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¿Qué es la violencia institucional?

I. Introducción.

Hemos apre(h)endido en la Facultad de Derecho que toda exposición comienza con la


definición del término que vamos a tratar. La definición de un término resulta central para
comprender a que nos referimos. Sin embargo, no es suficiente para conocer de qué trata. Al
designar una manifestación, introducimos determinados elementos y negamos otros. En lo que
se refiere a la categoría a tratar, la designación debe comprender cuestiones como: ¿De qué se
trata? ¿Quién puede ejercerla y quién no? ¿Quién sufre de esta violencia? ¿Qué se necesita para
configurarla? ¿En qué contexto se realiza?

El origen de este concepto proviene del ámbito social, principalmente de organizaciones


de Derechos Humanos y agrupaciones de familiares de victimas de gatillo fácil, quienes fueron
los primeros en identificarse públicamente con la expresión “violencia institucional”. Con
posterioridad, el ámbito académico, especialmente desde el activismo judicial, comenzó a
considerar esta categoría e intentar definir cuales son aquellos elementos que la caracterizan.

II. Proceso de creación del concepto.

El abordaje de esta problemática es reciente. En la región de América del Sur, se


comenzó a utilizar la expresión en los años 70 y en la Argentina comenzó a utilizarse en la década
del 80, aunque tomó mayor fuerza en los años 90. El contexto de la región de aquellos años es
bastante conocido, se desarrollaba el Plan Condor: un plan regional de aniquilación de los
disidentes a las políticas bajadas desde los Estados Unidos. Para esto, fue necesario la
implantación de dictaduras en los países de este continente, que ejerzan una violencia inusitada
a oscuras.

Este contexto impuso la necesidad de buscar una categoría que abarque a las prácticas
violentas realizadas por agentes del Estado. A su vez, generó los primeros desencuentros. Por
un lado, están aquellos que consideran que la violencia institucional comprende las practicas
realizadas en democracia y no en la dictadura, aunque con los modos aprendidos durante las
mismas; por el otro, aquellos que hacen hincapié en los victimarios siendo indistinto si las
prácticas se realizan durante la dictadura o en democracia.

Los primeros indican que las practicas sistemáticas de la dictadura son comprendidas
por la categoría de violencia política y que la violencia institucional comprende un tipo de
violencia policial cotidiano contra determinados grupos: los jóvenes, los pobres, los migrantes.1
Durante la dictadura cívico-militar, las prácticas se enmarcaban en un plan central, orientado a
la eliminación del disidente político mediante una represión ostensible, la tortura y las
ejecuciones parapoliciales. En cambio, la violencia institucional no se trata de un plan central
“sino de prácticas, rutinas, normas, problemas de diseño y otras condiciones necesarias para la
reiteración de diferentes tipos de violaciones de los Derechos humanos”.2 Estas aristas fueron
consideradas para validar una diferenciación entre la violencia en contexto de dictaduras y el de
las democracias.3

En segundo lugar, la dicotomía parte sobre quienes pueden ejercerla: por un lado, se
considera que la categoría abarca la violencia policial y penitenciaria que se ejerce de forma
directa sobre un determinado sector de la población (concepción originaria); por el otro, se
considera que la categoría abarca a todo agente del Estado, sin la necesidad de pertenecer a las
agencias de seguridad, y que se puede ejercerse de forma indirecta (concepción devenida con
el paso del tiempo).4 Estos posicionamientos están relacionados a una cuestión fáctica, teórica
y conceptual.

Desde la cuestión fáctica, los agentes de seguridad mantuvieron las practicas aprendidas
durante la dictadura pero en un contexto de euforia por lo naciente democracia y de oposición
a la violencia, lo que generó que sus prácticas sean la manifestación mas visible, y por ende
repudiadas, de la violencia institucional. Desde una cuestión teórica, el apogeo de las ideas que
problematizaban el control social y el ejercicio del poder, que ubican a la violencia de las fuerzas
de seguridad en igualdad de condiciones que otros institutos estatales, como el manicomio o las
instituciones médicas en general. Por último, desde una perspectiva conceptual, el pensamiento
sobre la naturaleza del Estado es central, pues hay quienes consideran que el Estado en esencia
es represión sobre las clases económicamente desfavorecidas o porque suponen que “todos los
fenómenos de desigualdad y privación de derechos son formas de violencia institucional”; y por
el otro, quienes consideran que de este debe provenir una respuesta “en términos de

1
Tiscornia, Sofia. (2016). Algunas reflexiones sobre la violencia institucional como cuestión de Derechos Humanos”,
disertación presentada en el cierre de las II jornadas de la Red de Estudios de Represión, 22 de abril de 2016.
2 Perelman, Marcela y Trufó, Manuel. (2016) La violencia institucional Tenciones actuales de una categoría central.

Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Pág. 4 y Tiscornia, Sofia (XXX). La violencia institucional como tema de
trabajo de investigación. Una breve historia. Trabajo presentado en las jornadas “La extensión como pilar de la
Universidad Pública”, organizada por la SEUBE, Facultad de Filosofía y Letras, 2 de agosto de 2016.
3 Ob. Cit. Tiscornia.
4 Ob. Cit. Perelman y Trufó. Pág. 2 y 3.
prevención, detección y castigo de los fenómenos de violencia institucional”,5 ya que son
conductas que no se encuentran dentro de su finalidad.

Por último, se hace hincapié en si la categoría comprende practicas amparadas por


normas o no. Esto hoy en día genera grandes complicaciones a la hora de analizar si
determinadas practicas amparadas por la ley pueden ser denominadas como ilegales y en
consecuencia conllevar la responsabilidad penal de quien la ejerce. En la mayoría de los casos,
implican y resultan rutinas, practicas, formas de proceder. En otros términos, formas de hacer
no necesariamente por fuera de la legalidad; y es más aún, la mayor parte de las veces inscriptas
en patrones de procedimientos respaldados normativamente.6 En la actualidad, sobre este
punto hay consenso entre las agrupaciones sociales, políticas y de Derechos Humanos.

La discusión sobre cuáles son los elementos que conforman la categoría violencia
institucional resulta de una gran importancia, pues en la actualidad “la identificación de un
hecho como un caso de violencia institucional implica una serie de reconocimientos sociales,
políticos y jurídicos de enorme peso para su visibilización, para la lucha por justicia y por otras
´formas de reparación´. Habilitan a victimas y familiares un modo de interlocución singular con
organizaciones sociales e instituciones públicas, a utilizar un lenguaje de interpelación al Estado
(y, eventualmente, a los sistemas internacionales de protección) propio de la tradición de los
derechos humanos y el acceso a ciertos recursos reservados para este tipo particular de
víctimas”.7

III. Concepto.

En las particularidades que rodearon la construcción del término violencia institucional


desarrollado sucintamente, se ve la necesidad por generar un concepto que fuera descriptivo y
tenga valor político. Pita denomina al concepto construido como categoría política local, “nos
revela que no es solo una palabra, sino una nominación que indica –con una notable
condensación de sentido- determinadas valoraciones en torno a la violencia de estado, al
desempeño de las fuerzas de seguridad y a los derechos humanos como horizonte político”.8

5 Ibidem. Pág. 4.
6 Pita, María Victoria. Pensar en la violencia institucional. Vox populi y categorías políticas local. Visto en
http://revistascientificas.filo.uba.ar/index.php/espacios/article/view/3757/3401; Ob. Cit. Tiscornia. Pág. 30; y, Res.
DGN N° 928/13.
7 Ob. Cit. Perelman y Trufó. Pág. 6; y, ob. Cit. Pita.
8 Ob. Cit. Pita.
Esta descripción y valoración deben ser vistas desde una perspectiva dinámica, pues la lucha por
su significado genera modificaciones constantes.9

Desde el ámbito de las Ciencias Sociales se ha indicado que se trata de


“(c)ostumbres institucionales, formas de hacer repetidas y sistemáticas de las fuerzas de
seguridad, y argumentos eventuales construidos como razones de estado (esto es, la violencia
como efecto colateral de la seguridad) fueron cifrando las formas de la violencia estatal cuyo
corazón o núcleo duro estaba constituido por la violencia policial -y también por las violencias
del mundo penitenciario-. Por lo demás unas y otras prácticas arbitrarias, tanto las más como
las menos violentas, se revelaban articuladas a la administración y gestión de poblaciones, a la
regulación de mercados ilegales”.10

El CELS utiliza la denominación hostigamiento policial para referirse a “formas de abuso


cotidianas que integran las rutinas burocráticas de las fuerzas de seguridad y que rara vez se
observan en los barrios de clase media o alta donde no serían toleradas. En ocasiones pueden
ser persecutorias, es decir, reiteradas sobre las mismas personas, y escalar en los niveles de
violencia hasta llegar a situaciones de graves violaciones de los derechos humanos”.11 Estás
practicas “incluye detenciones reiteradas y arbitrarias, amenazas, insultos, maltratos físico, robo
o rotura de pertenencias; en algunos casos involucra formas más graves de abuso físico como
torturas y lesiones graves –en ciertas ocasiones provocadas por armas de fuego– y de
arbitrariedad policial, como armados de causas penales.”12

La expresión denota particularmente las practicas realizadas por las fuerzas de


seguridad, que se realizan en determinados barrios, con una amplia variable de practicas que se
encuentran por fuera de las facultades normativamente establecidas y otras habilitadas por
normas, pero ejercida de forma abusiva. Se trata de una especie dentro del genero de violencia
institucional, que deja afuera, por ejemplo, a las prácticas realizadas en contexto de privación
de la libertad.

La entrada de la categoría al ámbito de las políticas públicas ha forzado algunos intentos


de delimitación y sistematización. Veamos algunas de estas definiciones:

El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación ha definido la violencia


institucional como “prácticas estructurales de violaciones de derechos por parte de funcionarios

9 Ob. Cit. Tiscornia. Pág. 31


10 Ob. Cti. Pita.
11 CELS. Hostigados. Violencia y arbitrariedad policial en los barrios populares. Pág. 12. Visto en

http://cels.org.ar/hostigados.pdf
12 Ob. Cit. CELS. Pág. 13.
pertenecientes a fuerzas de seguridad, fuerzas armadas, servicios penitenciarios y efectores de
salud en contextos de restricción de autonomía y/o libertad”.13

Por su parte, desde el Ministerio Público, se considera que las torturas, las condiciones
inhumanas de detención, prácticas atentatorias de la libertad y el uso abusivo o ilícito del poder
coercitivo estatal, consumadas por agentes estatales principalmente pertenecientes a las
fuerzas de seguridad y penitenciaria, son constitutivas de la violencia institucional. Estas
prácticas comúnmente se producen durante la privación de la libertad o durante otras
intervenciones de agentes estatales en espacios públicos.14

Especial definición proviene de la Ley de Protección Integral a las Mujeres N° 26.485,


que en el artículo 6°, inciso b), indica a la violencia institucional como una de las modalidades en
las que se manifiesta la violencia contra las mujeres, definiéndola como “aquella realizada por
las/los funcionarias/os, profesionales, personal y agencias pertenecientes a cualquier órgano,
ente o institución pública, que tenga como fin, retardar, obstaculizar o impedir que las mujeres
tengan acceso a las políticas públicas y ejerzan los derechos previstos en esta ley. Quedan
comprendidas, además, las que se ejercen en los partidos políticos, sindicatos, organizaciones
empresariales, deportivas y de la sociedad civil”.

De está definición podemos sacar las siguientes características, son ejercidas a) por
individuos pertenecientes a agencias públicas; con la b) finalidad de perjudicar el acceso a
políticas públicas y derechos reconocidos en la ley. Tiene una concepción amplia de las personas
que pueden ejercerla, pero con una finalidad restringida. A su vez, resulta interesante la
denotación de institucional: agencias pertenecientes a cualquier órgano, ente o institución
pública, partidos políticos, sindicatos, organizaciones empresariales, deportivas y de la sociedad
civil.

IV. Características de la violencia institucional.

Una de las primeras características que podemos marcar es el sector social sobre el cual
se dirigen estás prácticas: las personas de bajos recursos, de tez trigueña, migrantes de países
limítrofes, personas trans y cualquier otra en estado de vulnerabilidad.

13 Pereyra, Paulo. Problemas de la definición de la Violencia Institucional. Visto en:


http://www.pensamientopenal.com.ar/doctrina/42229-problemas-definicion-violencia-institucional-debate-
necesario; y Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Los Derechos Humanos frente a la violencia institucional.
Visto en: http://www.jus.gob.ar/media/2932203/violencia_institucional.01.pdf
14 Conf. Resolución PGN N° 455/13
En un primer momento, en el regreso a la democracia, las manifestaciones más graves
de la violencia institucional, como la tortura o el gatillo fácil, se concentraba en las clases
populares; mientras que las de menos intensidad, como las razias o detenciones abusivas o
ilegales, se practicaban tanto en las clases populares como en la clase media. Con el copamiento
de las fuerzas de seguridad en los barrios pobres, la violencia institucional se focaliza en
personas que tienen las características comunes de las clases populares y pertenecen a sectores
sociales vulnerables.15

En la actualidad, “este tipo de delitos impacta en su mayoría sobre personas que se


encuentran alejadas de los factores de poder y en situaciones de especial vulnerabilidad, como
consecuencia de factores de diversa entidad como la condición socioeconómica, el encierro, las
afecciones en la salud mental, la edad, el género, la identidad sexual, la migración irregular,
entre otros. Estas víctimas, que cargan con los efectos de las estigmatizaciones que potencian
el poder comunicacional en función del paradigma punitivo dominante, cuentan con escasas
posibilidades de acceso a la justicia”.16

El Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria, del Consejo de Derechos Humanos de


la ONU, coincide con lo expresado anteriormente. Indica que “observó que el sistema de justicia
penal aplicaba de manera selectiva en relación con las personas de diferente extracción
socioeconómica. Las personas de orígenes humildes y aquellas que se encuentran en situación
de vulnerabilidad, como los niños, incluidos los niños de la calle, los grupos indígenas y los
migrantes, así como otros grupos que pueden ser objeto de discriminación, como las mujeres
lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales, tienen mayor probabilidad de ser
detenidos por la policía como sospechosas de la comisión de un delito o ´retenidas´ para verificar
su identidad”. 17

“Esa vulnerabilidad explica un estado de indefensión frente al agresor que, a partir de


su poderío, configura y define las circunstancias de los hechos y posibilita a los victimarios que
-mediante violencia y sometimiento- neutralicen la subjetividad de la victima expuesta a
constantes afectaciones a sus derechos fundamentales. De allí la necesidad de implementar
acciones efectivas de asistencia y protección a víctimas y testigos de hechos relacionados con la
violencia institucional”.18

15 Ibidem. Pág. 7.
16 Conf. Resolución PGN N° 455/13 y Resolución DGN N° 928/13.
17 Informe del Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria acerca de su misión a la Argentina. A/HCR/39/45/Add. 1.

Pág. 12.
18 Conf. Resolución PGN N° 455/13.
La segunda característica que marcamos recae en quienes son las personas que tienen
mayores posibilidades de realizar este tipo de conductas: los agentes de las fuerzas de
seguridad.

“(E)s posible observar que las formas de violencia institucional atraviesan a


prácticamente todas las dimensiones del trabajo policial con el delito: desde la supuesta
prevención a través del ´olfato policial´ hasta la represión haciendo uso abusivo e ilegal de la
fuerza, pasando por la investigación con métodos ilegales y la connivencia con negocios
delictivos”.

Dentro de esta lógica, “la vigencia de un fuerte compromiso corporativo en los agentes
de las fuerzas desde las que se cometen los hechos, que, en los casos de las fueras de seguridad
y penitenciarias, cuentan con una manifiesta capacidad de intimidación y poder de fuego. Así,
son practicas relacionadas con estos hechos las conductas contra la administración de justicia,
tales como la afectación de elementos de prueba, alteración de registros, el direccionamiento
de pericias, el fraguado de causas, la capacidad de intimidación e incluso de realizar atentados
contra testigos de hechos que se encuentren en instancia de investigación o juzgamiento.19
Además, al contar las fuerzas de seguridad con dominio del territorio en el cual puede ejercerse
una regulación del delito, ellas disponen de personal, recursos de logística, actividad de
inteligencia y otros recursos estatales para su asignación a la empresa delictiva”.20

Como tercera característica, haré mención al manto de impunidad que posibilita la


relación de sometimiento. Los medios de comunicación hegemónico y el poder judicial crean el
contexto sobre el cual las fuerzas de seguridad actúan legítimamente. Resulta bastante sencillo,
pues las conductas abusivas e ilegales se encuentra en el umbral que separa lo legal y lo ilegal.

Los medios de comunicación crean una realidad desfasada de los hechos y la reproducen
hasta que la instala en su audiencia, lo que fortalece el estereotipo de delincuente y la necesidad
de resguardar a la sociedad de este mal. Mientras tanto, el poder judicial encubre los hechos si
es que decide investigarlos, emitiendo sentencia condenatoria como la excepción que confirma
la regla. Salvo casos de extrema gravedad y en los que las pruebas son irrefutables, el poder
judicial constituye como legitimas prácticas que atentan contra los Derechos Humanos.

19 Por ejemplo, el caso de Andrés Vieria, que apareció muerto de cinco balazos luego de que, tres días antes, haya
denunciado el acoso y amenazas por parte de efectivos de la comisaría 9 de la Policía de la Ciudad. Véase:
https://www.pagina12.com.ar/140983-un-homicidio-tras-una-denuncia
20 Conf. Resolución PGN N° 455/13.
“(P)ese a la gravedad de esas afectaciones, en su dinámica, la violencia institucional
encuentra mecanismos de legitimación social y justificación en discursos penales que favorecen
la exacerbación del poder punitivo directo que se manifiesta en los ilícitos en análisis”.21 “Debe
ser pensado en las fronteras porosas entre lo legal y lo ilegal, lo formal y lo informal. La violencia
y el hostigamiento resultan de la arbitrariedad en el ejercicio del poder policial; esto supone la
puesta en juego de normas, disposiciones y prácticas que no siempre son ilegales en sí mismas
pero que se utilizan de manera discriminatoria, abusiva y extorsiva”.22

“Al respecto, es importante advertir que los autores de estos delitos, funcionarios
públicos, no suelen encuadrar en los estereotipos sociales de ´delincuentes´, justamente por ser
aquellos encargados de la prevención del delito y de velar por la seguridad de los habitantes.
Incluso en ocasiones los autores de los hechos son los mismos funcionarios que determinan la
orientación de las investigaciones por resolución de operadores judiciales que permiten tal
accionar en desmedro de toda posibilidad de tramitación regular del proceso penal”.23

En lo que respecta al manto de legitimidad “se destaca el rol del poder judicial, cuyo
desempeño muchas veces cómplice o negligente ha sido considerado en sí mismo una forma de
violencia institucional y es condición de posibilidad para la persistencia de patrones de violencia
policial o penitenciaria”.

La impunidad que se explica no solo en la dificultad que imponen las particularidades de


esta criminalidad, sino en la deficiente respuesta de la estructura judicial para criminalizar
conductas ilícitas consumadas por agentes estatales que afectan derechos humanos
fundamentales durante encierros o despliegues de violencia por parte de fuerzas de seguridad.24

Sumado a la actividad judicial, nos encontramos con “el hecho de que tanto estas rutinas
como algunos aspectos del marco legal habilitan prácticas que constituyen engranajes de
violencia institucional que pueden conducir a graves violaciones de los derechos humanos. La
discusión sobre las facultades de detención sin orden judicial, y en especial sobre la detención
por averiguación de identidad o de antecedentes, ejemplifica esta cuestión”.25

21 Conf. Resolución PGN N° 455/13.


22 Ob. Cit. CELS. Pág. 15.
23 Conf. Resolución PGN N° 455/13.
24 Conf. Resolución PGN N° 455/13.
25 Ob. Cit. Perelman y Trufó. Pág. 6 y 7.
V. Modos de manifestarse la violencia institucional.

“Entre las características que tradicionalmente se atribuyen a la categoría de violencia


institucional, seguramente la que más tensiones atraviesa es la que delimita a las acciones
ejercidas por agentes del Estado. Sin embargo, existen diversos hechos de violencia que no son
directamente causados por agentes del Estado, en los que de todos modos pueden rastrearse
formas de responsabilidad estatal”.26

“Tercerización o delegación de la violencia: Los agentes estatales delegan el ejercicio


concreto de la violencia en los particulares. Este fenómeno está bien documentado en el ámbito
carcelario, en donde agentes penitenciarios asignan funciones de disciplina a algunas de las
personas privadas de la libertad a su cargo, a quienes se habilita, informal aunque
sistemáticamente, el recurso de la violencia.”

“Esta es una forma de eludir las investigaciones administrativas y judiciales, pues el


modo acotado y aislado de investigar los hechos conduce a que esta modalidad delegativa sea
una forma efectiva de “desintitucionalizar” la responsabilidad en hechos de violencia”.27

Participación estatal por denegación de acceso a un servicio: Se trata de la denegación


u obstaculización de un derecho que genera un perjuicio directo sobre la persona. Por ejemplo.
“la negación de un servicio de salud adecuado al género (…), como ocurre con la ausencia de
conocimientos médicos adecuados para la atención ginecológica y obstétrica de las personas
trans”.

Participación indirecta-activa y necesaria de agentes del Estado: Se trata de aquellos


casos en los que las fuerzas de seguridad mediante la omisión de sus deberes, generan las
condiciones necesarias para que se produzca la violencia. En palabras coloquiales “liberan la
zona” para que se desarrolle una conducta que deben reprimir. Por ejemplo, el homicidio de
Mariano Ferreyra.28

Responsabilidad por ausencia estatal y/o exclusión social: Es una clasificación reciente,
proveniente de organizaciones sociales que trabajan en barrios de emergencia, en los que se
designa la producción de un daño a los derechos de las personas por la falta de políticas de
Estado que solucionen problemáticas particulares de estos barrios.29

26 Ob. Cit. Perelman y Trufó. Pág. 11.


27 Ibidem. Pág. 12.
28 Ibidem. Pág. 13.
29 Ibidem. Pág. 14.
En particular, se intenta incluir aquellos casos de muertes de jóvenes en los barrios
populares, ya sea por la falta de políticas de Estado o por la indirecta-activa y necesaria
participación de las fuerzas de seguridad que liberan zonas para que las organizaciones ilegales
puedan actuar con total impunidad, que los “colocaría bajo la protección de los Derechos
Humanos, y quedaría entonces fuera de las dudas la demanda de justicia que, así cifrada,
obtendría legitimación social y moral”.30

VI. La violencia institucional en números.

El MPD indica que, desde marzo de 2011 hasta agosto de 2013, la Unidad de Registro,
Sistematización y Seguimiento de Hechos de Torturas y otras formas de Violencia Institucional,
ha recibido denuncias de más de mil cien hechos de violencia institucional, setenta situaciones
estructurales de agravamiento en las condiciones de detención y ochenta y seis muertes en
lugares de encierro.31

En la misma línea, el MPF indica que “sobre 415 causas judiciales registradas durante
2011, 310 fueron caratuladas como apremios ilegales, 50 ´su denuncia´ y 15 como torturas. Por
su parte, en cuanto al desarrollo que esas causas tuvieron, se dispuso citar a los presuntos
autores a declaración indagatoria en solo 7 de las 415 causas. Aun más, en esas 7 causas, los
citados fueron 21 funcionarios públicos de los cuales 19 fueron sobreseídos luego de la
audiencia”.32

Según recoge la Comisión IDH, en el informe anual de 2015, “de los 667 enfrentamientos
documentados en el 2005, 45 habrían resultado en muerte (1 persona fallecida por cada 15
enfrentamientos), mientras que en el 2014 (abril-octubre) de los 598 enfrentamientos, se
registraron 111 muertes (1 persona fallecida por cada 5 enfrentamientos)”.

Como se ha mencionado, las detenciones por averiguación de antecedentes o identidad


son las herramientas legales más utilizadas por las fuerzas de seguridad. Estas suelen utilizarse
sin ningún tipo de reparo ni disimulo en los barrios populares o en los sectores donde suelen
concentrarse personas de estos estratos sociales, como las estaciones de trenes de Constitución,
Once y Retiro.

30 Ob. Cit. Pita; y Perelman y Trufó. Pág. 14.


31 Conforme Resolución DGN N° 928/13.
32 Conforme Resolución PGN N° 455/13
Según informa el Ministerio de Seguridad, en los escasos datos que brinda al respecto,
en los primeros tres meses del 2016, se realizaron 150 mil detenciones en operativos de control
poblacional en CABA y el Gran Buenos Aires, de los cuales 450 personas resultaron detenidas
por distintos motivos, “en su mayoría evadidos de la justicia que portaban documentación falsa
y que tenían estupefacientes. Es decir, solo dieron un resultado relacionado con algún tipo de
delito en el 0.3 por ciento de los casos”.33 Entre mayo y junio del 2016, se apostaron 2.744
controles en los que se detuvieron a 85.455 personas, de las cuales 312 personas fueron
detenidas por tener pedido de captura o estupefacientes.34

“En la CABA, entre 2012 y 2014, se registraron 7.458 detenciones por averiguación de
identidad, según la Policía Federal. Sólo un 2 por ciento de estas detenciones derivó en una
causa penal. Un 98 por ciento de las personas detenidas fueron liberadas sin que se les iniciara
una causa, es decir, sin que se identificara algún delito o un pedido de captura luego de la
detención”.35

Cabe mencionar que estos números no incluyen las detenciones por averiguación de
identidad que se realizan en las diversas rondas por las calles, y mucho menos las que realizan
en los pasillos de los barrios populares. Otra cuestión a valorar es si las detenciones por
averiguación de antecedentes, por la cual consiguieron el nivel de efectividad tan bajo,
cumplieron con el plano factico para realizarse. Es decir ¿había circunstancias debidamente
fundadas que hagan presumir que hubiesen cometido o pudieran cometer algún delito las
personas detenidas por averiguación de antecedentes o identidad?

Datos similares se pueden encontrar en la provincia de Santa Fe y de Mendoza. En la


primera provincia, en el 2012, la policía realizó 31.622 detenciones, sólo en 1.088 casos eran por
delito flagrante o con orden judicial, la restricción de la libertad se justifica sólo en el 3,44 por
ciento de los casos. Las detenciones arbitrarias eran en promedio 2.636 por mes, 87 por día y 4
por hora.

En el caso de Mendoza, el gobernador Francisco Pérez indicó en el discurso de apertura


legislativa del 2014 que “en el primer trimestre de este año hemos realizado 50.483
aprehensiones preventivas y 3.951 detenciones por delitos”, lo que se traduce en 560
detenciones sin causa justificada por día.

33 Ob. Cit. CELS. Pág. 15


34 Resulta por demás interesante ver el grafico que indica donde se realizaron los controles policiales:
https://www.lanacion.com.ar/1921163-nuevos-controles-callejeros-hay-5-detenidos-por-dia
35 Ob. Cit. CELS. Pág. 16
En la comisaria N° 9 del departamento de Guaymallen, provincia de Mendoza, de las
2174 detenciones registradas desde el 3 de mayo de 2013 al 3 de mayo de 2014, el 40 por ciento
correspondían a detenciones por averiguación de antecedentes. “El 97 por ciento de personas
mayores y el 90 por ciento de los menores detenidos recuperaron rápidamente la libertad ya
que no habían cometido ningún delito”.36

En la Provincia de Córdoba la herramienta legal más utilizada para ejercer la violencia


institucional es el Código Contravencional, se estiman alrededor de 73 mil personas detenidas
en 2011. Un promedio de 200 personas por día, una cada 7 minutos. “Solo en la ciudad de
Córdoba, en 2009, se produjeron 27 mil detenciones por la aplicación del Código de Faltas, en
2010, 37 mil y, en 2011, 42.700”.37

Otro ejemplo de lo que sucede en la Provincia de Córdoba “En el fin de semana del 2 y
3 de mayo de 2015 las fuerzas de seguridad locales detuvieron a 342 adultos durante un
operativo de control a gran escala que buscó espectacularidad (…). Ninguno había cometido un
delito. El 63.46 por ciento –217 casos- no registraban antecedentes penales ni contravencionales
al momento de los operativos. Casi todos pasaron un promedio de doce horas presos. Además,
fueron encerrados 109 menores cuyas detenciones no fueron informadas por la policía al
correspondiente Juzgado Penal Juvenil”.38

Recién en 2015 se conoció la primera condena por este tipo de conductas, contra un
comisario que premiaba o castigaba a sus subordinados según la cantidad de detenciones que
realizadas por día. Un año después, se reemplazó el Código de Faltas por el Código de
Convivencia Ciudadana, que contiene la figura de “conducta sospechosa” con una pena, entre
otras, de hasta tres días de arresto.

36 Ob. Cit. CELS. Pág. 26.


37 Ibidem. Pág. 25
38 Ibidem. Pág. 24.
Porentaje de
Detenciones
Motivo de Detenciones Detenciones por Detenciones por Detenciones por detenciones
Lugar. Periodo (días) convalidadas
detención. registradas día. hora minutos. convalidadas
posteriormente.
posteriormente
01/01/2016 a
150.000 1.648 68,68 1 (1,14) 450 0,30%
CABA y Gran 01/04/2016 (91) Operativo de
Buenos Aires. 01/05/2016 a control poblacional
85.455 1400,9 58,37 1 (0,97) 312 0,37%
01/07/2016 (61)
0,13 (1 cada 7
Córdoba 2011 (365) 73.000 200 8,3
minutos)

0,051 (1 cada 20 No se especifica la cantidad de


2009 (365) Código 27.000 73,97 3,08
minutos) detenciones que fueron
Contravencional
0,071 (1 cada 16 convalidadas con posterioridad.
Córdoba Capital 2010 (365) 37.000 101,36 4,22
minutos)
0,081 (1 cada 12
2011 (365) 42.700 116,98 4,87
minutos)
Prov. de Santa Detenciones en 0,06 (1 cada 17
2012 (365) 31.622 86,63 3,6 1088 3,44%
Fe. general minutos)
Detenciones en 0,1 (1 cada 10
Prov. Mendoza 2014 (365) 54.434 149,13 6,21 3951 7,26%
general minutos)

En la provincia de Chaco, desde el 2006, existe una Fiscalía en lo Penal Especial en


Derechos Humanos. Para fines de abril de 2016 tramitaban en esta sede judicial 1.133 causas
contra funcionarios policiales en la provincia de Chaco. En el resto de las fiscalías chaqueñas
tramitan entre 4 y 200 causas como máximo. “Para adquirir la verdadera dimensión de los datos
es necesario tener en cuenta la cantidad de efectivos policiales que prestan servicio activo en
toda la provincia, un número que no supera los 6.700”.39

Un dato interesante, indirectamente relacionado a la temática, es el numero de agentes


policiales. “Solo en la provincia de Buenos Aires, entre 2005 y 2015, los efectivos pasaron de ser
45 mil a aproximadamente 90 mil. Según esas cifras, la tasa de agentes cada cien mil habitantes
en territorio bonaerense estaría en el orden de los 530, tasa que supera el promedio registrado
por la oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, en inglés) en los diferentes
países que informan este dato. El promedio en los países registrados varía en torno a los 250-
300 efectivos cada 100 mil habitantes. En la Argentina, para 2014, la tasa indicaba 794.9”.40

VII. Alunas formas en las que se despliegan este tipo de prácticas.

“En el barrio Cacique Pelayo, habitado casi en su totalidad por el pueblo Qom, en la
periferia de la ciudad de Resistencia, los vecinos relataron casos de hostigamiento en donde la

39 Ob. Cit. CELS. Pág. 35.


40 Ob. Cit. CELS. Pág. 14.
discriminación está focalizada en la etnia. A los integrantes de la comunidad los policías les dicen
que ´hable bien´ o los insultan por ser indígenas”.41

“Por otra parte, estas comunidades sufren una casi prohibición de salir del barrio. Los
habitantes de Cacique Pelayo contaron que cuando salen los policías les piden documentación
y los amenazan con detenerlos. La práctica se hizo tan habitual y extendida que los jóvenes no
quieren salir del barrio para no tener problemas con la policía”.42

“Reunirse con otros en una esquina, estar en la calle en determinados horarios, usar
gorra o capucha, juzgar ciertos juegos está prohibido, de manera arbitraria, en algunos barrios.
Las fuerzas de seguridad decidieron la proscripción de ciertas costumbres de los jóvenes, aun
cuando no son delitos ni contravenciones”.43

“En el barrio Centenario de Mar del Plata, la llegada de la Prefectura como fuerza nueva
tuvo como uno de sus ejes desalentar y/o prohibir juntas, es decir, la reunión de grupos de
jóvenes en las esquinas o plazas. Si se encontraban reunidos, los agentes los abordaban y
disolvían los grupos”.44

“En el mismo sentido, se implementan medidas que recortan la libertad de circulación


en ciertos horarios o situaciones. En la práctica se impone, así, una especie de ´toque de queda´.
Ante determinados hechos de violencia entre jóvenes y policías, los efectivos obligan a todas las
personas a retirarse del espacio público y recluirse en sus casas, incluso exhibiendo sus armas
de fuego”.45

“En la misma línea, en las villas porteñas la implementación del Operativo Cinturón Sur
y la llegada de Gendarmería Nacional, significó este tipo de prohibiciones. ‘Venían ya con la
metra en la mano y te decían ándate a tu casa, ya son las diez de la noche y hasta las diez de la
noche nomás podés estar acá”.46

El verdugueo. “Negro de mierda, pelotudo, hijo de puta: existe un amplio repertorio de


insultos, burlas y humillaciones a través de los cuales los efectivos de las fuerzas de seguridad
se dirigen a los jóvenes. El nombre popular que se le da a esta variante de hostigamiento es
´verdugueo´. Es parte de las interacciones diarias y se observa en distintas escalas de violencia

41 Ob. Cit. CELS. Pág. 27.


42 Ob. Cit. CELS. Pág. 27.
43 Ob. Cit. CELS. Pág. 28.
44 Ob. Cit. CELS. Pág. 28.
45 Ob. Cit. CELS. Pág. 28.
46 Ob. Cit. CELS. Pág. 29.
policial. Puede limitarse a la violencia verbal, pero en otras ocasiones escala hasta transformarse
en amenazas o violencia física, con distintos niveles de gravedad”. 47

“Por ejemplo, cuando los requisan a veces los esposan o les exigen que se coloquen en
determinada posición. En este marco también se dan situaciones de violencia como golpes,
palazos, ‘el pisotón con los borcegos’, ´un par de coscorrones´, ´piñas en la cara y el cuerpo’,
´patadas en el piso´, ´cachetadas´ en móviles y comisarías y en lugares públicos”.48

Otras formas, aun más graves, son los robos que realizan las fuerzas de seguridad: “Me
revisaron, me pegaron y me sacaron las cosas. Me sacaron la plata, el teléfono y los cigarros, se
los llevaron. Lo sacaron ellos, lo pusieron ahí y me dijeron ´ándate´. Me tuve que ir y se quedaron
con las cosas”.49

47 Ob. Cit. CELS. Pág. 32.


48 Ob. Cit. CELS. Pág. 33.
49 Ob. Cit. CELS. Pág. 33.

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