su verdadera imagen y estatura”.
El decir de los viandantes efectúa el lenguaje de los diseñadores urbanos y de los
ingenieros de la ciudad, lenguaje que en la realidad es imposible sin ellos y que sólo
se puede encarnar en la tradición a que los habitantes le someten al apoderarse de él,
expresando lo incompleto de la información con que los modeladores de espacios
urbanos cuentan a la hora de concebir sus proyectos, su ignorancia. Las instituciones
creen imponer su lenguaje y su sintaxis. Las frases de los viandantes en cambio, se
infiltran entre todas las construcciones gramaticales y se amoldan a intereses y deseos
bien distintos de los que generan las políticas urbanísticas. La imagen que Certeau
propone es la de derivas o desbordamientos por un relieve impuesto, vaivenes
espumosos de un mar que se insinúa entre los roquedales y los dédalos de un orden
establecido. “De esta agua regulada en principio por las cuadrículas institucionales que
de hecho erosiona poco a poco y desplaza, las estadísticas apenas si saben algo. No
se trata den efecto de un líquido, que circula por entre los dispositivos de los sólido,
sino de movimientos otros, que utilizan los elementos del terreno”. (Certeau, L”invention du
quotidien, p.57).
Para descubrir las prácticas deambulatorias de los viandantes y su relación con las
estructuras morfológicas prefijadas que se dan, Certeau convoca la vieja dicotomía
entre el habla y la lengua. Para Saussure la lengua es el sistema subyacente, la
convención o norma, el orden clasificatorio que determina que es y cómo hay que
decir el lenguaje. El habla es simplemente la suma de lo que la gente dice, el empleo o
práctico instrumental y ordinario del lenguaje y lo que, en último término, lo determina.
Esa división lingüística básica conocerá otras conceptualizaciones. El valor habla se
traduce, en la glosemática de Hjelmlev, por los de proceso y uso lingüístico, que
definen la realización efectiva del lenguaje y se oponen a la noción de esquema
equivalente a la lengua saussuriana. Emile Benveiste se refiere al discurso como la
lengua sumida y transformada por los hablantes, la intervención de éstos en y sobre el
lenguaje. Para la lingüística generativa de Chomsky la perfomance es la realización de
la lengua y contrasta con la competencia, que es su virtualidad. Antes, esa misma
oposición se había planteado en términos de código mensaje en la tradición lingüística
norteamericana. En ese contexto León Bloomfield había propuesto su teoría
situacional, según la cual la significación de una unidad lingüística no era sólo la
situación en la que el hablante la enuncia y la respuesta que provoca por parte del
oyente. De ahí la tendencia conocida como etnografía de la comunicación, disciplina
atenta a la primacía de la función y de las problemáticas contextuales sobre la
estructura y el código. Todo ello había sido llevado por Wittgenstein a su fórmula más
extrema: “Una palabra no tiene significación, sólo tiene usos”.
Todas estas oposiciones recuerdan la marxista entre valor de uso y valor de cambio,
que, a su vez, extendida ala conceptualización del espacio social, le sirvió a Henri
Lefrebvre para contrastar el espacio para vivir del espacio para vender. En cualquier
caso los usos paroxísticos del espacio público por parte de los transeúntes
equivaldrían a esa función de uso o realización física que reciben los signos –habla,
uso, discurso, proceso, perfomance, mensaje, operación por la que los hablantes
ocupan el lenguaje, práctica concreta de la comunicación de la que se deriva, en
última instancia todo significado.
Otro repertorio de conceptos aplicables a los usos ambulatorios del espacio público
nos viene dado por la obra de Mijail Bajton, el gran renovador del estructuralismo ruso.
Bajtin comienza por concebir toda estructura literaria de una forma no muy distinta a
como Certeau entiende el espacio, pues la palabra literaria no es nunca un punto fijo –
un sitio propio-, sino un cruce de superficies textuales, un diálogo plurideterminado y
polivalente entre escrituras. La palabra poética se asocia con la que Bajtin llama un
discurso carnavalesco, un movimiento polifónico que impugna o ignora la lógica de los
discursos codificados y las censuras de la gramática. El discurso carnavalesco se
relaciona con el plano sintagmático de la lengua clásica, con la práctica, con el
discurso, con la lógica correlacional, con la literatura que Bajtin llama menipea –
Rabelais, Swift, Dostoiewski, Joyce, Proust, Kafka- y que consiste en la exploración
del lenguaje mismo, pero también del cuerpo y del sueño. Lo contrario es la historia
oficial, el monólogo, el relato, la lógica aristotélica, el sistema, la ley, Dios. La
estructuración carnavalesca es una cosmogonía sin sustancia, sin identidad, sin
causa. Sólo existe en y por las relaciones que suscita y que, a su vez, lo suscitan. En
él todo son distancias, conexiones, analogías o posiciones no excluyentes, diálogos
pluridireccionales. El sujeto de la carnavalidad de Bajtin se corresponde plenamente
con el viandante de Certeau, ambos anonimato puro, creadores sorprendiéndose a sí
mismo en el acto de crear, cada uno de ellos persona y disfraz, ellos mismos y todos
los demás.
edward
t. hall
X
w. H. AUDEN, prólogo a
Thc birth of nrchitccturs
-
Dirtancia íntima Fase lejana
(Dirtancia de 15 a 4~5cm)
DISTANCIA PERSONAL
DISTANCIA SOCIAL
LOS ALEMANES
Orden en el espacio
( D e quikn es el dormitorio?
Comportamknto ocular
LOS PRANCF.SES
La estrella y la reticula
A
EL JAPÓN Y EL MUNDO ÁRABE
Parte de la maña que tienen
los japoneres para crear jardines
se debe al hecho de que en la
percepción del espacio emplean
la visión junto con todos los de-
más sentidos. La olfacción, los
cambios de temperatura, la hu-
medad, la luz, la sombra y el
color, todo está combinado de
modo que intensifique el empleo
cabal del cuerpo en calidad de
órgano sensorio. En contraste
con la perspectiva de un solo
punto de los pintores renacen-
tistas y barrocos, el jardín japo-
nés está diseñado para su dis-
frute visual desde muchos puntos
de vista. El diseñador obliga al
visitante a detenerse acá y allá,
quizá para buscar dónde poner
el pie en una piedra situada
en el medio de un estanque, y
a alzar los ojos en el preciso
momento en que su vista alcan-
zará a captar un aspecto insos-
pechado. El estudio de los espacios japoneses ilustra su
costumbre d e llevar al individuo a un punto desde donde
pueda descubrir algo por solo.
Las normas árabes a continuación descritas no tienen
que ver con eso de "llevar" a la gente a algún lado. En
el mundo árabe se entiende que uno relacionará por sí
mismo puntos muy alejados unos de otros, y además
muy aprisa. Por esta razón, el lector debe hacer un
cambio mental para pasar a los árabes.
EL MUNDO ARABE
EL MUNDO Á R ~ B E
Comportamiento en público
Conceptos de priuado
Los contactos
1
8 ¿Qué es un espacio antropológico?
Multiplicidad de los espacios de significación
Las relaciones entre humanos producen, transforman y acondicionan
continuamente espacios heterogéneos y entrelazados. Una simple conversación
puede
ser considerada como la construcción en común de un espacio virtual de
significaciones
que cada interlocutor trata de deformar según su humor, sus proyectos. Estos
espacios
plásticos, que nacen de la interacción entre personas, comprenden a la vez los
mensajes, las representaciones que ellos evocan, las personas que los intercambian
y la situación en su conjunto, tal como es producida y reproducida por los actos de
los participantes.
Los espacios vividos son relativistas: ceden y se deforman alrededor de objetos
que ellos contienen y que los organizan. Las personas, las imágenes, las palabras y
los conceptos son más o menos estructurantes según la intensidad afectiva que se
les dedica. Espacios evanescentes, como pequeñas burbujas que se crean en el
momento de un encuentro, y luego desaparecen... espacios más durables,
retomados, ensanchados, endurecidos, instituidos.
Nosotros experimentamos todos los días esos espacios vividos que nacen de las
interacciones entre las personas. Pero existen más vastos, a escala de instituciones,
de grupos sociales, de grandes conjuntos culturales, y que ponen en juego no solo
a humanos sino a elementos no humanos de todos los orígenes: sistemas de
signos, dispositivos de comunicación, armas, instrumentos, electrones, virus,
moléculas, etcétera.
Se reconoce la importancia de un acontecimiento en el orden intelectual,
técnico, social o histórico por su capacidad de reorganizar las proximidades y las
distancias en tal o más cual espacio, incluso su poder de instaurar nuevos
espaciostiempos, nuevos sistemas de proximidad. Como los espacios
interpersonales, losmundos cosmopolitas crecen, se reducen y se transforman,
desplazando las intensidades afectivas, arrastrando en su devenir nuevas figuras de
deseo.
Los seres humanos no habitan pues solamente en el espacio físico o
geométrico, viven también y simultáneamente en espacios afectivos, estéticos,
sociales, históricos: espacios de significación en general. 1
Mi vecina de piso, con la cual solo intercambio buenos días y buenas noches, se
encuentra muy cerca de mí en el espacio-tiempo ordinario. Pero leyendo un libro de
un
autor ya fallecido hace tres siglos, puedo establecer con él, en el espacio de los
signos
y del pensamiento, una conexión intelectual mucho más fuerte. Esa gente de pie
alrededor mío en el metro me son más lejanos, en un espacio afectivo, que mi hija,
o
mi padre que se encuentran a quinientos kilómetros de ahí.
2
Vivimos en miles de espacios diferentes, cada uno con su sistema de
proximidad particular tal (temporal, afectivo, lingüístico, etcétera), que una entidad
cualquiera puede estar cerca de nosotros en un espacio y muy alejada en otro.
Cada
espacio posee su axiología, su sistema de valor o de medida particular. El objeto
tal,que será muy “pesado” en cierto espacio, será ligero, marginal, en otro. Una
buena
parte de nuestra actividad cognitiva consiste en distinguirnos entre la multitud de
“mundos” diferentes en los cuales navegamos. Debemos descubrir rápidamente la
topología y la axiología de los nuevos espacios en los cuales debemos participar, no
confundir los sistemas de valores, apreciar la evolución de las situaciones.
1 "J'habite une multiplicité d'espaces" Michel Serres, L'interférence, Minuit, París, 1972, p.151
El Espacio del saber, por ejemplo, no debe ser confundido con el objeto de las
ciencias de la cognición. El estrato cognitivo está evidentemente presente en toda
actividad humana. El hombre piensa desde el origen de la especie; como veremos,
cada espacio antropológico desarrolla incluso formas particulares de conocimiento.
El
Espacio del saber propiamente dicho solo comienza a dibujarse con alguna
consistencia
en el siglo XX. El Espacio del saber como creación antropológica en curso es un
plano
vivo, cualitativamente diferenciado, desplegado por las metamorfosis y las
3
navegaciones de los intelectos colectivos que lo recorren. No hay que confundirlo
con
una especie de continente abstracto de todos los conocimientos posibles: él
secreta,
por el contrario, una forma muy particular de saber y reorganiza, jerarquiza,
sumerge
en el medio activo que es el suyo los modos de conocimiento surgidos de los otros
espacios antropológicos.
Asimismo, el Espacio de las mercancías no es “la economía”, objeto de una
ciencia social particular: es evidente que la producción y los intercambios existen
desde siempre. Sin embargo, el mundo de significaciones, de relaciones sociales y
de
interacción con el cosmos, que se despliega a partir de la revolución industrial y
continúa extendiéndose y proliferando en la actualidad, se ha podido datar
perfectamente. Va mucho más allá del campo de la producción y de los
intercambios
económicos, para abarcar casi todos los aspectos de la vida humana. El Espacio de
las
mercancías no es pues un estrato de la vida social dividida según el punto de vista
o
los métodos de una ciencia particular, se trata más bien de un mundo que ha
crecido y
se ha desarrollado de manera autónoma, una gran máquina cosmopolita,
autoorganizada, creadora y destructora.
Los espacios antropológicos han aparecido progresivamente en el transcurso de
la aventura humana, tomaron consistencia, se hicieron autónomos hasta
convertirse
en irreversibles. La Tierra, como hemos tratado de mostrar, es indisociable de la
humanidad como tal. La desaparición de la agricultura, del Estado y de la escritura
es
sin dudas pensable, pero solo puede ser considerada como una catástrofe
espantosa,
un caos mortífero. Sería lo mismo con el desplome total del capitalismo (y no
solamente con una simple crisis económica o una recesión). Es su irreversibilidad lo
que nos permite calificar esos espacios de antropológicos.
4
La Tierra es la frecuencia de base. El primer espacio corresponde justamente a
la instauración de una velocidad superior a la de la vida animal: la de los lenguajes,
de
la técnica de la cultura. El Territorio construye la primera velocidad perceptible a
escala
del individuo, la de los escritos y de los imperios, de la burocracia y de las
fronteras: la
lentitud, el tiempo extenso del Territorio. El Capitalismo inventa la aceleración. En
cuanto al espacio del saber, él se elabora en los confines del tiempo real, más allá
del
“directo”. Y las cuatro velocidades, las cuatro frecuencias coexisten.
No había ninguna necesidad de la aparición de los espacios antropológicos. La
evolución hubiera podido detenerse con los grandes primates y desarrollarse de
otra
manera. Ni las palabras de los hombres, ni el núcleo de silencio y de enigma que
los
inspira hubieran jamás desplegado la Tierra. La humanidad hubiera podido
estabilizarse en el paleolítico, a semejanza de los aborígenes de Australia y de
tantos
otros cazadores, recolectores y nómadas, cuyo refinamiento intelectual y social no
tiene nada que envidiar a las culturas posteriores al neolítico.
La civilización misma, no debía forzosamente desembocar en el capitalismo.
Mesopotamia, Egipto, Grecia, Roma, China, el área islámica, los grandes imperios
no
hubieran podido sucederse, coexistir indefinidamente, sin que el gran movimiento
de
aceleración de la historia y de unificación económica del mundo que comenzara en
el
siglo XVI, no sucediera jamás.
5
cuando esos espacios se engendran y crecen del interior. Tomar los espacios
antropológicos por clases o conjuntos entre los cuales se ordenarían los seres, los
signos, las cosas, los lugares, cada entidad del mundo humano: tal sería el efecto
de
un segundo malentendido.
Los espacios antropológicos son mundos de significaciones y no de categorías
cosificadas que comparten objetos corporales: un fenómeno cualquiera puede,
pues,
ocurrir en varios espacios a la vez. En cada uno de ellos tendrá una figura, un peso,
una velocidad diferente. Más que una taxonomía, el instrumento de orientación y
de
localización que organizan los cuatro espacios es una especie de Carte du Tendre
(mapa del amor) antropológico. Un amor no está exclusivamente circunscrito a las
cumbres de la pasión, a los torrentes del celo o aún a las ciénagas del tedio: pasa
sucesivamente de uno a otro, se distribuye incluso en varios lugares
simultáneamente.
Así, el mapa de los espacios antropológicos sirve menos para clasificar a gente, a
cosas, a instituciones o a acontecimientos en uno u otro sitio, que a desplegar para
cada fenómeno, el conjunto del espectro antropológico.
Esto es lo humano, atravesando con toda su importancia los cuatro espacios;
en marcha, los pies golpeando en la gran Tierra a los mitos, con los cabellos
erigidos
hacia el cosmos y los dioses; sentado, comedido, inscrito en el Territorio; los brazos
en
el trabajo, en el Espacio de las mercancías, ojos y orejas devorando los signos del
espectáculo; la cabeza, en fin, en el espacio del saber, el cerebro conectado a otros
cerebros, secretando los mundos virtuales de los intelectos colectivos, errando,
navegando, recreando mil otras Tierras en la esfera múltiple de los artificios.
Se trata menos de clasificar u ordenar elementos que de localizar, en la
institución tal, en la máquina cosmopolita tal, en el acontecimiento o experiencia
tal, lo
que depende de los espacios cósmicos, territorial, mercantil, y lo que abre a un
cuarto
espacio utópico, virtual, trazando líneas de futuro. La cartografía antropológica es
un
check-list, un sustrato para la memoria, un instrumento para desplegar todas las
dimensiones de un ser o de un proceso. Si este método pudiera servir para separar,
clasificar o aislar, que se le abandone inmediatamente.
Tampoco hay que dejarse engañar por la sucesión o superposición tranquila que
sugiere un discurso inevitablemente lineal. Para imaginarse el tipo de complejidad
de
que se trata aquí, imaginemos que un cuaderno de cuatro páginas (cada una de las
páginas corresponde a un espacio antropológico) se rompa, sea estrujado.
Supongamos ahora que una aguja (que representa el fenómeno a cartografiar,
según
nuestro sistema de proyección) sea hundida en esta bola de papel. La aguja
atravesará
cada uno de los espacios en un cierto orden y podrá perforar varias veces el mismo
espacio. Cada nueva aguja hundida en la bola tendrá relaciones diferentes con los
cuatro espacios, tanto en relación con la sucesión, como por el número de
encuentros.
3 Gille Deuleuze, Felix Guattari, L'Anti-Oedipe, Minuit, París, 1972 (sobre todo el capítulo “Sauvages, barbares, civilisés ”).
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El animal público
La dimensión oculta
Inteligencia colectiva
La condición urbana
Más allá del ver está el mirar
Teoría de la deriva
La cámara lúcida
Urbanidades
La ciudad a la hora
política y encuentre una coheren- Esta expresión ilustra una tensión rias corporales en todos los senti-
cia que le permita defenderse de la entre el mundo de la ciudad (el que dos (los cuatro puntos cardinales)
desintegración de lo urbano. hace la “sociedad”) y el de lo urbano y todos los niveles (el horizontal,
de la mundialización.
Mongin ofrece una profunda re- generalizado (el que ya no constitu- el alto, el bajo, el subterráneo). La
flexión en torno a la cuestión ur- ye la “sociedad” sino que pretende condición de esta experiencia in-
bana reuniendo en su recorrido ajustarse a la escala mundial). finita es el marco urbano mismo:
las reflexiones de un sinnúmero de Al final del recorrido el autor invi- la infinidad de recorridos coincide
Olivier Mongin. Buenos Aires: Paidós, 2006. autores tales como Ascher, Beck, ta a preguntarse si los lugares crea- con un espacio singular. La ciudad
Choay, Donzelot, Damisch, Kool- dos por la reterritorialización en es una entidad acotada, limitada y
haas, Lévi-Strauss, Magnaghi, Sas- curso permiten que se los habite y abierta hacia el ambiente que la ro-
España Verrastro sen, Touraine y Veltz, entre otros. si favorecen la institución de prác- dea. El marco espacial no es arbi-
Correo electrónico: everrastro@gmail.com En este viaje transita por ciudades ticas democráticas en los espacios trario, oscila entre un centro y una
Dirección postal: Pedro Bidegain 4068, de toda Europa llegando hasta urbanizados. Considera entonces periferia, con lo cual favorece un
(1233) Ciudad de Buenos Aires. Buenos Aires y el Cairo. que el desafío está puesto en re- movimiento permanente entre dos
El recorrido empieza por las ciu- conciliarse con el espíritu urbano límites, un ida y vuelta incesante
Fecha de recepción del artículo: 15 de marzo de 2011 dades idealizadas que despiertan y ciudadano, ese espíritu que cree entre una aspiración centrífuga al
Fecha de aceptación final del artículo: 20 de mayo
la inspiración en el cuerpo y el que lo uno y lo múltiple aún pue- afuera y una seducción centrípeta
espíritu. Diseña, así. una suerte den marchar concertadamente. por el adentro.
de tipo ideal de la condición urba- En consonancia con el concepto de
Olivier Mongin es filósofo de profe- ración que reúne e integra, está en les a la hora de enfrentar los desa- na entendida como la posibilidad “tipo ideal” de Weber, el autor con-
Primera parte:
sión y fue alumno de Paul Ricœur. vías de desaparición. Mongin ob- fíos y urgencias que se presentan. ilimitada de relaciones en un es- sidera que la experiencia urbana se
La ciudad, un “ambiente
Desde 1988 es editor y director de serva una mutación de lo urbano a La modificación rápida de los te- pacio físico limitado. Un espacio ha consolidado a lo largo de la his-
la revista francesa de pensamiento escala mundial, describe el pasaje rritorios influidos por las grandes que vincula elementos mentales,
en tensión” toria de la democracia europea y
contemporáneo Esprit. Además, de lo urbano a lo “posturbano” y de revoluciones tecnológicas han físicos, imaginarios y espaciales. En la primera parte del libro, el que conserva su significación por
co-dirige la colección “La couleur la ciudad a la “posciudad”. El análi- dado lugar a la preponderancia de Luego, el autor describe el devenir autor reflexiona acerca del primer ser una mezcla de elementos men-
des idées” (El color de las ideas) sis de estas transformaciones se da los flujos por sobre los lugares. urbano en la era de la “mundiali- sentido de la expresión “condición tales y físicos, de lo imaginario y lo
en las ediciones Seuil desde 1985. en el marco de una proliferación de La nueva cultura urbana exige que zación” contemporánea destacan- urbana” concebida como un terri- espacial. Es una experiencia multi-
Entre sus obras se encuentran El ciudades y frente a la proyección de el espacio adquiera una forma po- do el fenómeno de la fragmenta- torio específico -la ciudad- donde dimensional que no separa lo pú-
miedo al vacío, un trabajo sobre las que, para el año 2015, existirán 33 lítica y encuentre una coherencia ción pero también la aparición de se desarrolla el espacio ciudadano blico de lo privado sino que asocia
pasiones democráticas (Fondo de megalópolis1 de las cuales 27 se en- que le permita defenderse de la una “economía de archipiélago” en y es a la vez su condición de posi- ambos ámbitos. Es esa experiencia
Cultura Económica, 1993: versión contrarían en los países menos de- desintegración, donde lo uno y lo la cual las “ciudades en red” ya no bilidad. entendida de acuerdo a diversos
original 1989) y Violencia y cine sarrollados y sólo Tokio sería una múltiple puedan marchar concen- se corresponden en absoluto con Más allá del aspecto físico (terri- registros.
contemporáneo, un escrito sobre el ciudad rica. Plantea que la tradi- tradamente. la “red de las ciudades” mercanti- torio y límites), la experiencia ur- Mongin describe tres formas de
predominio de la imagen y la pro- cional visión de una ciudad al es- Además de tomar en considera- les. El lugar de la ciudad es insepa- bana se conjuga en tres “tipos” que experiencia. Por un lado, la “expe-
liferación de la violencia en las so- tilo europeo pierde terreno a favor ción los flujos y las redes entre las rable de los flujos con los cuales se entrelazan lo privado y lo público, riencia corporal” mediante la cual
ciedades modernas (Paidós, 2002: de una metropolización como fac- ciudades, Mongin se pregunta por encuentra en tensión. Desde este lo interior y lo exterior, lo perso- “cobra forma” la ciudad. La ciudad
versión original 1999). tor de dispersión, fragmentación y el tipo de lugares y jerarquías que punto de vista, el autor considera nal y lo impersonal. La ciudad es como un cuerpo, un espacio fini-
La condición urbana, publicada multipolarización. emergen entre esos diversos espa- necesario volver a pensar el papel una experiencia física polifónica to donde es posible una trama de
originalmente en Francia en 2005, El autor considera que la reflexión cios. Considera que la evolución de que le cabe a la experiencia urbana donde interviene la relación circu- trayectorias corporales infinitas,
es una de sus últimas obras. En ese en torno a la idea de “condición la experiencia urbana debilita no- y a la constitución de lugares que lar entre el centro y la periferia, un en todos los sentidos (puntos car-
libro, el autor analiza las transfor- urbana”, en su doble sentido, así tablemente la dimensión política promuevan la vita activa, propone espacio público donde interviene dinales) y en todos los niveles, y
maciones de las ciudades y postula como la presentación del estado de de la ciudad. Si el espacio común exhibir la ciudad como una ciuda- la vida política y un objeto que se con contenido temporal. Por otro
que el modelo de ciudad europea, situación y la precisión semántica, ya no es la regla, hay que fundar dela sitiada por flujos exacerbados mira, una construcción sometida a lado, la “experiencia física” es el
concebido como una gran aglome- son puntos de partida primordia- o refundar las entidades políticas por la “tercera mundialización” la entrada de flujos de la técnica y deambular de un cuerpo en un es-
histórica. a la voluntad de control del Estado. pacio donde predomina la relación
Mongin se refiere a la experiencia La ciudad es un espacio finito que entre centro y periferia; el espacio
1 Centros urbanos devenidos en “ciudades masa”, “ciudades mundo”, con frecuencia completamente fuera de control (Mongin,
2006:204).
urbana como una experiencia en- ofrece la posibilidad de trayectorias público, es donde se expone una
120 España Verrastro - Quid 16, Núm. 1 - págs. 120-123 La condición urbana. La ciudad a la hora de la mundialización. 121
vida política. Finalmente, la “expe- existen entre la metamorfosis de lo producto, entre otros factores, que repele sus límites en un doble dad de “ciudades mundo” (en un una toma de conciencia efectiva
riencia pública” es el espacio me- urbano y la constitución progre- de las nuevas tecnologías y de la sentido: se despliega hacia fuera y extremo: metrópoli, megaciudad, del papel que desempeña lo “local”
diante la cual la ciudad se “pone en siva de la sociedad en red: por un revolución económica iniciada se pliega y contrae internamente. ciudad global). A diferencia de la con sus múltiples variantes. Lo lo-
escena”, no porque la ciudad posea lado segmenta y fracciona; por el en la década del ’60, que implicó La expresión “urbano generali- condición urbana que establecía el cal exige rehacer o crear lugares,
espacios definidos y distinguidos otro, reúne a individuos próximos rupturas históricas cualitativas al zado” no designa entonces a una vínculo entre un adentro y afuera transformar territorios en lugares,
como públicos sino porque crea la en ciudades homogéneas. Ya no re- fusionar las “economías mundo” red de ciudades que coexisten, donde se podía entrar y salir, lo ur- en espacios que vuelvan a ser aglo-
condición de posibilidad donde se laciona, organiza lógicamente tipos en una sola, así como la inversión sino que se refiere a una red urba- bano generalizado (inseparable de merados urbanos.
exige encontrar la mejor posición de reunión y agregación homogé- de la relación de las ciudades con na preexistente que pesa sobre los una dinámica metropolitana) da En el plano político, exhorta a des-
entre las tensiones producidas en- neos en los que lo que no es integra- el Estado. Este proceso no puede lugares que deben adaptarse a su lugar a ciudades ilimitadas que se prenderse del lastre de la relación
tre lo público y lo privado, lo inte- ble se expulsa al exterior y de esta reducirse a un solo aspecto. Tie- velocidad y a su escala. Se impone despliegan en el interior, o a ciuda- centro-periferia y dar prioridad
rior y lo exterior, y la interioridad forma, el centro reúne en un solo ne consecuencias observables en una representación del caos que des que se encierran en sí mismas, a las aglomeraciones multipola-
y la exterioridad. Estas tensiones se objeto la ciudad entera. La conti- otros planos (cultural, político suscita interpretaciones encontra- o a ciudades llamadas globales que res que presentan una coherencia
entrelazan, se confunden, se rela- nuidad se impone en apariencia a migratorio, jurídico, territorial) das: se habla del “caos bueno” y del se contraen para conectarse mejor (histórica, geográfica, económica)
cionan. Es necesario no reducir la la discontinuidad, triunfa la oposi- que se entrecruzan aunque o no “caos malo”, favoreciendo una do- a los flujos. a fin de que el Estado promueva
experiencia pública por excelencia ción entre el adentro y el afuera. necesariamente se superponen y ble visión en la que lo imaginario en ellas políticas de redistribución
-la experiencia política- solamente no tienen igual capacidad de pre- y la realidad parecen confundirse. que no intervengan únicamente
Tercera parte:
al espacio público. El espacio públi- sión. Es por esto que distinguirlos Con el desarrollo del fenómeno “en las márgenes”. En ese sentido,
Segunda parte: El imperativo democrático
co es la ocasión de exteriorización y especificarlos permite entender metropolitano y la urbanización pone en diálogo a las políticas que
La posciudad o las
de uno mismo, mientras que la po- la importancia de los flujos terri- contemporánea emerge entonces En la última parte del libro el au- se aplican en las ciudades France-
lítica implica una acción colectiva.
metamorfosis de lo urbano toriales para comprender la re- la segunda paradoja: un espacio tor reflexiona sobre la urgencia sas y en Estados Unidos mostran-
En efecto, la “experiencia política” En la segunda parte del libro, el configuración de los territorios. ilimitado que dificulta e imposi- de reconquistar el sentido de lo do las ventajas de las experiencias
remite a concepciones acerca de la autor aborda la condición urba- Esta “tercera mundialización” no bilita los intercambios y las tra- local que aliente la formación de de desarrollo comunitario por so-
solidaridad, la integración y la con- na conjugada con las formas de se caracteriza por una articula- yectorias, favoreciendo practicas una comunidad política para po- bre las experiencias centradas en
dición de ciudadano que implica la “posciudad” y “lo urbano gene- ción jerárquica y piramidal con un limitadas y segmentadas, privile- der asegurar la prevalencia de la la discriminación positiva de los
movilidad. Se establece un adentro, ralizado”, la ausencia de límites y centro y una periferia, sino por la giando el escalonamiento en lu- democracia. Esta “reconquista” actores periféricos. Finalmente,
un espacio de derecho donde pre- de discontinuidad. Al imponerse oscilación entre lo limitado y lo ili- gar de la dialéctica del adentro y se plantea con una combinación postula que el resurgimiento de
valece la identidad y la pertenencia la continuidad, y con ella la ex- mitado. del afuera. Esta dinámica aparece de exigencias en tres ordenes: ar- los lugares requiere la existencia de
en relación con el afuera. tensión y el escalonamiento de La limitación ya no tiene el obje- acompañada con la jerarquía entre quitectónico (imaginar enlaces), una política capaz de circunscribir
La experiencia urbana continúa los territorios urbanos, los flujos tivo de crear un marco político los espacios urbanos (en relación a urbanístico (constituir espacios un espacio legítimo de representa-
siendo un “ideal regulador”, una condicionan la organización de las integrador sino que responde a la mayor o menor conexión con la que no se replieguen sobre si mis- ción y de “conciencia metropolíti-
fuente de significación en tanto ciudades que pierden su autono- una ilimitación precedente, la de red global) junto con una separa- mos) y político (reintegrar los es- ca” sin la cual no puede existir la
la mezcla entre elementos men- mía. La “posciudad” y “lo urbano los flujos mundializados. Se pasa ción creciente en el seno mismo de pacios urbanos que se deshacen participación. Por esto, más allá de
tales y físicos, de lo imaginario y generalizado” designan enton- de un mundo marcado por la los lugares. La desaparición de una o divorcian entre si). Promueve, la representación, el autor señala,
de lo espacial. Sin embargo, Mon- ces a un fenómeno doble: por un verticalidad a un mundo que pri- cultura urbana de los límites da lu- en primera instancia, un retorno la urgencia en recrear las comuni-
gin nos exhorta a pensar la actual lado, el predominio de los flujos, vilegia una horizontalidad falsa- gar a diversas figuras, a una varie- de los lugares. Esta tarea requiere dades políticas.
preponderancia de los flujos por la preeminencia de la red sobre la mente continua que crea disconti-
sobre los lugares, frente al que el ciudad, el reino de la continuidad nuidades, rupturas y discordancia
urbanismo contemporáneo debe territorial; por el otro, la transfor- de una índole inédita: un nuevo
resolver cómo continuar facilitan- mación de los espacios urbanos en régimen de crecimiento, la “mun-
do la posibilidad de realización de lugares sometidos a la presión ex- dialización” política y el debilita-
la experiencia urbana. Esto es, de terna de los flujos. Esta condición miento de la función integradora
establecer relaciones. Ello implica urbana generalizada está en el ori- del Estado, la “mundialización”
pensar en los pares que la estruc- gen de un sistema urbano mundia- cultural, la reconfiguración de los
turan, las relaciones entre un cen- lizado que privilegia las redes y los territorios, la revolución tecnoló-
tro y una periferia, entre lo inte- flujos, contribuyendo a distinguir, gica, empañamiento de lo real y
rior y lo exterior, entre lo privado jerarquizar y fragmentar a los lu- liberación de lo posible. Esto no da
y lo público, entre el adentro y el gares entre si. lugar a un paisaje homogéneo. La
afuera. Es necesario comprender- Mongin caracteriza a la llamada aparición de lo urbano sin urba-
lo para iluminar los vínculos que “tercera mundialización” como nidad es el resultado de lo urbano
122 España Verrastro - Quid 16, Núm. 1 - págs. 120-123 La condición urbana. La ciudad a la hora de la mundialización. 123
El animal público
La dimensión oculta
Inteligencia colectiva
La condición urbana
Más allá del ver está el mirar
Teoría de la deriva
La cámara lúcida
Comunicación Oral y Escrita I y II
El documento a continuación ha sido extraído de la revista “Signo y Pensamiento”, No.20, Primer semestre de 1992,
Colombia. Para uso exclusivo de la materia Comunicación Oral y Escrita I y II de la Universidad ICESI.
Una semiótica de la mirada, es decir, una lectura de la mirada como signo, nos
invita a establecer una serie de precisiones. Precisiones que buscan, sobre todo,
proponer distinciones y crear diferencias.
1
Licenciado en Literatura de la Universidad Javeriana. Actualmente es Director del
Departamento de Expresión y profesor del área de semiótica en la Facultad de Comunicación
Social, Pontificia Universidad Javeriana.
1
Comunicación Oral y Escrita I y II
2. Ver, mirar
Valga otra distinción. El ver es natural, inmediato, indeterminado, sin intención;
el mirar, en cambio, es cultural, mediato, determinado, intencional. Con el ver se nace;
el mirar hay que aprenderlo. El ver depende del ángulo de visión de nuestros ojos, el
mirar está en directa relación con nuestra forma de socialización, con la calidad de
nuestros imaginarios, con todas las posibilidades de nuestra memoria.
Para el ver, la desnudez; al mirar, el desnudo. En la desnudez se está; al
desnudo se llega. He aquí una distinción paralela a la que hay entre placer y goce. El
placer, cercano a los órganos; el goce, vecino de la imaginación.
Ver y mirar. El ver busca cosas; el mirar, sentidos. Y si las ciencias naturales
han mejorado las limitaciones de nuestro ver, son las ciencias de la cultura las que han
conquistado y legitimado las diversas formas de mirar. Ver es reconocer; mirar es
admiramos.
4. Mirones, miradores
Así como hay una distinción entre ver y mirar, debemos diferenciar entre el
mirón y el mirador. El mirón (otros lo llamarán voyeur) es alguien que curiosea. El
mirón es el puente entre el ver y el mirar. Un mirón es un ser medianero. Una mirada
de primer nivel. El mirador es otra cosa. Un mirador es un sibarita: usa sus ojos para
hacer espectacular lo que ve. El mirador convierte, transforma lo inmediato (visto por
el mirón) en mediatez; lo obvio en obtuso, diría Barthes. Un mirador dispone, arregla,
2
Comunicación Oral y Escrita I y II
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Comunicación Oral y Escrita I y II
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Comunicación Oral y Escrita I y II
-Invisibles, no Watson, sino inobservables. Usted no supo mirar, y por eso se le pasó
por alto lo importante. No consigo convencerle de la son las uñas de los pulgares, de
los problemas que se solucionan por un cordón de los zapatos... Nunca confié en las
impresiones generales, amigo, concéntrese en los detalles".
La mirada atenta, perspicaz, la "mirada de lince o de Linceo" sabe que la
importancia de lo infinitamente minúsculo e incalculable, y que la punta visible del
iceberg no es sino una novena parte de todo su volumen invisible. La mirada más viva
y penetrante, la que infiere y abduce, es la mirada policíaca.
5
Comunicación Oral y Escrita I y II
mirar por encima, abarcando la mayor parte posible, puede ayudarnos a entender la
fascinación del hombre por los tronos, los pedestales, las tribunas. Son innumerables
las relaciones que hay entre mirada y poder. Desde lo alto logramos mirar todo o casi
todo. A la par que nos hacemos menos tocables, podemos controlar, dominar con
nuestra mirada. Superioridad e inferioridad son coordenadas del mirar.
Digamos de paso que cuando otro nos mira en totalidad consigue un poder
omnímodo sobre nosotros. De pronto sea esa la razón por la cual nos desnudamos en
la penumbra; para que el otro no posea sino fragmentos de nuestra piel. Quizás ese
sea el encanto del claroscuro: dejar ver y ocultar al mismo tiempo. A lo mejor el acierto
de algunos desnudos consiste en el manejo de la sombra -siempre pudorosa- que se
resiste a la mirada total de la luz.
6
Comunicación Oral y Escrita I y II
envenenan el aire; los ojos del basilisco "qué sólo mediante su mirada mata, sin
curación alguna, a aquellos quienes mira primero, pues el veneno que les arroja los
emponzoña hasta el corazón". O el rostro tan feo de Medusa que "quien lo mira queda
petrificado por el terror". En ambos casos, encontrarse frente a frente con el monstruo,
mirarlo, es tanto como fallecer.
Y la única salida, la única salvación, es seguir de cerca los consejos de
Minerva a Perseo: "una vez que llegues delante del monstruo, míralo con el espejo,
cuidando de no mirar en otro lado al espeluznante rostro". El espejo es el amuleto, lo
que mata el monstruo. Hermosa imagen para decir o simbolizar el recorrido oblicuo,
transversal, de llegar a nuestro interior. Es a través de un "tercero" como logramos
conocer, mirar, las zonas más espantosas de nosotros mismos. Sólo con un espejo
podemos "detener", fijar, nuestro lado oscuro. Y, ya hecho máscara, entonces, hacerlo
nuestro. Aceptarlo.
El monstruo muere cuando se reconoce. Salir de la monstruosidad es una tarea
de anagnórisis. Somos abisales; es un enorme y laberíntica selva submarina la que
alberga nuestros monstruos: pasiones, pulsiones, fantasías; grifos y serpientes,
quimeras y demonios; esfinges, dragones, bestias, vampiros... A lo mejor, todo
monstruo desea emerger y, de pronto, para encontramos con algunos de ellos,
tenemos que sumergimos en nuestras aguas más insondables. Si el monstruo
emerge, y no estamos prevenidos, moriremos. Pero si contamos con un espejo -el
"espejo de la verdad", dice Paul Diel- seguramente traeremos a tierra la cabeza de uno
de nuestros monstruos. Ya en la playa podremos contemplarlo en plenitud, mirarlo
detenidamente. "Ese también soy yo", diremos. Y podremos ponerlo como enseña en
nuestro pecho; sí, como un escudo protector.
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Comunicación Oral y Escrita I y II
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Comunicación Oral y Escrita I y II
terminar; nos fastidian las miradas acabadas, concluidas. Las miradas privadas,
cautivan; las miradas públicas, ofenden.
"La mirada acaricia Fijándose y desdeña Apartándose", escribió Luis Cemuda.
El mirar da o no ofrece privilegios. La mirada puede otorgamos un nombre o dejamos
en el anonimato. Caricia cuando somos elegidos; desdén, si nadie nos elige.
El mirar es bifronte. Uno de sus flancos contiene las anunciaciones; otro, las
renuncias. U no de sus frentes es abundancia de presencias; otro, escasez, carencia.
La mirada es bifronte: o es mapa o laberinto. La mirada puede indicamos el camino a
la ternura o dejamos en la intemperie del abandono... Amos y esclavos somos del
mirar... "¡Mírame, no dejes de mirarme!. No. ¡Ya no me mires, no quiero tu mirada!.
Insisto. ¡Mírame, o ya no merezco que me mires!... ¡Mírame!”
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Comunicación Oral y Escrita I y II
miramos, a mirar hacia dentro. Eso lo intuimos, lo imaginamos. Entonces, ¿por qué
esa mirada es imposible? Porque ya no nos sirven los ojos de este mundo, porque
tenemos que cambiar de miradores.
Sabemos que en el sueño miramos, pero lo sabemos porque despertamos. En
la mirada del morir, en cambio, no hay despenar. Sólo fijeza, máscara. Disparo hacia
dentro, luz que apaga un resplandor. Mirada vacía de mirada.
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El animal público
La dimensión oculta
Inteligencia colectiva
La condición urbana
Más allá del ver está el mirar
Teoría de la deriva
La cámara lúcida
TEORÍA DE LA DERIVA de Guy Debord (1958)
Texto aparecido en el # 2 de Internationale Situationniste. Traducción extraída de
Internacional situacionista, vol. I: La realización del arte, Madrid, Literatura Gris, 1999.
Entre los procedimientos situacionistas, la deriva se presenta como una técnica de paso
ininterrumpidos a través de ambientes diversos. El concepto de deriva está ligado
indisolublemente al reconocimiento de efectos de naturaleza psicogeográfica y a la afirmación
de un comportamiento lúdico-constructivo que la opone en todos los aspectos a las nociones
clásicas de viaje y de paseo.
Una o varias personas que se entregan a la deriva renuncian durante un tiempo más o
menos largo a las motivaciones normales para desplazarse o actuar en sus relaciones, trabajos y
entretenimientos para dejarse llevar por las solicitaciones del terreno y por los encuentros que a
él corresponden . la parte aleatoria es menos determinante de lo que se cree: desde el punto de
vista de la deriva, existe en las ciudades un relieve psicogeográfico, con corrientes constantes,
puntos fijos y remolinos que hacen difícil el acceso o la salida de ciertas zonas.
Pero la deriva, en su carácter unitario, comprende ese dejarse llevar y su contradicción
necesaria: el dominio de las variables psicogeográficas mediante el conocimiento y el cálculo de
posibilidades. En este ultimo aspecto, los datos que la ecología ha puesto en evidencia, aun
siendo a priori muy limitados el espacio social que esta ciencia se plantea, no dejan de ser útiles
para apoyar el pensamiento psicogeográfico.
Debe utilizarse el análisis ecológico del carácter absoluto o relativo de los cortes del
tejido urbano, del papel de los microclimas, de las unidades elementales completamente
distintas de los barrios administrativos y sobre todo de la acción dominante de los centros de
atracción, y completarse con el método psicogeográfico y debe definirse al mismo tiempo el
terreno pasional objetivo en el que se mueve la deriva de acuerdo con su propio determinismo y
con sus relaciones con la morfología social.
En su estudio sobre París y la aglomeración parisina (Bibliothè de Sociologie
Contemproaine, P.U.F. 1952) Chombart de Lauwe señala que “un barrio urbano no está
determinado únicamente por los factores geográficos y económicos, sino por la representación
que sus habitantes y los de otros barrios tienen de él”; y presenta en la misma obra – para
mostrar “la estrechez del Paris real en el que vive cada individuo... un cuadrado geográfico
sumamente pequeño” – el trazado de todos los recorridos efectuados en un año por una
estudiante del distrito XVI, que perfila un triangulo reducido, sin escapes, en cuyos ángulos
están la Escuela de Ciencias Políticas, el domicilio de la joven y el de su profesor de piano.
No hay duda de que tales esquemas, ejemplos de una poesía moderna capaz de traer
consigo vivas reacciones afectivas – en este caso la indignación de que se pueda vivir de esta
forma -, así como la teoría emitida por Burgess a propósito de Chicago sobre el reparto de las
actividades sociales en zonas concéntricas definidas, tienen que contribuir al progreso de la
deriva.
El azar juega en la deriva un papel tanto más importante cuanto menos asentada esté
todavía la observación psicogeográfica. Pero la acción del azar es conservadora por naturaleza y
tiende en un nuevo marco, a reducir todo a la alternancia de una serie limitada de variantes y a
la costumbre. Al no ser el progreso más que la ruptura de alguno de los campos en los que actúa
el azar mediante la creación de nuevas condiciones más favorables a nuestros designios, se
puede decir que los azares de la deriva son esencialmente diferentes de los del paseo, pero que
se corre el riesgo de que los primeros atractivos psicogegráficos que se descubren fijen al sujeto
o al grupo que deriva alrededor de nuevos ejes recurrentes a los que todo les hace volver una y
otra vez.
Un exceso de confianza con respecto al azar y a su empleo ideológico, siempre
reaccionario, condenó a un triste fracaso al famoso deambular sin rumbo intentado en 1923 por
cuatro surrealistas que partieron de una ciudad elegida al azar: es evidente que vagar en campo
raso es deprimente y que las interrupciones del azar son allí mas pobres que nunca. Pero cierto
Pierre Vendryes lleva la irreflexión mucho más lejos en Médium (mayo 1954) creyendo poder
1
añadir a esta anécdota – ya que todo ello participaría de una misma liberación antideterminista –
experimentos probabilísticos sobre la distribución aleatoria de renacuajos en un cristalizados
circular, cuya clave proporciona advirtiendo: “semejante multitud no debe sufrir ninguna
influencia directiva externa”. En estas condiciones, se llevan la palma los renacuajos, que tienen
la ventaja de estar “tan desprovistos como es posible de inteligencia, de sociabilidad y de
sexualidad”, y por consiguiente “son verdaderamente independientes unos de otros”.
En las antípodas de estas aberraciones, el carácter primordialmente urbano de la deriva,
en contacto con los focos de posibilidad y de significado que son las grandes ciudades
transformadas por la industria, responde mejor a la frase de Marx: “Los hombres no pueden ver
a su alrededor más que su alrededor más que su rostro; todo les habla de sí mismos. Hasta su
paisaje está animado”.
Se puede derivar en solitario, pero todo indica que el reparto numérico más fructífero
consiste en varios grupos pequeños de dos o tres personas que compartan un mismo estado de
conciencia. El análisis conjunto de las impresiones de los distintos grupos permitirá llegar a
conclusiones objetivas. Es preferible que la composición de estos grupos cambie de una deriva a
otra. Con más de cuatro o cinco participantes, el carácter propio de la deriva decae rápidamente,
y en todo caso es imposible superar la decena sin que la deriva se fragmente en varias derivas
simultáneas. Digamos de paso que la práctica de esta última modalidad es muy interesante, pero
las dificultades que entraña no han permitido organizarla con la amplitud deseable hasta el
momento.
La duración media de una deriva es de una jornada, considerando como tal el intervalo
comprendido entre dos periodos de sueño. Su comienzo y su final son indiferentes de la jornada
solar, pero hay que indicar que generalmente las ultimas horas de la noche no son adecuadas
para la deriva.
Esta duración media solo tiene valor estadístico, sobre todo porque raramente se
presenta en toda su pureza, al no poder los interesados evitar, al principio o al final de jornada,
distraer una o dos horas para dedicarlas a ocupaciones banales. Al acabar el día, la fatiga
contribuye a este abandono. Pero sobre todo la deriva se desarrolla a menudo a determinadas
horas deliberadamente fijadas, así como durante breves instantes fortuitos o durante varios días
sin interrupción. A pesar de las paradas impuestas por la necesidad de dormir, ha habido derivas
muy intensas que se han prolongado durante tres o cuatro días, e incluso más. Es cierto que,
cuando se suceden varias derivas en un periodo de tiempo muy amplio, es casi imposible
determinar con precisión el momento en que el estado mental propio de una deriva deja lugar al
de otra. Se ha recorrido una sucesión de derivas sin interrupción destacable durante casi dos
meses, lo que arrastra consigo nuevas condiciones objetivas de comportamiento que entrañan la
desaparición de muchas de las antiguas.
Aunque las variaciones climáticas influyen sobre la deriva, no son determinantes mas
que en caso de lluvias prolongadas que la impiden casi por completo. Pero las tempestades y de
mas precipitaciones resultan mas bien propicias.
El espacio de la deriva será mas o menos vago o preciso dependiendo de que se busque
el estudio del territorio o emociones desconcertantes. No hay que descuidar que estos dos
aspectos de la deriva presentan múltiples interferencias y que es imposible aislar uno de ellos en
estado puro. Finalmente, la utilización del taxi, por ejemplo, ofrece una piedra de toque bastante
precisa: si en el curso de la deriva cogemos un taxi, sea con un destino concreto o para
desplazarnos veinte minutos hacia el oeste, es que optamos sobre todo por la desorientación
personal. Si nos dedicamos a la exploración directa del territorio es que preferimos la búsqueda
de un urbanismo psicogeografico.
En todo caso, el campo espacial esta sobre todo en función de los bases de partida que
para los individuos aislados constituyen sus domicilios y para los grupos los lugares de reunión
escogidos. La extensión máxima del espacio de la deriva no excede el conjunto de una gran
ciudad y sus afueras. Su extensión mínima puede reducirse a una unidad pequeña de ambiente:
un barrio, o bien una manzana si merece la pena (en el extremo tenemos la deriva estática de
una jornada sin salir de la estación Saint Lazare).
La exploración de un espacio fijado previamente supone por tanto el establecimiento de
las bases de partida y el cálculo de las direcciones de penetración. Aquí interviene el estudio de
2
los mapas, tanto mapas corrientes como ecológicos y psicogeográficos, y la rectificación o
mejora de los mismos. Hay que indicar que la inclinación por un barrio desconocido, nunca
recorrido, no interviene para nada. Aparte de su insignificancia, este aspecto del problema es
completamente subjetivo y no persiste mucho.
En la “cita posible”, la parte correspondiente a la exploración es por el contrario mínima
comparada con la del comportamiento desorientador. El sujeto es invitado a dirigirse en
solitario a un lugar fijado y a una hora concertada. Se encuentra libre de las pesadas
obligaciones dela cita ordinaria, ya que no tiene que esperar a nadie. Sin embargo, al haberle
llevado esta “cita posible” de forma inesperada a un lugar que puede no conocer, observa los
alrededores. Puede también darse otra “cita posible” en el mismo sitio a alguien cuya identidad
no pueda prever. Puede incluso no haberle visto nunca, lo que le incita a entrar en conversación
con algunos transeúntes. Puede no encontrar a nadie o encontrar por azar al que ha fijado la
“cita posible”. De todas formas, el empleo del tiempo del sujeto tomará un giro imprevisto,
sobre todo si se han escogido bien el lugar y la hora. Puede también pedirse por teléfono otra
“cita posible” a alguien que ignore donde le ha llevado la primera. Se perciben los recursos casi
infinitos de este pasatiempo.
De esta forma, una forma de vida poco coherente, al igual que ciertas travesuras
consideradas equivocas que han sido censuradas siempre en nuestro entorno, como colarse de
noche en pisos de casas en demolición, recorrer sin cesar París en autostop durante una huelga
de transportes para agravar la confusión haciéndose llevar adonde sea o errar en los subterráneos
de las catacumbas vetados al público, manifestarían una vivencia más general, que no sería otra
que la de la deriva. Lo que pueda escribirse solo sirve como consigna en este gran juego.
Las enseñanzas de la deriva permiten establecer un primer esquema de las articulaciones
psicogeográficas de una ciudad moderna. Más allá del reconocimiento de las unidades
ambientales, de sus componentes y de su localización espacial, se perciben sus ejes de tránsito
principales, sus salidas y sus defensas. Se llega así a la hipótesis central de la existencia de
placas psicogeográficas giratoria. Se mide la distancia que separa efectivamente dos lugares de
una ciudad, que no guarda relación con lo que una visión aproximativa de un plano podría hacer
creer. Se puede componer, con ayuda de mapas viejos, vistas aéreas y derivas experimentales,
una cartografía influencial inexistente hasta el momento, cuya actual incertidumbre, inevitable
hasta que haya cubierto un trabajo inmenso, no es mayor que la de los primeros portulanos, con
la diferencia de que no se trata de delimitar con precisión continentes duraderos, sino de
transformar la arquitectura y el urbanismo.
Las diferentes unidades de atmósfera y residencia no están delimitadas hoy por hoy con
precisión, sino rodeadas de márgenes fronterizos mas o menos grandes. El cambio mas general
que propone la deriva es la disminución constante de esos márgenes fronterizos hasta su
completa supresión.
En la arquitectura, la inclinación a la deriva lleva a preconizar todo tipo de nuevos
laberintos que las posibilidades modernas de construcción favorecen. La prensa hablaba en
marzo de 1955 de la construcción en New York de un edificio donde se pueden percibir los
primeros signos de posibilidad de derivas en el interior de un apartamento:
“Los habitáculos de la casa helicoidal tendrán forma de rebanada de pastel. Podrán
aumentarse o reducirse a voluntad desplazando tabiques móviles. La disposición de los pisos en
niveles evitará la limitación del número de habitaciones, pudiendo el inquilino pedir que le
dejen utilizar el nivel superior o el inferior. Este sistema permitirá transformar en seis horas tres
apartamentos de cuatro habitaciones en uno de doce o más.”
G.-E. Debord
3
El animal público
La dimensión oculta
Inteligencia colectiva
La condición urbana
Más allá del ver está el mirar
Teoría de la deriva
La cámara lúcida