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El delito de Tortura como crimen

internacional
Aug 12th, 1999 | By Redaktion | Category: Regiones, America
por Iván Bazán Chacón
Abogado, Fundación Ecuménica para el Desarrollo y la Paz, FEDEPAZ, Perú

Introduccción
Hechos de dramática actualidad ubican hoy día el tema del delito de tortura con singular importancia: la
detención del General Pinochet, acusado de crímenes de lesa humanidad, el genocidio sufrido por el pueblo
Kosovar en la antigua Yugoslavia, con la intervención armada de la OTAN en ese territorio, así como
preocupantes y persistentes noticias de la práctica arraigada de la tortura en el Perú.

Siendo conscientes de que el fenómeno de la tortura, calificada por el anterior Relator sobre la cuestión de las
Naciones Unidas, Peter Kooijmans, como una plaga del siglo XX, es una de las más crueles expresiones de
un conjunto irresuelto de conflictos en nuestras sociedades, abordaremos el tema desde la óptica del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos. Ello cobra más atención para los abogados desde que un año atrás,
el Congreso de la República aprobó una Ley de Delitos contra la Humanidad, incorporados al Código Penal,
en la cual por primera vez se tipifica el delito de tortura en en Perú.

Los delitos contra la humanidad


En sentido coloquial, son las conductas que agravian directamente la esencia del ser humano, las que afectan
su dignidad como ninguna otra acción u omisión. También son denominados como delitos de Lesa
Humanidad. Tales son los casos de las

desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, las torturas, las detenciones arbitrarias, entre otras. En
el recientemente aprobado Estatuto de la Corte Penal Internacional estos crímenes están previstos en los arts.
5 y 7.

No siempre ha existido consenso en cuáles son tales delitos. Desde el Estatuto para el Tribunal Militar
Internacional de Nuremberg, se les ha mencionado, pero conectados a los crímenes contra la paz o los crí-
menes de guerra. Es decir, no podían calificarse en forma autónoma, siempre eran investigados y motivo de
pronunciamiento jurisdiccional si estaban ligados a aquellos delitos. Así, el art. 6 de los Estatutos del citado
Tribunal de Nuremberg consignaba:

“crímenes de lesa humanidad: El asesinato, la exterminación, la esclavitud, la deportación u otros actos


inhumanos cometidos contra cualquier población civil, antes o durante la guerra, o la persecución por motivos
políticos, raciales o religiosos para cometer cualquier crimen que sea de la competencia del tribunal o en
relación con ese crimen, implique o no el acto una violación del derecho interno del país donde se haya
cometido; ” (citado por Roberge, Marie-Claude, “Jurisdicción de los Tribunales Ad Hoc para ex Yugoslavia y
Ruanda por lo que respecta a los crímenes de lesa humanidad y de genocidio”, En: Revista Internacional de la
Cruz Roja Nº 144, 1 de noviembre de 1997, pp. [696].).

Es recién con la ley del Consejo de Control Nº 10 de los Aliados en la Alemania ocupada de post-guerra, que
se les menciona en forma autónoma, sin necesidad de reconocérseles conectados o vinculados a los crí-
menes contra la paz o crímenes de guerra.

En particular, el art. II de la Ley Nº 10 prescribía que se entendía por crímenes de lesa humanidad:

“Atrocidades y delitos que comprendan, sin que esta enumeración tenga carácter limitativo, el asesinato, el
exterminio, la esclavización, la deportación, el encarcelamiento, la tortura, las violaciones u otros actos
inhumanos cometidos contra cualquier población civil, o las persecuciones por motivos políticos, raciales o
religiosos, violen o no estos actos las leyes nacionales de los países donde se perpetran; ” (Roberge, Marie-
Claude, artículo citado).

Se ha mencionado que el consenso en su definición conceptual no existía en el catálogo de las figuras


delictivas, al extremo que hasta el año pasado no estaban previstos en algún tratado en forma expresa como
tales.

Tal situación ha variado en 180 grados con la citada aprobación del Estatuto de la Corte Penal Internacional
en la Conferencia Diplomática de Roma el 16 de julio de 1998.

En el art. 5 del Estatuto mencionado se consigna:

“Crímenes de competencia de la Corte

La competencia de la Corte se limitará a los crímenes más graves de trascendencia para la comunidad
internacional en su conjunto. La Corte tendrá competencia, de conformidad con el presente Estatuto, respecto
de los siguientes crímenes:

b) Los crímenes de lesa humanidad; ”

En el art. 7 del Estatuto de la Corte Penal Internacional se prescribe:

“Crímenes de lesa humanidad

A los efectos del presente Estatuto, se entenderá por “crimen de lesa humanidad”cualquiera de los actos
siguientes cuando se cometa como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y
con conocimiento de dicho ataque:

f) Tortura; (…)

k) Otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionalmente graves sufrimientos o atenten
gravemente contra la integridad física o la salud mental o física”.

Hoy día se considera que los crímenes de lesa humanidad son parte del Derecho Internacional
Consuetudinario (Reino Unido. El caso Pinochet: la jurisdicción universal y la ausencia de inmunidad por crí-
menes de lesa humanidad. Documento de Amnistía Internacional, Indice AI: EURO 45/01/99/s, p. 8), y con
determinadas consecuencias:

“En razón de la naturaleza de estos crímenes, como ofensa a la dignidad inherente al ser humano, los crí-
menes contra la humanidad tienen varias características específicas. Son crímenes imprescriptibles, lo que
significa que el paso del tiempo no imposibilita ni la investigación y procedimiento, juzgamiento y sanción de
los responsables por tribunales de justicia. No es posible concebir la ley del olvido para crímenes que han sido
cometidos contra la comunidad de las naciones y la humanidad/ como tal, afirmó con justeza el profesor Pierre
Mertens. A las personas responsables o sospechosas de haber cometido un crimen contra la humanidad no
se le puede otorgar asilo territorial ni se les puede conceder refugio.

Los responsables de crímenes de lesa humanidad no pueden invocar ninguna inmunidad o privilegio especial
para sustraerse a la acción de la justicia. Este principio fue sentado desde el Estatuto del Tribunal Militar
Internacional de Nuremberg (artículo 7) y ha sido refrendado por el Estatuto de la Corte Penal Internacional
(artículo 27.2)” (Chile: Un deber irrenunciable. Juzgar los crímenes contra la humanidad cometidos durante el
régimen militar. Documento de Amnistía Internacional. Indice AI: AMR 22/13/98/s, pp. 11-12).

Se puede apreciar que es recién en la Ley Nº 10 del Consejo de Control que se mencionó expresamente a la
tortura como delito comprendido dentro de los crímenes de lesa humanidad. Por ende, estos delitos son ilí-
citos internacionales.

La Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas concluyó que son definidos como

“la violación grave y en gran escala de una obligación internacional de importancia esencial para la
salvaguarda del ser humano, como las que prohíben la esclavitud, el genocidio y el apartheid” (Comisión de
Derecho Internacional. Anuario de la Comisión de Derecho Internacional, 1976, Vol.II, 2ª. Parte, pág. 89,
citado por Amnistía Internacional, Chile. Un deber irrenunciable. Juzgar los crímenes contra la humanidad
cometidos durante el régimen militar, pág. 11).

El delito de tortura como crimen internacional


La Comunidad Internacional es agraviada o afectada cuando se producen estos delitos. Desde la Declaración
Universal de Derechos Humanos formulada en 1948, y luego de la experiencia de los Tribunales Militares de
Nuremberg y Tokyo, existe conciencia de no tolerarse ciertas conductas.

La tortura es entonces uno de aquellos delitos que destruyen lo más preciado de la persona humana.

Desde el punto de vista del Derecho Penal Internacional, para la existencia de un crimen internacional, deben
confluir además de la comisión del acto típico, la existencia de una práctica masiva o sistemática. Sin
embargo, desde el punto del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, que delimita muy
precisamente las obligaciones internacionales de los Estados, basta un solo hecho para que se infrinja esta
Derecho Internacional . Una de las diferencias, además, es que el delito internacional lo comete una persona
que debe responder por sus actos individualmente. En el terreno del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos, el agente llamado a responder por los hechos o actos de sus subordinados es el Estado. Siendo
esferas jurídicas con marcos normativos diferentes, como se anunció al principio vamos a explicar el delito de
tortura desde la perspectiva del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, permaneciendo abierto del
debate, a partir de la experiencia del caso Pinochet sobre si el delito de tortura hoy día solo puede producirse
como crimen internacional al ser una práctica masiva o sistemática.

Es así que el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de las Naciones Unidas regula la prohibición
absoluta de la tortura en el artículo 7:

“Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. En particular, nadie
será sometido sin su libre consentimiento a experimentos médicos o científicos”.

Ello significa que, a diferencia de la regulación de otros derechos humanos, no existe ninguna justificación
para admitir la tortura. En consecuencia, inclusive en situaciones excepcionales se preserva la protección de
la persona de esa práctica. Tal disposición es recogida en el art. 4.2 del Pacto, relativa a la exclusión de
restricciones relativas a ese derecho:

“La disposición precedente no autoriza suspensión alguna de los Artículos 6º, 7º, 8º (párrafos 1 y 2), 11º, 15º,
16º y 18º”.

Del mismo modo en el sistema interamericano de protección, la Convención Americana sobre Derechos
Humanos prohíbe la tortura en el artículo 5:

Derecho a la integridad personal

Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral.

Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona
privada de libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano”.

En forma análoga a la ampliación de protección del Pacto en situaciones de excepción, el artículo 27.2 regula
que:

“2. La disposición precedente no autoriza la suspensión de los derechos determinados en los siguientes Artí-
culos: (…) 5º (Derecho a la Integridad Personal) (…), ni de las garantías judiciales indispensables para la
protección de tales derechos”.

Es decir, la protección de la integridad personal pertenece al núcleo inderogable que no puede ser suspendido
ni suprimido jamás, cualquiera sea la circunstancia en que se encuentre un Estado.

En 1975, la Organización de Naciones Unidas aprobó una Declaración sobre la Protección de todas las
Personas contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (resolución 3452 (XXX)
de la ONU), que fue la base para que luego se aprobara la Convención contra la Tortura, el 10 de diciembre
de 1984.

En la Declaración, se consideraba la tortura como “ofensa a la dignidad humana” y la definición ha sido luego
retomada en la Convención. Tal documento fue aprobado por unanimidad.

Aquí, en el art. 1.1 se la define a la tortura como un crimen internacional. Inspirada en la mencionada
Declaración de 1975, el consenso internacional llegó a establecer que es tortura para dicha Convención:

“… todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean
físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por
un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a
otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos
sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación
suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que
sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas.

3. El presente artículo se entenderá sin perjuicio de cualquier instrumento internacional o legislación nacional
que contenga o pueda contener disposiciones de mayor alcance”.

Se aprecia que la Convención de la ONU presenta una definición compleja, que reune elementos sin los
cuales, el acto dejaría de ser tal pero que calificaría como trato cruel, inhumano o degradante (art. 16 de la
Convención).

La prohibición absoluta de la tortura se refleja en la prohibición de la llamada “obediencia debida” (art. 2.3) y
en la invalidez de invocar circunstancias excepcionales para justificarla (art. 2.2).

La Convención regula un sistema de deberes internacionales de los Estados Parte. Es decir, le constriñe a
tomar medidas en el ámbito interno o doméstico y en el ámbito propiamente internacional. Así, todo Estado
Parte se compromete a prevenir la comisión de la tortura (art. 2 de la Convención) y a investigar toda
denuncia (art. 12 de la Convención) y dar curso a cualquier queja al respecto (art. 13 de la Convención); a
identificar y sancionar a los responsables. Dentro de estas obligaciones de carácter interno, debe tipificar
todos los actos de tortura como delitos, incluso la tentativa y con penas adecuadas a su gravedad (art. 4 de la
Convención).

Incluso, a nivel internacional, la Convención le obliga a cooperar con otros Estados que demanden extraditar a
un presunto responsable de este crimen (art. 8), así como prohibe que se expulse, devuelva o extradite a una
persona a un país donde el solicitado estaría en peligro de ser sometida a tortura (art. 3.1). Si no procede a la
extradición de la persona, está obligado a someter el asunto a sus autoridades competentes para el
enjuiciamiento (art. 7). Los Estados deben cooperar entre si para los procedimientos penales emprendidos
(art. 9).

Se aplica aquí el principio de la jurisdicción universal. No importa que el criminal se encuentre fuera de su paí-
s, si está en otro Estado Parte, se le puede juzgar y sancionar (arts. 5, 6, 7 y 9).

El mecanismo creado para la supervisión del cumplimiento de este tratado es el Comité contra la Tortura,
formado por 10 expertos independientes que actúan a título personal (art. 17). El mecanismo aplicable a todo
Estado Parte es la presentación de un Informe inicial, al año de la vinculación jurídica con el instrumento y de
Informes periódicos cada cuatro años, sometidos a examen por el Comité (art. 19), el cual podrá hacer
comentarios generales y transmitirlos al Estado Parte interesado, el cual puede observarlos. Si le parece
apropiado, el Comité puede incluir esta información en la publicación de su informe anual.

Así mismo, todo Estado Parte puede ser objeto de un procedimiento especial, si el Comité “recibe información
fiable que a su juicio parezca indicar de forma fundamentada que se practica sistemáticamente la tortura en el
territorio de un Estado Parte” (art. 20). En ese caso, invita a cooperar al Estado en cuestión, designar a uno o
varios de sus miembros para practicar una investigación confidencial que compartirá con el Estado
investigado. Llegado el caso, podría incluir un resumen de sus resultados en el Informe anual.

También el Comité puede conocer denuncias de incumplimiento de las obligaciones impuestas por la
Convención formuladas por un Estado Parte contra otro Estado Parte (art. 21) y conocer “comunicaciones
enviadas por personas sometidas a su jurisdicción, o en su nombre, que aleguen ser víctimas de una violación
por un Estado Parte de las disposiciones de la Convención” (art. 22). Ello, siempre y cuando el Estado Parte
concernido haya formulado una declaración expresa de reconocimiento de competencia del Comité para
dichos fines.

En el caso del Perú, ratificó la Convención contra la Tortura de las Naciones Unidas el 14 de junio de 1988,
depositando el Instrumento el 7 de julio de 1988. Aprobó la Convención por Resolución Legislativa Nº 24815
del 12 de mayo de 1988.

El Perú ha presentado tres informes periódicos que han sido examinados por el Comité, en 1994, 1998 y
1999. En conclusión de todos, el Comité formuló una serie de recomendaciones (documentos ONU A/50/44,
1995 y CAT/C/XX/CRP.1/Add 4 (Part. II). En el primer examen recomendó la tipificación autónoma del delito
de tortura. Finalmente, también efectuó recomendaciones recientes. Recién se le dio cuenta de la tipificación
del delito de tortura, sopesó en forma positiva la abolición de los tribunales “sin rostro”. En cambio, reiteró su
preocupación por las numerosas denuncias de tortura que siguen presentándose, la falta de independencia de
los miembros del Poder Judicial, la prisión preventiva de 15 días en condición de incomunicado para los
sospechosos de terrorismo; el uso de tribunales militares para juzgar a civiles; la sanción automática de un
año como míniimo de reclusión solitaria, a contar desde la fecha del juicio, aplicable a las personas
condenadas por un delito de terrorismo, la falta de investigación y enjuiciamiento de las personas acusadas de
haber cometido actos de tortura, entre otras.

El Comité recomendó, al igual que en 1998 “acelerar las reformas orientadas a la instauración de un auténtico
estado de derecho”, “prever la derogación de las leyes que pueden menoscabar la independencia del poder
judicial y tener en cuenta que, en esta esefera, la autoridad competente en materia de selección y de carrera
de los jueces debería ser independiente del Gobierno y de la Administración” (párrafo 5, documento
CAT/C/23/4 de 15 de noviembre de 1999). Básicamente, propuso al Estado peruano corregir cada una de las
situaciones que le llaman a preocupación, a través de la supresión de normas o disposiciones que propician o
permiten la práctica de la tortura o de los malos tratos(documento citado, párrafo 6).

Actualmente, Perú está siendo sometido al procedimiento de investigación confidencial y el Comité visitó el
país en 1998. Se aguardan los resultados de tal mecanismo hacia finales del año 2000.

En el ámbito regional americano también se aprobó una Convención Interamericana para prevenir y sancionar
la Tortura en 1985. Contiene disposiciones similares a la Convención de la ONU y reafirma el principio de
jurisdicción universal para el delito de tortura.

Sin embargo, es importante revisar la definición de tortura consignada, pues contiene algunos elementos
diferentes a la formulada por las Naciones Unidas:

“Para los efectos de la presente Convención se entenderá por tortura todo acto realizado intencionalmente por
el cual se inflijan a una persona penas o sufrimientos físicos o mentales, con fines de investigación criminal,
como medio intimidatorio, como castigo personal, como medida preventiva, como pena o con cualquier otro
fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a anular la
personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o
angustia psíquica.

No estarán comprendidos en el concepto de tortura las penas o sufrimientos físicos o mentales que sean
únicamente consecuencia de medidas legales o inherentes a éstas, siempre que no incluyan la realización de
los actos o la aplicación de los métodos a que se refiere el presente artículo” (art. 2).

Destaca como principal diferencia que la Convención Interamericana no exige que se inflijan dolores o
sufrimientos “graves”, con lo cual el ámbito de su protección es mayor.

Se había criticado que la calificación de dolores o sufrimientos “graves” podría recaer en la subjetividad de los
operadores del Derecho o que exigiría medios probatorios no siempre accesibles para las víctimas o sus
abogados. En ese sentido, la definición interamericana libra de esa dificultad y aún, en su formulación amplía
la protección cuando se ubica en la hipótesis de una descripción típica en la que se encuentre ausente el dolor
físico o la angustia psíquica. Se trata de el empleo de métodos tendientes a anular la personalidad de la ví-
ctima o a disminuir su capacidad física o mental. Es la hipótesis de la aplicación de inyecciones o el suministro
de pastillas o medicamentos que acarreen la consecuencia descrita.
En cuanto a la finalidad de la tortura, también la definición de la OEA se distingue de la prescrita por la ONU,
pues coincidiendo en lo básico su redaccción es más general y permite una protección más amplia. La
finalidad en la descripción típica consiste en :

 fines de investigación criminal


 medio intimidatorio
 castigo personal
 pena.
 cualquier otro fin.

Dicho de otro modo, la investigación criminal conduce a hipótesis que no se circunscriben a la producción de
testimonios unicamente, sino que asocia esa finalidad más general con el acto de tortura. Así mismo, el prever
“cualquier otro fin” sin mención a razones de discriminación como hace la ONU podría incluir la tortura por
razones gratuitas o fútiles que se discute esté comprendida en la Convención de las Naciones Unidas.

Por tales razones, la definición de la Convención Interamericana ofrece mayores espacios de protección a la
persona.

Influencia del Derecho Internacional en la regulación interna


de la tortura en la ley Nº 26926
La ley Nº 26926 tipifica como Delitos contra la Humanidad al Genocidio, la Desaparición Forzada y a la
Tortura. En realidad, ya se encontraban sancionados los dos primeros delitos, pero ahora se les ha
reagrupado de modo más coherente como lo que realmente son, al lado de la Tortura.

Pese a la obligación internacional existente, contenidas en los dos tratados específicos para sancionar y
prevenir la tortura, y explicitada por el Comité contra la Tortura, recién en febrero de 1998 se ha promulgado la
citada ley.

Por cierto, la naturaleza de una ley penal interna difiere de la de un tratado, que establece obligaciones
internacionales muy precisas, pero que para su operatividad, requiere de una ley penal de desarrollo en el
Estado Parte, como es el caso.

Describiremos brevemente las características de la ley peruana:

Es un delito siempre doloso (art. 321 del Codigo Penal). En otras palabras, no hay tortura por negligencia o
descuido.

Se extiende no sólo a agentes estatales sino también a particulares, a cualquier persona que actúe con el
consentimiento o aquiescencia de aquellos. Sería el caso de las rondas campesinas, comités de autodefensa
o rondas urbanas que perpetraran actos como los previstos con permiso o visto bueno de autoridades como la
policía o militares.

Exige dolores o sufrimientos graves (fórmula de la ONU) o que se someta a alguien a condiciones o métodos
que anulen la personalidad de la víctima o disminuyan su capacidad física o mental (fórmula de la OEA, más
exigente). Ciertamente, la Convención Interamericana sólo exige que los métodos utilizados sean tendientes a
anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental. Es decir, no obliga a que se
produzca el resultado.

Contempla el aspecto fisico o el mental. No contempla la integridad moral que prevé la Constitución Política
en el art. 2, inciso 1.

Los fines de la tortura comprenden 4 hipótesis: obtener información, castigar a la víctima, intimidarla o
coaccionarla. No se ha previsto otra finalidad, con lo cual sería problemático encuadrar una conducta en la
que se perpetre tortura por razones gratuitas. La recurrencia a la definición de los tratados contra la tortura no
servirían sino para ilustrar al operador del Derecho pero no para considerarlo como elemento definitorio del
crimen y en tales supuestos, podría obtenerse impunidad en esta modalidad.
 Impone severas condenas pero es ya asistemático con el castigo de otros

crímenes (secuestro, terrorismo simple, terrorismo agravado, traición a la patria, por ejemplo). En
comparación con la punibilidad de otros países, como Colombia y España, la ley peruana es más severa.
Pero, al haberse destruido la lógica garantista y humanista del Código Penal con frecuentes e interminables
modificaciones legislativas, en especial luego del “autogolpe” del 5 de abril de 1992, se ha desnaturalizado un
sistema penal que se encontraba en vías de modernizarse y racionalizarse. Ahora, la norma penal
excepcional, es permanente y con vocación de perpetuidad.

 el bien jurídico protegido es múltiple, dado que es un delito pluriofensivo (De la Cuesta, Rivera Iñaki).
En el Código Penal español, ha llevado a los juristas a especular que se defienden los bienes jurídicos
de la integridad moral, la dignidad, las garantías judiciales. Se podría decir que sería también los
derechos humanos, pero con la opción del legislador peruano, es netamente además, la comunidad
entera, pues se afecta la dignidad esencial de la persona agraviando al conjunto social, nacional e
internacional.
 La tortura es un delito contra la humanidad pero no es imprescriptible en el Perú. Se sujeta a los
plazos ordinarios de prescripción del Código Penal. La doctrina de los delitos de lesa humanidad nos
enseña que se pueden perseguir sin límite de tiempo. Ni siquiera se ha previsto un plazo de
prescripción más largo. Ello es incoherente con la definición de delito de lesa humanidad.

No se ha previsto la tipificación del delito de tratos crueles, inhumanos o degradantes, como podría
interpretarse que exigen los citados tratados universal y regional.

En ese sentido las decisiones de los órganos intergubernamentales de protección de la ONU y la OEA han
adoptado recientemente definiciones interesantes en el tema.

Así, en el caso de la desaparición forzada de la menor Ana Rosario Celis Laureano, el Comité de Derechos
Humanos de la ONU concluyó:

“En tales circunstancias, el Comité concluye que el secuestro y la desaparición de la víctima y la prevención
del contacto con su familia y el mundo exterior constituyen un trato cruel e inhumano, en violación del artículo
7 del Pacto considerado en conjunto con el párrafo 1 del artículo 2” (Dictamen de 25 de marzo de 1996 en la
Comunicación Nº 540/1993, documento ONU CCPR/ C/56/D/540/1993, párr. 8.5).

En el caso de Raquel Mejía Egochaga, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos concluyó que la
violación sexual que sufrió constituye :

“un acto de violencia contra su integridad que le causó “penas y sufrimientos físicos y mentales” (…) fue
violada con el objeto de castigarla personalmente y de intimidarla (…) el responsable de las violaciones de
Raquel Mejía era un miembro de las fuerzas de seguridad que se hacía acompañar por un número importante
de soldados.

Por lo tanto, la Comisión, habiendo establecido que en el presente caso se conjugan los tres elementos de la
definición de tortura, concluye que el Estado peruano es responsable de la violación al artículo 5 de la
Convención Americana” (Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Informe Nº 5/96, Caso 10.970, 1
de marzo de 1996, pnto 3) a)).

En el caso Loayza Tamayo, la Corte Interamericano acreditó que se practicaron tratos crueles, inhumanos o
degradantes y no corroboró que hubo tortura:

“Aún cuando la Comisión alegó en su demanda que la víctima fue violada durante su detención, la Corte,
después de analizar el expediente y, dada la naturaleza del hecho, no está en condiciones de darlo por
probado. Sin embargo, los otros hechos alegados como la incomunicación durante la detención, la exhibición
pública con un traje infamante a través de medios de comunicación, el aislamiento en celda reducida, sin
ventilación ni luz natural, los golpes y otros maltratos como el ahogamiento, la intimidación por amenazas de
otros actos violentos, las restricciones al régimen de visitas (supra, párr. 46. C., d., e., k., y l.), constituyen
formas de tratos crueles, inhumanos o degradantes en el sentido del artículo 5.2 de la Convención Americana.
De las alegaciones y pruebas examinadas aparecen elementos graves y convergentes, y no desvirtuados por
el Estado, que permiten válidamente presumir la existencia de una práctica de tratos crueles, inhumanos y
degradantes en la cual se enmarca el presente caso de la señora María Elena Loayza Tamayo, en violación
del derecho a la integridad personal consagrado en el artículo 5 de la Convención Americana” (Corte
Interamericana de Derechos Humanos, Sentencia en el caso Loayza Tamayo de 17 de septiembre de 1997,
párr. 58).

Llama la atención que la descripción de actos que recogió la Corte sean calificados solamente como tratos
crueles. Más allá de un problema probatorio, la determinación de prácticas de ahogamiento no parecería
encajar perfectamente en tal consideración, teniendo en cuenta además, que la Convención Interamericana
no exige dolores o sufrimientos graves para que un hecho sea tortura.

En cambio, el tema de la incomunicación y el aislamiento si ha sido profundizado por la Corte Interamericana:

“194. La Corte ha establecido que el “aislamiento prolongado y la incomunicación coactiva son, por sí mismos,
lesivos de la integridad psíquica y moral de la persona y del derecho al respeto de la dignidad inherente al ser
humano” (Corte Interamericana de Derechos Humanos, Sentencia en el caso Castillo Petruzzi de 30 de mayo
de 1999, párrafo 194).

En el caso mencionado, la Corte asume la doctrina del Tribunal Europeo de Derechos Humanos expuesta en
el caso Ireland vs. The United Kingdom:

“195. (…)La incomunicación ha sido concebida como un instrumento excepcional por los graves efectos que
tiene sobre el detenido, pues “el aislamiento del mundo exterior produce en cualquier persona sufrimientos
morales y perturbaciones psíquicas, la coloca en una situación de particular vulnerabilidad y acrecient[a] el
riesgo de agresión y arbitrariedad en las cárceles (…).

198. Las condiciones de detención impuestas a las víctimas como consecuencia de la aplicación de los artí-
culos 20 del Decreto-Ley Nº 25.475 y 3 del Decreto-Ley Nº 25.744 por parte de los tribunales militares,
constituyen tratos crueles, inhumanos o degradantes, violatorios del artículo 5 de la Convención Americana”
(Corte Interamericana de Derechos Humanos, Sentencia en el caso Castillo Petruzzi y otros, párrafos 195 y
198).

Algunas reflexiones sobre el fenómeno de la tortura y la


intervención jurídica
Las modalidades de tortura buscan ocultar los signos externos de su perpetración en el cuerpo de la víctima y
se valen de una serie de mecanismos de impunidad que dificultan sino imposibilitan conocer la identidad de
los victimarios. En adición, la víctima queda tan aterrorizada que por lo general no se anima a denunciar, pues
si está detenida se encuentra a merced de sus captores para volver a sufrir esa práctica o prioriza resolver su
privación de libertad. Sin embargo, como lo atestiguan algunos expertos en la cuestión, el asumir la denuncia,
para identificar al agresor y buscar justicia y reparación, puede ser también un medio para la propia
rehabilitación del sobreviviente.

Ciertamente, no hablamos de situaciones locales o regionales ni nacionales ideales. Pero si de cómo se


pueden combinar estrategias jurídicas con base en la disposición fundamental de la víctima a denunciar.

Sería una manera de destruir el círculo vicioso que también arrastra al abogado a inhibirse a hurgar en el
tema de la tortura, pues inclusive él está coaccionado o intimidado a denunciar por los mecanismos de
actuación policial o militar (falta de privacidad y pésimas condiciones en las entrevistas, leyes que permiten la
incomunicación, entre otros factores).

Con todo lo anterior, es muy útil que se haya aprobado y se encuentre vigente una ley que tipifica por primera
vez el delito de tortura. En este plano normativo, nuestro país está con un marco legal más protector, aunque
su aplicación práctica sea todavía poco eficaz o pretenda ser desconocida.

Sin duda hay exigencias éticas y de solidaridad que no se limitan a lo que prescriba o no una ley penal en el
contexto peruano ni a nuestra habilidad o preparación profesional.

Como abogados, identificamos ciertos obstáculos para la protección de la persona ante la tortura, ya muy
conocidos, como la facultad de incomunicar al sospechoso de terrorismo, tráfico ilícito de drogas o espionaje.
En el caso de terrorismo, ya no sólo en el común, sino en lo que se denomina traición a la patria ante
tribunales militares y desde 1998, en el llamado terrorismo agravado. La habilitación constitucional de permitir
hasta 15 días de detención es un elemento completamente desfavorable para la protección de la integridad
personal.

La propia actuación cada vez más creciente de los tribunales militares es otro factor perturbador. Al extremo
que en los casos de investigación por terrorismo agravado se creó la figura inexistente en la Constitución y la
ley orgánica de hábeas corpus y amparo del “hábeas corpus militar”, que desnaturaliza la institución.

Evidentemente, pese a que el hábeas corpus es el instrumento creado para la protección de la integridad
personal, su uso y aplicación es casi ineficaz, y por la mediatización e instrumentalización de la justicia
común, sirve de poco. En Lima las normas vinculadas a la llamada seguridad nacional restringieron su
interposición a los magistrados de Derecho Público, notoriamente identificados con el régimen. Una reciente
Ley del Congreso peruano, Nº27235 de 14 de diciembre de 1999 ha limitado la intervención de los tribunales
militares hacia civiles a partir del 1 de enero de 2000, pero todos los procesos anteriores por terrorismo
agravado permanecen bajo la competencia y juzgamiento de tales tribunales. Otro aspecto positivo es que
suprime la figura del “hábeas corpus militar”.

Entonces, la existencia de una legislación restrictiva de los derechos fundamentales, afecta sustancialmente la
integridad personal y es un factor concomitante o hasta determinante de perpetración de la tortura y de los
tratos crueles, inhumanos o degradantes.

La ausencia de un Estado de Derecho es otro factor político-constitucional que conspira a favor de la


perpetuación de la tortura. Como se aprecia en los casos de terrorismo por razones políticas la tortura es un
instrumento privilegiado para ejercer ilimitadamente el poder, propio de gobiernos o regímenes políticos
autoritarios, sin control real alguno, con apariencia de Legalidad.

Pero ciertamente, hurgando en las posibles raíces de la tortura, encontraríamos factores asociados a la
composición y el carácter de la sociedad peruana, en particular, multicultural y con graves desigualdades en la
distribución del ingreso, del acceso a los servicios públicos y a condiciones mínimas dignas de vida. En tal
entorno, de ausencia de desarrollo con equidad, “aún subsiste una cultura de tortura y brutalidad entre las
fuerzas de seguridad” como calificaba el Informe del Departamento de Estado en 1997 la situación de los
derechos humanos en Perú. La pauta racial de la que hablaba Amnistía Internacional en un antiguo
documento sobre Perú, y la discriminación, también aportan su cuota para este complejo problema:

“Entre las víctimas de la tortura y malos tratos figuran personas de todos los estratos sociales que han sido
acusadas de delitos comunes e interrogadas en comisarías locales. No obstante, la pauta de tortura en Perú
indica que prevalece un mayor grado de brutalidad cuando se trata de presos provenientes del campesinado
(de extracción principalmente indígena) o de sectores urbanos pobres” (Amnistía Internacional. Tortura.
Informe de Amnistía Internacional. Madrid, Editorial Fundamentos, 1984, p. 152. Indice AI: ACT 04/01/84/S).

Refleja una sociedad, como tantas en la región y el mundo, en que no nos reconocemos como iguales, en que
se han invertido los valores, se carece de una educación básica para los funcionarios encargados de aplicar la
ley, pero, a su vez, existe una cierta tolerancia o permisividad social que admite la tortura para reprimir la
delincuencia o para combatir “eficazmente” el fenómeno subversivo.

La experiencia reciente de Perú demuestra justamente lo contrario, pues la captura del principal líder de
Sendero Luminoso se hizo sin violencia, y desde allí, el desmoronamiento de esa agrupación ha sido muy
notorio.

La expedición de la Ley Nº 26926 es una medida positiva, pero aislada de un conjunto de decisiones que
pueden contribuir a prevenir la tortura: limitación de actuación de tribunales militares, modificación sustancial a
legislación antiterrorista, enmienda constitucional para el término de detención en sede policial, plena
autonomía e independencia de la magistratura, impulso a reforma del sistema penal con la puesta en vigencia
del nuevo Código Procesal Penal, supresión de las cárceles de castigo de Challapalca y de la Base Naval del
Callao, entre otras medidas urgentes.

Así mismo, a nivel internacional sería muy importante que el Perú reconozca expresamente competencia al
Comité contra la Tortura para recibir denuncias de otro Estado Parte y de individuos, prevista en los arts. 21 y
22 de la Convención de la ONU, que firme y ratifique la Convención Interamericana para prevenir y sancionar
las desapariciones forzadas, que firme y ratifique la Convención sobre imprescriptibilidad de crímenes de
guerra y de lesa humanidad de la ONU y el Estatuto de la Corte Penal Internacional.
Conclusiones
1. El Derecho Internacional presenta crecientes avances para combatir la tortura con mayor eficacia. Es
necesario actualizarnos para emplearlo a nivel local en los casos que podamos asesorar o patrocinar
y para una estrategia más general de prevención. Es importante profundizar en la discusión de si la
tortura como crimen internacional se limita únicamente a la esfera normativa del Derecho Penal
Internacional.
2. Es clave conocer la ley peruana en sus aciertos y límites para ayudar a las personas, víctimas o sus
familiares. Es también cierto que los tratados de derechos humanos en general y contra la tortura en
particular, son parte del Derecho nacional. Las decisiones de tribunales de derechos humanos y las
recomendaciones de los órganos de supervisión de la materia deben ser igualmente conocidas y
aplicadas en la jurisdicción interna.
3. Es esencial conocer la ley peruana y los avances en el Derecho Internacional (Penal y de los
Derechos Humanos) para actuar con seguridad ante las autoridades y exigir su respeto al derecho
esencial a la integridad personal.
4. Es recomendable apreciar las consecuencias favorables a la víctima que pueda quejarse o denunciar
un acto de tortura, para su mayor protección y para evitar que suceda con otras personas.
5. A través del ejercicio de la abogacía, hay un modo concreto de sumarse al esfuerzo nacional e
internacional por un mundo libre de la tortura: es un paso para nuestra autoprotección y de
solidaridad con las personas de carne y hueso que urgen de nuestra parte una respuesta plena de
humanidad.
http://www.menschenrechte.org/lang/es/regionen/el-delito-de-tortura

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